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LAS SENTENCIAS BÁSICAS DEL

TRIBUNAL CONSTITUCIONAL PERUANO

PRIMERA EDICIÓN

FEBRERO 2015

2,760 ejemplares

© Gerardo Eto Cruz

© Gaceta Jurídica S.A.

PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

TOTAL O PARCIAL

DERECHOS RESERVADOS

D.LEG. Nº 822

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA

BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ 2015-02715

LEY Nº 26905 / D.S. Nº 017-98-ED

ISBN: 978-612-311-228-8

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DIAGRAMACIÓN DE CARÁTULA

Carlos Hidalgo De la Cruz

DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES

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“[T]ras una resolución jurisdiccional no solo está en juego el peso
de las convicciones morales de un juez en sus juicios acerca de qué es el
Derecho, sino toda una compleja cartografía afectiva que rodea la pulsión y
personalidad de un hombre al que la sociedad lo identifica como juez; la
vulnerabilidad de un magistrado muchas veces no está necesariamente en una
resolución o fallo opinable o sin motivación suficiente, sino que tras una
decisión de impacto en la sociedad civil, en el régimen político; en suma, en un
enfrentamiento con el poder puede recorrer en la epidermis de un juez un temor
a dicha decisión: he allí otra cartografía de miedos y de valentías que tiene que
enfrentar el señor del Derecho; y todo ello resulta explicable a partir del perfil
psicológico de los jueces”

(Gerardo Eto Cruz. “Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional peruano”. En:

Jurisprudencia relevante del Tribunal Constitucional. CEC, Lima, 2013, p. 50)


Presentación
El 2020 se celebrarán 100 años de existencia del primer Tribunal
Constitucional que se gestara, creara y desarrollara en Austria en 1920,
compartiendo este primer periodo generacional con el Tribunal de
Checoslovaquia de 1919 y con el Tribunal de Garantías Constitucionales de
España de 1931.

Mucha agua, como se suele decir, ha transitado desde esa fecha hasta
la actualidad. Hoy la constitucionalización del ordenamiento jurídico ha
permitido que estas corporaciones jurisdiccionales desarrollen una activa
labor interpretativa en afirmar la vigencia y tutela de los derechos y
libertades de las personas, así como la supremacía de la Constitución y el
ser el guardián de la constitucionalidad de las leyes, lo que supone
inevitables enfrentamientos de estos Tribunales, Salas o Cortes
Constitucionales con el poder político.

Recientemente, Domingo García Belaunde ha preparado un esquema


que podría sintetizar la historia del actual Tribunal Constitucional creado en
1993, pero solo instalado en 1996.

i. 1996 a 2001: un Tribunal Constitucional cautivo, limitado en sus


competencias.

ii. 2001 a 2008: posicionamiento de la institución; activismo excesivo.

iii. 2008 a 2014: avances y retrocesos de diverso interés, pero sin


orientación definida.

iv. 2014 en adelante: inicio de la tendencia a restringir los procesos


constitucionales y a replantear la actividad del Tribunal
Constitucional con abandono del garantismo.

No obstante esta apreciación, que en parte suscribimos, corresponde


ya a los abogados, litigantes y estudiosos apreciar en perspectiva histórica
la labor del Tribunal Constitucional en su evolución. Por ahora seguramente
es muy precoz hacer una apreciación crítica del Tribunal, al menos de
quienes lo conformamos, con sus fortalezas y debilidades. Sin embargo, en
lo personal, pienso que es preferible un Tribunal Constitucional con cierto
activismo y garantismo –que para eso existe– a un Tribunal “políticamente
correcto”.

Hasta el 2013 –esto es, desde 1996-2013–, el Tribunal Constitucional


emitió un total de 87,608 fallos. Un universo heterodoxo que constituye el
soporte sobre el cual no se puede desconocer su andadura.

Con todo, se presenta aquí, bajo el rótulo de Las sentencias básicas


del Tribunal Constitucional peruano, tres capítulos que dan cuenta de este
órgano jurisdiccional: el primer capítulo, que lleva el título de este libro,
explica en parte cómo ha venido funcionando el Tribunal en estos años de
vigencia; el segundo capítulo se titula “Contribuciones del Tribunal
Constitucional al fortalecimiento de la democracia en el Perú. Una mirada
panorámica a 30 años de su existencia”; y, finalmente, el tercer capítulo se
rotula “Control constitucional y poder político. Navegando por los
archipiélagos de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional peruano”.
Este libro se cierra con un anexo donde se destacan las sentencias más
relevantes emitidas por el Tribunal Constitucional entre 1996 al 2012.

Gerardo ETO CRUZ

Lima, 2 de abril de 2015


Día del Abogado en el Perú
CAPÍTULO I

Las sentencias básicas del Tribunal


Constitucional peruano
I. INTRODUCCIÓN

La Constitución de 1993 reintrodujo con notable acierto la presencia


de un Tribunal Constitucional. Esta institución había sido acaso la más
novedosa creada originalmente por su antecesora, la Constitución de 1979;
y pese a que hubieron diversos sectores que se opusieron, la decisión del
Congreso Constituyente Democrático (CCD) fue finalmente la de mantener
este órgano de control e interpretación de la Constitución(1), que a la postre
se ha convertido, en las últimas décadas, en el ente jurisdiccional que ha
consolidado un fuerte sentimiento constitucional jamás visto en la historia
republicana.

Reafirmada la presencia de un Tribunal Constitucional dotado de


competencias exclusivas para el control orgánico de la Constitución, vía los
procesos de inconstitucionalidad y los procesos competenciales, y a la vez
de competencias compartidas con el Poder Judicial a través de los procesos
de tutela de la libertad como el amparo, el hábeas corpus, el hábeas data y el
proceso de cumplimiento; se delineaba así un complejo modelo de
jurisdicción constitucional que no solo gravita e influye en el modelo
político o el régimen de gobierno; sino que este órgano jurisdiccional, tiene
hoy –no cabe duda– profunda influencia en los actuales modelos
latinoamericanos de jurisdicción constitucional.
Por supuesto que todo modelo en su dinámica concreta tiene una serie
de debilidades, tanto como fortalezas que no se deben desconocer. Con
todo, desde su andadura en 1996 al 31 de diciembre de 2012, el Tribunal
Constitucional ha expedido 74,283 fallos. Esto significa muchas cosas, no
solo en guarismos, sino que, en lo fundamental, el Tribunal Constitucional
cumple un rol vital en la gobernabilidad, en la predictibilidad, en la
seguridad jurídica y dota al sistema de fuentes de una estabilidad y de
transparencia que permite generar un verdadero Estado Constitucional en el
sistema de justicia en el Perú; sobre todo en lo relativo a la vigencia
efectiva de los derechos fundamentales, dado que estos procesos que
conforman la jurisdicción constitucional de la libertad son de suma
importancia, aunque este rol ha llevado a que muchas veces, en este afán, la
judicatura ordinaria vea aparentemente afectados los ámbitos de su
competencia, por supuestas interferencias, percepción que, en estricto, es
equivocada.

Con todo, no es aquí el momento de explicar los inevitables roces


entre el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional(2); pues lo fundamental
es que ambos órganos jurisdiccionales cumplen desde distintos ámbitos
competenciales una notable labor de interpretación constitucional(3), y
cuando se trata de procesos de inconstitucionalidad no cabe duda de que el
guardián e intérprete supremo siempre será el Tribunal Constitucional; el
garante dentro de la pluralidad de intérpretes que tiene nuestro modelo de
jurisdicción constitucional.

II. ALGO DE HISTORIA EN TORNO AL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


PERUANO

Si bien el actual Tribunal Constitucional reconoce como antecedente


inmediato el antiguo Tribunal de Garantías Constitucionales, cuya vigencia
se desarrolló entre los años 1982-1992 con la disolución del Congreso y el
autogolpe que propiciara Alberto Fujimori; ya en el plano académico, voces
provenientes del foro habían propuesto la presencia de un órgano de
jurisdicción constitucional que siguiera el modelo concentrado de los que
ya existían en Europa.

A. Entre los antecedentes académicos de lo que ahora conocemos


como Tribunal Constitucional, es de referencia obligatoria la
construcción teórica del profesor Raúl Ferrero Rebagliati,
quien en un artículo pionero publicado en 1960 en la Revista
Jurídica del Perú, titulado “El control de la constitucionalidad
de las leyes”, diseñó un perfil de tribunal compuesto de las
siguientes características: a) estaría encargado de velar por la
legitimidad constitucional de las leyes; b) los jueces durarían
nueve (9) años en sus cargos, salvo los designados por el
Senado y el Ejecutivo, que podrían ser renovados después de
un año de iniciado un régimen político emanado de elecciones
generales; entre otros aspectos.

Estas propuestas, a criterio del autor, suponían –necesariamente– la


modificación de siete artículos de la Constitución de 1933, por
entonces vigente; todos ellos reunidos en el Título XV, denominado
“Garantías de constitucionalidad”. Y así, en lo que respecta a la
designación de los magistrados de este órgano, el profesor Ferrero
proponía en el artículo 237 de su proyecto lo siguiente:

“Artículo 237.- El Tribunal constitucional se compone de once


jueces, designados en la siguiente forma: tres por el Presidente
de la República, tres por el Senado, tres por la Corte Suprema
entre sus miembros o entre los fiscales suplentes, uno por los
Colegios de Abogados y uno por las universidades
nacionales”(4).

En suma, Raúl Ferrero Rebagliati, en el foro limeño, ya esgrimía la


necesidad de que se creara un tribunal autónomo. Fue el pionero en
elaborar un anteproyecto de reforma constitucional, en el que se
establecía en forma concreta la presencia de un Tribunal
Constitucional.

B. Nueve años después, la idea de Ferrero sería retomada por el


ius-civilista José León Barandiarán, quien desde los predios del
Derecho Privado, y notoriamente influenciado por el modelo
alemán de justicia constitucional, presentó en 1969 una
ponencia ante el Colegio de Abogados de Lima y que luego fue
publicada como artículo ese mismo año en la Revista del Foro,
publicación auspiciada por dicho gremio. En este caso, la
propuesta era instituir un tribunal de control de la
constitucionalidad y de la legalidad de la República, bajo un
órgano denominado “El Tribunal”. En este caso, el autor
desarrolló un estudio específico y diseñó en términos más
orgánicos la creación del citado órgano de jurisdicción
constitucional. Y, en lo que concierne a la forma de designación
de sus integrantes, el artículo 8 de su proyecto señalaba:

“Artículo 8.- El Tribunal estará constituido por siete miembros


designados en la forma que en seguida se especifica:

a. un miembro designado por la Corte Suprema de Justicia de la


República, debiendo recaer esta designación en un Vocal o
Fiscal de la Corte Suprema, jubilado o cesante;

b. un miembro designado por el Consejo Interuniversitario entre


los profesores principales o eméritos de las Facultades de
Derecho de las Universidades Nacionales;

c. un miembro designado por el Comité Ejecutivo de la


Federación Nacional de Colegios de Abogados, entre quienes
hayan integrado los órganos directivos de dicha institución;

d. un miembro designado por la Junta Directiva del Colegio de


Abogados de Lima, entre quienes hayan integrado las Juntas
Directivas de dicho Colegio;

e. un miembro designado por la Academia Peruana de Derecho,


entre quienes integran dicha Academia;

f. un miembro designado en la forma que se indica en el párrafo


segundo de este artículo;

g. un miembro designado en la forma que se indica en el párrafo


tercero de este artículo.

Una vez designados los miembros a que se refieren los puntos a), b),
c), ch) y d) del párrafo anterior, se reunirán bajo la presidencia del
miembro designado por la Corte Suprema de la República,
procediéndose de inmediato a realizar un sorteo para la designación
del miembro a que alude el punto e) del párrafo primero de este
artículo. Para este efecto, cada una de las Cortes Superiores de
Justicia de la República indicará el nombre de una persona para que
participe en el sorteo respectivo, resultando miembro de el Tribunal
la persona favorecida en el sorteo. Las propuestas recaerán en vocales
o fiscales jubilados o cesantes de Cortes Superiores.

Igualmente, los mismos miembros a que se hace referencia al


principio del párrafo segundo, procederán a realizar un sorteo para la
designación del miembro a que alude el punto f) del párrafo primero
de este artículo. Para este efecto cada uno de los Colegios de
Abogados de la República con excepción del de Lima, indicará el
nombre de una persona para que participe en el sorteo respectivo,
resultando miembro del Tribunal la persona favorecida en el sorteo.

Los sorteos antes mencionados se efectuarán en acto público, que se


anunciará previamente”(5).

C. El tercer tramo más moderno le corresponde a Domingo García


Belaunde, quien recogiendo toda la experiencia moderna y
comparada de los tribunales constitucionales europeos,
replantea y diseña en términos estrictamente académicos la
necesidad de cubrir un vacío e impulsar un órgano de
jurisdicción constitucional concentrado que no solo tenga la
virtud de declarar eventualmente la inconstitucionalidad de las
leyes, sino que este órgano, igualmente, tenga competencias
definitivas en tutelar las afectaciones a los derechos
fundamentales de las personas(6).

D. Y finalmente, ya desde la perspectiva de los actores políticos


que cumplieron un rol preponderante en la creación de un
Tribunal Constitucional, le corresponde el mérito al distinguido
parlamentario Javier Valle Riestra Gonzáles Olaechea, quien en
el seno de la Asamblea Constituyente fue el que lideró la
propuesta y recepción en la experiencia de la constituyente
1978-1979. Con la puesta en marcha de la Constitución de
1979, el Perú se enrumbaba en los modernos sistemas de
control de constitucionalidad y de tutela de los derechos
fundamentales, vía un Tribunal de Garantías
Constitucionales(7). Lo ocurrido posteriormente es ya historia
reciente: la Constitución de 1993 –reafirma este modelo– ha
ampliado sus competencias y ha creado otros procesos
constitucionales como veremos luego.

E. No se crea, sin embargo, que la bibliografía peruana de la


época sobre la figura del Tribunal Constitucional quedó
limitada a estos pocos, pero decisivos impulsos académicos.
Bien por el contrario, la bibliografía sobre la justicia
constitucional, al compás de su desarrollo normativo, fue
bastante profusa, y de ello dan cuenta los siguientes libros y
ensayos pioneros en nuestra comunidad académica:

• AA.VV. “El Tribunal de Garantías Constitucionales”. En: Debate.


Comisión Andina de Juristas y Consejo Latinoamericano de Derecho
y Desarrollo, 1986.
• AGUIRRE ROCA, Manuel. “Las sentencias del Tribunal de
Garantías Constitucionales frente a la crítica”. En: Themis. PUCP,
1982.

• “Los fallos del Tribunal de Garantías Constitucionales ante la


crítica”. En: Themis. Año I, Nº 3, PUCP, 1985.

• BUSTAMANTE BELAUNDE, Alberto. “El Tribunal de Garantías


Constitucionales: un proyecto de ley que no ofrece garantías”. En:
Qué Hacer. Lima, Nº 10, 1981.

• “La irretroactividad de los fallos del Tribunal de Garantías


Constitucionales”. En: DERECHO. PUCP, Lima, Nº 36, 1982.

• BLUME FORTINI, Ernesto. “El Tribunal de Garantías


Constitucionales”. En: lus et Praxis. U. de Lima, 1983.

• CÁRDENAS QUIROS, Carlos. “El Tribunal de Garantías


Constitucionales: y la Constitución del Perú de 1979”. En: El Foro.
Año LXVHI, Nº 2, Lima, 1981.

• CORSO MASÍAS, Alfredo. El Tribunal de Garantías


Constitucionales. Prontuario, Arequipa, Edigrap Edil, 1984.

• GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “La influencia española en la


Constitución Peruana (A propósito del Tribunal de Garantías
Constitucionales)”. En: Revista de Derecho Político. Madrid, N° 16,
1982.

• LINARES A., M. Octavio. Derecho Procesal Civil. Vol. II, Lima,


Edit. Sudamericana S.A. (véase pp. 261 a 323), 1984.

• PELÁEZ BAZÁN, Mario. El Tribunal de Garantías


Constitucionales. Y un Anteproyecto de su Ley Orgánica. Imp. Edit.
Vicente Solsol, Lima, 1980.

Hacia la Justicia Constitucional. Edit. Andina, Lima, 1984.


• POWER MANCHEGO-MUÑOZ, Jorge. Constitución y justicia.
Edit. Andina, Lima, 1984.

• PALOMINO MANCHEGO, José F. “Notas sobre el Tribunal de


Garantías Constitucionales”, Revista Juris, UNMSM, Lima, 1982.

• VALLE RIESTRA, Javier. El Tribunal de Garantías


Constitucionales. El caso de los votos nulos y en blanco. Edit.
Labrusa, Lima, 1986.

• VIDAL COBIAN, Ana María. “Funciones del Tribunal de Garantías


Constitucionales”. En: El Foro. Año LXXI, N° 2, 1984.

III. LOS PERFILES DE LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL EN EL


PERÚ DE HOY

A tres décadas de presencia de una jurisdicción constitucional


conformada en su momento por el antiguo Tribunal de Garantías
Constitucionales y el actual Tribunal Constitucional, bien se puede
identificar un modelo dual o paralelo de jurisdicción constitucional,
entendido como la presencia de dos órganos jurisdiccionales en
coexistencia pacífica –Poder Judicial y Tribunal Constitucional– que
imparten y resuelven controversias de naturaleza constitucional. A
despecho de algunos presidentes de la Corte Suprema que ven
eventualmente “usurpadas” las competencias de la judicatura ordinaria por
el Tribunal Constitucional; ocurre más bien que el modelo peruano prevé
competencias constitucionales en ambas judicaturas que merece
explicitarse.

a. El Poder Judicial conoce prima facie los procesos


constitucionales de amparo, hábeas corpus, hábeas data y
proceso de cumplimiento. Si la resolución final es estimatoria,
se produce cosa juzgada; y hoy el justiciable emplazado, si
considera que dicha resolución final de un proceso
constitucional le ha sido adverso; bien puede entablar, en
términos de suyo excepcionales, una nulidad de cosa juzgada
fraudulenta u otro proceso constitucional: el amparo contra
amparo. El hecho es que estamos siempre frente a un proceso
constitucional contra una resolución judicial (proveniente de un
primer proceso constitucional). Todo esto se ve y se discute en
el seno del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional solo
conoce dichos procesos cuando llega a partir de un recurso de
agravio constitucional que hoy se prevé en diversas figuras que
el Tribunal Constitucional le ha venido rediseñando(8).

Pero aparte de las competencias primigenias que tienen los jueces


ordinarios para la tutela extraordinaria de los derechos ius-
fundamentales –jurisdicción constitucional de la libertad–, cuenta
también con un proceso constitucional para la tutela de la parte
orgánica de la Constitución: la acción popular. Se trata, por tanto, de
un proceso constitucional exclusivo del Poder Judicial en tanto
históricamente a esta judicatura se le ha asignado el rol de resolver
las controversias que afectan el principio de legalidad.

Y a este marco competencial, la Constitución igualmente le ha


asignado a la judicatura ordinaria el control difuso de
constitucionalidad de las leyes (artículos 51, 138 in fine de la
Constitución y artículo 14 de la Ley Orgánica del Poder Judicial)(9).

Explicitado en líneas generales, la fotografía de estos perfiles que


tiene el Poder Judicial; bien podemos concluir aquí que sus jueces
tienen una doble naturaleza jurisdiccional: son jueces ordinarios en
tanto resuelven controversias relacionadas a derechos subjetivos
privados o problemas derivados del principio de legalidad, todo
ello bajo la singladura de la técnica de la subsunción para resolver
estas controversias y que a nivel nacional oscila aproximadamente en
dos millones de procesos judiciales; pero aparte, cuando a un juez –
civil, penal o “mixto”– le llega a su despacho un proceso
constitucional que incide en alguna tutela específica de sus libertades
o derechos; por ficción jurídica deja de ser un juez ordinario, deja de
asumir una concepción meramente legalista, y se convierte en “juez
constitucional”, se encontrará entonces con que su argumentación y
nivel de interpretación ya no solo es encontrar normas-reglas; sino
normas-principios que obligan a un periplo hermenéutico bajo la
técnica de la subsunción; y en el plano de la tutela de los derechos
fundamentales debe tener presente todo ese archipiélago que dimana
de la teoría general de los derechos fundamentales (el principio
kantiano de la dignidad humana, la doble naturaleza de los derechos
fundamentales, su titularidad, la eficacia vertical y horizontal, la
estructura de los derechos fundamentales a los cuales hemos aludido
en parte: normas reglas y normas principios, la distinción entre norma
y disposición, las posiciones de los derechos fundamentales; los
límites y contenidos y un largo etc.); a todo ello, el juez
constitucional adscrito al Poder Judicial debe relativizar su chip
ideológico del procesalismo ortodoxo para aplicar o enfrentar los
procesos constitucionales a partir de sendos principios, conceptos y
categorías que hoy suministra una disciplina que tiene ya una gran
presencia en términos cosmopolitas: el derecho procesal
constitucional(10).

No cabe duda, en consecuencia, que la judicatura ordinaria, si se


aprecia en perspectiva, juega un rol más que importante: a las típicas
competencias ordinarias, se han sumado nuevos retos en tutelar como
primer órgano jurisdiccional la tutela de los derechos fundamentales
de las personas naturales o jurídicas. Tiene, en consecuencia, una
doble naturaleza jurisdiccional; si bien este boceto puede ser mal
entendido si se tiene en cuenta que la jurisdicción es una sola en el
Estado “repartido” competencialmente en sus diversos órganos del
sistema de justicia. Con todo, propedéuticamente si se quiere, debe
entenderse pues que los jueces ordinarios cumplen una notable labor
en el control constitucional vía la Acción Popular; el control difuso
de la constitucionalidad de las leyes y la tutela de los derechos ius-
fundamentales, sumado al peso mayor de impartir justicia en el marco
de la tutela ordinaria.

b. En el Tribunal Constitucional, la situación es diferente pero


convergente en relación a la judicatura ordinaria; sus
integrantes son jueces exclusivamente constitucionales: no son
jueces que detentan una doble naturaleza jurisdiccional –como
se ha expuesto en las líneas precedentes–; son jueces que la
Constitución le ha otorgado un delineamiento explícito, ser: “el
órgano de control de la Constitución” (artículo 201); y cuyas
atribuciones las precisa la norma fundamental en los siguientes
términos:

1. Conocer, en instancia única, la acción de inconstitucionalidad.

2. Conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones


denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas data, y acción
de cumplimiento.

3. Conocer los conflictos de competencia, o de atribuciones


asignadas por la Constitución, conforme a ley.

IV. LA AUTOPERCEPCIÓN DEL PROPIO TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


EN CUANTO A LO QUE ES

Es evidente que todo órgano de justicia está conformado por personas


de carne y hueso; esto es, personas que tienen toda una suma de factores de
formación, de personalidad, de concepción del mundo(11). A lo largo de su
existencia; sin embargo, el Tribunal Constitucional ha venido
autopercibiéndose o concibiéndose en una serie de resoluciones que es
bueno recordar o tener presente, a fin de entender el marco y el contexto de
las decisiones que aquí se publica en esta serie.
5. Órgano independiente y autónomo. Supremo Intérprete de la
Constitución

El Tribunal Constitucional se autopercibe como un órgano autónomo


e independiente y se predica entre sus competencias, ser el intérprete
supremo de la Constitución. En este sentido ha señalado que: “(…) el
artículo 201 de la Constitución establece que el Tribunal
Constitucional ‘es independiente y autónomo’ en el ejercicio de sus
competencias, como intérprete supremo de la Constitución (artículo
201, 202 de la Constitución y 1 de la LOTC) goza de un amplio
margen en la determinación de los métodos interpretativos e
integrativos que le sean útiles para cumplir de manera óptima su
función de ‘órgano de control de la Constitución’ (artículo 201 de la
Constitución). Todo ello, claro está, con pleno respeto por los límites
que de la propia Norma Fundamental deriven (…)” (STC Exp. Nº
00030-2005-PI, f. j. 52).

6. Autonomía administrativa-jurisdiccional del Tribunal


Constitucional: el principio de competencia de la competencia

En virtud de la primera de ellas, esto es, su autonomía administrativo-


jurisdiccional, es el Tribunal Constitucional el único al que le
corresponde definir su propio gobierno y la organización,
planificación y resolución de los procesos constitucionales sometidos
a su competencia, de conformidad con el artículo 202 de la
Constitución. Por eso mismo, se debe enfatizar en que la gestión
jurisdiccional del Tribunal Constitucional es una cuestión orgánica
que no puede ser sometida a controversia jurídica, sea a través de un
proceso ordinario o de un proceso constitucional, porque con ello se
estaría vulnerando el artículo 201 de la Constitución.

En realidad esta autonomía también se refleja en el artículo 3 de su


Ley Orgánica, cuando señala que “[e]n ningún caso se puede
promover contienda de competencia o de atribuciones al Tribunal
respecto de asuntos que le son propios de acuerdo con la Constitución
y la presente Ley (...)”. Ello es así por cuanto el principio de
competencia de la competencia al que hace referencia este artículo es
abierto y no se restringe únicamente a la definición de las
atribuciones del Tribunal para conocer determinados procesos
constitucionales.

Alcanza también, como señala la propia ley, a otros “asuntos que le


son propios”, como por ejemplo, la conformación de las Salas del
Tribunal, la elección de su Presidente y Vicepresidente, la potestad
del Pleno del Tribunal para levantar la inmunidad o definir la
vacancia de los magistrados constitucionales, por ejemplo; lo cual
incluye, claro está, la definición de su gobierno y de su gestión
jurisdiccional. El Tribunal Constitucional no está sujeto al mandato
imperativo de personas u organización en su gestión administrativo-
jurisdiccional, porque si se permitiera injerencias externas en estos
ámbitos en los cuales solo el Tribunal ostenta competencia para su
definición, se estaría vulnerando la autonomía e independencia que la
Constitución le reconoce a través de su artículo 201; por eso mismo
estas cuestiones que le “son propias” al Tribunal no pueden ser objeto
de cuestionamiento o de intervenciones externas”(12).

7. Función de racionalización del poder

Si uno de los thelos de toda Constitución, desde los antiguos hasta los
modernos, como apunta Mauricio Fioravanti(13), es convertirse en la
técnica del poder(14), el Tribunal Constitucional se ha autoconcebido,
igualmente, en que es un órgano que racionaliza el ejercicio legítimo
del poder cuando controla sus excesos. En esta perspectiva ha
precisado que “(...) el Tribunal Constitucional estima oportuno
recordar que entre sus funciones está la de racionalizar el ejercicio del
poder público y privado, velar por la supremacía de la Constitución
Política del Perú sobre el resto de las normas del ordenamiento
jurídico, sean estas las emanadas del Estado o de entidades privadas,
velar por el respeto y la protección de los derechos fundamentales de
las personas naturales o jurídicas, y ejercer la tarea de intérprete
supremo de los alcances y contenidos de la Constitución” (STC Exp.
Nº 03574-2007-PA/TC, f. j. 8).

8. Deber del Tribunal Constitucional de integrar los vacíos


normativos

En el sistema de fuentes, pueden presentarse los fenómenos de los


vacíos o deficiencias expresados en las lagunas del derecho(15). Así, el
Tribunal Constitucional ha apreciado que puede una declaratoria de
inconstitucionalidad generar un horror vacui. De allí que ella misma
se impone que tiene el deber de integrar los vacíos normativos que su
fallo pueda generar. Así sostiene este órgano jurisdiccional que “(…)
el Tribunal Constitucional tiene la obligación, de conformidad con el
artículo 45 de la Constitución, de actuar con las responsabilidades
que esta exige. Por ello, advertido el vacío normativo que la
declaración de inconstitucionalidad de una norma puede generar, y la
consecuente afectación de los derechos fundamentales que de ella
puede derivar, tiene el deber –en la medida de que los métodos
interpretativos o integrativos lo permitan– de cubrir dicho vacío
normativo a través de la integración del ordenamiento pues, según
reza el artículo 139, iniciso 8, de la Constitución, los jueces no
pueden dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley”
(STC Exp. Nº 00030-2005-PI, f. j. 54).

9. Obligación de resolver

“Que al respecto es de aplicación el artículo 5 del la Ley Orgánica del


Tribunal Constitucional (LOTC), que establece que en ningún caso el
TC puede dejar de resolver; precisamente el órgano que no puede
dejar de resolver está compuesto por siete miembros elegidos por el
Congreso (artículo 201 de la Constitución Política del Perú) los que
asumen el cargo al momento de su juramentación (artículo 19 de la
LOTC); en este sentido, la resolución de la presente solicitud por
parte de aquellos que ya no son miembros del Tribunal Constitucional
infringiría la Constitución y tal hecho podría ser pasible de sanción
penal, y por otro lado la no resolución por parte de los actuales
magistrados significaría una vulneración de la LOTC y con ello de
una de las normas que constituyen el Bloque de
Constitucionalidad”(16).

10. Política jurisdiccional de acercamiento a los ciudadanos

El Tribunal Constitucional entiende que parte de su política


jurisdiccional comprende el acercamiento real de la justicia
constitucional a los ciudadanos. Ello se debe a dos razones
fundamentales: primero, al cumplimiento del mandato constitucional
de descentralización (artículo 188), en el entendido de que el proceso
de descentralización también alcanza a la justicia constitucional, en
aras de contribuir al desarrollo integral de la nación, que se
fundamenta en el bienestar general y la justicia, según lo establece el
artículo 44 de la Constitución.

Segundo, al cumplimiento, por un lado, del principio constitucional


procesal de inmediación, según el cual el juez constitucional debe
tener el mayor contacto posible tanto con los sujetos –demandante,
demandado, por ejemplo– como con los elementos objetivos del
proceso constitucional a resolver; por otro, del principio de economía
procesal, el cual no se restringe, en los procesos constitucionales, a la
duración del mismo, sino que exige aliviar en la mayor medida
posible el esfuerzo de tiempo y de medios económicos que supone
desplazarse a la sede del Tribunal Constitucional; y también del
principio de socialización de los procesos constitucionales, de
conformidad con el artículo III del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional (STC Exp. Nº 10340-2006-PA, ff. jj. 7 y 8).

11. Rol dentro de la sociedad

Uno de los componentes de la Constitución como norma es que ella


se nos presenta como una suma de valores fundamentales que
permiten establecer espacios de afirmación de la dignidad del
principio kantiano; así como la de impulsar su irradiación de valores
a toda la sociedad civil. En este sentido el Tribunal Constitucional
reconoce que ella tiene un rol que cumplir en la sociedad. Veamos:
“(…) [e]s evidente que el Tribunal Constitucional, por su condición
de ente guardián y supremo intérprete de la Constitución, y mediante
la acción hermenéutica e integradora de ella, se encarga de declarar y
establecer los contenidos de los valores, principios y normas
consignados en el corpus constitucional. En ese orden de ideas, el
Tribunal Constitucional, en cuanto Poder Constituyente Constituido,
se encarga de resguardar la sujeción del ejercicio del poder estatal al
plexo del sistema constitucional, la supremacía del texto
constitucional y la vigencia plena e irrestricta de los derechos
esenciales de la persona. De ahí que formen parte de su accionar, la
defensa in toto de la Constitución y de los derechos humanos ante
cualquier forma de abuso y arbitrariedad estatal” (STC Exp. Nº
02409-2002-PA, f. j. 1).

12. Función normativa

Al ser la Constitución fuente de fuentes de un sistema jurídico, le


corresponde al Tribunal Constitucional impulsar el control de la
producción legislativa del Estado, verificando el grado de
compatibilidad de las normas con el contenido esencial de la
Constitución; de allí que el Tribunal Constitucional, sin asumir, por
cierto, un presunto rol de legislador positivo, en los términos que
suponga eventuales usurpaciones al legislador, concibe que sus
decisiones cumplen, también, una función normativa. Así, precisa
que “[e]xisten, cuando menos, dos razones para sostener que el
Tribunal Constitucional participa también de esta labor materialmente
normativa. En primer lugar, porque al tener la capacidad de dejar sin
efecto las normas con rango de ley, por juzgarlas incompatibles con
la Constitución (artículo 204 de la Constitución), las sentencias
recaídas en los procesos de inconstitucionalidad que dicta tienen
fuerza de ley, superando incluso el poder de la derogación, pues, a
diferencia de esta, la sentencia estimatoria en un proceso de
inconstitucionalidad ‘anula, por completo, la capacidad regulativa de
las normas declaradas inconstitucionales’ (cf. STC Exp. Nº 00004-
2004-AI, f. j. 2). De ahí que el artículo 103 de la Constitución
disponga: ‘(...) La ley se deroga solo por otra ley. También queda sin
efecto por sentencia que declara su inconstitucionalidad’”.

En segundo lugar, porque, como Supremo Intérprete de la


Constitución (artículo 1 de la Ley N° 28301 –Orgánica del Tribunal
Constitucional–), en aplicación de los principios de presunción de
constitucionalidad de las leyes y de interpretación conforme a la
Constitución, ejerce un control sobre el contenido normativo de las
disposiciones legales, invalidando los sentidos interpretativos
inconstitucionales e, incluso, haciendo explícitos aquellos otros
sentidos interpretativos que, prima facie, no eran atribuidos a las
disposiciones sometidas a evaluación (sentencias interpretativas
“manipulativas”)” (STC Exp. Nº 01907-2003-AA, f. j. 20).

13. Su función de componedor de conflictos sociales

El Tribunal Constitucional con frecuencia debe hacer frente a


conflictos de la más alta trascendencia social y política. Esto supone,
muchas veces, que las decisiones jurisdiccionales que adopte, tengan
un impacto en los medios académicos y de comunicación social.
No obstante, el reconocimiento del Estado Social y Democrático de
Derecho como un espacio plural para la convivencia, hace posible
que la labor del máximo intérprete de la Constitución sea la de un
auténtico componedor de conflictos sociales, función que se canaliza,
en forma institucional, a través de los procesos constitucionales.

La argumentación constitucional, es en este contexto, el mejor


recurso de legitimación y persuasión con que cuenta este Tribunal
para la búsqueda del consenso social y el retorno de la armonía. De
este modo, logra adhesiones y persuade y construye un espacio para
su propia presencia en el Estado Social y Democrático de Derecho,
erigiéndose como una institución de diálogo social y de construcción
pacífica de la sociedad plural.

El Tribunal Constitucional participa como un auténtico órgano con


sentido social, estableciendo, a través de su jurisprudencia, las pautas
por las que ha de recorrer la sociedad plural, advirtiendo los peligros
de determinadas opciones del legislador democrático, a través de sus
sentencias exhortativas, o, simplemente, llevando el mensaje de la
Constitución a los lugares más alejados del país, a través de sus
audiencias descentralizadas. En un país que busca desterrar el trauma
de las dictaduras y las opciones autoritarias que aún rondan cercanas,
la labor del Tribunal, en cada caso, supone la convicción y la
esperanza de que es posible construir una sociedad justa y libre con
garantía para las diferencias y la pluralidad de opciones (STC Exp. Nº
00048-2004-AI, ff. jj. 2, 3 y 7).

14. Su rol como poder constituyente constituido

El Tribunal Constitucional ha hecho un deslinde epistémico entre el


poder constituyente originario y el derivado; lo propio entre poder
constituyente y poder constituido, entendiéndose esto último como el
poder político expresado en sus diversos órganos en estado de quietud
o normalidad y en donde al poder constituido solo le es competente
producir normas ordinarias. Sin embargo, al ser el colegiado
constitucional el Intérprete Supremo en materia constitucional
constituye él mismo un primus inter pares frente al Poder Judicial y
frente al Jurado Nacional de Elecciones, en tanto estos también
realizan interpretación en materia constitucional. No obstante, una
autopercepción de suyo importante es que el Tribunal Constitucional,
al emitir fallos, ejerce un rol de poder constituyente constituido que
no viene a ser más que en sana doctrina un poder constituyente
derivado en materia de interpretación. Así, “el Tribunal
Constitucional, por su condición de ente guardián y supremo
intérprete de la Constitución, y mediante la acción hermenéutica e
integradora de ella, se encarga de declarar y establecer los contenidos
de los valores, principios y normas consignados en el corpus
constitucional.

En ese orden de ideas, el Tribunal Constitucional, en cuanto Poder


Constituyente Constituido, se encarga de resguardar la sujeción del
ejercicio del poder estatal al plexo del sistema constitucional, la
supremacía del texto constitucional y la vigencia plena e irrestricta de
los derechos esenciales de la persona. De ahí que formen parte de su
accionar, la defensa in toto de la Constitución y de los derechos
humanos ante cualquier forma de abuso y arbitrariedad estatal” (STC
Exp. Nº 02409-2002-AA, f. j. 1).

15. Tribunal Constitucional y legislador

El Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de pronunciarse


sobre las relaciones entre estas dos entidades básicas del Estado, y
sobre todo de eventuales invasiones de competencia en que el
legislador ha incurrido en desmedro del Tribunal Constitucional.
Veamos:

“[Se] vulnera el principio de separación de poderes y el control y


balance de poderes, pues no es competencia del Legislador
pronunciarse sobre el mantenimiento de una organización judicial
declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional o
pronunciarse sobre la ampliación de los efectos temporales de tal
inconstitucionalidad, establecidos ambos en un acto jurisdiccional
como es una sentencia del Tribunal Constitucional. Resulta vedado
por la Norma Fundamental que un Poder del Estado como el Poder
Legislativo invada las competencias de un órgano constitucional
como el Tribunal Constitucional, ejerciendo funciones que solo a este
le competen.

[Se] vulnera la garantía institucional de la autonomía del Tribunal


Constitucional, toda vez que al disponer que siga en funcionamiento
una organización de la jurisdicción militar declarada inconstitucional
y prorrogar indefinidamente el periodo de vacatio sententiae
establecido en una sentencia del inconstitucionalidad, ha
desnaturalizado y desconocido las funciones de órgano de control de
la Constitución (artículo 201) que le ha asignado esta al Tribunal
Constitucional. Si el legislador opera de este modo sobre las
sentencias del Tribunal Constitucional resulta evidente la invasión de
tal poder del Estado en un ámbito de competencia propio del órgano
de control de la Constitución” (STC Exp. Nº 00005-2007-PI/TC, ff.
jj. 61-62).

Sobre la calidad de ambos órganos como intérpretes de la


Constitución, el Tribunal Constitucional ha establecido lo siguiente:

“Entre la pluralidad de intérpretes de la Constitución, destaca el


Poder Legislativo, pues al realizar el principio democrático y
desarrollar los derechos fundamentales, entre otras competencias,
interpreta permanentemente la Norma Fundamental. Así, por
ejemplo, cuando el Parlamento regula la legislación procesal (plazos,
órganos competentes, número de instancias, requisitos de los actos
procesal, tipos de procesos por la materia, por la complejidad, etc.),
debe interpretar el respectivo contenido constitucional de los
derechos fundamentales de naturaleza procesal, dentro de los que
destacan los derechos de libre acceso a la jurisdicción, de defensa, de
contradicción, de motivación, a la cosa juzgada, a los recursos, a la
ejecución efectiva de lo resuelto, al plazo razonable de duración del
proceso, entre otros. Toda esta labor de legislación procesal no puede
desconocer tal contenido constitucional, como tampoco resultar
desproporcionada o irrazonable respecto de los fines que se pretende.
Este importante rol del legislador en el desarrollo de la Constitución
justifica que en la interpretación de la Constitución, los jueces
ordinarios, y este Tribunal Constitucional en particular, deban
considerar determinados criterios de interpretación constitucional que
también beneficien tal actividad estatal. Ejemplo de ello es el criterio
de interpretación de la ley conforme a la Constitución” (STC Exp. Nº
01761-2008-AA, ff. jj. 16 y 17).

16. Relación con la justicia ordinaria

El modelo dual o paralelo de jurisdicción constitucional que tiene el


Perú, es un modelo de convergencia entre el Tribunal Constitucional
y el Poder Judicial; sin embargo, en la práctica hay eventuales
incordias y fricciones entre ambas judicaturas. Sin embargo, el propio
Tribunal Constitucional percibe una relación con la judicatura
ordinaria que aquí se explicita. Veamos:

“Al fin y al cabo, ni la justicia constitucional puede considerarse en


forma análoga a la justicia penal, ni aquella resulta una tarea que
entre en el ámbito de competencia de los jueces constitucionales.
Como nuevamente lo ha expresado su par español, mediante estos
procesos se ha “encomendado proteger los derechos fundamentales
(...), conociendo de toda calificación jurídica realizada por los
tribunales ordinarios que viole o desconozca (...) derechos, pero
carece de aquel carácter en relación con procesos comunes que
resuelvan derechos intersubjetivos ajenos a los derechos
fundamentales y que se pronuncien sobre cuestiones de mera
legalidad, al ser competencia exclusiva de los jueces y tribunales su
interpretación y decisión, fijación de los hechos y subsunción, así
como la precisión de las consecuencias jurídicas (...), aunque se
apoyen en errores, equivocaciones o incorrecciones jurídicas o, en
definitiva, en la injusticia de las resoluciones, porque ello le
convertiría [al juez constitucional] en órgano de control de la mera
legalidad, ejerciendo funciones que no le atribuye la Constitución”
[cf. STC 104/1985].

“De ahí que solo excepcionalmente quepa efectuar un control


constitucional sobre una resolución judicial por afectación del
principio de legalidad penal y, en concreto, en aquellos casos en los
que, al aplicar un tipo penal o imponer una sanción, el juez penal se
aparte del tenor literal del precepto o cuando la aplicación de un
determinado precepto obedezca a pautas interpretativas
manifiestamente extravagantes o irrazonables, incompatibles con el
ordenamiento constitucional y su sistema material de valores. En
consecuencia, si en la justicia ordinaria se determina la culpabilidad o
inocencia del imputado, determinando en el caso si se da el supuesto
de hecho previsto en la norma y sobre la base de consideraciones de
orden penal, de acuerdo con la alternativa que ofrezca la dogmática
penal que se estime la más adecuada, la justicia constitucional, en
cambio, se encarga de determinar si la resolución judicial cuestionada
afecta a derechos constitucionales” (STC Exp. Nº 02758-2004-
HC/TC, ff. jj. 7-8).

V. LOS CRITERIOS DE SELECCIÓN DE LOS FALLOS

Desde el inicio del Tribunal Constitucional en 1996 hasta el 31 de


diciembre de 2012, como ya se ha señalado, se han emitido un total de
74,283 sentencias.
Interesa aquí precisar cuál ha sido el criterio que ha tenido el Tribunal
Constitucional para dar a conocer este complejo maremagnum de
heterodoxos fallos que giran directa o indirectamente en la
constitucionalización del orden jurídico.

Por principio, lo primero con que se topan los integrantes y los que
integraron el Tribunal Constitucional a la fecha, es lo difícil que resulta
seleccionar las decisiones más relevantes. Y es que ha de suponerse que
todo fallo resulta importante para las partes que controvirtieron en su caso
concreto. Mas, lo relevante aquí debe ser tenido en cuenta por razones de
índole cualitativa que determina su excogitación frente al peso
cuantitativo que resulta imposible publicarlo en texto; pues para ello el
interesado tiene la página web del Tribunal Constitucional que encontrará
año a año todas las resoluciones que ha emitido el Colegiado
Constitucional.

Con todo, grosso modo, podrán encontrarse algunas pautas o criterios


que se ha tomado en cuenta y que aquí se explicitan.

1. Criterio cronológico

Se trata de presentar las decisiones en el marco de los años en que


corresponde. Aquí el lector podrá identificar la composición de los
magistrados y sus pareceres en determinadas resoluciones. Sobre el
particular, interesa subrayar que no bien se inicia un Tribunal
Constitucional precedido por un régimen autoritario como el que
ocurrió en el Perú, evidentemente la conformación de los flamantes
integrantes, no cabe duda, cumplen una importante labor
nomofiláctica frente a una legislación que es objeto de un control
constitucional. En lo sucesivo, los Tribunales Constitucionales
aprecian caso por caso su eventual constitucionalidad o no. Con todo,
la primera apreciación que tiene el lector es el criterio cronológico al
que corresponde la emisión del fallo.
2. El carácter relevante de la decisión

Se trata aquí del criterio de apreciar una decisión que es, como se
diría en el viejo latín relevans –levantar, elevar, alzar(17)– y que según
el Diccionario de la Lengua significa “lo sobresaliente, excelente”;
aunque de nuestra parte preferimos identificar con la segunda
acepción de “importante, significativo”. En efecto, las decisiones
básicas que se encuentran seleccionadas resultan importantes por la
materia que ha resuelto. ¿Qué materias? Por ejemplo en la parte
dogmática de la Constitución, se podrán encontrar fallos que
establecen las grandes líneas de concepción en los derechos
fundamentales de las personas, no solo a través de los procesos
constitucionales ad hoc como son el hábeas corpus, el amparo, entre
otros; sino vía sendos procesos de inconstitucionalidad. Igualmente es
relevante casos en que el Tribunal Constitucional manifiesta una
resolución de “concretización” de algún derecho, algún principio,
alguna pauta no solo en el ámbito de los derechos fundamentales;
sino en todos los demás procesos, como los de inconstitucionalidad.

3. El carácter pionero de la decisión

Este criterio si bien está subyacente, necesita explicitarse. Se ha


escogido decisiones de carácter pionero, esto es de decisiones que por
vez primera resuelve un tema, conceptualizando o resolviendo de una
determinada forma. Este carácter pionero se vincula con lo relevante,
en tanto se trata de una materia específica importante, por un lado; y
por otro, de que esa misma decisión es resuelta por vez primera. Es
evidente que a partir de allí, seguirán cientos de fallos que siguen la
pauta hermenéutica primigenia que se ha seleccionado en esta
publicación.

4. La importancia de la decisión
Es evidente que todo fallo del Tribunal Constitucional resulta de por
sí importante; y hasta podría decirse que su afirmación es una verdad
de Perogrullo, si se toma en cuenta lo que establece el artículo VI in
fine del Código Procesal Constitucional y su reiteración en el artículo
primero de las disposiciones generales de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional: “[l]os Jueces interpretan y aplican las leyes
o toda norma con rango de ley y los reglamentos según los preceptos
y principios constitucionales, conforme a la interpretación de los
mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el Tribunal
Constitucional”.

Sin embargo, conforme anota Itziar Gómez Fernández, existen


algunas decisiones que resultan de una importancia intrínseca por las
cuestiones concretas que resuelven(18). Y ello es así, en la medida que
son fallos que revisten una singularidad propia y adviértase que no
necesariamente la importancia radica en términos de aceptación de
dicho fallo; sino porque la complejidad y la encrucijada que tiene que
afrontar el Tribunal Constitucional le obliga a resolver de una
determinada forma. El grueso de dichos fallos, por lo general, tienen
una aquiescencia intrínseca en el sistema de fuentes y en la crítica
académica; en otros casos sus fallos pueden ser controvertidos, como
puede ser verbigracia el caso de la píldora del día siguiente, solo para
consignar un emblemático caso en que la opinión pública cuestionó
dicha decisión.

5. Casos difíciles

La impartición de justicia muchas veces se enfrenta ante la dicotomía


de casos trágicos o casos difíciles. El Tribunal Constitucional percibe
que no se han presentado los primeros; mas en el segundo existe por
la naturaleza de la controversia dilemas que afrontar. Si bien la
expresión es atribuida a Ronald Dworkin; este ius-filósofo enuncia la
teoría en los siguientes términos: “[e]n el positivismo jurídico
encontramos una teoría de los casos difíciles. Cuando un determinado
litigio no se puede subsumir claramente en una norma jurídica,
establecida previamente por alguna institución, el juez –de acuerdo
con esta teoría– tiene “discreción” para decidir el caso en uno u otro
sentido. Esta opinión supone, aparentemente, que una u otra de las
partes tenían un derecho preexistente a ganar el proceso, pero tal idea
no es más que una ficción. En realidad, el juez ha introducido nuevos
derechos jurídicos que ha aplicado después, retroactivamente, al caso
que tenía entre manos”(19).

Por lo general, los casos difíciles, se presentan en la tutela de los


derechos fundamentales y de las libertades de las personas y hay
mayor incidencia en el ámbito penal(20); y aunque su enunciado
resulta muy laxo; no dejan de presentarse casos en los que el Tribunal
Constitucional tiene y debe asumir una postura; pues como enuncia la
propia Constitución, “[s]on principios y derechos de la función
jurisdiccional, [(…) el de] no dejar de administrar justicia por vacío o
deficiencia de la ley” (artículo 139, 8). Adviértase igualmente que
todo caso difícil, es de por sí una decisión importante, y desde luego
“una decisión relevante” y cronológicamente identificada en el
tiempo.

6. El carácter principista de la decisión

Existe otro criterio que resulta oportuno formularlo en el marco de la


justificación de la presente selección que acompaña a estos
volúmenes que salen hoy a la luz; y se trata de que todo el entramado
de fallos y decisiones, existe la fuerza gravitacional de un conjunto de
fallos por los argumentos de principios que le han servido de base
para la decisión de fondo. Estos fallos inciden en el sistema de
fuentes porque recoge lo más rico de los estándares de interpretación
constitucional que existe en los actuales Estados Constitucionales y
son fallos de orden cosmopolita que tranquilamente se pueden
encontrar e identificar en cualquier país de una democracia
occidental.

Se da por sentado que esta práctica judicial es pacífica; no obstante,


el Tribunal Constitucional estima oportuno consignarla en la vitrina
de su selección, dado que con ello, se cumple con un diálogo entre
tribunales constitucionales. Muchos de estos fallos se desarrollan en
el marco de la recepción y uso de sentencias extranjeras(21). Y es que
todo Tribunal Constitucional no debe asumir una concepción autista y
autárquica de sus decisiones; sino que debe mirar y utilizar fallos de
otros tribunales(22).

7. Precedentes vinculantes

No podía faltar el conjunto de fallos que constituyen precedentes


vinculantes. El Tribunal Constitucional ha tratado de hacer esfuerzos
en establecer las razones de derecho que recomiendan los
precedentes vinculantes. Ronald Dworkin ha señalado que “si se
reconoce que un determinado precedente está justificado por una
razón determinada; si esa razón recomendaría también un resultado
determinado en el caso sometido al tribunal; si no ha habido
retractación de la decisión anterior, o si esta no ha dado, de alguna
otra manera, motivo de crítica institucional, entonces, en el caso
posterior se debe llegar a esa misma decisión”(23).

En esta línea, el Tribunal Constitucional ha señalado que el


precedente vinculante:

“[E]s aquella regla jurídica expuesta en un caso particular y


concreto que el Tribunal Constitucional decide establecer como
regla general; y, que, por ende, deviene en parámetro normativo
para la resolución de futuros procesos de naturaleza homóloga.

El precedente constitucional tiene por su condición de tal efectos


similares a una ley. Es decir, la regla general externalizada como
precedente a partir de un caso concreto se convierte en una regla
preceptiva común que alcanzar a todos los justiciables y que es
oponible frente a los poderes públicos.

En puridad, la fijación de un precedente constitucional significa que


ante la existencia de una sentencia con unos específicos fundamentos
o argumentos y una decisión en un determinado sentido, será
obligatorio resolver los futuros casos semejantes según los términos
de dicha sentencia.

La competencia del Tribunal Constitucional para determinar un


precedente vinculante se encuentra sustentada en el artículo VII del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, el cual
preceptúa que “(...) las sentencias del Tribunal Constitucional que
adquieren la autoridad de cosa juzgada constituyen precedente
vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo
de su efecto normativo. Cuando el Tribunal Constitucional resuelva
apartándose del precedente, debe expresar los fundamentos de hecho
y de derecho que sustentan la sentencia y las razones por las cuales se
aparta del precedente” (STC Exp. Nº 00024-2003-AI).

El Tribunal Constitucional ha concebido que existen determinados


presupuestos materiales para establecer un precedente y que son los
siguientes:

a. Cuando se evidencia que los operadores jurisdiccionales o


administrativos vienen resolviendo con distintas concepciones
o interpretaciones sobre una determinada figura jurídica o
frente a una modalidad o tipo de casos; es decir, cuando se
acredita la existencia de precedentes conflictivos o
contradictorios.

b. Cuando se evidencia que los operadores jurisdiccionales o


administrativos vienen resolviendo con base en una
interpretación errónea de una norma del bloque de
constitucionalidad; lo cual, a su vez, genera una indebida
aplicación de la misma.

c. Cuando se evidencia la existencia de un vacío normativo.

d. Cuando se evidencia la existencia de una norma carente de


interpretación jurisdiccional en sentido lato aplicable a un caso
concreto, y en donde caben varias posibilidades interpretativas.

e. Cuando se evidencia la necesidad de cambiar de precedente


vinculante. En este supuesto, de conformidad con lo
establecido en el Artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, el Tribunal Constitucional debe
obligatoriamente expresar los fundamentos de hecho y de
derecho que sustentan la sentencia y las razones por las cuales
se aparta del precedente (STC Exp. Nº 00024-2003-AI).

Debemos señalar a los lectores que los volúmenes que aquí se


publican, cubren todos los precedentes vinculantes que se han venido
emitiendo y que corresponden su ubicación a su aparición cronológica.

7.1. Una aclaración conceptual entre precedente vinculante y


doctrina jurisprudencial

Todo precedente vinculante es doctrina jurisprudencial; mas no toda


doctrina jurisprudencial puede ser identificada como precedente
vinculante. Como ya se ha indicado líneas arriba, el precedente
vinculante tiene ciertos presupuestos y características, se requiere un
mínimo de 5 votos de los 7 que integran el Colegiado Constitucional,
advirtiéndose también que un precedente es fruto de un pleno
integrado por los 7 magistrados.

En cambio, la doctrina jurisprudencial constituyen los fallos que


emite el Tribunal Constitucional y que puede dimanar tanto del pleno
como de sala; y aunque esto es práctica interna que no está
configurada explícitamente en la Constitución, ni en el Código
Procesal Constitucional ni en la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional; internamente vía su Reglamento Interno se prevé la
forma de resolverse las decisiones en mérito a los votos para que
exista resolución. El ideal es que la doctrina jurisprudencial emane de
un pleno; y de hecho así ocurre; lo que no impide que una sala
integrada por tres magistrados pueda –y de hecho así ocurre
igualmente– establecer doctrina jurisprudencial. Al respecto, resulta
oportuno lo que el propio Tribunal Constitucional deslinda entre uno
y otro:

“La incorporación del precedente constitucional vinculante, en


los términos en que precisa el Código Procesal Constitucional,
genera por otro lado, la necesidad de distinguirlo de la
jurisprudencia que emite este Tribunal. Las sentencias del
Tribunal Constitucional, dado que constituyen la interpretación
de la Constitución del máximo tribunal jurisdiccional del país, se
estatuyen como fuente de derecho y vinculan a todos los poderes
del Estado. Asimismo, conforme lo establece el artículo VI del
Código Procesal Constitucional y la Primera Disposición
General de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, Nº
28301, los jueces y tribunales interpretan y aplican las leyes y
reglamentos conforme a las disposiciones de la Constitución y a
la interpretación que de ellas realice el Tribunal Constitucional a
través de su jurisprudencia en todo tipo de procesos. La
jurisprudencia constituye, por tanto, la doctrina que desarrolla el
Tribunal en los distintos ámbitos del derecho, a consecuencia de
su labor frente a cada caso que va resolviendo.

Por otro lado, con objeto de conferir mayor [predictibilidad] a la


justicia constitucional, el legislador del Código Procesal
Constitucional también ha introducido la técnica del precedente, en
su artículo VII del título preliminar, al establecer que ‘las sentencias
del Tribunal Constitucional que adquieren la autoridad de cosa
juzgada constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese la
Sentencia, precisando el extremo de su efecto normativo (…)’. De
este modo, si bien tanto la jurisprudencia como el precedente
constitucional tienen en común la característica de su efecto
vinculante, en el sentido de que ninguna autoridad, funcionario o
particular puede resistirse a su cumplimiento obligatorio, el Tribunal,
a través del precedente constitucional, ejerce un poder normativo
general, extrayendo una norma a partir de un caso concreto” (STC
Exp. Nº 03741-2004-AA, ff. jj. 42 y 43).

8. Por la catequesis pedagógica de los obiter dicta

Toda sentencia o decisión constitucional, no solo resuelve el caso


concreto que las partes someten al Tribunal Constitucional; sino que
su fallo entraña una labor pedagógica o de catequesis; se trata aquí de
que, en el marco de la estructura de sus sentencias, existe una parte
llamada obiter dicta, que son los argumentos de paso y que, a través
de estas reflexiones, se genera un sentimiento constitucional dirigido
a la labor educativa. Veamos cómo el propio Tribunal Constitucional
enuncia esta parte:

“La razón subsidiaria o accidental es aquella parte de la


sentencia que ofrece reflexiones, acotaciones o apostillas
jurídicas marginales o aleatorias que, no siendo imprescindibles
para fundamentar la decisión adoptada por el Tribunal
Constitucional, se justifican por razones pedagógicas u
orientativas, según sea el caso en donde se formulan.

Dicha razón coadyuva in genere para proponer respuestas a los


distintos aspectos problemáticos que comprende la materia
jurídica objeto de examen. Ergo expone una visión más allá del
caso específico; por ende, una óptica global acerca de las aristas
de dicha materia.
En efecto, en algunas circunstancias la razón subsidiaria o
accidental aparece en las denominadas sentencias instructivas,
las cuales se caracterizan por realizar, a partir del caso concreto,
un amplio desarrollo doctrinario de la figura o institución
jurídica que cobija el caso objeto de examen de
constitucionalidad. La finalidad de estas sentencias es orientar la
labor de los operadores del derecho mediante la manifestación
de criterios que pueden ser utilizados en la interpretación
jurisdiccional que estos realicen en los procesos a su cargo;
amén de contribuir a que los ciudadanos puedan conocer y
ejercitar de la manera más óptima sus derechos.

Asimismo, el Tribunal Constitucional emplea la razón


subsidiaria o accidental en aquellas circunstancias en donde, a
través del proceso de conocimiento de una determinada materia
constitucional, establece un criterio pro persuasivo o
admonitorio sobre posibles determinaciones futuras en relación a
dicha materia.

Este pronunciamiento, a modo de dicta, permite a los operadores


jurisdiccionales y a los justiciables ‘predecir’ o ‘pronosticar’ la
futura manera de resolver aquella cuestión hipotética conexa al
caso en donde aparece manifestada” (STC Exp. Nº 00024-2003-
AI).

Definida así esta parte, no cabe duda que existe una ubérrima
presencia de decisiones constitucionales que sientan posición, doctrina,
predictibilidad; lo propio en este tipo de sentencias, aun pecando de
demasiadas largas, se desarrollan interesantes conceptos, principios,
categorías que permitirán ilustrar a los operadores del sistema
constitucional.

Estas son, grosso modo, los criterios que ha tenido el Tribunal


Constitucional para la excogitación y selección de los fallos que aparecen
en estos volúmenes.

VI. TRAS BASTIDORES: UNA OJEADA PANORÁMICA DEL ITER DE LAS


DECISIONES CONSTITUCIONALES

Interesa, dentro del marco de la transparencia que subyace en las


reparticiones públicas, divulgar cómo es que se desarrolla el íter de una
decisión desde que llega o ingresa a mesa de partes del Tribunal
Constitucional. Se trata de iniciar un periplo de lo que ocurre dentro de la
“casa constitucional”, casa que por ironía del destino está asignada a una
antigua casa colonial que lleva como nombre “la casa de Pilatos” conforme
lo recuerda Ricardo Palma en una de sus tradiciones(24).

Veamos: según sea un proceso exclusivo del Tribunal Constitucional


como es un proceso de inconstitucionalidad o un proceso competencial; o,
en su defecto, vía el recurso de agravio constitucional de un hábeas corpus,
un amparo, un hábeas data o un proceso de cumplimiento, todo confluyen a
un solo ingreso que es mesa de partes y que se le asigna un determinado
número de expedientes; a partir de allí se inicia un periplo que, muchas
veces, los justiciables desconocen.

1. El ingreso y la programación de las vistas en audiencias públicas

Una vez ingresado el expediente, sea de proceso de hábeas corpus, de


amparo, de hábeas data o de cumplimiento, este es programado para
la vista de la causa en audiencia pública de Sala o de Pleno,
atendiendo a lo dispuesto en el artículo 11 de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional concordado con los artículos 11, 12 y 13 de
su Reglamento normativo. Seguidamente las causas se distribuyen
conforme a los criterios dispuestos por el Pleno Jurisdiccional entre
las comisiones de asesores jurisdiccionales, quienes están agrupados
por especialidad en las materias más recurrentes.
La distribución de la carga procesal de las salas se realiza de modo
que los procesos se distribuyan equitativamente siguiendo los
siguientes criterios: 1) pares e impares; 2) procesos agrupados según
la materia siempre que se aprecie desde un estudio preliminar de las
causas si sobre estas se aplicarán precedentes vinculantes adoptados
por el Tribunal Constitucional aplicando el artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional.

2. La asignación de las ponencias

El Presidente asigna la ponencia en forma equitativa a los


magistrados del Tribunal Constitucional guiándose por el orden
numérico de las causas; en casos excepcionales designa la ponencia
atendiendo a la experticia necesaria para la resolución del caso.

3. El trabajo de los asesores (la preparación de los proyectos de


ponencias)

El gabinete de asesores, que se encuentra conformado por comisiones


especializadas (hábeas corpus, resoluciones judiciales,
administrativo, tributario, provisional y laboral, cero o de precedente,
casos especiales), lideradas cada una de ellas por un coordinador de
confianza del Pleno, y bajo la dirección del Coordinador General del
gabinete, preparan los proyectos por la comisión, la doctrina, o las
pautas especificas de los ponentes y las pautas del Pleno dado el caso;
una vez culminado el proceso de preparación del proyecto de
ponencia remiten el expediente con el proyecto, visado por el
coordinador, a la Secretaria Relatoría.

4. Pleno jurisdiccional y Pleno administrativo

Cada semana la presidencia del Tribunal Constitucional convoca a un


Pleno, que puede ser Jurisdiccional o Administrativo, o ambas cosas
a la vez. Allí se ven los temas de la administración misma del
Tribunal Constitucional, las decisiones ordinarias o extraordinarias
que se deben tomar para el funcionamiento adecuado de la
institución. Además, hay una agenda específica sobre los debates de
las ponencias, sobre todo de los casos más relevantes que el ponente
lleva al Pleno para su discusión, o el propio Pleno dispone que se
discuta con el objeto de adoptar una posición determinada en un caso
que estime relevante.

Desde luego, no todo puede ponerse a votación, y en el caso del


Tribunal Constitucional peruano, los siete magistrados no siempre
resuelven los temas “al voto”. En efecto, los procesos
constitucionales no son más que un mecanismo para concretizar los
derechos, principios y valores constitucionales derivados de un caso
concreto que tiene una naturaleza litigiosa entre las partes. Muchas
veces lo que efectivamente está en juego es la Constitución misma, a
partir de la concretización que ese proceso constitucional reclama. En
consecuencia, la Constitución no está al voto; dicho en otro sentido,
la Constitución es una hoja de ruta, una carta de navegación, a la que
los magistrados les está vetado proponer una votación para ver si se
aplica o no algún segmento de la Constitución. La Constitución ya
fue votada por el órgano constituyente que la elaboró. No tiene
sentido ver si se “vota” la aplicación de algún derecho fundamental
que está en juego; los derechos fundamentales no se deciden por
votos, sino por vía de la interpretación, a través de determinados
estándares hermenéuticos.

Así como no se vota la Constitución, hay casos en los que sí se decide


por votación una forma de resolución. Aquí los magistrados tienen
presente que algún tema no va a ser favorable a su posición, de allí
que opten por emitir un fundamento de voto o voto singular, según
fuere la suscripción de la resolución final (decisión) que toma el
colegiado. El ideal o desideratum es que toda decisión final del
Tribunal Constitucional sea colegiadamente suscrita por todos sus
miembros, mas en esta ruta se presentan posturas que corresponden al
ámbito estrictamente personal de cada magistrado. Probablemente
aquí juegue un rol preponderante la teoría psicológica del
comportamiento judicial, pero también otras teorías. En cada
magistrado es probable que ocurra no solo una preocupación por un
tema, sino que en su mente están decenas de proyectos de fallos o
decisiones tanto de cosecha propia –ponencias–, o de los demás
magistrados. Aquí juega un rol vital, ya no solo el gabinete de
asesores con que cuenta el Tribunal Constitucional, sino también los
asesores personales que pueden –y deben– tener cada magistrado.

Pero recapitulemos lo que se manifiesta en el Pleno Jurisdiccional:


aquí en estricto, lo que ocurre es que el Tribunal Constitucional en
pleno delibera una serie de asuntos. Aunque nuestro Tribunal
Constitucional no tiene una sala de deliberaciones en la versión que
describe el expresidente de la Corte Constitucional italiana, Gustavo
Zagrebelsky, cabe señalar que en la Casa de Pilatos, lugar donde
funciona el Tribunal Constitucional, existe una Sala de audiencias; así
como una Sala de Pleno y es aquí donde se cumplen una serie de ritos
que es práctica usual en todos los tribunales, salas o cortes
constitucionales de todo el mundo. Al respecto, hacemos aquí una
cita in extensu de cómo describe Zagrebelsky el desarrollo y los ritos
de lo que ocurre tras bastidores en la justicia constitucional:

“La sala de deliberaciones es el punto conceptual de


confluencia, el punto focal. Quizá no haya sucedido nunca, pero
desde el patio interior sería posible observar, a través de los
cristales, el proceder vagamente ritual de los jueces que, por los
dos lados, con el usual paso lento de quien viene de lejos,
convergen para su cita diaria en aquella. De aquí se separarán,
de la misma manera, al término o en las pausas del trabajo, para
encerrarse en los despachos y encontrarse a solas consigo
mismos.
Esto es mucho más que un simple deambular de un lugar a otro.
Es un movimiento rítmico de ir y venir, encontrarse y alejarse,
que tiene un significado espiritual, de unión y separación, en el
que se expresa bien la característica dualidad de un órgano como
el Tribunal Constitucional: quince personalidades singulares que
se encuentran y confunden en una unidad que las engloba y que
después se separan, recuperando su propia dimensión individual.
Esta volverá a ponerse en común y luego de nuevo a separarse, y
así una y otra vez. Una unidad y, al mismo tiempo, quince
sujetos; un todo y sus partes, cada uno –el todo y sus partes– con
sus propias y autónomas razones de ser.

La sala de deliberaciones, más que un lugar físico, es así también y


sobre todo un espacio espiritual: el espacio de la unidad que de
quince hace uno o, mejor, usando una metáfora clásica, una “persona
grande”. Hay una pequeña costumbre, que de entrada puede parecer
vacía y hasta fastidiosa, sino más bien hipócrita: los recíprocos
apretones de mano que los jueces se intercambian antes de comenzar
el trabajo cada vez que se encuentran o reencuentran. Cada vez, es
como si acabasen de conocerse, comenzasen de cero, y lo vivido por
cada juez con todos los demás ya no contase. La sala de
deliberaciones es un lugar de encendidas discusiones, incluso de
enfrentamientos. Pero no deben dejar huella, no deben influir en la
futura actividad. Cada resolución está fuertemente condicionada por
los precedentes: en este sentido el pasado condiciona el futuro. Pero
se trata del peso objetivo de la jurisprudencia, no de sentimientos o
resentimientos personales alimentados en los debates. Esa curiosa
costumbre es la revelación del estado de ánimo con el que los jueces
comienzan su actividad cotidiana. No sé cómo nació. Sé que está
asentada y, pensándolo bien, siento haber omitido con frecuencia un
rito con un significado tan rico, señal de una renovada apertura al
diálogo y disponibilidad a la cooperación y a la fusión de las
opiniones y de las voluntades. ¡Ay!, si durante nueves años se
acumulasen prejuicios personales, se alzarían muros de
incomprensión que, además de hacer insoportable la atmósfera de la
sala de deliberaciones, perjudicarían la calidad constitucional del
trabajo a cumplir, un trabajo que presupone confianza recíproca e
interés recíproco de cada uno por las opiniones de los demás.

Símbolos sobre símbolos; probablemente no intencionados, pero –


precisamente por ello– capaces de expresar muchos y objetivos
significados.

Durante jornadas enteras, con frecuencia fatigosas y hasta demasiado


largas en relación con las capacidades mentales, los quince discuten y
deliberan, sentados ante una gran mesa ovalada.

En la contigua sala de vistas se disponen a lo largo de una mesa


abierta por un lado, en forma de herradura, el presidente en el centro
y siete jueces a la derecha y siete a la izquierda, en orden inverso a la
antigüedad en el cargo. La disposición asegura que todos puedan
verse las caras, como personas vivas y no entidades inertes, como
terminarían siendo si por el contrario se dieran la espalda(25). El
semicírculo, en el lado abierto de la mesa, mira hacia el banco de los
abogados y los sitios reservados para la prensa y el público: en una
palabra, está orientado hacia el mundo exterior. En cierto modo
expresa la idea de apertura, de unión, de intercambio. La audiencia es
tiempo de escucha y de búsqueda de razones, allí donde puedan
encontrase. El secretario levanta acta para evitar que nada se pierda.
Todos los jueces se enfrentan al minan y, a través de sus rostros, son
examinados.

Cuando después, terminada la audiencia pública, se trata de decidir,


los jueces se ‘retiran’ a deliberar. Se abre entonces un espacio
temporal distinto y una dimensión espiritual distinta. Con ese
‘retirarse’, se interrumpe todo contacto con el exterior. Los jueces se
encuentran solos consigo mismos. Lo que esta fuera, el mundo en
función del cual se reúnen, solo continua su existencia en las
representaciones de quien está dentro.

El escenario cambia según un ritual cargado de significado. Son otros


símbolos. El lado de la mesa que en la audiencia pública estaba
abierto, ahora se cierra para que quede claro que desde sus propias
fuerzas. Antes se permitía mirar fuera del propio círculo, absorber
todo lo que luego podría ser de ayuda. Ahora toda relación con el
exterior debe cesar. Las legítimas influencias de antes se convertirían
en interferencias ilegítimas. El trabajo común no debe ser turbado.
Este encerrarse, formar un cuadrado, más bien círculo (la figura que
mejor lo representa), significa el esfuerzo común para rechazar la
presión que viene de fuera. Durante el tiempo en el que se está
decidiendo, que puede prorrogarse de un mes a otro, la sala de
deliberaciones debe ser respetada. Es un periodo de tiempo
delicadísimo. Los buenos jueces se convierten en impermeables.
Nuevos hechos, no controlables, podrían alterar la libre formación de
sus convicciones personales. Por esto, hay que proteger la
deliberación de todo aquello que no estaba presente en el momento de
comenzar. Las numerosas y continuas “interferencias” siempre son
sospechosas, y más en este momento. La petición de suspensión de
los trabajos es legítima cuando sirve para reflexionar; es sospechosa
si facilita “contactos”. Quien presumiese de sus influencias, quien se
jactase de sus relaciones, no sabe el daño que puede hacer. Ningún
extraño es admitido en ese trabajo. Las voces de fuera no deben ya
resonar porque la sala de deliberaciones es lugar de autónoma
interpretación y elaboración de datos adquiridos ritualmente, no es
caja de resonancia” (26).

5. El control de proyectos en secretaría relatoria

En la secretaría relatoría (SR) se realiza un control de calidad de los


proyectos de ponencia confrontándolos con la jurisprudencia;
asimismo desde la SR se brindan a los asesores jurisdiccionales las
pautas acordadas por el Pleno, los ponentes o por los magistrados de
Sala.

Por otro lado, en la SR se realiza la corrección gramatical y de estilo


del proyecto. Culminada esta etapa, el expediente y el proyecto de
ponencia son elevados al magistrado ponente.

6. La aprobación de la ponencia y la rúbrica

El magistrado ponente cuenta con un proyecto que puede adoptarlo o


rechazarlo; en caso de que lo adopte lo rubricará (convirtiendo el
proyecto en ponencia) y lo enviará a su compañero de sala o del
Pleno con el expediente (siguiendo el orden de precedencia de menor
a mayor); en caso contrario puede realizar cualquier modificación o
incluso una ponencia propia que será enviada, junto con el proyecto
del grupo especializado y el expediente al compañero de Sala o
Pleno.

En esta etapa, los magistrados también reciben ponencias de sus pares


pudiendo o bien adoptarlas o bien emitir un voto particular.

El magistrado que aprecie que la ponencia pueda merecer un voto


particular puede reunirse con el ponente para intercambiar puntos de vista
con el propósito de evitar una futura discordia; pero si considera no
intercambiar posiciones personalmente el magistrado deberá remitir la
ponencia y su voto a la relatoría desde la que se tramitara el voto para que
este sea conocido por el ponente con el propósito de permitirle a él la
reconsideración de la ponencia o, en su defecto, su ratificación.

Los magistrados, a su criterio, pueden incluir en la agenda de Pleno


los casos que consideren para la exposición o debate entre sus pares sean o
no ponentes de la causa.
7. Los proyectos de sentencias o resoluciones

Las ponencias una vez aprobadas y rubricadas por los magistrados se


convierten en proyectos de resolución y son enviados a la SR para
que las reimpriman en papel membretado y luego sean elevadas a los
magistrados para la firma final (esta etapa se explica pues en ella se
incorporan los cambios que los magistrados pudieron haber hecho en
el proceso de rubrica de la ponencia).

Terminado el proceso de firmas finales la sentencia es publicada en la


página web y finalmente notificada.

VII. LOS MÉTODOS INTERPRETATIVOS DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL PERUANO

1. Preliminares

En la praxis de la jurisdicción constitucional, sin duda, uno de los


temas más trascendentes y que puede llegar a definir incluso la propia
legitimidad de los tribunales constitucionales, es el tema de la
interpretación constitucional(27). Es un tópico afirmar en el actual
esquema del Estado Constitucional que las normas constitucionales
que van a definir la validez del ordenamiento jurídico en su conjunto,
presentan algunas particularidades que van a requerir, a la par, de una
peculiar forma de interpretación, distinta a la usual interpretación
efectuada por la judicatura ordinaria. Si los métodos clásicos de
interpretación, histórico, teleológico, literal y sistemático cumplen en
la interpretación de la ley un papel más o menos destacado, en la
interpretación de la Constitución estos métodos se presentan como
insuficientes y han sido vadeados, dado que de lo que se trata aquí es
de interpretar contenidos de carácter ius-constitucional(28).

En el actual desarrollo de la teoría de la argumentación jurídica se


ha dado mucho énfasis al hecho de que en el derecho y en especial en el
derecho basado en principios –como lo es básicamente el derecho que se
desprende de la Constitución– el método jurídico ha sufrido una
trascendental metamorfosis. De un razonamiento jurídico como derivación
silogística se pasa, a través de la delgada línea de la interpretación
constitucional, a una argumentación jurídica basada en razones, las cuales
se presentan a favor o en contra de la aplicación o preferencia de un
principio constitucional sobre otro. Lo que hoy se ha dado en llamar
método ponderativo no es, en este contexto, más que el resultado de la
presencia cada vez más marcada en el ordenamiento jurídico de los
principios (o normas constitucionales) y del carácter normativo de la
Constitución(29).

Una argumentación constitucional basada en razones requiere, sin


embargo, una serie de principios orientadores y criterios rectores que sirvan
sobre todo de límite interno a la labor que los tribunales constitucionales
realizan en la aplicación de la Constitución. Los principios que dirigen la
interpretación constitucional han sido desarrollados, en esta línea, por la
mayoría de los tribunales constitucionales como una suerte de self-restraint
de su actividad jurisdiccional y han coadyuvado a forjar una disciplina de
los métodos interpretativos que los tribunales constitucionales utilizan en su
quehacer jurisdiccional(30). A continuación, vamos a navegar por las
diversas islas interconectadas de la jurisprudencia que el Tribunal
Constitucional ha desarrollado de la interpretación constitucional, tratando
de arribar a buen puerto, aun cuando en muchos casos se pueda terminar en
un mar abierto debido a ciertos abusos que cometen las salas, cortes o
tribunales constitucionales a través del uso de las llamadas sentencias
interpretativas-manipulativas, que pueden derivar en un enfrentamiento
directo con el poder legislativo(31). Desarrollaremos esta disciplina de la
interpretación constitucional seccionándola en tres acápites principales: la
interpretación de la Constitución, la interpretación constitucional de la ley y
la interpretación de los derechos fundamentales.

2. Interpretación de la Constitución
En gran parte de las controversias que llegan al Tribunal
Constitucional, sea a través de los procesos constitucionales de la
libertad o a través de los procesos de la jurisdicción constitucional
orgánica, la labor principal del Tribunal se decanta en la definición
de lo que una norma constitucional dice. Es decir, para la definición
de la inconstitucionalidad de una norma o acto, el Tribunal debe
definir previamente el canon de control, esto es debe poder decir, en
primer lugar, que es lo que la Constitución exigía en el caso concreto
o cual es el contenido constitucional que está siendo infringido por
una ley o norma de inferior jerarquía. A esto es lo que se conoce
como primer momento interpretativo de la interpretación
constitucional y es lo que hemos denominado en este acápite como
“interpretación de la Constitución”.

2.1. Definición

Respecto a la interpretación constitucional entendida como


comprensión del texto constitucional, el TC peruano ha sido enfático
en señalar que la interpretación no puede ser entendida como una
operación formal que se desenvuelva solo en el plano de las normas,
sino que su carácter de “concretización”, entendida como una
actividad de intermediación entre el momento constituyente y el
momento de aplicación de las disposiciones constitucionales, le
asigna una forma de actividad histórica concreta, indesligable del
tiempo histórico en que se lleva a cabo. Así, ha sostenido el TC que
“el contexto y sus múltiples manifestaciones son las que dan sentido
y objetividad a la interpretación, que es ante todo una actividad
humana que partiendo del texto de la Constitución, debe sin embargo
ser capaz de incorporar otros elementos de la vida cultural, social y
anímica del momento en que la sociedad, a través del proceso,
solicita la “ejecución” de determinada cláusula constitucional”(32).
2.2. Diferencia entre interpretación constitucional y mutación
constitucional

La importancia que el TC peruano asigna al momento histórico en


que se desenvuelve la interpretación constitucional le hace, a su vez,
tomar en consideración otros conceptos acuñados por la dogmática y
que tienen que ver con la vigencia real de las normas acuñadas en el
texto constitucional. En este marco, es imprescindible considerar el
concepto de mutación constitucional y relacionarlo con el de
interpretación constitucional. Como ha dicho el TC si bien ambos
conceptos pueden tener relación con la realidad histórica en que la
Constitución se desenvuelve, es necesario distinguir ambos términos.
Así, según el TC “la interpretación de un sistema jurídico significa su
desarrollo, sin que por ello se varíe su base. La mutación, por el
contrario, se produce cuando se han modificado los fundamentos
mismos del sistema. En este esquema, (…) se sostiene que la
interpretación es un procedimiento racional y controlable, que
procura certeza y previsibilidad jurídica en las normas, mientras que
la mutación modifica de la manera que sea, el contenido de las
normas constitucionales de modo que la norma, conservando el
mismo texto, recibe una significación diferente”(33).

2.3. La pluralidad de intérpretes en la interpretación


constitucional

Recogiendo la posición planteada por el profesor Peter Häberle, el


TC peruano ha sostenido que la apertura del proceso constitucional a
una pluralidad de intérpretes de la Constitución optimiza un
enriquecimiento de los puntos de vista que el Tribunal Constitucional,
en cuanto supremo intérprete de la Constitución, ha de considerar
para la determinación de resolución de una controversia
constitucional. Con ello el TC ha dispuesto en el caso concreto del
proceso de inconstitucionalidad la inclusión de la figura del partícipe.
Veamos cómo el TC ha sostenido la incorporación de este actor en el
proceso de inconstitucionalidad: “El enriquecimiento del
procedimiento de interpretación constitucional que ha de efectuar el
Tribunal Constitucional, en cuanto intérprete supremo de la
Constitución, se realiza en especial cuando se incorporan al proceso
de inconstitucionalidad sujetos que, debido a las funciones que la
Constitución les ha conferido, detentan una especial cualificación en
la materia objeto de interpretación constitucional. No se trata, así, de
terceros con interés, sino, por así decirlo, de sujetos ‘partícipes’ en el
proceso de inconstitucionalidad. La justificación de su intervención
en este proceso no es la defensa de derecho o interés alguno, cuando
más bien, aportar una tesis interpretativa en la controversia
constitucional que contribuya al procedimiento interpretativo”(34).

2.4. Principios de la interpretación constitucional

Como hemos destacado líneas arriba, el TC peruano también ha


desarrollado una serie de principios que orientan el proceso de
interpretación constitucional. Estos principios, sin embargo, es
necesario apuntar, no son los que van a definir el proceso de
interpretación, sino son solo los principios que van a permitir una
suerte de control sobre la corrección del proceso interpretativo; por
ello funcionan en la práctica como normas de self-restraint en la
actividad jurisdiccional de las salas, cortes o tribunales
constitucionales. Veamos a continuación cada uno de ellos.

a. El principio de unidad de la Constitución

Conforme al cual la interpretación de la Constitución debe estar


orientada a considerarla como un “todo” armónico y sistemático, a
partir del cual se organiza el sistema jurídico en su conjunto.

b. El principio de concordancia práctica


En virtud del cual toda aparente tensión entre las propias
disposiciones constitucionales debe ser resuelta “optimizando” su
interpretación, es decir, sin “sacrificar” ninguno de los valores,
derechos o principios concernidos, y teniendo presente que, en última
instancia, todo precepto constitucional, incluso aquellos
pertenecientes a la denominada “Constitución orgánica” se
encuentran reconducidos a la protección de los derechos
fundamentales, como manifestaciones del principio-derecho de
dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la
sociedad y el Estado (artículo 1 de la Constitución).

c. El principio de corrección funcional

Este principio exige al juez constitucional que, al realizar su labor de


interpretación, no desvirtúe las funciones y competencias que el
Constituyente ha asignado a cada uno de los órganos constitucionales,
de modo tal que el equilibrio inherente al Estado Constitucional,
como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se
encuentre plenamente garantizado.

d. El principio de función integradora

El “producto” de la interpretación solo podrá ser considerado como


válido en la medida en que contribuya a integrar, pacificar y ordenar
las relaciones de los poderes públicos entre sí y las de estos con la
sociedad.

e. El principio de fuerza normativa de la Constitución

La interpretación constitucional debe encontrarse orientada a relevar


y respetar la naturaleza de la Constitución como norma jurídica,
vinculante in toto y no solo parcialmente. Esta vinculación alcanza a
todo poder público (incluyendo, desde luego, a este Tribunal) y a la
sociedad en su conjunto(35).
3. Interpretación constitucional de la ley

En la interpretación constitucional confluyen dos momentos


interpretativos: el de la interpretación de la norma canon de control,
es decir el de la interpretación de la Constitución y el de la
interpretación de la ley conforme a los sentidos interpretativos
encontrados en la interpretación de la Constitución. Este segundo
momento de la interpretación constitucional se encuentra, al igual que
el primero, conformado por un proceso particular y sujeto a
determinados principios que el TC peruano también se ha encargado
de explicitar. La interpretación constitucional de la ley, sin embargo,
adquiere particular relieve cuando la interpretación arroja alternativa
o conjuntamente uno o más contenidos inconstitucionales. Ante esta
situación y de acuerdo al principio de conservación de la ley es que el
Tribunal ha desarrollado lo que en la experiencia comparada se ha
dado en llamar “interpretación conforme”, directamente conectado
con el tema de las sentencias interpretativas y manipulativas.

3.1. El sustento conceptual de la interpretación conforme: la


distinción entre “disposición” y “norma”

Como fue anotado por la doctrina americana y desarrollado


ampliamente por la italiana, en todo precepto legal se puede
distinguir entre “disposición” y “norma”, entendiendo por la primera
aquel texto, enunciado lingüístico o conjunto de palabras que integran
el precepto, y por la segunda, aquel o aquellos sentidos
interpretativos que se pueden deducir de la disposición o de parte de
ella. Esta distinción no implica que ambas puedan tener una
existencia independiente, pues se encuentran en una relación de
mutua dependencia, no pudiendo existir una norma que no encuentre
su fundamento en una disposición, ni una disposición que por lo
menos no albergue una norma.
Como ha sostenido el TC peruano, esta distinción entre “disposición”
y “norma”, cuando se trata del proceso de inconstitucionalidad, es el
presupuesto básico de las denominadas sentencias interpretativas,
cuyo fundamento radica en el principio de conservación de la ley y en
la exigencia de una interpretación conforme a la Constitución, a fin
de no vulnerar el principio de supremacía constitucional.

En efecto, las sentencias interpretativas recaen normalmente sobre


disposiciones ambiguas, confusas o complejas, de las que se pueden
extraer varios sentidos interpretativos, por lo que corresponde al
Tribunal Constitucional analizar la constitucionalidad, en primer
lugar, de la disposición; y, seguidamente, de todas aquellas normas
que se desprendan de la disposición cuestionada con la finalidad de
verificar cuáles se adecuan a la Constitución y cuáles deben ser
expulsadas del ordenamiento jurídico.

3.2. Las sentencias interpretativas-manipulativas (normativas)

Aun cuando en la literatura italiana el término “sentencia estimatoria


parcial” o “sentencia estimatoria interpretativa” identifica a las
sentencias “manipulativas”(36) y que todas giran en torno al
pronunciamiento sobre la norma, el TC peruano ha marcado por
ahora el reconocimiento expreso de este tipo de sentencias. Así
sostiene que, “en este caso el órgano de control constitucional detecta
y determina la existencia de un contenido normativo inconstitucional
dentro de una ley o norma con rango de ley. La elaboración de dichas
sentencias está sujeta alternativa y acumulativamente a dos tipos de
operaciones: la ablativa y la reconstructiva”(37).

De acuerdo con esta definición, el TC entiende que la operación


ablativa consiste en reducir los alcances normativos de la ley
impugnada eliminando del proceso interpretativo alguna frase o hasta
una norma que colisiona con el Comando Normativo de la
Constitución. En tal situación, se declara la nulidad de las
“expresiones impertinentes”; lo que genera un cambio del contenido
preceptivo de la ley. A su turno, la operación reconstructiva o de
reposición consiste en consignar el alcance normativo de la ley
impugnada “agregándosele” un contenido y un sentido de
interpretación que no aparece en el texto por sí mismo.

Ha sido el propio TC el que haciendo suyo los argumentos de este


tipo de sentencias, en donde justifica dichos fallos, en razón a dos
principios de su actividad jurisdiccional, como son: el principio de
conservación de la ley, en donde el operador intérprete de la norma
debe, prima facie reputar constitucional la ley hasta donde sea
razonablemente posible con el fin de afirmar la seguridad jurídica en
un sistema jurídico, siendo la expulsión de una ley la última ratio a la
que debería apelarse(38); y el principio de interpretación desde la
Constitución, mediante el cual se le asigna un sentido a una ley
cuestionada de inconstitucionalidad, a fin de que guarde armonía e
identidad con el plexo del texto fundamental in totum.

A continuación se pasará revista de estas variantes de sentencias


interpretativas-manipulativas, por lo menos de lo que el TC reconoce,
aun cuando, de un universo de 203 demandas de inconstitucionalidad
planteadas hasta fines de 2006, solo 12, es decir el 5.94 %, han
utilizado la técnica de las sentencias interpretativas o manipulativas
frente a la utilización normal que realizan los tribunales
constitucionales comparados(39).

3.2.1. Sentencias reductoras

Normalmente son las que señalan que una norma o precepto es


contrario a la Constitución en una parte (frases, palabras, líneas, etc.)
generando un vicio de inconstitucionalidad por su redacción excesiva
o desmesurada. Lo normal en este tipo de sentencias es que el fallo
no afecta al texto o a la disposición, pero sí al contenido normativo.
Aquí, la sentencia ordena una restricción o acortamiento “extensión”
del contenido normativo de la ley impugnada. Para tal efecto, se
ordena la inaplicación de una parte del contenido normativo en
relación a algunos de los supuestos contemplados genéricamente o
bien en las consecuencias jurídicas preestablecidas(40). Esto supone
que la inaplicación va a comprender a determinadas situaciones,
hechos, acontecimientos o conductas originalmente previstas en la
ley; o se dirige hacia algunos derechos, beneficios, sanciones o
deberes primigeniamente previstos.

El propio TC reconoce que los efectos de este tipo de sentencias


reductoras van a restringir el ámbito de aplicación de la ley
impugnada sobre algunos de los supuestos o consecuencias jurídicas
establecidas en la literalidad del texto(41).

3.2.2. Sentencias aditivas

Son aquellas que declaran la inconstitucionalidad no del texto de la


norma o de la disposición general cuestionada, sino de los textos o
normas que debieron consignarse para que la norma impugnada sea
plenamente constitucional. Es decir mediante este tipo de sentencias
se efectúa el control de las omisiones legislativas inconstitucionales,
añadiendo al texto normativo original supuestos o consecuencias
jurídicas distintos a los inicialmente contemplados, con el fin de
evitar que una ley cree por omisión situaciones contrarias a los
principios, valores o normas constitucionales(42).

