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Contenido
NOTA PRELIMINAR............................................................................................. 5
CAPÍTULO I ......................................................................................................... 8
LA INTELIGENCIA RACIONAL ........................................................................ 8
1.- El ser inteligente ..............................................................................................8
2.- La razón ..........................................................................................................8
3.-El concepto .......................................................................................................9
4.-Análisis y síntesis ........................................................................................... 10
5.-Inducción y deducción .................................................................................... 10
6.-El razonamiento, orden de los conceptos ........................................................ 11
7.-El lenguaje, orden de las palabras .................................................................. 12
8.-La imaginación, orden de las imágenes .......................................................... 13
9.-Inteligencia y matemáticas .............................................................................. 13
10.-Relaciones matemáticas y relaciones funcionales ......................................... 14
11.-El mundo inteligible ....................................................................................... 15
CAPÍTULO II ...................................................................................................... 16
LA INTELIGENCIA INTUITIVA ....................................................................... 16
12.- La Inteligencia, órgano de adaptación .......................................................... 16
13.- Correspondencia necesaria entre la inteligencia y la materia ....................... 16
14.-Inteligencia y yuxtaposición .......................................................................... 17
15.-Inteligencia y movimiento .............................................................................. 18
16.-La intuición ................................................................................................... 19
17.-La imagen en cuanto intuición ....................................................................... 19
18.-La intuición en cuanto juicio .......................................................................... 20
19- El orden de las cosas y el ritmo del yo .......................................................... 21
20.-Razón e intuición .......................................................................................... 22
21.- Unidad de nuestra actividad intelectual ........................................................ 23
CAPÍTULO IV ..................................................................................................... 32
INTELIGENCIA Y CONCIENCIA .................................................................... 32
32.- Experiencia y conciencia .............................................................................. 32
33.-La inteligencia de los sentidos ...................................................................... 32
34.-Percibir es elegir ........................................................................................... 33
35.-Conciencia y acción ...................................................................................... 34
36.-Elección y conciencia .................................................................................... 35
37.-Conciencia y juicio ........................................................................................ 36
38.-La toma de conciencia de nuestro cuerpo ..................................................... 36
39.-Conciencia y duración .................................................................................. 37
40.-La inteligencia y la vida psíquica ................................................................... 38
CAPÍTULO V ...................................................................................................... 40
LA MATERIA VIVA ......................................................................................... 40
41.-El organismo ................................................................................................. 40
42.-Inteligencia instintiva de la materia viva ........................................................ 41
13.-Memoria de la materia viva .......................................................................... 41
44.-Inteligencia Profética de la materia viva ........................................................ 42
45.- La adaptación .............................................................................................. 43
46.-Finalidad y contingencia de la materia viva ................................................... 44
47.-La evolución de la materia viva ..................................................................... 44
48.- Unidad y dualidad constitutivas del ser vivo ................................................. 45
CAPÍTULO VI ..................................................................................................... 47
LA MATERIA INORGANICA ........................................................................... 47
49.-La materia inorgánica es organizada ............................................................. 47
50.-Inercia y movimiento de la materia inorgánica ............................................... 47
51.- Discontinuidad y continuidad de la materia inorgánica ................................. 48
52.-La unidad de la materia inorgánica................................................................ 49
53.-La materia, forma condensada de la energía................................................. 50
54.-De la materia inorgánica a la materia viva ..................................................... 50
55.-La evolución de la materia inorgánica ........................................................... 51
56.-Materia e inteligencia .................................................................................... 52
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
NOTA PRELIMINAR
Estimado lector:
El libro que está empezando a leer es un libro de filosofía. No es uno de esos
libros de elucubración abstracta y de especulación casi pura sino, por el
contrario, una filosofía analítica fuertemente referenciada en la ciencia y en
hechos reales de observación directa. Si bien ésta es una de sus mayores
fortalezas, también tiene algunas debilidades y, en este sentido, hay al menos dos
consideraciones a tener en cuenta.
Por un lado, el profesor de Jaime María de Mahieu (1915-1990) llegó a la
Argentina poco antes de la primera mitad del Siglo XX; probablemente hacia
1946 o algo más tarde. Este trabajo se publicó en 1950 cuando todavía "pensaba
en francés y escribía en castellano" como dijo en alguna oportunidad. De allí
alguna sintaxis algo extraña en algunos párrafos que puede llamar la atención
aun cuando no impida la comprensión.
Por el otro lado, siendo un trabajo sustentado con datos científicos no podemos
perder de vista que, desde 1950 hasta hoy, tanto la biología – sobre todo la
microbiología – como la física en todas sus ramas, la química, la exploración
espacial y las herramientas de análisis matemático han tenido enormes avances
desde entonces. Watson y Crick descubrieron el ADN tres años después de
publicado este libro [1]. El Proyecto Genoma Humano comenzó en 1990 y
culminó en 2003. También los grandes avances en microbiología celular, en
microscopía electrónica y en teorías de sistemas y procesos vitales vendrían
mucho después de 1950. Por ejemplo, Ludwig von Bertalanffy publicó su Teoría
General de los Sistemas en 1968 [2]; un trabajo que superó en buena medida
varias de las controversias filosóficas clásicas como, por ejemplo, materialismo y
vitalismo o mecanicismo y teleología, entre otras. Varias de ellas se mencionan
en este libro y es una verdadera pena que de Mahieu no haya podido hacer años
más tarde una edición revisada y ampliada de este libro incorporando los nuevos
datos aportados por la ciencia y la realidad.
Con todo, el libro no ha perdido nada de su valor. Es más: en algunos aspectos ha
resultado casi profético. Si bien hoy podríamos utilizar más argumentos –
incluso otros y hasta mejores argumentos – el replanteo obligado del
materialismo dialéctico es un hecho cuya necesidad ya muy pocos discuten, al
menos en privado, puesto que, por una cuestión de dogmatismo ateo cuasi-
místico, sigue siendo el dogma científico oficialmente profesado en los ámbitos
académicos.
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
Tampoco el origen de la vida como fenómeno debido a tan solo una sucesión
contingente de meras casualidades es compatible con los datos disponibles y
tampoco se sostiene ya la habitual excusa de que unos 4.5 millones de años
fueron tiempo suficiente para que la aleatoriedad produjese un ser humano a
partir de una célula prehistórica primigenia.
El materialismo dogmático vigente sigue sosteniendo la teoría de una célula que
se formó por pura casualidad, en un medio que se constituyó también por pura
casualidad, que se desarrolló gracias a mutaciones que aparecieron por pura
casualidad gracias a una casual malinterpretación del código genético y que luego
se seleccionaron por condiciones ambientales y/o sexuales completamente
casuales. Para un cálculo de probabilidades – incluso considerando cuatro mil
millones de años – son demasiadas casualidades para formar peces, anfibios,
pájaros, plantas y todos los demás animales, el Hombre inclusive. En otras
palabras, dejando de lado la selección natural y la selección sexual de seres vivos
ya constituidos, el esquema darwinista del origen de la vida tiene que ser
revisado.
Además, hay desarrollos por lo menos interesantes. Los trabajos de Michael
Behe, [3] William Dembski [4] y varios otros señalan que muchos fenómenos
naturales y los seres vivientes en general presentan características de diseño y,
no por casualidad, la teoría de estos científicos ha recibido el nombre de "Diseño
Inteligente".
Behe, que es bioquímico, sostiene la tesis de la Complejidad Irreductible según la
cual existen en la naturaleza – ya a nivel de la célula – sistemas biológicos tan
complejos que la falta, o el malfuncionamiento, de uno solo de sus elementos
bastaría para que todo el sistema colapse y se vuelva completamente inservible.
Siendo esto así, dichas estructuras no pueden haber surgido de un desarrollo
paso-a-paso continuo puesto que tan solo la alteración de cualquiera de sus
elementos derrumbaría toda la estructura. En otras palabras: se trata de sistemas
que nacieron para cumplir una función determinada, con todo lo que necesitaban
para cumplirla, y no sistemas que fueron "mejorando" o adaptándose poco a poco
a través de procesos aleatorios de mutación y selección.
Por su parte Dembski, que es matemático, elaboró mediante el análisis
estadístico el concepto de Complejidad Especificada. Este enfoque demuestra
justamente que las estructuras de Complejidad Irreductible poseen una
especifidad ab ovo, es decir: que desde su mismo origen vienen especificadas
para determinada función por lo cual, dada la extraordinaria diversidad de los
seres vivos unida a su enorme complejidad hace altamente improbable que
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todos los seres vivos del planeta se hayan formado únicamente por selección
natural según lo postula la teoría evolucionista vigente.
