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JOSÉ RIVERA INDARTE

Traidor A La Patria, Ladrón, Estafador Y Mediocre Escritor

Gonzalo V. Montoro Gil

“Las Tablas de sangre son, antes que nada, una


obra de ficción: por su factura, el origen de su
publicación y la intención de su autor, un letrado
proclive a la invectiva y la hipérbole.”
Alejandro Quintero Mächler

I.-Introducción

Hemos tratado en otro trabajo (“José Mármol-Algunos Rasgos De Un Traidor A


La Patria Y Mediocre Escritor”) no solo las acciones y pensamientos de ciertos
sujetos que traicionan los intereses nacionales, sino, también su pequeñez
intelectual y sus pretendidas artes, como el ejemplo de José Mármol el cual
hasta sus propios socios políticos cuestionaron su capacidad literaria. De algún
modo solo le sirvió a la política Unitaria imperante, a los efectos de destronar el
gobierno soberano de Juan Manuel de Rosas.
Fue José Mármol, el ‘folletinero’, uno de los medios de los que se valió el
Unitarismo y Francia para impulsar –desde el punto de vista periodístico- la
lucha contra Rosas y la Confederación Argentina.
Una vez caído éste, el reconocimiento de su labor fue decayendo. Hablamos
de ‘reconocimiento’, pues desde el punto de vista artístico nunca superó la
mediocridad.
Pues bien, otro personaje en la misma línea de José Mármol fue José Rivera
Indarte.
Como se dice en la introducción hecha por la editorial –‘Decíamos Ayer’ - de la
Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en
un brillante artículo de Ernesto Palacio, reproducido en Nro.52 Julio/Septiembre
1998: “la historia oficial sigue siendo la misma, y la historia sigue ausente de
las versiones volcadas en nuestras aulas. Esto vale para cualquier período de
la Historia Argentina, desde la conquista y colonización (poblamiento decimos
nosotros) hasta la reciente historia, no más de una versión modelada al gusto
ideológico de quien ha inspirado el programa de su desarrollo. […], no puede
esperarse que se imparta la materia historia, o los aspectos históricos
encerrados en otras cuestiones -tal como se propone se imparta la enseñanza
de aquí en más- sino una versión ideológica que además de su deformación,
aporte su cuota antinacional. La vigencia de lo señalado por Palacio surge así
evidente, tanto en cuanto al presente como al futuro. […]. Desde aquí
señalamos que tal como se diseña la currícula, la enseñanza así concebida
apunta a una despersonalización de la sociedad y a una materializa-ción de la
concepción de la vida. Denunciamos esta actitud antinacional, al servicio de los
intereses internacionalistas y colonialistas, con esta nueva muestra de
pedagogía servil.”.
El iluminismo venido de Francia en el siglo XVIII sigue vigente en nuestra patria
hoy día. Basta oír los oráculos liberales por TV o en páginas y páginas de
diarios para retrotraernos a aquellos tiempos. Para estos liberales el progreso
deviene de la razón nada más, que busca ideales utópicos a través de un
rancio despotismo ilustrado, de un derecho desligado de nuestra tradición
histórica, de nuestras raíces hispanas, ciego a la realidad que nos circunda en
cada tiempo y lugar. Los llamados ‘románticos’ que eran los adalides de lo
mencionado con una soberbia perenne y pagada de ellos mismos.
De tal modo, Rosas y la Confederación Argentina representaban el empirismo
organizador, contrario a la ‘ideología’, que es la negación plena de la política
que se antepone a las necesidades del interés nacional.
La ‘ideología’ basada en los asesinos de los franceses de 1789 establece que
los principios, que pueden haber funcionado o no en Europa, se deben aplicar
a cualquier territorio y cualquier realidad, por más que vayan contramano de las
tradiciones, geografías, caracteres de esa geografía en donde se intenta
implantar.
Estos teóricos de laboratorio, como Rivera Indarte, prescinden, pues, de las
particularidades de la gente, su idiosincrasia y, sobre todo, de sus intereses
existenciales. Esa es la ‘ideología política’, tan contraria a la ‘doctrina política’
que parte de las realidades, experiencias e intereses circundantes para edificar
el ‘corpus’ filosófico, normativo a aplicar allí.
Es que ningún hecho histórico ocurre en el medio de la nada; la geografía va
modulando los destinos de un pueblo determinado, en un lugar determinado en
un tiempo determinado, con un espíritu y religión determinada.
Además, una de las características de estos Unitarios –que los engloba- es que
prescinden absolutamente del Derecho para dejar de lado la causa
jurídicamente válida de su Nación sin importarles la razón fundada de nuestras
posturas nacionales con tal de favorecer las teorías supuestamente
‘humanistas e internacionales’.
Porque, como decía Ricardo Curutchet, “La Nación es la encarnadura histórico-
política de la Patria, esto es, la voluntad común de que la tierra natal sea la
expresión unitiva de sus hijos hacia el logro de un destino propio, conforme a
sus valores fundacionales. El Caos es todo lo que atente contra ello, la quiebra
del orden natural que debe regir a toda sociedad humana”·, como lo predican y
hacen los liberales y marxistas de toda laya.

Estos adalides de los derechos extraños cuando se ven compelidos a


reconocer los derechos soberanos de su patria, prescinden del Derecho para
sujetarse únicamente a sus ideas políticas política. Y para peor, a la política
que favorece a los internacionalistas imperiales.
Así, dice el Contralmirante francés Leblanc en el año 1838, cuando el bloqueo
del puerto de Buenos Aires: “Debemos concluir con que no es posible ningún
arreglo con Rosas, y si esto fuera posible no debemos aceptarlo; ni
menos ofrecerlo, porque tendremos siempre en Rosas un enemigo que no
olvidará ningún medio para perjudicarnos, y nosotros perderemos amigos [se
refiere a los unitarios] rompiendo los vínculos morales que nos unen a
éstos traicionando la causa de la civilización que representamos aquí. Es
posible y probable que con los aliados que los agentes franceses han
procurado [los unitarios] y los recursos puestos a su disposición,
triunfaremos sobre Rosas; pero sería más seguro, más digno de la Francia,
enviar fuerzas de tierra que unidas a las de don Frutos y de Lavalle concluirían
pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río
de la Plata la influencia de la Francia”. (la ‘negrita’ nos pertenece).
Demuestra esto que la idea era acabar con Rosas y su resguardo de nuestra
soberanía; no llegar a algún acuerdo diplomático. Eso era la ‘civilización’ para
Francia. El objetivo: la conquista territorial de nuestra patria y una influencia
permanente comercial y cultural en el Río de la Plata.
Es un detalle que no hay que dejar pasar el hecho que la propia Francia toma
nota que la ayuda dada a los Unitarios, reconocen no es ‘digno’ de su patria, y
pero sí sería más ‘digno’, aliarse militarmente con Fructuoso Rivera y Lavalle.
La hipocresía en su más alto vuelo mientras la razón y el derecho ellos mismos
lo dan por ausentes de sus acciones.
Los franceses tenían la particularidad de decir desembozadamente sus
intenciones. El historiador Mignet decía en la ‘Revista de Ambos Mundos’ el 1º
de Julio de 1838 que “….Una ostentación más frecuente de nuestras fuerzas
navales nos eximirá en muchos casos de tener que emprender una acción
efectiva. y nuestra navegación de comercio, nuestras relaciones mercantiles y
el establecimiento de los franceses en la costa opuesta del Atlántico,
tomarán un inmenso desarrollo, útil para nuestros intereses y ventajoso,
a la vez, para nuestra gloria: porque tenemos la convicción profunda de que
el vasto continente de la América del Sur está llamado a grandes destinos, pero
también estamos convencidos de que para llenarlos cumplidamente necesita
una continua infusión de las luces y de la actividad de la vieja Europa”. (la
‘negrita’ nos pertenece).