Como ha señalado el TC peruano este tipo de sentencia es utilizada


para remediar la violación del principio de igualdad que se produce
como consecuencia de una omisión legislativa inconstitucional; así,
ha dicho el TC que “al extenderse los alcances de la norma a
supuestos o consecuencias no previstos para determinados sujetos, en
puridad lo que la sentencia está consiguiendo es homologar un mismo
trato con los sujetos comprendidos inicialmente en la ley
cuestionada”(43).
3.2.3. Sentencias sustitutivas

Aquí lo que realiza el TC es sustituir a una parte del texto por otra
formulada por el mismo en el nivel de interpretación; este tipo de
fallo establece que el precepto es declarado inconstitucional “en
cuanto prevé (…)” o señala “algo”, “en lugar de” otro aspecto que
debería prever para ser constitucional. El TC peruano las ha
conceptualizado señalando que “son aquellas en donde el órgano de
control de la constitucionalidad declara la inconstitucionalidad parcial
de una ley y, simultáneamente, incorpora un reemplazo o relevo del
contenido normativo expulsado del ordenamiento jurídico; vale decir,
dispone una modificación o alteración de una parte literal de la
ley”(44).

3.2.4. Sentencias exhortativas

Estas sentencias son llamadas también de recomendaciones al


legislador y engloban un conjunto de formulaciones o directrices que
buscan la actuación del Poder Legislativo, significando así una
obligación de actuar del legislador que encuentra su origen en
encargos constitucionales que exigen un concreto desarrollo
legislativo ulterior. Las exhortaciones, por lo general, aparecen como
obiter dictum, señalando principios que han de seguirse en la
elaboración de una nueva ley, por lo que bien pueden admitirse varias
formas de exhortaciones, que van desde el simple consejo(45) hasta
fórmulas más coactivas(46).

La praxis de esta sentencia en el Perú es, en muchos casos,


permanente; en lo que respecta a la conceptualización de estas
sentencias, el TC señala que son aquellas en donde el órgano de
control constitucional declara la incompatibilidad constitucional de
una parte o la totalidad de una ley o norma con rango de ley, pese a lo
cual no dispone su inmediata expulsión del ordenamiento
constitucional, sino que recomienda al Parlamento para que, dentro
de un plazo razonable, expida una ley sustitutoria con un contenido
acorde a las normas, principios o valores constitucionales. Sin
embargo, en lugar de declarar su invalidez constitucional, le confiere
al legislador un plazo determinado o determinable para que la
reforme, con el objeto de eliminar la parte violatoria del texto
fundamental.

Los efectos de este tipo de sentencias resultan ser muy particulares,


por cuanto subyace en ella el concepto de vacatio setentiae, mediante
el cual se dispone la suspensión de la eficacia de una parte del fallo;
esto es, se modulan los efectos de la decisión en el tiempo, con lo
cual, en parte, esta figura se homologa con la versión de la vacatio
legis o suspensión temporal de la entrada en vigencia de una ley
aprobada por el Congreso. Igualmente, el TC se ha pronunciado en
forma puntual que la exhortación de estos fallos puede concluir por
alguna de las siguientes vías:

a. Expedición de la ley sustitutiva y reformante de la norma


declarada incompatible con la Constitución.

b. Conclusión in totum de la etapa suspensiva; y, por ende,


aplicación plenaria de los alcances de la sentencia. Dicha
situación se da cuando el legislador ha incumplido con dictar la
ley sustitutiva dentro del plazo expresamente fijado en la
sentencia(47).

c. Expedición de una segunda sentencia. Dicha situación se


produce por el no uso parlamentario del plazo razonable para
aprobar la ley sustitutiva.

Sobre el particular, el TC ha producido una importante cantidad de


sentencias en esta materia, exhortando a los poderes del Estado; empero,
dichos fallos, en puridad, no tienen efectos vinculantes. No obstante, puede
ocurrir que en el segundo supuesto antes señalado, vincule posteriormente
al legislador por su incumplimiento, y en el tercer supuesto, impuesta una
recomendación encaminada a que efectúe el legislador una determinada
actividad y este no lo hiciera, sí sería posible una posterior sentencia que sí
declare la inconstitucionalidad (sentenze monito)(48).

3.2.5. Sentencias estipulativas

Finalmente, el TC identifica a esta variante de sentencia estimativa


manipulativa como aquella en donde el órgano de control de la
constitucionalidad establece, en la parte considerativa de la sentencia,
las variables conceptuales o terminológicas que utilizará para analizar
y resolver una controversia constitucional. No obstante, bien cabe
aquí formular una legítima crítica, porque se observa
permanentemente sentencias que pretenden convertirse en
pedagógicas, dando a entender que ellas cumplen un rol docente que
consiste en hacer llevar ese saber a toda la comunidad. En realidad,
las sentencias no están hechas ni pensadas para enseñar a litigantes y
abogados, las sentencias no son para eso. Lo que debe hacerse en una
sentencia es resolver un conflicto, despejar una duda o precisar un
derecho.

3.3. El principio de conservación de la ley

Mediante este axioma se exige al juez constitucional “salvar”, hasta


donde sea razonablemente posible, la constitucionalidad de una ley
impugnada, en aras de afirmar la seguridad jurídica y la
gobernabilidad del Estado.

Es decir, la expulsión de una ley del ordenamiento jurídico por


inconstitucional, debe ser la última ratio a la que debe apelarse. Así,
la simple declaración de inconstitucionalidad no debe ser utilizada,
salvo si es imprescindible e inevitable.

3.3. El principio de interpretación desde la Constitución


Mediante este axioma o pauta básica se asigna un sentido a una ley
cuestionada de inconstitucionalidad, a efectos que ella guarde
coherencia y armonía con el plexo del texto fundamental. Dicha
interpretación hace que la ley sea conforme a la Constitución;
cabiendo, para tal efecto, que se reduzca, sustituya o modifique su
aplicación para los casos concretos.

En este contexto, el TC ha tenido ocasión de precisar que “la


experiencia demuestra que residualmente la declaración de
inconstitucionalidad puede terminar siendo más gravosa desde un
punto de vista político, jurídico, económico o social, que su propia
permanencia dentro del ordenamiento constitucional. Así, pues, los
efectos de dicha declaración pueden producir, durante un “tiempo”,
un vacío legislativo dañoso para la vida coexistencial. En ese sentido,
no debe olvidarse que la jurisdicción constitucional desarrolla una
función armonizadora de los conflictos sociales y políticos
subyacentes en un proceso constitucional, por lo que dichas
sentencias se constituyen en instrumentos procesales necesarios para
el desarrollo de tal fin”(49).

4. Interpretación de los derechos fundamentales

La interpretación de los derechos fundamentales también se halla


informada por ciertos principios o pautas hermenéuticas que el
Colegiado Constitucional también se ha encargo de precisar, entre los
cuales destaca primordialmente, en la jurisprudencia del TC, el
principio pro homine y el principio de interpretación conforme a los
Tratados Internacionales de Derechos Humanos y a la jurisprudencia
de los tribunales internacionales en materia de derechos humanos. En
lo que sigue vamos a detenernos en el desarrollo jurisprudencial que
el TC peruano ha efectuado de estos principios.

4.1. Principio pro homine


Este principio esencial en la interpretación de los derechos
fundamentales y que puede ser denominado también como la “regla
de la preferencia”, significa básicamente que, ante eventuales
diferentes interpretaciones de un dispositivo legal, se debe optar por
aquella que conduzca a una mejor protección de los derechos
fundamentales, descartando así las que restrinjan o limiten su
ejercicio. Como ha establecido el TC, “el principio pro homine
impone que, en lugar de asumir la interpretación restrictiva, se tenga
que, por el contrario, optar por la tesis que posibilite que el particular
pueda ejercer su derecho (…)”(50).

4.2. La interpretación de los derechos fundamentales conforme


a los tratados internacionales

Conforme ha prescrito la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la


Constitución y el artículo V del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los derechos fundamentales reconocidos por
nuestra Constitución, deben ser obligatoriamente interpretados de
conformidad con los tratados y los convenios internacionales sobre
derechos humanos ratificados por el Perú y en concordancia con las
decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre
derechos humanos constituidos según tratados de los que el Perú es
parte.

En tal sentido, como ha enfatizado el TC “el ejercicio interpretativo


que realice todo órgano jurisdiccional del Estado (o que desempeñe
funciones materialmente jurisdiccionales), para determinar el
contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales, debe estar obligatoriamente informado por las
disposiciones de los tratados internacionales de derechos humanos y
por la interpretación de las mismas realizada por los tribunales
internacionales sobre derechos humanos a través de sus
decisiones”(51).
4.3. La interpretación de los derechos fundamentales conforme
a la jurisprudencia de los tribunales internacionales

Como ha sido señalado profusamente en la doctrina, las fuentes del


derecho internacional se influyen recíprocamente. Así, estas, a su vez,
influyen y son influidas por las fuentes domésticas. La interpretación
de las normas internacionales también puede beneficiarse de la
jurisprudencia que se genere sobre el punto en los países parte del
sistema, puesto que la aplicación de normas domésticas a casos
particulares también puede dar alcance y contenido más precisos a las
normas de derechos humanos. Mirando esto desde otro ángulo, el
juez nacional, al interpretar una norma de derechos humanos
nacional, también debe tener en consideración las normas
internacionales y la jurisprudencia internacional.

En el plano de la interpretación de los derechos fundamentales


llevada a cabo por los tribunales internacionales, el TC ha sido claro
en señalar que la relación entre estos “(…) no alude a una relación de
jerarquización formalizada [entre los tribunales internacionales de
derechos humanos y los tribunales internos], sino a una relación de
cooperación en la interpretación pro homine de los derechos
fundamentales. No puede olvidarse que el artículo 29.b de la
Convención proscribe a todo tribunal, incluyendo a la propia Corte,
“limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda
estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los
Estados partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno
de dichos Estados”(52).

En reciente jurisprudencia El TC peruano ha sido concluyente en


señalar que “los derechos reconocidos en los tratados sobre derechos
humanos y su respectiva interpretación por los tribunales
internacionales, son, por así decirlo, un punto de partida, un referente
“mínimo indispensable”, en cuyo desarrollo se encuentra expedita la
facultad de los Estados de ampliar su ámbito normativo, sea sumando
derechos “nuevos” inspirados en la dignidad humana, o acompañando
a los ya previstos de manifestaciones que impliquen una garantía
adicional en su eficacia, esto es, en la proyección del derecho
jurídicamente reconocido a la realidad concreta (…)”(53).

4.4. El principio de proporcionalidad

En la interpretación de los derechos fundamentales un capítulo de


especial relieve es el de la proporcionalidad. En el desarrollo de la
jurisprudencia constitucional contemporánea, el principio de
proporcionalidad es frecuentemente utilizado tanto en el examen de
validez de los actos públicos, como en la adecuada resolución de un
conflicto de derechos fundamentales. La interpretación del alcance y
contenido de un derecho fundamental no es realizado, en la
actualidad, en abstracto, sino en relación con el conjunto de bienes
jurídicos que la Constitución contiene.

El TC ha sostenido que “(…) el principio de proporcionalidad,


entendido en su acepción clásica alemana como “prohibición de
exceso” (Untermaβverbot), comprende, en cambio, tres sub-
principios: idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido
estricto. Este principio constituye el parámetro para examinar la
constitucionalidad de las intervenciones en los derechos
fundamentales”(54).

El principio de proporcionalidad ha sido estructurado a la vez que


como un principio sustancial del Estado Constitucional que proscribe la
existencia de cualquier arbitrariedad en su seno, como una estrategia para la
determinación de la intervención legítima o ilegítima en los derechos
fundamentales. En dicho contexto el principio de proporcionalidad como
test ha sido estructurado a través de los siguientes sub-principios que
pueden ser tratados también como pasos sucesivos del proceso de
interpretación. Veamos:
1. Subprincipio de idoneidad o de adecuación: De acuerdo con este
subprincipio, toda injerencia en los derechos fundamentales debe ser
idónea o capaz para fomentar un objetivo constitucionalmente
legítimo. En otros términos, este subprincipio supone dos cosas:
primero, la legitimidad constitucional del objetivo; y, segundo, la
idoneidad de la medida utilizada.

2. Subprincipio de necesidad: Significa que para que una injerencia en


los derechos fundamentales sea necesaria, no debe existir ningún otro
medio alternativo que revista, por lo menos, la misma idoneidad para
alcanzar el objetivo propuesto y que sea más benigno con el derecho
afectado. Se trata de una comparación de la medida adoptada con los
medios alternativos disponibles, y en la cual se analiza, por un lado,
la idoneidad equivalente o mayor del medio alternativo; y, por otro,
su menor grado de intervención en el derecho fundamental.

3. Subprincipio de proporcionalidad stricto sensu: Según el cual,


para que una injerencia en los derechos fundamentales sea legítima,
el grado de realización del objetivo de intervención debe ser, por lo
menos, equivalente o proporcional al grado de afectación del derecho
fundamental. Se trata, por tanto, de la comparación de dos
intensidades o grados: la realización del fin de la medida examinada y
la afectación del derecho fundamental”(55).

VIII. EL COMPORTAMIENTO JUDICIAL TRAS LAS DECISIONES DEL


TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Aunque la problemática teórica y práctica sobre la justicia tiene una


evolución de antigua data, en el marco del desarrollo sobre las escuelas o
tendencias; interesa aquí recoger un marco explicativo no ya de la
perspectiva dikelógica; esto es, el estudio racional de la justicia; sino las
teorías positivistas –esto es, teorías descriptivas en oposición a las
normativas– respecto al comportamiento de los jueces que integran los más
altos órganos jurisdiccionales; entre los que se encuentra, no cabe duda, los
tribunales, salas o cortes constitucionales.

Aquí, seguimos los planteamientos que han sido recogidos por


Richard A. Posner y que resume en nueve teorías a saber: la actitudinal, la
estratégica, la sociológica, la psicológica, la económica, la organizacional,
la pragmática, la fenomenológica y la teoría legalista. Aclaremos que estas
explicaciones, no hacen más que describir el comportamiento de quienes
integran las corporaciones judiciales; en lo posible, del más alto rango. Sin
embargo estas teorías inciden en el comportamiento judicial; dejamos a los
críticos de las resoluciones que formulen; a partir de sus propias
perspectivas, una teoría descriptiva de la decisión judicial.

1. La teoría actitudinal

Esta teoría explica que una forma de entender el modo cómo fallan
los jueces, es optando por identificar las opciones o preferencias
políticas que los magistrados proyectan sobre sus sentencias. Así, el
peso empírico de esta teoría es que ponen a prueba las preferencias
políticas de los jueces, en función del partido político al que
pertenecía el órgano que lo eligió; siendo en este caso, el Congreso,
para el caso de los magistrados del Tribunal Constitucional, en
función a la “cuota de poder” que tiene un determinado partido o
movimiento que “consensualizan” con los demás partidos. Si bien
esta teoría es muy relativa; no por ello se debe desconocer el peso
político de quienes eligen y en mérito a ello el elegido –en este caso
el magistrado– puede verse, para casos de naturaleza política que
resolver, eventualmente “contaminado” en su percepción de lo que
juzgan.

Esta teoría también explica que, eventualmente la conducta del juez


no está en función a la vinculación político-partidaria del juez, sino
que lo actitudinal del juez está en función a las inclinaciones de las
editoriales, de la prensa o del grado ideológico que percibe en los
fallos según la controversia que está en juego.

Con todo, esta teoría es de por sí, ciertamente, rudimentaria y trata de


formular una explicación fáctica de la conducta del juez en función
de su filiación política, a su ideología o a sus inclinaciones; pero el
peso de esta teoría actitudinal muchas veces se ve confirmada por la
incuestionable importancia de la política de nombramientos. En otros
casos, un juez fuertemente “alineado” a una corriente ideológica o
partidaria, puede romper con esa adscripción si se presenta temas
nuevos o inusitados o frente a lo que la doctrina denomina “casos
difíciles” o “casos trágicos”. Richard A. Posner sobre este extremo
nos grafica el siguiente caso de un célebre juez: “[e]n el nivel del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en muchos casos vemos
que no hay involucrados intereses políticos significativos, pero esta
tampoco puede ser toda explicación. Pensemos en Oliver Wendell
Holmes. La publicación de su correspondencia después de su muerte
puso de manifiesto que era firmemente republicano y que, a pesar de
ello, votó en muchas ocasiones a favor de la constitucionalidad de la
legislación social liberal (por ejemplo, de la norma sobre el máximo
de horas, discutida en el caso Lochner, en el que emitió su célebre
voto discrepante), legislación de la que pensaba que era un puro
sinsentido socialista. Por supuesto [Holmes] puede haber sido una
excepción, en este como en tantos otros aspectos, entre los
magistrados del Tribunal Supremo. Puede que, por lo que se refiere a
su imparcialidad política, haya tenido pocos sucesores en una cultura
jurídica más politizada como la de nuestros días”(56).

Frente a esta teoría, el desiderátum es que la actitud del juez, si es


que este tiene cierta vinculación política con el órgano que lo eligió,
asuma una actitud, lo más independiente y fiel, no al partido o
movimiento; sino su lealtad debe ser solo a la Constitución. Allí, debe
radicar la fortaleza del magistrado, actuar conforme solía decir el
profesor Louis Favoreu: aplicando o respondiendo con el principio de
la ingratitud.

2. La teoría estratégica del comportamiento judicial

A esta teoría también se le identifica como “teoría política positiva


del derecho” y su planteo se concreta en la llamada “interpretación
previsora”; esto es, los magistrados no definen un fallo si es que no
prevén las consecuencias o reacciones que va a tener dicha sentencia
en la cadena de personas o entidades vinculadas por el efecto de
dicho fallo (entre los que se encuentran, por ejemplo, los jueces del
Poder Judicial, los legisladores, los miembros del Consejo Nacional
de la Magistratura y el público, empresas o diversas personas
jurídicas en general).

Posner no siempre suministra reflexiones que se acogen en el mundo


latinoamericano; por ejemplo, no siempre los magistrados se ven
“más libres” para declarar una inconstitucionalidad de una ley frente
a quienes controlaban el Congreso en un periodo determinado. Pues,
por lo general, si se trata de una controversia de esta naturaleza, los
tribunales constitucionales no siempre ven si la composición del
Congreso en mayoría o del régimen oficialista se sientan afectados.
Emiten la sentencia que corresponda y punto.

Sin embargo, esta teoría, en la práctica es muy utilizada por los jueces
que auscultan, a partir del grado de opinión política en la línea de las
editoriales, o de los analistas políticos y procesan los pros o contras
de lo que puede tener dicho fallo. En buena cuenta, una decisión
judicial, no debe expresar un autismo sociológico o de la realidad a la
cual se va a aplicar dicho fallo. Un Tribunal Constitucional de una u
otra manera va a tener implícitamente presente un grado de
“afectación”, aún cuando ello suponga en palabras del propio
Tribunal Constitucional resolver bajo el norte de afirmar una
“pacificación” de tal o cual controversia.
Sin embargo, otras veces, aún sabiendo que dicho fallo va a incidir en
términos no positivos para un sector involucrado, los jueces deben sumir
dicha responsabilidad, a riesgo que la opinión pública pueda ser adversa o
en grado extremo, demoledora (caso píldora del día siguiente, por ejemplo).
Claro está, la teoría estratégica no guarda desarmonía con las demás teorías
que aquí se describen.

3. Teoría sociológica del comportamiento judicial

Esta teoría puede ser una sumatoria de las dos anteriores; esto es la
combinación de la teoría estratégica con la actitudinal. Subyace en
este planteo, un comportamiento de la psicología social, en la
dinámica de los pequeños grupos; siendo en este caso relevante,
examinar la composición de los miembros del Tribunal
Constitucional, puesto que se “parte del supuesto de que la
composición del órgano jurisdiccional determina las decisiones de los
fallos”. Por ejemplo, Posner explica que “un tribunal en el que todos
los que conozcan de un caso de discriminación sexual sean hombres,
decidirá muy probablemente de forma distinta a como lo haría si uno
de ellos fuera mujer”(57).

Esta teoría resulta de suyo interesante porque describe cómo una


mayoría de jueces se pliega a los deseos de una minoría. Y la
explicación radica en que el juez “en minoría” actúa como una suerte
de “denunciante interno” (Whistle-Blower) amenazando con sacar a
la luz en una opinión disidente que la decisión de la mayoría no está
fundada en principios(58).

4. Teoría psicológica del comportamiento judicial

Este enfoque prioriza el comportamiento emocional de los jueces, su


grado de intensidad que de una u otra manera va a influir en una
decisión constitucional. Muchas veces, este enfoque está ligado al
cálculo estratégico de los miembros de los órganos jurisdiccionales.
Desde otra perspectiva, se puede apreciar que las otras teorías como
la económica o la estratégica, es producto de una decisión
hiperracional; y la psicológica producto de impulsos no racionales e
ilusiones cognitivas. Sin embargo, esta teoría permite acercarnos, más
que a la ratio, a la emotio en la individualidad de cada magistrado, lo
que incluye “los atajos cognitivos que sustituyen el razonamiento
formal, y las influencias sociales que operan en la polarización del
grupo y la aversión del disenso”(59).

Recapitulando esta postura, el enfoque psicológico centra su atención


en las estrategias para sobrellevar la incertidumbre. A menudo, en la
mente de los jueces, les asalta márgenes de dudas; no todo en el
mundo del derecho; y en especial en el ámbito constitucional es
asertórico; de allí que el enfoque psicológico juega un rol para
entender o comprender las fuerzas emocionales que existen tras la
toma de una decisión, bien sea en términos de un fallo colegiado; o
también para entender los votos disidentes o votos particulares; o
fundamentos de voto en la individualidad de cada juez.

Más allá de la postura de Posner, esta teoría resulta altamente


importante; no solo para evaluar empíricamente el comportamiento
judicial de los jueces; sino para evaluar ab initio a quienes se les debe
nombrar como futuros magistrados de un alto cargo, como es en este
caso el colegiado constitucional.

En esta teoría, bien cabe de nuestra parte incorporar lo que plantean


José Antonio Marina y Marisa López Penas, sobre todo de la
evaluación que podría hacerse el juez de sí mismo en torno a la
complejidad de sus sentimientos. “En castellano giran en torno a
términos como orgullo, vanidad, vergüenza, timidez, desvergüenza,
culpa, arrepentimiento, que implican una evaluación que el sujeto
hace de sí mismo, directamente o a partir de la imagen que tienen los
demás de él. Son sentimientos muy íntimos y, a la vez, muy sociales.
Los sentimientos de inferioridad, de vergüenza y de culpa horadan el
núcleo más profundo de la personalidad”(60).

Un juez al que solo le interesa resolver lo que “políticamente es


correcto”(61), así el fallo corresponda resolverse de otra manera, en
estricto, se encuentra inhabilitado para ocupar un alto cargo o de
cualquier jerarquía jurisdiccional. Agudamente Marinas y López
describen: “Los humanos hacen muchas cosas por el qué dirán,
siguen las reglas de la tribu con sumisión, o las transgreden con
miedo, rebeldía, indiferencia o arrepentimiento”(62).

Y es que tras una resolución jurisdiccional, no solo está en juego el


peso de las convicciones morales de un juez en sus juicios acerca de
qué es el derecho(63); sino toda una compleja cartografía afectiva que
rodea la pulsión(64) y personalidad de un hombre al que la sociedad lo
identifica como juez; la vulnerabilidad de un magistrado, muchas
veces no está necesariamente en una resolución o fallo opinable o sin
motivación suficiente, sino que tras una decisión de impacto en la
sociedad civil, en el régimen político; en suma, en un enfrentamiento
con el poder; puede recorrer en la epidermis de un juez un temor a
dicha decisión: he allí otra cartografía de miedos y de valentías que
tiene que enfrentar el señor del derecho; y todo ello resulta explicable
a partir del perfil psicológico de los jueces(65).

5. Teoría económica del comportamiento judicial

En la impartición de justicia, debe primar, según esta teoría, un juez


que cumpla una “función de utilidad”. Se afirma que la fuente de
inspiración de esta tesis, es el legado que hizo Friedrich Hayek a la
economía: el reconocimiento de que las limitaciones cognitivas
plantean un problema económico aún cuando se parta de que las
personas cuya conducta está siendo analizada no son autointeresadas.
Para esta teoría, una conducta autointeresada de la función judicial
“incluyen los ingresos recibidos, el ocio, el poder, el prestigio, la
reputación, el autorespeto, la satisfacción intrínseca a su tarea (retos,
estímulos) y las demás recompensas que la gente busca en el trabajo”.

Según esta teoría el comportamiento de los jueces bien sea del poder
judicial o de un Tribunal Constitucional “no solo se solapa con las
teorías estratégica, sociológica y psicológica, sino también con la
organizacional y la pragmática”. Y anota Richard Posner: “[L]a
primera se construye a partir de la idea de que un agente y su
mandante como son el juez y el gobierno para el que trabaja, tienen
intereses divergentes”-como podrían ser diversos casos fallados por el
Tribunal Constitucional como el caso de los aranceles del cemento,
STC Exp. Nº 03116-2009-PA/TC, o el caso Fonavi, STC Exp. Nº
00007-2012-PI/TC u otros más complejos como los bonos de la
reforma agraria, STC Exp. Nº 00022-1996-AI/TC, solo para citar
algunos fallos que generan impacto económico.

Y frente a estos intereses divergentes, el gobierno “intentará articular


una estructura organizativa que minimice esa divergencia; mientras
que el agente –los jueces– se opondrán a ella”(66).

6. Teoría organizacional

Tras un Poder Judicial o un Tribunal Constitucional, se esconde toda


una compleja corporación que requiere de una estructura organizativa
cuyo fin último es resolver las controversias constitucionales que se
presentan. Es evidente que en cada órgano de jurisdicción
constitucional se manifiestan determinadas particularidades; pero
todas cuentan con una estructura de gabinete de asesores o “letrados”
que constituyen el primer insumo de suministro de los proyectos de
resoluciones que se les propone al juez ponente de un caso específico.
El diseño de cada sentencia tiene su punto de origen, en el caso del
Tribunal Constitucional peruano, en una “comisión” liderada bajo un
responsable que es el “coordinador” de dicha comisión. A este
respecto, ya nos hemos pronunciado in extenso en un acápite del
presente Estudio preliminar.

Con todo, juega un rol importante en la teoría organizacional, el rol


que cumple la doctrina jurisprudencial y, sobre todo, los precedentes
vinculantes; puesto que a partir de estas posiciones existe ya un
universo de predictibilidad que los operadores jurídicos van a tener
presente. Lo propio juega un rol importante en la estructura
organizativa de los Tribunales Constitucionales, la técnica de la
distinción [distinguished] frente a un precedente que no se aplica;
asimismo, el test del paso de tiempo de un precedente que puede
devenir en caduco y que requiere un cambio [overruling].

7. Teoría pragmática del comportamiento judicial

Plantea la idea de que los fallos de los Tribunales Constitucionales y


los jueces ordinarios deben motivarse no en una compleja
argumentación jurídica sino simplemente en las consecuencias de sus
fallos; del impacto o de las repercusiones qua ha de tener una
decisión. La teoría pragmática tiene un aire de identificación con el
utilitarismo y con una sociedad de mercado de una economía de
bienestar; igualmente, en el mundo de la interpretación
constitucional, se identifica en parte con las llamadas sentencias
previsoras, a las que ya hemos aludido. En el plano estrictamente
jurídico, se podría señalar que lo que le interesa a esta teoría es que el
fallo resuelve el caso, sin más pretensiones argumentativas.

8. Teoría fenomenológica del comportamiento judicial

Constituye la bisagra o el puente entre la teoría pragmática y la teoría


legalista que la abordaremos esta última al final. Así, mientras la
teoría psicológica estudia el inconsciente de la mente humana; en este
caso, de los jueces; la fenomenológica analiza la conciencia en
primera persona; esto es, estudia el comportamiento tal y como se
percibe el juez. Para esta teoría, lo primero que se preguntaría a un
magistrado de una alta corte constitucional, tanto a nivel individual
como de todo el pleno, es como se siente[n] al haber tomado tal o
cual decisión relevante. Este tipo de preguntas, desde luego, le puede
interesar a algunos jueces y no a todos; pues, para muchos jueces
“pragmáticos”, desde su nostridad o mismidad autodescriptiva de sus
decisiones judiciales importa mucho; lo que no ocurre con los jueces
que interiorizan la visión “oficial” o colectiva del fallo. Estos últimos
jueces, dan por sentado de que no tienen nada que explicar, que los
jueces hablan a través de sus sentencias. Según Richard Posner,
“quienes se declaran a sí mismo pragmatistas, son un poco más
creíbles que quienes se declaran legalistas. Nadan contracorriente al
reinvindicar la posición menos respetable y al exponerse, por lo tanto,
a la controversia. Al menos tienen el valor de actuar conforme a sus
convicciones”(67).

En la práctica, sin embargo, muchos magistrados, pueden tener un


comportamiento judicial “fenomenológico”; y en otros casos
“oficialista” que se desprende del fallo constitucional. Lo que no es
políticamente correcto es que un juez exprese anímicamente su sentir
en la prensa; se piensa que ni siquiera un juez debe expresar frases
como “estoy satisfecho”, “me parece correcto” la decisión que se ha
tomado. Es mejor optar por una postura oficialista que optar por una
postura sismática del fallo, aunque quien haya disentido y emitido un
voto particular o incluso falle en conjunto, pero que emita un
“fundamento de voto” no debe expresar públicamente los pareceres
discrepantes; en todo caso ya lo tiene dicho en su fallo y a un juez le
está vetado ir histriónicamente a la prensa a airear sus discrepancia,
dado que estas situaciones generan en la sociedad civil y la opinión
pública márgenes de incertidumbre e inseguridad jurídica que no
contribuyen al sistema de justicia. Desde luego, el tema de las
discrepancias ventiladas en el mundo académico es un ámbito menos
cuestionable y sí más auspicioso que las declaraciones periodísticas
que un magistrado pueda expresar en la mass-media de la opinión
pública.

9. Teoría legalista del comportamiento judicial

Esta es una teoría que sigue siendo la “oficial” en la conducta


judicial. Adviértase aquí que esta teoría ha recibido los dardos de la
crítica del “realismo jurídico” de los pragmatistas, de los politólogos
y cultivadores del análisis del derecho.

Para esta teoría, la conducta de los jueces se concibe a través de un


cuerpo estructurado de fuentes que van a decidir el fallo de una
manera si se quiere predeterminada. En efecto, este cuerpo al que
aquí llamamos sistema de fuentes, está constituido por un conjunto de
normas entre las que se ubican en el primer lugar regio, las
constituciones, los tratados internacionales en materia de derechos
humanos y otras normas que se incorporan en igual jerarquía que la
Constitución, llamados “bloque de constitucionalidad” y luego
existen un conjunto de leyes que vinculan al caso concreto; por cierto
juegan un rol preponderante otras reglas que van siendo creadas por
los tribunales constitucionales, llamados precedentes vinculantes. Al
respecto, es elocuente lo que precisa el profesor Posner: “[L]as
decisiones de los médicos en cuestiones terapéuticas están
determinadas (al menos la mayor parte de ellas) por la comprensión
que los médicos tienen de la estructura del mundo natural. La
aspiración del legalista es que una decisión judicial esté
predeterminada por un cuerpo de reglas que constituyen `el derecho´
y no por características del juez que son idiosincrásicas, en el sentido
de que varían según cada uno de ellos, tales como su ideología,
personalidad y su trayectoria individual”(68).

Para la teoría “legalista” el derecho es un ámbito de “dominio


delimitado” y que no debe recibir, en lo posible, interferencia de otros
factores. En rigor, la teoría legalista es la contrafigura de la teoría
pragmática. Anota, posner: “a los jueces les gusta justificar sus
decisiones como dictadas por el derecho”. Sin embargo, el propio
autor cuestiona esta teoría que no tiene que ser apodíctica en sus
fallos, en efecto, explica, desde una perspectiva fáctica que “[e]l
método legalista falla en muchos de los casos que llegan a los
tribunales de apelación, y tales son, precisamente, los casos que
influyen más en el posterior desarrollo del derecho. Hay demasiados
textos legales y todavía más vagos artículos constitucionales, hay
lagunas y contradicciones en las leyes, ámbitos decididamente
discrecionales, precedentes obsoletos y en contradicción y aporías
fácticas”(69).

IX. FUENTES Y ANTECEDENTES DE LA SELECCIÓN JURISPRUDENCIAL


A NIVEL COMPARADO

A estas alturas de vigencia del Tribunal Constitucional del Perú, no


podía faltar una edición oficial en la cual como ya se ha señalado, la propia
corporación constitucional publique sus sentencias más relevantes dentro de
la ubérrima producción que asciende a más de 70,000 fallos desde 1996
hasta la fecha(70). Con todo es necesario reconocer que a nivel comparado se
ha recogido ciertas fuentes y antecedentes relacionadas a la selección,
compilación de las decisiones básicas que ha emitido el Tribunal
Constitucional a lo largo de su historia. En este sentido, se incorpora aquí,
un conjunto de fuentes bibliográficas que corresponden a ediciones oficiales
de diversos tribunales constitucionales; como también de selecciones
jurisprudenciales provenientes del mundo académico. De nuestra parte
hemos recogido ambas posturas en el marco de un sincretismo armónico de
publicar los fallos como edición oficial, pero que a la vez obedecen a un
criterio académico ya señalado. Así tenemos:

1. Recopilaciones oficiales
1.1. Sobre Cortes y Tribunales Constitucionales

• TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DE ESPAÑA


(SECRETARÍA GENERAL). Jurisprudencia constitucional.
Tomo LXXXVI (septiembre-diciembre 2010). Agencia Estatal
Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2012 [nota del primer
número publicado: Tomos I y II (agosto 1980-diciembre
1981)].

• AA. VV.: 1956-2006. Cinquant’ anni di Corte Costituzionale.


3 tomos, Corte Costituzionale, Roma, 2006.

• TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ.


Jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Periodo 96 a 98, 6
tomos, presentación de Francisco Javier Acosta Sánchez,
Gaceta Jurídica, Lima, 1998-2000.

• THE CONSTITUTIONAL COURT OF KOREA.


Constitutional Court Decisions. 2 volúmenes, The
Constitutional Court, Seoul, 2006.

• CORTE CONSTITUCIONAL DE RUSIA.

• NAVARRO BELTRÁN, Enrique y CARMONA SANTANDER


Carlos (editores). Recopilación de jurisprudencia del Tribunal
Constitucional (1971-2011). Colección Conmemoración 40
años del Tribunal Constitucional, Serie Cuadernos del Tribunal
Constitucional, Tribunal Constitucional de Chile, Santiago,
Número 45, 2011.

• TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DE CHILE. Jurisprudencia


constitucional. Sentencias pronunciadas entre 2006 y 2008,
Roles Nºs 691-780, Tomo X, Tribunal Constitucional de Chile,
Santiago, 2010.

1.2. Sobre otras Cortes


• CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos. Un cuarto de
siglo: 1979-2004, Corte Interamericana de Derechos Humanos,
San José de Costa Rica, 2005.

2. Recopilaciones académicas

2.1. Sobre Cortes y Tribunales Constitucionales

• BELTRÁN DE FELIPE, Miguel. Las sentencias básicas del


Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, 2ª
edición, selección, traducción y estudio introductorio de
Miguel Beltrán de Felipe y Julio V. Gonzáles García, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales / BOE, Madrid, 2006.

• PRESNO LINERA, Miguel Ángel y Roger CAMPIONE. Las


sentencias básicas del Tribunal Constitucional italiano.
Estudio de una jurisdicción de la libertad, Colección Textos y
Documentos, presentación de Alessandro Pizzorusso, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales / BOE, Madrid, 2010.

• LÓPEZ GUERRA, Luis. Las sentencias básicas del Tribunal


Constitucional, 3ª edición, Colección Textos y Documentos,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales / BOE, Madrid,
2008.

• SCHWABE, Jürgen. Jurisprudencia del Tribunal


Constitucional Federal Alemán. Extractos de las sentencias
más relevantes compiladas por Jürgen Schawbe, Konrad
Adenauer Stiftung / Programa Estado de Derecho para
Latinoamérica, México, 2009.

• SCHWABE, Jürgen (copilador). Cincuenta años de


jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal Alemán,
Konrad Adenauer Stiftung, Bogotá, 2003.
• ALÁEZ CORRAL, Benito y Leonardo ÁLVAREZ ÁLVAREZ.
Las decisiones básicas del Tribunal Constitucional Federal
alemán en las encrucijadas del cambio de milenio, Colección
Textos y Documentos, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales / BOE, Madrid, 2008.

• GROPPI, Tania y Chiara MEOLI (compiladoras). Las grandes


decisiones de la Corte constitucional italiana, traducción y
estudio preliminar de Miguel Carbonell, Suprema Corte de
Justicia de la Nación, México, 2008.

• GONZÁLES RIVAS, Juan José. Estudio legal y


jurisprudencial del Tribunal Constitucional español: 1981-
2000, 1ª edición, Civitas, Madrid, 2001.

• GUI MORI, Tomás. Jurisprudencia constitucional 1985-1995.


Estudio y reseña completa de las primeras 3052 sentencias del
TC, prólogo de José Pinto Ruiz, Civitas, Madrid, 1997. Hay
una versión actualizada en GUI MORI, Tomás. Comentarios de
jurisprudencia constitucional 2001-2006. Análisis y síntesis,
clasificada por materias, de toda la Jurisprudencia
Constitucional, 3 volúmenes (Tomos IV, V e Índices), Bosch,
Barcelona, 2006.

• FAVOREU, L. y L. PHILIP. Les grandes décisions du Conseil


constitutionnel, 14ª edición, Dalloz, París, 2007.

• CARPIO MARCOS, Edgar. Selección de jurisprudencia del


Tribunal Constitucional, Jurista Editores, Lima, 2002.

2.2. Sobre otras Cortes

• HERNÁNDEZ VALLE, Rubén. Las sentencias básicas de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, Colección Textos
y Documentos, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales
/ BOE, Madrid, 2011.

• DÍAZ REVORIO, Javier (compilador). Jurisprudencia del


Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Colección
Jurisprudencia sobre Derechos Fundamentales, Palestra, Lima,
2004.

• LANDA ARROYO, César (compilador). Jurisprudencia de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, Colección
Jurisprudencia sobre Derechos Fundamentales, Palestra, Lima,
2005.

• GARCÍA RAMÍREZ, Sergio (coordinador). La jurisprudencia


de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Serie
Doctrina Jurídica, Instituto de Investigaciones Jurídicas /
UNAM / Corte Interamericana de Derechos Humanos, México,
2001.

X. EPÍLOGO: AGRADECIMIENTOS

Queremos cerrar estas líneas –que amenazan con ser extensas–


haciendo una breve referencia de los orígenes de esta obra.

En algún momento, en las intermitentes reuniones académicas con el


profesor Domingo García Belaunde, dialogábamos en torno a que el
Tribunal Constitucional debería publicar una edición oficial de sus
sentencias más emblemáticas; esto último, por cierto resultaba difícil; de
allí que se optó por escoger los principales fallos constitucionales, teniendo
en cuenta los criterios esbozados en el presente estudio preliminar. Esta
tarea la asumió el Centro de Estudios Constitucionales que hemos venido
dirigiendo a lo largo de cinco años de nuestro mandato como magistrado del
Tribunal Constitucional. El primer insumo fue trabajado conjuntamente con
Vanessa Tassara, quien a lo largo de estos años ha sido una fiel
colaboradora en el CEC; posteriormente la lista de las sentencias han sido
revisadas por los magistrados actuales del Tribunal Constitucional; allí se
tuvo un segundo tramo y, por tanto, una segunda versión revisada; luego, se
les solicitó muy cortésmente sugerencias a los anteriores magistrados del
Tribunal Constitucional que la proporcionaron y que devino en una tercera
lista, muy importante por cierto, de fallos.

Finalmente, la edición fue puesta en conocimiento a los asesores y


letrados del Tribunal Constitucional a fin de que emitieran alguna opinión
sobre eventuales omisiones en que se puede haber incurrido; como
seguramente habrá, desde luego, un sinnúmero de fallos que pueden
haberse quedado en el tintero de una publicación oficial.

Con todo, el amplio espectro del universo de las sentencias y fallos


emitidos por el Tribunal Constitucional peruano, se encuentran en la página
web del Tribunal Constitucional, en las tres ediciones publicadas en CD
sobre la Sistematización de la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional
elaborado por su Centro de Estudios Constitucionales con el apoyo de
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)(71). La presente
edición constituye una versión que se espera sea de alta utilidad para los
jueces, abogados, los que ejercen la defensa en materia constitucional, los
altos funcionarios, políticos, los investigadores, académicos y profesores
del área que van a contar con un universo representativo de las principales
sentencias que el Tribunal Constitucional en su conjunto han emitido desde
que inició el periplo de su andadura, allá por los años de 1996 hasta el
2012; quedará para los nuevos magistrados, futuras ediciones oficiales de lo
que emita el intérprete supremo de la Constitución.

Expresamos nuestro agradecimiento, sin excepción a todos los


magistrados del Tribunal Constitucional, los que los han integrado, los que
por ahora seguimos en esta alta corporación jurisdiccional y hacemos votos
para los futuros miembros que esperamos tengan una carta de navegación, a
partir de la Constitución y de los grandes derroteros interpretativos que ha
venido desarrollando el Tribunal Constitucional, a lo largo de sus años de
vigencia. Agradecemos a todos los letrados y asesores por sus sugerencias y
aportes y en especial a los asesores que personalmente me han acompañado
en este lustro de vigencia en nuestro despacho jurisdiccional.

XI. ANEXO: INTRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA

1. Bibliografía sobre Derecho Procesal Constitucional y Jurisdicción


Constitucional

Incorporamos una relativa bibliografía extensa vinculada al Derecho


Procesal Constitucional y a la jurisdicción constitucional. Como se
podrá apreciar se trata de una bibliografía básicamente
iberoamericana. En la misma se incorpora también en bibliografía
complementaria el marco del desarrollo histórico de la actual justicia
constitucional.

1. AA.VV. La jurisdicción constitucional en Iberoamérica. II


Coloquio Iberoamericano de Derecho Constitucional.
Universidad de Externado, Bogotá, 1984.

2. AA.VV. Primer Seminario Latinoamericano sobre Justicia


Constitucional. La Revista de Derecho, Año II, Nº 1 (primera
parte), Año III, Nº 1 (segunda parte), Santiago de Chile, 1988-
1989.

3. AA.VV. Sobre la Jurisdicción Constitucional. Aníbal Quiroga


León (Coordinador), PUCP, Lima, 1990.

4. AA.VV. Desafíos del control de constitucionalidad. Víctor


Bazán (Coordinador), Ediciones ciudad argentina, Buenos
Aires, 1996.

5. AA.VV. La jurisdicción constitucional en Iberoamérica.


Domingo García Belaunde y Francisco Fernández Segado
(Coordinadores), Editorial Dykinson, Madrid, 1997.

6. AA.VV. La aplicación jurisdiccional de la Constitución.


Gerardo Ruiz-Rico-Ruiz (Editor), Consejo General del Poder
Judicial, Universidad de Jaén y Tirant lo Blanch, Valencia,
1997.

7. AA.VV. La justicia constitucional en el Estado democrático.


Eduardo Espín Templado y Francisco Javier Díaz Revorio
(Coordinadores), Cortes de Castilla-La Mancha - Tirant lo
Blanch, Valencia, 2000.

8. AA.VV. La justicia constitucional como elemento de


consolidación de la democracia en Centroamérica. Rubén
Hernández Valle y Pablo Pérez Tremps (Coordinadores), Tirant
lo blanch, Valencia, 2000.

9. AA.VV. Tribunales y justicia constitucional. Memoria del VII


Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, UNAM,
México, 2002.

10. AA.VV. Instrumentos de tutela y justicia constitucional.


Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional. Juan Vega Gómez y Edgar Corzo Sosa
(Coordinadores); Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, México, 2002.

11. AA.VV. Veinte años de jurisdicción constitucional en España.


Luis Aguiar de Luque y Pablo Pérez Tremps, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2002.

12. AA.VV. Justicia constitucional local. Eduardo Ferrer Mac


Gregor y Rodolfo Vega Hernández (Coordinadores), Gobierno
del Estado de Coahuila - Fundap, México, 2003.
13. AA.VV. La justicia constitucional en Bolivia 1998-2003.
Tribunal Constitucional, Sucre, 2003.

14. AA.VV. Justicia constitucional: el rol de la Corte


Constitucional en el Estado contemporáneo. Ricardo Sanín
Restrepo (Coordinador), Universidad Javeriana-Legis Editores,
Bogotá, 2006.

15. AA.VV. La justicia constitucional en las entidades federativas.


Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Manuel González Oropeza
(Coordinadores), Porrúa, México, 2006.

16. AA.VV. Justicia constitucional y derechos fundamentales.


Andrés Bordalí Salamanca (Coordinador), Lexis-Nexis,
Santiago, 2006.

17. AA.VV. El futuro de la justicia constitucional. Actas de las XII


Jornadas de la Asociación de Letrados del Tribunal
Constitucional. Tribunal Constitucional y Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007.

18. AA.VV. Justicia Constitucional y Unión Europea Un estudio


comparado de las experiencias de Alemania, Austria, España,
Francia, Italia y Portugal. Prólogo de Antonio Torres del
Morral, Javier Tajadura y José de Miguel (coordinadores);
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008.

19. AA.VV. La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional.


Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta
años como investigador del derecho. Eduardo Ferrer Mac-
Gregor y Arturo Zaldívar Lelo de Larrea (Coordinadores),
Tomo III, Jurisdicción y control constitucional, Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Instituto Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional y Marcial Pons Editores,
México, 2008.
20. AA.VV. Estudios cubanos sobre el control de
constitucionalidad (1901-2008). Andry Matilla (Compilador),
Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho Procesal
Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional Nº 29, México, 2009.

21. AA.VV. I congreso internacional sobre justicia constitucional.


Edgar Corzo Sosa (Coordinador), Serie Doctrina jurídica Nº
476, Instituto de investigaciones jurídicas - UNAM, México,
2009.

22. AA.VV. Tendencias recientes de la justicia constitucional en el


mundo. Ensayos escogidos. Enrique Uribe Arzate y Pedro José
Carrasco Parrilla (coordinadores), UNAM - Universidad de
Castilla-La Mancha - Miguel Ángel Porrúa, México, 2011.

23. ALADÁR MÉTALL. Hans Kelsen. Vida y obra, Traducción de


Javier Esquivel, Ediciones Coyoacán, México, 2009.

24. AGUILAR, Gonzalo; LAFOSSE, Sandra; ROJAS, Hugo y


STEWARD, Rébecca. Justicia constitucional y modelos de
reconocimiento de los pueblos indígenas. Prólogo de Antônio
Augusto Cançado Trindade, Porrúa e Instituto Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional Nº 51, México, 2011.

25. ARAGÓN REYES, Manuel. Constitución, democracia y


control. UNAM, México, 2002.

26. ARAÚZ, Heriberto. Panorama de la justicia constitucional


panameña. Universal Books, Panamá, 2003.

27. ASTUDILLO REYES, César. Ensayos de justicia


constitucional en cuatro ordenamientos de México: Veracruz,
Coahuila, Tlaxcala y Chiapas. UNAM, México, 2004.
28. ATIENZA, Manuel y FERRAJOLI, Luigi. Jurisdicción y
argumentación en el Estado Constitucional de Derecho.
Presentación de Miguel Carbonell, Jesús Orozco Henríquez y
Rodolfo Vásquez, UNAM, México, 2005.

29. AHUMADA RUÍZ, Marian. La jurisdicción constitucional en


Europa. Thomson-Civitas, Cizur Menor, 2005.

30. BIANCHI, Alberto. Jurisdicción y procedimientos ante la


Corte Suprema de los Estados Unidos. Análisis de los
mecanismos procesales que hoy emplea la Corte argentina.
Ábaco, Buenos Aires, 1994.

31. BIANCHI, Alberto. Control de constitucionalidad. 2 tomos, 2ª


edición, Ábaco, Buenos Aires, 2001.

32. BREWER-CARÍAS, Allan R. Estado de Derecho y control


judicial. (Justicia Constitucional, contencioso-administrativo y
derecho de amparo). Prólogo de Luciano Parejo Alfonso,
Instituto Nacional de Administración Pública, Alcalá de
Henares-Madrid, 1987.

33. BREWER-CARÍAS, Allan R. Instituciones Políticas y


Constitucionales. 7 Tomos, 3ª edición, Editorial Jurídica
Venezolana y Universidad Católica de Táchira, Caracas-San
Cristóbal, 1996.

34. BREWER-CARÍAS, Allan R. La justicia constitucional


(Procesos y procedimientos constitucionales). Porrúa e
Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional Nº 20,
México, 2007.

35. CAPPELLETTI, Mauro. La Justicia Constitucional. (Estudios


de Derecho Comparado). UNAM, México, 1987.
36. CARRILLO, Marc. Tutela de los derechos fundamentales por
los tribunales ordinarios. La aplicación de la ley 62/1978 de
protección de los derechos fundamentales de la persona.
Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1995.

37. CASAL H. Jesús María. Constitución y justicia constitucional,


5ª edición, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2010.

38. DERMIZAKY PEREDO, Pablo. Justicia constitucional y


Estado de Derecho. 2ª edición, Editorial Alexander,
Cochabamba, 2005.

39. ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA, Eloy. Jurisdicción


Constitucional, Impartición de Justicia y Debido Proceso.
Prólogo de Domingo García Belaunde, Presentación de
Francisco Eguiguren Praeli, Ara Editores, Lima, 2003.

40. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La Justicia


Constitucional europea en el siglo XXI. Tecnos, Madrid, 2002.

41. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La jurisdicción


constitucional en España. Dykinson, Madrid, 1984.

42. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La jurisdicción


constitucional en América Latina. Ingranusi, Montevideo,
2000.

43. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La jurisdicción


constitucional en Bolivia. La ley número 1836, del 1 de abril
de 1998, del Tribunal Constitucional, UNAM - Corte de
Constitucionalidad de Guatemala, México, 2002.

44. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La justicia constitucional


ante el siglo XXI: la progresiva convergencia de los sistemas
americano y europeo-kelseniano. Prólogo de Héctor Fix-
Zamudio, UNAM, México, 2004.
45. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Dignidad de la persona,
derechos fundamentales, justicia constitucional. Dykinson,
Madrid, 2008.

46. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Justicia Constitucional:


Una visión de Derecho Comparado. Los sistemas de justicia
constitucional. Las “dissenting opinions”. El control de las
omisiones legislativas. El control de “comunitariedad”. Tomo
1, Dykinson, Madrid, 2009.

47. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco: Justicia Constitucional:


Una visión de Derecho Comparado. La justicia constitucional
en Francia. Tomo 2, Dykinson, Madrid, 2009.

48. FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Justicia Constitucional:


Una visión de Derecho Comparado. La justicia constitucional
en América Latina y en España. Tomo 3, Dykinson, Madrid,
2009.

49. FERRERES COMELLA, Víctor. Justicia Constitucional y


Democracia. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales;
Madrid, 1997.

50. FIGUERUELO BURRIEZA, Ángela. Ensayos de justicia


constitucional sobre derechos y libertades. Porrúa e Instituto
Mexicano de Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca
Porrúa de Derecho Procesal Constitucional N° 35, México,
2009.

51. FLORES JUÁREZ, Juan Francisco. Constitución y Justicia


Constitucional. Publicación de la Corte de Constitucionalidad,
Guatemala, 2005.

52. GARCÍA ROCA, Javier. La experiencia de veinticinco años de


jurisdicción constitucional en España. Porrúa e Instituto
Mexicano de Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca
Porrúa de Derecho Procesal Constitucional N° 34, México,
2009.

53. GONZÁLEZ MONTENEGRO, Rigoberto. Los desafíos de la


justicia constitucional panameña. IEPI, Panamá, 2002.

54. GONZÁLEZ RIVAS, Juan José. Análisis de los sistemas de


jurisdicción constitucional. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2001.

55. GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo. La justicia constitucional.


Garantías, proceso y Tribunal Constitucional. Depalma,
Buenos Aires, 1994.

56. GRAU, Luis. Orígenes del constitucionalismo americano.


Selected documents ilustrative of the American
Constitutionalism. 1606-1663. Volumen I, Universidad Carlos
III, Madrid, 2009.

57. GRAU, Luis. Orígenes del constitucionalismo americano.


Selected documents ilustrative of the American
Constitutionalism. 1663-1754. Volumen II, Universidad Carlos
III, Madrid, 2009.

58. GRAU, Luis. Orígenes del constitucionalismo americano.


Selected documents ilustrative of the American
Constitutionalism. 1765-1787. Volumen III, Universidad Carlos
III, Madrid, 2009.

59. HERNÁNDEZ VALLE, Rubén. Escritos sobre justicia


constitucional. Biblioteca Jurídica Diké, Medellín, 1997.

60. HESSE, Konrad y HÄBERLE, Peter. Estudios sobre la


jurisdicción constitucional (Con especial referencia al Tribunal
Constitucional alemán).Traducción y Estudio Introductorio de
Joaquín Brage Camazano, Prólogo de Peter Häberle, Porrúa e
Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional Nº 3,
México, 2005.

61. JOHNSTON, Wiliam M. El genio austrohúngaro. Historia


social e intelectual (1848-1938). Traducción de Agustín
Coletes Blanco y otros, KRK ediciones, Oviedo, 2009.

62. KELSEN, Hans. La teoría del Estado de Dante Alighieri.


Traducción de Juan Luis Requejo Pagés, KRK ediciones,
Oviedo, 2007.

63. KELSEN, Hans. Autobiografía. Traducción de Luis Villar


Borda, Serie de teoría jurídica y filosofía del derecho Nº 50,
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2008.

64. LÖSING, Norbert. La jurisdiccionalidad constitucional en


Latinoamérica. Traducción de Marcela Anzola Gil, Dykinson -
Konrad Adenauer, Madrid, 2002.

65. MARJAN MAVČIČ, Arne. Justicia constitucional en


Eslovenia. Traducción de Francisco Bosch y Gutiérrez, Porrúa
e Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional Nº 39,
México, 2011.

66. NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. La jurisdicción


constitucional y los tribunales constitucionales en Sudamérica
en la alborada del siglo XXI. Porrúa e Instituto Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional Nº 2, México, 2004.

67. NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. El derecho procesal


constitucional y la jurisdicción constitucional en latinoamérica
y sus evoluciones. Editorial Librotecnia, CECOCH, Santiago
de Chile, 2009.
68. OTÁLORA MALASSIS, Janine. El control de legalidad y de
constitucionalidad en Francia. Porrúa e Instituto Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional N° 32, México, 2009.

69. PEGORARO, Lucio. Ensayos sobre justicia constitucional, la


descentralización y las libertades. Porrúa e Instituto Mexicano
de Derecho Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de
Derecho Procesal Constitucional Nº 13, México, 2006.

70. PÉREZ TREMPs, Pablo. Escritos sobre justicia constitucional.


Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho Procesal
Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional Nº 8, México, 2005.

71. PÉREZ TREMPS, Pablo. Sistema de justicia constitucional.


Editorial Aranzadi, Navarra, 2010.

72. PIZZORUSSO, Alessandro. Justicia, Constitución y


Pluralismo. Palestra, Lima, 2005.

73. PRIETO SANCHÍS, Luis. Justicia Constitucional y Derechos


Fundamentales. Editorial Trotta, Madrid, 2003.

74. RIVERA SANTIBÁÑEZ, José Antonio. Jurisdicción


Constitucional. 2ª edición, Edit. Kipus, Cochabamba, 2004.

75. ROLLA, Giancarlo. Derechos fundamentales, Estado


democrático y justicia constitucional. UNAM, México, 2002.

76. ROLLA, Giancarlo. Garantía de los derechos fundamentales y


justicia constitucional. Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho
Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional Nº 16, México, 2006.

77. LANDA ARROYO, César. Derechos fundamentales y justicia


constitucional. Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho
Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional Nº 45, México, 2011.

78. ROLLA, Giancarlo. Justicia Constitucional y Derechos


Fundamentales. Liminar de Luis Cervantes Liñán,
Presentación de Domingo García Belaunde, Estudio Preliminar
de José F. Palomino Manchego y Epílogo de Joan Oliver
Araujo; 2ª edición, Grijley-Cuadernos del rectorado de la
Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2008.

79. ROUSSEAU, Dominique. La Justicia Constitucional en


Europa. Estudio preliminar de Teresa Freixes Sanjuán; Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002.

80. RUBIO LLORENTE, Francisco y Jiménez Campo, Javier.


Estudios sobre jurisdicción constitucional. Mac Graw Hill,
Madrid, 1998.

81. TOCORA, Luis Fernando. Control constitucional y derechos


humanos. Ediciones Librería del Profesional, Bogotá, 1992.

82. TUSSEAU, Guillaume. Para acabar con los “modelos” de


jurisdicción constitucional un ensayo de crítica. Porrúa e
Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional Nº 50,
México, 2011.

83. VALADÉS, Diego.El control del poder. UNAM, México,


1998.

84. ZÚÑIGA URBINa, Francisco. Elementos de jurisdicción


constitucional. 2 tomos, Universidad Central de Chile,
Santiago, 2002.

2. Bibliografía sobre el desarrollo histórico de la justicia


constitucional
1. AA.VV. Marbury contra Madison. Una decisión histórica para
la justicia constitucional. David Cienfuegos Salgado
(Coordinador), El Colegio de Guerrero - Editora Laguna,
México, 2005.

2. AA.VV. Marbury vs Madison. Reflexiones sobre una sentencia


bicentenaria. Pablo Luis Manili (Coordinador), Porrúa e
Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional,
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional Nº 46,
México, 2011.

3. ACOSTA SÁNCHEZ, José. Formación de la Constitución y


jurisdicción constitucional. Tecnos, Madrid, 1998.

4. BARRAGÁN BARRAGÁN, José. Algunos documentos para


el estudio del origen del juicio de amparo: 1812-1861. UNAM,
México, 1987.

5. BARRAGÁN BARRAGÁN, José. Algunas consideraciones


sobre los cuatro recursos de amparo regulados por las Siete
Partidas. 2ª edición, Universidad de Guadalajara, México,
2000.

6. BASSOLS COMA, Martín. La jurisprudencia del Tribunal de


Garantías Constitucionales de la II República Española.
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.

7. BLANCO VALDÉS, Roberto. El valor de la Constitución.


Prólogo de Miguel Artola, Alianza Editorial, Madrid, 2006.

8. BONET Navarro: Ángel. Procesos ante el Justicia de Aragón.


Guara, Zaragoza, 1982.

9. CRUZ VILLALÓN, Pedro. La formación del sistema europeo


de control de constitucionalidad. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1987.
10. DÍAZ REVORIO, F. Javier. Textos constitucionales históricos.
El constitucionalismo europeo y americano en sus documentos.
Palestra, Lima, 2004.

11. ECHÁNOVE TRUJILLO, Carlos. La vida pasional e inquieta


de don Manuel Crescencio Rejón. El Colegio de México,
México, 1941.

12. ESTRADA SÁMAGO, Rafael y ESTRADA MICHEL, Rafael.


1857, Rabasa y otros ensayos de historia y control
constitucional. Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho
Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional Nº 53, México, 2012.

13. FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. Antecedentes aragoneses del


juicio de amparo. UNAM, México, 1971.

14. FIX-ZAMUDIO, Héctor. Veinticinco años de evolución de la


Justicia Constitucional (1940-1965). UNAM, México, 1968.

15. GAXIOLA, Jorge F. Mariano Otero, creador del juicio de


amparo. Editora Cultura, México, 1937.

16. GÓMEZ RIVERO, Ricardo. Los magistrados del primer


constitucionalismo. Aranzadi, Navarra, 2009.

17. GONZÁLEZ OROPEZA, Manuel. Los orígenes del control


jurisdiccional de la Constitución y de los Derechos Humanos.
Comisión Nacional de Derechos Humanos, México, 2003.

18. GRANT, J. A. El control jurisdiccional de la


constitucionalidad de las leyes. Una contribución de las
Américas a la Ciencia Política. UNAM, México, 1963.

19. HAMILTON, A., MADISON J. y JAY, J. El Federalista.


Traducción de Gustavo Velasco, 5ª reimpresión, Fondo de
Cultura Económica, México, 1994.
20. HOUSSAY, Abel. Amparo judicial. El caso Kot y su
implicancia en la jurisprudencia. Depalma, Buenos Aires,
1961.

21. LA RIPA, Juan Francisco. Ilustración a los quatro procesos


forales de Aragón: orden de proceder en ellos según el estilo
moderno; y reglas para decidir conforme a la naturaleza de
cada uno. Imprenta de Francisco Moreno, Zaragoza, 1764.

22. LALINDE ABADÍA, Jesús. Los fueros de Aragón. Librería


General, Zaragoza, 1976.

23. LERIN VALENZUELA, Jorge. Antología de Manuel


Crescencio Rejón pionero del juicio de amparo mexicano, en
su esencia. 2ª edición, OGS, Puebla, 2000.

24. LIRA GONZÁLEZ, Andrés. El amparo colonial y el juicio de


amparo mexicano. Antecedentes novohispanos del juicio de
amparo. Fondo de Cultura Económica, México, 1972.

25. LÓPEZ DE HARO, Carlos. La Constitución y libertades de


Aragón y el Justicia Mayor. Prólogo del Excmo. Sr. D. Gabriel
Maura y Gamazo; Reus, Madrid, 1926.

26. OTERO, Mariano. Obras. 2 tomos, Recopilación, selección,


comentarios y estudio preliminar de Jesús Reyes Heroles,
Porrúa, México, 1967.

27. PALOMINO MANCHEGO, José F. Los orígenes de los


tribunales constitucionales en Iberoamérica (1931-1979).
Cuadernos de la Asociación Peruana de Derecho
Constitucional, Lima, 2003.

28. RENDÓN VÁSQUEZ, Jorge. Documentos constitucionales de


la historia universal. Edial, Lima, 2003.
29. REYES, Rodolfo. El juicio de amparo de garantías en el
derecho constitucional mexicano. Establecimientos
topográficos de Jaime Ratés, Madrid, 1916.

30. REYES, Rodolfo. Ante el momento constitucional español.


Ejemplos y experiencias americanas. Compañía
Iberoamericana de Publicaciones, Madrid, 1931.

31. REYES, Rodolfo. La defensa constitucional. Recursos de


inconstitucio-nalidad y amparo. Espasa-Calpe, Madrid, 1934.

32. ROURA GÓMEZ, Santiago A. La defensa de la Constitución


en la historia constitucional española. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1998.

33. RUÍZ LAPEÑA, Rosa María. El Tribunal de Garantías en la


Segunda República española. Bosch, Barcelona, 1982.

34. SOBERANES FERNÁNDEZ, José Luis. Evolución de la Ley


de Amparo. UNAM, México, 1994.

35. SOBERANES FERNÁNDEZ, José Luis y Martínez Martínez,


Faustino José. Apuntes para la historia del juicio de amparo.
Porrúa, México, 2002.

36. SOBERANES FERNÁNDEZ, José Luis y Martínez Martínez,


Faustino José. Fuentes para la historia del juicio de amparo.
Porrúa, México, 2004.

37. TOCQUEVILLE, Alexis de. La democracia en América.


Traducción de Luis R. Cuéllar, 5ª reimpresión, Fondo de
Cultura Económica, México, 1987.

38. VALLARTA, Ignacio y otros. Recurso de amparo. Inteligencia


del artículo 14 de la Constitución Federal. Imprenta de
Francisco Díaz de León, México, 1879.
39. VALLARTA, Ignacio. Obras completas. El juicio de amparo y
el writ of hábeas corpus. Tomo V, Porrúa, México, 1980.

40. VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín. Soberanía y


reforma constitucional en las Cortes de Cádiz y la Constitución
de 1812. Universidad de Oviedo, Oviedo, 1981.

41. VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín. Textos básicos de


la historia constitucional comparada. Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 1998.

42. ZAGREBELSKY, Gustavo. Historia y Constitución.


Traducción y Prólogo de Miguel Carbonell; Mínima Trotta,
Madrid, 2005.

3. Bibliografía sobre el desarrollo histórico de la jurisdicción


constitucional en el Perú

Se consigna aquí una bibliografía específica en torno a la evolución


de la jurisdicción constitucional que tiene el Perú y que resulta ser de
alta utilidad para los estudiosos que deseen incorporarse en este
ámbito historiográfico de la justicia constitucional.

1. AA.VV. La Constitución peruana de 1979 y sus problemas de


aplicación. Francisco Eguiguren Praeli (Coordinador), Cultural
Cuzco, Lima, 1987.

2. AA.VV. Las cortes de Cádiz. Miguel Artola (Editor), Marcial


Pons, Madrid, 2003.

3. AA.VV. Historia y derecho. El derecho constitucional frente a


la historia. 2 Tomos, Juan Vicente Ugarte del Pino y otros
(Coordinadores), Fondo editorial Nuevos tiempos. Nuevas
ideas de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima 2008.
4. ALZAMORA SILVA, Lizardo. Estudios constitucionales.
Presentación y edición al cuidado de Domingo García
Belaunde, Asociación Peruana de Derecho Constitucional,
Lima, 2004.

5. BASADRE, Jorge. Historia de la República del Perú. 1822-


1933. Tomo XII, 6ª edición, Editorial Universitaria, Lima,
1969.

6. BELAUNDE, Víctor Andrés. El debate constitucional


(Discursos en la Asamblea 1931-1932). Talleres Gráficos,
Lima, 1966.

7. BOREA ODRÍA, Alberto. Evolución de las garantías


constitucionales: hábeas corpus, acción de amparo, hábeas
data, acción de cumplimiento. Editorial Fe de Erratas, Lima,
2000.

8. BREWER-CARÍAS, Allan. Reflexiones sobre la revolución


norteamericana (1776), la revolución francesa (1789) y la
revolución hispanoamericana (1810-1830) y sus aportes al
constitucionalismo moderno. 2ª edición, Serie de derecho
administrativo Nº 2, Universidad Externado de Colombia,
Editorial jurídica venezolana, Bogotá, 2008.

9. COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Garantías


Constitucionales. Legislación Vigente de los Procesos
Constitucionales en el Perú. CAJ, Lima, 1998.

10. CÁCERES ARCE, Jorge Luis. El control constitucional en el


Perú. Universidad Católica Santa María - LPG Edit., Arequipa,
2004.

11. CÁCERES ARCE, Jorge Luis. La Constitución de Cádiz y el


Constitucionalismo Peruano. Prólogo de Oscar Urviola.
Presentación de Domingo García Belaunde, Adrus, Arequipa,
2007.

12. GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Las constituciones del


Perú. WG editores, Lima, 1993.

13. GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Las constituciones del


Perú. 2 Tomos, 2ª edición, Fondo Editorial de la Universidad
de San Martín de Porres, Lima, 2006.

14. GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Teoría y práctica de la


Constitución peruana. Tomo I, Eddili, Lima, 1989.

15. GARRIGA, Carlos y LORENTE, Marta. Cádiz, 1812. La


Constitución Jurisdiccional. Epílogo de Bartolomé Clavero,
Centro de Estudios Constitucionales, Cuadernos y Debates,
Madrid, 1991.

16. MARQUARDT, Bernd. Los dos siglos del Estado


Constitucional en América Latina (1810-2010). Historia
Constitucional Comparada. Serie de investigaciones jurídico-
políticas de la Universidad Nacional de Colombia N°s 5 y 6,
Universidad Nacional de Colombia - Facultad de Derecho,
Ciencias Políticas y Sociales - Instituto Unidad de
Investigaciones “Gerardo Molina” (UNIJUS), Bogotá, 2011.

17. MARTIRÉ, Eduardo. La Constitución de Bayona entre España


y América. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales -
Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2000.

18. MINISTERIO DE JUSTICIA. Comisión de estudio de las


bases de la reforma constitucional de Perú. Lima, 2001.

19. PAREJA PAZ-SOLDÁN, José (Director). Visión del Perú en el


Siglo XX. 2 volúmenes, Librería Studium, Lima, 1962.
20. PAREJA PAZ-SOLDÁN, José. Historia de las Constituciones
nacio-nales (1812-1979). PUCP, Lima, 2005.

21. RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución


Política de 1993. 6 tomos, Fondo Editorial de la PUCP, Lima,
1999.

22. RUIZ JIMÉNEZ, Marta. Para una reconstrucción de las cortes


de Cádiz: Los papeles de gobierno interior del archivo del
congreso de los diputados. Anejos de la revista Trienio N° 6,
Madrid, 2009.

23. SORIA LUJÁN, Daniel. Los mecanismos iniciales de defensa


de la Constitución en el Perú: El poder conservador y el
Consejo de Estado (1839-1855). Tesis, PUCP, Lima, 1997.

24. VALLE RIESTRA, Javier. El Tribunal de Garantías


Constitucionales. El caso de los votos nulos y blancos.
Editorial Labrusa, Lima, 1986.

25. VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín: Tres ensayos


sobre historia constitucional. Liminar de Luis Cervantes Liñán,
estudio preliminar de José F. Palomino Manchego y apéndice
de Domingo García Belaúnde, Cuadernos del rectorado de la
Universidad Inca Garcilazo de la Vega, Lima, 2008.

26. VICENTE VILLARÁN, Manuel. Ante-Proyecto de la


Constitución de 1931. Exposición de motivos y texto. Talleres
gráficos P.L. Villanueva S.A., Lima 1962 (La primera edición
se titula: Exposición de motivos del ante - proyecto de
Constitución del Estado, Imprenta Torres Aguirre, Lima,
1931).

4. Bibliografía sobre los procesos de inconstitucionalidad


Igualmente se consigna aquí, un acopio bibliográfico en torno a las
sentencias constitucionales que tienen todo un soporte teórico,
conforme se podrá apreciar con esta bibliografía mínima que sirve
como complemento a las sentencias relevantes que se publican en los
presentes volúmenes del Tribunal Constitucional peruano.

1. AA.VV. La sentencia sobre la constitucionalidad de la ley,


Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1997.

2. AA.VV. Inconstitucionalidad por omisión. Víctor Bazán


(Coordinador), Temis, Bogotá, 1997.

3. AA.VV. El rango de ley de las ordenanzas municipales en la


Constitución de 1993. Ernesto Blume Fortini (Compilador),
Municipalidad Provincial de Lima - Stampa Gráfica Editores,
Lima, 1997.

4. AA.VV. En busca de las normas ausentes. Ensayos sobre la


inconstitucionalidad por omisión. Miguel Carbonell
(Coordinador), 2ª edición, UNAM, México, 2007.

5. AA.VV. La ciencia del Derecho Procesal Constitucional.


Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta
años como investigador del derecho. Eduardo Ferrer Mac-
Gregor y Arturo Zaldívar Lelo de Larrea (Coordinadores),
Tomo VIII - Procesos Constitucionales Orgánicos, Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Instituto Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional y Marcial Pons Editores,
México, 2008.

6. AA.VV. Parlamento y justicia constitucional. Javier Velásquez


Quesquen (Compilador), Fondo editorial del congreso del Perú,
Lima, 2009.

7. AGRAZ, César Eduardo. Hacia una nueva legitimación de la


acción de inconstitucionalidad. Porrúa, México, 2005.
8. AFONSO DA SILVA, José. Aplicabilidade das normas
Constitucionais.
7ª edição, Malheiros editores, São Paulo, 2009.

9. ÁLVAREZ TABIO, Fernando. El recurso de


inconstitucionalidad. Editorial Librería Martí, La Habana,
1960.

10. BACHOF, Otto. ¿Normas constitucionales inconstitucionales?.


Traducción de Leonardo Álvarez Álvarez, 2ª edición revisada y
corregida, Palestra editores, Lima, 2010.

11. BÁEZ SILVA, Carlos. La inconstitucionalidad por omisión


legislativa en México. Porrúa e Instituto Mexicano de Derecho
Procesal Constitucional, Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal
Constitucional N° 27, México, 2009.

12. BALAGUER CALLEJÓN, María Luisa. El recurso de


inconstitucio-nalidad. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2001.

13. BAZÁN, Víctor. Jurisdicción constitucional y control de


constitucionalidad de los tratados internacionales. Un análisis
de derecho comparado. Porrúa, México, 2003.

14. BLASCO, María del Carmen. La sentencia en la cuestión de


inconsti-tucionalidad. Editorial Bosch, Barcelona, 1995.

15. BLUME FORTÍN, Ernesto. El proceso de inconstitucionalidad


en el Perú. Adrus, Arequipa, 2009.

16. BLUME FORTINI, Ernesto. El control de la


constitucionalidad. (Con especial referencia a Colombia y al
Perú). ERSA, Lima, 1996.

17. BLUME FORTINI, Ernesto. La defensa de la Constitución a


través de las ordenanzas municipales. Grijley, Lima, 1998.
18. BRAGE CAMAZANO, Joaquín. La acción de
inconstitucionalidad. UNAM, México, 2000.

19. BREWER-CARÍAS, Allan R. El control concentrado de la


constitucionalidad de las leyes. (Estudios de Derecho
Comparado). Editorial Jurídica venezolana, Caracas, 1994.

20. BHRUNIS LEMARIE, Roberto. Sentencias constitucionales.


Análisis, ponencias y decisiones de un juez. Cevallos editora,
Quito, 2010.

21. CANO MATA, Antonio. Cuestiones de inconstitucionalidad.


Doctrina del Tribunal Constitucional. Civitas, Madrid, 1986.

22. CARPIO MARCOS, Edgar y ETO CRUZ, Gerardo. El control


jurisdiccional de la inconstitucionalidad e ilegalidad por
omisión. Prólogo de José F. Palomino Manchego, Fundap,
Querétaro, México, 2003.

23. CARRIÓ, Genaro R. El recurso extraordinario por sentencia


arbitraria en la jurisprudencia de la Corte Suprema. Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, 1967.

24. CASIANO LOSSIO, Iván Alexander. La acción de


inconstitucionalidad a raíz de los silencios legislativos.
Presentación de Marcial Rubio Correa, Editorial San Marcos,
Lima, 2008.

25. CORZO SOZA, Edgar. La cuestión de inconstitucionalidad.


Prólogo de Manuel Aragón; Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 1998.

26. DA SILVA, José Alfonso. Aplicabilidad de las normas


constitucionales.Traducción de Nuria González Martín, Serie
doctrina jurídic Nº 149, UNAM - Instituto de Investigaciones
Jurídicas, México, 2003.
27. DÍAZ REVORIO, Francisco Javier: Las sentencias
interpretativas del Tribunal Constitucional. Editorial Lex
Nova, Madrid, 2001.

28. ETO CRUZ, Gerardo (Coordinador). La sentencia


constitucional en el Perú. Editorial Adrus - Centro de Estudios
Constitucionales del Tribunal Constitucional, Lima, 2010.

29. EZQUIAGA GANUZAS, Francisco Javier. La producción


jurídica y su control por el Tribunal Constitucional. Tirant lo
Blanch, Valencia, 1999.

30. FAVOREAU, Louis y RUBIO Llorente, Francisco. El bloque


de constitucionalidad. Civitas, Madrid, 1991.

31. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La


inconstitucionalidad por omisión. Teoría General. Derecho
Comparado. El caso español, Civitas, Madrid, 1998.

32. FIX-ZAMUDIO, Héctor. El requisito del control de la


constitucionalidad en un Estado democrático de Derecho.
Poder Judicial de la Federación - Suprema Corte de Justicia de
la Nación, México, 2005.

33. GARCÍA MARTÍNEZ, Asunción. El recurso de


inconstitucionalidad. El proceso directo de constitucionalidad.
Editorial Previum, Madrid, 1992.

34. GÓMEZ PUENTE, Marcos. La inactividad del legislador: una


realidad susceptible de control. McGraw Hill, Madrid, 1997.

35. GONZÁLEZ BEILFUSS, Markus. Tribunal Constitucional y


reparación de la discriminación normativa. Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000.

36. GUILHERME MARINONI, Luiz. Decisión de


inconstitucionalidad y cosa juzgada. Colección Monografías,
vol. 1, Comunitas, Lima, 2008.

37. GUILHERME MARINONI, Luiz. Coisa Julgada


Inconstitucional. 2ª edição, editora Revista dos tribonais Ltda.,
São Paulo, 2010.

38. HENRIQUE SOARES, Carlos. Coisa Julgada Constitucional.


Almedina, Coimbra, 2009.

39. LOPES MEIRELLES, Hely; WALD, Arnoldo; FERREIRA


MENDES, Gilmar. Mandado de segurança e ações
constitucionais. 32ª edição com a colaboração de Rodrigo
García da Fonseca, Malheiros editores, São Paulo, 2009.

40. LOZANO, Luis F. La declaración de inconstitucionalidad de


oficio. Prólogo de Julio B. J. Maier, Konrad-Adenauer-Stiftung
y Ad-Hoc, Buenos Aires, 2004.

41. LOZANO VILLEGAS, Germán. El valor normativo de las


sentencias de la Corte Constitucional con ocasión del control
abstracto y su incidencia en el sistema de fuentes del Derecho:
el caso colombiano. Universidad Externado de Colombia,
Bogotá, 2000.

42. MARÍN PAGEO, Encarnación. La cuestión de


inconstitucionalidad en el proceso civil. Civitas, Madrid, 1990.

43. MARTÍN DE LA VEGA, Augusto. La sentencia constitucional


en Italia: Tipología y efectos de las sentencias en la
jurisdicción constitucional italiana: medio siglo de debate
doctrinal. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2003.

44. MARTÍNEZ SÁNCHEZ, León Javier. La inconstitucionalidad


por omisión legislativa. Porrúa, México, 2007.
45. MORELLO, Augusto Mario. Admisibilidad del recurso
extraordinario.El “certiorari” según la Corte Suprema,
Platense - Abeledo-Perrot, La Plata - Buenos Aires, 1997.

46. REYES BLANCO, Sergio. El control de constitucionalidad. Su


evolución en España y Colombia. Librería Ediciones del
Profesional, Bogotá, 2004.

47. SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Abraham. Sentencias interpretativas y


control de constitucionalidad en Colombia. Ediciones Jurídicas
Gustavo Ibáñez, Bogotá, 2005.

48. SIERRA PORTO, Humberto. Sentencias de


inconstitucionalidad en la jurisdicción española. Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 1995.

49. SOLANO GONZÁLEZ, Edgar. Sentencias interpretativas y


respeto a la democracia en Colombia. Universidad Externado
de Colombia, Bogotá, 2000.

50. TRUJILLO FERNÁNDEZ, Gumersindo. Dos estudios sobre la


constitucionalidad de las leyes. Universidad de La Laguna, San
Cristóbal de La Laguna, 1970.

51. VÁSQUEZ DEL MERCADO, Oscar. El control de la


constitucionalidad de la ley. Estudio de Derecho Comparado.
Porrúa, México, 1978.

52. VÉSCOVI, Enrique. El proceso de inconstitucionalidad de la


ley.Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo,
1967.

53. VICENTE SOLA, Juan. Control Judicial de


Constitucionalidad. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2001.

54. VILLAVERDE MENÉNDEZ, Ignacio. La Inconstitucionalidad


por Omisión. McGraw Hill, Madrid, 1997.
(1) Ver in extenso: Diario de debates. Debate constitucional 1993. Comisión de Constitución y de
Reglamento, T. III, pp. 1731-1752, 1753-1784 (en esta sesión intervino Domingo García
Belaunde defendiendo su permanencia), 1772-1784, 1785-1799; T. V, pp. 2954-2960.
(2) La literatura es amplia; empero nos remitimos a DE MENDIZÁBAL ALLENDE, Rafael. La
guerra de los jueces. Tribunal Supremo vs. Tribunal Constitucional. Prólogo de Jesús
González Pérez, Dykinson, Madrid, 2012. GARCÍA BELAUNDE, Domingo (Coordinador).
¿Guerra de las Cortes? A propósito del proceso competencial entre el Poder Ejecutivo y el
Poder Judicial. Palestra, Lima, 2008.
(3) Sagüés, Néstor Pedro. La interpretación judicial de la Constitución. 2ª edición, Lexis Nexis,
Argentina, 2006.
(4) FERRERO REBAGLIATI, Raúl. “El control de constitucionalidad de las leyes”. En: Revista
Jurídica del Perú. Nº 1, Lima, 1960, p. 91.
(5) LEÓN BARANDIARÁN, José. “El Tribunal de control de constitucionalidad y de la legalidad”.
En: Revista del Foro, Nº 1, Lima, 1969, p. 206.
(6) Ubérrima es la producción de este académico; sin embargo, remitimos a nuestro trabajo: “El
pensamiento del Derecho Procesal Constitucional en Domingo García Belaunde”. En:
Derecho Procesal Constitucional: Eduardo Ferrer Mac-Gregor (Coordinador), 4ª edición,
Tomo IV, Porrúa y Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
México, 2003.
(7) Vide Diario de Debates de la Asamblea Constituyente. Tomo VIII, pp. 43-44, 64-71, 195-220,
473-483.
(8) Vide STC Exp. Nº 02663-2009-PHC/TC, ff. jj. 6-11, STC Exp. Nº 02877-2005-PHC/TC, ff. jj.
15, 19 y 20, RTC Exp. Nº 00168-2007-Q, ff. jj. 5-7, RTC Exp. Nº 00201-2007-Q, ff. jj. 3-10,
STC Exp. Nº 00004-2009-PA/TC, ff. jj. 12-15, STC Exp. Nº 00294-2009-PA/TC, ff. jj. 11-
18.
(9) Vide STC Exp. Nº 01124-2001-PA, f. j. 13; STC Exp. Nº 01680-2006-PA, ff. jj. 2 a 4.
(10) Una ampliación bibliográfica puede verse en nuestro Syllabus de Derecho Procesal
Constitucional, 3ª edición, editorial ADRUS, Arequipa, 2013.
(11) Vide “El juez constitucional”. En: I Congreso Internacional sobre Justicia Constitucional. Edgar
Corzo Sosa (coordinador), UNAM, 2009, p. 11 y ss.
(12) STC Exp. Nº 10340-2006-PA, ff. jj. 3 al 5.
(13) FIORAVANTI, Maurizio. Constitución. De la antigüedad a nuestros días. Trotta, Madrid, 2001.
(14) BIDART CAMPOS, Germán. El poder, editorial Ediar, Buenos Aires, 1985.
(15) AA.VV. Lagunas en el Derecho. Una controversia sobre el derecho y la función judicial.
Marcial Pons, Barcelona, 2005.
(16) RTC Exp. Nº 05957-2006-PA (reposición), f. j. 2.
(17) SEGURA MUNGUÍA, Santiago. Nuevo diccionario etimológico latín - español y de las voces
derivadas. 4ª edición, Universidad de Deusto, Bilbao, 2010, p. 650.
(18) GÓMEZ FERNÁNDEZ, Itziar. Las decisiones básicas del Tribunal Constitucional.
Presentación de Pablo Pérez Tremps, Thomson - Civitas, Editorial Navarra, 2006, p. 18.
(19) DWORKIN, Ronald. Los derechos en serio. Traducido por Marta Guastavino, 1ª edición, 8ª
reimpresión, Editorial Ariel, Barcelona, 2010, p. 146.
(20) AA.VV. ¿Casos difíciles o irresolubles? Problemas esenciales desde el análisis de
paradigmáticos casos jurisprudenciales, Fernando Miró LLinares (Director), Dikinson,
Madrid, 2010.
(21) BUSTOS GISBERT, Rafael. Pluralismo constitucional y diálogo jurisprudencial. Biblioteca
Porrúa de Derecho Procesal Constitucional, Porrúa, México, 2012.
(22) BRITO MELGAREJO, Rodrigo. El diálogo entre los Tribunales Constitucionales. Biblioteca
Porrúa de Derecho Procesal Constitucional, Porrúa, México, 2011, p. 71 y ss.
(23) DWORKIN, Ronald. Ob. cit., p. 189.
(24) “La casa se fabricó en 1590, esto es, medio siglo después de la fundación de Lima y cuando los
jesuitas acababan de tomar cédula de vecindad en esta tierra de cucaña. Fué el padre Ruiz del
Portillo, superior de ellos, quién delineó el plano, pues ligábalo estrecha amistad con un rico
mercader español apellidado Esquivel, propietario del terreno. Con maderas y ladrillos
sobrantes de la fábrica de San Francisco, y que Esquivel compró a ínfimo precio, que
encargó el mismo arquitecto que edificaba el colegio máximo de San Pablo de construir la
casa misteriosa, edificio sólido y a prueba de temblores, que no pocos ha resistido sin
experimentar desperfecto”. Vide PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Tomo I. Enrique
Cappelletti Representaciones Editoriales, Lima, 2000, p. 48.
(25) La referencia de esta observación se encuentra en E. Levinas. “Texto del Tratado
‘Sanderín’(36b-37)”. En: Cuatro lecturas talmúdicas. Riopiedras, Barcelona, 1997, donde se
trata de la disposición de los puestos en el Gran Sanedrín de Jerusalén.
(26) ZAGREBELSKY, Gustavo. Principios y Votos. El Tribunal Constitucional y la Política.
Traducción de Manuel Martínez Neira, Minima Trotta, Madrid, 2008, pp. 16-20.
(27) Vide a FERRER MAC-GREGOR, Eduardo. Interpretación Constitucional, 2 volúmenes,
Porrúa, México, 2005.
(28) LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de interpretación constitucional. Homenaje a Karl
Loewenstein. Tomo I, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2007, p. 233 y ss.
(29) BIDART CAMPOS, Germán. El derecho de la Constitución y su fuerza normativa, Ediar,
Buenos Aires, 2004.
(30) DÍAZ REVORIO, F. Javier. Las sentencias interpretativas del Tribunal Constitucional.
Biblioteca Porrúa de Derecho Procesal Constitucional, Porrúa, México, 2011.
(31) FIGUEROA MEJÍA, Giovanni A. Las sentencias constitucionales atípicas en el derecho
comparado y en la acción de inconstitucionalidad mexicana. Biblioteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional, Porrúa, México, 2011.
(32) STC Exp. Nº 04853-2004-PA, f. j. 28.
(33) STC Exp. Nº 00050-2004-AI, f. j. 21.
(34) RTC Exp. Nº 00020-2005-PI, párrafo tercero y cuarto del f. j. 23 Auto de admisibilidad.
(35) STC Exp. Nº 05854-2005-AA, f. j. 12.
(36) BIN, Roberto y PITRUZZELLA, Giovanni. Diritto Costituzionale. 2ª edición, Giappichelli
Editore, Torino, 2001, p. 444.
(37) STC Exp. Nº 00004-2004-CC/TC, f. j. 3.3.
(38) La praxis de la jurisdicción constitucional pone de manifiesto que la expulsión de la norma
inconstitucional puede terminar siendo más gravosa en sus consecuencias que su propia
permanencia dentro del ordenamiento jurídico. Vide al respecto, la STC Exp. Nº 00010-
2002-AI/TC pronunciada en el caso de la inconstitucionalidad de la legislación terrorista.
(39) STC Exp. Nº 00047-2004-AI/TC, f. j. 38.
(40) STC Exps. Nºs 00015-2001, 00016-2001, 00004-2002-AI (acumulados), en donde se impugnaba
el artículo 1 del Decreto de Urgencia Nº 019-2001, el cual establecía: “Los depósitos de
dinero existentes en las cuentas del Estado en el Sistema Financiero Nacional, constituyen
bienes inembargables”. El Tribunal concluyó que no todos los referidos depósitos podrían ser
considerados de dominio público, por lo cual no todos eran inembargables. Deviniendo, así,
en inconstitucional el sentido interpretativo que se deriva de la disposición según el cual
“todo” depósito de dinero existente en una cuenta del Estado en el Sistema Financiero
Nacional constituye un bien inembargable. Ello en atención a que si el TC hubiese declarado
sin más la inconstitucionalidad del precepto se hubieran derivado inconstitucionales
afectaciones al Presupuesto de la República.
(41) Vide STC Exp. Nº 00014-1996-AI/TC recaída en el caso de la inconstitucionalidad de la Ley de
Política Nacional de Población.
(42) STC Exps. Nºs 00050-2004-AI, 00051-2004-AI, 00004-2005-AI, 00007-2005-AI y 00009-
2005-AI (acumulados). El literal b) del artículo 55 del Decreto Ley Nº 20530, modificado
por el artículo 7 de la Ley Nº 28449, que pretendía que la pensión de orfandad a los mayores
de 18 años que seguían estudios universitarios. El Tribunal declaró inconstitucional la
palabra “universitarios”, de modo tal que pueda interpretarse que el supuesto normativo se
extienda también a quienes sigan satisfactoriamente estudios superiores. De esta forma, se
evitaba la afectación al principio-derecho de igualdad consagrado en el artículo 2 inciso 2 de
la Constitución.
(43) STC Exp. Nº 00004-2004-CC/TC, f. j. 3.3.2. Vide sobre las omisiones constitucionales y legales
a FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La inconstitucionalidad por omisión. Teoría
General. Derecho Comparado. El caso español. Civitas, Madrid, 1998, y CARPIO
MARCOS, Edgar y ETO CRUZ, Gerardo. El Control Constitucional de la Omisiones
Inconstitucionales e Ilegales. Reflexiones en torno al caso peruano. Edit. Fundap, México,
2004.
(44) STC Exp. Nº 00004-2004-CC/TC, f. j. 3.3.3.
(45) STC Exp. Nº 00048-2004-AI/TC, tras declarar infundado el proceso de inconstitucionalidad,
dispone exhortar al Congreso de la República para que establezca los mecanismos legales
pertinentes con el propósito de garantizar que la recaudación de la regalía minera cumpla con
los objetivos señalados en la Ley y, también, para que diseñe y establezca mecanismos de
control, información y transparencia de modo que la sociedad civil pueda efectuar el
seguimiento del manejo y buen destino de los recursos. Además, para que se comprenda en
la distribución de los montos recaudados, dispuesta por el artículo 4 de la Ley de Regalía
Minera, a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
(46) STC Exp. Nº 00023-2003-AI/TC. Corresponde al caso del Código de Justicia Militar, en el cual
el Tribunal resuelve “EXHORTAR al Poder Legislativo para que, en un plazo no mayor de
12 meses, dicte la legislación que corresponda, de acuerdo con lo expresado en esta
sentencia. Este tiempo será contado a partir de la publicación de esta sentencia en el diario
oficial, vencido el cual, automáticamente los efectos de esta tendrán plena vigencia”
(Numeral 3 del Fallo).
Asimismo, más recientemente mediante STC Exp. Nº 00008-2005-PI/TC recaída en el proceso de
impugnación de la Ley Marco del Empleo Público, Ley Nº 28175, el fallo de Infundado se
complementa con una exhortación al Congreso de la República para que con el carácter de
prioritario y urgente apruebe, dirá “en la presente legislatura”, las leyes complementarias a la
Ley Marco del Empleo Público a fin de iniciar la uniformidad, equidad y modernización del
empleo público, elemento fundamental para un adecuado funcionamiento de la
Administración Pública.
(47) STC Exp. Nº 00004-2004-CC/TC recaída en el caso del Conflicto de Competencias por el
presupuesto del Poder Judicial.
(48) FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La justicia constitucional europea ante el siglo XXI.
Tecnos, Madrid, 2002, pp. 123-124.
(49) STC Exp. Nº 00004-2004-CC, f. j. 3.
(50) STC Exp. Nº 01003-1998-AA, f. j. 3.
(51) STC Exp. Nº 05854-2005-PA, f. j. 28.
(52) STC Exp. Nº 02730-2006-AA/TC.
(53) STC Exp. Nº 01412-2007-AA/TC, f. j. 19.
(54) STC Exp. Nº 00045-2004-PI, f. j. 27.
(55) STC Exp. Nº 00027-2006-PI. f. j. 73.
(56) POSNER, Richard A. Cómo deciden los jueces. Traducción de Victoria Roca Pérez, Colección
Filosofía y Derecho, Marcial Pons, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 2011, p. 37.
(57) POSNER, Richard A. Ob. cit., p. 43.
(58) Ídem.
(59) Ibídem, p. 47.
(60) MARINA, José Antonio y LÓPEZ PENAS, Marisa. Diccionario de los sentimientos. 4ª edición,
Anagrama Editorial, Barcelona, p. 331.
(61) Umberto Eco ha recordado que el término “políticamente correcto” se utiliza hoy día en un
sentido políticamente incorrecto. Anota el pensador italiano: “Parece ser que en 1793 el
Tribunal Supremo de Estados Unidos (en el caso denominado ‘Chisholm versus Georgia’)
argumentó que era muy frecuente citar un Estado en vez del pueblo, para cuyo bien existe el
Estado, y que por tanto era not politically correct en un brindis hablar de Estados Unidos en
lugar de “el pueblo de Estados Unidos. A comienzos de la década de 1980, el movimiento
fue cuajando en los ambientes universitarios estadounidenses, como (sigo citando de
Wikipedia) una alteración del lenguaje consistente en hallar sustitutos eufemísticos para usos
lingüísticos referidos a diferencias de raza, género, orientación sexual o discapacidad,
religión u opiniones políticas, con el fin de eludir discriminaciones injustas (reales o
ficticias) y evitar ofensas. En: ECO, Umberto. A paso de cangrejo. Traducción de María
Pons Irazábal, Debate, Buenos Aires, 2007, p. 110.
(62) MARINA, José Antonio y LÓPEZ PENAS, Marisa. Ob. cit., p. 331.
(63) DWORKIN, Ronald. La justicia con toga. Marcial Pons, Madrid, 2007, p. 12.
(64) Vide a Marina, José Antonio: Las arquitecturas del deseo. Una investigación sobre los placeres
del espíritu, Anagrama editorial, Barcelona, 2009.
(65) La libertad como problema psicológico lo ha planteado en los últimos tiempos Fromm, Erich
(Cfr. El miedo a la libertad, Paidos, 8ª reimpresión, Barcelona, 2011, p. 33 y ss). Un enfoque
sociológico sobre el miedo puede apreciarse en Mongardini, Carlo: Miedo y sociedad,
Alianza editores, Madrid, 2007 (Vid especialmente “El gobierno del miedo” p. 116 y ss.); y
la obra más reciente del pensador ibérico José Antonio Marina: Anatomía del miedo. Un
tratado sobre la valentía, 3ª edición, Anagrama editorial, Barcelona, 2011.
(66) POSNER, Richard A. Ob. cit., p. 51.
(67) Ibídem, p. 52.
(68) Ibídem, p. 53.
(69) Ibídem, p. 60.
(70) En el presente libro, se adjunta en un anexo todas las sentencias más relevantes del TC desde
1996 hasta diciembre de 2012.
(71) El primer CD de Jurisprudencia Sistematizada alcanzó el periodo 2002 - febrero de 2010. El
segundo CD, además de la jurisprudencia anterior, avanzó hasta el mes de julio de 2011. El
tercer CD, finalmente, ha sistematizado la jurisprudencia hasta el mes de diciembre de 2012.
CAPÍTULO II

Contribuciones del Tribunal


Constitucional al fortalecimiento de la
democracia en el Perú

Una mirada panorámica a 30 años de su existencia

I. UN ENFOQUE POR PARTIDA DOBLE EN TORNO A LA


CONSOLIDACIÓN DE LA DEMOCRACIA: LA CIENCIA POLÍTICA Y EL
DERECHO CONSTITUCIONAL. PRECISIONES EPISTÉMICAS

1. Exordio

Si quisiéramos desentrañar, a través de una suerte de arqueología


jurídica, cómo se han desarrollado las civilizaciones antiguas y hacer
un parangón con las actuales, llámese sociedades contemporáneas, de
pos-modernidad, de la era digital, etc., se puede afirmar asertórica y
axiomáticamente que tanto las antiguas como las modernas han
necesitado de determinados jueces o tribunales que resuelvan los
conflictos entre particulares. Ello se aprecia en viejos documentos
como los antiguos códices que establecían determinadas reglas a las
que el heresiarca intérprete debía imponerlas.

