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Chantaje y democracia de tumulto

Por Alfredo Espinosa Rodríguez1

Los diálogos entre un gobierno sin base social, secuestrado por sus limitaciones
conceptuales y políticas; y sus captores: tres organizaciones indígenas que lo
arrinconaron durante 18 días de movilizaciones acompañadas de hechos violentos
de tinte vandálico y político, arrojaron como resultado algo casi imposible: 218
acuerdos que se concibieron en medio de tensiones y amenazas que hasta la
presente no cesan, quizás porque la paralización pasó de ser una acción social de
carácter reivindicativo a una estrategia utilitaria para operativizar chantajes de
todo tipo hacia el Estado. Pero también las medidas de hecho son un
emprendimiento que genera réditos políticos a dirigentes como Leonidas Iza,
presidente de la CONAIE, o Gary Espinoza, presidente de la FENOCIN, quienes en la
beligerancia del tumulto y la acriticidad de sus bases, cimentan sus liderazgos, sus
verdades y su intento por elevar a política pública agendas particulares que se
mezclan con los intereses de minorías étnicas históricamente excluidas. Lo cual,
desentona con los pedidos de reconciliación nacional, gobernabilidad y cese de la
violencia que marcaron las agendas de las mesas de diálogo posteriores al paro de
julio.

Hoy el Ecuador vive un escenario de desestabilización mucho peor a los de años


anteriores, que fluctúa entre el calentamiento de las cárceles -dada la situación de
inseguridad que atraviesa el país producto de atentados terroristas, narcotráfico y
la crisis del sistema carcelario- y el calentamiento de las calles -propiciada por la
monetización inescrupulosa de la paz y la consecuente amenaza de una nueva
paralización que embandera en solitario el presidente de la FENOCIN, la misma
que podría realizarse si antes del 17 de noviembre el gobierno de Lasso no firma -
de manera excepcional- el Decreto Ejecutivo para condonar deudas de hasta USD
10.000 a indígenas y campesinos, decreto que también beneficiaría los dirigentes
de esta organización.

Más allá de esta amenaza y del poco probable éxito que pueda tener una
paralización en solitario y en un escenario caracterizado por el estado de
excepción en las provincias de la Costa, las agendas políticas de la CONAIE y la
FENOCIN, superan los flancos de oposición a un gobierno de turno, ya que su
estrategia a largo plazo es crear una aplanadora de violencia paralela a la que -en
teoría- ejerce por mandato de la ley, el Estado republicano. El famoso “Estallido”
que dignifican Iza y compañía.

Consecuentemente, todas las acciones ideadas o materializadas por Iza y Espinoza,


se amparan en un resentimiento casi genético contra los mestizos que, al calor de
la violencia de octubre de 2019 y julio de 2022, dio lugar a un tácito contrato de
1
Magíster en Estadios Latinoamericanos, mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social.
Analista en temas de comunicación y política.
convivencia social entre el Estado y estos dirigentes, en donde el “dejar hacer y
dejar pasar”, se convirtió en el salvoconducto para tener impunidad, incluso
cuando incurren en prácticas políticas y racistas poco analizadas y discutidas por
académicos e intelectuales orgánicos que fetichizan a estas minorías étnicas al
verlos como sujetos de transformación, incorruptibles y hasta puristas, pese a que
su largo historial de negociaciones (contra-natura) para obtener y ejercer el poder,
den cuenta de que pueden ser igual de rapaces que las elites políticas que han
gobernado y gobiernan este país.

Las mesas de diálogo, por más acuerdos alcanzados, demostraron que son
insuficientes ante la nostalgia de los dirigentes de las organizaciones indígenas por
salir a las calles, paralizar el país e instituir su democracia de tumulto con alta
dosis de chantaje.

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