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EUROPA: IDENTIDAD Y RECONOCIMIENTO,

TRADICIÓN Y PROYECTO
Marco Sgarbi
Pensar Europa hoy significa reflexionar sobre una realidad
geográfica, histórica, cultural, política, económica y social que
no se encuentra en absoluto definida. Es precisamente esta
indeterminación suya lo que da que pensar y hace reflexionar
al filósofo. Por ejemplo, si consideramos Europa desde el
punto de vista geográfico, es entendida como la parte occiden-
tal del continente euroasiático, delimitada al norte por el Mar
Glacial Ártico, al sur por el Mediterráneo, al oeste por el Océano
Atlántico, mientras que sus confines orientales no están bien
definidos. Pensemos, a este respecto, en la situación del vasto
territorio de Rusia o de Turquía, países divididos entre el con-
tinente europeo y el asiático.
Por otra parte, no resulta más definida la situación de
Europa desde el punto de vista político y social; en parte, sin
duda, coincide con una Unión Europea que se encuentra en
continuo proceso de ampliación, pero que entre sus veintisiete
Estados no incluye naciones como Suiza, Noruega, Islandia,
los países de la antigua Yugoslavia, todos ellos considerados sin
embargo parte de Europa.
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El asunto se vuelve aún más complejo si nos referimos al Europa, hija de Fénix (o, según otras versiones, de Agénor),
ámbito económico, en el que la moneda única del euro sólo que recogía flores junto con otras muchachas. Habiéndose
ha sido adoptada para algunos miembros de la Unión Euro- enamorado inmediatamente de ella, se transformó en un toro,
pea, mientras que otras naciones siguen conservando sus divi- engañó a Europa y la raptó, surcando el mar hasta llegar a
sas, como por ejemplo el Reino Unido, Suecia o los países de Creta, donde tuvieron varios hijos, entre ellos Minos, el pri-
Europa Oriental1. mer gran legislador griego2. Europa, desde sus orígenes míti-
Si pensamos a continuación en el contexto cultural euro- cos más antiguos, hunde sus raíces y nace a partir de una
peo y de la propia Unión Europea, en la que no solo cada región del mundo que es opuesta a la que llevará su nombre.
Estado, sino que incluso regiones minúsculas poseen tradicio- En efecto, surge en Fenicia, en Oriente3. A la figura mítica de
nes culturales, religiosas y lingüísticas muy diferentes, la situa- Europa está ligada la de su hermano Cadmo, que en busca de
ción que aparece ante nuestros ojos es indudablemente caó- la hermana llega hasta Tebas, en Grecia, donde según Hero-
tica. Como ejemplo evidente de ello, aun si nos fijamos sólo doto difundió la cultura, y en particular «la escritura, arte
en la Unión Europea, en ella se hablan veintitrés idiomas ofi- hasta entonces desconocido entre los griegos»4. Europa se
ciales y más de ciento cincuenta dialectos diferentes, al mismo constituye de este modo tanto geográfica como culturalmente
tiempo que se profesan cinco grandes religiones e innumera- a través de un rapto, vampirizando a ese Oriente5 con respecto
bles cultos y credos populares. al cual Europa se constituye también de manera antitética,
El carácter marcadamente indeterminado y ambiguo de precisamente como tierra del crepúsculo, frente al amanecer
Europa está presente desde la misma etimología de su nombre. oriental. Pero ¿crepúsculo de qué, exactamente? En sus Leccio-
La hipótesis más sólida al respecto es la que remite al término nes sobre filosofía de la historia universal Georg F. W. Hegel afirmaba
semítico «ereb», o al acadio «erebu», es decir, «occiden- que toda la historia universal «se dirige de Oriente a Occi-
tal», esto es, el término con el que los acadios de Mesopota- dente: Europa es, en efecto, absolutamente el fin de la histo-
mia designaban la tierra en la que se pone el sol –el Abendland–: ria del mundo, así como Asia es su principio»6. Europa es así
la parte al oeste del Egeo, en la que el sol termina ese recorrido el crepúsculo y el final de la historia, pero en cierto sentido
que había empezado en Oriente. «Europa», ya desde su eti- también es el fin mismo de la historia, de un proyecto que se
mología, se define a través de lo que es otro con respecto a sí, forma a partir de una tradición antitética que ve en el otro su
es decir, Oriente, como la tierra del crepúsculo. El mismo combustible, su linfa vital. Tras haber despojado completa-
mito fundacional de Europa está marcado por la contraposi-
ción entre Oriente y Occidente. En el Catálogo de las mujeres,
Hesíodo escribe que Zeus vio en medio de una pradera a 2 Hesíodo, Eo., fr. 140-141.