Pues bien, uno de esos que con su pluma impulsaba los intereses de Francia
era José Rivera Indarte.
Escribe Fernández de Cano, con precisión y en resumidas cuentas, las idas y
vueltas de Rivera Indarte que “a sus veintiún años de edad José Rivera
Indarte se convirtió en un acalorado defensor de la política del dictador Juan
Manuel de Rosas, cuya calidad humana y capacidad como dirigente llegó a
ensalzar en algunos de sus más célebres poemas, entre ellos los titulados “El
Himno Federal” (1834) y “El Himno De Los Restauradores” (1835). Por aquella
época de mediados de los años treinta, con Rosas situado en la cúspide de su
trayectoria política, el joven Rivera Indarte llegó a ser considerado algo así
como el poeta oficial del gobierno del militar bonaerense, al que había dedicado
sus poemas más conocidos, unas ardorosas soflamas románticas henchidas
de ardor patriótico”.
Pero este mismo arrebato romántico propició que, poco tiempo después, el
impulsivo poeta de Córdoba se enemistara profundamente con el dictador,
hasta el extremo de pasar de sus inflamados elogios a otros poemas tan
críticos con la política del gobernante como el titulado “Al tirano José Manuel
Rosas”.

II.- José Rivera Indarte


Entre estos mediocres que fueron -en un principio- serviles panegiristas
extremos de la Confederación Argentina y vivieron a la sombra del régimen
usufructuando los beneficios del poder para luego atacarlo con la pluma,
cuando no se les reconoció mérito alguno, tenemos al citado José Rivera
Indarte.
Podemos ver, y por palabras de sus socios políticos, que Rivera Indarte más
que un buen escritor, era un polemista panfletario cuya producción no tenía
virtudes literarias, mas sí tenía peso en la lucha de los Unitarios contra Rosas
obrando como acicate.
Leandro Ezequiel Simari dice que Rivera Indarte “establece sus mecanismos
de representación y propaganda contra el régimen de Juan Manuel de Rosas a
partir de la exacerbación y acumulación de tópicos y estrategias de amplia
difusión en la prensa y la literatura del antirrosismo, sobre los que ofrece una
versión tan singular como radical”.
Sigue diciendo el autor citado que aún después de su muerte, Alberdi,
Sarmiento, Mármol, Echeverría y Gutiérrez terminarían por confinarlo a un
segundo plano.
Juan María Gutiérrez como Bartolomé Mitre sostenían los escasos méritos
literarios del biografiado. Hoy día su nombre es omitido por la mayoría de los
estudios de la poesía local.
Veamos los antecedentes del aquí biografiado.
Vicente Osvaldo Cutolo describe que Rivera Indarte estudió en la Universidad
de Buenos Aires, donde cursó latín, filosofía y matemáticas; tras enemistarse
con algunas personalidades como Vicente Fidel López, fue expulsado de la
Universidad por robo de libros. Aunque fue readmitido en la casa de estudios al
año siguiente, volvió a tener problemas penales por robo de la corona de una
imagen sagrada y por un intento de estafa al coronel Pablo Zufrategui.
Fue condenado a prestar servicios militares en el batallón del General Benito
Rolón pero, por su inutilidad en el uso de las armas, se le conmutó la pena por
la de destierro por un año en 1832.
Durante los años anteriores había publicado algunas notas y poemas en el
periódico La Gazeta Mercantil, en los que se pronunció por la oposición al
partido de Juan Antonio Lavalleja en la Banda Oriental. Esa fue su carta de
presentación al emigrar a Montevideo, donde publicó un periódico llamado ‘El
Investigador’ y fue parte de la Comisión Censora del Teatro. Fue expulsado por
el presidente de ese momento, Fructuoso Rivera, a pedido de su ministro ―y
futuro presidente―Manuel Oribe, y regresó a Buenos Aires en 1834.
Es así, que además de escritor bien pagado fue un pésimo militar, ladrón y
estafador. Fue expulsado de la Universidad por robo de libros. Aunque fue
readmitido en la casa de estudios a los pocos meses, volvió a tener problemas
penales por robo de la corona de una imagen sagrada y por un intento de
estafa al coronel Pablo Zufrátegui.
Fue co-fundador del periódico ‘El Imparcial’, que defendía enérgicamente las
posturas del Federalismo y de su admirado jefe, el general Juan Manuel de
Rosas. Allí publicó el ‘Himno de los Restauradores’ y el ‘Himno a Rosas’, que
hemos mencionado.
Tras el asesinato de Facundo Quiroga y el ascenso de Rosas al gobierno,
lanzó en 1835 un pasquín con una ‘Oda a Rosas’ que pegó en varias esquinas
de la ciudad, encabezado por una espiga de maíz ―llamada en la Argentina
mazorca― que representaba a Rosas, usando una analogía respecto al cabello
rubio del gobernador y su color de tez rubicundo. El cartel era una amenaza
velada a los opositores, y la figura fue tomada como símbolo por los fanáticos
rosistas de la Sociedad Popular Restauradora, que comenzaron a usar
orgullosos el nombre de La Mazorca.
Esa ‘Oda a Rosas’ era una apología almibarada, sin mayor calidad literaria, al
personaje en cuestión. Rivera Indarte competía en servilismo y fanatismo con
otros a ver quién era más elogioso a Rosas y su familia. Había sido federal,
miembro de la Sociedad Popular Restauradora y a su pluma pertenecía el
“Himno a Rosas”.
Dice Mariano Oropeza que entre la literatura, y la política oficial, brilla la estrella
de Rivera Indarte por dos años en el Buenos Aires rojo punzó “La Volkameria”,
poesías dedicadas a Agustina Rosas de Mansilla, hermana de Juan Manuel,
madre de Lucio V., “Diez años o la vida de una mujer”, una de las dos piezas
teatrales que escribió. Y en los periódicos la crónica del asesinato de Quiroga,
que endilga a los unitarios, la acción “gloriosa” del gobierno rosista -que
completaría con una laudatoria biografía del caudillo bonaerense- , en forma de
folleto.
Pero, en 1836, el presidente uruguayo Oribe lo denunció como participante en
conspiraciones junto a los Unitarios, y para salvarse Rivera Indarte intentó
apoyarse en el Gral. Lucio N. Mansilla y Pedro de Angelis, que se negaron a
respaldarlo.
Fue arrestado y pasó varios meses preso; puesto en libertad, su situación
empeoró al año siguiente, cuando su antiguo socio Bacle fue descubierto
vendiéndole planos militares al gobernante boliviano Andrés Santa Cruz.
Existía un complot entre unitarios argentinos, uruguayos y bolivianos-peruanos
(que motivaría la ocupación de tropa bolivianas de Jujuy y Salta hasta 1839,
tras la derrota en Montenegro, y comienzo de la secesión de Tarija del territorio
nacional).
Por ello, Rivera Indarte escaparía de Buenos Aires rumbo a Estados Unidos,
luego de Uruguay y Brasil.
De modo que, tras permanecer oculto algunas semanas, logró abordar un
buque estadounidense y partir al exilio a los Estado Unidos donde –
extrañamente, o no- le dio cobijo nuestro embajador Carlos María de Alvear.
