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RESUMENES DE LOS TEXTOS:

Resumen del texto de las 3 etapas de Alberdi:

Etapa formativa

Alberdi Integro junto a jóvenes intelectuales que habían pasado por el Colegio de Ciencias
Morales, el Salón Literario. Este significó un verdadero centro de difusión de las ideas políticas
nutridas del romanticismo europeo.
Las intenciones más relevantes de este grupo eran influir en las decisiones de Juan Manuel
Rosas. Soñaban con reformas sociales y esperaban que Rosas los tomara en cuenta, cosa que no
sucedió.

Ahora bien, ese vínculo con la juventud intelectual empezó a deteriorarse cuando Rosas fue
advertido de que algunos integrantes de la publicación, conspiraban contra el caudillo y el
sistema federal. Como consecuencia de ello, mandó a clausurar el Salón Literario y de este
modo, la publicación desaparece por cuestiones políticas. Según Turone, detrás de aquel Salón
comenzó a funcionar un “club político antirrosista”, con aceitados contactos con viejos unitarios
simpatizantes de Rivadavia. Predicaban allí la introducción de las costumbres y políticas
europeas.

En ese contexto, fue entonces en noviembre de 1838, cuando Alberdi emprende el autoexilio
hacia Montevideo.
En 1843 viajó a Europa junto a Juan María Gutiérrez con destino a París, la meca de todos los
románticos de la época, para luego volver hacia a fines de ese año a América, a radicarse en
chile por 17 años, lugar donde concluye sus estudios, y se dedica a trabajar como abogado
además de continuar ejerciendo el periodismo.
ETAPA LIBERAL

Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros, Alberdi se apresura a
escribir las “Bases y puntos de partida para la organización política de la República
Argentina”

Las Bases fueron editadas en ese país en mayo de ese año y luego reeditado en julio,
incluyendo un proyecto de Constitución, oportunidad en la que el pensador tucumano le envía
ambas obras a Urquiza, quien le agradece su aporte considerándolo un medio de cooperación
importantísimo y oportuno. Así, las Bases se convierten en la fuente principal de la
Constitución Nacional sancionada el 1° de mayo de 1853.

Como parte activa del proyecto del entrerriano, fue nombrado "Encargado de negocios de la
Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España, en
virtud de lo cual en 1855 partió hacia Europa para finalmente radicarse por casi veinticinco
años en París.

Aunque su suerte cambiaría luego de la traición de Urquiza en Pavón, el 17 de septiembre de


1861, cuando el caudillo entrerriano se retiró cuando tenía el triunfo a merced de una carga de
su caballería, entregando el país a los designios de la oligarquía porteña encarnada en el
vencedor de la batalla: el pésimo general pero habilísimo político, Bartolomé Mitre.

Así, Mitre corona su primera y única victoria militar. Como consecuencia de este triunfo,
Alberdi fue despedido como embajador, quedando de este modo sumido en una muy difícil
situación económica.

Ahora bien, detengámonos aquí para ubicar esta disputa de intereses en el plano local, dentro
del contexto mundial, para comprender cabalmente la obra de Juan Bautista Alberdi. Pues
desde su nacimiento, podríamos decir a partir de los primeros años del siglo XIX, el sistema
mundo asistía a un paulatino proceso de transición entre el colonialismo y el imperialismo:

La formación del Primer Orden Mundial fue una empresa compartida por las cinco potencias
atlánticas. España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra que disputaron el dominio de los
mares, el reparto de los territorios sometidos a la soberanía o la influencia europea y el
monopolio de las rutas comerciales.

En cambio, el Segundo Orden Mundial fue, durante sus inicios y gran parte de su desarrollo,
una empresa reservada casi exclusivamente a Gran Bretaña ya que, Gran Bretaña era el único
país capaz de ocupar el vacío de poder en el escenario internacional.
Así, comenzó la crisis del sistema de dominación colonialista, con posterioridad a las guerras
napoleónicas de disputa por la hegemonía europea. De hecho, es precisamente en este
período que surgen en nuestra América, Estados independientes fragmentados precisamente
bajo la perniciosa influencia británica.

Aparece entonces la preponderancia de la potencia emergente, con la cual los países recién
nacidos entablaron un vínculo novedoso que implicó el primer paso en la transformación del
colonialismo al imperialismo.

Si bien Gran Bretaña recurrió en algunos casos a la violencia para conquistar estas tierras, su
terminante éxito se dio en las áreas diplomática y económica.