3 Cf. M. Bernal, Black Athena. The Afroasiatic Roots of Classical Civilization 1: The Fabrication
of Ancient Greece, Londres, 1987.
4 Herodoto, Hist., V, 58.
1 Cf. J. Hein, Schuldenkrise – Eurokrise – Eu-Krise? Eine Antwort aus der Villa Vigoni, en G. 5 Cf. V. Santini, Cartografie politiche. Il mito di Europa, en R. Pozzo y M. Sgarbi (eds.),
Vogt-Spira, A. Fischer y L. Galimberti Faussone (eds.), Il futuro dell’Europa. I gio- I filosofi e l’Europa, Milán, 2009, pp. 53-58.
vani d’Italia e di Germania incontrano Christian Wulff e Giorgio Napolitano, Stuttgart, 2012, 6 G. W. F. Hegel, Die Vernunft in der Geschichte, Zweiter Entwurft (1830), en Sämtliche
pp. 64-71. Werke, ed. J. Hoffmeister, F. Meiner, Hamburgo, 1955, p. 167.
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mente a Oriente, hasta el punto de que ya pierde sus propias en particular de esos Estados Unidos que detentan el mismo
fuerzas propulsivas positivas, Europa en cierto sentido tam- poder y juegan el mismo papel que una vez pertenecieron a
bién se consume a sí misma y se vuelve una tierra crepuscular. Europa, estableciendo la así llamada Pax Americana10 e impo-
En La decadencia de Occidente, Oswald Spengler presenta el final de niendo el modelo capitalista y democrático como sistemas
Europa como la puesta de sol natural de un proyecto fundado dominantes: como es sabido, lo que en 1989 el politólogo
sobre fuerzas positivas y primordiales en el terreno religioso, Francis Fukuyama afirmó ser el fin de la historia11. La demo-
filosófico, artístico y político. La primavera de Europa estuvo cracia liberal habría constituido el punto de llegada de la
caracterizada por un fuerte empuje cultural, por el nacimiento humanidad y la definitiva forma de gobierno entre los hom-
de los grandes mitos originarios, por la fundación de los dife- bres, presentándose de este modo como el fin de la historia,
rentes dioses, por una forma de arte religioso, por los conflic- siendo el hombre democrático el último hombre. En efecto,
tos entre clases sociales, que generaban sociedades dinámicas y mientras que las anteriores formas de gobierno parecían estar
productivas. El invierno de Europa, esto es, su final y su cre- marcadas por graves defectos internos que antes o después aca-
púsculo, estarían marcados por el materialismo, por el culto a barían por hacerlas caer, la democracia liberal parecía inmune
la ciencia, a la utilidad, por una escisión entre ciencias huma- a estas contradicciones. Con esto Fukuyama no quería decir
nas y ciencias duras, por el declive de la metafísica, por el que las democracias estables, como las que se habían instau-
nacimiento de intelectuales meramente académicos, por el fin rado en Europa o Norteamérica, no pudieran padecer graves
del arte simbólico y la victoria del arte como moda, por el problemas sociales o injusticias, sino sólo que estos problemas
triunfo de la democracia como forma política, por la política sólo significaban la incompleta implementación de los princi-
como burocracia y la imposición de la norma de la riqueza y pios de libertad e igualdad que se encuentran en la base de la
del capitalismo7. No es difícil, sin duda, reconocer en las pala- democracia, y de ninguna manera la presencia de defectos en
bras de Spengler la situación por la que sigue, en buena estos principios.
