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11/08/23 Fundadores de la Sociología: Karl Marx

Reseña de “Introducción. La modernidad: ayer, hoy y mañana” por Divana


Janeth Lozano Gómez

Libro: Todo lo sólido se desvanece en el aire – Marshall Berman

Marshall Berman abre la introducción de su libro con dos categorías a manejar


durante todo el texto, que es la modernidad y el ser modernos. La primera hará
referencia a aquellas experiencias compartidas que ocupan un espacio y
tiempo, tanto de uno mismo, como con los demás, en donde existen
posibilidades y peligros en la vida; aquella modernidad cruzará toda frontera,
tanto geográfica, étnica, de clase, religión, nacionalidad e ideológica, por lo
tanto, la modernidad une a la humanidad. Por otra parte, Berman habla de que
el ser modernos es la vida alrededor de las experiencias, de la transformación,
el crecimiento y el poder, teniendo una constante y posible amenaza de romper
aquello que decimos ser y conocer.

Continúa exponiendo a la modernidad como algo que la población encuentra


cercano a una amenaza contra su historia y tradiciones. Sin embargo, logra
equilibrar un punto donde la modernidad haya influido de manera positiva y sin
caer en los extremos, ni en un blanco o negro, plantea exponer puntos
siguiendo tres fases divididas históricamente, consultando a varios autores y
sus obras para observar puntos que nutre o empobrece la existencia de la
modernidad.

Comenzando con Rousseau, quien a su visión, previo a la Revolución


Francesa, Europa estaba al filo del abismo, concebía la vida social como un
torbellino, lleno de contradicciones: vértigo e impresión. Dejando ver que al final
del día podía haber miedo en los cambios abruptos que el siglo XVIII estaba
dejando escapar pero no era motivo para no sentirse atraído y maravillado.

Posteriormente, el autor se traslada un siglo después para situarse durante las


máquinas de vapor, ferrocarriles, telegramas, teléfonos, época donde los
Estados acumulaban de manera multinacional el capital con excedente
despilfarro (la clase dominante). Es cuando Berman desarrolla a dos autores:
Carl Marx que plantea los conflictos de 1848 como pequeños episodios
capaces de hacer balancear las bases de la clase dominante pero contempla la
gran contradicción en la que está establecida la modernidad, donde las
máquinas agilizan el tiempo de producción y sin embargo, no hay tiempo para
uno mismo más que para producir cada vez más, agotando al trabajador; el
hombre se hace de la naturaleza y a cambio, se vuelve esclavo de otro
hombre. Tal vez, la respuesta sea poner la fuerza de trabajo en el obrero que
arremeterá contra los terremotos de la modernidad y le dará un nuevo sentido
al trabajo. Marx, irónicamente, derrumba toda su teoría y la crítica, proponiendo
al obrero tomando la industria y al final, posicionándose como la clase
dominante. Concluye dando interrogantes y respuestas que al final, el
modernismo no logró desarrollar.

Saltamos a Nietzsche, quien, al igual que Marx, encontraba el modernismo


irónico y en constante contradicción, ambos se criticaban a si mismos. Juzgaba
la falta de valores y la individualidad, la auto-suficiencia, donde no importa que
te calces, no lo calzaras de manera perfecta, es una constante de caos
aceptada y que permite cuestionarse e intentar llegar a mejores valores para
los peligros que se avecinan. Propone la capacidad de cambiarlo, de no
cerrarlo y hacernos presentes en la obra de la vida, que somos participantes y
protagonistas, el pensamiento de nuestro tiempo.

Con los futuristas del siglo XX, el autor encuentra un modernismo acrítico, a su
percepción, incapaz de ser transformado a menos de enlazarse con la
tecnología moderna y el hombre, quien tendrá que sacrificar a sus mentes más
artísticas para terminar viendo relegado todo su trabajo a actividades
monótonas que no generan ningún tipo de satisfacción en el trabajador.

Max Weber hablará del modernismo como una “jaula de hierro” donde todo
está condicionado por el estado capitalista, legalista y burocrático. Donde el
criterio no existe y los barrotes nos despojan de todo, hasta del ser, somos
simples reproducciones mecánicas.

En los sesentas la crítica a la modernidad iba principalmente a las artes, donde


eran simples y burdas, a diferencia de hace un siglo. En primer lugar, una de
las corrientes modernistas, la marginada, proponía al arte moderno y a la vida
moderna no tener relación entre si; esto llevo a mucha critica sobre el
significado de hacer arte, la libertad para construirlo y exponerlo. Después la
ola modernista negativa, hablaba únicamente de destrucción y se olvidaba de
la parte transformadora y creadora, en un aire de rebeldía donde planteaban a
una sociedad exenta de problemas. En el modernismo afirmativo se llamaba a
romper las barreras entre arte y actividades humanas, como moda, diseño,
política e impulsaba a escritores, cineastas, bailarines, pintores, etc, invitandos
a trabajar juntos para la creación de proyectos más innovadores. Su finalidad
era abrirse a todas las posibilidades de las cosas e ideas en un mundo tan
basto y rico de oportunidades. La crítica que sufrió fue la falta de perspectiva
crítica a la hora de cuándo actuar, ver, decidir sobre qué permanece. Todos
ellos fracasaron pero otorgaron una amplitud visual para disfrutar el presente.

Finalmente, Berman concluye haciendo un recuento de todos los autores y


escenarios planteados encontrando así que para comprender los modernismos
hace falta ver nuestro pasado, todo lo que aconteció en su momento, la crítica
hecha y el cómo se ejecutó puede ser una guía excelente para nuestro devenir
en el futuro y el actuar en el presente (ayer, hoy y mañana), anteponiendo el
constante y frágil cambio, donde todo lo sólido se descance.

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