Está en la página 1de 11

LAS CIVILIZACIONES DEL MEDITERRÁNEO

La gran vinculación de las civilizaciones que veremos a continuación con el medio marítimo, tiene que ver con la
enormidad del Mar Mediterráneo, y por sus características geográficas propias; que llevaron a los pueblos que habitaron
a su alrededor a depender notablemente de las actividades relacionadas con el mar: navegación, comercio, pesca, etc.
Ello además condicionó a dichos pueblos a mirar preferentemente hacia afuera que hacia adentro, en lo que respecta al
comercio y las conquistas militares.

Introducción a la Ciudad antigua

Grecia y Roma son las dos únicas que merecen el nombre de civilizaciones en el mundo antiguo, Grecia por el
desarrollo del logos y la filosofía; y Roma por la vida cívica y las leyes, sostén de su estructura política; estas
civilizaciones han sido la base de nuestra civilización que recibe acertadamente el nombre de Grecorromana en sus
orígenes.
Hablando de Grecia, nos damos cuenta que sus maravillosos filósofos y pensadores fueron la base de la vida
intelectual humana, pues descubrieron los principios de la más alta de las ciencias, la Filosofía, los cuales conforman
juntamente a su desarrollo ulterior, lo que se llama “Filosofía Perenne”.
Roma, la cual será luego materia de nuestro estudio, nos legó lo que propiamente puede llamarse CIVILIZACIÓN,
es decir, el orden del hombre cívico u hombre político.
Entramos en el estudio del Mundo Clásico, cuyos principios son base y modelo del hombre civilizado

La Organización Familiar en el Mundo Antiguo

CREENCIAS ANTIGUAS

Hasta los últimos tiempos de la historia de Grecia y Roma se vio persistir entre un conjunto de costumbres, que
indudablemente, procedían de una época remotísima. De ellos podemos inferir las opiniones que el hombre se formó
sobre el orden natural que como ser racional pudo conocer, sobre su alma y sobre el misterio de su muerte.
Las generaciones antiguas, mucho antes que hubiera filósofos, supieron de una segunda existencia después de la
actual, consideraron la muerte, no como una disolución del ser, sino como un mero cambio de vida.
Según las más antiguas creencias de los griegos y de los italianos, no era en un mundo extraño el presente a
donde el alma iba a pasar su segunda existencia, permanecía cerca de los hombres y continuaba viviendo bajo la tierra
(sub terra censabant reliqium vitam agi mortorum).
También se creyó durante mucho tiempo que en esa segunda existencia el alma permanecía asociada al cuerpo.
Nacida con el, la muerte no los separaba y con el se encerraba en la tumba; cuando se colocaba un cuerpo en el
sepulcro, se creía que era algo viviente lo que ahí se colocaba.
Era costumbre, al fin de la ceremonia fúnebre, llamar tres veces al alma del muerto por el nombre que había
llevado. Se le deseaba vivir feliz bajo tierra; se escribía en la tumba que él reposaba allí. Se tuvo noción desde el
principio del sentido sacrificial de los ritos: de allí la costumbre de ofrecer alimentos y otros elementos en honor de las
almas de los difuntos.
De esta creencia primitiva nació la antiquísima costumbre de la sepultura. Para que el alma permaneciera en esta
morada subterránea, que le convenía para su segunda vida, era necesario a que el cuerpo al que estaba ligada quedase
recubierto de tierra. El alma que carecía de tumba no tenía morada, vivía errante, se convertía pronto en malhechora.
La antigüedad entera estaba persuadida de que sin la sepultura el alma era miserable, y que por la sepultura
adquiría la eterna felicidad, esperando la unión o regeneración de los cuerpos en vida unidos substancialmente a ella. Se
rodeaba a la tumba de grandes guirnaldas de hierba y flores, que se depositaban tortas, frutas, sal, se derramaba leche,
vino, y a veces la sangre de alguna víctima.
En las ciudades antiguas la ley infligía a los grandes culpables un castigo reputado como terrible: la privación de la
sepultura.

El culto de los antepasados

Entre los griegos había entre cada tumba un emplazamiento destinado a la inmolación de las víctimas y a la
cocción de su carne. La tumba romana también tenía su culina, especie de cocina de un género particular, y para el
exclusivo uso de los muertos. Era un deber de los vivos el rendir culto a los antepasados.

1
Los muertos eran considerados seres sagrados, los antiguos les otorgaban los más respetuosos epítetos que
podían encontrar: llamándoles bienaventurados, buenos, santos. Para ellos tenían toda la veneración que el hombre
pueda sentir por la divinidad que ama o teme. No se daba distinción entre los muertos. Los griegos daban de buen grado
el nombre de dioses subterráneos, los romanos les daban el nombre de dioses “manes”. Las tumbas eran los templos de
estas divinidades. Pero estas divinidades no eran lo que hoy entendemos por Dios, sino seres que están en un nivel
ulterior a los vivientes, los cuales disponen del poder de interceder para bien o para mal en la vida de los vivos.
Si el muerto al que se olvidaba era un malhechor, aquel al que se honraba era un dios tutelar, que amaba a los que
ofrecían el sustento. Estas almas humanas divinizadas por la muerte, eran lo que los griegos llamaban demonios o
héroes, los romanos le dieron el nombre de lares y manes.
Esta religión de los antepasados ES LA BASE DE LA SOCIEDAD ANTIGUA, DE SU CIUDAD, DE SUS LEYES,
QUE EMANAN DEL HOGAR O EL CULTO FAMILIAR.

El fuego sagrado
La casa de un griego o romano encerraba un altar. En este altar tenía que haber un poco de ceniza y carbones
encendidos, era una obligación sagrada para el jefe de la casa el conservar el fuego de día y noche. No era lícito
alimentar ese fuego con cualquier clase de madera, pues este fuego debía conservarse siempre puro. De hecho no
podía cometerse ningún acto impuro en el hogar, pues era considerado un sacrilegio, el ultraje a la sacralizad del hogar.
Había un día del año, que para los romanos era el 1 de mayo, en que cada familia tenía que extender su fuego
sagrado y encender otro inmediatamente, pero para obtener el nuevo fuego era preciso observar escrupulosamente
algunos ritos. El fuego tenía algo de divino, era la presencia viva del linaje familiar.
Jamás salía el hombre sin dirigir una oración a su hogar; al regreso antes de ver a su mujer y de abrazar a sus
hijos debía inclinarse ante el hogar e invocarlo, el fuego del hogar era pues la providencia de la familia.
El culto del fuego sagrado no solo pertenecía Grecia y Roma, sino que también se encontraba en oriente, entre los
indos suele llamarse agni.
El hombre culpable no podía acercarse a su hogar, hasta que se purificara de la mancha.
El nombre del fuego sagrado recibía el nombre de Vesta. Se representó a esta divinidad con rasgos de mujer,
porque la palabra con que se designó al altar era de género femenino. Vesta fue la diosa virgen, que no representaba en
el mundo la fecundidad ni el poder, fue el orden, la ley imperiosa y fatal, que gobernaba todos los órdenes de la vida.
Se puede pensar que el hogar doméstico sólo fue, en su origen, el símbolo del culto de los muertos, que bajo la
piedra del hogar descansaba un antepasado, que el fuego se encendía allí para honrarle y, que este fuego parecía
conservar en el la vida o representaba a su alma siempre vigilante.

