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El hecho ilícito es, como todo acto contrario al ordenamiento jurídico vigente,
generado por la intención, la imprudencia, impericia, negligencia mala fe, abuso
de derecho e inobservancia normativa de una persona (agente) que tiene por
contrapartida una responsabilidad civil en favor de otra persona (perjudicado o
víctima) que debe cubrir el agente del daño.
Fundamentación legal
El artículo 1.185 del Código Civil Venezolano refiere: El que con intención, o por
negligencia o por imprudencia, ha causado un daño a otro, está obligado a
repararlo. Debe igualmente reparación quien haya causado un daño a otro,
excediendo, en el ejercicio de su derecho, los límites fijados por la buena fe o por
el objeto en vista del cual le ha sido conferido ese derecho.
Caracteres
Los caracteres principales del derecho ilícito son:
Las sanciones administrativas son una clase de acto administrativo que consiste en una
sanción como consecuencia de una conducta ilícita del administrado. Han sido definidas
como cualquier mal infringido por la Administración a un administrado como consecuencia
de una conducta ilegal, a resultas de un procedimiento administrativo.
A través del Derecho penal, el Estado pretende el amparo de aquellos bienes jurídicos
fundamentales para la convivencia social, mediante la amenaza y el castigo de las
conductas que los lesionan. Frente al Derecho penal, sin embargo, existe también otra
herramienta sancionadora a disposición del Estado que, con el modesto propósito de
procurar el correcto funcionamiento de la gestión administrativa, asegura el respeto a las
normas jurídicas administrativas con la imposición de sanciones de orden administrativo,
típicamente multas.
La doctrina tradicional considera que los principios que configuran y limitan la potestad
sancionadora de la administración son los mismos que la Constitución ha previsto para el
ejercicio de la potestad penal del Estado, por cuanto participarían de una misma naturaleza.
Principio de legalidad, según el cual se exige una atribución expresa por la Ley de la
esta potestad.
Irretroactividad, según el cual a los hechos hay que aplicar las disposiciones
sancionadoras vigentes en el momento de ocurrir los mismos.
Proporcionalidad, prohibición de sanciones administrativas que impliquen privación
de libertad y la Administración guardará adecuación entre la gravedad del hecho
infracto y la sanción, considerando en especial los criterios de intencionalidad o
reiteración, naturaleza de los perjuicios y reincidencia.
Prescripción: las leyes deberán fijar los plazos de prescripción de las infracciones y
sanciones administrativas.
Principio de tipicidad.
Principio de personalidad.
Principio de culpabilidad.
Principio de supremacía del orden penal.
Principio non bis in idem. Unos mismos hechos no pueden ser sancionados a la vez
por sanción administrativa y penal. Para poder hablar de concurrencia de sanciones
debe existir identidad de sujetos, hechos y fundamento.
Presunción de inocencia.
El trabajador al que se le haya impuesto una sanción podrá impugnarla en el mismo plazo
que el establecido para la impugnación del despido disciplinario, es decir, podrá impugnarla
en el plazo de veinte días hábiles desde el día siguiente al que se hubiese impuesto.
Este proceso de impugnación de sanciones se detalla en tan solo dos artículos de la Ley de
la Jurisdicción Social, art. 114-115 LJS. (1)
Será necesario aportar el expediente contradictorio legalmente establecido para los casos de
impugnación de sanciones por faltas graves o muy graves a los trabajadores que ostenten la
condición de representantes legales o sindicales.
Los órganos jurisdiccionales del orden social, por aplicación de lo establecido en los arts. 1
y 2 a) LRJS, conocerán de las cuestiones litigiosas que se promuevan entre empresarios y
trabajadores como consecuencia del contrato de trabajo y en el ejercicio de los demás
derechos y obligaciones en el ámbito de la relación de trabajo, donde hemos de entender
incardinado el supuesto de estudio, tal y como se dispone, del mismo modo, en los arts. 9.5
y 25.1º de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial (LOPJ).