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CAPÍTULO I
LA INTELIGENCIA RACIONAL
1.- El ser inteligente
El hombre es un ser inteligente. Se diferencia de los otros animales en cuanto
entiende o cree entender una porción del mundo que lo rodea y razona una parte
más o menos grande de sus actos. No sólo siente: reflexiona. No se deja
necesariamente arrastrar por sus pasiones y sus instintos: delibera en sí mismo y
juzga su conducta. Su espíritu posee además un poder creador que no existiría
sino en él. No se puede negar que la inteligencia es un dato de la experiencia.
Todo el mundo distingue, es cierto que con algún margen de error, a un imbécil
de un genio. Los psicólogos usan técnicas que permiten, dentro de ciertos límites,
medir el nivel intelectual de un sujeto respecto a tal o cual empleo o función.
Pero tampoco es dudoso que la idea que cada uno se hace de este poder extraño,
al cual la humanidad debe lo esencial de su civilización pero que también
suministra a los grandes criminales el instrumento de sus fechorías, queda muy
imprecisa. La misma contradicción no está excluida de ella, puesto que
generalmente se admite a la vez que sólo el hombre está dotado de razón y que
algunos animales superiores dan muestra de inteligencia. Sin embargo, para el
vulgo, inteligencia y razón son sinónimos. Veremos más adelante lo que
verdaderamente hay de esto. Pero, de todos modos, es la razón, inteligencia
consciente y reflexiva, la que constituye la base experimental, sólida e
indiscutida, de nuestro trabajo.
2.- La razón
De dicha razón, la experiencia nos permite, por simple observación, formar un
concepto funcional, vale decir, expresar no lo que es sino para qué sirve.
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El ser racional, por el contrario, domina el proceso que lo ha llevado a actuar. Es,
por consiguiente, capaz de reproducir un resultado determinado a partir de sus
causas así como de buscar resultados nuevos a partir de causas nuevas. Mientras
que el insecto rehace incansablemente el mismo gesto reflejo, el hombre sabe
elaborar una técnica que le permita progresar en el doble dominio del
conocimiento y de la acción. Dicho de otro modo, el papel de la razón es eliminar
del pensamiento el automatismo y, por consiguiente, la repetición necesaria, por
el establecimiento consciente de relaciones de causalidad.
3.-El concepto
Pero el movimiento de causa a efecto, en la medida en que precisamente no se
repite idéntico a sí mismo, es decir, no es singular, no puede aplicarse a imágenes
de objetos, siempre singulares. Pensaríamos una relación de causalidad, sacada
de la experiencia, entre tal piedra individualizada y su caída en el espacio: nos
sería imposible establecer y ni siquiera entender la ley de la caída de los cuerpos.
Registraríamos ciento o mil imágenes de bolas o de pelotas, cada una con
propiedades particulares, sin ser capaces de distinguir su esencia común:
estaríamos en la imposibilidad de prever los caracteres generales de una bola
todavía no presente a nuestros sentidos y a nuestro espíritu.
Sin embargo, nuestra razón nos permite tal previsión que es el objetivo de toda
ciencia. Dicha bola que tenemos ante los ojos, la pensamos no sólo en sí misma
sino también en una fórmula que se aplica a todas las bolas posibles porque
nuestra razón ha sabido abstraer el concepto de esfera de todas las bolas que han
formado parte de nuestra experiencia. Gracias a dicho concepto, que no existe
sino en nuestro espíritu pero no es sin embargo arbitrario, ya que corresponde a
la esencia real del objeto, nos es posible prever, vale decir imaginar, o sea
inventar, bolas que todavía no existen o se encuentran fuera del campo espacial o
temporal de nuestra experiencia.
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4.-Análisis y síntesis
Es, por consiguiente, la abstracción la que nos permite crear en el flujo de
nuestro pensamiento las imágenes estables, no sensitivas sino generales, gracias
a las cuales razonamos. Mas dicha abstracción es una de las funciones esenciales
de nuestra razón. Dicho de otro modo, la misma inteligencia racional fabrica los
elementos de sus construcciones futuras, a las que preexiste, por lo tanto, y
conviene estudiar el método que emplea para, establecer un concepto.
Conviene notar que los elementos constitutivos del objeto mesa que
descomponemos por análisis y del concepto mesa que componemos por síntesis
no tienen sentido para nosotros, es decir no nos son inteligibles, sino en sus
relaciones. Lo que hace la mesa, objeto o concepto, no son cuatro pies y una
tabla, sino la posición de cada uno de estos factores respecto a los otros. Análisis
y síntesis, movimientos fundamentales de la inteligencia racional, consisten,
pues, en la disociación y la asociación de relaciones, según el orden de la imagen
que nos formamos del objeto y el orden necesario a nuestro espíritu.
5.-Inducción y deducción
Arribamos al mismo resultado si consideramos no ya el concepto sino la ley. La
inducción, que nos permite establecer a ésta partiendo de los hechos de nuestra
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Decir que el niño todavía no tiene "la edad de la razón" o que el loco ha "perdido
la razón" parece, en efecto, admitir que la conciencia puede funcionar sin la
razón y que la inteligencia le es útil pera no necesaria; lo que es inexacto si
constituye su trama creadora como creemos haberlo establecido. En realidad, la
vida psíquica del niño es paralela a su vida muscular: está desarrollándose y no
posee todavía su plena potencia. La del loco está "desarreglada",' ya no se
desenvuelve según el orden útil y ya no es, por lo tanto, enteramente eficaz. Pero
en ambos, casos, la razón sigue existiendo en la misma medida del pensamiento
del cual constituye el factor determinante.
Hablamos con palabras como el músico toca con notas. Palabras y notas expresan
evidentemente una realidad del pensamiento y de la música, pero no toda la
realidad, puesto que bajo las palabras y las notas queda el flujo esencial de la
razón y de la melodía. Gracias al lenguaje, la inteligencia racional utiliza
materiales prefabricados por ella misma y acelera así su movimiento haciéndolo
transmisible. Gana una doble victoria sobre el tiempo, ya que hace posible la
memoria y condensa en palabras breves y estables los movimientos de análisis y
síntesis imprescindibles para la elaboración de los conceptos. El orden de las
palabras que hace el lenguaje es obra de la razón. Mejor, es la misma razón en
acto.
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
La experiencia nos prohíbe sin embargo oponer razón e imaginación. Un gran ar-
tista no es inferior a un gran matemático; el imbécil no es habitualmente un
creador de imágenes chispeantes, pero ocurre que lo sea. Por otra parte, el
movimiento imaginativo es, como el movimiento racional y en la misma medida,
consciente y voluntario, en el sentido corriente de la palabra. ¿Se trata de dos
modos de pensamiento absolutamente distintos? Se puede a veces creerlo porque
el rigor del razonamiento aparece en absoluta oposición de naturaleza con la
fantasía de la imaginación. Pero si analizamos esta última, comprobamos que se
reduce a nuestro poder de encadenamiento de imágenes de origen diverso según
el juego de nuestro dinamismo mental, en una victoria continua sobre la incohe-
rencia fundamental del mundo de los sueños que ordena.
A los conceptos del razonamiento se sustituyen las imágenes, pero el orden sigue
el mismo, el de nuestro pensamiento, el de la finalidad de nuestro yo. Si el lógico
piensa con palabras, el músico piensa con sonidos, el pintor con colores, el
escultor con relieves; vale decir que el imaginativo – cada uno de nosotros en
cuanto imaginativo – piensa con imágenes exactamente como piensa con
palabras, y la imaginación del loco sufre la misma ausencia de orden que su
razón. Luego, tenemos que admitir la existencia de una inteligencia imaginativa
como de una inteligencia lógica y nuestro análisis nos ha demostrado que se
trataba de dos aspectos de nuestro pensamiento en tanto que organizado, en
tanto que poseyendo un sentido y un fin. Trátese de conceptos, palabras o
imágenes, nuestra vida interior se presenta siempre como un orden en
movimiento, es decir un ritmo, el ritmo vital de nuestro ser, la inteligencia de
nuestro yo espiritual.
