Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Es importante subrayar, una vez más, que estas dimensiones y fases del
proceso cognoscitivo humano, aun distinguiéndose, no se dividen. Están
siempre mezcladas entre sí de tal modo que no es posible hablar de una sin
hablar también de las demás. No puedo hablar de la experiencia sensible sin
mencionar lo que encuentro en la experiencia, por lo tanto, sin traducir en
palabras y conceptos la experiencia misma (Lucas Lucas, 1999).
Entendemos por sensación externa aquella primera fase del proceso cognitivo
humano en la que se produce un acto psíquico cognoscitivo a partir de un
estímulo (Lucas Lucas, 1999).
La sensación, como primera fase del proceso cognoscitivo, es el conocimiento
inmediato y concreto de una cualidad material, externa o interna a nuestro
cuerpo, que se obtiene mediante la respuesta del órgano de un sentido externo
a un estímulo físico, químico o mecánico.
La percepción interna
a) La conceptualización
b) El juicio
c) El razonamiento
Entre los estudios que prepararon la revolución científica destacan los que se
realizaron, en el siglo XIV, en Oxford y en París. En Oxford la tradición de
Grosseteste y Bacon fue continuada, en el siglo XV, por autores como Richard
Swineshead, John Dumbleton, Thomas Bradwardine y William Heytesbury.
Destaca la representación matemática del movimiento formulada por
Bradwardine, y el teorema de la velocidad media de Heytesbury, conocido
también como “teorema del Merton College”, que desempeñó un papel
importante en la formulación de la ley de caída de los graves de Galileo y, por
tanto, en los comienzos de la física moderna. En París destacan, en esa época,
Jean Buridan (1300-1385) y Nicole Oresme (1325-1382). Buridan intentó
explicar el movimiento mediante su teoría del “ímpetus” o impulso comunicado
a un proyectil cuando es lanzado, que se aplica también a la caída de los
cuerpos bajo la acción de la gravedad. Este concepto sirvió para formular la
noción de inercia. Oresme realizó importantes aportaciones a las matemáticas,
a la representación geométrica de las cualidades (cuestión de gran importancia
para la nueva física), a la ley del movimiento acelerado, a la caída de los
graves (utilizó incluso una figura geométrica idéntica a la que usó Galileo unos
tres siglos más tarde), a la teoría del «ímpetus», y al universo en su conjunto
(rotación de la Tierra) (Artigas, 1999, p. 32).
(...) el propio ardor con que eran estudiados los textos de Aristóteles
garantizaba la rápida detección de las incongruencias de su doctrina o de sus
demostraciones; incongruencias que muchas veces se convirtieron en el
fundamento de nuevas realizaciones creativas. Los eruditos medievales
apenas habían entrevisto las novedades astronómicas y cosmológicas que
pondrían sobre el tapete sus sucesores de los siglos XVI y XVII. Sin embargo,
ampliaron el campo de la lógica aristotélica, descubrieron errores en sus
razonamientos y rechazaron un buen número de sus explicaciones a causa de
su desajuste con las pruebas proporcionadas por la experiencia.
Paralelamente, forjaron un buen número de conceptos e instrumentos que se
revelaron esenciales para los futuros logros científicos de hombres como
Copérnico o Galileo (Kuhn, 1978, pp. 160-161).
Durante dos siglos, el éxito de la física newtoniana fue enorme. Pero a finales
del siglo XIX se advertía la necesidad de introducir nuevos conceptos para dar
cuenta de fenómenos que no encajaban bien en la física clásica. La relatividad
y la mecánica cuántica ampliaron extraordinariamente el ámbito de la física.
Más tarde se produjeron otras revoluciones que han afectado también a la
biología y a toda la ciencia experimental (Artigas, 1999, p. 54).
La teoría de la relatividad
El segundo postulado establece que las leyes de la física deben tener la misma
forma cuando se refieren a sistemas inerciales, que se mueven uno respecto al
otro con una velocidad rectilínea y uniforme. A partir de ahí, Einstein llegó a
una nueva formulación de las leyes de la mecánica, obteniendo consecuencias
revolucionarias: las mediciones de distancias y de duraciones son diferentes
según el sistema de referencia en que se miden; la masa no es constante, sino
que cambia con la velocidad; existe una equivalencia entre masa y energía en
las transformaciones físicas: esa equivalencia tiene consecuencias importantes
en la física atómica, y se encuentra en la base de la utilización de la energía
atómica (Artigas, 1999, pp. 54-55).