medida, atravesando actualmente Europa8. Es interesante Sin duda, el fin de la historia que había conjeturado no era
notar, junto con Amaury de Riencourt en su The Coming Cae- el de los acontecimientos, que por supuesto nunca podrán
sars9, que la muerte de Europa y de su proyecto ha venido de la terminar, sino el de la historia entendida como proceso evo-
mano de una tierra aún más occidental, es decir, América, y lutivo coherente que toma en consideración las experiencias
de todos los pueblos en todos los tiempos, esto es: el fin del
proyecto Europa. Las predicciones de Fukuyama se han reve-
7 Cf. O. Spengler, Der Untergang des Abendlandes. Umrisse einer Morphologie der Welt- lado parcialmente erróneas. Los hechos acaecidos desde 2001
geschichte, Viena, 1918.
8 Cf. J. Rifkin, The European Dream: How Europe’s Vision of the Future is Quietly Eclipsing the
American Dream, Cambridge, 2004. F. Zakaria, The Post-American World, Nueva
York, 2008; L. Kölher, Una patria chiamata Europa. «Chi non riflette sul futuro, non ne 10 Aunque, como es conocido, también Europa extrae elementos para su auto-
possederà nessuno», en G. Vogt-Spira, A. Fischer y L. Galimberti Faussone (eds.), legitimación a partir de la definición teórica de una «pax europea», reciente-
Il futuro dell’Europa. I giovani d’Italia e di Germania incontrano Christian Wulff e Giorgio Napoli- mente reconocida a través del mismísimo Premio Nobel. Para este asunto, cf.
tano, Stuttgart 2012, pp. 141-149. la contribución de V. Rocco Lozano en este mismo volumen.
9 Cf. A. de Riencourt, The Coming Caesars, Nueva York, 1957. 11 Cf. F. Fukuyama, «The End of History?», The National Interest, 16, 1989, pp. 3-18.
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hasta hoy han mostrado en cierto sentido que el «fin de la his- deseos y unas necesidades naturales, antes que nada el impulso
toria» no ha llegado aún, y que el «último hombre» no ha de auto-conservación, pero que a diferencia de aquéllos tam-
terminado de formarse aún, y que quizás nunca se forme. La bién sienten la necesidad de ser reconocidos. En particular, el
historia, para permanecer con vida, tiene necesidad de su hombre tiene necesidad de ser reconocido como ser humano,
antagonista, y Europa, Occidente, tiene necesidad de Oriente como un ser que posee un determinado valor y una dignidad
para vivir o, mejor dicho, para sobrevivir. El modelo del clash of particular, que son directamente proporcionales a su grado de
civilizations, teorizado por Samuel P. Huntington, afirma que la libertad. Según Hegel, el deseo de ser reconocido como ser
fuente del conflicto fundamental existente en el mundo actual humano portador de dignidad empujó al hombre, en el
no estaría ligada ni a ideologías ni a formas económicas deter- comienzo de la historia, a entablar una lucha mortal por la
minadas, sino que las grandes divisiones de la humanidad y los libertad, expresada en la figura «amo-esclavo». Hegel consi-
principales puntos conflictivos se encontrarían más bien vin- deraba que la contradicción de la relación entre amo y esclavo
culados a la cultura, a los problemas de reconocimiento, en el había sido superada por la Revolución francesa, que habría, en
sentido más amplio del término12. Según Huntington, los cierto sentido, abolido la distinción entre siervo y señor, per-
Estados nacionales seguirían siendo los actores principales en mitiendo, a través de la proclamación de los principios de la
el contexto mundial, pero los conflictos más importantes ya soberanía popular y del imperio de la ley, que los esclavos de
no tendrán lugar entre naciones, sino entre grupos de dife- antaño pudieran llegar a ser dueños de sí mismos. Al recono-
rentes civilizaciones. Por lo tanto, el choque entre estas civili- cimiento desigual y asimétrico que se instauraba en la figura
