Está en la página 1de 28

TEMA 5: ETIQUETADO, CONFLICTO, Y CONDICIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS

1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS FUNDAMENTALES


Cada uno de estos sectores teóricos presenta, como es lógico, especificidades y matices propios. Sin
embargo, todos ellos comparten algunos elementos comunes:
1. Suponen un cierto cuestionamiento y reacción contra la Criminología más tradicional, fundamentada
en un paradigma de consenso normativo, cuyo presupuesto de partida es concebir la delincuencia como
una realidad factual, como un problema social objetivo, que debe ser explicado y atajado con medidas
diversas.
2. El paradigma, o concepción de base, de las teorías aquí englobadas es, por el contrario, conflictual: se
interpreta que la delincuencia, y los delincuentes, solo existen en la medida en que los mecanismos de
control establecidos los definen y los tratan como tales.
3. Según ello, las leyes y la justicia no son una mera consecuencia resultante de la delincuencia objetiva
existente en la sociedad. Las leyes son creadas para definir ciertos comportamientos, que generalmente
son propios de los sujetos y grupos más frágiles, como indeseables y delictivos. Y a continuación, los
instrumentos de control establecidos completan la tarea, condenando y segregando a tales individuos. Así
pues, los mecanismos de control social son los que en realidad definen, crean y amplifican la delincuencia.
4. Las principales prescripciones programáticas y aplicadas, no son estudiar las características de los
delincuentes o tratar sus conductas problemáticas, sino reivindicar los derechos de los grupos marginados
y controlados, redefinir el significado de la delincuencia como construcción social, y mejorar las sociedades
en términos de una mayor igualdad y justicia social.

2. ETIQUETADO Y CONTROL SOCIAL


2.1. CRIMINOLOGÍA OFICIAL Y ANÁLISIS DE LA DESVIACIÓN
Dirigieron su atención hacia los procesos de conversión de los individuos en desviados, o mecanismos de
creación de la desviación. Para Matza, la definición más directa de desviación es la de “ salirse fuera… De
un camino o de una pauta”, lo que puede implicar salirse de “ la claridad del camino, la distancia al camino,
los auspicios, bajo los cuales el camino se construye o recomienda, según que uno se salga del camino
solo o en compañía de otros”.

Se consideró que la Criminología estaba ensimismada en pequeñas cuestiones de corte práctico


(diagnóstico de los delincuentes, tratamientos, etc.), pero muy alejada de problemas fundamentales,
como eran la propia definición y construcción de la delincuencia por parte de los mecanismos de control.
Según Matza, la Criminología habría orientado sus esfuerzos esencialmente hacia el estudio de los
individuos desviados, poniendo el énfasis en la identificación de las circunstancias antecedentes que
habían propiciado su desviación, y teniendo como propósito exclusivo su corrección. Sin embargo, la
Criminología olvidaba analizar a los auténticos productores de desviación: el Estado, los mecanismos de
control, todos aquellos estamentos que definen a ciertos sujetos como desviados e instan a su control.

Éstos fueron los temas fundamentales de que se ocuparon los teóricos del etiquetado. Para ello emplearon
como metodologías básicas la observación naturalista y el trabajo de campo, con el objetivo de descubrir
la significación de las interrelaciones entre el proceso de desviación y diversos elementos del control.

Un ejemplo para ilustrar lo que podría constituir una perspectiva criminológica clásica y una des-
estigmatizante: en el siglo XIX el infanticidio era muy frecuente y se consideraba, como también ahora, un
delito muy grave. Se trataba, a menudo, de una chica joven y soltera, que no se atrevía a decir a nadie que
se había quedado embarazada, daba a luz sola y escondida, abandonando o dejando morir después al
recién nacido. Los primeros criminólogos positivistas realizaron estudios sobre la personalidad de las
autoras de estos delitos y sobre las patologías mentales que les impelían a tal atrocidad. No se tomaban
en cuenta aspectos como la responsabilidad del padre del bebé, que tal vez había abandonado a la joven
en ese trance difícil, ni su posible carencia de recursos para mantener al recién nacido, ni, por supuesto,
menos aún, se entraba en la recomendación de métodos anticonceptivos o del aborto para prevenir estas
graves situaciones y consecuencias.

2.2. DESVIACIÓN PRIMARIA Y SECUNDARIA


La desviación primaria correspondería a la acción delictiva inicial de un sujeto, cuya finalidad podría ser
resolver alguna necesidad material o psicológica, o bien acomodar su conducta a las expectativas de un
grupo subcultural o delictivo, como podría ser el caso de muchos delitos y agresiones juveniles. La
desviación secundaria haría referencia a la repetición de los actos delictivos, especialmente a partir de la
asociación forzada del individuo con otros sujetos delincuentes, como resultado de su detención, de su
procesamiento y de su encarcelamiento.

2.3. ETIQUETADO Y DESVIACIÓN


Conklin esquematizó la teoría del etiquetado. La teoría señala que cuando se produce una desviación
primaria, o infracción inicial, y el individuo es etiquetado como desviado/delincuente, a lo que suelen
seguir consecuencias legales, se desencadenarían dos procesos interrelacionados: 1) se reforzaría el
autoconcepto del sujeto como desviado/delincuente; y 2) aumentaría su exposición a contextos
subculturales, por el contacto forzado con delincuentes, lo que incrementaría las oportunidades y modelos
delictivos.

Dentro de la subcultura delictiva, el autoconcepto del individuo, podría cambiar a través de dos
mecanismos principales: a partir de su asociación diferencial con sujetos infractores, y como resultado de
la interiorización de la etiqueta de “ desviado” o “ delincuente”, que le asigna la sociedad cuando le
detiene, procesa y condena. En ambos casos se hace relevante el interaccionismo simbólico, es decir, la
adscripción al individuo por parte del sistema de justicia, mediante los oportunos símbolos verbales y de
acción, de los ritos del “etiquetamiento”. Mediante todos estos mecanismos (cambio del autoconcepto,
nuevas oportunidades antisociales, y marginación subcultural), el proceso de etiquetamiento puede
favorecer nuevos episodios de desviación secundaria, o repetición delictiva.

Se considera que los mecanismos de atribución de significado tendrían un gran peso en la explicación de
la conducta delictiva, y de la posterior reincidencia, o desviación secundaria, de algunos individuos. Se
interpreta la desviación como algo relativo, más o menos alejado de la norma, que no como una división
absoluta entre lo desviado y lo no desviado; como algo construido y variable en el tiempo, en los lugares
y contextos diversos.

Una vez adquirido el estatus de desviado/delincuente, este estigma sería muy difícil de cambiar, por dos
razones: una, por la dificultad para que la comunidad acepte nuevamente al individuo etiquetado; y otra,
porque la experiencia de ser considerado delincuente, y la publicidad que ello comporta, suelen culminar
un proceso de cambio del autoconcepto hacia la autopercepción como desviado/delincuente. Es decir, los
mecanismos de conversión de alguien en desviado/delincuente podrían ser consumados por las propias
instituciones que hipotéticamente tienen como finalidad erradicar la desviación, como hospitales,
psiquiátricos, reformatorios y cárceles.

Un proceso que también contribuye al etiquetado es el de amplificación de la desviación, consistente en


la magnificación artificial de un problema social, como el fenómeno delictivo global, o bien ciertos
comportamientos delictivos específicos. La amplificación resulta del encadenamiento de acciones y
reacciones, que van desde la desviación primaria inicial de un individuo o grupo, pasando por la actuación
firme de las agencias de control, hasta la publicitación de nuevos hechos semejantes, o desviación
secundaria, que daría lugar a nuevas reacciones y controles sociales crecientes.

3. TEORÍA DE LA VERGÜENZA REINTEGRADORA


La teoría de la vergüenza reintegradora fue formulada originalmente por Braithwaite. Según la teoría de
la vergüenza reintegradora, múltiples circunstancias de la vida social civilizada incrementarían las
oportunidades de los individuos de hallarse en situaciones de mayor interdependencia recíproca. Entre
tales situaciones de mayor interdependencia mutua estarían algunas como las siguientes: contar con
menos de 15 años (en que un joven depende más de sus padres) o con más de 25 (en que las personas
comienzan a vincularse a parejas y al mundo laboral), tener pareja, ser mujer, poseer altas aspiraciones,
educativas y laborales, etc. Las personas interdependientes presentarían una mayor susceptibilidad a
sentir vergüenza por hechos reprobados en la sociedad.

Los individuos se hallarían en mayor interdependencia recíproca en sociedades más comunitarias, en las
que se atribuye a las obligaciones hacia la comunidad mayor rango que el asignado a los derechos de los
individuos. En tales sociedades comunitarias, el sentimiento de vergüenza sería mucho más prominente
en la vida social. Por el contrario, el temor a sentir vergüenza disminuiría a medida que aumenta la
movilidad residencial y la urbanización de la sociedad.
La vergüenza producida por la interdependencia y la vida comunitaria puede ser de dos tipos: la vergüenza
que tiende a producir estigmatización y aquella otra que produce efectos reintegrativos. Esta última, la
vergüenza reintegradora, es más probable en las sociedades comunitarias, en las que el proceso de
‘avergonzar’ tiene una duración e intensidad limitadas, y se realiza al mismo tiempo que se mantienen los
vínculos de respeto y aceptación del sujeto; es decir, se rechaza el acto, y no al individuo en cuanto tal.
Una consecuencia de ello es que en las sociedades comunitarias debería esperarse, como en general así
sucede, una menor tasa delictiva, ya que, no se le cierran al sujeto las oportunidades de reintegración a la
comunidad.

Por el contrario, en aquellas sociedades y situaciones en que el ‘avergonzar’ se ejerce con gran intensidad
(por ejemplo, mediante penas graves, internamientos prolongados, rituales mediáticos de exclusión, etc.),
resultaría más atractivas para el individuo las subculturas delictivas, en la medida en que podrían
ampararlo frente a la sociedad que lo excluye. En tales sociedades y contextos serían esperables mayores
tasas delictivas y una mayor continuidad de las carreras delictivas.

Algunos estudios han analizado las conexiones entre sentimientos de vergüenza y de culpabilidad, y
conducta delictiva. En general se ha considerado que la vergüenza y la culpabilidad, frente a los propios
delitos, constituirían mecanismos emocionales distintos. Mientras que la culpabilidad comportaría una
experiencia de auto reproche más directa, en relación con la conducta llevada a cabo, el sentimiento de
vergüenza sería algo más profundo, comportando una evaluación negativa del propio yo.

La teoría de la vergüenza reintegradora utiliza constructos de difícil operativización y medida, tales como
los de ‘sociedad comunitaria’, ‘vergüenza’, y ‘reintegración’. Por ello requerirá, sin duda, precisiones
conceptuales y operativas ulteriores y el desarrollo de más investigaciones que puedan avalarla o refutarla.
Aun así, la teoría de la vergüenza reintegradora contiene una idea pública atractiva, a saber: que un motivo
fundamental de los seres humanos, para realizar ciertas conductas o dejar de hacerlas, es la posibilidad
de que otros seres humanos lleguen a enterarse y puedan incomodarse por ellas.

4. PERSPECTIVAS DEL CONFLICTO Y CRIMINOLOGÍAS CRÍTICAS


Se han diferenciado, como mínimo, dos grandes líneas conceptuales: las teorías marxistas, y, las teorías
del conflicto. Unas y otras comparten un planteamiento contrario a la idea de consenso, según el cual la
organización social estaría basada en una especie de acuerdo implícito acerca de los valores y normas, que
sería la base en que se sustentaría la defensa, a través de las leyes, del interés general. Frente a ello, las
perspectivas conflictuales sostendrían que la sociedad estaría en realidad formada por grupos distintos,
con valores e intereses contrapuestos, de manera que “no puede considerarse que la organización del
Estado represente los valores e intereses del conjunto de la sociedad”, sino más bien “los valores e
intereses de grupos que tienen suficiente poder para controlar el funcionamiento del Estado”.

El materialismo histórico realza el factor económico como principal generador del conflicto social. Según
los marxistas resulta imposible imaginar las estructuras de poder y de conocimiento de la realidad social
al margen de la influencia mediadora que tiene en la vida de las personas la necesidad constante de
asegurarse la supervivencia económica y material. Por su parte, las denominadas teorías dialécticas del
conflicto consideran que, en la base de la rivalidad entre grupos, están elementos sociales y culturales
diversos. Entre las perspectivas conflictuales más conocidas se encontrarían también los planteamientos
anarquistas, según los cuales los rituales de autoridad transformarían las características artificiales de los
estamentos jerárquicos en supuestas realidades “naturales” y “permanentes”. Posteriormente, los
movimientos feministas y los críticos multiculturalistas pusieron el énfasis en el proceso de decodificación
de las construcciones sociales en torno a las diferencias de género y raciales como supuestas realidades,
pretendidamente universales y globalmente aceptadas.

Uno de los caballos de batalla preferentes de la criminología crítica fue su llamada permanente a analizar
la ‘delincuencia de cuello blanco’, cuyos autores pertenecerían a los estamentos más elevados de las
finanzas y el poder, y ante la cual los mecanismos del control y la justicia serían permisivos, cuando no
encubridores.
De este modo las criminologías críticas señalaron la contradicción frecuente entre la declaración
estereotipada de una justicia “igual para todos” y el hecho común de que los delincuentes de cuello blanco
escasamente acaben respondiendo ante la ley. También fueron particularmente perspicaces en su
denuncia de la influencia constante de los grupos de presión en la definición de las leyes y en el
funcionamiento del sistema penal. Sin embargo, en los primeros años, el discurso impermeabilizado de
las criminologías críticas frente a la contrastación empírica de sus planteamientos, hizo que estas
perspectivas resultaran poco útiles para arbitrar nuevas soluciones y medidas frente a la delincuencia.

5. CONDICIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS


Una de las consideraciones teóricas (explícitas o implícitas) más importantes de las teorías marxistas y del
conflicto, ha sido que las desigualdades económicas estarían en la base del conjunto de los problemas
sociales, incluidos también la delincuencia y su control.

5.1. POBREZA Y DELINCUENCIA


El primer y más frecuente acercamiento al análisis de la influencia de las condiciones económicas sobre el
delito ha sido el estudio de la relación entre pobreza y delincuencia. La hipótesis de partida de estos
primeros estudios fue que las crisis económicas darían como resultado mayores tasas de delincuencia,
algo que no pudieran confirmar estos primeros investigadores. En Alemania se constató que durante las
épocas de crisis económica, en que se producía un incremento del precio del centeno (y, en consecuencia,
del pan), aumentaba ligeramente la delincuencia.

En un sentido complementario, se ha encontrado también que la prosperidad económica, a escala global,


no se vincula necesariamente a un decremento de la delincuencia: en ciertos periodos de crecimiento
económico general la delincuencia aumenta, y, en otros, decrece. Asimismo, para algunos estudios se han
elaborado medidas más sofisticadas y comprensivas de la variable pobreza, generando para ello índices
de ‘pobreza estructural’, que incorporarían indicadores sobre mortalidad infantil, baja educación, familias
monoparentales, y reducidos ingresos económicos.

5.2. ¿POBREZA O DESIGUALDAD?


La pobreza, o falta absoluta de bienes, aunque sería uno de los componentes atendidos para generar los
indicadores de desigualdad, constituiría en sí, una medida socioeconómica más básica.

La desigualdad (en términos de privación económica, desempleo y otros indicadores) se ha relacionado


con las tasas delictivas especialmente de homicidios y otra delincuencia violenta. Sin embargo, incluso
este factor criminogénico robusto —la grave desigualdad— puede ser amortiguado si los estados ofrecen
a sus ciudadanos protección social frente a las duras fuerzas del mercado. La desigualdad económica
puede favorecer el delito a partir de procesos tales como promover la privación relativa e impedir que
puedan surgir redes de apoyo comunitario.

5.3. BARRIOS Y DELITO


También se ha medido la ‘pobreza concentrada’ (en determinados barrios o zonas) , y se ha concluido que
la pobreza lleva a la delincuencia, no cuando se diluye en el marco de las clases medias, sino cuando mucha
gente pobre vive en el mismo lugar. En relación con el plano más inmediato del barrio en el que los jóvenes
viven y crecen, se han identificado diversos factores de riesgo para la conducta delictiva, como los
siguientes: barrios de bajo nivel económico, elevado desempleo, deteriorados, con alta desorganización
social, y en los que existen subculturas delictivas; barrios con alta heterogeneidad étnica, cultural o
religiosa; con alta disponibilidad de drogas y armas; con elevada densidad y movilidad poblacional;
carentes de servicios y con poca cohesión social.

Simon y Burt propusieron un modelo de conexión entre la exposición persistente de los individuos a
condiciones sociales adversas, tales como altas tasas delictivas y baja “eficacia colectiva” en los barrios de
residencia, discriminación social, crueldad paterna, y tener amigos delincuentes, y su mayor riesgo de
conducta delictiva. Este modelo sugiere que dichas condiciones sociales negativas, que suelen concitarse
en el nivel de los barrios, promoverían en el joven esquemas interpretativos con tres ingredientes
interrelacionados: una percepción hostil de la gente, una preferencia por recompensas inmediatas, y una
visión cínica y descreída sobre las normas sociales convencionales.
5.4. POBREZA Y VICTIMIZACIÓN
El estudio de la relación entre desigualdad social y delincuencia también se ha llevado al análisis de la
incidencia que la segregación social podría tener en el riesgo de ser víctima de delitos. Nilsson y Estrada
han mostrado que los ciudadanos de clases más bajas también tienen una mayor probabilidad de sufrir
delitos.

Estrada y Nilsson analizaron en qué grado la exposición a delitos contra la propiedad se asociaba a las
condiciones sociales de los individuos, por ejemplo ser nativo o inmigrante, o tener o no dificultades
económicas, y a los niveles de adecuación de las viviendas y los barrios de residencia. Las mayores
diferencias económicas, sociales, étnicas, etc., en el marco de un mismo barrio o territorio suelen
vincularse a un aumento de los niveles de percepción de inseguridad por parte de sus habitantes.

5.5. DESEMPLEO Y CRIMINALIDAD


Es una creencia muy generalizada que el aumento del desempleo llevaría directamente a un aumento de
las tasas de delincuencia.

Se concluyó que la relación entre desempleo y delincuencia era generalmente positiva y significativa,
especialmente en delitos contra la propiedad. Además, esta relación tendía a ser más elevada y
consistente cuando se examinaban unidades de análisis pequeñas (como los barrios), que cuando se
trataba de grandes estructuras sociales (como los países). En cambio, los estudios no han encontrado
relación entre desempleo y delitos violentos.

Los factores evaluados y relacionados entre sí fueron los siguientes: A) como variables independientes se
analizaron: 1) la probabilidad de captura de los delincuentes, medida a través de la tasa global de delitos
esclarecidos sobre el total de los denunciados; 2) la renta per capita; 3) la tasa de desempleo; 4) la
densidad poblacional a partir del número de habitantes por km2; 5) la inmigración (legal), medida como
la proporción de residentes legales extranjeros; 6) la proporción de jóvenes de 16 a 24 años; y 7) el nivel
de estudios, ponderado a partir de la población activa que contaba al menos con estudios primarios, B) la
variable dependiente de esta investigación fue lógicamente la tasa de delincuencia.

En la dirección que cabía esperar, la probabilidad de captura o de delitos esclarecidos en un territorio


correlacionó de modo inverso con las tasas delictivas existentes: es decir, se observó una ligera tendencia
a que cuando la ratio de delitos esclarecidos en una comunidad era mayor se constataba también una
menor tasa delictiva. A menor renta per capita se observó una mayor tasa de delincuencia. La mayor tasa
de desempleo no mostró relación con la mayor prevalencia delictiva. Los mayores niveles educativos se
asociaron, como era esperable, a menores tasas delictivas. Y se asociaron a más delincuencia la mayor
proporción de jóvenes de 16-24 años, las mayores tasas de inmigrantes, y la mayor densidad poblacional.

5.6. CRISIS ECONÓMICA Y DELINCUENCIA


La gran recesión económica experimentada por muchos países a partir de 2008, propició una especie de
experimento natural, de cara a poder estudiar su posible incidencia sobre la criminalidad. Posibles
hipótesis explicativas:
- La disminución de diversos delitos comunes podría guardar relación, en primer término, con la
tendencia a la baja de la delincuencia que ya venía arrastrándose desde principios de la década
de los dos mil.
- Por el contrario, el drástico aumento de los delitos conocidos de blanqueo de capitales podría
guardar relación con la mayor presión policial ejercida, durante los últimos años.

5.7. DIFICULTADES DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE CARENCIAS ECONÓMICAS Y DELITO


1. La pobreza sería en parte una condición subjetiva, en función de lo que poseen los otros. Lo que una
persona puede considerar pobreza, otros pueden valorarlo como un estado confortable. Tal subjetividad
o relatividad ha conducido a que se hayan tomado muy distintas medidas de pobreza, en diferentes
estudios, y, probablemente, a resultados confusos y a veces opuestos.
2. Existen dos asunciones teóricas contradictorias: una, que a mayor pobreza en una sociedad más
delincuencia (ya que aumentaría la motivación delictiva); otra, la opuesta, que a mayor riqueza más
delincuencia (ya que aumentarían las oportunidades para el delito).
3. En las investigaciones es más probable encontrar vinculación entre desempleo y aumento de la
delincuencia, cuando se analizan unidades pequeñas (como un barrio), que cuando se valoran grandes
contextos (un país).
4. Además, los patrones de relación desempleo-delincuencia pueden ser complejos y variados. Por
ejemplo, el aumento del desempleo en un barrio puede fácilmente asociarse a una mayor oferta de
trabajos ilegales, particularmente en el terreno de la venta de drogas. Estos ‘trabajos ilícitos’ serían
recompensados por una alta rentabilidad económica, lo que aumentaría la motivación para que más
jóvenes adoptarán opciones delictivas.
5. Añade todavía mayor complejidad al análisis de la investigación sobre condiciones económicas y
delincuencia, el hecho de que en los barrios con peores condiciones económicas suelen concitarse
múltiples factores de riesgo: pobreza, desempleo, altas tasas de familias monoparentales, alta densidad
poblacional, viviendas en mal estado, menor oferta escolar y de servicios sociales, permanente movilidad
poblacional, y concentración de minorías raciales.
6. El último de los problemas de interpretación, se refiere a la frecuente dificultad para diferenciar entre
el concepto de ‘pobreza’ (carencia de un nivel mínimo de bienes materiales para vivir dignamente) y el de
‘desigualdad económica’ (que implica una comparación entre el nivel material de los que tienen más, en
una sociedad, y otros grupos sociales).

6. PERSPECTIVAS FEMINISTAS
Los movimientos feministas han dado lugar a un replanteamiento del papel de las mujeres en los distintos
sectores de la vida social. Las perspectivas feministas supusieron tanto una nueva visión sobre la
organización social, que esencialmente se consideraba estructurada a partir de la división entre hombres
y mujeres, como un movimiento social dirigido a mejorar la situación de las mujeres. En Criminología, sus
ámbitos principales de estudio han sido la delincuencia femenina, la victimización de las mujeres, y el
análisis del funcionamiento del sistema de justicia en relación con el género.

Según Simpson las principales perspectivas feministas en Criminología serían las siguientes:
1. El feminismo liberal, que reconoce la existencia de desigualdades entre mujeres y hombres en las
diferentes esferas de la vida social (educación, trabajo, política, etc.), pero considera que mujeres y
hombres pueden y deben trabajar conjuntamente para erradicar tales discriminaciones.
2. El feminismo marxista, cuyo punto de partida es la existencia de una discriminación estructural de las
mujeres como resultado de la combinación de la dominación de clase (propia de las sociedades
capitalistas) y la supremacía patriarcal de los hombres dentro de todas y cada una de las clases sociales.
Su principal propuesta es que la discriminación que sufren las mujeres, que es un reflejo más de la
organización del poder y de los privilegios en las sociedades capitalistas, solo puede ser resuelta mediante
la estructuración de un sistema social diferente que elimine tanto la estratificación por clases sociales
como por sexos.
3. El feminismo radical, que considera que en el origen de la subordinación de las mujeres, propia de las
sociedades patriarcales, se halla la agresión de los hombres en su intento de controlar la sexualidad
femenina. Los hombres, que son por naturaleza más agresivos, someten a las mujeres a lo largo de todo
el proceso de crianza, preparándolas para su más fácil control y dominación.

Desde las perspectivas feministas se sugirió también la posibilidad de efectuar una inversión de la pregunta
más típica, de “¿por qué delinquen menos las mujeres?”, a la contraria: “¿por qué delinquen más los
hombres?”. Esta inversión del problema vendría a poner las cosas en su sitio, al conferir ‘género’ a los
hombres; de esta forma se pondría de relieve que lo que debería ser considerado “anormal” y requeriría
una explicación suplementaria sería, no la menor proporción delictiva de las mujeres, sino la muy superior
tasa de delincuencia de los hombres.

Más recientemente, Anne Campbell ha desarrollado una teoría feminista desde la perspectiva
evolucionista diferencial de hombres y mujeres, que ha denominado hipótesis sobre la necesidad de
mantenerse vivas. Según esta autora, los patrones diferenciales de agresión y dominación de varones y
mujeres serían primariamente el resultado de los procesos de selección natural, que habrían tenido lugar
en épocas ancestrales. Sin embargo, las mayores propensiones agresivas y de dominación de los varones,
y las menores de las mujeres, no tendrían tanto que ver directamente con el sexo en sí, como con la
inversión parental diferencial que mujeres y varones “deben” realizar naturalmente por lo que se refiere
al cuidado de la propia prole, para asegurar su supervivencia.
7. CRIMINOLOGÍA APLICADA Y REALISMO CRÍTICO
La criminología realista buscó soluciones concretas a la delincuencia, y reconoció la necesidad de una
policía al servicio de la comunidad, democráticamente controlada, que procurara la adecuada protección
frente a los delitos más graves. Sin embargo, también se era consciente de que muchas de las medidas
dirigidas a controlar la delincuencia acostumbran a tener otros efectos colaterales indeseables,
particularmente en forma de limitaciones e incomodidades para la libertad individual y para la vida social
(amenazas a la libertad y la privacidad personales, controles intrusivos en aeropuertos y otros transportes,
expansión de las infracciones y sanciones en el mundo urbano, etc.). Por ello, los criminólogos realistas
advirtieron también acerca de los riesgos del posible establecimiento de estados cada vez más policiales.

En su vertiente más “conservadora”, la criminología realista quizás adoleció de grandes


conceptualizaciones teóricas, ya que sus planteamientos fueron esencialmente pragmáticos. Las
estrategias que redujeran la delincuencia sin generalizar la represión social serían las más adecuadas para
la sociedad.

