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Por cierto, debido a la situación que estamos viviendo, ahora somos más creativos a la hora
de cocinar. Casi todos somos chef de cocina. Y créanme de ALTA COCINA.
Por último, el venezolano de todo saca un chiste, incluso en estos momentos de crisis. A
veces estamos comprando o vamos caminando y cualquiera dice algo que enseguida todos
soltamos una carcajada.
Así que la próxima vez que vea un venezolano en su país, pregúntele que es lo que más
extraña de Venezuela, y le dirá con toda seguridad que SU GENTE, ese calor de amistad y
de familiaridad.
Se pudiera agregar que este desinterés muchas veces rayano en el menosprecio obedece a la
preponderancia que tiene la región capital ckon desmedro del resto del país. Un dicho
popular describe palmariamente esta circunstancia: “ Caracas es Caracas, lo demás es
monte y culebra “. Ahora bien, retomando la consideración individualista del venezolano,
creemos percibir en ello su celo por la propiedad privada, por lo suyo. Esto es algo que está
firmemente arraigado en la mayoría, y al mismo tiempo también, explicaría su desdén o
menosprecio por lo colectivo. El venezolano es mayoritariamente descuidado con los
bienes públicos, a los que considera ajenos o que son de nadie. Esto podría explicarse,
obviando una carencia de educación cívica, el porqué frecuentemente daña los teléfonos
públicos, los autobuses públicos, los parques, en fin, cualquier cosa pública. Sin embargo,
tan absurdo proceder lógicamente se corresponde más con una escasa educación en
términos generales, que con una característica idiosincrática propiamente dicha. De todas
las explicaciones posibles, la que invoca factores hereditarios, ya no se la considera
determinante, y además tiene el defecto de ser especulativa. La herencia es un
determinismo que fomenta, favorece y justifica la Irresponsabilidad por excepción de culpa
e incide negativamente sobre la autoestima. Nuestro individualismo tiene una apariencia
que lo asemeja mucho más al Egoísmo. Pero el egoísmo es casi siempre una actitud
premeditada, interesada o a veces irracional o inconsciente. Por eso creo que en nuestro
caso, es más el reflejo de una falta de educación cívica, una falta de consciencia de lo
colectivo, de lo que es de todos, lo que induce al individuo a actuar irreflexivamente sin
tomar en cuenta a los demás. Esta carencia del sentido de lo colectivo, no se puede achacar
solamente al rechazo de los individuos a lo colectivo per se, ya que es ilógico suponer que
de una forma racional intencionalmente se desaproveche los beneficios del trabajo en
equipo o la mancomunidad de esfuerzos. El sentimiento de lo colectivo no es una
característica que ha estado siempre presente en los seres humanos y raramente aparece de
forma espontánea. Es más bien una forma evolutiva de las sociedades. El individualismo,
egoísta en su origen, es pues un sentimiento primitivo, atávico, remanente, pero se
minimiza o se atenúa con la vida en sociedad dando paso a lo colectivo, representado por
los intereses comunes del clan, de la tribu, de la nación. Cuando el sentimiento colectivo
aparece, siempre proviene de imperativos necesarios y convenientes racionalmente
aceptados o impuestos por la mayoría, pero aún así, requiere tiempo para lograrse. De
modo que el sentimiento colectivo no puede ser impuesto a la fuerza. El colectivismo
requiere ser enseñado en forma persuasiva y racional, pero resulta muy importante
diferenciar lo que se identifica más con ideologías que lo que tiene que ver con necesidades
útiles y convenientes propiamente colectivas, que traducida en normas de convivencia
redunden en beneficios para la sociedad. Por consiguiente es admisible considerar que la
inexistencia de esa consciencia de lo colectivo entre nosotros se deba primordialmente a
una carencia educativa. Es decir, no puede haber consciencia colectiva cuando no se ha
educado a la población en tal sentido. El individualismo exacerbado es un factor casi
siempre perturbador en cuanto promueve la desarmonía y genera anarquía, y en el
venezolano hay sin duda, una acentuada tendencia al desorden, a la desorganización, a la
anarquía, a la desobediencia de las leyes, que subyace en forma latente pero contenida, sin
que se manifieste abiertamente, a no ser que existan condiciones o situaciones que lo
permitan. Es lo que parece estar sucediendo en la actualidad. También el individualismo
tiene otros graves defectos, hace que las personas sean poco emprendedoras, carentes de
iniciativa, en especial para las empresas comunes y por lo general se suele dejar que otros
lo hagan, aunque luego sean acerbos críticos de las mismas.