Sintetiza José María Rosa: “Rivera Indarte, que años atrás robara la corona de
la Virgen de las Mercedes; que fuera expulsado de la Universidad por ladrón de
libros; hombre de costumbres sospechosas e hipócrita redomado; ensalzador
de Rosas y ahora su injuriador, carece en absoluto de autoridad. Pero el odio a
Rosas se la presta y sus calumnias corren como verdades”.
Cuando volvió, lleno de rencor, defendió la posición de Francia en el bloqueo
francés y acusó a Rosas de toda clase de crímenes e inmoralidades.
Acompañó a Florencio Varela a convencer a Lavalle de unirse a los franceses
en la guerra contra su propio país.
Escribe en el diario “El Nacional” de Alberdi y Miguel Cané (padre), quienes
impulsaban abiertamente la invasión a la Confederación Argentina, su país,
para derrocar a Rosas, y que para Mitre fue “un poderoso ariete en la lucha
contra la dictadura”.
Es preciso dejar en claro que el fuelle que impulsaba el deshonor patrio desde
las costas de Montevideo se debía principalmente a la posibilidad que ofrecía
Andrés Lamas de que los mencionados publicaran continuamente sus ideas
disolventes, sin inconvenientes, sostenidas tenazmente. Lamas fue el que tejía
y aunaba las voluntades decimonónicas que favorecían las intervenciones
armadas en el Plata por parte de los franceses, ingleses, y del Imperio
brasileño.
Se sostenía, desde las páginas mencionadas, un materialismo feroz, un anti-
hispanismo sostenido imputándole un barbarismo inexistente, sin recordar los
iluministas ni por un momento que España era la que había creado el Derecho
de Gentes.
Era curioso, cuanto menos, que mientras los Unitarios fundaban sus acciones,
no en el derecho, sino en una ‘concordia universal’, en la ‘humanidad’, el
imperio francés, dejaba de lado todo ese birlibirloque sin sustancia, esa
ideología hueca y supuestamente ‘fraternal’ para atacar a naciones americanas
soberanas, como la Confederación Argentina, México, etc basándose en
intereses nacionales comerciales, impulsando la creación de factorías en
Sudamérica, como lo dice Leblanc en los párrafos que transcribimos arriba,
intentando domesticarnos no solo físicamente sino intelectualmente,
emocionalmente, matando el orgullo de ser quienes éramos: una raza orgullosa
de su pasado….
Léase atentamente la conceptualización intelectual y filosófica de Alberti,
representante principal del pensamiento Unitario del cual abrevaban Rivera
Indarte, Mármol, Gutiérrez, los hermanos Varela y tanto otros que demuestran
su deformación profunda de la realidad, viviendo inmersos en una fantasía
emanada de libros de allende los mares, de graves consecuencias para
nuestra patria.
Mientras los franceses e ingleses, sumados al Brasil se solazaban de estas
aberraciones conceptuales afilando sus dientes para devorarnos territorial y
económicamente, personas como Alberdi decían con voz al cuello y que nos
daba vergüenza ajena oírlo:
“¿Dónde estaría el honor de los argentinos, batiendo y venciendo a los
franceses? ¿En volver otra vez a arrodillarse a los pies de Rosas? Toda gloria,
toda dignidad es imposible bajo los pies de un déspota. La esclavitud es la
ignominia misma. Las plantas inmundas del tirano ensucian todos los laureles
¿Estará el deshonor, entonces, en ligarse al extranjero, para batir al hermano?
Sofisma miserable. Todo extranjero es hombre, y todo hombre es nuestro
hermano. La doctrina contraria es impía y bárbara. No es nuestro hermano un
hombre porque ha nacido en la misma tierra que nosotros. Nosotros no
somos hijos de la tierra sino de la humanidad. De lo contrario las bestias
que han nacido en nuestro suelo, serían nuestras hermanas. Es nuestro
hermano un hombre, aunque nazca en el otro extremo de la tierra, porque
es nuestro semejante, porque se compone de las mismas facultades y
elementos que nosotros, porque tiene para nosotros los mismos afectos,
las mismas simpatías innatas que nosotros tenemos por él". (La ‘negrita’
nos pertenece)
Uno no sabe de qué sorprenderse más: si de la estulticia ideologizante de
nuestros hombres iluminados o de su ignominiosa genuflexión servil y sus
concepciones de un ‘humanismo universal y fraternal’ de las cuales los
franceses e ingleses en su intimidad seguramente se sonreían ante tantas
sandeces pero que eran útiles a sus planes materiales, comerciales y
expansionistas.
Pensar que Alberdi en ‘Fragmento preliminar al estudio del derecho’, en 1837
pensaba absolutamente lo contrario: “No hay verdadera emancipación
mientras se está bajo el dominio del ejemplo extraño, bajo la autoridad de las
formas exóticas”. Esto significa que para él, en su juventud decía que se
necesitaba una pensamiento nacional para lograr nuestra independencia
nacional. Los vientos modernistas, europeos luego hicieron mella en el
tucumano diluyendo la fortaleza de su pensamiento nacional que se volcó en
ese trabajo para pasar a ser adalid intelectual victorioso junto a Mármol, Rivera
Indarte, Mitre, Vicente F. López y tantos otros de los iluministas que se
disputaban nuestra patria.
Dice Oropeza respecto a Rivera Indarte: “Amigos y enemigos lo llaman “Señor
Apóstol de Buenos Aires”, por su fervor religioso y su fanatismo, y escribe
innumerables poemas contra el régimen ‘rosista’, “Al tirano Rozas”, ”Caaguazú”
-la última gran victoria de los Unitarios al mando del General Paz en 1841,
Rivera Indarte quiso enrolarse el ejército rebelde pero el propio Paz lo rechazó
por sus nulas habilidades guerreras”.
Claro, se sabía su falta de calidad literaria y sus nulas capacidades militares
pero les servía a los Unitarios en su batalla ideológica y política para la derrota
del gobierno nacional. Su falta de calidad en sus escritos no obsta en aquellos
momentos en ser útil a los fines de la entente conspirativa antipatriótica. Se lo
alaba en público pero se lo defenestra en privado como escritor.
De tal modo, Alberdi decía que Rivera Indarte era “intrigante, falso, perverso
por constitución, malo con inocencia; hace al mal sin remordimiento de
conciencia, como el tigre que devora un infeliz lo hace sin cólera y sin
sospechar que hace mal.”. Con amigos así….
Se lo tiene por autor intelectual del atentado pergeñado en 1841 contra
Rosas—la llamada máquina infernal— que no llegó a consumarse porque falló
el mecanismo del sofisticado aparato enviado por correspondencia.
Además, era un vulgar escritor y peor poeta, que pasó de exaltar
obsecuentemente a Rosas (recordar el ‘Himno Federal’ (-1834- y el ‘Himno a
los Restauradores’ o también llamada ‘Oda a Rosas’ de su autoría: “¡Oh, Gran
Rosas, tu pueblo quisiera / mil laureles poner a tus pies…!”, etc -1835-), a
denostarlo inventando una tristemente famosa ‘Tablas de Sangre’, en 1843,
donde enumeraba una lista extremadamente falsa de personas asesinadas
supuestamente por orden de Rosas; todo con el objeto de cobrar una suma de
dinero por cada supuesto asesinato denunciado. Ello, finalmente fue
descubierto como un fraude y que se puede estudiar documentadamente en el
enjundioso libro de ‘Las Otras Tablas de Sangre’ de Alberto Ezcurra Medrano,
respuesta de éste al de aquél.
En ‘Las Tablas de Sangre’ (1843) se configura “una representación de Rosas
que, retomando tópicos habituales del imaginario antirrosista, se caracteriza
por la apelación a la figura del caos y el terror, como categorías aplicables a la
política del rosismo”.