No cabe duda que ningún régimen político, democrático o no,


inexorablemente necesita para gobernar, de un poder hoy llamado
“judicial” que permita, desde las esferas del poder, que la maquinaria
estatal fluya en el devenir cotidiano.

Anota Peter H. Schuck que “el poder judicial es un elemento esencial


para la democracia. De hecho, cada democracia en el mundo ha establecido
tribunales con una amplia jurisdicción sobre asuntos relevantes”(1). Luego
afirma que “sin tribunales no hay gobierno y, ciertamente, no hay
democracia”(2). Esta última afirmación, sin ser falsa, no es del todo cierta.
Basta con apreciar que, en los sistemas políticos como los de
Latinoamérica, en el siglo XX, han estado poblados de gobiernos de facto y
el Poder Judicial no desaparece. Y es que, efectivamente, “sin tribunales –
Poder Judicial– no hay gobierno”. La historia contemporánea puede dar fe
que desde los extremos de gobiernos totalitarios como los de la Alemania
nazi(3), pasando por la China comunista de Mao y la antigua URSS, el Poder
Judicial estaba allí, pues aún con todo el poder absoluto, siempre se necesita
a los jueces para resolver los problemas cotidianos de las partes en
conflicto. De allí que no es cierto que “sin tribunales (…) no hay gobierno”,
como asevera el citado politólogo norteamericano.

A lo largo de nuestra ya casi bicentenaria existencia republicana, el


Poder Judicial –efectivamente– ha ejercido un poder jurisdiccional para
resolver los litigios de los particulares; pero ha sido poco el rol en haber
contribuido a fortalecer la democracia en el Perú. Esta aseveración puede
ser temeraria o irresponsable, dado que, en la técnica del golpe de Estado,
los miembros del Poder Judicial son copados por el régimen de turno.
Tampoco se puede desconocer episodios de valentías de miembros de este
órgano jurisdiccional que no se sometieron ni humillaron la autonomía del
órgano jurisdiccional. Mas, son episodios excepcionales, pues en gobiernos
de dictaduras, siempre habrá un Poder Judicial; sus miembros no tienen por
qué cargar con el estigma de facto del régimen. La andadura gubernamental
debe seguir, y la impartición de justicia, desde luego, no se puede detener.
En un Gobierno de facto puede liquidarse el Congreso, el Tribunal
Constitucional, el Consejo Nacional de la Magistratura y otros órganos
como la Defensoría del Pueblo, pero nunca, en absoluto, puede dejar de
funcionar y existir un órgano jurisdiccional. En un régimen, por más
autoritarios o intemperante que sea, no debe cundir la anarquía: es más bien
un nuevo orden írrito, de facto, inconstitucional o como quiera llamarse,
pero es un orden que se impone.

Si el Poder Judicial es un órgano del Estado, no siempre, como se


podrá apreciar, puede contribuir a través de sus fallos a fortalecer un país
democrático. Ello solo ocurre cuando se vive en democracia. En una
dictadura el Judicial no tiene eco. Sí tiene, por el contrario, en un régimen
de facto, de contribuir a desencadenar una transición política, si sus actores
asumen a partir de un prestigio social de autonomía, la posibilidad de
enfrentarse al Ejecutivo. El Judicial puede, en una dictadura, afirmar a
través de sus fallos un magisterio heroico de valentía y retos; y puede en un
gobierno de facto ostentar un grado de legitimidad expresado en el binomio:
dominación (Poder Ejecutivo de facto) y legitimidad (Poder Judicial
independiente). No obstante, la experiencia no ha sido así, en los hechos,
ocurre un reciclaje y el Judicial se subsume en el complejo aparato estatal
que impone las normas que el gobierno de facto dicta.

Si en un Poder Judicial ocurre esto, en tribunales constitucionales la


cosa de hecho es distinta, en la medida que los temas de su competencia,
jurisdiccionalmente involucran los problemas de la urgencia real de las
libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos, así como del control
del poder a través de procesos constitucionales sui géneris como veremos a
lo largo de esta presentación.

De allí que resulta legítimo mirar, en lontananza del tiempo, estos


treinta años de jurisdicción constitucional desde el “viejo” Tribunal de
Garantías Constitucionales, que entrara en vigencia con la LOTGC, Ley Nº
23385, y la Ley Nº 23506 en 1983, hasta el actual Tribunal Constitucional
(2012).

2. La Ciencia Política y el Derecho Constitucional en torno a la


consolidación de la democracia

Hablar de “contribuciones”, “aportes” o “fortalecimiento” del Estado


de Derecho, de la consolidación de la democracia o de un Estado
Constitucional de Derecho por parte de los órganos jurisdiccionales
que modernamente se les identifica como Tribunales, Salas o Cortes
Constitucionales presupone dos enfoques de cómo apreciar el
problema y que debe aclararse: lo que piensan y expresan los
politólogos y lo que reflexionan los constitucionalistas.

Recordemos que el “politólogo” es el académico que cultiva una


disciplina hoy denominada Ciencia Política(4). Esta vertiente
científica estudia el fenómeno político o el sistema político o el
poder político desde un enfoque fáctico(5): lo analiza tal cual es en la
realidad; despojado de criterios axiológicos o de una dimensión
ética(6). Interesa a esta ciencia social analizar la dinámica política
aplicando determinados métodos propios de las Ciencias Sociales(7).

En efecto, la ciencia política puede ser enunciada como una disciplina


que forma parte de las ciencias sociales(8) y que pretende estudiar el sistema
político en términos objetivos y prácticos. Su enfoque es formal explicativo
y predictivo y para ello usa métodos propios de la sociología y demás
vertientes de las Ciencias Sociales en términos cuasi axiomáticos(9).

En cambio, el derecho constitucional es una disciplina jurídica que


pretende racionalizar en términos jurídicos cómo debe acceder,
desenvolverse y limitar el ejercicio del poder político por un lado; y, por
otro, el establecimiento de un marco jurídico de garantías propias que deben
tener los ciudadanos a fin de proteger sus derechos básicos de la vorágimen
política cotidiana(10).
El punto de entronque entre la Ciencia Política y el Derecho
Constitucional es que mientras este estudia el fenómeno político desde un
punto de vista jurídico, tratando de encapsularlo bajo ciertas reglas básicas
que prevé una constitución; la politología se identifica con el Derecho
Constitucional, en tanto su enfoque del pensamiento del poder o de un
régimen político es entenderlo tal cual es(11), despojándolo, como ya se tiene
dicho, de patrones normativos o de estimaciones axiológicas de cómo
debería desenvolverse la dinámica política de un régimen o sistema
político(12). Al final, la politología requiere de una u otra manera del
Derecho Constitucional y viceversa(13): el Derecho Constitucional no puede
agotarse con un discurso solo y exclusivamente de una plataforma del
mundo jurídico(14).

Así se predique que una constitución ha de convertirse en una carta


de navegación para que un régimen tenga en su dinámica los derroteros que
encauce el llegar a un buen puerto, siempre todo texto constitucional va a
tener un inexorable cariz político(15), cuyo pulso puede y de hecho es
interpretado desde su techo ideológico o de su fórmula política; pero
igualmente tiene hoy en día una esencia normativa(16).

En este sentido es que se explica el por qué nuestra disciplina


requiere del enfoque pragmático y fáctico que suministra la Ciencia
Política; y el por qué debe entenderse que hoy la Constitución es una
singular norma jurídica que juega un rol vital en el engranaje de los
modernos sistemas políticos contemporáneos.

Con todo, resulta muy raro que, desde una perspectiva sociológica del
poder, los académicos provenientes de las ciencias sociales, tienen un
análisis prácticamente nulo de los tribunales constitucionales. Y si posan
sus ojos reflexivos, la regla ha sido en términos casi negativos y
estereotipados: el sempiterno tema de que los miembros del Tribunal
Constitucional vienen usurpando funciones que son de naturaleza
gubernamental, postura del que hacen eco los legisladores cuando el
Tribunal Constitucional emite sentencias interpretativas, pero muy raras
veces aprecian el rol determinante en la consolidación de una democracia.
Si bien, este planteo no es típico del pensamiento norteamericano(17), en
donde se ve cómo la Suprema Corte de Estados Unidos cumple un rol vital
en la interpretación de la Constitución y en casos de temas públicos
relevantes(18).

Lamentablemente, los politólogos, acaso por su deformación hiper


factualista han centrado sus reflexiones en manifestaciones muy concretas
del poder político: la relación Legislativo-Ejecutivo. Los analistas políticos
de cada país y con mayor énfasis en los analistas de fin de semana, centran
su escalpelo reflexivo solo en los problemas del gobierno (Ejecutivo) y los
escándalos del Congreso (Legislativo).

Con todo, esta apreciación tiende ya a menguar. Hoy, a nivel


latinoamericano, ha empezado progresivamente a cambiar en las últimas
décadas y hoy se analiza el rol de los jueces en la consolidación de la
democracia(19), y ya no solo desde una perspectiva politológica, sino de los
constitucionalistas; y en los últimos tiempos, de los propios actores; esto es,
los jueces constitucionales que se reúnen en las Conferencias
Iberoamericanas(20) y Conferencias Mundiales de Justicia Constitucional(21).

2.1. El concepto “fortalecimiento del Estado de Derecho” que


equivale al concepto politológico de “consolidación
democrática” es un concepto multidimensional y
controvertido

Normalmente este concepto forma parte del discurso de los actores


políticos (parlamentarios, ministros, Jefe de Estado, prensa, etc.). Y
aunque su uso no está ciertamente distorsionado, dado que es un
concepto tan amplio, su excesivo uso puede perder su contenido
sustantivo por devaluación y terminar siendo desnaturalizado. En
efecto:
a. Por principio, es un concepto laxo, genérico, ambiguo, y –por
lo tanto– equívoco y multívoco.

b. Leonardo Morlíno en 1986 lo define como: “El proceso de


reforzamiento, afirmación, robustecimiento del sistema
democrático, encaminado a aumentar su estabilidad, su
capacidad de persistencia y a contrarrestar y prevenir posibles
crisis”.

También ha indicado que “la consolidación de la democracia es la


ampliación progresiva de la aceptación de aquellas estructuras y
normas para la revolución pacífica de los conflictos, un conocimiento
cada vez mayor en la aceptación y el apoyo al compromiso
institucional, el reconocimiento de la bondad de la fórmula de la
“incertidumbre limitada” o bien en una palabra, progresiva
ampliación de la legitimidad del régimen(22).

c. Hay una definición minimalista de la consolidación de la


democracia esgrimida por Juan Linz que postula que un
régimen democrático consolidado es aquel “en el cual ninguno
de los principales actores políticos, partidos o intereses
organizados, fuerzas o instituciones consideran que hay alguna
alternativa a los procesos democráticos para obtener el poder, y
que ninguna institución o grupo político tiene derecho a vetar
la acción de los que gobiernan democráticamente elegidos.
Esto no significa que no haya minorías prestas a desafiar y
cuestionar la legitimidad de los procesos democráticos para
medios no democráticos. Significa que los actores principales
no recurren a ellos y que esos permanecen aislados. Para
decirlo de una manera simple, la democracia debe ser
considerada como el único casino en el pueblo (the only game
in town) para utilizar una expresión del viejo oeste.
La consolidación parte, desde luego, de un supuesto: que exista un
régimen político constitucionalmente democrático; esto es, de una
democracia con manifiestos grados de debilidad que requieren
fortalecerse o parte de una transición política que requiere justamente
de diversas fuerzas que coadyuven a una meta: afirmar un sistema
político de alternancia en el poder, de respeto a las libertades, pero no
solo en su prédica liberal, sino y fundamentalmente de una
democracia sustantiva de inclusión social, de vigencia de los
derechos básicos de la ciudadanía y no solo de los grupos
empresariales. Significa igualmente la convergencia de dos lógicas
que se encuentra en oposición: el Estado y la ciudadanía. Una
consolidación parte de diversos principios en la esfera de quien
detente el poder: probidad, transparencia y publicidad en la
Administración Pública. La transparencia en las grandes decisiones y
el fundamento bajo marcos democráticos constituye parte de la
columna vertebral de un Estado moderno que consolida
efectivamente la res pública.

Las democracias de forma han llevado a que exista en algunos


países latinoamericanos tentaciones de regímenes autocráticos o de
una democracia populista que, a la postre, termina en una defunción
de la democracia.

2.2. El diagnóstico de los politólogos: el rol cuasi irrelevante de


los Tribunales Constitucionales en el fortalecimiento de la
democracia en América Latina

No obstante que, según se aprecia, ambas disciplinas –el Derecho


Constitucional y la Ciencia Política– tienen encuentros y comunes
ejes temáticos; se puede apreciar que también hay desencuentros en
la apreciación fáctica del rol que vienen impulsando los Tribunales,
Salas o Cortes Constitucionales en Latinoamérica.
Normalmente los politólogos han centrado su reflexión en la
consolidación de la democracia; en otros tiempos, reflexionaban
sobre los regímenes de facto o las dictaduras autoritarias; luego
cuando estas llegaban a su final, la ciencia política acuña otras
categorías como las transiciones políticas(23) entre otros conceptos o
categorías dentro de su horizonte reflexivo. Mucho más reciente, los
politólogos vienen dirigiendo reflexiones en torno a los mecanismos
de participación popular. Así, “los politólogos enfrentan un reto
enorme tan solo para describir este nuevo paisaje institucional y, en
mayor grado, para determinar si contribuye o limita la calidad
democrática. En ninguna región del mundo se expresa esta
ambivalencia de manera tan marcada como en América Latina.
Mientras que casi todos los países latinoamericanos poseen sistemas
electorales que funcionan, su desempeño democrático varía desde ser
sumamente pobre (como en muchos países de Centroamérica) hasta
ser muy bueno (como en los casos de Chile y Uruguay)”(24).

Ocurre, sin embargo, que para este sector de académicos el rol de la


jurisdicción constitucional es casi nulo en la consolidación o en la
contribución de una democracia real y actuante(25).

Con todo, esta observación, no es del todo correcta; bien es cierto que
las preocupaciones en el mundo de la sociología son otras; así, según el
Latinobarómetro en el 2011 los problemas más importantes para los
peruanos son en primer lugar la delincuencia (20 %), en segundo lugar el
desempleo (19 %), en tercer lugar los problemas económicos (13 %), la
pobreza (17 %) y la corrupción (8 %). En todos estos problemas Perú se
encuentra por encima del promedio de América Latina, salvo el problema
de la delincuencia donde Perú se sitúa 8 puntos más abajo que la región.

No obstante estos hallazgos e indicadores sociológicos, se observa


que para los politólogos casi el rol que juegan los Tribunales o la
jurisdicción constitucional no existe o es nulo; o, en definitiva en la
población acaso no se percibe que estos órganos jurisdiccionales; desde
hace muchos años y en distintas latitudes, vienen cumpliendo un rol
preponderante y acaso mayor que el típico órgano legislativo o Congreso,
en la consolidación y desarrollo de una democracia que suponga un
fortalecimiento en interdictar la arbitrariedad del poder, venga donde
viniere, proteja los derechos básicos de la ciudadanía en clave de los
derechos humanos; y, sobre todo, controle cualquier acto autoritario, vía los
mecanismos de los procesos de inconstitucionalidad de normas de rango de
ley; o de eventuales confrontaciones en conflictos entre los órganos del
Estado o de órganos territoriales del Gobierno central, regional o local.

Y es que aún quedan rezagos no aclarados en definir las fronteras


entre la política y el derecho. De ordinario se ha entendido, desde Rousseau,
que el judicial no es un “poder” del Estado y que los órganos
jurisdiccionales deben limitarse a aplicar las leyes, dejando en manos las
cuestiones políticas, la res pública, para los demás órganos democráticos(26).
Pero, conforme se apreciará en el epílogo de esta nota preliminar, hoy la
jurisdicción constitucional “se ha convertido en un aspecto esencial de
muchas democracias”; y hoy por hoy no existe zonas exentas del control
constitucional; de allí que, frente a una compleja constitucionalización del
ordenamiento jurídico, el juez constitucional cumple retos que suponen una
pieza clave vital en esta consolidación de las democracias a nivel
planetario(27).

Cabe señalar que cuando se habla de una consolidación de la


democracia, debe partirse, por lo menos, de una noción mínima de ella.

Ya en su momento, Robert Dahl en 1956 formuló una síntesis mínima


y procedimental en torno a la democracia. Posteriormente Norberto Bobbio
en 1984 en su ensayo Il futuro della democracia logra decantar con mayor
claridad los elementos mínimos que permiten hablar de un sistema
democrático. Si bien Robert Dahl propuso a fines de los cincuenta ciertos
elementos de la democracia, solo comprendía la columna vertebral de un
Estado liberal. Bobbio ha sostenido, en cambio, que “la democracia evoca
el principio de autogobierno y se refiere, primordialmente, al conjunto de
reglas que nos dicen quién está autorizado para decir y cómo (bajo cuáles
procedimientos) debe hacerlo. Es decir, la democracia es, simplemente, “un
conjunto de reglas de procedimiento para la formación de decisiones
colectivas” que no nos dice nada del contenido o resultado de las mismas
(del qué cosa). Al igual que Dahl, Bobbio especifica los que a su juicio son
los “procedimiento universales” que caracterizan a esta forma de gobierno:
a) todos los ciudadanos mayores de edad sin distinciones de raza, religión,
condición económica o sexo deben gozar de derechos políticos (cada uno
debe gozar del derecho a expresar su opinión o escoger a quien la exprese
por él); b) el voto de los ciudadanos debe tener un peso igual; c) todos los
titulares de derechos políticos, deben ser libres de votar siguiendo sus
propias opiniones, las cuales deben formarse lo más libremente posible, es
decir, en una competencia libre entre grupos políticos organizados en
competencia recíproca; d) los ciudadanos también deben ser libres en el
sentido de que deben estar en condiciones de escoger entre soluciones
diferentes, es decir, entre partidos que tengan programas distintos y
alternativos; e) tanto para la elección como para las decisiones colectivas,
debe valer la regla de mayoría numérica; f) ninguna decisión adoptada por
mayoría debe limitar los derechos de la minoría, en particular el derecho a
convertirse a su vez en mayoría en igualdad de condiciones”(28).

Es innegable que este procedimiento “mínimo” para la existencia de


una democracia, inexorablemente, pasa por un control de naturaleza
jurisdiccional que lo otorga la jurisdicción constitucional. He allí el rol vital
de estos órganos que fortalecen adelantando el reloj de la historia, como
diría Peter Häberle, o retrocediéndolo, en los avances en la construcción de
un Estado Constitucional contemporáneo.

3. ¿Cómo se fortalece un Estado Constitucional de Derecho?


El TC ha venido desarrollando un conjunto de reflexiones en el
marco de los obiter dicta en torno a la democracia, confirmando su
rol no solo de agente de control constitucional; sino de un ente
jurisdiccional que genera diálogo reflexivo en torno a este importante
aporte reflexivo sobre la democracia. Veamos un brochazo
panorámico.

3.1. Un primer tema es la Constitución como juridificación de la


democracia

Para el Tribunal Constitucional, la democracia, etimológica y


coloquialmente entendida como el “gobierno del pueblo”, mal podría
ser concebida como un atributo o característica más del Estado social
y democrático de derecho, pues, en estricto, Norma Constitucional y
Democracia, son dos factores que se condicionan de modo recíproco,
al extremo de que con verdad inobjetable se ha sostenido que la
Constitución bien podría ser definida como la juridificación de la
democracia. En efecto, la Constitución es la expresión jurídica de un
hecho político democrático, pues es la postulación jurídica de la
voluntad del Poder Constituyente, como un totus social en el que
subyace la igualdad(29).

3.2. Obligación de garantías mínimas a los ciudadanos

El Tribunal Constitucional ha precisado que un sistema democrático


que no garantice o brinde condiciones mínimas de bienestar a los
ciudadanos no puede garantizar la eficacia plena de los derechos
fundamentales(30)

3.3. Gobierno democrático

Este concepto lo entiende el Tribunal Constitucional a partir de una


definición con contenido axiológico. En efecto, el gobierno
democrático es un gobierno de mayorías, y puede perder sustento
constitucional si no se encuentran plenamente garantizados los
derechos fundamentales de las minorías. De ahí la necesidad del
establecer distintos mecanismos de control al gobierno que,
inevitablemente, se presentan como vías, por así decirlo,
“contramayoritarias”. Sólo así se encuentra plenamente asegurada la
libertad (en igualdad) de todas las personas al interior del Estado
social y democrático de derecho(31).

3.4. Los fundamentos de la democracia

Define el Tribunal Constitucional que la democracia se fundamenta


en la aceptación de que la persona humana y su dignidad son el inicio
y el fin del Estado (artículo 1 de la Constitución), por lo que su
participación en la formación de la voluntad político-estatal es
presupuesto indispensable para garantizar el máximo respeto a la
totalidad de sus derechos constitucionales(32).

3.5. Respeto a las minorías y voluntad política

El TC entiende que el poder ejercido por la mayoría debe distinguirse


de todo otro en que no solo presupone lógicamente una oposición,
sino que la reconoce como legítima desde el punto de vista político, e
incluso la protege, creando instituciones que garantizan un mínimo de
posibilidades de existencia y acción a distintos grupos religiosos,
nacionales o económicos, aun cuando solo estén constituidos por una
minoría de personas; o, en realidad, precisamente por constituir
grupos minoritarios. La democracia necesita de esta continuada
tensión entre mayoría y minoría, entre gobierno y oposición, de la
que dimana el procedimiento dialéctico al que recurre esta forma
estatal en la elaboración de la voluntad política. Se ha dicho,
acertadamente, que la democracia es discusión. Por eso el resultado
del proceso formativo de la voluntad política es siempre la
transacción, el compromiso. La democracia prefiere este
procedimiento a la imposición violenta de su voluntad al adversario,
ya que de ese modo se garantiza la paz interna(33).

3.6. Vinculación con la economía

Una democracia está vinculada con la constitución económica. Así


entiende el TC que se debe poner en evidencia la íntima vinculación
entre la economía y la democracia, por cuanto un sistema
democrático que no garantice o brinde condiciones mínimas de
bienestar a los ciudadanos no puede garantizar la eficacia plena de los
derechos fundamentales; pero tampoco una economía –por más que
sea eficiente– que desconozca los valores y principios
constitucionales, y los derechos fundamentales, es compatible con un
sistema democrático, toda vez que confundir la tolerancia dentro de
un sistema de valores con el relativismo supone desconocer el valor y
la esencia de la democracia(34).

3.7. Conducción en base al principio mayoritario

No cabe duda de que una democracia se sustenta en el principio


mayoritario. Así, para TC los elementos de la democracia y del
constitucionalismo, conceptualmente, se encuentran en tensión. En
efecto, un valor fundamental de la democracia es la adopción de
decisiones siguiendo el principio mayoritario bajo el presupuesto de
que todos los sujetos con capacidad política son iguales en dignidad.
Por ello, para algunos, la igualdad política participativa, como valor
subyacente a la democracia, es “el derecho de los derechos. Con
dicha frase –anota el TC peruano– pretende trasmitirse la idea de que
el derecho a la igualdad política y la decisión democrática están en el
origen, incluso, del reconocimiento de los propios derechos
fundamentales en la Constitución, es decir, pretende enfatizar la idea
de que el momento constituyente se rige por el principio mayoritario.
Desde luego, esta tesis, llevada al extremo, permitía sostener que toda
decisión adoptada bajo mecanismos democráticos, sin importar su
contenido, resulta jurídicamente válida(35).

3.8. Utilización de modalidades de democracia para


fundamentar la validez de organizaciones totalitarias

El TC sostiene que la defensa cerrada de los mecanismos de


democracia directa en contraposición a los supuestos perjuicios
generados por la democracia representativa, ha sido el recurrente
argumento de las dictaduras para pretender fundamentar la supuesta
validez de sus organizaciones totalitarias de partido único, en las que
por vía de la argucia de una aparente mayor participación ciudadana
en los asuntos públicos, en los hechos, las decisiones terminan siendo
monopolio del dictador, en la mejor muestra recreada de la fórmula
hobbesiana: Auctoritas, non veritas facit legem (La autoridad –no la
verdad– hace la ley)(36).

3.9. Consideración de su noción entre las tesis extrema de la


democracia y del constitucionalismo

En cuanto a este conflicto el TC expresa que entre las tesis extremas


de la democracia y del constitucionalismo llevan a considerar a la
noción de “democracia constitucional” como un oxímoron, ya que si
un sistema político es democrático entonces no admite la limitación
constitucional, y si es constitucional no admite la decisión
democrática sobre algunas materias importantes(37).

Por otro lado, el Tribunal Constitucional ha hecho hincapié en el


análisis de las distintas instituciones enraizadas con el concepto de
democracia, tales como: democracia constitucional, democracia
directa, democracia representativa. Veamos.

a. La democracia constitucional
Aunque la afirmación de la democracia supone como axioma la
presencia de una Constitución en tanto ella ejerce el control al poder
político, el Tribunal Constitucional ha hurgado diversos matices
conceptuales. Así, entiende que la democracia episódica, fáctica, no
reglada y desenvuelta en las afueras del Derecho, da lugar a una
democracia estable, jurídica y, consecuentemente, reglada y
desarrollada conforme a los límites establecidos en la Constitución;
da lugar, en otros términos, a la democracia constitucional(38).

b. La democracia directa

En este hilo propedéutico, el TC también ha precisado que “nuestra


Constitución ha consagrado también determinados mecanismos de
democracia directa o semidirecta como el referéndum, la iniciativa
legislativa, la remoción y revocación de autoridades y la demanda de
rendición de cuentas (artículo 31 de la Constitución), que son el
complemento idóneo para dotar de estabilidad a la democracia
representativa(39).

Pero así como la propia Constitución reconoce diversos mecanismos


de esta democracia, el TC deja a salvo su imposibilidad permanente
de usar este complejo mecanismo: dada la diversidad de condiciones
necesarias para conseguirla, jamás existiría una verdadera
democracia. Incluso hoy se acepta que dada la complejidad del
Estado moderno, es imposible que este pueda desenvolverse,
exclusivamente, a través de mecanismos de democracia directa.
Considerar que en las sociedades modernas los ciudadanos tienen la
capacidad de deliberar y decidir sobre la cosa pública, sin la
participación de intermediarios elegidos para tal efecto, es simple
ficción(40).

c. La democracia representativa

La democracia representativa es una democracia pluralista, pues la


representación encuentra en la soberanía popular a su fuente de poder
y debe ser seno de contrapesos y controles mutuos entre las distintas
fuerzas políticas. Pero no puede ser una democracia fragmentaria en
la que no exista posibilidad de generar consensos entre las mayorías y
minorías parlamentarias. En otras palabras, no cabe que so pretexto
de identificar matemáticamente a la democracia representativa con la
representación “de todos”, se termine olvidando que, en realidad, de
lo que se trata es que sea una representación “para todos”(41).

En la democracia representativa, aclara el TC, de un lado los


representantes no son meros portavoces de sus representados, sino
conformantes de un órgano con capacidad autónoma e independiente
de decisión, previa deliberación; y de otro, que lo son no de simples
intereses particulares (policys), sino generales (politics)(42).

Finalmente, el TC precisa su sustento normativo: la democracia


representativa también se encuentra recogida en diversos artículos
constitucionales, como el 43 (nuestro gobierno “es representativo”),
el 93 (“Los congresistas representan a la Nación”), los artículos 110 y
111 (el Presidente de la república personifica a la Nación y es elegido
por sufragio directo), los artículos 191 y 194 (elección por sufragio
directo de los gobiernos regionales y locales), entre otros(43).

4. Presencia de un control constitucional: presupuestos

Una democracia se construye sobre determinadas condiciones y


presupuestos; y en todo ello, todos los órganos del Estado han de
cumplir un rol exclusivo y excluyente; pero complementario. En tal
situación, bien pueden enunciarse ciertos supuestos que grosso modo
aquí enunciamos:

a. Presencia de una Constitución rígida, que presuponga la


vigencia contemporánea del concepto normativo de
Constitución, en donde la parte dogmática se expresa en la
regulación del conjunto de los derechos fundamentales, y la
parte orgánica que pretende un uso racional y legítimo del
poder político.

b. Un órgano jurisdiccional –sea concentrado o difuso– que ejerza


el control y que lo concrete en forma de decisiones judiciales o
fallos plenamente ejecutables.

c. Existencia de un conjunto de instrumentos procesales con que


cuente la ciudadanía para afirmar la tutela de los derechos y el
control de los órganos del Estado emanados de cualquier tipo
de autoridad.

d. Un sistema político, donde se afirme la división del poder, la


supremacía constitucional y un mecanismo agravado de
reforma –que no hace más que afirmar una Constitución
rígida–(44).

II. MARCO INTRODUCTORIO: LA GÉNESIS DE LOS TRIBUNALES


CONSTITUCIONALES

1. Los orígenes

Entre las piezas claves para entender actualmente la presencia de los


Tribunales, Cortes o Salas Constitucionales, está la de remontarse
brevemente a los orígenes mismos de estos singulares órganos
jurisdiccionales.

Es probable que uno de los orígenes históricos en torno a un órgano


que controle los excesos del legislativo se encuentren en los
planteamientos de Emmanuel Sieyès(45), “el oráculo máximo en
cuestiones constitucionales”(46), quien formuló la tesis de que la
Asamblea Nacional podría ser controlada, en sus excesos legislativos,
a través de un jurado constitucional.
Si bien se atribuye, sin discusión alguna, al célebre Kelsen, el haber
sido el mentor o creador del primer Tribunal Constitucional en el
mundo(47); hoy, en rigor se debe igualmente señalar que su planteo, ya
había sido propuesto desde Alemania por el padre de la Teoría del
Estado y del cual Kelsen abrigó ser su discípulo(48), aunque esta
cordial relación no prosperó(49). Nos referimos a Georg Jellinek quien
ya en 1885 había publicado para el editor vienés Alfred Hölder su
breve ensayo, titulado Ein Verfassungsgerichthof Für Österreich (un
Tribunal Constitucional para Austria)(50). Profundo conocedor y
atento observador de la realidad constitucional austriaca, Jellinek
había propuesto el término “Verfassungsgerichtshof” concepto que,
en el ensayo de jurista, encontraba “su primera expresión
completa”(51) Jellinek históricamente sostenía que debería existir un
órgano judicial que debería tener las características de un Tribunal
arbitral, de un “tercero neutral” y que esté lejos de la realidad política
de los partidos para que la Constitución y su necesario respeto, no
acabasen por defender el “arbitrio del partido dominante y de las
posiciones de los partidos”(52).

Fue el célebre líder social demócrata Karl Renner(53) el que impulsó


una defensa de la democracia política en la flamante Austria después
de su división del viejo imperio Austrohúngaro. Según se aprecia de
la investigación que hace Sara Lagi, Renner dio siempre la impresión
de que había tomado prestado de Jellinek diversos planteamientos:
por un lado, la idea de que “donde había que dirimir un conflicto esto
podía suceder solo a través de la sentencia de un juez”, y, por el otro,
la convicción de que “los estados federales para su especifica
conformación, necesitaban de un Tribunal Constitucional que
resolviese las posibles controversias entre autoridad central y
regional”(54).

El 25 de noviembre de 1918 Kelsen fue nombrado asesor de la sesión


para la reforma constitucional de la cancillería de Estado y la
vinculación que tiene Kelsen con Renner fue que el primero había
publicado diversos artículos de interés capital para el líder
socialdemocrático Karl Renner(55).

Fue así como Kelsen, que por ahora no viene al caso, se encarga de
criticar los plantamientos de Jellinek en su “memorandum” (Kelsen
partía de dos tipos de argumentaciones; observaba antes que nada
que, en el plano estrictamente jurídico, la existencia del
Reichsgerichtshof era “contradictoria” con las nuevas disposiciones
constitucionales, ya que “junto a la vieja Constitución todas las
normas que se fundaban sobre ella han sido eliminadas”. Kelsen
subrayaba así la fuerte discontinuidad entre el periodo imperial y el
republicano: “contra el mantenimiento del nombre “Tribunal
imperial” no habla solo el hecho de que no existe ya un “imperio”,
sino también la necesidad de manifestar a través de la modificación
del nombre la falta de continuidad jurídica”(56)) en el que exponía
algunas ideas sobre la transformación del Tribunal Imperial en
Tribunal Constitucional.

El hecho es que, si bien parte de la tesis kelseniana ya habían sido


planteada antes por Jellinek; lo cierto es que Kelsen le dio una base
teórica y orgánica al órgano que se iba a encargar de la defensa de lo
constitucional: La Alta Corte Constitucional(57).

Y así, sin proponérselo, el célebre jurista del siglo XX(58), reeditaba


en una nueva versión republicana, lo que no pudo gestar su viejo
antecesor, Emmanuel Sieyès, en los años del terror francés. Se creaba
así, un órgano jurisdiccional que desde sus orígenes, desencadenó
pasiones políticas y académicas que aún hoy perviven desde el viejo
espíritu disolvente de Carl Schmitt(59), quien pretendió demoler la
tesis en torno a quién debe ser el defensor o guardián de la
Constitución(60).

A partir de estas propuestas, históricamente surge la primera ola de


los Tribunales Constitucionales en el mundo; y nos referimos al TC
de Austria de 1920; el TC de Checoslovaquia de 1919, y el Tribunal
de Garantías Constitucionales de España previsto en la constitución
republicana de 1931(61).

2. El actual panorama de la jurisdicción constitucional en América


Latina

Como ya se ha precisado, la influencia de la jurisdicción


constitucional europea en América Latina no se manifiesta en
términos ortodoxos, como también resulta difícil encontrar la
primigenia concepción kelseniana de convertir al Tribunal
Constitucional en una suerte de legislador negativo, como querría el
Jefe de la Escuela de Viena, debido hoy a la presencia de nuevas
tipologías de sentencias constitucionales(62), a la forma en que está
estructurado, algunos dentro y otros fuera del Poder Judicial; y en
otros casos, debido a la coexistencia tanto de un poder judicial, que
comparte jurisdicción constitucional al lado del tribunal
constitucional. Con todo, siguiendo aquí de cerca a Eduardo Ferrer
Mac-Gregor(63), se podría esquematizar la siguiente presencia de los
órganos de jurisdicción constitucional.

2.1. La presencia de Tribunales Constitucionales stricto sensu


(fuera del Poder Judicial)

Se trata aquí de un solo órgano de jurisdicción que resuelve


específicos problemas vía un contencioso constitucional.

Los países que cuentan con este sistema son Guatemala, Perú, Chile,
Ecuador, Bolivia y República Dominicana. El caso de Guatemala,
bueno es reivindicar que, en rigor, fue el primer Tribunal
Constitucional autónomo en América Latina, prefigurado a través de
la “Corte de Constitucionalidad de Guatemala”, normada en la
Constitución de 15 de setiembre de 1965.
La actual Carta Política de esta república es del 31 de mayo de 1985
y entró en vigor en 1986, allí igualmente se crea la “Corte de
Constitucionalidad” establecida como “un tribunal permanente de
jurisdicción privativa, cuya función esencial es la defensa del orden
constitucional; actúa como tribunal colegiado con independencia de
los demás organismos del Estado y ejerce funciones específicas que
le asigna la Constitución y la ley de la materia”. Este tribunal conoce
específicamente los siguientes procesos constitucionales: la
exhibición personal (hábeas corpus: art. 263 y 264); el amparo (art.
265) y la inconstitucionalidad de las leyes (arts. 266 y 267).

Si bien Chile tuvo –históricamente, al menos– un Tribunal


Constitucional nominalmente en la reforma de 1971 que se le hizo a
la Constitución de 1925, el golpe de Estado del 11 de setiembre de
1973 suprimió todo ello. La actual Carta de 1980 reformada mantiene
este organismo jurisdiccional. El artículo 81 establece que el Tribunal
Constitucional está integrado por siete miembros. Entre el amplísimo
elenco de atribuciones que le confiere el artículo 82, están el control
preventivo de constitucionalidad de los preceptos legales y el
conocimiento de las instituciones del amparo (recurso de protección)
y del hábeas corpus (que está subsumido dentro del amparo).

En el caso de Ecuador, como ya se indicó, reguló en la Constitución


de 1945 el Tribunal de Garantías Constitucionales, de innegable
influencia de la Constitución española de 1931. La actual
Constitución de Ecuador de 1998 mantiene la presencia de un
Tribunal Constitucional y, entre las principales competencias están la
de conocer el control abstracto de constitucionalidad de las normas
jurídicas; del control constitucional de actos administrativos; sobre
objeción de inconstitucionalidad que hace el presidente de la
República sobre un proyecto de ley aprobado por el Congreso; realiza
un control previo de constitucionalidad de instrumentos
internacionales; resuelve los conflictos de competencias o
atribuciones entre órganos del Estado; y conoce de las apelaciones o
de segunda o definitiva instancia en los casos de amparo, hábeas
corpus y del hábeas data.

En Perú, la presencia primero de un Tribunal de Garantías


Constitucionales en la Constitución de 1979; y luego en la actual
Constitución de 1993 como Tribunal Constitucional, identifica
similar a los otros modelos un órgano concentrado. El actual
Tribunal, mantiene con todo, una particularidad dentro de la
singladura de la jurisdicción constitucional latinoamericana; y
Domingo García Belaunde ha acuñado una suerte de tipología sui
géneris denominado modelo “dual o paralelo de jurisdicción
constitucional”, donde coexisten tanto el modelo americano o
difuso, con el concentrado(64). El Tribunal peruano tiene las siguientes
competencias: competencia en instancia única la acción de
inconstitucionalidad; conoce en última y definitiva instancia, las
resoluciones denegatorias del hábeas corpus, amparo, hábeas data y
acción de cumplimiento; conoce los conflictos de competencia, o de
atribuciones asignadas por la Constitución conforme a ley (art. 202).

En el caso de República Dominicana, el Tribunal Constitucional de


dicho país fue creado por la Constitución con fecha 26 de enero de
2010. Según el artículo 184 del texto constitucional, dicho Tribunal
tiene por objeto garantizar la supremacía de la Constitución, la
defensa del orden constitucional y la protección de los derechos
fundamentales; mientras que el artículo 185 menciona que son
competencias suyas conocer las acciones directas de
inconstitucionalidad, el control preventivo de los tratados
internacionales, los conflictos de competencias entre poderes
públicos, y cualquier otra materia que disponga la ley. Finalmente, el
artículo 1 de su Ley Orgánica (Ley Nº 137-11, de fecha 9 de marzo
de 2011) señala que el Tribunal Constitucional es el órgano supremo
de interpretación y control de la constitucionalidad, siendo autónomo
de los poderes públicos y de los demás órganos del Estado.
Respecto a Bolivia, si bien tiene un antiguo Tribunal Constitucional
que se ubicaba dentro del Poder Judicial, con la reforma a la Constitución
de 1993, esta quedó abrogada por la actual Constitución de 2009. Así, en el
artículo 196 al 204 se reguló todo un capítulo en torno al llamado “Tribunal
Constitucional Plurinacional”. Por ejemplo, el artículo 202 del dicho texto
fundamental, establece como algunas de sus competencias, las siguientes: la
inconstitucionalidad de las leyes, Estatutos Autonómicos, Cartas Orgánicas,
decretos y todo género de ordenanzas y resoluciones no judiciales; los
conflictos de competencias y atribuciones entre órganos del poder público y
entre el gobierno plurinacional, las entidades territoriales autónomas y
descentralizadas y entre estas; la revisión de las acciones de libertad, de
amparo constitucional, de protección de privacidad, popular y de
cumplimiento; las consultas formuladas por determinados órganos del
Estado; el control previo de constitucionalidad en la ratificación de tratados
internacionales; los conflictos de competencia entre la jurisdicción indígena
originaria campesina y la jurisdicción ordinaria y agroambiental; entre
otros.

Actualmente este Tribunal Constitucional, cuenta con la “Ley del


Tribunal Constitucional Plurinacional”, de 6 de julio de 2010, y con un
flamante Código Procesal Constitucional, el segundo a nivel mundial.

2.2. Presencia de Tribunales Constitucionales situados dentro


del Poder Judicial

Aquí está el caso de Colombia. En efecto, Colombia crea en la


Constitución de 1991, en su artículo 239 una “Corte Constitucional”;
probablemente sea este organismo jurisdiccional el que viene
desarrollando una extraordinaria labor jurisprudencial. En el artículo
241 igualmente se prescribe un amplio elenco de atribuciones que
son, entre otras las siguientes:
Conocer de la acción de tutela jurídica (amparo), acción de hábeas
corpus, acciones populares y acciones de clase, relacionadas con la
defensa de ciertos derechos constitucionales. Además conoce de la
acción de inconstitucionalidad, del control automático y posterior
sobre la constitucionalidad de los decretos legislativos, y de un
control preventivo, a través de la revisión previa: a) de los proyectos
de ley estatutaria aprobados por el Congreso; b) de los tratados
internacionales y de las leyes que los aprueban, y) c) de la decisión
definitiva sobre las objeciones presidenciales a los proyectos de ley
sustentadas en motivos de inconstitucionalidad(65).

2.3. Presencia de Salas Constitucionales pertenecientes a las


Cortes Supremas

Aquí se encuentran los regímenes constitucionales de El Salvador,


Costa Rica, Paraguay, Nicaragua y Venezuela. Lo que caracteriza a
todas estas Salas son, en primer lugar que se encuentran estructuradas
dentro del Poder Judicial en su organismo de mayor jerarquía y,
tienen competencia para el control abstracto de la constitucionalidad
de las leyes, así como los diversos procesos de lo que Cappelletti
denominara como “jurisdicción constitucional de la libertad”, es
decir, los procesos constitucionales de hábeas corpus, amparo, y en el
caso particular de Venezuela la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo conoce un nuevo proceso similar al que existe en Brasil y
en parte en Argentina: la inconstitucionalidad de las omisiones del
legislador nacional, estatal o municipal, cuando haya dejado de dictar
las normas o medidas indispensables para garantizar el cumplimiento
de la normatividad constitucional(66).

Como igualmente apunta Eduardo Ferrer Mac-Gregor, “otros países


han encomendado el control de la constitucionalidad a sus cortes o
tribunales supremos ordinarios, aunque no de manera exclusiva
(como son) Argentina, Brasil, Honduras, México, Panamá y
Uruguay”(67).

III. EVOLUCIÓN DE LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL EN EL PERÚ

1. Introducción

Toda evaluación histórica sobre la jurisdicción constitucional en el


Perú requiere, necesariamente, revisar los antecedentes normativos
(constitucionales, pero también legales) que han experimentado los
mecanismos de garantía de los derechos fundamentales y de la
supremacía normativa de la Constitución, y que a grosso modo
pueden quedar resumidos del modo siguiente:

En lo que concierne a la jurisdicción constitucional orgánica,


debemos reconocer que el constitucionalismo peruano no le dedicó la
atención e importancia debidas desde un inicio a los problemas del
control de la constitucionalidad de las leyes. En realidad, lo que
existió fue el sistema de control político, tal como lo demuestra la
primera Constitución de la República peruana de 1823, que sentó las
bases del control parlamentario de la constitucionalidad de las leyes
(artículos 90 inciso 1, 186 y 187). A partir de dicha matriz normativa
se estableció el arquetipo para las demás constituciones que hemos
tenido: Constitución de 1826 (art. 50 incisos 1 y 2), Constitución de
1828 (arts. 94 inciso 1, 173 y 174); Constitución de 1834 (arts. 101
inciso 3, 165 y 178); Constitución de 1839 (arts. 103 inciso 1 y 177);
Constitución de 1856 (arts. 10, 14, 54, 61); Constitución de 1860
(arts. 59 inciso 4, 107 y 185); Constitución de 1867 (art. 59 inciso 4);
Constitución de 1920 (arts. 16 y 83 inciso 4), Constitución de 1933
(arts. 26 y 123 inciso 4). Sería recién con la Constitución de 1933
(arts. 26, 123 inciso 4 y 133) que se crearían dos niveles de control de
la constitucionalidad y de la legalidad: por un lado, el sistema
político, ejercido por el propio Parlamento; y, por otro, el control
judicial, para dispositivos menores a las leyes.

Sin embargo, una apreciación panorámica de todas estas


constituciones permite concluir que la eficacia del control
constitucional de las leyes delegado al Parlamento no fue nulo, y en
todo caso, si ocurrió, fue “en forma silenciosa, mediante simple
mecanismo legislativo”(68) en virtud del cual el mismo Parlamento
utilizaba los propios resortes constitucionales para derogar, modificar
o dejar sin efecto cualquier norma; pero nunca cuestionando la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de sus propias normas(69). Y
es que, después de todo, como expresara Karl Loewenstein, resultaba
absurdo dar facultades al propio Congreso para que controle la
constitucionalidad de sus propias leyes, lo que era como encomendar
a unos conejos que sean guardianes de un jardín de zanahorias(70).

En ese contexto, si bien la Constitución de 1933 no afrontó una


verdadera jurisdicción constitucional en el Perú, ya el Código Civil
en 1936 establecía en el art. XXII de su Título Preliminar el típico
modelo americano de la revisión judicial de las leyes, al señalar:
“[c]uando hay incompatibilidad entre una disposición constitucional
y una legal se prefiere la primera”. Sin embargo, como muy bien ha
apuntado Domingo García Belaunde, esta norma “no tuvo
prácticamente vigencia y, cuando fue invocada se arguyeron contra
ella tres tipos de argumentos: a) que se trataba de un enunciado de
carácter general que no había sido debidamente reglamentado, b) que
en todo caso se trataba de un principio de aplicación al estricto campo
del derecho privado y no al derecho público (que es con frecuencia en
donde más hallamos este tipo de violaciones), y c) que se trataba de
una ley que podría ser exceptuada por otra posterior”(71). Habrían de
transcurrir 27 años para que en 1963 y a través de un Gobierno
Militar se reglamentara dicha garantía constitucional en la Ley
Orgánica del Poder Judicial el que dispuso en su artículo 8 lo
siguiente:
“Cuando los Jueces o Tribunales, al conocer de cualquier clase
de juicios, encuentren que hay incompatibilidad entre una
disposición constitucional y una legal, preferirán la primera.

Si no fueran apeladas las sentencias de Primera Instancia en que


se aplique este precepto, se elevarán en consulta a la Primera
Sala de la Corte Suprema. Las sentencias de segunda instancia,
se elevarán en consulta a la Primera Sala de la Corte Suprema, si
no se interpusiera recurso de nulidad.

Los Jueces y tribunales no aplicarán los decretos y reglamentos del


Poder Ejecutivo o de cualquier otra autoridad contrarios a la
Constitución o las leyes”.

Esta misma Ley incluyó otro precepto con el cual trataba de cubrir
cualquier vacío en torno al control de constitucionalidad y legalidad:

“Artículo 12.- Hay acción ante el Poder Judicial contra todos los
actos de la administración pública, departamental y municipal,
que constituyan despojo, desconocimiento o violación de los
derechos que reconocen la Constitución y las leyes”.

Con toda la constelación normativa que existió hasta antes de la Carta


Magna de 1979, la jurisdicción constitucional orgánica estuvo prefigurada,
tal como lo ha sintetizado magistralmente Domingo García Belaunde, en los
siguientes rubros:

a. “Para cautelar la constitucionalidad de las leyes: artículo XXII


del T.P. del C.C. (de 1936) y artículo 8 de la LOPJ, siempre a
instancia de parte interesada y en vía de excepción o como
quiera la doctrina procesal italiana, en vía incidental o como
cuestión prejudicial.
b. Para cautelar la constitucionalidad y legalidad de decretos y
resoluciones emanadas del Poder Ejecutivo: la Acción Popular
que establece el artículo 133 de la Constitución de 1933,
reglamentada por el artículo 7 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, a instancia de parte y en vía de acción.

c. Para cautelar la legalidad y constitucionalidad de decretos y


resoluciones, de oficio por parte del juez a tenor del art. 12 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial”(72).

Solo será con la Constitución de 1979 que el proceso de


inconstitucionalidad obtuvo carta de naturaleza en nuestro ordenamiento, al
asignar al entonces Tribunal de Garantías Constitucionales la competencia
para conocer y resolver en instancia única dicho proceso de control
normativo. Y es así como, con algunas modificaciones, dicho
procedimiento se encuentra contemplado ahora en el artículo 200 inciso 4
de la vigente Constitución de 1993.

A diferencia de lo dicho hasta aquí, la jurisdicción constitucional de


la libertad sí manifestó un prolífico desarrollo normativo, tanto a nivel
legal (como son los casos de la Ley de 21 de octubre de 1897, que reguló
por primera vez el hábeas corpus; la Ley de 10 de febrero de 1916, Nº 2223,
que amplió su cobertura para la defensa de las “garantías individuales”
normadas en la Constitución de 1860; o la Ley de 26 de setiembre de 1916,
que perfeccionó sus aspectos procesales; y, en no menor medida, el D.L. N°
17083 de 24 de octubre de 1968, que fue el antecedente moderno y directo
del amparo), así como a nivel constitucional (por ejemplo, la Constitución
de 1920, que otorgó rango constitucional al hábeas corpus, o la Carta de
1933, que estableció como finalidad de dicha garantía la protección de
“todos los derechos individuales y sociales reconocidos por la
Constitución”). Posteriormente, las denominadas “acciones de garantía”
fueron incorporadas en el artículo 295 de la Constitución de 1979, llegando
así a su actual configuración en el artículo 200 (incisos 1, 2, 3 y 6) de la
vigente Constitución de 1993.

2. La justicia constitucional en el Perú, a partir del diseño


normativo de los procesos constitucionales en la actual
Constitución de 1993

El primer elemento cuyo estudio que debe guiar el diagnóstico que


aquí proponemos sobre la justicia constitucional en nuestro país es el
relativo a los procesos constitucionales que existen en nuestro
ordenamiento jurídico para tutelar los derechos fundamentales y
garantizar la supremacía de la Constitución, para lo cual vale la pena
partir de la configuración normativa de cada uno de ellos, antes
mencionada. Esto nos permitirá constatar, en parte, el grado de
efectividad de la cual ha venido gozando nuestro sistema de justicia
constitucional en estos años de funcionamiento, tomando como
referencia factores objetivos tales como el acceso a dichos
mecanismos, la agilidad y sencillez de su trámite, así como el ratio
de cumplimiento de las decisiones definitivas recaídas en tales
procedimientos.

2.3. Procesos de control orgánico

Situados en este ámbito, la Constitución proclama que los procesos


de inconstitucionalidad (artículo 200, inciso 4) y de conflicto de
competencias (artículo 202, inciso 3) son de competencia exclusiva y
excluyente del Tribunal Constitucional (vale decir, resuelve en última
y definitiva instancia); revistiendo la misma calidad, aunque a favor
del Poder Judicial, el proceso de acción popular (artículo 200, inciso
5). Sin embargo, a esta configuración inicialmente “concentrada” –al
más puro estilo europeo– del control de constitucionalidad de las
leyes, cabe agregar la potestad que ostentan todos los jueces del
Poder Judicial para inaplicar una norma legal esta cuando
contraviene, por la forma o por el fondo, el texto constitucional
(artículo 138 segundo párrafo), convivencia que nuestra doctrina ha
dado en denominar como “dual” o “paralela”.

En lo que concierne al proceso de inconstitucionalidad, nuestra


Carta mantiene una legitimación tasada (artículo 203), conferida
como está al Presidente de la República, el Fiscal de la Nación, el
Defensor del Pueblo, el 25 % del número legal de Congresistas, 5,000
ciudadanos con firmas comprobadas por el JNE, los presidentes
regionales y alcaldes provinciales así como colegios profesionales en
materia de su especialidad. A su vez, mediante este proceso
constitucional, pueden ser impugnadas leyes de ámbito territorial
nacional (vale decir, leyes generales, leyes orgánicas, decretos
legislativos, decretos de urgencia, tratados, reglamentos del
Congreso, resoluciones legislativas, decretos leyes y leyes de reforma
constitucional), así como leyes de ámbito territorial restringido
(típicamente, las ordenanzas regionales y municipales).

Por su parte, para el control abstracto de normas infralegales


(reglamentos, normas administrativas y resoluciones de carácter
general), el constituyente ha previsto el mecanismo del proceso de
acción popular, que como se dijo antes es exclusivo del Poder
Judicial y así lo ha sido desde el inicio en la evolución de nuestro
constitucionalismo histórico; de allí que el Tribunal Constitucional no
conozca strictu sensu este proceso, aunque ello no impide que cuando
la Sala Civil de alguna Corte Superior conozca una acción popular
deba suspender dicho trámite si aprecia que la demanda de acción
popular se basa en normas respecto de las cuales se ha planteado una
demanda de inconstitucionalidad ante el Tribunal, hasta que este
expida resolución definitiva, de acuerdo a lo establecido en los
artículos VI segundo párrafo del Título Preliminar y 80 del Código
Procesal Constitucional.
Finalmente, en lo que respecta al proceso de conflicto de
competencias, la Constitución prevé escuetamente que su
conocimiento es exclusivo del Tribunal Constitucional, distinguiendo
entre conflictos de “competencias” y de “atribuciones”. El diseño
normativo infralegal de este proceso constitucional (al cual autoriza
el artículo 200 antepenúltimo párrafo de la Constitución) ha venido a
completar esta regulación, estableciendo quiénes son los sujetos
legitimados, el procedimiento a seguir, así como los efectos de las
sentencias proferidas en esta clase de procedimientos (artículos 109 a
113 del Código Procesal Constitucional). Ello se ha visto reforzado,
además, por la copiosa jurisprudencia del Tribunal Constitucional, no
solo en lo que a tipologías y clasificaciones concierne (la consabida
distinción entre conflictos “positivos”, “negativos” y “por
menoscabo”), sino también en la construcción de principios y
parámetros para realizar el control constitucional que esta vía supone
(como son el “test de competencia” y los “principios” que este
contiene).

Advertido todo ello, sin embargo, es razonable esperar que,


transitados ya treinta largos años de justicia constitucional orgánica
(naturalmente, sin contar el intervalo durante el cual los procesos de control
abstracto a cargo del Tribunal Constitucional se mantuvieron inactivos
debido a la destitución de tres de sus integrantes), algunos aspectos del
desarrollo jurisprudencial expuesto por el Tribunal merezcan una reflexión
más detallada. Es lo que sucede, por ejemplo, con el problema de las formas
de interrelación entre el control concentrado de constitucionalidad de las
leyes y la potestad del control difuso a cargo de los jueces del Poder
Judicial: y principalmente, el problema de la inaplicación judicial de una
ley cuya constitucionalidad ya ha sido declarada por el Tribunal
Constitucional. Como se sabe, esta inquietud se trató de responder a través
de la creación del denominado “recurso de agravio constitucional a favor
del precedente” (STC Exp. Nº 04853-2004-PA/TC), a través de una tesis
interpretativa que, sin embargo, resultó muy criticada por la doctrina, y no
sin alguna cuota de razón. Finalmente, la construcción de esta fórmula, que
finalmente fue dejada sin efecto a través de una nueva línea jurisprudencial
del Tribunal, no hace otra cosa que poner de manifiesto un conflicto latente
no tanto en relación a quién tiene asignada la última palabra en materia de
control constitucional de normas infra-legales (que es el Tribunal
Constitucional, y no se discute), sino a los mecanismos que resultan
necesarios para hacer valer esa supremacía interpretativa, cuando sabemos
que las sentencias constitucionales estimatorias de segundo grado que
inaplican una norma legal no llegan a conocimiento del Tribunal
Constitucional, cerrada como está la vía del recurso de agravio
constitucional para esta clase de supuestos (artículo 202 inciso 2 de la
Constitución).

No menos complejo es el panorama en el caso de los procesos de


conflicto de competencias, pues si bien el récord de jurisprudencia del
Tribunal Constitucional nos permite apreciar un importante nivel de
sentencias emitidas hasta la fecha en esta clase de procesos (lo que permite
inferir un aceptable nivel de confianza en su efectividad como mecanismo
de solución de controversias), también es cierto que la usual apelación al
principio de leal colaboración entre los niveles de gobierno puede resultar,
en determinados casos, insuficiente para lograr el fin pacificador que es
inherente a estos asuntos, lo que se pone de manifiesto cuando el Tribunal
Constitucional declara la inconstitucionalidad de una norma regional o local
por invadir una competencia compartida con el Gobierno Central, pero no
existen los mecanismos para impeler a este último a cumplir con la función
que le corresponde (lo que viene siendo usual en el caso de ordenanzas
regionales o municipales que protegen el medio ambiente ante la desidia del
Poder Ejecutivo en hacer lo propio).

2.2. Procesos de tutela de derechos

Pero, sin lugar a dudas, los procesos constitucionales que, por así
decirlo, entran en un contacto más directo con el ciudadano, y en
consecuencia, revisten de mayor actualidad e impacto en la vida
diaria, son los de tutela de derechos, y que en nuestro ordenamiento
lo conforman los procesos de amparo (art. 200, inciso 2), de hábeas
corpus (art. 200, inciso 1), de hábeas data (art. 200, inciso 3) y de
cumplimiento (art. 200, inciso 6); todos ellos, de naturaleza
compartida entre el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.

En lo que respecta al hábeas corpus, la Constitución define a esta


garantía como un mecanismo orientado hacia la protección del
derecho a la libertad personal, básicamente oponible frente
detenciones arbitrarias o ilegales. Sin embargo, la novedad que trajo
consigo la redacción vigente consistió en ampliar su manto de
protección también hacia los denominados “derechos constitucionales
conexos”, vale decir, cuando concomitantemente a la libertad
personal, se ven afectados derechos tales como al debido proceso o a
la tutela procesal efectiva (cuyo contenido aparece regulado hoy en el
artículo 4 del Código Procesal Constitucional). Aunado a ello, en el
devenir de su jurisprudencia, el Tribunal Constitucional también ha
ampliado su radio de actuación, al identificar una serie de supuestos
frente a los cuales procede esta garantía constitucional.

Por lo que concierne al proceso de amparo, su tutela se predica


respecto de derechos constitucionales distintos a la libertad personal
(cuya defensa, como se dijo, tiene lugar en el hábeas corpus), e
igualmente distintos a los derechos de acceso a la información
pública y a la autodeterminación informativa (que, como se dirá en
breve, tienen como cauce natural de protección al hábeas data). Se
trata, a no dudarlo, del proceso constitucional de tutela de derechos
por excelencia, a juzgar por los datos estadísticos que demuestran su
incontestable prevalencia en relación a sus pares, lo que bien puede
explicarse en términos de un altísimo grado de confianza en su
funcionamiento (del trabajador despedido, del pensionista a quien se
le niega prestación social, de la empresa que dice verse afectada por
una resolución judicial, etc.), o bien en clave de un uso desmedido o
abusivo de esta garantía. Aunado a ello, y al compás de
pronunciamientos de impacto emitidos por el Tribunal Constitucional
en amparos contra resoluciones judiciales, se mantiene viva la
discusión sobre las fórmulas de delimitación entre la jurisdicción
constitucional y la jurisdicción ordinaria en orden a la protección de
los derechos fundamentales, lo cual es también consecuencia del
modelo de justicia constitucional adoptado en nuestro país, que
asigna al juez ordinario el papel de primer garante de los derechos
fundamentales concernidos, directa o indirectamente, en un proceso
judicial. Pero, sin atisbo de duda, el problema más gravitante que
aqueja hoy por hoy al amparo tiene que ver con el tiempo que
conlleva su tramitación desde que la demanda es interpuesta ante el
juez civil o constitucional de primer grado, hasta que llega
eventualmente a la sede del Tribunal Constitucional, de cuyo
cómputo acaso no quepa excluir la fase de ejecución de la sentencia.

Menos conflictiva ha demostrado ser la dinámica del proceso de


hábeas data, que como se dijo ya, tutela los derechos de acceso a la
información pública y a la autodeterminación informativa. Muy por
el contrario, en el primer caso de los mencionados (tutela del derecho
de acceso a la información pública), las sentencias del Tribunal
Constitucional han tenido por virtud afirmar el principio de
transparencia en el actuar del Estado, permitiendo así la fiscalización,
a través de su exposición pública, de la gestión de la cosa pública, sea
que esta sea realizada por entidades estatales o por entidades privadas
que prestan servicios públicos. Mientras que en el segundo supuesto
(garantía del derecho a la autodeterminación informativa), es claro el
papel que ha cumplido la jurisprudencia del Tribunal a fin de
redimensionar los alcances del contenido de la autodeterminación,
cuya regulación primigenia contenida en el artículo 2 inciso 6 de la
Constitución se ha visto complementada también por lo previsto en la
legislación ordinaria (artículo 61 del Código Procesal
Constitucional).
Finalmente, en lo que respecta al proceso de cumplimiento,
destinado a lograr el cumplimiento de las leyes y actos
administrativos, encontramos que a partir de la emisión del
precedente vinculante recaído en la STC Exp. Nº 00168-2005-PC/TC
(cuya lógica, por cierto, es transmisible mutatis mutandi a la STC
Exp. Nº 00206-2005-PA/TC para el caso del amparo), la efectividad
de este proceso constitucional se ha visto mermada de un modo
considerable, principalmente como consecuencia de la aplicación
mecánica y no siempre ponderada de lo establecido en dicha
sentencia dictada hace más de ocho años; lo que, visto en perspectiva,
nos hace pensar, por un lado, en la conveniencia de seguir apostando
por un modelo de precedente vinculante de tipo regla, en desmedro
de uno de tipo principio que permita al juez aplicador un mayor
margen de maniobra para decidir favorablemente o no el acceso a una
garantía constitucional; y por el otro lado, también torna necesario
avanzar hacia una nueva fórmula para recuperar la efectividad de este
mecanismo ideado por el constituyente para hacer frente a la desidia
de la Administración, lo que seguramente pasará por reforzar su
íntima vinculación con los principios constitucionales a los cuales
sirve como instrumento, que en nuestro concepto son los principios
de seguridad jurídica y de legalidad.

IV. ROL DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN EL DESARROLLO


SUSTANTIVO DE LA CONSTITUCIÓN

Nuestro Tribunal Constitucional ha navegado por el calado profundo


en los complejos archipiélagos del derecho constitucional concretizado de
la parte dogmática de la Constitución. Así en brochazo panorámico el
Tribunal Constitucional se ha pronunciado enumerativamente en torno a
temas tan útiles como:

1. El derecho a la vida.
2. El derecho al desarrollo y bienestar.

3. El derecho a la igualdad ante la ley.

4. Libertad de conciencia.

5. Libertad de religión.

6. Las libertades de información, opinión, expresión y difusión


del pensamiento.

7. Derecho a la información.

8. Derecho a la autotutela de la información personalizada.

9. Al honor y a la buena reputación, a la intimidad personal y


familiar así como a la voz y a la imagen propias. Derecho de
rectificación.

10. A la libertad de creación intelectual, artística, técnica y


científica.

11. A la inviolabilidad del domicilio.

12. Al secreto y a la inviolabilidad de sus comunicaciones y


documentos privados.

13. Derecho de reunión.

14. Derecho de asociación.

15. A la libertad de contratación.

16. A la libertad de trabajo.

17. A la propiedad y a la herencia.

18. Derecho a la participación política.


19. Derecho a la reserva sobre las convicciones y al secreto
profesional.

20. A la identidad étnica y cultural.

21. Derecho de petición.

22. A la nacionalidad.

23. A la paz, a la tranquilidad, al disfrute del tiempo libre y al


descanso, así como a gozar de un ambiente equilibrado y
adecuado al desarrollo de su vida.

24. A la legítima defensa.

25. A la libertad y a la seguridad personales.

Así pues, las principales líneas jurisprudenciales de Tribunal


Constitucional en materia de derechos fundamentales, pueden quedar
quintaesenciadas del siguiente modo:

1. Determinación del contenido de los derechos fundamentales

Con relación al modo cómo debe procederse en la delimitación de un


derecho fundamental, el TC ha recepcionado ampliamente la estela
del pensamiento constitucional europeo que, imbuido del paradigma
del neoconstitucionalismo(73), ha desarrollado un amplio bagaje
teórico respecto a las formas de interpretación de los derechos
fundamentales y su vinculación con la teoría de la argumentación
jurídica(74). Así, ha recogido tanto el desarrollo alexiano respecto a la
estructura de una disposición de derecho fundamental(75), como la
distinta clasificación de las normas en normas-regla y normas-
principio(76).

En lo atinente a los métodos de concreción del contenido de los


derechos fundamentales, en un primer momento, ha recurrido a la
teoría del contenido esencial(77) (STC Exp. Nº 00050-2004-AI, caso
de la reforma constitucional del régimen pensionario del Decreto Ley
Nº 20530), utilizando un test de razonabilidad(78); pero luego ha
encauzado dicha determinación a través del test de
proporcionalidad(79), ampliamente desarrollado en la jurisprudencia
comparada, y recogido a partir del caso del beneficio del Profa (STC
Exp. Nº 00045-2004-AI), donde dicho test se especificó al caso del
derecho a la igualdad, desarrollando sus clásicos sub-principios de
idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto o
ponderación.

Igualmente el TC ha recogido ampliamente la doble dimensión de


los derechos fundamentales (subjetiva y objetiva)(80), a partir de una
recepción de la teoría institucional de los derechos
fundamentales(81) (STC Exp. Nº 00050-2004-AI, caso de la reforma
constitucional del régimen pensionario del Decreto Ley Nº 20530),
postulada entre otros por Peter Häberle.

2. Derechos civiles y políticos

2.1. Prohibición de discriminación

El TC ha desarrollado en su jurisprudencia la cláusula contenida en el


artículo 2, inciso 2, relativo al mandato constitucional de la no
discriminación e igualdad ante la ley. Fundado en el principio-
derecho de igualdad, el Colegiado ha concretizado dicho mandato en
la prohibición de expulsar de la Escuelas de Formación de la Policía
Nacional del Perú, a cualquier alumna con basamento en su calidad
de madre gestante (STC Exp. Nº 05527-2008-PHC/TC, caso Nidia
Yessenia Baca Barturén).

Igualmente, ha estimado el TC que las Escuelas Técnicas Superiores


de la Policía Nacional no deben atentar contra el derecho a la
integridad personal de los alumnos, libre desenvolvimiento de la
personalidad e igualdad, ni contra el debido proceso, en el caso de
expulsión de un alumno, por su presunta identidad como homosexual
(STC Exp. Nº 00926-2007-AA/TC).

2.2. Derechos de libertad protegidos por el hábeas corpus

2.2.1. Dimensiones de la libertad personal

El Tribunal Constitucional ha señalado que la libertad personal es un


derecho subjetivo en virtud del cual ninguna persona puede sufrir una
limitación o restricción a su libertad física o ambulatoria, ya sea
mediante detenciones, internamientos o condenas arbitrarias.

La plena vigencia del derecho fundamental a la libertad personal es


un elemento vital para el funcionamiento del Estado social y
democrático de derecho, pues no solo es una manifestación concreta
del valor libertad implícitamente reconocido en la Constitución, sino
que es presupuesto necesario para el ejercicio de otros derechos
fundamentales (STC Exp. Nº 00019-2005-PI/TC).

2.2.2. Desaparición forzada

El Tribunal Constitucional peruano ha asumido la postura de que la


desaparición forzada es un delito de naturaleza permanente y de
carácter pluriofensivo, que afecta un conjunto de bienes
constitucionales de tanta trascendencia como lo es la libertad
personal, la que puede verse traducida en actos que impliquen tratos
crueles o inhumanos en contra de la persona (STC Exp. Nº 02488-
2002-PHC/TC).

2.2.3. Detención preliminar

El Tribunal Constitucional ha señalado que el plazo de la detención


que la Norma Fundamental establece es un plazo máximo, de carácter
absoluto, cuyo cómputo es inequívoco y simple, pero no es el único,
pues dentro de él podemos encontrar una subcategoría representada
por el plazo estrictamente necesario de la detención. Y es que, aún si
la detención no hubiera traspasado el plazo máximo, ese dato per se
no resulta suficiente para evaluar los márgenes de constitucionalidad
de la detención, pues esta tampoco puede durar más allá del plazo
estrictamente necesario. Así, resulta lesivo al derecho fundamental a
la libertad personal la privación de esta en los supuestos en que ha
transcurrido el plazo máximo para la detención, o cuando, estando
dentro de dicho plazo, se ha rebasado el plazo estrictamente necesario
(STC Exp. Nº 06423-2007-PHC/TC).

2.2.4. Arresto domiciliario

El Tribunal Constitucional a partir del año 2002 viene perfilando su


jurisprudencia respecto al tema del arresto domiciliario y en ella se ha
manifestado que la misma constituye una medida coercitiva de
carácter personal distinta a la detención provisional, pues ella
constituye una injerencia de menor grado en la esfera de libertad de la
persona. Es esta razón la que llevó al Colegiado Constitucional a
manifestar que el lapso de tiempo transcurrido bajo dicha medida
coercitiva sea abonado, por el Juez Penal, al cómputo de la pena y
contribuir al cumplimiento de la condena. (criterio jurisprudencial
asumido a partir de las STC Exps. Nºs 01565-2002-PHC/TC, 02363-
2006-PHC/TC, 00019-2005-PI/TC, 06201-2007-PHC/TC).

2.2.5. Cadena perpetua

El Tribunal Constitucional no desconoce la existencia en el texto


constitucional de la cadena perpetua como una forma de pena
privativa de libertad, pero señala que la misma no se condice con la
función constitucional de la pena (reeducación, rehabilitación y
reincorporación del penado), pues esta intemporalidad no va a
permitir nunca la concreción de los fines antes aludidos.

Asimismo, se considera que esta clase de pena constituye una


vulneración de la dignidad de la persona, pues por más execrable que
sea el hecho criminal cometido por una persona, este no pierde su
condición de tal.

En definitiva, el establecimiento de la pena de cadena perpetua solo


es inconstitucional si no se prevén mecanismos temporales de
excarcelación, vía los beneficios penitenciarios u otras que tengan por
objeto evitar que se trate de una pena intemporal.

El Tribunal Constitucional exhorta al Congreso de la República a que


regule el régimen penitenciario de la cadena perpetua, estableciendo
que dicha pena sea revisada por el Juez a los 30 años de iniciada la
ejecución de la condena (STC Exp. Nº 00010-2002-AI/TC).

2.2.6. Derecho a la visita íntima

El Tribunal Constitucional ha señalado que un interno, sea cual fuere


la naturaleza del delito por el cual es sentenciado o procesado, tiene
derecho a acceder a visitas íntimas, bajo el razonamiento de que es
deber del Estado hacer que su sistema penitenciario permita lograr la
afirmación de los fines de la pena (reeducación, rehabilitación y
reincorporación del penado). En este contexto, el Tribunal estima que
las visitas de familiares y amigos a los internos, particularmente la
visita íntima, constituyen un importante instrumento para garantizar
la función resocializadora de la pena y la finalidad rehabilitadora del
tratamiento penitenciario.

Por esta razón, el Estado debe asumir el deber positivo de lograr que
todos los establecimientos penitenciarios del país cuenten con las
instalaciones apropiadas (privadas, higiénicas y seguras) para
permitir la visita íntima. (STC Exp. Nº 01575-2007-PHC/TC).
2.2.7. El indulto y la gracia presidencial

El Tribunal Constitucional siguiendo con su línea jurisprudencial que


señala que no existen zonas exentas del control constitucional, ha
acotado las figuras del indulto y la gracia otorgada por el Presidente
de la República, las cuales deben estar circunscritas a su estricta
finalidad constitucional, cual es la atención a fines humanitarios. Por
ello, cuando el indulto o la gracia hayan sido otorgados al margen de
dicha finalidad, puede ejercerse sobre ellos el control constitucional,
en salvaguarda del principio-derecho de igualdad ante la ley (STC
Exp. Nº 04053-2007-PHC/TC).

2.3. Derechos de los niños y adolescentes

El TC también ha brindado un cualificado tratamiento en su


jurisprudencia a los derechos de los niños y adolescentes, sobre todo
en lo que respecta a la configuración constitucional del régimen de
responsabilidad penal juvenil. Así, además de destacar el carácter de
sujeto de derecho autónomo del niño y adolescente, y el principio
constitucional e internacional del “interés superior del niño”, el TC ha
adscrito a nuestro sistema los principios recogidos en distintos
tratados internacionales, como la formación de un sistema especial
penal juvenil y la obligación del Estado en la formación de programas
de reducción de la violencia juvenil (STC Exp. Nº 03247-2008-
PHC/TC).

Del mismo modo, el Colegiado también ha considerado que el


derecho del adolescente a una adecuada resocialización supone que,
al imponerle una restricción de su libertad, se vele porque se
encuentre en un lugar cercano a su familia que le permita tener el
apoyo moral necesario para la reeducación de su conducta, por lo que
el traslado a otra ciudad atenta contra su adecuada rehabilitación
(STC Exp. Nº 03386-2009-PHC/TC).
Finalmente, cabe destacar una reciente sentencia del Tribunal
Constitucional, dictada en vía de amparo innovativo, en la que se fijó
como doctrina jurisprudencial vinculante el criterio según el cual
la fuerza normativa del principio constitucional de protección del
interés superior del niño no solo alcanza al momento de producción
de normas, sino también al momento de la interpretación de estas
(STC Exp. Nº 04058-2012-PA/TC, fundamento 19). Cabe señalar que
dicha sentencia se dictó como consecuencia de una demanda de
amparo interpuesta por la madre de una hija alimentista, cuyo proceso
de alimentos instaurado en contra del padre de la menor había sido
declarado concluido y archivado definitivamente por el solo hecho de
que la recurrente había llegado con dos minutos de retraso a la
audiencia única.

2.4. Derecho a la identidad personal

El TC ha definido que el derecho a la identidad supone el “derecho de


toda persona a ser reconocido estrictamente por lo que es y por el
modo cómo es. Vale decir, el derecho a ser individualizado conforme
a determinados rasgos distintivos, esencialmente de carácter objetivo
(nombres, seudónimos, registros, herencia genética, características
corporales, etc.) y aquellos otros que se derivan del propio desarrollo
y comportamiento personal, más bien de carácter subjetivo
(ideología, identidad cultural, valores, reputación, etc.)” (STC Exp.
Nº 02273-2005-PHC/TC, f. j. 21, caso Karen Mañuca Quiroz
Cabanillas).

En consonancia con ello, el TC ha precisado que se vulneran los


derechos a la identidad y al reconocimiento de la personalidad
jurídica si se deniega el DNI arbitrariamente (STC Exp. Nº 02432-
2007-PHC/TC, f. j. 10, caso Rolando Apaza Chuquitarqui).
2.5. Tutela del derecho al honor y a la buena reputación a través
del amparo

El TC ha puntualizado que, tratándose del requerimiento de pagos


efectuados por entidades privadas, deben efectuarse con escrupuloso
respeto de las condiciones que establecen las normas jurídicas, a fin
de no lesionar el derecho al honor (STC Exp. Nº 05637-2006-AA/TC,
f. j. 5).

De igual forma, ha señalado que el registro de una persona en una


lista de deudor de alto riesgo puede afectarla en su derecho al honor,
si esa información no es verdadera (STC Exp. Nº 06035-2006-
AA/TC, f. j. 4). Igualmente, se ha reconocido que las personas
jurídicas también pueden ser titulares del derecho a la buena
reputación (STC Exp. Nº 00905-2001-AA/TC, caso Caja Rural de
Ahorro y Crédito de San Martín).

Recientemente también el TC ha sentado la posición jurisprudencial


de que una comunidad nativa goza del derecho fundamental al honor
y que, de acuerdo a una concepción culturalmente abierta de este
derecho, la afectación colectiva del mismo, supone también la
afectación personal del honor de cada uno de sus miembros. Ha
recogido también el criterio de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, según la cual, la reposición del honor puede conseguirse a
través de medidas satisfactivas como desagravios públicos (STC Exp.
Nº 04611-2007-PA/TC).

3. Derechos económicos, sociales y culturales

3.1. Posición del TC frente a los derechos sociales

En armonía con la corriente contemporánea del constitucionalismo


social, que entiende que el carácter normativo de los derechos
fundamentales, no puede solo exigirse respecto a los derechos civiles
y políticos, o derechos de primera generación, el TC ha dispuesto que
los derechos sociales contienen mandatos de plena eficacia jurídica,
aún cuando estén sujetos al principio de progresividad. Se distancia
con esta posición de la tesis que sostenía que los derechos sociales
eran meras normas programáticas, en modo alguno exigibles
jurídicamente. No obstante, también entiende el Colegiado que
dichos mandatos jurídicos, solo pueden ser efectivizados, según las
características que presente el caso concreto. Así, cuando se
encuentre en juego las posibilidades mínimas de existencia del
individuo, y se requiera una tutela urgente para remediar una
situación de extrema vulnerabilidad, el titular del derecho puede
legítimamente concurrir a los procesos constitucionales para
satisfacción de sus derechos (STC Exp. Nº 02945-2003-AA, caso
Azhanca Alhelí Meza García).

3.2. Derecho a la salud

La jurisprudencia del TC peruano ha evolucionado en cuanto a la


interpretación del carácter fundamental del derecho a la salud, a
través de cuatro estadios: a) en primer lugar, en el caso Juan Islas
Trinidad y otros o caso del Penal de Challapalca, este derecho se
ubica en la cláusula de los derechos innominados, merced a su
vinculación con el derecho a la vida, la integridad y la dignidad de la
persona (STC Exp. Nº 01429-2002-HC/TC); b) en segundo lugar, en
el caso Azanca Alhelí Meza García la salud es apreciada desde la
óptica de los derechos sociales y se considera que su carácter de
fundamental solo se adquiere cuando están en juego otros derechos
fundamentales, básicamente la vida (STC Exp. Nº 02945-2003-
AA/TC); c) luego, en el caso José Luis Correa Condori, se dijo que
dicha relación con otros derechos no era el que le otorgaba el carácter
de fundamental, pero sí lo acentuaba (STC Exp. Nº 02016-2004-
AA/TC); y d) finalmente, en el caso Internos de la Sala de
Hospitalización de Adicciones del Instituto Nacional de Salud Mental
Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, se ha decantado por considerar
que es necesario brindar un mayor grado de autonomía a este derecho
(STC Exp. Nº 05842-2006-PHC/TC).

El TC también ha desarrollado el derecho a la salud mental, a través


de tres sentencias principales. En la primera de ellas, STC Exp. Nº
03081-2007-PA, el TC abordó por vez primera la fundamentación y
desarrollo de este derecho. Destaca de esta sentencia, el amplio
reconocimiento que hace de los tratados internacionales en esta
materia, concluyendo que los mismos están destinados al logro de la
rehabilitación y a un tratamiento que estimule la independencia
personal, la autosuficiencia y la integración social del discapacitado
con proscripción del método intramural y a ser tratado en igualdad de
condiciones, sin discriminación y en estricto respeto de sus derechos
fundamentales. En el caso concreto, el TC estima que si bien es cierto
lo recomendable es el método de tratamiento comunitario y la
proscripción del método intramural, tal y como lo prescribe la
Declaración de Caracas, ante la realidad de nuestro país y la situación
concreta de la madre del paciente que no podía asumir sus cuidados,
y en pos de un adecuado seguimiento del tratamiento médico, debe
brindarse hospitalización permanente al paciente, dejando sin efecto
el Alta Médica que prescribía un régimen de “Hospital de Día”.

Asimismo, y aun cuando no era necesario para resolver el caso


concreto, el TC ingresa a examinar diversos aspectos relacionados
con la política del Estado en materia de salud mental. Aquí el TC
detecta los siguientes problemas en las políticas de salud mental: a)
La ausencia de culminación del Plan de Reparaciones recomendado
por la Comisión de la Verdad, y la falta de sensibilidad en el
tratamiento de los problemas postraumáticos de la violencia política;
b) la falta de un estudio completo de la forma como los problemas
sociales de migración, desarraigo, corrupción y violencia afectan la
salud mental de la sociedad en su conjunto; c) a pesar de los avances
en el establecimiento de normas y planes que recogen los
lineamientos internacionales en materia de atención de salud mental,
con preferencia del método comunitario sobre el intramural, aún
existe desidia por parte de las autoridades en la implementación de
los planes, presupuesto sumamente insuficiente y falta de prioridad
en el sector, ausencia de apoyo a la Dirección de Salud Mental como
órgano rector de las políticas; d) falta de sensibilización comunitaria
sobre los derechos de las personas con enfermedades mentales, que
permita la instauración del método de tratamiento comunitario; y e) la
falta de cobertura en EsSalud respecto a enfermedades mentales y el
déficit de acceso a los medicamentos.

La segunda sentencia es la del caso Ramón Medina Villafuerte (STC


Exp. Nº 02480-2008-PA/TC), donde se reproducen los fundamentos
del anterior precedente respecto a la necesidad de hospitalización
permanente del paciente, pero se avanza en exhortaciones concretas
respecto a dos puntos centrales: a) la implementación de un órgano de
línea o unidad rectora en políticas de salud mental; y b) la inclusión
de la cobertura del Seguro Integral de Salud de las enfermedades y
trastornos mentales.

Por último, la sentencia más reciente en este tema es la del caso


Internos de la Sala de Hospitalización de Adicciones del Instituto
Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi (STC
Exp. Nº 05842-2006-PHC/TC). En este, el Tribunal se plantea
básicamente dos problemas: el consentimiento para el ingreso a un
centro de salud psiquiátrico y las condiciones del tratamiento
intramural. Aún cuando no estaban determinadas las personas
afectadas en su libertad individual y condiciones adecuadas para el
restablecimiento de su salud mental, es importante la labor del
Tribunal en procurar resolver el caso, solicitando la información del
propio Instituto y la intervención de la Defensoría como amicus
curiae, debido a la gravedad de la afectación iusfundamental alegada
y ausencia de control constitucional anterior respecto al respeto de los
derechos fundamentales en los centros de atención psiquiátrica.
Básicamente aquí el Tribunal decide, además de exponer una serie de
lineamientos sobre todo extraídos de los tratados internacionales
sobre tratamiento de las personas con enfermedades mentales,
declarar fundada la demanda por considerar que se ingresaron al
centro psiquiátrico a menores sin el consentimiento de sus padres o
tutores y de personas mayores sin su consentimiento propio; además
de ordenar, con arreglo al presupuesto del Instituto, la separación de
los espacios entre hombres y mujeres, y entre personas mayores y
adolescentes.

3.3. Tutela constitucional de derechos económicos

3.3.1. Derecho a la libertad de contratación

El TC ha interpretado que el orden público y el bien común actúan


como límites a la libre contratación en una doble perspectiva:
prohibitiva y promotora. Prohibitiva en el sentido de que ningún
pacto puede oponerse al contenido protegido de otros derechos. Y
promotora en cuanto cabe que el Estado exija a la persona la
celebración de determinados contratos, siempre que no afecte el
contenido del derecho a la libre contratación y se tenga por objeto
conceder la debida protección a otros derechos (STC Exp. Nº 02736-
2004-AA/TC, caso SOAT, f. j. 11).