El rechazo del venezolano a sistemas colectivizantes como el Comunismo, puede tener
algún fundamento en esta conducta individualista, lo que también explica el poco éxito que
ha tenido el cooperativismo entre nosotros.
El Dr. Pedro Delgado ( Psiquiatra ) señaló en un artículo periodístico ( Universal-
13/9/1997 ) : “ Toda sociedad tiene una organización formal ( lo ideal ) que establece lo
deseable para su funcionamiento y las reglas y normas por las cuales debe proceder el
ciudadano para funcionar en armonía con su entorno “. Y agrega: “ está demás decir que
tal ordenamiento debe ser aprendido, consentido y aceptado por la mayoría de ciudadanos
en la sociedad “. Dice además que paralelamente a esta organización ideal coexiste una
organización informal ( lo real ), que expresa lo que realmente ocurre en esa sociedad y la
forma cómo se comporta el ciudadano común en su convivencia con los demás y su actitud
frente a las normas establecidas. En las sociedades avanzadas existe una marcada
congruencia entre ambas formas de organización, y en la práctica se superponen, lo cual
genera confianza y armonía en la convivencia. Esto es lo deseable, en tanto garantiza el
respeto y acatamiento de la ley por parte de los ciudadanos. No obstante, es inevitable sin
embargo adoptar medidas preventivas y disciplinarias con los transgresores y en
consecuencia se aplican inexorablemente las sanciones previstas al desacato de las normas
establecidas a fin de que La impunidad quede reducida a una mínima expresión.
En Venezuela – afirma el mismo autor – pareciera existir un divorcio entre estas dos
modalidades, es decir, una cosa es lo que establecen las leyes ( lo formal ) y otra cosa es la
realidad, observándose una marcada tendencia a la transgresión de las normas, coexistiendo
con una notoria tolerancia social a esta forma de proceder, pues en la práctica está
condicionada siempre por la conveniencia o el beneficio personal de cada quien, todo lo
cual se traduce en un estado de anarquía e impunidad generalizado. Este comportamiento
es el que más ha sido vinculado a nuestra herencia hispánica. En la colonia los criollos
solían decir respecto a algunas disposiciones provenientes de España una célebre frase que
lo explica todo: “… se acata, pero no se obedece “.
La forma casi típica como se manifiesta esta predisposición transgresora en el venezolano
es sin duda, lo que ha dado en llamarse “ La viveza criolla “. Esta cualidad ha sido
diversamente analizada y calificada. Para algunos es un rasgo positivo y admirable, pero
para otros es un defecto repudiable por ser la excusa para cometer actos delictivos o
inmorales. Nuestra viveza consiste esencialmente en aprovechar cualquier circunstancia o
el menor descuido que pueda tener otra persona, sea ésta un particular o una autoridad,
para evadir las normas establecidas, no cumplir con el deber o incluso violentar el
derecho de los demás, todo amparado por la conveniencia o el beneficio personal que se
pueda obtener de ello. Más no cabe duda que tal conducta transgresora se facilita porque
también en la autoridad subyace la misma predisposición que lo obliga a ser permisivo y
tolerante por conveniencia o por beneficio personal. Este altísimo nivel de impunidad tiene
además como agravante causas genéricas como la desidia de los funcionarios, ignorancia,
incompetencia, omisión o dolo, en sus actuaciones, puesta de manifiesto en concusión,
soborno, “matraca “, prevaricación, retraso judicial, tráfico de influencias, etc.; en otras
palabras, Corrupción generalizada. Es tan innumerable la lista de transgresiones habituales
cometidas a diario por los venezolanos que hasta resulta superfluo y redundante
pormenorizarlas, habida cuenta de que son ya conocidas por todos. La corrupción está
considerada en la Venezuela de hoy en día, como una forma de ser o incluso insólitamente,
como una necesidad de supervivencia. Es oportuno sin embargo, hacer una curiosa
observación que resulta muy ilustrativa del trasfondo del problema. Fuera de nuestras
fronteras, el venezolano se comporta como un ciudadano respetuoso de la ley y el orden, lo
cual demuestra que la desobediencia o menosprecio del venezolano por la ley, no es
consustancial con nuestro modo de ser sino una eventualidad promovida por la impunidad
prevalente y nuestra pobreza en materia de educación tanto cívica como en general.
