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Vicepresidencia, espacio ornamental o plataforma política con angurria electoral

Por: Alfredo Espinosa Rodríguez

Candidatos de alquiler y partidos de transacción que buscan llegar al poder con agenda
propia, más no con un proyecto político medianamente consensuado que trascienda la
lógica edulcorada de la tregua entre las élites (pacto y reparto), esa es la génesis del
problema entre el actual presidente de la República, Daniel Noboa Azín, y su binomio,
Verónica Abad. Problema que -una vez más- deja en claro que contar con un compañero
de fórmula electoral no es lo mismo que tener un compañero de fórmula para gobernar,
así sea por tan solo dieciocho meses de gestión. Coyuntura que nos invita a reflexionar
sobre los criterios para el escogitamiento del segundo mandatario: su perfil, carrera
política y empatía con los ciudadanos o -al menos- con un grupo específico de ellos en
el que su imagen pueda influir.

¿Qué tanto sumó la presencia de Abad a la campaña y al triunfo de Noboa, más allá de
sus polémicas declaraciones sobre la ideología de género (violencia política, equidad y
paridad), los voucher para que “los pobres” se puedan atender en el sistema de salud, la
privatización de la seguridad social o el “sufrimiento” de los empresarios al pagar el
seguro a sus empleados? ¿Error constante de comunicación o extrovertida promotora
anti-derechos que se encontró, al igual que Noboa, con un triunfo electoral no previsto?
¿Qué busca la señora Abad, hacer de la desavenencia una plataforma propia para
fortalecer, con proyección al 2025, su discreto camino en la política? Solo así, quizás, se
explicaría su reunión con Victoria Villarroel, vicepresidenta electa de la República
Argentina por el Partido Libertario de Javier Milei o con Santiago Abascal del partido
de extrema derecha español, VOX. ¿Acaso estas reuniones de Abad con líderes de la
región y de Europa podían entorpecer el pacto político entre la Revolución Ciudadana
(RC), el Partido Social Cristiano (PSC) y la alianza Acción Democrática Nacional
(ADN) o es que intentó hacer arreglos con otras tiendas políticas -a espaldas de Noboa-
para el reparto del poder en la Asamblea Nacional a costa de esa tan manoseada
“gobernabilidad”? ¿Es esa la traición a la que se refirió Noboa en la entrega de
credenciales?

Lo cierto es que el actual mandatario tuvo que ver alguna virtud en Verónica Abad más
allá del sí flojo para integrar el binomio presidencial; mérito que la mayoría de

Magíster en Estudios Latinoamericanos, mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación
Social. Analista político, experto electoral.
ecuatorianos todavía desconocen, pero que seguramente no guarda relación con la tarea
que el Presidente Noboa le encomendó: “colaboradora para la paz” en Tel Aviv para
subsanar el histórico problema entre israelíes y palestinos y -ahora- Embajadora
Extreordinaria y Plenipotenciaria de Ecuador en Israel. Tarea que no calza con su línea
profesional y que, sin embargo, por simple capricho se impulsó para dejar una señal
clara a todos los no alineados con el régimen, aunque en el camino Daniel Noboa abrió
un chaquiñán enorme para que su vicepresidenta -ahora dependiente de la Cancillería-
pase del cuasi-anonimato a la revictimización mediática, sin que en este tramo Abad se
ruborice y reconozca que el primer acto de corrupción de un servidor público es asumir
un cargo o función para el cual no se está preparado.

Y las preguntas saltan a la vista de manera mucho más directa, ¿cuál fue el hecho tan
grave que cometió la Vicepresidenta Abad para que el Jefe de Estado haya preferido
enviarla con sus maletas fuera del país -a una zona de conflicto bélico- antes que
mantenerla en el anonimato, como un ornamento más de los tantos que han pasado por
la Vicepresidencia de la República? ¿Noboa está administrando el Estado como si se
tratara de los navieros o haciendas de su padre? ¿La presencia física de Abad es
peligrosa para el Gobierno?

En todo caso, resulta inverosímil que la vicepresidenta de la República, pretenda enfilar


críticas contra el correísmo radical, el socialcristianismo y el correísmo moderado (el de
MOVER antes Alianza País que integra la alianza ADN de Noboa), cuando en febrero
de 2023 la misma señora Abad participó en las elecciones seccionales como candidata a
la alcaldía de Cuenca por la facción chimbadora del correísmo -el Movimiento Amigo-
organización que se creó al calor de un juicio político y el posterior escándalo por
delincuencia organizada en la construcción del hospital de Pedernales que tuvo como
principal protagonista al fundador de esta tienda política, el ex asambleísta de Manabí
por el movimiento Alianza País, Daniel Mendoza.

Desde luego, la señora Abad no tuvo ni de lejos vela en ese entierro, pero debe estar
consciente que, al postular por una organización política -así sea una de alquiler o
transacción- el candidato o candidata asume algo más que el nombre y el membrete para
salir en la papeleta electoral; es el presente y el pasado de ese partido o movimiento, sus
aciertos y también sus descalabros, entre ellos la corrupción.
Por otra parte, ¿qué tan probable es que el pacto (de futuro incierto) entre las bancadas
con mayor número de legisladores (RC, PSC y ADN) tenga como finalidad el “posible
retorno del ex presidente Rafael Correa” al Ecuador? ¿No será que en su afán de
notoriedad la vicepresidenta Abad buscó hacerse de un espacio para surfear en las olas
del anticorreísmo a costa del polémico apellido del autócrata? ¿Ante la evidente crisis
de liderazgos, pretende “pescar a río revuelto” para representar a un nutrido, pero
acéfalo anticorreísmo de derecha?

Mientras la ruptura entre el Presidente y la Vicepresidenta de la República copan hasta


los espacios de farándula, el Ecuador atraviesa una de sus peores crisis económicas con
un riesgo país que superó -al cierre de noviembre- en 2 016 puntos al de Argentina; y la
idea de la consulta popular perece mediáticamente ante la urgencia por obtener recursos
que permitan el funcionamiento del Estado.

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