zaciones habría dominado, según esta tesis, de esta manera, la fenomenológica del amo-esclavo, se sustituía entonces un
política mundial. Durante una década se ha pensado que las reconocimiento universal y recíproco, según el cual cada ciu-
predicciones de Huntington eran ciertas y que estaban a punto dadano reconoce la dignidad de ser humano a todos los demás
de cumplirse, o incluso que ya se habían cumplido. Y sin ciudadanos, y esta dignidad es reconocida a su vez por el
embargo, la «Primavera árabe» de 2012 parece haber des- Estado mediante la concesión de derechos. Para Hegel, con la
mentido definitivamente también el modelo del choque de Revolución francesa la historia se había concluido, el proyecto
civilizaciones. Las revoluciones internas a países como Libia, de Europa se había cerrado, porque Europa había sabido
Túnez o Egipto no se dan por un choque entre modelos de construir una sociedad marcada por el reconocimiento uni-
civilización, sino más bien por el reconocimiento de determi- versal y el impulso del proceso histórico, que es el deseo de
nados derechos que se consideran inalienables para el hombre, reconocimiento, había quedado satisfecho. No podía existir
bajo la tutela de dos ideas medulares de la tradición europea: un ordenamiento de las instituciones humanas que cumpliera
«libertad» y «lucha por el reconocimiento». Hegel ha ense- mejor ese deseo, por lo que no era posible un ulterior cambio
ñado que los hombres tienen, igual que los animales, unos progresivo en la historia. Y sin embargo, estas mismas dinámi-
cas y luchas por el reconocimiento se han vuelto a dar hoy
fuera de Europa, casi como si los países africanos del Medite-
12 Cf. S. P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Nueva rráneo prosiguieran inconscientemente el proyecto europeo y
York, 1996. surcaran el curso de la historia a partir de esa tradición.
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Europa –pero también los Estados Unidos– han cons- son comunes a los diferentes países europeos. La tendencia a
truido su patrimonio cultural y espiritual mediante revolucio- la que habría que aspirar sería la de encontrar la así llamada
nes, como la francesa y la americana, que demandaban un «identidad excéntrica» de Europa15, esto es, reconocer los
reconocimiento universal de libertad e igualdad. Muchos paí- elementos característicos supranacionales de carácter identita-
ses africanos y de Oriente Medio están viviendo hoy en día la rio entre diferentes países, aun manteniendo sus diferencias
misma situación que los europeos vivieron en el siglo xviii. La específicas. Una vez se haya establecido este patrimonio iden-
verdadera pregunta es, por tanto, en qué medida el proyecto titario común, debería ser fácil dirimir las cuestiones acerca de
europeo, en qué medida Europa puede recibir todavía linfa la pertenencia de un país o de una nación a Europa. Es preciso
vital de lo que ocurre en Oriente. En mi opinión tiene razón señalar que estos problemas nacen no tanto en el sentido de
Massimo Cacciari al afirmar que Europa es en sí en cuanto se definir si geográficamente un país pertenece o no al conti-
opone a lo otro de sí, pero que esta oposición, como en el caso nente Europeo, sino en el de la determinación acerca de si un
del Oriente a partir del que nació, no es conflicto, sino que es país debe entrar a formar parte de la Unión Europea, esto es,
un «formar-parte» co-existencial con el otro, una co-perte- si es parte integrante del proyecto. Esto significa que existe una
nencia que le permitiría expresar «una idea de paz ajena a tendencia ideal a buscar una coincidencia entre la Unión
todo encantamiento de conciliación o síntesis, así como a toda Europea y Europa como continente. Si esto es verdad, y como
prepotencia asimiladora»13. veremos lo es sólo parcialmente, nos enfrentamos a una inevi-
Pero para recordar esta característica suya de ser en el otro, table paradoja.