Competencia territorial
La competencia territorial para la impugnación de sanción por parte de la persona
trabajadora se reparte entre los Juzgados de lo Social y las Salas de lo Social de los
Tribunales Superiores de Justicia siguiendo lo dispuesto en los arts. 6 y 7 LRJS.
Legitimación en el proceso
El trabajador podrá impugnar la sanción que le hubiere sido impuesta mediante demanda
dentro del plazo señalado en el art. 103 ;LRJS, donde en relación al despido disciplinario,
se fija el plazo de veinte días hábiles siguientes a aquél en que se hubiera producido el
mismo. Dicho plazo será de caducidad a todos los efectos y no se computarán los sábados,
domingos y los festivos en la sede del órgano jurisdiccional.
«(...) Sin embargo tal interpretación jurisprudencial de la fijación del 'dies a quo' para el
ejercicio de la acción en los supuestos de despido no puede ser aplicada al plazo de
ejercicio de la acción de impugnación de las sanciones. En efecto la remisión que efectúa el
artículo 114 de la Ley de Procedimiento Laboral al artículo 103 del mismo texto legal se
refiere únicamente al plazo para el ejercicio de la acción y no a la fijación del 'dies a quo'
para el cómputo de dicho plazo. No resulta aplicable la citada interpretación jurisprudencial
porque son esencialmente distintos los efectos que se siguen de la ejecución de la decisión
de despido -se extingue la relación laboral, cesando las recíprocas obligaciones de trabajar
y remunerar, además de los efectos en la esfera de la Seguridad Social- que los que
conlleva la ejecución de una sanción pues, además del diferente contenido que pueden tener
las distintas sanciones, la relación laboral subsiste, con independencia de que se ejecute o
no la sanción y del momento en que dicha ejecución se lleve a cabo. Por lo tanto la fijación
del 'dies a quo' para el ejercicio de la acción de impugnación de sanción habrá de realizarse,
atendiendo al momento en que tal acción pudo ejercitarse, tal como para determinados
supuestos establece el artículo 59,2 del Estatuto de los Trabajadores y el 1969 del Código
Civil , siendo dicho día aquel en que se comunica al trabajador la imposición de la
sanción».
Acumulación de acciones
El actor podrá acumular en su demanda cuantas acciones le competan contra el demandado,
aunque procedan de diferentes títulos, siempre que todas ellas puedan tramitarse ante el
mismo juzgado o tribunal (art. 25 LRJS). No obstante, el artículo 26.1 LRJS prescribe que
no podrán acumularse entre sí ni a otras distintas en un mismo juicio, ni siquiera por vía de
reconvención, las acciones de impugnación de sanciones impuestas por los empresarios a
los trabajadores y las de tutela de derechos fundamentales y libertades públicas.
Hemos de tener en cuanta que el ordenamiento procesal laboral posee dos momentos para
la conciliación:
La obediencia ciega es la lógica que prevalece en la esfera militar. Allí no hay debate, ni
procedimientos democráticos. Obedecer sin reflexión es un acto de mera irresponsabilidad.
Quien obedece sin pensar cree que quien debe responder por sus actos es el que manda.
Nadie imagina un ejército donde haya libre discusión pero si es posible uno –después de los
horrores del siglo XX- donde se respeten los derechos humanos fundamentales, en el que
sus miembros puedan negarse a dar cumplimiento a órdenes abusivas que vayan contra la
dignidad de las personas.
Los últimos hechos que han sido ventilados en los medios de comunicación hablan del
mantenimiento de procedimientos verdaderamente salvajes dentro de los cuarteles
venezolanos.
