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Modernización y modernismos según Marshall Berman (en menos de tres páginas)

Ana Inés Markman (2015)



Marshall Berman (1940-2013) considera que hay una relación dialéctica entre
modernización y modernismo. “Modernización” es el término usado a partir del siglo XX para
referir a todos los procesos históricos que han producido y siguen produciendo un torbellino de
cambios, desde los descubrimientos en física que cambiaron nuestra imagen del mundo (la
llamada “Revolución Científica” de los siglos XVI-XVIII), la industrialización, los
desplazamientos demográficos, el rápido crecimiento urbano, el fortalecimiento de los Estados
nacionales, los movimientos sociales de protesta, los sistemas de comunicación masivos, todos
inmersos en el marco de un capitalismo que requiere permanente innovación.1 Por su parte, el
modernismo es definido por Berman como cualquier intento de convertirse en sujetos, y no sólo
objetos, de la modernización, para lograr “sentirse en casa”2 en el mundo moderno.
Esta definición implica una comprensión abierta, expansiva y dinámica de la cultura, que
se opone tanto a la partición de la actividad humana en esferas estancas, como a los intentos
por imponer en forma definitiva cualquier tipo de proyecto sin tener en cuenta que el mundo
está en constante cambio y la necesidad del diálogo democrático (Berman da el ejemplo de
Brasilia).3 Las ventajas de este enfoque son que genera las condiciones para el diálogo entre el
pasado, el presente y el futuro, revela lo que tienen en común personas de distintas etnias,
clases, sexos y nacionalidades, ampliando así nuestra visión de nuestra propia experiencia, y
permite desarrollar interacciones creativas entre todo tipo de actividades culturales. All That Is
Solid Melts Into Air, el libro más conocido de Berman, es precisamente un ejercicio intelectual,
que analiza textos de muy diversos tipos vinculados con transformaciones materiales de
diferentes ciudades, e incluso propone una obra de arte con valor político.4
Las miradas sobre la modernidad que debate son, sobre todo, las que caen bajo la
rúbrica de “posmodernismo”. Surgido en Francia luego de Mayo del ‘68 de “rebeldes
desilusionados”5 (Barthes, Foucault, Derrida, Lyotard, Baudrillard), es moneda corriente en la
crítica cultural en Estados Unidos en la época en que Berman escribe. Como su nombre indica,
los posmodernos mantienen que la modernidad se ha terminado. Consideran que las
esperanzas de progreso moral y social, de libertad personal y felicidad colectiva, que nos

1
Berman, Marshall, All That Is Solid Melts Into Air: The Experience of Modernity, New York, Penguin, 1988 [1982], p.
16
2
Ibid., pp. 5, 11, 345, 348.
3
Ibid., pp. 6-8.
4
En el último capítulo, escrito en gran parte en primera persona, Berman analiza el modernismo en su propia ciudad,
Nueva York, oponiendo al modelo del “mundo de las autopistas” de Moses, el modernismo de la calle de Jacobs. Al
final, propone que un modo de reapropiarse de la autopista construida por Moses que condujo a la decadencia de su
barrio de la infancia sería pintar en los muros de contención de la autopista un mural en distintos estilos con
imágenes de la historia del Bronx que se intercalarían con la visión del barrio actual en las partes donde no hay muro.
Al final de la autopista, colocaría un arco monumental inflable, que cuando estuviera inflado parecería una cubierta
de auto lista para huir –lo que los conductores querían hacer en su momento dada la peligrosidad del Bronx–, y
cuando estuviera menos inflado, un bagel –comida de origen judío como la mayor parte de los residentes
desplazados del barrio–, invitando a detenerse ahí a comer.
5
Ibid., p. 9.

1
legaron los pensadores de la Ilustración del siglo XVIII, se han mostrado, en el mejor de los
casos, como vanas fantasías, y en el peor, como motores para la dominación. Contra esto,
Berman afirma que seguimos en la modernidad y que aún cabe luchar por sus valores, como lo
muestran los nuevos sujetos y los nuevos actos que aparecen todo el tiempo; no ha concluido
la “gran narrativa” que presenta a la “humanidad como el héroe de la libertad” (Lyotard).6
Según su periodización, desde el siglo XX nos encontramos en la tercera fase de la
modernidad, luego de una fase incipiente en los siglos XVI a XVIII y una segunda etapa que
comienza con la ola de revoluciones de 1790, de la cual surge el público propiamente moderno,
consciente de estar viviendo un momento revolucionario.7 Nuestra fase se caracteriza por la
expansión de la modernización y por grandes obras de arte, pero la idea de la modernidad, al
fragmentarse en una multiplicidad de concepciones, ha perdido su poder para dar sentido a
nuestras vidas. Las ponderaciones sobre la modernidad son menos creativas y más
polarizadas: o se la acepta con un entusiasmo acrítico (futuristas, Bauhaus, Toffler) o se la
condena sin más (Weber, Marcuse, Foucault). En ambos casos, se la concibe como un
monolito cerrado.
Aunque en los años 60 hubo muchas reflexiones acerca de la modernidad, Berman
considera que todas ellas tenían fallas. Las posiciones retraídas (Barthes, Greenberg), que
afirmaban que el arte era auto-referencial, le otorgaron autonomía al precio de tornarlo algo
muerto. Las posiciones negativas, para las cuales el modernismo era pura subversión
(Rosenberg, Trilling, Poggioli), no sólo desconocían el poder constructivo del modernismo sino
que tendían a delinear una sociedad en sí misma libre de conflicto. Las posiciones afirmativas
del pop art, que buscaban romper las barreras entre las artes, y entre el arte y otras actividades
humanas (Cage, Sontag, McLuhan, Venturi, Hassan, Fiedler), eran vitales y creativas pero les
faltó perspectiva crítica para poner límite a esa apertura al mundo. Sin embargo, todas estas
posturas fallidas eran mejores que las de la década del 70, en la que casi ni se discutió el
sentido de lo moderno: el estructuralismo rechazaba toda pregunta acerca de la historia, el
post-estructuralismo rechazó la modernidad y las ciencias sociales se especializaron en
problemas fragmentarios en lugar de buscar un modelo más adecuado que el tecno-pastoral. El
resultado fue una reducción del espacio público y político, y un alejamiento de nuestras raíces
modernas, que Berman busca reencontrar para criticar su presente con miras al futuro.
Para concluir, quiero hacer unas breves observaciones sobre el enfoque de Berman. En
primer lugar, su concepción dialéctica del vínculo entre modernización y modernismos implica
una toma de posición dentro de la tradición marxista8 respecto del rol de la superestructura
como derivado de la base material de las relaciones de producción. No es lugar aquí para
reponer esos debates, pero cabe destacar que siguen teniendo vigencia. La perspectiva de

