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Resumen de Responsabilidad Civil
Resumen de Responsabilidad Civil
B- Su evolución en la historia
Cuando Vélez Sársfield redactó nuestro C.C. campeaba sin disputa la culpa
como único fundamento de la R.C.. El eje sobre el cual gira nuestro sistema de
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responsabilidad extracontractual se halla en el artículo 1109. Sólo la culpa
justifica la responsabilidad. Todo el que viola el deber genérico de no dañar
implícito en la norma del artículo 1109 es culpable, comete un acto ilícito y
debe responder por el daño que ocasiona. Cuando el daño se ha producido por
el hecho propio debe probarse la culpa del autor; si la víctima no aporta la
prueba que imputa al demandado éste no ha de responder del daño que
aquélla hubiere sufrido. Otra es la solución legal cuando el daño proviene de
otras personas por las cuales debe responderse, o cuando ha sido causado por
las cosas inanimadas o por los animales. Pero como el sistema del Código
radica en la culpa, no se puede hablar sino de una culpa in eligendo o in
vigilando cuando se trate de la responsabilidad del principal por el hecho del o
los dependientes y esa culpa es presumida iuris et de iure, o sea que no se
puede probar en contra de la presunción, como por ejemplo que el principal no
incurrió en culpa alguna en la elección o en la vigilancia de su subordinado. En
otros casos la culpa en el ejercicio de la autoridad que se tiene sobre otros es
presumida iuris tantum, como en las hipótesis contempladas en los artículos
1114 a 1117. Los padres, tutores, curadores, maestros artesanos y directores
de colegios pueden probar que no pudieron impedir el daño. Finalmente, hay
culpa en el sentido del C.C. cuando la cosa inanimada que una persona tiene
bajo su guarda o de la que se sirve ocasiona un daño a un tercero (Art. 1113),
aunque no le sea dable probar al guardián que no incurrió en culpa alguna. Hay
también culpa presumida del dueño de la cosa inanimada (Art. 1133) que
invierte la carga de la prueba permitiéndole a aquél liberarse probando que de
su parte no hubo culpa.
Las mismas presunciones de culpa en la guarda sienta el Código cuando se
trata de animales que ocasionan daños a otros, así sean domésticos o feroces
los animales agresores (Art. 1124), aunque solamente puedan liberarse el
guardián o el dueño probando la culpa de la víctima, de un tercero por el cual
no deben responder, o el caso fortuito o fuerza mayor, salvo,
excepcionalmente, la prueba de que el animal doméstico de soltó o escapó sin
culpa de aquellos. Los tribunales del país tuvieron ocasión de resolver
numerosos casos que se iban presentando a tenor de las nuevas
circunstancias ocasionadas por el desarrollo de la técnica y la progresiva
concentración de masas en los centros urbanos. Durante mucho tiempo
nuestros autores siguieron viendo en la culpa la única justificación de la R.C..
Los que trataron introducir algún atisbo de responsabilidad objetiva fueron
detenidos por los que afirmaban el principio de la culpa. La jurisprudencia
tampoco dio cabida a la teoría objetiva del riesgo y siguió las aguas de la
jurisprudencia francesa que establecía la teoría tradicional. En el ordenamiento
jurídico argentino anterior a 1968 iba a tener acceso la teoría objetiva del riesgo
profesional a través de la Ley de Accidentes de Trabajo 9688 y en materia de
responsabilidad extracontractual la teoría del riesgo creado a través del Código
Aeronáutico para los daños causado en la superficie, sea por la aeronave en
vuelo o por cosas o personas caídas o arrojadas de la misma o por el ruido
anormal de aquélla (Art. 155). La reforma introducida al C.C. por la ley 17.711
incorporó ya al sistema de la R.C., la llamada responsabilidad objetiva por
riesgo creado en los daños causados por el vicio o riesgo de las cosas (Art.
1113 en su agregado). También parece aceptado por la legislación vigente en
la actual redacción del Art. 907, donde se consagra la responsabilidad objetiva
por los daños que causan las personas que carecen de discernimiento, con
fundamento suficiente en la solución de equidad que el juez debe aceptar en la
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especie. Hoy se dice también que la responsabilidad del principal se funda en
una oblig. de garantía de carácter objetivo por ser ella inexcusable y asimismo
se dice que se funda en la teoría del riesgo creado la responsabilidad por los
daños que causan los animales.
REGIMEN
RESPONSABILIDAD
/ RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL
EXTRACONTRACTUAL
CARACTE (del incumplimiento de un contrato)
(nacida de actos ilícitos)
RES
La culpa se presume. El acreedor no
debe probar la culpa del deudor.
Prueba de Corresponde a la víctima probar la
Incumbe al deudor la prueba del incump
la culpa culpa del autor del daño.
o la circunstancia impediente o extintiva
de la oblig..
Extensión En el incumplimiento contractual Se deben, ad+ d los que sean
del resarc. culposo el deudor db solamente consec inmediata, aquellos q sean
responder x aquellos daños q sean consecuencia mediata del acto
consec inmediata y necesaria (prevista) ejecutado y q el autor previó o pudo
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prever empleando la debida
d la falta d cump. de la oblig. (Art. 520
atención y conocimiento de la cosa
C.C.)
(Arts. 903 y 904 C.C.)
La mora se produce d pleno
Es necesaria la interpelación del deudor
derecho, los intereses
xa constituirlo en mora cuando no
correspondientes a
Const. en hubiere plazo expresamente convenido
indemnizaciones debidas x delitos
mora “pero resultare tácitamente d la
y cuasidelitos se deben dsd el día
naturaleza y circs d la oblig.. (Art. 509
en q se produce cda perjuicio obje
C.C.)
d la reparación.
La acción de daños y perjuicios no tiene
aquí plazo especial. Se rige por el Art. Prescribe en el plazo de dos años
Prescrip.
4023 del C.C. que establece el plazo de (Art. 4037 C.C.)
10 años.
Los menores comprometen su
responsabilidad contractual recién
La ley exige que el menor tenga
desde los 14 años en los casos en q la
discernimiento para los actos
Discernim. ley excepcionalmente les reconoce
ilícitos, o sea, a los 10 años de
capacidad para contratar. (A esa edad
edad (Art. 921 C.C.)
la ley los considera con discernimiento
para los actos lícitos)
La oblig. de resarcir el daño
El juez “podrá condenar” al responsable
causado por los actos ilícitos
a la reparación del agravio moral que
“comprende” además de la
hubiere causado, de acuerdo con la
Daño moral indemnización de pérdidas e
índole del hecho generador de la
intereses, la reparación del agravio
responsabilidad y circunstancias del
moral causado a la víctima (Art.
caso (Art. 522 C.C.)
1078 C.C.)
No rige atenuación de responsabilidad,
aunque pueda limitarse Los jueces, al fijar las
convencionalmente ya sea en virtud de indemnizaciones de daños
una cláusula limitativa o de una ocasionados por un cuasidelito,
Atenuación
cláusula penal en virtud de la cual el “podrán” considerar la situación
de la resp.
acreedor no tendrá derecho a otra patrimonial del deudor,
indemnización, aunque pruebe que la atenuándola, si fuere equitativo
pena no es indemnización suficiente (Art. 1069 C.C.)
(Art. 655 C.C.)
El factor d responsabilidad es tmb
esencialmente subj y reside en la
Factores d El factor de responsabilidad es culpa dl autor dl hecho, xo existen
resp. esencialmente subjetivo y consiste en la numerosos casos d resp q tienen
diferentes imputabilidad con culpa del deudor en otro fundamento, constituyendo
d la culpa la inejecución del contrato. factores diversos de atribución d
resp (riesgo, equidad, garantía)
denominada objetiva.
¿Cuándo las partes se hallan unidas por un vínculo contractual, ¿pueden las
partes invocar el sistema de responsabilidad que deriva de la culpa aquiliana?
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Nuestro C.C. contempla expresamente el problema disponiendo en el artículo
1107 que “Los hechos o las omisiones en el cumplimiento de las obligs.
convencionales, no están comprendidos en los artículos de este Título, si no
degeneran en delitos del derecho criminal.” El Título IX que contiene los
artículos aludidos en el artículo 1107, se refiere a las “obligs. que nacen de los
hechos ilícitos que no son delitos” (cuasidelitos). Es decir que nuestro Código
admite la compatibilidad de ambos sistemas decidiéndose por una opción
limitada o restringida en los términos que fija el mencionado artículo. Conforme
a dicha norma cuando el incumplimiento contractual configura un delito del
derecho criminal, la opción nace para el acreedor, quien podrá fundar su acción
resarcitoria en el sistema contractual o en el extracontractual si así le
conviniera. El hecho puede constituir delito o cuasidelito civil, y según ello, se
aplicarán las normas de uno u otro ilícito. El incumplimiento contractual culposo
si configura delito del derecho criminal, constituirá, en lo civil un cuasidelito. Ej.
Si por error un farmacéutico vende al cliente en lugar del medicamento un
veneno que éste ingiere y muere a causa de ello (Art. 84 C. Penal). Si el
incumplimiento contractual fuere doloso y a la vez configurase un delito del
derecho criminal, puede no constituir un delito del derecho civil, si entendemos
por incumplimiento malicioso, según la expresión del Art. 521 del C.C. el simple
incumplimiento consciente de la oblig. pudiendo hacerlo (dolo obligacional).
Faltaría en tal caso la intención de dañar que caracteriza el dolo propio del
delito civil (dolo delictual). Ej. Si el mandatario no entregare al mandante lo
recibido en virtud del mandato, causándole perjuicio por ello aunque no tuviera
intención de producir el daño bastando la intención de tener la cosa como suya
(Art. 173 inc. 2º del Código Penal). Otra cuestión se suscita cuando el dolo en
que incurre el deudor al incumplir la oblig. se caracteriza por la intención de
causar daño al acreedor, el llamado “dolo delictual”. En este caso, según
LLAMBIAS el acto queda mudado de especie, ya no será ese tipo especial de
ilicitud con un régimen propio, consistente en la deliberada inejecución de la
prestación debida, sino un verdadero delito civil, que ubica el hecho dañoso en
el régimen más severo de los delitos. Es decir, no sería necesario que el
incumplimiento contractual producido por un acto del deudor con el deliberado
propósito de causar daño al acreedor, fuese al mismo tiempo delito del derecho
criminal para que se aplique la responsabilidad delictual.
El art 1107 C.C., exige la doble configuración civil y penal, para los casos de
incumplimiento culposo o doloso pero no restringe dentro de sus términos a
aquellas inejecuciones caracterizadas por la intención de causar daño, que por
ello mismo son a la vez delitos civiles.
D- Responsabilidad precontractual
Otra cuestión que ha preocupado a los juristas es aquella que suscita el daño
producido a uno de los contratantes o negociadores de un contrato:
Doctrinas Contractualistas:
1- Culpa “In contraendo”: Fue establecida por IHERING. Se plantea este autor
el caso de una compraventa en la que el comprador incurra en error esencial al
formular la oferta poniendo una cantidad superior a la deseada. Probado el
error, el contrato se anula. Se trata de saber quién soporta los gastos
producidos con motivo de la ejecución del contrato. El vendedor damnificado no
podría demandar con fundamento en el contrato nulo. Ihering señala que la
culpa se cometió en el período previo a la formación del contrato, y que el daño
se produjo como consecuencia de la acción de una de las partes mientras se
contraía la relación contractual (in contraendo). La culpa in contraendo consiste
en la violación de la oblig. de diligencia que las partes deben observar no sólo
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en el cumplimiento del contrato, sino también en el transcurso de las relaciones
anteriores al mismo. Ese deber de diligencia nace con la oferta; por ello las
tentativas anteriores no originan responsabilidad alguna. La responsabilidad es
de naturaleza contractual aunque nace en el período previo a la formación del
contrato: se ha violado el deber de diligencia que tanto debe observarse en la
ejecución del contrato como en el período previo a su formación. En el
supuesto de culpa in contraendo debe satisfacerse el “interés negativo” o “de
confianza”, consistente en el daño sufrido de otro modo, debiendo
restablecerse el patrimonio a los mismos términos en que se hallaría de no
haberse realizado las tratativas que condujeron al negocio nulo. El interés
negativo comprendería el daño emergente consistente en los perjuicios que no
hubiere sufrido empobreciendo su patrimonio, con los gastos realizados; y el
lucro cesante consistente en la ganancia frustrada por no haber realizado el
negocio jurídico válido y útil con un tercero; operación ésta desechada a causa
de la existencia de aquella negociación supuestamente válida.
B- Elementos de la R.C.
Son elementos comunes, tanto en el ámbito de responsabilidad contractual
como extracontractual, los siguientes:
Antijuridicidad
Daño
Nexo de causalidad entre el daño y el hecho
Factores de imputabilidad o atribución legal de responsabilidad.
UNIDAD Nº XIV
A- Antijuridicidad
Concepto
Clases
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sanción de este Código, si no hubiere una disposición de la ley que la hubiese
impuesto.” Se basa en la tipicidad del ilícito que importa una doble previsión, el
comportamiento debe estar anticipado por el legislador, como también la
sanción resarcitoria. Equivale a una igualación de la ilicitud civil con la penal,
sobre la base de una serie cerrada de delitos. Por aplicación de esta visión
formal se sostuvo entre nosotros, por Bielsa, la irresponsabilidad del Estado por
los daños causados por sus funcionarios o empleados.
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Concepto de acto ilícito: El acto ilícito consiste en una infracción a la ley que
causa daño a otro y que obliga a la reparación a quien resulte responsable en
virtud de imputación o atribución legal del perjuicio.
Este artículo particulariza el alcance del Art. 1109 que sienta un principio
general de responsabilidad por el hecho propio al imponer la oblig. de
indemnizar el daño que se causa cuando se ejecuta un hecho por culpa o
negligencia. “Todo que el ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia
ocasione un daño a otros, está obligado a la reparación del perjuicio...”
Actos ilícitos propiamente dichos y actos ilícitos potenciales: Hay actos cuya
ilicitud se configura porque el hecho en sí mismo es contrario a la ley y causa
daño a otros, ya sea porque el agente actúe con culpa, con dolo o ejerciendo
antifuncionalmente sus derechos, o porque el uso que de la cosa se hace viola
los límites de la normal tolerancia entre vecinos.
En cambio hay otros actos en que el daño es el resultado del actuar de una
persona dependiente de otra por la que ésta debe garantía, o del empleo de
una cosa con riesgo, o de la actuación involuntaria de un sujeto inimputable en
las circunstancias fácticas que lo hacen responsable; cualquiera de esos
hechos es también ilícito, en el sentido de que tales actos constituyen la fuente
de la oblig. de resarcir el daño. Pero no son actos ilícitos porque violen la ley,
sino porque al conjugarse con otros factores extrínsecos al acto mismo, la ley
impone el deber de no dejar sin resarcimiento el daño que se ocasiona. Su
ilicitud es potencial.
2- Que el Art. 1109 no puede ser la ley a que se refieren los artículos 1066 y
1074 porque aquél dice: “todo el que ejecuta un hecho...” y no “todo el que
omite un hecho...”; es decir, se referiría a un acto de comisión, en tanto que el
Art. 1074 trata de actos de omisión.
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Necesidad de un contrato válido: La responsabilidad contractual supone
obviamente la existencia de un contrato, el cual impone al deudor la oblig. que
resulta viola por éste y que al causar un daño al acreedor obliga a aquél a
repararlo. El contrato debe ser válido. Si así no fuera no habría oblig. alguna
que tuviese su fuente en el mismo. Si las partes hubiesen ejecutado el contrato
que después resulta invalidado por una sentencia de nulidad, nacerán como
efecto de la nulidad obligs. restitutorias entre las partes, cuyo régimen está
fijado en la ley (Art. 1050 y ss. C.C.). Lo expuesto no obstruye la
responsabilidad extracontractual de la parte culpable de la frustración del
contrato (Art. 1056 C.C.) La necesidad de que exista un contrato señala la
presencia de un elemento más estricto en esta responsabilidad que en la
responsabilidad extracontractual. Ello es así porque la culpa tiene que ser
referida en cada caso, a la naturaleza de la oblig. impuesta convencionalmente,
y no ya al genérico deber de no dañar a otro. La culpa en el incumplimiento
contractual se manifiesta por el daño causado al acreedor con negligencia o
imprudencia en la observancia del específico deber jurídico establecido
convencionalmente. El incumplimiento contractual tipifica la conducta del
deudor con relación a cada contrato considerado, porque la violación de este
particular deber jurídico tiene en el contrato y en la ley su regulación propia.
Así, el incumplimiento del contrato está regulado normativamente en cuanto al
tiempo, lugar y modo de la ejecución de la prestación, y ello con independencia
de la imputabilidad del deudor que supone la concurrencia de otro elemento,
que es la culpa o dolo. Cuando el deudor no cumple la oblig. en el tiempo
debido existe un incumplimiento relativo que jurídicamente se denomina mora.
Cuando el incumplimiento de la oblig. se hace imposible en el futuro existe un
incumplimiento absoluto que jurídicamente se llama inejecución total,
absoluta y definitiva.
Excepciones:
Mora convencional: El inc. 1º del Art. 509 disponía la siguiente excepción:
“Cuando se haya estipulado que el mero vencimiento del plazo la produzca.”
En este caso las partes convienen que la mora se produzca en forma
automática al vencimiento del plazo. El pacto debía ser expreso, pues de otro
modo, en la duda, la cuestión debía resolverse a favor del deudor.
Existencia de un plazo tácito: La segunda parte del nuevo artículo 509 expresa:
“Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente
de la naturaleza y circunstancias de la oblig., el acreedor deberá interpelar al
deudor para constituirlo en mora.” La redacción actual no alude a un plazo
esencial sino solamente a un plazo tácito, pues este resulta de la naturaleza y
circunstancias de la oblig.. Nada se dice allí de que el término fuese motivo
determinante para el acreedor. Esta excepción impone la necesidad del
requerimiento al deudor cuando el plazo es tácito. Se justifica la interpelación
en este caso, dado que el plazo tácito es generalmente impreciso. Requiere
interpretar la voluntad de las partes en la fijación del plazo, atendiendo a la
naturaleza de la oblig. y demás circunstancias.
