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TOMO II
OBRA COLECTIVA
ESCRITA POR 180 DESTACADOS JURISTAS DEL PAÍS
CONSTITUCIÓN
COMENTADA
ANÁLISIS ARTÍCULO
POR ARTÍCULO
Edición actualizada
y con nueva jurisprudencia
del Tribunal Constitucional
TOMO II
ARTÍCULOS 30 al 89
CUARTA EDICIÓN
Coordinadores
MANÜELMUROROJO
ARTURO CRISPÍN SÁNCHEZ
¿■F^ACETA
Av. Angamos Oesle N’ 526, Urb. Miradores
Miradores. Lima - Perú / 5S(01) 710-8900
ww, gacetajuridi ca. com.ge
LA CONSTITUCIÓN COMENTADA
Análisis artículo por artículo
TOMO II
Artículo 30 Ciudadanía
Son ciudadanos los peruanos mayores de dieciocho años. Para
el ejercicio de la ciudadanía se requiere la inscripción electoral.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31,33, 35, 52, 162, 176; C.P.Ct: art. 33 inc. 11), 16); C.C.: arts.
42,46; C.N.A.: art. 42; D.U.D.H.: arts. 15,21; C.A.D.H.: art. 20
La ciudadanía, al decir de Rubio Correa, “es un vínculo político entre un ser huma
no y un Estado, mediante el cual dicho ciudadano forma parte de la comunidad política
y, en consecuencia, puede ejercitar derechos políticos dentro de él”. Ramella, citado por
Borea, considera que la ciudadanía “es el derecho que tienen los nacionales para interve
nir en los negocios públicos y el de ser electores y elegidos”. Pérez Serrano, citado tam
bién, señala que son ciudadanos “aquellos naturales del país que tienen la capacidad po
lítica legalmente reconocida para intervenir en la cosa pública”. Borea considera que de
esas definiciones “fluye que la ciudadanía es una categoría dentro de la nacionalidad”. Bi-
dart Campos indica que “es una cualidad jurídica (o condición jurídica) del hombre, que
consiste en un estatus derivado del derecho positivo, cuyo contenido está dado por el ejer
cicio de derechos políticos”.
Como puede verse del texto del precitado artículo 30, para ser ciudadano y ejercer la
ciudadanía se requiere reunir al mismo tiempo las siguientes condiciones:
La ciudadanía es fruto de la revolución liberal que suprimió los privilegios que tenían
unos, reconociendo la existencia de derechos para todos y la igualdad ante la ley como
principio de organización social. Es también consecuencia de la negación, del desconoci
miento, del derecho divino y absoluto para gobernar que habían invocado y ejercido unos
cuantos, por mucho tiempo, y es consecuencia, asimismo, de la implantación y del triun
fo del concepto de soberanía popular, según el cual el mandato para gobernar y el poder
provienen del pueblo.
Para ejercer el derecho al voto se requiere que el ciudadano esté debidamente inscrito en
el registro electoral: STC. Exp. Nü 00030-2005-PI/TC (f. j. 63).
U Cada Estado tiene la potestad de designar quiénes han de ser sus ciudadanos, señalar las
formas de adquirir la nacionalidad, y las modalidades por las cuales esta se pierde: STC.
Exp. N° 00737-2007-PA/TC (£. j. 6).
BIBLIOGRAFÍA
BIDART CAMPOS, Germán. Derecho Constitucional. Ediar, Buenos Aires, 1966; BOREA ODRÍA,
Alberto. Tratado de Derecho Constitucional. Estudios para el Futuro, CELES, Lima, 1994; PÉREZ
SERRANO, Nicolás. Tratado de Derecho Político. Civitas, Madrid, 1984; RUBIO CORREA, Marcial.
Estudio de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1999.
Artículo 31 Participación en asuntos públicos
y derecho al voto
Los ciudadanos tienen derecho a participar en los asuntos
públicos mediante referéndum; iniciativa legislativa; remo
ción o revocación de autoridades y demanda de rendición de
cuentas. Tienen también el derecho de ser elegidos y de elegir
libremente a sus representantes, de acuerdo con las condiciones
y procedimientos determinados por ley orgánica.
Es derecho y deber de los vecinos participar en el gobierno
municipal de su jurisdicción. La ley norma y promueve los
mecanismos directos e indirectos de su participación.
Tienen derecho al voto los ciudadanos en goce de su capacidad
civil. Para el ejercicio de este derecho se requiere estar inscrito
en el registro correspondiente.
El voto es personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los
setenta años. Es facultativo después de esa edad.
La ley establece los mecanismos para garantizar la neutralidad
estatal durante los procesos electorales y de participación
ciudadana.
Es nulo y punible todo acto que prohíba o limite al ciudadano
el ejercicio de sus derechos^.
CONCORDANCIAS:
C.: arte. 2 inc. 17), 30,32 y ss., 107,152,139 inc. 17,176 al 178, 184,187, 191 y ss.,
199,206; C.P.Ct.: art. 44 inc. 16); C.C.: arts. 42,46; Ley 26300, L.O.E.: art. 7; Ley
28094; R.J. 301-2015-J/ONPE; R. 662-2011-JNE; R. 0604-2011-JNE; R. 335-2020-
JNE; D.U.D.H.: arts. 20,21; ELD.C.R: art. 25; C.A.D.H.: art. 23
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N“ 28480 del 30/03/2005.
una comunidad organizada y proactiva en la fiscalización y control del ejercicio del po
der estatal.
Sobre este punto, Hobbes fundamentó la idea del poder en el Estado deriva del con
sentimiento del pueblo, inclusive en contextos de la época que regía la monarquía
* 0, que
son complementados por Spinoza, quien detalla que el pueblo tiene el derecho de libertad
y sobre esta base pueden instituir el tipo de gobierno que quisieran
* 0.
1. Un derecho natural
Sobre la base de la condición que permite detallar la individualidad de las personas
en un contexto político respecto de la comunidad y del Estado.
Parámetro de referencia que permite identificar este derecho en una condición exten
siva a toda persona que reúna las condiciones detalladas por la legislación, la cual per
mite detallar en forma progresiva la extensión de dicho derecho a colectividades que his
tóricamente habían sido desfavorecidas en los ámbitos de las relaciones de poder en la
administración del Estado.
i. Mujeres, cuando en 1955 se promulgó la Ley N° 12391 que permitió a las mu
jeres mayores de edad y alfabetizadas el derecho a elegir y ser elegidas.
ii. Poblaciones indígenas, bajo el contexto del reconocimiento del derecho al voto
a los analfabetos en la Constitución de 1993.
iii. El derecho al voto para los integrantes de las Fuerzas Militares y Policía Nacio
nal en el año 2004, conforme a la Ley N° 28480 del 30/05/2005 que reformó el
artículo 34° de la Constitución de 1993.
iv. El reconocimiento de los derechos políticos de los migrantes peruanos y de la
opción de ser elegidos Congresistas, conforme actualmente se debate como re
forma constitucional, en el Congreso de la República.
2. Un derecho humano
Desarrollado en función a la aplicabilidad de los Tratados Internacionales que impo
nen una obligación internacional a los países que suscriben dichos documentos.
Resaltan en este ámbito:
(1) WATKINS, John. Hobbe's system of ideas. Madrid: Doncel, 1972, p. 86.
(2) BENNETT, Jonathan. A study ofSpinoza 's ethics. Cambridge: University Press, 1984, p. 222.
i. La Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de
1948.
ii. La Convención Americana de Derechos Humanos del 22 de noviembre de 1969.
3. Un derecho fundamental
Conforme detalla el inciso 17° del artículo 2o de la Constitución de 1993 y que per
mite tutelar un derecho de forma preferente por el mismo Estado.
4. Un derecho constitucional
En este ámbito surgen algunos parámetros de referencia! idad importante que permi
ten detallar un progresivo desarrollo, desde:
i. La Carta Magna de 1215 de Inglaterra que permitió a los barones de Londres a
elegir a sus representantes en el Parlamento el cual tendría el poder de dirigir al
Estado frente a la condición simbólica y representativa del Rey.
ii. La Convención Constitución de Filadelfia (Pensilvania) del 17 de septiembre de
1787, que permitió desarrollar la Constitución de los Estados Unidos de Amé
rica, que generó una condición superlativa sobre la condición de las trece colo
nias para pasar a ser un país confederado y de ahí a un estado federal, sobre la
cual se construyó la República.
iii. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 26 de agosto
de 1798 de la Asamblea Nacional francesa.
iv. La Constitución de Cádiz de 1812, en particular porque reconoce la condición
de pueblos en un contexto de cambios estructurales en lo político respecto de
España (con relación a Francia) y con respecto de las colonias americanas, de
tallado en el discurso de Dionisio Inca Yupanqui.
(3) RAWLS, John. Política! ¡iberalism. Nueva York: Columbia University Press, 1993, p. 194.
Posición que es complementada por Kymlicka, al detallar que, el Estado (los gobier
nos) no pueden tomar posición acerca de qué formas de vida son más importantes o sig
nificativas, porque ello no resulta justificado^.
Sin embargo, el contenido de lo expuesto por la Constitución versa sobre todo por la
necesidad de ejecutar un control sobre la gestión pública que pudiera poner en inestabili
dad el contexto político nacional, en particular, en épocas de elección, al emplearse recur
sos públicos para favorecer a determinados grupos políticos o personas, y por ello el con
tenido filosófico o político que pudiere ejecutarse está más próximo al desarrollo de actos
que involucren acciones de carácter administrativos ajenos a la atención de la cosa públi
ca, porque ello generará un atropello a toda la comunidad(5>.
De este modo, el Estado Neutral, propuesto por Habermas, permite detallar la supe
rioridad de lo racional a lo determinado por las visiones parcializadas en lo político, eco
nómico, social, cultural, religioso o moral, que garantiza un desarrollo sostenido a una
comunidad política
* 456’1.
H La titularidad del ejercicio del derecho de sufragio es reservado para todo aquel que detente
la situación jurídica de ciudadano: STC Exp. N° 00030-2005-PI/TC (f. j. 63).
BIBLIOGRAFÍA
BENNETT, Jonathan, A stitdy of Spinoza's ethics. Cambridge: University Press, 1984; HABERMAS,
Jllrgen. Facticidady validez sobre el Derecho y el Estado democrático de Derecho en términos de teoría
del discurso. Madrid: Trotta, 1992; KYMLICKA, Will. “Liberal individualism and liberal neutrality”, en:
Ethics. (99), 1989; MILL, John Stuart. Three essays: on liberíy, representativegovernment, thesubjection
of women. Londres: Oxford University Press, 1975; RAWLS, John. Political liberalism. Nueva York:
Columbia University Press, 1993; WATKINS, John. Hobbe'ssystem of ideas. Madrid: Doncel, 1972.
(4) KYMLICKA, Will. “Liberal individualism and liberal neutrality”, en: Ethics. (99), 1989, pp. 883-905.
(5) MILL, John Stuart. Three essays: on liberíy, representativegovernment, thesubjection ofwomen. Londres:
Oxford University Press, 1975, p. 24.
(6) HABERMAS, Jürgen. Facticidady validez sobre el Derecho y el Estado democrático de Derecho en
términos de teoría del discurso. Madrid: Trotta, 1992, pp. 24-37.
Artículo 32 Referéndum
Pueden ser sometidas a referéndum;
1. La reforma total o parcial de la Constitución;
2. La aprobación de normas con rango de ley;
3. Las ordenanzas municipales; y
4. Las materias relativas al proceso de descentralización.
No pueden someterse a referéndum la supresión o la dismi
nución de los derechos fundamentales de la persona, ni las
normas de carácter tributario y presupuestad ni los tratados
internacionales en vigor.
CONCORDANCIAS:
C.:arts.2inc. 17),3i,55,56 inc. I), 176,178,181 yss., 188, t90,206;C.P.Ct.: art. 44
inc. 16); Ley 26300: arts. 37 y ss.; R. 0604-2011-JNE; R. 335-2020-JNE; D.U.D.H.:
art. 21.3; P.I.D.C.P.: art. 25 inc. b); C.A.D.H.: art. 23.1 inc. b)
I. Antecedentes
Si bien el referéndum hizo su aparición con nombre propio en el Perú recién con la
Constitución actual, nuestra historia registra antecedentes tanto históricos como constitu
cionales que remontan a las postrimerías del siglo XIX.
Apenas cinco años más tarde, el presidente Leguía hizo aprobar mediante plebiscito
las propuestas que habrían de resultar en la Constitución de 1920. Dichas propuestas no
contemplaban, como en el caso de Billinghurst, la introducción de la participación direc
ta del pueblo mediante referéndum en la Constitución.
También los hubo durante los debates en la Asamblea Constituyente de 1978, consi
guiéndose apenas que la aprobación de las modificaciones en la demarcación regional tu
viera como requisito el pronunciamiento previo y directo de las poblaciones afectadas.
En la Constitución de 1993, el referéndum aparece con nombre propio a raíz del com
promiso del régimen de Alberto Fujimori Fujimori ante la comunidad internacional de
convocar a elecciones para un congreso constituyente y de someter a referéndum la nue
va Constitución, como medida para superar la crisis generada por la ruptura constitucio
nal de 1992.
El 3 de octubre de 2010 tuvo lugar el primer referéndum celebrado por iniciativa ciu
dadana en la historia constitucional del Perú. Se trata de la votación popular mediante la
cual la ciudadanía aprobó directamente el proyecto de ley titulado “Ley de devolución de
dinero de los aportes al Fonavi a los trabajadores que contribuyeron al mismo”, proyec
to normativo que fuera presentado inicialmente al Congreso de la República por la Aso
ciación Nacional de Fonavistas (ANF), al amparo del derecho de iniciativa popular, y que
fuera desestimado por el citado órgano legislativo.
(1) V1LLARÁN, Manuel Vicente. Ante-proyecto de Constitución de 1931, por la comisión que él presidiera:
Exposición de motivos. P.L. Villanueva, Lima, 19Ó2, p. 24.
(2) Para un análisis de ambas iniciativas, véase DELGADO SILVA, Ángel. “Proceso al referéndum: entre
el Congreso y el Jurado Nacional de Elecciones”. En: Reelección presidencial y derecho de referéndum.
Alberto Otárola Peñaranda (coordinador). Foro Democrático, Lima, 1997, p. 318.
Dicho proyecto fue aprobado por 9’ 115,867 votos a favor y 4’597,659 en contra, tal
como consta en la Resolución N° 4905-2010 del Jurado Nacional de Elecciones de fecha
3 de diciembre de 2010, y promulgado por el Presidente de la República el día siete de di
ciembre del mismo año con el número 29625.
Así definido, el referéndum no debe ser confundido con la votación popular, que cons
tituye el acto material mediante el cual el pueblo acude a las urnas para ejercer el citado
derecho. Si bien esta importante distinción conceptual es clara, se puede apreciar cierta
En efecto, una votación popular podría también tener por objeto tan solo expresar el
rechazo del pueblo a un proyecto normativo, como en el caso del veto popular, o aprobar
directamente un proyecto normativo que no ha sido aprobado previamente por el órgano
legislativo, como en el caso de la iniciativa popular. En este último caso, el pueblo no ra
tifica sino aprueba directamente un proyecto normativo que una fracción de aquel ha ela
borado, tal como sucedió en el caso del Fonavi.
Una votación popular también podría tener por objeto expresar una opción política,
como por ejemplo manifestar una preferencia por un sistema político u otro, o por perte
necer a una u otra circunscripción territorial. En este supuesto, la votación popular es el
acto mediante el cual se materializa un plebiscito, es decir el derecho del pueblo a pro
nunciarse sobre una opción política. Este fue el caso de las votaciones populares sobre
descentralización en 2005.
Habida cuenta que el referéndum supone, por un lado, una decisión previamente to
mada por el órgano legislativo sobre un proyecto normativo y, por el otro, una votación
popular mediante la cual dicha decisión será ratificada o rechazada, queda en evidencia
que la eficacia jurídica de un referéndum solo puede ser de naturaleza decisoria y que, por
ello, debe tener lugar siempre con posterioridad a la decisión del órgano legislativo que
es sujeta a ratificación.
En tal sentido, queda también en evidencia por qué la idea de un referéndum consulti
vo, es decir de una votación popular no vinculante y previa a la decisión del órgano legis
lativo, constituye una contradicción en los términos. No solo porque la votación popular
correspondiente solo podría tener lugar con posterioridad a la decisión sujeta a ratifica
ción, sino también porque el pronunciamiento formal del cuerpo electoral, es decir del ti
tular mismo de la soberanía, no podría ser interpretado como una opinión simple y no vin
culante para la Nación y los poderes públicos.
El veto popular, que no debe ser confundido con el referéndum, es el derecho del pue
blo a solicitar que un proyecto de ley, que ya ha sido aprobado por el órgano legislati
vo, sea sometido a votación popular con el objeto de rechazarlo, Para algunos autores, el
veto popular resultaría aplicable a leyes en vigor, mientras que para otros, sin embargo,
dicha solicitud debe producirse dentro de cierto plazo, durante el cual el texto normativo
en cuestión no entrará en vigor.
El veto popular, en cambio, tiene por objeto únicamente el rechazo del proyecto nor
mativo, de manera que si en la votación correspondiente se verifica una mayoría a favor
del veto, el proyecto no será perfeccionado, pero si dicha mayoría no es alcanzada, el pro
yecto entrará en vigor pero en virtud de la aprobación previa del órgano legislativo o con
tinuará en vigor si ya hubiese sido promulgada.
La iniciativa popular, que tampoco debe ser confundida con el referéndum, es impor
tante en tanto puede estar asociada a una votación popular que, como en el caso peruano,
suele ser denominada imprecisamente referéndum.
La aprobación de una norma con rango de ley mediante el ejercicio combinado de los
derechos de iniciativa popular y de referéndum constituye un acto de legislación directa
por la ciudadanía, es decir un incuestionable acto de democracia directa.
Las materias que sí pueden ser sometidas a referéndum son cuatro: la reforma total o
parcial de la Constitución; la aprobación de normas con rango de ley; las ordenanzas mu
nicipales; y aquellas relativas al proceso de descentralización.
Nótese de inmediato que el artículo 32 forma parte del capítulo constitucional dedi
cado a los derechos políticos y deberes de los ciudadanos del título relativo a la persona
y la sociedad, lo que permite inferir que las disposiciones de este capítulo están referidas
esencialmente a los derechos de los ciudadanos.
Cabe asimismo notar que las materias consignadas en este primer párrafo son de na
turaleza distinta, ya que las tres primeras pertenecen al ámbito normativo mientras que la
cuarta y última pertenecería, más bien, al ámbito político.
Esto es importante en la medida que el referéndum constituye un acto ratificatorio in
dispensable para que un proyecto normativo entre en vigor, lo que resulta aplicable a las
tres primeras materias señaladas, pero no necesariamente a la cuarta. En el caso de esta
última, la votación popular no tiene por objeto ratificar un proyecto normativo sino de
terminar si la población consultada desea pertenecer o no a una circunscripción territo
rial, si bien el resultado de la consulta pueda requerir la aprobación ulterior de una norma.
Las materias que no podrían ser sometidas a referéndum por iniciativa ciudadana son
tres: la supresión o disminución de los derechos fundamentales de la persona; las normas
de carácter tributario o presupuesta!; y los tratados internacionales en vigor.
Dicho artículo constitucional estipula que toda reforma a la Constitución debe ser
aprobada por el Congreso de la República y ulteriormente ratificada, sea por la ciudada
nía o por dicho órgano legislativo. En el primer supuesto, el proyecto de reforma debe ser
aprobado por mayoría absoluta del número legal de congresistas y ratificado mediante re
feréndum. Y en el segundo, el proyecto puede ser aprobado y ratificado por el Congre
so siempre que la aprobación se produzca en dos legislaturas ordinarias sucesivas y con
una votación superior a los dos tercios del número legal de congresistas en ambos casos.
(5) Ver el comentario sobre el artículo 206 de la Constitución en esta misma obra.
(6) Ley N° 26300, publicada el 03/05/1994.
En tal sentido, la pregunta es: ¿en qué supuestos de reforma constitucional pueden
los ciudadanos ejercer el derecho a solicitar un referéndum, de conformidad con el dere
cho constitucional en comentario?
Más aún, añade en su fundamento 88 que “si el artículo 206 de la Carta esencialmen
te alude a la competencia de la reforma parcial de la Constitución, su artículo 32 consti-
tucionaliza que la reforma puede ser total” y, en el fundamento 102, que “cuando el artí
culo 32, inciso 1), alude a la posibilidad de que se pueda practicar una reforma total de la
Constitución, en realidad, ha constitucionalizado la función constituyente, (...)”.
Y esto nos lleva al segundo punto del primer numeral del artículo 32 en comentario:
el concepto de reforma “total’* de la Constitución que, como se adelantó, ha sido inter
pretado el Tribunal Constitucional como una habilitación expresa para instaurar un nue
vo orden constitucional por la vía de una reforma y su aprobación mediante referéndum.
Al respecto, se debe notar que la Constitución no define con exactitud qué se debe en
tender por reforma “total” sino que se limita a señalar, en el capítulo relativo a los dere
chos políticos de la ciudadanía, que tanto una reforma total como una parcial pueden ser
sometidas a referéndum.
Esta alusión tan escueta a la reforma total, que ni siquiera figura en el Título que regu
la la reforma constitucional, contrasta notoriamente con el único precedente de autoriza
ción clara y expresa en relación con una reforma total que registra la historia constitucional
peruana. Se trata del artículo 177 de la Constitución de 1828, que dispuso expresamente
que “en julio del año de mil ochocientos treinta y tres se reunirá una Convención Nacio
nal, autorizada para examinar y reformar en todo o en parte esta Constitución”.
Por otro lado, se debe tener presente que la referencia a la posibilidad de someter a re
feréndum una reforma total de la Constitución no fue objeto de mayor debate conceptual
en el seno del Congreso Constituyente Democrático en 1993 y que fue entendida por mu
chos, sobre todo por los miembros de la oposición política de entonces, como una suerte
de garantía que la totalidad de la reforma constitucional de aquel entonces sería sometida
a referéndum y no solo parte de ella.
Sea como fuere, el Tribunal era plenamente consciente que una eventual reforma cons
titucional que tuviese por objeto la instauración de un nuevo orden constitucional no po
dría, bajo ningún punto de vista, ser aprobado únicamente por el propio Congreso de la
República y, tomando como punto de apoyo del artículo 32 inciso 1, señaló que nada im
pedía que el Congreso de la República elabore un proyecto de nueva Constitución para
ser sometido a la consideración del titular del Poder Constituyente mediante referéndum.
Esta interpretación, sin embargo, adolece del defecto esencial de estar sustentada
en un precepto constitucional que resulta igualmente aplicable a las reformas parciales
como a las totales en la medida que menciona ambos supuestos de reforma constitucio
nal. Por ello resulta manifiestamente poco razonable sostener que el pueblo se pronun
cia como poder constituido en un referéndum sobre una reforma parcial pero como Po
der Constituyente cuando lo hace sobre una reforma total.
Finalmente, no está de más señalar que el entonces presidente Martín Vizcarra ma
nifestó su deseo de que cuatro proyectos de reforma constitucional sean sometidos a ra
tificación mediante votación popular, es decir mediante referéndum. El Congreso de la
República accedió a dicho deseo, no obstante que los cuatro proyectos recibieron una
votación superior a los dos tercios del número legal de congresistas, con lo cual se hu
biera podido omitir el referéndum y someterlos a ratificación del Congreso en la legis
latura ordinaria siguiente. Dicho proceso electoral fue debidamente convocado por el
Presidente de la República, de conformidad con los artículos 206 de la Constitución y
82 de la Ley Orgánica de Elecciones, y tuvo lugar el 9 de diciembre de 2018. El artí
culo 32 de la Constitución no fue invocado en este contexto. Los cuatro proyectos fue
ron los siguientes:
Cabe preguntarse, acto seguido, en qué momento del proceso legislativo puede inter
venir el pueblo en caso que una fracción de este considere que un proyecto normativo deba
ser sometido a referéndum. En los ordenamientos legales que prevén la figura del referén
dum facultativo, lo usual es que se haya previsto también cierto plazo a partir de la apro
bación del proyecto por el órgano legislativo para que los interesados puedan recolectar
el número establecido de firmas para tal efecto. Vencido dicho plazo sin que se haya pro
ducido la solicitud, el proyecto normativo entrará en vigor.
Por lo demás, el número requerido de firmas, que asciende al diez por ciento de la po
blación electoral de conformidad con el artículo 38 de la Ley de los Derechos de Partici
pación y Control Ciudadanos, es considerablemente alto y su recolección podría tomar un
periodo de tiempo bastante extendido.
Ante este estado de cosas, resulta virtualmente imposible que una fracción de la ciu
dadanía solicite que un proyecto de norma con rango de ley sea sometido a referéndum
antes que entre en vigor, y cabría preguntarse si tanto el Reglamento del Congreso de la
República como la Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos no ado
lecen de inconstitucionalidad en tanto tienen por efecto vaciar de contenido una facultad
que la Constitución le ha reconocido expresamente a la ciudadanía en el numeral segun
do de su artículo 32.
Pero por otro lado, ¿puede una norma con rango de ley que ya ha entrado en vigor ser
sometida a referéndum por iniciativa ciudadana? La pregunta es más compleja de lo que
parece. El numeral segundo del artículo 32 menciona la aprobación de normas con rango
de ley, lo que sugiere la procedencia del referéndum en el caso de proyectos normativos
susceptibles de ser aprobados, es decir que no han sido aprobados aún y que, por consi
guiente, tampoco han entrado en vigor.
Sin embargo, la norma legal glosada colisiona, no solo con el numeral segundo del ar
tículo 32, sino también con el artículo 103 de la Carta, que dispone expresamente que “la
ley se deroga solo por otra ley” y que “también queda sin efecto por sentencia que declara
su inconstitucionalidad”, lo que excluiría la posibilidad que una norma con rango de ley
vigente quede derogada o sin efecto como resultado de un referéndum.
Existe, sin embargo, una manera indirecta de ejercer el derecho constitucional aludi
do. Se trata de la combinación de dos derechos distintos: el derecho de iniciativa legisla
tiva y el derecho de referéndum.
(7) LeyN"26592, aprobada el 10/06/1996. Esta ley, junto con la LeyN°26670 que modificó también a la Ley
N° 26300, fueron derogadas por la Ley N° 27520.
La modificación tuvo por objeto limitar el ejercicio del derecho ciudadano en
comentario mediante la introducción de un requisito ajeno a la voluntad de los ciudadanos
-que por lo menos cuarenta y ocho congresistas hubiesen votado a favor del proyecto
normativo rechazado- que terminaba desnaturalizándolo, Por motivos procesales que
ya han sido corregidos, dicha acción de inconstitucionalidad fue declarada infundada(8).
La segunda ocasión está marcada por cuatro pronunciamientos hechos por el Tribunal
Constitucional entre mayo de 2001 y enero de 2008, en relación con una iniciativa popu
lar sobre el Fondo Nacional de Vivienda (Fonavi), El primer pronunciamiento fue sobre
una acción de inconstitucionalidad y los tres restantes sobre procesos de amparo, inter
puestos por los promotores de la citada iniciativa.
Quizás ello se deba a una preferencia del constituyente por poner en relieve que la
participación directa de la ciudadanía no se limitaba a los asuntos públicos a nivel nacio
nal sino también a nivel local, a efecto de darle un mayor énfasis en su opción por la des
centralización del país.
Si bien una ordenanza municipal es considerada como una norma con rango de ley,
para fines tanto de una eventual acción de inconstitucionalidad como de un referéndum,
(8) La Ley N° 26435, primera Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, disponía en su artículo 4 que una
demanda de inconstitucionalidad debía ser declarada infundada si no contaba con el voto favorable de seis
magistrados.
existe una diferencia considerable entre una votación popular celebrada para ratificar una
norma aprobada previamente por el órgano legislativo y una votación llevada a cabo en
relación con una ordenanza municipal.
En ambos casos el referéndum tiene “carácter mandatario”, es decir que los resultados
de la votación popular serán de obligatorio cumplimiento, tal como lo confirma el artículo 6
de la Ley Orgánica de Elecciones00. Pero solo en el primer caso el pronunciamiento popular
debe ser entendido como la manifestación de la voluntad del propio titular de la soberanía.
Por otro lado, si bien la facultad de solicitar que una ordenanza municipal sea someti
da a referéndum constituye, en principio, un derecho esencialmente ciudadano, tal como se
infiere claramente del hecho que el artículo 32 forma parte del capítulo constitucional de
dicado a los derechos políticos y deberes de los ciudadanos del Título relativo a la persona
y la sociedad, el legislador ha optado por extenderla también al propio órgano municipal.
Así aparece en el artículo 115 de la Ley Orgánica de Municipalidades0 0), que señala
que el referéndum municipal es convocado por el Jurado Nacional de Elecciones “a pedido
del concejo municipal o de vecinos que representen no menos del 20 % (veinte por ciento)
del número total de electores de la provincia o del distrito, según corresponda” (énfasis
agregado).
Por consiguiente, la ausencia del debido sustento constitucional así como su ubica
ción en la estructura normativa de la Ley Orgánica de Municipalidades permiten inferir
que se trataría de una atribución que emana únicamente de una redacción defectuosa del
artículo 115 de la Ley Orgánica señalada.
Se trata del artículo 190, que estipula que “mediante referéndum podrán integrarse
dos o más circunscripciones departamentales contiguas para constituir una región, con
forme a ley. Igual procedimiento siguen las provincias y distritos contiguos para cambiar
de circunscripción regional”.
Al respecto, conviene notar que ambos preceptos constitucionales -32 y 190— coinci
den en disponer la participación directa de la ciudadanía en materia de descentralización,
pero difieren en que mientras el segundo simplemente enuncia que la conformación de re
giones se producirá mediante referéndum, sin mencionar si se trata de un referéndum por
iniciativa ciudadana o institucional, el primero -el artículo 32- consagra el derecho de la
ciudadanía a requerir la convocatoria a referéndum en tal ámbito.
El problema es que la ciudadanía solo tiene facultades, con arreglo a ambas leyes es
peciales citadas, para presentar propuestas para la conformación de regiones y para el cam
bio de circunscripciones territoriales, pero no para solicitar directamente la convocatoria
a referéndum en relación con una propuesta dada.
En tal sentido, resultaría inexacto sostener que las materias relativas al proceso de
descentralización pueden ser sometidas a referéndum por iniciativa de una fracción de la
ciudadanía, tal como parecería desprenderse del tenor del artículo 32 de la Constitución.
El primer punto tenía que ver con la posibilidad de que una región quedase formada
por los departamentos en que el referéndum hubiese sido aprobatorio, aun cuando en otros
departamentos que formaban parte de la propuesta el referéndum hubiese sido negativo.
El Tribunal Constitucional falló con acierto, señalando que el referéndum debía ser
aprobatorio en todos los departamentos que formaban parte de una propuesta, ya que “la
proposición sometida a escrutinio popular es única, indisoluble, singular e indivisible.
Tan solo se podrá aceptar o rechazar la propuesta total presentada a los electores (...)”12
13
(14).
El segundo punto tenía que ver con la incorporación de votos nulos y en blanco en la
contabilización de votos en un referéndum sobre descentralización. Para el demandante,
resultaba aplicable el artículo 314 de la Ley Orgánica de Elecciones (LOE), que dispone
(12) Ley N° 28274, publicada el 09/07/2004 y modificatorias. Artículo 30.3 de la Ley de Bases de la
Descentralización: “Por ley especial se fijan los incentivos especiales para la integración y conformación
de regiones”.
(13) Tribunal Constitucional de! Perú. STC Exp. N° 028-2005-PI/TC, publicada el 21/04/2006.
(14) Ibídem, f. j. 6.
expresamente que “para el cómputo del sufragio no se toman en cuenta los votos nulos
ni los votos en blanco”.
Y en segundo lugar, interpretó que dicha cuestión debía ser resuelta de conformidad
con la “ley especial” a que hace referencia el artículo 39 de la LDPCC y que dicha “ley
especial” era la Ley N° 28274 (Ley de Incentivos para la Integración y Conformación
de Regiones). En realidad, dicha “ley especial” no es la Ley N° 28274 sino, más bien, la
Ley N° 27783 (Ley de Bases de la .Descentralización), tal como figura en el artículo pri
mero de esta última, y ninguna de las dos dice nada sobre los votos nulos y en blanco.
Al respecto, conviene tener presente que estas prohibiciones están referidas primor
dialmente a los derechos de participación directa de la ciudadanía en el ámbito legislativo
y constitucional. El sentido de estas prohibiciones parece ser impedir que los ciudadanos
intentaran aprobar directamente, es decir pasando por alto a los órganos representativos
correspondientes, iniciativas legislativas o constitucionales sobre tales materias.
Este criterio resulta particularmente aplicable a las normas de carácter tributario y pre
supuesta!, puesto que una fracción de la ciudadanía podría caer en la tentación de propiciar,
por la vía de un referéndum, una disminución de la carga impositiva que soporta, lo que po
dría afectar seriamente la capacidad del Estado para administrar adecuadamente el apara
to estatal. A priori se podría pensar que un referéndum para pagar menos impuestos tendría
muchas posibilidades de ser exitoso.
Menos aplicable resultaría dicho criterio a los tratados internacionales en vigor, pues
to que las obligaciones internacionales de la Nación rara vez suscitan la atención pública,
salvo que impliquen un atentado a los intereses directos e inmediatos de los ciudadanos,
como en el caso de los impuestos. Un tratado de libre comercio (TLC) podría ser consi
derado por algún sector de la ciudadanía como lesivo para los intereses del país, pero di
fícilmente con la misma intensidad que una norma tributaria.
Al mismo tiempo, conviene poner en relieve que, según el tenor literal de este pre
cepto constitucional, los tratados no son susceptibles de ser sometidos a referéndum pero
siempre y cuando su perfeccionamiento ya hubiere concluido y se encontraren ya en vigor.
[jj| No todas las materias prohibidas de someterse a referéndum constituyen límites materiales
de la potestad de la reforma de la Constitución: STC Exp. N° 00014-2002-AI/TC (f. j. 91).
jjj! El referéndum es una forma de encuesta general a población a efectos de solicitar su opinión
respecto de un tema específico: STC Exp. N° 00028-2005-PI/TC (f. j. 4).
H Sostener que una ley aprobada por referéndum se encuentra exenta de control constitu
cional, implicaría asumir que la voluntad en él manifestada emana de un poder absoluto,
carente de límites jurídicos, lo cual no resulta conforme con la Constitución: STC Exp. N°
0007-2012-PI/TC (f. j. 11).
(15) CHIRINOS SOTO, Enrique y CHIRINOS SOTO, Francisco. Constitución: lectura y comentario. 4a edi
ción. Rodhas, Lima, 1997, pp. 67 y 68; HUERTA GUERRERO, Luis Alberto. “El derecho fundamental a
la participación política”. En: La Constitución ¿le 1993: análisis y comentarios LIL Comisión Andina de
Juristas, Lima, 1996, p. 80; y MARAVÍ SUMAR, Milagros. “Instituciones de democracia directa en Perú”.
En: Democracia directa. Martín Krause y Margarita Molteni (coordinadores). Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1997, p. 132.
U Cuando el pueblo se pronuncia democráticamente en un referéndum, no lo hace como un
poder jurídicamente ilimitado, sino como un poder constituido, y por consiguiente, limi
tado, esencialmente, por el respeto a la Norma Fundamental: STC Exp. N° 0007-2012-PI/
TC (f.j. 18).
H La participación en los procesos electorales puede ser tanto activa (elector) como pasiva
(candidato). Dichas vertientes incluyen el derecho a participar, en forma individual o asocia
da, en la vida política, económica, social y cultural de la Nación y los derechos de elección,
de remoción o revocación de autoridades, de iniciativa legislativa y de referéndum: STC
Exps. N° 0015-2018-PI/TC y N° 0024-2018-PI/TC (acumulados) (f. j. 7).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts, 2 inc. 17), 30, 31, 41, 44, 99; C.P.Ct.: art, 33; C.C.: arts, 30,42, 44 inc. 8),
162, 564, 595, 610, 61 i; C.P.: arts, 28, 29, 36 y ss,; L.O.E.: art, 10; D.U.D.H.: art.
15,2; C.A.D.H.: art. 20.3
I. De la ciudadanía
1. Evolución de la idea de ciudadanía
La ciudadanía, que en palabras del sociólogo inglés Thomas Humphrey Marshall, tien
de a reflejar la plena pertenencia del individuo a la comunidad01.
Hoy por hoy, es aceptado pacíficamente por la doctrina que la ciudadanía posee una
función incluyente. A lo largo de los siglos se ha evolucionado de considerar a esta como
un privilegio limitado a unos cuantos para tomarse en una característica propia de un cada
vez mayor número de personas.
(1) Citado por ALÁEZ CORRAL, Benito. Nacionalidad. ciudadanía y democracia. ¿A quién pertenece la
Constitución? Tribunal Constitucional, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006,
p, 22!.
(2) Ibídem, p. 26.
tal que prima facie se podría afirmar que se configuraba una extensión de la ciudadanía a
mayor cantidad de personas, ello no obstante cabe incidir en que dicha ampliación se cir
cunscribía a una faceta disminuida de la ciudadanía, tal como se entendía en aquellos tiem
pos ajenos a la igualdad entre las personas, esto es, ser mandados por alguien.
En tal sentido, desde este nuevo Estado se entendía que era indispensable como
presupuesto previo a la participación política en la comunidad de la que uno es parte, que
la persona sea educada, siendo responsabilidad del Estado cuidar de que el derecho a la
educación esté garantizado. Es más, si bien se reconoce que la ciudadanía se identifica
con el derecho de sufragio y el acceso a cargos públicos, cada vez hay más voces en la
doctrina, como Aláez Corral(3)4que consideran que en el concepto de ciudadanía, además de
los referidos derechos, están incluidos los derechos a manifestarse, expresarse, comerciar
libremente, recibir y ofrecer una educación cívica, plural y democrática, e incluso mantener
determinadas esferas de su personalidad, como el honor, ajenas a las injerencias de otros
sujetos privados o de los poderes públicos; sin perjuicio de tener presente la posición de
Marshall, para quien el contenido ideal de la ciudadanía no solo se limitaba a los derechos
políticos, sino que se extendía también a los derechos civiles y los derechos socialesC4).
Dicho esto, cabe recapitular la definición genérica con la que iniciamos este acápite
manifestando, entonces, que la ciudadanía implica la capacidad de participación (de índo
le política, social, cultural, educativa, etc.) de la persona humana como miembro de pleno
derecho de una comunidad estatal a cuyo ordenamiento jurídico está sometido.
Empero, posteriormente, el Pleno del TC, con ocasión de otro caso, optó por la norma
2 al sostener lo siguiente: “(...) la suspensión del ejercicio de la ciudadanía, en cualquie
ra de los supuestos previstos en el precepto acotado [se refiere al artículo 33 de la Cons
titución], debe quedar expresamente dispuesta por el juez competente, pues dada la di
mensión de su efecto no puede pretender derivarse o interpretarse del contenido de una
sentencia; lo contrario importaría una clara afectación de la garantía contenida en el artí
culo 139 2 de la Constitución” (el agregado y el resaltado es nuestro) (STC Exp. N° 2730-
2006-PA/TC, f. j. 94, literal c).
Desde mi punto de vista, la posición reflejada en la norma 2 se condice con una pos
tura garantista, siendo una interpretación favorable al pleno ejercicio de los derechos
fundamentales.
Una segunda materia a esclarecer es si, dado que el ejercicio de la ciudadanía se sus
pende por sentencia con pena privativa de la libertad que expresamente ha dispuesto di
cha suspensión, cabe preguntarse si la referida sentencia debe imponer pena privativa de
la libertad con carácter de efectiva, esto es, que la persona esté físicamente detenida (nor
ma 1) o con carácter de suspendida en su ejecución, es decir, cumpliendo reglas de con
ducta y no internada en un establecimiento penitenciario (norma 2) para que sea posible
la suspensión en el ejercicio de la ciudadanía.
(7) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución de 1993. Tomo II, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica deí Perú, Lima, 1999, pp. 354 y 355.
Sobre el particular, el TC ha zanjado la controversia al considerar que “(■••) cuando el
artículo 33 de la Constitución dispone que ante el dictado de una pena privativa de liber
tad, puede quedar suspendido el ejercicio de la ciudadanía, en primer lugar, alude a sen
tencias firmes (...)” (STC Exp. N° 2730-2006-PA/TC, f. j. 74), esto es, ha optado por la
norma 1, interpretación que también encuentro como la más favorable al pleno ejercicio
de los derechos fundamentales.
En el caso de la referencia, la Corte IDH constató0-0 que ninguno de los requisitos esta
blecidos en la CADH para la restricción en el ejercicio de la ciudadanía se había cumplido,
en vista de que el órgano que le impuso la inhabilitación era uno de carácter administrati
vo (la Contraloría) y no un juez competente; de que las sanciones que se le impusieron
(11) El recurrente refirió que la Resolución Legislativa 018-2000-CR de fecha 23 de febrero de 2001,
mediante la cual se inhabilitó a Alberto Fujimori Fujimori para ejercer funciones públicas por un periodo
de diez años, contravenía el artículo 33 de la Constitución en el entendido que el ejercicio de la ciudadanía
solo puede suspenderse mediante sentencia judicial condenatoria con inhabilitación de derechos políticos,
siendo desestimada la demanda en razón de que en el caso era de aplicación los artículos 99 y 100 de la
Constitución, referidos al antejuicio y juicio político.
(12) Vide: <http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/b-32.html>.
(13) Vide la sentencia del caso López Mendoza vs. Venezuela, de fecha 01/09/2011 en la siguiente dirección:
Vide.<http.7/www.corteidh.or.cr/docs/casos/ariículos/seriecJ233_espl.pdl>.
fue en el marco de un procedimiento administrativo y no de un proceso penal; y de que
por ello, en rigor, no hubo condena, razones por las cuales la Corte IDH concluyó que el
Estado venezolano violó los artículos 23.1 .b y 23.2 en relación con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, en perjuicio del señor Leopoldo López Mendoza.
(14) QUIROGA LEÓN, Aníbal. En: AA.VV. La Constitución comentada. Análisis artículo por art¡culo. Tomo
I, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 615.
(15) Conviene precisar que este artículo fue modificado por la Ley N° 29973 y, posteriormente, por ei Decreto
Legislativo No 1384 se derogaron los incisos 2 y 3, que se referían a los privados de discernimiento por
cualquier causa y a los sordomudos, ciegosordos y ciegomudos que no pueden expresar su voluntad de
manera indubitable.
(i6) Por el Decreto Legislativo N° 1384 se derogaron los incisos 2 y 3, referidos a los retardados mentales y a los
que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su líbre voluntad; y además agregó el inciso 9.
ciudadanía, y ii) que la resolución judicial de interdicción debe estar firme para que ope
re la suspensión aparejada.
¿Y cuáles serían sus límites? Me queda claro que el derecho fundamental a la ciuda
danía puede ejercerse en la medida que no se incurra en ninguno de los supuestos de sus
pensión del ejercicio de la ciudadanía descritos en el artículo 33 de la Constitución.
¿Y qué sucede cuando son los propios individuos quienes voluntariamente actúan como
si estuviese suspendido el ejercicio de su ciudadanía? ¿Qué ocurre en los casos en que se
perpetran “golpes” o “autogolpes” de Estado -como el ocurrido el 5 de abril de 1992- que
suelen gozar de la aprobación mayoritaria de nuestros compatriotas?
g El constituyente no solo ha constituido el voto como un derecho, sino como un deber: STC
Exp. N° 00030-2005-PI/TC (f. j. 64).
¡H La suspensión del ejercicio de la ciudadanía debe ser dispuesto expresamente por un juez
competente: STC Exp. N° 02730-2006-PA/TC (f. j. 94).
íH Suspensión del ejercicio de la ciudadanía únicamente inhabilita derechos políticos y no
otros derechos fundamentales: STC Exp. Ne 00518-2006-PHC/TC (f. j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
(18) Vide en PAREJA PAZ-SOLDÁN, José. Historia de las Constituciones nacionales (1812-1979). Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005.
Artículo 34 Derecho al voto de militares y policías
Los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional
tienen derecho al voto y a la participación ciudadana, regulados
por ley. No pueden postular a cargos de elección popular, par
ticipar en actividades partidarias o manifestaciones ni realizar
actos deproselitismo, mientras no hayan pasado a la situación
de retiro, de acuerdo a leyfL
CONCORDANCIAS:
C.t arts. 2 inc. 17), 30,31,91 inc. 4), 176,206; GP-Ct: art. 44 inc. 16); R.J. 036-2006-
J/ONPE; C.A.D.H.: art. 16.3
I. A modo de introducción
Durante la mayor parte del siglo XX, los miembros en servicio activo de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional no han podido ejercitar el derecho de elegir y ser elegidos.
Esta prohibición y/o limitación al mencionado derecho fundamental forma parte de una
concepción según la cual la privación de los derechos electorales a los miembros de las
Fuerzas Armadas y Policía Nacional los alejará de la inquietud política(l).
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley 28480 del 30/03/2005.
(I) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo 2, Fondo Editorial de la
PUCP, Lima, 1999, p. 359.
(2) Publicada en el diario oficial El Peruano el 30 de marzo de 2005.
Como podemos constatar, los constituyentes originarios restringieron el derecho al
voto a los miembros de las Fuerzas Armadas, situación constitucional extraña en la región
y en el mundo. Se requirió todavía que el poder constituyente derivado reformara esta res
tricción a través de la Ley N° 28480.
En la reforma constitucional, fue el congresista Benites Rivas quien en las dos vota
ciones sostuvo un voto en contra, así como el orador principal de la propuesta contraria a
la reforma sin esgrimir de forma concreta una razón de por qué la República debería per
manecer con tal restricción.
Si observamos en el ámbito del derecho comparado, nos daremos cuenta que se re
gistra una tendencia consistente y generalizada hacia la expansión y garantía de los dere
chos fundamentales de los militares y policías. En ese sentido, consideramos que la Ley
N° 28480 es acorde con la mencionada tendencia, puesto que de una u otra manera con
tribuye al fortalecimiento de nuestro sistema democrático.
(3) La misma que faculta a los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional a ejercer su derecho al
voto y la participación ciudadana.
(4) En un Estado constitucional democrático, la Constitución no solo es norma jurídica con fuerza vinculante
que vincula a los poderes públicos y a todos los ciudadanos, sino que también es la norma fundamental y
suprema del ordenamiento jurídico. Esto es así porque la Constitución, a partir del principio de supremacía
e igualitaria, dado que incluye la mayor cantidad de ciudadanos y garantiza la intervención
de los miembros de la sociedad. Además, es un canal efectivo de vinculación entre el
electorado y sus preferencias políticas manifestados en la elección de sus representantes
al Gobierno nacional, regional y local.
Por lo que la Ley N° 28480 atenúa al conjunto de limitaciones que se venía dando
a la titularidad de los derechos fundamentales por parte de los militares y policías, entre
aquellas restricciones encontramos por ejemplo, el derecho de sindicación y huelga, entre
otros. Se puede decir que una de las finalidades legítimas de estas limitaciones proviene
de la neutralidad requerida para lograr una efectiva supremacía civil.
Artículo 62.- Las personas en goce de derechos políticos tienen derecho al voto
universal, igual, directo, secreto y escrutado públicamente, de conformidad con las
siguientes disposiciones:
1) El voto será obligatorio para las personas mayores de dieciocho años. Ejercerán
su derecho al voto las personas privadas de libertad sin sentencia condenatoria
ejecutoriada.
constitucional, sienta las bases constitucionales sobre las que se edifican las diversas instituciones del
Estado; a su vez dicho principio exige que todas las acciones personales civiles, económicas, sociales y
sobre todo militares deben estar de acuerdo con las disposiciones que integran el ordenamiento jurídico que
la Constitución señala. En: ORT1Z GASPAR, David Aníbal. “¿Normas constitucionales inconstitucionales?
Razones para declarar inconstitucional la ordenanza regional que declaró inviable el proyecto minero
Conga”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 132, Gaceta Jurídica, Lima, p. 98.
2) El voto será facultativo para las personas entre dieciséis y dieciocho años de edad,
las mayores de sesenta y cinco años, las ecuatorianas y ecuatorianos que habitan en
el exterior, los integrantes de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, y las personas
con discapacidad.
Artículo 330.- Los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional en situación de ac
tividad tienen derecho al sufragio de conformidad con la ley, sin que les esté permitido
optar a cargo de elección popular, ni participar en actos de propaganda, milítancia o
proselitismo político.
Es impresionante el parecido que posee tal disposición con nuestra actual regulación.
Como podemos observar de estos dos ejemplos en los cuales se constitucionaliza la res
tricción de derechos políticos de los integrantes de las Fuerzas Armadas y Policía Nacio
nal, los constituyentes latinoamericanos no han considerado como una necesidad demo
crática el recortar el derecho al voto a tales ciudadanos y ciudadanas.
Para su protección, mencionado artículo debe ser leído de forma concordante con el
artículo 118, inciso 14, del mismo cuerpo normativo constitucional, en el cual se le asig
na al Presidente de la República la conducción directa y personal del Sistema de Defen
sa Nacional, así como la plena disposición de Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
Por otra parte, el artículo 166 de la Ley Fundamental ha regulado que le compete a
los integrantes de la Policía Nacional del Perú el garantizar, mantener, restablecer el or
den intemo, prestar protección y ayuda a las personas, garantizar el cumplimiento de las
leyes, brindar seguridad al patrimonio público y privado, prevenir, investigar y combatir
la delincuencia, así como el controlar las fronteras de la República.
De acuerdo con el artículo 171 de la Norma Suprema del Estado, ambas entidades en
conjunto participan de tres actividades fundamentales para el país: a) participan en la de
fensa nacional, b) participan en el desarrollo económico y social, y c) participan en la de
fensa civil.
Al respecto, la doctrina española nos explica que “los derechos fundamentales, quizás
porque incorporan la moral pública de la modernidad que ya no flota sobre el derecho
positivo, sino que ha emigrado resueltamente al interior de sus fronteras exhiben una
extraordinaria fuerza expansiva que inunda, impregna o irradia sobre el conjunto del
sistema; ya no disciplinan únicamente determinadas esferas públicas de relación entre el
individuo y el poder, sino que se hacen operativos en todo tipo de relaciones jurídicas,
de manera que bien puede decirse que no hay un problema medianamente serio que no
encuentre respuesta o, cuando menos, orientación de sentido en la Constitución y en sus
derechos. Detrás de cada precepto legal se adivina siempre una norma constitucional que
lo confirma o lo contradice; si puede expresarse así, el sistema queda saturado por los
principios y derechos. Para explicarlo por vía de ejemplo, la mayor parte de los artículos
del Código Civil protegen bien la autonomía de la voluntad, bien el sacrosanto derecho de
propiedad, y ambos encuentran sin duda respaldo constitucional. Pero frente a ellos militan
siempre otras consideraciones también constitucionales, como la llamada “función social”
de la propiedad (art. 33), la exigencia de protección del medio ambiente, de promoción
del bienestar general, el derecho a la vivienda, y otros muchos principios o derechos que
eventualmente pueden requerir una limitación de la propiedad o de la autonomía de la
voluntad. Las eficacia de los derechos fundamentales en las relaciones de Derecho Privado,
que el Tribunal Constitucional no ha dudado en afirmar pese a los evidentes problemas
(6) Texto inspirado en lo señalado en GARCÍA YZAGUIRRE, José Víctor. El test de proporcionalidad y los
derechos fundamentales. Tesis para optar el título de abogado. Universidad de Lima, 2012.
(7) Expresión acuñada en el referido caso Luth.
procesales del amparo, se funda en ese efecto irradiación (Ausstrahlungwirkung) que es,
a su vez, una consecuencia de la fuerte re materialización que incorporan los derechos”055.
(8) PRIETO SANCHÍS, Luis. “El constitucionalismo de los derechos”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. N® 71. Año 24, 2004, pp. 51 -52.
(9) Al respecto se ha señalado que "el sistema de derechos asegurados posee una fuerza vinculante etga
omnes, siendo plenamente aplicables no solo a las relaciones entre particulares-Estado, sino también entre
particulares, concepción que se institucionaliza claramente en nuestra Constitución a través de la acción
constitucional (sic) de protección (acción de amparo en el derecho comparado)”. NOGUEIRA, Humberto.
Dogmática constitucional. Universidad de Talca de Chile, Talca, 1997, p. 145.
con un matiz distinto, en el caso Ferrell vs. Dallas Independen! School District se le res
tringió el acceso a un grupo de jóvenes a una entidad educativa por su corte de pelo es
tilo “beatle”, los jueces norteamericanos determinaron que dicho modo de comportarse
era parte de su identidad, característica que debía ser respetada e incluida dentro de la es
cuela demandada.
La Corte Suprema estadounidense en el caso Tinker vs. Des Moines Indepent Comu-
nity School District de 1969 dilucidó una controversia entre tres menores de edad contra
su colegio a razón de si se había vulnerado o no su derecho a la libre expresión. Sucedió
que los demandantes decidieron portar durante el horario de clases unas cintas de color
negro alrededor de sus muñecas como parte de una campaña cívica y pacífica de conde
na a la Guerra de Víetnam. Las autoridades escolares sin demora suspendieron a los jóve
nes hasta el momento que decidieran dejar de portarlas, pues iba en contra de las regula
ciones de la institución relevantes a vestimenta. Afortunadamente y con gran acierto, se
falló a favor de los jóvenes, en tanto, no es admisible que una regulación impida a libre
manifestación de ideas ni sea represiva de discusiones de interés público, mucho menos
en una entidad educativa.
Estos casos revelan la idea principal que debemos captar de este concepto: “no hay
problema jurídico que no pueda ser constitucionalizado y eso significa que debe descartarse
la existencia de un mundo político separado o inmune a la influencia constitucional”00’.
En cuanto a lo dicho, es pertinente dar vista a las implicancias que dicha propiedad
ha tenido en los efectos de los derechos fundamentales:
Consideramos que la descripción formulada por Robert Alexy es la que mejor resume
el fenómeno descrito. Nos destaca tres aspectos de los derechos en un reciente trabajo
publicado: “primero, los derechos constitucionales han ganado una influencia que va
más allá de la relación entre el ciudadano y el Estado (sic). Han adquirido un ‘efecto
irradiación’ sobre el entero sistema jurídico. El resultado es la ubicuidad de los derechos
Por otra parte, el efecto recíproco involucra lo que nos parece uno de los triunfos teó
ricos y prácticos más impactantes que poseen los efectos de la constitucionalización de
los derechos. Supone que el límite (la disposición que interviene un derecho) ha de ser
limitada en virtud de aquello que se limita (el derecho fundamental). Entendámoslo así:
una ley que regula el ejercicio (límite) de la libertad de expresión, debe ser interpretada
en función de acuerdo vinculante del derecho fundamental restringiéndole los alcances
que pretendía obtener, en virtud del contenido protegido constitucionalmente en todo su
puesto que los vulnere.
La doctrina española al respecto ha señalado que “los límites que las leyes imponen
a los derechos fundamentales han de limitarse a su vez por el derecho mismo, mediante
una ponderación que en el caso concreto, examine en qué medida el fin al que sirve el
límite legal justifica una determinada restricción del derecho fundamental”*1 T Por otra
parte, se le ha descrito de la siguiente forma: “los derechos fundamentales y las leyes
generales están en una recíproca relación: por un lado, en la interpretación de un derecho
fundamental hay que tomar en consideración los valores jurídicos protegidos a través de
las leyes generales; por otro lado, en la revisión del efecto limitador de las leyes generales
sobre los derechos fundamentales hay que tener en cuenta el especial contenido axiológico
del derecho fundamental en cuestión”*161.
(14) ALEXY, Robert. “Sobre ios derechos constitucionales a protección”. En: Derechos, sociales y ponderación.
Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2007, p. 6,
(15) RODRÍGUEZ DE SANTIAGO, José María. La ponderación de bienes e intereses en el Derecho
Administrativo. Marcial Pons, Barcelona, 2000, p. 26.
(16) CRUZ, Luis. La Constitución como orden de valores. Gomares, Granada, 2005, p. 17.
(17) STC Exp. N° 159/1986 de 16 de diciembre de 1986, f.j. 6.
Otto Bachof es el autor de la recurrida frase que sintetiza con gran justicia lo que
representa para el Ordenamiento el impacto de los derechos fundamentales: “antes los
derechos fundamentales solo valían en el ámbito de la ley, hoy las leyes solo valen en el
ámbito de los derechos fundamentales”0 8).
En vista de este esquema teórico, no solo el reconocimiento de un derecho en la Cons
titución implica el desarrollo de potestades por parte de quienes se apuntan como titula
res de este, también se erige como criterio interpretativo de otras disposiciones constitu
cionales, legales e infra legales. Es decir, la positivización implica dar fuerza normativa y
supremacía normativa a aquella potestad reconocida o creada por el constituyente.
Es a partir de esta idea que consideramos no solo que la reforma constitucional rea
lizada era de vital importancia para la reivindicación de los militares y policías, también
lo era para poseer un ordenamiento jurídico sin restricciones incoherentes e injustificadas
de derechos fundamentales.
Respecto a la disposición derogada, esta constituía un problema de efecto recíproco
de derechos. Como se ha visto en las líneas iniciales, los constituyentes Chirinos Soto y
Chávez Cossío sostuvieron razones fundadas en el principio democrático para sostener la
necesidad imperiosa de recortar derechos.
Corresponde al Parlamento desarrollar las reglas jurídicas suficientes para dar con
tenido a los derechos fundamentales. Los propósitos de esta pueden ser resumidos en los
siguientes puntos:
(20) MEDINA GUERRERO, Manuel. La vinculación negativa del legislador a los derechos fundamentales.
McGraw-Hill, Madrid, 1996, p. 4.
(21) COMANDUCCI, Paulo. “Principios jurídicos e indeterminación del Derecho”. En: Doxa. Centro de
Estudios Constitucionales de la Universidad de Alicante. N" 21-II, Alicante, 1998, p. 101.
fundamentales en caso estos no puedan ser materializados o cuando estos se ven
vulnerados por acción privada y/o pública.
Desde este esquema, es posible entender a la Constitución como un marco de
posibilidades políticas, así como fuente de respuestas a las interrogantes fundamentales
(¿qué derechos poseo?, ¿en qué tipo de Estado vivo?, ¿qué forma de gobierno tengo?,
¿bajo qué modelo económico me rijo? et c.). Como bien hemos indicado, la capacidad
del Congreso para desarrollar la Norma Suprema no es incondicional o enteramente
discrecional, existen límites sobre los cuales debe regirse, o mandatos a los cuales acatar.
Sobre este aspecto, en otra sede hemos resumido(23) las ideas de Robert Alexy sobre este
aspecto en cuanto a los márgenes sobre los que se ejerce la potestad legisladora:
l. Se encuentra ordenado que los miembros de las Fuerzas Armadas, y Policía Na
cional voten en los comicios electorales.
2. Se encuentra ordenado que los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Na
cional tengan acceso a los mecanismos de participación ciudadana regulados
legalmente.
3. Está prohibido que los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional en
actividad participen de los procesos electorales como candidatos o candidatas.
4. Está prohibido que las autoridades estatales con potestades normativas y admi
nistrativas dificulten, restrinjan o desaparezcan el derecho al voto de los miem
bros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
5. Está prohibido que los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional en
actividad realicen actividades partidarias. Se encuentran restringidos sus dere
chos políticos asociativos.
6. Está prohibido que los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional en
actividad realicen actos de proselitismo político. Se encuentra restringido su de
recho a la libertad de expresión en materia política.
9. Está permitido que el Congreso de la República regule las condiciones para las
cuales se constituya la condición de retiro.
En el caso del personal militar o policial en situación de actividad, el derecho fundamental a
participar en la vida política del país se sujeta a las siguientes restricciones constitucionales:
no pueden a) postular a cargos de elección popular; b) participar en actividades partidarias;
c) participar en manifestaciones; y, d) realizar actos de proselítismo: STC Exp. N° 01001 -
2013-PA/TC (f.j. 27).
BIBLIOGRAFÍA
ALEXY, Robert. “Sobre los derechos constitucionales a protección”. En: Derechos, sociales y
ponderación. Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2007; COMANDUCCí, Paolo. “Prin
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entre particulares. Civitas, Madrid, 1986; GARCÍA YZAGUIRRE, José Víctor. El test de propor
cionalidad y los derechos fundamentales. Tesis para optar el título de abogado. Universidad de
Lima, 2012; MEDINA GUERRERO, Manuel. La vinculación negativa del legislador a los derechos
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Universidad de Talca de Chile, Talca, 1997; ORTIZ GASPAR, David Aníbal. “¿Normas constitucio
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inviable el proyecto minero Conga”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 132, Gaceta Jurídica, Lima;
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Constitucional. N° 71. Año 24,2004; RODRÍGUEZ DE SANTIAGO, José María. La ponderación de
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Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993, Tomo 2, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1999.
Artículo 34-A Impedimento para postular a cargos de
elección popular
Están impedidas de postular a cargos de elección popular, las
personas sobre quienes recaiga una sentencia condenatoria
emitida en primera instancia, en calidad de autoras o cómplices,
por la comisión de delito doloso(,f).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 24) e, 31, 39, 39-A, 40,41; D.U.D.H.: arts. 11.1, 21; BI.C.Y.P: arts.
14.2,25; C.A.D.H: arts. 8,23
L Antecedentes
El artículo 34-A es una disposición constitucional insertada en nuestro orden funda
mental01 producto de la búsqueda de garantizar la idoneidad de los funcionarios elegidos
por representación popular ante tantos cuestionamíentos penales de candidatos al Con
greso de la República, gobiernos regionales y locales. Al respecto, si bien las constitucio
nes peruanas se han ocupado desde los orígenes de la república del ejercicio del derecho
a ser elegido y sus limitaciones, es la primera vez que se incorpora una disposición con la
característica de establecer impedimentos para postular a cargos de elección popular con
independencia de una inhabilitación política (artículo 100 de la Constitución) o penal (ar
tículo 36 del Código Penal).
Ahora, como se advirtió en el debate parlamentario de la reforma constitucional
* 21,
desde el 2001 se presentaron diversas iniciativas para insertar impedimentos a los cargos
de elección populad31, pero el antecedente más remoto a la aprobación de este artículo foe el
dictamen de la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso de la República so
bre la Ley de Reforma Constitucional que incorpora el artículo 34-A y modifica el artículo
39 de la Constitución Política del Perú, sobre impedimentos para ejercer la función públi
ca00, el cual logró el 23 de julio de 2019 la aprobación en primera votación por parte del
pleno del Congreso, pero finalmente no prosperó su debate en una segunda legislatura de
bido a la disolución del parlamento.
(*) Artículo incorporado por el artículo único de la Ley N* 31042 del 15/09/2020.
(I) Mediante Ley N° 31042, Ley de reforma que impide postular a sentenciados en primera instancia por delito
doloso, publicada en el diario oficial El Peruano el 15 de setiembre de 2020.
(2) Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso de la República. Dictamen de ley de reforma cons
titucional, que incorpora a la Constitución Política el artículo 34-A y el artículo 39-A sobre impedimentos
para postular a cargos de elección popular o ejercer función pública, de fecha 2 de julio de 2020.
(3) Al respecto se pueden mencionar los siguientes Proyectos de Ley; N° 02329/200 l-CR, 04686/2002-CR,
N° 11226/2004-CR, 1880/2012-CR y N° 3730/2014-CR.
(4) Proyecto de Ley 122/2016-CR y Proyecto de Ley N° 4190/2018-PE.
No obstante, a nivel legal desde el 2018 existe una regulación incorporada con la Ley
N° 30717® que establece como impedimentos la postulación de personas condenadas a
pena privativa de la libertad, efectiva o suspendida, con sentencia consentida o ejecuto
riada, por la comisión de delito doloso para el cargo de presidencia o vicepresidencias de
la República, así como a candidatos a representantes del Congreso de la República y Par
lamento Andino, y candidatos en las elecciones de gobiernos regionales y municipales. Y
adicionalmente a lo establecido en la Constitución Política, esta regulación prevé una li
mitación permanente para i) las personas condenadas en calidad de autoras por terrorismo,
apología al terrorismo, tráfico ilícito de drogas o violación de la libertad sexual y ii) las
personas que, por su condición de funcionarios y servidores públicos, son condenadas a
pena privativa de la libertad en calidad de autoras de colusión, peculado o corrupción de
funcionarios; aun cuando hubieran sido rehabilitadas®.
(5) Esta norma introdujo diversos artículos a la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones, a la Ley N° 27683,
Ley de Elecciones Regionales, y a la Ley N° 26864, Ley de Elecciones Municipales, con la finalidad de
promover la idoneidad de los candidatos a cargos públicos representativos.
(6) Si bien esta parte de la regulación presentaría un alto grado intervención, en la demanda de inconstituciona
lidad contra la Ley Nü 30717 (Exp. N° 00015-2018-P1/TC y Exp. Nü 00024-2018-PI/TC) no se alcanzaron 5
votos conformes para dictar sentencia que declare la inconstitucionalidad de las disposiciones impugnadas,
(7) STC Exp. N° 0025-2005-A1/TC, f. j. 5 L
(8) BALAGUER, Francisco (coord.). Manual de Derecha Constitucional. Vol. II. 2;| edición. Tecnos, Madrid,
2007, p. 239.
2. Sentencia condenatoria en primera instancia
El artículo 34-A requiere una circunstancia fáctica y, cuya verificación impide a la
persona acceder a determinados cargos públicos
* 9’, lo que responde a que los funcionarios
como el presidente, los congresistas y demás cargos de elección popular ejercen un po
der que no proviene de ellos en sí mismo, sino del pueblo. En tal sentido, el ejercicio de
este debe realizarse en respuesta a los intereses colectivos, persiguiendo el bien común y
no los intereses personales
* 1011
’.
12
Ahora, el contenido infranqueable para este tipo de limitaciones al ejercicio del de
recho a ser elegido se da debido a la condena penal por un tribunal competente e inde
pendiente. En efecto, la Corte IDH ha resaltado que el dispositivo convencional (artículo
23.2 de la CADH) impone una obligación clara de que los Estados sólo podrían restringir
el derecho político fundamental de ser elegido, como resultado de la práctica de un com
portamiento considerado ilícito, solamente si i) se emitió por juez competente, ii) hay una
condena y iií) fue resultado de un proceso penal
* 1 ’’. Es decir, no resulta legítimo que este
tipo de medidas esté fuera del respeto de los derechos fundamentales y que esté estable
cido en una norma infralegal.
Esto quiere decir, que tanto las personas que accedan a los cargos de elección popular
como los trabajadores públicos deben asegurar el ejercicio correcto de la función públi
ca. Para ello, se ha señalado que se debe actuar, en el ámbito de lo estatal, siguiendo de
terminados parámetros, que corresponden con los principios mínimos del buen gobierno
como lo son i) corrección; ii) transparencia; iii) participación; iv) rendición de cuentas y;
v) eficacia(l7). Adicionalmente, se sumaría la idoneidad, es decir, la aptitud técnica, legal
y moral para desempeñar las tareas en el Estado.
(15) Esto de acuerdo con la teoría dualista, ver: VILLAVICENCIO, Felipe. Derecho Penal. Parte general. Ob.
cit., p. 354.
(16) STC Exp. 0008-2005-PJ7TC, f. j. 14.
(17) NOVOA, Yvana. “La lucha contra la corrupción: consecuencia de la democracia”, proyecto académico,
comentario académico, p. 20, disponible en: http://idehpucp.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/2012/07/
Comentario-Yvana.pdf
el caso de elegir a nuestros representantes políticos, estemos ante ciudadanos que respe
ten los principios que rigen el interés y bien común083. Una manifestación de ello es que
las personas candidatas a cargos de elección popular respeten las normas de convivencia
social que se manifiestan muchas de ellas ante su incumplimiento en una sanción penal.
Por lo antes dicho, el legislador ya ha plasmado desde el 2018 una serie de impedi
mentos para que personas condenadas a pena privativa de la libertad no puedan postular,
tal como se mencionó en los antecedentes de este apartado. Con esa razón, con mayor sen
tido un Constituyente, al tener mayor margen de discrecionalidad, puede plasmar reglas
que concretice principios que se aspiren alcanzar para el mejor funcionamiento del Estado.
(18) LANDA, César. “Constitutional limits of the right lo run for office”. En: Challenger of human rights in
Latín America: minutes of the fourth conference offundamental rights. Cambridge Scholars Publishing,
2018, p. 2.
(19) COBIÁN, Erika. “Lucha contra la corrupción y derechos fundamentales en el Perú: ¿transitar del principio
constitucional de prescripción de la corrupción a un derecho fundamental a vivir sin corrupción?”. En:
Derechosfundamentales. Actas de la 111 Jornada de Derechos Fundamentales. Palestra, Lima, 2018, p. 33..
(20) STC Exp. N“ 00017-2011-Al/TC, f. j. 16.
(21) ZALAQUETT, José. “Transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción en América”.
Informe de la reunión regional que tuvo lugar en Santiago de Chile entre el 3 y el 5 de diciembre de 2004.
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2007, p. 22.
(22) LEÓN, Jorge, “Perspectiva constitucional de los delitos de corrupción”. Ob. cit., p. 207.
(23) ONU, Oficina de! Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Prácticas de buen gobierno para la protección
de los derechos humanos. 2008, p. 65.
(24) MONTOYA, Ivan, citado en COBIÁN, Erika. “Lucha contra la corrupción y derechos fundamentales en
el Perú: ¿transitar del principio constitucional de prescripción de la corrupción a un derecho fundamental
a vivir sin corrupción?”. Ob. cit., p. 36,
instituciones públicas en tanto no se vacíe totalmente los derechos fundamentales a través
de estas. Entonces, idoneidad de los funcionarios, que incluye evitar actos de corrupción,
fundamenta la incorporación del artículo 34-A de la Constitución, aun así es importante
precisar que este artículo iría en coordinación con derechos fundamentales que aparente
mente entrarían en colisión con esta disposición constitucional.
2. Presunción de inocencia
De otro lado, la Constitución reconoce en el artículo 2.24 inciso e) el derecho a la pre
sunción de inocencia, sobre el cual toda persona acusada de delito tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad. Sobre ello, podría argumen
tarse que la incorporación de la sentencia de primera instancia como impedimento para
postular es un adelanto de una sanción debido a que no estamos ante una sentencia con
sentida o ejecutoriada. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que la presunción de inocen
cia se desvirtúa desde el momento en que existe una resolución judicial que prueba la cul
pabilidad de la persona según se interpreta del art. 2.24 inciso e) de la Constitución. En
ese sentido, existe una armonización con esta parte de la Constitución.
(25) NOHLEN, Dieter y otros (eds,). Tratado de Derecho Electoral comparado de América Latina. FCE,
México, 1998, p. 1298.
(26) HESSE, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional. 2Í1 edición. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 2012, pp. 67-70.
(27) RAWLS, John. Liberalismo político. Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 243.
3. Pluralidad de instancia
Finalmente, otro derecho que reconoce la Constitución y que se ve involucrado con
la incorporación del artículo 34-A es el derecho a la pluralidad de instancia detallado en
el artículo 139, inciso 6 de la Constitución. Al respecto, se debe tener claro que el impe
dimento para postular no supone una sanción penal, ya que esta no es consecuencia de un
mandato judicial que precisa dicho efecto, sino un requisito para ser elegido u ocupar un
cargo. Y en segundo lugar, la disposición constitucional no impide el ejercicio de la ape
lación, por lo que la persona sentenciada puede ejercer libremente este derecho.
Colombia El artículo 122 limita el derecho a ser elegido en cualquier tiempo, cuando haya la comisión
de delitos que afecten el patrimonio del Estado o quienes hayan sido condenados por deli
tos relacionados con la pertenencia, promoción o financiación de grupos armados ilegales,
delitos de lesa humanidad o por narcotráfico^. Adicionalmente, el artículo 179 establece
el impedimento específico para el cargo de congresista, no pudiendo presentarse quien haya
sido condenado por cualquier delito, incluso si la condena fue cumplida’"91.
Ecuador El artículo 113 limita el derecho a ser elegido cuando haya una sentencia condenatoria
ejecutoriada por delitos sancionados con reclusión, o por cohecho, enriquecimiento ilícito
o peculado’28
30’.
29
(28) Artículo 122.- (...) Sin perjuicio de las demás sanciones que establezca la ley, no podrán ser inscritos como
candidatos a cargos de elección popular, ni elegidos, ni designados como servidores públicos, ni celebrar
personalmente, o por interpuesta persona, contratos con el Estado, quienes hayan sido condenados, en
cualquier tiempo, por la comisión de delitos que afecten el patrimonio del Estado o quienes hayan sido
condenados por delitos relacionados con la pertenencia, promoción o financiación de grupos armados
ilegales, delitos de lesa humanidad o por narcotráfico en Colombia o en el exterior.
Tampoco quien haya dado lugar, como servidores públicos, con su conducta dolosa o gravemente culposa,
así calificada por sentencia ejecutoriada, a que el Estado sea condenado a una reparación patrimonial, salvo
que asuma con cargo a su patrimonio el valor del daño.
(29) Articulo 179-- No podrán ser congresistas: quienes hayan sido condenados en cualquier época por sentencia
judicial, a pena privativa de la libertad, excepto por delitos políticos o culposos. (...).
4. Quienes hayan perdido la investidura de congresista.
(30) Articulo 113.- No podrán ser candidatas o candidatos de elección popular:
(...)
2, Quienes hayan recibido sentencia condenatoria ejecutoriada por delitos sancionados con reclusión,
o por cohecho, enriquecimiento ilícito o peculado.
3. Quienes adeuden pensiones alimenticias. (...).
México El artículo 38 limita el derecho a ser elegido cuando una persona esté sujeto a proceso penal
con por delito que merezca privación de la libertad13*’.
Uruguay El artículo 80 limita el derecho a ser elegido por la condición de legalmente procesado en
una causa criminal y por sentencia^21.
CIONAJ
¡g] El concepto “función pública” comprende dos tipos de función que suele distinguirse: la
función pública representativa y la función pública no representativa: STC Exp. N° 0025-
2005-AI/TC (f.j. 51).
gj La finalidad esencial del servicio a la Nación radica en prestar los servicios públicos a los
destinatarios de tales deberes, es decir a los ciudadanos, con sujeción a la primacía de la
Constitución, los derechos fundamentales, el principio democrático, los valores derivados
de la Constitución y al poder democrático y civil en el ejercicio de la función pública: STC
Exp. 0008-2005-PI/TC (f.j. 14).
ifij La lucha contra la corrupción es un mandato constitucional que se desprende de los artículos
39 y 41 de la Constitución: STC 00006-2006-CC/TC (f. j. 11)* 24
(31) Artículo 38.- Los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden: (...)
II. Por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la recha
del auto de formal prisión; (...)
V. Por estar prófugo de la justicia, desde que se dicte la orden de aprehensión hasta que prescriba la
acción penal; y
VI. Por sentencia ejecutoria que imponga como pena esa suspensión.
(32) Artículo 80.- La ciudadanía se suspende: (...)
2o) Por la condición de legahnente procesado en causa criminal de que pueda resultar pena de peniten
ciaría. (...)
4o ) Por sentencia que imponga pena de destierro, prisión, penitenciaría o inhabilitación para el ejercicio
de derechos políticos durante el tiempo de la condena.
H La lucha contra la corrupción no puede agotarse únicamente en respuestas estatales inme
diatas o coyunturales, que no permitan revertir a cabalidad las consecuencias nefastas que
la corrupción genera en términos de ciudadanía, democracia, institucionalidad, crecimiento
económico y desarrollo: STC 00016-2019-PI/TC (f. j. 18)
BIBLIOGRAFÍA
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regional que tuvo lugar en Santiago de Chile entre el 3 y el 5 de diciembre de 2004. Facultad de Derecho
de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2007.
Artículo 35 Partidos y otras organizaciones políticas
Los ciudadanos pueden ejercer sus derechos individualmente o
a través de organizaciones políticas como partidos, movimientos
o alianzas, conforme a ley. Tales organizaciones concurren a la
formación y manifestación de la voluntadpopular. Su inscripción
en el registro correspondiente les concede personalidadjurídica.
Mediante ley se establecen disposiciones orientadas a asegurar
el funcionamiento democrático de las organizaciones políticas y
la transparencia sobre el origen de sus recursos económicos, así
como su verificación, fiscalización, control y sanción.
Elfinanciamiento de las organizaciones políticas puede serpúblico
y privado. Se rige por ley conforme a criterios de transparencia
y rendición de cuentas. El financiamiento público promueve la
participación y fortalecimiento de las organizaciones políticas
bajo criterios de igualdad y proporcionalidad. Elfinanciamiento
privado se realiza a través del sistema financiero con las excep
ciones, topes y restricciones correspondientes. El financiamiento
ilegal genera la sanción administrativa, civil y penal respectiva.
Solo se autoriza la difusión de propaganda electoral en medios
de comunicación radiales y televisivos mediante financiamiento
público indirecto^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 13), 17, 30, 31, 34, 178 íncs. 2), 3), 180, 200 inc. 2); C.P.Ct: art. 44 ines.
16), 24); Ley 28094; R. 662-2011-JNE; D.U.DJL: arts. 20, 21; P.I.D.C.P.: art. 25;
C.A.D.H.: art. 23
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N“ 30905 del 10/01/2019.
La primera impresión del artículo modificado es de carácter formal. Su extensión rom
pe los lincamientos para la redacción de las disposiciones constitucionales, con párrafos en
promedio de cinco líneas, ampliándolo a un texto de quince; en lo que respecta a su conte
nido, como indicamos, se trata de una regulación incompleta que debió conservar una re
serva de ley; en todo caso, si se deseaba reconocer el financiamiento público pudo haber
se indicado expresamente y dejar a la ley su completa regulación, considerando además
los tipos y topes al levantamiento de fondos del sector privado. La historia de los textos
constitucionales iberoamericanos más longevos, nos recuerda que la Carta mexicana de
1917 ha atravesado a lo largo de su centenario por diversas reformas totales, parciales, in
cluso por adición; artículos derogados y otros ampliados con clara desproporción frente a
otros en la misma constitución®. El ejercicio del poder constituyente constituido debe rea
lizarse sin perder de vista la observancia a una técnica eficiente de reforma constitucional.
Una razón que explica la necesidad de incorporar disposiciones con una regulación
más legal que constitucional, se explica por la rigidez que la casi totalidad de las cartas
magnas tienen para ser enmendadas®, exigiendo mayorías calificadas, doble votación y
consultas populares para lograr su firmeza en la norma jurídica de más alto rango, a dife
rencia de las leyes ordinarias que son aprobadas por mayoría simple y que presentan una
mayor flexibilidad para su reforma; sin embargo, consideramos que a pesar de dicha ten
dencia, común en Iberoamérica, se pudo simplificar la redacción agregando al artículo 35
que el “financiamiento de las organizaciones políticas puede ser público y privado. El fi
nanciamiento ilegal genera la sanción administrativa, civil y penal”; las formas para con
cretar esta disposición constitucional, sus principios rectores y su debida regulación serían
materia de ley; no obstante, si comparamos la nueva redacción con el segundo párrafo del
artículo original, excluido por la reforma: “[l]a ley establece normas orientadas a asegu
rar el funcionamiento democrático de los partidos políticos, y la transparencia en cuanto
al origen de sus recursos económicos y el acceso gratuito a los medios de comunicación
social de propiedad del Estado en forma proporcional al último resultado electoral gene
ral”, nos damos cuenta que una adecuada legislación podría haber regulado la concreción
sobre los tipos de financiamiento y sanciones, en conclusión, consideramos que la reforma
no era necesaria, pues la redacción original no impedía la financiación estatal, así como
tampoco la necesidad de establecer por ley los límites a los aportes privados.
(1) La abundante cantidad de distintos tipos de enmiendas, a pesar de ser una Constitución federal, nos hace
pensar en un desarrollo más positivista que jurisprudencial, por lo menos es sus ochenta primeros años
de vigencia; cfr. KAKANSSON, Carlos. “Los rasgos de la centenaria Constitución de Querétaro”. En:
La evolución del constitucionalismo social en el siglo XXL La influencia de la Constitución mexicana al
ordenamiento constitucional comparado. A cien años de su vigencia. ETO CRUZ, Gerardo; NAV.EJA
M ACÍAS, José de Jesús (coordinadores). Grijley, Lima, 2018, p. 933.
(2) La diferencia que existe entre las constituciones flexibles y rígidas consiste en el grado de dificultad en su
procedimiento de reforma; mientras que las primeras son enmendadas mediante la aprobación de una ley
ordinaria (el caso excepcional del Reino Unido), las segundas exigen el cumplimiento de un procedimiento
especial con doble votaciones, mayorías calificadas, incluso una consulta popular, entre otros posibles
requisitos establecidos en el texto constitucional; sobre esta diferencia, véase BRYCE, James. Constitu
ciones flexibles y Constituciones rígidas. Centro de Estudios Constitucionales, serie clásicos políticos,
Madrid, 1988.
II. Los partidos políticos como vehículos de la democracia
Si la política puede comprenderse como un comportamiento humano orientado a pro
ducir una acción conjunta para realizar el bien común en una comunidad política, la coin
cidencia de opiniones sobre la historia de un país, el pensamiento que sintetiza sus princi
pales fortalezas y debilidades por superar, una visión a corto, mediano y largo plazo sobre
sus retos y posibilidades, un ideario que resuma sus principales directrices para la elabo
ración de programas concretos, así como el reclutamiento de personas que sumen volun
tades en la misma línea de acción para alcanzar en democracia el ejercicio político del po
der, son factores que cristalizan a través de las organizaciones políticas(3)4.
Dado que no es posible sostener que los derechos de reunión y asociación posean fi
nalidades en sí mismas, sino que poseen de objetivos instrumentales o colectivos, los par
tidos políticos son precisamente una concreción de ambos derechos que tienen como fi
nalidad alcanzar democráticamente el ejercicio de las instituciones del poder político,
para poner en acción e implementación los principios que inspiran su ideario mediante
(3) Una primera respuesta podría ser: un concurso de hombres libres y responsables autogobemándose y deba
tiendo sin violencia acerca de cómo ordenar la vida pública en la polis, cada uno según sus propias ideas y
preferencias prudenciales que no siempre podrá demostrar científica ni irrefutablemente a los demás”; cfr.
PEREIRA MENAUT, Antonio Carlos y PEREIRA SÁEZ, Carolina. Teoría general de la política. Rimay
Editores, Lima, 2016, p. 37,
(4) En el mismo sentido, véase NÚÑEZ, Manuel Antonio. “Las libertades de reunión y asociación”. En:
AA.VV. Lecciones de derechos humanos. Edeval, Valparaíso, 1997, pp. 215-216.
políticas públicas trasversales en los campos de la economía, salud, educación, seguri
dad interna y externa®.
(5) Sobre los partidos políticos, Martin Kríele sostiene que "(...) son las controversias parlamentarias las que
concretizan las oposiciones de opiniones e intereses existentes en el pueblo, de modo tal que se convierten
en objeto de discusión y el electorado puede agruparse conforme a ella. La formación de los partidos es
tan sólo el intento de organizar estas agrupaciones y hacerlas útiles a los fines electorales”; cfr. KRIELE,
Martin. Introducción a la teoría del Estado. Fundamentos históricos de la legitimidad del Estado consti
tucional democrático. Depalma, Buenos Aires, 1980, p. 453.
(6) Como explica Luis Castillo sobre el concepto de persona, “(ujn entendimiento de estas características es
el siguiente: la naturaleza humana es una realidad compleja que tiende a la perfección. Que es compleja
significa que la naturaleza humana es una realidad pkirid i menciona I, es decir, que se manifiesta en ámbitos
o dimensiones distintas y a la vez complementarias entre sí. Al menos cuatro son estas dimensiones: una
dimensión material y otra espiritual, junto a una dimensión individual y a otra social”; cfr. CASTILLO
CÓRDOVA, Luis. “Los derechos humanos: la persona como inicio y fin del Derecho”. En: Foro Jurídico.
Revista de Derecho, núm. 7, 2007, pp. 28 a 29.
(7) Cfr. NÚÑEZ, Manuel Antonio. “La libertad de expresión”. En: AA.VV. Lecciones de derechos humanos.
EdevaL Valparaíso, 1997, pp. 170-172.
¿Es viable la democracia sin organizaciones políticas? Considero que no es posible
realizar la democracia en una comunidad política sin organizaciones de base que puedan
ejercer los derechos humanos para su funcionamiento (entre ellos, reunión, asociación, ex
presión) y, a través de ellas, alcanzar el legítimo ejercicio del poder político®. El problema
que surge es cuando no se evidencia una democracia al interior de los partidos, cuando se
trata de una organización destinada para alcanzar el ejercicio del poder político, pero ca
reciendo de una estructura interna, ordenada y constituida por elecciones internas bajo el
criterio de un militante, un voto. La aparición de nuevas organizaciones políticas en Eu
ropa continental, evidencia una mirada a la coyuntura iberoamericana, con la creación de
nuevos partidos que alcanzan a ganar las elecciones pero con una dudosa organización de
mocrática en su interior, con ausencia en la rotación de cargos y para toma de decisiones,
falta de reales elecciones primarias para elegir a los candidatos al legislativo y ejecutivo,
ni convocatoria de una asamblea general para los militantes, así como su alta mortalidad
como futura opción política para llegar al gobierno y parlamento.
(8) En la democracia representativa moderna, entre sus instituciones políticas indispensables, como la elección
de los cargos públicos, las elecciones libres y frecuentes, la libertad de expresión, el acceso a fuentes infor
mativas alternativas, y la ciudadanía inclusiva, la autonomía de las asociaciones resulta necesaria para una
efectiva operación de las instituciones políticas democráticas; en el mismo sentido, véase DAHL, Robert.
La democracia. Una guía para los ciudadanos. Taurus, España, 1999, pp. 100-101.
(9) La vida democrática a su vez guarda relación con la actividad política; en ese sentido, como señalar Pereira
Menaut y Pereira Sáez, “l[a] actividad política tiende per se a asegurar un mínimo de orden, y si no lo hay,
a crearlo. Todavía más: si no hubiera ni un atisbo de orden -lo cual, como dijimos, nunca ocurre- faltaría
Ies se extienda por todo el territorio, los matices y forma de comprender como asimilar
los principios de su ideario, podrían ser formalmente distintos en diferentes zonas de un
país (ya sea en la costa, sierra y selva, las tradiciones, cultura, idioma, etcétera) atendien
do a que debe evitarse una centralización y rigidez para la formación de sus militantes;
de esta manera, su unidad se manifestaría en lo sustancial, pero libertad para todo aque
llo que sea accesorio.
En sus primeros anos, resulta natural que la fundación, inscripción, vida y primeros
años de historia de una organización política sea fruto de la trayectoria y ejemplo de su
fundador o fundadores; la formación partidaria impartida a sus militantes, la performance
en las campañas electorales y sus resultados; pero tan importante con ello resulta el ejem
plo de sus líderes fundacionales que enriquece su historia y pone en práctica lo ensenado
a sus discípulos, episodios históricos memorables, frases cargadas de sabiduría, así como
las formas como se toman las victorias y asimilan las derrotas políticas, todo ello se con
vierte en un acervo histórico del partido, un legado a las nuevas generaciones de militan
tes; en ese sentido, la estructura democrática de los partidos está cargada de un conjunto
de elementos inmateriales que producen una identidad particular que se distingue de otras
organizaciones políticas, creadas por sus fundadores y con su propia historia.
En la actualidad pareciera que sólo importa llegar al poder, pero sin partidos reales, pro
duciéndose un fenómeno inverso, pues, en vez de surgir el candidato del partido fruto de
su democracia interna, es un advenedizo político el que busca un partido formalmente ins
crito para ser su candidato, construir su plancha presidencial y lista parlamentaria con una
convocatoria no muy diferente a la búsqueda de un empleo bien remunerado; una agrupa
ción de independientes que termina disolviéndose y dejando progresivamente en calidad de
“huérfano político” al titular del ejecutivo a medida que cumple su mandato presidencial.
una de los requisitos previos para la aparición de la actividad política en ía vida social. Ahora bien, el
orden por sí solo no produce política, y llevado al extremo, como en un estado totalitario o una colmena,
la anularía”; cfr. PEREIRA MENALT, Antonio Carlos y PEREIRA SÁEZ, Carolina. Teoría general de
la política. Ob. cit., p. 186.
IV. El financiamiento mixto, ambos regidos por transparencia y
accountability
El financiamiento público y privado a los partidos políticos en el Perú está regulado
en el título VI de la Ley N° 28094(,0); por eso, no era necesario su expreso reconocimien
to constitucional00; sin embargo, antes de su aprobación, las campañas electorales en el
Perú, tradicionalmente, han sido financiadas con recursos privados; el financiamiento pú
blico, antes de la norma citada, ha sido puntual, por ejemplo, el establecimiento de una
franja electoral gratuita en espacios televisivos y radiales estatales para todos los candi
datos, sin contar similar cobertura por medios privados de comunicación, pero en calidad
de una liberalidad; sin embargo, la rendición de cuentas (accountability) de los recursos
privados en las campañas no fue debidamente controlada por el estado, pues, los aportan
tes suelen colaborar a condición de mantener reserva de su colaboración económica a la
campaña, pudiendo financiar las campañas de otros partidos e incluso de aquéllos con los
que no comparten su posición ideológica.
En los últimos años, la falta de una debida regulación dio lugar a un irregular finan
ciamiento proveniente del extranjero, de gobiernos y emporios empresariales a condición
de concesionarles obras públicas onerosas y celebradas mediante contratos leoninos para
el estado. Por eso, el nuevo artículo 35 reconoce en la Constitución peruana el financia
miento público y privado a los partidos políticos, el primero efectuado bajo criterios de
igualdad y proporcionalidad; el segundo, con el deber de ser debidamente bancarizado y
limitado a topes máximos de aportes privados; como mencionamos, una enmienda que
pudo establecerse en la ley sin necesidad de modificar el artículo 35 que comentamos.
a) El deber que tienen los partidos políticos de aproximarse y mantener lazos per
manentes con sus electores en una comunidad política.
b) La necesidad de implementar un sistema de levantamiento de fondos, fundrai-
sing, rompe la condición de Estado dependencia y evita que las organizaciones
partidarias no se contagien de los problemas de gestión que aquejan a la Admi
nistración pública (burocratismo).
(10) Ley de reforma constitucional aprobada luego de referéndum realizado el 9 de noviembre de 2018.
(11) El financiamiento público directo lo reconoce el artículo 29, ordenando al estado destinar el 0.1 % de la
unidad impositiva tributaria (UIT), por cada voto emitido para elegir representantes ante el Congreso; sobre
el financiamiento público y privado, véase TUPAYACHI SOTOMAYOR, Jhonny. Las reglas que nadie
quiere cumplir. Los partidos políticos y sufinanciamiento en el Perú. Adrus, Arequipa, 2008, pp. 171-200.
c) Se dimensiona el ejercicio de la política evitando el artificial sostenimiento aca
démico de las organizaciones partidarias.
Si el financiamiento privado puede estimular la presencia de grupos de presión ajenos
a las organizaciones partidarias y un juego desigual con otras agrupaciones en una campa
ña política021. Las principales ventajas del financiamiento público son:
2. La rendición de cuentas
La reforma constitucional además de establecer que el financiamiento puede ser pú
blico o privado, que no resulta una novedad pues así venía produciéndose en las distintas
campañas electorales, añade el deber para su rendición de cuentas (accountability), su re
gular ejercicio y señalando las consecuencias jurídicas de su financiamiento ilegal; al res
pecto, nos llama la atención que la reforma haya decidido excluir del artículo el derecho
de los partidos políticos a la gratuidad para acceder a los medios de comunicación estatal,
señalando ahora un financiamiento público indirecto que, de su sola lectura, no nos pre
senta preocupación pero desconocemos si realmente significará lo mismo que antes de su
reforma. El primer proceso electoral bajo esta reforma no ha permitido conocer a todos
los candidatos salvo en los debates organizados por el Jurado Nacional de Elecciones; se
puede afirmar que su exposición mediática ha sido menor en comparación a las campañas
bajo financiamiento privado, salvo excepciones que nunca faltan.
(12) BERNAL MORENO, J, En: GONZALEZ MARTÍN, N (coordinadora). Estudios jurídicos en homenaje
a Marta Morineau. Sistemas políticos contemporáneos. Derecho comparado. Temas diversos. UNAM,
México, 2006.
(13) LEYVA CORDERO, O, et aí. “Financiamiento público y supervivencia de partidos políticos minoritarios
en México”. En: Análisis Político. N° 91. Bogotá, 2017.
derechos, libertades e instituciones democráticas, pues de los deberes se ocupa la legis
lación; en ese sentido, la redacción del artículo 35 original sólo ha sido ampliada sobre
aspectos que bien podrían haberse encomendado a la legislación en la materia. En ese
sentido, la Ley N° 31046 establece modificaciones al financiamiento de las organizacio
nes políticas(14).
La organización política deberá informar de las actividades que realicen sus órganos
ejecutivos a la ONPE, en plazo no menor de siete días calendarios previos a la realiza
ción del evento para efectuar la supervisión respectiva. El partido político identificará a
los aportantes de las actividades proselitistas y remite la relación a la ONPE; serán infrac
ciones graves recibir aportes o efectuar gastos a través de una persona distinta al tesorero
titular o suplente o de los tesoreros descentralizados de la organización política. Se con
siderará grave la no presentación de los informes sobre aportes, ingresos recibidos y los
gastos efectuados durante la campaña, en el plazo establecido por el organismo electoral.
Las sanciones a los partidos políticos infractores por recibir aportes sin ser debi
damente transparentados, debe conllevar una multa fruto de una resolución de proceso
¡ÍJ] La ley debe establecer normas que aseguren el funcionamiento democrático de los partidos
políticos, así como la transparencia respecto al origen de sus recursos econtjmicos: STC
Exp. N° 01515-2015-PHC/TC (f. j. 9).
BIBLIOGRAFÍA
BERNAL MORENO, J. En: GONZALEZ MARTÍN, N (coord.). Estudios jurídicos en homenaje a
Marta Marinean, Sistemas políticos contemporáneos. Derecho comparado. Temas diversos. UNAM,
México, 2006; BRYCE, James. Constitucionesflexibles y Constituciones rígidas. Centro de Estudios
Constitucionales, serie clásicos políticos, Madrid, 1988; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Los dere
chos humanos: la persona como inicio y fin del Derecho”. En: Foro Jurídico. Revista de Derecho,
núm. 7,2007; DAHL, Robert. La democracia. Una guia para los ciudadanos. Taurus, España, 1999;
HAKANSSON, Carlos. “Los rasgos de la centenaria Constitución de Querétaro”. En: La evolución del
constitucionalismo social en el siglo XXL La influencia de la Constitución mexicana al ordenamiento
constitucional comparado. A cien años de su vigencia. ETO CRUZ, Gerardo; NAVEJA MACÍAS,
José de Jesús (coord.). Grijley, Lima, 2018; KRIELE, Martin. Introducción a la teoría del Estado.
Fundamentos históricos de la legitimidad del Estado constitucional democrático. Depalma, Buenos
Aires, 1980; LEYVA CORDERO, O. et al. “Financiamiento público y supervivencia de partidos
políticos minoritarios en México”. En: Análisis Político. N° 91. Bogotá, 2017; NÚÑEZ, Manuel
Antonio. ‘‘La libertad de expresión”. En: AA.VV. Lecciones de derechos humanos. Edeval, Valparaíso,
1997; NÚÑEZ, Manuel Antonio. “Las libertades de reunión y asociación”. En: AA.VV. Lecciones
de derechos humanos. Edeval, Valparaíso, 1997; PEREIRA MENAUT, Antonio Carlos y PEREIRA
SÁEZ, Carolina. Teoría general de la política. Rimay Editores, Lima, 2016; TUPAYACHI SOTO-
MAYOR, Jhonny. Las reglas que nadie quiere cumplir. Los partidos políticos y su financiamiento
en el Perú. Adrus, Arequipa, 2008.
(15) Como podría ser el caso de la democracia cristiana, o las que fomentan !a liberalización económica, el
líbre mercado, el estado de derechoy la libertad del individuo.
Artículo 36 Asilo político
El Estado reconoce el asilo político. Acepta la calificación del
asilado que otorga el gobierno asilante. En caso de expulsión,
no se entrega al asilado al país cuyo gobierno lo persigue.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc 11), 37,200 inc. 1); C.P.Ct.: art. 33 inc. 6); C.P.: art. 30; D.U.D.H.: art.
14; C.A.D.H.: art. 22 inc. 7)
I. Introducción
En opinión de Enrique Bernales Ballesteros, este artículo es casi una repetición tex-
tuaí del artículo 108 de la Constitución de 1979. Sin embargo, puede encontrarse una di
ferencia con relación a la manera como el Constituyente de 1993 decidió ubicar el tema.
La Carta Constitucional precedente incorporó el asilo político al Capítulo V del Título II,
referido a los tratados; el nuevo texto en cambio, lo ubica en el Capítulo III del Título I,
referido a los derechos y los deberes.
El asilo político, como lo señala la doctrina, es una institución que nace como
mecanismo de protección a los perseguidos políticos, el mismo que tuvo inicialmente su
origen en América Latina (esta opinión debe ser contrastada con la que en párrafos
posteriores expondremos dejando clara nuestra postura personal). Consiste en que un
Estado recibe y acepta a un perseguido político, el pedido de darle protección y recogerlo
en su propio territorio o en su sede diplomática^.
Por su parte, según lo refieren los autores Rafael Guerrero y Helena Palacios, sabemos
que existen dos modalidades clásicas de asilo, una que puede darse inicio porque el
perseguido político ingresa a una embajada del asilante y solicita protección, o bien porque
se interna en su territorio para luego reclamar protección. Para Marcial Rubio, estamos frente
a un asilo diplomático y un asilo territorial, aun cuando estas divisiones no marquen una
reflexión conceptual sustantiva^. Se puede sostener entonces que el asilo no es un hecho
físico consistente en la presencia del mismo sujeto dentro de la delegación diplomática o del
territorio de un Estado. Más bien, rectamente entendido el asilo implica dos presupuestos:
la condición de refugio físico del asilado, y el amparo jurídico del Estado asilante.
(I) BERNALES BALLESTEROS. Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Con la colaboración
de Alberto Otárola Peñaranda. 5a edición, Ciedla, Lima, 1999, p. 288
(2) RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedadpolítica.
3a edición, Mesa Redonda Editores, Lima, 1987, p. 304.
Respecto al primer punto, los autores Guerrero y Palacios, antes mencionados, seña
lan también que el lugar del asilo puede ser el territorio del Estado asilante, o también su
sede diplomática, incluso sus naves, aeronaves o campamentos militares. Pero el que un
individuo ingrese a estos lugares solicitando el asilo no configura por sí solo la institu
ción. Para estos tratadistas, luego de producido el hecho físico es necesario que el Estado
asilante otorgue el amparo jurídico al solicitante, el cual debe ser entendido como aquella
situación jurídica creada por la manifestación de voluntad del Estado asilante. Ello supo
ne que el gobierno foráneo está dispuesto a llevárselo a su territorio, si es el caso, a pro
hijarlo; sus leyes, sus jueces, su ejército están dispuestos a brindarle apoyo y protección.
Con lo cual, y a modo de conclusión en este punto, podemos afirmar que en strictu sensu
el amparo viene a constituir el asilo. Que quede claro entonces, hasta que no haya el pro
nunciamiento no hay asilo(3}.
(3) GUERRERO, Rafael y PALACIOS, Elelena. El derecho de asilo. Editorial Nelly, Bogotá, 1979. Capítulo
í.p.45.
en el artículo XXVII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hom
bre de la Organización de Estados Americanos. Ello es así, porque el asilo no es una fi
gura jurídica que opere entre dos Estados sino entre el Estado asilante y quien solicita el
asilo. Ahora bien, sería recomendable que el compromiso que asuma el Estado asilante
pueda ser regulado por tratados, ya sea bilaterales, multilaterales, pero esta es únicamente
una sugerencia para una mejor comprensión de los alcances y la aplicación de esta figura.
Pero allí están los nombres de Zuleta Angel, ex ministro de Relaciones Exteriores de
Colombia; de su agente, el intemacionalista José María Yépez, y de ese gran tribuno que,
joven entonces, sacudió los estrados del Tribunal de La Haya con susplaidories o alega
tos sostenidos oralmente a partir del 26 de setiembre de mil novecientos cincuenta: Alfre
do Vásquez Carrizosa, abogado, doctor en Derecho, de la Academia Colombiana de Juris
prudencia, ex ministro de Relaciones Exteriores de su país, experto en Derecho del mar,
pero, sobre todo, uno de los más firmes defensores de los derechos del Hombre, en que,
por gonfaloniero recibió vituperios.
Veo a Alfredo Vásquez Carrizosa como el gran gladiador del torneo jurídico en pro de
Haya. Puso sangre en la doctrina que defendía desde el pódium forense del tribunal más
alto de la tierra. De la primera parte o exordio de su informe oral, sostenido en perfecto
francés, fueron las siguientes palabras:
“El 3 de enero de 1949, hacia las nueve de la noche, un hombre cuyas intenciones
nadie podía suponer, se presentó en la Av. Arequipa, en la sede de la Embajada de
Colombia en Lima. La hora, el lugar, la persona que así procedía, el conjunto de las
circunstancias que rodean esta visita, conmovieron la opinión pública americana”.
Es pertinente anotar que quienes depositaron furtiva y heroicamente al jefe del APRA
en la sede diplomática fueron la señora Cox Roose de Larco, su hija Alicia, entonces una
colegiala, madre y hermana del ex canciller peruano, Guillermo Larco Cox, a quienes acom
pañaba la señora Hutwalker. Años después, el 7 de abril de 1985, conmemorándose por ini
ciativa mía el trigésimo primer aniversario de la salida de Haya al exilio, les rendí público
homenaje, en ceremonia en que intervinieran Diego Tobar, embajador de Colombia, Javier
Pulgar Vidal, exasilado político y Raúl Haya de la Torre, sobrino carnal de Víctor Raúl.
“Diré, ante todo, que esa persona en la hora que acabo de indicar, no era objeto de
ninguna acusación o condena por delito de derecho común. Tratábase de un hombre de
honor, de un escritor auténtico. Se trataba de un ciudadano eminente de la República
del Perú; de un intelectual conocido en la América Latina, jefe de un partido político
y, como ocurre siempre con los grandes apóstoles unas veces vencido, difamado,
rechazado; otras veces aclamado, tomado como símbolo de las esperanzas de su país,
teórico que debe a su laboriosidad tanto como a la fuerza de su doctrina, el ejercer
sobre la opinión una influencia evidente. Con estas palabras he designado, señores, las
cualidades de la persona cuyo nombre será constantemente pronunciado en el curso
de estas audiencias, el señor Víctor Raúl Haya de la Torre”.
Y, yendo al núcleo del caso sub iúdice, le explicó a ese Tribunal desconocedor del mi
litarismo jaqueador de nuestras precarias democracias indomericanas:
“¿Y cuál podría ser la causa de una tal visita, en ese lugar, a esa hora? Los juristas
saben bien en qué consiste el ‘estado de necesidad’, la ‘fuerza moral’ y la ‘violencia
moral’, así como toda esa gama de situaciones que obligan a un individuo a buscar
una condición jurídica irresistible e independiente de la voluntad que ha sido causa
del acto que realiza. El señor Víctor Raúl Haya de la Torre se hallaba en esa necesidad
y actuó en consecuencia: eligió el refugio en una Embajada con la certidumbre de no
. comparecer por causa de delito cuya culpabilidad le había sido imputada de antemano
por una justicia de carácter político y en condiciones que hubieran podido conducirlo
a un asesinato judicial”.
El embajador Echeverri
Conceder el asilo, acordar el asilo, no podía significar sino una calificación unilate
ral. La urgencia, la necesidad, no solamente la da el ser perseguido por una multitud furi
bunda; eso es transitorio, emocional. La urgencia más típica la da estar inmerso en un país
en estado de sitio, militarizado, sin hábeas Corpus, sin Parlamento, perseguido por tribu
nales que prefieren la librea a la toga, la quincena a la historia, como dijera al referirme a
los hechizos tribunales velasquistas de mil novecientos sesenta y ocho. Y a los posterio
res que son del mismo cuño.
2. El cerco de la embajada
El propio cerco de la embajada colombiana en Lima delata el riesgo vivido por
Haya, que alguna noche -temiendo el asalto policiaco definitivo™ debió incinerar cartas
y manuscritos de trabajos orfebremente elaborados. En carta del 8 de noviembre de 1952
le decía a Luis Alberto Sánchez(4):
“Tú sabes que Odría llama a esto Ta prisión modelo’. Y se refocila. No hay nada igual
al cerco tenaz de 400 hombres en permanente guardia y círculos concéntricos hasta
10 cuadras a la redonda. Siguen las trincheras, siguen los reflectores nocturnos, los
carros, las motos encendiéndose puntualmente cada 15 minutos desde hace 3 años y
diez meses, de día y de noche. Los soplones trepados en los árboles de los jardines
aledaños o empinados para mirar por encima de las bajas bardas. Han cesado las
injurias lanzadas cuando aparecía en los jardines porque he aprendido un lenguaje de
tropero y logré imponerme a gritos”.
(4) HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl y SÁNCHEZ, Luis Alberto. Correspondencia 1924-1976. Tomo II,
Industrial Gráfica, Lima, 1982, p. 2L
4. Demanda del Gobierno de Colombia
El 15 de octubre de 1949 el profesor José María Yépez, agente de Colombia, presen
taba la demanda, cuyo objeto de litigio era:
a) Que Colombia tenía derecho, en caso de personas que hayan buscado asilo en
sus embajadas, legaciones, navios de guerra, campamentos o aeronaves milita
res, a calificar a esos asilados, sea como delincuentes de derecho común, como
desertores o como delincuentes políticos.
. b) Que el Perú debe conceder las garantías necesarias para que el refugiado salga
del país respetándose la inviolabilidad de su persona.
Los fundamentos de derecho se sustentaban en: a) el Acuerdo Bolivariano sobre Ex
tradición del 18 de julio de 1911; b) la Convención sobre Asilo aprobada y firmada en la
VI Conferencia Internacional Americana de 1928; c) en la naturaleza jurídica particular
de la institución americana del asilo reconocida por el Derecho positivo americano y por
la práctica secular de los Estados americanos; d) en normas del Derecho Internacional po
sitivo y consuetudinario americano.
5. El petitum colombiano
Primera cuestión: ¿Corresponde o no a Colombia como país asilante, calificar la na
turaleza del delito para los fines del asilo?
“El movimiento subversivo y los actos de violencia contra las personas y la propiedad,
así como la propaganda hecha por sus autores e instigadores, muestran bien claramente
sus intenciones y la magnitud de las consecuencias que hubieran podido tener, sobre
pasando en mucho los objetivos políticos”.
(5) Cfr. RAMÍREZ N., Ezequiel. El derecho de asilo. Amar» Editores, Lima, 1983, p. 53.
A confesión de parte relevo de prueba, esos hechos que tipológicamente eran rebelión
o sedición, delitos políticos por excelencia, recibían la unción de la frase “sobrepasando
en mucho los objetivos políticos”.
“A título de reconvención, y de acuerdo con los términos del artículo 63 del Reglamento
de la Corte, y mediante una sola y misma sentencia, que la concesión del asilo por
el Embajador de Colombia en Lima a Víctor Raúl Haya de la Torre ha sido realizada
violando el artículo 1 párrafo 1 y el artículo 2 párrafo 2, inciso 1, de la Convención
sobre Asilo firmada en 1928 y que en todo caso el mantenimiento del asilo constituye
actualmente una violación de dicho tratado”.
Después de las réplicas y duplicas procesales se ingresó a los informes orales en que
se luciera con brillantez dramática Alfredo Vásquez Carrizosa, en las audiencias del 26,
27 y 28 de setiembre de 1950 en que batiera al intemacionalista francés Georges Scelle y
al ultraconservador agente odriísta Carlos Sayán Álvarez, antes aludido.
7. La sentencia
En 20 de noviembre de 1950 dictaba su fallo el Tribunal, del cual lo más rescatable
era este considerando:
“En cambio, estima la Corte que el Gobierno del Perú no ha probado que los hechos
anteriores al 3 y 4 de enero de 1949 de que se acusa al refugiado sean delitos de derecho
común. (...) Pero como se desprende de la exposición de los hechos, todas las piezas
que emanan de la justicia peruana tienen como única materia de acusación la rebelión
militar, y el Gobierno del Perú no ha establecido que la rebelión militar constituya en
sí un crimen de derecho común”.
Pero, en cambio, cometía la aberración de considerar a la justicia odriísta una justi
cia regular y decía selenitamente:
(6) HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl y SÁNCHEZ, Luis Alberto. Ob. cit., Tomo 1, pp. 465-467.
(7) El asilado silencioso. Antología del caso Haya de la Torre. Editorial Freri, México D.F., 1952, p. 205
y ss.
(8) ZAVALA ÁLVAREZ, Amalia. La Corte Internacional de Justicia y el asilo diplomático. Tesis profesional.
México, 1952, p. 88.
del delincuente político para procesarlo); el juez Read quien reconoce la existencia de un
Derecho americano y la urgencia para Haya el 3 de enero de 1949; el juez Azevedo (quien
reconoce el asilo no solo para los delincuentes políticos sino para las personalidades po
líticas, como lo era Haya); y, finalmente, el salvamento de voto de José Joaquín Caicedo
Castilla, quien, repitiendo los argumentos colombianos termina diciendo:
“Al defender a un refugiado político, Colombia defiende un derecho fundamental de la
persona humana, y honra no solo las obligaciones contractuales sino los compromisos
de otro orden, cuya fuerza nadie sería osado a desconocer.
■ Me refiero a los principios esenciales que inspiran tanto la Carta de las Naciones
Unidas como las declaraciones aprobadas por la IX Conferencia Panamericana y por
la Asamblea General de las Naciones Unidas”.
Caído el régimen de .Leguía, se asilaron en la Embajada de los Estados Unidos dos hi
jas, un yerno y tres nietos del expresidente, pese a que el país asilante no reconoce el asi
lo (sin embargo treinta años más tarde refugiaría en su Embajada en Hungría al cardenal
Mindzenty, durante 23 años) “siguiendo instrucciones de su Gobierno”, Alberto Salomón
y José Leguía Swayne obtuvieron en octubre de mil novecientos treinta y abril de mil no
vecientos treinta y uno sus pasaportes para viajar a Bolivia y Brasil con cargo al trámite
de la solicitud de extradición, la que no fue presentada. Tampoco habría prosperado por
que estaban sometidas a una magistratura ad hoc y ex post facto como era el Tribunal de
Sanción Nacional para el que se crearon delitos y penas por decretos ley con efecto re
troactivo y víolatorios del nullum crimine, nulla pena sine lege.
(9) ULLOA, Alberto, Derecho Internacional Público. Tomo II, Ediciones Iberoamericanas, Talleres Diana,
Artes gráficas, Madrid, 1957, p, 87 y ss.
13. La segunda sentencia
Como la dictadura militar se jactaba de una inexistente victoria, como el affaire se
guía bloqueado, Colombia presentó una nueva demanda cuyo suplico era:
“Sírvase la Corte decir de qué modo debe ser ejecutada por Colombia y por Perú la
sentencia del 20 de noviembre de 1950, y, además, decir y juzgar que Colombia no
está obligada, en ejecución de dicha sentencia del 20 de noviembre de 1950, a entregar
al señor Víctor Raúl Haya de la Torre a las autoridades peruanas”.
El 13 de julio de 1951 se dicta este fallo reiterativo, ambigüo e indefinidor:
“La Corte, sobre la conclusión principal del Gobierno de Colombia y sobre la primera
conclusión del Gobierno del Perú,
Por unanimidad
Declara que no puede dar curso a esas conclusiones y, en consecuencia, las rechaza
sobre la conclusión subsidiaria del Gobierno de Colombia y sobre la segunda conclu
sión del Gobierno del Perú.
Por trece votos contra uno
Declara que Colombia no está obligada a entregar a Víctor Raúl Haya de la Torre a
las autoridades peruanas;
Sobre la tercera conclusión del Gobierno del Perú, por unanimidad, declara que el
asilo otorgado a Víctor Raúl Haya de la Torre el 3-4 de enero de 1949 y mantenido
desde entonces, debió haber cesado después de pronunciarse la sentencia de 20 de
noviembre de 1950 y debe cesar”.
La feudalización que comportó la caída del Imperio romano fortificó el asilo y se ex
tendió al perímetro de las iglesias, las mansiones episcopales, las cruces de los caminos.
De allí proviene el grito hispánico ¡A Iglesia me llamo!
El asilo se mantuvo así en toda Europa con excepción de Francia hasta el siglo XVIII.
Felipe II mandaba respetar este privilegio incluso en los Países Bajos “en cuanto pueda
hacerse”. En Italia el asilo eclesiástico tuvo vigencia hasta la Ley Siccardi de 1850, Pero,
con acierto, Quintano Ripollés afirma00:
“Coincidiendo históricamente con el declinar del asilo religioso, fruto del proceso
de laicización y nacionalismo que acompaña en los comienzos de la edad Moderna
al afianzamiento de las grandes monarquías absolutas europeas, surge una nueva
modalidad de la institución, del asilo diplomático. Viene a ser como una versión civil
del anterior, consecuencia inmediata de la cuasidivinización cesárea y nacional que
impera en el nuevo clima filosófico y político del mundo. Ya no es el temor o la reve
rencia a los dioses y altares como antaño lo que justifica el privilegio y salvaguarda
del delincuente acogido a sus símbolos, sino los mismos sentimientos transplantados
al campo del nuevo mito de la soberanía, uno de cuyos postulados es la inviolabilidad
del Soberano y de sus representantes”.
SÍ bien Carlos V había dispuesto “las casas de los embajadores sirvan de asilo invio
lable, como antaño sirvieron los templos de los dioses, sin que nadie sea osado de violar
tal asilo bajo pretexto de ninguna especie”, tal como recuerda Grocio en De iure belli, su
evolución actual data del siglo XIX.
(11) QUINTANO RIPOLLÉS, Antonio. Tratado de Derecho Penal internacional e Internacional Penal. Tomo
II. Consejo Superior de Investigaciones Científicas “Instituto Francisco de Victoria”. G.H.E.A. Madrid,
1957, pp.303-304.
En la propia España, D'Alborgo, Chargé d'affaires de Dinamarca, en 1843 asiló al
Marqués de Casa Irujo, quien, luego del péndulo político, años más tarde hizo nombrar al
danés, Barón del Asilo. Lógicamente la expresión más patética se halló en los asilos di
plomáticos durante la guerra civil, en la que el Perú tuvo un papel singular.
Los jueces de América fueron: Read, del Canadá; Hackworth, de Estados Unidos; Fa~
bela, de México; Guerrero, de El Salvador; Azevedo, de Brasil; y Álvarez, de Chile; Hsu
Me, lo fue de China; y Badawi Pasha, de Egipto.
Gustavo Guerrero, de El Salvador, fue el único juez americano que siguió al pie de la
letra la posición de los jueces europeos sentados en el Tribunal.
Azevedo reconoció el derecho a calificar de Colombia y que el asilo estaba bien con
cedido y dijo:
“La afirmación del asilo debe ser, no solamente unilateral, sino también estable, como
ya lo hemos visto.
No se trata de una calificación provisional ni de una simple cuestión de eficacia, sino al
contrario de una consecuencia necesaria al funcionamiento normal del asilo tal como
este ha sido creado en la práctica para América Latina”.
El voto de Azevedo fue el más minucioso, el más prolijo, el más adecuado a la doc
trina indoamericana.
En síntesis, de los cinco magistrados americanos participantes en las sentencias del
Tribunal de La Haya: 1. Los cinco estuvieron concordes en que Haya no estaba acusado
por delito común; 2. Los cinco estuvieron concordes en que el Estado territorial no tenía
obligación de dar salvoconducto al asilado; 3. Cuatro votaron porque el Estado asilante
no tenía derecho para calificar unilateralmente los hechos de los que se acusaba a Haya,
Únicamente el juez Azevedo reconoció este derecho al Estado asilante; 4. Tres declara
ron que el asilo se dio conforme a la Convención de 1928: Read, de Canadá; Azevedo, de
Brasil; y Álvarez de Chile, Estuvieron en contra Hackworth, de Estados Unidos; y Gue
rrero, de El Salvador.
“Este resumen demuestra que no hubo unidad de criterio en los Jueces de América,
ni siquiera entre los latinoamericanos al presentar y juzgar la institución del asilo en
nuestra América,
No hay pues mucho fundamento para acusar de incomprensión solo y exclusivamente
a los Jueces europeos, quienes contaron con la total conformidad de los Jueces de
Estados Unidos, El Salvador y China”.
Pero lo fundamental estuvo en que el Tribunal de La Haya absolvió al asilado de los
cargos calumniosos de delincuencia común. A ese respecto resulta histórica la carta abier
ta que desde Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1950, le dirigiera el embajador peruano
Felipe Barreda y Laos (autor de “La vida intelectual del Perú durante la Colonia”) al pre
sidente cuartelado del Perú, general Odría:
18. Epílogo
Pero no quiero cerrar esta exégesis con una arenga sino volviendo nuevamente al jefe
del aprismo, cuando en setiembre de 1954 visita el palacio de la Corte Mundial, el verde-
paleis, cuya construcción fuera financiada alrededor de mil novecientos diez por la Fun
dación Camegie, por iniciativa del gran intemacionalista De Martens, figura estelar de la
Conferencia de Paz de mil ochocientos noventa y nueve.
El día que Haya visita el palacio, -repito™ obra del francés Cordonnier, inaugurado
en mil novecientos trece, quiso matar el gusano para ver el escenario donde se decidiera
su destino político, el del APRA y su propia vida. Recordó allí las galimáticas sentencias
del tribunal, la carta de su compatricio Felipe Barreda, ex Juez de La Haya que le enros
trara a Odría su título de absolución, y el acuerdo de la X Conferencia Interamericana de
Caracas de mil novecientos cincuenta y cuatro que estableció que la calificación unilate
ral del asilado por el Estado asilante “constituye la esencia de ese derecho”.
La Corte no trabajaba aquel día. Estábamos aún en el verano europeo. La única auto
ridad era el greffier, especie de notario y relator del TU. Para sorpresa el burocrático per
sonaje era el Dr. López Olivan, uno de los abogados extranjeros locados por la dictadura
militar para alegar contra el asilo de Haya en la Embajada. Al encontrarse con el triunfan
te asilado se sintió incomodísimo. Haya nos cuenta:
“Él, que había actuado en el segundo de aquellos sonados litigios entre Colombia y el
Perú, salió airosamente del mal rato de su encuentro conmigo. Discreto diplomático,
supo ser sagaz dueño de casa, durante una prolongada charla tocante con muchos temas
actuales, que no el del asilo. Y luego de conversar lo bastante como para asegurarse
que el terrorista y delincuente común, a quienes sus eventuales y totalitarios clientes
lo encargaron de atacar cuatro años ha, no era tan fiero como se lo habían pintado, el
doctor López Olivan, en prueba de buena gana, nos invitó muy amablemente a pasear
el edificio. Y tan interesante recorrido comenzó por los ingentes archivos de la Corte,
donde el greffier, sin mayores comentarios, me hizo obsequio de una colección com
pleta de volúmenes, de gran y pequeño formato, publicados en inglés y francés, sobre
l'Affaire Haya de la Torre, subtítulo que todos llevan”.
Prosigue Víctor Raúl:
“Luego, señaló respectivamente, allí se sientan los jueces, acá los defensores, de este
lado el público, arriba los periodistas y la gente de la radio.
Mientras en la ancha sala vacía resonaba de nuevo la voz del que otrora había hablado
allí en nombre de mis perseguidores y adversarios, viajaban mis pensamientos de La
Haya a Lima, y recordaba los días en que, en otro salón distante, de la Av. Arequipa
y a la vera de la encendida chimenea, mis inolvidables amigos colombianos y yo,
habíamos mantenido tensa nuestra solidaridad y nuestra expectativa”<i2),
Creo, en memoria de quienes creemos en Haya; del ministro Zuleta Ángel; del inter
nacionalista Yépez; del tribuno Vásquez Carrizosa; del juez Caicedo Castilla; de los ma
gistrados que votaron por Haya, de las señoras que lo condujeron al asilo; del Embaja
dor asilante Carlos Echeverri Cortés; de Nanny, la institutriz inglesa que oficiaba de aya
de los niños del diplomático Gori -quien sufrió lo peor del asilo-; y de los humildísimos
mayordomos Melquíades Chavarry y Gonzalo Roncal, que lo asistieran todo un lustro en
su asilo-prisión-diplomática, que debemos luchar por los derechos del Hombre y no de
poner la espada jamás ante sus violadores, a los que debemos odiar con las tripas como le
exigía Margarita Xirgú a Haya, siempre dispuesto a perdonar.
VIL Conclusión
Pero volviendo del sentimentalismo histórico a la pedestre realidad hermenéutica, ter
mino reiterando que el artículo bajo comentario (repite el artículo 108 de la Carta de 1979)
significa el epílogo de una discusión bizantina: el Estado asilante tiene derecho a califi
car de político al refugiado. Así lo habían dicho antes las convenciones sobre asilo diplo
mático y sobre asilo territorial (firmadas en Caracas el 28 de marzo de 1954), y ratifica
das ulteriormente por el Perú.
fj| El asilo diplomático es la tutela otorgada a una persona perseguida por razón de sus ¡deas
y/o actos políticos: STC Exp. N° 02876-2005-PHC (f. j. 17).
(12) HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl. Obras completas. Tomo III, Editorial Jurídica, Lima, 1976, p. 244
y ss.
BIBLIOGRAFÍA
BERNALES BALLESTEROS. Enrique. Constitución de 1993. Análisis comparado. Con la colaboración
de Alberto Oíárola Peñaranda. 5a edición, Ciedla, Lima, 1999; EDITORIAL FRERI. El asilado silencioso.
Antología del caso Haya de la Torre. México D.F., 1952; GUERRERO, Rafael y PALACIOS, Helena. El
derecho de asilo. Editorial Nelly, Bogotá, 1979; HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl. Obras completas.
Tomo III, Editorial Jurídica, Lima,1976; HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl y SÁNCHEZ, Luis
Alberto. Correspondencia 1924-1976. Tomo II, Industrial Gráfica, Lima, 1982; QUINTANO RIPO-
LLÉS, Antonio. Tratado de Derecho Penal Internacional e Internacional Penal. Tomo II, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas; “Instituto Francisco de Victoria”. G.H.E.A., Sevilla, Madrid,
1957; RAMÍREZ N., Ezequiel. El derecho de asilo. Amaru Editores, Lima, 1983; RUBIO CORREA,
Marcial y BERN ALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad política. 3a edición, Mesa
Redonda Editores, Lima, 1987; ULLOA, Alberto. Derecho Internacional Público. Tomo II, Ediciones
Iberoamericanas. Talleres Diana, Artes gráficas, Madrid, 1957; ZAVALA ÁLVAREZ, Amalia. La
Corte Internacional de Justicia y el asilo diplomático. Tesis profesional, México, 1952.
Artículo 37 Extradición
La extradición solo se concede por el Poder Ejecutivo previo
informe de la Corte Suprema, en cumplimiento de la ley y de
los tratados, y según el principio de reciprocidad.
No se concede extradición si se considera que ha sido solici
tada con elfin de perseguir o castigar por motivo de religión,
nacionalidad, opinión o raza.
Quedan excluidos de la extradición los perseguidos por delitos
políticos o por hechos conexos con ellos. No se consideran tales
el genocidio ni el magnicidio ni el terrorismo.
CONCORDANCIAS:
C.: arte. 2 inc. 2), 36, 125 inc. 4), 173; C.P.Ct.: art. 33 inc. 6), C.P.: arts. 2 inc. 5), 4;
art. 18; P.I.D.C.P.: arts. 13, 18,27; C.A.D.H.: arts. 12,22.8
I. Introducción
La extradición es un mecanismo jurídico político de cooperación penal internacional
por medio de la cual un Estado (Estado Requerido) entrega, a pedido de otro (Estado Re-
quirente), a una persona para efectos de su juzgamiento o cumplimiento de condena, bajo
condiciones de salvaguarda de sus derechos.
(1) GAZZOLO MIAN!, Luis Alberto. “La extradición en el Perú”. En: Revista de la Facultad de Derecho de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1948, p. 19.
las que nada mencionan al respecto. Es a partir de nuestra vida independiente que el prin
cipio se va arraigando”.
Prosigue el mismo autor: “Si analizamos detalladamente los antecedentes legislativos
de esta institución a través de nuestras Constituciones, vemos que, si bien, no hay con
signada disposición alguna que se relacione directamente con ella, en cambio ha existi
do siempre la posibilidad para celebrarse tratados de esta naturaleza, y esto se demuestra
con el texto de algunos artículos de las Constituciones que han regido en nuestra Patria”.
Así por ejemplo, en la Carta Constitucional de 1823 entre las facultades del Ejecuti
vo se señala en el artículo 80, inciso 5: “(...) Entrar en tratados de paz y de alianza y otros
convenios procedentes de relaciones extranjeras con arreglo a la Constitución”; en la de
1826, entre las atribuciones del Presidente de la República, artículo 83, inciso 21 está la
de: “ (...) Dirigir las negociaciones diplomáticas y celebrar tratados de paz, amistad, fede
ración, alianza, treguas, neutralidad armada, comercio y cualquiera otro, debiendo prece
der siempre la aprobación del acuerdo legislativo”. En la Constitución de 1828, entre las
atribuciones del Congreso se consigna en el artículo 48, inciso 5: “Aprobar o desechar los
tratados de paz y demás convenios procedentes de las relaciones exteriores”; y así suce
sivamente se han ido repitiendo, con una que otra modificación, en las Constituciones de
1834 (Art. 51, inciso 5), en la de Huancayo de 1839 (Art. 55, inciso 3) en el Estatuto Pro
visorio de 1855 (Art. 1 Q, inciso 26), en la de 1856 (Art. 55, inciso 15), en la Constitu
ción de 1860 (Art. 59, inciso 16); en la del 67 (Art. 59, inciso 18) hasta llegar a la de 1919
(Art. 83, inciso 18) y a la actual (Art. 123, inciso 21)”.
Para nuestro sistema, la extradición solo es concedida por el Poder Ejecutivo en aten
ción a que es el encargado de dirigir las relaciones internacionales (art. 118.11 de la Cons
titución Política del Perú).
Por este motivo a lo largo de nuestra historia republicana ha sido el Poder Ejecutivo
el encargado de conceder o denegar una extradición. Esto se vio materializado en las di
ferentes leyes sobre extradición, salvo con el Código de Procedimientos en Materia Cri
minal de 1920 que sometió la concesión de la extradición a la resolución de la Corte Su
prema - instancia judicial^ sujetándonos a un sistema estrictamente judicial, innovando
el procedimiento, circunstancia que duró hasta la expedición del Decreto Ley N° 7357
del 23 de septiembre de 1931 bajo el sustento: “Que no es lícito substraer ningún asun
to internacional de la dirección exclusiva del Poder Público a quien compete con arreglo
a la Constitución”.
1. Sistema Mixto
En el caso peruano, este sistema conlleva que interactúen dos Poderes del Estado con
su participación definida en la propia norma constitucional:
2. El análisis de legalidad
Nace de la facultad del Poder Judicial de administrar justicia (art. 138 Constitución
Política del Perú) la que ejerce en condiciones de unidad, exclusividad e independencia.
Se aplica al analizar las condiciones de procedióilidad de un pedido de extradición.
(2) HUAPAYA OLIVARES, Alberto. El nuevo régimen exlradicional peruano. Teoría, legislación yjurispru
dencia. instituto de Defensa y Desarrollo Social. Lima, 2010
El Código Procesal Penal establece cual es el marco de análisis:
Sin embargo el Tratado solo establece los grandes lincamientos de procedencia o im
procedencia de una extradición, pero lo restante, es decir la calificación legal de los he
chos y su correspondencia con la ley del Estado requerido, corresponde a la norma inter
na. De igual manera el trámite procesal es siempre de derecho interno.
La doble incriminación
La prescripción.
La causa probable.
Las causales de denegación.
Las condiciones de admisibilidad tanto de la extradición como de la detención
preventiva.
La identidad del extraditable.
Analizar la suficiencia de las Garantías solicitadas, en especial la Garantía de
no aplicación de la pena de muerte (ya que su insuficiencia puede ser causal de
denegación de la extradición)
Este análisis es sobre la procedencia de la cooperación judicial, no sobre las cuestio
nes de fondo que es privativa del juez que conoce el proceso del cual se deriva la peti
ción de extradición.
3. El análisis político
El análisis político es posterior al análisis de legalidad y se habilita sólo si es que la
Resolución Consultiva es favorable a la extradición.
El Poder Ejecutivo no analiza la suficiencia de la prueba aportada, ni la identidad del
extraditable, ni la calificación legal otorgada, ni si prescribió o no el delito. No analiza
nada que pudiera ser privativo del órgano jurisdiccional. Lo contrario sería atribuirse fa
cultades que la Constitución no le otorga. Su intervención parte de ser quien dirige las re
laciones internacionales y por lo tanto del cumplimiento de los compromisos internacio
nales asumidos.
Esto explica con suficiencia porque la mayoría de las solicitudes de extradición son
concedidas.
Sin embargo, esta obligación de extraditar está concebida bajo salvaguardas de causa
les de denegación, que son expresas en los Tratados, insuficiencia de garantías, y la apli
cación de la llamada cláusula de reserva política.
Estos parámetros los podemos encontrar en el primer párrafo del artículo 44° de la
Constitución Política del Perú:
El Código Procesal Penal reconoce esta cláusula en su artículo 517.3, que establece
el rechazo de la extradición cuando:
Este respaldo constitucional es suficiente para solicitar una extradición a un país con
el cual no tenemos Tratado pero que sí reconoce el Principio de Reciprocidad.
El Principio de Reciprocidad tiene como pilar básico a la posibilidad que el marco le
gal del otro Estado permita su aplicación. Sin ello no es posible ofrecerla ni concederla,
ni se genera antecedente.
El artículo 513.2 del Código Procesal Penal tiene otra orientación: busca sustentar la
aplicación del Principio de Reciprocidad en los antecedentes:
a) La transnacionalización del delito hace que los Estados deban cooperar con ma
yor intensidad, y
b) El deber de proteger los derechos fundamentales.
La característica actual de la extradición es la necesidad de proteger los derechos fun
damentales o como lo señala Rovira(4> “la necesidad de garantizar ciertos derechos y liber
tades, en función del riesgo de lesión a los derechos del extraditable”.
(4) ROVIRA VIÑAS, Antonio. Extradición y derechos fundamentales. Aranzadi, España, 2005, p. 88.
(5) PEREZ MANZANO, Mercedes. “La extradición: una institución constitucional’’. En: Revista de Derecho
Penal y Criminalogía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, núm. 2, 2004, p. 217.
de la extradición que tienen, y han tenido, el mismo o superior peso específico como ele
mentos definidores de la institución”.
Su vez, señala López Ortega(6) “es preciso reconocer que en todas las legislaciones
existe un núcleo inderogable, unas garantías mínimas absolutas que constituyen un patri
monio jurídico común a todos los Estados miembros de la Unión Europea y que, en cuan
to tales, se encuentran reconocidas tanto en la normativa interna como internacional”.
Esto motiva también que en la actualidad, como lo señala Knight Soto confluyen dos
tendencias respecto al tema en estudio:
“dos tendencias actuales: una estrecha cooperación por parte de los Estados, destinada
a ampliar el alcance de la extradición; y una mayor preocupación por salvaguardar
los derechos del hombre, ya reconocidos desde la Carta de las Naciones Unidas en
sus propósitos y principios “realizar la cooperación internacional en el desarrollo y
estímulo del respeto a los derechos humanos”, hasta otros instrumentos más específicos
sobre esta materia’’^.
La misma autora advierte: “El individuo objeto de extradición dispone de la protec
ción de sus derechos fundamentales reconocidos en Declaraciones y Convenciones Inter
nacionales que le son inherentes a todos los hombres merecedores de protección, invo
cadles con independencia de la etnia o nacionalidad del individuo, de modo que no cabe
justificación de su violación sobre la base de otras supuesta causas vaüosas”(9).
(6) LÓPEZ ORTEGA, Juan José. “Cadena perpetua y pena de muerte. El principio de especialidad”. En: La
orden de detención y entrega europea. Muñoz de Morales, Marta; Arroyo Zapatero, Luis Alberto y Nieto
Martín, Adán. Universidad de Castilla La Mancha, España, 2006, p. 2.
(7) PÉREZ MANZANO, Mercedes. Ob. cit., p. 218.
(8) KNIGHT SOTO, Idarmis. “El valor axíológico de los derechos fundamentales como elemento esencial
en los procedimientos de extradición”. En: Revista Contribución a las Ciencias Sociales, 2011, p. 11.
(9) Ibídem, p. 9.
(10) ROVIRA VIÑAS, Antonio. Ob. cit, p. 25.
Estas dos líneas de acción hacen que la extradición se ciña estrictamente a condiciones
de legalidad y justicia tanto por el delito en si como por las circunstancias de su persecución.
(11) RAMÍREZ MONTAÑEZ, Julio. “Análisis del procedimiento de la extradición de colombianos. Caso
Fundación por la defensa de los colombianos, pedidos en extradición”. En: Revista Comillas Journal of
International Relaiions, núm. 12, 2018, pp. 11 y 12.
La exclusión de la delincuencia política esta contemplada en los Tratados de Extra
dición firmados por el Perú.
Prosigue este autor03’ señalando que desde esta perspectiva liberal (potenciada por el
romanticismo y los sentimientos nacionalistas que surgieron en Europa como reacción a
las invasiones napoleónicas y al calor de las guerras de liberación a que aquellas dieron
lugar) la figura del delincuente político -identificado con quien lucha por el pueblo con
tra la tiranía y la usurpación- adquirió un aura de nobleza y heroísmo que, en la opinión
popular, lo hacía merecedor no de castigo sino de honores y del reconocimiento general.
De ahí que la legislación liberal tratase con especial lenidad no exenta de consideración
el fenómeno de la delincuencia política, protegiendo al perseguido político mediante la
concesión del derecho de asilo (aspecto positivo) y la consiguiente denegación de su ex
tradición (aspecto negativo).
(12) MONTORO BALLESTEROS, Alberto. “En torno a la idea de delito político. (Notas para una ontología
de los actos contrarios a Derecho)”. En: Revista Anales de Derecho, núm. 18, 2000.
(13) Ibídem, pp. 139 y 140.
(14) Ibídem, p. 141.
(15) CAPELLÁ, Margalida. “¿Qué queda del delito político en el Derecho Internacional contemporáneo?
(Observaciones en los ámbitos de la extradición y del asilo) ”. En: Revista Electrónica de Estudios Inter
nacionales, núm. 28, 2014, p. 12.
tratados de extradición y, más recientemente, en convenios para la represión del terroris
mo, por lo que es una noción que ha variado en el tiempo, especialmente a partir de la se
gunda mitad del siglo XX.
Refiere Capellá16(i7)18
que este proceso de despolitización no se desarrolló de forma homo
génea ni coincidente en la práctica estatal. Los Estados se han guiado hasta fechas recien
tes por criterios y tests diversos que a menudo han provocado distorsiones evidentes en la
protección otorgada según el país de que se trate. La práctica derivada de procesos de ex
tradición y de asilo puede agruparse en tomo a tres teorías que han sido formuladas juris
prudencialmente desde los primeros casos de finales del siglo XIX hasta nuestros días, con
la aplicación progresiva de correctivos especialmente a partir de los años sesenta y setenta.
(16) Idem.
(17) Idem.
(18) CAPELLA, Margalida. “¿Qué queda del delito político en el Derecho Internacional contemporáneo?
(Observaciones en los ámbitos de la extradición y del asilo)”. Ob. cit., p. 14.
relación con su finalidad política, atendiendo a criterios como la gravedad de los resultados
de la acción, su eficacia o su inevitabilidad para la consecución de un objetivo político”.
[f« El Estado peruano tiene celebrados diversos tratados y convenios de extradición bilaterales
y multilaterales, como también normas de ámbito interno que regulan todo aquello no
previsto en los instrumentos internacionales: STC Exp, N° 06317-2007-PHC/TC (f. j. 3).
¡gf] El proceso de extradición debe garantizar el derecho de defensa durante la etapa que se
desarrolla en el Poder Judicial: STC Exp. N°3607-2018-PHC/TC (f. j. II)
BIBLIOGRAFÍA
CAPELLÁ, Margalida, “¿Qué queda del delito político en el Derecho Internacional contemporáneo?
(Observaciones en los ámbitos de la extradición y de! asilo) ”. En: Revista Electrónica de Estudios
Internacionales, núm. 28, 2014; GAZZOLO MIANI, Luis Alberto. “La extradición en el Perú”.
En: Revista de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1948;
HUAPAYA OLIVARES, Alberto. El nuevo régimen extradicional peruano. Teoría, legislación _v
jurisprudencia. Instituto de Defensa y Desarrollo Social, Lima, 2010; KNIGHT SOTO, Idarmis, "La
extradición como forma de cooperación jurídica internacional. Aspectos conceptuales en el marco
del Derecho Internacional”. En: Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, 2011; KNIGHT
SOTO, Idarmis. “El valor axiológico de los derechos fundamentales como elemento esencial en los
procedimientos de extradición”. En: Revista Contribución a las Ciencias Sociales, 2011; LÓPEZ
ORTEGA, Juan José. “Cadena perpetua y pena de muerte. El principio de especialidad”. En: La orden
de detención y entrega europea. Muñoz de Morales, Marta; Arroyo Zapatero, Luis Alberto y Nieto
Martín, Adán. Universidad de Castilla La Mancha, España, 2006; MONTORO BALLESTEROS,
Alberto. “En torno a la idea de delito político. (Notas para una ontoiogía de los actos contrarios a
Derecho)”. En: Revista Anales de Derecho, núm. 18, 2000; PÉREZ MANZANO, Mercedes. “La
extradición: una institución constitucional”. En: Revista de Derecho Penal y Criminología de la
Universidad Nacional de Educación a Distancia, núm. 2, 2004; RAMÍREZ MONTAÑEZ, Julio.
“Análisis del procedimiento de la extradición de colombianos. Caso Fundación por la defensa de los
colombianos, pedidos en extradición”. En: Revista Comillas Journal of International Relations, núm.
12,2018; ROVIRA VIÑAS, Antonio. Extradición y derechos fundamentales. R,vaxí7-^ó\, España, 2005.
Artículo 38 Defensa de la Constitución
Todos los peruanos tienen el deber de honrar al Perú y de
proteger los intereses nacionales, así como de respetar, cum
plir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de
la Nación.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 1,30,43 y ss., H8 inc. 1); C.P.Ct: arts. II, 1,2; CP.: arts. 325 y ss., 346 y ss.;
Of.Circ. 021-2Ü07-SG-CS-PJ; D.U.D.H.: art. 15; C.A.D.H.: arts. 20 y 32.1
Ahora bien, por lo que se refiere a este tema, bajo el rótulo “deberes para con la patria”(1)
encontramos el presente artículo en nuestra Constitución vigente, el cual es resultado de
la síntesis de los artículos 73 y 74 de la Constitución de 1979.
Añadamos, aun con carácter previo, que el Estado moderno consagra una serie de
derechos para el individuo, los cuales se han ido desarrollando progresivamente hasta
(1) MINISTERIO DE JUSTICIA. Constitución Política del Perú. 8.;‘ edición, Editora Perú, Lima, 2008, p. 30.
(2) Cf'r. FERNÁNDEZ VALDIVIESO, Joffré. ¡Vuestras Constituciones. Papeles básicos para una historia
institucional del Perú. Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2009, pp. 121 y 122.
alcanzar el nivel que apreciamos el día de hoy, es decir, un sistema internacional de los de
rechos humanos. Sin embargo, resultaba necesario, a fin de garantizar la supervivencia de
este régimen político y jurídico, que la población se involucrara en los asuntos públicos.
Ha de entenderse, por tanto, que cuando se habla de los deberes del individuo para
con el Estado es necesario resaltar el concepto de ciudadanía, pues la participación activa
en los asuntos públicos es propia del ciudadano. Dicha participación puede darse median
te diversos mecanismos, tales como el sufragio, la presentación de peticiones o a través
de la colectividad organizada, ya que de esta forma ejercemos nuestros derechos políti
cos y nos asiste una protección sobre estos. Esto no fue siempre así: lograr que las per
sonas pudieran intervenir de forma directa o indirecta en los asuntos públicos es produc
to de múltiples luchas.
Por de pronto, hay que advertir que en la Antigüedad, propiamente en los mundos
griego y romano, los hombres intervenían en los asuntos de interés de la Polis y la Civi
tas, respectivamente. Sin embargo, durante el Medioevo eso fue reducido a su mínima ex
presión; pero con el desencadenamiento de las revoluciones liberales del siglo XVIII es
que se emplaza al individuo a tener un rol activo en los asuntos del Estado. Estamos, así,
frente a un ciudadano.
Desde estas coordenadas, una relación elemental para que el Estado de Derecho, bajo
una sociedad democrática plenamente, tenga viabilidad, es que no solo se respeten los
derechos de las personas, como siempre se sostiene y reivindica, sino también concientizar
a la misma nación a colaborar para que el Estado pueda lograr sus objetivos, los que son
establecidos por la Constitución. Al respecto, Rubio Correa nos dice: “Consideramos
que establecer no solo los derechos sino también los deberes de las personas frente a la
sociedad es una labor normativa importante porque educa al ciudadano en el respeto a la
sociedad de la que tiene derechos y lo acostumbra a ver no solo beneficios sino también
cargas y responsabilidades”01.
(3) Cfi\ FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Antonio. “Derechos y deberes de los ciudadanos”. En: Estudios clásicos,
t. 22, N.04 81 y 82, Sociedad Española de Estudios Clásicos, Madrid, 1978, p. 425.
(4) Cfr. RUBIO CORREA, Marcial Estudio de la Constitución Política de 1993. T. II, Fondo Editorial de la
PUCP, Lima, 1999, p. 410.
los derechos humanos y se ha estimulado la formación de instituciones destinadas a
protegerlo [...] la educación debe promover la formación de la responsabilidad ciudadana
y el cumplimiento por este de sus deberes para con la Patria y con los otros cíudadanos”(5).
Conviene, empero, subrayar que los deberes que los ciudadanos tenemos con el Es
tado procuran que de esta manera se garantice su funcionamiento y le permita responder
a las demandas de la población en virtud del pacto social. Esto va de la mano con la pro
pia cultura del individuo y la conciencia nacional, las cuales se forman desde el hogar y
van a reafirmarse en la escuela y dentro de la colectividad. Es ingenuo pensar que por de
creto el ciudadano se compromete con el Estado, no es una labor jurídica; en esencia, es
una cuestión de principios y valores a partir de la formación de la persona y su desarro
llo en la comunidad.
Rafael de Asís advierte que las obligaciones jurídicas fundamentales son aquellas que
se dirigen de forma casi exclusiva a los ciudadanos y que afectan las pretensiones, intere
ses o necesidades de las personas o de la comunidad a la que pertenecen(6)78. En cualquier
caso, parte de la formación cívica y la conciencia ciudadana es que se establezcan no solo
derechos, sino también deberes, aquellas obligaciones que cada uno de los integrantes de
la nación debe cumplir necesariamente. Esto es parte de la propia construcción de la iden
tidad cultural y social, así como de formar en la conciencia colectiva la importancia de
aportar al Estado y a la sociedad.
(5) Cfr. PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano y la Constitución de 1979. Apreciación
y comentarios. 7“ edición, (TAL Perú, Lima, 198 í, p. 470.
(ó) Cfr. DE ASÍS ROIG, Rafael. Deberes y obligaciones en la Constitución. Centro de Estudios Constitucio
nales, antecede prólogo de Gregorio Peces-Barba Martínez, Madrid, 1991, p. 397.
(7) CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Debate constitucional-1993. T. IV, Comisión de
Constitución y de Reglamento, Congreso de la República del Perú, Lima, pp. 2565-2567.
(8) CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Debate constitucional Pleno-1993. T. I, Comisión
de Constitución y de Reglamento, Congreso de la República del Perú, Lima, pp. 614 y 615.
acuerdo en el Pleno, se dio por zanjado el debate y se aprobó la versión del artículo 38
conforme lo conocemos.
No obstante, es pertinente hacer una atingencia en torno al alcance y sentido del pre
sente artículo, partiendo de la diferencia entre constitucionalidad y constitución. La pri
mera hace referencia a la condición de vivir conforme a los mandatos y el pacto político
que representa la norma suprema, lo cual involucra los fines de la sociedad y el Esta
do, la organización y estructura del mismo y el respeto de los derechos fundamentales,
y que también puede asociarse con el sentido material de Constitución para aquellas so
ciedades que no cuentan con la norma escrita. En el caso del segundo, tomando la pers
pectiva de la Constitución en el sentido formal, esta hace referencia al contenido o texto
de la norma jurídica, cuya aplicación se realiza de acuerdo con sus disposiciones textua
les o interpretativas.
Ahora bien, el respeto, defensa y cumplimiento de la Constitución al que hace re
ferencia este artículo debería entenderse como una invocación hacia la protección y ob
servancia del Estado social y democrático de Derecho, es decir, de la actuación en el
marco del principio de constitucionalidad, procurando que las acciones tanto de gober
nantes como de gobernados se sustente en los valores que encarna la norma fundamen
tal. Esto implica que las medidas políticas y la acción civil no deben atentar contra el
marco establecido, debiendo guardarse la debida observancia de los mandatos constitu
cionales; asimismo, para una garantía jurisdiccional de la norma fundamental, tenien
do en cuenta la categoría desarrollada por Hans Kelsen, contamos con los procesos de
control normativo, tales como el proceso de inconstitucionalidad y el proceso de ac
ción popular, los cuales son competencia del Tribunal Constitucional y del Poder Judi
cial, respectivamente.
Por lo pronto, el Tribunal Constitucional peruano, en su condición de intérprete su
premo, se ha pronunciado haciendo referencias y comentarios sobre este artículo en su ju
risprudencia, la cual detallamos a continuación:
“El artículo 38 de la Constitución expone expresamente que: “Todos los peruanos
tienen el deber de honrar al Perú y de proteger los intereses nacionales, así como de
respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación’;
en consecuencia, en caso de existir indicios de la comisión de un hecho ilícito, tanto
las autoridades como cualquier ciudadano están en la obligación de comunicar este
hecho ante la autoridad competente, para que actúe conforme sus atribuciones”(9).
“En un Estado constitucional democrático la Constitución no solo es norma jurídica
con fuerza vinculante que vincula a los poderes públicos y a todos los ciudadanos, sino
que también es la norma fundamental y suprema del ordenamiento jurídico. Esto es así
porque la Constitución, a partir del principio de supremacía constitucional, sienta las
bases constitucionales sobre las que se edifican las diversas instituciones del Estado;
a su vez, dicho principio exige que todas las acciones personales civiles, económicas,
En segundo lugar, también nos hablan sobre la protección de los intereses naciona
les. Son frecuentes las críticas a los gobiernos de turno por parte de algún sector de la po
blación, que consideran que actúan de espaldas a las demandas sociales y en perjuicio del
provecho y la riqueza del país. Por mandato constitucional, al Poder Ejecutivo le corres
ponden las tareas de la administración del Estado y, en caso de presentarse una situación
anómala e ilegal, potencialmente lesiva para la integridad del país, corresponde a los de
más poderes la fiscalización y acciones para impedir que se concrete dicho perjuicio, o re
vertirlo si ya hubiere generado efectos. Pues bien, una forma en que también se protegen
los intereses nacionales es siendo responsables con la elección de nuestros representantes.