Según ello, la criminología realista, que había tenido en su origen un planteamiento crítico, incorporó
pronto otras perspectivas pragmáticas interrelacionadas, como las derivadas de las teorías de la
oportunidad, de los modelos situacionales, de la teoría de las actividades rutinarias, y de la criminología
ecológica o ambiental. Todos estos planteamientos construyen pilares importantes de la criminología
realista actual, en la medida en que sus indicaciones para controlar la delincuencia se dirigen a la
realización de reformas posibilistas que, precisamente por eso, se pueden llevar a la práctica. En conjunto
esta criminología se interesó más por el delito que por el delincuente.

Por último, de la criminología positivista se recibió una firme convicción metodológica y empírica, bajo la
consideración de que sean cuales fueren los objetos considerados para el estudio criminológico (delitos,
delincuentes, víctimas, o controles sociales), la investigación criminológica debe emplear métodos
sistemáticos de recogida y análisis de la información (tanto cuantitativos como cualitativos), de manera
semejante a las restantes ciencias sociales y naturales.

En la actualidad, gran parte de las criminologías europea y norteamericana podrían calificarse como
criminologías realistas y críticas, teniendo las siguientes características principales: un interés preferente
por los problemas criminológicos concretos, para cuyo análisis se recurre a distintas teorías, dentro de las
disponibles en criminología; reflexión y análisis crítico del derecho penal, particularmente por lo que se
refiere a su uso intensivo por parte de las sociedades y los gobiernos; y análisis de nuevas formas y
experiencias de posibles sanciones de cariz comunitario, tales como la mediación, la reparación, etc.
Además, la criminología crítica realista se sigue caracterizando por un cierto compromiso político con los
grupos y sectores más débiles y desvalidos de la sociedad.

8. TEORÍA DEL APOYO SOCIAL


Francis Cullen formuló una teoría explicativa de la violencia y la delincuencia, denominada teoría del apoyo
social. Comienza poniendo de relieve cómo la criminología liberal y la conservadora comparten una visión
semejante: la delincuencia sería el producto de la falta de control, o al menos de la inexistencia del control
adecuado. Ambas perspectivas (liberal y conservadora) difieren en su consideración de cuál sería el tipo
de control apropiado: los conservadores creen que es el Estado el que no ejerce el suficiente control, de
ahí que apelen a la política de sentido común consistente en solicitar “mano dura”. Por el contrario, los
liberales piensan que el déficit se ubica en un funcionamiento anómalo del sistema de control informal.

Considera que puede constituir una buena “idea pública”, no aumentar el control de los delitos, sino
incrementar el apoyo social a los ciudadanos. Define el apoyo social como el proceso de transmitir a los
individuos variadas formas de capital humano, cultural, social y material. El apoyo social puede ofrecerse
en las relaciones íntimas o cercanas (familia, amigos, etc.), pero también puede dimanar de agencias e
instituciones sociales. La tesis central de la teoría del apoyo social es que la realización de actos
antisociales se relaciona inversamente con el apoyo social que se recibe.
8.1. DELITO Y NATURALEZA HUMANA
Las teorías del control se basarían en una concepción hedonista del hombre, según la cual éste busca la
gratificación y huye del dolor. Ya que el delito da ‘satisfacciones’, entonces resultaría algo naturalmente
atractivo.

Frente a las teorías del control, la teoría del apoyo social asume que las relaciones de apoyo, desde el
mismo nacimiento, son una parte integral del desarrollo humano. La necesidad de dar y recibir apoyo es
una potencialidad central en la persona. Cuando este potencial se actualiza —cuando la persona crece y
se implica en relaciones de apoyo recíproco— se reduce el riesgo de conducta delictiva y, asimismo, de
otras patologías personales.

8.2. PROPUESTAS PREVENTIVAS


Finalmente, Cullen considera que del planteamiento del apoyo social, pueden derivarse tres propuestas
importantes, susceptibles de contribuir a la reducción de la delincuencia:

A) INTERVENCIÓN TEMPRANA
Los programas de intervención temprana dirigidos a niños en riesgo y a sus familias, son viables
políticamente. La lógica que subyace a ello es poderosa: no hay excusas válidas para no intervenir antes
de que el problema se consolide. En relación con la delincuencia, la investigación muestra, de modo claro,
que hay una continuidad sustancial entre la aparición de trastornos de conducta en la infancia y la
delincuencia posterior, especialmente en el caso de los delincuentes reincidentes o crónicos. Iría en contra
del sentido común no procurar evitar el desarrollo de delincuentes juveniles, cuando sabemos que surgen
debido a determinadas condiciones vividas en la niñez.

B) REAFIRMAR EL IDEAL DE LA REHABILITACIÓN DE LOS DELINCUENTES


A pesar de la escasa confianza que tienen muchos estados en dotar a las prisiones y centros juveniles de
personal y medios para la rehabilitación de los delincuentes, lo cierto es que es la única perspectiva que
plantea algo tan sencillo como lo siguiente: invertir dinero para ayudar a los delincuentes hará que
disminuya su reincidencia, y como consecuencia contribuirá a hacer más segura la vida en la comunidad.
Por otra parte, no hay que olvidar que la opinión pública tiene sentimientos mezclados sobre cómo tratar
a los delincuentes; desea que se les castigue, pero también que se les ayude a escapar del círculo vicioso
de la delincuencia. Apoyar el ideal de la rehabilitación puede permitir el desarrollo de un clima social
favorecedor de nuevas y mejores estrategias para rehabilitar a los delincuentes, juveniles o adultos.

C) GENERAR REFORMAS SOCIALES Y CULTURALES MÁS AMPLIAS


Mantiene que cualquier política social que aumente la inversión económica en ayudar a los individuos, las
familias y las comunidades reducirá la delincuencia. Las reformas sociales no deberían limitarse a procurar
mejores recursos a las personas, familias y comunidades en riesgo; también será relevante atender a la
cultura más general de una nación. Hay cada vez un mayor consenso sobre la idea de que los valores
culturales generales pueden fomentar la delincuencia mediante la legitimación del individualismo que
destaca por encima de todo el éxito económico conseguido por cualquier medio. En contraste, los valores
que fomentan el altruismo contribuyen a disminuir la delincuencia.
TEMA 6: ELECCIÓN RACIONAL Y OPORTUNIDAD DELICTIVA
1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS FUNDAMENTALES
Bajo el epígrafe el delito como elección racional y oportunidad delictiva se incluyen aquellas perspectivas
teóricas que, en conjunto, realzan como explicación de la conducta delictiva los procesos de decisión que
se adoptan, en términos de beneficios y costes, frente a las oportunidades delictivas que se presentan.
Las teorías consideran, en su ecuación del delito, tanto las decisiones humanas como las situaciones de
oportunidad que se ofrecen a los individuos. Su diferencia principal reside en la prioridad concedida a uno
y otro elemento: mientras que las teorías de la elección ponen énfasis en el primer factor, la decisión, las
teorías de la oportunidad lo sitúan en el segundo, las situaciones ambientales que estimulan los delitos.

2. DECISIÓN DELICTIVA Y DISUASIÓN


El paradigma de la elección racional plantea que el ser humano siempre se halla ante el dilema de elegir
el bien o el mal; que se decante por lo uno o por lo otro esencialmente, dependería de lo que la razón le
dicte acerca de cuáles son los beneficios y castigos esperados.

A las sanciones y penas, suelen atribuírseles finalidades y efectos de prevención especial o individual, es
decir de evitación de la reincidencia del delincuente que es castigado, y de prevención general, o de
disuasión delictiva del conjunto de los ciudadanos.

Prevención especial
Según la doctrina penal, la prevención especial podría favorecerse, a partir de las penas privativas de
libertad, mediante los siguientes mecanismos:
• Incapacitación o inocuización: la permanencia en prisión del sujeto le impediría la comisión de
nuevos delitos en la sociedad, al menos durante el periodo que dure su encarcelamiento.
• Maduración: tras su estancia en prisión el individuo saldría de ella con mayor edad y, en
consecuencia, con menor energía para delinquir.
• Mejoras personales: el individuo podría mejorar cualitativamente durante su estancia en prisión,
como resultado de su tratamiento, escolarización, cambio de ambiente, desempeño de un
trabajo, etc.

Prevención general
Podría estimularse a través de tres sistemas:
• Habituación: sugiere la idea de que, como resultado de la existencia de normas y sanciones
penales, las personas acabarían automatizando aquellos comportamientos que se hallan dentro
de la legalidad normativa.
• Formación normativa: haría referencia al efecto educativo que, a largo plazo, podrían tener las
normas penales, lo que se refirió como “prevención general positiva”. La idea implícita aquí es
que las leyes penales, que suelen ser ampliamente publicitadas a partir de la gran atención
mediática que reciben los delitos y las sentencias, podrían promover, a largo plazo, la “educación”
penal de la población, acerca de qué conductas están prohibidas y pueden ser castigadas.
• Disuasión: este efecto, también denominado “prevención general negativa”, sería dependiente
de tres parámetros: certeza, prontitud o inmediatez, y dureza de la pena. La certeza y la
inmediatez dependerían ante todo de la eficacia policial y de la rapidez del procedimiento penal,
mientras que la dureza estaría directamente determinada por el código penal.

2.1. TEORÍA DEL DELITO COMO ELECCIÓN RACIONAL


A) LA INFRACCIÓN COMO DECISIÓN
Una teoría relevante, que revitalizó las ideas de la escuela clásica, es la denominada teoría del delito como
elección racional, formulada por Wilson y Herrnstein, y en una versión diferente por Clarke y Cornish.
Todos estos autores interpretaron la acción delictiva, no como una reacción frente a la frustración, o como
un producto de las influencias sociales o del aprendizaje de hábitos delictivos, sino, primariamente, como
el resultado de una elección racional. Reconocían que, entre los antecedentes del comportamiento
delictivo, podrían hallarse también factores psicológicos, sociales, y experiencias del individuo. Sin
embargo, consideraban que la clave explicativa de la conducta delictiva residía en que ciertos sujetos
poseerían una “mentalidad criminal”, al valorar que podrían beneficiarse de situaciones ilegales, aunque
para ello debieran asumir un cierto riesgo de ser detenidos y castigados.
La teoría contempla ocho constructos diferentes que podrían influir sobre la elección de la conducta
delictiva. Estos constructos son: 1) los factores antecedentes, tanto psicológicos y de crianza de los sujetos
como sociales; 2) las experiencias previas y el aprendizaje del sujeto; 3) sus necesidades generales (dinero,
sexo, estatus, etc.); 4) la valoración de opciones; 5) las soluciones consideradas, tanto legales como
ilegales; 6) la reacción del individuo ante la oportunidad de la conducta delictiva; 7) su disponibilidad para
cometer el delito; y, finalmente, 8) la decisión de llevarlo a cabo.

En términos generales, la teoría de la elección racional explica la conducta delictiva a partir del concepto
económico de utilidad esperada. Según ello, las personas se comportan de una manera u otra,
dependiendo de las expectativas que tienen acerca de los beneficios y costes que pueden obtener de
diferentes conductas. Estos beneficios y costes pueden ser tanto económicos como psicológicos.

Ahora bien, el que los delincuentes calculen los posibles costes y beneficios derivados del delito no
significa, obviamente, que acierten con seguridad en sus estimaciones. Además, la teoría realza la idea de
la especificidad delictiva, en cuanto que se considera que distintos delitos pueden producir diferentes
beneficios para diversos tipos de delincuentes.

Cornish y Clarke sintetizaron su perspectiva de la elección racional a partir de los siguientes postulados
fundamentales:
1. La conducta delictiva es intencional, influida por necesidades y deseos, y orientada, como el resto del
comportamiento humano, al logro de objetivos particulares.
2. La conducta delictiva es racional, en el sentido de que los delincuentes intentan elegir los mejores
medios de que pueden disponer para lograr sus propósitos. La presunción de racionalidad no asegura,
claro, que las decisiones adoptadas por quienes cometen un delito sean racionalmente perfectas y
efectivas, sino que, como a menudo sucede, pueden ser erradas.
3. El proceso de toma de decisión delictiva es específico para cada delito concreto: los delincuentes no
delinquen en un sentido genérico, sino que cometen delitos específicos, cada uno de los cuales tiene sus
motivos, propósitos y beneficios particulares.
4. Las elecciones pro-delictivas son de dos tipos fundamentales: relativas a la implicación, o no, en un
delito concreto; y concernientes al modo de llevarlo a cabo, planificándolo, ejecutándolo y finalizándolo.
5. La implicación en la actividad criminal pasa por tres etapas distintas, iniciación en el delito, habituación
y abandono de la delincuencia, en cada una de las cuales serán diferentes los factores que influyen sobre
la toma de decisiones que efectúan los delincuentes.
6. En el transcurso de cada evento delictivo específico existe una sucesión de estadios y decisiones
vinculadas (selección del objetivo, elección del momento de actuación, etc.).

B) VALOR O UTILIDAD DE LA CONDUCTA


Para una exposición más detallada se seguirá aquí la formulación realizada por Wilson y Herrnstein. Estos
autores parten de la misma concepción de la acción humana que fue empleada por la escuela clásica y
que, con diversa nomenclatura, se halla presente en distintas áreas del conocimiento: el hedonismo o
utilitarismo recogidos en la filosofía, el valor o utilidad de la terminología económica, o el reforzamiento
o recompensa del lenguaje psicológico. En suma, todos estos conceptos se fundamentan en la idea de que
la conducta se dirige al logro del “placer”, o beneficio propio a corto plazo, y a la evitación de sus
contrarios, el “dolor”, o consecuencias desagradables. Wilson y Herrnstein emplean en la formulación de
su teoría del delito como elección el lenguaje psicológico.

