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Juan Carlos Siuffi Campo

Historia de la Filosofía Moderna – 17/02/2021

Optimismo modernista: un recuento histórico

Marshall Berman fue un filósofo estadounidense caracterizado como un optimista y


defensor de la modernidad, nacido en 1940 en El Bronx de Nueva York, dedicó su vida a proveer
y fundamentar un punto de vista esperanzador sobre la época moderna hasta su muerte causada
por un infarto en el 2013. Su crianza y vida en la capital del mundo fue una fuente de
inspiración, escribiendo ‘On the Town’, un libro donde relata lo que veía en sus viajes en el
metro de Nueva York, y a partir del intento de destrucción de su barrio por parte del gobierno
local para la construcción de una autopista, escribió el libro de origen del texto a reseñar hoy
‘Todo lo sólido se desvanece en el aire’, publicado en 1982.

‘La Modernidad: ayer, hoy y siempre’ es la introducción al libro ya mencionado, en este


texto, el autor proporciona fundamentos históricos y conceptuales de la época moderna que
permiten sostener y dar cuenta de su tesis principal: el problema de la modernidad
contemporánea es su desconocimiento y ruptura con sus raíces históricas. Comenzando en el
siglo XVI y llegando hasta el siglo XX –el momento donde fue publicado el libro, pero
probablemente, iría hasta el sol de hoy– se compone por tres fases: (i) del siglo XVI hasta finales
del siglo XVIII; (ii) desde la década de 1790 hasta finales del siglo XIX; (iii) del siglo XX en
adelante. Estas fases son alimentadas por los descubrimientos científicos; la industrialización de
la producción; los sistemas de comunicación de masas; y por los movimientos sociales masivos
de personas y pueblo. Cada fase contará con sus voces críticas reconocidas globalmente (Marx,
Nietzsche, Rousseau, Weber, Kierkegaard), de las cuales pocas podrán salirse del mismo
paradigma modernista: la necesidad de un hombre nuevo, y más generalmente, la necesidad de lo
nuevo, de lo innovador. En adición a ello, un elemento caracterizador de la modernidad es el
anhelo por lo universal, lo inconmesurable, lo cosmopolita. Sin embargo, la mejor forma de
resumir la modernidad es como una “vorágine”, un torbellino, una constante antinomia, la
modernidad celebra el todo y la nada a la vez, la modernidad quiere ser el todo y la nada a la vez.
Por eso, la modernidad está en todas partes: en el arte, la cultura, la ciencia, la política, la
economía y la arquitectura, la modernidad es inescapable, pero para Berman, esto no es lo
problemático en la contemporaneidad.

La primera fase será la que precede a las Revoluciones (francesas, americanas,


industriales), en esta, surge la voz de Jean-Jacques Rousseau para relatar la atmósfera donde nace
la sensibilidad moderna. En ‘La nueva Eloísa’, el héroe le escribe a su amada desde el torbellino
de la vida metropolitana que es un “un choque perpetuo” y donde “todos entran constantemente
en contradicción consigmo mismos (Rousseau en Berman, p. 2, 1982). La modernidad es una
época de quiebres, la revolución en el pensamiento ya había empezado, los escritores y filósofos
de la Ilustración están buscando, como diría Kant, despertar al resto del mundo de su pesado
sueño. Por medio de los desarrollos científicos, cien años después, encontraremos la segunda
fase.

La segunda fase caracterizada por por los paisajes industriales: másquinas de vapor, vías
férreas, zonas industriales, las voces críticas adquieren más potencia que nunca, Nietzsche y
Marx siendo los dos más icónicos, pero sin olvidar a otros en el campo de la literatura como Jane
Austen, crítica ávida de los comportamientos elitistas de la modernidad victoriana; Las
Hermanas Brontë, relatoras de realidad moderna, apabullante y misógina; Fédor Dostoievski,
Juan Carlos Siuffi Campo
Historia de la Filosofía Moderna – 17/02/2021

crítico del pensamiento racionalista ilustrado; Søren Kierkegaard, capaz de retratar el sentimiento
moderno por antonomasia: el vértigo y la ansiedad existencial. Nietzsche y Marx se caracterizan
por tener la fe en un “nuevo hombre”, nuevas tipografías de humanos surgen, como los ‘Little
Jack Horners’, el ‘Flâneur’, los pensamientos nihilistas, de autosuficiencia y de individualidad se
imponen. El ser humano se individualiza, pero duda de sí, reconoce sus propios conflictos (como
Whitman), tiene un ritmo de vida frenético, o simplemente se deja llevar por la vorágine de la
modernidad.