La religión domestica

Si bien el hombre desde el principio conoció lo que se llama RELIGIÓN (es decir, re-unión con el Dios con el cual
hubo una separación original), poco a poco fue sustituyendo la importancia de esa religión natural, por aquélla que
evocaba el misterio de la muerte.
En esta religión primitiva cada antepasado solo podía ser adorado por una familia. La religión era puramente
doméstica. Una de las reglas de aquel culto, era que cada familia solo podía rendir culto a los muertos que le
pertenecían por la sangre, por eso la ley prohibía que un extranjero se acercase a una tumba: tocar con el pie, aún por
descuido una sepultura era un acto impío.
En Grecia y Roma así como en la India, el hijo tenía el deber de hacer las libaciones (ofrecimiento de Aceite o
Vino) y sacrificio a los manes de sus padres y de todos los abuelos.
Entre los vivos y los muertos de cada familia existía un cambio perpetuo de buenos oficios. El muerto no podía
prescindir del vivo, ni éste del muerto.
Cada familia tenía su tumba, donde los muertos descansaban en su tumba unos al lado de otros, siempre juntos.
El culto no era público, al contrario las ceremonias solo se celebraban por los miembros de la familia.
Para esta religión doméstica, no había reglas uniforme, ni ritual común. Cada familia poseía la más completa
independencia. Ningún poder estatal podía regular su culto o su creencia. No existía otro sacerdote que el Padre.
Esta religión solo podía propagarse por la generación. La religión domestica solo se transmitía de varón en varón
(de allí la palabra “Tradición”).
Pues bien. Toda la organización social descansa en esta religión doméstica. La Patria (“las cosas de los padres”)
es sagrada, el suelo lo es también.
La autoridad por lo tanto es de carácter religioso. El padre es la autoridad de la familia, como el jefe de la tribu o el
rey de la urbe o polis (ciudad). La política es el arte de lograr el bien común y la prosperidad pública de la Patria,
conservando la herencia de los antepasados. Por eso el gobierno tiene cierto aspecto religioso. Ser ciudadano no es una

2
cosa ligada a la naturaleza individual, sino un derecho heredado del vínculo patriótico. Por eso no todos eran
ciudadanos, no por segregación social, sino porque la ciudad se define como la unidad nacional de las familias que
rinden culto a un antepasado o héroe común. Por eso cada ciudad tiene su dios cuyo fuego mantiene encendido en el
templo permanentemente.
Si no comprendemos esto, no podemos estudiar con honestidad la historia Helena y Romana, y nunca
entenderemos su desarrollo y sus crisis, así como sus problemas políticos y sociales.

LA CIVILIZACION GRIEGA

LOS HELENOS Y EL DESARROLLO DE LA GRECIA HEROICA (s. XII – IX a.C.)

En Europa, la llegada de los pueblos de raza aria, siguieron tres caminos: uno al norte, formando el conjunto de
pueblos germánicos y celtas; otro hacia Italia, formando los pueblos Itálicos; y el resto a Grecia. Allí se dividieron en los
siguientes pueblos: los Aqueos, que se ubicaron en la península del Peloponeso; los Jonios, que se ubicaron en el centro
y en las islas del Egeo; los Dorios, al norte, en Iliria y Macedonia; y los Eolios, en la zona de Etolia. Todos ellos
constituían a los HELENOS, que dan el nombre de Hélade a la región, y de s al país actual.
Todos los modos políticos y culturales se organizaban conforme a una de las actividades que más caracterizaron a
los pueblos indoeuropeos, que es la Guerra. De allí nació el concepto de asamblea. La Virtud (areté, de donde deriva
aristos: el mejor), los valores y el honor que hacía al héroe ( epós), se derivaban de la valentía demostrada en la guerra
que era la defensa de las tradiciones patrióticas.
Los Aqueos, pronto dominaron a todos los demás pueblos, y basaron su poder en los reyes de las ciudades de
Tirinto, y Micenas. Hay que recordar que si bien las ciudades de la Hélade eran independientes políticamente, tenían una
unión cultural entre ellas, que se derivaba de descender de un antepasado común, por lo tanto constituían una NACIÓN,
en el sentido exacto de la palabra que deriva de Nascere (nacer).

La guerra de Troya
Durante diez años se vivió uno de los dramas más conocidos de la historia mundial, la guerra entre las polis
Aqueas (principalmente Esparta y Micenas) y la de Troya, a orillas del Mediterráneo oriental, en lo que hoy sería la
Turquía asiática.
Hacia el siglo XIII a.C. (aproximadamente en el 1250 aC), se produce el rapto de Helena, esposa de Menelao de
Esparta, por parte de Paris, uno de los hijos del rey troyano Príamo. Ello llevó al sitio de la polis por diez años. La
fortaleza de las murallas y los soldados troyanos impidieron su caída, no obstante contar los Aqueos con personajes de
la talla de Aquiles, Ayax, Agamenón y Odiseo. Éste último, conocido por su astucia ideó la estratagema del Caballo de
Troya, relatada con detalles en el poema latino la Eneida. Tomada a partir de la introducción de ese caballo de madera
lleno de soldados aqueos dentro de sus murallas, Troya se transformará en la cuna de una nueva población cuyos
dioses trasladó Eneas a Italia, conformando posteriormente a los latinos.
Los poemas Homéricos (la Ilíada y la Odisea) y el gran poema Latino de la Eneida, cantados en honor de esta
guerra, fueron los pilares de la formación didáctica de las generaciones helenas y latinas, pues enseñaban el valor de la
defensa de lo que ellos llamaban PATRIA: sus costumbres y leyes emanadas del altar paterno.

LA INVASIÓN DE LOS DORIOS Y LAS COLONIAS (s. IX – VI a.C.)

Hacia el siglo IX a.C., se produce en la Hélade, la invasión de los Dorios hacia el sur. Ocuparon militarmente todos
los territorios, incluidas las islas de Creta y Rodas. Ello provocó un cambio en las costumbres y la civilización helenas,
dominadas ahora por los descendientes del héroe antiguo Heracles. Esta época se conoce como Etapa Oscura, pues
hay pocos datos precisos de su historia y coincidió con un período de guerras y reacomodamientos que opacaron la
cultura helena.
La emigración, que no había sido notable en tiempos anteriores, comenzó a crecer a partir del siglo VII a.C.; allí se
produjo la ocupación, por parte de los Eolios y los Jonios, de los territorios de Asia Menor (donde florecieron las ciudades
de Éfeso, Mileto, Halicarnaso, y Esmirna, entre otras); y del sur de Italia (la “Magna Grecia”), en la que sobresalieron
ciudades como Agrigento, Siracusa, Messina, Tarento, y Nápoles. Además establecieron colonias en el Mar Negro, como
Sestos y Abydos, en el Mar de Mármara, y construyeron Bizancio, en el Helesponto. Con todo, la industria y el comercio
adquirieron un rápido y eficaz desarrollo. Incluso hubo circulación de monedas.