De igual forma, el TC ha asumido que la aplicación de una cláusula


de contratación que liga a la recurrente a una de las codemandadas
(Telefónica del Perú) por un lapso determinado, y al pago de un
“cargo fijo” resulta palmariamente inconstitucional, por violar la
dimensión negativa de la libertad contractual (STC Exp. Nº 00858-
2003-AA/TC, f. j. 23).

Finalmente, ha interpretado que una cláusula contractual


manifiestamente irrazonable y fuera del sentido común resulta
incompatible con la propia libertad de contratación (STC Exp. Nº
06534-2006-PA/TC, caso Sedapal, f. j. 3) (STC Exp. Nº 05311-2007-
PA/TC, caso Codisa, Voto Singular Mags. Beaumont y Eto Cruz, f. j.
20).

3.3.2. Derecho a la libertad de empresa

El TC ha señalado que la libertad de empresa debe ser ejercida con


sujeción a la ley y que su ejercicio debe respetar los diversos
derechos de carácter socioeconómico que la Constitución reconoce.
En tal sentido, ha interpretado que:

• La restricción en la utilización de ómnibus carrozados sobre


chasis de camión para la prestación del servicio de transporte
interprovincial de pasajeros no afecta el contenido
constitucionalmente protegido del derecho a la libertad de
empresa (STC Exp. Nº 04637-2006-PA/TC, caso Buses
Camión, f. j. 37-40).

• El establecimiento de requisitos para la importación de


vehículos usados es una restricción legítima al derecho a la
libertad de empresa pues busca proteger el derecho al medio
ambiente y a la salud (STC Exp. Nº 03048-2007-PA/TC, caso
Autos Usados).

• La ordenanza que impide otorgar permisos temporales de


circulación para vehículos menores es una limitación legítima
al derecho a la libertad de empresa pues dicha medida tiene
como finalidad la protección y seguridad de los ciudadanos, así
como el ordenamiento y mejora del servicio público de
transporte de pasajeros (STC Exp. Nº 04466-2007-PA/TC, caso
Circulación Mototaxis, f. j. 13).

• La prohibición de que vehículos de transporte pesado circulen


en el centro de la ciudad es una restricción legítima a la libertad
de empresa, pues se justifica en la protección y promoción de
otros bienes constitucionales, como son los urbanísticos, de
servicio público y protección de la integridad de los ciudadanos
(STC Exp. Nº 01739-2008-PA/TC, caso Vehículos de
Transporte Pesado, f. j. 14).

• Si bien los comerciantes informales tienen derecho a


desarrollar su actividad al amparo del derecho a la libertad de
empresa, ese derecho debe ser ejercido con respeto a los
derechos de los demás y a la ley (STC Exp. Nº 02576-2008-
PC/TC, caso Vendedores Ambulantes, f. j. 14).

Asimismo, el TC ha señalado que si se observa que determinado


accionar está dando como resultado la mejora en la salud pública de los
pacientes del recurrente, no resulta aceptable que el Estado coloque trabas e
impedimentos en el desarrollo de la empresa del recurrente, puesto que esto
implica bienestar general que la sociedad ha de saber apreciar (STC Exp. Nº
01972-2007-AA/TC, caso Centro Médico del Tumor, f. j. 9).

3.3.3. Derecho a la libertad de comercio

El TC ha señalado que la libertad de comercio debe ser ejercida con


sujeción a la ley y al carácter socio-económico de la Constitución.
Por lo tanto, no resulta desproporcionado regular el horario de
expendio de bebidas alcohólicas (STC Exp. Nº 00850-2008-PA/TC,
caso Comercialización Bebidas Alcohólicas, f. j. 20).

3.3.4. Derecho a la libertad de trabajo

El TC ha señalado que el comercio ambulatorio se encuentra bajo el


ámbito de protección del derecho a la libertad de trabajo. Sin
embargo, su ejercicio está condicionado a que se cumplan los
requisitos establecidos por el ordenamiento jurídico (STC Exp. Nº
09213-2006-PA/TC, f. j. 6).
3.3.5. Derecho a la protección del interés de los consumidores y
usuarios

El TC ha señalado la omisión del legislador de incluir “la indebida,


insuficiente o inoportuna información” como causal de desafiliación
del sistema privado de pensiones resulta inconstitucional, por atentar
contra el principio de protección a los consumidores y usuarios (STC
Exp. Nº 00014-2007-PI/TC, caso Libre Desafiliación, f. j. 12).

4. Derechos culturales

4.1. Identidad cultural y étnica

El TC ha señalado que una expresión del derecho a la identidad


cultural y étnica es, a su vez, el derecho a usar el idioma propio ante
los tribunales (STC Exp. Nº 04719-2007-HC/TC, f. j. 12).
Igualmente, ha reconocido que una de las obligaciones que se derivan
de este derecho consiste en el fomento de la educación bilingüe e
intercultural (STC Exp. Nº 04232-2004-AA/TC, f. j. 15).

4.2. Derecho al territorio

Sobre este aspecto, el TC ha señalado que, de acuerdo con el artículo


13 de la Convención 169 de la OIT, el término “tierras”, para el caso
de los pueblos indígenas, incluye el concepto de “territorio” ya que la
unidad de la comunidad a su territorio excede la noción de propiedad
patrimonial. Se piensa así en un dominio espiritual y cultural de la
tierra (STC Exp. Nº 03343-2007-PA/TC, f. j. 32, caso Cordillera
Escalera).

4.3. Derecho a la libre determinación

El TC ha señalado que el derecho a la libre determinación consiste en


la capacidad de los pueblos indígenas de organizarse de manera
autónoma, sin intervenciones de índole política o económica por
parte de terceros, y la facultad de aplicar su derecho consuetudinario
a fin de resolver los conflictos sociales surgidos al interior de la
comunidad, siempre que en el ejercicio de tal función no se vulneren
los derechos fundamentales de terceros (STC Exp. Nº 03343-2007-
PA/TC, f. j. 32, caso Cordillera Escalera).

4.4. Derecho a la consulta previa

El TC ha reconocido que el derecho a la consulta previa viene a ser


una concretización del derecho a la participación en la vida política,
económica, social y cultural de la Nación (art. 2, inciso 17 de la
Constitución). Así pues, ha interpretado que la consulta debe
realizarse antes de emprender cualquier proyecto relevante que
pudiera afectar la salud de la comunidad nativa o su hábitat natural,
para lo cual debe brindársele la información suficiente y en el
momento oportuno. Asimismo, ha señalado que la consulta legitima
la acción gubernamental y particular, facilitando la actuación de los
sujetos involucrados en la explotación de los recursos naturales (STC
Exp. Nº 03343-2007-PA/TC, ff. jj. 35-36, caso Cordillera Escalera).

4.5. Derecho al medio ambiente

El TC ha resuelto casos relacionados al medio ambiente acudiendo al


principio de prevención (que aconseja tomar medidas frente a riesgos
conocidos antes de que se produzcan) o al de precaución (que
aconseja adoptar medidas que prevean y eviten amenazas de daños
desconocidos o inciertos). Precisamente, el TC ha utilizado el
principio de precaución al ordenar la remoción de antenas telefónicas
que afectaban el medio ambiente y la salud de las personas (SSTC
Exps. Nº 00964-2002-AA/TC y Nº 00091-2004-AA/TC). No
obstante, ha sostenido que deben existir indicios razonables y
suficientes para la aplicación de este principio (STC Exp. Nº 05387-
2008-PA/TC, f. j. 15). De igual forma, la posición del Tribunal ha
sido pacífica al admitir la restricción al derecho a la libertad de
empresa y al trabajo, cuando se trata de proteger el medio ambiente,
en el caso de la importación de autos usados (SSTC Exps. Nº 03048-
2007-PA/TC, Nº 03610-2008-PA/TC y Nº 03816-2009-PA/TC).

5. Derechos creados jurisprudencialmente por el TC

5.1. Derecho a la verdad

Para el TC, la Nación tiene el derecho de conocer la verdad sobre los


hechos o acontecimientos injustos y dolorosos provocados por las
múltiples formas de violencia estatal y no estatal, traduciéndose en la
posibilidad de conocer las circunstancias de tiempo, modo y lugar en
las cuales ellos ocurrieron, así como los motivos que impulsaron a
sus autores (STC Exp. Nº 02488-2002-HC/TC, caso Genaro Villegas
Namuche). Este derecho deriva directamente del principio de la
dignidad humana pues el daño ocasionado a las víctimas no solo se
traduce en la lesión de bienes tan relevantes como la vida, la libertad
y la integridad personal, sino también en la ignorancia de lo que
verdaderamente sucedió con las víctimas de los actos criminales.
Asimismo, el derecho a la verdad, en su dimensión colectiva, es una
concretización directa de los principios del Estado democrático y
social de derecho y de la forma republicana de gobierno, pues
mediante su ejercicio se posibilita que todos conozcamos los niveles
de degeneración a los que somos capaces de llegar, ya sea con la
utilización de la fuerza pública o por la acción de grupos criminales
del terror (ff. jj. 16-17).

5.2. Derecho al agua potable

Para el TC, aunque la Norma Fundamental no reconoce de manera


expresa o nominal un derecho fundamental al agua potable, tal
situación no significa –ni debe interpretarse como tal– que dicha
posibilidad se encuentre eludida o diferida, puesto que los derechos
fundamentales no solo pueden individualizarse a partir de una
perspectiva estrictamente gramatical o positiva, sino también
apelando a un ejercicio hermenéutico al amparo de una fórmula
sistemática o variante de contexto, deducible de las cláusulas
contenidas en los instrumentos internacionales relativos a derechos
humanos, muchas de las cuales no solo contienen derechos
adicionales a los expresamente reconocidos en la Constitución, sino
que incluso ofrecen contenidos mucho más amplios para aquellos que
ya cuentan con cobertura constitucional (STC Exp. Nº 06546-2006-
PA/TC, caso César Augusto Zúñiga López).

5.3. Derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad

El derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad no se


encuentra enunciado literalmente en la Constitución de 1993, como sí
lo estuvo por la Constitución de 1979. El artículo 2, inciso 1, de la
Constitución de 1979 decía que toda persona tiene derecho: “A la
vida, a un nombre propio, a la integridad física y al libre
desenvolvimiento de su personalidad”. Este derecho supone que el
Estado deba garantizar la libre manifestación de la capacidad de
autodeterminación de las personas a través de su libre actuación
general en la sociedad. En el caso específico llamado de la Calle de
las Pizzas, el TC determinó que los concurrentes a los
establecimientos comerciales de esa zona, tales como discotecas,
pubs, karaokes, etc., tienen derecho a actividades de jolgorio que se
hallan bajo el ámbito de protección del derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad, el cual no es absoluto, pues su
ejercicio debe guardar armonía con los derechos fundamentales de
otras personas (STC Exp. Nº 00007-2006-PI/TC, caso Asociación de
Comerciantes San Ramón y Figari).
5.4. Derecho a la eficacia de las leyes y los actos administrativos

No solo basta que una norma de rango legal o un acto administrativo


sea aprobado cumpliendo los requisitos de forma y fondo que le
impone la Constitución, las normas del bloque de constitucionalidad
o la ley, según sea el caso, y que tengan vigencia; es indispensable,
también, que aquellas sean eficaces. Por tanto, cuando una autoridad
o funcionario es renuente a acatar una norma legal o un acto
administrativo que incide en los derechos de las personas o, incluso,
los relativos a la defensa de los derechos con intereses difusos o
colectivos en el proceso de cumplimiento, surge el derecho de
defender la eficacia de las normas legales y actos administrativos a
través del proceso constitucional de cumplimiento (STC Exp. Nº
00168-2005-PC/TC, caso Maximiliano Villanueva Valverde).

5.5. 5.5. Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica

El derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica (el cual


importa atribuir jurídicamente a una persona la aptitud suficiente para
ser titular de derechos y obligaciones), si bien no se encuentra
previsto de manera expresa en nuestra Constitución, encuentra
acogida en el artículo 16 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al
reconocimiento de su personalidad jurídica”, así como en el artículo 3
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Toda
persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica”.

En este sentido, la expedición del Documento Nacional de Identidad


repercute directamente en el derecho al reconocimiento de la
personalidad jurídica, toda vez que dicho documento, permite el
ejercicio de otros derechos fundamentales inherentes al individuo
(STC Exp. Nº 02432-2007-PHC/TC, caso Rolando Apaza
Chuquitarco).
5.6. Derecho al reconocimiento y tutela de las personas jurídicas

Existen dos criterios esenciales que justifican la titularidad de las


personas jurídicas como sujetos de derechos fundamentales: a) La
necesidad de garantizar el derecho a la participación de toda persona
en forma individual o asociada en la vida de la nación, y b) La
necesidad de que el principio del Estado democrático de derecho e,
incluso, el de dignidad de la persona, permitan considerar un derecho
al reconocimiento y tutela jurídica en el orden constitucional de las
personas jurídicas. Debe precisarse que, el estatus jurídico de las
personas jurídicas de derecho público no necesariamente resultaría el
mismo que para las de derecho privado, aún cuando respecto de
aquellas pueda también predicarse, en determinados supuestos, una
cierta incidencia de los derechos fundamentales (STC Exp. Nº 04972-
2006-AA, caso Corporación Meier S.A.C. y Persolar S.A.C).

5.7. Derecho de los consumidores y usuarios

El artículo 65 de la Constitución expresa la defensa del interés de los


consumidores y usuarios, para lo cual garantiza su acceso a la
información, salud y seguridad; pero no hace referencia a derechos
constitucionales de los consumidores. No obstante, el TC extrajo de
esta disposición derechos fundamentales a favor de usuarios y
consumidores utilizando la cláusula de derechos no enumerados. En
este sentido “cuando la constitución establece la defensa del interés
de los consumidores, está ubicándose en una perspectiva de tipo
bilateral, es decir, está reconociendo que se trata no solo de un
principio sino de un auténtico derecho fundamental (STC Exp. Nº
03315-2004-AA/TC, caso Agua pura Rovic S.A.C.).

5.8. Derecho a la objeción de conciencia

En virtud de la libertad de conciencia, toda persona tiene derecho a


formar su propia conciencia, no resulta descabellado afirmar que uno
de los contenidos nuevos del derecho a la libertad de conciencia esté
constituido, a su vez, por el derecho a la objeción de conciencia,
porque de qué serviría poder autodeterminarse en la formación de las
ideas si no es posible luego obrar (o dejar de obrar) conforme a los
designios de esa conciencia. No permitirle al individuo actuar
conforme a los imperativos de su conciencia, implicaría que el
derecho a la formación de esta careciera de toda vocación de
trascendencia, pues sucumbiría en la paradoja perversa de permitir el
desarrollo de convicciones para luego tener que traicionarlas o
reprimirlas con la consecuente afectación en la psiquis del individuo
y, por ende, en su dignidad de ser humano. De allí que el Tribunal
Constitucional considere, sin necesidad de acudir a la cláusula 3 de la
Constitución, que el derecho a la libertad de conciencia alberga, a su
vez, el derecho a la objeción de conciencia (STC Exp. Nº 00895-
2001-AA, f. j. 06, caso Lucio Valentín Rosado Adanaque).

6. Derechos procesales implícitos

El TC también ha desarrollado, los derechos procesales implícitos,


los cuales forman parte del debido proceso, como son: El derecho al
juez natural, al plazo razonable, al Ne bis in idem, a la prueba y otros.
Así ha establecido: “Ciertamente, el derecho a ser juzgado por jueces
imparciales no se encuentra reconocido expresamente en la
Constitución. Ello, sin embargo, no ha impedido a este Tribunal
reconocer en él a un derecho implícito que forma parte de un derecho
expreso. A saber, del derecho al debido proceso, reconocido en el
inciso 3) del artículo 139 de la Constitución” (SSTC Exps. Nºs
06149-2006-PA y 06662-2006-PA, ff. jj. 48 y 49, caso Minera
Sulliden Shahuindo S.A.C. y Compañía de exploraciones Algamarca
S.A.).

V. ROL DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN EL DESARROLLO


PROCESAL DE LA CONSTITUCIÓN
La defensa de la Constitución no solo se manifiesta a través de los
factores externos que permiten una vigencia sociológica o real de la norma
normarum. Se expresa, también, a través de sus propios mecanismos
internos que hoy, la literatura más especializada la denominaba, desde la
vieja polémica Kelsen-Schmitt, como la “defensa de la Constitución”, por
el hoy concepto más específico de jurisdicción constitucional, piedra de
toque hoy de la moderna disciplina del derecho procesal constitucional.

En tal perspectiva, bien cabe hablar de un desarrollo sustantivo y


procesal de la Constitución desde un enfoque procesal, que es lo que aquí
interesa en estos treinta años de jurisdicción constitucional, encontramos un
conjunto de abordaje que ha hecho el Colegiado Constitucional, a partir del
archipiélago de heterodoxos conceptos e interrelaciones que hoy rodean al
derecho procesal constitucional.

Lo que a continuación apreciaremos son los variados ejes temáticos


que el Tribunal Constitucional ha abordado, a fin de delimitar y resolver las
controversias de diversos procesos constitucionales.

1. El debido proceso

Aunque se ha entendido que el debido proceso lo constituyen los


diversos derechos fundamentales de las partes en un proceso, el
Tribunal Constitucional ha desarrollado con profundidad una
concepción formal y material de este emblemático derecho
fundamental, que suele ser esgrimido por los abogados cuando se
plantean amparos contra resoluciones judiciales, contra procesos
administrativos o contra entidades corporativo-privadas. Veamos:

1.1. Debido proceso formal

El Tribunal Constitucional ha evidenciado algunas manifestaciones.


Así, para este Colegiado, significa la observancia de los derechos
fundamentales esenciales del procesado, principios y reglas
esenciales exigibles dentro del proceso como instrumento de tutela de
los derechos fundamentales(82).

El derecho fundamental al debido proceso, tal como ha sido señalado


por este Tribunal en reiterada jurisprudencia, es un derecho –por así
decirlo– continente puesto que comprende, a su vez, diversos
derechos fundamentales de orden procesal. A este respecto, se ha
afirmado que su contenido constitucionalmente protegido comprende
una serie de garantías, formales y materiales, de muy distinta
naturaleza, que en conjunto garantizan que el procedimiento o
proceso en el cual se encuentre inmerso una persona, se realice y
concluya con el necesario respeto y protección de todos los derechos
que en él puedan encontrarse comprendidos (STC Exp. Nº 07289-
2005-AA/TC, f. j. 5).

Al respecto, es importante precisar que, sin perjuicio de esta


dimensión procesal, el Tribunal Constitucional ha reconocido en este
derecho una dimensión sustancial, de modo tal que el juez
constitucional está legitimado para evaluar la razonabilidad y
proporcionalidad de las decisiones judiciales. De ahí que este
colegiado haya señalado, en anteriores pronunciamientos, que el
derecho al debido proceso en su faz sustantiva “se relaciona con
todos los estándares de justicia como son la razonabilidad y
proporcionalidad que toda decisión judicial debe suponer” (STC Exp.
Nº 09727-2005-HC/TC, f. j. 7)(83).

El debido proceso, por otro lado, precisa el Tribunal Constitucional,


está concebido como el cumplimiento de todas las garantías,
requisitos y normas de orden público que deben observarse en las
instancias procesales de todos los procedimientos, incluidos los
administrativos, a fin de que las personas estén en condiciones de
defender adecuadamente sus derechos ante cualquier acto del Estado
que pueda afectarlos. Vale decir que cualquier actuación u omisión de
los órganos estatales dentro de un proceso, sea este administrativo –
como en el caso de autos–, o jurisdiccional, debe respetar el debido
proceso legal(84).

El debido proceso, según lo ha establecido la doctrina en forma


consolidada, es “un derecho fundamental de carácter instrumental que
se encuentra conformado por un conjunto de derechos esenciales
(como el derecho de defensa, el derecho a probar, entre otros) que
impiden que la libertad y los derechos individuales sucumban ante la
ausencia o insuficiencia de un proceso o procedimiento, o se vean
afectados por cualquier sujeto de derecho (incluyendo al Estado) que
pretenda hacer uso abusivo de estos. [BUSTAMANTE ALARCÓN,
Reynaldo, El derecho a probar como elemento esencial de un proceso
justo. Cit. por Javier Dolorier Torres. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. Año 9, número 54, marzo de 2003, Gaceta Jurídica,
Lima, p. 133]. Con similar criterio, Luis Marcelo De Bernardis define
al debido proceso como “el conjunto mínimo de elementos que deben
estar presentes en cualquier clase de proceso para hacer posible la
aplicación de la justicia en el caso concreto”(85).

1.2. Debido proceso sustantivo o material

El Tribunal Constitucional ha definido esta otra noción. Así, sostiene


que la dimensión sustancial del debido proceso abre las puertas para
un control no solo formal del proceso judicial, sino que incide y
controla también los contenidos de la decisión en el marco del Estado
Constitucional. Es decir, la posibilidad de la corrección no solo
formal de la decisión judicial, sino también la razonabilidad y
proporcionalidad con que debe actuar todo juez en el marco de la
Constitución y las leyes.

Como lo ha precisado la Corte Constitucional colombiana en criterio


que asume el Tribunal Constitucional peruano: “El derecho al debido
proceso es un derecho fundamental constitucional, instituido para
proteger a los ciudadanos contra los abusos y desviaciones de las
autoridades, originadas no solo en las actuaciones procesales sino de
las decisiones que adoptan y pueda afectar injustamente los derechos
e intereses legítimos de aquellos”.

Por otro lado, el Tribunal Constitucional ha expresado que a partir del


debido proceso también es posible un control que no es solo procesal
o formal, sino también material o sustancial, respecto de la actuación
jurisdiccional vinculado esta vez con la proporcionalidad y
razonabilidad de las decisiones que emite en el marco de sus
potestades y competencias. En este sentido aclara que: “el debido
proceso no es solo un derecho de connotación procesal, que se
traduce (...) en el respeto de determinados atributos, sino también una
institución compleja, que no alude solo a un proceso intrínsecamente
correcto y leal, justo sobre el plano de las modalidades de su tránsito,
sino también como un proceso capaz de consentir la consecución de
resultados esperados, en el sentido de oportunidad y de eficacia”.

El debido proceso en su dimensión sustancial quiere significar un


mecanismo de control sobre las propias decisiones y sus efectos,
cuando a partir de dichas actuaciones o decisiones se afecta de modo
manifiesto y grave cualquier derecho fundamental (y no solo los
establecidos en el artículo 4 del CPConst.). No se trata desde luego
que la justicia constitucional asuma el papel de revisión de todo
cuanto haya sido resuelto por la justicia ordinaria a través de estos
mecanismos, pero tampoco de crear zonas de intangibilidad para que
la arbitrariedad o la injusticia puedan prosperar cubiertas con algún
manto de justicia procedimental o formal. En otras palabras, en el
Estado Constitucional, lo “debido” no solo está referido al cómo se
ha de actuar sino también a qué contenidos son admitidos como
válidos. Tal como refiere Bernal Pulido, el Estado Constitucional bien
puede ser definido en su dimensión objetiva como un “conjunto de
procesos debidos” que vinculan la actuación de los poderes públicos
a los principios, valores y reglas del Estado democrático.
De este modo, también a partir de la dimensión sustancial del debido
proceso, cualquier decisión judicial puede ser evaluada por el juez
constitucional no solo con relación a los derechos enunciativamente
señalados en el artículo 4 del CPConstitucional, sino a partir de la
posible afectación que supongan en la esfera de los derechos
constitucionales(86).

2. Tutela procesal efectiva

Uno de los temas que mayor tránsito argumentativo se aprecia en la


jurisprudencia constitucional es este tópico. Entiende el Tribunal
Constitucional que la tutela procesal efectiva está consagrada en la
Constitución y en el Código Procesal Constitucional, y su
salvaguardia está relacionada con la necesidad de que, en cualquier
proceso que se lleve a cabo, los actos que lo conforman se lleven a
cabo en los cauces de la formalidad y de la consistencia, propias de la
Administración de justicia. Es decir, se debe buscar que los
justiciables no sean sometidos a instancias vinculadas con la
arbitrariedad o los caprichos de quien debe resolver el caso. El
derecho a la tutela procesal efectiva se configura, entonces, como una
concretización transversal del resguardo de todo derecho fundamental
sometido a un ámbito contencioso(87).

La tutela procesal efectiva como derecho protegible dentro del


ordenamiento constitucional tiene un claro asidero en el artículo 4 del
Código Procesal Constitucional, reconduciendo y unificando lo
dispuesto en el artículo 139, inciso 3, de la Constitución, pues en este
se incluye separadamente el derecho al debido proceso y a la tutela
judicial(88).

Es pertinente recordar que, según la doctrina de nuestro ordenamiento


constitucional la tutela jurisdiccional es un derecho “continente” que
engloba, a su vez, dos derechos fundamentales: el acceso a la justicia
y el derecho al debido proceso (Cf. STC Exp. Nº 00015-2001-
AI/TC). Tal condición del derecho a la tutela jurisdiccional se ha
expresado también en el artículo 4 del Código Procesal
Constitucional que, al referirse al derecho a la tutela procesal
efectiva, ha establecido en su primer párrafo que este comprende el
acceso a la justicia y el debido proceso(89).

3. Una visión sintética de la jurisdicción constitucional de la libertad

Siguiendo la clásica concepción que en su momento delineara Mauro


Cappelletti, nuestra jurisdicción constitucional se expresa en cuatro
procesos constitucionales: hábeas corpus, amparo, hábeas data y
proceso de cumplimiento. Veamos cómo en la dinámica de esta
particular jurisdicción ha venido marcando la cartografía procesal que
vincula a todos los operadores jurídicos del sistema jurídico.

3.1. Hábeas corpus

a. Noción

Iniciamos en esta parte el desarrollo jurisprudencial que el Tribunal


Constitucional ha venido configurando a uno de los antiquísimos
instrumentos procesales de raigambre histórica y que se configura
como el remedio non plus ultra para la tutela de la libertad personal,
en sus diversas manifestaciones.

En este contexto, a partir del delineamiento del legislador positivo


(C.P.Const.) que ha acogido una concepción amplia y no restrictiva
de los contenidos sustantivos que tutela el hábeas corpus; esto es, ya
no solo como un remedio para la defensa de la libertad física o
ambulatoria, sino como un instrumento protector de los derechos
conexos a la libertad individual. Así, el TC ha venido desarrollando a
través de la interpretación constitucional una serie de contenidos
constitucionales que, finalmente, tendrían encaje dentro del marco
protector del hábeas corpus. Veamos:
“Si bien el hábeas corpus en su origen histórico surge como
remedio contra aprehensiones ilegales, representando la defensa
de aquello que los antiguos romanos denominaban ius movendi
et ambulandi o los anglosajones consignaban como power of
locomotion, su desarrollo posterior lo ha hecho proyectarse hacia
situaciones y circunstancias que si bien son próximas a un
arresto, no se identifican necesariamente con él. Su ámbito de
acción es básicamente de resguardo y tutela de la libertad
personal en sentido lato. Incluso, en la actualidad, algunas
figuras del hábeas corpus abandonan los límites precisos de la
libertad física para tutelar derechos de índole distinta. [Cfr. Exp.
Nº 02663-2003-HC/TC]”(90).

De otro lado, el Tribunal Constitucional recoge parte de los


antecedentes del hábeas corpus y se pronuncia sobre la antigua concepción
clásica que existía en torno a ella.

“Desde antigua data, la libertad (como estado natural de una


persona) ha sido uno de los atributos más valiosos con los que
cuenta un ser humano; tal situación supuso que la libertad sea
objeto de protección y tutela frente a las privaciones. Así, el
antecedente más remoto de tutela lo encontramos en el interdicto
de hómine líbero exhibendo el cual constituyó una especie de
“acción popular”, ejercitable por cualquiera y de manera
indeterminada, que estaba encaminada a tutelar la libertad de
aquel hombre libre privado dolosamente de ella. Esta
concepción de hábeas corpus ha sido catalogada como la
percepción clásica de este instituto y como el instrumento nom
plus ultra de tutela de la libertad individual, pues, como ya se ha
señalado, servía para tutelar el atributo que los romanos
llamaron ius movendi et ambulandi o lo que los anglosajones
denominaron power of locomotion”(91).
Dentro de este desarrollo conceptual del hábeas corpus, el Tribunal
Constitucional ha venido insistiendo en “otros” derechos conexos a la tutela
de la libertad. Veamos:

“(…) Que, sobre la base de tal reclamación, este Colegiado


considera pertinente recordar el carácter especial del proceso
constitucional del hábeas corpus, que según la Norma
Fundamental, procede contra el hecho u omisión, por parte de
cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza la libertad individual o los derechos constitucionales
conexos [artículo 200, inciso 1) de la Constitución]. Por tanto,
siendo el hábeas corpus un mecanismo procesal expeditivo,
sumarísimo y de tutela urgente que protege la libertad personal y
derechos conexos a ella [entre otros, aquellos previstos en el
artículo 25 del CPCo], su ámbito de protección como garantía
constitucional no puede ser, bajo ningún supuesto,
desnaturalizado (…) Que, como se aprecia, hoy en día el
proceso de hábeas corpus se configura como proceso
constitucional indispensable para la protección de la libertad
individual, así como –y esto también es de relevancia– para la
protección de otros derechos fundamentales conexos a aquella
como son la vida, la integridad física, la verdad en materia de
desapariciones forzadas o la protección contra la tortura u otros
tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, e incluso la
salud de las personas (…)”(92).

Desde otra perspectiva, el Tribunal Constitucional, además de


reconocer los derechos conexos a la libertad, enfila, aunque de modo
tangencial, la naturaleza de este instituto, descartando el carácter de
procedimiento formal, y afirmando su función expeditiva y apremiante,
tocando así su verdadera naturaleza sumarísima.
“(…) Como se aprecia, hoy en día el PHC se configura como
proceso constitucional indispensable para la protección de la
libertad individual, así como –y esto también es de relevancia–
para la protección de otros derechos fundamentales conexos a
aquella como son la vida, la integridad física, la verdad en
materia de desapariciones forzadas o la protección contra la
tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes,
y tal como se expondrá más adelante, incluso la salud de las
personas, sobre todo en caso de aquellos que sufren problemas
de enfermedades mentales. La dimensión tutelar del PHC exige
al juez constitucional no una función pasiva o formalista, sino
por el contrario una actuación expeditiva y apremiante que,
sostenida en la vocación de protección de bienes
constitucionales tan preciados, identifique adecuadamente el
fundamento o la razón de una demanda, así como los derechos
afectados, de modo tal que pueda prevenir su vulneración o de
ser el caso reparar con la mayor prontitud la afectación que se
estuviera produciendo (…)”(93).

Igual postura es intermitentemente reiterada:

“(…) El proceso constitucional de hábeas corpus es de


naturaleza netamente excepcional, dirigido a tutelar la libertad
individual de la persona y evitar que esta sea recortada o
perturbada indebidamente por autoridad, funcionario o persona
alguna (…)”(94).

b. Procedencia

Si bien existen tres grandes supuestos de procedencia del hábeas


corpus como son: a) por violación o amenaza de violación, b) contra
actos provenientes de normas, y c) contra resoluciones judiciales; en
los últimos tiempos, a partir de estos presupuestos procesales, se han
venido delineando diversas figuras o requisitos de admisibilidad. Con
todo, si echamos un vistazo comparativo entre el hábeas corpus y el
amparo; en materia de hábeas corpus el TC aún mantiene una
postura restrictiva, en cuanto el Colegiado Constitucional considera
de competencia de la jurisdicción ordinaria la mayoría de los asuntos
sometidos a su examen. Veamos:

“(…) El Código Procesal Constitucional señala que el hábeas


corpus procede en los siguientes supuestos: a) Cuando se
amenacen o violen los derechos constitucionales por acción u
omisión de actos de cumplimiento obligatorio, por parte de
cualquier autoridad, funcionario o persona (artículo 2); b)
Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen
como sustento la aplicación de una norma incompatible con la
Constitución (artículo 3); c) Cuando una resolución judicial
firme vulnere en forma manifiesta la libertad individual y la
tutela procesal efectiva (artículo 4); y, d) Todos los señalados
taxativamente en el artículo 25 (...)”(95).

- Procedencia frente a amenazas

Como quiera que una primera matriz de procedencia de los procesos


constitucionales de la libertad es frente a la violación y amenaza, el
Tribunal Constitucional ha indicado los presupuestos mínimos de una
amenaza. Veamos las diversas formas de cómo se aprecia esta
situación.

“(…) El hábeas corpus no solo procede ante el hecho u omisión


de cualquier autoridad, funcionario o persona que vulnera la
libertad individual o derechos conexos, sino también ante la
amenaza de que se pueda producir tal vulneración. Para tal
efecto debe reunir determinadas condiciones tales como: a) la
inminencia de que se produzca el acto vulnerador, esto es, que se
trate de un atentado a la libertad personal que esté por suceder
prontamente o en proceso de ejecución, no reputándose como tal
a los simples actos preparatorios; y b) que la amenaza a la
libertad sea cierta, es decir, que exista un conocimiento seguro y
claro de la amenaza a la libertad, dejando de lado conjeturas o
presunciones (…)”(96).

En otra perspectiva el Tribunal Constitucional ha indicado que:

“(…) Una primera cuestión que este Tribunal estima pertinente


analizar son los supuestos de procedencia de los procesos
constitucionales que prevé el Código Procesal Constitucional en
el artículo 2 y en el último párrafo del artículo 25. El artículo 2
señala que: ‘(...) los procesos constitucionales de hábeas corpus,
amparo y hábeas data proceden cuando se amenace o viole los
derechos constitucionales por acción u omisión de actos de
cumplimiento obligatorio, por parte de cualquier autoridad,
funcionario o persona. Cuando se invoque la amenaza de
violación, esta debe ser cierta y de inminente realización. (...)’.
En este supuesto, y de conformidad con el artículo 200, inciso 1,
de la Constitución, el Código Procesal Constitucional establece
la procedencia de los procesos constitucionales, particularmente
el del hábeas corpus, no solo cuando existe una violación actual
a los derechos fundamentales tutelados, sino también cuando
exista una amenaza cierta e inminente (…) Esto implica que,
para determinar si existe certeza de la amenaza del acto
vulnerador del derecho fundamental a la libertad personal, se
requiere la existencia de un conocimiento seguro y claro de la
amenaza a la libertad, lo cual excluye considerar conjeturas o
presunciones. En tanto que, para que se configure la inminencia
del mismo, es preciso que se trate de un atentado al derecho a
libertad personal que esté por suceder prontamente o esté en
proceso de ejecución, no reputándose como tal a los simples
actos preparatorios, tal como lo ha establecido este Tribunal
anteriormente (Exp. Nº 0008-2005-HC/TC) (…)”(97).
Y así concluye el TC:

“(…) En tal sentido cabe señalar que el juez constitucional al


recibir una demanda de hábeas corpus, tiene como primera
función verificar si esta cumple los genéricos requisitos de
procedibilidad previstos en los artículos 2, 3, 4 y 5 del CPConst.,
pues solo así podrá comprobar si la relación jurídica procesal es
válida y, por tanto, es factible que se pronuncie sobre el fondo
del asunto controvertido (…)”(98).

- Procedencia de hábeas corpus contra resoluciones judiciales

La entrada en vigencia del Código Procesal Constitucional supuso la


incorporación normativa de un conjunto de institutos jurídico
procesales que no habían sido regulados por su antecesora (Ley Nº
23506); dentro ellos destacamos la posibilidad de interponer procesos
constitucionales contra resoluciones judiciales emitidas en la
tramitación de procesos jurisdiccionales, siempre que en ellas se
evidencie una afectación al derecho fundamental a la tutela procesal
efectiva. Pero la posibilidad de plantearlo no era automático, sino que
estaba supeditada a la constatación de un requisito, representado por
la firmeza de la resolución a la cual se le reputaba contener el acto
lesivo del derecho fundamental.

Dicho requisito constituye un acierto del legislador, pues con ello el


Colegiado Constitucional conserva sus competencias y no se superpone a
las funciones del Poder Judicial. Este criterio ha sido desarrollado por el
Tribunal Constitucional del siguiente modo:

“(…) A su vez, el Código Procesal Constitucional establece en


su artículo 4, segundo párrafo, que el hábeas corpus procede
cuando una resolución judicial firme vulnera en forma
manifiesta la libertad individual y la tutela procesal efectiva.
Que así pues no todas las resoluciones judiciales pueden ser
objeto de control por el proceso constitucional de hábeas corpus;
antes bien y en línea de principio, solo aquellas resoluciones
judiciales firmes que vulneren en forma manifiesta la libertad
individual o los derechos conexos a ella, lo que implica que el
actor, frente al acto procesal alegado de lesivo, previamente haya
hecho uso de los recursos necesarios que le otorga la ley. Y es
que, si luego de obtener una resolución judicial firme, no ha sido
posible conseguir en vía judicial la tutela del derecho
fundamental presuntamente vulnerado, quien dice ser agredido
en su derecho podrá acudir al proceso constitucional, a efectos
de solicitar su tutela (…)”(99).

Dentro de esta misma concepción del artículo 4 del Código Procesal


Constitucional, el Tribunal Constitucional ha indicado que la resolución
judicial firme es el requisito de procedibilidad del hábeas corpus.

“(…) Que conforme al artículo 4 del Código Procesal


Constitucional, constituye un requisito de procedibilidad para el
hábeas corpus interpuesto contra una resolución judicial, la
firmeza de la resolución que se cuestiona. Ello implica que antes
de la interposición de la demanda para el proceso constitucional,
debe agotarse los recursos y remedios pertinentes al interior del
proceso subyacente (…)”(100).

En igual tesitura expone el colegiado:

“(…) Que a la entrada en vigencia del Código Procesal


Constitucional se observó que una de las principales
innovaciones que traía con respecto de la Ley Nº 23506, que lo
antecedió, fue la posibilidad de interponer procesos
constitucionales contra resoluciones judiciales, siempre que
estas afectaran a la tutela judicial efectiva, categoría jurídica
introducida por el propio Código, respecto de la cual estableció
un requisito de procedibilidad, cual era que la resolución objeto
de cuestionamiento tuviera firmeza. Dicha novedad está
contenida en el artículo 4 del citado Código, que en su segundo
párrafo señala que: ‘(…) El hábeas corpus procede cuando una
resolución judicial firme vulnera en forma manifiesta la libertad
individual y la tutela procesal efectiva (…)’. Que ya en
reiterados fallos este Colegiado ha declarado, respecto del
requisito de firmeza, que ello implica que: ‘(…) antes de la
interposición de la demanda (…) debe agotarse los recursos y
remesas pertinentes al interior del proceso subyacente (…)’
(STC Exp. Nº 3470-2005-HC/TC) (…)”(101).

El TC ha venido intermitentemente enfatizando lo que es


competencialmente inherente a la justicia ordinaria y en qué supuestos entra
la jurisdicción constitucional. Veamos:

“(…) No puede acudirse al hábeas corpus ni en él discutirse o


ventilarse asuntos resueltos y que, como es la determinación de
la responsabilidad criminal, son de incumbencia exclusiva de la
justicia penal. El hábeas corpus es un proceso constitucional
destinado a la protección de los derechos reconocidos en la
Constitución y no para revisar si el modo como se han resuelto
las controversias de orden penal son las más adecuadas
conforme a la legislación ordinaria. En cambio, no puede decirse
que el hábeas corpus sea improcedente para ventilar infracciones
a los derechos constitucionales procesales derivadas de una
sentencia expedida en un proceso penal, cuando ella se haya
expedido con desprecio o inobservancia de las garantías
judiciales mínimas que deben observarse en toda actuación
judicial, pues una interpretación semejante terminaría, por un
lado, por vaciar de contenido al derecho a la protección
jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales y, por
otro, por promover que la cláusula del derecho a la tutela
jurisdiccional (efectiva) y el debido proceso no tengan valor
normativo (…)”(102).

Reitera más sobre lo mismo en otra posición:

“(…) Que asimismo este Colegiado ha sostenido que: ‘(…) no


puede acudirse al hábeas corpus ni en él discutirse o ventilarse
asuntos resueltos, como lo es la determinación del tipo penal o la
responsabilidad criminal, que son de incumbencia exclusiva de
la justicia penal. El hábeas corpus es un proceso constitucional
destinado a la protección de los derechos reconocidos en la
Constitución, y no a revisar si el modo como se han resuelto las
controversias de orden penal es el más adecuado conforme a la
legislación ordinaria’ (STC Exp. Nº 1230-2002-HC, Caso Tineo
Cabrera, Fundamento 7).

Que por ello resulta pertinente subrayar que el proceso


constitucional no debe ser utilizado como vía indirecta para
revisar una decisión jurisdiccional final que implica un juicio de
reproche penal sustentado en actividades investigatorias y de
valoración de pruebas, aspectos que son propios de la
jurisdicción ordinaria y no de la justicia constitucional, que
examina casos de otra naturaleza (…)”(103).

- La conexidad como requisito para tutelar el debido proceso

Como ya se tiene dicho, la evolución del hábeas corpus hacia su


concepción amplia supuso la introducción, dentro de su ámbito de
protección de derechos distintos a la libertad individual, formalmente
concebida, que prima facie, no siendo objeto de tutela vía este
proceso, sí lo sería en tanto y en cuanto su afectación generara un
perjuicio a la libertad individual de modo simultáneo. Estos derechos
son, entre otros conexos a la libertad individual, la tutela procesal
efectiva, debido proceso e inviolabilidad de domicilio.

En otras palabras es condición sine qua non para tutelar el derecho a


la tutela procesal efectiva vía el proceso constitucional de hábeas
corpus, la conexión de este con la libertad individual. Así lo ha
entendido el Tribunal Constitucional cuando desarrollando el tema a
través de su jurisprudencia ha señalado que:

“(...) no cualquier reclamo que alegue a priori afectación de los


derechos conexos a la libertad individual puede franquear la
procedibilidad de una demanda de hábeas corpus, pues para ello
se requiere prima facie que se cumpla con el requisito de la
conexidad. Este requisito comporta que el reclamo alegado esté
siempre vinculado a la libertad individual, de suerte que los
actos que se aduzcan como atentatorios de los derechos
constitucionales conexos resulten también lesivos del derecho a
la libertad individual. O dicho de otra manera, para que la
alegada amenaza o vulneración de los denominados derechos
constitucionales conexos se tutele mediante el proceso de hábeas
corpus estas deben redundar en una amenaza o afectación de la
libertad individual (…)”(104).

El TC aclara las eventuales “conexidades” que permiten residenciar


un hábeas corpus:

“(…) si bien dentro de un proceso constitucional de la libertad


como es el hábeas corpus este Tribunal Constitucional puede
pronunciarse sobre la eventual vulneración de los derechos al
debido proceso (…) como ya se dijo, ello ha de ser posible
siempre que exista conexión entre estos derechos y el derecho
fundamental a la libertad individual, o lo que es lo mismo, que la
afectación del derecho constitucional conexo incida también
negativamente en la libertad individual (…)”(105).
Como quiera que el debido proceso comprende un complejo marco
de derechos fundamentales del procesado, el TC ha venido delineando este
concepto genérico imbricándolo con la libertad individual “conexa”.
Veamos algunos planteos:

“(...) Como se podrá apreciar, el ámbito de protección del hábeas


corpus ha sido extendido a la tutela del debido proceso, lo que
supone el otorgamiento, al Juez Constitucional, de la facultad de
emitir pronunciamiento ante la eventual vulneración del derecho
fundamental antes mencionado; siendo necesario para ello la
verificación, en el caso concreto, de la conexidad entre este
(debido proceso) y la libertad individual (...)”(106).

“(…) Como se podrá apreciar, el ámbito de protección del


hábeas corpus ha sido extendido a la tutela del debido proceso,
lo que supone el otorgamiento, al Juez Constitucional, de la
facultad de emitir pronunciamiento ante la eventual vulneración
del derecho fundamental antes mencionado; siendo necesario
para ello la verificación, en el caso concreto, de la conexidad
entre este (debido proceso) y la libertad individual (...) Es más,
el Colegiado Constitucional ha aseverado que: ‘(…) no
cualquier reclamo que alegue a priori afectación de los derechos
conexos a la libertad individual puede franquear la
procedibilidad de una demanda de hábeas corpus, pues para ello
se requiere prima facie que se cumpla con el requisito de la
conexidad. Este requisito comporta que el reclamo alegado esté
siempre vinculado a la libertad individual’ (…) (STC Exp. Nº
4052-2007-PHC/TC).

Así las cosas, es pertinente, de cara a la correcta resolución del


presente caso, verificar si la alegada vulneración del debido
proceso efectuada por el recurrente lleva aparejada el requisito
de conexidad al que se ha hecho referencia en los fundamentos
precedentes. Así analizado el expediente, se puede concluir de la
instrumental obrante de fojas 153 a 161 que el recurrente tiene la
medida coercitiva personal de comparecencia con restricciones,
como por ejemplo la de no ausentarse del lugar de su residencia
sin previo aviso del Juez, comparecer, cada 15 días y de manera
personal al juzgado a informar y justificar sus actividades bajo
apercibimiento de revocársele la medida coercitiva impuesta.
Todo ello, a juicio de este Colegiado, constituye una injerencia
en la esfera de libertad de la persona del recurrente, con lo que le
está completamente legitimado a este Tribunal analizar el fondo
de la controversia constitucional planteada (…)”(107).

“(…) es pertinente señalar que la anuencia o negativa de


procedencia de una demanda de hábeas corpus contra una
resolución judicial no se configura per se con la existencia, o no,
de una medida coercitiva de la libertad dictada al interior del
proceso penal, o incluso anexa a la resolución que se cuestiona,
sino que tal incidencia en el derecho en la libertad personal debe
dimanar de manera directa y negativa de la propia resolución
que se cuestiona mediante el proceso de la libertad, pues una vez
verificada la incidencia y el agravio de aquella en el derecho a la
libertad personal recién se apreciará la concurrencia del requisito
de firmeza exigido en los proceso de la libertad (…)”(108).

“(…) Que no obstante ello resulta oportuno prima facie llevar a


cabo un análisis formal de procedencia de la demanda de hábeas
corpus antes que emitir un pronunciamiento de fondo. Y es que
si bien es cierto que el artículo 1 del Código Procesal
Constitucional establece que los procesos de hábeas corpus,
amparo, hábeas data y de cumplimiento tienen por finalidad
proteger los derechos constitucionales, reponiendo las cosas al
estado anterior a la violación o amenaza de violación de estos
derechos, también es cierto que si luego de presentada la
demanda ha cesado la agresión o amenaza de violación del
derecho o derechos invocados, es obvio que no existe la
necesidad de emitir un pronunciamiento de fondo, ya que en tal
caso se ha producido la sustracción de materia (…)”(109).

- Procedencia del hábeas corpus para proteger la non reformatio


in peius

“En lo que respecta al extremo alegado en la demanda referido a la


indebida modificación realizada por la Sala Suprema en el tipo penal
que sustenta la condena del demandante, la ejecutoria suprema de
fecha 28 de abril de 1998 (tal como consta a fojas 537 de autos)
señala lo siguiente: (…)

De ello se advierte que el único extremo que fue modificado por la


Corte Suprema fue el correspondiente pena de multa que no había
sido fijada por la sala superior. Antes de determinar si tal
modificación constituye una vulneración de la interdicción de la
reforma en peor, es preciso reiterar la naturaleza del proceso de
hábeas corpus, el cual, conforme al artículo 200, inciso 1 de la
Constitución es un proceso constitucional destinado a tutelar la
libertad individual y derechos conexos. En este sentido, la
interdicción de la reforma en peor, en tanto componente del debido
proceso, puede ser tutelada mediante hábeas corpus en tanto derecho
conexo con la libertad individual (artículo 25 del Código Procesal
Constitucional, in fine). Ello implica que de la alegada vulneración
del debido proceso se desprenda una restricción de la libertad
individual.

Sin embargo, la modificación de la sanción penal establecida en la


ejecutoria suprema cuestionada constituye una pena pecuniaria,
hecho que en definitiva no incide en el derecho a la libertad
individual del recurrente, por lo que no puede ser cuestionado en este
proceso. Por lo tanto, este extremo de la demanda ha de declararse
improcedente”(110).

- Procedencia frente a otro proceso constitucional


Si bien resulta casi insólito plantear un proceso constitucional contra
otro de la misma envergadura, en los hechos la dinámica
jurisdiccional permite apreciar no solo las figuras del amparo contra
amparo; sino y, diríamos, excepcionalmente, un amparo contra un
hábeas corpus; o más excepcional aún, un hábeas corpus contra otro
hábeas corpus. Veamos los casos en los que el Tribunal
Constitucional ha señalado estas situaciones.

“(…) Del recuento de los antecedentes descritos, aparece que la


presente demanda de hábeas corpus ha sido promovida contra
autoridades judiciales que han venido conociendo de un anterior
proceso de hábeas corpus, situación que de alguna forma impone
precisar si dicha alternativa procesal, atípica por lo demás en
nuestra jurisprudencia, es viable dentro del marco jurídico
actualmente vigente, tanto más cuanto que el Código Procesal
Constitucional establece, en el artículo 5, inciso 6), que ‘No
proceden los procesos constitucionales cuando: (…) Se
cuestione una resolución firme recaida en otro proceso
constitucional (…)’”.

Aunque no existe en nuestra jurisprudencia casuística en la que


se haya dilucidado sobre la procedencia de procesos de hábeas
corpus promovidos contra procesos de hábeas corpus, dicha
hipótesis, si bien difícil de verificarse en la práctica, tampoco
resulta imposible de presentarse a la luz de eventuales
cuestionamientos frente a determinadas situaciones conflictivas.
El presente caso, y las particularidades que lo rodean, así lo
patentizan, pues lo que se reclama en la demanda tiene que ver
con una presunta afectación a los derechos constitucionales del
recurrente, acontecida dentro de la tramitación de un proceso de
hábeas corpus. Por otra parte, no se trata de cualquier afectación
a cualquier derecho, sino de aquellos atributos que normalmente
legitiman la interposición de un hábeas corpus contra
resoluciones judiciales emanadas de procesos ordinarios. Lo que
se denuncia, en pocas palabras, está relacionado con la
vulneración al debido proceso en su manifestación de derecho a
un plazo razonable en la administración de justicia, producida al
no existir pronunciamiento dentro de un plazo perentorio sobre
un recurso de apelación; y vulneración a la libertad individual, a
consecuencia de no definirse, oportunamente, un reclamo
constitucional en el que se denuncian presuntas agresiones a la
libertad individual por parte de autoridades judiciales.

Como se ha señalado, no existe en nuestra jurisprudencia


antecedentes de procesos de hábeas corpus promovidos contra
procesos de la misma naturaleza. Sin embargo, lo más cercano a
dicha opción es lo que la jurisprudencia ha venido en denominar
amparo contra amparo, régimen procesal que, como lo ha precisado
recientemente este mismo Colegiado en los expedientes Nºs 3846-
2004-PA/TC (Caso Municipalidad Provincial de San Pablo) y 2707-
2004-AA/TC (Caso Superintendencia Nacional de Administración
Tributaria), sigue siendo plenamente legítimo; no obstante, lo
dispuesto en el artículo 5, inciso 6), del Código Procesal
Constitucional, habida cuenta de que la citada disposición restrictiva
debe entenderse como referida a procesos donde se ha respetado
escrupulosamente la tutela procesal efectiva en sus distintas
manifestaciones, conforme al artículo 4 del mismo cuerpo normativo,
y tomando en cuenta, adicionalmente, que una interpretación que
cierra por completo la posibilidad del amparo contra amparo sería
contraria a la Constitución.

Si bien en el presente caso no se trata de un amparo contra otro


amparo, sino, más bien, de un hábeas corpus contra otro hábeas
corpus, no por ello deja de ser pertinente enfocar dicha hipótesis
dentro del contexto general del Código Procesal Constitucional, cuyo
texto se refiere a la improcedencia de un proceso constitucional
contra otro proceso constitucional. A este respecto, una interpretación
de dicho dispositivo, dentro de criterios similares a los que se han
realizado para el caso del amparo, permitiría concluir que, de darse
tal hipótesis, aquella necesariamente tendría que estar condicionada a
la vulneración por parte de un juez constitucional (en este caso de
hábeas corpus) de los derechos a la tutela procesal efectiva y,
concurrentemente, a la libertad individual, conforme lo establece el
artículo 4 del Código Procesal Constitucional para el caso de los
hábeas corpus contra resoluciones judiciales emanadas de procesos
ordinarios. Queda claro, por lo demás, que esa, y no otra, sería la
situación en la que podría legitimarse el régimen aquí enunciado,
amén de asumirse con un carácter residual y necesariamente
restrictivo (…)”(111).

c. El recurso de agravio constitucional en el hábeas corpus: su


actual dinámica procesal

Asimismo, el Tribunal ha dispuesto que en los casos donde se haya


anulado un proceso penal o una investigación fiscal que verse sobre
el delito de tráfico ilícito de drogas o lavado de dinero, en atención a
la protección del orden jurídico constitucional, procede que contra la
sentencia estimatoria de segundo grado del hábeas corpus se
interponga un recurso de agravio constitucional excepcional. Veamos
cómo ha sustentado esta postura el TC:

“Si corresponde al Tribunal Constitucional la protección del


orden constitucional, este debe estar provisto de las herramientas
e instrumentos procesales idóneos para tal efecto, para evitar que
por ‘defecto’, se terminen constitucionalizando situaciones que,
aunque aparecen revestidas de un manto de ‘constitucionalidad’,
en la práctica contienen un uso fraudulento de la Constitución o
bajo el manto protector de los derechos fundamentales, se
pretenda convalidar la vulneración de aquellos o una situación
en la que se ha configurado un abuso de derecho.
Anteriormente este colegiado en la STC Exp. Nº 04853-2004-PA,
había establecido que también procede admitir el Recurso de Agravio
Constitucional (RAC) cuando se pueda alegar, de manera irrefutable,
que una decisión estimatoria de segundo grado ‘ha sido dictada sin
tomar en cuenta un precedente constitucional vinculante emitido por
este Colegiado en el marco de las competencias que establece el
artículo VII del Código Procesal Constitucional’.

Este precedente fue dejado sin efecto en el STC Exp. Nº 03908-2007-


PA/TC, por las razones allí expuestas, a las que debe agregarse,
además, que cuando se estableció el precedente vinculante antes
contenido en la STC Exp. Nº 04853-2004-PA, no solo no se resolvía
un caso concreto, por lo que se establecía una regla genérica, sino que
además, se sustentaba en una interpretación sui generis de la
expresión ‘resolución denegatoria’ –contraria a su real sentido
jurídico y al consenso sobre su significado–, y pretendía no una
defensa de la Constitución, sino de los precedentes que este colegiado
ha fijado.

Por ello, este colegiado considera que, en aplicación del artículo 201
de la Constitución, más allá de los supuestos establecidos en el
artículo 202 de la misma, es competente para revisar, vía RAC, las
sentencias estimatorias que bajo el pretexto de proteger ciertos
derechos fundamentales, convaliden la vulneración real de los
mismos o constitucionalicen situaciones en las que se ha producido
un abuso de derecho o la aplicación fraudulenta de la Constitución;
todo ello, en abierta contravención de los dispositivos, principios y
valores materiales de la Constitución.

En el presente caso, el análisis del tema de fondo, planteado en autos,


pasa por analizar como se vincula la pretensión contenida en la
demanda, con el contenido de lo dispuesto en el artículo 8 de la
Constitución, el mismo que expresamente establece que: ‘El Estado
combate y sanciona el tráfico ilícito de drogas’.
Por ello, independientemente del contenido de la sentencia dictada en
segunda instancia, en aplicación del artículo 201 de la Constitución,
este Tribunal Constitucional entiende que es competente para conocer
el caso de autos, entendiendo que el RAC presentado en autos, es uno
de naturaleza excepcional, ante la vulneración del orden
constitucional, en particular, de lo dispuesto en el artículo 8 de la
Constitución, lo cual incluso tiene su correlato en las obligaciones
que el Estado peruano ha asumido en relación al combate del Tráfico
Ilícito de Drogas en particular, y del crimen organizado transnacional,
en general”(112).

Y de forma más reciente, el Tribunal ha ampliado este recurso de


agravio excepcional, para el caso de los procesos constitucionales
relacionados con el delito de terrorismo en los que se haya dictado
sentencia estimatoria en segundo grado, estableciendo a este respecto:

“(…) este Colegiado, atendiendo a la importancia para el


mantenimiento del régimen constitucional y democrático que
implica el combate contra el terrorismo, considera necesario
complementar la regla jurisprudencial establecida a través de las
sentencias Nºs 2663-2009-HC/TC y 2748-2010-HC/TC, y en tal
sentido entender que, más allá de los supuestos establecidos en
el artículo 202 de la Constitución, este Tribunal es competente
para revisar, vía Recurso de Agravio Constitucional, las
sentencias estimatorias expedidas en procesos constitucionales
relativos al delito de terrorismo que en segunda instancia hayan
declarado fundada la demanda”(113).

d. Una nueva variante de la suplencia de la queja: la


conversión procesal

La posibilidad de efectuar conversiones entre procesos


constitucionales de la libertad, ha sido una tarea que el Tribunal
Constitucional había abordado tibiamente, dado que existía diverso
tratamiento ante supuestos aparentemente idénticos. Ello llevó a que
el colegiado constitucional, en uno de sus más recientes fallos,
reconociendo dicha problemática, haya abordado el tema precisando
que el modelo de jurisdicción constitucional que tenemos en nuestro
país es un primer argumento que sirve para poder convertir un
proceso de hábeas corpus en uno de amparo, toda vez que el juez que
conoce de los procesos constitucionales, más allá del nomen iuris que
ostenten dentro de la organización del Poder Judicial, es un juez
constitucional, que le interesa impartir en estricto la tutela
jurisdiccional efectiva y es obvio que la conversión procesal se
encuentra rodeada de diversos principios procesales que subyacen en
estos procesos constitucionales.

Por otro lado, el TC estima que la conversión procesal se encuadra en


el principio de suplencia de la queja deficiente, por medio del cual el
Tribunal puede suplir las deficiencias formales en que haya incurrido la
parte actora, al momento de plantear su demanda, encauzando
correctamente el trámite procesal deficientemente formulado, siempre y
cuando no se altere con ello los términos sustanciales del petitorio
planteado.

Por último, el tercer argumento que utiliza el TC como razonamiento


para justificar la legitimidad de la conversión procesal son los principios
que inspiran esta clase de procesos, más concretamente los principios de
elasticidad o adecuación de las formalidades al logro de los fines de los
procesos constitucionales, establecido en el cuarto párrafo del ya
mencionado artículo III del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, en virtud del cual los jueces deben atender a los fines que
persiguen los procesos constitucionales, sin sujetarse a las formalidades que
no incidan en la protección de algún otro bien constitucional.

Así las cosas, el Tribunal Constitucional ha procedido a formular


aquellas reglas de carácter procesal que han de servir como principio y
límites a la actividad conversiva. Veamos.

“Primero: No es obligatorio para los jueces constitucionales de


primera instancia, mas sí para los de segunda y última instancia,
lo cual no significa que ante la observancia de afectación de un
derecho fundamental distinto a la libertad personal los a quo
puedan admitir a trámite la demanda entendiéndola como
amparo; sin embargo, esta facultad de los jueces constitucionales
de primera instancia se convierte en un mandato obligatorio para
los jueces constitucionales tanto de segunda como última
instancia.

Segundo: Se deberá observar que el plazo de caducidad de la


demanda no haya vencido, pues de lo contrario estaríamos
alentando la posibilidad de que una persona a la que, por
imprudencia o desidia, se le venció el plazo para interponer un
proceso constitucional de amparo se sirva del hábeas corpus para
ingresar su pretensión y esta sea objeto de tutela.

Tercero: Se deberá verificar la legitimidad para obrar del


demandante, máxime si tenemos en cuenta que la legitimidad
para obrar en ambos procesos son sustancialmente distintos,
pues mientras en el hábeas corpus la legitimación es flexible; es
decir, puede ser interpuesto, además del directamente afectado,
por cualquier persona en su representación, sin necesidad de
contar con poder para tal efecto; en cambio en el amparo la
demanda solo puede ser interpuesta por el directamente afectado
o por otra persona en su representación con poder para ejercer
dicha potestad. Esta regla puede ser relativizada en tanto y en
cuanto haya sido posible la toma de dicho del propio
beneficiario y este muestre su conformidad con la instauración
del proceso constitucional.
Cuarto: En ningún caso se podrá variar ni el petitorio ni la
fundamentación fáctica de la demanda, pues lo contrario
supondría que el juez sustituya a la parte accionante dentro del
proceso lo cual no se condice con la naturaleza imparcial que
han de tener los juzgadores, además al modificar los hechos el
juez estaría ‘pervirtiendo’ la realidad o, si se quiere, creando una
realidad ajena a la planteada por las partes, lo que si le estaría
absolutamente vedado. Del mismo modo, el juez constitucional
no podrá variar el petitum o petitorio, porque de lo contrario se
estaría violando el principio de congruencia procesal. Pero ello
no significa, como ya lo ha señalado el Tribunal Constitucional,
que: ‘(…) En el caso de los procesos constitucionales de control
de actos u omisiones, también denominados procesos
constitucionales de la libertad, dicho petitum, más allá de las
particularidades de cada caso, siempre deberá consistir en que se
constate la afectación del contenido constitucionalmente
protegido de determinado derecho fundamental (…)’ (RTC Exp.
Nº 03509-2009-PHC/TC, f. j. 4), en otras palabras dependerá
siempre del juez constitucional el determinar, a partir de los
hechos incorporados por el demandante, el derecho que
corresponde ser tutelado, con lo que cobra vigencia el aforismo
romano Da mihi factum, dado tibi ius que significa ‘Dame los
hechos que yo te doy el derecho’.

Quinto: Ha de existir riesgo de irreparabilidad del derecho, la


conversión será posible en la medida en que esté orientada a
evitar la ocurrencia de un daño irreparable en el derecho alegado
por la parte demandante.

Sexto: Se deberá preservar el derecho de defensa del


demandado. Al aplicar este requisito el juez constitucional habrá
de ser muy escrupuloso en verificar si el demandado ejerció de
modo sustancial su derecho de defensa, pues este colegiado
considera que en ningún caso se puede habilitar la tutela de un
derecho fundamental si es que se está dejando desprotegido a
otro de la misma clase (…)”(114).

e. Las modalidades del hábeas corpus

Finalmente, la jurisprudencia constitucional ha ensayado una variada


tipología con relación a los procesos constitucionales, la misma que
responde a una finalidad esencialmente didáctica, que pone de
manifiesto los distintos derechos que pueden ser materia de
protección a través de tales mecanismos procesales. Para mayor
claridad de lo que venimos diciendo, transcribimos a continuación la
clasificación brindada por el Tribunal Constitucional, empezando por
el proceso constitucional de hábeas corpus:

- Hábeas corpus reparador

“(…) Respecto del hábeas corpus reparador, es preciso señalar que


dicha modalidad representa la modalidad clásica o inicial del hábeas
corpus, la misma que se promueve para obtener la reposición de la
libertad de una persona indebidamente detenida. Se presenta, por
ejemplo, cuando se produce la privación arbitraria o ilegal de la
libertad física como consecuencia de una orden policial; de un
mandato judicial en sentido lato; de una negligencia penitenciaria
cuando un condenado continúa en reclusión pese a haberse cumplido
la pena; por sanciones disciplinarias privativas de la libertad, entre
otros. (Exp. N° 02663-2003-HC/TC) (…)”(115).

- Hábeas corpus restringido

“(…) En anterior pronunciamiento (Exp. N° 02663-2003-HC/TC),


este Tribunal ha establecido que el hábeas corpus restringido ‘(...) se
emplea cuando la libertad física o de locomoción es objeto de
molestias, obstáculos, perturbaciones o incomodidades que, en los
hechos, configuran una seria restricción para su cabal ejercicio. Es
decir que, en tales casos, pese a no privarse de la libertad al sujeto,
‘se la limita en menor grado’. Entre otros supuestos, cabe mencionar
la prohibición de acceso o circulación a determinados lugares; los
seguimientos perturbatorios carentes de fundamento legal y/o
provenientes de órdenes dictadas por autoridades incompetentes; las
reiteradas e injustificadas citaciones policiales; las continuas
retenciones por control migratorio o la vigilancia domiciliaria
arbitraria o injustificada, etc.’. Entonces, dado que el objeto del
hábeas corpus restringido consiste en atender no aquellos supuestos
en los cuales el derecho a la libertad personal es afectado totalmente,
sino que procede en aquellos casos en los cuales existe una
restricción menor en la libertad física de la persona, se convierte en el
instrumento idóneo para tutelar el derecho fundamental a la libertad
de tránsito (…)”(116).

“(…) Conviene precisar que en el hábeas corpus restringido, si bien


no está de por medio una medida de detención, no quiere ello decir
que la discusión o controversia a dilucidar resulte un asunto de mera
constatación empírica. Por el contrario, en estos casos, como en otros
similares, es tan importante verificar la restricción a la libertad que se
alega como lo señalado por las partes que participan en el proceso,
además de merituar las diversas instrumentales que puedan haber sido
aportadas. Al margen de la sumariedad del proceso, es necesario,
pues, evaluar con algún detalle lo que se reclama y el elemento
probatorio con el que se cuenta. Ello por el imperativo de tutelar la
vigencia efectiva de los derechos fundamentales, de conformidad con
el artículo II del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
(…)”(117).

- Hábeas corpus correctivo

“(…) El proceso constitucional de hábeas corpus no solo protege la


libertad física propiamente dicha, sino que su ámbito de protección se
extiende a otros derechos fundamentales. En efecto, su tutela
comprende también la amenaza o acto lesivo del derecho a la vida, la
integridad física y psicológica o el derecho a la salud de las personas
que se hallan recluidas en establecimientos penales e incluso de
personas que, bajo una especial relación de sujeción, se encuentran
internadas en establecimientos de tratamiento, públicos o privados.

Por ello, es legítimo que ante la afectación de tales derechos


fundamentales o de aquellos derechos directamente conexos al de la
libertad personal o ante la lesión de derechos diferentes al de la
libertad, cuya afectación se genere como consecuencia directa de una
situación de privación o restricción del derecho a la libertad
individual, puedan ser protegidos a través del proceso de hábeas
corpus, que la tipología elaborada por la doctrina ha denominado
como hábeas corpus correctivo (…)”(118).

- Hábeas corpus preventivo

“(…) Es preciso tomar en consideración que, tal como lo dispone el


inciso 1) del artículo 200 de la Constitución, el hábeas corpus no solo
procede ante el hecho u omisión de cualquier autoridad, funcionario o
persona que vulnera la libertad individual o derechos conexos, sino
también ante la amenaza de que se pueda producir tal vulneración. En
este caso, la actuación del juez constitucional es anterior al acto
violatorio de la libertad individual o derechos conexos, pues se
procede ante una amenaza.

Sobre el hábeas corpus preventivo y a efectos de valorar la amenaza


frente a la cual procede este proceso constitucional, este colegiado ha
sostenido que: ‘(...) se debe comprobar: a) la inminencia de que se
produzca el acto vulnerador, es decir, que se configure un atentado a
la libertad personal que esté por suceder prontamente o en vía de
ejecución, no entendiéndose por tal a los simples actos preparatorios;
y b) que la amenaza a la libertad sea cierta, es decir, que exista un
conocimiento seguro y claro de la amenaza a la libertad, dejando de
lado conjeturas o presunciones’ (Exp. Nº 03171-2003 HC/TC)
(…)”(119).

- Hábeas corpus traslativo

Es empleado para denunciar mora en el proceso judicial u otras


graves violaciones al debido proceso o a la tutela judicial efectiva; es
decir, cuando se mantenga indebidamente la privación de la libertad
de una persona o se demore la determinación jurisdiccional que
resuelva la situación personal de un detenido.

En efecto, en el caso Ernesto Fuentes Cano vs. Vigésimo Cuarto


Juzgado Penal de Lima (Exp. N° 00110-99-HC/TC), el Tribunal
Constitucional textualmente señaló lo siguiente:

“Que, el tercer párrafo del artículo 9 del Pacto Internacional de


Derechos Civiles y Políticos, aprobado mediante Decreto Ley N°
22128, dispone que toda persona detenida o presa a causa de una
infracción penal tiene derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad y, en el caso de autos, se inicia el
proceso en marzo de 1993, y en diciembre de 1997 se encontraba en
el estado de instrucción, por haber sido ampliada esta; y el hecho de
no haberse completado la instrucción no justifica que se mantenga
privada de su libertad a una persona que ya lo había estado por más
de veinte meses, no dándole cumplimiento así al artículo 137 del
Código Procesal Penal, en caso de efectivizarse esta nueva orden de
captura” (…)”(120).

- Hábeas corpus instructivo

“(…) Esta modalidad podrá ser utilizada cuando no sea posible ubicar
el paradero de una persona detenida-desaparecida. Por consiguiente,
la finalidad de su interposición es no solo garantizar la libertad y la
integridad personal, sino, adicionalmente, asegurar el derecho a la
vida, y desterrar las prácticas de ocultamiento o indeterminación de
los lugares de desaparición.

En efecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso


Ernesto Castillo Páez vs. República del Perú, (párrafo 84 de la
sentencia del 3 de noviembre de 1997), estableció lo siguiente:

‘Habiendo quedado demostrado como antes se dijo (supra, párrafo


71), que la detención del señor Castillo Páez fue realizada por
miembros de la Policía del Perú y que, por tanto, se encontraba bajo
la custodia de este, la cual lo ocultó para que no fuera localizado, la
Corte concluye que la ineficacia del recurso de hábeas corpus es
imputable al Estado, configurando con ello una violación del artículo
25 de la Convención en relación con el artículo 1.1.’”(121).

- Hábeas corpus innovativo

“(…) Procede cuando, pese a haber cesado la amenaza o la violación


de la libertad personal, se solicita la intervención jurisdiccional con el
objeto de que tales situaciones no se repitan en el futuro, en el
particular caso del accionante. Al respecto, GARCÍA BELAUNDE,
Domingo [Constitución y Política. Eddili, Lima, 1991, p. 148],
expresa que dicha acción de garantía ‘debe interponerse contra la
amenaza y la violación de este derecho, aun cuando este ya hubiera
sido consumado’. Asimismo, LANDA ARROYO, César [Tribunal
Constitucional, Estado Democrático. Editorial Palestra, Lima, 2003,
p. 193], acota que ‘(...) a pesar de haber cesado la violación de la
libertad individual, sería legítimo que se plantee un hábeas corpus
innovativo, siempre que el afectado no vea restringida a futuro su
libertad y derechos conexos’ (…)”(122).

- Hábeas corpus conexo

“(…) El hábeas corpus conexo procede ante la amenaza o violación


de los derechos constitucionales conexos a la libertad individual. En
el Perú ha sido la Ley Nº 23506 la que implícitamente ha dado lugar
al hábeas corpus conexo, al establecer de modo enunciativo en su
artículo 12 que el hábeas corpus procede en los diecisiete supuestos
mencionados, de los cuales no todos estuvieron referidos en estricto a
la libertad individual, sino también a derechos constitucionales
conexos a ella (…)”(123).

“(…) Es decir, si bien no hace referencia a la privación o restricción


en sí de la libertad física o de la locomoción, guarda, empero, un
grado razonable de vínculo y enlace con este. Adicionalmente,
permite que los derechos innominados –previstos en el artículo 3 de
la Constitución– entroncados con la libertad física o de locomoción,
puedan ser resguardados (…)”(124).

- Configuración jurisprudencial del hábeas corpus conexo

“(…) El Tribunal Constitucional (Exp. Nº 02663-2003-HC/TC.


Fundamento 6.h) ha precisado que, el hábeas corpus conexo cabe
utilizarse cuando se presentan situaciones (…) como la restricción del
derecho a ser asistido por un abogado defensor libremente elegido
desde que una persona es citada o detenida; o de ser obligado a
prestar juramento; o compelido a declarar o reconocer culpabilidad
contra uno mismo, o contra el o la cónyuge, etc. Es decir, si bien no
hace referencia a la privación o restricción en sí de la libertad física o
de la locomoción, guarda, empero, un grado razonable de vínculo y
enlace con este. Adicionalmente, permite que los derechos
innominados –previstos en el artículo 3 de la Constitución–
entroncados con la libertad física o de locomoción, puedan ser
resguardados (…)”(125).

- Configuración legal del hábeas corpus conexo

“(…) El Código Procesal Constitucional en la misma tónica que la


Ley Nº 23506 ha establecido en su artículo 25 que el hábeas corpus
procede ante la acción u omisión que amenace o vulnere los derechos
que enunciativamente conforman la libertad individual, también en
los diecisiete supuestos mencionados; incluso ha ido más allá, pues
en su parte in fine ha establecido que el hábeas corpus procede en
defensa de los derechos constitucionales conexos con la libertad,
especialmente cuando se trata del debido proceso y la inviolabilidad
de domicilio (…)”(126).

- Hábeas corpus excepcional

Aun cuando el TC no ha tenido oportunidad de pronunciarse por esta


clase de hábeas corpus, no cabe duda de su importancia dentro del
Estado Constitucional. La propia Constitución de 1993 ha establecido
en su artículo 200, parte final, que cabe la interposición de los
procesos constitucionales de la libertad durante la vigencia de un
régimen de excepción, con el objeto de controlar si las restricciones a
los derechos fundamentales se han realizado bajo los marcos de la
razonabilidad y proporcionalidad. Con esta postura, nuestra
Constitución ha adoptado la tesis conocida en la doctrina como la de
contralor judicial parcial, y supone pues la presencia de un hábeas
corpus excepcional dentro de nuestro ordenamiento constitucional,
como una forma de interdictar posibles daños a la libertad personal
efectuados durante un estado de excepción. Veamos, con este
propósito la posición de los autores del Código Procesal
Constitucional, respecto a esta especial tipología de hábeas corpus:

“Nuestra Constitución regula los estados de excepción en el artículo


137, y el artículo 200, parte final, establece que el ejercicio de las
acciones de hábeas corpus y de amparo no se suspende durante la
vigencia de los regímenes de excepción a que se refiere el artículo
137. Es innegable así la procedencia del hábeas corpus en los estados
de excepción, que denominamos de excepción por las condiciones
reinantes en que se dicta. Debe anotarse, que la tramitación correcta
de esta hábeas corpus debe hacerse a la luz de los principios de
razonabilidad y proporcionalidad que se utilizan para determinar la
validez de los actos que restringen derechos en los estados de
excepción. La aplicación de la razonabilidad es pertinente, si
tratándose de derechos suspendidos, las razones que sustentan el acto
restrictivo del derecho no tienen relación directa con las causas y
motivos que justificaron la declaración del régimen de excepción, o si
la demanda se refiere a derechos constitucionales que no han sido
suspendidos. La aplicación del principio de proporcionalidad, si
tratándose de derechos suspendidos, el acto restrictivo del derecho
resulta manifiestamente innecesario o injustificado, atendiendo a la
conducta del agraviado o a la situación del hecho sumariamente
evaluada por el juez”(127).

3.2. Amparo

a. Noción

El amparo ingresa a nuestra jurisdicción constitucional a través de la


Constitución de 1979; si bien hoy la historiografía rescata versiones
antiguas como modernas que precedieron al amparo constitucional,
tales como los viejos interdictos novoandinos, tanto como los
procesos de hábeas corpus que se tramitaron en la vía civil para
tutelar derechos fundamentales distintos a la libertad individual. El
Tribunal Constitucional peruano ha venido realizando una
impresionante creación pretoriana asimilando lo más graneado de
jurisprudencias ecuménicas que hoy conforman el cosmopolitismo
del Estado constitucional contemporáneo. Y no solo ello, sino que el
colegiado constitucional se ha tomado la licencia de desarrollar, vía
los obiter dicta de las sentencias, parte de las complejas categorías
conceptuales que hoy vertebran la autonomía conceptual del amparo
peruano. Así, el TC describe la siguiente noción de lo que es el
amparo:

“[El proceso] de amparo es una garantía destinada a proteger los


derechos consagrados en la Constitución Política del Estado; su
objeto es reponer las cosas al estado anterior a la amenaza o
vulneración del derecho constitucional, y su naturaleza es
restitutiva y no declarativa de derechos. El amparo no es un
proceso constitucional mediante el cual se pueda declarar un
derecho ni hacer extensivos los alcances de una norma legal a
quienes no están expresamente comprendidos en ella (…)”(128).

b. Finalidad

Igualmente y siguiendo el carril de categorías conceptuales el TC


tomando como eje las regulaciones del Código precisa el thelos:

“El proceso de amparo se configura como un proceso autónomo


que tiene como finalidad esencial la protección de los derechos
fundamentales frente a violaciones actuales o a amenazas
(ciertas e inminentes) de su transgresión. De esta forma,
convierte el alto significado de los derechos fundamentales en
algo efectivo de hecho, abriendo la puerta para una protección
formal y material de los mismos, permitiendo al Tribunal
Constitucional cumplir con la función de supremo intérprete de
los derechos fundamentales”(129).

c. Naturaleza jurídica

Respecto a su naturaleza jurídica, si bien el colegiado constitucional


no ha ingresado a ubicar a este instrumento procesal dentro de alguna
categoría conceptual, el Tribunal sí ha precisado el carácter de doble
dimensión de este proceso, asimilando la vertiente germano
occidental de lo que es la naturaleza binaria de los derechos
fundamentales en su dimensión objetiva y subjetiva, cuyo encaje y
entronque derechos humanos-procesos constitucionales presentan una
simetría armónica. Veamos:

- Doble naturaleza
“En tanto proceso constitucional, comparte su doble naturaleza. Es
decir, la función de la Constitución en la dirección de los derechos
fundamentales individuales (subjetivos) solo es una faceta del recurso
de amparo. Este tiene una doble función, junto a la subjetiva, otra
objetiva: ‘asegurar el derecho Constitucional objetivo y servir a su
interpretación ¡y perfeccionamiento!’.

En tanto proceso fundamentalmente subjetivo, es promovido por la


violación de derechos fundamentales, alegación compleja que no
puede ir dirigida únicamente a lograr que el Tribunal determine el
contenido de un derecho tutelable por el amparo, sino que se vuelve
indispensable la conexión de este con un acto concreto –de autoridad
o particulares– que haya producido una afectación sobre el mismo.

Su dimensión objetiva determina que para resolver se hace


necesaria la interpretación de los preceptos constitucionales
relacionados con el caso planteado, específicamente a través de
los principios constitucionales en los que se regula el derecho o
categoría jurídica protegible que se alega vulnerada, la cual se
convierte en criterio cierto para orientar la interpretación y
aplicación de los derechos fundamentales por parte de los demás
órganos estatales y, particularmente, de los órganos
judiciales”(130).

d. La problemática del amparo contra amparo

Una creación pretoriana y que hoy se manifiesta bajo los parámetros


de la discutida y polémica “autonomía procesal” es la figura que
formalmente está proscrita por el artículo 5, inciso 6 del
C.P.Constitucional del “amparo contra amparo”. A este respecto, bien
vale aclarar que el Colegiado Constitucional con la antigua Ley Nº
23506 admitió esta figura y luego con la puesta en vigor del Código
ha reafirmado su posición con todo lo opinable que pueda resultar
esta llamada “autonomía procesal”; si bien como observará el lector
el TC actualmente la ha diseñado bajo ciertas reglas establecidas en el
precedente vinculante Nº 4853-2004-PA/TC. Veamos.

d.1. Fundamento constitucional del amparo contra amparo

“En principio conviene destacar que, conforme se desprende del


artículo 5.6 del Código Procesal Constitucional, en el marco de la
regulación actual, ya no sería posible iniciar una demanda de amparo
para cuestionar ‘(...) una resolución firme recaída en otro proceso
constitucional (...)’.

No obstante, este colegiado ha establecido al respecto que: (...)


la posibilidad del ‘amparo contra amparo’ tiene fuente
constitucional directa en el segundo párrafo del artículo 200.2 de
la propia Constitución, donde se establece que el amparo ‘(...)
No procede contra normas legales ni contra resoluciones
judiciales emanadas de procedimiento regular’. A partir de esta
consideración, el Tribunal ha precisado que: ‘(...) cuando el
Código Procesal Constitucional se refiere en su artículo 5, inciso
6), a la improcedencia de un proceso constitucional que
cuestiona una resolución judicial firme recaída en otro proceso
constitucional, esta disposición restrictiva debe entenderse
referida a procesos donde se han respetado de modo escrupuloso
el debido proceso y la tutela procesal efectiva en sus distintas
manifestaciones, conforme al artículo 4 del mismo Código
Procesal Constitucional(...) (Caso Municipalidad Provincial de
San Pablo, Exp. Nº 03846-2004-PA/TC)”(131).

d.2. El amparo contra amparo: su naturaleza excepcional

“Aceptada la tesis de la procedencia del ‘amparo contra amparo’,


debe precisarse de inmediato que ello solo es admisible de manera
excepcional. Se debe tratar de una transgresión manifiesta del
contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales, por acciones u omisiones de los órganos judiciales
que permitan al Tribunal Constitucional constatar fácilmente que
dichos actos u omisiones trascienden el ámbito de la legalidad y
alcanzan relevancia constitucional, de modo que su uso no puede
habilitarse para cuestionar deficiencias procesales de naturaleza legal
o, eventualmente, para suplir negligencias u omisiones en la defensa
de alguna de las partes. Se debe tratar, en consecuencia, de
violaciones acreditadas fehacientemente a consecuencia de la
actuación de los órganos judiciales durante el trámite de un proceso
constitucional y que tengan directa vinculación con la decisión final
de las instancias judiciales.

Dada la naturaleza excepcional de los procesos constitucionales el


‘amparo contra amparo’ se configura como una excepción dentro de
la excepción, por lo que los jueces deben valorar la intensidad de la
afectación y el nivel de acreditación que se presente a efectos de no
permitir que cualquier alegación pueda merecer una nueva revisión
de los procesos constitucionales. Este colegiado considera pertinente
dejar establecido que su uso excepcional solo podrá prosperar por
única vez y conforme a las reglas que se desarrollan más adelante.
Varias son las razones de orden jurídico e institucional que respaldan
esta tesis:

a. El principio de seguridad jurídica, indispensable para el goce y


disfrute de los derechos y libertades en el Estado democrático,
en la medida en que permitir amparos sucesivos generaría una
permanente inestabilidad e inseguridad en los justiciables;

b. El principio de inmutabilidad de las decisiones judiciales, sobre


todo cuando en los procesos constitucionales se trata de
restablecer situaciones producidas a consecuencia de
afectaciones a los derechos constitucionales;

c. El principio de oportunidad y eficacia de la protección de los


derechos. Esto está, además, íntimamente vinculado a los
principios de sumariedad o urgencia que caracteriza a los
procesos constitucionales, en la medida en que dejar abierta la
posibilidad de amparos sucesivos, terminaría por desnaturalizar
el carácter mismo de los mecanismos destinados a proteger en
forma oportuna y eficaz los derechos más importantes en la
sociedad democrática;

d. Finalmente y, en todo caso, quien considere que, después de


haberse resuelto un proceso de ‘amparo contra amparo’,
persiste una situación de lesión a un derecho fundamental,
puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales
constituidos, según tratados o convenios de los que el Perú es
parte, tal como lo dispone el artículo 205 de la Constitución y
el artículo 114 del Código Procesal Constitucional”(132).

d.3. Una síntesis de la procedencia del amparo contra amparo

De acuerdo a lo señalado en la sentencia recaída en el Expediente Nº


4853-2004-AA/TC y bajo el marco de lo establecido por el Código
Procesal Constitucional, así como de su posterior desarrollo
jurisprudencial, el proceso de amparo contra amparo es un régimen
procesal de naturaleza atípica o excepcional cuya procedencia se
encuentra sujeta a determinados supuestos o criterios. De acuerdo con
estos últimos:

a. Solo procede cuando la vulneración constitucional resulte


evidente o manifiesta. Tratándose incluso de contraamparos en
materia laboral dicha procedencia supone el cumplimiento
previo o efectivo de la sentencia emitida en el primer proceso
amparo (Cfr. STC Exp. Nº 04650-2007-PA/TC, Fundamento
5).

b. Su habilitación solo opera por una sola y única oportunidad,


siempre que las partes procesales del primer y segundo amparo
sean las mismas.
c. Resulta pertinente tanto contra resoluciones judiciales
desestimatorias como contra las estimatorias, sin perjuicio del
recurso de agravio especial habilitado específicamente contra
sentencias estimatorias recaídas en procesos constitucionales
relacionados con el delito de tráfico ilícito de drogas y/o lavado
de activos, en los que se haya producido vulneración del orden
constitucional y en particular del artículo 8 de la Constitución
(Cfr. Sentencias emitidas en los Exps. Nº 02663-2009-
PHC/TC, Fundamento 9 y Nº 02748-2010-PHC/TC,
Fundamento 15).

d. Su habilitación se condiciona a la vulneración de uno o más


derechos constitucionales, independientemente de la naturaleza
de los mismos.

e. Procede en defensa de la doctrina jurisprudencial vinculante


establecida por el Tribunal Constitucional.

f. Se habilita en defensa de los terceros que no han participado en


el proceso constitucional cuestionado y cuyos derechos han
sido vulnerados, así como respecto del recurrente que por
razones extraordinarias, debidamente acreditadas, no pudo
acceder al agravio constitucional.

g. Resulta pertinente como mecanismo de defensa de los


precedentes vinculantes establecidos por el Tribunal
Constitucional (Sentencia recaída en el Expediente Nº 03908-
2007-PA/TC, Fundamento 8).

h. No procede en contra de las decisiones emanadas del Tribunal


Constitucional.

i. Procede incluso cuando el proceso se torna inconstitucional en


cualquiera de sus otras fases o etapas, como por ejemplo la de
ejecución de sentencia (Cfr. STC Exp. Nº 04063-2007-PA/TC,
Fundamento 3; STC Exp. Nº 01797-2010-PA/TC, Fundamento
3; RTC Exp. Nº 03122-2010-PA/TC, Fundamento 4; RTC Exp.
Nº 02668-2010-PA/TC, Fundamento 4, entre otros)(133).

j. Las nuevas tendencias: el amparo contra resoluciones judiciales


provenientes de otros procesos constitucionales (hábeas corpus,
hábeas data, cumplimiento, acción popular y proceso de
inconstitucionalidad)

No queríamos terminar, a modo de epílogo, este ámbito del amparo,


sin dejar de referirnos a aquellos casos cuando el acto lesivo dimana
no ya simplemente de una resolución judicial ordinaria sino que, en
este caso, lo particular del tema es que dicha resolución que se
pretende enervar proviene curiosamente de otro proceso
constitucional de amparo, o de “otros” procesos constitucionales que
pueden ser de dos ámbitos: a) los provenientes de la jurisdicción
constitucional de la libertad y cuyo sector no solo se manifiesta en el
amparo contra amparo, sino también en: i) amparo contra hábeas
corpus; ii) amparo contra hábeas data; iii) amparo contra proceso de
cumplimiento; y b) los provenientes de la jurisdicción constitucional
orgánica, que en este caso sería un amparo contra una acción popular,
no descartándose que en la evolución jurisprudencial (aunque sea de
suyo extraño y de primera impresión imposible) un amparo versus un
proceso de inconstitucionalidad o un amparo versus un conflicto
competencial.

Graficado el panorama en estos términos, se tratará, en lo que sigue,


de desarrollar estas innovadoras figuras procesales que se han venido
presentando en los últimos tiempos, dentro de la tensión entre la
norma y la realidad. Se trata, en consecuencia, de hechos que,
aunque son de por sí excepcionales (cuanto más si están prohibidos
expresamente en el artículo 5 inciso 6 del Código Procesal
Constitucional), pese a ello, la dinámica de la jurisdicción
constitucional no ha ignorado esta particular problemática.
Desde luego, el excurso teórico de este tipo de procesos no puede
homologarse a lo que normalmente ocurre en torno al amparo contra
cualquier resolución judicial. Ni tampoco puede equipararse en los
presupuestos de un amparo contra amparo, pues la fórmula del
contra-amparo, si bien ya se ha expuesto en los acápites precedentes,
y también el Tribunal Constitucional ha delineado los presupuestos
en su evolución del amparo contra amparo; en el caso de estas nuevas
figuras procesales, bien merecen un tratamiento específico.

e.1. Lo que está en juego: la autonomía procesal del Tribunal


Constitucional

• Antes de abordar la especificidad de cada proceso de amparo


contra otro proceso constitucional, bien merece recordar lo que
expresamente ha establecido el legislador en esta materia.

• En efecto, el artículo 5 inciso 6 del Código Procesal


Constitucional dispone de modo expreso: “No proceden los
procesos constitucionales cuando: (…) 6. Se cuestione una
resolución firme recaída en otro proceso constitucional (…)”.

• Sin embargo, como ya se ha abordado in extensu, el Tribunal


Constitucional ha desarrollado una exégesis desde la
Constitución de esta disposición normativa, habilitando el
amparo contra amparo, entendido como una modalidad sui
géneris o especial del amparo contra resoluciones judiciales.