El escalofriante incremento de la delincuencia que padece actualmente Venezuela es un
fenómeno demasiado complejo para ser analizado en unas cortas líneas. Los delitos en sus
diversas modalidades son innumerables con el agravante de que en la actualidad presenta
un marcado sadismo homicida, a tal punto que ocupamos los primeros lugares en el mundo
por este concepto. Sus causas, desde el punto de vista sociológico son múltiples y de difícil
racionalización. Sin embargo, obviando cualquier causa, es con mucho la impunidad, por
leve que parezca, lo que contribuye considerablemente a exacerbarla y mantenerla, y más
perturbadora y peligrosa resulta cuando a la genérica impunidad de las transgresiones, se
agrega el componente político, porque además de favorecer la mera impunidad de los
delitos comunes en general, viola impunemente los derechos humanos y también ampara la
comisión de otros delitos mucho más graves. La inseguridad incontrolable ha pasado a ser
hoy en día, el mayor problema que confrontan los venezolanos.
A pesar de su manifiesto individualismo, el venezolano es por lo general, generoso,
sensible y compasivo. Ante la penuria y el dolor ajeno es muy solidario, sobre todo cuando
se trata de colaborar en situaciones de catástrofe. En la adversidad soporta el sufrimiento
con verdadero estoicismo. Sin embargo, en el aspecto familiar se dan notables paradojas.
Por lo general el venezolano tiene muy en cuenta y aprecia bastante los vínculos de la
familia, aunque ésta, por razones sociológicas complejas se encuentra actualmente muy
desintegrada o con marcadas carencias en todos los niveles socioeconómicos de la
sociedad, especialmente en los estratos bajos de la población. Muchos analistas consideran
a esta desintegración familiar la causa fundamental de la crisis social existente por cuanto
siempre se ha considerado que es en la familia donde se generan los valores fundamentales
de la sociedad, y en una familia mal estructurada es imposible lograrlo. Las causas de esta
aparente desintegración familiar son muy complejas y escapan al análisis del tema que nos
ocupa.
Aparte de las características antes señaladas, los venezolanos de las últimas generaciones,
mostramos una característica que casi nos identifica en el mundo. Somos tenidos como
espléndidos, pero especialmente con aquellos que calculadamente, eventualmente pueden
favorecernos. No obstante, a menudo somos mezquinos, especialmente con aquellos con
los cuales sí tenemos la obligación de ser, no solo generosos, sino solidarios. Esta forma de
ser nos hace a menudo aparecer como “ echones “ o exhibicionistas, ostentosos, botarates
o consumidores insensatos. La tacañería es mal vista entre nosotros. En el otro caso, la
mezquindad nos muestra como ingratos, incluso hasta crueles. Dejamos de atender incluso
nuestros problemas por favorecer a otros.
No se puede dejar de señalar como una característica notable del venezolano su reconocido
gusto por la música , campo donde se han dado muestras de excelencia, tanto en lo
individual, como también en niveles superiores ( orquestal, coral ). Es una rareza que el
venezolano no toque algún instrumento musical. En nuestro país existe una gran cantidad y
variedad de expresiones folclóricas, producto de la amalgama racial y cultural que somos, y
tales sirven como vía de expresión de nuestro sentido musical. La hondura de sentimientos
del venezolano también se revela en su literatura narrativa y poética, en la pintura y en
muchas otras expresiones artísticas. El gusto popular por cualquier música, venga de donde
venga, muchas veces opaca las expresiones musicales tenidas como propias, razón por la
cual se dice que el venezolano no le gusta su propia música. Esta es una apreciación
errónea. El venezolano se entusiasma y disfruta con mucho agrado las expresiones
musicales nativas, eso sí, bien interpretadas y en el ambiente apropiado. Particularmente el
gusto musical se aprecia palpablemente en el gusto por las fiestas, por el baile, por el
bonche, ocasión propicia para socializar con los demás.