3
Con la expansión que significaba la apertura del comercio hacia los distintos territorios aledaños a la Grecia
original, se desarrolló la primera colonización griega (a estas colonias se las llamó  -apoikía-, que quiere decir
“hogar afuera”: traslado del fuego familiar a otra tierra. Se las consideraba unidas a su ciudad natal por razón del culto
que las originó. La colonización griega difiere mucho de las de los fenicios, cuyas colonias eran sólo centros comerciales.
El Heleno nunca se mezcló con las poblaciones no griegas, a las que indistintamente aplicó el nombre de
“bárbaros”. Un griego de Massilia, o de Cirenaica, en nada se diferenciaba de uno de Atenas o de Corinto. Una íntima
unión cultural, un sentimiento poderoso de pertenencia a antepasados comunes existió, por sobre las diferencias
políticas que separaron a las ciudades griegas.

LA POLIS
La vida política es hija del altar doméstico. Por ello los pueblos indoeuropeos (desde los Sumerios en adelante)
fueron urbanos, es decir, conformaban tribus unidas por un culto común el cual era el fundamento de la vida ciudadana.
Esta unidad religioso-política independiente se llamaba POLIS (Territorio sagrado, lugar de la Patria). Las ciudades
que nacieron en lo que hoy conocemos como Grecia, siempre tenían en la parte más alta el trazado original amurallado,
que era el territorio que conformaba la Patria. En estas ciudadelas, llamadas acrópolis, estaban los grandes templos, y
allí ardía el fuego nacional.
Las Polis que tomarán relevancia en esta época son Atenas, Esparta, Argos y Corinto. A causa de lo explicado
anteriormente no se habla de Atenas o Lacedemonia (Esparta), sino de atenienses y lacedemonios. Cuando el griego
defendía la Polis, combatía siempre por su hogar. La región natal y la patria formaban para él un todo inseparable.
ACTIVIDAD POLÍTICA: Los habitantes de las ciudades se entregaban en cuerpo y alma a los debates políticos,
actividad que se desenvolvía en calles y plazas públicas. Y más allá de sus divisiones, en los momentos críticos de su
historia, cuando un peligro urgente los amenazaba desde el exterior, sabían unir sus fuerzas y luchar por el origen
común. La Hélade abarcaba gran número de pequeños estados y en ellos cada ciudadano podía hacerse oír.
Las familias organizadas en lo que dio en llamarse "gens" constituyeron grupos familiares-religiosos considerando
a los partícipes ciudadanos de origen. Se llamaban a los pertenecientes a estas familias grandes “eupátridas”, es decir
de buena tradición paterna. La ciudadanía es su obligación.

ATENAS: DESDE SUS ORÍGENES HASTA LA REVOLUCIÓN

El genio griego adquirió su vuelo en la Acrópolis. En la historia de Grecia, Esparta, situada tierras adentro,
representa la estricta disciplina, mientras que Atenas, ciudad de marinos, estuvo siempre más abierta a las novedades
del mundo. Más que ninguna otra polis de la Hélade, Atenas era la cuna de la Política, pero recordemos, entendida ésta
como una participación del hombre en lo sagrado para llevar adelante la prosperidad patriótica.
En los estados griegos más antiguos, el rey ( basileus), era reconocido como sacerdote principal y comandante de
las guerras o juez supremo.
En Atenas, la primera forma de gobierno fue la monarquía. El rey era concebido como el Sumo Sacerdote y
comandante del ejército. La estructura religiosa de los nobles atenienses creó posteriormente el Arcontado, compuesto
por nueve arcontes que cumplían las funciones de sumo sacerdote (Arconte Basiléus –Rey-), de comandante en jefe del
ejército en tiempos de guerra (Arconte Polemarco), de asistente de gobierno interno de la polis (Arconte Epónimo) y de
juez supremo (Arcontes Tesmotetes que eran seis). Los jefes de familias de las GENTES (plural de Gens 1) formaban el
consejo del rey, "Los ancianos", como se les llamaba. Este cuerpo colegiado era llamado Areópago, cuyos miembros
eran elegidos de por vida.
Los jueces conformaban el Tribunal de los Heliastas hasta un número de 6000. Se cuenta que ellos, cuando
debían sentenciar un juicio, se reunían por la noche para no ablandarse viendo a los acusados.

Las reformas políticas-Primera Revolución

Había dos modelos de polis en la sociedad ateniense que por ser en cierta medida contrapuestos van a chocar
más adelante conforme crezca la prosperidad material de la polis ateniense.
Según la estructura religiosa original, los descendientes de atenienses (los Eupátridas) eran los encargados de
sostener el culto, la guerra y el gobierno de la polis, entendido como algo sagrado. De la misma manera eran las familias
las propietarias de las tierras del Oikos (Hogar: en sentido amplio el territorio estricto de la polis), pues la tierra era
elemento sagrado y sólo habitado por los dioses tutelares de la familia. Se consideraba profanación que un extraño a la
familia o la gens tuviera contacto con la tierra perteneciente al recinto sagrado.

1
Se dice Gens a las familias descendientes de un antepasado común fundador del linaje al cual se rinde culto

4
Esa organización religiosa de la sociedad establecía que los no pertenecientes a las Gentes, se establecieran fuera
del recinto sagrado del Oikos, por ello se les llamaba “Metecos” (Meta-Oikos: más allá de la polis). No eran segregados y
podían dedicarse a todos los oficios que quisieran, pero no podían ser propietarios de las tierras dentro de la polis. En
este sector se encontraban los comerciantes, banqueros y adinerados de distinta índole que rechazaban la estructura
religiosa de la sociedad y preferían gobiernos centralizados como en oriente, donde había triunfado esta concepción de
organización social. Son los que abogaron por una monarquía fuerte y luego van a favorecer los gobiernos de los
Tiranos, apoyados por los imperios orientales como el persa.
La confrontación entre estos dos modelos sociales (religioso-aristocrático por un lado y
secular-monárquico/democrático por el otro), se va a vivir en Atenas de una manera dramática, terminando con el triunfo
de esta última facción luego de las guerras contra los persas, y la disolución final en la guerra civil.

Las Leyes de Dracón (621 a.C.)