• Se podría advertir aquí que, en esta dinámica interpretativa, nos


enfrentamos ante la aplicación de una autonomía procesal
autárquica o paralegislativa, en mérito de la cual los
tribunales, cortes o salas constitucionales crean reglas
procesales o procedimentales; muchas de las cuales, si surgen
de la dimensión creativa, pero ligada a lo establecido en la
legislación de la materia, denominamos autonomía procesal
interpretativa o delegada; mas, cuando los tribunales
desarrollan sendas creaciones, innovando reglas procesales que
no solo no están previstas, sino que, con mayor preocupación
aún, dicha regla expresamente se opone a lo que el legislador
ha prohibido, ciertamente estamos aquí ante una virtual
autonomía procesal autárquica o paralegislativa.

• Vienen estas breves disquisiciones a colación porque, tal como


ya se ha desarrollado en forma por demás amplia en el marco
de la evolución del amparo contra resoluciones judiciales, se ha
podido apreciar que el contra-amparo es una figura que en la
práctica se viene utilizando con bastante frecuencia. Y si bien
esta situación es ya excepcional, tal como así lo ha entendido el
Tribunal Constitucional, la situación resulta más excepcional
aún en los casos de promoción de un amparo contra otro
proceso constitucional.

e.2. Una aproximación teórica a la resolución de procesos de


amparo contra otros procesos constitucionales (hábeas
corpus, hábeas data, proceso de cumplimiento, acción
popular, entre otros)

En principio, y en términos abstractos, es factible que una persona


pueda residenciar un proceso constitucional de amparo contra
cualquiera de estas resoluciones judiciales recaídas en otros procesos
constitucionales. En este caso, debe darse el presupuesto de que quien
plantea el amparo sea la misma persona titular de algún derecho
fundamental que pretendió hacerlo valer en un primigenio proceso
constitucional (llámese hábeas corpus, si se trata de la libertad
individual o aspectos conexos a ella; un hábeas data, para la pronta
tutela del derecho de acceso a la información o la auto-tutela de la
información personalizada; un proceso de cumplimiento, para hacer
efectiva una norma o un acto administrativo). Siendo esto así,
estamos pues ante el primer presupuesto teórico y práctico:
i. Que una persona titular de un derecho fundamental haya
entablado un proceso constitucional y la resolución final sea
desestimatoria; como consecuencia de ello, el agravio
constitucional o el acto lesivo persiste; con el agravante de que
la utilización del primer proceso constitucional no solo le fue
adverso, sino que ello se produjo con violación del derecho a la
tutela judicial efectiva y al debido proceso.

ii. Que el acto lesivo que motivó el proceso constitucional se


mantenga efectivo y, luego, la resolución final de dicho proceso
constitucional afectó el debido proceso, bien sea en su vertiente
formal o material.

En esta hipótesis, nos encontramos pues ante un segundo proceso


constitucional que se activa, no solo para enervar la resolución
denegatoria del primer proceso constitucional –bien sea de hábeas
corpus, hábeas data o proceso de cumplimiento– sino que persigue
restituir el derecho fundamental que le fue denegado al actor en el
anterior proceso. Es obvio que si se trata de un amparo contra hábeas
corpus, el amparo establecerá en su sentencia la orden clara y precisa
de lo que debe resolver el juez, o en su defecto, vía el amparo,
disponer la restitución del ámbito de protección que se le habría
solicitado.

En este supuesto, es necesario que no haya operado la sustracción de


la materia, en tanto el amparo contra el proceso constitucional de que
se trate, tendrá como fin restitutorio la reversión de la afectación y,
por tanto, dejar sin efecto la resolución desestimatoria del primer
proceso.

iii. Debe existir la identidad del titular del derecho fundamental


afectado. Y ello es así, pues plantear un amparo como segundo
proceso, presupone que con el primer proceso no se dejó sin
efecto el acto lesivo que aún persiste. En este sentido, debe
pues existir una correspondencia o identidad del titular del
derecho fundamental afectado. A todo ello, se debe agregar que
el amparo pretenderá, como proceso de cierre, enervar una
resolución que causa doble agravio: i) por un lado, porque al
ser un fallo final desestimatorio –bien improcedente, bien
infundado– se ha expedido con manifiesto agravio a la tutela
procesal efectiva; y, ii) porque el amparo va a resarcir y
restituir el derecho fundamental afectado que debió
corresponderle al proceso constitucional específico.

iv. Asimismo, para que prospere un amparo contra otro proceso


constitucional –hábeas corpus, hábeas data, proceso de
cumplimiento– es necesario que solo lo entable, como regla,
el demandante que perdió en el primer proceso
constitucional; pues si se trata de un amparo que lo residencia
quien perdió en el primer proceso constitucional, aquí debe
funcionar el principio pro actione, o favor processum, es decir,
si alguien obtiene en un primer proceso constitucional una
sentencia estimatoria, la parte emplazada o perdidosa tendría de
suyo restringido activar un amparo contra un hábeas corpus o
hábeas data o un proceso de cumplimiento.

Más aún, siendo claro que toda sentencia constitucional estimatoria,


por su propia naturaleza, es de actuación inmediata (artículo 22 del
Código Procesal Constitucional, en concordancia con lo establecido
en la STC Exp. Nº 00607-2009-PA/TC), el demandante del segundo
amparo, para que pueda plantearlo, debe cumplir prima facie con la
ejecución del primer proceso constitucional, que ahora pretende
enervar. Así lo ha entendido, por lo demás, la STC Exp. Nº 04650-
2007-PA/TC, al disponer que, tratándose de un segundo amparo
interpuesto contra uno primero que ordena la reposición del
trabajador en su puesto de labores, se requiere que el empleador haya
dado fiel cumplimiento a esta primera orden, en defecto del cual la
demanda deberá ser rechazada liminarmente; así como la STC Exp.
Nº 01671-2008-PA/TC, cuya interpretación es que, si en un proceso
de hábeas corpus se dispuso la libertad del favorecido, un segundo
proceso constitucional (esta vez, de amparo) no puede impedir el
cumplimiento de aquella orden, en cuyo caso contrario la demanda de
amparo deberá ser rechazada liminarmente.

v. Finalmente, un último aspecto que bien puede delinear esta


problemática procesal, es que la judicatura constitucional –
tanto los jueces ordinarios, como el propio Tribunal
Constitucional– debe mantener, como regla general, lo
siguiente: si quien plantea un amparo fue el demandado en
el primer proceso constitucional de hábeas corpus, hábeas
data o proceso de cumplimiento (o de acción popular),
corresponderá emitir una sentencia desestimatoria, salvo
que la sentencia que declara fundado el primer proceso
constitucional firme, se haya emitido en términos que afectan
groseramente el debido proceso o la tutela judicial; o bien, que
dicha sentencia estimativa está en contracorriente de los
precedentes vinculantes emitidos por el Tribunal
Constitucional. Solo en este extremo, es posible enervan
mediante un amparo, la sentencia estimativa de un hábeas
corpus, un hábeas data o un proceso de cumplimiento.

Examinemos, finalmente, las variantes que ha conocido, hasta el


momento, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en materia
de amparo contra resoluciones emanadas de otros procesos
constitucionales.

e.3. Amparo contra hábeas corpus

Lo primero que, acaso, cabe preguntarse es si, en el caso del amparo


contra hábeas corpus, rigen los mismos criterios de procedencia que
en el caso del amparo contra amparo, tal como se encuentran
determinados en la jurisprudencia constitucional.
Pues bien, la problemática no ha sido ajena a la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional. Concretamente, en la STC Exp. Nº 01761-
2008-PA/TC, el colegiado estimó que el amparo contra hábeas corpus
solo procede en supuestos específicos y excepcionales, que en
ninguna medida pueden equipararse a aquellos del amparo contra
amparo.

Y esto es así, expresó esta sentencia, a causa de las siguientes


consideraciones: i) el relevante rol del legislador en el Estado
democrático y social de Derecho, específicamente en el desarrollo de
los derechos fundamentales y en el desarrollo y mejor precisión de las
competencias de los poderes del Estado u órganos constitucionales;
ii) el principio de división de poderes, conforme al cual se exige que
tanto el poder jurisdiccional como el poder legislativo deben respetar
estrictamente su respectivo ámbito de competencias, entre otros
contenidos; iii) el criterio de interpretación de la ley conforme a la
Constitución (que exige identificar contenidos de la ley que resulten
compatibles con la Norma Fundamental) y su efecto reflejo, el
criterio de interpretación de la Constitución conforme a ley (que
exige al juez constitucional que en la interpretación de los preceptos
constitucionales se deba tomar en cuenta, en la medida de lo posible,
aquella interpretación de la Constitución formulada por el legislador
democrático al expedir las respectivas leyes); y, iv) principalmente el
rol del proceso de hábeas corpus en la protección urgente de la
libertad personal y derechos conexos a esta(134).

Así pues, el Tribunal concluye que, dada la finalidad “ultra” tuitiva


del hábeas corpus, “la interposición del proceso de amparo, que
discute o pone en tela de juicio lo resuelto en un hábeas corpus, no
puede significar la suspensión de la ejecución de lo decidido en
este”(135); razón por la cual, el juez constitucional se encuentra
habilitado para rechazar liminarmente la demanda de amparo
interpuesta contra una sentencia de hábeas corpus, si esta aún no ha
sido cumplida.
Finalmente, el colegiado constitucional determinó que el amparo
contra hábeas corpus solo procede teniendo en cuenta las siguientes
reglas: a) cabe contra aquellas resoluciones estimatorias en que la
vulneración de derechos fundamentales resulte manifiesta y
plenamente acreditada; b) procede en defensa de la doctrina
vinculante y precedentes vinculantes establecidos por el Tribunal
Constitucional; y, c) no procede en contra de las decisiones emanadas
del Tribunal Constitucional(136).

Ahora bien, en nuestra opinión, y tal como ya se dijo antes, el


amparo contra hábeas corpus debe partir, como regla general que,
quien lo interponga, sea la misma persona titular del derecho
fundamental a la libertad individual, en sus múltiples
manifestaciones, o aspectos conexos a ella. En efecto, está en juego
aquí la procedencia de tutela de la libertad individual que le fue
denegada a través de un proceso de hábeas corpus en el que, pese a
ser el instrumento procesal non plus ultra para la tutela de esta
dimensión básica de la persona, el justiciable no obtuvo sentencia
estimatoria.

En el otro extremo, bien puede darse el caso de que, en el amparo


contra hábeas corpus, quien lo interponga sea la parte emplazada
que perdió en el hábeas corpus. Puede ser incluso un juez, una
autoridad o un funcionario o, eventualmente, alguna persona natural o
jurídica. Más aún, si el favorecido obtuvo sentencia estimatoria en el
hábeas corpus contra un proceso penal, el tercero civil en dicho
proceso puede interponer, contra el hábeas corpus, un proceso de
amparo

Situados en este contexto, estimamos que se debe ponderar y preferir


el bien jurídico mayor de estirpe constitucional, que es la libertad
individual tutelada por el hábeas corpus, proceso este que no podría
ser enervado por otro proceso constitucional como el amparo.
Es más, aquí bien puede esgrimirse la tesis de que el núcleo duro de
resistencia consiste en tutelar el hábeas corpus primigenio, en vez del
amparo dirigido a enervarlo. En todo caso, para esta hipótesis, la
solución ya la estableció el propio Código Procesal Constitucional, en
su artículo 5, inciso 6, vale decir, que no procede un proceso de
amparo contra otro de hábeas corpus.

e.4. Amparo contra hábeas data

El proceso de hábeas data, dispone el artículo 200 inciso 3 de la


Constitución, procede contra el hecho u omisión, por parte de
cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o amenaza
los derechos reconocidos en los incisos 5 y 6 de su artículo 2 (acceso
a la información pública y autodeterminación informativa). Ello no
puede querer decir, sin embargo, que en el curso de este proceso, al
final de este, o al momento de su ejecución, el juez constitucional
esté exento de afectar algún derecho fundamental de las partes (bien
del demandante, bien del demandado).

Un supuesto particular lo podemos apreciar en la RTC Exp. Nº


00073-2012-PA/TC, pues el Tribunal admite aquí que lo resuelto en
un proceso de hábeas data puede ser controlado, en vía de ejecución a
través de un proceso de amparo.

En efecto, en el caso concreto, el demandante había obtenido una


sentencia estimatoria firme de hábeas data, a nivel del Poder Judicial,
la cual ordenaba a la Municipalidad Distrital de Los Olivos, exhibir el
Cuadro de Asignación de Personal (CAP) correspondiente al año
1994. No obstante lo cual, en vía de ejecución, la municipalidad
emplazada argumentó que la referida documentación no se hallaba en
original al haber sido sustraída, y que a pesar de ello, los órganos
judiciales le habían impuesto una sanción de multa, además de exigir
la remisión del CAP. Por ello, el perdidoso en el hábeas data,
interpuso un proceso de amparo, para cuestionar lo allí decidido.
Luego de recordar que el amparo contra hábeas data constituye un
régimen procesal de naturaleza atípica o excepcional, sujeto a
determinados supuestos o criterios, el Tribunal Constitucional
encontró improcedente la demanda de amparo (en aplicación del
artículo 5 inciso 6 del Código Procesal Constitucional), por
considerar que la sanción de multa y la orden de exhibición
resultaban “coherente[s] y legítim[as] en términos constitucionales”,
habida cuenta que el proceso de hábeas data se encontraba en fase de
ejecución de sentencia, etapa en la cual solo cabía acatar o cumplir lo
dispuesto en la sentencia firme, siendo inviable readmitir o reevaluar
el debate principal que fue solucionado en su debida oportunidad con
la sentencia firme (vale decir, que la documentación solicitada no se
hallaba en original por haber sido sustraído).

Pero el cuestionamiento de lo resuelto en un hábeas data, a través de


un proceso de amparo, exige, a juicio del Tribunal, la vulneración
manifiesta y evidente de un derecho constitucional, cualquiera que
sea la naturaleza de este. Así, por ejemplo, en la RTC Exp. Nº 04525-
2011-PA/TC, el Tribunal Constitucional examinó el argumento
esgrimido por el demandante en el amparo (Banco Continental), que
cuestionaba que el juez del hábeas data no había tomado en cuenta
que el requerimiento de información se había efectuado luego de
haber transcurrido más de 10 años de antigüedad de la información
solicitada (contrato de préstamo personal, de garantía prendaria,
liquidación de ventas y las comunicaciones cursadas al Banco), plazo
este establecido en el artículo 183 de la Ley Nº 26702, Ley General
de Banca y Seguros.

Sin embargo, para desestimar la demanda de amparo, el Tribunal


Constitucional verificó que los órganos judiciales demandados sí
habían tomado en cuenta el factor antigüedad de la información
solicitada, al considerar que, pese a este hecho, el Banco no había
negado la existencia de la información, y que la misma no
necesariamente tenía fecha cierta.
e.5. Amparo contra proceso de cumplimiento

Aun cuando algún sector de la doctrina descarta que el de


cumplimiento sea un auténtico proceso constitucional, lo cierto es
que los requisitos para su procedencia han sido expresamente
delimitados por la propia Constitución, la cual establece que su
finalidad no es otra que reaccionar frente a la renuencia de la
autoridad o funcionario que no acata una norma legal o un acto
administrativo, sin perjuicio de las responsabilidades de ley (artículo
200 inciso 6).

El control constitucional de lo resuelto en un proceso de


cumplimiento, a través de un amparo, sin embargo, no es una
hipótesis alejada de la realidad, a juzgar por la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional. Y ello, no solo por ser posible verificar, en
una sentencia de cumplimiento, una afectación de un derecho
fundamental, sino además, por resultar viable que una sentencia
estimatoria de cumplimiento pueda vulnerar el precedente vinculante
recaído en la STC Exp. Nº 00168-2008-PC/TC (Caso Máximo
Villanueva), en torno a los requisitos mínimos que debe satisfacer el
mandamus para ser pasible de exigencia a través del proceso de
cumplimiento.

Una muestra de ello es la STC Exp. Nº 05296-2007-PA/TC, sobre


una demanda de amparo interpuesta contra una sentencia de
cumplimiento, para cuya interposición, sin embargo, “había
transcurrido el plazo establecido en la ley”. No obstante, luego de
ponderar los bienes en conflicto (seguridad jurídica versus los valores
superiores de la vigencia efectiva de los derechos fundamentales), el
Tribunal decidió entrar al fondo del asunto, y declarar la nulidad de la
sentencia estimatoria de cumplimiento, expedida por la Sala Mixta
Descentralizada de Utcubamba, no solo porque su argumentación se
encontraba vedada por la propia lógica del sistema jurídico, sino por
atentar contra la copiosa jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
en relación al estatus pensionario del personal que integra tanto las
Fuerzas Armadas como la Policía Nacional; remitiendo copias de los
actuados al Consejo Nacional de la Magistratura, así como a la
Oficina de Control de la Magistratura.

Por su parte, en la STC Exp. Nº 04117-2010-PA/TC, el Tribunal


Constitucional conoció el cuestionamiento, vía amparo, de una
sentencia estimatoria firme de cumplimiento, que ordenaba que la
sede del Gobierno Regional de Lima Provincias se instale en la
ciudad de San Vicente de Cañete, departamento de Lima, en razón a
una interpretación literal del artículo 32 de la Ley Nº 27783, Ley de
Bases de la Descentralización. El Tribunal declaró fundada la
demanda (y, en consecuencia, nula la sentencia expedida en el
cumplimiento), argumentando que, del tenor del mencionado artículo
32, se advertía que para que se dé cumplimiento a dicha norma legal
era necesario analizar y contar previamente con el informe respectivo
que dé cuenta del mayor número poblacional en una u otra capital de
provincia, convirtiéndose así en un mandato sujeto a la controversia
compleja de la previa realización de un censo poblacional, lo que, a
todas luces, era inadmisible en un proceso ejecutivo y sumario como
el de cumplimiento.

En la misma línea se encuentra, finalmente, la STC Exp. Nº 04836-


2008-PA/TC, que solo es una muestra de un universo más amplio de
sentencias similares, pues aquí también el Tribunal Constitucional
declaró fundada una demanda de amparo contra una sentencia
estimatoria firme de cumplimiento, que había sido expedida
vulnerando las normas legales, así como las reglas establecidas en el
precedente vinculante recaído en la STC Exp. Nº 00168-2005-PA/TC;
reglas estas a partir de las cuales, se entendía que cualquier acto
administrativo que dispusiera que el bono por función fiscal tiene
carácter pensionable, no constituía un mandato de ineludible y
obligatorio cumplimiento.
Sin embargo, una suerte distinta han seguido otros expedientes que
plantean una problemática similar, aunque esta vez descartados por el
Tribunal, en razón a una pretensión oculta y subalterna de volver a
cuestionar lo resuelto definitivamente en un anterior proceso de
cumplimiento.

Es el caso de la STC Exp. Nº 06837-2008-PA/TC, en cuya


oportunidad el Tribunal Constitucional admitió, desde luego, la
procedencia de la figura in comento, mas, a renglón seguido, constató
que la decisión judicial del proceso de cumplimiento cuestionada no
vulneraba jurisprudencia ni precedente alguno del Tribunal
Constitucional (singularmente, las SSTC Exps. Nºs 00206-2005-
PA/TC y 00168-2005-PC/TC); en razón a ello, declaró infundada la
demanda de amparo interpuesta.

Finalmente, debería estar claro que, como cualquier resolución


judicial firme, la del cumplimiento también puede ser analizada, en
clave constitucional, a través de la motivación brindada por el juez
constitucional. Este es, por ejemplo, el problema que plantea la STC
Exp. Nº 01873-2011-PA/TC, en la que se declaró fundada una
demanda de amparo interpuesta contra una sentencia firme recaída en
un primigenio proceso de cumplimiento, por considerar el Tribunal
Constitucional que los jueces emplazados no habían motivado
adecuadamente la medida de embargo en forma de retención en las
cuentas corrientes del Gobierno Regional de Lambayeque;
concretamente, que no existió una razonable y coherente motivación
sobre la naturaleza del bien de uso privado que las instancias
judiciales le habían asignado a las cuentas bancarias en cuestión; por
lo que se les ordenó emitir nueva sentencia, con arreglo a lo señalado
en dicha sentencia.

e.6. Amparo contra acción popular


Pese a que, ciñéndonos a lo que establece la Constitución, el proceso
de acción popular es de competencia exclusiva del Poder Judicial
(como así lo define el artículo 200 inciso 5 de la Constitución), una
perspectiva realmente tuitiva de los derechos fundamentales, no
puede descartar que lo decidido en dicho proceso, pueda ser
cuestionado a través de un amparo, siempre y cuando a través de este
último, no se busque invadir competencias y fueros propios de la
jurisdicción constitucional ordinaria, cuya competencia exclusiva y
excluyente en materia de procesos constitucionales, solo es
justamente el de la acción popular.

Importa recordar, pues, que según la Constitución, la acción popular


tiene por finalidad, controlar las infracciones de la Constitución y de
la ley, contenidas en reglamentos, normas administrativas y
resoluciones y decretos de carácter general, cualquiera sea la
autoridad de la que emanen. Si esto es así, bien pueden plantarse las
siguientes hipótesis de trabajo.

En primer lugar, está el supuesto de que el amparo lo interponga


quien perdió en el proceso de acción popular. Este es el caso de la
RTC Exp. Nº 01286-2011-PA/TC, en cuya ocasión el Tribunal
Constitucional analizó una demanda de amparo contra una sentencia
expedida por la Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente
de la Corte Suprema de Justicia de la República, que había
desestimado una demanda de acción popular interpuesta por el ahora
demandante, contra los artículos 1 y 2 del Decreto Supremo Nº 011-
2003-EM, modificatorios del Reglamento de la Ley de Concesiones
Eléctricas. No obstante, sin entrar al fondo del asunto, el Tribunal
declaró improcedente la demanda de amparo contra acción popular,
luego de constatar que la misma había sido interpuesta fuera del plazo
legalmente establecido. En la misma línea de lo establecido, cabe
ubicar la RTC Exp. Nº 03907-2011-AA/TC, sobre demanda de
amparo contra acción popular incoada por el Seguro Social de Salud
(EsSalud), perdedora en un proceso de acción popular contra el
Decreto Supremo Nº 043-2003-EF, sobre Registro de obligaciones
previsionales del Régimen Pensionario del Decreto Ley Nº 20530;
demanda esta que también fue desestimada por vencimiento del plazo
de prescripción.

Sin embargo, es posible ensayar aún una segunda hipótesis, cual es


que el segundo proceso de amparo no esté orientado a cuestionar
aspectos de fondo de lo resuelto en la acción popular, sino más bien
(o solo) cuestiones de forma, así apreciados por el órgano judicial
competente del Poder Judicial. Es, por ejemplo, lo que se desprende
de la RTC Exp. Nº 04141-2010-PA/TC, cuyo origen era una demanda
de amparo contra acción popular (sobre la ilegalidad del Decreto
Supremo Nº 080-2006-EF, que transfiere en propiedad un terreno del
Estado), que planteaba la pregunta siguiente: según la Constitución,
el proceso de acción popular, ¿procede solo respecto de normas de
alcance general, o también sobre normas particulares? Al resolver el
caso, el Tribunal Constitucional declaró improcedente la demanda de
amparo, en razón a la naturaleza particular del Decreto Supremo
involucrado(137).

Finalmente, el último supuesto al que cabe aludir, es el referido al


amparo cuya finalidad radica en controvertir el fondo de lo decidido
por el Poder Judicial en un proceso de acción popular. Es el caso de la
STC Exp. Nº 02643-2010-PC/TC, sobre una demanda de
cumplimiento dirigida a lograr la inaplicación de una norma (Decreto
Supremo Nº 01-94-EM), declarada como barrera burocrática ilegal
por el Indecopi, pero respecto de cuya constitucionalidad existían
sendos pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia. Así, al
momento de resolver la causa, el Tribunal observó que la declaración
del Indecopi, materializada en la resolución administrativa cuyo
cumplimiento se exigía a través del proceso constitucional,
contravenía en realidad la confirmatoria de constitucionalidad
reiteradamente declarada por la Corte Suprema. En atención a ello,
determinó el Tribunal que el acto administrativo en cuestión carecía
de la juridicidad necesaria para constituirse en mandamus, declarando
improcedente la demanda incoada.

e.7. ¿Es factible un amparo contra proceso de


inconstitucionalidad o contra proceso competencial?

Por principio, esta eventual hipótesis de trabajo, de plano debería


descartarse, en tanto se trataría de enervar una resolución firme que
proviene del control orgánico de la Constitución, bifurcado a través
del control abstracto vía los procesos de inconstitucionalidad y los
procesos de conflictos de atribuciones o de competencias, delineados
así por la Constitución.

En efecto, el amparo podría ser factible solo y tan solo, en una


eventual ejecución de sentencia, no se dé cumplimiento a lo que haya
dispuesto el Tribunal Constitucional, en estos dos procesos. Se trata,
entonces, no de plantear un amparo contra una sentencia resuelta en
estos dos procesos ya aludidos; sino, eventualmente, contra algún
auto o resolución judicial, que desvirtúa la ejecutabilidad de lo que
habría resuelto el Tribunal Constitucional con carácter definitivo e
inapelable.

Veamos, tentativamente, algunas figuras, de lo hasta aquí expresado.

i. En el caso que el Tribunal Constitucional haya declarado


desestimativo un proceso de inconstitucionalidad o uno
competencial, bien puede plantearse un amparo contra una
resolución judicial que aplica control difuso de la norma legal
en cuestión. Y esto es así, lógicamente, en aplicación simple y
llana del artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, según el cual “[L]os jueces no pueden dejar de
aplicar una norma cuya constitucionalidad haya sido
confirmada en un proceso de inconstitucionalidad o en un
proceso de acción popular”.
ii. Un segundo supuesto, en cambio, lo tenemos cuando una
resolución judicial (o administrativa), es inconstitucional, en
tanto vulnera (por exceso o por defecto) lo dispuesto por el
Tribunal en una sentencia de inconstitucionalidad o en una de
orden competencial. Contra ella, desde luego, estará habilitado
el proceso de amparo, dirigido a contrarrestar el desacato
manifiesto a una sentencia del Tribunal Constitucional.

iii. Finalmente, lo que sí cabe descartar de plano, por inaudito y


contradictorio, es la posibilidad de que a través de un amparo,
pueda cuestionarse lo resuelto de modo definitivo e inapelable
en un proceso de inconstitucionalidad, materialización esta
última del carácter pacificador y depurativo que conlleva todo
control orgánico de la Constitución. En efecto, si el Tribunal
Constitucional es el órgano de cierre de la justicia
constitucional en nuestro sistema jurídico, y a causa de ello sus
sentencias son definitivas e inapelables, la primacía de la
seguridad jurídica y de la superioridad interpretativa de este
órgano, en lo que al control de constitucionalidad de las leyes
concierne, aconseja evidentemente que la suya sea la palabra
final; aún a costa de que, algunas veces, esa respuesta no sea la
correcta (o la más adecuada, desde la perspectiva del
legislador).

Con todo, no se puede descartar la hipótesis, tan inherente al carácter


mutante de la interpretación constitucional, de que lo que hoy el
Tribunal considera contrario a la Constitución, más adelante deje de
serlo (y a la inversa). Con seguridad, ejemplo de lo dicho son los
overrulings practicados hasta la fecha por el Tribunal Constitucional
a lo largo de su jurisprudencia (SSTC Exps. Nºs 00090-2004-AA/TC,
sobre la necesidad de motivar el pase a la situación de retiro del
personal militar; 03361-2004-AA/TC, sobre la necesidad de motivar
las decisiones del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de
ratificación de jueces y fiscales; 01412-2007-PA/TC, sobre la
temporalidad en la aplicación del criterio anterior; 00001-2009-
AI/TC, con relación a la justicia militar; entre otros). Pero también es
el caso de que, a través de un proceso de amparo, el demandante
cuestione, pasado un cierto tiempo, la constitucionalidad así
declarada por el Tribunal Constitucional en su sentencia, por
considerarla no acorde con las actuales circunstancias sociales y/o
culturales. ¿Podría ser visto este cuestionamiento, eventualmente
amparado por un juez constitucional del Poder Judicial en un proceso
constitucional, un desacato a la sentencia en su día expedida por el
supremo intérprete de la Constitución?

Varias razones abonan a favor de una respuesta negativa a esta


interrogante. La primera y más importante de las cuales,
naturalmente, es el carácter dinámico y temporal de la interpretación
constitucional. De hecho, es probable que la primera medida que
deba tomarse para petrificar los criterios jurisprudenciales del
Tribunal Constitucional, sea la de cubrir a los pronunciamientos por
él expedidos en vía de control abstracto, con la cosa juzgada
material, de modo tal que estos queden a salvo de cualquier intento
de modificación o revisión. Sin embargo, es claro que una importante
cuota de flexibilidad, aún de estas sentencias, es tan necesaria como
inevitable, y así parece haberlo entendido también el propio Tribunal
Constitucional(138).

Como epílogo, cabe aquí señalar que, frente a lo resuelto por el


Tribunal Constitucional, lo único que puede superponerse es el hoy
llamado “control de convencionalidad”, en virtud del cual, un órgano
de jurisdicción supranacional, como es, en este caso, para nuestra
región, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, puede –no
cabe duda–, dejar sin efecto algún fallo que proviene del Tribunal
Constitucional o del Poder Judicial, en tanto este control de
convencionalidad coteje si dichos fallos están o no de acuerdo con el
hoy llamado “bloque de convencionalidad”.
En este sentido, un eventual amparo contra un proceso de
inconstitucionalidad, como hipótesis de trabajo, puede llegar a ser
conocido por la referida Corte, y terminar controlando un fallo que
estaba dirigido a ejercer un control abstracto de una norma. Esto
podría ocurrir si en esta eventual interpretación hecha por el Tribunal
Constitucional, no se ajusta a la doctrina jurisprudencial y al bloque
de convencionalidad que existe en nuestra región. Hablamos aquí,
pues, de una jurisdicción supranacional, una interpretación
supraconstitucional, de un amparo nacional que deviene luego en un
amparo internacional o transnacional(139), y un control de
convencionalidad de un fallo de un Tribunal Constitucional que
resulta “inconvencional”.

e.8. Excursus. Un supuesto especial: el amparo contra laudos


arbitrales

La Constitución de 1993, al igual que el texto constitucional de 1979,


reconoce la denominada jurisdicción arbitral. En este sentido, en el
artículo 139, inciso 1 señala: “No existe ni puede establecerse
jurisdicción alguna independiente, con excepción de la militar y
arbitral”.

Como señala Abad, desde la vigencia de la Constitución de 1979


surgieron dudas sobre “la procedencia del amparo contra laudos
arbitrales, es decir, contra la decisión que emiten los árbitros ante una
controversia determinada e, incluso, respecto a las decisiones previas
a la culminación de un arbitraje”(140).

Señalamos anteriormente que mediante la Ley Nº 27053(141) se


modificó el inciso b) del artículo 6 de la Ley Nº 23506, a fin de
establecer una causal de improcedencia específica relacionada con los
amparos contra resoluciones arbitrales. En este sentido, la
mencionada norma estableció que no procedían los procesos
constitucionales: “2) Contra resolución judicial o arbitral emanada de
un procedimiento regular”.

En su jurisprudencia, el Tribunal Constitucional aceptó la posibilidad


de presentar una demanda de amparo contra un laudo arbitral. En este
sentido señaló(142):

“(…) es un hecho incontrovertible que la posibilidad de


cuestionarse por vía del proceso constitucional un laudo arbitral,
esto es, una resolución expedida por un Tribunal Arbitral, no
puede considerarse una opción equivocada ni menos
inconstitucional, habida cuenta de que si bajo determinadas
circunstancias procede el proceso constitucional contra
resoluciones provenientes tanto de la jurisdicción ordinaria
como contra resoluciones de la jurisdicción militar, como este
mismo Colegiado lo ha podido determinar en la ratio decidendi
de anteriores pronunciamientos, no existe razón alguna
(tampoco y mucho menos legal, ya que se trata de derechos
constitucionales) que impida el uso del proceso constitucional
frente a la jurisdicción arbitral, quedando por precisar, en todo
caso, cuáles son las circunstancias o los casos bajo los cuales
procede o se habilita semejante cuestionamiento”.

En este sentido, el Tribunal aplicó al caso de las demandas contra


laudos arbitrales los mismos criterios sobre los amparos contra
resoluciones judiciales, admitiendo la posibilidad de una revisión de
los mismos solo en el caso que se hubiesen afectado derechos de
índole procesal. Al respecto precisó(143):

“(…) la posibilidad de que mediante una resolución de la


jurisdicción (incluida la arbitral) se lesione un derecho
constitucional distinto a los estrictamente procesales
(verbigracia, derecho de propiedad, contratación, asociación,
etc.) y que frente a tal contingencia procedan las garantías, no es
una tesis admitida por el derecho procesal constitucional
peruano o por su doctrina, pues ello supondría que la garantía
(llámese hábeas corpus o amparo) estaría destinada a revisar
directamente el fondo de los procesos respectivos, como si el
proceso constitucional fuese en realidad una suprainstancia
jurisdiccional. Por ello, a menos de que lo que se vulnere por
una autoridad jurisdiccional sea un derecho procesal con rango
constitucional (debido proceso o tutela judicial efectiva) o una
norma constitucional sustantiva que pueda tener implicancias
procesales, no será viable el uso del proceso constitucional”.

A pesar de lo dispuesto en la Ley Nº 23506 y la jurisprudencia del


Tribunal Constitucional, el Código Procesal Constitucional de 2004
no estableció ninguna disposición relacionada con la procedencia de
las demandas de amparo contra laudos arbítrales. Sin embargo, el
Tribunal Constitucional ha salvado esta omisión y, siguiendo en
buena medida los lineamientos generales de su jurisprudencia
anterior, ha precisado importantes aspectos relacionados con esta
materia. En primer lugar, ha reiterado la procedencia del amparo
contra laudos arbitrales, señalando que tal situación debe ser admitida
solo en tres supuestos, uno de ellos referido a la afectación de
derechos de índole procesal. En este sentido ha señalado(144):

“(…) aunque resulta perfectamente legítimo acudir al proceso


constitucional a efectos de cuestionar el carácter lesivo de los
actos expedidos por la jurisdicción arbitral (…) ello solo es
posible cuando allí se obre de modo arbitrario, y por demás
inconstitucional (…).

En el contexto descrito y en la lógica de concretizar de un modo más


aproximativo los supuestos en que se habilitaría el control
constitucional sobre la jurisdicción arbitral, este Tribunal estima
oportuno enfatizar que, desde un punto de vista casuístico, serían
entre otras tres las situaciones o hipótesis principales en las que
podría configurarse la citada variable fiscalizadora: a) Cuando la
jurisdicción arbitral vulnera o amenaza cualquiera de los componente
formales o sustantivos de la tutela procesal efectiva (debido proceso,
tutela jurisdiccional efectiva, etc.). Esta causal solo puede ser
invocada una vez que se haya agotado la vía previa; b) Cuando la
jurisdicción arbitral resulta impuesta ilícitamente, de modo
compulsivo o unilateral sobre una persona (esto es, sin su
autorización), como fórmula de solución de sus conflictos o de las
situaciones que le incumben; c) Cuando, a pesar de haberse aceptado
voluntariamente la jurisdicción arbitral, esta verse sobre materias
absolutamente indisponibles (derechos fundamentales, temas penales,
etc.)”.

En segundo lugar, el Tribunal ha determinado que, antes de


interponer la respectiva demanda de amparo contra un laudo arbitral,
se deben haber agotado los mecanismos previstos en el ordenamiento
jurídico nacional para impugnarlo, es decir, que de modo previo se
debe haber acudido a las instancias jurisdiccionales ordinarias con la
finalidad de tutelar los derechos afectados. Al respecto ha
señalado(145):

- Tratándose de materias de carácter disponible, los árbitros se


encuentran facultados para conocer y resolver las controversias
cuya resolución les ha sido encomendada, y para rechazar
ilegítimas interferencias que pudieran darse. Sin perjuicio de
ello, existe la posibilidad de que se emitan laudos arbitrales en
procesos que resulten lesivos del derecho a la tutela procesal
efectiva de alguna de las partes. En estos casos, quien se
considere afectado en su derecho podrá interponer un proceso
constitucional, siempre que, de manera previa a la interposición
de dicho proceso, la persona afectada en sus derechos haya
agotado los recursos que la Ley General de Arbitraje establece
para impugnar el laudo arbitral que dice afectarlo.
- La base legal de esta exigencia se encuentra en disposiciones
específicas del Código Procesal Constitucional, como el
artículo 5 inciso 4 y el artículo 45, que establecen la necesidad
de agotar las vías previas que pudiesen existir para cuestionar
un acto lesivo de los derechos fundamentales, antes de
interponer la demanda respectiva que daría inicio a un proceso
de amparo.

- El fundamento de la exigibilidad de agotar la vía previa, como


requisito de procedencia del proceso de amparo, lo constituye
la independencia jurisdiccional con que cuenta el arbitraje y en
la efectiva posibilidad de que, ante la existencia de un acto
infractor, este sea cuestionado y corregido de conformidad con
los principios y garantías jurisdiccionales consagrados en el
artículo 139 de la Constitución y desarrollados por la Ley
General de Arbitraje.

En consecuencia, a partir de la jurisprudencia del Tribunal


Constitucional se puede concluir que el amparo contra los laudos arbitrales
solo procede en determinados supuestos y siempre que se haya agotado la
respectiva vía previa judicial.

Sin embargo, debe recordarse que el Tribunal también ha señalado


que procede una demanda de amparo contra resoluciones judiciales, no solo
cuando se afecta la tutela procesal efectiva o el debido proceso, sino en
cualquier supuesto en que se afecten derechos fundamentales. En este
sentido, si el Tribunal ha equiparado el proceso de amparo contra
resoluciones judiciales con el de amparo contra laudos arbitrarles, puede
afirmarse que también en este último caso la demanda respectiva debería
proceder cuando se afecte cualquier derecho fundamental. Sin embargo,
autores como Abad discrepan de esta posibilidad por cuanto “el amparo
contra decisiones jurisdiccionales en general solo debería circunscribirse a
la tutela procesal efectiva, criterio que a nuestro juicio debería extenderse a
la materia arbitral para no ingresar a evaluar el fondo de sus decisiones”(146).

No obstante, no ha sido sino con la expedición de la STC Exp. Nº


00142-2011-PA/TC, que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha
experimentado un importante giro en el devenir de su evolución, impulsado
en buena cuenta por las recientes modificaciones operadas a nivel de la
legislación ordinaria en materia de arbitraje (y en particular, la entrada en
vigencia del Decreto Legislativo Nº 1071, Ley General de Arbitraje).

En efecto, partiendo de la consideración de que la especial naturaleza


del arbitraje no supone en lo absoluto su desvinculación del esquema
constitucional, el Tribunal reconoce que, si bien los criterios antes descritos
no han perdido su vigencia e importancia, estos requieren ser acoplados de
una manera más directa a lo que expresamente ha previsto el Código
Procesal Constitucional. Esta necesidad suya de unificar la jurisprudencia
en materia de amparo arbitral, aunada a la constatación de una buena
cantidad de procesos de este tipo que estaban en trámite ante la jurisdicción
constitucional, es lo que finalmente ha llevado al Tribunal a emitir un
precedente vinculante, bajo la clave (antes ignorada en el análisis del
asunto) de que el amparo no es más un proceso alternativo, sino uno
subsidiario o residual.

En ese sentido, el Tribunal ha señalado, con la fuerza propia que le


otorga el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, que el “recurso de anulación” previsto en el Decreto
Legislativo Nº 1071 (y, por razones de temporalidad, los recursos de
“apelación” y “anulación” para aquellos procesos sujetos a la Ley Nº
26572) constituyen vías procedimentales específicas, igualmente
satisfactorias, para la protección de los derechos constitucionales, lo que
determina la improcedencia del amparo de conformidad con el artículo 5
inciso 2 del referido Código. En particular, el Tribunal ha excluido
expresamente del ámbito del amparo tres supuestos concretos de
impugnación, en los que cabe interponer más bien el recurso de anulación
previsto en el Decreto Legislativo Nº 1071, y estos son: a) la protección de
los derechos constitucionales, incluso cuando estos sean el debido proceso o
la tutela procesal efectiva; b) la falta de convenio arbitral; y, c) cuando, pese
a haberse aceptado voluntariamente el convenio, las materias sobre las
cuales ha de decidirse tienen que ver con derechos fundamentales
indisponibles. Se precisa, en todo caso, que contra lo resuelto por el Poder
Judicial en vía de este recurso, es posible interponer un amparo contra
resolución judicial.

A pesar de todo, el Tribunal Constitucional admite tres situaciones


excepcionales en las cuales sí cabe interponer un amparo contra laudo
arbitral, a saber: a) cuando se invoca la vulneración directa o frontal de los
precedentes vinculantes; b) cuando en el laudo arbitral se ha ejercido
control difuso sobre una norma declarada constitucional por el Tribunal
Constitucional o el Poder Judicial; y, c) cuando el amparo sea interpuesto
por un tercero que no forma parte del convenio arbitral y se sustente en la
afectación directa y manifiesta de sus derechos constitucionales a
consecuencia del laudo pronunciado en dicho arbitraje, salvo que dicho
tercero esté comprendido en el supuesto del artículo 14 del Decreto
Legislativo Nº 1071.

Con todo, se mantiene la exigencia de que, en los supuestos a) y b)


antes reseñados, el afectado formule un reclamo expreso ante el tribunal
arbitral y que este haya sido desestimado. Se precisa también que la
sentencia constitucional que declare fundada la demanda de amparo arbitral
deberá ordenar la emisión de un nuevo laudo pero que, en ningún supuesto,
el juez o Tribunal Constitucional podrán resolver el fondo del asunto
sometido a esta jurisdicción especial. Finalmente, y en una interpretación
que despeja muchas dudas generadas a nivel de la doctrina y jurisprudencia
nacionales, el Tribunal ha aclarado que una consecuencia lógica y necesaria
del carácter jurisdiccional del arbitraje consiste en que los tribunales
arbitrales pueden ejercer el control difuso de constitucionalidad previsto en
el artículo 138 segundo párrafo de la Constitución, amén de la doble
dimensión que caracteriza a los procesos arbitrales; si bien para ello
deberán seguir, por extensión, los criterios sentados en la jurisprudencia
constitucional para el común de la justicia ordinaria, a saber: que se trate de
una norma aplicable de la que dependa la validez del laudo arbitral, que no
sea posible obtener de ella una interpretación conforme a la Constitución, y
que se verifique la existencia de un perjuicio claro y directo respecto al
derecho de algunas de las partes(147).

3.3. Hábeas data

Debido a la creciente importancia que en el mundo globalizado ha


alcanzado la información, hoy nuestra sociedad ha sido calificada
significativamente como una “sociedad de la información”. En este
tipo de sociedad, las tecnologías de la información, a la par de
constituir elementos útiles para el desarrollo, se constituyen también
en riesgos potenciales para determinados derechos fundamentales. La
intimidad, el derecho al honor y la dignidad humana rozan
constamente con la libertad informativa que hoy a través del Internet
trasciende fácilmente las fronteras nacionales. Para proteger a la
persona contra el uso indiscriminado de la información personal, en
el derecho comparado existe la figura del hábeas data que, en nuestro
país también ha sido incluido en el catálogo de procesos
constitucionales por el constituyente de 1993. Por otro lado, este
proceso ha sido habilitado para proteger un derecho de raigambre
más tradicional y que resulta imprescindible en toda sociedad
democrática: el derecho al acceso a la información.

a. Noción

En este contexto, el Tribunal Constitucional ha sostenido que: “El


hábeas data es un proceso constitucional que tiene por objeto la
protección de los derechos reconocidos en los incisos 5) y 6) del
artículo 2 de la Constitución, que establecen, respectivamente, que
‘toda persona tiene derecho a solicitar sin expresión de causa la
información que requiera y a recibirla de cualquier entidad pública,
en el plazo legal, con el costo que suponga el pedido. Se exceptúan
por ley o por razones de seguridad nacional’; y que ‘(…) los servicios
informáticos, computarizados o no, públicos o privados, no deben
suministrar informaciones que afecten la intimidad personal y
familiar. De este modo, la Constitución protege a través del proceso
de hábeas data tanto el derecho de todo ciudadano al acceso a la
información pública, como el derecho a mantener en reserva la
información que pueda afectar su intimidad personal y familiar
(autodeterminación informativa)’”(148).

b. Ámbito de protección

- Protección del derecho a la autodeterminación informativa


a través del hábeas data

La protección del derecho a la autodeterminación informativa a través


del hábeas data comprende, en primer lugar, la capacidad de exigir
jurisdiccionalmente la posibilidad de acceder a los registros de
información, computarizados o no, cualquiera que sea su naturaleza,
en los que se encuentren almacenados los datos de una persona. Tal
acceso puede tener por objeto que se permita conocer qué es lo que se
encuentra registrado, para qué y para quién se realizó el registro de
información así como la (o las) persona(s) que recabaron dicha
información. En segundo lugar, el hábeas data puede tener la
finalidad de agregar datos al registro que se tenga, sea por la
necesidad de que se actualicen los que se encuentran registrados, o
con el fin de que se incluyan aquellos no registrados, pero que son
necesarios para que se tenga una cabal referencia sobre la imagen e
identidad de la persona afectada. Asimismo, con el derecho en
referencia, y en defecto de él, mediante el hábeas data, un individuo
puede rectificar la información, personal o familiar, que se haya
registrado; impedir que esta se difunda para fines distintos de
aquellos que justificaron su registro o, incluso, tiene la potestad de
cancelar aquellos que razonablemente no debieran encontrarse
almacenados(149).

- Protección del derecho al acceso a la información pública a


través del hábeas data

Del mismo modo, el TC ha determinado que el derecho al acceso a la


información público, como derecho protegido por el proceso
constitucional de hábeas data, se encuentra comprendido por dos
dimensiones, una individual y otra colectiva, pues su ejercicio no
interesa solo a un ciudadano, individualmente considerado, sino a la
sociedad en su conjunto, en tanto bien coadyuvante al mantenimiento
y consolidación de un Estado democrático. Veamos esta postura del
TC:

“El derecho de acceso a la información pública evidentemente se


encuentra estrechamente vinculado a uno de los contenidos
protegidos por la libertad de información. Y al igual de lo que
sucede con esta última, debe indicarse que el derecho de acceso
a la información pública tiene una doble dimensión. Por un lado,
se trata de un derecho individual, en el sentido de que garantiza
que nadie sea arbitrariamente impedido de acceder a la
información que guarden, mantengan o elaboren las diversas
instancias y organismos que pertenezcan al Estado, sin más
limitaciones que aquellas que se han previsto como
constitucionalmente legítimas. A través de este derecho se
posibilita que los individuos, aisladamente considerados, puedan
trazar, de manera libre, su proyecto de vida, pero también el
pleno ejercicio y disfrute de otros derechos fundamentales.
Desde esta perspectiva, en su dimensión individual, el derecho
de acceso a la información se presenta como un presupuesto o
medio para el ejercicio de otras libertades fundamentales, como
puede ser la libertad de investigación, de opinión o de expresión,
por mencionar alguna.

Tal condición instrumental del derecho de acceso a la información


pública se puede apreciar en el caso de autos. En efecto, conforme se
expresa en la carta notarial dirigida al entonces segundo
vicepresidente de la República, no encontrándose obligado a dar las
razones de la información requerida, el recurrente alega que la
información requerida es importante para poder ejercer su libertad de
investigación sobre la diplomacia presidencial en el Perú.

En segundo lugar, el derecho de acceso a la información tiene una


dimensión colectiva, ya que garantiza el derecho de todas las
personas de recibir la información necesaria y oportuna, a fin de que
pueda formarse una opinión pública, libre e informada, presupuesto
de una sociedad auténticamente democrática.

Desde este punto de vista, la información sobre la manera como se


maneja la res pública termina convirtiéndose en un auténtico bien
público o colectivo, que ha de estar al alcance de cualquier individuo,
no solo con el fin de posibilitar la plena eficacia de los principios de
publicidad y transparencia de la Administración Pública, en los que
se funda el régimen republicano, sino también como un medio de
control institucional sobre los representantes de la sociedad; y
también, desde luego, para instar el control sobre aquellos
particulares que se encuentran en la capacidad de poder inducir o
determinar las conductas de otros particulares o, lo que es más grave
en una sociedad como la que nos toca vivir, su misma subordinación.

En ese sentido, el Tribunal Constitucional no puede sino destacar que


el derecho de acceso a la información pública es consustancial a un
régimen democrático. En efecto, el derecho en referencia no solo
constituye una concretización del principio de dignidad de la persona
humana (art. 1 de la Constitución), sino también un componente
esencial de las exigencias propias de una sociedad democrática, ya
que su ejercicio posibilita la formación libre y racional de la opinión
pública. La democracia, se ha dicho y con razón, es por definición el
“gobierno del público en público” (Norberto Bobbio). De ahí que
disposiciones como la del artículo 109 o 139, inciso 4), de la
Constitución (por citar solo algunas), no son sino concretizaciones, a
su vez, de un principio constitucional más general, como es, en
efecto, el principio de publicidad de la actuación estatal”(150).

c. Clases de hábeas data

Del mismo modo que en el proceso de hábeas corpus y con el fin de


determinar mejor su objeto, el colegiado constitucional ha procedido
a realizar una clasificación del hábeas data. Veamos.

c.1. Hábeas data puro

Reparar agresiones contra la manipulación de datos personalísimos


almacenados en bancos de información computarizados o no.

c.1.1. Hábeas data de cognición

No se trata de un proceso en virtud del cual se pretende la


manipulación de los datos, sino efectuar una tarea de conocimiento y
de supervisión sobre la forma en que la información personal
almacenada está siendo utilizada.

- Hábeas data informativo: Está dirigido a conocer el


contenido de la información que se almacena en el banco de
datos (qué se guarda).

- Hábeas data inquisitivo: Para que se diga el nombre de la


persona que proporcionó el dato (quién).

- Hábeas data teleológico: Busca esclarecer los motivos que


han llevado al sujeto activo a la creación del dato personal
(para qué).
- Hábeas data de ubicación: Tiene como objeto que el sujeto
activo del poder informático responda dónde está ubicado el
dato, a fin de que el sujeto pasivo –el accionante– pueda ejercer
su derecho (dónde).

c.1.2. Hábeas data manipulador

No tiene como propósito el conocimiento de la información


almacenada, sino su modificación.

- Hábeas data aditivo: Agrega al banco de datos una


información no contenida. Esta información puede consistir: en
la actualización de una información cierta pero que por el paso
del tiempo se ha visto modificada; también puede tratarse de
una información que tiene como objeto aclarar la certeza de un
dato que ha sido mal interpretado; o incorporar al banco de
datos una información omitida que perjudica al sujeto pasivo.

- Hábeas data correctivo: Tiene como objeto modificar los


datos imprecisos y cambiar o borrar los falsos.

- Hábeas data supresorio: Busca eliminar la información


sensible o datos que afectan la intimidad personal, familiar o
cualquier otro derecho fundamental de la persona. También
puede proceder cuando la información que se almacena no
guarda relación con la finalidad para la cual ha sido creado el
banco de datos.

- Hábeas data confidencial: Impedir que las personas no


autorizadas accedan a una información que ha sido calificada
como reservada. En este tipo, se incluye la prohibición de datos
que por el paso del tiempo o por sentencia firme se impide su
comunicación a terceros.

- Hábeas data desvinculador: Sirve para impedir que terceros


conozcan la identificación de una o más personas cuyos datos
han sido almacenados en función de determinados aspectos
generales como la edad, raza, sexo, ubicación social, grado de
instrucción, idioma, profesión.

- Hábeas data cifrador: Tiene como objeto que el dato sea


guardado bajo un código que solo puede ser descifrado por
quien está autorizado a hacerlo.

- Hábeas data cautelar: Tiene como propósito impedir la


manipulación o publicación del dato en el marco de un proceso,
a fin de asegurar la eficacia del derecho a protegerse.

- Hábeas data garantista: Buscan el control técnico en el


manejo de los datos, a fin de determinar si el sistema
informativo, computarizado o no, garantiza la confidencialidad
y las condiciones mínimas de seguridad de los datos y su
utilización de acuerdo con la finalidad para la cual han sido
almacenados.

- Hábeas data interpretativo: Tiene como objeto impugnar las


valoraciones o conclusiones a las que llega el que analiza la
información personal almacenada.

- Hábeas data indemnizatorio: Aunque no es de recibo en


nuestro ordenamiento, este tipo de hábeas data consiste en
solicitar la indemnización por el daño causado con la
propalación de la información.

c.2. Hábeas data impuro

Es el que se dirige a solicitar el auxilio jurisdiccional para recabar


una información pública que le es negada al agraviado.

c.2.1. Hábeas data de acceso a información pública

Consiste en hacer valer el derecho de toda persona a acceder a la


información que obra en la Administración Pública, salvo las que
están expresamente prohibidas por la ley(151).

3.4. Proceso de cumplimiento

a. Noción

Si bien en doctrina se consideró desde su inclusión en el texto


constitucional de 1993 al proceso de cumplimiento no como un
proceso constitucional stricto sensu, dado que no protegía ningún
derecho constitucional líquido, sino como un “proceso
constitucionalizado”, posición que también compartió en su momento
el Tribunal Constitucional, hoy el colegiado ha inflexionado dicha
postura y ha afirmado que el proceso de cumplimiento sí protege un
derecho fundamental concreto, que ha denominado “derecho a la
eficacia de las normas legales y de los actos administrativos”.
Veamos esta postura del colegiado constitucional.

“El control de la regularidad del sistema jurídico en su


integridad constituye un principio constitucional básico en
nuestro ordenamiento jurídico nacional que fundamenta la
constitucionalidad de los actos legislativos y de los actos
administrativos (ambos en su dimensión objetiva), procurándose
que su vigencia sea conforme a dicho principio. Sin embargo, no
solo basta que una norma de rango legal o un acto administrativo
sea aprobado cumpliendo los requisitos de forma y fondo que le
impone la Constitución, las normas del bloque de
constitucionalidad o la ley, según sea el caso, y que tengan
vigencia; es indispensable, también, que aquellas sean eficaces.

Es sobre la base de esta última dimensión que, conforme a los


artículos 3, 43 y 45 de la Constitución, el Tribunal
Constitucional reconoce la configuración del derecho
constitucional a asegurar y exigir la eficacia de las normas
legales y de los actos administrativos. Por tanto, cuando una
autoridad o funcionario es renuente a acatar una norma legal o
un acto administrativo que incide en los derechos de las
personas o, incluso, cuando se trate de los casos a que se refiere
el artículo 65 del Código Procesal Constitucional (relativos a la
defensa de los derechos con intereses difusos o colectivos en el
proceso de cumplimiento), surge el derecho de defender la
eficacia de las normas legales y actos administrativos a través
del proceso constitucional de cumplimiento.

En efecto, el inciso 6 del artículo 200 de la Constitución


establece que el proceso de cumplimiento procede contra
cualquier autoridad o funcionario renuente a acatar una norma
legal o un acto administrativo, sin perjuicio de las
responsabilidades de ley. Como hemos expuesto
precedentemente, el acatamiento de una norma legal o un acto
administrativo tiene su más importante manifestación en el nivel
de su eficacia. Por tanto, así como el proceso de hábeas data
tiene por objeto esencial la protección de los derechos a la
intimidad, acceso a la información pública y autodeterminación
informativa, el proceso de cumplimiento tiene como finalidad
proteger el derecho constitucional de defender la eficacia de las
normas legales y actos administrativos.

Con este proceso constitucional el Estado social y democrático de


derecho que reconoce la Constitución (artículos 3 y 43), el deber de
los peruanos de respetar y cumplir la Constitución y el ordenamiento
jurídico (artículo 38) y la jerarquía normativa de nuestro
ordenamiento jurídico (artículo 51) serán reales, porque, en caso de la
renuencia de las autoridades o funcionarios a acatar una norma legal
o un acto administrativo, los ciudadanos tendrán un mecanismo de
protección destinado a lograr su acatamiento y, por ende, su
eficacia”(152).

b. Finalidad
En dicha línea, el TC peruano ha sintetizado la finalidad del proceso
de cumplimiento, declarando que, de acuerdo a la normativa procesal
vigente, su objeto es:

“El proceso de cumplimiento previsto en el inciso 6), artículo 200, de


la Constitución de 1993, y en el artículo 66,del Código Procesal
Constitucional, tiene por objeto ordenar que el funcionario o
autoridad público renuente: 1) dé cumplimiento a una norma legal o
ejecute un acto administrativo firme; o 2) se pronuncie expresamente
cuando las normas legales le ordenan emitir una resolución
administrativa o dictar un reglamento. Así, lo que se busca obtener
con este proceso es asegurar y exigir la eficacia de las normas legales
y los actos administrativos”(153).

c. El derecho a la efectividad de las disposiciones legales y


actos administrativos y el principio general de efectividad
de las disposiciones constitucionales

Ahondando en el objeto y finalidad del proceso de cumplimiento, el


Tribunal ha mantenido la posición de que el derecho a la efectividad
de las disposiciones legales y actos administrativos encuentra su
cauce procesal a través de este proceso, aun cuando lo ha
reconducido a casos de indubitable claridad y certeza del mandamus.
Sin embargo, en una variante, derivada de la especial problemática de
los pueblos indígenas, ha dispuesto también que el principio de
regularidad del ordenamiento jurídico exige la efectividad, con mayor
razón, de las disposiciones constitucionales, exigencia para la cual
puede utilizarse también el proceso de cumplimiento. Veamos esta
postura del TC:

“No obstante ello, es preciso advertir que la asociación


recurrente entiende que la obligación de la entidad demandada
consistente en emitir ‘reglamentos’ o ‘directivas’ en el presente
caso, no se deriva de alguna ley o norma de rango legal que lo
disponga así expresamente; sino que, en realidad, estima que la
fuente directa de tal deber es el propio Convenio Nº 169, por ser
este un tratado internacional que ha sido debidamente ratificado
por el Estado peruano.

Esta definición de la fuente normativa donde se encuentra inserto el


deber de emisión o adecuación de los reglamentos del Ministerio de
Energía y Minas trae aparejado, sin embargo, un problema de orden
procesal. Y es que, de acuerdo a la configuración constitucional y
legal del proceso de cumplimiento, este se haya arbitrado para
ordenar el cumplimiento de normas legales o actos administrativos,
mas no de normas de rango constitucional, como es el caso del
Convenio N° 169 de la OIT. Al respecto, debe recordarse que,
conforme lo ha señalado este Colegiado en reciente jurisprudencia, el
Convenio 169 de la OIT tiene rango constitucional y forma parte del
parámetro o bloque de constitucionalidad, con la consiguiente
posibilidad no solo de resistir infracciones provenientes de fuentes
infraconstitucionales (fuerza pasiva), sino de innovar nuestro
ordenamiento jurídico, incorporando en este, en tanto derecho
vigente, los derechos reconocidos por aquel a título de derechos de
rango constitucional (fuerza activa) (STC Exp. Nº 00022-2009-
PI/TC, Caso Tuanama, f. j. 10).

No obstante ello, este colegiado considera que el hecho de que el


mandato cuyo cumplimiento se pretende se encuentre inserto en un
tratado de derechos humanos y ostente, por ello, rango constitucional,
antes que ser un impedimento para el cumplimiento exigido,
representa más bien un argumento de fuerza para requerir
judicialmente su efectivización. Y es que si en nuestro ordenamiento
se brinda adecuada protección al derecho a la efectividad de las
disposiciones legales o los actos administrativos, con mayor razón se
puede exigir, a través de este proceso, se tutele el derecho a convertir
en realidad jurídico-constitucional aquello que está inscrito en una
norma de rango constitucional. Dicho en otras palabras, si según el
artículo 66, inciso 2 del C.P.Constitucional, el funcionario o autoridad
renuente está obligado a emitir un reglamento cuando así lo ordena
una norma legal expresa, más legítimo resulta afirmar que este se
encuentra obligado a emitir dicha norma si ella viene exigida por un
tratado internacional de rango constitucional directamente aplicable
que impone similares obligaciones a la entidad demandada en orden a
sus competencias normativas.

Tanto es así que en distintos sistemas constitucionales comparados,


esta exigencia jurídico-constitucional de controlar las omisiones
normativas en que puedan incurrir las autoridades competentes y que
originan como resultado la vulneración de los derechos
fundamentales de las personas, fenómeno que en doctrina
constitucional se conoce como la ‘inconstitucionalidad por omisión’,
ha sido recogido en diversos textos constitucionales, donde se ha
habilitado un proceso específico para este fin, como es el de la
‘acción de inconstitucionalidad por omisión’. Así, ha sucedido por
ejemplo en el caso de la Constitución de Portugal que lo ha regulado
en el artículo 283; la Constitución brasileña que lo prescribe en el
artículo 103.2; la Constitución de Venezuela que lo contempla en el
artículo 336.7; la Constitución de Ecuador que lo recoge en el
artículo 436.10; la Ley Nº 7315/1989, Ley de la Jurisdicción
Constitucional de Costa Rica, que lo regula en el artículo 73.f; la Ley
XXXII, Ley de Organización y Funcionamiento del Tribunal
Constitucional de Hungría, que lo prevé en el artículo 1.e); y, a nivel
estadual, la Constitución de la Provincia de Río Negro en Argentina
que lo desarrolla en el artículo 207.2.d; la Constitución del Estado de
Chiapas en México, donde esta figura se ubica en el artículo 56,
fracción III; la Constitución del Estado de Veracruz, también en
México, que lo estipula en el artículo 65.III; la Constitución del
Estado de Tlaxcala, en este mismo país, que lo recoge en el artículo
81.VI; y la Constitución del Estado de Quintana Roo que lo regula en
el artículo 105.III.
El reconocimiento creciente en los ordenamientos constitucionales
comparados de este instituto procesal como forma jurídica idónea
para controlar las omisiones inconstitucionales en que puede incurrir
la autoridad competente, encuentra sustento en el principio de fuerza
normativa de la Constitución que atraviesa el paradigma mismo del
Estado Constitucional contemporáneo. Así, el carácter normativo que
la Constitución ostenta no solo significa que las disposiciones en ella
contenidas no sean infringidas o desconocidas por las autoridades,
funcionarios o personas (que no se atente contra lo
constitucionalmente prohibido), sino que aquellas obligaciones que
ella señala, entre las que puede encontrarse la de desarrollar
normativamente determinado precepto constitucional, sean cumplidas
de modo efectivo y adecuado (que se cumpla con lo
constitucionalmente ordenado). Solo de esta manera puede
garantizarse la plena y completa realización del proyecto
constitucional que una comunidad política ha abrigado a través de su
Norma Fundamental.

Como este colegiado ya ha reconocido, para el caso de la exigencia


del cumplimiento de las normas legales y los actos administrativos el
control de la regularidad del sistema jurídico en su integridad
constituye un principio constitucional básico en nuestro ordenamiento
jurídico nacional que fundamenta la constitucionalidad de los actos
legislativos y de los actos administrativos (ambos en su dimensión
objetiva), procurándose que su vigencia sea conforme a dicho
principio. Sin embargo, no solo basta que una norma de rango legal o
un acto administrativo sea aprobado cumpliendo los requisitos de
forma y fondo que le impone la Constitución, las normas del bloque
de constitucionalidad o la ley, según sea el caso, y que tengan
vigencia; es indispensable, también, que aquellas sean eficaces (STC
Exp. Nº 00168-2005-PC/TC, f. j. 8).

Es en contexto de exigencia de regularidad del sistema jurídico, que


no supone otra cosa que la manifestación de la fórmula del Estado de
Derecho, esto es de un poder político sujeto a normas jurídicas, (lo
cual incluye como es obvio la efectividad o capacidad de
cumplimiento de dichas normas), donde se funda el derecho a la
efectividad de las normas legales y actos administrativos, que este
colegiado ha recogido ampliamente a través de su jurisprudencia y
que ha derivado del mandato contenido en el artículo 45 de la
constitución, según el cual ‘El poder del Estado emana del pueblo.
Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades
que la Constitución y las leyes establecen’. En efecto, este Tribunal
ha sostenido que: “Es sobre la base de esta última dimensión [de
efectividad del ordenamiento jurídico] que, conforme a los artículos
3, 43 y 45 de la Constitución, el Tribunal Constitucional reconoce la
configuración del derecho constitucional a asegurar y exigir la
eficacia de las normas legales y de los actos administrativos (STC
Exp. Nº 00168-2005-PC/TC, f. j. 9).

Sin embargo, en el entendido de que no puede protegerse


adecuadamente un derecho fundamental o un principio constitucional
sin la garantía del mecanismo procesal adecuado para su exigibilidad,
el constituyente arbitró la incorporación en la Constitución de 1993
del proceso de cumplimiento con el objeto de dar fiel cumplimiento a
los mandatos contenidos en las leyes o actos administrativos. Así, lo
ha enfatizado este colegiado: “Por tanto, cuando una autoridad o
funcionario es renuente a acatar una norma legal o un acto
administrativo que incide en los derechos de las personas o, incluso,
cuando se trate de los casos a que se refiere el artículo 65 del Código
Procesal Constitucional (relativos a la defensa de los derechos con
intereses difusos o colectivos en el proceso de cumplimiento), surge
el derecho de defender la eficacia de las normas legales y actos
administrativos a través del proceso constitucional de cumplimiento
(STC Exp. Nº 00168-2005-PC/TC, f. j. 9).

Precisamente, con base en el principio de regularidad del


ordenamiento jurídico, el cual supone, como ya se dijo, la efectividad
de las normas que conforman dicho sistema normativo, este Tribunal
debe también reconocer la existencia de un principio general de la
efectividad de las disposiciones constitucionales. Y es que si la
eficacia inherente a toda norma jurídica se postula en relación a las
normas legales y actos administrativos, con mayor razón deberá serlo
también con relación a las normas constitucionales, que son las que
ostentan la mayor jerarquía en nuestro ordenamiento jurídico. Dicho
principio de efectividad de las disposiciones constitucionales se
desprende, además, del propio carácter normativo del texto
constitucional que, aunque contenga disposiciones abiertas cuyo
contenido obligacional a veces es difícil determinar prima facie,
también contiene determinadas normas-reglas de fácil explicitación,
entre las que puede encontrarse la referencia expresa al desarrollo de
una legislación determinada que dé cumplimiento a una norma
constitucional.

Ahora bien, la fundamentación de una obligación constitucional de


desarrollo normativo de los mandatos positivos contenidos en el
Texto Constitucional, tanto en consideraciones de la fuerza normativa
de la Norma Fundamental, como en la eficacia inherente que toda
disposición jurídica debe ostentar, y la necesidad de adecuar los
cauces jurídicos del Estado de Derecho a la exigencia de las nuevas
formas del Estado Social y de nuevos derechos fundamentales como
los derechos culturales, se profundiza en contextos como los nuestros
donde la renuencia de las autoridades y funcionarios a sujetarse a los
mandatos de la Constitución puede originar verdaderas figuras de
‘fraude a la Constitución’ o ‘Constituciones nominales’, que a lo
único que conducen es al descrédito del modelo del Estado
Constitucional de Derecho, las instituciones democráticas y el
gobierno de las leyes, con el riesgo que ello conlleva de proliferación
de la violencia social o de propuestas políticas que descreen de la
democracia y que solo pueden terminar en la anulación de todo el
sistema de libertades de las personas.
La obligación impuesta al legislador o a otra autoridad estatal de
desarrollar la Constitución no debe, sin embargo, ser entendida como
una obligación rígida o invasiva de las competencias constitucionales
asignadas a los órganos de producción normativa. Por el contrario,
este Tribunal entiende que el rol del legislador u otra autoridad estatal
en el desarrollo normativo de la Constitución no es una mera labor de
órgano ejecutor de los mandatos dispuestos por la Norma
Fundamental; le cabe pues al órgano normativo un margen amplio de
configuración de las disposiciones constitucionales, con los límites
que la Constitución impone, e incluso una cierta discrecionalidad en
el momento en el cual realizar la labor de desarrollo normativo; sin
embargo, este Tribunal también asume que dicho desarrollo
discrecional de la competencia normativa no puede suponer tampoco
una absoluta libertad normativa, pues ello sería tanto como dejar los
propios derechos fundamentales en manos del legislador, sobre todo
cuando estos derechos requieren para su plena vigencia del desarrollo
normativo llevado a cabo por este o cuando requieren su actuación
normativa para frenar situaciones de grave y manifiesta
inconstitucionalidad.

La revalorización de los derechos fundamentales como ‘conquistas


frente a la mayoría’ o como ‘límites al poder político’ exige pues
asumir una postura según la cual el legislador o cualquier otra
autoridad política tienen un límite en su libertad de configuración
normativa de la Constitución, tanto en un sentido negativo (de
respeto), como en un sentido positivo (de desarrollo normativo), lo
cual supone necesariamente asignar a este el deber constitucional de
llevar a cabo dicho desarrollo, más aún cuando se presentan las
circunstancias descritas en el párrafo anterior, como infravaloración
de los derechos sociales o situaciones inconstitucionales”(154).

4. Una visión sintética de la jurisdicción constitucional orgánica


4.1. Proceso de inconstitucionalidad

No cabe duda de que la justicia constitucional bajo la inventiva de


Kelsen, fue precisamente creada para ejercer la labor de legislador
negativo; y ello se aprecia en la propia construcción escalonada de la
estructura jerárquica del orden jurídico que Rudolf Smend diseñara y
que Kelsen se encargó de darle el acabado arquitectónico. Bajo estos
marcos y premisas es que hoy en los tribunales constitucionales y con
distintos nomen iuris se perfila el proceso cuyo control abstracto para
nulificar las leyes es en nuestro caso el llamado proceso de
inconstitucionalidad, y que en torno a esta figura procesal descansa
acaso una de las grandes columnas en la construcción de lo Estados
contemporáneos: los controles interórganos del que hablara en su
momento Karl Loewenstein y Manuel Aragón, entre otros. Veamos
nuevamente como el TC ensaya conceptualizaciones y que si bien
corresponde a la ciencia procesal constitucional diseñarlos, ello como
reiteramos, no impide Tribunal hacer una labor de catequesis, al
aprovechar en la estructura interna de las sentencias los obiter dicta
para divulgar conceptos como los que a continuación siguen.

a. Definición

El Tribunal Constitucional ha establecido que:

“Mediante el proceso de inconstitucionalidad, la Constitución Política


del Estado ha confiado a este colegiado el control de
constitucionalidad de las leyes y de las normas con rango de ley. Se
trata de un control abstracto de normas que se origina no en función
de un conflicto de intereses concretos, para cuya solución sea
menester dilucidar con carácter previo el acomodo a la Constitución
de la norma de decisión, sino simplemente en una discrepancia
abstracta sobre la interpretación del texto constitucional en relación a
su compatibilidad con una ley singular. En consecuencia, se trata de
un proceso objetivo, ya que los legitimados no adoptan la posición
estricta del demandante que llega a la instancia a pedir la defensa de
un derecho subjetivo, sino que por el contrario actúan como
defensores de la supremacía jurídica de la Constitución. Es decir,
estamos ante un procedimiento que tiene como propósito, prima
facie, el respeto de la regularidad en la producción normativa al
interior del ordenamiento jurídico, lo que solo acontece si no se
vulnera la supremacía de la Constitución, de la ley sobre las normas
de inferior jerarquía y así sucesivamente.

No obstante, aun cuando se trata de un proceso fundamentalmente


objetivo, también tiene una dimensión subjetiva, en la medida que
son fines esenciales de los procesos constitucionales garantizar la
primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los derechos
constitucionales, según lo establece el artículo II del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional”(155).

Del mismo modo, dicho Tribunal ha sostenido que:

“Es necesario precisar que, a través de la acción de


inconstitucionalidad, este Tribunal evalúa si una ley o una norma con
rango de ley transgrede, por la forma o por el fondo, la Norma
Suprema. Se trata, en principio, de un juicio abstracto respecto a dos
normas de diversa jerarquía. Por un lado, la Constitución, que actúa
como parámetro en la medida en que es la lex legun; y, por otro, la
ley o las normas con rango de ley, que constituyen las fuentes
sometidas a ese control.

En principio, la inconstitucionalidad de una ley se genera por la


incompatibilidad entre las fuentes legales sometidas a control y a la
Constitución, y no porque una de ellas colisione con otra de su misma
jerarquía o la viole. Esto es así, puesto que no se presenta un
problema de validez constitucional cada vez que se produce la
colisión de dos normas del mismo rango, sino un típico problema de
antinomia que se resuelve conforme a las técnicas que existen en
nuestro ordenamiento jurídico (v.g. ‘ley especial deroga ley general’,
‘ley posterior deroga ley anterior’, etc.).

Desde esta perspectiva, el Tribunal Constitucional considera que en


una acción de inconstitucionalidad es intrascendente que una ley
determinada colisione con otra ley u otra norma de su mismo rango,
pues de allí no se deriva la invalidez constitucional de la ley
colisionante”(156).

b. Finalidad

“La finalidad del proceso de inconstitucionalidad es la defensa de la


Constitución en su condición de Ley Superior. Ella ostenta el máximo
nivel normativo, por cuanto es obra del Poder Constituyente;
reconoce los derechos fundamentales del ser humano; contiene las
reglas básicas de convivencia social y política; además de crear y
regular el proceso de producción de las demás normas del sistema
jurídico nacional”(157).

c. Dimensiones

En las últimas décadas, el control de la constitucionalidad de las leyes


no solo ha tenido en cuenta el carácter abstracto y por ende de una
presunta y exclusiva dimensión objetiva; sino que hoy los tribunales
constitucionales no solo analizan el parámetro del control a través del
clásico silogismo lógico: norma mayor, ley y luego el fallo, en tanto
la norma infraconstitucional guarde lealtad a la fuente formal o
material de la Constitución; sino que también hoy se tiene en cuenta
la llamada dimensión subjetiva que vincula ya no a un análisis
abstracto sino de la concreción real, del impacto, de las afectaciones
intuito personae, etc. Veamos lo que estima el colegiado peruano a
este respecto.

“(…) [E]l proceso de inconstitucionalidad, si bien es de


naturaleza abstracta, tiene una doble dimensión: objetiva y
subjetiva”. En reconocimiento de ello, se debe ejercer un control
de constitucionalidad acorde con los valores y principios
consagrados por la Constitución Política; es decir, que este no se
reduce a un nuevo examen de la ley, sino que se orienta a hacer
respetar la unidad o núcleo constitucional, que comprende la
tutela objetiva de la Constitución y la tutela subjetiva de los
derechos fundamentales. (…)”(158).

“(…) [S]on constantes las ocasiones en las que el juez


constitucional, a efectos de evaluar la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de las normas, debe ingresar en una
aproximación clara e inequívoca con los supuestos concretos en
los que estas han sido o pueden ser aplicadas.

Tal constatación evidencia que a la dimensión objetiva de los


procesos de inconstitucionalidad acompaña una subjetiva. Y es que
no puede olvidarse que aunque el control concentrado de las normas
tiene una finalidad inmediata, que es defender la supremacía
normativa de la Constitución, depurando el ordenamiento de aquellas
disposiciones que la contravengan, tiene, como fin mediato, impedir
su aplicación, es decir, impedir que estas puedan generar afectaciones
concretas (subjetivas) a los derechos fundamentales de los individuos.
Pudiendo, incluso, en determinados casos, declarar la nulidad de
aplicaciones pasadas”(159).

d. Efectos vinculantes de la sentencia de inconstitucionalidad

“Tal como ha sido previsto en el artículo 201 de la Constitución, el


Tribunal Constitucional es su órgano de control. Ello, desde luego, no
significa que a este órgano resulte privativa la defensa de la Carta
Fundamental, pues, tal como se encuentra reconocido en su artículo
38, ese es un deber residente en ‘todos los peruanos’. Como ha tenido
oportunidad de precisarse, ‘en el Estado social y democrático de
derecho, la preservación de la constitucionalidad de todo el
ordenamiento, no es una tarea que, de manera exclusiva, le competa a
este Tribunal, sino que la comparten, in sub ordine, todos los poderes
públicos’ (STC Exp. Nº 00006-2003-AI, Fundamento 1).

En tal sentido, el artículo 201 de la Constitución no confiere a este


Colegiado una función exclusiva y excluyente, sino ‘suprema’. No se
trata, pues, de que a este Tribunal le haya sido reservada la ‘única’
interpretación de la Constitución. Simplemente, le ha sido reservada
la ‘definitiva’.

De ahí que la independencia que en todo Estado social y democrático


de derecho deben gozar los poderes del Estado (vg. la independencia
reconocida al Poder Judicial por el artículo 139.3 de la Constitución),
no debe ser confundida con la capacidad de someter a la ciudadanía a
la más absoluta incertidumbre en relación al contenido vinculante de
las normas jurídicas, máxime si se trata de la Norma Fundamental.

El artículo 201 de la Constitución, aunado al derecho fundamental a


la igualdad ante la ley (artículo 2.2), una de cuyas manifestaciones es
la igualdad ‘en la aplicación de la ley’, y al principio de seguridad
jurídica, que se encuentra implícitamente reconocido en la
Constitución (Cfr. STC Exp. Nº 00016-2002-AI, Fundamento 5),
sitúan al Tribunal Constitucional, en lo que a la interpretación
constitucional se refiere, en la cúspide del Poder Jurisdiccional del
Estado.

Es por ello que, en una correcta interpretación de concordancia


práctica de los derechos y principios constitucionales involucrados, la
condición del Tribunal Constitucional como supremo intérprete de la
Constitución, proyectada desde la propia Carta Fundamental, ha sido
reconocida a nivel legislativo. En efecto, el artículo 1 de la Ley Nº
28301, Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, establece: ‘El
Tribunal Constitucional es el órgano supremo de (...) control de la
constitucionalidad. (...)’.
Por su parte, el último párrafo del artículo VI del Título Preliminar
del Código Procesal Constitucional (CPConst.), dispone: ‘Los jueces
interpretan y aplican las leyes o toda norma con rango de ley y los
reglamentos según los preceptos y principios constitucionales,
conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las
resoluciones dictadas por el Tribunal Constitucional’.

Mientras que el artículo 82 del CPConst., dispone que las sentencias


del Tribunal Constitucional, recaídas en los procesos de
inconstitucionalidad que queden firmes ‘tienen autoridad de cosa
juzgada, por lo que vinculan a todos los poderes públicos y producen
efectos generales desde el día siguiente a la fecha de su publicación’.

En suma, las sentencias dictadas en un proceso de


inconstitucionalidad tienen efecto vinculante para todos los poderes
públicos, vinculación que, por sus alcances generales, se despliega
hacia toda la ciudadanía. En tal sentido, el Tribunal Constitucional,
en su condición de órgano de control de la Constitución (artículo 201
de la Constitución) y órgano supremo de interpretación y control de
la constitucionalidad (artículo 1 de la Ley Nº 28301); considera que
en el supuesto de que alguna autoridad o persona, pretenda
desconocer los efectos vinculantes de esta resolución, resultará de
aplicación el artículo 22 del CPConst., en el extremo que dispone que
para el cumplimiento de una sentencia el juez podrá hacer uso de
multas fijas acumulativas, disposición que es aplicable
supletoriamente al proceso de inconstitucionalidad en virtud del
artículo IX del mencionado cuerpo normativo”(160).

4.2. Proceso de acción popular

Aparte del proceso de inconstitucionalidad nuestro modelo de


jurisdicción constitucional cuenta con otro remedio procesal para el
control abstracto de las normas infralegales; y básicamente nos
estamos refiriendo a los reglamentos, normas administrativas y
resoluciones de carácter general, cualquiera sea la autoridad de la que
emanen y que atenten contra el principio de legalidad y de
constitucionalidad. Este proceso, como se podrá apreciar, es
exclusivo del Poder Judicial y así ha venido formando parte en la
evolución de nuestro constitucionalismo histórico; de allí que el
Tribunal Constitucional no conoce sensu stricto este proceso. Sin
embargo, ello no impide que cuando la Sala Civil de alguna Corte
Superior conozca una acción popular debe suspender dicho trámite si
aprecia que la demanda de acción popular se basa en normas respecto
de las cuales se ha planteado demanda de inconstitucionalidad ante el
Tribunal hasta que este expida resolución definitiva, de acuerdo a lo
establecido en los artículos VI segundo párrafo del TP y 80 del
C.P.Constitucional.

a. Noción

“La acción popular es uno de los procesos constitucionales orgánicos


cuya finalidad es la defensa de la Constitución frente a infracciones
contra su jerarquía normativa a la cual puede recurrir cualquier
persona dentro de los cinco años posteriores a la publicación de la
norma”(161).

4.3. Proceso competencial

a. Noción

La versión original de la Constitución al regular los procesos


constitucionales le diseña el nomen iuris de conflicto de competencia
o atribuciones (art. 202.3) y así fue desarrollado por la antigua Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional; sin embargo, el Código
Procesal Constitucional lo identifica en el Título IX simplemente
como proceso competencial; es por eso que la primera
conceptualización que el TC realiza es la que sigue.

- Conflicto de competencias o atribuciones


“(...) el conflicto de competencias o atribuciones se produce cuando
algunos de los poderes o entidades estatales adopta decisiones o
rehuye deliberadamente actuaciones, afectando competencias o
atribuciones que la Constitución y las leyes orgánicas confieren a
otro”(162).

Con la puesta en vigencia del citado Código lo que hace el TC es ya


desarrollar aunque en términos lacónicos lo siguiente.

- Conflicto constitucional de atribuciones

“(...) tiene que ver con las posibilidades jurídicas de actuación que la
Constitución y las normas que la desarrollan confieren a los poderes
del Estado y a los órganos constitucionales”(163).

- Conflicto constitucional de competencias

“(...) está relacionado con el Gobierno Nacional, los gobiernos


regionales y los gobiernos locales (de acuerdo con los artículos 191,
192 y 197 de la Constitución, Ley Orgánica de Gobiernos Regionales,
Ley Orgánica de Municipalidades y Ley de Bases de la
Descentralización)”(164).

a. Clases de conflicto competencial

Así como se ha venido reconociendo una serie de modalidades


respecto al hábeas corpus, al amparo y al hábeas data, bien cabe
explicitar una serie de tipologías de conflictos competencias cuya
descripción conceptual sigue a continuación.

- Conflictos competenciales atípicos

“En cuanto a los conflictos competenciales atípicos, este Tribunal ha


tratado, en primer término: (i) conflicto constitucional por menoscabo
de atribuciones constitucionales, indicando que ‘puede este
clasificarse en: a) conflicto constitucional por menoscabo en sentido
estricto; b) conflicto constitucional por menoscabo de interferencia; y,
c) conflicto constitucional por menoscabo de omisión. En segundo
término: (ii) conflictos por omisión en cumplimiento de acto
obligatorio”(165).

- Conflicto constitucional por menoscabo en sentido estricto

“(...) cada órgano constitucional conoce perfectamente cuál es su


competencia. Sin embargo, uno de ellos lleva a cabo un indebido o
prohibido ejercicio de la competencia que le corresponde, lo que
repercute sobre el ámbito del que es titular el otro órgano
constitucional”(166).

- Conflicto constitucional por menoscabo de interferencia

“Las competencias de los órganos constitucionales están enlazadas a


tal punto que uno de ellos no puede ejercer la suya, sino tiene la
cooperación o la actuación de la competencia que le pertenece al
otro”(167).

- Conflicto constitucional por menoscabo de omisión

“Uno de los órganos omite ejercer su competencia produciéndose,


como consecuencia de ello, una atrofia o imposibilidad de ejercicio
de la competencia del otro órgano constitucional, solo que, en este
caso, la omisión funcional no es condición indispensable para el
ejercicio de la competencia o atribución del otro órgano
constitucional”(168).

- Conflicto constitucional por omisión en cumplimiento de


acto obligatorio

“Se configura cuando un órgano omite llevar a cabo una actuación


desconociendo las competencias o atribuciones constitucionales
reconocidas a otro poder del Estado u órgano constitucional, a la par
que las afecta. En este no se trata, pues, de la disputa por titularizar o
no una misma competencia o atribución, sino de la que se suscita
cuando, sin reclamar competencia para sí, un órgano constitucional,
por omitir un deber constitucional o de relevancia constitucional,
afecta el debido ejercicio de las competencias o atribuciones
constitucionales de otro”(169).

- Conflicto constitucional positivo

“Se produce cuando dos o más poderes del Estado u órganos


constitucionales se disputan, entre sí, una competencia o atribución
constitucional”(170).

- Conflicto constitucional negativo

“Se da cuando dos o más poderes del Estado u órganos


constitucionales se niegan a asumir una competencia o atribución
constitucional”(171).

- Conflictos competenciales típicos

“Entre los conflictos típicos cabe mencionar los conflictos


competenciales positivos y negativos”(172).

VI. EPÍLOGO: DOCUMENTO CONCEPTUAL DE LA TERCERA


CONFERENCIA MUNDIAL DE JUSTICIA CONSTITUCIONAL (COREA)
(173)

La justicia constitucional(174) se ha convertido en un aspecto esencial


de muchas democracias, ya tengan tribunales o consejos constitucionales
especializados, o esta función sea ejercida por el sistema judicial ordinario a
través de los tribunales supremos. Todas estas autoridades judiciales se
denominarán en adelante “Tribunales Constitucionales”.

La tarea principal de los tribunales constitucionales consiste en


defender la supremacía de la Constitución. Para que una Constitución pueda
ser un instrumento vivo que se adapte a la sociedad –en lugar de un texto
abstracto alejado de la realidad–, los principios fundamentales que establece
(democracia, separación de poderes, protección de los derechos humanos,
Estado de Derecho) tienen que llevarse a la práctica, y es el deber de los
tribunales constitucionales garantizar que así sea. Cada tribunal lleva a cabo
estas labores en el marco de sus competencias, que le son conferidas por la
Constitución y por el conjunto de normas que rigen su trabajo.

Todos los tribunales constitucionales tienen que lidiar en algún


momento con asuntos sociales, bien porque les corresponde resolver una
controversia jurídica entre diferentes actores de la sociedad, bien porque
obran de manera preventiva y deben examinar la constitucionalidad de una
norma antes de su entrada en vigor. En este caso, el tribunal se adelanta a
los conflictos potenciales al invalidar las normas inconstitucionales que
podrían dar lugar a conflictos sociales, antes de que estas entren en vigor.

Las disputas sociales pueden tener diversos orígenes. Pueden estar


relacionadas con una brecha creciente de los ingresos entre varios estratos
de la sociedad –brecha que puede tomar una dimensión jurídica en casos de
carácter fiscal–, o pueden estar vinculadas a la estructura demográfica de un
país, por ejemplo, controversias entre los diferentes grupos de edad de la
población en litigios que tienen que ver con la legislación sobre seguridad
social. La cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres está a menudo
relacionada con asuntos sociales. Los problemas sociales pueden estar
ligados a cuestiones de distribución de los recursos del Estado entre
actividades públicas como la sanidad y la educación. Incluso un caso que a
primera vista pueda parecer aislado ante un tribunal puede anunciar un
conflicto social de mayores proporciones.

Cuando los conflictos sociales permanecen en suspenso, la paz social


se ve amenazada y, en especial en países con un estilo de gobierno
autocrático, pueden producirse levantamientos violentos, como se ha
observado en varios países. Asimismo, movimientos que no llegan a tener
las características de un levantamiento, como el de los “indignados” u
“Ocupa Wall Street”, son factores que pueden plantear, de uno u otro modo,
problemas jurídicos que deban resolver los tribunales constitucionales.

La globalización exacerba aún más esta clase de disputas. Grandes


cantidades de dinero pueden pasar de un país a otro en cuestión de segundos
y pueden desestabilizar monedas y economías enteras. La limitación de
estos flujos puede generar controversias jurídicas relativas al derecho a la
propiedad, y corresponde a los tribunales constitucionales determinar los
límites de este derecho en virtud de la Constitución.

Entre los países no solamente circulan capitales sino también


personas, por ejemplo, quienes parten de regiones pobres del mundo para
tratar de construir una vida mejor en países más ricos. Es común que estos
países intenten detener los flujos migratorios por diversos medios. El trato
dado a los migrantes es un tema recurrente de derecho constitucional, y
muchos casos relacionados con el derecho de asilo llegan hasta los
tribunales constitucionales.

El propósito de las discusiones del 3er Congreso de la Conferencia


Mundial de Justicia Constitucional es debatir estos temas y precisar la
manera en que los tribunales constitucionales han abordado la integración
social y, en su ausencia, el conflicto social. Los jueces participantes podrán
inspirarse de la experiencia de sus pares, tanto a partir de ejemplos positivos
como a partir de situaciones en las que los tribunales no pudieron resolver
estos problemas debido a la naturaleza de los casos o a que sus
competencias eran demasiado limitadas.