De esta manera, los ingleses fueron expandiéndose mundialmente con el objeto de abrir los
mercados a la producción de los países centrales y apropiarse al mismo tiempo de las materias
primas necesarias para sus manufacturas.

Como veremos al analizar la idea central de Alberdi en las “Bases”, en el caso argentino en
particular, las batallas de Caseros y Pavón -dos derrotas consecutivas del proyecto nacional y
popular representado por el federalismo- fueron determinantes para la penetración de los
intereses ingleses en nuestras tierras. Circunstancia que no era desconocida en absoluto por el
pensador tucumano, quien precisamente en esta coyuntura adopta un abierto antihispanismo
funcional a la construcción de las condiciones para la hegemonía británica en el Río de la Plata.

Es sabido que Alberdi -aún en su etapa de férreo defensor del liberalismo- tenía diferencias
con la oligarquía porteña, que se acentúan en la oportunidad en que Mitre -con apoyo del
capital inglés- lleva adelante la guerra del Paraguay.

Alberdi mediante una alianza entre Roca y Avellaneda, consigue una banca como diputado
nacional por la provincia de Tucumán.

Recordemos que a Roca le cabría no solo la consolidación de todos los elementos constitutivos
del Estado Moderno argentino, sino también la preponderancia británica total. Es decir, ese
Estado se constituyó en relación de dependencia con el imperialismo británico e inserto en la
división internacional del trabajo.

Pues, a pesar de que esa oligarquía se convenciera a sí misma y escribiera la historia


mostrándose como el “granero del mundo”, en rigor se trataba de una de las tantas
dependencias de servicios de los ingleses
ETAPAS DE ALBERDI

Juan Bautista Alberdi es un personaje muy rico para analizar desde el punto de vista jurídico-
político dado que sus ideas fueron transformándose a lo largo de su vida, llegando a ser
absolutamente disímiles una de la otra. De modo tal que para poder explicar al autor creemos
necesario diferenciar en él tres etapas.

El pensamiento de Alberdi interesa, pues es dispar según las etapas de su vida. Y porque en
conjunto, cayó víctima de las potencias que había contribuido a fortalecer.

Etapa romántica:

La primera etapa podemos ubicarla durante sus estudios en leyes. Es un primer momento de
su pensamiento jurídico-político, en la que el joven Alberdi -por mirar e identificarse con el
romanticismo europeo- se acerca a don Juan Manuel de Rosas en estas tierras, pues bajo la
influencia de tal corriente encuentra en el caudillo federal un principio de lo nacional.

Alberdi Integro junto a jóvenes intelectuales que habían pasado por el Colegio de Ciencias
Morales, el Salón Literario. Este significó un verdadero centro de difusión de las ideas políticas
nutridas del romanticismo europeo.
Las intenciones más relevantes de este grupo eran influir en las decisiones de Juan Manuel
Rosas. Soñaban con reformas sociales y esperaban que Rosas los tomara en cuenta, cosa que no
sucedió.

Podemos afirmar entonces que la modernidad europea es la principal coordenada a partir de


la cual Hispanoamérica comienza a preguntarse por sí misma, buscando su nueva identidad en
quiebre con las prístinas filiaciones nativas e hispánicas.

Nutrido de esas tradiciones, Alberdi intenta establecer una relación entre lo universal -que es
para el autor la razón occidental- y lo particular. Entonces sostiene que “a esa razón universal
nosotros tenemos que unirnos porque esa razón universal es el alma del Derecho. Pero
tenemos que unirnos conservando nuestras particularidades, conservando nuestra propia
identidad.

Pero el aspecto curioso de ese historicismo alberdiano es que sostiene que nuestros países no
tienen historia, puesto que poco es lo que puede rescatarse del período colonial.

Ahora bien, tal parece que -según el planteo de Alberdi- estaríamos intentando de “conjugar
dos tendencias que no son fácilmente compatibles: construir una civilización propia y nacional,
pero que esté a la altura de [lo que considera] el nivel vanguardístico de la historia, que está
representado por Francia. Por tanto, esa ‘filosofía americana’ que propugna Alberdi en el
Fragmento, no puede ser autóctona sino copia de la filosofía francesa y europea.
En este sentido, nuestro rostro particular sería el expresado por don Juan Manuel de Rosas,
cuya mejor prueba de legitimidad –sostiene Juan Bautista en esta obra- es la popularidad de su
gobierno, de modo que nadie podría pensar una revolución en contra de ese poder aceptado
por el pueblo.

Para lo cual –en una suerte de división de tareas- la nueva generación de intelectuales a la que
pertenece, colaboraría investigando las artes, la filosofía, la industria para encontrar la forma
nacional de desarrollo.