Obligs. puras y simples: Existen obligs. puras y simples que están exentas de
toda modalidad, y son exigibles desde su misma constitución “en la oportunidad
más próxima que su índole consienta”. Frente a estas obligs. están aquellas
que no se ejecutan instantáneamente, pero que no ha estado en la intención de
las partes integrar la estipulación con una decisión judicial sobre el momento de
cumplimiento. Por ejemplo: las obligs. pagaderas a la vista (Arts. 609 y 740
C.C.); la oblig. del vendedor de entregar la cosa vendida “si no hubiese sido
convenido, el día en que el comprador lo exija (Art. 1409 C.C.) Estos casos son
de obligs. sin plazo, en que el cumplimiento de la oblig. está deferido a la
potestad de una de las partes o de ambas: el comprador, el comodante, el
depositante o depositario. Pero quien tenga la potestad de exigir el
cumplimiento debe manifestar su voluntad mediante una exigencia previa a la
ejecución de la oblig.. Es decir que el deudor debe ser puesto en mora (mora
ex persona), mediante un requerimiento en un término razonable, conforme al
principio de buena fe que preside la ejecución de los contratos (Art. 1198).
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Existencia de un plazo indeterminado: En los casos de plazo indeterminado el
sistema legal está claramente establecido en el siguiente párrafo del artículo
509: “Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento
sumario, a menos que el acreedor opte por acumular las acciones de fijación
de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor quedará constituido en
mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la oblig..”
Plazo incierto: No hay razón para excluir de la mora ex re a las obligs. de plazo
incierto. El plazo incierto es un plazo indeterminado como lo es el plazo cierto.
Luego, no cabe incluirlo en la excepción referida al plazo indeterminado. Si el
plazo incierto está expresamente establecido queda regido por la primera parte
del artículo 509; la mora se produce ex re, por el solo acaecimiento del hecho
fatal que lo constituye. Si el plazo incierto resulta tácitamente de la naturaleza y
circunstancia de la oblig., será necesaria la interpelación.
Tampoco cabe hacer distinción alguna según el lugar en que la oblig. debe
cumplirse. Si lo es en el domicilio del acreedor, ello no suscita cuestión alguna.
Si lo es en el del deudor, la solución no tiene por qué ser distinta; la mora se
produce ex re.
Caracteres:
Mora del acreedor: En el C.C. no se legisla sobre la mora del acreedor. Sin
embargo, en la misma medida en que éste debe realizar una conducta
tendiente a que el deudor cumpla a su vez la oblig., puede incurrir en mora al
omitir aquellos actos e impedir así la ejecución de la prestación debida. La nota
al Art. 509 del C.C. dice “El acreedor se encuentra en mora toda vez que por un
hecho o una omisión culpable, hace imposible o impide la ejecución de la
oblig., por ejemplo, rehusando aceptar la prestación debida en lugar y tiempo
oportuno, no encontrándose en el lugar convenido para la ejecución o
rehusando concurrir a los actos indispensables para la ejecución, como la
medida o el peso de los objetos que se deben entregar, o la liquidación de un
crédito no líquido.”
Considerando que la iniciativa del pago debe tomarla el deudor obligado al
cumplimiento de la prestación, el acreedor solamente incurrirá en mora cuando
sea interpelado por aquél para que reciba el pago o preste la cooperación
necesaria. Por excepción no será necesaria la interpelación en los casos
siguientes:
1.Responsabilidad del acreedor por los daños que cause al deudor la no-
recepción de la prestación, como por ejemplo los gastos de la oferta y ulterior
depósito y guarda de la cosa.
2. El deudor se libera de los riesgos de la cosa debida que estaban a su cargo
como dueño de la misma antes de la tradición; esos riesgos se trasladan al
acreedor.
3. Se suspende el curso de los intereses que estaban a cargo del deudor. Si el
deudor no está en mora y debe intereses compensatorios convenidos durante
el plazo de la oblig., cesa el curso de dichos intereses desde que el acreedor
es puesto en mora. Si el deudor está en mora y ejercitando su derecho de
pagar ofrece el pago íntegro de lo debido más los intereses moratorios, cesa
también el curso de éstos en igual caso.
Incumplimiento absoluto
Existe inejecución total de la oblig. con carácter de absoluta y definitiva en los
siguientes casos:
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observancia de lo estipulado en cuanto a modo, tiempo y lugar (Arts. 740;747 y
750 C.C.)
El Art. 625 del C.C. fija estos principios en cuanto a las obligs. de hacer,
disponiendo: “El obligado a hacer, o a prestar algún servicio, debe ejecutar el
hecho en un tiempo propio, y del modo en que fue la intención de las partes
que el hecho se ejecutara. Si de otra manera lo hiciere, se tendrá por no hecho,
o podrá destruirse lo que fuese mal hecho.” Es decir que cuando el deudor
ejecuta mal la prestación por no ajustarse a las circunstancias que debía tener
en cuenta por haber sido convenidas o realiza una ejecución incompleta, existe
inejecución total que debe resolverse en el pago de los daños e intereses
compensatorios. Sin embargo, el derecho del acreedor a rechazar la mala
ejecución no constituye una facultad absoluta que puede ser ejercida al solo
arbitrio de aquél. Si se tratara de pequeñas imperfecciones juzgadas con un
criterio adecuado de razonabilidad habría que rechazar la oposición del
acreedor a dar por ejecutada la prestación, hallando éste suficiente satisfacción
con el resarcimiento del daño que resulta por la necesidad de corregir aquellos
defectos. Así el acreedor podrá negarse a pagar el daño proporcional a esas
deficiencias o hacer ejecutar las reparaciones por un tercero a cuenta del
deudor y demandar a éste por daños y perjuicios.
En cambio carece de todo derecho a indemnización el acreedor que ha
consentido sin salvedad alguna la variante en la ejecución, y el que no ha
sufrido menoscabo a causa de la variante aludida. La actitud del acreedor que
pretende la destrucción de lo mal ejecutado cuando el defecto es de poca
importancia, constituye un ejercicio abusivo de su derecho (Art. 1071 C.C.),
pues el interés del acreedor no puede considerarse insatisfecho por un defecto
menor fácilmente subsanable.
Causas de justificación
Las causas de justificación borran la antijuridicidad del comportamiento dañoso,
vuelve lícito el quehacer que, precisamente por culminar en un perjuicio,
aparece como ilícito. La separación de lo ilícito en lo culposo y su
consideración autónoma como presupuesto de la responsabilidad, otorgan
importancia a las causas de justificación, llegan al derecho civil desde el campo
penal, donde aparecen contempladas en el Art. 34 de dicho Código.
a) Q se haya llegado al estado de necesidad sin culpa del autor del hecho,
b) Q el riesgo no se pueda evitar de otra manera que ocasionando daño al
tercero.
c) El peligro db ser inminente y actual, no bastando la eventualidad d un daño.
d) El daño causado debe ser menor cualitativa y cuantitativamente que el que
se pretende impedir.
Reunidas estas condiciones queda legitimado el daño causado en estado de
necesidad. La circunstancia señalada no debe ser motivo suficiente para que
quien causó el daño ajeno para impedir el propio, no deba contribuir en alguna
medida a soportarlo; sería contrario a la equidad y siempre al buen sentido que
aquél salve todo lo suyo a expensas de la víctima de su acto necesitado.
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El daño
Concepto El C.C. define al daño como perjuicio susceptible de apreciación
pecuniaria causado a otro, sea directamente en las cosas de su dominio o
posesión, o indirectamente por el mal hecho a su persona o a sus derechos o
facultades (Art. 1068); como asimismo el agravio moral (Art. 1078), que recae
sobre los sentimientos espirituales o afecciones legítimas.
De modo que puede sintetizarse la noción de daño, en cuanto presupuesto de
la R.C., como lesión o menoscabo a un interés patrimonial o
extrapatrimonial acaecido como consecuencia de una acción. No hay R.C.
si no hay daño causado, es decir, que no se puede imponer la sanción
resarcitoria donde no hay daño que reparar. El daño es entonces un elemento
del acto ilícito sin el cual no existe la R.C.. El Art. 1067 del C.C. dice: “No habrá
acto ilícito punible para los efectos de este Código, si no hubiese daño
causado, u otro acto exterior que lo pueda causar, y sin que a sus agentes se
les pueda imputar dolo, culpa o negligencia.” Sin embargo puede haber daño
causado sin deber de responder. Desde ya que si el daño se lo ha causado la
propia víctima no se puede hablar de responsabilidad: sólo se refiere aquí al
daño ajeno.
Daño justificado
Hay hipótesis da daños a terceros que no engendran R.C. cuando el daño está
legalmente justificado. Por ejemplo está justificado el daño en el sentido de que
no debe repararse, en los casos siguientes:
Inimputabilidad: Cuando causa el daño un sujeto inimputable por carecer de
discernimiento, salvo la solución de equidad contenida en el Art. 907 del C.C..
Son inimputables el menor de diez años, el demente que no actúa en un
intervalo lucido, y cualquiera que ejecuta el acto accidentalmente privado de
razón (Art. 921 C.C.), siempre que no haya llegado voluntariamente al estado
de inconciencia, como en el caso de ebriedad (Art. 1070 C.C.)
Inculpabilidad: Cuando el autor actúa con voluntad viciada por el error o la
violencia que excluyen radicalmente toda culpa.
Incausalidad: Se interrumpe el nexo causal cuando sobreviene en la relación
de causalidad un hecho ajeno a la órbita de actuación del presunto autor, como
un caso fortuito o de fuerza mayor, un hecho de un tercero por el cual no debe
responder, o resulta de la exclusiva culpa de la propia víctima.
El daño resarcible
El daño como elemento del acto ilícito, es decir, con relación a la R.C. de que
estamos tratando, significa el menoscabo que se experimenta en el patrimonio
por el detrimento de los valores económicos que lo componen (daño
patrimonial) y también la lesión a los sentimientos, al honor o a las afecciones
legítimas (daño moral). Las dos formas en que puede manifestarse el daño
material tanto en la esfera contractual como extracontractual son el “daño
emergente” y el “lucro cesante”. El Art. 519 define al daño emergente como
el valor de la pérdida sufrida, y al lucro cesante como el valor de la utilidad
dejada de percibir. La norma se refiere al daño al acreedor, por
incumplimiento de obligs. convencionales. A su vez, el Art. 1069 del C.C., en
los mismos términos pero en referencia a los damnificados por los actos ilícitos,
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define al daño emergente como el perjuicio efectivamente sufrido y al lucro
cesante como la ganancia de que fue privado. Doctrinalmente se ha
caracterizado la distinción con mayor precisión, especialmente cuidando no
omitir, que el lucro cesante es también un perjuicio efectivamente sufrido, de
lo contrario, carecería de certeza. En rigor de verdad el daño emergente
implica la pérdida o disminución de valores económicos positivamente
existentes y por lo tanto se manifiesta como un empobrecimiento del
patrimonio; mientras que el lucro cesante implica la frustración de ganancias o
ventaja económicas, o sea la privación de un enriquecimiento patrimonial. El
daño emergente puede ser actual (destrucción o deterioro de cosas) o futuro
(gastos en que será necesario incurrir, luego de la sentencia, para el
mantenimiento de las cosas deterioradas). También el lucro cesante puede ser
tanto actual (privación de ganancias de un sujeto lesionado, por imposibilidad
de trabajar desde el ilícito hasta la sentencia), como futuro (ganancias
frustradas por la subsistencia de la incapacidad laboral, más allá de la
sentencia, o cuando la misma es permanente).
Daño patrimonial
El Art. 1068 del C.C. define así el daño patrimonial: “Habrá daño siempre que
se causare a otro algún perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria, o
directamente en las cosas de su dominio o posesión, o indirectamente por el
mal hecho a su persona o a sus derechos o facultades.” El daño patrimonial
está integrado por dos elementos: el daño emergente, o sea el perjuicio
efectivamente sufrido, y el lucro cesante, es decir, la ganancia de que fue
privado el damnificado (ver supra). En uno u otro caso se impide el
enriquecimiento ilegítimo del patrimonio.
Daño previsto e imprevisto, previsible o no: Daños previstos son los que el
deudor o el autor del acto ha considerado posibles al contraer la oblig. o
contraer el acto. Daños imprevistos son los que no han sido considerados en
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los casos expuestos. Se analiza la actuación concreta del sujeto. Daño
previsible es el que ha podido preverse en iguales circunstancias, e
imprevisible el que no ha podido preverse. El análisis se hace en este caso en
abstracto, considerando una persona de previsibilidad media, que actúe con la
debida atención y conocimiento de la cosa (Art. 904 C.C.)
Daño moral
Concepto: Para algunos autores la distinción entre daño patrimonial y daño
moral depende la índole de los derechos atacados; si la lesión se dirige a los
bienes que forman el patrimonio, el daño es material o patrimonial; si la lesión
afecta la integridad corporal o la salud de las personas, el daño es moral y en
ningún caso patrimonial, porque los bienes atacados son inmateriales.
Sin embargo, la mayoría de la doctrina radica la distinción sobre los resultados
o consecuencias de la acción antijurídica; si ésta ocasiona un menoscabo en el
patrimonio, afectando su actual composición o sus posibilidades futuras, el
daño es material o patrimonial aunque el derecho atacado sea inmaterial; si, en
cambio, no afecta el patrimonio pero lesiona los sentimientos de la víctima,
existe daño moral y no patrimonial.
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Definición: El daño moral es la lesión en los sentimientos que determina dolor o
sufrimiento físico, inquietud espiritual o agravio a las afecciones legítimas, y en
general toda clase de padecimientos insusceptibles de apreciación pecuniaria.
Art. 1078 derogado: “Si el hecho fuese un delito del derecho criminal, la oblig.
que de él nace no sólo comprende la indemnización de pérdidas e intereses,
sino también del agravio moral que el delito hubiese hecho sufrir a la persona,
molestándole en su seguridad personal, o en el goce de sus bienes o hiriendo
sus afecciones legítimas.”
Doctrina:
Una parte se manifestaba favorable a una reparación amplia en toda clase de
actos ilícitos y también en los supuestos de incumplimiento contractual.
Otros excluían del ámbito de responsabilidad contractual el resarcimiento del
daño moral pero en cambio, en función de lo dispuesto por los Arts. 1068;1075
y 1083 lo consideraban procedente en todos los casos de actos ilícitos, así
fuesen delitos o cuasidelitos. Otra interpretación más restringida tomó al pie de
la letra el Art. 1078 y sostuvo que el daño moral sólo era resarcible cuando el
hecho ilícito fuese además “un delito del derecho criminal”. No había, por lo
tanto, resarcimiento en los delitos y cuasidelitos puramente civiles. La
responsabilidad contractual quedaba, por lo tanto, sin reparación. LLAMBIAS,
conforme al fundamento represivo que atribuye a la represión del agravio moral
admitía solamente la reparación en los delitos civiles que fuesen al propio
tiempo delitos criminales.
Art. 1078. [La oblig. de resarcir el daño causado por los actos ilícitos
comprende, además de la indemnización de pérdidas e intereses, la reparación
del agravio moral ocasionado a la víctima. La acción por indemnización del
daño moral sólo competerá al damnificado directo; si del hecho hubiere
resultado la muerte de la víctima, únicamente tendrán acción los herederos
forzosos.] (texto según ley 17.711.) Distinto es el caso de los actos ilícitos, sean
ellos delitos o cuasidelitos. Allí la norma tiene un sentido imperativo, de donde
nace la necesidad de imponer la reparación del agravio moral cuando lo pida la
víctima de cualquier acto ilícito. La ley reputa que todo aquel que soporta los
efectos de un acto ilícito, inesperado e inevitable por su propio carácter,
además del daño material que experimenta, sufre también una lesión a sus
sentimientos atacados con o sin designio maligno por su autor.
Legitimación activa para reclamar reparación: La determinación de la
legitimación activa para reclamar reparación por daño moral equivale a
establecer quiénes son sujetos pasivos del perjuicio y, por consiguiente,
titulares de la acción. El interés jurídico que la ley protege, o sea, la
incolumidad del espíritu cuya lesión se pretende reparar, está de tal modo
adscrito a la persona del ofendido que, en principio, solamente la víctima podría
reclamarlo a titulo personal y como damnificado directo. En cuanto a los
damnificados indirectos no rige el principio del Art. 1079 del C.C., pues
solamente por excepción y en las hipótesis legalmente admitidas puede el
damnificado indirecto reclamar la reparación del agravio moral. Ello es así
porque si bien el agravio moral ataca los sentimientos íntimos de la víctima, es
dado suponer que los vínculos de solidaridad familiar trasmiten a los más
allegados a ésta y solamente ellos, un padecimiento moral que el derecho no
puede, sin injusticia, dejar de contemplar. Esos parientes pueden demandar la
reparación a título propio pero como damnificados indirectos.
El Art. 1078 del C.C. dispone que la acción por indemnización del daño moral
sólo competerá al damnificado directo, es decir, que nadie que no sea la
víctima puede reclamar reparación mientras ésta viva. Es decir que la
legitimación activa solamente la tienen los terceros a título propio pero como
damnificados indirectos, si el hecho causa la muerte de la víctima y siempre
que tengan el carácter de herederos forzosos. La ley presume en este caso
que esos parientes tan próximos experimentan un perjuicio de afección que les
autoriza a demandar la reparación. Cuando la víctima directamente lesionada
en sus sentimientos ha entablado la acción civil, ésta pasa a los herederos y
sucesores universales (Art. 1099 C.C.), lo cual se justifica porque el ofendido
ha optado por la instancia judicial, para convertir en un resarcimiento pecuniario
que integra el patrimonio, lo que hasta entonces era la lesión de un sentimiento
reservado a su conciencia.
Prueba del daño
Al actor le incumbe la prueba de los hechos constitutivos del derecho que
invoca en la demanda. En consecuencia, al damnificado que pide el
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resarcimiento le corresponde probar la existencia del daño y la cuantía del
mismo. Probado el daño y no habiéndose establecido su monto por una prueba
directa, no corresponde el rechazo de la acción sino que quedará al prudente
criterio judicial la fijación del mismo, según lo dispuesto por el Art. 166 de la ley
17.454, reformada por ley 22.434 (Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación).
