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1. Introducción
El derecho puede ser visto en su estructura, y desde todas estas perspectivas está integrado por
normas, prácticas sociales y valores a los que es necesario atribuir significados para poder entender y
actuar conforme el terreno jurídico.
La interpretación no es algo particular del derecho, sino que comparte prioridades con la
interpretación en general de todo aquello que se realiza a través del lenguaje. Sin embargo, en el caso
del derecho es importante señalar algunas características importantes. No sólo nos sirve para
atribuir significado al lenguaje jurídico, sino que también nos sirve para identificar las normas y
enunciados normativos del orden jurídico.
Por tanto, la interpretación del derecho trata de una actividad de carácter necesario, lingüístico,
contextual y unitario:
1. Necesario para comprender y trabajar con normas jurídicas. Tienen importancia sobre todo en
dos ámbitos:
a. Todos los operadores jurídicos (jueces) y también quienes orientan su conducta a
partir de normas las interpretan. La idea de que la interpretación forma parte del
proceso de aplicación del derecho es, por tanto, insuficiente. No sólo se interpreta
para decidir sobre un caso, también se interpreta en abstracto y para entender el
derecho.
b. La interpretación es un proceso que tiene lugar siempre que trabajamos con
normas. Este criterio viene a afirmar que no sólo se interpreta cuando la norma no es
clara o presenta alguna dificultad, sino en todo caso.
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Que una palabra tenga más de un significado, como por ejemplo “gato”
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Ejemplo de vaguedad: qué entendemos por dignidad o libertad
2. ¿Qué significa interpretar? ¿Qué interpretamos?
El derecho no es solo la creación de normas, sino una argumentación y lucha entre intereses y
posiciones enfrentadas y, además, es interpretación porque el derecho se expresa en distintos usos del
lenguaje. Entender qué es la interpretación es fundamental para dar respuesta a las preguntas típicas
del derecho, por eso la interpretación ocupa un lugar central en la Teoría del derecho.
Por tanto, las tesis se diferencian en virtud de si entienden que la interpretación es una actividad
meramente cognoscitiva, una actividad totalmente decisoria o una actividad discrecional limitada y no
arbitraria.
4. ¿Cómo se interpreta en el ámbito del derecho?
Todo enunciado normativo requiere de interpretación. No obstante, es posible encontrar términos que
poseen un mayor grado de determinación o especificad que otros, cuya formulación es más abstracta.
Conceptos jurídicos indeterminados → Aquellos conceptos cuyo significado no queda determinado
de forma clara o precisa porque sus criterios de aplicación dependen del contexto o de las
circunstancias particulares en las que opera la norma. Ej. Diligencia debida, debido cuidado, de forma
temeraria/negligente... Son palabras cuyo significado no puede determinarse a priori claramente, sino
que exigen tener en cuenta las circunstancias del caso particular.
Ahora bien, no cualquier argumento es válido en el derecho, por lo que hay que determinar cuáles son
los argumentos interpretativos admisibles en el derecho.
Los argumentos admisibles son aquellos que se basan en el resto de normas, principios y valores
básicos del sistema jurídico. Por ejemplo, cuando una norma contiene un concepto indeterminado con
un contenido moral, el juez no puede basarse en argumentos meramente subjetivos, pues no son
admisibles en la cultura jurídica.
Por tanto, los argumentos admisibles son aquellos que respetan la denominada “regla de oro de
argumentación jurídica” que permite entender como racionales las decisiones jurídicas. Son los
siguientes.
c. La interpretación funcional, en el que se parte de los fines o las funciones que el fenómeno
jurídico tiene.
a. Interpretación lingüística.
El argumento que deriva del contexto lingüístico es aquel según el cual los enunciados normativos se
interpretan de conformidad con las reglas del lenguaje.