C) LA ELECCIÓN DEL CURSO DE ACCIÓN PREFERIBLE: RECOMPENSAS Y CASTIGOS


Las personas que se hallan frente a una elección, eligen el curso de acción preferible. Ello no implica que
en todos los casos se haga una elección consciente, sino simplemente que el comportamiento está
determinado por las consecuencias que tiene para el individuo. Así pues, la elección de un
comportamiento no delictivo o de uno delictivo, dependerá de la valoración que el individuo haga de la
relación entre recompensas y castigos de uno y otro comportamiento. “Cuanto mayor sea la razón de las
recompensas de la no-delincuencia y las recompensas del delito, menor será la tendencia a cometer
delitos”.

Las recompensas asociadas al comportamiento delictivo pueden ser muy variadas, incluyendo las propias
ganancias materiales, la gratificación emocional, la aprobación de los amigos, la satisfacción por el ajuste
de cuentas con un enemigo, o el realce del propio sentido de la justicia. Lo mismo sucedería con los
castigos o pérdidas, que pueden ser de tipo material, o bien tener un cariz emocional. Las ganancias y
pérdidas dependerán, en cada caso, del tipo de comportamiento delictivo de que se trate.

D) FACTORES QUE MODULAN LA RELACIÓN GANANCIAS-PÉRDIDAS


Según Wilson y Herrnstein, existen dos elementos principales que influyen decisivamente en la valoración
individual de la relación ganancias/pérdidas, a saber: su grado de inmediatez/demora y su
certeza/incerteza. Estos dos elementos pueden favorecer que algunas personas opten por la delincuencia,
a partir del siguiente proceso. Sucede, en primer lugar, que las recompensas por los comportamientos no
delictivos tienen con frecuencia un carácter demorado, es decir, no son inmediatas. Por el contrario,
muchas recompensas asociadas al delito tienen un cariz más inmediato. Según se sabe, la fuerza de los
refuerzos o recompensas decrece a medida que se hacen más distantes en el tiempo. La inmediatez de las
consecuencias podría favorecer, en algunas personas, el incremento de su conducta delictiva a la vez que
la demora en la gratificación podría dificultar sus comportamientos no delictivos.

En segundo término, en la valoración de las recompensas y castigos vinculados al comportamiento no


delictivo o delictivo, juega también un papel fundamental su grado de certeza o incerteza. No es seguro
que una conducta acarree ciertos beneficios, como tampoco lo es que comporte ciertos riesgos. En
general, los comportamientos delictivos suelen ir acompañados con mayor certeza de beneficios que de
castigos (al menos, a corto plazo).

De esta manera, van a jugar un papel decisivo, a la hora de optar por determinada conducta, las
valoraciones que el individuo haga, en cada caso concreto, de todos los elementos mencionados: 1) de las
ganancias y pérdidas esperables, 2) de su inmediatez o demora, y 3) de su certeza o certeza.

E) IMPLICACIONES PARA LA PRÁCTICA


La reducción de la demora y de la incerteza de las recompensas asociadas al comportamiento no delictivo,
reducirá la probabilidad de cometer delitos. Sin embargo, el mero incremento de la severidad de los
castigos asociados al delito, pero sin tomar en consideración los elementos inmediatez y certeza, no
garantizaría la reducción de la tendencia individual a cometer delitos.

La estructura de decisión que proponen las teorías de la elección racional no constituye probablemente
una imagen certera del funcionamiento de las elecciones humanas. Ante una alternativa de conducta, no
solemos analizar pros y contras de un modo prolongado y completamente ordenado. Muchas decisiones
de comportamiento, lo que incluye las opciones delictivas, se toman en poco tiempo, de modo veloz,
considerando aspectos parciales de las opciones en lid, sin valorar todos los condicionantes, y en muchos
casos, principalmente a la luz de sus malos resultados previos, sin contar con información suficiente. El
proceso de decisión se interrumpe, a efectos de adoptar una decisión en el instante en que se localiza una
opción “satisfactoria” de un elenco de alternativas, no ideal, sino “suficiente”.

2.2. ¿DUREZA O CERTEZA DE LAS PENAS?


Uno de los puntos nucleares de la eficacia del sistema punitivo tiene que ver, probablemente, con la
cuestión de la dureza y la certeza de las penas. La dureza generalmente hace referencia a la duración de
la pena, mientras que la certeza tendría que ver con la probabilidad (real o percibida) de castigo penal
para determinado tipo de delito. Las investigaciones que han evaluado la disuasión penal vienen a señalar,
que la eficacia disuasoria de una pena dependería más de su grado de certeza que de su severidad.

Desde una perspectiva racional, podría afirmarse que lo que probablemente intimida más a los seres
humanos, y tendría mayor probabilidad de ser considerado en sus cálculos de consecuencias, es si existe
un riesgo alto o bajo de que terminada acción sea conocida y castigada, y no tanto cuánta sea la magnitud
o dureza del castigo teórico que podría corresponderle.

Para aumentar la certeza de las penas deberían mejorarse los sistemas de control, y en concreto la eficacia
policial, la agilidad de los procesos penales, la colaboración ciudadana en la investigación de los delitos,
etc. En cambio, los incrementos de la dureza punitiva requieren tan solo, a corto plazo, la puesta en marcha
de las correspondientes reformas legales para alargar las penas, pudiendo anunciarse en seguida, ante los
ciudadanos, que reclaman mayor seguridad, que se han tomado cartas en el asunto y que los delincuentes
sufrirán mayores castigos. De este modo, la opción de endurecimiento de las penas se veía favorecida en
la actuación de los gobiernos.

A) ¿DISUASIÓN O CONTROL INFORMAL?


Disuasión informal hace referencia a todas aquellas funciones sociales y consecuencias negativas, tanto
reales como percibidas, que a menudo irán parejas a las propias sanciones y castigos que siguen a los
delitos. Tales penalidades informales podrían también tener efectos disuasorios que previnieran el
comportamiento delictivo. Así, el encarcelamiento, que es una sanción formal, legalmente establecida,
podría asociarse a otras consecuencias negativas informales como la pérdida del empleo, la separación de
la pareja, o el rechazo por parte de los hijos o de los amigos. Éstas son consecuencias sociales que pueden
vincularse, con frecuencia, al castigo penal, y que, a pesar de no formar parte de la sanciones legales,
también podrían tener efectos disuasorios. Es posible que algunas personas eviten cometer ciertos delitos
como resultado de tomar en consideración los graves problemas familiares, laborales y sociales que yo
podría acarrearles, más que debido a que piensen en el castigo penal en sí.

B) ¿DISUASIÓN O MORALIDAD?
Más allá de la disuasión y el control, formal o informal, la conducta social de las personas también, o
principalmente, se regula a partir de los valores morales, creencias, actitudes, destrezas, habilidades, etc.,
recibidos a largo del proceso de socialización. Analizaron cuatro tipos de conductas infractoras: hurtos en
tiendas, robos de objetos del interior de los vehículos, vandalismo y agresión. Hallaron que la mayoría de
los jóvenes no evitaban cometer delitos por que tuvieran miedo de las consecuencias negativas para ellos,
sino sencillamente debido a que no contemplaban el delito como una alternativa de comportamiento. Con
todo, la amenaza percibida de castigo fue una consideración relevante para evitar el delito en aquellos
adolescentes que mostraban con antelación una fuerte inclinación delictiva.

3. CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL Y OPORTUNIDADES DELICTIVAS


La Criminología ambiental o situacional, se interesa especialmente por analizar los eventos delictivos y las
características de los lugares en que se producen, bajo el presupuesto de que son dichas características
topográficas las que favorecen, o, contrariamente, pueden prevenir, la actividad criminal.

Uno de los desarrollos modernos más conocidos acerca de la relación entre espacio físico y delincuencia
correspondió a Newman, en su famosa teoría del espacio defendible. Hace referencia a cómo el diseño
físico de los ambientes residenciales podría hacerlos menos vulnerables para los delitos. Sus tres
conceptos fundamentales son los de “territorialidad”, “vigilancia natural” e “imagen y entorno”.
Territorialidad significa que el ambiente físico es susceptible de generar zonas de influencia sobre la
conducta de las personas que las transitan. Sugiere que estas áreas pueden ser delimitadas mediante el
empleo de barreras, tanto físicas como simbólicas o psicológicas. A partir de la territorialización de una
zona, cualquier comportamiento producido en ella, incluidas posibles actividades delictivas, podría
detectarse con mayor facilidad.

El concepto de vigilancia natural haría referencia al grado en que el diseño físico de un área residencial
permite a sus residentes (o a sus agentes) poder supervisarla. El principal indicador de vigilancia natural
sería la “observabilidad” de los distintos espacios desde los propios lugares de residencia o tránsito de los
propietarios. De este modo el aumento de la vigilancia natural reforzaría la territorialidad de un área.

Algo más etéreo es el constructo imagen y contexto, concebido como la capacidad que tiene el diseño
urbanístico para trasladar a los extraños una percepción de unicidad, aislamiento y estigma del espacio
territorializado. Es decir, la apariencia de un lugar debe en cierto grado simbolizar el estilo de vida de sus
residentes, trasladando a los extraños, entre ellos a eventuales delincuentes, que se trata de una zona
ordenada y controlada, en que será más difícil realizar un delito.

3.1. TEORÍA DE LAS ACTIVIDADES COTIDIANAS


La teoría situacional más importante y citada en Criminología es la denominada teoría de las actividades
cotidianas o rutinarias, de Cohen y Felson, también conocida como teoría de la oportunidad.
A) MEJORAR LAS CONDICIONES DE VIDA NO REDUCE LA DELINCUENCIA
Cohen y Felson empezaron constatando que en las décadas que habían mediado entre la Segunda Guerra
Mundial y los años 70 se había evidenciado una paradoja sociológica importante: mientras que las
condiciones económicas y de bienestar habían mejorado sustancialmente en los países desarrollados, la
delincuencia no solo no había disminuido, sino que en general había aumentado. Cohen y Felson
consideraron que aunque la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, que suponen eliminación
de la pobreza, aumento de la escolarización y del empleo, etc., deba constituir un objetivo social y político
en sí mismo, la relación entre tales mejoras y la delincuencia no será directa.

B) LOS CAMBIOS EN LAS ACTIVIDADES COTIDIANAS INCREMENTAN LAS OPORTUNIDADES PARA


EL DELITO
En las sociedades modernas se estarían produciendo cambios importantes en las rutinas de la vida diaria,
entre las que se cuentan los permanentes desplazamientos de un lugar a otro y el aumento del tiempo
que se pasa fuera de casa respecto a otras épocas anteriores. También habrían cambiado las actividades
cotidianas que tienen que ver con el movimiento de propiedades, que habría aumentado
considerablemente. La sociedad es un magnífico escaparate. Cada vez hay más objetos y más
oportunidades para delinquir, lo que incrementará las tendencias predatorias, agresivas o delictivas en la
comunidad, especialmente aquellas que se dan en el contacto directo entre delincuentes y víctimas.
Habrían aumentado también las situaciones de interacción directa entre individuos, al haber más personas
en lugares públicos, lo que igualmente incrementaría la probabilidad de confrontaciones y delitos.
Existiría, en definitiva, una interdependencia entre las actividades cotidianas no delictivas y las actividades
y rutinas de los propios delincuentes.

¿De qué forma la organización espacio-temporal de las actividades sociales en la vida moderna favorece
que las personas con inclinaciones delictivas lleguen a cometer delitos? Los autores consideran que los
cambios estructurales propios de la vida moderna, en lo relativo a las actividades cotidianas de las
personas, incrementan las tasas de criminalidad.

C) CONFLUENCIA DE DELINCUENTES, VÍCTIMAS Y AUSENCIA DE CONTROLES


Cohen y Felson explican el aumento de la delincuencia a partir de la convergencia en el espacio-tiempo de
tres elementos interdependientes:
1) La existencia de delincuentes motivados para el delito. Los delincuentes deben haber aprendido,
además, las habilidades necesarias para delinquir.
2) La presencia de objetivos o víctimas apropiados: visible, descuidados, descontrolados.
3) La ausencia de eficaces protectores. Los autores se refieren aquí, no solo, ni principalmente, a la
policía, sino a cualquier ciudadano capaz de protegerse a sí mismo, de proteger a otros o de
proteger las propiedades.

Los autores consideran que si los anteriores elementos confluyen en el mismo espacio y momento, se
producirá un aumento de las tasas de criminalidad, con independencia de que mejoren o empeoren las
condiciones sociales que podrían afectar a la motivación delictiva.

D) DERIVACIONES APLICADAS
Desde esta teoría se derivarían dos predicciones principales acerca de la conducta delictiva:
a) La ausencia de uno solo de los elementos mencionados será suficiente para prevenir la comisión
de un delito: si no existe un delincuente motivado, un objetivo atractivo o una víctima propicia,
o no se carece del oportuno control, se elimina la posibilidad del delito.
b) Contrario sensu, la convergencia de estos tres elementos producirá un aumento de las tasas de
criminalidad.

Cohen y Felson pusieron especial énfasis aplicado en el último elemento condicionante del delito, los
eficaces protectores. Consideran muy difícil evitar, con finalidades preventivas, el primer y segundo
elementos teóricos: la existencia de delincuentes motivados, y la posible presencia de víctimas propicias
u objetos atractivos y valiosos. Por eso afirman que la criminalidad aumenta cuando se reduce el control
ejercido por las personas sobre sí mismas o sobre sus propiedades.
Eck propuso un modelo integrador que podría denominarse triángulo de la delincuencia y del control:
• Frente a los potenciales delincuentes, los cuidadores o monitores supervisan el bienestar de
niños, escolares, clientes de instalaciones de recreo, etc.
• Ante posibles objetivos o víctimas atractivos para el delito que pueda haber en un determinado
lugar, los guardianes o vigilantes que se hallan en ese lugar observan dichos objetivos y lo que
sucede a su alrededor, y de este modo pueden disuadir de llevarse cierta propiedad o de asaltar
a una posible víctima.
• Los administradores de negocios, fábricas, edificios, oficinas, bares, etc., tales como personal de
administración, gerentes, cuidan de dichos lugares intentando evitar que se produzcan en ellos
delitos.

