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SOCIEDAD ARGENTINA DE HISTORIA DE LA EDUCACION.

Marcas de la pandemia en la educación. Reflexiones de Pablo Pineau que


agradecemos.

"Y si todas las escuelas pararan de golpe? Comentarios sobre la actual situación
educativa".

Pablo Pineau

Uno de los ejercicios que propongo muchas veces en clase es imaginar qué pasaría si
el mundo de hoy se quedara súbitamente sin escuelas. Para eso, revisamos
propuestas y prácticas como la desescolarización, el home schooling, o situaciones
similares a escala mucho menor como las causadas por episodios bélicos o desastres
naturales.
Hoy, ese mundo paralelo se ha vuelto realidad, no como producto de la supuesta
“evolución” social o del “avance” educativo que sostenían muchos de sus impulsores,
sino como efecto de la actual crisis sanitaria global. Hace ya unas semanas que
millones de personas entre alumnxs, docentes, funcionarios y familias estamos
inmersos en una especie de “reality show” que muy probablemente, a la vez que
remodelará las futuras escuelas, nos habilitará nuevas preguntas y formas de
comprender la educación.
Esta situación nos permite intentar respuestas más realistas al ejercicio que solemos
proponer en clase. La primera evidencia al respecto es que, en un contexto de muchas
dificultades, los sistemas educativos mostraron, con mayor o menor creatividad, una
capacidad de adaptación y redireccionamiento sorprendente a la nueva situación a fin
de poder mantener lo que se denominó “la continuidad pedagógica”. Los discursos
instalados sobre la resistencia, rigidez y lentitud de la escuela y sus actores para
enfrentar nuevas situaciones parecen no ser tan sólidos como se presentaban, a la
vez que confirman que las tecnologías digitales ya estaban incluidas en buena medida
en el funcionamiento escolar. También se comprueba que en muchos casos -como en
nuestro país- esta rapidez de respuesta también echó mano a tecnologías menos
avanzadas pero más asequibles a buena parte de la población, como la radio y la
televisión pública, y el reparto mediante redes comunitarias de cuadernillos impresos
realizados para la ocasión por el Estado o por los propios docentes.

Junto a este primer saldo positivo, se evidencia que la situación ha aumentado la


visibilidad y gravedad de ciertos tópicos previos como la brecha en el acceso a la
tecnología, la importancia de atención por parte de la escuela de otras necesidades
básicas como las alimentarias y las de contención social, las dificultades para llevar
adelante prácticas educativas en los hogares en virtud de las realidades de vida y de
los capitales culturales de los alumnos y sus familias de amplias franjas de población,
y las difíciles condiciones de trabajo de los docentes, entre las que se encuentran el
escaso reconocimiento social y económico en el que estaban mayormente sumidos.
Junto a esto, se comprueba que la mayoría de los maestrxs y profesores están
buscando y generando alternativas para no abandonar a sus estudiantes, con mayor o
menor acompañamiento gubernamental dependiendo de los casos en cuestión. Para
eso, acuden a lo que saben, poco o mucho, de tecnologías digitales y educación
virtual, exploran caminos que no conocían, incluyen en su vocabulario términos como
Zoom, Kolibri y ClassDojo, buscan consejos, y se conectan entre sí para compartir
información, metodologías, contenidos, programas y todo aquello que pueda ser útil.
Han sido capaces también de responder a todo tipo de demandas e inquietudes de los
familiares y de sus propios alumnos, lo que prueba la presencia y la imagen de lxs
maestrxs, su compañía, su voz y sus afectos, en la forma en que sea, son
imprescindibles para que los actos educativos sean efectivos.

Este diagnóstico nos afirma en nuestras posiciones a quienes creemos que la escuela
sigue siendo un espacio imprescindible para la formación de las nuevas generaciones,
ya que hemos comprobado, un tanto abruptamente, que la sociedad actual no está
preparada para administrar eficazmente procesos pedagógicos masivos sin ella.
Contra ciertos sentidos comunes instalados, estamos verificando lo que venimos
sosteniendo desde hace tiempo: la escuela ha sido una construcción compleja que
llevó mucho tiempo realizar, que combinó variables como la presencialidad, la
gradualidad, la universalidad, la simultaneidad y la masividad, y que por tal la tarea
docente no es fácilmente sustituible por personas no calificadas para su ejercicio, y
mucho menos por máquinas o programas informáticos. Más allá de las críticas justas
que se vienen haciendo a los sistemas educativos casi desde sus orígenes, esta
situación demuestra que la escuela puede ser un potente dispositivo de igualación y
democratización social mediante la producción de un espacio compartido público y
común, y que su cierre agudizaría las desigualdades externas que ella ayudaba a
disminuir.

Este primer análisis también nos lleva a pensar algunas ideas para cuando esta
situación excepcional haya pasado, ya que sería un gran error creer que será posible
volver a las aulas presenciales iguales a como nos fuimos, como si este episodio fuera
una pesadilla que debe ser olvidado rápidamente. Tal vez un tanto prematuramente,
podemos suponer que habrá que instrumentar cambios curriculares y adecuaciones en
los usos espaciales y corporales a los que hasta ahora estábamos acostumbrados, y
generar nuevas formas de contención y acompañamiento social y emocional producto
de esta situación inédita. También será necesario en el corto tiempo implementar
estrategias para dar respuesta a la nueva heterogeneidad producida por los
aprendizajes realizados a causa de las distintas y desiguales formas en los que se
llevaron a cabo, lo que implica dejar las problemáticas de la acreditación para el
retorno a las aulas.

Si alguna ganancia tiene esta situación crítica, es que nos ofrece una oportunidad
única para hacer una buena evaluación de las situaciones escolares y educativas tanto
previas como durante la pandemia. Hay que preguntarse qué y cómo se enseñó y
aprendió, analizar con qué finalidades se lo hizo, e investigar cómo se potenció el uso
escolar de las nuevas tecnologías más allá de la compensación de la virtualidad.
Tenemos que aprovechar este escenario impuesto de experimentación social y
educativa para generar nuevas propuestas que ayuden a construir las mejores
opciones pedagógicas e impulsen procesos de valoración y renovación de los modos
de enseñar y aprender en las escuelas a fin de garantizar el derecho a la educación a
las futuras generaciones.

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