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Caracteres:
Excepciones:
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Oblig. con cláusula penal: A se obliga a entregar a B un caballo dentro de un
cierto plazo y en caso de no cumplir, se obliga a pagarle $ 500.
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4. Al acreedor de una oblig. con cláusula penal no puede rechazar el
pago de la prestación que le ofrezca el deudor en tiempo oportuno;
pretendiendo la cláusula penal. En cambio, puede rechazar ese ofrecimiento
si hubiese arras, devolviendo la señal doblada.
Causa fuente de la cláusula penal: En general se admite por la doctrina que las
cláusulas penales pueden tener su fuente en todos los actos creadores de
obligs., aunque no sean contratos. En tal concepto de aceptan: las multas
incluidas en las disposiciones de última voluntad; en los testamentos y en las
particiones hereditarias.
Condiciones de aplicación: Son las mismas que rigen en general la R.C. del
deudor, excepto en lo relativo al daño (no se lo tiene que probar).
Así el deudor no responde por el pago de la cláusula penal si no le es
imputable la inejecución por su culpa o dolo. El Art. 654 dispone: “Incurre en la
pena estipulada, el deudor que no cumple la oblig. en el tiempo convenido,
aunque por justas causas no hubiese podido verificarlo.” Podría pensarse por
ello que se ponen a cargo del deudor todos los riesgos, inclusive el caso
fortuito o fuerza mayor que hubiere impedido la ejecución. Sin embargo, no es
así, pues rigen los principios generales que rigen la R.C.. El Código se ha
limitado a mencionar en este artículo un principio fundamental en materia de
obligs., según el cual no bastan simples facultades para justificar los casos de
retardo o incumplimiento. Si las dificultades configurasen casos de fuerza
mayor, la excusa sería admisible. En lo que respecta a la mora del deudor, los
Arts. 654 y 655 han dado diferentes interpretaciones. La opinión mayoritaria
afirma que la mora del deudor se rige por los principios generales, aunque la
oblig. contenga una cláusula penal. Si en la oblig. se ha estipulado un plazo
expreso la mora se producirá por el mero vencimiento.
Obligs. de sujeto plural: Los Arts. 661 y 662 reglamentan la forma cómo se
incurre en la pena cuando son varios los deudores o los sucesores del deudor.
El Art. 661 dispone: “Sea divisible o indivisible la oblig. principal, cada uno de
los codeudores o de los herederos del deudor, no incurrirá en la pena sino en
proporción de su parte, siempre que sea divisible la oblig. de la cláusula penal.”
El Art. 662 dispone “Si la oblig. de la cláusula penal fuere indivisible, o si fuere
solidaria aunque divisible, cada uno de los codeudores, o de los coherederos
del deudor, queda obligado a satisfacer la pena entera.”
Valuación judicial
Si las partes no acuerdan el monto de la indemnización y ella tampoco es fijada
por la ley, corresponderá al juez en la sentencia que dicte, determinar el
importe del resarcimiento, siempre que esté acreditada la existencia del
perjuicio, aunque no estuviere justificado su monto.
Época de la valuación:
Salvo el caso de reparación in natura prevista en el Art. 1083 del C.C., la
indemnización debe fijarse en una suma de dinero.
La cuestión de la valuación del daño, concentra su interés en la determinación
del momento y época en que debe realizarse, habida cuenta que un lapso
separa el tiempo del hecho generador del daño, del tiempo en que éste va a
ser separado. Ese espacio puede ser más o menos prolongado, pero la
alteración del valor de la moneda con que se va a hacer la reparación requiere
la adopción de una solución que contemple ese factor desquiciante para que el
resultado sea justo.
La depreciación monetaria:
La depreciación monetaria constituye un fenómeno de naturaleza económica
que se traduce en una disminución del poder adquisitivo de la moneda,
permaneciendo inalterable su valor nomina. Es el envilecimiento de hecho del
signo monetario que resulta del fenómeno inflacionario.
La inflación puede definirse como una notable elevación del nivel general de los
precios provocada por un aumento desproporcionado en la cantidad de dinero
y de otros medios de pago puestos en circulación.
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Proyectando el principio del nominalismo sobre las obligs. que tiene por objeto
sumas de dinero, resulta que se ha de pagar la misma suma o cantidad que
aparezca como debida, con abstracción hecha de que la cantidad de dinero
valga intrínsecamente (moneda metálica) o en curso (moneda de papel
moneda) más o menos, en el momento del pago que en el momento de la
constitución de la oblig.. Los procesos económicos posteriores a la Primera
Guerra Mundial exhibieron el espectáculo de una acelerada inflación y de una
caída catastrófica del valor de los signos monetarios. En tales condiciones la
aplicación del principio nominalista constituía una verdadera injusticia.
En Alemania la jurisprudencia de mantuvo en principio fiel a la teoría del valor
nominal, pero la revalorización fue exigida de una manera más resuelta,
especialmente por los acreedores hipotecarios. El tribunal de Reich se
pronunció en una sentencia del año 1923 a favor de la procedencia del derecho
a la revalorización de los créditos derivados de mutuos con hipoteca.
En Francia esta situación dio lugar al nacimiento de la teoría de la imprevisión,
se multiplicaron las acciones in rem verso, etc. Tratando de circunscribir el
ámbito de aplicación de la teoría nominalista, la doctrina comenzó a distinguir
las obligs. o deuda de dinero, de as obligs. o deuda de valor. Como
característica de la deuda de dinero se destaca que el objeto de la prestación
está constituido siempre por una cantidad o suma de dinero, expresada
numéricamente con referencia a la unidad de un determinado sistema
monetario. El concepto de la deuda de dinero, como deuda de suma o de
cantidad, descansa además sobre el valor nominal del dinero y el principio
nominalista, únicamente interesa la cantidad; se debe un quantum.
La deuda de valor, a su vez, se caracteriza porque la prestación no está
integrada por dinero, sino por un valor aunque se extinga la oblig. pagándose
una suma de dinero. Se debe un valor: un quid y no un quantum.
En esta clase de deudas el objeto de la prestación está integrado por un valor
que está en función de una expectativa patrimonial del acreedor, que
corresponde: al restablecimiento de los términos económicos del patrimonio si
ha sido alterado (indemnizaciones en general) o a la necesidad de imponer una
relación igualitaria en la participación en bienes comunes (medianería), o a la
satisfacción de la necesidad de subsistencia y mantenimiento del nivel de vida
(alimentos). Aquellos valores deben ser traducidos a una suma de dinero en el
momento de realizarse la expectativa del titular del derecho (acreedor,
heredero, alimentario) y para ello se procede a liquidar el crédito o beneficio
para convertirlos en la moneda que será el medio de satisfacerla.
El interés que ofrece esta distinción reside en que la aplicación del principio
nominalista rige las obligs. o deudas de dinero, y escapan, en cambio, a dicho
principio, las obligs. o deudas de valor. La noción de deuda de valor es ajena a
la tesis nominalista. En ella influye la depreciación monetaria de modo que el
proceso económico inflacionario repercute inversamente aumentando el monto
de la deuda, en la misma medida en que disminuye la aptitud del dinero para
satisfacerla. Realiza la justicia sin afectar la seguridad jurídica: el titular del
derecho recibe el valor que se le debe.
Cláusulas de estabilización: Para paliar los efectos de la rigurosa aplicación de
la teoría nominalista, existen recursos con los que las partes pueden
precaverse al celebrar los contratos, de los resultados desquiciantes de la
depreciación monetaria. Numerosos son los tipos de cláusulas y estipulaciones
que se pueden incorporar a las convenciones para mantener el equilibrio
económico del contrato a través del tiempo (cláusula oro o valor oro; cláusula
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de estabilización con referencia a valor de ciertas mercaderías; cláusulas de
escala móvil con índice costo de vida, etc.). El decreto 1096/85 estructuró una
política económica y financiera con el propósito de atacar el proceso
inflacionario del momento. Básicamente constituyó una reforma monetaria
creándose un nuevo signo monetario: el austral que comenzaría a regir con
una inflación “0”. Se dispuso una congelación temporaria de precios y salarios y
se estableció un sistema de desindexación o desagio de las obligs. nacidas
antes de aquella fecha convirtiéndolas en australes, según una escala legal
que detrae la inflación contenida en el monto de cada crédito en la proporción
del 1% diario. Ante la persistencia del fenómeno inflacionario, el Congreso de la
Nación dictó la ley 23.928 de convertibilidad del austral con el dólar de los
EEUU y de dispuso la reducción del monto de ciertos créditos anteriores al 1º
de abril de 1991 que se hubieren ajustado por mecanismos contractuales o
legales estadounidenses.
La cuestión en el derecho argentino: El Art. 616 del C.C. dispone que es
aplicable a las obligs. de dar sumas de dinero lo que se ha dispuesto sobre las
obligs. de dar cosas inciertas no fungibles, sólo determinadas por su especie, y
sobre las obligs. de dar cantidades de cosas no individualizadas.
El Art. 607 del C.C., a su vez, establece con relación a las obligs. de dar
cantidades de cosas: “En estas obligs., el deudor debe dar, en lugar y tiempo
propio, una cantidad correspondiente al objeto de la oblig., de la misma especie
y calidad.” En concordancia con este artículo, el 619 del C.C. en el capítulo
referente a las obligs. que tienen por objeto dar sumas de dinero, establece lo
siguiente: .) “Si la oblig. del deudor fuese de entregar una suma de determinada
especie o calidad de moneda corriente nacional, cumple la oblig. dando la
especie designada, u otra especie de moneda nacional al cambio que corra en
el lugar el día del vencimiento de la oblig. (derogado por ley 23.928.)”
La ley 23.298 que estableció la libre convertibilidad del austral con el dólar a
partir del 1º de abril de 1991 y prohibió la aplicación de cláusulas de
estabilización de los créditos desde esa fecha, modificó también los Arts. 617 y
619 del C.C. En adelante dichos artículo quedan con la siguiente redacción:
Art. 617[Si por el acto por el que se ha constituido la oblig., se hubiere
estipulado dar moneda que no sea de curso legal en la República, la oblig.
debe considerarse como de dar sumas de dinero.] (texto segun ley 23.928.)
Art 619“[Si la oblig. del deudor fuese de entregar una suma de determinada
especie o calidad de moneda, cumple la oblig. dando la especie designada, el
día de su vencimiento.] (Texto según ley 23.928.) No existe posibilidad de
opción para el deudor de moneda extranjera de entregar su equivalente en
moneda legal según la relación de convertibilidad por la ley. Se mantiene así el
principio nominalista del anterior Art. 618, ahora modificado en su texto. La
teoría nominalista se aplicó rigurosamente por nuestros tribunales hasta que
aparecieron en nuestra realidad económica las primeras manifestaciones de
una tendencia inflacionaria, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial,
que iría creciendo año tras año, hasta convertirse en un fenómeno regular con
variaciones solamente en el grado de intensidad y aceleración con que se
manifiesta en distintas épocas. La depreciación de la moneda es así un factor
de distorsión de la vida jurídica – económica, que alcanza actualmente niveles
muy acentuados, lo cual ha conducido a la jurisprudencia de nuestros
tribunales a buscar soluciones que contemplen elementales principios de
justicia y equidad, más allá de la teoría nominalista consagrada por nuestro
Código.
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Las cuestiones que han suscitado los primeros pronunciamientos
jurisprudenciales sobre esta materia, han sido las relativas a expropiaciones y
a indemnizaciones de daños y perjuicios.
En materia de expropiaciones la C.S.J.N. en el caso Gob. Nacional c/ Dumas,
Federico, sostuvo firme su tesis contraria al reconocimiento de la depreciación
de la moneda en la fijación del monto a pagar por el bien expropiado,
señalando que en la expropiación hay una venta (Art. 1324 inc 1º) y que la
demora en el pago del precio no da al expropiado un derecho distinto de que
da la mora a cualquier acreedor de sumas de dinero (Art. 622 C.C.) Modificada
la composición del tribunal el 26 de junio de 1967 dictó un fallo variando la
anterior jurisprudencia sosteniendo lo siguiente “Para mantener intangible el
principio de la justa indemnización frente a la continuada depreciación de la
moneda, el valor del bien expropiado debe fijarse al día de la sentencia
definitiva...” En lo que respecta a las prestaciones de alimentos también se
ha contemplado la depreciación de la moneda. La Cámara Civil de la Capital
resolvió que es equitativo el aumento de cuotas debido al notable crecimiento
del costo de vida en el país a fin de que la actora pueda mantener una
situación similar a la que poseía durante la vida en común de su marido. Las
cuestiones que podían originarse en cuanto al carácter de las deudas por
medianería han quedado superadas por al reforma introducida por la ley 17.711
que agregó al Art. 2736 del C.C. el siguiente párrafo “El valor computable de la
medianería será el de la fecha de la demanda o constitución en mora”
Igualmente se ha reconocido el carácter de deuda de valor a las restituciones y
recompensas que se deben los cónyuges a la disolución de la sociedad
conyugal (Art. 1316 bis C.C..
La reforma ha alcanzado también a la oblig. de colacionar, reconociéndose el
carácter de deuda de valor. (Art. 3477 según ley 17.711.
La depreciación monetaria y los daños y perjuicios
La indemnización como deuda de valor: En esta materia la jurisprudencia se ha
mostrado, desde tiempo atrás, sensible a las alteraciones del valor de la
moneda para la fijación del monto del daño resarcible, cuando éste se origina
en un acto ilícito. La jurisprudencia de los tribunales tanto nacionales como
provinciales ha sido constantemente reiterada en el sentido de considerar a la
indemnización por daños y perjuicios derivados de un acto ilícito como una
deuda de valor y, por lo tanto, que la valuación del daño debe hacerse a la
fecha de la sentencia que determina el monto de la misma. Sin embargo, la
C.S.J.N. se mostró en un principio, contraria a esta posición. En un fallo del año
1953 declaró que “la justicia no puede acordar excedente alguno en concepto
de desvalorización actual de la moneda porque ello significaría cohibir una
facultad que, al igual que la de emitirla, es privativa del Superior Gobierno de la
Nación”. Posteriormente, al modificar su composición, también varió su criterio
y resolvió entonces que “la desvalorización de la moneda constituye
circunstancia a considerar para la determinación judicial de la indemnización en
materia de responsabilidad extracontractual”.
En cuanto a la responsabilidad contractual, la solución apuntada llegó con más
atraso. Así, en un principio, los tribunales declararon que los daños y perjuicios
contractuales debían determinarse a la época en que el contrato debió ser
cumplido. En otros casos se declaró que, conforme al Art. 520 del C.C., en la
reparación de daños e intereses sólo se comprenden los que fueren
consecuencia inmediata y mediata de la falta de cumplimiento de la oblig.,
quedando por consecuencia excluidos los que provienen de la alteración del
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valor de la moneda. La jurisprudencia varió posteriormente, y así fue que la
Cámara Nacional en lo Comercial, Sala “B” en un fallo del año 1956 resolvió
que “para apreciar el valor de los daños y perjuicios, debe tenerse en cuenta el
momento en que se haga efectiva la reparación, es decir, que se cumpla la
sentencia que disponga el resarcimiento, mediante la entrega de la suma de
dinero necesaria para que el actor pudiese comprar un automóvil como el
convenido el día en que se hiciese efectiva dicha entrega”.
1- La vida no tiene valor económico por sí misma, sino por los beneficios
potenciales y reales de carácter pecuniario que comporta la actividad del
hombre a sí mismo mientras existe.
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Legitimación activa:
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3- A los padres y demás ascendientes.
6- A cualquiera otra persona que sin ser pariente del muerto recibiese
alimentos en virtud de un título legítimo, como en el caso del donante (Art.
1837 C.C.)
Legitimación pasiva:
Autor del hecho (Art. 1109): Se alude al autor como ejecutor
imputable por su culpa o por su dolo.
Consejeros, cómplices del autor del delito (Art. 1081): No está
prevista la responsabilidad del encubridor, pero ello depende de que el
encubrimiento hubiese causado perjuicio a la víctima.
Persona que lucró con los efectos de un delito: Puede ser
demandada por indemnización de daños y perjuicios hasta la concurrencia de
lo que se hubiera recibido (Art. 32 C.P.).
Dueño o guardián de la cosa cuyo vicio o riesgo causó daño a otro (Art.
1113 según ley 17.711)
Sucesores universales: de las personas mencionadas
precedentemente, a quienes se transmiten las obligs. pasivamente (Arts. 503,
1098, 1195, 3417).
Pluralidad de responsables: Cuando existen varios responsables como
autores, consejeros o cómplices de un delito o copartícipes de un cuasidelito,
son solidariamente responsables (Arts. 1081 y 1109, agr. Ley 17.711)
Delitos y cuasidelitos contra las cosas
Legitimación activa: Cuando el acto ilícito cause daño a las cosas, se halla
legitimados activamente en carácter de damnificados para ejercer la acción de
indemnización, las siguientes personas:
Legitimación pasiva:
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Relaciones entre la acción civil y la acción penal
Cuando el acto ilícito configura a la vez un delito del derecho criminal, se
plantean cuestiones derivadas de la diversidad de sanciones que corresponde
aplicar. Por una parte, la conducta ilícita compromete el interés social
constituyendo un delito previsto y castigado por el Código Penal. Por otra parte,
ese hecho concierne al interés particular de quien sufre un daño como efecto
del mismo y debe ser indemnizado. En el primer caso, corresponderá aplica
una sanción de tipo represivo prevista en el Código Penal; en el segundo caso
será necesario imponer una sanción resarcitoria para hacer efectiva la
responsabilidad por el daño ocasionado.
El Artículo 29 del Código Penal: El principio del Art. 1096 del C.C., que imponía
la necesidad de ejercer separadamente la acción civil de la acción penal,
determinando la incompetencia de los jueces del crimen para reconocer y
decidir lo referente al resarcimiento del daño, quedó modificado al dictare en el
año 1921 el actual Código Penal. El Art. 29 del citado Código establece: “La
sentencia condenatoria podrá ordenar la indemnización del daño material y
moral causado a la víctima, a su familia o a un tercer, fijándose el monto
prudencialmente por el juez en defecto de plena prueba.”