El malestar social se originaba a veces en Atenas por el incumplimiento de las leyes tradicionales atenienses o su
olvido o menosprecio. El arconte tesmotetes Dracón intentó cuidar la estructura religioso-aristocrática ateniense al
redactar por escrito las leyes tradicionales, para evitar su incumplimiento. Mirado según las reformas posteriores, el
código draconiano parecía duro, de allí que se use ese adjetivo con el significado de “severo” hasta el día de hoy.
Sin embargo, esto no conformó al sector adinerado que siguió promoviendo la lucha social para alcanzar la ruptura
de las leyes religiosas atenienses.

Solón (594 a.C.)


Solón era considerado uno de los siete sabios de Grecia, pero ampliamente favorable a la secularización de la
sociedad ateniense. Si bien era eupátrida de nacimiento, había hecho su fortuna como comerciante y en consecuencia
se hallaba también, muy vinculado a los mercaderes y comerciantes de Atenas.
Los eupátridas decidieron poner como árbitro de las cuestiones sociales a este personaje que fue nombrado
arconte con plenos poderes.
Su primera medida fue anular definitivamente todas las deudas sobre los agricultores, y ordenar que todos los
esclavos por deudas fueran liberados. Pero dio un duro golpe a la organización milenaria de la sociedad ateniense
dividiéndola según la fortuna de cada ciudadano, en cuatro grupos. Era el dinero el que marcaba el rango social, no más
el culto. Si bien esto estaba restringido a ciertas cuestiones, el golpe había sido dado, y nada volvería a ser como antes.
Solón también concedió derechos políticos. Todo ateniense con veinte años cumplidos tenía el derecho de
participar en la Asamblea popular (Ecclesia), creada por él a esos efectos, en donde eran elegidos todos los
funcionarios, incluso los arcontes; pero solamente los miembros de los tres primeros grupos podían ser elegidos para
una función pública. Se pasó de la aristocracia a la plutocracia (gobierno de los ricos). También creó el Consejo de los
400, encargado de elaborar las leyes que serían aprobadas por la asamblea.
Además, quiso refrenar el deseo de lujo de los atenienses y con otras ordenanzas acabar con la excesiva
fastuosidad de los funerales.
Como toda revolución, agravó los males que pretendía acabar, pues sus reformas terminaron por provocar el
descontento de toda la polis, tanto de los humildes como de los ricos. Finalmente Solón se cansó de los reproches que le
llegaban de todas partes y realizó un viaje de diez años para conocer otros países.

Pisístrato y la Tiranía (561-528 a.C.)


El turbulento pueblo de Atenas se mantuvo bastante tranquilo durante varios años, pero ya estaba sembrada la
discordia, pues había sucedido lo que luego Platón estimaría la peor de las conmociones: cuando la ciudad se vuelve
contra sí misma: se habían formado partidos: de un lado el partido noble o eupátrida y del otro el partido de los ricos,
curiosamente llamado “popular” por decir apoyarse en el elemento pobre de la polis.
Pisístrato, hombre de ilustre familia pero ligado al “partido popular” apoyado por los persas, consiguió tomar el
poder. Se proclamó defensor de los oprimidos.
Eran en Grecia, llamados tiranos aquellos ciudadanos que se apoderaban del poder por la violencia o por la
astucia, y que por lo tanto gobernaban sin arreglo a las costumbres, validos exclusivamente de la fuerza, y todos los
casos de las polis helenas, del apoyo extranjero de los persas.
Pisístrato, por eso no modificó las leyes de Solón. Halló el modo de cambiar la mala visión que se tenía de él, y
logró que su mandato fuera encuadrado como un período de decadencia moral de Atenas a cambio del bienestar
material.
Supo dominar todos los disturbios, dio facilidades al comercio y a la industria para su desarrollo, aumentó el
bienestar material de la polis por el apoyo de los adinerados.

5
Los hijos de Pisístrato (Hiparco e Hipias) diferían de su padre en un punto: siendo éste soberano absoluto, se
conducía como un ciudadano normal, mientras que ellos se creían dotados de poderes especiales. Se decía que habían
heredado de su padre el poder, pero no el genio ni la astucia. La tiranía de Pisístrato y sus hijos había durado medio
siglo (560 - 510 a.C.). Luego de un gobierno impopular, Hipias abandonará el poder luego de ser asesinado su hermano
Hiparco.

Clístenes y la Democracia (508 a.C.)


Clístenes de origen noble, fue encargado de revisar las leyes de Solón y las modificó en un sentido llamado
democrático.
Rompió definitivamente la estructura gentilicia sostenida en el culto patriótico a los antepasados. Dividió el Ática en
100 distritos territoriales llamadas demos, que, a su vez, constituían diez ciudades superiores, llamadas tribus. En las
tribus se mezclaban todos los atenienses, sin distinción de linaje.
El Consejo de los Cuatrocientos pasó a tener Quinientos miembros; el ejército se dividió en diez regimientos, cada
uno de los cuales estaba mandado por un general, con el título de Estratega y finalmente, se eligieron 5.000 jueces para
integrar los tribunales populares.
Temeroso de que volviera la tiranía, Clístenes estableció un curioso sistema para prevenirla. La Asamblea podía
votar el destierro por 10 años de todo ciudadano que amenazara con convertirse en tirano. Todos los años debía
celebrarse una sesión especial a efectos de analizar esta votación que se decidía por la tiranía del número. El destierro,
así resuelto, se llamaba ostracismo, nombre derivado del adobe (en griego, ostrakon) en que los ciudadanos escribían
sus votos. Este destierro tenía un alcance puramente político, y no era deshonroso ni significaba la pérdida alguna de
sus bienes. De más está decir que el primer magistrado en ser desterrado fue el mismo Clístenes. Con el tiempo el
ostracismo se convirtió en la manera de expulsar de Atenas a todo ciudadano destacado que se distinguiera del resto
(ver sino el caso de Arístides, llamado “el justo” y desterrado por envidia). La tiranía de las mayorías es el reino de la
mediocridad.
Con el efectivo sistema del ostracismo, el sistema de la plutocracia apoyada en la apariencia de las mayorías y el
número llevó a Atenas a la primera consecuencia del dominio del Dinero: el imperialismo o sometimiento de las demás
polis del Ática y el Egeo.

