Está en la página 1de 10

Filósofo vs.

mayoría

Nombre: Benjamín Segovia


Curso: Teoría política I
Profesor: Pedro Riquelme
Ayudante: Manuel Diaz
Filósofo vs. mayoría
Benjamín Segovia

Parte de la filosofía antigua es abordar problemas en relación al mejor tipo de ordenamiento


social y político. Uno de los más destacados problemas de esta índole es el debate entre, por
un lado, el gobierno de los expertos, y por el otro, el gobierno de la mayoría. Sócrates, a
través de las obras de Platón, ya se había posicionado con respecto a la necesidad de que los
gobernantes fueran filósofos en desmedro de la mayoría. Sin embargo, sería interesante
interrogarse acerca de los argumentos esgrimidos para sostener del por qué es
imprescindible que las riendas de un régimen político estén en manos de aquel grupo
selecto par excelencia y no en el lado de la mayoría. Este interés abre las siguientes
preguntas: ¿Cuáles serían las repercusiones de la filosofía de Platón acerca de que
gobiernen los expertos, en específico, que gobierne su peculiar concepción de filósofo
“rey” y no el gobierno de las mayorías? Mi tesis es que la filosofía política de Platón, por
un lado, cuando asume las riendas del gobierno el filósofo rey, lo política del filósofo
elimina lo político a diferencia si asumiera la mayoría porque ésta sería poco sensata para
gobernar y traería los mismos problemas que para Platón representa la política. En otras
palabras, cuando el filósofo sostiene las riendas del ordenamiento político se elimina
paradójicamente la política, cosa que en un gobierno de mayorías no pasaría debido a las
radicales distinciones que Platón presenta entre su concepción de Estado ideal perfecto y la
concepción convencional de Estado con todos sus inconvenientes políticos. El interés en
argumentar esta tesis es realizar las precisiones correspondientes entre la esfera de la
filosofía y la esfera de lo político, y la relación que se mantiene entre ambas, si es que hay
alguna.
Para comenzar la discusión, comenzaremos a realizar la distinción y precisión de lo
que Sócrates sostiene tanto por el experto y la mayoría. En segundo lugar, analizaremos las
diferentes en la conducción de gobierno tanto del filósofo experto como del gobierno de la
mayoría. Por último, en cuarto lugar, concluir.
1. Entre el experto y la mayoría
Lo que me interesa de la relación entre experto y mayoría se encuentra en el Critón
y en La república; en ambas obras se refleja un claro contraste entre lo que Sócrates
entiende por experto y multitud. Sostengo que Sócrates mantiene una preferencia por la
opinión del experto debido al conocimiento virtuoso que posee en alguna disciplina, en
desmedro de la opinión de la mayoría por no ser suficientemente sensata en temas de
conocimiento. Veamos las ideas principales de ambos textos por separado.
En la primera obra mencionada, cuando Critón advierte a Sócrates de la necesidad
de tomar en cuenta la opinión de la mayoría, Sócrates comienza a realizar su examen acerca
si es justo faltar a la obediencia de las leyes o no y cómo se resuelve el problema de tomar
en cuenta a la mayoría. La respuesta con la que comienza Sócrates es: “¿Pero por qué
damos tanta importancia, mi buen Critón, a la opinión de la mayoría? Pues los más capaces,
de los que sí vale la pena preocuparse, considerarán que esto ha sucedido como en realidad
suceda”(Critón, p.44d). Ya hay una predisposición a preferir la opinión de <<los más
capaces>> en desmedro de lo que dice el resto, por lo que prosigue: “¡Ojalá, Critón, que los
más fueran capaces de hacer los males mayores para que fueran también capaces de hacer
los mayores bienes! Eso sería bueno. La realidad es que no son capaces ni de lo uno ni de lo
otro; pues, no siendo tampoco capaces de hacer a alguien sensato ni insensato, hacen lo que
la casualidad les ofrece”(Critón, p.44d). Sócrates una vez más apunta a los más capaces por
ser los más sensatos, en cambio, la multitud no. El ejemplo del hombre que se dedica a la
gimnasia es bastante ilustrador:
Un hombre que se dedica a la gimnasia, al ejercitarla ¿tiene en cuenta la alabanza, la
censura y la opinión de cualquier persona, o la de una sola persona, la del médico o
el entrenador? (...). Así pues, ha de obrar, ejercitarse, comer y beber según la
opinión de ese solo, del que ésta a su cargo y entiende, y no según la de todas los
otros juntos.(Critón, p.47b).
Critón le da la razón a Sócrates y finalmente se concluye que uno no se debe
preocupar mucho de lo que diga la mayoría, sino más bien escuchar a quien entiende de las
cosas justas e injustas, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, etcétera.
En La república es un poco más difícil encontrar tales distinciones, no obstante, si
hacemos el intento, podemos inferir ciertas características vistas en el Critón que
compartiría tanto el experto, por un lado, como la mayoría, por el otro. Una primera señal
en el proyecto del Estado de Platón es cómo Sócrates caracteriza tanto al auxiliar como al
guardián. El primero es que los auxiliares tienen una “cooperación [que] no resulta
ciertamente muy estimable en lo que toca a la inteligencia, pero que gozan de suficiente
fuerza física para realizar trabajos penosos”(La república, 371e), en cambio, en el segundo,
además de poseer temperamento apacible y fogoso, Sócrates se pregunta: “¿Pero no crees
que el futuro guardián necesita todavía otra cualidad más?¿Que ha de ser, además de
fogoso, filósofo por naturaleza?”(La república, 376a). Para cumplir el cargo de guardián de
la ciudad, aparte de cumplir la cualidad de ser apacible, fogoso, entre otras, es muy
importante, como se verá más adelante, que se cumpla la cualidad de ser filósofo. Pero,
¿qué significa ser filósofo? La respuesta de Sócrates es que los filósofos son: “Los que
gustan de contemplar la verdad”(La república, 45e). Un filósofo contempla la verdad y
gusta de “ver y gustar la naturaleza de lo bello en sí mismo”(La república, 476b). En
cambio, y aquí la posible conexión con el Critón, la multitud mantiene opiniones
intermedias en relación a estas ideas:
Hemos descubierto, pues, según parece, que las múltiples creencias de la multitud
acerca de lo bello y de las demás cosas dan vueltas en la región intermedia entre el
no ser y el ser puro.(La república, 479d).