Tipos:
i) Argumento gramatical o literal. Según este, la interpretación de los enunciados lingüísticos
parte de su literalidad, por lo que también se denomina argumento del lenguaje común. Se
determina el significado de los enunciados a partir de las reglas del lenguaje (semántica,
sintáctica y pragmática). Se presume que el legislador conoce y utiliza lenguaje estándar.
ii) Argumento de la constancia terminológica. Tiene que ver con el uso de los términos o las
palabras en un determinado contexto o texto legal. Se realiza atendiendo al principio de
racionalidad praxeológica, según el cual, cuando el legislador utiliza un término lo hace de
forma constante o con el mismo propósito. Por tanto, cuando quiera decir una misma cosa,
utilizará el mismo vocablo, pero si quiere decir una diferente utilizará un vocablo distinto. Ej:
no tiene el mismo significado “grado” en derecho civil, que en derecho penal.
b. Interpretación sistemática
De acuerdo con el contexto normativo, es posible encontrar diversos criterios que guardan relación
con la concepción del ordenamiento como un sistema compuesto por elementos que están
interrelacionados. Se tiene en cuenta el contexto o sector en el que se prevé la disposición a
interpretar.
Tipos:
i) Argumento de las sedes materiae. Este argumento requiere que la interpretación se realice
atendiendo a la localización de la norma. Es decir, el significado que se otroga depende del
contexto normativo en el que esté incluida. Este criterio responde al presupuesto del
legislador racional que ordena de forma sistemática el ordenamiento, y hay un orden de las
materias tratadas.
iv) Argumento a partir de los principios. Similar al anterior, este criterio permite que la
interpretación se realice buscando la mayor coherencia con los principios jurídicos que
forman parte o inspiran el sistema jurídico o el sector en que se encurentre la disposición.
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Por ejemplo, el TC en la STC 49/1984 ha entendido que el apartado 1.27 del artículo 149 de la CE y, en
particular, la expresión “y en general, de todos los medios de comunicación”, no puede incluir materias que
están reguladas en otros preceptos.
Cuando se recurra a este criterio, entonces, el significado no puede contradecir el principio o
los principios vigentes para este sector.
c. Interpretación funcional
Apela a las funciones o los fines para los que se crea la disposición normativa a interpretar, es decir, la
ratio legis, o los elementos relativos a la comunidad o sociedad en la que se inserta. Esta
interpretación también se ha denominado lógica, psicológica o teleológica.
Es la que se recoge en el art. 3 del Código Civil español, cuando menciona que las normas han de ser
aplicadas atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas.
Tipos:
i) Argumento histórico. Según este, la interpretación de una disposición se realiza atendiendo
al significado y la forma dados por normas previas que han regulado la misma institución. Es
decir, de acuerdo con la evolución histórica de la norma y con los antecedentes de la norma.
vi) Argumento pragmático. Requiere que la interpretación se realice atendiendo a conseguir una
mayor efectividad, y evitar interpretaciones no útiles. Este y el anterior se han vinculado al
argumento especial de reducción al absurdo puesto que en ocasiones ha servido para evocar
este tipo de razonamientos.
ii) Argumento analógico. La analogía permite la autointegración de las lagunas, es decir, casos
de vacíos normativos. Se distingue entre analogia legis y analogia iuris.
a. Analogia legis. Es la analogía de la ley. Consiste en la transposición de la solución
que una norma dada ofrece para un caso a un supuesto de hecho no regulado en
aquella, pero del que podemos argumentar su semejanza.
b. Analogia iuris. Acude a los principios implícitos para colmar la falta de regulación y
procede de lo particular a lo general, a través de un razonamiento inductivo, de un
cierto número de normas formulando el principio general implícito o tácito
informador de todas ellas, y en un segundo momento se construye el razonamiento
analógico. El caso en cuestión no encuentra solución exacta en ninguna de estas
normas, pero queda subsumido en el principio general extraído.
iii) Argumento a fortiori. Este procedimiento argumentativo sugiere que si una norma predica
una solución normativa para un supuesto, existen razones para justificar que también se dé esa
solución normativa a otro supuesto “con mayor razón”. El criterio en este caso no es la
semejanza, como en la analogía, sino el merecimiento.
a. Argumento a maiore ad minus. Se aplica a calificaciones ventajosas, leyes permisivas,
facultades. Significa que el que tiene derecho a lo más, tiene derecho a lo menos. Por
ejemplo, si un banco está autorizado a prestar dinero al 15%, con mayor razón lo
estará para prestarlo al 8%.
b. Argumento a minore ad maius. Se aplica a prohibiciones o calificaciones
desventajosas. Significa que si se prohíbe lo menos, se prohíbe lo más. Por ejemplo,
si está prohibido fumar en lugares públicos o cerrados, se prohíbe lo más, esnifar
cocaína.
iv) Argumento apogógico (o de reducción al absurdo). Este argumento requiere que la
interpretación que se realice no pueda concluir o conducir a resultados absurdos, por
imposibles o por inaceptables. La percepción de lo absurdo puede ser algo controvertible. Se
entiende absurda, en este argumento, como que carece de sentido. Por ejemplo, si se prohíbe
la entrada de animales a los autobuses, no tiene sentido entender a los humanos como
animales, pues entonces la existencia de los autobuses carecería de sentido.