ESPARTA, UN ESTADO MILITAR Y ARISTOCRÁTICO

Esparta, situada en el valle del río Eurotas, era en otro tiempo la ciudad más poderosa de la Hélade. Lo que
constituía su fuerza no eran las murallas, pues no las tenía, sino el valor y la unidad de todos sus ciudadanos. Si se
preguntaba a un espartano por qué su ciudad no tenía muros como las demás, respondía con orgullo: "El pecho de
nuestros ciudadanos es la mejor muralla". Además estaba bastante protegida por las altas cumbres que rodean el valle.
La Esparta de la Antigüedad, no era una ciudad homogénea, sino un conjunto de varios villorrios.
A la base legal del pueblo la fortalecía el código espartano. Ello fue el resultado natural de un pueblo que ha
ocupado un puesto de honor en la Historia por su valor y patriotismo. La tradición atribuye esta legislación espartana al
sabio Licurgo. Era un sistema social en el cual la individualidad era considerada de menor importancia que el bienestar
general. El problema estaba en que los dorios, tuvieron que someter a poblaciones de origen Mesenio que ocupaban
Lacedemonia, y ante las reiteradas sublevaciones de éstas, Licurgo optó por el estado militarizado para poder continuar
con las tradiciones patrióticas.
Los espartanos repartieron el rico valle de Eurotas en parcelas iguales que como era el régimen de propiedad en la
antigüedad, no podían ser divididas sino que las heredaba íntegras el hijo mayor; cuando un hombre tenía más de un
hijo, todos heredaban un terreno indiviso (sin posibilidad de dividirse).
Según Plutarco2, Licurgo quería repartir las tierras de tal modo que "desaparecieran por completo las
consecuencias vergonzosas de la riqueza y de la pobreza". Esparta, a diferencia de otras ciudades, decidió fijar
legalmente la igualdad económica y social.
Existía en Esparta, un grupo social conocido como ilotas. Eran los descendientes de los pueblos mesenios
vencidos cuando los Dorios conquistaron la región. Debían trabajar, como pueblo sometido y vencido, para el Estado.
Les estaba prohibido abandonar la parcela que le había sido asignada para trabajar.
Pero los espartanos se mostraban duros consigo mismos. Era la base de su disciplina. En tiempos de guerra los
ilotas participaban también de la guerra. De más estaba decir que los ilotas eran considerados nobles, pero sometidos
por haberse rebelado.

2
Plutarco (120 – 47 a.C.) Historiador griego. Famoso por sus biografías, a las cuales comparaba de a dos (Vidas
Paralelas).

6
El sector social equivalente a los Metecos atenienses era el de los Periecos (Peri-oikos: alrededor del recinto
sagrado), que eran libres y propietarios, pero no parte de la nobleza militar.
El espartano consideraba indigno de él la artesanía, el comercio y la agricultura y las leyes les prohibían en
absoluto el trabajo manual: debía entregarse por entero al oficio de las armas y la política. La profesión de artesanos y
comerciantes las desempeñaban los periecos. El comercio se limitaba casi exclusivamente a la provincia de Laconia, y
consistía casi exclusivamente en transacciones, lo que eventualmente restaba importancia al dinero. No era una
sociedad gobernada por la riqueza.
Las leyes y la organización social de Esparta tenían por objeto la formación de un poderoso pueblo de guerreros.
La disciplina forjaba al ciudadano, y el Estado disponía del joven espartano desde su nacimiento. Se practicaba la
Eugenesia (solamente sobrevivían los individuos robustos).
Cuando cumplía siete años se quitaba el niño a sus padres para evitar que lo malcriaran y la Polis se hacía cargo
de su educación. Debían entrenarse para soportar el dolor, el hambre y el frío; tenían que bañarse en el río Eurotas
todos los días del año y vestían las mismas ropas en invierno que en verano. Se les daba una alimentación muy sobria y
a menudo insuficiente; no obstante les estaba permitido practicar la rapiña para apaciguar el hambre, pero debían ser
sagaces, porque eran descubiertos, se los castigaba con severidad.
La educación intelectual de los jóvenes espartanos consistía en unas nociones de lectura y escritura, pero sobre
todo, se les enseñaba a decir las cosas con muy pocas palabras. Todavía hoy se califica de lacónica esta forma de
hablar. No obstante la base educativa la constituían los poemas homéricos.
A los veinte años el espartano era considerado apto para llevar las armas y desde ese momento comenzaba su
instrucción militar; su servicio armado, que no era visto como una carga, sino como un honor, no concluía hasta los
sesenta años.
Los jóvenes eran educados en grupos; asimismo los hombres vivían en tiendas de campaña, en compartimentos
de quince. Allí hacían sus comidas, famosas por su frugalidad y su célebre "sopa negra', que se componía de tocino,
sangre, vinagre y sal. Los atenienses ironizaban diciendo que "Después de probarla se comprende por qué los
espartanos van con tanta alegría a la muerte". Plutarco, por su parte, nos relata el caso de un rey del Asia Menor quien,
habiendo oído hablar de la susodicha sopa, hasta contrató a un cocinero espartano para que se la preparara. Luego de
la primera cucharada, parece que el buen monarca montó en tal cólera que casi se come al cocinero. El pobre, para salir
del paso, no encontró mejor excusa que decir: "¡Majestad! ¡Lo que sucede es que a esta sopa hay que ingerirla luego de
bañarse en el Eurotas!". Todas las actividades del espartano convergían en un solo objetivo: estar preparado para la
guerra.
Tal disciplina hizo de los espartanos los mejores soldados de toda Grecia.
Los espartanos estaban obligados a casarse con mujeres capaces de dar al mundo hijos robustos.
Para preparar a las jóvenes madres espartanas, se les daba también una educación con competiciones deportivas
destinadas a disciplinarlas. Los atenienses solían burlarse de la falta de femineidad de las espartanas, pero preferían
confiar sus hijos a nodrizas espartanas y respetaban a estas madres que, colocaban por encima de todo, el interés
común. En Esparta la mujer era más considerada y gozaba de más amplia libertad que en los otros estados griegos, en
dónde, el menos en la época Homérica, las mujeres llevaban una vida reducida al gineceo (sector del hogar
correspondiente a la mujer).
GOBIERNO: Esparta era el único estado de Grecia que no tuvo conmociones sociales, y mantuvo la monarquía,
siendo realmente una república aristocrática con dos reyes que no eran más que sumos sacerdotes y presidentes del
consejo, cargo que se transmitía de padres a hijos.
El gobierno real del país estaba en manos de un consejo de ancianos llamado Gerusía, compuesto por veintiocho
miembros que constituían, además, el más alto tribunal de apelación. Este consejo se componía de los nobles mayores
de setenta años, elegidos de por vida por la Asamblea popular (asamblea de iguales o de la aristocracia), que
nombraban también los demás magistrados. Esta asamblea era llamada Apella, y funcionaba como un consejo de guerra
que tenía funciones de asesoramiento y de consejo ante casos de interés público. Se componía de todos los espartanos
que habían alcanzado los treinta años de edad.
El más alto organismo de este estado aristocrático eran los Éforos, institución típicamente espartana. Los éforos
(celadores) eran cinco personas con atribuciones muy extensas, elegidos por la Asamblea, que tenían la misión de
mantener la estructura religioso-aristocrática de la Polis y protegerla del poder del dinero. Los éforos velaban por la
educación de la juventud, el mantenimiento del orden y convocaban a la Asamblea.
En Laconia todos llevaban una vida dura, y se consideraban superiores a los no espartanos. La base de la
subsistencia de dicha disciplina dependía del límite que se diera al contacto con otros pueblos, por lo cual en el resto de
la Hélade eran mal considerados.
Fuera de consideraciones hechas desde el nuestras concepciones actuales, Esparta era un modelo de sociedad
aristocrática y llegó a ser admirada por algunos sabios de la talla del historiador Jenofonte y el filósofo Platón.