Para Rivera Indarte, la Argentina es en su totalidad, una especie de
‘cementerio de patriotas’ (sic), habida cuenta los miles y miles de muertos por
el ‘rosismo’ que su imaginación afiebrada expresa y fabula. Lo que en realidad
termina siendo, dado la falsedad de su relato literario, un ‘cementerio …de
papel’.
Y esos ‘muertos’ no lo serían, a su vez, en todo el período ‘rosista’, (1828-1832
y de 1835 a 1852) sino en un marco temporal de 1829 a 1843, a tenor de las
propias palabras de Rivera Indarte.
Pero como de 1832 a 1835 Rosas no tuvo el poder, resulta que los supuestos
22.030 muertos por Rosas serian desde 1835 a 1843: solo 8 años. La
nominalidad de Rivera Indarte se cae por su propio peso, como por ejemplo
registra mas adelante Oropeza respecto a Cuitiño, Badía y otros.
El escritor Alejandro Quintero Mächler, en un sesudo y voluminoso trabajo,
menciona que Rivera Indarte “mantuvo recurrentes altercados con otros,
Vicente F. López y Juan Bautista Alberdi en particular”.
Para sus contemporáneos, entonces, aun para sus aliados antirrosistas, Rivera
Indarte era un incómodo, ambivalente y a menudo detestable personaje: Mitre
lamentaba sus “ideas excéntricas”, su “ciencia superficial”, mientras que
Echeverría lo calificó de “malogrado”, a pesar de su “enérgica pluma”. El propio
Vicente F. López lo llama “canalla, cobarde, ratero, bajo, husmeante y vil en
apariencia”, aunque de “mucho talento” (¿?) [sin aclarar nunca esa
contradicción] […] ‘Las Tablas de Sangre’, en particular, a primera vista poco
más de cuarenta páginas de presuntas atrocidades, desmanes y excesos del
régimen de Rosas, han quedado relegadas al papel de banal exageración
refutada una y otra vez por historiadores.
Debe tenerse presente que las ‘Tablas de Sangre’ (1843) es seguido, como un
hilo conductor, para imputar falsedades profusamente documentadas, por el
‘Facundo’ (1845) de Sarmiento y el ‘Matadero’ (1871), de Esteban Echeverría;
y que representan una continuidad en la historia novelada que el Unitarismo
une, para presentarnos una historia fraudulenta, con estrictos fines políticos y
de conquista.
¿Cómo llega Rivera Indarte a escribir ese panfleto político?
Émile de Girardin reprodujo en ‘La Presse’ una nota del londinense The
Atlas del 1 de marzo de 1845 donde afirma que la casa Lafone & Co.,
concesionaria de la Aduana de Montevideo, había encargado a Rivera Indarte
un texto difamatorio contra Rosas. El contrato establecía, según ‘La Presse’, el
pago de un penique por cadáver endilgado a Juan Manuel.
Está probado que dicho libro panfletario fue escrito por encargo de la casa
bancaria londinense Lafone. En esos tiempos el gobierno de la Confederación
Argentina, soberano por aquellos tiempos, había prohibido la exportación de
oro y plata, y disuelto el Banco Nacional rivadaviano, duros golpes al
colonialismo inglés.
Refiere el historiador José María Rosa que el encargado de llevar el informe a
Londres fue Florencio Varela. Publicadas en folletín por el Times de Londres y
por Le Constitutionelle de París, sirvió para justificar la intervención anglo
francesa en el Plata. Robert Peel, que aprobó el gasto de la Casa Lafone, lloró
al leerlas en la tribuna de los Comunes pidiendo se aprobase la intervención, y
Thiers se estremecía por «el salvajismo de esos descendientes de españoles»
acoplando Francia a la intervención británica.
Esta lista fue utilizada durante décadas para acusar a Rosas de crímenes
enormes. Esta lista, sin ningún rigor periodístico y artificialmente inflada, sería
durante casi un siglo una de los principales sustentos en la condena histórica
de Rosas.
La perpetuación del régimen ‘rosista’, en consecuencia, significaba para
algunos la imposibilidad de medrar económicamente. Por ello no debe
extrañarnos que la propaganda impresa y los intereses financieros juntaran
fuerzas, como en el caso de las Tablas.
Rivera Indarte compila fusilados, mutilados, muertos a lanzadas, muertos a
palos, muertos a bayonetazos o a hachazos, castrados vivos, despedazados
vivos, pasados a cuchillo, desollados, descoyuntados, quemados. Sentencia
que todos los ‘rosistas’ eran carnívoros y caníbales, y que fileteaban y asaban
carne humana.
En total según Rivera Indarte, hubo más de 22.030 asesinados por el gobierno
de Rosas. Fue publicada en simultáneo, y no es casualidad, en Francia e
Inglaterra en 1843, y usada por Florencio Varela para instigar la intervención
anglo-francesa en las guerras civiles, inicio de la Segunda Guerra de la
Independencia, como diría San Martín desde Grand Bourg.
El libelo calumnioso no es más que el perfil usual de Rivera Indarte a lo largo
de su vida. Nada debe extrañarnos: ladrón, mentiroso, inmoral, antipatriota
cipayo francés, etc. Sumado, por supuesto, a su ingreso económico por cada
‘muerto’ (sic) cuantificado.
Obsérvese que como dice Oropeza, “en los procesos judiciales iniciados a los
mazorqueros después de 1852, al coronel Cuitiño, el principal de los culpables,
se le imputaron sólo ocho; a Leandro Antonio Alem, cinco -padre de Leandro
N., el fundador del radicalismo-, y, para algunos investigadores, injustamente
acusado simplemente por simpatía con el rosismo. Además en el proceso tres
crímenes no se prueban-, a Troncoso y Badía, quince -en las cuales se
incluyen los ocho de Cuitiño-. O sea veinte según la justicia de los vencedores
de Caseros. Todos serían ahorcados en la Plaza de Mayo”.
Lucio V. Mansilla, en un perfil sicológico de su tío, acusa a la propaganda
Unitaria la deformación de las cifras, “atento a la población del país en el
momento en que las susodichas Tablas se formulaban, “el resultado es
inverosímil”, y desestimaba las imágenes dantescas de Palermo, una quinta
punzó que conocía desde pequeño.
Pacho O’Donnell dice que se incluyen en las muertes de Facundo Quiroga y
su comitiva, Alejandro Heredia y José Benito Villafañe; asesinados los primeros
por orden de los hermanos Reinafé, el segundo por encargo de Marco
Avellaneda, y el último por Bernardo Navarro, todos éstos unitarios y enemigos
de Rosas.
También aparecen en la lista fallecidos por causas naturales, muchos
desconocidos bajo las iniciales N.N., otros presumiblemente inventados y hasta
personas que años más tarde seguirían vivos.
Si las imputaciones contra Rivera Indarte son ciertas habrían significado un
ingreso de dos libras esterlinas para el poeta.
Lo acusó también a Rosas de ser el responsable de la muerte de 22 560
personas durante todas las batallas y combates habidos en Argentina desde
1829 en adelante. Las estimaciones actuales de bajas producidas en todos los
bandos beligerantes de esa época no alcanzan a la mitad de esa cifra.
