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Pbro. José Ignacio Martínez Aurioles. T. B. L.

“LA EPIFANÍA DEL SEÑOR”


HEMOS VISTO SU ESTRELLA EN ORIENTE, Y VENIMOS CON
DONES, A ADORAR AL SEÑOR

Lee detenidamente los textos,


sigue el orden en que se presentan,
“déjalos resonar en tu corazón” ...
y después,
profundízalos en los comentarios...

Aclamación antes del Evangelio


Mt 2,2: Hemos visto su estrella en el oriente y
venimos a adorar al Señor
Evangelio
Mt 2,1-12: Venimos de oriente a adorar al Rey

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Pbro. José Ignacio Martínez Aurioles. T. B. L.

1ª Lectura
Is 60,1-6: La gloria del Señor está amaneciendo sobre ti
Salmo responsorial
Sal 71,2.7-8.10-11.12-13
Estribillo: “Que te alaben, Señor, todas las naciones”
2ª Lectura
Ef 3,2-3a.5-6: Ahora se ha revelado a las naciones
para que sean herederos de las promesas
Antífona de la comunión
Cfr. Mt 2,2: Hemos visto su estrella en oriente,
y venimos con regalos a adorar al Señor
******
Contexto celebrativo
Al celebrar la Navidad y reconocer al “Dios con nosotros”, hecho
carne para nuestra salvación, manteniendo nuestra actitud vigilante y
dispuesta a recibirlo, valoramos el amor y la misericordia de Dios, que
ha querido asumir nuestra carne, para comunicarnos así, su vida
“divina” y hacernos en Él: hijos de Dios, y herederos de su Reinado.
En la fiesta de la Sagrada Familia, Jesús sube con sus padres al
Templo de Jerusalem a los doce años, y ya como un verdadero israelita.
Después de la celebración Él se queda en Jerusalem, sus padres lo
buscan al final del primer día de camino, y regresan a buscarlo en
Jerusalem, y al tercer día lo encuentran dialogando con los doctores, a
quienes tiene admirados. Sus padres le reprochan, pero Él responde:
tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre.
María guarda todo en su corazón.
En la octava de Navidad, principio del año civil, reconocemos a
María, la esclava del Señor, y que nos ha dado al Salvador, el Hijo de
Dios, y por eso la honramos como “Theotokos” = “Madre de Dios”,

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verdad reconocida, afirmada como dogma y definido en el Concilio de


Éfeso en el año 431 d.C. Así la confesamos, e invocamos con alegría, con
la esperanza de un Año Nuevo, lleno de bendiciones.
Ella participa de manera única, y extraordinaria en la obra de
nuestra salvación, pues al darnos y entregarnos a su Hijo, como nuestro
Señor y Salvador, ha hecho posible nuestra reconciliación con Dios y la
participación en su gloria y reinado eterno.
En este contexto, vivimos hoy la Epifanía del Señor, su
¡Manifestación!

Aclamación antes del Evangelio


Con nuestra Aclamación antes del Evangelio, no sólo reconocemos
la presencia de Jesús en su Palabra, también tenemos las claves para
valorar, y vivir el sentido propio y peculiar de nuestro encuentro con
Jesús, en esta Eucaristía
Hoy hacemos nuestra la experiencia de los sabios de Oriente:
“Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorar al Señor”.
Ver, como ya lo sabemos, es experimentar, adentrarnos en el
sentido profundo de lo que nuestros sentidos captan, para reaccionar
en consecuencia, por eso el “ver” mueve y hace tomar decisiones.
“Venimos”: hacemos camino para encontrar el “misterio” que
anuncia el signo = estrella, y para asumir una actitud: “adorar al Señor”.
Esto es lo que expresamos con los labios y en tono de “alabanza”:
¡Aleluya!, pero no puede quedarse sólo en palabras, es necesario que
se manifieste con nuestras actitudes y modos de vivir, día tras día.
Con gozo y alegría nos disponemos para el encuentro con “Jesús
Niño”, vivo y salvador, presente en medio de nosotros, en especial en
su Palabra hecha carne, que es alimento de vida eterna. ¡Adorémoslo!