7
LAS GUERRAS MÉDICAS

Entre los siglos VIII y VI a.C., los griegos habían extendido sus colonias por todo el Mediterráneo, desde España
hasta el Mar Egeo. El inmenso imperio Persa, luego de someter a todos los estados civilizados del Cercano Oriente
extendió sus fronteras hasta los confines de la India, en Asia, y hasta las tierras de Tracia en Europa.
A principios del siglo V a.C., pues, dos grandes civilizaciones se hallaban frente a frente a lo largo del Mar Egeo:
una la griega, políticamente dividida en ciudades independientes; la otra persa, organizada en un estado unificado.
Primera Guerra Médica (490 a.C.)
Diversos factores hacían inminente un choque entre ambas civilizaciones. Este choque entre Helenos y Persas,
conocido con el nombre de guerras médicas, se produjo en la primera mitad del siglo V a.C. y marcó una etapa decisiva
en la historia del mundo antiguo.
El nombre de Médicas deriva de la denominación "medos", que daban los griegos a los persas.
Tras las conquistas de Ciro y Darío, el imperio persa se convirtió en tierra fronteriza de Grecia. Para los poderosos
reyes persas, la conquista de las pequeñas y florecientes ciudades griegas se presentaba como un asunto fácil y
tentador.
Otra causa ocasional de las guerras médicas fue la revolución de ciertas ciudades contra Darío, las cuales vivían
insatisfechas ante la dominación persa. Una pequeña flota ateniense quiso detener el problema, pero fue vencida por los
persas. Asimismo, las intenciones de los persas era dominar toda la costa de las ciudades griegas.
La primera expedición de Darío fue acompañada de una enorme flota. Pero una providencial tempestad la
destruyó, estrellándola contra la costa.
El esfuerzo de Atenas salvó a Grecia de la invasión; el ejército persa, de 100.000 hombres, se enfrentó al ejército
ateniense de 10.000, al mando de Milcíades. En las llanuras de Maratón3 se enfrentaron, con un heroico triunfo griego.
Sin embargo, las demás ciudades no quisieron colaborar con Atenas en esta
2° y 3° Guerras Médicas (480 – 450 a.C.)
La segunda guerra médica tuvo lugar diez años después, de la mano de Jerjes, hijo de Darío, que se propuso la
conquista de Grecia para lo cual preparó una formidable expedición, con casi un millón de hombres, y una flota de 4000
barcos. Avanzaron casi sin resistencia por todo el norte heleno (Macedonia). Los griegos, se habían aliado ante el peligro
de la invasión, y sería la brava Esparta la que comandaría las tropas, en coalición con Atenas y Corinto.
En Salamina, la flota de los atenienses desempeñó una brillante batalla, y su jefe, Temístocles fue considerado por
toda Grecia como un héroe, e incluso los espartanos le entregaron como recompensa una corona de olivo. Luego, en las
batallas de Mícala y Platea, y otras dos más, se conjuró definitivamente el peligro persa.
A pesar de que el peligro del asedio persa había pasado.
Las guerras médicas habían paralizado la expansión persa por el lado europeo. El fracaso de la invasión persa
contra Grecia, tuvo importancia decisiva en los destinos del pueblo helénico, pues salvó su civilización amenazada por la
absorción del extranjero permitiéndole en cambio desenvolver lo que quedaba de sus gloriosas tradiciones, defendiendo
el altar y sus costumbres.
La consecuencia principal la constituye el encumbramiento decisivo del poder del dinero en Atenas, pasando a ser
la jefa de las ciudades confederadas en lo que se conoció como la Liga de Delos. El propósito de la Liga en un principio
era la defensa común contra los ataques de los persas y su organización estuvo coordinada por Arístides, brillante
caudillo militar y ciudadano de gran reputación por su espíritu de justicia; quien además, conduciría la reconstrucción de
Atenas. Pero luego fue un instrumento del dominio del dinero ateniense, que no sólo provocó el destierro de Arístides,
sino el dominio del Mediterráneo oriental por parte de los comerciantes y banqueros atenienses.

PERICLES; "EL PRIMER CIUDADANO DEL ESTADO".


Las guerras médicas favorecieron al progreso de las clases adineradas de Atenas. Pericles, la personalidad de
más relieve en la vida política de Atenas, que organizaría definitivamente la democracia ateniense acabando con la
estructura aristocrática basada en el culto.

3
Cuenta la historia que Milcíades, luego de la victoria envió un mensajero, Filípides, a comunicarlo a Atenas. El corredor
era célebre por sus hazañas en los juegos Panhelénicos u Olímpicos, y solía recorrer corriendo grandes distancias en poco
tiempo. Luego de la batalla realizó en tiempo muy breve un recorrido de 42 Km., y cayó muerto al gritar ¡Victoria!. En
recuerdo de este episodio, hoy se realizan en los Juegos Olímpicos, la prueba llamada “Maratón”, que recorre exactamente
esa distancia.

8
Desde el año 445 a.C., Pericles fue elegido repetidas veces estratega, cargo que le aseguró una gran autoridad
oficial. Los estrategas gozaban de gran poder y no solo comandaban al ejército y a la flota, sino que intervenían además,
en la hacienda pública, en política internacional y en la dirección del imperio ateniense.
Pericles fue el hombre más influyente en la Grecia de su tiempo, y por ello suele llamarse a ese período "época de
Pericles".
Pero 30 años después empiezan las guerras civiles. El orden del reinado de lo material es siempre efímero, pues
Atenas estaba dividida en partidos, lo cual contribuyó decisivamente a minar la unidad que existiera en otro tiempo.
Pericles restringió la obtención de la ciudadanía, estableciendo que sólo serían considerados ciudadanos los
nacidos de padre y madre atenienses. Valiéndose del dinero que los aliados de Atenas daban al tesoro común, financió
la construcción de nuevos templos en la Acrópolis, especialmente el Partenón, que con la dirección del escultor Fidias se
levantó en honor de la diosa Atenea.

