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Unidad 1 - LECCIÓN 1 | Curso virtual “Experiencias TIC para la gestión escolar virtual del líder pedagógico”

Actividad 4: “Ponte en mi lugar” de Ferran Ramón-Corte

Una vez que trabajamos en nosotros mismos como líderes de la escuela, tenemos que pensar en
los sentimientos de los otros, de los miembros de nuestro equipo.
ACTIVIDAD: Colegas, las habilidades sociales nos permiten mejorar la convincia; el aprende a convivir es fundamental en la relaciones
humanas, en las insituciones y en los equipos de trabajo. Realiza la lectura y elabora un comentario o ejemplo de como actuarías frente a lo
Elsiente
que siguiente
un amigoartículo nos explica
fin de demostrar tu empatía la
o unimportancia
ejemplo donde no de la empatía.
consideres que exiteEsta será
empatia, importante
no te para
olvides, siempre todas
considerando
la lectura del texto.
nuestras acciones como directivos, por lo que es fundamental desarrollarla.

Tómate unos minutos para leer la siguiente lectura:

PONTE EN MI LUGAR
Ferran Ramon-Corte

Ramon-Cortes, F. (16 de abril de 2017). Ponte en mi lugar. El País. Recuperado de


https://elpais.com/elpais/2017/04/16/eps/1492293926_149229.html [Consulta: 3
de agosto de 2020]

Se llama empatía. Entender lo que siente el otro y no actuar según lo que percibiríamos
en su lugar. Una habilidad fundamental para las relaciones.

Tengo un amigo al que hace un año operaron del corazón. Era una operación sencilla y
de poco riesgo, realizada a través de un catéter, sin necesidad de cirugía mayor. Unas
semanas antes de la intervención se lo contó a una compañera, con la que tiene mucha
confianza. Ella, con gran consternación, le expresó que suponía que estaría preocupado
(“el corazón es el corazón, y nunca se sabe”, le dijo) y él, con una sonrisa, le contestó
que no, que, aunque una operación de corazón impresiona mucho, era muy sencilla y
sin casi riesgos.

El día antes del ingreso, la compañera le llamó.


–Mañana es la operación. ¿Cómo lo llevas?
–Bien, preparado –contestó mi amigo.
–Te lo pregunto porque cuando me lo contaste te vi tan preocupado… –añadió ella.

Este es sin duda un fallo empático. Realizado con la mejor de las intenciones, pero un
fallo, al fin y al cabo. Porque esa compañera, que es una persona que se caracteriza
por preocuparse habitualmente mucho por los demás, no estaba captando lo que su
amigo sentía, sino que expresaba lo que ella hubiera percibido si le hubieran dicho que
la tenían que operar del corazón. Es lo que llamamos empatía proyectada.

La empatía proyectada nos hace pensar que la persona que tenemos enfrente está
experimentando lo que nosotros sentiríamos si estuviéramos en sus circunstancias.

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En algún momento, todos, con la mejor intención, creemos estar poniéndonos en el lugar
del otro sin percatarnos de que no lo hacemos de forma auténtica, sino proyectada.
Por ejemplo, podemos tener un amigo que nos cuenta algo muerto de miedo y,
como a nosotros su situación no nos lo provoca, no llegar a entender su pánico. La
consecuencia es que banalizamos ese temor y nuestro amigo se sentirá profundamente
incomprendido. Y lo peor es que, como nuestra intención es comprender al otro (y
creemos que lo hacemos), nos ofenderemos si ellos nos dicen que no lo sienten así,
aunque sea la realidad.

La empatía determina lo que es bueno que hagamos o no hagamos en las relaciones.


Cada emoción tiene una respuesta adecuada, y es lo que la otra persona espera de
nosotros. Pero si no captamos ese sentimiento en nuestro interlocutor, si lo que hacemos
es proyectar el propio, ofreceremos una respuesta equivocada.

En nuestras relaciones con los demás tenemos dos retos: que las expresiones
emocionales de las personas no nos pasen inadvertidas y que nuestros juicios internos
no nos desvíen de lo que estamos captando.

Las claves para reconocer las expresiones las tenemos. Forman parte del paquete
estándar de programación de nuestro cerebro. Lo que nos falla es la práctica.

La capacidad de percepción. ¿Somos capaces de identificar una


mirada triste? ¿De ver el brillo de los ojos en la alegría? ¿Podemos
distinguir una sonrisa auténtica de una que lo que pretende es
esconder lo que se siente realmente? Las claves para reconocer estas
expresiones las tenemos. Forman parte del paquete
estándar de programación de nuestro cerebro. Lo
que nos falla es la práctica, porque tenemos nuestra
facultad de apreciación adormecida. Necesitamos
practicar más la observación y hacerlo con más
atención.

Nuestros juicios. ¿Podemos escuchar a las personas


para captarlas de verdad, no para juzgarlas? ¿Podemos dejar
de lado nuestras opiniones, creencias y valores a la hora de
escuchar? Los juicios anulan nuestra capacidad de discernimiento.
Hacen que veamos solo lo que queremos. Necesitamos escuchar
con mirada de niño, con mente que no juzga lo que escucha, sino
que solo atiende a lo que le dicen. Siendo buenos observadores

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y no cayendo en los juicios, conseguiremos una empatía auténtica, captaremos lo que


de verdad siente el otro. Por cierto, según diversos estudios científicos, la empatía es
tendencialmente más femenina que masculina. Y más proclive en la madurez que en la
juventud, o al menos en esa dirección apuntan todos los indicios.

Emociones y respuesta empática

• Captar con precisión la emoción del otro (no lo que yo sentiría, sino lo que capto
que el otro siente ante una situación) es la base de la empatía auténtica. Paul
Ekman, psicólogo americano, identificó siete emociones básicas y demostró que su
expresión facial es universal. Esas emociones son: alegría, tristeza, sorpresa, miedo,
repugnancia, desprecio y enfado. Cuatro de ellas están muy presentes en el día a
día de nuestras relaciones y precisan una respuesta empática muy distinta.

• Alegría. Una respuesta acertada será sumarnos a ella, compartirla, y compartir la


expresión animada. No ayudará mantener la frialdad o la distancia.

• Tristeza. Este sentimiento pide pocas palabras y muchos gestos. Acompañarla


desde la presencia es muchas veces la mejor respuesta. No ayudará relativizar la
situación.

• Miedo. A veces se enmascara con expresiones contundentes.


Proporcionar seguridad será la mejor solución para vencerlo.
Negarlo no ayuda.

• Enfado. A menudo nos sitúa en reacciones agresivas


viscerales, irreconocibles para la propia persona que las
está teniendo. Esperar a que baje la
intensidad emocional será clave. Intentar
hacer entrar en razón al otro no es una
respuesta acertada.

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