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Introducción al Derecho

La interpretación jurídica
José Antonio Sotillo Velásquez (Arequipa, 14 de mayo del 2022)

INTRODUCCIÓN

La interpretación jurídica es un medio para comprender el funcionamiento del sistema


jurídico en general. Existe un ordenamiento jurídico vigente que requiere de
comprensión, revisión e interpretación, el cual sería un requisito necesario para su
aplicación.

Pero, la interpretación es toda una aventura, que como tal acarrea una serie de
dificultades provocadas por la naturaleza misma del ser humano, quien se constituye en
fuente y aplicación del derecho, que pone en evidencia sus intereses y creencias, su
posición económica y social, entre otros factores, que a decir de muchos podrían
interferir con la correcta interpretación de la norma.

Hay unánime acuerdo en cuanto a la importancia de la interpretación jurídica para el


Derecho, pero esto no es óbice para las múltiples discrepancias sobre cómo se debe de
llevar a cabo, cuáles son sus características, cuántas clases hay, los métodos
implicados, etc. Por lo que podríamos afirmar que es imposible ofrecer una
caracterización única de lo que es la interpretación jurídica.

En este trabajo se revisan diversas posiciones y definiciones de lo que implica la


interpretación jurídica, su aplicación, sus supuestas contradicciones, lo que significa, en
qué momento se realiza, entre otras situaciones que consideramos importantes
respecto al tema escogido y que como señalamos al final del mismo es un tema de
nunca acabar, por todo lo que su relevancia refiere para el mundo del Derecho.

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ÍNDICE

1. Interpretación jurídica 03

2. Definición 04

Ejemplo 1 05
Ejemplo 2 06
Ejemplo 3 09

CONCLUSIONES 12

BIBLIOGRAFÍA 13

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1. Interpretación jurídica

“La interpretación jurídica consiste en esclarecer, explicar, describir, descifrar un


texto normativo o una situación con relevancia regulatoria” (Romero Pérez, 2014,
p. 83). Esclarecer porque se debe aclarar y establecer las características que la
norma jurídica presenta o puede presentar en determinados contextos.

La interpretación jurídica se constituye entonces en tema importante por lo que


en sí significa ella para la aplicación del Derecho, tanto en la teoría como en la
práctica, ya que la dinámica jurídica y la aplicación de las normas no pueden ser
el resultado de un mero proceso deductivo de índole lógica. Según Chagín (n.d.)
“El intérprete queda inserto en el contexto de la práctica social que es un
horizonte mucho más amplio que el lingüístico, que se identifica con el conjunto
normativo de la legislación” (p. 01). De lo que se desprende que el intérprete está
llamado a identificar el sentido auténtico de las palabras utilizadas en el texto de
la ley, puesto que el lenguaje antecede a la práctica.

Interpretar implica establecer claramente lo que pretende la ley, aunque al


respecto, históricamente, ha habido y habrá diversas posiciones por la que los
autores refieren que no existiría un consenso en contraposición de las
controversias que su interpretación sí provocaría, por ello tenemos que
plantearnos que ella tiene un objeto, como señala Cuenca (2004) “podemos
sostener que la interpretación jurídica es una interpretación peculiar dentro del
modelo genérico de interpretación que se califica como jurídica, porque tiene
como objeto el lenguaje jurídico (p. 264).

Por otro lado, la interpretación confiere un conjunto de procesos cognitivos en la


persona que tiene la labor de interpretación; la atención, memoria, el dominio
que del lenguaje posee, pensamiento, inteligencia, percepción y hasta la
creatividad se pondrían de manifiesto en el mismo, por lo que esto se constituiría
en un proceso de orden intelectual, como afirma Chagín (n.d.) “La interpretación
es, entonces un proceso intelectual que acompaña necesariamente el proceso
de progresión de un grado superior a un grado inferior” (p. 05).

Al ser un trabajo intelectual, entonces, la interpretación jurídica no la puede hacer


cualquier persona, sino aquella que está preparada para ello: un abogado.