Evangelio
La epifanía o “Manifestación del Señor”, propia del Evangelio de
Mateo, y que como ya lo hemos mencionado, se trata de un relato que
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pertenece al género literario “Midráshico” = Narración edificante, con


elementos históricos, y con abundantes referencias al A.T., - lo que es
también característico en este Evangelio -, así nos adentramos en el
significado y la revelación del Misterio = realidad salvífica, del
acontecimiento de la Encarnación de Jesús, reconocida y adorada por
estos Magú: sabios y astrólogos de oriente, y ahora por nosotros.
Al hacer la referencia a Herodes, nos permite situar este hecho, en
la historia profana, pues Herodes muere en torno al año 3 a.C. y esto
nos lleva situar el nacimiento de Jesús alrededor del año 6 a.C. lo cual
no afecta el sentido salvífico del acontecimiento, por un lado, y por
otro, pone de manifiesto el error en los cálculos que se hicieron, al
establecer nuestro calendario actual, el calendario gregoriano.
La referencia a Betlehem, (casa del pan), como lugar del
Nacimiento de Jesús, hace alusión a lo profetizado por Miqueas: “Mas
tu Belem de Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de
ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel y cuyos orígenes son de
antigüedad, desde los días de antaño,” (Mi 5,1).
Hace así una referencia a los orígenes de la dinastía de David.
Efratá que significa “fecunda” se refiere a un antiguo clan que se había
establecido, tiempo atrás, en la región de Betlehem.
El relato nos cuestiona, pues frente a la manifestación de Dios se
dan diferentes reacciones: Los magú = sabios y astrólogos orientales,
descubren en la estrella un signo de un Rey, y vienen a adorarlo.
En Jerusalem hay indiferencia, apatía y rechazo. Herodes se altera,
pues ve peligrar su reinado, y por eso llama a los escribas para que le
informen sobre el lugar de nacimiento del Mesías, estos saben que será
en Belem, pero no se dan por aludidos, permanecen indiferentes.
Herodes busca deshacerse del niño, informa a los magos, y les pide
que le avisen para “ir a adorarlo”… ¡qué ironía!, pues lo buscará para
eliminarlo, como lo hacía con todo aquel, a quien viera, o supusiera
como una amenaza para su reinado, incluida su esposa, a quién
también ejecutó en su paranoia, y que después lamento amargamente.
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Se anticipa así el rechazo de los jefes, sacerdotes, autoridades


religiosas que realizarán después, lo que Herodes pretendió hacer, y no
logró. Ellos gritarán y pedirán a Pilato: “¡Crucifícalo!”.
Mientras los judíos lo ignoran o rechazan, los paganos lo adoran.
Frente a estas actitudes, podemos confrontarnos, y preguntarnos
sinceramente: ¿Cuál es tu posición personal, y pública, frente a Jesús?

(N.B.
No está por demás aclarar que, el texto no dice ni cuántos eran, ni
cómo se transportaban, ni que fueran reyes, pues la palabra “Magú”,
indica sabios, estudiosos de la naturaleza, astrólogos… Ni tampoco
cómo se llamaban.
En las representaciones pictóricas y esculturales de la Iglesia
primitiva de este hecho, que son muy abundantes, - sobre todo entre
los no judíos, que se identificaban con estos magú -, varían en la
cantidad de personajes que adoran al Salvador, los dones que ofrecen,
sus medios de transporte, etc. Se convirtió así en un hecho muy
significativo para los cristianos llegados de las naciones paganas, pues
así reconocen que la salvación que Jesús hace presente, es aceptada y
reconocida después de los discípulos judíos, por lo paganos que se ven
representados en los Magú orientales. La salvación es para todos los
pueblos, y para todas las naciones, lo que resultaba muy significativo
para las comunidades cristianas de la diáspora.
Los dones ofrecidos por estos personajes, son según el texto
incienso, oro y mirra, que tradicionalmente se interpretan así: el
incienso indica su divinidad, pues se usaba para expresar la adoración.
El oro su realeza, es el Rey del Universo. Finalmente, la mirra su
sacrificio, pues mezclado con el vino se lo ofrecen a Jesús en la cruz,
pues se consideraba como un sedante para el ajusticiado.
En realidad, se está haciendo referencia a varios textos del A.T.
sobre todo de los profetas, para subrayar que Jesús es el mesías
anunciado: Cfr. Is 49,23; 60,6; Sal 72,10-15.
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Han sido tradiciones posteriores las que han establecido una