Vistas así las cosas, un esfuerzo titánico constituye el lograr que la.poblacíón se iden
tifique con sus normas e instituciones, así como que fidelice a las mismas para el desa
rrollo de la vida diaria. No es una visión que pueda implantarse por decreto sino que exi
ge una legitimación permanente, para lo cual el aparato público, las autoridades y demás
funcionarios deben trabajar perennemente teniendo en cuenta que su correcto actuar pue
de constituir un ejemplo de respeto hacia el trabajo de los servidores públicos y apreciar
mejor la democracia y sus beneficios.
Por su parte, los conceptos de cultura cívica y constitucional, que resultan pertinentes
dentro de estas categorías, constituyen una vocación continua que debe ser especialmen
te asumida por el constituyente (originario y derivado) y por todos aquellos cuyo trabajo
los vincula con los quehaceres políticos del país, sobre todo las autoridades, los abogados
y los jueces. Esta cultura implica un infatigable aprendizaje, muchas veces autodidacta,
de los personajes convocados, inspirados en el cumplimiento de su rol histórico y social,
porque la posición que asumen como profesionales y autoridades les exige un deber ma
yor, comprometido con las causas justas y la protección del sistema democrático.
En este sentido, la cultura constitucional debe ser un elemento recurrente en toda au
toridad y profesional del derecho, que nutra también su conciencia en el desarrollo del rol
que ocupan, para que antepongan, frente a toda tentación mundana material, los intere
ses de una sociedad que deposita la confianza en un sistema en el que la verdad y la jus
ticia son el patrimonio más valioso, y que el cuidado sea el que guíe sus actos aseguran
do el sostenimiento del Estado para que siga brindado oportunidades a los que están y a
los que vendrán.
g No solo el Estado, sino que cada uno de los peruanos tienen el deber de proteger los inte
reses nacionales: STC Exp. N° 0006-2000-AI/TC (f. j. 2).
Es una obligación ciudadana el respetar, cumplir y defender los principios, valores, derechos
y obligaciones contenidos en la Constitución: STC Exp, N° 01546-2002-AA/TC (f. j. 3),
Jj|i La atribución constitucional de hacer cumplir las leyes es una facultad que la Constitución
le ha reservado de manera exclusiva, pero no excluyente, al Poder Ejecutivo: STC Exp.
N° 00006-2006-PC/TC (f. j, 32).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Debate constitucional-)993. T. IV, Comisión
de Constitución y de Reglamento, Congreso de la República del Peni, Lima; CONGRESO CONS
TITUYENTE DEMOCRÁTICO. Debate constitucional Pleno-1993. T. I, Comisión de Constitución
y de Reglamento, Congreso de la República del Perú, Lima; DE ASÍS ROIG, Rafael. Deberes y
obligaciones en la Constitución. Centro de Estudios Constitucionales, antecede prólogo de Gregorio
Peces-Barba Martínez, Madrid, 1991; FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Antonio. “Derechos y deberes
de los ciudadanos”. En: Estudios clásicos, t, 22, N.os 81-82, Sociedad Española de Estudios Clásicos,
Madrid, 1978; FERNÁNDEZ VALDIVIESO, Joffré. Nuestras Consumiciones. Papeles básicos para
una historia institucional del Perú. Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2009; GARCÍA
BELAUNDE, Domingo. Las Constituciones del Perú. 3a edición, Fondo Editorial del Jurado Na
cional de Elecciones, Lima, 2017; MINISTERIO DE JUSTICIA. Constitución Política del Perú. 8a
edición, Editora Perú, Lima, 2008; PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano
y la Constitución de 1979. Apreciación y comentarios. 7.a edición, ITALPerú, Lima, 1981; ROSAS
ALCÁNTARA, Joel (coord.). 20 años de sentencias claves del Tribunal Constitucional. 2 tomos,
Gaceta Jurídica, Lima, 2020; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de
1993. T. II, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1999.
CAPITULO IV
DE LA FUNCIÓN PÚBLICA
CONCORDANCIAS:
C.iarts. 15,40 al 42,92, 110; C.C.: arts. 38, 1366 inc. 3); C.P.: arts. 361 yss.,425;
Ley 28212; D. Leg. 276; D.U.D.H.: art, 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25; C.A.D.H.: art. 23
(3) Para ios efectos del régimen del servicio civil se reconocen como carreras especiales las siguientes: LeyN°
2809 L Ley del Servicio Diplomático de la República; Ley 23733, Ley Universitaria; Ley N° 23536,
Ley que establece las normas generales que regulan el trabajo y la carrera de los profesionales de la salud;
Ley N° 29944, Ley de Reforma Magisterial; Ley 28359, Ley de Situación Militar de los Oficiales de
las Fuerzas Armadas; Decreto Legislativo ,N° 1149, Ley de la Carrera y Situación del Personal de la Policía
Nacional del Perú; LeyN° 29709, Ley de la Carrera Especial Pública Penitenciaria; h) Decreto Legislativo
N° 052, Ley Orgánica del Ministerio Público; Ley NQ 29277. Ley de la Carrera Judicial; Ley N° 30745,
Ley de la Carrera del Trabajador Judicial.
(4) Caso de la Ley N° 31039, Ley de ascenso, nombramiento y beneficios para el personal de salud, de fecha
15 de diciembre de 2020.
(5) Caso Ley de la Carrera del 'trabajador Judicial, iniciado por el Poder Ejecutivo, de fecha 20 de agosto de
2020.
servicios públicos a los destinatarios de tales deberes, es decir a los ciudadanos, con suje
ción a la primacía de la Constitución, los derechos fundamentales, el principio democrá
tico, los valores derivados de la Constitución y al poder democrático y civil en el ejerci
cio de la función pública” (f. j. 3).
En otro caso, la STC N° 5057-2013-PA/TC, el Tribunal indicó que “la función públi
ca debe ser entendida como desempeño de funciones en las entidades públicas del Estado”
(f.j. 8). En la STC N° 008-2005-PI/TC®, se expone un concepto dual de función pública,
haciendo referencia que, conforme a la Constitución, en una interpretación sistemática, la
ejercen dos grandes grupos de servidores estatales: los servidores civiles y los servidores
que cumplen función militar y policial® (f. j. 13).
Este fallo plantea que la finalidad esencial de la función pública “al servicio de la Na
ción”, se enfoca “en prestar los servicios públicos a los destinatarios de tales deberes, es
decir a los ciudadanos, con sujeción a la primacía de la Constitución, los derechos fun
damentales, el principio democrático, los valores derivados de la Constitución y al poder
democrático y civil en el ejercicio de la función pública.” (f. j. 14).
Agrega esta sentencia que se debe considerar “la obligación de todos los servidores
de la Nación, independientemente de su jerarquía y la función pública que cumplan en
los ámbitos civil, militar y policial, de que ejerzan dicha función con probidad, honesti
dad y austeridad en el manejo de los recursos públicos”. Estos valores deben servir -se
gún el Tribunal Constitucional- para generar confianza en la ciudadanía en los servido
res públicos, (f. j. 16).
El principio del interés de la nación de la función pública no es una mera frase e im
plica una profundidad conceptual que es preciso tener en cuenta, pues está en la base de
los fundamentos democráticos del Estado, pero también implica razones relacionadas a la
preservación del Estado, la protección de la idea colectiva de pertenencia política, social
y cultural, que debe ser resguardada por los funcionarios, lo que plantea la interdicción de
posiciones separatistas, autárquicas y personalistas. Recusa pretensiones particulares o la
política de provecho de los funcionarios, aspectos que no pueden imponerse frente al in
terés de toda la nación. Alude sin duda a un interés superior.
En ese sentido, el concepto de interés de la nación tiene que estar relacionado con los
principios y valores que rigen el modelo constitucional, aspecto que está reconocido por el
Tribunal Constitucional en la STC N° 020-2005-AI/TC(i!), que reconoce que “En el prin
cipio democrático residen valores constitucionales como el pluralismo, la tolerancia y el
respeto por la costumbre, idiosincrasia y cosmovisión ajena” (f. j. 100).
(10) DWORKIN, Ronald. La democracia posible. Principios para un nuevo debate público. Paidós, Barcelona,
2008, pp.167-168.
(11) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente de la República contra la Ordenanza Regio
nal N° 031 -2005-GRC/CRC, promulgada por el presidente del Gobierno Regional de Cusco, y contra las
Ordenanzas Regionales N° 015-2004-CR-GRH y N" 027-2005-ECR-GRH, promulgadas por la presidenta
del Gobierno Regional de Huánuco, del 27 de septiembre de 2005.
(12) Demanda de amparo interpuesta por la Confederación General de Trabajadores del Perú, del 7 de diciembre
de 2005.
.alude no sólo al reconocimiento de que toda competencia, atribución o facultad de
los poderes constituidos emana del pueblo (principio político de soberanía popular) y
de su voluntad plasmada en la Norma Fundamental del Estado (principio jurídico de
supremacía constitucional), sino también a la necesidad de que dicho reconocimiento
originario se proyecte como una realidad constante en la vida social del Estado, de
manera tal que, a partir de la institucionalización de los cauces respectivos, cada
persona, individual o colectivamente considerada, goce plenamente de la capacidad
de participar de manera activa «en la vida política, económica, social y cultural de la
Nación», según reconoce y exige el artículo 2 inciso 17 de la Constitución” (f.j. 12).
En conclusión, debemos señalar la importancia conceptual del interés de la nación,
como un aporte trascendental al fin de la función pública, lo que plantea una orientación
constitucional de primer orden, que debe inspirar una serie de componentes de lo que debe
ser la actuación de un servicio civil comprometido con el país y su gente. Esto tiene que
ver mucho también con la conducción de gobierno, pues se plantea en ello la responsabi
lidad primera de los altos funcionarios del Estado, empezando por el presidente de la Re
pública, de forma jerárquica.
(13) Por ejemplo, el Decreto Legislativo N° 674, Ley de Promoción de la Inversión Privada en Es Empresas del
Estado, en su artículo 1, declaraba de interés nacional la promoción de la inversión privada en el ámbito
de las empresas que conforman la actividad empresarial del Estado.
(14) La Ley N“ 29963, Ley de facilitación aduanera, establece que si se declara de interés nacional la realización
del evento, se pueden dar facilidades para los trámites aduaneros y el ingreso de participantes y bienes.
(15) La vigésima primera disposición complementaria final del Texto Único Ordenado de la Ley N° 30225, Ley
de Contrataciones del Estado, aprobado por Decreto Supremo N° 082-2019-EF, faculta las contrataciones
de Estado a Estado para la adquisición de bienes, contratación de servicios y ejecución de obras. Para ello
la contratación debe autorizarse mediante decreto supremo declarando de interés nacional el objeto de
contratación.
(16) LaN° 29151, Ley General del Sistema Nacional de Bienes Estatales, establece que los predios del Estado,
comprendidos en proyectos de interés nacional, permanecerán bajo competencia de la Superintendencia
Nacional de Bienes Estatales (SBN).
(17) La Ley N° 30025 que declara de necesidad pública e interés nacional el “mejoramiento de la carretera
variante de Uchumayo en el distrito Sachaca, Yanahuara y Cerro Colorado, provincia de Arequipa, región
Arequipa”. O la Ley N° 31057 que declaró de necesidad pública e interés nacional la implementación del
uso de medios de pago electrónicos.
acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación, con sometimiento pleno a la ley y al Derecho”08*.
Más allá de nuestra referencia al interés a la nación, parece que hablar más bien del
interés general o mejor, de los intereses generales, tal como lo estipula la Constitución es
pañola, quizás es más técnico y concreto; es un tema que podría discutirse, pues el interés
de la nación puede ser un concepto difícil de precisar.
Similar texto tiene la Constitución de Costa Rica que en su artículo 11 señala que “Los
funcionarios públicos son simples depositarios de la autoridad. Están obligados a cum
plir los deberes que la ley les impone y no pueden arrogarse facultades no concedidas en
ella. Deben prestar juramento de observar y cumplir esta Constitución y las leyes...”21 (22)23
.
(21) Por ejemplo, en la fórmula de juramento de ministros de Estado el ceremonial de Estado, función que
está a cargo de la Cancillería mantiene un juramento en donde la Constitución no existe; el juramento
reza: “Juráis por Dios y estos Santos Evangelios, desempeñar leal y fielmente el cargo de (...) Si así lo
hiciereis Dios y la Patria os premien, sino os lo demanden”; no aparece la Constitución y demasiado Dios.
El juramento del Presidente de la República en el Congreso de la República está sujeto al texto que se
considere en el momento; los congresistas de igual modo y hasta incorporan fórmulas novedosas, como
aquel que juró “por la plata”. Tomemos como ejemplo el juramento del Presidente de los Estados Unidos,
cuya sobriedad y limpieza es suficiente: “Juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de Presidente
de Estados Unidos, y hasta el límite de nú capacidad, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de
los Estados Unidos”. De hecho, creo firmemente que hay que laicalizar al Estado sacando a Dios de los
temas políticos.
(22) Texto que corresponde a la reforma de la Ley N° 8003 del 8 de junio del 2000.
(23) Este aspecto ha sido reconocido por nuestro Tribunal Constitucional, como en la STC Exp. N° 5854-2005-
PA/TC, que establece como precedente vinculante que no existen zonas “exentas de control constitucional”
y que la Constitución es una norma jurídica vinculante.
(24) CARBONELL, Miguel y SÁNCHEZ GIL, Rubén. “¿Qué es la constitucionalización del Derecho?” En:
Biblioteca Jurídica del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, p. 43
(25) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Fiscal de la Nación contra la Ordenanza Regional de
Cajamarca NL 036-2011-GR.CAJ-CR, que declara inviable la ejecución el proyecto minero Conga, de
fecha 17 de abril de 2012.
realizando un ejercicio responsable de las funciones atribuidas por la Constitución y la
Ley, así como a la jurisprudencia constitucional vinculante” (f. j. 70).
Esta parte del artículo 39 bajo comentario tiene varias implicancias, pues al hablar
de jerarquía se desliza la configuración de una opción de carrera, que la Constitución de
sarrollará en el artículo siguiente -el artículo 40- Además, el texto desprende una nota
muy enfática sobre el papel del presidente de la República en el modelo político, confi
gurando su presencia en el sistema político, puntualizándose que tiene la más alta jerar
quía en el servicio a la nación.
Aunque hay que precisar que este no es nuestro modelo constitucional ya que éste
apuesta claramente por la carrera administrativa, es preciso decir que un bloque importan
te de entidades públicas escapa al sistema legal-burocrático de carrera y ha migrado hacia
nuevas reglas que se fueron dando desde los años 90. En efecto, en esa década y aun hoy,
ciertas entidades públicas se fueron incorporando al régimen laboral del sector privado;
(26) JIMÉNEZ MAYOR, Juan E (con la colaboración de JIMÉNEZ HOYOS, Rodrigo). Gestión pública y
política anticorrupción. Gaceta Jurídica, Lima, 2020, p. 131.
(27) BALTAR RODRÍGUEZ, Ana María. “La función pública. Naturaleza de la relación entre el funcionario y
la Administración. Régimen legal vigente en la función pública civil. Organos rectores superiores. Personal
al servicio de la Administración: sus clases. Personal con legislación específica propia. Referencia a la
función pública europea”. En: BUENO SÁNCHEZ, José Miguel y otros (coords.). Lecciones fundamentales
de Derecho Administrativo. Thomson Reuters- Aranzadi, Pamplona, 2015, p. 646.
esto ocurrió con las nuevas instituciones que se fueron creando en aquellos años, como los
organismos reguladores, nuevos ministerios y reestructuración de entidades bajo el con
cepto de modernización del Estado, incorporándolas al régimen laboral privado del De
creto Legislativo N° 728, que tiene mayores prestaciones económicas y puede alentar el
ingreso de profesionales con salarios más competitivos; esto es lo más cercano al mode
lo anglosajón que mantiene aplicación en nuestro país.
De esta forma, no toda persona que se vincula a la función pública se encuentra suje
ta a la carrera administrativa, pero es necesario anotar que el supuesto de personal estatal
por fuera de la carrera administrativa debiera proceder solo para aquellos funcionarios o
servidores que ejercen funciones de modo temporal o de naturaleza distinta a las que re
quieren una continuidad, como los cargos de confianza.
Sin embargo, el que existan entidades en donde no existe un régimen de carrera, como
el establecido en las entidades sujetas al régimen privado y que buscaron escapar del ré
gimen general de la Ley N° 30057, como el Banco Central de Reserva, el Congreso de la
República, la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria, la
Superintendencia de Banca, Seguros y AFP y la Contraloría General de la República, tie
ne que llamarnos la atención para interpelar si eso es constitucional, como se discutió a
propósito de la STC N° 025-2013-PI/TCÍ29), en donde se determinó la lesividad de plan-
(28) El modelo de servicio civil desarticulado que tenemos en el país, en donde coexisten diversos regímenes que
aglutinan la función pública. Por ejemplo, el Registro Nacional de Personal del Servicio Civil que opera en
la Autoridad del Servicio Civil - SERVIR, informa de la existencia de 600,000 servidores públicos a nivel
de la Administración, pero un estudio del 1NEI de 2015, que contempló a todo el espectro de regímenes
existentes, reveló que existía más de 1 ’000,400 servidores públicos. De este total, aproximadamente un 50
% correspondería al servicio civil de la Administración o régimen general que abastece a los ministerios,
organismos públicos y gobiernos subnacionales ajenos a las carreras especiales. De este universo de casi
700,000 personas, el régimen CAS es el que acoge al mayor número de trabajadores públicos con el 38 %
del total de la planilla estatal. Le sigue el personal sujeto al Decreto Legislativo N° 276 con el 36 % y los
del régimen laboral de la actividad privada del Decreto Legislativo N° 728 con el 26 %. AUTORIDAD
NACIONAL DEL SERVICIO CIVIL. “Características del servicio civil peruano”. Publicación virtual,
https://storage,servir.gob.pe/biblioteca/SERVIR-Ei_servicio_cíviljoeruano--Anx 1 .PDF. La distribución
según este estudio implicaba que el 47 % de los servidores corresponde a los gobiernos regionales, 39 %
al gobierno nacional y 15 % a los gobiernos locales.
(29) Caso Ley del Servicio Civil. Ciudadanos, Colegio de Abogados de Tacna y Colegio de Abogados de Junín
(Ley Nu 30057, Ley Servir), sentencia del 26 de abril de 2016, Lamentablemente, luego de la sentencia
y pese a lo dispuesto, el Congreso emitió la Ley N° 30647 de agosto de 2017, que vuelve a excluir a
determinadas entidades de la Ley Servir. La norma dice: “Precísase que el Congreso de la República, el
Banco Central de Reserva del Perú y la Superintendencia de Banca, Seguros y Administradoras Privadas
de Fondos de Pensiones como organismos autónomos y sus trabajadores, se rigen por el régimen labora!
de la actividad privada y no están comprendidos dentro de los alcances de las normas que regulan la
tearun régimen de excepción que debiera estar razonado para justificar ..por qué deter
minados servidores sí se encuentran bajo el alcance del sistema del Servicio Civil y otros
no”(f.j. 65)<3O\
gestión de recursos humanos del servicio civil”. Desde nuestra perspectiva la ley no supera la restricción
de inconstitucional idad establecida por el Tribunal Constitucional, pese al intento de establecer que el
traslado al Decreto Legislativo N° 728 implica la adscripción a un régimen laboral, pues este no tiene los
elementos de carrera que exige la Constitución para la función pública.
(30) El párrafo 65 es ilustrativo: “Al respecto, conviene reiterar que el objeto de la Ley N° 30057, del Servicio
Civil, es establecer un régimen único y exclusivo para las personas que prestan servicio en las entidades
públicas del Estado” (artículo I de su Título Preliminar), lo que obviamente supone que dicho sistema
alcanza a las personas que prestan servicios a las entidades públicas del Estado (artículo 1). Entonces, si la
Ley del Servicio Civil debe ser, en principio, aplicable a todos los servidores públicos, toda exclusión debe
estar razonablemente fundada en la especial naturaleza o la particularidad de la prestación del servicio.
Solo de esta manera estaría justificada la exclusión de un determinado grupo de servidores públicos de los
alcances de la ley”.
(31) Caso Ley de la Carrera del 7'rabajador Judicial. Demanda del Poder Ejecutivo. Sentencia del 20 de agosto
de 2020.
cargos políticos o de confianza, dada la característica de permanencia que rodea al servi
dor público luego de su ingreso a la carrera administrativa.
Como puede observarse existe una doctrina jurisprudencial consistente con enfatizar
el modelo constitucional de la función pública a partir de la carrera administrativa, lo que
limita el espectro de posibilidades actuales, requiriéndose ajustes para respetar el mode
lo, o abrirlo en una futura reforma constitucional para reconocer una realidad que es por
decir lo menos hoy, a-constitucional.
Así mismo, otra norma que reafirma el peso del presidente de la República es que
puede disolver el Congreso si éste ha censurado o negado la confianza a dos Consejos de
Ministros. Sin embargo, una reciente práctica constitucional ha debilitado fuertemente la
figura presidencial, con la forma en que se ha venido interpretando la figura de la vacan
cia presidencial por incapacidad moral permanente del artículo 113 de la Constitución,
que va en contrasentido con el énfasis sistemático que tiene presidencia de la República
en nuestra Carta Fundamental.
(32) Artículo 117.- El Presidente de la República solo puede ser acusado, durante su período, por traición a la
patria; por impedir las elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales o municipales; por disolver
el Congreso, salvo en los casos previstos en el artículo 134 de la Constitución, y por impedir su reunión
o funcionamiento, o los del Jurado Nacional de Elecciones y otros organismos del sistema electoral.
además, que “simboliza la unidad nacional” (artículo 188). De igual modo, la Constitu
ción chilena, próxima a fenecer, señala en su artículo 24 que “El Gobierno y la administra
ción del Estado corresponden al Presidente de la República, quien es el Jefe del Estado”.
No hay una disposición de superioridad de la presidencia de la República por sobre otros
altos funcionarios en las constituciones de estos países, más allá de designarlos jefes de
Estado en ambos casos.
En EE.UU. la Constitución de ese país no tiene una mención jerárquica del presidente
respecto a las Cámaras y, naturalmente, tampoco sobre el poder de la Corte Suprema. En
este caso, estamos frente a un sistema equilibrado de pesos y contrapesos, pero en donde
la figura presidencial, por su especial función de dirección política y protagonismo en la
escena nacional, es fundamental; de hecho, el presidente de los EE.UU. es conocido por
ser la persona más poderosa del mundo. Pero no tiene una posición jerárquica al interior
del sistema político respecto a otros altos funcionarios.
No obstante, existe una ley que ha desarrollado este concepto de la jerarquía del pre
sidente de la República. Se trata de la Ley N° 28212, que desarrolla el artículo 39 de la
Constitución en lo que se refiere a la jerarquía y remuneraciones de los altos funcionarios
(33) El artículo 7 de la Ley N° 29158, Ley Orgánica del Poder Ejecutivo de diciembre de 2007, señala que
el Presidente de la República es el Jefe del Estado, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional del Perú, personifica a la Nación, y dirige y aprueba la política general del Gobierno en su calidad
de Jefe del Poder Ejecutivo.
(34) Cfr. D.S. N° 100-2005-RE.
, de abril de 2004. En ese sentido, se trata de una ley que conforma el blo
del Estado(35)36
que de constitucionalidadí36).
Esta ley amplía la lista jerárquica de altos funcionarios que, luego del presidente de
la República, está conformada del siguiente modo, debiendo precisarse que dicha jerar
quía también es relevante para fines de todo acto público u oficial.
(35) El D.U. N° 038-2006 reformó la denominación de la ley a la siguiente: “Ley que regula los ingresos de
los Altos Funcionarios y autoridades del Estado y dicta otras medidas”.
(36) Esta ley fue materia de un proceso de inconstitucionalidad conocido como caso Jorge Power Manchego-
Muñoz, en representación de cinco mil ciudadanos contra el Congreso de la República (STC Exp. N*
038-2004-AI/TC de fecha 8 de marzo de 2005, que declaró infundada la demanda).
sirve como referencia para el pago de las remuneraciones de los altos funcionarios y au
toridades del Estado, cuyo monto será fijado por el Poder Ejecutivo, antes de la presenta
ción del proyecto de la Ley de Presupuesto del Sector Público del año en que tendrá vi
gencia. La URSP para el 2021 -año de elaboración de este artículo™ fue fijada por el D.S.
N° 144-2020-PCM en S/. 2.600.00.
La precitada ley precisa en el artículo 4 inciso 1 literal a), que el presidente de la Re
pública tiene la más alta remuneración en el servicio de la nación, la cual es fijada por el
Consejo de Ministros, en un monto superior a la de los Congresistas de la República y no
será mayor a diez URSP. La norma señala que al concluir su mandato recibe, en forma vita
licia, una pensión igual a la remuneración de un Congresista de la República en ejercicio(37).
Hay que recordar que la Constitución de 1979 tenía una disposición que establecía
un sistema único de remuneraciones en el Estado. Se trataba del artículo 60 que estable
cía que en dicho sistema único que homologa las remuneraciones, bonificaciones y pen
siones de los servidores del Estado, la “más alta jerarquía corresponde al Presidente de la
República”. Es el antecedente de este artículo constitucional 39.
(37) La Ley N° 30057, Ley de! Servicio Civil (artículo 52), señala que mediante decreto supremo se fija la
compensación económica para los funcionarios públicos de elección popular, directa y universal, de de
signación o remoción regulada, y de libre designación y remoción; no obstante, hasta la fecha no se emite
por lo que se fija la U1SP.
(38) La Ley N° 30057, Ley del Servicio Civil, es una importante reforma de julio de 2013, que cambia muchos
elementos en la relación del Estado con los servidores y plantea el concepto de remuneración como la
contraprestación que se establece en compensación económica o en dinero. También existe una compen
sación no económica constituida por los beneficios otorgados para motivar y elevar la competitividad de
los servidores civiles.
(39) El artículo 4 de la Ley N“ 28212 dice que: “El Presidente de la República tiene la más alta remuneración
en el servicio de la Nación”.
Urgencia N° 038-2006, normas presupuéstales, Ley N° 28212, Decreto Legislativo N°
276 y otros dispositivos.
La interrogante no es menor, pues aplica para dar contenido a los conceptos señalados
a lo largo de este breve ensayo, pero también para fijar el marco de obligaciones consti
tucionales (interés de la nación) y las obligaciones de integridad de los servidores públi
cos y la aplicación de la normativa vinculada a la comisión de delitos cometidos por fun
cionarios públicos.
La Ley N° 28175, Ley Marco del Empleo Público de febrero de 2004, establece una
definición-clasificación del personal del empleo público, clasificándolos del siguiente
modo (artículo 4):
(40) Los funcionarios públicos de elección popular son el Presidente de la República, los vicepresidentes de la
República, los congresistas de la República y del Parlamento Andino, los presidentes, vicepresidentes y
consejeros regionales, los alcaldes, teniente alcaldes y regidores.
(41) Son funcionarios públicos de designación y remoción regulados: los magistrados del Tribunal Constitucio
nal, el Defensor del Pueblo y defensor adjunto, el Contralor General de la República y el vicecontralor, el
presidente y miembros del Jurado Nacional de Elecciones. Los miembros de la Junta Nacional de Justicia,
el director general y miembros del consejo directivo de la Academia de la Magistratura, Los titulares, ad
juntos, presidentes y miembros de órganos colegiados de los organismos constitucional mente autónomos,
los titulares, adjuntos y miembros de órganos colegiados de entidades que cuenten con disposición expresa
sobre la designación de sus funcionarios, los jueces que integren el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, el
Fiscal de la Nación del Ministerio Público, el presidente de la Corte Suprema, los rectores y vicerrectores
de las universidades públicas, los titulares, adjuntos, presidente y miembros del consejo directivo de los
organismos técnicos especializados y reguladores y tribunales administrativos, los gobernadores, aquellos
señalados por norma con rango de ley, siempre que cumplan con lo dispuesto en los artículos 53 y 54 de
la Ley 30057.
(42) Son los ministros de Estado, los viceministros, los secretarios generales de los ministerios, el secretario
general del Despacho Presidencial y aquellos que por ley expresa tengan igual jerarquía, los titulares,
adjuntos, presidentes y miembros de los órganos colegiados de libre designación y remoción, los gerentes
generales de los gobiernos regionales, los gerentes municipales.
Si no queda claro quienes están, es importante considerar lo que establece el Código
Penal, modificado por la Ley N° 30124 de diciembre de 2013, que estipula que son fun
cionarios o servidores público, los siguientes(43):
Es trascendente pues implica que el servicio civil debe velar por el interés general,
descartando toda posibilidad subalterna, lo que incorpora un principio fundamental a la
labor que desarrollan los funcionarios y servidores, recusando el uso instrumental de la
función pública.
I í®tí-tí|
jjj Los funcionarios públicos están al servicio de la Nación y ello debe suponer un compromiso
de lealtad con los valores y principios sobre los que se asienta el Estado peruano: STC Exp.
N° 03149-2004-PC/TC (f. j. 9).
|f|| Función pública no representativa o profesionalizada, refieren a todos aquellos que ejercen
todos los servidores públicos de los diversos niveles de la administración del Estado (central,
regional y local), de los poderes del Estado y de toda institución pública en general: STC
Exp. N° 00029-2018-PI/TC (f. j. 8).
fíj La Constitución encarga al legislador para que regule el servicio civil en función de los
objetivos de la administración pública y los intereses de la sociedad: STC Exp. N° 00029-
2018-PI/TC (f. j. 37)
{|j La finalidad esencia! del servicio a la Nación radica en prestar los servicios públicos a los
destinatarios de tales deberes, es decir a los ciudadanos, con sujeción a la primacía de la
Constitución, los derechos fundamentales, el principio democrático, los valores derivados
de la Constitución y al poder democrático y civil en el ejercicio de la función pública: STC
Exp. N“ 00029-2018-PI/TC (f. j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
AUTORIDAD NACIONAL DEL SERVICIO CIVIL. “Características del servicio civil peruano”.
Publicación virtual. https://storage.servir.gob.pe/biblioteca/SERVIR-El_servicio_civil_peruano-
Anxl.PDF; BALTAR RODRÍGUEZ, Ana María. “La función pública. Naturaleza de la relación
entre el funcionario y la Administración. Régimen legal vigente en la función pública civil. Órganos
rectores superiores. Personal al servicio de la Administración: sus clases. Personal con legislación
específica propia. Referencia a la función pública europea”. En: BUENO SANCHEZ, José Miguel y
otros (coords.). Lecciones fundamentales de Derecho Administrativo. Thomson Reuters-Aranzadi,
Pamplona, 2015; CARBONELL, Miguel y SÁNCHEZ GIL, Rubén. “¿Qué es la constitucionalización
del Derecho?” En: Biblioteca Jurídica del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México;
DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “Principios de buen gobierno en el Derecho Administrativo peruano y
legitimidad de la actividad administrativa”. En: CASTRO, Alberto (editor). Biten gobierno y derechos
humanos. Nuevas perspectivas en el Derecho Público parafortalecer la legitimidad democrática de
la Administración Pública en el Perú. Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia
Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP), Lima, 2014; DWORICIN, Ronald. La democraciaposi
ble. Principios para un nuevo debate público. Ed. Paidós, Barcelona, 2008; JIMENEZ MAYOR, Juan
F. (con la colaboración de JIMÉNEZ HOYOS, Rodrigo). Gestión pública y política anticorrupción.
Gaceta Jurídica, Lima, 2020.
Artículo 39-A Impedimentos para ejercer función pública
Están impedidas de ejercer la función pública, mediante de
signación en cargos de confianza, las personas sobre quienes
recaiga una sentencia condenatoria emitida en primera ins
tancia, en calidad de autoras o cómplices, por la comisión de
delito doloso^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 15, 34-A, 39,40,41,42,92, 110; C.C.: arts. 38, 1366 inc. 3); C.P.: arts. 361
yss., 425; Ley 28212, Ley 31042; D. Leg. 276; D.U.D.H.: art. 21,2; P.I.D.C.P.: art.
25; C.A.D.H.: art. 23
L Finalidad de la reforma
La reforma constitucional introducida por la Ley N° 31042(!) incorpora los artículos
34-A y 39-A a la Constitución Política del Perú. En ambos casos el legislador ha incorpo
rado un supuesto de impedimento para postular a cargos de elección popular y a ocupar
puestos de confianza dentro del Estado sobre la base de la existencia de una condena por
delito doloso en primera instancia, sea en condición de autor o cómplice.
Nos ocuparemos ahora de comentar brevemente sobre la introducción del artículo 39-A
en el texto constitucional. La fórmula legislativa establece el impedimento para ejercer la
función pública, mediante designación en cargos de confianza, a las personas sobre quie
nes recaiga una sentencia condenatoria emitida en primera instancia, en calidad de autoras
o cómplices, por la comisión de delito doloso. Aunque la medida encuentra su fundamen
to en la lucha contra la corrupción, nótese que el impedimento alude no necesariamente a
los delitos contra la administración pública, sino a cualquier delito doloso.
(*) Artículo incorporado por el artículo único de la Ley N*1' 31042 del 15/09/2020,
(1) Publicada en el diario oficial El Peruano, el 15 de setiembre del 2020.
Para cumplir con tal finalidad, el Estado debe adoptar una serie de medidas tendientes
a garantizar un adecuado desarrollo de la gestión pública. La responsabilidad de diseñar,
aprobar y ejecutar esas trascendentes medidas recae en un conjunto de funcionarios y servi
dores públicos a quienes el Estado les ha delegado una cuota de poder. Desde esa perspec
tiva. la función pública implica ejercicio de poder. El poder público es un poder encarga
do de naturaleza temporal, Las formas de acceder al poder público son diversas (elección,
selección, nombramiento o designación) pero la finalidad es la misma, servir a los intere
ses de la nación. Sin embargo, pese al mandato constitucional y la existencia de diversos
mecanismos de prevención y control, las posibilidades de hacer mal uso del poder públi
co son enormes, de ahí la necesidad de seguir afinando políticas de Estado que permitan
construir una gestión pública basada particularmente en la integridad de sus funcionarios.
Pero el ejercicio abusivo del cargo público no es un mal que envuelva solamente a
las instituciones del gobierno central o de los gobiernos regionales o locales. El problema
también alcanza al Congreso de la República. Durante el periodo legislativo 2016-2020,
se detectaron casos de parlamentarios que accedieron al poder público estando en condi
ción de procesados e incluso condenados en primera instancia. La intención era evidente,
utilizar la inmunidad parlamentaria para dificultar la acción de la justicia, buscar impu
nidad en pocas palabras. Aquel poder también fue indebidamente utilizado para realizar
determinados canjes políticos o para obstruir la acción de la justicia en favor de terceros.
Ilustra lo ocurrido con determinadas bancadas en torno a los pedidos de vacancia en con
tra del ex presidente de la República Pedro Pablo Kuczynski(2) o el sistemático bloqueo a
los requerimientos formulados por la Fiscalía de la Nación para investigar a magistrados
supremos involucrados en el denominado caso “Cuellos Blancos del Puerto”.
(2) El primer pedido de vacancia fue presentado el 15 de diciembre y votado en el Pleno el 21 de diciembre
del 2017, mientras que el segundo pedido de vacancia fue presentado el 15 de marzo del 2018, pero no
llegó a debatirse en el Pleno por renuncia a! cargo, hecho ocurrido el 21 de marzo de ese mismo año.
En este contexto, surgieron iniciativas legislativas con el afán de introducir fórmulas
que eleven a rango constitucional determinadas políticas de Estado en materia anticorrup
ción. La reforma del artículo 39 (una extensión de la modificación hecha al Artículo 34),
encaja dentro de dicho propósito: prevenir la corrupción controlando las formas de acce
so al poder público. Los antecedentes de la reforma son diversos y algunos de larga data,
sobre todo aquellos que han buscado fortalecer los filtros en las formas de acceso al po
der público en materia electoral.
El dictamen recaído en este proyecto fue aprobado el 11 de junio del 2019. Lleva
do al Pleno del Congreso, el dictamen fue aprobado en primera votación el 23 de julio de
2019 y quedó pendiente de segunda votación al momento de la disolución del Congreso
de la República el 30 de setiembre del 2019. El nuevo parlamento (elegido el 26 de ene
ro del 2020) decidió manejar el dictamen como antecedente para la reforma finalmente
convertida en Ley.
(3) JIMÉNEZ MAYOR, Juan. Gestión pública y políticas anticornipción. Gaceta Jurídica, Lima, 2020, p.
239. “Alto Gobierno alude a la forma en que se organiza el centro de poder político del Poder Ejecutivo,
principalmente, el modo en que se toman las decisiones más importantes en el Estado, la formulación de
las políticas públicas, la coordinación y relaciona miento de los protagonistas de las decisiones y dirección
de gobierno y la selección de los recursos para ejecutar las políticas”.
Otro antecedente es el Proyecto de Ley N°5011/2020-CR (presentado por la congre
sista Lizárraga del Partido Morado). La fórmula buscaba impedir el acceso a la función
pública de aquellas personas que cuenten con sentencia condenatoria vigente, en primera
instancia, por la comisión de algún delito contra la Administración Pública o por la comi
sión de delito doloso que sea sancionado por ley, como mínimo, con pena privativa de la
libertad de cuatro años. En sentido similar encontramos el Proyecto de Ley N°5496/2020-
CR (presentado por el congresista Costa Santolaya, también del Partido Morado), quien
propuso el impedimento para ejercer la función pública, mediante designación en cargo
de confianza, a los condenados en primera instancia por delito doloso cuya pena sea de
cuatro años o más.
Una fórmula mucho más abierta fue presentada por el Partido Somos Perú. El Proyec
to de Ley N°4853/2020-CR, apuntaba a impedir el ejercicio de cargos, no solo de confian
za, sino en toda la Administración Pública, de aquellas personas condenadas en primera
instancia, por delito doloso. Si bien existen ligeras diferencias en las fórmulas propuestas,
en el fondo todas están inspiradas en fines preventivos de la corrupción.
En ese sentido, la reforma tendría justificación por cuanto con ella se pretende evi
tar que la corrupción y la delincuencia se inserten en la Administración Pública. Para su
perar la prueba de proporcionalidad, los parlamentarios sostienen que la reforma resul
ta necesaria por cuanto no existe otra medida que logre los mismos objetivos sin afectar
dejar de afectar, de alguna manera, el derecho a ser elegido o el principio de presunción
de inocencia. Aspecto último que, en mi opinión, resulta discutible, cuando menos en la
reforma del artículo 39, las razones se exponen en líneas posteriores. Finalmente, se ale
ga que existe proporcionalidad toda vez que la medida busca focalizar la prohibición de
acceso a la función pública sólo en casos de condenados en primera instancia por deli
tos dolosos, que, en términos estadísticos, representarían un escaso porcentaje de la po
blación sujeta a proceso judicial, con lo cual, se indica, el impacto negativo se reduci
ría considerablemente.
IV. Las críticas
Una de las principales críticas vendría por el lado de una eventual colisión con otras
garantías constitucionales. Cierto sector de la academia sostiene que restringir el acceso
a la función pública de quienes se encuentren condenados en primera instancia por cual
quier delito doloso, colisiona con los principios constitucionales de presunción de inocen
cia y pluralidad de instancias, posición que ciertamente no comparto.
Para los parlamentarios que votaron por la Ley, los derechos fundamentales no son
absolutos, por tanto, cualquier posible confrontación con alguna otra garantía o derecho
constitucional, debe ser evaluada en el marco de una interpretación sistemática de la Cons
titución. Para el Congreso de la República, los derechos fundamentales pueden ser limi
tados, restringidos o intervenidos en alguna medida cuando dicha limitación o restricción
resulte justificada en la protección proporcional y razonable de otros derechos fundamen
tales o bienes de relevancia constitucional.
(4) Artículo 2, inciso 24, literal e) de la Constitución Política, y del artículo 8 de la Convención Americana
de Derechos Humanos.
(5) SAN MARTÍN, César. Derecho Procesal Penal, Lecciones. INPECCP, Lima, 2015, p. 115,
condenatoria. Por lo tanto, a sazón de lo dicho, cuando se dicta una sentencia condenato
ria en primera instancia, la verdad interina que implica la presunción de inocencia, se ve
relativizada, aunque el mandato obliga a mantenerla vigente hasta que no se cuente con
sentencia condenatoria firme.
La trasgresión de dicho principio procesal penal sirve para impugnar la validez del
proceso, para invocar violación al debido proceso. Introducir en el campo administrativo
una causal de impedimento para ejercer un cargo de confianza sobre la base de la existen
cia de una sentencia condenatoria en primera instancia, no trasgrede la garantía constitu
cional invocada, por tanto, no tendría por qué dar lugar a acción legal alguna. Lo mismo
ocurre con el derecho a la pluralidad de instancias®, que forma parte del debido proceso.
Las personas sometidas a proceso judicial tienen derecho a recurrir las resoluciones judi
ciales; hacerlo constituye una manifestación implícita del derecho fundamental a la plu
(7)8,un derecho que como bien indica el propio Tribunal Constitucio
ralidad de instancias6
nal, forma parte del derecho a la defensa®, cuya invocación, al igual que la presunción de
inocencia, sólo resulta válida en el contexto de un determinado proceso penal.
(6) Articulo 139, inciso 3), de la Constitución Política, y artículo 8, inciso 2), parágrafo h), de la Convención
Americana de Derechos Humanos
(7) STC, Exp. N°Í243-2008-PHC, sentencia del 01 de setiembre de 2008, f, j 2.
(8) STC. Exp. N* 05410-2013-PHC/TC, sentencia del 18 de marzo de 20 i 4, f, j 2.3.
Estado y los administrados^. Para el máximo intérprete de la Constitución, detrás del pre
cepto normativo del Artículo 39 de la Constitución Política subyace el principio de “bue
na administración pública "°0).
La fórmula legislativa, más que una limitación constituye un deber de cuidado para el
funcionario público. La norma busca reducir el margen de discrecionalidad de la que al
gunos funcionarios públicos gozan para designar o asignar cargos de confianza02*. El ex
ceso de discrecionalidad en el ejercicio del poder público es visto como una de las causas
más importantes de la corrupción03*, por lo tanto, introducir una exigencia en los proce
dimientos de designación de cargos públicos, sin duda reduce los riegos de arbitrariedad
en la administración de dicho poder. La designación en un cargo de confianza es un me
canismo de acceso a la función pública por invitación, en consecuencia, ahí no hay garan
tía constitucional o derecho laboral alguno que se vea afectado. El no invitado a ocupar
un cargo de confianza resulta ser un sujeto de derecho incierto e indeterminado, sin posi
bilidad jurídica de acción legal.
Los cargos de confianza, junto a los funcionarios elegidos por voto popular, consti
tuyen la cúspide del poder político, conforman el gobierno, determinan el sentido de las
Ya hemos dicho que el estatus de inocente que el principio confiere al imputado, aun
que no desaparece del todo, se diluye significativamente si se ha dictado sentencia con
denatoria en primera instancia. Como bien se sabe, para que el estado de presunción de
El estándar probatorio en el proceso penal es una herramienta legal que mide el grado
de suficiencia de una prueba en un hecho considerado como delictuoso. En nuestro Códi
go Proceso Penal no se ha regulado de manera expresa un estándar probatorio que permita
medir la suficiencia de las pruebas, sin embargo, tal vacío ha sido cubierto vía la jurispru
dencia. En la Sentencia Plenaria Casatoria N° 01-2017, la Corte Suprema fijó el estándar
probatorio que se requiere en cada etapa procesal. Así, para iniciar diligencias prelimina
res se requerirá la existencia de sospecha simple, para la formalización de la investiga
ción preparatoria se necesita la existencia de una sospecha reveladora, para la acusación
de una sospecha suficiente, para dictar prisión preventiva se exigirá sospecha grave y para
dictar sentencia condenatoria se requerirá certeza.
Como podrá apreciarse, el grado más alto es el de la sentencia, que, en caso de ser con
denatoria, se funda en un estándar de la prueba “más allá de toda duda razonable’', que en
términos prácticos equivale a la certeza, con lo cual, podemos afirmar que, al dictarse una
sentencia condenatoria, la presunción de inocencia ha quedado desvanecido, cuando me
nos disminuida si consideramos una eventual impugnación. Por tanto, sostener que la re
forma constitucional colisiona con el principio de presunción de inocencia, resulta por lo
demás exagerado, pues la medida, como bien se ha señalado, no busca su eficacia a par
tir de la restricción de derechos sino del fortalecimiento de las reglas de cuidado para ga
rantizar la integridad en la administración pública. En ese sentido, queda claro que ante
este aparente conflicto de intereses en juego, debe prevalecer el principio de la buena ad
ministración pública.
En una sociedad donde existe un alto riesgo de corrupción, es lógico esperar que el
Estado doblegue los deberes de cuidado para prevenir dichos riesgos. Las capacidades
personales y profesionales deben marcar la pauta de los procesos de selección de funcio
narios públicos. Los cargos de confianza se han convertido en una puerta de acceso fácil
al Estado, con amplios márgenes de discrecionalidad por parte de quienes toman las de
cisiones de incorporar persona a la administración pública. No hay fiscalización. Los eje
cutivos que ingresan a ocupar puestos de confianza desempeñan funciones estratégicas
dentro de la administración pública, participan en la toma de decisiones, son parte del en
granaje que une a los altos funcionarios con los demás servidores civiles, aconsejan, ase
soran, dirigen, proponen, proyectan y toman decisiones.
(í 6) Artículo 8, inciso 2, de la Convención Americana de Derechos Humanos, el artículo 14, inciso 2, del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como el artículo 2, inciso 24, literal e), de la Constitución
Política del Perú.
administrativos. Si bien el presidente de la República y los ministros de Estado están su
jetos al control político del Congreso de la República, lo mismo no ocurre con los demás
funcionarios públicos que ocupan importantes cargos de confianza. Aquí las posibilida
des de control se distancian y los riesgos de corrupción se elevan.
Tal vez la reforma no resuelve el problema, pero sin duda aporta en los esfuerzos por
reducir los riesgos de corrupción e incompetencia funcional. No se trata de discriminar a
quien tiene una sentencia condenatoria sin confirmar aún, se trata de elevar los estándares
de control en las formas de acceso al poder público. La medida no está focalizada en res
tringir un derecho sino en proteger los intereses del Estado.
Finalmente, más allá del análisis crítico que queda merecer la reforma, el Congreso de
la República, como Poder del Estado, no puede sustraerse de la responsabilidad de legis
lar en materia anticorrupción0 7). Esta decisión parlamentaria debe ser examinada no solo
desde una perspectiva constitucional, sino también desde el marco de los deberes que la
normativa internacional le impone a nuestro Estado08'.
BIBLIOGRAFÍA
ENCO TIRADO, Amado. Los delitos de corrupción en el Perú, un enfoque desde la Procuraduría
Pública Especializada en Delitos de Corrupción. Gaceta Jurídica, Lima, 2020; JIMÉNEZ MAYOR,
Juan. Gestión pública y políticas anticorrupción. Gaceta Jurídica, Lima, 2020; SAN MARTÍN, César
Derecho Procesal Penal, Lecciones. INPECCP, Lima, 2015.
CONCORDANCIAS:
C-: arts. 15, 39, 41, 42, 92, 126, 139 inc. 4); C.C.: art. 1366 inc. 3); C.P.: art. 382
y ss_, 425; Ley 28301: arts. 20, 21; Ley 29277; R. Adro. 095-2004-P-TC: art. 17;
Ley 30057; D.S. 040-2014-PCM; ; aU.D.H.: art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25 inc. c);
C.A.D.H.: art. 23.1 inc.c)
I. Aspectos generales
La absoluta impropiedad con que fue redactado el Capítulo IV del Título I de la Cons
titución Política del Perú se manifiesta también en el presente artículo. Para empezar, es
titulado “De la Función Pública”, cuando se refiere "-concretamente- a los funcionarios y
servidores públicos. Luego, en su interior, emplea, indistintamente y de manera desproli
ja, los términos “funcionarios públicos”, “trabajadores públicos”, “servidores públicos” y
altos funcionarios”, lo cual ha conducido a que la legislación de desarrollo opte por dar de
finiciones disímiles a cada uno de estos conceptos e, incluso, atribuir contenidos diversos a
un mismo término (por ejemplo a “funcionario público”) según sea el contexto en el cual
se aplica (por ejemplo, para fines de la comisión de delitos, de la carrera administrativa,
de la aplicación de las normas de control, o de contrataciones y adquisiciones del Estado).
Sin embargo, el artículo objeto de análisis afirma cuatro aspectos de relevancia cons
titucional, que deben constituir el punto de base para el desarrollo normativo ulterior: i)
La reserva de ley en materia de regulación de la carrera administrativa y de derechos, de
beres y responsabilidades de los servidores públicos; ii) la distinción constitucionalmen
te relevante entre el régimen jurídico aplicable a los funcionarios y servidores públicos,
y el régimen jurídico aplicable a la relación laboral propia de la actividad privada; iii) la
necesaria unidad de la carrera administrativa para los servidores del Estado, y iv) la con
figuración constitucional de la carrera administrativa como una institución jurídica indis
pensable para el funcionamiento de la Administración Pública.
a) En primer término, este artículo constitucional establece la reserva de ley formal res
pecto de la regulación de los aspectos concernientes a la carrera administrativa y a
los derechos, deberes y responsabilidades de los servidores públicos. Dicha disposi
ción se sustenta en un intento por preservar al cuerpo de servidores de la injerencia
absoluta del grupo de funcionarios de confianza y en cargos políticos en su regula
ción, por lo que se reserva para el cuerpo deliberante representativo de la comunidad
la regulación de los aspectos medulares del servicio civil. Por lo tanto, el desarro
llo de esta institución y del estatuto de los servidores públicos solo puede aprobarse
por normas con rango formal de ley y no por otras normas subalternas.
(!) Resulta un contrasentido afirmar que un funcionario de una empresa del Estado de Derecho Público (ej.
Fonaíe) o de Derecho Privado (Petroperú, Sedapal, Enapu, etc.) no cumple una función pública, cuando sí
cumple un servicio público, su designación proviene de los actos de designación de la autoridad de turno,
los recursos de sus empresas califican como recursos públicos para fines de control, etc. Según se afirma,
la intención del legislador constituyente de 1993 -con inexplicable impericia- era afirmar que no estaba
de modo alguno sujeto a los beneficios de los funcionarios públicos para evitar la incidencia pensionaría
de tai situación.
en función de la especialidad, lo hace expresamente, como cuando se refiere a los
magistrados judiciales, a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional. En este senti
do, es correcto afirmar que la voluntad constituyente hace necesaria la unidad de las
carreras administrativas, bajo un régimen común unificador, y no la dispersión que
actualmente existe, en función de reivindicaciones sectoriales o de voluntad legisla
tiva de otorgar privilegios a algún cuerpo funcionarial en relación con los demás.
Si bien este modelo tenía como ventajas inherentes propiciar en todo el personal al
servicio del Estado una vocación de servicio hacia el cumplimiento de la labor encomen
dada y favorecer la promoción social y superación académica de quienes no tuvieron la
oportunidad de capacitarse por sí mismos, el modelo trajo consigo serios inconvenientes
para la gestión pública, tales como: (i) La complicación del sistema de administración de
recursos humanos, ya que debe realizar actividades de gestión de recursos humanos (for
mulación de documentos técnicos de gestión: CAP, PAP, etc. para todo el personal de la
Administración Pública); (ii) Los sobrecostos que implica la realización de procesos técni
cos de personal y de inversión para todo el personal al servicio de la organización adminis
trativa; (iii) La tendencia a la burocratización, ya que la estructura cerrada y el sentido de
estabilidad que ella implica propició en los funcionarios ausencia de competitividad, ais
lacionismo respecto del público usuario y surgimiento del sentimiento de corporativismo.
Por ello, el desarrollo de la carrera administrativa debe incorporar elementos de la es
tructura abierta de la organización del servicio público, de modo que quien se incorpore
a ella permanezca en competitividad y presente una permanente vocación por el mérito
como elemento diferenciador en la asignación de méritos, reconocimientos, progresión y
mantenimiento en la carrera.
Precisamente, estos fueron los criterios que se tomaron en cuenta para la elaboración
de la vigente Ley del Servicio Civil, promulgada el 4 de julio de 2013, cuyo artículo III
inciso d) de su Título Preliminar establece como principio de la Ley del Servicio Civil que
■ “[e]l régimen del Servicio Civil, incluyendo el acceso, la permanencia, progresión,
mejora en las compensaciones y movilidad, se basa en la aptitud, actitud, desempeño,
capacidad y evaluación permanente para el puesto de los postulantes y servidores
civiles”.
Desde luego, ello implica un significativo avance en cuanto al desarrollo en la carre
ra administrativa.
Ahora bien, el desarrollo de la carrera administrativa se halla determinado fundamen
talmente por el derecho fundamental de acceso igualitario a los cargos públicos que ha
sido acogido prácticamente en todas las declaraciones internacionales de orden general y
específico sobre derechos humanos®. En este sentido, nos encontramos frente al recono
cimiento de la existencia de un Derecho Público subjetivo bien delimitado y justificado al
empleo estatal, que representa el reconocimiento que hace la Constitución a los habitan
tes de tener acceso igualitario en las oportunidades en que el Estado lo requiera de acuer
do con las normas de desarrollo para mayor eficacia de las prestaciones y mayor garantía
para la idoneidad. Conforme a este derecho fundamental, el diseño de cualquier regula
ción sobre la carrera administrativa debe satisfacer algunas exigencias esenciales para ser
constitucionalmente aceptable:
El Estado asume ciertos deberes positivos concretos, tales como organizar las vías
necesarias para dar cabida a! derecho (carrera pública, procesos transparentes de se
lección de personal, etc.).
La existencia del derecho de acceso igualitario a los cargos públicos limita la discre-
cionalidad del detentador del poder público para elegir a quienes han de ocupar car
gos públicos o funciones en la Administración (respecto de los profesionales de la
Administración Pública) y la discrecionalidad del legislador ordinario para organi
zar el marco legal de los procesos de selección de funcionarios y empleados públi
cos (requisitos, condiciones de elegibilidad, exigencias para las inscripciones, etc.).
El régimen laboral del empleado público debe garantizar el acceso en condiciones
de igualdad a la función pública, debiendo ser razonables y objetivos los criterios y
procedimientos para acceder a ella.
(2) Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 21; Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, artículo 25, literal c); Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 23, numeral l,
literal c); Convención Interamerícana contra la Corrupción, artículo III. fracción 5,
Dentro de la Administración Pública deben proscribirse todas las prácticas, actos ad
ministrativos o convencionales que atenten contra el derecho de acceso igualitario a
los cargos públicos por consistir en privilegios o actos discriminatorios (por ejem
plo, el nepotismo, pruebas restringidas, convocatorias adpersonamt la acumulación
de cargos públicos, establecimiento en pactos colectivos de cláusulas sobre cargos
hereditarios, etc.).
Las causales para la inelegibilidad en algún cargo deben ser expresas, así como los
requisitos para acceder a ellas. No pueden ser establecidas en vía reglamentaria.
Para cautelar la vigencia del derecho luego del acceso a la función, las causales de
separación deben ser expresadas en la legislación; la interpretación para su aplica
ción ha de ser del modo que menos restrinja la existencia de este derecho.
Cabe resaltar que, según los fundamentos jurídicos 20 y 22 de la STC Exp. N° 00029-
2018-PI/TC, “la Constitución ha reservado al legislador democrático la competencia de
la regulación de dicha carrera administrativa, de conformidad con el artículo 40 de la
Constitución”.
“Nadie podrá gozar más de un sueldo o emolumento del Estado sea cual foese el empleo
o función que ejerza. Los sueldos o emolumentos pagaderos por instituciones locales
o por sociedades dependientes en cualquiera forma del Gobierno, están incluidos en
la prohibición”.
Luego, la Constitución Política de 1933 (art. 18) ratifica la decisión con el siguien
te texto:
“Nadie puede percibir más de un sueldo o emolumento del Estado, cualquiera que
sea su función o empleo, salvo uno más por razón de la enseñanza. Los sueldos o
emolumentos pagaderos por corporaciones locales o por sociedades dependientes de
cualquier forma del Poder Ejecutivo, están incluidos en esta prohibición”(3).
(3) El anteproyecto de Constitución, elaborado por la Comisión Vi liarán contenía un texto con el mismo
propósito en los siguientes términos: “Ningún empleado público podrá servir más de un cargo ni percibir
más de un sueldo del Estado, salvo las excepciones establecidas por la ley por motivo de interés público”.
Posteriormente, la Constitución Política de 1979 (art. 58) ratificó que: “Ningún fun
cionario o servidor público puede desempeñar más de un empleo o cargo público remu
nerado, con excepción de uno más por función docente”. A su sombra fue dictado el artí
culo 7 del Decreto Legislativo N° 276, Ley de Bases de la Carrera Pública y del Sistema
Único de Remuneraciones, el cual establecía que:
Hasta el momento hemos venido admitiendo como equivalentes tres niveles distintos
de prohibiciones: i) La prohibición de acumular cargos o funciones públicas; ii) La pro
hibición de acumular cargos o funciones públicas remuneradas, y iii) La prohibición de
acumular un segundo ingreso del Estado.
Como bien establece Sayagués Laso(5), hay que distinguir la acumulación de cargos,
de sueldos y de funciones públicas, pues son supuestos distintos, que pueden coexistir o
no según los casos, La acumulación de cargos apareja generalmente la acumulación de
sueldos. Pero esto puede no ocurrir si uno de los cargos es honorario o cuando la acumu
lación procede, pero a condición de cobrar un solo sueldo. En cuanto a la acumulación de
funciones, no siempre implica ejercicio simultáneo de dos cargos públicos.
(4) DIEZ, Manuel María. Derecho Administrativo. Tomo IH, Editorial Plus Ultra, Buenos Aíres, p. 566,
(5) SAYAGUÉS LASO, Enrique. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo I, Talleres Gráficos Barreiro y
Ramos, Montevideo, 1953, p. 330.
que las normas preexistentes, que se satisfacían con prohibir el segundo cargo remunera
do, lo cual no incluía cuando se trataba simplemente de una función y no un cargo propia
mente, si se retribuía con una contraprestación no remunerativa o, simplemente, si no se
percibía una remuneración por este cargo (los denominados ad honorem).
(6) La normativa brasileña agrega para la procedencia del segundo ingreso la exigencia de “correlación de
materias”, entendida como la necesidad de que la labor docente verse sobre alguna materia vinculada con
la actividad pública, de suerte que no es procedente la acumulación cuando la función docente verse sobre
materias ajenas al primer cargo. Con este requisito se busca controlar que el segundo empleo no se convierta
en un simple medio para la obtención de recursos y que más bien se preserve como un mecanismo para
aprovechar las capacidades públicas, en función de la idoneidad de la persona.
EsSalud. Esta flexibilización de la prohibición de doble percepción se justifica en la nece
sidad de garantizar el derecho a la salud y, si se mantiene su carácter excepcional, no re
presenta un grave perjuicio para el Estado, más aún si se tiene en cuenta que, antes de la
modificación, ya se permitía a los profesionales de la salud laborar, a la vez, en un hospi
tal público y en una clínica privada.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
gj¡| La Constitución reconoce la carrera administrativa como un bien jurídico constitucional y
el ingreso a ella en condiciones de igualdad: STC Exp. N° 05057-2013-PA/TC (f. j. 8.b).
jg| La carrera administrativa comprende a los servidores públicos, pero no a los funcionarios
que desempeñan cargos políticos o de confianza: STC Exp. Nü 00008-2005-PI/TC (f. j. 45).
U El acceso a la función pública no comprende ingresar sin más al ejercicio de la función
pública, sino que el legislador establecerá requisitos para ello: STC Exp. 00025-2005-
PI/TC (fj. 46 y 47).
H El ingreso del personal a la función pública necesariamente debe efectuarse por concurso
público bajo criterios meritocráticos: STC Exp. N° 05057-2013-PA (f. j. 13).
H El sustento para prohibir que los servidores o funcionarios públicos puedan desempeñar
más de un empleo o función dentro de la Administración es la maximización del acceso a
los cargos públicos: STC Exp. N° 02146-2010-PA/TC (ff. jj. 3 y 4).
Las remuneraciones de los servidores y funcionarios públicos deben guardar armonía con
las posibilidades de la economía nacional: STC Exp. N° 00029-2004-AI/TC (f. j. 58).
H La autorización legal que posibilita a una institución estatal contratar bajo el régimen laboral
privado no implica convertir a los funcionarios y servidores en trabajadores privados: STC
Exp. N° 05057-2013-PA (f. j. 8).
H Solo los trabajadores que hayan ingresado a la función pública bajo concurso público y
hayan sido despedidos arbitrariamente pueden ser repuestos en la Administración: STC
Exp. N° 05057-2013-PA (fj. 16).
H El artículo 40 de la Constitución alude a la prohibición de doble percepción de “remunera
ciones”, salvo la remuneración docente, pero no a alguna prohibición de doble percepción
de ingresos (remuneración y pensión, a la vez), por lo que dependerá del legislador la forma
de regular este ámbito, para lo cual debe tener en consideración, ineludiblemente, otros
principios constitucionales que resulten relevantes (igualdad ante la ley o el de interdicción
de la arbitrariedad) para sea conforme con la Constitución: STC Exp. N° 0009-2015-PV
TC (f.j. 86).
BIBLIOGRAFÍA
DÍEZ, Manuel María. Derecho Administrativo. Tomo HI, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires; GU
TIÉRREZ MIRAVAL, Juan. Nueva legislación de la carrera administrativa para los funcionarios
y empleados públicos. El Carmen, Lima, 1991; INFANTE LACOUTURE, Jaime. Apuntes sobre la
carrera administrativa. Tesis, Facultad de Ciencias Jurídicas y Socioeconómicas de la Universidad
Javeriana, Bogotá, 1986; SAYAGUÉS LASO, Enrique. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo
I, Talleres Gráficos Barreiro y Ramos, Montevideo, 1953.
Artículo 40 La carrera administrativa
La ley regula el ingreso a la carrera administrativa, y los de
rechos, deberes y responsabilidades de los servidores públicos.
No están comprendidos en dicha carrera los funcionarios que
desempeñan cargos políticos o de confianza. Ningún funcio
nario o servidor público puede desempeñar más de un empleo
o cargo público remunerado, con excepción de uno más por
función docente.
Por ley, con el voto favorable de más de la mitad del número
legal de los congresistas, se amplía temporalmente la excepción
del párrafo anterior, para el personal médico especialista o
asistencial de salud, ante una emergencia sanitaria^
No están comprendidos en lafunción pública los trabajadores
de las empresas del Estado o de sociedades de economía mixta.
Es obligatoria la publicación periódica en el diario oficial de
los ingresos que, por todo concepto, perciben los altos funcio
narios, y otros servidores públicos que señala la ley, en razón
de sus cargos.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 15,39,41,42,92,126,139 inc. 4); C.C: art. 1366 inc. 3); C.P.: art. 382 y ss.»
425; Ley 28301: arts. 20,21; Ley 29277; R.Adm. 09S-2004-P-TC: art. 17;».U.D.H.:
art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25 inc. o); C.A.D.H.: art. 23.1 inc. c)
(*) Segundo párrafo incorporado por el artículo único de la Ley N° 31122 del 10/02/2021.
jurídicos del modelo de empleo público peruano en el contexto constitucional, en el que
conviven los regímenes jurídicos funcionarial y laboral, con reserva legal para la determi
nación su estructura, organización entre otros aspectos reglamentarios.
(I) RUBIO, Marcial y BERNALES, Enrique, Constitución y sociedadpolítica. Lima: Mesa Redonda Editores,
1985, p. 259.
(2) HARO CARRANZA, Enrique. Derecho Laboral en la Administración Pública. 2a edición, Lima: Ediciones
Legales, 2012, p. 45.
(3) Para mayores alcances, sobre el estudio esta disciplina jurídica y autónoma del Derecho Público, se sugiere
revisar los siguientes estudios: BALBIN TORRES, Edgardo. Unilateralismo y negociación colectiva en
la Administración Pública. Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005; BOYER CARRERA, Janeyri. El derecho
de la función pública y el servicio civil. Lima: Fondo editorial PUCP, 2019; DÍAZ RONCAL, Kenny. La
historia del empleo público peruano. Lima: Ediciones Normas Jurídicas, 2019; ABANTO, César y PAITÁN,
a través de un vínculo de naturaleza dual: laboral y administrativo; en la que se estable
ce una corriente recíproca de obligaciones y derechos entre las partes (Estado y emplea
dos públicos), además de ciertas particularidades para la prestación de servicios públicos
a la nación. Estas últimas se reflejan en la observancia (otros prefieren llamarlo adhesión)
de determinadas normas estatutarias que inciden de alguno u otra forma en la regulación
de las relaciones de trabajo en el empleo público. Así, además de la existencia de los tres
elementos esenciales que caracterizan a una relación laboral (prestación personal, remu
neración y subordinación), esta se materializa con el ejercicio de la “función pública”, que
implica el desempeño de funciones en las entidades públicas del Estado* (4).
Siguiendo los criterios jurisprudenciales del Tribunal Constitucional (Caso Ley Mar
co del Empleo Público, f.j. 12 y 13) en tomo a esta materia prevista en la Constitución,
el derecho a la función pública, desde un amplio punto de vista material y en sentido po
sitivo (artículo 39), puede ser ejercido por dos grandes categorías de personal al servicio
de los intereses generales, bajo la supremacía del poder democrático, civil y constitucio
nal. A saber: los funcionarios que desempeña cargos políticos (presidente de la república
y congresistas) o de confianza (ministros de Estado); y, los trabajadores o servidores pú
blicos (profesores universitarios, los profesores de los distintos niveles de formación esco
lar y preuniversitaria, los servidores de la salud, los servidores del cuerpo diplomático, los
jueces y fiscales, etc.). En cambio, desde un punto de vista restrictivo y negativo (artículo
40), este derecho no puede ser ejercido por los trabajadores de las empresas del Estado o
de sociedades de economía mixta, porque no desempeñan ningún cargo en el Estado cum
pliendo funciones de representación política (como funcionarios) o función pública profe
sionalizada (como servidores públicos); y, por ende, no son titulares de la función pública.
Javier. Instituciones del régimen laboral público. Lima: Gaceta Jurídica, 2020; MORENEO PÉREZ,
José L. (dir.). Curso de Derecho del Empleo Público. Madrid: Tecnos, 2018; MIRANDA HURTADO,
Guillermo. “Instituciones y perspectivas del Derecho Laboral público”. En: Derecho & Sociedad. N° 23,
año 15, PUCP, Lima, 2004; entre otros.
(4) Considerada como uno de Los contenidos de relevancia constitucional (caso Huatuco Huatuco, f. 8, a).
Por su parte, el artículo 2 de la Ley N° 27815, Ley del Código de Ética de la Función Pública, define a ¡a
función pública como “toda actividad temporal o permanente, remunerada u honoraria, realizada por una
persona en nombre o al servicio de las entidades de la Administración Pública, en cualquiera de sus niveles
jerárquicos”.
Al respecto, la carrera administrativa es aquel ‘‘instituto jurídico mediante el cual la
organización de la función pública se construye y estructura, a partir de una serie de con
ceptos que tienen por fin último permitir que el funcionario pueda servirse de un conjun
to de instrumentos jurídicos”, que son “diseñados para que goce de la máxima movilidad
interna en el seno de la función pública, vertical, horizontal y espacialmente, respetando
siempre los principios de consolidación y mérito profesional®. Por ello, el Tribunal Cons
titucional consagra a la carrera administrativa como “un bien jurídico constitucional”®,
sujeto a “reserva de ley” para su regulación.
En esa misma línea de ideas, Boyer sostiene que la carrera administrativa “es un sis
tema de organización que ofrece a los servidores civiles la posibilidad de escalar a lo lar
go de un conjunto de niveles jerárquicamente ordenados, de tal manera que logren am
pliar sus facultades y mejorar sus remuneraciones”. Por tal razón, se justifica en la carrera
administrativa su acceso sea mediante “concurso público” de méritos, además de poseer
un “sistema de progresión jerárquica”, en tanto existe una “permanencia a tiempo inde
terminado del servidorӒ7).
(5) ARROYO YANES, Luis M. “Presente y futuro de la carrera administrativa de los funcionarios públicos”.
Conferencia impartida en jornadas de sobre el personal de las Administraciones Públicas, Universidad de
Sevilla, noviembre, 2004, pp. 219-2020
(6) Así lo ha determinado el Tribunal Constitucional en diversos pronunciamientos, a saber: caso Ley Marco
del Empleo Público (f.j. 44), caso Huatuco Huatiico (f. j. 8) y caso Ley del Servicio Civil (f. j. 81).
(7) BOYER CARRERA, Janeyri. Ob. cit., pp. 36 y 38
(8) MORENEO PÉREZ, José L. Ob. cit., p. 33.
II. El modelo y régimen jurídico del empleo público en el contexto
constitucional
La prestación de servicios por parte del personal en la administración pública (régi
men del trabajo público) es una actividad como cualquier otra que se desempeña en la ac
tividad privada (régimen del trabajo privado), con algunas particularidades, tales como
adicionar a dicha prestación el ejercicio de la función pública, recogida desde la Consti
tución, siendo los titulares de dicho derecho fundamental los funcionarios y trabajadores
públicos sujetos a regímenes diferenciados, dentro de los cuales no todos reconocen la ca
rrera administrativa que es enunciada enfáticamente por el artículo 40 de la Constitución.
(9) DÍAZ RONCAL, Kenny. £7 empleo público como disciplina autónoma. La necesidad de superar el dile
tantismo entre lo laboral y lo administrativo. Lima: C1CAJ - PUCP, 2019, pp. 310-311.
(10) Véase, HARO CARRANZA, Julio. “El nuevo régimen del empleo público: ^por qué y para qué?”. En:
Agora. Revista de Derecho. Año IV-VI, N°s 5-6, Lima, 2006, pp. 91 -114; PATRON F„ Pedro y PATRÓN B.,
Pedro. Derecho Administrativo y Administración Pública en el Perú. T edición. Lima: 2004, pp. 187-194;
DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “El régimen de la carrera administrativa”. En: DI Derecho Administrativo y la
modernización del Estado peruano. Organizado por PUCP, Asociación Peruana de Derecho Administrati
vo. Grijley, Lima, 2008, pp. 499-543; FONDEVILLA ANTOLÍN, Jorge. Constitución y empleo público.
Estudio y propuestas en relación a un régimen jurídico común. Granada: Comares, 2000, pp. 109-174;
entre otros.
(II) MIRANDA HURTADO, Guillermo. Ob. cit.. p. 61.
En el modelo de empleo público cerrado o de carrera (modelo francés), instaurado
de forma autoritaria en la época de Napoleón, se desarrolla una carrera administrativa en
función del mérito y capacidad. Este modelo basado en la profesionalización de los em
pleados públicos, por lo que está organizado en torno a una estructura de grandes cuerpos
de funcionarios permanente, se construye sobre una relación de supremacía del Estado so
bre sus empleados, en el que no cabe el derecho laboral, puesto que el interés público pre
valece sobre cualquier otro elemento y, en consecuencia, se articula una relación jurídica
acontractual, definiéndose un modelo de relación estatutaria.02’ El modelo francés no es
aplicado en puridad en un determinado modelo de Estado.
Por su parte, en el modelo prusiano, similar al anterior y con una mayor rigidez, se
asienta sobre los principios de jerarquía, relación de servicio y carrera, así como el so
metimiento total del empleo público al jefe del Estado. Sin embargo, el régimen del fun-
cionariado alemán, que tiene como antecedente el modelo prusiano, después de muchas
vicisitudes, ha concluido actualmente en un modelo netamente mixto que admite la coe
xistencia del régimen funcionarial y el de empleados públicos laborales, además de acep
tar instituciones propias del derecho laboral como la negociación colectiva en el ámbito
de los primeros03’.
En ese sentido, del análisis del artículo 40 de la Constitución, podemos concluir que
no podemos seguir manteniendo una historia de frustraciones, de viejos ideales, de mitos
y de poca realidad sobre el empleo público. Las relaciones de trabajo de los funcionarios y
(! 8) BONÍFAZ, José L. y MARTÍNEZ, Juan J. Reforma delservicio civil. Momento de implementación. Lima:
CIES, 2016, pp. 8-9.
servidores públicos que desempeñan funciones públicas en las entidades públicas (la fun
ción pública como género), pero sin pertenecer todos a una carrera administrativa (como
especie de la función pública), deben tener como finalidad esencial, y no solo a través de
esta última, asentar las bases para configurar legalmente un régimen funcionaría! y laboral
de los derechos, deberes, responsabilidades, entre otros aspectos, con base en la igualdad y
mérito. Con la regulación de reglas comunes y transversales como específicas, también se
permitirá sentar las bases para implementar políticas públicas de empleo en el Sector Pú
blico (como pretende hacerlo la Ley N° 30057, en la que confluyen los modelos francés,
prusiano y anglosajón) regulando los diferentes aspectos que conforman el sistema admi
nistrativo de gestión del potencial humano, a saber: planificación de políticas, organiza
ción del trabajo y su distribución, gestión del empleo, gestión del rendimiento, gestión de
la remuneración, gestión del desarrollo y la capacitación, gestión de relaciones humanas
y sociales, así como lo relacionada a la resolución de controversias.
g| El ingreso al sector público, tanto en el régimen laboral público como en el privado, resulta
necesario no solo la existencia de una plaza vacante, que debe encontrarse previamente
presupuestada, sino además que no exista impedimento para que aquella sea cubierta a
través del mecanismo idóneo: STC Exp. N° 00002-2010-PI/TC (f. j. 30).
|g| El ingreso del personal con vínculo laboral indeterminado a la Administración Pública
necesariamente tiene que tomar en consideración criterios estrictamente meritocráticos,
medidos a través de un concurso público y abierto, respecto de una plaza debidamente
presupuestada: STC Exp. N° 050547-PA/TC (f. j. 13).
BIBLIOGRAFÍA
ABANTO, César y PAITAN, Javier. Instituciones del régimen laboral público. Lima: Gaceta Jurí
dica, 2020; ACKERMAN, Mario y Grupo de los Nueve. Trabajadores del Estado en Iberoamérica.
México, D.F.: Editorial Porrúa, 1999; ARROYO YANES, Luis M. “Presente y futuro de la carrera
administrativa de los funcionarios públicos”. Conferencia impartida en jornadas de sobre el personal
de las Administraciones Públicas, Universidad de Sevilla, noviembre, 2004; BALBÍN TORRES,
Edgardo. Unilateralismo y negociación colectiva en la Administración Pública. Lima: Fondo Edito
rial PUCP, 2005; BONIFAZ, José L. y MARTÍNEZ, Juan J. Reforma del servicio civil. Momento de
implementación. Lima: CIES, 2016; BOYER CARRERA, Janeyri. El derecho de lafunción pública
y el servicio civil. Lima: Fondo editorial PUCP, 2019; DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge.' “El régimen de
la carrera administrativa”. En: El Derecho Administrativo y la modernización del Estado Peruano.
Organizado por PUCP, Asociación Peruana de Derecho Administrativo. Grijley, Lima, 2008; DÍAZ
RONCAL, Kenny. La historia del empleo público peruano. Lima: Ediciones Normas Jurídicas,
2019; DÍAZ RONCAL, Kenny. El empleo público como disciplina autónoma. La necesidad de
superar el diletantismo entre lo laboral y lo administrativo. CICAJ - PUCP, 2019; FONDEVILLA
ANTOLIN, Jorge. Constitución y empleo público. Estudio y propuestas en relación a un régimen
jurídico común. Granada: Comares, 2000; HARO CARRANZA, Enrique. Derecho Laboral en la
Administración Pública. 2“ edición, Lima: Ediciones Legales, 2012; HARO CARRANZA, Julio. “El
nuevo régimen del empleo público: ¿por qué y para qué?”. Agora. Revista de Derecho. Año IV-VI,
N°s 5-6, Lima, 2006; MIRANDA HURTADO, Guillermo. “Instituciones y perspectivas del Derecho
Laboral público”. En: Derecho & Sociedad. N° 23, año 15, PUCP, Lima, 2004; MORENEO PÉREZ,
José L. (Dir.). Curso de Derecho del Empleo Público. Madrid: Tecnos, 2018; PATRÓN F., Pedro y
PATRÓN B., Pedro. Derecho Administrativo y Administración Pública en el Perú. 8a edición. Lima:
2004; PATRÓN FAURA, Pedro. “Garantías y obligaciones de los empleados públicos”. Conferencia
sustentada en el Colegio de Abogados de Lima, el 24 de noviembre, bajo la presidencia del decano,
doctor J.M. Manzanilla. Lima: Taller de linotipia, 1944; RUBIO, Marcial y BERNALES, Enrique.
Constitución y sociedad política. Lima: Mesa Redonda Editores, 1985.
Artículo 41 Responsabilidad de los funcionarios y
servidores públicos
Los funcionarios y servidores públicos que señala la ley o que
administran o manejan fondos del Estado o de organismos
sostenidos por este deben hacer declaración jurada de bienes
y rentas al tomar posesión de sus cargos, durante su ejercicio
y al cesar en los mismos. La respectiva publicación se realiza
en el diario oficial en la forma y condiciones que señala la ley.
Cuando se presume enriquecimiento ilícito, el Fiscal de la
Nación, por denuncia de terceros o de oficio, formula cargos
ante el Poder Judicial.
La ley establece la responsabilidad de los funcionarios y ser
vidores públicos, así como el plazo de su inhabilitación para
la función pública.
El plazo de prescripción de la acción penal se duplica en caso
de los delitos cometidos contra la Administración Pública o
el patrimonio del Estado, tanto para los funcionarios o ser
vidores públicos como para los particulares. La acción penal
es imprescriptible en los supuestos más graves, conforme al
principio de legalidad^.
CONCORDANCIAS:
C: arts. 40, 76, 92, 99, 100, 138, 139 inc. 4); C.C.: arts. Vil, VIH; C.P.: arts. 2, 36
ines. I), 2), 38, 39, 80; 155, 376 y ss„ 425, 426,432; L.O.P.J.: arts. 105; L.O.M.P.:
art. 80; D. Leg. 276: arts. 22,25, 34; Ley 28301: art. 1, Ia DF; Ley 29277; D.S. 040-
2014-PCM: arts. 98, 102, 106; R.Adm. 095-2004-P-TC: art. 44, Ia DF; D.U.D.H.:
art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25 inc. c); C.A.DJL: arts. 23.1 inc. c), 32
I. Introducción
En el ámbito administrativo, y en especial en el contexto del control administrativo y
el comportamiento de los funcionarios públicos, existen dos conceptos de particular im
portancia. Uno de ellos es el de la responsabilidad, por la cual los funcionarios y servi
dores públicos deben asumir las consecuencias de sus actos al interior del Estado, al cual
vamos a aludir más adelante. Asimismo, la doctrina y las normas legales hacen referencia
a un concepto adicional que es el de la “respondabilidad” (traducción del inglés accoun-
tabilitfi) y que hace referencia a la obligación del funcionario o servidor de dar cuenta de
sus actos. El titular, los funcionarios y servidores deben rendir cuenta ante las autoridades
competentes y ante el público por los fondos o bienes del Estado a su cargo y/o por una
misión u objetivo encomendado.(*)
(*) Texto del cuarto párrafo según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30650 del
20/08/2017.
Y es que el titular de la entidad de la que se trate, los funcionarios y los servidores
públicos tienen el deber de desempeñar sus funciones con eficacia, economía, eficiencia,
transparencia y licitud, a lo cual debe agregarse que desempeñan el cargo en representa
ción de la población. Los titulares, servidores y funcionarios públicos tienen el deber per
manente, personal e intransferible de dar cuenta del ejercicio de sus funciones, del cumpli
miento de sus objetivos y de los bienes y recursos recibidos. Esa es la razón fundamental
por la cual la norma constitucional establece la obligación de rendir cuenta de sus bienes
y rentas, para determinar si es que existen indicios de enriquecimiento ilícito, como ve
remos más adelante.
(1) SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. El control de las Administraciones Públicas. Tecnos, Madrid, 1991, p. 33.
(2) ROQUE CITADINI, Antonio. El control externo de la Administración Pública. Max Limonad, Sao Paulo,
1995, p. 33.
Según el tipo de contralor, el control de la Administración puede ser social (ejercido
por la propia sociedad civil y los partidos políticos), político (cuando es ejercido por el
Congreso, a través de mecanismos como la estación de preguntas, los pedidos de infor
mación o la interpelación), jurisdiccional (ejercido por el Tribunal Constitucional, el Po
der Judicial, el arbitraje y el Jurado Nacional de Elecciones) o administrativo. Respecto
al control administrativo cabe referir que este se ejerce a través de los organismos expre
samente facultados para ello, y puede darse al interior de la propia entidad administrativa
-autotutela™ o fuera de ella, a través de entes como la Contraloría General de la Repúbli-
ca(3) o la Defensoría del Pueblo(4),
(3) De conformidad con las normas de control, en especial de la Ley del Sistema Nacional de Control, la
Contraloría General de la República tiene por finalidad verificar el funcionamiento adecuado de la Ad
ministración Pública, a través de la correcta, eficiente y transparente utilización y gestión de los recursos
y bienes públicos, conforme lo señala el artículo 2 de La Ley N° 27785 antes citada. Es decir, y como lo
hemos señalado líneas arriba, el control administrativo propiamente dicho no se restringe a la verificación
de la legalidad, sino también a la eficiencia en términos de mérito, oportunidad o conveniencia.
(4) De acuerdo a lo expresamente establecido por la Constitución y por su respectiva ley orgánica, la De
fensoría del Pueblo desempeña control sobre la totalidad de la Administración Pública, control que se
ha ido distanciando del control administrativo propiamente dicho, que es el efectuado por la Contraloría
General de la República, por ejemplo. Si bien aún no existe consenso respecto a la naturaleza de dicho
control (algunos refieren que es control administrativo, mientras que otros especialistas señalan que es
una nueva modalidad de control estatal en atención a la propia naturaleza de la institución, denominado
control defensorial) en lo que sí existe consenso es en que el mismo permite un funcionamiento adecuado
y eficiente de la Administración Pública en general.
(5) SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. Ob. cit., p. 39.
III. La naturaleza del funcionario público
Los mecanismos de control tantas veces referidos, cuando están adecuadamente di
señados generan incentivos efectivos sobre el comportamiento adecuado que deben mos
trar los políticos y funcionarios públicos en general. En primer lugar, debemos concluir
indubitablemente que el funcionario público, como ser racional que esí6), busca necesa
riamente maximizar la utilidad de su cargo, es decir, obtener el máximo provecho posible
de él. Y, como resultado de ello, con normas de control de por medio, el funcionario va
a tratar de obtener el máximo provecho del cargo que ocupa, procurando elevar la cuota
de poder de la que goza. Ello es el resultado de la consideración de que la romántica con
cepción del funcionario o servidor público como quien necesariamente propende al inte
rés público ya no se sostiene más.
(6) BUCHANAN, James. “From prívate preferences to public philosophy: the development of de public
choice”. En: The economice ofpolílics. IEA. Londres, 1978, pp. 18-19. Asimismo, TULLOCK, Gordon.
“El voto como un medio de control colectivo”. En: TULLOCK, Gordon. Los motivos del voto. Espasa
Calpe, Madrid, 1979, Cap. III, p. 39. En la misma línea: KAFKA, Folke. Teoría económica. Universidad
del Pacifico, Lima, 1994, p, 612 y ss.
(7) GUZMAN NAPURI, Christian. “Una aproximación a la aplicación del análisis económico deí Derecho
al Derecho Constitucional”. En: Derecho & Sociedad. N“ 15, PUCP, Lima, 2000.
(8) Adviértase que dicho dispositivo no ha sido publicado en el diario oficial El Peruano, a solicitud del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, ha sido enviado por la Dirección General Parlamentaria del
Congreso de la República, mediante Oficio N° 598-141464-7-2018-2019-DGP/CR de fecha 20 de diciembre
de 2018.
tanto en el país como en el extranjero, conforme a formato único aprobado por el regla
mento de la referida ley.
Para efectos del reglamento de la referida ley, aprobado por Resolución Ministerial
N° 209-2014-PCM, de fecha 23 de setiembre de 2014, se entiende por ingresos las remu
neraciones, retribuciones, beneficios o percepciones económicas de toda índole, cualquie
ra sea su forma, modalidad, periodicidad y fuente que, por razón de su trabajo o actividad
económica, reciba el sujeto obligado directa o indirectamente.
Para tales efectos, se entiende por ingresos las remuneraciones y toda percepción eco
nómica sin excepción que, por razón de trabajo u otra actividad económica, reciba el fun
cionario y el servidor público. Ello implica, como lo hemos señalado líneas arriba, que la
obligación que venimos señalando es independiente del régimen al cual se encuentra so
metido el funcionario o servidor público, sea el régimen de la carrera administrativa (D.
Leg. N° 276), el régimen laboral de la actividad privada (D. Leg. hT 728, normas modifi
catorias y complementarias) o el régimen de la contratación civil.
El Código Penal señala que se considera que existe indicio de enriquecimiento ilíci
to cuando el aumento del patrimonio y/o del gasto económico personal del funcionario o
servidor público, en consideración precisamente a su declaración jurada de bienes y ren
tas, es notoriamente superior al que normalmente haya podido tener en virtud de sus suel
dos o emolumentos percibidos, o de los incrementos de su capital, o de sus ingresos por
cualquier otra causa lícita. Es una figura que posee una tipificación peculiar, pero que per
mite el control de la actividad administrativa a través de la norma penal.
(9) ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Grijley, Lima, 2000, p. 455 y ss.
(10) Artículo 262, inciso 243.1, delTUO. Artículo 91 del Reglamento General de la Ley N°30057, Ley del Servicio
Civil, aprobado mediante Decreto Supremo N° 040-2014-PCM.
(11) M ORON URSINA, Juan Carlos. Comentarios a la ley del procedimiento administrativo general. Gaceta
Jurídica, Lima, 2008, p. 844.
durante el desarrollo de la respectiva acción de control. Esto último permite exigir res
ponsabilidad administrativa a quienes tuviesen un vínculo meramente administrativo con
la entidad e incluso a quienes ya no laboren en ella.
Por otro lado, la responsabilidad civil es aquella en la que incurren los servidores y
funcionarios públicos, que por su acción u omisión, en el ejercicio de sus funciones, ha
yan ocasionado un daño económico a su entidad o al ,Estado(!2). La finalidad de la respon
sabilidad civil es entonces resarcir el daño causado, a diferencia de la responsabilidades
penal y administrativa que se dirigen a generar un efecto disuasivo de las conductas que
afectan bienes jurídicos.
Ello ocurre no solo por la evidente distinción en el fundamento, como ya lo hemos se
ñalado, sino además por el hecho de que la responsabilidad penal es eminentemente dis
tinta a la responsabilidad administrativa, dado que ambas tienen incluso un origen dis
tinto. Mientras que la responsabilidad penal proviene de la potestad estatal de sancionar
delitos, la responsabilidad administrativa del empleado público proviene de la relación de
subordinación existente entre la entidad y dicho empleado dada la especial naturaleza de
la relación jurídica entre ambos.
(12) FRAGA, Gabino. Derecho Administrativo. Porrúa, México D.F., 2003, p. 141.
(13) Artículo 264, inciso 26.2, del Texto Único Ordenado de la Ley del Procedimiento Administrativo General
siendo estos a los cuales se aplica esta disposición. En consecuencia, el plazo de prescrip
ción ampliado no es susceptible de ser aplicado a aquellos delitos que no afectan el pa
trimonio del Estado.
j.ijurisprudenciarelacionada
H Los funcionarios y servidores públicos deben presentar una declaración de sus bienes mue
bles e inmuebles durante el lapso de tiempo que ejerzan sus cargos: STC Exp. N" 00008-
2005-PI/TC (f. j. 15).
gÜ El derecho a la intimidad personal de los que hayan servido al Estado se vería afectado si
se accede a la información de bienes e ingresos provenientes del sector privado: STC Exp.
N° 04407-2007-PHD/TC (f. j. 22-24).
jj¡) Permitir la difusión de los bienes inmuebles no registrables en la declaración jurada implica
ría afectar el derecho a la intimidad personal: STC Exp. N° 03769-2012-PHD/TC (f. j. 10).
H El primer párrafo del artículo 46 de la LOCGR señala que la CGR podrá sancionar a los
funcionarios o servidores públicos que “contravengan el ordenamiento jurídico admi
nistrativo y las normas internas de la entidad a la que pertenecen”. Dicho enunciado es
extremadamente general y, por tanto, no cumple con los estándares mínimos que impone
el subprincipio de tipicidad: STC Exp. N° 00020-2015-PI/TC (f. j. 49).
BIBLIOGRAFÍA
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Investigación de la Universidad del Pacífico, Lima, 1994; MORÓN URBINA, Juan Carlos. Comenta
rios a la ley del procedimiento administrativo general. Gaceta Jurídica, Lima, 2008; ROJAS VARGAS,
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Gordon. “El voto como un medio de control colectivo”. En: TULLOCK, Gordon. Los motivos del
voto. Espasa Calpe, Madrid, 1979.
Artículo 42 Derechos de sindicación y huelga de los
servidores públicos
Se reconocen los derechos de sindicación y huelga de los ser
vidores públicos. No están comprendidos los funcionarios del
Estado con poder de decisión y los que desempeñan cargos de
confianza o de dirección, así como los miembros de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 20); 22,24,28,40,41,153,1“ y 2“ DFT; C.P.Ct.: art. 44 inc. 13); C.P.:
arts. 168; D. Leg. 276: arts. 24,44; D.U.D.H.: arts. 20,23 inc. 4); P.I.D.C.P.: art. 22.2;
P.I.D.E.S.C.: art. 8.2; C.A.D.H.: art. 16.3
Así pues, los derechos de sindicación, negociación colectiva y huelga ponen en evi
dencia el “trípode” sobre el que se erige la tutela colectiva, también refleja la necesaria re
ciprocidad o interdependencia (interna) entre los tres derechos fundamentales®; cuya ga
rantía es transversal en toda relación laboral colectiva (pública o privada).
(1) VILLAVICENCIO RÍOS, Alfredo. “Negociación colectiva: nuevos espacios y contenidos”. En: SOCIE
DAD PERUANA DEL DERECHO DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL (SPDTSS). Vil
Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Lima: SPDTS, 2016, p. 94.
(2) BOZA PRO, Guillermo. Lecciones de Derecho del Trabajo. Lima: PUCP, 2011, pp. 68-69.
II. La configuración jurídica de los derechos colectivos de los traba
jadores públicos
Por lo general se piensa que el artículo 42 es la única base constitucional de la regula
ción de los derechos colectivos de los trabajadores del Sector Público, sin embargo, otras
disposiciones de la Carta Magna, además del marco normativo internacional conformado
por los Convenios (ratificados) y Recomendaciones de la OIT, lo complementan, pues se
refieren a ellos, los artículos 28 (Derechos colectivos del trabajador), 77 (Presupuesto Pú
blico), 78 (Proyectos de Ley de Presupuesto, Endeudamiento y Equilibrio) y 153 (Prohi
bición a jueces y fiscales). Este marco normativo delimita los alcances y limitaciones del
ejercicio de los derechos de sindicación, negociación colectiva y huelga, mas no implica
restringirlos en su ejercicio mucho menos vaciarlos de su contenido esencialí3).
En efecto, en los casos Ley Marco del Empleo Público (2005) y Ley del Servicio Ci
vil I (2016) se va aclarando dichas equivocaciones. En virtud del Convenio N° 151 de la
OIT relativo a la protección del derecho de sindicación y .los procedimientos para deter
minar las condiciones del empleo en la administración pública, el Tribunal Constitucional
señaló lo siguiente: “(...) La Constitución reconoce los derechos de sindicación y huel
ga para los trabajadores, derechos que también son aplicables a los empleados públicos
con las limitaciones que la propia Constitución establece (...). En ese sentido, la Cons
titución reconoce en su artículo 42 el derecho de sindicación de los servidores públicos.
Consecuentemente, las organizaciones sindicales de los servidores públicos serán titula
res del derecho a la negociación colectiva, con las excepciones que establece el mismo ar
tículo 42, a saber los funcionarios del Estado con poder de decisión, los que desempeñan
cargos de confianza o de dirección, y los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Poli
cía Nacional
* ’ (cursiva nuestra).
En esa misma línea, el ente rector del Sistema Administrativo de Gestión de Recursos
Humanos, esto es la Autoridad Nacional del Servicio Civil - SERVIR (en el año 20103 (4))
(3) Para mayores alcances sobre el régimen jurídico de las relaciones colectivas de trabajo de los trabajadores
al servicio del Estado y en general de las principales instituciones jurídicas que conforman el Derecho del
Empleo Público, se puede revisar la siguiente obra: ABANTO REVILLA, César y PAITAN MARTÍNEZ,
Javier, Instituciones de! régimen laboral público. Lima: Gaceta Jurídica, 2020, pp. 599-641.
(4) Véase el Informe Legal N° 497-201O-SERVIR/GG-OAJ, emitido en el marco de la reforma de la regulación
del servicio civil peruano, cuando se proponía la incorporación de los derechos de “sindicación, negociación
colectiva y huelga” en el artículo 15 de la Ley N° 28175, Ley del Marco del Empleo. Con posterioridad,
bajo el amparo de las leyes presupuéstales, el criterio de SERVIR cambiaría, reiterando la interpretación
simplista y restrictiva del artículo 42 de la Constitución.
concluyó que “los servidores públicos tienen derecho a la sindicación, negociación electi
va y huelga, en tanto éstos se constituyen en derechos de fuente constitucional”. Es decir,
“que están incluidos en la Constitución Política del Perú de 1993 [artículos 42 y 28 de la
Constitución], los 2 primeros de manera expresa en su artículo 42 y el tercero de modo im
plícito, de la interpretación conjunta de dicho artículo con otras disposiciones de la Consti
tución y los tratados y acuerdos internacionales sobre la atería ratificados por el Perú”. Así,
se incorporó de manera expresa en la LMEP, al ratificar “lo consagrado en la Constitución
y lo expresado por el Tribunal Constitucional, respecto de dichos derechos colectivos”.
Sin embargo, “el no haber ratificado el Convenio 135 de la OIThace que ciertos dere
chos propios del ejercicio de la actividad sindical, como la huelga y la negociación colec
tiva, se vean limitados”(5), como lo fue este último derecho en el texto original de la Ley
N° 30057, Ley del Servicio Civil y su Reglamento General (prohibición de negociar co
lectivamente materia de compensaciones económicas, es decir, todo tipo de concepto re
munerativo); así como restringir el ejercicio de todo derecho colectivo para cierto grupo de
trabajadores públicos (funcionarios públicos, personal militar y policial, jueces y fiscales).
(5) VILLARROEL, Amalia B. Situación actual comparada de las relaciones laborales en el Sector Público
de nueve países de América Latina (Argentina, Brasil y Chile; Colombia, Ecuadory Perú; Costa Rica, El
Salvador y Panamá). Serie: Documentos de Trabajo, 198, OIT/Oficina Regional de la OIT para América
Latina y el Caribe, Lima, 2005, p. 96.
estos tienen el derecho a la libertad sindical, pero su ejercicio se realiza conforme al D.S.
N° 010-2003-TR (artículo 6, literal i del Decreto Legislativo N° 1057).
Así pues, en dichas normas se reconoce el derecho de todos los trabajadores a organi
zarse con fines de defensa de sus intereses, sin que la autoridad promueva actos que limiten
la constitución de organismos sindicales o el ejercicio del derecho de sindicación (artícu
los 41 y 42 de la LSC). Al 2018, el nivel de “afiliación sindical en el sector público con
tinúa siendo bajo” a comparación de los años anteriores (2008 al 2017). Así pues, solo el
16 % de servidores públicos forma parte de una organización sindical. No obstante, repre
senta el triple de la tasa de afiliación sindical en el sector privado formal (16 % vs. 5 %)(6)7
.
Por otro lado, la libertad sindical también se manifiesta en el derecho a desarrollar li
bremente actividades sindicales en procura de la defensa de sus intereses. Es por tal razón
que, según SERVIRÁ, en virtud de lo expresado en el Convenio 87 de la OIT, el Estado
se encuentran en la obligación de abstenerse de toda intervención que tienda a limitar este
derecho o a entorpecer su ejercicio legal, así como evitar que legislación nacional menos
cabe las garantías previstas por el citado Convenio. Asimismo, las organizaciones de tra
bajadores públicos, además de defender sus intereses, deben coadyuvar en el propósito
de mejora continua del servicio al ciudadano y de no afectar el funcionamiento eficien
te de la entidad o la prestación del servicio. De lo cual se advierte que hay una hegemo
nía en defender los intereses del Estado sobre los intereses de los que están a su servicio.
Entre otros aspectos desarrollados legislativamente, esto constituye el ejercicio del de
recho a la libertad sindical, reconocido no solo por las normativa nacional e internacio
nal sino también por la doctrina y, fundamentalmente, por la jurisprudencia. Recordemos
que en el Caso Ley Marco del Empleo Público (fundamentos 26 y 27) se delimitaron, en
tre otros aspectos, los alcances y limitaciones del derecho a la libertad sindical, cuyos cri
terios fueron reiterados en el Caso Ley del Servicio Civil.
(6) AUTORIDAD NACIONAL DEL SERVICIO CIVIL (SERVIR). Negociación colectiva en el Sector Público
2020. Lima: SERVI R-GPGSC, 2020, pp. 4-5.
(7) Véase e! Informe Legal N° 072-2009-ANSC/AJ y c! Informe Técnico Nu 523-2014-SERVIR/GPGSC
(opinión de carácter vinculante).
Considerando que, por su posición y funciones representan los intereses del Estado, no
deben formar parte -a su vez- de una organización sindical, siendo esta última la que de
fiende los intereses de los trabajadores®. Por ello, los funcionarios públicos, directivos
públicos y servidores de confianza se encuentran excluidos del derecho a la libertad sindi
cal, según la Constitución (Caso Ley del Servicio Civil, fundamentos 130 al 137). En esa
misma línea, SERVIR concluyó lo siguiente: “(E]l marco infraconstitucional que regula
el derecho a la negociación colectiva de los servidores públicos, en especial en el ámbito
municipal, no ha sido claro en establecer sus alcances, lo cual ha dificultado a los opera
dores jurídicos determinar qué servidores son titulares del derecho en mención”. Por ello,
“(...) es que están excluidos del derecho de sindicación, por mandato constitucional, y por
ende, del derecho a la negociación colectiva, los funcionarios públicos, de acuerdo con
la Ley Marco del Empleo Público (incluido el alcalde), así como el personal de confian
za y directivo de las municipalidades, por lo que a dichos servidores no les alcanzan los
convenios colectivos celebrados entre el gobierno local y las organizaciones sindicales”.
El que sean o no titulares del derecho a la sindicación, así como de los derechos a la
huelga y negociación colectiva, advierte que la legislación sobre la tutela colectiva en el
sector público es todavía “oscura y limitada”® que con la labor (re)interpretativa del Tri
bunal Constitucional debería clarificarse.
Por tanto, conforme a los criterios jurisprudenciales establecidos en los casos Ley Mar
co del Empleo Público (fundamentos 40 y 41), Ley del Servicio Civil (fundamento 197) y
Ley del Profesorado (fundamento 25), se debe tener en cuenta que “el derecho a la huel
ga no es absoluto y su ejercicio puede ser limitado por la ley, a fin de que dicho derecho
se ejerza en armonía con el interés público”. Asimismo, como parte del contenido cons
titucionalmente protegido del derecho a la huelga, se entiende lo siguiente: “El derecho
a la huelga tutela la facultad de los trabajadores para: i) ejercitar o no el derecho de huel
ga; ii) convocar o desconvocar a la huelga dentro del marco de la Constitución y la ley;
i i i) establecer el petitorio de reivindicaciones, las cuales deben tener por objetivo la de
fensa de los derechos e intereses socio-económicos o profesionales de los trabajadores in
volucrados en la huelga; iv) adoptar las medidas necesarias para su desarrollo, dentro del
marco previsto en la Constitución y la ley; y, v) determinar la modalidad de huelga, esto
es, si se lleva a cabo a plazo determinado o indeterminado”.
Al respecto, la negociación colectiva, tal como nos enseña el maestro Javier Neves,
“puede concebirse como el cauce del cual las organizaciones sindicales y los empleado
res tratan sobre las materias que competen a las relaciones laborales con miras a la cele
bración de un convenio colectivo”, precisándose que la negociación es el procedimiento
y el convenio el producto; y, en cuya relación existen sujetos, niveles y contenidos nego
cíales021 (fundamentalmente, al regular remuneraciones).
Por tal razón, en el Caso Ley del Servicio Civil I, el Tribunal Constitucional ha reco
nocido que la negociación colectiva es un derecho fundamental (artículos 28 y 42 de la
Constitución) que reconoce a los trabajadores un haz de facultades para regular conjunta
mente sus intereses en el marco de una relación laboral privada o pública. De este modo,
el empleador y las organizaciones (o los representantes de los trabajadores en los casos en
que aquellas organizaciones no existan) están facultados para realizar un proceso de diá
logo encaminado a lograr un acuerdo, contrato o convenio colectivo, con el objeto de me
jorar, reglamentar o fijar las condiciones de trabajo y de empleo.
Claro está que las organizaciones sindicales del Sector Público deben entender que el
ejercicio del derecho a la negociación colectiva no es absoluto, por lo que no debe desvir
tuarse al pretender negociar las siguientes materias, a saber: una jomada laboral de 6 ho
ras; declarar días no laborables (Dia de la Escoba); el financiamiento de 8 viajes y viáticos
(12) NEVES MUJICA, Javier. Derecho colectivo del trabajo. Un panorama general. Lima: Palestra, 2016,
P- 33,
para los representantes sindicales; el otorgamiento de una canasta navideña o Temo de
gala, ambos en montos no menores a S/ 2,000.00 soles; la concesión de un bono por cie
rre de pliego de S/15,000.00 soles; el reconocimiento de 15 remuneraciones mínimas vi
tales (RMV); el ingreso de familiares directos de los trabajadores que fallecen; entre otros
casos que fueron identificados por SERVIR03*.
(13) ABANTO REVILLA, César. "D.U. N° 014-2020. Negociación colectiva en el Estado: buscando un
equilibro entre las necesidades y posibilidades”. En: Revista Actualidad Laboral. Recuperado a partir de
https://actualidadlaboral.com/d-u-014-2020-negociacion-colectiva-en-eLestado-buscando-un-equilibrio-
entre-las-necesidades-y-posibilidades/
(14) ROSENBAUM RIMOLO, Jorge. “Las respuestas de la negociación colectiva: la negociación colectiva de
las crisis económicas, instrumentos y alternativas”. En: Revista de la Facultad de Derecho, N° 27, 2014,
pp. 92-93.
(15) VILLARROEL, Amalia B. Ob. cit., p. 96.
su condición de siervos de obediencia y levantando sus propias reivindicaciones sindica
les como asalariados que también tienen derechos laborales”; o que puedan generar ‘"im
portantes movilizaciones” y ganen “protagonismo y presencia sindical”061. El ejercicio del
derecho a la negociación colectiva es restringido, al punto de ser inexistente en la reali
dad, a pesar de ser “un derecho fundamental y una viga maestra del ordenamiento inter
nacional (...), porque se entiende que es el instrumento más apropiado para canalizar los
conflictos inherentes a la relación laboral [así como en la seguridad social en salud y pen
siones] y darles una solución idónea y de consenso”°7).
(16) VILLEGAS ARBELÁEZ, Jairo. Negociación colectiva laboral en ¿a Administración Pública. T edición.
Bogotá; Grupo Editorial Ibañez,, 2016, p, 133
(17) VILLAVICENCIO RÍOS, Alfredo. Ob. cit., p. 67.
(18) No obstante, es importante resaltar que, en el periodo comprendido entre los años 2006 y 2018, las or
ganizaciones sindicales y las entidades públicas han venido negociando y acordando diversas materias,
siendo las más recurrentes “asignaciones y/o bonificaciones por uniforme”, “bonificación por cierre de
pliego de reclamos”, “asignaciones y/o bonificaciones por escolaridad”, “asignaciones y/o bonificaciones
por refrigerio”, “aumento remunerativo general al obrero”, “aumento remunerativo general al empleado”
y “asignaciones y/o bonificaciones por fallecimiento del trabajador”; lo que se refleja en los convenios
colectivos registrados en dicho periodo. De estos, el 76 % correspondió a empresas públicas (45 %) y
gobiernos locales (31 %), mientras que el 24 % restante se dividió equitativamente entre gobiernos regio
nales, programas/proyectos, organismos públicos ejecutores, organismos constitucionalmente autónomos,
organismos técnicos especializados, ministerios, entre otros. Véase AUTORIDAD NACIONAL DEL
SERVICIO CIVIL (SERVIR). Negociación colectiva en el sector público 2020. Lima: SERVIR-GPGSC,
2020, pp. 12-14.
(19) Para mayores alcances, se puede revisar MORENO DIAS, Juan M. “La negociación colectiva como
medio fundamental de reconocimiento y defensa de las nuevas realidades derivadas de la industria 4.0”.
En: Revista Internacional y Comparada de Relaciones Laborales y Derecho del Empleo. Volumen 6, N°
1, enero-marzo 2018, pp. 219-235.
En ese sentido, la discusión y debate sobre cualquier norma con rango de ley, en la
configuración de cualquiera de los 3 derechos que conforman la trípode de la tutela colec
tiva, debe conllevarnos a tener un nuevo y progresivo momento histórico en el Perú para
hacer realidad, por ejemplo, el derecho humano fundamental a la negociación colectiva de
los trabajadores públicos. Claro está guardando armonía con ciertos criterios propios de la
Administración Pública, como son los límites presupuéstales: Una negociación colectiva
que permita ejercer la autonomía colectiva sin restricciones, pero tampoco sin generar
repercusiones en el presupuesto estatal (Caso Ley del Servicio Civil I, f. 161 al 163). Re
sultaría histórico que en la norma comentada se reconozca expresamente a la negociación
colectiva de los servidores públicos como un derecho fundamental, para tener el sustento
constitucional que impida recortarlo, suprimirlo o vaciarlo de contenido.
jurisprud^^
La negociación colectiva es el principal instrumento para armonizar a las partes que integran
la relación laboral, en razón a ello, la Constitución encarga al Estado su fomento, por lo
que no solo debe garantizar las condiciones necesarias para su ejercicio y la promoción de
su desarrollo. En ese sentido, la convención colectiva tiene fuerza vinculante en el ámbito
de lo concertado: RTC Exp. N° 00018-2013-PI/TC (f. j. 60).
(I La negociación colectiva es un derecho fundamental, sin embargo, como todos los dere
chos fundamentales tiene límites. En ese sentido, para el caso de los servidores públicos si
bien las organizaciones sindicales de los trabajadores públicos pueden participación en el
establecimiento de sus beneficios económicos, ello debe ir en consonancia con el respecto
al principio de equilibrio financiero del Presupuesto de la República: RTC Exp. Nü 00018-
2013-PI/TC (ff.jj.64, 70 y 74).
H Los servidores públicos también son titulares del derecho a la negociación colectiva, la
ausencia de esa mención expresa en el artículo 42° de la Constitución no significa que se
desconozca esa titularidad, sino que la misma se desprende del artículo 28° de la Cons
titución que reconoce a todos los trabajadores el derecho a la negociación colectiva, sin
distinción: STC Exp. N° 003-2013-PI/TC, acumulados (ff. jj. 45,46 y 47).
g El derecho a la huelga se trata del derecho de todos los trabajadores de suspender sus la
bores como un mecanismo destinado a obtener algún beneficio de ellas, sin embargo, debe
ejercerse en armonía con el interés público, en razón a ello puede ser limitado mediante
ley: STC Exp. N° 00025-2007-PI/TC (f. j. 15, 17 y 18).
Ü¡j El derecho a la libertad sindical tiene un doble contenido; por un lado, el aspecto orgánico
consiste en la facultad de toda persona de constituir organizaciones con el propósito de
defender sus intereses gremiales; y por el otro lado, el aspecto funcional consiste en la
facultad de afiliarse o no a este tipo de organizaciones. A su vez, implica la protección del
trabajador afiliado frente a actos que perjudiquen sus derechos y tengan como motivación
real su condición de afiliado o no afiliado de un sindicato u organización análoga; es decir,
la protección por pertenecer o participar de actividades sindicales: STC Exp. bf 02211-
2009-PA/TC (f. j. 6)
H La huelga debe entenderse como el abandono temporal con suspensión colectiva de las
actividades laborales y huelguista, al trabajador que ha decidido participar en ella: STC
Exp. N° 00008-2005-PI/TC (f. j. 40).
|S[| El ejercicio del derecho a la huelga por parte de los servidores públicos debe realizarse en
armonía con el interés público: STC Exp. N° 00008-2005-PI/TC (f. j, 42).
BIBLIOGRAFÍA
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6, N° 1, enero-marzo 2018; NEVES MUJICA, Javier. Derecho colectivo del trabajo. Un panorama
general. Lima: Palestra, 2016; ROSENBAUM RIMOLO, Jorge. “Las respuestas de la negociación
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de la Facultad de Derecho, N° 27,2014; VILLARROEL, Amalia B. Situación actual comparada de
las relaciones laborales en el Sector Público de nueve países de América Latina (Argentina, Brasil
y Chile; Colombia, Ecuador y Perú; Costa Rica, El Salvador y Panamá). Serie: Documentos de
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Bogotá: Grupo Editorial Ibañez, 2016.
TÍTULO II
DEL ESTADO Y
LA NACIÓN
TÍTULO II
CAPÍTULO I
DETESTADO,
LA NACIÓN Y EL TERRITORIO
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 3,38,44,45,47, 54, 56 inc. 2), 90, 110, 138,188,189, 194; C.P.Ct: art. 44
inc. 28); C.P.: arts, 325 y ss„ 345 y ss,; D.U.D.H.: art, 21 inc. 3)
I. Introducción
El Estado es sinónimo de un poder íntegro e indiviso; como tal se le percibe como la
expresión plena de capacidad y energía social juridizada.
IL El Estado
El concepto Estado alude a un poder político institucionalizado en un conjunto de ór
ganos dotados a título de exclusivo, compartido o delegado, ya sea de funciones de di
rección, administración, legislación, dirimencia de conflictos de naturaleza jurídica o de
racionalización de la potestad de mando mediante actos de control; ello dentro de un te
rritorio determinado en donde coexiste para la consecución de fines comunes un grupo
de personas (pueblo).
Dichos fines tienen una naturaleza política y un carácter continuo; vale decir, acreditan
una esencia o sustancia referida a un orden de convivencia organizado e institucionaliza
do bajo el gobierno de una autoridad y con ininterrumpido despliegue de energía y fuerza
sin solución de continuidad. En ese sentido, en razón a los fines del Estado es inadmisible
percibir a este en un momento dado en situación de reposo e inmovilidad.
lean Dabin [Doctrina general del Estado. México, Jus, 1961] señala que “el fin que
persigue el Estado es incontrastablemente uno de los signos que permiten reconocerlo entre
los demás fines sociales (...) el fin es el principio especificador y animador; proporciona la
razón de ser del Estado y de lo que cabe bajo ese concepto”. Por otro lado, Rodrigo Bor-
ja [Derecho político y constitucional. Fondo de Cultura Económica, México, 1992] afir
ma que “el problema de los fines del Estado está íntimamente ligado al de su justificación
moral”. En este sentido, el conocimiento de esta temática permite promover la evolución
y perfeccionamiento de la organización política en favor de los miembros que la integran.
Al respecto, es importante dilucidar sobre si el Estado es la meta postrera de la acti
vidad social o es simplemente un instrumento al servicio de los seres humanos; es decir,
existe la necesidad de determinar la condición del Estado como fin o como medio. Este
proceso de dilucidación lo efectuaremos al desarrollar las teorías vinculadas con el pro
blema de la teleología estatal.
Mérito significativo de los constituyentes de 1979 fue el haber consignado este crite
rio en el artículo 1 de la Constitución que elaboraron. El texto vigente ha mantenido los
lincamientos de dicha concepción.
III. El gobierno
El concepto gobierno alude al conjunto de órganos establecidos en la Constitución, a
efectos de viabilizar el ejercicio de la soberanía.
Dicha expresión proviene de la voz latina guhernare, que significa '‘guiar la nave”;
así pues, conlleva la vocación de dirigir, encauzar o manejar todos los asuntos que com
peten al Estado. Esta organización derivada del poder constituido coadyuva a la decisión
de cumplir los fines estatales.
Desde un punto de vista semántico, el Gobierno se entiende como la organización me
diante la cual se fomenta la voluntad del Estado. Por ende, es sinónimo de autoridad política.
El Gobierno suele ser identificado como aquel poder político organizado que ejerce
dominio sobre el territorio y control sobre la población de un Estado. Por ende, requiere
y exige una voluntad colectiva ordenada bajo una autoridad supra, responsable de la con
ducción de una colectividad política. Dicha organización se expresa mediante un conjunto
de órganos e instituciones; los cuales exponen y manifiestan la actividad social del Estado.
Félix Vicente Lonigro [“El Estado y sus elementos”. En: Instituciones de Derecho
Público. Macchi Grupo Editor, Buenos Aires, 1997] señala que dicho concepto alude “al
conjunto de órganos que, ejerciendo el poder del Estado, conduce los destinos de una Na
ción organizada”.
En esa idea Camilo I. Risso (“Gobierno y Estado”. En: Curso de Derecho Constitu
cional. La Ley, Tucumán, 2001] plantea que hace referencia a la pluralidad de órganos es
tatales a los que jurídica e institucionalmente les está conferido el ejercicio del poder po
lítico. Por lo tanto, comprende la trama de órganos e instituciones, servicios y actividades
a través de los cuales se desenvuelve la existencia del Estado.
El gobierno para ser tal debe disponer de órganos que ejerzan las funciones de admi
nistración, legislación, dirimencia de conflictos y de control que aseguren la eficiencia y la
eficacia de las actividades que buscan plasmar bienestar, seguridad, justicia, etc. Por con
siguiente, debe acreditar una organización institucional efectiva mediante la cual expresa
la autoridad política, a efectos de atender los asuntos coexistenciales de carácter público.
Carlos Fayt [Derecho Político. Tomo II. La Ley, Buenos Aires, 2003] indica que el
gobierno materializa el poder del Estado teniendo a su cargo la dirección política en sus
instancias de decisión, acción y sanción.
Alessandro Groppoli [Doctrina del Estado. Guiffra, Milán, 1945] refiere que el Estado
designa a una unidad política titular de la soberanía; y el Gobierno expresa al conjunto de
órganos mediante los cuales se ejerce efectivamente dicho poder. A su vez, Segundo Lina
res Quintana [Derecho Constitucional e instituciones políticas. Plus Ultra, Buenos Aires,
1976] refiere que el Estado abarca a la totalidad de ciudadanos en tanto que el gobierno
implica única y exclusivamente a los representantes de estos; vale decir, a los gobernantes.
El gobierno se distingue del Estado, del mismo modo como pueden diferenciarse las
partes del todo. Así, Adolfo Posada [Ob. cit] ha señalado que “el Gobierno es algo del
Estado y para el Estado, pero no es el Estado”. Empero cabe advertir que dicha parte del
cuerpo político es vital para la subsistencia y desarrollo de este. Esta distinción no obsta
para que se reconozca lo siguiente:
a) El gobierno, como una parte del Estado, deviene en la condición esencial para
la preservación de la unidad política y vocación de progreso del ente estatal.
b) El gobierno, para ser genuinamente tal, requiere de la fuerza y la energía que le
otorga y ofrece el Estado.
c) El gobierno, con su accionar, consuma la acción eficaz del Estado en el cumpli
miento de sus metas u objetivos.
En ese sentido, los actos del Gobierno expresan el ejercicio, dirección, administra
ción, conservación, dirimencia y control del poder estatal. En cierta manera, puede afir
marse que es la expresión fáctica y real de la actividad estatal.
Ahora bien, con relación a las nociones de Estado y Gobierno cabe señalar que cuan
do el derecho constitucional alude a la división horizontal del poder y a sus relaciones con
los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en puridad, se hace referencia a las formas
de Gobierno (regímenes políticos); en cambio, cuando se trata de la división vertical del
poder por su relación con el territorio se hace hincapié a las formas de Estado.
“Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos (...) ordenamos y establecemos esta Cons
titución (,..)”. Con ello se deja constancia expresa acerca del origen y fundamento del
naciente Estado.
Igualmente, en la introducción general de El federalista se consigna que:
“Se ha observado con frecuencia -haber sido reservado al pueblo-, decidir, mediante
su conducta y ejemplo, la importante cuestión de si las sociedades humanas son o no
realmente capaces de establecer un buen gobierno mediante la reflexión y la decisión
libre”.
La democracia deviene de las voces griegas demos y kratos que conjuntadas aluden
a poder y autoridad del pueblo.
Bajo dicha denominación se plantea la relación de mando y obediencia que tiene una
naturaleza jurídico-política destinada a asegurar la convivencia armónica y digna para to
dos los miembros de una comunidad. En ella operan los supuestos generales de idéntica
consideración y libre albedrío con respecto a las reglas fijadas en el ordenamiento jurídico.
La democracia implica que la actuación del Estado sea formada y ejercitada por el
pueblo adscrito a él. Por ende, la pluralidad de ciudadanos -a quien se dirige el Gobierno
del cuerpo político - es al mismo tiempo sujeto de este poder.
Dicha voluntad es inclusiva; vale decir, incorpora a todas las personas ligadas entre
sí por la actividad del Estado.
Es en ese concepto que se mantiene vigente la tópica definición señalada por el pre
sidente norteamericano Abraham Lincoln en la inauguración del Cementerio Nacional de
Gettysburg el 19 de noviembre de 1863:
Humberto Nogueira Alcalá [Ob. cit.] señala que en relación con los valores-princi
pios aparece como fundamento de la democracia el reconocimiento de la dignidad, “con
la cual se afirma que cada persona humana es una unidad que se estructura en un ser cor
poral biológico, psíquico, racional y moral cuyo comportamiento obedece a la realiza
ción de valores”. De allí que la persona ostente autodeterminación para optar y decidir.
Como bien refiere Jacques Leclerq [La libertad de oposición y los católicos. Estela,
Barcelona, 1964]:
Las reglas sistémicas pueden ser definidas como el conjunto de procedimientos desti
nados a auspiciar y garantizar la democracia. Allí aparecen el gobierno de la mayoría con
el reconocimiento y respeto de las minorías ciudadanas, el pluralismo y la tolerancia po
lítica, la libre y periódica elección de las autoridades, la competencia pacífica por el go
bierno y el ejercicio de la autoridad conforme a la Constitución y la ley.
- Plano institucional
- Plano programático
Como bien afirma Manuel García Pelayo [Las transformaciones del Estado contem
poráneo. Alianza, Madrid, 1990]:
- Plano cultural
La democracia no se resigna a ser solo una forma de gobierno, sino que asciende a la
condición de “estilo de vida”. Esta imprescindiblemente requiere de determinados com
portamientos, lo cual contribuye a posibilitar el pleno desarrollo de los miembros de una
comunidad en donde se acredita la personalización del hombre y la humanización del co
lectivo social.
Este modelo es la respuesta a los males sociales generados por el liberalismo clásico, el
cual se abre camino a raíz de la conquista popular del acceso al sufragio general y la orga
nización social en partidos y sindicatos. Como señala Jorge Kammler [Citado por Wolfang
Abendroth y Kurt Lenk. Introducción a la ciencia política. Anagrama, Barcelona, 1971]:
“Dicho concepto hace referencia directa entre el Estado y la sociedad, lo cual tiene lugar
en el sistema de la organización y decisión política; características que la distinguen (...)
del liberalismo burgués, cuyo factor constitutivo es la separación entre ambas esferas”.
Este acontecimiento procura la homogeneidad entre los ciudadanos, motivando in
cluso la acción promotora del gobierno en la regulación de la economía para alcanzar un
crecimiento económico y una prosperidad más o menos generalizadas.
En efecto, como bien expone Alvaro Echeverri Uruburu [Teoría constitucionaly cien
cia política. Ediciones Librería del Profesional, Bogotá, 2002] “el orden económico y so
cial, que en el periodo liberal era una realidad ‘extraconstitucional’, pasa a convertirse en
el capítulo preponderante, según los casos de las estructuras constitucionales de los nue
vos estados”.
Así, Martín Bassols [Constitución y sistema económico. Tecnos, Madrid, 1985] se
ñala que “el concepto de Constitución económica y democracia económica, emergen con
sustantividad propia (...)”.
Esta modalidad gubernamental implica la “socialización del Estado”, para lo cual coor
dina y fusiona las actividades del Estado, la sociedad y el derecho.
Como bien dijera Gerhard Leibholz [Citado por Pedro Planas Silva. Ob. cit.]:
“La expansión de las ideas democráticas (...) lo que realmente implican es la transi
ción de la libertad del ámbito político al ámbito social, donde los hombres desarrollan
efectivamente su existencia”.
La vida en democracia no solo comprende una estructura político-jurídica, sino que
involucra un constante mejoramiento de las condiciones materiales de vida.
a) El constitucionalismo social
Esta expresión hace referencia a aquellos textos que agrupan a los derechos ciu
dadanos denominados derechos sociales. Según esta concepción, el Estado debe
cumplir programáticamente una función tuitiva y promotora en beneficio de los
grupos más débiles y marginados.
b) La democracia social
Esta expresión alude a la potestad ciudadana de participar activamente no solo
en las esferas civiles y políticas, sino también en las de carácter económico, so
cial y cultural.
c) La fórmula económica
Esta expresión alude a aquella parte del texto fundamental que define los fun
damentos del sistema económico y los derechos derivados de aquel.
d) La justicia social
Esta expresión alude al conjunto de políticas públicas y programas sociales des
tinados a promover el reparto equilibrado de los bienes sociales.
g¡| El Estado peruano definido por la Constitución presenta las características básicas de Estado
social y democrático de derecho: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC (f. j. 10).
H El Estado social y democrático de derecho, como alternativa política frente al Estado liberal,
asume los fundamentos de este, pero además le imprime funciones de carácter social: STC
Exp. N“ 00008-2003-AI/TC (f. j. 12).
d La seguridad jurídica y la igualdad ante la ley son condiciones necesarias para el funcio
namiento del Estado y deben configurarse en un marco de condiciones vitales mínimas y
de una posición estadual vigilante: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC (f. j. 11).
d El principio de separación de poderes busca que los poderes constituidos desarrollen sus
competencias con arreglo al principio de corrección fiincional: STC Exp. N° 00030-2005-
PI/TC (f. j. 51).
BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA PELAYO, Manuel. Las transformaciones del Estado contemporáneo. Alianza, Madrid,
1980; HAYEK, F.A. Los fundamentos de la libertad. Unión, Madrid, 1991.
Artículo 44 Deberes fundamentales del Estado
Son deberes primordiales del Estado: defender la soberanía na
cional; garantizar la plena vigencia de los derechos humanos;
proteger a la población de las amenazas contra su seguridad; y
promover el bienestar general que sefundamenta en lajusticia
y en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación.
Asimismo, es deber del Estado establecer y ejecutar la política
de fronteras y promover la integración, particularmente lati
noamericana, así como el desarrollo y la cohesión de las zonas
fronterizas, en concordancia con la política exterior.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 22), 3,38,43,54,56,71,118 ines. 4), 14), 15), 162,163,165,166,178,
198,4a DPT; C.P.CL: arts. 11, 1,2; D.U.D.H.: arts. 8,28
I. Antecedentes
Una disposición constitucional expresa acerca de los deberes fundamentales del Es
tado no estuvo presente en nuestro ordenamiento constitucional, sino hasta la Constitu
ción de 1920, cuyo artículo 4 estableció que “el Estado tiene por fin mantener la indepen
dencia e integridad de la Nación; garantizar la libertad y los derechos de los habitantes;
conservar el orden público y atender el progreso moral e intelectual, material y económi
co del país”. Ello se explica por cuanto esta Constitución -que no fue conservadora ni li
beral- introdujo, bajo la influencia de una tendencia socializadora, determinados deberes
expresos que el Estado debía tutelar
* 0. Un precepto constitucional similar estuvo ausen
te en la Constitución de 1933.
Por su parte, la Constitución de 1979 (art. 80) asumió que “son deberes primordiales
del Estado defender la soberanía nacional, garantizar la plena vigencia de los derechos
humanos, promover el bienestar general basado en la justicia y en el desarrollo integral
y equilibrado del país, y eliminar toda forma de explotación del hombre y el del hombre
por el Estado”. En esa medida, se estableció -a diferencia de la Constitución de 1920- un
conjunto de deberes fundamentales del Estado propios, ya, de un modelo de Estado So
cial y Democrático de Derecho; de ahí, por ejemplo, el deber del Estado de buscar la con
secución del bienestar general®.
(1) PAREJA PAZ-SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano. 2a edición, Librería Stiidium, Lima,
1951, p. 10.
(2) RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedadpolítica.
2a edición, Mesa Redonda Editores, Lima, 1985, p. 233.
Sobre esta base, el artículo 44 de la Constitución de 1993 sistematizó y amplió los
deberes primordiales del Estado. En efecto, sin dejar de reconocer la defensa de la sobe
ranía nacional, el respeto de los derechos fundamentales y el bienestar general, consagró
también la protección y seguridad de la población, el diseño y ejecución de una política de
fronteras, así como la integración de laNación(3)4
. Precisamente, en atención a que nuestra
Carta Magna vigente ha previsto determinados deberes fundamentales del Estado, es que
a continuación se realiza un estudio de cada uno de ellos.
No obstante, debe quedar claro que los deberes primordiales que la Constitución pre
vé en su artículo 44 no son, en modo alguno, un númerus clausus. Piénsese, a modo de
ejemplo, en el artículo 1 referido a la persona humana y su dignidad, en el artículo 58 re
ferido a la economía social de mercado o en el artículo 188 relacionado con la descentra
lización. Es evidente que todos ellos son también deberes primordiales del Estado, por lo
que si bien no están comprendidos dentro de los deberes, que son ahora materia de análi
sis y comentario, no quiere decir que carezcan de la misma importancia. Por ello, dichos
deberes solo deben ser considerados como un referente o un punto de partida, toda vez
que las disposiciones constitucionales se entienden e interpretan a partir de concebir a la
Constitución como una unidad.
(3) No obstante, debemos dar cuenta que la Constitución de 1979, en lo que se refiere a la integración, ya la
había previsto, no dentro de los deberes primordiales del Estado, sino en el Capítulo IV, "De la Integración”.
En efecto, en su artículo 100 estableció que: "El Perú promueve la integración económica, política, social
y cultural de los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad latinoamericana
de naciones”.
(4) ÁLVAREZ CONDE, Enrique. Curso de Derecho Constitucional. Volumen 1,4a edición, Tecnos, Madrid,
2003, pp. 110 y ss.
1. Defensa de la soberanía nacional
La correcta comprensión de este deber primordial que la Constitución impone al Es
tado pasa por determinar, previamente, qué se entiende por soberanía en el actual Esta
do Social y Democrático de Derecho. Sería una ingenuidad sostener que las implicancias
jurídicas y políticas de la soberanía nacional en el Estado Social y Democrático de Dere
cho actual son las mismas a que dieron lugar en el momento en que Bodin y Hobbes ela
boraron sus bases teóricas.
Sin embargo, ello no nos puede llevar a desconocer la relevancia jurídica de la so
beranía; pues “quien abandona, a la soberanía, desconoce no solo la realidad social, sino
también el contenido jurídico del concepto, así como la simple necesidad que tienen las
comunidades políticas de contar con una capacidad, competencialmente garantizada, de
actuación y configuración”*5*. En tal sentido, se puede señalar que un Estado es soberano
porque es un poder único dentro de sus fronteras y porque es un poder independiente en
relación con los demás Estados
* 6*.
Por ello, se suele afirmar que la soberanía posee una doble dimensión dentro de su
unidad: externa e interna. En su dimensión externa, la soberanía se manifiesta en las re
laciones internacionales de los Estados, e implica para el Estado soberano la exclusión
de toda subordinación, de toda dependencia respecto de otros. En su manifestación inter
na, la soberanía significa que el Estado posee una autoridad suprema en relación con sus
miembros o con los que se hallan en su territorio
* 7*.
No obstante, ello no quiere decir la defensa de la soberanía sea una defensa totalmen
te cerrada y absoluta, sino relativa, lo cual se ve reflejada en la necesidad de la creación
y consolidación de estructuras e instituciones supranacionales de índole jurídica, políti
ca, económica o cultural. Existe, pues, un redimensionamiento de la soberanía en lo que
se refiere a las relaciones internacionales
* 8*.
(5) KOTZU.R, Markus, “La soberanía hoy. Palabras clave para un diálogo europeo-latinoamericano sobre
un atributo constitucional moderno”. En: HABERLE, Peter y KOTZUR, Maricos. De la soberanía al
Derecho Consiiiucíonal común: palabras clave para un diálogo europeo-latinoamericano. Universidad
Autónoma de México, México D.F., 2003, pp. 87-88.
(6) PÉREZ ROYO, Javier. Curso de Derecho Constitucional. T edición, Marcial Pons, Madrid, 2000, p. 75.
(7) CARRÉ DE MALBERG, R. Teoría general del Estado. 2a edición en español, Fondo de Cultura Econó
mica, México D.F., 1998, p. 80 y ss.; PIZZORUSSO, Alessandro. Lecciones de Derecho Constitucional.
Volumen l, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984, p. 242.
(8) LUCAS VERDÚ, Pablo. Curso de Derecho Político. Volumen II, 3'1 edición, Tecnos, Madrid, 1986, p. 132.
autodeterminación de la persona humana como elemento central de su dignidad y de su
papel activo como ciudadano en el Estado Social y Democrático de Derecho y en la co
munidad política en el que actúa(9).
La previsión de este deber se justifica en la medida de que entre los derechos funda
mentales y el Estado Social y Democrático de Derecho se da un estrecho nexo de interde
pendencia: el Estado social, para ser considerado como tal, tiene que respetar y garantizar
los derechos fundamentales; y, a la inversa, los derechos fundamentales, para su realiza
ción, precisan de la existencia del Estado Social y Democrático de Derecho0 0).
Las exigencias de esta recíproca implicancia entre ellos se reflejan en el hecho de que
los derechos fundamentales no son solo derechos negativos o de defensa de las personas
frente al Estado y ante los cuales el Estado debe abstenerse de realizar actos que puedan
vulnerarlos; sino que también suponen exigencias concretas o positivas a ser materializa
das por parte del Estado; esto es, el Estado asume la obligación de promover el respeto y
la vigencia de los derechos fundamentales a través de la provisión de las condiciones más
adecuadas para su plena realización.
(9) HELLER, Hermann. La soberanía. 2a edición, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1985, p. 223
y ss.; KOTZUR, Markus. Ob. cit., pp. 1 í 1-112.
(10) PÉREZ LUÑO, Antonio. Los derechos fundamentales. T edición, Tecnos, Madrid, 1998, p. 19.
(II) HABERLE, Peter. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales en la Ley Funda
mental de Bonn. Dy.ki.nson, Madrid, 2003, p. 73 y ss.
la afectación del titular de ese derecho, sino que también se pone en cuestión el propio or
denamiento constitucional.
Por ello, al prever la Constitución este deber primordial del Estado ha tenido en cuenta
que “los derechos fundamentales son los representantes de un sistema de valores concre
to, de un sistema cultural que asume el sentido de la vida estatal contenido en la Constitu
ción. Desde el punto de vista político, esto significa una voluntad de integración material,
desde el punto jurídico, la legitimación del orden estatal y jurídico”(l2)13
.
16
15
14
(12) SMEN.D, Rudolf. Constitución y Derecho Constitucional. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1985,p. 232.
(13) RODRÍGUEZ MANZANO, Irene. “El tratado-marco de seguridad democrática en Centroamérica: ¿un
modelo para la seguridad en América Latina?” En: Aproximación a las cuestiones de seguridad en el
continente americano. Monografías del Ceseden N° 73, Santiago de Compostela, 2004, p, 131.
(14) ALEGRÍA VARONA, Ciro. “La seguridad como derecho humano”. En: Pensamiento Constitucional. N°4,
Año IV, MDC, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1997, p. 159 y ss.
(15) BUSTOS RAMÍREZ, Juan. “Inseguridad y lucha contra el terrorismo”. En: LOSANO, Mario G. y
MUÑOZ CONDE, Francisco (coordinadores). El Derecho ante la globalizacíón y el terrorismo. Tirant
lo Blanch-Alexander von Humboldt Foundation, Valencia, 2004, p. 403.
(16) LANDA, César. “Estado constitucional y terrorismo en el Perú”. En: LOSANO, Mario G. y MUÑOZ
CONDE, Francisco (coordinadores). Ob. cit, p. 459.
4. Promoción del bienestar general
Se ha señalado con acierto que en una democracia constitucional la persona humana
constituye el fin supremo tanto de la política, así como de la economía; de ahí que tanto
esta como aquella no son fines en sí mismos, sino que son instrumentos al servicio de la
persona. En efecto, en una democracia constitucional, las personas tienen mejores posibi
lidades de gozar de sus derechos fundamentales, incluidos los de bienestar07*.
De ahí que podamos afirmar que el Estado Social y Democrático de Derecho también
se caracteriza porque es un tipo de Estado que está -o debe estar- continuamente preocu
pado por el bienestar de sus ciudadanos08*; ello como consecuencia de que la persona hu
mana y su dignidad constituyen la premisa esencial sobre la cual se fundamenta toda la
actuación del Estado.
Ahora bien, ese bienestar general descansa en nuestra Constitución, por un lado, en la
justicia y, de otro lado, en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación. En efecto, la
justicia social sobre la que se apoya el bienestar general no puede ser otro que Injusticia
distributiva, en la medida en que depende positivamente de dos cosas: de la igualdad de
la distribución (entendida como igualdad en los niveles de bienestar) y del bienestar total
(entendida como la suma de las utilidades de los individuos/17 20*.
19
18
Por otro lado, la Constitución considera también, como punto de apoyo para el bienes
tar general, el desarrollo integral y equilibrado de la Nación. De hecho, aquí la descentrali
zación juega un rol importante para lograr el bienestar general, en la medida en que consti
tuye una de las formas que permite el desarrollo integral del país a través de la asignación
de competencias y la transferencia de recursos hacia los gobiernos regionales y los gobier
nos locales (art. 188 de la CP).
En ese sentido, se puede decir que el Estado social “no solamente encierra exi
gencias concretas del particular frente al poder público, sino que tiene sentido
(17) LANDA, César. “Reforma de la Constitución económica: desde una perspectiva del Estado social de
Derecho”. En: Revista Institucional. N* 6, Academia Nacional de la Magistratura, Lima, 2002, p. 2Í4.
(18) BENDA, Ernesto. “El Estado social”. En: BENDA, MAIHOFER, VOGEL, HESSE, HEYDE. Manual
de Derecho Constitucional. Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 552.
(19) FORSTHOFF, Ernst. “Problemas constitucionales del Estado social”. En: ABENDROTH, Wolfgang;
FORSTHOFF, Ernst y DOEHRING, Karl. El Estado social. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1986, p. 49.
(20) RAWLS, John. Justicia como equidad. Materiales para una teoría de la justicia. Tecnos, Madrid, 1986,
p. 87.
pleno cuando pone de manifiesto que una democracia solo puede funcionar si esta se
extiende a la sociedad y ofrece a todas las clases sociales las mismas oportunidades
en el proceso económico”(2i>. De ahí que se pueda afirmar la posibilidad y la exigen
cia que el Estado asuma la responsabilidad de la trasformación del orden económico
(22).
-social en el sentido de la realización material de la idea de igualdad21
Por ello, el Estado tiene el deber de promover el desarrollo sostenible de los pueblos
de frontera, fomentar la ocupación racional del territorio en dichas zonas y garantizar la
presencia efectiva del Estado, contribuyendo, de esta forma, a la afirmación de la identi
dad nacional
* 24*.
(21) ABENDROTH, Wolfgang. “El Estado de Derecho democrático y social como proyecto político”. En:
ABENDROTH, Wolfgang; FORSTHOFF, Ernsty DOEHRING, Kart. Ob, cit., p. 30.
(22) PÉREZ LUÑO, Antonio. Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitución. 4;‘ edición, Tecnos,
Madrid, 1991, p. 227.
(23) GUALLART, J.M. Fronteras vivas. CAAAP, Lima, 1981, p. 9 y ss.
(24) Al respecto, puede verse <http://www.desco.org.pe/pubHcaciones/QH/QH/qhll3aa.htm; http://www.
aprodeh.org.pe/ridhualc/documentos/if inay2004.pdf>.
y poliétnicos -como es el caso del Estado peruano (arts. 2-19, 88,89)- es uno de los retos
más importantes que actualmente se plantea al Derecho Constitucional contemporáneo.
Mientras que los Estados liberales, en efecto, presuponen una sociedad integrada, en
abstracto, por personas iguales, el Estado Social y Democrático de Derecho parte, no de
una visión ideal, sino de una perspectiva social de la persona humana. En ese sentido, el
Estado peruano asume la obligación de promover la integración de una sociedad que es
heterogénea tanto en sus costumbres como en sus manifestaciones culturales; pero tam
bién plural en cuanto a etnias; de ahí que se debe reconocer la existencia de pueblos ori
ginarios y ancestrales, pero también de poblaciones afroperuanas y de otras tradicional
mente arraigadas en el Perú.
Es del caso precisar, sin embargo, que la integración nacional no significa que se tien
da a un monoculturalismo, menos aún a la extinción de la diversidad de las manifestacio
nes culturales y del pluralismo étnico. Por ello, se ha señalado que unidad cultural “jamás
ha de ser fruto de un monoculturalismo. Unidad cultural ha de ser una cultura de compo
sición pluralista, o sea una cultura formada por varias, cuantas tengan presencia y exis
tencia en la sociedad políticamente unificada”(25)26
.
28
27
De ahí que el Estado tenga el deber de contener el deterioro del tejido social; por el
contrarío, debe elaborar y ejecutar políticas multiculturalistas que tengan por finalidad el
logro de la justicia social en contextos de pluralismo étnico y cultural^61. Pero también es
un deber de todos los ciudadanos, en la medida que “una sociedad basada en la diversi
dad profunda es improbable que se mantenga unida a menos que los ciudadanos la valoren
por sí misma, y quieran vivir en un país con diversas fonnas de pertenencia cultural”^75.
Por otro lado, el Estado tiene también la obligación de promover la integración la
tinoamericana; deber que incide no solo en el ámbito político, sino también en el ámbi
to económico, social y cultural. De esta forma se tiende a la concretización de una aspi
ración planteada por Bolívar en los inicios de la República; base sobre la cual, ahora, se
pretende conseguir la unidad de los países de América Latina.
Sin embargo, dicha integración no solo depende de la voluntad de los Estados, sino
también de la existencia de un espacio público latinoamericano. Tal espacio, en la actua
lidad no existe, “pero sin lugar a dudas están dadas las condiciones para que exista”í28).
(25) BIDART CAMPOS, Germán. "La diversidad cultural en el constitucionalismo democrático: los pueblos
indígenas”. En: AA.VV. Visión iberoamericana del tema constitucional. Fundación Manuel García-Pelayo,
Caracas, 2003, p. 283.
(26) CARBONELL, Miguel. “Problemas constitucionales del multiculturalismo”. En: BALAGUER CALLE
JÓN, Francisco (coordinador). Derecho Constitucional y cultura. Estudios en homenaje a Peter Haberle.
Tecnos, Madrid, 2004, p. 259.
(27) KYMLICKA, Will. Ciudadanía multicultural. Paidós, Barcelona, 1996, p. 26 L
(28) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “¿Existe un espacio público latinoamericano?”. En: Estudios Cons
titucionales. N“ 1, Año 1. Universidad de Talca, Santiago de Chile, 2003, p. 69.
Lo cual no obsta, sin embargo, para que se impulse ese viejo anhelo con miras a la forma
ción de una comunidad latinoamericana de naciones.
III. Conclusión
La Constitución de 1993 impone al Estado determinados deberes primordiales, en la
medida en que el Estado Social y Democrático de Derecho es un tipo de Estado que asu
me activamente la realización -como ya señalamos- de determinados fines políticos, so
ciales, económicos y culturales. Así, no solo se abstiene, frente a las personas, de realizar
actos que signifiquen una vulneración de los derechos fundamentales, sino que también
promueve activamente y provee las condiciones necesarias para la plena realización de
la dignidad humana, los valores superiores, los principios constitucionales y los derechos
fundamentales. Esto es, precisamente, lo que caracteriza a este tipo de Estado: la asunción
y cumplimiento de determinadas “tareas primarias”.
Sin embargo -como hemos tenido ocasión de anotar-, no son los únicos deberes que
merecen una atención preferente por parte del Estado, por lo que el artículo 44 de la Cons
titución no establece, en estricto, un númerus clausus de deberes primordiales. Y no po
dría serlo puesto que frente a esos deberes primordiales, los nuevos deberes del Estado
Social y Democrático de Derecho -como la protección del medio ambiente y de la Cons
titución cultural-, que lo legitiman en su actual etapa evolutiva, se verían desvalorizadas.
Pero sí se puede señalar que son parámetros, en la medida en que el Estado Social y De
mocrático de Derecho, si bien ofrece un amplio margen de configuración, establece tam
bién límites, los cuales deberán buscarse, en último término, en la dignidad, libertad e
igualdad de las personas(29).
URISPRUDENCIA RELACIONADA
ijil El Estado moderno ha sido concebido como un ente artificial cuya finalidad es la protección
de los derechos fundamentales: STC Exp. N° 00858-2003-AA/TC (f. j. 6).
Para el cumplimiento de sus deberes, el Estado se encuentra dotado de poder emanado del
pueblo y cuyo ejercicio se manifiesta a través de las distintas actividades que realiza: STC
Exp. N° 01363-2002-AA/TC (f. j. 1).
H El Estado debe invertir los recursos indispensables para desarrollar las tareas necesarias
que le permitan cumplir con el encargo social de garantizar los derechos fundamentales:
STC Exp. N° 02945-2003-AA/TC (f. j. 26).
H El deber estatal debe verse reflejado a través de la Administración, la que debe utilizar
todos los medios legítimos y razonables para promover el bienestar general: STC Exp.
N° 00048-2004-PI/TC (f. j. 38).
|jj| El Estado no debe buscar solamente la resocialización del condenado, sino que también
debe proteger a la población reprimiendo las conductas criminales: STC Exp. N° 0007-
2018-P1/TC (f.j. 19).
BIBLIOGRAFÍA
ABENDROTH, Wolfgang. “El Estado de Derecho democrático y social como proyecto político”.
En: ABENDROTH, Wolfgang; FORSTHOFF, Emst y DOEHRING, Kart. El Estado social. Centro
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cho humano”. En: Pensamiento Constitucional. N° 4, Año IV, MDC, Fondo Editorial de la Pontificia
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derechosfundamentales. T edición, Tecnos, Madrid, 1998; PÉREZ ROYO, Javier. Curso de Derecho
Constitucional. 7a edición, Marcial Pons, Madrid, 2000; PIZZORUSSO, Alessandro. Lecciones de
Derecho Constitucional. Volumen I, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984; RAWLS,
John. Justicia como equidad. Materiales para una teoría de la justicia. Tecnos, Madrid, 1986; RO
DRÍGUEZ MANZANO, Irene. “El tratado-marco de seguridad democrática en Centroamérica: ¿un
modelo para la seguridad en América Latina?” En: Aproximación a las cuestiones de seguridad en
el continente americano. Monografías del Ceseden N° 73, Santiago de Compostela, 2004; RUBIO
CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad política.
2a edición, Mesa Redonda Editores, Lima, 1985; SMEND, Rudolf. Constitución y Derecho Consti
tucional. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985.
Artículo 45 Origen y ejercicio del poder estatuí
El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo
hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Consti
tución y las leyes establecen.
Ninguna persona, organización, Fuerza Armada, Policía Na
cional o sector de la población puede arrogarse el ejercicio de
ese poder. Hacerlo constituye rebelión o sedición.
CONCORDANCIAS;
C.: arts. 41,43, 110, 169, 189; C.P.: arts. 346 y ss.; arts. 60 y $s.; D.U.D.H.:
art. 21.3
I. Introducción
Este artículo tiene sus antecedentes doctrinarios en la teoría liberal, en la cual se ex
ponen dos ideas fundamentales sobre la democracia que dan origen al Estado liberal y al
principio de la soberanía popular:
Io Todo gobierno está limitado en sus poderes: No existe ningún poder absoluto.
Esta idea se sustenta en que los hombres son libres por naturaleza, iguales e in
dependientes. Así, ninguno puede ser sacado de esa condición ni puesto bajo el
poder político de otro sin su propio consentimiento0>.
2o Todo gobierno existe por consentimiento de los gobernados: No hay gobierno si
este no expresa el consentimiento de una pluralidad de hombres libres. El con
sentimiento de los individuos dentro de una comunidad es lo único que la hace
actuar, y la dirección del gobierno establecida para la comunidad será impresa
a través del consenso de la mayoría.
John Locke fundamenta que lo que origina y constituye una sociedad política cualquie
ra no es otra cosa que el consentimiento de una pluralidad de hombres libres que aceptan
la regla de la mayoría y estas a su vez acuerda unirse e incorporarse a dicha sociedad
* *2*.
Es importante resaltar que Locke analiza el transito del régimen absolutista, donde la so
beranía real no posee límites al gobierno basado en el consentimiento social, que se ex
presaría en la voluntad general de Jean Jacobo Rosean (1712-1778), que sustentaría, pos
teriormente, la democracia representativa.
(!) LOCKE, John. Segundo tratado sobre elgobierno civil. Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 111.
(2) Ibídem, p. 114,
II. Antecedentes constitucionales (1823-1979)
Constitución de 1823
Artículo 3
La soberanía reside esencialmente en la Nación y su ejercicio en los magistra
dos a quienes ella ha delegado sus poderes.
Constitución de 1826
Artículo 8
La soberanía emana del pueblo y su ejercicio reside en los poderes que estable
ce esta Constitución.
Constitución de 1828
Artículo 169.- Ningún individuo ni reunión de individuos ni corporación legal
puede hacer peticiones a nombre del pueblo y menos arrogarse el título de Pue
blo Soberano. La contravención a este y al anterior artículo es un atentado con
tra la seguridad pública.
Constitución de 1834
Artículo 173. No se conocen otros medios legítimos de obtener el mando supre
mo de la República que los designados en esta Constitución. Si alguno usurpare
el ejercicio del Poder Ejecutivo por medio de la fuerza pública o de alguna sedi
ción popular por el solo hecho pierde los derechos políticos sin poder ser rehabi
litado. Todo lo que obrare será nulo y las cosas volverán al estado en que se halla
ban antes de la usurpación luego que se restablezca el orden.
Constitución de 1839
Artículo 12.- El Gobierno de la Nación Peruana, es popular representativo, con
solidado en la unidad, responsable y alternativo.
Artículo 13.- El ejercicio de la soberanía reside en los Poderes Legislativo, Eje
cutivo y Judicial.
Artículo 14.- Ninguno de los tres Poderes, podrá salir de los límites que le pres
cribe la Constitución.
Constitución de 1856
Artículo 3.- La soberanía reside en la Nación, y su ejercicio se encomienda a los
funcionarios que establece esta Constitución.
Artículo 5.- Nadie puede arrogarse el título de soberano: el que lo hiciere, co
mete un atentado de lesa patria.
Constitución de 1860
Artículo 1.- La Nación Peruana es la asociación política de todos los peruanos.
Artículo 3 - La soberanía reside en la Nación, y su ejercicio se encomienda a los
funcionarios que esta Constitución establece.
Artículo 5.- Nadie puede arrogarse el título de soberano: el que lo hiciere, co
mete un atentado de lesa patria.
Constitución de 1867
Artículo l.-La Nación Peruana es soberana, libre e independiente, y ejerce su
soberanía por medio de los Poderes que esta Constitución establece.