Europa debe en primer lugar tener la fuerza de investigar su La Unión Europea surgió tras la Segunda Guerra Mundial
identidad, porque sólo después podrá luchar por su reconoci- con la pretensión de integrar, sin por ello asimilar, diferentes
miento y hacerse una vez más promotora de la historia univer- países europeos que habían sido devastados por los nacionalis-
sal. Las diferencias en la concepción de Europa desde el punto mos. Un primer intento fue el de la Comunidad Europea del
de vista político, económico, cultural y social crean no pocas Carbón y del Acero (CECA), creada con el tratado de París de
ocasiones de conflicto y de controversias. Pensemos, por 1951, que preveía para los Estados firmantes (Francia, Alema-
ejemplo, en la cuestión de Turquía, cuyo territorio está en nia Occidental, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) la
parte en Europa, y que querría entrar a formar parte de la supresión de los derechos aduaneros, de las restricciones a la
Unión Europea14. Esta y otras situaciones son complejas y difí- libre circulación de carbón y acero y de las subvenciones esta-
ciles de solucionar, porque imponen una reflexión profunda, tales para la producción nacional, favoreciendo de este modo
radical, sobre los rasgos que, más allá de todas las diferencias, el principio de libre competencia y garantizando los precios
más bajos posibles, aun manteniendo a nivel estatal el control
sobre las provisiones. En 1957, con el Tratado de Roma, estos
13 M. Cacciari, Geo-filosofia dell’Europa, Milán, 1994, p. 27. países ampliaron su cooperación con la creación de la Comu-
14 Cf. M. Ansaldo, Chi ha perso la Turchia, Turín, 2011; F. Polistina, L’Europa e l’iden-
tità, en G. Vogt-Spira, A. Fischer y L. Galimberti Faussone (eds.), Il futuro del-
l’Europa. I giovani d’Italia e di Germania incontrano Christian Wulff e Giorgio Napolitano, Stutt-
gart, 2012, pp. 104-111. 15 Cf. R. Brague, Europe, la voie romaine, París, 1999.
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nidad Económica Europea (CEE), que sólo con el Tratado de rights of the human person, freedom, democracy, equality and
Maastricht de 1992 pasó a ser Unión Europea16. the rule of law»19.
En sus orígenes, la Unión Europea se constituyó así de El Tratado de la Unión Europea recoge pues que esta entidad
manera del todo arbitraria, fundamentalmente como una supranacional se funda en una común herencia cultural y reli-
entidad económico-política, sin ninguna consideración hacia giosa, que ha llevado al desarrollo de los derechos de la per-
una identidad que fuera también de carácter cultural o social17. sona, de la libertad, de la igualdad, del imperio de la ley y de la
De aquí nace la paradoja según la cual, al menos en principio, democracia. Si éstas son las bases de la Unión Europea, es evi-
también países extra-europeos, que no forman parte del con- dente que la inclusión o la exclusión de un Estado que aspira a
tinente Europa, como algunos países mediterráneos (p. e., formar parte de ella no es meramente una cuestión política y
Chipre, Turquía, Israel, Egipto, Libia o Túnez), forman o económica, sino que se vuelve un asunto cultural y religioso. Y
podrían formar parte de la Unión Europea como miembros sin embargo, en el Tratado sobre el funcionamiento de la Unión Europea,
de pleno derecho. En este escenario, ya no es posible hablar de concretamente en su artículo 17, se establece que la Unión
identidad de Europa desde el punto de vista cultural, pues la Europea es una institución secular que no está conectada con
Unión Europea no sería sino una institución político-econó- ninguna religión, sino que, al contrario, reconoce el «status
mica supranacional cuyos miembros lo serían sólo en virtud de under national law of churches and religious associations» así
acuerdos internacionales del todo arbitrarios. La «cuestión como el de «philosophical and non-confessional organisa-
turca»18 se resolvería de este modo con un simple voto acerca tions»20. Es decir, nos encontramos ante una paradoja: la
de su inclusión o exclusión en el marco del Parlamento Euro- Unión Europea está fundada en tradiciones culturales y tradi-
peo. Se trataría, por tanto, de un hecho meramente político, ciones comunes, que por otra parte se confían a la esfera de lo
que puede zanjarse con una decisión democrática. que en esta materia contemple cada Estado miembro.