Al joven Juan Carlos Zambrano lo torturaron hasta matarlo mientras violaban a su novia en
su presencia. Al soldado Robert Aguilar lo obligaron a introducirse en un pozo sin saber
nadar para que se ahogara. Y en el caso que más ha seguido la prensa, ocurrido en el Fuerte
Mara, fueron quemados vivos ocho soldados en la celda de castigo, con el funesto resultado
de la muerte de dos de ellos: los soldados Bustamante y Pedreañez. La sospechosa negativa
de permitir que la justicia ordinaria se encargara inmediatamente de la investigación; el
envenenamiento del ambiente con múltiples versiones emanadas de ese cuartel y de los
jerarcas del Ejército y del Ministerio de la Defensa; pasando por las cínicas declaraciones
de Chávez al decir que eran “quemaduras leves” las que habían recibido los soldados, dan
una muestra de la importancia que le da a la verdad este gobierno y de la prioridad que le
asigna al respeto a los derechos humanos.
Nadie puede creer que haya sido un error inocente de Chávez el decir por televisión que los
soldados estaban bien porque las heridas eran superficiales.
Chávez ha demostrado estar atento y darle mucha importancia a la información. Sus
innumerables peroratas en contra de los medios de comunicación están llenas de detalles, lo
que demuestra que los lee y sigue. (En estos días se indignó con el reportaje que transmitió
CNN sobre una vaca que pastaba en pleno centro de Caracas. Debe consumir muchas horas
de TV). Por ello es inconcebible que en este caso, tratándose además del área militar de la
que es tan celoso, le hubiesen pasado un “strike” dándole un falso informe. Lo que se
buscaba era tratar de ganar tiempo y ocultar la verdad para ver si la cobertura del caso
amainaba en los medios.
La hipócrita renuncia del ministro Jesee Chacón (quien no fue juzgado por los muertos de
Venezolana de Televisión), supuesto responsable de darle una informarción falsa al
presidente, es una evidencia más del irrespeto que tiene el gobierno chavero por la opinión
pública. Si de verdad Chacón fue el responsable, ¿por qué permanece en el cargo? Y si lo
es Chávez, como lo proclamó en el mismo programa de TV, ¿por qué no renuncia y se
somete a la justicia? Aunque es evidente que Chávez no es el responsable directo de la
muerte de los soldados quemados, sí lo es del aumento de estos hechos vejatorios y
asesinos dentro de la Fuerza Armada Nacional. Él es su comandante.
Pero si los delitos no son castigados por el secuestrado sistema judicial venezolano, se
puede acudir a las instancias internacionales. Una de ellas es la Corte Penal Internacional
con sede en La Haya, Holanda, creada por el Estatuto de Roma que entrara en vigor el
primero de julio de 2002, y del cual Venezuela es país signatario. El asesinato y la tortura
están contemplados en ese Estatuto como crímenes de lesa humanidad. Los gobernantes y
los militares venezolanos pueden ser juzgados de acuerdo a este tratado.
Responsabilidad patrimonial
[DCiv] Principio por el cual los bienes presentes y fiituros del deudor quedan sujetos al
cumplimiento de sus obligaciones. Es consecuencia lógica de la estructura de las
obligaciones, el débito y la responsabilidad. Nunca abarca dicha responsabilidad los
derechos personalismos o bienes que carezcan de valor económico.
CC, art. 1.911.
Derecho Administrativo
Las bases constitucionales en que se asienta esta institución son el art. 9.3 -«La
Constitución garantiza [...] la responsabilidad [...] de los poderes públicos»-, el art. 106.2
-«Los particulares, en los términos establecidos por la ley, tendrán derecho a ser
indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en
los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de
los servicios públicos»- y el 149.1.18.ª -«El Estado tiene competencia exclusiva sobre las
siguientes materias: [...] y el sistema de responsabilidad de todas las Administraciones
Públicas»-. En consonancia con este último precepto la regulación de esta materia, respecto
de todas las Administraciones, corresponde plena y exclusivamente al legislador estatal,
que da cumplimiento a este mandato constitucional a través del Título X (arts. 139 a 146)
de la LAP.
