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MORA MARQUEZ, Deynner José

C.I: 26.894.050
Moral Personal
Ensayo de la unidad I: La persona humana

INTRODUCCIÓN

El tema moral es uno de los más tratados por la filosofía, la ciencia, y la religión a lo

largo de la historia, debido a su complejidad; aunque, cuando se busca estudiar al hombre

y su persona, se trata de abarcar la totalidad de su ser, con la finalidad de definirlo y así

responder a las cuestiones que él mismo se plantea: ¿Qué es el hombre? ¿De dónde

viene? y ¿A dónde va? Ahora bien, el avance de los estadios de conocimiento ha

aclarado más acerca del tema, a su vez da apertura a nuevas interrogantes que no limitan

el estudio antropológico a una característica de su comportamiento social o racional, sino

que, permiten analizar el tema desde una perspectiva más amplia en comparación con las

anteriores.
«El hombre tiene naturalmente el deseo saber» 1 esto ha hecho que vaya en busca de

la verdad, indagando respuestas y cuestiones relacionas con su persona y voluntad. Con

este propósito, el hombre se ha puesto bajo la mirada de la ciencia, la religión y la filosofía

con la finalidad de resolver el misterio de su existencia. Respecto a esto, Teilhard de

Chardin considera que: «[...] bastaría con comprender al hombre para haber comprendido

al mundo, como así mismo el universo permanecería incomprendido si no lográsemos

integrar en él al hombre de un modo coherente» 2. Por consiguiente, una visión

antropológica completa comienza con el cosmos que le rodea, que al igual que él guarda

un enigma.

Noción filosófica

La filosofía no se aparta del enigma que el hombre representa, sino que trata de

revelarlo porque: «[...] el sujeto de la filosofía es el hombre, y segundo, porque la persona,

en su aspecto más elevado, constituye el objeto de una parte de la filosofía». En otras

palabras, la persona es quien tiene la capacidad de razonar. Ninguna otra creatura dentro

del ambiente que le rodea tiene la habilidad de definirlo, sino que él mismo debe

cuestionarse sobre su existencia y entorno, apoyándose en la filosofía y comprendiendo el

mundo que le rodea.

Sócrates considera la persona como un ser dotado de alma que busca incesantemente

la verdad, usando la razón como instrumento se perfecciona en el conocimiento. Platón

en cambio ve al hombre como un ser dualista, es decir, que posee cuerpo y alma, pero

ésta según Hirschberger «[...] es algo intermedio entre el mundo de las ideas y el mundo

visible. Es inmaterial, indivisible y por tanto inmortal» 3, recluida en un cuerpo que no le

permite estar en el mundo inteligible. A su vez, ésa fue creada por un demiurgo y posee

1
ARISTÓTELES, Metafísica, I, traducción de Patricio de Azcárate y del Corral, Espasa, Madrid, España,
2007, p. 41.
2
Teilhard DE CHARDIN, El grupo Zoológico Humano, Traducción de Carmen Castro,
Ediciones Taurus, Madrid, 1964, pp. 15-16.
3
Johannes HIRSCHBERGER, Breve Historia de la Filosofía, Herder, Barcelona, 1988, p. 41.
tres partes: a) la racional o espiritual, que muestra el pensar puro; b) la irascible, que le

pertenecen los afectos nobles y; c) a concupiscible, que posee el apetito sexual, el placer,

entre otros4.

El pensamiento aristotélico toma al hombre y lo define como un «[...] animal bípedo» 5

pero a su vez «[...] racional»6, que le da la facultad de obrar según su voluntad en la

sociedad. Igualmente, el estagirita afirma que «[...] el cuerpo, a su vez, es lo que está en

potencia»7 debido a la materialidad. Empero, difiere de la doctrina platónica, y considera

que «[...] el alma no es separable del cuerpo» 8 ya que ambas partes son necesarias, en

consecuencia, el hombre es una unión substancial (alma y cuerpo) y a este conjunto se le

denomina hilomorfismo.

Agustín de Hipona considera que en el hombre «[...] se dan tres dimensiones: relación,

apertura y dialogo con las cuales se corresponden sus tres elementos constitutivos:

“cuerpo, alma y espíritu”»9, aunque a veces unifica alma y espíritu. Así mismo, el cuerpo

es la parte material del hombre compuesta por los cuatro elementos; el alma en cambio

es creada por Dios quien la hizo inmortal, inmaterial, incorpórea y espiritual, es a su vez el

principio vital de la persona.

Descartes, en su obra el Tratado del Hombre, explica que en él se encuentra la

substancia extensa (cuerpo) y la substancia pensante (el alma). En cuanto a la primera,

Dios formó un molde similar a nuestro cuerpo que tiene dos puntos clave que son el

corazón y la glándula pineal10.

En la persona según Kierkergaard vive en constante angustia, es decir, el hombre que

se compromete se da cuenta que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador,

4
Cf. Johannes Hirschberger, Historia de la Filosofía, I, Herder, Barcelona, 1977, p. 120.
5
ARISTÓTELES, Metafísica, p. 125.
6
Ídem, p. 85.
7
ARISTÓTELES, Acerca del Alma, traducción de Tómas Calvo, Gredos, Madrid, 2003, p. 50.
8
Ídem, p. 50.
9
António ARÓSTEGUI, Esquemas Para una Historia De La Filosofía Occidental, Marsiega, Madrid, 1978, p. 221.
10
Cf. ARÓSTEGUI, Esquemas Para una Historia De La Filosofía Occidental, pp. 489-490.
que toma en cuenta la humanidad y no puede escapar al sentimiento de su total y

profunda responsabilidad. Sartre, al ser existencialista ve la conducta como eje

fundamental, dicho en boca de Ponge: «el hombre es el porvenir del hombre pues está

condenado a existir, limitado, aunque con razón» 11.