La física cuántica
La revolución cuántica comenzó en el año 1900. Fue provocada por Max
Planck (1858-1947) cuando, para explicar el fenómeno de la distribución de
energía en la radiación que en física se denomina del “cuerpo negro”, postuló
que la energía no se emite y absorbe de modo continuo, sino discreto, como en
“paquetes” o “cuantos” de energía, cuyo valor es siempre múltiplo de la
frecuencia de la radiación: el valor de la energía es igual a la frecuencia
multiplicada por una magnitud constan te, que se denomina “constante de
Planck”. Esta constante desempeña un papel fundamental en todos los
fenómenos de la física atómica y sus resultados que marcaran decisivamente a
la humanidad. Planck propuso su revolucionaria idea en 1900, pero no tenía
interés en modificar la física: sólo pretendía resolver un problema específico.
Sin embargo, se acabó viendo que la idea de Planck exigía formular toda una
nueva física para dar cuenta de los fenómenos del microcosmos, ósea, de los
átomos y de las partículas subatómicas (Artigas, 1999, p. 56).
La biología molecular
Este progreso tiene un doble interés filosófico. Por una parte, frente a la
epistemología clásica, demasiado centrada en la física, la epistemología actual
se desarrolla teniendo cada vez más en cuenta la biología. Esto resulta lógico,
si consideramos en cuenta que los vivientes son los seres más perfectos de la
naturaleza. Se comprende que en épocas anteriores la filosofía de la ciencia
girase especialmente en torno a la física, y que sólo cuando la física y la
química han progresado mucho, haya podido también progresar seriamente la
biología, volviendo a colocar a los vivientes en el puesto central que les
corresponde, y a la biología en el centro de las ciencias naturales (Artigas,
1999, p. 58).
El caos es, por una parte, determinista, pero por otra, refleja un futuro incierto.
Sugiere la existencia de una indeterminación en el mundo físico y permite
comprender cómo, a partir de una colección bastante limitada de componentes
y de leyes básicas, pueden llegar a formarse sistemas muy variados y que
poseen muchos tipos de complejidad (Artigas, 1999, p. 59)
La informática
El concepto de información suele utilizarse en tres contextos que, si bien están
relacionados, son diferentes. En primer lugar, tanto en la vida ordinaria como
en las ciencias de la información, se relaciona con la comunicación de
mensajes y, por tanto, con la acción de informar a alguien acerca de contenidos
que tienen un significado. En segundo lugar, la teoría de la información estudia
aspectos tecnológicos de la transmisión y tratamiento de mensajes, utilizando
conceptos matemáticos relacionados con la teoría de la probabilidad. En tercer
lugar, en las ciencias experimentales se utiliza cada vez más un concepto de
información que equivale aproximadamente a un programa que guía la
actividad natural: este concepto se comenzó a utilizar en la biología cuando se
descubrió la existencia de la información genética, y se ha extendido también a
otros dominios de la física y la química. De aquí que, la “teoría de la
información” trata del estudio científico de la información, y comprende el
estudio del procesamiento y transmisión de información. La informática estudia
ese ámbito científico y tecnológico, que ocupa un lugar cada vez más
destacado en la vida ordinaria y en la ciencia contemporánea, y que incluye los
ordenadores, las telecomunicaciones y la microelectrónica.
Ética y biogenética
Según esta postura un conocimiento es tal solo cuando cumple con las reglas
básicas de la lógica y posee una validez universal. En otras palabras cuando
nuestra razón juzga, con claridad y evidencia, que una cosa tiene que ser así,
siempre y en todas partes, y que no puede ser de otro modo, solo entonces nos
encontramos ante un verdadero conocimiento. Un juicio que cumple con los
anteriores requisitos adquirirá el carácter de necesario y tendrá una validez
universal (Hessen, 2010, pp. 42-43).