Calificación → el acto mediante el cual se catalogan los hechos, conforme a las categorías jurídicas4
Aquellos hechos que el jurista no pueda catalogar conforme a las categorías fijadas en el supuesto de
hecho de la norma son irrelevantes desde el punto de vista judicial. Esta fase de examinación de los
hechos suele ser la más controvertida, pues se oponen las alegaciones de las partes. La labor del juez
es determinar inequívocamente la calificación jurídica de los hechos.
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Por ejemplo, si se ha cometido de forma deliberada o involuntaria. La respuesta penal será diferente
dependiendo del caso.
Las decisiones judiciales deben justificarse.
La autoridad judicial no puede resolver estas cuestiones apelando únicamente a su posición de
autoridad. Las justificaciones han de ser congruentes, coherentes y estar motivadas5. La motivación
tiene que ver con la argumentación y con la justificación apoyada en razones, pues la decisión del juez
no es una conclusión lógica derivada de unas premisas, ni una actividad mecánica.
La necesidad de motivar cualquier tipo de resolución judicial también tiene que ver con los problemas
de la aplicación del derecho: lagunas y vacíos legales, términos ambiguos o indeterminación de la
consecuencia jurídica.
La discrepancia entre jueces a la hora de dictar sentencia está institucionalizada mediante el voto
particular, donde el juez que no comparta el criterio mayoritario puede exponer sus razones.
La justificación de las sentencias también es una parte del derecho fundamental a tener una tutela
efectiva de los jueces y tribunales, y puede ser defendido en recurso de amparo.
La motivación significa explicar la fundamentación mediante un razonamiento lógico. Debe contener
los elementos y razones de juicio que permitan conocer cuáles han sido los criterios jurídicos que
fundamentan la decisión.
Una resolución judicial está justificada únicamente si lo está tanto internamente como externamente.
No basta con reconstruir el itinerario lógico desde la calificación de los hechos hasta la aplicación de
la consecuencia jurídica, sino que también hay que aportar las razones materiales (de contenido, de
fondo) que apoyan cada una de las premisas del razonamiento.
Las sentencias tienen una estructura en tres partes: fundamentos de hecho, fundamentos de derecho
y fallo. Por tanto, la justificación debe hacerse según esta estructura.
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La motivación de la sentencia es la parte de la sentencia que indica las razones que han conducido al juez a
fallar en uno u otro sentido, demostrando que la decisión no es arbitraria.
ajustarse a la descripción fáctica (la descripción del hecho expresado de forma general y abstracta, por
ejemplo, “quien matare a otro”).
b) Modelo de libre convicción. Impide dar por probado algo que el juzgador no lo considera
como tal, tienda a ofrecer un grado de probabilidad suficiente.
Aquí hay que hacer mención a los requisitos probatorios, entre todos ellos:
1. Confirmación. Para establecer nexos causales.
2. No refutación. Las hipótesis pierden su fundamento cuando son convenientemente refutadas.
3. Principio de presunción de inocencia
4. In dubio pro reo. Si la hipótesis acusatoria no ha alcanzado la credibilidad suficiente de
acuerdo con el modelo de libre convicción, debe imponerse la hipótesis absolutoria.
Los problemas de prueba conocen dos límites, pues en la aplicación del derecho ni toda la forma de
alcanzar la verdad está justificada, ni está claro que el proceso nos lleve a conocerla:
1. Límites normativos. Son presunciones, hechos relevantes a probar, pruebas admisibles,
plazos y forma en que deben entregarse.
2. Límites epistémicos. Qué hechos cabe deducir, a partir de otros conocidos, siguiendo las
reglas de la lógica.