Aunque en las expresiones señaladas, ya podríamos entrever un eventual conflicto futuro, en


la medida en que el gobernador de Buenos Aires no acepte la guía intelectual de la generación
del ’37, sobre todo se verá esto posteriormente frente al bloqueo francés.

La cuestión central que podemos diferenciar claramente con la postura que va tomando
Alberdi en sus posteriores obras -lo que nos hace hablar de una nueva etapa de su
pensamiento- es el modo en que considera al sujeto popular en esta etapa. En tanto más tarde
enfatizará la incapacidad que tienen para ejercer el gobierno, quienes carezcan de instrucción
o de una determinada posición social, llegando incluso a sostener -como se verá- que la mejor
opción es suprimir el ejercicio del sufragio por parte de los sectores populares e incluso
suprimir los derechos de las mayorías.

No obstante, en la etapa del Fragmento, cuando explica el apoyo a Rosas, sostiene que se trata
de un “representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo. Y por
pueblo no entendemos aquí a la clase pensadora, la clase propietaria, sino también a la
universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe.

Etapa liberal:

Podríamos pensar en el inicio de la etapa decididamente liberal de Alberdi, cuando se


autoexilia luego de la ruptura con Rosas, como sucedió con el resto de toda la generación del
37, que es precisamente cuando le dieron espacio en la redacción constitucional de 1853.

Recordemos que nuestra región, que se insertaba en aquella nueva fase del sistema mundial
que describíamos, venía de la derrota del proyecto de unidad americana -luego del fracaso del
Congreso Anfictiónico de Panamá- y balcanización mediante, empezarían a prevalecer las
distintas patrias chicas en detrimento de la Patria Grande
De manera que el progreso radicaba para los intelectuales liberales en someterse a las
condiciones de dominación imperialista vigente entonces en el orden mundial, no porque el
extranjero fuera imbatible; Rosas demostró que se podía vencerlo. Pero las victorias criollas
perjudicaban el progreso y la civilización de la tierra.

Para ello esta generación escribiría las teorías que justifiquen la consolidación de las
oligarquías y el texto constitucional en base a la cual debieran ordenarse los poderes
gubernativos y el fin asignado a la comunidad por el sector social dominante.

Y será precisamente Alberdi quien diseña la ingeniería constitucional del proyecto


oligárquico que abre la puerta al capital extranjero y la cierra a la participación popular,
mediante su obra Bases y puntos de partida para la organización política de la República
Argentina y el proyecto de Constitución agregado -como dijimos- a la segunda edición que
envió a Urquiza, convirtiéndose de este modo en el texto fundante de la Constitución de
1853.

“La propiedad privada usada en términos absolutos es la base de ese nuevo proyecto, una
vez que la oligarquía se empoderó con la apropiación de las tierras productivas más ricas del
país y terminó de armar sus alianzas tanto externas (con el imperio británico) como internas
(con las clases acomodadas y conservadoras de las provincias norteñas). Debiéndose limitar
el Estado a garantizar la seguridad necesaria para el desarrollo de esos factores de
producción.

Mariano Fragueiro hizo una lectura más nacional e intervencionista del texto constitucional.
Frente a esta interpretación y en calidad de autor de su principal fuente, don Juan Bautista
publica en 1854 el “Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su
Constitución de 1853”, obra fundamental dentro del corpus alberdiano “concebida como una
continuación de las Bases, plasmando una guía de principios económicos e impositivos para
uso de las autoridades de la joven Confederación Argentina.

Alberdi reivindica el ideario demoliberal de la Constitución y hace una encendida defensa de la


que llama Escuela Industrial de Adam Smith, a la que califica como ‘doctrina de la libertad’,
afirmando que a esa doctrina y no a otra pertenece la Constitución (…) y sólo dentro de esa
doctrina debe ser interpretada, no correspondiendo buscar otras interpretaciones fuera de
ella. (…) El impacto de la interpretación doctrinaria alberdiana sobre los aspectos económicos
de la Constitución fue muy fuerte y su contundencia contribuyó a afirmar el modelo
agroexportador de la Generación del ‘80.

En este sentido, en palabras del propio Alberdi en el Sistema económico y rentístico, así
defiende aquel carácter absoluto de la propiedad privada, esbozando la bandera del
librecambismo, una especie de pensamiento único dominante entonces, que sería –como
dijimos- el núcleo de la Constitución del 53.