Una consideración a tener en cuenta es que la interpretación jurídica es una


suerte de “producción”, en otras palabras, la interpretación daría origen a las
normas, lo que coloquialmente sería “producir leyecitas”, y esta afirmación
tendría su sustento en lo que afirma Osorio (2021):

“Esta tesis encuentra su fundamento en la distinción entre “disposición” y


“norma”. Para Guastini los enunciados interpretativos tienen la siguiente
forma: “D significa N”, donde “D” representa una disposición (el texto del
documento jurídico), y “N” representa la norma. Las disposiciones
pertenecerían al discurso de las fuentes, mientras que las normas
pertenecerían al discurso de los juristas-intérpretes. La interpretación es
vista, por tanto, como una actividad necesaria en todos los casos, pues
antes de ella no habría normas. Desde esta perspectiva, la interpretación
no consiste en conocer normas, sino en producirlas; las normas serían,
entonces, variables dependientes de la interpretación y la interpretación
sería una actividad productiva de Derecho” (p. 1360).

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Sin embargo, esto abriría otro terreno amplio para la discusión, a decir de los
autores que tienen diversas y encontradas posiciones al respecto.

Definir lo que es la interpretación jurídica es entrar, también, en otro terreno lleno


de posiciones encontradas, cada autor al respecto plantea su definición, pero
todas ellas coinciden en que hay que una consideración básica: hacerla
entendible y compresible al común de los mortales sobre la base de
razonamientos y explicaciones coherentes que sustenten, pues, dicha
interpretación.

2. Definición

A continuación, citamos algunas posiciones o definiciones sobre la interpretación


jurídica:

Según Meza Fonseca (2006) “En el ámbito del Derecho, podemos decir que la
interpretación jurídica es desentrañar el sentido de una norma, el desnudarla
para verificar por qué y para qué fue creada, el verificar su esencia, lo cual nos
servirá para saber si es aplicable al caso concreto” (p. 02).
Aquí se pone de manifiesto la relevancia que tendría ese sentido de la norma, lo
que quiere decir y si su aplicación se justificaría sobre la base de ese sentido
que se pretende explicar.

Según Vigo (n.d.):

En la dogmática se reducía el objeto de la interpretación a las normas


jurídicas; como dijimos el intérprete debía “concebir pura y
completamente el pensamiento del legislador” (Savigny). Esa visión
unidimensional aparece fuertemente impugnada. Apreciamos que
pueden llegar a descubrirse hasta cinco dimensiones en la interpretación
jurídica, a saber: a) La propiamente jurídica o regulatoria; b) La fáctica; c)
La axiológica; d) La lingüística o semiótica, y e) La lógica (p.01).

No hay que olvidar que la teoría jurídica de Savigny fue elaborada sobre una
serie de supuestos proporcionados por la concepción del mundo imperante a
comienzos del siglo XIX.

Según Laclau (2010) “La interpretación de las leyes entraña una operación
intelectual que nos permita que una ley determinada, sometida al criterio de
nuestra inteligencia, se nos aparezca como verdadera” (p. 234).
Para este autor la interpretación de las leyes pasaría porque la misma se
evidencie como verdadera a la luz de nuestra inteligencia.

Según Rodríguez-Toubes Muñiz (2014) “La interpretación jurídica es una


actividad práctica (y el producto de esa actividad) en la que el intérprete asume
unos presupuestos y sigue unos métodos para obtener unos fines” (p. 311).
El sentido práctico que remarca este autor en la interpretación es lo que
caracterizaría esta posición, dado que se busca un conjunto de fines
metódicamente establecidos.