El hombre, la persona desde la perspectiva bíblica-teológica

El hombre fue creado a imagen de Dios y parte de esa imagen hace del hombre un ser

moral. Es, por tanto, que somos agentes y hacemos elecciones morales por lo que somos

capaces de diferenciar entre el bien y el mal. La base sobre la cual diferenciamos entre el

bien y el mal es nuestro conocimiento de la ley y mandamientos, ese conocimiento

proviene de dos fuentes: la revelación y la conciencia. La revelación se explica por sí

misma. Dios dio un mandamiento a Adán y Eva en el Jardín.

Dios otorgó los Diez Mandamientos a los israelitas después del éxodo en el Sinaí, y

Jesús redujo esos Diez Mandamientos a dos mandamientos esenciales: amar a Dios y

amar a tu prójimo. Todos estos representan la revelación de Dios de Su ley, la cual es

simplemente un reflejo de Su carácter moral para su pueblo. Al quedar la sagrada

escritura en nuestro corazón ayuda nuestro corazón 12. La conciencia, en otras palabras,

incluso sin la revelación de Dios en los mandamientos, la conocemos intuitivamente en

base al hecho de que fuimos creados a Su imagen.

Sin embargo, debido a la caída13, esa imagen es desfigurada y desfigurada, incluyendo

nuestra conciencia. Entonces, aunque conocemos la ley de Dios a través de nuestra

conciencia, tendemos a distorsionarla para nuestro beneficio. Por eso necesitamos

revelación. La persona moral contiene la voluntad moral revelada de Dios en su ley y

11
Ídem, p. 445.
12
Cf. Romanos 2, 15.
13
Cf. Génesis 3
mandamientos, es la revelación para su pueblo. Como tal, la Biblia se convierte en

nuestra fuente de moralidad porque es la misma Palabra de Dios en forma escrita 14.

Humanae Vitae

Debo decir que, la encíclica es más amplia que el rechazo al control de la natalidad. Es

una declaración del dominio de Dios sobre la vida humana y de la plena belleza de la

sexualidad. Ergo, el problema de nuestra época no es que esté obsesionada con el sexo,

al contrario, le tiene miedo, miedo de las dimensiones plenas de su reivindicación del

compromiso humano, el sacrificio personal y la generosidad, miedo del hecho de que el

sexo auténtico no nos deja perdernos en nosotros mismos y en nuestros placeres, sino

que exige que nos entreguemos por el bien de los demás, incluidos los hijos que Dios nos

da.

un aspecto de la enseñanza de la Iglesia contenida en la encíclica, es que

reconocemos las circunstancias en las que es bastante legítimo que una pareja casada

evite el embarazo. Tal juicio debe basarse en circunstancias objetivas y llevarse a cabo

dentro de la ley moral. Pero afirmar que la Iglesia enseña que los padres de ninguna

manera pueden planificar sus familias no solo es contrario a la enseñanza católica, sino

que abre la puerta a críticas innecesarias, pero demasiado comunes del mundo, que

piensa que estamos fuera de contacto con la realidad.

Evangelium Vitae

La circular del papa nos invita a servirnos a todos, en primer lugar, para evitar que

entablemos un diálogo con la tentación de la eutanasia y las ayudas médicas al suicidio,

para hacernos conscientes de que dar un paso en esa dirección es ir al fondo, a introducir

un celo falso, compasivamente destructivo o cínicamente utilitario en el alma.

14
Cf. 2 Timoteo 3,16; 2 Pedro 1, 21.
Si el médico sucumbe a la tentación de la eutanasia y no da marcha atrás, será muy

difícil que deje de matar. Porque, si es éticamente congruente consigo mismo, y cree

estar haciendo algo bueno, se verá obligado, movido por los restos de justicia y

beneficencia que quedan en su alma, a aplicar la eutanasia a casos cada vez menos

dramáticos, a vidas que considera, ahora o un poco más tarde, carente de la calidad

necesaria.

La obligación de respetar y cuidar a todos los seres humanos, de no atentar contra la

vida de ninguno de ellos, es parte del carisma profesional del médico, fuerza moral

maravillosa y fuerza inspiradora de la caridad y la ciencia. Los médicos deben el más

sincero y profundo agradecimiento al Santo Padre por reiterar en los términos más

enérgicos la prohibición absoluta de la eutanasia.


CONCLUSIÓN

Como hijos escogidos de Dios hemos recibido la gracia santificante y del amor, es así

que la misión redentora de la Iglesia está movida en la lucha contra la indiferencia y

utilitarismo, corrientes hedonistas con un corazón macabro que sólo buscan relativizar la

conciencia otorgada desde el principio para nuestro buen obrar. Las encíclicas del papa

Pablo VI y Juan Pablo II son un compendio del recto obrar, en otras palabras, una ruptura

al relativismo, estamos invitados a ser portavoces de Cristo, mensajeros de la caridad sin

coaccionar nuestro obrar ni nuestra voluntad.

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