9.-Inteligencia y matemáticas
Hay, por lo tanto, que poner cuidado en la confusión que se suscita demasiado a
menudo entre dicha inteligencia de nuestro pensamiento y las matemáticas. En
la mente de algunos racionalistas, el matemático representa lo supremo de la
inteligencia y todo pensamiento es sólo inteligente en la medida en que es
matemático. Sin embargo, si es posible – no estamos seguros de que lo sea –
concebir el razonamiento como un orden numérico de las palabras, tal intento
necesariamente está destinado al fracaso en lo que atañe a la imaginación.
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Es natural que nuestro espíritu se fije más fácilmente en tal fórmula, abstracta
pero íntegramente inteligible, que en una idea imprecisa. Pues, se considera
generalmente la relación en la forma algebraica de una relación fija entre dos o
varios elementos estables. Fué éste el error de los pitagóricos – habitualmente
atribuído a Zenón de Elea quien, en realidad, lo refuta – que interpretaban el
movimiento como una sucesión de puntos por los cuales pasaría el móvil, y
también el de Bergson, [7] que negaba a la inteligencia la capacidad de captar el
movimiento en su unidad: olvidaban el hecho de que nuestra inteligencia no se
limita a ordenar conceptos, palabras e imágenes ya elaborados, sino que los
7 )- Henri Bergson (1859-1941), hijo de un músico polaco de origen judío y de una mujer
irlandesa, fue un filósofo y escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en
1927.
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Pero tropezamos aquí con las tesis bergsonianas y tenemos que proseguir nuestro
análisis a fin de precisar lo, límites reales de nuestra inteligencia y su dominio, y
pasar del estudio de la razón al de la intuición.
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CAPÍTULO II
LA INTELIGENCIA INTUITIVA
Si el artista tratara de trabajar la tierra con sus pies, si el obrero atacara al hierro
con una lima para madera, perderían evidentemente su tiempo. Es indispensable
que haya una cierta relación, una cierta coincidencia entre el instrumento o el
órgano y la materia a que se aplica. Y dicha coincidencia está preestablecida por
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14.-Inteligencia y yuxtaposición
La correspondencia entre inteligencia racional y materia puede fácilmente ser
demostrada. ¿Qué es, en efecto, el mundo exterior que nos rodea, sino un objeto
de nuestra experiencia regido por un orden espacial? Pero lo espacial posee la
propiedad de poder dividirse en elementos yuxtapuestos que llamamos cosas. El
mundo de la materia es discontinuo y a cada uno de sus elementos corresponde
en nuestro espíritu un inmutable conjunto de relaciones que expresamos
perfectamente en lenguaje matemático.
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
15.-Inteligencia y movimiento
Admitamos, sin embargo, que los análisis bergsonianos sean exactos: tienen por
resultado la necesidad de la incomprensión del movimiento en su esencia, y su
transposición, cuando tomamos conciencia de él, en términos espaciales. Con los
pitagóricos que critica Zenón, nuestra inteligencia racional no conocería del
movimiento sino el espacio recorrido por un móvil, espacio divisible en una
infinidad de puntos yuxtapuestos, pero no el movimiento en sí cuyo carácter
esencial es precisamente ser indivisible. La inteligencia racional confundiría
tiempo y espacio. Sería por lo tanto incapaz de captar el proceso de la vida que es
duración, vale decir flujo continuo, cambio irreductible a los momentos
localizados que se pueden analíticamente abstraer pero que no tienen ningún
sentido, ya que se les ha sacado lo que constituye su naturaleza como su razón de
ser: la fluidez.
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16.-La intuición
Cada uno de nosotros, cuando se encuentra frente a un desconocido en el cual se
interesa por cualquier motivo, experimenta una impresión indefinible que
constituye el origen de la simpatía o la antipatía que siente. Parece que una
comunicación se establece, positiva o negativa, entre dos seres y que sus
duraciones se desarrollan según ritmos suficientemente semejantes para que se
produzcan entre ellas algunas interferencias. En casos más excepcionales,
intuimos, sin cambio de palabras, el pensamiento de una persona con quien
vivimos en estrecha comunión espiritual. Hasta algunos pueden conocer
directamente, sin intervención de su inteligencia racional, la realidad profunda
de un fenómeno. Si prosiguiéramos nuestra búsqueda, entraríamos en el
dominio, todavía tan mal explorado, de la metapsíquica. La razón queda extraña
a esta forma de conocimiento que nos permite penetrar "al interior" de un ser o
de una cosa y conocerlo "por dentro".
Sabemos, en efecto, que está constituida a la vez por sensaciones y por elementos
sacados de nuestra memoria. La "mezcla" responde evidentemente a la intención
directriz de nuestra vida interior; por consiguiente, está regida por un cierto
orden que la penetra y le da existencia y significación. Pero, por otra parte, dicha
imagen es la representación de una cosa que posee su propia forma; registra y
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Para tomar otra vez el ejemplo de Bergson, la luz roja cumple, en un segundo,
cuatrocientos trillones de vibraciones. Si quisiéramos captar una después de otra
estas relaciones relativamente simples de una sensación elemental, tendríamo s
que espaciarlas por dos milésimos de segundo y, suponiendo que cada una de
dichas vibraciones fuese instantánea, la operación debería durar más de 25.000
años. Además, quedaría sin explicar la naturaleza de nuestro conocimiento de
semejantes vibraciones que son esencialmente movimiento. De todos modos, no
se puede negar que tenemos la sensación del movimiento, de este movimiento
rebelde al análisis y que escapa por consiguiente a nuestra razón.
Nos encontramos, pues, frente a esta contradicción: por una parte la imagen es
intelección de relaciones, y por otra parte no es explicable por el simple juego de
nuestra inteligencia racional. Tiene por consiguiente que ser a la vez intelectual e
intuitiva. Que no se nos objete que puede serlo sucesivamente: aun suponiendo
que la luz esté desprovista de todo movimiento de conjunto, vale decir que se
reduzca analíticamente a una yuxtaposición de vibraciones, quedaría que cada
una de estas vibraciones, irreductibles por análisis a un conjunto de relaciones
más simples, posee un movimiento esencial del que tomamos conciencia. La
intuición es, por lo tanto, necesariamente de naturaleza intelectual.
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consiguiente, no el orden del objeto sino una relación entre el orden del objeto y
nuestro orden interior. Cuando decimos: "Esta estatua es bella", expresamos así
el juicio estético por el cual aceptamos y nos incorporamos una imagen que se
armoniza con nuestro yo. Pero ¿cómo poner la belleza en ecuaciones? Tales
relacio nes escapan al lenguaje matemático como escapan al análisis.
Nos sería posible expresar con cifras una frase musical y es lo que hacemos
cuando la escribimos sobre el pentagrama. Pero cuando la escuchamos, no la
juzgamos diciendo que su compás es de tres tiempos, que está compuesta de
tantas notas separadas por tales intervalos, etc. Afirmamos por lo contrario en un
juicio inmediato: "Esta música es melodiosa", y expresamos así la relación que
formamos intuitivamente entre el orden moviente – vale decir el ritmo – de la
frase musical y el orden moviente – vale decir la duración – de nuestra vida
interior. No podríamos establecer más claramente que la intuición es una forma
de la inteligencia con igual título que la razón.
En realidad, los conceptos, las palabras y las imágenes no gozan sino de una falsa
inmovilidad, la que les damos cuando los fijamos en el papel, vale decir cuando
precisamente ya no son pensamiento. Pero en nuestra conciencia, participan del
ritmo total de nuestro ser fuera del cual ni siquiera son concebibles. Representan
en ella una cierta permanencia en el movimiento, pero no se mueven menos por
eso. El concepto geométrico más claro, la palabra mejor establecida y la imagen
más constante reciben, cuando los pensamos, la influencia de nuestro yo en
evolución. Son coloreados por el flujo de nuestra conciencia en la que tienen su
lugar. Es tan verdadera que tenemos, para entender el orden estático de un
objeto, que transponerlo en un ritmo al que nuestra vida interior pueda corres-
ponder entrando en resonancia.
Así, para tomar otra vez los ejemplos decisivos de nuestra Filosofía de la Estética
[8], decimos de una flecha de catedral que se levanta, de una columna salomónica
que gira, de de una galería que se desliza; así hablamos del gesto de tal o cual
personaje de piedra y hasta del movimiento de tal cuadro. Dicho de otro modo, el
orden estático del objeto se nos vuelve inteligible solo si lo transponemos en
ritmo moviente. Nos encontramos en las antípodas de la teoría bergsoniana
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20.-Razón e intuición
¿Tenemos, por lo tanto, que modificar las conclusiones del capítulo precedente?