Los artículos 139 a 146 LAP, congruentemente con el art. 106.2 C.E., conciben la
responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas de un modo radicalmente
diferente a como el C.C. configura la responsabilidad extracontractual de los particulares,
pues mientras en este caso es necesaria la presencia de un elemento subjetivo -culpa o
negligencia- la responsabilidad de la Administración se caracteriza como objetiva, esto es,
nace de la producción de un daño que no hay deber jurídico de soportar, inclusive cuando la
Administración causante haya desarrollado su actividad con la mayor diligencia. Debido a
esta diferencia y a que los órdenes jurisdiccionales competentes para conocer de una y de
otra responsabilidad son distintos la construcción de sus perfiles propios ha seguido
caminos paralelos.
Hasta aquí, la jurisprudencia que aplica este principio a la responsabilidad derivada de actos
legislativos siempre se refiere a leyes aprobadas como consecuencia de la necesaria
adecuación al Derecho comunitario. Recientemente, sin embargo, el T.S. ha utilizado ese
mismo razonamiento, estimando la existencia de daños indemnizables, en un supuesto
distinto diciendo que «el primero de los puntos de vista propuestos -relacionado con la
aplicación del principio de buena fe y confianza legítima- conduce a observar que cuando
se promulgó la ley a la que se imputa el perjuicio (Ley del Parlamento Balear 1/1984, de 13
de marzo, de Ordenación y Protección de Áreas Naturales de Interés Especial), la cual, en
suma, vino a hacer imposible el desarrollo de dos urbanizaciones que se habían proyectado
en la zona declarada área natural de especial interés, los gastos realizados por las
sociedades hoy recurridas en consideración directa a la actividad empresarial urbanizadora
(estos gastos son, según la propia sentencia, los hechos para la preparación y aprobación de
los instrumentos urbanísticos adecuados para el desarrollo y ejecución de la ordenación
vigente) constituyen un perjuicio indemnizable, habida cuenta de que se desarrollaron ante
la confianza legítima suscitada por la aprobación de los correspondientes planes parciales.».
(S.T.S., Sala 3.ª, 1677/98, de 17 de febrero, FJ 7.º).
Debemos, finalmente, tener en cuenta que todas estas sentencias aplican la normativa
anterior al 139.3 LAP. La respuesta a la pregunta de si continuará siendo válida esta
doctrina bajo la vigencia de la LAP se apresura a dárnosla la jurisprudencia. Así, la
sentencia últimamente citada dice en su FJ 5.º in fine que «aun cuando la regulación
vigente en la actualidad no es por razones cronológicas aplicable al caso, conviene poner de
manifiesto cómo la regulación en el artículo 139.3 LAP no es radicalmente contraria a estas
conclusiones, si bien exige determinar el alcance del nuevo requisito establecido en el
sentido de que la previsión de la indemnización y de su alcance arranque del propio acto
legislativo que motiva la lesión».
Para acabar con la relación de causalidad, apuntar que, como de todos es sabido, debido a
que «la imprescindible relación de causalidad entre la actuación de la Administración y el
resultado dañoso producido puede aparecer bajo formas dañosas mediatas, indirectas y
concurrentes...» (S.T.S., Sala 3.ª, de 12 de mayo de 1998, FJ. 2.º), la concurrencia a la
producción del daño, junto a la actuación de la Administración, de causas imputables a un
tercero o a la propia víctima no exoneran a aquella de responsabilidad, sólo moderan su
cuantía. Pues bien, esto, por lo que se refiere a la cooperación de la conducta de la víctima,
debe ser tomado con cautela porque el T.S., de un modo reiterado, afirma que «la
consideración de hechos que puedan determinar la ruptura del nexo de causalidad, a su vez,
debe reservarse para aquellos que comportan fuerza mayor -única circunstancia admitida
por la ley con efecto excluyente- (Sentencia de 11 de julio de 1995 [RJ 1995/5632]), a los
cuales importa añadir el comportamiento de la víctima en la producción o el padecimiento
del daño, o la gravísima negligencia de ésta, siempre que estas circunstancias hayan sido
determinantes de la existencia de la lesión y de la consiguiente obligación de soportarla en
todo o en parte» (Sentencias de 11 de abril de 1996 [RJ 1996/2633], 27 de abril 1996 [RJ
1996/ 3605] y 7 de octubre de 1997