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En lo referente a si el juez en lo penal puede ordenar de oficio la
indemnización del daño, o si solamente puede hacerlo cuando ha mediado
reclamación del damnificado, la jurisprudencia está orientada a admitir la
condenación al resarcimiento, solamente cuando la víctima lo hubiere
solicitado.
Principio que rige la disposición y ejercicio de las acciones: El Art. 1097 del
C.C. dispone: “La acción civil no se juzgará renunciada por no haber los
ofendidos durante su vida intentado la acción criminal o por haber desistido de
ella, ni se entenderá que renunciaron a la acción criminal por haber intentado la
acción civil o por haber desistido de ella...” Es decir que la actitud pasiva de la
víctima con relación a la acción criminal, sea que la hubiese abandonado o la
hubiese desistido, no induce la voluntad de renunciar a la acción civil. Tampoco
la actitud pasiva de la víctima al desistir de la acción civil permite inducir la
renuncia a la acción criminal, ni el ejercicio de aquella acción lo hace presumir.
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Excepción al principio. Renuncia a la acción civil: Sin embargo, la renuncia a la
acción civil o los convenios sobre el pago del daño importan renuncia a la
acción criminal (Art. 1907, in fine)” “...Pero si renunciaron a la acción civil o
hicieron convenio sobre el pago del daño, se tendrá por renunciada la acción
criminal.”
Según una opinión muy generalizada la primera parte del Art. 1097 que
dispone “... ni se entenderá que renunciaron a la acción criminal por haber
intentado la acción civil o por haber desistido de ella...” se refiere a los delitos
que dan lugar a la acción pública, la cual es independiente del derecho del
damnificado para constituirse en parte querellante. En cambio, según esa
misma opinión, la última parte de aquel artículo que dice “... Pero si renunciaron
a la acción civil o hicieron convenio sobre el pago del daño, se tendrá por
renunciada la acción criminal” se refiere a los delitos de acción privada que sólo
pueden ser acusados por querella de parte. Habría en este caso una renuncia
tácita a ejercer una acción que depende exclusivamente del interés particular
del ofendido. Otra opinión sostenida por BORDA afirma que el texto no
distingue entre ambas acciones. De modo que renunciada la acción civil, el
damnificado no puede pretender que se le reconozca intervención el proceso
penal, trátese de un delito de acción privada o pública. Ello, sin perjuicio de que
el proceso continúe en virtud del impulso que le da el Ministerio Fiscal si es
delito de acción pública. Pero según el mismo autor, si la víctima de un delito
de acción privada ha hecho renuncia de la acción civil o ha hecho convenio
sobre la reparación de los daños, no puede posteriormente iniciar la acción
penal, de tal modo que su denuncia o querella ulterior no podría dar pie a que
el Ministerio Fiscal instara el proceso.
Coexistencia del proceso civil y del proceso penal: Desde que coexisten ambos
procesos se advierte que funciona el principio de independencia establecido en
el artículo 1096. El proceso penal tiene, sin embargo, una decisiva
preponderancia sobre el proceso civil, a causa de la influencia que ejercer la
cosa juzgada en aquél sobre la decisión que haya de dictarse en este último.
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1. Si hubiere fallecido el acusado antes de ser juzgada la acción criminal, en
cuyo caso la acción civil puede ser intentada o continuada contra los
respectivos herederos. La razón es que siendo la acción penal de carácter
personal, se extingue con la muerte del acusado y no queda proceso penal
pendiente.
Sentencia absolutoria:
Sobreseimiento
Sobreseimiento: acto por el cual el juez declara no haber lugar, provisoria o
definitivamente, a la formación de causa, o bien ordena suspender la
tramitación hasta que el procesado sea habido
Ha constituido también un motivo de controversia la cuestión relativa a si el
sobreseimiento definitivo equivale a la sentencia absolutoria, es decir, si la
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norma del Art. 1103 puede o no aplicársele. La jurisprudencia actual considera
que el sobreseimiento no hace cosa juzgada en lo civil cuando se fundara en la
inexistencia del hecho mismo que sirve de base a la acción resarcitoria. Es
decir que el sobreseimiento definitivo no es equivalente a la sentencia
absolutoria, en cuanto a sus efectos sobre la acción civil. La C.S.J.N. declaró
también que “no cabe tener por acreditado en el juicio civil lo resuelto por el
sobreseimiento definitivo en el proceso criminal con el alcance del Art. 1103 del
C.C., ya que la absolución es inconfundible con dicho sobreseimiento, que se
dicta sin dejar al damnificado la oportunidad de ejercitar su derecho de
defensa.”
“1. Las que versaren sobre la validez o nulidad de los matrimonios”. Por
ejemplo, si se le acusa a una persona por delito de bigamia y el procesado
alega la nulidad del matrimonio anterior.
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“2. Las que versaren sobre la calificación de las quiebras de los comerciantes”.
La ley 24522 actualmente vigente establece la inhabilitación del fallido desde la
fecha de la quiebra (Art. 234).
3. Las que versaren sobre el adulterio cometido por uno de los cónyuges (Art.
74 C.P.). Dispone esta norma que no se podrá intentar la acción penal mientras
no se declare el divorcio por causas de adulterio. Agrega dicho Art. “La
sentencia en el juicio de divorcio no producirá efecto alguno en el juicio
criminal.”
Cosa juzgada:
Caso de demencia:
El Art. 151 del C.C. dispone: “La sentencia sobre demencia y su cesación, sólo
hacen cosa juzgada en el juicio civil, para los efectos declarados en éste
Código; mas no en juicio criminal para excluir una imputación de delitos o dar
lugar a condenaciones.” El Art. 152 establece que “tampoco constituye cosa
juzgada en el juicio civil, para los efectos de que se trata en los artículos
precedentes, cualquiera sentencia en un juicio criminal que no hubiese hecho
lugar a la acusación por motivo de la demencia del acusado, o que le hubiese
condenado como si no fuese demente el procesado.”
Extinción de la acción
1- Por renuncia que de ella haga el damnificado (Art. 1100). Si los titulares de
la acción son varios, la independencia de dichas acciones impide que la
renuncia de uno de los damnificados perjudique a los otros.
2- Por transacción. El Art. 842 dispone “La acción civil sobre indemnización
del daño causado por un delito puede ser objeto de las transacciones; pero no
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la acción para acusar y pedir el castigo de los delitos, sea por la parte ofendida,
sea por el ministerio público.”
3- Por prescripción. La acción por R.C. extracontractual se prescribe por dos
años. (Art. 4307).
UNIDAD Nº XVIII
Nexo de causalidad
Responsabilidad contractual:
ANTES DE LA REFORMA
Los textos vigentes eran los siguientes: Art. 520: “ En el resarcimiento de los
daños e intereses sólo se comprenderán los que fueren consecuencia
inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la oblig..”
El Art. 520 no suscitaba cuestión alguna. Según este artículo, se responde
solamente de los daños e intereses que fueren consecuencia inmediata y
necesaria de la falta de cumplimiento de la oblig.. Por consecuencia inmediata
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debe entenderse, a la luz del Art. 901, la que resulta según el curso natural y
ordinario de las cosas. Es decir que toda vez que del incumplimiento en sí
mismo deriva un daño sin conexión con otro hecho distinto, ese daño resulta
ser una consecuencia inmediata de aquel incumplimiento que será su causa
adecuada. El daño es así la consecuencia que resulta según el curso natural y
ordinario de las cosas y por ello se presume su previsibilidad. Este Art.
También alude también que las consecuencias deben ser necesarias. La
noción de consecuencia necesaria corresponderá a todos los daños intrínsecos
determinados por la falta de cumplimiento o retardo, y limita el alcance de las
consecuencias inmediatas a sólo aquellas que recaigan sobre la cosa objeto de
la prestación misma.
Art. 521. (derogado por ley 17.711.) Aun cuando la inejecución de la oblig.
resulte del dolo del deudor, los daños e intereses comprenderán sólo los que
han sido ocasionados por él, y no los que el acreedor ha sufrido en sus otros
bienes.” El Art. 521 ha motivado las más diversas interpretaciones. Para
algunos autores el citado artículo agravaba la responsabilidad del deudor
doloso con relación a la responsabilidad del deudor culposo prevista en el Art.
520. Para otros, el Código no distinguía ambos casos, siendo un uno y en otro
igual el alcance de la responsabilidad. La polémica ha quedado abierta cuando
en la edición privada de Pablo E. Con de 1872 y las de 1874 y 1882 y en la
Edición Oficial de “La Pampa” de 1883 aparece interpolada la palabra “no” que
no aparecía en los borradores de Vélez ni en la edición de Nueva York de
1870, declarada auténtica con la primera planilla de correcciones ni en la
llamada “Ley de Fe de Erratas” 1196 del año 1882. Algunos autores,
prescindiendo del indiscutible valor de la sanción legislativa, admiten la
inclusión del no hecha en las últimas ediciones oficiales a partir de la de “La
Pampa”. GALLI sostiene que la coherencia del texto legal impone su inclusión.
La supresión del “no” quita sentido a la norma; incomodan al “aun” del principio
y el “sólo” de la mitad. Dice el autor que “si se interpreta el Art. 521, como que
le corresponde el “no “que no le sancionaron, no se merece la crítica de
identificar la medida del cumplimiento del retardo culposo con el doloso. Los
daños a que se refiere el Art. 520 son los que constituyen consecuencias
inmediatas y necesarias de la falta de cumplimiento. Hay pues en este
resarcimiento, tres limitaciones; una en la causa del daño, que es solo la falta
de cumplimiento o retardo, y dos en la extensión del daño que alcanza
únicamente al que es efecto inmediato y necesario del incumplimiento. El
deudor doloso responde, en cambio, de las consecuencias de su dolo, sea que
éste afecte al cumplimiento de la oblig., se extienda a situaciones exteriores o
alcance bienes ajenos a la prestación debida siempre que hayan sido previstas
o existiese la posibilidad de preverlas.
BORDA dice que la inclusión del “no” da sentido a la frase, de otra manera
incoherente; además, no es exacto que en materia de responsabilidad
contractual el Código haya distinguido entre dolo y culpa para graduar la
responsabilidad. Indica que esta bien que así sea porque el dolo contractual no
tiene porqué agravar la responsabilidad. Supone simplemente el cumplimiento
a designio, no mala fe ni intención de dañar. BUSTAMANTE ALSINA sostiene
la posición a favor del texto original (redacción de Vélez) y auténtico (edición de
Nueva York aprobada por ley de la Nación). Conforme al criterio de POTHIER
citado como fuente en la nota al Art. 521, en caso de dolo la responsabilidad
del deudor resulta agravada por la extensión más allá de los daños y perjuicios
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sufridos por el acreedor concernientes al objeto de la prestación,
comprendiéndose aquellos que han sufrido en sus otros bienes.
DESPUES DE LA REFORMA
El nuevo texto del Art. 521 dice así: “Si la inejecución de la oblig. fuese
maliciosa los daños e intereses comprenderán también las consecuencias
mediatas.” El propósito de la reforma ha sido hallar una fórmula clara que
elimine los problemas interpretativos del artículo reemplazado. Sin embargo,
aún puede plantearse una divergencia fundamental según la significación que
se asigne a los términos “inejecución maliciosa”. BORDA señala que la
sustitución de la palabra “maliciosa” en lugar de “dolosa” ha sido deliberada.
Sostiene que malicia no equivale a dolo. Malicia es un dolo calificado por
alguna de las siguientes circunstancias a) Intención de causar un daño; b)
indiferencia del incumplidor ante las consecuencias dañosas que, muy probable
y previsiblemente surgirán al acreedor del incumplimiento. En materia
contractual incumplimiento doloso significa intención de no cumplir, y ese
incumplimiento intencional, por sí solo no tiene por qué ocasionar mayor
responsabilidad que el incumplimiento culposo. Conforme a lo dicho, según
esta interpretación del nuevo texto, el incumplimiento malicioso es más grave
que el doloso desde el punto de vista de la conducta del deudor, y, por lo tanto,
en este caso debe responder con mayor extensión hasta de las consecuencias
mediatas. Según LLAMBIAS por inejecución maliciosa de la oblig. ha de
entenderse la que es practicada adrede, no cumpliendo lo que el deudor debía
y podía cumplir. Es una malicia específica referida al deber de prestar que pesa
sobre el deudor. Por la virtualidad de la oblig. ya no puede éste sustraerse a
designio a la realización de la conducta comprometida a favor del acreedor. Si
lo hiciera actuaría de mala fe por contrariar deliberadamente lo que le exige la
ley, esto es: una ejecución de buena fe y de acuerdo con lo que verosímilmente
las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y precisión
(Art. 1198 C.C.). Si el deudor ha tenido intención de causar daño al acreedor
incurriría en dolo delictual: “el acto de incumplimiento queda mudado de
especie; ya no será ese tipo especial de ilicitud con un régimen propio sino un
verdadero delito civil (Art. 1072).
El Art. 622 del C.C. dispone: “El deudor moroso debe los intereses que
estuviesen convenidos en la oblig., desde el vencimiento de ella. Si no hay
intereses convenidos, debe los intereses legales que las leyes especiales
hubiesen determinado. Si no se hubiere fijado el interés legal, los jueces
determinarán el interés que debe abonar. A este texto la ley 17.711 agregó el
siguiente párrafo: “Si las leyes de procedimiento no previeren sanciones para el
caso de inconducta procesal maliciosa del deudor tendiente a dilatar el
cumplimiento de la oblig. de sumas de dinero o que deba resolverse en el pago
de dinero, los jueces podrán imponer como sanción la oblig. accesoria de pago
de intereses que, unidos a los compensatorios y moratorios, podrán llegar
hasta dos veces y media la tasa de los bancos oficiales en operaciones de
descuentos ordinarios.”
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Intereses. Concepto:
Los intereses de los que nos ocupamos al tratar de la R.C. por la inejecución
de obligs. contractuales o por la comisión de un acto ilícito, son solamente los
intereses moratorios que cumplen una función resarcitoria. Las deudas sujetas
a intereses moratorios son todas aquellas que tienen por objeto una suma de
dinero (dinerarias, de suma o de cantidad) y también las que se resuelven en el
pago de una suma de dinero (deudas de valor). Devengan intereses moratorios
tanto las deudas líquidas como las que no lo son. Se llama deuda líquida
aquella cuya existencia es cierta y cuya cantidad se encuentra determinada. La
doctrina agrega que no deja de ser líquida la deuda fácilmente liquidable con
arreglo a bases establecidas en la escritura de constitución o cuando ser trata
simplemente de calcular el importe de una venta hecha a tanto la medida y con
indicación de la superficie. Después de debatir la doctrina y la jurisprudencia,
se puede afirmar que la liquidez no es requisito para que corran intereses
moratorios, siempre que la deuda sea cierta. Con relación a los daños y
perjuicios originados en la comisión de un delito, los intereses corren desde el
día del hecho, y posteriormente se resolvió que en las indemnizaciones
provenientes o cuasidelitos los intereses deben liquidarse desde el día en que
se produce cada perjuicio objeto de la reparación.
Con anterioridad a la reforma introducida por la ley 17.711 al Art. 509 del C.C.,
se discutía en la doctrina si el Art. 622 del C.C. constituía una excepción al
sistema de la mora ex persona, o sea mediante la interpelación del deudor que
aquel artículo establecía como principio general. Según algunos autores había
que distinguir si: 1) se trataba de intereses moratorios pactados, ellos corrían
desde la fecha de vencimiento, sin necesidad de constitución en mora,
constituía, por lo tanto, una excepción al principio del Art. 509. 2) Si se trataba
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de intereses moratorios no pactados, ellos corrían desde la constitución en
mora del deudor, pues ninguna norma autorizaba a apartarse del principio del
Art. 509. Para otra opinión el Art. 622 no modificaba el régimen del Art. 509, y,
por lo tanto, siempre era necesaria la constitución en mora tanto cuando se
hubiera convenido el interés o cuando nada se ha estipulado. Finalmente, para
BUSSO, la constitución en mora no era necesaria en materia de obligs.
pecuniarias. El Art. 622 derogaba los principios contenidos en el Art. 509, y ello
ocurría tanto cuando había intereses convenidos como cuando no los había.
Después de la reforma del Art. 509, el Art. 622 armoniza perfectamente con el
sistema general establecido para toda clase de obligs., sean estas dinerarias o
no. De allí que la constitución en mora del deudor de una suma de dinero se
produce por el solo vencimiento del plazo fijado (mora ex re), se hubiese o no
estipulado el interés moratorio; es decir, sea éste convencional o legal. Si el
plazo fuese tácitamente establecido, se requerirá la interpelación para la
constitución en mora. Si no hubiera plazo determinado se procederá de
acuerdo a lo establecido en la penúltima parte de aquel artículo (lo determinará
el juez).
Resarcimiento suplementario
El agregado hecho al Art. 622 por la ley 17.711 prevé en forma subsidiaria,
para el caso de que las leyes procesales no hubiesen previsto sanciones por
inconducta procesal maliciosa del deudor, la aplicación de un interés adicional
al compensatorio, que llena una función represiva de aquella conducta.
Contempla una agravación de la responsabilidad para el deudor doloso, pero
referido específicamente a la mala fe procesal.
Responsabilidad extracontractual
En esta materia son de aplicación el Art. 901, que contiene una clasificación de
las consecuencias en inmediatas, mediatas y casuales, y los artículos 903; 904;
905 y 906, que establecen las reglas de imputación. Conforme al principio de
reparación integral y las reglas de imputación legal, podemos decir que el
responsable debe resarcir no todo el daño materialmente causado a la víctima,
sino solamente aquel que se halla dentro de los límites fijados por la ley y que
se define por su adecuación normal a su causa, bien entendido que, dentro de
esos límites, la reparación debe ser plena. La ley circunscribe el deber de
resarcir de los daños que con consecuencia inmediata y mediata del acto ilícito.
Respecto a estas consecuencias inmediatas y mediatas ninguna distinción hay
que hacer en caso de delito o cuasidelito, sea que el agente actúe con dolo o
culpa, siempre debe responder de esos daños (Art. 903 y 904). Cuando el autor
del acto ilícito actúa dolosamente y entra en sus miras la producción del
resultado dañoso que el delito causó a la víctima, debe responder también de
esa consecuencia aunque fuese imprevisible, es decir, meramente casual (Art.