Como corolario de esa nómina de asesinatos, le agregó un opúsculo: “Es
acción santa matar a Rosas”, con lo que terminó desvirtuando la supuesta
condena del crimen como herramienta política: «Nuestra opinión de que es
‘Acción Santa Matar A Rosas no es antisocial sino conforme con la doctrina de
los legisladores y moralistas de todos los tiempos y edades. Muy dichosos nos
reputaríamos si este escrito moviese el corazón de algún fuerte que hundiendo
un puñal libertador en el pecho de Rosas, restituyese al Río de la Plata su
perdida ventura y librase a la América y a la humanidad en general del grande
escándalo que le deshonra»
Pero también acusaba a Rosas de muchas otras inmoralidades: de
defraudación fiscal, malversación de fondos, haber acusado calumniosamente
a su respetable madre de adulterio [...] ha ido hasta el lecho donde yacía
moribundo su padre a insultarlo, de haber abandonado a su esposa en sus
últimos días, tener amantes de las familias más respetables. Llegó a escribir
que «es culpable de torpe y escandaloso incesto con su hija Manuelita a quien
ha corrompido».
El odio a Rosas por parte de Rivera Indarte también se dirigió a su hija, por
carácter transitivo escribiendo sobre ella falaces expresiones sobre su
conducta diciendo que «la virgen cándida es hoy marimacho sanguinario, que
lleva en la frente la mancha asquerosa de la perdición» y que «ha presentado
en un plato a sus convidados, como manjar delicioso, las orejas saladas de un
prisionero».
Sin embargo, tan mediocre, ladrón y mentiroso era, que los propios Unitarios lo
denostaron: Juan María Gutiérrez dijo de él: “Este pobre mozo, ha de ser
juzgado y visto bajo muy diversos puntos de vista, y no siempre favorables, por
sus mismos partícipes en opiniones políticas. Ha vivido en medio de una
tormenta y no siempre la nave que ayudó a pilotear salió al puerto”.
Como ya dijimos arriba, Corvalán Mendilaharsu refiere que Vicente Fidel
López, al cual no puede tildárselo de Federal, lo retrató sin piedad diciendo de
él que era un “canalla, cobarde, ratero, bajo, husmeante y humilde en
apariencia como un ratón cuya cueva nadie sabía, tenía mucho talento y un
alma de los más vil que pueda imaginarse”.
Todo eso lo expresa un Unitario recalcitrante como Vicente F. López. Si lo
hubiera dicho un Federal se lo hubiera acusado al mismo de parcial y
resentido.
Un resumen de su insignificancia lo da Pedro de Angelis: “Con los años se
multiplicaron sus vicios, y creció su atrevimiento. Ya no se limitó a registrar
bolsillos, sino que extendió la mano a todo cuanto se le paraba por delante. En
una sastrería francesa robó un corte de chaleco; en una joyería, una sortija; en
la Biblioteca Pública varias obras, y en la Universidad, lo que podía sustraer a
sus compañeros… Tan insignificante era la persona de Rivera Indarte, que no
es extraño si al volver de su expatriación lograse hacer de vista sus extravíos.
Proscripto de la Universidad, echado de la Biblioteca y del Colegio, y
despreciado por sus antiguos condiscípulos… Lo que ahora dice contra los
Federales, lo escribía entonces contra los salvajes Unitarios”.
No contento con su mediocridad, encaró permanentemente acciones traidoras
contra su patria. Desde Montevideo fue un asiduo fogonero de la intención
abierta de fragmentar su Nación en varios pedazos,
Adolfo Saldías lo hace notar que él, como Florencio Varela, desde esa usina de
antipatriotas que era el diario ‘Comercio del Plata’ escribían “disertaciones
sobre la Legitimidad de la independencia del Paraguay; y don Florencio Varela
sostenía en El Comercio del Plata la misma legitimidad. Esta pretendida
legitimidad se fundaba, pues, en las mismas razones en virtud de las- cuales
las grandes potencias extranjeras, auxiliadas por los trabajos del Brasil y por la
propaganda de algunos argentinos, querían transformar la geografía política del
litoral argentino, es a saber: debilitar la vasta y rica Confederación, y formar
bajo sus auspicios una nación rodeada de los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay
del cual la Inglaterra y la Francia serían los árbitros, sin perjuicio de tomar parte
para si en las ventajas que les proporcionaran las circunstancias, dando por lo
demás, compensada la cooperación del Brasil con el hecho de la creación de
ese nuevo Estado que aseguraba las fronteras del Imperio y los ponía á.
cubierto de un vecino que quedaba impotente. Lo que no pudieron obtener
todas estas grandes influencias combinadas respecto de Entre Ríos y
Corrientes, lo consiguieron respecto del Paraguay…”
Rivera Indarte (como Florencio Varela y todos los que escriben en el ‘Comercio
del Plata’), “subordina todo á la necesidad que siente de anonadar á Rozas,
cueste lo que cueste. El sentimiento hacia la patria; ciertos deberes inflexibles
que atan las manos y los conatos del hombre, aun en los momentos de las
injusticias cruentas, nada de esto prima en su espíritu sobre la preconcebida
exigencia de su odio contra el gobernante que fue erigido en su país en nombre
de un absolutismo idéntico al que él profesó, al que él predica. Y cuando hace
doctrina, ésta es subversiva del derecho, contraria a la justicia manifiesta,
violatoria de título indiscutible; derecho, justicia y título que aunque pertenezca
a su patria, nada importa porque es Rozas quien los invoca pará, ella. Así es
cómo se constituyó el .defensor decidido de la intervención anglo-francesa, y
siguió las agresiones de ésta a la Confederación Argentina, con el franco
alborozo de un extravío que las consideraba como otros tantos pasos dados en
el camino de la propia victoria. El territorio invadido, era "Rozas humillado"; los
soldados argentinos que caían bajo la metralla de los ingleses y franceses eran
«hordas de Rozas";.
Esta caricatura de pretensioso poeta y escritor panfletario, falsificador, ladrón,
se suma, como bien dice Saldías, a sus sempiternas acciones y declamaciones
propagandistas que lo elevan a ser un consumado traidor a su patria.
Por supuesto, es elevado a la categoría de Prócer por el Unitarismo irredento:
Plazas, calles, monumentos nos inundan hoy día.
Cuando fallece, la muerte lo encuentra exiliado, en Santa Catarina el 19 de
agosto de 1845, desapareciendo sin pena ni gloria…

III.-Epílogo

Queda expuesta la finalidad política de los escritos de Rivera Indarte, como los
de José Mármol, el cual ya hemos tratado.
Como resume Oropeza, “En sus escasos treinta y uno años pasó de la
adulación extrema a la figura del Hombre Fuerte, Juan Manuel de Rosas, al
odio desmedido, instigando el magnicidio contra el Tirano Rosas. Incluso se
animó con una Máquina Infernal en 1841. Con su afán, e intolerancia, la misma
que Juan B. Alberdi o Florencio Varela, llegó a preferir que flamee la enseña
francesa sobre la celeste y blanca, antes que la barbarie ‘rosista’. Para
ellos, San Martín escribiría “viles traidores”. Y sin embargo hasta hace no
mucho el principal teatro de Córdoba llevaba su nombre, un calle porteña y
cordobesa aún lo conmemoran, al igual que un barrio en la Docta. Mientras que
ninguna en Buenos Aires lleva a Facundo Quiroga, quien bregó por una
Constitución federal mucho antes de 1853, ni a Juan Bautista Bustos, héroe de
las Invasiones Británicas, quien se negó a usar los ejércitos criollos en las
guerras civiles, en 1820. Pequeños/Grandes errores/horrores de la vida
argentina”.
Rivera Indarte es expresión viva de cierta idiosincrasia de los políticos
democráticos argentinos que actualmente se verifica con asiduidad: la de los
llamados ‘panqueques’ que sin sonrojarse y por cuestiones o causas pueriles –
o económicas- no tienen empacho en decir y hacer lo contrario hoy de lo que
decían y hacían ayer. Sinónimo explícito de cuanta mediocridad y traición nos
circunda desde tiempos de nuestra independencia.