Se tiene algo bien establecido por la mayoría de autores, por no decir todos,
identificar la necesidad de la interpretación ante las múltiples
indeterminaciones del derecho y se establece que existiría una imposibilidad

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de realizar una caracterización única del concepto de interpretación. (Anuario
No35 · 2019, 2019)

Para Lifante Vidal (2008) “La interpretación jurídica es una actividad que no
puede llevarse a cabo, y por tanto tampoco explicarse, si no se adopta una
perspectiva global del Derecho, si éste no es concebido como una unidad que
pretende dar solución a determinados problemas” (p. 276).
El punto relevante de esta autora estaría en que la interpretación jurídica es una
actividad que debe buscar soluciones, además ella plantea en sus diversos
escritos sobre el tema, la imposibilidad de establecer claramente qué es la
interpretación jurídica, por las múltiples aristas que el vocablo representa ya sea
nivel gramatical o especializado y como parte del mundo del Derecho a la luz de
diversos factores intervinientes como podría ser el contexto, el tiempo y la
situación propiamente dicha.

Para referir la posición del siguiente autor es necesario señalar que existen para
él varios niveles en la problemática jurídica de un caso determinado. El primero
es saber cuáles son las normas existentes y vigentes (y los conceptos e ideas
aplicables) al caso bajo estudio y cuestión. Para aclarar y explicar este primer
nivel nos sirve la teoría de las fuentes del Derecho. Una vez que hemos definido
las normas aplicables, tenemos un segundo nivel de problemas, que consiste en
saber qué dicen esas normas jurídicas, qué establecen. Para este efecto nos
sirve la teoría de la norma jurídica. Superados los dos niveles anteriores, nos
encontramos con un tercero que consiste en averiguar exactamente qué quiere
decir la norma. Este es el nivel que debe de ser abordado por la teoría de
interpretación. Es así que para Rubio Correa (2011) “La teoría de la
interpretación jurídica, de esta manera, es la parte de la teoría general del
Derecho destinada a desentrañar el significado último del contenido de las
normas jurídicas cuando su sentido normativo no queda claro a partir del análisis
lógico-jurídico interno de la norma” (p. 220).

Y este autor, para darle más sostenimiento a lo que afirma con respecto al tema
de e interpretación nos pone ejemplos que me permito presentar:

Ejemplo 1:
Si decimos: «La Constitución no ampara el abuso del derecho» (artículo 103,
último párrafo, de la Carta), el análisis lógico-jurídico interno de la norma nos
dirá:
Supuesto: Si existe un abuso del derecho;
Consecuencia: entonces, la Constitución no lo ampara.

El qué dice la norma resulta claro del análisis interno, pero el qué quiere decir no
lo es tanto. En efecto, de la norma analizada puede surgir cuando menos la
siguiente pregunta: ¿Qué es el abuso del derecho?
Esta interrogante no puede ser respondida de manera debida ni por las fuentes
del Derecho, ni por el análisis interno lógico-jurídico. Aun si fuéramos a la
doctrina a ver el significado de lo preguntado, lo que encontraríamos serían
opiniones más o menos válidas, pero ninguna verdad asentada y sólida. Por lo
tanto, el texto de la parte final del artículo 103 de la Constitución, al no expresar
claramente qué quiere decir, nos está planteando un problema que es preciso
resolver para poder aplicar adecuadamente su sentido normativo.
Adicionalmente a lo señalado, vale la pena decir que el problema de
interpretación jurídica puede plantearse de dos maneras distintas. Una de ellas

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es en el texto mismo de la norma. Tal es el caso del artículo 103 último párrafo
de la Constitución sobre el abuso del derecho.(Rubio Correa, 2011)

Sin embargo, otra cosa distinta es cuando el contenido y significado abstracto o


teórico de la norma es claro y comprensible, pero al ser aplicado a la realidad
resulta poco claro y oscuro, lo que requiere precisión en lo concreto. Vamos a un
ejemplo.