E) LA ECOLOGÍA DE LAS ACTIVIDADES COTIDIANAS: ‘ECOSISTEMA’ DELICTIVO


La actividad delictiva tiene, una naturaleza ecológica, de interacción de elementos en el espacio-tiempo,
una interdependencia entre delincuentes y víctimas. Actividades ilegales como el asalto a una farmacia, a
una gasolinera o a un banco se nutren de otras actividades legales: la apertura de farmacias de guardia
por las noches, o la existencia de bancos o de gasolineras. También juega un papel decisivo en la
delincuencia la estructura espacial y temporal de las actividades legales cotidianas. En definitiva, la
estructura de las actividades legales en una sociedad determina también cómo se organiza el delito en la
sociedad y cuáles son los lugares donde se produce con mayor frecuencia.

Dos son las principales vías de influencia de las actividades cotidianas sobre la criminalidad:
a) Las actividades cotidianas facilitan a los delincuentes medios más efectivos para delinquir. La
organización social actual, caracterizada por una amplia disponibilidad de tecnología, suministra
instrumental sofisticado y económico a los delincuentes, susceptible de ayudarles a cometer más
eficazmente sus delitos.
b) Las actividades cotidianas ofrecen a los eventuales delincuentes nuevos objetivos y nuevas
posibles víctimas. Es evidente que, si en vez de permanecer generalmente en casa o en sus
proximidades, salimos por la noche con más frecuencia, tenemos también mayor probabilidad
de ser atracados o agredidos. Felson y Cohen entienden por objetivos atractivos o víctimas
propicias, aquellos que tienen un elevado valor material o simbólico. También son criminalmente
atractivos aquellos objetivos fácilmente visibles y accesibles, como pueden ser escaparates no
protegidos o muy llamativos, que exhiben lujos a los que muchos no pueden acceder. Asimismo,
resultarían víctimas más probables aquellas personas que por su ocupación profesional o
actividad, o bien por su descuido personal, pueden verse más expuestas al delito.

Felson y Cohen sostienen que el nivel de criminalidad no está vinculado sistemática y únicamente a las
condiciones económicas de la sociedad. De esta manera, la paradoja que produce la mejora de las
condiciones de vida y el aumento paralelo de la delincuencia es solo aparente. Las mejoras sociales y
económicas de una sociedad pueden efectivamente disminuir la delincuencia, aunque quizá solo la
delincuencia de subsistencia, que constituye una mínima parte de la delincuencia de contacto directo
entre delincuentes y víctimas. Es posible que tales mejoras en las condiciones de vida alteren, con carácter
general, los objetivos del resto de la delincuencia, pero no parecen tener, per se, la capacidad de reducirla.

F) LA DELINCUENCIA COMO PROCESO VITAL


Según esta perspectiva, la delincuencia es movimiento y acción, al igual que cualesquiera otros sistemas y
procesos vitales, y presentaría una serie de características, que son comunes a todos estos sistemas:
organización, adaptación, metabolismo, movimiento, desarrollo, reproducción, e irritabilidad o
reactividad. Veamos el sentido que atribuye Felson a dichos procesos en la criminalidad:
• La delincuencia se organiza de muy diversas maneras: primitivas y elaboradas, informales y
formales, a corto y largo plazo, de forma individual y colectiva, etc.
• Los actores de la delincuencia efectúan adaptaciones continuas a los cambios recíprocos y a las
circunstancias de cada momento: los delincuentes exploran nuevas oportunidades delictivas, a la
vez que las eventuales víctimas y la policía intentan reducir dichas oportunidades.
• En analogía con el metabolismo o ritmos vitales de los seres vivos, la delincuencia también está
sometida a ciertos ritmos o ciclos periódicos.
• Los delincuentes experimentan, asimismo, procesos de desarrollo, en la medida en que sus
evoluciones vitales condicionan la incidencia y prevalencia delictivas, que son cambiantes en una
comunidad.
• La criminalidad presenta también procesos reproductivos o de renovación y permanencia: el
aumento de las tasas de natalidad acabará influyendo en las tasas de delincuencia, ya que al
haber más jóvenes en la comunidad habrá más posibles delincuentes juveniles, pero también
más eventuales víctimas.
• La irritabilidad hace referencia, en primera instancia, al hecho de que tanto los delincuentes como
las víctimas responden a los estímulos externos, o aquello que los sucede, no necesariamente de
un modo mecánico y automático, sino mediante conductas variadas que intentan adaptarse a las
diversas circunstancias estimulares. En segundo término, la irritabilidad o reactividad de la
delincuencia también implica que cuando confluyen determinadas condiciones, que pueden irse
preparando a lo largo de un periodo prolongado de tiempo, las tasas de delincuencia pueden
experimentar una ‘explosión repentina’.

G) ¿EXISTE UNA MOTIVACIÓN INDIVIDUAL DE CARIZ SITUACIONAL?


La idea de una motivación situacional correspondió originariamente a Briar y Piliavin, quienes adujeron
que “más que considerar los actos delictivos como resultado exclusivo de motivos a largo plazo derivados
de conflictos o frustraciones cuyos orígenes están muy alejados de las situaciones en las que las conductas
delictivas suceden” debería aceptarse “que tales actos son promovidos por experiencias apetecidas por
todos los jóvenes que les son inducidas por las propias situaciones…”.

Un indicador de que los adolescentes y jóvenes podrían experimentar tentaciones delictivas es el tiempo
que pasan con amigos, realizando actividades no estructuradas, en ausencia de figuras de autoridad. Las
actividades juveniles no estructuradas se asociarían al incremento de las oportunidades delictivas por tres
razones: en primer lugar, porque la carencia de estructura y de obligaciones formales sencillamente
permite más tiempo disponible para posibles actividades antisociales; en segundo término, porque
cuando se está con los amigos, los delitos pueden ser más fáciles, debido a la cooperación y ayuda mutua,
y más reforzantes como resultado de la aprobación recíproca; y, finalmente, como consecuencia de que la
ausencia de personas adultas suele dejar a los jóvenes sin referente de autoridad pronormativa.

3.2. SITUACIÓN Y DECISIÓN: TEORÍA DEL PATRÓN DELICTIVO


Los teóricos situacionales se interesaron principalmente por conocer cómo el entorno físico, las
actividades sociales y el comportamiento de las víctimas aumentaban las oportunidades para el delito.
Pero los delitos también son facilitados o inhibidos por la mayor o menor disponibilidad de oportunidades.
De ahí que la prevención más eficaz debe buscarse, entonces, en la reducción de dichas oportunidades.
Es decir, de acuerdo con las perspectivas situacionales, aunque los factores que motivan a los individuos
a cometer delitos no varíen, el número de delitos aumentará o disminuirá, si se presentan más blancos
fáciles o menos, o si la vigilancia se debilita o se fortalece.

Los elementos principales que, según la teoría del patrón delictivo, conduciría al delito:
Una primera condición necesaria para la actividad delictiva es la presencia de un individuo suficientemente
motivado para llevarla a cabo.
Los siguientes son las actividades cotidianas del delincuente potencial. Su vida diaria podría ofrecerle
oportunidades para los delitos, y tal vez le muestre y enseñe modos de llevarlos a cabo.
La tercera condición para el delito sería algún suceso desencadenante; por ejemplo, escuchar una
conversación sobre alguien que se ha marchado de vacaciones.
El método para la búsqueda de un blanco u objeto del delito vendría determinado por el previo esquema
o “guión”, que se forma el delincuente en su mente, como resultado de la experiencia acumulada con
anterioridad acerca de situaciones semejantes.
Obstáculos, o dificultades que pueden aparecer en el desarrollo de la acción delictiva y condicionar su
curso posterior. Los obstáculos pueden dimanar de medidas de protección física, o bien ser de índole
social.

En algunos casos, estos impedimentos pueden ser suficientes para hacer que el delincuente abandone su
plan delictivo, al menos temporalmente. Sin embargo, la experiencia negativa de una serie de intentos
fracasados de delito, puede hacer también que el delincuente cambié su guión inicial y adopte un plan de
comportamiento diferente. Es decir, los obstáculos podrían conducir o bien a la prevención del delito,
cuando el intento delictivo es definitivamente abandonado, o bien al desplazamiento del delito hacia un
blanco más fácil, o hacia un delito distinto.

3.3. ¿PREVENCIÓN O DESPLAZAMIENTO DEL DELITO?


Un problema de la teoría del patrón delictivo que se acaba de presentar, es que no se enfrenta
directamente al problema del desplazamiento del delito, limitándose a explicar por qué en ciertos lugares
se escogen algunos blancos delictivos y se desatiende otros. Sin embargo, la cuestión del desplazamiento
de la delincuencia es vital para la prevención de los delitos.

Lo más probable sería que la relación prevención/desplazamiento del delito, se situara en algún punto
intermedio entre estos dos extremos: los obstáculos e impedimentos logran evitar definitivamente
algunos delitos, aunque en otros casos los delitos obstaculizados se desplazan a otros lugares.

3.4. TEORÍA DE LAS VENTANAS ROTAS


La “teoría de las ventanas rotas” intentó explicar el círculo vicioso que parece producirse en las grandes
ciudades entre, por un lado, la existencia de un control informal debilitado, y, por otro, una delincuencia
en aumento.

En aquellos barrios en que existe un miedo excesivo al delito de instauraría en los ciudadanos una ansiedad
generalizada, que traería consigo un decaimiento del control informal, en la medida en que muchas
personas comienzan a evitar la calle y los espacios comunes. Esta inhibición ciudadana general alentaría
paulatinamente la expansión de todas aquellas formas de delincuencia callejera que precisamente se
pretendía evitar. Los comportamientos marginales e ilícitos interaccionarían entre ellos y se estimularían
recíprocamente.

Según Sousa y Kelling las ocho ideas centrales de la teoría de las ventanas rotas serían las siguientes:
1. Desorden y miedo al delito, están estrechamente relacionados.
2. La policía (con sus actuaciones y prácticas) suele “negociar” las reglas que rigen el funcionamiento de
la calle, “negociación” en la que también estarían implicadas las “personas asiduas de la calle”.
3. Barrios distintos se rigen por reglas de la calle diferentes.
4. Un desorden urbano desatendido e irresuelto suele llevar a la ruptura de los controles comunitarios.
5. Las áreas en que se quiebran los controles comunitarios son más vulnerables a ser invadidas por
actividades delictivas y por delincuentes.
6. La esencia del rol policial para mantener el orden debe orientarse a reforzar los mecanismos
comunitarios de control informal.
7. Los problemas en una calle, barrio, etc., no suelen ser tanto el resultado de personas problemáticas
individuales cuanto del hecho de que se congreguen en un lugar múltiples individuos problemáticos.
8. Diferentes barrios cuentan con capacidades distintas para manejar el desorden.

3.5. ACTUALIDAD Y FUTURO DE LA CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL


Se han recogido los principales planteamientos de la Criminología ambiental para la explicación del delito
y algunas de sus posibles aplicaciones preventivas. Se resumen a continuación los 10 principios de las
teorías de la oportunidad:
1. La oportunidad juega un papel decisivo en la comisión de cualquier delito, tanto de los delitos
económicos, como en cualesquiera otros.
2. Las oportunidades son específicas para cada delito, lo que debe ser atendido para el diseño de las
correspondientes estrategias preventivas.
3. Las oportunidades delictivas tienden a concentrarse en lugares y tiempos concretos.
4. Existe una estrecha correspondencia entre los patrones de actividad de la vida diaria y las oportunidades
delictivas.
5. Un delito específico puede promover las oportunidades para otros delitos.
6. Algunos objetos constituyen oportunidades más atractivas para los delitos que otros.
7. Los cambios sociales y tecnológicos generan nuevas oportunidades para los delitos.
8. Los delitos pueden prevenirse a partir de reducir las oportunidades delictivas.
9. Reducir las oportunidades puede prevenir el delito de modo efectivo, sin que necesariamente tenga por
qué producirse el desplazamiento de los delitos a otros lugares alternativos.
10. Disminuir las oportunidades delictivas para franjas horarias y lugares concretos puede producir efectos
de generalización preventiva a otros momentos y contextos próximos, inicialmente no incluidos en las
estrategias de prevención situacional.
TEMA 7: DESARROLLO DE LAS CARRERAS DELICTIVAS
1. CRIMINOLOGÍA DEL DESARROLLO VITAL
La Criminología del desarrollo se interesaría principalmente por el inicio en el delito, la escalada o
incremento de la gravedad de los delitos, la especialización o versatilidad delictivas, y el desistimiento o
finalización de la actividad criminal.

2. CARRERAS DELICTIVAS
La expresión "carrera delictiva" es ampliamente utilizada en la bibliografía criminológica actual, siendo
cada vez más los autores que defienden su relevancia para el estudio del comportamiento delictivo.