Y sin embargo, las cosas no son así en absoluto. En efecto, El artículo 17, en efecto, establece de manera clara e ine-
la Unión Europea, en el momento de su fundación en Maas- quívoca que las cuestiones culturales y religiosas son competen-
tricht con el Tratado de la Unión Europea, establece de manera ine- cia de los diferentes países, lo que comporta el problema de que
quívoca que encuentra su inspiración «from the cultural, reli- en algunos Estados miembros no sean admitidas algunas comu-
gious and humanist inheritance of Europe, from which have nidades –como por ejemplo la República monástica del Monte
developed the universal values of the inviolable and inalienable Athos en Grecia– que violan explícitamente los principios uni-
versales comunitarios, como la libre circulación de los ciudada-
nos europeos o la igualdad de género. En suma, la Unión
16 Cf. A. Vernazzani, L’identità europea, en G. Vogt-Spira, A. Fischer y L. Galim- Europea se funda en un patrimonio cultural común que la
berti Faussone (eds.), Il futuro dell’Europa. I giovani d’Italia e di Germania incontrano Chri-
stian Wulff e Giorgio Napolitano, Stuttgart, 2012, pp. 122-130.
17 Cf. L. Anna Macor, L’Europa, un problema culturale, en G. Vogt-Spira, A. Fischer y
L. Galimberti Faussone (eds.), Il futuro dell’Europa. I giovani d’Italia e di Germania incon-
trano Christian Wulff e Giorgio Napolitano, Stuttgart, 2012, pp. 227-233. 19 Consolidated Version of the Treaty on European Union, 30.3.2010, C 83/15.
18 Sobre la cuestión turca, analizada desde el respecto geopolítico, cf. la contri- 20 Consolidated Version of the Treaty on the Functioning of the European Union, 30.3.2010, C
bución de R. Navarrete incluida en este volumen. 83/55.
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define, pero no está dispuesta a avanzar en la línea de un pro- pero a partir de esta excentricidad debe encontrar fuerzas para
yecto cultural que ponga en valor adecuadamente este patrimo- retomar y proseguir un proyecto cultural europeo único, esto
nio; al contrario, parece que simplemente quiere beneficiarse es, en referencia a esa herencia cultural en la que se funda. Si
de esos resultados que, como afirma el artículo segundo, son no lo hace, perderá toda su especificidad, siendo una mera y
«the values of respect for human dignity, freedom, democracy, vacía institución.
equality, the rule of law and respect for human rights, inclu- Un primer paso podría ser el de especificar de manera explí-
ding the rights of persons belonging to minorities [...] in a cita cuáles pueden ser las raíces culturales europeas. Se trata de
society in which pluralism, non-discrimination, tolerance, jus- reconocer el valor histórico de la herencia griega y de la romanitas
tice, solidarity and equality between women and men pre- por una parte, y del Cristianismo y del Islam por otra, sin por
vail»21. esto pretender volver ideológica –o incluso clerical– a la Unión
Hacer de la extensión a más países de estos resultados un Europea, sino simplemente constatando que si los europeos son
criterio selectivo para la admisión o la exclusión de un país en europeos, lo son también gracias a este patrimonio cultural que
la Unión Europea sería sin duda un excelente comienzo, pero debe seguir siendo cultivado también en el presente. Si no, el
quizás no constituiría el punto de llegada más justo. En efecto, sentido de pertenencia a Europa y el hecho de ser europeos se
se podría proponer la cuestión de extender la europeidad a quedarían en una vacía formalidad ligada al hecho de haber
países como Túnez o Egipto, si éstos alcanzaran los estándares nacido en uno de los países de la Unión Europea.