Esta síntesis sobre el tema general de “Justicia Constitucional e


Integración Social” estará dividida en cuatro subtemas:

1. Desafíos de la integración social en un mundo globalizado.

2. Normas internacionales para la integración social.


3. Instrumentos constitucionales que mejoran, abordan o
favorecen la integración social.

4. Papel de la justicia constitucional en la integración social.


CAPÍTULO III

CONTROL CONSTITUCIONAL Y
PODER POLÍTICO

Navegando por los archipiélagos de la


jurisprudencia del Tribunal
Constitucional peruano(*)
I. EXCURSO INTRODUCTORIO

El fenómeno del poder y, en especial, el poder político, ha sido objeto


de diversas vertientes disciplinarias(175); la politología lo estudia desde el
punto de vista fáctico, o sea, lo enfoca tal como es(176); en cambio, el
Derecho Constitucional más bien pretende normar jurídicamente el
ejercicio del poder(177) bajo bases racionales y legítimas(178). La filosofía
política concurre igualmente a desbrozar el poder pretendiendo establecer
que ella se ejercite bajo un sistema de valores éticos(179).

Los politólogos(180) sostienen que una definición aparte de harto


conocida, sea quizás una de las más idóneas, es la desarrollada por Max
Weber (1864-1920), que describe el poder como: “la probabilidad de
imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda
resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”(181). En
este mismo contexto, el pensador alemán alude al concepto de dominación
que lo entiende por “la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato
de determinado contenido entre personas dadas”(182); y conceptualiza a la
disciplina como “la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato
por parte de un conjunto de personas que, en virtud de actitudes arraigadas,
sea pronta, simple y automática”(183). A partir de estas nociones, concluye
en que:

1. El concepto de poder es sociológicamente amorfo. Todas las


cualidades imaginables de un hombre y toda suerte de constelaciones
posibles pueden colocar a alguien en la posición de imponer su
voluntad en una situación dada. El concepto de dominación tiene,
por eso, que ser más preciso y solo puede significar la probabilidad
de que un mandato sea obedecido.

2. El concepto de disciplina encierra el de una obediencia habitual


por parte de las masas sin resistencia ni crítica(184).

II. LA ENIGMÁTICA TRÍADA DEL PODER Y SU LEGITIMIDAD

Karl Loewenstein, al describir la anatomía del proceso del poder


político, indica que existen tres incentivos que acompañan la cotidianeidad
de la vida del hombre en la sociedad y que rigen la totalidad de las
relaciones humanas: el amor, la fe y el poder. En el arcano del tiempo la
historia pasa siempre revista de que esta trimembre vinculación ha estado
siempre presente de una manera misteriosa. Así, el poder de la fe mueve
montañas y el poder del amor es el vencedor en todas las batallas; pero es
ínsito en el hombre el amor al poder y la fe al poder. Loewenstein expresa
que la historia muestra como el amor y la fe han contribuido a la felicidad
del hombre, y como el poder a su miseria(185). La política no es sino la
permanente lucha por el poder y el hombre lo vivencia y lo experimenta,
tanto como detentador del poder o como destinatario del poder(186).
Valgan las líneas precedentes para reflexionar a propósito del
magnífico libro del profesor Diego Valadés respecto a la problemática del
control del poder, en cuyo contenido y desde la perspectiva del mundo
hispanohablante ha desbrozado un macizo conjunto de ideas de carácter
cosmopolita en torno a la forma de cómo debería ser controlado el poder, a
través de tres hilos conductores: el control como problema, el control como
fenómeno y el control como proceso. Ha dicho el maestro azteca que: “[es]
una de las cuestiones pendientes de resolver desde los inicios mismos del
constitucionalismo”, sosteniendo que el problema del control del poder “es
en nuestro tiempo el eje de la vida constitucional”; luego nos precisa que
“los instrumentos de control representan la parte más lábil de las
constituciones” y que esto plantea una triple dimensión del fenómeno
político: lo que es, lo que será y lo que debe ser(187). Estas reflexiones
envuelven enfoques que van de la ciencia política (lo que es el poder), la
filosofía política (cómo debería ser) y, estimamos aquí, el derecho
constitucional (que incluye el control del poder y sus aspectos procesales y
metodológicos).

III. ACERCA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL Y SUS PRESUPUESTOS

En el campo estrictamente constitucional se han planteado profundas


reflexiones en torno a los sistemas de control constitucional(188) y más allá
de matices y heterodoxos planteamientos, estimamos que, para la existencia
de un idóneo sistema de control constitucional deben existir ciertos
presupuestos como son:

a. Presencia de una Constitución rígida(189), que presuponga la vigencia


contemporánea del concepto normativo de Constitución, en donde la
parte dogmática se expresa en la regulación del conjunto de los
derechos fundamentales, y la parte orgánica que pretende un uso
racional y legítimo del poder político.
b. Un órgano jurisdiccional –sea concentrado o difuso– que ejerza el
control y que lo concrete en forma de decisiones judiciales o fallos
plenamente ejecutables(190).

c. Existencia de un conjunto de instrumentos procesales con que cuente


la ciudadanía para afirmar la tutela de los derechos(191) y el control de
los órganos del Estado emanados de cualquier tipo de autoridad.

d. Un sistema político, donde se afirme la división del poder, la


supremacía constitucional y un mecanismo agravado de reforma –que
no hace más que afirmar una Constitución rígida–(192).

Complementariamente a ello, otro presupuesto que rodea las actuales


características del control constitucional es la presencia de la
constitucionalización del orden jurídico(193), que presupone todo un
proceso de transformación al cabo del cual el ordenamiento de un país
resulta totalmente impregnado por la irradiación de las normas
constitucionales. Dicha constitucionalización del ordenamiento jurídico
tiene, en efecto, para el ámbito de aplicación del control constitucional y
para el método de ejercicio del mismo, grandes consecuencias. Así, hoy
puede afirmarse que merced al encaje que cualquier norma (sea esta civil,
penal, comercial, laboral u otra) debe tener respecto a la Constitución, las
controversias jurídicas pueden reconducirse hoy, de un modo u otro, a un
conflicto de carácter constitucional. Ello hace posible, entre otras cosas,
activar procesos constitucionales donde, aunque no de manera directa, se
encuentren en juego posiciones de carácter iusfundamental. Como veremos
más adelante, merced a dicha inundación del ordenamiento jurídico de
valores, principios y derechos constitucionales, hoy, zonas que antes se
encontraban exentas del control jurídico-constitucional se han vuelto
justiciables y la siempre arbitraria categoría de las political quuestions ha
reducido grandemente su radio de acción(194).

Por otro lado, en el ámbito del método jurídico, dicha


constitucionalización del orden jurídico conduce a que las distintas
controversias jurídicas no sean resueltas solo apelando a las normas-regla
que el conjunto normativo específico provea (Derecho Civil, Penal,
Laboral, etc.), sino también a las normas-principio contenidas en los
mismos conjuntos normativos o en la Constitución en forma de derechos
fundamentales(195). La creciente incorporación de los principios en la
resolución de los casos judiciales ha generado, pues, una revolución
copernicana en el método jurídico. Del tradicional método de la subsunción
judicial, aplicado a las denominadas normas-regla se ha pasado, de modo
muy intenso en los últimos años, a emplear el método ponderativo
construido para la aplicación de las normas-principio(196). Dicho cambio en
el modo de operar con las normas jurídicas, producida principalmente por la
presencia en el ordenamiento jurídico de las normas constitucionales (de
carácter fundamentalmente principialistas) genera, además de un cambio
en el paradigma jurídico del que muchos han hablado(197), un modo distinto
en el modo de ejercer el control constitucional.

Otro presupuesto importante que caracteriza actualmente el ejercicio


del control constitucional viene determinado por la actual “concepción
material” de Constitución que el neoconstitucionalismo ha asignado al
nuevo modelo de Estado Constitucional(198). Desde luego no aludimos aquí
a la concepción material de Mortatti, sino a un nuevo modelo de Estado,
que se expresa a través de una Constitución que no solo actúa como límite
al poder político (en sentido negativo), sino que, impregnada de normas
materiales que contienen mandatos de actuación positivos, exige de parte
del poder político ciertos actos positivos que la concreticen. Dichos actos de
los órganos estatales vienen exigidos, además, por un principio que es
ineludible en toda democracia moderna: el carácter normativo de la
Constitución. El desarrollo de determinadas instituciones del Estado que la
Constitución solo enuncia, la regulación de los derechos sociales que esta
postula y la vigencia igualitaria de los derechos fundamentales constituyen,
entre otras, exigencias materiales que la Constitución presenta a los
distintos órganos del poder constituido. En la doctrina y la praxis
jurisprudencial contemporánea, el ejercicio del control constitucional sobre
el cumplimiento de dichos mandatos constitucionales se ha efectuado a
través del llamado “control constitucional de las omisiones legislativas”(199).

En todo caso, bien entendidos los ejes sobre los cuales se


desenvuelven los circuitos y las complejas maquinarias de los controles
constitucionales, bien debe apreciarse, dentro del marco de la actual
ingeniería constitucional(200) que: el control constitucional es una pieza vital
–aunque no la única– dentro del sistema político en el que se desenvuelve el
Estado constitucional. Y ello no obstante la presencia de otros factores
externos que condicionan la realidad constitucional como los regímenes de
excepción, las mutaciones y las desconstitucionalizaciones(201), que forman
manifestaciones patológicas en la dinámica constitucional; y que pueden
llegar a limitar fuertemente el imperio del derecho; sin embargo, aun en
dicho escenario, hoy bien puede afirmarse que estos mecanismos de control
resultan ser acaso los grandes remedios o antídotos con que cuenta la
democracia moderna para estos males que presentan los entes objeto del
control constitucional.

IV. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL CONTROL CONSTITUCIONAL


EN LA JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL PERUANA

Los tribunales constitucionales han venido atravesando por diversas


“olas” o “generaciones”(202) y ha enfrentado mil y una batallas en los
complejos meandros de la política y el derecho; y en este marco bien cabe
hacer una breve reflexión que vincula a la problemática del poder político y,
en especial, del poder jurisdiccional(203) que tienen estas cortes
constitucionales que llegan incluso a definir el nervio de los regímenes
políticos en cuanto al control del poder desde el punto de vista jurídico, aun
cuando para algunos críticos como Fernando Atria, los jueces
constitucionales puedan llegar a un faccionismo que subvierta las
instituciones democráticas(204).
Por lo pronto, debe quedar claro, como lo ha señalado la literatura
politológica de que el poder es uno solo, pero que se manifiesta en diversos
órganos(205). Así, la triarquía clásica del Legislativo, Ejecutivo y Judicial
hoy se encuentra superada por cuanto aparte de estos órganos el actual
constitucionalismo cosmopolita diseña otros órganos más como son por
ejemplo en el Perú, el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el
Jurado Nacional de Elecciones, el Ministerio Público, el Consejo Nacional
de la Magistratura, la Superintendencia Nacional de Banca y Seguros, entre
otros(206).

El Tribunal Constitucional peruano como en todos los demás


modelos de jurisdicción constitucional constituye no solo un órgano “más”
dentro de la singladura del poder político, sino que se ha convertido en el
centro de gravitación de las “grandes decisiones” que involucran la
problemática del control del poder, tanto como de la esfera de protección de
los derechos fundamentales(207); todo esto, por cierto, bajo el desiderátum de
que el Tribunal Constitucional funcione en los marcos de lo que Häberle
denomina “sociedad abierta”(208).

Lo que a continuación sigue es la forma como el TC ha venido


manifestando su poder jurisdiccional para controlar a diversos órganos del
Estado a través de su jurisprudencia y de la propia interpretación
constitucional sobre la base de específicos procesos constitucionales. Por lo
general, los fallos del TC han generado en todos los países que lo
contemplan una guerra de cortes y en nuestro caso esta no solo se ha
manifestado con el propio Poder Judicial(209), sino con otros organismos
como el Jurado Nacional de Elecciones, el Consejo Nacional de la
Magistratura, el Ministerio Público y ni que decir del Parlamento, Poder
Ejecutivo u organismos regionales y locales; es decir, a través del ejercicio
de un control horizontal interórganos, que se complementa con un control
vertical sobre las entidades privadas, como pueden ser monopolios u
oligopolios. En suma, el TC en sus cerca de 13 años de existencia y a través
de sus casi cincuenta mil sentencias(210) ha penetrado por diversos ámbitos y
recodos del control; sus sentencias suponen adelantar o retroceder las
agujas del tiempo, internarse en los pliegues y repliegues de la condición
humana y en la naturaleza y dinámica del poder. Por ello, muchas de sus
decisiones pueden ser fuertemente cuestionadas –como en efecto siempre lo
son–, pero esto no ha significado dejar de reconocer el rol que hoy juega, no
solo en el sistema de justicia, sino en la gobernabilidad misma del país(211).

Este control constitucional lleva igualmente a señalar la naturaleza no


solamente procesal de los procesos constitucionales con que cuenta el Perú
a través de los llamados procesos de la jurisdicción constitucional de la
libertad, que está conformado por el hábeas corpus, amparo, hábeas data y
proceso de cumplimiento; sino también otros tres procesos más que inciden
en la parte orgánica de la Constitución y que forman parte de la más pura
cepa de la jurisdicción constitucional orgánica, como son el proceso de
inconstitucionalidad, el proceso de acción popular y el proceso
competencial; sino que consustancial a dicha naturaleza, también cabe
reconocer que los procesos constitucionales, según la materia que se
dilucida, el órgano que es emplazado y el impacto que ella genera, ostentan
un carácter político al extremo que Häberle, por ejemplo, sostiene que, de
acuerdo a la función que asumen, los tribunales constituyen un poder
político(212).

V. LA AUTOPERCEPCIÓN DEL CONTROL CONSTITUCIONAL POR


PARTE DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Desde la primigenia concepción kelseniana(213) que delineara los


tribunales constitucionales(214), se le prefiguró como un órgano de control
frente a los excesos del legislador (legislador negativo); hoy esa vieja
concepción ha sido vadeada, pues hoy resulta un axioma en la construcción
de los estados constitucionales el principio de que no existe ningún órgano
exento del control constitucional, encargándose dicho control a órganos de
justicia constitucional especializada. Así, en nuestro país el TC ha
establecido también la llamada inexistencia de zonas exentas de control
constitucional, pues sostiene que: “afirmar que existen actos de alguna
entidad estatal cuya validez constitucional no puede ser objeto de control
constitucional, supone sostener, con el mismo énfasis, que en tales ámbitos
la Constitución ha perdido su condición de norma jurídica, para volver a ser
una mera carta política referencial, incapaz de vincular al poder.(…) Es por
ello que constituye una consecuencia directa del carácter jurídico de la
Constitución, el control jurisdiccional de los actos de todos los poderes
públicos (…)”(215).

En igual temperamento el propio TC ha establecido que el tema del


control constitucional no se extingue en la interdicción de los actos
inconstitucionales de los poderes públicos, sino que se extiende también
frente a actos de los particulares o inter privatos. El carácter de la
Constitución como Ley Fundamental de la Sociedad así lo exige(216). Hoy, la
eficacia horizontal de los derechos fundamentales(217) y la ampliación del
ámbito de vinculación de la Constitución a las relaciones que se establecen
dentro del marco de la autonomía privada, constituyen también un principio
esencial del control constitucional. Así, el TC ha señalado que: “los
derechos fundamentales no solo demandan abstenciones o que se respete el
ámbito de autonomía individual garantizado en su condición de derechos
subjetivos, sino también verdaderos mandatos de actuación y deberes de
protección especial de los poderes públicos, al mismo tiempo que informan
y se irradian las relaciones entre particulares, actuando como verdaderos
límites a la autonomía privada”(218).

En dicho contexto, este deber de protección impone como una tarea


especial del Estado su intervención en todos aquellos casos en los que estos
resulten vulnerados, independientemente de dónde o de quiénes pueda
proceder la lesión. Así, el control constitucional se habilita también sobre
actos realizados por particulares. En nuestro sistema de jurisdicción
constitucional, como es sabido, el artículo 200 de la Constitución posibilita
la interposición del amparo contra acto u omisión de autoridad, funcionario
o persona que amenace o vulnere los derechos fundamentales. Con ello,
como ha tenido ocasión de precisar el TC, los procesos de la jurisdicción
constitucional de la libertad sirven para efectuar un control constitucional
sobre actos de los particulares(219).

El control constitucional sobre actos de particulares no contiene, sin


embargo, como ha manifestado el TC, las mismas características que el
control efectuado sobre actos de los poderes públicos. Así, como ha dicho
el TC, el que la Constitución habilite el control constitucional sobre los
actos inter privatos “(…) no quiere decir que el juez constitucional pueda
realizar un control de la misma intensidad como la que normalmente se
realiza en los actos que emanan de los poderes públicos. Con frecuencia
existen justificaciones para la realización de conductas o acto de los
privados que no podrían aducirse nunca respecto de los actos emanados de
órganos estatales. Ello es consecuencia, naturalmente, de que en la figura
del amparo contra particulares, las partes que en ella participan son titulares
de derechos constitucionales. De ahí que, a juicio del Tribunal
Constitucional, el control constitucional de los actos de particulares debe
realizarse caso por caso y a través de un delicado juicio de proporcionalidad
y razonabilidad”(220).

En lo que sigue, como ya se ha señalado, vamos a establecer diversos


casos que involucran el control constitucional de los distintos órganos del
Estado, como son el Parlamento, el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo, el
Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Jurado
Nacional de Elecciones, así como casos concretos de control constitucional
a la jurisdicción militar, la jurisdicción arbitral y la Administración Pública.

VI. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LAS LEYES DE REFORMA


CONSTITUCIONAL
Dentro de los distintos ámbitos donde el Tribunal Constitucional ha
hecho ejercicio del control constitucional, interesa destacar, en primer lugar,
el tema del control de las leyes de reforma constitucional. En efecto, una de
las complejas problemáticas que se presenta con cierta dosis de
intermitencia en América Latina es la presencia de un poder constituyente
irregular y que lleva a afrontar las viejas teorías de Sieyès y de Emilio
Boutmy. En efecto, se trata de si un poder constituido, como es el legislador
ordinario puede ejercer facultades de poder constituyente derivado,
situación que en la práctica y la doctrina no tiene cuestionamiento, pero que
ha llegado a los predios del Tribunal Constitucional para su dilucidación.

El tema del control de la reforma constitucional no solo es un tema de


permanente relevancia teórica, sino que en distintos países los tribunales o
cortes constitucionales han realizado distintos exámenes sobre su validez
normativa(221).

Por lo pronto, estamos de acuerdo con lo que plantea Roberto


Rodríguez Gaona(222) en el sentido de que el control constitucional “puede
examinar todas las normas de un sistema”. Esta hipótesis presupone afirmar
que el control se extiende sobre la totalidad de las normas aplicables a
cualquier instituto específico de control constitucional. En tal perspectiva,
el control constitucional no tiene impedimento para examinar la validez de
cualquier norma controvertida, entre las que se encuentra, obviamente las
normas de reforma constitucional que resultan ser expresión natural de un
poder constituyente derivado.

En primer lugar, el TC ha sido claro en señalar que la Constitución en


su conjunto no puede ser objeto de control. Con ocasión del proceso de
inconstitucionalidad planteado contra la Constitución Política de 1993, el
Tribunal dejó sentado que una vez que entró en vigencia, todos los órganos
constituidos, así como los ciudadanos debían respeto y fidelidad a la Carta
Magna, sin excepción alguna. Con prudencia el TC estimó que puesto que
él mismo –el TC– debía su existencia y su configuración, así como el
propio régimen y designación de sus miembros a la Constitución de 1993,
significaría un contrasentido jurídico desconocerla(223). Por otro lado,
basado en el principio de unidad de la Constitución, el TC tampoco ha
admitido la figura de una inconstitucionalidad parcial de la Constitución, o
lo que podría ser lo mismo, la presencia de normas constitucionales
inconstitucionales(224).

Sin embargo, el TC sí ha considerado una exigencia impuesta por la


propia Constitución el control de las leyes de reforma constitucional. Como
intérprete supremo de la Constitución y como vocero del poder
constituyente, el colegiado constitucional se ha considerado competente
para evaluar la validez de las leyes de reforma constitucional, básicamente
cuando estas vulneren el proceso mismo de reforma constitucional
establecido en la Constitución (revisión formal) y cuando atenten contra el
“contenido fundamental de la Constitución” (revisión material)(225).

En esta línea, el Tribunal determinó con corrección que el parámetro


de control de las leyes de reforma constitucional debía estar constituido por
los principios fundamentales de la Constitución a modificarse y no por las
normas modificatorias de esta. Dicha consideración encuentra su sustento
en un principio fundamental del control constitucional que el TC peruano,
en este caso, se ha encargado de explicitar: el carácter predeterminado y
objetivado del parámetro de control(226). Así, en la STC Exp. Nº 00014-
2003-AI/TC, el TC peruano estableció, gráficamente, que: “si se analizase
la constitucionalidad de la reforma sobre la base de la norma justamente ya
reformada, el parámetro no podría ser otro que los propios criterios
subjetivos de quienes integramos este colegiado. Al no encontrarse
preestablecidos dichos criterios, es decir, al no mostrarse objetivados, sino
depender de lo que, a nuestro juicio, pueda ser lo bueno o lo malo para el
país, la imposición de una decisión al respecto nos devolvería en un solo
acto a un pasado oprobioso, propio del Estado absolutista, en el que la
justicia se ‘administraba’ no sobre la base de una ley, sino conforme a los
caprichos del monarca. Solo que en esta oportunidad el monarca no sería un
individuo [el rey], sino 7 personas, las que precisamente formamos parte de
este Tribunal”(227).

En cuanto a la determinación del núcleo fundamental de la


Constitución como parámetro material de control, el TC peruano ha
establecido que este se haya constituido por los principios esenciales de la
Constitución, sin los cuales esta caminaría irremediablemente a su
aniquilación. Tales son los casos de los principios referidos a la dignidad
del hombre, soberanía del pueblo, Estado democrático de derecho, forma
republicana de gobierno y, en general, régimen político y forma de Estado.
Estos principios esenciales si bien no han sido determinados de manera
explícita como límites a la reforma constitucional lo son en tanto
constituyen los supuestos ideológicos y valorativos en los que se sustenta la
idea misma de una Constitución. Así, el TC ha precisado, con énfasis que:
“El Congreso de la República no puede hacer uso de la reforma
constitucional para variar el sistema democrático de gobierno, para sustituir
el régimen ‘representativo’, para modificar la Constitución económica o
para alterar el principio de alternancia del gobierno, a tenor de los artículos
1, 3, 43 y 58 de la Constitución”(228). Ha concluido, en este sentido, el TC
peruano que: “el poder de reforma es un poder constituido, limitado, que no
puede destruir la Constitución, y que tampoco puede vulnerar su esencia sin
convertirse ilegítimamente en soberano. Esto constituye un límite implícito
al poder revisor, ya que, aunque no se explique en cláusulas de
intangibilidad, el ‘contenido fundamental’ existe, y si este llegara a
transgredirse, se produce el fraude constitucional, que consiste en convertir
el poder revisor en poder constituyente”(229).

Además de ello, el TC ha precisado la existencia de unos límites


materiales explícitos, que si bien no son absolutos como los anteriores
constituyen parámetro para la evaluación de la validez de las leyes de
reforma constitucional. Dichos límites se hayan constituidos por el
contenido esencial de los derechos fundamentales. Como la propia
Constitución ha establecido en su artículo 32 in fine, “la supresión o
disminución de los derechos fundamentales no puede ser sometido a
referéndum”. Sin embargo, dicho límite explícito no opera como el anterior
de manera absoluta. El propio TC ha reconocido que los derechos
fundamentales tienen un tiempo histórico en el cual se desenvuelven y que
si las condiciones que hicieron surgir determinada regulación de un derecho
fundamental cambian, el contenido del mismo también puede variar. Por
otro lado, la necesidad de cohonestar determinadas exigencias provenientes
de otros derechos fundamentales puede hacer variar de igual modo el
estatuto constitucional de un determinado derecho fundamental. Ello hace
necesaria la aplicación de determinados criterios interpretativos que
permitan dicha concordancia entre las distintas exigencias constitucionales
que la Norma Fundamental trae consigo. Así, ha ocurrido en el caso de la
reforma del régimen pensionario, donde merced a un principio de
solidaridad constitucional el Tribunal Constitucional peruano convalidó
dicha reforma que proscribía la nivelación pensionaria y cerraba el régimen
de la cédula viva(230).

VII. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LA FACULTAD NORMATIVA


DEL PODER EJECUTIVO Y DE LAS PRERROGATIVAS
PRESIDENCIALES

1. El control constitucional de los decretos de urgencia

Dentro del esquema actual de cooperación y equilibrio de poderes, la


función normativa o de legislación no ha sido encomendada
exclusivamente al Parlamento, sino que en nuestro país, la
Constitución ha reconocido dicha potestad también al Poder
Ejecutivo, a través de los llamados decretos de urgencia (además de
los decretos legislativos). Y es que la propia dinámica de la vida
constitucional, en sociedades vertiginosas y cambiantes como la
nuestra, exige de parte del poder público formas de actuación que
permitan responder de manera inmediata a los problemas de la vida
nacional, sin esperar el trámite normal de los procedimientos
comunes que de seguirse podrían causar algún daño o perjuicio en los
intereses nacionales.

Como ha dicho el TC, en el enfrentamiento adecuado y oportuno de


dichas situaciones de emergencia constitucional es que se justifica
la potestad normativa asignada al Poder Ejecutivo; por lo que su
ejercicio debe estar sujeto también a dicha circunstancia especial(231).
Los decretos de urgencia, por más que constituyan normas de carácter
excepcional, no pueden en ningún caso quedar fuera de las
condiciones que la propia Constitución ha previsto para su
utilización. En efecto, el TC ha singularizado en este caso, a partir del
propio texto constitucional, una serie de requisitos para la validez
constitucional de dichos decretos de urgencia, arrogándose la facultad
de control sobre el cumplimiento de los mismos a efectos de declarar
su constitucionalidad o no(232).

Los requisitos de validez de los decretos de urgencia (amén del


respeto a los valores, principios y derechos constitucionales que toda
norma jurídica debe guardar) pueden ser clasificados –en palabras del
TC– en formales y materiales. En cuanto a los primeros (referidos al
procedimiento formal para su adopción), dichos requisitos están
constituidos por la refrendación del Presidente del Consejo de
Ministros (condición ex ante) y la obligación de dar cuenta al
Congreso (condición ex post, que puede dar lugar a un control
político a posteriori por el Parlamento)(233). Por su parte, en lo que
corresponde a los requisitos materiales o sustantivos, el TC ha
dividido a su vez a estos en criterios de evaluación de carácter
endógeno y exógeno a la norma. Por lo que respecta al primero, el
decreto de urgencia debe versar sobre materia económica o
financiera, mientras que en lo atinente a los criterios exógenos, estos
tienen que ver con las circunstancias fácticas de excepción que
justifican a nivel constitucional la dación de los referidos decretos.
En atención a la forma de ejercer el control constitucional de los
decretos de urgencia, resultará esencial verificar, entonces, más allá del
cumplimiento de los requisitos de forma establecidos, la presencia de una
materia económica o financiera en su contenido, así como la existencia de
una circunstancia de imprevisibilidad y urgencia que amerite la habilitación
de esta forma extraordinaria de legislación. Respecto a la materia
económica, el TC ha sido claro en sostener que esta no se refiere solo a una
incidencia en el presupuesto, que todo problema social puede tener, sino
esencialmente a los fines económicos que la norma con su promulgación
busque(234). Por lo que se refiere a las circunstancias fácticas que exigen la
dación de un decreto de urgencia, el TC ha establecido una serie de
características que, a la postre, son las que van a definir si el decreto
expedido por el presidente de la República es precisamente de urgencia.
Estas características, en términos del TC son las siguientes:

a. “Excepcionalidad: La norma debe estar orientada a revertir


situaciones extraordinarias e imprevisibles, condiciones que
deben ser evaluadas en atención al caso concreto y cuya
existencia, desde luego, no depende de la ‘voluntad’ de la
norma misma, sino de datos fácticos previos a su promulgación
y objetivamente identificables. Ello sin perjuicio de reconocer,
tal como lo hiciera el Tribunal Constitucional español –criterio
que este colegiado sustancialmente comparte– que ‘en
principio y con el razonable margen de discrecionalidad, es
competencia de los órganos políticos determinar cuándo la
situación, por consideraciones de extraordinaria y urgente
necesidad, requiere el establecimiento de una norma’ (STC
Exp. N° 29/1982, f. j. N° 3).

b. Necesidad: Las circunstancias, además, deberán ser de


naturaleza tal que el tiempo que demande la aplicación del
procedimiento parlamentario para la expedición de leyes
(iniciativa, debate, aprobación y sanción), pudiera impedir la
prevención de daños o, en su caso, que los mismos devengan
en irreparables.

c. Transitoriedad: Las medidas extraordinarias aplicadas no


deben mantener vigencia por un tiempo mayor al estrictamente
necesario para revertir la coyuntura adversa.

d. Generalidad: El principio de generalidad de las leyes que,


conforme se ha tenido oportunidad de precisar en el Caso
Colegio de Notarios de Lima (Exps. Acums. Nºs 00001-2003-
AI/TC y 00003-2003-AI/TC, f. j. N° 6 y ss.), puede admitir
excepciones, alcanza especial relevancia en el caso de los
decretos de urgencia, pues tal como lo prescribe el inciso 19)
del artículo 118 de la Constitución, debe ser el “interés
nacional” el que justifique la aplicación de la medida concreta.
Ello quiere decir que los beneficios que depare la aplicación de
la medida no pueden circunscribir sus efectos en intereses
determinados, sino por el contrario, deben alcanzar a toda la
comunidad.

e. Conexidad: Debe existir una reconocible vinculación


inmediata entre la medida aplicada y las circunstancias
extraordinarias existentes. En tal sentido, este Tribunal
comparte el criterio de su homólogo español cuando afirma que
la facultad del Ejecutivo de expedir decretos de urgencia no le
autoriza a incluir en él ‘cualquier género de disposiciones: ni
aquellas que por su contenido y de manera evidente, no
guarden relación alguna (...) con la situación que se trata de
afrontar ni, muy especialmente aquellas que, por su estructura
misma, independientemente de su contenido, no modifican de
manera instantánea la situación jurídica existente, pues de ellas
difícilmente podrá predicarse la justificación de la
extraordinaria y urgente necesidad’ (STC Exp. N° 29/1982, f. j.
3). Las medidas extraordinarias y los beneficios que su
aplicación produzcan deben surgir del contenido mismo del
decreto de urgencia y no de acciones diferidas en el tiempo o,
menos aún, de delegaciones normativas, pues ello sería
incongruente con una supuesta situación excepcionalmente
delicada”(235).

En consecuencia, queda claro para el Tribunal que, aún cuando prima


facie la evaluación de la situación de necesidad y urgencia le corresponde al
Poder Ejecutivo, en el marco de su función constitucional de dirección
política, no por ello puede dejar de reconocerse que en el Estado
constitucional, dicha potestad debe ser ejercida dentro de los parámetros
que la propia Constitución ha establecido para la expedición de los decretos
de urgencia, tanto en sus aspectos formales o procedimentales como en sus
aspectos sustantivos; estos últimos representados básicamente por el thelos
que la Constitución asigna a estas normas legislativas expedidas por el
Poder Ejecutivo. En este contexto, puede concluirse que si bien la
Constitución habilita una solución constitucional para los momentos de
emergencia o crisis económica, a través de los llamados decretos de
urgencia, nuestra Carta Magna también pretende que la utilización de estos
decretos excepcionales, sea racional y ponderada, no admitiéndose bajo
ninguna circunstancia su uso indiscriminado y arbitrario, fuera de todo
cauce constitucional.

2. El control constitucional del derecho de gracia presidencial

Desde otra perspectiva, otro caso de control constitucional de los


actos del Poder Ejecutivo es el que se haya constituido por el control
de la prerrogativa presidencial de la gracia, que históricamente
siempre se halló exenta de cualquier tipo de control. La Constitución
peruana de 1993 establece en su artículo 118 las funciones que le
corresponden al Presidente de la República, dentro de las cuales,
prevé al titular del Poder Ejecutivo la facultad de “[c]onceder
indultos y conmutar penas. Ejercer el derecho de gracia en beneficio
de los procesados en los casos en que la etapa de instrucción haya
excedido el doble de su plazo más su ampliatoria”(236).

Las gracias presidenciales reconocidas en nuestra Constitución tienen


como fin la evaluación de la necesidad de la pena. En tal sentido, su
utilización solo se justifica cuando resulte innecesario el
cumplimiento de la pena para el caso del indulto y la conmutación
de la pena, así como la persecución penal para el caso del derecho
de gracia.

Tanto el derecho de gracia como el indulto presentan características


similares, puesto que ambas extinguen la acción penal y la condena, y
eliminan cualquier tipo de antecedentes penales y judiciales al
beneficiado con su concesión.

Como claramente puede advertirse del artículo 118 de la


Constitución, este dispositivo ha establecido supuestos para la
concesión del derecho de gracia, a saber: a) que el beneficiado tenga
la condición de procesado; y, b) que se encuentre en la fase de
instrucción y que el proceso haya excedido en el doble de su plazo
más su respectiva ampliatoria. Asimismo, no debemos olvidar que
nuestra Carta Magna prevé como requisito de validez de todos los
actos que emite el presidente de la República, que estos tengan
refrendo ministerial, al señalar que: “(…) son nulos los actos del
Presidente de la República que carecen de refrendación
ministerial”(237).

Debido a la configuración que la propia Constitución le ha otorgado a


la institución que nos ocupa, su naturaleza es la de un acto
discrecional, es decir, una actividad estatal que no encuentra mayor
grado de justificación en su otorgamiento que la observancia de los
requisitos anotados anteriormente, sin que medie ninguna razón
técnica adicional para su adopción.
Esta característica propia de las gracias presidenciales ha sido
siempre cuestionada a lo largo de la historia, aduciéndose que
fomenta la impunidad y que se presta a juegos políticos. En nuestro
país, las gracias presidenciales, cuya concesión se entiende como un
acto excepcional, ha servido como paliativo para solucionar la crisis
penitenciaria que sufrimos, y ha sido utilizado como un mecanismo
ordinario para luchar contra el hacinamiento de las cárceles. Surge
entonces la necesidad de reflexionar respecto de si tal facultad
otorgada al titular del Poder Ejecutivo puede ser objeto de control
constitucional o si es que únicamente le corresponde el control
político por parte del Congreso de la República cuando nos
encontramos ante concesiones cuestionadas.

El Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de pronunciarse con


respecto del derecho de gracia en el caso Jalilie Awapara vs. Cuarta
Sala Penal Especial de la Corte Superior de Justicia de Lima(238),
desarrollando los límites, naturaleza y fines de dicho instituto.

Al igual que en otras oportunidades, el TC ha partido del principio de


fuerza normativa de la Constitución, para afirmar que cualquier acto
de poder público o privado que atente contra los valores, principios o
derechos constitucionales, puede ser objeto de control constitucional,
principio que, como ya se dijo no tiene excepciones en nuestro
sistema de jurisdicción constitucional; por lo que, incluso las
prerrogativas de los más altos funcionarios del Estado que siempre
han estado cubiertas por una amplia discrecionalidad, pueden ser
objeto de control constitucional. Además de ello, una razón adicional
por la cual el control constitucional de la concesión del derecho de
gracia es predicable en nuestra Constitución es la consideración del
principio de igualdad que impone una justificación razonable para el
tratamiento diferenciado de los procesados; así como los mismos
fines constitucionales de la pena y del proceso penal.
El primer punto para realizar el control constitucional de la concesión
del derecho de gracia pasa por escudriñar los límites que dicho
instituto contiene de su propia configuración y como resultado de una
interpretación sistemática de la Constitución, como son, sus límites
formales y materiales. Ha sostenido el TC, con respecto a sus límites
formales(239) que: “(…) [e]s de señalarse que para el caso de la gracia
presidencial, es claro que constituyen límites formales de la misma,
los requisitos exigidos de manera expresa en el artículo 118, inciso 21
de la Constitución, a saber: 1) Que se trate de procesados, no de
condenados; 2) Que la etapa de instrucción haya excedido el doble de
su plazo más su ampliatoria; 3) Aparte de los requisitos ya
mencionados, cabe señalar la necesidad de refrendo ministerial
(artículo 120 de la Constitución).”

Asimismo, el TC estableció los límites materiales(240) que debe


reunir la decisión, para que esta medida esté de acuerdo con los
principios de supremacía constitucional y de unidad de la
Constitución. Así, expresó el TC que: “(…) En lo referente a los
límites materiales de la gracia presidencial, es de señalarse que en
tanto interviene en la política criminal del Estado, tendrá como
límites el respetar los fines constitucionalmente protegidos de las
penas, a saber fines preventivo especiales (artículo 139, inciso 22 de
la Constitución) y fines preventivo generales, derivados del artículo
44 de la Constitución y de la vertiente objetiva del derecho a la
libertad y seguridad personales. (…)Asimismo, el derecho de gracia,
en tanto implica interceder ante alguno o algunos de los procesados
en lugar de otros, debe ser compatibilizado con el principio-derecho
de igualdad. Así, será válida conforme al principio de igualdad la
gracia concedida sobre la base de las especiales condiciones del
procesado. En este sentido, la gracia presidencial deberá ser
concedida por motivos humanitarios, en aquellos casos en los que por
la especial condición del procesado (por ejemplo, portador de una
enfermedad grave e incurable en estado terminal) tornarían inútil una
eventual condena, desde un punto de vista de prevención especial”.

Como puede apreciarse, una concesión indebida de la gracia


presidencial, que desconozca los límites formales y materiales arriba
señalados, no solo desnaturalizaría la misma institución sino que
resultaría atentatoria del principio de igualdad, puesto que en aquellos
casos en los que no exista una especial situación del procesado que
justifique un tratamiento diferenciado respecto de los demás
procesados vulneraría el propio texto constitucional. Como sostiene
el Tribunal(241), en aquellos casos en los cuales “la situación del
procesado no sea distinta a la de los demás procesados y no existan
razones humanitarias para su concesión, será, además de atentatoria
del principio de igualdad, vulneratoria de los fines preventivo
generales de las penas constitucionalmente reconocidos, fomentando
la impunidad en la persecución de conductas que atentan contra
bienes constitucionalmente relevantes que es necesario proteger”.

Finalmente, respecto de la necesidad de justificar las resoluciones


supremas que conceden el derecho de gracia presidencial ha
sostenido que(242): “(…) Queda claro, sin embargo, que de cara a
futuros casos en los que pueda cuestionarse medidas que supongan el
otorgamiento de la gracia presidencial, deberá tomarse en cuenta la
necesidad de que toda resolución suprema que disponga dicho
beneficio, tenga que aparecer debidamente motivada a los efectos de
que, en su caso, pueda cumplirse con evaluar su compatibilidad o no
con la Constitución Política del Estado”.

VIII. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LAS DECISIONES DEL PODER


JUDICIAL

Con relación al control constitucional del Poder Judicial, asistimos a


una verdadera paradoja. Se trata de la paradoja del constitucionalismo
contemporáneo, que confía a los jueces la custodia última de los derechos
fundamentales, sin que ello exima a estos del propio ejercicio del control
constitucional. En concreto, se trata del control de su actuación en cuanto
funcionarios que ejercen el poder de decir el Derecho en la solución de los
conflictos sociales cuya solución se les encomienda.

La puerta de entrada al control de la actividad jurisdiccional del


Poder Judicial ha sido, como en muchos otros casos, una puerta creada vía
interpretación. Como observa Samuel Abad(243), al igual que la actual
Constitución, la de 1979 dejó abierta la posibilidad del amparo contra la
actuación del Poder Judicial, en la medida en que su artículo 295, al igual
que el actual artículo 200 de la Constitución de 1993, dejaba abierta la
posibilidad del amparo frente a “cualquier autoridad, funcionario o
persona”.

De ello se dedujo, tempranamente, e incluso antes de la legislación


mencionada(244), que los jueces como cualquier funcionario o autoridad no
podían quedar exentos de control respecto de su actividad jurisdiccional. No
obstante, fue la Ley Nº 23506 que en su artículo 6.2, la que, queriendo
cerrar la posibilidad del control constitucional de la actividad judicial,
estableció que “no proceden las acciones de garantía: contra resolución
judicial emanada de un procedimiento regular”. Sin embargo, dicha fórmula
dejaba igualmente habilitada una interpretación que, contrario sensu,
permitía la posibilidad “legal” del amparo contra decisiones judiciales,
cuando tales decisiones no emanaban de “procedimiento regular”(245). La
calificación de lo que debía entenderse por “procedimiento regular” se
convirtió, de este modo, en el punto neurálgico en la jurisprudencia
constitucional para establecer el control o no de la actividad judicial.

Como es sabido, la Constitución de 1993 constitucionalizó el


problema, al reproducir en su artículo 200.2 la literalidad del texto del
artículo 6.2 de la Ley Nº 23506, conforme al cual: el proceso de amparo no
procede “contra resoluciones judiciales emanadas de procedimiento
regular”.

No obstante, a la misma conclusión podría llegarse si es que se parte


de otro extremo del artículo 200.2 de la Constitución de 1993. Esto es, el
extremo en el que se constitucionaliza el régimen general del proceso de
amparo, conforme al cual, este proceso constitucional procede, “ante el
hecho u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario o persona”.
De este modo, mientras respecto de resoluciones judiciales hay que estar al
concepto de “procedimiento regular”, en cambio en cuanto “autoridad o
funcionario” los jueces están sometidos a control no solo respecto de su
actividad jurisdiccional sino también respecto de cualquier tipo de
actuación e incluso, llegado el caso, también sería objeto de control las
“omisiones” o inacciones de los jueces(246).

Con este antecedente, el Código Procesal Constitucional (Ley Nº


28237) solo vino a reconocer de manera explícita la procedencia del amparo
contra resoluciones judiciales, aunque limitándolo a resoluciones judiciales
“firmes” y al agravio a la tutela judicial o el debido proceso
“manifiestos”(247).

1. Desarrollo jurisprudencial del control constitucional de la


actividad judicial

Superada la discusión de la procedencia del amparo contra decisiones


judiciales tras su reconocimiento constitucional, en cuanto expresión
del régimen general del proceso de amparo; el desarrollo
jurisprudencial de los últimos años se ha mostrado fructífero a la hora
de delimitar cada uno de los derechos constitucionales procesales
que comprende su objeto.

El punto de partida para el análisis de la jurisprudencia de esta


primera etapa es la convicción de que los órganos judiciales solo
podían efectuar violaciones constitucionales respecto de su actividad
procesal. Así el Tribunal Constitucional dirá que: “(…) solo procede
evaluar las resoluciones judiciales cuestionadas en la medida en que
pudieran afectar algún derecho constitucional procesal (…)”(248); ello,
además, en aparente concordancia con lo que al parecer sugería la
propia fórmula del artículo 4 del Código Procesal Constitucional.

No obstante, como lo hace notar Castillo Córdova(249), si bien la tutela


judicial efectiva a la que alude el artículo 4 del C.P.Constitucional
incluye un haz de derechos de naturaleza procesal, el Tribunal
también ha incluido en el ámbito de control de las actuaciones
judiciales al debido proceso sustantivo y en especial los criterios de
razonabilidad y proporcionalidad en la actuación jurisdiccional. En
tal sentido, el TC tuvo ocasión de establecer que: “La dimensión
sustancial del debido proceso además de tener un control formal del
proceso judicial, controla también los contenidos de la decisión en el
marco del Estado Constitucional; es decir, un control en cuanto a la
razonabilidad y proporcionabilidad con que debe actuar todo juez
dentro del marco de la Constitución y las leyes(250).

La dimensión del control sustancial de las decisiones sería el anuncio


de uno de los cambios más relevantes producidos en los últimos años
en materia de control de decisiones judiciales. En efecto, como se ha
dicho, con la expedición de la STC Exp. Nº 03179-2004-PA/TC, de 2
de octubre de 2006, caso Apolonia Ccollcca, el Tribunal
Constitucional dejó atrás una corriente jurisprudencial de cerca de 25
años en torno al ámbito de protección del amparo contra resoluciones
judiciales(251).

En la STC Exp. Nº 03179-2004/PA/TC, el Tribunal afirmaría que en


la medida en que todos los derechos fundamentales vinculan a todos
los poderes públicos, el control constitucional de las resoluciones
judiciales necesariamente tenía que comprender la tutela de todos los
derechos fundamentales. Un control, desde luego, que no solo se
dirige a evaluar si en un proceso ordinario los jueces han cumplido
con la obligación de “respetar” los derechos, es decir, con no
vulnerarlos; sino que comprende también la obligación de
“garantizarlos”, esto es, de observar que en la aplicación de la
legislación ordinaria se observe el significado correcto de dichos
derechos fundamentales.

Por cierto, la variación de este criterio jurisprudencial no ha sido


ajena a ciertas reacciones. Los temores de que el Tribunal
Constitucional pueda cruzar la línea de frontera entre lo que es propio
de la jurisdicción constitucional con la que corresponde a la justicia
ordinaria, sigue siendo el principal reto que tiene que afrontar el
supremo intérprete de la Constitución. Pero es un desafío que, dentro
de la zona de penumbra con que pueda estar marcada, cuenta ya con
importantes parámetros de autorestricción. Con todo lo polémico que
ello pueda resultar, la apelación a la fórmula Heck, acuñada en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal Alemán, y
asumida por el Tribunal en las RTC Exp. Nº 09746-2005-PHC/TC y
en la STC Exp. Nº 01209-2006-PA/TC; o a la fórmula de la cuarta
instancia, expuesta por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, y asumida por el Tribunal en la RTC Exp. Nº 00759-2005-
PA/TC, dichas pautas constituyen ya importantes límites funcionales
que marcan, en negativo, el ámbito dentro del cual no puede moverse
el control constitucional de las resoluciones judiciales.

2. El control de la motivación(252)

Los límites de la intervención del juez constitucional en las labores


del juez ordinario es una discusión, que corre en paralelo, dentro de la
jurisprudencia constitucional, con el derecho a la debida justificación
de las resoluciones judiciales. Esto es así, toda vez que, en muchos
casos, la “corrección constitucional” exigida por el Tribunal, supone
la evaluación de la manera en que los jueces del Poder Judicial
entienden los derechos, o incluso, el propio contenido de la Ley.
En el caso peruano, en los últimos años, el Tribunal ha incorporado
en su jurisprudencia la denominada fórmula Heck(253) propuesta por
el Tribunal Federal alemán como metodología de separación del
trabajo entre justicia ordinaria y justicia constitucional, la que permite
que determinados supuestos de la actividad judicial ordinaria queden
al margen del control de constitucionalidad, ya sea por corresponder
al ámbito de una mera legalidad o por constituir actividad de
valoración de hechos que no repercuten en el ámbito
constitucionalmente protegido de alguno de los derechos protegidos a
través del proceso de amparo.

En esta misma línea, el TC peruano también ha recogido la fórmula


de la cuarta instancia(254), estableciendo por esta vía que el Tribunal
carece de competencia ratione materiae para “(...) constituirse en una
instancia de prolongación del debate judicial realizado en el ámbito
de la jurisdicción ordinaria”. De este modo, el TC ha dispuesto que:
“(...) no puede (...) revisar las sentencias dictadas por los jueces
ordinarios que actúen en la esfera de su competencia respetando
debidamente los derechos fundamentales de orden procesal (...)”(255).

El Tribunal peruano, en el caso Bedoya de Vivanco(256), estableció


que: “(...) solo excepcionalmente quepa efectuar un control
constitucional sobre una resolución judicial por afectación del
principio de legalidad penal y, en concreto, en aquellos casos en los
que, al aplicar un tipo penal o imponer una sanción, el juez penal se
aparte del tenor literal del precepto o cuando la aplicación de un
determinado precepto obedezca a pautas interpretativas
manifiestamente extravagantes o irrazonables, incompatibles con el
ordenamiento constitucional y su sistema material de valores”.

El modo de actuar del Tribunal dentro de tal “excepcionalidad” es,


desde luego, en el marco de la “razonabilidad” que supone, de
entrada, una puesta en escena del poder de “regulación procesal” de
parte del Tribunal. Pues las veces que considera que dicha
irrazonabilidad se ha producido, ya sea en la calificación jurídica o en
la propia valoración de los hechos, la intervención estará legitimada
conforme al propio Tribunal. Podría afirmarse, de este modo, que
parece irremediable que el Tribunal actúe en estos ámbitos como
árbitro de su propia actuación, con relación a las intervenciones en las
decisiones del juez ordinario.

Esto queda demostrado si se observa el caso, donde el Tribunal


legitima su actuación, ya no para el examen de una “irrazonable”
asignación de significados a una determinada norma de carácter legal
por parte del juez ordinario, sino que incluso tratándose de una
simple liquidación de intereses de una deuda laboral, el Tribunal
termina en la práctica, sustituyendo el criterio del juez de ejecución
para sugerir que el suyo, resulta para el caso, más “razonable”. De
este modo, el Tribunal estima que: “Siendo que en el presente caso se
comprueba una falta de razonabilidad y legalidad al momento de
calcular los intereses de una deuda laboral, conforme a los
fundamentos expuestos supra, este Tribunal también comprueba una
violación de los derechos al debido proceso y a la tutela
jurisdiccional, en su manifestación de derecho a la motivación de las
resoluciones judiciales fundadas en Derecho”(257).

3. Los “criterios” para la intervención del TC en las razones del


juez ordinario

En un intento por dar cierta coherencia doctrinaria a los criterios de


intervención en las razones de la justicia ordinaria, se ha postulado
una distinción entre dos extremos o concepciones a la hora del
control constitucional de las decisiones del juez ordinario. Así se
alude a una interpretación estricta y una flexible a la hora de
“intervenir” en la motivación del juez ordinario(258).

En el primer caso (interpretación estricta) se trataría de un examen


teniendo como premisa que los jueces ordinarios han actuado en el
ámbito de sus competencias, de modo que se trata de construir una
política jurisprudencial de auto limitación o self restraint a favor de la
justicia ordinaria. Desde esta perspectiva, esta solo resulta “juzgada”,
cuando sea inexorable o el agravio sea “manifiesto” en el ámbito
constitucional “reservado” al juez constitucional. En el segundo caso
(interpretación flexible) el alcance del control es en cambio integral.
“En base a la tesis que postula la dimensión objetiva del amparo (...)
los jueces constitucionales asumen competencia para examinar el
juicio ordinario con un canon constitucional propio del supremo
intérprete de la Constitución, pudiendo revisar todo el proceso (desde
el examen del acto lesivo, la validez o no de una norma legal, hasta el
valor probatorio de las pruebas)”(259). Al parecer se trataría, por esta
vía, de erradicar todo obstáculo que impida un control total por parte
del Tribunal sobre el juez ordinario.

El problema de esta estrategia metodológica, si bien permite


identificar dos extremos o “actitudes” frente a las decisiones de la
justicia ordinaria respecto del control constitucional, no ofrece, sin
embargo, claridad ni descriptiva ni prescriptiva a la hora de establecer
parámetros para realizar tal control. No es descriptiva, puesto que es
posible encontrar que en la práctica jurisprudencial, muchas veces, el
control se realiza en términos medios. Es decir, sin entrar en el fondo,
pero tampoco limitándose solo a las formas procesales, como
pareciera sugerir una perspectiva “estricta”. No es prescriptiva,
porque no nos dice, cuales son los límites, si acaso fuera posible y
tampoco postula parámetros para proteger la independencia y
seguridad jurídica que debe otorgar todo juez con sus decisiones, de
modo que la actuación del juez constitucional, sobre la base de la
necesidad de control constitucional, no termine por generar mayores
perjuicios con un activismo desbocado por parte del Tribunal
Constitucional.
Frente a la ambigüedad y poca utilidad práctica de las fórmulas
genéricas, la jurisprudencia constitucional ha postulado también, siguiendo
la experiencia comparada, un modelo de control basado en la razonabilidad
de la intervención en la justicia ordinaria. De este modo y con base en el
caso Lüth resuelto por el Tribunal Federal alemán(260), se ha postulado hasta
tres test para examinar una resolución judicial desde la perspectiva
constitucional. “Así, el objeto de la motivación del recurso extraordinario
de control de una resolución judicial debe ser materia de un examen de
razonabilidad y coherencia y la medida debe ser materia de un examen de
suficiencia”(261).

Estos criterios han sido recogidos por la jurisprudencia constitucional


peruana en un caso reciente, donde además se dio cobertura para que vía un
proceso de amparo contra una decisión judicial ya no solo se pueda revisar
la violación a la tutela judicial o el debido proceso(262), sino cualquier
derecho fundamental(263). Así en el caso Apolonia Ccollcca (Exp. Nº 03179-
2004-AA/TC)(264), el Tribunal asumió una concepción amplia de revisión de
toda decisión judicial donde se constate la violación de cualquier derecho
que tenga relevancia constitucional. Sin embargo, en la misma sentencia,
incorporó también el canon para el control de decisiones judiciales.

Dicho canon interpretativo, a decir del Tribunal, permitiría “realizar,


legítimamente, el control constitucional de las resoluciones judiciales
ordinarias” y estaría compuesto, en primer lugar, por un examen de
razonabilidad; en segundo lugar, por el examen de coherencia; y,
finalmente, por el examen de suficiencia.

a. Examen de razonabilidad: Por el examen de razonabilidad, el


Tribunal Constitucional debe evaluar si la revisión de todo el
proceso judicial ordinario es relevante para determinar si la
resolución judicial que se cuestiona vulnera el derecho
fundamental que está siendo demandado.
b. Examen de coherencia: El examen de coherencia exige que el
Tribunal Constitucional precise si el acto lesivo del caso
concreto se vincula directamente con el proceso o la decisión
judicial que se impugna; de lo contrario no estaría plenamente
justificado el hecho de que el Tribunal efectúe una revisión
total del proceso ordinario, si tal revisión no guarda relación
alguna con el acto vulneratorio.

c. Examen de suficiencia: Mediante el examen de suficiencia, el


Tribunal Constitucional debe determinar la intensidad del
control constitucional que sea necesaria para llegar a precisar el
límite de la revisión del proceso judicial ordinario, a fin de
cautelar el derecho fundamental demandado.

La última decisión relevante en materia de control de actuaciones


judiciales está contenida en la STC Exp. Nº 00728-2008-HC/TC, caso
Giuliana Llamoja. La relevancia de este caso radica en que el TC expone
esta vez un modelo de control estricto en materia de apreciación del
material probatorio que crea convicción en el juzgador penal. La
motivación en materia de hechos no había sido puesta de relieve por el
Tribunal, de manera que puede establecerse que este caso marca el inicio de
un nuevo periplo del Tribunal en la extensión de los controles también al
ámbito de la apreciación de la prueba(265).

La exigencia de una estricta justificación en materia de hechos pone,


sin embargo, en una situación de nuevo riesgo al Tribunal. Por un lado, el
peligro tantas veces acusado de convertirse en una instancia de calificación
del juicio a quo; y por otro, de aumentar de manera incontrolable su carga
procesal ante la falta de claridad de los criterios de selección de casos y ante
el apetito nunca satisfecho de los abogados de llevar las causas hasta el
último pedestal de la justicia.
Con todo, bien cabe señalar que el control constitucional respecto a
las resoluciones judiciales ha tenido un complejo periplo evolutivo que fue
signado, primero, con la vieja posición llamada tesis negativa que fue
desarrollada tanto por los viejos antecedentes del D. Ley Nº 17083, luego
por la Ley Nº 23506, bajo el marco del antiguo Tribunal de Garantías
Constitucionales y que habría de extenderse hasta el Tribunal
Constitucional; y luego superada esta postura, la llamada tesis permisiva
que admitió una variante “débil”, vía la interpretación contrario sensu del
artículo 6.2. de la 23506, y luego la actual tesis permisiva que inaugura el
artículo 4 del actual C.P.Constitucional.

IX. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LOS ACTOS DEL MINISTERIO


PÚBLICO

La Constitución Política de 1993 ha asignado en su artículo 159 al


Ministerio Público una serie de funciones constitucionales, entre las cuales
destaca la facultad de ejercitar la acción penal ya sea de oficio o a pedido de
parte. Dicha facultad –ha dicho el TC–, si bien es una facultad discrecional
reconocida por el poder constituyente al Ministerio Público, es obvio que
esta facultad, en tanto que el Ministerio Público es un órgano constitucional
constituido y por ende sometido a la Constitución, no puede ser ejercida,
irrazonablemente, con desconocimiento de los principios y valores
constitucionales, ni tampoco al margen del respeto de los derechos
fundamentales(266). En dicho contexto, a partir de la sentencia recaída en el
caso Fernando Cantuarias Salaverry(267), el Tribunal Constitucional ha
admitido el control constitucional de los actos del Ministerio Público,
reconociéndose que el Ministerio Público se encuentra vinculado con el
principio de interdicción de la arbitrariedad y el debido proceso. En dicha
sentencia se señaló que la competencia asignada al fiscal para llevar a cabo
una investigación no le permite en modo alguno: a) actividades caprichosas,
vagas e infundadas desde una perspectiva jurídica; b) decisiones despóticas,
tiránicas y carentes de toda fuente de legitimidad; y c) lo que es contrario a
los principios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica. Además de ello,
conforme estableció anteriormente en la STC Exp. Nº 01268-2001-HC/TC,
el proceso prejurisdiccional penal representado por la investigación fiscal
también debe respetar los principios y derechos que conforman el debido
proceso, trasladando en lo que sea pertinente las garantías otorgadas en el
proceso penal a sede fiscal, a fin de evitar un accionar des-
vinculado de la Constitución y de la dignidad de la persona humana.

El control que se debe ejercer sobre dichos actos vulneratorios del


debido proceso y de los principios mínimos de razonabilidad y
proporcionalidad que acometa el Ministerio Público no puede ser efectuado,
sin embargo, a través del proceso constitucional de hábeas corpus. Como ha
entendido el TC, este proceso constitucional en nuestro sistema de
jurisdicción constitucional se encuentra conectado con la protección de la
libertad personal, y en los términos de artículo 4 del C.P.Constitucional solo
procede contra la vulneración del debido proceso siempre que esta
involucre dicho derecho constitucional. En los términos expuestos por el
TC la denuncia fiscal no constituye tampoco una amenaza contra la libertad
individual, pues el juez penal no se encuentra vinculado por la denuncia
efectuada por el Ministerio Público. Sin embargo, también ha reconocido el
TC que una denuncia fiscal formulada de manera absolutamente arbitraria
puede inducir peligrosamente al juez a un error; por lo que en algunos casos
excepcionales el colegiado constitucional ha ingresado a examinar el fondo
del asunto y declarar nula la denuncia formulada por el Ministerio
Público(268). Esta restricción de orden procesal en el acceso al proceso de
hábeas corpus expresa, visto en sentido contrario, que el proceso habilitado
para dicho control constitucional de la actividad fiscal es el proceso
constitucional de amparo, aun cuando el TC no ha efectuado todavía un
desarrollo amplio de una suerte de amparo fiscal.

En sucesivas sentencias, el Tribunal Constitucional peruano ha


seguido delimitando la actividad del Ministerio Público conforme a
parámetros constitucionales. Así, en el caso Chávez Sibina(269) el TC señaló
que, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 5 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público, las facultades reconocidas a los fiscales se rigen de
conformidad con los principios de autonomía (mediante el cual se les
reconoce el ejercicio independiente de sus funciones de acuerdo con sus
propios criterios y en la forma que consideren más ajustada a los fines
constitucionales y legales que persigue el Ministerio Público, de
conformidad con criterios objetivos y razonables, y por tanto, exentos de un
ejercicio funcional arbitrario) y jerarquía (según el cual, los fiscales
pertenecen a un cuerpo jerárquicamente organizado, por lo que deben
sujetarse a las instrucciones que les impartan sus superiores; ello en la
medida de que se pretenda dotar de coherencia y unidad al ejercicio de las
funciones constitucionales contenidas en el artículo 159 de la Constitución).
Sin embargo, también se precisó que el mencionado principio de jerarquía
no puede llevar a anular la autonomía del fiscal de menor jerarquía en el
ejercicio de sus atribuciones, en razón que ello comportaría una omisión del
mandato constitucional previsto en el artículo 159 inciso 4 de la
Constitución, que dispone que corresponde al Ministerio Público
“[c]onducir desde su inicio la investigación del delito (...)”; así como
también de lo dispuesto en el propio artículo 5 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público, que prescribe: “[l]os fiscales actúan
independientemente en el ejercicio de sus atribuciones, las que
desempeñarán según su propio criterio y en la forma que estimen más
arreglada a los fines de su institución”.

En la misma sentencia (fundamento N° 19) también se señaló que el


Ministerio público se encuentra vinculado al derecho a la debida
motivación de las resoluciones, reconocido en el artículo 139, inciso 5 de la
Constitución, considerando que: “[t]an arbitraria e irrazonable es una
resolución judicial que adolece de falta de motivación, como aquella
denuncia fiscal en la que no existen fundamentos objetivos y razonables –y
sí, por el contrario, argumentos subjetivos e injustificados– para que se
formule una denuncia penal contra una determinada persona”.
Otro importante desarrollo de la jurisprudencia del TC en materia de
control de la actividad del Ministerio Público lo constituye lo relativo al
plazo razonable de investigación fiscal. El TC en la sentencia recaída en el
caso Gleiser Katz(270) afirmó que en la medida en que legislativamente no se
ha determinado un plazo aplicable a la etapa de investigación preliminar (al
menos para los procesos no regulados por el Nuevo Código Procesal Penal),
es posible –a fin de evaluar la razonabilidad del plazo de la investigación
fiscal– hacer uso de los criterios ya reconocidos jurisprudencialmente para
evaluar la razonabilidad del plazo de la detención, a saber: la actuación del
fiscal, la actuación del investigado y la naturaleza de los hechos objeto de
investigación.

X. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LAS RESOLUCIONES DEL


JURADO NACIONAL DE ELECCIONES

En el marco de la interpretación de la Constitución el Tribunal


Constitucional ha venido desarrollando una posición que, a la postre, habría
de ser convalidada por el actual C.P.Const. relacionadas a las resoluciones
que expide el órgano de justicia electoral en el Perú y que le corresponde al
JNE. Así, respecto a la interpretación de los artículos 142 y 181(271) el TC ha
sostenido que tienen por propósito garantizar que ningún otro órgano del
Estado se arrogue la Administración de Justicia sobre los asuntos
electorales, pues en esta materia técnico-jurídica, el JNE es, en efecto,
instancia definitiva. Así lo ordena la Constitución y bajo el principio de
corrección funcional ese fuero debe ser plenamente respetado por todo
poder constituido, incluyendo, al propio Tribunal Constitucional.

Sin embargo, cuando el JNE ejerce funciones excediendo el marco


normativo que la Constitución le impone, allí sí puede el TC ejercer el
control constitucional de las resoluciones del JNE. Para ello, debe existir
como presupuesto que dicha resolución se expida en contravención de los
derechos fundamentales. En tales supuestos, el criterio del JNE escapa a los
asuntos técnico-jurídicos de carácter estrictamente electoral, siendo de
inmediata aplicación el inciso 2) del artículo 200 de la Constitución que
dispone que el proceso de amparo “procede contra el hecho u omisión, por
parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o amenaza
los (...) derechos reconocidos por la Constitución”. En otras palabras, en
tales casos, la jurisdicción constitucional se torna inmediatamente en el
fuero competente para dirimir la litis circunscrita a si existió o no violación
de la Carta Fundamental. Sin que pueda caber aquí, desde luego, una
subrogación en las funciones reservadas constitucionalmente al JNE.

Por principio debe aclararse que el TC no se está arrogando


competencias electorales, pues estos ámbitos competenciales son
competencia exclusiva y excluyente del propio JNE, como marco de su
garantía institucional; sin embargo, el Tribunal, analogando el control
constitucional que ejerce sobre un juez penal o civil que contraviene los
derechos fundamentales, ha establecido que tiene competencia para
nulificar los actos de este organismo de justicia electoral si es que este
hubiere violado el orden jurídico constitucional. Es evidente que en tales
supuestos el Tribunal Constitucional se limita a impartir justicia
constitucional, reponiendo las cosas al estado anterior al momento en que
tuvo lugar la afectación del derecho fundamental, para que luego el proceso
continúe siendo resuelto por su respectivo juez competente. La secuencia es
idéntica en los supuestos de resoluciones expedidas por jueces que imparten
justicia electoral. Así pues, no se trata de una superposición de funciones,
sino de delimitar clara y correctamente las competencias que la
Constitución ha conferido a cada uno de los órganos constitucionales
(principio de corrección funcional)(272).

Igualmente el propio Tribunal establece la compatibilización de las


resoluciones del JNE que, al ser excepcionalmente objeto de control por el
propio Tribunal Constitucional, tiene encaje de armonización con la
seguridad jurídica. En efecto, sostiene el TC que: “la posibilidad de ejercer
control constitucional a las resoluciones del JNE que resulten contrarias a
los derechos fundamentales no solo emerge de una adecuada interpretación
de la Carta Fundamental, sino que se encuentra expresamente concretizada
en una disposición del C.P.Constitucional (…)”(273).

En efecto, el colegiado constitucional sostiene que si bien “la


seguridad jurídica –que ha sido reconocida por el propio Tribunal como un
principio implícitamente contenido en la Constitución–, es pilar
fundamental de todo proceso electoral”(274) y, siendo que los procesos
electorales ostentan plazos perentorios y preclusivos, y que una de las
garantías para la estabilidad democrática es el conocimiento exacto y
oportuno del resultado de la voluntad popular manifestada en las urnas
(artículo 176 de la Constitución); “no es factible que, so pretexto del
establecimiento de garantías jurisdiccionales de los derechos
fundamentales, se culmine por negar la seguridad jurídica del proceso
electoral, y con ella, la estabilidad y el equilibrio del sistema constitucional
en su conjunto (principio de interpretación constitucional de concordancia
práctica)”(275).

Así, el TC se ha visto obligado a precisar tres grandes aspectos que


vinculan y relacionan al sistema electoral en su conjunto. Veamos:

a. El Tribunal Constitucional es un órgano constituido sometido a la


Constitución y a su ley orgánica. En su función de máximo intérprete
constitucional (artículo 201 de la Constitución y artículo 1 de la
LOTC), tiene el deber de integrar todas las normas constitucionales, y
otorgar así seguridad jurídica y unidad normativa al Derecho
Electoral Constitucional, garantizando el respeto a los derechos
fundamentales y la primacía normativa de la Constitución (artículo II
del Título Preliminar del C.P.Const.).

b. En atención a la seguridad jurídica que debe rodear todo proceso


electoral y a las especiales funciones conferidas a los órganos del
sistema electoral en su conjunto (JNE, ONPE, Reniec –artículos 178,
182 y 183 de la Constitución–), en ningún caso la interposición de
una demanda de amparo contra el JNE suspende el calendario
electoral, el cual sigue su curso inexorable. Toda afectación de los
derechos fundamentales en la que incurra el JNE, devendrá en
irreparable cada vez que precluya cada una de las etapas del proceso
electoral o que la voluntad popular, a la que hace alusión el artículo
176 de la Constitución, haya sido manifestada en las urnas. En dichos
supuestos el proceso de amparo solo tendrá por objeto determinar las
responsabilidades a que hubiera lugar, de conformidad con el artículo
1 del C.P.Const. Aquí en rigor se trataría de eventuales procesos de
amparo electorales que no tendrían los efectos de una naturaleza
restitutoria puesto que ya se ha convertido en irreparable; empero,
ello no impide que se establezca fundada la demanda de amparo
como una modalidad de lo que constituye la tipología del amparo
innovativo.

c. Igualmente el Tribunal Constitucional estima que es preciso


incrementar las garantías que aseguren la celeridad y seguridad
jurídica que deben caracterizar a todo proceso electoral, sin que con
ello se afecte el plausible control constitucional de una resolución del
JNE en materia electoral que contravenga derechos fundamentales.
Debe recordarse que con el mismo énfasis con el que la Corte
Interamericana ha señalado que todo órgano supremo electoral, “debe
estar sujeto a algún control jurisdiccional que permita determinar si
sus actos han sido adoptados al amparo de los derechos y garantías
mínimas previstos en la Convención Americana, así como los
establecidos en su propia legislación”, el TC ha establecido que
“dicho recurso debe ser sencillo y rápido, tomando en cuenta las
particularidades del procedimiento electoral”(276).

Por otro lado, efectuando un recuento de nuestro constitucionalismo


histórico bien podemos apreciar que nuestro sistema de justicia electoral ha
pasado por una serie de etapas. Así, en la génesis de nuestra república hasta
1855, una etapa de “consolidación del régimen electoral” (de 1855 hasta
1931), un estadio de la “autonomía electoral” (de 1931 a 1962), el estadio
de las “garantías del sufragio ciudadano” (de 1962 a 1979), el estadio de la
“ampliación del proceso de participación en el sufragio” (de 1979 a 1993);
y luego viene la actual etapa que ha sido calificada como “el periodo del
debilitamiento institucional de la organización electoral” y que tendría, a
criterio de un prominente funcionario del JNE, dos etapas: la primera del
“debilitamiento estructural o del diseño organizacional”, representada por la
división del organismo electoral en una estructura tripartita: la Oficina
Nacional de Procesos Electorales, el Registro Nacional de Identificación y
Estado Civil y el propio Jurado Nacional de Elecciones; y la segunda “del
debilitamiento de la justicia electoral”, caracterizada por un debilitamiento
de la jurisdicción en materia electoral, merced a la intervención activa del
Tribunal Constitucional en el control de las decisiones del Jurado Nacional
de Elecciones(277).

En conclusión, desde la óptica de los críticos al control constitucional


efectuado por el TC en materia electoral, la etapa actual representaría frente
al desarrollo histórico de la justicia electoral en el Perú (que habría
afirmado una autonomía del JNE) un retroceso o un paso atrás en su
consolidación. La intervención del colegiado constitucional es valorada, en
este sentido, como negativa o perjudicial para la consolidación de nuestro
sistema electoral. Sin embargo, bien cabe señalar que todo sistema electoral
presupone entre otros fines la gobernabilidad, la representatividad y la
legitimidad que subyace en los sistemas políticos occidentales; y en este
esfuerzo la judicialización excepcional de las resoluciones de los tribunales,
cortes o jurados electorales como el nuestro, no empañan su cometido ni
afectan la garantía institucional de sus resoluciones; puesto que al intervenir
un tribunal constitucional lo hace para legitimizar dichas resoluciones
cuando estas acusan graves afectaciones a los derechos fundamentales o al
contenido esencial de los principios y valores que entraña la
Constitución(278).
XI. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LAS RESOLUCIONES DEL
CONSEJO NACIONAL DE LA MAGISTRATURA

En el ordenamiento jurídico peruano existe un órgano constitucional


denominado Consejo Nacional de la Magistratura, que a tenor del artículo
150 de la Constitución, se encarga de la selección y nombramiento de los
jueces y fiscales. Por lo que ahora interesa, y como se verá a continuación,
cuenta, además, con las atribuciones de ratificar a los jueces y fiscales de
todos los niveles cada siete años (art. 154.2) y, aplicar la sanción de
destitución a los Vocales de la Corte Suprema y Fiscales Supremos y, a
solicitud de la Corte Suprema o de la Junta de Fiscales Supremos,
respectivamente, a los jueces y fiscales de todas las instancias (art. 154.3).

Existen, por otro lado, dos cláusulas constitucionales, los artículos


142 y 154.3, que disponen que no son revisables en sede judicial, esto es,
son inimpugnables, las resoluciones que el referido órgano constitucional
emita en materia de ratificación de magistrados –que, por cierto, no es otra
cosa que un proceso de evaluación que se realiza cada siete años– y las que
expida a propósito de un procedimiento sancionador.

En el Perú, no han sido pocas las demandas de amparo que ha tenido


que resolver el Tribunal Constitucional(279), en las que el Consejo Nacional
de la Magistratura ha sido parte demandada. Así, una primera cuestión a
revisar fue la referida a los alcances del artículo 142 de la Constitución, que
dispone que las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en
materia de ratificación de magistrados no son revisables en sede judicial.

Un sentido similar contiene el artículo 154.3 de la Constitución, que


prescribe que la resolución de destitución expedida por el Consejo Nacional
de la Magistratura en forma motivada y con previa audiencia del interesado
es inimpugnable. Como puede apreciarse, en uno u otro caso el efecto es el
mismo: no pueden someterse a revisión, o lo que es lo mismo, no pueden
ser impugnadas en sede judicial, las resoluciones del Consejo Nacional de
la Magistratura en materia de ratificación o destitución de magistrados,
aunque en este último supuesto hay dos presupuestos bien precisos que
revisaremos con posterioridad.

En razón a ello surgía la interrogante, ¿cómo dilucidar la


controversia, aún si por mandato expreso de determinadas disposiciones
constitucionales –artículos 142 y 154.3– estaba vedado revisar, en sede
judicial, las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en
materia de ratificación y destitución de magistrados? En el caso, había una
aparente contradicción entre dichas disposiciones y el derecho de acceso a
la justicia como manifestación del derecho al debido proceso y a la tutela
jurisdiccional efectiva previsto por el artículo 139.3 de la Constitución(280).

Al Tribunal Constitucional le corresponde, en su condición de ente


guardián y supremo intérprete de la Constitución, y mediante la acción
hermenéutica e integradora de ella, resguardar la sujeción del ejercicio del
poder estatal al sistema constitucional, la supremacía constitucional y la
plena e irrestricta vigencia de los derechos fundamentales. En este sentido,
la situación planteada exigía dejar de lado los métodos clásicos de
interpretación normativa (literal, teleológico, sistemático e histórico)(281) y,
por el contrario, abarcar otros principios que informen la labor
hermenéutica del juez constitucional, esto es, los principios de unidad de la
Constitución, de concordancia práctica, de corrección funcional, de función
integradora y de fuerza normativa de la Constitución(282).

Una lectura aislada del artículo 142, como del numeral 154.3 de la
Constitución conducía, inevitablemente, a resultados inconsecuentes con el
principio de unidad de la Constitución. ¿Era correcto sostener, entonces,
que una resolución del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de
ratificación y/o destitución de magistrados, aún cuando pudiera haber sido
expedida con afectación de los derechos fundamentales de la persona, no
podía ser sometida a control en sede jurisdiccional? Indudablemente que no,
toda vez que lejos de optimizar el contenido constitucionalmente protegido
de los derechos fundamentales, desconocía la limitación que dicho
contenido representa para los actos llevados a cabo por todo poder público,
como el caso del Consejo Nacional de la Magistratura, que como todo
organismo, se encuentra obligado a respetar los derechos fundamentales.

Por otro lado, una interpretación aislada del artículo 142, como del
numeral 154.3, despojaba a los derechos fundamentales de toda garantía
jurisdiccional de protección, y resultaba contraria al principio de fuerza
normativa de la Constitución (artículo 51) y al de corrección funcional,
pues no solo se desconocía el carácter vinculante de la Constitución, sino
también la función de contralor de la constitucionalidad conferida al
Tribunal Constitucional por mandato del artículo 201 de la Norma
Fundamental. A ello cabe agregar que dicha interpretación confundía la
autonomía que ha sido constitucionalmente reconocida al Consejo Nacional
de la Magistratura (artículo 150 de la Constitución) con autarquía, pues se
pretendía, so pretexto de ello, que sus resoluciones no sean objeto de
control constitucional, aun cuando sean contrarias a los principios y
derechos fundamentales reconocidos en la Constitución(283).

A mayor abundamiento, cuando el Consejo Nacional de la


Magistratura ejerce sus funciones excediendo el marco normativo que la
Constitución le impone, esto es, cuando expide resoluciones, en el marco de
los procesos de ratificación y/o destitución de magistrados, violatorias de
los derechos fundamentales, resulta de aplicación inmediata el artículo
200.2 de la Constitución, que establece que los procesos constitucionales
proceden contra cualquier funcionario, autoridad o persona que vulneren
los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución.
Consecuentemente, visto desde esta óptica, tampoco existía justificación
constitucional alguna para que el Consejo Nacional de la Magistratura se
encuentre relevado de dicho control.

Por otro lado, la interpretación de los artículos 142 y 154.3 de la


Constitución debía realizarse, teniendo en cuenta, también, tanto la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 8), como la
Convención Americana de Derechos Humanos (art. 25), que disponen que
toda persona tiene derecho a un recurso sencillo, efectivo y rápido ante los
tribunales nacionales competentes que la ampare contra los actos que violen
sus derechos fundamentales reconocidos en la Constitución y la ley. Y es
que, conforme al artículo 55 de la Constitución, los tratados celebrados por
el Estado y en vigor forman parte del derecho nacional. Quiere ello decir,
que los tratados sobre derechos humanos ratificados por el Estado peruano,
por pertenecer al ordenamiento jurídico interno, son derecho válido, eficaz
e inmediatamente aplicable al interior del Estado. Por otro lado, en virtud
de la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución, y el artículo
V del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, los derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución deben ser interpretados de
conformidad con los tratados y los convenios internacionales sobre
derechos humanos ratificados por el Perú y en concordancia con las
decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos
humanos constituidos según tratados de los que el Perú es parte.

En atención a estos argumentos, esto es, a una lectura sistemática de


la Constitución, a una aplicación integral de las normas relativas a los
derechos fundamentales de la persona, así como a una obligatoria
consideración de las disposiciones de los tratados internacionales de
derechos humanos, quedó claro para el TC que no existe justificación
alguna para que las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en
materia de ratificación y/o destitución de magistrados no puedan ser
sometidas al control constitucional cuando no respeten los derechos
fundamentales de la persona. No puede pues alegarse ningún tipo de zona
invulnerable al control de la constitucionalidad o la protección de los
derechos humanos, toda vez que la limitación que señala el artículo 142 de
la Constitución, como la prevista por el numeral 154.3, no pueden
entenderse como exención de inmunidad frente al ejercicio de una
competencia ejercida de modo inconstitucional, pues ello supondría tanto
como que se proclamase que en el Estado Constitucional de Derecho se
pueden rebasar los límites que impone la Constitución, como que contra
ello no exista control jurídico alguno que pueda impedirlo.

De otro lado, cuando el artículo 5.7 del Código Procesal


Constitucional prescribe que no proceden los procesos constitucionales
cuando se cuestionen las resoluciones definitivas del Consejo Nacional de
la Magistratura en materia de destitución y ratificación de jueces y fiscales,
siempre que dichas resoluciones hayan sido motivadas y dictadas con
previa audiencia del interesado, no ha hecho más que compatibilizar dicho
artículo con la interpretación que realizó el Tribunal Constitucional del
artículo 142 de la Constitución.

De ahí que el Tribunal Constitucional entendió(284) que ello es así


siempre que se cumplan irrestrictamente ambos presupuestos: motivación y
audiencia previa del interesado; de lo contrario, podrá asumir competencia
para determinar la legitimidad constitucional de las resoluciones del
Consejo Nacional de la Magistratura. Siendo ello así, debe quedar
claramente establecido que el Tribunal Constitucional, en tanto supremo
intérprete y guardián de la supremacía jurídica de la Constitución y de los
derechos fundamentales, no solo puede, sino que tiene el deber de someter a
control constitucional las resoluciones del Consejo Nacional de la
Magistratura que eventualmente puedan resultar violatorias de los derechos
fundamentales de las personas.

XII. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LA JURISDICCIÓN MILITAR

La adecuación de la justicia militar a los postulados de la


Constitución ha sido y es en la actualidad uno de los ámbitos que ha
merecido un significativo número de pronunciamientos por parte del
Tribunal Constitucional. Tales pronunciamientos constituyen una evidencia
de la progresiva materialización del control constitucional en uno de los
“fueros” en el que se ha verificado de modo considerable intervenciones en
los derechos fundamentales de los efectivos militares y policiales.
Ciertamente, tal control se ha visto ensombrecido, en cierto modo, por la
renuencia del Poder Legislativo a elaborar una legislación compatible con
la Norma Fundamental, situación que, como veremos más adelante, no ha
disminuido la vocación de control del Tribunal Constitucional en tanto
guardián de la Constitución.

La jurisdicción militar fue establecida por la Constitución de 1993 en


el artículo 139 inciso 1(285). Anteriormente hizo lo propio la Constitución de
1979 que la reconoció en el artículo 233. Precisamente teniendo en cuenta
esta última, el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, dos días
antes de que asuma la presidencia el Gobierno Democrático de don
Fernando Belaúnde Ferry, dictó el Decreto Ley Nº 23201, publicada el 26
de julio de 1980, que “actualizó y adecuó a la nueva Constitución la Ley
Orgánica de la Justicia Militar”. El cuestionamiento de este Decreto Ley en
sede constitucional marca el inicio de una serie de decisiones del Tribunal
Constitucional sobre la constitucionalización de la justicia militar(286).

En general, podemos afirmar que son seis los pronunciamientos del


Tribunal Constitucional que dada su relevancia e incidencia en el ámbito de
la jurisdicción militar es necesario desarrollar aunque de modo breve.

El primero, se encuentra contenido en la STC Exp. Nº 00017-2003-


AI/TC, mediante el cual la Defensoría del Pueblo cuestionó la Ley Nº
24150, modificada por el Decreto Legislativo N° 749, que regulaba el papel
de las Fuerzas Armadas durante los estados de excepción. En esta sentencia,
el TC estableció que la jurisdicción militar constituye una “jurisdicción
especializada”, precisando los límites constitucionales de la actuación
funcional de la jurisdicción militar, estableciendo para dicho efecto las
características básicas de los delitos de función militar, motivo único por
el cual una persona podía ser sometida a dicha jurisdicción especializada.
Entre estas características se encontraban: i) que se trate de afectaciones
sobre bienes jurídicos de las Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional
tutelados por el ordenamiento legal, y que se relacionan con el
cumplimiento de los fines constitucionales y legales que se les encarga; ii)
que el sujeto activo del ilícito penal-militar debe ser un militar o efectivo
policial en situación de actividad, o el ilícito debe ser cometido por ese
efectivo cuando se encontraba en situación de actividad; y, iii) que,
cometido el ilícito penal que afecta un bien jurídico protegido por las
instituciones castrenses o policiales, este lo haya sido en acto del servicio;
es decir, con ocasión de él.

El segundo caso de control constitucional sobre la actividad


jurisdiccional de las Fuerzas Armadas, se encuentra contenido en la STC
Exp. Nº 00023-2003-AI/TC, mediante el cual la Defensoría del Pueblo
cuestionó la constitucionalidad del mencionado Decreto Ley Nº 23201, Ley
Orgánica de Justicia Militar. En dicha sentencia, el TC declaró
inconstitucionales las disposiciones que establecían: 1) El nombramiento
de jueces militares por el Poder Ejecutivo, pues el presidente de la
República, en tanto Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, no puede ser el
responsable directo o indirecto del nombramiento de los jueces militares.
Así, en el fundamento 58 sostuvo que: “La intervención del Poder
Ejecutivo, directa o indirectamente, en el nombramiento de los jueces
militares, representa un atentado contra la independencia judicial y la
garantía de imparcialidad”. En este punto el TC se basó además en una
decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que en el caso
Castillo Petruzzi vs. Perú estableció que: “(...) de conformidad con la Ley
Orgánica de la Justicia Militar, el nombramiento de los miembros del
Consejo Supremo de Justicia Militar, máximo órgano de la jurisdicción
castrense, es realizado por el ministro del sector pertinente. (...). Esta
constatación, pone en duda la independencia de los jueces militares”
(párrafo N° 130); 2) La movilidad de los jueces militares, considerando
que si bien los jueces militares pueden desplazarse “excepcionalmente”
conforme a las necesidades del servicio, por ejemplo, en estados de
emergencia, no es admisible que una norma permita que “todos” los
juzgados puedan ser susceptibles de traslado más aún si se tiene en cuenta
que normalmente nos encontramos en “tiempos de paz” y no en “tiempos
de guerra (fundamento 61 y ss); 3) La relación existente entre los órganos
de la jurisdicción militar, considerando que un tribunal inferior no se
encuentra subordinado a un tribunal superior (o supremo), pues ambos
tribunales gozan de la garantía de independencia, por lo que el tribunal
superior (o supremo) no puede revisar “de oficio” cualquier causa, sino
solo cuando se haya interpuesto un medio impugnatorio o se haya previsto
la elevación en consulta (fundamento 47 y ss.); 4) La posibilidad de
ejercer simultáneamente la función de juez militar y la de oficial en
actividad de las Fuerzas Armadas o Policía Nacional, considerando que
el hecho de que juzgados u órganos colegiados militares sean integrados por
“oficiales en actividad” vulnera los principios de independencia e
imparcialidad de la función jurisdiccional, además del principio de
separación de poderes, pues, por un lado, los jueces militares son a la vez
funcionarios de tales institutos castrenses; y, por otro, porque es
incompatible que personas sujetas a los principios de obediencia y
subordinación, como los “oficiales en actividad” que ejercen funciones
jurisdiccionales, puedan ser al mismo tiempo independientes e imparciales
(fundamento 39 y ss.); 5) El ejercicio de la defensa técnica por un oficial
que no tiene la profesión de abogado, pues la defensa técnica solo puede
ser ejercida por un profesional del Derecho y no por un oficial sin
formación jurídica; y, 6) La existencia del Ministerio Público de la
Justicia Militar, pues no existe en la Constitución ninguna norma que
habilite al legislador a crear un Ministerio Público de la Justicia Militar.
Conforme a la Constitución solo hay un Ministerio Público y a él
pertenecen todos los fiscales de la República, así como las funciones de
ejercer cualquier acción penal –sea penal ordinaria o penal militar–, entre
otros. Cabe precisar que con el fin de evitar que se paralice la justicia
militar, el Tribunal Constitucional estableció una vacatio sententiae de 1
año (que vencía el 7 de enero de 2006) para que en ese tiempo el Congreso
pueda expedir una nueva legislación que estime compatible con la
Constitución
El tercero, se encuentra contenido en la STC Exp. Nº 00004-2006-
PI/TC, mediante el cual la fiscal de la Nación cuestionó parte de la Ley Nº
28665, de Organización, Funciones y Competencia de la Jurisdicción
Especializada en Materia Penal Militar Policial. Esta ley, que derogó el
aludido Decreto Ley Nº 23201, fue objeto de declaración de
inconstitucionalidad en las disposiciones que establecían: 1) El
nombramiento de jueces militares por una Comisión Mixta compuesta
por representantes de la Justicia Militar y del Consejo Nacional de la
Magistratura (CNM) (fundamento 164 y ss); 2) La movilidad de “todos”
los jueces militares, por los mismos fundamentos que en el caso anterior;
3) La posibilidad de ejercer simultáneamente la función de juez militar
y la de oficial en actividad de las Fuerzas Armadas o Policía Nacional;
por los mismos fundamentos que en el caso anterior y además basándose en
otra sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en el
caso Palamara Iribarne vs. Chile expresamente sostiene que un juez
militar no puede ser a la vez militar en servicio activo. En tal sentencia la
Corte “estima que la estructura orgánica y composición de los tribunales
militares [del ordenamiento jurídico chileno] supone que, en general, sus
integrantes sean militares en servicio activo; estén subordinados
jerárquicamente a los superiores a través de la cadena de mando; su
nombramiento no dependa de su competencia profesional e idoneidad para
ejercer las funciones judiciales, no cuenten con garantías suficientes de
inamovilidad, y no posean una formación jurídica exigible para desempeñar
el cargo de juez o fiscales. Todo ello conlleva que dichos tribunales
carezcan de independencia e imparcialidad”; 4) La existencia del
Ministerio Público de la Justicia Militar dentro del propio Ministerio
Público, no como una especialidad de los fiscales, sino con total autonomía
(Fundamento 95 y ss); y 5) Que solo pueden ser jueces los efectivos
militares o policiales en actividad que pertenecen al Cuerpo Jurídico
Militar o Policial, considerando que tal disposición, sometida al test de
igualdad, es inconstitucional pues afecta el derecho fundamental a la
igualdad de acceso a los cargos públicos de aquellos oficiales en retiro o de
abogados especializados en materia penal militar –que por ejemplo posean
alta especialización de posgrado en esta especialidad. Cabe destacar que,
nuevamente, con el fin de evitar que se paralice la justicia militar, el
Tribunal Constitucional estableció una vacatio sententiae de 6 meses (que
vencía el 21 de octubre de 2006) para que en ese tiempo el congreso pueda
expedir una nueva legislación que estime compatible con la Constitución.

El cuarto, se encuentra contenido en la STC Exp. Nº 00006-2006-


PI/TC, mediante el cual el Colegio de Abogados de Lima, cuestionó otros
extremos de la mencionada Ley Nº 28665. El TC declaró inconstitucionales
las disposiciones que establecían: “1) La equiparación de las
remuneraciones, derechos, beneficios y obligaciones de los efectivos
militares (Administración Militar) a los jueces militares (jurisdicción
militar); y, 2) La posibilidad de ejercer simultáneamente la función de
juez militar y la de oficial en actividad de las Fuerzas Armadas o
Policía Nacional, considerando los mismos fundamentos contenidos en las
anteriores sentencias y además basándose en otra decisión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Caso Durand y Ugarte) en la que el
Estado peruano fue sancionado por violar, entre otros, el artículo 8.1 sobre
garantías judiciales. Tal sentencia establece lo siguiente: (...) Por lo que
respecta a la afirmación sobre la parcialidad y dependencia de la justicia
militar, es razonable considerar que los funcionarios del fuero militar que
actuaron en el proceso (...) carecían de la imparcialidad e independencia
requeridas por el artículo 8.1 de la Convención para investigar los hechos
de una manera eficaz y exhaustiva y sancionar a los responsables por los
mismos. Como ha quedado establecido (...) los militares que integraban
dichos tribunales eran, a su vez, miembros de las fuerzas armadas en
servicio activo, requisito para formar parte de los tribunales militares. Por
tanto, estaban incapacitados para rendir un dictamen independiente e
imparcial. [énfasis agregado] Por todo lo expuesto, la Corte declara que el
Estado [peruano] violó (...) los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención
Americana (...)”. En este caso, complementando lo dispuesto en la STC
Exp. Nº 00004-
2006-PI/TC se estableció una vacatio sententiae que indefectiblemente
vencía el 31 de diciembre de 2006, para que en ese tiempo el Congreso
pueda expedir una nueva legislación que estime compatible con la
Constitución.