905). La imputación de las consecuencias casuales que han sido previstas o
han sido tenidas en mira por el autor del un delito, agrava sin duda su
responsabilidad al atribuirle el deber de resarcir el daño causado en mayor
extensión que al autor que sólo ejecutó el hecho culposamente. La imputación
legal se hace más amplia para castigar la mala intención, se responde del daño
casual que previó como posible aunque el daño sea casual. La imputación del
daño se hace no solamente con un criterio de razonabilidad en función de las
consecuencias previsibles normalmente, sino con un profundo sentido de
justicia, imponiendo el resarcimiento con una connotación francamente
represiva para el autor doloso. La medida del resarcimiento está también
determinada por un criterio de equidad cuando los jueces pueden considerar la
situación patrimonial del deudor para atenuar la indemnización, mas no si el
daño fuere imputable al dolo del responsable (Art. 1069 C.C.) Finalmente, “en
ningún caso son imputables las consecuencias remotas, que no tienen con el
hecho ilícito nexo adecuado de causalidad” (Art. 906 C.C.) No se responderá
nunca de aquellas consecuencias que en la relación de causalidad se
encuentran tan alejadas del hecho, por la interacción de otros acontecimientos
distintos, que de modo alguno puede hallarse en aquél la causa adecuada del
daño (consecuencias remotas).
La causa ajena
El nexo de causalidad falta, o sea que se interrumpe el nexo causal, todas las
veces que el daño es el resultado de una causa ajena. Es decir, cuando la
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causa del resultado es un acontecimiento extraño al hecho del demandado.
Ese acontecimiento puede ser la culpa de la víctima o del acreedor; sucede
con frecuencia que quien demanda reparación haya causado por sí mismo el
daño de que se queja. El daño puede ser causado también por el hecho de un
tercero; es decir, una persona que no sea el demandado, ni la víctima o el
acreedor. Por último, puede ser la causa del daño un acontecimiento que no
quepa imputarle a nadie, como la tempestad o la guerra; el daño resulta
entonces de la fuerza mayor o del caso fortuito. La invocación y prueba de la
existencia de una causa ajena interesa al demandado para excusar su
responsabilidad por falta de relación de causalidad entre su hecho propio, el de
sus subordinados, o las cosas de que sea dueño o guardián y el daño sufrido
por la víctima.
Culpa de la víctima
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Cuando la víctima actúa culposamente es negligente, descuidado o
imprudente, respecto de su persona, exponiéndose por ello al peligro de sufrir
un daño. En cambio, cuando la víctima acepta un riesgo conocido expone su
persona al peligro de sufrir un daño para alcanzar un fin propuesto. Puede
entonces decirse que el acto voluntario de asumir el riesgo constituye, al igual
que la culpa, un hecho ajeno que interrumpe el nexo causal y excusa la
responsabilidad del autor de hecho, o del dueño o guardián del animal o de la
cosa peligrosa. Aunque exista una culpa del autor del hecho o un riesgo creado
por una cosa peligrosa, el daño no hubiera sobrevenido a la víctima si ella no
se hubiera expuesto voluntariamente al daño potencial, interfiriendo con su
hecho en el proceso causal y determinando su propio daño.
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o El demandado debe soportar la totalidad del perjuicio. La
culpa del demandado absorbe la de la víctima (Art. 1109). Esta solución no ha
tenido éxito en la legislación.
o La culpa de la víctima absorbe la del demandado y soporta
todo el daño (Art. 1111). Este ha sido el sistema del derecho romano. No
procede distinguir según sea su culpa o no la única causa del perjuicio. Ha sido
seguido en el Common Law, pero luego abandonada.
o La responsabilidad se divide concediendo a la víctima una
reparación disminuida. Es el comúnmente llamado de la “compensación de
culpas”. Se sigue actualmente en la legislación de casi todos los países y es
aceptado por la doctrina y la jurisprudencia universales. En nuestro país
también se adopta este sistema en forma unánime por la doctrina y
jurisprudencia: si existe culpa concurrente corresponde disminuir el monto del
resarcimiento a cargo del responsable. Existen diversos criterios para la
determinación de las proporciones en que debe hacerse la división y atenuar
consiguientemente el resarcimiento.
La reforma introducida al Art. 1113 del C.C. por la ley 17.711 ha incorporado la
teoría del riesgo creado en el sistema de la responsabilidad. En casos de
daños ocasionados por los automotores será siempre de aplicación la teoría del
riesgo, sea por el vicio de la cosa (defecto de fabricación o conservación) o por
el riesgo o peligrosidad de aquellos cuando están en movimiento bajo la
conducción de alguien. Si existiese culpa exclusiva de la víctima, ello será
suficiente para excusar la responsabilidad del dueño o guardián de la cosa (Art.
1113 2º parte agregado por ley 17.711) pues aquella circunstancia corta el
nexo causal del daño con el vicio o riesgo de la cosa. Ni el vicio ni el riesgo han
sido la causa adecuada del daño sufrido por la víctima, sino que su propia
culpa ha determinado normalmente ese resultado (Art. 1111 C.C.) Distinto sería
el caso si la culpa de la víctima no fuese la única causa del daño sufrido por
ésta. En este supuesto la cuestión tendría que resolverse como en el de culpa
concurrente del demandado y de la víctima. El Art. 1113 en la parte reformada
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ha previsto la exención parcial de la responsabilidad para el dueño o guardián
acreditando la culpa de la victima. Esta exención parcial supone una división
del daño, la cual se hará en la proporción correspondiente a la influencia
respectiva del riesgo y de la culpa de la víctima en la producción del mismo.
Culpa de tercero
Caso fortuito
Caracteres: Existen caracteres del caso fortuito que son de carácter general, y
otros que definen particularmente el casus en relación a la inimputabilidad del
incumplimiento de las obligs. comerciales.
Caracteres generales
Caracteres particulares
Obstáculo invencible: El casus, para ser tal, debe obstar en forma absoluta a
la ejecución de la oblig.: el deudor no debe poder vencer el obstáculo. De tal
manera, la incidencia del acontecimiento no puede invocarse para eximir al
deudor de responsabilidad. Así sea que las circunstancias reúnan los demás
caracteres del caso fortuito, pero sólo tornen más difícil y oneroso el
cumplimiento, no podrá el deudor alegar la existencia del casus.
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Efectos:
El principal efecto del caso fortuito es eximir de responsabilidad al imputado de
culpa o dolo de la ejecución de un acto ilícito o al dueño o guardián de una
cosa con vicios o riesgos, o al deudor en la inejecución de una oblig.
contractual.
Con relación a esta última situación, el C.C. dispone expresamente: “El deudor
no será responsable de los daños e intereses que se originen al acreedor por
falta de cumplimiento de la oblig., cuando éstos resultaren de caso fortuito o
fuerza mayor...” (Art. 513 C.C.) La misma norma contiene las siguientes
excepciones al principio de irresponsabilidad:
Distintos casos:
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Actos de autoridad pública: Tradicionalmente llamado “hecho del príncipe”,
consiste en actos provenientes de las autoridades públicas, cualquiera sea su
clase, y sea el acto legítimo o no. Se considera que no constituye caso fortuito
una resolución judicial que impide la ejecución de la oblig. del deudor, salvo en
el caso de que éste sea ajeno a la medida decretada como si se hubiere
ordenado una inhibición general de bienes a un homónimo, o se hubiese
anotado un embargo preventivo sin haber sido oída la otra parte (inaudita
parte) y sin causa justificada.
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Enfermedad: Si la enfermedad es inculpable y por sus caracteres impide
absolutamente al deudor cumplir su oblig., también es considerada caso
fortuito; en relación, naturalmente, a aquellas obligs. que solamente podían ser
cumplidas por el mismo deudor (intuitus personae)
Teoría de la imprevisión
Fundamentos jurídicos
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Abuso de las prestaciones: RIPERT considera que la teoría de la imprevisión
reposa sobre una idea moral según la cual el acreedor comete una suprema
injusticia usando de su derecho con extremo rigor. El acreedor que trata de
obtener de su contrato todas las ventajas que comporta, puede resultar
culpable de una verdadera injusticia frente a su deudor. Abusa de su derecho si
encuentra en el ejercicio de acreencia un enriquecimiento que es injusto,
puesto que es para él el resultado del azar y para el deudor una fuente de
ruina.
Buena fe: Es contrario a la buena fe que debe presidir la formación,
interpretación y ejecución de los contratos que se pretenda imponer a una parte
el cumplimiento de su oblig. cuando han cambiado sustancialmente las
condiciones en que aquel se originó.
Régimen legal
Caracteres del hecho: El hecho debe reunir los caracteres del caso fortuito o
fuerza mayor, excepto en lo que se refiere a la virtualidad de la incidencia del
mismo sobre el vínculo: no ha de imposibilitar en forma absoluta el
cumplimiento de la oblig.; pero, en cambio, debe provocar la excesiva
onerosidad de la prestación debida.
Debe quedar sujeta al arbitrio judicial la determinación de la excesiva
onerosidad. La prudencia de los jueces sabrá darle justa aplicación, siendo la
regla el cumplimiento contractual y la revisión de la excepción.
Ámbito de aplicación
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La solución es justa pero no resulta fácil determinar cuándo la excesiva
onerosidad resulte de causas ajenas a al alea normal del contrato y cuándo se
está en presencia de una deuda muy gravosa, habida cuenta de la incierta
paridad de las prestaciones en función del alea prevista. Son contratos
aleatorios: la renta vitalicia, el contrato de juego, el de apuesta, el de suerte,
etcétera.
Requisitos de aplicabilidad
Para que el deudor que se halle obligado a cumplir una prestación estipulada
en un contrato de los que hemos analizado y que resulte excesivamente
onerosa por hechos constitutivos de la imprevisibilidad, pueda pedir la rescisión
y su liberación sin responsabilidad, es necesario que no hubiere obrado con
culpa o incurrido en mora.
Pacto de garantía
En cuanto a la posibilidad de que el deudor tome a su cargo la excesiva
onerosidad mediante un pacto de garantía, puede decirse que no existe ningún
impedimento y que la situación es análoga a la prevista en el artículo 513 para
el caso fortuito. En tal caso la cláusula será válida e importará una renuncia del
deudor a invocar la teoría de la previsión.
Efectos
Si la parte perjudicada ejerce el derecho de demandar la rescisión del contrato,
puede impedirse ese resultado si la otra parte ofrece mejorar equitativamente
los efectos del contrato.
Rescisión
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La oblig. quedará extinguida sin responsabilidad para el deudor, obrando la
imprevisión como causa de inimputabilidad. En los contratos a plazo la oblig. se
extingue antes del advenimiento del término que postergó la exigibilidad. Si el
contrato es de tracto sucesivo se extinguen las obligs. de futuro, pero no son
alcanzados los efectos ya cumplidos.
La rescisión solamente puede ser demandada por la parte perjudicada y no por
la que resulte beneficiada. Tampoco puede declararse de oficio por el juez,
porque está establecida en el solo interés de la parte perjudicada.
Revisión
La parte beneficiada puede impedir la rescisión, ofreciendo mejorar los efectos
del contrato. La revisión es, entonces, una facultad de la parte beneficiada y no
una opción de la parte perjudicada.
Si las partes no se ponen de acuerdo en el ajuste de las prestaciones
respectivas deberá hacerlo el juez con un criterio de equidad, aumentado el
valor de la contraprestación y no disminuyendo la prestación más onerosa,
pues se violaría el principio de integridad del pago en perjuicio del acreedor.
Alguna parte de la doctrina sostiene que la excesiva onerosidad sobreviniente
acuerda al perjudicado tanto la posibilidad de obtener la resolución del contrato
como la de lograr su modificación mediante el ejercicio de la acción de revisión
o reajuste. Se argumenta que quien puede pedir lo más (la resolución) puede
pedir lo menos (el reajuste), o sea que el remedio mayor encierra
necesariamente el remedio menor, y además que es conforme con la solución
analógica del artículo 954. Sin embargo, nos parece que debe respetarse el
texto legal en su letra, pues revisar un contrato es más grave que resolverlo,
desde que comporta su modificación, y ello requiere la voluntad coincidente de
las partes.
En cuanto a las pautas que deben tenerse en cuenta para resolver con equidad
el reajuste de la contraprestación, es necesario tomar en cuenta:
UNIDAD Nº XV
Concepto
Factor de atribución es la razón suficiente por la cual se justifica que el
daño que ha sufrido una persona se traslade económicamente a otro.
Imputabilidad
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Imputar es atribuir a una persona la autoría de un hecho y sus
consecuencias. Se reserva esta expresión para referirse a la autoría moral de
un hecho, lo que supone un comportamiento humano voluntario al que se le
asigna un resultado mediante un juicio de valor acerca de la conducta.
Distinguimos así “imputabilidad” de “atribución”, que alude a una relación
puramente legal que, con sentido, liga a una causa un cierto resultado, para
imponer una responsabilidad especial con miras a amparar a la víctima de un
daño. Para que a una persona puedan imputársele los efectos dañosos de un
acto ilícito o del cumplimiento de una oblig. contractual, es necesario que ella
sea la causa material de aquel acto o de aquel incumplimiento. Es decir que
entre el daño producido y el hecho obrado por la persona a quien se le atribuye
responsabilidad debe existir una relación de causalidad física o material. Esta
primera cuestión consiste en indagar sobre la autoría material para determinar
la relación objetiva que liga el daño a la actividad o inactividad físicas de un
sujeto No basta, sin embargo, con establecer el nexo de causalidad material,
sino que debe aún determinarse la relación de causalidad jurídica mediante la
comprobación de la existencia de culpa o dolo en la actuación del sujeto
presuntamente responsable, como autor del acto ilícito o deudor de la oblig.
incumplida. Esta segunda cuestión consiste en indagar sobre la autoría moral
o jurídica para establecer la R.C. por el daño causado.
En este aspecto del problema la investigación se centra en la subjetividad del
agente, mediante una doble operación que consiste, en primer lugar, en
determinar si el hecho fue el resultado de un comportamiento querido por el
agente; y en segundo lugar, si esa actuación merece un reproche o censura
por haber obrado aquél con dolo o culpa. Para saber si el hecho fue el
resultado de un comportamiento querido por el agente es necesario
previamente comprobar si éste gozaba de discernimiento al tiempo de
ejecutarlo, es decir, si tenía aptitud para comprender los alcances del mismo y
si su voluntad no se hallaba viciada por el error, el dolo o la violencia. El Art.
921 del C.C. dispone: “... serán reputados hechos sin discernimiento, si fueren
actos lícitos practicados por menores impúberes, o actos ilícitos por menores
de diez años; como también los actos de los dementes que no fuesen
practicados en intervalos lúcidos, y los practicados por los que, por cualquier
accidente, están sin uso de razón.”
Conforme al sistema del C.C. los actos se reputan practicados con
discernimiento excepto en los supuestos en los cuales, conforme al régimen
legal, debe considerarse que el sujeto actúa sin la correspondiente facultad de
discernir.
Culpabilidad
Solamente de un sujeto imputable podemos mentar su culpa o su falta de
culpa. De donde resulta que luego de establecer las condiciones de
imputabilidad se entrará a considerar la cuestión de la culpabilidad. En un
sentido amplio de puede hablar de culpabilidad comprendiendo el dolo y la
culpa. Sin embargo, la existencia de algunas diferencias en el régimen de
responsabilidad contractual o extracontractual, según que exista culpa o dolo
en el deudor o en el autor ilícito, conduce a la necesaria distinción entre ambos
elementos subjetivos de imputabilidad. Estas diferencias se advierten en la
responsabilidad contractual en cuanto a la extensión del resarcimiento del daño
patrimonial, a la aplicación de la cláusula penal, a la reparación del agravio
mora, a las cláusulas de dispensa o irresponsabilidad, a la agravación de la
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responsabilidad por inconducta procesal en la oblig. de dar sumas de dinero.
En cuanto a la responsabilidad extracontractual, también se manifiesta en la
extensión del resarcimiento y la atenuación de la responsabilidad del autor, en
la concurrencia de culpa y dolo y en la acción recursoria derivada de la
solidaridad.
El dolo
Concepto
c) El dolo como elemento de los hechos ilícitos. El Art. 1072 del C.C.
utiliza el concepto de dolo para definir al delito, al decir: “El acto ilícito ejecutado
a sabiendas y con intención de dañar la persona o los derechos de otro, se
llama en este Código delito.”
Efectos
Dispensa
El Art. 507 dispone que: “El dolo del deudor no podrá ser dispensado al
contraerse la oblig..” Este principio resulta obviamente del concepto mismo de
oblig., pues si esta constituye un vínculo que somete coactivamente al deudor
al cumplimiento de un determinado deber jurídico, no existiría oblig. alguna allí
donde queda librado a la sola voluntad del deudor cumplir o no la prestación.
Nada impide, en cambio, renunciar a los efectos del dolo ya producido, tal
renuncia tendrá por objeto los daños e intereses ocasionados por el
incumplimiento y por lo tanto, al comprender derechos establecidos en el
interés particular de las personas, no existe obstáculo legal (Art. 872, C.C.) El
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dolo no puede ser objeto de renuncia porque están en juego cuestiones de
orden público. En cuanto a la dispensa del dolo de los subordinados o
representantes, la cuestión aparece controvertida en la doctrina.
Por una parte se sostiene que nada impide la dispensa del dolo en tales casos,
siempre entendido que el dolo en que incurriera el subordinado o representante
no correspondiere a órdenes del deudor, pues entonces de trataría del dolo de
este último. Este criterio acepta BUSTAMANTE ALSINA. Otros autores
(LLAMBIAS) consideran que no cabe distinguir entre el dolo del deudor y el de
sus auxiliares, pues se afirma que frente al acreedor, el dependiente del deudor
es una prolongación de éste. En cuanto a la sanción que recae en el caso de
dispensa del dolo existen también diversas opiniones doctrinarias. La mayoría
de los autores considera que se trata de un supuesto de nulidad parcial que
invalida solamente la cláusula. Para BUSTAMANTE ALSINA parece más
acertada la solución que ve en la cláusula de dispensa del dolo una condición
puramente potestativa del deudor que afecta al acto en su totalidad, pues es
incompatible la existencia de la cláusula con la intención del deudor de quedar
obligado.