relación con estos textos para deducir, sin fundamento, el número de
tres: por los dones ofrecidos. Los medios usados para su transporte, se
inspiran en el texto de Is 60,6.
El decir que eran tres con sus nombres, corresponden a
tradiciones populares y tardías, y que están en relación con los tres
dones, que en el Evangelio, son dones de los que llegan a adorar al
Niño, sin mayor especificación, de quiénes y cuántos eran.
Estas aclaraciones nos ayudan a valorar el sentido del texto del
Evangelio, en su verdadero sentido y no espantarnos ante afirmaciones
que pretendan desacreditar el valor teológico salvífico de estos relatos.)

La manifestación de Jesús nos pide una respuesta, no de palabras,


y buenas intenciones, sino de vida, de entrega al testimonio y servicio
del Evangelio, en nuestras familias y comunidades.

1ª Lectura
El texto, tomado del profeta Isaías en su tercera parte, tiene como
trasfondo el c. 49, que pone en evidencia la situación del pueblo que al
regresar del destierro, encuentra situaciones adversas, cae en el
desaliento y la frustración, pues no ven un camino de salida para su
recuperación: el templo sigue en ruinas, crece la población y esto
provoca más problemas, Cfr. Ag 2,7-9, estamos alrededor del 520 a.C.
Frente a esta situación, el Tercer Isaías ofrece con este poema, que
aprovecha y retoma la temática del Segundo Isaías, en los cc. 40-55,
para dar una respuesta de esperanza y aliento. El Ap en el c. 21, hace
referencias numerosas a este texto del c. 60 de Isaías, referidos a la
Nueva Jerusalem: la Jerusalem celestial
La luz de la gloria del Señor amanece sobre el pueblo desolado y
en tinieblas, para que todas “las naciones caminen a su LUZ, y los reyes
al resplandor de tu alborada”, cfr. vv. 1-6 y ss. del c. 60 de Isaías.

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Se reunirán los hijos dispersos, Jerusalem se alegrará y ensanchará


su corazón. Llegarán igualmente los tesoros del mar y las riquezas de las
naciones: Camellos y dromedarios sin número de Madián y de Efá, (al
NE del Sinaí, en la ruta de Edom a Egipto, cerca del desierto de Parán) y
de Sabá, (al sur de la península arábiga), llegan portando oro e incienso
y pregonando las maravillas de YHWH.
De este modo la obra salvadora y liberadora, de Dios para con su
pueblo, después del exilio, anticipa la realización definitiva de la
Salvación en Jesús, que es el Rey y Señor de todos los pueblos y
naciones, como lo reconocen los magú con sus dones.
Es así como A.T. vislumbra, y anticipa la realización del plan de
Dios para todos los hombres, sin distinción, y que Jesús hará realidad
con su Encarnación, y su ofrenda para nuestra salvación, como lo
anticipa y quiere dejar en claro el Evangelio de Mateo.

Salmo responsorial
Valorando y experimentando las maravillas que Dios hace al
entregarnos a su Hijo unigénito, respondemos a su Palabra como su
Iglesia, su pueblo santo, con el Salmo 71.
Se trata de un salmo real, y probablemente para la coronación de
alguno de los reyes. a) Se pide la Justicia = la rectitud, fidelidad, y
coherencia ante Dios, y ante el pueblo en los vv. 1-2; b) La paz y justicia
en su reinado, vv. 3-7, (como rey eterno, vv. 5.7); c) Recibir el vasallaje
de sus súbditos en los vv. 8-11. d) Ser defensor de los pobres, vv. 12-14.
e) Recibir los tributos, y la fertilidad de la tierra, vv. 15-16. f) Concluye
con la petición de prestigio, y bendición para el rey, v. 17. (Los vv. 18-
19, son una añadidura, que sirve como conclusión doxológica, del
segundo libro de los Salmos).
Hoy usaremos los vv. 2.7-8.10-11.12-13.
Responder a la Palabra nos llevan a reconocer al Rey – Jesús, que
gobierna con justicia: rectitud, respeto y compasión por los humildes.
Esa justicia florecerá en sus días y la paz se extenderá hasta que falte la
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luna = siempre. Su dominio se extenderá a toda la tierra. Llegarán los


