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Luego, vale la pena hacerse una vez más la pregunta: ¿cuál es el rol de los padres, madres y
apoderados en la escuela?, ¿qué papel juegan en la motivación y disposición al aprendizaje de sus
hijas e hijos?, ¿deben comprenderse como fiscalizadores de los docentes y la gestión escolar?,
¿son formadores?, y si esto último fuera así ¿formadores en qué sentido?.Desde la vereda del
saber docente y de las comunidades educativas es importante preguntarse también por cómo la
escuela ha significado el rol de las familias en el proceso educativo de niños, niñas y jóvenes. ¿Qué
mensajes se transmiten en la cotidianidad escolar sobre el papel formativo y colaborativo que
juegan las familias? O si se quiere, ¿con qué herramientas cuentan las escuelas para potenciar el
rol de los padres en la formación de sus hijos e hijas?
Hemos venido insistiendo hace tiempo ya, en la necesidad de incorporar sellos que den identidad
a las comunidades educativas, identidad que permita generar compromiso y disposición a
integrarse en la escuela mediante la participación y el trabajo colectivo. Bajo esta lógica, el vínculo
entre la escuela y la familia hace años cobra relevancia en la investigación educativa, en tanto se
definen como las dos grandes instituciones educativas a disposición de las niñas, niños y
adolescentes, en su trayecto a convertirse en sujetos políticos ciudadanos; ambos agentes
socializadores trascendentales para generar la capacidad de autonomía y la construcción de
saberes en éstos, razón por la cual el trabajo conjunto y colaborativo entre escuela y familia es
imprescindible.En el actual escenario socioeducativo, el resinificar y transformar la relación
‘familia-escuela’, asociándola a las nuevas formas de hacer y aprender, deviene como un desafío
fundamental para el desarrollo de la convivencia escolar en este particular contexto y hacia el
futuro.
En efecto, mucho se dice hoy por hoy a propósito de la virtualización de las relaciones y de las
potencialidades de la educación a distancia, por ejemplo, que éstas han llegado para quedarse. Si
esto es real, no cabe duda que el replantearse la relación familia-escuela en este nuevo contexto
relacional y educativo, es una tarea primordial para apuntar a la enorme lista de pendientes que le
quedará a la escuela después de esta pandemia. Con todo, debemos dar con la clave que nos
permita (re)encontrar el sentido a la educación y con eso también una educación en modalidad a
distancia, logrando que sus convocatorias sean realmente significativas tanto para los/as
estudiantes como para los/as adultos/as que acompañan esas trayectorias educativas. A riesgo de
sonar como una frase más de las muchas de cajón que estas pasadas semanas se han emitido,
hacemos un urgente llamado a las familias y al sistema educativo, para que se reconozca la
inmensa responsabilidad que tenemos todos los adultos de reconocer las secuelas que esta
catástrofe está sembrando en nuestras generaciones futuras.
En la semana que inicia concurren dos fechas que dan a niños, niñas, adolescentes y familias el
protagonismo que les ha faltado durante el aislamiento social obligatorio, en el que son actores
principales. El lunes 20 de abril reinician las clases de la educación básica y media, suspendidas por
vacaciones; estas se extenderán en teleeducación hasta el 31 de mayo, a fin de proteger a los
alumnos y sus familias. Y el sábado 25 de abril se conmemora en el país el Día del niño y la
recreación. Educación académica, y no pocas veces la formación subjetiva, y celebra