Prueba
La prueba del dolo le corresponde al acreedor, quien no puede tener interés en
demostrarlo en vista de la obtención de un mayor resarcimiento o para
reclamar una reparación integral a despecho de la cláusula penal pactada en el
contrato. La parte que alega el dolo puede emplear toda clase de medio
probatorios y salvo la confesión del deudor no se podrá lograr una prueba
directa de la existencia del dolo, que no es sino un fenómeno de la conciencia.
El dolo delictual
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El C.C. legisla separadamente sobre la indemnización en los delitos contra las
personas y en los delitos contra la propiedad.
Lesiones: El Art. 1086 del C.C. dispone: “Si el delito fuere por heridas u
ofensas físicas, la indemnización consistirá en el pago de todos los gastos de la
curación y convalecencia del ofendido, y de todas las ganancias que éste dejó
de hacer hasta el día de su completo restablecimiento.” Se comprende en el
resarcimiento el daño emergente y el lucro cesante de acuerdo a los principios
generales (Art. 1069 C.C.) Siendo la reparación integral, debe comprenderse
en la misma el perjuicio que representa para la víctima la pérdida de su
capacidad para el trabajo en el caso que ello hubiere resultado de la lesión
sufrida. No cabe distinguir entre lesión física, psíquica o estética, si ella
repercute en sus posibilidades económicas futuras.
Delitos contra la libertad individual: Art. 1087 C.C: “Si el delito fuere contra
la libertad individual, la indemnización consistirá solamente en una cantidad
correspondiente a la totalidad de las ganancias que cesaron para el paciente,
hasta el día en que fue plenamente restituido a su libertad.”
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Aunque la ley se refiere solamente al lucro cesante sufrido por la víctima de la
privación de la libertad, la reparación debe también comprender el
resarcimiento del agravio moral conforme lo dispone el Art. 1078 C.C.
Calumnia e injuria: Art. 1089 C.C.: “Si el delito fuere de calumnia o de injuria
de cualquier especie, el ofendido sólo tendrá derecho a exigir una
indemnización pecuniaria, si probase que por la calumnia o injuria le resultó
algún daño efectivo o cesación de ganancia apreciable en dinero, siempre que
el delincuente no probare la verdad de la imputación.” El Art. se refiere
solamente al daño material, pero es evidente que no puede dejar de
computarse al agravio moral que esta clase de delito ocasiona necesariamente
a la víctima al atacar su patrimonio moral precisamente. El Art. 1078 es de
aplicación general. La ley pone como condición de la existencia del derecho de
obtener, que el delincuente no probare la verdad de la imputación, y no formula
distinción alguna según el delito de que se trate. Sin embargo, la prueba de la
verdad de la imputación exime de R.C. y penal solamente en el caso de
calumnia, porque ésta consiste en la falsa imputación de un delito. No ocurre lo
mismo con la injuria, en cuyo supuesto solamente se puede probar la verdad
de la imputación en los casos expresamente previstos en el Art. 111 del C.
Penal ( a) cuando la acusación hubiere tenido por objeto defender o garantizar
un interés público actual; b) si el hecho atribuido a la persona hubiere dado
lugar a un proceso penal; c) si el querellante pidiere la prueba de la imputación
dirigida contra él). En los demás casos no se exime de responsabilidad al autor
de la injuria, aunque intente probar la verdad de su afirmación.
Hurto: Dispone el Art. 1091 del C.C.: “Si el delito fuere de hurto, la cosa
hurtada será restituida al propietario con todos sus accesorios, y con
indemnización de los deterioros que tuviere, aunque sean causados por caso
fortuito o fuerza mayor.” Conforme al principio de la reparación integral,
corresponde pagar el valor de la cosa si ésta se hubiere destruido totalmente y
fuere imposible su restitución, es lo que establece el Art. 1092: “Si no fuere
posible la restitución de la cosa hurtada, se aplicarán las disposiciones de este
Capítulo sobre la indemnización del daño por destrucción total de la cosa
ajena.” El responsable no se exime demostrando que la destrucción se produjo
por caso fortuito o fuerza mayor, y aunque probare que la cosa hubiere
perecido igualmente estando es poder de su dueño, por tratarse de un
poseedor vicioso (Art. 2436). Debe reparar todos los perjuicios ocasionados,
como ser el valor de los frutos civiles o naturales que la cosa hubiere podido
producir en manos de su dueño.
La culpa
Concepto: El Art. 512 del C.C. define la culpa de la siguiente forma: “La culpa
del deudor en el cumplimiento de la oblig. consiste en la omisión de aquellas
diligencias que exigiere la naturaleza de la oblig., y que correspondiesen a las
circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar.”
Elementos de la culpa
Rostros de la culpa
Criterios de apreciación
Graduación de la culpa
3 – Con los citados elementos concretos debe el juez crear el tipo abstracto de
comparación que le permita establecer si el sujeto actuó o no como debía
actuar en esa emergencia con cuidado, pericia, diligencia, prudencia, etc.
Este es el régimen general del C.C., pero, sin embargo, no ha prescindido
totalmente de la graduación de la culpa o de considerarla a veces con criterio
subjetivo. Por ej. El gestor de negocios está obligado a poner el cuidado que
pone en sus propias cosas, en los supuestos previstos en el Art. 2291.
Dispensa de la culpa
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Se trata de saber si es posible dispensar por anticipado de la culpa en que
podría ocurrir el deudor en el incumplimiento de la oblig. contractual o, en su
caso, cualquier persona en relación a un acto ilícito susceptible de causar daño
a otro. La dispensa se pactaría en una “cláusula de irresponsabilidad”, en la
cual el acreedor prestaría expresamente su consentimiento.
Culpa contractual
Culpa extracontractual
En esta culpa no son, sin duda, admisibles aquellas cláusulas que tienden a
limitar la responsabilidad derivada de un delito; ellas serían contrarias a la
moral y a las buenas costumbres. En el caso de cuasidelitos la cosa no es tan
clara. Tales cláusulas no pueden ser muy frecuentes, puesto que la cuestión de
la responsabilidad extracontractual se plantea generalmente entre personas
extrañas entre sí. En segundo lugar, tales convenciones conducirían a los
individuos a apartarse de sus deberes generales de prudencia y diligencia en la
forma de conducirse en relación a los demás, comprometiéndose con ello un
principio de orden público.
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2- Si el daño es corporal, no se puede dispones en principio de la
propia integridad física, pero es dable estipular válidamente por razones
estéticas o de salud una intervención quirúrgica, para extirpar un órgano,
amputar un miembro, extraer sangre, etc.
En estos casos el consentimiento de la víctima es, en general, la condición
necesaria para que no haya culpa, pero ello no excluiría la responsabilidad por
la inobservancia de reglas técnicas o violación de normas profesionales.
Si la lesión corporal se realiza con fines ilícitos, de nada vale el consentimiento
de la víctima, (el daño que se causara para no hacer el servicio militar) pero
tampoco ésta podría invocar su propia torpeza para obtener un resarcimiento.
Si se trata de la culpa personal del autor de hecho, las cláusulas limitativas de
responsabilidad deben reputarse nulas. Son admisibles, en cambio, si se trata
de los daños que pueden causar los dependientes, o los animales, o el riesgo o
vicio de las cosas inanimadas. El seguro de responsabilidad parece, sin
embargo, contradecir el fundamento que se ha dado para no admitir las
cláusulas de no-responsabilidad por culpa personal. Parecería que al trasladar
al asegurador la responsabilidad, el asegurado se aparta del cumplimiento de
su deber de prudencia y diligencia y puede en adelante causar impunemente
toda clase de daños. Pero la cláusula de irresponsabilidad deja a la víctima sin
indemnización alguna; el seguro, en cambio, garantiza el resarcimiento por la
solvencia del asegurador. En relación al autor de daño, la cláusula lo descarga
de toda responsabilidad; el seguro no lo exonera sino en parte de las
consecuencias de su culpa; pues para ello ha debido pagar antes la prima al
asegurador.
Prueba de la culpa
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sujeto ha causado físicamente el daño pero no puede imputárselo a su
culpabilidad.
La distinción entre la no – culpa y la causa ajena surge del Art. 1113: mientras
en los daños causados con las cosas la eximente es la prueba a cargo del
dueño o guardián de que de su parte no hubo culpa, en los daños derivados del
vicio o riesgo de la cosa, debe acreditarse la culpa de la víctima, el hecho de un
tercero o el caso fortuito ajeno (interrupción del nexo causal). La situación del
presunto responsable es más gravosa en el segundo supuesto; si bien no es
fácil probar la no – culpa, pues implica acreditar que se han tomado todas y
cada una de las diligencias que las circunstancias exigían, la prueba de la
causa ajena requiere acreditar positivamente cuál es el hecho que determinó el
daño. En consecuencia, si la causa del daño permanece ignorada, el presunto
responsable podrá liberarse se la eximente es la no – culpa, en cambio, no lo
logrará si se trata de un supuesto en la eximente es la causa ajena. Por ej.
Juan encomienda a Pedro que le compre una casa en determinada zona con
ciertas características; si Pedro no efectúa la compra, se libera acreditando que
realizó todas las gestiones necesarias pero que en el mercado inmobiliario no
encontró ninguna que reuniera las condiciones encargadas; en otros términos,
prueba su no – culpa. Pero si Juan vende a Pedro un inmueble y no lo entrega
en el plazo previsto, de nada le servirá acreditar que tomó todas la previsiones
para darlo, sino que se liberará por ej. con la prueba de que el incumplimiento
obedece a que el comprador no vino a recibirlo (hecho de la víctima) o que fue
ocupado por violencia por terceros (hecho de un tercero por quien no debe
responder).
La culpa es el elemento del acto ilícito en este caso, y la víctima debe probar
no solamente el daño, la relación de causalidad de éste con el hecho del
demandado, sino también la culpa del autor en la ejecución del hecho (Art.
1109 C.C.) La culpa resultará generalmente acreditada con la prueba de las
circunstancias en que el hecho se produjo para atribuir la autoría a determinada
persona, o sea que no será necesaria una prueba independiente de la de
aquellos hechos relacionados con la relación causal. Por ej. Si quisiera
demostrarse que la culpa de un peatón fue la causa del daño que sufriera otro
que circulaba por la misma acera, bastará demostrar que aquél hizo un
movimiento brusco que al empujar a éste determinó su caída y consecuente
fractura. En cambio, si se tratase de un acto ilícito de omisión, como la culpa
resultaría de una abstención, la prueba de la culpa es independiente y más
rigurosa, porque de ella, y solamente de ella, deberá resultar la relación de
causalidad y la consiguiente responsabilidad. La prueba de la culpa debe
hacerse cuando el daño ha sido causado por el propio cuerpo del autor
(puñetazo, estrangulamiento, etc.). En cambio, si el hecho se ha causado
utilizándose una cosa como instrumento de la acción (bastón, paraguas) solo
deberá probarse la relación de causalidad, pues la culpa del dueño o guardián
de la cosa se presume iuris tantum (Art. 1113 1º Parrafo). Por ej. si alguien que
circulaba con un paraguas dañó con la punta del mismo a otro peatón
lesionándolo en un ojo, bastará demostrar que el paraguas fue la causa del
daño para que se tenga por presumida la culpa de aquél. El demandado podrá,
a su vez, probar la culpa de la víctima, probando, por ejemplo, si ésta se lanzó
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corriendo sobre aquél y al atropellarlo se incrustó la punta del paraguas en el
ojo. Las personas responsables son, en este caso, el dueño o guardián de la
cosa. Esa responsabilidad es subsidiaria o excluyente. El dueño responde en
cuanto se sirve de la cosa, que es lo más corriente; y si ha transferido el uso a
otro, entonces responde éste como guardián y excluye al dueño.
Hecho ajeno
También actúa la culpa como factor de imputación en la responsabilidad
indirecta de los padres, tutores, curadores, directores de colegios y maestros
artesanos respecto de los daños ocasionados por los hijos, pupilos, curados,
alumnos y aprendices en las condiciones que fijan los Arts. 1114 a 1117 del
C.C.
Aquí también existe una presunción de culpa iuris tantum en la vigilancia (in
vigilando) que puede excusarse con la demostración de que no hubo culpa de
parte del presunto responsable indirecto.
El Art. 1114 del C.C. modificado por ley 23264 dispone: 1114. [El padre y la
madre son solidariamente responsables de los daños causados por sus hijos
menores que habiten con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad de los hijos
si fueran mayores de diez años. En caso de que los padres no convivan, será
responsable el que ejerza la tenencia del menor, salvo que al producirse el
evento dañoso el hijo estuviese al cuidado del otro progenitor.] (texto segun ley
23.264.)
[Lo establecido sobre los padres rige respecto de los tutores y
curadores, por los hechos de las personas que están a su cargo.] (texto segun
ley 24.830.)
Conforme a lo dispuesto por el Art. 1114 reformado por la ley 23264, esta
responsabilidad es de incumbencia del padre y de la madre solidariamente. En
caso de muerte, ausencia o incapacidad, privación del patria potestad, o
suspensión del ejercicio de uno de ellos, la responsabilidad es exclusiva del
otro ejerciendo la patria potestad. Así la ausencia del padre puede poner a la
madre en situación de responder por los actos dañosos de sus hijos menores,
sin que el padre hubiese perdido por ello la patria potestad. Si la ausencia
configura por sus características y circunstancias la exposición o abandono de
sus hijos, no dejará de responder el padre mismo, sin perjuicio de la pérdida de
la patria potestad. La suspensión del ejercicio de la patria potestad por
ausencia de los padres ignorándose su paradero, no es tampoco por sí misma
motivo suficiente para desplazar esa responsabilidad hacia la madre; habrá que
considerar la causa de esa ausencia y juzgar si ella importa el abandono
doloso o culpable de sus deberes de vigilancia o no. En caso de separación de
hecho, divorcio o nulidad de matrimonio será responsable el padre o la madre
que ejerza legalmente la tenencia como consecuencia del ejercicio de la patria
potestad (Art. 264 inc. 2º) y de conformidad con la última parte del nuevo Art.
1114, salvo que al producirse el evento dañoso el hijo estuviere al cuidado de
otro progenitor.
Cesación de la responsabilidad
Dispone el Art. 1115: ”La responsabilidad de los padres cesa cuando el hijo ha
sido colocado en un establecimiento de cualquier clase, y se encuentra de una
manera permanente bajo la vigilancia y autoridad de otra persona.” En este
caso de habría producido una transferencia de los poderes de vigilancia como
consecuencia de la autoridad delegada en quienes están en mejores
condiciones para velar por el cuidado de los menores, por su permanente
relación con ellos y que en adelante tendrán que asumir la responsabilidad por
los actos ilícitos (Art. 1117 2º parte). También cesa la responsabilidad si los
padres “...probaren que no pudieron impedir el daño con la autoridad que su
calidad les confería y con el cuidado que era de su deber poner” (Art. 1117 2º
parte, derogado por ley 24830). Esta responsabilidad de los padres surge de
una presunción de culpa en la vigilancia, y por ello puede excusarse todas las
veces que los presuntos responsables prueben en contra de la presunción
legal. Hay aquí una inversión de la prueba en relación a la culpa. No obstante,
establece el Art. 1116: “Los padres no serán responsables de los daños
causados por los hechos de sus hijos, si probaren que les ha sido imposible
impedirlos. Esta imposibilidad no resultará de la mera circunstancia de haber
sucedido el hecho fuera de su presencia, si apareciese que ellos no habían
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tenido una vigilancia activa sobre sus hijos.” Es decir que, ya sea que el hecho
ocurra en presencia de sus padres o no, la prueba eximente que estos deben
aportar versará siempre sobre la conducta observada por ellos en relación a su
deber de vigilancia, cuidados y educación. La prueba será apreciada con
criterio estricto, conforme al carácter, conforme el carácter excepcional y
excluyente de la responsabilidad que la misma tiene.
El antiguo Art. 1117 disponía en su segunda parte que: “Lo establecido sobre
los padres... rige igualmente respecto de los directores de colegios, maestros
artesanos, por el daño causado por sus alumnos o aprendices, mayores de 10
años, y serán exentos de responsabilidad si probaren que no pudieron impedir
el daño con la autoridad que su calidad les confería, y con el cuidado que era
de su deber poner”
Este artículo fue derogado por la ley 24830 que estableció la responsabilidad
objetiva de los propietarios de establecimientos educativos respecto de los
daños originados por sus alumnos menores cuando se hallen bajo el control de
la autoridad educativa, salvo si probaren el caso fortuito. Asimismo establece el
artículo que los establecimientos educativos deberán contratar un seguro de
R.C.. Esta norma no se aplica a los establecimientos de nivel terciario o
universitario.
1117. [Los propietarios de establecimientos educativos privados o estatales
serán responsables por los daños causados o sufridos por sus alumnos
menores cuando se hallen bajo el control de la autoridad educativa, salvo que
probaren el caso fortuito.
Los establecimientos educativos deberán contratar un seguro de R.C.. A
tales efectos, las autoridades jurisdiccionales, dispondrán las medidas para el
cumplimiento de la oblig. precedente.
La presente norma no se aplicará a los establecimientos de nivel
terciario o universitario.] (texto segun ley 24.830.)
1- Los menores de 10 años: La regla legal (Arts. 321 y 1076) establece que
los menores de 10 años carecen en absoluto de discernimiento cuando se trata
de la ejecución de un acto ilícito. No cabe entonces alegar que en un caso
particular el autor del hecho, aún menor de 10 años, tenía aptitud suficiente
para comprender la ilicitud de su acto, considerando su particular desarrollo
intelectual por sus condiciones biológicas y psíquicas de excepcional
precocidad.
UNIDAD Nº XVI
Concepto
Cuando la atribución de la consecuencia del hecho dañoso no está referida a la
culpa, o sea no es imputable moralmente al sujeto autor del hecho, el factor de
responsabilidad es objetivo por prescindir de la persona.