De manera que, la lectura de Fragueiro se desvaneció a poco de andar, no porque Alberdi


escribiera cómo leerse sino porque la Constitución real –es decir, las verdaderas fuerzas
sociales dominantes- harían esa interpretación en la consolidación de un Estado funcional a
sus intereses e inserto en la división internacional del trabajo tributaria del imperialismo
británico.

Ahora bien, esa libertad absoluta en términos económicos no era tal en términos políticos,
dado que Alberdi, si bien consagraba el principio abstracto de la soberanía popular,
consideraba al pueblo incapaz de gobernarse a sí mismo, de modo que esa tarea era reservada
al sector social dominante.

En este sentido, Luis Alberto Romero (2013: 19) refiriendo al momento de consolidación de los
tres elementos constitutivos del Estado, sostiene que desde 1880 se configuró un nuevo
escenario institucional, apoyado en los triunfos militares, se consolidó un centro de poder
fuerte, cuyas bases jurídicas se hallaban en la Constitución sancionada en 1853 y que, según
las palabras de Alberdi, debían cimentar ‘una monarquía vestida de República’”.

Es decir que el propio autor –llevando al extremo el principio según el cual el pueblo no
delibera ni gobierna sino a través de sus representantes-reconoce que el ejercicio del poder y
del sufragio debía concentrarse en manos de la oligarquía excluyendo al pueblo, cuya libertad
se reducía a vender su fuerza de trabajo.

Si hay una idea del Alberdi de esta época que revela ese profundo desprecio de su generación
por lo nacional y lo popular, que a su vez sintetiza buena parte de su pensamiento una idea
que también fue llevada hasta sus extremos por la oligarquía porteño céntrica, fue la que el
tucumano expresó en: “GOBERNAR ES POBLAR”

Veamos lo que Alberdi quiere para su país. Quiere inmigrantes para ‘plantar y aclimatar en
América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de
Estado Unidos.

Pues si bien, Alberdi tuvo profundas diferencias con Sarmiento, a quien discutió la dimensión
de la antinomia civilización o barbarie –aún durante esta etapa liberal, así como también
cuestionó la decisión política de exterminio de los nativos y gauchos, de todos modos, no
escapaba a la mirada de la civilización europea –específicamente la noratlántica- como la única
posible.
De manera que la idea alberdiana de que “gobernar es poblar” implicaba que el elemento
poblacional sea profundamente transformado, una transformación que no fue más que la
suplantación por otra población que en teoría eran aptos para el trabajo, aunque
principalmente inmigraron los europeos del sur y no del norte, como ansiaban. Se trataba así
de traer la gente para quien estaba hecha esa Constitución.

Entonces, la decisión político-ideológica fue que el elemento poblacional se construya sobre el


genocidio de los nativos y toda resistencia contra la civilización impuesta, reemplazándola por
inmigración europea. Poblar consistía entonces en pasar a degüello a la población que existía y
trasplantar otra.

Para Alberdi y ni hablar para el resto de su clase, ni siquiera bastaba con educar al pueblo dado
que “no era un problema de educación sino de raza.

Con la frase en América, gobernar es poblar, sintetizó su pensamiento, gobernar es poblar, que
exigía despoblar previamente de criollos, para repoblar con gentes aptas para la libertad.

De manera que, aunque el tucumano planteara sus discrepancias con la antinomia


sarmientina, el sector dominante en realidad había tomado esa decisión política, para la cual la
pluma del Alberdi de este tiempo fue absolutamente funcional a ese proyecto. Un proyecto de
país donde todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por
serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar.

Aunque finalmente, no podemos dejar de señalar cómo Alberdi se distancia críticamente de


esa oligarquía genocida incluso durante esta misma etapa, cuando edita “El crimen de la
guerra”, - donde sostiene que la oligarquía porteña es responsable de un genocidio en la
campaña contra el Paraguay en la llamada Guerra de la Triple Alianza. Todavía sigue
adscribiendo plenamente al liberalismo, aunque ya no está de acuerdo con el modo en que es
conducido por esa oligarquía, donde la negación del Otro autóctono se reduce al liso y llano
exterminio. Esta diferencia, Mitre no le perdonará jamás.

Cuando don Bartolomé aseguraba que la guerra fratricida de la “Triple Infamia” se


fundamentaba por su carácter ‘civilizatorio’, Alberdi respondía -en forma letal- dejando en
evidencia que si había un país adelantado y desarrollado era precisamente el de los hermanos
paraguayos.

