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Un ejemplo lo constituyen los accidentes de tráfico, donde se genera daños a los vehículos
y a las personas, y se debe reconocer el perjuicio provocado, la responsabilidad al
reconocer los daños, de manera independiente a la responsabilidad penal que de ello se
derive.
Toda persona que sufra un daño en uno de los derechos que la amparan o en su patrimonio,
puede reclamarlo. La indemnización no se limita al dueño de la cosa o del bien sobre el que
se produce un daño, sino de cualquier persona que ejerza un derecho sobre esa cosa. Por
ejemplo, un usufructuario puede solicitar una indemnización cuando la cosa que es objeto
de su derecho sufre determinado daño.
Por estas particularidades, en ocasiones suele ser difícil distinguir ambos tipos de
responsabilidades. No obstante, diferenciarlas es fundamental para poder aplicar el
plazo de prescripción, delimitar las responsabilidades, entre otras.
La importancia de la prueba
La principal diferencia entre ambas figuras radica en la carga de la prueba, por la que
en la forma contractual no se tiene la obligación de probar la culpa de lo que se ha
incumplido, ya que se presume que el contrato se ha incumplido.
1. Debe haber un daño provocado sobre una cosa, sobre un derecho o una persona.
2. La responsabilidad no está expresada en un contrato.
3. La causa del daño debe imputarse a una persona o a varias.
También se consideran otras figuras, como la falla de servicio o el daño moral, cuando se
trata de indemnizar un daño.