La finalidad política, sin mayores méritos literarios, apunta a la des-
argentinización de nuestra patria, de auto-infravalorarnos, de subestimarnos en
nuestras capacidades y posibilidades de desarrollo, de provocar un
debilitamiento de conciencia nacional y de sostener fuertemente un complejo
de inferioridad frente a otras naciones. Es más, a una idea de que no
merecemos ni existir como patria, porque pertenecemos a la ‘humanidad’….
Ello ha sido fortalecido a través de los años en la concepción política que
ataca a quienes han intentado defender nuestra soberanía política y económica
provocada en nuestras escuelas, colegios, universidades y órganos de prensa
con supuestos educadores bien pagados por quienes nos sojuzgan también
mentalmente.
Esto lo supo ver claramente Ernesto Palacio el cual pone los puntos a tratar de
restaurar la verdad histórica, necesaria para nuestro posterior desenvolvimiento
independiente.
Restauración histórica de la verdad de nuestro pasado que se hace necesario
ante el torrente de mentiras y falsedades impuestas por los vencedores de
Caseros, como Sarmiento, Mitre, Vicente Fidel López, José María Paz, José
Mármol y el referido en este trabajo: José Rivera Indarte, que además, de
mentiroso, fue un inmoral resentido, ladrón sumado a su mediocridad
intelectual que pone sobre la mesa su enorme complejo de inferioridad:
Solo conociendo nuestro real pasado podremos extendernos a un futuro
venturoso y libre de dictados de quienes obran en desmedro de nuestros
intereses como sociedad.
Hasta aquí el hemos intentado describir la vida y conducta sinuosa de Rivera
Indarte, pero hemos de conocer que este personaje no es más que un eslabón
de la cadena de traidores a nuestra patria, aliándose con quienes intentaron –e
intentan- someternos sea militarmente o económicamente.
Un resumen de estos políticos, funcionarios funcionales a ese logro y que se
sostienen unos a otro, se premian unos a otros, se conceden loas unos a otros
de un supuesto patriotismo inexistente, de virtudes inexistentes.
De tal modo, hemos querido concluir este trabajo con un enjundioso artículo –o
epitafio- en cuestión de aquel preclaro historiador, Ernesto Quesada, publicado
en el año 1939, allá lejos y hace tiempo, que condensa todo lo transcripto en el
presente trabajo:
“Los profesores de historia argentina en los establecimientos oficiales advierten
desde hace años, un fenómeno perturbador: la indiferencia cada vez mayor de
los alumnos ante las nociones que se le imparten. Es inútil que aquellos
engolen la voz, es inútil que apelen al patriotismo y pretendan comunicar a sus
oyentes un entusiasmo que juzgan saludable por las virtudes de Rivadavia y de
Sarmiento: consiguen, a lo sumo, un "succés d'estime".
“La historia que dictan NO INTERESA, interesa cada vez menos a la población
escolar. Este es el hecho indiscutible, que suele atribuirse corrientemente a la
influencia de doctrinas exóticas o al origen extranjero de gran parte de los
estudiantes. "¡Hay que apretarles las clavijas a estos hijos de gringos!" he oído
clamar de buena fe a un pedagogo, mientras aplicaba la represalia del aplazo.
Esto no mejora las cosas. El fenómeno no sólo subsiste, sino que se agrava.
“Si se tiene en cuenta que los estudiantes de historia argentina cursan el cuarto
año y son ya adolescentes con capacidad de razonar; si se tiene en cuenta que
esa es la edad en que la personalidad se forma y se definen las vocaciones,
dicha indiferencia adquiere una importancia excepcional. La interpretación
xenófoba, con sus consecuencias de solapada guerra civil, no puede
satisfacernos. No es verdad que nuestros muchachos, cualquiera sea su
origen, se desinteresen por las cosas que atañen a la patria. Están, por el
contrario, ávidos de verdades útiles y son sensibles a todas las influencias
inteligentes y generosas. ¡Hay que ver la atención apasionada con que siguen,
por ejemplo, cualquier explicación leal sobre nuestros problemas vitales, como
las comunicaciones internas o las vicisitudes de nuestro comercio exterior!.
Aquí toda indiferencia desaparece y la preocupación Patriótica se advierte en
la expresión reconcentrada de los músculos, en los gestos nerviosos, alusivos
a la urgencia de los grandes remedios.
“Si dicha indiferencia no puede atribuirse a la causa alegada, es indudable que
debe achacarse a la materia misma, tal como hoy se dicta.
“Sabido es que, aparte de la guerra de la independencia, enseñada con acento
antie-español, los motivos de exaltación que ofrecen nuestros manuales son la
Asamblea del Año XIII, con sus reformas ¡liberales!, el gobierno de Martín
Rodríguez, la Asociación de Mayo ¡tan intelectual!, las campañas "libertadoras"
de Lavalle, Caseros y —gloriosa coronación— las presidencias de Sarmiento y
Avellaneda. Cuestiones de límites, no las hemos tenido: somos pacifistas.
Guerra con Bolivia; pero ¿hubo tal guerra? En cuanto a la frontera oriental, es
obvio que el Brasil sólo se ha ocupado de favorecernos, y que si alguna
dificultad tuvimos, fue por culpa del "bárbaro" Artigas... Los alumnos se aburren
mortalmente; no "le encuentran la vuelta a todo eso". La historia argentina,
"telle qu'on la parte", no conserva ningún elemento estimulante, ninguna
enseñanza actual. Los argumentos heredados para exaltar a unos y condenar
a otros han perdido toda eficacia. Nada nos dicen frente a los problemas
urgentes que la actualidad nos plantea.
“Historia convencional, escrita para servir propósitos políticos ya perimidos,
huele d cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones. El trabajo
de restauración de la verdad, proseguido con entusiasmo por un grupo cada
vez mayor de estudiosos, no ha llegado a conmover la versión oficial, que
pronto se solemnizará en una veintena de volúmenes bajo la dirección del
doctor Ricardo Levene. Será sin duda un monumento; pero un monumento
sepulcral que encerrará un cadáver. No es posible obstinarse contra el espíritu
de los tiempos. Ante el empeño de enseñar una historia dogmática, fundada en
dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no
estudiar historia, simplemente. Con lo que ya llevamos algo ganado. Nadie
sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial. No hay un abogado, un médico, un
ingeniero que (salvo casos de vocación especial) sepan historia. Y esto es
porque, en las lecciones que recibieron, sospechan confusamente la existencia
de una enorme mistificación.
“No entraré a considerar las causas que dieron origen a lo que llamo la versión
oficial de nuestra historia, ni la legitimidad de la misma, porque ello nos llevaría
a enfrentarnos con los problemas fundamentales del conocimiento histórico.
Diré solamente que dicha versión no se ha independizado, que sigue siendo
tributaria de la escrita por los vencedores de Caseros, en una época en que se
creía que el mundo marchaba, sin perturbaciones, hacia la felicidad universal
bajo la égida del liberalismo y en que no se sospechaban los conflictos que
acarrearía la revolución industrial, ni la expansión del capitalismo, clases, ni el
fascismo, ni el comunismo, ni la lucha de a citado comunismo. Impuesta por
Mitre y por López, tiene ahora por paladín al arriba citado doctor Levene, lo
que, en mi entender, es altamente significativo..
“Fraguada para servir los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión
a que se la destinaba; fue el antecedente y la justificación de la acción política
de nuestras oligarquías gobernantes, o sea el partido de la "civilización". No se
trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de ser civilizados.