Platón realiza una distinción gráfica entre la multitud y el filósofo. Mientras la


multitud mantiene ideas divergentes y poco consistentes acerca de lo bello, lo justo, etc., el
filósofo al parecer mantiene ideas inmutables y eternas sobre estas ideas. Más tarde realiza
otra distinción: entre aquellos que son amantes de la opinión y aquellos que son amantes
del saber: “de los que perciben muchas cosas bellas, pero no ven lo bello en sí ni pueden
seguir a otro que a ellos los conduzca y asimismo ven muchas cosas justas, pero no lo justo
en sí, y de igual manera todo lo demás, diremos que opinan de todo, pero que no conocen
nada de aquello sobre que opinan. (...) [En cambio] los que se adhieren a cada uno de los
seres en sí, ¿no habrá que llamarlos filósofos o amantes del saber y no amantes de la
opinión?”(La república, 479e-480a). Ahora pasemos al argumento entre las diferencias y
las similitudes.
Las diferencias entre ambas obras las podemos argumentar de la siguiente forma: 1)
Cuando tratamos en el Critón estamos por supuesto hablando en términos convencionales
de la época de que hay grupos que entiende de lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo,
etcétera, sin embargo, no vemos misma convención social en La República porque Sócrates
más que hacer una distinción convencional de su época, determina en su proyecto la
necesaria existencia, por un lado, de un grupo de expertos que serían los guardianes, y por
el otro, una mayoría comprendida en la clase de los auxiliares. En otras palabras, en el
Critón ambas distinciones ya son preestablecidas, a diferencia del proyecto platónico de La
República donde se requiere establecer una necesaria distinción de ambos grupos para que
el Estado ideal funcione conforme a su idea de justicia donde “cada uno debe atender a una
sola de las cosas de la ciudad: a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada”(La
república, 433a). Más aún, aquí renaturaliza lo que en la realidad de su época ve para
llevarlo a la idealidad de su Estado de una manera más rígida y estructurada, a saber, que
cada uno haga lo que le corresponde conforme a la justicia, de lo contrario, hay ruina e
injusticia.
En el caso de las similitudes: 1) Platón ubica que tanto en el Critón y en La
república hay una similitud en las cualidades que tiene la mayoría y en las cualidades del
experto. Mientras en ambas obras las cualidades del experto mantienen una clara y
permanente sintonía en relación al conocimiento de lo justo y lo injusto, de lo bello y lo
feo, etc., la mayoría en ambas obras mantienen la característica de que no son sensatas para
las ideas porque son los menos capaces, o al menos, hay una predisposición a pensar o
predestinar que no lo son; 2) Las mayorías son menos capaces para estas ideas porque
mantienen opiniones intermedias, divergentes y poco consistentes en comparación al
filósofo experto que mantiene un conocimiento inmutable; 3) estas mayorías se destacan
porque se reducen a la opinión y a la nula capacidad de conocer de lo que opinan, en
cambio, el filósofo no opinan, conocen, poseen un saber de las ideas.
Entonces, por las cualidades que Platón, mediante Sócrates, presenta tanto de la
mayoría como la de los filósofos, cree que estos últimos son los que debieran llevar las
riendas del gobierno. Y se agregan otras cualidades que permiten al filósofo gobernar. La
primera es porque los filósofos son aquellos “que pueden alcanzar lo que siempre se
mantiene igual a sí mismo y no lo son los que andan errando por multitud de cosas
diferentes”(La república, 484b), la segunda es que aquellos son “capaces de guardar las
leyes y usos de las ciudades”(La república, 484c), y por último, la tercera, es que Platón
cree que “las ciudades no saldrán de sus males hasta que manden en ellas los filósofos”(La
república, 487e). Esta última cualidad que les otorga Platón me interesa para analizar sobre
las consecuencias políticas de que el filósofo pueda asumir el cargo.