6
Ibid., p. 12.
7
Ibid., pp. 16-36.
8
A la que adhiere desde el propio título del libro, una cita del Manifiesto Comunista, texto que además analiza en
cuanto obra modernista en el segundo capítulo.

2
Berman es en este sentido optimista e invita a la acción creativa, aunque no desconoce las
permanentes contradicciones que implica la modernidad, cuyo reconocimiento es justamente
para él la clave de los modernismos sustanciosos. A la crítica de su libro que hizo el historiador
marxista británico Perry Anderson, cuyo diagnóstico de la contemporaneidad es oscuro,
Berman responde que puede ser más fructífero si, en vez de preguntarnos si la modernidad
aún puede producir obras maestras y revoluciones, nos preguntásemos si puede generar
fuentes y espacios de sentido, libertad, dignidad, belleza, alegría, solidaridad. Y él ve signos de
eso a su alrededor.9
En segundo lugar, creo que Berman está en lo correcto cuando afirma que seguimos en
la modernidad –cuyos comienzos podemos hacer coincidir con los del capitalismo sin
desconocer por eso sus dimensiones no económicas y las continuidades con la historia
anterior– y que el posmodernismo fue (o es) sólo una etapa dentro de un proceso más amplio.
Además, me parece que describe muy bien la experiencia de ese torbellino moderno: ser
moderno es vivir una vida de paradojas, es ser a la vez revolucionario y conservador –incluso
anti-moderno–, movido al mismo tiempo por el deseo de transformación y aventura, y por el
terror a la desintegración y la desorientación. Ahora bien, esa puede ser la experiencia de
Berman y la mía, habitantes de clase media de grandes ciudades occidentales, descendientes
de inmigrantes relativamente recientes de tradición judeocristiana, con acceso a la educación y,
a través de ella, a la historia de los modernismos y tal vez a la posibilidad de convertirnos en
sujetos del cambio. Pero ¿se trata realmente de una experiencia universal?
En el epílogo a la edición del 2010, Berman responde a una observación similar: que su
libro impone “valores modernos” a culturas que “tienen diferentes valores”. Su respuesta es que
esta crítica implica una reificación de las tradiciones culturales, mientras que la experiencia
moderna implica que todas las personas, sea cual sea su origen, están “forzadas a ser libres”
(Rousseau), dado que impone confrontaciones de valores que todos deben resolver, creando
una composición que les es propia. No solamente todo el mundo tiene la oportunidad de crear
significado para su vida, sino que todo el mundo debe hacerlo.10 Berman se lamenta por no
haber explorado más el miedo a la libertad que trae aparejada la modernidad y el consiguiente
deseo de escapar de esa libertad.11 En estas frases resuena Sartre: la condena de ser libre, la
náusea, la falsa conciencia. Aunque Berman no lo menciona a este famoso filósofo marxista de
la generación del ‘68 –¿a qué se deberá la omisión?–, cabe pensar que su concepción de la
experiencia moderna implica un existencialismo, aunque no ontológico sino histórico.

9
Berman, Marshall, “The Signs In The Street: A Response to Perry Anderson”, en New Left Review, Nro. 144,
Marzo-Abril 1984 (Descargado el 03/07/15 de http://newleftreview.org/I/144 donde también está la crítica de
Anderson).
10
Berman, Marshall, “Afterword to All That Is Solid Melts into Air: The Experience of Modernity”, Londres y Nueva
York, Verso, 2010 (Descargado el 03/07/15 de https://gsj.stonybrook.edu/article/all-that-is-solid-melts-into-air-
afterword-2010/).
11
Berman, Marshall, All That Is Solid Melts Into Air: The Experience of Modernity, New York, Penguin, 1988 [1982],
pp. 10-11.

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