La aplicación de los factores objetivos, al contrario de lo que ocurre con la
culpa, debe ser expresamente prevista en la ley, dado su carácter excepcional
en el sistema de R.C.. En la hipótesis en que el daño concurre con algunos de
los factores objetivos de atribución de R.C., existe la misma oblig. de reparar el
daño que en los casos en que el perjuicio es imputable por aplicación del factor
subjetivo de la culpa. En este último caso, como en el supuesto de atribución
de responsabilidad por abuso del derecho, la ilicitud está ínsita en la conducta
misma del autor. En las demás hipótesis de atribución objetiva de
responsabilidad objetiva de responsabilidad la ilicitud no está en el acto, que
resulta ajeno a toda conducta consciente (riesgo de la cosa, garantía del
principal, acto involuntario) sino que la ilicitud se halla aquí potencialmente y se
manifiesta en el hecho de no indemnizar el daño causado.
Los factores objetivos de responsabilidad admitidos por la ley como
fundamento del deber de indemnizar, tanto en el ámbito contractual como
extracontractual son: la garantía, el riesgo, la equidad, el abuso del derecho
y el exceso de normal tolerancia entre vecinos.
El factor “garantía”
Responsabilidad extracontractual
El Art. 1113 del C.C. dispone en su primera parte: “La oblig. del que ha
causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo su
dependencia...”
1- Por una parte se afirma que la norma contiene una preceptiva referida
exclusivamente a la carga de la prueba, De allí que al establecer una
presunción de culpa in vigilando o in eligendo del principal éste puede excusar
su responsabilidad demostrando su falta de culpa. Esta teoría cree encontrar
apoyo suficiente en el sistema general del C.C. en el que no hay
responsabilidad sin culpa probada o presumida, es decir el principio subjetivo
de imputación que atribuye el deber de reparar el daño causado solamente a
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quien se le puede reprochar la conducta que determinó el perjuicio. Si la
responsabilidad fuera inexcusable en el precepto genérico del Art. 1113,
estarían de más los Arts. 1118 y 1119, que establecen la inexcusabilidad en los
casos particulares allí mencionados.
Legitimación pasiva
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El damnificado a consecuencia del acto ilícito del dependiente puede ejercer la
acción resarcitoria contra el autor del hecho (Art. 1109) y contra el principal
indistintamente, o solamente contra éste (Art. 1113). Aunque ambos son
responsables por el total del daño causado, esa responsabilidad no es
solidaria, pues aunque el hecho que ocasionó el daño es el mismo, la
responsabilidad no es solidaria, pues aunque el hecho que ocasionó el daño es
el mismo, la responsabilidad se origina en fuentes distintas: la del dependiente,
en el hecho propio; la del principal, en el deber de garantía. (es un supuesto de
oblig. concurrente).
Acción recursoria
El principal responde solamente frente a la víctima por el deber legal de
garantía; pero tiene el derecho de ejercer una acción recursoria contra el
dependiente autor del acto ilícito y responsable en la última instancia del
perjuicio que con su acto ocasionó (Art. 1123, C.C.)
Responsabilidad contractual
Oblig. de seguridad
La jurisprudencia de los tribunales franceses ha establecido una oblig. de
seguridad como incluida tácitamente con carácter de general y accesoria en
ciertos contratos para preservar a las personas o las cosas de los contratantes,
contra los daños que pueden originarse en la ejecución del contrato.
Oblig. de garantía
Fundamento de la responsabilidad
Esta responsabilidad tiene fundamento objetivo. La culpa es extraña al sistema,
y solamente la responsabilidad del dueño de hotel, capitán de buque o agente
de transporte puede excusarse con la demostración de una causa ajena a los
deberes contractuales de conservación y transporte de las cosas confiadas a
aquellos. Es decir que solamente por la existencia de hechos que demuestren
la interrupción del nexo causal podrá liberarse el presunto responsable. Es,
desde luego, una responsabilidad de garantía que está comprendida en la
esencia misma del contrato, aunque nada se hubiese estipulado, como ocurre
con la mera introducción de las cosas de los viajeros en el depósito de hoteles
(Art. 2229 C.C.)
Hay supuestos en que la oblig. de seguridad es una oblig. principal que está en
la esencia misma del contrato y existe con relación a la cosa que constituye el
objeto de la prestación. Por ej. la oblig. de conservar la cosa para ser restituida
a su dueño en los contratos de locación (Art. 1561 C.C.)
Esta oblig. de seguridad puede dar lugar a una responsabilidad por culpa si la
cosa se pierde o se deteriora por falta de cuidado en la conservación de la
misma. Aún dentro de este ámbito contractual parece haberse hallado una
responsabilidad de tipo objetivo en el caso particular de las obligs. del garajista,
en cuanto a la restitución del vehículo guardado en un garaje.
Así ha sucedido que hurtado un automóvil del garaje donde se hallaba se
estableció la responsabilidad del garajista salvo la prueba, a su cargo de la
fuerza mayor o el caso fortuito. Se ha declarado que “mediante la entrega del
automotor a su depositario y su recepción por este, se transfiere la custodia y
guarda jurídica. El depositario está obligado a conservarlo y restituirlo sin
deterioro a su dueño cuando así de solicitare, bajo responsabilidad en caso de
no hacerlo, por daño y perjuicios, si no medió caso fortuito o fuerza mayor.”
El factor “riesgo”
Responsabilidad extracontractual
Cosas inanimadas
Personas responsables
Carácter de la responsabilidad
Causas de exoneración
Edificios: Derogado el Art. 1134, lo relativo a los daños que pueden causar los
edificios está comprendido en la norma genérica del Art. 1113, que se refiere a
las cosas inanimadas en general, por oposición a animales, y sin distinguir
entre cosas muebles e inmuebles.
Concepto: La palabra edificio está tomada en sentido amplio y comprende
toda clase de construcciones o elementos de una construcción: madera;
materiales de piedra o ladrillo, cemento armado, construcciones de hierro, etc.
El edificio puede causar daños por su destrucción total o parcial, como ser
derrumbe de todo el edificio o caída o desprendimiento de una parte del mismo.
La ruina de un edificio puede ser causada por vicio de la construcción, o del
suelo, o por mala calidad de los materiales (Art. 1646)
Personas responsables: En cualquiera de estos la responsabilidad será del
dueño o guardián, y para eximirse de responsabilidad, cualquiera de ellos
deberá acreditar la culpa de la víctima (como si esta se hubiese introducido
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clandestinamente en el edificio, no obstante habérsele advertido del peligro) o
de un tercero por quien no debe responder (por ej. si hubiera hecho volar el
inmueble colocando en el mismo explosivos, en la ignorancia del dueño o
guardián). El régimen expuesto es conforme a la norma del nuevo Art. 1113,
pudiendo también alegarse para excusar la responsabilidad del dueño o
guardián el caso fortuito o la fuerza mayor; tal como si hubiese ocurrido un
sismo extraordinario y por lo mismo imprevisible, que hubiese provocado la
ruina del edificio. El concepto de guardián no puede extenderse a los
arrendatarios o usufructuarios del edificio, pues el Art. 1135 dispone: “Si la
construcción arruinada estaba arrendada o dada en usufructo, el perjudicado
sólo tendrá derecho contra el dueño de ella. Si perteneciese a varios
condóminos indivisos, la indemnización debe hacerla cada uno de ellos, según
la parte que tuviese en la propiedad.” Edificio en construcción: Cuando el
edificio se halla aún es construcción, la cuestión dela responsabilidad ofrece la
particularidad que la aporta la presencia del constructor. Desde ese momento,
y mientras dura la obra, el edificio se halla bajo la guarda de quien tiene a su
cargo la ejecución de los trabajos de construcción. En este último carácter, o
sea como constructor, tendrá la responsabilidad que le atribuye el Art. 1113
que tiene el mismo alcance que la responsabilidad del dueño. El dueño
responde aunque el daño se deba a culpa del constructor pues frente a la
víctima esta responsabilidad es de los dos: dueño y guardián, y tiene
fundamento objetivo en el vicio o riesgo de la cosa, independientemente de
toda culpa. La oblig. de ambos no es conjunta, sino alternativa, y por lo tanto no
existe solidaridad entre ambos. La existencia de una acción recursoria
dependerá de las relaciones internas entre el dueño y el constructor, tales
relaciones estarán determinadas por el contrato de locación de obra existente
entre ellos y por las normas legales que los rigen. La responsabilidad del dueño
está limitada a los daños que cause la ruina total o parcial del edificio en obra,
pero no respondería de los daños que cause el hecho del empresario de la
obra (Art. 1109) si no se dan los supuestos del Art. 1113 en cuanto a la
responsabilidad del principal por los hechos de los dependientes. Tampoco
responde el dueño del edificio por caídas de elementos de trabajo de propiedad
del empresario y que no hacen parte del edificio. Acciones preventivas: En
cuanto a las acciones preventivas que puedan ejercerse por quien tema que de
un edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes, la ley reconoce
solamente el derecho de denunciar el hecho al juez a fin de que se adopten las
oportunas medidas cautelares (Art. 2499, agregado por ley 17.711) sin que
puedan pedirse garantías por perjuicio eventual que podría causar la ruina del
edificio (Art. 1132)
Productos elaborados: Constituyen un capítulo especial es la teoría de la
responsabilidad los daños que pueden sufrir los usuarios o consumidores de
productos elaborados que, por defectos de fabricación, se tornan nocivos para
la salud o los bienes de los mismos. Los productos que se aluden son las
cosas fabricadas o elaboradas, o sea aquellas que son el resultado de la
transformación de otras cosas por la actividad del hombre aplicadas a las
mismas. Los daños que interesan no son aquellos perjuicios que pueda
experimentar la cosa objeto de la prestación en sí misma, sino los que son
susceptibles de ser ocasionados por ésta a las personas o a otros bienes, a
causa de defectos o fallas de fabricación las tornan nocivas. El estudio de esta
materia tiene por objeto establecer quién será el responsable del perjuicio que
sufre un usuario o consumidor por utilizar o consumir productos fabricados
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defectuosamente, o de otro modo, nocivos a causa de su elaboración. Por ej.
puede ocurrir que una persona adquiera en un almacén un producto
comestible, o ingiera alimentos preparados en un restaurante y el mal estado
de los mismos, o la presencia de sustancias tóxicas, en uno u otro caso,
determinen una grave afección de la salud o aún la muerte del consumidor.
También puede ocurrir que una persona conduzca un automóvil nuevo
adquirido en una agencia, y a causa de la rotura de dirección, falla de frenos u
otro desperfecto de fabricación, sufra un accidente como consecuencia del cual
resulte lesionado o muerto. Lo expuesto aparece actualmente como un riesgo
social que se acrecienta, dada la fabricación en serie de objetos de todo tipo
destinados al uso y al consumo, favorecido por una tecnología que facilita la
producción en masa y por ello mismo, no obstante las medidas de control y
seguridad que se adopten, arroja un alto porcentaje de productos que entran al
proceso de comercialización en deficiente y peligrosas condiciones.
Régimen legal: El problema de responsabilidad que se plantea en estos
supuestos ha encontrado desde un principio las limitaciones impuestas por la
necesidad de la existencia de un contrato entre el consumidor perjudicado y el
eventual responsable. Fuera del contrato, y a causa de su efecto relativo, la
víctima no podría hallar una acción contra el fabricante si no fuese al mismo
tiempo su vendedor. La responsabilidad contractual por culpa no se extiende a
los daños que sufre el damnificado indirecto, en cuanto ese perjuicio no
constituye una consecuencia inmediata y necesaria de la inejecución (Art. 520
C.C.) Aún considerando la existencia de un contrato de compraventa entre el
fabricante y el consumidor o usuario, si aquél es un vendedor de buena fe su
responsabilidad se limita a la devolución del precio o la reducción del mismo
conforme lo dispone el Art. 2174 del C.C., y sólo si fuese de mala fe
respondería también de los daños y perjuicios sufridos por el comprador (Art.
2176 C.C.) Parecería ser que el problema de la responsabilidad por daños
causados al consumidor o usuario por productos elaborados no tendría
solución. No obstante, la materia debe ser analizada distinguiendo las acciones
que el damnificado pueda tener contra el proveedor o vendedor, y las que
eventualmente se le pueden reconocer contra el fabricante o productor.
Acción contra el proveedor o vendedor: La acción del consumidor o usuario
puede dirigirse contra el proveedor o vendedor del producto nocivo, de quien
aquél lo adquirió. Esta acción se funda en el contrato y no requiere la prueba
de la culpa. No se trata sin duda de la garantía que debe el vendedor por los
vicios ocultos de la cosa existentes al tiempo de la adquisición que la hacen
impropia para su destino y que haberlos conocido el comprador no los habría
adquirido o habría dado menos por ella. Esta garantía se limita a la cosa misma
y no a los daños que ella pueda causar. La acción se origina en la oblig. de
seguridad que se halla implícita en el contrato de compraventa. El vendedor de
una determinada mercadería asume una oblig. de seguridad o garantía de que
la cosa vendida no causará daño al comprador o a sus bienes, por causa de
defectos o vicios que la tornen nociva. Se considera excluido de esta
responsabilidad al particular que realiza aisladamente la venta de un producto.
Sin embargo, el vendedor en este caso puede estar sujeto a una
responsabilidad extracontractual que no puede fundarse en el Art. 1113 pues,
desde que vendió, dejó de ser dueño o guardián de la cosa nociva. En cambio,
esa responsabilidad bien puede encontrar apoyo en la culpa en el hecho propio
(Art. 1109); por ejemplo, si se demostrara que el producto fue deficientemente
conservado, o no fue revisado razonablemente antes de la entrega, lo que
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hubiera permitido conocer el defecto que creó el riesgo. Excluida esta hipótesis,
la responsabilidad entre partes es de naturaleza contractual.
Consecuentemente no puede fundarse en norma que regulan la
responsabilidad por actos ilícitos, sino solamente en el caso de que la violación
del deber de seguridad contractual constituya al mismo tiempo un delito del
derecho criminal (Art. 1107) Dentro del ámbito contractual se ha considerado
que una inteligente reflexión en orden a la interpretación del Art. 520 del C.C.
permite alcanzar al vendedor en la responsabilidad que dicha norma atribuye al
deudor por las consecuencias inmediatas y necesarias de la falta de
cumplimiento de la oblig.. Es así que se afirma que si el consumidor sufre un
daño debido a un vicio de fabricación, ese perjuicio no se proyecta fuera del
contrato; ese daño había sido previsible para el vendedor.
Acción contra el fabricante o productor
La responsabilidad contractual no puede fundar una acción por daños y
perjuicios contra quien no ha sido parte en el contrato que transmitió la cosa
nociva al consumidor o usuario. Los países del common law tienen en este
sentido una elasticidad que les permite realizar una evolución verdaderamente
creativa del derecho que no nos es dado a los países de derecho escrito,
propio del sistema continental europeo de origen romano. En nuestro sistema
jurídico la única posibilidad de accionar por daños y perjuicios fuera del
contrato, habría que hallarla en alguna disposición legal que autorice a invocar
la responsabilidad extracontractual. Tratándose de daños ocasionados con la
intervención de cosas, parecería que habría que situar la responsabilidad
dentro de la norma del Art. 1113 del C.C. Sin embargo esta norma
responsabiliza solamente al dueño o guardián sea que el daño lo hubiese
causado con la cosa o bien que hubiese sido ocasionado por el vicio o riesgo
de la cosa. En uno u otro caso no señala a otro responsable que no sea el
dueño o guardián. Siendo un régimen de responsabilidad de excepción al
establecido en la citada norma legal, en cuanto crea una presunción de culpa,
en un caso, o atribuye una responsabilidad objetiva por riesgo creado, en el
otro, no podría aplicarse sino en relación a las personas allí mencionadas como
responsable, o sea el dueño o guardián de la cosa. Si excluimos la aplicación
del Art. 1113 por las razones antes mencionadas, no existe en nuestro
ordenamiento jurídico otra posibilidad de sustentar la responsabilidad en tales
casos en otra norma que no sea la del Art. 1109 del C.C. En última instancia,
“todo el que ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño
a otro está obligado a la reparación del perjuicio...” Si el daño es ocasionado
por defectos de la cosa, consumible o no, que la hacen nociva para su
consumo o su uso, ello sucede porque quien la fabricó o elaboró no incurrió en
culpa, haciendo o dejando de hacer por negligencia o por imprudencia, aquello
que era indispensable para que el producto sirviera regularmente a su destino
de uso o consumo (Art. 512 C.C.) La culpa del fabricante o productor debe
además ser demostrada por la víctima, pues del hecho de haber elaborado
culposamente el producto defectuoso y, por lo tanto, nocivo, deriva la
responsabilidad de aquél por los daños ocasionados al usuario o consumidor.
La situación de la víctima puede ser considerablemente favorecida por
presunciones hominis, que invertirán el cargo de la prueba, poniendo al
demandado en situación procesal de soportar el peso de la prueba de
descargo; esto es, demostrar que de su parte no hubo culpa, o bien el caso
fortuito o la fuerza mayor, la culpa de la propia víctima o la culpa de un tercero.
La presunción como prueba indirecta en el proceso tiene un serio fundamento
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de convicción, pues la cosa que causa el daño lleva en sí misma la condición
determinante del perjuicio: tal el alimento portador de toxinas, o el automóvil
que tiene defectos en el armado de la dirección. Probadas estas circunstancias,
deriva naturalmente de ellas la creencia razonable de que ello ha ocurrido
porque quien elaboró el producto puso u omitió poner en él, hizo o dejó de
hacer, aquello que lo tornó inepto para su destino de uso o consumo propio de
la naturaleza de la cosa producida. El demandado, para liberarse de la
responsabilidad, deberá a su vez destruir la presunción de culpa que resulta de
haber fabricado o elaborado el producto nocivo. La prueba de su falta de culpa
no será facil, pues debe suponerse que quien ejerce la actividad comercial de
producir mercaderías de un cierto tipo, lo hace habitualmente y por ello tiene el
deber de conocer todo lo concerniente a la calidad de las materias que emplea,
a la técnica de elaboración respectiva, a los controles adecuados de calidad, a
las reglamentaciones oficiales referentes a los determinados ramos de la
producción, ya sea alimenticia, farmacéutica, etc. Debe tenerse en cuenta para
valorar su culpa que “cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y
pleno conocimiento de las cosas, mayor será la oblig. que resulte de las
consecuencias posibles de los hechos” (Art. 902 C.C.) Si se tratase de
productos que sean es sí mismos peligrosos para el uso o consumo, o que
requieran recomendaciones especiales para ello, el fabricante o productor
podrá demostrar su falta de culpa, probando que dio instrucciones para el uso
mediante recomendaciones en los envases o prospectos que acompañan a los
mismos. Puede también el demandado demostrar la existencia de un caso
fortuito o de fuerza mayor, si se hubiera hallado en la necesidad de elaborar un
producto con materias nuevas de aplicación poco experimentada, pero
aprobadas por las autoridades oficiales respectivas. El resultado dañoso habría
sido así imprevisible para el fabricante. Puede igualmente probar la culpa de la
víctima, tal como si aquélla hubiese utilizado o consumido el producto con
conocimiento de sus defectos o vicios, o no adoptando las precauciones
normales, o no siguiendo las instrucciones del fabricante o productor.