reyes de Tarsis, (en el Líbano, a 50 Km de Beirut), y de las islas, trayendo
sus tributos. Los de Sabá y Seba, (sureste de la península Arábiga, en la
cercanía al golfo Pérsico, y del monte Sinaí), pagarán sus impuestos.
Todos los reyes se postrarán ante Él, y todas las naciones lo
servirán. Él librará al pobre suplicante, al desdichado, y al que nadie
ampara, se apiadará del débil y salvará a los pobres.
Así presenta el salmista al rey ideal, que alcanzará su realización
plena en el Mesianismo, y la Realeza de Jesús, (cfr. Is 9,5; 11,3; 32,7; Za
9,9-10), que vale no sólo para el pueblo de Israel, sino para todos los
pueblos y naciones por los siglos.
Respondemos a la Palabra, reconociendo y alabando a Jesús como
Rey Mesías y Salvador, quien vive y reina para siempre.
Es por eso, que el estribillo nos mueve a exclamar: “Que te alaben
Señor todas las Naciones”.
Pedimos a Dios que dé al rey, juicio y justicia = sabiduría y
fidelidad, para gobernar con equidad a su pueblo humilde. Que en sus
días florezca la justicia y la paz, hasta que no haya Luna, que domine de
mar a mar, desde el Río (Nilo), hasta los confines de la tierra. Los reyes
de Tarsis y de las islas le traerán tributo, y los reyes de Sabá y Seba sus
impuestos, una manera de expresar el señorío del rey. Todos los reyes
se postrarán ante Él y las naciones le servirán. Él, librará al pobre
suplicante y desamparado, del que nadie se ocupa.
De esta manera se anticipa el Señorío y Reinado eterno de Jesús, a
quien adoramos y servimos cumpliendo su Palabra, dando testimonio,
con nuestras vidas, de su amor y entrega por nosotros.
La alabanza brota del corazón, como expresión de una experiencia
rica y profunda en el encuentro íntimo, - personal y comunitario -, con
el Dios del amor, manifestado en la persona y la obra de Jesús.
En consecuencia, esto no puede quedarse en palabras huecas… se
manifestará en los hechos, con una vida coherente y acorde al don
recibido, que haga brillar con nuestras obras, las maravillas, y el amor
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de Cristo para con nosotros. Somos pueblo de reyes, que con y en Jesús
tenemos que construir un mundo en la paz, la solidaridad y la justicia.

2ª Lectura
El designio salvador, oculto y misterioso de Dios, se manifiesta
ahora de manera definitiva y plena en Jesús: el Cristo, el Ungido, el
Mesías. A sus apóstoles es a quienes se les ha confiado esta Buena
Nueva, como lo hace patente el apóstol Pablo, en la Segunda lectura,
tomada de la carta a los Efesios.
Pablo con esa experiencia personal, y tan especial, en su
encuentro con Jesús en el camino de Damasco, afirma y subraya que la
salvación es un don para todos los pueblos. Así conoció “el Misterio”
del que ahora da testimonio y comparte, pues si estuvo oculto para las
generaciones pasadas, “ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y
profetas del Evangelio”.
Esto incluye a los gentiles, (los que no pertenecen a la
descendencia de Abraham: los que no son judíos), pero que son
también: “coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la
misma Promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”.
Es así como se va configurando la Iglesia como “Cuerpo de Cristo”
que participará en plenitud de la promesa hecha a Abraham y a su
descendencia, con la fuerza y el poder del Evangelio = ¡Jesús, la Palabra
hecha carne!
Este don, en el caso de Pablo, por su vivencia en el camino de
Damasco, marca su vocación y su misión como testigo y apóstol, en
especial para los pueblos paganos, y ahí, entramos también nosotros.
Don que, como la encarnación misma de Jesús, hace brillar la
gratuidad del Amor que Dios tiene para con todos sus hijos, sin
distinciones, ni privilegios.
Nos corresponde ahora, continuar esta misión evangelizadora,
como Iglesia enviada y portadora de esa “Buena noticia”, en el mundo,
y para las situaciones y realidades que hoy nos tocan vivir.
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¡No estamos solos! Jesús y su Espíritu vienen en auxilio de nuestra


debilidad, son nuestra fortaleza, y sabiduría.