EL SIGLO DE ORO
La prosperidad económica, resultante de las victorias sobre los persas, aceleró ese rápido crecimiento material de
Atenas.
Durante los siguientes cincuenta años (450-400 a.C.), los atenienses trabajaron en el embellecimiento de su
cuidad, construyendo templos, altares, teatros, gimnasios y pórticos.
Las grandes construcciones atenienses se ejecutaron en la época de Pericles. Éste aconsejó al pueblo que el
dinero proveniente del tributo pagado por las ciudades aliadas de Atenas debería emplearse en el embellecimiento
artístico de la ciudad.
También debe otorgarse reconocimiento por haberse convertido en la capital intelectual de la Hélade, por el
prestigio de grandes autores teatrales: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes y de su gran pensador Sócrates.
La superación artística iniciada en tiempos de Pericles, llegó a su apogeo en el siglo V a.C., llamado el Siglo de
Oro, y constituye uno de los períodos más brillantes en la historia del arte. El desarrollo de las actividades intelectuales y
espirituales en la Atenas de esta época generó un tipo de educación refinada.
El amor a lo bello inspiró a los griegos obras de arte que, por su perfección, constituyen el legado más acabado y
rico que jamás pueblo alguno haya sido capaz de crear. Es sorprendente la rapidez con que los griegos evolucionaron en
materia artística, desde lo más primitivo hasta la más perfecta maestría.

LA RELIGIÓN PÚBLICA DE LOS GRIEGOS.


Cada Polis tenía sus propias manifestaciones religiosas y divinidades locales, sin embargo todos los helenos
rendían culto a los dioses olímpicos, los principales del Panteón Griego. Probablemente héroes de épocas muy remotas
que pasaron a ser objeto de culto particular en algunas regiones.
Ese era el politeísmo griego. Los dioses intervenían en los asuntos de los hombres, tomando partido por unos u
otros. Podían incluso, tener hijos con los mortales. Esos hijos eran los héroes, semidioses que habían realizado hazañas
sobrehumanas y a quienes se les rendía culto después de la muerte.
La religión estaba presente en cada uno de los actos que realizaban los griegos. Por eso, cuando tenían que tomar
alguna decisión importante acostumbraban a consultar a los Oráculos. Los griegos pensaban que a través de ellos los
dioses comunicaban su voluntad a los hombres. El oráculo más popular era el templo consagrado al dios Apolo, en la
ciudad de Delfos.
Allí, una pitonisa, que hacía de intermediaria entre la divinidad y los hombres, pronunciaba las palabras que,
interpretadas luego por los sacerdotes, daban respuestas a las inquietudes de los consultantes.
Los griegos creían que los templos eran los lugares donde vivían los dioses. Por eso no realizaban ceremonias
religiosas en su interior. El edificio servía para guardar la imagen de la divinidad y el tesoro que se le había consagrado.
Para honrar a los dioses, los griegos rezaban oraciones, hacían ofrendas, entonaban cánticos y realizaban
sacrificios. Las fiestas también formaban parte del culto.
En las fiestas nacionales intervenían los ciudadanos de una determinada ciudad - estado. Las más conocidas eran
las Panateneas, consagradas a la diosa Atenea y las Dionisíacas, en honor a Dionisios. Ambas tenían lugar en Atenas.
Las fiestas Panhelénicas, en cambio, congregaban a todos los griegos. Las más importantes eran los Juegos
Olímpicos realizados cada cuatro años en honor a Zeus (los primeros fueron en el 776 a.C.). Éstos servían como
referencias para las fechas (Ej: dos años de la octava olimpíada: 746 aC).

LA GUERRAS CIVILES (450-350 a.C.)

Las guerras médicas provocaron la unión pasajera de los más importantes estados de Grecia, que sumaron sus
fuerzas para luchar contra los persas.

9
Pero esta unión duró tanto como la inminencia del peligro, y la hora de la victoria definitiva, encontró a los griegos
separados nuevamente. Esparta y sus aliados no quisieron participar de la empresa de proseguir la guerra por el mar.
Atenas, en cambio, unió a las ciudades de las islas y las de Asia en una liga anti-pérsica, la Liga de Delos, que
procuró y consiguió expulsar a los persas del mar Egeo. La realización triunfal de esa política dio a Atenas los elementos
necesarios para crear un fuerte imperio marítimo y convertirse en la ciudad más importante de Grecia, desde un punto de
vista intelectual y artístico.
A Esparta, los años siguientes a las guerras médicas no le depararon la misma suerte. Tuvo que hacer frente a una
terrible rebelión de los ilotas (464 a.C.), y sólo a duras penas consiguió reprimir ese movimiento que la llevó al borde de
la ruina.
Obtuvo, sin más la victoria, y gracias a ella, pudo mantener su hegemonía en el Peloponeso. De modo, pues, que
en la época inmediatamente posterior a las guerras médicas, la Hélade estaba repartida en dos zonas de influencia: una
de predominio ateniense y otra de predominio espartano.
La supremacía de Atenas tuvo por escenario el mar, y por instrumento su poderosa flota, la más fuerte de toda
Grecia. La supremacía espartana tuvo por escenario la tierra, y por instrumento los contingentes hoplitas (soldado
armado con lanza y espada), reputados invencibles.
Entre estas dos potencias, una militar y continental y otra naval y marítima, estalló una terrible contienda llamada
la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), a consecuencia de la cual Atenas perdió su imperio y Esparta obtuvo la
hegemonía (dominio) sobre la Hélade. Pero las ciudades que intervinieron como aliadas de Esparta en la guerra habían
luchado contra Atenas, que amenazaba su independencia, y no para sustituirlo por otro más fuerte todavía.
De aquí que cuando Esparta quiso gobernar las ciudades de Grecia, como dueña, levantó contra ella la misma
resistencia que había logrado Atenas.
Esta guerra, que duró veintisiete años, fue conocida por los historiadores, como ya hemos dicho, como Guerra del
Peloponeso, denominación que le diera Tucídides, consagrado como uno de los más grandes historiadores griegos por
la obra que redactó sobre el tema.
Después de diez años de lucha Atenas sucumbió ante Esparta y perdió la guerra a raíz de una decisiva derrota en
el mar, que provocó su rendición incondicional (404 a.C.). Pero otras luces se veían al final del túnel.
Una ciudad hasta entonces en segundo plano, Tebas, aprovechó este odio contra Esparta a la que logró derrotar,
imponiendo, a su vez, una nueva hegemonía (371-362 a.C.). El triunfo se debió a su Gran General Epaminondas, quien
creó un arma más poderosa que el ejército de hoplitas: la Falange. La dominación tebana provocó, también, luchas
violentas a consecuencias a raíz de las cuales cayó. La batalla de Mantinea (362 a.C. ) marcó la supremacía tebana,
pero también su fin, ya que allí murió su jefe Epaminondas y con él acabó el predominio de Tebas.
Los persas volverían entonces a ser un peligro para los helenos, divididos en discordias civiles. Pero de Macedonia
llegaría la salvación del mundo heleno y clásico en su conjunto.

