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A mediados de los noventa, con Jaume Pagès como Rector y Francesc Solà
como gerente, se planteó hacer un plan estratégico de la Universidad
Politécnica de Cataluña. Yo ejercía de Jefe de Gabinete del Rectorado y
tuve la suerte de que para inspirarnos me enviaran a ver qué estaban
haciendo en las universidades de Oxford y de Cambridge al respecto. En
Oxford me encontré un plan estratégico de universidad bien hecho,
convencional si se quiere, pero con un aspecto asociado no menor. Eran
capaces de vincular una campaña de captación de donaciones económicas
al plan estratégico de dimensiones extraordinarias, de miles de millones de
libras esterlinas. En Cambridge, simplemente, cuando pregunté por el plan
estratégico me dijeron que no tenían, que desde el siglo XVIII intentan
captar a los mejores talentos y éstos ya saben lo que tienen que hacer. Me
hubieran podido dar el 1209 como fecha de la fundación de la Universidad,
pero fueron discretos.
Desde entonces me persigue esta mirada sobre la estrategia. Las ideas sobre
hacia dónde queremos ir como empresa, como universidad o como país, no
se pueden desligar del talento que las debe hacer realidad. La estrategia son
las personas. Las ideas no andan solas. Pueden ser importantes,
inspiradoras, pero su impacto depende de quién las ejecuta, de su
competencia, de su ética, de su compromiso. Muchas veces nos
preguntamos cuando elaboramos un plan estratégico cual es la visión, en
qué consiste el futuro que queremos construir. Y hablamos también del
“Know how” para llegar a nuestras metas, pero no podemos olvidarnos
nunca del “know who”, de las personas. Si estas personas además de un
“qué” estratégico tienen un “porqué”, un propósito consistente, es mucho
más fácil que las estrategias se hagan realidad.