Es un hecho plausible la casi inexistencia en el venezolano de sentimientos xenofóbicos o
discriminaciones de ninguna naturaleza, sean raciales, religiosas o culturales. Cuando se ha
presentado casi siempre obedece a motivaciones políticas circunstanciales y a menudo son
objeto de rechazo por la población. El venezolano es por el contrario, muy receptivo y
abierto a las peculiaridades de los demás y no muestra ningún recelo en compartirlas,
incluso ingenuamente, hasta el punto de que muchas veces se le dificulta percatarse sin
malicia del engaño de otros, especialmente extranjeros.
El venezolano se autocalifica a menudo como Patriota y expresa siempre el orgullo de
serlo. Pero un análisis detenido de tal sentimiento nos revela que esto es solamente una
apariencia de forma en la mayoría de las personas, sin mengua de que el sentir
nacionalista patriótico auténticamente genuino, firme y sincero, exista en muchos
venezolanos. Cuando vemos el menguado interés de las autoridades nacionales por los
asuntos fronterizos, el desapego a las tradiciones culturales que aparentemente nos
identifican, la falta de cuido y preservación del patrimonio cultural, la poca protección a
nuestra biodiversidad y recursos naturales, la carencia de una real y sincera protección de
nuestras etnias indígenas, la falta de políticas que contrarresten la transculturización, que
nos invade de todas partes y por todos los medios, etc, no podemos dejar de ver en ello sino
la más clara evidencia de que nuestro pregonado nacionalismo patriótico no es más que
pura fantasía.
La tendencia al Autoritarismo está profundamente arraigada en el venezolano, muchas
veces latente en apariencia, pero que emerge con toda su fuerza cuando la persona está
investida de alguna autoridad, sea cual ésta sea. Se manifiesta a todo nivel, sin excepción.
Su causa se hunde en nuestras raíces históricas, y explica entre otras cosas, por qué
aceptamos con ligereza y casi sin reservas al gendarme necesario a cualquier caudillo
autoritario, lo cual es propio de las sociedades pastoriles, rurales y poco civilizadas. Esta
tendencia al autoritarismo se puede apreciar en cualquier funcionario, desde el de más bajo
rango, hasta la máxima jerarquía de la nación. Todo funcionario cree que se le ha dado una
licencia o autoridad “ especial “ , la cual puede ejercer con inusitada energía y rigor porque
ha sido investido para ello, para administrar su cuota, pequeña o grande, de poder.
Desgraciadamente, casi siempre, esta autoridad excede las competencias y funciones
inherentes al cargo asignado, cualquiera que este sea. El funcionario se cree Omnipotente y
por lo tanto, también con el privilegio de dispensar favores o negarlos, a su capricho. Tal
actitud no es más que el reflejo de la carencia o ignorancia de una sólida formación cívica,
necesaria para crear consciencia del significado y trascendencia de los deberes y derechos
de los ciudadanos, incluidos los de él mismo. Es obvio que para lograr una plausible
conducta cívica, es menester comenzar desde la infancia, con el adoctrinamiento en esta
materia, de modo tal que se internalice y se integre firmemente a la personalidad, y esto,
entre nosotros no ha ocurrido. El Funcionario público nuestro, a cualquier nivel, no tiene
consciencia del cargo que desempeña y lo ejerce arbitrariamente a discreción,
autoritariamente, sin impedimento alguno, pues tampoco existe la necesaria y oportuna
contraloría por parte de la sociedad ni del Estado. No deja de ser una ironía que al empleo
público, sobre todo cuando se consigue a menudo por influencias políticas, en nuestro país
se le llama “ cambur “ un emblemático símil de lo que es apetecible, agradable y se puede
comer con facilidad.