La carrera delictiva define la secuencia longitudinal de los delitos cometidos por un individuo a lo largo
del tiempo, lo que requiere analizar la evolución de su actividad criminal a través de distintas etapas o
estadios. En esencia es un método de evaluación de la actividad criminal individual, que no prejuzga la
frecuencia o intensidad delictivas particulares. En delincuencia, todas las casuísticas son posibles, desde
individuos que solo cometen una infracción a aquellos otros que efectúan numerosos delitos a lo largo de
un tiempo prolongado, a lo que se ha denominado "delincuentes de carrera”. Es una constatación
universal que muchos jóvenes realizarían actividades antisociales de manera transitoria, durante la
adolescencia y la juventud, abandonándolas pronto de modo ‘natural’, pero que un grupo reducido
desarrollaría carreras delictivas crecientes y prolongadas, convirtiéndose en delincuentes "persistentes".

Desde una perspectiva temporal, suelen distinguirse tres momentos o etapas fundamentales, típicas en
muchos delincuentes: inicio del comportamiento infractor (frecuentemente al principio de la
adolescencia), incremento y mantenimiento de las actividades delictivas (desde el final de adolescencia
hasta el principio de la edad adulta), y finalización de los comportamientos criminales (entre los 21 y 29
años). En el transcurso de estas etapas se describen e intentan comprender aspectos como la tasa o
frecuencia de los delitos cometidos, el patrón o secuencia de los mismos el posible incremento de su
gravedad, y otras tendencias o factores que puedan identificarse. En paralelo, se analiza qué factores de
riesgo y de protección (biológicos, psicológicos, sociales, económicos, etc.) se asocian prioritariamente a
las distintas etapas y trayectorias delictivas. En unión a los factores de riesgo, más recientemente se ha
incorporado también la denominación de eventos o acontecimientos vitales que podrían influir sobre la
participación delictiva. Mientras que los factores de riesgo podrían consistir en sucesos de efecto
pernicioso más transitorio, los acontecimientos vitales harían referencia a influencias de mayor duración
e impacto prolongado. Aun así, ambos tipos de influencias criminogénicas pueden subsumirse bajo la
denominación de factores de riesgo, que será aquí la preferida y habitualmente utilizada.

En los análisis de carreras delictivas son especialmente relevantes algunos conceptos como los siguientes.
En primer lugar, los de prevalencia y frecuencia. La prevalencia, o participación, se refiere a la proporción
de miembros de una población que son delincuentes activos en un tiempo dado; mientras que la
incidencia, o frecuencia, define la tasa anual de delitos cometidos por delincuentes activos a lo largo de
determinado periodo temporal (es decir, el número de delitos por delincuente).

También es relevante el concepto de persistencia, que define quiénes son delincuentes frecuentes o
crónicos, y apunta a la indagación de aquellos factores que caracterizan a los individuos que continúan en
el delito frente a quienes inhiben pronto su implicación en actividades delictivas (Smith et al., 1991). En
conexión con el anterior, la estabilidad delictiva haría referencia a la permanencia del comportamiento
infractor, los años a lo largo de los cuales un individuo comete delitos.

La prevalencia delictiva, o proporción de individuos que cometen infracciones, es una medida social y
global del delito. Distintas investigaciones han estimado que entre los adolescentes y jóvenes existe una
elevada prevalencia delictiva. Por su parte, la incidencia y la estabilidad delictivas constituirían los dos
parámetros fundamentales de las carreras delictivas individuales, decir, con qué frecuencia los sujetos
cometen delitos y durante cuánto tiempo.

El concepto de "carrera delictiva" tiene en la criminología actual, su aceptación no es unánime.


Particularmente, Hirschi y Gottfredson rechazaron su utilidad, al considerar que, al igual que sucede con
el término delincuencia, tampoco permitiría distinguir entre los hechos delictivos y los delincuentes que
los realizan. En su opinión, los investigadores de carreras delictivas estudiarían a los delincuentes a través
de los delitos que van cometiendo, sin tomar en cuenta la “tendencia criminógena" que puedan mostrar.
Desde la idea de carrera delictiva, se consideraría que un sujeto es "más delincuente" si comete más
delitos, y se supone que su capacidad criminógena disminuye a medida que sus delitos son menos
frecuentes o graves. Contrariamente a ello, para Hirschi y Gottfredson, son los "delitos" los que
decrecerían con la edad, mientras que la criminalidad, o tendencia delictiva, permanecería relativamente
estable a lo largo de la vida. Los delitos que un sujeto pueda cometer dependerían de más cosas que de
su propia tendencia criminal, interviniendo factores como la disponibilidad de herramientas o armas para
la comisión de los delitos, o la facilitad de acceso a objetivos o víctimas.

3. FACTORES DE RIESGO Y DE PROTECCIÓN


3.1. PREDICTORES DE RIESGO INDIVIDUALES Y SOCIALES
Los factores de riesgo para el delito puede estructurarse exhaustivamente en tres categorías
fundamentales: 1) riesgos personales, inherentes a un sujeto, 2) riesgos o carencias en el apoyo pro-social
recibido, y 3) oportunidades delictivas a que se ve expuesto. Según ello, cada individuo particular podría
verse afectado exclusivamente por riesgos de un único tipo, de dos modalidades, o de las tres, lo que se
considera que redundaría en la magnitud y cualidad de la influencia criminogénica que experimenta.

A continuación se incluyen los predictores personales para la conducta infractora y antisocial, organizados
a su vez en cinco categorías: 1) correlatos relativos a la genética y la constitución individual; 2) factores de
personalidad; 3) predictores conductuales; 4) factores cognitivo-emocionales; y 5) dificultades en
inteligencia y habilidades de aprendizaje.

Tras los factores de riesgo personales, se presentan los correlatos de riesgo sociales, correspondientes a
las carencias en apoyo prosocial, económico, etc., experimentadas por los individuos. Dichos factores se
han estructurado también en cuatro categorías: los relativos al barrio en el que un niño vive, los
correspondientes a los problemas en la familia, las dificultades relacionadas con la escuela, y los riesgos
relativos a los amigos.

3.2. FUERZA DE LOS DIVERSOS PREDICTORES


Con el objetivo de estudiar la fuerza de tales factores para predecir la delincuencia grave posterior, Lipsey
y Derzon emplearon la técnica del meta-análisis, integrando los resultados de múltiples estudios
prospectivos que incluían índices de correlación entre diversos predictores de riesgo y la delincuencia
grave. La predicción se efectuaba a dos edades distintas, cuando los chicos tenían entre 6 y 11 años, o
bien entre 12 y 14 años, y la variable criterio (la conducta delictiva) se medía en el intervalo de edad
comprendido entre los 15 y los 25 años.

El inicio temprano en la delincuencia y en las drogas son altamente predictivos de una posterior carrera
delictiva grave, pero estos mismos factores pierden capacidad predictiva cuando aparecen en una edad
posterior, especialmente por lo que se refiere al consumo de alcohol/drogas. Los dos mejores predictores
para el grupo de 12-14 años tienen que ver con las relaciones interpersonales, como es el caso de la falta
de vínculos sociales y la compañía de amigos antisociales. Esto contrasta con lo que sucede en la edad de
6-11 años, donde ambos predictores son relativamente débiles.

Los predictores de segundo y tercer nivel, para las edades 6-11 años, están dominados por características
estáticas o personales relativamente estables (ser varón, nivel socioeconómico familiar, etnia, amigos
antisociales), mientras que en el grupo 12-14 aparecen sobre todo características comportamentales,
como son la delincuencia general, la agresión y el bajo rendimiento escolar. Los factores "hogar roto" y
"padres maltratadores" están en el nivel más débil de capacidad predictiva en ambos grupos.

Estos resultados, sobre el peso variable de los predictores de riesgo en distintos periodos de edad,
avalarían, al menos parcialmente, uno de los planteamientos de partida de la Criminología del desarrollo,
en el sentido de considerar que los factores de riesgo no tendrían una influencia uniforme a lo largo de la
vida, sino que incluso podrían ser diferentes en distintos momentos, o, cuando menos, tener un impacto
variable a diferentes edades.
3.3. FACTORES DE PROTECCIÓN
Del mismo modo que hay factores de riesgo, también se ha postulado la existencia de factores de
protección, los cuales amortiguarían el influjo de los factores de riesgo y se asociarían a una menor
probabilidad de comportamiento delictivo

Se conoce mucho más sobre los factores de riesgo que sobre los factores de protección, tanto acerca de
aquellos que se consideran meramente el lado opuesto de las influencias de riesgo como aquellos otros
que se estiman exclusivamente aspectos favorables y, por tanto, de naturaleza distinta a los factores de
riesgo. A continuación se consignan, de modo más breve y sintético, las principales características de los
niños y jóvenes resistentes, o factores de protección.

De acuerdo con los diversos resultados de investigación sobre factores de riesgo y protección que se han
presentado hasta aquí, por lo general no debería esperarse que el delito sea originado por causas aisladas
e independientes, sino que resulte de la interacción entre distintos factores etiológicos, en la medida en
que es más probable que una causa incremente el riesgo delictivo, no en solitario, sino en presencia de
otras influencias.

4. EVOLUCIÓN DESDE LA DELINCUENCIA JUVENIL A LA ADULTA


Solo un pequeño porcentaje de los jóvenes que han sido problemáticos en la infancia o la adolescencia va
a convertirse en delincuentes de carrera en la edad adulta. En este marco de abandono generalizado del
delito, las condenas, especialmente de prisión, que se producen en la primera etapa adulta, pueden
contribuir a retrasar los procesos de desistimiento natural, y a favorecer la continuidad delictiva.

Desde la perspectiva de la Criminología del desarrollo la explicación del delito se enfrentaría a las cuatro
casuísticas siguientes: 1) personas que llevan a cabo delitos en las etapas adolescente y juvenil y continúan
delinquiendo en la vida adulta; 2) sujetos que no cometen delitos juveniles, pero comienzan a delinquir
cuando son adultos; 3) sujetos que realizan delitos en su etapas adolescente y juvenil pero no continúan
delinquiendo en la edad adulta; y 4) personas que ni cometen delitos en la edad juvenil ni tampoco en la
edad adulta.

4.1. CURVA DE EDAD DEL DELITO


En el marco de la Criminología del desarrollo se ha prestado particular atención a la curva de edad del
delito, o constatación universal de que la conducta delictiva sigue un patrón ascendente-descendente en
función de la edad de los sujetos, a pesar de que pueda haber variaciones al respecto entre sociedades o
en función de las diversas tipologías delictivas.

Algunas características importantes de la curva de edad del delito son las siguientes
1. En general, representa una asociación universal entre edad y conducta delictiva, que define, para una
población determinada, las magnitudes de prevalencia o participación delictiva en función de las diversas
edades. La curva/participación delictiva experimenta habitualmente un aumento desde finales de la
infancia, y durante la adolescencia y la juventud.
2. Un amplio porcentaje de sujetos que habían comenzado a cometer delitos en la infancia y la
adolescencia desisten al inicio de la edad adulta.
3. La delincuencia violenta muestra una curva de edad que aumenta más tardíamente, en contraste con
la delincuencia contra la propiedad.
4. En edades paralelas a las de mayor prevalencia de comisión de delitos violentos, también se produce
el mayor riesgo de victimización violenta.
5. Suelen mostrar curvas de incidencia delictiva más ascendentes los varones pertenecientes a minorías,
o que viven en barrios desfavorecidos, lo que probablemente apunta en dirección a la conexión entre
privación social y delito.
6. Generalmente las curvas de edad que pueden elaborarse a partir de datos estadísticos son curvas
grupales, no individuales, para cuya confección suelen integrarse datos transversales, habitualmente
procedentes de muestras distintas de sujetos.
7. La curva de edad del delito correspondiente a las chicas suele tener una menor prevalencia y hacer
referencia a delitos menos graves; sin embargo suele ascender a edad más temprana que la de los
varones, particularmente si se atiende a datos de delincuencia autoinformada. Posteriormente la
prevalencia delictiva de las mujeres también desciende antes que la de los varones.
4.2. PERSISTENCIA Y DESISTIMIENTO DE LA CONDUCTA DELICTIVA: PROCESOS RELEVANTES
Existe una fuerte tendencia a la persistencia o continuidad delictiva. Dicha persistencia es mayor si se
analizan datos de autoinforme, ya que éstos suelen recoger también infracciones de menor entidad que
los datos oficiales. Presentan mayor continuidad delictiva los jóvenes que se han iniciado antes en el
delito, particularmente cuando se trata de inicios tempranos. La mayor persistencia se asocia a previas
conductas violentas graves desde la infancia. Y muestran mayor continuidad algunos delitos que, como el
tráfico de drogas, se acaban convirtiendo en un modo de vivir, que no otras conductas antisociales como
vandalismo, hurto, o robos de coches, que parecen decaer antes.

Diversos predictores que se asocian a la continuidad de la conducta delictiva, son los siguientes: estilos
de crianza paterna coercitiva, impulsividad alta y susceptibilidad al aburrimiento, déficits en atención
sostenida, y baja inteligencia. En estudios españoles puede establecerse asociación entre la reincidencia
delictiva de los jóvenes y los siguientes predictores:
• menor edad y el hecho de ser varón;
• la presencia de un mayor número de factores de riesgo sociofamiliares;
• la experiencia de maltrato físico;
• no vivir con la familia ni tener domicilio fijo;
• la existencia de trastorno mental, hiperactividad, impulsividad, o consumo de drogas;
• fracaso en la escuela, en general en los procesos formativos, o en el desempeño de un trabajo;
• tener amigos o una pareja que sean delincuentes;
• contar con más antecedentes por delitos violentos;
• y haber experimentado medidas de internamiento juvenil.

En relación con el desistimiento delictivo, el Modelo del Triple Riesgo Delictivo (TRD), sugiere una cierta
simetría entre continuidad y desistimiento del delito. Mientras que la aglomeración de riesgos delictivos
en un individuo podría activar los procesos de inicio y permanencia en la actividad criminal, la dilución de
dichos riesgos contribuiría a desactivarlos.

