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acerca de las promesas aún no cumplidas y los obstáculos que ha tenido la democracia
para surgir y consolidarse dentro de la sociedad mundial. A pesar de sus limitaciones
como forma de gobierno el autor no dura en defender y considerar que esta es la opción
más viable en el escenario político entre otras formas de carácter autocrático y rígido,
Teniendo en cuenta que el autor en un principio cree que la democracia y la
democratización en el mundo ha sido un dinamismo y posibilidades para ampliar la
cobertura de participación y derecho al voto.
la democracia, para el autor, se caracteriza por un conjunto de reglas que establece quién
tiene derecho a tomar decisiones colectivas y por qué procedimientos, pero también las
decisiones grupales son tomadas por individuos. Para que una decisión tomada por
individuos sea aceptada como decisión colectiva, debe tomarse sobre la base de reglas
que definen quiénes son las personas autorizadas.
Si es válida una decisión tomada por mayoría, con mayor motivo lo será una decisión
tomada por unanimidad la cual, según Bobbio, sólo es posible en un grupo reducido u
homogéneo, es necesaria cuando sólo hay dos decisores, lo que distingue claramente la
decisión consensuada de la tomada por ley. Para ello, deben garantizarse los derechos a
la libertad, expresión, reunión, asociación, etc., derechos a partir de los cuales nació el
Estado liberal, Estado que ejerce poderes dentro de los límites del reconocimiento
constitucional de la sociedad. llamados -inviolables- derechos del individuo.
Otra de las promesas no cumplidas que señala el autor, es la derrota del poder
oligárquico. El principio inspirador del pensamiento democrático ha sido siempre la
libertad entendida como autonomía, como la capacidad de legislar por sí mismo, según la
famosa definición de Rousseau, que conduce a una perfecta identificación entre quien
establece una regla de conducta y quien recibe una regla de conducta, y en consecuencia
conduciría a la eliminación de la distinción tradicional entre gobernantes y gobernados en
la que se basa todo pensamiento político. La presencia de élites en el poder no borra la
diferencia entre regímenes democráticos y autocráticos. Schumpeter argumentó que el
sello distintivo del gobierno democrático no es la ausencia de élites sino la presencia de
muchas élites que compiten entre sí para ganar el voto popular. Un elitista italiano
distinguió a las élites que imponen de las que proponen.
Es bien sabido que la democracia nació con la perspectiva de borrar para siempre el
poder invisible de la sociedad humana, para dar vida a un gobierno cuyas acciones
deberían haber sido realizadas públicamente. La obligación de publicar los registros
gubernamentales es importante para que el ciudadano pueda conocer y
consecuentemente controlar las acciones de quienes están en el poder, ya que la
publicidad es una forma de control y permite distinguir lo que es legítimo y lo que no lo es.
Es más que una falsa promesa, es una tendencia que contradice las premisas: la
tendencia ya no por el máximo control del poder por parte de los ciudadanos, sino por el
contrario por el máximo control de los sujetos por el poder.
Otra promesa no cumplida por la democracia, según Bobbio, la educación para los
ciudadanos; Nunca ha faltado en los discursos de apología de la democracia que la
educación democrática se desarrolla gracias a la puesta en práctica de las propias
prácticas democráticas. Un remedio contra la tiranía de la mayoría radica precisamente en
lograr que la clase popular participe en las elecciones. La participación electoral tiene un
gran valor educativo; a través de la discusión política, el trabajador logra comprender la
relación entre los hechos lejanos y sus intereses personales, y establecer relaciones tanto
con los ciudadanos como con aquellos con quienes se relaciona cotidianamente y es
miembro consciente de la comunidad. Disminuyó el voto de opinión y aumentó el
intercambio de votos, voto clientelista (apoyo político a cambio de favores personales) -
John Stuart Mill: la diferencia entre ciudadanos activos (aquellos que se comprometen con
la toma de decisiones y la articulación de preguntas) y ciudadanos pasivos (no
preocupado por lo que sucede en la política).
El conocimiento sugiere que el liberalismo, como teoría económica, apoya una economía
de mercado; Más como teoría política, expresa el gobierno mínimo del Estado; Esto
significa sustraer al Estado de su dominio y participación en la esfera de las relaciones
económicas, pues su intervención debe ser considerada como la excepción y no la regla.
¿Son compatibles el liberalismo y la democracia? Bobbio cree que sí, y pone sobre la
mesa una atrayente polémica relacionada con los tipos de liberalismo, socialismos, la
democracia y la cuestión contractual dentro de la política.
Finalmente, deja abierta una dramática reflexión acerca de si en estos tiempos estamos
viviendo el gobierno de los hombres o el gobierno de las leyes. Bobbio prefiere el
gobierno de las leyes y no el de los hombres. De igual forma, recalca que en la actualidad
el gobierno de las leyes celebra su triunfo en la democracia, entendiendo ésta como el
conjunto de reglas para solucionar los conflictos sin derramamiento de sangre. El autor
confirma que la democracia es el gobierno de las leyes por excelencia, porque en el
mismo momento en el que un régimen democrático pierde de vista este principio
inspirador que le es propio, cambia rápidamente en su contrario, en una de las tantas
formas de gobierno autocrático, del que están llenas las narraciones de los historiadores y
las reflexiones de los escritores políticos.
A modo de conclusión, bobbio señala primero las frustraciones históricas del proyecto
democrático: en lugar de una sociedad orgánica, basada en un pueblo soberano, tenemos
una sociedad poliárquica o policrática en la que conviven y chocan varios gobernantes; -A
pesar de la adopción de un sistema de representación política impersonal o nacional, oa
causa de ella, opera un neocorporativismo basado en la representación de intereses; la
oligarquía sobrevive como un poder de facto ya veces de jure; La democracia electoral se
ha reducido al ámbito de la política, por lo que el mundo cultural y económico mantiene
instituciones y prácticas abiertamente antidemocráticas; El secreto de Estado no solo
sobrevive sino que se multiplica y diluye aún más el tema de la transparencia rusa como
sello distintivo de un régimen democrático; y la iluminación de los ciudadanos ha
progresado muy poco, en gran parte debido a la prevalencia de las voces de interés sobre
las voces de fe.