El venezolano es muy proclive a pasar entre los demás como sabelotodo. Esto se
manifiesta como una tendencia a opinar públicamente sobre cualquier materia sin tener los
conocimientos que respalden lo que se dice. Por lo general lo que se busca es dar una
apariencia de un saber temático cualquiera, pero del cual solo se tienen nociones
superficiales. Esta actitud induce a ser críticos irresponsables sin tener en cuenta las
consecuencias, incluso delictuales, que puedan derivarse de tal conducta inconsciente. Esto
se da por lo general en personas con una personalidad mal estructurada, pero en nosotros
ocurre más que todo por un afán de figuración inmoderada, aprovechando o utilizando para
ello, los medios como la televisión, la radio, la prensa que se prestan para ello, e incluso,
cualquier reunión que ofrezca la oportunidad. No obstante, esta peculiaridad no es
generalizada en todo el país, es más propia de las gentes de las grandes ciudades,
especialmente de los capitalinos.
Otra modalidad de este aspecto se expresa en la abundancia de proposiciones que se
ofrecen para la solución de problemas, aún los más difíciles y complejos. Fórmulas,
medidas y acciones que se deben tomar o que se debieron tomar para hacer algo, son
lanzadas al voleo por cualquiera. Son los opinadores de oficio, los managers de tribuna, los
especialistas temáticos que aparecen a diario en la radio, la prensa o la televisión, y por
desgracia, es consustancial con la clase política que nos gobierna y de ahí, su patética
incapacidad e incompetencia. La mayoría no pasan de ser sino meras opiniones sin ningún
fundamento o efecto práctico. Pero también es muy común observarlo a nivel
gubernamental, de donde emergen opiniones derivadas de personas poco calificadas que se
traducen en propuestas que a lo sumo no pasan de las innumerables comisiones ad hoc,
que se crean para realizarlas. Nada resuelven y terminan prontamente en el olvido. En
Venezuela es más lo que se proyecta, incluso se inicia, que lo que se ejecuta, con el
agravante de que esto es con frecuencia, un instrumento de corrupción o delito, amparado
casi siempre en el poder político del momento. Algunos autores se refieren a las
consideraciones precedentes como Espíritu demagógico. La demagogia implica actuar de
manera fraudulenta, engañosa o de mala fe, utilizando el fervor popular para beneficiarse.
Es muy notorio el espíritu demagógico cuando lo ejercen los gobernantes populistas o
francamente demagogos. Pero a nivel individual también se manifiesta. Es el caso del
clásico “ jalamecate”, que pudiera formar parte de la viveza criolla, solo que este caso se
emplea el halago o la adulación como instrumentos de escalamiento social. Es una forma
solapada de usar a las personas aprovechándose de su vanidad, posición social o jerarquía.
En Venezuela es práctica común y se ejerce en todos los niveles de la sociedad.
Generalidades. En este último punto se engloban variados aspectos; algunos relacionados
con los anteriores, y otros que podrían ser catalogados en propiedad como genuinamente
idiosincráticos pues realmente nos caracterizan:
Uno de ellos es la típica imprecisión de la que hacemos gala continuamente y que muchas
veces sirve de camuflage a nuestra notoria impuntualidad. Difícilmente se puede saber lo
que es “ más allaíta “, o “ ahí mismito “, o “ donde pueda “, o las verdaderas dimensiones
de una cuadra, o qué hora es más o menos “ como a las tres “, o cuánto tiempo es “ un
ratico “, etc. No menos pintoresco, por decir lo menos, es lo referente a nuestra enrevesada
nomenclatura urbana, ordinariamente nominal, coloquial, toponímica, por costumbre, o por
lo que sea, es la más usada en vez de ser racionalmente numérica como en otras partes. La
imprecisión venezolana ha sido objeto de reflexión y de chiste por algunos estudiosos. Se
invoca como causas, la falta de adaptación histórica a los cambios de la sociedad, desde un
primitivismo rural donde el tiempo no requería precisión alguna, a una sociedad
mercantilista donde el tiempo es de importancia vital. En el venezolano aún perviven los
rezagos de su ruralidad.