2.Consecuencias políticas de que el filósofo gobierne.


Me interesa analizar en esta sección sobre las consecuencias políticas de que
gobiernen los filósofos. Platón cree que la filosofía y la política pueden coincidir, lo cual
sostengo que se produciría la erradicación paradójica de la política debido a tres
argumentos.
En primer lugar, Platón cree que la cualidad del gobernante determina en cierta
medida la cualidad de la ciudad. Ya analizamos las cualidades que deben tener tanto la
mayoría como las del filósofo. Ahora quisiéramos analizar la relación entre la cualidad del
filósofo y la ciudad. Platón nos dice que la ciudad es prudente por la prudencia de los
guardianes:
la ciudad fundada conforme a naturaleza podrá ser toda entera prudente por la clase
de gente más reducida que en ella hay, que es aquella que la preside y gobierna; y
éste, según parece, es el linaje que por fuerza natural resulta más corto y al cual
corresponde el participar de este saber, único que entre todos merece el nombre de
prudencia.(La república, 429a).

Es fundamental que el Estado mantenga como dirigentes a aquel grupo cuyos


valores puedan ser reflejados en la ciudad. Sin embargo, no cualquier valor hará que la
ciudad sea estable y permanente, pues, siguiendo las cualidades señaladas de los filósofos,
éste debe presentar cualidades de la templanza, prudencia, justicia, valentía, además de la
de ser filósofo, es decir, aquel que contemplador de la verdad. Con estas cualidades, Platón
nos dice: “pienso que nuestra ciudad, si está rectamente fundada, será completamente buena
[...] porque será prudente, valerosa, moderada y justa”(La república, p.427e). Al contrario
de lo visto con la cualidad de la mayoría, ésta al ser insensata en los conocimientos de lo
bueno y lo malo, lo bello y lo feo, etc., no sería una ciudad rectamente fundada. Platón tiene
un prejuicio y desprecio por la mayoría debido a la carencia de las cualidades del experto
filósofo.
En segundo lugar, la filosofía es capaz de eliminar los males de los regímenes
políticos, y por eso ninguno de los regímenes analizados es adecuado en lo absoluto. Los
gobiernos analizados hacen referencia a la democracia, la timocracia, aristocracia,
oligarquía y tiranía, que por razones de extensión no veremos. Sin embargo, las razones que
da Platón son claras y es que “no hay entre los de ahora ningún sistema político que
convenga a las naturalezas filosóficas y por eso se tuercen éstas y se alteran”(La república,
497b). Los regímenes políticos analizados, a modo de interpretación, independiente de sus
distinciones, todas tienen en común los males en los que degenera la política cuando ésta
carece del carácter sustantivo de la filosofía, a saber, que se carezca de cualidades del
filósofo. O más bien, me parece que Platón más que compensar las imperfecciones, busca
establecer una nueva política desde el momento en que el filósofo gobierna, es decir, una
política de la filosofía en el que rige el conocimiento de la verdad: “Ahora bien, si la verdad
es quien dirige, no diremos, creo yo, que vaya seguida de un coro de vicios”(La república,
490c). El filósofo como gobernante poseía un conocimiento verdadero que buscaba
expresar políticamente en un control estricto de la educación, la familia, la división estricta
de las profesiones haciendo que cada uno haga según le corresponda. Se buscaba también
que las cualidades del filósofo sean las mismas cualidades que pueda expresar cada
estamento de la ciudad para que pueda funcionar. En otras palabras, cuando la política se
une al conocimiento verdadero de un solo gobernante o unos pocos guardianes filósofos, se
elimina el carácter compulsivo de la política porque se somete al ciudadano y se lo busca
hacer semejante a él:
¿Por consiguiente, para que esa clase de hombres sea gobernada por algo semejante
a lo que rige al hombre superior, sostenemos que debe ser esclava de este mismo
hombre, que es el que lleva en sí el principio rector divino; y esto no porque
pensemos que el esclavo debe ser gobernado para su daño (...), sino porque es mejor
para todo ser el estar sujeto a lo divino y racional, sea, en otro caso, que lo rija
desde fuera, a fin de que todos, sometidos al mismo gobierno, seamos en lo posible
semejantes y amigos?(La república, 490d).