Ejemplo 2:

El artículo 1 del Código Civil establece: «La persona humana es sujeto de


derecho desde su nacimiento. La vida humana comienza con la concepción. El
concebido es sujeto de derecho para todo cuanto le favorece. La atribución de
derechos patrimoniales está condicionada a que nazca vivo».
En sí mismo, este artículo se entiende con claridad. Tomemos dos de sus
normas concatenadas entre sí y que son las siguientes:
Primera norma:
Supuesto: Si una persona nace,
Consecuencia: entonces es sujeto de derecho desde tal momento.
Segunda norma:
Supuesto: Si alguien está concebido, hay algo que le favorece y, finalmente (con
posterioridad) nace vivo,
Consecuencia: puede recibir derechos patrimoniales que le correspondan por
hechos ocurridos antes de su nacimiento.
Ninguna de las dos normas presenta problemas de querer decir porque su
contenido, una vez analizado, es suficientemente claro.
Sin embargo, puede presentarse un problema. Supongamos que el niño estaba
vivo al aparecer la cabeza fuera del cuerpo materno, pero no llega a respirar una
vez totalmente separado de la madre. El problema se presenta y puede ser
resumido en la siguiente pregunta: ¿Cuándo se considera que una persona nace
a fin de determinar si estaba viva en tal momento?
En principio, todos sabemos cuándo alguien nace o no. En la abrumadora
mayoría de casos esta interrogante es fácilmente solucionada. Sin embargo, si
el proceso de nacimiento es analizado cuidadosamente, entonces veremos que
existe una continuidad e a que pueden distinguirse varios hitos claves y, en
verdad, en cualquiera de ellos puede considerarse que el nacimiento se ha
producido.
Así, el proceso comienza con la dilatación efectiva de la pelvis de la madre, y
concluye con la expulsión de la placenta. Todo ello puede ocurrir en minutos o
en el transcurso de varias horas. Para algunos, el nacimiento se inicia al
producirse la dilatación por lo que, si el niño está vivo en dicho momento, se le
consideraría nacido vivo, aunque aparezca ya sin respiración fuera del cuerpo
de la madre. Para otros el nacimiento se produce finalmente cuando la expulsión
de la placenta ha concluido. Para otros en cualquiera de los posibles puntos
intermedios y, finalmente, hay una teoría que tuvo importancia y es la llamada
de la viabilidad, según la cual para nacer vivo no basta haber mostrado alguna
reacción fisiológica de vida tal como respirar, sino que es necesario que dichas
manifestaciones se prolonguen durante un lapso determinado que, en general,
se aceptaba debía ser de por lo menos veinticuatro horas.
De esta manera, una norma que en abstracto es indiscutiblemente clara, puede
resultar siéndolo muy poco en un caso concreto en el que los matices fácticos
nos hacen dudar de sus alcances o su aplicabilidad al caso concreto.
De esta forma, podemos concluir esta primera parte de presentación del
problema de la interpretación jurídica diciendo que este aparece cuando el qué
quiere decir la norma jurídica aplicable no queda suficientemente claro a partir

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de la aplicación de la teoría de las fuentes y del análisis lógico-jurídico interno de
la norma. Este problema de interpretación puede surgir del texto mismo (es
oscuro en sí) o de su aplicabilidad a un caso concreto (el texto normativo es
claro, pero no se puede saber con claridad su significado a partir de los matices
fácticos del caso al que se quiere aplicarla).
En cualquier situación, la teoría de interpretación está destinada a desentrañar
el que quiere decir la norma jurídica.

Siguiendo con este autor, nos señala que el problema de una norma clara que
se convierte en poco clara y hasta oscura al aplicarla a un caso concreto no debe
extrañarnos o llamarnos la atención. Lo que ocurriría es que el supuesto de la
norma sería una abstracción que el legislador en su contexto histórico hace de
los elementos esenciales de los hechos sociales concretos a los que quiere
aplicar la consecuencia jurídica. Así, los hechos mismos en los que se verifica el
supuesto contienen siempre características propias que, por exceso, por defecto
o por mezcla de unos y otros (cosa que siempre es posible), aparecen
necesariamente distintos al relato semántico y lo que su significado implica y que
contiene el supuesto de la norma. A veces, la diferencia entre el hecho real y la
descripción del supuesto no es sustancial sino accidental por lo que el hecho es
perfectamente incorporable en el supuesto y, por tanto, se aplica la
consecuencia. En otros, los hechos concretos presentan características con lo
esencial del contenido del supuesto (como ocurre con el ejemplo del nacimiento)
y de allí es que aparece la necesidad de interpretación que, en definitiva, a decir
del autor, consiste en lo siguiente: lo ocurrido ¿verifica o no en la realidad el
supuesto de la norma jurídica? (Rubio Correa, 2011)