No se trataba de hacernos, en cualquier forma, dueños de nuestro destino, sino
de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de
someternos. No de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación,
sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia, sino de copiar la
ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos,
sino entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas
primarias donde se enseñara, precisamente, que había que recurrir a ese
expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades,
donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado
(sobre todo el argentino) es "mal administrador".
“Era natural que, para imponer esas doctrinas, no bastara con falsificar los
hechos históricos. Fue necesario subvertir también la jerarquía de los valores
morales y políticos. Se sostuvo, con Alberdi, que no precisábamos héroes, por
ser éstos un resabio de la barbarie, y que nos serían más útiles los industriales
y hasta los caballeros de industria; y que la libertad interna (¡sobre todo para el
comercio!) era un bien superior a la independencia con respecto al extranjero.
Se exaltó al prócer de levita frente al caudillo de lanza; al "civilizador" frente al
"bárbaro". Y todo esto se tradujo a la larga en la veneración del abogado como
tipo representativo, y en la dominación efectiva de quienes contrataban al
abogado.
“Con ese bagaje y sus consecuencias —un pacifismo sentimental y quimérico,
un acentuado complejo de inferioridad nacional— nos encontramos hoy ante un
mundo en que todos esos principios han fracasado. La solidaridad universal por
el intercambio, que postulaba el liberalismo, se ha roto definitivamente. Vivimos
tiempos duros. El imperialismo del soborno ha sido suplantado por el
imperialismo de presa. Hay que ser, o perecer. ¿Cómo no van a sonar a hueco
los dogmas oficiales? ¿Cómo pretender que nuestros jóvenes se entusiasmen
con una "enfiteusis" u otra genialidad por el estilo cuando les está golpeando a
los ojos la realidad política de una crisis mundial, con surgimiento y caída de
imperios?
“Es la angustia por nuestro destino inmediato lo que explica el actual
renacimiento de los estudios históricos en nuestro país, con su consecuencia
natural: la exaltación de Rosas. Frente a las doctrinas de descastamiento, un
anhelo de autenticidad; frente a las doctrinas de entrega, una voluntad de
autonomía; frente al escepticismo, que niega las propias virtudes para disimular
las ajenas una gran fe en nuestro pueblo y en sus posibilidades. Las
condiciones del mundo actual demuestran que Rosas tenía razón y que las
soluciones de nuestro futuro se encontrarán en los principios que él defendió
hasta el heroísmo, y no en los principios de sus adversarios que nos han traído
al pantano moral en que hoy estamos hundidos hasta el eje.
“Basta lo dicho para expresar que la nuestra no es una posición simplemente
"historiográfica" y que nos interesan muy poco los pleitos por galletita más o
menos que puede plantear un doctor Dellepiane. Los hechos son conocidos, y
en este terreno la batalla ha sido totalmente ganada con los trabajos de
Saldías, Quesada, lbarguren, Molinari, Font Ezcurra, etc., que han puesto en
descubierto la mistificación unitaria. Lo más importante reside hoy, a mi
entender, en la interpretación y valorización de los hechos ciertos, en la forma
realizada por algunos de los citados y, principalmente, por Julio Irazusta en su
breve pero admirable "Ensayo". Nadie niega que Rosas defendió la integridad y
la independencia de la República. Nadie niega que esa lucha fue una lucha
desigual y heroica y que terminó con un triunfo para la patria. Nadie niega que
durante las dos décadas de su dominación, debió resistir a la presión externa
aliada con la traición interna y que, cuando cayó, había ya una nación
argentina. Contra estos altos méritos sólo se invocan objeciones "ideológicas",
promovidas por los "speculatists" que, al decir de Burke, pretenden adecuar la
realidad a sus teorías y cuyas objeciones son tan válidas contra el peor como
contra el mejor gobierno, "porque no hacen cuestión de eficacia, sino de
competencia y de título" (“Reflexions on French Revolution2, pág. 164).
“Frente a tal actitud, que implica —repito— una subversión de valores, se
impone previamente una restauración de los valores menospreciados. Si fuera
mejor, como opinaba Alberdi, la libertad interna que la independencia nacional;
si fuera moral-mente más sana la codicia que el heroísmo; si fuera más
deseable la utilidad que el honor; si fuera más glorioso fundar escuelas que
fundar una patria, tendría razón la historia oficial. Pero la filosofía política y la
experiencia secular nos enseñan que los pueblos que pierden la independencia
pierden también las libertades; que los pueblos moralmente envilecidos se
empobrecen; que los pueblos que pierden el honor pierden también el
provecho: Esto lo sabemos bien los argentinos. ¿Cómo no habríamos de volver
los ojos angustiados al recuerdo del Restaurador?
“Rosas representa el honor, la unidad, la independencia de la patria. Mirada a
la luz de principios razonables, la historia argentina nos muestra tres fechas
cruciales: 1810; el año 20, que vio la reacción armada contra la tentativa
colonizadora a base del príncipe de Luca, y la resistencia de Rosas contra una
empresa análoga, pero más peligrosa.
“Si después del ‘53 seguimos siendo una nación, a Rosas se lo debemos, a la
unión que se remachó durante su dictadura y que la ulterior tentativa
secesionista no logró quebrar. Esto lo han reconocido hasta sus peores
enemigos, empezando por el mismo Sarmiento.
“Siendo así, ¿cómo no guardarle gratitud, cómo no admirar su grandeza? Yo
creo que ésta es evidente y que quienes no la perciben padecen de
incapacidad para percibir la grandeza en general y permanecerían igualmente
impasibles —un Bismark o un Cromwell.
“Prueba de ello es que no pasa inadvertida a los observado-- res extranjeros
que se asoman a nuestra historia, como ocurre con el mejicano Carlos Pereyra
y con el alemán Oswald Spengler.
“La grandeza de Rosas pertenece al mismo orden que la reconocida por
Carlyle a Federico II de Prusia, quien "ahorrando sus hombres y su pólvora,
defendió a una pequeña Prusia contra toda Europa, año tras año durante siete
años, hasta que Europa se cansó y abandonó la empresa como imposible"
(Frederik the Great, T. 1, pág. 21).
“Alemania le levanta estatuas a su héroe en todas las ciudades. Por eso es
grande Alemania. Nosotros lo proscribimos al nuestro y tratamos de proscribir
también su memoria, mientras les erigimos monumentos a quienes entregaron
fracciones del territorio nacional y nos impusieron un estatuto de factoría.
Porque era ¡un tirano!... Es decir, porque tuvo que sacrificar toda su energía y
desplegar el máximo de su autoridad para salvar a la patria en el momento más
crítico de su historia; porque persiguió como debía a quienes se empeñaban en
fraccionar el territorio y no obtuvo otro premio que la satisfacción de haber
cumplido con su deber. Era, como dice Goethe, "el que DEBIA mandar y que
en el mando mismo encuentra su felicidad (Fausto, 2da. parte, 49 acto).
“La primera obligación de la inteligencia argentina consiste hoy en la
glorificación —no ya rehabilitación— del gran caudillo que decidió nuestro
destino. Esta glorificación señalará el despertar definitivo de la conciencia
nacional. Los tiempos están maduros para la restauración de la verdad, que
será fecunda en consecuencias, porque entonces la historia volverá a
despertar un eco en las almas, explicará los nuevos problemas y comunicará al
corazón de nuestros adolescentes un legítimo orgullo patriótico. Esto es lo que
hoy, trágicamente, falta.