Artículo 4.-Nadie puede arrogarse el título de soberano: el que lo hiciere come
te un atentado de lesa patria.
Constitución de 1920
Artículo 1.- La Nación peruana es la asociación política de todos los peruanos.
Artículo 2.- La soberanía reside en la Nación, y su ejercicio se encomienda a los
funcionarios que esta Constitución establece.
Artículo 13.- Son nulos los actos de los que usurpan funciones públicas, y los
empleos conferidos sin los requisitos establecidos por esta Constitución y por
las leyes.
Constitución de 1933
Artículo l.~ El Perú es República democrática. El Poder del Estado emana del
pueblo, y se ejerce por los funcionarios con las limitaciones que la Constitución
y las leyes establecen.
Artículo 19.~ Son nulos los actos de los que usurpan funciones públicas y los
empleos conferidos sin los requisitos que prescriben la Constitución y las leyes.
Constitución de 1979
Artículo 8L~ El poder emana del pueblo quienes lo ejercen lo hacen en su re
presentación y con las limitaciones y responsabilidades señaladas por la Cons
titución y la ley.
Ninguna persona organización fuerza armada o fuerza policial o sector del pue
blo puede arrogarse su ejercicio. Hacerlo es sedición.
En ella expone las ideas del iusnaturalismo. Destaca la importancia del tercer Estado
y pide para él y sus representantes la soberanía del Estado. Acoge la idea de que los indi
viduos aislados acuerdan formar una sociedad política. Pero como es imposible que se re
únan todos los integrantes por ser numerosa la población y grandes las extensiones terri
toriales, otorgan poder para que sean representados por ciertas personas, con lo cual nace
el gobierno representativo. Estos escogidos representan a la nación.
Para Cari Schmitt el poder constituyente es la “voluntad política cuya fuerza o auto
ridad es capaz para adoptar la decisión de conjunto sobre el modo y la forma de la exis
tencia política”*45.
(3) SIEYÉS, Emmanuel. ¿Qué es el Estado llano'? Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988.
(4) SCHMITT, Cari. Teoría de la Constitución. Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1982. p. 86.
En ese sentido, traemos a colación la conferencia de Pierre Mendés-France(5> en las
aulas del Instituto Católico de París, con los auspicios del Instituto Superior de Cien
cias Económicas, en 1963, cuando el célebre autor del libro: “La Republique Modeme”
planteó ante sus oyentes esta pregunta: “la democracia entendida como la participación
continua de los ciudadanos en su funcionamiento, ¿es un conjunto válido en la época
de la tecnología? y respondía añonando: “reconozco que la naturaleza de los proble
mas de esta sociedad tecnificada y sus eventuales soluciones se compagina mal con un
sistema nacido hace más de cien años. (...)” -agregando- “pero no creo que por ello, el
ciudadano deba renunciar a la idea fundamental de la democracia, sino adaptarla a las
exigencias del mundo de hoy”.
1. Democracia
La democracia es una voz de origen griego que significa poder del pueblo. Sistema
de gobierno de una comunidad, sociedad o Estado, basado en la igualdad de sus integran
tes y en la equidad de sus instituciones, en sus orígenes la democracia se definía como el
gobierno de los pobres, los ignorantes y los incompetentes a expensas de las clases ricas.
Tal como lo explica Robert Dahlí6) el proceso democrático es superior por lo menos
en tres sentidos a otras formas factibles de auto gobernarse:
2. Poder
Según Andre Haurlou, el poder es “una energía de la voluntad que se manifiesta en
quienes asumen la empresa del gobierno de un grupo humano y que les permite imponer
se gracias al doble ascendiente de fuerza y de la competencia. Cuando no está sostenido
más que por la fuerza, tiene el carácter de poder de hecho, y se convierte en poder de de
recho por el consentimiento de los gobernados”00. Cabe extraer de esta definición, una
serie de proposiciones:
Una concepción amplia del poder nos diría que: “El poder es uno de los elementos
claves de la política. Es un fin por sí mismo, para quienes están obsesionados por la vo
luntad del poder, pero es solamente un medio para los idealistas. Es un bien supremo para
algunos, pero un mal extremo para otros. Como valor, sigue siendo elemento clave, pie
dra de toque de la política y de las personalidades políticas. Como valor-actitud o como
urgencia fundamental para la psicología social de la política, y problema fundamental de
las ideologías y de los movimientos políticos”*155.
Sobre la existencia del poder, muchos buscan razones con respecto a quienes lo deten
tan, explicándose que es por cuestión de carisma, osadía, fuerza desnuda sin límites, creen
cias religiosas (por orden de Dios), en la edad (los ancianos) y hasta en el fusil o las armas.
En conclusión, tal como el lector ha revisado hasta aquí, nos acogemos a la teoría li
beral entendiendo que el poder del Estado emana del pueblo, quienes eligen a los gober
nantes que ejercen el poder sometidos a las limitaciones y responsabilidades que la Cons
titución y las leyes establecen ideas, entendiéndose esto como el Estado de Derecho, es
decir, el poder no se ejerce al arbitrio del gobernante, sino que estos están subordinados
a la supremacía de la ley.
Rebelión
“Artículo 346.- El que se alza en armas para variar la forma de gobierno, deponer
al gobierno legalmente constituido o suprimir o modificar el régimen constitucional
será reprimido con pena privativa de libertad no menor de diez ni mayor de veinte
años y expatriación”.
Sedición
“Artículo 347.- El que sin desconocer al gobierno legalmente constituido se alza en
armas para impedir que la autoridad ejerza libremente sus funciones o para evitar el
cumplimiento de las leyes o resoluciones o impedir las elecciones generales parlamen
tarias, regionales o locales, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
cinco ni mayor de diez años”.
Ambos son conocidos como delitos contra los poderes del Estado y el orden constitu
cional, son delitos dolosos en los cuales se utiliza la íuerza de las anuas para alterar el ré
gimen constitucional democrático establecido. Si se diese contra un gobierno tiránico se
configura el supuesto de la insurgencia previsto en el artículo 46.
Estos delitos han sido considerados en la doctrina penal como delitos políticos. La
noción de delito político ha sido establecida de conformidad con los criterios que han
servido para distinguirlos del delito común, objetivo, subjetivo y mixto. Para el criterio
objetivo, el delito político se determina atendiendo al derecho que lesiona, al bien o inte
rés jurídico lesionado o puesto en peligro; en consecuencia, los delitos políticos atacan al
organismo político del Estado o a los derechos políticos de los ciudadanos0 6}.
El sancionar los delitos de rebelión y sedición busca garantizar el interés del Estado por
la defensa de su personalidad interna, contra los atentados a la Constitución de la República
mediante ofensas a los Poderes del Estado o a la libertad de los órganos constitucionales.
En consecuencia, los bienes jurídicos protegidos por estas instituciones son, por un lado,
la organización política y social vigente, en un momento histórico dado, en el Perú, que
obedece a una autoridad común, y, por otro, la seguridad del funcionamiento y desarrollo
de dicha organización de acuerdo con ciertos principios y en orden a determinados fines°7).
Marcial Rubio Correa, considera sobre el delito de rebelión que el mismo “fue co
metido por los autores del golpe de Estado del 5 de abril de 1992 pero ellos fueron legiti
mados primero por el voto popular y luego por una ley constitucional promulgada el 6 de
enero de 1993 que estableció en su artículo 3 que el Presidente de la República elegido en
1990 en actual ejercicio es el Jefe Constitucional del Estado y personifica a la Nación”0 s>.
Pues, como podemos ver, los hechos acaecidos el 5 de abril de 1992 encuadran en
el tipo penal descrito en el artículo 346 del Código Penal, al haberse implantado por me
dio de las armas un régimen que expulsó a los congresistas de una manera ilegal, empe
ro la población peruana la aprobó mediante el referéndum, legitimando de la misma ma
nera la Constitución de 1993.
(16) BRAMONT ARIAS, Luís A. Código Penal anotado. San Marcos, Lima, 2000, p. 440.
(17) ídem.
(18) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la
PUCP, Lima, 1999, p. 67.
(19) CABANELLAS DE TORRES, Guillermo. Diccionario jurídico elemental. 2003, p. 406.
Unas de las similitudes que se pueden identificar en estas dos modalidades es el al
zamiento en armas de un individuo o un sector de la población que intenta desconocer
al gobierno o que reconociéndolo obstaculiza el normal cumplimiento de sus funciones,
otra de las similitudes es la inestabilidad política y social que generan cuando alcanza el
cénit del conflicto.
JURISPRUDENCIARELACIONADA
H Ante suma gravedad que comporta el delito de rebelión resulta razonable la adopción de
medidas para proteger el derecho a la paz y garantizar el sistema democrático: STC Exp.
N0 06091-2008-PHC/TC (f.j. 13).
H Cualquier alteración inconstitucional del orden democrático será merecedora de una condena
internacional con la finalidad de restaurar el orden democrático: STC Exp. N° 06091-2008-
PHC/TC (f.j. 9).
Cuando mediante referéndum se aprueba solo una reforma parcial de la Constitución, en tal
caso la intervención del pueblo se presenta como un elemento que incide exclusivamente
sobre la eficacia. Lo que no sucede, por cierto, cuando el pueblo actúa en calidad de Poder
Constituyente, en cuyo caso la aprobación de la Constitución la realiza él mismo y su deci
sión es un elemento constitutivo de su elaboración: STC Exp. Nü 0006-2018-PI/TC (f.j. 50).
BIBLIOGRAFÍA
BRAMONT ARIAS, Luis A. Código Penal anotado. San Marcos, Lima, 2000; BURDEAU, George.
Método de la ciencia política. Buenos Aires, 1984; CABANELLAS DE TORRES, Guillermo. Dic
cionario jurídico elemental. 2003; DAHL, Robert A. La democracia y sus críticos. Buenos Aires,
1991; GROSS, Félix. “Poder, sociedad y cultura”. En: Revista Mexicana de Sociología, volumen XX,
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es el Estado llano? Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988; UGARTE DEL PINO, Juan
V. Historia de las Constituciones del Perú. I!' edición, Andina, Lima, 1978.
Artículo 46 Usurpación del gobierno y derecho de
insurgencia
Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes
asumen funciones públicas en violación de la Constitución y
de las leyes.
La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa
del orden constitucional.
Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas.
CONCORDANCIAS;
C.r arts. 38,43 al 45,75 inc. !); CP.Ct.; arts. II, 1,2,44 inc, 28); C.P.: arts. 328 inc.
1), 352,361 y ss.; D.U.D.H.: art. 30; C.A.D.H.: art. 29 inc. a)
“Allí donde termina la ley empieza la tiranía, si la ley es transgredida para daño de
alguien. Y cualquiera que, en una posición de autoridad, excede el poder que le ha
dado la ley y hace uso de la fuerza que tiene bajo su mando para imponer sobre los
súbditos cosas que la ley no permita cesa en ese momento de ser un magistrado, y, al
estar actuando sin autoridad, puede hacérsele frente igual que a cualquier otro hombre
que por la fuerza invade los derechos de otro”(1).
Esta doctrina pronto fue matizada con los aportes de Rosseau en el Contrato social
o de Montesquieu en El espíritu de las leyes que sustentaron, como explica el profesor
Blanco Valdez1 (2), la tesis, adelantadísima para su época, de que el Estado no tiene prerro
gativas sobre las decisiones del pueblo y que es más bien este último el que tiene derechos
(1) LOCKE, John. Segundo tratado sobre el gobierno civil. Alianza Editorial, Madrid, 1999, pp. 198 y 199.
(2) BLANCO VALDEZ, Roberto. El valor de la Constitución. Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 29 y ss.
sobre el Estado. Esta tesis fue cristalizada a través de la doctrina del contrato social, que
planteaba un acuerdo político según el cual los individuos ceden una porción de su libertad
a cambio de seguridad y orden, y mediante la tesis de la división de poderes que plantea
ba que, a fin de que ningún poder estatal abusara del otro, cada uno debía contar con una
cuota de poder semejante (esta doctrina pronto fue popularizada por los padres fundado
res de la nación americana como la doctrina de los “checks and balances Ambas teorías
han pasado a la historia del constitucionalismo moderno por ser el marco ideológico gra
cias al cual se han desarrollado las características esenciales del actual Estado de Derecho.
(3) GRIMM, Dieter. Constitucionalismo y derechos fundamentales. Trotta, Madrid, 2006, p. 49.
como una prerrogativa en aquellos casos, situación bastante probable, en que el poder
*
se tornara omnímodo 4*.
(4) Durante el año 1979, el Perú puso punto final a más de una década de dictadura militar y los ánimos en
contra de esta todavía se hallaban en su cénit.
(5) RUBIO CORREA, Marcial. Para conocer la Constitución de 1993. Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2010, p. 115.
(6) GARGARELLA, Roberto. El derecho a la protesta: el primer derecho. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2005.
Esta solución, sin embargo, no parece ser suficiente. Muchas protestas anodinas han
devenido en grandes movimientos sociales; por ejemplo, la protesta a favor de los dere
chos civiles en los Estados Unidos, la protesta contra los abusos del comunismo en Tia-
nanmen, China, o la protesta contra el gobierno del PRI en Chapultepec, México. Cuando
el artículo 46 de la Constitución señala, entonces, que si cabe el ejercicio del derecho de
ínsurgencia contra los actos de los funcionarios que asumen funciones públicas en contra
de la Constitución y las leyes ¿a qué se está refiriendo en puridad? Los profesores Bema-
les y Rubio tienen una respuesta tentativa a esta interrogante:
(7) RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad política,
Deseco, Lima, 1981, p. 287.
(8) Ibídem, p. 289.
(9) FISS, Owen. El Derecho como razón pública. Marcial Pons, Madrid, 2007, p. 264 y ss.
como señalan Bernales y Rubio, porque la Constitución así lo ha establecido al optar por
un modelo de democracia representativa fuerte. La razón por la cual no procede el derecho
de insurgencia contra un gobierno democrático, aun cuando actúe antidemocráticamente,
es porque existen otros canales o medios de control que resultan idóneos para combatirlo.
Cuando esta opción no esté disponible, es decir, cuando un gobierno democrático haya
devenido en antidemocrático y ningún poder independiente pueda controlarlo entonces la
insurgencia será válida, de lo contrario se considerará como un acto de rebelión.
Ambas razones son, en efecto, buenas razones y en un mundo ideal ambas bastarían
para decir que sí, que las normas aprobadas por una dictadura son nulas, sin embargo, hay
otros argumentos que atenúan su impacto y que nos plantean interesantes cuestiones que
hacen que nuestra solución sea ligeramente distinta. En primer lugar, si se declararan nu
las las normas aprobadas por una dictadura se terminaría a la larga perjudicando a los ciu
dadanos cuyos derechos fueron modificados por esas normas. Por ejemplo, si durante el
gobierno de Juan Velasco Al varado se aprobó una importante medida económica (como
la reforma agraria, digamos) quiere eso decir que una vez derrocado ¿la reforma dejará
de tener efectos? ¿Qué pasará con los terrenos que fueron otorgados a los campesinos?
¿Los antiguos propietarios podrán recuperar sus terrenos? ¿El Estado deberá indemnizar
los por la indebida expropiación?
No queda muy claro por qué el Tribunal arriba a esta conclusión, más aún si no apor
ta en su fundamentación ningún argumento formal o material que lo ampare. Por el con
trario, pareciera que el Tribunal parte de una reflexión un tanto voluntarista basada, prin
cipalmente, en su intención de salvar a como dé lugar la situación jurídica de aquellos que
fueron afectados por estos decretos leyes. Sin perjuicio de ello, no está demás realizar un
análisis un poco más exigente que el propuesto por el Tribunal a fin de establecer si su
conclusión es correcta o no, y en qué medida puede ser reformulada.
De acuerdo con Niño “decir que una ley, como la de autoamnistía está vigente, no
es lo mismo que decir que la ley de autoamnistía es una ley válida. Una ley, por tanto,
puede tener la fuerza de la coacción detrás -puede estar vigente, entonces, como lo
estuvieron cada una de las normas dictadas por los gobiernos de facto- pero resultar,
a la vez, una norma perfectamente inválida. Una ley dictada por un gobierno militar
puede tener plena vigencia, entonces -como lo sostuvieron, una y otra vez, uno tras otro,
vergonzosamente, nuestros tribunales- pero a la vez tratarse de una norma moralmente
inválida, y como tal, de una norma que, nosotros, como ciudadanos, no tenemos ninguna
razón para obedecer”00. En esa lectura propuesta por Niño lo que le otorga validez a una
norma “proviene del hecho de ser una norma originada en una discusión democrática, sin
excluidos. Solo las normas nacidas de la democracia pueden gozar, para él, de la presunción
de validez. Solo las normas democráticas pueden reclamar nuestra obediencia. Nosotros,
ciudadanos democráticos, tenemos razones para aceptar ese tipo de normas, porque solo
de ellas podemos considerarnos, razonablemente, sus autores, y no sus esclavos”. Esta
doctrina, con algunos matices, es la misma que la Corte Constitucional de Colombia ha
adoptado para declarar la inexiquibilidad de un grupo de normas que fueron aprobadas
sin respetar el proceso legislativo (SC-1147 de 2003). En uno de sus considerandos, la
Corte, por ejemplo, señala: “debate y votación constituyen parte esencial del trámite
legislativo fijado por el ordenamiento jurídico y, por tanto... son instancias determinantes
que deben observarse y cumplirse a cabalidad para que pueda entenderse válido el proceso
de aprobación de leyes”°2).
El punto de vista señalado por Niño es correcto. Si partimos del hecho de que las le
yes para ser válidas deben ser aprobadas por el Parlamento, resulta obvio que los decretos
leyes al no cumplir con esa formalidad carecen de validez. Ahora bien, no se trata solo de
un requisito meramente formal, sino también sustantivo. El que las leyes deban ser apro
badas por el Parlamento para ser válidas reside en que solo a través de su discusión los
ciudadanos podemos controlar su contenido y oponernos a ellas si fuera necesario, obli
gándonos, legítima y moralmente, cuando son aprobadas. En el caso de los decretos leyes
esta posibilidad no existe. Los decretos leyes son aprobados por un dictador y no pueden
(11) Esta cita, así como la siguiente, fue extraída de! artículo escrito para el diario Clarín de Argentina por
Roberto Gargarella (Vide: <http://seminariogargarella.blogspot.com/2010/09/cuando-se-anulo-la-ley-de-
autoamnistia.html>) en el marco de los 25 años de los juicios a las juntas militares de la Argentina. En él
Gargarella reseña el pape! que cumplió Carlos Niño durante la transición de la dictadura a la democracia
en e! gobierno de Ricardo Alíbnsín y en especial su aporte a la ley que dictaminó la nulidad de los decretos
de autoamnistía a favor de los militares que actuaron contra los derechos humanos. Para un análisis más
amplio del concepto de validez de Carlos Niño, sin embargo, puede verse: La validez en el Derecho. Astrea,
Buenos Aires, 1985.
(12) Tomado de: GARGARELLA, Roberto. “Un papel renovado para la Corte Suprema. Democracia e
interpretación judicial de la Constitución”. En: Teoría y critica de! Derecho Constitucional. Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2008, p. 172.
ser cuestionados por el pueblo, con lo cual pierden no solo su legitimidad jurídica, sino
también su justificación moral.
Partiendo de esta premisa es que corresponde pensar en una salida intermedia que per
mita conciliar tanto el elemento normativo que se opone a la continuidad de los decretos
leyes y el elemento pragmático que recomienda más bien su continuidad. Esta salida in
termedia sería la tesis de la revisión de los decretos leyes por parte del Congreso, el cual
tendría dos tareas fundamentales: primero, identificar los decretos leyes que fueron apro
bados durante la dictadura y, segundo, discriminar cuáles de ellos, por una razón excep
cional, deben mantenerse. El criterio para este segundo paso consiste en ponderar entre
los costos y beneficios que supone derogar un decreto ley, sabiendo que, en principio, su
legitimidad se halla viciada de origen.
jurisprudencia relacionada
jí|] Los decretos leyes han sido expedidos por poderes de facto que han quebrantado el orden
constitucional al concentrar las funciones legislativas y ejecutivas: STC Exp. N° 00010-
2002-AI/TC (ff. j.j. 6 y 9).
[gÜ La Ínsurgencia es un derecho ciudadano que se activa frente a quien haya asumido funcio
nes públicas trasgrediendo la Constitución: STC Exp. N° 02092-2012-PHC/TC (f.j. 4.3).
BIBLIOGRAFÍA
BLANCO VÁLDEZ, Roberto. El valor de la Constitución. Alianza Editorial, Madrid, 2006; FISS,
Owen. El Derecho como razón pública. Marcial Pons, Madrid, 2007; GARGARELLA, Roberto. El
derecho a la protesta: el primer derecho. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2005; GARGARELLA, Roberto.
“Un papel renovado para la Corte Suprema. Democracia e interpretación judicial de la Constitución”.
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Dieter. Constitucionalismo y derechos fundamentales. Trotta, Madrid, 2006; KELSEN, Hans. La
garantía jurisdiccional de la Constitución. UNAM, México, 2001; LOCKE, John. Segundo tratado
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la Constitución de 1993. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2010;
RUBIO CORREO, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad
política, Deseco, Lima, 1981.
Artículo 47 Defensa de los intereses del Estado
La defensa de los intereses del Estado está a cargo de los Pro
curadores Públicos conforme a ley. El Estado está exonerado
del pago de gastos judiciales.
CONCORDANCIAS:
C: arts. 139 inc. 16); C.P.Ct.: arts. III, 5, 20, 28, 41, 96, 98; C.P.C.: arta, 59, 69;
D.Leg. 1326
La Procuraduría Pública estuvo así normada por disposiciones legales dispersas has
ta la promulgación del Decreto Ley N° 17537, vigente a partir del 18 de marzo de 1969,
que institucionalizó la Representación y Defensa del Estado al dar creación al Consejo de
Defensa Judicial del Estado.
El referido Decreto Ley 17537 no fue una ley de desarrollo constitucional, pero
al no ser derogado al iniciarse la vigencia de la Constitución de 1979 y entrar en vigor la
Ley EP23230, promulgada el 15 de diciembre de 1980, que otorgó al Poder Ejecutivo la
facultad de derogar o modificar la legislación expedida a partir del 3 de octubre de 1968,
el Decreto Ley N°17537 pasó por el tamiz de la constitucionalidad y fue objeto de regla
mentaciones. De este modo, se estableció un régimen legal aplicable a las Procuraduría
Pública como institución, dando cabida a los procuradores públicos ad hoc.
El Decreto Ley N° 17537 fue derogado por el Decreto Legislativo N°1068 promul
gado el 27 de junio de 2008 y vigente, transcurrida su vacado legis de seis meses, desde
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo 3, PUCP, Lima, ¡999,
p. 76.
el 27 de diciembre del mismo año de 2008, salvo la Disposición Complementaria Tran
sitoria Única que dispuso que los procuradores públicos informaran al nuevo Consejo de
Defensa Jurídica del Estado, a partir del día siguiente de su publicación, sobre los pro
cesos a su cargo, su situación procesal y las contingencias para el Estado relacionada a
esos procesos.
La defensa jurídica del Estado se rige por los principios rectores que deben observar
los procuradores públicos, como el de la legalidad, esto es, por su sometimiento a las nor
mas del ordenamiento jurídico; de la autonomía funcional, esto es, por la potestad para or
ganizar y ejercer sus funciones libres de influencias e injerencias; de la actuación funcio
nal, esto es, por la actuación conforme a los criterios y lincamientos institucionales; de la
responsabilidad, esto es, por el ejercicio indebido o negligente en la defensa jurídica del
Estado; de la eficacia y eficiencia, esto es, por la actuación de manera efectiva, optimizan
do la utilización de los recursos disponibles e innovando y mejorando su desempeño; de
la objetividad e imparcialidad, esto es, por el ejercicio de sus funciones a partir del análi
sis objetivo del caso, de manera imparcial, descartando toda influencia o injerencia; de la
especialización, esto es, por la primacía del carácter técnico y especializado de su labor;
de la celeridad, esto es, por el deber de impulsar el proceso o procedimiento, evitando ac
tuaciones dilatorias que dificulten su desenvolvimiento o constituyan meros formalismos,
sin que se releve el respeto al debido proceso o vulnere el ordenamiento jurídico; del ac
ceso a la información, esto es, la potestad de requerir, conocer y examinar toda informa
ción y documentación de las entidades públicas que resulte necesaria para el desarrollo
de sus funciones; de la experiencia, probidad y liderazgo, esto es, que son las cualidades
esenciales en el ejercicio de sus funciones; y de la meritocracia, esto es, por el acceso a su
función por sus méritos profesionales y personales.
Los Procuradores Públicos son nacionales cuando ejercen la defensa jurídica de las
entidades que forman parte del Gobierno Nacional, comprendiendo a los Poderes del Es
tado y a los organismos constitucionales autónomos; son Regionales cuando ejercen la
defensa jurídica de los Gobiernos Regionales; son municipales cuando ejercen la defensa
jurídica de las Municipalidades, tanto la de Lima Metropolitana como las Provinciales y
Distritales.; son Especializadas cuando ejercen la defensa jurídica de los intereses del Es
tado en lo que respecta a la comisión de ilícitos de alta lesividad, como el Tráfico Ilícito
de Drogas, el Terrorismo, el Lavado de Activos y procesos de Pérdida de Dominio, con
tra el Orden Público, de Corrupción y delitos ambientales, así como participación en ór
ganos supranacionales y extranjeros y en órganos constitucionales.
jiji Los intereses del Estado se encuentran a cargo de los procuradores públicos, quienes deben
actuar con el fin de resguardar el orden público constitucional: STC Exp. N° 00006-2006-
PC/TC (fj.75).
g Las entidades estatales están obligadas a pagar los costos del proceso, ya que solo las costas
son parte de los gastos judiciales: STC Exp. Nü 00971 -2005-PA/TC (f. j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
RUBIO CORREA, Marcial, Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo 3, Fondo Editorial
de la PUCP, Lima, 199
Artículo 48 Idiomas oficiales
Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde pre
dominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás
lenguas aborígenes, según la ley.
CONCORDANCIAS:
C: art. 2 ines. 8), 19); C.P.Ct: art. 44 inc. 28); C.P.C.: art. 130 inc. 7); L.O.P.J.: art.
15; P.LD.C.P.: art. 27; D.U.D.H.: art. 2.
I. Introducción0)
La declaración de una relación de idiomas oficiales, además del castellano, constitu
ye una importante conquista social para la historia de nuestro país, pues es una manifes
tación concreta de inclusión social para los pueblos que a lo largo de nuestra historia han
luchado por vivir en condiciones de igualdad sustancial y formal dentro de nuestro Esta
do Constitucional de Derecho1 (2)3.
(1) Este texto tuvo la colaboración y aportes doctrinarios del Dr. José Víctor García Yzaguirre, doctorando de
la Universidad Austral de Chile. La presente ponencia es una versión actualizada, ampliada y corregida
de la publicada en las ediciones anteriores de esta obra colectiva (2a edición-2013 y 3a edición-2015).
(2) STC Exp. 5652-2007-PA/TC, f. j. 10-29.
(3) Nuestro Supremo Intérprete ha desarrollado el concepto de fuerza normativa de la Constitución indicando
que: “La fuerza normativa de la Constitución implica a su vez: i) una fuerza activa, entendida como aquella
capacidad para innovar el ordenamiento jurídico, pues a partir de ella existe una nueva orientación normativa
en el sistema de fuentes del ordenamiento jurídico, derogando expresa o implícitamente aquellas normas
jurídicas infraconstitucionales que resulten incompatibles con ella (en las que precisamente se produce un
supuesto de inconstitucional idad sobrevenida); y ii) una fuerza pasiva, entendida como aquella capacidad
de resistencia frente a normas infraconstitucionales que pretendan contravenir sus contenidos”: STC Exp.
N” 0005-2007-A1/TC (f. j. 7.)
derecho al idioma™ tomando como puntos de referencia algunos países de América Lati
na, como Paraguay, Colombia, Brasil, entre otros. Después, comentaremos cuáles son los
alcances de haber reconocido un idioma indígena u originario como derecho fundamen
tal y cuáles son los costos en los que deberá incurrir el Estado a efectos de hacer cierto di
cho reconocimiento. Finalmente, realizaremos una breve descripción respecto a la impor
tancia que guarda el reconocimiento de los idiomas indígenas u originarios, como son el
quechua, el aimara y demás utilizados en nuestro territorio nacional, en relación con otros
derechos fundamentales tales como el acceso a la justicia y a la educación.
(4) Sobre este tema, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “(...), el articulo 51. “délaConstitución
dispone que: La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las normas de inferior jerarquía,
y así sucesivamente. La publicidad es esencial para la vigencia de toda norma del Estado. En ese sentido, el
referido artículo afirma los principios de supremacía constitucional que supone una normatividad supra -la
Constitución- encargada de consignar la regulación normativa básica de la cual emana la validez de todo
el ordenamiento legal de la sociedad política. (...) La Constitución es una especie de super ley, de norma
normarum, que ocupa el vértice de la pirámide normativa”: STC Exp. N° 00047-2004-AI/TC (f. j. 55).
(5) Al respecto, podemos decir que, a partir de la jurisprudencia vinculante de nuestro Tribunal Constitucional,
estos principios interpretativos son: el principio de concordancia práctica (STC Exp. N° 5854-2005-PA/TC,
f. j. 12, b); ei principio de corrección funcional (STC Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 12.c); el principio de
fuerza normativa de la Constitución (STC Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 12.e); el principio de función
integradora (STC Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. I2.d); el principio de unidad de la Constitución (STC
Exp. N° 4747-2007-HC/TC, f. j. 5 y 5854-2005-PA/TC, f, j. 12. a).
(6) STC Exp. N° 5854-2005-AA/TC, f. j. 12.
derechos fundamentales por ella reconocidos sean verdaderas manifestaciones del princi
pio-derecho de dignidad humana (artículo 1 0 de la Constitución)”®.
Esto último resulta relevante, si tenemos en consideración que el Perú es un país mul-
tilingüe055 donde existe una situación de discriminación respecto a las lenguas indígenas u
originarias al otorgarle al idioma castellano065 una posición hegemónica dentro de la Ad
ministración Pública, lo cual no solo contraviene la finalidad pretendida por el constitu
yente a través del artículo 48 de nuestra Constitución Política, sino que, además, afecta el
derecho a la identidad cultural de los ciudadanos en cada zona del territorio nacional075.
Efectivamente, podemos decir que existe en nuestro Estado una denominada discri
minación lingüística, la misma que se respalda de una serie de prejuicios a las lenguas
autóctonas nacionales, sustentados en “(...) considerar que las lenguas indígenas no se
escriben o no pueden escribirse, que no tienen reglas ni gramática, que no pueden desa
rrollarse ni responder al mundo moderno, que no son lenguas completas (...)” y por es
tas razones son consideradas como inferiores respecto a otras085. Sobre este tema en espe-
consiguiente, en virtud del artículo V del Titulo Preliminar del Código Procesal Constitucional, el tratado
internacional viene a complementar - normativa e interpretativamente- las cláusulas constitucionales sobre
pueblos indígenas que, a su vez, concretizan los derechos fundamentales y las garantías institucionales de
los pueblos indígenas y sus integrantes”: STC Exp. N0 3343-2007-PA/TC, f. j. 31.
(14) Inciso 3 del artículo 28 del Convenio 169° de la Organización Internacional del Trabajo. Cabe señalar que
este Tratado Internacional de Derechos Humanos ha sido desarrollado e implementado legislativamente por
el Perú a través de la Ley N° 29785, del derecho a la consulta previa a los pueblos indígenas u originarios,
reconocido en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
(15) Afirmamos lo anterior porque según el Ministerio de Educación, a través del Documento Nacional de Len
guas Originarias del Perú, ha determinado que existen 47 lenguas originarias vigentes a nivel nacional. En:
MINISTERIO DE LA EDUCACIÓN. Documento Nacional de Lenguas Originarias del Perú. Ministerio
de la Educación, Lima, 2013, p. 14. Disponible en: http://www2.minedu.gob.pe/fiIesogecop/DNL-version
%20final %20WEB.pdf
(16) En la presente ponencia, utilizaremos la denominación ‘idioma castellano’ conforme lo establece el artí
culo 48 de nuestra Constitución Política. Por otro lado, consideramos necesario destacar lo referido por el
“Diccionario panhispánico de dudas” de la Real Academia Española (RAE), en cuanto al empleo de las
denominaciones de “castellano” y “español”, puesto que este precisa que esta última es la denominación
correcta. En efecto, en dicho diccionario se explica que: “El término español resulta más recomendable por
carecer de ambigüedad, ya que se refiere de modo unívoco a la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos
millones de personas. Asimismo, es la denominación que se utiliza internacionalmente (Spanish, espagnol,
Spanisch, spagnolo, etc.). Aun siendo también sinónimo de español, resulta preferible reservar el término
castellano para referirse al dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, o al
dialecto del español que se habla actualmente en esta región”. Disponible en: https://www.rae.es/dpd/espa
%2525C3 %2525Blol
(17) El artículo 83 de nuestra Constitución de 1979 determinaba, en relación con los idiomas y lenguas re
conocidas a nivel nacional, que: “El castellano es el idioma oficial de la República. También son de uso
oficial el quechua y el aymara en las zonas y la forma que la ley establece. Las demás lenguas aborígenes
integran asimismo el patrimonio cultural de la nación”.
(18) Al respecto, consideramos necesario y prudente citar la Exposición de Motivos del Proyecto de la Ley Na
cional de Lenguas, en relación con el concepto de discriminación lingüística y el deber del Estado peruano
de erradicarla, en la cual se ha expuesto y sustentado que: “La discriminación lingüística se nutre en una
serie de prejuicios, por ejemplo considerar que las lenguas indígenas no se escriben o no pueden escribirse,
que no tienen reglas ni gramática, que no pueden desarrollarse ni responder al mundo moderno, que no
son lenguas completas. Lo cierto es que todas las lenguas humanas tienen el mismo grado de complejidad,
todas están en condiciones de expresar las ideas que se desee, todas tienen recursos para crear nuevos
cífico, afirmamos que esta es una falacia que carece de sustento técnico y fáctico, puesto
que si tomamos como ejemplo a la lengua quechua, la cual es considerada una lengua ofi
cial autóctona de nuestro Estado según la disposición constitucional materia de comenta
rio, encontramos que cuenta con gramática, sintaxis y todo lo que caracteriza a un “idio
ma o lengua oficial”, habiéndose efectuado diversos e innumerables estudios lingüísticos
sobre la mismaíi9), por lo que no puede decirse que es inferior en relación a otro idioma o
lengua en nuestro país.
En este mismo sentido, cabe precisar que toda lengua indígena u originaria posee re
conocimiento y protección constitucional, a partir de lo dispuesto en el artículo 48 de nues
tra Constitución. Por lo tanto, ninguna de ellas puede ser considerada de forma desprecia
tiva e imperfecta respecto a otra, ya sea por los representantes del Estado o por cualquier
particular -conforme sostendremos en este comentario-.
Por último, debemos tener en cuenta que en un país como el Perú, en donde los con
flictos culturales y normativos son propios de una nación multicultural, reconocida como
tal constitucionalmente y desarrollada jurisprudencialmente por nuestro Tribunal Consti
tucional^, estos no pueden resolverse desde la lógica de una normatividad que convier
te al idioma castellano en hegemónico dentro de la estructura del Estado, pues se deben
buscar novedosas opciones normativas y políticas -así como también posibilidades inter
pretativas constitucionales- para que se eliminen las dificultades de acceso a la justicia y
a los servicios públicos básicos -en esta ponencia expondremos el caso específico del de
recho a la educación-, por causa del idioma que predomina en las instituciones públicas,
el mismo que es ajeno al utilizado consuetudinariamente -o tradicionalmente- por los
vocablos o adaptar otros y responder a nuevos contextos sociales y culturales. Al hablar de discriminación
lingüística es importante tener presente que la discriminación no es a la lengua, pues esta es una entidad
abstracta, sino a sus hablantes y, por ende, a las culturas de las que ellos forman parte. Dado que la discri
minación lingüística no puede justificarse racionalmente, mucho menos en una sociedad democrática que
reconoce los derechos de sus habitantes, es necesario dar las disposiciones legales que permitan cambiar
las condiciones de uso de las lenguas indígenas. Es decir, lograr cambios en las situaciones sociales en
relación con las lenguas, de manera que se influya en el estatus social y político de las lenguas indígenas
para así lograr su revalorización y revital ización”. En: MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Exposición de
Motivos del Proyecto de Ley Nacional de Lenguas. Ministerio de Educación, Lima, 2011, p. I. Disponible
en: http://red.pucp.edu.pe/ridei/files/2011/08/LEY-NACIONAL-DE-LENGUAS.pdf
(19) Ver, entre otros: DIONISIO ANCHORENA, José. Gramática Quechua ó del idioma del Imperio de los
Incas. Imprenta del Estado-Calle de la Rifa Nu 58, Lima, 1874. Disponible en Internet: http://www.cervan-
tesvirtual.com/obra/gramatica-quechua-o-del-idioma-del-imperio-de-los-incas/; ARDUO VEGA, Wilfredo.
Manual para el empleo del quechua chanka en la administración dejusticia. Ministerio de Cultura, Lima,
2014. Disponible en: http://repositorio.cuItura.gob.pe/handle/CULTURA/51
(20) Efectivamente, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado, en relación con la visión multicultural de
nuestra Constitución Política, que: “En ese sentido, este Tribunal, a fin de precisar el contenido de la re
ferida potestad, estima necesario abordar una serie de temáticas indispensables para comprender la visión
multicultural de la Constitución, y, con ello, los límites existentes sobre la jurisdicción reconocida para las
comunidades campesinas y nativas, en tanto manifestación del pluralismo que nuestro ordenamiento fomenta.
(...), en el contexto de una sociedad abierta al pluralismo, el artículo 2.19 de la Constitución reconoce y
protege la pluralidad étnica y cultural de la nación, lo cual obedece a la presencia de una gran diversidad
que es producto de los procesos históricos y geopolíticos que han caracterizado al Estado peruano. Este
pluralismo, además, se refleja en muchos ámbitos de la dinámica social, tal y como ocurre, esencialmente,
en el caso de la normatividad y la función jurisdiccional”: STC. Exp, N° 2765-2014-PA/TC, ff. j.j. 5 y 10.
ciudadanos en determinadas áreas del territorio nacional. Esta situación aparece repetida
mente en el desarrollo de los procesos jurisdiccionales, cuando los órganos jurisdiccio
nales no poseen los intérpretes necesarios y obligatorios para que los ciudadanos puedan
ejercer debidamente su derecho a la defensa(21> -esta problemática también se planteará
en el presente análisis de esta disposición constitucional-.
(21) Afirmamos lo anterior a partir de lo expuesto por la Defensoría del Pueblo en su informe denominado “El
proceso de alimentos en el Perú: avances, dificultades y retos”, en el cual concluyó que: “(...) el acceso a la
justicia de las personas con una lengua originaria como lengua materna no se encuentra debidamente
satisfecho, en tanto que existe aún una cantidad de casos, en que los jueces no pueden comunicarse
de manera directa con los justiciables y tampoco cuentan con intérpretes idóneos que faciliten el
desarrollo del proceso. Esta situación debe ser corregida en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley
29735, Ley que regula el uso, preservación, desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas
originarias del Perú; la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad, apro
bada por Decreto Supremo N° 005-2017-MC; y las “100 Reglas de Brasilia sobre el acceso a la justicia de
personas en condición de vulnerabilidad”, que establece el deber de garantizar los derechos lingüísticos
de los hablantes de lengua indígena u originaria en la administración pública”. En: DEFENSORÍA
DEL PUEBLO. Elproceso de alimentos en el Perú: avances, dificultades y retos. Serie Informe de Adjuntía
- Informe N° 001-2018-DP/AAC. Defensoría del Pueblo, Lima, 2018, p. 95. Disponible en: https://www.
defensQria.gob.pe/wp-content/uploads/20I8/08/DEFENSORIA-ALIMENTOS-JMD-27-07-18-2.pdf
2. Países donde sí se ha reconocido constitucionalmente otro idioma aparte
de la lengua romance
° Bolivia
“Artículo 5.1. Son idiomas oficiales del Estado el castellano y todos los idio
mas de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, que son el ay-
mara, araona, baure, bésiro, canichana, cavineño, cayubaba, chácobo, chimán,
ese ejja, guaraní, guarasu’we, guarayu, itonama, leco, machajuyai-kallawaya,
machineri, maropa, mojeño-trinitario, mojeño-ignaciano, moré, mosetén, mo-
vima, pacawara, puquina,quechua, sirionó, tacana, tapíete, toromona, uru-chi-
paya, weenhayek, yaminawa, yuki, yuracaré y zamuco”.
° Colombia
“Artículo 10.- El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y dia
lectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñan
za que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será
bilingüe”.
• Paraguay
“Artículo 140.- El Paraguay es un país pluricultural y bilingüe.
Son idiomas oficiales el castellano y el guaraní. La ley establecerá las modali
dades de utilización de uno y otro. Las lenguas indígenas, así como las de otras
minorías, forman parte del patrimonio cultural de la Nación”.
• Nicaragua
“Artículo 1L- El español es el idioma oficial del Estado. Las lenguas de las Co
munidades de la Costa Atlántica de Nicaragua también atendrán uso oficial en
los casos que establezca la ley”.
6 Venezuela
“Artículo 9.- El idioma oficial es el castellano. Los idiomas indígenas también
son de uso oficial para los pueblos indígenas y deben ser respetados en todo el
territorio de la República, por constituir patrimonio cultural de la Nación y de
la humanidad”.
(22) Conforme hemos explicado, a través de una interpretación sistemática, el artículo 48 de nuestra Constitución
Política debe analizarse e interpretarse conjuntamente con el Convenio 169° de la Organización Interna
cional del Trabajo, en cuanto Tratado Internacional de Derechos Humanos, el mismo que establece que
estas lenguas se denominan indígenas u originarios. En este mismo sentido, debemos resaltar el Proyecto
de Ley N° 2448/2017-CR, que propuso modificar el artículo 48° de la Constitución Política, el mismo que
planteó que la citada disposición constitucional quede de esta forma: "Son idiomas oficiales el castellano
y, en las zonas en donde predominen, también lo son, las lenguas indígenas u originarias, según la ley ",
(23) VALADÉS, Diego. “Derecho de la lengua”. En: Revista Pensamiento Constitucional, N0 12, Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2007, p. 265. Disponible en: http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/
pensamientoconstitucional/article/view/2425/2377
(24) PECES-BARBA, Gregorio. Curso de derechos fundamentales. Teoría general. Universidad Carlos III de
Madrid/Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1999, pp. 109-112. Dicha doctrina de la teoría de los derechos
fundamentales también ha sido asumida por nuestro Tribunal Constitucional en el caso Manuel Anicama
Hernández (STC Exp. N° 1417-2005-AA/TC).
1. Son pretensiones moralmente justificadas, que se proponen facilitar la autono
mía y la independencia de cada individuo. Por ello, su contenido es alérgico a
la discriminación y a los privilegios por su vocación universal e igualitaria.
2. Forman parte de un subsistema dentro del sistema jurídico, lo cual Índica que la
pretensión moral justificada sea susceptible de ser diseñada como una norma.
Asimismo, dicho carácter resalta la obligatoriedad de su cumplimiento y vincu
lación efectiva al poder público y a los particulares.
3. Es una realidad social que condiciona su eficacia por contextos históricos.
En otras palabras, un derecho fundamental es un principio moral positivizado. Tal
como manifiesta el profesor Luis Castillo Córdova, los derechos constitucionales pueden
ser definidos como: “(...) aquellas concretas expresiones de la dignidad, libertad e igual
dad humanas dispuestas jurídicamente, que han sido recogidas -expresa o implícitamen
te- en la norma constitucional, y que vinculan positiva y negativamente al poder político
al punto de legitimar su existencia y actuacÍón”í2S). En este mismo sentido, Robert Alexy
nos propone un trípode argumentativo sobre el cual construye las propiedades o elemen
tos esenciales que debe poseer un derecho para que obtenga el grado de fundamental, los
mismos que son(26}:
(25) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general. 3a
edición, Palestra, Lima, 2007, p. 111.
(26) ALEXY, Robert. Tres escritos sobre los derechos fundamentales y la teoría de los principios. Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2003, p. 21.
De acuerdo a ello, consideramos que la obligación que establece el artículo 48 de nues
tra Constitución constituye un derecho fundamental por las siguientes razones: es una rei
vindicación generadora y promotora de paz social que aspira a concretizar la igualdad entre
los ciudadanos que utilizan diferentes idiomas y lenguas, al volver jurídicamente relevan
te un aspecto impostergable, imprescindible e ineludible de la identidad cultural de cier
tos grupos sociales. En otros términos, es un carácter estructural del concepto nación(27)28
.
Ello, en virtud a que favorece el acceso a todo tipo de servicios, a la efectividad de estos
y a la reparación de cualquier vulneración de un derecho, en tanto, no dilata la resolución
de controversias e incertidumbres ni genera desconfianza en el usuario; además, es una
manifestación de la justicia social. Asimismo, en aquellos lugares donde exista una falta
de materialización del derecho al idioma, el proceso constitucional constituye una medi
da útil y pertinente para garantizarlo^.
(27) Nuestro Tribunal Constitucional ha declarado, en relación con la reivindicación en clave de inclusión de
los pueblos indígenas en nuestro Estado Constitucional de Derecho, que “(...), la historia de los pueblos
indígenas en nuestro país, y en otras latitudes, ha estado marcada por la exclusión. Siendo grupos mino
ritarios, en diversas ocasiones han sido ignorados y violentados por traficantes informales, industriales
sin escrúpulos y por el propio Estado. En tal sentido, con el reconocimiento de su identidad, la inclusión
pretende la integración de los pueblos indígenas de una manera más justa, respetando la singularidad de
su manera de expresar y demostrar su ciudadanía. Esta pretensión no se enmarca dentro de perspectivas de
desintegración de lo desigual o atomización, sino más bien de la integración de lo pluricu llura 1. Así, reco
nociendo la herencia cultural de los pueblos indígenas, el convenio pretende que estos puedan desarrollarse
no solo como miembros de un pueblo indígena sino también como miembros de la nación peruana. En
suma, el diálogo intercultural que es exigido por este convenio es el elemento que atraviesa dicho cuerpo
normativo, persiguiendo con ello ya no la subordinación de una identidad dentro de otra, sino el respeto
de las diversas manifestaciones culturales”: STC Exp. Nu 0022-2009-PI/TC, f. j. 18.
(28) Sobre este punto, frente a la amenaza o afectación del derecho al idioma se puede interponer el proceso
constitucional de amparo, respecto del cual nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “(...), el
artículo 1 del Código Procesal Constitucional establece que el proceso de amparo (al igual que los procesos
de habeas corpus, habeas data y cumplimiento) tiene como finalidad la protección de los derechos fun
damentales, reponiendo las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación de los mismos,
lo cual implica que quien pretenda obtener la tutela de sus derechos a través de la justicia constitucional
deberá acreditar, ante todo, ser titular de los derechos cuya afectación o amenaza se denuncia”: STC Exp.
N° 0474-2016-PA/TC, f.j. 5.
(29) HABERLE, Peten Teoría de la Constitución como ciencia de la cultura. Traducción de Emilio Mikunda.
Tecnos, Madrid, 2000, pp. 34-35
cultural de nuestra sociedad, y que son el fundamento tanto para reconocer las dificulta
des y contingencias del presente como para avizorar las eventuales soluciones a futuro”(30)31
32
.
Por otro lado, cabe precisar que el artículo 48 de nuestra Constitución debe ser inter
pretado en concordancia y coherencia con el artículo 2, inciso 19, de la misma Carta Fun
damental, el cual dispone que: “(...) Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma
ante cualquier autoridad mediante un intérprete. Los extranjeros tienen este mismo dere
cho cuando son citados por cualquier autoridad”. En este sentido, creemos que este artículo
Para explicitar mejor lo anterior, consideramos necesario analizar y exponer este de
recho tanto en su dimensión subjetiva como en su dimensión objetiva, las cuales son ele
mentos esenciales y constitutivos del derecho fundamental conforme a la teoría de los
derechos asumida por nuestro Tribunal Constitucional03* y la doctrina nacional04*. Al res
pecto, la dimensión subjetiva ha sido definida por nuestro Tribunal Constitucional indi
cando que refiere a que: “(...) los derechos fundamentales no solo protegen a las personas
de las intervenciones injustificadas y arbitrarias del Estado y de terceros, sino que también
facultan al ciudadano para exigir al Estado determinadas prestaciones concretas a su fa
vor o defensa; es decir, este debe realizar todos los actos que sean necesarios a fin de ga
rantizar la realización y eficacia plena de los derechos fundamentales”05*. En este sentido,
no nos podrían obligar a contratar, negociar, ejecutar obligaciones, solicitar información,
iniciar procedimientos administrativos y demás, en un idioma totalmente ajeno a nuestra
lengua autóctona, en tanto ello constituye una obstrucción al ejercicio de nuestros dere
chos, sobre todo en el contexto de ejercerlos en una zona territorial donde el idioma cas
tellano no es predominante06*.
Por otro lado, la dimensión objetiva ha sido reconocida por nuestra jurisdicción cons
titucional y doctrina nacional a partir de la jurisprudencia constitucional española, la cual,
a través de su Tribunal Constitucional, ha apuntado que: “Ello resulta lógicamente del do
ble carácter que tienen los derechos fundamentales. En primer lugar, los derechos funda
mentales son derechos subjetivos, derechos de los individuos no sólo en cuanto derecho
de los ciudadanos en sentido estricto, sino en cuanto garantizan un status jurídico o la li
bertad en un ámbito de la existencia. Pero al propio tiempo, son elementos esenciales de
un ordenamiento objetivo de la comunidad nacional, en cuanto ésta se configura como
marco de una convivencia humana justa y pacífica, plasmada históricamente en el Estado
de Derecho y, más tarde, en el Estado social de Derecho o el Estado social y democrático
de Derecho, según la fórmula de nuestra Constitución (art. 1.1 )”07). En virtud a lo señala
do y aplicado a nuestra realidad, en aquellas zonas donde el idioma castellano no sea*
(33) Esta doble dimensión de los derechos constitucionales se puede encontrar en: STC Exp. N° 0023-2005-P1/
TC, f.j. 11.
(34) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Ob. cit., pp. 279-283.
(35) STC Exp. N° 3330-2004-AA/TC, f. j. 9.
(36) Sobre este mismo tema, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “Hablar una lengua indígena
u originaria es motivo de discriminación en el Perú (...). Con base en prejuicios y estereotipos, existe una
asociación entre su uso y una mínusvaloración de la persona que busca comunicarse a través de ella. Cuando
el uso de la propia lengua es un medio indispensable para el ejercicio de otros derechos fundamentales,
esta discriminación estructural impide superar una serie de brechas sociales relacionadas con el acceso a
salud, educación, trabajo, etc.”: STC. Exp. N° 0889-2017-PA/TC, f.j. 21 y 22.
(37) TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DE ESPAÑA. Semencia 25/1981 del 14/07/1981, f.j. 5. Disponible
en http://hj.tribunalconstitucional.es/es/Resolucion/Show/25
predominante, el Estado debe ejecutar toda medida que garantice la preservación, ejer
cicio y continuidad de la lengua autóctona. En efecto, cuando las condiciones materiales
hagan del castellano una barrera difícil de superar, le corresponde a lo público -Adminis
tración Pública y Estado en su conjunto- actuar de tal forma que dicho contexto negativo
desaparezca o pueda ser remediado.
(38) STC Exp. N° 0889-2017-PA/TC, f. j. 16. Sobre este mismo tema, nuestro Tribunal Constitucional ha
declarado que: “Los derechos lingüísticos y su relación con el accionar del Estado son abordados por la
Constitución, cuando menos, desde una doble perspectiva. De un lado, se encuentra el derecho de cada
miembro de una comunidad lingüística a comunicarse en su propio idioma con cualquier autoridad en
cualquier lugar de la República, sea directamente, sea a través de un intérprete proporcionado por el
propio Estado. Este derecho deriva del artículo 2, inciso 19, de la Constitución, en cuanto dispone que
toda persona de nacionalidad peruana 'tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad
mediante un intérprete. De otro lado, la virtualidad máxima de la dimensión colectiva del derecho al uso
de la propia lengua originaria se alcanza cuando ella es predominante en una determinada zona geográfica
del país (entendiéndose como zona de predomino el distrito, como unidad mínima, la provincia o la región,
de acuerdo a lo establecido en el artículo 7 de la ley de lenguas), pues en ese caso, dicha lengua, además
del castellano, debe ser oficial en la referida zona. Ello se encuentra reconocido en el artículo 48 de la
Constitución”; STC Exp. N° 0889-20I7-PA/TC, f. j. 8 y 9.
(39) CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. Opinión Consultiva 18/03 del 17/09/2003.
Condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados, párr. 121.
A partir de lo anterior, y siguiendo la misma línea argumentativa de los pronunciamien
tos de la mencionada Corte, se provee de traductor al extranjero que desconoce el idioma
en el cual se desarrolla cualquier tipo de proceso, ya sea de orden civil, laboral, penal o de
cualquier otra materia005, con la finalidad de que pueda ejercer debidamente todas las ga
rantías que conforman el derecho al debido proceso legal y permitan alcanzar decisiones
justas, para lo cual, los Estados parte de la Convención Americana sobre Derechos Huma
nos, como lo es Estado peruano, tienen el deber de cumplir con esta obligación00. De la
misma forma, se desprende de la reflexión de la Corte IDH que la inclusión social de los
extranjeros parte por garantizar un pleno ejercicio de los derechos al acceso a los recur
sos judiciales y al debido proceso por parte del Estado que los alberga, en cualquiera de
sus manifestaciones estatales025. Por último, consideramos que la ignorancia o dificultad
para entender la lengua en la que se imparte justicia, en cualquiera de sus manifestacio
nes, constituye una contravención de las garantías mínimas del derecho al debido proceso,
conforme a lo determinado e interpretado por la Corte IDH, a partir de las disposiciones
de la citada Convención035; así como a lo establecido en nuestra normativa y jurispruden
cia constitucional vinculante, conforme expondremos más adelante en el presente análisis.
En ese sentido, y acorde a lo que expondremos más adelante, esta misma exigencia
se traslada al Estado peruano, en cuanto a que se debe contar con intérpretes para los ciu
dadanos cuya lengua sea indígena u originaria, o que todo servidor y funcionario público
del Estado conozca y utilice el idioma oficial de la zona donde ejerce su función pública,
conforme ha determinado nuestro Tribunal Constitucional, a través de su jurisprudencia
vinculante045, esto con el objetivo de garantizar el mandato constitucional contenido en
(40) En este extremo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha declarado que: la Corte ha
indicado que el elenco de garantías mínimas del debido proceso legal se aplica en la determinación de
derechos y obligaciones de orden 'civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter'. Esto revela que el
debido proceso incide sobre todos estos órdenes y no sólo sobre el penal”. En: Ibídem, párr. 124.
(41) Sobre este tema, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha declarado que: “Es un derecho humano
el obtener todas las garantías que permitan alcanzar decisiones justas, no estando la administración excluida
de cumplir con este deber. Las garantías mínimas deben respetarse en el procedimiento administrativo y
en cualquier otro procedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las personas”: CORTE IN-
TERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. Caso Baena Ricardo y otros vs. Panamá. Sentencia
de 2 de febrero de 2001, párr. 127.
(42) En relación con la efectividad del derecho al debido proceso por parte de los Estados, la Corte Interameri-
cana de Derechos Humanos ha declarado que: “Si bien el artículo 8 de la Convención Americana se titula
'Garantías Judiciales', su aplicación no se limita a los recursos judiciales en sentido estricto, 'sino [al]
conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales' a efectos de que las personas
estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que
pueda afectarlos. Es decir, cualquier actuación u omisión de los órganos estatales dentro de un proceso, sea
administrativo sancionatorio o jurisdiccional, debe respetar el debido proceso legal”. En: Ibídem, párr. 124.
(43) En este extremo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha declarado que: “La Corte considera
que el derecho al debido proceso legal debe ser reconocido en el marco de las garantías mínimas que se
deben brindar a todo migrante, independientemente de su estatus migratorio. El amplio alcance de la
in tangibilidad del debido proceso se aplica no solo ratione materiae sino también ratione personas sin
discriminación alguna”: CORTE INTERAMERICANADE DERECHOS HUMANOS. Opinión Consultiva
18/03 del 17/09/2003. Condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados, párr. 122.
(44) Efectivamente, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “Como es de verse, el Tribunal Cons
titucional ha venido utilizando la técnica del estado de cosas inconstitucional para brindar tutela a los
el artículo 48 de la Constitución Política, cuyo cumplimiento asegura la efectividad y el
ejercicio pleno de otros derechos constitucionales con los cuales se interrelaciona, como
son los derechos al acceso a la justicia y a la defensa -esta interrelación se explicará más
adelante en esta ponencia-.
derechos fundamentales cuando el caso evidencie efectos lesivos respecto de un grupo importante de
personas o sector poblacional, esto con la finalidad de fijar una respuesta inmediata a dicha problemática
a fin de que las instituciones públicas que se encuentren vinculadas con dicha situación, se involucren de
manera efectiva con su solución. En tal sentido, a la luz de lo desarrollado en esta sentencia, corresponde
la declaración de un estado de cosas inconstitucional en relación con la ausencia de efectiva vigencia del
derecho a que el Estado se comunique oficialmente en lenguas originarias en las zonas del país donde
ellas son predominantes, tal como exige el artículo 48 de la Constitución, la ley de lenguas, su respectivo
reglamento, y la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad”: STC Exp.
NQ 0889-2017-PA/TC, f. j. 48 y 49.
se puede obtener la libertad personal limitando la interferencia del gobierno en la libertad
de acción y de asociación. Ningún derecho es simplemente el derecho a que los funciona
rios públicos no lo molesten a uno. Todos son reclamos de una respuesta gubernamental
afirmativa. En términos descriptivos, todos los derechos son definidos y protegidos por la
ley. Una orden de restricción emitida por un juez cuyos requerimientos normalmente se
obedecen es un buen ejemplo de ‘intrusión’ gubernamental en defensa de la libertad indi
vidual. Pero el gobierno se involucra en un nivel aún más fundamental cuando las legis
laturas y los tribunales definen los derechos que los jueces habrán de proteger. (...) Todos
los derechos son costosos porque todos presuponen una maquinaria eficaz de supervisión,
pagada por los contribuyentes, para monitorear y controlar”<45).
A partir de lo expresado por los citados autores, podemos advertir que los derechos,
al tener manifestación práctica, en la realidad tienen una vinculación directa con el gasto
público para su ejercicio o para su protección por parte del Estado. En este sentido, la lec
tura del artículo 48 de nuestra Constitución Política también debe hacerse en concordan
cia con su Undécima Disposición Final y Transitoria de la misma Carta Constitucional, la
cual señala que: “(...) las disposiciones de la Constitución que exijan nuevos o mayores
gastos públicos se aplican progresivamente”. Este ha sido interpretado por nuestro Tribu
nal Constitucional indicando que: “(...) aun cuando el presupuesto de la República se sus
tenta en el principio de legalidad, y que es inadmisible la ejecución de gastos no aproba
dos en la Ley de Presupuesto Anual, ello no resulta un alegato con fuerza suficiente frente
a la amenaza o vulneración de derechos, pues es el caso que, sin involucrar mayores re
cursos de los ya presupuestados, los mismos puedan destinarse priorizando la atención
de situaciones concretas de mayor gravedad o emergencia, como en el caso de autos. Por
consiguiente, consideramos que la recaudación presupuestal no puede ser entendida lite
ralmente como un objetivo en sí mismo, olvidando su condición de medio para conseguir
el logro de objetivos estatales, con fines de lograr una máxima atención a la protección de
los derechos de los ciudadanos’’^4546*.
Por lo que podemos concluir que los derechos fundamentales son implementados, en
este sentido, con un carácter de prelación de urgencias. Esto es, que la existencia de un
derecho al idioma no hace que este deba ser efectivizado con todos los medios idóneos de
(45) HOLMES, Stephen y SUNSTEIN, Cass. El costo de los derechos. Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2011,
pp. 64 y 65. Sobre esta misma obra de Sunstein y Holmes, Liliana Galdámez Zelada ha realizado un análisis
de la misma y comenta, en relación a lo citado, que: ..) los autores reflexionan sobre el carácter relativo
de los derechos, es decir, el análisis de sus costos permite comprender hasta qué punto su exigibilidad está
asociada a diversos acuerdos y concesiones. Tanto el juez como la propia teoría del derecho, afirman los
autores, razonará mejor si considera diversos criterios, entre otros el económico a la hora de pronunciarse
sobre la exigibilidad de los derechos. (...) Los derechos exigen gastos públicos, afirman Sunstein y Holmes,
sea la libertad de expresión o el derecho al sufragio, ambos suponen decisiones redistributivas y gastos y,
en general afirman, todos los derechos se financian con los presupuestos generales, con impuestos y no con
tasas particulares destinadas a la protección de un derecho concreto”. En: GALDÁMEZ ZELADA, Liliana.
“Stephen Holmes y Cass R. Sunstein: el costo de los derechos. Por qué la libertad depende de los impuestos”.
En: Estudios Constitucionales, Año 9, N° 2, Centro de Estudios Constitucionales de Chile/Universidad de
Talca, Talca, 2011, p. 809. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/pdf/estconst/v9n2/art24.pdf
(46) STC Exp. N° 2945-2003-AA/TC, f.j. 35.
forma inmediata, sino oportuna, es decir, cuando esta no sacrifique la satisfacción de otros
derechos que involucren su urgente efectivizacióm Consideramos esto relevante porque
nuestro Estado no puede dejar de cumplir con la implementación de los derechos funda
mentales de los ciudadanos, excusándose en la falta de presupuesto o recursos económi
cos para dicha finalidad, porque estaría postergando indefinidamente el cumplimiento del
mandato constitucional07*.
(47) Sin perjuicio de lo precisado, cabe señalar que el mismo Tribunal Constitucional ha expresado su preocu
pación sobre esta situación, llegando a declarar que:“(...), también lo es que a pesar de que la Constitución
entró en vigencia hace 25 años, y que más recientemente se ha expedido normativa sobre la materia, no
existen aún progresos significativos para dotar de efectiva vigencia al derecho a que el Estado haga ofi
ciales las lenguas originarías allí donde resultan predominantes, y este caso es muestra de ello”: STC Exp.
0889-2017-PA/TC, f.j. 13.
(48) Artículo 9 del Código Procesal Constitucional, Ley N" 31307.
(49) STC. Exp. N° 8123-2005-PHC/TC, f.j. 6; STC. Exp. 8125-2005-PHC/TC, f.j. 6.
(50) STC. Exp. N“ 2763-2002-AA/TC, f.j. 4
que este desconocimiento sobre estos recursos procesales y de los órganos encargados de
resolver estos, por causa del idioma imperante en la mayor parte de la estructura del sis
tema de justicia -el empleo mayoritario del idioma castellano^50-, es una forma de privar
los del precitado derecho constitucional.
Por otro lado, la Constitución Política del Perú en el artículo 139, inciso 14, recono
ce que: “El principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del pro
ceso. Toda persona será informada inmediatamente y por escrito de la causa o razones de
su detención. Tiene derecho a comunicarse personalmente con un defensor de su elección
y a ser asesorada por este desde que es citada o detenida por cualquier autoridad”. En este
sentido, seguimos lo desarrollado jurisprudencialmente por nuestro Tribunal Constitucio
nal, en relación al derecho de defensa, el mismo que forma parte de las garantías y dere
chos que contiene el mencionado derecho al debido proceso(32) y que dispone que en los
procesos en que una de las partes no tuviera la posibilidad de entender el idioma y len
gua usado en los tribunales, se exija el nombramiento de un intérprete -o traductor en el
caso de los ciudadanos extranjeros- que permita un cabal ejercicio del mismo derecho en
su propio idioma o lengua, con la finalidad de ejercer el derecho de defensa constitucio
nalmente protegido*52 como corresponde dentro de un modelo estatal denominado Esta
(53)54
55
do Constitucional de Derecho<54), como es el establecido por el constituyente peruano(Si).
(56) STC Exp. N° 4719-2007-PHC/TC, f. j. 12. Citando en este extremo el Tribunal Constitucional a Peter
Haberle en: HÁBERLE, Peter, “Teoría de la Constitución corno ciencia cultural en el ejemplo de los
cincuenta años de la Ley Fundamental”, En: Derecho Constitucional y cultura, Estudios en homenaje a
PeterHaberle. Coord. Francisco Balaguer Callejón. Editorial Tecnos, Madrid, 2004.
(57) En este mismo sentido, nos permitimos citar al entonces Juez de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Sergio García Ramírez, quien explica que: “La evolución del procedimiento ha sido constante
y notable en el medio siglo transcurrido después de la Segunda Guerra Mundial, De esto hay abundantes
testimonios. El derecho a contar con defensa en el proceso se ha visto ampliado y enriquecido por el de
recho a disponer de abogado desde el primer momento de la detención. El derecho a conocer los motivos
del procedimiento se ha ensanchado con el derecho a disponer de traductor cuando no se conoce el idioma
en el que aquél se desarrolla. El derecho a declarar se ha complementado con su contrapartida natural: la
facultad de no declarar. Estos son apenas unos cuantos ejemplos del avance en las normas y las prácticas
del procedimiento, un avance que no se debe perder”: CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS
HUMANOS. Opinión consultiva OC-16/99 de 0 l/l 0/1999. El Derecho a la información sobre la asistencia
consular en el marco de las garantías del debido proceso legal. Voto concurrente razonado del Juez Sergio
García Ramírez, pp. 1 y 2.
(58) Además de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, previamente mencionados, conforme hemos citado previamente a la Defensoríadel Pueblo, tenemos
las “100 Reglas de Brasilia” sobre el Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de Vulnerabilidad,
las cuales Rieron aprobadas en la XIV Cumbre Judicial Iberoamericana, que tuvo lugar en Brasilia en marzo
de 2008. Disponible en: http://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2009/7037.pdf
(59) Sobre este mismo tema, debemos mencionar lo expresado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en su “Informe sobre la situación de los Derechos Humanos de un sector de la población nica
ragüense de origen Mískito", emitido en 1983, en el mismo que expresó que: “(,..) toda declaración de
2. Derecho a la educación
El Estado peruano tiene la obligación, conforme con el artículo 17 de nuestra Consti
tución Política, de garantizar la erradicación del analfabetismo, así como el fomento a la
educación bilingüe e intercultural, conforme a las características de cada zona y preservar
las diversas manifestaciones culturales y lingüísticas del país, promoviendo de esta forma
la integración nacional. Sobre esta disposición, y otras que ostentan este mismo reconoci
miento constitucional que forman parte del contenido del derecho a la educación, nuestro
Tribunal Constitucional ha declarado que este derecho faculta a los ciudadanos a adqui
rir o transmitir información, conocimientos y valores con el fin de habilitar a las perso
nas para sus acciones y relaciones existenciales y coexistenciales. Por otro lado, este de
recho se constituye como una guía, dirección u orientación para el desarrollo integral de
la persona*(60).
En este mismo sentido, la Constitución Política del Perú, la Ley General de Educa
ción y la referida Ley (Ley para la Educación Bilingüe Intercultural) garantizan y reco
nocen el derecho a la educación bilingüe intercultural a favor de los diversos pueblos
indígenas del país, ya sean estos amazónicos o andinos, además de establecer la obliga
ción del Estado de brindar al educando una formación adecuada con la finalidad de lo
grar el desarrollo integral de la persona humana sobre la base del respeto por su identidad
una persona que no comprenda o no hable adecuadamente el idioma en el cual esta le es tomada, carece
de valor”. Citado por el Tribunal Constitucional peruano en: STC Exp. N° 7731-2013-PHC/TC, f. j. 10.
(60) STC Exp, N° 4232-2004-AA/TC, f. j. 10.
cultural(6!). Esto último se logra mediante esta clase de educación que debe responder a
las características especiales de la diversidad de nuestros pueblos indígenas, preservan
do sus diversas manifestaciones culturales y lingüísticas, reconociendo de este modo sus
lenguas y culturas como parte esencial de los procesos de aprendizaje<62).
(61) Sobre la vinculación entre el derecho a la educación y el derecho a la identidad cultural, nuestro Tribunal
Constitucional ha declarado que: “En cuanto a los bienes constitucionales directamente vinculados con
el derecho a la educación, la Constitución ha previsto los siguientes: acceso a una educación adecuada
(artículo 16), libertad de enseñanza (articulo 13), libre elección del centro docente (artículo 13), respeto a
la libertad de conciencia de los estudiantes (artículo 14), respeto a la identidad de los educandos, así como
el buen trato psicológico y físico (artículo 15), libertad de cátedra (articulo 18), y la libertad de creación
de centros docentes y universidades (artículos 17 y 18)”: STC Exp. N° 0853-2015-PA/TC, f.j. 5.
(62) Sobre este punto, debemos señalar que nuestra Constitución Política garantiza el derecho a la identidad
cultural y que el derecho a la educación se concretice en el marco de respeto a la diversidad cultural y
lingüística de cada zona del país. En tal sentido el inciso 19 del artículo 2 y el artículo 17 de nuestra Norma
Fundamental disponen que:
“Artículo 2.- Toda persona tiene derecho: (...)
19. A su identidad étnica y cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la
Nación.
Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete. Los
extranjeros tienen este mismo derecho cuando son citados por cualquier autoridad”; y,
“Artículo 17.- (...)
El Estado garantiza la erradicación del analfabetismo. Asimismo, fomenta la educación bilingüe e intercul
tural, según las características de cada zona. Preserva las diversas manifestaciones culturales y lingüísticas
del país. Promueve la integración nacional”.
(63) Siguiendo con la idea expresada líneas arriba, esta problemática también ha sido abordada por el Tribunal
Constitucional, el mismo que ha declarado que los Derechos Económicos, Sociales y Culturales exigen un
cumplimiento progresivo y de recursos por parte del Estado para concretizarlos. En sus propias palabras:
“(...), corresponde reiterar que la Undécima Disposición Final y Transitoria de nuestra Constitución es
concordante con el artículo 2.1 del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que precisa que
los Estados se comprometen a adoptar medidas hasta el máximo de recursos que se dispongan para lograr,
progresivamente, la plena efectividad de los derechos reconocidos en el Pacto, entre ellos, el derecho a la
educación”: STC Exp. N° 0853-2015-PA/TC, f. j. 24.
(64) STC Exp. N” 0005-2008-PI/TC, f.j. 51.
(65) Un caso que permite ejemplificar lo previamente afirmado fue lo resuelto por el Tribunal Constitucional
en relación a la afectación del derecho a la educación de las personas que se encuentran en un contexto de
extrema pobreza del ámbito rural por parte del Estado peruano, en el cual resolvió: “Ordenar al Ministerio
de Educación el diseño, propuesta y ejecución de un plan de acción que en un plazo máximo de cuatro años
que vencería el 28 de julio de 2021, año del bicentenario, pueda asegurar la disponibilidad y accesibilidad
a la educación de niños, adolescentes y mayores de edad, de extrema pobreza del ámbito rural, empezando
en los colegios y universidades públicas mediante el otorgamiento de un presupuesto pro
porcional a las exigencias y necesidades de dicho sector -conforme hemos expuesto sobre
el presupuesto asignado al cumplimiento de la efectividad de los derechos fundamenta
les- , y si bien el Perú no ha ratificado el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales^, debería existir voluntad política en tratar
de mejorar la calidad educativa mediante un mayor presupuesto al sector educación, así
como medidas legislativas -como las previamente mencionadas y citadas- y estructura
les que permitan, entre otras cosas; mejores colegios, mejor infraestructura, mejores tex
tos escolares, en zonas alejadas, canales o medios que permitan un mejor desplazamiento
en áreas geográficas en donde el acceso es materialmente imposible(íi7).
VII. Comentarios
En esta ponencia hemos expuesto que los ciudadanos cuentan con el derecho a que
el Estado ejecute determinadas obligaciones propias a concretizar la prestación de servi
cios erradicando el problema del idioma como una barrera para el cumplimiento de ellas,
pues este último se constituye en un derecho fundamental conforme a lo dispuesto por el
artículo 48 de nuestra Constitución Política, el mismo que se encuentra garantizado ju
risdiccionalmente y protegido por diversa normativa con rango constitucional y de jerar
quía infra-constitucional.
Afirmamos esto porque tanto el derecho al acceso a la justicia, como parte del dere
cho a la tutela procesal efectiva, como el derecho a la defensa, como parte del derecho al
debido proceso en las comunidades campesinas y nativas, no han logrado ser materializa
dos cabalmente conforme a las exigencias de nuestro modelo de Estado Constitucional de
Derecho, por causa del idioma que impera en la mayoría de los órganos que conforman la
Administración de Justicia. Igualmente, el derecho a la educación, necesita que el dere
cho al propio idioma esté garantizado en el dictado de clases a nivel básico y superior en
las zonas en que predominen las lenguas autóctonas, exigencia constitucional que ha te
nido un importante desarrollo legal y reglamentario en los últimos años.
por los departamentos de Cajainarca, Amazonas, Ayacucho y Huancavélica”: STC Exp. N° 0853-2015-PAZ
TC, Punto Resolutivo 3.
(66) Para conocer que países han suscrito y/o ratificado el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales pueden revisar el siguiente enlace web: https://treaties.un.org/
Pages/VíewDetaiIs.aspx?$rc=TREATY&mtdsgjw=lV-3-a&chapter=4&clang=_en
(67) STC Exp. N° 0853-2015-PA/TC, Punto Resolutivo 3.
48 de nuestra Constitución- no puede ser tal que signifique su abandono material y presu-
puestal, puesto que ello constituiría una postergación indefinida del mandato constitucio
nal con grave perjuicio a nuestra sociedad, contraria a las actuales exigencias de los están
dares constitucionales que encuentran sustento en las obligaciones asumidas por el Estado
peruano en diferentes instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, que
exigen un progresivo cumplimiento de la efectividad de este derecho.
Por último, somos de la opinión que estamos frente a un claro ejemplo de cómo los
derechos requieren de su desarrollo normativo infra-constitucional para poder manifestar
se con seguridad y claridad en la realidad de un Estado como el nuestro y conforme hemos
apreciado que ha sucedido con el comentado artículo 48 de nuestra Constitución Política.
Efectivamente, el actual desarrollo legislativo del derecho a los idiomas ha sido determi
nante para: i) generar certeza normativa respecto a las consecuencias de tener este dere
cho que le permite concretizar el derecho a la identidad cultural de cada ciudadano; ii) es
tablecer las obligaciones para el Estado para que este derecho sea efectivo en diferentes
áreas y servicios de la Administración Pública; y iii) constituir deberes para las personas
respecto a la forma de comunicarse a través de su propio idioma y/o lengua, con la finali
dad de que sea preservada y no se pierda en el tiempo{6S).
JURISPRUDENCIARELACIONADA
[gj Los extranjeros tienen derecho a un intérprete cuando son citados por cualquier autoridad”.
Con esta norma constitucional se busca asegurar el respeto de los derechos culturales y las
garantías mínimas de los procesados, a fin de que puedan ejercer sus derechos fundamen
tales como es el caso del derecho de defensa: STC Exp. N° 07731-2013-PHC/TC (f. j. 9).
|gi¡ El Tribunal Constitucional señala que la disposición referente al derecho a contar con
un intérprete asegura eí respeto de los derechos culturales y las garantías mínimas de los
procesados para que puedan ejercer sus derechos fundamentales, tales como el derecho
a la defensa, además de tener como finalidad el que el inculpado pueda entender y ser
entendido por el órgano fiscal o judicial que lo procesa: STC Exp, Ñ° 04637-2016-PHC/
TC (ff. jj. 20 y 21).
igy] El requisito de un juicio con las debidas garantías no obliga a los Estados Partes a pro
porcionar servicios de interpretación a una persona cuya lengua materna no sea el idioma
oficial del Tribunal si esa persona puede expresarse adecuadamente en el idioma oficial y
comprender ese idioma. Solo es obligatorio proporcionar servicios de interpretación si al
acusado o a los testigos de descargo les resulta difícil comprender el idioma del Tribunal
o expresarse en ese idioma: STC Exp. N° 04637-2016-PHC/TC (f. j. 23).
|f) El uso de los idiomas originarios en todo nivel administrativo y judicial, es de obligatorio
cumplimiento normativo, pues incluso la política educativa nacional se encuentra basada
en el aprendizaje en idiomas originarios, todo lo cual nos lleva afirmar que no existe un
mandato de asimilación obligatoria del idioma castellano como única lengua en la cual
(68) Por ejemplo, tenemos que tanto TVPerú como Radio Nacional, los cuales pertenecen al Instituto Nacional
de Radio y Televisión del Perú (entidad adscrita al Ministerio de Cultura del Perú), tienen programas
televisivos y radiales, respectivamente, que se transmiten en lenguas originarias del país.
recibir formación educativa, así como tampoco existe un mandato para los jueces de toda
la República para impartir justicia únicamente en castellano: STC Exp. N° 00367-2016-
PHC/TC (f.j.34)
[jj Toda persona tiene derecho al uso del propio idioma ante cualquier autoridad, y al uso
oficial por el Estado de la lengua predominante: STC Exp.N°00889-2017-PA/TC(f.j. 10).
[Sil El Estado tiene una obligación de especial protección de las lenguas originarias en una
dimensión individual (de cada sujeto que emplea una lengua originaria) y colectiva (de cada
pueblo o comunidad que usa una lengua originaria); por lo que los peruanos, al emplear
una lengua distinta al castellano ante una autoridad, no pueden ser discriminados: STC
Exp. N° 00889-2017-PA/TC (f. j. 16).
BIBLIOGRAFÍA
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2005; VALADÉS, Diego. “Derecho de la lengua”. En: Revista Pensamiento Constitucional, N° 12,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2007;
Artículo 49 Capital del Perú.
Símbolos de la patria
La capital de la República del Perú es la ciudad de Lima. Su
capital histórica es la ciudad del Cusco.
Son símbolos de la Patria la Bandera de tres franjas verticales
con los colores rojo, blanco y rojo, y el Escudo y el Himno
Nacional establecidos por ley.
CONCORDANCIAS:
C-: arts. 196,198; C.P.: arts. 344,345; art. 73; Ley 27972: art. 15 i
La designación de una ciudad como capital de un país tiene una justificación prin
cipalmente histórica y no necesariamente constitucional. En nuestro caso, recién desde
la Constitución de 1979 se señala expresamente una realidad incontrovertible; que Lima
es la capital de la República del Perú. Ante la evidencia histórica, ninguno de los secto
res ideológicos o doctrinarios de entonces se opusieron al mencionado dispositivo, antes
*
bien, saludaron la innovación
Así, cuando la Constitución señala que la capital del Perú es la ciudad de Lima, no
lo hace con afán centralista. La Constitución, incluyendo la reforma sobre el Capítulo
XIV “De la descentralización”, proyecta una clara voluntad de desconcentrar y distribuir
(1) RUIZ ELDREDGE, Alberto. La Constitución comentada. Concytec, Lima, 1979, p. 124; RUBIO CO
RREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Perú. Constitución y sociedadpolítica. Deseco,
Lima, 1981, p. 325, y PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano y la Constitución
de 1979. Tomo II, J. Valenzuela Editor, Lima, 1980, p. 487.
(2) PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Ob. cit., p. 738.
el poder y la administración del Estado. Es más, el estatuto especial que se le atribuye a
Lima en el artículo 198 de la Constitución no se explica como un privilegio; al contrario,
se trata de una previsión necesaria debido a que Lima, a diferencia del resto de ciudades
del país, no integra una región. Objetivamente, nuestra Constitución consagra un tipo de
Estado unitario descentralizado; en tal sentido, existe cierta centralización de las decisio
nes que corresponde a la noción de Estado unitario, pero que tiende a la inocuidad gracias
a la descentralización, la desconcentración y la delegación funcional(3).
La “capitalidad” y el centralismo son fenómenos distintos, pero sin duda tienen pun
tos de encuentro. Lima no es atractiva al inmigrante por ser la capital, lo es por concen
trar el aparato estatal y gran parte de la riqueza nacional. Empero, como corolario de di
cha atracción, hoy Lima es la ciudad más representativa del Perú, pues cobija en sus calles
a la mayor cantidad de habitantes, provenientes de distintas partes del país. El fenómeno
de la inmigración y el mestizaje cultural, señalado a inicios de la década de 1980(4)5
, con
solida a Lima como capital de la República.
Señaló Aramburú Menchaca: “Ya Lima (...) no puede ser considerada como antítesis
de una capital de provincia. Lima es el gran crisol del mestizaje cultural y étnico que es
el factor principal de la integración nacional. Por algo viene siendo capital del Perú desde
hace cuatro siglos y medio”(3). A la pregunta ¿es hoy Lima de los limeños?, ya en los 80 se
podía responder: “Evidentemente no. Lima es y siempre fue de todos. Social y topográfi
camente, tiene hoy la forma de un atolón. La rodea un cinturón ajeno a ella. Pero ese cin
turón no es de corales, sino de grupos humanos, forasteros y hermanos, que han conquis
tado las inhóspitas laderas de los cerros limeños sin quitarle nada a nadie. A lo más algo
a la propia Lima. Algo de su personalidad tradicional. En cambio han adquirido mucho.
Lo que han venido a buscar. Lo que la televisión invita a ver, tener y gozar. Lo inalcanza
ble en el terruño abandonado, bello y oloroso pero limitado, que se recuerda con nostalgia
con la música lugareña, generalmente serrana, que se escucha en los mercados y comple
jos del llamado ‘comercio informal’, ambulante e independiente”(6). En efecto, hoy Lima
es más de los peruanos que de los limeños.
Cuzco, ciudad imperial, es la capital histórica del Peni. Si bien muchas ciudades de
nuestro país tienen una gran importancia histórica, debemos recordar que Cuzco fue el
centro del imperio americano de mayor extensión, y que aún conserva gran parte de la in
fraestructura tanto incaica como colonial.
(3) BLUME FORTÍNI, Ernesto. “La descentralización en la Constitución del Perú. Avances, retrocesos y
reforma constitucional”. En: GARCÍA BELAUNDE, Domingo (editor). La Constitución y su defensa.
Algunos problemas contemporáneos. Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional (Sección pesvana),
Lima, 2003, p. 16 y ss.
(4) Oportunamente señalado por José Matos Mar y Hernando de Soto. Cfr. MATOS MAR, José. Desborde
popular y crisis del Estado. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1984; DE SOTO, Hernando. El otro
sendero. Instituto Libertad y Democracia, Lima, 1987.
(5) ARAMBURÚ MENCHACA, Andrés. Notas al margen de la Constitución. S/e, Lima, 1990, p. 373.
(6) Ibídem, p. 374.
Cuzco es con justa razón patrimonio histórico y cultural de la humanidad; constituye,
además, el principal atractivo turístico de nuestro país. Atribuirle a nivel constitucional la
condición de capital histórica es un reconocimiento no solo a su riqueza arquitectónica y
cultural, sino también una reivindicación con nuestra propia historia.
Como se aprecia, la patria tiene una connotación casi combativa, vinculada a la lu
cha por los intereses nacionales, la territorialidad, la soberanía. Contiene una fortísima
carga emotiva y manifiesta indeterminación, por ello se hace difícil comprender qué en
tendemos por sus símbolos.
(7) Para Smend, el Estado existe como parte de la realidad espiritual, que se encuentra en constante actua
lización funcional, en continuo proceso de configuración social. Para nuestro autor, el Estado existe y
se desarrolla exclusivamente “en este proceso de continua renovación y permanente reviviscencia”, al
que denomina “integración”. Vide. SMEND, Rudolf. Constitución y Derecho Constitucional. Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1985, pp. 62-63,
(8) GARCÍA PELAYO, Manuel. Derecho Constitucional comparado. 6a edición, Manuales de la Revista de
Occidente, Madrid, 1961, p. 83.
representada por este. Ello se produce de modo institucional por medio de la represen
tación de los valores históricos que tienen vigencia actual en los símbolos políticos tales
como las banderas, los escudos, los jefes de Estado (en especial, los Monarcas) las cere
monias políticas y las fiestas nacionales”(9)10
.
13
12
11
Dicho esto, parecen irrazonables las medidas represivas ante “delitos contra los
símbolos y valores de la patria” previstos en los artículos 344 y 345 del Código Penal.
Los símbolos patrios, reiteramos, no pueden interpretarse como que “encarnan” al Es
tado, ní colocarse por sobre la dignidad de las personas. Al contrario, los derechos fun
damentales tienen una eficacia superior, desde la cual debe interpretarse las “señas de
identidad” del Estado.
[p El Himno Nacional es aquel que nació de la pluma de don José de la Torre Ugarte, incluyendo
la quinta estrofa que yace en el texto original: STC Exp. N° 00044-2004-PI/TC (f. j. 21).
H La Constitución impone una serie de mandatos que deberán ser plasmados por el legis
lador cuando mediante ley pretenda establecer o reformar el Himno Nacional: STC Exp.
Nü 00044-2004-AI/TC (f. j. 38).
BIBLIOGRAFÍA
ARAMBURÚ MENCHACA, Andrés. Notas al margen de la Constitución. S/e, Lima, 1990; BLUME
FORTINI, Ernesto. “La descentralización en la Constitución del Perú. Avances, retrocesos y reforma
constitucional”. En: La Constitución y su defensa. Algunos problemas contemporáneos. GARCIA BE-
LAUNDE, Domingo (editor). Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional (Sección peruana),
Lima, 2003; CARBONELL, Miguel. Los derechos fundamentales en México. Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 2004; DE SOTO, Hernando. El otro sendero. Instituto Libertad y
Democracia, Lima, 1987; GARCÍAPELAYO, Manuel. Derecho Constitucional comparado. 6a edición,
Manuales de la Revista de Occidente, Madrid, 1961; HÁBERLE, Peter. El Estado constitucional.
Traducción de Héctor Fix-Fierro. Universidad Nacional Autónoma de Méx ico-Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 2003; MATOS MAR, José. Desborde popular y crisis del Estado. Instituto
de Estudios Peruanos, Lima, 1984; PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano
y la Constitución de 1979. Tomo II, J. Valenzuela Editor, Lima, 1980; PÉREZ ROYO, Javier. Curso
de Derecho Constitucional. 7a edición, Marcial Pons, Madrid, 2000; RUBIO CORREA, Marcial y
BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Perú. Constitución y sociedadpolítica. Deseo, Lima, 1981;
RUIZ ELDREDGE, Alberto. La Constitución comentada. Concytec, Lima, 1979; SMEND, Rudolf
Constitución y Derecho Constitucional. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985.
Artículo 50 Iglesia católica
Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado
reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en
la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta
su colaboración.
El Estado respeta otras confesiones y puede establecerformas
de colaboración con ellas.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 3), 14, 37; CRCt: art. 44 inc, 3); D.U.D.H.: arts. 2, 18; P.I.D.C.R:
art. 18; C.A.D.H.: art. 12
Este artículo es una copia casi literal del numeral 86 de la Constitución de 1979, al
que se ha agregado la palabra “respeto” en relación con las confesiones no católicas05.
Vale la pena recordar que todas las Constituciones peruanas del siglo XIX e inicios del
XX establecieron la profesión exclusiva de la religión católica, apostólica y romana, a la
cual se le brindaba protección estatal^. Será recién con la Constitución de 1933 -que, por
cierto, también protegía de manera especial a la religión católica- que se contempló
(1) “Artículo 85.- Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica
como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú. Le presta su colaboración.
El Estado puede también establecer formas de colaboración con otras confesiones”.
(2) Las Constituciones peruanas consagraron cláusulas que no distaron mucho del artículo 12 de la Constitución
de Cádiz de 1812: “La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y
romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier
otra”. En efecto, durante la República muchas Constituciones no solo protegieron a la religión oficial,
también prohibieron expresamente el ejercicio de religiones diferentes a la Católica.
expresamente la libertad de practicar cultos diversos05, y solo con la Constitución de 1979
es que se establecerá la separación entre el Estado y la Iglesia católica en un “régimen de
independencia y autonomía”. Precisado esto, la redacción del artículo 50 de la Constitu
ción vigente parece ser, entonces, una especie de rezago de la antigua confusión del po
der político con el religioso, así como del poder social que vino adquiriendo la Iglesia ca
tólica a lo largo del tiempo05.
A nuestro criterio, a pesar de que de la idea de separación entre iglesia y Estado está
claramente prevista en la Constitución, vemos que la influencia o el peso de una específica
iglesia puede terminar distorsionando el “régimen de independencia y autonomía” estable
cido en la Constitución. En ese orden de ideas, consideramos que una mejor formulación
de la disposición analizada debería establecer de manera expresa, autónoma y enfática la
laicidad del Estado, pues solo después de ello, en el marco de los principios subsecuentes
de separación, neutralidad e imparcialidad estatal en materia religiosa, es que puede en
tenderse de mejor modo, de forma coherente, cualquier reconocimiento a los aportes de
una determinada iglesia, como es el caso de la Católica.
(3) “Artículo 232.- Respetando los sentimientos de la mayoría nacional, el Estado protege la religión católica,
apostólica y romana. Las demás religiones gozan de la libertad para el ejercicio de sus respectivos cultos”.
Esta Constitución contenía un Título XIV denominado “Religión” que preveía también el ejercicio del
“patronato” por parte del Estado. Este derecho de patronato fue otorgado medíante Bula del Papa Pío IX,
el 3 de marzo de 1874, y concedía al Presidente de la República del Peni las mismas prerrogativas que
gozaban los Reyes Católicos de España siempre que el Estado peruano mantenga los privilegios, favores y
protección otorgados a la religión católica. Una evolución de esta perspectiva la encontramos en el vigente
Concordato con la Santa Sede de 1980, que establece diversos beneficios económicos a favor de la Iglesia,
así como colaboración para el adoctrinamiento y la promoción de la fe.
(4) HELLER, Hermana. Teoría del Oslado. Fondo de Cultura Económica, México, 1977, pp. 227-229.
(5) AI respecto se puede decir lo mismo que el Tribunal Constitucional en la STC Exp 0895-2001-AA7
TC (f. j. 3) sobre la libertad de conciencia (aunque el Tribunal pretendía establecer diferencias entre las
libertades de conciencia y religión, sobre este punto vemos más bien una coincidencia): “El Estado Cons
titucional de Derecho resguarda que el forjamíento de la propia conciencia no conlleve perturbación o
imposición de ningún orden, ni siquiera de aquellos postulados éticos o morales que cuenten con el más
contundente y mayoritario apoyo social, pues justamente, una condición intrínseca al ideal democrático
lo constituye el garantizar el respeto de los valores e ¡deas de la minoría”. Además, cabe acotar que los
derechos fundamentales, y principalmente las libertades, sirven de límites infranqueables frente al poder
de las mayorías, pues son derechos y libertades mínimas sobre las que no se puede transar.
II. Religión, constitucionalismo y Constitución
Sería mezquino negar la importancia del cristianismo y de la Iglesia católica para el
constitucionalismo contemporáneo. Así, se sabe que el pensamiento cristiano ha influen
ciado decisivamente en la construcción de la actual concepción de los derechos humanos
a través de la noción de igual dignidad humana, basada en la creación divina del hombre
a imagen y semejanza de Yahvé, Dios cristiano, del cual todos sin distinción seriamos hi-
jos<6). Además, la Iglesia católica también ha tenido importante participación con los postu
lados del cristianismo social señalados en diversas encíclicas, que han servido a la conso
lidación del carácter social del Estado Constitucional modelo6(7)8,como aparece reconocido
también en diversa jurisprudencia del Tribunal Constitucional^.
Sin embargo, estos aportes no parecen haber sido los valorados por el constituyente,
sino más bien aquellos relacionados con la construcción histórica del Estado peruano(9)10
.
Ahora bien, con base en el especial reconocimiento hecho a favor de la Iglesia Católica
podría cuestionarse que este merma la condición secular de nuestro Estado. Por nuestra
parte, consideramos que no, pues dicho reconocimiento debe leerse necesariamente des
de un enfoque culturalista, tal como explicamos en seguida.
El artículo 50, en efecto, reconoce algunos aportes del catolicismo, sin hacer de ella
una religión oficial. Reiteramos: la aparente preponderancia de dicha religión es únicamen
te un rescoldo formal de nuestro constitucionalismo histórico; siendo así, la interpreta
ción real del contenido de este dispositivo a la luz del principio de unidad de la Constitu
ción muestra al Estado peruano como uno laico, tal como lo viene afirmando el Tribunal
Constitucional en reiterada jurisprudencia^. En este sentido, ha expresado con claridad
este órgano colegiado que: “Según el principio de laicidad [consagrado en el artículo 50
de la Constitución], el Estado se autodefine como laico o ente radicalmente incompetente
(6) Sobre la relación entre dignidad humana y cristianismo, puede revisarse la monumental tesis doctoral
de PELÉ, Antonio. Filosofía e historia en el fundamento de la dignidad humana. Instituto de Derechos
Humanos “Bartolomé De Las Casas”, Getafe, julio de 2006, p. 543 y ss. Asimismo, el cristianismo cuenta
con varias vertientes; si bien no fue el catolicismo apostólico y romano, el cristianismo puritano y, en
general, las luchas por las libertades religiosas en Inglaterra y las colonias americanas coadyuvaron a la
consolidación de la teoría de los derechos naturales, el contrato social y el reconocimiento escriturado de los
derechos del hombre. JELLINEK, Georg. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Traducción de Adolfo Posada. UNAM, México, 2000, pp. 115-125.
(7) Sobre el tema, consúltese el breve ensayo del maestro argentino B1DART CAMPOS, Germán. “La doctrina
social de la Iglesia y el Derecho Constitucional”. En: Revista Jurídica del Perú. Año XLVI, N°4, Trujillo,
octubre-diciembre, 1996, p. 195 y ss.
(8) El Tribunal se ha referido, por ejemplo, al papel que han jugado las encíclicas Laborem Dxercens (STC Exp
N° 00027-2006-AL f. j. 62, STC Exp N° 00008-2005-AI, f. j. 18), Mater et Magistra (STC Exp N° 00008-
2003-AI, f. j. 12) y Rerum Novarum (STC Exp N° 00008-2005-AI, f. j. 18)
(9) Es conocida la participación de la Iglesia Católica en nuestro país, e inclusive desde antes de nuestra exis
tencia como Estado. Así, podemos destacar su intervención en asuntos de educación, salubridad, asistencia
social, registro de estado civil, entre las principales.
(10) Cfr. SSTC Exps. N°s 00077-2012-A A, 02853-2011-AA, 02853-2011-AA, 03283-2003-AA, entre varias
otras.
ante la fe y la práctica religiosa, no correspondiéndole ni coaccionar ni siquiera concu
rrir, como un sujeto más, con la fe religiosa de los ciudadanos”00.
Este derecho constitucional de la religión implica, a decir del profesor alemán, “una
imagen de ser humano que concibe a este -y al pueblo™ tanto en lo histórico como en la
actualidad, como insertado en contextos de responsabilidad más altos: Estado y Dere
cho son confirmados como ordenamientos limitados, fundados en la ética, lo que de por
sí resulta característico en el Estado constitucional”065, lo cual que implica algún tipo de
confesionalidad, sino que puede ser considerado manifestación del “largo camino desde
el Estado de cuño cristiano hacia la sociedad secularizada”075. De este modo, desde una
interpretación de la Constitución con base en el principio de unidad, se tiene que la exis
tencia de cláusulas con referencias religiosas debe compaginarse con las disposiciones
que garantizan la libertad de culto y la separación entre iglesia y Estado. Por ello, es claro
que, si bien el derecho constitucional de la religión, o las “cláusulas sobre Dios”, pueden
venir formulados de diverso modo, lo cierto es que con ello “no se revierte la evolución
histórica hacia el Estado constitucional secularizado, ya que el derecho constitucional no
obliga a nadie al ‘culto religioso’ a través de estos textos. Sin embargo, se toma cultural
mente en serio al ser humano como homo religiosus, llegando hasta la garantía de com
portarse de manera indiferente o contraria a la religión”085.
De este modo, si bien en diversas constituciones se mantiene este tipo de señas, es
tas representan ante todo huellas que dan cuenta de nuestra formación cultural o “espiri
tual” como país y, por lo tanto, que tienen un valor principalmente simbólico, metafisico
o histérico-cultural, en vez uno normativo o regulativo, como sí ocurre con las disposi
ciones que establecen el régimen de separación (laicidad), o las libertades de concien
cia y religión. Ello queda más claro cuando se ponen en evidencia los contenidos, ahora
sí regulativos, que se desprenden de comprender al Perú como un Estado laico, tal como
explicaremos a continuación.
(16) HABERLE, Peter. El Estado constitucional. Traducción de Héctor Fix-Fierro, UN AM-PUCP, Lima, 2003,
p. 277.
(17) Ibídem, p. 278.
(i8) ídem.
nuestro modelo de Estado laico, a saber, los principios de separación, de independencia y
de neutralidad entre Estado e iglesia.
De esta manera, con base en este principio, se entiende que los asuntos de gobierno y
del poder político no se encuentran confundidos, sino más bien estos se encuentran sepa
rados de los asuntos de la fe y la religión, los cuales corresponden más bien al fuero pri
vado (si bien su ejercicio puede ser tanto individual como colectivo). Así considerado, en
el marco de un régimen de separación y autonomía, el Estado no puede inmiscuirse en
asuntos propios de la esfera espiritual y religiosa.
“De esta manera (...), el poder público no puede inmiscuirse en las creencias y prácticas
propias del mundo religioso o espiritual de los ciudadanos (lo que ocurriría si quien
ostentara el poder político quisiera adoctrinar en materia religiosa; imponer o sugerir
el adoctrinamiento a ciertas doctrinas religiosas; prohibir sin justificación razonable,
perseguir, menospreciar u obstaculizar creencias o prácticas en materia religiosa, o
castigar o desdeñar la ausencia de creencias religiosas). En este sentido, tampoco
le compete al poder público realizar ciertas actividades que tengan como principal
característica ser religiosas (tales como realizar consagraciones de carácter religioso
o nombrar autoridades eclesiásticas)”^.
Y, en sentido complementario, se ha ilustrado que sería aquello que no se puede rea
lizar en sentido inverso:
“Lo religioso y lo no religioso deben recibir un trato imparcial por parte de las insti
tuciones del Estado y, por eso, también está vedado una actitud negativa y beligerante
hacia lo confesional, que toma partido por la increencia religiosa. En realidad, la lai
cidad es incompatible con la adopción de lo secular como ideología y con el uso del
poder público para perseguir su implantación en contra de la religión”(27}.
De esta manera, en suma, se exige “que el poder público mantenga una actitud de neu
tralidad o indiferencia frente a las diferentes agrupaciones y manifestaciones religiosas, y,
de manera más amplia, frente a la espiritualidad o al convencimiento religioso en sí mis
mo. Siendo así, el Estado peruano, todo este como corporación y en sus diferentes repar
ticiones, tiene el deber de mantenerse al margen de las creencias o prácticas religiosas,
encontrándose vedado entonces que se muestre oficialmente a favor o en contra de estas,
de manera explícita o velada”í2S).
Bien visto, este deber de colaboración viene establecido en la Constitución con una
estructura de norma directriz, en el sentido de que tiene una condición de aplicación y una
*
consecuencia jurídica abiertas 30 y, siendo ese el caso, le corresponde al Estado implemen-
tarla respetando las normas principio (principios en sentido estricto), como son aquellas34 37
36
35
Sin embargo, la verdad sea dicha, que suceda lo anterior no queda muy claro en el Perú.
Desde cuestiones formales como el cuadro de precedencia para los actos que conciernen
a la ceremonial del Estado (es decir, el orden en que son mencionadas las autoridades en
las ceremonias oficiales del Estado) pasando por asuntos más sustantivos como el dictado
del curso de religión en las escuelas públicas, hasta temas urgentes en el caso de la adop
ción de una política nacional de control de embarazos y enfermedades de transmisión se
xual, se evidencia algún tipo de intervención directa o indirecta de la Iglesia católica(38).
Si bien el Tribunal aludió al orden público para justificar la limitación de los dere
chos mediante la ordenanza municipal (aunque con una motivación poco convincente y
sin realizar los necesarios exámenes de razonabilidad y proporcionalidad), también se re
firió al interés público “emanado del sentimiento y convicción ciudadana”, el que coinci
de con los preceptos de la Iglesia católica (cuya presencia en la vida nacional es bien re
conocida en la sentencia) acerca de las llamadas fiestas de guardar.
(38) En ios últimos años en el debate público asomaron discursos religiosos respecto de cuestiones tales como
el enfoque de género en el currículo escolar, la aprobación de causales para permitir el aborto, la aceptación
del matrimonio igualitario o la despenalización de la eutanasia, por mencionar solo algunos temas. Al
respecto, es obvio que el Estado laico no proscribe los discursos religiosos, ni mucho menos; sin embargo,
es necesario asimismo que, con la finalidad de poder intercambiar realmente puntos de vista, sin caer en
peticiones de principio, todos los argumentos sobre cuestiones públicas (como las antes mencionadas)
sean siempre traducidos en “razones públicas”, es decir, en razones que puedan ser aceptadas y debatidas
por todos.
en espacios públicos, pero no se justifica su permanencia con base en principios como los
de neutralidad o imparcialidad por ejemplo(39)40.
Incluso en el caso “Romero Tabeada y Pérez Rebaza” (STC Exps. N°s 00061-2013-
PAy 02435-2013-PA (acumulados)), en el que se cuestiona que a través de una ley se de
clare al Señor de los Milagros como “patrono de la Espiritualidad Religiosa Católica de
la República del Perú”, a pesar de los importantes avances que dicha sentencia contiene
orientados a precisar los contenidos de nuestro Estado laico, finalmente, al resolverse le
fondo, se termina avalando que se legisle directamente sobre la “espiritualidad religiosa”,
estableciéndose desde el poder político quién es el “patrono” espiritual de los católicosí40).
Pese a ello, recientemente encontramos también los casos como el “Jurado Garay”
(STC Exp N° 00007-2014-AA), que señala el subsidio público indebido de colegios pa
rroquiales (o centros educativos de acción conjunta), o también el del “Centro Cristiano
‘Camino De Santidad’” (STC Exp. N° 00175-2017-PA), sobre la inconstitucionalidad de
la exigencia de presentar una cantidad mínima de fieles o adherentes para inscribirse en
el Registro de Entidades Religiosas, los cuales guardan sintonía, e incluso desarrollan co
herentemente, los principios que se desprenden del Estado laico.
Con esto, en suma, continúa como un asunto pendiente el concretar los alcances nor
mativos de la libertad religiosa y la laicidad del Estado, confrontarlos con las prerrogati
vas aun existentes en favor de la religión e Iglesia católica, así como tomar en cuenta los
perjuicios mediatos, inmediatos, leves o insoportables para quienes profesan otras confe
siones, e incluso para quienes no profesan ninguna.
jíj] Por principio de laicidad, el Estado se configura como ente radicalmente incompetente ante
la fe y la práctica religiosa: STC Exp. N° 06111-2009-PA/TC (f. j. 25).
Reconocer a la Iglesia católica como parte integrante de la formación histórica del Estado
no impide que se respete el pluralismo religioso: STC Exp. N° 06111-2009-PA/TC (ff. j.j.
26 y 27).
(39) Además, la sentencia descarta que se vulnere a libertad de religión en su dimensión individual, con el
argumento de que no se te obliga a nadie a modificar sus creencias y porque no se discrimina a nadie por
su religión. Sin embargo, con ello el Tribunal únicamente se refiere al mandato más básico vinculado con
la “inmunidad de coacción” o el “no constreñimiento”, pero no a los principios que distinguen a un Estado
como laico.
(40) Adicionalmente a las sentencias mencionadas, encontramos la STC Exp. N° 01462-2015-AA, que declaró
improcedente la demanda de amparo que tenía como pretensiones que “el Ministerio de Educación se
abstenga de dictar el curso de religión católica en las escuelas del Estado y que dicho Ministerio suprima
en dichas escuelas ‘los símbolos, imágenes, cuadros, crucifijos y demás signos de la religión católica1”.
Sí bien la resolución declara improcedente la demanda, en algunos de los votos se pone de manifiesto las
cuestiones de fondo sobre el asunto demandando.
[|Ü El Estado no puede imponer o desconocer otras formas de concebir el mundo ideológica
mente en su compromiso de colaborar con la Iglesia católica: STC Exp. N° 05680-2009-PA/
TCffEj.j. 19-21).
[p El Estado peruano se define como como un Estado laico o aconfesional en tanto que declara
su “independencia” y su “autonomía” respecto de toda organización o autoridad religiosa:
STC Exp. N° 00007-2014-PA/TC (f. j. 11).
(fjl El Estado debe permanecer imparcial en materia de religión y debe estar al margen de toda
valoración positiva o negativa acerca de la verdad de cualquiera de ellas. Debe dejarse la
aceptación de las religiones al terreno del proselitismo que en el seno de la sociedad puedan
practicar las iglesias u organismo no confesionales. De este modo el Estado asegurará igual
respeto para todos, creyente y no creyente: STC Exp. N° 00007-2014-PA/TC (f. j. 24).
[jj¡ En el caso de que los servicios educativos de la Iglesia Católica sean financiados parcial
mente por el Estado peruano, se introduce en forma irremediable un escenario asimétrico
en perjuicio de las demás organizaciones religiosas y de las no religiosas. Dicho tratamiento
desigual es abiertamente violatorio de la regla de laicidad como neutralidad, que precisa
mente busca garantizar que ninguna confesión tenga un estatus privilegiado ni diferenciado:
STC Exp. N° 00007-2014-PA/TC (f. j. 66).
BIBLIOGRAFÍA
ATIENZA, Manuel y RUIZ MAÑERO, Juan. Las piezas del Derecho. Teoría de los enunciados jurídicos,
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CARBONELL, Miguel. “La libertad religiosa en la Constitución mexicana (arts. 24 y 130)”. En:
Cathedra, Espíritu del Derecho. Revista de los estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Año VI, N° 10, Lima, 2003; HABERLE, Peten El Estado constitucional.
Traducción de Héctor Fix-Fierro, Universidad Nacional Autónoma de México-Pontificia Universidad
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México, 1977; JELLINEK, Georg. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Traducción de Adolfo Posada. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2000; MESÍA
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la dignidad humana. Instituto de Derechos Humanos “Bartolomé De Las Casas”, Getafe, julio de 2006,
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RÓDENAS, Angeles, “Normas regulativas: principios y reglas”. En: Conceptos básicos del Derecho.
GONZÁLEZ LAGIER, Daniel (coordinador), Marcial Pons, Madrid, 2015.
Artículo 51 Jerarquía y publicidad de las normas
La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley,
sobre las normas de inferiorjerarquía, y así sucesivamente.
La publicidad es esencial para la vigencia de toda norma
del Estado.
CONCORDANCIAS:
C.: arte. 57,74,94,104, 109, 138,200 irics. 4), 5), 4a DFT; C.P.Ct.: arte. II, VII, 8,74
y ss., 99; C.C.: arte. I, III; C.P.: arte. 6 al 8; Of.Circ. 021-2007-SG-CS-PJ
La primera parte, como ya lo indiqué, está vinculada con la jerarquía normativa. Es,
si se quiere, algo que va de suyo con la doctrina constitucional, y que en rigor, no nece
sitaba ser expücitada.
Sin embargo, este principio, que nace propiamente con el constitucionalismo moder
no a fines del siglo XVIII, viene a decir que dentro del ordenamiento no todos sus com
ponentes son iguales, sino que están dispuestos en un orden de menor a mayor, corona
dos, como se sabe, por la Constitución, como la máxima norma del ordenamiento jurídico.
Todo esto que era implícito y sabido fue divulgado por Kelsen a la altura de los años
veinte, sobre la base del concepto de “pirámide jurídica”, que tomó de su discípulo Adolf
Merkl, y que tanta fortuna ha tenido en la literatura especializada. Hoy por hoy el concep
to de la pirámide no deja de ser útil, si bien se emplea con matices y actualizaciones, vista
la realidad de los ordenamientos federales, comunitarios e internacionales, que cada día
avanzan más y tienden a ser expansivos.
Por lo tanto, este principio, pacífico en la doctrina, tiene ese significado, que lo único
que hace es afirmar la supremacía de la dogmática constitucional.
La segunda parte del artículo bajo comentario, y que merecería un tratamiento inde
pendiente, es el relativo a la publicidad, como algo esencial para la vigencia de toda nor
ma. Y por publicidad se entiende que algo sea público, es decir, de conocimiento general
y que esté al alcance de todos. Y esto es algo muy antiguo, y propio de lo que se conoce
como el iter en la formación de la ley: iniciativa, discusión, sanción, promulgación y pu
blicación. Ya a mediados del siglo XIX, decía Toribio Pacheco que era una injusticia pe
dir a alguien que acatase o cumpliese una ley desconocida y no publicada. Por lo tanto, se
trata de un principio generalmente aceptado por la doctrina.
Sin embargo, en las últimas décadas, por diversos motivos que sería largo enumerar
aquí, se ha abierto una excepción a la publicidad de las normas, que tiene diversas ma
neras de calificarse y además, que obedecen a diferentes circunstancias, algunas de ellas
muy atendibles.
Y sin que la terminología sea exacta, bien podría hablarse de leyes reservadas y de le
yes secretas. Las primeras serían aquellas que se sabe donde están, y que están al alcan
ce de determinados funcionarios y lejos, por cierto, de la publicidad que tienen las demás
normas. Por el contrario, una norma secreta sería aquella que nadie conoce o que solo co
noce el que la emitió o su más cercano colaborador.
Y sobre esta base podríamos hacer dos distingos: las normas reservadas pueden tener
cierta explicación, pero no las secretas. Y esto ha originado un largo debate, sobre todo des
pués de los largos años de fujimorismo, el que actuó precisamente, al amparo de leyes reser
vadas algunas, y otras secretas, que generalmente escondían malos manejos o corrupción.
Sin embargo, hay que hacer una precisión; publicidad de las normas no solo es pu
blicarlas en el Diario Oficial, o en el diario encargado de los avisos judiciales (en provin
cias) o en la Internet. También hay publicidad cuando la norma es notificada, bajo car
go, a las personas interesadas. Esto se ve sobre todo en las normas de menor jerarquía, en
donde se puede resolver un problema tributario, aduanero, societario o de cualquier otro
rubro, pero que alcanza a pocas personas. Y si esas pocas personas son notificadas de la
norma, entiendo que esto es suficiente. Publicidad no significa que la información vaya a
una masa indeterminada de ciudadanos, sino a aquellos a los cuales va a servir o que se
van a ver afectados por ella. Lo cual es muy distinto a una norma tributaria, que debe ser
difundida por todos los medios, aún más si es de largo alcance.
Concordante con este criterio, un autor insospechable como Germán J. Bidart Cam
pos ha señalado lo siguiente: “Aunque con carácter excepcional, a veces nuestro Derecho
Constitucional material ha conocido las leyes llamadas secretas”. Y agrega luego: “Como
principio, la ley secreta no se compadece con el sistema republicano, por lo que solo re
sulta admisible en situaciones muy excepcionales de estados reales de necesidad o secre
tos de Estado, y cuando además su aplicación se reserva a la mera esfera interna del po
der, sin alcanzar su dispositivo a los paiticulares”(l).
Finalmente, pues está vinculado con ella, quiero hacer una breve referencia a la In
ternet y sus páginas web, que con mayor frecuencia utiliza el Gobierno Central y demás
órganos del Estado para dar publicidad a sus actos.
Es evidente que la Internet ha creado todo un mundo de facilidades, pero hay que tener
en cuenta que todo lo de la web es pasajero, y muchas veces, aleatorio. Así, por ejemplo,
la utilidad de una página web depende de quien la arme, y sobre todo, de quien la mantie
ne. Sabemos perfectamente que grandes espacios cibemáuticos han desaparecido, porque
el que contrató el espacio no renovó el contrato o simplemente no pagó la cuota anual. Y
esto sucede con frecuencia. Por ello, con estos riesgos tan propios de nuestros países, es
siempre preferible que un respaldo en papel sirva de referencia al mundo virtual.
(1) BIDART CAMPOS, Germán. Manual de la Constitución reformada. Tomo III, Ediar, Buenos Aíres, 1997,
p. 259.
g La Constitución no solo es norma jurídica con fuerza vinculante, sino también es la base
constitucional sobre la que se edifican las diversas instituciones del Estado: STC Exp.
Nü 06091 -2008-HC/TC (f. j. 6).
BIBLIOGRAFÍA
BIDART CAMPOS, Germán. Manual de la Constitución reformada. Tomo III, Ediar, Buenos Aires,
1997, p. 259.
Artículo 52 Derecho a la nacionalidad
Son peruanos por nacimiento los nacidos en el territorio de la
República. También lo son los nacidos en el exterior de padre
o madre peruanos, inscritos en el registro correspondiente,
conforme a lefT
Son asimismo peruanos los que adquieren la nacionalidadpor
naturalización o por opción, siempre que tengan residencia
en el Perú.
CONCORDANCIAS:
C: arts. 2 inc. 21), 30, 53; C.P.Ct: art. 44 inc. 17); D.U.D.H.: art. 15; C.A.D.H.: art. 20
(*) Texto del primer párrafo según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30738 del
14/03/2018.
Sin duda, esta primera conexión del concepto moderno de “nacionalidad” encuentra
como antecedente cercano el concepto de “ciudadanía” de la tradición del derecho roma
no. La ciudadanía era la clave para acceder a los derechos. Ser un ciudadano romano(l)
era una categoría que determinaría el goce, en mayor o menor medida, a los derechos de
la ciudad-Estado. La pertenencia a la ciudad-Estado, daba origen al goce de los derechos,
de modo análogo que la nacionalidad de hoy en día indica nuestra pertenencia a un Esta
do determinado y los derechos que vienen vinculados con dicha institución. No todos eran
ciudadanos y, entre los ciudadanos, no todos tenían los mismos derechos.
Existían, pues, cuerpos jurídicos distintos, para regular situaciones jurídicas distintas.
Por un lado el cives o ciudadano romano se encontraba bajo el imperio del Derecho Civil y
los no ciudadanos o peregrinas, se encontraban regidos por el Derecho de gentes. Es este
rasgo el que reconocemos como la diferencia fundamental entre nacionales y extranjeros12(3)4.
(1) Sobre el tema vide: FERNÁNDEZ BARRE1RO, Alejandrino y PARIC1O SERRANO, Javier. Fundamen
tos de Derecho Privado romano. 2a edición. Editorial Centro de Estudios Ramón Aceres, Madrid, 1993.
pp. 33 y ss. y BONFANTE, Pedro. Instituciones de Derecho romano. 3a edición. Instituto Editorial Reos,
traducción de Luis Baccí y otros, Madrid, 1965, pp. 51 y 52.
(2) “Instituciones de Justiniano”. En: Derecho romano. Libro I, Título II, artículo 2. Edial, Lima, 1995, p. 98
(3) MÉNDEZ CHANG, Elvira. “Noción del extranjero en el Derecho romano”. En: ius et Peritas. Año 7,
N° 12, Lima, 1995, p. 186
(4) JENN1NG, Robert y WATTS, Arthur. Oppenheim ’$ internatinal law. 9th editíon. Volume L Peace. Parts 2
to 4. Longman, London, pp. 85 i y ss.
(5) BUCKI, AND, W. W. y Me NAIR D. Arnold. Derecho romano y Common Law. Una comparación en esbozo.
2a edición. Traducción de F.H. Lawson, D.C.K, Servicio de publicaciones de la Facultad de Derecho de la
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2004.
predilectamente esta tradición jurídica, se encontraba intensamente concentrado en la fi
gura del monarca y unos pocos más dedicados a la cosa pública.
(6) ABUGATTAS GIADALAH, Gattas E. “La modificación constitucional del derecho a la nacionalidad
peruana”. En: Derecho PUCP 2020, p. 139. Recuperado de: http://revistas.piicp.edu.pe/index.php/dere-
chopucp/article/view/22108.
(7) Ley N° 30738, publicada en el diario oficial El Peruano, el 14 de marzo de 2018.
Por otro lado, es necesario señalar con respecto a la nacionalidad por nacimiento, que
las constituciones que aparecen en época republicana (1826,1828,1834,1839,1860,1867)
tuvieron menciones especiales con respecto de la situación jurídica de aquellos “naturales
de la América Española” que continuaron viviendo en el territorio después de la desco
lonización española. Son varias las fórmulas que se adoptaron para brindar protección y
evitar que estos individuos quedaran en un limbo jurídico tras la aparición del Perú como
una realidad jurídica distinta del reino español.
Especial atención llama la presunción de nacionalidad peruana, a favor de los
menores de edad de padres desconocidos, que fuera incorporada por la Constitución de
1933, mantenida en la Constitución de 1979; pero retirada de la Constitución de 1993. No
obstante, esta presunción del menor de edad, hijo de padres desconocidos, fue incluida en
la Ley de Nacionalidad de 1996<8). No resulta exento de controversia el hecho de que sea
una ley la norma con el rango adecuado para disponer el otorgamiento de la nacionalidad
peruana, o si es que no hubiera sido recomendable que la fórmula de las dos constituciones
anteriores se mantuviera. Adicionalmente, parece ser que la citada ley, introduce de modo
subrepticio otro criterio para otorgar la nacionalidad en la modalidad de “por nacimiento” u
originaria que sobrepasa lo estipulado por la Constitución. Estamos convencidos de que la
presunción a favor del menor de edad descansa en un espíritu protector apoyado en el interés
superior del niño ampliamente reconocido por el Derecho internacional de los Derechos
Humanos, sin embargo, la técnica jurídica podría dar lugar a innecesarias complicaciones
futuras, en tanto que la norma podría ser modificada o abrogada, generando ventanas de
desregulación incompatibles con los compromisos asumidos por el Perú en términos de la
lucha por erradicar la apatridia como sucede con el artículo 7, inciso 2) de la Convención
del Niño8 . En efecto esta disposición establece que: “Los Estados Partes velarán por la
(9)10
11
aplicación de estos derechos de conformidad con su legislación nacional y las obligaciones
que hayan contraído en virtud de los instrumentos internacionales pertinentes en esta esfera,
sobre todo cuando el niño resultara de otro modo apatrida” que desde luego debe leerse
en consonancia con la Convención Americana de Derechos Humanos(!0) que además de
prescribir el derecho general a tener una nacionalidad afirma, que en caso de no tener una,
se le debe conceder la nacionalidad del territorio en el que nació(H).
A diferencia de la permanencia constitucional con respecto a la nacionalidad por na
cimiento; el caso de la naturalización ha variado en la tradición constitucional. De he
cho, en todas las constituciones (hasta 1993) se pueden identificar hasta tres criterios
para acceder a la nacionalidad peruana por naturalización: 1) residir por un lapso de
tiempo en el territorio del Perú; 2) prestar o haber prestado servicios al Estado perua
no y, 3) matrimonio.
(8) CONGRESO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ. 1996, Ley N0 26574. Ley de Nacionalidad.
(9) NACIONES UNIDAS. Convención sobre los Derechos del Niño. 1990.
(10) ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS. 1969. Convención Americana sobre Derechos
Humanos. 1978.
(11) Ibídem, artículo 20, numerales 1 y 2.
El primer criterio se encuentra presente desde 1823, lo que ha cambiado ha sido el
lapso de tiempo requerido para la naturalización, pues aquella primera regulación que es
tablecía cinco años, rápidamente fue reducida a tres años en 1826 y, desde 1834, a un pe
riodo de dos años que se mantuvo hasta 1979, y que si bien no ha sido incorporado en la
Constitución de 1993, sí ha sido contemplado en la ley correspondiente. El segundo cri
terio, se pensó para aquellos extranjeros que prestaron servicios militares o políticos des
pués de la independencia. La regulación en los supuestos específicos sí ha sido cambian
te. El tercer criterio se hace presente desde 1834 y fue perfeccionándose hasta una fórmula
mucho más igualitaria que en 1979 enunciaba que ni el matrimonio ni su disolución alte
raban la nacionalidad de los cónyuges. Ahora bien, lo concerniente en torno a la adquisi
ción y/o pérdida de la nacionalidad en el orden constitucional vigente, será materia de co
mentario en el siguiente artículo.
JUIÜSPRUDENCIAREL^^
g La nacionalidad es el fundamento de la relación de derechos y deberes que vincula al Estado
con sus nacionales: STC .Exp. N° 00737-2007-PA/TC (f. j. 6).
g Son peruanos todos los nacidos dentro del territorio nacional, así como los que descienden
de padres peruanos y los nacionalizados: STC Exp. N° 00010-2002-PI/TC (f. j. 213).
g El lugar de nacimiento relaciona a la persona con el Estado en un vínculo político y social:
STC Exp. N° 02273-2005-PHC/TC (f. j. 17).
g La nacionalidad adquirida por naturalización u opción requiere de un acto de voluntad que
tiene por finalidad generar un vínculo entre una persona y una comunidad política. Dicho
acto de voluntad no debe ser ignorado arbitrariamente por el Estado: STC. Exp. N° 03810-
2014-PHC/TC (ff.jj. 15 y 16).
g La administración pública, al evaluar pedidos para la obtención de la nacionalidad, no debe
distinguir si los padres de la persona interesada eran peruanos por nacimiento, naturalización o
por opción, pues la nacionalidad por naturalización o por opción confiere, los mismos derechos
que a los que la han adquirido por nacimiento: STC. Exp. N° 03810-2014-PHC/TC (f. j. 16).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 21), 30,52; Ley 26574; D.U.D.H.: art. 15; C.A.D.H.: art. 20
(1) PASTOR RIDRUEJO, José A. Curso de Derecho Internacional Público y organizaciones internacionales.
5a edición, Tecnos, Madrid, 1994, p. 302 y ss.
(2) Corte IDH. Caso de las Ninas Vean y Posico vs. República Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de setiembre de 2005. Serie C. 130. f.j. 140.
un afán de contradicción, sino más bien con un espíritu armónico. Como lo señala el juez
A.A. Candado Trindade en su voto razonado para el caso de las Niñas Yean y Bosico<3).
(3) Corte IDH. Caso cit., Voto razonado del juez A.A. Candado Trindade, f. j. 4.
(4) De hecho, un caso anterior puede ser identificado en el seno de la Corte Permanente de Arbitraje y es el
caso Rafael Canevaro, Italia vs. Perú del 3 de mayo de 1812. En el laudo se decide que “Italia no podía
ejercer la protección diplomática de Rafael Canevaro, el cual poseía la nacionalidad italiana, por cuanto su
nacionalidad efectiva era la peruana”. Tal como lo señalan: José Joaquín Caicedo-Demoulín & Juan Felipe
Merizalde-Urdaneta, el control de !a nacionalidad de los inversionistas por los árbitros internacionales,
! 5 international law, revista Colombiana de Derecho internacional, 41-82, 2009. Disponible en: <http://
javeriana.edu.co/juridica$/pubj-ev/documents/03-Elcontroldelanacionalidad_000.pdÑ.
(5) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Opinión consultiva sobre los decretos sobre
nacionalidad en Túnez y Marruecos. Serie B, Na4. Disponible en: https://www.dipublico.org/11844/opinion-
sobre-decretos-de-nacionalidad-en-tunez-y-marruecos-1922-corte~permanente-de-justicia-intemacional-
serie-b-no-4/.
(6) Traducción libre de la autora: Nationality decrees issued in Tunis and A-loroeco.
(7) LATEY, William. "The anglo-french Tunis dispute”. En: Transactions ofthegrotiussociety. Vol. 9,problems
ofpeace and war, papers read beforc de society in the year 1923. Cambridge Uníversity Press on Behalf
of the British Instituto of International and Comparativo Law. London, 1923, pp. 49 y ss.
(8) Traducción libre de la autora: Wheíhe.r the dispute between Franee andGreat Britain as to the nationality
decrees issued in Tunis and Morocco (French zone) on 8th November, 1921, and their application to British
suhjects, is or is not, by International Law, solely a matter of domesticjurisdiction.
(9) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Ob. cit., p. 24.
por el Derecho internacional;, la soberanía podrá verse limitada en razón de obligaciones
internacionales comprometidas con otros estados(l0)11
.
Este primer contacto, como se adelantó líneas arriba, abre la puerta a uno de los casos
más importantes en materia de los límites a la potestad soberana de otorgar nacionalidad
a los individuos. En el caso entre el Principado de Licchtenstein contra la República de
Guatemala que conoció la Corte de Justicia Internacional en 1955 a raíz de la nacionalidad
del ciudadano Nottebohm(II), se establece el criterio de la nacionalidad real y efectiva en
el marco del Derecho internacional. De este modo, la nacionalidad deja de importar solo
al Derecho interno de los estados y se determina que ‘da nacionalidad real efectiva es la
que concuerda con los hechos, la que se basa en los lazos más fuertes entre la persona
interesada y uno de los Estados cuya nacionalidad se disputa. Se toman en consideración
distintos elementos cuya importancia varía de un caso a otro; entre ellos figuran la residencia
habitual del interesado, sus lazos familiares, su participación en la vida pública, la adhesión
demostrada a un país e inculcada a sus hijos, etc.”.
(10) En e! caso en cuestión, la relación de los protectorados franceses era tan compleja que se encontraba
regulada por otras normas de Derecho Internacional, en las que Francia era parte con el Reino Unido.
(11) NACIONES UNIDAS. Resúmenes de los fallos, opiniones consultivas y providencias de la Corte
Internacional de Justicia 1948-1991. Naciones Unidas, Nueva York, p. 46 y ss.
(12) INTERNATIONAL COURT OF JUSTICE. Nottebohm case (second phase), Judgment of April óth, 1955,
I.C.J. Reports 1955, p. 24.
(13) CARRILLO SALCEDO, Juan Antonio. Soberanía de los Estados y derechos humanos en el Derecho
Internacional contemporáneo. Tecnos, Madrid, 2001.
de los derechos humanos, que en palabras de la Corte Interamerícana de Derechos Humanos
-caso de las niñas Yean y Bosico vs. República Dominicana- significa que “la determinación
de quienes son nacionales sigue siendo competencia interna de los Estados. Sin embargo,
su discrecionaüdad en esa materia sufre un constante proceso de restricción conforme a
la evolución del Derecho internacional, con vistas a una mayor protección de la persona
frente a la arbitrariedad de los Estados”045.
En esta misma línea, como se desprende del propio texto de la Convención Ameri
cana de Derechos Humanos (CADH)°8) y como se ha recalcado en los casos Castillo Pe-
“El derecho a tener una nacionalidad significa dotar al individuo de un mínimo de am
paro jurídico en las relaciones internacionales, al establecer a través de su nacionalidad
su vinculación con un Estado determinado; y el de protegerlo contra la privación de
su nacionalidad en forma arbitraria, porque de ese modo se le estaría privando de la
totalidad de sus derechos políticos y de aquellos derechos civiles que se sustentan en
la nacionalidad del individuo”19 (21).
20
En ese sentido, y a modo de síntesis, podemos encontrar, al menos dos límites que el
DIDH impone y que han sido desarrollados por la Corte IDH: 1) la prohibición de la dis
criminación en el otorgamiento de la nacionalidad, así como 2) la imposibilidad de reti
rar arbitrariamente esta.
“Artículo 1.- Los Estados miembros suprimirán, en las condiciones previstas por la
presente Directiva, las restricciones al desplazamiento y a la estancia:
(19) Corte IDH, Caso Castillo Petntzziy otros vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30/05/1999.
Serie C. Nü52.
(20) Corte IDH. Caso Ivcher Bronstein vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 06/02/2001. Serie
C, N0 74.
(2 i) Cfr. Caso Castillo Petruzzly otros. Sentencia de 30/05/1999. Serie C, N° 52, párrafo 100; y propuesta de
modificación a la Constitución Política de Costa Rica relacionada con la naturalización, supra nota 77,
párrafo 34.
(22) Ver sobre el tema: KOCHENOV, Dimitid. “Ius tractum of many faces. European cítizenship and the difficult
relationship between status and rights”. En: Columbio Journal ofEuropean Law. Vol 15, N° 2, 2009, pp.
169 y ss.
(23) CONSEJO DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS. Directiva Nü 73/148/CEE. Relativa a la supresión
de las restricciones al desplazamiento y a la estancia, dentro de la Comunidad, de los nacionales de los
Estados Miembros en materia de establecimiento y de prestación de servicios. 21 de mayo de 1973.
a) de los nacionales de un Estado miembro que se hayan establecido o quieran es
tablecerse en otro Estado miembro con objeto de ejercer en él una actividad por
cuenta propia o que quieran llevar a cabo en el mismo una prestación de servicios;
(...)”
“Artículo 3
1. Los Estados miembros admitirán en su territorio a las personas mencionadas en
el artículo 1 con la simple presentación de una tarjeta de identidad o de un pa
saporte válido.
2. No podrá exigirse ningún visado de entrada ni otra obligación equivalente
El gobierno español deniega la residencia comunitaria permanente de Micheletti
en tanto que, para su legislación interna, en los casos de doble nacionalidad, prevale
cería la correspondiente al lugar de residencia habitual anterior a la llegada a España
del interesado, en este caso, la residencia argentina. Es decir, el gobierno español en
tiende que la nacionalidad efectiva del señor Micheletti no es italiana, sino argenti
na. Esto genera una demanda ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Euro
peas que debía resolver si “las disposiciones del Derecho comunitario en materia de
libertad de establecimiento se oponen a que un Estado miembro deniegue dicha liber
tad al nacional de otro Estado miembro que ostente al mismo tiempo la nacionalidad
de un país tercero, basándose en que la legislación del Estado de acogida lo conside
ra nacional del Estado tercero”(M).
Sin embargo, este Derecho estatal, en el marco de las relaciones internacionales, en
cuentra un primer límite claro conocido como la nacionalidad efectiva. Es decir, en el caso
de la existencia de un conflicto en relación con la nacionalidad de un individuo, se erige
una excepción al derecho soberano de otorgamiento de nacionalidad, que no es otro que,
la llamada nacionalidad efectiva del individuo. Es decir, se deberá determinar con cuál de
los Estados en disputa, el individuo encuentra lazos verdaderos que trasciendan el mero
formalismo jurídico.
Con respecto del primero, la nacionalidad ya no solo es una potestad estatal, sino que
también se ha convertido en un derecho del individuo, y como tal, la jurisprudencia se ha
manifestado en torno a dos límites específicos: 1) la prohibición de incorporar criterios
discriminatorios en los requisitos para acceder a la nacionalidad, y 2) la prohibición del
retiro de la nacionalidad de modo arbitrario.
g El principio ius solis implica que la nacionalidad se adquiere como resultado del nacimiento:
STC Exp. N° 00737-2007-PA/TC (f. j. 7).
|fj¡j La nacionalidad puede ser adquirida por nacimiento o por naturalización: STC Exp,
N° 00737-2007-PA/TC (f.j. 8).
g Las nacionalidades múltiples son indeseables, pues pueden implicar la existencia de derechos
y deberes contrapuestos: STC Exp. N° 00737-2007-PA/TC (f. j. 9).
g Nadie puede ser privado de la nacionalidad peruana, sea que la hayan adquirido de forma
originaria o derivada: STC Exp. N° 00737-2007-PA/TC (f. j. 13).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
G: arts. 43,44, 56 inc. 2), 71,118 inc. 15), 189; GP.Ct: art. 44 inc. 17); Ley 27795
I. Introducción
El territorio, como elemento identificador del Estado, es el espacio físico que se en
cuentra bajo soberanía estatal. Dicho espacio esta constituido por la superficie terrestre,
lacustre, fluvial, insular y marítima, más sus prolongaciones verticales (subsuelo y espa
cio atmosférico o aéreo)(!).
(1) MANGAS MARÍN, Aracely. “Territorio, integridad territorial y fronteras de! Estado en ia Unión Europea”.
En: Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, N° 93, 2016-2017, p. 95.
(2) LORET DE MOLA DE LAVALLE. Jaime. “De la evolución del concepto de ‘Territorio tributario’ en el
Derecho Tributario peruano y la redefinición del concepto de renta de fuente peruana”. En: X Jornadas
Nacionales de Derecho Tributario. Lima, diciembre, 2008, p. 1: https://www.ipdt.org/uploads/docs/09__
XJorIPDTJLDML.pdf
(3) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Constitución y dominio marítimo. Instituto Iberoamericano de Derecho
Constitucional. Lima: Grijley, 2002, p. 6.
A partir de esta disposición se desprenden las notas características de la soberanía
estatal, en el sentido que se establece que el territorio del Estado es inalienable e inviola
ble. Asimismo, este espacio geográfico comprende el suelo, el subsuelo, el dominio ma
rítimo, y el espacio aéreo que los cubre. Igualmente, se destaca que el domino marítimo
comprende, a su vez, el mar adyacente a sus costas, así como su lecho y subsuelo, hasta
la distancia de doscientas millas marinas medidas desde las líneas de base. En dicho te
rritorio el Estado ejerce soberanía y jurisdicción, sin perjuicio de las libertades de comu
nicación internacionales.
Cabe señalar que la referencia al dominio marítimo, aprobada por la Asamblea Cons
tituyente de 1978-1979 y confirmada por el Congreso Constituyente Democrático, cons
tituido a efectos de aprobar la Constitución Política de 1993, es conforme con derecho
internacional consuetudinario y los regímenes jurídicos que se contemplan en la Conven
ción de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Asimismo, con relación a la
legislación interna y la práctica del Perú, el dominio marítimo se aplica de manera con
sistente con las zonas marítimas establecidas en esa Convención(4)567, teniendo entre estas
a la zona económica exclusiva.
En ese sentido, es importante iniciar el análisis de este artículo, haciendo un breve re
paso de las nociones de territorio y soberanía a la luz del derecho internacional público a
fin de esclarecer los alcances del dominio marítimo conforme el texto constitucional. Asi
mismo, se estudiarán los instrumentos jurídicos que le dieron origen y la participación del
Perú en la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre derecho del Mar. Finalmente, y
tomando en cuenta en análisis previamente realizado, se propondrá la interpretación del
término dominio marítimo contemplado en la Constitución Política de 1993.
(4) MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Delimitación marítima entre el Perú
y Chile ante la Corte Internacional de Justicia. Alegatos orales. Tomo III. Traducción no oficial realizada
por Marisol Agüero Colunga. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2014, p.24.
(5) RODRIGUEZ CARRION, Alejandro. Lecciones de Derecho Internacional Público. Madrid: Tecnos, 3’
edición, 1994, p. 80.
(6) DIEZ DE VELAZCO VALLEJO, Manuel. Instituciones de Derecho Internacional Público. 10a reimpresión,
Madrid: Tecnos, 1996, p. 251.
(7) MANGAS MARÍN, Aracely. Ob. cit., p.95.
Respecto a la dimensión del territorio, es importante señalar que esta es indiferente a
efectos de constituirse como presupuesto del Estado. En ese sentido, son igualmente so
beranos los Estados que cuentan con extensas dimensiones territoriales, como aquellos
con un espacio físico reducido®.
En cuanto a su fisonomía, no se requiere que el territorio del Estado esté formado por
una sola unidad, ni que sus diversos componentes terrestres o insulares estén ubicados en
una misma zona geográfica contigua a la parte principal. Se conoce históricamente el fe
nómeno de los enclaves y los corredores territoriales y, hoy en día, varios Estados poseen
territorios, insulares o continentales, en distintas regiones del mundo®. Igualmente, no es
necesario que el territorio cuente con un espacio marítimo, como es el caso de los Estados
sin litoral o mediterráneos. Tal condición no afecta su estatalidad, lo esencial radica en la
existencia de un espacio cierto y estable sujeto a las potestades soberanas del Estado001.
Sobre el particular, como será detallado en el siguiente acápite, hay quienes afirman
como evidencia de la evolución de la noción de soberanía, el hecho que esta pase, de ser
concebida como un poder perpetuo e inalienable que nace del soberano y proviene de las
(8) REMIRO BROTÓNS, Antonio; RIQUELME CORTADO, Rosa; DIEZ HOCHLEITNER, Javier; ORIHUE-
LACALATAYUD, E. y PÉREZ-PRAT DURBÁN, Luis. Derecho Internacional. Madrid: McGraw-Hill,
1997, p. 98.
(9) Segundo informe del relator especial, Maurice Ramio, sobre la expulsión de extranjeros, (A/CN.4/573),
2006, párrafo 181, página 267.
(10) REMIRO BROTÓNS, Antonio y otros autores. Ob. cit., p. 99,
(11) DIEZ DE VEL ASCO VALLEJO, Manuel. Instituciones de Derecho Internacional Público. Madrid: Tecnos,
2013, p. 423.
(12) REMIRO BROTÓNS, Antonio y otros autores. Ob. cit., p. 127.
(13) PODESTÁ COSTA, L. A. y RUDA, José María. Derecho Internacional Público. 5'a edición. Buenos Aires:
Tipográfica Editora Argentina, 1985, p. 66.
leyes de Dios, a ser entendida como un atributo del Estado04’. Asimismo, es posible refe
rir que, desde el derecho internacional contemporáneo, los Estados se comprometen con
otros sujetos de derecho internacional y empeñan su responsabilidad internacional en caso
se terminen produciendo supuestos de incumplimiento de las obligaciones contraídas en
ese plano. Igualmente, al amparo de este marco normativo se imponen límites materiales
al ejercicio de sus competencias en cuanto al margen de discrecionalidad para cumplir re
glas del derecho internacional general. Bajo esa premisa, los Estados quedan condiciona
dos al respeto de tales normas03’. En ese sentido, es posible afirmar que la concepción de
la soberanía absoluta ha variado06’ debido a que las relaciones entre quienes conforman
la comunidad internacional también han cambiado.
(14) TARDIF, Eric. “Metamorfosis de la soberanía: elementos para una redefinición del concepto a la luz
del Derecho Internacional contemporáneo”. En: Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano.
Montevideo, Año XVI, 2010, p. 309.
(15) REMIRO BROTÓNS, Antonio y otros autores. Ob. cit., p. 128.
(16) MANGAS MARTÍN. Aracely. “Integración, soberanía y globalización: reflexiones”. En: Anuario
Argentino de Derecho Internacional. Asociación Argentina de Derecho Internacional, Córdoba, 2004,
p. 149._
(17) MARINO MENÉNDEZ, Fernando. Derecho Internacional Público. Parte general. Vallado lid: Simancas,
1999, p. 92.
(18) PODESTÁ COSTA, L. A. y RUDA, José María. Ob. cit., pp. 66 y 67.
dei absolutismo, De esta manera, ese gobernante fue asumiendo funciones públicas con
carácter de exclusividad, como la administración de la justicia, emisión de la moneda, ma
nutención de fuerzas armadas, entre otras. Esta situación lo colocaba por encima de las de
más instancias del poder y otras organizaciones que dependían de este(,9).
(19) CRUZ, Paulo Mauricio. “Soberanía y transnacionalidad: antagonismos y consecuencias”. En: ¿ex
International. N° 7-1, enero 2010, pp. 18-19.
(20) HINOJOS A MARTÍNEZ. Luis Miguel. “Globalización y soberanía de los Estados”. En: Revista
Electrónica de Estudios Internacionales. Número 10, año 2005, p. í: https://dialnet.unirioja.es/servlet/
artictilo?codigo=I3029l9
(21) CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Asunto de las actividades militares y paramilitares en y
contra ella (Nicaragua v. Estados Unidos). Pondo, 1986, p. 111, párrafo 212: http://www.icj-cij.org/docket/
fi!es/70/6 5 03.pdf
Como muestra de límites impuestos por el derecho internacional, el dominio del
mar territorial está condicionado por obligación de permitir el paso inocente(22) debido
a que el derecho de los Estados a ejercer sus competencias soberanas sobre un determi
nado territorio se corresponde con el deber jurídico de respetar los derechos de los de
más Estado s(23)24
.
(22) SÁNCHEZ, Víctor Manuel. Derecho Internacional Público. 2“ edición. Barcelona: Huygens, 2010, p. 219.
(23) GUTIÉRREZ-ALVIZ CONRADI, Faustino y VALCÁRCE LÓPEZ, Marta. Cooperación internacional
frente a la criminalidad organizada. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla,
2001, p. 15.
(24) PELLET, A. “Les fondementsjuridiques internationaux du droit communautaire”. En: CollectedCourses
of the Academy ofEuropean Law. Volumen 5, N° 2, 1994, p. 226.
(25) REMIRO BROTÓNS, Antonio y otros autores. Ob. cit., p. 75.
(26) CARRILLO SALCEDO, José Antonio. Soberanía del Estado y Derecho Internacional. Ia edición. Madrid:
Tecnos, 1969, p. 68.
(27) DIEZ DE VELAZCO VALLEJO, Manuel. Ob. cit., p. 251.
(28) MARINO MENÉNDEZ, Fernando. Ob. cit., p. 94.
(29) GUTIÉRREZ-ALVIZ CONRADI, Faustino y VALCÁRCE LÓPEZ, Marta. Ob.cit., p.15.
El dinamismo de este concepto admite la existencia de la soberanía funcional. Se tra
ta de un sistema de competencias desarrolladas en función de determinadas actividades(3%
es decir, el ejercicio de facultades soberanas respecto de ciertas materias. Tal es el caso de
los derechos soberanos ejercidos por el Estado ribereño en la zona económica exclusiva.
Afirmar que el espacio que comprende el dominio marítimo queda sujeto al ejerci
cio de la soberanía del Perú, conlleva a preguntarnos si la Constitución refleja, a partir del
dominio marítimo, el ejercicio de una soberanía territorial respecto de las 200 millas del
dominio marítimo o comprende espacios donde ejerce soberanía y, derechos de sobera
nía y jurisdicción.
Es ese sentido, para dilucidar tal interrogante, conviene conocer los fundamentos que
dieron origen a la creación la noción de dominio marítimo.
En esa medida, nuevos espacios marítimos como la zona económica exclusiva y pla
taforma continental fueron encontrando, a partir de las reivindicaciones realizadas por los
Estados ribereños, un lugar en la configuración del nuevo derecho internacional del mar.
Tales reivindicaciones se sustentaron en la importancia que, para el desarrollo económico
y el bienestar de las poblaciones, tenían los recursos pesqueros, así como en el interés por
salvaguardar los recursos naturales de los peligros de la sobreexplotación realizada por la
pesca a distancia o gran escala<33).*
(30) PÉREZ CURCI, Juan Ignacio. La globalización y sus consecuencias en el nuevo orden jurídico
internacional, p. 7: http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo57/files/la_globalizacion_y__sus__consec.pdf.
(31) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Ob. cit., p. 15.
(32) Proclama N®2668 correspondiente al 28 de setiembre de 1945. La declaración establecía zonas de
conservación en la alta mar, contiguas a las costas de Estados Unidos y estuvo destinada a proteger las pesquerías
de salmón norteamericano, en las costas de Alaska, frente a la concurrencia de pescadores japoneses, ello
representó el factor inicial de un rápido desarrollo en relación con la jurisdicción del Estado costero sobre los
recursos que se encontraban más allá del mar territorial. En: TRIGO CHACÓN, Manuel. Derecho Internacional
Marítimo. La III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar. Madrid: Lerko Print, 1996,
p. 344.
(33) ESPALIAT LARSON. Astrid. “Conflictos pequeros contemporáneos: la búsqueda de una gestión racional”.
En: Revista de Estudios Internacionales, Vo!, 36. Número 143, Octubre 2003, p. 127.
Por su parte, aquellos Estados ribereños, que en su mayoría habían accedido reciente
mente a la independencia, percibieron en este espacio una fuente importante de desarrollo
e inspirados en aquellos postulados, reivindicaron derechos de soberanía para el aprove
chamiento de esos recursos, destacándose fundamentalmente la pesca(34).
Asimismo, los Estados latinoamericanos buscaron establecer un título claro sobre los
recursos marinos y adoptar las medidas apropiadas para la conservación y el uso racional
de estos, sin enervar las libertades de comunicaciones internacionales. Lo que se dedu
ce claramente del análisis de sus declaraciones y de las normas constitucionales y legales
dictadas por la mayoría de los países latinoamericanos entre 1945 - 1958(35)36
.
(34) PUEYO LOSA, Jorge y JORGE URBINA, Julio (coordinadores científicos). La cooperación internacional
en la ordenación de los mares y océanos. Madrid: lustel, 2009, p. 29.
(35) AGUILAR MAWDSLEY, Andrés. “Derecho del Mar: punto de vista latinoamericano”. En: Publicaciones
Jurídicas Venezolanas^ Caracas, Nü 21: http://www.zur2.com/fp/21/aguilar.btm.
(36) PIAZZA, Cristina. El Perú, las 200 millas y la Convención sobre el Derecho del Mar. Lima: Sesator, 1985,
p. 30.
(37) NAMIHAS, Sandra. Derecho del Mar. Análisis de la Convención de 1982. Lima: Fondo Editorial Pontificia
Universidad Católica del Peni, 2001, pp. 267 y 268.
(38) COLUNGE VILLACORTA. Jorge. “La necesaria adhesión de! Perú a la Convención del Mar”. En: Revista
Peruana de Derecho Internacional. Tomo LVII, N° i 35, Lima, mayo/agosto 2007, p. 26.
De esta manera, podemos notar que este Decreto Supremo N° 781 revela, en su ra
zón de ser, una necesidad económica, que no debiera entenderse como un interés por ejer
cer de soberanía territorial.
2. Declaración de Santiago
El primer instrumento multilateral latinoamericano que estableció jurisdicción del
Estado ribereño hasta una distancia de 200 millas marinas, es la Declaración de Santia
go, adoptada por Chile, el Ecuador y el Perú, en aquella capital, el 18 de agosto de 1952,
durante la Primera Conferencia sobre la Explotación y Conservación de Recursos Marí
timos del Pacífico Surp9\
En ese sentido, tal instrumento no busca proyectar la soberanía territorial del Esta
do en la totalidad del espacio comprendido por las 200 millas, pues en este espacio que
dan comprendidos varias zonas marítimas a la luz del derecho internacional del mar. En
ese sentido, se busca, a partir de este instrumento, reivindicar para el Estado ribereño
(39) VARGAS CARREÑO, Edmundo. América Latina y el Derecho del Mar. México: Fondo de Cultura
Económica, 1973, p. 25,
(40) NAMIHAS, Sandra. Ob. cit., p. 270.
(41) VARGAS CARREÑO, Edmundo. Ob. cit., p. 26.
derechos con fines específicos025. Por lo tanto, el dominio marítimo no puede interpretar
se como mar territorial.
Dicha Conferencia fue una de las que más Estados congregó y, a su vez, una de las
más importantes para el derecho internacional al lograr, a partir de la negociación, consen
suar en un solo cuerpo normativo los avances y desarrollos del derechos internacional del
mar contemporáneo. Algunos autores señalan que, ese proceso representó el mayor éxi
to de la comunidad internacional para establecer un orden legal universal en la materia045.
(42) GARCÍA AMADOR, Francisco. América Latina y el Derecho del Mar- Santiago de Chite:
Universitaria, 1976, p. 19.
(43) Acta final de la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, pp. 198-200:
https://www.im.org/Depts/los/convention_agreements/texts/acta__finaLesp.pdf
(44) CASTAÑEDA, Jorge. “La Conferencia de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar y el futuro de la
diplomacia multilateral”. En: Obras completas 2. Derecho del Mar. Porrúa: Distrito Federal, 1995, p.311.
(45) RUIZ TINOCO, Darío. “La Tercera Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar y
tes limites marítimos de Colombia”. En: Revista del instituto de Estudios Geoestratégicos de la
Universidad Militar "Nueva Granada”, Bogotá, 2002, Serie Geopolítica, núm. 6, p.6.
con los intereses de los Estados ribereños que buscaban a través de esa negociación la in
corporación de reglas que pudiesen salvaguardar suficientemente las riquezas naturales
de la sobreexplotación, así como la reivindicación de derechos sobre espacios marítimos
distintos al mar territorial. La posición peruana aportó la conformación de las principales
características de la zona económica exclusiva, como el hecho que esta se tenga una ex
tensión hasta 200 millas donde el Estado ribereño ejerza derechos de soberanía sobre los
recursos naturales que se encuentran en ese espacio.