Para Rubio Correa (2011) de acuerdo a lo anterior la interpretación jurídica se


constituiría en un arte, más que en una ciencia, por eso afirma que: “Quien
estudia interpretación va a conocer procedimientos que pueden aplicarse
creativamente y no que dan una sola e inequívoca respuesta” (p. 224).

Y para sostener lo referido anteriormente, el autor cita a José Villar Palasi que,
según él, trata esta característica de la interpretación, que consistiría en varias
posibles respuestas al mismo caso:

De todos modos, la paradoja interpretativa, así la denomina, por el aire de


contradicción que refiere, en cuanto método y en cuanto vinculación a la lógica,
subsiste y ha subsistido siempre y es de presumir que permanezca así también
mientras el Derecho perdure, pues toda interpretación conlleva, a decir de este
autor citado, cinco características que son en el fondo axioma-postulados,
convencionales para una cultura en un ciclo dado.

1. Interpretación como conjunto de métodos


La primera es la apertura, esto es, la interpretación se concibe como un
conjunto abierto que contiene un número indefinido de sus instrumentos y
sub instrumentos interpretativos.
Lo que significaría que estaríamos frente a un abanico de muchas
posibilidades para el trabajo de interpretación.

2. La imposibilidad de jerarquizar los métodos


La segunda es que todas las pretensiones de jerarquizar los instrumentos y
sub instrumentos interpretativos han resultado, a lo largo de dos mil años,
fallidas, con lo que parece existir una aporía en tal jerarquización [...]

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Con aporía el autor refiere, ciertamente, la paradoja o dificultad lógica
insuperable que ello significa, lo que explicaría el porqué a lo largo de dos
milenios esto no haya sido superado.

3. La reversibilidad de resultados por el uso de métodos diversos


La tercera característica es la de que todo instrumento interpretativo es
reversible en su contrario. La analogía puede convertirse en un argumento
de contrario sentido. La interpretación ex-antecedente [...] puede ser
incompatible y antagónica con la realidad actual, sobre todo en leyes
antiguas. El sentido literal puede contradecir la ratio legis.
De acuerdo a esto, existiría la posibilidad de darle a las cosas una
interpretación contraria a la establecida en una primera como consecuencia
de las metodologías existes para ese propósito.

4. Carácter argumentativo y dialéctico de la interpretación


La cuarta característica es la del carácter argumentativo y dialéctico de la
interpretación.
Así, se buscaría la verdad a través de la manifestación de razonamientos y
contradicciones en los argumentos expuestos por la otra parte, por decirlo
de una manera sencilla.

5. Carácter ideológico de la interpretación: la realidad social del tiempo de


aplicación de la ley
Todo ello, además, enmarcado en un sistema de Derecho que responde a
una cultura histórica determinada y a una geografía también concreta. Los
sistemas jurídicos que han existido en la historia y en cada país y aun los
existentes en la actualidad, divergen en el camino, a veces profundamente,
aunque la finalidad, la meta de esos diferentes caminos sea aparentemente
la misma: la justicia. Pero aun esta responde a ideología, reparto de poder,
propaganda y la escala de valores vigente en cada país y en cada momento.
De ahí las enormes dificultades de comparar lo jurídico y la historia jurídica.
Es obvio, que el contexto juega un papel fundamental y relevante al momento
de realizar la interpretación.

Y aquí cabe hacernos la pregunta, válida, después de todo: ¿por qué ocurre esta
paradoja?
Las paradojas del método jurídico de interpretación se explicarían, por el hecho
de que existen una gran variedad de métodos, en los condicionamientos de
carácter político a los que estarían expuestos; y, por otra parte, la misma idea de
la interpretación, su misión, sus límites y su naturaleza son otros problemas que
se presentan asociados a esta labor de interpretación.