Antífona de la comunión
Abiertos, y dóciles a la Palabra del Señor, nos acercamos como
familia, y “pueblo santo de Dios”, para nutrirnos con la “Palabra hecha
carne” a la mesa del banquete del Señor.
La Antífona de la Comunión esta tomada también de Mt 2,2, como
la Aclamación antes del Evangelio, pero con algunas modificaciones que
subrayan como la Palabra nos lleva a un encuentro, así como lo hicieron
los sabios de oriente, y por eso podemos decir: “Hemos visto su estrella
en el Oriente y venimos con regalos a adorar al Señor”.
“Escuchar” la Palabra nos permite “Ver”, porque el que escucha se
deja penetrar y transformar por esa Palabra que es “viva y eficaz, más
penetrante que una espada de doble filo”, cfr. Hb 4,12 y llega a lo más
íntimo de nuestro ser, y por eso podemos “ver”, adentrarnos,
interiorizar, experimentar el sentido profundo de lo hoy contemplamos.
Es una experiencia transformante que nos envuelve y renueva
hasta lo más hondo de nuestro ser… - si nos dejamos transformar y
vivificar por Él -, para ser un solo cuerpo y un solo espíritu con Jesús.
¡Esto es hacer Memoria!
¿Cómo vives este don de Dios? ¿Cómo actualizas en tu vida la obra
salvadora de Jesús? ¿Qué regalos le vas a ofrecer a Jesús?
El quiere tu entrega total, una correspondencia a su amor, amando
y sirviendo a sus hermanos; manifestando con hechos, el amor que Él
derrama en cada uno de nuestros corazones.
No podemos experimentar su presencia sin ofrecernos y
entregarnos totalmente al Señor. Pero una ofrenda por el testimonio y
la vida consagrada enteramente a Él, en las realidades y situaciones
concretas de nuestra propia vida, y construyendo su Reinado por el
amor y servicio fraterno, sin distinciones ni prejuicios.

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Respuesta en tu vida
Ya vivimos el encuentro con Jesús, escuchamos, y respondimos a
su Palabra, nos hemos nutrido con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía.
Somos ahora un solo cuerpo en Cristo… eso suena bien… pero… ¿lo
manifestamos y vivimos en nuestro día a día?
Este es el reto que nos cuesta asumir: ¡no lo podemos negar! Sin
embargo, sabemos que contamos con Él, que nos alimenta, y fortalece
para continuar realizando nuestra parte, en su obra salvadora, que
debe llegar a todos sin distinción. ¿Asumes el reto de seguir a Jesús?
+ No dejes que el desaliento y los fracasos te derroten, tu fortaleza
está en la constancia y docilidad a la acción salvadora que Él realiza,
desde dentro de ti, para que paso a paso, esa comunión vital con Él, te
haga ser, tú también una epifanía, una manifestación de Dios en medio
de tu familia, comunidad, amigos y todos los que te rodean.
+ Valóralo, inténtalo y con su gracia lo lograrás: “¡eres hijo de
Dios!”, y “¡testigo de su misericordia y salvación!”.
+ Así podrás distinguir lo que es vivir el Evangelio, frente a los que
se dejan llevar solamente por tradiciones, prácticas ocasionales, y
superficiales, sin mayor trascendencia.
+ ¿Cómo vivirás y darás testimonio de esta Epifanía del Señor?

Oración colecta:
Señor, tú que manifestaste a tu Hijo en este día a todas las
naciones por medio de una estrella, concédenos, a los que ya te
conocemos por la fe, llegar a contemplar, cara a cara, la hermosura
infinita de tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien vive y reina contigo, en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
A. M. D. G. Mq.

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EL DON PASCUAL DE ESTA NAVIDAD,


CON SUS GRACIAS Y BENDICIONES
SE DERRAMEN ABUNDAMENTE SOBRE USTEDES Y SUS FAMILIAS
A LO LARGO DE ESTE NUEVO AÑO.
CON LA FUERZA DE SU ESPÍRITU,
Y CON LA INTECESIÓN DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS,
SIGAN DANDO FRUTOS ABUNDANTES PARA SU REINADO.
¡UNIDOS EN LA ORACIÓN!

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