Finalmente, la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
concluyó con la aprobación del texto de la CONVEMAR, que consagró el triunfo de la
tesis de las 200 millas. De ese modo, fueron aceptados derechos por los que el Perú, con
juntamente con otros países, había defendido durante el proceso de negociación de esa
Convención.
(46) ARIAS-SC.HREIBER PEZET, Alfonso. “La evolución del Derecho del Mar y la participación del Perú en
ese proceso”. En: Política Internadonal. Revista de la Academia Diplomática del Perú. Fondo Editorial
de la Fundación Academia Diplomática del Perú. N° 32, Lima, 1993, pp. 15 y 16.
(47) NACIONES UNIDAS. Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar. Documentos
Oficiales. Vol. II, Nueva York, 1975, p. 214.
Con relación a este punto, la posición oficial del Perú fue expresada en el proceso de
delimitación marítima con Chile ante la Corte Internacional de Justica. Concretamente,
conviene destacar el texto de la Réplica presentado por el Gobierno peruano donde, en el
apartado “El Perú y el Derecho del Mar”, se señala que, con relación al dominio maríti
mo el Estado peruano ejerce, hasta la distancia de 200 millas marinas desde las líneas de
base, soberanía y jurisdicción, sin perjuicio de las libertades de comunicación internacio
nal de acuerdo con la ley y con los tratados ratificados por el Estado y que, en ese senti
do, al establecerse tales limitaciones al ejercicio de los derechos del Estado, la Constitu
ción revela claramente la naturaleza del “dominio marítimo”, en términos que no pueden
se equiparables al concepto de mar territorial, donde los terceros Estados solo tienen de
recho de paso inocente<48)
(48) MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Delimitación marítima entre el Perú
y Chile ante la Corte Internacional de Justicia. Alegatos escritos del Perú: Demanda, Memoria y Réplica.
Tomo II. Traducción no oficial realizada por Marisol Agüero Colunga. Lima: Pondo Editorial del Congreso
del Perú, 2014, p. 335.
(49) BROUSSET BARRIOS, Jorge. “La Convención del Mar y el Perú”. En: Foro GeoMarítimo. Abril, 2011:
http://fbrogeomantimo.blogspot.com/20 II /04/la-convencion-del-mar-y-el-peru.html
JURISPRUDENCIARELACIONADA
Ip El territorio comprende tanto la tierra como el mar y el espacio aéreo en los límites que
el Derecho interno establece y el Internacional reconoce: STC Exp. N° 00002-2009-PI/
TC(f.j. 8).
BIBLIOGRAFÍA
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el Derecho del Mar. Fondo de Cultura Económica, México, 1973.
CAPITULO II
DE LOS TRATADOS
Artículo 55 Tratados
Los tratados celebrados por el Estado y en vigorforman parte
del derecho nacional.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 32, 56, 57; 101 inc. 4), 102 inc. 3), 118 ines. 1), 11), 200 inc. 4), 4a D.F.T.;
CP.Ct.: arts. VII, 76,99, 105 inc. 3), 121, 122; C.P.: art. 328 inc. 2)
Al respecto, cabría referir que existe consenso entre los publicistas en entender por
“tratado” el acuerdo de voluntades celebrado en forma verbal o escrita, entre dos o más
sujetos del Derecho Internacional, destinado a producir efectos jurídicos y regulado
por dicho ordenamiento0’; es decir, se entiende que el vocablo “tratado” abarca todo
acuerdo de voluntades entre sujetos del Derecho Internacional, independientemente de su
procedimiento de celebración (simplificado o complejo) o de su denominación particular.
Sobre esto último, a través de la historia, los tratados han recibido diversas denomi
naciones, establecidas básicamente en función de su contenido. De la Guardia nos cita al
gunos ejemplos:
(1) REUTER, Paul. Introduction au droit des traites. Presses Universitaires de Franee. Tercera edición, París,
1995, p. 26; FINCH, George. “Les sources modemes de Droit International”. En: RCADI, 1935-III, t. 53,
p. 590; CARRILLO SALCEDO, Juan Antonio. Curso de Derecho Internacional Público. Tecnos, Madrid,
1992, pp. 105 y 106; VIRALLY, Michael. “Fuentes del Derecho Internacional”. En: SORENSEN, Max.
Manual de Derecho Internacional Público. Fondo de Cultura Económica, México, 1978, pp. 135-136,
DIEZ DE VELASCO, Manuel. Instituciones de Derecho Internacional Público. Tomo II, Tecnos, Madrid,
1984, p. 96-
b) Protocolo: instrumento aclaratorio o complementario de un acuerdo principal;
e) Concordato', acuerdo celebrado por la Santa Sede con el objeto de regular la si
tuación jurídica de la Iglesia Católica en un determinado Estado;
(2) DE LA GUARDIA, Ernesto. Derecho ele los Tratados Internacionales. Editorial Abaco de Rodolfo de
Palma, Buenos Aires, 1997, p. 115. Vide también DE LA LAMA, Miguel. “La Constitución Política de
1979 y los tratados”. En: La Constitución peruana de 1979 y sus problemas de aplicación. Lima, pp. 471-
472. Sobre lo mismo vide SIERRA, Manuel. Tratado de Derecho Internacional Público. Porrúa, México,
1963, pp. 396 y 397; ACCIOLY, Hildebrando. Tratado de Derecho Internacional Público. Instituto de
Estudios Políticos, Madrid, 1958, p. 570; LÓPEZ JIMÉNEZ, Ramón. Tratado de Derecho Internacional
Público. Tomo I, San Salvador, 1970, p. 209; MYERS, Denys P. “The ñames and scope of treaties”. En:
American Journal ofInternational Law. Volumen N° 51, N° 3, 1957, p. 574.
(3) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Serie A/B, N° 41, p. 47.
(4) MONCAYO, Guillermo y otros. Derecho Internacional Público. Tomo I, Víctor P. de Zavalía, Buenos
Aires, 1981, p. 96.
Sobre lo mismo concluye Hugo Llanos:
“El término' tratado ’ es el más adecuado para abarcar todos los acuerdos internacionales,
sobre los que existe una gran variedad de denominaciones”®.
Más aún, la propia Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969 -de la
cual forma parte el Estado peruano- señala con claridad en su artículo 2, inciso 1, literal a)
que las características jurídicas del tratado se mantienen “cualquiera sea su denominación
particular”, codificando de esta forma la postura generalizada que sostiene que: “(...) la di
versidad terminológica es jurídicamente irrelevante”®.
(5) LLANOS MANSILLA, Hugo. Teoría y práctica del Derecho Internacional Público. Tomo I, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1977, p. 63.
(6) VERDROSS, Alfred. Derecho Internacional Público (Traducción de Antonio Truyol y Serra). Aguílar,
Madrid, 1978, p. 129.
(7) GARCIA-SAYAN, Diego. “Constitución peruana y política exterior”. En: La Constitución diez años
después. Constitución y sociedad. Fundación Friedrich Naumann, Lima, 1989, p. 207.
(8) El juez italiano Dionisio Anzilotti manifestaba en su tiempo: “(...) acto jurídico internacional es el acuerdo
de voluntades de dos o más Estados a los que el Derecho Internacional atribuye efectos determinados”.
Citado por LLANOS MANSILLA, Hugo. Ob. cit., p. 59. En el mismo sentido se manifestaban los autores
soviéticos. Vide ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS. INSTITUTO DE ESTADO Y DERECHO.
Derecho Internacional Público, (Y. A. Korovin: director), México D.F., 1963, p. 93: “Las Organizaciones
Internacionales, con independencia de la extensión de sus poderes, tienen a veces cierto parecido con un
sujeto de Derecho Internacional, no obstante lo cual no pueden equipararse a los Estados que las crearon, en
la medida en que los derechos de un Estado y aquellos que son específicos de una Organización Internacional
Como es sabido, hoy en día, ya nadie discute la existencia de una pluralidad de suje
tos de Derecho Internacional, como son los Estados, las Organizaciones Internacionales,
los Individuos, los Grupos Beligerantes, los Movimientos de Liberación Nacional, en
tre otros. Algunos de estos sujetos poseen capacidad para celebrar tratados (ius tractan-
dí), por lo cual, haber mantenido la fórmula cerrada del 79 hubiera sido contraproducen
te. Más aún, como bien se concluye en el Proyecto del IDEI:
“Nada obsta para que en un futuro cercano otros entes logren el pleno reconocimiento
como sujetos por parte de la Comunidad Internacional, en cuyo caso, una fórmula
restringida podría (haber quedado) fácilmente obsoleta en un plazo breve”*(9)10
.
(II)
En consecuencia, la fórmula empleada por el artículo 55 resulta ser la más idónea,
pues al hablar de “tratados celebrados por el Estado”, incluye a todos.
“Esta Constitución, las leyes de los Estados Unidos que en virtud de ella se promulgan
y todos los tratados hechos o que se hicieren bajo la autoridad de los Estados serán
la suprema ley del país”.
son cualitativamente diferentes, tanto por su origen como por su naturaleza”. De lo cual concluían que “los
Estados eran los únicos sujetos capaces de celebrar un tratado internacional”.
(9) Proyecto IDEI relativo a la modificación del capítulo relativo a Tratados de la Constitución Política del
Perú de 1979.
(10) RODRÍGUEZ CARRIÓN, Alej andró. Lecciones de Derecho Internacional Público. Tecnos, Madrid, p. 2 58
y ss.
(II) ídem.
En todos estos casos, al entrar intemacionalmente en vigor el tratado, el Estado que
da automáticamente obligado, sin necesidad de ningún tipo de acto de incorporación al
ordenamiento interno; no debiendo entenderse como actos de incorporación los mecanis
mos administrativos que se sigan para facilitar el conocimiento de la administración o la
intervención previa del legislativo para su aprobación interna.
En este caso los ordenamientos internos exigen que la incorporación se produzca me
diante una ley interna de transformación, a través de la aprobación por el Legislativo de
una norma que ordene su cumplimiento en el Derecho interno o, mediante la publicación
del tratado como acto equivalente a su promulgación033. Con relación a este último supues
to, puede citarse el caso de la Constitución francesa de 1958, cuyo artículo 55 dispone:
(12) ídem.
(13) Ibídem, p. 259.
(14) PASTOR RIDRUEJO, José Antonio. Curso de Derecho Internacional Público. Tecnos, Madrid, 1986, p.
170: “El sistema español actúa! sobre aplicación interna de los tratados puede ser calificado como dualista,
moderado y razonable. Dualista porque exige un acto de recepción; y moderado y razonable porque tal
recepción se hace por la simple publicación, no por la orden de ejecución del tratado mediante una ley”.
ordena su aplicación en el Derecho interno; es decir, que aquí se requiere de una ley in
terna dirigida a los particulares para que obedezcan las disposiciones a su cargo estipula
das en el tratado internacional.
En el caso del Perú, nuestro sistema constitucional opta por la aplicabilidad inmedia
ta de los tratados en el Derecho interno. Esto significa que el Estado no requiere emitir
acto adicional alguno de incorporación, sino que basta con que el Perú haya, de un lado,
“celebrado” el tratado y que este, de otro, se encuentre en vigor de acuerdo a sus propias
disposiciones.
Así se desprende el artículo 55 de la Constitución bajo comentario así como del ar
tículo 3 de la Ley sobre Perfeccionamiento de Tratados N° 26647, el cual precisa que:
De otro lado, la exigencia del artículo 55 de nuestra Constitución de que el tratado esté
en vigor, busca superar los problemas que podrían presentarse si el Perú manifiesta su con
sentimiento en relación con un tratado que aún no entra en vigor o, supuesto más anómalo,
que nunca entre en vigor por no alcanzar el número de ratificaciones necesarias para ello.
Por todo lo dicho, al establecer nuestra Constitución que los tratados celebrados por
el Estado y en vigor forman parte del Derecho nacional, opta por un sistema de aplicabi
lidad inmediata que se acerca a una evidente y saludable compresión monista de las rela
ciones entre el Derecho Internacional y el Derecho interno^51. Así lo ha entendido el Tri
bunal Constitucional peruano:
(15) NOVAR. Fabián y SALMÓN, Elizabeth. Las obligaciones internacionales del Perú en materia de derechos
humanos. Instituto de Estudios Internacionales (IDE!) de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima,
2002, p. 113.
i![E]s un hecho inobjetable (...) que cuando nuestra Constitución Política del Estado
reconoce en su artículo 55 que: “Los tratados celebrados por el Estado y en vigor
forman parte del Derecho nacional” y el artículo 200 inciso 4) consigna entre las di
versas normas con jerarquía legal, a los tratados (sin distinción alguna), no cabe sino
admitir que los mismos tiene un valor normativo indiscutible y en consecuencia son
plenamente aplicables por los jueces y tribunales peruanos”06).
Dicha jurisprudencia ha sido reiterada por el máximo intérprete de la Constitución en
el sentido de conceder a los tratados la categoría de fuente del Derecho peruano:
(16) STC Exp. N° 1277-1999-AC/TC, f.j. 7. En: TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ. La Cons
titución en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2006, pp. 408 y 409.
(17) STC Exp. N° 0047-2004- AI/TC, f. j. 21. En: TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ. La
Constitución en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Lima: Gaceta Jurídica, 2006, p. 409.
(18) Esta formalidad en la aprobación y ratificación de los tratados se da en virtud de lo dispuesto en la Ley
N° 26647 del 26 de junio de 1996.
(19) DE LA LAMA, Miguel. Ob. cit., p. 477.
Si bien la actual Constitución no dice en qué consiste la resolución legislativa ni
la incluye entre las disposiciones con rango de ley contra las cuales procede interponer
la acción de inconstitucionalidad (art. 200), debemos concluir que esta posee rango de
ley; en tanto su emisión implica el ejercicio por parte del Congreso de su función legis
lativa. Y el Congreso solo legisla con normas con rango de ley. Esto es confirmado por
el artículo 4 del Reglamento del Congreso de la República que señala: “La función le
gislativa comprende el debate y la aprobación de reformas de la Constitución, de leyes
y resoluciones legislativas (...)”(20)21
.
En primer lugar, porque la atribución constitucional del rango de ley a los tratados es
expresa. En efecto, la Constitución en su artículo 200, inciso 4, habla de “normas que tie
nen rango de ley” y, entre ellas, incluye a los tratados, sin distinguir aquellos aprobados
por el Congreso vía resolución legislativa de los celebrados por el Ejecutivo vía decreto
supremo. Por tanto, no hay que distinguir donde la ley no distingue.
(20) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Pontificia Universidad Católica
del Perú, Tesis Doctoral, Volumen III, Lima, 1997, p. 133. En el mismo sentido se ha manifestado BER-
NALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Konrad Adenauer,
Lima, 1996, p, 298: “Los temas contenidos en este artículo serán aprobados por el Congreso mediante una
Resolución Legislativa, que es norma con rango de ley. Por consiguiente, estos tratados tendrán rango de
ley en el Derecho interno”.
(21) RUBIO CORREA, Marcial. Ob.cit., p. 140. En el mismo sentido BERNALES BALLESTEROS, Enrique.
Ob. citp. 298: “(...) si la aprobación viene del Congreso tendrá rango de ley y si viene del Ejecutivo
tendrá rango de Decreto Supremo”.
las condiciones de celebración y entrada en vigor del tratado, este se incorpora al Dere
cho nacional.
Finalmente, en tercer lugar, porque en todo caso estaríamos ante una norma consti
tucional (art. 200, inc. 4) que prima sobre cualquier otra norma de inferior jerarquía que
le sea opuesta, como sería el caso de la Ley N° 26647, en la hipótesis negada de que esta
última tenga como propósito establecer una tipología diferente de tratados a la consagra
da en la Constitución.
En todo caso, se debe reconocer que quizá lo óptimo hubiera sido que, al igual que
en los artículos 80 y 81 de la Constitución, se hubiera autorizado al Presidente de la Re
pública a aprobar tratados mediante decreto legislativo sin delegación del Congreso, en
cuyo caso el rango de ley del tratado en todos los casos sería internamente indiscutible.
El rango legal de los tratados no solo deriva del propio texto constitucional, sino que
también ha sido confirmado tanto por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional como
por la jurisprudencia del Tribunal Fiscal, en repetidas ocasiones.
De otro lado, otro aspecto que requiere ser analizado, es el referido al rango que inter
namente poseen las normas contenidas en tratados sobre derechos humanos.
Lamentablemente, esta norma fue suprimida por la nueva Constitución, lo que cons
tituye un error. Precisamente, una de las normas que significaron un gran avance en ma
teria constitucional fue la contenida en el artículo 105, que incluso sirvió de inspiración a
posteriores textos constitucionales en América Latina.
La norma contenida en el artículo 105 tenía una importancia singular: primero, por
que al elevarse estos derechos a rango constitucional se les brindaba una mayor seguridad
jurídica a los ciudadanos, así como mecanismos idóneos de protección ante cualquier acto
arbitrario del Estado que intentara violentarlos^; segundo, porque la norma reflejaba ante
la comunidad internacional la voluntad del Estado peruano de dar un tratamiento prefe
rente a la materia de los derechos humanos; y tercero, porque jurídicamente, al atribuirse
a estos tratados la jerarquía normativa máxima, dentro de nuestro ordenamiento jurídico,
se era consecuente con la moderna tendencia del Derecho Internacional, que atribuye je
rarquía de ius cogens a gran parte de las normas sobre derechos humanos, constituyendo
una de las primeras Constituciones en el mundo conjuntamente con las centroamericanas
en consagrar una disposición de este tipo(n).
No obstante esta grave omisión, creemos que a través de la interpretación de otras dis
posiciones de nuestro Texto Constitucional, es posible mantener el principio consagrado
en la Constitución derogada. En efecto, en virtud de los artículos 2 y 3 de la actual Cons
titución peruana podemos lograr establecer sin mayor dificultad que las normas sobre de
rechos humanos contenidas en tratados siguen teniendo rango constitucional. Así, mien
tras el artículo 2 consagra un listado de derechos fundamentales de la persona (derecho
a la vida, a la libertad, a la integridad, al honor, a la buena reputación, etc.) el artículo 3
establece que: “La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye
los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan
en la dignidad del hombre (...)”.
Esto equivale a decir -concluye con acierto Marcial Rubio- que los derechos fun
damentales constitucionalmente reconocidos no solo abarcan el listado del artículo 2 de
nuestra Constitución, sino todos aquellos derechos de la persona consagrados en instru
mentos internacionales (tratados, declaraciones, etc.) de los que el Perú forma parte; to
dos los cuales pueden ser considerados derechos con rango constitucional en nuestro or
denamiento jurídico(24). En otras palabras, el artículo 3 de nuestra Constitución extiende el
rango constitucional no solo a los derechos expresamente reconocidos en el artículo 2 de
En consecuencia, la norma del artículo 101 no afirmaba que el tratado tuviera un rango
superior a la ley. Muy por el contrario, la doctrina nacional, en forma unánime, entendía
(25) STC Exp. N° 0047- 2004-AIA'C f. j. 21. En: TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ. La
Constitución en la jurisprudencia del Tribunal ConstitucionaL Gaceta Jurídica, Lima: 2006. p. 21.
(26) FERNÁNDEZ MALDONADO, Guillermo. “Los tratados internacionales y los sistemas de fuentes de
Derecho en el Perú”. En: Derecho, N° 43-44. Lima, 1989-1990, p. 353.
los tratados como leyes(27}. Lo que se establecía era algo distinto, es decir, que en caso de
colisión, se opte por el tratado. Es así que el tratado no derogaba los preceptos de una ley que
le eran opuestos; únicamente los dejaba inaplicables o en suspenso mientras el tratado estuviera
vigente para el Perú. En este caso, se trataba entonces de una relación horizontal y no vertical
como la jerárquica, razón por la que sus efectos no eran derogatorios sino de inaplicación27 (28),
(27) Vide la postura de RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y
sociedad política. Mesa Redonda Editores, Lima, 1988, pp. 270-217 y 283; DE LA LAMA, Miguel. Ob.
cit., pp. 472 y ss.; CHIRINOS SOTO, Enrique. La Constitución al alcance de todos. Lima, 1984, p. 114.
(28) FERNÁNDEZ MALDONADO, Guillermo. Ob. cit., p. 354.
(29) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. A/B N° 46,1932, p. 167; A/B, N° 44, 1932,
p. 24; A/B N° 53, p. 75; B, N° 17, p. 32; B, N° 10, p. 20.
(30) Reports ofInternational Arbitral Awards. Volumen V, p. 411.
(31) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Serie B, 1925, p. 20.
(32) ídem.
(33) CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Serie A/B, Nü 53,1933, p. 63.
Laudo Arbitral de la Comisión Ítalo-Estadounidense en el Asunto Treves vs. Re
pública italiana (1956),
Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el Asunto La Grand (1991),
entre otros.
A nivel de doctrina de los publicistas, el profesor Miaja de la Muela evidencia
la necesidad de esta supremacía al señalar: “No se concibe un Derecho Internacional
merecedor de este nombre, si no se afirma superior al Derecho dictado por los Estados,
destinatarios de las normas de aquel”<34). En el mismo sentido, se pronuncian Charles De
Visschef351, Paul Guggenheim(36), Alfred Verdross(37); entre otros(38). En el mismo sentido
se han pronunciado todos los intemacionalistas peruanos, quienes sostienen que en caso
de existir un conflicto entre un tratado y una ley intema peruana, prevalece el primero093.
(34) MIAJA DE LA MUELA, Adolfo, “La primacía sobre los ordenamientos jurídicos internos del Derecho
Internacional y del Derecho Comunitario europeo”. En: Revista de Instituciones Europeas. Volumen 1-3,
agosto-diciembre, 1974, pp. 1001 y ss.
(35) DE VISSCHER, Charles. Cours general de principes de Droií International Public. RCADI. Volumen 86
1954, pp. 449-450.
(36) GUGGEHEIM, Paul. Traite de Droit Public. Tomo 1, Ginebra, 1967, p. 141.
(37) VERDROSS, Alfred. Ob. cit., p. 110.
(38) JIMÉNEZ DE ARECHAGA, Eduardo. “La estipulación a favor de terceros en el Derecho Internacional”.
En: Cuadernos del Centro de Estudios de Derecho Comparado. 1, Montevideo, 1956, p. 30.
(39) NOVAK, Fabián y SALMON, Elizabeth. Las obligaciones internacionales del Perú en materia de
derechos humanos. IDEI-PUCP, Lima, 2003, p. 122; NOVAK, Fabián y GARCÍA-CORROCHANO, Luis.
Derecho Internacional Público. Tomo I: Introducción y Fuentes. IDEI-PUCP, Lima, 2001, pp. 268 y 269;
CIURLIZZA, Javier. “La inserción y jerarquías de los tratados en la Constitución de 1993: retrocesos y
conflictos”. En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios II. CAJ, Lima, 1995, p. 74
(40) CARRILLO SALCEDO, Juan Antonio. Ob. cit,, pp. 152-155.
(41) Ibídem, p. 158.
“En caso de conflicto entre una norma de Derecho interno y una norma de Derecho
Internacional con efectos jurídicos directos en el orden interno, la norma prevista en el
Tratado debe prevalecer, pues su primacía deriva de la naturaleza misma del Derecho
Internacional convencional”02*.
En Inglaterra, los tribunales tampoco ponen en duda la primacía de los tratados inter
nacionales sobre las leyes inglesas y en reiteradas oportunidades han confirmado la pre
valencia de los primeros sobre los últimos. La misma postura puede observarse en los tri
bunales españoles y chilenos.
A todo esto habría que agregar la Declaración Oficial del Ministerio de Relaciones
Exteriores del Perú manifestada ante el Congreso de la República en 1995, donde se re
(46)47
afirmó la posición tradicional claramente monista del Estado peruano42
45
44
43 , esto es, de afir
48
mación de la primacía del Derecho Internacional sobre el Derecho interno.
“Los tratados que tienen rango de ley, primarán sobre las leyes anteriores sin ninguna
duda. Queda a resolverse qué pasa en el caso en que una ley posterior venga a ser
(42) ídem.
(43) Citado por FERNÁNDEZ MALDONADO, Guillermo. Ob. cit., p. 369.
(44) VERDROSS, Alfred. Ob. cit., p. 66.
(45) DE LA GUARDIA, Ernesto y DELPECH, Marcelo. El Derecho de los Tratados y la Convención de Viena
de 1969. Feyde, Buenos Aires, 1980.
(46) Vide declaración del director de asuntos jurídicos del Ministerio de Relaciones Exteriores, embajador Oscar
Maúrtua de Romana, ante el Congreso de la República, 1995.
(47) EGUIGUREN, Francisco. “Aplicación de los tratados internacionales sobre derechos humanos en la
jurisprudencia constitucional peruana”. En: Dos ensayos sobre nueva jurisprudencia constitucional: Los
tratados de derechos humanos y el hábeas corpas contra resolucionesjudiciales. Consorcio Justicia Viva,
Lima, 2003, p. 12.
(48) LANDA, César. “Los tratados internacionales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional del Perú”.
En: COLADIC (Publicación digital del Consejo Latinoamericano de Estudios de Derecho Internacional y
Comparado). República Dominica, 17/07/2005, p. 5.
incompatible con un tratado anterior. En nuestro concepto, aquí habrá que hacer primar
el tratado, porque es un compromiso con potencias extranjeras, o con organismos
internacionales, y la palabra empeñada en ese ámbito debe ser cumplida”(49).
En el mismo sentido, sostiene García Toma, que tal primacía se explica, por:
“(E]s un principio general del Derecho Internacional el que un Estado no puede invocar
las disposiciones de su Derecho interno como justificación para el incumplimiento de un
tratado o de normas imperativas del Derecho Internacional. Este principio ha quedado
establecido en los artículos 27 y 53 de la Convención de Viena sobre el derecho de los
tratados de 1969, ratificado por el Perú mediante Decreto Supremo N° 029-2000-RE,
de fecha 14 de setiembre de 2000”<5i).
En tal sentido, la ley nacional no puede tener efectos modificatorios, ni suspensivos,
ni derogatorios, ni abrogatorios sobre el tratado, aunque el tratado sí puede tener efecto
suspensivo sobre la ley interna.
(49) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo (II, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 165,
(50) GARCÍA TOMA, Víctor. "La jerarquía de las normas en el proyecto de Constitución”. En: Revista del Foro.
Colegio de Abogados de Lima, Año LXXXI, LE 1, Lima, enero-junio de 1993, p. 20.
(51) STC Exp. N” 04677-2005--HC/TC, f. j. 12. En: TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ. La
Constitución en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2006, p. 407.
La existencia de la antinomia se acredita en función de los tres presupuestos siguientes:
Por lo tanto es evidente que ante la concurrencia de normas cuya aplicación es exclu
yeme, lo que el Tribunal Constitucional llama “antinomias”, debemos determinar si ambas
normas tienen la misma jerarquía, como es el caso de los tratados y las leyes en el orde
namiento jurídico peruano; si ambas normas se encuentran vigentes, es decir si temporal
mente concurren para ser aplicadas a una misma situación o relación jurídica; y por últi
mo si ambas normas rigen en el mismo espacio donde dicha situación o relación jurídica
se regula o produce efectos de derecho.
En dicho supuesto nos encontramos frente a la disyuntiva de tener que elegir una sola
norma aplicable, pues es imposible aplicar ambas simultáneamente. Teóricamente nos en
contraríamos en la disyuntiva de aplicar el Derecho Interno o el Derecho Internacional Públi
co y se trataría de una mera elección entre normas internas y compromisos internacionales.
(52) STC Exp. N° 0047-2004-AI/TC, f. j. 51, En: TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ. La
Constitución en lajurisprudencia del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2006, pp. 395 y 396.
En conclusión, de todo lo expuesto en este punto, queda meridianamente claro que
conforme a las normas del Derecho Internacional vinculantes para el Estado peruano,
a la jurisprudencia internacional (arbitral y judicial), a la doctrina del Derecho Interna
cional, al propio Derecho Constitucional peruano, a la jurisprudencia constitucional así
como a la posición oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, en caso de
conflicto entre un tratado y una ley, prevalece el primero.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
g Los tratados son la expresión de voluntad que adopta el Estado con sus homólogos o con
organismos internacionales y se rigen por normas, costumbres y doctrina del Derecho
Internacional: STC Exp. N° 00047-2004-PI/TC (f. j. 18).
g Los tratados sobre derechos humanos ratificados por el Estado son Derecho válido, eficaces e
inmediatamente aplicables al interior del Estado: STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 22).
|fp En el ordenamiento constitucional peruano, los tratados internacionales son normas jurí
dicas con rango y fuerza de ley cuyos efectos son vinculantes a nivel interno: STC Exp.
N0 04905-2014-PA/TC (f. j. 21).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts, 54, 55, 57, 101 inc, 4), 102 inc. 3), 118 ines. 1), 11), 200 inc, 4), 4° D.F.T.;
C.P.Ct: arts. Vil, 76,99,105 inc. 3), 121,122.
(1) FERNÁNDEZ MALDONADO, Guillermo. “Los tratados internacionales y los sistemas de fuentes de
Derecho en el Perú”. En: Derecho. N° 43-44, Lima, 1989-1990, p. 344.
competencias del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo en materia de celebración de
tratados, eliminando así los problemas que existían en la Constitución Política del Perú
de 1979 para diferenciar los tratados que requerían la aprobación previa del Congreso de
los que podían ser aprobados y/o ratificados sin este requisito.
En efecto, la Constitución del 79 establecía en su artículo 102 que los tratados debían
ser aprobados por el Congreso antes de su ratificación por el Presidente de la República;
mientras el artículo 104 señalaba que el Presidente podía celebrar y ratificar tratados, sin
la previa aprobación del Congreso “en materias de su exclusiva competencia”. La refe
rencia a “materias de su exclusiva competencia” originó una serie de problemas de com
petencia entre el Parlamento y el Ejecutivo, tal como ocurrió cuando este último celebró a
sola firma los denominados Convenios Pesqueros con la Unión Soviética en 1988, o cuan
do suscribió el conocido Convenio Antidrogas en 1991.
La fórmula utilizada por la Constitución de 1979 era muy ambigua, generando algu
nos problemas de interpretación. Así surgió un gran debate en la doctrina nacional para
determinar los alcances de la expresión “materias de su exclusiva competencia”. En este
sentido, Fernández Maldonado encontró que la Constitución de 1979 señalaba las compe
tencias exclusivas del Presidente en forma dispersa y poco clara. Más aún, comprobó que
dichas materias no eran del todo exclusivas del Presidente, entrando también dentro del
campo de acción del Congreso. Como ejemplo citaba el caso de la potestad reglamentaria,
como atributo del Poder Ejecutivo (art. 211, inc. II) pero cuya regulación correspondía al
Parlamento^), Para De la Lama, la fórmula “materias de exclusiva competencia” implica
ba más bien los acuerdos meramente ejecutivos, administrativos y reglamentarios; que no
modificaran la legislación nacional ni exigieran leyes complementarias para su ejecución.
Al parecer, el constituyente juzgó que con esta fórmula “materias de exclusiva com
petencia”, no podría generarse un conflicto normativo, pues tanto el Presidente de la Re
pública como el Parlamento actuarían dentro de materias reservadas. Sin embargo, se
equivocó. Por ello, en la actual Constitución, se decidió corregir este error, distinguien
do claramente los tratados que debían ser previamente aprobados por el Congreso antes
de su ratificación presidencial, de aquellos que podrían ser directamente ratificados por el
Presidente de la República, a través de la consagración de una lista de materias positivas.
Esto, en nuestro concepto, ha eliminado o, al menos reducido, las posibilidades de duda
o confusión. En este mismo sentido, concluye Bemales:
“La adopción de este criterio resuelve los problemas que creaba la fórmula demasiado
general de la Constitución de 1979, para que fuera el Congreso el que aprobara los
Tratados internacionales (...) ¿Cuáles eran esas materias de exclusiva competencia del
Presidente de la República? En la década del ochenta fue este un asunto que provocó
discusiones entre parlamentarios que sostenían que no habiendo stricto sensu ningún
asunto de exclusiva competencia del Presidente, todos los tratados internacionales
Se entendía que el Presidente podía desechar la vía del 104, optando por el procedi
miento solemne del artículo 102. Esta ambigüedad también se elimina en el artículo 56
del actual Texto Normativo, al eliminar a su vez toda atribución facultativa al Presiden
te de la República.
1. Derechos humanos
Este inciso tiene como referente la Constitución española de 1978, que contiene una
disposición similar, así como la práctica peruana sobre la materia, que siempre ha sometido
la aprobación de tratados sobre derechos humanos a la previa aprobación del Congreso3(4).
Y es que la condición jurídica de las normas sobre derechos humanos hacía necesario
un tratamiento preferencial de estos en el Derecho interno, estableciendo un procedimien
to de aprobación riguroso, donde el Congreso ejerciera un control previo.
Como se sabe, los tratados sobre derechos humanos se caracterizan por no ser sina
lagmáticos, esto es, por generar un tipo de relación especial entre las obligaciones estata
les y los seres humanos cuyos derechos buscan ser protegidos. Al respecto, la Corte Inte-
ramerícana de Derechos Humanos ha señalado:
(3) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Konrad Adenauer,
Lima, 1996, p. 299.
(4) Así, entre los años 1980 y 1990 encontramos que el Congreso peruano aprobó los siguientes tratados:
Eliminación de Discriminación contra la Mujer; Estatuto de Refugiados; Convención contra el Apartheid
en los Deportes; Convención para Prevenir y Sancionar Actos de Terrorismo; Convención para la Restitu
ción Internacional de Menores; Migraciones; Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes; Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949; entre otros. Véase la tesis de
G RANDA, Ana María. Acuerdos simplificados en la Constitución Política del Perú en materia de exclusiva
competencia del Presidente de la República. Tesis para optar el título de abogado, Facultad de Derecho,
PUCRLima, 1992.
“(...) no son tratados multilaterales del tipo tradicional, concluidos en función de un
intercambio recíproco de derechos, para el beneficio mutuo de los Estados contratantes.
Su objeto y fin son la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos,
independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a
los otros Estados contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los
Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen
varias obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo
su jurisdicción”(5).
En consecuencia, en este tipo de tratados, los Estados contratantes no tienen intereses
propios, solamente tienen, por encima de todo, un interés común: la protección del indi
viduo. Por tal razón, es necesario que el Congreso de la República evalúe en estos casos
las obligaciones a ser asumidas por el Estado en pro del individuo, pues muchas veces re
querirá de su posterior concurso, para la cabal implementación de estos acuerdos.
La soberanía es, como sabemos, la potestad jurídica de un Estado para decidir libre
mente sus asuntos internos (autonomía) y externos (independencia). El dominio es el de
recho en virtud del cual las cosas se encuentran sometidas a la acción y voluntad del Esta
do. Este derecho se ejerce sobre bienes muebles (navios y otros elementos de transporte,
etc.) y sobre inmuebles (el territorio en sus diversos aspectos)(6). Finalmente, la integridad
se refiere al elemento territorial del Estado como representación real de este.
Todo ello nos lleva a concluir que son tratados comprendidos en este acápite: los tra
tados de paz; tratados de límites; tratados de establecimiento de relaciones diplomáticas y
consulares; los constitutivos de Organizaciones Internacionales; los de solución pacífica
de controversias; los tratados de integración; sobre recursos naturales y medio ambiente,
Por otro lado, la Constitución complementa esta norma al establecer que el Congre
so también deberá prestar su consentimiento para el ingreso de tropas extranjeras en el te
rritorio de la República (art. 102, inc. 8); así como para la declaración de guerra y firma
de la paz (art. 118, inc. 16).
3. Defensa nacional
La defensa nacional suele ser entendida como la facultad del Estado de asegurar su
integridad por la vía convencional o armada. La defensa armada puede revestir forma ac
tiva o pasiva. Por la primera, el Estado actúa contra quien intente desmembrarlo, interve
nirle o afectar en alguna forma su territorio. Por la segunda, se adoptan precauciones ante
un posible conflicto armado, como son: tener un ejército permanente y una organización
de reserva; instruir a sus ciudadanos para la defensa nacional mediante el servicio mili
tar; construir fortificaciones y vías estratégicas; almacenar pertrechos y municiones; u or
ganizando, en fin, todo sistema técnico y económico que le permita poner en acción sus
fuerzas y su espíritu en el momento del peligro(S).
En este sentido, podemos enmarcar dentro de esta categoría los tratados de seguridad
colectiva; los tratados de alianza defensiva, los de no agresión o neutralidad; y los que es
tablezcan Organizaciones Internacionales de Cooperación Militar.
Sin embargo, creemos que tal como está redactado el artículo 56 literal d) de la Cons
titución resulta demasiado amplio, pudiendo significar un obstáculo para la obtención de
créditos en el futuro. Incluso, en nuestra práctica interna, muchos tratados sobre esta ma
teria han sido celebrados por la vía simplificada. Es el caso del crédito por 300 millones
de dólares otorgado por el gobierno argentino al Perú aprobado por cambio de notas el 4
de setiembre de 1981 y el préstamo del gobierno de Canadá al Perú para el desarrollo de
Resulta lógico entonces que cualquier tratado sobre la materia requiera también la
aprobación previa del Congreso, ya que este es el órgano a quien la Constitución reser
va tal competencia.
La aprobación del Congreso se hace entonces necesaria en la medida que debe existir
coordinación entre las normas internas que aprueban el Congreso y los tratados interna
cionales que impliquen la modificación o derogación de tales normas. De igual forma, se
toma imperativo que los tratados que exijan medidas legislativas para su ejecución, sean
aprobados por el Congreso, en la medida que este órgano deberá ser quien legislará inter
namente para implementar el tratado.
En esta categoría están comprendidos los Convenios OIT que muchas veces implican
la interpretación, modificación e incluso la derogación de medidas legislativas. Sobre este
tema existe además una práctica nacional muy vasta°0).
[f¡¡ Aprobación de un tratado-ley por el Congreso constituye solo un acto parlamentario del
proceso complejo de celebración de un tratado: STC Exp. N° 00018-2009-PI/TC (f. j. 8).
[jp Los tratados que generen obligaciones financieras al Estado peruano deben ser ratificados
por el Congreso de acuerdo a sus funciones de aprobar el presupuesto de la República:
STC Exp. 00002-2009-PI/TC (f. j. 45).
(9) Para otros ejemplos, véase los numerales 26, 28 y 47 del anexo N" 3 y los numerales 23, 25, 41,43,47 y
48 del anexo N° 4 de GRANDA, Ana María. Ob. cit., p. 440 y ss.
(10) Así entre 1980 a 1990 fueron aprobados por el Congreso, Convenios OIT; pero también sobre propiedad
intelectual, derechos de autor, protección de obras literarias, comercio, telecomunicaciones, transporte,
etc., que requerían de medidas legislativas de implementación y/o la derogación o modificación de leyes
internas. Véase GRANDA, Ana María. Ob. cit., p. 284.
|H Los tratados sobre derechos humanos se caracterizan por no ser sinalagmáticos, esto es,
por generar un tipo de relación especial entre las obligaciones estatales y los seres humanos
cuyos derechos buscan ser protegidos: STC Exp. N° 00032-2010-PI/TC (f. j. 70).
BIBLIOGRAFÍA
(l) DE LA LAMA, Miguel. “La Constitución Política de 1979 y los tratados”. En: La Constitución peruana
de 1979 y sus problemas de aplicación. Lima, p. 487.
(2) En otras palabras, aprobada por mayoría absoluta de los miembros del Congreso y ratificada a través de
un referéndum. Se señala, asimismo, que puede obviarse el referéndum cuando la nueva norma que trae
aparejada el tratado se aprueba en dos legislaturas ordinarias sucesivas y por mayoría calificada superior
a los dos tercios de los miembros del Congreso (art. 206).
En caso de denuncia o expiración del plazo del tratado, la entrada en vigor de la nor
ma constitucional es automática. No es necesario volver a incorporar la norma constitu
cional al sistema jurídico.
Podría darse el caso -de adoptar la tercera postura referida- que se reforme la Cons
titución y el tratado no entre en vigor (por ejemplo, por faltar un número de ratificacio
nes determinado), en cuyo caso, se presentaría un vacío legislativo que no se configura
ría con la fórmula adoptada.
De otro lado, al ser estos tratados aprobados por el procedimiento de reforma consti
tucional y dejar en suspenso una norma constitucional, en el espacio y durante el tiempo
de su vigencia, algunos constitucionalistas señalan que estos tratados tienen consecuente
mente rango constitucional^. Una interpretación contraria-señalan- nos llevaría al absur
do de reconocer que una norma de rango inferior a la constitucional (esto es, legal) puede
suspender una norma constitucional. Agregan que lo razonable de esta interpretación se
basa en que la vigencia del tratado no podrá ser posteriormente objetada, en tanto se ha
brá cumplido con todos los requisitos (de procedimiento y jerarquía normativa) para que
la norma del tratado sea perfectamente válida(4>.
Sin embargo, lo cierto es que aquí no estamos ante el simple supuesto de colisión en
tre dos normas nacionales que deba ser resuelto a favor de aquella dictada posteriormente
o de la de mayor jerarquía, sino ante un tratado que antes de ser ratificado y, por ende, an
tes de formar parte de nuestro ordenamiento jurídico, se manifiesta contrario a una norma
constitucional. Se trata entonces de dos supuestos diferentes. Precisamente, para evitar el
conflicto normativo, el tratado es aprobado siguiendo un procedimiento especial que, una
vez concluido, deja en suspenso la norma constitucional, para permitir posteriormente,
la ratificación interna e internacional del tratado y con ello, su incorporación al Derecho
interno peruano. En consecuencia, nunca llega a producirse el conflicto normativo; en el
momento en que el tratado se incorpora a nuestro Derecho nacional no contradice ningu
na norma constitucional, menos aún la deroga o deja en suspenso. Por tanto, el tratado se
incorpora a nuestro ordenamiento como el resto de acuerdos internacionales celebrados
por el Perú, esto es, como una norma con rango de ley.
Por último, si bien el artículo 57 de la Constitución bajo comentario resuelve el su
puesto de colisión entre un tratado y una norma constitucional, antes de que la primera
sea aprobada por el Congreso, cabría preguntarse ¿qué sucede con una norma convencio
nal ya vigente para el Perú contraria a la Constitución?
Pues, a nivel interno, es posible plantear una acción de inconstitucionalidad contra el
tratado, basados en el artículo 200, inciso 4 de la Constitución, a efectos de lograr su inva
lidez. Empero, desde el punto de vista del Derecho Internacional, la respuesta la tenemos
en los artículos 27 y 46 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969.
En efecto, el artículo 27 ya citado, señala la primacía de la norma convencional inter
nacional sobre cualquier norma interna. Sin embargo, el artículo 46 establece una excep
ción a este principio, al señalar:
(3) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Pontificia Universidad Católica
del Perú. Tesis doctoral, Volumen 111, Lima, 1997, p. 139.
(4) Ibídem, p. 148.
“El hecho de que el consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado haya
sido manifestado en violación de una disposición de su Derecho interno concerniente
a la competencia para celebrar tratados no podrá ser alegado por dicho Estado como
vicio de su consentimiento, a menos que esa violación sea manifiesta y afecte a una
norma de importancia fundamental de su Derecho interno.
Una violación es manifiesta si resulta objetivamente evidente para cualquier Estado
que proceda en la materia conforme a la práctica usual y de buena fe”.
De este artículo se desprende que solo cuando la norma interna violada por el tratado
sea: a) de carácter constitucional; b) específicamente sobre celebración de tratados y; c)
que la violación fuera conocida por la contraparte; será posible plantear la nulidad del tra
tado y/o del consentimiento del Estado. En todos los demás casos de colisión entre la nor
ma interna y el tratado, se mantendrá la vigencia y primacía de este último sobre la nor
ma nacional, aun cuando esta sea de carácter constitucional^.
Al respecto, el tercer párrafo del artículo 57 prevé dos formas o modalidades de de
nuncia, según si el tratado fue o no celebrado con autorización del Congreso. Con ello,
se busca facilitar la denuncia de los llamados tratados ejecutivos y/o simplificados, y por
otro lado, brindar mayor seguridad en la denuncia de un tratado complejo o solemne{7).
(5) Como lo señala EJIDART CAMPOS, Germán. “El Derecho Internacional de los Derechos Humanos”. En:
Jurídica. Anuario del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana N° 20. 1990-1991,
pp. 107-108: “Esta falta de sintonía entre las soluciones internas y las del Derecho internacional debe
hacernos meditar mucho. Personalmente, nos inclinamos a propiciar que las constituciones reconozcan la
prevalencia de los tratados, en todos los casos (...)”.
(6) Al respecto, señala CAPOTORTI, Francesco. Corso di Dirítto Internazionale. Giuffe Editore, Milán, 1995,
pp. 478-479: “Se debe recordar que el poder de denunciar puede ser acordado en el marco de un tratado
bilateral o multilateral; en el primer caso su ejercicio provoca la extinción del tratado, en tanto que el se
gundo puede llevar a la extinción completa, o bien hacer cesar los efectos del tratado solamente respecto
del Estado denunciante, según lo que el tratado haya establecido. En caso de duda hay que pensar en la
extinción subjetivamente limitada. En cuanto al retiro, este no puede ser previsto más que por los tratados
multilaterales, y es que hace cesar los efectos solamente en las relaciones entre el Estado que se retira y
las otras partes”.
(7) No obstante, existen opiniones contrarias como la de CHIRINOS SOTO, Enrique. La Constitución al al
cance de todos. Lima, 1984, p. 103: “No ha debido, a mi juicio, incluirse el requisito de la aprobación del
Congreso ni siquiera para los tratados que exigen la aprobación del mismo. El Presidente de la República
dirige la política extema y las relaciones internacionales (inc. 11 del art. 118). La denuncia puede requerirse
con caracteres de urgencia. Los trámites en el Congreso suelen ser dilatorios. Por lo demás ¿en qué píe
queda el tratado -para el Estado concelebrante-- cuya denuncia el presidente del Perú ha solicitado ante el
Congreso, aunque este deniegue su aprobación?”.
El artículo, basado en el viejo principio romano de que las cosas deben deshacerse
conforme se hicieron, corrige también una redacción ambigua, que podía dar lugar a in
terpretaciones erradas. Efectivamente, el artículo 107 de la Constitución derogada esta
blecía: “La denuncia de los tratados es potestad del Presidente de la República, con apro
bación del Congreso”. Así, tal como estaba redactada la norma, podía dar a entender que
esta no exigía que la aprobación parlamentaria de la denuncia fuera previa a esta(S), lo cual,
si bien no traía dudas en el campo del Derecho Internacional sí las traía en el ámbito in
terno, pues la norma resultaba ambigua. Con el propósito de evitar tales consecuencias, el
Instituto de Estudios Internacionales (IDEI) de la Pontificia Universidad Católica del Perú
propuso incluir en este párrafo la palabra “previa”, que no dejaría lugar a dudas. El Con
greso Constituyente Democrático, con buen criterio, acogió la propuesta.
jgj| Los tratados ejecutivos son aquellos cuyas materias no están contempladas en los tratados
del nivel legislativo y no requieren de la aprobación del Congreso: Exp. N° 00002-2009-
PI/TC (f.j. 75).
[p Los tratados internacionales, pese a detentar rango constitucional, pueden ser objeto de
control en los procesos de inconstitucionalidad: STC Exp. N° 00025-2005-P.I/TC (f. j. 34).
BIBLIOGRAFÍA
B1DART CAMPOS, Germán. “El Derecho Internacional de los Derechos Humanos”. En: Jurídica.
Anuario del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana Nü 20, 1990-1991; BE-
LAUNDE MOREYRA, Antonio. “La Constitución peruana de 1979 y el Derecho Internacional”.
En: Revista Reruana de Derecho Internacional. Tomo XXXIV. Sociedad Peruana de Derecho In
ternacional, Lima, 1982; CAPOTORTI, Francesco. Corso di Diritto Internazionale. GiuíTe Editore,
Milán, 1995, CHIRINOS SOTO, Enrique. La Constitución al alcance de todos. Lima, 1984; DE LA
LAMA, Miguel. “La Constitución Política de 1979 y los tratados”. En: La Constitución peruana de
1979 y sus problemas de aplicación. Lima; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución
Política de 1993. Tesis doctoral, volumen III, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1997.
(8) BELAUNDE MOREYRA, Antonio. "La Constitución peruana de 1979 y el Derecho Internacional”. En:
Revista Peruana de Derecho Internacional. Tomo XXXIV, Sociedad Peruana de Derecho Internacional,
Lima, 1982, pp. 41-45.
TÍTULO III
DEL RÉGIMEN
ECONÓMICO
DEL RÉGIMEN ECONÓMICO
CAPÍTULO I
PRINCIPIOS GENERALES
CONCORDANCIAS:
G: arts. 1, 7, 9 al i 1, 13,14,16,17,22 al 24,28,43,44,59,60; C.P.Ct: arts. II, VII,
1,2, 78; C.P.D.C: arts, I, II; D. Leg. 757: art. 2; D.S. 002-97-TR: art. 46
I. La Constitución económica
Normas de contenido económico han existido desde los orígenes mismos del Dere
cho, por ello la aparición de la primera Constitución tenía como propósito la necesidad de
controlar el poder económico del rey y, más puntualmente, su poder fiscal. En este senti
do, la Constitución fue una norma de control del poder económico, que luego se ampliará
e incluirá derechos fundamentales que justificadamente fueron adquiriendo enorme im
portancia e incluso un mayor estatus jurídico del que han llegado a alcanzar los derechos
económicos. Tal vez esta última sea una de las razones por las que, por un buen tiempo, la
Constitución no haya sido vista como una norma económica, percibiéndosela, más bien,
como un documento de organización política o como una ley suprema de derechos civi
les. Sin embargo, esta situación ha cambiado radicalmente. Hoy es imposible no reconocer
a la Constitución también como una norma de derechos económicos, como imposible es
que una persona pueda vivir fuera o de espaldas al mercado.
Las Constituciones liberales del siglo XIX no contenían normas económicas que fue
ran parte de un sistema económico, aunque sí establecían derechos y libertades (propie
dad, libertad de contratación, libertad de comercio, etc.) con un claro contenido patrimo
nial. Los derechos económicos eran concebidos como parte de los derechos generales de
la persona y no habían alcanzado el desarrollo que hoy tienen. De ahí que, en gran me
dida, el orden político estatal y el orden económico fueran considerados como dos siste
mas de funcionamiento sustancialmente independientes, cada uno orientado por sus pro
pios fines y realizándose por la operación de leyes de distinta naturaleza (jurídicas en un
caso, económicas en otro)(1).
Solo a partir del siglo XX, y luego de la Segunda Guerra Mundial, las constitucio
nes recogerán de una manera sistemática normas y libertades vinculadas al ordenamiento
económico. El fenómeno es producto de una mayor presencia de la empresa en el escena
rio económico mundial. La empresa ha sido el actor más importante en la economía del
siglo XX, y todo apunta a que lo seguirá siendo en el presente siglo. Su influencia, como
es evidente, se ha dejado sentir una y otra vez en el ordenamiento legal. De la misma ma
nera como el Estado representó en su hora, la subyugación de multiplicidad de centros de
poder (señores feudales, obispos y gremios), el surgimiento de la empresa ha significado
un contrapeso al poder económico del Estado, llegando, incluso en ocasiones, a superarlo
con el surgimiento de empresas globalizadas, que, en muchos casos, representan una eco
nomía mayor a la de todo un país. Precisamente, el Tribunal Constitucional sostiene que
“así como el excesivo poder político del Estado ha sido siempre un riesgo para la liber
tad humana, de la misma forma el poder privado propiciado por una sociedad corporati
va constituye una grave y peligrosa amenaza para la regencia del principio de justicia'^.
Este fenómeno ha originado que se tome una mayor conciencia del vínculo entre Po
lítica, Derecho y Economía. Ahora se ha llegado a la convicción de que ios ordenamien
tos que regulan y vinculan estas disciplinas no funcionan aislados. Ello se manifiesta en
el ámbito jurídico con la producción, cada vez mayor, de normas y una vasta jurispruden
cia de contenido económicoí3).
Puede afirmarse, entonces, que la Constitución es, por origen y contenido, una nor
ma económica que consagra la seguridad y las libertades en este ámbito. Si bien, por mu
cho tiempo, el constitucionalismo ha estado dominado por las ideas del control político123
(1) Cfr. GARCÍA PELAYO, Manuel. “Consideraciones sobre las cláusulas económicas de la Constitución”.
En; Estudios sobre la Constitución española de 1978. Libros Pórtico, Zaragoza, 1979, pp. 29-30.
(2) STC Exp. Nü 0008-2003-AVTC, f. j. 3
(3) Desde un enfoque liberal son destacadas las obras de Friedrich A. Hayek: The Constitution of liberih y
law, legisla!ion and liberty. Ambas obras han sido traducidas al español, la primera con el nombre: Los
fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 1991; y la segunda como Derecho, legislación y
libertad. Unión Editorial, Madrid, 1985.
-concentrando su interés en los mecanismos legales de organización estatal- la Constitu
ción nunca perdió su carácter económico, ya que desde siempre fue, en esencia, una nor
ma de control del poder, y un poder que no puede obviarse es el económico. No obstante,
solo a mediados del siglo XX, aparece con gran fuerza y carácter, el constitucionalismo
económico. Empieza a formarse, entonces, un concepto de Constitución económica, de
bido a que las normas de contenido económico ya no se limitan a proteger la propiedad
o controlar el poder fiscal. Los derechos económicos se extienden y profundizan, y se le
asigna ahora al Estado un rol jurídico-económico que hasta entonces le era inédito. Para
lelamente, la Constitución reconoce la situación de desigualdad en la que se encuentran
inevitablemente ciertos actores en el mercado y advierte la necesidad de protegerlos, re
conoce también las desigualdades sociales que existen en las sociedades modernas, y pro
cura la nivelación de tales diferencias, buscando establecer un orden social justo y una
economía eficiente.
De esta manera a los tradicionales derechos civiles y políticos, se suman los derechos
económicos. Se genera, a partir de este cambio, una relación diferente entre las personas
y el Estado, e incluso entre las personas, que deberán vincularse ahora con arreglo a las
normas y principios jurídico-económicos que contiene la Constitución.
Al hilo de estos cambios, los derechos económicos constituyen hoy derechos subje
tivos exigióles frente al Estado y los particulares. Hay en esto un avance cualitativo en el
desarrollo del Derecho Constitucional. Este cambio se ha debido a que en la actualidad,
el hombre moderno no puede vivir desligado del mercado, sus principales necesidades las
satisface en este espacio mediante transacciones económicas, incluso, en cierta medida, su
autorrealización puede verse comprometida por relaciones de mercado (educación, salud,
información, formación profesional). Por ello, la Constitución, como norma cúspide del
ordenamiento legal, no podía permanecer omisa a regular las relaciones y derechos econó
micos, derechos que se encuentran más cerca de las personas y que en la práctica son los
que definen si realmente vivimos o no en un verdadero Estado de Derecho. Sin embargo,
el estatus de auténticos derechos subjetivos solo tendrá aplicación en la medida que tales
derechos presenten un reconocido contenido esencial; contenido que, las más de las ve
ces, deberá ser determinado por el Tribunal Constitucional.
Para el constitucionalista español García Pelayoí8), son “las normas básicas destina
das a proporcionar el marco jurídico fundamental para la estructura y funcionamiento de
la actividad económica o, dicho de otro modo, para el orden y proceso económico. Tales
normas sirven de parámetros básicos para la acción de los actores económicos públicos y
privados, y pueden ser enunciación de principios y valores directivos orientadores de la
acción, o pueden tener formulación y garantía más rigurosas”.
Según Font Galán®, se entiende por Constitución económica “el conjunto de normas
de contenido específicamente socioeconómico, mediante las cuales se establecen los prin
cipios que rigen la actividad económica desarrollada por los individuos y por el Estado, y
se determinan las libertades, derechos, deberes y responsabilidades de aquellos y este en
el ejercicio de dicha actividad”.
Por su lado, Ballerstedti0> entiende la Constitución económica como “la ordenación fun
damental de una comunidad económica existente dentro de un ente estatal o supraestatal ba
sada en la participación para la satisfacción de necesidades sociales a través del mercado”.
Asimismo, ha señalado que se trata de “normas orientadas a establecer las pautas bá
sicas sobre las que debe fundarse el régimen económico de una sociedad”, o bien como
aquellas “disposiciones que suponen el establecimiento de un plexo normativo que tiene
como finalidad configurar el ámbito jurídico en el cual se desarrollará la actividad econó
mica de nuestro país, y cuyo propósito es que la actuación del Estado y los ciudadanos sea
coherente con la naturaleza y los fines del Estado social y democrático de Derecho”<i5).
En tal sentido, las normas referidas al orden público económico, se identifican con la
denominada Constitución económica, que, como se ha visto, tiene como propósito desig
nar el marco jurídico fundamental de la actividad económica. No obstante, esta identidad
no es total. Como señala Díez-Picazo(i6)17
, “existe una Constitución económica que está con
18
tenida dentro de la Constitución política (...). Sin embargo, existe también una ‘Constitu
ción económica’ más profunda, que no se refleja necesariamente en la Constitución po
lítica, pero que comprende un conjunto de principios y de líneas de inspiración sobre las
cuales la actividad económica de la sociedad se desarrolla. Es a este conjunto de princi
pios al que llamamos en sentido estricto orden público económico”.
Cuando el legislador califica una ley como de orden público, hace una auténtica va
loración que es consustancial a la instrumentalidad política que adquiere la ley en el
Estado de Derecho. La ley de orden público pone límites al juego irrestricto de intereses
(16) DIEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Vol I, 5a edición, Civitas, Madrid,
1996, p. 44.
(17) Ibídem, p. 42.
(18) Cfr. ZANNONI, Eduardo. En el prólogo del libro de DE LA FUENTE, Horacio. Orden público. Astrea,
Buenos Aires, 2003, pp. VI, Vil.
individuales que encauza la autonomía privada091. No obstante, es importante acotar que
el orden público no solo impone limitaciones a la actuación de los particulares, sino tam
bién al accionar del propio Estado. Es, por lo tanto, no solo un instrumento de protección
de los intereses generales, sino también de los intereses particulares frente a los excesos
de los poderes públicos. Pese a la importante función que cumplen las normas de orden
público económico, no siempre serán expresamente calificadas como tales por el legisla
dor, pese a serlo.
La importancia del orden público económico reside en que con él se fijan los derechos
económicos fundamentales. Esta determinación es de tal trascendencia que podría decir
se que con él surge el Derecho moderno, pues solo una vez delimitados los derechos eco
nómicos fundamentales, puede afirmarse que existe un verdadero ordenamiento legal. La
determinación de tales derechos se halla entre los primeros problemas que tiene que resol
ver cualquier organización social. Rousseau llegó a expresar: “El primero a quien habien
do cercado el terreno, se le ocurrió decir: esto es mío, y encontró gente tan simple como
para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”, es decir, el inventor del De
recho. He ahí una verdad sencilla pero dura como una roca: todo Derecho, en gran medi
da, establece un estatuto económico y descansa en él.
Decir que la iniciativa privada es libre, es afirmar que el mercado le pertenece a los
particulares y no al Estado. Quiere decir que no es tarea del Estado la creación de riqueza.
Esta función se encuentra reservada a los particulares. Nuestra Constitución ha entendi
do que la civilización moderna es producto del accionar de los particulares en el mercado,
del libre intercambio de bienes y servicios que son la base de las relaciones económicas
que se manifiestan en los contratos. La nuestra es una civilización contractual, que solo es
posible gracias a que la iniciativa privada es libre.*
Ahora bien, afirmar que la iniciativa privada es libre, no quiere decir que su ejerci
cio sea absoluto, pues siempre se hace necesaria la presencia de un Estado capaz de ejer
cer funciones supervisoras, correctivas y reguladoras(22}. Así lo ha señalado expresamente
nuestro Tribunal Constitucional, pues la iniciativa privada se ejercerá libremente, siem
pre que no colisione con los intereses generales de la comunidad, los cuales se encuen
tran resguardados por una pluralidad de normas adscritas al ordenamiento jurídico; vale
decir, por la Constitución, los tratados y las leyes sobre la materia. Empero, con el mismo
énfasis se debe precisar que dicho ordenamiento protege la libre iniciativa contra la inje
rencia de los poderes públicos, respecto de lo que se considera como “privativo” de la au
todeterminación de los particulares20 (23)24
22
21 .
En otras palabras, nuestro ordenamiento confiere una función especial al Derecho Pri
vado, en particular al Derecho de los Contratos, que servirán para regular las relaciones de
mercado entre los particulares. Todo ello, desde luego, dentro de un marco regulado por el
Derecho Constitucional Administrativo. Este es uno de los significados que debe señalar
se cuando se advierte la constitucionalización de la iniciativa privada. En la doctrina na
cional^ se ha interpretado la inclusión de la iniciativa privada en la Constitución de un
modo distinto. Los autores han equiparado la iniciativa privada con la libertad de empresa,
tomando ambas como sinónimos. Nosotros no compartimos esta postura, pues exige ad
mitir que el legislador ha pretendido regular lo mismo en dos normas distintas (arts. 58 y
59). Una interpretación sistemática de nuestra Carta Fundamental, debe llevamos a encon
trar el verdadero contenido de este dispositivo. Este, aparte de significar que la iniciativa
En suma, el principio de libertad económica es una proyección, en este plano, del res
peto de la dignidad de la persona, que le garantiza a la persona que será tratada en el merca
do con igualdad, esto es, con igual dignidad, pudiendo elegir libremente en sus decisiones.
Para ello será necesario reconocerle un conjunto de derechos económicos, los que solo se
respetarán si se limita el poder económico, tanto del Estado como de los propios particu
lares. De ahí que se diga que toda actuación directa del Estado en la economía, supone el
recorte de la libertad económica de los ciudadanos. Desde esta misma perspectiva, debe
rá limitarse el poder económico de los particulares, pues una economía de mercado busca
compativilizar la protección de la persona con la libertad de mercado, para lo cual garan
tiza que no haya un solo centro de decisión en el mercado, sino diversos.
En el Perú existe casi unanimidad en cuanto a que la actividad económica del país
debe desarrollarse en una economía social de mercado. El problema es que no existe la
Sin embargo, si bien hay un relativo consenso respecto a la necesidad de limitar la li
bertad de mercado, no existe la misma unanimidad con relación a cómo deben operar es
tas limitaciones en una economía social de mercado. El problema reside en que, para que
este sistema funcione, debe combinarse eficiencia con igualdad en el mercado. Este equi
librio es esquivo, difícil de alcanzar. El sistema busca que el mercado funcione sin dis
torsiones y sin actores económicos con un poder que haga imposible el libre juego, per
mitiendo que todas las personas puedan tomar libremente sus decisiones económicas. No
obstante, en muchas ocasiones el propio Estado puede llegar a ser un agente dístorsiona-
dor del mercado. De ahí, la clara limitación que la Constitución le impone al Estado en
cuanto a su accionar económico.
En resumen, mercado eficiente y sociedad justa es lo que persigue una economía so
cial de mercado. Pero este equilibrio no es sencillo, exige la participación del Estado pero
de manera restringida, estableciendo las reglas de juego de acuerdo a las cuales operará el
mercado y los agentes económicos. Estas reglas no podrán exceder los límites impuestos
por la propia Constitución ni violar las libertades económicas que en ella se consagran.
En este sentido, la iniciativa privada y la libertad de mercado que la Carta Fundamental
regula, no son ni pueden ser meramente formales. El Estado deberá crear las condiciones
para su pleno ejercicio. Sin embargo, la Constitución también impone que el conjunto de
las libertades económicas que implica el libre ejercicio de la iniciativa privada, se ejer
zan en armonía con los intereses sociales. No hay que olvidar que la Constitución es una
norma de equilibrio, y en el plano económico, el equilibrio ha de darse entre libertad de
mercado e interés general,
Ahora bien, tal como sostiene Pfalleb263: “el concepto de economía social de merca
do reconoce explícitamente que ni siquiera un mercado altamente eficiente satisface todas
las necesidades de una sociedad. Es por ello que no solo le atribuye al Estado el derecho,
sino incluso la obligación de intervenir activamente dondequiera que se produzca un me
noscabo de intereses sociales legítimos. Esta obligación de intervenir abarca tres aspec
tos: restricción de la libertad del mercado, compensación de fallas del mercado, correc
ción de resultados generados por el mercado”.
(26) PFALLER, Alfred. “El concepto de la economía social de mercado y la nueva ‘de-civilización’ del capi
talismo en Europa”, En: <http://library.fes.de/fulltext/stabsabteilung/00071 .htm>.
(27) STC. Exp. N.° 00008-2003-AI/TC, fundamento jurídico 14.
(28) ídem.
bien en la concentración de patrimonio. Por tal razón; el modelo le asigna al Estado la ta
rea de procurar una distribución, lo más amplia posible de dicho patrimonio.
Sin embargo, por más que el Estado deje que la economía se organice a través del
mercado, siempre su participación en ella se dará de una manera múltiple, pero igualmen
te importante (regulaciones, impuestos, protección, incentivos, compras, subsidios, etc.).
De ahí, la necesidad de que su actuación sea coherente y consistente en el tiempo. Una
actuación desordenada, con ausencia de principios rectores, perturbará el comportamien
to de los particulares en el mercado y hará muy difícil el planeamiento empresarial y más
onerosas las inversiones.
Un tema en el que conviene insistir es, que si bien en la economía social de mercado,
el ordenamiento jurídico consagra libertades económicas que se deberán respetar, esto no
es suficiente, pues la convivencia de tales libertades con abismos sociales y desigualdades
económicas solo terminaría por hacer inviable el sistema. Nuestro ordenamiento consti
tucional consagra la economía social de mercado, porque en su vértice se halla el respeto
y protección de la dignidad de la persona, y no es posible hablar de dignidad sin un míni
mo de bienestar económico que el Estado debe garantizar. El hombre económico es solo
una realidad parcial. La libertad invocada para la formación de la voluntad democrática
no puede ser falseada por los procesos de poder económico, ya que la sociedad abierta
no es “un juego de ganancia económica”. No se puede canjear el poder del Estado por el
poder de los grupos económicos. Una teoría constitucional del mercado debe tener como
premisa, la dignidad de la persona, orientándose a la justicia y al interés general, sin caer
presa del economicismo(29).
ADA
fi Si bien la iniciativa privada se ejerce de forma libre, el Estado tiene el deber de supervisar,
corregir o regular las actividades económicas: STC Exp. N° 07320-2005-PA/TC (f. j. 73).
gl La iniciativa privada puede desplegarse libremente siempre y cuando no colisione con los
intereses generales de la sociedad: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC (f. j. 18).
BIBLIOGRAFÍA
BASSOLS COMA, Martín. Constitución y sistema económico. Tecnos, Madrid, 1988; B1DART
CAMPOS, Germán. “La Constitución económica. (Un esbozo desde el Derecho Constitucional
argentino)”. En: Cuestiones Constitucionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional. N0 6,
enero-julio, 2002; DE LOJENDIO, Ignacio María, “Derecho Constitucional económico”. En: Cons
titución y Economía. (La ordenación del sistema económico en las Constituciones occidentales).
(29) Cfr. HABERLE, Peter. El Estado constitucional. UNAM - Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2003,
p. 261.
(30) CLAPHAM, 1979, p. 56 y ss.
(3 í) KRESALJA, Baldo y OCHOA, César. Derecho Constitucional Económico. Fondo Editorial de la PUCP,
Lima, 2010, p. 352.
Obra colectiva. Centro de Estudios y Comunicación Económica. Madrid, 1997; DIEZ-PICAZO,
Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Vol. If 5a edición, Civitas, Madrid, 1996; FONT
GALÁN, Juan Ignacio. Constitución económica y Derecho de la competencia. Tecnos, Madrid, 1987;
GARCÍA PELAYO, Manuel “Consideraciones sobre las cláusulas económicas de la Constitución”.
En: Estudios sobre la Constitución española de 1978. Libros Pórtico, Zaragoza, 1979; HÁBERLE,
Peter. El Estado constitucional. UNAM Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2003; HAYEK, Friedrich
A. Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 1991; HAYEK, Friedrich A. Derecho,
legislación y libertad. Unión Editorial, Madrid, 1985; PFALLER, Aifred. “El concepto de la economía
social de mercado y la nueva ‘de-civilización’ del capitalismo en Europa”. En: <http://iibrary.fes.de/
fulltext/stabsabteiIung/00071 .htm>; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política
de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1999; VERDÚ, Pablo Lucas. Curso de Derecho
Político. Vol. II, 2a edición, Tecnos, Madrid, 1977; ZANNONI, Eduardo. En el prólogo del libro de
DE LA FUENTE, Horacio. Orden público. Editorial Astrea, Buenos Aires, 2003.
Artículo 58 Estado orientador y promotor
(-)
Bajo este régimen, el Estado orienta el desarrollo del país, y
actúa principalmente en las áreas de promoción de empleo, sa
lud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura.
CONCORDANCIAS:
C.: arte. 9, 11, 13; C.P.D.C.: arte. I, II; D- Leg. 757: art. 2; D.S. 002-97-TR: art. 46
(1) KRESALJAROSELLÓ, Baldo. "La reserva de las actividades económicas a favor del Estado y el régimen
de monopolios en las Constituciones de 1979 y 1993”, En: lus et Vertías. N” 22, p. 274.
(2) Vide PLANAS, Pedro, La Constitución traicionada; página de historia reciente. Seglusa, Lima, 1993,
(3) Vide BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Rao, Lima,
1999; que contiene el análisis del autor y el prólogo de la 2a edición del exsenador Moreyra.
En tal sentido, el vigente modelo constitucional establece un papel subsidiario al Estado
en la economía, propendiendo a incentivar la inversión privada y la activa funcionalidad
del mercado, enmarcada en parámetros de un Estado social de Derecho. La Carta de 1993
ha optado por un modelo económico liberal, en el que la intervención del Estado se ex
presa estimulando, promoviendo la libre competencia y orientando el desarrollo del país
en áreas sustantivas para el funcionamiento de los servicios esenciales.
Advirtiendo que el cambio de rol del Estado en la economía se explica por el extendido
descontento debido a la muy mala gestión económica de la década de los ochentas, y
recordando que las primeras reformas liberalizadoras en esta materia se realizaron al
amparo de las facultades delegadas por el Parlamento al Ejecutivo en los anos 91 y 92,
Kresalja(4) señala las características del cambio en que: el Estado orientador de 1993 ya
no formula la política económica ni planifica; su actuación empresarial queda fuertemente
restringida pues solo puede ejercerla subsidiariamente sobre la base de una ley autoritativa
expresa y en igualdad de condiciones con la empresa privada. Esta última se convierte
en la principal responsable de la actividad económica, pues el papel promotor del Estado
se concentra en el empleo, la salud, la educación y la seguridad, así como los servicios
públicos e infraestructura.
Asimismo, es del caso mencionar que, al papel ciertamente restringido que le asigna
la Constitución al Estado en materia económica en el artículo 58, se le debe añadir el de
promotor de la pequeña empresa y el uso sostenible de los recursos naturales (a tenor del
artículo 67), así como de la conservación de la diversidad biológica y las áreas naturales
protegidas (art. 68), Otras disposiciones de la Constitución conciben a un Estado responsa
ble de: facilitar y vigilar la libre competencia (art. 61); combatir toda práctica que la limite
así como el abuso de posiciones dominantes y monopólicas (art. 61), lo que no supone re
proche alguno a la existencia misma de monopolios que quedan únicamente prohibidos en
relación con los medios de comunicación social o en la medida en que sean creados por ley.
(4) KRESALJA ROSELLÓ, Baldo. “La libertad de empresa: fundamento del sistema económico
constitucionalizado”. En: VV. AA. Libro homenaje a Jorge Avendaño. Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2004, p. 513.
luego, normas que obligan al Estado a respetar la propiedad, que es inviolable (art. 70); a
ejercer atribuciones de dominio público (arts. 73 y 88); a apoyar preferentemente el desa
rrollo agrario (art. 88, cuyo incumplimiento es manifiesto) y defender el derecho de con
sumidores y usuarios (art. 65), que a pesar de las limitaciones de su propio texto ha alcan
zado avances jurisprudenciales significativos, aunque no exentos de debate.
Por la minoría se respondió(6) que: “(.,.) este capítulo trata de consagrar solo el Estado
mínimo, de hacer todo lo posible para atarlo de manos y que no pueda entrar ni interve
nir en materia económica. Por eso se desarrolla, además, en la lógica del péndulo el es
fuerzo de caricaturizar al Estado como el Estado intervencionista de las décadas pasadas,
y en función de esa caricatura comenzar a crear las condiciones para que solo funcionen,
exclusivamente, las reglas del mercado. (...) debiera pensarse en el Estado promotor, en el
Estado capaz de conducir el desarrollo económico y social, y no simplemente en el Estado
que es árbitro o policía de la economía”.
(5) JOY WAY ROJAS, Víctor (NM-C90). Diario do los Debates. Debate Constitucional Pleno-1993. Tomo I,
Congreso Constituyente Democrático, Lima, 1998, pp. 750-753.
(6) PEASE GARCÍA, Henry (MDI). Diario de los Debates. Debate Constitucional Pleno-1993. Tomo I,
Congreso Constituyente Democrático, Lima, 1998, p. 768.
enfatiza la labor del Estado en cada una de las áreas consignadas en la vigente Carta, y la
promoción de la integración continental.
(7) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 197.
La seguridad: que para Rubio debe entenderse como seguridad social (en con
cordancia con los artículos 10, 11 y 12 de la Constitución), a lo que este autor
tendría que añadir la seguridad ciudadana, de creciente preocupación en nues
tros días, al amparo del artículo 195.
Los servicios públicos esenciales: en los que podrá también intervenir el Sec
tor Privado; sin embargo, el Estado tiene la obligación y el deber de suplirlos
en caso de que el Sector Privado no los brínde adecuadamente o no intervenga.
La infraestructura física del país: el Estado debe facilitar el ingreso de empre
sas privadas y deberá asumir la inversión en infraestructura esencial donde no
exista esta (por ejemplo carreteras, puertos, aeropuertos, caminos, etc.).
Para Bernales Ballesteros, el rol del Estado no es el de intervenir directamente en la
vida económica del país sino orientarla, comprendiendo en dicha orientación su activi
dad reguladora. Considera que la orientación, permite al Estado canalizar iniciativas hacia
sectores prioritarios. En consecuencia, sostiene, el Estado podrá fijar objetivos y priorida
des a las cuales orientará el desarrollo del país. Al igual que Rubio Correa, sostiene que el
Estado debe orientar el desarrollo de los sectores prioritarios antes referidos®.
Por su parte, Landa Arroyo™ señala que la intervención del Estado debe darse al
servicio de los derechos fundamentales, entendida como una finalidad normativa y de
alcance material de los derechos para todos. Para él, la economía social de mercado
busca integrar razonable y proporcionalmente el principio de libertad individual y el de
subsidiaridad del Estado, permitiéndole intervenir en la vida productiva básica y en los
servicios públicos, con el fin de hacer a un lado las desigualdades entre los ciudadanos.
Quispe Correa®5, por su parte, sostiene que nuestro régimen económico se funda en
la libertad humana, en donde prima la iniciativa privada libre, la economía social de mer
cado, la ausencia de planificación, la actividad subsidiaria del Estado, el pluralismo y la
libre competencia. Afirma que la intervención del Estado en la economía solo debe operar
en la medida en que la propia subsistencia del mercado peligre, o cuando la crisis social
demande medidas urgentes, sin que ello sea óbice para que desarrolle su papel regulador.8910
11
“13. (...) Las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos
económicos, sociales, políticos y jurídicos, a) Supuestos económicos: La economía
social de mercado es una condición importante del Estado Social y Democrático de
Derecho. Por ello debe ser ejercida con responsabilidad social y bajo el presupuesto
de los valores constitucionales de la libertad y la justicia. A tal efecto está caracte
rizada, fundamentalmente, por los tres elementos siguientes: (1) Bienestar social; lo
que debe traducirse en empleos productivos, trabajo digno y reparto justo del ingreso;
(2) Mercado libre; lo que supone, por un lado, el respeto a la propiedad, a la iniciativa
privada y a una libre competencia regida, prima facie, por la oferta y la demanda en
el mercado; y, por otro, el combate a los oligopolios y monopolios; y (3) Un Estado
subsidiario y solidario, de manera tal que las acciones estatales directas aparezcan
como auxiliares, complementarias y temporales. En suma, se trata de una economía
que busque garantizar que la productividad individual sea, por contrapartida, sinónimo
de progreso social”.
Refiriéndose al principio de subsidiariedad del Estado, el Tribunal señaló:
“5. Se concluye entonces que el Estado tiene la obligación de brindar los servicios
necesarios para satisfacer las necesidades de la sociedad, tales como educación, salud,
seguridad, etc.; para cumplir tal fin existen organismos que cumplen específicamente
una función, los que en todo caso realizan las acciones tendientes a cumplir los obje
tivos, maximizando los principios establecidos en la Constitución Política del Perú”.
En la STC Exp. N° 005-2003-AI/TC, el Tribunal Constitucional desarrolló su concep
ción sobre el servicio público, la supervisión y fiscalización:
V. Conclusión
El papel del Estado orientador y tímidamente promotor consagrado en el artículo 58
de la Constitución de 1993 resulta a todas luces insuficiente(!2). Por ello, es concebible que
el Estado, en el marco de una economía de mercado, asuma prioritariamente su responsa
bilidad en los servicios básicos como la salud, educación, seguridad y justicia. Pero debe
(.12) Por ser uno de los temas más debatidos de la Constitución de 1993, cabe registrarlas propuestas de cambio
al artículo 58, provenientes del proyecto de reforma constitucional discutido en el Congreso de la República,
aunque su aprobación haya quedado pendiente. Se propone ahora el siguiente texto:
“Artículo 97.- El régimen económico de la República se fundamenta en la economía social de mercado. Esta
se orienta a lograr el desarrollo humano sostenible y la justicia social. La iniciativa privada es libre”; y
“Artículo 98.- El Estado promueve el desarrollo económico y social, estimula la creación de riqueza, garantiza
la libertad de trabajo y la libertad de empresa, comercio e industria. El ejercicio de estas libertades no debe ser
lesivo a los derechos fundamentales de la persona, a la moral, ni a la salud o seguridad públicas. La acción
del Estado está dirigida principalmente a:
Garantizar el bien común, y actuar prioritariamente en las áreas de salud, educación, seguridad y justicia.
Promover la generación de oportunidades de empleo y la capacitación laboral.
Garantizar la prestación de servicios públicos y supervisar su funcionamiento.
Promover la inversión privada y la competí ti v idad en la economía.
Garantizar la libre circulación de bienes y la prestación de servicios en todo el territorio.
Fomentar la investigación en ciencia y tecnología.
Proteger el desarrollo del medio ambiente y la utilización sostenible de los recursos naturales.
Proveer de infraestructura física.
Promover la integración continental, social, económica, política y cultural”.
fortalecerse su tarea promotora en el ámbito de generación de oportunidades de empleo,
capacitación laboral, creación de pequeñas y medianas empresas, formación de empresa
rios en estos niveles mayoritarios de la economía peruana, así como su debida integración
para combatir la informalidad y facilitar su acceso al mercado local y global.
Por ello, el papel primordial del Estado promotor y no mero orientador debe darse en
el campo de la captación de inversiones y el fomento de la competitividad, especialmen
te sustancial en el marco de la participación de economías como la peruana en el merca
do global. Ello implica admitir la necesidad de contar con mínima estructura institucional,
que hasta hoy no ha podido desarrollarse, para llevar a cabo el planeamiento estratégico
del país. Es allí donde el Estado (gobierno central, gobiernos regionales y locales) debe
cumplir una tarea fundamental.
gil] Toda persona natural o jurídica tiene derecho a desarrollar la actividad económica de
su preferencia con la finalidad de obtener un beneficio o ganancia material: STC Exp.
N° 00008-2003-AI/TC (f.j. 17).
(|| La intervención estatal en la vida económica de los particulares será justificada si se sus
tenta en los principios de la economía social de mercado: STC Exp. N° 00034-2004-AI/
TC (f.j. 15).
g¡|| El derecho a la libre iniciativa privada comprende, entre otras posiciones n/s-fundamen-
tales, la facultad de toda persona natural o jurídica, de emprender y desarrollar, con plena
autonomía, cualquier actividad económica de su preferencia, a través de la disposición e
intercambio de bienes, con la finalidad de obtener un beneficio o ganancia material. Dicha
faceta de la libertad debe ser coherente con la garantía de posibilidades adecuadas de
autorrealización para el ser humano en todos los ámbitos de su personalidad: STC Exp.
N° 00011-2013-PI/TC (f. j. 17).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts, 2 inc. 2), 15), 22,23, 58,63,65, 71; C.P.Ct: art, 44 inc, 28); D. Leg. 1044:
art. 1; D. S. (130-2019-PCM.
Pero la conducción de la economía por los particulares solo es posible donde existen
libertad de empresa, derecho de propiedad, libertad de iniciativa privada, libertad de con
tratación, libre competencia y protección al consumidor; garantías que en buena cuenta for
man parte del núcleo duro de la Constitución económica y son, lo que podríamos llamar,
los principios y derechos fundamentales del sistema constitucional económico. La inter
dependencia que existe entre estas libertades es inocultable, al punto de que la transgre
sión de una a menudo compromete al resto. De ahí que estos derechos deban ser prote
gidos en conjunto, en la medida en que todos ellos constituyen la esencia del modelo de
economía social de mercado que consagra nuestra Constitución.
La libertad de empresa es uno de esos derechos económicos esenciales, pero esta li
bertad no es solo una declaración positiva, una facultad que se le reconoce a todas las
(1) Cfr. PIPES, Richard. Propiedad y libertad, dos conceptos inseparables a lo largo de la historia. Turner,
Fondo de Cultura Económica, México, 2002, pp. 14 y 15.
(2) STC Exp. N° 03 íI6-2009-PA/TC, f. j. 9.
(3) VON MISES, Ludwig. La acción humana. Tratado de Economía. 5a edición, Unión Editorial. Madrid,
!995,p. 233.
personas, naturales y jurídicas, sino también una limitación, porque el Derecho Consti
tucional es el Derecho de la libertad y para garantizarla debe inevitablemente limitar el
poder. Allí donde el Derecho permite sin control la existencia de núcleos de poder econó
mico o de otra índole, se aleja de su esencia. Una libertad de empresa ilimitada permiti
ría una acumulación de poder en manos de unos cuantos, que invariablemente pondría en
peligro los derechos y libertades de los demás. Ya lo expuso Montesquieuí4): “La libertad
es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten (...) es una experiencia eterna, que
todo hombre que tiene poder siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde en
cuentra límites. ¡Quién lo diría! La misma virtud necesita límites”.
Pero, si bien las limitaciones a la libertad de empresa tienen como eje central la pro
tección de los consumidores, no son solo para protegerlo a él. Aunque parezca paradójico,
tales limitaciones también benefician a los propios empresarios, sobre todo a los peque
ños quienes, sin la libertad de empresa, verían reducidas, y acaso eliminadas, sus posibi
lidades de ingresar al mercado, de crecer o de permanecer en él. En este sentido, es una
protección contra los propios empresarios.
Esta libertad tampoco es, como se podría pensar, un derecho individualista, que fa
vorece a unos cuantos, los empresarios. En realidad, su trascendencia social es enorme.
Cuando en una sociedad, la libertad de empresa no se respeta, los afectados son muchos,
peor aún, si tal violación conduce a cerrar o impedir la apertura de una empresa. Estos he
chos inciden en la vida de numerosas personas: consumidores, trabajadores, proveedores
e, incluso, el propio Estado. Por estas razones, la libertad de empresa no debe ser prote
gida solo por y/o para los empresarios, pues en rigor la empresa es un fenómeno colecti
vo. No existe violación de la libertad empresarial que afecte solo a los empresarios; afec
ta en realidad a la sociedad.
II. La empresa
La empresa es el elemento organizador de la economía, capaz de coordinar y dirigir
todos los factores que concurren en la producción de bienes y servicios. La razón de ser
de la empresa, así como su justificación, residen en el hecho de que la participación en
el mercado tiene un costo, más aún si dicha participación es recurrente como en el caso
de los empresarios, costo que se reduce cuando se utiliza la organización empresarial^1.
Esta organización consiste en un conjunto de relaciones, contratos, que aparecen en cada
etapa del proceso de producción y comercialización. Piénsese en los contratos de socie
dad, para formalizar la empresa; los de trabajo, para el personal; los de suministro o afines,*
(4) MONTESQUIEU, Charles-Louis de Sécondat. Del espíritu de las leyes. Libro XI, Caps. III, IV, Tecnos,
Madrid, 1985, p. 106.
(5) La naturaleza de la empresa, así como su función en la economía, han sido magistral mente expuestas por
Ronald Coase en su artículo: “La naturaleza de la empresa”. En: WILLIAMSON, Oliver y WINTER,
Sydney. La naturaleza de la empresa. Orígenes, evolución y desarrollo. Fondo de Cultura Económica,
México, 1996.
para vincularse con los proveedores; los de distribución en sus distintas modalidades, para
comercializar los bienes que produce la empresa; los financieros, para conseguir fondos
económicos; los asociativos, que permiten vincularse con otras empresas y emprender ne
gocios conjuntos; y muchos otros más que tienen que ver con diversos aspectos del fun
cionamiento de la empresa y que han permitido su gran desarrollo.
De acuerdo con lo expuesto, puede afirmarse, en principio, que toda actividad empre
sarial directa por parte del Estado es perturbadora de la competencia, limitante de la ini
ciativa privada y la libertad de empresa. La presencia del Estado en el mercado como em
presario debe ser excepcional, además de indirecta. Debemos ser enfáticos en este punto.
Consideramos que el hecho de que el Estado posea determinadas empresas no empaña,
los rasgos típicos de una economía de mercado®. Lo realmente perturbador es que dichas
empresas no se sometan a las reglas del mercado, posean privilegios o algún tipo de apo
yo por parte del Estado que altere completamente este sistema. Esta situación distorsio
nante no solo será posible, sino común en sociedades con un Derecho volátil y un Estado
frágil, como es la nuestra. De ahí que una lectura correcta de nuestro texto constitucio
nal, que busque equilibrar todos los derechos consagrados en nuestra Constitución, será
aquella que considere que la participación empresarial del Estado nunca debe ser directa,
es decir, que la gestión de la empresa siempre ha de estar en manos privadas, aun cuando
la propiedad o parte de ella se encuentre en poder del Estado. Para ello el Derecho ofrece
un conjunto de modalidades jurídicas que hacen esto posible.
(7) Cfr. DE JUAN ASENJO, Oscar. La Constitución económica española. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1984, p. 154.
(8) El artículo 16 de la Ley Nu 26702, Ley General de Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica
de la Superintendencia de Banca y Seguros, establece que las empresas del sistema financiero, así como
sus subsidiarias, requieren para su funcionamiento un capital social mínimo aportado en efectivo, cuyas
cifras se encuentran señaladas en la referida ley.
acceso, como cupo máximo de empresas o profesionales en determinados mer
cados, sí pueden llegar a ser violatorias del principio de libertad de empresa.
d) Libertad de organización. Este derecho consiste en la facultad que se le otor
ga al empresario para determinar sus objetivos empresariales y, en función de
ellos, decidir la manera de combinar los elementos materiales e inmateriales de
la empresa. En otros términos, esta libertad se materializa en la posibilidad que
tiene el empresario para ordenar sin mayores límites el proceso económico, com
binando los factores productivos (capital y trabajo), buscando maximizar el re
sultado y reduciendo los costes.
e) Libertad de gestión. Esta libertad se halla ligada a la libre conducción, no solo
de los bienes con que cuenta la empresa, sino también de su personal, es decir,
de todos los elementos que la componen. La libertad de gestión exige autono
mía en la conducción de la empresa en el más amplio sentido, de suerte que el
Estado no puede imponer métodos de gestión o comportamiento destinados a
obtener resultados. Bassols(9) considera que esta es una de las facetas más rele
vantes de la libertad de empresa y que quizás en el fondo, constituye su auténti
co contenido, tal vez porque en cierto modo encierra o lleva implícita todas las
demás garantías.
f) Libertad de transferencia de empresa. Es la facultad que tiene el empresario
de “vender” su empresa, transferir su organización, dándole un valor a la conjun
ción dinámica de todos los elementos materiales e inmateriales que la componen.
g) Libertad de cierre de empresa. Es la libertad inversa a la de creación de em
presa, y una lógica consecuencia de los derechos de libre inversión y propiedad.
Así, la libertad de empresa contiene también un derecho de signo negativo, con
sistente en abstenerse de hacer empresa o cerrarla.
El Tribunal Constitucional en reiterada jurisprudencia se ha ocupado de manera ex
tensa de la libertad de empresa. En lo referente a su contenido, repite lo que afirma en Es
paña, Bassols(i0)(II)
y Baldo Kresalja(H), en el Perú, sustentando que esta libertad aloja tres
tipos de libertades:
(9) BASSOLS COMA, Martín. Constitución y sistema económico. T edición, Tecnos, Madrid, 1988, p. 152.
(10) BASSOLS COMA, Martín. Loe. cit.
(II) KRESALJA, Baldo. “La libertad de empresa: fundamento del sistema económico constitucional izado”.
En: Libro homenaje a Jorge Avendaño. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2004.
(12) STC Exp. N° 3330-2004-AA/TC, f.j. 13.
libertad de organización de empresa: Supone la potestad de establecer los
objetivos de la empresa, así como dirigir y planificar su actividad035. En conse
cuencia, comprende la libre elección del objeto, nombre, domicilio, tipo de em
presa, políticas de precios, entre otros045.
Libertad de cierre de empresa: La facultad del empresario de disponer el cie
rre o cesación de las actividades cuando lo considere más oportuno055.
Luego de pasar revista al contenido de la libertad de empresa, podemos advertir que
las amenazas más graves que enfrenta pueden venir de dos frentes: del Estado, cuando se
decide hacer empresa y actuar como empresario o cuando aprueba normas o realiza actos
administrativos que limitan irracionalmente la actuación de empresarios en el mercado; y
de los propios particulares, cuando perturban o falsean la competencia. Todo ello nos exi
ge conocer cuál es el contenido esencial, a fin de saber hasta dónde se debe, puede limi
tar y proteger este derecho.
Por último, con relación a este tema, conviene recordar que todo proyecto empresa
rial se fúnda en la propiedad privada y en la libertad económica. Detrás de toda empresa,
hay siempre alguien que pone enjuego su patrimonio o que convoca a otros para invertirlo
en su iniciativa económicaí20). Es indudable que en esta conjunción no solo existe un inte
Ahora bien, seguidamente, el Tribunal precisa que “será la fase material de esta vo
luntad la que principalmente se encuentre sometida a restricciones razonables”21 . Ello
(22)23
se debe a que precisamente “la materialización de una empresa genera efectos (positivos
y negativos) sobre la sociedad, los cuales requieren fiscalización (establecimiento de lí
mites) a fin de evitar extralimitaciones en el ejercicio de este derecho y eventuales lesio
nes de bienes jurídicos constitucionalmente valiosos”í23).
Ahora bien, estas múltiples restricciones pueden ser desde absolutas (exigiéndose to
tal prohibición de actividad empresarial en un determinado sector por razones de seguri
dad, salud, etc.), hasta relativas, cuyas manifestaciones más comunes se dan en la exigen
cia de determinadas condiciones subjetivas y objetivas (ostentar determinada profesión,
licencias, capital mínimo, ocupar determinado lugar, idoneidad técnica, etc.). Todas estas
exigencias suelen ser impuestas por el Derecho Administrativo, y se amparan en la propia
Constitución, que es el marco básico de lo que se ha denominado “interés general”. Por
ello, tales exigencias no pueden considerarse una violación al derecho de libertad de em
presa, cuando menos no en principio, En efecto, la regulación por parte del Estado de de
terminadas actividades económicas no puede considerarse de por sí violatoria de la liber
tad empresarial, aunque desde luego podría llegar a serlo, si tales exigencias, por su nivel
de complejidad o ausencia de razonabilidad, implicaran en la práctica una efectiva limi
tación de acceso al mercado, no basada en el interés general, y en consecuencia, comple
tamente injustificada.
Por lo tanto, refiere el Tribunal, a pesar del reconocimiento constitucional del derecho
a la libertad de empresa, la referida prohibición no significa necesariamente que sea in
constitucional, puesto que, tal como se ha sostenido de manera reiterada y uniforme en su
propia jurisprudencia, en el Estado Constitucional ningún derecho o libertad es absolutoí26).
(24) Cfr. GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. “Una nota sobre el interés general como concepto jurídico inde
terminado”. En: Revista Española de Derecho Administrativo. NE 89, Madrid, enero-marzo, 1996, p. 3.
(25) STC Exp. N0 3116-2009-PA/TC, f. j. 9.
(26) STC Exp. 0008-2003-PI/TC, f, j. 18.
salud, ni a la seguridad públicas’, no está haciendo otra cosa que precisar los límites den
tro de los cuales este derecho es ejercido de acuerdo a ley. Claro está que estos límites son
enunciativos y no taxativos, pues la protección correcta debe surgir de un principio cons
titucional como es la dignidad de la persona humana, el mismo que se encuentra recogido
. Así, afirma el Tribunal, el derecho a la libertad
en los artículos 1 y 3 de la Constitución(27)28
de empresa traspasa sus límites cuando es ejercido en contra de la moral y las buenas cos
tumbres, o pone en riesgo la salud y la seguridad de las personas. Consecuentemente, el
ejercicio del derecho a la libertad de empresa, para estar arreglado a derecho, ha de hacer
se con sujeción a la ley y, por ello, dentro de las limitaciones básicas que se derivan de la
seguridad, la higiene, la salud, la moralidad o la preservación del medio ambiente. Por lo
tanto, concluye el Tribunal, la prohibición de espacios públicos cerrados solo para fuma
dores, como cualquier otra limitación o restricción a la libertad de empresa, solo resultarán
constitucionales cuando dicha medida sea respetuosa del principio de proporcionalidad.
En tal sentido, debe tenerse cuidado con las limitaciones a la libertad de empresa. El
interés general simplemente declarado en una norma no legitima las restricciones que ella
impone a este derecho. Por interés general, el Estado puede limitar o prohibir el tráfico co
mercial de cocaína, y tal limitación o prohibición sería perfectamente legítima en la me
dida que es claro que el tema compromete la salud pública e incluso la seguridad. Pero si,
de igual manera, el Estado restringe o prohíbe el acceso del sector Privado a un determi
nado mercado, y esta limitación se hace por razones de política económica, tal situación
es mucho más discutible, pues en nuestro sistema la iniciativa privada es libre y solo lo
será en la medida en que se respete la libertad de empresa. Por consiguiente, no puede ha
ber política económica que no se base en este principio.
Si bien es cierto que la libertad de empresa es una de las expresiones más importan
tes de la libre iniciativa privada, es claro también que aquella ha de ejercerse de acuerdo
con una economía social de mercado y en armonía con el conjunto de libertades y dere
chos que componen el orden público económico consagrado en la Constitución. Lo que,
a nuestro juicio, significa que la libertad de empresa lleva en sí misma su limitación, de
terminada por los demás actores del mercado. Es decir, la libertad de empresa no está di
señada para satisfacer exclusivamente los intereses individuales del empresario, sino para
permitir que el sistema de economía de mercado funcione. En este sentido, sirve también
para proteger a los consumidores, a los demás empresarios, y al propio Estado. Ello nos
conduce a afirmar que el ejercicio de la libertad de empresa implica la exigencia de coor
dinar y compatibilizar los intereses particulares del empresario, con los intereses públicos
que configuran el interés general.
Por eso, afirmar que el mercado se organiza solo, es una falacia, pues precisa del De
recho, de reglas claras y de un Estado fuerte que las haga cumplir. No hay nada de nuevo
en esto, todos los pensadores y economistas liberales lo han afirmado. Popped28* lo explicó
Otra verdad aceptada, es que no todos los actores económicos tienen el mismo poder
en el mercado. De ahí la necesidad de que el Derecho y el Estado protejan a los más débi
les (consumidores, trabajadores, pequeños inversionistas, etc.). Nuestra Constitución y las
normas infraconstítucionales han consagrado y desarrollado esta protección. En tal senti
do, la consagración de la libertad de empresa como un derecho constitucional, no puede
interpretarse como primacía sobres otros derechos.
(29) Cfr. FRIEDMAN, Millón y FRIEDMAN, Rose. Libertad de elegir. Grijalbo, Barcelona, 1992, p. 17.
(30) STC Exp. N° 00001 -2014-PI/TC, f. j. 50.
(31) STC Exp. N° 00024-2013-PI/TC, f. j. 15.
(32) Ibídem, f.j. 16.
Se trata del tráfico mercantil, es decir, de las transacciones que realizan los operado
res en el mercado. El vínculo entre este derecho, la libertad de contratación y la propie
dad privada es inocultable, al punto de que sin el respeto de cualquiera de estos últimos,
el primero sería inviable. De otro lado, la libertad de transacción no debe confundirse con
la libertad de comercio, y esta, a su vez, con la libertad de empresa. La primera de ellas se
refiere a la facultad que tiene cualquier particular de comprar o vender en el mercado; la
segunda alude a la libertad o facultad que tienen los particulares de hacer de las transac
ciones de determinados bienes un comercio; la tercera hace referencia al conjunto de fa
cultades que implica la creación y gestión de una organización empresarial para dedicar
se a una determinada actividad económica.
(33) Este artículo establece el principio de libertad de disposición de los bienes y señala que no se puede esta
blecer contractualmente la prohibición de enajenar o gravar, salvo que la ley lo permita.
Los alcances de estos derechos constituyen un desafío para el Tribunal Constitucio
nal que, en armonía con las demás libertades que componen el orden público económico,
deberá determinar su contenido, evitando generar expectativas sobre derechos constitu
cionales imposibles, como por ejemplo, creer que el derecho al trabajo supone que toda
persona deba tener un puesto de trabajo.
Ahora bien, con respecto al contenido esencial de este derecho, el Alto Tribunal ha
señalado que este se encuentra compuesto por dos aspectos. Por un lado, el derecho de
acceso a un puesto de trabajo. Por otro, el derecho a no ser despedido sino por causa jus
ta. Sin embargo, debe precisarse que el derecho al trabajo se manifiesta también en la li
bertad de trabajo (art. 59 de la Constitución); es decir, en el derecho que poseen todas las
personas para elegir la profesión o el oficio que deseen065.
Así, y a partir de dichas consideraciones, podemos afirmar que el Estado no solo debe
garantizar el derecho de acceder a un puesto de trabajo o a proteger al trabajador frente al
despido arbitrario, sino que, además, debe garantizar la libertad de las personas de elegir
la actividad mediante la cual se procuran los medios necesarios para su subsistencia. En
tal sentido, el Estado debe proteger tanto al trabajador que labora por cuenta propia como
a aquel que tiene una relación de trabajo dependiente.
LIBERTAD DE EMPRESA
jp La libertad de empresa se manifiesta como el derecho de las personas a elegir libremente
la actividad ocupacional o profesional que deseen o prefieran desempeñar; STC Exp.
N° 03330-2004-AA/TC (f. j, 11).
iji El contenido de la libertad de empresa está determinado por cuatro tipos de libertades: de
creación, de organización, de competencia y de cese de actividades: STC Exp. N° 03330-
2004-AA/TC (f.j. 13).
H La creación de empresas no significa que al titular del derecho no se le pueda exigir requisito
alguno: STC Exp. N° 03330-2004-AA/TC (f.j. 16).
|j|l El ejercicio del derecho a la libertad de empresa debe realizarse dentro de las limitaciones
que se derivan de la seguridad, la higiene, la salud, la moralidad o la preservación del medio
ambiente: STC Exp. N° 03330-2004-AA/TC (f. j. 32).
LIBERTAD DE TRABAJO
BIBLIOGRAFÍA
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1995; BASSOLS COMA, Martín. Constitución y sistema económico. 2a edición, Tecnos, Madrid,
1988; COASE, Ronald. “La naturaleza de la empresa”. En: WILLIAMSON, Oliver y WINTER,
Sydney. La naturaleza de la empresa. Orígenes, evolución y desarrollo. Fondo de Cultura Econó
mica. México, 1996; DE JUAN ASENJO, Oscar. La Constitución económica española. Centro de
Estudios Constitucionales. Madrid, 1984; FRIEDMAN, Milton y .FRIEDMAN, Rose. Libertad de
elegir. Grijalbo, Barcelona, 1992; GALEANO, Eduardo. Patas arriba, la escuela del mundo al re
vés. Catálogos, Buenos Aires, 1999; GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. “Una nota sobre el interés
general como concepto jurídico indeterminado”. En: Revista Española de Derecho Administrativo.
N° 89, Madrid, enero-marzo, 1996; KRESALJA, Baldo. “La libertad de empresa: fundamento del
sistema económico constitucionalizado”. En: Libro homenaje a Jorge Avendaño. Fondo Editorial
de la PUCP, Lima, 2004; MONTESQUIEU, Charles - Louis de Sécondat. Del espíritu de las leyes.
Libro XI, Caps. III, IV. Tecnos, Madrid, 1985; PIPES, Richard. Propiedady libertad, dos conceptos
inseparables a lo largo de la historia. Tumer, Fondo de Cultura Económica, México, 2002; POPPER,
Karl. La lección de este siglo. Temas Grupo Editorial. Buenos Aires, 1998; VON MISES, Ludwig.
La acción humana. Tratado de Economía. 5a edición, Unión Editorial, Madrid, 1995.
Artículo 60 Pluralismo económico y principio
de subsidiariedad
El Estado reconoce el pluralismo económico. La economía
nacional se sustenta en la coexistencia de diversas formas de
propiedad y de empresa.
Solo autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar
subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta,
por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia
nacional.
La actividad empresarial, pública o no pública, recibe el mismo
tratamiento legal.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 2), 14), 16,43,44,58, 59, 62 y ss., 70 y ss., 84, 8a DFT; C.P.Ct.: art.
44 inc. 28); C.C.: art. 923; D. Leg. 662; D. Leg. 757: art. 5
En materia económica esta idea no cambia, la persona es también el centro del blo
que económico de la Constitución. La lógica de su texto, los derechos y libertades que
consagra, se hallan enderezados a proteger a la persona y facilitar su desarrollo. Y es que,
en última instancia, el plano económico es un aspecto de la libertad humana, un ámbito
fundamental, sin cuya protección resultaría muy difícil el desarrollo integral del sujeto.
El texto del artículo 60 regula diferentes figuras legales para delimitar el rol del Estado
en la actividad económica: pluralismo económico, diversas formas de propiedad y de em
presa, principio de subsidiariedad, igualdad de trato en materia de actividad empresarial.
Veamos cada una de ellas.
IL El pluralismo económico
4. El artículo 60 de la Constitución, establece que el Estado reconoce el pluralismo
económico, sin embargo, no explica qué se entiende por tal pluralismo. Según la doctrina
nacional0’, “el pluralismo económico consiste en dos cosas que serían complementarias
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la
PUC.P, Lima, 1999, p. 234. Sobre el punto véase también OCIIOA CÁRDICH, César. “Bases fundamentales
de la Constitución económica de 1993”. En: Constitución de 1993. Análisis y comentarios ¡l. Comisión
Andina de Juristas. Lima, 1995, p. 89.
entre sí: de un lado el reconocimiento de que pueden existir distintos tipos de empresa (...),
y de otro lado, el principio de que todas ellas recibirán trato equitativo del Estado según
su naturaleza y en los más diversos campos: económico, laboral, tributario, administra
tivo, etc. Trato equitativo no equivale a decir trato igual: pueden establecerse diferencias
por la naturaleza de las cosas, como autoriza el artículo 103”. Según esta interpretación,
el pluralismo económico vendría a ser una expresión de la libertad de empresa, y por lo
tanto esta norma reforzaría la libertad consagrada en el artículo 59.
‘‘Asimismo este principio debe ser interpretado en concordancia con otro de equivalente
importancia, como es del (sic) pluralismo económico (primer párrafo del artículo 60
de la Constitución), que se ha desarrollado bajo el concepto de igualdad jurídica entre
los competidores, y que constituye uno de los pilares del derecho de la competencia.
Este régimen de paridad al que se someten tanto las empresas públicas como privadas,
constituye una garantía para el desenvolvimiento del tipo de mercado establecido en la
Constitución y la optimización de los principios y valores que fundamenten el Estado
democrático de derecho”(2).
Si bien esta última afirmación hecha por el Tribunal es correcta, no es a eso a lo que
se refiere el artículo 60. Lo que en realidad se pretende señalar con pluralismo económi
co, es que el Estado reconoce la diversidad de formas y dimensiones en que se puede rea
lizar actividad empresarial y, en ese sentido, adelanta que aun cuando es un principio en
nuestro sistema económico constitucional la igualdad de trato (art. 63), el mismo recono
cimiento de dicho pluralismo autoriza a dar un trato diferenciado. Piénsese, por ejemplo,
en la protección de las grandes inversiones que la propia Constitución establece median
te contrato ley (art. 62); en la protección que el Estado brinda a la pequeña empresa en to
das sus modalidades. Hablar de pluralismo económico es hablar de diferencias en las ac
tividades de mercado, y si se reconocen estas diferencias, es porque se prevé que se dará
un trato legal distinto. Decir que el Estado reconoce el pluralismo económico es afirmar
que el Derecho admitirá diferencias, y que el eventual tratamiento diferenciado que le dé
a las empresas no ofende el principio de igualdad. De ahí que no existe incoherencia en
tre la Constitución y las normas infraconstítucionales que exigen requisitos más gravo
sos cuando los particulares pretenden ingresar a determinados sectores (v. gr. el sector fi
nanciero), o cuando se va a convocar fondos del público, como por ejemplo lo hacen las
empresas de accionar i ado difundido, o aquellas que emiten bonos o algún título crediti
cio. Por la misma razón, tampoco hay incoherencia cuando se protege la microempresa o
las grandes inversiones.
(2) Exp. N° 008-2003-AI/TC (11/09/2003). En: Diálogo con la Jurisprudencia. Año 9, N° 63, Gaceta Jurídica,
Lima, 2003, pp. 221-240.
III. Diversas formas de propiedad y empresa
5. El vínculo entre libertad económica y propiedad privada es inocultable, pues esta
última solo es posible si la persona tiene el poder de disponer de su patrimonio y determi
nar su vida en función de tales decisiones. De ahí que no resulte incoherente que la Cons
titución incluya en su articulo 60, el reconocimiento de diversas formas de propiedad, ya
que en la práctica y en buena medida, todas las libertades económicas descienden del res
peto a la propiedad.
De ahí que nuestra Constitución reconozca y proteja las diversas formas de propie
dad que modernamente el Derecho ha inventado. Hoy, el concepto de propiedad se ha di
versificado. Por ello, no cabe hablar ya de propiedad sino de propiedades. La propiedad
moderna conoce nuevas formas y contenidos que responden mejor a las necesidades eco
nómicas de nuestro tiempo. La propiedad a la que se refiere el Derecho común es la civil,
que es aquella que encierra el concepto de dominio sobre un bien, esto es, el mayor poder
jurídico posible sobre una cosa que el ordenamiento le reconoce al individuo. No obstan
te, el concepto de la propiedad civil resulta insuficiente y hoy convive con otros tipos de
propiedad. Piénsese, por ejemplo, en la llamada propiedad intelectual con más de un siglo
de vida y que en nuestra Constitución se reconoce expresamente (art. 2, inc. 8); el deno
minado tiempo compartido o de aprovechamiento por turnos, como lo conoce la legisla
ción española; las concesiones mineras (propiedad minera); las concesiones en telecomu
nicaciones, etc. Desde luego, para poder comprender estos tipos de propiedades no deben
ser vistas con una mirada civilista, ya que en tal caso no calificarían como propiedades; de
ahí que algunos prefieran hablar no de propiedades sino de titularidades(3).
Pero, estas nuevas propiedades conocen también nuevas limitaciones, como las de du
ración, en el caso de derechos intelectuales que buscan impedir que este tipo de propie
dad sea perpetua. Recuérdese el caso de los derechos de autor, cuya propiedad se trasla
da a los herederos de este con un límite de setenta años. La razón de esta limitación es la
necesidad que tiene el hombre y la sociedad de conciliar el legítimo derecho de los auto
res de explotar económicamente su obra, y la necesidad que tiene la sociedad de liberali
zar el conocimiento.
En ocasiones, las limitaciones pueden estar referidas al plazo de vigencia del dere
cho y al cumplimiento de ciertos procedimientos administrativos para renovarlo. Tal es
el caso de los derechos industriales como las marcas, cuya vigencia es de diez años, los
(3) Véase GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. “Restricciones legales de la propiedad”. En: AA.VV. Código
Civil comentado. Tomo V, Gaceta Jurídica, Lima, 2003, pp. 198 y 199.
cuales podrán renovarse por periodos iguales. Algo parecido sucede con las concesiones
mineras, que fenecen cuando no se ponen en producción dentro del término fijado por la
autoridad respectiva.
Otra limitación que tienen que tolerar estos nuevos tipos de propiedad son ciertas obli
gaciones. Así, por ejemplo, en el caso de la titularidad sobre una marca, esta tiene necesa
riamente que usarse; caso contrario, puede ser cancelada dentro de los tres años anterio
res al momento en que se solicita la cancelación. En igual sentido, si no se ha explotado
una patente por más de un año, la autoridad podrá otorgar a otra persona una licencia legal.
Posteriormente otras encíclicas papales han reiterado e incluso ampliado este prin
cipio; así:
(4) ARIÑO, Gaspar. Economía y Estado. A be ledo-Ferrol, Buenos Aires, 1993, pp. 62 y 63.
(5) Caria Encíclica del Sumo Pontífice Pío XI -Quadragesimo anno- 15 de mayo de .193.1.
En Pacem in terris se afirma: “Manténgase siempre a salvo el principio de que
la intervención de las autoridades públicas en el campo económico, por dilata
da y profunda que sea, no solo no debe coartar la libre iniciativa de los particu
lares, sino que, por el contrario, ha de garantizar la expansión de esa libre ini
ciativa, salvaguardando, sin embargo, incólumes los derechos esenciales de la
persona humana”®.
En Sollicitudo reí socialis se dice: “Es menester indicar que en el mundo actual,
entre otros derechos, es reprimido a menudo el derecho de iniciativa econó
mica. No obstante eso, se trata de un derecho importante no solo para el indivi
duo en particular, sino además para el bien común. La experiencia nos demues
tra que la negación de tal derecho o su limitación en nombre de una pretendida
‘igualdad’ de todos en la sociedad, reduce o, sin más, destruye de hecho el es
píritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa del ciudadano. En con
secuencia, surge, de este modo, no solo una verdadera igualdad, sino una ‘ni
velación descendente’. En lugar de la iniciativa creadora nace la pasividad, la
dependencia y la sumisión al aparato burocrático que, como único órgano que
‘dispone’ y ‘decide’ -aunque no sea ‘poseedor’- de la totalidad de los bienes y
medios de producción, pone a todos en una posición de dependencia casi abso
luta, similar a la tradicional dependencia del obrero-proletario en el sistema ca
pitalista. Esto provoca un sentido de frustración o desesperación y predispone a
la despreocupación de la vida nacional, empujando a muchos a la emigración y
favoreciendo, a la vez, una forma de emigración ‘psicológica’”®.
Por último, más recientemente en Ceníes¡mus annus se expone: “Existe cierta
mente una legítima esfera de autonomía de la actividad económica, donde no
debe intervenir el Estado. A este, sin embargo, le corresponde determinar el
marco jurídico dentro del cual se desarrollan las relaciones económicas y salva
guardar así las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupo
ne una cierta igualdad entre las partes, no sea que una de ellas supere talmente
en poder a la otra que la pueda reducir prácticamente a esclavitud”®.
Como se ve, la doctrina social de la Iglesia precisa y desarrolla el principio de sub
sidiariedad del Estado, incluso en materia económica. Sin embargo, los alcances de este
principio son susceptibles de interpretación, pudiendo ir desde un total abstencionismo
estatal en la actividad empresarial, hasta un sistema que compatibilice la coexistencia de
la iniciativa privada y la actuación del Estado. Conviene acotar que para la doctrina social
de la iglesia, el principio de subsidiariedad no hace abandono de la regla del bien común
que persigue el Estado, sino que, precisamente, y por el contrario, implica afirmar que un
(6) Carta Encíclica de su Santidad Juan XXIII -Pacem in terrís-. Sobre la paz entre los pueblos que ha de
fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, 11 de abril de 1963.
(7) Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo II -Sollicitudo rei socialis- 30 de diciembre de 1987.
(8) Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo II -Centesimas annus- En el centenario de la Rerum No
varían - 1 de mayo de 1991.
bien común exige que el Estado no tenga directamente a su cargo lo que, con buen resul
tado, puede ser realizado por los particulares<9).
(9) Cfr. BIDART CAMPOS, Germán. Doctrina social de la Iglesia y Derecho Constitucional. Ediar, Buenos
Aires, 2003, p. 115.
(10) STC Exp. N° 01535-2006-PA/TC, f. j. 14.
(11) Ibídem, f. j. 16.
(12) Ibídem, f.j. 17.
El principio de subsidiariedad no pone en discusión el papel y la importancia
del Estado; por el contrario, se orienta a valorarlo, procediendo a una redefini
ción y a una racionalización de los roles en la dinámica de las relaciones entre
el Estado y los ciudadanos, entre lo público y lo privado
A diferencia de la Constitución de 1979, que no establecía claramente la subsi
diariedad de la intervención de los poderes públicos en la economía, la actual
Constitución prescribe expresamente en su artículo 60 que 4(...) Solo autoriza
do por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad empre
sarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de manifiesta con
veniencia nacional (...)’. Se consagra así el ‘principio de subsidiariedad’ de la
actuación del Estado en la economía, y se plantea el reconocimiento de la exis
tencia de una función supletoria del Estado ante las imperfecciones u omisio
nes de los agentes económicos, en aras del bien común.
En ese orden de ideas, las acciones del Estado deben estar vinculadas al fomen
to, estimulación, coordinación, complementación, integración o sustitución, en
vía supletoria, complementaria o de reemplazo, de la libre iniciativa privada. La
subsidiariedad se manifiesta como el acto accesorio o de perfeccionamiento en
materia económica, que se justifica por la inacción o defección de la iniciativa
privada”0 3).
9. De lo expresado hasta aquí, podemos afirmar que el principio de subsidiariedad,
consagrado en el artículo 60, busca proteger el espacio de libertad económica de la perso
na, que todo sistema de economía social de mercado exige. Esto no implica un Estado dé
bil y menos ausente de los espacios en los que es necesaria su presencia, sobre todo para
corregir las situaciones de desigualdad o asimetría que inevitablemente se dan en el mer
cado. La regla del interés general o el bien común, permite saber cuándo y hasta dónde
ha de intervenir el Estado en materia económica. Sin embargo, esta regla no puede ser un
atajo para facilitar o habilitar todo tipo de intervenciones. Precisamente con este propósi
to, la Constitución ha establecido parámetros a tales intervenciones.
Subsidiariedad no significa que el Estado debe actuar lo menos posible o, peor aún,
que no deba actuar; implica, tan solo, que su actuación es distinta, que esta se dará no
como actor o competidor de los particulares, pues su tarea es proteger el interés general
no sustituir a los agentes en el mercado o recortarles su libertad económica. No cree
mos que desde la perspectiva de nuestra Constitución se le haya reservado al Estado
un modesto papel en la economía. Ser el creador y garante del orden público, el sopor
te de las instituciones, el regulador de la actividad económica, no es en modo alguno
un modesto papel.
(13) Exp. N° 008-2003-AI/TC (11 /09/2003). En: Diálogo con la Jurisprudencia. Año 9, N" 63, Gaceta Jurídica,
Lima, 2003, pp. 221 -240.
V. Funciones del Estado en materia económica
10. Hasta aquí las consideraciones conceptuales y jurisprudenciales referidas al princi
pio de subsidiariedad. Abordemos ahora los aspectos funcionales de esta regla. Si en mate
ria económica, por regla general, el Estado no puede tener una actuación directa o empre
sarial en el mercado, cabe preguntarse cuáles son sus funciones en este ámbito. A manera
de marco general, podemos resumir que dichas funciones son las siguientes:
12. Por su lado, la función de garantizar la seguridad que tiene el Estado, es vital para
el desarrollo de la economía. Esta obligación va más allá de la tradicional visión que te
nemos de la seguridad. Dicha función es una suerte de mecanismo que mejora la eficien
cia distributiva al compartir mejor los riesgos. La función del Estado de brindar seguri
dad, implica el mejoramiento de la productividad económica a mediano y a largo plazo,
alentando el comportamiento de riesgo en general.
(14) Cfr. CHANG, Ha-Joon. El papel del Estado en la economía. Ariel, México, 1996, pp. 80 y 81.
además de estar permanentemente amenazadas por decisiones e intervenciones políticas.
Quién mejor que los propios particulares para conocer y atender sus necesidades de una
manera eficiente.
13. Por otro lado, es una falacia considerar que cuando el Estado actúa en igualdad de
condiciones que los particulares, sin privilegios y sin exclusivismos (esto es, respetando la
competencia), la iniciativa pública resulta siempre lícita como un agente más del merca
do. Es una falacia, porque la empresa pública actúa siempre -aunque se diga lo contrario-
en situación de privilegio frente a la privada: privilegios de financiación con fondos públi
cos, privilegios crediticios (en condiciones especiales y con aval del Estado), ampliaciones
de capital para absorber los déficit y, en no pocos casos, también privilegios jurídicos05).
15. Con estas normas se pretendió armonizar la actividad empresarial del Estado con
lo establecido en el segundo párrafo del artículo 60 de la Constitución, para lo cual se in
tentó desarrollar los tres requisitos necesarios -y concurrentes- que facultan al Estado a
participar en la actividad empresarial del país, los cuales son:
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
g La subsidiariedad del Estado debe ser entendida como una función supervisora y correctiva
o reguladora del mercado: STC Exp. Nü 07320-2005-PAA'C (f. j. 8).
[0 1 El principio de subsidiariedad del Estado tiene dos dimensiones: una vertical y otra hori
zontal: STC Exp. Nü 07320-2005-PA/TC (f. j. 9).
g El principio de subsidiariedad más que un mecanismo de defensa contrae! Estado resulta ser
un instrumento para la conciliación de conflictos: STC Exp. N° 00008-2003-A I/TC (f. j. 22).
(I La subsidiariedad se manifiesta como el acto accesorio o de perfeccionamiento en materia
económica que se justifica por la inacción o defección de la iniciativa privada: STC Exp.
N°00008-2003-AI/TC (f.j. 23).
|j| Nuestro régimen económico basado en una economía social de mercado busca el justo
equilibrio entre el principio de subsidiariedad social y solidaridad social: STC Exp.
N° 00034-2004-AI/TC (f. j. 28).
j|| El pluralismo económico se ha desarrollado bajo el concepto de igualdad jurídica entre los
competidores y constituye un pilar del derecho de la competencia: STC Exp. N° 00008-
2003-AI/TC (f j. 25).
H Las acciones del Estado deben estar vinculadas al fomento, complementación, integración
o sustitución, en vía supletoria, de la libre iniciativa privada: STC Exp. N° 00008-2003-AI/
TC(f. j.23).
BIBLIOGRAFÍA
ARIÑO, Gaspar. Economía y Estado. Abe ledo-Perrot, Buenos Aires, 1993; BIDART CAMPOS,
Germán. Doctrina social de la Iglesia y Derecho Constitucional. Ediar, Buenos Aires, 2003; CHAÑG,
Ha-Joon. El papel del Estado en la economía. Ariel, México, 1996; GUTIÉRREZ C., Walter. “Res
tricciones legales de la propiedad”. En: AA.VV. Código Civil comentado. Tomo V, Gaceta Jurídica,
Lima, 2003; OCHOA CÁRDICH, César. “Bases fundamentales de la Constitución económica de
1993”. En: Constitución de 1993. Análisis y comentarios II. Comisión Andina de Juristas, Lima,
1995; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo
Editorial de la PUCP, Lima, 1999.
Artículo 61 Regulación constitucional de los monopolios
y protección de la libre competencia
El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda
práctica que la limite y el abuso de posiciones dominantes o
monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni
establecer monopolios.
La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expre
sión y comunicación social; y, en general, las empresas, los
bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y
de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, mo
nopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte
del Estado ni de particulares.
CONCORDANCIAS:
C.: art. 60, 8" DFT; C.RCt.: art. 44 inc. 28); D. S. 030-2019-PCM; D. Leg. 757: art.
4; D. 285
La Constitución de 1979 prohibió los monopolios05. No solo fue una norma incum
plida, sino imposible de cumplir. Los monopolios existieron durante toda su vigencia.
(I) Articulo 133.- Están prohibidos los monopolios, oligopolios, acaparamientos, prácticas y acuerdos res
trictivos de la actividad industrial y mercantil. La ley asegura la normal actividad del mercado y establece
las sanciones correspondientes.
La percepción del monopolio como algo implícitamente malo llevó a que se eleva
ra a nivel constitucional la prohibición de su existencia. Pero el monopolio y el oligopo-
lio continuaron existiendo. En la mayoría de casos, fue el propio Estado el que los creó y
mantuvo través de limitaciones a la libre competencia (barreras a la importación, licen
cias de exclusividad, etc.), empresas públicas o reservas o actividades llamadas “estraté
gicas”. Así el Estado promovía con una mano lo que criticaba abiertamente con la otra.
Carece de sentido prohibir los monopolios a rajatabla y ese fue claramente un error
de la Constitución deí 79. El monopolio o el oligopolio no solo pueden no ser perjudi
ciales, sino que, incluso, cuando son consecuencia de las preferencias informadas de los
consumidores (es decir de las decisiones de los soberanos del mercado) son beneficiosos.
Las regulaciones antimonopólicas han ido comprendiendo poco a poco este fenóme
no y con ello la prohibición del monopolio o del oligopolio ha ido desapareciendo de la
mayoría de textos constitucionales y legislaciones en el mundo. Ello, en parte, por un me
jor entendimiento del fenómeno que llevó a desmitificar la idea de que se trataba de algo
per se reprobable, y en parte, por la constatación empírica de que la realidad económica
primaba sobre la norma legal.
Lo que se prohíbe, del lado de las empresas, son dos conductas: el abuso de posición
de dominio y las prácticas restrictivas o limitativas de la libre competencia. Y del lado del
Estado se prohíbe la creación o fomento de los llamados monopolios legales, que son los
únicos prohibidos en el texto constitucional®.
(2) Artículo 61.- El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda práctica que la limíte y el
abuso de posiciones dominantes o monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni establecer
monopolios.
La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y comunicación social; y, en general, las
empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden
ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado
ni de particulares.
la propia competencia para acabar con los monopolios ineficientes o que no respondan a
economías de escala que generen eficiencias. Para nadie es un secreto que el monopolio
está en capacidad de elevar el precio por encima de los niveles del precio que se genera
ría en condiciones de competencia. Si lo hace estará obteniendo ganancias importantes.
Pero, por otra parte, dichas ganancias generan incentivos para que nuevos competidores
entren al mercado. El precio monopolístico genera, aunque suene paradójico, presiones
competitivas, es decir, que contiene el germen de su propia desaparición. En consecuen
cia, en el largo plazo, el monopolio será eliminado salvo en el supuesto que sea la mejor
manera de producir un bien o servicio.
El mercado también es enemigo de los carteles. Las ganancias adicionales que los in
tegrantes de un cartel obtienen por esta vía, crean incentivos para la entrada de nuevos
competidores o para que los propios integrantes del cartel rompan el mal llamado “pacto
de caballeros” y cobren precios menores, sobre todo aprovechando que los acuerdos adop
tados no son legalmente exigibles (su cumplimiento no puede ser demandado ante una
Corte o ante ninguna autoridad) precisamente por ser consecuencia de una práctica ilícita.
La Constitución elimina así aquello que fue realmente el mal de los últimos años: aquel
monopolio que no podía ser destronado por los mecanismos de mercado precisamente por
que se amparaba en la ley que en lugar de perseguirlo lo protegía.
II. Los modelos constitucionales de protección de la libre competen»
cía y el fomento de la competencia económica
Cada vez más las constituciones incluyen en su articulado normas que se refieren a
la libre competencia y al rol del Estado en preservarla. Pero la experiencia histórica nos
muestra que no todos los países siguen el mismo camino.
Unos (como lo hizo la Constitución peruana del 79) han establecido en sus textos
constitucionales la prohibición abierta a la existencia de monopolios. Dentro de esa vi
sión se usa un argumento relativamente simple: los monopolios son malos. Sí son malos
hay que prohibirlos. Pero estos sistemas han quedado atrapados en un imposible que ha
conducido a las legislaciones y a la jurisprudencia a efectuar verdaderos “malabarismos
conceptuales” para salvar una prohibición tan irreal como derogar la Ley de la Gravedad.
Podemos todos coincidir que la congestión de tráfico en las calles es una situación in
deseable y todos quisiéramos que no se diera. La congestión de tráfico genera pérdida de
tiempo, desperdicio de recursos, accidentes de tránsito, contaminación ambiental y mu
chas otras situaciones similares. Pero la congestión del tráfico no es una conducta, es una
situación. Esa situación es causada por numerosos factores. Cada conductor que decide
sacar su automóvil a la calle contribuye, sín quererlo, a generar tráfico. Cada deseo de via
je, que lleva a generar demanda de transporte público, hace lo mismo. Cada decisión de
no ampliar la infraestructura vial o no reparar un semáforo o parchar un bache contribuye
a más congestión. La forma de conducir los vehículos es otro factor. El tráfico no depen
de de nadie pero a su vez depende de todos.
¿Se imagina el lector una norma en la Constitución que prohíba la congestión de tráfi
co? Sería la norma más incumplida y correría una suerte similar al artículo 133 de la Cons
titución de 1979. Y es que cuando se prohíbe la generación de una situación que se gene
ra por la conjunción de diversos factores, ninguno de los cuales puede por sí solo generar
el problema pero contribuye a que ocurra, no se va a ninguna parte.
Cuando la Ley quiere aliviar los problemas que genera el tráfico, no prohíbe la con
gestión. En la práctica no podría hacerlo. Solo regula algunas conductas para minimizar
el riesgo de que ocurra la congestión y los daños que el tráfico genera una vez que este se
presenta. Y entonces se dan las normas de tránsito, cuyo objetivo es precisamente lidiar
con una situación que, todos sabemos, es en realidad inevitable, al menos si basamos el
intento de evitarlo en una mera declaración de la Ley o de la Constitución.
En esa línea una prohibición de una situación como el monopolio, la congestión del
tráfico, el hambre o la pobreza es una norma ilusa, pues es una prohibición sin obliga
do determinado. Nadie puede ser culpado, y menos sancionado, de un resultado que es
consecuencia de una serie de factores diversos, muchos de los cuales no puede controlar.
Pero además el monopolio puede ser positivo para la economía. Cuando se produce
una situación de monopolio, si la empresa sube sus precios siembra el germen de la des
trucción de su monopolio, pues índica que lo que produce es escaso y, por lo tanto, quien
entra a producir o vender lo mismo ganará más. El resultado es la entrada de nuevos com
petidores que darán más opciones y con ello reducirán los precios. El monopolio puede
ser parte de ese proceso dinámico que contribuye a asignar correctamente los recursos.
Pero si los competidores no pueden entrar a competir con este monoproductor a pesar de
sus precios, es porque probablemente sea muy superior a ellos en términos de eficiencia.
Prohibirle el monopolio sería como atar plomos a los pies a un jugador de fútbol de ex
cepcional habilidad solo para que los demás puedan quitarle la pelota o el suplente pue
da entrar a reemplazarlo. Dudo mucho que la competencia futbolística se vería beneficia
da con tal medida. Y tampoco lo sería la competencia económica.
Por ello, tal como nos recuerda Ross en la siguiente cita, no preocupa tanto el mono
polio, sino el carácter indebido del medio por el que se alcanza o defiende:
(3) BORK, Robert. The antitrustParadox. Maxwell Macmíllan, New York, 1993, p. 178.
(4) ROSS, Stephen. Principies’ of antitrust law. The Foundation Press, New York, 1993, p. 101.
pues mientras las primeras son la esencia misma del sistema competitivo; las segundas
son una perversión del sistema y constituyen el objeto del Derecho antitrust (,..)”(5).
Irwing Kaufman, el famoso juez norteamericano que resolvió el caso United States
v. Alcoa(6) decía:
Esa línea explica, como bien dice Kresalja, la perspectiva adoptada por la doctrina
moderna del Derecho de la competencia, la que ha desarrollado con un alto nivel de sofis
ticación el concepto de abuso de posición de dominio en el mercado:
“Declarar que una empresa tiene una posición dominante no es por sí mismo un
reproche sino simplemente significa que, sin tener en cuenta las razones por las que
tiene posición dominante, la empresa de que se trata tiene una responsabilidad especial
de no permitir que su conducta impida una competencia genuina y no falseada en el
Mercado Común”(8).
(5) KRESALJA, Baldo. “La reserva de actividades económicas a favor del Estado y el régimen de los
monopolios en las Constituciones de 1979 y 1993”. En: lus ei Veritas. N°22, p. 299.
(6) 148 F. 2d 416 (2d Cir. 1945).
(7) KRESALJA, Baldo. Ob. cit., p. 295.
(8) Asunto 322/81 Michelin c. Comisión (1983). Rep. 3461,
La legislación de libre competencia fue denominada en sus orígenes (y aún con
serva el apodo) de ‘legislación antimonopolios”. Es importante notar dos elementos de
esta terminología. La primera es que denota una posición antagónica contra la existen
cia de los monopolios en sí mismos. Así, según esa terminología la legislación comba
te el monopolio.
Hoy casi ninguna legislación -al menos de las modernas-, se autodenomina a sí mis
ma como ‘legislación antimonopolios’; por lo general, usan un nombre más orientado a
la promoción del proceso competitivo. Ello implica no solo un cambio de nombre, sino
de perspectiva. La labor de la legislación, antes que destructiva, es constructiva. Antes
que perseguir un resultado (que no haya monopolios), persigue que se den las condicio
nes para que la competencia funcione.
Esta omisión tiene además un sesgo ideológico claro. Note el lector que el propio
artículo 133 se escabulle del uso del término “libre competencia” para tener una redac
ción forzada y poco precisa al referirse a “prácticas y acuerdos restrictivos de la activi
dad mercantil”.
“Artículo 61.- El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda práctica
que la limite y el abuso de posiciones dominantes o monopolios.
Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni establecer monopolios”.
Varios puntos son destacables. El primero es que no hay prohibición del monopolio,
sino la creación de una obligación del Estado de facilitar y vigilar la libre competencia (ya
usa ese término evadido en el texto de 1979). Así, su labor principal es promover la com
petencia antes que perseguir monopolios.
En tercer lugar, prohíbe el monopolio legal como única forma de monopolio vedada
por la Constitución. Esta última parte recoge un texto algo confuso, por las referencias a
concertaciones que crean monopolios, cuando las concertaciones no tienen nada que ha
cer con acumular poder de mercado en un monopolio, sino el limitar la competencia para
que varios, mediante un acuerdo, se beneficien de cargar precios más altos.
En realidad existe otro supuesto prohibido, en el segundo párrafo del artículo 61, re
ferido al monopolio de los medios de comunicación, pero ello, más que por razones de
competencia pura, se centra en una regla que garantice el ejercicio plural de la libertad de
expresión. Así se filtra en la norma que regula la competencia, la intención de regular un
supuesto que obedece a objetivos distintos. Lo cierto es que se origina en una preocupa
ción injustificada. En ciertos medios, como los periódicos, los costos de entrada son re
lativamente bajos, con lo que pensar en monopolización es virtualmente imposible. En el
caso de otros medios de comunicación (como radios o televisión abierta) el acceso al mer
cado puede depender de asignación de espectro radioeléctrico. Sin embargo ello puede ser
controlado con la norma que prohíbe la asignación de monopolios legales. Dado que el
espectro radioeléctrico es asignado por el Estado, sería la conducta de este o la deficien
te regulación de los mecanismos de asignación lo que podría ser cuestionable. Dicha con
ducta estaría prohibida por la Constitución vigente en su primer párrafo.
Pero quizás lo más importante es que con el desarrollo de Internet y los sistemas de
televisión y radio por cable, donde el acceso a la información y el ejercicio de la libertad
de expresión tienen costos cercanos a cero, la preocupación constitucional del segundo
párrafo del artículo 61 parecería carecer de todo fundamento, quedando como una suerte
de “fósil” jurídico rezago de una situación anterior ya superada por el avance tecnológico.
En esa línea había que seguir una línea restrictiva de la aplicación del segundo pá
rrafo que considere, al momento de evaluar su existencia, las condiciones creadas por la
tecnología para redefinir los mercados relevantes y la posible existencia (hoy casi impo
sible de alcanzar) de contar con un monopolio de los medios en los que se ejerce la liber
tad de expresión.
“En las normas constitucionales peruanas del siglo XX, el régimen de los monopolios
ha evolucionado, pasando de una prohibición contra los monopolios privados a su
aceptación tácita. Se reconoce así que la concentración de poder económico en manos
privadas no es siempre algo negativo o sancionable, siendo lo propio vigilar que ello
no termine perjudicando a los consumidores, más aún cuando el éxito empresarial,
en algunos casos, puede responder al reconocimiento que los propios consumidores
otorgan a las empresas que mejor atienden sus necesidades”0*.
Conviene hacer una breve referencia a los dos modelos de legislación de competencia
más importantes del mundo: el sistema norteamericano, que regula estos temas en la lla
mada Sherman Act, dictada a finales del siglo XIX, y el sistema europeo que regula este
tema en los artículos 85 y 86 del Tratado de Roma. Ninguno de estos sistemas ha prohi
bido a rajatabla el monopolio, sino las prácticas abusivas. Los órganos que han aplicado
estas regulaciones se han mantenido precisamente en esa línea,
Prohibir un monopolio legal es imponer tanto al Poder Legislativo como al Poder Eje
cutivo, una limitación constitucional a la creación, sean decisiones legislativas, reglamen
tarias o administrativas, de barreras de acceso al mercado que no guardan relación con las
preferencias de los consumidores.
Así, pueden caer dentro de esa prohibición de monopolio legal una Ley que estable
ce que solo podrá entregarse una actividad productiva a un número determinado de com
petidores, o crear reglas que exijan requisitos tan absurdos para desarrollar una actividad
que solo un número limitado de empresas pueden cumplirlas.
Por ello, son de una precisión admirable las palabras del jurista peruano Francisco
García Calderón quien en 1879 (hace más de un siglo y varios años ante de la promulga
ción de la Sherman Act en los Estados Unidos) al hablar de la causa principal de los mo
nopolios, señaló:
(12) GARCÍA CALDERÓN, Francisco. Diccionario de la legislación peruana. 2;> edición, París/Lima, p. 1375.
(13) Por ello es de destacarse la regulación que contiene el artículo 14.3 del Decreto Legislativo N“ 1044, que,
desarrollando el principio de subsidariedad de la actuación del Estado, regulada en el artículo 60 de la
Constitución, considera un acto de competencia desleal el que el Estado desarrolle actividad no subsidiaria.
Esto hace no solo que los precios bajen, sino que se utilicen una cantidad menor de
recursos para producir lo mismo. Eso significa mayor bienestar social con un mejor uso
de los recursos. Ello claramente favorece a los consumidores:
“(E]l antitrust no debe interferir con ningún tamaño de empresa creado por
crecimiento interno y esto es verdad sin importar cuando el resultado es un monopolio
o un oligopolio. La mayor probabilidad es que cualquier interferencia como esa
desencadenará una pérdida neta en el bienestar de los consumidores”04*.
Un segundo elemento a tomarse en cuenta es el impacto de potenciales entrantes en
el bienestar de los consumidores. Así, si bien podría parecer en ocasiones que la empresa
no soporta competencia, en la realidad sí soporta competencia potencial. Así, la existen
cia de un “monoproductor” en el mercado y la inexistencia de importaciones significati
vas, no quiere decir que la potencial entrada de productos extranjeros o la potencial apa
rición de nuevos competidores locales controlen al aparente monopolista. Y al hacerlo el
interés de los consumidores estará protegido.
Lo que muestran estos elementos es lo difícil que puede ser determinar cuándo un
monopolio real o aparente, afecta negativamente a los consumidores. Y dada esa dificul
tad se corre un riesgo notable que la prohibición a rajatabla de los monopolios sea peor
para los consumidores.
“Los costos resultantes del precio monopolístico serán en ocasiones menores que
los ahorros de costos generados por tal precio. Imaginemos la creación de un mono
polio en un mercado tan pequeño en relación con la escala eficiente de producción
que una sola empresa tendría costos mucho menores que los que se enfrentaría con
más de una empresa -muchos más bajos, incluso, cuando el actual precio mono
polístico que maximiza utilidades está incluso debajo que el precio competitivo.
Simplemente, el bienestar económico de la sociedad será mayor si el monopolio es
permitido a si es prohibido y en consecuencia, en un análisis económico, valoriza
mos la competencia porque promueve eficiencia, el monopolio debe ser permitido,
incluso promovido”°ü).
En una economía pequeña como la peruana alcanzar economías de escala implica par
ticipaciones porcentuales mayores en el mercado local. Solo así es posible que las empre
sas puedan competir con empresas transnacionales o que provienen de mercados que, por
su tamaño, les permiten alcanzar economías de escala.
(15) AREEDA, Philiip y KAPLOW Louise. AntHrust analysis. Little, Brown and Company, Boston, p. 32.
(16) POSNER, Richard. Anfit/wt law. The Uriiversity of Chicago Press, Chicago, 1976, p. 22.
3. Los costos de enforcement de la prohibición
Finalmente, sin perjuicio de la inconveniencia de la prohibición, existe una imposi
bilidad real de ejecutarla.
Como ya se vio, ejecutar una prohibición como la que es objeto de discusión implica
definir para cada industria comprometida tanto el mercado relevante geográfico como el
de producto. Pero además hay que hacerlo continuamente porque las condiciones de mer
cado cambian dinámicamente. El costo de un sistema de monitoreo continuo de todas las
industrias es prohibitivo.
Solo a título de ejemplo, se puede referir a los inmensos costos que generan los sis
temas de control de fusiones en donde se han ímplementado, costos que difícilmente jus
tifican los supuestos beneficios que generan. Estos costos no son solo los que se generan
para la actividad estatal que debe desarrollarse, sino los que un sistema como este genera
para las empresas que tienen que satisfacer sus exigencias y asumir la incertidumbre de
las decisiones discrecionales de la Administración Pública.
En esa línea prohibir los monopolios no es solo absurdo, sino económicamente irrea
lizable. Sin duda implicará embarcarse en una actividad no solo imposible de cumplir,
sino que tendrá costos que claramente superarán los inciertos beneficios que supuesta
mente generaría.
Este caso se originó en una decisión del Tribunal del Indecopi en un expediente de
Competencia Desleal. Rovic se dedicaba a la venta de agua pura. Pero a diferencia de
otras marcas la envasaba en el mismo punto de venta mediante unas máquinas especiales.
Para ello usaba dos modalidades. Parte de sus ventas era agua envasada antes de la llega
da del consumidor, quien adquiría el envase ya rellenado. Para ello usaba algunos enva
ses registrados como marcas por otras compañías competidoras. Pero la segunda modali
dad consistía en que el propio consumidor traía su envase y este era rellenado en el punto
de venta. En muchas ocasiones los consumidores traían envases registrados como marcas
por competidores de Rovic.
El Tribunal estableció:
“(...)
d) A diferencia de los criterios utilizados por la jurisdicción administrativa, este Tri
bunal considera inconstitucional el que se pretenda cuestionar la venta de agua Rovic
en recipientes directamente proporcionados por los consumidores, utilizando para
ello la modalidad de relleno de bidones en los lugares de expendio (...). Para arribar
a dicha conclusión, este Colegiado asume que son los consumidores de un producto
quienes, tras haberlos adquirido libremente en el tráfico comercial, se convierten en
propietarios absolutos del envase o recipiente que lo contenía y, por lo tanto, son
los únicos que pueden decidir acerca de la utilidad que le otorgan o el destino que
le imponen dentro o fuera del mismo tráfico comercial en el que lo adquieran, resul
tando inadmisible en dicho contexto que, por intereses comerciales que no son de
su incumbencia, se pretenda privarlos de una libertad tan elemental como es la libre
disposición de su propiedad. La resolución cuestionada pretende reducir el proble
ma a un asunto de estricta competencia desleal imponiendo restricciones de venta.
Sin embargo, debe admitirse que lo que impone a la empresa sancionada no es una
restricción con implicancias en estricto empresariales o vinculadas a su sola esfera
de desenvolvimiento, sino una prohibición que afecte a los consumidores, quienes,
no obstante ser propietarios de un envase o recipiente, se encuentran con que, so
pretexto de un conflicto empresarial, vean enervada o neutralizada su utilidad. Lo
que es más delicado aún, es que ni siquiera se toma en cuenta su opinión, a través de
sus entes corporativos, sea a favor o en contra del sistema de venta implementado y
de las eventuales ventajas que con él obtienen.
e) En la alternativa de ver sancionada a una empresa por una presunta competencia
desleal y la de privilegiar los derechos que les asiste a los consumidores como propie
tarios de un envase cuyo producto original libremente adquirieron y posteriormente
consumieron, este Colegiado no encuentra término medio. Son indefectiblemente estos
últimos quienes merecen la protección o el privilegio de ponderar en su favor, pues, de
otro modo, se llegaría al absurdo que las reglas del mercado se colocarían por encima
de la protección a la persona, en abierto desconocimiento de la lógica proclamada
desde el artículo 1 de nuestra Norma Fundamental. La Constitución contiene reglas
explícitas en torno a la libre competencia que no admiten discusión, pero de allí a
pensar que las normas que regulan tal libertad pueden ser interpretadas aisladamente
y que el estatus de los consumidores debe limitarse a un papel absolutamente pasivo
dentro del marco de las relaciones económicas, hay una enorme distancia que este
Tribunal no puede ni debe ignorar.
f) Queda claro, en todo caso, que el rol de consumidor es para ser desempeñado
como tal, al igual que el de propietario forzoso de los bienes que acompañaron al
producto consumido. En ese sentido, la facultad de libre disposición a la que se
refiere este Tribunal no es para comercializar los envases con fines lucrativos, sino
con propósitos estrictamente personales de uso y libre disposición. Por consiguiente,
no es igual que los consumidores decidan usar o vender los envases o recipientes en
tanto son de su propiedad (lo que es absolutamente lícito), que decidir ellos mismos
comercializar con productos nuevos en su interior como si se tratara de otro que
se desea introducir en el mercado. La protección que este Tribunal reconoce a los
consumidores se limita a su rol de destinatario fundamental del modelo económi
co como usuario final de los productos ofertados en el mercado, quienes, como
ha quedado establecido, no deben ver privado o limitado su derecho de disponer
libremente de su propiedad”.
Si bien el razonamiento es correcto, el Tribunal parece sugerir una suerte de conflicto
entre las reglas de libre competencia y las de protección al consumidor, que debe resolverse
a favor del derecho de los consumidores. Sin embargo, como ya hemos explicado, ello es un
mero espejismo formal, pues una correcta aplicación de las normas de competencia debería
tener los intereses de la competencia y de los consumidores perfectamente alineados083.
En realidad la protección a la competencia es la protección del consumidor, pues lo que
orienta la aplicación de la normativa de libre competencia, como ya hemos visto, es
el derecho de elección del consumidor. Sin perjuicio de este problema de precisión, la
decisión del Tribunal Constitucional efectivamente visualizó que el derecho de elección
de los consumidores (sumado al derecho de propiedad sobre los envases) se afectaba si
no se Ies dejaba rellenar sus bidones.
“El concepto de libre competencia al que apunta la Constitución Política del Perú se
adscribe al cuadro más amplio de la libertad económica. Como tal supone dos aspectos
esenciales:
a) La libertad de acceso al mercado por parte de los diversos agentes económicos.
b) La libertad de iniciativa o actuación dentro del mercado.
(18) Quizás la confusión del Tribunal provenga de que estamos ante un caso de competencia desleal y no de
libre competencia, lo que parece resaltar más que estamos frente a un conflicto entre competidores. Sin
embargo si uno acepta que nuestro modelo de competencia desleal es el modelo social y no el modelo
profesional (es decir, que lo que se tutela es la competencia en sí misma y no solo el daño al competidor),
el razonamiento es análogo al que debe hacerse cuando se aplica la legislación de libre competencia.
Desde la primera perspectiva, queda claro que quien tiene la capacidad de producir un
bien o prestar un servicio, debe acceder al mercado en condiciones autodeterminativas,
esto es, sin que nadie (ni el Estado ni el resto de agentes económicos) pueda impedir
o restringir dicha participación.
Desde la segunda perspectiva, es evidente que tras haberse accedido al mercado, se
debe gozar de la suficiente capacidad de autodeterminación para competir conforme
a las propias condiciones y variables económicas impuestas por la llamada ley de la
oferta y la demanda”.
Es importante reiterar que el Tribunal considera que la limitación de acceso por ac
tos del propio Estado es un atentado contra la libre competencia protegida por el artículo
61 de la Constitución.
Otro aspecto central es el que, como hemos señalado en esta sección y en las seccio
nes anteriores, el rol del Estado es proteger el proceso competitivo, no el resultado de ese
proceso, el que debe provenir de la interacción entre los particulares. En este sentido el Tri
bunal indicó:
fl El Estado debe garantizar que el mercado funcione de la manera más correcta y efectiva:
STC Exp. 03315-2004-AA/TC (f.j. 17).
BIBLIOGRAFÍA
AREEDA, Phillip y KAPLOW Louise. Antitrust analysis. Little, Brown and Company, Boston;
BORK, Robert. The antitrust paradox, Maxwell Macmillan, New York, 1993; GARCÍA CALDE
RÓN, Francisco. Diccionario de la legislación peruana- 2a edición, París/Lima; KRESALJA,
Baldo. “La reserva de actividades económicas a favor del Estado y el régimen de los monopolios
en las Constituciones de 1979 y 1993”. En: Ius et Veritas. Nu 22; POSNER, Richard. Antitrust law.
The University of Chicago Press, Chicago, 1976; ROSS, Stephen. Principies ofantitrust law. The
Foundation Press, New York, 1993.
Artículo 61 Promoción de la competencia y prohibición
de monopolios
El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda
práctica que la limite y el abuso de posiciones dominantes o
monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni
establecer monopolios.
La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expre
sión y comunicación social; y, en general, las empresas, los
bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y
de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, mo
nopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, porparte
del Estado ni de particulares.
CONCORDANCIAS:
C.: art. 60,8“ DFT; C.P.Ct.: art. 44 inc. 28); D. S. 030-2019-PCM; D. Leg. 757: art.
4; D. 285
I. Libre competencia
La Constitución de 1993 consagra la economía de mercado, con carácter social, como
el sistema económico de nuestro país<!). Con esta disposición, son los propios grupos de
compradores y vendedores que conforman los mercados quienes determinaran, a partir de
la correlación de las fuerzas de oferta y demanda, los precios, cantidades y calidades de
los distintos productos o servicios que se comercializan.
Este sistema económico constituyó un cambio en el rol del Estado, dejando así su pa
pel de agente activo que asumió durante el gobierno militar de fines de la década de los
sesenta (principalmente mediante políticas de nacionalización y estatización de los recur
sos), pero también en el primer gobierno de Alan García a mediados-fines de los ochenta,
y que a la postre, provocó la necesidad de cambiar el sistema por el actual®.