Parafraseando a Savigny, en contraposición a lo planteado por Rubio Correa, lo


que se persigue es lograr el conocimiento del “contenido de la ley” y, para dar
cumplimiento a este objetivo, nos valemos de los distintos métodos
interpretativos. (Laclau, 2010, p. 235)

Tenemos que tener en consideración que, no puede cerrarse esta característica


de la contradicción en la interpretación jurídica, pues ella alude a dos sentidos
básicos en los que puede entenderse el término interpretación, una sería como
interpretación-resultado y como interpretación-actividad. (Cuenca, 2004, p. 275)

Citando a Jorge Enrique Romero Pérez, podemos señalar que quienes hacen la
interpretación y la aplican son seres humanos (académicos, jueces, periodistas,
gobernantes, administradores públicos, etc.).

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Los que realizan la interpretación poseen y expresan, entre otros elementos:

 Valores
 Sentimientos
 Prejuicios
 Estereotipos
 intereses
 Ideologías
 Creencias
 Niveles diversos de educación, socioeconómicos, políticos, etc.
 Pertenencia y referencia a una clase social
 Origen étnico, geográfico, etc.

Y, como consecuencia de este concurso de elementos las causas resueltas en


un juzgado no están exentas de ellas, para ello citaremos un ejemplo.

Ejemplo 3:

El actor-juez (inserto en una organización burocrática, el Poder Judicial) en


sus sentencias resuelve casos presentados ante su despacho.

Alejandro Nieto hace sobre este actor- juez las siguientes observaciones:
El desgobierno es consecuencia de la destrucción intencionada del Poder
Judicial y, conjuntamente, del mal funcionamiento de su sucedáneo, el
servicio público de la administración de justicia (Nieto, p. 32, 2005).
La exactitud de la alegoría de la justicia con los ojos vendados, es a la que
ahora podemos dar una nueva interpretación. Porque es ciega en verdad y
en la mano no lleva la balanza sino un puñado de cupones de lotería con los
que va repartiendo fortuna al azar. El litigante depende del azar para que le
toque un juez literalista o principista, progresista o conservador. La “santidad
de la cosa juzgada” es un manto que cubre las deformidades más aberrantes
y, en consecuencia, debe ejecutarse la sentencia que vaya contra la
Constitución, la ley, la costumbre, la jurisprudencia, los principios generales
del derecho y el sentido común (Nieto, p. 62, 2005).
Los jueces: sacerdotes de la ley a funcionarios públicos (Nieto, p. 63, 2005).
Al juez- burócrata no le gusta tramitar autos y dictar sentencias (Nieto, p.
87,2005)
El juez no es el administrador de la justicia, sino el que malbarata
cotidianamente el Derecho y la ley (Nieto, p. 175, 2007)
Huelga recordar que este libro está escrito para aquellos que quieren
atenerse al “Estado de hecho” sin dejarse deslumbrar con las lindezas de
ese ilusorio “Estado de Derecho”. La sinceridad es, a mi juicio, uno de los
primeros deberes éticos del jurista, siendo el segundo la entereza para
denunciar la mentira, cueste lo que cueste personalmente (Nieto, p. 131,
2005). (Romero Pérez, 2014, p. 85)

Entonces, cabe hacernos la pregunta siguiente: ¿quién interpreta? La actividad


interpretativa puede ser realizada por sujetos muy diversos, como lo señaló el autor
citado anteriormente, pues son los jueces, legisladores, abogados, dogmáticos,
ciudadanos… Desde este punto, los teóricos del Derecho han elaborado algunas
de las tipologías más usualesen el ámbito de la interpretación jurídica. Se habla
así, por ejemplo, de interpretación judicial, auténtica, operativa, doctrinal o
científica, por citar algunas. Aunque la caracterización de estas clasificaciones no

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suele estar exenta de problemas, como todo lo que hemos visto hasta el momento
sobre la interpretación jurídica.