Finalmente puede existir culpa de un tercero en el supuesto de que el producto
hubiese sido suministrado en malas condiciones por culpa de éste. Por ej. si un
producto alimenticio o farmacéutico tiene fecha de vencimiento y es proveído
después de vencido o si no ha sido convenientemente conservado o si requiere
una revisión o service, como en el caso de los automóviles, y este servicio no
se presta. Una vez que la víctima del daño ha acreditado la existencia del
perjuicio, la relación de causalidad de éste con el defecto o vicio dela cosa
utilizada o consumida, y la culpa del fabricante o productor que resulta
presumida, la responsabilidad de éste se impone desde que, sea que se
hubiese actuado culposa o dolosamente, debe indemnizar todos los daños
ocasionados que sean consecuencia inmediata y mediata de su hecho (Arts.
903 y 904 C.C.) Es indudable que el fabricante o productor que elabora un
producto con vicios o defectos que tornan nocivo debe prever las
consecuencias dañosas que necesariamente ocasionará, teniendo en cuenta
que el destino normal de esas cosas es ser usadas o consumidas.
Animales: Fundamento de esta responsabilidad: El riesgo creado como factor
de responsabilidad es también aplicable para atribuir al dueño o guardián de un
animal el daño causado por éste, sea doméstico o feroz. La normatividad
aplicada en esta materia se nos presenta, sin embargo, por el juego de las
presunciones legales establecidas y las limitadas causas excusantes de
responsabilidad, un régimen que bien puede decirse no se diferencia de aquel
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que después se llamó del riesgo creado. Régimen legal: El Art. 1124, primera
parte dice: “El propietario de un animal, doméstico o feroz, es responsable del
daño que causare...”
Cesación de la responsabilidad:
Cesa la responsabilidad, sea atribuida al dueño o guardián en los casos
siguientes:
Dispone el Art. 1125: “Si el animal que hubiere causado el daño, fue excitado
por un tercero, la responsabilidad es de éste, y no del dueño del animal.” La
excitación debe ser el resultado del acto deliberativo del tercero, o bien cuando
éste hubiese actuado imprudentemente determinando que el animal se
excitase o enfureciese. Si existiese culpa de la víctima. Si la propia víctima
excita al animal, o se expone peligrosamente y sufre por ello el ataque de éste,
no existe responsabilidad alguna. Es lo que establece el Art. 1128 in fine: “Cesa
también la responsabilidad del dueño, en el caso en que el daño causado por el
animal hubiese provenido... de una culpa imputable al que lo hubiese sufrido.
Si la víctima se ha expuesto peligrosamente en un acto de arrojo para salvar a
otro, la cuestión no puede resolverse en los términos absolutos del enunciado
que antecede. Si el daño causado por el animal proviene de caso fortuito o
fuerza mayor el Art. 1128 dispone: “Cesa también la responsabilidad del dueño,
en el caso en que el daño causado por el animal hubiese provenido de fuerza
mayor...” En tal caso no puede atribuirse responsabilidad al dueño o guardián,
porque la causa del daño resulta ajena al riesgo normal que comporta la
utilización del animal. Por ej. si la caída de un rayo espanta a un caballo y éste
se lanza sobre una persona lesionándola. Animal que se suelta o extravía sin
culpa de la persona encargada de cuidarlo o guardarlo. El Art. 1127 dice: “Si el
animal que causó el daño, se hubiese soltado o extraviado sin culpa de la
persona encargada de guardarlo, cesa la responsabilidad del dueño.” En los
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tres casos anteriores la exención de responsabilidad resulta de la inexistencia
de relación causal entre el daño y riesgo, sino que ha habido una circunstancia
extraña que ha inducido el hecho del animal. No obstante, en esta hipótesis la
ley presume que si el animal causa un daño por haberse soltado o extraviado,
existe culpa del dueño o guardián por falta de cuidados en la vigilancia del
mismo. Esta presunción iuris tantum invierte la carga de la prueba y pone a
cargo del dueño o guardián la demostración de su falta de culpa. El solo hecho
de soltarse o extraviarse el animal es suficiente para responsabilizar al dueño o
guardián, salvo la prueba en contrario. Al poner en juego la culpa para atribuir
responsabilidad en ese supuesto específico, la ley quiebra el principio de la
responsabilidad objetiva por daño creado, que constituye el indudable
fundamento del deber de indemnizar en estos casos.
Supuesto del animal feroz
En el caso de que el daño fuere causado por un animal feroz que no reporta
utilidad para la guarda o servicio de un predio, la responsabilidad del dueño o
guardián es inexcusable (Art. 1129) “El daño causado por un animal feroz, de
que no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio, será siempre
imputable al que lo tenga, aunque no le hubiese sido posible evitar el daño, y
aunque el animal se hubiese soltado sin culpa de los que lo guardaban.” Por
aplicación del Art. 1111 no existe responsabilidad si la víctima se expuso
voluntariamente al peligro.
Daño recíproco
Dispone el Art. 1130: “El daño causado por un animal a otro, será indemnizado
por el dueño del animal ofensor si éste provocó al animal ofendido. Si el animal
ofendido provocó al ofensor, el dueño de aquél no tendrá derecho a
indemnización alguna.”
Improcedencia del abandono
Establece el Art.1131: “El propietario de un animal no puede substraerse a la
oblig. de reparar el daño, ofreciendo abandonar la propiedad del animal.”
Responsabilidad contractual
El “riesgo” constituye también un factor de atribución de responsabilidad en el
ámbito contractual y tiene aplicación particularmente en el sector del contrato
laboral en materia de accidentes de trabajo, y en el sector del contrato de
transporte en materia de daños que sufran los pasajeros durante el transporte.
Accidentes del trabajo:
Fundamento de esta responsabilidad: Dentro del contrato de trabajo el patrono
está sometido a un deber de previsión, que consiste en la oblig. de éste de
conducirse en la configuración y ejecución concretas de la relación de trabajo,
en cuanto de él dependan, según la debida consideración a los intereses
legítimos del trabajador. Este deber de previsión está basado en la esencia
misma del contrato y consiste en que el patrono ha de tomar medidas
adecuadas, conforme a las condiciones especiales del trabajo, para evitar que
el trabajador sufra daños en su persona o en sus bienes por el riesgo propio de
las tareas que cumple (riesgo profesional).
Infortunios del trabajo: La responsabilidad del patrono como consecuencia
del deber de previsión se halla regulada por la ley 9688, dictada en el año
1915, ampliada y modificada por diversas leyes. El principio de la
responsabilidad generada en la culpa y consagrado en el Art. 1109 del C.C.
resultaba insuficiente para la protección de las víctimas de los daños sufridos
en el desempeño del trabajo por cuenta ajena. La prueba de la culpa del
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patrono resultaba prácticamente imposible, pues en la mayoría de los casos
ninguna culpa existía, y la víctima se veía precisada a soportar sola todo el
daño, creando un problema de verdadera repercusión social.
Riesgo profesional: La responsabilidad patronal consagrada en la ley 9688 es
de carácter objetivo, pues prescinde de la culpa, y tiene fundamento en el
riesgo creado. En la aplicación de los accidentes del trabajo la teoría del riesgo
creado resulta particularizada como una teoría específica, llamada del riesgo
profesional. El principio del riesgo profesional es soportado por consiguiente
por la industria, con prescindencia de la culpa del patrono. Es, pues, la industria
la que debe indemnizar los accidentes sufridos por los obreros en el trabajo,
como carga con los demás gastos de la explotación, por lo mismo que ella
produce beneficios. Conforme lo dispone el Art. 7º de la ley 9688, los patrones
pueden sustituir las obligs. relativas a la indemnización por un seguro a favor
de los empleados u obreros de que se trate, en una compañía o asociación de
seguros patronales. El seguro por accidentes de trabajo se halla muy
generalizado en la industria, y puede por ello decirse que el riesgo profesional
lo soporta la industria en la medida de las primas que paga, pero las
indemnizaciones legales recaen en un fondo de primas más amplio, de donde
resulta que los siniestros industriales de este tipo se reparten y soportan aun
fuera de la industria.
Relación entre el accidente y el trabajo: Para que exista un accidente del
trabajo debe existir una relación entre el hecho y la tarea desempeñada por la
víctima. No se puede responder de las consecuencias de un hecho que
ninguna vinculación tiene con el patrón. Esa responsabilidad solamente existirá
en el caso de que el trabajo haya sido motivo o la ocasión del accidente.
El nexo causal entre el trabajo y el accidente o enfermedad es indispensable.
La misma ley establece que el accidente debe hacer ocurrido “durante el
tiempo de la prestación de los servicios, por el hecho o en ocasión del trabajo o
por caso fortuito o fuerza mayor inherente al trabajo (Art. 1º).
Esos términos son más amplios que los del texto originario (con motivo y en
ejercicio de la ocupación”) y fueron modificados por la ley 12631.
Posteriormente se amplió aún más esa responsabilidad por la reforma de la ley
15.448 que incluyó los accidentes in itinere, es decir, los ocurridos al trabajador
al ir y volver del trabajo. El texto agregado dice: “El empleador será igualmente
responsable del accidente cuando el hecho generador ocurra al trabajador en
el trayecto entre el lugar de trabajo y su domicilio o viceversa, siempre que el
recorrido no haya sido interrumpido en interés particular del trabajador o por
cualquier razón extraña al trabajo.”
La indemnización tarifada: La teoría del riesgo integral no adopta el sistema
de la indemnización integral, es decir equivalente al daño causado. Se ha
aceptado un sistema tarifario. La tarifa legal expresa una proporción
relacionada al monto del salario que percibe el obrero y a su incapacidad
laboral. En el riesgo profesional no se discute la culpa del accidente. La
indemnización debe pagarse, salvo los excepcionales supuestos previstos en la
ley, pero esa indemnización es parcial, retaceada, no comprende todo el daño
sufrido, sino solamente el que fija la tarifación preestablecida en la ley.
Opción: El Art. 17 de a ley autoriza a los obreros y empleados a optar entre la
acción especial que les confiere la misma, o las que pudieren corresponderles
según el derecho común, por causa de dolo o negligencia del patrón. Sin
embargo, ambas acciones son excluyentes, y la iniciación de una de ellas o la
percepción de cualquier valor por su concepto importa la renuncia ipso facto de
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los derechos que en ejercicio de la otra pudieran corresponderle. La
enfermedad profesional no abre la opción para reclamar con fundamento en el
Art. 1113 del C.C., pues no se trata de un daño que causa de modo inmediato
el riesgo de las cosas, o sea el peligro de las máquinas, herramientas,
elementos que se emplean o de las condiciones del lugar determinantes de una
súbita lesión corporal. La enfermedad profesional se contrae después de un
cierto período en el cual la víctima se halla vinculada a la causa determinante
de la afección que daña la salud. Es decir que la enfermedad profesional es
específica del trabajo y solo puede padecerla quien por la relación de trabajo
está exclusivamente regido por las normas específicas de la Ley de Accidentes
del Trabajo.
Cesación de la enfermedad: La responsabilidad patronal cesa si el nexo
causal se interrumpe: a) Cuando el accidente hubiere sido intencionalmente
provocado por la víctima, o proviniese de culpa grave de la misma; b) cuando
fuere debido a fuerza mayor extraña al trabajo (Art. 4º de la Ley 9688)
Ley 24.557 de Riesgos del Trabajo. Objetivos: La ley 9688 y sus modificatorias
fueron derogadas por la Ley 24.028 y posteriormente lo fue esta por la ley
24.557 del 13/11/1995, sobre riesgos del trabajo. Los objetivos de esta ley son:
a) reducir la siniestralidad laboral a través de la prevención de los riesgos
derivados del trabajo, b) reparar los daños derivados de accidentes del trabajo
y sus enfermedades profesionales, incluyendo la rehabilitación del trabajador
damnificado; c) promover la recalificación y la recolocación de los trabajadores
damnificados; d) promover la negociación colectiva laboral para la mejora de
las medidas de prevención y de las prestaciones reparadoras.
Aseguramiento de riesgos del trabajo: Los empleadores podrán
autoasegurar los riesgos del trabajo, siempre y cuando acrediten solvencia
financiera y garanticen los servicios necesarios para otorgar las prestaciones
de asistencia médica. Quienes no acrediten ambos extremos deberán
asegurarse obligatoriamente en una A.R.T. de su libre elección. Exención de la
R.C.: Las prestaciones de la nueva ley eximen a los empleadores de toda R.C.
frente a sus trabajadores y a los derechohabientes de éstos, con la sola
excepción derivada del Art. 1072 del C.C. es decir, cuando el daño haya sido
causado con dolo o intención de dañar (delito civil), y en tal caso el damnificado
podrá reclamar la reparación de acuerdo a las normas del C.C.
Transporte de personas: El transporte, es decir la traslación de personas o de
cosas de un lugar a otro, puede hacerse por tierra, por agua o por aire; puede
revestir carácter contractual y ser a título oneroso, que es lo que ocurre
frecuentemente, o puede ser un hecho ajeno a todo vínculo de naturaleza
contractual, que es lo que sucede en el transporte gratuito o benévolo. En la
ejecución del transporte pueden producirse daños a las personas o a las cosas
transportadas. Sobre la naturaleza jurídica de este contrato la mayoría de la
doctrina considera que se trata de una locación de obra, aunque en algún caso
la relación jurídica se aproxime más a la locación de servicios propiamente
dicha. Este contrato es de carácter comercial cuando se efectúa por una
empresa de transporte, constituyendo un acto de comercio comprendido en el
inc. 5º del Art. 8º del C.C. Si el transporte es realizado aisladamente por un no
comerciante, el contrato tiene carácter civil. Régimen legal: El Art. 1624,
segunda parte, segunda parte del C.C. dispone: “El servicio de los empresarios
o agentes de transportes, tanto por tierra como por agua, tanto de personas
como de cosas, (se rige) por las leyes del Código de Comercio y por las de
este Código, respecto a la responsabilidad de las cosas que se les entrega.”
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Tratándose del transporte comercial, de mercaderías o de personas, sea por
ferrocarril o por cualquier otro medio de transporte terrestre o por pequeñas
embarcaciones se rige por las disposiciones de Código de Comercio (Capítulo
V del Título IV del Libro I – Arts. 162 a 206) Con relación a los daños que
pueden sufrir los pasajeros con motivo del transporte, dispone el Art. 184 del
Código de Comercio: “En caso de muerte o lesión de un viajero, acaecida
durante el transporte en ferrocarril, la empresa estará obligada al pleno
resarcimiento de los daños y perjuicios, no obstante cualquier pacto en
contrario, a menos que pruebe que el accidente provino de fuerza mayor o
sucedió por culpa de la víctima o de un tercero por quien la empresa no sea
civilmente responsable.”
Fundamento de esta responsabilidad: La responsabilidad que contrae el
transportador por el daño que sufran los pasajeros durante el transporte tiene
su razón de ser en el deber de seguridad que el contrato impone a aquél, en
virtud del cual debe trasladar o conducir a la persona transportada sana y salva
al lugar convenido. Si algún daño experimentara el pasajero durante el
transporte, responderá el porteador o empresario de transporte con la
correspondiente indemnización, sin que pueda exonerarse alegando y
probando que no hubo culpa de su parte o de sus dependientes o
subordinados. Esta responsabilidad es objetiva y existe independientemente de
la culpa del empresario transportador. Tiene fundamento en el riesgo creado
por el transporte y pone a cargo de quien ejerce esa actividad el deber de
seguridad que se traduce en la oblig. de indemnizar los daños que resultan de
la misma.
Ambito de aplicación: Esta responsabilidad se aplica a toda clase de transporte
terrestre y por agua cuando se trata de daños sufridos por las personas durante
el mismo. El Art. 184 del C. Com. relativo al transporte ferroviario, ha sido
extendido a los demás medios de conducción, cualesquiera sean los vehículos
empleados, verbigracia, taxímetros, en zonas urbanas, etc. También se ha
declarado que la responsabilidad de la empresa de colectivos, por el daño
sufrido por una pasajera al descender del vehículo es regida por el Art. 184 del
C. Com. y que el transportista o conductor de remise responde frente al
pasajero o viajero y al cargador en los términos del Art. 184 del C. Com.
Con respecto al transportador marítimo, los tribunales ha declarado: “Al
transportador marítimo, deudor de seguridad y garante del pasajero y de sus
bienes, le incumbe la fuerza mayor que lo eximiría de responsabilidad. La
responsabilidad del transportador por muerte sufrida por los pasajeros, durante
el transporte por agua, no está legislada en el Código de Comercio, pero la
doctrina y la jurisprudencia estarán de acuerdo en hacer extensivo el principio
del Art. 184 del C. Com.
Causas de exoneración: Siendo el fundamento de esta responsabilidad el
riesgo creado, de nada vale que el transportador pretenda probar que no hubo
culpa de su parte ni de sus dependientes o subordinados. Solo se exonera su
prueba que el nexo causal entre el daño y el riesgo del transporte fue
interrumpido por una causa ajena al mismo, como ser culpa de la víctima, o de
un tercero por quien el transportador no debe responder, o por caso fortuito o
fuerza mayor.
Prescripción: La Cámara Nacional en lo Civil en pleno declaró el 26/10/1993
como doctrina legal obligatoria que “no corresponde aplicar la prescripción
anual del Art. 855 inc. 1º del Código de Comercio reformado por la ley 22.096,