Con la dación de la Constitución de 1993, y buscando dar solución a los graves pro
blemas económicos de nuestro país, el Estado cambió a un rol de fiscalizador, cediendo
Vemos, entonces, que la “mano invisible”(4) a la que hacía referencia Adam Smith es
un concepto fundamental al momento de entender la economía de mercado, pero no es lo
único a considerar. Juntamente con el derecho de propiedad citado, el constituyente ha de
sarrollado a nivel constitucional principios, derechos y reglas que permitan la ejecución
del nuevo sistema económico. Así, por citar a los más importantes, tenemos el principio
de subsidiaridad® (por el cual el Estado solo puede participar de forma subsidiaria como
agente del mercado, dejando así claro el rol protagónico de los privados en la actividad
empresarial), la libertad de contratación^ (por la cual los privados pactan las condiciones
y términos de la contraprestación) y el principio de libre competencia, al cual nos aproxi
maremos en el presente comentario.
Por libre competencia se entiende la situación por la cual toda persona puede ingresar,
participar y salir libremente de un determinado mercado. ¿Por qué es importante el princi
pio de libre competencia en un sistema de economía de mercado como la nuestra? Todos
conocemos que la interacción de oferta y demanda conlleva a la existencia de un precio
(3) MANKIW, N. Gregory. Principios de Economía. Editorial Progreso, México D.F., 2012, p. 12.
(4) La “mano invisible” es la manera metafórica con la que el histórico economista Adam Smith se refirió a
la capacidad de autorregulación que el libre mercado tiene intrínseco según sus teorías y estudios. En su
obra Teoría de los sentimientos morales, publicada en el ano 1759, fue el primer lugar donde este término
vio la luz, aunque alcanzó mayor notoriedad en su otro libro de 1776 La riqueza de las naciones.
(5) Artículo 60 de la Constitución.- Pluralismo económico
El Estado reconoce el pluralismo económico. La economía nacional se sustenta en la coexistencia de
diversas formas de propiedad y de empresa. Sólo autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar
subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de manifiesta
conveniencia nacional. La actividad empresarial, pública o no pública, recibe el mismo tratamiento legal.
(6) Artículo 62 de la Constitución.- Libertad de contratar
La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes ai
tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones
de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación contractual sólo se solucionan en la vía arbitral
o en la judicial, según los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley.
Mediante contratos-ley, el Estado puede establecer garantías y otorgar seguridades. No pueden ser modi
ficados legislativamente, sin perjuicio de la protección a que se refiere el párrafo precedente.
de equilibrio o precio de liquidación de mercado(7). En tal sentido, los compradores, en
su afán de conseguir la atención del cliente,.no van a elevar los precios de sus productos
más allá de lo que Índica el mercado, ni bajar la calidad de estos, pues eso supondría que
los compradores desviasen su atención para escuchar otras ofertas de los competidores o
vayan en busca de productos sustitutos. Esto quiere decir que es, justamente, la compe
tencia lo que asegura el mentado “equilibrio” del mercado. Sin competencia, las posibili
dades de distorsionar las máximas de un sistema como el nuestro, y desbaratar la idea de
Smith sobre la “mano invisible”, serían muy grandes.
En esta línea de ideas tenemos que el primer párrafo del artículo 61 (“E7 Estado faci
lita y vigila la libre competencia. Combate toda práctica que la limite y el abuso de po
siciones dominantes o monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni es
tablecer monopolios”) de nuestra Constitución obliga al Estado a promover un respeto
irrestricto de la libre competencia, con el objetivo de buscar diversidad de proveedores y
que ninguno de ellos pueda de manera individual imponer el precio de un producto y ser
vicio. El Estado persigue así la participación de todos, invitándonos a ingresar a esta “ca
rrera por los mercados”. En ese sentido, mal haría el Estado en incentivar la participación
de todos en esta carrera, para luego sancionar al proveedor que llegue primero o que ter
mine solo en la competencia. Por esta razón, nuestra Constitución no prohíbe los mono
polios conductuales (distintos a los monopolios naturales y aquellos instaurados por ley)
ni las concentraciones per se, en tanto estos pueden ser producto, justamente, de la liber
tad que tienen los agentes comerciales en sus interrelaciones en el mercado.
Lo que sí sanciona el primer párrafo del artículo bajo comentario es el “abuso de po
sición de dominio”. Pero distingamos aquí los conceptos de “posición de dominio” del
de “abuso de posición de dominio”. En el primero de los casos nos encontramos ante un
agente que tiene la mayor cuota de un mercado determinado. Y más bien, el segundo hace
referencia a las conductas que pueda realizar el agente valiéndose de dicha posición, con
la intención de perjudicar el ingreso o participación de sus competidores o en desmedro
de la economía de los consumidores que correspondan. Este tipo de conductas reciben el
nombre de “prácticas anticompetitivas”.
(7) Situación en la que el precio marcado ha llegado al nivel en el cual la cantidad ofrecida equivale a la
cantidad demandada. A este precio todos en el mercado están satisfechos: los compradores han comprado
todo lo que querían y los vendedores han vendido todo lo que querían.
determinado mercado. Pero como un primer paso, anterior a determinar si el agente osten
ta dicha posición, el test debe determinar con claridad qué tipo de mercado estamos anali
zando y quiénes son los agentes que lo conforman. A continuación, revisemos brevemen
te los criterios que recoge el mencionado test.
1. Test de competencia
Los criterios del test se encuentran establecidos en el Decreto Legislativo N° 1034,
Ley de Represión Contra Conductas AnticompetítivasÍS), y son los siguientes:
(8) Al respecto, téngase en cuenta también el T.U.O. del Decreto Legislativo N° 1034, Ley de Represión de
Conductas Anticompetitivas, aprobado por Decreto Supremo N” 030-2019-PCM, publicado el 19 de febrero
de 2019.
(9) “El mercado relevante es un concepto fundamental en la legislación reguladora de la libre competencia pues
es a partir de este concepto que se analiza la estructura de los mercados y se determina cuántas empresas
tienen poder sustancial dentro de un mercado específico o mantienen una posición dominante en el mismo”
(FL1NT, Pinkas. Tratado de defensa de la libre competencia. Lima, 2002).
1.1.2. Mercado geográfico
El mercado geográfico hace referencia a todas las fuentes de aprovisionamiento del bien
y sus sustitutos. Para ello, debe determinarse en qué zonas o áreas se comercializa este bien o
servicio. Estas conformarán el mercado geográfico de nuestro análisis. Debe tomarse en cuan
ta a su vez dos condiciones en este criterio. La primera, que existe un precio similar del pro
ducto en las áreas que se comparan. La segunda, tener en cuenta los costos de envío del pro
ducto. Y es que, si bien podríamos encontrar un determinado producto o servicio en un área
determinada, esta quizás no debe ser considerada dentro de un mismo mercado geográfico,
en tanto el consumidor no compraría ese bien por su precio distinto o su alto costo de envío.
Para asegurar que un agente tiene una posición de dominio por cuota de mercado de
bemos considerar dos factores: el primero, que la cuota del agente supere el 50 %; y el se
gundo, que el agente tenga esta alta cifra por lo menos tres años consecutivos.
(10) “La determinación de la existencia de posición de dominio busca identificar si en el mercado relevante
existe un agente que posee la capacidad para influir en forma sustancial las condiciones de mercado (...)
Así, el análisis de identificación de posición de dominio evalúa (...) la fortaleza de determinado agente del
mercado relevante, respecto del cual se desea evaluar la tenencia de posición de dominio, en relación a la
capacidad competitiva de sus competidores actuales y potenciales” (Indecopi, Resolución 010-2004-IN-
DECOP1/CLC, fundamento 208).
De esta forma, pueden darse las siguientes variaciones: si el HHI es menor a 1500,
estamos ante un mercado desconcentrado. Si el HHI está entre 1500 y 2500, estamos ante
un mercado moderadamente concentrado. Y si el HHI está por encima de los 2500, habla
mos de mercados altamente concentrados.
Existen tres tipos de barreras de entradas principalmente. Las barreras de corte legal
o administrativo; las barreras económicas o estructurales y las barreras estratégicas o de
conducta. Las barreras de corte legal son las que encontramos estipuladas en una norma
tiva y que indican los requisitos que debe cumplir un agente para ingresar al mercado. Las
barreras económicas hacen referencia a las características esenciales de cada mercado, ca
racterísticas que pueden suponer la adopción de estructuras por parte de los agentes, es
tructuras que sin ellas no podrían ingresar o competir. Y, finalmente, las barreras estraté
gicas, son aquellos comportamientos que realizan los agentes, no por una característica
del mercado, tampoco porque la norma se lo exija, sino que realizan por la discrecionali-
dad de los agentes para impedir el ingreso de nuevos competidores.
1.3.2. Discriminación
La discriminación es una práctica que consiste en tratar de manera diferente a iguales.
Este mismo concepto puede replicarse en las transacciones que se realizan en el de mer
cado. Las justificaciones de situaciones de discriminación son los siguientes: descuentos
por volumen, descuentos por pronto pago, ahorro de costos por contraprestación y precios
distintos corresponden a costos de provisión distintos.
1.3.3. Precios predatorios
Esta situación se configura cuando se establece por parte de una empresa dominante,
precios por debajo de sus costos por un período de tiempo determinado, con el objetivo de
desplazar a sus competidores y/o disuadir la entrada de nuevas empresas al mercado. En
una etapa posterior y en ausencia de competencia la empresa elevaría sus precios a nive
les monopolices y recuperaría las pérdidas incurridas en la etapa de predación, obtenien
do beneficios extraordinarios y convirtiendo así a la práctica en rentable.
1.3.7. Concertaciones
La concertación ocurre cuando dos o más empresas se ponen de acuerdo, expresa o
tácitamente, para fijar coordinadamente los precios, las ofertas u otras condiciones de co
mercialización de determinado bien o servicio, con la finalidad de eliminar la competen
cia y comportarse como un monopolio.
(11) La mencionada norma establece criterios cualitativos y cuantitativos para proceder a este tipo de evaluación.
Así, su artículo 5 señala como criterio cualitativo “todo acto u operación que implique una transferencia o
cambio en el control permanente de una empresa o parte de ella”. Señala asimismo que la concentración
cando los alcances de la función de agente de competencia que le concierne a Indecopi. Y
es que la medida en cuestión permitiría a la autoridad competencial de nuestro país a reali
zar un análisis del mercado ex ante, característica más bien de las agencias reguladoras/123
Justamente, ante la ausencia de una ley de carácter formal que habilite a Indecopi a im-
plementar esta nueva competencia, hasta la fecha dicho control previo no se ha ejercitado.
Cabe señalar, para terminar los comentarios sucintos del primer párrafo del artículo
61, que algunos autores al momento de analizar esta disposición señalan que la excepción
a la libre competencia se configura cuando se manifiesta un abuso de posición de domi
nio. Esto no es correcto. Impedir el abuso de posición de dominio de una empresa no sig
nifica una excepción de la líbre competencia, por el contrario, es, parte del respeto irres
tricto de este principio. Valerse de una posición preponderante en el mercado para coartar
el ingreso o salida de un competidor, como hemos visto, es un ejercicio ilegítimo que va
contra las reglas del juego que deben respetar todos los agentes y que el Estado debe vi
gilar que se cumplan. Esto no significa que nuestro sistema no haya contemplado una ex
cepción al principio de libre competencia. Es decir, un tipo de mercado donde su ejercicio
este restringido. Esta excepción se encuentra regulada en el segundo párrafo del artículo
61 de la Constitución (“La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expre
sión y comunicación social; y, en general, las empresas, los bienes y servicios relaciona
dos con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden ser objeto de exclusivi
dad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de
empresarial puede producirse a consecuencia de las siguientes operaciones: a. Una fusión de dos o más
agentes económicos, los cuales eran independientes antes de la operación, cualquiera que sea la forma
de organización societaria de las entidades que se fusionan o de la entidad resultante de la fusión; b. La
adquisición por parte de uno o más agentes económicos, directa o indirectamente, de derechos que le per
mitan, en forma individual o conjunta, ejercer el control sobre la totalidad o parte de uno o varios agentes
económicos; c. La constitución por dos o más agentes económicos independientes entre sí de una empresa
en común, jaint venlure o cualquier otra modalidad contractual análoga que implique la adquisición de
control conjunto sobre uno o varios agentes económicos, de tal forma que dicho agente económico desem
peñe de forma permanente las funciones de una entidad económica autónoma; y, d. La adquisición por un
agente económico del control directo o indirecto, por cualquier medio, de activos productivos operativos
de otro u otros agentes económicos. Entendemos que esta lista no debiese ser una de carácter “numeras
clausus” y que será la jurisprudencia a futuro de Indecopi la encargada de llevar a cabo dicha interpretación.
Por otra parte, el artículo 6 indica el criterio cuantitativo a tener en cuenta señalando el umbral para el
control previo de operaciones de concentración empresarial. Este umbral se conforma por dos supuestos
que deben vigilarse, uno de alcance individual y otro relativo al conjunto de empresas que participan en la
concentración. Así, estos supuestos son: a. La suma total del valor de las ventas o ingresos brutos anuales
en el país de las empresas involucradas en la operación de concentración empresarial haya alcanzado du
rante el ejercicio fiscal anterior a aquel en que se notifique la operación, un valor igual o superior a ciento
dieciocho mil (118 000) UIT; y, b. El valor de las ventas o ingresos brutos anuales en el país de al menos
dos de las empresas involucradas en la operación de concentración empresarial hayan alcanzado durante
el ejercicio fiscal anterior a aquel en que se notifique la operación, un valor igual o superior a dieciocho
mil (18 000) UIT cada una. Como se aprecia, son umbrales bastante altos como para entender el carácter
excepcional de esta normativa.
(12) Las agencias reguladoras se diferencias de la entidad competencial en tanto las primeras realizan un control
ex ante. Así, definen con claridad cuales son los requisitos a las que debe ceñirse la empresa que ingresa a
los mercados regulados. Estos, por característica, responde a mercados donde existen monopolios natura
les, es decir, donde resulta más efectivo que solo exista un solo proveedor en el mercado. Es el caso, por
ejemplo, de los mercados relativos al servicio de agua potable o de electricidad.
particulares "). Así, por mandato del propio constituyente, la excepción de la libre com
petencia, y por lo cual no amerita comprobar la existencia de abuso, sino simplemente el
acaparamiento o posición de dominio, es el mercado de comunicaciones.
i) Un agente del mercado que retiene bienes antes que estos puedan ser ofertados;
ii) La intención de quien practica el acaparamiento es un beneficio (lucro) a futu
ro (al escasear el bien, los precios de este se encarecen, permitiendo al acapara
dor venderlo, en el corto plazo, a un mayor precio del habitual); y,
iii) El acaparamiento es un tipo de especulación: la finalidad del que acapara es, jus
tamente, especular con el aumento de la demanda y aprovechar para subir los
precios.
Esta concepción económica de “acaparamiento” se reincorporó al Código Penal045 por
medio del artículo 233°, sancionándose a aquella persona que mediante sustracción o aca
paramiento provoca escasez o desabastecimiento de bienes y servicios esenciales para la
vida y salud de las personas, con pena privativa de libertad de entre 4 a 6 años.
(13) TORRES CALERO, Miguel Ángel. De la especulación al acaparamiento. Mercedes, Bogotá, 1969,
p. 37.
(14) Originalmente el Código Penal de 1991 ya incorporaba este tipo penal. Sin embargo, esta regulación fue
derogada con la publicación del Decreto Legislativo N° 1034, Ley de Represión de Conductas Anticom
petitivas. Se puede encontrar más información al respecto en el artículo de mi autoría titulado “Acapara
miento. Alcances del término desde sus concepciones penal, competencial y constitucional”. En: Gaceta
Constitucional & Procesal Constitucional, N° 97, Gaceta Jurídica, Lima, enero de 2016, pp. 165-177.
(15) Al respecto puede consultar: Economía 48 (s/f). “Acaparamiento”. La gran Enciclopedia de Economía.
Consulta: 28 de febrero de 2015. http://www.economia48.eom/spa/d/acaparamiento/acaparamiento.htm
vez que utilizó el término “acaparamiento” en nuestro sistema legal. Ruiz-Eldredge (1980),
constituyente de la antigua Constitución, en una interpretación que es pacífica para los
doctrinarios de la época, señala que lo expresado en el artículo buscaba “la necesidad del
acceso y la participación, en pro de un auténtico libre flujo de información, que no deje
a unos pocos como sujetos activos y a inmensas mayorías como sujetos pasivos de la ex
presión y de la comunicación (...), que tampoco mantenga la situación (...) de dueños de
los medios o grupos sociales muy bien informados (...) y a otros (...) grupos sociales e in
mensas mayorías convertidos en meros oyentes o lectores de mensajes que muchas veces
olvidan las necesidades de su propio país (,..)”(16).
De esta forma, la intención de la normativa constitucional no está, ni estuvo, relacio
nada con la acepción económica de “acaparamiento”; sino que más bien hace referencia
a una segunda acepción de la misma palabra: apropiarse u obtener en todo o en gran par
te un género de cosas. Dicho en otros términos, el término “acaparamiento” en el ámbi
to constitucional está ligada a la palabra concentración
* 17) en su sentido más amplio
* 18*.
17
16
En ese sentido, que el mismo dispositivo constitucional, artículo 61 de la Carta Mag
na vigente, se regulen el principio de libre competencia (primer párrafo del mencionado
artículo) y la prohibición de acaparamiento (en su acepción constitucional) para el caso de
los medios de comunicación, no es una simple coincidencia. Es recoger en el mismo ar
tículo los alcances de un derecho fundamental y su correspondiente restricción.
Así, la prohibición de monopolios legales o del abuso de dominio que plantea el pri
mer párrafo del artículo 61 no son restricciones del ejercicio de la libre competencia, por
el contrario, ayudan a maximizar su alcance. La restricción de tal derecho, como lo ha
planteado nuestro constituyente, se da solo en el campo de los medios de comunicación.
La explicación de esto está, en primer lugar, que ningún derecho fundamental es absolu
to. Estos pueden encontrar limitaciones a su ejercicio, siempre que estas se den a favor
de otro bien constitucional. Y como corolario de lo anterior tenemos que, en segundo lu
gar, la restricción anotada es en beneficio de la libertad de expresión, derecho fundamen
tal considerado piedra angular de la democracia.
En un principio, teniendo en cuenta que los Estados acaparaban los medios de comu
*
nicación, especialmente los gobiernos militares de la época 19*, la interpretación de este
(16) RUIZ-ELDREDGE, Alberto. La Constitución comentada 1979. Atlántida, Lima, 1980, p. 72.
(17) No debe entenderse el término '‘concentración” como el proceso que implica el crecimiento de una empresa
por fusión o adquisición de control. El significado que debe tomarse es el que da la Real Academia el
cual es “apropiarse u obtener en todo o en gran parte un género de cosas”. Nos referimos, más que a una
acepción ligada al mercado, a un significado más coloquial.
(18) Como vemos existen al menos hasta dos tipos de acepciones de la palabra “acaparamiento”. La primera,
relacionada al campo económico, se refiere a la del agente que almacena, guarda, acapara bienes para
escasear el mercado, y luego venderlos a precios elevados (especulación de precios). La otra acepción,
referida a concentración, es decir, cuando un agente del mercado concentra poder en un determinado
mercado. El ordenamiento jurídico peruano ha recogido ambas acepciones.
(19) Como se recuerda, en 1974, el Estado confiscó a su favor los medios de comunicación de entonces, razón
por la cual uno de los propósitos directos de los constituyentes de la Constitución del 79 era evitar que la
estatízación de los medios volviese a repetirse
artículo estaba dirigida a señalar una actitud pasiva por parte del Estado, es decir, que no
debería entrometerse en las relaciones que se generan dentro del mercado de medios de
comunicación y ser solo un mero observador. Al respecto, Farfán señala que:
“En un primer momento, se consideró que, con la finalidad de proteger la libertad de
expresión de los ciudadanos, la actuación del Estado debía ser estrictamente negativa,
esto es, se estimaba que mientras el Estado menos se entrometiera en el ejercicio de
este derecho se estaría dotando de mayor tutela a la libertad de expresión. Sin ningu
na duda, una perspectiva en este sentido contaba con fundamentos que la validaban
en la medida que, desde una perspectiva histórica, un balance sobre la actuación del
Estado permitía interpretar que este en muchas ocasiones había buscado restringir
indebidamente la libertad de expresión con la finalidad de reducir el control que sobre
él pudiera ejercerse a través de esta garantía y de la diseminación de información entre
el público. A esta primera posición pertenece la teoría del ‘orador de la esquina de la
calle’, según la cual bastaba que el Estado dejara que los ciudadanos se apropiaran
de cualquier espacio público para manifestar su opinión para entender correctamente
tutelada la libertad de expresión”(M).
Sin embargo, los tiempos han cambiado y esta libertad amplia a favor de los priva
dos ha terminado por generar que unas pocas empresas privadas terminen acaparando los
medios. Si la razón de impedir la concentración de los medios en manos del Estado era
que una sola persona vulneraba la pluralidad de información (y por ende la libertad de ex
presión de todos los ciudadanos), entonces, no existe diferencia en prohibirle a una per
sona, aunque esta vez del ámbito privado, acaparar todo el mercado. De esa misma ma
nera, Farfán indica que
“Una evolución en la concepción de los mecanismos de tutela ha dejado claro hoy que
no basta con que el Estado proteja este derecho a través de una actuación negativa,
esto es, liberando a los ciudadanos de regulaciones o restricciones sobre el ejercicio
de su derecho sino que por el contrario se admite hoy que para ejercer la libertad de
expresión se requiere que el Estado asegure la existencia de canales idóneos a través
de los cuales se pueda ejercer este derecho y que remueva todo obstáculo que impida
su desarrollo. Así las cosas, no cabe duda de que hoy, en el marco de una actuación
positiva, al Estado le corresponde llevar a cabo todas las acciones que resulten nece
sarias para habilitar y mantener abiertos todos las vías o plataformas a través de las
cuales los ciudadanos puedan expresar su opinión”(2!).
La jurisprudencia de la Corte IDH respalda esta posición al señalar que:
“[l]os monopolios u oligopolíos en la propiedad y control de los medios de comu
nicación deben estar sujetos a leyes antimonopólicas por cuanto conspiran contra la
democracia al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del
derecho a la información de los ciudadanos”20 (22).
21
(20) FARFÁN SOUZA, Ronnie. “La regulación de la concentración de la propiedad de medios de co
municación en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos”. En: Gaceta Constitucional &
Procesal Constitucional, N0 91, Gaceta Jurídica, Lima, 2015, p, 145.
(21) Ibídem, p. 146.
(22) Corte IDH. Caso Granier y otros (Radio Caracas Televisión) vs. Venezuela, párr. 143
“los Estados están internacionalmente obligados a adoptarlas medidas que fueren ne
cesarias ‘para hacer efectivos’ los derechos y principios establecidos en la Convención,
como se estipula en el artículo 2 de dicho instrumento interamericano, para lo cual
deberán establecer leyes y políticas públicas que garanticen el pluralismo de medios
o informativo en las distintas aéreas comunicacionales, tales como, por ejemplo, la
prensa, radío, y televisión”(23).
“El Estado no debe ejercer un control monopolístico sobre los medios de comunicación
sino que ha de promover la pluralidad de estos. Por consiguiente, los Estados partes
deberían adoptar medidas adecuadas, en forma compatible con el Pacto, para impedir
un excesivo predominio o concentración de los medios de comunicación por grupos
mediáticos bajo control privado, en situaciones monopolísticas que pueden menoscabar
la diversidad de fuentes y opiniones”(24).
Pero incluso, la acepción constitucional de “acaparamiento” relativo a la palabra “con
centración”, ya sido zanjado por el propio Tribunal Constitucional al momento de anali
zar la constitucionalidad de la Ley N° 28278, Ley de Radio y Televisión. La misma, en su
artículo 22, utiliza tal noción al señalar que:
“La radio y la televisión no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acapa
ramiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de particulares. Se con
siderará acaparamiento para efectos de la presente Ley el que una persona natural o
jurídica, sea titular de más del treinta por ciento (30 %) de las frecuencias disponibles
técnicamente, asignadas o no, en una misma banda de frecuencia dentro de una misma
localidad, para la radiodifusión televisiva y veinte por ciento (20 %) para la radiodifu
sión sonora. Para efectos del cómputo del número de frecuencias, se considera como
una sola persona jurídica, a dos o más personas jurídicas que tengan como accionista,
asociado, director o gerente común a una misma persona natural o pariente de ésta
dentro del segundo grado de consanguinidad”.
Vemos, entonces, que el término “acaparamiento” no está ligado al almacenaje de bie
nes, sino más bien a adueñarse del mayor porcentaje posible de un determinado mercado.
El Tribunal Constitucional, como decíamos, en la STC Exp. 00015-2010-PI/TC ha en
tendido así el alcance del término al señalar que:
“A juicio del Tribunal Constitucional, la regulación prevista en el segundo párrafo
del artículo 22 de la Ley de Radio y Televisión, en lo que a la radiodifusión televisiva
respecta, resulta compatible con el contenido normativo del referido artículo 61 de la
Constitución, pues no solo garantiza la inexistencia de monopolios a nivel de los me
dios de comunicación, sino que evita también que una sola persona natural o jurídica
‘acapare’ las frecuencias televisivas de una misma banda en una misma localidad, con
trolando un significativo porcentaje de ellas. A su vez, al fijar en 30 % el tope máximo
de control, mantiene un espacio aún razonable para la libre competencia, incentivando
a las distintas empresas televisivas a pugnar por el domino del máximo legalmente
permitido, y permitiendo la optimización de la calidad del servicio de radiodifusión
brindado a los consumidores y usuarios” (el resaltado es nuestro).
(23) Corte IDH. Caso Granier y otros (Radio Caracas Televisión) vs. Venezuela, párr, 145
(24) Naciones Unidas. Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Comité de Derechos Humanos.
Observación general N° 34, párr, 40.
Teniendo claro, entonces, el alcance del término acaparamiento en su acepción relativa
a “concentración”, es que debiese resolverse en la justicia constitucional la causa sobre la
compra del grupo Epensa por parte del grupo El Comercio(25), y por el cual, se habría aca
parado el mercado de medios de prensa escrita. Esperemos que, para una nueva edición de
esta obra, la justicia de nuestro país haya resuelto en última instancia este caso y nos per
mita acompañar un nuevo comentario de este artículo con los alcances de la sentencia final.
||] El Estado puede intervenir de manera excepcional en la vida económica de los particulares
por las imperfecciones del mercado: STC Exp. N° 00034-2004-AI/TC (f. j. 33).
H El Estado debe remover los obstáculos que impidan o restrinjan el libre acceso a los mer
cados de bienes y servicios: STC Exp. N° 0I405-2010-PA/TC (f. j. 14).
g El Estado debe proscribir y combatir toda práctica que limite la libre competencia, así
como el abuso de las posiciones dominantes o monopólicas: STC Exp. N° 01405-2010-
PA/TC (f.j.37).
[g? No se admite que un solo productor satisfaga la demanda de todos los consumidores o
usuarios ya que le permitiría determinar el precio y la cantidad de bienes o servicios a
ofertarse: STC Exp. N° 01405-2010-PA/TC (f. j. 37).
BIBLIOGRAFÍA
FAR.FÁN SOUZA, Ronnie. “La regulación de la concentración de la propiedad de medios de comuni
cación en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos”. En: Gaceta Constitucional & Procesal
Constitucional, N° 91, Gaceta Jurídica, Lima, 2015; FLINT, Pinkas, Tratado de defensa de la libre
competencia. Lima, 2002; MANKIW, N. Gregory. Principios de Economía. Editorial Progreso, México
D.F., 2012;RUIZ-ELDREDGE, Alberto. La Constitución comentada 1979. Atlántida, Lima, 1980;
SALAS VÁSQUEZ, Pedro Pablo, “Acaparamiento. Alcances del término desde sus concepciones
penal, competencial y constitucional”. En: Gaceta Constitucional & Procesal Constitucional, N° 97,
Gaceta Jurídica, Lima, enero de 2016; SALAS VÁSQUEZ, Pedro Pablo. “Concentración de medios
de prensa. La sentencia más esperada”. En: Gaceta Constitucional & Procesal Constitucional, N°
163, Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2021; SALAS VÁSQUEZ, Pedro Pablo. “La concentración de
prensa en el Perú. Epensa: la manzana de la discordia”. En: Gaceta Constitucional & Procesal Cons-
titucional, N° 100, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2016; SMITH, Adam. La riqueza de las naciones,
1776; SMITH, Adam. Teoría de los sentimientos morales, 1759; TORRES CALERO, Miguel Ángel.
De la especulación al acaparamiento. Mercedes, Bogotá, 1969.
(25) En la actualidad todavía se encuentra pendiente de decisión final Ja controversia surgida a partir de la
compra por parte de El Grupo El Comercio de las acciones de Epensa, lo cual habría terminado por aca
parar el mercado de medios de prensa. Esta operación, aparentemente, estaría prohibida por el artículo 61,
segundo párrafo, de la Constitución. Se puede encontrar más información al respecto en el artículo de mi
autoría titulado “La concentración de prensa en el Perít. Epensa: la manzana de la discordia”. En: Gaceta
Constitucional & Procesal Constitucional, N0 100, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2016, pp. 221-235.
Asimismo, luego de la decisión de primera instancia en el marco de dicha controversia, puede consultarse
el artículo de mi autoría “Concentración de medios de prensa. La sentencia más esperada”. En: Gaceta
Constitucional & Procesal Constitucional, N“ 163, Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2021, pp. 149-158.
Artículo 61 Monopolios y medios de comunicación
social
El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda
práctica que la limite y el abuso de posiciones dominantes o
monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni
establecer monopolios.
La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expre
sión y comunicación social; y, en general, las empresas, los
bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y
de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, mo
nopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte
del Estado ni de particulares.
CONCORDANCIAS:
C.: art. 60, 8a DFT; C.P.Ct: art. 44 inc. 28); D.S. 030-2019-PCM; D. Leg. 757: art.
4; D. 285
Nociones preliminares
El artículo 61 de la Norma Fundamental representa una de las disposiciones de ma
yor importancia en lo que se refiere al desarrollo de la libre competencia y a los límites
que esta debe tener en nuestro sistema jurídico. Así también, es importante por contener
la expresa prohibición, a los medios de comunicación, de monopolizar o acaparar los bie
nes y servicios vinculados con las libertades comunicativas. Este último punto expresa el
necesario equilibrio que debe existir entre el ejercicio de la libertad de empresa en mate
ria de medios de comunicación y aquel límite que se encuentra en permitir y afianzar el
pluralismo informativo, que al final posibilite un libre mercado de ideas dentro de un sis
tema democrático.
Si bien debe existir actividad estatal para dichos efectos de promoción y vigilancia de
la libre competencia, aquella no puede convertirse en “intervencionismo”, sino en una ac
tividad mínima e indispensable para cumplir los mandatos de la Constitución.
(1) ALEXY, Robert. “Epílogo a la teoría de los derechos fundamentales”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. 66, 2002, p. 10.
2. Rechazo al abuso de posiciones dominantes o monopólicas
Respecto de este extremo, cabe analizar qué se entiende por “posición dominante”
y qué, por “posición monopólica”. En cuanto a lo último, el monopolio, según el Tribu
nal Constitucional, se define prima facie como la realización de una actividad económi
ca, con carácter exclusivo, a cargo de un único agente económico- (Exp. N° 00005-2003-
AI/TC, f. j. 45). En cuanto al abuso de la posición de dominio, cabe destacar que a nivel
infraconstitucional (art. 10.1 del Decreto Legislativo N° 1034, que aprueba la Ley de Re
presión de Conductas Anticompetitivas), se ha desarrollado un concepto que expresa lo
siguiente: “Se considera que existe abuso cuando un agente económico que ostenta posi
ción dominante en el mercado relevante utiliza esta posición para restringir de manera in
debida la competencia, obteniendo beneficios y perjudicando a competidores reales o po
tenciales, directos o indirectos, que no hubiera sido posible de no ostentar dicha posición”.
En este último punto se evidencia una importante diferencia entre el primer y segun
do párrafo del artículo 61 de la Constitución. El primero, por ejemplo, persigue impedir el
“abuso” de “posiciones dominantes” o “monopólicas”. El segundo, prohíbe la sola existen
cia de “posiciones de exclusividad”, “monopólicas” o de “acaparamiento”. Dada su natu
raleza y especial función en la sociedad, las empresas de prensa, radio y televisión, entre
(3 ) VALLES COPEIRO DEL VILLAR, Antonio. “El pluralismo como exigencia institucional en los medios de
comunicación social”. En: Pluralismo. Perspectivas políticas y desarrollos normativos. Tirant lo Blanch,
Valencia, 2004, p. 170.
otras, están prohibidas de concentrar medios de comunicación en cualquiera de las posi
ciones antes mencionadas u otras similares.
H Ni los medios de comunicación ni los bienes o servicios relacionados con ellos pue
den ser objeto de monopolio o acaparamiento por el Estado o particulares: STC Exp.
N° 00015-2010-PI/TC (f. j. 23).
g El valor de la libre competencia debe ceder ante el valor de la protección del libre y plural
flujo de las ideas y de los hechos noticiosos: STC Exp, Nü 00015-2010-PI/TC (f. j, 23).
jj] La prohibición de que los medios de comunicación sean objeto de monopolio no requiere
mayor regulación: STC Exp. N° 00015-2010-PI/TC (f. j. 28).
jp La prohibición de que los medios de comunicación sean objeto de monopolio impide que
tales medios se encuentren dirigidos solo por el Estado o por una sola persona jurídica o
natural: STC Exp. N° 00015-2010-PI/TC (f. j. 28).
Es deber fundamental de los medios de comunicación no ceder ante una suerte de mo
nopolio “natural”, producto del eventual e inadecuado ejercicio del poder: STC Exp.
N° 00003-2006-PI/TC (f. j. 48).
BIBLIOGRAFÍA
ALEXY, Robert. “Epílogo a la Teoría de los Derechos Fundamentales”. En: Revista Española de
Derecho Constitucional. N° 66,2002; HÁBERLE, Peter. Pluralismo y Constitución. Tecnos, Madrid,
2002; VALLES COPEIRO DEL VILLAR, Antonio. “El pluralismo como exigencia institucional en
los medios de comunicación social”. En: Pluralismo. Perspectivas políticas y desarrollos normativos.
Tirant lo Blanch, Valencia, 2004.
Artículo 62 Libertad de contratación
La libertad de contratar garantiza que las partes puedan
pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del
contrato. (...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 14), 63 , 76; C.P.Ct: art. 44 inc. 6); C.C.: arts. 1351 y ss.; D. Leg.
662: art. 10
I. Introducción
1. Toda Constitución contiene una declaración de principios básicos que la sociedad
considera necesario preservar y respetar, sobre cuya base convivirán y se relacionarán
sus miembros. El ordenamiento jurídico ha de ser necesariamente una expresión de estos
ideales, de manera que toda creación, interpretación y aplicación legal se haga en cohe
rencia con estos principios.
Al hilo de lo expresado, puede advertirse que las limitaciones que la Constitución im
pone a este principio deben interpretarse como un esfuerzo por ordenar la libertad de las
(2) ídem.
(3) STC Exp. N° 0011 -2013-PI/TC, f. j. 52.
(4) MÉD1CUS, Dieter. Tratado de las relaciones obligacionales. Vol. I, Bosch, Barcelona, 1995, p. 35.
(5) FLUME, Werner. El negocio jurídico. Parte general. Derecho Civil. Tomo II, Fundación Cultural del
Notariado, Madrid, 1998, p. 23.
noce este principio de manera expresa cuando señala que: “Nadie está obligado a hacer lo
que la ley no manda ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe” (art. 2, inc. 24, a). Con
secuentemente, en materia económica, nuestra norma suprema no deja espacio para la duda
sobre el estatus jurídico que confiere a la libertad económica al establecer que “la iniciati
va privada es libre (...)” (art. 58). AI iniciar precisamente con este principio el “Régimen
Económico” de la Constitución, se pretende dar a entender que todas las reglas y demás
principios contenidos en esta parte de la Constitución, deberán interpretarse en sintonía
con aquel y en el sentido que más favorezca su aplicación.
4. En materia contractual la autonomía privada se expresa en la libertad de contrata
ción, que consiste en la facultad que reconoce el ordenamiento legal a los particulares para
autorregular sus relaciones jurídico-económicas con los demás. Precisamente, el Tribu
nal Constitucional ha señalado que “eZ derecho a la libre contratación se fundamenta en
el clásico principio de autonomía privada"^.
De esta manera, el Derecho otorga a los particulares el poder de crear las reglas que
regularán sus relaciones económicas y negocios, así como el poder de decidir con quiénes
se vincularán. La libertad de contratar, por lo tanto, no es otra cosa que la posibilidad de
que los particulares decidan libremente sobre su patrimonio, determinando con la misma
libertad el contenido de sus convenios y sin mayor peligro de la intervención del Estado,
que no sea para proteger tales acuerdos. En esta línea, deberá entenderse que lo querido
por las partes debe ser respetado por todos, incluido el Estado, siempre que tal acuerdo no
colisione con la ley o con el orden público económico. De esta manera, en principio, un
juez no puede declarar nulo o ineficaz un contrato por considerarlo “injusto”, porque la
justicia contractual es lo expresado y libremente convenido por las partes, pues el contra
to, lo mismo que cualquier otro acto jurídico, no necesita cumplir más requisitos que los
exigidos por el ordenamiento.
5. Pero todo contrato es, al propio tiempo, ejercicio de libertad y recorte de la mis
ma. Cuando hablamos de contratación, ha de tenerse en cuenta que en el contrato lo que
se compromete son conductas que las partes se obligan a realizar para llevar a cabo una
operación económica. Por ello, el contrato es también un direccionamiento o recorte vo
luntario de la libertad. De ahí que la Constitución (art. 62) reconozca que quienes decidan
celebrar un contrato lo hacen sin más limitaciones que las impuestas por el ordenamien
to, esto es, con la mayor libertad legal posible.
Al ser concebido el contrato dentro de un proceso en el que una persona pone a dis
posición de otra una determinada conducta -y con ello una porción de su libertad, obli
gándose voluntariamente a realizar una prestación™, el contrato deviene, al decir de Hat-
tenhauefT en una pieza estelar de la libertad civil en el Derecho, que ha generado un
conjunto de tesis que han culminado con el reconocimiento de la autonomía privada. De
Ciertamente, la mayor parte de las normas en materia contractual son reglas de carác
ter dispositivo, esto es, son susceptibles de ser sustituidas por las partes. Sin embargo, el
ordenamiento jurídico también contiene normas imperativas que no pueden ser soslaya
das por la voluntad de los contratantes. Estas normas imperativas pueden dotar al acuer
do contractual de un significado y alcance distintos al establecido por los contratantes en
el clausulado contractual. Pero igual puede suceder con las normas dispositivas, porque
si bien los contratantes pueden prescindir de ellas, si no lo hacen, adquieren un carácter
imperativo en tanto no sean “derogadas” por las partes. Así pues, el ordenamiento jurí
dico despliega también un papel de carácter positivo en relación con el contrato, incluso
(8) Cfr. ALTERIN1, Atilío Aníbal La autonomía ele ¡a voluntad en el contrato moderno. Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1989, p. 10.
contradictorio con el sentir de quienes contratan, acreditando que la voluntad de estos -
pese a ser un presupuesto ineludible del contrato- no es omnímoda ni todopoderosa^.
Pero estos no son los únicos casos en los que la ley reconoce la necesidad de obligar
a contratar. Existen otros.
12. Las numerosas y cada vez mayores limitaciones de la libertad de contratación, que
incorpora el ordenamiento jurídico, pueden parecer a primera vísta un contrasentido a la
proclamación constitucional de la libertad de contratación e, incluso, hacer creer, como
(iS)16
les pareció a algunos autores14 *, que el contrato se halla en crisis o que ha muerto. En rea
17
lidad, no existe conflicto para la convivencia del principio de libertad de contratación con
las crecientes limitaciones de esta libertad.
La razón jurídica para poner límites a las distintas libertades o derechos consagra
dos por la Constitución, es la necesaria coexistencia de distintos principios constituciona
les, que recogen valores que la sociedad considera preciso preservar para la existencia de
un equilibrio social. Así, por ejemplo, es igualmente indispensable que se respete, tanto
el principio de libertad de contratación como el principio pro consumidor, ambos sancio
nados por la Constitución. Si, como es previsible, en determinadas circunstancias estos
principios colisionan, mediante una interpretación sistemática de nuestro máximo texto
legal, deberá decidirse cuál de ellos primará en el caso particular que se presente, lo que
de ninguna manera implicará la descalificación o eliminación del principio dejado de lado.
11. Conforme al Tribunal Constitucional, el reconocimiento del bien común como ele
mento esencial para configurar la libre contratación, conlleva una garantía estatal en dos
dimensiones: prohibitiva y promotora. En consecuencia, para garantizar la libertad con
tractual, “el Estado debe adoptar no solo un rol de respeto, sino también de promoción,
en ejercicio del cual puede imponer o prohibir la conclusión de determinados contratos o
cláusulas contractuales”065. Siendo así, la libertad de contratación no solo supone un deber
de abstención para el Estado, sino que le exige adoptar un rol promotor. Ello, en conside
ración del Tribunal, deriva del hecho que “la concepción de la libre de contratación que la
Ley Fundamental incorpora no es tributaria de la tradición libertaria del Estado mínimo”071.
13. Siguiendo los criterios esbozados por el Tribunal Constitucional085, pueden iden
tificarse límites explícitos e implícitos a la libertad de contratación. Los límites explícitos
están configurados por “la licitud como objetivo de todo contrato y el respeto a las normas
14. Las limitaciones a la libertad de contratación que existen actualmente pueden ser
clasificadas en los siguientes grupos:
a) Contratos sobre servicios públicos, en los que el Estado mediante normas, im
pone gran parte del contenido de estos contratos y además se les impone a las
empresas concesionarias, la obligación de contratar con los usuarios, conser
vándose, por el lado de estos, la libertad de conclusión, es decir, si se contrata o
no. Sobre este punto, el Tribunal Constitucional ha señalado que corresponder
al Estado garantizar “las condiciones de equidad entre usuario y empresa pres
tadora en la contratación de servicios públicos”{22). Esta regulación de mayor in
tensidad se justifica porque en estos contratos, la libertad contractual no se ejer
cer en condiciones de simetría<23).
b) Contratos reglados, en los que el ordenamiento predetermina el contenido de los
mismos. Ejemplo de ello son el contrato de trabajo, el de AFP, etc.; en todos es
tos contratos se halla seriamente limitada la libertad de configuración contrac
tual, pero nuevamente se mantiene la libertad de conclusión, es decir, la posibi
lidad de contratar o no.
c) Contratos masivos, generalmente celebrados entre particulares en el tráfico mer
cantil, en los que el contenido se halla predispuesto por una de las partes. Es
tas figuras han sido reguladas en distintas legislaciones y códigos civiles, con el
propósito de proteger al adherente, incluyendo en la normativa un conjunto de
derechos.
d) Contratos forzosos, en los que no existe libertad de conclusión ni libertad de
configuración; son aquellos contratos que inicialmente nacen de un dispositivo
legal. Es el caso del seguro obligatorio para los trabajadores -Vida Ley-, el se
guro obligatorio contra accidentes de tránsito -SOAT-, entre otros.
(19) ídem.
(20) ídem.
(21) STC Exp. N° 0085 8-2003-A A/TC, f.j. 22.
(22) STC Exp. N° 000! 1 -2013-AI/TC, f. j. 57.
(23) ídem.
e) Otro grupo de operaciones contractuales donde se encuentra severamente limi
tada la libertad de contratación, son las que se realizan a través de máquinas au
tomáticas o por medios digitales, en las que las partes no se detienen a negociar
y mucho menos a diseñar el contenido del contrato.
15. Detengámonos en las distintas manifestaciones de la limitación de la libertad de
contratación, particularmente en el llamado contrato forzoso. El tema al que nos referi
mos ha sido objeto de un arduo debate en la doctrina, al punto de que existen posiciones
que niegan la posibilidad de calificarlo como contrato, y otras que admiten su condición
contractual. Se entiende por contrato forzoso aquel que se celebra por mandato legal. Se
excluyen de los alcances de esta figura, aquellos contratos que se concluyen en cumpli
miento de un contrato preparatorio, tal como sucede en el compromiso de contratar (art.
1414 del CC). Del mismo modo, queda fuera de esta figura el contrato necesario, como
es el caso del depósito necesario (art. 1854 del CC). Igualmente, quedan excluidas las ex
propiaciones, por tratarse de actos administrativos unilaterales, o la “venta forzada” del
bien del deudor(24).
16, Otra de las figuras interesantes dentro de las limitaciones a la libertad de contra
tación son los contratos reglados, dictados o reglamentados. Esta figura es otra de las que
ha dado pábulo para que se hable de crisis de la autonomía privada o crisis del contrato.
Se trata de contratos cuyo contenido se halla predeterminado por la ley. Como lo señala
Luis Diez-Picazo y Ponce de León(25)26 , estas figuras suponen solo la sustitución del precep
to privado que todo contrato normalmente contiene, por un “precepto público” -la norma,
la ley-, en la reglamentación de las relaciones privadas. Son ejemplos de este fenómeno el
contrato de arrendamiento, el contrato de trabajo, el contrato de afiliación a AFP, etc. En
todos ellos, las obligaciones de las partes se encuentran en gran medida preestablecidas,
quedando muy poco espacio para que las partes ejerzan su autonomía. La razón de estos
contratos reside en que el ordenamiento legal reconoce que en una situación de poder de
sigual, ha de sustraerse la facultad de regulación a los contratantes y la relación jurídica
se reglamenta en todo o en parte, mediante normas imperativas^63.
Por otro lado, similar situación se presenta en los casos de monopolio, de dominio en
el mercado o cualquier otra manifestación de poder de mercado, en los que la ley entien
de que el margen de autodeterminación de los contratantes es nulo o muy reducido a cau
sa, precisamente, del poder del monopolista. De ahí que en estas situaciones, el Derecho
no solo “obligue” a contratar, sino que también participa en la configuración de lo que se
contrata. En la medida en que exista un deber de contratar, en realidad no se contrata, sino
que el contrato solo es un medio técnico de cumplimiento de la ley(27).
(24) Para mayores ejemplos sobre contratos forzosos, véase nuestro trabajo “La libertad de contratación”. En:
AA.VV. Código Civil comentado. Tomo Vil, Gaceta Jurídica, Lima, 2004.
(25) DÍEZ-PICAZO, Luis. “Los llamados contratos forzosos”. En: Derecho Civil Patrimonial. Tomo II, Uni
versidad de Lima, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Lima, p. 45.
(26) Cfr. FLUME, Werner. Ob. cit., pp. 33 y 34.
(27) ídem.
17. De las figuras que representan limitaciones a la libertad de contratación, sin duda,
una de las más interesantes es la referida a las condiciones generales de negocios, conoci
das también como cláusulas generales de contratación. De los numerosos problemas que
plantea a la moderna contratación la formulación de las condiciones generales, la limita
ción a la libertad de contratación es una de las más importantes, pues representa una evi
dente restricción a los derechos del adherente.
Las condiciones generales no pueden ser justificadas como una expresión de la auto
nomía privada, pues, en realidad, son un instrumento utilizado por el empresario para agi
lizar las operaciones en el mercado. Estos formularios de contratación los elabora y pro
pone una de las partes, que es la más fuerte desde el punto de vista económico; y la otra
se somete o no a lo dispuesto en ellos. Como esa aceptación por medio de sumisión se lle
va a cabo, en la mayoría de casos, por medio de actos concluyentes, es decir, hechos que
permiten concluir inequívocamente en que se ha querido contratar, ha de exigirse que la
oferta, vale decir, el contenido de las condiciones, sea formulada conforme a la equidad.
Solo así puede admitirse la aceptación tácita, que, en muchos casos, se da sin previa lec
tura de las condiciones(28).
18. De ahí que cuando se celebren contratos mediante cláusulas generales, las normas
supletorias o dispositivas que, de ordinario -en contratos paritarios-, pueden ser contrave
nidas por los pactos contractuales, adquieren un inusitado carácter imperativo y rigen aun
en contra de la voluntad del predisponente, no pudiendo sostenerse que el derecho disposi
tivo en estos casos tenga siempre carácter meramente supletorio de la voluntad de los con
tratantes. Por ello, la doctrina(29) estima, con razón, que no es admisible la renuncia al de
recho dispositivo cuando no hay duda de que tiene lugar en perjuicio de una de las partes.
Una interpretación que prive al adherente del derecho a las normas supletorias sería,
eventualmente, contraria al principio pro consumidor (art. 65 de la CP) cuando la par
te perjudicada, además de adherente sea consumidor; y, en todo caso, una lectura en di
cho sentido estaría reñida con las consecuencias de la buena fe contractual. Así, en los
(28) Cfr. SANTOS BRIZ, Jaime. Los contratos civiles. Nuevas perspectivas. Comares, Granada, 1992, p. 46.
(29) Ibídem, p. 47.
contratos masivos -en los que muchas veces el adherente, por el poder de mercado del
predisponente, se ve competido a contratar bajo condiciones generales-, el derecho dis
positivo contribuye a determinar el contenido de estos contratos y a establecer el límite
de las condiciones generales.
19. Como hemos visto, la libertad de contratación se halla limitada en la actual diná
mica de transacciones a través de la contratación en masa y por la intervención del Estado
para conseguir el equilibrio de intereses que es esencial en el contrato. Pero, con todo, aun
en nuestra época, el principio de autonomía privada conserva plena vigencia en cuanto a
creación, por las partes contratantes, de figuras no reguladas en las leyes; es decir, que la
libertad de contratación salta por encima de las figuras típicas de los negocios jurídicos
que la ley establece y crea nuevas figuras sin limitación alguna<30).
V. Conclusiones
De lo expuesto hasta aquí se advierte que el problema fundamental de la liber
tad de contratación está en sus límites. Las restricciones que se les impongan a
los particulares en sus relaciones contractuales determinan, en gran medida, el
tipo de sistema económico y jurídico de un país. Y es que si bien la libertad de
contratación permite el desarrollo de las personas, abre la posibilidad de que
en el mercado surjan actores económicos con un gran poder de mercado. Por
ello, modernamente se reconoce el derecho de la sociedad a poner límite a cual
quier abuso, declarando en principio que no hay libertad contractual absoluta.
En relación a la llamada crisis del contrato, es evidente que tal crisis es relativa.
El incremento de limitaciones al principio de libertad de contratación, está aso
ciado a un aumento de operaciones económicas que hasta hace unos años eran
impensables y que los legisladores no pudieron prever. Las d'versas posibilida
des, no exentas de complejidades que presenta la economía moderna, no pue
den ser comparadas con las operaciones de mercado que conocieron nuestros
abuelos, como probablemente las del futuro no se comparen con las nuestras. El
contrato en su versión clásica, respondió a una época y estadio de la economía,
de modo que era perfectamente previsible que el contrato, figura jurídica econó
mica por excelencia, necesariamente varíe con los cambios del mercado. Estos
cambios se expresan en las nuevas fronteras que se le han impuesto al contra
to como instrumento de transacciones de mercado, así como en las posibilida
des que se le abren con las modernas operaciones contractuales que se realizan
a través de máquinas automáticas y, sobre todo, por medios digitales.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 14), 63,76; C.C.: arts. i 351 y ss.; D. Leg. 662: art. 10
I. Introducción
Una segunda norma que contiene el artículo 62, es la referida a la intervención de los
contratos en curso de ejecución. Este dispositivo intenta consagrar en su amplio sentido la
“santidad de los contratos”, pero al hacerlo incurre en un error fatal, que colisiona no solo
con la lógica jurídica sino con la propia realidad. Dicho error se refiere a la pretensión de
sancionar la intangibilidad absoluta de los contratos en curso de ejecución. Si bien la li
bertad es un derecho del mayor rango constitucional, en la medida que se ha incluido en
el catálogo de derechos alojados en el artículo 2 de nuestra Carta; no es posible atribuir a
este ni a ningún derecho carácter absoluto. La manera como ha sido diseñado el referido
artículo, contradice los principios consagrados en la propia Constitución y hace necesario
que en su aplicación se apele a una interpretación sistemática.
Como sostiene López Santa María, para quienes postulan este dogma, pareciera que
“el concepto superior de justicia y las consideraciones de solidaridad social son irrelevan
tes. ‘El principio de la autonomía de la voluntad se basta a sí mismo’; en lugar de exigir
una justificación, él sirve para justificar los demás principios jurídicos”(1).
(1) LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge. Los contratos. Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1986, p. 169.
Se explica, entonces, por qué un importante sector ha creído y cree que la autonomía
de la voluntad no solo es fuente de las relaciones jurídicas, sino que le atribuye un valor
axiológico, a partir de la convicción de que si los hombres son libres e iguales, el contrato
que surge de ellos es necesariamente justo y equitativo, y que la presencia de cualquier fac
tor extraño “-particularmente el Estado- en esta relación genera desequilibrio e injusticia.
Por eso, dicha posición, que tiene larga data, ha venido siendo erosionada de una ma
nera sostenida y cada vez más convincente. Como en su hora señaló De la Puente y La-
valle, siguiendo a Julliot de la Morandiere, entre las modificaciones generales al principio
de la autonomía de la voluntad en el campo contractual que tienen mayor importancia, de
ben ser consideradas las siguientes:
Ha quedado claro, entonces, que la libertad no es suficiente para convalidar las relacio
nes surgidas de la autonomía de la voluntad. Lo cierto, es que existen desigualdades cultu
rales y materiales que vulneran la equidad de dicha relación. El contratante pobre, desin-
formado o ignorante, el contratante en situación de necesidad, no puede estar en posición
de igualdad con su contraparte, y el Estado no puede ser indiferente a esta realidad. Pero
aun cuando el contrato se hubiera dado en situación de absoluta paridad e incluso sea sa
tisfactoriamente beneficioso para las partes, este no puede quedar incólume cuando los in
tereses de la sociedad en su conjunto se le contraponen. De modo que el asunto no es solo
una cuestión de justicia, -que por cierto siempre puede ser discutible-, sino de elemental
sensatez y coherencia jurídica. Mediante un contrato común, no se pueden crear islas le
gales ajenas al dinamismo del ordenamiento jurídico.
(4) ALTERINI, Atilio Aníbal. La autonomía de la voluntad en el contrato moderno. Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1989, p. 62.
es el Derecho. Ya en otros trabajos(5> hemos apuntado que el referido párrafo del artículo
62, no debe ser leído asistemáticamente, pues ello no solo constituiría un error sino que
en la práctica no tendría aplicación.
Si los contratos en general son intangibles, es decir, impenetrables por normas poste
riores, entonces no tendrían sentido los contratos-ley, que también son regulados por nues
tra Constitución y que buscan precisamente congelar el ordenamiento jurídico.
En efecto, como es obvio, todo contrato nace en un contexto legal preexistente, com
puesto por normas de diversa naturaleza. Sostener que los contratos son intangibles im
plica afirmar que son impenetrables incluso por las normas de orden público, e implica,
además, que los contratos pueden congelar el contexto legal en el que nacieron. Esto es
insostenible, pero además implica que los contratos-ley carecerían de todo sentido, desde
que cualquier contrato podría congelar en su beneficio el ordenamiento jurídico.
Si los contratos pueden celebrarse libremente, aunque con sujeción a las normas im
perativas y de orden público ¿acaso no es razonable pensar que si tales normas son alte
radas, estas afectarán a la relación contractual en curso de ejecución?
¿Cómo conciliar la interpretación de que los contratos en curso de ejecución son in
tangibles, con la norma referida al principio de aplicación inmediata de la ley recogida
también por la propia Constitución(tí)? Para nosotros se trata de un caso de simple aplica
ción inmediata de la ley, principio del cual no pueden escapar los contratos.
Como solución a este problema suscitado por la redacción del artículo 62 de la Cons
titución, Carlos Cárdenas Quirós sostiene que la intangibilidad de los contratos es relati
va, solo alcanza a las normas dispositivas, no así para el caso de las normas de orden pú
blico. Desde un punto de vista general no es difícil estar de acuerdo con esta posición. No
obstante estar conformes con lo planteado, debemos matizar su fundamento. No es solo
un problema de “humanización del contrato”, como sostiene Cárdenas, elemento que por
(5) Economía de mercado y contratación. En: DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel; CÁRDENAS QUI-
RÓS, Carlos; GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. Contrato A mercado. Gaceta Jurídica, Lima, 2000, pp.
129-155. Además, GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. “Contrato y Constitución: adiós a la santidad de
los contratos”. En: Actualidad Jurídica. N° Í00, Gaceta Jurídica, Lima, marzo 2002, pp. 143-15 L
(6) El artículo 109 de la Constitución, sobre la vigencia de la ley, establece que esta es obligatoria desde el día
siguiente de su publicación en el diario oficial, salvo disposición contraria de la misma ley que posterga
su vigencia en todo o en parte.
cierto es necesario y deseable introducir en el fenómeno contractual, sino de elemental
realismo y sentido común. En efecto, si aceptamos la santidad irrestricta de los contratos,
el propio Estado habría dado una norma que lo habría decapitado. El Estado no solo esta
ría renunciando a intervenir en los contratos en curso de ejecución, sino que estaría per
mitiendo a los particulares que congelen los ordenamientos legales que desean que los
regulen. .Esta es la razón de fondo, porque dar leyes es vital para el funcionamiento del
Estado. SÍ su principal función es legislar, el Estado no puede renunciar a ella. Una inter
pretación meramente literal nos conduciría a este despropósito. En otro trabajo(7> hemos
dado varios ejemplos en los que el propio Estado ha interpretado el artículo 62 en el sen
tido que venimos sosteniendo.
El hecho es que nuestra historia legislativa está plagada de ejemplos de normas que,
abusando del estatus de norma de orden público y con una evidente irresponsabilidad eco
nómica, han pretendido alterar el contenido y vigencia de los contratos particulares, en es
pecial los contratos de arrendamiento de inmuebles, generando un enorme daño al mercado
y a la confianza contractual. Esto hizo que en la década de los noventa, algunos congre
sistas propusieran como solución la intangibilidad irrestricta de los contratos, logrando
el texto que hoy tiene el artículo 62 de la Constitución. Con todo, la santidad de los con
tratos no deja de ser una propuesta extravagante, es decir, fuera de todo orden regular, no
solo de una economía de mercado, sino de un ordenamiento jurídico eficiente que requie
re de un Estado fuerte pero con limitaciones.
“[De una interpretación sistemática de los dos párrafos del artículo 62 de la Constitución
se establece una regla de carácter general, y es que no solo los términos contractuales
contenidos en un contrato-ley, sino que en general, todo término contractual, no puede
ser modificado por leyes u otras disposiciones de cualquier clase”(S).
“(De conformidad con la primera parte de dicho precepto constitucional, y no solo
respecto a los términos contractuales que contenga el contrato-ley, sino, en general,
(7) GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. “Contrato y Constitución: adiós a la santidad de los contratos”. En:
Ob. cit., pp. 143-151.
(8) STCExp. N°0003-2004-AI/TC, f.j. 13.
para todo término contractual, estos ‘no pueden ser modificados por leyes u otras
disposiciones de cualquier clase ”’(9).
Pese a lo que señalado por el Tribunal, esta es una interpretación literal, antes que sis
temática, de la segunda oración del primer párrafo del artículo 62. Parece que no se perci
bió la contradicción interna existente con el segundo párrafo referido a los contratos ley.
Además, es importante es señalar que los casos en que motivaron los citados pronun
ciamientos versaban, precisamente, sobre contratos ley y no sobre cualquier contrato, de
modo que haber establecido la inmutabilidad extendida a todo término contractual y a
todo contrato, era completamente irrelevante para la solución de dichas controversias00.
Además, aun cuando la regla sea la intangibilidad de los contratos, el Tribunal indi
có que “debe descartarse que los contratos en cuanto tales impiden, en absoluto, todo tipo
de intervencionismo estatal”00. Los términos contractuales no pueden ser modificados
legislativamente, dice el artículo 62; sin embargo, de una lectura sistemática, en concor
dancia con el artículo 2 inciso 14, resulta que el derecho a la contratación no es ilimitado,
sino que se encuentra evidentemente condicionado en sus alcances. Con base en este ar
gumento, el Máximo Intérprete de la Constitución admitió que el Estado pueda interve
nir, -creando las normas adecuadas™, en los contratos de intermediación laboral que bus
caban distorsionar y vaciar de contenido derechos laborales00.
Nótese que a través del recurso a los límites de la libertad de contratación, la sen
tencia arriba al resultado de negar la absoluta inmutabilidad de los contratos, con lo cual
se viene a afirmar que sus términos pueden ser modificados. Asimismo, la pertinencia de
esta afirmación se pone de relieve al verificar que no se trataba de un contrato ley, lo que
diferencia esta sentencia de los dos pronunciamientos citadas al inicio de este apartado.
Otro ejemplo claro de los límites a la denominada santidad de los contratos, ocurre
cuando el objeto del contrato se refiere a bienes que la Constitución exige proteger y con
servar por su relevancia para el interés general, como es el caso de los recursos naturales.
En consideración del Tribunal Constitucional, pese a que el artículo 62 de la Constitu
ción prohíbe al Congreso modificar los términos de un contrato privado mediante una ley
“Esta libertad contractual se encuentra limitada por los artículos 1354 y 1355 del Código
Sustantivo, porque existe siempre que no sea contraria a la norma legal de carácter
imperativo o que la Ley por consideraciones de interés social, público o ético puede
imponer reglas o establecer limitaciones al contenido de los contratos06*”.
Ahora bien, con respecto a la necesidad de intervención del Estado en situaciones
en las cuales el interés social así lo reclama, la Corte Suprema ha señalado lo siguiente:
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
[j] El derecho a la libre contratación se concibe como el acuerdo de voluntades entre personas
para crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídica de carácter patrimonial: STC
Exp. N° 07339-2006-PA/TC (f. j. 47).
H La libertad de contratar garantiza que se pueda pactar según las normas vigentes y que
los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de
cualquier clase: STC Exp. 02670-2002-AA/TC (f. j. 3.d).
jg¡ Una cláusula contractual manifiestamente irrazonable y fuera del sentido común resulta
incompatible con la propia libertad de contrato: STC Exp. N° 06534-2006-PA/TC (f. j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
I. Introducción^
Los contratos-ley son contratos por los cuales el Estado otorga a un particular garan
tías o seguridades que no pueden ser modificadas legislativamente. Tal como lo deja en
trever Pinilla Cisneros, se trata de fórmulas contractuales por las que el Estado, unilateral
y constitucionalmente, otorga a un particular determinadas garantías y seguridades jurídi
cas, lo que implica reconocerles a tales fórmulas un estatuto jurídico particular y anticipa
do que hace inalterables los pactos convenidos en el momento del contrato. En ese senti
do, aun cuando fueren modificadas dichas reglas en lo general, esto es, por acto del Estado
durante la vigencia del contrato, al contratante no le será aplicable tal modificación<2). Se
considera entonces que los contratos-ley otorgan a lo pactado un blindaje constitucional
que hace impenetrable a la vida del contrato las leyes que se dicten posteriormente.
“La seguridad jurídica indispensable a las relaciones particulares con el Estado, cuando
este actúa en uso de sus poderes de imperium”12(3).
La principal consecuencia de este precepto resulta la absoluta imposibilidad de modi
ficación legislativa de los contratos-ley (el referido “blindaje constitucional”). En efecto,
se impide que normas imperativas modifiquen los términos del contrato-ley. Es decir, nos
(1) Para la elaboración del presente comentario, se ha tomado como base referencia! lo tratado por el autor
en: SANTISTEVAN DE NORIEGA, Jorge. “Constitución, privatización y servicios públicos. El blindaje
jurídico que protege a los contratos-ley en el Perú” En: Libro de homenaje a Jorge Avendaño. Tomo I,
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2004, pp. 577-626.
(2) PINILLA CISNEROS, Antonio. Los contratos-ley en la legislación peruana. Fondo de Desarrollo Edito
rial de la Universidad de Lima, Lima, 1999. Cfr.; ZEGARRA VALDIVIA, Diego. El contrato ley. Gaceta
Jurídica, Lima, 1997.
(3) AMADO, José Daniel y MIRANDA, Luis. “La seguridad jurídica en la contratación con el Estado: el
contrato-ley” En: Themis. N° 33, p. 17.
encontramos ante un contrato en el que ninguna de las partes puede modificar unilateral
mente los términos pactados, esto es sin adoptar los procedimientos que al efecto el pro
pio contrato-ley contenga. En este caso el Estado, en ejercicio del ius imperium, se obliga
a no modificar los términos contractuales por ley a efectos de brindar seguridad jurídica a
los particulares, limitando las atribuciones que estatal le corresponden en función del ius
variandi. Consecuentemente, aun cuando fueren modificadas dichas reglas por acto esta
tal durante la vigencia del contrato, al contratante no le será aplicable tal modificación0).
Se considera entonces que los contratos-ley otorgan a lo pactado un blindaje jurídico que
hace impenetrable a la vida del contrato las leyes que se dicten posteriormente,
“Por ley, sustentada en razones de interés social, nacional o público, pueden establecerse
garantías y seguridades otorgadas por el Estado mediante contrato”.
En efecto, la citada norma sirvió de base a la posterior consagración constitucional de
los contratos-ley. No obstante, es a partir de la Constitución de 1993 que se admite la posi
bilidad de establecer esta figura en todas las actividades económicas en que se pueda des
envolver la actividad privadaí5). Es decir, que la Constitución establece un marco de pro
tección a los inversionistas privados dentro de un contexto en el que el Estado comienza
a cumplir un rol subsidiario, mediante un proceso complejo de privatización y desregula
ción normativa implementado bajo el nuevo régimen económico constitucional.
Sin embargo, a fines de los 80, la apertura de la mayor parte de las economías a
la empresa privada y la creación de un sistema de mercado que permite la concesión
de garantías al capital nacional o extranjero, marcan una nueva etapa en las relaciones
Estado/inversionistas. Entonces, la vieja concepción de los inversionistas extranjeros de
que “los Estados latinoamericanos eran tradicionalmente sostenedores de sus tribunales
nacionales”'81, o que la doctrina Calvo01 era el antídoto latinoamericano contra la protección
diplomática de las empresas extranjeras
* !0), quedó definitivamente en el pasado00.
“Los convenios de estabilidad jurídica se celebran al amparo del artículo 1357 del
Código Civil y tienen la calidad de contratos con fuerza de Ley, de manera que no
pueden ser modificados o dejados sin efecto unilateralmente por el Estado. Tales con
tratos tienen carácter civil y no administrativo, y solo podrán modificarse o dejarse sin
efecto por acuerdo entre las partes”.
Por lo tanto, se trata de figuras legales que, aun cuando pertenecen al Derecho Públi
co y nacen de normas públicas, se regulan en su interpretación y ejecución por el Dere
cho Civil. Debe tenerse en cuenta que, en opinión de los juristas peruanos que han escrito
específicamente sobre la materia como Pinilla Cisneros y Zegarra Valdivia, los contratos-
ley son de carácter mixto pues su autorización, preparación, celebración y control están
regidos por normas de Derecho Administrativo, en tanto que su ejecución y cumplimien
to lo están por el Derecho Civilíl4).
(12) Ai respecto, VITOLO señala: “Los países en desarrollo han tratado por todos los medios de estimular
inversión directa, considerándola más ventajosa que los préstamos comerciales e imprescindibles para
su crecimiento sostenido”. Este autor sustenta tal afirmación en los postulados del Sistema Económico
Latinoamericano (SELA). Describe asimismo el sistema se seguros ante riesgos políticos consagrados a
través de la Multilateral Investment Guarantee Agency (MIGA) promovida por el Banco Mundial y la
Overseas Prívate Investiment Corporation), compañías aseguradoras especializadas en estos temas. No
obstante, son estos sistemas de seguros los que exigen como paso previo la suscripción de un convenio
bilateral de protección y promoción conocidos por sus siglas en inglés BIT (Bilateral Investment Treaties).
VITOLO, Daniel Roque. Manual económico jurídico de la empresa y de las inversiones extranjeras. Ad~
Hoc, Buenos Aires, 2003, pp. 63-65.
(13) Cfr. el Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones entre la República del Perú y el
reino de España suscrito en Madrid el 17/11/1994 publicado en el diario oficial El Peruano el 22/04/1996
en cuyo articulo 9 se consagra la opción “a elección del inversor" de recurrir a los tribunales nacionales,
o al arbitraje ad hoc establecido por el reglamento de arbitraje de la Comisión de las Naciones Unidad
para el Derecho Comercial Internacional (conocida como Uncltral) o al Centro Internacional de Arreglo
de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi) creado mediante convenio abierto a la firma en Washington
el 18/03/1965 (Convenio sobre Arreglos Relativos a Deferencias Relativas a Inversiones entre Estados y
Nacionales de otros Estados). El Ciadi, sin embargo, es una institución autónoma con personalidad jurídica
internacional.
(14) ZEGARRA VALDIVIA, Diego. El contrato ley. Ob. cit., 1997, p. 165. PINILLA CISNEROS, Antonio.
Los contratos-ley en la legislación peruana. Ob. cit., pp. 139-140. Asimismo, el administrativista Jorge
Danés Ordóñez coincide con esta tesis de contrato híbrido que comparte tanto elementos del Derecho
Administrativo como elementos de! Derecho Civil en el prólogo de la obra de Zegarra Valdivia.
Otro punto a tener en consideración respecto a estos contratos es el referido a la pers
pectiva que fundamenta al contrato-ley, la misma que incluye razones de interés social,
nacional o público. No obstante, debe precisarse que estos criterios fueron establecidos en
el Código Civil bajo la vigencia de la Constitución de 1979, que contemplaba un rol eco
nómico del Estado sustancialmente distinto del contemplado en la Constitución vigente.
Con el propósito de comprender la naturaleza jurídica del contrato-ley, así como sus
características, es necesario precisar a continuación la definición de estos contratos y las
razones que impulsaron su aparición. A decir de García Toma(!5):
“[L]os contratos ley se caracterizan por ser acuerdos contractuales suscritos entre el
Estado y los inversionistas privados -nacionales o extranjeros- otorgándoseles a estos
últimos garantías específicas, generalmente de naturaleza político-económica”,
En este sentido, la doctrina entiende por contrato-ley aquel acuerdo celebrado entre
un Estado y una empresa nacional o extranjera en condiciones de igualdad, destinado a
otorgar seguridades y garantías especiales e intangibles a favor de los inversionistas pri
vados, y que somete las diferencias relativas a la interpretación y aplicación del mismo a
una instancia arbitral06'7, comprendiendo tres características esenciales:
(15) GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de la Constitución Política de 1993. Fondo de Desarrollo
Editorial, Universidad de Lima, 1988, p. 129.
(16) NOVAK, Fabián. La contratación entre Estados y empresas transnacionales. Instituto de Estudios Inter
nacionales, Lima, 1995.
(17) WHITE, Eduardo y CORREA, Carlos. “El control de las empresas transnacionales y la Carta de Derechos
y Deberes Económicos de los Estados”. En: Derecho Económico Internacional. Fondo de Cultura Econó
mica, México, 1976, p. 187 y ss.
o de Barberis, quien los denomina “tratados concertados con sociedades comerciales
extranjeras”(IS). También es el caso de Rizzo Romano quien entiende que:
“[L]os pactos entre un Estado con individuos o compañías extranjeras, pese a la opinión
en contrario de Rousseau, (...) son verdaderos tratados internacionales’’0 9).
Concluyendo a continuación:
“De manera que, en abstracto, no existe una limitación para que el Estado, mediante
el contrato-ley, solo extienda las garantías que se derivan de su suscripción al ámbito
tributario o jurídico. Puede perfectamente extenderse, dentro de los límites que la
Constitución y la ley fijen, a todas las cláusulas contractuales, en aquellos casos en los
que el contrato-ley constituya un contrato administrativo, precisamente con el objeto
de que, con posterioridad a su suscripción, el Estado no invoque la existencia de una
cláusula exorbitante y se desvincule de los términos contractuales pactados”00 \
(18) BARBERIS, Julio. Las fuentes del Derecho Internacional. Platense, La Plata, p. 171.
(.19) RIZO ROMANO, Alfredo. Derecho Internacional Público. Plus Ultra, Buenos Aires, 1994, p. 57.
(20) STC Exp. NQ 0005-2003-A1/TC, del 03/10/2003, f. j. 34.
(21) ídem.
Se trata de figuras legales que, aun cuando están constitucionalizadas, pertenecen al
Derecho Público y nacen de normas públicas, se regulan en su ejecución por el Derecho
Civil. Debe tenerse en cuenta que en opinión de algunos tratadistas, los contratos-ley son
de carácter mixto pues su autorización, preparación, celebración y control están regidos
por normas de Derecho Administrativo, en tanto que su ejecución y cumplimiento lo están
por el Derecho Civil(22). Pero a su vez, tienen repercusiones y jerarquía en el orden interna
cional que se regulan en el marco de Acuerdos de Promoción y Protección de Inversiones.
(22) ZEGARRA VALDIVIA, Diego. El contraía ley. Ob. cit.. 1997, p. 165. P1NILLA CISNEROS, Antonio.
Los contratos-ley en la legislación peruana. Ob. cit,, pp. 139-140. Asimismo, el administrad vista Jorge
Danés Ordóñez coincide con esta tesis de contrato híbrido que comparte tanto elementos del Derecho
Administrativo como elementos del Derecho Civil (en el prólogo de la obra de Zegarra Valdivia).
(23) CHUECA SANCHO, Angel. “Contratos entre Estados y empresas extranjeras y Derecho Internacional
Público”. En: Cursos de Derecho Internacional de Eiíoria Gasteiz. Universidad del País Vasco, Bilbao,
1990, p. 330.
del Estado para legislar es menor, pues está ceñida a las normas taxativamente
referidas en el contrato.
Inoponibilidad de normas modificatorias.- En virtud de esta tercera técnica, el
Estado aplicables a los contratos-ley ya existentes. A diferencia de las dos técni
cas anteriores, aquí el Estado no se encuentra limitado en su capacidad legisla
tiva. Lo que sucede es que en caso se dé una ley y ella, de alguna manera, entre
en conflicto con lo dispuesto en un contrato-ley, dicha ley no le será aplicable y
sus efectos no le alcanzarán.
Independientemente de cuál sea la técnica estabilizadora que cada Estado asuma en
su ordenamiento jurídico interno, el resultado es básicamente el mismo: un contrato-ley
no puede ser modificado, ni alterado, directa o indirectamente, por las variaciones legis
lativas que eventualmente efectúe el Estado contratante, directamente, a través del órga
no representativo que suscribe como parte el contrato, o indirectamente a través de cual
quier otra institución que pertenezca al Estado o actúe como su agente.
(24) Cfr. al respecto EGUIGUREN PRA.ELI, Francisco. “Los contratos de concesión de ¡os servicios públicos
y su resolución por razones de interés público”. En: EGUIGUREN PRA.ELI, Francisco. Estudios consti
tucionales. ARA, Lima, 2002, pp. 465-485.
(25) DROMI, Roberto. Derecho telefónico. Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998, p. 334.
Adviértase que este tipo de contratos también produce efectos respecto de terceros,
comenzando por los usuarios, que quedan en la misma situación de inseguridad frente
a estas alteraciones que inciden sobre la calidad de los servicios que reciben y el precio
que deben pagar por ellos.
Pero estos no serían los únicos afectados, sino que, en sectores de la economía como
el de las telecomunicaciones, que requieren de constantes e ingentes inversiones, las
empresas deben conformarse de tal manera que nucleen los capitales necesarios para
su desarrollo, por lo que aparecen en escena los inversores y los accionistas”*265.
Pero las consecuencias de una modificación unilateral pueden llegar tan lejos como
este autor lo anticipa:
“De ahí que la modificación unilateral por parte del Estado de los contratos de licen
cia puede afectar especialmente a los que adquirieron en la Bolsa las acciones, que
además les vendió el mismo Estado, y que lo hicieron dentro de un marco normativo
y contractual previamente establecido. Por lo que una medida de tal naturaleza puede
incidir en las cotizaciones bursátiles, de modo que directamente se les afectaría esa
propiedad”*275.
Resulta fundamental determinar cuál es la posición de nuestro Derecho nacional y,
particularmente, de nuestra Constitución, que si bien es clara cuando consagra en su ar
tículo 62 el principio de intangibilidad de los contratos-ley, no lo es en relación á la téc
nica de estabilización por la cual opta. En otras palabras, si bien la Constitución prescribe
que estos contratos no pueden ser unilateralmente modificados por el Estado, no precisa
la extensión y alcances de esta prohibición.
Al respecto, debemos precisar que el Estado no limita su capacidad legislativa (su so
beranía), obligándose a no modificar su ordenamiento interno mientras tenga vigencia el
contrato-ley. Ello supondría imponer al Estado una obligación de no hacer, de no legislar,
que no tiene asidero en nuestro ordenamiento, que más bien se adscribe a la técnica de la
inoponibilidad, según la cual resultan inaplicables aquellas leyes dictadas por un Estado
destinadas a modificar los términos de un contrato-ley. En tal sentido, el Estado peruano
es libre de legislar sobre cualquier materia pero ella resultará inaplicable a los contratos-
ley preexistentes, en la medida que sean incompatibles.
“Una de las más novedosas instituciones del nuevo Código es el llamado contrato-ley
o ley-contrato, en virtud del cual y mediante normas preestablecidas, el Estado otorga
garantías y seguridades a través de una relación contractual, cuyas estipulaciones no
pueden modificarse sin que medie la voluntad común de las Partes.
Si bien existieron dudas, en cuanto a la incorporación de este precepto, pues se sostuvo
que la materia era de Derecho Administrativo, pesaron en el ánimo del legislador con
sideraciones de interés para el país, como son las de crear alicientes para la inversión
interna y externa. Por lo demás, es válido que una vez dictada la ley que contiene las
seguridades y garantías específicas (acto de Derecho Público) la ejecución del con
trato que se celebre a mérito de sus normas esté inmersa en el Derecho Privado, sea
de cumplimiento forzoso para los otorgantes y no pueda modificarse ni extinguirse
de un modo unilateral, todo lo cual supone la necesaria intervención de los jueces, si
no hay acuerdo entre las partesӒ29).
En el mismo sentido, se pronuncia De La Puente y Lavalle:
“Si la personalidad jurídica del Estado es una sola, respecto de lo cual hay unanimidad
en la doctrina moderna, no es posible que actúe de una manera como contratante y
de otra distinta como autoridad, desde que no puede partirse en dos ni quitar con una
mano lo que legítimamente ha dado con la otra. Es el sometimiento voluntario del
Estado a la relación contractual (...) la que determina que haya renunciado implícita
mente a ocupar su rol de autoridad, y por consiguiente a ejercitar irrestrictamente su
ius imperium, en lo que es materia del contrato. No olvidemos que todo contratante,
(28) ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max, Código Civil peruano de 1984. Exégesis. Contratos. Parte general.
Tomo I, Estudium Ediciones, 1987, Lima, p. 105.
(29) ídem.
aún el Estado, por el hecho de celebrar el contrato pierde su libertad de desobligarse
unilateral e injustificadamente de la relación jundica”(30).
Cárdenas Quírós añadió elementos singulares a la exégesis del artículo 62 de la Cons
titución al opinar a favor de lo que ha llamado una “isla normativa singular” que coinci
de con el concepto de blindaje constitucional que utilizamos en este trabajo y que ha sido
admitido por el Tribunal Constitucional. Así este autor(31) precisa que:
“Si los contratos pueden celebrarse libremente, si bien con sujeción a las normas im
perativas y de orden público, es razonable pensar que si tales normas son alteradas, las
nuevas normas, en la medida en que tengan también carácter imperativo o de orden
público, resulten aplicables a la relación obligatoria en ejecución. Se trataría de un
caso de simple aplicación inmediata de la ley,
Es de advertirse que, de modo excepcional, solo tratándose de los contratos-ley, la
suspensión, derogación, modificación o sustitución de las normas legales no operan con
efectos plenos. Se crea así una “isla normativa singular”, perfectamente identificable”.
En opinión de Bernales Ballesteros:
“Los contratos-ley no pueden ser modificados legislativamente porque en ellos el
Estado ha comprometido su voluntad de mantener un tratamiento fijo por el plazo
establecido”(32).
Rubio Correa arriba a la misma conclusión cuando nos dice que:
“Su finalidad consiste en dar garantía a los contratantes con el Estado, de que las
condiciones pactadas se mantendrán al margen de los cambios legislativos que se
establezcan”(33\
En la misma dirección, García Toma comenta:
“Dichos contratos ley no pueden ser modificados legislativamente; ergo, existe la
imposibilidad de que el Estado modifique unilateralmente los convenios de estabilidad
jurídica celebrados al amparo de los decretos legislativos 662 y 757”C34).
(30) DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El contrato en general. Parte I, Tomo I, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1991, p, 370,
(31) CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos, "‘Autonomía privada, contrato y Constitución”. En: BULLARD, Alfredo y
FERNÁNDEZ, Gastón. Derecho Civil Patrimonial. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Lima, 1997, p. 55,
(32) BERNALES BALLESTEROS, Enrique, La Constitución de 1993. Análisis comparado. ICS, Lima, 1996,
p. 318.
(33) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., p. 294.
(34) Ibídem, p. 129.
del artículo 1357 del Código Civil peruano de 1984 y del artículo 62 de la Constitución
Política del Perú de 1993.
“Este contrato era y es ley entre las partes y su cumplimiento tal y como fue conce
bido, es ineludible.
Doctrinalmente se trata de la figura jurídica llamada “contrato-ley o ley-contrato”,
en la que el Estado se encuentra dentro de la esfera de la contratación privada. Estos
contratos leyes no pueden modificarse en forma unilateral. Por lo tanto, es a mérito de
ese contrato basado en esa ley y en el solemne compromiso que fluye de todo convenio,
que la demandante tiene un derecho adquirido que no puede suprimirse ni recortarse.
En virtud del artículo 1328 del Código Civil, dada la respetabilidad de los contratos
que son obligatorios en cuanto se haya expresado en ellos y deben ejecutarse según las
reglas de la buena fe y común intención de las partes. Este Ministerio Público OPINA:
Que se DESAPRUEBE la Resolución N° 6225 del Tribunal Fiscal Sala de Aduanas
de 30 de marzo de 1981; salvo mejor parecer”(35).
Asimismo, cabe hacer mención a los laudos arbitrales expedidos en los procesos en
tre Edelnor S.A.A. contra el Ministerio de Energía y Minas (laudo por unanimidad); Luz
del Sur S.A.A. contra el Estado Peruano y Edegel S.A.A. también contra el Estado Perua
no representado en ambos casos por la Comisión Nacional de Inversiones y Tecnologías
Extranjeras - Conite (laudos en mayoría) que disponen que el Estado peruano debe respe
tar y cumplir las obligaciones pactadas con las citadas empresas en los convenios de es
tabilidad jurídica. En ellos se consagra el principio de inoponibilidad de la ley posterior
a las relaciones regidas por los contratos-ley por los cuales el Estado garantiza durante
diez años la estabilidad del régimen del impuesto a la renta. Las opiniones discrepantes
minoritarias en dos de los mencionados laudos admitieron ese criterio aunque considera
ron a favor del Estado que los efectos de operaciones extraordinarias como fusiones o es
cisiones de empresas se encontraban fuera del blindaje establecido por el contrato ley.
En la misma línea, el Tribunal Fiscal ha emitido con respecto a estos casos tres resolucio
nes, con fecha 15 de noviembre de 2002, en las que trata sobre las consecuencias tribu
tarias de los mencionados actos (fusión y escisión) sobre la base del reconocimiento de
De otro lado, en estos momentos contamos con una expresión indubitable de la ju
risprudencia constitucional peruana que en la línea de lo que la Corte Suprema dejó sen
tado con respecto a los contratos-ley sustentados en el Código Civil, interpretó en toda
su amplitud el artículo 62 de la Constitución. La STC Exp. N° 0005-2003-AI/TC es par
ticularmente ilustrativa al considerar que la aparición de los contratos-ley:
“34. Por su propia naturaleza, a través del contrato-ley, el Estado busca atraer inver
siones privadas (de capital) a fin de que promuevan aquellas actividades que el Estado
considera que vienen siendo insuficientemente desarrolladas, de acuerdo con los pla
nes y objetivos que se pueda haber trazado en el diseño de la política económica del
Estado. Tienen como contenido propiciar un marco de seguridad a los inversionistas
no solo en asuntos privados de la administración, sino, también, en el prestación de
actividades de Derecho público”.
Concluye que:
“34. Una interpretación de la institución en los términos antes indicados se aviene con
el telos de la inserción del contrato-ley a nivel constitucional. En efecto, si como antes
se ha indicado, la aparición y consagración normativa del contrato-ley está vinculada
con la promoción de las inversiones privadas en las economías nacionales, dentro
de un esquema en el que se ofrezca a los inversionistas seguridades, entonces, no es
constitucionalmente adecuado que se realice una interpretación de los alcances de la
institución que, antes de optimizarla, le reste operatividad”.
Mediante esta sentencia, el Tribunal Constitucional admitió el blindaje constitucional
que este brinda y derivó de allí la inmodificabilidad tanto de las cláusulas contractuales
cuanto del estatuto jurídico que las sustenta(36), puntualizando lo siguiente:
(36) En el cuarto párrafo del fundamento 16 de la Sentencia del Tribunal Constitucional del 03/10/2003 se
señala: “Desde esta perspectiva, como lo ha expuesto la demandada, en criterio que este Tribunal com
parte, el contrato-ley es “un acuerdo de voluntades entre dos partes, que rige para un caso concreto, solo
que está revestido de una protección especial, a fin de que no pueda ser modificado o dejado sin efecto
“35. En ese orden de ideas, este Tribunal precisa que no solo gozan de inmodificabilidad
las cláusulas que compongan el contrato-ley, cuando así se acuerde, sino también el
estatuto jurídico particular fijado para su suscripción. Es decir, tanto la legislación a
cuyo amparo se suscribe el contrato-ley, como las cláusulas de este último.
Ello es producto de una interpretación sistemática de los dos párrafos del artículo
62 de la Constitución. Por un lado, de conformidad con la primera parte de dicho
precepto constitucional, y no solo respecto a los términos contractuales que contenga
el contrato-ley, sino, en general, para todo término contractual, estos “no pueden ser
modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase”.
Por otro lado, y en lo que se refiere únicamente a los contratos-leyes, la legislación
a cuyo amparo este se suscribe, “no puede ser modificada legislativamente” como
lo prescribe la última parte del artículo 62 de la Constitución. Dicho de otro modo;
aunque el legislador pueda modificar el régimen legal de suscripción de un contrato-
ley, tal modificación no alcanza a quienes, con anterioridad a ella, hubieran suscrito
dicho contrato-ley”.
En síntesis, el respeto a los contratos-ley y la imposibilidad de que por acto de una
autoridad puedan estos ser modificados, no solo es un imperativo legal y constitucional,
sino que aquel forma parte de nuestra tradición jurídica, evidenciada en la doctrina y en
los fallos de nuestros tribunales nacionales. Independientemente de cuál sea la técnica de
estabilización que cada Estado asuma en su ordenamiento jurídico interno, el resultado
es básicamente el mismo, esto es, que un contrato-ley no puede ser modificado, ni alte
rado directa o indirectamente, por las variaciones legislativas que eventualmente efectúe
el Estado contratante.
IX. Conclusiones
Los contratos-ley celebrados por el Estado peruano no son contratos de Derecho Públi
co ni simples contratos privados, son contratos especiales por su reconocimiento en la Nor
ma Fundamental, que se caracterizan porque se benefician con un blindaje constitucional,
de conformidad con el artículo 62 de la Carta. Su interpretación tiene reglas expresas y nor
mas que admiten solución de controversias por vías especiales como alternativas a los tri
bunales de los Estados en los que se ejecutan.
un i lateralmente por el Estado (...) El blindaje del contrato-ley de manera alguna lo convierte en ley (...);
únicamente obliga a las partes que lo acordaron, en ejercicio de su libertad contractual, y dentro de su
relación jurídico patrimonial”.
Los contratos-ley suponen, por virtud de su inmodificabilidad, una limitación al ius
variandi del Estado que genera a favor del contratista un derecho a la intangibilidad de las
cláusulas contractuales, salvo acuerdo entre las partes en el marco de la ejecución del con
trato y el respeto a la autonomía de la voluntad. El blindaje constitucional implica la in
modificación tanto de lo pactado en un contrato-ley como del sustento legal sobre el cual
se erige el contrato, y no supone inamovilidad absoluta de las posiciones de las partes en
relación a la ejecución de las obligaciones contractuales. No implica, en consecuencia, la
cancelación de la posibilidad de modificar los contratos-ley por acuerdo entre la partes ni
excluye iniciativas unilaterales en su ejecución. Efectivamente, si bien el Estado en ejer
cicio del ius imperium limita sus atribuciones para imponer el ius variandi, puede en cum
plimiento de las cláusulas contractuales y en respeto del principio de autonomía de la vo
luntad, llegar a convenir modificaciones expresas.
RELACIONADA
g El contrato-ley prevé fórmulas mediante las que se otorga ámbitos de seguridad jurídica a
fin de favorecer la inversión privada dentro de sus economías: STC Exp, N° 00005-2003-
AI/TC (f. j. 32).
fj' Eí contrato-ley es un convenio en el que pueden suscribir los contratantes con el Estado
en los casos y sobre las materias que mediante ley se autorice: STC Exp. N° 00005-2003-
AI/TC (f.j.33).
í|J[ El Estado se somete plenamente al régimen jurídico previsto en el contrato-ley y a las dispo
siciones legales a cuyo amparo se suscribió este: STC Exp. N° 00005-2003-AI/TC (f. j. 33).
[gl: A través del contrato-ley, el Estado busca atraer inversiones privadas a fin de que promue
van aquellas actividades que vienen siendo insuficientemente desarrolladas: STC Exp.
N° 00005-2003-AI/TC (f. j. 34).
ígp. Mediante contratos-ley, el Estado, en ejercicio de su ius imperium, crea garantías y brinda
seguridades; y, al suscribir el contrato-ley, se somete plenamente al régimen jurídico pre
visto en el contrato y a las disposiciones legales: STC Exp. N° 0006-2020-PI/TC (f. j. 61).
AMADO, José Daniel y MIRANDA, Luis, “La seguridad jurídica en la contratación con el Estado:
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Artículo 63 Igualdad de trato entre inversión
extranjera y nacional. Solución de
controversias
La inversión nacional y la extranjera se sujetan a las mismas
condiciones. La producción de bienes y servicios y el comer
cio exterior son libres. Si otro país o países adoptan medidas
proteccionistas o discriminatorias que perjudiquen el interés
nacional, el Estado puede, en defensa de este, adoptar medidas
análogas.
En todo contrato del Estado y de las personas de derecho
público con extranjeros domiciliados consta el sometimiento
de estos a las leyes y órganos jurisdiccionales de la Repú
blica y su renuncia a toda reclamación diplomática. Pueden
ser exceptuados de la jurisdicción nacional los contratos de
carácter financiero.
El Estado y las demás personas de derecho público pueden
someter las controversias derivadas de la relación contractual
a tribunales constituidos en virtud de tratados en vigor. Pueden
también someterlas a arbitraje nacional o internacional, en la
forma en que lo disponga la ley.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 2), 58,59,62,71,72; C.P.Ct.: art. 44 inc. 1); Ley 26702: arts. 5,6; Ley
27342; 1). Leg. 662; D. Leg. 757: arts. 12,38; D. Leg. 1071; D.U.D.H.: arts. 1,2, 7
I. Introducción1*0)
El artículo 63 es un artículo complejo que mezcla diversos temas de orden econó
mico, cuya regulación lamentablemente provoca más de una confusión. En el primer pá
rrafo tenemos el sujetamiento de la inversión nacional y extranjera a las mismas condi
ciones; seguidamente se regulan las reglas para la producción de bienes y servicios y el
comercio internacional. El segundo párrafo consagra el sometimiento de los contratos que
el Estado (y las personas de derecho público) suscribe con extranjeros domiciliados a las
(1) Para el desarrollo del presente punto, se ha tomado como base referencia! lo tratado por los autores en:
SANTISTEVAN DE NORIEGA, Jorge y LOREDO ROMERO, Alvaro. “Regulación constitucional de
las inversiones: igualdad de condiciones y ¿reciprocidad?. A propósito de la sentencia del Tribunal Cons
titucional que declara la inconstitucionalidad del segundo párrafo del artículo 24 de la Ley de Radio y
Televisión”. En: Gaceta Constitucional. Tomo N" 1, Gaceta Jurídica, Lima, 2008, pp. 451-469.
leyes y tribunales de la República, con la correspondiente renuncia a la protección diplo
mática por parte de dichos extranjeros. Finalmente, el tercer párrafo habilita la vía arbi
tral, y aquellas que se fijen en tratados internacionales, como mecanismo alternativo a la
jurisdicción ordinaria para discutir las controversias derivadas de contratos.
Esta garantía o estándar de tratamiento, tiene por finalidad, según refiere Bjorklund,
neutralizar una posible tendencia proteccionista, por parte de los Estados receptores de
inversión hacia sus inversionistas y productores nacionales, respecto de la competencia
que pueden generar los inversionistas extranjeros®; asimismo, es materia de desarrollo
Vemos que lo que se reconoce en el ámbito del Derecho Internacional de las Inversio
nes es un tratamiento “no menos favorable, en circunstancias similares”. En consecuen
cia, para verificar si el estándar de trato nacional contenido en un APPI ha sido violado
por el Estado anfitrión, habrá que determinar en el caso en particular (“circunstancias si
milares”) cuál es el tratamiento que la inversión nacional recibe y si la inversión extran
jera recibe “un trato menos favorable”.
Una de las discusiones que se presenta en el marco del Derecho Internacional de las
Inversiones, es que, dada la forma como está concebido este estándar (carácter relativo),
existe la posibilidad de que a través de los APPI, la inversión extranjera pueda recibir un
trato más favorable que aquel que recibe la inversión nacional en su propio Estado, en
tanto se habla de un “trato no menos favorable” y no de igualdad de trato. No obstante, el
carácter relativo de este estándar que le otorga el Derecho Internacional, de acuerdo con
nuestro ordenamiento constitucional, este estándar tiene un carácter absoluto, debido a
que nuestra Constitución (por opción constitucional) no establece ningún tipo de limita
ción ni diferencia para el tratamiento de los inversionistas nacionales con respecto a los
extranjeros: los sujeta a las mismas condiciones.
(6) Cfr. TAWIL, Guido S. “Los tratados de protección y promoción recíproca de inversiones, la responsabilidad
del Estado y el arbitraje internacional”. En: VV. AA. Servicios públicos. Instituto de Estudios de Derecho
Administrativo, Mendoza, 2001, p.347; e, YZM.AZ VIDELA, Esteban M. Protección de inversiones
extranjeras. Tratados bilaterales. Sus efectos en las contrataciones administrativas. Fondo Editorial de
Derecho y Economía, .La Ley, Buenos Aires, 1999, p. 28. Ambos autores citados por: LINARES, Mario.
El sistema internacional de protección de la inversión extranjera y los contratos públicos. Grijley, Lima,
2006, p. 38.
(7) Numeral 1) del artículo 10.3 del Capítulo 10 del Acuerdo de Promoción Comercial suscrito entre la
República del Perú y los Estados Unidos de América. Con algunas variaciones dependiendo del acuerdo
y de los Estados parte, este es el texto contenido en la mayoría de los APPI.
En palabras de Vega:
en el modelo peruano y los convenios que el Perú ha suscrito con terceros países
no existen limitaciones ni restricciones al trato nacional”®.
Sobre el particular, Avila Cabrera refiere que:
“(...) los extranjeros son a veces excluidos de algunas actividades económicas, las
cuales quedan reservadas, exclusiva o mayoritariamenC, a peruanos, Esto tampoco es
posible conforme a la norma constitucional bajo comentario. (...). Por esta razón, no
son conformes con la Constitución aquellas normas de menor rango que excluyen a
los extranjeros de determinadas actividades económicas o que restringen el porcentaje
de su titularidad”02*.
(8) Cfr. VEGA B.R.ICEÑO, María del Carmen. “Convenios internacionales de promoción y protección de
inversiones”. En: Invirtiendo en el Perú. Guia legal de negocios. Beatriz Boza (editora), Apoyo, Lima,
1994, p. 84.
(9) ÁVILA CABRERA, Víctor. “Igualdad de trato entre inversión extranjera y nacional. Solución de
controversias”. En: La Constitución comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, pp. 882 y 883.
(10) Artículo 71 de la Constitución.- “En cuanto a la propiedad, los extranjeros, sean personas naturales o
jurídicas, están en la misma condición que los peruanos, sin que, en caso alguno, puedan invocar excepción
ni protección diplomática. Sin embargo, dentro de cincuenta kilómetros de las fronteras, los extranjeros
no pueden adquirir ni poseer, por título alguno, minas, tierras, bosques, aguas, combustibles ni fuentes de
energía, directa ni indirectamente, individualmente ni en sociedad, bajo pena de perder, en beneficio del
Estado, el derecho así adquirido. Se exceptúa el caso de necesidad pública expresamente declarada por
decreto supremo aprobado por el Consejo de Ministros conforme a ley".
(11) Artículo 2 de la Decisión 291: “Los inversionistas extranjeros tendrán los mismos derechos y obligaciones a
los que se sujetan los inversionistas nacionales, salvo lo dispuesto en las legislaciones de cada País Miembro”.
(12) AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. “Igualdad y límites a extranjeros en cuanto a la propiedad”. En: La
Constitución comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 947.
III. Libertad en materia de producción de bienes y servicios y de co
mercio exterior
La segunda parte del primer párrafo artículo 63 no tiene nada que ver con la protec
ción a las inversiones, sino que consagra la más amplia libertad en cuanto al régimen jurí
dico que gobierna el comercio internacional de bienes y servicios en el marco de la Orga
nización Mundial del Comercio y de los acuerdos que en materia comercial haya suscrito
y ratificado el Perú. Este ámbito se encuentra directamente referido a las reglas de no dis
criminación y acceso al mercado que rigen en materia de comercio internacional de bienes
y servicios, así como las medidas de defensa comercial: derechos antidumping, derechos
compensatorios y medidas de salvaguardias que pueden ser impuestas por los Estados a
fin de proteger estas reglas.
“(...) los términos empleados en este artículo [el artículo 63] llevan a confusión. No hay
disposición vigente que establezca que es proteccionista, por cuanto el proteccionismo
es un término económico que se expresa en una política. Si la intención del consti
tuyente fue darle a la Administración competente la posibilidad de calificar medidas
tomadas en otros países como proteccionistas o discriminatorias, entonces se deberán
establecer procedimientos administrativos declarativos de dicha condición. (...). Ya
había detectado el Dr. Marcial Rubio la errónea redacción del artículo al señalar que
el Estado podrá en reciprocidad establecer medidas proteccionistas o discriminato
rias. Ello se indica al hablar de medidas análogas. No pueden ser análogas desde el
momento en que son retal iatorias, se trataría de medidas de defensa que no podrían
ser consideradas ni proteccionistas ni discriminatorias”035.
Lo anterior nos lleva a formulamos las siguientes preguntas: ¿De dónde ha obtenido
el Tribunal Constitucional la cláusula de reciprocidad en materia del Derecho de las In
versiones? Y ¿cómo ha de aplicarse este principio de reciprocidad de trato que el Tribunal
Constitucional “entiende” debe estar en relación directa con el sujetamiento a condicio
nes de igualdad establecido en la primera frase del artículo 63 de la Carta entre los capi
tales nacionales y foráneos?
(14) Artículo 76 del Código Procesal Constitucional: “La demanda de inconstitucionalidad procede contra
las normas que tienen rango de ley: leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados que hayan
requerido o no la aprobación del Congreso conforme a los artículos 56 y 57 de la Constitución, Reglamento
del Congreso, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales”.
Artículo 80 del Código Procesal Constitucional: “Las sentencias fundadas recaídas en el proceso de
inconstitucionalidad dejan sin efecto las normas sobre las cuales se pronuncian. Tienen alcances generales
y carecen de efectos retroactivos (...)”.
modificó radicalmente el capítulo económico de la Carta y lo hizo con especial énfasis
en el tratamiento de las inversiones05’.
(15) Efectivamente, cuando el texto del artículo 63 de la Caita fue planteado y debatido en el seno de la Comisión
de Constitución y de Reglamento del Congreso Constituyente Democrático (45a Sesión Matinal llevada a
cabo el día jueves 15 de abril de 1993), quedó clara la distinción que dicho artículo proponía en relación a
dos situaciones distintas una de la otra: de un lado, el tratamiento a la inversión extranjera; y, del otro, el
libre comercio, (Al respecto, consultar el Diario de Debates del CCD en el que la ponencia de la congresista
Lourdes Flores Nano deja meridianamente clara esta afirmación y el espíritu de la norma. CONGRESO
CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de Debates. Debate constitucional - 1993. Comisión de
Comisión de Constitución y de Reglamento. Tomo III, publicación oficial, Lima, 2001, pp. 1872-1874).
En todo caso recurrir ai ejemplo europeo que parte de la tradición del servicio públi
co de radio y televisión (a diferencia de la tradición de servicio privado de interés público
a la que se adhiere el Perú) podría justificarse como fuente de inspiración, para introdu
cir en la sentencia del Tribunal Constitucional un elemento exhortativo: Pero ¿se justifi
ca desnaturalizar el derecho de represalia del comercio internacional -que como hemos
dicho significa una reacción a una trasgresión- para extrapolarlo al tratamiento de las in
versiones, que supone una actitud de promoción y respeto a los derechos de quien invi
tamos a invertir en un país, bajo las mismas condiciones que la Constitución consagra en
la primera frase del artículo 63 de la Constitución? Creemos que no. Las medidas pro
teccionistas que la Constitución faculta adoptar al Estado para proteger el comercio y los
productos de los nacionales, no pueden y no deben ser confundidas con la protección que
brinda el Estado a la inversión privada, bajo el estándar del trato nacional, que hemos
comentado precedentemente.
Nos referimos a la Doctrina Calvo (materializada, en los contratos suscritos con los
inversionistas extranjeros, en la denominada “Cláusula Calvo”). Esta doctrina recibió su
nombre en honor al diplomático y jurista argentino Carlos Calvo, quien propugnaba que
en caso de surgir dificultades o conflictos en la interpretación o ejecución de un contrato
suscrito entre un inversionista extranjero y el Estado receptor, aquel debía renunciar ex
presamente a la reclamación diplomática ante su gobierno y comprometerse a someter to
das las reclamaciones a las leyes, autoridades y jurisdicción del país receptor.
(16) Para el desarrollo del presente punto, se ha tomado como base referencial lo tratado por los autores en:
SANTISTEVAN DE NORIEGA, Jorge y LOREDO ROMERO, Alvaro. “Arbitraje de inversiones: algunas
consecuencias del abandono de la Cláusula Calvo, a propósito de la interpretación del artículo 42 de la
Convención de Washington”. En: Athina. N° 3, Año 2, Grijley, Lima, 2007, pp. 237-261.
inversionistas, hecho que atentaba contra la soberanía nacional de los estados receptores"71
debido al poderío de los países generadores de inversión (los llamados “exportadores de
inversión”).
Para ellos, acudir ante los tribunales locales para resolver las controversias surgidas
de los contratos suscritos, no brindaba suficiente seguridad, ni garantía de neutralidad. Se
necesitaba -desde la perspectiva de la atracción de inversiones- un cambio radical en la
política de los Estados, más abierta y favorable al incremento de los flujos económicos
dirigidos a los países receptores. Una vez que América Latina se dio cuenta de que la única
manera de atraer inversiones que permitan el crecimiento sostenido de sus economías
y el desarrollo de infraestructuras públicas, advirtió que su política para la promoción
de inversiones no había sido la adecuada y que durante muchos anos ellos mismos
habían estado minando su propia imagen frente a los inversionistas extranjeros'181. Es
en este momento, cuando la aplicación estricta de la Doctrina Calvo comienza a caer en
obsolescencia y los Estados latinoamericanos deciden modificar su marco legal en materia
de inversiones, haciéndolo más atractivo para los capitales nacionales y foráneos.
En el último cuarto del siglo XX, con la adopción de políticas de libre mercado, los
Estados morigeraron significativamente la vigencia de la doctrina Calvo y reformaron con
secuentemente su legislación arbitral, para establecer leyes autónomas de arbitraje que en
general han seguido la Ley Modelo sobre Arbitraje Internacional aprobada por la Comisión178*
(17) BAKER, James C. F'oreign dircct investmenl in less developed countries. The role oflCSID and MIGA.
Westport, Quorum Books, Connecticut - London, 1999, p. 90.
(i8) Sobre el particular, Blackaby explica que con la finalidad de revertir décadas de inestabilidad política y
declinación de la economía, muchos Estados latinoamericanos adoptaron ambiciosos programas de reforma
económica en la década de los noventa, que incluyeron privatizaciones, desregulación y apertura de los
mercados. BLACKABY, Nigel. “El arbitraje según los tratados bilaterales de inversión y tratados de libre
comercio en América Latina”, En: Revísta Internacional de Arbitraje. N° 1, Bogotá, junio-diciembre, 2004,
p. 17.
de Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI, más conocida
por sus siglas en inglés Uncitral). El cambio fundamental en la política de los países de
América Latina se concretó en la suscripción por parte de ellos de los APPI, así como de
otros acuerdos similares en materia de seguros como los relativos a la Agencia Multila
teral para la Garantía a la Inversión (conocida por sus siglas en inglés como MIGA), y la
admisión de las participación del Overseas Prívate Investment Corporation (también co
nocido como OPIC). Asimismo ratificaron las Convenciones de New York (1958) y Pana
má (1975) relativas al reconocimiento y ejecución de los laudos arbitrales internacionales,
además del Convenio de Washington (1965) que crea el Centro Internacional de Arreglo
de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) a partir del cual se desarrolla buena par
te del arbitraje de inversiones.
(19) El artículo 136 de la Constitución de 1979 ya preveía, tanto el sometimiento a la ley y tribunales nacionales
de las empresas extranjeras y la prohibición de recurrir a la protección diplomática por parte de las
empresas domiciliadas, cuanto la habilitación para que el Estado pudiese someter a arbitraje internacional
las controversias contractuales.
(20) Téngase en cuenta que el cambio fundamental en relación a la habilitación para que el Estado y las personas
de derecho público puedan recurrir al arbitraje entre las Constituciones de 1979 y la de 1993 consiste
en que esta última permite el arbitraje del Estado, nacional o internacional, con extranjeros y también
con nacionales. Rubio señala como significativo que la constitución de 1993 permite -a diferencia de la
anterior™ someter las controversias del Estado al arbitraje nacional. RUBIO CORREA, Marcial. Estudio
de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, 1999, p. 303.
el último párrafo del artículo 63 de la Norma Fundamental faculta al Estado y a las per
sonas de derecho público a que resuelvan las controversias derivadas de vínculos y re
laciones contractuales ante tribunales constituidos en virtud de tratados en vigor. Dicho
artículo señala además que las controversias antes referidas pueden someterse a arbitra
je ya sea nacional o internacional siguiendo las formas y limitaciones (de ser el caso)
previstas por ley. Con estas disposiciones constitucionales, queda consagrada de manera
amplia la garantía constitucional de solución de controversias entre privados y el Estado
en foros arbitrales.
En tercer lugar, la última parte del artículo glosado, habilita a que el Estado y las per
sonas de derecho público que lo integran sometan a tribunales doméstico s o internacio
nales controversias emanadas de relaciones contractuales, “en la forma que lo disponga la
ley”. Esta terminología contiene suficiente amplitud como para que el legislador ordinario
vaya estableciendo las modalidades de arbitraje con el Estado. Así ha ocurrido -aunque
no limitándose el legislador a controversias emanadas de relaciones contractuales sino de
otro orden- por lo que siempre resulta necesario determinar legislativamente la arbitrabi-
lidad subjetiva de las entidades del Estado y la arbitrabilidad objetiva de las materias que
estas pueden someterse a arbitraje.
Pero si bien no hay duda en el Perú sobre la habilitación constitucional para que el
Estado arbitre, local o intemacionalmente, siempre surgen preguntas como: ¿por qué el
Estado ha de someterse al arbitraje?; y cuando lo hace ¿cuáles son las consecuencias
jurídicas de la intervención del Estado como parte en los arbitrajes: pasan estas inadver
tidas?; ¿existe un régimen propio para los arbitrajes del Estado que es necesario dejar le
gislativamente establecido?
“En la LGA el Estado peruano no goza de beneficio alguno, debiendo actuar, por lo
tanto como un particular más “<22).
En este contexto se ha afirmado también que en el esfuerzo por brindar seguridades a los
inversionistas y al tráfico comercial en un país como el Perú, el Estado viene despojándose
de sus tradicionales atribuciones exorbitantes en materia de contratación administrativa
para contratar en igualdad de condiciones con los particulares. Así la opción arbitral sería
una expresión concreta de la voluntad de Estado por ponerse de igual a igual con los
particulares que contrata a la hora de llevar a un foro privado y neutral la dilucidación de
las controversias patrimoniales
* 23).
22
21
Encontramos que no hay una sola y única explicación de la opción arbitral del ar
tículo 63 de la Constitución. Son admisibles todas ellas. Pero parece difícil concebir que
detrás de dicha opción haya una postergación de responsabilidades sobre la indispensa
ble reforma judicial, creo que las dos últimas son las que justifican en mayor grado la op
ción del constituyente peruano que luego ha sido desarrollada, con relativa amplitud, por
el legislador ordinario.
Ahora, una vez que el Estado interactúa como parte en un arbitraje, no nos cabe la me
nor duda de que se genera un haz de diferencias con los particulares que en ningún caso
puede dejarse de lado. No olvidemos que el arbitraje como justicia privada se basa en la
(21) Vide ARRARTE ARISNABARRETA, Ana María. “Apuntes sobre el arbitraje administrativo y la materia
arbitrable respecto de adicionales de obra”. En: Revista Peruana de Arbitraje N° 4, 2004, p. 121 y ss.
BULLARD, Alfredo “Enemigos íntimos. El arbitraje y los contratos administrativos”. En; Revista Peruana
de Arbitraje. N° 2, Lima, 2006, pp. 155 y ss.
(22) CANTUARIAS SALAVERRY, Femando. Arbitraje comercial y de las inversiones. Universidad Peruana
de Ciencias Aplicadas, Lima, 2007, p. 154.
(23) KUNDMULLER CAMIN1TI, Franz. “El arbitraje de Derecho Administrativo". En: SANTISTEVAN DE
NORIEGA, Jorge (profesor). Empresa y contratación con el Estado, Tomo I, Maestría de Derecho de la
Empresa. Pontificia Universidad Católica de! Perú. Escuela de graduados, p. 123 y ss; y TRAYTER, Juan
Manuel. “El arbitraje de Derecho Administrativo”. En: Revista de Administración Pública. N° 51. Lima,
2003, pp. 228 y ss.
voluntad libremente expresada por las partes y en los principios esenciales de igualdad,
audiencia y contradicción. ¿Puede ser, en el marco de un arbitraje, el Estado o una de sus
entidades igual que el privado que está al frente como contraparte? No pues el Estado, por
la naturaleza de las cosas, no puede despojarse totalmente de su personalidad pública, o
mejor, de las consecuencias del origen público de su personalidad.
Por ello, admitiendo plenamente que el Estado puede y debe someter determinadas
controversias a arbitraje y debe comportarse dentro de ellos en pie de igualdad con los par
ticulares, reconozco que esto no se logra a plenitud pues la personalidad pública del Estado
obliga a diferenciar matices. Y si no, ¿por qué establecemos en la actual Ley de Arbitraje
(Decreto Legislativo N° 1071) reglas diferentes para los arbitrajes en los que participa el
Estado a aquellas aplicables a los que involucran a contrincantes particulares en materia
de confidencialidad y publicidad de los laudos? ¿Bajo qué motivos justificamos que cier
tas normas del Derecho interno no puedan ser esgrimidas por los Estados para exonerarse
de sus compromisos arbitrales y proponemos que se legislen específicamente? ¿Por qué en
los arbitrajes de corte administrativo la ley especial se ve obligada a establecer la preva
lencia de las normas públicas como lo hace la Ley de Contrataciones del Estado (Decreto
Legislativo N° 1017), en materia de contratos de suministro con el Estado?
A modo de conclusión, creemos que todo lo anterior supone que el Estado reconoce
abiertamente la vía arbitral como un mecanismo mediante el cual los privados y el pro
pio Estado pueden resolver sus controversias contractuales. La habilitación de una vía
alternativa a la de la jurisdicción ordinaria del Poder Judicial, como lo es la vía arbitral,
para que los privados puedan ventilar sus disputas con el Estado apartados de los fueros
estatales, resulta una previsión fundamental dentro del marco de garantías para la pro
moción y protección de las inversiones privadas, toda vez que genera un grado mayor de
(24) Artículo 76.- Las obras y la adquisición de suministros con utilización de fondos o recursos públicos
se ejecutan obligatoriamente por contrata y licitación pública, así como también la adquisición o la
enajenación de bienes. La contratación de servicios y proyectos cuya importancia y cuyo monto señala la
Ley de Presupuesto se hace por concurso público. La ley establece el procedimiento, las excepciones y
las respectivas responsabilidades.
confianza a esta inversión el hecho de saber que sus controversias se resolverán de ma
nera más expeditiva, más especializada y sin la injerencia estatal que podría recaer en
los fueros judiciales.
[gj| La inversión es aquella acción mediante la cual los agentes económicos realizan la compra
de activos físicos con el propósito de obtener una serie de beneficios futuros: STC Exp.
N° 00018-2003-AI/TC (f. j. 2).
g La inversión nacional y la extranjera se sujetan a las mismas condiciones es decir, que debe
existir una igualdad de trato tanto en la ley como en su aplicación: STC Exp. N° 03116-
2009-PA/TC (f.j.22).
gj|i La inversión a la que hace referencia el artículo 63 de la Ley Fundamental es aquella ac
ción mediante la cual los agentes económicos -personas e instituciones involucradas en el
proceso económico por medio de fondos propios o ajenos- realizan la compra de activos
físicos, bonos, acciones, etc., con el propósito de obtener una serie de beneficios futuros;
STC Exp. N° 00020-201LPI/TC (f. j. II).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 62,63; D. Leg. 668: art. 5; D.S. 068-91-EF
Un enfoque mucho más restrictivo lo tuvo la regulación normativa anterior del primer
lustro de los años setenta. En efecto, el Gobierno Militar expidió el Decreto Ley N° 21953
con el cual creó el Mercado Único de Cambios, MUC, con el fin de regular las operacio
nes y contratos expresados en moneda extranjera. Concretamente, todas las operaciones
de compra y venta, así como la transferencia de moneda extranjera al exterior debían ca
nalizarse a través de este sistema, registrándose en el Banco Central de Reserva, BCR, a
través de una declaración jurada.
Además del tipo de cambio múltiple, existió una gran dispersión arancelaria, lo que a
su vez incrementó la diversidad de las tasas de cambio.
Sin embargo, es a partir de la promulgación del Decreto Supremo N° 68-91 -EF y como
parte de las medidas destinadas a garantizar la inversión privada, que el Estado dispone la
libre tenencia, uso y disposición interna y externa de moneda extranjera por las personas
naturales y jurídicas residentes en el país, comprendiendo bajo el ámbito de su aplicación
a las empresas del sistema financiero. Posteriormente, el Decreto Legislativo N° 668, de
setiembre de 1991, reiteró la garantía a la libre tenencia, uso y disposición de moneda ex
tranjera y a la libre convertibilidad de la moneda nacional a un tipo de cambio único. En
la medida que el MUC era técnica y legalmente incompatible con las normas sobre in
versión privada, el Decreto Legislativo N° 668 derogó el Decreto Ley N° 21953 que, a su
vez, hubo creado el MUC.
Razón por la cual, somos de opinión que acertadamente se ha ubicado este artículo 64,
en el Capítulo I “Principios Generales” del título III “Del Régimen Económico” y no al in
terior del Capítulo V, “De la Moneda y la Banca”.
(I) Ley 30381 de! 13 de diciembre del 2015 “Ley de cambia el nombre de la Unidad Monetaria de Nuevo Sol
a Sol”.
evitando ingresarla a través del sistema financiero, o tener que formular solicitud alguna al
Banco Central de Reserva, BCR.
La razón fundamental para esta oportuna disposición constitucional yace en que, li
mitar los depósitos en moneda extranjera crearía un clima de inestabilidad nada propicio
ni para la inversión privada ni para el aumento del ahorro. La experiencia ha demostra
do que establecer limitaciones a los ahorros en moneda extranjera mermaría el crecimien
to de la oferta de fondos prestables por parte de las entidades financieras, lo que afectaría
el crédito para las empresas e inversionistas en general. Además, si los agentes económi
cos anticipasen una congelación de los depósitos en moneda extranjera, se daría una co
rrida de depósitos y fuga de capitales, lo que afectaría tanto la solidez de los bancos como
el tipo de cambio, lo que a su vez, determinaría un incremento de la tasa de interés, res
tricciones al crédito y mayor endeudamiento de muchas empresas, lo que indudablemen
te generaría consecuencias nocivas a nuestra economía.
Por otro lado, no se debe perder de vista que, una de las principales garantías para la
inversión privada, radica en que, cualquier gobierno se debe abstener de modificar, alte
rar o simplemente eliminar el marco legal vigente y los beneficios otorgados a las empre
sas registradas en el stock de inversión, aquellas pendientes de registro o cualquier indi
cativo de inversión futura.
Sin embargo, dentro de sus límites de emisión, el Banco Central interviene en el mer
cado cambiarlo con el fin de evitar fluctuaciones bruscas del tipo de cambio. Esto da lu
gar a lo que en economía se conoce como flotación suciaí2). En ese sentido, pese a que se
afirme categóricamente que el Estado garantiza la libre tenencia y disposición de moneda
(2) Situación en la que se encuentran aquellas monedas cuyo tipo de cambio se fija libremente en función de la
oferta y la demanda, pero en la que el Banco Central de Reserva tiene el derecho a intervenir comprando o
vendiendo para estabilizar la moneda y conseguir los objetivos económicos. Es importante mencionar que,
si bien la terminología “flotación sucia” nos hace parecer que fuese un mal para la economía, en realidad
no lo es, en la medida en que sea utilizada con responsabilidad y con el objeto de mantener un mercado
interno y un sistema productivo en crecimiento; y no, para establecer privilegios a algunos sectores.
extranjera, no debe perderse de vista que, es preciso mantener una política que transmita
a los agentes económicos (compradores y empresas) que el régimen cambiarlo es de flo
tación, para que sientan que, en cualquier momento, pueden tener grandes pérdidas de ca
pital, si están excesivamente dolarizados.
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 mes. 4), 14), 7, 9, 58, 60, 61, 71, 72; C.P.Ct.: art. 44 inc. 28), 40; C.P.:
art. 232; C.P.D.C., D.Ü.D.H.: art. 2
Por tanto, no resulta extraño que nuestra Constitución, en su artículo 65, eleve a nor
ma de rango constitucional la protección y defensa del consumidor, de la cual desciende
todo el llamado Derecho del Consumidor en el Perú. Se trata de una norma de igualdad,
que busca corregir las asimetrías en el mercado y cuya aplicación debe convivir y armo
nizarse con las otras libertades económicas. El referido dispositivo impone al Estado un
mandato constitucional de implicancias transversales y de consecuencias no solo jurídi
cas sino económicas, cuyos alcances involucran a todos los poderes públicos en sus distin
tas instancias, obligando a que la Administración Pública disponga de una normativa que
permita cumplir con dicho mandato. En línea a hacer efectiva la defensa y protección del
consumidor, deberá también implementar políticas públicas y desarrollar una institucio-
nalidad suficiente. Concurrentemente, y en la medida en que la Constitución vincula con
idéntica fuerza a los particulares, este dispositivo obliga a las empresas y a los proveedo
res que actúan en el mercado a respetar los derechos de los consumidores.
En esta línea, cabe afirmar que la consagración constitucional de los derechos de los
consumidores, es un hecho de primera importancia para el Derecho peruano; la suprema
cía de la Constitución en el ordenamiento jurídico, así como su fuerza en este sentido, per
miten confirmar que estamos ante un nuevo principio general de nuestro Derecho y que,
como tal, está llamado a cumplir una función rectora, no solo en el ámbito jurídico (en la
producción normativa, interpretativa e íntegradora) sino también en el terreno económi
co, dándole sentido y contenido a la economía social de mercado.
En línea con este criterio, el Tribunal Constitucional ha señalado que “el artículo 65°
de la Constitución expone una pauta basilar o postulado destinado a orientar y fundamen
tar la activación del Estado respecto a cualquier actividad económica”®. En dicha medi
da, afirma que “la conducta del Estado sobre la [economía] tiene como horizonte tuitivo la
defensa de los intereses de los consumidores y usuarios”®. De este modo, la Constitución
De ahí que la reafirmación de la iniciativa privada como principio rector del régimen
económico sancionado por la Constitución, el alejamiento del Estado de la actividad em
presarial y su apartamiento de la acción económica directa, en modo alguno pueden im
plicar una evasión del Estado de su papel de protección de la persona en el mercado y
su rol de supervisión y control que le corresponde en una economía social de mercado.
Por ello, la citada norma no puede ser interpretada de manera simplemente formal o
literal, pues se trata de un principio básico del régimen económico, que exige aplicación
y eficacia inmediata. En el ámbito público, todo esto exige una amplia movilización del
Estado que supone el diseño de políticas públicas, la asignación de presupuesto, la pre
sentación de informes y una larga lista de actividades. En una palabra: creación de una
institucionalidad orientada a la protección del consumidor. Y en lo referente al sector Pri
vado, implica la implementación de conductas de mercado que contemplen el respeto de
estos derechos.
En suma, la obligación de proteger al consumidor es un mandato constitucional de
primerísima importancia, que se constituye en el eje del sistema económico planteado por
nuestra Carta, que compromete al Estado de un modo urgente y transversal, es decir, sin
posibilidades de morosidad en el cumplimiento de esta obligación y con alcance en todas
sus instancias. Con igual fuerza, compromete jurídicamente a los particulares en su ac
tuación en el mercado, en sus operaciones económicas y entraña para ellos responsabili
dades que el Estado no puede dejar de regular.
Si bien los derechos humanos son, en gran medida, un producto del pensamiento li
beral, y originariamente fueron concebidos como un sistema de límites del poder políti
co, esto es, para controlar los excesos del Estado, en los tiempos que corren ya es un lugar
común afirmar que el Estado de Derecho en general, y los derechos humanos en particu
lar, tienen como una de sus funciones el control de todo tipo de poder incluyendo, desde
luego, al poder económico en el mercado.
Los derechos del consumidor calzan con los tres criterios expuestos. Su respeto es una
garantía para la paz social y también una garantía del respeto de igualdad en el mercado,
-un plano vital en el que actúa la persona en nuestros días- y, por último, son una clara
expresión de la ley del más débil frente al poder del más fuerte en el mercado.
(5) Cfr. FERRAJOLI, Luigi. Democracia y garantismo. Trotta, Madrid, 2010, p. 43.
(6) Cfr, PÉREZ LUÑO, Antonio. Los derechos fundamentales. Tecnos, Madrid, 1991.
de se puede advertir el inocultable vinculo que existe entre el mercado y un conjunto de
derechos fundamentales que tiene que ver con la dignidad del hombre de nuestro tiempo.
Puestas las cosas en estos términos, el consumo es una dimensión esencial del ser hu
mano, que no solo tiene que ver con sus derechos económicos sino que compromete otros
derechos fundamentales a los que la sociedad y el Estado no pueden ser indiferentes; de ahí
que deba prodigarse una tutela de la más alta jerarquía, como son los derechos humanos.
(7) Cfr, Los derechos del consumidor como derechos humanos. Fuente: <www.gordillo.com/Pdf/DH-5/
Capítulo JX.Pdf>,
estos instrumentos, no se limita a la educación y producción normativa interna en cada
país, sino a la adopción de auténticas políticas públicas enderezadas a garantizar los de
rechos de las personas en el mercado. Estas directrices y la resolución ampliatoria consti
tuyen estándares internacionales mínimos de protección, que los países deberán seguir en
el desarrollo de su legislación y políticas públicas gubernamentales.
Ahora bien, si los derechos del consumidor se reconocen como derechos humanos, el
consumo, en sí, no puede realizarse de una manera descontrolada y mucho menos irres
ponsable, de modo que en la práctica su ejercicio termine por afectar otros derechos. De
ahí que la educación para un consumo responsable sea una de las tareas más importantes
del Estado en esta materia. Por ello, el Código de Protección y Defensa del Consumidor
(art. VI num. 5.) con buen criterio establece que: “El Estado formula programas de edu
cación escolar y capacitación para los consumidores, a fin de que conozcan sus derechos
y puedan discernir sobre los efectos de sus decisiones de consumo, debiendo ello formar
parte del currículo escolar (...)”.
De este modo, la educación para un consumo responsable debe entenderse como una
obligación y una política de Estado impostergable. Desde luego, una obligación de esta
naturaleza comienza desde los primeros años en las escuelas, de manera que no solo se le
enseñe a los escolares a informarse sino a preferir y privilegiar el consumo responsable.
La educación temprana de los consumidores es una de las políticas más sensatas que pue
de implementar el Estado. La suerte de cualquier sistema de protección al consumidor se
decide en las aulas escolares, porque en ellas están no solo los consumidores sino los go
bernantes y empresarios del futuro, y porque además educar al consumidor es la mejor
manera de empoderarlo(S).
Una acotación final en este punto: suele decirse que los derechos del consumidor son
derechos humanos de tercera generación, con lo cual pretende afirmarse que se trata de
derechos vinculados a intereses difusos. En esta línea, su efectivo ejercicio estaría supe
ditado a la afectación de los derechos de una determinada colectividad o comunidad y,
en consecuencia, solo podría ser garantizado en forma colectiva. Esta visión relativiza de
modo significativo el ejercicio de estos derechos, pese a su reconocimiento jurídico y los
avances en este ámbito. Nosotros disentimos de esta postura. Sostenemos que los dere
chos del consumidor son derechos humanos sin añadidos, ni de primera ni de tercera ge
neración, y su ejercicio no requiere la afectación de una colectividad.
(8) ídem.
III. El Tribunal Constitucional y la protección al consumidor
Un análisis de la protección especial que nuestra Constitución confiere al consumi
dor no puede prescindir del aporte jurisprudencial hecho por el Tribunal Constitucional.
Por ello debemos referirnos, cuando menos de un modo breve, a un conjunto de senten
cias del Tribunal Constitucional en las que se ha venido interpretando los alcances del ar
tículo 65 de la Constitución, así como su relación con otras libertades económicas aloja
das en nuestra Carta. En general este grupo de resoluciones plantea una lectura correcta
de la relevancia del mencionado artículo y del importantísimo rol que cumple en el sis
tema económico.
El Tribunal señala que si bien existe un reconocimiento expreso del derecho a la infor
mación como un derecho del consumidor, este no es el único derecho que traduce las rea
les dimensiones de la defensa y tuitividad consagradas en la Constitución. Es más, el Tri
bunal llega a calificar el artículo 65 como cláusula que contiene un “númerus apertus” de
derechos, es decir, un artículo que contiene derechos implícitos de protección al consu
midor. De ahí que no considere que el ámbito de protección de los derechos de los consu
midores y usuarios, se traduzca solo en garantizar que los órganos administrativos presten
adecuada garantía al derecho de información sobre los bienes y servicios que se encuen
tran a su disposición en el mercado.
(9) Cabe precisar que esta norma fue derogada en virtud de la primera disposición complementaria derogatoria
de la Ley N° 29571 - Código de protección y Defensa del consumidor (02/09/2010).
Esta posición queda corroborada cuando el Tribunal Constitucional expresa que es
necesario regular las cláusulas abusivas, fundando su interpretación en que la obligación
de protección al consumidor es un mandato abierto, pues como ya tantas veces se ha se
ñalado la norma busca proteger a la persona. En efecto, en la mencionada sentencia se se
ñala que: “Una de las maneras de cumplir ese deber especial de protección es impidien
do que los agentes económicos dedicados a la prestación del servicio público de telefonía
abusen de los derechos que se puedan derivar de la suscripción de contratos para la pres
tación de este servicio público y, muy particularmente, del contenido desproporcionado
de ciertas cláusulas de contratación que en ese ámbito se insertan en tales contratos”*1011
).
Esta sentencia emblemática constituye, sin duda, el aporte más importante del Tribu
nal Constitucional en esta materia, pues plantea un giro de 180 grados respecto de cómo
el propio Estado y sus agentes habían entendido y aplicado el artículo 65 de la Carta Mag
na y, por consiguiente, la forma como habían asumido las obligaciones del Estado en esta
materia. En otras palabras, con esta interpretación se pone fin, cuando menos jurídicamen
te, a la visión reduccionista de la protección al consumidor, amparada en una supuesta so
beranía del consumidor y en la inconsistente doctrina basada en la asimetría de la infor
mación, que hacía girar la protección del consumidor en el solo traslado de información,
lo cual conducía a un Estado minimalista en esta materia, que principalmente se limita
ba a exigir esto último.
En línea con esta interpretación, y las obligaciones para el Estado que de ella se de
rivan en la referida sentencia, el Tribunal Constitucional afirma: “Ahora bien, pese a que
existe un reconocimiento expreso del derecho a la información y a la protección de la sa
lud y la seguridad de los consumidores o usuarios, estos no son los únicos que traducen la
real dimensión de la defensa y tuitividad consagrada en la Constitución, Es de verse que
Finalmente, para despejar cualquier vestigio de duda que pudiera quedar sobre el rol
del Estado en esta materia, en la mencionada sentencia el Tribunal Constitucional afir
ma: “Tal como ha quedado dicho, el absoluto abstencionismo estatal frente al desenvol
vimiento del mercado, bajo la premisa de que la mejor regulación de la economía es la
‘no regulación’, es una falacia propia de la ideología utilitarista, que pretende convertir al
egoísmo en una virtud y a la solidaridad en un vicio. Es por ello que al Estado le compe
te supervisar el correcto desenvolvimiento de la economía, previo convencimiento de la
función estatal que ella cumple en la sociedad. Por tal razón, tendrá como deber interve
nir en aquellas circunstancias en la que los encargados de servir al público hubiesen olvi
dado que el beneficio individual que les depara la posesión y explotación de los medios de
producción o de una empresa de servicio, pierde legitimidad si no se condice con la cali
dad y el costo razonable de lo ofertado. En buena cuenta, es menester enfatizar que la sa
tisfacción de las necesidades del consumidor y del usuario es el punto de referencia
que debe tenerse en cuenta al momento de determinar el desenvolvimiento eficiente
del mercado”03* (el resaltado es nuestro).
Dos años después, en la sentencia sobre el caso de Agua Pura Rovic (recaído en el Exp.
N° 3315-2004-AA/TC), el Tribunal Constitucional no solo reiteró los conceptos acotados,
sino que fortaleció y amplió su interpretación al manifestar que: “Este colegiado considera
que aunque suele ser común que muchos de los problemas vinculados a la defensa de los
derechos constitucionales de naturaleza económica sean enfocados únicamente desde la
óptica de quienes corporativamente o en calidad de empresas oferentes de bienes o servi
cios participan en el mercado, resulta bastante cuestionable que tan arraigada orientación
Pero en esencia, ¿en qué consiste el principio pro consumidor? Pues, sencillamente,
en que en las relaciones de consumo y las dudas o conflictos que se generen en el mar
co de ellas, deberá estarse a lo más favorable al consumidor. Así, toda creación, interpre
tación e integración legal en nuestro ordenamiento, deberá hacerse en sintonía con este
principio. De esta manera, el Derecho peruano en su conjunto, pero en especial el Dere
cho Administrativo y el Derecho de los Contratos, experimentarán cambios hasta ahora
desconocidos que conducirán a que el sistema legal en su conjunto se dirija a cumplir el
mandato constitucional de protección al consumidor.
Sin embargo, conviene resaltar que los alcances del principio al que nos referimos
no se reducen al ámbito legislativo, sino que dilatan su aplicación para penetrar en el te
rreno judicial y administrativo. En este sentido, al amparo del principio pro consumidor,
en un procedimiento de denuncia administrativa por infracción al régimen de protección
al consumidor, el órgano administrativo deberá conducir el procedimiento procurando en
todo momento hacer realidad una efectiva protección de los derechos del consumidor.
Por ejemplo, asumir como ciertas las afirmaciones del proveedor o la documentación que
En suma, el principio pro consumidor es una pieza fundamental en todo modelo legal
de protección al consumidor o usuario, y sus alcances se extienden a todo el plexo nor
mativo referido a esta materia. Por ello, este principio se encuentra reconocido expresa
mente en el Código de Protección y Defensa del Consumidor, específicamente en el ar
tículo V, numeral 2, al establecerse que: “En cualquier campo de su actuación, el Estado
ejerce una acción tuitiva a favor de los consumidores. En proyección a este principio en
caso de duda insalvable en el sentido de las normas o cuando exista duda en los alcances
de los contratos por adhesión y los celebrados en base a cláusulas generales de contrata
ción, debe interpretarse en sentido más favorable al consumidor”.
(16) Ver GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. "Derecho del consumo y Constitución: el contratante débil”. En:
Diálogo con la Jurisprudencia. N“ 65, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 101-114,
Posteriormente, en la STC Exp. N° 3315-2004-AA/TC, el Tribunal Constitucional pre
cisó el sustento del reconocimiento del principio de consumidor en nuestro ordenamien
to jurídico al señalar que: “[Por el principio pro consumidor] la acción tuitiva del Estado
[se ejerce] a favor de los consumidores y usuarios en razón de las objetivadles desven
tajas y asimetrías fácticas que surgen en sus relaciones jurídicas con los proveedores de
productos y servicios”071.
A ello agregó que: “La solución de los problemas de asimetría informativa implica
identificar, dentro de las dos categorías de sujetos partícipes en las relaciones de consu
mo, a aquella que se encuentra en mejor posición para conocer la información relevante o
para tomar las preocupaciones que fueren necesarias para reducir los riesgos involucrados
en una relación contractual, y que viene a ser el proveedor. En este contexto, el artículo 2
de la referida norma aplica el principio in dubio pro consumidor, pues, considera al otro
partícipe, al consumidor, como la parte débil en la relación de consumo”.
en los alcances de los contratos por adhesión y los celebrados en base a cláusulas generales de contratación,
debe interpretarse en sentido más favorable al consumidor”.
(22) Resolución de fecha 6 de mayo de 2010, recaída en el Exp. N° 189-2009/CPC.
(23) Resolución de fecha 15 de junio de 2012, recaída en el Exp. N6 2423-2008/CPC.
H La Constitución reconoce la facultad de acción defensiva de los consumidores y usuarios
en los casos de transgresión o desconocimiento de sus legítimos intereses: STC Exp.
N° 01865-2010-PA/TC (f.j. 14).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C: arts. 2 ines. 16), 22), 21, 67, 71, 72, 77, 88, 89, 195 inc. 8); C.P.Ct.: art. 44 inc.
28), 40; C.C.: art. 885; C.P.: art. 304 y ss.; Ley 28611; Ley 26821; P.I.D.C.P.: arts.
1.2,47; P.LD.E.S.C.: art. 25
Entonces, hay que establecer que entre los elementos naturales y recursos naturales
nos encontramos ante una relación género-especie, respectivamente, siendo el objeto fi
nal de estas satisfacer las necesidades humanas.
En ese sentido, los elementos naturales son todas las cosas que la naturaleza brinda,
independientemente de su utilidad, pues el entorno natural ofrece al hombre un conjun
to de elementos de origen animal, vegetal, mineral, químico y energético, que constituye
parte del ambiente en que transcurre su existencia, conforme también lo establecía el ar
tículo 118° de la Constitución Política del Perú de 1979(!).
De lo expuesto, se debe tener en cuenta que no todos estos elementos son utilizados
o aprovechados por el hombre para el desenvolvimiento de sus actividades, por lo que no
todos los elementos pueden ser considerados como recursos naturales. En este orden de
Sobre el particular, la doctrina coincide con un concepto básico de los recursos natu
rales, considerándolo como todo aquel bien existente en la naturaleza que sirven para que
el hombre, directamente, o transformando, que va a satisfacer sus necesidades. Son pre
cisamente los bienes que el hombre va encontrando en el sistema biofísico natural, o mo
dificando, en función del avance de su conocimiento científico tecnológico y que satisfa
cen o pueden satisfacer necesidades humanas.
Teniendo ello claro, resulta importante mencionar que según nuestro Texto Consti
tucional ha clasificado a los recursos naturales en renovables y no renovables, siendo los
primeros aquellos que tienen la capacitad de reproducirse, regenerarse y en consecuencia,
reponerse en determinado periodo de tiempo, como las plantas o los animales y peces, o
de renovarse, o reciclarse, como el aire, el agua y los suelos; y a los segundos, como aque
llos que carecen de estas características. Algunos autores llaman a los primeros como “re
cursos no agotables”, y a estos últimos como “recursos agotables”.
En función a estos criterios, nuestro Código Civil en sus artículos 890° y 891°, se
aproxima a una definición jurídica sobre los recursos renovables o no agotables, al seña
lar que son frutos, los provechos renovables que produce un bien, sin que se altere ni dis
minuya su sustancia y para tal efecto, identifica como frutos naturales, los que provienen
del bien, sin intervención humana. De otro lado, los recursos no renovables o agotables
son aquellos cuya primera explotación ocasiona el agotamiento del recurso, llevando a la
extinción de la fuente productora, ya que no tienen capacidad alguna para reproducirse2 (3).
(2) NACIONES UNIDAS. Recursos naturales de ¡os países en desarrollo, investigación, explotación y uti
lización racional. Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, 1970, p. 5.
(3) TITULO III
Frutos y productos
Noción de frutos
Artículo 890.- Son frutos los provechos renovables que produce un bien, sin que se altere ni disminuya
su sustancia.
Ahora bien, independientemente de su clasificación conforme lo dispone el primer
párrafo del artículo 66 de la Constitución, todos estos recursos naturales son patrimonio
de la nación, vinculándolos de esta manera al interés nacional y al bienestar de toda la
población, separándolos de intereses privados y egoísmos particulares, sean nacionales
o extranjeros. Como bien se define por la doctrina, la nación es una sociedad natural de
hombres a los que la unidad de territorio, de origen, de costumbres y de idioma, conduce
a una comunidad de vida y de conciencia social, por ello, se dice que la nación es el
elemento humano del Estado, integrado por un grupo de personas con identidades históricas,
culturales, sociales y materiales, y los recursos naturales según opina Dourojeann<4) desde
una definición sociológica, constituyen el patrimonio de los pueblos, su riqueza y su heredad,
y de ellos depende el bienestar, más que de cualquier otro factor, y así lo han comprendido
los hombres desde la más remota antigüedad al luchar y morir por ellos.
Adicionalmente a ello, según la parte final del primer párrafo del artículo 66, descri
be la situación que el Estado es soberano en su aprovechamiento, lo que significa que los
recursos naturales se encuentran sometidos a la soberanía permanente del Estado, según
lo dispuesto por el artículo bajo comentario. Este precepto busca resaltar de manera acer
tada el dominio eminente del Estado; esto es, la capacidad jurisdiccional para administrar,
asignar su concesión, explotar, legislar y resolver las controversias que puedan suscitarse
en torno al mejor aprovechamiento de los recursos naturales.
Adviértase que en el mismo primer párrafo del artículo 66, se habla primero de Na
ción y luego de Estado, y ello es correcto, pues entre ambos conceptos hay diferencias,
pues el segundo es la organización política del primero.
Clases de frutos
Artículo 891.- Los frutos son naturales, industriales y civiles. Son frutos naturales los que provienen del
bien, sin intervención humana. Son frutos industriales los que produce el bien, por la intervención humana.
Son frutos civiles los que el bien produce como consecuencia de una relación jurídica.
(4) DOUROJEANN, Marc J. “Recursos naturales, desarrollo y conservación en el Perú”. En: Enciclopedia
Gran Geografía del Perú. Volumen IV, p. 5.
(5) El ejercicio de esta soberanía constituye un claro ejemplo del ius imperíum del Estado respecto a la
explotación de los recursos naturales de la Nación. El artículo 67 de ia Constitución refleja ello al referir
que “El Estado determina la política nacional del ambiente. Promueve el uso sostenible de sus recursos
naturales”. Del mismo modo, a través del artículo 19 de la Constitución se determina que los derechos
para el aprovechamiento de los recursos naturales se otorgan a los particulares mediante las modalidades
que se establecen en las leyes especiales para cada recurso natural.
Por ello, Enrique Lastres(6) señala que “respecto a la forma como el Estado discierne
los títulos a favor de los particulares para el aprovechamiento de los recursos naturales
y establece los atributos inherentes a tales títulos, podemos encontrar toda una amplia
gama, en la que coexisten el derecho de propiedad, reconocido por ejemplo, en el
Código de Minería de 1900, o títulos tales como la concesión, la licencia, el permiso
y la autorización. En cada uno de estos encontramos elementos diferenciales: así, los
títulos pueden ser indefinidos o temporales, pueden provenir de actos administrativos
o de contratos y pueden contener prestaciones y contraprestaciones diversas, según la
legislación aplicable a cada recurso”.
Con relación a la concesión, nuestra Constitución hace referencia expresa a este título,
señalando que este le confiere a su titular un derecho real sujeto a lo que disponga la ley
orgánica que determine las condiciones de su otorgamiento a particulares.
Ante ello, el beneficiario o concesionario debe cumplir con el pago de una suma de
dinero o contraprestación no pecuniaria que resulte equivalente al uso diferencial que va
a realizar el concesionario, con relación a los demás ciudadanos, que han de abstenerse
del uso y goce de estos recursos.
Siguiendo en ese orden de ideas, cabe destacar la positiva innovación de nuestro Tex
to Constitucional, al señalar que las condiciones de utilización de los recursos naturales,
así como el otorgamiento a los particulares se determinarán mediante Ley Orgánica. De
esta manera, se resalta el exclusivo tratamiento legal de este importante tema que, por la
naturaleza de la norma, solo podrá ser aprobado, modificado o derogado mediante ma
yoría calificada del Poder Legislativo, lo que asegura una mayor estabilidad de la legis
lación nacional.
(6) LASTRES, Enrique. “Los recursos naturales en la Constitución vigente”. En; lus et Neritas. N° 9, Año V.
Revista editada por estudiantes de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, p. 140.
destinadas a conceder a un particular la potestad de desarrollar una determinada actividad
en la que se encuentra involucrado el aprovechamiento de un recurso natural.
Por otro lado y estableciendo otro ejemplo, los permisos de pesca son una especie de
concesión, por lo que se entienden asimilables al régimen legal establecido en la Consti
tución, tal es así que la Ley General de Pesca - Decreto Ley N° 25977, en su artículo 43
establece que las personas naturales o jurídicas requieren de concesiones, autorizaciones,
permisos de pesca o licencias para el desarrollo de actividades pesqueras, que compren
den tanto la extracción como el procesamiento.
Sin embargo, observamos que la Ley General de Pesca fue aprobada mediante Decre
to Ley N° 25977 el 21 de diciembre del 1992, dicha norma no constituye una Ley Orgáni
ca, pero ello, se debe a que fue expedida con anterioridad a la promulgación de la Cons
titución Política de 1993.
Por lo que me permito concluir que, la naturaleza jurídica de las concesiones pes
queras, se entiende que esta otorga a su titular el derecho de uso y disfrute del recurso
natural concedido y, en consecuencia, la propiedad de los frutos y productos que se ex
traen, que a través de su apropiación legal configuran un derecho real a favor del titu
lar de la concesión.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j[Ü La explotación de los recursos naturales no puede ser separada del interés nacional por
ser una universalidad patrimonial reconocida para los peruanos de todas las generaciones:
STC Exp. N° 00026-2008-PI/TC (f. j. 29).
¡j¡] El Estado está obligado a ejercer la defensa del uso racional y sostenible de la explotación
de los recursos naturales y propiciará acciones de equidad social: STC Exp. N° 00026-
2008-PI/TC (f. j. 30).
g El dominio sobre los recursos naturales no renovables que ostentan los titulares de la acti
vidad minera es sobre el bien extraído y no sobre el situado en tierra: STC Exp. Nü 00048-
2004-AI/TC (f.j. 86).
[gi¡ Los recursos naturales no son objeto de un derecho real de propiedad en el sentido civilista
del mismo sino que configuran lo que se denomina una “propiedad especial”: STC Exp.
N° 00048-2004-AI/TC (f. j. 98).
Los recursos naturales no quedan excluidos del dominio soberano del Estado por lo que
resulta constitucionalmente vedado el ejercicio de propiedad privada sobre ellos: STC Exp.
N° 00003-2006-PI/TC (f. j. 6).
H Es deber del Estado reconocer que los recursos naturales-especialmente los no renovables-
en tanto patrimonio de la Nación deban ser objeto de un aprovechamiento razonable y
sostenible, y los beneficios resultantes de tal aprovechamiento deben ser a favor de la
colectividad en general: STC Exp. N° 00012-2019-PI/TC (f.j. 14).
jp La Constitución no establece que la regulación in tota de los recursos naturales (renovables
o no renovables) deba desarrollarse mediante ley orgánica: STC Exp. N° 0018-2014-PI/
TC y 0022-2014-PI/TC (Acumulados) (f.j. 23).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C: arts. 2 ines. 16), 22), 21,58,66,68,69,88,89; C.P.Ct.: art. 44 inc. 25); Ley 26793:
art. 1; Ley 26821; Ley 28611: art. 3; D. Leg. 818
I. Nota introductoria
Antes de entrar en materia, resulta importante subrayar el título asignado al Capítulo
II del Título ni que desarrolla constitucionalmente el régimen económico de la República
del Perú. En efecto, el capítulo reza “Del Ambiente y los Recursos Naturales” para enfati
zar la importancia que tiene el ambiente (el ecosistema) donde se ubican los recursos na
turales cuya explotación son la base de la economía del país. En la Constitución de 1979,
el mismo capítulo se circunscribía al tratamiento “De los Recursos Naturales”. Así, el ar
tículo 119 de la Constitución derogada estableció dos conceptos: la función del Estado de
evaluar y preservar los recursos naturales y el de fomentar su aprovechamiento racional.
Adicionalmente el artículo 123 creó el derecho ciudadano “de habitar en ambiente salu
dable, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo de la vida y la preserva
ción del paisaje y la naturaleza (...)”.
De la manera más simple se suele definir recursos naturales como todos aquellos ele
mentos de la naturaleza que la humanidad utiliza o aprovecha para satisfacer sus necesi
dades y aspiraciones. Así lo confirma el artículo 3 de la Ley N° 26821, Ley Orgánica para
el Aprovechamiento Sostenible de los Recursos Naturales, cuando define a los recursos
naturales como “todo componente de la naturaleza, susceptible de ser aprovechado por el
ser humano para la satisfacción de sus necesidades y que tenga un valor actual o poten
cial en el mercado”.
La definición nos permite apreciar que detrás de toda regulación referida a los recursos
naturales, sea de nivel constitucional, legal o bajo norma de menor jerarquía, encontraremos:
Ello fue reiterado por uno de los autores mencionados (Bernales, 1996) al señalar que
los recursos naturales pertenecen al conjunto del país como elementos que hay que pre
servar y utilizar racionalmente para beneficio no solo de la presente generación sino tam
bién de las futuras y como un recurso que sirva para el progreso de la Nación en su con
junto, agregando que la responsabilidad de conducir este aprovechamiento corresponde al
Estado y concluyendo que, nadie sino el Gobierno que ejercita el poder, podría establecer
las condiciones en que ello se lleve a cabo. Vemos en esta segunda definición una doble
aproximación al concepto de Patrimonio de la Nación referido a un interés superior, que
es el interés de la Nación, y que el aprovechamiento se haga en beneficio de toda la colec
tividad; y una segunda referencia, que está más asociada a la facultad del Estado para re
gular su aprovechamiento. Es justamente esta aproximación la que permite al Estado es
tablecer condiciones cuyo objetivo central es que el aprovechamiento de los recursos se
haga bajo reglas claras de sostenibiüdad, a lo que expresamente se refiere el artículo 67(3)4.