No, en absoluto, ya que hemos establecido que la inteligencia es la trama
creadora de nuestro pensamiento. Pero debemos definitivamente rechazar la
antinomia bergsoniana entre razón e intuición.
Bergson trata en vano de explicar este último fenómeno por algún "flou", alguna
imprecisión de la inteligencia racional que le permitiría más o menos expresar
nuestras intuiciones. No podemos aceptar que una "cierta elasticidad" del
espacio nos permita captar el tiempo. Pero la dificultad desaparece si
considerarnos, así como creemos haberlo establecido, razón e intuición como dos
esfuerzos, de modalidad distinta, de nuestra inteligencia para incorporar lo real
por entero, espacio y tiempo, a nuestra vida interior.
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CAPÍTULO III
LA INTELIGENCIA INSTINTIVA
Volvamos, pues, a hacer esta búsqueda sobre las bases de nuestros análisis
anteriores y de los datos de la observación.
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apareamiento según las reglas de su instinto sexual. El instinto es, por lo tanto,
desde este punto de vista, la prolongación del órgano y de su ley de organización.
Pero nos sería fácil invertir la relación y decir que el órgano sólo toma su sentido,
y hasta se concibe, en la medida en que será utilizado y, por consiguiente, el
instinto debe preexistir al instrumento que usará, exactamente como la intención
creadora del obrero preexiste a la herramienta que imagina y fabrica para
realizarla.
Estos dos puntos de vista sólo son contradictorios en apariencia. En realidad, los
instintos que hemos definido como prolongaciones de leyes fisiológicas no se
distinguen en su esencia de estas mismas leyes. La abeja visita las flores porque
posee a la vez el instrumento y el instinto necesarios a su trabajo, y el
instrumento sin el instinto no sería más concebible que el instinto sin el
instrumento. Sabemos que el instinto sexual desaparece si se amputan al hombre
sus órganos genitales, pero sabemos también que los instrumentos de
reproducción de la hormiga obrera no han sobrevivido a la atrofia de un instinto
llegado a ser inútil. La razón de este doble fenómeno es muy sencilla: el instinto
no es ni una tendencia que se agrega al órgano para permitirnos emplearlo, ni
una fuerza preexistente que crea el órgano para llegar a sus fines. En realidad, es
el mismo órgano en tanto que lo consideramos como actuando o, mejor todavía,
es el orden del órgano; y distinguir su estructura y su finalidad es arbitrario, ya
que dicha estructura no existe sino en función de su finalidad inmanentes.
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Pero también está previsto y forma parte de un plan infinitamente más amplio y
más complejo que aquel cuyo desarrollo ulterior determina. El órgano sexual del
hombre, por consiguiente, el instinto orgánico que le es inmanente, es en efecto
incapaz de satisfacer por sí mismo a esta finalidad que comprobamos. No lo logra
sino en unión con un órgano del sexo complementario, unión en vista a la cual
está organizado. Tal correspondencia preestablecida de órganos que pertenecen a
individuos distintos no puede evidentemente ser un hecho del azar. Responde a
un pensamiento de conjunto que es inmanente a toda la naturaleza y supera a los
seres particulares en el marco de la especie, y a las especies en el orden del
mundo.
¿Esto significa que el acto instintivo sea involuntario? Sí, con tal que se dé al
término el sentido que posee en el lenguaje corriente, el de no reflexionado; no,
si consideramos el acto voluntario como el producto de un esfuerzo psíquico
armonioso que realiza y expresa la intención original de nuestro ser. El instinto
es entonces voluntad aunque no es razón. Intuitivo en su conocimiento y
automático en su acción, parte integrante del cuerpo, sea por naturaleza –
instinto orgánico –, sea por hábitos heredados – instinto técnico – no necesita
una deliberación que supone una vacilación o, por lo menos, una elección. El
instinto es voluntario hasta descartar toda posibilidad y toda necesidad de
elección. Es adaptación preestablecida a circunstancias presumidas constantes.
De donde procede su fuerza y su eficacia cuando sus esperanzas no son burladas
por los hechos; de donde proceden igualmente sus límites y en particular su
incapacidad fundamental de invención, que lo obliga a recurrir a la ayuda de la
razón cada vez que se modifica el orden supuesto del mundo.
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Tomemos otra vez el caso de las abejas trabajando a la intemperie. Sabemos que
han tenido que recurrir a la reflexión racional porque ya conocemos la
inadaptabilidad del instinto a nuevas condiciones y comprobarnos sin embargo
una adaptación inhabitual de los insectos a un nuevo modo de trabajo. Pero su
comportamiento racional no es esencialmente distinto de su comportamiento
instintivo. En ambos casos, las abejas actúan según su intención directriz
específica. Razón e instinto no son sino dos modos distintos de la inteligencia
que permite al ser vivo comprender el mundo y actuar sobre el mundo
adaptándose a él.
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CAPÍTULO IV
INTELIGENCIA Y CONCIENCIA
32.- Experiencia y conciencia
En el curso del análisis de las tres formas de la inteligencia que acabamos de
estudiar, sistemáticamente hemos dejado de lado un aspecto primordial de la
cuestión que tenemos ahora que examinar con cuidado. Se trata en efecto del
dato inmediato de nuestra experiencia, del fenómeno sin el cual nuestra vida
psíquica y orgánica no tendría significado alguno y ni siquiera tendría para
nosotros ninguna existencia, sin el cual nuestro ser no podría conocerse:
queremos hablar de nuestra conciencia.
Sin duda podríamos atenernos a una afirmación lisa y llana, puesto que
comprobar la conciencia es ya plantear como hecho este extraño poder de
desdoblamiento que nos permite observarnos como observamos el mundo
exterior. ¿No es ésta la actitud de la gran mayoría de los filósofos que analizan las
revelaciones de la conciencia sin considerar en sí este "instrumento" indefinible
de la vida interior? Sin que nos sea todavía posible decidir sobre la exactitud de
tal posición, nuestras búsquedas anteriores no nos permiten, sin embargo,
descartar el problema que plantea la comparación, desde el punto de vista de la
conciencia, de las tres formas de inteligencia que hemos definido. Pues no
solamente hemos comprobado la conciencia como un hecho, sino también como
un hecho variable, y la afirmación lisa y llana no puede dar cuenta de esta
variabilidad. ¿Por qué el pensamiento racional es consciente en su proceso y en
su resultado, mientras el pensamiento intuitivo lo es solamente en su resultado y
el pensamiento instintivo ora se manifiesta en forma de un vago sentimiento, ora
queda totalmente al margen de la conciencia? Tenemos que proseguir nuestro
estudio de la inteligencia considerando particularmente su aspecto conciencial.
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instrumento al que es inmanente y que nos hace usar nuestro ojo. El órgano de la
visión está, por lo tanto, organizado según la intención esencial de ponernos en
relación con el mundo exterior, pero no con el conjunto del mundo exterior y
tampoco con el mundo exterior tal como es. Ya sabemos que nuestro ojo capta el
rayo de luz en una intuición, inmediata por naturaleza; vale decir que considera
como provisto de unidad un fenómeno en realidad constituido por innumerables
vibraciones sucesivas; vale decir también que elimina, por su misma
constitución, otras vibraciones de la misma naturaleza que la luz roja pero de
ritmo distinto – los rayos infrarrojos, por ejemplo, igualmente presentes en el
objeto mirado. El acto de sensación visual comporta por lo tanto la síntesis
intuitiva del rayo captado pero también una selección de las radiaciones
existentes.
No es, por consiguiente, tan simple como nos lo enseña habitualmente la psi-
cología. Nos demuestra sobre todo que el ojo – y más genéricamente el órgano
sensorio – está dotado de un pensamiento inteligente, no solo en su organización
sino también en su actividad cambiante. Dicho de otro modo, no piensa
solamente en la medida en que es; piensa en la medida en que funciona al
contacto del mundo que constituye su objeto. El órgano sensorio capta, luego
entiende, relaciones; pero solamente algunas relaciones que elige, y las capta
según un cierto modo que determina. Esta doble elección no es arbitraria:
responde a nuestra necesidad de cierto conocimiento del mundo. Tampoco es
deliberada: el ojo no vacila frente a las vibraciones que acoge o rechaza. Notemos
por fin que sólo el resultado de su acto inteligente puede decirse consciente.
