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All content following this page was uploaded by Alberto Julián Pérez on 13 September 2020.
sometía a la población. En la tercera parte Sarmiento presentó los puntos principales del
programa político liberal con el que se identificaban él y sus compañeros de la
Generación del 37, entre ellos Bartolomé Mitre, Esteban Echeverría, Juan B. Alberdi,
Vicente F. López y José Mármol. Estos jóvenes intelectuales querían contribuir a la
organización constitucional del país y participar en su vida política activa en un futuro.
Los otros simpatizantes y miembros de la Asociación de Mayo trabajaban
también en sus propias publicaciones. En 1846, Echeverría, exiliado en la Banda Oriental
del Uruguay, publicó en Montevideo su Ojeada retrospectiva sobre el movimiento
intelectual en el Plata desde el año 37. Y en 1852, el mismo año en que cayó el
Gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, líder del partido Federal, Alberdi
dio a conocer en Chile sus Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina. Su modelo constitucional iba a influir profundamente en la
concepción política y redacción de la constitución argentina que se aprobó el año
siguiente, 1853. Los escritos de Sarmiento, Echeverría y Alberdi aportaron muchas ideas
importantes al programa liberal de gobierno.
Sarmiento llevó a cabo una destacada labor como periodista en Chile. Además de
cubrir noticias políticas en sus diarios, se destacó como periodista cultural. La biografía
fue un género que siempre le interesó y lo transformó en una forma personal de
expresión. Le permitía reunir en un mismo texto observaciones e interpretaciones
sociológicas, culturales y políticas. Podía recrear la vida de un personaje histórico,
mitificarlo, describir su época y hacer política partidaria a un tiempo. Buscaba persuadir
al lector de lo acertado de sus ideas. Demostrarle que los federales rosistas estaban
equivocados y que debía oponerse a ellos. Tenía grandes ambiciones políticas. Luego de
la caída de Rosas, derrocado por una coalición nacional e internacional, en la que
participó Brasil, Sarmiento entró en la política activa. Ocupó a lo largo de los años
numerosos puestos de gobierno y fue Presidente del país en el período 1868-1874.
En el Facundo Sarmiento propuso una tesis amplia de interpretación, de base
sociológica, del hombre americano. Esta tesis partía de una visión dicotómica de las
sociedades. Estaba en consonancia con las ideas europeas del momento. Sarmiento
dividió el desarrollo social nacional en etapas. El hombre, según su visión, evolucionaba
de lo más simple a lo más complejo. En su estadio más simple el hombre era un ser
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público, un poder dictatorial legitimado por el voto popular, que concentrara todos los
poderes del Estado en sus manos y le permitiera estabilizar la sociedad y evitar la
anarquía. Rosas ganó el plebiscito por amplia mayoría. De esa manera desapareció en la
práctica la división efectiva de poderes. El pueblo había abandonado sus derechos en
manos de un demagogo (Facundo 312).
Sarmiento analizó cuidadosamente en el libro las causas del fracaso liberal.
Facundo, Rosas y el caudillismo habían sido consecuencia de un proceso previo de
desintegración social. Resultó imposible organizar el país en un sistema político
democrático. El gaucho, para él, debía ser, en parte, culpado por esta situación. Era un ser
semisocializado. No estaba preparado para participar de la vida de una sociedad
democrática. Pensaba que, eventualmente, el proceso evolutivo social e histórico, llevaría
a la superación de esta situación: desaparecería la barbarie y su producto humano, el
gaucho. A pesar de su juicio negativo sobre el papel que había tenido el gaucho en la vida
política nacional, Sarmiento reconoció su espíritu de combate y su capacidad personal.
Como producto de la sociedad bárbara, el gaucho se había adaptado a una vida difícil.
Había sobrevivido en un medio natural hostil gracias a su esfuerzo e inteligencia. Sus
múltiples cualidades darían fruto cuando se civilizara. José Hernández, varios años
después, denunciará, durante la presidencia de Sarmiento, en El gaucho Martín Fierro,
1872, el hostigamiento y persecución que sufría el gaucho bajo su gobierno, en manos
tanto de la autoridad policial, como del ejército y la justicia, responsables de los peores
abusos. En la segunda parte de la obra, 1879, Hernández revisó su posición y abrazó
muchas de las ideas del ideario liberal. Hizo decir a su narrador que el gaucho debía
abandonar su rebeldía, trabajar, educarse, vivir en familia, someterse a la ley del estado
nacional (Martín Fierro 350). Los “hijos” de Fierro, como lo comprobamos en Don
Segundo Sombra, la novela de Güiraldes de 1926, ya no fueron gauchos libres: eran
peones, trabajadores rurales en una sociedad rica y progresista. El gaucho libre había
desaparecido, era un ser mítico que se perdía en el pasado argentino. El gaucho
“moderno” era un trabajador más, un peón asalariado.
Sarmiento reconoció la inteligencia natural del gaucho, que demostraba en el
ejercicio excelente de los trabajos rurales, la fe que tenía en su propio valor y coraje, que
lo había llevado a destacarse y triunfar en las guerras de independencia, su privilegiada
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Para Sarmiento era esencial en esos momentos reconquistar las libertades civiles y
políticas conculcadas por las dictaduras de los caudillos. Debían sancionar lo antes
posible una ley fundamental que constituyera definitivamente al país como un estado de
derecho. La unidad, en la práctica, ya se había logrado; el caudillismo había contribuido a
unir territorialmente la nación (Facundo 367-73). Esa había sido, según él, la
contribución que la barbarie le había hecho a la futura civilización. La inestabilidad
política había dañado a la Argentina y, paradójicamente, le había dado un lugar de
privilegio al gaucho.
Sarmiento reconoció la importancia del gaucho en la cultura nacional. Pero sabía
que en el futuro la sociedad argentina lo terminaría marginando y excluyendo. El
desarrollo de las fuerzas económicas llevaría a la formación de una nación moderna,
como las que poblaban el continente europeo y la que ya emergía con fuerza y
singularidad en los Estados Unidos de Norteamérica, y en esa sociedad no habría lugar
para el gaucho libre. La campaña había tenido un peso constitutivo en la vida nacional; la
nueva sociedad, sin embargo, sería urbana. El gaucho sería víctima del progreso.
Quedaría en nuestra historia como un representante de la nación primitiva y bárbara. El
argentino del mañana sería un individuo civilizado, educado, trabajador. Este sueño, en
1845, cuando escribió el Facundo, parecía muy lejano. Pocos años después, caído Rosas,
él mismo y sus compañeros de generación se lanzaron a la vida política. Como
gobernantes no fueron individuos generosos. Hernández, en 1872, testimonió la realidad
del país sarmientino en su Martín Fierro. Era un país injusto, donde se perseguía al
gaucho, y se manipulaban las instituciones en beneficio de los poderosos.
Durante sus años de exilio chileno la pluma de Sarmiento fue productiva e
incansable; a Facundo le siguieron Educación popular, 1848; Viajes en Europa, África y
América, 1849; Recuerdos de provincia, 1850; Argirópolis, 1850. Entre éstos fue el
Facundo la obra que más impactó en el desarrollo de la cultura argentina. Libro polémico
de periodismo partidario, panfleto antirrosista, el Facundo mostró una realidad en la que
se enfrentaban dos proyectos nacionales irreconciliables. Sarmiento contribuyó a crear
una cultura periodística militante y contestaria.
El periodismo y la literatura nacieron en Argentina a un mismo tiempo, durante
las luchas de independencia y las guerras civiles. Sus escritores reflejaron ese mundo en
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Bibliografía citada