Recoge los procesos fundamentales a los que habría que atender para comprender tanto la continuidad
como el desistimiento delictivos. Los principales serían los siguientes:
Procesos de influencia desde el mismo origen de un individuo y de modo constante a lo largo de su vida:
1. Diferencias individuales tempranas, relativas al funcionamiento neurológico, impulsividad/autocontrol,
habilidades de interacción, creencias prosociales/antisociales u otros.
2. Maduración cerebral, imprescindible para la regulación y el control de la propia conducta, siendo un
proceso cronológicamente variable entre individuos, que puede consolidarse entre el final de la edad
juvenil y las primeras etapas de la vida adulta.
3. Factores conductuales de riesgo, tales como posibles trastornos de conducta, y eventuales factores
protectores, como la ansiedad social, que puede resultar, al menos temporalmente, inhibitoria de la
conducta infractora gregaria o grupal.

Mecanismos de influencia crítica a partir de la infancia media:


4. Cambios cognitivos, especialmente en lo referido a las decisiones que se adoptan sobre la variación de
la propia conducta.
5. Factores sociales de riesgo y de protección, en el marco de la familia, la escuela o el grupo de amigos.

Factores de mayor relevancia desde el final de la infancia:


6. Los contextos y situaciones, que puede favorecer la delincuencia a partir de una mayor oferta de
oportunidades delictivas.
7. La influencia del vecindario, pudiendo resultar particularmente criminógeno el vivir en barrios con
graves carencias y con altas tasas de delincuencia.
8. La presencia de una posible enfermedad mental o de abuso de sustancias.

Procesos de impacto a partir de la adolescencia, cuando comienza a ser viable la intervención formal de
la justicia:
9. El tipo de respuestas que se den a los sujetos infractores por parte de las instituciones de justicia u
otras, que pueden contribuir, según su orientación, dureza, etc., tanto a la continuidad delictiva como a
el desistimiento.

Elementos de mayor influencia desde la adolescencia tardía y durante la vida adulta:


10. Las circunstancias vitales del sujeto, en el sentido de si tiene o no una pareja, cuenta con un empleo,
etc., experiencias todas que pueden tener un gran influjo en la vida de un individuo.

Todos estos procesos tienen una influencia sucesiva, acumulativa e interactiva, en cuanto que cada uno
de ellos estaría condicionando, y sería a su vez modulado, por el posible impacto de los restantes
mecanismos. Estas combinaciones producen una gran complejidad y dificultad a la hora de comprender
adecuadamente los procesos de continuidad delictiva.

Además, las carreras delictivas no son siempre secuencias lineales, que se inician en un punto, continúan
durante un tiempo, y finalizan en un momento delimitado. A veces las carreras criminales pueden ser
intermitentes, de forma que pueden interrumpirse temporalmente y después continuar, incluso pasado
mucho tiempo, en algunos casos debido a determinados acontecimientos vitales.

De los anteriores procesos parecen especialmente relevantes para la desistencia delictiva los siguientes:
- El hecho de que el sujeto cuente con características individuales favorables (una buena inteligencia, baja
impulsividad, etc.).
- Que los factores conductuales de riesgo sean pocos, y no se acumulen los comportamientos
problemáticos (conducta antisocial, consumo de drogas, impulsividad, etc.).
- Los cambios cognitivos, en la medida en que un individuo comienza a sentirse disconforme con su propio
comportamiento y estilo de vida delictivos.
- Que se produzca una paulatina implicación del individuo en rutinas personales estructuradas, que hagan
menos probable la presencia de oportunidades fáciles para el delito.
- Que el sujeto logre reducir y controlar, de forma autónoma o mediante ayuda especializada, su posible
consumo de drogas.
- Y también algunas circunstancias vitales relevantes como el hecho de iniciar una relación de pareja,
lograr un empleo o cambiar de barrio de residencia.

4.3. INICIO ADOLESCENTE Y TARDÍO EN EL DELITO


Rosenfeld ha sintetizado que diversos delitos serían preferentemente de inicio adolescente:
- La participación en pandillas delictivas sería generalmente una experiencia juvenil precoz y transitoria,
que suele tener escasa continuidad.
- El consumo de marihuana y otras sustancias se iniciaría a una edad promedio de 16,5 años.
- El tráfico de drogas, un poco después, en torno a los 17 años.
- Los delitos de posesión de armas vendrían más tarde, en torno a los 17,3 años.
- Y los delitos de consumo de drogas duras alrededor de los 17,5 años.

Los delitos de tráfico de drogas y la posesión de armas tendrían comúnmente mayor persistencia,
probablemente debido a que se acaban convirtiendo en actividades utilitarias y de delincuencia
profesionalizada, en un modo de ganarse la vida. En cambio los delitos de homicidio suelen cometerse
más tardíamente. Suelen tener un inicio más tardío, al menos en función de los datos oficiales, los abusos
sexuales a menores, a la vez que también acostumbran a presentar una mayor persistencia.

4.4. CONCLUSIONES SOBRE CONTINUIDAD DELICTIVA


Algunas conclusiones importantes que se derivan de la criminología del desarrollo son las siguientes:
1) La mayor prevalencia de la actividad delictiva se produce en la adolescencia tardía.
2) La edad más frecuente de inicio delictivo se sitúa entre los 8 y los 14 años, y la de desistencia
entre los 20 y 29.
3) Un inicio temprano en el delito predice una mayor duración de la carrera delictiva y una mayor
frecuencia infractora.
4) Existe una marcada continuidad, o estabilidad, de la conducta antisocial y delictiva, desde la
infancia a la adolescencia y a la edad adulta.
5) Una pequeña proporción de “delincuentes crónicos” o persistentes comete un amplio porcentaje
de delitos.
6) La actividad delictiva es más versátil, o diversificada, que no especializada.
7) Las diversas modalidades de conducta que suelen definirse como delitos pueden ser
consideradas, en muchos casos, como elementos específicos de un síndrome más amplio de
conducta antisocial.
8) Muchos delitos adolescentes se cometen en compañía de otros, mientras que la mayoría de la
delincuencia adulta se realiza en solitario.
9) Las razones expresadas para la comisión de delitos hasta la adolescencia tardía pueden ser muy
variadas, incluyendo motivos utilitarios, pero también diversión y excitación, o explosiones de
ira, para el caso de delitos violentos.
10) A diferentes edades suelen predominar distintos tipos de delitos, en una cierta escalada
ascendente, que suele incluir primero el hurto, luego el robo con fuerza, y posteriormente el
robo con violencia.

5. EXPLICACIONES CRIMINOLÓGICAS
Las teorías criminológicas del desarrollo vital se orientan preferentemente a explicar la actividad delictiva
de los individuos, más que la criminalidad global por barrios, áreas, países, etc.

5.1. INFRACTORES ADOLESCENTES Y DELINCUENTES PERSISTENTES


A) TAXONOMÍA SOBRE PARTICIPACIÓN DELICTIVA
Terry Moffit propuso una taxonomía que diferenciaba dos categorías fundamentales de delincuentes, a
los que atribuía diferentes patrones de comportamiento infractor y, también, distinta etiología delictiva:
1) delincuentes persistentes, y 2) jóvenes cuyas conductas infractoras se limitan a la adolescencia.
Posteriormente esta clasificación originaria se amplió, con la incorporación de otras dos categorías
complementarias de sujetos, quedando esta taxonomía de la delincuencia integrada por cuatro grupos de
sujetos.

1) Delincuentes persistentes.
Estos jóvenes empiezan a cometer delitos muy tempranamente, realizando frecuentes infracciones y
delitos variados, incluidos comportamientos violentos, que muy a menudo realizan autónomamente, y
continúan delinquiendo en la vida adulta. Los principales factores de riesgo para la delincuencia
persistente serían de naturaleza individual neuropsicológica, pudiendo tener tanto un origen hereditario
como adquirido, y su influencia se manifestaría tempranamente en forma de déficits cognitivos difusos,
problemas temperamentales, e hiperactividad. Estas dificultades personales pueden, además, ser
exacerbadas por los riesgos que se hallen presentes en el ambiente de desarrollo infantil y adolescente,
tales como una crianza y educación inapropiada, desvinculación familiar, pobreza, problemas en la
escuela, relaciones de amistad con jóvenes delincuentes, etc. Dada la generalidad y amplitud de la
conducta antisocial de estos jóvenes suscitarían un creciente rechazo social, y, en consecuencia, cada vez
serían menores las oportunidades de que dispondrían para aprender y poner en práctica
comportamientos prosociales, y desistir así del delito.

2) Jóvenes que cometen delitos exclusivamente en la adolescencia.


Estas conductas delictivas tendría un cariz eminentemente social, en vinculación con el propio grupo, y
generalmente consistirían en infracciones leves, muchas de ellas calificables como tales debido a la
minoría de edad de sus autores. En algunos casos también puede tratarse de conductas violentas o de
extorsión, las cuales podrían ser frecuentes en delitos relacionados con drogas. Estos jóvenes contarían
con un desarrollo neuropsicológico normal. Las causas principales de sus conductas se hallarían en la
combinación resultante de la falta de maduración personal y el influjo del contexto social, particularmente
de parte de los compañeros y amigos. Durante esta etapa los adolescentes y jóvenes experimentan una
situación de paulatinos cambios biopsicológicos, en preparación para la vida adulta, pero a la vez una
carencia de roles, responsabilidades y privilegios adultos. Los amigos, de su misma edad y con sus mismas
aspiraciones y dificultades, constituyen el referente prioritario de su conducta. A medida que estos
jóvenes maduran y van paulatinamente accediendo a los roles adultos se incrementa la probabilidad de
desistencia delictiva y de retorno a un estilo de vida convencional.

3) Jóvenes que no cometen delitos.


Se constata que un pequeño grupo de adolescentes y jóvenes no lleva a cabo actividades ilícitas y
delictivas, ni siquiera durante la adolescencia. Podría haber cuatro razones para ello: 1) dichos jóvenes no
experimentan los efectos de la falta de maduración, por lo que carecerían de motivación para la conducta
antisocial juvenil; 2) se inician muy tempranamente en los roles sociales adultos; 3) tienen una baja
exposición a modelos delictivos; o 4) poseen ciertas características personales que los excluyen de la
vinculación con posibles grupos de jóvenes delincuentes.

4) Delincuentes con problemas mentales.


Se trataría de una categoría muy reducida de sujetos que pueden cometer determinados delitos como
resultado de que padecen ciertos trastornos mentales (deficiencia mental, esquizofrenia, pedofilia...).

5.2. TEORÍA INTEGRADORA DEL POTENCIAL ANTISOCIAL COGNITIVO (ICAP)


Farrington consideraba también necesario diferenciar entre la posible tendencia antisocial de un
individuo y la concreta comisión de delitos, ya que ambos procesos podrían ser el resultado de factores
de riesgo y mecanismos causales distintos. Más recientemente, efectuó diversas especificaciones y
cambios en su anterior formulación de la teoría, denominándola Teoría integradora del potencial
antisocial cognitivo (ICAP).

El modelo ICAP dirigiría su atención principalmente a explicar el comportamiento delictivo que presentan
los varones de clase baja, aunque también se considera aplicable a la explicación de la delincuencia
femenina. En el modelo ICAP se integran conceptos y procesos correspondientes a teorías precedentes
como las de la tensión, del control, del aprendizaje, del etiquetado, y de la elección racional.

A) POTENCIAL ANTISOCIAL
El concepto central de la teoría ICAP es el de "potencial antisocial", o capacidad que presenta un individuo
de realización de actos antisociales. Existiría un "potencial antisocial persistente o a largo plazo", diverso
entre individuos, en función de su impulsividad, tensión, procesos de socialización y modelado del
comportamiento, y experiencias vitales. Los individuos de alto potencial antisocial global o a largo plazo
presentarían mayor probabilidad de cometer distintos tipos de conductas antisociales y delitos.

Existirían tres tipos de factores y procesos de los que dependería que los jóvenes desarrollen altos
potenciales antisociales a largo plazo. En primer lugar, de los procesos energizantes o motivadores de
estas conductas, entre los que estarían el deseo de bienes materiales y de prestigio social, y los deseos de
estimulación. En segundo término se hallaría la influencia de modelos antisociales, que imprimiría al
comportamiento una direccionalidad antisocial. En tercer lugar, el potencial delictivo a largo plazo se vería
incrementado también cuando un joven ha experimentado una pobre crianza familiar, procede de
familias problemáticas, o muestra escasa ansiedad y temor frente a situaciones de riesgo, todo lo cual
haría más difícil la adquisición de los mecanismos inhibitorios internalizados. Dos aspectos relevantes, que
pueden condicionar el potencial antisocial a largo plazo, son la alta impulsividad y las experiencias
traumáticas, de impacto crítico en el desarrollo vital del individuo.

En paralelo, los individuos concretos experimentarían variaciones, en función de su edad, motivación y


factores situacionales, en su propio "potencial antisocial a corto plazo”, que sería mucho más específico
y orientado a delitos concretos. Este potencial a corto plazo variaría en los individuos en consonancia con
posibles factores próximos energizantes de la conducta antisocial. También dicho potencial podría verse
incrementado ante la presencia de oportunidades para el delito, y, viceversa, los incrementos en el
potencial antisocial podrían llevar a la búsqueda de objetivos delictivos.

B) DECISIÓN DE COMETER UN DELITO


La comisión de delitos y otras conductas antisociales sería dependiente de la interacción entre el sujeto y
su ambiente social, y, específicamente, de los procesos cognitivos de decisión en relación con la
disponibilidad de posibles oportunidades delictivas o víctimas, y de posibles beneficios y costes del delito.