El primer problema con el que nos encontramos consiste en que estas tipologías
no suelen partir de una caracterización general del fenómeno de la interpretación
jurídica, de modo que no es claro si los diferentes tipos son tratados como
especies de un mismo género (lo único que los diferenciaría sería precisamente
quiénes el que interpreta), o si cada uno de estos tipos interpretativos hacen
referencia a actividades de distinto alcance.

El segundo problema que puede señalarse es que estas tipologías no son en


realidad clasificaciones exhaustivas, pues no recogen todas los posibles sujetos
de la interpretación jurídica (quizás porque tampoco tenga mucho interés el
hacerlo); se suele dejar de lado, por ejemplo, la interpretación que realizan los
particulares, o la de los órganos jurídicos no aplicativos, como el legislador. En
ocasiones, se llega a afirmar incluso que el legislador, cuando actúa como tal y
no como aplicador de normas superiores, como la Constitución, no interpreta,
pues no estaría vinculado por sus propias leyes anteriores. Pero, según Isabel
Linfante Vidal, esta tesis no es acertada. Dejando a un lado la interpretación
entendida como captación inmediata del significado (la interpretación como
actividad no ética), actividad que es necesario realizar siempre que se trabaje
con el Derecho, el otro sentido más restringido de interpretación no debe
vincularse únicamente a los órganos aplicadores del Derecho. Es cierto que el
legislador no se encuentra obligado por sus propias leyes, en el sentido de que
puede cambiar las, pero eso no impide que pueda tener interés en llevar a cabo
una actividad interpretativa respecto al Derecho vigente para, por ejemplo, crear
nuevo Derecho que no resulte incoherente con el existente.(Lifante Vidal, 2008,
p. 1364).

Una excepción a esa falta de exhaustividad se encuentra en la obra de Kelsen.


Este autor sí realiza una clasificación exhaustiva de la interpretación atendiendo
al sujeto que interpreta, pues distingue entre lo que llama la “interpretación
auténtica”, que sería aquélla realizada por los órganos aplicadores del
Derecho26 y la “interpretación no auténtica”, que englobaría todos los supuestos
que no encajan en la primera categoría. Pero, tras una rápida presentación
general de la clasificación, también Kelsen se centra únicamente en presentar
las peculiaridades de los dos tipos interpretativos a los que considera más
importantes: la interpretación judicial (como prototipo de la interpretación
auténtica) y la interpretación científica (que sería el tipo más destacado de la
interpretación no auténtica).
De hecho, con pocas diferencias en su caracterización, éstas son las dos
categorías interpretativas atendiendo al sujeto que más interés despiertan en la
teoría. Se habla así de la interpretación llevada a cabo por los jueces, o más en
general por cualquier órgano jurídico (que a veces es calificada como
“interpretación operativa” y de la cual la interpretación judicial sería su supuesto
más prototípico) y la realizada por la doctrina o dogmática jurídica. La primera
se liga a la aplicación del Derecho, mientras que la segunda suele conectarse
con objetivos cognoscitivos o sistematizadores del Derecho. Así, por ejemplo,
Ferrajoli considera que lo que distingue a ambos tipos interpretativos no es sólo
tener distinto sujeto, sino también distin to objeto: mientras que la interpretación
doctrinal tiende al análisis del lenguaje normativo (y, en ese sentido, tendría
como objetivo la explicación), la interpretación operativa tiende al análisis del
lenguaje de la experiencia normativa (y perseguiría, por tanto, la comprensión).
En este sentido, es bastante común ligar la interpretación judicial a lo que se