“Los próceres de la historia heredada, los próceres CIVILES representan y
hacen amar (cuando lo consiguen) conceptos abstractos: la civilización, la
instrucción pública, el régimen constitucional. Rosas, en cambio, nos hace
amar la patria misma, que podría prescindir de esas ventajas, pero no de su
integridad ni de su honor” .
Decía don Julio Irazusta, refiriéndose a Juan Bautista Alberdi pero cuyas
palabras son aplicables a todos sus coetáneos como José Rivera Indarte, el
que tratamos en este trabajo, José Mármol y toda esa pléyade de seres
abominables que combatieron a su patria con la pluma y la palabra:
“Por el afán de fomentar el desarrollo material de cualquier, manera, aunque
fuese en provecho ajeno, del país como entidad colectiva abstracta, se sometió
a sus hijos como individuos a un tratamiento de recua trasladable, expulsable,
explotable, mestizable y domesticable a discreción. Y hoy la evolución
preconizada por Alberdi ha cumplido su ciclo de tal manera que la constitución
Para cuyo establecimiento se sacrificaron varias provincias y regalías
nacionales, o no se cumple, o se cumple en lo que no es beneficiosa para el
pueblo argentino; que el pueblo argentino ha trabajado para acumular riqueza y
su fruto capitalizado está en manos de la finanza internacional, que exporta su
renta anual y pide gratitud por esa riqueza que dice haber traído al país que ha
sangrado durante ochenta años sin piedad; que el país tiene teléfonos,
ferrocarriles, y todo el etc. de que hablaba Alberdi en la década que precedió a
la caída de Rosas, pero nada de eso es riqueza nacional, sino, por el contrario,
elemento de opresión económica (cuando no política ) del país, pues las tarifas
diferenciales enteramente arbitrarías fomentan o matan la industria naciente,
según convenga a los intereses de la finanza internacional: que los conatos
creadores de industria nacional, si han pasado inadvertidos hasta lograr éxito,
son a posteriori saboteados miserablemente por la colaboración entre el Estado
colonial y los altos organismos financieros internacionales que dominan a
aquél, para acreditar la noción de que el criollo no sirvió, no sirve, ni servirá
jamás como administrador eficiente de un organismo técnico moderno, y
hacerlos volver al control de que habían escapado; y si son advertidos en el
comienzo, el sabotaje les entorpece la marcha antes que se afiancen; que en
suma, el pueblo argentino ha sido llevado a la opresión bajo la bandera de la
libertad”.
Esto fue escrito en 1939. Como se puede apreciar ‘nihil novum sub sole’.
Todavía el Revisionismo Histórico sigue lidiando, batalla tras batalla –de una
guerra cultural se trata- por hacer emerger toda la verdad de lo sucedido, hasta
hoy en nuestra patria, del barro putrefacto, del pozo oscuro de la falsedad y
mentira histórica que nos envuelve y nos corroe. Porque no debemos olvidar
que el estudio concienzudo y verídico del pasado es algo actuante y que
sustenta nuestro presente, como señalaba con acierto José Ortega y Gasset.
Toda responsabilidad de antaño y hogaño recae como un hilo conductor en los
vencedores en la Banda Oriental (1851), Caseros (1852), Pavón (1861),
Paysandú (1864/65), y la Guerra del Paraguay (1865/70): estertor y lápida final
de nuestra Patria Grande soberana...
Joaquín Díaz de Vivar, Abogado y profesor de derecho político, afirmaba con
verdad que "La historia del País Argentino aún no ha sido escrita; la que corre
corno oficial u oficiosa, no es sino un alegato realizado por hombres que fueron
autores del drama, antes de convertirse en autores de su historia. Y es así que
el juicio por ellos emitido se resiente por la pasión que resuman sus plumas,
esgrimidas como ardientes espadas flamígeras, con las que intentan impedir el
advenimiento al sitial de honor de sus adversarios del pasado, por justo que
ello fuera" .
Y nuestra historia de cartón con verdades axiomáticas, según Mitre, que es
quien le dice a Ernesto Quesada que aquellas no se rehacen, son definitivas.
Saldías menciona que con ello Mitre negaba la posibilidad de nuevas
investigaciones. Caso cerrado. Lo dicho era inmutable así como los próceres
erigidos bajo esos conceptos, entre ellos el inefable Rivera Indarte.
Así la mistificación de la historia en la que literariamente Rivera Indarte era un
hábil propugnador desde Montevideo, nos lleva a escuchar a Bartolomé Mitre
que le dice a otro falseador completo de nuestra historia Vicente F. López: “los
dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las grandes figuras, y
las mismas repulsiones contra los bárbaros desorganizadores como Artigas, a
quienes hemos enterrado históricamente”. Confesión que no ha hecho mella en
la hipocresía liberal que tiende a olvidar esas confesiones.,
Lamentamos decirle a Mitre que sus intenciones no se cumplieron; que a él, a
Vicente F. López, a Rivera Indarte, a Mármol, solo un grupúsculo de ‘galerudos’
hoy lo recuerdan, mientras que a Artigas, es recordado y rememorado por
todos los pueblos de América.
Del mismo modo Sarmiento en 1845 decía que su Facundo “era una obra
improvisada, llenas de inexactitudes, a designio a veces” [diríamos que
siempre] “y que no tiene otra importancia que la de ser uno de los tantos
medios tocados para ayudar a destruir a un gobierno absurdo”. ‘Ideología’ en
su más claro desarrollo. La mentira diáfana como medio de obtener la
colonización de nuestra patria.
Esta confesión –una más- fue la base de la historiografía enseñada y repetida
hasta el hartazgo como un mantra. en escuelas, colegios.
Sin tanto decoro y como un ‘sincericidio’, nuestro miembro de la Corte de
Justicia y Vicepresidente de la Nación, y asesino intelectual de Manuel
Dorrego, no tuvo empacho en declarar muy orondo que “Si apra llegar es
necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y
si es necesario mentir a la posteridad se miente y se engaña a los vivos y a los
muertos”. Entiendo que pocas frases en resumidas palabras dan una definición
del concepto de’ ideología’ como la presente, tan a contramano de la realidad
histórica y del bien de nuestra patria. Por supuesto el liberalismo de hoy hace
silencio sobre esto configurando con ello un fraude más en el relato de nuestra
historia.
Como bien decía nuestro Julio Irazusta, (con sus sólidos argumentos,
señalando también las contradicciones perennes de los Unitarios devenidos
hoy en liberales), “los impugnadores del dogma religioso pretendieron, instaurar
un dogma histórico y político. Sacaban el dogmatismo de las materias en que
es viables, las de los universales, para aplicarlo a la de lo particular y
contingente”. Curiosa contradicción que el materialismo doctrinario ha intentado
ocultar y que no ha sabido salvar.
Pero de esa lápida que nos corroe, según hemos dicho arriba, como de toda
lápida, se puede resucitar cristianamente….que no se confíen aquellos a los
que les quepa el sayo.
Cuando “venga algún criollo en esta tierra a mandar” (José Hernández-‘ Martín
Fierro’- 358), será tiempo de la resurrección de nuestra patria, en lo político,
territorial y cultural, Dios mediante.
***
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Estudios de Teoría y Crítica Literaria- 07/2018- https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/176934)
SIMARI, Leandro Ezequiel (“Rivera Indarte: el cálculo y la desmesura. Figuras del caos y el
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https://www.academia.edu/17435556/Rivera_Indarte_el_c%C3%A1lculo_y_la_desmesura_Figu
ras_del_caos_y_el_terror_rosista_en_Tablas_de_Sangre r)
TURONE, Gabriel O. (‘Las Tablas de Sangre y Otras Traiciones’ -2008
http://www.revisionistas.com.ar/?p=1784).
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