FILIPO DE MACEDONIA

En los momentos en que las ciudades griegas se hallaban debilitadas por sus constantes guerras, y divididas por la
violencia de su antagonismo, apareció en escena el rey Filipo de Macedonia.
En las tierras al norte de Grecia, había un territorio extenso llamado Macedonia. Lo poblaban descendientes de
tribus dorias, pastoras, que asimismo eran griegos.
Filipo, rey de Macedonia (Filipo II), fue llevado como rehén a Tebas, en épocas de la Guerra del Peloponeso. De
Epaminondas aprendió las tácticas de combate de la llamada Falange. Allí también conoció Filipo las virtudes y
debilidades de los griegos, y juzgó que la mejor manera de hacer sobrevivir a estos pueblos del dominio persa era
dominarlos bajo un mismo gobierno.
Pero una de las cosas que mejor fruto sacó de su estadía en Tebas, fue la organización militar.
Así, logró formar, inspirándose en la Falange tebana, la llamada “Falange Macedónica”, que consistía en un
conjunto de 256 columnas de soldados de frente, y 16 filas de soldados de fondo, armados con espada y lanza. Pero la
lanza macedonia, medía 6,30 metros, y era llamada “Sarica”. Ésta sobresalía del cuerpo de los soldados de la primera
fila. De suerte que se trataba de una fortaleza enorme de púas. Cuatro Falanges (16.384 soldados), eran acompañadas
de la caballería y la infantería, que “empujaban” a las tropas enemigas contra las falanges.
Además, incorporó elementos y armas para sitiar ciudades, aún desconocidas para los griegos. Todo ello hizo
invencible al ejército macedonio.
Ante esta fortaleza, muchos atenienses, temerosos de Macedonia, comenzaron a inquietarse. Entre ellos estaba el
famoso orador Demóstenes, quien insistía en alejar el peligro de los “bárbaros” macedonios. En cambio, otros preferían
el gobierno macedonio que unificara Grecia y no la dejara a merced de los Persas.

10
De a poco comenzó Filipo a entrometerse en la política ateniense, conquistando las ciudades atenienses de
Foción, Olintia, Potidea y Platea. Atenas se alió con Tebas, a instancias de Demóstenes, y se enfrentaron en Queronea
(338 a.C.), con un triunfo claro de los macedonios. A su fin, se formó una Confederación griega, con objetivo de luchar
contra los persas, y acabar con sus nuevas pretensiones sobre tierra helena. Pero imprevistamente fue asesinado.

EL MAYOR DE TODOS LOS EMPERADORES: ALEJANDRO MAGNO


Solamente 20 años tenía el bravo Alejandro III de Macedonia cuando se hizo cargo del reino de su padre. Había
sido educado por el gran filósofo Aristóteles, en todas las ciencias. Además, se había mostrado como un inteligentísimo
combatiente en Queronea. Su más alto anhelo era imitar a su héroe, Aquiles, inmortalizado por Homero en la Ilíada.
Descreídos de su poder, las ciudades griegas pensaron que se podían deshacer fácilmente del poder macedónico.
Aprovechando una campaña al norte, lo dieron por muerto, y se sublevaron varias ciudades griegas bajo el mando de
Tebas. Alejandro volvió rápidamente, y, ante la terca resistencia de Tebas, destruyó la ciudad entera, salvo la casa del
poeta Píndaro. Por poco se salvó Atenas de lo mismo.
Al poco tiempo, con un ejército de 40.000 hombres, cruzó el Helesponto, y se dirigió a Asia, para acabar de una
vez con el Imperio Persa.
En la primera batalla, la del Río Gránico, venció a las tropas del imperio, y volvió a vencer a un ejército de 500.000
hombres al año siguiente en Issos. Asimismo, no logró atrapar al rey persa Darío, que escapó.
Alejandro siempre fue muy respetuoso con sus rivales, y para la lucha, era el primero en pelear, y el que con más
valentía empujaba al enemigo. Además, era el último en beber y comer cuando escaseaban los víveres.
Luego bajó por toda la costa mediterránea de Siria y Fenicia, tomando Damasco y Tiro. Luego, tomó Egipto,
declarándose Faraón e hijo del Dios Amón. A orillas del mar fundó la actual ciudad de Alejandría, una de las más
prestigiosas de toda la Antigüedad.
Darío, mientras tanto, logró formar un enorme ejército, de casi un millón de hombres. Pero en Gaugamela, la
falange macedonia y la voluntad de sus guerreros volvieron a ser más que el ejército persa. No pudo alcanzar al Gran
Rey, que fue asesinado. Alejandro lo hubiera tratado con todos los honores, como digno enemigo. Luego se coronó
como rey del Imperio Persa, que ocupaba una extensión de más de 5.000.000 de Km2.
Asimismo, adquirió las costumbres del pueblo vencido, y se casó con una princesa persa.
Luego se dedicó a la conquista de toda el Asia Central (lo que hoy es Irán, Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán y
Pakistán). Fundó allí 11 alejandrías (varias de las cuales subsisten hoy), y algunas ciudades más, y se dedicó a extender
los conocimientos y la cultura griegos, con la ayuda de los colaboradores que llevó (historiadores, zoólogos, botánicos,
etc.). Informaba de cada cosa que encontraba a su maestro Aristóteles, incluso de las leyes orientales.
En el año 327 a.C., llegó hasta las márgenes del río Indo, pero ya su tropa se negó a seguirle. Quería seguir, con
fuerza imparable, incluso hasta China, pero sus tropas estaban exhaustas, y muy lejos de su Patria.
Mientras emprendían el camino de regreso, en Babilonia, murió. Tenía sólo 33 años. Algunos dicen que fue por
una descompostura producida por su supuesta vida desordenada (en contradicción con la disciplina que dio fruto en él).
Otros creen que fue asesinado, o envenenado, pues había sobrevivido a varios atentados contra su vida en años
anteriores. Son especulaciones más o menos razonables. Fue uno de los imperios más majestuosos de la historia,
conquistado en menos de 15 años. Abarcaba desde Grecia hasta la India, y por el sur llegaba hasta Egipto; por el norte,
llegaba hasta el Cáucaso.
Toda la voluntad, la magnanimidad, y la entrega completa que caracterizaron a Alejandro, hicieron que se lo
recordara como “el Magno” (grande). Asimismo, tenía rasgos muy particulares en su persona: uno de ellos era la
facilidad con la que se transformaba y se llenaba de ira. Una vez mató de un lanzazo a uno de sus generales porque se
había burlado de él. Pero eran superiores en él los buenos actos, y nunca se vengó de ningún enemigo, ni trató
injustamente a nadie.
Una vez muerto Alejandro, sus generales se repartieron los territorios con celeridad. El reparto fue el siguiente:
Antípater: recibió Grecia; Ptolomeo, recibió Egipto y llevó toda la cultura griega a Alejandría; Seleuco, recibió Siria y
Fenicia; Antíoco, gobernó sobre la Mesopotamia y Palestina; Leonato, Lisímaco y otros se repartieron el resto. La
difusión en estos reinos de la cultura griega, que se fusionó con las culturas locales, se llamó Helenismo, y significó un
gran hecho para la cultura occidental.

11

También podría gustarte