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considera como una interpretación “en concreto” u orientada hacia los hechos
(planteada a partir de un determinado problema particular al que debe darse
solución), mientras que la interpretación doctrinal se correspondería con una
interpretación “en abstracto” (al margen de situaciones concretas) u orientada
hacia los textos; aunque debemos ser conscientes de que esta equiparación no
puede hacerse absolutamente (los jueces no sólo interpretan para aplicar el
Derecho a hechos concretos; piénsese por ejemplo en los caso en que se juzga
la constitucionalidad de una ley) y la doctrina en ocasiones interpreta para
proponer soluciones a problemas concretos. (Lifante Vidal, 2008, p. 1365)

Y a todo esto, cuándo se debe de interpretar, la interpretación judicial y la


interpretación científica suelen vincularse con la ocasión en que se interpreta: en
el primer caso se interpreta “en concreto” (o, por decirlo en la terminología de
Wróblewski, sería una interpretación orientada hacia los hechos), mientras que
en el segundo caso se suele interpretar “en abstracto” (en términos de
Wróblewski, sería una interpretación orientada hacia los textos). También Ross
sostiene una distinción muy semejante a ésta. Este autor habla de “interpretación
por significado” (que sería la que parte del significado abstracto de una
expresión), frente a “interpretación por resultado” (la que parte de una situación
concreta y se plantea si la misma es o no subsumible en una expresión general).

Lo que interesa remarcar es que la interpretación “en concreto” se realiza


siempre a la luz de las circunstancias de un caso; su objetivo sería por tanto
determinar el “significado ocasional” de la expresión jurídica objeto de
interpretación, por lo que hay que ser conscientes de que pasar a considerarlo
como el “significado atemporal” de la expresión y por tanto extrapolarlo a otros
casos concretos con circunstancias distintas puede plantear problemas. No
siempre que se resuelve un problema de interpretación en concreto que plantea
una disposición podemos considerar que se han eliminado todos los problemas
de significado que en abstrac to pueda plantear esa disposición en el futuro.
(Lifante Vidal, 2008, p. 1368)

Para cerrar podríamos señalar que el tema de la interpretación jurídica queda


abierto a un sinfín de explicaciones que se vienen dando desde los inicios del
Derecho hasta nuestros días, y creemos que esto continuará con las
generaciones venideras por todo lo expuesto aquí en función de los autores que
han sido citados.

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CONCLUSIONES

PRIMERA: La interpretación es toda una aventura, que como tal acarrea una serie de
dificultades provocadas por la naturaleza misma del ser humano, quien se constituye en
fuente y aplicación del derecho, que pone en evidencia sus intereses y creencias, su
posición económica y social, entre otros factores, que a decir de muchos autores podrían
interferir con la correcta interpretación de la norma.

SEGUNDA: Existen diversas definiciones de interpretación jurídica que, dependiendo


del autor, destacan algún aspecto que consideran, en esencia relevante; sin embargo,
todas ellas coincidirían en algo que es clave y fundamental, la interpretación persigue la
claridad de la norma para el entendimiento de la sociedad y su justificación en su
aplicación.

TERCERA: El tema de la interpretación jurídica sigue abierto a los diversos análisis que
se podrían establecer y que se vienen realizando desde hace más de dos milenios y
que pone a la misma para las consideraciones pertinentes y a las que hubiera lugar,
tanto en nuestros días como en el futuro, y esto se explicaría porque la sociedad y los
contextos en que se aplican las leyes cambian con el tiempo.

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BIBLIOGRAFÍA

Anuario no35 · 2019. (2019).


Chagín, W. C. (n.d.). “LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA.”
Cuenca, P. (2004). Aspectos, problemas y límites de la interpretación jurídica y judicial.
Derechos y Libertades: Revisa Del Instituto Bartolomé de Las Casas, 13, 261–
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Savigny. Anuario de Derechos Humanos. Nueva Época, 11(11), 225–252.
Lifante Vidal, I. (2008). La interpretación jurídica y el paradigma constitucionalista.
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Meza Fonseca, E. (2006). Argumentación e interpretación jurídica. Revista Del Instituto
de La Judicatura Federal, 1(1), 91–113.
https://www.ijf.cjf.gob.mx/publicaciones/revista/22/22_6.pdf
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