34.-Percibir es elegir
Consideremos ahora nuestra percepción, es decir la transposición en nuestra vida
psíquica del conjunto de sensaciones que corresponden al objeto que nuestros
sentidos recortan en el mundo exterior presente. Ya hemos visto que la imagen
que resulta de la operación no es la simple proyección sobre nuestra conciencia,
considerada como una suerte de pantalla, de las impresiones registradas por
nuestros sentidos. Sabemos que es, por el contrario, una composición original de
sensaciones e imágenes memoriales coordinadas según la intención directriz de
nuestro ser. Coordinadas, pero primero elegidas. No es el azar el que hace surgir
tal recuerdo más bien que tal otro y lo une a nuestras sensaciones. No es el azar
el que impregna la imagen de nuestro sentimiento cenestésico y le impone así el
ritmo de nuestra vida interior que su intrusión, por otra parte, ha contribuido a
modificar. Es la misma vida interior la que se adapta el conjunto sensible y crea
la imagen en un esfuerzo automático de selección. Es ella todavía la que da más o
menos importancia a la imagen así constituida que nos impresiona fuertemente o
pasa casi desapercibida. Todo este trabajo de nuestro espíritu es por lo tanto
esencialmente idéntico al de nuestros órganos sensorios en el sentido de que
consiste en una, selección entre los elementos teóricamente susceptibles de
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
35.-Conciencia y acción
Llegaremos a las mismas conclusiones si consideramos la hipótesis bergsoniana
de una orientación exclusiva de la conciencia hacia la acción y, por tanto, hacia la
movilidad. Todo movimiento implica, en efecto, una elección, es decir un rechazo
de todas las direcciones virtuales en presencia, salvo de una que se vuelve
realidad. Es, por consiguiente, perfectamente conforme con nuestro análisis
precedente que exista una relación entre conciencia y movilidad.
La planta, que parece el menos consciente de los seres organizados, queda fijada
en el suelo a que la ha ligado una intención - o una casualidad exterior a ella.
Sólo mueve en una dirección elegida sus raíces y sus ramas, más
excepcionalmente su tallo; vale decir que sólo se adapta por su movilidad al
medio exterior que le es impuesto. El animal, y sobre todo el hombre, está
desligado del suelo sobre el que vive. Cambia o, por lo menos, puede cambiar
continuamente de lugar; elige, o puede elegir, a cada momento, el medio que le
parece más favorable. Comprobamos por otra parte que el animal es más
consciente que la planta y el hombre que los otros animales. La conciencia nos
aparece por lo tanto otra vez como ligada a las posibilidades de elección, vale
decir de adaptación, del ser considerado.
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36.-Elección y conciencia
Notemos primero que el movimiento instintivo, en la medida en que depende de
nuestro pensamiento orgánico, es exterior a nuestra vida psíquica y que no es
nada sorprendente, por lo tanto, que escape a nuestra conciencia directa. En la
medida en que depende de nuestro pensamiento psíquico, se revela
intuitivamente consciente, con igual título que la imagen de nuestra percepción.
El único problema que se plantea es, por, consiguiente, el de saber por qué y
cómo sólo el resultado de una elección intuitiva es consciente mientras lo es el
conjunto de la operación racional.
Podemos decir que la conciencia es para la inteligencia lo que los faros son para
el automovilista: alumbra las varias carreteras entre las cuales debe elegir y
permite reconocer la más adaptada al itinerario fijado. No se puede, por
consiguiente, confundir, como habitualmente se lo hace, vida interior y
conciencia considerando el pensamiento, consciente como un plano de la vida
psíquica. La conciencia no es sino nuestra inteligencia racional, en tanto que se
proyecta sobre los elementos de nuestra vida interior que le es preciso conocer, a
fin de elegir el camino por tomar para permanecer fiel a la intención de nuestro
yo. Estamos muy lejos de la conciencia-pantalla que recibiría pasivamente el
afluencia de las imágenes: la conciencia-inteligencia racional selecciona, por el
contrario, los elementos útiles a su trabajo de elaboración y deja en la penumbra
del subconsciente los que no le sirven. Lo que explica a) por qué el pensamiento
orgánico no se expresa conscientemente, como lo veremos más lejos, sino en la
forma de sentimiento cenestésico, b) por qué el proceso del pensamiento
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37.-Conciencia y juicio
El vocabulario que empleamos cuando se trata de la conciencia es por
consiguiente erróneo. Decimos que una imagen se proyecta en o sobre nuestra
conciencia cuando en realidad es nuestra conciencia la que se proyecta sobre la
imagen. Hablamos de conciencia y de subconsciencia, y hasta de inconsciencia,
como de sectores, de pisos bien definidos de nuestra vida interior, cuando la
conciencia actúa como un haz de luz que traspasa la noche de nuestra vida
profunda. Y lo que facilita la confusión es que este chorro de inteligencia racional
que llamamos conciencia sólo alumbra algunos elementos psíquicos de nuestro
yo, pero al mismo tiempo los organiza según el proceso ya estudiado.
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¿Por qué? El dolor expresa un estado de inadaptación del ser psíquico o biológico
y su toma de conciencia debería ser proporcional al desequilibrio del organismo o
el espíritu. Si, por lo contrario, es relativa a la inteligencia racional, es porque la
conciencia es, como creemos haberlo establecido, esta misma inteligencia
racional. No tomamos conciencia del dolor sino en la medida en que somos
capaces de someterlo a un juicio reflexionado y, por lo tanto, al menos
teóricamente, de remediarlo.
Ocurre lo mismo con la sensación: el hombre tosco ve menos colores y oye menos
sonidos que el hombre inteligente, porque sólo toma conciencia de los elementos
que es capaz de incorporar racionalmente a su vida interior. Si fuera de otro
modo, el primitivo estaría sumergido literalmente por sensaciones que no podría
asimilar. Tomamos conciencia de nuestro cuerpo, y del mundo exterior que nos
hace conocer, en la medida exacta en que nuestra vida interior – y por
consiguiente nuestra razón que la organiza – es capaz de incorporar sus
imágenes y de utilizarlas.
39.-Conciencia y duración
Por la misma razón, el sentimiento fundamental de nuestra existencia – este
sentimiento cenestésico que expresa la síntesis viviente de nuestro cuerpo y da a
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La conciencia actúa como los faros: está construida para someter a nuestra
reflexión los datos que le son útiles y el haz de la inteligencia racional sólo roza la
expresión psíquica de nuestro cuerpo. Pero suceda que uno de nuestros órganos,
normalmente inconsciente, necesite un cuidado particular; entonces nos es
posible, a veces, dirigir sobre él nuestra luz intelectual, separarlo del conjunto
cenestésico y tomar conciencia de su existencia y su estado. No nos extrañará que
esta orientación de nuestra conciencia sea generalmente automática, ya que no es
un instrumento exterior a nuestra vida psíquica, sino que, al contrario, le es
integrada y que sólo el análisis nos ha permitido diferenciarla de ella en sus
funciones pero no en su esencia. Ya lo hemos visto: la razón no es sino una
modalidad de la inteligencia que organiza el conjunto psíquico y orgánico de
nuestro yo.
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¿Se nos objetará que una inteligencia psíquica no puede organizar sino elementos
psíquicos y que nuestro cuerpo no es psíquico sino material? Estaremos de
acuerdo sobre la primera parte de la proposición, pero rechazaremos la segunda
que dimana de un dualismo ya superado. La planta piensa, lo hemos visto, vale
decir posee una vida psíquica y nadie, sin embargo, sueña con atribuirle un alma
distinta, en su esencia, de su materia organizada. Es, en realidad, dicha materia
la que posee un doble aspecto físico y psíquico. Ocurre lo mismo con el hombre.
