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Este año será recordado por la historia como aquél en el que el Partido Revolucionario
Institucional sufrió la más humillante de sus derrotas.
En un día el partido no sólo no ganó una sola de las 15 gubernaturas en disputa, sino que
perdió ocho gobiernos estatales para conservar en unos cuantos meses más, sólo cuatro
entidades de las 32 que conforman la República. Ese mismo día, el otrora invencible ganó
compitiendo él sólo con sus siglas, únicamente once lugares en la Cámara de Diputados
federal.
Los “dueños del partido”, los patrones de Alito, siguen sin entender que la ciudadanía se
cansó de los abusos, de la corrupción, de la prepotencia que les caracteriza y, sin reparar en
el rumbo que está tomando México, una mayoría indignada prefiere votar a ciegas por un
falso mesías que desde su residencia palaciega pregona una transformación que nadie
entiende.
Desde la lección del 2018, el partido debió haber iniciado una transformación integral
desterrando prácticas arcaicas como la simulación, el dedazo y la grosera imposición de
dirigentes y candidatos. Mas no fue así. Con oportunidad lo señalamos cuando se “eligió” a
la presente (¿o debo decir “ausente”?) dirigencia. La democratización de la vida interna era
necesaria para darle aliento a la militancia y nueva vida al PRI.
Hoy parece tarde. En una burda maniobra se entregó el partido a Alito y sus aliados y éstos,
no podía ser de otra forma, hicieron lo mismo a partir de entonces repartiéndose el botín
mafiosamente adquirido entre amigos, familiares y cómplices, como si estuviéramos en los
años setenta cuando ser candidato era garantía de triunfo y como si el CEN fuera patrimonio
de los mismos de siempre.
No hablamos desde el enojo sino desde la serena reflexión de las cifras frías. No hay
resultados.
Ulises Ruiz Ortiz
Las quejas por la escasez de recursos para apoyar las campañas fueron una constante entre
la mayoría de los candidatos, por no decir que entre todos ellos. Mientras Alito se paseaba
por el país en aviones pagados con las prerrogativas, las campañas languidecían de
inanición, sin el apoyo de un CEN omiso y ausente.
¿Por qué el CEN, los gobernadores, y los legisladores priistas, salvo honrosas excepciones,
no fueron capaces de presentarse como una verdadera oposición a la 4T? Las denuncias
que son públicas y que pesan sobre Alito o Moreira, por mencionar algunos casos, o la
entrega absoluta e incondicional de algunos gobernadores como el de Oaxaca explicarían
su actitud cómplice y pasiva ante el presidente de México.
Por todos los rincones del país he escuchado la inconformidad del priismo con su dirigencia,
pero ha llegado la hora de expresarla públicamente si en verdad se quiere un PRI distinto y
cercano a su militancia. Así, invitamos al priismo a manifestar abiertamente su rechazo a
Alito y la dirigencia actual, mediante sus redes sociales y todos los medios a su alcance. Sólo
así atenderán la urgencia de irse para dar paso a una nueva dirigencia comprometida con
México y ajena a los intereses cupulares.
Si no renuncian, tendrán que enfrentar las consecuencias: un PRI en declive, sin mayor
futuro y un priismo en rebeldía que si no encuentra cauce a sus inquietudes se irá yendo
irremisiblemente hacia otras opciones.
FRATERNALMENTE