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Este texto plantea revisar el cuerpo como territorio decisivo para comprender las rela-
ciones de poder y género, la construcción de identidades, las formas de sexualidad, de
resistencia y liberación, desde el contexto de las apropiaciones hegemónicas del cuer-
po, la lógica social de consumo de los signos y el cuerpo como objeto de consumo se-
gún las leyes de la <<economía política del signo>>.
Desde este lugar también revisaré las nociones de la “experiencia del afuera” de Fou-
cault y “el sometimiento como forma de poder” de Judith Butler, retomando la idea de
repensar los conceptos de desfamiliarización/habituamiento/deshabituamiento de Sh-
klovisky, como medio para despertarnos del cuerpo conocido/desconocido y liberar la
capacidad de percepción del hábito que nos secuestra y que propone la «desautomati-
zación» para redescubrir lo que la costumbre ha tornado invisible.
1Las palabras me preceden y superan, me tientan y modifican, y si no tengo cuidado será de-
masiado tarde: se dirán las cosas sin que yo las haya dicho. O, al menos, no fue solo eso.
(Clarice Lispector)
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La locura del imaginario y la experiencia artística reitera esta frecuente fuga de dialogo
interno que aprisiona y libera, tensa y distensa el enmarañado de voces que confun-
den, completan, aclaran, dispersan, matizan y reinciden el transito de grises del proce-
so creativo. Así en la danza, el cuerpo en movimiento repica sensaciones y experien-
cias en el espacio y tiempo; en la literatura, la palabra repica el ser hablante como suje-
to que se aleja lo mas posible de sí mismo, poniéndose fuera de sí para descubrirse y
revelar una distancia más que un doblez (Foucault, 1997:5) “el hablo que funciona
como a contrapelo del pienso“ (p.6). Así también el lenguaje pone en movimiento aquel
que habla, lo desaparece para apropiarse del discurso, detener el poder y el derecho a
la palabra.
Las palabras son cuerpos y el cuerpo enuncia palabras; éstas como un ser vivo produ-
cen efectos. Las palabras como los cuerpos tienen memoria, cargan consigo olores y
sabores de los contextos de los que han sido utilizados con anterioridad, carregam o
sabor do feijão preto com alho refogado, cheiro de farofa, da minha gente, daquelas
conversas com alto volume, gritos e gargalhadas intensas, brincadeiras, sacanagens,
música de corpos frenéticos dançando o jeitinho brasileiro e alegre. Mas também, ca-
rrega esse corpo circunscrito em preconceitos e performatividades colonizadoras2, aquí
está, la palabra surge de un cuerpo que vivo; expresa, salta del interior para replicarse
en el afuera, sitio del lenguaje discursivo, ajeno a las cartografias del pensar racional,
lugar silencioso, secreto, ominoso, intocable a veces; y que solo puede ser tocado por
la imagen simbólica de lo imaginario.
2Cargo conmigo el sabor de los frijoles negros con ajos salteados, el olor a la farofa, harina de
mandioca frita a mantequilla, entre conversaciones de alto volumen, gritos y risas cachondas y
burlescas, juegos, cuerpos frenéticos bailando al estilo brasileño e alegre. Pero también carga
este cuerpo circunscrito por prejuicios e ideas colonizadoras.
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Sou este corpo que muitas vezes não sinto meu, e sim, esse corpo outro, desconheci-
do emprestado, sujeito a interpretações diversas, tanto minhas como dos outros, cor-
po…3 que deviene otro, no mio, sino del afuera dejado, cedido, dado, fiado a otro, suje-
to a interpretaciones múltiples, entrecruzado por tensiones internas en cuanto hilo que
tensa/distensa la relación entre muchos yos “movimiento suave y violento a la vez que
irrumpe en la interioridad, la pone fuera de sí dándoles la vuelta la figura secundaria de
un compañero siempre oculto, pero que se impone siempre con una evidencia imper-
turbable, un doble a distancia, una semejanza que nos hace frente” (Foucault,
1997:31).
El cuerpo transita una existencia permeada de contradicciones internas que por lo ge-
neral no podemos afrontar, pues, muchas veces deambulamos anestesiados, sin dar-
nos cuenta de que “la subordinación del sujeto se produce mediante el lenguaje, como
efecto de la voz autoritaria que interpela al individuo” y presupone la inculcación de la
conciencia y el funcionamiento psíquico de la norma reguladora (Butler, 1997:16). Son
aquellas voces que reinciden en un discurso interno/externo que en ocasiones, incons-
cientemente “abrigamos y preservamos en los seres que somos, que no es impuesto,
que internalizamos y aceptamos sus condiciones” (p.12).