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CAPÍTULO V
LA MATERIA VIVA
41.-El organismo
Nuestro estudio del instinto ya nos ha puesto en presencia de los órganos de
nuestro cuerpo, instrumentos especializados provistos de una inteligencia
funcional inmanente que organiza su estructura y dirige su trabajo. Cada uno de
ellos posee una individualidad relativa, ya que nos es posible, mediante una
técnica conveniente, separarlos del conjunto biológico a que pertenecen, y hasta
mantenerlos artificialmente en actividad fuera de dicho conjunto. Pero el órgano
así aislado funciona en el vacío: la pata de rana puede seguir reaccionando a
algunas excitaciones, pero su reacción no servirá para nada; la glándula,
alimentada en condiciones adecuadas, puede seguir secretando, pero sus
productos se perderán. Dicho de otro modo, el órgano no está dirigido por
ninguna finalidad propia. Sólo toma su sentido cuando se integra al conjunto en
provecho del cual trabaja y aún, a veces – es el caso de los órganos sexuales – a la
especie a la que pertenece el conjunto del que forma parte. Los órganos no
funcionan útilmente sino unidos en el organismo, vale decir ligados entre sí por
la sangre y el sistema nervioso, y orientados por una intención directora que los
penetra, superándolos.
Pasa lo mismo con las células en que nos es posible disociar los órganos.
Sabemos que cada una de ellas constituye un mundo infinitamente complejo que
posee su orden propio, pero no hemos podido todavía penetrar muy
profundamente en él. Las células, de varias razas y dotadas de propiedades par-
ticulares, se asocian para constituir los órganos y el organismo por entero . Están
predestinadas por su mismo ser. Sólo, por consiguiente, un análisis supe rficial,
fundado en su estructura exterior, nos permite definir órganos y células como
elementos constitutivos de un organismo complejo. Fisiológicamente, el
organismo es simple. Se constituye y funciona según un pensamiento orgánico
que le es inmanente y conserva su unidad esencial a través de la especialización
de cada órgano y de cada célula que crea y cuya actividad determina. No hacemos
aquí sino seguir los trabajos de Carrel. [10]
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Si, por lo tanto, no hay sino una diferencia de modalidad, a veces indiscernible,
entre el pensamiento orgánico de la materia viva y el pensamiento psico-orgánico
que constituye el instinto, así como entre este mismo instinto y el pensamiento
psíquico, razón o intuición, ¿cómo no afirmar la unidad esencial de la
inteligencia organizadora de lo que llamamos espíritu y de lo que llamamos
cuerpo?
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La materia viva también es más previsora que profeta. Conoce el hito que debe
alcanzar y los varios caminos que las circunstancias pueden obligarla a toma r y
se organiza en consecuencia. Se necesita por consiguiente que haya pensado su
itinerario, y posea y conozca el mapa de su futuro real y virtual.
45.- La adaptación
El poder de adaptación, gracias al cual todo organismo se acomoda tanto a sus
variaciones internas como a las del medio en que vive, se explica del mismo
modo. Por el juego combinado de procesos complejos, nuestro cuerpo se
modifica constantemente a fin de responder de manera satisfactoria a las necesi-
dades del momento. Algunas de estas necesidades son normales, en el sentido de
que se manifiestan siempre en la vida del ser considerado. El hombre mantiene
automáticamente su temperatura y asimila sus alimentos. A veces, por lo
contrario, el organismo se defiende contra fenómenos accidentales. Sus tejidos se
adaptan a la ruptura de un vaso sanguíneo o a la fractura de un hueso; el
organismo por entero se acomoda a un cambio de altura.
Podríamos decir del organismo lo que los teólogos dicen de Dios: no prevé, ve. No
prevé su porvenir, contingente en alguna medida; ve el plan multiforme de su
desarrollo, con las varias soluciones previstas de los varios posibles. Y lo ve porque
lo lleva en sí.
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El cigoto es, por lo tanto, en potencia, no sólo el ser viviente que procederá
directamente de él, sino también todos los que se sucederán, naciendo los uno s
de los otros, a partir de él. Si consideramos el primer cigoto de una especie,
tenemos que comprobar que es en potencia la especie por entero, con sus
incalculables posibilidades. Esta célula original es una cantidad infinitesimal de
materia que "contiene" la inteligencia organizadora de la especie que procederá
de ella.
11)- Cf.: Cardenal Liénart: Le chrétien devant les progrés de la science. En Etudes, Paris,
N° de diciembre de 1947. No es inútil precisar que nuestra tesis de una creación in
causis, para emplear el lenguaje de Santo Tomás, no tiene nada que ver con el
neomodernismo de tal o cual grupo contemporáneo.
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CAPÍTULO VI
LA MATERIA INORGANICA
49.-La materia inorgánica es organizada
Nunca nadie ha pretendido negar el orden del mundo sideral ni el de un
compuesto químico. Sin embargo, hasta los últimos años, se consideraba
generalmente la organización de la materia no viviente como añadida y aplicada
del exterior a un elemento muerto, inerte y caótico, vale decir, inorganizado en sí.
Imperaban todavía las antiguas imágenes antropomórficas de un Dios barbudo
que ordenaba con sus manos la materia del mundo como el escultor modela la
arcilla.
Se sabía que los átomos, esos corpúsculos considerados indivisibles a los cuales
se llegaba en último análisis, no poseían posición determinada los unos respecto
a los otros y que se podía por consiguiente bracearlos e intercambiarlos sin
modificar en nada la naturaleza ni las propiedades del cuerpo estudiado. No se
iba más lejos. La física moderna ha ido más lejos. Ha penetrado en el átomo y ha
descubierto en él un mundo infinitamente complicado que no se conoce todavía
sino muy superficialmente, pero que manifiesta un alto nivel de organización.
Al igual que la célula, el átomo está provisto de un núcleo complejo alrededor del
cual circulan "órganos" diferenciados. Cualquiera que sea la naturaleza de los
neutrones y protones del núcleo y de los electrones de la nube atómica, sabemos
que no son intercambiables y que poseen características, funciones y
movimientos propios. El átomo, pues, está regido por un orden inmanente que le
da ser y unidad. La materia inorgánica es comparable con una muchedumbre.
Cada uno de los individuos que la componen posee su organización y su finalidad
particulares, pero su posición respecto a los otros no procede de orden alguno. La
policía podrá encauzar esta muchedumbre entre barreras, dividirla en varios
grupos o mezclarla, según su fantasía: quedará sin embargo muchedumbre como
la arcilla queda arcilla bajo los dedos que la amasan. Independientemente de la
forma que le impone el azar o una voluntad exterior cualquiera, la materia
inorgánica está esencialmente organizada por una inteligencia inmanente que le
da su estructura interna y sus propiedades.
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La materia inorgánica está, por consiguiente, muy lejos de ser inerte y pasiva,
muy lejos de ser "muerta". Su movimiento interno sólo se nos escapa en razón de
la impotencia de nuestros sentidos, pero no escapa a las técnicas de la ciencia
actual. No es facultativo sino inherente a la esencia del átomo que no se lo puede
concebir inmóvil. Aquí está, pues, un segundo punto en el que se desvanece la
oposición admitida entre materia viva y materia inorgánica. Ambas son
movientes así como son organizadas. Basta para darse cuenta considerar, como
conviene, el átomo como el individuo de la materia inorgánica. Digamos, para
mayor claridad, que un fragmento de materia bruta se debe comparar con una
muchedumbre de animales unicelulares y no con un único ser viviente,
cualquiera que sea.
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¿Es ésta una afirmación arbitraria por parte nuestra? No, en absoluto. La
transmutación ya no pertenece a la alquimia y se la realiza hoy día en el
laboratorio. La ciencia nos enseña además que todos los elementos conocidos
dimanan por mutación de una materia gaseosa pre-atómica que constituía la
tierra en el origen de su proceso de solidificación. La materia inorgánica
compleja que se transformó, algún día, en materia orgánica, procedió por lo
tanto de la diferenciación de un cuerpo único, exactamente como las especies
vivas proceden de un cigoto original. ¿Cómo no ver la unidad intencional de dos
procesos, de los cuales el primero no tiene sentido si no prepara el segundo, y el
segundo no tiene existencia posible si el primero no lo precedió?
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
Esto parece una paradoja porque solemos calificar de materiales los cuerpos que
poseen los caracteres de volumen y resistencia que reconocemos en la materia tal
como se presenta en nuestra experiencia inmediata. Pero volumen y resistencia
no son esenciales a la materia y nuestra experiencia sólo nos revela de ésta una
forma particular. La física contemporánea nos demuestra, en efecto, que la
materia no es sino la forma condensada de la energía. No contiene energía como
un acumulador; es energía en potencia que sabemos transformar en energía ciné -
tica. Una reacción química cualquiera no es sino el cambio parcial de forma de la
nube atómica y la desintegración nuclear, natural y lenta como la del radio,
provocada y rápida como la de la demasiado famosa bomba, no es sino el cambio
de forma del núcleo atómico.