Otro tema fundamental tiene que ver con el tratamiento del concepto de soberanía del
Estado en el aprovechamiento de los recursos naturales. Aunque pareciera una verdad de
perogrullo es, sin embargo, una afirmación constitucional que deriva de la tendencia in
ternacional referida al aprovechamiento de los recursos naturales. Debe considerarse que
la Constitución de 1993 fue elaborada y promulgada con posterioridad a los acuerdos in
ternacionales derivados de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambien
te y Desarrollo (CNUMAD) realizada en Río de Janeiro en el año 1992. En dicha confe
rencia el énfasis puesto en el derecho soberano de los Estados para el aprovechamiento
de los recursos naturales fue probablemente uno de los elementos centrales no solo de la
Declaración de Río sino de los convenios internacionales ahí suscritos.
(3) En el año 1996, durante el debate de la Ley Orgánica para el Aprovechamiento Sostenible de los Recursos
Naturales, el Dr. Jorge Avendaño Valdez, en ese entonces congresista de la República, señaló claramente
que el Estado mantenía sobre los recursos naturales un dominio a partir del cual concedía facultades para
el aprovechamiento de los mismos a los particulares, sujeto a ciertas exigencias y condiciones. Señaló que
este dominio del Estado es el que se denomina “dominio eminencia!”, a través del cual el Estado conserva
un dominio latente sobre el recurso natural y le confiere a los particulares el derecho de usar y disfrutar.
Dicho de otra manera, agregaba, le concede a los particulares el derecho de beneficiarse económicamente
con los frutos que obtenga de la explotación del recurso.
(4) Los recursos genéticos, según la definición de la Decisión 391 de la Comunidad Andina de Naciones
que establece el Régimen Común sobre Acceso a los Recursos Genéticos, se refiere a “todo material de
naturaleza biológica que contenga información genética de valor o utilidad real o potencial”.
biológica y/o a sus poblaciones indígenas poseedoras de conocimientos tradicionales aso
ciados a ella. Fruto de ello, los acuerdos de Río y el Derecho Internacional relacionado con
los recursos biológicos empezaron a reconocer el concepto de la soberanía del Estado para
regular el acceso a los recursos genéticos bajo reglas adoptadas en el Convenio sobre la
Diversidad Biológica (1992), con énfasis en la conservación de la diversidad biológica, el
acceso legal a los recursos genéticos y el uso sostenible de sus componentes.
Vale la pena recordar que durante el debate de la Ley Orgánica para el Aprovecha
miento Sostenible de los Recursos Naturales, las posiciones se polarizaron: de un lado,
aquellos que promovían que los recursos naturales se otorguen en propiedad a los particu
lares y, del otro, los que propugnaban el dominio de los recursos naturales por parte del
Estado. Si bien primó, en mi concepto acertadamente, la segunda posición, sin embargo,
es importante volver a subrayar que la propiedad cumple una función social y, en consi
deración a ello, es que se pueden establecer limitaciones a la misma y, por otro lado, que
el dominio por parte del Estado y los recursos naturales no implica necesariamente una li
mitación para que los particulares puedan acceder a su aprovechamiento, bajo reglas cla
ras y amparados en títulos transferibles pero sujeto a una condición esencial: que su uso
sea sostenible, concepto que expresamente se consignan en los artículos 67 y 69.
a) Que el recurso natural debe utilizarse de acuerdo al título del derecho para los
fines para los cuales fue otorgado garantizando el mantenimiento de los proce
sos ecológicos esenciales.
b) Que se debe cumplir con las obligaciones legales dispuestas por la legislación
especial y con los procedimientos de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA)
y los planes de manejo del recurso; y,
c) Que el titular del derecho debe cumplir con la retribución económica y mante
ner al día el derecho de vigencia.
La misma ley señala que el incumplimiento de las condiciones se sujete claramente a
causales de caducidad y esto felizmente ha sido reconocido por el artículo 30 de la ley an
tes mencionada, lo que implica que en caso ella opere revierte al Estado la concesión o el
título a partir del cual se otorgó el derecho de aprovechamiento a un particular.
De hecho, aunque en el año 2009 se aprobara una política nacional del ambiente ex
plícita que establece una serie de objetivos de política pública y busca determinar el en
foque de la gestión ambiental nacional tanto para el Ministerio del Ambiente como a ni
vel transectorial y multinivel, lo cierto es que la evolución institucional y regulatoria a
nivel ambiental está condicionada al contexto socio-económico y a la visión de desarro
llo vigente en un periodo o momento determinado. Al respecto, la Política Nacional del
Ambiente, aprobada mediante Decreto Supremo N° 012-2009-MINAM, y de obligatorio
cumplimiento, se desarrolla sobre la base de 4 ejes estratégicos: i) conservación y apro
vechamiento sostenible de los recursos naturales y de la diversidad biológica; ii) gestión
integral de la calidad ambiental; iii) gobernanza ambiental, y iv) compromisos y oportu
nidades ambientales internacionales.
Pareciera existir consenso que los elementos que configuran la existencia de una po
lítica nacional ambiental coherente deben estar referidos a:
a) La existencia de una legislación ambiental o con relevancia ambiental capaz de
enfrentar no solo los retos de la sostenibilidad sino a su vez promover conduc
tas responsables con el medio ambiente.
b) Una institucionalidad ambiental coherente, en los distintos niveles de gobierno,
capaz de gestionar la aplicación y el cumplimiento de la legislación ambiental
y a su vez promover acciones de responsabilidad ambiental tanto a nivel indivi
dual como a nivel colectivo.
c) Mecanismos que garanticen la participación de los ciudadanos en la definición,
aprobación e implementación de la política nacional ambiental, teniendo en con
sideración que los elementos centrales para la eficacia de estos mecanismos es
que los mismos garanticen el acceso al proceso de toma de decisiones, el acce
so a la información y el acceso a la justicia.
d) Mecanismos financieros capaces de sustentar de manera adecuada la demanda
de recursos que la gestión ambiental en el Perú requiere.
e) Mecanismos que permitan a los ciudadanos acceder a mecanismos administra
tivos o jurisdiccionales para la defensa de su derecho fundamental a un ambien
te sano.
f) Formación, capacitación y difusión a fin de lograr un mayor conocimiento por
parte de la población de los elementos de la política nacional ambiental.
g) Voluntad política al más alto nivel destinada a apoyar la gestión de la autoridad
ambiental competente en tanto responda a la definición de una política nacional
ambiental.
Luego de casi 30 años de promulgada la Constitución Política podemos señalar que
gran parte de estos componentes básicos de una política ambiental han sido desarrolla
dos aunque no de manera coherente ni suficiente . Por un lado, en los últimos años se
han dado importantes avances en materia de fortalecimiento de la institucionalidad am
biental, al haberse creado y puesto en funcionamiento no solamente el Ministerio del Am
biente sino también entidades como el Servicio Nacional de Certificación Ambiental para
las Inversiones Sostenibles (Senace) y el Organismo de Evaluación y Fiscalización Am
biental (OEFA) que sin duda han contribuido a consolidar la confianza de las decisiones
públicas del Estado, dotando de mayor neutralidad a los procesos de certificación y fisca
lización ambiental así como el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosis
temas de Montaña (INAIGEM) el cual tiene por finalidad fomentar y expandir la investi
gación científica y tecnológica en el ámbito de los glaciares y los ecosistemas de montaña.
Por otro lado, durante los últimos años también se han aprobado leyes del Congreso de la
República y reglamentos en atención a contextos económicos específicos que han debi
litado o intentado debilitar el marco institucional y estándares ambientales logrados. Por
ejemplo la Ley N° 30327 (2014) estableció una moratoria de tres años para el ejercicio
de la fiscalización ambiental por parte del OEFA, se crearon figuras como el informe téc
nico sustentatorio - ITS (2014) para flexibilizar la modificación de la certificación am
biental, redujeron categorías de estudios ambientales para proyectos de hidrocaburos y se
aprobaron normas para priorizar y dinamizar carreteras en la Amazonia sin considerar la
viabilidad socio-ambiental de dichos proyectos de inversión en ecosistemas a su vez frá
giles y estratégicos. Por ello, no podemos afirmar que más allá de la adopción de una po
lítica nacional del ambiente explícita, el Perú cuente con una política pública consistente
para promover la conservación y el uso sostenible del ambiente y de los recursos natu
rales. No obstante debe reconocerse que hoy el Derecho Ambiental es una disciplina en
franco desarrollo incorporada en la formación jurídica de los abogados, jueces, funciona
rios públicos y el sector económico en general que seguramente evolucionará a partir de
la investigación y evaluación de casos concretos que finalmente determinan el grado de
eficiencia y eficacia de una política ambiental nacional.
Asimismo, es preciso reconocer que, como resultado de distintos debates a nivel in
ternacional, el concepto de sostenibilidad se entiende también como aquel que es capaz
de integrar las variables de crecimiento económico, protección ambiental y equidad o jus
ticia social, por lo que el desarrollo de una actividad de aprovechamiento de recursos na
turales renovables o no renovables debe tener en cuenta estos elementos y su integración,
donde la participación de las poblaciones locales y su identificación con el proyecto co
bra un peso estratégico que hoy nadie discute.
|fi| El Estado está obligado a desarrollar un conjunto de acciones con el fin de preservar y
conservar el ambiente frente a las actividades humanas que pudieran afectarlo: STC Exp.
N° 00048-2004-AI/TC (f. j. 31).
ijj} El uso sostenible de los recursos naturales obliga a rehabilitar aquellas zonas que hubie
ren resultado afectadas por actividades humanas destructoras del ambiente: STC Exp. N°
00048-2004-AI/TC (f. j. 32).
||jj El uso razonable y sostenible de los recursos naturales permite la manifestación del derecho
a disfrutar de un entorno ambiental idóneo: STC Exp. N° 00048-2004-AI/TC (f. j. 33).
Los poderes públicos deben controlar el uso racional de los recursos naturales dentro de un
desarrollo económico armónico: STC Exp. N° 00048-2004-AI/TC (f. j. 38).
gjl No está permitido ejecutar proyectos que puedan originar implicaciones ambientales signi
ficativas sin contar con una resolución de certificación ambiental emitida por la autoridad
administrativa competente. No puede haber exploración ni explotación mineras sin previa
evaluación ambiental. STC Exp. No. 03932-2015-PA/TC (f. j. 31).
BIBLIOGRAFÍA
CALDWELL, Lynton Keith. Ecología. Ciencia y política medio ambiental. McGraw-Híll, Madrid,
1993; CONAM. Transporte urbano y ambiente: bases para una política ambiental en el transporte
urbano. Lima, 1998; MARTÍNEZ ALIER, Joan y ROCA JUSMET, Jordi. Economía ecológicaypolí
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Perú en los 90s: petroleras, áreas naturales protegidas y pueblos indígenas en la Amazonia. Año
1, N° 1, Taller de Derecho, enero 2002. SEDA, “Derecho de acceso a la justicia ambiental”. Selene
Benavente García, Cuadernos de Acceso No. 3, 2015. www.spda.org.pe
Artículo 68 Diversidad biológica y áreas naturales
protegidas
El Estado está obligado a promover la conservación de la
diversidad biológica y de las áreas naturales protegidas.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 1), 8), 16), 19), 22), 21, 58, 66, 68, 69, 88, 89; C.P.: art. 304; Ley
26834: art. 1; Ley 26839
I. Introducción
La diversidad biológica (la variabilidad genética existente entre los seres vivos) se
concentra en ciertas regiones del mundo y, en particular y de manera notable, en los llama
dos “países megadiversos”. Por circunstancias geográficas, ecológicas y climáticas, paí
ses como Australia, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, China, India, Indonesia, México,
Perú, EE.UU. de Norteamérica y Venezuela concentran casi el 80% de la diversidad bio
lógica del planeta. Salvo Australia y EE.UU., todos son países en desarrollo.
En otro escenario, las presiones sobre los ecosistemas son responsables de que el país
registre 492 especies de fauna y 777 especies de flora consideradas amenazadas, de las
cuales 64 y 194, respectivamente, se encuentran en peligro crítico(1).
Sin embargo, fue hacia finales de la década de los ochenta que científicos y políticos
convinieron en la necesidad de desarrollar un nuevo instrumento internacional vinculante
que integrara estos componentes aislados y diera un tratamiento integral a su conserva-
cíón(2). Fue así que el concepto de “diversidad biológica” se incorpora al lenguaje jurídi
co yse integra a la Constitución peruana y de otros países.
En este contexto, el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) ratificado por el Perú
definió legalmente la diversidad biológica como la variabilidad entre los organismos vivos
incluyendo, entre otros, los ecosistemas terrestres, marinos y demás ecosistemas acuáti
cos y los demás complejos ecológicos de los que forman parte.
(2) La necesidad de un acuerdo global sobre diversidad biológica, que reuniera las directrices y orientaciones
imprescindibles para la conservación de la diversidad biológica y la utilización sostenible de los recursos
biológicos de la tierra, fue una de las preocupaciones sobre las que se centraron los trabajos de los expertos
ambientalistas y de las organizaciones internacionales durante la década de los años 80. Se creó un grupo
de trabajo ad hoc bajo el respaldo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que
recomendó la negociación y adopción de un tratado marco que tenga una aproximación comprehensiva de
la conservación de la diversidad biológica, lo que a su vez trajo consigo el proceso formal de negociación
del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) en 1991 y que concluyó con su adopción final en la
Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro,
naturales protegidas<3). Este vacío expresaba en realidad una corriente constitucional la
tinoamericana de la época que reconoce el derecho fundamental a habitar un ambiente
*
sano y ecológicamente equilibrado^ así como obligaciones básicas referidas a la preser
vación y protección del ambiente y los recursos naturales en general, pero no incorpora
obligaciones y derechos específicos respecto de la diversidad biológica y las áreas natu
rales protegidas<5).
En nuestro país, sin embargo, el Decreto Legislativo N° 613, Código del Medio Am
biente y los Recursos Naturales (publicado el 8 de setiembre de 199O)í<5), constituyó un an
tecedente importante en cuanto a la mención específica de las áreas naturales protegidas y
la diversidad biológica. La influencia del Código y sus contenidos específicos en estas ma
terias en el proceso de elaboración de la Constitución Política de 1993 son así evidentes(7).
(3) Es importante señalar que ya a nivel legislativo se habían establecido áreas naturales protegidas en el Perú.
La más antigua de ellas, el Parque Nacional Cutervo (en Cajamarca), fue creado mediante Ley N° 13694
(del 8 de setiembre de 1961). El Parque Nacional Tingo María (Ley N0 15574 de 1965), el Parque Nacio
nal del Manu (D. S. N° 0644-73-AG de 1973) y el Parque Nacional Huascarán (D. S. N° 0622-75-AG de
1975) son algunos de los ejemplos del régimen legal diseñado para el reconocimiento y la protección de
las áreas naturales protegidas.
(4) Este derecho en particular forma parte de lo que algunos juristas denominan derechos fundamentales de
tercera generación, que incluyen también el derecho a la paz y al desarrollo.
(5) La Constitución de Paraguay de 1992 reconoce “(...) el derecho de toda persona de habitar en un ambiente
saludable y ecológicamente equilibrado” (art. 7)”. La Constitución de Chile de 1980 asegura a las personas
“(...) el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación” (artículo 19.8). La Constitución de Colombia
de 1991 establece que “(...) todas las personas tienen el derecho a gozar de un ambiente sano”.
(6) El Código del Medio Ambiente fue una norma muy innovadora en su momento. El Código se propuso
reunir, regular y proponer principios jurídicos en materia ambiental en general, integrando así reglas básicas
(y principios de aplicación) dispersas en una frondosa legislación ambiental (o con contenido y relevancia
ambiental) desarrollada en el país desde principios del siglo XX.
(7) La Ley General del Ambiente (Ley N° 28611) en cuyos artículos del 97 al 106, regula lo relativo a la
conservación de la diversidad biológica, y en los artículos del 107 al 110 lo referente a las áreas naturales
protegidas (nota del editor).
III. Desarrollos normativos y reglamentarios
El artículo 68 de la Constitución impone una obligación específica al Estado (a nivel
de sus diferentes dependencias) para la adopción de medidas tendentes a promover la con
servación de la diversidad biológica y las áreas naturales protegidas.
(8) El artículo 119 de la Constitución de 1979 estableció que: “El Estado evalúa y preserva los recursos naturales.
Asimismo, fomenta su racional aprovechamiento Cabe indicar que, de conformidad con el artículo
118 de este texto constitucional: “Los recursos naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de
la Nación
(9) Es importante precisar que, si bien conceptualmente y por definición, las áreas naturales protegidas son
un componente de la diversidad biológica (a nivel de ecosistemas) y de los mandatos del Convenio sobre
la Diversidad Biológica (que las considera corno una herramienta crítica para la conservación in situ de
la diversidad biológica), dada su importancia y la tradición institucional existente (en cuanto a competen
cias sobre dichas áreas) en el Peni (y en la mayoría de países) han tenido un tratamiento comprehensivo
e independiente de la legislación específica sobre diversidad biológica. En ese sentido, la Ley N” 26839
particularmente relevantes: la necesidad de planificar las medidas y acciones de conser
vación de la diversidad biológica; la necesidad de generar incentivos para la conserva
ción; la necesidad de implementar acciones de conservación in situ y ex la obli
gación de regular el acceso y uso de los recursos genéticos y promover que se compartan
de manera equitativa los beneficios de su utilización, entre otros.
De la misma forma, la Ley N° 29811, Ley que establece la moratoria al ingreso y pro
ducción de organismos vivos modificados al territorio nacional por un período de 10 años
contados desde su aprobación en diciembre del 2011 y su Reglamento, aprobado por De
creto Supremo N° 008-2012-MINAM, se enmarca dentro del cuidado que debe tener un
Estado reconocido como centro de origen de especies y ecosistemas muy valiosos para
la humanidad para proteger su patrimonio biológico. Durante ese plazo se impide el in
greso y producción en el territorio nacional de organismos vivos modificados (OVM) con
fines de cultivo o crianza, incluidos los acuáticos, a ser liberados en el ambiente, con las
respectivas excepciones determinadas por ley. La Ley 29811 no pretende impedir el de
sarrollo de las investigaciones científicas asociadas a la biotecnología y al conocimiento
de los OVM por nuestros institutos especializados sino tomar las precauciones de biose
guridad frente a los riesgos que significa la introducción al ambiente de OVM sin haber
desarrollado las capacidades locales. No obstante, sería perfectamente comprensible que
el Perú decida al vencimiento de dicho plazo declararse como país libre de OVM y defina
si bien incluye y hace referencias a ¡as áreas naturales protegidas, remite su tratamiento a la legislación
específica en la materia.
(10) La conservación ¿nsitu se refiere a actividades que implican conservar y mantener especies (y la diversidad
genética en general) en sus lugares de origen o donde han desarrollado sus características específicas. Por
el contrario, la conservación ex situ implica la conservación y el mantenimiento de muestras biológicas
representativas en instalaciones como jardines botánicos, zoológicos, bancos de semillas, acuarios, etc. En
esencia se trata de conservar fuera de los hábitats naturales y como forma de complementar las actividades
de conservación in situ.
mejores políticas y programas bien financiados que agreguen valor al conocimiento y ma
nejo sostenible de nuestra diversidad biológica.
Por su parte, la Ley N° 27811, Ley que establece el régimen de protección de los co
nocimientos colectivos de los pueblos indígenas asociados a la diversidad biológica (pro
mulgada el 8 de agosto de 2002) tiene por finalidad regular quién y bajo qué condiciones
puede accederse y utilizarse el conocimiento colectivo de los pueblos indígenas asociados
a la diversidad biológica. Para ello, se prevé la utilización de una serie de instrumentos y
herramientas tales como contratos de licencia de uso (de conocimientos), registros para el
mantenimiento de estos conocimientos, secretos empresariales, un fondo compensatorio
y principios de la protección de la competencia desleal. Esta norma es aplicable a conoci
mientos que se encuentran en el dominio público y aquellos que no lo están.
(11) La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (U1CN) define a las áreas protegidas como
un segmento de tierra o mar dedicado especialmente a la protección y mantenimiento de la biodiversidad,
y de recursos naturales y culturales, conexos y gestionado con medios efectivos legales o de otra índole.
Por su parte, la Ley de Areas Naturales Protegidas las define como los espacios continentales y/o marinos
del territorio nacional, expresamente reconocidos y declarados como tales, incluyendo sus categorías
y zonificac iones, para conservar la diversidad biológica y demás valores asociados de interés cultural,
paisajístico y científico, así como por su contribución al desarrollo sostenible del país.
de la diversidad biológica las áreas naturales protegidas constituyen espacios estratégi
cos en el territorio nacional que ameritan especiales niveles de protección jurídica a fin
de conservar muestras representativas de los diferentes ecosistemas presentes en nuestro
país y sus valores asociados.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
H El Estado debe promover la explotación sostenible de los recursos naturales con el fin de
preservar el ambiente frente a las actividades humanas que pudieran afectarlo: STC Exp.
N° 03343-2Ü07-PA/TC (f. j. 9).
[gj| La perspectiva del desarrollo sostenible busca equilibrar el esquema de la economía so
cial de mercado con el derecho a vivir en un ambiente equilibrado y adecuado: STC Exp.
N° 03343-2007-PA/TC (f.j. 14).
H Los derechos de las actuales generaciones no deben ser la ruina de las aspiraciones de
las generaciones futuras en cuanto a recursos naturales: STC Exp. N° 03343-2007-PA/
TC (f.j. 14).
¡p Los gobiernos locales no están autorizados para constituir áreas naturales protegidas en
nuestro ordenamiento legal, puesto que ello es efectuado por el Poder Ejecutivo, mediante
decreto supremo o resolución ministerial: STC Exp. N° 03932-2015-PA/TC (f.j. 15).
[J| Las municipalidades provinciales pueden identificar territorios que, a su juicio, requieren
protección, y pueden proponérselo al Poder Ejecutivo. Sin embargo, ellas no pueden crear
áreas naturales protegidas: STC Exp. 03932-2015-PA/TC (f.j. 19).
CONCORDANCIAS:
C.: arte. 2 ines. i), 8), 16), 19), 22); 21, 58,66 y ss., 88, 89; C.P.Ct.: art. 44 inc. 25),
40; Ley 27037
L Introducción
“Los intentos de desarrollar la Amazonia tanto en el Perú como en los demás países
amazónicos se han topado, históricamente, con falsas apreciaciones de sus características
y potencialidades. Los Países del Tratado de Cooperación Amazónica (TCA) se han plan
teado conservar y aprovechar de manera sostenible los recursos naturales y los servicios
ambientales amazónicos, generando beneficios para sus poblaciones, basados en el res
peto de los derechos y aspiraciones de la sociedad en su conjunto en concordancia con su
propósito de contribuir al proceso de integración y desarrollo regional, con base en las es
pecificidades y a la soberanía de cada país y procurando lograr una mejor calidad de vida
para las poblaciones amazónicas”0\
(1) En abril de 2004, el Dr. Manuel Pulgar-Vidal preparó el documento: Análisis y propuestas político- institu
cionales para elfortalecimiento de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica y su Secretaría
Permanente, para una reunión de planeamiento estratégico de dicha institución realizada en Brasil, del
cual se han tomado algunos de sus planteamientos.
(2) Conformado por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela
(3) Vease: http://otca.info/gef/datos_relevantes
período 2003-2012, la superficie cubierta por bosques disminuyó en poco menos del 2%,
siendo la región amazónica la más afectada por el proceso de deforestación, lo que se debe
a la conversión realizada por productores de muy pequeña escala ligados a la agricultura
y la ganadería. La deforestación en los bosques húmedos amazónicos del país supera las
113.000 ha anuales y se ha producido mayormente en bosques no categorizados, que no
cuentan con un sistema de administración o protección(4)5.
(6) COMUNIDAD ANDINA, Decisión 523. Estrategia regional de biodiversidad para los países del trópico
andino. Disponible en: <httt://www.comunidadandina.org/nQrmativa/dec/D523.htm>.
(7) QUIROLA SUÁREZ, Dania. “Amazonia sostenible en el tercer milenio. Economías locales y economía
regional en la Cuenca Amazónica”.
(8) Ibídem, p. 11.
(9) SECRETARIA OF THE CONVENTION ON BIOLOGICAL D1VERSITY. UNER Globalbiodiversity
Outlook, Montreal - Quebec, UNEP, 2001, p. 96.
nería, la agricultura y la construcción de carreteras en regiones como Madre de Dios, ha
ocasionado la depredación de más de 20 000 hectáreas en el 2017, la cifra más alta en los
últimos diez años°0).
En este escenario, el Perú debe tomar decisiones estratégicas de largo plazo para di-
namizar la visión de desarrollo de la Amazonia e identificar criterios e indicadores de sos-
tenibilidad del bosque amazónico00, como una herramienta que permita en parte revertir
este proceso de deterioro. El desarrollo, por otro lado, de estrategias de aprovechamien
to de recursos naturales de la región amazónica, que identifique potenciales mercados, un
buen análisis de costo-beneficio y niveles de decisión contribuirá con este propósito; ade
más de instrumentos de política que permitan afrontar las amenazas que atenían contra su
equilibrio y la posibilidad de seguir ofreciendo los servicios ambientales a nivel global,
nacional y local que pretende el aprovechamiento sostenible de los recursos amazónicos.
Este tipo de estrategias permite enfrentar, también, los mitos de la pobreza del suelo ama
zónico, construido a partir del desarrollo de actividades incompatibles con las caracterís
ticas naturales de la región.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
[gí] Las obligaciones impuestas tanto a particulares como al Estado, destinadas a! cuidado y
preservación del ambiente, pretenden conservar el ambiente para el goce inmediato de la
ciudadanía y se extiende a la protección del disfrute de las generaciones futuras, fundamento
del concepto de desarrollo sostenible: STC Exp. N° 1206-2005-PA/TC (f. j. 4).
El principio de desarrollo sostenible o sustentable constituye una pauta basilar para que
la gestión humana sea capaz de generar una mayor calidad y mejores condiciones de vida
en beneficio de la población actual, pero manteniendo la potencialidad del ambiente para
jp El Estado debe velar por la utilización racional de los recursos naturales, puesto que el
desarrollo sostenible involucra un conjunto de instrumentos, entre ellos los jurídicos, que
hagan factible el progreso de las próximas generaciones en consonancia con un desarrollo
armónico del medio ambiente: STC Exp. N° 03816-2009-PA/TC (f.j. 8)
[JJ La protección del medio ambiente involucra aspectos relacionados con el manejo, uso,
aprovechamiento y conservación de los recursos naturales, el equilibrio de los ecosistemas,
la protección de la diversidad biológica, la conservación de las áreas de especial importancia
ecológica, el desarrollo sostenible y la calidad de vida del hombre en condiciones dignas:
STC Exp. N° 02775-2015-PA/TC (f. j. 9).
BIBLIOGRAFÍA
COMISIÓN AMAZÓNICADE DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE. Amazonia sin mitos. 2a edi
ción, La OvejaNegra, Colombia, 1994; COMUNIDAD ANDINA. Decisión 523. Estrategia regional
de biodiversidad para los países del trópico andino. Disponible en: <httt:// www.comunidadandina.
org/normativa/dec/D523.htm>; URSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional
Sudamericana). Disponible en: <http:// www.irsa.org/esp>; ORGANIZACIÓN DE COOPERA
CIÓN Y DESARROLLO ECONÓMICOS - OCDE. Evaluación de desempeño ambiental Perú.
Aspectos destacados y recomendaciones; PULGAR VIDAL, Manuel. Análisis y propuestas político-
institucionales para el fortalecimiento de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
y su secretaría permanente. Lima, 2004; QUIROLA SUÁREZ, Dania. “Amazonia sostenible en el
tercer milenio. Economías locales y economía regional en la Cuenca Amazónica”; SECRETARIA
OF THE CONVENTION ON BIOLOGICAL DIVERSITY. UNEP-Global biodiversity outlook.
Montreal - Québec, UNEP, 2001; SECRETARÍA PRO-TÉMPORE. TRATADO DE COOPERACIÓN
AMAZÓNICA. Propuesta de Tarapoto sobre criterios e indicadores de sostenibílidad del bosque
amazónico. Abril de!995.
CAPÍTULO III
DE LA PROPIEDAD
Sólo el Congreso puede declarar la seguridad nacional o necesidad pública como par
te de un proceso legislativo ordinario, lo que implica que en cada caso el Parlamento tie
ne que evaluar la importancia de que el Estado se apropie de un bien ajeno. Obviamente
el Congreso no podría hacer una evaluación correcta de la necesidad de expropiar si no
conoce con detalle los bienes que serán afectados, el costo de la expropiación y su com
paración con el beneficio que se pretende obtener con el nuevo destino para los bienes.
En los últimos años se han expedido una serie de normas con rango de ley que bus
can facilitar las expropiaciones, con el propósito de acelerar los procesos de construcción
de obras de infraestructura. Se ha creído que las garantías que la Constitución otorga a los
propietarios son un escollo para la velocidad de las obras y un retraso en la atención de
las necesidades que ellas buscan atender. Estimo que las normas de expropiación, princi
palmente las contenidas en el Decreto Legislativo 1192 y sus modificaciones, han relajado
peligrosamente los procesos poniendo en peligro injusto al derecho de propiedad. La ur
gencia de ejecutar ciertas obras no es incompatible con atender rigurosamente la protección
a los dueños. Observar con cuidado el procedimiento constitucional es pues una exigen
cia jurídica y práctica, pues de lo contrario el mensaje para los propietarios puede tener el
efecto peligrosísimo de limitar o anular el incentivo que genera la protección del dominio.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
ífjl El ejercicio del derecho de propiedad debe darse en armonía con el bien común y dentro
de los límites que establece la ley: STC Exp. N° 00014-2015-PI/TC (f. j. 45).
fj) Las restricciones que se den al goce y ejercicio del derecho de propiedad deben estar esta
blecidas en la ley, ser necesarias, proporcionales, y hacerse con el fin de lograr un objetivo
legítimo en una sociedad democrática: STC. EXP N° 03631-2015-PA/TC (f. j. 33).
H Para expropiar un bien es necesario que haya motivos de seguridad nacional o necesidad
pública declarados por ley y que se pague el justiprecio: STC Exp. N° 03140-2010-PC/
TC (f.j. 13).
BIBLIOGRAFÍA
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. “Comentario al artículo 923 del Código Civil”. En: AA.VV Código
Civil comentado. Tomo V. 6a edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2022; BORDA, Guillermo A. Manual de
Derechos Reales. 4” edición. Perro!, Buenos Aires, 1994; CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Instituciones
de Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I. Editorial Castrillón Silva, Lima, 1952; MAISCH
VON HUMBOLDT, Lucrecia. Los Derechos Reales. 3a edición. Librería Studium, Lima, 1984; PEÑA
BER.N ALDO DE QUIROZ, Manuel. Derechos Reales. Derecho Hipotecario. 2a edición. Universidad
de Madrid, Madrid, 1986; PU1G BRUTAU, José. Fundamentos de Derecho Civil. Tomo III. Vol. I.
2a edición. Casa Editorial Bosch, Barcelona, 1974; ROMERO ROMAÑA, Eleodoro. Derecho Civil.
Los Derechos Reales. Tomo 1. 2a edición, Lima; VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil. Derechos
Reales. Tomo II. 5a edición. Temis, Bogotá, 1958.
Artículo 71 Igualdad y límites respecto
a la propiedad de extranjeros
En cuanto a la propiedad, los extranjeros, sean personas
naturales o jurídicas, están en la misma condición que los
peruanos, sin que, en caso alguno, puedan invocar excepción
ni protección diplomática.
Sin embargo, dentro de cincuenta kilómetros de las fronteras,
los extranjeros no pueden adquirir ni poseer por título algu
no, minas, tierras, bosques, aguas, combustibles ni fuentes
de energía, directa ni indirectamente, individualmente ni en
sociedad, bajo pena de perder, en beneficio del Estado, el de
recho así adquirido. Se exceptúa el caso de necesidad pública
expresamente declarada por decreto supremo aprobado por el
Consejo de Ministros conforme a ley.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 2), 16), 61,63,66,70; C.P.Ct.: art. 44 ines. 1), 14); C.C.: arts. 885,923,
925,954; Ley 26505: art. 4; D. Leg. 662: art. 4; D.S. 056-2005-RE; D.U.D.H.: art. 17.
Dice la norma que no pueden los extranjeros poseer “por título alguno”, lo cual des
carta la posesión mediata e inmediata, ya sea como arrendatarios, usufructuarios, como
datarios, concesionarios, etc.
La norma comentada concluye que los extranjeros solo pueden ser propietarios o po
seedores dentro de los cincuenta kilómetros, cuando se trate de un caso de necesidad pú
blica declarada por decreto supremo aprobado por el Consejo de Ministros. La Constitu
ción de 1933 no contenía una regla como esta. La de 1979 tenía disposición similar a la
actual pero con dos diferencias: la excepción no se basaba en la necesidad pública sino
en la necesidad nacional y la declaración no debía estar contenida en un decreto supre
mo sino en una ley.
¿Cuál podría ser un caso de necesidad pública que autorice la propiedad o posesión
de extranjeros en el área indicada? Imagino un proyecto que requiere una gran inversión
y tecnología muy avanzada, que debe realizarse en el área vecina a la frontera porque allí
está el recurso natural a explotarse. Esto podría justificar la emisión del decreto supre
mo mencionado. Pero los gobiernos deben ser muy cautos en estas declaraciones y, de ser
posible, deben autorizar el derecho de extranjeros pero sujeto a un plazo de caducidad.
jjjj La seguridad nacional justifica las restricciones a la propiedad de extranjeros en zonas de
frontera, por ser vulnerables encaso de invasión: STCExp. N°04966-2008-PA/TC (f.j. 6, i).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 16), 61 al 63, 66, 70, 88, 89; C.P.CL: art. 44 inc. 14), CC.: arts. 885,
886,923,925,954; Ley 26834: art. 4; D.U.D.H.: art. 17.
Las reglas generales sobre propiedad permanentemente fijan restricciones para la ad
quisición, posesión, explotación o transferencia de bienes, pero ellas no se amparan en la
seguridad nacional sino en otras razones que tienen que ver con el bien común (salud, se
guridad, medio ambiente, entre otros). La norma bajo comentario se refiere entonces a las
medidas específicas que se podrían dictar en circunstancias de excepción para contener la
ocupación o transferencia de determinados bienes que importan a la seguridad nacional.
Por ejemplo, ante una confrontación bélica, si el Estado requiere controlar objetos de de
terminado uso o espacios estratégicos, una ley del Congreso podría disponer que cierto
mobiliario (armamento), o específicos inmuebles (predios) fueran intervenidos temporal
mente para beneficio de la Nación. La ley tendría que indicar con detalle en qué consisten
las restricciones e identificar con precisión los bienes afectados, no por su categoría sino
por su plena identidad (nombre, apellido, ubicación o coordenadas).
Esa es la interpretación correcta. Si creyéramos que la ley a la que hace referencia esta
norma es de carácter general y que se puede referir a un conjunto indeterminado de bie
nes y personas, no habría razón para que dicha ley deba ser temporal y con único susten
to en la seguridad nacional. En suma, como dije, abundan leyes que restringen, limitan y
prohíben la posesión y transferencia de bienes, que no se justifican en la seguridad de la
nación sino en el bien común. Por ello, para que el artículo 72 tenga un espacio propio de
actuación se debe entender que es una suerte de “expropiación” temporal y sin pago, por
tanto es específica en cuando a los bienes afectados y a los dueños comprendidos.
La Constitución entiende que sólo un evento de extraordinaria gravedad puede am
parar el recorte de los atributos de la propiedad de modo temporal, como es una amenaza
a la seguridad nacional. Ninguna otra razón justifica que el Estado detenga la explotación
y circulación de bienes privados específicos, ni siquiera por tiempo limitado. Sin embar
go, es evidente que la realidad más reciente ha mostrado que hay circunstancias más gra
ves que las confrontaciones bélicas entre naciones, como una pandemia cuya atención
pudo requerir la imposición de restricciones puntuales a determinados propietarios para
enfrentar la emergencia sanitaria. Esta no es una razón de seguridad nacional sino de sa
lud pública o bien común.
jjl El derecho a la propiedad implica que la persona propietaria podrá servirse directamente
de su bien, percibir sus frutos y productos, y darle destino o condición conveniente a sus
intereses, siempre que ejerza tales actividades en armonía con el bien común y dentro de
los limites establecidos por la ley: STC .Exp. 00008-2003-AI/TC (f. j. 26).
[g¡ El goce y el ejercicio del derecho de propiedad solo pueden verse restringidos en los si
guientes supuestos: a) estar establecidos por ley; b) ser necesarios; c) ser proporcionales,
y d) hacerse con el fin de lograr un objetivo legítimo en una sociedad democrática: STC
Exp. 03258-2010-PA/TC (f.j. 5).
g La seguridad nacional, en tanto fin constitucional, debe ser protegida, no mediante excep
ciones genéricas, vagas, defectuosas o ilegítimas, sino mediante excepciones estrictas que
de modo específico y claro determinen los supuestos en los que aquella pueda ser puesta
en riesgo, en los que se garantice la seguridad de las personas, el riesgo para la integridad
territorial y/o subsistencia del sistema democrático, así como las respectivas actividades
de inteligencia y contrainteligencia; STC Exp. 00005-2013-PI/TC (f. j. 38).
BIBLIOGRAFÍA
AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. “Comentario al artículo 923 del Código Civil”. En: AA.VV. Código
Civil comentado. Tomo V. 6a edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2022; BORDA, Guillermo A. Manual de
Derechos Reales. 4a edición. Perrot, Buenos Aires, 1994; CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Instituciones
de Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I. Editorial Castrillón Silva, Lima, 1952; MAISCH
VON HUMBOLDT, Lucrecia. Los Derechos Reales. 3a edición. Librería Studium, Lima, 1984; PEÑA
BERNARDO DE QUIROZ, Manuel. Derechos Reales. Derecho Hipotecario. 2a edición. Universidad
de Madrid, Madrid, 1986; PU1G BRUTAU, José. Fundamentos de Derecho Civil. Tomo 111. Vol. I.
2a edición. Casa Editorial Bosch, Barcelona, 1974; ROMERO ROMAÑA, Eleodoro. Derecho Civil.
Los Derechos Reales. Tomo I. 2:| edición, Lima; VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil. Derechos
Reales. Tomo II. 511 edición. Temís, Bogotá, 1958.
Artículo 73 Bienes de dominio público
Los bienes de dominio público son inalienables e imprescrip
tibles. Los bienes de uso público pueden ser concedidos a par
ticulares conforme a ley, para su aprovechamiento económico.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 16), 21, 60, 89; C.C.: arte. 136, 885, 886, 923, 925, 954; Ley 26856;
D.S. 01L2019-JÜS: arts. 46.4
(1) El régimen legal general al que aludimos lo encontramos esencialmente en el Texto Único Ordenado de
la Ley N° 29151, Ley General del Sistema Nacional de Bienes Estatales, aprobado por Decreto Supremo
N° 009-2019-VIVIENDA, de fecha 9 de julio de 2019, que contiene la importante modificación del
artículo 3 de la acotada ley, realizada por el Decreto Legislativo N° 1439. Ley del Sistema Nacional de
Abastecimiento, de fecha 16 de setiembre de 2018, relativo al concepto general de ios bienes estatales. A
El artículo 73 de la Constitución se encuentra comprendido en el Capítulo III de la
Propiedad, Título III denominado del “Régimen Económico”, por lo que se advierte que
el tema de los bienes de dominio público se relaciona con el fomento de la economía na
cional. En efecto, en esta parte preliminar se debe mencionar que las entidades públicas,
para el desempeño de sus funciones y cumplimiento de sus objetivos, cuentan, además
de los poderes o potestades jurídicas que el ordenamiento les confiere, con un conjunto
de medios, tales como los caudales, recursos económicos o financieros, que constituyen
la Hacienda Pública®. Los bienes estatales constituyen un componente de esta, cuya ads
cripción a dicha categoría debe ser entendida más por los efectos económicos y financie
ros de su disposición patrimonial, que por sus fines mismos®.
dicha norma se agrega el Decreto Supremo N° 008-2021-VIVIENDA, de fecha 9 de abril de 2021, que
aprueba el Reglamento de la Ley General de! Sistema Nacional de Bienes Estatales.
(2) Por Hacienda Pública se entiende el cúmulo o conjunto de bienes del Estado, muebles e inmuebles, rentas,
impuestos y demás ingresos, destinados a la satisfacción de las necesidades públicas y al progreso nacional.
La Hacienda Pública, e! Fisco o Tesoro Nacional, en expresiones sinónimas habituales, que en tiempos de
las monarquías absolutas se denominaba también Real Hacienda, personifica los derechos y obligaciones
del Estado, sus créditos y deudas, su activo y pasivo, su haber y su debe. Vicie: CAB ANELLAS, Guillermo.
Diccionario enciclopédico de Derecho usual. Tomo IV, He!¡asta, Buenos Aires, 1986, p. 236. En nuestro
Derecho nacional, se establece, en el numeral 17 del artículo 118 de la Constitución Política del Perú, que
corresponde a! Presidente de la República: administrar la hacienda pública.
(3) En doctrina se da cuenta de que el patrimonio del Estado es abordado desde una perspectiva del Derecho
Financiero como un recurso más de la hacienda pública y, desde esta perspectiva, la pertenencia de este
instituto jurídico a esta rama del Derecho se afirma de forma “casi” pacífica. CHINCHILLA MARIN,
Carmen. Bienes patrimoniales del Estado. (Concepto y formas de adquisición por atribución de ley).
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, Madrid, 2001, p. 23. Más adelante esta misma autora
refiere la posición doctrinaria contraria a lo antes expuesto, citando a Calvo Ortega, en el sentido de que
las normas que regulan la obtención y gestión de los bienes patrimoniales de los entes públicos quedan
fuera del Derecho Financiero porque no se encaminan directamente a la citada obtención de recursos
dinerarios, sino que procuran la gestión más conveniente al interés público de tales bienes patrimoniales,
como lo demuestra el hecho de que se prevea incluso la cesión gratuita de estos bienes, siempre que ello
sea conveniente para fines de utilidad pública o de interés social. La adquisición y gestión del patrimonio
no dinerario de los entes públicos está presidida por el principio de la conveniente afectación y no por la
idea de obtención de recursos dinerarios. CHINCHILLA MARÍN, Carmen. Ob. cit., pp. 25 y 26. En ¡o
personal, también nos adscribimos a este último criterio desarrollado, teniendo presente por cierto que,
en específicas actuaciones administrativas, los bienes estatales adquieren una connotación de resultado
dinerario, cuando las potestades de las entidades públicas facultan a disponer activos públicos a título
oneroso, acotando que dicha disposición constituye la excepción de la actuación patrimonial estatal.
(4) Artículo 70.- El derecho de propiedad es inviolable. El Estado lo garantiza. Se ejerce en armonía con el bien
común y dentro de los límites de ley. A nadie puede privarse de su propiedad sino, exclusivamente, por causa
de seguridad nacional o necesidad pública, declarada por ley, y previo pago en efectivo de indemnización
justipreciada que incluya compensación por el eventual perjuicio, Hay acción ante el Poder Judicial para
contestar el valor de la propiedad que el Estado haya señalado en el procedimiento expropiatorio.
cuya regulación esencialmente corresponde al derecho privado y a las leyes conexas
de la materia, mientras que la propiedad estatal “-concretamente, la relacionada con los
bienes de dominio público- se rige por la normativa del derecho público, el que establece
procedimientos reglados®.
Así entonces, es de tener en cuenta que las bases constitucionales sustentan los alcances
de la propiedad privada, entendida como derecho que debe ser tutelado y protegido por el
Estado y el ordenamiento jurídico. Dicho ordenamiento también comprende la regulación
de los diversos tipos de propiedad estatal®. En esa misma línea, la jurisprudencia consti
tucional ha establecido que “el Estado, así como tiene el deber de garantizar la propiedad
privada, tiene también la obligación de proteger y garantizar la propiedad pública. Al res
pecto, y a efectos de la protección de la propiedad, nuestra Constitución no distingue entre
propiedad pública y privada. En efecto, el artículo 70 de nuestra Ley Fundamental, cuando
establece que el derecho de propiedad es inviolable y que el Estado lo garantiza, no solo
se limita a la protección de los particulares, sino también de la propiedad pública”. Agre
ga el Tribunal Constitucional: “Por ello, como ha señalado Pierre Bon, (...) ‘no hay ningu
na razón que impida que la propiedad pública pueda ser tutelada con el mismo fundamen
to que la propiedad privada’. Es por ello que la Constitución no distingue, a efectos de su
protección, entre propiedad pública y propiedad privada, reconociendo la legítima facultad
del Estado para velar también por la propiedad pública. Dicha protección cobra especial
relevancia cuando se trata de recursos naturales, pues de acuerdo con la Constitución (art.
66), estos son patrimonio de la Nación y el Estado es soberano en su aprovechamiento”®.
(5) Se advierte una gran distinción entre la propiedad privada y el dominio sobre los bienes públicos. En la
Constitución de 1993 esta diferencia no es totalmente clara en el texto aunque sí en la ñafio legis y se halla
contenida en los artículos 70 y 73, respectivamente. El artículo 70 trata de la propiedad como un derecho
privado, pertenezca efectivamente a personas de derecho privado o a personas de Derecho Público que
detentan, sin embargo, su propiedad como de Derecho Privado, aunque obedeciendo complementariamente
a ciertas reglas de! Derecho Administrativo. El artículo 73, por el contrario, se refiere a los bienes sobre
los cuales existe dominio público, sean o no de uso público. Aquí dos aspectos conceptuales importan
tes: la diferencia entre dominio y propiedad y la diferencia entre bien de uso público y bien que no es de
uso público. La propiedad es entendida en el Derecho contemporáneo como el poder de usar, disfrutar,
disponer y reivindicar el objeto materia del derecho. El dominio tiene más el sentido de pertenencia a
alguien que ejerce el señorío y ya estos vocablos dan el sentido de pertenencia histórica del concepto.
RUBIO CORREA, Marcial. Estudio do la Constitución Política de 1993. Tomo til, Pondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 362.
(6) A título de anticipación, mencionamos que el actual régimen de los bienes estatales comprende: i) predios
de dominio público; ii) predios de dominio privado; i i i) inmuebles de dominio público y iv) inmuebles
de dominio privado, con la consiguiente división de competencias entre la Superintendencia Nacional de
Bienes Estatales (SBN) y la Dirección General de Abastecimiento (DGA). La administración, registro y
supervisión de los bienes muebles estatales es de competencia de la DGA, conforme al Decreto Legisla
tivo N° 1439 y al Decreto Supremo N0 008-202 l-VIVIENDA, una vez que se encuentre implementada
la correspondiente normativa procedí mental.
(7) Sentencia del Tribunal Constitucional, de fecha l de abril de 2005, emitida en la STC Exp. N° 0048-2004-Pl/
TC, en el proceso de ínconstituctonalidad interpuesto por más de 5,000 ciudadanos, contra los artículos l, 2,
3,4 y 5 de la Ley N“ 28258, Ley de Regalía Minera. Fundamento jurídico 85, tercer y cuarto párrafos. (Nota
del autor: Los datos del autor citado en la STC corresponden a BON, Pierre, “El estatuto constitucional del
derecho de propiedad en Francia". En: Revista Chilena de Derecho Público N" 1, volumen 25, Santiago de
Chile, 1988, p. 545).
En ese contexto, la propiedad estatal, como la propiedad privada, tienen su respec
tivo marco legal y régimen de protección por parte del Estado, a través del ordenamien
to jurídico nacional, con sus respectivas características, prerrogativas y limitaciones^.
En efecto, el Código Civil de 1852, dividido a su vez en Título Preliminar y tres (3) Li
bros, desarrolla en Libro Segundo la temática denominada “De las cosas: Del modo de ad
quirirlas y de los derechos que las personas tienen sobre ellas”. Esencialmente, se aprecia
de esta revisión normativa que este libro regula el régimen jurídico “de las cosas” y bajo tal
esquema conceptual desarrolla sus diversas modalidades. Así entonces, en el artículo 459 se
indica que “son públicas, las cosas que pertenecen a una Nación y cuyo uso es de todos; co
munes las que pertenecen colectivamente a una corporación legalmente reconocida; de par
ticulares, las que pertenecen a una o más personas consideradas individualmente; destina
das al culto, las que sirven para el ejercicio de la religión del Estado y de ninguno, las que no
están en propiedad de nadie o se hallan vacantes”. Se puede concluir de manera inmediata
que la temática de la propiedad estatal en el Código Civil de 1852 se sustenta en la premisa
de que las cosas públicas pertenecen a la Nación, cuyo uso es de todos.
(8) Una alusión al tratamiento equivalente -en cuanto a la intervención de cautela- de la propiedad pública y
la propiedad privada, la encontramos en el artículo 166 de la Caita Magna, cuando refiere que “la Policía
Nacional (...) garantiza el cumplimiento de las leyes y la seguridad del patrimonio público y del privado
(...)”.
De otra parte, el texto inicial del artículo 604 del Código de Procedimientos Civiles
de 1911 prosigue la línea de privilegios procesales a favor del Estado, cuando indica que
“contra la Hacienda Nacional no hay acción ejecutiva”, agregando que “este privilegio no
se extendía a ninguna otra institución”. La Exposición de Motivos de dicha norma daba
cuenta -de acuerdo con la entonces vigente Constitución Política de 1860- que era atri
bución del Congreso reconocer la deuda nacional y señalar los medios para consolidarla
y amortizarla (art. 53 inc. 7), Agrega dicha Exposición que la ley presumía que el Estado
no necesita ser requerido para el pago de sus deudas; que cumple con sus obligaciones en
conformidad a sus facultades y no autoriza a acreedor alguno a embargar en su exclusivo
provecho, las entradas de la Aduana o cualesquiera otros bienes o rentas fiscales, parali
zando la marcha de la Administración y desarrollo de las energías nacionales y compro
metiendo la tranquilidad pública y aun la existencia del Estado00.
El Código Civil de 1936 en su artículo 823 establece que los bienes de uso público
eran inalienables e imprescriptibles. Previamente a ello, el artículo 822 indica que cons
tituyen bienes del Estado, los bienes de uso público. Romero Romana, comentando el ar
tículo antes acotado señala que debió mantenerse la clasificación tradicional de bienes del
dominio público y bienes del dominio privado del Estado y declarar inalienables e impres
criptibles a los primeros, agregando que los bienes de uso público han debido considerarse
como una subdivisión de los bienes del dominio públicoÍW).
El Código Civil de 1984 no aborda la temática de los bienes estatales, menos alguna
regulación acerca de los bienes de dominio público y bienes de dominio privado, salvo una
alusión referida a la prohibición para adquirir bienes estatales por parte de los funcionarios
y servidores públicos00.
(9) GUZMÁN FER.RER, Femando. Código de Procedimientos Civiles. Tomo II. Cultural Cuzco, Lima, 1961,
pp. 64 y 65.
(10) ROMERO ROMANA, Eleodoro. Los Derechos Reales. Editorial PTCM, Lima, 1947, p. 39.
(II) Artículo 1366." No pueden adquirir derechos reales por contrato, legado o subasta pública, directa o
indirectamente o por persona interpuesta: 1.- El Presidente y los Vicepresidentes de la República, los
Senadores y Diputados, los Ministros de Estado y funcionarios de la misma jerarquía, los Magistrados
de la Corte Suprema de Justicia y los del Tribunal de Garantías Constitucionales, el Fiscal de la Nación
y los Fiscales ante la Corte Suprema de Justicia, los miembros del Jurado Nacional de Elecciones, el
Contralor General de la República, el Presidente y Directores del Banco Central de Reserva del Perú y el
Superintendente de Banca y Seguros, los bienes nacionales. 2.- Los Prefectos y demás autoridades políticas,
los bienes de que trata el inciso anterior, situados en el territorio de su jurisdicción. 3.- Los funcionarios y
servidores del Sector Público, los bienes del organismo al que pertenecen y los confiados a su administración
o custodia o los que para ser transferidos requieren su intervención, 4.- Los Magistrados judiciales, los
árbitros y los auxiliares de justicia, los bienes que estén o hayan estado en litigio ante el juzgado o el tribunal
en cuya jurisdicción ejercen o han ejercido sus funciones. 5.- Los miembros del Ministerio Público, los
bienes comprendidos en los procesos en que intervengan o hayan intervenido por razón de su función (.,.).
(12) En el Derecho Romano, la regulación de los bienes públicos es compleja y varía en unos y otros textos
jurídicos. En todo caso, se distinguen dos grandes categorías, por lo que aquí interesa: las res extra
determinados ordenamientos jurídicos, inicialmente, en el Derecho Civil, para poste
riormente ser materia de estudio del Derecho Público. Así pues, la tendencia actual es
que dichos bienes sean objeto de estudio del Derecho Administrativo y que los actos que
recaigan respecto de los bienes de dominio público tengan base legal expresa, pues sus
características especiales están asociadas con las competencias y atribuciones de deter
minadas entidades públicas.
commercium y las res íntra commercium. Entre las que están fuera del comercio de los hombres y por tanto,
no pertenecen a particulares, se encuentran las res divinis iuris (a su vez, res sanctae y res religiosaé) y
las res extra commercium humani inris. Tanto estas cosas, como las divini inris se consideran, en efecto,
res publicas, por oposición a la res privatae, lo que las hace merecedoras de un especial régimen jurídico.
Este régimen jurídico incluye, por lo general, la inalienabilidad e ímprescriptibilidad de las cosas públicas,
que en nuestros días tiene su traducción en el régimen del dominio público. En principio, las respublicae
se consideran propiedad indivisible del pueblo romano, encamado en sus instituciones públicas. Pero
más tarde, dentro de esta categoría se distinguen las res publicae in uso publico, a las que se aplica dicho
criterio, de la res communes ámnium y de las univers¡tales. Las cosas comunes (mares, playas, riberas,
aire) no son, a diferencia de las primeras, propiedad de nadie, estando destinadas ex iure gentium al uso
de todos los hombres, como bienes de la naturaleza. En esta última categoría se encuentra el precedente
de los bienes que algunos considerarán después como el dominio público natural. Por su parte, las res
universitates son las que pertenecen a otras comunidades, como las ciudades. El Derecho Romano conoce
también otra institución de especial interés, la dicatio c¡publicatio, acto solemne mediante el que se declara
por la autoridad competente la inclusión de una cosa entre las públicas, lo que supone asignarle el régimen
jurídico de estas. Esa publificacíón formal, que no es procedente cuando la cosa es de uso público o común
por su propia naturaleza (caso de las res communes omnium), anticipa la figura moderna de la afectación
al dominio público. SÁNCHEZ MORÓN, Miguel (director). Los bienes públicos. (Régimen jurídico}.
Tecnos, Madrid, 1997, p. 22.
(13) PEREZ-ARDA CRIADO, Javier. ‘'Introducción al dominio público”. En: Telecomunicaciones. Estudios
sobre dominio público y propiedad privada. CHINCHILLA MARÍN, Carmen (coordinadora). Marcial
Pons, Madrid. 2000, p. 14.
Así pues, a estas alturas del desarrollo del tema, corresponde señalar que existe una
serie de planteamientos doctrinarios y esquemas conceptuales autorizados, que conlle
van a establecer un entorno conceptual que, a su vez permita una argumentación del ré
gimen jurídico nacional de los bienes de dominio público en el ordenamiento nacional041.
En efecto, el Derecho Público, en su régimen de exorbitancias frente al Derecho Privado,
presenta el régimen de prerrogativa en las relaciones reales0 S), específicamente, los bie-
(14) La doctrina nacional da cuenta de diversos trabajos vinculados a los bienes de dominio público y la juris
prudencia constitucional de los bienes estatales. Así, identificamos los trabajos de DAÑOS ORDÓÑEZ,
Jorge. “Evolución y formación del concepto de bienes del Estado (privados y de dominio público) en el
ordenamiento jurídico peruano”, pp. 495-514 y HUAPAYA TAPIA, Ramón. “El régimen constitucional y
legal de los recursos naturales en el ordenamiento jurídico peruano (una visión desde el Derecho Adminis
trativo de los bienes públicos)”, pp. 395-417, ambos en AA.VV. El dominio público en Europa y América
Latina, red internacional de bienes públicos, LÓPEZ-RAMÓN, Femando y VIGNOLO CUEVA, Orlando
(coordinadores). P' edición. Círculo de Derecho Administrativo - CDA, Lima, 2015; ROJAS MONTES,
Verónica Violeta. “El dominio público. Naturaleza jurídica y elementos”. En: Revista Jurídica del Perú.
Tomo 94, diciembre de 2008, p. 133 y ss.; MENESES GÓMEZ, Alberto. “La aplicación temporal de la
Ley N- 29618 respecto de los procesos de prescripción adquisitiva sobre bienes privados del Estado”.
En: Revista Actualidad Jurídica. N° 224, julio de 2012, pp. 108-114; GONZALES BARRÓN, Günther.
Estudios de propiedad rural, de Derecho Agrario y de Aguas. Jurista Editores, Lima, 2017; SALCEDO
CUADROS, Cario Magno. “Apuntes sobre la competencia territorial y los bienes demaniales de los
gobiernos locales. Comentarios a la STC 0003-2007-PC”. En: Palestra del Tribunal Constitucional. N°
07, año 3, julio de 2008, pp. 65-75; OBANDO FERNÁNDEZ, Marco, “La compraventa directa: figura
emblemática del Sistema Nacional de Bienes Estatales”. En: Revista de Actualidad Jurídica. N° 290, enero
de 2018, pp. 293-319; CHANG CHUYES, Guillermo. “La titularidad de los bienes de la Administración
Pública y sus modos de adquisición”. En: Revista III Convención Estudiantil de Derecho de la Universidad
de Piura. GARCÍA RIVERO, P. (coordinador). Palestra Editores, Lima, 2016, pp. 83-110; VIGNOLO
CUEVA, Orlando. “Una definición alternativa sobre los recursos naturales peruanos”. En: El Derecho
Administrativo como instrumento al servicio del ciudadano. Memorias de! VIH Congreso Nacional de
Derecho Administrativo, Palestra Editores, Lima, 2018, pp. 311-342; ORTÍZ SÁNCHEZ, Iván. Introduc
ción al Derecho Urbanístico. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2017;
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Eduardo. Bienes de dominio público y su régimen de propiedad. Rhodas,
Lima, 2017; ZEGARRA VALDIVIA, Diego. Introducción al Derecho de las Telecomunicaciones. Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2018. Asimismo, se identifican trabajos de
parte del autor JIMÉNEZ MURILLO, Roberto. “El Sistema Nacional de Bienes Estatales y el régimen
jurídico del patrimonio cultural en Perú”. En: AA.VV. El patrimonio cultural en Europa y Latinoamérica.
Instituto Nacional de Administración Pública. LÓPEZ RÁMÓN, Fernando (coordinador). Madrid, 2017;
Comentarios a la Ley y el Reglamento del Sistema Nacional de Bienes Estatales. Estudio y análisis. Insti
tuto Pacífico Editores, Lima, 2019; Propiedad estatal y régimen del patrimonio público. Gaceta Jurídica,
Lima, 2020; y Régimen legal de los bienes estatales. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Colección “Lo esencial del Derecho”, Lima, 2020.
(15) González Pérez presenta el tema de los bienes de dominio público, en el marco de los denominados “de
rechos reales administrativos”. El autor español señala que en 1908, al enfrentarse Harriou con arrét del
Conseil d’Etat, el arrét del 25 de mayo de 1906 (“Ministerio de Comercio, c/ Ferrocarriles de Orleans”),
registraba el giro que se había producido en la jurisprudencia del alto cuerpo consultivo al configurar las
facultades del concesionario sobre los bienes de dominio público. En aquel arrét se hablaba claramente del
derecho exclusivo de goce del concesionario sobre los bienes de dominio público, Y e! Decano deToulouse
no vaciló en proclamar que estábamos en presencia de un auténtico derecho real, que existía toda una ca
tegoría de derechos reales administrativos. Ya en 1900, un civilista, Planiol, al publicar la primera edición
de su Tratado, agudamente había observado que existía un grupo de derechos reales especiales conferidos
a los particulares por la Autoridad Administrativa sobre el dominio público, a los que damos el nombre
de concesiones y que ofrecían la más grande analogía con los derechos reales. Y con anterioridad, dos de
los grandes nombres del Derecho Administrativo -Otto Mayer y Santi Romano- habían intuido la figura.
Pero fue Harriou quien le da su formulación más precisa y poco después la nueva categoría va a lograr
¡a consagración definitiva en una célebre monografía: “La teoría de los derechos reales administrativos”,
nes de dominio público que están fuera del tráfico jurídico por ser esencialmente inaliena
bles, imprescriptibles y no susceptibles de gravamen, esto es, inembargables. Las entida
des públicas competentes para asumir la administración y consiguiente titularidad de los
bienes de dominio público deben mantener fáctica, jurídica y hasta judicialmente, si fuera
el caso, tales características y atributos. Durante muchos años, estas ideas han servido de
base para negar la posibilidad de constituir derechos reales sobre el dominio público. Es
que el derecho real en sí, es incompatible, con aquel régimen especial. De ahí que se con
figurara el “derecho del concesionario” sobre los bienes de dominio público como una es
pecie de derecho de crédito, análogo al de arrendamiento regulado por el Código Civil y
susceptible de ser ejercitado ante la Administración Pública, por estar obligada a respetar
el estatus del concesionario0 6)*.
de Rigaud. A partir de este momento, una acalorada polémica va a surgir en la doctrina de los principales
países del continente europeo sobre la nueva categoría de la ciencia jurídica, que trasciende a nuestros
días. Y así como Pequignot, siguiendo la línea de Harriou, va a admitir la figura en Francia, como en
Alemania la admiten Forsthoff y Koelreuter y en Italia Forti, Zanobini y Ranelleti; en contra levantarán
sus voces autores como Duguit, Berthelemy, Bonnard y Laubadére, que cerrará las páginas de su Manual,
proclamando que trasladar la figura del derecho real al campo del Derecho Administrativo supone, más
que una simple trasposición, una desnaturalización. GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. Los Derechos Reales
administrativos. 2;1 edición, Civitas, Madrid, 1989, pp. 13 y 14.
(16) GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. Ob. cit, p. 21.
(17) SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. Ob. cit, p. 25.
(18) ídem.
Por otra parte, Duguit entiende que los bienes de dominio público no pueden ser, por
su propia naturaleza jurídica (no por la física) susceptibles de propiedad. La vinculación
del Estado con estos bienes no es la típica del propietario, ya que carece de las facultades
propias de este, en particular de la facultad de disposición. El Estado tiene más bien, res
pecto de los bienes de dominio público, un deber de protección y de garantía de la afecta
ción, es decir, del destino que motiva su inclusión en dicha categoría de bienes. El citado
tratadista agrega que mientras las técnicas de protección aplicables a unos y otros bienes
demaniales por el derecho positivo no son las mismas, tampoco a los bienes del patrimo
nio privado se le aplican sin más las normas civiles reguladoras de la propiedad privada.
En realidad, todos los bienes de la Administración están, de una u otra manera, destina
dos a fines de interés público, es decir, a los servicios públicos en sentido lato, lo que de
termina la aplicación a todos ellos de normas de Derecho Público(!9).
V. La afectación (demanialidad)
Los bienes de dominio público cumplen una finalidad especial para cumplimiento de
intereses estatales, lo que instrumentaliza la Administración Pública conforme a sus com
petencias administrativas. Tales bienes conllevan un beneficio a favor de las colectivida
des del país. En esa dinámica, el elemento distintivo para calificar a un bien como perte
neciente al dominio público es la afectación que, según ley, determina la demanialidad.
Los bienes de dominio público tienen un destino, entendido como sinónimo práctico
de afectación (destinación o finalidad). Si el ordenamiento jurídico no establece en su tex
to una afectación específica, ni tampoco los hechos evidencian un destino fáctico, enton
ces no asistimos ante un bien de dominio público, sino técnicamente ante un bien de do
minio privado estatal. La afectación determina el reconocimiento de un bien de dominio
público, la que se manifiesta de diversas formas. El ordenamiento legal no regula expre
samente dichas formas, las que son identificadas de manera indirecta en el marco regla
mentario del régimen general de los bienes estatales, como es la afectación al uso público
y al servicio público(23). La afectación determina la asunción de titularidad de los bienes
demaniales por parte de las correspondientes entidades públicas.
efecto, nuestra legislación nacional también admite excepciones relativas a la disposición de los bienes
de uso público reconocidos como tales por ley expresa, como es el caso de la Ley N° 26856, de fecha
05/09/1996, conocida como la Ley de Playas, que declara a las playas del litoral de la República como
bienes de uso público, inalienables e imprescriptibles (art. 1). La ley considera como zona de dominio
restringido a la franja de 200 metros ubicada a continuación de la franja de 50 metros descrita en el artículo
anterior siempre que exista continuidad geográfica en toda esa área (art. 2). Esta ley admite que un bien de
uso público, específicamente una zona de dominio restringido, puede ser materia de desafectación mediante
decreto supremo refrendado por el ministro de Transportes, Comunicaciones, Vivienda y Construcción y
por el ministro de Defensa (art. 3). Cuando nos referíamos a desafectaciones de antes, la más emblemática,
aunque no menos polémica, es la desafectación aprobada por Resolución Suprema, de fecha 24 de julio de
1945, a favor del Club Regatas Lima, de terrenos (3 lotes) ribereños, en el distrito de Chorrillos, provincia
y departamento de Lima. POWER MANCHEGO-MUÑOZ, Jorge. Constitución y justicia. Andina, Lima,
1984. p. 51.
(22) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. Dos estudios sobre la usucapión en Derecho Administrativa. Tecnos.
Madrid, 1974.
(23) El Reglamento de la Ley General del Sistema Nacional de Bienes Estatales establece que los bienes de
dominio público son destinados al uso público, cuya administración, conservación y mantenimiento
VI. Régimen de protección especial de los bienes de dominio público
El régimen jurídico de protección especial de los bienes de dominio público tiene base
en el artículo 73 de la carta magna. El término ‘son ’ inalienables e imprescriptibles, de
termina la naturaleza jurídica y funcional esencial de los bienes demaniales en relación
con su régimen de protección. Aun cuando el texto no es expreso, la inmunidad determina
que también son inembargables
* 243. El ordenamiento constitucional le confiere un régimen
de inmunidades especiales a este tipo de bienes, lo que determina su indisponibilidad fí
sica y jurídica por parte de los particulares a petición de parte o ante eventuales procesos
judiciales de ejecución. Tal protección también asegura una gestión operativa restrictiva
al interior de la propia administración pública, conservando en todos los casos el domi
nio mismo de los bienes. En síntesis, se trata de bienes indisponibles para los particulares,
quienes ante una eventual acción de apropiación, cualquiera que sea la modalidad, activa
el régimen de protección, sea en sede administrativa o judicial.
1. La inalienabilidad
Los bienes de dominio público tienen un régimen de inmunidad especial respecto de los
bienes de dominio público, La inmunidad de la inalienabilidad constituye la limitación de
la administración para ingresar al tráfico patrimonial los bienes de dominio público
* 253 para
consiguiente transferencia. El fundamento constitucional reside en la conservación física y
jurídica de los bienes de dominio público para cumplir finalidades de desarrollo nacional,
regional o local, en las diversas manifestaciones que permite la intervención administrativa. La
inalienabilidad impide que los agentes privados accedan a un bien de dominio público mediante
un pedido de transferencia a título oneroso o gratuito. La excepción de esta conservación
obligatoria en el dominio estatal es la desafectación administrativa de dichos bienes * 263,
corresponde a una entidad y a! servicio público, en tanto sirven de soporte para la prestación de cualquier
servicio público.
(24) El actual Reglamento de la Ley General del Sistema Nacional de Bienes Estatales (2021), a diferencia
de su precedente (2008), define de manera integral que los bienes de dominio público son inalienables,
imprescriptibles e inembargables (art, 3, num. 3.3).
(25) La doctrina comparada da cuenta de los fundamentos conceptuales de los bienes de dominio público. Así
se señala que “los bienes de dominio público determinan una relación jurídica funcional para construir
un título de intervención administrativa plena, no correspondiéndole al Estado conquistar propiedades,
sino potestades administrativas sobre ellas”. GONZALES GARCÍA, Julio. La titularidad ele los bienes
de dominio público. Marcial Pons, Madrid, 1998, p. 15. Por otra parte, se acota también que “el dominio
público ni impone ni excluye el vínculo de la apropiación o pertenencia privativa, sino que es título de
intervención, un soporte jurídico de potestades, en virtud del cual la Administración regula y ordena ¡a
utilización y aprovechamiento de unos bienes al cumplimiento de un fin de interés público”. CHINCHILLA
MARÍN, Carmen. Ob. cit., p. 97.
(26) La desafectación es la situación jurídica por la que un bien deja de pertenecer al dominio público. La
dcsafectación puede producirse por varias causas y de distintas formas. Un supuesto de desafectación
natural es cuando el cauce de un río queda abandonado por variar naturalmente el curso de las aguas.
Lo normal es que la desafectación requiera un acto expreso, adoptado tras el correspondiente expediente
administrativo. Incluso se requiere expediente y decisión expresa en el caso de terrenos del dominio público
marítimo, deslindados que, por causa naturales, hayan perdido su condición de playa, acantilado o zona
marítimo-terrestre. De esta manera, el ordenamiento pretende tutelar el dominio público, previniendo
figura que por cierto está sujeta a condiciones regladas{27>. Pero mientras tanto, cualquier
decisión administrativa en contrario debe reputarse nula de pleno derecho, pues su objeto
es absolutamente contrario a derecho(2S)*.
28
27
2. La imprescriptibilidad
Los bienes de dominio público tienen una nota de protección especial adicional, la
que precisamente forma parte del régimen jurídico especial de protección. Así, a la inalie
nabilidad como impedimento para adquirir derechos reales de propiedad sobre los bienes
de dominio público, se adiciona la protección de tales bienes por uso, posesión o perma
nencia física por parte de terceros. La indisponibilidad jurídica alcanza ante hechos fác-
ticos o tramitación de procedimientos notariales o judiciales de adquisición de la propie
dad, previa formaüzación de actos de posesión, promovidos por particulares. La pérdida
jurídica del dominio público es incompatible con la eventual inacción de las entidades
frente a eventuales desafectaciones presuntas que pudieran legitimar usurpaciones por particulares.
SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. Ob. cit., p. 44.
(27) El Reglamento de la Ley del Sistema General de Bienes Estatales establece que de manera excepcional
y siempre que el predio haya perdido la naturaleza o condición apropiada para el uso público o para la
prestación del servicio público, puede desafectarse la condición de dominio público del predio, pasando
al dominio privado del Estado para habilitar el otorgamiento de un derecho, previamente calificado como
viable (art. 92, num. 92.1) y que la pérdida de la naturaleza o condición apropiada para el uso público o
para la prestación del servicio público de un predio estatal se evalúa y se sustenta según cada caso, debiendo
analizarse la pérdida de la finalidad pública del predio, en atención a su ubicación, extensión, ámbito, entre
otras características, priorizándose el interés colectivo sobre el interés particular, lo cual es plasmado en
un informe técnico legal (art. 92 num. 92.2).
(28) SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. Ob. cit., p. 73.
(29) La mayoría de veces el término de concesión administrativa designa un contrato administrativo. Pero como
no todas las dificultades están reguladas, por esa razón es posible encontrar contratos administrativos de
naturaleza muy diferente. No obstante, en resumen, tres grandes categorías de contratos administrativos
pueden ser identificados por referencia a los conceptos de servicio público, de obras públicas y dominio
público: las concesiones de servicio público, las concesiones de obras públicas y las concesiones de ocu
pación del dominio público. BON, P ierre. Derecho Administrativo y justicia constitucional. 1.a edición.
Palestra Editores, Lima, 2016, p. 73.
públicas titulares o por desidia ante la permisibilidad de una ocupación física de particu
lares en bienes demaniales, como puede ser el caso de posesiones ilegítimas en terrenos o
inmuebles calificados como patrimonio cultural o extensiones en las que se realizan obras
de infraestructura. En ningún caso, una autoridad administrativa, notarial o judicial, está
habilitado para otorgar derechos reales a tales posesionarios.
La imprescriptibilidad tiene sus bases en los alcances del destino o afectación, es de
cir, que una posesión prolongada de un particular no puede privar ni extinguir per se el
destino del uso público o la afectación al servicio público de toda una comunidad.
(30) El ordenamiento jurídico nacional no admite !a figura de res nullius inmobiliarius, pues ios bienes inmue
bles que no son de nadie pertenecen al Estado, en tanto cumplan con previos procedimientos reglados
para descartar que los mismos puedan tener titularidad registral a favor de particulares. La res nullius solo
opera para las cosas muebles. Respecto de los bienes inmuebles que no tienen dueño cierto o conocido, la
doctrina se ha encargado de ofrecer la correspondiente clasificación, entre la cual se establece que las cosas
que no son de nadie por ley pertenecen al Estado. VARSl ROSP1GLIOSI, Enrique. Tratado de Derechos
Reales. Parte general. Tomo I. Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2017, pp. 45-46.
(31) El artículo 950 del Código Civil indica “que la propiedad inmueble se adquiere por prescripción mediante
la posesión continua, pacífica y pública como propietario durante diez años. Se adquiere a los cinco años
cuando median justo título y buena fe”. El Código Civil regula, entre otros aspectos, las relaciones jurídicas
que derivan de la propiedad privada, por lo que en ningún caso la disposición glosada podría ser invocada
para justificar una prescripción de un bien de dominio público, por contar con una protección constitucional.
Pero si la autoridad tiene dudas y se inclina a priori por un razonamiento jurídico civilista, el artículo IX
del Título Preliminar es categórico cuando señala que las disposiciones de dicho código no son aplicables
cuando la naturaleza del objeto regulado sea incompatible con otras normas del ordenamiento jurídico,
como sucede en el presente caso.
(32) Citado por DE REYNATART1ÉRE, Gabriel. “Derechos reales administrativos y publicidad registral”. En:
AA.VV. Dominio público. Naturaleza y régimen délos bienes públicos. DE REYNATARTIÉRE, Gabriel
(coordinador). Heliasta, Buenos Aires, 2009, p. 498.
La imprescriptibilidad constituye, pues, un atributo de inmunidad que la Constitución
Política confiere a los bienes de dominio público. Como todo privilegio jurídico, este tie
ne que emanar expresamente del orden constitucional y legal, que no puede (no debe) ser
extrapolado por ley a los bienes de dominio privado. Esta opinión la fundamentamos, ade
más, en los términos esenciales de la Sentencia de fecha 30 de enero de 1997(33), cuando
señala que “el artículo 73 de la Constitución Política del Estado establece, que los bienes
de dominio público son inalienables e imprescriptibles, deduciéndose de ello, que no go
zan de aquellas inmunidades los bienes que conforman el patrimonio privado del Estado”,
así como cuando acotó que “la Ley N° 26599 (norma cuestionada en el proceso de acción
de inconstitucionalidad) que modificó el artículo 648 del Código Procesal Civil, otorgó a
los bienes de dominio privado aquella inmunidad que la Constitución otorgó únicamente
a los bienes de dominio público”. (El énfasis es nuestro).
Los agentes privados, en los casos específicos en los que puedan ser poseedores de te
rrenos de dominio privado estatal, desde la vigencia de la ley comentada no pueden obte
ner reconocimiento notarial, ni judicial a través de los procedimientos de prescripción ad
quisitiva respecto de inmuebles estatales, pues la ley actual los declara imprescriptibles.
La norma señala que, en esos casos, debe proceder la venta directa, conforme a la Ley del
Sistema Nacional de Bienes Estatales, aplicable a todas las entidades estatales. Ahora bien,
en cuanto a las competencias notariales, resulta categórico que tal indisponibilidad legal
le es oponible a los Notarios Públicos de manera directa, en cuanto a las prescripciones
cuyo cómputo del plazo se inicie a partir de la vigencia de la norma legal.
En el marco del ordenamiento jurídico nacional, cabe agregar que, finalmente, ante la
interposición de demanda de inconstitucional idad por el Colegio de Notarios de San Martín
contra la antes acotada norma legal, mediante sentencia de fecha 10 de setiembre de 2019,
recaída en el Expediente N° 0014-2015-PI/TC, el Tribunal Constitucional declara infunda
da en mayoría con cuatro votos a favor y tres votos singulares en minoría, por lo que con
siguientemente, la Ley N° 29618 constituye una norma vigente en sus propios términos.
3. La inembargabilidad
La formulación de la inembargabilidad se realiza con carácter excepcional, en rela
ción con todos los bienes de dominio público, como una exención jurisdiccional derivada
de la separación entre la Administración Pública y la Justicia. El fundamento de la inem
bargabilidad se sitúa en el principio de autotutela de la Administración y del cumplimien
to de sus fines, a propósito de los deberes de actuación a su cargo para lograr el bien co
mún de las colectividades.
(35) Es materia de discusión si hay o no hay un derecho de propiedad sobre las cosas de dominio público, inevi
tablemente ocurre otro tanto respecto de las relaciones jurídicas reales que se ejercen sobre estas. A saber,
¿el Estado puede ser considerado poseedor? Esta pregunta tendría fácil respuesta para quienes opinan, según
la corriente de que el Estado ejerce un derecho de propiedad sobre los bienes de dominio público, propiedad
pública, pero propiedad al fin, refiere adhiriéndose a esa corriente el autor argentino Boque. Agrega que, si el
Estado es propietario, será también poseedor, posesión que está vedada para los terceros, no para el Estado.
Así pues, el Estado como propietario (de los bienes de dominio público) es poseedor, aun cuando su uso y
goce normalmente lo ejerzan los particulares. BOQUE, Roberto. “Las relaciones reales administrativas”. En:
AA.VV. Dominio público. Naturaleza y régimen de los bienes públicos. DE REYNATARTIÉRE, Gabriel
(coordinador). Heliasta, Buenos Aires, 2009, p. 284. Como se podrá advertir de la glosa antes citada, pero
sobre todo de sus alcances, la posesión es admitida para los bienes de dominio público, al margen de la teoría
a la que se adhiera el ordenamiento jurídico correspondiente, esto es, si se refiere a derecho de propiedad
o a titularidad estatal. El tema central radica en que posesión e imprescriptibilidad son conceptos y figuras
jurídicas compatibles con la titularidad que ejerce el Estado respecto de los bienes de dominio público, mas
no sobre los bienes de dominio privado, pues si se afirma para estos bienes de uso privativo que el Estado
puede ejercer posesión con la inmunidad de la imprescriptibilidad, entonces, concluimos que los bienes de
dominio privado también son bienes de dominio público, lo que resulta una antítesis.
Así entonces, conocidas las características principales de los bienes de dominio pú
blico, corresponde establecer cuál debe ser la posición más acorde con el sistema consti
tucional nacional acerca de la inembargabilídad, En efecto, siguiendo a Villar Palasí, indi
camos que “el dominio público, antes que un conjunto de bienes, lo que representa es un
soporte jurídico de potestades, un título jurídico de intervención que permite a la adminis
tración titular estar en posición jurídica hábil para disciplinar las conductas de quienes uti
lizan las cosas calificadas como públicas, ordenándolas de acuerdo con las exigencias de
los intereses generales. Más concretamente, el dominio público no interesa como propie
dad, sino como justificación para que la ley atribuya determinadas facultades, con lo cual
el Derecho Privado no llega a absorberlo<36). Con ello, este criterio se aparta de aquel que
indica el rol de propietario del Estado de los bienes de dominio público{37).
El actual texto constitucional alude a los bienes de dominio público y los bienes de
uso público. La conexión de la utilidad de los bienes de uso público en el contexto de las
actividades económicas tiene referencia en el artículo 58 de la Constitución Política, cuando
se indica que el Estado orienta el desarrollo nacional y actúa en las áreas de servicios
públicos e infraestructura. En esa línea de razonamiento, conviene indicar que el uso
público se sustenta, en principio, sobre un presupuesto de potencial y/o actual utilización
que realiza la colectividad en su conjunto, mediante el aprovechamiento indeterminado
de bienes estatales que tengan esta característica. Ese presupuesto de hecho es, en unos
casos, consecuencia del modo de ser del propio bien: el mar, los bosques, las praderas,
la atmósfera. En otros casos, es producto de las necesarias obras de transformación de la
realidad física, como ocurre en el caso de las carreteras o las vías urbanas. Pero en todo
caso, eí bien de que se trate cubre una necesidad común, una necesidad sentida por todos
los integrantes de una determinada colectividad. Teniendo en cuenta estos dos requisitos,
el derecho positivo o la Administración Pública con base en el ejercicio de sus potestades,
otorga a determinados bienes de un destino o afectación: uso general, uso público por
todos y para todos(3S).
(36) MORRE.L OCAÑA, Luis. Apuntes de Derecho Administrativo. Dominio público. Bienes patrimoniales.
Régimen administrativo de la propiedad privada. Universidad Complutense, Madrid, 1989, p. 19.
(37) Ño deja de llamar la atención el comentario sobre la autonomía del Derecho Administrativo, por el cual se
indica que el Estado ejerce sobre los bienes que lo integran (del dominio público) una verdadera relación
dominical, no una simple función de vigilancia o tutela: sobre tales bienes posee la Administración la acción
reivindicatoría, que solo a los propietarios corresponde como exteriorización directa de la misma esencia del
derecho de propiedad. La afectación, condiciona todo el régimen demanial que presenta siempre esta vertiente
ideológica determinante. MARTIÑ-RETORTILLO BAQUER, Sebastián. Ob. cit., p. 52-53. Respecto de
la acción reivindicatoría, el Estado en cualquiera de sus niveles administrativos podrá ejercer la capacidad
procesal de recuperación de los bienes de dominio público, lo cual no es incompatible con las potestades
administrativas que ejercen sobre dichos bienes. En efecto, tanto los bienes de dominio público, como los
bienes de dominio privado, son plena y eficazmente reivindicables, pues si se piensa que para reivindicar
hay que ostentar un título de propiedad convencional, oponemos el argumento el título del dominio legal,
que solamente lo puede formular el Estado para defender y cautelar los bienes de dominio público.
(38) MORELL OCAÑA, Luis. Ob. cit., p. 52.
el actual Reglamento de la Ley General del Sistema Nacional de Bienes Estatales del
2021 ya lo incorpora conjuntamente con la inalienabilidad e imprescriptibilidad. Cabe
acotar que la legislación reconoce esta inmunidad en otros bienes demaniales(39). En
este contexto, reiteramos que los bienes de dominio público no pueden ser materia de
medida cautelar, gravamen contractual o liquidación por mandato judicial, en procesos
en los que el Estado es deudor, pues se privilegia su permanencia en la esfera estatal. Los
bienes del demanio no pueden respaldar deudas del Estado en general ni de las entidades
públicas en particular, cuando son estas las que tienen la administración de dichos bienes,
pues ante esa posibilidad tales deudas pueden ser respaldadas por los bienes de dominio
privado en un eventual proceso de ejecución judicial00*. La ínembargabilidad constituye
elemento constitutivo de la autotutela administrativa, al defender y promover el interés
general. Podemos señalar que la ínembargabilidad es síntesis de la inalienabilidad y de la
imprescriptibilidad, pues si los bienes del demanio no pueden ser vendidos ni gravados,
así como tampoco pueden ser perdidos por prescripción adquisitiva promovidos por los
particulares, consecuentemente, no pueden ser materia de venta y liquidación por parte de
terceros, sobre la base de una ejecución judicial00.
(39) Es el caso de la Ley N° 27943, Ley del Sistema Portuario Nacional, que establece que los bienes de dominio
público portuario, son imprescriptibles, inembargables e inalienables (art. 10, num, 10.1).
(40) ABAD YUPANQUI, Samuel. “Cuando el Estado no cumple: El difícil camino para ejecutar una sentencia
en los procesos contencioso-admínistratívos”. En: AA.VV. El Derecho Administrativo y la modernización
del Estado peruano. Grijley, Lima, 2008, p. 17.
(41) Se señala que al ser la “titularidad pública” el único fundamento de la ínembargabilidad, todas las declara
ciones de este primer grupo tendrán como objeto exclusivo de su previsión a bienes y derechos públicos.
Es decir, no solo incidirán sobre estos, cuales supuestos integrantes del primer bloque referido, sino que
además tai objeto será en este caso exclusivo, por cuanto solo los bienes o derechos de titularidad pública
-nunca los privados-podrán resultar afectados por tales normas. Ello es obvio, dado que el criterio seguido
en todas ellas para la exclusión del embargo es la pertenencia a una concreta administración pública de lo
declarado inembargable. BALLESTEROS MOFEA, Luis Angel. Inembargabilidad de bienes y derechos
de las Administraciones Públicas. Colex, Madrid, 2000, p. 80.
lo que en el caso de las playas del litoral ha sido plasmado en la Ley N° 26856; dicha
competencia, por cierto, no puede ser ejercida por una corporación municipal, puesto que
ella está limitada a las atribuciones y competencias que la Constitución y la Ley Orgánica
pertinente establecen”. Agrega inmediatamente que “por consiguiente, si ya existe una
norma general que regula el uso y disfrute de las playas del litoral peruano, a través de
una ordenanza no se puede pretender establecer una legislación que, bajo el pretexto de
ratificar o complementar, introduce una distorsión que no solo afecta al ordenamiento
jurídico, al pretender hacer uso de una competencia que no le corresponde, sino que,
además, modifica lo que la autoridad competente ha establecido sobre el particular, puesto
que la Ley N° 26856 en ningún momento establece que la zona intangible de las playas
del litoral tenga una extensión de 250 metros, como se ha observado en los párrafos
precedentes, De donde resulta que la emplazada, al actuar contraviniendo una norma general
ordinaria, indirectamente ha afectado el sistema competencial previsto en la Constitución,
pues el legislador originario para implementar el desarrollo legislativo que el texto
constitucional requiere es el Congreso de la República. Consecuentemente, dicho
extremo resulta inconstitucional^ ” (f. j. 5) (el énfasis es nuestro).
Por otra parte, se debe tener en cuenta que la mayoría de constituciones políticas que
han abordado el tema de la propiedad estatal, concretamente el de los bienes de dominio
público, han hecho referencia a que su regulación es “conforme a ley”. Por lo demás, el
régimen jurídico especial implica que cada tipo de bien de dominio público<43) debe estar
regulado conforme a su naturaleza jurídica y física, en ese orden.
(42) La sentencia en comentario: "Declara fundada, en parle, la demanda de inconstitucional idad interpuesta;
en consecuencia, declárase inconstitucional el artículo 2 de la Ordenanza Municipal N^OIS^OOS-MOM.
asi como las referencias contenidas en los artículos 3 y 4, y cuyo tenor es: "y que mediante la presente
resolución son declaradas intangibles” y "que mediante esta disposición han sido declaradas intangibles”,
respectivamente, las cuales deben ser suprimidas, manteniendo el resto de dichos artículos su vigencia” y
“Declara infundada la demanda en lo demás que contiene”.
(43) Entre las diversas clasificaciones que admiten los bienes de dominio público tenemos a los bienes de
dominio público natural (playas), dominio público artificial (edificios, sedes de instituciones públicas),
dominio público viario (carreteras), dominio público portuario (puertos nacionales y regionales), dominio
público cultural (patrimonio histórico), entre otros más. Cada tipo de estos bienes son regulados por leyes
especiales, con el consiguiente otorgamiento de competencias a las entidades públicas a cargo de su
administración y titularidad.
(44) Dictamen N“ 047-89-MP-FS-CA. de fecha 20/04/1989 y Sentencia de la Corte Suprema de la República, de
fecha 14/02/1990: Cas N° 1157-2002-Lambayeque. de'fecha 19 de mayo de 2004: STC Exp. 4685-02, de
fecha 12/02/2003; Cas. N" 2764-2001-Lambayeque, de fecha 20/04/2004. entre otras resoluciones judiciales.
a continuación se aborda, lo iniciamos a propósito de la acción de inconstitucionalidad
interpuesta contra la Ley N0 26599, que modifica el artículo 648 del Código Procesal Civil
de 1992, agregándole el inciso 1, por el cual se establece que los “bienes del Estado” eran
inembargables(43). La Ley acotada, en todo caso, estableció un privilegio que fue más allá de
la lógica del desarrollo procesal antes indicado y por ello, la acción de inconstitucionalidad
se hizo inevitable.
(45) Acerca de la inembargabilidad se identifican antecedentes legislativos. En efecto, de la revisión del Có
digo de Enjuiciamientos Civiles de 1852 se puede verificar que dicho Código contemplaba en la Sección
Quinta “De los Juicios Extraordinarios” el del Juicio Ejecutivo, en el respectivo Título 1. Así, pues, en
la secuela de esta clase de procedimientos, el artículo 1144 establecía lo siguiente: “Articulo 1144.- El
escribano procederá en seguida a cumplir el mandamiento y al efecto, requerirá en persona al deudor: 1
Para que pague la deuda. 2 Para que si no paga, señale bienes que sean bastantes a satisfacer la deuda y
las costas”. Por su parte el artículo 1146 agregaba que “si notificado el deudor no paga inmediatamente o
si no puede ser habido para la notificación, procederá el escribano a embargar los bienes del deudor en el
orden siguiente: 1. Los bienes especial mente hipotecados 2. Los muebles; 3. Los raíces y 4. Los derechos
y acciones”. Lo más interesante se presenta en el ámbito de las restricciones del embargo. En efecto, el
artículo 1153 del Código comentado estableció lo siguiente: “Artículo ! 153.-No puede trabarse embargo:
1Por deuda de los pueblos, en cosas públicas y destinadas al uso común. 2.- Por deuda de la Iglesia, en las
cosas destinadas al culto, 3.- (...), 4.- (.,.), 5.- (...)”. Curiosamente, el artículo 1203 -contenido en el Título
“De los juicios coactivos de apremios de pago”- estableció que se cobraban por apremio y pago las deudas
a favor del Estado, ya sea provenientes de depósitos en almacenes de aduana o de pagarés firmados por
los comerciantes de lo que adeudan por derechos impuestos sobre las mercaderías (1), de contribuciones
ordinarias debidas cobrar (2), de arrendamientos o remates hechos de los bienes o rentas nacionales (3) y
por especies valorizadas, que se recibieron con cargo de venderlas (5). Es decir, que el contexto procesal
de la época ya marcaba una seria distinción de privilegio entre las acreencias que los particulares tenían
con el Estado y viceversa, siendo este último escenario el que presentaba ventajas para este, sin la equidad
de derecho correspondiente. De todos modos, se vulneraba ya los mínimos criterios de igualdad entre los
sujetos de derecho ante una misma situación, como era la realización de un crédito.
(46) La Ley N” 26599 agregó el inciso 1 al texto original del Código Procesal Civil. El texto original de dicho
cuerpo normativo no establecía privilegio procesal alguno a favor del Estado; más aún, estructuralmente el
artículo 59 del acotado Código indicaba desde su entrada en vigencia que el Estado y sus dependencias se
sometían al Poder Judicial “sin más privilegios que los expresamente señalados en este Código”, a lo que
agregaba la Segunda Disposición Complementaria que “quedan suprimidos todos los privi legios en materia
procesal civil a favor de! Estado, el Gobierno Central y los Gobiernos Regionales y Locales”. Finalmente,
en este contexto normativo auspicioso, no deja de llamar la atención la parte pertinente del artículo 616 del
CPC cuando indica que “no proceden medidas cautelares para futura ejecución forzada contra los Poderes
Legislativo, Ejecutivo y Judicial, el Ministerio Público, los órganos constitucionalmente autónomos, los
Gobiernos Regionales y locales y las universidades. En todo caso, este privilegio se funda en un criterio
de razonabilidad, a su vez basado en la presunción de solvencia del Estado para atender una determinada
acreencia, reconociendo que en la práctica la premisa legal se torna complicada para la parte ejecutante.
Los demandantes argumentan que la Ley acotada vulnera la Constitución Política del
Estado por transgredir los preceptos siguientes: i) el derecho de la igualdad ante la ley, el
principio de observancia al debido proceso y tutela jurisdiccional; ii) el principio de in
dependencia de la función jurisdiccional y iii) los alcances de inalienabilidad de los bie
nes del Estado.
El Tribunal Constitucional señala que “los bienes del Estado se dividen en bienes de
dominio privado y bienes de dominio público; sobre los primeros el Estado ejerce su pro
piedad como cualquier persona de derecho privado; sobre los segundos ejerce administra
ción de carácter tuitivo y público”. Agrega que “el artículo 73 de la Constitución Política
del Estado establece, que los bienes de dominio público son inalienables e imprescripti
bles, deduciéndose de ello, que no gozan de aquellas inmunidades los bienes que confor
man el patrimonio privado del Estado”. Asimismo, “la Ley N° 26599 que modifica el ar
tículo 648 del Código Procesal Civil ha otorgado a los bienes de dominio privado aquella
inmunidad que la Constitución otorgó únicamente a los bienes de dominio público”. El
Tribunal Constitucional añade que “de continuar vigente la Ley, en cuanto se refiere al
inciso primero, daría lugar a que no exista una seguridad jurídica, ya que vano sería ac
cionar contra el Estado, que de ser vencido no se le podría ejecutar la sentencia por exis
tir esta protección a su favor, esto daría lugar para pensar o creer, con fundamento, que la
persona que entable demanda al Estado no tiene derecho a una tutela jurisdiccional efec
tiva; y no habría una igualdad de condiciones, y se presentaría una credibilidad dudosa
para el cumplimiento de las sentencias”.
(47) En efecto, a! año 1997 rige aún el Decreto Supremo N° 025-78-VC, Reglamento de Administración de la
Propiedad Fiscal, vigente hasta el 18 de julio de 2001, a partir de cuya fecha rige el Reglamento General
de Procedimientos Administrativos de los Bienes de Propiedad Estatal, aprobado por Decreto Supremo
N° 154-2001-EF, el que sí establecía expresamente los alcances y consiguientes diferencias entre bienes
de dominio público y bienes de dominio privado. Actualmente está vigente el Reglamento de la Ley del
Sistema Nacional de Bienes Estatales, aprobado por Decreto Supremo N° 008-2021-VIVIENDA.
dominio público, en contraposición de los bienes de dominio privado que sí pueden ser
materia de alguna medida precautoria en el ámbito procesal, los que consecuentemente
son susceptibles de garantizar la realización de un pago. Es de resaltar que el artículo 73
de la Constitución no refiere expresamente a la inembargabilídad como elemento consti
tutivo de los bienes de dominio público. Recordemos que cuando abordamos conceptual
mente el tema de la inembargabilídad, se señala que esta constituye una nota constitutiva
de la autotutela administrativa, por la cual se defiende y promueve el interés general, por
lo que resulta una síntesis de la inalienabilidad y de la imprescriptibilidad.
Como argumento de la acción de inconstitucionalidad contra la Ley N° 26599, se
establece que la ley impugnada vulnera el derecho a la igualdad a la ley, el principio
a la observancia del debido proceso, el derecho a la tutela jurisdiccional, el principio
de independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional, la concepción del Estado
Democrático y los alcances de la inalienabilidad de los bienes del Estado. El eje central
de la interposición de esta acción, es sin lugar a dudas, cuestionar el extremo de la
inembargabilídad de los bienes del Estado y todas las consecuencias jurídicas que dicho
privilegio exorbitante para “todos los bienes del Estado” conlleva en la relación jurídica
de los administrados con la Administración. En síntesis, podemos aseverar que se ventila
indirectamente una desviación de poder a través de la norma impugnada. Las instancias
concretas de poder son simples “órganos del Estado” y la relación entre estos y los
ciudadanos será jurídica, solo en la medida en la que el Estado-Soberano se autolimite por
un acto libre de voluntad y les atribuya (o les reconozca, si se quiere, la fundamentación
iusnaturalista nada pone ni quita al fundamento real de su validez) un repertorio de derechos
que les asegure un ámbito propio de libertad. Si lo hace será Estado de Derecho y su
Constitución fuente de Derecho en sentido propio; si no lo hace, su Constitución no será
fuente de Derecho porque al no imponer limitaciones al Estado, no engendra derechos para
los súbditos, pero no por ello será menos Constitución08). Consecuentemente, al Tribunal
Constitucional solamente le corresponde realizar el juicio de los valores constitucionales,
según la expresión normativa y de sus correspondientes fines48 (49)50
.
La finalidad principal de la pretensión formulada en el proceso de inconstitucionalidad
es establecer que los únicos bienes embargables son los bienes de dominio privado estatalí50),
(48) RUBIO LLORENTE, Francisco. Laforma delpoder. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1993, p. 84.
(49) BARBOSA MOR EIRA, José Carlos, en el artículo “Efectos de la declaración de la inconstitucionalidad de
una ley por el Supremo Tribunal Federal Brasileño” indica que: “(...) verificación de la compatibilidad
(o de la incompatibilidad) entre la ley y la Constitución forma el objeto mismo del juzgamiento. Ningún
pleito relativo a tal o cual conflicto individualizado de intereses está sometido a la apreciación del Tribunal.
Lo único que se le pide es que declare que una norma es (o no es) compatible con la Constitución”. En:
Themis, Revista de Derecho. Segunda época, N° 43, Lima, 2001, P- 14.
(50) Anticipamos los alcances de la sentencia del Tribunal Constitucional, de fecha 29 de enero de 2004
(Exp. N° 015-2001-AI/TC, Exp. N° 016-2001-Al/TC y Exp. N° 004-2002-AI/TC), por la cual declara
inconstitucional el artículo 2 de la Ley N° 26756, en la parte que contiene el adverbio “solo”, quedando
subsistente dicho articulo 2 con la siguiente redacción: “Son embargables los bienes de! Estado que se
incluyan expresamente en la respectiva ley” y que declara la inconstitucionalidad de la expresión “única
y exclusivamente” del artículo 42 de la Ley N“ 27584, modificado por el artículo 1 de la Ley N" 27684,
quedando subsistente dicho precepto legal con la siguiente redacción: “Las sentencias en calidad de cosa
juzgada que ordenen el pago de suma de dinero, serán atendidas por el Pliego Presupuestario en donde se
generó la deuda, bajo responsabilidad del Titular de Pliego y su cumplimiento se hará de acuerdo con los
excluyendo de manera indubitable a los bienes de dominio público. El panorama se
esclarece, por lo que en adelante el ordenamiento jurídico no debe admitir otra ley análoga
por la cual “todos los bienes estatales son inembargables”.
Es a la doctrina especializada, a la que le corresponde dar cuenta de los respectivos
criterios para orientar y definir si el dominio público se identifica con el derecho de
propiedad o con la titularidad que se ejerce respecto de determinados bienes estatales(5i).
En nuestro ordenamiento jurídico nacional, se adopta el criterio de la titularidad pública,
entendida como poder de intervención estatal para con los bienes de dominio público. En
este aspecto el Reglamento de la Ley del Sistema Nacional de Bienes Estatales señala que
respecto de los bienes de dominio público “el Estado ejerce su potestad administrativa,
reglamentaria y de tutela conforme a ley”. Ello implica que el Estado, en ejercicio de su
título de intervención, administra, reglamenta y cautela los bienes de dominio público en la
esfera patrimonial estatal. No se trata que el Estado regule y cautele los bienes de dominio
público como “sus bienes”, sino más bien, que los trate conforme a su naturaleza jurídica
y en beneficio de la respectiva comunidad. Así pues, no porque la normativa otorgue más
niveles de intervención y gestión, dichos bienes serán mejor cautelados y reglamentados.
Opinamos que la mayor protección se advertirá del ejercicio efectivo de las competencias
de las entidades titulares, más que por el mayor dictado de normas y reglamentos(i2).
Así entonces, a partir del reconocimiento constitucional de los bienes de dominio pú
blico y de los efectos de la comentada sentencia del Tribunal Constitucional, se puede ad
vertir algunos elementos fundamentales para configurar su régimen jurídico, como son el
reconocimiento del carácter inalienable, imprescriptible e inalienable y el principio de le
galidad para conceder a los particulares la autorización para su aprovechamiento econó
mico mediante la concesión. La disposición constitucional comentada aun cuando no es
tablece expresamente el principio de reserva de ley para regular el régimen jurídico de los
bienes de dominio público, esta se deriva de la propia cláusula constitucional y de la ju
risprudencia constitucional antes referida (STC Exp. N° 0043-2004-AI/TC, de fecha 24
de octubre de 2005).
(53) Artículo 1.- Los recursos públicos no pueden ser destinados a fines distintos de ios que establece la Ley,
incluyendo aquellos depositados en las cuentas de las entidades del Sistema Financiero Nacional, bajo
responsabilidad.
Artículo 2.- Cuando las entidades del Sector Público Nacional hieren conminadas, mediante mandato
judicial, a la entrega de suma de dinero, el titular del pliego o el órgano que haga sus veces dispondrá el pago
correspondiente conforme al mandato judicial, siempre que hubiere disponibilidad presupuestaria para tal fin.
Artículo 3,-Transcurridos seis meses de la notificación judicial, sin haberse cumplido el mandato, el Titular
del Pliego Presupuestal o el órgano que haga sus veces presentará al juez correspondiente alguna modalidad
de pago que dé cumplimiento al fallo de acuerdo a la disponibilidad de la hacienda pública, en caso el
cumplimiento de la sentencia pueda producir grave trastorno económico a la gestión de la entidad. El juez
correrá traslado a la otra parte en un término de 5 días. En caso de que la otra parte no esté de acuerdo con
la modalidad propuesta, la entidad, bajo responsabilidad funcional de su más alta autoridad individual o
colegiada, preverá en sus subsiguientes presupuestos institucionales anuales, en armonía con la Norma I
de la Ley N° 27209, los fondos necesarios para la atención progresi /a de los adeudos que se originen en
mandatos judiciales, consentidos y ejecutoriados, que se encuentren en calidad de cosa juzgada,
(...)
Artículo 5.- Los procesos judiciales actualmente existentes, en trámite o en ejecución de sentencia, se
someterán al procedimiento establecido en el presente Decreto de Urgencia,
(54) Por su parte, con fecha 12 de noviembre de 2001, el Defensor del Pueblo (e) interpone demanda de
inconstitucionalidad contra el Decreto de Urgencia N° 055-2001, alegando que dicha norma atenta contra
los derechos de igualdad ante la ley y de tutela judicial efectiva, al otorgar un privilegio irrazonable al
Estado cuando este es emplazado judicialmente. Entiende que al persistirse en tratamientos excepcionales
favorables a las entidades públicas, se convierte en ilusorio el derecho de los justiciables aúna tutela judicial
efectiva. Agrega que si bien el citado Decreto pretende establecer un procedimiento para hacer efectivo el
cumplimiento de las sentencias judiciales emitidas contra el Estado consagra reglas, que podrían mantener
una situación de desigualdad procesal cuando el Estado sea el obligado a acatar una sentencia.
(55) Fundamenta su demanda en las siguientes consideraciones: El artículo 1 de la Ley N° 27684 ha sustituido
al artículo 42 en sus 4 numerales de la Ley N° 27584, que regula el Proceso Contencioso-Adminístrativo,
restituyendo al Estado el privilegio de condicionar el acatamiento de sentencias judiciales, a) El artículo
42.1, tal como ha quedado redactado según el dispositivo impugnado, resulta contrario al principio de
independencia de la función jurisdiccional, puesto que condiciona el cumplimiento de una sentencia a la
disponibilidad presupuestal, limitando con ello la facultad jurisdiccional de hacer cumplir sus sentencias.
Asimismo, considera que dicho privilegio estatal vulnera el principio de igualdad ante la ley, pues los
particulares no gozan de él. Por último, resulta opuesto al principio de intangibilidad de la cosa juzgada,
al reiterar el mismo criterio de la Ley N° 26599 y la Disposición Transitoria Única de la Ley N° 26756,
que, en su momento, fueron dejadas sin efecto por el Tribunal Constitucional, b) El artículo 42.2 resulta
violatorio del principio de independencia de la función jurisdiccional, pues pretende establecer una
prioridad distinta a la sentenciada por el juez en materia de obligaciones. Asimismo, vulnera el principio
de eficacia de la cosa juzgada, al dejar librada a la voluntad del obligado la decisión de habilitar o no la
partida correspondiente, c) El artículo 42.3 vulnera igualmente el principio de independencia de la función
jurisdiccional al establecer sobre el administrador la facultad de decidir la forma y el plazo para acatar una
sentencia judicial. Es, además, contrario al principio de igualdad ante la ley, al señalar para la deuda pública
de la Ley N° 27584, solicitando que se declaren inconstitucionales sus artículos 1 y 2(S6),
y que la presente se resuelva e integre con la demanda de ínconstitucionalidad interpuesta
precedentemente contra el Decreto de Urgencia N° 055-2001.
La sentencia señala: “Es preciso insistir en que la inexistencia de una ley especial que
determine qué bienes del Estado son embargables, no supone que el juez de ejecución y el
órgano administrativo correspondiente no puedan dictar o ejecutar embargos sobre bienes
del Estado. Por el contrario, la inexistencia de una ley especial que fije qué bienes son em
bargables, impone en ambos órganos públicos un deber especial de protección del derecho
a la ejecución de las resoluciones judiciales. En efecto, la procedencia del embargo sobre
bienes del Estado, sean estos muebles o inmuebles, no debe tener más límite que el hecho
de tratarse, o tener la condición, de bienes de dominio público, por lo que corresponde al
juez, bajo responsabilidad, determinar, en cada caso concreto, qué bienes cumplen o no
las condiciones de un bien de dominio privado y, por ende, son embargables” (f. j. 25). Y
agrega que “en este sentido, ante el vacío de legislación que precise qué bienes estatales
pueden ser embargados, el principio general es que al juez le corresponde pronunciar el
interna un porcentaje de presupuesto que no es equitativo en relación con el que existe para la deuda pública
externa. Por otra parte, resulta también incompatible con la prohibición constitucional de que no puede
aprobarse presupuesto sin partida destinada al servicio de la deuda pública, pues con la fórmula utilizada
se pretende que existan deudas que no han sido presupuestadas, d) El artículo 42.4 es opuesto al principio
de igualdad ante la ley, porque el Estado y el ciudadano son tratados de forma distinta. Asimismo, resulta
contrario a los principios de eficacia de la cosa juzgada, tutela jurisdiccional efectiva e independencia en
el ejercicio de la función jurisdiccional, ya que condiciona el cumplimiento del artículo 713 y siguientes
del Código Procesal Civil, e) Finalmente, el artículo 2 de la norma impugnada viola el principio de cosa
juzgada en materia constitucional, pues contraría la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
(56) Artículo L- Sustituyese el artículo 42 de la Ley N° 27584, promulgada el 22 de noviembre de 2001, a
cuya vigencia, su texto será el siguiente: ‘Artículo 42.~ Ejecución de obligaciones de dar suma de dinero:
Las sentencias en calidad de cosa juzgada que ordenen el pago de suma de dinero, serán atendidas única y
exclusivamente por el Pliego Presupuestario en donde se generó la deuda, bajo responsabilidad del Titular
del Pliego, y su cumplimiento se hará de acuerdo a los procedimientos que a continuación se señalan: 42.1
La Oficina General de Administración o la que haga sus veces del Pliego Presupuestario requerido deberá
proceder conforme al mandato judicial y dentro del marco de las leyes anuales de presupuesto. 42.2 En
el caso de que para el cumplimiento de la sentencia el financiamiento ordenado en el numeral anterior
resulte insuficiente, el Titular del Pliego Presupuestario, previa evaluación y priorización de las metas
presupuestarias, podrá realizar las modificaciones presupuestarias dentro de los quince días de notificada,
hecho que deberá ser comunicado al órgano jurisdiccional correspondiente, 42.3 De existir requerimientos
que superen las posibilidades de financiamiento expresadas en los numerales precedentes, los pliegos
presupuestarios, bajo responsabilidad del Titular de! Pliego, medíante comunicación escrita de la Oficina
General de Administración, harán de conocimiento de la autoridad judicial su compromiso de atender tales
sentencias en el ejercicio presupuestario siguiente, para lo cual se obliga a destinar hasta el tres por ciento
(3%) de la asignación presupuestal que le corresponda al pliego por la fuente de recursos ordinarios. El
Ministerio de Economía y Finanzas y la Oficina de Normalización Provisional, según sea el caso, calcularán
el tres por ciento (3%) referido en el párrafo precedente deduciendo el valor correspondiente a la asignación
para el pago del servicio de la deuda pública, la reserva de contingencia y las obligaciones provisionales.
42.4 Transcurridos seis meses de la notificación judicial sin haberse iniciado el pago u obligado al mismo
de acuerdo a alguno de los procedimientos establecidos en los numerales 42.1,42,2 y 42.3 precedentes, se
podrá dar inicio al proceso de ejecución de resoluciones judiciales previsto en el artículo 713 y siguientes
del Código Procesal Civil, No podrán ser materia de ejecución los bienes de dominio público conforme al
artículo 73 de la Constitución Política del Perú.
Artículo 2,- Retírase el inciso 8) de la Primera Disposición Derogatoria de la Ley N° 27584 y en consecuencia
declárase la plena vigencia de la Ley N° 26756, con excepción de la Disposición Transitoria Única, declarada
inconstitucional mediante sentencia del Tribunal Constitucional de! 15 de marzo del año 2001; del Decreto
de Urgencia N° 019-2001 y del Decreto de Urgencia N° 055-200! con excepción de los artículos 2, 3 y 5
que quedan derogados.
carácter embargable de un determinado bien, analizando, en cada caso concreto, si el bien
sobre el que se ha trabado la ejecución forzosa está o no relacionado con el cumplimiento
de las funciones del órgano público, y si está o no afecto a un uso público. En ese particu
lar contexto, convendría que la Corte Suprema de la República aplique el artículo 22 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, precisando los principios jurisprudenciales que han de
ser de obligatorio cumplimiento en todas las instancias judiciales” (fi j. 26).
Consideramos que, para comprender los alcances de esta sentencia, resulta necesa
rio establecer algunos apuntes acerca de la Ley N° 26756 y de la STC Exp. N° 006-96-1/
TC de fecha 30/01/1997.
(57) Esta Ley quedará derogada a partir del 06/01/2002, fecha en que entra en vigor la Ley Nü 27584, que regula
el Proceso Contencioso Administrativo, según lo dispuesto por el numeral § de la Primera Disposición
Derogatoria de la Ley N° 27584, publicada el 07/12/2001, El caso es que de acuerdo a lo dispuesto por
el artículo 2 de la Ley N° 27684, publicada el 16/03/2002, se retira el inciso 8 de la Primera Disposición
Derogatoria de la Ley N° 27584 y en consecuencia se declara la plena vigencia de la Ley N° 26756, con
excepción de la Disposición Transitoria Única, declarada inconstitucional mediante Sentencia del Tribunal
Constitucional, de fecha 15 de marzo de 2001 ypublicadael 11/05/2001.
que los bienes de dominio público son inalienables e imprescriptibles, deduciéndose de ello,
que no gozan de aquellas inmunidades los bienes que conforman el patrimonio privado del
Estado”, agregando luego que “la Ley N° 26599 que modifica el artículo 648 del Código
Procesal Civil ha otorgado [otorgó] a los bienes de dominio privado aquella inmunidad que
la Constitución otorgó únicamente a los bienes de dominio público”. Así pues, reiteramos
que los bienes de dominio privado, por no tener privilegios, no requieren estar enunciados
perentoriamente en lista alguna. Una vez más, el juez puede aplicar control difuso en cada
caso concreto(58) y no amparar cualquier argumentación exorbitante de algún representante
procesal del Estado, en el sentido de que si no existe ley que determine expresamente qué
bienes son embargables, luego, ningún bien de dominio privado estatal es embargable.
Eso, si fuera el caso, resulta insostenible desde toda perspectiva constitucional, legal y
administrativa. Pero más aún, el propio Tribunal Constitucional en la sentencia de 2004
comentada en este numeral, señala en los fundamentos jurídicos 25 y 26 que “(...) la
inexistencia de una ley especial que determine qué bienes del Estado son embargables, no
supone que el juez de ejecución y el órgano administrativo correspondiente no puedan dictar
o ejecutar embargos sobre bienes del Estado. (...). En efecto, la procedencia del embargo
sobre bienes del Estado, sean estos muebles o inmuebles, no debe tener más límite que el
hecho de tratarse, o tener la condición, de bienes de dominio público, por lo que corresponde
al juez, bajo responsabilidad, determinar, en cada caso concreto, qué bienes cumplen o
no las condiciones de un bien de dominio privado y, por ende, son embargables”, pues,
el principio general es que al juez le corresponde pronunciar el carácter embargable
de un determinado bien, analizando, en cada caso concreto, si el bien sobre el que se ha
(58) En la STC Exp. 7721-2006-AA/TC, de fecha 10/11/2006, dictada a propósito del recurso de agravio
constitucional interpuesto por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social contra la resolución de la Sala
de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha 16 de marzo
de 2006, se analizó que “el recurrente alega que las instancias judiciales han declarado el embargo en forma
de inscripción de los bienes de propiedad de la Beneficencia Pública de lea, por considerar que tales bienes
no constituyen bienes de dominio público, sino privado. Según refiere, las instancias judiciales no han
expuesto ninguna motivación y, a su juicio, tales bienes son en realidad de dominio público pues están al
servicio de la comunidad. Aduce que al calificarse los bienes en cuestión como bienes de dominio privado
sin expresar ninguna motivación, se viola sus derechos constitucionales a una decisión judicial fundada en
derecho, como parte del derecho a la tutela judicial efectiva” (f, j. 1), agregando “que como ha quedado
dicho el recurrente alega que no se ha observado el deber de motivar las resoluciones judiciales al no haberse
cumplido la obligación de determinar para el caso si los bienes eran de dominio privado, obligación que por
lo demás ha sido establecida por este Colegiado (Cfr. Exps. N°s 015-200I -AI; 016-2001 -AI y 004-2002-AI,
f. j. 25, acumulados, parte final), A este respecto, se aprecia de autos que las resoluciones impugnadas sí
están motivadas, aunque de manera genérica, al señalar que los bienes embargados son dominio privado,
y no público” (f. j, 3). La sentencia acota que “en efecto, el considerando 3 de la resolución de 30 de enero
de 2004 dice: “(...) el artículo setentitrés de la Carta Fundamental del Estado Peruano, nos indica que los
bienes de dominio público son inalienables e imprescriptibles. Los bienes del Estado se dividen el [sic] bien
de dominio privado, en los cuales el Estado ejerce su propiedad como cualquier persona de derecho privado;
y los bienes de dominio público los ejerce administración [sic] de carácter tuitivo y público conforme al
artícido diecisiete del Decreto Legislativo número trescientos cincuenta y seis, que precisa que los bienes
inmuebles de las sociedades y las juntas tienen los mismos atributos, calidades y derechos que los bienes del
Estado; (...) y más aun [sic] estando a lo indicado por la recurrente referente a que los bienes a embargar son
de dominio privado (...), por lo tanto resulta pertinente acceder al embargo peticionado”. En el caso concreto,
la sentencia declara improcedente la demanda interpuesta por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo. En
consecuencia, un juez está plenamente habilitado para dictar una medida de inscripción registra! (embargo)
de un bien de dominio privado de una entidad estatal. Similar criterio, pero en el ámbito jurisdiccional común,
se determinó cuando se concluyó que el inmueble de la Beneficencia Pública de Trujillo destinado a playa de
estacionamiento vehicular, no constituye un bien de dominio público, del que además por percibirse ingreso
gravados y porque la otra parte se alquila a un hotel, por lo que a dicho bien se le otorga el trato jurídico de
bien de dominio privado y consecuentemente el mismo es embargable (Exp. N° 4685-02).
trabado la ejecución forzosa está o no relacionado con el cumplimiento de las funciones
del órgano público, y si está o no afecto a un uso público”.
A todas luces, se advierte una inconsistencia entre los fundamentos jurídicos y lo re
suelto por el propio Tribunal Constitucional, por lo que aún mantener el criterio jurispru
dencial constitucional de que se requiere de “lista legal”íW) de bienes de dominio priva
do, es cuestionable e insostenible a todas lucesí60). En concreto, con suprimir el adverbio
“solo”, el Tribunal Constitucional ha solucionado muy el panorama legislativo, pues la
esencia -en este extremo- de la Ley N° 26756, aún se mantiene vigente.
*
El Tribunal Constitucional 6061
59 señala que “en una economía social de mercado, la
concesión es una técnica reconocida en el derecho administrativo, mediante la cual se
atribuyen a privados derechos para el ejercicio de una actividad económica. Es, en sí misma,
un título que hace nacer en la esfera jurídica de su destinatario privado derechos, facultades,
poderes nuevos hasta entonces inexistentes; es decir, se trata de un acto administrativo de
(59) Sobre los puntos de vista respecto de esta sentencia y del tema de la inembargabilídad, revisar los
comentarios de MEJORADA, Martín, en: Revista Peruana de Jurisprudencia. N“ 37, año 6, marzo de
2004, p, 85 y ss; VÁSQUEZ HERRERA, Ricardo. “Inembargabilídad de los bienes estatales: necesidad
de una regulación equilibrada”. En: Revista Peruana de Jurisprudencia. Vol. XXVII, noviembre de
2003, p. 7 y ss.
(60) Discrepamos de la opinión vertida, cuando se afirma que es adecuado que una ley señale qué bienes o ca
tegorías de bienes son embargables, para que así la decisión sea resultado del complejo proceso legislativo
del Congreso y esté expuesto al juicio de la opinión pública. MEJORADA, Martín. Ob. cit., p. 20. Los
temas de desarrollo constitucional, si bien pueden motivar la opinión ciudadana o jurídica de la comunidad,
no implican sometimiento de veredicto de la opinión pública, en el caso de determinar sí es apropiado
o no, eficaz o ineficiente, conocer la lista de bienes estatales embargables. Al Congreso de la República
solamente ie corresponde regular de manera especial el régimen de los bienes de dominio público, en el
marco del artículo 73 de la Constitución Política.
(61) STC Exp. N° 2226-2007-PA/TC del 26/11/2007.
carácter favorable o ampliatorio para la esfera jurídica del destinatario, e implica la entrega,
solo en ejercicio temporal, de determinadas funciones del Estado, estableciéndose una
relación jurídica pública subordinada al interés público, y no de carácter sinalagmático. Por
ello es el ius imperium de la voluntad estatal el que establece la concesión para un particular
(f. j. 15). El Supremo intérprete de la Constitución agrega que “la concesión administrativa
tiene su origen en una facultad discrecional de la administración, que se exterioriza mediante
un acto de autoridad, por el cual se decide transferir unilateralmente a los particulares que
cumplan las condiciones legales y reglamentarias de la concesión determinadas por el
Estado, el desarrollo de determinada actividad que tiene un carácter predominantemente
público. Empero, si la Administración decide dar en concesión la realización de determinadas
actividades a través del título de concesión, ello no comporta la anulación de su injerencia
ni que renuncie a sus competencias propias y exclusivas de carácter indelegable” (f. j. 17).
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CAPITULO IV
DEL RÉGIMEN TRIBUTARIO
Y PRESUPUESTAD
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 19, 32, 51, 56, 79, 193 inc. 3), 195 inc.4), 196 me. 2); C.T.: normas IV, VI,
VII, XIII; D. Leg. 757: art. 14
Los tributos tienen así una finalidad esencialmente fiscal, en el sentido de propender
con su existencia al financiamiento de los presupuestos de los Estados para dar satisfacción(*)
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 28390 del 17/11/2004.
a las necesidades colectivas o públicas. Sin embargo, algunas veces y cada vez con mayor
frecuencia, debe reconocerse en ellos también una marcada finalidad extrafiscal, es de
cir, una finalidad no dirigida a procurar ingresos a los Estados, sino a desalentar o incenti
var ciertas conductas o actividades, esto es, a provocar una modificación de determinados
comportamientos sociales, o a la “intemalización” de ciertos costos que, de otra forma,
quedarían diferente e injustamente asignados dentro de la sociedad.
En los ordenamientos legales modernos, que tienen como pilar de su sistema jurídico
una Constitución escrita, otra función principal de esta última en materia tributaria, adi
cional al reconocimiento anotado, consiste en declarar la repartición del poder tributario
al interior del Estado (taxing power), que influye y es parte de lo que se denomina el tax
assignment (la asignación de tributos dentro del Estado).
Es decir, la Constitución cumple con señalar quiénes son los titulares legitimados para
ejercer el poder soberano estatal consistente en “crear, modificar y derogar tributos, esta
blecer exoneraciones y demás beneficios” y configurar así el sistema tributario nacional.
Asimismo, establece en qué porción o cuota ejercerán el poder tributario dichos titu
lares, con qué límites y bajo qué condiciones.
(1) El Estado, por medio de sus órganos constitucionales competentes, es libre de crear la clase de tributos
que considere atendible, sin más limites que los que emanen del texto constitucional y de los principios
constitucionales tributarios establecidos en su artículo 74 (STC Exp. N° 2727-2002-AA/TC, f. j. 6).
(2) El texto original del artículo 74 de la Constitución de 1993 fue modificado mediante Ley N° 28390,
publicada el 17 de noviembre de 2004.
II. Distribución del poder tributario por el artículo 74
La Constitución vigente señala así, en los párrafos primero, segundo y cuarto de su
artículo 74 que:
Impuestos Impuestos
Central Contribuciones Contribuciones
Tasas Tasas
Regional Contribuciones Contribuciones
Tasas Tasas
Local Contribuciones Contribuciones
Tasas Tasas
Algunos impuestos (e.g. I. Predial, I.
Vehicular) asignados por el Gobierno
Central
Entidades de Derecho Desprovistas de Poder Tributa Pueden ser Acreedores Tributarios de
Público con personería rio Contribuciones y Tasas
jurídica propia (SMV, Indecopi, Ositran, Osinergmin,
OEFA, EsSalud, ONP, SBS, entre otros)
asignados por el Gobierno Central
La tercera columna del cuadro anterior no refiere a poder tributario, ni deriva del
texto constitucional. Esta tercera columna completa el desarrollo de tax assignment en el
(3) No obstante, es posible reflexionar sobre la intensidad en que este ingrediente (la capacidad contributiva)
puede debe estar presente en los diversos tipos de impuestos; cómo dialoga él cuando se enfrenta a tributos
con fines extrafiscales; o cómo influyen en ¡a concepción de la capacidad contributiva los entornos legales-
constitucionales, económico-financieros, políticos y sociales de un determinado Estado, en un determinado
tiempo.
Perú, mostrando la aplicación del concepto de acreedor tributario -distinto del de titular
de poder tributario- y que es atribuible mediante normas legales infra constitucionales,
En efecto, el marco general para la asignación de acreedores tributarios viene previsto en
el artículo 4 del Código Tributario^3 y concretado con las normas legales que crean cada
tributo (la ley de cada tributo elige la entidad estatal a la que hace su acreedor tributario).
.De este modo, si bien existen tres titulares de poder tributario investidos
constitucionalmente, hay cuatro posibles acreedores de tributos legalmente habilitados.
El concepto y atributos de un acreedor tributario son, en efecto, distintos de los de un
titular de poder tributario. SÍ bien el carácter de titular de poder tributario y el de acreedor
tributario lo ostentan, siempre y exclusivamente, entidades públicas o estatales^33, el
primero es una atribución constitucional, mientras que el segundo es dado por norma
legal infraconstitucional. Mientras que el primero dice de la potestad de ius imperium para
establecer tributos, el segundo refiere a la acreditación legal para ser pretensor jurídico
del tributo (en otros ordenamientos y en la Ley General de Aduanas, el “sujeto activo” de
la relación jurídico tributaria instaurada por los tributos). Así, dentro de la organización
política y económica del Perú, dos de los titulares de poder tributario (gobiernos regionales
y locales) crean tributos para sí mismos, o sea, de los que se hacen acreedores tributarios a
la vez (los tributos vinculados, tasas y contribuciones regionales y locales, respectivamente);
mientras uno de los titulares (gobierno central) crea tributos de los cuales puede elegir
hacer acreedores a los cuatro posibles señalados en el Código Tributario (Impuesto
Predial, Contribuciones especiales del tipo Sencico, Senati, u otras en favor de organismos
reguladores, por ejemplo).
El esquema general aquí descrito no está líbre de críticas y, por supuesto, es suscep
tible de mejoras®. Por ejemplo, siguiendo la literatura especializada es posible hallar ex
periencia que sugiere que un paso ulterior en ciertos procesos de descentralización fiscal,
podría contemplar la participación del gobierno regional en el poder tributario de deter
minados impuestos nacionales, dentro de parámetros que podrían seguir siendo central o
nacionalmente fijados®, Sin llegar a la ampliación de poderes tributarios de los gobier
nos regionales (para lo cual un cambio constitucional sería indispensable), se les podría
conferir calidad de acreedores tributarios o, preferente y no excluyentemente, entregar
de manera paulatina funciones coadyuvantes de administración sobre determinados im
puestos nacionales como paso intermedio de aprendizaje hacia su consolidación como
administraciones tributarias responsables (para lo cual, cambios legales serían indispen
sables y suficientes).
(7) La Ley de Descentralización Fiscal prevé que las regiones que pasen por un procedimiento de “integración”
percibirán tres tipos de recursos nuevos. Por un lado, el 50% de los ingresos provenientes de tres impuestos
efectivamente recaudados por el gobierno nacional dentro de la respectiva jurisdicción regional; el IGV
(sin el Impuesto de Promoción Municipal), el 1SC y el impuesto a la renta de personas naturales. De otro
lado, también podrían recibir transferencias complementarias del Tesoro en el caso de brechas o déficits
presupuéstales ocasionados por determinados factores ineludibles. Por último, podrán recibir recursos
adicionales condicionados al cumplimiento de los criterios de esfuerzo fiscal (artículos 15 al 22 de la Ley
de Descentralización Fiscal (D. Leg. N” 955).
(8) Tributos no recomendables para ser entregados a gobiernos subnacionales son los impuestos sobre la renta
empresarial y los IVAs generales. El primero presenta bases muy móviles y es de difícil fiscalización,
mientras que el segundo requiere normalmente para su eficiencia de una administración centralizada,
(9) Aplicado, como ejercicio meramente teórico, al Perú, los poderes tributarios podrían consistir en la capacidad
para establecer sobretasas adicionales a las tasas nacionales de impuestos del gobierno central, aunque de me
nor magnitud que estas. El gobierno central podría reducir o no las tasas nacionales vigentes. En cuanto a su
administración, La administración tributaria central, por delegación de las regiones, podría seguir recaudando
estos tributos, evitando en un principio crear nuevas administraciones tributarias en las regiones. De manera
progresiva, el proceso podría continuar con los gobiernos regionales consolidando sus propias administraciones
tributarias.
1. Los beneficios tributarios
En primer lugar, el primer párrafo del artículo 74 de la Constitución no lleva a cabo
una delimitación precisa de los conceptos que se encuentran comprendidos dentro del
ejercicio de los poderes tributarios o abarcados por el principio de legalidad y de reser
va de Ley que enuncia. Por ejemplo, las exoneraciones -que son las únicas mencionadas
explícitamente- no son, de modo evidente, los únicos beneficios tributarios que se com
prenden en la potestad tributaria, ni los únicos que merecen la protección de la legalidad:
todos los beneficios tributarios -toda ventaja o mejor condición que se concede con rela
ción a un determinado sistema tributario base o, respecto de un régimen general- se en
cuentran, en realidad, comprendidos en el alcance de la fórmula constitucional, cuestión
que viene en buen sentido resuelta mediante las disposiciones de la Norma IV del Título
Preliminar del Código Tributario, al referirse ahora sí a las exoneraciones y a otros “be
neficios” tributarios.
En nuestro país, el uso del concepto “regular” sin precisión o desarrollo alguno sobre
sus alcances, constituye otro de los problemas en los que nos envuelve el artículo 74. Para
(10) Ruiz Garijo, comentando la flexibilidad de la reserva legal en materia de tasas autonómicas y locales en
España refiere que “La flexibilidad de la reserva legal en las tasas ha de predicarse como una exigencia
lógica de sus peculiaridades estructurales y, sobre todo, como una consecuencia de las necesidades del
ente público llamado a exigirlas”, RUIZ GARUO, Mercedes. Problemas actuales de las tasas. Lex
Nova, Madrid, 2002, p. 60.
algunos, regular se debe limitar a la fijación de la cuantía de la tasa, mas no a la decisión
soberana de crearla(H). Otros, sin embargo, como Bernalesíl2), puntualizan que la salvedad
que menciona dicho artículo 74 importa que tasas y aranceles estén exceptuados de la regla
de ser creados por Ley o Decreto Legislativo y pueden ser aprobados por el Poder Ejecutivo
utilizando un decreto supremo. El mismo Bemaíes completa el argumento, interpretando
una verdadera reserva del Ejecutivo o reserva de Administración, cuando señala que “Es
obvio que por ser estos dos casos excepciones al principio de reserva legal, el Congreso
no puede dictar normas al respecto: son de competencia constitucionalmente establecida
en favor del órgano Ejecutivo”.
Sin asumir a cabalidad su rol, nuestro legislador en el Código Tributario lanzó el tímido
pronunciamiento del penúltimo párrafo de la Norma IV de su Título Preliminar que se limita
a precisar que el decreto supremo puede “modificar la cuantía de las tasas”, sin terminar de
aclarar si lo que intentó transmitir el texto constitucional fue que modificar la cuantía de
una tasa (del Gobierno Central) era lo único que el decreto supremo podía hacer per se(!3).
Dicho sentido no pareciera ser el que mejor “acomoda” a la Constituciónf4). La posición
del legislador del Código Tributario es tímida e insuficiente, pues no aclara si otras normas
distintas del decreto supremo pueden, constitucionalmente, ejercer poder tributario sobre
las tasas. Salvo en cuanto a la intervención de los refrendos ministeriales respectivos, el
párrafo comentado de la Norma IV del Título Preliminar del Código Tributario, poco ayuda
a disipar las dudas dejadas por el texto constitucional aquí comentadas.
(11) Tal fue el caso de nuestro profesor Armando Zolezzi quien señalaba que “lo que se regula no es el arancel ni las
tasas, sino la tarifa del arancel de aduanas y la cuantía de las tasas del Gobierno Central e Instituciones Públicas,
lo que debió expresarse en esos términos. Por el contrario, si lo que se pretendía es que sea el Poder Ejecutivo el
que ejerza en toda su amplitud la potestad tributaria respecto del arancel de aduanas y los tributos denominados
tasas, con lo que estoy plenamente de acuerdo, lo que debió expresarse es algo como: ‘salvo el arancel de
aduanas y las tasas, los cuales son competencia del Poder Ejecutivo y se aprobarán por Decreto Supremo’”.
“El régimen tributario en la nueva Constitución”. En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios. Serie
Lecturas sobre Temas Constitucionales N° 10, CAJ, Lima, 1994, p. 145.
(12) B ERNALES, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, ICS, Lima, 1999, p. 390.
(13) El penúltimo párrafo de la Norma IV del Título Preliminar del Código Tributario señala que “Por Decreto
Supremo refrendado por el ministro del Sector competente y el Ministro de Economía y Finanzas, se fija
la cuantía de las tasas”.
(14) Sobre la manera en que la normativa “acomoda” a la Constitución, ver GARCÍA DE ENTERRÍ A, Eduardo
y FERNANDEZ, Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo. 1 Redición, Civitas, Madrid, 2002,
pp. 107 y ss.
este, y por su separación del gobierno no tiene “pertinencia” para decidir sobre la adop
ción del carácter oneroso o no de un servicio prestado por el Poder Ejecutivo, y tampoco
poseería la rapidez, la especialización ni la información para juzgar la oportunidad de tal
cobro o de su supresión y cuantía.
En ese sentido, entregar el ejercicio de poder tributario sobre tasas al Poder Ejecuti
vo es “juridizar” una opción que se habría creído costo-eficiente para la sociedad. En este
mismo orden de ideas, al ser el Poder Ejecutivo el que formula el Presupuesto de la Re
pública, él está en capacidad de transparentar las diversas fuentes de financiamiento de la
actividad de los entes públicos.
En este orden de ideas, sin pretensión de dar una respuesta a un debate en el que mu
chas más partes se deben dejar aún escuchar, nos parece poco fácil alejarnos de la inter
pretación que admite que el Poder Ejecutivo, en efecto, ha recibido potestad tributaria ori
ginaria y autónoma en materia de tasas. Por lo que, en lo que respecta a las tasas que no
son de gobiernos locales o regionales sino del Ejecutivo, el artículo 74 de la Constitución
admitiría, en principio, una reserva del Ejecutivo flexible y no demanda una norma con
rango legal que permita o autorice el cobro de dichas tasas, o de una norma con rango le
gal que las cree. Nótese que aludimos a un tipo de reserva del Ejecutivo “flexible” o fle-
xibilizada puesto que, contra lo ya dicho, cabe dar cuenta de una práctica que nos fuerza
a reconocer una función no exclusiva ni excluyente del Poder Ejecutivo, que merece de
una revisión constitucional que excede el alcance de este trabajo.
Esta es, quizás, la hipótesis más saludable para el sistema, pues, no se puede negar
-ahora desde una óptica de política legal- que la entrega irrestricta de poderes tributaros,
sin lincamientos, marcos o principios y criterios, a un cuantioso número, variado y he
terogéneo de entidades de la administración pública, podría ocasionar caos y dispersión,
cuando no abuso y afectación de derechos fundamentales. Si este fuese el talante del ór
gano convocado a pronunciarse, entonces, normas con rango de ley podrían proporcionar,
legítimamente, tales lincamientos, criterios o principios uniformadores u homogeneíza-
dores, respetando el núcleo competencial de las entidades constitucionalmente designa
das (el Poder Ejecutivo, en el supuesto analizado), sin mellar o afectar negativamente el
ejercicio autónomo de un poder tributario que, como el del Poder Ejecutivo, encuentra
origen en la Constitución. Un principio de corrección funcional es la primera garantía de
contenidos constitucionales de los decretos supremos necesariamente arreglados a la nor
ma fundamental.
Cierto también que, tanto mejor sería si la Constitución trajese ya señalada y autoriza
da de modo directo tal intervención, lo que se lograría mediante una sana y correcta inter
pretación constitucional o, en última instancia, mediante una nueva re forma constitucional.
(15) “La generalidad del mandato de interpretación conforme a la Constitución asigna, por sí solo, un valor
preeminente a la doctrina legal que resulte de las sentencias del Tribunal Constitucional frente a cualquier
otro cuerpo jurisprudencial de cualquier otro orden judicial, preeminencia que resulta del carácter de
“intérprete supremo de la Constitución” que a aquel Tribunal corresponde, según la Ley Orgánica de 1979”.
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón. Ob. cit., p. 109.
(16) Anteriormente, las Resoluciones Administrativas N° 001-92-CE/PJ, N° 002-93-CE/PJ, expedidas por el
Consejo Ejecutivo de! Poder Judicial al amparo de lo dispuesto por el artículo 82, inciso 7) de la Ley orgánica
del Poder Judicial, Decreto Legislativo N° 767, aprobaron tasas judiciales. La Resolución Administrativa
N° 002-93-CE/PJ fue modificada por la Resolución Administrativa N° 014-94-CE/PJ, y los valores de las
tasas actualizados mediante !as Resoluciones Administrativas N° 015-95-CE/PJ, N° 047-96-SE-TP-CME/
PJ, N” 438-96-SE-TP-CME/PJ, * N 396-97-SE-TP-CME/PJ, hasta finalmente llegar a la N° 009-99-SE-
TP-CME/PJ. La Resolución Administrativa N° 002-93-CE/PJ estuvo vigente hasta enero de 2000, año en
que fue derogada por la Resolución Administrativa N° 1074-CME/PJ, emitida por la Comisión Ejecutiva
del Poder Judicial -que desempeña funciones de gobierno y gestión del Poder Judicial, antes ejercidas por
el Consejo Ejecutivo y el Consejo de Gobierno del Poder Judicial.
administrativo del Poder Judicial innovara la lista de actuaciones judiciales por las que se
cobraría un tributo-tasa.
Entonces, el poder tributario sobre los tributos tasa no sería función exclusiva de
los gobiernos locales, regionales, y del Poder Ejecutivo, pues -según lo sustentado
por el Poder Judicial y la Defensoría del Pueblo- el Poder Judicial tendría un cierto
grado de “poder tributario” -basado en su autonomía e independencia constitucional-
delegado” por cuanto mediatizado por la intervención de una norma de rango legal
-en el caso concreto, la Ley Orgánica del Poder Judicial y el Código Procesal Civil,
Decreto Legislativo N° 768 complementado por una Ley del Congreso que lo enmienda,
Ley N° 26846o85-.
Quizás, entonces, el correcto sentido del artículo constitucional comentado sea que
el Congreso es depositario del poder tributario sobre las tasas que constitucionalmen
te se encuentra impedido de crear directamente el Poder Judicial. El artículo 74 de la
Constitución significaría así, que; “los tributos se crean, modifican o derogan, o se esta
blece una exoneración, exclusivamente por ley o decreto legislativo en caso de delega
ción de facultades, salvo los aranceles y tasas del Poder Ejecutivo, los cuales se regulan
(17) Tales normas delegantes de rango legal serían la Ley Orgánica del Poder Judicial y el Código Procesal
Civil, en los artículos previamente glosados en notas precedentes.
(18) “El acceso al servicio de justicia es gratuito, sin perjuicio del pago de costos, costas y multas establecida
en este Código y disposiciones administrativas del Poder Judicial” (art. VIH del Titulo Preliminar del
Código Procesal Civil). El Decreto Legislativo N° 768 aprobó, en ejercicio de facultades delegadas por Ja
Ley N° 25282 y prorrogadas por Ley N° 25321 y Ley N° 25375, el Código Procesal Civil (TUO, aprobado
por Resolución Ministerial N° 10-93-JUS, publicado el 23/04/1993).
mediante decreto supremo”. Esto significaría que en el caso de tasas que no fuesen las
del Poder Ejecutivo, es la ley o el decreto legislativo, o, en definitiva, el propio Congre
so, los instrumentos o la entidad, respectivamente, habilitados para crearlas, cuando no
sucediera que, como en el caso concreto del Poder Judicial -y basado en su autonomía-
se “delegase” su creación.
(19) Tal y como lo hace notar Naveira (p. 32), en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano
(1789), fundacional del Estado capitalista burgués, se establece que (art. 13): “Para el mantenimiento de
la fuerza pública y para los gastos de administración es indispensable una contribución común: debe ser
repartida entre todos los ciudadanos en razón de sus posibilidades”. Esta alusión en la Declaración se
encuentra consagrada de modo precedente, incluso, al reconocimiento -sagrado e inviolable- del derecho
a la propiedad de todos los ciudadanos (art. 17).
(20) En efecto, nuestro Tribunal Constitucional ha señalado ya que “(...) cuando el trasfondo de una controversia
gira en tomo a la intervención estatal en la vida económica de los particulares, este Colegiado ha procedido
a fundamentar sus decisiones partiendo de los fines inherentes a nuestro tipo de Estado y particularmente
desde los principios rectores que inspiran nuestro régimen económico, dentro del cual, evidentemente,
también se integra el régimen tributario”: STC Exp. N° 6626-2006-PA/TC, f. j. 9.
(21) “No puede concebirse un tributo, riqueza que va de los particulares hacia el Estado, sin que se esté reco
nociendo previamente (o en forma simultánea) el derecho de los particulares a la propiedad privada de los
bienes, de cierta clase de ellos, los de producción. De otro lado, tampoco es fácil imaginar la existencia
de la propiedad privada, como derecho universalmente reconocido y garantizado a todos los habitantes
o, mejor dicho a los sujetos de derecho, sin que un aparato estatal lo reconozca, regule y ampare, aparato
Incluso, hay quienes hoy ya detectan(22) que en el mundo jurídico el principio del
“Estado Fiscal” o el “Estado Impositivo” comienza a ponerse en cuestión, sobre todo por
lo que respecta a su alcance, y a discutirse intensamente sobre el lugar que cabe otorgar al
tributo, y sobre todo a los diferentes tipos de tributos, como instrumentos de financiación
u ordenación en la sociedad. Este fenómeno es, en medidas distintas, compartido por los
Estados que de alguna manera están implicados en la idea de fondo de una “teoría del
Estado fiscal” -con base en la constitución económica alemana(23}, Ley Fundamental de
Bonn (1949)-, esto es, los estados que han acogido sistemas de Estado de Bienestar o de
Estado Social(24). Jeffrey D. Sachs, por ejemplo, ha resaltado las profundas diferencias entre
las tasas impositivas de Estados de Bienestar y de los Estados de Economía de Mercado,
sin que de ello resulte una violación de las libertades individuales
* 24
23
*22
25*.
que debe ser sostenido con riqueza aportada por los mismos particulares, sea por vía de tributo o de las
alternativas que históricamente han sido y dejado de ser”. NAVEIRA DE CASANOVA, Gustavo. El
principio de no confiscatoriedad. Estudio en España y Argentina. Me Graw Hill, Madrid, .1997, p. 33.
(22) BARQUERO, Juan Manuel. Lafunción del tributo en el Estado social y democrático de Derecho. Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002, p. 30.
(23) Con relación a la realidad alemana y al desarrollo de su modelo de Estado Fiscal, Barquero afirma que
en una economía de mercado, el poder de establecer y exigir impuestos resulta un correlato necesario del
Estado social. Los derechos fundamentales de libertad y economía de mercado posibilitan y provocan
desigualdades materiales; el Estado social, por su parte, exige la disminución de esas desigualdades, y en
el Estado de Derecho esto solo es posible por medio de la redistribución, tarea para lo cual el Impuesto es
herramienta fundamental. BARQUERO. Ob cit., p. 42.
(24) En alusión, ahora, a la realidad española y al desarrollo de su modelo de Estado social, Barquero indica
que el artículo 31.1 de la Constitución Española presupone una financiación de las cargas públicas apoyada
fundamentalmente en los tributos, ocupando estos un lugar central. En cuanto a cuál es la importancia
cuantitativa de estos, es claro que cualquier fijación apriorística es arbitraria y que esta presencia funda
mental no puede traducirse en un límite porcentual mínimo de financiación tributaria por debajo del cual
el sistema de financiación pública resulte inconstitucional. BARQUERO. Ob. cit., pp. 92-93.
(25) “Austrian-born free-market economist Friedrich August von Hayek suggested that high taxation would be a
‘road to serfdom/a threat to freedom itself. (...)Most ofthe debate in theU.S. isclouded by vested interests
and by ideology. Yet there is by now arich empirical record to judge these íssues scientifically. The evidence
may be found by comparing a group of relatívely free-market economies that have low to modérate rates of
taxation and social outlays with a group of social-welfare States that have high rates of taxation and social
outlays. Not coincídentally, the low-tax, high-income countries are mostly English-speaking ones that share a
direct historical lineage with 19th-century Britain and its theories ofeconomic laissez-faire. These countries
melude Australia, Cañada, Ireland, New Zealand, the U.K. and the U.S. The high-tax, high-income States are
the Nordic social democracies, notably Denmark, Finland, Norway and Sweden, which have been governed
by leñ-oí-center social democratic parties for much or all of the post-World War II era. They combine a
healthy respect for market forces with a strong commitment to antipoverty programs. Budgetary outlays for
social purposes average around 27 percent of gross domestic product (GDP) in the Nordic countries and just
17 percent of GDP in the English-speaking countries. (...) The Nordic countries maintain their dynamism
despite high taxation in several ways. (...) The Nordic States have also worked to keep social expenditures
compatible with an open, competitive, market-based economic system. Tax rates on capital are relatively
low. (...) Von Hayek was wrong. In strong and vibrant democracies, a generous social-welfare State is not
a road to serfdom but rather to faimess, economic equality and intemational competitiveness”. SACHS,
Jeffrey D. “The social welfare State, beyond ideology”. 2006.
derecho de propiedad^26’ en los sistemas capitalistas, los tributos requieren de un derecho
de propiedad sólidamente sustentado, de la misma forma en que el derecho de propiedad
requiere, como todo derecho, de límites o limitaciones para lograr perpetuarse en tal
sociedad capitalista. Cuando se anula y niega este derecho de propiedad individual, el
Estado, en su concepción política, deslegitima asimismo su poder para exigir tributo o,
hasta cierto punto también, convierte esta necesidad en fútil.
(26) DE LUQUI, Juan Carlos, Teoría general del Derecho Tributario. Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 226 y ss.
(27) “En rigor, en un Estado en que la economía fuese enteramente pública perdería sentido la necesidad de la
existencia de un sistema de tributos. Si el deber de contribuir se configura en el Estado social y demo
crático de Derecho como un deber de solidaridad, la solidaridad económica presupone necesariamente la
existencia y diversidad de riquezas puesto que ‘redistribuir la riqueza no significa, en efecto, eliminarla,
sino, al contrario, conservarla y difundirla en mayor medida’”. PAUNER CHULVI, Cristina. El deber
constitucional de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos. Centro de Estudios Políticos Consti
tucionales, Madrid, 2001, p. ISO.
(28) teniendo en cuenta las funciones que cumple en nuestro Estado Democrático de Derecho, es posible
afirmar, con carácter general, que se transgrede el principio de no confiscatoriedad de los tributos cada vez
que un tributo excede el límite que razonablemente puede admitirse como justificado en un régimen en el
que se ha garantizado constitucionalmente el derecho subjetivo a la propiedad y, además, ha considerado a
esta como institución, como uno de los componentes básicos y esenciales en nuestro modelo de Constitución
económica”. STC Exp. N° 2727-2002-AA/TC, f, j. 5. y Exp. N° 041-2004-AI/TC, f. j 56.
(29) Un Estado social, dirigido a la disminución de las desigualdades de renta y riqueza o a garantizar a los
ciudadanos una serie de prestaciones básicas con independencia de su capacidad de gasto, no puede dejar
fuera las necesidades redistributivas requeridas por el valor supremo de la dignidad de la persona y por
la idea de solidaridad que lo impregna. Tal sistema, requiere complementarse con elementos de marcado
carácter impositivo, si no directamente por impuestos, guiados por la idea de la contribución según la
capacidad económica. BARQUERO. Ob. cít., p. 142.
(30) Es curioso a este respecto el dato del Reino Unido que es un Estado que no posee una constitución escrita.
Desde los tiempos de la monarquía de los Tudor, el rey pagaba sus alianzas con la clase media, permitiendo
al Parlamento y, especialmente, a la Cámara de los Comunes, un rol importante en el gobierno y en la
medición jurídica de la tolerancia del derecho de propiedad frente al ejercicio del poder del
Estado para imponer tributos, es decir, en la medición de cómo el Poder Tributario puede
intervenir en casos específicos y concretos con tributos vigentes en tales realidades(3!\
Por ello, no deja de ser cierta la afirmación que señala que la exacción tributaria debe ser
respetuosa del sistema económico en el que está inserta31 (32).
JUMSPRUDENCI ARELACION
H Hay una relación estrecha entre el tributo y la capacidad económica que exige respetar la
capacidad del sujeto para contribuir: STC Exp. 00033-2004-PI/TC (f. j. 12).
g El aforismo nullum tributum sine lege impide requerir el pago de un tributo sin una norma
legal que lo regule: STC Exp. N° 01473-2009-PA/TC (f. j. 34).
H El principio de reserva de ley se entiende como “reserva de acto legislativo”, pues no todas
las normas con rango de ley pueden crear tributos: STC Exp. N°02235-2004-PA/TC (f.j. 4).
tributación. Y sobre los aspectos curiosos también del sistema tributario del Reino Unido nada como su
historial de tasas para proveer un ejemplo impactante en cuanto a la influencia de la historia y la política.
Así, eti los tiempos finales del Régimen Laborista (1978-79) la alícuota marginal más alta del Impuesto
a la Renta individual alcanzaba el 83%; y si el ingreso era clasificado como renta por inversión y excedía
cierta suma, se le agregaba un impuesto suplementario de 15% -lo que arrojaba una tasa marginal de 98%-.