Según Butler (1997) nuestra propia formación y existencia depende del poder, pues “la
dependencia primaria condiciona la formación y la regulación política de los sujetos, y
se convierte en el instrumento de su sometimiento (p.17). Este mecanismo se matiza
hasta que el sujeto que habla se fragmente, se desparrame y se disperse para desapa-
recer en un espacio desnudo, un vacío que le sirve de lugar para saltarse de sí, en un
devenir incierto que alcanza la capacidad de traer el otro a mí, traer el afuera hacia
dentro y dialogar con las incertezas; es este el lugar de la experiencia artística.
Quando converso comigo, escuto muitas vozes, sou eu, sou outras, sou muitas. As ve-
zes me sinto cansada de tantas possibilidades de ser, são tantas que não quero ser
nada, não entendo nada, não quero entender nada, só deixar acontecer e fugir dessa
pluralidade negada.4 Julia Kristeva (1991) considera la inmanencia de lo extraño en lo
familiar una prueba etimológica de la hipótesis psicoanalítica de Freud, el pasado fami-
3 Soy este cuerpo que muchas veces no siento mío, sino, ese cuerpo otro, desconocido, pres-
tado, sujeto a interpretaciones diversas tanto mías como ajenas, cuerpo…
4 Me hablo a mí misma, escucho muchas voces, soy yo, soy otras, soy muchas. A veces me
siento cansada de tantas posibilidades de ser, hay tantas que no quiero ser nada, no entiendo
nada, no quiero entender nada, solo déjalo pasar y fugarme de esta pluralidad negada.
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liar que se manifiesta, según la cual "la inquietante extrañeza (el ominoso freudiano) es
esa variedad particular de lo terrorífico que se remonta a lo conocido desde hace mu-
cho tiempo, a lo familiar desde hace mucho tiempo”5 (Kristeva, 1991:359), lo extraño
conlleva el recalque, la fuga, la negación. Freud da un giro a la noción estética y psico-
lógica de "inquietante extrañeza" planteado inicialmente, la encuentra nuevamente en
las nociones analíticas de angustia, de doble, de repetición y de inconsciente.
De ahí que el compañero represente a la vez una exigencia desmesurada y un peso del
que uno quisiera aligerarse; se está ligado a él irremediablemente por una familiaridad
difícil de soportar y sin embargo, habría que acercarse todavía más a él, hallar un vincu-
lo con él que no sea ya esa ausencia de vínculo por la que uno está atado a él mediante
la forma sin rostro de la ausencia. (Foucault, 1997:32)
Agente precisa criar uma representação de sí porque não temos um acesso direto ao
nosso rosto, nao temos uma experiencia imediata com ele, o que nós sabemos sobre
ele precisa ser aprendido a través de um outro, de um espelho, de uma foto ou de uma
intermediação para que ele possa deduzir que aquele outro corresponde a mim, à min-
ha pessoa, meu companheiro. A noção psicoanalítica de “estagio do espelho” resolve
essa questão que na verdade eu só sei de mim a través do outro.6
5 Sigmund Freud, Obras completas, vol. xvii, "Lo ominoso", p. 220, Amorrortu Editores, Bue-
nos Aires, 1976.
6 Necesitamos crear una representación de sí porque no tenemos acceso directo a nuestro
rostro, no tenemos una experiencia inmediata con él, lo que sabemos sobre él necesita ser
aprendido a través del otro, un espejo, una foto o una intermediación para que uno pueda de-
ducir que ese otro me corresponde a mí, a mi persona, mi compañero. La noción psicoanalíti-
ca de “etapa del espejo” resuelve este tema que de hecho solo conozco a mí mismo a través
del otro.
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porque la niego” (Kristeva, 1991:363). Quando as pessoas recalcan aquilo que é fami-
liar porque não quer ter contato com ele, porque assusta, o recalcado volta a partir de
alguma imagem, então aquilo é familiar e ao mesmo tempo estranho, e a gente não
sabe distinguir entre o real e o imaginario. E é claro que o que nos é familiar nos assus-
ta muito mais do que aquilo que nos é distante7.