Un conocimiento que sea coherente con la lógica racional más elemental y que,
por ende, sea válido universalmente, puede demostrarse con la misma
rigurosidad interna que tiene la matemática. Ejemplo: si la razón dice con
certeza y claridad, que “todo cuerpo es extenso”, esta aseveración es cierta y
válida ya que nadie puede dudar de que la extensión es intrínseca a todo
cuerpo.
Gerhard Kropp (1961, pp. 36-37) advierte que uno de los riesgos del
racionalismo se halla en si manía de demostración. El racionalismo exagerado
puede tomar, en forma excluyente y subjetivamente, hechos por verdades
racionales, identificando verdad y realidad y rayando las características del
dogmatismo. Sin embargo, el racionalismo y su orientación hacia las
matemáticas tiene, entre otros, los siguientes méritos:
La experiencia
Cuadro No. 1
Tipos de Nomenclatura
Clasificaciones Categoría
Juicio lógica
• Afirmativos • A es B • Realidad
• Indefinidos • A es no B • Limitación
• Sustancia/
• A es B Accidente
• Categóricos
• Si C es D, A es • Causa/
• Por la relación • Hipotéticos
B Efecto
• Disyuntivos
• A es B o C • Acción
recíproca
•Por la • • A es • Posibilidad
modalidad Problemático posiblemente B
s • Existencia
• A es realmente
• Asertóricos B • Necesidad
• A es
• Apodícticos necesariamente
B
Fuente: Juan Cruz Cruz (2017). Juicios y categorías kantianas, recuperado de:
http://www.leynatural.es/2017/03/29/vocabulario-los-filosofos-categorias/
La mediación tecnológica
Finalmente, vale la pena subrayar que el acercamiento a las TIC, tanto para los
docentes como para los estudiantes, debe realizarse en forma lúdica: mientras
aprendemos los unos de los otros, que logremos incluso divertirnos. Por otro
lado, si las TIC no sirven para dinamizar el proceso de enseñanza aprendizaje
y para mejorar el rendimiento académico o si aún no se cuenta con las pericitas
necesarias, quizá sea mejor no usarles (Cebrián, 2003, p. 45-46).
Se puede constatar que existe una especie de pugna o contraposición entre
los intelectuales formados en las ciencias humanísticas o sociales y aquellos
que se han especializado en las ciencias experimentales o exactas. A veces,
se cuestiona hasta la validez objetiva de las apreciaciones y aportes de uno u
otro ámbito del conocimiento. Estamos convencidos que es posible una
concepción más unitaria del conocimiento. En esto, la profundización
investigativa en las áreas filosóficas de Epistemología, Filosofía de la Ciencia y
Teoría del conocimiento pueden dar luces y ser un auténtico aporte en esta
búsqueda de unidad sistémica del conocimiento. Pero también el aporte de la
Antropología Filosófica u otras disciplinas filosóficas, en sus múltiples
relaciones con las demás ciencias, puede ofrecer una interesante perspectiva
de solución a este problema. Estamos seguros que el amplio espectro de la
filosofía puede ofrecer pautas para evitar la fragmentación del conocimiento –y
por ende del ser humano– al que asistimos en nuestros días.
Es evidente que hay una concepción fragmentada del conocimiento; esto trae
consecuencias para el ser humano. En consecuencia, si las bases del
quehacer científico son parciales, hay el riesgo de fragmentar al ser humano
mismo. Si se absolutiza uno de los ámbitos de la ciencia será fácil caer en la
absolutización de tal o cual producto o resultado del conocimiento.
Ante este panorama, consideramos que uno de los puntos sobre los cuales se
puede buscar una comprensión más holística del saber es el hombre. En
efecto, el hombre que es un ser capaz de conocimiento es capaz también de
autocrítica y metacognición; el ser humano que es el protagonista principal de
la producción científica, es también el que se cuestiona sobre el sentido y la
finalidad de sus saberes. Debido a esta inquietud trascendental del hombre no
caben los reduccionismos de ningún género.
Consideramos que este desafío es, ante todo, para la filosofía con su peculiar
forma de reflexionar sobre la realidad. En efecto, la verdadera filosofía en un
saber libre que lucha contra todo tipo de condicionamientos artificiales,
evitando caer en visiones totalitarias, ideologizadas y alienantes.