El quinto pronunciamiento se encuentra contenido en la STC Exp. Nº


00005-2007-PI/TC, mediante el cual el Colegio de Abogados de
Lambayeque cuestionó la Ley Nº 28934, que ante la inminencia del
vencimiento de la vacatio sententiae dictada por el TC, sorprendentemente
amplió indefinidamente la vigencia de la normativa “inconstitucional” que
regulaba la justicia militar policial. En tal sentencia, el TC confirmó su
doctrina respecto del control constitucional de normas derogadas que aún
surten efectos y además desarrolló temas como el de la compatibilidad entre
la justicia constitucional y el principio democrático, la relación entre
Tribunal Constitucional y Poder Legislativo, y la autonomía del Tribunal
Constitucional en la Administración de la Justicia Constitucional,
declarando inconstitucional el artículo 1 de la Ley Nº 28934, por vulnerar el
principio de separación de poderes, la fuerza normativa de la Constitución,
la autoridad de cosa juzgada de las sentencias de inconstitucionalidad del
Tribunal Constitucional, así como la garantía institucional de la autonomía
del Tribunal Constitucional.

Finalmente, el sexto pronunciamiento se produce ante la renuencia


del Poder Legislativo para expedir un sistema de justicia militar compatible
con la Constitución, y se encuentra contenido en la STC Exp. Nº 01605-
2006-PHC/TC, publicada con fecha 30 de junio de 2008, mediante la cual,
aplicando el control difuso, declaró inconstitucional e inaplicable al caso
concreto la Ley Nº 29182, de Organización y Funciones del Fuero Militar
Policial (que derogó la mencionada Ley Nº 28665), considerando que esta
ley “no solo vulnera la autoridad de cosa juzgada establecida en el artículo
139 inciso 2) de la Constitución, en lo que se refiere a las sentencias del
Tribunal Constitucional, constituyendo un abierto desacato a tales
pronunciamientos, sino que supone, además, una situación de rebeldía
legislativa, dado que el Congreso incumple su deber constitucional de
legislar sobre una materia respecto de la cual este colegiado ya se ha
pronunciado, haciendo caso omiso a lo antes decidido, situación que sin
lugar a dudas pone en riesgo los derechos fundamentales judiciales de
aquellos miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú que
puedan ser sometidos a la jurisdicción militar, los mismos que ven
postergada indefinidamente la materialización de tales garantías”
(fundamento 7).

Todos los pronunciamientos mencionados no hacen sino confirmar


una vocación permanente del Tribunal Constitucional por efectivizar los
principios y derechos constitucionales en el ámbito de la justicia militar, un
ámbito en el que ante la inobservancia de los fallos del Tribunal
Constitucional y también de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
por parte del Poder Legislativo, se ha optado por la aplicación del control
difuso de constitucionalidad de las leyes, en tanto no exista
pronunciamiento en un proceso de inconstitucionalidad. La observancia de
las decisiones del Tribunal Constitucional o de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos por parte del Poder Legislativo, del Poder Ejecutivo o
de la Justicia Militar, no implica en modo alguno la existencia de niveles de
subordinación de estos respecto de aquellos, sino antes bien la vigencia de
la institucionalidad y la efectiva realización de las garantías judiciales
contenidas en la Constitución y en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, las que han confiado en tales órganos jurisdiccionales
la interpretación y la defensa última de los derechos básicos de naturaleza
procesal.

XIII. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LA JURISDICCIÓN ARBITRAL

En nuestro ordenamiento jurídico la potestad de administrar justicia


se ejerce por el Poder Judicial y la unidad y exclusividad de su ejercicio es
un principio fundamental de la función jurisdiccional del Estado; sin
embargo, la propia Constitución ha dispuesto a lo largo de su articulado una
serie de excepciones, a modo de jurisdicciones especializadas, como son la
militar y arbitral (inciso 1 del artículo 139), constitucional (artículo 202) y
de Comunidades Campesinas y Nativas (artículo 149). Dichos fueros
jurisdiccionales especiales, sin embargo, amén de las razones
constitucionales para su implementación, solo pueden ser admisibles, en un
Estado Constitucional de derecho, siempre que su ordenación respete los
principios y derechos que informan la función jurisdiccional, con las
particularidades que cada tipo de jurisdicción requiera.

La jurisdicción arbitral ha sido incorporada en nuestro país como una


forma, existente en muchos ordenamientos jurídicos a nivel mundial, de
solución pronta y efectiva de controversias jurídicas de carácter particular,
donde los actores involucrados eligen libremente a sus jueces y constituyen
un tribunal de carácter privado que a través de un laudo decide la
incertidumbre jurídica que se le plantee. En el contexto de un mundo
globalizado, donde las exigencias de rapidez en las transacciones
comerciales son cada vez mayores, la institución del arbitraje encuentra
pleno encaje constitucional, teniendo en cuenta además el modelo de
nuestra Constitución Económica(287). Es por ello que el TC ha destacado la
necesidad de dotar a esta institución de las garantías básicas que sustenten
su efectiva labor jurisdiccional. Así, el TC ha señalado que el principio de
autonomía de la jurisdicción arbitral es fundamental en la búsqueda de
un adecuado funcionamiento de dicha institución. En dicha labor, resultan
esenciales los principios del “kompetenz Kompetenz” y de irrevisabilidad de
los laudos arbitrales. En virtud a dichos principios los árbitros tienen plena
potestad para solucionar las cuestiones que se planteen durante el proceso
arbitral y sus fallos van a ser de carácter definitivo, salvo los propios
recursos de apelación y nulidad que la ley prevé(288).

No obstante, la importancia de dotar a la jurisdicción arbitral de


dichas “garantías institucionales”, el TC ha sostenido, que este modelo
alternativo de solución de conflictos no es un poder jurisdiccional que actúe
exclusivamente sometido a las normas de derecho privado, sino en tanto
concreción de la función jurisdiccional, pertenece también al orden público
constitucional y debe sujetarse a los derechos y principios del debido
proceso y de la tutela judicial efectiva(289); por lo que el control
constitucional en este caso se encuentra también plenamente habilitado. Sin
embargo, cohonestando ambas exigencias, el TC ha establecido que dicho
control solo puede ser ejercido ex post, esto es, luego de agotadas las vías
que la ley franquea para impugnar el laudo arbitral(290).

En concreto, el TC ha habilitado tres supuestos a partir de los cuales


se puede ejercer el control constitucional de las decisiones de la jurisdicción
arbitral:

a. Cuando la jurisdicción arbitral vulnera o amenaza cualquiera de los


componentes formales o sustantivos de la tutela procesal efectiva
(debido proceso, tutela jurisdiccional efectiva, etc.). Esta causal solo
puede ser incoada una vez que se haya agotado la vía previa.

b. Cuando la jurisdicción arbitral resulta impuesta ilícitamente, de modo


compulsivo o unilateral sobre una persona (esto es, sin su
autorización), como fórmula de solución de sus conflictos o de las
situaciones que le incumben.

c. Cuando, a pesar de haberse aceptado voluntariamente la jurisdicción


arbitral, esta verse sobre materias absolutamente indisponibles
(derechos fundamentales, temas penales, etc.)(291).

XIV. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LOS ACTOS DISCRECIONALES


DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, UN CASO ESPECIAL: EL
CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN TRIBUTARIA

La propia idea de controlar la actividad discrecional de la


Administración ha sido motivo de permanente debate. Se ha argumentado,
en este contexto, que la propia discrecionalidad supone que la decisión
adoptada no tenga un parámetro a partir del cual pueda considerarse legal o
no. Así, bajo la premisa de la diádica conceptual que formulara Bracton en
el siglo XIII, sobre la dialéctica entre el gubernaculum y la jurisdictio(292),
se estableció que el poder regio gozaba de un ámbito en el cual sus
decisiones no podían ser cuestionada por la jurisdictio. La autoridad del
gobierno era irresponsable siempre que no traspasara este ámbito. De lo
contrario, si la autoridad del rey traspasaba los linderos de su facultad de
Gobierno, la jurisdictio podría controlar este tipo de actividades excesivas.

Este criterio dilemático era propuesto también por aquellos


doctrinarios que sostenían una autonomía sobre las decisiones que la
autoridad alcance en virtud de su poder discrecional. Con todo, resulta
pertinente presentar alguna idea que refleje el alcance de lo que se debe
comprender por el poder discrecional de la Administración. Así, se ha dicho
que: “[L]a esencia de la discrecionalidad radica en la existencia de una
pluralidad de soluciones entre las cuales la Administración puede elegir con
libertad, supuesto que para la norma habilitante todas ellas son igualmente
aceptables, en principio”(293).

Esta es la razón por la cual resultaba complicado para la justicia


administrativa poder desarrollar pautas o cánones que le permitan establecer
parámetros objetivos a fin de revisar adecuadamente las decisiones de la
autoridad administrativa. Es por ello que en algún momento se dijo que la
competencia de los tribunales contencioso-administrativos, se terminaba al
iniciarse la libre discrecionalidad de las entidades administrativas(294).

La dificultad de no contar con una base objetiva a partir de la cual se


pueda juzgar un acto de esta naturaleza generó dificultades que no han
impedido que desde la jurisprudencia y la doctrina se hayan planteado
algunas premisas a partir de las cuales se construya un test que permita
aplicar un control sobre estas decisiones.
Así, comprendiendo que la regla es que el funcionamiento de la
Administración descanse enteramente sobre las reglas que dirijan su
actuación, también es cierto que debido a elementos de oportunidad
económica, necesidad o utilidad se hace necesario también dotar a la
Administración de ciertas facultades que le permitan la toma de
decisiones(295). Por consiguiente, la legislación dota a la Administración en
algunos casos de una amplia libertad a fin de que cumpla con su misión
encomendada legalmente. En tal sentido, los actos discrecionales tiene que
estar, en primer lugar, dirigidos al cumplimiento del mandato legal, de lo
contrario, tal acto será considerado arbitrario.

El TC peruano desde hace más de un lustro ha incorporado el


principio de la interdicción de la arbitrariedad(296) frente a actos
discrecionales. Así, el control de constitucionalidad de los actos dictados al
amparo de una facultad discrecional no debe ni puede limitarse a constatar
que el acto administrativo tenga una motivación más o menos explícita,
pues constituye, además, una exigencia constitucional evaluar si la decisión
finalmente adoptada observa los principios de razonabilidad y
proporcionalidad con relación a la motivación de hechos, ya que una
incoherencia sustancial entre lo considerado relevante para que se adopte la
medida y la decisión tomada, convierte a esta última también en una
manifestación de arbitrariedad”(297). Aquí el TC utiliza como parámetro los
criterios de razonabilidad y proporcionalidad de dichos actos discrecionales
que pueden estar revestidos de manifiesta dosis de arbitrariedad. En tal
perspectiva, el colegiado constitucional igualmente ha incorporado para el
examen de la arbitrariedad de los actos del poder público, el test de
proporcionalidad(298).

Así, un caso particular de intervención en la actividad discrecional de


la Administración Pública ha sido la fiscalización de la entidad encargada
de la recaudación de tributos, la Superintendencia Nacional de Aduanas y
Administración Tributaria (Sunat). Si bien dicha entidad se encuentra
facultada con poderosas herramientas para develar la evasión de tributos,
pudiendo solicitar la información que para ello estime conveniente, ello no
implica que esta no se encuentre sujeta al control constitucional. De este
modo, en el plano de la protección efectiva de derechos fundamentales
lesionados como consecuencia de un ejercicio arbitrario de las funciones de
la Administración Tributaria, el TC ha tenido oportunidad de pronunciarse
en el caso Fernando Samuel Enrique Vásquez Wong vs el Auditor de la
Intendencia Nacional de Administración Tributaria al considerar que las
funciones destinadas al aspecto fiscalizador de la potestad tributaria, si bien
resulta discrecional, este a su vez cuenta con límites previamente
establecidos y delimitados en la Ley (artículo 62 del Decreto Supremo Nº
135-99-EF) para su ejercicio a fin de combatir la evasión tributaria.

Así, frente a una serie de solicitudes que esta entidad realizó a un


administrado, este planteó una demanda de amparo esgrimiendo que con
dichas solicitudes se estaba vulnerando su derecho a la intimidad. Luego de
que su pedido fue desestimado en las instancias del Poder Judicial, el
Tribunal Constitucional estimó en parte la demanda. En la STC Exp. Nº
04168-2006-PA/TC, el Tribunal partió de la premisa de que mientras mayor
sea el margen de discrecionalidad de la Administración mayor tendrá que
ser la exigencia de motivación de tal acto. Agregó que con ello se permitía
distinguir entre los actos arbitrarios y los discrecionales. Por consiguiente,
el Tribunal detectó que un aspecto del pedido de información a la persona
fiscalizada no se encontraba adecuadamente motivado, precisando que en
casos en donde se ponga en riesgo la vulneración de un derecho
fundamental (en este caso, el derecho a la intimidad), la Administración
debe indicar el nexo causal entre lo solicitado y la finalidad de relevancia
tributaria, más aun cuando esta no es evidente.

En el caso concreto, se denunció que la Intendencia de Aduanas en el


ejercicio arbitrario de sus funciones de fiscalización, solicitó al demandante
la presentación de documentación detallada no solo de sus gastos realizados
durante el año 2000, 2001 y 2002, sino que además se solicitó la
identificación de las personas con las que hubiese realizado viajes en el
exterior, situación que consideraba como lesiva a su derecho a la intimidad.
Frente a dicha situación y recordando nuevamente que los derechos
fundamentales no son absolutos ni ilimitados, el TC consideró que resultaba
coherente el pedido de información detallado relacionado a los gastos que
hubiese realizado durante el periodo fiscalizado a fin de que la
Administración Tributaria pudiera definir si existía o no desbalance
patrimonial en su caso; más no así, respecto del requerimiento realizado
para la identificación de la persona con quien hubiese realizado viajes
durante el periodo materia de fiscalización, pues “si bien la Administración
goza de las atribuciones fiscalizadoras anotadas, ello no implica que no
tenga que motivar adecuadamente sus requerimientos, más aún cuando la
información requerida no determina por sí misma una finalidad de
relevancia tributaria evidente. Se pone de manifiesto entonces que la
Administración no ha cumplido con sustentar adecuadamente tal
requerimiento, por lo que, al no contarse con la fundamentación pertinente,
tal solicitud deviene en arbitraria, afectándose con ello, sí, el derecho a la
intimidad”(299).

Otro tema analizado por el TC a través de su jurisprudencia es el


relacionado a la revisión de las resoluciones emitidas por la Administración
Tributaria en aplicación de las disposiciones legales correspondientes en su
mayoría a tributos; sin embargo, dichas pretensiones cuentan con una
característica común: el cuestionamiento directo o indirecto de las
disposiciones legales cuyo fundamento ha sido el sustento jurídico para la
emisión de las resoluciones administrativas.

Cabe recordar, además, que la jurisprudencia constitucional ha tenido


dos momentos de evolución, y esto debido principalmente a la legislación
procesal constitucional que en su momento se encontró vigente. Así,
podemos mencionar que para el caso de la revisión de las resoluciones de la
Administración antes de la vigencia del Código Procesal Constitucional(300),
esta fue de carácter amplio, toda vez que conforme el propio TC lo
señalaba, “para este tipo de pretensiones no es necesario interponer
demanda contencioso-administrativa, toda vez que la acción de amparo no
tiene carácter subsidiario o residual, por lo que el juez constitucional puede
conocer la controversia”(301).

En tal sentido, las pretensiones demandadas a través del proceso de


amparo, merecían pronunciamiento por parte del TC aun cuando ellas solo
se encontraran vinculadas en forma indirecta a algún derecho fundamental o
incluso frente a pretensiones dirigidas a evitar el pago de montos dinerarios
que eran considerados arbitrarios por los demandantes, ello debido a que los
procesos de amparo eran de carácter alternativo a los procesos ordinarios.

Bajo dicha regulación, el TC emitió importantes pronunciamientos


evaluando la legislación en materia tributaria en diversos aspectos. Ejemplo
de ello, lo encontramos en el incremento, aplicación y cobro del Impuesto a
la Promoción Municipal (IPM) previsto por el Decreto Ley Nº 25980,
aplicable a las empresas que operaban en zonas de frontera y que se
encontraban sujetas a un régimen de tributación especial por mandato de la
Ley General de Industrias (artículo 71 de la Ley Nº 23407), situación que
en su oportunidad el TC consideró contraria al derecho a la igualdad,
debido a que el incremento de dicho impuesto únicamente era aplicable
para dicho sector empresarial y no en sentido general(302). Bajo dichos
argumentos, el TC no solo inaplicaba en el caso el Decreto Ley Nº 25980,
sino que dejaba sin efecto todas aquellas resoluciones emitidas por la
Administración dirigidas a ejecutar el cobro del citado impuesto.

De otro lado, el Tribunal Constitucional estimó conveniente que el


punto de partida del análisis de la imposición tributaria estatal, se
desprendía de la propia Constitución, cuando en su artículo 74 se establece
un marco de generación de tributos con competencia específica del Poder
Legislativo, gobiernos regionales y locales, siendo que estos últimos tienen
solo capacidad de creación, modificación, exoneración y supresión respecto
de contribuciones y tasas.
Así, se estableció que la Potestad Tributaria “es la facultad del Estado
para crear, modificar o derogar tributos, así como para otorgar beneficios
tributarios. Esta potestad se manifiesta a través de los distintos niveles de
Gobierno u órganos del Estado –central, regional y local–. Sin embargo, es
del caso señalar que esta potestad no es irrestricta o ilimitada, por lo que su
ejercicio no puede realizarse al margen de los principios y límites que la
propia Constitución y las leyes de la materia establecen”(303).

Los principios tributarios a los que hace mención dicha potestad son
los que a nivel de la jurisprudencia se han ido desarrollando en la
evaluación de los casos que en materia tributaria, han merecido
pronunciamiento por parte del TC. Así, para los casos sobre el Impuesto
Extraordinario a los Activos Netos (IEAN)(304), el TC consideró necesario
realizar su evaluación en función del principio de no confiscatoriedad y
capacidad contributiva, a fin de determinar si su imposición resultaba o
no lesiva al derecho de propiedad de las diversas personas jurídicas
demandantes. En tal sentido, y retomando su pronunciamiento recaído en la
STC Exp. Nº 00646-1996-PA, sobre el Impuesto a la Renta, estableció que
“un límite al que se encuentra sometido el ejercicio de la potestad tributaria
del estado, conforme lo enuncia el artículo 74 de la Constitución, es el
respeto de los derechos fundamentales, que en el caso de autos no se ha
observado, ya que: a) en materia de Impuesto a la Renta, el legislador se
encuentra obligado, al establecer el hecho imponible, a respetar y garantizar
la conservación de la intangibilidad del capital, lo que no ocurre si el
impuesto absorbe una parte sustancial de la renta, de la que potencialmente
hubiere devengado de una explotación racional de la fuente productora del
rédito, o si se afecta la fuente productora de la renta, en cualquier cuantum;
b) el impuesto no puede tener como elemento base de la imposición una
circunstancia que no sea reveladora de capacidad económica o contributiva,
que en el caso del impuesto mínimo a la renta con el que se pretende cobrar
a la actora, no se ha respetado”(305).
En tal sentido, el TC consideraba que la vulneración del principio de
no confiscatoriedad y de capacidad contributiva no radicaba en el hecho de
que este recayera en el patrimonio, sino que su objeto impositivo resultaba
ser la fuente productora de la renta, situación que resultaba incongruente
con las finalidades de la imposición tributaria, esto es, gravar la renta.

Pese a la vigencia del C.P.Constitucional, la jurisprudencia


constitucional no ha restringido totalmente los supuestos de evaluación en
materia tributaria, pues las pretensiones promovidas al respecto siempre se
han visto ligadas al análisis en concreto de diversos aspectos vinculados a la
protección de derechos o principios constitucionales tanto de personas
naturales como de personas jurídicas. Un caso reiterado, fue el tema del
Impuesto Temporal a los Activos Netos(306), donde el TC consideró
necesario retomar los lineamientos adoptados con anterioridad en la
revisión y análisis de la imposición de impuestos (Impuesto Mínimo a la
Renta(307), Impuesto Extraordinario a los Activos Netos(308), el Adelanto
Adicional del Impuesto a la Renta(309)). Sin embargo, en esta oportunidad
consideró que el mismo no resultaba inconstitucional pues advirtió que
dicho impuesto se constituía como un adelanto o pago a cuenta del
Impuesto a la Renta, situación que le otorgaba la característica de ser un
crédito oponible frente a su determinación y cobro.

Asimismo, estableció que su imposición a las empresas que hubieran


obtenido pérdidas en su gestión no tenía relación directa con posibles
afectaciones de sus derechos constitucionales, pues dicha situación
resultaba únicamente imputable a la gestión de los órganos directivos de la
misma. Finalmente, también se recordó que “no siempre lo antitécnico
implica necesariamente una colisión con lo constitucional. Ello, no impide,
sin embargo, que se admita la posibilidad de someter a control
constitucional una disposición cuando, más allá de su compatibilidad
formal o material con la Constitución, de su antitecnicismo se deriven
afectaciones a principios y bienes constitucionales, y a los derechos
fundamentales de las personas”(310).
En tal sentido, se advierte que la tutela de los derechos fundamentales
y principios constitucionales frente a acciones de la Administración
Tributaria a lo largo de la jurisprudencia del TC, ha permitido realizar un
análisis constitucional del correcto ejercicio de la potestad tributaria estatal,
siendo incluso que, las pautas establecidas a través de los diversos fallos del
Tribunal Constitucional han merecido especial atención de parte de los
poderes del Estado y han permitido que la Legislación Tributaria cuente con
parámetros o guías constitucionalmente adecuadas para su generación y
aplicación a los contribuyentes.

(1) SCHUCK, Peter H. “El Poder Judicial en una democracia”. En: Los límites de la democracia.
SELA 2004, Buenos Aires, 2005, p. 327 y ss.
(2) Ídem.
(3) MÜLLER, Ingo. Los juristas del horror. Traducción del alemán por Carlos Armando Figueredo,
Editorial Librería Jurídica, Bogotá, 2009; vide especialmente, pp. 45, 71, 101, 191 y ss.;
SHIRER, William L. Auge y caída del Tercer Reich. Traducción de Jesús López Pacheco y
Mariano Orta Manzano, Vol I, Planeta, Buenos Aires, p. 381 y ss.
(4) SARTORI, Giovanni. Cómo hacer ciencia política. Traducción de Miguel Ángel Ruiz de Azúa,
Madrid, Taurus, 2011.
(5) MIRÓ QUESADA RADA, Francisco. Ciencia Política (Manual y Antología). Studium, Lima,
1986, pp. 44-48.
(6) BOBBIO, Norberto. El filósofo y la política. Antología, 2ª edición, estudio preliminar de José
Fernández Santillán, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2002.
(7) RECASENS SICHES, Luis. Sociología, México D.F., Porrúa, 1965, p. 561 y ss. Para un estudio
más específico, WEBER, Max. Sociología del poder. Los tipos de dominación, edición de
Joaquín Abellán, Alianza, Madrid, 2007, p. 59 y ss.
(8) AYALA, Francisco. Introducción a las ciencias sociales, 6ª edición, Aguilar, Madrid, 1966, p.
171 y ss.
(9) VON DER GABLENTZ, Otto Heinrich. Introducción a la ciencia política, versión castellana por
Víctor Bazterrica, Herder, Barcelona, 1974, pp. 33-34
(10) Vide con todo a BIDART CAMPOS, Germán. El derecho constitucional del poder, Tomo I,
Buenos Aires, Ediar, 1967, específicamente el capítulo I, “El encuadre constitucional del
poder”, p. 17 y ss; y El Poder, Buenos Aires, Ediar, 1985.
(11) BARNEIX, Atilio J. La ciencia política: su objeto, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1969, p. 12.
(12) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Derecho Constitucional y Ciencia Política (a propósito de la
relación entre fenómeno jurídico y fenómeno político)”, en Constitución y Política, 3ª
edición, Alpiste, Lima, 2007, pp. 16-62.
(13) BIDART CAMPOS, Germán J. Ciencia Política y Ciencia del Derecho Constitucional:
¿Unidad o Dualidad?, Buenos Aires, Ediar, 1982, p. 46 y ss.
(14) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Mundo jurídico y mundo político, Buenos Aires, Depalma Editores,
1978.
(15) Una visión en torno a esta problemática teórica y práctica puede verse en HÄBERLE, Peter y
Domingo GARCÍA BELAUNDE (coordinadores). El control del poder. 2 tomos, existe
edición mexicana, UNAM, IIJ, México D.F., 2011; y la peruana, Universidad Inca Garcilaso
de la Vega, Lima, 2012; y VALADÉS, Diego. El control del poder. UNAM, México, 1998.
(16) BIDART CAMPOS, Germán J. El derecho de la Constitución y su fuerza normativa. Ediar,
Buenos Aires, 2004, vide especialmente p. 183 y ss.
(17) DWORKIN, Ronald. La justicia con toga, traducción de Marisa Iglesias Vila e Iñigo Ortiz de
Urbina Gimeno, Marcial Pons, Barcelona, 2007, vide especialmente el debate de Dworkin
con Posner en el Cap. III, p. 89 y ss. Desde una perspectiva histórica, MORISON, Samuel
Eliot; COMMAGER, Henry Steele y LEUCHTENBURG, William E. Breve historia de los
Estados Unidos. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2009; y CUEVA
FERNÁNDEZ, Ricardo. De los niveladores a Marbury vs. Madison: la génesis de la
democracia constitucional, CEPC, Madrid, 2011, p. 404 y ss.
(18) FRIEDMAN, Lawrence M. Breve historia del derecho estadounidense, traducción de Pablo
Jiménez Zorrilla, UNAM, México, 2007, p. 165 y ss.
(19) SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN DE MÉXICO. Tribunales
Constitucionales y consolidación de la democracia, México D.F., 2007.
(20) A la fecha, se han realizado un total de diez de estos encuentros académicos: I Conferencia
Iberoamericana de Justicia Constitucional, realizada en Lisboa, los días 10 y 12 de octubre
de 1995, con el eje temático “Los órganos de fiscalización de la constitucionalidad:
funciones, competencias, organización y papel en el sistema constitucional ante los demás
poderes del Estado”; II Conferencia Iberoamericana de Justicia Constitucional, realizada el
Madrid, los días 27, 28 y 30 de 1998, con el eje temático “Criterios, condiciones y
procedimientos de admisión en el acceso a la Justicia Constitucional en la perspectiva de su
racionalidad y funcionalidad”; III Conferencia Iberoamericana de Justicia Constitucional,
realizada en Guatemala, los días 22 al 27 de noviembre de 1999, con el eje temático
“Inconstitucionalidad de las leyes”; IV Conferencia Iberoamericana de Justicia
Constitucional, realizada en Sevilla, los días 19 al 21 de octubre de 2005, con el eje temático
“Modelos de Justicia Constitucional”; V Conferencia Iberoamericana de Justicia
Constitucional, realizada en Santiago de Chile, los días 25 a 27 de octubre de 2006, con el
eje temático “El Juez Constitucional”; VI Conferencia Iberoamericana de Justicia
Constitucional, realizada en Cartagena de Indias, en noviembre de 2007, con el eje temático
“Jurisdicción constitucional y jurisdicción ordinaria”; VII Conferencia Iberoamericana de
Justicia Constitucional, realizada en Mérida, Yucatán, México, los días 15 al 17 de abril de
2009, con el eje temático “Métodos interpretativos de los Tribunales Constitucionales
iberoamericanos”; VIII Conferencia Iberoamericana de Justicia Constitucional, realizada en
Managua, los días 7 al 9 de julio de 2010, con el eje temático “Jurisdicción Constitucional y
Derechos Económicos y Sociales”; IX Conferencia Iberoamericana de Justicia
Constitucional, realizada en Cádiz, los días 17 al 19 de mayo de 2012, con el eje temático
“Presidencialismo y parlamentarismos en la jurisprudencia constitucional”; y finalmente, X
Conferencia Iberoamericana de Justicia Constitucional, realizada en Santo Domingo, los días
12 al 15 de marzo de 2014, con el eje temático “Normatividad y supremacía jurídica de la
Constitución”. Los documentos y conclusiones de estos certámenes se pueden revisar en
<http://www.cijc.org/Paginas/Default.aspx> (visitada el 22 de abril de 2014).
(21) Se han realizado, a la fecha, dos de estas conferencias (World Conference on Constitutional
Justice), bajo la organización de la Comisión de Venecia: I Conferencia Mundial de Justicia
Constitucional, realizada en Cape Town, Sudáfrica, los días 22 al 24 de enero de 2009, con el
eje temático “La influencia de la Justicia Constitucional sobre la sociedad y en el desarrollo
de una jurisprudencia global en derechos humanos”; y II Conferencia Mundial de Justicia
Constitucional, realizada en Río de Janeiro, los días 16 a 18 de enero de 2011, con el eje
temático “Separación de poderes e independencia de los Tribunales Constitucionales y
Cortes equivalentes”. La III Conferencia Mundial de Justicia Constitucional se llevará a cabo
próximamente en Seúl, los días 28 de setiembre a 1 de octubre de 2014, con el eje temático
“Justicia Constitucional e integración social”. Los trabajos y conclusiones se encuentran en
la siguiente dirección electrónica: <http://www.venice.coe.int/WebForms/pages/?
p=02_WCCJ> (visitada el 22 de abril de 2014).
(22) “Consolidación democrática. Definición, modelos, hipótesis”. En: R. Española de Investigación
Sociológica, Nº 35, 1986, pp. 7-61
(23) Ver el trabajo más acabado en: O’DONELL, Guillermo, SCHMITTER, Philippe y
WHITEHEAD, Lawrence. Transiciones desde un gobierno autoritario, 4 volúmenes,
Buenos Aires, Paidós, 1988.
(24) CAMERON, Maxwell A., Eric HERSHBERG y Kenneth E. SHARPE (editores). Nuevas
instituciones de democracia participativa en América Latina: la voz y sus consecuencias,
Centre for the Study Of Democratic Institutions - The University of British Columbia /
Flacso / Center for Latin American & Latino Studies, México D.F., 2012, p. 10.
(25) Es sintomático cómo, por ejemplo, el politólogo Martín Tanaka precisa, en su columna Virtù e
fortuna, lo siguiente: “Nuestras ciencias sociales, en la década de los años sesenta, se
preocuparon especialmente por los retos de la modernización del país; en la de los setenta,
por las reformas del velasquismo y el auge del movimiento campesino y sindical; en la de los
ochenta, por la democracia, nuevos movimientos sociales, la violencia política. En los
noventa, se trataron los cambios asociados a la adopción de políticas orientadas al mercado,
en un contexto autoritario. En la primera década del nuevo siglo, se trató la debilidad de las
instituciones democráticas: partidos, Congreso, regiones y descentralización [TANAKA,
Martín. “Nueva Agenda”. En: Diario La República, domingo 13 de abril de 2014. p. 6].
(26) Documento conceptual de la Tercera Conferencia Mundial de Justicia Constitucional, a
realizarse en Seúl, República de Corea, del 28 de setiembre al 1 de octubre de 2014.
Disponible en:http://www.venice.coe.int/wccj/Seoul/WCCJ-concept-spa.pdf(visitado el 27
de mayo de 2014).
(27) FERRER MAC-GREGOR, Eduardo y MOLINA SUÁREZ, César de Jesús (coordinadores): El
juez constitucional en el siglo XXI, UNAM / Instituto de Investigaciones Jurídicas / Suprema
Corte de Justicia de la Nación, México D. F., 2009.
(28) Citado en SALAZAR UGARTE, Pedro. La democracia constitucional. Una radiografía teórica.
1ª reimpresión, México D. F., Fondo de Cultura Económica / Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, pp. 136-137.
(29) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 19.
(30) STC Exp. Nº 04223-2006-PA, f. j. 12.
(31) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 15.
(32) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 22.
(33) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 15.
(34) STC Exp. Nº 01535-2006-PA, f. j. 9.
(35) STC Exp. Nº 00007-2012-PI, f. j. 12.
(36) STC Exp. Nº 00007-2012-PI, f. j. 20.
(37) STC Exp. Nº 00007-2012-PI, f. j. 13.
(38) STC Exp. Nº 00030-2005-PI, f. j. 4.
(39) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 8.
(40) STC Exp. Nº 00030-2005-PI, f. j. 4.
(41) STC Exp. Nº 00030-2005-PI, f. j. 16.
(42) STC Exp. Nº 00030-2005-AI, f. j. 7.
(43) Ibídem, f. j. 6.
(44) ETO CRUZ, Gerardo. “Control constitucional y poder político. Navegando por los archipiélagos
de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional peruano”. En: Constitución y Procesos
Constitucionales, Tomo I, Adrus, Lima, 2013, pp. 549-616.
(45) “Es solo en los trabajos de elaboración de la Constitución del Año III cuando intervienen en dos
momentos el 2 y el 18 de Termidors para proponer un sistema de control de la
constitucionalidad de las leyes. ‘Pido, en primer lugar, decía, un Jurado de Constitución, o,
para afrancesar un poco la palabra ‘Jury’ y distinguirla en su sonido del de ‘juré’, una jurie
Constitucional” (CEDIE, Roger y Jean LEONNET. “El Consejo Constitucional francés”. En:
Revista de Estudios Políticos, Nº 146, 1966, p. 69).
(46) STERN, Alfred. “La revolución francesa y sus consecuencias en Europa”. En: Historia
Universal, dirigido por Walter Goetz, Vol. VII: La Revolución Francesa, Napoleón y la
Restauración (1789-1848), 6ª edición, Espasa Calpe, Madrid, 1962, p. 95. Un trabajo más
específico, puede verse en CARPIO MARCOS, Edgar. “La Jury constitutionnaire en el
pensamiento de Sieyès”. En: Boletín Mexicano de Derecho Comparado, Núm. 95, mayo-
agosto 1999, nueva serie, Año XXXII, pp. 269-320.
(47) CRUZ VILLALÓN, Pedro. La formación del sistema europeo de control de constitucionalidad
(1918-1939), CEC, Madrid, 1987; vide específicamente pp. 246-262.
(48) KELSEN, Hans. Autobiografía, traducción y presentación de Luis Villar Borda, Universidad del
Exernado, Bogotá, 2007, pp. 82-84.
(49) ALÁDAR MÉTALL, Rudolf. Hans Kelsen. Vida y obra, UNAM, México, 1976.
(50) Recientemente, se ha publicado después de muchos años, la versión italiana: JELLINEK, Georg.
Una Corte costituzionale per l’Austria, traducción de Elisabetta Palici di Suni, G.
Giappichelli Editore - Torino, Bologna, 2013. Asimismo, puede revisarse el trabajo de
JOUANJAN, Olivier. “Une Cour constitutionnelle pour l’Autriche? Sur un projet de Georg
Jellinek en 1885”, Presser universitaires de Strasbourg #16, 2001.
(51) LAGI, Sara. El Pensamiento Político de Hans Kelsen (1911-1920) los orígenes de “de la
esencia y valor de la democracia”, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007, p. 162.
(52) Ibídem, p. 163.
(53) Karl Renner, político austríaco (1870-1950), fue miembro del Partido Socialdemócrata de
Austria (SPO), en 1896, en representación del cual inició su vida política en el Reichsrat en
1907. Llegó a ser canciller del gobierno austríaco en el intervalo de 1918 a 1920, y en 1945
llegó a presidente de la República, entre los años 1945 y 1950.
(54) LAGI, Sara. Ob. cit., p. 165.
(55) Ibídem, p. 126. KELSEN, Hans. Autobiografía(...). Ob. cit., pp. 124-133.
(56) LAGI, Sara. Ob. cit., p. 166.
(57) En efecto, Kelsen en 1918 publicó su clásico ensayo La garantía jurisdiccional de la
Constitución (La justicia constitucional), Traducción de Rolando Tamayo y Salmorán,
UNAM, México D.F., 2001; a la que replicaría en su momento Carl Schmitt, con su trabajo
El defensor de la Constitución, que apareció en 1929, en versión alemana (Der Hüter der
Verfassung); y finalmente Kelsen duplicaría con su obra ¿Quién debe ser el defensor de la
Constitución? (Wer soll der Hüter der Verfassung sein?). Sobre ello, puede verse:
BONGIOVANNI, Giorgio. Reine rechtslehre e dottrbina giuridica dello Stato, H. Kelsen e la
Costituzione Austriaca del 1920, Milano - Dott. A. Giuffrè editore, Milano, 1998.
(58) MANTILLA PINEDA, Benigno. Hans Kelsen. El jurista del siglo XX, Señal Edit., Medellín,
2003.
(59) Vide, en el marco de la extensa obra de y sobre Carl Schmitt, dos en especial: Carl Schmitt,
teólogo de la política, Héctor Orestes Aguilar (prólogo y selección de textos), FCE, México
D.F., 2001; y Dalmacio NEGRO PAVÓN (coordinador). Estudios sobre Carl Schmitt,
Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, 1996.
(60) SCHMITT, Carl y Hans KELSEN. La polémica Schmitt / Kelsen sobre la justicia
constitucional: el defensor de la Constitución versus ¿Quién debe ser el defensor de la
Constitución?, estudio preliminar de Giorgio Lombardi, traducción de Manuel Sánchez Sarto
y Roberto J. Bric, Tecnos, Madrid, 2009.
(61) CRUZ VILLALÓN, Pedro. La formación del sistema europeo de control de constitucionalidad
(1918-1939). Ob. cit., pp. 232 y ss.; 277 y ss.; 201y ss.
(62) DÍAZ REVORIO, F. Javier. Las Sentencias Interpretativas del Tribunal Constitucional.
Significado, Especial de las Sentencias aditivas, Edit. Lex Nova, Valladolid, 2001.
(63) FERRER, MAC-GREGOR, Eduardo. Los Tribunales Constitucionales en Iberoamérica
(Prólogo de Héctor Fix-Zamudio), DFUNDA, México, 2002, pp. 65-86.
(64) GARCÍA BELAÚNDE, Domingo. De la Jurisdicción Constitucional al Derecho Procesal
Constitucional (Estudio Preliminar de José F. Palomino Manchego), 2ª edición, Grijley,
Lima, 2002.
(65) FERRER MAC-GREGOR, Eduardo. Ob. cit., pp. 80-81.
(66) BREWER - CARÍAS, Allan R. La Constitución de 1999. Edir. Arte, Caracas, 200; p. 232.
(67) FERRER MAC-GREGOR. Ob. cit., p. 86
(68) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “La Jurisdicción Constitucional en el Perú”. En: AA.VV. La
Jurisdicción Constitucional en Iberoamérica. II Coloquio Iberoamericano del Derecho
Constitucional, 1984, p. 423.
(69) Uno de los pocos casos excepcionales en que el Congreso resolvió pronunciarse sobre la
inconstitucionalidad de una ley, fue en la Ley Nº 8929 que habla aprobado espúreamente un
plebiscito de reforma constitucional utilizando un procedimiento inconstitucional.
(70) LOEWENSTEIN, Karl. Teoría de la Constitución. Ariel, Barcelona, 1987.
(71) GARCÍA BELAÚNDE, Domingo. Ob. cit., p. 425.
(72) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Ob. cit., p. 426.
(73) PRIETO SANCHÍS, Luis. Derechos fundamentales, neoconstitucionalismo y ponderación
judicial, Palestra, Lima, 2002; CARBONELL, Miguel (editor). Teoría del
neoconstitucionalismo: ensayos escogidos, Trotta, Madrid, 2007; CARBONELL, Miguel y
Leonardo GARCÍA JAMARILLO (editores). El canon neoconstitucional, Trotta/Instituto de
Investigaciones Jurídicas/UNAM, Madrid/México, 2010; POZZOLO, Susanna.
Neoconstitucionalismo y positivismo jurídico, Palestra, Lima, 2011; POZZOLO, Susanna
(editora). Neoconstitucionalismo, derecho y derechos, Palestra, Lima, 2011.
(74) ALEXY, Robert. Teoría de la argumentación jurídica. La teoría del discurso racional como
teoría de la fundamentación jurídica, Traducción de Manuel Atienza e Isabel Espejo,
Prólogo de Manuel Atienza, Palestra, Lima, 2007.
(75) BOROWSKI, Martin. La estructura de los derechos fundamentales, Serie de teoría jurídica y
filosofía del derecho Nº 25, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2003.
(76) ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales, Traducción de Ernesto Garzón Valdés,
3ª reimpresión, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002.
(77) HÄBERLE, Peter. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales,
Traducción de Joaquín Brage Camazano, Dykinson, Madrid, 2003; MARTÍNEZ-PUJALTE,
Antonio-Luis. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales, Tabla XII
Editores, Trujillo, 2005.
(78) CIANCIARDO, Juan. El principio de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al moderno
juicio de proporcionalidad, Universidad Austral-Editorial Ábaco de Rodolfo Palma, Buenos
Aires, 2004.
(79) AA.VV. El principio de proporcionalidad en el derecho contemporáneo, Miguel Carbonell y
Pedro P. Grández Castro (Coordinadores), Palestra, Lima, 2010; CIANCIARDO, Juan.
Principio de proporcionalidad y concepto de derecho. Una aproximación desde la tesis del
positivismo jurídico, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2009; GONZÁLEZ BEILFUSS, Markus. El
principio de proporcionalidad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, Aranzadi,
Pamplona, 2003; BERNAL PULIDO, Carlos. El principio de proporcionalidad y los
derechos fundamentales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2003;
LOPERA MESA, Gloria Patricia. Principio de proporcionalidad y ley penal. Bases para un
modelo de control de constitucionalidad de las leyes penales, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2006.
(80) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Principales consecuencias de la aplicación del principio de la
doble dimensión de los derechos fundamentales”. En: Anuario da Facultade de Dereito da
Universidade da Coruña, La Coruña, Nº 7, 2003.
(81) HÄBERLE, Peter. Ob. cit.
(82) STC Exp. Nº 09518-2005-PHC. f. j. 2.
(83) STC Exp. Nº 07022-2006-PA, f. j. 5.
(84) STC Exp. Nº 00090-2004-PA, f. j. 24.
(85) STC Exp. Nº 00090-2004-AA/TC, f. j. 22.
(86) STC Exp. Nº 01209-2006-PA, ff. jj. 28 a 31, ver RTC Exp. Nº 1209-2006-PA, Aclaración de
fecha 27 de octubre de 2006.
(87) STC Exp. Nº 06712-2005-PHC, f. j. 13.
(88) STC Exp. Nº 06712-2005-PHC, f. j. 8.
(89) STC Exp. Nº 03938-2007-PA, f. j. 1.
(90) STC Exp. Nº 06936-2005-PHC, f. j. 2.
(91) STC Exp. Nº 03509-2009-PHC, f. j. 2.
(92) RTC Exp. Nº 03200-2009-PHC, f. j. 2.
(93) STC Exp. Nº 05842-2006-PHC, f. j. 6.
(94) STC Exp. Nº 01560-2005-PHC, f. j. 8.
(95) STC Exp. Nº 03467-2005-PHC, f. j. 2.
(96) STC Exp. Nº 02665-2003-PHC, f. j. 3 in fine.
(97) STC Exp. Nº 05872-2005-PHC f. j. 1.
(98) STC Exp. Nº 06218-2007-PHC, f. j. 8.
(99) STC Exp. Nº 06032-2008-PHC, ff. jj. 2 y 3.
(100) RTC Exp. Nº 03470-2005-PHC, f. j. 2.
(101) RTC Exp. Nº 04825-2008-PHC, ff. jj. 2 y 3.
(102) STC Exp. Nº 01230-2002-PHC, f. j. 7 párrafo 2.
(103) RTC Exp. Nº 01922-2005-PHC, ff. jj. 3 y 4.
(104) RTC Exp. Nº 04052-2007-PHC, f. j. 3.
(105) RTC Exp. Nº 04052-2007-PHC, f. j. 4.
(106) STC Exp. Nº 03509-2009-PHC, f. j. 4.
(107) STC Exp. Nº 03509-2009-PHC, ff. jj. 4 y 5.
(108) RTC Exp. Nº 03124-2008-PHC, f. j. 2, segundo párrafo.
(109) RTC Exp. Nº 05230-2009-PHC, f. j. 3.
(110) STC Exp. Nº 03671-2007--PHC, ff. jj. 2 (parte), 3 y 4.
(111) STC Exp. Nº 03491-2005-PHC, ff. jj. 3, 4, 5, y 6.
(112) STC Exp. Nº 02663-2009-PHC/TC, ff. jj. 6-11.
(113) STC Exp. Nº 01711-2014-PHC/TC, f. j. 7.
(114) STC Exp. Nº 05761-2009-PHC/TC, ff. jj. 26 y 27.
(115) STC Exp. Nº 06167-2005-PHC, f. j. 34.
(116) STC Exp. Nº 10101-2005-PHC, f. j. 1.
(117) STC Exp. Nº 10101-2005-HC, f. j. 10.
(118) STC Exp. Nº 02700-2006-PHC, ff. jj. 2 y 3.
(119) STC Exp. Nº 06167-2005-PHC, f. j. 39.
(120) STC Exp. Nº 02663-2003-PHC, f. j. 6.
(121) STC Exp. Nº 02663-2003-PHC, f. j. 6.
(122) STC Exp. Nº 02663-2003-PHC, f. j. 6.
(123) STC Exp. Nº 04750-2007-PHC, f. j. 2.
(124) STC Exp. Nº 02663-2003-PHC, f. j. 6 acápite h) segundo párrafo.
(125) STC Exp. Nº 04750-2007-PHC, f. j. 4.
(126) STC Exp. Nº 04750-2007-PHC, f. j. 5.
(127) AA.VV. Código Procesal Constitucional. Estudio Introductorio, Exposición de Motivos,
Dictámenes e Índice Analítico, 3ª edición, Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal
Constitucional, Lima, 2008, pp. 59-60.
(128) STC Exp. Nº 01875-2004-PA, f. j. 2.
(129) STC Exp. Nº 00023-2005-PI. f. j. 13.
(130) STC Exp. Nº 00023-2005-PI, f. j. 14.
(131) STC Exp. Nº 04853-2004-PA, f. j. 5.
(132) STC Exp. Nº 04853-2004-PA, ff. jj. 6-7.
(133) STC Exp. Nº 03893-2010-PA/TC, f. j. 3; STC Exp. Nº 02805-2011-AA, f. j. 3; sobre las
razones por las cuales no procede el amparo contra decisiones del Tribunal Constitucional,
véase la STC Exp. Nº 00457-2012-PA, f. j. 3 (POR PUBLICAR).
(134) STC Exp. Nº 01761-2008-PA/TC, f. j. 27.
(135) STC Exp. Nº 01761-2008-PA/TC, f. j. 28.
(136) STC Exp. Nº 01761-2008-PA/TC, f. j. 30.
(137) Sin embargo, en su momento, consideramos que este razonamiento era desproporcionado, por
restrictivo, razón por la cual emitimos un voto singular, recordando que: “si bien es cierto
que la interpretación de los presupuestos y requisitos procesales es competencia de la
jurisdicción ordinaria, no es menos cierto también que los supuestos de acceso a la
jurisdicción comporta la elección de la interpretación más favorable a la admisión o a la
resolución del problema de fondo planteado en la demanda (…). En el caso de autos, se tiene
que los órganos judiciales, al desestimar la demanda de acción popular por un asunto de
forma, eligieron la interpretación más gravosa y perjudicial para la resolución del problema
de fondo planteado en la demanda. Y es que del dispositivo legal antes glosado –que marca
la pauta para la procedencia de la demanda de acción popular– no es posible inferir con
meridiana claridad o exactitud si el requisito referido al carácter general de la norma
impugnada resulta pregonable solo de las resoluciones, o solo de las normas administrativas,
o solo de los reglamentos, o si no a todas las normas juntas. De dicho dispositivo no es
posible inferir una u otra interpretación sobre el particular. Por ello, considero que resulta
evidentemente desproporcionado y manifiestamente arbitrario que los órganos judiciales
hayan argumentado e interpretado sin más la ausencia del carácter general de la norma
impugnada (D.S. Nº 080-2006-EF) al regular esta una situación particular, cuando
precisamente el legislador no ha definido con exactitud qué alcance –particular o general–
deben tener los decretos supremos para ser cuestionados por la vía constitucional de la
acción popular”. Por ello, nuestro voto en esta causa fue por declarar fundada la demanda de
amparo contra acción popular, y en consecuencia, ordenar a la Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia de la República, emitir nueva resolución, pronunciándose sobre el
fondo en la acción popular.
(138) RTC Exps. Nºs 00025-2005-PI/TC y 00026-2005-PI/TC, en cuyo f. j. 9, se dejó establecido
que: “[a] efectos de examinar cuándo una nueva demanda de inconstitucionalidad afecta el
límite objetivo de la cosa juzgada de la sentencia desestimatoria de inconstitucionalidad, se
ha de analizar: a) Si la norma constitucional que ha sido empleada como parámetro de juicio
es la misma o es otra distinta; b) Si la norma constitucional parámetro de juicio ha variado en
su sentido; c) Si la norma legal impugnada, objeto de control, ha variado en el sentido por el
cual se dictó la sentencia desestimatoria; d) Si la conclusión a que conduce la aplicación de
un principio interpretativo distinto es sustancialmente diferente a la que se aplicó en la
sentencia desestimatoria”.
(139) Vide a FERRER MAC-GREGOR, Eduardo. Juicio de amparo y Derecho Procesal
Constitucional, prólogo de Hermógenes Acosta de los Santos, Acción Ciudadana para la
Justicia y la Transparencia / CONAEJ, Comisionado de Apoyo a la Reforma y
Modernización de la Justicia / FINJUS, Santo Domingo (República Dominicana), 2010.
(140) ABAD YUPANQUI, Samuel. Ob. cit., p. 403.
(141) Publicada el 19 de enero de 1999 en el diario oficial El Peruano.
(142) STC Exp. Nº 00189-1999-AA/TC, f. j. 3.
(143) STC Exp. Nº 00189-1999-AA/TC, f. j. 5.
(144) STC Exp. Nº 04972-2006-PA/TC.
(145) STC Exp. Nº 01567-2006-PA/TC, ff. jj. 15 al 19.
(146) ABAD YUPANQUI, Samuel. Ob. cit., p. 408. Véase también al respecto GARCÍA
CALDERÓN MOREYRA, Gonzalo. “Creación de un procedimiento inédito en materia de
anulación de laudo por parte del Tribunal Constitucional”. En: Gaceta Constitucional. Tomo
Nº 33, setiembre de 2010, p. 291 y ss.; AMPRIMO PLÁ, Natale. “Recurso de anulación del
laudo. ¿Eficaz vía paralela frente al proceso de amparo?”. En: Gaceta Constitucional. Tomo
Nº 28, abril de 2010, p. 261 y ss.; GARCÍA CALDERÓN MOREYRA, Gonzalo. “Proceso
de amparo contra laudo arbitral”. En: Gaceta Constitucional. Tomo Nº 25, enero de 2010, p.
271 y ss.
(147) Un análisis detallado de este giro en la jurisprudencia del Tribunal, sobre la procedencia del
amparo arbitral puede verse en el Número Especial sobre “Control Constitucional y
Arbitraje” de la Revista Peruana de Derecho Constitucional, Nº 4, Nueva Época, Tribunal
Constitucional, Lima, 2011.
(148) STC Exp. Nº 10614-2006-PHD, ff. jj. 2 y 3.
(149) STC Exp. Nº 10614-2006-PHD, f. j. 4.
(150) STC Exp. Nº 01797-2002-HD/TC, ff. jj. 10-11.
(151) STC Exp. Nº 06164-2007-HD/TC, f. j. 2.
(152) STC Exp. Nº 00168-2005-PC, ff. jj. 5-11.
(153) STC Exp. Nº 03410-2006-PC, f. j. 2.
(154) STC Exp. Nº 05427-2009-PC/TC, ff. jj. 8-17.
(155) STC Exp. Nº 00007-2007-PI, ff. jj. 10 y 11.
(156) STC Exp. Nº 00032-2004-AI/TC, ff. jj. 2-4.
(157) SSTC Exps. Nºs 00020-2005-PI y 00021-2005-PI. f. j. 19.
(158) RTC Exp. Nº 00020-2005-PI. f. j. 4. Resolución de fecha 8 de agosto de 2005.
(159) STC Exp. Nº 00020-2005-PI, f. j. 17 in fine y 18.
(160) STC Exp. Nº 00020-2005-AI/TC, ff. jj. 156-159.
(161) STC Exp. Nº 00774-2005-PHC, f. j. 6 in fine.
(162) STC Exp. Nº 00001-95-CC, f. j. 2.
(163) STC Exp. Nº 00006-06-CC, f. j. 10.
(164) STC Exp. Nº 00006-06-CC, f. j. 10.
(165) STC Exp. Nº 00003-07-CC, f. j. 12.
(166) STC Exp. Nº 00003-07-CC, f. j. 12.
(167) STC Exp. Nº 00006-06-CC, f. j. 22.
(168) STC Exp. Nº 00006-06-CC, f. j. 22.
(169) STC Exp. Nº 00006-06-CC, f. j. 18.
(170) STC Exp. Nº 00006-2006-CC, f. j. 17.
(171) STC Exp. Nº 00006-2006-CC, f. j. 17.
(172) STC Exp. Nº 00003-07-CC, f. j. 12.
(173) Disponible en: <http://www.venice.coe.int/wccj/Seoul/WCCJ-concept-spa.pdf> (visitado el 27
de mayo de 2014)
(174) La Conferencia Mundial de Justicia Constitucional ha adoptado una definición amplia de la
justicia constitucional, que abarca la competencia en asuntos de derechos humanos. Con
frecuencia, los tribunales constitucionales también resuelven disputas electorales, toman
decisiones sobre conflictos de competencias o actúan como última instancia de apelación en
casos de derechos humanos.
(175)(*) En homenaje al distinguido jurista y politólogo Diego Valadés. Publicado en el segundo
volumen de El control del poder. Homenaje a Diego Valadés, Peter Häberle y Domingo
García Belaunde (Coordinadores), 2 volúmenes, UNAM, México, 2011. Por razón de
espacio no se publicaron los ítems XIII y XIV, que aquí se insertan.
(245) MIRÓ QUESADA, Francisco. Ciencia Política. Actualidad y perspectivas. Cuadernos
Biblioteca Peruana de Ciencia Política, Lima, 1976.
(176) BEALEY, Frank. Diccionario de ciencia política, Traducción de Raquel Vásquez Ramil,
Editorial Istmo, Madrid, 2003, pp. 63 y 323-325. BOBBIO, Norberto; MATEUCCI, Nicola y
PASQUINO, Gianfranco. Diccionario de Política. 15ª edición, Siglo XXI Editores, México,
2007, pp. 1190-1202.
(177) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Derecho Constitucional y Ciencia Política (a propósito de
la relación entre fenómeno jurídico y fenómeno político). En: Constitución y Política.
Cuadernos Biblioteca Peruana de Derecho Constitucional, Lima, 1981, pp. 15-18; 2ª edición,
Lima, 1991, p. 13 y ss.
(178) BIDART CAMPOS, Germán J. El poder. Ediar, Buenos Aires, 1985, pp. 188-189.
(179) BOBBIO, Norberto. El filósofo y la política. Antología. Estudio preliminar y compilación de
José Fernández Santillán, 2ª edición, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, pp. 144 y
ss. Vide igualmente el colectivo [Re]pensar a Bobbio, Lorenzo Córdova Vianello y Pedro
Salazar Ugarte (Coordinadores), UNAM - Siglo XXI, México, 2005.
(180) SÁNCHEZ AZCONA, Jorge. Reflexiones sobre el poder. UNAM, México, 1997, vide
especialmente el capítulo “Marx y Weber, un estudio comparativo en la metodología de las
ciencias”, p. 93 y ss.
(181) WEBER, Max. Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, edición preparada
por Johannes Winckelmann y Nota Preliminar de José Medina Echavarría, 2ª edición en
español, 16ª reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 2005, p. 43.
(182) WEBER, Max. Economía y sociedad. Ob. cit., p. 43.
(183) Ídem.
(184) Ídem.
(185) LOEWENSTEIN, Karl. Teoría de la Constitución. Traducción y estudio sobre la obra por
Alfredo Gallego Anabitarte, 2ª edición, Ariel, Barcelona, 1982, p. 23.
(186) SABINE, George. Historia de la teoría política. Revisado por Thomas Landon Thorson, 3ª
edición, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.
(187) VALADÉS, Diego. El control del poder. UNAM, México, 1998, pp. 11-12.
(188) ARAGÓN REYES, Manuel. Constitución, democracia y control. UNAM, México, 2002, p. 83
y ss. Vide igualmente el Vol. 3 rubricado como “Jurisdicción y control constitucional” de La
Ciencia del Derecho Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio
en sus cincuenta años como investigador del Derecho. Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea (Coordinadores), Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
Instituto Mexicano de Derecho Procesal Constitucional, Marcial Pons, México, 2008, p. 992.
(189) PRIETO SANCHÍS, Luis. “Supremacía, rigidez y garantía de la Constitución”. En: La Ciencia
del Derecho Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus
cincuenta años como investigador del derecho, Tomo I. Teoría General del Derecho Procesal
Constitucional. pp. 805-824.
(190) FIX-ZAMUDIO, Héctor. Tribunales, justicia y eficiencia. Estudio sociojurídico sobre la
racionalidad económica en la función jurisdiccional, UNAM, México, 2006, vide
específicamente “justicia y eficiencia en el litigio judicial”, p. 53 y ss.
(191) FIX-ZAMUDIO, Héctor. Introducción al estudio de la defensa de la Constitución en el
ordenamiento mexicano. 2ª edición, UNAM, México, 1998, p. 47.
(192) Al respecto Sagüés diferencia un sistema completo o pleno del control constitucional y un
sistema incompleto. El primero, cuenta con cinco exigencias: a) Constitución parcial o
totalmente rígida; b) órgano de control independiente del órgano controlado; c) facultades
decisorias del órgano de control; d) posibilidad de los particulares interesados de impugnar
por sí mismo a la norma o acto inconstitucional; y e) sometimiento de todo el aparto
normativo estatal al control de constitucionalidad. Cfr. SAGÜÉS, Néstor Pedro. Derecho
Procesal Constitucional. Vol I. Recurso Extraordinario, 4ª edición, Astrea, Buenos, Aires,
2002, p. 27 y ss.
(193) GUASTINI, Riccardo. Estudios de teoría constitucional. UNAM, México, 2001, p. 153 y ss.
(194) LANDA ARROYO, César. “El tribunal constitucional y las political questions”. En: Anuario
Iberoamericano de Jurisdicción Constitucional. Nº 4, Centro de Estudios Políticos
Constitucionales, Madrid, 2000.
(195) La principal contribución a la distinción entre normas regla y normas principio: ALEXY,
Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Traducción de Ernesto Garzón Valdés, 3ª
reimpresión, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002. Vide igualmente
DWORKIN, Ronald. Los derechos en serio. Prólogo de Albert Calsamiglia, Planeta
Agostini, Buenos Aires, 1993; HART, H.L.A. El concepto de Derecho. Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1963; ATIENZA, Manuel y RUÍZ MANERO, Juan. Las piezas del Derecho.
Teoría de los enunciados jurídicos, Ariel, Barcelona, 1996.
(196) Sobre el método de la ponderación judicial vide ampliamente el apéndice “La fórmula del
peso”. En ALEXY, Robert. Teoría de la argumentación jurídica. La teoría del discurso
racional como teoría de la fundamentación jurídica. Traducción de Manuel Atienza e Isabel
Espejo, Prólogo de Manuel Atienza, Palestra, Lima, 2007. Vide también PRIETO
SANCHÍS, Luis. Derechos fundamentales, neoconstitucionalismo y ponderación judicial.
Palestra, Lima, 2002.
(197) El cambio en el paradigma jurídico ha sido anunciado sobre todo por la corriente que ha dado
en llamarse “neoconstitucionalismo”. Sobre el particular puede verse: CRUZ, Luis M.
Estudios sobre el neoconstitucionalismo. Porrúa - Instituto Mexicano de Derecho Procesal
Constitucional, México, 2006; BARROSO, Luis Roberto. El neoconstitucionalismo y la
constitucionalización del derecho. El triunfo tardío del derecho constitucional en Brasil.
UNAM, México, 2008. CARBONELL, Miguel (Coordinador): Neoconstitucionalismo(s), 2ª
edición, Trotta, Madrid, 2005; AA.VV. Teoría del neoconstitucionalismo. Ensayos
escogidos. Miguel Carbonell (editor), Trotta, Madrid, 2007.
(198) AGUILÓ, Joseph. La Constitución del Estado Constitucional. Palestra-Temis, Lima-Bogotá,
2004, p. 15 y ss.
(199) Sobre la inconstitucionalidad por omisión puede verse CARPIO MARCOS, Edgar y ETO
CRUZ, Gerardo. El control jurisdiccional de la inconstitucionalidad e ilegalidad por
omisión. Fundap, Querétaro, México, 2003; AA.VV. Inconstitucionalidad por omisión.
Víctor Bazán (Coordinador), Temis, Bogotá, 1997; AA.VV. En busca de las normas
ausentes. Ensayos sobre la inconstitucionalidad por omisión, Miguel Carbonell
(Coordinador), UNAM, México, 2003; FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La
inconstitucionalidad por omisión. Teoría General. Derecho Comparado. El caso español,
Civitas, Madrid, 1998; MARTÍNEZ SÁNCHEZ, León Javier. La inconstitucionalidad por
omisión legislativa. Porrúa, México, 2007; VILLAVERDE MENÉNDEZ, Ignacio. La
Inconstitucionalidad por Omisión. McGraw Hill, Madrid, 1997.
(200) Anota Sartori: “(…) hablando en serio, las constituciones son formas que estructuran y
disciplinan los procesos de toma de decisiones de los Estados. Las constituciones establecen
la manera en que se crearán las normas; no deciden ni deben decidir, qué debe ser
establecido por las normas. Es decir, que las constituciones son, ante todo, procedimientos
cuya intención es la de asegurar un ejercicio controlado del poder”. Cfr. SARTORI,
Giovanni. Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de estructuras,
incentivos y resultados. 2ª edición, Traducción de Roberto Reyes Mazzoni, Fondo de Cultura
Económica, México, 1994, p. 217.
(201) DAU-LIN, Hsu. Mutación de la Constitución. Traducción de Pablo Lucas Verdú y Christian
Forster. Instituto Vasco de Administración Pública. Oñate. l998.
(202) NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. La jurisdicción constitucional y los tribunales
constitucionales de Sudamérica en la alborada del siglo XXI. Bibloteca Porrúa de Derecho
Procesal Constitucional, México, 2004, pp. 68 y ss. Igualmente puede verse FERNÁNDEZ
RODRÍGUEZ, José Julio. La justicia constitucional europea ante el siglo XXI. Tecnos,
Madrid, 2002, p. 29 y ss. Vide también FERRER MAC-GREGOR, Eduardo. Los Tribunales
constitucionales en Iberoamérica. Prólogo de Héctor Fix-Zamudio, Fundap editores,
México, 2002.
(203) SAGÜÉS, Néstor Pedro. El tercer poder. Notas sobre el perfil político del Poder Judicial, Lexis
Nexis, Buenos Aires, 2005, p. 15.
(204) ATRIA, Fernando: “Seguridad jurídica y derechos fundamentales: sobre predecibilidad y
autogobierno”. En: Justicia constitucional y derechos fundamentales. Andrés Bordalí
(Coordinador), Lexis Nexis - Universidad Austral de Chile, Santiago de Chile, 2006, pp. 9 y
10.
(205) BIDART CAMPOS, Germán J. El derecho constitucional del poder. Tomo I, Ediar, Buenos
Aires, 1967, pp. 13 y ss; 81 y ss. y 129 y ss.
(206) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Perfil del Parlamento peruano. En: Libro homenaje a
Rómulo E. Lanatta Guilhem. Cultural Cuzco, Lima, 1986, p. 285.
(207) LANDA ARROYO, César. Tribunal Constitucional y Estado democrático. 2ª edición, Palestra,
Lima, 2003, especialmente p. 701 y ss.
(208) HÄBERLE, Peter. “La jurisdicción constitucional en la sociedad abierta”. En: La Ciencia del
Derecho Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus
cincuenta años como investigador del derecho, Tomo I. Teoría General del Derecho Procesal
Constitucional. Ob. cit., pp. 763-784.
(209) AA.VV. ¿Guerra de las Cortes? A propósito del proceso competencial entre el Poder Ejecutivo
y el Poder Judicial. Domingo García Belaunde (Coordinador), Cuadernos de análisis y
crítica a la jurisprudencia constitucional Nº 4, Palestra, Lima, 2007.
(210) El cuadro de las sentencias publicadas hasta el 31 de diciembre de 2012, en los siete procesos
constitucionales con que cuenta el Perú, tanto de la jurisdicción constitucional orgánica
como de la jurisdicción constitucional de la libertad, es el siguiente:

Año HC HD Q AI AC CC AA Total

1996 78 0 0 3 0 1 18 100

1997 40 1 0 18 16 2 526 603

1998 166 3 0 0 66 2 956 1,193

1999 252 3 0 0 104 1 1,036 1,396

2000 151 4 0 4 140 1 1,508 1,808

2001 168 3 0 20 45 1 465 702

2002 318 4 0 18 140 4 688 1,172

2003 711 7 91 25 387 9 3,372 4,602


2004 494 10 214 45 439 6 2,956 4,164

2005 550 9 330 34 1,227 8 4,903 7,061

2006 722 9 289 36 2,228 5 6,865 10,154

2007 1,367 81 302 38 1,129 8 6,400 9,325

2008 1,201 72 306 15 443 4 5,041 7,082

2009 1,370 43 438 29 384 6 6,683 8,953

2010 1,108 106 269 48 393 10 5,000 6,934

2011 880 54 248 44 251 14 3,367 4,858

2012 755 36 316 17 203 2 2,847 4,176

Total 10,331 445 2,803 394 7,595 84 52,631 74,283

13.91% 0.60% 3.77% 0.53% 10.22% 0.11% 70.85% 100.00%

(211) Un crítico del TC como el iusprocesalista Monroy Gálvez anota: “(…) el TC ha tomado
posición acerca de los problemas jurídicos y sociales de mayor trascendencia en los últimos
años en el escenario nacional, ha sabido construir pistas en donde no había salida; ha
colocado la linterna en donde había oscuridad. Sin embargo, tal como ocurrió con los jueces
y fiscales de mani puliti, un exceso de exposición en medios y, tal vez, una necesidad
irrefrenable de protagonizar todas las incidencias de repercusión nacional, estén o no en su
ámbito de actuación, ha determinado que en los últimos meses algunas de sus decisiones
preocupen seriamente”. (Cfr. La Ciencia del Derecho Procesal Constitucional. Estudios en
homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como investigador del derecho, Tomo
I. Teoría General del Derecho Procesal Constitucional. Ob. cit., p. 707.
(212) HÄBERLE, Peter. “El Tribunal Constitucional como poder político”. En: Revista de Estudios
Políticos, julio-setiembre, 2004, pp. 9-37.
(213) LAGI, Sara. El pensamiento político de Hans Kelsen (1911-1920). Los orígenes “de la esencia
y valor de la democracia”. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
(214) KELSEN, Hans. ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución? Estudio preliminar de
Guillermo Gasió, Traducción y Notas de Roberto J. Bric, Supervisión técnica de Eugenio
Bulygin, Tecnos, Madrid, 1995.
(215) STC Exp. Nº 04053-2004-PHC, f. j. 14.
(216) La naturaleza de la Constitución como Ley Fundamental de la Sociedad –ha dicho el TC
peruano– se sustenta tanto en el artículo 1 de la Constitución que prescribe que: “La defensa
de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y el
Estado” y en el artículo 38 según el cual “Todos los peruanos tienen el deber (…) de respetar,
cumplir (…) la Constitución (…)” (STC Exp. Nº 00976-2001-AA/TC, f. j. 5).
(217) Vide STC Exp. Nº 03179-2004-PA, f. j. 17; STC Exp. Nº 00976-2001-PA, f. j. 5; STC Exp. Nº
10087-2005-PA, f. j. 3.
(218) STC Exp. Nº 00976-2001-AA/TC, f. j. 5.
(219) STC Exp. Nº 00976-2001-AA/TC, f. j. 5.
(220) STC Exp. Nº 00976-2001-AA/TC, f. j. 8.
(221) Así por ejemplo, en México, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al conocer del en
revisión promovido por Manuel Camacho Solís, estableció un importantísimo criterio en lo
atinente al control constitucional de la reforma de la Constitución: “el Poder Judicial Federal,
a través del juicio de amparo, sí puede conocer de la constitucionalidad del procedimiento
legislativo desarrollado para dar vida a una reforma constitucional”. Vide B. FLORES, Imer.
“Sobre las formas y los límites de la legislación: a propósito de la constitucionalidad de una
reforma constitucional”. En: El Estado constitucional contemporáneo. Culturas y sistemas
jurídicos comparados. Diego Valadés y Miguel Carbonell (Coordinadores), Tomo I, UNAM,
México, 2006, pp. 284-285.
(222) RODRÍGUEZ GAONA, Roberto. El control constitucional de la reforma a la Constitución.
Cuadernos Bartolomé de las Casas, Dykinson, Madrid, 2006, p. 19.
(223) STC Exp. Nº 00014-2003-AI/TC, f. j. 2.
(224) Con todo, aunque no en los términos utilizados lapidariamente por Otto Bachoff, el TC sí ha
reconocido que una disposición constitucional entendida de determinada manera puede
resultar irrazonable o atentar contra el contenido esencial de algún derecho fundamental. Así,
en el caso Luis Felipe Almenara Bryson, el TC determinó que la norma constitucional
contenida en el inciso 2 del artículo 154 de la Constitución que prescribe que: “Los no
ratificados no pueden reingresar al Poder Judicial ni al Ministerio Público” no era congruente
ni guardaba conexión lógica con la disposición constitucional que permitía a los magistrados
destituidos por medida disciplinaria postular nuevamente a la carrera judicial. En este
sentido, independientemente de un proceso de reforma constitucional, el TC dispuso que tal
prohibición de no postular a quien simplemente se le había retirado la confianza, no era
válida, mutándose en el fondo el sentido del texto fundamenta (STC Exp. Nº 01941-2002-
AA/TC, f. j. 22). En igual sentido, en la STC Exp. Nº 00006-2003-AI/TC, en el f. j. 17 el TC
estableció que la prohibición de modificación de la acusación constitucional por parte del
Ministerio Público y del Poder Judicial, establecida en el artículo 100 de la Constitución,
invadía las competencias constitucionales que la propia Constitución había asignado a estos
órganos; por lo que recomendó la reforma constitucional respectiva. Sobre las normas
constitucionales inconstitucionales puede verse nuestro trabajo “Luces y sombras a medio
siglo de una propuesta: las normas constitucionales inconstitucionales”. En: Pensamiento
Constitucional. Año IX, Nª 9, PUCP, 2003. Vide además el clásico trabajo de BACHOF,
Otto. ¿Normas constitucionales inconstitucionales? Palestra, Lima, 2008.
(225) Así, el TC dejó claramente establecido que: “aunque el control de una ley de reforma
constitucional podría ser visto como una ‘cuestión política no justiciable’, dado que no se
encuentra expresamente previsto por el artículo 200 inciso 4) de la Constitución como una de
las materias susceptibles de conocimiento por parte del Tribunal Constitucional, tal
razonamiento cede bajo la consideración que este colegiado vela porque la norma suprema
no sea en sí misma vulnerada a través de normas modificatorias que puedan atentar, tanto
contra los principios jurídicos y valores democráticos sobre los cuales se sustenta, como
contra los procedimientos establecidos para una reforma constitucional” (STC Exp. Nº
00050-2004-AI/TC, ff. jj. 3-5).
(226) Vide ARAGÓN REYES, Manuel. Constitución, democracia y control. Ob. cit., p. 141 y ss.
(227) STC Exp. Nº 00014-2003-AI/TC, f. j. 22.
(228) STC Exp. Nº 00050-2004-AI/TC, f. j. 35.
(229) STC Exp. Nº 00050-2004-AI/TC, f. j. 32.
(230) SSTC Exps. Nºs 00050, 00051-2004-AI/TC (acumulados), ff. jj. 30-41.
(231) STC Exp. Nº 00008-2003-AI/TC, ff. jj. 56-60. En la dinámica del control constitucional, los
procesos de inconstitucionalidad planteados contra decretos de urgencia alcanzan un número
de 18. De estos 8 han sido declarados improcedentes, 5 infundados, 1 fundado en parte, 2
fundados, 2 se encuentran pendientes de resolución. Las resoluciones desestimativas son las
siguientes: SSTC Exps. Nºs 00005-1997-AI, 00006-1997-AI, 00007-1997-AI, 00006-1999-
AI, 00015-2001-AI, 00016-2001-AI, 00032-2006-AI, 00004-2007-AI (improcedentes),
00004-1999-AI, 00006-2000-AI, 00001-2001-AI, 00009-2004-AI, 00005-2006-AI
(infundadas); mientras las estimativas son: 00008-2003-AI, 00017-2004-AI, 00023-2007-AI.
(232) STC Exp. Nº 00008-2003-AI/TC, ff. jj. 56-60.
(233) STC Exp. Nº 00008-2003-AI/TC, f. j. 57.
(234) STC Exp. Nº 00008-2003-AI/TC, f. j. 59.
(235) STC Exp. Nº 00008-2003-AI/TC, f. j. 60.
(236) Artículo 118, inciso 21) de la Constitución Política del Perú.
(237) Artículo 120 de la Constitución Política del Perú.
(238) STC Exp. Nº 04053-2007-PHC.
(239) STC Exp. Nº 04053-2007-PHC, f. j. 25.
(240) STC Exp. Nº 04053-2007-PHC, ff. jj. 26 y 27.
(241) STC Exp. Nº 04053-2007-PHC, f. j. 28.
(242) STC Exp. Nº 04053-2007-PHC, f. j. 32.
(243) ABAD YUPANQUI, Samuel. El Proceso Constitucional de Amparo. 2ª edición, Gaceta
Jurídica, Lima, 2008, p. 348
(244) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. El Hábeas Corpus Interpretado. PUCP, Lima, 1971
(245) GARCÍA BELAUNDE, Domingo: “El Amparo contra resoluciones Judiciales. Nuevas
Perspectivas”. En: Derecho Procesal Constitucional. Temis, Bogotá, 2001, p. 157 y ss.
(246) Supuesto de inacciones serían, por ejemplo, los problemas a los que se refiere el propio García
Belaunde, respecto del derecho de acción, cuando se refiere a la negativa del órgano judicial
para calificar la demanda, aun cuando el Profesor García Belaunde considera que el remedio
en estos casos, no sería el amparo sino la queja ante el superior y solo excepcionalmente y
ante las frustradas gestiones internas cabría como hipótesis teórica y extrema, el proceso de
amparo (Cfr. GARCÍA BELAUNDE. Ob. cit., p. 157). En los últimos años la jurisprudencia
del TC ha puesto de manifiesto la relevancia del control de omisiones de los órganos
judiciales, ello sobre todo si se toma en cuenta la constitucionalización, vía jurisprudencia,
del derecho al plazo razonable. Aquí se trata del control temporal de la actividad judicial
(Cfr. STC Exp. Nº 03778-2004-AA/TC).
(247) “Artículo 4.- Procedencia respecto de resoluciones judiciales.- El amparo procede respecto de
resoluciones judiciales firmes dictadas con manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva,
que comprende el acceso a la justicia y el debido proceso. Es improcedente cuando el
agraviado dejó consentir la resolución que dice afectarlo.
El hábeas corpus procede cuando una resolución judicial firme vulnera en forma manifiesta la
libertad individual y la tutela procesal efectiva.
Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de una persona en la que se
respetan, de modo enunciativo, sus derechos de libre acceso al órgano jurisdiccional, a
probar, de defensa, al contradictorio e igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de
la jurisdicción predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de los previstos por la
ley, a la obtención de una resolución fundada en derecho, a acceder a los medios
impugnatorios regulados, a la imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación
adecuada y temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la observancia del
principio de legalidad procesal penal”.
(248) STC Exp. Nº 00282-2004-AA/TC, f. j. 2 (Caso Gracia Maria Francisco Aljovín).
(249) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Comentarios al Código Procesal Constitucional. Palestra,
Lima, 2006, p. 136 y ss.
(250) STC Exp. Nº 01209-2006-PA/TC, f. j. 28.
(251) GRÁNDEZ CASTRO, Pedro y CARPIO MARCOS, Edgar, “El Tribunal Constitucional
peruano cumple 10 años. (Reporte de su labor jurisprudencial durante el año 2006)”. En:
Anuario Iberoamericana de Justicia Constitucional. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, Nº 11, 2007.
(252) Seguimos, en este punto, el esquema de exposición de GRÁNDEZ, Pedro. La justificación de
la sentencia constitucional. Bases teóricas para la construcción de un modelo. Tesis para
optar el grado de Magíster en Política Jurisdiccional, PUCP, Lima, 2006.
(253) “La estructuración del proceso, la determinación y valoración de los elementos de hecho, la
interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos individuales son asuntos de
los tribunales competentes para tal efecto, y se encuentran sustraídos de la revisión posterior
por parte del Tribunal Constitucional (...); solo en caso de la violación de un derecho
constitucional específico por parte de un tribunal, puede el Tribunal Constitucional (...)
entrar a conocer el asunto (...). [L]os procesos de subsunción normales dentro del derecho
ordinario se encuentran sustraídos del examen posterior del Tribunal Constitucional (...),
siempre y cuando no se aprecien errores de interpretación relacionados fundamentalmente
con una percepción incorrecta del significado de un derecho fundamental, especialmente en
lo que respecta a la extensión de su ámbito de protección, y cuando su significado material
también sea de alguna importancia para el caso legal concreto. (BverfGE 18, 85 –sentencia
del 10 de junio de 1964–). STC Exp. N° 00571-2006-AA/TC, La misma doctrina se volvió a
recordar en la STC Exp. Nº 02298-2005-PA/TC, donde el Tribunal expresó que: “(...)
conforme a nuestra reiterada y uniforme jurisprudencia, (...) la determinación de cuál sea la
norma aplicable para resolver una controversia suscitada en el ámbito de la jurisdicción
ordinaria, es un tema que no está dentro de la competencia ratione materiae del proceso
constitucional de amparo. Tenemos dicho, en efecto, que el amparo contra resoluciones
judiciales no es un instrumento procesal que (...) mediante su utilización el juez
constitucional pueda evaluar si la aplicación de una norma legal se ha efectuado
correctamente (o no) al resolverse un caso. [Fundamento 4].
(254) La fórmula de la cuarta instancia ha sido desarrollada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos al establecer parámetros de actuación en torno a su injerencia en el Derecho de los
Estados partes de la Convención. Cfr. Caso Villagrán Morales contra Guatemala,
Excepciones preliminares; vide a LANDA ARROYO, César (Compilador). Jurisprudencia
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Palestra, Lima, 2005, pp. 339-364.
(255) RTC Exp. Nº 00759-2005.PA/TC f. j. 2.
(256) STC Exp. Nº 02758-2004-HC/TC.
(257) STC Exp. N° 00665-2007-AA/TC, f. j. 18.
(258) Cfr. LANDA ARROYO, César: “El amparo en el nuevo Código Procesal Constitucional
peruano”. En: Constitución y fuentes del Derecho. Palestra, Lima, 2006, p. 385.
(259) LANDA ARROYO, César. Ob. cit., p. 386.
(260) BverfGG 7, 198.
(261) Ibídem, citando además a JIMÉNEZ CAMPO, Javier. “El control de constitucionalidad de la
ley en el Derecho español”. En: Rubio Llorente, F. Y Javier Jiménez Campo, Estudios sobre
la jurisdicción constitucional, Madrid, 1998, p. 74 y ss.
(262) Debe tenerse en cuenta en este punto, que el Código Procesal Constitucional estableció una
lista de derechos que podían ser alegados como violados en un amparo contra resoluciones
judiciales. El artículo 4 de dicho cuerpo normativo establece: “Se entiende por tutela
procesal efectiva aquella situación jurídica de una persona en la que se respetan, de modo
enunciativo, sus derechos de libre acceso al órgano jurisdiccional, a probar, de defensa, al
contradictorio e igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de la jurisdicción
predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de los previstos por la ley, a la
obtención de una resolución fundada en derecho, a acceder a los medios impugnatorios
regulados, a la imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación adecuada y
temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la observancia del principio de
legalidad procesal penal”.
(263) Entre otros argumentos el Tribunal estableció que: “La tesis según la cual el amparo contra
resoluciones judiciales procede únicamente por violación del derecho al debido proceso o a
la tutela jurisdiccional, confirma la vinculatoriedad de dichos derechos en relación con los
órganos que forman parte del Poder Judicial. Pero constituye una negación inaceptable en el
marco de un Estado constitucional de derecho, sobre la vinculariedad de los ‘otros’ derechos
fundamentales que no tengan la naturaleza de derechos fundamentales procesales, así como
la exigencia de respeto, tutela y promoción ínsitos en cada uno de ellos”. (STC Exp. Nº
03179-2004-AA/TC f. j. 18).
(264) Sobre esta decisión, existen comentarios encontrados. De hecho el voto particular del
magistrado Vergara Gotelli expresado en la sentencia, muestra ya una posición en contra,
desde una perspectiva procesalista que ha sido también asumida por algún sector de la
doctrina nacional. Cfr. además, comentarios a esta sentencia de CASTILLO CÓRDOVA,
Luis. “Amparo contra resoluciones judiciales. Recordatorio de un viejo criterio
jurisprudencia”. En: Diálogo con la jurisprudencia. N° 99, Lima, 2006, p. 55 y ss.
Comentarios a favor de las tesis del TC, puede verse el trabajo de LEÓN VÁSQUEZ, Jorge.
“El control de las resoluciones judiciales. Notas a las sentencia Nº 3179-2004-AA/TC”. En:
Diálogo con la jurisprudencia. N° 100, Lima, 2007, p. 39 y ss.
(265) GIACOMETTE FERRER, Ana. La prueba en los procesos constitucionales. Biblioteca Porrúa
de Derecho Procesal Constitucional, México, 2008.
(266) STC Exp. Nº 06204-2006-PHC/TC, f. j. 7.
(267) STC Exp. Nº 06167-2005-PHC/TC.
(268) Este ha sido el caso, fundamentalmente, de la STC Exp. Nº 06204-2006-PHC/TC, donde en los
fundamentos jurídicos 5 y 6 el TC afirmó “Este criterio jurisprudencial establecido por el
Tribunal Constitucional [la improcedencia del hábeas corpus contra actos del Ministerio
Público], no obstante, debe ser aplicado considerando, permanentemente, el artículo II del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, es decir, atendiendo a la tutela del
principio de supremacía jurídica de la Constitución y a la vigencia efectiva de los derechos
fundamentales; además de las circunstancias objetivas que rodean la controversia a resolver.
En tal sentido, si bien en el presente caso no se configura una afectación concreta a la
libertad personal del recurrente, el Tribunal Constitucional estima pertinente ingresar a
resolver el fondo de la controversia planteada por dos razones esenciales. En primer lugar, en
atención al tercer párrafo del artículo III del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, según el cual: ‘(...) el Juez y el Tribunal Constitucional deben adecuar la
exigencia de las formalidades previstas en este Código al logro de los fines de los procesos
constitucionales’, y del principio de economía procesal; en segundo lugar, por la relevancia
jurídica de la pretensión propuesta por el demandante que está relacionada con el control
constitucional de los actos de investigación prejurisdiccional del Ministerio Público; vacío
legal que le corresponde definir al Tribunal Constitucional, a efectos de dilucidar la tutela o
no del derecho que invoca el recurrente, en tanto supremo intérprete y guardián de la
supremacía jurídica de la Constitución y de los derechos fundamentales”.
(269) STC Exp. Nº 06204-2006-PHC/TC, ff. jj. 16-18.
(270) STC Exp. N° 05228-2006-PHC/TC ff. jj. 11-18.
(271) El artículo 142 de la Constitución prescribe: “No son revisables en sede judicial las
resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral, ni las del Consejo
Nacional de la Magistratura en materia de evaluación y ratificación de jueces”. Por su parte,
el artículo 181 prescribe: “El Pleno del Jurado Nacional de Elecciones aprecia los hechos con
criterio de conciencia. Resuelve con arreglo a ley y a los principios generales de derecho. En
materias electorales, de referéndum o de otro tipo de consultas populares, sus resoluciones
son dictadas en instancia final, definitiva, y no son revisables. Contra ellas no procede
recurso alguno”.
(272) STC Exp. Nº 05854-2005-PA, f. j. 20.
(273) STC Exp. Nº 05854-2005-PA, f. j. 20. En efecto, el artículo 5, inciso 8 del C.P.Constitucional
prescribe: “No proceden los procesos constitucionales cuando: 8) Se cuestionen las
resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral, salvo cuando no sean de
naturaleza jurisdiccional o cuando siendo jurisdiccionales violen la tutela procesal efectiva”.
(274) STC Exp. Nº 05854-2005-PA, ff. jj. 37 in fine, 38 y 39.
(275) STC Exp. Nº 05854-2005-PA, ff. jj. 37 in fine, 38 y 39.
(276) (STC Exp. Nº 05854-2005-PA, ff. jj. 37 in fine, 38 y 39).
(277) Vide estas etapas y la crítica al TC en FALCONÍ GÁLVEZ, Juan. “El porqué de la necesidad
de algunas reformas constitucionales en el capítulo XIII (del sistema electoral, de nuestra
Constitución). Propuesta a contracorriente, a partir de las experiencias sufridas en la última
década”. En: Limitación del poder y estructura del Estado. Estudios sobre la parte orgánica
de la Constitución, Eloy Espinosa-Saldaña Barrera y Gustavo Gutiérrez Ticse (Directores),
Grijley, Lima, 2008, pp. 237-245. A dicha crítica habría que contraponer, solo a manera de
precisión que se ajuste más a la verdad, que del universo de procesos interpuestos contra el
JNE que suman un total de 34 casos, solo 3 han sido declarados fundados por el TC,
mientras que 25 han sido resueltos como improcedentes y 6 como infundados. Las
resoluciones de improcedencia son: Exps. Nºs 00145-2008-AA Resol., 00252-2004-AA
Resol., 01894-2006-AA Resol., 01936-2007-AA Resol., 02119-2002-AA Resol., 02346-
2002-AA Resol., 02366-2003-AA, 02510-2007-AA Resol., 02730-2006-AA Nulidad,
02746-2006-AA Resol., 03197-2006-AA Resol., 03276-2007-AA Resol., 03283-2007-AA
Nulidad 2, 03285-2006-AA Resol., 03317-2006-AA Resol., 03593-2006-AA, 03981-2004-
AA Resol., 04543-2004-AA Resol., 04773-2005-AA Resol., 04840-2004-AA, 05180-2007-
AA Resol., 06211-2007-AA Resol., 06649-2006-AA Resol., 06901-2006-AA Resol., 00033-
1995-AA; las resoluciones que han declarado infundada la demanda son: Exps. Nºs 00902-
1996-AA, 01061-1999-AA, 02668-2004-AA Resol., 05396-2005-AA, 06377-2007-AA
Resol., 06620-2006-AA Resol.; y las resoluciones estimativas son: 02730-2006-AA, 01078-
2007-AA y 03283-2007-AA.
(278) Vide un enfoque más amplio en CASTILLO CÓRDOVA, Luis. El Tribunal Constitucional y su
dinámica jurisprudencial. Palestra, Lima, 2008, p. 295 y ss.
(279) En total hasta la fecha han ingresado 343 demandas dirigidas contra el Consejo Nacional de la
Magistratura, impugnando tanto decisiones tomadas en ejercicio de su función de ratificación
de magistrados como en su función disciplinaria de destitución de jueces y fiscales. De estas
90 han sido declaradas estimativas, mientras que 199 han sido desestimadas, 50 como
improcedentes, 137 como infundadas y 12 rechazadas por otro objeto; quedando aún 54
casos pendientes de resolución. Al respecto, las sentencias declaradas estimativas son las
siguientes: Nºs 00027-2003-AA, 00040-2003-AA, 00041-2003-AA, 00042-2003-AA,
00049-2003-AA, 00068-2003-AA, 00069-2003-AA, 00107-2003-AA, 00133-2003-AA,
00177-2003-AA, 00199-2007-AA, 00205-2003-AA, 00208-2003-AA, 00216-2003-AA,
00242-2003-AA, 00290-2003-AA, 00321-2006-AA, 00447-2003-AA, 00526-2003-AA,
00578-2005-AA, 00627-2003-AA, 00664-2003-AA, 00736-2003-AA, 00851-2003-AA,
00908-2003-AA, 01057-2003-AA, 01060-2003-AA, 01079-2003-AA, 01112-2005-AA,
01274-2002-AA, 01333-2006-AA, 01411-2004-AA, 01458-2007-AA, 01848-2002-AA,
01904-2002-AA, 01931-2003-AA, 02136-2002-AA, 02284-2002-AA, 02591-2002-AA,
02612-2002-AA, 02614-2002-AA, 02682-2003-AA, 02735-2002-AA, 02808-2002-AA,
02839-2002-AA, 02852-2003-AA, 02858-2002-AA, 02859-2002-AA, 02860-2002-AA,
02871-2002-AA, 02878-2002-AA, 02892-2002-AA, 02895-2002-AA, 02902-2003-AA,
02948-2002-AA, 02963-2002-AA, 02968-2003-AA, 02989-2002-AA, 04180-2004-AA,
04596-2006-AA, 04602-2006-AA, 04679-2004-AA, 05033-2006-AA, 06105-2005-AA,
06375-2006-AA, 06957-2005-AA.
(280) Así, en el Caso Luis Felipe Almenara Bryson vs Consejo Nacional de la Magistratura, en
el cual las instancias judiciales previas desestimaron la demanda en virtud de una aplicación
literal del numeral 142 de la Constitución, el Tribunal estableció que al resolverse de ese
modo, se había obviado que también constituye un atributo subjetivo de naturaleza
constitucional el derecho de acceder a un tribunal de justicia competente que ampare a las
personas contra todo tipo de actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
Constitución o la Ley, según enuncia, entre otros instrumentos internacionales, el artículo 8
de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y que detrás de ese derecho y, en
concreto, del establecimiento de los procesos constitucionales de la libertad, se encuentra
implícito el derecho a la protección jurisdiccional de los derechos o, lo que es lo mismo, el
derecho a recurrir ante un tribunal competente frente a todo acto u omisión que lesione una
facultad reconocida en la Constitución o en los instrumentos internacionales en materia de
derechos humanos. De conformidad con la jurisprudencia vinculante de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, constituye parte del núcleo duro de la Convención
Americana de Derechos Humanos y, en ese sentido, no puede obstaculizarse
irrazonablemente su acceso o simplemente impedirse su cabal goce y ejercicio. (STC Exp.
Nº 01949-2002-AA/TC, ff. jj. 2 a 6).
(281) LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la interpretación constitucional. Homenaje de
Karl Loewenstein (Con la colaboración de Antonio Castagno), 2ª edición, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2007, Vol. I, p. 163 y ss.
(282) La interpretación de la Norma Fundamental –ha dicho el TC– debe efectuarse apelando a
determinados principios constitucionales. En primer lugar, al principio de unidad de la
Constitución, según el cual la interpretación de la Constitución debe estar orientada a
considerarla como un “todo” armónico y sistemático, a partir del cual se organiza el sistema
jurídico en su conjunto. En segundo lugar, al principio de concordancia práctica, conforme
al cual la aparente tensión entre las propias disposiciones constitucionales debe ser resuelta
optimizando su interpretación, es decir, sin sacrificar ninguno de los valores, derechos o
principios constitucionales, y teniendo presente que, en última instancia, todo precepto
constitucional, incluso aquellos pertenecientes a la denominada “Constitución orgánica”, se
encuentran reconducidos a la protección de los derechos fundamentales, como
manifestaciones del principio-derecho de dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin
supremo de la sociedad y el Estado (artículo 1 de la Constitución). En tercer lugar, al
principio de corrección funcional, el cual exige al Tribunal Constitucional, como a
cualquier juez constitucional que, al realizar su labor de interpretación, no desvirtúen las
funciones y competencias que el Constituyente ha asignado a cada uno de los órganos
constitucionales, de modo tal que el equilibrio inherente al Estado Constitucional y
democrático, como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se encuentre
plenamente garantizado. En cuarto lugar, al principio de función integradora, de acuerdo
con el cual el “producto” de la interpretación solo podrá ser considerado como válido en la
medida que contribuya a integrar, pacificar y ordenar las relaciones de los poderes públicos
entre sí y las de estos con la sociedad. Y, finalmente, apelando al principio de fuerza
normativa de la Constitución, que está orientado a relevar y respetar la naturaleza de la
Constitución como norma jurídica, vinculante para todos los poderes públicos y privados in
toto y no solo parcialmente. (STC Exp. Nº 05854-2005-AA, f. j. 12).
(283) Así, en el Caso Diodoro Antonio Gonzales Ríos vs Consejo Nacional de la Magistratura, el TC
sostuvo que las consideraciones sobre un determinado dispositivo constitucional deben
desprenderse de una interpretación integral de la Constitución, y no de una parte o de un
sector de la misma; y que cuando el artículo 142 de la Constitución establece que no son
revisables en sede judicial las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en
materia de evaluación y ratificación de jueces, el presupuesto de validez de dicha afirmación
se sustenta en que las consabidas funciones que le han sido conferidas a dicho organismo
sean ejercidas dentro de los límites y alcances que la Constitución le otorga, y no a otros
distintos, que puedan convertirlo en un ente que opera fuera o al margen de la misma norma
que le sirve de sustento. En el fondo, no se trata de otra cosa sino de la misma teoría de los
llamados poderes constituidos, que son aquellos que operan con plena autonomía dentro de
sus funciones, pero sin que tal característica los convierta en entes autárquicos que
desconocen o hasta contravienen lo que la misma Carta les impone. Por consiguiente, sus
resoluciones tienen validez constitucional en tanto las mismas no contravengan el conjunto
de valores, principios y derechos fundamentales de la persona contenidos en la Constitución,
lo que supone, a contrario sensu, que si ellas son ejercidas de una forma tal que desvirtúan el
cuadro de principios y valores materiales o los derechos fundamentales que aquella
reconoce, no existe ni puede existir ninguna razón que invalide o deslegitime el control
constitucional señalado a favor de este Tribunal en los artículos 201 y 202 de nuestro Texto
Fundamental. (STC Exp. Nº 02409-2002-AA/TC, f. j. 2).
(284) STC Exp. Nº 03361-2004-AA/TC, f. j. 2.
(285) Vide ETO CRUZ, Gerardo. La justicia militar en el Perú. Edit. Nuevo Norte - Universidad
Nacional de Trujillo - Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, Trujillo, 2000, p.
175 y ss.
(286) LOVATÓN PALACIOS, David. Tribunal Constitucional y reforma de la justicia militar.
Palestra - PUCP, Lima, 2007, p. 77 y ss.
(287) En dicho contexto, ha expresado el TC que: “la configuración de un nuevo orden económico
internacional ha requerido del arbitraje como el prototipo de proceso de resolución de
conflictos entre particulares e incluso entre estos y los Estados, lo que le otorga una
importancia significativa, formando parte integrante del modelo jurisdiccional ad hoc a la
resolución de controversias, no solo entre particulares, en el marco de la Constitución
económica” (STC Exp. Nº 06167-2005-HC/TC, f. j. 4). Vide a nivel de la doctrina la
justificación constitucional del arbitraje en LORCA NAVARRETE, Antonio María. La
anulación del laudo arbitral. Instituto Vasco de Derecho Procesal –DIJUSA– Universidad de
Lebrija - Corte Vasca de Arbitraje, San Sebastián, 2008, pp. 1-4.
(288) STC Exp. Nº 06167-2005-HC/TC, f. j. 13.
(289) STC Exp. Nº 06167-2005-HC/TC, f. j. 11. Vide también sobre el galantismo procesal en el
arbitraje a LORCA NAVARRETE, Antonio María. Ob. cit., p. 29 y ss.
(290) STC Exp. Nº 06167-2005-HC/TC, f. j. 14.
(291) STC Exp. Nº 04972-2006-AA/TC, f. j. 17.
(292) KANTOROWICZ, Ernst H. Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología política
medieval.Alianza Editorial, Madrid, 1985. McILWAIN, Charles Howard. Constitucionalismo
antiguo y moderno. Nova, Buenos Aires, 1958.
(293) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y TOMAS-RAMÓN, Fernández. Curso de Derecho
Administrativo. 2ª reimpresión, Civitas, Madrid, 2001, p. 481.
(294) SCHMIDT-ASSMANN, Eberhard. La teoría general del derecho administrativo. Marcial
Pons, Madrid, 2003, p. 219.
(295) Así, el TC ha establecido que la discrecionalidad con que cuenta la administración puede estar
sujeta a diferentes grados de intensidad. De este modo, el TC ha dicho que se puede
identificar la discrecionalidad mayor, la intermedia y la menor. “La discrecionalidad mayor
es aquella en donde el margen de arbitrio para decidir no se encuentra acotado o restringido
por concepto jurídico alguno. Por ende, el ente administrativo dotado de competencias no
regladas se encuentra en la libertad de optar plenariamente. Dicha discrecionalidad, en lo
esencial, está sujeta al control político y, residualmente, al control jurisdiccional, en cuanto a
la corroboración de su existencia institucional o legal, su extensión espacial y material,
tiempo de ejercicio permitido, forma de manifestación jurídica y cumplimiento de las
formalidades procesales. La discrecionalidad intermedia es aquella en donde el margen de
arbitrio se encuentra condicionado a su consistencia lógica y a la coherencia con un concepto
jurídico indeterminado de contenido y extensión. La discrecionalidad menor es aquella en
donde el margen de arbitrio se encuentra constreñido a la elección entre algunas de las
variables predeterminadas por la ley. (STC Exp. Nº 00090-2004-AA/TC, f. j. 9). En la misma
sentencia igualmente se hizo referencia a la discrecionalidad normativa, planificadora,
política y a la técnica. “La discrecionalidad normativa, consiste en el arbitrio para ejercer
la potestad de reglamentar las leyes sin transgredirlas ni desnaturalizarlas. Como
consecuencia del ejercicio de dicha competencia, un ente administrativo puede dictar
reglamentos institucionales, en donde se establezcan los aspectos referidos a la organización
y funcionamiento administrativo, así como las responsabilidades y derechos de los
funcionarios y servidores públicos a él adscritos; reglamentos ejecutivos, que tienen por
finalidad principal la especificación de detalles y demás aspectos complementarios de una
ley; y reglamentos autónomos, que no se fundan directamente en una ley, aunque coadyuvan
al cumplimiento de tareas atribuciones o funciones encomendadas por ella. La
discrecionalidad planificadora se la entiende como el arbitrio para la selección de
alternativas de soluciones en aras de alcanzar racionalidad y eficiencia administrativa. Para
tal efecto, será necesario determinar la relación de objetivos, políticas, programas y
procedimientos compatibles con los recursos materiales y humanos disponibles. La
discrecionalidad política es el arbitrio de la determinación de la dirección y marcha del
Estado. Por ende, tiene que ver con las funciones relacionadas con el curso de la acción
política, los objetivos de Gobierno y la dinámica del poder gubernamental. Para tal efecto,
define las prioridades en lo relativo a políticas gubernamentales y al ejercicio de las
competencias de naturaleza política. Dicha discrecionalidad opera en el campo de la
denominada cuestión política; por ello, se muestra dotada del mayor grado de arbitrio o
libertad para decidir. Es usual que esta opere en asuntos vinculados con la política exterior y
las relaciones internacionales, la defensa nacional y el régimen interior, la concesión de
indultos, la conmutación de penas, etc. Esta potestad discrecional es usualmente conferida a
los poderes constituidos o a los organismos constitucionales. La discrecionalidad técnica se
define como el arbitrio para valorar o seleccionar, dentro de una pluralidad de opciones, un
juicio perito o un procedimiento científico o tecnológico.
(296) El TC peruano ha aludido al concepto de arbitrariedad en un doble sentido: “a) En un sentido
clásico y genérico, la arbitrariedad aparece como el reverso de la justicia y el derecho; b) En
un sentido moderno y concreto, la arbitrariedad aparece como lo carente de fundamentación
objetiva; como lo incongruente y contradictorio con la realidad que ha de servir con base en
toda decisión. Es decir, como aquello desprendido o ajeno a toda razón de explicarlo. En
consecuencia, lo arbitrario será todo aquello carente de vínculo natural con la realidad”.
(STC Exp. Nº 06167-2005-PHC, f. j. 30).
(297) STC Exp. Nº 00090-2004-PA, f. j. 36.
(298) Sobre el principio de proporcionalidad puede verse: BERNAL PULIDO, Carlos. El principio
de proporcionalidad y los derechos fundamentales. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2003; LOPERA MESA, Gloria Patricia. Principio de
proporcionalidad y ley penal. Bases para un modelo de control de constitucionalidad de las
leyes penales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006. Vide
igualmente DE ASÍS, Rafael. Las paradojas de los derechos fundamentales como límites al
poder. Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas de la Universidad Carlos III
de Madrid - Dykinson, Madrid, 2000.
(299) STC Exp. Nº 04168-2006-PA, f. j. 14.
(300) El Código Procesal Constitucional entró en vigencia el 1 de diciembre de 2004.
(301) STC Exp. Nº 00071-2002-PA, f. j. 1 in fine. Sentencia publicada el 17 de noviembre de 2004.
(302) Al respecto revisar STC Exp. Nº 02459-2002-PA, STC Exp. Nº 00071-2002-PA, STC Exp. Nº
02662-2002-PA, STC Nº 01483-2001-PA, STC Exp. Nº 01899-2002-PA, STC Exp. Nº
00415-2002-PA, entre otras.
(303) STC Exp. Nº 00042-2004-PI, f. j. 7 primer párrafo.
(304) Al respecto revisar STC Exp. Nº 02727-2002-PA, STC Exp. Nº 00322-2003-PA, STC Exp. Nº
01255-2003-PA.
(305) STC Exp. Nº 00646-1996-PA,
(306) Al respecto ver STC Exp. Nº 03797-2006-PA, publicada en la página web del TC el 16 de
mayo de 2007.
(307) STC Exp. Nº 00646-1996-PA.
(308) STC Exp. Nº 02727-2002-PA.
(309) STC Exp. Nº 00033-2004-PI.
(310) STC Exp. Nº 03797-2006-PA, f. j. 5.2 párrafo noveno.
Sentencias relevantes emitidas por el Tribunal
Constitucional (1996-2012)