El venezolano es por lo general, vanidoso y amante de la novedad, de la última generación
de cualquier cosa, sea esta un automóvil, una moda, un celular , un peinado, una canción,
un zapato, etc, pero sobre todo, si aquello proviene del exterior, considerado a priori , como
lo mejor. Consecuentemente, basándose en este argumento como juicio, se menosprecia lo
nuestro, considerando que es por supuesto, malo o de poca calidad, lo cual no siempre es
verdadero. Por desgracia, esta casi obsesiva manía por lo de afuera, por lo de moda, por lo
novedoso ( a menudo banal ) ha sido incluso hasta causal de delito. Desde el desembarco
de Cristóbal Colon nos han estado engañando con espejitos. Sin embargo, esta tendencia
bien pudiera ser una expresión del cosmopolitismo antes mencionado, pero también puede
estar relacionada, en su origen, con el enriquecimiento fácil, mayoritariamente de las élites,
que no del pueblo, proporcionado tras el advenimiento del boom petrolero venezolano. Fue
una riqueza obtenida sin haber hecho esfuerzo alguno, que no hemos sabido administrar ni
emplearla para librarnos de su dependencia. Pero también, desgraciadamente, produjo
engañosamente la ilusión generalizada de ser ricos por el mero hecho de pertenecer a una
nación rica en petróleo y otros valiosos minerales. En fin, la riqueza fácil de la nación, más
no del pueblo, nos ha traído más males que bienes. Nos ha inducido al despilfarro, al
consumismo desmedido, ha menguado nuestra tendencia al ahorro previsivo, pero sobre
todo, ha producido una desvalorización del mérito y del verdadero trabajo que honra y
dignifica. Las repercusiones que esto conlleva se pueden apreciar palpablemente en la
irresponsabilidad en el trabajo, ausentismo, impuntualidad en todos los aspectos y baja
productividad en cualquier actividad laboral.
Tal vez relacionado con el anhelo de la riqueza fácil, pero en este caso la que proviene
súbitamente del azar, el venezolano es con frecuencia un apasionado de los juegos de azar
sin que necesariamente se trate de una patología lúdica, podría decirse que lo hace como
tentando a la suerte, y lo expresa con su típica frase de esperanza: “ quién quita “…Y esto
nos lleva al otro aspecto muy arraigado entre nosotros, cual es el de ser muy supersticiosos
y esto por supuesto siendo una conducta atávica, se manifiesta en múltiples modalidades
que no tiene caso enumerar. Sus causas habría que buscarlas en los antecedentes raciales,
africanos, indígenas y de los mismos europeos, pero sobre todo su causa básica es por
supuesto, la ignorancia.
A pesar de que hemos dicho que al venezolano le gusta la riqueza fácil rápidamente
obtenida, se requiere aclarar más este punto. Al venezolano no se le puede negar su
carencia de espíritu emprendedor o falta de iniciativa, pero sí adolece de un grave defecto:
le falta perseverancia, es impaciente y cortoplacista, y a veces conformista, de una forma
indefinida, como esperando que algo pase, que algo habrá de suceder para que las cosas
cambien. Para el venezolano, el futuro es algo tan lejano que pocas veces ni se lo toma en
cuenta, o es tan próximo que lo hace morir de impaciencia. Entre nosotros, la imprevisión
es un grave defecto.
Con frecuencia se ha dicho también que el venezolano es “ flojo “, es decir, no le gusta
trabajar, sobre todo tratándose del trabajo que requiere mucho esfuerzo, o de aquellos que
califica de inferiores; llegando incluso a preferir no trabajar en nada, que aceptar un trabajo
modesto u humilde, al que trata de evitar a toda costa, prefiriendo el trabajo de “ oficina
“ , descansado y bien remunerado. No obstante, el cognomento del venezolano flojo, es una
media verdad por cuanto se puede comprobar como muchos venezolanos se dedican con
gran esmero y entusiasmo a sus trabajos, en cualquiera de sus modalidades. Por desgracia, a
los que realmente no les gusta trabajar – que los hay – siempre preferirán atenerse
exclusivamente a las dádivas que le ofrece cualquiera o el estado, sin tener que hacer
ningún esfuerzo. En mi opinión, “ las misiones “ implementadas por el estado actual, más
que reivindicación social, son expresiones de un mero populismo, que usa perversamente
estos sentimientos del venezolano para sus fines políticos.