Alberdi no ignoraba, aunque como siempre calla, la mano oculta de Inglaterra, y centra su
fuego en Brasil. (…) Alberdi, economista y diplomático de talento, sabía al dedillo que tanto
Inglaterra como Francia eran las principales interesadas en la libre navegación de los ríos.
Mucho más que Brasil.
Etapa de crítica al liberalismo:

Finalmente, el Alberdi viejo cuyas ideas podemos encontrarlas editadas en sus “Escritos
póstumos” es absolutamente crítico hasta del propio liberalismo. Ello así, en tanto en el
aspecto económico defiende la intervención del Estado

Las diferencias de Alberdi con el liberalismo oligárquico –que existía aun en forma incipiente
en su etapa liberal- se vuelven irreconciliables en su última etapa, donde efectúa una profunda
crítica a la historiografía oficial.

Cabe señalar que esa política de la historia, fue uno de los mecanismos centrales que esa
oligarquía encontró lúcidamente para homogeneizar el elemento poblacional, luego del
genocidio de gauchos y nativos sumado a su reemplazo por inmigrantes de distintos lugares de
la Europa pobre del sur.

Entonces con el fin de construir una identidad nacional argentina, se fueron gestando procesos
de asimilación de esas inmigraciones, prácticamente como en ningún país del mundo, en lo
que fue muy efectiva la historia mitrista, porque lo que construyó fue la historia desde los ojos
e intereses de la oligarquía y al escolar que había que hegemonizar había que hacerle creer
que la historia argentina era la historia del protagonismo de la oligarquía, entre otras cosas,
para que no la cuestione.

A tal punto el pensador tucumano destroza a la política de la historia esgrimida por la


oligarquía porteña, que Jauretche lo considera parte de los autores previos al revisionismo.

En el mismo sentido, León Pommer (2013: 15) –que también refiere a esta etapa como “el
Otro Alberdi”- sostiene que en sus Escritos Póstumos “es feroz el ataque a los liberales
porteños, a su corrupción y venalidad. Pero entiéndase bien, Alberdi no abjura de su
liberalismo. Sus Bases son la prueba cabal de su ideario. Pero quiere a los liberales profesando
la honestidad, no al servicio de una oligarquía mercantil.

Sin embargo, acaso como un matiz con el citado autor, señalemos que otros autores
consideran que, durante esta última etapa de su vejez, Alberdi renuncia a su liberalismo
económico y se identificaba con posturas proteccionistas y pragmáticas.

Incluso en estos tiempos, Alberdi modifica su postura contraria al régimen de España en estas
tierras, pues recordemos que en su etapa liberal atribuía a ese pasado hispánico todas las
causas del atraso americano. Así Hernández Arregui sostiene que “junto a ese Alberdi
deplorable, hay otro Alberdi. El mismo que ya anciano, en su casi desaparecido libro Mi vida
privada, recuerda su formación francesa e inglesa con arrepentimiento.

De modo que el viejo Alberdi revisa en esta etapa gran parte de sus juicios sobre España,
también en lo relativo a las críticas lapidarias que tuvo otrora sobre el régimen administrativo
español, al comprobar los efectos desastrosos de la política posterior a Caseros y Pavón, que él
mismo había contribuido a construir como ideólogo aporteñado y habiendo pasado por alto
que aquel régimen fue proteccionista en relación a las provincias del interior.

La historiografía oficial se preocupó en mantener en estricto secreto y resguardo, para mostrar


sólo el Alberdi funcional a sus intereses, que consideró al sistema español la causa de los
desequilibrios del país- reconocerá allí el tucumano que la legislación de aquel régimen
mantuvo a las provincias estabilizadas y en paz por siglos.

Aunque no sólo este aspecto le discute el tucumano al sanjuanino, sino que tiene especial
obsesión por refutar las ideas vertidas por Sarmiento en el Facundo. Donde Alberdi cuestiona
la radical dicotomía sarmientina, utilizada por la oligarquía en nuestro país.

Por obra de las ideas de Sarmiento y del uso constante de esa posición de profundo desprecio
por lo popular, los intereses de los montoneros lejos de desaparecer, resurgieron durante el
siglo XX.

Ahora bien, este Alberdi viejo, es el gran olvidado e incluso ocultado por la historia mitrista y
su obra más difundida fue y sigue siendo en nuestros días, las Bases que muestran al autor
alineado con los intereses dominantes en el orden mundial de aquel momento histórico.

Con unos cuantos años encima, ya cansado y humillado por la propia oligarquía, don Juan
Bautista decidió irse nuevamente del país en 1881. Finalmente murió el 19 de junio de 1884.

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