A. PROCESOS ORGÁNICOS
AÑO 1996

1. SENTENCIA Nº 0001-1996-I/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE AREQUIPA

La inconstitucionalidad de facultades concedidas a la Comisión


Ejecutiva del Poder Judicial para separar a magistrados de su cargo
por inconducta e idoneidad.

2. SENTENCIA Nº 0003-1996-I/TC, CASO 36 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

Ley que regula el referéndum.

3. SENTENCIA Nº 0005-1996-I/TC, CASO 36 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La constitucionalidad del artículo 4 de la derogada Ley Nº 26435,


Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, que establecía la mayoría
requerida para declarar la inconstitucionalidad de una ley.

AÑO 1997

1. SENTENCIA Nº 0002-1996-I/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LIMA
La constitucionalidad de la Ley Nº 26657, Ley denominada de
“interpretación auténtica” que interpreta el artículo 112 de la
Constitución sobre la reelección presidencial.

2. SENTENCIA Nº 0004-1996-I/TC, CASO 36 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La constitucionalidad de la Ley Nº 26637, Ley que modifica la


administración del programa municipal del vaso de leche.

3. SENTENCIA Nº 0013-1996-I/TC, CASO 35 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La constitucionalidad de las Leyes Nºs 26479 y 26492, Leyes de


amnistía.

4. SENTENCIA Nº 0014-1996-I/TC, CASO 30 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La constitucionalidad de la Ley Nº 26530, Ley referida a los métodos


de planificación familiar.

5. SENTENCIA Nº 0018-1996-I/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La inconstitucionalidad de la sevicia y conducta deshonrosa como


causales de divorcio.

AÑO 2001

1. SENTENCIA Nº 0022-1996-I/TC, COLEGIO DE INGENIEROS


DEL PERÚ

La inconstitucionalidad de los artículos 1 y 2 así como la Primera


Disposición Final de la Ley Nº 26597, Ley que establece la forma en
que se sustanciarán los procesos de expropiación para fines de
reforma agraria y de afectación de terrenos rústicos. Asimismo, la
inconstitucionalidad de la Disposición Transitoria Única de la Ley Nº
26756.

2. SENTENCIA Nº 0004-2001-I/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La inconstitucionalidad del Decreto Legislativo Nº 900 que


modificaba artículos de la Ley Nº 23506, Ley de Hábeas Corpus y
Amparo (actualmente derogada).

3. SENTENCIA Nº 0005-2001-AI/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La inconstitucionalidad de los artículos 1; 2, literal a), numeral 6); 6,


incisos b), c) y d); 7, incisos a), b), c), e), f), g), i), primer y tercer
párrafo, e inciso j) y del artículo 8 del Decreto Legislativo N° 895,
Ley contra el terrorismo agravado; del artículo 2 de la Ley N° 27235,
Ley modificatoria del Decreto Legislativo N° 895; y, de los incisos
a), b), c), f) y g) del artículo 1 del Decreto Legislativo N° 897, Ley de
Procedimiento especial para la investigación y juzgamiento de los
delitos agravados que tipifica el Decreto Legislativo Nº 896.

AÑO 2002

1. SENTENCIA Nº 0009-2001-AI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La inconstitucionalidad de los artículos 38 inciso 1 y 39, así como de


la Primera y Segunda Disposición Transitoria de la Ley Nº 27153,
Ley que regula la explotación de juegos de casino y máquinas
tragamonedas.

AÑO 2003
1. SENTENCIA Nº 0010-2002-AI/TC, CASO MARCELINO TINEO
SILVA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La inconstitucionalidad de la legislación penal antiterrorista.

2. SENTENCIA Nº 0014-2002-AI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CUSCO

La constitucionalidad de la Ley Nº 27600, Ley que establecía proceso


para la reforma de la Constitución de 1993.

3. SENTENCIA Nº 0005-2003-AI/TC, CASO JONHY LESCANO


ANCIETA EN REPRESENTACIÓN DE 64 CONGRESISTAS DE LA
REPÚBLICA

La constitucionalidad de los artículos 1, 2 y 3, así como de la Primera


y Segunda Disposición Final y Transitoria de la Ley Nº 26285, sobre
desmonopolización progresiva de los servicios públicos de
telecomunicaciones de telefonía fija local y de servicios de portadores
de larga distancia

4. SENTENCIA Nº 0006-2003-AI/TC, CASO 65 CONGRESISTAS


DE LA REPÚBLICA

Precisa la interpretación constitucional del inciso j) del artículo 89 del


Reglamento del Congreso de la República.

5. SENTENCIA Nº 0008-2003-AI/TC, CASO ROBERTO NESTA


BRERO Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La inconstitucionalidad del Decreto de Urgencia Nº 140-2001, a


través del cual se suspendía la importación de vehículos automotores
usados de peso bruto mayor a 3,000 kilogramos y de motores, partes,
piezas y repuestos usados para uso automotor, por contravenir lo
dispuesto en el artículo 118 inciso 19 de la Constitución.
6. SENTENCIA Nº 0014-2003-AI/TC, CASO ALBERTO BOREA
ODRÍA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

Se declara la improcedencia de la demanda por no ser la vía procesal


idónea para cuestionar la constitucionalidad y legitimidad de la
Constitución.

AÑO 2004

1. SENTENCIA NºS 0015-2001-AI/TC, 0016-2001-AI/TC Y 0004-


2002-AI/TC (ACUMULADOS), CASO COLEGIO DE
ABOGADOS DE ICA Y DEFENSORÍA DEL PUEBLO

Sobre el procedimiento de pago de sumas de dinero ordenadas por


mandato judicial en procesos seguidos contra el Estado.

2. SENTENCIA Nº 0017-2003-AI/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

Precisa la interpretación constitucional de los artículos 4, 5 inciso b),


8 y 10 y se declara la inconstitucionalidad de los artículos 5 incisos
c), d), e) y 11 de la Ley Nº 24150, Ley que establece normas para
cumplirse en los estados de excepción en que las Fuerzas Armadas
asumen el control del orden interno en todo o parte del territorio.

3. SENTENCIA Nº 0020-2003-AI/TC, CASO COLEGIO QUÍMICO


FARMACÉUTICO DEPARTAMENTAL DE LIMA

La ineficacia de la Tercera Disposición Final de la Ley Nº 27635, que


establecía que en la ejecución presupuestaria en materia de compra y
venta de bienes y servicios, las entidades del Gobierno e Instancias
Descentralizadas y Gobiernos Locales debían procurar realizar dichas
transacciones en las Bolsas de Productos supervisadas por la
Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores, salvo que
otras alternativas ofrezcan mejores condiciones de transparencia en la
formación de precios de mercado, bajo responsabilidad de los
funcionarios encargados de tales operaciones en dichas entidades.

4. SENTENCIA Nº 0023-2003-AI/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La inconstitucionalidad de distintos artículos del Decreto Ley Nº


23201, Ley Orgánica de Justicia Militar (actualmente derogada).

5. SENTENCIA NºS 0004-2004-AI/TC, 0011-2004-AI/TC, 0012-


2004-AI/TC, 0013-2004-AI/TC, 0014-2004-AI/TC, 0015-2004-
AI/TC, 0016-2004-AI/TC Y 0027-2004-AI/TC,
(ACUMULADOS), CASO COLEGIO DE ABOGADOS DEL
CUSCO

La inconstitucionalidad del último párrafo del artículo 17 de la Ley


Nº 28194, Ley para la Lucha contra la Evasión y para la
Formalización de la Economía (ITF).

6. SENTENCIA Nº 0026-2004-AI/TC, CASO MUNICIPALIDAD


PROVINCIAL DE CAÑETE

La constitucionalidad de la Ley Nº 26979, Ley de Procedimiento de


Ejecución Coactiva.

AÑO 2005

1. SENTENCIA Nº 0024-2003-AI/TC, CASO MUNICIPALIDAD


DISTRITAL DE LURÍN

La estructura de las sentencias del Tribunal Constitucional y el


precedente constitucional vinculante.

2. SENTENCIA Nº 0004-2004-CC/TC, CASO PODER JUDICIAL


La Ley del Presupuesto General de la República y la competencia del
Poder Judicial para participar en su proceso de elaboración.

3. SENTENCIA Nº 0022-2004-AI/TC, CASO DINO BACA


HERRERA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad de la Ley Nº 28078, Ley que modifica la Ley


de la Policía Nacional del Perú.

4. SENTENCIA Nº 0041-2004-AI/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La inconstitucionalidad de las ordenanzas municipales sobre


arbitrios.

5. SENTENCIA Nº 0042-2004-AI/TC, CASO LUIS ALEJANDRO


LOBATÓN DONAYRE Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad del impuesto a los espectáculos públicos no


deportivos.

6. SENTENCIA Nº 0044-2004-AI/TC, CASO YOHNY LESCANO


ANCIETA EN REPRESENTACIÓN DE 34 CONGRESISTAS

La inconstitucionalidad parcial de la ley que contiene el Himno


Nacional.

7. SENTENCIA Nº 0048-2004-PI/TC, CASO JOSÉ MIGUEL


MORALES DASSO Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad de los artículos 1, 2, 3, 4 y 5 de la Ley Nº


28258, Ley de Regalía Minera.

8. SENTENCIA NºS 0050-2004-AI/TC, 0051-2004-AI/TC, 0004-


2005-AI/TC, 0007-2005-AI/TC, 0009-2005-AI/TC
(ACUMULADOS), CASO COLEGIO DE ABOGADOS DEL
CUSCO

La constitucionalidad de la Ley de reforma constitucional del Decreto


Ley Nº 20530 (cédula viva) y la inconstitucionalidad parcial de la
Ley que establece nuevas reglas al régimen de pensiones.

9. SENTENCIA Nº 0002-2005-PI/TC, CASO MIGUEL ANGEL


MUFARECH Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

El desarrollo de proyectos de interés nacional y la distribución de


competencias entre el Gobierno Nacional y el Gobierno Regional de
Lima.

10. SENTENCIA Nº 0008-2005-PI/TC, CASO JUAN JOSÉ GORRITI


Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad de la Ley marco del Empleo Público.

11. SENTENCIA Nº 0019-2005-PI/TC, CASO MÁS DEL 25 % DEL


NÚMERO LEGAL DE MIEMBROS DEL CONGRESO DE LA
REPÚBLICA

La inconstitucionalidad de la Ley que equipara el tiempo de


detención domiciliaria con el de detención judicial preventiva.

12. SENTENCIA NºS 0020-2005-PI/TC Y 0021-2005-PI/TC


(ACUMULADOS), CASO PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE
MINISTROS

La inconstitucionalidad de las ordenanzas regionales que legalizaban


el cultivo de la hoja de coca.

AÑO 2006
1. SENTENCIA Nº 0045-2004-AI/TC, CASO COLEGIO DE
ABOGADOS DEL CONO NORTE DE LIMA

La estructura del principio de proporcionalidad en el análisis de la


infracción de la igualdad. El caso de la bonificación a los postulantes
que cursaron el PROFA.

2. SENTENCIA Nº 0047-2004-AI/TC, CASO GOBIERNO


REGIONAL DE SAN MARTÍN

La Constitución como fuente de Derecho y el sistema de fuentes de


Derecho del ordenamiento jurídico peruano.

3. SENTENCIA Nº 0003-2005-PI/TC, CASO WALTER HUMALA


LEMA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad de los Decretos Legislativos Nºs 921, 922, 923,


924, 925, 926 y 927 en materia de delitos de terrorismo.

4. SENTENCIA Nº 0005-2005-CC/TC, CASO BANCO CENTRAL


DE RESERVA DEL PERÚ

El conflicto de competencias “atípico” entre el Banco Central de


Reserva del Perú con la Superintendencia de Banca y Seguros.

5. SENTENCIA Nº 0023-2005-PI/TC, CASO DEFENSORÍA DEL


PUEBLO

La constitucionalidad del tercer y cuarto párrafo del artículo 15 de la


Ley
Nº 28237, Código Procesal Constitucional, en cuanto crea un
procedimiento cautelar especial para el caso de las solicitudes
dirigidas contra actos administrativos de los gobiernos locales y
regionales.
6. SENTENCIA Nº 0025-2005-PI/TC Y 0026-2005-PI/TC
(ACUMULADOS), CASO COLEGIO DE ABOGADOS DE
AREQUIPA Y OTRO

La inconstitucionalidad del artículo 22, inciso c), de la Ley Nº 26397,


Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura y la
inconstitucionalidad del artículo 8, literal “o)” del “Reglamento de
Concurso para la selección y nombramiento de jueces y fiscales y
balotario”, Resolución Nº 989-2005-CNM, únicamente en la
siguiente frase: “de Formación para Aspirantes o”.

7. SENTENCIA Nº 0027-2005-PI/TC, CASO COLEGIO DE


PERIODISTAS DEL PERÚ

La constitucionalidad de la Ley Nº 26937 que establece la no


obligatoriedad de la colegiación para el ejercicio profesional del
periodismo (artículo 3).

8. SENTENCIA Nº 0003-2006-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La constitucionalidad del artículo 37 de la Ley Nº 28094, Ley de


Partidos Políticos, que regula la franja electoral.

9. SENTENCIA Nº 0004-2006-PI/TC, CASO FISCAL DE LA


NACIÓN

La inconstitucionalidad parcial de la ley que organiza la jurisdicción


penal militar.

10. SENTENCIA Nº 0006-2006-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LIMA

La inconstitucionalidad de algunas disposiciones de la Ley Nº 28665,


Ley de organización, funciones y competencia de la jurisdicción
especializada en materia penal militar policial.
11. SENTENCIA Nº 0012-2006-PI/TC, CASO COLEGIO DE
ABOGADOS DE LIMA

La inconstitucionalidad de los artículos 68, 70 (incisos 1 y 4), 90, 91,


92, 93, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 115, 116, 117, 125, 130
(inciso 1), 134, 139 (incisos 1 y 2), 140, 141 (incisos 1 y 2), 142, 143,
144, 147, 148 y 149 del Decreto Legislativo Nº 961 del Código de
Justicia Militar Policial.

AÑO 2007

1. SENTENCIA Nº 0006-2006-PC/TC, CASO PODER EJECUTIVO

El proceso competencial entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial.


El caso de casinos de juego y máquinas tragamonedas.

2. SENTENCIA Nº 0007-2006-PI/TC, CASO ASOCIACIÓN DE


COMERCIANTES SAN RAMÓN Y FIGARI

La constitucionalidad parcial de la Ordenanza Nº 212-2005 expedida


por la Municipalidad Distrital de Miraflores, que establece una
restricción del horario de funcionamiento de los locales ubicados en
las calles San Ramón y Figari, conocida como “Calle de las Pizzas” y
demás zonas de influencia del distrito de Miraflores.

3. SENTENCIA Nº 0014-2006-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CONO NORTE DE LIMA

La constitucionalidad de la Ley N° 28726 que incorpora y modifica


las figuras de reincidencia y habitualidad al Código Penal y al Código
Procesal Penal.

4. SENTENCIA Nº 0026-2006-PI/TC, CASO JAVIER VALLE


RIESTRA EN REPRESENTACIÓN DEL MÁS DEL 25 % DEL
NÚMERO LEGAL DE CONGRESISTAS
Modificación del Reglamento del Congreso de la República. El caso
de la inmunidad parlamentaria.

5. SENTENCIA Nº 0007-2007-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CONO NORTE DE LIMA

La inconstitucionalidad del artículo único de la Ley Nº 28642,


modificatoria del artículo 5, numeral 8), de la Ley Nº 28237, Código
Procesal Constitucional, el cual se deja sin efecto por impedir el
ejercicio y la defensa de los derechos fundamentales en el ámbito del
Jurado Nacional de Elecciones y vulnerar el artículo 200.2 de la
Constitución.

6. SENTENCIA Nº 0009-2007-PI/TC Y 0010-2007-PI/TC


(ACUMULADOS), CASO LUIS MIGUEL SIRUMBAL RAMOS Y
8,438 CIUDADANOS Y CONGRESISTAS DE LA REPUBLICA

La inconstitucionalidad del artículo 1 de la Ley Nº 28925 que


modifica el párrafo 3.1 del artículo 3 de la Ley Nº 27692, en el
extremo que establece “así como la ejecución del gasto que realizan
con recursos de la cooperación internacional privada”; y, el inciso d)
del artículo 22 de la Ley Nº 27692, adicionado por el artículo 9 de la
Ley Nº 28925 “La APCI impone, según la gravedad de la infracción
cometida, las sanciones siguientes: (…) d) Cancelación de la
inscripción en los Registros referidos en el literal m) del artículo 4 de
la presente Ley”, con el párrafo siguiente “El directivo,
administrador, asesor, representante legal o apoderado de la entidad a
quien se le ha cancelado la inscripción en los Registros aludidos, no
podrá participar directa o indirectamente en otra entidad ejecutora de
cooperación internacional, por el plazo de cinco (5) años”.

7. SENTENCIA Nº 0013-2007-PI/TC, CASO JORGE SANTISTEVAN


DE NORIEGA EN REPRESENTACIÓN DE MÁS DE CINCO MIL
CIUDADANOS
La inconstitucionalidad del segundo párrafo del artículo 24 de la Ley
de Radio y Televisión, entendiendo que la igualdad entre los capitales
peruanos y foráneos en el país ha de estar en relación directa con el
principio de reciprocidad de trato que el país extranjero otorgue a los
nacionales.

AÑO 2008

1. SENTENCIA Nº 0005-2007-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LAMBAYEQUE

La inconstitucionalidad de los efectos que viene produciendo el


derogado artículo 1 de la ley N° 28934 que amplía excepcional y
temporalmente la vigencia de la actual Justicia Militar Policial.

2. SENTENCIA Nº 0025-2007-PI/TC, CASO COLEGIO DE


PROFESORES DEL PERÚ

La constitucionalidad de la Ley Nº 29062 que modifica la Ley del


Profesorado en lo referido a la Carrera Pública Magisterial; así como
la interpretación del penúltimo párrafo del artículo 65 de dicha Ley
en el sentido de que entre las entidades públicas a las que puede
retornar, después de 5 años, el docente destituido por las causales
previstas en los literales a), d), e), f), g) y h) del artículo 36 de la
misma Ley, no se encuentran las que prestan servicio público
docente.

3. SENTENCIA Nº 0006-2008-PI/TC, CASO PRESIDENTE DE LA


REPÚBLICA

La inconstitucionalidad de de la Ordenanza Regional Nº 022-2008 de


la Región Puno que reconoce a la planta de coca como patrimonio
cultural.
AÑO 2009

1. SENTENCIA Nº 0014-2007-PI/TC, CASO MÁS DEL 25 % DEL


NÚMERO LEGAL DE CONGRESISTAS DE LA REPÚBLICA

La inconstitucionalidad, en parte, de la Ley Nº 28991, Ley de Libre


Desafiliación Informada, Pensión Mínima y Complementarias, y
Régimen Especial de Jubilación Anticipada.

2. SENTENCIA Nº 0033-2007-PI/TC, CASO JUAN CARLOS DÍAZ


MONTES Y 8,971 CIUDADANOS

La constitucionalidad del artículo 7 de la Ley Nº 27765, Ley Penal


contra el Lavado de Activos que prohíbe los beneficios penitenciarios
de redención de la pena por el trabajo y la educación, semilibertad y
liberación condicional para los sentenciados por el delito previsto en
el último párrafo del artículo 3 de la mencionada Ley.

3. SENTENCIA Nº 0002-2008-PI/TC, CASO 31 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La inconstitucionalidad del artículo 7 de la Ley Nº 29166, Ley que


establece reglas de empleo de la fuerza por parte del personal de las
fuerzas armadas en el territorio nacional.

4. SENTENCIA Nº 0008-2008-PI/TC, CASO ÁNGEL AGUSTÍN


SALAZAR PISCOYA Y SANDRITA NAJAR KOKALLY EN
REPRESENTACIÓN DE MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad de la Ley Nº 29062 que modifica la Ley del


Profesorado en lo referido a la Carrera Pública Magisterial, así como
la interpretación del penúltimo párrafo del artículo 65 de la Ley Nº
29062 en el sentido de que entre las entidades públicas a las que
puede retornar, después de 5 años, el docente destituido por las
causales previstas en los literales a), d), e), f), g) y h) del artículo 36
de la misma ley, no se encuentran las que prestan servicio público
docente.

5. SENTENCIA Nº 0009-2008-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ARQUITECTOS DEL PERÚ

La constitucionalidad de la Ley Nº 29090, Ley de Regulación de


Habilitaciones Urbanas y de Edificaciones.

6. SENTENCIA Nº 0031-2008-PI/TC, CASO PODER EJECUTIVO

La constitucionalidad de la Ley Nº 29223, Ley que precisa la


aplicación de la Ley Nº 29137, Ley que aprueba los términos de
continuación del programa de homologación de los docentes de las
universidades públicas.

7. RESOLUCIÓN Nº 0031-2008-PI/TC, CASO PODER EJECUTIVO

Ordena, en ejecución de sentencia, que el Poder Ejecutivo incorpore


en el proyecto de Ley de Presupuesto correspondiente al año fiscal
2011, la previsión presupuestaria a efectos de dar pleno cumplimiento
a la sentencia de autos.

8. SENTENCIA Nº 0001-2009-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LIMA

La inconstitucionalidad del último párrafo del artículo 4 de la Ley Nº


29182, Ley de Organización y Funciones del Fuero Militar Policial.

AÑO 2010

1. SENTENCIA Nº 0012-2008-PI/TC, CASO JUAN MIGUEL JUGO


VIERA

La constitucionalidad de la modificación introducida por el artículo 1


del Decreto Legislativo Nº 983 al artículo 261 del Código de
Procedimientos Penales en la medida que sea interpretado y aplicado
conforme a lo dispuesto en la sentencia por el Tribunal.

2. SENTENCIA Nº 0016-2008-PI/TC, CASO LUIS JOHN FELL


MUÑOZ ALVARADO Y MARGOT SOLEDAD LOZANO COSTA EN
REPRESENTACIÓN DE 11,712 CIUDADANOS

La constitucionalidad de los artículos 7, 33, 36 inciso c), 43, 51, 52,


53, 63 y 65 inciso b) de la Ley Nº 29062, Ley que modifica la Ley del
Profesorado en lo referido a la Carrera Pública Magisterial.

3. SENTENCIA Nº 0017-2008-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La inconstitucionalidad de los artículos 1 y 2 de la Ley Nº 28564, por


haber limitado desproporcionada e irrazonablemente el derecho
fundamental de acceso a una educación universitaria, y el derecho a
promover y conducir instituciones educativas. Asimismo, la
inconstitucionalidad del artículo 2 de la Ley Nº 26439, en cuanto
asigna competencias al CONAFU en materia de autorización de
funcionamiento de universidades, por violar el derecho fundamental
de toda persona a la imparcialidad objetiva del órgano que a través de
sus resoluciones decida sobre sus derechos u obligaciones. La
declaración de la existencia de un estado de cosas inconstitucional de
carácter estructural en el sistema educativo universitario.

4. SENTENCIA Nº 0002-2009-PI/TC, CASO 40 CONGRESISTAS DE


LA REPÚBLICA

La constitucionalidad del Acuerdo de Libre Comercio suscrito entre


el Gobierno de la República del Perú y el Gobierno de la República
de Chile que modifica y sustituye el ACE Nº 38, sus Anexos,
Apéndices, Protocolos y demás instrumentos que hayan sido suscritos
a su amparo.
5. SENTENCIA Nº 0006-2009-PI/TC, CASO FISCAL DE LA
NACIÓN

La inconstitucionalidad de los artículos 47 inciso 16), 87, 88, 103 y


104 de la Ley N° 29277, Ley de Carrera Judicial.

6. SENTENCIA Nº 0009-2009-PI/TC, 0015-2009-PI/TC Y 0029-


2009-PI/TC (ACUMULADOS), CASO COLEGIO DE NOTARIOS
DE PUNO, SAN MARTÍN Y LIMA

La inconstitucionalidad de los artículos 21 inciso b), 143 incisos b) y


c); y el extremo cuestionado del artículo 19, inciso b), del Decreto
Legislativo Nº 1049, del Notariado. Así como la inconstitucionalidad
del extremo “b)” del inciso 1) del artículo 15, y el párrafo final del
artículo 61 del Decreto Supremo Nº 010-2010-JUS, TUO del
Reglamento del Decreto Legislativo Nº 1049, del Notariado.

7. SENTENCIA Nº 0013-2009-PI/TC, CASO JAIME G. ÁLVAREZ


JINÉS EN REPRESENTACIÓN DE 31 CONGRESISTAS DE LA
REPÚBLICA

La inconstitucionalidad formal y material de la frase “previo acuerdo


de la mitad más uno del número de miembros del Congreso”
contenida en el segundo párrafo del artículo 25 del Reglamento del
Congreso de la República.

8. RESOLUCIÓN Nº 0018-2009-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CALLAO

Se desestima la demanda de inconstitucionalidad promovida contra la


Resolución Legislativa Nº 27998, que aprueba la adhesión del Perú a
la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de los Crímenes de Lesa Humanidad, por haber operado la
prescripción de la pretensión.
9. SENTENCIA Nº 0022-2009-PI/TC, CASO GONZALO TUANAMA
TUANAMA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad del Decreto Legislativo N° 1089 que regula el


Régimen Temporal Extraordinario de Formalización y Titulación de
Predios Rurales.

10. SENTENCIA Nº 0023-2009-PI/TC, CASO GONZALO TUANAMA


TUANAMA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad del Decreto Legislativo N° 1079 que Establece


Medidas que Garantizan el Patrimonio de las Áreas Naturales
Protegidas.

11. SENTENCIA Nº 0002-2010-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La constitucionalidad del Decreto Legislativo Nº 1057 que regula el


Régimen Especial de Contratación Administrativa de Servicios.

AÑO 2011

1. Sentencia Nº 0023-2007-PI/TC, caso Federación Nacional de


Docentes del Perú La inconstitucionalidad del artículo 3 del Decreto
de Urgencia Nº 033-2005 que establecía diversos subniveles entre los
profesores universitarios a efectos de la homologación de
remuneraciones, los que no se encontraban comprendidos en la Ley
Nº 23733, Ley Universitaria. Asimismo, dispone la homologación de
los profesores principales, auxiliares y asociados sobre la base del
100 % de la remuneración básica de los magistrados del Poder
Judicial, sustituyendo los porcentajes menores contenidos en el
referido artículo 3. Igualmente declara la inconstitucionalidad del
artículo 9 del D.U. Nº 033-2005, en el extremo que establece “ratios”
como condición para la homologación.
2. Resolución Nº 0023-2007-PI/TC, caso Federación Nacional de
Docentes del Perú

Crea procedimiento de ejecución de sentencias en los procesos de


inconstitucionalidad.

3. SENTENCIA Nº 0019-2009-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CALLAO

La inconstitucionalidad de la expresión “en materias jurídicas” del


artículo 40, inciso 3), de la Ley Nº 29277, Ley de la Carrera Judicial,
quedando subsistente la disposición con el siguiente contenido: “Está
prohibido a los jueces: 3. aceptar cargos remunerados dentro de las
instituciones públicas o privadas, a excepción del ejercicio de la
docencia universitaria”.

4. SENTENCIA Nº 0024-2009-PI/TC, CASO GONZALO TUANAMA


TUANAMA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

Se desestima la demanda de inconstitucionalidad interpuesta contra el


Decreto Legislativo Nº 994 que promueve la inversión privada en
proyectos de irrigación para la ampliación de la frontera agrícola.

5. SENTENCIA Nº 0025-2009-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La constitucionalidad de la Ley N° 29338, Ley de Recursos Hídricos.

6. SENTENCIA Nº 0027-2009-PI/TC, CASO GONZALO TUANAMA


TUANAMA Y MÁS DE CINCO MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad del Decreto Legislativo Nº 1020 que promueve


la organización de los productores agrarios y la consolidación de la
propiedad rural para el crédito agrario.
7. SENTENCIA Nº 0010-2010-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL
CIUDADANOS

La constitucionalidad de la Ley Nº 29157 y los Decretos Legislativos


Nºs 1023, 1024, 1025 y 1026.

8. SENTENCIA Nº 0012-2010-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La constitucionalidad del artículo 2 y el primer párrafo del 3 de la


Ley Nº 28704, que establecen que el indulto, la conmutación de la
pena, el derecho de gracia y los beneficios penitenciarios de
redención de la pena por el trabajo y la educación, semilibertad y
liberación condicional, no son aplicables a las personas que hayan
sido condenadas por la comisión del delito de violación sexual de
menores de edad.

9. SENTENCIA Nº 0013-2010-PI/TC, CASO JOSEPH GABRIEL


CAMPOS TORRES EN REPRESENTACIÓN DE MÁS DE CINCO
MIL CIUDADANOS

La constitucionalidad del artículo 1 de la Ley Nº 28301 Orgánica del


Tribunal Constitucional.

10. SENTENCIA Nº 0014-2010-PI/TC, CASO COLEGIO DE


PROFESORES DEL PERÚ

La constitucionalidad de la Ley Nº 29510 que exceptúa del requisito


de colegiación a los profesionales con títulos distintos al de
educación que ejercen la docencia en áreas de su especialidad y a los
profesionales de la educación titulados en el exterior que ejercen la
docencia en forma temporal en el Perú.

11. SENTENCIA Nº 0019-2010-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LIMA NORTE
La constitucionalidad del artículo 3 de la Ley Nº 29277, Ley de la
Carrera Judicial.

12. SENTENCIA N° 0024-2010-PI/TC, CASO 25 % DEL NÚMERO


LEGAL DE MIEMBROS DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

La inconstitucionalidad de algunas disposiciones del Decreto


Legislativo N° 1097 que regula la aplicación de normas procesales
por delitos que implican violación de derechos humanos.

13. SENTENCIA N° 0032-2010-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS

La constitucionalidad del artículo 3 de la Ley Nº 28705, Ley General


para la prevención y control de los riesgos del consumo de tabaco,
que prohíbe fumar en espacios públicos.

14. SENTENCIA N° 0035-2010-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DE LIMA

La constitucionalidad de los artículos 37, inciso b), 38, incisos a) y


b), de la Ley Nº 28091, Ley de Servicio Diplomático de la República,
modificada por la Ley Nº 29318.

15. SENTENCIA Nº 0002-2011-PCC/TC, CASO OFICINA


NACIONAL DE PROCESOS ELECTORALES

El conflicto competencial entre la Oficina Nacional de Procesos


Electorales (ONPE) y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Se
reconoce que es competencia de la ONPE regular la franja electoral.

AÑO 2012
1. SENTENCIA Nº 0015-2010-PI/TC, CASO 6,717 CIUDADANOS,
REPRESENTADOS POR DON DANIEL LINARES BAZÁN.

La constitucionalidad del segundo párrafo del artículo 22 de la Ley


Nº 28278 - Ley de Radio y Televisión - que prohíbe que una misma
persona natural o jurídica, sea titular de más del 30 % de las
frecuencias disponibles técnicamente, asignadas o no, en una misma
banda de frecuencia dentro de una misma localidad, para la
radiodifusión televisiva y 20 % para la radiodifusión sonora.

2. STC Nº 0021-2010-PI/TC, CASO DAVID WAISMAN RJAVINSTHI,


EN REPRESENTACIÓN DEL VEINTICINCO POR CIENTO DEL
NÚMERO LEGAL DE CONGRESISTAS.

La constitucionalidad del “Tratado de Libre Comercio entre el


Gobierno de la República del Perú y la República Popular China”,
incluyendo sus Anexos, Apéndices, Protocolos, Acuerdos
Complementarios y demás instrumentos que se hubieran suscrito a su
amparo y como consecuencia de este.

3. SENTENCIA Nº 0033-2010-PI/TC, CASO 25 % DEL NÚMERO


LEGAL DE MIEMBROS DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA

La constitucionalidad de los artículos 17 y 21 de la Ley N° 29344,


Ley Marco de Aseguramiento Universal en Salud y se interpreta el
artículo 21 de la Ley Nº 29344 en el sentido de que las enfermedades
de alto costo de atención que no están incluidas en el PEAS son
financiadas para la población bajo el régimen subsidiado y
semicontributivo con el Fondo Intangible Solidario de Salud
(FISSAL).

4. SENTENCIA Nº 0012-2011-PI/TC, CASO MÁS DE CINCO MIL


CIUDADANOS
La constitucionalidad de la Ley Nº 29423 y los Decretos Legislativos
Nºs 982, 984 y 985, que establecen medidas relacionadas con la
política penitenciaria en materia de terrorismo así como el régimen
carcelario de las personas involucradas con organizaciones
criminales.

5. SENTENCIA Nº 0017-2011-PI/TC, CASO FISCAL DE LA


NACIÓN

Se declara inconstitucional la ley Nº 29703 en el extremo referido a la


modificación del artículo 384 (colusión) del Código Penal, en
consecuencia nulo y carente de todo efecto la expresión
“patrimonialmente”; y, constitucional la modificación del artículo
400 (tráfico de influencias) del Código Penal.

6. SENTENCIA Nº 0001-2012-PI/TC, CASO FISCAL DE LA


NACIÓN

La inconstitucionalidad de la Ordenanza Regional de Cajamarca Nº


036-2011-GR.CAJ-CR, que declara inviable el Proyecto Minero
Conga.

7. SENTENCIA Nº 0007-2012-PI/TC, CASO COLEGIO DE


ABOGADOS DEL CALLAO

Se declara la constitucionalidad de la Ley Nº 29625 - Ley de


devolución de dinero del FONAVI a los trabajadores que
contribuyeron al mismo.
B. PROCESOS DE TUTELA DE
DERECHOS

AÑO 2002
1. SENTENCIA Nº 1124-2001-AA/TC, CASO SINDICATO
UNITARIO DE TRABAJADORES DE TELEFÓNICA DEL PERÚ
S.A. Y LA FEDERACIÓN DE TRABAJADORES DE TELEFÓNICA
DEL PERÚ

Sobre despido arbitrario, derecho al trabajo y libertad sindical.

2. SENTENCIA Nº 0726-2002-HC/TC, CASO ALEJANDRO


RODRÍGUEZ MEDRANO

Sobre el tratamiento penitenciario y los derechos de los internos.

3. SENTENCIA Nº 1091-2002-HC/TC, CASO VICENTE IGNACIO


SILVA CHECA

Sobre los alcances de la libertad personal y la detención judicial


preventiva.

AÑO 2003

1. SENTENCIA Nº 0895-2001-AA/TC, CASO LUCIO VALENTÍN


ROSADO ADANAQUE

Se incorpora al ordenamiento constitucional el derecho de objeción


de conciencia.
2. SENTENCIA Nº 0976-2001-AA/TC, CASO EUSEBIO LLANOS
HUASCO

Sobre despido, derecho del trabajo y derechos fundamentales.

3. SENTENCIA Nº 0290-2002-HC/TC, CASO EDUARDO MARTÍN


CALMELL DEL SOLAR DÍAZ

Sobre el principio de no dejar de administrar justicia por ausencia de


ley, retroactividad de leyes penales, juez natural y principio de
legalidad.

4. SENTENCIA Nº 1429-2002-HC/TC, CASO JUAN ISLAS


TRINIDAD

Sobre las formas y condiciones en que se cumplen las detenciones o


penas privativas de la libertad.

5. SENTENCIA Nº 1797-2002-HD/TC, CASO WILO RODRÍGUEZ


GUTIÉRREZ

Sobre el derecho a la autodeterminación informativa, acceso a la


información pública, de petición y libertad de información.

6. SENTENCIA Nº 2050-2002-AA/TC, CASO CARLOS ISRAEL


RAMOS COLQUE

Sobre el régimen disciplinario en la Policía Nacional y el derecho al


debido proceso.

7. SENTENCIA Nº 2663-2003-HC/TC, CASO ELEOBINA MABEL


APONTE CHUQUIHUANCA

Se establece una tipología para el proceso de hábeas corpus.


AÑO 2004

1. SENTENCIA Nº 2196-2002-HC/TC, CASO CARLOS SALDAÑA


SALDAÑA

Sobre la libertad individual, plazo de detención y retroactividad de la


ley.

2. SENTENCIA Nº 2488-2002-HC/TC, CASO GENARO VILLEGAS


NAMUCHE

Desaparición forzada de personas y derecho a la verdad.

3. SENTENCIA Nº 1219-2003-HD/TC, CASO NUEVO MUNDO


HOLDING

Sobre el secreto bancario y los límites al acceso a la información


pública.

4. SENTENCIA Nº 1593-2003-HC/TC, CASO DIONISIO


LLAJARUNA SARE

Beneficios penitenciarios y libertad personal.

5. SENTENCIA Nº 2579-2003-HD/TC, CASO JULIA ARELLANO


SERQUÉN

Se desarrolla la figura del estado de cosas inconstitucional y se


establece el derecho de acceso de los magistrados a los videos de la
entrevista personal y al acta de evaluación en el proceso de
ratificación.

6. SENTENCIA Nº 2945-2003-AA/TC, CASO AZANCA ALHELÍ


MEZA GARCÍA
Sobre el derecho a la salud, vida, el tratamiento para el VIH/Sida y el
suministro de medicamentos.

7. SENTENCIA Nº 3283-2003-AA/TC, CASO “TAJ MAHAL


DISCOTEQUE” Y OTRA

Sobre libertad religiosa y cierre de establecimientos públicos por


Semana Santa.

8. SENTENCIA Nº 0090-2004-AA/TC, CASO JUAN CARLOS


CALLEGARI HERAZO

Sobre la discrecionalidad y el pase al retiro por renovación de


cuadros en las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.

9. SENTENCIA Nº 1058-2004-AA/TC, CASO RAFAEL FRANCISCO


GARCÍA MENDOZA

Sobre el uso del correo electrónico en el centro laboral (Serpost) y el


derecho al secreto de las comunicaciones.

10. RESOLUCIÓN Nº 2333-2004-HC/TC, CASO NATALIA


FORONDA CRESPO Y OTRAS

Sobre el derecho a la integridad personal y la proscripción de toda


forma de violencia.

11. SENTENCIA Nº 2915-2004-HC/TC, CASO FEDERICO TIBERIO


BERROCAL PRUDENCIO

Sobre el derecho al plazo razonable de la detención preventiva.

AÑO 2005

1. SENTENCIA Nº 0256-2003-HC/TC, CASO FRANCISCO


FRANCIA SÁNCHEZ
Sobre la retención injustificada de un cadáver, la integridad personal
y libertad religiosa.

2. SENTENCIA Nº 0731-2004-HC, CASO ALFONSO VILLANUEVA


CHIRINOS

Criterios para establecer límites a la detención domiciliaria.

3. SENTENCIA Nº 1238-2004-AA/TC, CASO CARLOS EVER


GAMARRA TAPIA MUSSO

La defensa de los derechos de los consumidores y los intereses


“usuarios” en tarjetas de crédito, banca de consumo y préstamos
dinerarios.

4. SENTENCIA Nº 2758-2004-HC/TC, CASO LUIS GUILLERMO


BEDOYA DE VIVANCO

Principio de legalidad penal.

5. SENTENCIA Nº 2868-2004-AA/TC, CASO JOSÉ ANTONIO


ÁLVAREZ ROJAS

Los derechos fundamentales en el ámbito policial (la preferencia


sexual no puede ser causal de despido).

6. SENTENCIA Nº 3330-2004-AA/TC, CASO LUDESMINIO LOJA


MORI

La libertad de empresa y la competencia de las municipalidades para


optar licencias de funcionamiento. El caso de la Discoteca “Calle
Ocho”.

7. SENTENCIA Nº 2798-2004-HC/TC, CASO GABRIEL ORLANDO


VERA NAVARRETE
Sobre el derecho a la tutela judicial.

8. SENTENCIA Nº 3194-2004-HC/TC, CASO NICANOR CARREÑO


CASTILLO

Sobre el procedimiento disciplinario y proceso judicial militar.

9. SENTENCIA Nº 4080-2004-AC/TC, CASO MARIO FERNANDO


RAMOS HOSTIA

El derecho a la ejecución de decisiones judiciales.

10. SENTENCIA Nº 1805-2005-HC/TC, CASO MÁXIMO


HUMBERTO CÁCEDA PEDEMONTE

Sobre la prescripción de la acción penal y el derecho de libertad


individual.

11. SENTENCIA Nº 2876-2005-HC/TC, CASO NILSEN MALLQUI


LAURENCE Y OTRO

Sobre el contenido y los alcances del derecho de libertad de tránsito.

AÑO 2006

1. SENTENCIA Nº 0091-2004-AA/TC, CASO FIDEL ESTEBAN


REYNOSO MARTÍNEZ

La protección de los derechos a la vida y a la integridad física. El


caso de la antena de Nextel del Perú S.A.

2. SENTENCIA Nº 2262-2004-HC/TC, CASO CARLOS LAUREANO


RAMÍREZ DE LAMA

El derecho fundamental a la libertad de expresión de los procesados.


La exigencia de motivación y razonabilidad en el secreto sumarial de
los procesos penales.

3. SENTENCIA Nº 3179-2004-AA/TC, CASO APOLONIA


CCOLLCCA PONCE

Se establece la procedencia del amparo contra resoluciones judiciales


por afectación de cualquier derecho fundamental (tesis amplia).

4. SENTENCIA Nº 4587-2004-AA/TC, CASO SANTIAGO ENRIQUE


MARTIN RIVAS

Los procesos penales en la jurisdicción militar y los límites a la cosa


juzgada.

5. SENTENCIA Nº 0592-2005-PA/TC, CASO ROMANTEX S.A.C.

La defensa de los derechos de los usuarios en cuanto al régimen


tributario de arbitrios de limpieza pública, parques y jardines, y
serenazgo. Multa a municipalidad por no acatar criterios vinculantes
del TC.

6. SENTENCIA Nº 0774-2005-HC/TC, CASO VÍCTOR ALFREDO


POLAY CAMPOS

Sobre el uso de locutorios en centros penitenciarios y su incidencia en


los derechos de los internos.

7. SENTENCIA Nº 2273-2005-PHC/TC, CASO KAREN MAÑUCA


QUIROZ CABANILLAS

El derecho a la identidad y a obtener el Documento Nacional de


Identidad.

8. SENTENCIA Nº 3311-2005-PA/TC, CASO SINDICATO DE


TRABAJADORES MINEROS DE ATACOCHA
Sobre el despido de afiliados al Sindicato por huelga.

9. SENTENCIA Nº 6167-2005-HC/TC, CASO FERNANDO


CANTUARIAS SALAVERRY

El ámbito constitucionalmente protegido del arbitraje.

10. SENTENCIA Nº 6712-2005-HC/TC, CASO MAGALY JESÚS


MEDINA Y NEY GUERRERO

El derecho a la vida privada como límite a la libertad de información.

11. SENTENCIA Nº 7440-2005-PHD/TC, CASO JUAN DE DIOS


OLIVARES TORRES

El derecho a la información pública. Responsabilidad de la ONP


frente a la negativa de entregar la información solicitada.

12. SENTENCIA Nº 7624-2005-PHC/TC, CASO HERNÁN RONALD


BUITRÓN RODRÍGUEZ

La ampliación del plazo de detención judicial y su justificación en


casos de narcotráfico internacional. El caso Cártel de Tijuana.

13. SENTENCIA Nº 8123-2005-PHC/TC, CASO NELSON JACOB


GURMAN

El principio de ne bis in idem y su protección mediante el proceso de


hábeas corpus.

14. SENTENCIA Nº 8125-2005-PHC/TC, CASO JEFFREY IMMELT


Y OTROS

El derecho a la motivación de las resoluciones judiciales y la


individualización de los cargos imputados en el auto que abre
instrucción. El caso de los ejecutivos de General Electric Company.
15. SENTENCIA Nº 8605-2005-AA/TC, CASO ENGELHART PERÚ
SAC.

El derecho al debido proceso en materia constitucional tributaria.

16. SENTENCIA Nº 8987-2005-PHC/TC, CASO JOSÉ ENRIQUE


CROUSILLAT LÓPEZ TORRES

El derecho al debido proceso en los casos de extradición.

17. SENTENCIA Nº 9165-2005-PA/TC, CASO GRUPO MUSTAFA

La constitucionalidad del impuesto a la explotación de los juegos de


azar.

18. SENTENCIA 1209-2006-PA/TC, CASO COMPAÑÍA CERVECERA


AMBEV PERÚ S.A.C.

Control constitucional de medidas cautelares.

19. SENTENCIA Nº 1875-2006-PA/TC, CASO VÍCTOR RICARDO


LUNA MENDOZA Y OTROS

El derecho a la igualdad en materia laboral y la proscripción de la


discriminación por edad en el empleo. El caso de los servidores del
servicio diplomático.

20. SENTENCIA Nº 2002-2006-PC/TC, CASO PABLO MIGUEL


FABIÁN MARTÍNEZ Y OTROS

La protección de los niños y mujeres gestantes contaminados con


plomo en La Oroya.

21. SENTENCIA Nº 2005-2006-PHC/TC, CASO MANUEL ENRIQUE


UMBERT SANDOVAL
El Ministerio Público como órgano constitucional titular de la acción
penal. El caso Interbank.

22. SENTENCIA Nº 2730-2006-PA/TC, CASO ARTURO CASTILLO


CHIRINOS

El principio de unidad de la Constitución y las funciones del juez


constitucional y el Jurado Nacional de Elecciones.

23. 23. SENTENCIA Nº 4245-2006-PA/TC, CASO DIRECCIÓN


REGIONAL DE COMERCIO Y TURISMO DE HUANCAVELICA

La efectividad de las sentencias del Tribunal Constitucional en


materia de casinos de juego y máquinas tragamonedas.

24. SENTENCIA Nº 7435-2006-PC/TC, CASO SUSANA CHÁVEZ


ALVARADO Y OTRAS

Las funciones del Ministerio de Salud en cuanto a la planificación


familiar. El caso de la denominada “píldora del día siguiente”.

AÑO 2007

1. SENTENCIA Nº 0679-2005-PA/TC, CASO SANTIAGO ENRIQUE


MARTIN RIVAS

El caso de las Leyes de Amnistía Nºs 26479 y 26492, y la cosa


juzgada constitucional.

2. SENTENCIA Nº 9600-2005-PA/TC, CASO ROSANA FRANCISCA


PODESTÁ TORRES

Sobre el derecho a las prestaciones de salud y la seguridad social.

3. RESOLUCIÓN Nº 1004-2006-PHD/TC, CASO MIGUEL


ALEJANDRO GUERRA LEÓN
Sobre libertad religiosa y abandono de confesión religiosa.

4. SENTENCIA Nº 2700-2006-PHC/TC, CASO VÍCTOR ALFREDO


POLAY CAMPOS

La naturaleza del Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la


Base Naval del Callao y el derecho a la libertad religiosa.

5. RESOLUCIÓN Nº 3285-2006-PA/TC, CASO EDWIN JHON


RAMÍREZ DÍAZ

Sobre la vacancia del cargo de alcalde.

6. SENTENCIA Nº 3501-2006-PA/TC, CASO RICARDO DAVID


CHÁVEZ CABALLERO

Constitución y régimen jurídico de los trabajadores de confianza.

7. SENTENCIA Nº 4223-2006-PA/TC, CASO MÁXIMO MEDARDO


MASS LÓPEZ

Las antenas de telecomunicaciones y el derecho a un medio ambiente


equilibrado y adecuado.

8. SENTENCIA Nº 5228-2006-PHC, CASO SAMUEL GLEISER


KATZ

La razonabilidad del plazo máximo de investigación fiscal.

9. SENTENCIA Nº 5637-2006-PA/TC, CASO ROBERTO WOLL


TORRES

La defensa del derecho del consumidor en cuanto al requerimiento de


pago hecho por las empresas de cobranza coactiva y la lesión del
derecho fundamental al honor.

10. SENTENCIA Nº 6135-2006-PA/TC, CASO HATUCHAY E.I.R.L.


Sobre el derecho de igualdad procesal y control difuso en sede
administrativa.

11. SENTENCIA Nº 7022-2006-PA/TC, CASO EDGARDO GARCÍA


ATAUCURI Y OTROS

El derecho a la adecuada motivación de las resoluciones judiciales


(principio de congruencia) y a un juicio sin dilaciones indebidas.

12. SENTENCIA Nº 7873-2006-PC/TC, CASO JUAN FÉLIX TUEROS


DEL RISCO

Adecuación del proceso constitucional de cumplimiento a uno de


amparo.

13. SENTENCIA Nº 10422-2006-PA, CASO MAURO SERRANO


GARCÍA

Despido nulo ejecutado por Minera Yanachocha S.R.L.

14. SENTENCIA Nº 0168-2007-Q/TC, CASO BANCO


CONTINENTAL

Procedencia excepcional del recurso de agravio constitucional a favor


del cumplimiento de los fallos del Tribunal Constitucional en la etapa
de ejecución de sentencia.

15. SENTENCIA Nº 0654-2007-AA/TC, CASO MINISTERIO DE LA


PRODUCCIÓN

Sobre las competencias reservadas a los órganos del Estado y su


relación con el derecho constitucional de defensa.

16. SENTENCIA Nº 0665-2007-AA/TC, CASO TELEFÓNICA DEL


PERÚ S.A.A.
Sobre los alcances del derecho de propiedad.

17. SENTENCIA Nº 1078-2007-PA/TC, CASO JOSÉ MIGUEL


ÁNGEL CORTEZ VIGO

La naturaleza tributaria del FONAVI.

18. SENTENCIA Nº 6546-2006-PA/TC, CASO CÉSAR AUGUSTO


ZUÑIGA LÓPEZ

El derecho fundamental al agua potable.

AÑO 2008

1. SENTENCIA Nº 3072-2006-PA/TC, CASO SIXTO GUILLERMO


LUDEÑA LUQUE

La interrupción del plazo prescriptorio para demandar beneficios


sociales.

2. SENTENCIA Nº 3169-2006-PA/TC, CASO PABLO CAYO


MENDOZA

Principios de legalidad y proporcionalidad en el despido laboral.

3. SENTENCIA Nº 4168-2006-PA/TC, CASO FERNANDO SAMUEL


ENRIQUE VÁSQUEZ WONG

El derecho a la intimidad como límite a las facultades de


fiscalización.

4. SENTENCIA Nº 5970-2006-PA/TC, CASO SAN FERNANDO S.A.

Sobre la idoneidad del proceso constitucional de amparo para evaluar


la constitucionalidad de la concesión de beneficios tributarios.
5. SENTENCIA Nº 6572-2006-2006-PA/TC, CASO JANET ROSAS
DOMÍNGUEZ

El artículo 53 del Decreto Ley Nº 19990, visto a la luz del texto


fundamental, debe ser interpretado de forma tal que se considere al
conviviente supérstite como beneficiario de la pensión de viudez.

6. SENTENCIA Nº 9332-2006-2006-PA/TC, CASO REYNALDO


ARMANDO SHOLS PÉREZ

Se precisa que el hijastro(a) forma parte de la nueva estructura


familiar, y se reconoce los eventuales derechos y deberes especiales
que se derivan de dicha situación jurídica.

7. RESOLUCIÓN Nº 0201-2007-Q/TC, CASO ASOCIACIÓN PRO


VIVIENDA VECINOS DE LA URBANIZACIÓN NEPTUNO.

Sobre la procedencia del Recurso de Agravio Constitucional a favor


del cumplimiento de las sentencias del Poder Judicial.

8. SENTENCIA Nº 0796-2007-PA/TC, CASO CÉSAR ENRIQUE


OBLITAS GUEVARA

Sobre temeridad procesal.

9. SENTENCIA Nº 2432-2007-PHC/TC, CASO ROLANDO APAZA


CHUQUITARQUI

Derecho a no ser privado del DNI y el reconocimiento del derecho a


la personalidad.

10. SENTENCIA Nº 2732-2007-PA/TC, CASO JUAN HUMBERTO


QUIROZ ROSAS

Afectación del plazo razonable en un proceso de amparo.


11. SENTENCIA Nº 3574-2007-PA/TC, CASO CLUB DEPORTIVO
WANKA

Justicia constitucional y arbitraje en el futbol.

12. SENTENCIA Nº 4053-2007-PHC/TC, CASO ALFREDO JALILIE


AWAPARA

Alcances de la gracia presidencial.

13. SENTENCIA Nº 4382-2007-PA/TC, CASO NICOLÁS DE BARI


HERMOZA QUIROZ

La imposibilidad de la SUNAT para discernir entre rentas lícitas e


ilícitas.

14. RESOLUCIÓN Nº 4441-2007-PA/TC, CASO NICOLÁS DE BARI


HERMOSA RÍOS

La obligación estatal de investigar los hecho y sancionar a los


responsables por violación de derechos humanos.

15. SENTENCIA Nº 4922-2007-PA/TC, CASO SINDICATO


NACIONAL DE TRABAJADORES DE LA SUNAT Y SUNAD

El derecho de igualdad remunerativa.

16. SENTENCIA Nº 5652-2007-PA/TC, CASO ROSA BETHZABÉ


GAMBINI VIDAL

Discriminación laboral por razón de sexo (situación especial de


embarazo).

17. RESOLUCIÓN Nº 6164-2007-HD/TC, CASO JHONNY ROBERT


COLMENARES JIMÉNEZ

Tipología del hábeas data.


18. SENTENCIA Nº 6201-2007-PHC/TC, CASO MOISÉS
WOLFENSON WOLOCH

El abono de los días de arresto domiciliario al cómputo de la pena.

19. SENTENCIA Nº 0728-2008-PHC/TC, CASO GIULIANA FLOR


DE MARIA LLAMOJA HILARES

Hábeas corpus contra resoluciones judiciales y derecho a la


motivación de las resoluciones judiciales.

20. SENTENCIA Nº 1317-2008-PHC/TC, CASO FELIPE TUDELA Y


BARREDA

La prueba circunstancial a propósito de la promoción de un hábeas


corpus atípico.

21. SENTENCIA Nº 2725-2008-PHC/TC, CASO ROBERTO BORIS


CHAUCA TEMOCHE

El test de la triple identidad para evaluar la afectación del principio


constitucional de ne bis in idem.

22. SENTENCIA Nº 3610-2008-PA/TC, CASO WORLD CARS


IMPORT

La Constitución Ecológica y las consecuencias generadas por la


importación de vehículos usados sobre la salud y vida de la población
en el Perú.

23. SENTENCIA Nº 4331-2008-PA/TC, CASO RAÚL ALFREDO


SALAZAR COSIO Y OTRO

Sobre los requisitos de ascenso para la categoría de ministro de la


carrera diplomática.
AÑO 2009

1. SENTENCIA Nº 5842-2006-PHC/TC, CASO INTERNADOS EN


LA SALA DE HOSPITALIZACIÓN DE ADICCIONES DEL
INSTITUTO NACIONAL DE SALUD MENTAL “HONORIO
DELGADO-HIDEYO NOGUCHI”

El derecho al trato digno y humanitario de los internos de


establecimientos de salud mental.

2. SENTENCIA Nº 0926-2007-PA/TC, CASO C.F.A.D.

Los derechos al libre desarrollo de la personalidad, a la identidad


sexual, a no ser discriminado y al debido proceso en el ámbito
administrativo disciplinario policial.

3. SENTENCIA Nº 1575-2007-PHC/TC, CASO MARISOL


ELIZABETH VENTURO RÍOS

El derecho al libre desarrollo de la personalidad y el acceso al


beneficio de visita íntima de mujeres condenadas a terrorismo.

4. SENTENCIA Nº 3343-2007-PA/TC, CASO JAIME HANS


BUSTAMANTE JOHNSON

Se establecen obligaciones medioambientales y sociales de las


empresas como requisito para la continuación de proyectos de
inversión en Áreas de Conservación. Se desarrolla el derecho a la
identidad étnica y cultural, a los recursos naturales, a la consulta y a
la participación de las comunidades nativas.

5. SENTENCIA Nº 5311-2007-PA/TC, CASO COMPAÑÍA


DISTRIBUIDORA S.A.

El arbitraje y los límites constitucionales a la libertad de contratación.


6. SENTENCIA Nº 6218-2007-PHC/TC CASO VÍCTOR ESTEBAN
CAMARENA

Interpretación de determinadas causales de improcedencia del


proceso de hábeas corpus.

7. SENTENCIA Nº 2480-2008-PA/TC, CASO RAMÓN MEDINA


VILLAFUERTE

El Estado como primer garante del derecho a la salud mental de las


personas.

8. SENTENCIA Nº 5287-2008-PA/TC, CASO MARIO LOVÓN RUÍZ-


CARO

Sobre represión de actos lesivos homogéneos.

9. SENTENCIA Nº 5527-2008-PHC/TC, CASO NIDIA YESENIA


BACA BARTURÉN

Discriminación por razón de sexo (especial situación de embarazo) en


la Policía.

10. SENTENCIA Nº 4878-2008-PA/TC, CASO VIUDA DE


MARIÁTEGUI E HIJOS S.A.

Sobre la doctrina de represión de actos lesivos homogéneos.

11. SENTENCIA Nº 1817-2009-PHC/TC, CASO J.A.R.R.A. Y


V.R.R.A.

El interés superior del niño como principio de rango constitucional.

12. SENTENCIA Nº 2005-2009-PA/TC, CASO ONG “ACCIÓN DE


LUCHA ANTICORRUPCIÓN”
El derecho fundamental a la vida y el caso de la píldora del día
siguiente.

13. SENTENCIA Nº 2389-2009-PA/TC, CASO ASOCIACIÓN CLUB


PETRÓLEOS

Se desarrolla el derecho a la inviolabilidad de domicilio y el derecho


de asociación de un club privado.

14. SENTENCIA Nº 3509-2009-PHC/TC, CASO WALTER GASPAR


CHACÓN MÁLAGA

El derecho fundamental al plazo razonable de la duración del proceso


y las consecuencias de su afectación.

AÑO 2010

1. SENTENCIA Nº 4611-2007-PA/TC, CASO COMUNIDAD NATIVA


SAWAWO HITO 40

El derecho al honor de las comunidades nativas.

2. SENTENCIA Nº 5561-2007-PA/TC, CASO OFICINA DE


NORMALIZACIÓN PREVISIONAL (ONP)

Se ordena a la ONP suspender la interposición de demandas o


recursos manifiestamente infundados en contra de los pensionistas.

3. SENTENCIA Nº 0550-2008-PA/TC, CASO RENÉ QUENTA


CALDERÓN

El derecho a la identidad personal y el interés superior del niño como


límite al derecho a la inmutabilidad de la cosa juzgada.

4. SENTENCIA Nº 6316-2008-PA/TC, CASO ASOCIACIÓN


INTERÉTNICA DE DESARROLLO DE LA SELVA PERUANA
(AIDESEP)

Sobre el derecho a la consulta y su relación con los demás derechos


de las comunidades.

5. SENTENCIA Nº 0004-2009-PA/TC, CASO ROBERTO ALLCCA


ATACHAHUA

Establece recurso de apelación por salto, el mismo que busca


controlar la inmediata y correcta ejecución de las sentencias del
Tribunal Constitucional.

6. SENTENCIA Nº 0252-2009-PA/TC, CASO MÁXIMO VALERIANO


LLANOS OCHOA

Se precisa el plazo de prescripción en el amparo contra resoluciones


judiciales.

7. SENTENCIA Nº 0607-2009-PA/TC, CASO FLAVIO ROBERTO


JOHN LOJAS

Sobre la actuación inmediata de sentencias estimatorias y el derecho


a la educación.

8. SENTENCIA Nº 2663-2009-PHC/TC, CASO EDWIN WALTER


MARTÍNEZ MORENO

Recurso de agravio excepcional por violación del orden


constitucional.

9. SENTENCIA Nº 3816-2009-PA/TC, CASO DAN EXPORT S.A.C.

Los límites a la importación de vehículos usados son


constitucionales.
10. SENTENCIA Nº 3818-2009-PA/TC, CASO ROY MARDEN LEAL
MAYTAHAURI

Se precisa interpretación de la norma que regula los contratos


administrativos de servicios.

11. SENTENCIA Nº 5350-2009-PHC/TC, CASO JULIO ROLANDO


SALAZAR MONROE

Sobre la razonabilidad del plazo del proceso penal.

12. SENTENCIA Nº 5427-2009-PC/TC, CASO ASOCIACIÓN


INTERÉTNICA DE DESARROLLO DE LA SELVA PERUANA
(AIDESEP)

Se ordena al Ministerio de Energía y Minas adecuar sus reglamentos


al derecho de consulta recogido en el Convenio OIT 169.

13. SENTENCIA Nº 0655-2010-PHC/TC, CASO ALBERTO


QUÍMPER HERRERA

Solo se evalúa la prueba prohibida cuando existe sentencia que define


situación jurídica de un procesado.

14. SENTENCIA Nº 2317-2010-PA/TC, CASO MIGUEL ARMANDO


CADILLO PALOMINO

Derecho a la no discriminación por motivo de discapacidad.

15. SENTENCIA Nº 2748-2010-PHC/TC, CASO ALEXANDER


MOSQUERA IZQUIERDO

Procuradores pueden impugnar sentencias que excluyan a procesados


por delitos de narcotráfico y/o lavados de activos.

16. SENTENCIA Nº 3170-2010-PHC/TC, CASO TA-245141098


Participación de procuradores en procesos de tráfico de drogas y/o
lavado de activos es obligatoria.

AÑO 2011

1. SENTENCIA Nº 4749-2009-PA/TC, CASO JACINTO


FRANCISCO VILLACORTA GUEVARA

Sobre pensión de invalidez en el caso de personas afectadas con VIH


Sida.

2. SENTENCIA Nº 5680-2009-PA/TC, CASO FÉLIX WAGNER


ARISTA TORRES

Se establece que la Administración Pública no puede imponer al


personal la práctica de ritos y costumbres religiosas por muy
arraigados que estén en el sentir de la población.

3. SENTENCIA Nº 6111-2009-PA/TC, CASO JORGE MANUEL


LINARES BUSTAMANTE

Se establece que la presencia de crucifijos y la biblia en espacios


públicos no afecta la libertad religiosa.

4. SENTENCIA Nº 2278-2010-PHC/TC, CASO WONG HO WING


(EN IDIOMA INGLÉS) Y/O HUANG HAI YONG O HUANG HE
YONG (EN IDIOMA CHINO)

Se niega extradición de ciudadano chino que enfrentaría pena de


muerte al llegar a su país.

5. SENTENCIA Nº 2892-2010-PHC/TC, CASO L.F.H.

Se reconoce el derecho a tener una familia y a no ser separado de ella.


6. SENTENCIA Nº 3045-2010-PHC/TC, CASO SEBASTIÁN
RAMÍREZ QUIJANO, A FAVOR DE DOÑA ANILDA NOREÑA
DURAND

Sobre libertad religiosa y práctica religiosa en cárceles.

7. SENTENCIA Nº 3660-2010-PHC/TC, CASO JOSÉ ENRIQUE


CROUSILLAT LOPEZ TORRES

Control constitucional del indulto presidencial otorgado a su favor.

8. SENTENCIA Nº 3712-2010-PA/TC, CASO DEMETRIO PEDRO


DURAND SAAVEDRA

Se establece que la inscripción de las sanciones en el Registro


Nacional de Sanciones de la Administración Pública no vulnera el
derecho de presunción de inocencia.

9. SENTENCIA Nº 4197-2010-PA/TC (EXP. Nº 04656-2007-PA/TC),


CASO IMPORTADORA FORMOSA S.R.L.

Sobre represión de actos lesivos homogéneos por sentencias tanto del


Tribunal Constitucional como del Poder Judicial.

10. SENTENCIA Nº 4235-2010-PHC/TC, CASO ALBERTO


FUJIMORI FUJIMORI

El derecho fundamental a la pluralidad de instancia como un derecho


de configuración legal: contenido y alcances.

11. RESOLUCIÓN Nº 0863-2011-PA/TC, CASO C & S NIPPON


AUTO PARTS S.R.L. Y OTROS

El Tribunal rechaza la posibilidad de seguir importando motores,


repuestos, partes y piezas usadas para vehículos automotores.
12. SENTENCIA Nº 1568-2011-PA/TC, CASO CÉSAR ALFREDO
CARROLLO ALCÁNTARA

Se precisa quiénes son trabajadores de confianza.

AÑO 2012

1. SENTENCIA Nº 1059-2009-PA/TC, CASO AMALIE MARIE


FRANCOISE CHABANEIX CUNZA

Proporcionalidad del despido.

2. SENTENCIA Nº 3599-2010-PA/TC, CASO MARÍA ESPINOZA


CHUMO

Sobre el derecho al secreto y a la inviolabilidad de las


comunicaciones en la relación laboral. Uso del correo electrónico
laboral.

3. SENTENCIA Nº 3919-2010-PC/TC, CASO JUAN PERALTA


CUEVA Y OTROS

Sobre la homologación de jueces. Se precisan los requisitos de


procedencia de las demanda de cumplimiento.

4. SENTENCIA Nº 3940-2010-PA/TC, CASO GOBIERNO


REGIONAL DEL CALLAO

Se establecen precisiones al precedente vinculante STC Nº 206-2005-


PA/TC. Se aclara que la vía judicial para impugnar despidos de
trabajadores que suscribieron contratos de naturaleza civil (locación
de servicios), estará determinada por el régimen laboral de la entidad
donde efectivamente se realizaron las labores.

5. SENTENCIA Nº 0316-2011-PA/TC, CASO EMPRESA MINERA


DE SERVICIOS GENERALES S.R.L. Y OTROS.
Sobre el denominado “amparo ambiental” y la constitucionalidad de
la prohibición del uso de dragas en la actividad minera.

6. SENTENCIA Nº 0928-2011-PA/TC, CASO RICARDO LUIS


SALAS SOLER Y OTRA.

Se precisa que la no formalización del abandono de la Iglesia


católica, a través de la correspondiente anotación en el libro de
bautismo, no impide que se pueda ejercer el derecho a la libertad
religiosa y cambiar de religión o de creencias.

7. SENTENCIA Nº 1126-2011-PHC/TC, CASO JUANA GRISELDA


PAYABA CACHIQUE, PRESIDENTA DE LA COMUNIDAD NATIVA
TRES ISLAS.

Sobre la defensa de la propiedad comunal y autonomía de las


comunidades nativas y campesinas.

8. SENTENCIA Nº 2799-2011-PA/TC, CASO GREGORIO PUMA


QUISPE

obre tutela de derechos fundamentales a la paz, a la tranquilidad, al


disfrute del tiempo libre y al descanso, y a gozar de un ambiente
equilibrado y adecuado al desarrollo de la vida.

9. RESOLUCIÓN Nº 3682-2011-PA/TC, CASO PESQUERA


AURORA S.R.L.

Sobre la correcta ejecución de sentencias del Tribunal Constitucional.

10. SENTENCIA Nº 3891-2011-PA/TC, CASO CÉSAR JOSÉ


HINOSTROZA PARIACHI

Amparo contra el CNM en materia de destitución y ratificación de


jueces y fiscales. Se precisa que el derecho a la debida motivación de
las resoluciones importa que la administración exprese las razones o
justificaciones objetivas que llevan a tomar una determinada decisión.
Esas razones, por lo demás, pueden y deben provenir no solo del
ordenamiento jurídico vigente y aplicable al caso, sino de los propios
hechos debidamente acreditados en el trámite del proceso.

11. SENTENCIA Nº 0037-2012-PA/TC, CASO SCOTIABANK PERÚ


S.A.A

Se declara inconstitucional la interpretación literal del artículo 3.3.


del Reglamento de la Ley de Ejecución Coactiva, sostenida por la
Corte Suprema de Justicia de la República, que imponía a las
municipalidades distritales y provinciales de todo el país la
obligación de que sus Ejecutores Coactivos estén acreditados ante
todas las entidades mencionadas en la referida norma, como requisito
previo para hacer efectivas sus acreencias. Precisó que dicha
acreditación solo resulta exigible ante la entidad frente a la cual el
Ejecutor Coactivo pretende hacer efectiva su acreencia.

12. SENTENCIA Nº 0156-2012-PHC/TC, CASO CÉSAR HUMBERTO


TINEO CABRERA

Sobre el debido proceso en sede parlamentaria y el marco


constitucional de las comisiones investigadoras del Congreso.

13. SENTENCIA Nº 1601-2012-PA/TC, CASO SUPERINTENDENCIA


NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN TRIBUTARIA (SUNAT)

Sobre la inconstitucionalidad sobreviniente de la ejecución de una


sentencia constitucional.

14. SENTENCIA Nº 3066-2012-PA/TC, CASO AGRÍCOLA CERRO


PRIETO S.A.C.
Table of Contents
1. CAPÍTULO I
1. Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional peruano
1. I.Introducción
2. II.Algo de historia en torno al Tribunal Constitucional
peruano
3. III.Los perfiles de la jurisdicción constitucional en el
Perú de hoy
4. IV.La autopercepción del propio Tribunal Constitucional
en cuanto a lo que es
5. V.Los criterios de selección de los fallos
6. VI.Tras bastidores: una ojeada panorámica del iter de
las decisiones constitucionales
7. VII.Los métodos interpretativos del Tribunal
Constitucional Peruano
1. 2.1.Definición
2. 2.2.Diferencia entre interpretación constitucional y
mutación constitucional
3. 2.3.La pluralidad de intérpretes en la
interpretación constitucional
4. 2.4.Principios de la interpretación constitucional
5. 3.1.El sustento conceptual de la interpretación
conforme: la distinción entre “disposición” y
“norma”
6. 3.2.Las sentencias interpretativas-manipulativas
(normativas)
7. 3.3.El principio de conservación de la ley
8. 3.3.El principio de interpretación desde la
Constitución
9. 4.1.Principio pro homine
10. 4.2.La interpretación de los derechos
fundamentales conforme a los tratados
internacionales
11. 4.3.La interpretación de los derechos
fundamentales conforme a la jurisprudencia de los
tribunales internacionales
12. 4.4.El principio de proporcionalidad
8. VIII.El comportamiento judicial tras las decisiones del
Tribunal Constitucional
9. IX.Fuentes y antecedentes de la selección
jurisprudencial a nivel comparado
1. 1.1.Sobre Cortes y Tribunales Constitucionales
2. 1.2.Sobre otras Cortes
3. 2.1.Sobre Cortes y Tribunales Constitucionales
4. 2.2.Sobre otras Cortes
10. X.Epílogo: agradecimientos
11. XI.Anexo: introducción bibliográfica
2. CAPÍTULO II
1. Contribuciones del Tribunal Constitucional al fortalecimiento
de la democracia en el Perú
2. Una mirada panorámica a 30 años de su existencia
1. I.Un enfoque por partida doble en torno a la
consolidación de la democracia: la Ciencia Política y el
Derecho Constitucional. Precisiones epistémicas
1. 2.1.El concepto “fortalecimiento del Estado de
Derecho” que equivale al concepto politológico de
“consolidación democrática” es un concepto
multidimensional y controvertido
2. 2.2.El diagnóstico de los politólogos: el rol cuasi
irrelevante de los Tribunales Constitucionales en
el fortalecimiento de la democracia en América
Latina
3. 3.1.Un primer tema es la Constitución como
juridificación de la democracia
4. 3.2.Obligación de garantías mínimas a los
ciudadanos
5. 3.3.Gobierno democrático
6. 3.4.Los fundamentos de la democracia
7. 3.5.Respeto a las minorías y voluntad política
8. 3.6.Vinculación con la economía
9. 3.7.Conducción en base al principio mayoritario
10. 3.8.Utilización de modalidades de democracia
para fundamentar la validez de organizaciones
totalitarias
11. 3.9.Consideración de su noción entre las tesis
extrema de la democracia y del constitucionalismo
2. II.Marco introductorio: la génesis de los tribunales
constitucionales
1. 2.1.La presencia de Tribunales Constitucionales
stricto sensu (fuera del Poder Judicial)
2. 2.2.Presencia de Tribunales Constitucionales
situados dentro del Poder Judicial
3. 2.3.Presencia de Salas Constitucionales
pertenecientes a las Cortes Supremas
3. III.Evolución de la jurisdicción constitucional en el Perú
1. 2.3.Procesos de control orgánico
2. 2.2.Procesos de tutela de derechos
4. IV.Rol del Tribunal Constitucional en el desarrollo
sustantivo de la constitución
1. 2.1.Prohibición de discriminación
2. 2.2.Derechos de libertad protegidos por el hábeas
corpus
3. 2.3.Derechos de los niños y adolescentes
4. 2.4.Derecho a la identidad personal
5. 2.5.Tutela del derecho al honor y a la buena
reputación a través del amparo
6. 3.1.Posición del TC frente a los derechos sociales
7. 3.2.Derecho a la salud
8. 3.3.Tutela constitucional de derechos económicos
9. 4.1.Identidad cultural y étnica
10. 4.2.Derecho al territorio
11. 4.3.Derecho a la libre determinación
12. 4.4.Derecho a la consulta previa
13. 4.5.Derecho al medio ambiente
14. 5.1.Derecho a la verdad
15. 5.2.Derecho al agua potable
16. 5.3.Derecho al libre desenvolvimiento de la
personalidad
17. 5.4.Derecho a la eficacia de las leyes y los actos
administrativos
18. 5.5.5.5. Derecho al reconocimiento de la
personalidad jurídica
19. 5.6.Derecho al reconocimiento y tutela de las
personas jurídicas
20. 5.7.Derecho de los consumidores y usuarios
21. 5.8.Derecho a la objeción de conciencia
5. V.Rol del Tribunal Constitucional en el desarrollo
procesal de la Constitución
1. 1.1.Debido proceso formal
2. 1.2.Debido proceso sustantivo o material
3. 3.1.Hábeas corpus
4. 3.2.Amparo
5. 3.3.Hábeas data
6. 3.4.Proceso de cumplimiento
7. 4.1.Proceso de inconstitucionalidad
8. 4.2.Proceso de acción popular
9. 4.3.Proceso competencial
6. VI.Epílogo: documento conceptual de la Tercera
Conferencia Mundial de Justicia Constitucional (Corea)
(173)
3. CAPÍTULO III
1. CONTROL CONSTITUCIONAL Y PODER POLÍTICO
2. Navegando por los archipiélagos de la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional peruano(*)
1. I.Excurso introductorio
2. II.La enigmática tríada del poder y su legitimidad
3. III.Acerca del control constitucional y sus presupuestos
4. IV.Características generales del control constitucional
en la jurisdicción constitucional peruana
5. V.La autopercepción del control constitucional por
parte del Tribunal Constitucional
6. VI.El control constitucional de las leyes de reforma
constitucional
7. VII.El control constitucional de la facultad normativa del
Poder Ejecutivo y de las prerrogativas presidenciales
8. VIII.El control constitucional de las decisiones del
Poder Judicial
9. IX.El control constitucional de los actos del Ministerio
Público
10. X.El control constitucional de las resoluciones del
Jurado Nacional de Elecciones
11. XI.El control constitucional de las resoluciones del
Consejo Nacional de la Magistratura
12. XII.El control constitucional de la jurisdicción militar
13. XIII.El control constitucional de la jurisdicción arbitral
14. XIV.El control constitucional de los actos discrecionales
de la administración pública, un caso especial: el
control de la administración tributaria
4. Anexo
1. A. Procesos orgánicos
2. B. Procesos de tutela de derechos
3. Año 2002

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