La tercera fase la considera Berman como brillantemente creativa, pero al mismo tiempo,
es una donde el ser humano del siglo XX en adelante ya no sabe cómo utilizar su modernismo.
En este momento se ha perdido la conexión con la cultura y las vidas, se ha vuelto un tiempo
polarizado, donde o se rechaza (como la vanguardia de los sesenta) o se acepta con entusiasmo la
modernidad, no hay puntos intermedios. Aquí surge el futurismo italiano, queriendo destruir las
instituciones y las estructuras modernas. Tiempo después, el romance acrítico con las máquinas
se incrusta en el pensamiento estético, el Bauhaus, Le Corbusier y Alex Inkeles propenden por
que el hombre se ponga a merced de las máquinas y que la única labor disponible es la de
“enchufar máquinas”. Ahora, los críticos del siglo XX han abandonado la fe por un nuevo
hombre, ya no creen en la capacidad innata de luchar contra el destino, se posiciona la idea de
“Jaula de Hierro” de Weber, y Foucault afirma que nada de lo que queremos lo queremos
realmente, las masas no tienen sensibilidad ni espiritualidad, el ser humano se vuelve
“unidimensional”, Berman nos confronta: ¿qué nos queda entonces? ¿qué hacemos con nuestra
vida moderna?

Nadie puede estar por “fuera” del mundo contemporáneo, a esto se enfrenta lo que queda
de la vanguardia de los sesenta y se asientan tres actitudes hacia la vida moderna: marginarse de
la vida moderna, como el caso del arte por el arte (Clement Greenberg) y el escritor que le
vuelve la espalda a la sociedad (Roland Barthes); la revolución permanente contra la totalidad de
la existencia moderna, aquí la tradición es derrocar la tradición, es oponerse a todo, es destronar
los valores, pero se hace olvidando la fuerza afirmativa y vitalizadora del pasado, olvidando que
sin importar la época, habrán problemas; o afirmar el modernismo, que coincide con la aparición
del pop art, estos modernistas como John Cage, Lawren Alloway y otros buscaron recrear la
apaetura al mundo de los modernistas del pasado, como Baudelaire, Apollinaire y otros, sin
embargo, este modernismo pop, a los ojos de Berman, es acrítico e ignorante de las
problemáticas y poderes peligrosos. Si bien todos estos modernismos y antimodernismos
presentaron fallos estructurales, el ambiente que dejaron fue el de “lenguaje común”, de
“orientaciones activas hacia la historia, intentando de conectar el presente turbulento con un
pasado y un futuro” (Berman, p. 8, 1982).

Berman se opone a una perspectiva pesimista del modernismo, al ver cómo se


reconstituyó su barrio después de que construyeran la autopista, se dio cuenta de que el ser
humano moderno no es tan unidimensional como se piensa. Apoyándose en Octavio Paz,
Berman ve en el modernismo del pasado la oportunidad de devolverle sentido al modernismo del
presente. Reconectar con lo que fue nos ayudaría a iluminar nuestras aparentes contradicciones,
o al menos a disfrutarlas y aceptarlas, como proclama Whitman. Berman brinda un mensaje
esperanzador, llena de vitalismo que por medio de una reconstrucción histórica es capaz de
convencer, o al menos de problematizar al lector. Berman trae una lectura integral de los autores
Juan Carlos Siuffi Campo
Historia de la Filosofía Moderna – 17/02/2021

que menciona, los articula y los relaciona de tal manera que uno es ahora capaz de entender sus
escritos desde una perspectiva más macro, reconociendo la relevancia y el poder de las obras.
Este optimismo modernista es bello, es volver a creer en una cultura vibrante, es tener esperanza
sobre lo que guarda el futuro, Berman hace un llamado a hacerle justicia a la historia, como diría
Nietzsche. Sin embargo, ¿será peligrosa la esperanza que nos da Berman? ¿podemos
verdaderamente esperar algo de un mundo que nos ha mostrado principalmente injusticias e
indolencia? ¿Se está dejando llevar Berman por un optimismo irreal? Creo que la posición crítica
del autor es suficiente para dejarse convencer de que no se trata de una esperanza a ciegas, sino
de una seguridad en que el ser humano moderno tiene más para ofreceer de lo que se piensa
actualmente. Reconectarse al pasado le permitiría entender mejor su lugar en el mundo y en la
historia, si tanto afán tiene por crear e innovar, necesita conocer qué se ha creado.

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