Esta modalidad era un rezago post-1945 y mostraba la creencia doctrinal en la equidad entendida como
“particípación-en-la miseria”. Desde la elección del gobierno Conservador (1979), las tasas nominales
del Impuesto a la Renta bajaron -en 1979 las marginales más altas descendieron de 83% a 60%; en 1984
se abolió la sobretasa a la renta por inversiones y en 1988 la tasa máxima se redujo a 40%-. El gobierno
laborista de 1997 mantuvo esta tendencia en la tributación a la renta.
(31) Casado Ollero, por ejemplo, afirma que para hallar el límite en el cual un tributo se convierte en confiscatorío
hay que situar al precepto dentro del contexto constitucional correspondiente, recurriendo a diferentes
elementos, tales como la función social del derecho de propiedad o las limitaciones constitucionales a este
derecho. CASADO OLLERO, Gabriel. El principio de capacidad contributiva y el control constitucional
de la imposición indirecta (II). p. 194.
(32) MOSCHETT1, Francesco. El principio de capacidad contributiva. Instituto de Estudios Fiscales, Ministerio
de Hacienda, Centro de Publicaciones, 1980, p. 74.
j| El cobro de intereses a los contribuyentes no busca sancionar un eventual provecho eco
nómico que pudiera obtener el contribuyente., sino indemnizar al Estado por el no pago
oportuno de su acreencia: STC Exp. N° 04532-2013-PA/TC (f. j. 19).
BIBLIOGRAFÍA
BARQUERO, Juan Manuel. La función del tributo en el Estado social y democrático de Derecho.
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002; BERNALES, Enrique. La Consti
tución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, ICS, Lima, 1999; CASADO OLLERO, Gabriel. El
principio de capacidad contributiva y el control constitucional de la imposición indirecta (II); DE
LUQUI, JuanCarlos. Teoría general del Derecho Tributario. Depalma, Buenos Aires, 1994; GARCÍA
DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo. 1 Ia
edición, Civitas, Madrid, 2002; MOSCHETTI, Francesco. El principio de capacidad contributiva.
Instituto de Estudios Fiscales, Ministerio de Hacienda, Centro de Publicaciones, 1980; MUSGRA-
VE, R. Finance in theory andpractice. McGraw-Hill, 1984; NAVEIRA DE CASANOVA, Gustavo.
El principio de no confiscatoriedad. Estudio en España y Argentina. Me Graw Hill, Madrid, 1997;
PAUNER CHULVI, Cristina. El deber constitucional de contribuir al sostenimiento de los gastos
públicos. Centro de Estudios Políticos Constitucionales, Madrid, 2001; RUIZ GARUO, Mercedes.
Problemas actuales de las tasas. Lex Nova, Madrid, 2002; SACHS, Jeffrey D. “The social welfare
State, beyond ideology”. 2006; ZOLEZZI, Armando. “El régimen tributario en la nueva Constitución”.
En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios. Serie Lecturas sobre Temas Constitucionales N°
10, CAJ, Lima, 1994.
Artículo 74 La potestad tributaria de ios gobiernos
regionales y locales
Cfi
Los Gobiernos Regionales y los Gobiernos Locales pueden
crear, modificar y suprimir contribuciones y tasas, o exonerar
de estas, dentro de su jurisdicción, y con los límites que señala
la ley. El Estado, al ejercer la potestad tributaria, debe respetar
los principios de reserva de la ley, y los de igualdad y respeto
de los derechos fundamentales de la persona. (...).
C.fiE
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 193 inc. 3), 195 inc. 4), 196 inc. 2); C.T.: normas IV, VII; I). Leg. 757: art. 14
Por otro lado, el pago de los tributos no es una gracia efectuada por el contribuyente
en favor del Estado, sino, por el contrario, un deber de contribución, puesto que con base
en el contrato social los individuos se organizaron a través de la creación del Estado para
satisfacer sus necesidades colectivas sobre sus necesidades individuales. Ahora, el Esta
do requiere de cierto financiamiento para lograr dicha satisfacción, por lo que es evidente
que los tributos no son otra cosa que la cuota con que cada individuo debe contribuir para
mantener el orden social que él mismo ha decidido instaurar.(*)
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 28390 del 17/11/2004.
(1) OSTERLING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario. Compendio de Derecho de las Obligaciones.
Palestra, Lima, 2008, p. 55.
Así lo explica Plazas Vega:
“La influencia del pensamiento liberal en las normativas relacionadas con los tributos
ha dado origen a que las constituciones políticas, al referirse al deber de los ciudadanos
de participar en la financiación del gasto público, prefieran aludir al deber de contribuir,
más que al de tributar, pagar un tributo o asumir una carga tributaria. En el contexto
del Estado de Derecho y del Estado Constitucional, los asociados deben colaborar
con el Estado en su propio beneficio y, en desarrollo de ese principio de colaboración,
deben contribuir. En este sentido, se alude a la palabra contribución como un género
comparable con la expresión tributo”í2>.
Este es el mismo lincamiento que ha seguido nuestro Tribunal Constitucional, pues en
su STC Exp. N° 004-2004-AI/TC del 21 de setiembre de 2004 se reconoce lo siguiente:
“(...) Como todo tributo, le es implícito el propósito de contribuir con los gastos públi
cos, como una manifestación del principio de solidaridad que se encuentra consagrado
implícitamente en la cláusula que reconoce al Estado peruano como un Estado Social de
Derecho (art. 43 de la Constitución). Se trata, pues, de reglas de orden público tributario,
orientadas a finalidades plenamente legítimas, cuales son contribuir, de un lado, a la
detección de aquellas personas que, dada su carencia de compromiso social, rehúyen
la potestad tributaria del Estado, y, de otro, a la promoción del bienestar general que
se fundamenta en la justicia y en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación (art.
44 de la Constitución), mediante la contribución equitativa al gasto social”.
De esta manera, la creación de tributos es una actividad delegada al Estado, en razón
de la función que esta entidad asume de organizar la vida en comunidad. Tal potestad tri
butaria se encuentra regulada, en el caso peruano, en el artículo 74 de la Constitución Po
lítica de 1993. Así pues, el presente trabajo pretende realizar un análisis de dicha disposi
ción constitucional, enfatizando la regulación correspondiente a la potestad tributaria de
los gobiernos regionales y locales.
IL La potestad tributaria
“Artículo 74.- Los tributos se crean, modifican o derogan, o se establece una exonera
ción, exclusivamente por ley o decreto legislativo en caso de delegación de facultades,
salvo los aranceles y tasas, los cuales se regulan mediante decreto supremo.
Los Gobiernos Regionales y los Gobiernos Locales pueden crear, modificar y suprimir
contribuciones y tasas, o exonerar de estas, dentro de su jurisdicción, y con los límites
que señala la ley. El Estado, al ejercer la potestad tributaria, debe respetar los principios
de reserva de la ley, y los de igualdad y respeto de los derechos fundamentales de la
persona. Ningún tributo puede tener carácter confiscatorio.
(2) PLAZAS VEGA, Mauricio. Derecho de la Hacienda Pública y Derecho Tributario. Tomo II, Derecho
Tributario, Temis, Bogotá, 2005-2006, p. 66.
Las leyes de presupuesto y los decretos de urgencia no pueden contener normas sobre
materia tributaria. Las leyes relativas a tributos de periodicidad anual rigen a partir
del primero de enero del año siguiente a su promulgación.
No surten efecto las normas tributarias dictadas en violación de lo que establece el
presente artículo”.
Como ya se ha adelantado, el poder tributario implica la habilitación del Estado para
crear, modificar o derogar tributos05 o establecer beneficios con respecto a ellos. En el caso
peruano, es la Constitución de 1993, en su artículo 74, la que otorga a ciertas entidades
estatales la capacidad de emitir normas jurídicas relacionadas al fenómeno tributario05.
Al respecto, Eseverri afirma que el poder tributario es “la facultad reconocida consti
tucionalmente para establecer y exigir tributos”05. Por su parte, Plazas sostiene que debe
diferenciarse entre poder tributario y potestad tributaria:
“Los tributos se crean en virtud del poder de imperio, el cual habilita al Estado, por
intermedio del órgano legislativo, para someter a los asociados a su pago para que
contribuyan a la financiación de las erogaciones públicas, y se reglamentan por la rama
ejecutiva del poder público en ejercicio de la potestad tributaria”05.
En ese sentido, el poder tributario consistiría en una manifestación del poder finan
ciero por la que al Poder Legislativo le corresponde, en principio, la creación de tributos,
bajo su sujeción a las reglas establecidas en la Constitución. Mientras que la potestad tri
butaria se referiría a la facultad del Poder Ejecutivo de reglamentar, precisamente, aque
llas leyes que crean tributos.
Ahora, no está de más aclarar que por “hipótesis de incidencia” entendemos a un presu
puesto de hecho que existe solo en el plano jurídico, normativo o abstracto. “Es una descrip
ción normativa de un hecho que se prevé ocurrirá (...) pero no es el hecho en sí mismo”(9)10.
Ello conlleva a que la potestad tributaria surta efectos en cuanto a la creación, modi
ficación o derogación de la norma, extinguiéndose inmediatamente después de la instau
ración de dicha norma en el ordenamiento jurídico.
Sobre la aplicación de los principios constitucionales, sin embargo, las cosas cambian
porque, a pesar de constituirse como límites frente a la potestad tributaria, tal aplicación
no se restringe únicamente al campo de la norma tributaria en sentido estricto -esto es, la
que define la propia incidencia tributaria y que dispone que, ante la ocurrencia de un he
cho imponible, se genere la obligación de cumplir con la prestación tributaria- sino que
también es aplicable a la norma tributaria en sentido amplio, la que disciplina el fenóme
no tributario y todas sus manifestaciones, como por ejemplo aquellas que disponen debe
res formales, infracciones y sanciones tributarias, exoneraciones y beneficios tributarios,
anticipos impositivos, entre otros(!0).
“En ese sentido, no se encuentra acorde con el Estado Constitucional de Derecho señalar
que los principios solo se obligan al titular de la potestad tributaria -en la creación del
sistema- pues este es un tema que incumbe también a todos los operadores del orden
tributario -en su fase aplicativa-, sea la propia Administración Tributaria o los propios
ciudadanos -contribuyentes-, sin dejar de mencionar a los jueces y tribunales”025.
impuesto (salvo
Potestad 4
aranceles) +
Contribuciones
originaria
—...Z,J nacionales
Potestad jes
® lasas nacionales
Impuesto (salvo
aranceles) +
Potestad derivada j Contribuciones
L. !laci°naies
Tasas +
Gobierno Regionales Potestad Contribuciones
y Locales originaria (regionales o locales)
- _______ ¿ .... ....... ,..........
(11) GAMBA VALEGA, César. “Los principios constitucionales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucio
nal”. En: YACOLCA ESTARES, Daniel; BRAVO CUCCI, Jorge; CAMUS GRAHAM, Dante; GAMBA
VA LEGA, César y CARMELO NÚÑEZ, Carlos. Derecho Tributario. Grijley, Lima, 2009, p. 37.
(12) Ibídem, p. 36.
En definitiva, el Poder Legislativo, mediante la emisión de leyes, tiene competencia
para crear impuestos (con excepción de los aranceles) y contribuciones de alcance nacio
nal; facultad que puede ser delegada al Poder Ejecutivo a través de una ley autoritativa
que permita que, mediante Decreto Legislativo, los mencionados tributos sean creados.
Sobre esta potestad originaria del Poder Ejecutivo, no podemos dejar de mencionar
que existe un debate acerca de si, al redactar el artículo en cuestión y sobretodo la parte que
dice “salvo los aranceles y tasas, los cuales se regulan mediante decreto supremo”, el cons
tituyente se refería solo a la capacidad del Ejecutivo de regular la cuantía de los aranceles
y tasas de alcance nacional a través de Decreto Supremo o si con esta palabra se implica,
también, las capacidades de crear, modificar, derogar y exonerar. Sin afán de profundizar
sobre el tema, ya que no es materia del presente trabajo, nosotros postulamos que el legis
lador ha tenido la intención de plasmar una concepción amplia de la palabra regulación,
por lo que lo correcto sería utilizar la segunda acepción. Incluso, así parece entenderlo el
Tribunal Constitucional en la STC Exp. N° 00031-2010-PI/TC del 23 de mayo de 2011:
“Artículo 139.- Solo por ley expresa se crean, modifican o suprimen tributos y se
conceden exoneraciones y otros beneficios tributarios. La tributación se rige por los
principios de legalidad, uniformidad, justicia, publicidad, obligatoriedad, certeza y
economía en la recaudación, No hay impuesto confiscatorio ni privilegio personal
en materia tributaria. Los gobiernos regionales pueden crear, modificar y suprimir
tributos o exonerar de ellos con arreglo a las facultades que se les delegan por ley.
Los gobiernos locales pueden crear, modificar y suprimir contribuciones, arbitrios y
derechos o exonerar de ellas, conforme a ley”.
Es notorio que ha habido una gran evolución desde el artículo 139 hasta el actual ar
tículo 74, ya que el primero no otorgaba un tratamiento uniforme a los gobiernos regio
nales y a los locales.
° No se tenía una potestad originaria para crear tributos, pues el Gobierno Regio
nal requería una ley autoritativa emitida por el Poder Legislativo.
0 No se precisaba si por “tributos” se referían a cualquier tributo o solo a los tri
butos de alcance regional, aunque es lógico que se trataba de estos últimos, pues
no tendría sentido que se habilite a una autoridad regional para legislar sobre
asuntos de carácter nacional.
° Pero lo más grave era que en la categoría “tributos” también estaban incluidos
los impuestos, los que en la actualidad solo pueden crearse por disposición del
Gobierno Central.
Mientras que en el ámbito local:
Para graficarlo mejor, ¿qué sucedería si se gravase dos veces el mismo supuesto de
hecho, la primera vez por disposición de la Municipalidad Distrital y la segunda por la de
la Municipalidad Provincial? Precisamente por ello existe la ratificación de ordenanzas,
regulada por el artículo 40 de la Ley Orgánica de Municipalidades:
“Artículo 40.- (...) Mediante ordenanzas se crean, modifican, suprimen o exoneran, los
arbitrios, tasas, licencias, derechos y contribuciones, dentro de los límites establecidos
por la Ley. Las ordenanzas en materia tributaria expedidas por las municipalidades
distritales deben ser ratificadas por las municipalidades provinciales de su circuns
cripción para su vigencia (...).
Por otra parte, el artículo 195 de nuestra Constitución vigente expresa que:
Ergo, la competencia de los Gobiernos Regionales y Locales debe respetar todas las
disposiciones de aquellas normas legales que se refieran a tributación, he ahí el límite de
la potestad tributaria reconocida a dichos niveles de gobierno; entre la normativa a tener
en cuenta, tenemos, entre otras, al Código Tributario, la Ley Orgánica de Municipalida
des y la Ley de Tributación Municipal.
Artículo 37.- Bienes y rentas regionales: (...) c. Los tributos creados por Ley a su favor.
Esta disposición contradice lo expuesto por la Constitución, ya que postula que los
gobiernos regionales ostentan como renta los tributos creados a su favor. Esto podría
implicar una contradicción al ya estudiado artículo 74, porque se podría entender que
es el Gobierno Central el que crea las tasas y contribuciones a favor de los gobiernos
regionales.
Así, vemos que necesitamos con urgencia una sistematización de la normativa actual,
mediante la cual se logre darle la verdadera libertad de autorregulación que merecen tan
to los gobiernos locales como sobretodo- los gobiernos regionales, lo cual devendría
en beneficio para los propios contribuyentes, ya que no se verían perjudicados por inter
pretaciones erróneas de disposiciones ambiguas que solo arriben a la creación de tribu
tos confiscatorios.
VI. Conclusiones
Después de todo lo analizado en el presente trabajo, podemos concluir que:
1. El pago del tributo no es una carga, sino más bien un deber de contribuir con
el mantenimiento del orden social, del cual se encarga el Estado en función del
compromiso de mantener el contrato social.
2. La potestad tributaria es una potestad normativa que se ejerce en respeto a los
principios constitucionales, por lo tanto, dicha potestad se extingue una vez ins
taurada la norma en el ordenamiento jurídico.
3. Para que la obligación jurídica nazca se requiere que acaezca un hecho en la rea
lidad (hecho imponible) que se subsuma en la hipótesis de incidencia conteni
da en la norma jurídica. Ergo, la potestad tributaria no se relaciona con la obli
gación tributaria, sino con la norma tributaria.
4. Los principios constitucionales que limitan la potestad tributaria son aplicables
tanto a la fase de producción de la norma tributaria como a la fase de aplicación
de esta, puesto que no solo debe servir de límite al titular de dicha potestad, sino
también a todos los operadores del orden tributario y a los contribuyentes.
5. El artículo 74 de la Constitución Política del Perú de 1993 establece la potestad
tributaria tanto del Gobierno Central como de los gobiernos regionales y loca
les. Así, el Poder Legislativo puede normar los impuestos (salvo los aranceles)
y las contribuciones de alcance nacional, a través de la Ley o delegarlo al Po
der Ejecutivo, el que mediante Decreto Supremo puede normar dichos tributos.
Este último, por medio de Decreto Supremo, tiene la potestad originaria para
normar los aranceles y las tasas de alcance nacional.
6. Por su parte, los gobiernos regionales y locales pueden normar las tasas y contri
buciones de alcance regional y local, respectivamente, mediante ordenanzas. Esta
potestad es originaria y solo se necesita respetar la normativa tributaria nacional,
puesto que se debe lograr la sistematización de las normas tributarias de cada
nivel de gobierno, evitando la incoherencia y el perjuicio a los contribuyentes.
W®fe®
H Los gobiernos locales tienen potestad tributaria dentro de su jurisdicción y de los límites
que señale la ley; STC Exp. N° 04870-2007-PA/TC (f. j. 11).
BIBLIOGRAFÍA
BRAVO CUCCI, Jorge. Fundamentos de Derecho Tributario. Jurista, Lima, 2010; ESEVERRI,
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En: YACOLCA ESTARES, Daniel; BRAVO CUCCI, Jorge; CAMUS GRAHAM, Dante; GAMBA
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LING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario. Compendio de Derecho de las Obligaciones.
Palestra, Lima, 2008; PLAZAS VEGA, Mauricio. Derecho de la Hacienda Pública y Derecho Tri
butario. Tomo II, Derecho Tributario, Temis, Bogotá, 2005-2006; PISTONE, Pasquale y TAVEIRA
TORRES, Heleno. Estudios de Derecho Tributario Constitucional e Internacional. Abaco de Rodolfo
Depalma, Buenos Aires, 2005; YACOLCA ESTARES, Daniel; BRAVO CUCCI, Jorge; CAMUS
GRAHAM, Dante; GAMBA VALEGA, César y CARMELO NÚÑEZ, Carlos. Derecho Tributario.
Grijley, Lima, 2009; ZAVALETA ÁLVAREZ, Michael; GARCÍA NOVOA, César; CARRASCO
PARRILA, Pedro y IANNACONE SILVA, Felipe. Estudios de Derecho Constitucional Tributario.
Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2011.
Artículo 74 Principio de no confiscatoriedad
Ningún tributo puede tener carácter confiscatorio.
(..r~
CONCORDANCIAS:
C.: arts, 2 ¡nc. 16, 72
(*) Texto según modificatoria efectuada por e¡ articulo único de la Ley N° 28390 del 17/11/2004.
(1) Suele con frecuencia no incidirse mayormente en las diferencias entre poder y potestad, desde que, con
especial énfasis a partir de la segunda mitad de este siglo, los textos constitucionales suelen contener e
imponer algunos límites expresos en materia tributaria al Estado, v. gr. BUT1TGOÑI, Enrique. “El programa
constitucional como directiva para el legislador y como límite para el ejercicio del poder tributario”. En:
GARCÍA BELSUNCE, Horacio (coordinador). Estudios de Derecho Constitucional 'tributario. Homenaje
a Juan Carlos Luqui. Editorial Depalma. Buenos Aires, 1994, p. 73.
la Constitución recoge, o, como la ha denominado Rodríguez Bereijo, en un “poder nor
mativo en materia tributaria” (resaltado nuestro)®.
Como toda competencia jurídica, y la potestad tributaria lo es, su ejercicio no es nun
ca de naturaleza absoluta, en el sentido de que pueda ser discrecional o arbitrariamente
ejercida, sino que se encuentra sujeta a una serie de límites que le son impuestos por el
ordenamiento jurídico.
El ejercicio de la potestad tributaría que la Constitución autoriza realizar al Estado,
según se trate de una potestad que la confiere directamente la Constitución, o que ella se
ejerza en virtud del marco fijado por las leyes ordinarias, tradicionalmente ha permitido
distinguir entre una potestad tributaria originaria, para referirse al primer supuesto, o bien
de una potestad tributaria derivada, para referirse al segundo de ellos.
La potestad tributaria es originaria si es que el ejercicio de la potestad tributaria de
riva directamente de la Constitución (v. gr. el art. 74 de la CP, que prescribe que los tribu
tos solo pueden ser creados por la ley o por decreto legislativo, en caso de delegación de
facultades), o derivada, si es que las facultades impositivas no quedan reconocidas y re
guladas directamente por la Constitución, sino por las leyes ordinarias® (caso de los go
biernos locales, cuyos impuestos son creados por ley, a su favor, a tenor del inc. 2 del art.
193 de la CP)®.
Y aunque no han faltado algunos autores que han cuestionado esta opción clasifica-
toria sobre la base de que en la actualidad tal distinción no puede apoyarse en el rango de
la norma que autoriza el ejercicio de la potestad tributaria, dado que tal potestad aparece
explícitamente reconocida por la Constitución (v, gr. la potestad tributaria de los gobier
nos locales en el art. 74), sin embargo, esta, como han puesto de relieve Martín Querat y
Lozano Serrano, en realidad todavía puede decirse que cumple su finalidad, desde que lí
mites con que cuentan los órganos que ejercen la potestad tributaria originaria y deriva
da no son los mismos®.
Así, mientras los órganos que ejercen la potestad tributaria originaria no tienen más
límites que los previstos (expresa o implícitamente) por la Constitución Política del Esta
do, el ejercicio de la potestad tributaria derivada, además de los límites constitucionales,
se encuentra sujeto a los que determine la ley o la norma con rango de ley.
Dos son, en ese sentido, las clases de límites a las que se encuentra sujeto ejercicio
de la potestad tributaria, sea esta originaria o bien derivada: por un lado, los llamados lí
mites “formales” o de procedimiento; y de otro, los límites “materiales” o substanciales.
(2) Citado por SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Lecciones de Derecho Financiero. Universidad Complutense
de Madrid, 1991, p. 75.
(3) SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Hacienda y Derecho. Torno II. Instituto de Estudios Políticos, Madrid
1962, p. 276 y ss.
(4) Como se sabe, los impuestos municipales creados a favor de los gobiernos locales han sido establecidos
por el Decreto Legislativo N° 776, Ley de Tributación Municipal.
(5) Citado por SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Lecciones de Derecho Financiero. Ob. cit., p, TI.
Los primeros, los límites formales, constituyen aquellas exigencias de procedimiento
previstas en la Constitución o la ley, a los que necesariamente se deberá ajustar el ejerci
cio de la potestad tributaria (v. gr, que la creación, derogación o exoneración de impuestos
se realice en virtud de una ley o un decreto legislativo, pero nunca a través de un decreto
de urgencia, conforme dispone en el tercer párrafo del artículo 74 de la CP).
A diferencia de aquellos, los límites materiales se encuentran constituidos por aque
llos principios, explícita o implícitamente formulados por la Constitución (o la ley, si se
trata del ejercicio de una potestad tributaria derivada), cuya virtualidad consiste en infor
mar, estructurar y vertebrar el sistema tributario. Entre los límites materiales expresos a
los que se encuentra sujeto el ejercicio de la potestad tributaria originaria y derivada, está
la igualdad y los derechos fundamentales de la persona, así como la exigencia de que los
tributos no puedan tener efecto confiscatorio, según se enuncia en el segundo párrafo del
artículo 74 de la Carta Magnaí6).
(6) La Constitución de 1979, entre los principios tributarios a los que exigía respeto en el ejercicio de la potestad
tributaria, reconocía a los principios de legalidad, uniformidad, justicia, publicidad, obligatoriedad, certeza,
economía en la recaudación, no confiscatoriedad ni privilegio personal en materia tributaria. En estricto, tal
enunciación de lo que la Carta del 79 llamaba “principios”, si por un lado confundía los principios tributarios
conforme a la caracterización que se ha esbozado, con lo que en rigor no eran sino recomendaciones técnicas
en materia de recaudación impositiva (v. gr. la economía en la recaudación, publicidad), de otro, no aludía,
en los términos generales que lo hace la Carta actual, al tema del respeto de los derechos fundamentales
(Cfr. LOZANO ALVARADO, Nelson. “Los principios tributarios en la Constitución Política”. En: Revista
Jurídica delPerúW2, año XLVI, Trujíllo, abril-junio 1996, p. 173).
Desde luego que su no enunciación no quería decir que esta tabla de derechos no formara parte de los límites
a los que se encontraba sujeto el ejercicio de la potestad tributaría durante la vigencia de dicha Constitu
ción, pues en ella, como a su vez ahora ocurre con los principios de justicia, legalidad y uniformidad (que
no se encuentran explícitamente enunciados la Constitución), se configuraban como “principios o límites
innominados” del sistema tributario nacional. Cfr. HERNÁNDEZ BERENGUEL, Luis. “La Constitución
peruana en materia tributaria y el Código Tributario peruano”. En: Cuadernos Tributarios N° 12, año 6,
Lima, 1991, p. 24 y ss.
(7) PEREZ ROYO, Femando. Derecho Financiero y Tributario. Parte general. 4a edición. Madrid, 1994, p. 40.
una “coletilla”, con el objeto de garantizar posibles abusos en la progresividad del siste
ma tributario, ostentando un valor más ideológico o político, que jurídico,
Para otros, como Hernández Berenguel®, el mandato constitucional de no confisca-
toriedad de los tributos, al tiempo de constituir un principio del sistema tributario, consti
tuye un derecho fundamental, un atributo subjetivo de la persona.
Para un sector, que es predominante en la doctrina, la prohibición de los alcances con-
fiscatorios de los tributos, constituyendo un principio del sistema tributario, se erige como
una “garantía constitucional”*8 9) del derecho de propiedad de cara al ejercicio de la potestad
tributaria por parte del Estado, En ese sentido, se ha dicho, la no confiscatoriedad de los
tributos viene a ser un límite a la progresividad del sistema tributario, que no surge como
un elemento inmanente al propio ordenamiento tributario, sino como un límite que surge
desde la necesidad de respetar el contenido esencial del derecho de propiedad en el ejer
cicio de la potestad tributaria
* 1011
).
Así, las cosas, debe decirse que la prohibición de no confiscatoriedad de los tributos
no constituye propiamente un derecho subjetivo autónomo, pero tampoco forma parte del
contenido del derecho constitucional de propiedad, desde que su virtualidad ha de cons
tituir, fundamentalmente, en servir de medio de defensa, o límite último en materia tribu
taria con el que se va a dotar al derecho de propiedad cuando esta vaya a sufrir una exac
ción impositiva por parte del Estado
* 10.
Tampoco constituye una “garantía institucional”*12), pues con su consagración cons
titucional lo que se busca preservar no es la no confiscatoriedad de los tributos en cuan
to tal, sino un ámbito de libertad patrimonial de las personas (derecho de propiedad), así
como diversas garantías institucionales que anida la Constitución económica, como en
efecto sucede con la institución de la propiedad, el pluralismo económico, la economía
social de mercado, etc.
(13) DANÓS ORDOÑEZ, Jorge, “El régimen tributario en la Constitución, Estudio preliminar”. En: Themis
N" 29, 2a época, Lima 1994, p. 139.
(14) SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Lecciones de Derecho Financiero. Ob. cit., p. 106.
(15) Una tesis parcialmente distinta es la de LEJEUNE VALCÁRCEL, Ernesto. “Aproximación al principio
constitucional de igualdad tributaria”. En: AA. W. Seis estudios sobre Derecho Constitucional e Interna
cional Tributario. Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid, 1980, pp. 142-143, para quien tal aseveración
solo se constriñe al caso de los impuestos, pero no se extiende a otros tributos; constituyendo, por tanto,
el principio de capacidad contributiva parte del contenido del principio de igualdad.
(16) SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Lecciones de Derecho Financiero. Ob. cit., p. 106 y ss.
(17) Ibídem, p. 110.
En esa perspectiva, bien puede decirse que ia interdicción de la confiscatoriedad de
los tributos constituye un “principio estructural” de todo el sistema tributario08* cuya vir
tualidad jurídica consistirá modular la validez (o no), conjuntamente con los demás prin
cipios del sistema tributario, del ejercicio de la potestad tributaria.
De esta manera, el propio TC ha manifestado que el citado principio cumple dos fun
cione. Una primera de:
“mecanismo de defensa de ciertos derechos constitucionales, empezando, desde luego
por el derecho de propiedad, ya que evita que la ley tributaria pueda afectar irrazona
blemente y desproporcionalmente la esfera patrimonial de las personas. Asimismo se
encuentra directamente conectado con el derecho de igualdad en materia tributaria, o
lo que es lo mismo, con el principio de capacidad contributiva, según el cual el reparto
de tributos ha de realizarse de forma tal que se trate igual a los iguales y desigual a los
desiguales, por lo que las cargas tributarias han de recaer, en principio, donde exista
riqueza que pueda ser gravada, lo que evidentemente implica que tenga en considera
ción la capacidad personal o patrimonial de los contribuyentes”09*.
Y una segunda de índole institucional:
“Con su observancia en efecto, se asegura que ciertas instituciones que conforman
nuestra Constitución económica, como el pluralismo económico, la propiedad o la
empresa, no resulten suprimidas o vaciadas de contenido cuando el Estado ejerza su
potestad tributaria”00*.
(22) Cfr. GARCÍA BELAÚNDE, Horacio. Garantías constitucionales. Ediciones Depalma, Buenos Aires,
1984, pp. 141 y ss.
(23) STC Exp. N° 00053-2004-A1/TC, f. j. VIÍI.D.2.
De igual forma, la confiscatoriedad debe acreditarse mediante la probanza de una afec
tación real al patrimonio:
“Ahora bien, en cuanto a la supuesta afectación del Principio de No Confiscatoriedad
de los tributos, es importante precisar que además de haberse establecido que para las
detracciones no serán necesarias las exigencias del artículo 74 de la Constitución, en
la STC 2302-2003-AA/TC, el Tribunal Constitucional ha señalado que: ‘para acreditar
la confiscatoriedad en cada caso, es necesario probar la afectación real al patrimonio.
Y es que no podría ser de otra manera cuando se alega afectación exorbitante a la
propiedad privada (...) en los casos que se alegue confiscatoriedad, es necesario que
la misma se encuentre plena y suficientemente demostrada’. Ello, en concordancia
con lo establecido en el artículo 9 del Código Procesal Constitucional, relativo a la
ausencia de estación probatoria en los procesos constitucionales”045.
Tengamos en cuenta, asimismo, que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional em
plea como criterios para evaluar la posible confiscatoriedad de un tributo los principios de
razonabilidad, proporcionalidad, igualdad y legalidad (en términos generales para el TC
toda noma tributaria que vulnere cualquiera de estos principios es violatoria del principio
de no confiscatoriedad desde el punto de vista cualitativo)055.
De esta forma, el Tribunal Constitucional ha señalado que toda ley que regule un de
terminado tributo debe guardar una “razonabilidad intrínseca”, en tanto el órgano con ca
pacidad para crear un tributo debe “respetar exigencias mínimas derivadas de los princi
pios de razonabilidad y proporcionalidad”065.
Respecto al principio de igualdad, el TC ha señalado que en materia tributaria “tiene
estrecha relación con el principio de capacidad contributiva, a efectos de que la carga tri
butaria sea directamente proporcional a la capacidad económica de los concretos particu
lares que se ven afectados por el tributo”075.
Finalmente, en cuanto a las relaciones entre el principio de legalidad y el de no con
fiscatoriedad el Colegiado ha declarado que “la reserva de ley en materia tributaria es una
reserva relativa, ya que puede admitir excepcionalmente derivaciones al reglamento, siem
pre y cuando los parámetros estén establecidos en la propia ley”085.
BIBLIOGRAFÍA
BUTIT GOÑI, Enrique. “El programa constitucional como directiva para el legislador y como límite
para el ejercicio del poder tributario”. En: GARCÍA BELSUNCE, Horacio (coordinador). Estudios de
Derecho Constiliicional Tributario. Homenaje a Juan Carlos Luqui. Editorial Depalma, Buenos Aires,
1994; DANÓS ORDOÑEZ, Jorge. “El régimen tributario en la Constitución. Estudio preliminar”. En:
Themis N° 29,21' época, Lima 1994; HERNÁNDEZ BERENGUEL, Luis. “La Constitución peruana
en materia tributaria y el Código Tributario peruano”. En: Cuadernos Tributarios N° 12, año 6, Lima,
1991; GARCÍA BELAÚNDE, Horacio. Garantías constitucionales. Ediciones Depalma, Buenos
Aires, 1984; LEJEUNE VALCÁRCEL, Ernesto “Aproximación al principio constitucional de igual
dad tributaria”. En: A A. VV. Seis estudios sobre Derecho Constitucional e Internacional Tributario.
Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid, 1980; PEREZ ROYO, Fernando. Derecho Financiero y
Tributario. Parte general. 4a edición. Madrid, 1994; SAINZ DE BUJANDA, Fernando. Hacienda y
Derecho. Tomo II. Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1962; SAINZ DE BUJANDA, Fernando.
Lecciones de Derecho Financiero. Universidad Complutense de Madrid, 1991; SPISSO, Rodolfo.
Derecho Constitucional Tributario. Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1993; VILLEGAS, Héctor.
“El principio constitucional de no confiscatoriedad en materia tributaria”. Em AA. VV. Estudios de
Derecho Constitucional Tributario. Homenaje al Prof. Dr. Juan Carlos Luqui. Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1994; ZOLEZZI MOLLER, Armando. “El régimen tributario en la nueva Constitución”.
En: AA.VV. La Constitución de 1993. Análisis y comentarios. CAJ, Lima, 1994.
Artículo 74 Normas que no pueden contener materia
tributaria
(...)
Las leyes de presupuesto y los decretos de urgencia no pueden
contener normas sobre materia tributaria. Las leyes relativas
a tributos de periodicidad anual rigen a partir del primero de
enero del año siguiente a su promulgación.
No surten efecto las normas tributarias dictadas en violación
de lo que establece el presente artículo.(*)
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 77, 78, 103, 109, 118 ines. 19), 20), C.P.Ct: art. 80; CT,: normas IV, V, X,
art. 29; D, Leg.757:art. 14
I. Introducción
Sobre el tema que es materia de este comentario existe, sin duda, abundante doctri
na extranjera, así como enjundiosos estudios a nivel de doctrina nacional, circunstancia
que nos obliga a no quedamos en comentarios superficiales. Nuestro análisis es efectua
do, por ello, sobre la base de los principios e instituciones que constituyen el fundamento
de la disposición tratada, en la procura de ir más allá de la letra del texto constitucional.
Si bien es cierto que nuestra tarea podría verse facilitada por todo lo ya publicado a la
fecha y también por el derecho aplicado en la jurisprudencia, no deja de resultar difícil el
compromiso asumido, puesto que no en vano el poder tributario y los principios constitu
cionales tributarios (reserva de ley, igualdad, no confiscatoriedad y respeto a los derechos
fundamentales), constituyen temas de actuales investigaciones.
Asimismo, viene al caso precisar que la encomienda que nos ha tocado desarrollar,
está constituida por las disposiciones normativas contenidas en los dos últimos párra
fos del artículo 74 de la Constitución. Estas normas se encuentran referidas a la com-
plementación e integración del principio de reserva de ley (en lo que concierne a la pro
hibición de regular materias tributarias por la vía de los decretos de urgencia y leyes de
presupuesto); a la ineficacia de las normas tributarias que se hubieran dictado transgre
diendo dicha prohibición; y, por último, al inicio de la vigencia de las normas tributa
rias. Todos estos tópicos son de una importancia sumamente relevante en sede de Dere
cho Tributario Constitucional.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 28390 del 17/11/2004.
II. Los decretos de urgencia no pueden contener normas en mate
ria tributaria
1. Decretos de urgencia
Los decretos de urgencia, también denominados en otras legislaciones constitucionales
y en doctrina como decretos de necesidad y urgencia, reglamentos de necesidad o urgen
cia, decretos extraordinarios, decretos supremos extraordinarios, decretos presidenciales
de urgencia, disposiciones legislativas provisionales o decretos ley(!); constituyen instru
mentos normativos de reconocida existencia en un Estado constitucional, que permiten al
Poder Ejecutivo, representado a través del Presidente de la República, dictar normas con
fuerza de ley en circunstancias extraordinarias y siempre que medie el interés nacional,
debiendo el Congreso avalar su pertinencia, sea en forma expresa o tácita.
Cabe precisar que la doctrina no ha sido pacífica en aceptar su validez®, hay quienes
están a favor y quienes están en contra; asimismo se advierte que no existe un criterio uni
forme sobre los caracteres individualizantes que esta figura debiera tener para el reconoci
miento en un ordenamiento constitucional®; sin embargo podemos destacar los siguientes®:
(1) No confundir con los decretos ley emitidos por los gobiernos de facto, donde se rompe el orden constitu
cional y se disuelve el Parlamento. En estos casos el Poder Ejecutivo actúa en forma legítima amparado
en la propia Constitución del Estado.
(2) CASAS, José Osvaldo. Derechos y garantías constitucionales del contribuyente. A partir del principio
de reserva de ley tributaria. Ad-FIoc, Buenos Aires, 2002, p. 416. Comentando el debate que originó en
la doctrina argentina esta figura, reproduce un párrafo del completo ensayo del académico Horacio García
Belsunce sobre las emergencias en la Constitución nacional: “Como muchos casos que el Derecho presenta,
este es uno de aquellos en que bien puede aplicarse ese conocido dicho de que la mitad de la biblioteca
sostiene una cosa y la otra mitad otra. En efecto, la doctrina está dividida casi sectorialmente a favor o en
contra de la validez, formal de los decretos de necesidad y urgencia. Por un lado, la mayoría de los consti-
tucionalistas niega la validez. Así lo sostienen Juan A. González Calderón, Segundo V. Linares Quintana,
Germán J. Bidart Campos, Gregorio Badeni y Miguel Ángel Ekmekdjian. Los administrativistas, por el
contrario, aceptan la validez formal de tales decretos, pero supeditada a la ratificación o a la confirmación
legislativa. Así lo sustentan Rafael Bielsa, Benjamín Villegas Basavilbaso, Miguel S. Marienhoff, Manuel
M. Diez, Juan Francisco Linares, Juan Carlos Cassagne, entre otros. Entre los constitucional istas que
aceptan la validez de estos decretos encontramos a Joaquín V. González, Jorge Reinaldo Vanossi, Néstor
P. Sagüés y Alberto B. Bianchi”.
(3) Recomendamos revisar el interesante trabajo realizado por PLANAS SILVA, Pedro. “Decreto de urgencia
y 'medidas extraordinarias’: notas para su tipificación”. En: lus el Veritas. 7, Lima, noviembre de 1993,
p. 133 a 158.
(4) Confrontar con los supuestos habilitantes para la emisión de los decretos de urgencia analizados por el
Tribunal Constitucional en la STC 0008-2003-AI/TC f. j. 60; STC 00025-2008-PI/TC f. j. 5; y la STC
00007-2009-PI/TC f.j 9; los cuales se resumen en la STC 00004-201LPI/TC f.j 20.
c) Es de naturaleza transitoria, constituye una solución a una emergencia.
d) Deben ser convalidados y/o ratificados por el Congreso, ya sea en forma expre
sa o tácita.
Como referencia podemos señalar que las Constituciones de Italia de 1947, de Es
paña de 1978, de Brasil de 1988, de Colombia de 1991 y de Argentina de 1994, entre
otras, han recogido esta figura, reconociendo al Poder Ejecutivo esta facultad en casos
de emergencia.
Esta protección al principio de reserva de ley al que aluden los referidos autores, re
side en limitar la acción directa del Poder Ejecutivo en crear impuestos y contribuciones
(como ya se debe haber comentado sí la tiene respecto a tasas y aranceles), incluso en ca
sos de necesidad y urgencia, toda vez que la regulación de dichos tributos se encuentra
reservada en el Poder Legislativo. Sin embargo, a nuestro parecer esta resulta exagerada
en casos de necesidad y urgencia que requieren una acción rápida y directa del ente admi
nistrador, y no por ello se transgrediría los fundamentos en los que se apoya dicho prin
cipio, que es conciliar los intereses del Estado con los del ciudadano a efectos de obtener
una exacción justa del tributo, que bien puede hacerlo el Poder Ejecutivo en situaciones
de excepción, como se le permite con sendas libertades en caso de delegación de faculta
des legislativas (decretos legislativos), dado que en gobiernos democráticos, este también
goza de la representación del pueblo, ya que es elegido por él a través del voto.
(9) PLANAS SILVA, Pedro, Ob. cit. p. 158, expresa su preferencia en cuanto a que las medidas extraordinarias
de necesidad y urgencia no versen sobre materia tributaria en resguardo del principio de legalidad.
(10) El profesor Marcial Rubio Correa manifiesta su acuerdo total, e indica que “uno de los reclamos justos
del pueblo fue que la potestad de establecer tributos no estuviera en manos del Poder Ejecutivo” (RUBIO
CORREA, Marcial. Ob. cit., p. 425).
(Ti) OCHOA CARDICH, César. “Constitución financiera. Bases del Derecho Constitucional Tributario” En:
La Constitución de 1993: análisis y comentarios. Lecturas sobre Temas Constitucionales N° 10. Comisión
Andina de Juristas, Lima, 1994, p. 132. “Dentro de esta acepción cualificada del principio de "reserva de
ley’ resulta coherente que el artículo 74 de la Carta Fundamental haya excluido a los decretos de urgencia
como instrumentos de la potestad tributaria del Estado. Más aún, si consideramos que el conjunto del texto
fundamental de 1993 consagra un presidencialismo cuasi absolutista debe destacarse lo positivo de esta
previsión constitucional”.
fiscal, en circunstancias que el Congreso entre en receso o que requieran una pronta deci
sión; celeridad que como sabemos no caracteriza al Poder Legislativo.
(12) ZOLEZZI MÓLLER, Armando. "El régimen tributario en la nueva Constitución de 1993”. En: La Cons
titución de 1993: análisis y comentarios. Lecturas sobre Temas Constitucionales N° 10. Comisión Andina
de Juristas, Lima, 1994, p. 146. “No resulta fácil entender el porqué de la prohibición si se reconoce la
necesidad de hacer uso de la legislación de emergencia, precisamente en materia económica y financiera.
Si bien es verdad que durante la vigencia de la Constitución de 1979 los sucesivos gobiernos abusaron de
dicha facultad, no parece que el remedio más conveniente para enfrentar el problema sea su eliminación,
lo que va en contra de la realidad y de lo que ocurre en otros países, como es el caso de España (...). De
otro lado, es preciso señalar que en los países en los que más se ha violado el régimen constitucional en
esta materia es donde existe la facultad, como es el caso de Argentina y Uruguay”.
(13) ARÁOZ VILLENA, Alberto Luis. “El principio de legalidad en la nueva Constitución Política del Estado”.
En: Revista del instituto Peruano de Derecho Tributario. Volumen 25, Lima, diciembre 1993, pp. 67 a
68. “Al parecer, los excesos del Poder Ejecutivo en este campo durante catorce años que rigió la anterior
Constitución, han motivado que con un exceso de cautela, el Congreso Constituyente Democrático optara
por eliminar esta Potestad Tributaria. En nuestro concepto, si bien es cierto que existieron tales exce
sos, no puede negarse que las medidas extraordinarias en materia tributaria son necesarias para regular
situaciones imprevisibles que hagan peligrar la situación fiscal del país cuando el Congreso no esté en
funcionamiento o cuando no pueda dictar las disposiciones legales correspondientes con la premura que
el caso concreto requiera. Por esa razón, tales medidas han debido mantenerse debidamente reguladas
por la propia Constitución”.
(14) HERNÁNDEZ BERENGUEL, Luis. “El poder tributario y la nueva Constitución”. En: Revista del
Instituto Peruano de Derecho Tributario. Volumen 24, Lima, junio, 1993, pp. 20 y 21. “(...) no consti
tuye un extremo deseable prohibir que el Poder Ejecutivo pueda, mediante decretos de urgencia, crear,
modificar o suprimir tributos o eximir de ellos. Nos parece que hay situaciones temporales, de extrema
necesidad, que ameritan una intervención rápida del Poder Ejecutivo -casos de guerra, calamidades
públicas, etc.- para hacerles frente usando el Poder Tributario que en principio debería ser ejercido a
través del Congreso, con medidas de vigencia temporal y cuando el Congreso esté en receso. Empero,
esta facultad tendría que ser regulada de manera que solo pueda ser ejercida en casos excepcionales y bajo
el cumplimiento de requisitos muy puntuales que impidan el abuso en su ejercicio que se pudo observar
en gobiernos anteriores”.
(15) EGUIGUREN PRAELI, Eranciso José. Ob. cit., pp. 189 a 190. “La nueva Carta ha omitido también
señalar expresamente qué tópicos quedan incluidos y excluidos dentro de las materias económica y finan
ciera asignadas como ámbito de los decretos de urgencia. Tan solo se dispone la exclusión de la materia
tributaria, criterio que nos parece errado e inconveniente. En primer lugar, porque las investigaciones
realizadas demuestran que la mayoría de 'medidas extraordinarias’ que se dictaron al amparo del inciso
20 del artículo 211 estaban referidos a la creación, modificación, suspensión o exoneración de tributos. Y
en segundo lugar, porque habiéndose establecido la fuerza de ley de los decretos de urgencia, se respeta
el principio de legalidad que es básico en materia tributaria.
Cierto es que se debían corregir los excesos cometidos en todos estos años, pero para hacerlo resultaba
conveniente mejorar la regulación que fija los requisitos, alcances y el control de los decretos de urgencia.
Excluir la materia tributaria como susceptible de regulación extraordinaria, por este mecanismo excepcional,
solo conlleva una peligrosa restricción que a la postre puede dar pie a nuevos excesos y distorsiones. Y es
que muchas veces las medidas extraordinarias a dictar mediante decretos de urgencia, requieren tener un
contenido tributario para conjurar situaciones apremiantes. No se trataba pues de prohibir su utilización
en este campo, sino de normarla y limitarla”
Danés Ordóñez(16), así como los profesores extranjeros García Mullín(17)18
; Rodolfo R. Spis-
so(1H), entre otros.
Finalmente solo nos queda por decir, que el Poder Legislativo debe revisar la per
tinencia de esta prohibición, y evaluar la posibilidad de regular de una mejor manera la
utilización de los decretos de urgencia, precisando su naturaleza temporal, determinando
los casos de excepción e interés nacional, e incorporando mecanismos efectivos de con
trol parlamentario.
Esta situación excepcional -pero constitucional- de disolución del Congreso, nos lle
va a soluciones excepcionales y temporales, que se apartan del ordenamiento regular que
(16) DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “El régimen tributario en la Constitución. Estudio preliminar”. En: Themis.
N° 29, 1994, pp. 132 y 133. “(...) esa rotunda prohibición puede traer graves consecuencias, no solo entor
pecer el accionar del gobierno en un instrumento de política económica tan importante como el tributario,
sino porque no permitirá hacer frente con la diligencia necesaria a verdaderas situaciones de emergencia
o circunstancias imposibles de prever que requieran que el Congreso se reúna y adopte una solución.
(...) Hubiera sido mejor que los constituyentes, sin duda recelosos del uso abusivo de los Decretos de
Urgencia, los contrarrestaran con la incorporación de mecanismos efectivos de control parlamentario, lo
que sin embargo no se produjo, limitándose más bien a señalar que el Congreso los puede modificar o
derogar”.
(17) GARCÍA MULLÍN, Roque. “Hacia una redefinición del principio de reserva de ley”. En: Revista ciel
Instituto Peruano de Derecho Tributario. Volumen 25, Lima, diciembre, 1994, p. 18. “Cada vez son más
numerosas las Constituciones que admiten una participación decisiva del ejecutivo en el dictado de la
norma tributaria. Esa participación puede producirse según los casos, por el dictado de las normas con
fuerza de ley en situaciones de emergencia”.
(18) SPISSO, Rodolfo R. Derecho Constitucional Tributario. Depalma. Buenos Aires, 1991, pp. 214 y 216:
“En situaciones en que se configura una situación de grave perturbación económica, social o política que
representa un máximo peligro para el país, el Estado tiene la potestad y aun el deber imperioso de poner
en vigencia el derecho de excepción, o sea, un conjunto de remedios extraordinarios destinados a asegurar
la autodefensa de la comunidad y el establecimiento de la normalidad social que el sistema político de la
Constitución presupone.
(...) Si bien la doctrina de emergencia da sustento a un acaecimiento de poder, el principio esencial en materia
de división de poderes indica que el poder que acrece debe situarse siempre en las zonas de competencias
propias del órgano que lo acrecienta, y no asumir facultades inherentes a otro poder. Ello porque, como lo
señala Bidart Campos, el principio de la división de poderes no declina ante la doctrina de emergencia.
Sin menoscabo de ello, cabe considerar que en situaciones de máxima, en que esté enjuego la subsistencia
misma de la Nación, de las provincias o municipalidades del régimen republicano de gobierno, el Poder Ejecu
tivo puede adoptar provisoria y excepcionalmente por decreto medidas que ordi nariamente competen al Poder
Legislativo. La urgencia en dictar la norma o la ineficacia de ella de existir una previa y pública deliberación,
son circunstancias que pueden legitimar el dictado de los llamados decretos de necesidad y urgencia, por parte
del Poder Ejecutivo”.
podemos encontrar en un Estado de Derecho cuyo régimen político y de gobierno se sus
tenta en el principio de separación de poderes(i9).
De esta forma, los Decretos de Urgencia a los que se refiere el artículo 135 no pue
den ni tienen las restricciones establecidas en el artículo 74 bajo comentario, ni gozan de
la exclusividad regulatoria que propone el numeral 19 del artículo 118 de la Constitución
(materia económica y financiera), ya que estas disposiciones están enmarcadas dentro de
un régimen político y de gobierno sustentado en la división de poderes.
En ese entendido, los Decretos de Urgencia que alude el artículo 135 de nuestra Cons
titución podrán versar sobre materia tributaria siempre que sean dictados durante el perio
do que constitucionalmente el Congreso se encuentre disuelto, en la medida que exista la
necesidad y urgencia de regulación.
Aunque en rigor técnico debió indicarse “a partir del primero de enero del año si
guiente a su publicación”, la finalidad de la disposición bajo comentario resulta bastante
clara, que es generar seguridad jurídica y confianza al inversionista, ya que siendo el Im
puesto a la Renta el máximo representante de los tributos de periodicidad anual, permite
durante el ejercicio fiscal que las empresas planifiquen esta carga tributaria, determinan
do sus obligaciones y beneficios.
(20) VILLEGAS, Héctor. Curso definanzas. Derecho Financiero y Tributario. 8" edición, Astrea, Buenos Aires,
2003, p. 242: “Si el hecho imponible es de ‘verificación periódica’, ello significa que tal hecho generador
es el resultante de un conjunto de actos que se desarrollan en un periodo temporal (p. ej. El impuesto a las
ganancias que grava los ingresos que se van produciendo durante el ejercicio). En este caso, se tiene por
acaecido el hecho imponible en el último instante del periodo en el cual se computan los ingresos. Si se
produce una modificación legislativa durante el curso del ejercicio, la alteración es válida y no retroactiva,
puesto que el hecho imponible no se tuvo aún por realizado*’.
(21) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Diario de Debates del Pleno - 3993, Tomo II, publicación oficial,
Lima, julio de 1998.
lectura distinta de la norma constitucional, toda vez que no aplicó disposiciones de sal-
vataje para el año 2019.
Por ello, creemos válidas y atendibles las justificaciones dadas por los autores citados,
que resumimos en razones de seguridad jurídica y técnica legislativa, que tienen sustento
en la vigencia temporal de las leyes de presupuesto, el sistema de aprobación especial que
es sometida, que limita el debate parlamentario al establecer plazos para la presentación del
proyecto de ley y su aprobación(25), y en la conservación de un sistema tributario ordenado.
(22) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., p. 426: “Si se autorizara incluir tributos allí, podría desorganizarse
el sistema tributario nacional, con medidas de conyuntura para ‘cerrar la brecha fiscal’, olvidándose de
todo esto debe ser materia de una planificación cuidadosa y no de reacciones de momento”.
(23) DAÑOS ORDOÑEZ, Jorge, Ob. cit., p, 143. Esta disposición la explica “en razón de que la aprobación de
la Ley de Presupuesto se lleva a cabo a través de un procedimiento parlamentario sometido a importantes
limitaciones parad debate, sobre lodo de índole temporal. Por ello se quiere evitar que la ley de presupuesto
se convierta en un cajón de sastre, porque en materia tributaria requiere un debate parlamentario serio y
pormenorizado”,
(24) OCHOA CARDICH, César. Ob. cit., p, 138: “El principio de exclusividad presupuestaria tiene su origen
ene! derecho presupuestario o de los gastos públicos (.,.). En cuanto a la exclusión en la Ley de Presupuesto
de normas sobre materia tributaria no hay uniformidad de criterios en la doctrina. Así, se sostiene que los
tributos tienen relación directa con los contenidos económicos del Presupuesto. De otro lado, el principio
de exclusividad presupuestaria fue adoptado en el artículo 199 de la Constitución de 1979 que estableció
que las leyes de carácter tributario que sean necesarias para procurar ingresos al Estado deben votarse
independientemente y antes de la Ley de Presupuesto”.
(25) De acuerdo a los artículos 78 y 80 de la Constitución de 1993, la autógrafa de la ley de presupuesto debe
ser remitida al Poder Legislativo hasta el 30 de noviembre, en caso contrario entra en vigencia el proyecto
de ley de presupuesto presentado al Congreso por el Ejecutivo, debiendo precisarse que el plazo para
presentar el referido proyecto de ley vence el 30 de agosto.
referida a las normas tributarias sustanciales que crean, modifican o suprimen tributos, o
se incluye a las normas adjetivas reguladas por ley y referidas a la aplicación del tributo.
Sin embargo, la Constitución de 1993 establece una excepción a la regla general co
mentada, en casos de violación de las disposiciones contenidas en el artículo 74, previendo
(26) MORENO GONZÁLEZ, Saturnina. “La Ley de Presupuestos Generales del Estado como fuente del
Derecho Tributario”. En: Análisis Tributario. N°s 200, 202 y 203. Asesoramiento y Análisis Laborales,
Lima, 2004. Si bien la autora refiere sus comentarios al artículo 134 de la Constitución Española de
1978, que contiene una prohibición material a la Ley de Presupuesto similar a aquella que recoge nuestra
Constitución, consideramos que los aportes y alcances que expone sobre los problemas interpretativos que
suscita dicho artículo, resultan válidos para nosotros.
(27) TIRADO BARRERA, José Antonio. “La sentencia declaratoria de Ínconstitucionalidad de normas tri
butarias y sus efectos temporales en el ordenamiento peruano”. En: Normas Legales. Tomo 324, Trujillo,
p. 44.
de esta forma la sanción de nulidad de aquellas normas tributarias dictadas en infracción
a dicho artículo, lo cual conllevaría a devolver lo indebidamente pagado.
Por ello, a través, primero del artículo 40 de la derogada Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional aprobada por Ley N° 26435, y actualmente por el artículo 80 del Códi
go Procesal Constitucional aprobado por Ley N° 31307, se reguló este efecto retroacti
vo de las sentencias del Tribunal Constitucional, permitiéndosele modular sus decisio
nes y resolver respecto a las situaciones jurídicas referidas a su vigencia, evaluando el
entorno económico, jurídico y político, a fin de otorgarle efectos a futuro o retroactivos
a su sentencia.
Finalmente queremos precisar que esta facultad ha sido aplicada por nuestro Tribu
nal Constitucional, en la acción de inconstitucionalidad interpuesta por la Defensoría del
Pueblo contra diversas ordenanzas expedidas por la Municipalidad Distrital de Santiago
de Surco que aprobaban el régimen tributario y los importes de arbitrios municipales co
rrespondientes a los ejercicios 2000 a 2004, que fuera materia de pronunciamiento me
diante resolución de fecha 11 de noviembre de 2004, publicada en el diario oficial El Pe
ruano del 14 de marzo de 2005, la que para finalizar reproducimos en lo que corresponde
a los párrafos pertinentes:
“(...)
67. En este escenario, un primer aspecto a considerar es que la declaración de incons
titucionalidad de las Ordenanzas impugnadas con efecto retroactivo (ex tune),
involucraría la devolución o compensación de la totalidad de lo recaudado de
acuerdo a lo establecido en el Código Tributario, por tratarse de pagos indebi
dos. Esta posibilidad -dada la antigüedad de algunas normas impugnadas y la
vigencia de sus efectos, situación que se agrava, considerando que es una pro
blemática que se reproduce a nivel nacional™, crearía un caos financiero y ad
ministrativo municipal en perjuicio de los propios contribuyentes, a quienes fi
nalmente se busca garantizar.
Las cuantiosas devoluciones que habilitaría un fallo con efectos retroactivos,
harían inviable la propia continuidad y mantenimiento de los servicios que hoy
en día deben suministrar los municipios, y con ello, la propia gestión municipal.
Este, a nuestro juicio, el argumento que impide a este Tribunal hacer uso de su
facultad excepcional de declarar la inconstitucionalidad con efecto retroactivo.
68. Y es que, en la valoración, de las consideraciones expuestas, el principio de uni
dad de la constitución y el de concordancia práctica, nos obliga a buscar un jus
to equilibrio entre la capacidad de los municipios para seguir gestionando ser
vicios y el respeto a los principios constitucionales para la creación de tributos.
69. Este tipo de evaluación, en casos de sentencias que anulan tributos, es una con
sideración que diversos Tribunales y Cortes Constitucionales han considerado
en varias ocasiones. De ahí que se afirme que: '(■■■) cuando se dicten sentencias
anulatorias de tributos que han estado cobrándose por mucho tiempo, los efec
tos retroactivos de aquellas pueden producir serias dislocaciones en las finan
zas públicas, pues el Estado o la entidad pública correspondiente se verían obli
gadas a devolver grandes sumas de dinero ilegítimamente recaudadas. A fin de
evitar estos problemas, se utilizan las sentencias anulatorias, pero dimensionan-
do sus efectos hacia futuro (...)’ (HERNÁNDEZ VALLE, Rubén. “La tipolo
gía de las sentencias constitucionales con efectos fiscales”. En: Revista Espa
ñola de Derecho Constitucional. Año 14, N° 41, p. 240).
Sería irrazonable que, a consecuencia de la decisión de un Tribunal Constitu
cional, la solución brindada resulte más perjudicial que el hecho de que la nor
ma reputada inconstitucional permanezca en el sistema jurídico.
(...)
76. Otro aspecto adicional, evaluado por este Tribunal, es que aun cuando se ha
ble de cobros indebidos por vicio de nulidad hen la producción de normas, nin
gún ciudadano podría desconocer que lo recaudado fue utilizado para financiar
servicios finalmente brindados. La discusión sobre el monto que correspon
de a lo debidamente pagado y el que resultó excesivo es algo que únicamente
puede ser determinado en cada caso particular; pero ello no es consistente con
una política de devolución in toto, cuando en la práctica se generaron costos de
administración.
77. La decisión de no otorgar retroactividad a los efectos de esta sentencia no impi
de que, con justa razón, se determine dejar sin efecto cualquier cobranza en trá
mite, así como impedir el inicio de cualquier procedimiento cuya finalidad sea
la de ejecutar el cobro de deudas originadas en las normas declaradas inconsti
tucionales. Con ello, se impide la aplicación de normas inconstitucionales a he
chos pasados que no hayan quedado agotados”.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp Los decretos de urgencia no pueden contener materia tributaria: STC Exp. N” 00047-2004-
PI/TC (f.j.27).
fl Existe una tendencia a conferirle al Poder Ejecutivo todo tipo de facultades en materia
tributaria, lo cual podría crear el camino de renuncia o abdicación a potestades esenciales
del Congreso y, además, a la afectación de derechos fundamentales del administrado: STC
Exp. N° 00004-2019-PI/TC (f. j. 11).
g El requisito endógeno de la “materia económica yfinanciera ’’ de los decretos de urgencia
exige que dicha materia sea ei contenido y no el continente de la disposición, pues en sentido
estricto pocas son las cuestiones que, en última instancia, no sean reconducíbles hacia el
factor económico, quedando en todo caso proscrita, por imperativa del propio parámetro
de control constitucional, la materia tributaria; STC Exp. N° 00004-2011 -PI/TC (f.j. 17).
BIBLIOGRAFÍA
ARÁOZ VILLENA, Alberto Luis. “El principio de legalidad en la nueva Constitución Política del
Estado”. En: Revista del instituto Peruano de Derecho Tributario. Volumen 25, Lima, diciembre de
1993; CASAS, José Osvaldo. Derechos y garantías constitucionales del contribuyente. A partir del
principio de reserva de ley tributaria. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002; DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “El
régimen tributario en la Constitución. Estudio preliminar”. En: 77?emriN°29, Lima, 1994; EGUIGU-
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de 1993”. En: La Constitución de 1993. Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994; GARCÍA MULLÍN,
Roque. “Hacia una redefinición del principio de reserva de ley”. En: Revista del Instituto Peruano de
Derecho Tributario. Volumen 25, Lima, diciembre de 1994; HERNÁNDEZ BERENGUEL, Luis. “El
poder tributario y la nueva Constitución”. En: Revista del Instituto Peruano de Derecho Tributario.
Volumen 24, Lima, junio de 1993; MORENO GONZÁLEZ, Saturnina. “La Ley de Presupuestos
Generales del Estado como fuente del Derecho Tributario”. En: Análisis Tributario. N°s. 200, 202
y 203. Asesoramiento y Análisis Laborales, Lima, 2004; OCHOA CARDICH, César. “Constitución
financiera. Bases del Derecho Constitucional Tributario”. En: La Constitución de 1993: análisis y
comentarios. Lecturas sobre Temas Constitucionales N° 10. Comisión Andina de Juristas, Lima,
1994; PLANAS SILVA, Pedro. “Decreto de urgencia y ‘medidas extraordinarias’: notas para su ti
pificación”. En: lus et Peritas. N° 7, Lima, noviembre de 1993; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio
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del Perú, Lima, 1999; SPISSO, Rodolfo R. Derecho Constitucional Tributario. Depalma, Buenos
Aires, 1991; TIRADO BARRERA, José Antonio. “La sentencia declaratoria de inconstitucionalidad
de normas tributarias y sus efectos temporales en el ordenamiento peruano”. En: Normas Legales.
Tomo 324, Trujillo; VILLEGAS, Héctor. Curso de finanzas. Derecho Financiero y Tributario. 8“
edición, Astrea, Buenos Aires, 2003; ZOLEZZI MÓLLER, Armando. “El régimen tributario en la
nueva Constitución de 1993”. En: La Constitución de 1993: análisis y comentarios. Lecturas sobre
Temas Constitucionales N° 10, Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994.
Artículo 75 Deuda pública
El Estado solo garantiza el pago de la deuda pública contraída
por gobiernos constitucionales de acuerdo con la Constitución
y la ley.
Las operaciones de endeudamiento interno y externo del Estado
se aprueban conforme a ley.
Los municipios pueden celebrar operaciones de crédito con
cargo a sus recursos y bienes propios, sin requerir autoriza
ción legal.
CONCORDANCIAS:
C.:arts. 46, 77,78, 82, 191, 192 inc. I), 194,102 inc. 5);D. Leg. 1441
L Marco histórico-constitucional
La sentencia del Tribunal Constitucional, recaída en el Exp. 004-2002-AI/TC,
de fecha 29 de enero de 2004, desarrolla de manera interesante el marco histórico-cons
titucional de la deuda pública y el deber estatal de cumplir con su pago.
Esta sentencia señala que, desde su independencia, el Perú previo que debía honrar
se la deuda pública. Así lo establecía el artículo 19 de las Bases de la Constitución Perua
na, del 17 de diciembre de 1822, el cual dispuso que: “La Constitución reconoce la deu
da del Estado, y el Congreso establecerá los medios convenientes para su pago, al paso
que vaya liquidándose”.
Del mismo modo, las Constituciones de 1828 (art. 48, inc. 10), 1834 (art. 51, inc. 10),
1839 (art. 55, inc. 22), 1860 (art. 59, inc. 7), 1867 (art. 59, inc. 8), 1920 (art. 83, inc. 7) y
1933 (art. 123, inc. 8), declararon que era atribución del Congreso reconocer la deuda na
cional, y fijar los medios para consolidarla y amortizarla.
Por su parte, la Constitución de 1979 en su artículo 141 dispuso que: “El Estado solo
garantiza el pago de la deuda pública que contraen los gobiernos constitucionales, de
acuerdo con la Constitución y la ley”. Dicho precepto está repetido en el artículo 75 de la
Constitución de 1993.
En conclusión, de lo expuesto se advierte que las diversas disposiciones constitucio
nales no hicieron diferencia alguna entre la deuda pública interna y la externa, de manera
que una y otra tenían amparo en los textos respectivos.
IL La deuda pública
La deuda pública es el conjunto de pasivos reconocidos por el Sector Público y genera
dos por operaciones del pasado. Así, conforme al Glosario de Términos del Sistema de Ges
tión Presupuestaria del Estado, aprobado por Resolución Directoral N° 007-99-EF-76.01,
publicado el 23 de febrero de 1999, la deuda pública puede ser de dos tipos, de acuerdo a
la procedencia del respectivo acreedor: (i) interna, si las obligaciones fueron contraídas con
agentes económicos residentes en el país; y, (ii) externa, cuando dichas obligaciones fueron
concertadas con agentes económicos no residentes en el país. Asimismo, la deuda públi
ca puede distinguirse según su plazo: (i) de corto plazo, aquella concertada a plazos meno
res o iguales a un año; y, (ii) de largo plazo, aquella concertada a plazos mayores a un año.
Señala también “que resulta imperativo e inexcusable que se abra un registro de tal
deuda, en el que conste el origen, la preferencia legal para la amortización y el pago, así
como todos los otros datos que permitan conocer con claridad las obligaciones asumidas
por el Tesoro Público”.
La norma que nos ocupa establece en primer término que el Estado garantiza úni
camente la deuda que haya sido contraída por gobiernos constitucionales, conforme a la
Constitución y a la ley. De acuerdo con el profesor Marcial Rubio Correa, esta norma tie
ne un gran valor formal pero de difícil aplicación en la práctica. Al respecto sostiene que:
(1) EKMEKDJIÁN, Miguel Ángel. Tratado de Derecho Constitucional. Tomo IV, Depalma, Buenos Aires,
2001, p, 462.
“(Se trata de) una provisión constitucional cumplida muy escasamente porque, en gene
ral, las deudas contraídas por gobiernos de facto son asumidas por los siguientes gobier
nos constitucionales ya que significan compromisos reales con países extranjeros o con
organismos ya que no se pueden desconocer abiertamente, aunque ellos hayan actuado
impropiamente fácilitándolos”(2).
(2) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993, Tomo IH, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 430.
(3) En la STC Exp. Nu 010-2002-AI/TC del 3 de enero de 2003, el Tribunal Constitucional abordó el tema de
la vigencia de las normas emanadas de un gobierno de facto. Al respecto señaló lo siguiente: “La doctrina
establece que durante el periodo que sigue a la desaparición de un gobierno de facto, la vigencia de los
Decretos Ley se procesa de conformidad con la teoría de la caducidad, la teoría de la revisión o la teoría
de la continuidad. La teoría de la caducidad -que plantea que una vez restaurado el Estado de Derecho,
dichas normas dejan ipso facto de tener vigencia- no ha tenido aceptación en nuestro país; al extremo de
haber sido utilizada una sola vez, a través de la Ley de 20 de diciembre de 1895, que declaró inexistentes
los actos gubernativos y las leyes aprobadas durante el periodo 1894-1895.
En cambio, la teoría de la continuidad utilizada en amplios momentos de nuestra historia y la teoría de la
revisión son las que han permitido afrontar el delicado problema de la vigencia de los Decretos Ley,
Según la teoría de la continuidad, los Decretos Ley perviven o mantienen su vigencia -surtiendo todos los
efectos legales- no obstante producirse la restauración del Estado de Derecho. Estos solo perderán vigencia
en caso de que el Congreso posterior a un gobierno de facto dicte leyes que los abroguen, modifiquen o
sustituyan, según el caso.
Esta teoría se sustenta en la necesidad de preservar uno de los fines básicos del Derecho: la seguridad jurídica.
En el caso de los Decretos Ley, dicho fin implica resguardar el desenvolvimiento de la vida cotidiana y la
de los bienes jurídicos (vida, propiedad, honor, etc.) que se encuentran amparados por ellos, sin mengua
de reconocer que este amparo haya sido establecido de manera no formal.
En efecto, durante el interregno del Estado de Derecho -como consecuencia de la imposición de un
gobierno de facto- surgen inevitablemente relaciones ínterpersonales reguladas por Decretos Ley. No
En el caso de las operaciones de endeudamiento concertadas fuera del orden constitu
cional la Constitución pretende evitar que el nuevo gobierno democrático tenga que hon
rar los compromisos asumidos por gobiernos de facto. De esta manera se busca presionar
al sistema financiero internacional a fin de que no preste su colaboración financiera a los
gobiernos de facto y así facilitar el retorno a la normalidad democrática.
Como ya señalamos, las operaciones de endeudamiento del Estado pueden ser inter
nas o externas, según sean asumidas con un acreedor que reside en el país o en el extran
jero. El segundo párrafo del artículo 75 de la Constitución dispone que la ley deba estable
cer el procedimiento a seguir para la aprobación de estas operaciones de endeudamiento.
aceptar la continuidad de la vigencia su i géneris de estos, sería abrir un largo, oscuro e inestable “paréntesis
jurídico” que dejaría en la orfandad al cúmulo de beneficios, facultades, derechos o prerrogativas nacidos
de dicha legislación, así como también quedarían privados de exigencia las cargas públicas, deberes,
responsabilidades, penalidades, etc., que el Estado hubiese establecido en su relación con los ciudadanos.
Desde ambas perspectivas -la ciudadanía y la organización estatal-, se perpetraría un inmenso perjuicio
para la vida coexistencia! y la normal marcha del cuerpo político.
Así, el desconocimiento a priori y genérico de la totalidad de los Decretos Ley, luego de restaurarse el
Estado de Derecho, generaría incertidumbre, caos, desorden, riesgo y amenaza para las relaciones entre
los ciudadanos y entre estos y el Estado.
Por su parte, la teoría de la revisión plantea que una vez restaurado el Estado de Derecho, los Decretos
Ley deben ser objeto de un examen de vigencia. Parata! efecto, el Congreso de la República se pronuncia
por el mantenimiento o no en el sistema jurídico”.
En el Perú, el Congreso Constituyente Democrático, mediante la Ley Constitucional publicada el 09/01/1993
en el diario oficial El Peruano, optó por la teoría de continuidad declarando la vigencia de las normas
expedidas luego del golpe de! 5 de abril. En tal sentido, el artículo 2 de la mencionada ley dispuso que:
“Los Decretos Ley expedidos por el Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional a partir del 5 de
abril de 1992 hasta el 30 de diciembre del mismo año, mantienen plena vigencia en tanto no sean revisados,
modificados o derogados por el Congreso Constituyente Democrático”.
(4) El artículo 63 de la Constitución, segundo párrafo, permite que el Estado someta sus controversias en
materia financiera a tribunales extranjeros, cuando dispone lo siguiente: “En todo contrato del Estado y
de las personas de Derecho Público con extranjeros domiciliados consta el sometimiento de estos a las
leyes y órganos jurisdiccionales de la República y su renuncia a toda reclamación diplomática. Pueden ser
exceptuados de la jurisdicción nacional los contratos de carácter financiero” (el énfasis y subrayado son
nuestros).
constituye un límite superior para operaciones de endeudamiento que el Gobierno Nacio
nal apruebe o garantice en un determinado ano fiscal, sujetándose su ejecución al cumpli
miento de los procedimientos establecidos en dicha Ley anual y otras normas que emita
el órgano rector del sistema”(5)678.
Ello significa que la Ley Anual de Endeudamiento del Sector Público correspondiente
al año fiscal respectivo, establece las disposiciones relativas a la aprobación de los mon
tos máximos de endeudamiento externo o interno que el Gobierno Nacional puede acor
dar o garantizar®.
Cabe señalar que conforme a lo que disponía el artículo 36.3 de la misma Ley Mar
co de la Administración Financiera del Sector Público, “las entidades y organismo públi
cos del Sector Público están impedidos de efectuar por cuenta propia gestiones tendientes
a la consecución de operaciones de endeudamiento externo. El Ministerio de Economía
y Finanzas, a través de la Dirección Nacional de Endeudamiento Público es la única en
tidad autorizada para evaluar y negociar operaciones de endeudamiento externo”®. De
acuerdo con esta norma, las operaciones de endeudamiento externo solo podían ser nego
ciadas por el Ministerio de Economía y Finanzas, quedando prohibido que las demás en
tidades del Estado inicien por cuenta propia las gestiones tendientes a la concertación de
operaciones de endeudamiento externo. Esta disposición no se aplicaba a las operaciones
de endeudamiento externo de las municipalidades, pero sí debía ser observada cuando en
dichas operaciones las municipalidades requerían aval del Estado, conforme lo dispone el
inciso 8 del artículo 196 de la Constitución.
(5) Nota del editor.- Actualmente se encuentra vigente sobre este asunto el Decreto Legislativo N° 1436,
Decreto Legislativo Marco de La Administración Financiera del Sector Público, de fecha 16/09/2018 y el
Decreto Legislativo N° 1437, Decreto Legislativo del Sistema Nacional de Endeudamiento Público, de
fecha 16/09/2018.
(6) Nota del editor.- Conforme al artículo 9, inciso 2, del Decreto Legislativo N° 1437, Decreto Legislativo del
Sistema Nacional de Endeudamiento Público, la Ley de Endeudamiento del Sector Público que se aprueba
anualmente, en el marco de lo dispuesto por el artículo 78 de la Constitución Política del Perú, establece
el monto máximo de endeudamiento que puede aprobar el Gobierno Nacional durante un año fiscal, en
función de las metas establecidas en el Marco Macroeconómico Multianual aplicable.
(7) Nota del editor.- Ver al respecto los artículos 27 y 28 del Decreto Legislativo N° 1437, Decreto Legislativo
del Sistema Nacional de Endeudamiento Público.
(8) Conforme a lo dispuesto por el artículo 69 de la Ley Orgánica de Municipalidades, Ley N° 27972, las
operaciones de crédito con cargo a los recursos y bienes propios de las municipalidades requieren de la
aprobación de la mayoría del número legal de miembros del consejo municipal correspondiente.
que lo haga, porque siempre los municipios necesitarán del aval del Gobierno Central si
requieren obtener recursos cuantiosos. Sus rentas son muy reducidas como para aspirar a
préstamos importantes”(9).
De cualquier forma esta norma posibilita que los gobiernos municipales consigan fi-
nanciamiento crediticio sin requerir la aprobación del Congreso de la República, aunque
ello funcione en los casos de operaciones menores.
La Constitución no hace diferencia entre la deuda pública interna y la externa: STC Exp.
N° 00015-2005-PI/TC (f.j. 66).
H Debe crearse un registro sobre la deuda pública interna, con plazos y condiciones para
su amortización y pago, dentro de las posibilidades fiscales y sin perjuicio a los servicios
básicos que cumple el Estado: STC Exp. N° 00015-2005-PI/TC (f.j. 67).
BIBLIOGRAFÍA
EKMEKDJIÁN, Miguel Ángel. Tratado de Derecho Constitucional. Tomo IV, Ediciones, Depalma,
Buenos Aíres, 2001; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo
III, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999.
CONCORDANCIAS:
C.: Arts. 75, 77 al 79, 82, 170; C.P.: Arts. 241, 384, 388; D.S. 082-2019-EF; D.S.
344-2018-EF
I. Antecedentes
¿Cuáles son los antecedentes de la legislación sobre contrataciones públicas en el
Perú? Si tomamos como referencia a la Colonia, entendiendo que mediante ella se ges
tó un nuevo Estado tanto en el Perú, como en otras áreas geográficas de América Latina,
tenemos que el antecedente más remoto se encuentra en la Ley de Indias, específicamen
te en el Título XXV del Libro VIIIÍ2), luego, desde la Independencia hasta la Constitu
ción de 1979, dicha materia fue regulada en forma dispersa por normas de menor rango,
las cuales se caracterizaron por su inestabilidad, situación que a la fecha no ha cambiado.
Para obtener una respuesta válida, revisemos las disposiciones constitucionales al res
pecto. La Constitución de Cádiz de 1812, establecía en su artículo 171, en la Duodécima
facultad del Rey, que este podía “Decretar la inversión a cada uno de los ramos de la Ad
ministración Pública”; disposición con la que se incrementaba la discrecionalidad del gas
to del Titular del Poder. En el Perú, en los documentos que sirvieron de antesala a nuestro
desarrollo constitucional tenemos que el Estatuto de Huaura de febrero de 1821 no hizo
referencia al gasto, solo se mencionó en el artículo 7 que en cada departamento habría un
agente fiscal encargado de “promover la prosperidad”. Asimismo, en el artículo 2 de la
Sección Quinta del Estatuto Provisional de octubre de 1821 se estableció que los presiden
tes de los departamentos tenían como atribución “promover la prosperidad de la hacienda
del Estado, celando escrupulosamente la conducta de los empleados (...)”.
(2) Sobre la evolución de la normativa en relación con las políticas económicas puede verse: RETAMOZO
LINARES, Alberto. “De la Junta de Almoneda al Comité Especial. Historia de la contratación estatal en
el Perú”. En: Contrataciones y adquisiciones del Estado y normas de control. Jurista, Lima, 2007.
La Constitución Política de 1828 mantuvo el criterio establecido en las Constituciones
anteriores respecto de las compras públicas donde la decisión final correspondía al Titular
del Poder; criterio que mantuvo la Constitución de 1834. Aunque en su artículo 172 hacía
referencia a las inversiones ordenadas por Ley, con lo que vinculaba inversión a legislación
positiva. Para 1839, el país ya contaba con una nueva Constitución Política, en cuyo artículo
87 se reiteró el criterio vigente en anteriores constituciones respecto de las atribuciones del
Presidente de la República, entre las que se encontraba la de cuidar “de la recaudacióní3)
e inversión de los fondos de la hacienda nacional”.
Ya en el siglo XX, en cuanto a la forma de contratar por parte del Estado, el Oncenio
se inauguró con una nueva Constitución Política, la que siguiendo la pauta de las anteriores
no hacía referencia alguna a las contrataciones estatales, salvo la establecida en el numeral
8 del artículo 121, donde entre las atribuciones del Presidente de la República se establecía
la de “dar las ordenes necesarias para la recaudación e inversión de las rentas públicas con
arreglo a ley”. Pero en 1933 se comenzó con el ordenamiento administrativo a partir de la
esfera constitucional. Así tenemos que en los artículos 9, 10. 15^ y 193 de la Constitución
Política de 1933™, se establecieron disposiciones que se vinculaban a ellas y que permitieron
configurar un nuevo escenario. En este orden tenemos que el artículo 9 disponía que “[e]
(3) NIETO, Juan Crísóstomo. Colección de leyes, decretos y órdenes de la República del Perú. Tomo 8,
Imprenta de la Colección, Lima, 1852, pp. 405 y 170.
(4) “Artículo 9.- El Presupuesto General de termina anualmente las entradas y los gastos de la República. La
ley regula la preparación, aprobación y ejecución del Presupuesto General.
De cualquier cantidad cobrada o invertida contra la ley, será responsable el que ordene la cobranza o el
gasto indebido.
También lo será el ejecutor, si no prueba su inculpabilidad.
La publicación inmediata de los presupuestos y de las cuentas de entradas y de gastos de todas las
dependencias de los Poderes Públicos, es obligatoria bajo responsabilidad de los infractores”.
“Artículo 10,- Un Departamento especial, cuyo funcionario estará sujeto a la ley, controlará la ejecución
del Presupuesto General de la República y la gestión de las entidades que recauden o administren rentas
o bienes del Estado. El Jefe de este Departamento será nombrado por el Presidente de la República con
acuerdo del Consejo de Ministros. La ley señalará sus atribuciones”.
“Artículo 154.- Son atribuciones del Presidente de la República: (...)
9. Administrar la Hacienda Nacional”.
“Artículo 193.- Son atribuciones de los Concejos Departamentales además de las que señalan las leyes,
las siguientes:
I. Recaudar e invertir sus rentas;
1 presupuesto General determina anualmente las entradas y los gastos de la República. La
ley regula la preparación, aprobación y ejecución del Presupuesto General.
De cualquiera cantidad cobrada o invertida contra la ley, será responsable el que ordene
la cobranza o el gasto indebido.
También lo será el ejecutor, si no prueba su inculpabilidad.
La publicación inmediata de los presupuestos y de las cuentas de entradas y de gas
tos de todas las dependencias de los Poderes Públicos, es obligatoria bajo responsabilidad
de los infractores”; el artículo 10 establecía que “[u]n Departamento especial, cuyo fun
cionario estará sujeto a la ley, controlará la ejecución del Presupuesto General de la Re
pública y la gestión de las entidades que recauden o administren rentas o bienes del Es
tado. El Jefe de este Departamento será nombrado por el Presidente de la República con
acuerdo del Consejo de Ministros. La ley señalará sus atribuciones”. Con estas disposi
ciones se buscaba ordenar el gasto público, pero, además, precisar las responsabilidades
a nivel de funcionarios.
“Artículo 132-A.- La contratación con fondos públicos de obras y servicios así como
la adquisición de bienes, se efectúan por licitación pública.
La ley señala los procedimientos y excepciones”.
Propuesta respecto de la cual se presentaron dos redacciones alternativas:
“Artículo 132-A.- La contratación con fondos públicos de obras y servicios, así como
la adquisición o enajenación de bienes del Estado, se efectúan obligatoriamente por
licitación pública.
“Artículo 132-A - La contratación con fondos públicos de obras y servicios, así como
la adquisición o enajenación de bienes del Estado, se efectúan obligatoriamente por
Licitación Pública”.
El párrafo fue aprobado por unanimidad, después de lo cual se puso al voto el segun
do párrafo:
“Artículo 6.- Las obras y suministros que se realicen con utilización de fondos o
recursos públicos se ejecutan obligatoriamente por contrata y licitación pública, así
como también la adquisición o enajenación de bienes.
Hay concurso público para la contratación de servicios y proyectos cuya importancia
y monto señala la ley de presupuesto.
La ley establece el procedimiento, las excepciones y responsabilidades”.
En el debate quedó establecido que la Comisión había recogido en forma integral la
propuesta enviada por la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco). “Es exactamen
te igual (...) mantiene el segundo y el tercer párrafos y modifica el primero. La Constitu
ción vigente dice: ‘La contratación con fondos públicos de obras y suministros (...)’; y el
que propone Capeco dice: ‘Las obras y suministros que utilicen fondos públicos
Seguidamente se procedió a ieer la fundamentación de la propuesta, la cual era la si
guiente: “La utilización de recursos públicos, de modo correcto y transparente, conlleva
el empleo de procedimientos para la contratación que brinden garantía adecuada. La lici
tación pública como medio utilizado para seleccionar al contratista o proveedor es reco
nocida a nivel internacional como la forma menos discutida para proteger los intereses del
Estado y de los particulares que hacen transacciones”.
El profesor Núñez Borja se pregunta: ¿Cuáles son las razones que exige este proce
dimiento? Son muchas y de diversa índole, porque se evitan colisiones de contratantes si
los agentes lo requieren y, además, porque los funcionarios que intervienen quedan al mar
gen de suspicacia. Según Greca, la licitación procede con la finalidad de establecer un ri
guroso control en la disposición de los bienes del Estado.
Cito seguidamente a Alberto Ruiz EIdredge y Enrique Chirinos Soto, que dicen: De
recho administrativo, ‘se entiende, generalmente, que la licitación y el concurso en ope
raciones de compraventa, que el Estado efectúa para los servicios de contrata, represen
tan el mejor método de salvaguardar el interés fiscal’.
Eso, lo que está en el último párrafo, indicaría que la Cámara Peruana de la Cons
trucción propone que se mantengan en el nuevo texto los conceptos expuestos en el artí
culo 143, en el que se introduce, generalizando, la ejecución de obras públicas y suminis
tros mediante contratos.
Hay concurso público para la contratación de servi La contratación de servicios y proyectos cuya
cios y proyectos cuya importancia y monto señala importancia y cuyo monto señala la Ley de Pre
la ley de presupuesto. supuesto se hace por concurso público. La ley
establece el procedimiento, las excepciones y las
La ley establece el procedimiento, las excepciones
respectivas responsabilidades”.
y responsabilidades”.
(5) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 433.
(6) BERNALES BALLESTEROS, Enrique; con la colaboración de OTÁROLA PEÑARANDA, Alberto.
La Constitución de 1993. ICS, Lima, 1997, p. 393.
(7) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit„ p. 432.
En nuestra opinión, la metodología de vincular los artículos a la norma que se pro
mulgó posteriormente conduce a obviar el análisis de los precedentes normativos de los
artículos en mención.
Por otro lado, lo novedoso no es que el Estado adquiera mediante contrata y Licitación
Pública, ni tampoco que sea una decisión lastimosa porque exteriorizaría los temores ante
la corrupción latente, ya que pocas veces en nuestra historia jurídica se ha dejado al libre
arbitrio de los actores públicos contratar como mejor les parezca. Lo interesante está en
que tanto del artículo 143, como el 76 no son productos espontáneos del Constituyente de
cada periodo, sino consecuencia del devenir normativo-administrativo del Estado peruano,
el mismo que entre avances y retrocesos ha ido organizándose normativamente, proceso
en el cual la constitucionalización de las contrataciones públicas constituye la fase final
de un largo periodo®.
Por lo tanto, estamos ante una disposición de tipo garantista, que articula procedimiento
y principios orientadores de las contrataciones públicas, los mismos que se desenvuelven
(8) La relación de normas que han regulado las contrataciones públicas en el Perú se encuentra en: RETAMOZO
LINARES, Alberto. “De la Junta de Almoneda al Comité Especial. Historia de la contratación estatal en
el Perú”. En: Contrataciones y adquisiciones del Estado y normas de control. Jurista, Lima, 2011.
(9) STC Exp. N* 020-2003-AI/TC.
(10) Ibídem, f. j. 12.
en la normativa especial; así como la participación del Sistema Nacional de Control.
Asimismo, precisa que en dicho artículo ‘‘existe una reserva de ley para determinar los
procedimientos, las excepciones y responsabilidades en las obras, adquisición de bienes y
contratación de servicios”00, y que cuando la Constitución prescribe que “la ley establece
el procedimiento, las excepciones, se refiere “a los mecanismos y principios que deben
regir obligatoriamente la contratación estatal”02*.
Son estas pautas las que debe asumir cualquier ley que regule las contrataciones pú
blicas, las que ya no están a voluntad del gobernante, ni del legislador, sino que respon
den, modernamente, a una concepción constitucional. Esto es lo que diferencia a la legis
lación de los últimos 30 años de las que estuvo vigente desde la Ley de Indias, hasta antes
de la promulgación de las constituciones de 1979 y 1993. Quizás la similitud con el pasa
do aún sea la inestabilidad normativa, pero ese es otro tema.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
H La Constitución busca el mayor grado de eficiencia en las adquisiciones del Estado para
evitar la corrupción y malversación de fondos públicos: STC Exp. N° 00020-2003-PI/TC
(f-j. 12).
U Para resguardar los recursos públicos es necesario un rígido sistema de control y fiscali
zación a nivel de la entidad adquirente y en la Contraloría General de la República: STC
Exp. N° 00020-2003-PI/TC (f. j. 15).
jj¡| Los procesos de contratación que ofrece el Estado, deben manejarse con sujeción a los
principios de interés general, transparencia y buena fe, y en función a ello deben estable
cerse restricciones para todos aquellos que puedan participar en los mismos, las cuales
deben tener una base elemental mente razonable y no ser enunciadas de modo abierto o
indeterminado: STC Exp. N° 07798-2013-PA/TC (f. j. 32).
[gjj Deben regir las contrataciones con el Estado los principios de la libre concurrencia (al
limitar el libre acceso y participación de proveedores en los procesos de contratación
estatales) y el principio de competencia (pues los procesos de contratación deben incluir
disposiciones que permitan establecer condiciones de competencia efectiva y obtener la
propuesta más ventajosa para satisfacer el interés público que subyace a la contratación,
jfil Los procesos de contratación dei Estado se rigen por una serie de principios que la propia
legislación contempla, entre los cuales cabe resaltar la libertad de concurrencia, igualdad
de trato, transparencia, competencia, integridad, entre otros, los cuales informan a todo el
procedimiento de contrataciones del Estado: STC Exp. N° 03150-2017-PA/TC (f. j. 20).
BIBLIOGRAFÍA
BERNALES BALLESTEROS, Enrique (con la colaboración de Alberto OTÁROLA PEÑA
RANDA). La Constitución de 1993. ICS, Lima, 1997; EGUIGUREN P„ Francisco (editor). La
Constitución peruana de 1979. Cultural Cuzco, Lima, 1987; NIETO, Juan Crisóstomo. Colección de
leyes, decretos y órdenes de la República del Peni. Tomo 8, Imprenta de la Colección, Lima, 1852;
PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano y la Constitución de 1979. Justo
Valenzuela V, Editor, Lima, 1981; RETAMOZO LINARES, Alberto. “De la Junta de Almoneda al
Comité Especial. Historia de la contratación estatal en el Perú. En: Contrataciones y adquisiciones
del Estado y normas de control. Jurista, Lima, 2011; RETAMOZO LINARES, Alberto. “De la Junta
de Almoneda al Comité Especial. Historia de la contratación estatal en el Perú”. En: Contrataciones
y adquisiciones del Estado y normas de control. Jurista, Lima, 2007; RUBIO CORREA, Marcial;
BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Perú. Constitución y sociedad política. Centro de Estu
dios y Promoción de Desarrollo - Deseco, Lima, 1981; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la
Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, 1999.
Artículo 77 Presupuesto del Sector Público
La administración económica y financiera del Estado se rige
por el presupuesto que anualmente aprueba el Congreso. La
estructura del presupuesto del Sector Público contiene dos
secciones: Gobierno Central e instancias descentralizadas.
El presupuesto asigna equitativamente los recursos públicos,
su programación y ejecución responden a los criterios de efi
ciencia de necesidades sociales básicas y de descentralización.
Corresponden a las respectivas circunscripciones, conforme a
ley, recibir una participación adecuada del total de los ingre
sos y rentas obtenidos por el Estado en la explotación de los
recursos naturales en cada zona en calidad de cano ir*'.
CONCORDANCIAS:
C.: arts.74,78al 80,82, 94,101 inc.4), 102 inc. 4), 162, 172, 188,193 ines. 5>y 6),
196 inc. 7); C.T.: art. V; TUO Rgmto.Congreso: arts. 72,76,81 inc. c); D. Leg. 1440;
P.LD.C.R: art. 1.2; RI.D.E.S.C: arts. 1.2y25
I. Introducción
Uno de los principales temas del tradicional Derecho Público que enlaza al Derecho
Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho Financiero es el Presupuesto del Sec
tor Público. “El presupuesto constituye una expresión fundamental de la institucionalidad
democrática, por ser el medio a través del cual el sistema político representativo autoriza
al Poder Ejecutivo a aplicar los recursos provenientes de la facultad legal que le ha otor
gado para recaudar tributos y demás ingresos del Estado”(1), por lo que cumple tres obje
tivos básicos de política económica, cuales son la asignación de bienes públicos a los ciu
dadanos, la redistribución de los ingresos y el logro del crecimiento y la estabilidad. En
buena cuenta, “el presupuesto representa las «intenciones» del gobierno en cuanto a polí
ticas de ingresos y gastos esperados para el año fiscal correspondiente”^.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley 26472 del 13/06/1995.
(1) El presupuesto de defensa en América Latina: la importancia de la transparencia y herramientas para el
monitoreo independiente (Resdal), p. 55. vide: <https://www.resdal.org/assets/libro-guia-presu.pdf>
(2) ídem.
del Estado; segundo, su estructura, que abarca al Gobierno central y las instancias descen
tralizadas; tercero, sus principios rectores, cuales son la asignación equitativa de los recur
sos públicos, la eficiencia, la satisfacción de las necesidades sociales básicas y la descen
tralización; y, cuarto, la participación en la explotación de los recursos naturales a través
del canon. Seguidamente nos avocaremos a esas cuatro cuestiones y, además, sentaremos
algunas ideas respecto a los nuevos rumbos del Presupuesto del Sector Público.
La doctrina contemporánea aboga por la naturaleza tripartita del Presupuesto del Sec
tor Público, puesto que se concibe, a la vez, como una institución política, una institu
ción económica y una institución jurídica. Si bien las tres facetas reseñadas se presentan
vinculadas, resulta menester avocarnos con especial interés a esta última que muestra al
Presupuesto como una institución jurídica por las particulares consecuencias que ocasio
na en el escenario legal.
Aquí es importante trasladamos en el tiempo hacia los orígenes del Presupuesto, re
montándonos al año 1215 cuando Juan Sin Tierra suscribe la Carta Magna, la misma que,
siguiendo a Héctor Villegas, supone el triunfo de los barones sobre el monarca inglés, ya
que en ella se dispone, por un lado, que ningún tributo podía establecerse sin el consenti
miento del Consejo del Reino(4> y, por otro, que los gastos proyectados por el Poder Ejecu
tivo debían someterse a la aprobación del Parlamento británico. Más de ocho décadas des
pués, en 1297 y según lo recuerda Víctor García Toma, el Estatuto del Tallagio determina
que la imposición de tributos por el Rey requería del consentimiento del Congreso, obli
gándose a partir de 1344 a la Corona inglesa a que utilice los recursos del Estado solamen
te para aquello que hubiese sido debidamente autorizado por la Cámara de los Comunes(5).
(3) ZAR.ATE, Walter, El presupuesto y el gasto público en Paraguay: aportes para un mejor entendimiento
2000-2009. p. 7. vide: <http://www.cadep.org.py/uploads/2011/02/Presupuesto_y_Gasto__Publico.pdfV.
(4) VILLEGAS, Héctor. Curso definanzas. Derecho Financiero y Tributario. 8a edición, Astrea, Buenos Aires,
2002, p. 125.
(5) GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Fondo Editorial de la
Universidad de Lima, Lima, 1998, p. 156 y 157.
De lo anterior puede apreciarse que la prístina finalidad del Presupuesto del Sector
Público fue (y sigue siendo) ordenar la administración económica y financiera del Estado,
lo cual atañe a dos cuestiones: por un lado, los ingresos y, por otro, los egresos. Ese orden
antes aludido se logra cuando la creación de los tributos (ingresos) y la realización de los
gastos (egresos) se condicionan a la aprobación parlamentaria; ello, atendiendo al princi
pio de separación de poderes, significa que un órgano aprueba lo que otro órgano ejecuta
o, dicho de otro modo, que quien ejecuta no es el mismo que aprueba. La importancia de
regular la administración tanto económica como financiera del Estado se aprecia cuando
este es definido, dentro de la concepción moderna, como una gran empresa que solo será
viable en el mercado si es que planifica adecuadamente su actividad dentro de un periodo
determinado, a efectos de que sus ingresos cubran sus egresos y así se evite déficit o exce
sivo superávit; lo anterior será posible alcanzar a partir del Presupuesto del Sector Público.
(6) Comentando la situación venezolana de la década de 1990, Hugo Coniferas sostiene que: “El principal
problema de la economía venezolana no es el déficit fiscal sino la forma cómo se financia. Un déficit in
flacionario es el que se financia con créditos. Sí el mismo se financia con impuestos, la situación cambia”.
CONTRERAS, Hugo. “El presupuesto nacional y la política económica”. En: Economía. Instituto de
Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad de Los Andes, Caracas, 1992, p. 24.
(7) GARCÍA BELAUNDE SALDÍAS, Domingo. El Derecho Presupuestario en el Perú. Luis Alfredo Edi
ciones, Lima, 1998, p. 157 a 176. Vide\ <http://www.garciabelaunde.com/Biblioteca/EI_derechojpresu-
pue$tario_en_el_Peru.pdf>.
ello es materia más bien del artículo 78 de la misma Constitución Política del Perú pero
sí nos avocaremos a dos cuestiones tan importantes como controvertidas: los alcances de
la aprobación y la anualidad.
Los alcances de la aprobación del Presupuesto del Sector Público deben ser aprecia
dos a partir de la legislación comparada que, indistintamente, acoge dos teorías, las cuales
podrían calificarse como radical y mesurada. De acuerdo a la primera, el Poder Legislati
vo acepta o rechaza en bloque el Presupuesto del Sector Público, sin posibilidad alguna de
modificarlo; y, atendiendo a la segunda, es factible modificar la propuesta planteada por
el Poder Ejecutivo. Podrá parecer extrema la primera teoría pero creemos que se justifica
cuando menos por dos razones específicas: por un lado, según el artículo 79 de la Cons
titución Política del Perú, los legisladores carecen de iniciativa para crear o aumentar los
gastos públicos; y, por otro, la modificación del proyecto de ley del Presupuesto del Sec
tor Público ocasiona como efecto práctico el rompimiento del equilibrio que debe impe
rar entre las cuentas matrices de los ingresos y los egresos. Razones como las expuestas
propician que cierto sector doctrinal califique a la segunda teoría como técnicamente im
posible y hasta inconstitucional®.
En cuanto a la anualidad esta supone que el periodo regido por el Presupuesto del
Sector Público es de un año, es decir, doce meses consecutivos, lo que no necesariamente
significa, como advierte Héctor Villegas, “que deba coincidir con el año calendario”®; no
obstante el Decreto Legislativo del Sistema Nacional de Presupuesto Público, DLN°1440
publicado en el diario oficial El Peruano con fecha 16 de septiembre del 2018 , regula en
su artículo 2 inciso 11 el principio de anualidad presupuestaria, el cual consiste en que el
Presupuesto del Sector Público tiene vigencia anual y coincide con el año calendario, el
que, para efectos del dispositivo, se denomina Año Fiscal al periodo durante el cual se afec
tan los ingresos que se recaudan y/o perciben dentro de ese mismo año, cualquiera sea la
fecha en la que se haya generado. Asimismo, se realizan las gestiones orientadas a la eje
cución del gasto con cargo a los respectivos créditos presupuestarios.. Esta característica
temporal se condice con nuestra tradición legislativa porque, por ejemplo, el artículo 86
de la Constitución Política del Estado de 1920 sostenía que “el Congreso votará todos los
años el Presupuesto General de la República que deba regir en el próximo año” y el artí
culo 138 de la Constitución Política del Perú de 1979 estipulaba, a semejanza del artícu
lo 77 subexamine, que “la administración económica y financiera del Gobierno Central se
rige por el presupuesto que anualmente aprueba el Congreso”.
El texto aludido y que está contenido al finalizar el primer párrafo del artículo 77, ma
teria del presente comentario, concuerda con otras normas constitucionales como el artí
culo 43, según el cual el gobierno es descentralizado, además del propio artículo 77 que
en su segundo párrafo se refiere a la asignación equitativa de los recursos públicos y, más
propiamente, al criterio de descentralización, concluyendo con una referencia al canon.
Cabe aludir las constantes críticas que se formulan en torno a la distribución del Pre
supuesto del Sector Público; a modo de ejemplo, para la Asociación de Municipalidades
del Perú (AMPE), “se mantiene esa estructura de “lo ancho del embudo” para el gobierno
nacional y lo angosto para las instancias descentralizadas. La estructura de distribución
del Presupuesto Público prácticamente no está variando nada, tanto en los últimos cinco
años como en el Proyecto de Ley para el año 2012, se mantiene el manejo directo del alto
porcentaje (70 por ciento en promedio) en manos del Gobierno nacional, mientras que el
resto (30 por ciento) se distribuyen entre los 27 gobiernos regionales y las 1 836 munici
palidades provinciales y distritales de todo el país”íl3). No cabe duda de que una tarea pen
diente es conseguir la real descentralización del país y, parte de dicha descentralización,
supone la transferencia de recursos que están en manos del Gobierno central a los gobier
nos regionales y los gobiernos locales; ciertamente ello se viene haciendo pero, a la luz
de los últimos acontecimientos de protesta social, parece ser aún insuficiente, siendo me
nester precisar que no basta la simple transferencia sino que es conveniente educar para
la adecuada administración de esos nuevos recursos económicos que conlleve a una polí
tica eficiente del gasto público.
El mapa del Perú muestra claramente diversas desigualdades económicas que, en teo
ría, deberían subsanarse con la redistribución de los ingresos que, como objetivo de po
lítica económica, persigue el Presupuesto del Sector Público, según habíamos anotado al
inicio de este comentario. Sin embargo, la realidad se torna distinta: “La histórica inequi
dad en la asignación del gasto presupuestal entre los departamentos se mantiene. En los
casos de Apurímac y Amazonas, regiones con altos niveles de pobreza monetaria, su pre
supuesto per cápita ha disminuido en el 2012. Asimismo, las distorsiones generadas por
el canon hacen que departamentos como Moquegua y Tacna vean incrementado su presu
puesto per cápita, a pesar de tener menores niveles de pobreza monetaria. Finalmente, de
partamentos como lea, con un bajo nivel de pobreza y reducidas transferencias de canon,
cuentan en el 2012 con un aumento de su presupuesto per cápita”13 (14),
(13) “Agenda Muñí Descentra! isla 2013”. En: Portal de la Asociación de Municipalidades del Perú. p. 11 Vide:
<https://www2.congreso.gob.pe/sicr/comisiQnes/2013/com20I3desreggoblocmodgesest.nsf7/pubweb/0C
E864I365DDEE6BO5257BEAOO77CFAA/$F1LE/AMPE.PDF> (formato PPT). En efecto, el Gobierno
nacional ha acaparado el 69.2 por ciento (en el 2007), 68.3 por ciento (en el 2008), 65.5 por ciento (en el
2009), 72.2 por ciento (en el 2010), 70.8 por ciento (en el 2011) y 68.1 por ciento (en el 2012).
(14) Análisis general del gasto del presupuesto del Sector Público 2012. Lima, Grupo Propuesta Ciudadana,
2011, p. 26.
Pretendiendo superar esta crítica situación, en los últimos años se han creado los fon
dos especiales, aunque su existencia pareciera ser un cuestionamiento a la capacidad re
distributiva del Presupuesto del Sector Público. Roxana Barrantes sostiene que: “En teo
ría, los fondos especiales están destinados a financiar la provisión de bienes públicos. Sin
embargo, su especificidad y la fuente de sus recursos pueden restringir el universo de be
neficiarios. Bajo esta dinámica, los últimos modelos de la Teoría de la Elección Pública se
ñalan que un impuesto dirigido brinda credibilidad a un compromiso político. Asimismo,
el modelo de búsqueda de renta explica el surgimiento de fondos especiales en la medida
en que estos permiten atender, de manera directa, los intereses de los votantes o de grupos
interés específicos”055. Es la coyuntura la que ha propiciado la aparición de los fondos es
peciales (como el Fondo de Compensación y Desarrollo Social - Foncodes) que debieran
ser una excepción a la regla general del Presupuesto del Sector Público, pero cuya proli
feración obliga a preguntarse si continúa siendo una excepción.
(15) BARRANTES, Roxana. “Los fondos especiales o de cómo el presupuesto público va perdiendo capacidad
redistributiva”. En: Economía y Sociedad. Instituto de Estudios Peruanos, N° 64, Lima, julio de 2007,
p. 61.
(16) CHICOMA, José Luis. “El presupuesto público”. En: Materiales del curso Administración y Finanzas
Públicas. Programa de Gobemabilidad y Gerencia Política de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, 2005 (formato PPT, diapositivas 8 a 14).
(17) Cfr. RODRÍGUEZ TOBO, Pedro. Presupuesto público. Programa de Administración Pública Territorial.
Escuela Superior de Administración Pública, Bogotá, noviembre de 2008, p. 30; entiéndase homeostasis
como autorregulación. Para referencias a la jurisprudencia colombiana de la materia cfr. Competencias
económicas. Avance Jurídico Casa Editorial y PNUD/IDEA Internacional, s/f, Colección Manuales Le
gislativos, N° 6: Síntesis Jurisprudenciales, Parte B, p. 47 ss.
Parafraseando a Marcial Rubio Correa diremos que la asignación equitativa de los re
cursos públicos procura distribuirlos de manera equilibrada entre las diferentes entidades
estatales, lo cual se extiende tanto al gasto comente como al gasto de inversión(í8). So
bre esto último hay veces que se polemiza al sostenerse que el Estado debe prevalecer los
gastos de inversión a los gastos corrientes; sin embargo, para Eduardo O’Brien “esta afir
mación es correcta pero no tiene validez absoluta sino se ha realizado un examen a pro
fundidad de la naturaleza del gasto público en un país [porque] los gastos corrientes no
contienen solamente gasto burocrático de tipo administrativo, que por su naturaleza es im
productivo, sino también es el gasto que sostiene los principales servicios sociales a cargo
del Estado”18(l9). En palabras de Pedro Rodríguez Tobo, “el Estado y los gobiernos tienen
dentro de su función primordial el propiciar la redistribución del ingreso y la lucha contra
la pobreza, donde el presupuesto público juega un papel fundamental especialmente en el
destino de los recursos que se den en la asignación del gasto”(20).
Asimismo, la eficiencia implica “lograr más con menos”(2i)22 , esto es, maximizar los
recursos con que cuenta el Estado para obtener de ellos el mejor provecho posible; aquí
entran a tallar las cinco categorías presupuestarias del nivel funcional programático alu
didas en líneas anteriores; función, programa, subprograma, actividad y proyecto. La sa
tisfacción de las necesidades sociales básicas se vincula a la propia definición de Estado,
pero ello no debe entenderse como la obligación que este tendría de distribuir los recur
sos públicos para el consumo de la población sino como la promoción de las condicio
nes de empleo y de creación de riquezaC22). Así, la descentralización aboga por evitar el
centralismo geográfico en ciertas ciudades y/o el centralismo burocrático en determina
das instituciones estatales.
V. El canon
La parte final del artículo 77 subexamine ha sufrido una modificación en su conte
nido. En efecto, la redacción original señalaba: “Corresponde a las respectivas circuns
cripciones, conforme a ley, recibir una participación adecuada del Impuesto a la Renta
percibido por la explotación de los recursos naturales en cada zona, en calidad de ca
non”. Posteriormente, mediante la anteriormente referida Ley N° 26472 se reemplazó
el citado texto con el siguiente tenor: “Corresponden a las respectivas circunscripcio
nes, conforme a ley, recibir una participación adecuada del total de los ingresos y ren
tas obtenidos por el Estado en la explotación de los recursos naturales de cada zona en
(18) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de ¡a
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 440.
(19) O’BRIEN, Eduardo. “Presupuesto Público 2011 (2a parte)”. En: Red participa Perú. Noviembre de 2010
Pfcfe:<http://www.propuestacÍudadana.org.pe/foro2015/threads/xiv-foro-documento-base-2da-paite.35/>.
(20) RODRÍGUEZ TOBO, Pedro. Ob. cit., p. 16.
(21) “(...) La mejora de la calidad del gasto es un imperativo para todos los pliegos nacionales y regionales encargados
de ejecutar el gasto público”. Oír. BACA, Epifanio y MUÑOZ, Alejandra. “Crisis financiera, presupuesto
público y gasto social”. En: Revista de Educación y Cultura. N° 70, Lima, s/e, diciembre de 2008, p. 9.
(22) Cfr. RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit.,p. 441.
calidad de canon”. De esta manera se amplía la base sobre la cual se calcula la partici
pación, en tanto ya no es solamente el Impuesto a la Renta sino el total de los ingresos
y las rentas obtenidos por el Estado, siendo a todas luces una medida pro población be
neficiaría del canon.
De acuerdo al artículo 1 de la Ley del Canon, aprobada mediante Ley N° 27506 y pu
blicada en el diario oficial El Peruano con fecha 10 de julio de 2001: “El canon es la par
ticipación efectiva y adecuada de la que gozan los gobiernos regionales y locales del total
de los ingresos y rentas obtenidos por el Estado por la explotación económica de los re
cursos naturales”, de ahí que se regule en la propia norma citada el canon minero, el ca
non petrolero, el canon gasífero, el canon hidroenergético, el canon pesquero y el canon
forestal. Ciertamente, a nivel gramatical, apreciamos que la definición terminológica no
coincide plenamente con la noción legal porque, de acuerdo al Diccionario de la Lengua
Española, la décima acepción de canon es “percepción pecuniaria convenida o estatuida
para cada unidad métrica que se extraiga de un yacimiento o que sea objeto de otra opera
ción mercantil o industrial, como embarque, lavado, calcinación, etc.”í23).
Lo destacable del canon es que, como acota Alberto Otárola Peñaranda, permite redis
tribuir los ingresos fiscales y favorecer a la población de los territorios en los que se ubi
can los yacimientos naturales23 (24); podemos observar la razón comprensible en que se fun
damenta tal derecho aunque -claro está- ello no siempre es entendióle, especialmente por
aquellas circunscripciones que carecen de valiosos recursos naturales o que distan osten
siblemente de circunscripciones aledañas. A modo de ejemplo tenemos que, “del total de
recursos del canon minero de un departamento [igualmente aplicable a las otras modali
dades de canon], el 25 por ciento es asignado al gobierno regional (incluyendo la transfe
rencia a las universidades), mientras que los gobiernos locales, municipalidades provin
ciales y distritales, tienen una participación del 75 por ciento<35).
(23) Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española, 2001, vigésimo segunda edición, Madrid,
2001, <https://dle.rae.es/canon> (voz “canon").
(24) OTÁROLA PEÑARANDA, Alberto. La Constitución explicada. Osbac, Lima, 1997, p. 140.
(25) Presupuesto público, Constitución y distribución del canon minero. Grupo Propuesta Ciudadana, Lima,
2011,p. 11.
(26) Cfr. “Convertir a comunidades en socios de proyectos mineros ayudará a mitigar conflictos” (entrevista a
Julio Cotler). En: Diario oficial El Peruano. Lima, 13 de noviembre de 2011, p. 12.
(27) Cfr. MCMAHON, Gary y FELIX, Remy. Grandes minas y la comunidad. Efectos socioeconómicos y
ambientales en Latinoamérica, Canadá y España. Alfaomega y Banco Mundial, Madrid, 2003, p. 360.
(28) Cfr. “Minería: Resultados del sector”. En: Banco Mundial. Abril de 2013, <https://www.bancomundial.
org/es/results/2013/04/14/mining-results-profile>.
cantidad; téngase en consideración que no solo se satisface el interés de la población de
participar en la generación de la riqueza sino también se promueven nuevas fuentes de fi-
nanciamiento para la empresa.
Para Juan Francisco Alvarez Illanes, el Presupuesto por Resultados “es un instrumento
de planificación y de gestión económico-financiero asociado a la obtención de resultados,
que integra la programación, formulación, aprobación, ejecución y evaluación del presu
puesto en una visión del logro de resultados de la inversión realizada a través de progra
mas estratégicos”(32). Dicho criterio reposa en una cuestión simple pero que fue obviada
durante mucho tiempo: vincular el Presupuesto del Sector Público (lo que se prevé) con
los resultados (lo que se pretende conseguir), es decir, el punto de partida con el punto de
llegada, de modo que no tiene sentido el Presupuesto per se si es que no se le vincula a
las metas que se buscan. Esto último supone que tampoco se trata simplemente de un Pre
supuesto por Resultados sino de un Presupuesto Orientado por Resultados, cuya explica
ción reservamos para líneas posteriores.
(29) Cfr. Modelo abierto de gestión para resultados en el Sector Público. Banco Interamericano de Desarrollo,
Washington, 2007; y SITÍCK, Alien. El futuro de la presupuestación para resultados. Documento de
Trabajo preparado para la IV Reunión de! Diálogo Regional de Políticas del Banco Interamerícano de
Desarrollo, México, 2008. Para un análisis metodológico de su ímplementación en el Perú cfr. MEDIA
NERO BURGA, David. "Marco conceptual del proceso de planeamiento estratégico en el Sector Público”.
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Lima, s/f, vide: <https://repositorioacademico.upc.edu.pe/
bítstream/handle/10757/33441 l/I24-424-l-PB.pdf?sequence=l&isAllowed~y >.
(30) Cfr. RICSE, Carlos. "Presupuesto por resultados en el Perú: Plan de Implementación. Mayo de 2007”,
vÍde:<https://cutt.ly/0nvRAJ6> (formato PPT).
(31) Cfr. CÓRDOVA, Francisco. "El presupuesto por resultados: un instrumento innovatívo de gestión pública”.
Piura, febrero de 2017 w¿fe.'<https://es. slideshare.net/mirovelasco/presupuestoporresuitados-f-cordova>.
(32) ÁLVAREZ ILLANES, Juan Francisco. "Presupuesto por resultados. Una nueva experiencia en el Perú”.
En: Revista Actualidad Gubernamental. Instituto Pacifico, Lima, octubre de 2008, 1, p. III.
El cambio principal que busca el Presupuesto por Resultados es, criterio del Minis
terio de Economía y Finanzas, “mejorar la calidad del gasto a través del fortalecimiento
de la relación entre el presupuesto y los resultados, mediante el uso sistemático de la in
formación de desempeño y las prioridades de política, guardando siempre la consistencia
con el marco macro fiscal y los topes agregados definidos en el Marco Macroeconómi-
co Multianual”(33)34. En suma, significa mejorar la priorización de la asignación presupues
36
35
ta!, lo cual a su vez exige un programa presupuestario estratégico, es decir, como parte de
una estrategia vinculada a políticas de Estado o, cuando menos, a políticas de Gobierno;
el establecimiento y seguimiento de los indicadores, esto último a través de evaluacio
nes periódicas e independientes del desempeño; los incentivos a la gestión, que realmen
te propicien el logro de objetivos específicos en plazos determinados, bajo la premisa de
conseguir más por menos; la transparencia y el monitoreo ciudadano mediante la parti
cipación y fiscalización organizada de la población045; y la generación de capacidades de
valor agregado, tanto en los funcionarios públicos como en los servidores públicos de ios
distintos niveles de gobierno.
Cabe referir que para Nelson Shack en el Perú no cabe hablar de Presupuesto por Re
sultados sino más bien de Presupuesto Orientado a Resultados, el cual ha sido definido por
él como el “conjunto de metodologías, procesos de trabajo e instrumentos que permiten
incorporar de manera sistemática, explícita y transparente la información sobre desempe
ño pasado, presente y futuro (pasado, por lo menos en el ano fiscal anterior; presente, en
lo que va del ejercicio fiscal corriente y con una previsión al cierre del mismo; y previsto
para un futuro inmediato, en el año fiscal para el cual se está formulando el proyecto de
presupuesto) en cada uno de los procesos de toma de decisiones en cada nivel de las orga
nizaciones públicas durante cada fase del proceso presupuestario”055. La razón de la crí
tica de dicho autor reposa en que “en estricto rigor, el presupuesto no se elabora, aprueba
ni ejecuta por resultados”065 sino orientado a resultados.
(33) “Lincamientos para Ja programación y formulación del Presupuesto del Sector Público 2012”. Lima, marzo
de 2011, vide: <https://www.mef.gob.pe/contenidos/presu_pubLcapacita/marzo2011/Lineamientos Genera-
íes diftision.pdf > (formato PPT).
(34) Cfr. Ciudadanos al Día, “Datos sobre el Presupuesto Público 2012 y la participación de la ciudadanía en
la gestión del presupuesto”. En: Revista Gestión Pública y Desarrollo. Gestión Pública, Lima, noviembre
de 2011, p. El aE2.
(35) SHACK, Nelson. Qué, para qué y cómo en el presupuesto orientado a resultados. Transparencia y Fondo
Ítalo-Peruano, Lima, junio de 2008, p. 15.
(36) Ibídem, p. 7.
(3 7) SHACK, Nelson. “Presupuestar ers Perú”. En: Taller de Expertos Presupuestar en América Latina. Santiago
de Chile, ILPES/CEPAL/GTZ, diciembre de 2007 (formato PPT, diapositiva 11).
Presupuesto Participativo basado en Resultados, el mismo que se define como “el proce
so donde se ponen de acuerdo las autoridades y los representantes de las organizaciones
de la población, para precisar juntas qué resultados se quieren obtener, en qué y cómo se
invertirán los recursos del gobierno local o regional, de tal manera que aporten al desarro
llo de la localidad y hagan posible que la gente viva en mejores condiciones [por lo que]
el rol de liderazgo del presidente del gobierno regional y de los alcaldes es clave en este
proceso”<38). Asistimos, pues, a los nuevos rumbos que hoy en día viene emprendiendo el
Presupuesto del Sector Público.
VII. Corolario
El artículo 339 numeral II del texto constitucional boliviano indica que los ingresos
del Estado se invertirán conforme con el Plan General de Desarrollo Económico y Social
del país, el Presupuesto General del Estado y con la Ley. Y es que tanto la administración
económica como la administración financiera del Estado deben enmarcarse dentro de la
política gubernamental del país, dictada por el Gobierno, con visión de futuro y en la cual
se aprecien las líneas matrices de desarrollo nacional. Precisamente así lo ha entendido Ar
gentina y en una reforma constitucional modificó el artículo 75, inciso 8, añadiendo que
la fijación del presupuesto será sobre la base del Programa General de Gobierno y al Plan
de Inversiones Públicas. Comentando esta iniciativa reformista, Roberto Dromi y Eduardo
Menem afirman que esa incorporación manifiesta una seriedad institucional, con virtien
do al Presupuesto en un auténtico instrumento de gobierno y de control38 (39). Esto también
debemos procurar con nuestro Presupuesto del Sector Público, a efectos de que respon
da realmente a las necesidades del Estado, atendiendo a los ingresos con que cuenta y a la
maximización de los recursos públicos, sin que ello signifique agravar la presión tributaria
(38) Guía del Presupuesto Participativo basado en Resultados. Lima, Proyecto USAID/Perú Pro Descentraliza
ción, enero de 2011, p, 11. Para mayor información cfr. Gestión Presupuestal y Presupuesto Participativo
en un contexto de crisis: amenazas y desafíos para las regiones. GrupoPropuesta Ciudadana, Lima, mayo
de 2009, Separata del XII Ciclo de Formación, 28 ps.; y SCIARA, Ángel José. “Presupuesto público y
coparticipación federal (una mirada desde el país del interior)”. En: El Plan Fénix en vísperas del Segundo
Centenario. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, agosto de 2005, p. I,
(39) DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo. La Constitución reformada. Ciudad Argentina, Buenos Aires,
1994, p. 228.
sobre los contribuyentes; lo más importante es comprender que la administración económi
ca y financiera del Estado debe formar parte de la visión general como país y de las metas
que nos trazamos a niveles macro y microeconómico en el corto, mediano y largo plazo.
[gp La Ley de Presupuesto se caracteriza, entre otras razones, por ser un acto de previsión y
de autorización para ejecutar el gasto público: STC Exp. N° 00012-2014-PI/TC (f.j. 9).
g La previsión de los ingresos del Estado y la habilitación de los gastos deben estar den
tro de un solo texto normativo de carácter anual, que expresamente delimite la política
económico-financiera del Estado: STC Exps. N°s 00003-2013-PI/TC, 00004-2013-PI/TC
y 00023-2013-PI/TC (acumulados) (f.j. 17).
g Dada la periodicidad anual de la Ley de Presupuesto, toda disposición legal cuya vigencia
supere, expresa o implícitamente, el periodo anual respectivo o que establezca una vigen
cia ilimitada en el tiempo es incompatible con el artículo 77 de la Constitución: STC Exps.
N°s 00003-2013-PI/TC, 00004-2013-PI/TC y 00023-2013-PI/TC (acumulados) (f.j. 29).
BIBLIOGRAFÍA
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aportes para un mejor entendimiento 2000 - 2009. vide: <http://www.cadep.org.py/uploads/20l 1/02/
Presupuesto_yj3astoj?ublico.pdf>.
Artículo 78 Trámite de aprobación del presupuesto
El Presidente de la República envía al Congreso el proyecto
de Ley de Presupuesto dentro de un plazo que vence el 30 de
agosto de cada año.
En la misma fecha, envía tam bién los proyectos de ley de en
deudamiento y de equilibrio financiero.
El proyecto presupuestal debe estar efectivamente equilibrado.
Los préstamos procedentes del Banco Central de Reserva o
del Banco de la Nación no se contabilizan como ingresofiscal.
No pueden cubrirse con empréstitos los gastos de carácter
permanente.
No puede aprobarse el presupuesto sin partida destinada al
servicio de la deuda pública.
CONCORDANCIAS:
C-: arts. 74, 75, 77, 82, 84, 85, 101 inc. 4), 102 ines. 4) y 5), 118 ines. 17), 18); 162,
172; TUO Rgmto. Congreso: arts. 72,73, 76 inc. Ib; D. Leg. 1440; P.I.D.C.P.: art.
1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
I. Introducción
En el año 1993, el debate del artículo bajo comentario, previsto inicialmente en va
rios artículos en el seno del Congreso Constituyente Democrático (CCD), tuvo singular
discusión por los constituyentes. En realidad, lo fue en todo lo referido el capítulo tribu
tario, presupuestal y de control.
Entre los aspectos que suscitó la mayor atención en la discusión fue sobre si el pla
zo para que el Poder Ejecutivo presente el proyecto de ley de presupuesto debiera ser a fi
nes del mes de agosto, como lo contemplaba la entonces vigente Constitución de 1979, o
si, por el contrario, debía extenderse hasta la quincena de setiembre. La justificación de
la propuesta consistía en que una fecha más cercana al fin del ejercicio presupuestal per
mitiría hacer una mejor formulación del presupuesto, teniendo en cuenta que su elabora
ción se inicie en junio del año anterior, y un desfase de un año entre la previsión y la eje
cución presupuestal puede generar distorsiones muy grandes(1>.
También hubo preocupaciones sobre que no pueden cubrirse con préstamos los gas
tos de carácter permanente; o, mejor dicho, de acuerdo a la redacción original, los gastos
corrientes permanentes. La preocupación estaba referida a que por aquellos años, a ini
cios de los noventa, sí se utilizaba la deuda para gasto social y para pagar deuda, lo que
para algunos podía ser considerado como gasto corriente.
Dicho de otro modo, la hacienda pública encuentra su objeto de estudio en las finan
zas públicas, las cuales se entienden como el conjunto de actividades, principios y técni
cas que utiliza el Estado para allegarse de recursos y distribuirlos con el fin de satisfacer
necesidades sociales y procurar el bien público®.
(2) RICO, F., VILLANUEVA, A. y RICO, F. Hacienda pública: instrumento para el desarrollo económico y
social. BarranquiHa: Ediciones Universidad Simón Bolívar. 2009.
(3) ASTUDILLO, M. y FONSECA, F. Finanzas públicas para todos. Una introducción en la Hacienda pública
mexicana. Ciudad de México: Trillas. 2017.
(4) RESTREPO, J. La hacienda pública. 7ma edición. Universidad Externado de Colombia. 2015.
Entonces, la administración de la hacienda pública, en tanto atribución presidencial,
consiste en la facultad del presidente para ejecutar el gasto público, es decir, el Poder Eje
cutivo al ser el responsable de la dirección y la gestión de los servicios públicos a través
del Consejo de Ministros; y a cada ministro en los asuntos que competen a la cartera a su
cargo, tal como lo ordena el artículo 119 de la Constitución, requiere de los fondos públi
cos necesarios para alcanzar dicho cometido.
Para Camilo Restrepo el presupuesto es una institución que adquiere su actual fiso
nomía jurídica a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, cuando se consolida el
constitucionalismo contemporáneo en torno al predominio de los parlamentos sobre las
coronas, simultáneamente con el ocaso de las monarquías absolutas y el despertar de las
democracias modernas que hoy nos son familiares a todos®.
(5) L1CCIARDO, C. La función del presupuesto en el Estado moderno. Salta: Departamento de Ciencias
Económicas, Jurídicas y Social de la Universidad de Salta. 1980.
(6) RESTREPO, J. La hacienda pública. 7“ edición. Universidad Externado de Colombia. 2015.
que acababa de asumir el trono, había decidido reestructurar su ejército con la finalidad
de estar preparado para afianzar la unificación alemana. Para ello, bajo la conducción del
primer ministro Bismarck. Para tal efecto, Bismarck presentó al Parlamento un proyec
to de presupuesto para financiar dicha reestructuración. Sin embargo, dicho presupuesto
fue rechazado por el Parlamento de mayorías opuestas a la corona y a su canciller (Bis
marck), cada año que fue presentado, durante cuatro años. ¿Qué hizo Bismarck? Ejecutó
el presupuesto que presentaba al Parlamento a través de decisiones ejecutivas, ya que el
reino no podía quedarse sin ejecutar el gasto ni recaudar impuestos (en la leyes de presu
puesto también se aprobaban los tributos a recaudar en el año). Lo mismo ocurrió con el
rearme y reestructuración del presupuesto.
En otras palabras, Bismarck ejecutó gasto sin que estuviera formalmente aprobado por
el Parlamento prusiano. ¿Por qué es relevante este pasaje de la historia? Restrepo comenta
que destacados tratadistas de Derecho Público alemanes dedicaron extensos estudios sobre
la naturaleza jurídica del presupuesto. Así, explica que a raíz de las circunstancias políti
cas de Prusia, surgieron dos corrientes. Por un lado, la que concibe al presupuesto como
una ley cualquiera, que tiene contenidos normativos y mandatos abstractos e impersonales
para sus destinatarios, entonces era evidente que el poder del Parlamento era absoluto. Te
nía capacidad para bloquear al Ejecutivo simplemente no aprobándole los presupuestos®.
Por otro lado, la corriente que sostenía que el presupuesto era en esencia una actua
ción administrativa de previsión de ingresos y de planificación de gastos, a la cual el Par
lamento apenas le otorgaba una autorización de carácter político(S). En esa línea, el Ejecu
tivo ostentaba de plena libertad para la ejecución a pesar de no tener la aprobación política
(materializada en la aprobación del Parlamento).
Bajo esas interpretaciones, se hacía una distinción entre una ley en sentido formal y una
ley en sentido material. En efecto, los que sostenían que se trata de una ley en sentido for
mal, simplemente se trataba de un acto político sin contenido material. Mientras que para
los que sostenían que se trata de una ley en sentido material, implicaba establecer disposi
ciones concretas y vinculantes, de lo que carecía un presupuesto que era fundamentalmen
te numérico, que buscaba simplemente una autorización de tipo político, pero no jurídico.
En esta línea, se encuentra Laband cuando afirmó que la ley de presupuesto no constitu
ye una ley en el sentido material porque no contiene ninguna regla jurídica, ninguna orden,
ninguna prohibición; solamente contiene cifras de importancia muy diversa y que no tienen
conexión entre sí más que por el hecho de referirse a la gestión financiera del Imperio®.
(7) ídem.
(8) ídem.
(9) LABAND, P. El Derecho Presupueslario. Traducido por ZAMIT PERRER, José. Madrid-España. Editorial
Tecnos, 2012.
Entonces, fue gracias a la interpretación de que la ley de presupuesto se trataba en rea
lidad de una ley formal, que solo se constituía.como un acto político y no jurídico, interpre
tación que foe posible realizar gracias a que la Constitución prusiana había sido otorgada
por el monarca y no con fundamento en una propiamente democrática, lo que permitía un
espacio de interpretación sobre quién tenía la última palabra sobre el presupuesto.
Por ello, a diferencia de las concepciones clásicas como la recogida por el entonces
reino de Prusia, seguida por la doctrina francesa e italiana, en la hacienda pública moder
na, de acuerdo a la mayoría de textos constitucionales de países latinoamericanos, las le
yes de presupuesto son leyes como cualquier otra ley ordinaria, diferenciándose solo por
que estas siguen un procedimiento especial, previamente reglado por la Constitución y
desarrollado por las normas que conforman el bloque de constitucional idad, de las que
nos ocuparemos más adelante. En ese sentido, se trata de normas que tienen que ser apro
badas por el Congreso.
(10) RODRÍGUEZ B., Alvaro. El presupuesto del Estado. Editorial Tecnos. i 970.
(11) ídem.
de Locke, al evitar la concentración de la autoridad en manos de unos pocos y al estable
cer mecanismos de control sobre el ejercicio del poder. Sin embargo, la división de pode
res en Locke no adquiere visos definitivos, ni resulta ser coherente en sí misma.
Ello ocurre porque Locke incluye el llamado poder federativo, que implica el mane
jo de la política exterior, entre los poderes del Estado, pero este no puede separarse ma
terialmente del Poder Ejecutivo, razón por la cual ambos coexisten en la misma persona,
en este caso, el monarca. Asimismo, excluye el Poder Judicial. Finalmente, y como vere
mos más adelante, crea la institución denominada prerrogativa, a través de la cual el po
der ejecutivo podría inclusive vulnerar la ley(!2).
Dicho principio, entonces, busca evitar la concentración del poder en una o pocas ma
nos, distribuyendo las funciones principales: legislativo, ejecutivo y judicial. No obstan
te, en el constitucionalismo moderno ya no se hace referencia a “diferentes poderes” sino
a diferentes funciones emanadas del poder, ya que este es uno solo e indivisible, emana
do de un mismo origen, que es el pueblo.
En ese contexto -continúa la corte constitucional colombiana-, aun cuando “las tareas
indispensables para la consecución de los fines del Estado se atribuyen a órganos autóno
mos e independientes”, el principio de separación de poderes resulta morigerado “por las
exigencias constitucionales de colaboración armónica entre los órganos a cuyo cargo está
el ejercicio de las distintas funciones” y también por la participación de unos órganos “en
el ámbito competencial de los otros, bien sea como complemento” necesario o contingen
te, como ocurre en el caso de la iniciativa gubernamental en materia legislativa, o “como
una excepción a la regla general de distribución funcional”04’.
(12) GUZMÁN NAPURÍ, C. La Constitución. Un análisis funcional. Gaceta Jurídica, Lima, 2015.
(13) Sentencia C-373/2016, f. j. 41 y 42.
(14) Sentencia C-373/2016, f.j. 91.
que regirá la actividad financiera del país en cada año fiscal. No obstante, para lograr di
cho propósito establece funciones compartidas, a través del ejercicio sucesivo de estas.
Por ello, las normas mencionadas en el párrafo anterior forman parte del denomina
do bloque de constitucionalidad, en tanto desarrollan detalladamente las competencias,
procedimientos y deberes funcionales del Poder Ejecutivo como Legislativo, con la fina
lidad de alcanzar un objetivo común, a través de un proceso democrático de diálogo fun
damentalmente técnico, respecto de las líneas matrices para mantener la estabilidad fiscal
y el manejo prudente de los recursos públicos; y político, respecto de las prioridades de
gasto en un ejercicio determinado.
a) Programación,
b) Formulación; y,
c) Aprobación
La fase de programación implica realizar un análisis del entorno macroeconómico
que incluyen proyecciones con un horizonte de tres años, siendo vinculante el primer año
(ano de la ley anual de presupuesto) e indicativo para los siguientes. En esta fase se de
termina cuáles son los límites máximos de gasto, es decir, cuál será el tamaño del presu
puesto, sobre la base de las proyecciones de ingresos por toda fuente de financiamiento,
y las reglas fiscales.
Una vez estimada la parte numérica de ingresos, recién es posible dimensionar el gas
to, basado en las prioridades de política (plasmados en los planes respectivos) y en la efi
cacia y calidad de los servicios públicos.
La fase de formulación, por su parte, inicia una vez que se comunicó a las entidades
cuál es el límite máximo que corresponde a sus presupuestos. En esta fase, la interacción
entre las entidades del sector público y el Ministerio de Economía y Finanzas se intensifi
ca. Cada entidad formula su presupuesto basado en las prioridades de política nacional y
en las institucionales, y debe incluir en primer término los gastos de carácter permanente,
obligaciones legales, los bienes y servicios requeridos para cumplir sus objetivos, el man
tenimiento de la infraestructura, así como el gasto de capital.
Como se puede observar, todo este proceso, además de ser largo, intenso y comple
jo (por la diversidad de actores que intervienen), representa una labor técnica, con un al
tísimo nivel de especialización que recae en los funcionarios del Ministerio de Econo
mía y Finanzas.
En tanto representantes del pueblo, pueden válidamente considerar que deba asignar
se un mayor presupuesto a determinada zona de la república, y en determinada función
(salud, educación, seguridad, transporte, entre otras).
Pease agrega que la razón de ser del diseño constitucional del mecanismo de aproba
ción presupuestal es un diseño de concertación entre Ejecutivo y Legislativo. Por eso las
normas del bloque de constitucionalidad como lo es el reglamento del Congreso, estable
cen paso a paso cuál es el procedimiento a seguir para sustentar, debatir y aprobar la ley
anual de presupuesto, conjuntamente con las leyes de equilibrio presupuestario.
Así, el literal c) del artículo 81 del Reglamento del Congreso precisa las siguientes
fases al interior del Parlamento:
(15) Diario de Debates. Congreso Constituyente Democrático. 1993, Tomo II, p. 951.
c) Debate en el Pleno
El debate de la Ley de Presupuesto se inicia el 15 de noviembre y debe ser apro
bada con el voto favorable de por lo menos la mitad más uno del número de los
congresistas presentes, y enviada al Poder Ejecutivo, de lo contrario entrará en
vigencia el proyecto enviado por el presidente de la República, quien lo promul
gará mediante decreto legislativo.
En la sesión del Pleno destinada a debatir y sustentar el Presupuesto, se seguirá
el procedimiento siguiente:
El presidente dará la palabra en primer término al presidente del Consejo
de Ministros, quien manifestará sus puntos de vista respecto del dictamen
de la Comisión de Presupuesto;
Intervendrá luego el ministro de Economía y Finanzas para sustentar el
pliego de ingresos; y
Harán uso de la palabra cada uno de los ministros para que sustenten los
pliegos de egresos de su sector; previamente sustentan los resultados y
metas de la ejecución del presupuesto del año anterior y los avances en la
ejecución del presupuesto del año en curso. El presidente de la Corte Su
prema, el fiscal de la Nación, el presidente del Jurado Nacional de Elec
ciones y el defensor del pueblo sustentan los pliegos correspondientes a
cada institución. Las intervenciones no excederán de treinta minutos por
orador.
Concluida la sustentación, intervendrán los voceros de los grupos parla
mentarios conforme a las reglas definidas por el Consejo Directivo.
d) Votación del proyecto
Al concluir el debate, el presidente del Consejo de Ministros manifiesta en re
presentación del Poder Ejecutivo su aceptación o disconformidad con el pro
yecto de Ley de Presupuesto. Luego de dicha intervención, se procede a votar
el proyecto.
Como se puede apreciar, el procedimiento que se sigue desde que el proyecto de Ley
Anual de Presupuesto es recibido por el Parlamento es arduo al mismo tiempo que colabo-
rativo, en el marco de un diálogo democrático. Así ha sido diseñado por los constituyentes.
Como se puede observar, la Ley Anual del Presupuesto General de la República res
ponde a una dinámica especial, distinta a la de cualquier proyecto de ley, que permite pre
cisamente materializar los principios de colaboración entre entidades, así como el de se
paración de poderes, en el marco de un proceso democrático.
Dicho esto, surge la interrogante sobre si ¿la facultad del Congreso es meramente for
mal? O si, por el contrario, ¿implica actos sustanciales pero limitados en contenido? En
nuestra opinión, el contenido esencial de la aprobación del Congreso permite un espacio
para modificar prioridades de gasto propuestas por el Poder Ejecutivo, pero esto no su
pone en modo alguno que pueda incrementar el gasto. El engranaje presupuestal impli
ca, por un lado, que el Ejecutivo plantee un presupuesto equilibrado hasta el 30 de agos
to de cada año, esto quiere decir que los gastos proyectados deben estar respaldados con
el financiamiento previsto en función de los ingresos estimados e incluidos en el proyecto
de ley, lo que le deja un margen de acción al Congreso para priorizar alguna materia que
considere que necesite mayor financiamiento, sea por razones de coyuntura o por cual
quier otra naturaleza, con la limitación de hacerlo considerando como tope máximo den
tro del mismo límite de gasto fija.
El primero de los principios está asociado con la prohibición de menoscabar las com
petencias constitucionalmente asignadas a un determinado órgano constitucional, y, el se
gundo, está asociado a mantener la estabilidad fiscal y un manejo prudente y responsable
de las finanzas públicas.
Ambos principios dan contenido a la atribución exclusiva del Poder Ejecutivo para
presentar el proyecto de Ley Anual de Presupuesto, a través del cual se fija el tamaño del
presupuesto (en función de los ingresos proyectados) y se plantea una forma de distribu
ción de los créditos presupuestarios entre todas las entidades públicas.
(16) RODRÍGUEZ B., Alvaro. Gasto público, estado social y estabilidad presupuestaría. Conferencia, 2014.
por el Ministerio de Economía y Finanzas, no pueden ser modificados por el Parlamento,
lo que constituye una limitación constitucional a la facultad asignada al Congreso. En caso
este lo hiciera, desnaturalizaría la esencia de la función del Poder Ejecutivo. No tendría
sentido que la Constitución le asigne funciones específicas como la de enviar un proyecto
de ley equilibrado, si al final de la jornada parlamentaria, los congresistas pudieran variar
como les plazca el tamaño del presupuesto, así como las reglas fiscales los límites de gasto
En efecto, para cumplir con los fines previstos en la Constitución y las leyes, se re
quiere de financiamiento; y para que se generen los recursos para financiar se necesita ser
un país estable fiscalmente, que permita atraer inversión privada, para la creación de pues
tos de trabajo y la extracción de rentas suficientes que permitan luego su redistribución.
Por ello, coincidimos con Rodríguez, cuando señala que el Estado es corresponsable
de la situación económica. Solo la estabilidad y buen funcionamiento de la economía pro
porcionan los necesarios presupuestos para el cumplimiento de las tareas sociales. Exis
te un límite en la capacidad financiera del Estado a las demandas de prestaciones sociales
que el Estado social de Derecho reconoce, sujetas constitucionalmente a lo financiera
mente posible dentro del mandato constitucional de equilibrio de las cuentas públicas y
la estabilidad presupuestaria a que responden los límites al déficit estructural y al endeu
damiento del Estado.
Es por eso que los límites de la capacidad financiera del Estado tienen relevancia
constitucional y forma parte del contenido esencial intrínsecamente referido al principio
de equilibrio presupuestario0
De este modo, las buenas prácticas internacionales muestran que para un buen ma
nejo de las finanzas públicas los marcos fiscales deben tener los siguientes elementos:
Ahora bien, para lograr un presupuesto equilibrado no basta con realizar una proyec
ción de ingresos y egresos. Implica que se fijen una serie de reglas orientadas a fortalecer
la institucionalidad, reduciendo la dependencia de los titulares de turno. Máxime si se tra
ta de un país como el Perú que es rico en recursos naturales y que, producto de la explo
tación de los mismos, se obtienen ingresos fiscales volátiles, lo que hace necesario anali
zar alternativas de financiamiento para hacerlas sostenibles.
(17) RODRÍGUEZ B., Alvaro. Gasto público, estado social y estabilidad presupuestaria. Conferencia, 2014.
4. Los préstamos procedentes del Banco Central de Reserva o del Banco
de la Nación no se contabilizan como ingreso fiscal
Sobre este punto resulta pertinente realizar una breve explicación sobre qué se considera
como ingreso fiscal. Así, los ingresos pueden clasificarse en tributarios y no tributarios08).
Los ingresos no tributarios -señala Restrepo- suelen tener su origen en aquella face
ta de la actividad estatal que se identifica con la gestión patrimonial del Estado (utilidades
de las empresas públicas), o en la contraprestación que el Estado recibe por el suministro
de bienes y servicios que se prestan en concurrencia con el sector privado (son los llama
dos precios públicos), o en todo caso, cuando el Estado despliega su actividad en un pla
no comercial (contratos de crédito público). Por su parte, los ingresos tributarios tienen
su origen en el poder de imperio del Estado que nace de la ley.
Generalmente, a los ingresos fiscales se les conoce como ingresos tributarios y que
ingresan al fisco para sostener el gasto público. Con lo cual, si seguimos el razonamien
to seguido por Restrepo, tanto en la clasificación de ingresos de tributario o no tributario,
como en la de ordinario o extraordinario, caemos en que los ingresos ordinarios son tri
butarios y que los extraordinarios son no tributarios. Eso significa que los préstamos por
naturaleza no pueden calificar como ingresos fiscales.
Si eso es así, ¿por qué el constituyente decidió precisar o enfatizar que los préstamos
provenientes del Banco Central o del Banco de la Nación no se consideran ingresos fisca
les. Pareciera una redundancia. Así lo sostenía el constituyente Moreyra Loredo. Sin em
bargo, el constituyente Chirinos Soto defendió la inclusión de dicha disposición bajo el
argumento siguiente:
(18) RESTREPO, J. La hacienda pública. 7" edición. Universidad Externado de Colombia, 2015.
“El punto es que el dinero que adelante el Banco Central o que preste el Banco
de la Nación, si tiene recursos para prestar, puede ser contabilizado como ingre
so fiscal para el efecto de declarar que el presupuesto está equilibrado. Hemos
querido salir al paso, enérgicamente, a esa corruptela, enérgicamente, en la me
dida de lo posible”.
El constituyente Moreyra insiste en señalar:
“El préstamo no puede ser un ingreso. Que el gobierno del señor Alan García hi
ciese leyes sin ninguna lógica, no quiere decir que algo que era incorrecto deje
de serlo”.
Ante lo cual, Chirinos Soto afirma:
“Decimos que los préstamos del Banco de la Nación y del Banco Central no de
ben contabilizarse como ingresos. Yo no digo que per se y metafíisicamente el
préstamo sea ingreso. Lo que digo, con los textos de la Ley de Presupuesto en
la mano, entre 1980 y 1990, es que los préstamos del Banco Central y del Ban
co de la Nación se contabilizaban como ingresos. Y es a esa corruptela a la que
necesitamos combatir y salir al paso con una disposición, que puede ofender un
sentido exquisito de la lógica, pero que es indispensable en nuestras costumbres
políticas y, particularmente, en nuestras costumbres presupuéstales”.
Queda claro de las intervenciones de los constituyentes mencionadas que, aunque téc
nicamente no sea correcto afirmar que un préstamo, sea del Banco Central o del Banco de
la Nación, al Tesoro Público no constituye ingreso fiscal, dado que en la Constitución de
1979 existía una disposición similar, el Poder Ejecutivo -sostenía Chirinos Soto- cubría
los déficits que tenía con los préstamos de alguno de estos bancos.
Es importante recordar que entre el año 1985 y el año 1990 el Perú dejó de pagar la
deuda externa, había expropiado empresas privadas y a personas naturales sin haber paga
do el justiprecio, existían más de doscientas empresas públícas(í9), la inflación estaba por
encima del orden de siete mil por ciento, entre otros indicadores que hacían ver al Perú
como un mal pagador.
Por ello, hacía sentido incluir una disposición como esta, con la finalidad de asegu
rar a los acreedores que anualmente siempre existirá una partida presupuesta! orientada
al pago del servicio de deuda, a fin de tranquilizar y mostrar que el Perú es diferente al
de décadas pasadas.
VIL Conclusiones
1, La administración de la hacienda pública está orientada a generar los ingresos
públicos necesarios que permitan al Poder Ejecutivo financiar las acciones orien
tadas a cumplir su mandato constitucional de dirigir y gestionar los servicios pú
blicos, así como atender el gasto social y de inversión necesaria para promover
el empleo y generar desarrollo para el país, hasta ser un Estado moderno.
2. El presupuesto público constituye el instrumento de gestión más importante del
Estado, ya que permite el logro de resultados a favor de la población, a través
de la prestación de servicios y logro de metas de coberturas con eficacia y efi
ciencia por parte de las entidades públicas.
3. La Constitución política vigente establece un procedimiento de aprobación de la
Ley de Presupuesto que reposa en los principios de colaboración entre entida
des y de separación de poderes; por lo que el Poder Ejecutivo y el Poder Legis
lativo deben buscar los consensos necesarios que permitan una adecuada prio-
rización y orientación del gasto, así como que estos se encuentren dentro de los
límites fijados por el Poder Ejecutivo.
4. El principio de equilibrio fiscal busca dar cumplimiento a los principios de soste-
nibilidad y responsabilidad fiscal, en todas las fases del proceso presupuestario.
(19) FRANCO, B., MUÑOZ I., SÁNCHEZ, P. y ZAVALA V. Las privatizaciones y concesiones en La Reforma
Incompleta. Tomo II, Universidad del Pacífico e Instituto Peruano de Economía, agosto del 2000, Lima.
http://ipe.org.pe/wp-content/uploads/2009/05/la-reforma-incompleta-web.pdf
JURISPRUDENCIA RELÁCI
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
G: arts. 19, 32, 74, 77, 78, 94, 102, 103, 105, 107, 206, 11“ D.F.T.; TU() Rgmto.
Congreso: arts. 72 inc d), 76 me. I) b: GT.: arts. IV, V, IX; D. Leg. 668: 23 DC.; D.S.
H2-97-EF: ar t. 2
L Introducción
El artículo 79 de la Constitución Política del Perú (CPP, en adelante) forma parte de
la denominada Constitución Económica. Como sabrá anotar el lector, el precepto regula
una serie de tópicos disímiles cuyo común denominador es la necesidad de establecer res
tricciones y limitaciones a la iniciativa legislativa en materia presupuestaria y tributaria.
Se trata, pues, de consagrar en el más alto nivel normativo -el constitucional, qué duda
cabe- cuál de los poderes del Estado tiene -o no tiene- la iniciativa en el gasto público,
así como de regular determinados requisitos formales para la tramitación de normas de
carácter tributario que podrían afectar al Presupuesto General, por significar una dismi
nución en la recaudación (exoneraciones o beneficios tributarios sectoriales) o una afec
tación al principio de unidad de caja (parafiscalidad).
En este punto conviene recordar aun cuando pueda parecer ocioso- que el hecho de
que estos preceptos hayan sido elevados a un rango constitucional implica que todos los
poderes del Estado se encuentran vinculados a estos con carácter absoluto. Diferente hu
biera sido el caso, por ejemplo, si la norma solo hubiera tenido a rango de ley, pues es sa
bido que el legislador no se encuentra obligado por la legislación común, pudiendo de
rogar sus preceptos con carácter expreso o tácito. Por lo tanto, las presentes limitaciones
constituyen requisitos obligatorios, cuyo incumplimiento determina la inconstitucionali-
dad del precepto de que se trate.
Los puntos tratados por el artículo 79 de la CPP son los siguientes: 1) Restricciones
de los congresistas en el incremento del gasto público; 2) La aprobación de tributos con
carácter predeterminado o tributos parafiscales; 3) La exigencia de contar con un infor
me previo del Ministerio de Economía y Finanzas para la aprobación de las leyes que es
tablezcan beneficios o exoneraciones tributarias; y, 4) La exigencia de un quorum califi
cado para la aprobación de leyes que establezcan un tratamiento tributario especial para
una determinada zona del país.