Gloria Anzaldúa (1987) desdibuja este lugar desde la estantería disidente, para ella “los
territorios fronterizos psicológicos, sexuales y espirituales no son específico de las fron-
teras geográficas del suroeste, de hecho las tierras fronterizas están presentes de for-
ma física siempre que dos o más culturas se rozan, cuando gentes de distintas razas
ocupan el mismo territorio, cuando las clases baja, media, alta e infra se tocan, cuando
el espacio entre dos personas se encoge con la intimidad compartida” (p.19). Las fron-
teras son esos lugares otros, intersticios que separan, unen, delimitan, imprimen dife-
rencias, pero también producen nuevos espacios e inauguran relaciones. Son espacios
heterotópicos, imaginados, transgredidos, reinventados que convierten el cuerpo prieto,
abyecto, disidente, en sujeto político y que se pone en el lugar de la madre deslengua-
da en resistencia que no silencia, sino retorce, agrieta desde la historia de la boca de
los vencidos, al margen y al borde de géneros literarios y sexuales. Un componente ar-
ticulador que traza la derrota territorial al cuerpo, al territorio y la lengua.
7Cuando la gente reprime lo familiar es porque no quiere tener contacto con él, porque nos
asusta, lo reprimido vuelve de alguna imagen, que nos es familiar y a la vez extraña, y no po-
demos distinguir entre lo real y lo imaginario. Y está claro que lo familiar nos asusta mucho
más que lo distante de nosotros.
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Como Anzaldúa (1987) “I am a border woman” soy mujer de frontera, no solo geográfi-
ca desde la perspectiva baumaniana de la “extraterritorialidad” poblada de figuras en
transición de flujos móviles que desdibujan identidades fijas e historias heredadas; sino
también en el sentido tensional de una anato-fisiologia desorganizada, una piel derra-
mada, que se moja en la confusión por el “sometimiento a un discurso que no hemos
elegido pero que paradójicamente, inicia y sostenta nuestra potencia” (Butler, 1999:12).
Viví buena parte de la vida entre dos culturas, brasileña/mexicana, blanca/negra, espa-
ñola/portuguesa, clase baja/media, con influencia cabocla, afro brasileña y anglo, como
miembro de un pueblo común y colonizado en nuestro propio territorio “as a member of
a colinde people in our own territory” (Anzaldúa, 1987:19). Coincido con la autora, no
resulta un territorio cómodo vivir este lugar de contradicciones “It`s not a comfortable
territory lo live in, this place of contradictions” (p. 19). En la relación con esta nueva te-
rritorialidad, la distancia desmesurada nos separa y recupera las palabras y frases en
un vacío sin limites.
“… en este hueco que quizás no sea más que la irresistible erosión de la perso-
na que habla, se liberara el espacio de un lenguaje neutro; entre el narrador y
ese compañero indisociable que no le acompaña, a lo largo de esa delgada línea
que los separa como separa también el Yo que habla de el Él que él es en su ser
hablado, se precipita todo el relato, desplegando un lugar sin lugar que es el
afuera de toda palabra y de toda escritura, y que las hace aparecer, las despo-
see, les impone su ley, y manifiesta en su desarrollo infinito su reverberación de
un instante, su fulgurante desaparición. (Foucault, 1997:32)
Kristeva (1991) enuncia que “la civilización humaniza la naturaleza dotándola de seres
que se nos parecen, que hace que nos sintamos en casa en la extrañeza inquietante,
que podamos elaborar psíquicamente la angustia [que antes estaba privada] de senti-
do. Aquí, la inquietante extrañeza ya no es producción artística ni patológica, sino ley
psíquica que permite enfrentar lo desconocido y elaborarlo en el proceso de Kulturar-
beit, de la obra de la civilización” (p. 365).
recovecos perdidos, desconocidos y callados. Tantas huellas que aún hoy nos pertene-
cen. Reconozco otras voces, voces de la periferia, de lucha, de emancipación, tantas
voces que habitan a una y a todas. Reconozco el grito de liberación, el llanto por la
opresión, la palabra que danza retorcidamente en el cuerpo. Es inevitable reconocer el
cuerpo, la palabra, la multiplicidad de voces, a uno, al otro; para perderse y encontrarse
a la vez, hasta que nos convertamos en cuerpo y texto del propio cuerpo.
BIBLIOGRAFIA
Butler, J. (1997). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Ediciones
Cátedra. Madrid.