deseados en cuando a derechos políticos y civiles. Pero ¿qué El sentido de pertenencia debe ser educado y cultivado, y
diríamos entonces acerca de esos países afines a Europa por no puede fundarse en principios del todo abstractos, que val-
lenguas, culturas y derechos que se encuentran en América gan para todos los seres humanos, sino que debe conectarse a
Latina? ¿No tienen acaso las mismas –si no más– razones para elementos concretos que hayan sido vividos, a la historia que
formar parte de la Unión Europea que algunos países del ha forjado a los pueblos europeos. Por tanto, sigamos adelante
Mediterráneo? ¿Es realmente entonces la geografía el criterio con un proyecto cultural europeo abierto al futuro y a nuevos
político de discriminación? desafíos, abierto a otras tradiciones culturales, a otros pueblos
Obviamente, se trata de meras conjeturas, y sin embargo, y a otros países, pero no olvidemos su pasado, no dejemos de
lo que parece claro es que la Unión Europea no puede y no defender sus tradiciones, o nos olvidaremos también para qué
debe permitirse que su identidad se funde sólo en la unidad está luchando Europa, para qué sus hijos han, en muchas oca-
política, social y económica, basada a su vez en derechos polí- siones, derramado su sangre:
ticos y civiles abstractos, dado que si lo hiciera perdería preci-
samente el sentido de esa unidad y de esa herencia a la que se «Cuando observamos el espectáculo de las pasiones y con-
refiere el Tratado de la Unión Europea. Por tanto, es cierto que la templamos las consecuencias de su violencia, de su estupidez
Unión Europea se basa en una identidad cultural excéntrica, […], cuando vemos nacer el mal, la maldad, el declive de los
imperios más florecientes que el espíritu humano haya pro-
ducido […] nos hundimos en un sentimiento moral de pér-
21 Consolidated Version of the Treaty on European Union, 30.3.2010, C 83/17. dida, en una insurrección de la bondad en nuestro ánimo
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[…] y quizás podemos protegernos, o encontrar refugio, sólo EUROPA: UTOPÍA Y MELANCOLÍA
pensando que ya ha ocurrido de esta manera, que es el des-
tino, que no hay nada que cambiar. […] Pero mientras con- Juan Menchero
templamos la historia como si fuera una carnicería en la que
han sido inmoladas la felicidad de los pueblos, la sabiduría de
los Estados y la virtud de los individuos, entonces necesaria- «I must Create a System, or be enslav’d by another Man’s».
William Blake, Jerusalem (1808)
mente el pensamiento se pregunta a quién, o en vista de qué
«La melancolía y la utopía: entre ambas se
fin, se ha ofrecido una cantidad tan enorme de víctimas22. encuentra todo el esplendor y toda la miseria
del pensamiento europeo».
Wolf Lepenies, Melancolía y utopía (2008)
El filósofo tiene la tarea de contestar: «por Europa», y el
político tiene el deber de actuar en consecuencia.
A Carlos Thiebaut
Traducción: Valerio Rocco Lozano
1.
Mapas
La idea de Europa, o mejor dicho, Europa en tanto que pode-
mos imaginarla como un mapa, está a medio camino entre la
realidad y la abstracción. De los mapas se conoce su atractivo, la
naturalidad con la que apelan al sentido de la vista, tanto como
su razón de ser, que es ayudarnos a conocer un universo, sea
una ciudad, un continente o el cielo estrellado, que no alcan-
zamos a ver de golpe y por entero1. En este sentido, conocer es
llegar, por fin, a alguna parte sin tener que preguntar. Y adver-
tir si el lugar al que creemos haber llegado se ha vuelto de
pronto irreconocible, si el suelo cede bajo nuestros pies, o si
nos encontramos en un sitio distinto del que pensábamos, qui-
zás más cerca o lejos. Así pues, conocer es «ubicar lo descono-
cido a partir de lo conocido, aunque sea borrosamente»,
22 G. W. F. Hegel, Werke in 20. Bänden, Suhrkamp, Fráncfort, 1986, XII, pp. 34- 1 Ph. C. Muehrcke, «Literature And Maps», Geographical Review, 64, 3 (julio
35. 1974), pp. 317-338.

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