“Las normas constitucionales de tas que hemos extraído los principios constitucionales
presupuestarios, Fundamento N° 9, supra, imponen límites a los Poderes del Estado
para la formulación y elaboración del Proyecto de Presupuesto que presenta el Ejecu
tivo, haciendo uso de la facultad de iniciativa en esta materia, y al propio Congreso de
la República, para su aprobación. En efecto, el artículo 77 de la Constitución prescribe
que el presupuesto es anual; que su estructura contiene dos secciones: gobierno central
(2) Sobre este precepto, el profesor Pérez Royo, observa lo siguiente: “(...) una de las limitaciones al derecho
de enmienda es la que requiere conformidad del Gobierno para la tramitación de enmiendas que supongan
minoración de ingresos. Se trata de una cautela (...) que afecta fundamentalmente a las modificaciones
tributarias contenidas en el articulado de la Ley de Presupuestos. Es una limitación importantísima, habida
cuenta de la significación que tienen dichas modificaciones tributarias. Téngase presente, por poner un
ejemplo, que la Ley de Presupuestos suele contener la tarifa del IRPF (Impuesto a la Renta de las Personas
Físicas). De acuerdo con esta regla, el Parlamento no puede ni siquiera someter a votación enmiendas a
la baja sin contar con la conformidad del Gobierno”. PÉREZ ROYO, Fernando. Derecho Financiero y
Tributario. Parte general. Civitas, Madrid, 1997, p, 372.
(3) Piénsese, por ejemplo, en las constantes iniciativas legislativas presentadas por ios congresistas, según las
cuales se pretenden crear beneficios tributarios incluso yendo en contra del propio Poder Ejecutivo (titular
de las competencias en materia de Hacienda Pública, como dijimos). Ejemplos sobran. Y es que lo que más
llama la atención no es la decisión misma de generar beneficios tributarios (lo cual muchas veces puede
Por último, corresponde señalar que la falta de iniciativa legislativa en el gasto públi
co de parte de los congresistas elevada a rango constitucional, lamentablemente, ha gene
rado una mala práctica en las discusiones parlamentarias para la aprobación de las Leyes
Presupuestarias. En efecto, es común verificar como algunos congresistas condicionan su
voto para la aprobación del Presupuesto de un determinado periodo a que se incluya una
partida presupuestaria a favor de la Región o Sector al que representan, con lo cual, si
bien formalmente siguen sin tener iniciativa de gasto, en la práctica, resulta que sí tienen
injerencia en el mismo, al “condicionar” al Poder Ejecutivo en un determinado sentido,
Se produce, pues, un efecto no querido por el constituyente, pues aquello que se encuen
tra prohibido es alcanzado por un medio distinto en la práctica.
Es preciso indicar que nos encontramos ante “tributos” cuyas notas distintivas son que
su recaudación no constituye ingreso del Tesoro Público, por estar afectados al sosteni
miento exclusivo de determinados entes estatales con autonomía propia o su recaudación
se encuentra afectada a fines concretos, “infringiéndose”, de este modo, el principio pre
supuestario de unidad de caja. Piénsese, por ejemplo, en los “Aportes” creados a favor de
los “Organismos Reguladores de la Inversión Privadas en los Servicios Públicos” (OSI-
NERGMIN, SUNASS, OSITRÁN, entre otros), creados por Ley N° 27332.
obedecer al cumplimiento de una finalidad constitucional), sino que los citados proyectos son presentados,
sin siquiera generar los ingresos suficientes para cubrir el déficit generado.
(4) Vid., los artículos V y VI del Texto Unico Ordenado de la Ley Genera! del Sistema Nacional de Presupuesto
aprobado por Decreto Supremo N° 304-2012-EF, cuyos textos son los siguientes:
“Artículo V: Universalidad y unidad. - Todos los ingresos y gastos del Sector Público, así como todos los
Presupuestos de las Entidades que lo comprenden, se sujetan a la Ley de Presupuesto del Sector Público”.
“Artículo VI: De no afectación predeterminada. - Los fondos públicos de cada una de las Entidades se
destinan a financiar el conjunto de gastos públicos previstos en los Presupuestos del Sector Público”.
Maurice Duverger [Hacienda Pública, Bosch, Barcelona, 1968, pp. 227-228] expone que
dicho principio descansa en dos razones fundamentales; la financiera y la política. La
primera consiste en percibir el presupuesto como una regla de orden y claridad que
traduzca un genuino y auténtico estado de la situación financiera del país; y, por ende,
que refleje la realidad de la obtención de los recursos públicos y su aplicación o gasto.
De allí que se proscriba la multiplicación de los presupuestos y las cuentas singulares,
ya que impediría tener una visión global más clara de los ingresos y gastos públicos.
La razón política consiste en señalar que la unidad acrecienta la eficiencia y la eficacia
para el control que sobre el parlamento ejerce la Contraloría General de la República
C-)
9.11. Principio de no afectación
Previsto en el artículo 79 de la Constitución, que señala como regla general que los
recursos del Estado deben formar una única argamasa económica, tornando indistin-
gible el origen de su procedencia a fin de que sean utilizados para cubrir la totalidad
de los gastos. La verificación práctica de dicho principio comporta el impedimento
de que determinados ingresos fiscales sean empleados para cubrir gastos específicos.
Al respecto, Maurice Duverger [ob. cit., pág 88] comenta que: la no afectación
impide las relaciones jurídicas entre ingresos y gastos’. Por excepción, dicho principio
puede ser inaplicado cuando exista una solicitud del Poder Ejecutivo, a fin de que el
Congreso apruebe un tributo con un fin predeterminado”.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte hemos podido apreciar una propagación de de
terminados entes estatales con personería jurídica propia, cuya finalidad es controlar las
actividades de los particulares en determinados sectores -de ahí que se les llame organis
mos reguladores-, como por ejemplo, Osiptel, Osinergmin, Osítran, Sunass, entre otros.
Precisamente, la creación de tales organismos determina la aplicación de un “tributo pa-
rafiscal” sobre el sujeto materia de control.
También constituyen “tributos parafiscales” - desde nuestro punto de vista- las apor
taciones al Seguro Social de Salud - Essalud, las cuales, se regulan por sus normas espe
cíficas y por el Código Tributario.
“(...) la lectura de la Constitución debe ser conjunta tratándose del análisis de los artí
culos 74° y 79° (...), entendiéndose que cuando la norma establece que el Congreso no
puede aprobar tributos con fines predeterminados, se está refiriendo únicamente a los
impuestos, situación que se relativiza tratándose de otro tipo de exacciones como sería
el caso de la contribución especial al Fondo Previsional de los hombres de mar (...).”
(5) Recordemos que el decreto de urgencia aun cuando goce de rango de ley, no puede contener materia
tributaria de conformidad con el tercer párrafo del artículo 74 de la CPP.
(6) El resaltado es nuestro.
(7) STC Exp. N° 2762-2002-AA/TC (f. j. 8).
el reglamento la posibilidad de modificar la lista de bienes y servicios exonera
dos contenidos de los Apéndices I y II. De este modo, se vulnera abiertamente
no solo la reserva de ley consagrada en el texto constitucional, sino también el
principio de jerarquía normativa05.
2. La norma constitucional únicamente dispone como requisito para la aprobación
de las Leyes que establecen beneficios o exoneraciones, la exigencia de contar
con un informe previo del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), el mis
mo que no necesariamente debe significar una conformidad con el contenido del
proyecto.
En efecto, de acuerdo con el precepto constitucional se cumple con este requi
sito, tanto si el informe emitido por el MEF recomienda la aprobación del pro
yecto, como si aconseja su desaprobación, pues lo que se exige únicamente es
contar con el citado documento como un requisito formal,
Independientemente que la opción adoptada por el constituyente no parece ser
la más acertada -pues hubiera sido más conveniente exigir la conformidad del
Poder Ejecutivo--, la idea de la norma es obligar a los miembros del Congreso a
contar con mayores elementos de juicio para decidir por la aprobación o no del
proyecto, permitiéndoles -o constriñéndolos a™ conocer las consecuencias de
la dación de un determinado beneficio tributario05.
3. A lo largo del tiempo, siempre han existido intentos infructuosos por imponer
límites a la potestad para establecer beneficios y exoneraciones tributarias. Tal
es el caso de la Norma VII del Título Preliminar del Código Tributario, median
te la cual se fijaron determinadas pautas para la “transparencia” en la dación de
incentivos o exoneraciones tributarias. El precedente de esta norma es la deno
minada “Ley Marco para la Dación de Exoneraciones, Incentivos o Beneficios
Tributarios”, aprobada por Decreto Legislativo N° 977, la cual fue declarada in
constitucional por nuestro Alto Tribunal (STC Exp. N° 00016-2007-PI/TC); y,
finalmente, derogada por Ley N° 29742.
Tales dispositivos han pretendido exigir con escasa aplicación práctica determina
dos requisitos para la aprobación de las normas que otorguen incentivos, benefi
cios o exoneraciones tributarias, entre las que se encuentran contar con la exposi
ción de motivos correspondiente, que estén acordes con los objetivos o propósitos
específicos de la política fiscal planteada por el Gobierno y contar con un informe
previo del Ministerio de Economía y Finanzas, entre otros.
(8) Recordemos que la norma que regula el Impuesto General a las Ventas tiene rango de ley, a pesar de estar
contenida en un Texto Único Ordenado (Decreto Supremo N“ 055-99-EF).
(9) Sobre este precepto, el profesor Jorge Danós afirma lo siguiente: '‘El citado dispositivo no supedita el
otorgamiento de las exoneraciones a que lo apruebe el parlamento, sino que solo exige que se solicite
informe al ejecutivo, se supone que para ilustración del Congreso sobre las consecuencias de la decisión”.
DAÑOS ORDÓÑEZ, Jorge, “El régimen tributario en la Constitución. Estudio preliminar”. En: Themis,
N° 29, 1994, p. 142.
Es preciso indicar que si bien la intención de dichos preceptos parece ser ade
cuada, lamentablemente, sus efectos resultan bastante limitados por encontrar
se en una norma con rango de ley. En efecto, desde nuestro punto de vista, no
acarrea ningún efecto práctico si se dictara una Ley que aprobara una exonera
ción sin cumplir con tales requisitos, toda vez que el legislador no queda obli
gado por sí mismo001.
4. Finalmente, conviene referirse a la temporalidad de los beneficios exoneraciones
tributarias que viene reconociendo de manera reiterada nuestro Tribunal Cons
titucional. Así, por ejemplo, en la STC Exp. N° 00725-2010-PC/TC, f. j. 14 se
puede leer lo siguiente:
“Como puede apreciarse no es posible que en la actualidad una exoneración o
beneficio tributario pueda entenderse que se otorga ad inñnitum, pues en caso
que la norma legal no establezca plazo de vigencia alguno, automáticamente
deberá operar el plazo supletorio a que se refiere el Código Tributario. Ello
es así porque si bien es cierto que generalmente los beneficios tributarios
responden a políticas y objetivos concretos, justificando un trato excepcional
a determinadas actividades o personas, las cuales normalmente están obli
gadas a tributar, también lo es que el acto por el cual se otorga un beneficio
tributario no es ni puede ser enteramente discrecional, ya que podría devenir
en arbitrario. Es imperativo entonces que un acto de este tipo se realice no
solo con observancia de los demás principios constitucionales tributarios,
sino también que revisten las características de necesidad, idoneidad y
proporcionalidad. Lo contrario podría llevar a supuestos de desigualdad
injustificada, cuando no de discriminación, lo cual de acuerdo con nuestra
Constitución (art. 2, inciso 2) está proscrito (cfr. STC Exp. 0042-2004-AI/
TC, f. j. 14). Bajo ese argumento se sustenta justamente la necesidad de
establecer límites a la duración de beneficios tributarios a fin de garantizar
que el principio de igualdad en la tributación no termine desnaturalizándose”.
(10) Resulta sintomático -por decir lo menos- que a tan solo 27 días de la vigencia de la nueva Norma VII
del Título Preliminar del Código Tributario aprobada por el Decreto Legislativo N° 953, el propio Poder
Ejecutivo mediante Decreto Supremo N° 036-2004-EF, amplió la exoneración del ÍGV a los servicios
de transporte interprovincial de pasajeros, con lo cual no solo se vulneró la reserva de ley en materia de
exoneraciones tributarias, sino también la propia Norma VI! vigente en esa oportunidad.
los beneficios al sector educativo. Así, por ejemplo, refiriéndose al tema, el profesor Calvo
Ortega señala lo siguiente:
“Si una exención constituye una medida básica para alcanzar un objetivo constitucional
su derogación podría impugnarse por inconstitucionalidad. Se trata de un planteamiento
poco común pero puede darse. Normalmente iría unido a la generalidad e importancia
de la exención”00.
Nótese que hoy la doctrina ya no acepta pacíficamente que las normas de beneficio ri
jan temporalmente, sino que lo que se viene planteando es la cuestión relativa a la vigen
cia permanente de determinadas normas de beneficio -cuando buscan alcanzar una finali
dad constitucional™, a tal punto que su derogación sería inconstitucional.
(11) CALVO ORTEGA. Rafael, Derecho Tributario. Parte genera!. Thomson-Civitas, Madrid, 2006, p. 202.
(12) Nótese que la norma constitucional no establece un quorum “mínimo” para la aprobación del régimen
tributario especial, sino que exige que sean “dos tercios de los congresistas”; ni más ni menos que dicha
cantidad (86.67 congresistas). Sin embargo, desde el punto de vista lógico, debemos entender que la norma
establece un quorum mínimo.
Al respecto, debe mencionarse que el precepto constitucional viene a instituir una
“reserva de ley absoluta” -es decir, ley emitida por el Congreso de la República- en la
materia, al utilizar la alocución “Ley expresa”, así como al requerir un número deter
minado de congresistas para la aprobación de la norma. Ello quiere decir, que cualquier
intromisión del decreto legislativo -o de una norma de menor jerarquía- en la regula
ción de un régimen tributario para una determinada zona del país se encuentra prohibi
da constitucionalmente.
Por este motivo, desde nuestro punto de vista, constituye, una vulneración al texto
constitucional, por ejemplo, el hecho que la regulación de determinados Centros de Ex
portación, Transformación, Industria, Comercialización y Servicios (Ceticos) se haya
efectuado mediante decretos legislativos031. Incluso, las normas que regulan el Reintegro
Tributario para la Región Selva, actualmente vigentes, han sido aprobadas por Decreto
Legislativo N° 942, en una clara contravención a lo dispuesto por el texto constitucional.
Por otro lado, es preciso anotar que el quorum fijado en este caso por la Constitución
es más alto incluso que para la aprobación de las leyes orgánicas (60 congresistas)041, de
lo que se deriva que el constituyente ha fijado un requisito bastante más riguroso que, por
ejemplo, para la regulación el ejercicio de las garantías constitucionales o para regular la
estructura y el funcionamiento de las entidades del Estado previstas en la Constitución.
U Los beneficios tributarios deben justificarse en razones objetivas, pues son mecanismos
para cumplir finalidades promocionales dentro de una política fiscal racional: STC Exp.
N0 05970-2006-PA/TC (f. j. 31).
lj|] La inmunidad tributaria de los centros educativos depende de que estén constituidos con
forme a ley y que el tributo afecte los bienes, actividades y servicios propios de su finalidad
educativa y cultural: STC Exp. N° 03444-2004-AA/TC (f. j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
CALVO ORTEGA, Rafael. Curso de Derecho Financiero 1. Derecho Tributario. Parte general.
Thomson-Cívitas, Madrid, 2006; DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “El régimen tributario en la Constitu
ción. Estudio preliminar”. En: Themls, N° 29,1994; PÉREZ ROYO, Fernando. Derecho Financiero
y Tributario. Parte general. Cívitas, Madrid, 1997.
Artículo 80 Sustentación, plazo de aprobación y
modificaciones del presupuesto público
El Ministro de Economía y Finanzas sustenta, ante el Pleno del
Congreso de la República, el pliego de ingresos. Cada ministro
sustenta los pliegos de egresos de su sector; previamente sus
tentan los resultados y metas de la ejecución del presupuesto
del año anterior y los avances en la ejecución del presupuesto
del año fiscal correspondiente. El Presidente de la Corte
Suprema, el Fiscal de la Nación y el Presidente del Jurado
Nacional de Elecciones sustentan los pliegos correspondientes
a cada institución.
Si la autógrafa de la Ley de Presupuesto no es remitida al Poder
Ejecutivo hasta el treinta de noviembre, entra en vigencia el
proyecto de este, que es promulgado por decreto legislativo.
Los créditos suplementarios, habilitaciones y transferencias
de partidas se tramitan ante el Congreso de la República tal
como la Ley de Presupuesto. Durante el receso parlamentario,
se tramitan ante la Comisión Permanente. Para aprobarlos,
se requiere los votos de los tres quintos del número legal de
sus miembros^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 77,78, 101 ines. 3), 4), 102 inc. 4), 119, 130, 145, 160, 162 2 pan,, 178 3er.
páre.; TUO Rgmto. Congreso: arts. 72, 73, 76, 81; C.T.: arts. V, VII, XVI; L.O.E.:
art. 370; L.O.J.N.E.: art. 40; D. Leg. 1440; R. 601-2010-JNE; P.W.C.P.: art. 1.1;
P.I.D.E.S.G: arts. 1.1,2.3
I. Marco histérico-constitucional
La Constitución de 1828 estableció como responsabilidad del Ministro de Hacienda
presentar al Congreso el estado de ingresos y egresos y presupuesto general de los gastos
públicos del año siguiente.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo 2 de la Ley 29401 del 08/09/2009.
correspondiente exposición de motivos, el proyecto de Presupuesto General de la Repú
blica para el año próximo. También debía enviar dentro del mismo plazo, al Senado y a la
Cámara de Diputados, la Cuenta General de las entradas y de los gastos de la República,
correspondiente al ejercicio del año fiscal anterior, con el informe del funcionario encar
gado del control de la ejecución del presupuesto.
En un contexto histórico más reciente, el artículo 198 de la Constitución del 1979 es
tableció que si el proyecto de presupuesto no era votado antes del quince de diciembre por
el Congreso debía entrar en vigencia el Proyecto del Poder Ejecutivo, promulgado me
diante decreto legislativo. El último párrafo del artículo 199 de esta Constitución estable
ció que los créditos suplementarios, transferencias y habilitaciones de partidas se tramitan
ante el Congreso en igual forma que la Ley de Presupuesto; o, en receso parlamentario,
ante la Comisión Permanente. La decisión aprobatoria de esta requiere el voto conforme
de los dos tercios de sus miembros. Finalmente, la mencionada Constitución en su artícu
lo 239 estableció que la Corte Suprema de Justicia, por intermedio de uno de sus miem
bros, tiene derecho de concurrir a las cámaras legislativas para tomar parte sin voto en la
discusión de los proyectos de ley que presente, y de la Ley de Presupuesto de la Repúbli
ca en lo concerniente al Poder Judicial.
Ello no podía ser de otra manera, pues el Ministerio de Economía y Finanzas es el ór
gano del Poder Ejecutivo encargado de administrar los fondos públicos. Así lo dispone el
artículo 5 de la Ley Orgánica del Ministerio de Economía y Finanzas, Decreto Legislativo
N° 183, publicada en el diario oficial El Peruano el 15 de junio de 1981, que establece lo
siguiente: “Corresponde al Ministerio de Economía y Finanzas planear, dirigir y controlar
los asuntos relativos a la tributación, política aduanera, financiación, endeudamiento, pre
supuesto, tesorería y contabilidad, así como armonizar la actividad económica nacional”.
Así se verifica el cumplimiento del principio de caja única, que guía la elaboración
del presupuesto. Villegas se refiere a esta regla en los siguientes términos: “El principio
de unidad de presupuesto se relaciona estrechamente con un principio rector de la activi
dad del servicio del Tesoro, manifestado en la regla de la unidad de caja. Esto quiere decir
que no debe haber tesoros separados e independientes en el Estado, sino un órgano cen
tral, recaudador y pagador, al cual afluyan todos los recursos públicos y del cual salgan
los fondos para efectuar los pagos. La unidad de caja significa que deben ser puestos a
disposición de ese órgano central, material o jurídicamente, todos los fondos del Es
tado” (el énfasis es nuestro)01.
Por su parte, José Pareja Paz Soldán refiere que: “el Presupuesto General de la Repú
blica constituye el elemento fundamental del Derecho Financiero del Estado y es la tra
ducción en cifras y en realidades concretas de la política de un Gobierno. Es un docu
mento único que contiene la previsión y evaluación durante el año calendario de todas
las entradas y gastos de la Nación, incluyendo el monto bruto de los ingresos y egresos,
sin deducciones o compensaciones. Es la regla de la unidad presupuestal que permi
te comprobar la marcha y el estado de las finanzas públicas” (el énfasis es nuestro)®.
Conforme a la regla de la unidad de presupuesto, todos los fondos del Estado deben
centralizarse en un solo órgano administrador de los ingresos y egresos de las arcas públi
cas, que en el caso de nuestro país es el Ministerio de Economía y Finanzas.
“En relación al papel del MEF debe señalarse que la Dirección Nacional de Presu
puesto es la más alta autoridad técnico-normativa en materia presupuestaria y, en esa
(1) VILLEGAS, Héctor B. Manual de- finanzas públicas. Depalma, Buenos Aíres, 2000, p. 390.
(2) PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecha Constitucional peruano y la Constitución de 1979. Tomo III, 6a
edición, Ital Perú, Lima, 1980, pp. 662 y 663.
medida, mantiene relaciones técnico-funcionales con las oficinas de presupuesto de
cada entidad, siendo que, conforme lo dispuesto por el artículo 4 de la Ley General
del Sistema Nacional de Presupuesto, sus atribuciones son, entre otras:
‘a) Programar, dirigir, coordinar, controlar y evaluar la gestión del presupuesto del
sector;
b) Elaborar el anteproyecto de la Ley de Presupuesto del Sector Público;
c) Emitir las directivas y normas complementarias pertinentes
Conforme a lo anterior, la función de la Dirección Nacional de Presupuesto es la
de planificar y supervisar la gestión del presupuesto que corresponde a cada entidad
y sobre la base de ello elaborar el anteproyecto de la Ley de Presupuesto del Sector
Público para su correspondiente sustentación ante el Congreso de la República.
A mayor abundamiento, el artículo 23 de la Ley General del Sistema Nacional de
Presupuesto establece que:
‘Una vez aprobada y publicada la Ley de Presupuesto del Sector Público, el Ministerio
de Economía y Finanzas a través de la Dirección Nacional del Presupuesto Público,
remite a los pliegos el reporte oficial que contiene el desagregado del presupuesto de
ingresos al nivel de pliego y específica del ingreso, y de egresos por unidad ejecutora,
de ser el caso, función, programa, subprograma, actividad, proyecto, categoría de gasto,
grupo genérico de gasto y fuente de financiamiento, para los fines de la aprobación
institucional de apertura”’0).
Es pertinente señalar aquí que, conforme a lo dispuesto por el artículo 144 de la Consti
tución, el Presidente de la Corte Suprema lo es también del Poder Judicial y, en consecuen
cia, le corresponde sustentar ante el Congreso el presupuesto de dicho Poder del Estado(7}.
Pues bien, a propósito del “Proyecto de Ley Anual de Presupuesto del Sector para el
año 2005”, preparado por el Ejecutivo, el Presidente de la Corte Suprema planteó una de
manda de conflicto de competencias contra el Poder Ejecutivo, pues consideraba que di
cho Poder del Estado había recortado indebidamente el proyecto de presupuesto presenta
do por el Poder Judicial. Una de las pretensiones demandadas consistió en que el Tribunal
Constitucional declare que el Poder Ejecutivo no es competente para modificar el proyec
to de presupuesto elaborado por el Poder Judicial.
Ingresos de Capital.- Agrupa los recursos provenientes de la venia de activos (inmuebles, terrenos,
maquinarias, etc.), las amortizaciones por los préstamos concedidos (reembolsos), la venta de acciones
del Estado en empresas y otros ingresos de capital (...)”.
(5) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 456.
(6) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit„ p. 456.
(7) En el inciso 4) del artículo 76 del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, aprobado
por Decreto Supremo N° 017-93-JUS, publicado en el diario oficial El Peruano el 02/06/1993, se dispone
que el presidente del Poder Judicial ejerce la Titularidad del Pliego del Presupuesto del Poder Judicial.
de presupuesto al Poder Ejecutivo, sin que este último lo modifique, para su poste
rior sustentación ante el Congreso de la República, conforme a los fundamentos 40 a
45 de la presente sentenciaӒS) (el resaltado es nuestro)8 . Es decir, de acuerdo con esta in
(9)10
terpretación del Tribunal Constitucional, el Ejecutivo no puede modificar el presupuesto
elaborado por el Poder Judicial, sino que debe limitarse a incluirlo en el proyecto de pre
supuesto que remite al Congreso. En tal sentido, el Presidente de la Corte Suprema sus
tenta ante el Pleno del Congreso el mismo proyecto que en su momento presentó al Eje
cutivo y que debió ser remitido íntegramente al Legislativo.
(8) En los fundamentos jurídicos a los que alude el fallo, el Tribunal Constitucional señaló que:
i) Corresponde al Poder Judicial fijar autónomamente sus objetivos institucionales, los mismos que
tienen un componente presupuestario.
ií) El artículo 145 de la Constitución dispone que el Poder Judicial participa en el proceso presupuestario
presentando su proyecto de presupuesto al Poder Ejecutivo sin que este último lo modifique, para
su integración al proyecto general de presupuesto y posterior sustentación ante el Congreso de la
República.
iii) Esta competencia es garantía de la independencia del Poder Judicial pues, de no ser así, tal garantía
se convertiría en ilusoria.
iv) El Poder Judicial debe formular su proyecto en coordinación con el Poder Ejecutivo, a fin de determinar
los montos fijados observando los límites y principios impuestos por la Constitución, en especial el
principio de equilibrio financiero previsto en artículo 78 de la Carta Magna. Para tal fin, a juicio del
Tribunal Constitucional, es responsabilidad inexcusable del Poder Judicial plantear una propuesta
de asignación de recursos económicos acorde con la realidad de la caja fiscal y con las posibilidades
reales de una ejecución eficiente y eficaz; y,
v) Es necesaria una ley mediante la cual se establezcan los mecanismos especiales de coordinación entre
el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, en lo relativo a la elaboración del presupuesto de este último.
(9) STC Exp. N° 004-2004-CC/TC. de fecha 31/12/2004.
(10) En este mismo sentido ya se había pronunciado el Tribunal Constitucional al resolver, con fecha 10/1 i/2004,
la medida cautelar solicitada por el Poder Judicial en el expediente bajo comentario. En ella señaló que:
conforme al artículo 80 de la Constitución, el Congreso de la República tiene la posibilidad de
modificar el Presupuesto de la República hasta el 30 de noviembre del presente año; más aún s¡ se
tiene que, a tenor del artículo 81, inciso c) del Reglamento del Congreso, la Comisión de Presupuesto
del Congreso de la República elabora el dictamen de la ley para su debate ante el pleno del Congreso, el
mismo que se inicia el 15/11/2004" (el resaltado es nuestro).
Esta sentencia el Tribunal Constitucional también advierte que el artículo 80 de la
Constitución omite señalar que el Presidente del Tribunal Constitucional así como el Pre
sidente del antiguo Consejo Nacional de la Magistratura -ahora Junta Nacional de Justi
cia- deben sustentar ante el Congreso sus respectivos presupuestos, pues presiden órga
nos constitucionales autónomos(H).
Por otro lado, en el caso del Sistema Electoral, corresponde al Presidente del Jurado
Nacional de Elecciones sustentar el pliego de todos los organismos que conforman dicho
sistema, es decir, el pliego del Jurado Nacional de Elecciones, de la Oficina Nacional de
Procesos Electorales (ONPE) y del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Re-
niec). Así lo dispone el artículo 178 de la Constitución cuando señala que el Jurado Na
cional de Elecciones “Presenta al Poder Ejecutivo el proyecto de Presupuesto del Sistema
Electoral que incluye por separado las partidas propuestas por cada entidad del sistema.
Lo sustenta en esta instancia y ante el Congreso”. Si bien la responsabilidad de sustentar
el pliego del Sistema Electoral recae en el Presidente del Jurado Nacional de Elecciones,
tanto el jefe de la ONPE como el jefe del Reniec deben acudir al Pleno y responder las pre
guntas que les planteen los congresistas sobre sus respectivos pliegos, tal como lo dispone
el artículo 7 de la Ley N° 26533, publicado en el diario oficial El Peruano el 04/10/1995.
Debido a esta función, resulta necesario que el debate del presupuesto y su aprobación
se realicen oportunamente. Por esta razón el segundo párrafo del artículo 80 de la Consti
tución establece lo siguiente: “Si la autógrafa de la Ley de Presupuesto no es remitida al
Poder Ejecutivo hasta el treinta de noviembre, entra en vigencia el Proyecto de este, que
es promulgado por decreto legislativo”.
(11) En el fundamento jurídico 21, refiriéndose al artículo 80 de la Constitución, “el Tribunal Constitucional
advierte (...) la omisión en dicho artículo de consignar al Presidente del Tribunal Constitucional y al Pre
sidente dei Consejo Nacional de la Magistratura (actualmente Junta Nacional de Justicia), que presiden
órganos constitucionales autónomos, y que por ello sustentan sus respectivos presupuestos ante el Congreso
solo por mandato legal. Consecuentemente, el fallo técnico constitucional debe también precisar que en el
texto del artículo 80 de la Constitución se enumere a los funcionarios que tienen atribución para sustentar
sus presupuestos ante el Congreso de la República”.
Para ello recurre a una salida extraordinaria que consiste en autorizar al Ejecutivo a apro
bar mediante decreto legislativo el proyecto que inicialmente remitió al Congreso.
Como bien apunta Marcial Rubio(12>, este es uno de los dos casos en los que se auto
riza de manera excepcional al Ejecutivo para que apruebe un decreto legislativo sin que
medie delegación de facultades del Congreso. Ello con la finalidad de brindar una sali
da jurídica que evite que las labores del gobierno se paralicen por la falta de presupuesto
y, por tanto, de autorización de gasto. Esta salida consiste en otorgar la facultad de apro
bar el presupuesto mediante decreto legislativo, aun cuando no exista delegación de fa
cultades del Congreso. Empero, este decreto legislativo se dicta por autorización expre
sa de la Constitución.
En efecto, el tercer párrafo del artículo en cuestión establece que: “Los créditos su
plementarios, habilitaciones y transferencias de partidas se trasmitan ante el Congreso tal
como la Ley de Presupuesto. Durante el receso parlamentario se tramitan ante la Comi
sión Permanente. Para aprobarlos, se requiere los votos de los tres quintos del número le
gal de sus miembros”.
El artículo 47.2 del Decreto Legislativo del Sistema Nacional de Presupuesto Público
dispone que tanto las habilitaciones como las anulaciones “son aprobadas mediante Reso
lución del Titular, a propuesta de la oficina de presupuesto o de la que haga sus veces en la
entidad. El titular puede delegar dicha facultad de aprobación, a través de disposición ex
presa, la misma que debe ser publicada en el diario oficial El Peruano”. Esta disposición
contradice lo dispuesto por el artículo 80 de la Constitución, que establece que las habi
litaciones se tramitan como la Ley del Presupuesto, es decir, que requieren ser aprobadas
por ley del Congreso. La contradicción existente entre lo dispuesto por la Constitución
y la norma citada es manifiesta, debiendo primar lo dispuesto por nuestra Carta Magna.
H La Ley de Presupuesto debe aprobarse antes de su ejecución y para ello el Estado debe
programar financiera y administrativamente sus actividades y proyectos: STC Exp.
N° 00004-2004-CC/TC (f. j. 9.7).
jj] La ley de presupuesto público goza de una particularidad en nuestro ordenamiento jurí
dico, pues se trata de una norma rectora de la administración económica y financiera del
Estado, que prevé, consigna, e incluye la totalidad de los ingresos y gastos debidamente
equilibrados que se proyectan realizar durante un concreto año presupuestal: STC Exp.
N° 00006-2019-PI/TC (f. j. 21).
BIBLIOGRAFÍA
PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano y la Constitución de 1979. Tomo
III, 6a edición, Ital Perú, Lima, 1980; PÉREZ ROYO, Femando. Derecho Financiero y Tributario.
Parte general. Cívitas, Madrid, 1999; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Polí
tica de 1993. Tomo III, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999;
VILLEGAS, Héctor B. Manual definanzas públicas. Depalma, Buenos Aires, 2000,
(15) El inciso 3 del articulo 101 de la Constitución establece que: “(.,.) Son atribuciones de la Comisión Per
manente: (...) 3. Aprobar los créditos suplementarios y las transferencias y habilitaciones del Presupuesto,
durante el receso parlamentario”.
Artículo 81 Cuenta General de la República
La Cuenta General de la República, acompañada del informe
de auditoría de la Contraloría General de la República, es
remitida por el Presidente de la República al Congreso de la
República en un plazo que vence el quince de agosto del año
siguiente a la ejecución del presupuesto.
La Cuenta General de la República es examinada y dictami
nada por una comisión revisara hasta el quince de octubre. El
Congreso de la República se pronuncia en un plazo que vence
el treinta de octubre. Si no hay pronunciamiento del Congreso
de la República en elplazo señalado, se eleva el dictamen de la
comisión revisara al Poder Ejecutivo para que este promulgue
un decreto legislativo que contiene la Cuenta General de la
República^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 78, 82, 101 inc. 4), 102 ínc. 4) y 104; TUO Rgmto. Congreso: arts. 72, 76,
81; D. Leg. 1438; D. Leg. 1440; R. 030-2019-CG; P.LD.GP.: art. 1.1; P.LDJE.S.G:
arts. 1.1,2.3
I. Marco histórico-constitucional
Según Víctor García Toma*(i), entre “los antecedentes históricos de dicha institución
(refiriéndose a la Cuenta General de la República) se destaca la existencia de los curacas,
quienes se encargaban de llevar y registrar las cuentas del Imperio; por ende, debían co
nocer el manejo de la yuparia -especie de abaco- y del quipu”.
Finalmente, desde 1930 a 1979, la Cuenta General de la República estuvo a cargo del
Ministerio de Economía y Finanzas, el Banco Central de Reserva y la Oficina Nacional
de Estadísticas, los que debían actuar de manera coordinada.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo 2 de la Ley 29401 del 08/09/2009,
(1) GARCIA TOMA, Víctor, Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Tomo II, Universidad
de Lima - Fondo de Desarrollo Editorial, Lima, 1998, pp. 167 y 168.
En la actualidad se encuentra vigente el T.U.O del Decreto Legislativo N° 1438, De
creto Legislativo del Sistema Nacional de Contabilidad (D. S. N° 057-2022-EF) publica
da en el diario oficial El Peruano el 31 de marzo de 2022, que establece de manera espe
cífica los principios y conformación de dicho sistema, en particular, de su ente rector: la
Dirección General de Contabilidad Pública.
c) Las oficinas de Contabilidad o las que hagan sus veces en las entidades del sec
tor público.
De ahí que todos los años sea necesario contar con un instrumento de control poste
rior de la ejecución del presupuesto. Dicho instrumento no es otro que la Cuenta General
de la República, la misma que permite la revisión de los gastos y de las inversiones efec
tuadas por las entidades y órganos del Estado en un determinado ejercicio fiscal, some
tiéndolos a consideración del Congreso de la República, A decir de Ekmekdjian se trata
de “la rendición de cuentas que deben hacer todos los organismos del Estado de la forma
y modo en que recaudaron y emplearon los dineros públicos, conforme a las disposicio
nes del presupuesto”®.
En tal sentido, Pérez Royo destaca la importancia de la Cuenta General cuando señala
que: “El elemento o institución central en lo que se refiere al control parlamentario sobre
(2) EKMEKDJIAN, Miguel Ángel Tratado de Derecho Constitucional. Tomo IV, Depahna, Buenos Aíres,
2001, p. 462.
la actividad financiera es la Cuenta General del Estado. Es este un complejo documento
o conjunto de cuentas que expresan de manera detallada la ejecución del presupuesto y,
en general, la actuación económica - financiera del Sector Público estatal y cuyo examen
por las Cortes (en nuestro caso, el Congreso de la República) representa el acto final del
ciclo o proceso presupuestario”05.
En nuestro país, el artículo 20 del T.U.O. del Decreto Legislativo N° 1438, Decreto
Legislativo del Sistema Nacional de Contabilidad, define a la Cuenta General de la Repú
blica como un “instrumento de gestión pública que contiene la información y análisis de
los resultados financieros, presupuestarios, económicos, patrimoniales y de cumplimien
to de metas e indicadores de gestión financiera, en la actuación de las entidades del Sec
tor Público, sin excepción, durante un ejercicio fiscal”.
1. Cobertura y cumplimiento
Contiene el universo de entidades captadoras de recursos financieros y de entidades
ejecutoras de gastos e inversión, así como el informe sobre cumplimiento y omisiones en
la presentación de la rendición de cuentas.
2. Aspectos económicos
Incluye la evolución y resultados de los indicadores macroeconómicos utilizados en
la política económica, fiscal, monetaria y tributaria, de acuerdo al detalle siguiente:
a) Indicadores macroeconómicos
(3) PÉREZ ROYO, Fernando. Derecho Financiero y Tributario. Parte general. Civitas, Madrid, 1999, p. 397.
(4) Nota del editor.- En el detalle de la estructura de la Cuenta General de la República, considérese como
referencia DIRECCIÓN GENERAL DE CONTABILIDAD PÚBLICA. Cuenta General de la República.
Sector Público al 31 de diciembre de 2021. Recuperado de: https://www.mef.gob.pe/contenidos/conta_publ/
cta_grl_ _rp/Cuenta_General_2021 .pdf
3. Sector público consolidado
Contiene información integrada y consolidada del Sector Público, de acuerdo al de
talle siguiente:
a) Información presupuestaria
b) Información financiera
c) Estado de tesorería
d) Estado de la deuda pública
e) Inversión pública
f) Gasto social
a) Información presupuestaria
b) Información financiera
Al respecto, el artículo 29 del T.U.O. del Decreto Legislativo N° 1438, Decreto Le
gislativo del Sistema Nacional de Contabilidad, precisa que la aprobación de la Cuenta
General de la República es un acto formal de ordenamiento administrativo que no impli
ca la aprobación de la gestión ni de los actos administrativos que aquella sustenta. Dicha
norma dispone lo siguiente: “La aprobación de la Cuenta General de la República no im
plica la aprobación de la gestión ni de los actos administrativos de las autoridades de las
entidades del Sector Público, quienes son objeto de acciones de control y pasibles de san
ción por la autoridad competente”.
Así, se sostiene que si bien “la Cuenta General del Estado podría convertirse, pues, en
el instrumento idóneo para un exacto conocimiento de la gestión presupuestaria, intervinien
do a lo largo de su tramitación todos los órganos implicados, en una u otra fase, en la vida
(6) GIULIANI FONROUGE, Carlos M. Derecho Financiero. Volumen I, Depalma, Buenos Aires, 2001,
p. 308.
de los presupuestos. No obstante se trata de un mecanismo cuya virtualidad se sitúa mu
cho más allá de su efectiva relevancia en los momentos actuales como medio de control”(7).
Es claro que la aprobación de la Cuenta General por parte del Congreso no solo se
sustenta en el dictamen que elabora la comisión correspondiente, sino que también se con
sidera el informe técnico de auditoría que elabora la Contraloría General de la Repúbli
ca y que se remite junto con la Cuenta General al Congreso. Sin embargo, como hemos
señalado, dichos instrumentos no aseguran que el gasto efectivamente se haya ejecuta
do de acuerdo con los lineamientos aprobados por el Congreso mediante el presupuesto.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
H El Congreso de la República no puede delegar al Poder Ejecutivo, entre otras, las materias
relativas a la Cuenta General de la República: STC Exp. N° 00047-2004-AI/TC (f. j. 16).
H La delegación de facultades por parte del Congreso al Poder Ejecutivo no comprende ma
terias que atañen a la reforma constitucional, la aprobación de tratados que requieran de
habilitación legislativa, leyes orgánicas, la Ley del Presupuesto, ni a la Ley de la Cuenta
General de la República: STC Exp. Nü 00004-2019-PI/TC (f. j. 23)
BIBLIOGRAFÍA
EKMEKDJIÁN, Miguel Ángel. Tratado de Derecho Constitucional. Tomo IV, Depalma, Buenos Aires,
2001; GARCÍA TOMA, Víctor, Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Tomo II,
Universidad de Lima - Fondo de Desarrollo Editorial, Lima, 1998; GIULIANIFONROUGE, Carlos
M. Derecho Financiero. Volumen I, Depalma, Buenos Aires, 2001; PÉREZ ROY O, Fernando. Derecho
Financiero y Tributario. Parte general. Civitas, Madrid, 1999; QUERALT, Juan Martín; LOZANO
SERRANO, Carmelo; [ez. áí\. Curso de Derecho Financiero y Tributario. Tecnos, Madrid, 1999.
(7) QUERALT, Juan Martín; LOZANO SERRANO, Carmelo; et. ái. Curso de Derecho Financiero y Tributario.
Tecnos, Madrid, 1999, p. 773.
Artículo 82 La Contraloría General de la República
La Controlaría General de la República es una entidad descen
tralizada de Derecho Público que goza de autonomía conforme
a su ley orgánica. Es el órgano superior del sistema nacional de
control. Supervisa la legalidad de la ejecución del Presupuesto
del Estado, de las operaciones de la deuda pública y de los
actos de las instituciones sujetas a control.
El Contralor General es designado por el Congreso, a propuesta
del Poder Ejecutivo, por siete años. Puede ser removido por el
Congreso por falta grave.
CONCORDANCIAS:
C.: arts, 77, 78 y 91 inc. 1), 96, 99, 101 inc 1), 107, 188, 199; C.C.: art. 1366;
TUO Rgmto. Congreso: art. 6; Ley 27594: art. 1 inc. 6); L.O.C.G.R. 238-85-CG;
R. 030-2019-CG; R. 269-2014-CG
I. Introducción
El poder y control constituyen dos dimensiones de un mismo problema, como es el
de la gestión en el Estado Moderno. Desde finales de la Edad Media, y con la configura
ción del Estado Absoluto, que constituye la primera manifestación del Estado Moderno,
la explicación laica del poder y a organización de éste, ha sido una constante en el pen
samiento político; escenario en el que discurren los escritos de Marsilio de Padua y Gui
llermo de Ockham, confrontados con el absolutismo papal inaugurado en por Gregorio
VII en el año 1100, que dio origen a la crisis de las investiduras; Maquiavelo, que en su
obsesión por unificar a Italia, se plantea en “El Príncipe”, la obtención y mantenimien
to del Poder, mientras que en “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”, aborda
rá la organización de este a través de un aparato burocrático; Hobbes, que en “De Cive”
y “El Leviatán”, fundará la concepción iusnaturalista y la explicación racional del poder
y del Estado Absoluto a partir de la teoría contractualistas, camino que seguirán, con di
ferencias, Jhon Locke y Rousseau. Todos, actores de un periodo en el cual un Rey, Luis
XIV, llegó a decir “El Estado soy yo”, expresión que no era ajena a la realidad por cuan
to en dicho período el Monarca centralizaba el poder, no existiendo ley limitativa del
ejercicio de este.
La revolución inglesa, y luego la francesa, cambiarían esa visión del poder absolu
to, materializando muchas de las propuestas políticas de los autores citados, plasmando a
la vez una nueva organización del Estado y del Gobierno, dando paso, primero, al surgi
miento de la Monarquía Constitucional inglesa, y, luego, a la República francesa, confi
gurándose con ello el denominado Estado Liberal o Estado de Derecho, el que se planteó
el control del poder como una tarea esencial, instnimentalizado para ello las propuestas
de Locke y Montesquieu, referidos al control vía el Parlamento y la división del poder.
Finalmente, en relación con la naturaleza jurídica, tenemos que la Ley N° 27785 dis
tingue entre sistema nacional de control y la Contraloría General de la República. Así, el
(1) La Ley Marco de Descentralización, Ley N° 26922 fue derogada por la Ley de Bases de la de Descentra
lización, Ley N° 27783, en la cual no hay mayor referencia a los organismos públicos descentralizados.
(2) GARCÍA DE ENTERRÍ A, Eduardo; FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo I.
Civitas, Madrid, 2001, p, 545.
(3) DROMI, Roberto. Derecho Administrativo. Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires-Madrid, 2004, p. 361.
(4) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo; FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón. Ob. cit., 545.
(5) Vide: DROMI, Roberto. Ob. cit., p. 361.
(6) CASSAGNE, Juan Carlos. Derecho Administrativo. Tomo I, Palestra, Lima, 2010, p. 273.
(7) Ibídem, p. 283.
(8) Ley N° 27785, Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de la Contraloría General de la República.
artículo 12 de Ley conceptualiza al sistema nacional de control como “el conjunto de ór
ganos de control, normas, métodos y procedimientos, estructurados e integrados funcio
nalmente, destinados a conducir y desarrollar el ejercicio del control gubernamental en
forma descentralizada”; definición que involucra como noción básica la idea de sistema.
Esta determinación general que ubica el accionar del sistema en diversos ámbitos de
la gestión pública, es más podríamos afirmar que lo ubica en todos los actos, yendo des
de el propio control a la gestión, y de ahí a propuestas de mejoras y desarrollo; y cuyo de
talle se establece en las atribuciones que le fija la norma y que seguidamente detallamos.
(9) Ley modificada en algunos de sus artículos por la Ley N° 30742, publicada el 28 marzo 2018. <http://
spij libre.mi njus.gob.pe/normativa!ibre/main.asp>.
II sobre el proceso para sancionar en materia de responsabilidad administrativa
funcional00*.
Normar y velar por la adecuada implantación de los órganos de auditoría Ínter-
na, requiriendo a las entidades el fortalecimiento de dichos órganos con personal
calificado e infraestructura moderna necesaria para el cumplimiento de sus fines.
Presentar anualmente al Congreso de la República el Informe de Evaluación a
la Cuenta General de la República, para cuya formulación la Contraloría Gene
ral dictará las disposiciones pertinentes.
Absolver consultas, emitir pronunciamientos institucionales e interpretar la nor
mativa del control gubernamental con carácter vinculante y, de ser el caso, orien
tador, Asimismo, establecerá mecanismos de orientación para los sujetos de con
trol respecto a sus derechos, obligaciones, prohibiciones e incompatibilidades
previstos en la normativa de control.
Aprobar el Plan Nacional de Control y los planes anuales de control de las
entidades.
Efectuar las acciones de control ambiental y sobre los recursos naturales, así como
sobre los bienes que constituyen el Patrimonio Cultural de la Nación, informan
do periódicamente a la comisión competente del Congreso de la República.
Emitir opinión previa vinculante sobre adquisiciones y contrataciones de bie
nes, servicios u obras, que conforme a ley tengan el carácter de secreto militar
o de orden interno exonerados de licitación pública, concurso público o adjudi
cación directa.
Otorgar autorización previa a la ejecución y al pago de los presupuestos adicio
nales de obra pública, y de las mayores prestaciones de supervisión en los casos
distintos a los adicionales de obras, cuyos montos excedan a los previstos en la
Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, y su Reglamento respecti
vamente, cualquiera sea la fuente de financiamiento.
Informar previamente sobre las operaciones, fianzas, avales y otras garantías que
otorgue el Estado, inclusive los proyectos de contrato, que en cualquier forma
comprometa su crédito o capacidad financiera, sea que se trate de negociacio
nes en el país o en el exterior.
Designar de manera exclusiva, sociedades de auditoría que se requieran a tra
vés de concurso público de méritos, para efectuar auditorías en las entidades,
supervisando sus labores con arreglo a las disposiciones de designación de so
ciedades de auditoría que para el efecto se emitan.
(10) El párrafo fue incorporado por el artículo 3 de la Ley N° 29622, publicada el 07 diciembre 2010, que entró
en vigencia en un plazo de ciento veinte (120) días a partir del día siguiente de su publicación. <http://
spijlibre.minjus.gob.pe/nonTiativa_libre/main.asp>.
Requerir el apoyo y/o destaque de funcionarios y servidores de las entidades
para la ejecución de actividades de control gubernamental.
Recibir y atender denuncias y sugerencias de la ciudadanía relacionadas con las
funciones de la Administración Pública, otorgándoles el trámite correspondien
te sea en el ámbito interno, o derivándolas ante la autoridad competente; estan
do la identidad de los denunciantes y el contenido de la denuncia protegidos por
el principio de reserva.
Promover la participación ciudadana, mediante audiencias públicas y/o sistemas
de vigilancia en las entidades, con el fin de coadyuvar en el control gubernamental.
Participar directamente y/o en coordinación con las entidades en los procesos
judiciales, administrativos, arbítrales u otros, para la adecuada defensa de los
intereses del Estado, cuando tales procesos incidan sobre recursos y bienes de
este.
Recibir, registrar, examinar y fiscalizar las declaraciones juradas de ingresos y
de bienes y rentas que deben presentar los funcionarios y servidores públicos
obligados de acuerdo a ley.
Verificar y supervisar el cumplimiento de las disposiciones sobre prohibiciones
e incompatibilidades de funcionarios y servidores públicos y otros, así como de
las referidas a la prohibición de ejercer la facultad de nombramiento de perso
nal en el Sector Público en casos de nepotismo, sin perjuicio de las funciones
conferidas a los órganos de control.
Citar y tomar declaraciones a cualquier persona cuyo testimonio pueda resul
tar útil para el esclarecimiento de los hechos materia de verificación durante
una acción de control, bajo los apremios legales señalados para los testigos; así
como proceder a la incautación de documentación y cualquier medio de alma
cenamiento que la contenga, relacionada con la materia de control, mantenién
dola en custodia hasta la emisión del informe de control.
Dictar las disposiciones necesarias para articular los procesos de control con
los planes y programas nacionales, a efectos de visualizar de forma integral su
cumplimiento, generando la información pertinente para emitir recomendacio
nes generales a los Poderes Ejecutivo y Legislativo sobre la administración de
los recursos del Estado, en función de las metas previstas y las alcanzadas, así
como brindar asistencia técnica al Congreso de la República, en asuntos vincu
lados a su competencia funcional.
Emitir disposiciones y/o procedimientos para implementar operativamente me
didas y acciones contra la corrupción administrativa, a través del control gu
bernamental, promoviendo una cultura de honestidad y probidad de la gestión
pública, así como la adopción de mecanismos de transparencia e integridad al
interior de las entidades, considerándose el concurso de la ciudadanía y organi
zaciones de la sociedad civil.
° Establecer los procedimientos para que los titulares de las entidades rindan cuen
ta oportuna ante el Organo Rector, por los fondos o bienes del Estado a su car
go, así como de los resultados de su gestión.
El artículo 22 terminaba indicando que las atribuciones no son taxativas, por lo que
pueden ser ampliadas mediante la propia ley y otros dispositivos legales, lo que efectiva
mente sucedió.
Tal como indicáramos líneas arriba, las atribuciones del sistema nacional de control y
de la Contraloría General de la República son muchas, y atraviesan todos los ámbitos de la
gestión pública, por lo que describir cada uno de ellos puede terminar desbordando el obje
tivo del presente artículo. Por ello, solo nos limitaremos a analizar algunas atribuciones que
hayan sido cuestionadas ante el Tribunal Constitucional, o que sean materia de discusión.
I720
Al respecto, la entidad demandante indicaba que el procedimiento no cumplía con lo
dispuesto por las normas de auditoría gubernamental, por lo que la acción rápida de con
trol resultaba irregular y distinta a la prevista por Ley, y que la Contraloría se mostraba
renuente a su pedido de suspensión de la referida acción, de forma tal que se violaban sus
derechos de petición, al debido proceso y a la tutela procesal efectiva.
¿Cuáles fueron los argumentos y la decisión del Tribunal respecto de la pretensión plan
teada, la misma que en esencia cuestionaba las atribuciones del Órgano Superior de Control?
Del análisis fáctico efectuado, el Tribunal concluye en que el Oficio en mención, por
el que la Contraloría, en ejercicio de sus funciones, requería información, “no puede supo
ner, en modo alguno, que tenga incidencia en el contenido constitucionalmente protegido
(11) “(E]l literal a) del artículo 22 establece que una de las atribuciones de la Contraloría es ‘tener acceso en
cualquier momento y sin limitación a los registros, documentos e información de las entidades, aun cuando
sean secretos; así como requerir información a particulares que mantengan o hayan mantenido relaciones
con las entidades; siempre y cuando no violen la libertad individual”.
de los derechos invocados, en tanto constituye --conforme a la normativídad a que se ha
hecho referencia supra- el ejercicio de una atribución funcional constitucionalmente re
conocida a favor de la emplazada, por lo que la actora no puede pretender que se impida
el ejercicio de tales competencias”, por lo que declaró improcedente la demanda.
(12) La Ley de Transparencia y de Acceso a la Información Pública (Texto único ordenado, Decreto Supremo
N° 043-2003-PCM). Relevante a este respecto es el artículo 17, inciso 3, según el cual, se halla exceptuada
de acceso:
“La información vinculada a investigaciones en trámite referidas al ejercicio de la potestad sancionadora
de la Administración Pública, en cuyo caso la exclusión del acceso termina cuando la resolución que
pone fin al procedimiento queda consentida o cuando transcurren más de seis (6) meses desde
que se inició el procedimiento administrativo sancionador, sin que se haya dictado resolución
final” (énfasis agregado).
su contra, que concluyó con su despido mediante la carta notarial notificada al recurrente
el 15 de setiembre de 2005. Dicho procedimiento había concluido mucho antes del
requerimiento de información a través de conducto notarial, que el recurrente efectuó a
la entidad demandada”.
En relación con esta aseveración el Tribunal indica que al ser el concepto central de
la disposición la “decisión de gobierno”, están “exceptuados entonces los documentos
del proceso de deliberación y de consulta anterior a la adopción de una decisión de
gobierno”; perspectiva desde la cual establece que en el caso “tanto por manifestación del
recurrente como por la del demandado, los documentos solicitados (...) están relacionados
a la investigación sobre irregularidades atribuidas al demandante. Estos documentos no
constituyen decisiones de gobierno, se trata por el contrario de investigaciones orientadas
a la determinación de infracciones e ilícitos imputados al recurrente”, investigaciones
que constituyen el ejercicio de la atribución de control de la legalidad presupuestal de la
Contraloría General
* 5 3).
Por otro lado, refería que las disposiciones impugnadas no limitaban las atribuciones del
Ministerio Público, “ya que dicho órgano es quien conduce, desde el inicio, la investigación
del delito, aun cuando actúe paralelamente con una acción de control en ejecución, de acuer
do con las atribuciones que la Constitución Política y su Ley Orgánica le han asignado”. A
su juicio, con dichas disposiciones se brinda “sustento normativo para que el propio Mi
nisterio Público, a través de los mecanismos que estime pertinentes, y siempre dentro de la
autonomía e independencia que su propia Ley Orgánica regula, cree una Fiscalía Provincial
ad hoc que permita cooperar con el control gubernamental”.
Finalmente, alegaba que no era exacto que se vulnere la autonomía, ya que el Con
greso de la República “es el Poder del Estado competente para dictar la Ley Orgánica del
Ministerio Público, así como para modificarla o derogarla mediante otra ley orgánica. En
este sentido es precisamente mediante una ley orgánica que se ha establecido la coordi
nación de instituciones autónomas como la Contraloría General de la República y el Mi
nisterio Público”.
Por lo tanto, la disposición que “(...) En el caso de que los informes generados de
una acción de control cuenten con la participación del Ministerio Público y/o la Poli
cía Nacional, no corresponderá abrir investigación policial o indagatoria previa, así
como solicitar u ordenar de oficio la actuación de pericias contables”, “no puede ni debe
entenderse como que aquella presencia [la del Ministerio Público o la de la Policía Na
cional, o ambas conjuntamente], impedirá posteriormente que el Ministerio Público pro
fundice o realice nuevas investigaciones, y menos, por supuesto, que ejerza la titularidad
de la acción penal”.
Sobre esta segunda pretensión, el Tribunal precisa, al igual que en el primer punto, que
no comparte los argumentos del Ministerio Público, indicando que el verbo “asignar”, en
la acepción utilizada por el legislador, y a su criterio interpretativo “significa que el Mi
nisterio Público designará, fijará y, en su caso, nombrará una fiscalía ad hoc, para que la
labor del control gubernamental se optimice.
Asimismo el Tribunal “tampoco considera que la creación de una fiscalía ad hoc para
que participe en las labores de control gubernamental termine ‘despojando’ al Ministe
rio Público ‘de su atribución de titular de la acción penal’. Ello porque no es el Ministe
rio Público, en cuanto órgano constitucional, el que resultaría afectado en el ejercicio de
la titularidad de la acción penal, dado que la atribución señalada a esta fiscalía ad hoc, es
una adicional a la que se tiene establecida en la Ley Orgánica del Ministerio Público. De
modo que la participación coadyuvante de la fiscalía ad hoc en la labor de control guber
namental no le impedirá ejercer la titularidad de la acción penal”.
1. La accionante interpone acción de inconstitucional idad contra la segunda parte del inciso f) del articulo
15 de la Ley N° 27785, Orgánica del sistema nacional de control y de la Contraloría General de la
República, y su Sexta Disposición Final, alegando que ellas contravienen la autonomía del Ministerio
Público y sus prerrogativas, concedidas y consagradas en la Constitución.
2. En efecto, las normas cuestionadas vulneran los artículos 158 y 159, incisos 1 ),4) y 5), de la Cons
titución Política del Perú, que concedan al Ministerio Público autonomía sin restricción alguna, es
decir, independencia interna y externa en el ejercicio de la función fiscal, estableciendo que esta es
ejercida por los Fiscales de manera independíente, según su propio criterio y en la forma que estimen
más arreglada a los fines de la institución (art. 5 del Decreto Legislativo N° 052, Ley Orgánica del
Ministerio Público).
3. De otro lado, la Sexta Disposición Final precisa “[...] que el Ministerio Público asigne una Fiscalía
Provincial ad hoc para el control gubernamental”, lo que significa que se pretende incorporar, vía
asignación, una Fiscalía Provincial a cargo de la Contraloría para que participe en sus acciones de
control, contraviniendo la potestad exclusiva del Ministerio Público de determinar la creación o
supresión de Fiscalías Especializadas.
4, La segunda parte del inciso f) del artículo 15 de la Ley N° 27785 dispone que no corresponderá
iniciar investigación sobre presunta comisión de delito en los casos en que se haya emitido infórme
derivado de acciones de control donde haya participado el Ministerio Público”. Conforme a ello: a)
se limita la atribución constitucional del Ministerio Público de iniciar investigaciones de oficio; b)
se impide su intervención en casos de comisión de delito cuando haya emitido informe derivado de
acciones de control con participación de la Fiscalía Provincial ad hoc, razón por la cual la denuncia
que se formule dejaría de ser prueba preconstituida, y c) bajo el criterio de que la Fiscalía ad hoc ya
participó, se impide al Ministerio Público que realice sus investigaciones conforme a las atribuciones
que le confiere la Constitución, una vez que se formule la denuncia.
5. Es importante destacar que la emplazada está de acuerdo con la inconstitucionalidad que se plantea
-según se desprende de la página 39 del escrito de contestación-, pero considera que puede haber
una interpretación constitucional a través de una sentencia interpretativa que establezca el correcto
sentido constitucional de las normas en cuestión.
6. Por consiguiente, las normas cuestionadas deben ser expulsadas del ordenamiento legal por su ma
nifiesta inconstitucionalidad, más aún si el Ministerio Público no está sometido y menos aún tiene
relación de dependencia con ninguno de los poderes del Estado, por lo que no cabe que estos controlen,
dirijan, interfieran o intervengan en su actividad, como lo hacen las normas que se cuestionan en esta
demanda. Al Ministerio Público no solo se lo subordina al disponerse la creación de una Fiscalía ad
hoc, sino también se lo relega al extremo de considerarlo una entidad coadyuvante, despojándolo de
su atribución constitucional de titular de la acción penal.
Por los fundamentos expuestos, mi voto es porque se declare FUNDADA la demanda y, en consecuencia,
inconstitucionales la segunda parte del inciso f) del artículo 15 de la Ley N“ 27785, Orgánica del sistema
nacional de control y de la Contraloria General de la República, y su Sexta Disposición Final”.
Sobre el particular se tiene que el Procurador Público encargado de los asuntos judi
ciales de la Contraloría General de la República contestó la demanda, solicitando “se la de
clare improcedente, manifestando que la notificación al recurrente se hizo mediante edic
to en el diario El Peruano, debido a su oposición a recibir el cargo de notificación, como
se demuestra con el cargo de comunicación de hallazgos de fecha 5 de julio de 2001, la
cual le fue notificada en el Ministerio de Industria, Turismo, Integración y Negociaciones
Comerciales Internacionales, tal como consta en el parte de visitas”.
(17) MORÓN URBINA, Juan Carlos, “Los informes de control y su calidad de prueba preconstituida: la posición
de la Corte Suprema al respecto”. En: Revista Gestión Pública y Desarrollo. Setiembre, 2011, p. C6-C10.
Aunque no es objeto del presente artículo analizar la figura jurídica de la prueba pre
constituida, nos permitimos indicar que el debate en torno a ella no es pacífico, y que por
el contrario, tal como se indica en el artículo citado, es el Poder Judicial a través de sen
tencias, quien viene delimitando el concepto y los requisitos que debe cumplir cuando
pasa del ámbito administrativo al jurisdiccional. Así se entiende que lo que prevalece en
el ámbito jurisdiccional es la libertad de apreciación de las pruebas, y no las pruebas ta
sadas, con lo que se elimina cualquier posibilidad de sanción automática sobre la base del
Informe de Control; que la calidad de prueba preconstituida “no resultaba ser un atribu
to per se y erga omnes de todos los informes de control, sino más bien era una atribución
de la Contraloría General de la República”; que para ser considerado prueba preconsti
tuida el Informe de Control debe ser consecuencia del procedimiento “establecido para
su generación y contar con un debido sustento técnico y legal”, lo que involucra el debi
do proceso, por lo que cualquier otro documento emitido por el sistema nacional de con
trol que no cumpla con dicha condición queda descalificado como prueba preconstituida.
(18) Algunos comentarios de esta situación pueden verse en: MORY PRÍNCIPE, Freddy. El proceso
administrativo disciplinario. Rodhas, Lima, 2001. p. 296.
cercanas a la configuración de tipos penales, considerando la casuística administrativa de
incumplimientos a las normas que rigen los sistemas administrativos, así como, teniendo
en cuenta el efecto o perjuicio generado para la determinación de la gravedad de las in
fracciones, para fines de establecer la diferencia con el simple incumplimiento normati
vo. En cuanto a la descripción y tratamiento de las infracciones leves se recurría a la téc
nica de tipificación por remisión.
En relación con las sanciones se indicaba, respecto de las leves, que estas debían ser
procesadas y sancionadas conforme a los regímenes laborales o contractuales de los infrac
tores, mientras que las infracciones muy graves debían ser sancionadas con inhabilitación
no menor de 2 ni mayor de 5 años, y las infracciones graves con suspensión no menor de
30 ni mayor de 360 días o inhabilitación no menor de 1 ni mayor de 2 años.
En este orden se señalaban las funciones específicas del Organo instructor, Organo
Sancionador y Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas, instancia esta úl
tima, para la cual, se precisa su conformación (Presidente, Salas, Secretaría Técnica), los
requisitos, impedimentos, causas graves de remoción, causales de vacancia, así como la
competencia para la selección, nombramiento y vacancia de los vocales, incorporando dis
posiciones que permitan que los órganos que participan del procedimiento tengan una es
tructura dinámica en función a la carga procesal y otros criterios objetivos.
Se refería también a la medida preventiva de separación del cargo precisando sus efec
tos, los criterios para su imposición, las modalidades para su levantamiento (oficio o pe
dido de parte), así como lo relativo a su caducidad.
Al momento de escribir este artículo, se encuentra vigente la Ley N° 31288 “Ley que
tipifica las conductas infractoras en materia de responsabilidad administrativa funcional
y establece medidas para el adecuado ejercicio de la potestad sancionadora de la Contra
loría General de la República”, la cual ha sido objeto de una nueva demanda de inconsti
tucionalidad, por lo que quizás cuando se publique el presente libro, ya se tenga claro el
panorama sobre la tan discutida potestad sancionadora.
(21) DÍAZ GUEVARA, Juan José. “El errado enfoque de las iniciativas legislativas respecto a la
reactivación de la potestad sancionadora de la Contraloría General de la República”. En: Gestión
Pública <£ Control. N° 11. Gaceta Jurídica, Lima, noviembre de 2020, p. 99.
JURISPRUDENCIA RELACIONA!]
d La Contralorea General de la República es autónoma y competente para controlar y super
visar la legalidad de la ejecución del presupuesto público, de las operaciones de la deuda
pública y de los actos de las instituciones sujetas a control: STC Exp. N° 05239-2011-PA/
TC(f.j. 10).
d Es competencia de la Contraloría General de la República designar al Jefe del órgano de
Control Institucional de las entidades públicas: STC Exp. N° 00005-2006-PCC/TC (punto
resolutivo N° 1).
d Las frases “el ordenamiento jurídico administrativo” y “las normas internas de la entidad
a la que pertenecen” son tan amplias que no garantizan un mínimo de seguridad respecto
al conjunto de conductas sancionadles, por lo que el artículo 46 de la LOCGR es incons
titucional al vulnerar el principio de tipicidad o taxativídad: STC Exp. N° 00020-2015-PI/
TC (ff.jj, 50-53).
U Los antecedentes e informe generados por la Contraloría en el marco del ejercicio del control
de la legalidad presupuestal no están relacionadas a las “decisiones de gobierno”, por lo
que, pueden solicitarse mediante acceso a la información pública: STC Exp. N° 00712-
2007-PHD/TC (f.j. 5).
ijl La segunda parte del inciso f) del artículo 15 de la Ley N° 27785 debe interpretarse de forma
tal que se entienda que la presencia del Ministerio Público no impedirá que posteriormente
pueda ejercer la titularidad de la acción penal y profundice o realice nuevas investigaciones.
STC Exp. N° 0011-2003-AI/TC (f.j. 3).
[jj! La omisión de brindar el acceso a la información de los documentos que sustentan el hallazgo
de la auditoría vulnera el derecho de defensa, dado que impide conocer los términos por
los que el órgano investigador ha determinado responsabilidad por las infracciones que se
imputan; STC Exp. N" 1199-2003-AA/TC (f.j. 5)
BIBLIOGRAFÍA
CASSAGNE, Juan Carlos. Derecho Administrativo. Tomo I, Palestra, Lima, 2010; DÍAZ GUEVARA,
Juan José. “El errado enfoque de las iniciativas legislativas respecto a la reactivación de la potestad
sancionadora de la Contraloría General de la República”. En: Gestión Pública & Control. N° 11, Gaceta
Jurídica, Lima, noviembre de 2020; DROMI, Roberto. Derecho Administrativo. Capítulo XX, Ediciones
Ciudad Argentina, Buenos Aires-Madrid, 2004; GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo; FERNÁNDEZ,
Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo /. Civitas, Madrid, 2001; MORY PRÍNCIPE, Freddy.
El proceso administrativo disciplinario. Rodhas, Lima, 2001; MORÓN URBINA, Juan Carlos. “Los
informes de control y su calidad de prueba preconstituida: la posición de la Corte Suprema al respecto”.
En: Revista Gestión Pública y Desarrollo. Setiembre, 2011.
CAPITULO V
DE LA MONEDA Y LA BANCA
Así, en el caso del Perú, la Constitución señala que el sistema monetario se fija por ley,
debiendo el Banco Central de Reserva del Perú poner en circulación billetes y monedas
correspondientes a la unidad monetaria establecida en el país, que tendrán aceptación
forzosa para el pago de toda obligación pública o privada (art. 43, Ley N° 26123, Ley
Orgánica del BCR),
Actualmente, no sería posible imaginar el mundo sin moneda o dinero; justamente
su función de servir como unidad de medida del valor patrimonial del resto de los bienes
y servicios, lo que lo hace imprescindible en cualquier mercado; sumado a la función de
medio de pago e instrumento de liberación de las obligaciones patrimoniales por el carácter
de curso legal y forzoso que tiene, por lo que no es posible prescindir de ella, aun cuando
no se la utilice física o materialmente y sin contenido alguno de metal fino; pues dada su
función de unidad de cuenta, siempre se tendrá que recurrir a alguna unidad monetaria
para expresar el valor de los bienes y servicios, monto que se imputará como acreencia o
deuda en cada transacción con contenido patrimonial. Por otro lado, su función de medio de
ahorro, hace que sea atesorado por los agentes, con la intención de contar con ese respaldo
para sus necesidades futuras; todo lo cual hace que el uso de la moneda sea imprescindible
en cualquier mercado.
Esto, debido a que la moneda cumple diversas funciones dentro de la economía. En
primer lugar, la función de medio de cambio o circulación que posibilita el intercambio
de bienes y servicios expresando su valor patrimonial (precio), sustituyendo y superando
de largo al trueque, que no es más un medio de cambio útil en economías desarrolladas,
salvo algunas transacciones y experiencias de comercio compensado que no son masivos
ni usuales. La función de medio de pago que tiene la moneda, hace posible liberarse de
las obligaciones patrimoniales pagando la respectiva cantidad de unidades monetarias que
deben ser necesaria u obligatoriamente aceptadas por los acreedores o beneficiarios de
dichos pagos. La función de medio de ahorro, debido a que existe el convencimiento de
que el poder adquisitivo de la moneda se mantendrá en el tiempo, por lo que los agentes
suelen atesorarlo para atender sus necesidades futuras o incrementar su patrimonio.
La moneda ha logrado superar los inconvenientes que tiene el intercambio directo
de bienes y servicios (trueque), mecanismo en el que resulta imprescindible que exista
mutuo interés en realizar el cambio de un bien por otro bien, debiendo además desear
ambas contrapartes el bien que el otro ofrece a cambio, pero además, que el valor
patrimonial de ambos bienes sea equivalente, condiciones conjuntas que no son fáciles
lograr. La moneda supera esta dificultad y limitación del trueque, haciendo posible que
todos los bienes y servicios puedan obtenerse a cambio de dinero, lo que facilita las
transacciones. Desde la moneda-mercancía (conchas marinas, plumas de aves, cereales,
el ganado vacuno y ovino, grasa y pieles de animales, la sal, entre otras mercancías),
hasta la moneda electrónica de nuestros tiempos, pasando por la moneda metálica y
fiduciaria, más sus derivados como la quasi moneda (cheque) y el dinero plástico (tarjeta
de crédito), se aprecia un largo desarrollo, reservándose finalmente el Estado la potestad
monopólica de su acuñación y emisión.
Así, según los diversos sistemas monetarios del mundo actual, la función o potestad
de emitir billetes y monedas, constituye un acto de soberanía reservada al Estado, el que
tiene el monopolio de dicha acuñación y emisión del medio de pago oficial dentro del
territorio nacional. La moneda oficialmente impuesta, o llamada de curso legal, hace
posible liberarse de cualquier obligación patrimonial asumida o exigióle dentro de la
República, dada su función de medio de pago y mecanismo de liberación de obligaciones
patrimoniales por imperio de la ley. Aun cuando en el Perú republicano, hasta el siglo
XIX, la emisión de billetes no era una potestad exclusiva del Estado, debemos recordar
que desde el Fuero Viejo de Castilla (Lib.I, Tit.l, Ley Primera), ya se asignaba al Rey
como parte de su soberanía la potestad de acuñar monedas, facultad que no podía ser
delegada a persona alguna, lo que se sumaba a la potestad de administrar justicia, la
fonsadera (servicio militar obligatorio) y los yantares (cobro de tributos). Tal facultad
soberana y exclusiva de emisión de billetes y monedas, viene siendo ejercitada por los
Estados modernos a través del Banco Central, o la Casa de la Moneda o entidades públicas
o privadas similares (v.g. la FED -“Federal Reserve System-” en los Estados Unidos),
generalmente en un régimen de monopolio estatal.
Por ello, estimamos que el artículo 83 de la Constitución vigente del Perú, no
requiere a nuestro juicio de mayor modificación o ajuste. Este texto constitucional remite
acertadamente a la Ley respectiva, la determinación del sistema monetario del Perú, lo
que ha sido desarrollado por la actual Ley N° 25295, que señala en el sistema monetario
peruano al nuevo sol(i), como la unidad monetaria nacional, dividido en 100 céntimos,
rigiendo esta unidad monetaria, por disposición del Banco Central de Reseiva del Perú(2>,
desde el 1 de julio de 1991, como la unidad monetaria de aceptación forzosa en el Perú.
Igualmente, este artículo 83 de la vigente Constitución, que dispone el monopolio estatal en
materia de emisión de billetes y monedas y que impide, por tanto, que los particulares realicen
tal función, delega en un ente de derecho público, como es el Banco Central de Reserva del
Perú, dicha facultad reservada al Estado, de emitir billetes y monedas de curso legal y aceptación
forzosa en el Peni; convirtiendo así a dicho Banco Central en un banco de emisión que no tiene
competencia de parte de las empresas del sistema financiero nacional, cuando hasta inicios del
siglo XX existían bancos privados que podían también emitir billetes, juntamente con la Casa
de la Moneda que acuñaba monedas con garantía y ley comprobables.
Este Texto Constitucional (art. 83), que se viene repitiendo casi textualmente desde hace
tres Constituciones, y que no tenía tampoco ninguna variación en el Anteproyecto de Ley de
Reforma de la Nueva Constitución aprobado por la Comisión de Constitución con fecha 5
de abril de 2002 que quedó desactivada y trunca con el proceso de elaboración de una nueva
Constitución (en adelante, el Anteproyecto de la Constitución), debería mantenerse tal cual,
por ser un texto general; salvo la posibilidad de incluir algún texto adicional, para la eventual
posibilidad de que en el futuro, el Estado peruano decida adoptar como moneda de curso legal
dentro de su territorio, una unidad monetaria de país o región extranjera, como podría ser el
dólar americano o el euro de la Comunidad Económica Europea u otra moneda, medidas que
ya no son improbables ni lejanas; pues diversos países de nuestra esfera como Panamá, El
Salvador, Ecuador y Argentina ya lo han realizado. Igualmente, casi la totalidad de los países
de la Comunidad Europea tienen al euro como única moneda.
De ese modo, en tal eventual situación y decisión, no sería necesario modificar la
Constitución, sino simplemente expedir la respectiva ley o disposición reglamentaria del
BCR, si su Ley Orgánica ya así lo estableciera; facilitando así concretar tal eventual y futura
medida monetaria. Esta es obviamente una propuesta que merece un mayor estudio y análisis.
ACCIONADA
BIBLIOGRAFÍA
BANCO CENTRAL DE RESERVA DEL PERÚ. Descentralización, estabilidady desarrollo económi
co: la experiencia internacional. Fondo Editorial del Banco Central de Reserva del Perú, Lima, 2001.1
2
(1) Su denominación ha sido limitada o simplificada a "Sol” desde el 15 de diciembre de 2015, según Ley
N0 30381 publicada en el diario oficial El Peruano de 14 de diciembre de 2015.
(2) Regulación Nuevo Sol N° 001 -91-EF790 de 29 de enero de 1991.
Artículo 84 Banco Central de Reserva
El Banco Central es personajurídica de Derecho Público. Tiene
autonomía dentro del marco de su Ley Orgánica.
La finalidad del Banco Central es preservar la estabilidad
monetaria. Sus funciones son: regular la moneda y el crédito
del sistemafinanciero, administrarlas reservas internacionales
a su cargo, y las demás funciones que señala su ley orgánica.
El Banco informa al país, exacta y periódicamente, sobre el
estado de las finanzas nacionales, bajo responsabilidad de su
Directorio.
El Banco está prohibido de conceder financiamiento al era
rio, salvo la compra, en el mercado secundario, de valores
emitidos por el Tesoro Público, dentro del límite que señala
su Ley Orgánica.
CONCORDANCIAS;
C.: arts. 60,64, 78, 83, 85 al 87,91 inc. 3), 96, 101 inc. 2); C.P.: arts. 242, 260,261;
D. Leg. 183: art, 59; L.O.B.C.R.: arts. 1 al 3,74,77,78; R. 018-2009-BCRP; C.A.D.H.:
art. 13.1; D.U.D.H.: art. 19; P.I.D.C.P.; art. 19.2
(1) La Ley N°28300 quedó derogada por la vigente Ley N° 29571, publicada el 02 septiembre del 2010, la
cual dispone que ya no será obligatorio que los precios de los bienes y servicios se expresen en moneda
nacional, sino que en su artículo 6 establece disposiciones específicas al respecto, tales como:
a) En caso de que los precios de los productos o servicios se difundan o publicíten en moneda extranjera,
los mismos se consignan también en moneda nacional, en caracteres y condiciones iguales, y con la
indicación del tipo de cambio aceptado para efectos de pago. Esta norma no es de aplicación para
aquellos proveedores que ofrezcan directamente al público productos y servicios desde y hacia el
exterior.
b) Si el precio se anuncia en moneda extranjera, el proveedor está obligado a aceptar el pago en dicha
moneda o en su precio equivalente en moneda nacional a elección del consumidor.
Señala asimismo que, en estos casos, se debe ubicar en lugares visibles del local, carteles, avisos o similares,
con información sobre el tipo de cambio aceptado para efectos de pago.
durante los últimos años, el IPC de Lima Metropolitana que sirve de referencia para medir
el índice inflacionario ha disminuido ostensiblemente respecto a los índices inflacionarios,
por ejemplo, de la década de los ochenta y se mantiene estable desde los noventa, habiendo
sido en el año 2000 de solo 3,73%, en el año 2001 inclusive una deflación de -“0.13%,
mientras que en el 2002 de solo 1,52%, en el año 2003 de 2,48.%, mientras que el año 2004
cerró con 3,48% de inflación, en el año 2005 fue de 4,6%, en 2006 de 3,1%, en 2007 de
4,9%, en el año 2008 de 6,65% que se explica por la crisis internacional, en el afio 2009
y 2010, respectivamente, de 2,1% y 4,0%; y, entre el año 2011 al 2017, respectivamente,
fueron de 4.74%, 2.65%, 2.86%, 3.22%, 4.40%, 3.23%, y 1.36%; entre el 2018 y 2020,
fueron respectivamente de 2.19%, 1.90% y 1.97%; y en lo que va en el 2021, entre enero
y abril, es ya de 1,36%, que se explica por las expectativas generadas por las elecciones
generales que deben definirse en junio de este año; todo lo cual, sumado a los factores
antes anotados han contribuido al logro de una relativa estabilidad monetaria en el Perú,
respecto a los años precedentes a los 90.
De este modo pues, resulta una referencia histórica la época en la cual la emisión de
billetes y monedas se hacía sobre la base de las reservas en metal fino, conteniendo las
monedas dicho metal con ley garantizada por el Estado, siendo su valor uno intrínseco
y según los gramos de oro o de plata que contenían las monedas. Recordemos sino el
sistema monetario del Patrón Oro que durante largo tiempo operó, pero que ahora no es
más posible mantenerlo.
Tanto la Constitución, como la antes citada Ley Orgánica del BCR, señalan que la
única finalidad del Banco Emisor es preservar la estabilidad monetaria, para cuyo efecto
se le asigna las funciones de regulación de la moneda y el crédito del sistema financiero,
como la función de administrar las reservas internacionales que igualmente está a su
cargo. Funciones que están relacionadas directamente con su labor de lograr la estabilidad
del signo monetario nacional. Y es que tanto la emisión de billetes y moneda, como la
expansión del crédito bancario y la administración de las RIN (reservas internacionales),
inciden en la estabilidad de la moneda nacional. Con el mismo propósito, se prohíbe que
el BCR conceda créditos o financiamientos al Estado, salvo la de adquirir bonos y valores
del Tesoro Público, en mercado secundario y no primario, conforme a su Ley Orgánica,
con lo que se evita que dicha compra conlleve inyectar mayor masa monetaria al mercado,
lo que ocurriría si tal adquisición se hiciera en mercado primario, constituyendo estas
compras en mercado secundario solo formas de dar liquidez a los agentes tenedores de
esos valores del Tesoro.
Al respecto, hay quienes consideran que el BCR debería también tener como finalidad
la formulación de la política de promoción del crecimiento económico, del pleno empleo,
la estabilidad de los precios y de un modelo de comercio internacional. Hay también
regímenes y países en los cuales el Banco Central cumple labores de supervisión y control
de las empresas del sistema financiero, es decir, una labor que en el Perú lo realiza la
Superintendencia de Banca y Seguros. Por nuestra parte, estimamos que el BCR debería
limitar sus fines al logro de la estabilidad de la moneda, haciendo uso para ese efecto de
las medidas de política monetaria que estime por conveniente, coordinando sus acciones,
pero no sometiéndose,, con el Ministerio de Economía y Finanzas.
[gijj La soberanía monetaria y la estabilidad del sistema monetario son resguardados por el
Banco Central de Reserva, que regula la moneda y el crédito en el sistema financiero: STC
Exp. NQ 00005-2005-CC/TC (f. j. 36).
g Las opiniones previas del Banco Central de Reserva, allí donde las leyes orgánicas las
exigen, configuran una competencia de dicha entidad con sustento constitucional directo:
STC Exp. Nü 00005-2005-CC/TC (f. j. 44).
[gjl Más allá de la labor monetaria, que corresponde con exclusividad al Banco Central de Re
serva a través de la reserva de contingencia también se podría hacer frente a una recesión
económica grave que impida que el Presupuesto de la República pueda cumplir uno de
sus objetivos, cual es prever los posibles efectos económicos y sociales de los programas
de ingresos y gastos fiscales durante un ejercicio presupuestal: STC Exp. Nü 00002-2013-
CC/TC (f. j. 28).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 78,83,84,86,87,91 inc. 3), 96,101 inc. 2); D. Leg. 183: art. 59; L.O.B.C.R.:
arts. 64,65; R. 018-2009-BCRP; RI.D.E.S.C.: art. 2.1
Como toda entidad pública, el Banco Central debe observar los límites legales para
endeudarse, pues aun tratándose de la autoridad monetaria no tiene ilimitada facultad de
endeudamiento. Por ello, si los montos a financiarse superan los límites que la Ley Anual
del Presupuesto Público señala, será necesario modificar dicho límite presupuestal, lo
que solo se puede lograr con otra ley especial autoritaíiva. Una vez hecho uso de esta
ampliación autorizada por ley, el Banco Central deberá dar cuenta al Congreso de dicha
operación en exceso.
La anterior Ley Orgánica del Banco Central (D.S. N° 295-68-HC y D.S. N° 344-68-
HC, art. 78), señalaba que esta autorización por ley solo era necesaria requerirla, cuando
el exceso superase la sexta parte del valor de las exportaciones del país en el año anterior.
La actual Ley Orgánica del Banco Central de Reserva del Perú señala que su Directorio
debe aprobar los lineamientos para la administración de las reservas internacionales;
aprobar la concertación de créditos que fortalezcan la balanza de pagos (arts. 24,64 y 65),
debiendo tomar en cuenta en esta labor de administración de las reservas internacionales
los criterios de seguridad, liquidez, rentabilidad, evaluándolos en función de la situación
y perspectivas de la economía nacional y del contexto internacional, siguiendo usuales y
sanas prácticas bancarias (art. 71). Es obligación del Banco Central formular la balanza
de pagos y las cuentas monetarias; informando periódicamente sobre la situación de las
finanzas nacionales, publicando las principales estadísticas macroeconómicas nacionales
(arts. 73 y 74).
Finalmente, para una mejor precisión de lo que son las reservas internacionales, que
precisamente constituyen los recursos con los que como país cuenta frente a las obligaciones
asumidas por sus agentes ante el resto del mundo, y que opera como el respaldo de nuestra
unidad monetaria, tenemos las siguientes, que la misma ley orgánica (art. 72) los enumera:
Tenencia de oro y plata cotizada a precios del mercado internacional; billetes y monedas
extranjeros que constituyan medios de pago internacional mente aceptadas, tal serían los
casos del dólar o el euro; depósitos líquidos de divisas en bancos de primera categoría
del exterior, a no más de 90 días; certificados de depósitos emitidos por dichos bancos;
títulos de primera clase emitidos por organismos internacionales u organismos públicos
del exterior; aceptaciones bancarias fácilmente negociables; DEG (Derechos Especiales
de Giro) u otro instrumento que sustituya el oro, según determine el FMI; saldos deudores
provenientes de los convenios de crédito recíproco; aportes en oro, en DGE a organismos
monetarios internacionales.
BIBLIOGRAFÍA
BANCO CENTRAL DE RESERVA DEL PERÚ. Concurso de investigación parajóvenes economis
tas 2002-2004. Fondo Editorial del Banco Central de Reserva del Perú, Lima, 2004; BERNALES
BALLESTEROS, Enrique; RUBIO CORREA, Marcial y otros. La Constitución de 1993: análisis
y comentario. Lecturas sobre ternas constitucionales. N° 10, CAJ, Lima, 1994; BERNALES BA
LLESTEROS, Enrique, La Constitución de 1993: análisis comparado. Ciedla, Lima, 1996; CHIRI-
NOS SOTO, Enrique. Constitución de 1993: lectura y comentario. 4a edición, Antonella Chiriuos
Montalbetti, Lima, 1997; OLIVERA MILLA, Maribel, Manual financiero: compendio teórico y
práctico. Estudio Caballero Bustamante, Lima, 2005; SUAREZ, Germán. El papel de las reservas
internacionales en condiciones de alta movilidad de capitales y una tendencia a mayorflexibilidad
cambiarla. Fondo Editorial del Banco Central de Reserva del Perú, Lima, 2000.
Artículo 86 Régimen de administración del Banco
Central de Reserva
El Banco es gobernado por un Directorio de siete miembros.
El Poder Ejecutivo designa a cuatro, entre ellos al Presidente.
El Congreso ratifica a este y elige a los tres restantes, con la
mayoría absoluta del número legal de sus miembros.
Todos los directores del Banco son nombrados por el periodo
constitucional que corresponde al Presidente de la Repúbli
ca. No representan a entidad ni interés particular algunos.
El Congreso puede removerlos por falta grave. En caso de
remoción, los nuevos directores completan el correspondiente
periodo constitucional.
CONCORDANCIAS:
C-: arts. 40 al 42, 78,83 al 85,91 inc. 3), 96, ¡01 inc. 2), 107, 188; C.C.: arta. 1366,
1368; C.P.: art. 256; Ley 27594: art. i inc. 4); L.O.B.C.R.: arts. 8 al 12;TUQRgmto.
Congreso: art.. 6; R. 018-2009-BCRP; C.A.D.H.: art. 23.1.c; D.U.D.H.: art. 21.2;
P.I.D.E.S.C.: art. 25.c
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C: arts. 2inc. 16), 60,70,71,88,91,96, 101 inc. 2), 188;C.C.: arts. 1366,1368; C.P.:
arts. 242 y ss.; Ley 26702: art. 99,107,130 al 134,138;D.Leg. 183: art. 60; D.L. 26126;
TÜO Rgmto. Congreso: art. 6; C.A.D.H.: art. 21; D.U.D.H.: art. 17
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo l de la Ley LP 28484 del 05/04/2005.
depósitos del público y de aquellas otras que, por realizar operaciones conexas o simila
res, determine la ley.
Una regla lógica a seguir es que, a medida que existan pequeños ahorradores de dinero,
estos se incrementarán merced a la tasa de crecimiento de la población, traduciéndose ello
en la cantidad de personas ahorradoras; así como en los bajos, pero suficientes promedios
de los ahorros de estos grupos de personas, habida cuenta que el depositario de cantidad
dineraria, con finalidad rentable y riesgo, trata de derivar su capital a otro mercado, que no
es precisamente el de la masa promedio de la población. Se suele explicar la baja tasa de
interés en los depósitos en ahorro en la atención a la masa ahorradora que obliga a incurrir
en costos operativos a las empresas bancarias, o que de por sí merece una revisión cons
tante a fin de evitar que la masa ahorradora sea consumida a elevados costos operativos.
La mayor o menor tasa de interés depende del mejor uso de los recursos de cada ins
titución bancaria o financiera, y además de la tasa de encaje que fije el Banco Central de
Reserva. Ante alternativas estrictas o fijas, solo queda revisar aquellas políticas y dispo
siciones que brindan al ahorrista, por lo menos, una seguridad de devolución de sus aho
rros. Ello desde el punto de vista del ahorrista. Desde el ángulo de la entidad bancaria será
(1) RODRÍGUEZ AZUERO, Sergio. Contratos brincarios. 5" edición, Legis, 2002, p. 421.
necesario que se ie brinde herramientas que permitan la recuperación de los créditos otor
gados a efecto de no defraudar las expectativas de las personas que depositan su dinero
en la empresa bancaria o financiera.
Bajo las premisas esbozadas anteriormente podemos encontrar el sustento del artícu
lo 87 de la Constitución Política del Estado cuando señala que: “El Estado fomenta y ga
rantiza el ahorro. La ley establece las obligaciones y los límites de las empresas que reci
ben ahorros del público, así como el modo y los alcances de dicha garantía”. Para cumplir
con este rol, las instituciones financieras necesitan contar con las medidas de protección
en la colocación de sus recursos mediante el crédito, pues como agentes intermediarios,
captan recursos del ahorro del público, para colocarlos mediante una operación activa
entre sus clientes. La colocación de los recursos siempre constituye un riesgo, más aún
cuando el crédito es de mediano o largo plazo, razón por la que, acorde con las medidas
de protección, se han otorgado a las instituciones financieras una serie de normas protec
toras a efecto de garantizar la recuperación del crédito otorgado y, en esa medida, prote
ger el ahorro del público.
El mecanismo de protección al ahorro está contemplado entonces en la Ley del Sis
tema Financiero en los artículos 132 y 172 principalmente. Sin embargo, es conveniente
entrar a precisar el concepto de ahorro, sobre todo si el artículo 131 de la ley lo concep
túa “(...) como el conjunto de las imposiciones de dinero que, bajo cualquier modalidad,
realizan las personas naturales y jurídicas del país o del exterior, en las empresas del sis
tema financiero. Esto incluye los depósitos y la adquisición de instrumentos representati
vos de deuda emitidos por tales empresas. Tales imposiciones están protegidas en la for
ma que señala la presente ley”.
Cuando los bienes afectados en garantía a favor de una empresa del sistema finan
ciero son de propiedad distinta al deudor, estas solo respaldan las deudas y obligaciones
del deudor que hubieran sido expresamente señaladas por el otorgante de la garantía”. Me
diante este dispositivo se busca hacer extensiva la garantía a cualquier otra deuda del deu
dor, siempre que así se haya convenido en contrato. En desarrollo de esta disposición tene
mos que mediante resolución de la Superintendencia de Banca y Seguros N° 325-2001 del
30 de abril de 2001, se aprobaron las cláusulas generales de contratación aplicables a los
Contratos de Préstamo Hipotecario. La permanencia de la garantía está respaldada por el
tercer párrafo del artículo 172 de la referida Ley General del Sistema Financiero -LGSF--
(Ley N° 26702) que señala que: “[L]a liberación y extinción de toda garantía real consti
tuida en favor de las empresas del sistema financiero requiere ser expresamente declarada
por la empresa acreedora. La extinción dispuesta por el artículo 3 de la Ley N° 26639 no
es de aplicación para los gravámenes constituidos en favor de una empresa”®.
Por otro lado existen medidas de protección para la constitución de los wan-ants
y de los Títulos de Crédito Hipotecario constituidos a favor de las instituciones finan
cieras; así, el inciso 8 de la Ley N° 26702 señala que la ejecución de estos títulos, que
garanticen obligaciones con empresas del sistema financiero por su tenedor, se aplica
rá al pago de la deuda con el acreedor financiero, excluyendo a cualquier tercer acree
dor del constituyente, concursado o no. En este caso se mantiene los derechos de los
(2) La LeyN°26639 pone límite a las inscripciones de las hipotecas señalando que se extinguen a los 10 años
de las fechas de las inscripciones, si no fueran renovadas. Dicha norma se aplica cuando se trata de gravá
menes que garantizan créditos, a los 10 años de la fecha de vencimiento del plazo del crédito garantizado.
Almacenes Generales de Depósito de cobrar los almacenajes adeudados y gastos de re
mate al ejecutar los warrants. Se reafirma pues la garantía exclusiva del warrant en la
medida que los bienes respalden obligaciones a favor de una empresa del sistema finan
ciero, supuesto que no es atendible si el acreedor prendario es una empresa que no per
tenece a dicho sistema.
En cuanto a la hipoteca sábana, se tiene que con la derogación de las leyes 27682
y la 27851-que habían modificado el artículo 172 de la Ley de Bancos-el primer párrafo
del artículo 172° quedó eliminado. Con esto, se entiende que desaparece a nivel legal la
garantía sábana. Las constantes modificaciones al articulo y las restricciones en tomo a
la hipoteca sábana se relacionaban con un supuesto abuso de acreedores, pues los propie
tarios terminaban frente a una situación de ejecución de deudas por su carácter expansi
vo, al menos ante los bancos. Ahora bien, hoy en día la hipoteca sábana no se encuentra
regulada explícitamente en nuestro ordenamiento jurídico; no obstante, el artículo 1104°
del Código Civil establece que la hipoteca puede garantizar una obligación futura o even
tual, el cual es un claro indicio de que es posible la aplicación de la figura actualmente.
La Ley de Bancos N° 26702 que regula la hipoteca sábana a favor de entidades finan
cieras señala que los bienes dados en hipoteca, prenda o warrant respaldan todas las deu
das y obligaciones propias, existentes o futuras asumidas para con ella por el deudor que
los afecta en garantía. Según Resolución CasatoriaN0 2850-2003-La Libertad (El Perua
no, 02/06/06), “la hipoteca sábana otorgada a favor de una entidad bancaria, respalda to
das las deudas u obligaciones directas o indirectas, existentes o futuras, asumidas para con
ella por quien las afecte en garantía o por el deudor. Estando a que la garantía alcanza a
todo tipo de deudas u obligaciones, resulta evidente que también cubre las sucesivas re
novaciones, novaciones de un crédito primigeneo”.
En este contexto, las empresas deberán ser plenamente transparentes en la difusión, apli
cación y modificación de las tasas de interés, comisiones, gastos y cualquier otra tarifa aso
ciada a las operaciones activas y pasivas que realicen, así como a los servicios que brinden.
De esta forma el criterio para fijar las tasas de interés se regula en el artículo 4 de este
dispositivo legal, modificado por el artículo primero de la Resolución SBS N° 905-2010,
publicada el 29 enero 2010, que señala: Las tasas de interés compensatorio y mo-
ratorio deben ser expresadas en forma efectiva anual para todo tipo de operaciones, de
biéndose considerar para tal efecto que se trata de un año de trescientos sesenta (360) días
(...)”. De emplearse tasa de interés que dependa de un factor variable, se debe especificar
de manera precisa e inequívoca la forma en que se determinará en cada momento, inclu
yendo su periodicidad de cambio.
En cuanto a las comisiones y gastos que cobren las empresas del sistema financiero,
el artículo 6 modificado por la Resolución N° 905-2010 señala que: “(•..) Las comisiones
constituyen retribuciones por operaciones o servicios adicionales y/o complementarios a
las operaciones contratadas por los usuarios o clientes, que hayan sido previamente acor
dados y efectivamente prestados por la empresa”. La norma define a los gastos como aque
llos costos debidamente acreditados, en que incurre la empresa con terceros por cuenta
del cliente para brindar servicios adicionales y/o complementarios a las operaciones con
tratadas que, de acuerdo a lo pactado, serán trasladados al cliente. En ningún caso podrán
aplicarse comisiones y gastos o cobrar primas de seguro al cliente o usuario por concep
tos no solicitados, no pactados o no autorizados previamente por el cliente. Solo procede
el cobro de comisiones y gastos que se sustenten en la realización de servicios adiciona
les a las operaciones y/o gestiones esenciales o inherentes a la operación o servicio con
tratado, siempre que se haya acordado expresamente su cobro; y, en el caso de operacio
nes pasivas solo se entenderá por servicio esencial o inherente al resguardo del depósito.
La Resolución SBS N° 7897-2011, en armonía con el Código de Protección y De
fensa del Consumidor, dispone que solo podrá efectuarse cobros por concepto de gestio
nes de cobranza cuando efectivamente se haya realizado acciones concretas e individuali
zadas hacia el consumidor y encaminadas a lograr el pago de la obligación, considerando
para tal efecto los parámetros que sobre el particular desarrolla el artículo 61 del Código
de Protección y Defensa del Consumidor (en adelante el Código). Las tarifas que difundan
y apliquen las empresas, por los servicios que presten, deberán ajustarse a los criterios an
tes señalados, debiendo ser clasificados como comisión o como gasto, según corresponda.
Por otro lado, se obliga a otorgar al usuario la información previa a la celebración del
contrato, en tal caso las empresas deben brindar a los usuarios toda la información que es
tos soliciten de manera previa a la celebración de cualquier contrato. El otorgamiento de
la información antes indicada se satisface con la entrega física a los usuarios del formu
lario contractual y de la información referida a tasas de interés, comisiones y gastos que
serán objeto de pacto con la empresa (art. 12).
a) Las que faculten a la empresa a variar las tasas de interés, las comisiones y gastos
sin previo aviso, cuando ello implique un mayor costo o un perjuicio al usuario.
b) Las que faculten a la empresa a variar las tasas de interés, las comisiones y gas
tos mediante el establecimiento de mecanismos de información que no cumplan
con la norma sobre esta materia.
c) Las que faculten a la empresa a cobrar tasas de interés, comisiones y/o gastos
que no cumplan con los criterios establecidos.
d) Las que faculten a la empresa el cobro de gastos y/o comisiones futuras sin que
se establezca la obligación de informar previamente los conceptos y la oportu
nidad en que resulten exigibles.
e) Las que permitan a la empresa modificar unilateralmente las condiciones y tér
minos de un contrato de duración continuada en perjuicio de los clientes, salvo
que obedezcan a motivos expresados en él, de acuerdo a lo dispuesto por la nor
mativa vigente y que se otorgue el derecho al cliente de desvincularse del mis
mo sin penalización alguna.
f) Las que vayan contra las normas de orden público.
g) Las que identifique la Superintendencia, con opinión previa del Indecopi, de
conformidad con las normas sobre la materia, las que serán incorporadas al pre
sente listado mediante norma de carácter general.
Asimismo, de conformidad con lo dispuesto en el Código, constituyen cláusulas abu
sivas las siguientes:
Dentro de estas medidas protectoras del ahorro es necesario establecer un puente en
tre la regulación de la intermediación, su transparencia y el derecho del consumidor, que
en una orilla aparece acariciada por el artículo 65 de la Constitución y, por otro lado, la
norma contenida en el artículo 87 de la misma Carta Magna. Es bueno preguntarse en qué
parte del trayecto del puente el color del consumidor se va destiñendo para ir adquirien
do progresivamente el color del proveedor de los servicios financieros. En efecto, por un
lado se protege el ahorro (art. 87) y por otro lado al consumidor (art. 65), en ambas fun
ciones el Estado tiene función relevante.
Es indudable que esta norma ha sido aplicada para justificar las compensaciones
en las cuentas de los consumidores y, por otro lado, el artículo 132 en su inciso 8) ha
establecido que con el mismo fin de atenuar los riesgos al ahorrista, se puede proceder
a: “La ejecución de los warrants que garantizan obligaciones con empresas del siste
ma financiero por el tenedor, con exclusión de cualquier tercer acreedor del constitu
yente, concursado o no. La presente disposición no afecta los derechos de los Alma
cenes Generales de Depósito de cobrarlos almacenajes adeudados y gastos de remate
al ejecutar los warrants”.
En el buen sentido de la norma debemos concluir que tanto el artículo 132 como de
sarrollo del artículo 87 de la Constitución Política del Estado, procura establecer derechos
a favor de las entidades financieras con el propósito de la recuperación del crédito, hecho
que redunda en una efectiva recuperación del crédito abaratando los costos y benefician
do al público en general con una menor tasa de interés.
6. La recuperación en forma expeditiva de los activos de las empresas del sistema financiero.
7. El mérito ejecutivo de las liquidaciones de saldos deudores que emitan las empresas.
8. La ejecución de los warrants que garantizan obligaciones con empresas del sistema financiero por el
tenedor, con exclusión de cualquier tercer acreedor del constituyente, concursado o no. La presente
disposición no afecta los derechos de los Almacenes Generales de Depósito de cobrar los almacenajes
adeudados y gastos de remate al ejecutar los warrants,
9. Los valores, recursos y demás bienes que garantizan obligaciones con empresas del sistema finan
ciero, cubren preferentemente a estas. Las medidas cautelares que se dispongan respecto de tales
bienes, valores o recursos, solo surten efecto luego que la empresa disponga sobre ellas los cargos
que correspondan por las deudas vencidas de su titular a la fecha de notificación de dicha medida, y
siempre que dichos bienes, valores o recursos no se encuentren sujetos a gravamen alguno en favor
de la empresa del sistema financiero. Igual norma es aplicable tratándose de valores, recursos o demás
bienes dados en garantía para afianzar obligaciones de terceros.
i 0. Posibilidad de dar por vencidos los plazos de las obligaciones, vencidas y no vencidas, de un deudor
ante un caso de incumplimiento. En este supuesto, la empresa podrá hacer uso del derecho de com
pensación referido en el numeral siguiente.
11. El derecho de compensación de las empresas entre sus acreencias y los activos del deudor que
mantenga en su poder, hasta por el monto de aquellas, devolviendo a la masa del deudor el exceso
resultante, si hubiere. No serán objeto de compensación los activos legal o contractualmeníe
declarados intangibles o excluidos de este derecho.
12. Los bienes afectos a prendas globales y flotantes vinculadas con contratos de seguro de crédito o con
facturas conformadas, u otros contratos de crédito, solo pueden ser ejecutados por el titular de dicho
derecho, con exclusión de cualquier tercer acreedor del constituyente, ya se encuentre este último,
concursado o no.
13. La supervisión consolidada de los conglomerados financieros o mixtos”.
calificados como consumidores protegidos. En un primer momento, la Res. N° 0199-2010/
SC2-Indecopi desarrolló el criterio sobre la base de que el ordenamiento prohíbe el dere
cho de compensación para remuneraciones cuando estas no sean mayores a cinco (5) Uni
dades de Referencia Procesal (URP).
Antes de que se desarrolle la práctica del depósito de haberes en las cuentas abiertas
en las entidades financieras, era posible practicar retenciones sobre las remuneraciones,
siéndolo común aquellas que responden a pensiones de alimentos. Se puede decir que en
ese caso, las empresas retenían en la fuente la cantidad ordenada por el juez y la entrega
ban al acreedor. Nada impide que dicha práctica se mantenga a la fecha, por lo menos no
existe norma que lo impida. Siendo ello así, lo natural es que el saldo del haber sea depo
sitado en la cuenta de ahorro del trabajador, quien recibe su remuneración a través de una
cuenta bancaria. De ser este el caso, cabe la orden judicial como medida cautelar sobre
los haberes del deudor, en la misma fuente, es decir, con notificación al empleador, quien
en cumplimiento de la orden del juez deberá retener la suma indicada, dejando a salvo el
derecho del deudor a oponerse al pago en la medida que dicha orden supere los límites in
embargables, habida cuenta que vienen de una orden judicial. Una vez que los haberes se
depositan en la cuenta abierta en la entidad financiera, opera el derecho de compensación
de acuerdo a lo pactado. Compensar contra lo pactado sería imponer al deudor una conse
cuencia similar a la de la medida cautelar, propia de defensa establecida en el artículo 648
del Código Procesal Civil. Recordemos que el Código Procesal Civil tiene vigencia des
de el año 1993, y que los medios y mecanismos de pago se han desarrollado con poste
rioridad a dicha fecha. La facilidad para el pago ha rebasado las normas del Derecho po
sitivo, por ello es que se hace necesario delimitar el color del Derecho en tanto Derecho
protector del consumidor o del ahorro.
Ahora que en el desarrollo del tema estamos llegando a la otra orilla del puente, po
demos avizorar que el peso del artículo 87 lleva más color que el peso de protección al
consumidor. El sistema de protección del ahorro encarnado en los derechos y privilegios
otorgados a las entidades financieras prevalece frente al derecho individual de la compen
sación, en la medida que esta haya sido libremente pactada.
V. Mecanismo del débito automático
La Ley N° 28556 ha regulado el uso del mecanismo del débito automático por par
te de las empresas financieras y de sus usuarios para realizar el pago a terceros. El uso de
este mecanismo de pago requiere el consentimiento previo expreso del usuario mediante
documento de fecha cierta, bajo sanción de nulidad.
La norma precisa que el mecanismo para la concertación del débito automático debe
ser correspondido con cláusulas que prevean la potestad del usuario de ordenar, por cual
quier medio de fecha cierta y sin expresión de causa, la suspensión de un débito hasta cua
renta y ocho horas antes a la fecha de vencimiento inclusive. Es facultad de usuario esta
blecer un monto máximo del débito automático.
La ley en comentario también regula la responsabilidad que asumen las entidades fi
nancieras y los usuarios por la suspensión o limitación del monto de pago, así como la res
ponsabilidad que deriva por la falta de pago no imputable al usuario.
Dicho Fondo tiene por objeto proteger a quienes realicen imposiciones en las empre
sas del sistema financiero, con los alcances y limitaciones establecidos en la Ley General
del Sistema Financiero y del Sistema de Seguros. Dicho Fondo está integrado por las em
presas de operaciones múltiples autorizadas a captar depósitos del público.
Producida la disolución y liquidación de una empresa miembro del Fondo, este pagará
las imposiciones aseguradas hasta el límite permitido. El Fondo se establece en el Banco
Central y tiene por objeto proteger a quienes realicen depósitos en las empresas del siste
ma financiero, dentro de los límites señalados en la misma ley.
El Fondo no cubre los depósitos de los titulares que durante los 2 (dos) años previos
a la declaración de disolución y liquidación, se hubieren desempeñado como directores o
gerentes de la empresa de que se trate, y de las personas pertenecientes a los grupos eco
nómicos que tengan participación mayor al 4% (cuatro por ciento) en la propiedad de la
empresa, siempre que hayan participado directa o indirectamente en su gestión. Tampo
co están cubiertos los depósitos correspondientes a personas vinculadas a la empresa, sus
accionistas, personal de dirección y de confianza, los depósitos de otras empresas del sis
tema financiero nacional o del extranjero, los depósitos constituidos con infracción de la
ley y los instrumentos que, gozando formalmente de la denominación de depósito, sean
esencialmente acreencias no depositarías.
Toda persona que opere en el sistema financiero y de seguros, así como aquellas que
realizan actividades vinculadas o complementarias al objeto social de dichas personas re
quiere de autorización previa de la Superintendencia para su organización y funciona
miento. Dicha autorización será requerida para dedicarse al giro propio de las empresas
del sistema financiero y, en especial, a captar o recibir en forma habitual dinero de terce
ros, en depósito, mutuo o cualquier otra forma, y colocar habitualmente tales recursos en
forma de créditos, inversión o de habilitación de fondos, bajo cualquier modalidad con
tractual; dedicarse al giro propio de las empresas del sistema de seguros y, en especial,
otorgar por cuenta propia coberturas de seguro así como intermediar en la contratación de
seguros para empresas de seguros del país o del extranjero; se invite al público a entregar
dinero bajo cualquier título, o a conceder créditos o financiamientos dinerarios; o se invi
te al público a contratar coberturas de seguros, directa o indirectamente, o se invite a las
empresas de seguros del país o del exterior a aceptar su intermediación; y en general, se
haga publicidad por cualquier medio con los indicados propósitos.
g[ El ahorro es tanto un derecho constitucional como una garantía institucional: STC Exp.
Nü 00410-2002-PA/TC (f. j. 2).
gj] El Estado, mediante sus políticas públicas, tiene el deber de garantizar y fomentar la ins
titución del ahorro: STC Exp. N° 00011-2004-PI/TC (f. j. 49).
[jj La función reguladora del sistema financiero debe realizarse de manera cooperativa y
coordinada entre la SBS y el BCR: STC Exp. N° 00005-2005-CC/TC (f. j. 39).
(Jj A partir de una lectura del artículo 87 de la Constitución, se advierte que la Norma Fun
damental atribuye a la SBS el control sobre las empresas de seguros y de aquellas otras
que, por realizar operaciones conexas o similares, determine la ley: STC Exp. N° 0006-
2015-PI/TC (f. j. 15).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 16), 19), 21, 60, 70 y ss., 89, 149; C.P.Ct.: art. 44 inc. 14), 40; C.C.:
arts. 134,136,923, 1366 inc. I), 2024 inc. 5); C.P.: art. 204 inc. 4); Ley 26505: arts. 2,
3, 5; Ley 27908; Ley 26845; Ley 28611: arts. 70,72, 110; D.L.: 22175; D.L.: 25891;
D.S. 0IL9LAG: arts. 1,2; D.S. ÜÜ2-94-AG; D.S. 011-97-AG: art. 3; C.A.D.H.: arts.
16, 21; D.U.O.H.: arts. 17 y 20; P.I.D.C.P.: art. 22; Convenio 169 de la OIT
El marco legal que rigió el régimen agrario en nuestro país fue determinado por la
Ley 27360, Ley que aprueba las normas de promoción del sector agrario, la cual fue
derogada por la recientemente promulgada Ley N° 31807, como consecuencia de las
protestas sociales que se gestaron en la costa norte de nuestro país a fines del año 2020
enfocadas en las excepciones tributarias y en el régimen laboral aplicable a los trabaja
dores del sector agrícola. Esta norma derogó también el Decreto de Urgencia N° 043-
2019, el cual fue promulgado para promover y mejorar las condiciones para el desarro
llo de la actividad agraria. La derogación de la norma antes mencionada dejó sin efecto
el régimen laboral y del seguro de salud agrario, así como derogó los beneficios tribu
tarios aplicables.
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Ahora bien, si queremos conocer e indagar sobre la situación oficial de las tierras
agrarias en nuestro país, el documento a revisar son los resultados del IV Censo Nacional
Agropecuario realizado en el año 2012í5), el cual establece que del total de la supeificie
del territorio nacional (1 285 215,60 Km2), el 30,1 % está dedicado al desarrollo de la ac
tividad agropecuaria, que comparado con el Censo de 1994, presenta un incremento en 3
360,7 miles de hectáreas, concluyéndose que la superficie agropecuaria se amplió en 9,5%.
La importancia de la agricultura es tal que ha sido incluida como un elemento funda
mental para el Objetivo 02 Hambre Cero de los Objetivos de Desarrollo Sostenibld®, al
considerar que el sector de la agricultura es el mayor empleador del mundo, proporcionan
do medios de vida al 40% de la población mundial actual, por lo que constituye la mayor
fuente de ingresos y empleos para los hogares rurales pobres. Asimismo, se reconoce su
importancia para alcanzar y garantizar la seguridad alimentaria(7). En nuestro país, el Mi
nisterio de Desarrollo Agrario y Riego - MIDAGRI es el ente rector de la política agra
ria, impulsando las políticas de fomento y desarrollo agrario, entre las cuales se encuentra
el Decreto Supremo N° 007-2019-MINAGRI, que aprobó el Plan Nacional de Agricultu
ra Familiar 2019-2021.
(...)
12. El Estado pues debe no solo fomentar el desarrollo agrario sino también garantizar
que este objetivo se lleve a cabo, para lo cual ha de proveer los recursos y medios que
coadyuven a su desarrollo integral, lo que finalmente redundará en un beneficio para
la sociedad. En conclusión, el Estado tiene la obligación de fomentar el desarrollo
agrario, otorgando todos los instrumentos y creando los mecanismos necesarios para
lograr tal objetivo”.
Las tierras bajo riego son generalmente de aprovechamiento individual del comune
ro y de su unidad doméstica, dado que son las tierras que ostentan mayor productividad
y, por tanto, pueden ser trabajadas individualmente sin la necesidad de la colaboración de
los demás miembros de la comunidad. Las tierras de secano al ser utilizadas básicamen
te para el uso agrícola también suelen ser aprovechadas individualmente por los comune
ros de manera estacionaría, dado que cuando están en descanso son utilizadas comunal
mente a efectos de cubrir diversas actividades como el pastoreo. En cuanto a las tierras
de pasto, dada su condición, suelen ser manejadas de manera colectiva por la comunidad,
dado que son dedicadas exclusivamente para el pastoreo del ganado y de los animales de
los comuneros. Es preciso mencionar que estas tierras son utilizadas de manera exclusiva
por la comunidad, no podiendo ser utilizadas por comuneros que no pertenezcan a la co
munidad que la utiliza. Por último, las tierras de uso público tal como su nombre lo indi
ca son utilizadas por todos los comuneros00’.
(8) En el plano de la economía la funcionalidad y eficiencia en el manejo de bienes comunes ha sido trabajada
por el premio nobel Elinor Ostrom.
(9) DIEZ, Alejandro. “Interculturalidad y comunidades: propiedad colectiva y propiedad individual”. En
Debate Agrario N° 36. Lima: Centro Peruano de Estudios Sociales, 2003, p. 74 y ss.
(10) A efectos de entender la uti lización de las tierras comunales desde el campo de la economía, es interesante
el estudio de COTLEAR, Daniel. Desarrollo campesino en los andes: cambio tecnológico y transformación
social en las comunidades de la sierra del Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1989.
(11) A efectos de visualizar los distintos derechos de los comuneros sobre la tierra en las comunidades campe
sinas, es interesante el artículo EGURJEN, Fernando; DEL CASTILLO, Laureano y BURNEO, Zulema,
“Los derechos de propiedad sobre la tierra en las comunidades campesinas”. En: Economía y Sociedad.
71, Lima: CIES, 2009, pp. 29-38.
(i 2) GOLTE, Jürgen. La racionalidad de la organización andina. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1980.
de la organización andina en donde pone en evidencia el manejo simultaneo de pisos
ecológicos y el policultivo practicado por los campesinos en su organización, los cuales
aparte de producir para su subsistencia, también destinan sus productos al mercado. Esto
último viene a ser corroborado por el trabajo de Golte y De La Cadenaíí3) titulado La co~
determinación de la organización andina en el cual se manifiesta la existencia de una co-
determínación de las actividades en la organización del campesinado andino; es decir, la
producción para garantizar su subsistencia y el intercambio de sus productos con el mer
cado exterior, dejando de lado la visión excluyente que se tenía de estas dos formas de or
ganización, en donde se creía que la economía de subsistencia con la participación en el
mercado eran formas de organización e interacción incompatibles. Los trabajos mencio
nados, se complementan con las investigaciones de Enrique Mayer(!4), que han sido reu
nidos en el libro Casa Chacra, y Dinero: Economías domésticas y ecología en los Andes,
en el cual se encuentra uno de sus trabajos en donde acuña el término zona de producción
que revela la importancia de la comunidad como institución reguladora del manejo pro
ductivo del territorio.
Con respecto a la importancia del manejo de la propiedad comunal y del uso colectivo
de las tierras agrarias, Lapeña13
(15) tiene un interesante estudio en donde demuestra que ésta
14
es vital para la conservación de la agrobiodiversidad en nuestro país, señalando que en la
mayoría de las tierras comunales se conservan importantes focos de biodíversidad, como
lo es la presencia de una gran diversidad de plantas y cultivos, lo cual puede ser aprove
chado por los comuneros con el debido apoyo del Estado mediante políticas que incenti
ven la pequeña y mediana agricultura. Lamentablemente, dada la ausencia del Estado en
este aspecto por muchos años, según Lapefía, se ha fomentado una visión precaria sobre
la importancia de la propiedad comunal y el desarrollo en el agro, lo cual incentiva a que
se considere a la industria extractiva como el único camino viable y efectivo para fomen
tar el desarrollo nacional.
“(...) esta forma especial de propiedad se fundamenta en la estrecha relación del uso
del territorio con el goce y ejercicio de diversos derechos fundamentales como la vida,
la integridad, la identidad cultural y la libertad religiosa. Los territorios comunales
son, sin lugar a dudas, componentes del carácter espiritual, cultural y social de estas
A partir de lo señalado por la Constitución de 1993, se dieron una serie de normas que
tuvieron como finalidad incentivar el proceso de privatización de la propiedad comunal
y la desaparición de las maneras de organización comunal en nuestro país. El primer dis
positivo fue la Ley N° 26505, Ley de Promoción de la Inversión de las Actividades Eco
nómicas en las Tierras del Territorio Nacional y de las Comunidades Campesinas, más
conocida como la Ley de Tierras, la cual incentivó la privatización individual de las co
munidades campesinas y su libre disposición, estableciendo normas distintas (quorum,
tipo de asamblea, etc.) a las manejadas internamente por las comunidades campesinas07*.
(18) AI respecto, es preciso manifestar que la Ley N° 26505 fue en un inicio derogada por el Decreto Legislativo
N° 1064; sin embargo, posteriormente, a través de la Ley N° 29376 se restituyó su vigencia, lo cual ha
sido señalado por el Tribunal Constitucional en su jurisprudencia, como lo es a través del Expediente N°
00958-2015-PA/TC.
(19) LAPEÑA, Isabel. Ob. cit. p. 27 y ss.
(20) Son elocuentes, por ejemplo: La reducción del quorum que se dispone para la disposición de las tierras, así
como la formalidad en la cual se puede adoptar dicho acuerdo, mediante la realización de una Asamblea
Ordinaria, cuando lo adecuado sería que dicho acuerdo se tome en una Asamblea especial. Así, señala el
dispositivo citado en el texto:
Artículo 6.- Los comuneros poseedores por más de un año, podrán solicitar la adjudicación a titulo de
propiedad de las tierras que conducen. Para la aprobación de dicha solicitud se requiere el voto a
favor de no menos del cincuenta por ciento (50%) de los comuneros poseedores por más de un año,
asistentes a la Asamblea.
Este acuerdo puede realizarse entre comuneros poseedores ubicados en el mismo Anexo o Sector, cuyos
alcances serán definidos en el reglamento, (el resaltado es nuestro).
en los artículos 70 y 88 de la Constitución Política significan que por ningún motivo se
podrán imponer limitaciones o restricciones a la propiedad de las tierras distintas a las es
tablecidas en su texto. Con respecto a ello, corresponde tener en cuenta lo establecido en
el artículo 13 del citado texto, el cual delegó al Poder Ejecutivo para que mediante Decre
to Legislativo reglamente un impuesto sobre la propiedad de la tierra que exceda del lí
mite de tres mil hectáreas.
De la misma manera, la existencia de este nuevo marco legal ha servido para que a cri
terio de Burneo(23) se favorezca la concentración de tierras en pocas manos en nuestro país,
dirigidas básicamente a i) fines agrarios, ii) producción de biocombustibles, iii) explotación
minera y de hidrocarburos y iv) explotación forestal, lo cual ha favorecido a que las gran
des empresas nacionales y extranjeras puedan fomentar sus industrias en los rubros seña
lados en perjuicio de las comunidades, quienes al no tener acceso a sus tierras, se encuen
tran impedidos de desempeñar sus actividades y así generar recursos para su desarrollo(24).
(21) CASTILLO, Pedro. Límites a la propiedad de la tierra: antecedentes legales. Lima: Copes, 2010, p. 9.
(22) EGUREN, Fernando. “De la reforma agraria al neolatifondio: el crecimiento capitalista del campo peruano”.
En: AA.VV. Capitalismo: tierra y poder en América Latina (1982-2Q12). Volumen II. México: Universidad
Autónoma Metropolitana, 2014.
(23) BURNEO, Zulema. El proceso de concentración de la tierra en el Perú. Lima: Cepes, Cirad, International
Latid Colition, 2011,
(24) PINTO, Vladimir. “Reestructuración neoliberal del Estado peruano, industrias extractivas y derechos sobre
el territorio”. En: DE ECHAVE, José; HOETMER, Raphael y PALACIOS, Mario (editores/ Minería y
territorio en el Perú. Conflictos, resistencias y propuestas en tiempos de globalización. Lima: Programa
Democracia y Transformación Global / Confederación Nacional de Comunidades Peruanas Afectadas
por la Minería (Conacami) / CooperAcción / Acción Solidaria para el Desarrollo / Fondo Editorial de
la Facultad de Ciencias Sociales, Unidad de Posgrado, de la UNMSM, 2009, p. 87: “el actuar desde el
Estado se habría enfocado en flexibilízar la protección jurídica de la propiedad comunal y en fomentar
la desintegración de las comunidades, para promover la concentración de tierras en actores plenamente
insertados en el mercado”.
Constituyente creyó al momento de desarrollar el régimen agrario: la importancia de la
productividad de las tierras agrarias. Es decir, que estas tierras al tener una capacidad de
rendir frutos como consecuencia del trabajo sean aprovechadas en su real magnitud con
la finalidad de evitar escenarios de abandono. Ante ello, la consecuencia jurídica que la
constitución establece es que ante el escenario de abandono estas pasen a dominio del Es
tado para su adjudicación en venta. Se confirma, a través de esta consecuencia legal, que
la finalidad de las tierras agrarias es su explotación.
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 16), 17), 19); 17,48, 60, 70 y ss., 88, 89, 149, 191 in fine; C.C.: arts.
134, 139, 923, 2024 inc. 5); C.P.: arts. 204 inc. 4), 206 inc. 4); Ley 26505: arts. 1,
12, 13; Ley 26839: arts. 23 y ss.; Ley 26845; Ley 28611: arts. 70, 71, 72, 104, 110;
Ley 27037: arts. 4, 5; Ley 27908; D.Leg. 598: arts. 2, 3; D.Leg. 653: art. 61; D.L.:
22175; D.L.: 25891; D.S. 068-90-TR: arts. 4,7; D.S. 002-94-AG; C.A.D.H.: art. 21;
D.U.D.H.: arts. 17,27; Convenía 169 de la OIT: arts. 1,7
I. Introducción
El artículo 89 de la Constitución Política del Estado peruano es la norma principal
que aborda el tema de las Comunidades Campesinas y las Comunidades Nativas en nues
tro país. Es una norma síntesis, en la que se agrupan un conjunto de derechos que identi
fica a dichas comunidades.
El tema de las Comunidades Campesinas y Nativas siempre ha sido objeto de conver
sación, discusión y propuestas en el Perú. El tema ha vuelto a tener la importancia de cien
años atrás en que se discutía sobre el reconocimiento y participación de estas Comunida
des en la estructura del Estado, pero esta vez los motivos son otros: las autoridades del
Estado y los funcionarios de grandes empresas de inversión se preguntan hasta qué punto
los derechos de estas comunidades se oponen al desarrollo o crecimiento económico que
viene experimentando nuestro país.
Si bien en las páginas siguientes no es posible abordar la pregunta citada, sí es posi
ble contribuir con una aproximación de respuesta a partir del análisis de la norma consti
tucional de los derechos de las Comunidades Campesinas y Nativas. En este análisis, cabe
anotar que a la información que la Constitución ofrece hay que sumar las normas del Con
venio Internacional N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que bajo
rango constitucional y bajo la denominación de “Pueblos Indígenas” regula en forma es
pecífica el tema de las Comunidades Campesinas y Nativas.
Desarrollamos el contenido del artículo 89 de la Constitución Política del Perú, que co
rresponde al tema de las Comunidades Campesinas y Nativas, distinguiendo cuatro rubros:
¿Qué son las Comunidades Campesinas y Nativas?
La Autonomía de las Comunidades Campesinas y Nativas.
El derecho de propiedad de las Comunidades Campesinas y Nativas.
La identidad cultural de las Comunidades Campesinas y Nativas.
Estos rubros se desprenden del contenido de la norma bajo análisis. Cada uno de ellos
da lugar a tratar diversos aspectos que son abordados solo en forma aproximada en el pre
sente documento. Lo que sí se ha buscado realizar es un análisis interdisciplinario de la
norma. Esto ha significado recurrir al método socio-antropológico-jurídico. Las Comuni
dades Campesinas y Nativas no han sido en la práctica parte del Derecho oficial en nues
tro país, de ahí que su tratamiento requiera de una comprensión desde la sociología y la
antropología además del derecho.
(1) Utilizamos la denominación “Comunidades Andinas” en forma general para integrar a las Comunidades
Campesinas de las distintas regiones del Perú, dado que el origen conocido de este concepto parte de la
región Andina. El modelo de Comunidad Campesina que se conoce en la región de la Costa y en la parte
rivereña de la Amazonia, ha seguido la estructura que ha tenido en ios Andes, particularmente bajo la deno
minación previa de “Comunidades Indígenas”. El concepto, se encuentra en los diferentes pisos ecológicos
de los Andes, confundiéndose con la zona rural de la región de la Costa y la zona rivereña de la Amazonia.
Además, el autor hace presente su limitación, de haber realizado su mayor trabajo de campo en la región
de los Andes, donde se encuentra el mayor registro oficial e información sobre Comunidades Campesinas.
Una comunidad Andina es diferente a una comunidad Amazónica. La Comunidad
Andina tiene.una relación con la tierra para realizar actividades económicas vinculadas a
la agricultura y ganadería: cada familia suele tener una parcela de terreno donde practi
ca una agricultura para su subsistencia y desde donde normalmente obtiene forraje para
su ganado que cuida y utiliza como mecanismo de ahorro e intercambio. La Comunidad
Amazónica tiene una relación con la tierra para practicar la agricultura, pero sobre todo
para aprovechar sus bosques y ríos: cada familia practica la agricultura de roce y quema
para proveerse de determinados alimentos (plátanos, yuca), pero sobre todo hace uso de
los bosques y ríos para proveerse de sus principales alimentos (frutos del bosque, anima
les de caza y peces) y de recursos para su usufructo e intercambio (madera, peces). Am
bas comunidades, andinas y amazónica, tienen una organización social y política basada
en la familia y el parentesco, y en la asamblea comunal.
Pero un elemento adicional que sí puede establecer las diferencias de ambos grupos
de comunidades es el que se refiere al elemento subjetivo destacado en el párrafo 2. La
conciencia de identidad es la que define la orientación o definición de los miembros de
una comunidad por lo indígena o tribal. Si una comunidad se considera “indígena”, su ca
rácter de “pueblo indígena” es la que se aplica, sí una comunidad se considera “tribal”,
su carácter de “pueblo tribal” se aplica. Pero más allá de la distinción de lo “indígena” o
lo “tribal” importa su identidad de comunidad o pueblo que, sumado a las referencias de
costumbres y antecedentes históricos anteriores a la conquista española, no deja duda de
su existencia y de la aplicación, a su favor, de las normas del Convenio y otras semejantes.
Un detalle particular sobre el uso de los conceptos “pueblo indígena” o “pueblo tri
bal” es su connotación etnocéntrica. Lo indígena o lo tribal está en referencia a pueblos
conquistados o por conquistar colonialmente desde una cultura superior. No tiene, lamen
tablemente, una connotación de pueblo diferente o particular. De ahí que convenga usar
alternativamente el concepto de “pueblo originario”, o de “first nailon” o “primera na
ción”, como lo usan en Canadá/21
(2) Cabe aclarar que la palabra “Indígena” tiene una concepción controvertida en la historia del Perú. En el
caso particular de las Comunidades o Pueblos de los Andes, el término “indígena” tuvo y aún tiene un uso
peyorativo, por su uso colonial discriminador. Por ello, en lo posible, en nuestros textos evitamos su uso.
3. Existencia legal
Dada la característica histórica de los pueblos o las comunidades Andinas y Amazó
nicas con anterioridad a la conquista y colonización española o europea, su existencia es
indiscutible. Sin embargo, en esta existencia histórica es importante distinguir dos nive
les: una existencia de hecho y una existencia legal.
La existencia de hecho, lleva a sostener que los pueblos o comunidades han existido
y siguen existiendo al margen de las denominaciones y los reconocimientos constitucio
nales o legales. Por ejemplo, en el Sur Andino, específicamente Puno, era muy común en
contrar Parcialidades en lugar de Comunidades. El nombre de “parcialidades” no ha esta
do escrito en las Constituciones ni en las leyes, pero existían y cumplían el mismo rol de
las comunidades. Con el paso del tiempo, dichas parcialidades fueron inscribiéndose como
comunidades, y hoy encontramos más comunidades que parcialidades. Si bien hay diferen
cias orgánicas entre Comunidades y Parcialidades (en los primeros la autoridad máxima
es el Presidente de la Comunidad, en los segundos es el Teniente Gobernador, por ejem
plo), ello no debe ser una limitación para que las Parcialidades tengan beneficios -si los
hubiere-semejantes a los de las Comunidades. En tal caso, podríamos decir que las Par
cialidades constituyen Comunidades de hecho o no reconocidas.
Igual ocurre con las denominaciones de Anexos, Caseríos, Rondas, Centro Poblado, en
tre otros, de las diferentes regiones del país. Si sus características y su funcionamiento son
como los de los Comunidades, no hay ninguna limitación en considerarlos como tal, esto es
Comunidades de hecho o “Comunidades no reconocidas” o “en vías de ser reconocidas”.
La existencia legal, de otro lado, significa el reconocimiento que hacen las autorida
des del Estado basado en la Constitución y las leyes. En el caso del Perú, las Comunida
des Andinas y Amazónicas fueron reconocidas por primera vez en la Constitución Política
de 1920 (Figallo, 2005: 1084)(3}. A partir de dicha Constitución las autoridades del Esta
do estuvieron obligadas a respetar a los comuneros miembros de dichas comunidades y a
promover su desarrollo a través de políticas diferenciadas.
Teniendo en cuenta ese reconocimiento cabe precisar que la existencia legal de las Co
munidades Andinas y Amazónicas comprende dos niveles: el nivel de los sujetos indivi
duales de una comunidad, y el nivel de la comunidad como tal. El primer nivel garantiza
que los sujetos miembros de una comunidad tengan derechos y obligaciones individuales
como todo ciudadano, al margen que sus comunidades sean o no reconocidas. El segun
do nivel garantiza que la comunidad exista como sujeto colectivo, esto es que el conjun
to de sus miembros se identifique con una situación especial basada en su cultura, garan
tizado por el mismo Estado,
(3) El artículo 58 de la Constitución de 1920 establecía: Artículo 58.- El Estado protegerá a la raza indígena y
dictará leyes especiales para su desarrollo y cultura en armonía con sus necesidades. La Nación reconoce
la existencia legal de las comunidades de indígenas y la ley declarará los derechos que les correspondan.
El nivel de reconocimiento como sujeto colectivo comprende a su vez dos aspectos:
un reconocimiento general y un reconocimiento específico. El reconocimiento general es
tablece la existencia de la comunidad más allá de su identificación en una Resolución Ad
ministrativa o en los Registros Públicos, como anotáramos anteriormente al referirnos a
las Comunidades de hecho. El reconocimiento específico de una comunidad supone su
identificación en una norma administrativa y, de ser el'caso, su inscripción en los Regis
tros Públicos respectivos.
4. Personería jurídica
La personería jurídica es la forma específica de reconocimiento de las comunidades
andinas y amazónicas. La personería jurídica significa el reconocimiento formal de una
persona o entidad a través de su inscripción y publicidad de formas jurídicas o regístra
les. Es el medio legal que permite a la persona o entidad actuar formalmente frente a las
autoridades del Estado.
En el caso de las Comunidades Andinas y Amazónicas la personería jurídica se ha dado
a través de su reconocimiento por una Dirección especializada del Ministerio de Agricul
tura. Una resolución administrativa reconocía a la Comunidad luego de un procedimien
to donde se cumplía con determinados requisitos. Con esta resolución administrativa se
podía pasar a una inscripción en los Registros Públicos. Así lo reguló el Código Civil de
1984 en su artículo 135:
“Artículo 135.- Para la existencia legal de las comunidades se requiere además de la
inscripción en el registro respectivo, su reconocimiento oficial”.
La norma se refiere más que a la existencia legal definida anteriormente, a la personería
jurídica de las comunidades. Para que exista esta personería jurídica es importante primero
un reconocimiento oficial y luego su inscripción en los Registros Públicos. El reconocimien
to oficial debe tener en cuenta las características objetivas y el elemento subjetivo regulado en
el Convenio N° 169 de la OIT, antes referidos. Esto significa que tal reconocimiento no pue
de estar basado en intereses políticos o económicos de las autoridades del Estado. El procedi
miento en los Registros Públicos, de otro lado, tampoco puede ser un obstáculo para ese reco
nocimiento. No se puede exigir requisitos que superen el de otras personas jurídicas, como el
de las asociaciones civiles, correspondiendo otorgar las mayores facilidades a las comunida
des para que se integren a las actividades de la sociedad en general.
Cabe señalar que en años recientes se viene realizando un registro especial de las co
munidades campesinas y nativas a través del Ministerio de Cultura y, en particular, por el
Viceministerio de Interculturalidad. El objetivo de esta inscripción está relacionado con el
derecho de la consulta previa, buscándose identificar a las comunidades como organiza
ciones representativas en caso de conflictos por actividades de inversión en sus territorios.
Teniendo en cuenta este contexto, la Constitución Política del Perú reconoce a las Co
munidades Andinas y Amazónicas una amplia autonomía que hace innecesaria la autode
terminación. Así, la Constitución reconoce los siguientes niveles de autonomía:
Autonomía organizativa.
Autonomía en el trabajo comunal.
Autonomía en el uso y libre disposición de sus tierras.
Autonomía económica y
Autonomía administrativa
Veamos por separado una aproximación al contenido de cada uno de estos tipos de
autonomía.
1. Autonomía organizativa
Se refiere a que los miembros de cada Comunidad Andina o Amazónica pueden de
cidir sobre la estructura social y política que los identifica. En las Comunidades Andi
nas, por ejemplo, es normal encontrar una organización basada en dos niveles: lo fami
liar y lo comunal. La organización familiar establece la organización de los miembros de
una familia nuclear y extensa con base en sus relaciones de parentesco y propias normas
y principios. La organización comunal está basada en los vínculos interfamiliares que lle
va a integrar al conjunto de familias con propias normas y principios, reconociendo a la
Asamblea Comunal o la reunión de los representantes familiares como máxima autoridad.
En las Comunidades Amazónicas también destaca una relación dicotómica entre lo
familiar y lo comunal. Sin embargo, dada la extensión de sus territorios y la movilización
de sus miembros por núcleos familiares para la obtención de recursos para su subsisten
cia, ha hecho que las relaciones familiares destaquen.
En las Comunidades Amazónicas los mismos conceptos son aplicados, con otras de
nominaciones como es el caso del nombre “Minga ” para referir Minka y, a veces, al mis
mo Ayni.
Las tierras o terrenos comunales, en cambio, son de uso de todas y cada familia y quie
nes integran ésta en la Comunidad. En las Comunidades Andinas, los pastos de los cerros
y los peces de los ríos y lagos son normalmente bienes comunales, igualmente en las Co
munidades Amazónicas, los frutos de los bosques y los peces de ríos y lagos son bienes
comunales. Pero también en las Comunidades existen muchas variantes donde la propie
dad comunal se combina o se transforma en propiedad familiar. En el Sur Andino perua
no, por ejemplo, es posible habilitar terrenos para la agricultura en la parte comunal, dis
tribuyendo nuevas obligaciones y derechos para las familias que quieren aprovecharlas.
Estas particularidades sobre la propiedad familiar y comunal son las que construyen
el concepto de autonomía en el uso y libre disposición de sus tierras de las comunidades
Andinas y Amazónicas.
4. Autonomía económica
Incluye el reconocimiento de las propias y variadas actividades económicas y las for
mas de intercambio como medio de vida en las Comunidades Andinas y Amazónicas. Así,
en las Comunidades Andinas es normal la práctica de la agricultura y la ganadería como
principales actividades económicas, en tanto en las Comunidades Amazónicas la prácti
ca de la caza y pesca, complementada con una agricultura de rose y quema, son activi
dades económicas principales. Ambos grupos de actividades reproducen un conjunto de
relaciones de intercambio que ha hecho posible la subsistencia de estas comunidades. En
los Andes es normal que se intercambien productos de la agricultura y se compre y venda
cabezas de ganado en las ferias, plazas o mercados semanales, en las comunidades Ama
zónicas es normal que se intercambien bienes de pesca y caza entre familias y en los puer
tos de los ríos principales.
5. Autonomía administrativa
Significa que cada comunidad puede no solo organizarse social y políticamente, de
acuerdo a su particularidad, sino que puede poner en funcionamiento esa organización eli
giendo a sus autoridades, delimitando sus atribuciones y promoviendo la participación de
quienes no son autoridades. En las Comunidades Andinas, por ejemplo, es común tener un
cuerpo directivo dirigido por el Presidente de la Comunidad y un cuerpo de vigilancia o
disciplina dirigido por el Teniente Gobernador de la Comunidad. Las atribuciones y obli
gaciones de estos directivos y autoridades que pueden estar o no escritas y cambiar cuan
do lo estimen los comuneros, muestran su autonomía administrativa.
Pero las Comunidades Andinas y Amazónicas también pueden recurrir a formas or
ganizativas tradicionales o nuevas formas organizativas, donde los cargos y sus funciones
complementan esa autonomía administrativa. El caso del “teniente escolar”, en las Co
munidades del Sur Andino peruano, como autoridad fiscalizadora a nivel de las escuelas,
es un ejemplo de esa autonomía.
En esta autonomía organizativa también se suman las Rondas Campesinas, como una ins
titución complementaria en determinadas Comunidades Andinas y Amazónicas. Se trata de
una organización ronderil que integra un cuerpo directivo y una asamblea de ronderos, que in
terviene frente a casos de robos, abusos de algún miembro familiar y malos manejos de las au
toridades. Son instancias comunales de control social que operan a nivel de la comunidad, sea
ésta reconocida o no, con un respaldo gremial de nivel distrital, provincial y regional.
El concepto de propiedad está vinculado al concepto de tierra o territorio que antes he
mos referido sobre las Comunidades Andinas y Amazónicas. La propiedad en estas, no es
un bien de cambio, sino un bien de uso: es un bien para servirse del mismo, para usufruc
tuar, pero no para transferir o negociar. Así lo ha comprendido y definido la doctrina, las
normas y jurisprudencia internacionales. Por ejemplo, la Corte Interamericana de Dere
chos Humanos (CIDH) ha definido, como jurisprudencia internacional aplicable a nuestro
país, el siguiente criterio sobre la propiedad de las comunidades indígenas u originarias:
Entre los indígenas [las personas comuneras] existe una tradición comunitaria sobre una
forma comunal de la propiedad colectiva de la tierra, en el sentido de que la pertenencia
de esta no se centra en un individuo sino en el grupo y su comunidad. [Las personas
comuneras] por el hecho de su propia existencia tienen derecho a vivir libremente en
sus propios territorios; la estrecha relación que [las personas comuneras] mantienen
con la tierra debe de ser reconocida y comprendida como la base fundamental de
sus culturas, su vida espiritual, su integridad y su supervivencia económica. Para las
comunidades indígenas [originarias] la relación con la tierra no es meramente una
cuestión de posesión y producción, sino un elemento material y espiritual del que
deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a
las generaciones futuras”. (Sentencia de la CIDH aplicado al caso de Mayagna (Sumo)
Awas Tigni versus el Estado de Nicaragua, del 31/08/2001, citado por el Tribunal
Constitucional Peruano en el caso Cordillera Escalera, Exp. N° 03343-2007-PA/TC,
del 19/02/2009, p. 14).
Conforme a la definición de la Corte Interamericana de Derechos Humanos el con
cepto de propiedad en las comunidades Indígenas u Originarias, que corresponderían a las
Comunidades Andinas y Amazónicas en nuestro país, comprende el de propiedad colec
tiva de la tierra que es propiamente el de territorio. Se trata ante todo de un concepto de
propiedad comunal que contrasta con la propiedad individual que normalmente identifi
camos en el mundo privado y público. Pero, de otro lado, el concepto de propiedad en las
comunidades supone la base de su vida y cultura: la supervivencia económica se debe a
ese tipo de propiedad sobre la tierra, así como el desarrollo de sus actividades espirituales
o culturales también se debe a esa propiedad sobre la tierra. La primera se refiere al ele
mento material de la propiedad, en tanto que el segundo se refiere al elemento espiritual
que compone el concepto de propiedad en las comunidades, tal como enfatiza la Corte.
Bajo este marco conceptual, es posible aproximar la explicación de algunas caracte
rísticas básicas reconocidas constitucionalmente en la propiedad de las Comunidades An
dinas y Amazónicas:
En dicho sentido, los peces, los frutos de árboles, las cosechas de su actividad agrí
cola, el ganado obtenido tras su crianza o su engorde, la madera explotada racionalmente,
entre otros, son recursos naturales renovables que los comuneros han aprovechado histó
ricamente. La vida y desarrollo cultural han dependido de dichos recursos.
Las tierras o territorios de las Comunidades Andinas y Amazónicas gozan de ese de
recho de imprescriptibilidad. Nadie, ni las autoridades o instituciones del Estado pueden
apropiarse de esas tierras o territorios alegando posesión por más de 10 años o abandono
por un tiempo determinado. La imprescriptibilidad es el derecho que permite que dichas
comunidades se mantengan en sus tierras o territorios para garantizar sus actividades so
ciales y económicas y el desarrollo de su cultura, como hemos anotado.
[Las tierras de las Comunidades Campesinas y Nativas] también son inalienables, salvo
ley fundada en el interés de la Comunidad y solicitada por una mayoría de los dos
tercios de los miembros calificados de esta, o en caso de expropiación por necesidad
y utilidad públicas. En ambos casos con pago previo en dinero (...)(A
Como se puede apreciar la inalienabilidad de la propiedad comunal se encontraba li
mitada por dos razones: la posibilidad de venta de las tierras, bajo dos tercios de los miem
bros de la comunidad y siempre que le favorezca, y por la expropiación por necesidad y
utilidad pública. Estas dos razones se mantienen a la fecha, y por ello cabe afirmar que el
derecho constitucional continúa vigente, solo que no es expresa.
(4) El texto completo del artículo 163 de la Constitución Política del Perú de 1979 es el siguiente:
Artículo 163.- Las tierras de las Comunidades Campesinas y Nativas son inembargables e imprescriptibles.
También son inalienables, salvo ley fundada en el interés de la Comunidad, y solicitada por una mayoría
de los dos tercios de los miembros calificados de esta, o en caso de expropiación por necesidad y utilidad
públicas. En ambos casos con pago previo en dinero. Queda prohibido el acaparamiento de tierras dentro
de la Comunidad.
sus tierras. Ello siempre lo han hecho, particularmente por el fenómeno de la migración,
como ha ocurrido en el Sur Andino. Pero, la venta, trueque o transferencia de la tierra se
ha hecho a nivel de sus parcelas familiares y siempre al interior de la comunidad entre
miembros familiares o parientes cercanos (que son todas o la mayoría de las personas que
integran una comunidad). El derecho de inalienabilidad siempre ha operado frente a ter
ceros, aquellas personas que no son comuneros.
Teniendo en cuenta esta apreciación, cuando la norma constitucional señala que “la
propiedad de sus tierras es imprescriptible, salvo en el caso de abandono previsto en el
artículo anterior (para su adjudicación en venta)”, debe ser interpretado restrictivamente.
Esto significa que su aplicación podría ser posible en aquellos casos en que una comuni
dad decide “desintegrarse” migrando el total de sus miembros y entonces abandonando
sus tierras. Pero esto sería una situación muy extraña o imposible teniendo en cuenta la
historia que identifica a las Comunidades Andinas y Amazónicas.
Esta obligación sobre el respeto de las autoridades del Estado no solo supone que
se permita que las Comunidades Andinas y Amazónicas desarrollen su identidad cul
tural (entendido como su universo espiritual), sino que también se le proteja y promo-
cione. Partiendo de la historia de nuestro país, donde las Comunidades Andinas y Ama
zónicas han participado y cumplido un rol principal en el desarrollo de organizaciones
culturales precolombinas, importa y compromete al Estado su protección y promoción
como patrimonio cultural, Machu Picchu, como legado de los primeros miembros de
estas Comunidades Andinas y Amazónicas, constituye el mejor ejemplo de protección
y promoción de nuestro patrimonio cultural que debe extenderse a las actuales manifes
taciones de las comunidades existentes.
H Las comunidades campesinas gozan de personería jurídica sin necesidad de realizar ins
cripción previa en registros: STC Exp. 00906-2009-PA/TC (f. j. 4 y ss.).
Las comunidades campesinas están inafectas de todo impuesto directo o por crearse que
grave la propiedad o tenencia de tierra: STC Exp. N° 10138-2005-PC/TC (f, j. 8).
jjÜ Todo miembro de un grupo étnico determinado debe ser respetado en las costumbres y
* 00022-2009-PVTC (f. j. 5).
tradiciones propias de la etnia en la que pertenece: STC Exp. N
gjj¡ Las comunidades campesinas y nativas deben decidir sobre el uso y la libre disposición de
sus tierras, desprendiéndose de ello la facultad para decidir quienes ingresan y circulan por
sus territorios. Así, tales herramientas jurídicas permiten ejercer su derecho a la propiedad
respecto de su territorio; STC Exp. N? 02765-2014-PA/TC (f.j. 43).
¡f¡¡] Los derechos fundamentales son, en definitiva, límites indiscutiblemente objetivos al
ejercicio de la potestad jurisdiccional comunal y, como tales, deben ser merituados en cada
ocasión en que puedan resultar invocados según la incidencia o nivel de afectación del cual
puedan ser objeto: STC Exp. N ° 07009-20I3-PHC/TC (f.j. 15).
d El procedimiento de consulta previa tiene un carácter formal, lo cual significa que deben
cumplirse una serie de etapas, las cuales están descritas en la ley y el reglamento. Uno de los
principios rectores del procedimiento de la consulta previa es el principio de oportunidad,
según el cual el proceso de consulta se realiza de forma previa a la medida legislativa o
administrativa a ser adoptada por las entidades estatales: STC Exp. N.° 02196-2014-PA/
TC (f.j. 36).
d El derecho a la consulta regulado en el artículo 6, literal “a”, del inciso 1, del Convenio
169 de la OIT constituye una de las herramientas más importantes que tienen los pueblos
indígenas para tutelar sus intereses, el cual pretende propiciar el diálogo intercultural en
todos los diferentes estratos de intervención estatal sobre la situación jurídica de los pueblos
indígenas: STC Exp. N° 02196-2014-PA/TC (f.j. 15).
BIBLIOGRAFÍA
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Comunidades campesinas y nativas en el nuevo contexto nacional. CAAAP, Lima, 1993.
ÍNDICE
GENERAL
_________ TÍTULO I_________
DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(continuación)
CAPÍTULO ni
DE LOS DERECHOS POLÍTICOS
Y DE LOS DEBERES
Artículo 30 Ciudadanía
Víctor Guevara Pezo............................................................. 7
Artículo 32 Referéndum
Hubert Wieland Conroy........................................................ 15
CAPÍTULO IV
DE LA FUNCIÓN PÚBLICA
Artículo 39 Funcionarios y trabajadores públicos
Juan F. Jiménez Mayor........................................................ 116
Artículo 39-A Impedimentos para ejercer función pública
Amado Eneo Tirado........ ........... ............................................ 135
Artículo 40 La carrera administrativa
Juan Carlos Morón Urbina ................................................... 145
Artículo 40 La carrera administrativa
Javier Paitan Martínez.......................................................... 155
Artículo 41 Responsabilidad de los funcionarios y servidores
públicos
Christian Guzmán Napurí...................................................... 166
Artículo 42 Derechos de sindicación y huelga de los servidores
públicos
Javier Paitán Martínez.......................................................... 174
TÍTULO II
DEL ESTADO Y LA NACIÓN
CAPÍTULO I
DEL ESTADO, LA NACIÓN
Y EL TERRITORIO
CAPÍTULO H
DE LOS TRATADOS
Artículo 55 Tratados
Fabián Novak Talavera....................................................... .. 315
TÍTULO III
DEL RÉGIMEN ECONÓMICO
CAPÍTULO I
PRINCIPIOS GENERALES
CAPÍTULO II
DEL AMBIENTE
Y LOS RECURSOS NATURALES
CAPÍTULO ni
DE LA PROPIEDAD
CAPÍTULO IV
DEL RÉGIMEN TRIBUTARIO
Y PRESUPUESTAL
CAPÍTULO V
DE LA MONEDA Y LA BANCA
CAPÍTULO VI
DEL RÉGIMEN AGRARIO Y DE LAS
COMUNIDADES CAMPESINAS Y NATIVAS