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Jaime María de Mahieu La Inteligencia Organizadora
Nos encontraríamos frente a este absurdo: una evolución inorgánica cuyo resul-
tado es el establecimiento de las condiciones físico-químicas de la vida, sea,
dicho de una manera esquemática pero concreta: la formación de la pequeña
masa de proteínas que va a ponerse a vivir; y por otra parte una evolución
orgánica a partir de dicha pequeña masa; pero entre estas dos corrientes suce -
sivas, interdependientes y complementarias, una infranqueable solución de
continuidad.
Si, por el contrario, como ya lo hemos mostrado, la materia inorgánica es
organizada, moviente y continua como la materia viva aunque en otra forma; si
además materia e inteligencia no están irremediablemente separadas por la
extensión de la primera, no hay ningún impedimento para considerar ambos
procesos evolutivos como los momentos de una duración única. El plan
intelectual del que la materia viva por entero no es sino el desarrollo y que hemos
encontrado condensado en la primera célula – o precélula viviente – ya existía
antes que se volviese viva. No hubo introducción de la inteligencia organizadora
de la vida en la pequeña masa de proteínas que era el término – o uno de los
términos – de la evolución inorgánica, sino realización de un plan que abarcaba
ambos órdenes, arbitrariamente distinguidos por nosotros, en un conjunto
coherente.
El nacimiento de la vida se reduce por lo tanto a una mutación totalmente
asimilable a las que conocemos como uno de los procedimientos de la evolución
orgánica. La inteligencia organizadora de la materia viva existía en potencia en la
pequeña cantidad de materia inorgánica que iba a ser la primera célula o
precélula, exactamente como existe pero en mayor escala en una célula
reproductora especializada de un organismo vivo.
Notemos que esta conclusión concuerda tan bien con las teorías poligenéticas
como con las monogenéticas y que la tesis de la generación espontánea, inexacta
o no, de ningún modo merece la acusación de absurdo a menudo expresada en
contra de ella:, nada nos demuestra que la materia inorgánica no haya producido
y no produzca todavía numerosos complejos materiales susceptibles de mutación
y que contengan por consiguiente todo o parte de su intención vital inmanente.
12)- Pierre Lecomte du Noüy (1883-1947) fue un biofísico, matemático y escritor francés.
Miembro del Instituto Rockefeller en Nueva York y jefe de departamento en el Instituto
Pasteur en París. Después de 1936, sus escritos se refieren a la filosofía de la ciencia,
específicamente en lo que se refiere a la evolución, la religión y la teleología.
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Notemos en seguida que lo que nos interesa aquí no es la asimetría en sí, sino la
asimetría posicional generadora de energía cinética, tal, por ejemplo, la
diferencia de nivel de un dique de embalse, y no la asimetría de naturaleza y de
función que existe entre la masa de agua y el árbol que crece en su orilla. Por lo
tanto, no tenemos que considerar sino las asimetrías energéticas de la materia
viva y debemos comprobar que pertenecen al orden de la materia inorgánica
puesto que consisten en reacciones de elementos químicos procedentes del medio
exterior. La comparación, para ser valedera, debe, por consiguiente, hacerse
entre la evolución de la materia inorgánica y la de lo que hay de propiamente
orgánico en la materia viva, vale decir la inteligencia particular que la
caracteriza.
Pero ya sabemos que, en cada momento de su duración, el ser viviente elige entre
varias posibilidades previstas, con sus consecuencias, en el plan que realiza. Por
una parte se empobrece de virtual a medida que vive; por otra parte se empo-
brece de real viviéndolo, es decir, precipitándolo en el pasado. Lo que es verdad
del ser viviente lo es igualmente de la materia viva en el conjunto de su
evolución. Su energía intelectual se agota a medida de su paso de la potencia al
acto, exactamente como la energía que constituye la materia.
56.-Materia e inteligencia
La inteligencia organizadora que caracteriza la vida procede de la materia
inorgánica, pero no es su producto. Nace de ella exactamente como el ser viviente
nace del cigoto, pasando del estado potencial al estado activo. Nuestro análisis
establece la continuidad de la evolución sin admitir, sin embargo, el
materialismo según el cual la inteligencia sería una secreción de la materia
inorgánica. La inteligencia no es creada por la materia físico-química, sino que
está contenida en ella. ¿Es decir que no existe ninguna diferencia entre materia
inorgánica y materia viva? Nuestra experiencia impugnaría semejante afirmación
como falsa. No existe ninguna diferencia esencial ya que encontramos en ambos
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CAPITULO VII
LA ENERGIA INTELECTUAL
57.-Energía y tensión
No nos proponemos analizar en estas páginas la noción de energía sobre la cual
los físicos, más competentes que nosotros, no se ponen de acuerdo. Nos basta
aceptar su concepto funcional de posibilidad de trabajo, vale decir de
movimiento y luego de cambio. Pero, so pena de hacer ininteligible el estudio que
sigue, tenemos que precisar las relaciones que existen entre las ideas de energía y
de tensión.
Decimos que un arco está tenso cuando posee cierta cantidad de energía
potencial, y que se relaja cuando libera esta energía aplicándola a la flecha. Si
consideramos el arco, debemos decir que energía potencial es tensión y energía
cinética relajación. Pero no es así cuando consideramos la flecha. Esta pasa, en
efecto, del estado de reposo a un movimiento acelerado que alcanza su punto
máximo para decrecer después hasta un nuevo estado de reposo. A la fase de
relajación del arco corresponde por consiguiente una doble fase de tensión y de
relajación de la flecha en movimiento. Dicho de otro modo, la energía que se
relaja, la energía en acto, provoca en primer lugar una tensión de la duración del
objeto a que se aplica. No tenemos dificultad alguna para entender este
fenómeno cuando se trata, como en el caso de la flecha, de una energía
trascendente al objeto cuya evolución examinamos. Pero no ocurre lo mismo
cuando dicha energía le es inmanente, porque nos parece comprobar una
contradicción en los términos de nuestro análisis.
Es que el átomo es, a la vez, el arco y la flecha. En cuanto arco, se relaja, puesto
que sus posibilidades de trabajo se degradan. Pero en cuanto flecha, se vuelve
tenso primero y después se relaja porque un cierto trabajo se realiza. Dicho de
otro modo, la energía que se transforma de potencial en cinética decrece en tanto
que potencia; pero crece y decrece después en tanto que acto. Este análisis de la
materia inorgánica, lo podemos aplicar sin modificaciones a la materia viva: el
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cigoto que se desarrolla se degrada sin cesar en tanto que posibilidades, como ya
lo hemos visto, pero se realiza según un doble movimiento de tensión -del origen
a la madurez del individuo- y de relajación -de su madurez a su muerte-.
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como una secreción química de algunas células, ya sea como parte de un espíritu
inefable agregado al cuerpo. Si la materia, como ya lo sabemos, es la forma
potencial de la energía, no hay ninguna dificultad en admitir que la energía
intelectual pueda existir en potencia en el estado condensado, vale decir en el
estado material.
Para volver a los datos del último capítulo, la pequeña masa de proteínas que iba
a ser viviente, no estaba hecha, por consiguiente, de materia y de inteligencia
potencial, sino de materia físico-química y de materia intelectual [13]. Y ambas
suertes de materia no eran y no son sino dos tipos de energía condensada.
Nuestro análisis no ha tocado, hasta ahora, sino la inteligencia orgánica.
Tenemos que proseguirlo considerando la inteligencia espiritual en el aspecto
dinámico, que voluntariamente hemos dejado de lado cuando hicimos nuestro
estudio de la razón, la intuición y la conciencia.
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Lo que significa que en un año solar, por ejemplo, la vida interior del niño se
modifica mucho más que la del adulto o el anciano; o también que se actualizan
más posibilidades en el niño que en el hombre maduro. El movimiento evolutivo
de la vida interior es, por lo tanto, comparable al de la flecha de nuestro ejemplo
anterior: se vuelve tenso de la inercia a un punto máximo de velocidad para
decrecer después hasta desaparecer. Nuestra duración es, por consiguiente,
dinámica y todo pasa como si ella también resultara de una desintegración
energética.
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Tal conclusión no tiene por qué sorprendernos, puesto que ya hemos notado que
la inteligencia orgánica poseía todos los caracteres de un pensamiento y, por otra
parte, ya hemos establecido la unidad esencial de la materia y el espíritu.