Es decir, se considera que la ocurrencia o no de delitos tiene lugar en la interacción del individuo con la
situación concreta. Así pues, cuando se hallan presentes las tendencias antisociales mencionadas, el delito
se producirá dependiendo de las oportunidades que se presenten y de la valoración de costes y beneficios
anticipados del delito. Además, es menos probable que los individuos impulsivos tomen en consideración
las consecuencias posibles de sus actos, especialmente aquellas que tienen un cariz demorado.

C) INICIO, PERSISTENCIA Y DESISTIMIENTO DE LA DELINCUENCIA


El incremento del potencial antisocial de un individuo y el inicio de la conducta delictiva dependerían
esencialmente de la mayor influencia que adquieren los amigos a partir de la etapa de la adolescencia.
Este mayor influjo de los amigos, a la vez que el paulatino desarrollo del joven, quien cada vez tiene más
necesidades y expectativas, condicionarían un aumento de su motivación para disponer de dinero, lograr
mayor consideración dentro del grupo y conseguir mayores niveles de estimulación. Asimismo, se
incrementaría la probabilidad de que, si sus amigos utilizan métodos ilegales para los anteriores objetivos,
el joven pueda imitarlos. En compañía del grupo de amigos (y en ausencia de los padres), se harán más
frecuentes las oportunidades infractoras, aumentando también, con la edad, la utilidad esperada por las
acciones ilícitas.

La persistencia delictiva va a depender esencialmente de la estabilización en el sujeto de su potencial


antisocial, como resultado de un prolongado proceso de aprendizaje. Es decir, las consecuencias reales
que acaban teniendo los delitos cometidos pueden, como resultado del aprendizaje, estimular la
estabilización o el cambio tanto en los niveles del potencial antisocial a largo plazo como en los procesos
cognitivos de toma de decisión. En principio, las consecuencias gratificantes o de refuerzo podrían
incrementar el potencial antisocial, mientras que las de castigo podrían, en algunos casos, disminuirlo.

Por último, el desistimiento o abandono de la carrera delictiva se haría más probable en la medida en que
el joven mejorara sus habilidades para la satisfacción de sus objetivos y deseos por medios legales, y
aumentara sus vínculos afectivos con parejas no antisociales.

5.3. MODELO DEL TRIPLE RIESGO DELICTIVO (TRD)


Santiago Redondo publicó la primera versión de una nueva teoría de la delincuencia, de cariz integrador,
denominada Modelo del Triple Riesgo Delictivo. Este modelo pretende definir una estructura meta-teórica
global, susceptible de integrar, de forma compatible, distintos procesos y explicaciones de la etiología
delictiva.

A) RIESGOS PERSONALES, CARENCIAS SOCIALES Y OPORTUNIDADES DELICTIVAS


• Para que los individuos se socialicen convenientemente y adquieran los controles inhibitorios de
posibles conductas antisociales, que de otro modo resultarían mucho más frecuentes, suelen
requerirse tres condiciones complementarias: 1) ciertas disposiciones y capacidades personales
favorables, de las que dispondrían por lo común la generalidad de los individuos; 2) recibir apoyo
prosocial suficiente y continuado de parte de la propia familia y de otros estamentos de la
sociedad, especialmente durante la infancia y la juventud, pero también a lo largo del conjunto
de la vida; y 3) ser razonablemente protegido de frecuentes o intensas oportunidades delictivas.
• En paralelo a los elementos precedentes de integración social, existirán también tres fuentes
principales de influencia antisocial, susceptibles de aglutinar los diversos riesgos para el delito
que identifican las teorías y los estudios criminológicos, a saber:

A. Riesgos personales, o características individuales, congénitas y adquiridas, que dificultan los procesos
ordinarios de desarrollo y socialización. En relación con los riesgos personales, en el Modelo TRD se
establecen dos principios generales:
• Acumulación de riesgos personales: los individuos que experimenten más riesgos personales
mostrarán también mayor vulnerabilidad para implicarse en actividades infractoras y delictivas.
• Convergencia de riesgos personales: dado que en los seres humanos existe una consistencia
personal relativa, existirá una tendencia parcial a que, cuando se manifiesten ciertos factores
personales de riesgo, otros riesgos personales también converjan relativamente con ellos en
dirección antisocial.

B. La segunda fuente de riesgo para el delito son las carencias de apoyo prosocial que experimentan los
sujetos, y que dificultan o enlentecen sus procesos de socialización. Por lo que se refiere a las carencias
en apoyo prosocial, se establecen también dos principios paralelos a los anteriores:
• Acumulación de carencias prosociales: los sujetos que experimenten más carencias en apoyo
prosocial mostrarán asimismo mayor vulnerabilidad para implicarse en actividades delictivas.
• Convergencia de carencias prosociales: dado que los contextos sociales que se hallan
relacionados entre sí propenden a presentar entre ellos cierta consistencia relativa, distintas
carencias específicas en el apoyo prosocial recibido por un individuo tenderán a confluir
parcialmente en dirección a la promoción o facilitación de la conducta antisocial.

C. La tercera y última fuente de riesgo propuesta por el Modelo TRD es la exposición de un individuo a
oportunidades delictivas, o situaciones y estímulos, tanto físicos como sociales, facilitadores de conductas
ilícitas e infractoras. También se aplicarían aquí principios paralelos a los mencionados para las anteriores
fuentes de riesgo:
• Acumulación de oportunidades delictivas: la exposición incrementada de un individuo a objetivos
y víctimas vulnerables aumentará su probabilidad de cometer delitos.
• Convergencia de oportunidades delictivas: una oferta de oportunidades para el delito en
determinado contexto fomentará la aparición de otras oportunidades delictivas relacionadas.

B) PROBABILIDAD DE DELITO Y MOTIVACIÓN DELICTIVA


Según lo ya expresado mediante los principios de acumulación y convergencia de riesgos, la coincidencia
en un individuo de múltiples riesgos de similar naturaleza o fuente etiológica, puede incrementar su
vulnerabilidad para el delito: es decir, cuando confluyen en el mismo sujeto diversos riesgos personales;
o se acumulan sobre él diferentes carencias sociales; o bien se ve expuesto a distintas formas de
oportunidad para el delito.

Sin embargo, más allá de la acumulación y convergencia de riesgos de similar naturaleza, o riesgos intra-
fuente, en el Modelo TRD se considera que la fuerza criminogénica principal, que favorece la participación
delictiva de un individuo, resulta de la influencia combinada sobre él, o interacción, de riesgos
correspondientes a fuentes criminógenas diversas. A partir de ello, el postulado central del Modelo TRD
establece que la probabilidad individual de delito es dependiente de la combinación e interacción en un
mismo sujeto de Riesgos personales, Carencias en apoyo prosocial, y exposición a Oportunidades
delictivas.

Dos principios relativos a la interacción o combinación entre riesgos de distinta naturaleza o fuente, son
los siguientes:
• Convergencia de riesgos inter-fuentes: como resultado de la tendencia a una relativa correlación
persona-ambiente, diversos riesgos personales, carencias prosociales y oportunidades delictivas
propenderán a converger parcialmente en el mismo individuo.
• Potenciación recíproca de los riesgos inter-fuentes: la confluencia en un mismo sujeto de riesgos
de diferente naturaleza, o correspondientes a distintas fuentes, potenciará sus efectos
respectivos, e incrementará la probabilidad individual de conducta delictiva.

Complementariamente a la definición de la probabilidad delictiva como resultado de la potenciación


recíproca entre fuentes de riesgo, se considera también de utilidad teórica el concepto de Motivación
delictiva. La motivación delictiva haría referencia al nivel de disposición individual para la comisión de
conductas infractoras y delitos; se mostraría en las creencias, afectos o conductas de aproximación a
objetivos delictivos que manifiesta un sujeto, con anterioridad a la realización de una infracción en sí. En
el Modelo TRD la motivación delictiva se considera una función o resultado de la interacción entre las dos
primeras categorías de riesgo establecidas: Riesgos personales y Carencias en apoyo prosocial. Dado
cierto nivel de motivación delictiva, se interpreta que la probabilidad de comisión de un delito concreto
estaría estrechamente vinculada a la existencia de una oportunidad infractora favorable.

No obstante, la motivación delictiva y las oportunidades para el delito se consideran, a su vez,


relacionadas a través de un último principio, que se ha denominado de interdependencia. Dicho principio
sugiere que los sujetos con una motivación delictiva elevada tendrán mayor probabilidad de verse
expuestos a oportunidades delictivas, y viceversa.
C) EL MODELO TRD COMO ESTRUCTURA META-TEÓRICA
En el Modelo TRD se considera que no existe un único proceso causal de la conducta delictiva, sino que
sus mecanismos etiológicos pueden ser diversos, según cuáles sean las intensidades y secuencias
específicas en que se combinen los riesgos correspondientes a las tres fuentes establecidas.

En la dimensión correspondiente a los Riesgos personales, las teorías de rasgos, que realzan como
elementos causales del delito aspectos como extraversión, psicopatía, bajo autocontrol, etc., podrían
explicar, por sí mismas, un sector más bien reducido de la actividad delictiva, aquél en que fueran muy
extremados algún o algunos riesgos personales. Por el contrario, en el extremo de la dimensión Carencias
en apoyo prosocial cabría situar a aquellas teorías que priorizan aspectos etiológicos del delito tales como
la pobreza, la desigualdad, la exclusión social, o también la anomia y la tensión social; estas perspectivas
podrían dar cuenta de un sector significativo de la delincuencia en el que dichas carencias son notorias.
Algo parecido sucedería al respecto de las teorías de la oportunidad, situadas a lo largo de la dimensión
oportunidades delictivas, cuya capacidad explicativa independiente se ceñiría a aquellos casos en que
claramente las oportunidades resultan, (casi) por sí solas, determinantes para los delitos.

Otras teorías criminológicas proponen mecanismos etiológicos de la delincuencia en que se combinan, en


diversas formas, tanto elementos personales como sociales y de oportunidad (p. e., las teorías del control,
del aprendizaje social, o las perspectivas del desarrollo vital), lo que generalmente amplia sus
posibilidades explicativas a un mayor número de casuísticas delictivas.

La propuesta del Modelo TRD en relación con los diferentes mecanismos causales del delito, que
representarían las distintas teorías criminológicas aludidas, es que, sea cual sea en cada caso el proceso
etiológico de la actividad criminal, su activación va a depender de que interseccionen en el mismo
individuo ciertos Riesgos personales, Carencias en apoyo prosocial, y Oportunidades delictivas. La
naturaleza, intensidad y secuencia de dicha intersección condicionaría el proceso, o mecanismo
criminogénico principal, que pudiera precipitarse en cada sujeto.

D) RIESGO SOCIAL DE DELINCUENCIA Y PREVENCIÓN


Desde la perspectiva del Modelo TRD, según cuáles sean las magnitudes globales de las tres fuentes de
riesgo propuestas, en su influencia sobre el conjunto de los individuos de una población, así serán los
niveles globales de delincuencia que puedan esperarse en ella. Resulta razonable considerar que los
Riesgos personales que son inherentes a los individuos se distribuyan, en origen, de modo aleatorio y
parecido entre los sujetos de poblaciones distintas, y de entrada contribuyan en proporciones similares a
la criminalidad global.

Sin embargo, no es esperable que suceda lo mismo con las diversas Carencias que puedan experimentar
los individuos en apoyo prosocial, cuya magnitud va a depender de aspectos variados como riqueza,
cultura, densidad poblacional, tasa de inmigración, nivel educativo global, cifra de desempleo, pobreza,
marginalidad, etc. Y, ciertamente, estos aspectos no se distribuyen de modo aleatorio y parecido entre
poblaciones, por lo que tampoco cabe esperar que se repartan análogamente sus efectos criminogénicos.

En último lugar, por lo que concierte a las Oportunidades delictivas, éstas son inherentes, de un modo u
otro, a todas las sociedades, en la medida en que en todas existen ocasiones tentadoras y favorables para
los hurtos y los robos, los abusos y agresiones sexuales, la violencia de pareja, y las interacciones violentas
y los homicidios. Sin embargo, es notorio también que las sociedades se diferencian unas de otras, según
su densidad poblacional, perfil agrícola o industrializado, rural o urbano, más pobre o más rico, etc., en la
topografía de las oportunidades infractoras que resultan en ellas más habituales y frecuentes, lo que
claramente condicionará sus manifestaciones delictivas específicas.

En la lógica del Modelo TRD, para la prevención y reducción de los Riesgos personales se requerirán
intervenciones dirigidas a favorecer en los individuos de mayor riesgo, incluidos los delincuentes activos,
cambios personales relacionados con sus creencias, actitudes, valores, emociones, habilidades de
comunicación e interacción, etc. Esto coincide en buena medida con las denominadas estrategias de
prevención secundaria y terciaria, o de tratamiento. Por lo que se refiere a las Carencias en apoyo
prosocial, que pueden afectar negativamente a muchos individuos, familias y comunidades en todas las
sociedades, serán necesarias intervenciones de amplio espectro, o de prevención primaria, a partir de los
sistemas de educación, empleo, servicios sociales, etc. Finalmente, en lo concerniente a la prevención y
evitación de Oportunidades delictivas, se requerirán muy diversas mejoras en el control y prevención
situacional de los delitos, tanto a cargo de los mecanismos formales de seguridad y control, la policía y
otros estamentos, como, más ampliamente, de parte del conjunto de los ciudadanos en dirección a una
mejor autoprotección y cuidado de sus bienes y propiedades.

También podría gustarte