Al momento de someterse a los valores iguales a los de los gobernantes,


evidentemente hay una eliminación de la política porque no da espacio para el conflicto
entre diferentes posturas para definir o establecer un régimen alternativo como tampoco da
espacio para que la ciudadanía pueda participar activamente en la toma de decisiones. El
Estado ideal de Platón era un gobierno que no daba espacio a la crítica por ser la
encarnación del verdadero conocimiento del filósofo. Recordemos que hay una diferencia
entre los amantes de la opinión correspondientes a la mayoría, por tener ideas intermedias,
divergentes y poco consistentes, y el conocimiento correspondiente al filósofo en el que
habían ideas claras y permanentes del saber.
Por último, y en tercer lugar, para finalizar, hay una erradicación paradójica de la
política. Desde el momento en que el Estado ideal de Platón decida establecerse como
orden, su orden se va a fundamentar siempre en una hostilidad hacia la política, es decir, no
podría entenderse un gobierno en el que el conocimiento de la verdad se imponga sin
tampoco entender que se constituye en base a lo que constantemente decide excluir. En
otras palabras, el gobierno del filósofo se construye en base al sepultamiento eterno de la
política al intentar mantener siempre en orden la estricta estructura de su Estado ideal
conforme a la concepción de justicia en el que cada uno hace según lo que le corresponde.
En palabras de Platón:
que los filósofos reinen en las ciudades o cuantos ahora se llaman reyes y dinastas
practiquen noble y adecuadamente la filosofía, vengan a coincidir una cosa y otra, la
filosofía y el poder político, y sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres
que se encaminan separadamente a una de las dos.(La república, 473e).

Para concluir, cabe preguntarse si, a pesar de que el filósofo gobernante mantenga
forzosamente el lazo entre gobernar y el conocimiento de la verdad, es posible también que
la misma filosofía se debilite debido a llevar una disciplina que, en palabras de Platón,
busque conocer la esencia de cada cosa de la naturaleza, lo bello en sí y no la mera belleza,
en comparación a la disciplina política estrechamente vinculada al arte de gobernar:
“Entonces, ¿a qué otros obligarás a dedicarse a la guarda de la ciudad sino a quienes,
además de ser los más entendidos acerca de aquello por medio de lo cual se rige mejor el
Estado, posean otros honores y lleven una vida mejor que la del político?”(La república,
521b). Al parecer siempre va a estar esa tensión o contaminación entre lo propio de la
filosofía y lo propio de la política. Ambas pueden coincidir como también ambas pueden
desgastarse entre sí. A lo mejor habría que pensar otro modo de encontrar un conocimiento
de lo bello en sí en la política.

Referencias bibliográficas

Platón (2017). La república. Madrid: alianza editorial


Platón (1981). Critón. En Diálogos. Madrid: Gredos.

También podría gustarte