Sin duda podríamos resolver el problema por un simple silogismo, ya que hemos
establecido en nuestros primeros capítulos la unidad de la inteligencia en sus
varias formas. Pero debemos, además, notar que la inteligencia psíquica, como la
inteligencia orgánica, es movimiento, vale decir cambio, que actualiza futuro
posible y, por consiguiente, efectúa un trabajo. Por lo tanto, es necesariamente
dinámica. Pero la biología nos enseña que el pensamiento psíquico más complejo
no gasta ninguna energía apreciable con la ayuda de nuestras técnicas actuales,
lo que asombró a Carrel. Hay que admitir, pues, que la energía que permite a la
razón construir sus complejos de conceptos, de palabras y de imágenes y
constituir estos mismos conceptos, palabras e imágenes, es de una naturaleza no
química y, por consiguiente, no proviene de la actividad conocida de las células
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cervicales. Dicho de otro modo, esta energía tiene que ser exclusivamente
espiritual.
Nos parece, por lo tanto, seguro que la inteligencia psíquica, así como la
inteligencia orgánica, existe en el estado de materia en los genes del cigoto. El
cerebro no crea el pensamiento. Probablemente, como lo quería Bergson, su
papel consiste en seleccionar las imágenes – en el sentido más amplio de la
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palabra – según las necesidades del ser que sintetiza, ya que está regado y por
consiguiente modificado por las secreciones que vienen de todos los órganos del
cuerpo. Pero dicho papel de selección queda incomprensible a la luz del dualismo
bergsoniano: no se entiende cómo el cerebro podría actuar sobre un espíritu
exterior a él como al ser orgánico todo y de naturaleza esencialmente distinta de
la suya. No ocurre lo mismo si la inteligencia psíquica existe en el estado material
en la materia viva, si está contenida en potencia en los genes de las células. El
cerebro, en estas condiciones, desempeña el papel de actualizar y regularizar la
energía intelectual que corresponde al individuo, así como cada uno de los
órganos y cada una de las células actualizan y regularizan la inteligencia orgánica
que les corresponde. Además, el cerebro fiscaliza el desarrollo de dicha
inteligencia orgánica insertándola en el todo del individuo. El cerebro actúa, por
consiguiente, un poco a la manera de una pila atómica que suscita la
desintegración nuclear y frena su movimiento según la intención directriz que
rigió su fabricación.
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14 )- El autor indica aquí en una nota al pié "Sobre cuyo carácter sobrenatural no se ha
pronunciado la Iglesia". Lo cual es cierto. No obstante, cabe mencionar que, en Octubre de
2004, Ana Catalina Emmerich fue beatificada por el papa Juan Pablo II pero, al igual que en
todos los casos similares, la cuestión de sus visiones fue separada del proceso y su causa fue
juzgada solamente sobre la base de su propia santidad y sus virtudes personales. [N. del E.]
15 )- No sabemos, en particular, como puede el gen dividirse y regenerarse durante el
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CAPÍTULO VIII
ACTUALIZACION Y CREACION
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Decir con Lecomte du Noüy que la evolución posee por criterio y por fin la
Libertad pertenece a la mitología política. En realidad, la materia viva tiene por fin
la realización de sus posibilidades mejor adaptadas a sus condiciones de vida. El
hombre racional capaz de deliberación no es sino el término actual de una rama de
la evolución. Y sabemos que el insecto poseyó la razón en época anterior a su
estado presente. La finalidad inmanente a la materia viva no es sino su ímpetu
hacia su propio porvenir.
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construye, por lo tanto, algo nuevo: inventa. Dicho de otro modo, se agrega a los
datos que capta y de esta suma surge una síntesis que legítimamente podemos
calificar de nueva. La inteligencia parece actuar como el obrero que arma una
máquina cuyo plano posee en su mente. Pero ¿podemos verdaderamente hablar
de invención o de creación?
Si todo está dado, el plano y las piezas, no hay sino actualización de la máquina
que ya existía virtualmente, en potencia. A los datos conocidos, imágenes
psíquicas (en el sentido más amplio de la palabra) e inteligencia, vale decir
posibilidades virtuales de organización, no se agrega nada, sino el trabajo de
actualización, y dicho trabajo ya existía también en potencia. Si fuera exacto este
análisis, nos estaría prohibido hablar de creación intelectual. El proceso de
actualización se desarrollaría mecánicamente y un espíritu superior que
conociera sus datos podría prever su resultado.
Se podría estar al tanto de los planos y ver todas las piezas: mas sería imposible,
sin embargo, saber que máquina saldría de sus manos. Su elección dependería,
en efecto, de su humor del momento, las condiciones particulares del montaje,
las condiciones accidentales del funcionamiento futuro de la máquina, y hasta
aun del azar que orientaría su trabajo en tal o cual dirección. La inteligencia
procede, si se quiere, por ensambladura y se limita a actualizar sus posibilidades
potenciales; lo nuevo que hace surgir no es nuevo sino en cuanto acto. Pero dicho
acto era imprevisible, aun para su autor, antes que se realizase, porque dependía,
hasta el último momento, de una elección determinada por factores
innumerables dentro de los cuales tiene su lugar el mismo azar.
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Mas para darse cuenta del poder creador de la materia viva, conviene
considerarla en más amplia escala. Aun tenemos que abarcar en nuestra visión
histórica la materia inorgánica, ya que hemos visto que su evolución y la de la
materia viva se encadenaban sin otra ruptura que una mutación que nos parece a
nosotros más brutal que la que notamos entre las especies orgánicas, sin que
sepamos lo que hay de eso en realidad.
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Por otra parte, existe igualmente una finalidad inmanente a la materia inorgánica
y orgánica, pero que no la orienta hacia un hito preciso. Sólo es, como lo hemos
visto anteriormente, la tendencia a la actualización de las posibilidades virtuales.
El fin de la evolución, en cualquier escala que la consideremos, es su propia
realización. La acción de la inteligencia organizadora a través de la materia
parece, por lo tanto, bastante semejante, desde este punto de vista, a la que
Bergson atribuye a su "ímpetu vital". Pero no podemos admitir la imprecisión de
una tesis que deja en lo vago la naturaleza de la energía creadora y su modo de
acción. Ímpetu vital, de acuerdo; mas con tal de precisar bien que se trata del
ímpetu de la inteligencia inmanente a la materia físico-química que se desarrolla
por una elección permanente entre sus posibilidades potenciales y además que la
creación de formas nuevas se reduce a la actualización de las virtualidades
hechas posibles por la historia de la evolución y por, las condiciones actuales del
medio exterior. Hay que reconocer que tales precisiones no dejan subsistir
muchas cosas del ímpetu vital bergsoniano, sino el término y la importancia
afirmada del tiempo en cuanto factor de la creación.
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Pero tal concepción de la libertad no tiene sentido. Si, por el contrario, elegir
libremente consiste en elegir entre las posibilidades potenciales la que, en
condiciones interiores y exteriores dadas, permite la mejor realización del ser
considerado, entonces tenemos derecho a afirmar la libertad de la decisión y, por
lo tanto, su carácter verdaderamente creador.
72.-Problemas planteados
Llegamos al término de la búsqueda que nos habíamos asignado. Hemos
establecido la unidad de la inteligencia en sus varios modos y su papel de
organizadora de la materia físico química. Hemos descubierto la forma material
de su existencia potencial y el proceso de su actualización creadora. Pero los
resultados que hemos obtenido nos obligan a plantear los problemas que quedan
por resolver. Hemos podido remontarnos lógicamente hasta los orígenes
conocidos de la energía físico-química y de la energía intelectual.
Es posible y probable que la ciencia nos permita alejar en el tiempo el punto
crucial que no se podrá traspasar. Pero, de todos modos, la cuestión subsiste: la
inteligencia, tal como la hemos definido, ¿siempre ha existido, en forma po -
tencial, antes de actualizarse? ¿Es Dios? Pero entonces, ¿cómo admitir que Dios
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se disminuya cada día más realizándose? ¿O fue creada por Dios? Pero los
problemas de la existencia de Dios y de la Creación, en el sentido teológico de la
palabra, se plantean, y no es seguro que podamos resolverlos por una búsqueda
puramente filosófica. Debemos, sin embargo, notar, concluyendo estas páginas,
que de su solución depende que podamos superar la definición funcional de la
inteligencia que hemos establecido y llegar a una comprensión esencial de
nosotros mismos y del mundo en el que vivimos.
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