El último aspecto a señalar se refiere a nuestro sentido del humor, el que incluso para
algunos tiene visos de sadomasoquismo. Al venezolano le gusta el chiste alegre, de
cualquier tipo, ríe con facilidad y se burla de cualquier cosa, inclusive de sus propias
tragedias. La caricatura , especialmente la de tipo político, siempre ha sido una verdadera
institución entre nosotros y ha contado y cuenta todavía con insignes cultores.
La evaluación de los aspectos que hemos reseñado, tal vez haya servido al propósito de
formarnos siquiera una idea de lo que es ser venezolano. En cualquier caso, considerando
aquellos aspectos que son racionalmente negativos, lo ideal es que sirva necesariamente
para corregirlos en la medida de lo posible, sobre todo aquellos que por sus incidencias
negativas, menoscaban la convivencia y desdicen nuestra condición de ciudadanos . Es
menester educar más a la población, desde la infancia, para lograr una internalización
estructurada a la personalidad, hasta que se vuelva hábito, con una obligatoria instrucción
cívica, ética y moral, para formar verdaderos ciudadanos, conscientes de sus deberes y
derechos. Aunque usted no lo crea, La instrucción Moral y Cívica, que fue materia normal
del pensum escolar hasta la década del sesenta; fue eliminada por “innecesaria “. Entre
otros correctivos, conviene realzar nuestro gentilicio con el rescate y la reafirmación de
nuestras genuinas tradiciones y valores, en el respeto y conservación de nuestro invaluable
patrimonio natural. También debe procurarse a todo trance una impostergable
revalorización del trabajo y del mérito. Debe emprenderse una lucha permanente, sincera y
tenaz contra la corrupción y la impunidad en todos sus niveles. Solo necesitamos elevar
nuestra estima y hacer, cada quién, ni más ni menos, lo que debe y tiene que hacer, en la
medida de sus capacidades y su formación, académica o no, esforzándose al máximo en
hacerlo bien y mejor, tanto para satisfacción personal como para el beneficio de los
demás. Es pues necesario que hagamos una profunda autocrítica de lo que somos, para
proponernos cambiar lo indeseable, conservar todo lo bueno que tenemos y mejorar como
ciudadanos mediante el estudio y el trabajo. Tal vez así, logremos algún día concretar
nuestra verdadera idiosincrasia. Si no la tenemos, tendremos que crearla. Pero para ello no
hay nada mejor que empezar por cambiarnos primero a nosotros mismos.
Dr. Ángel C. Mayorga González
Médico Pediatra.
Publicado el 11 enero, 2016 por angelalejandromayorgarodriguez
https://www.redalyc.org/journal/4138/413859265004/html/
La Organización Mundial de la Salud determina la migración como “el movimiento de una persona
o grupo de personas de una unidad geográfica hacia otra a través de una frontera administrativa o
política con la intención de establecerse de manera indefinida o temporal en un lugar distinto a su
lugar de origen” (OMS, 2016, citado por Pacheco, 2016, p. 18). Por su parte, la definición de
Kearney Bernadete (2002) precisa la migración como “un movimiento que atraviesa una frontera
significativa que es definida y mantenida por cierto régimen político: un orden formal o informal
de tal manera que afecta la identidad del individuo” (citado por Martínez Casadiegos, 2016, p. 44).
En ambas definiciones aparece la noción de frontera como elemento consustancial que entreteje o
posibilita el direccionamiento del proceso de migración.
De otro lado, Puyol (1990) plantea que “la migración es un conjunto de movimientos que tienen
por objeto trasladar la residencia de las personas interesadas de un lugar de origen a otro de
destino. Una migración supone siempre el desplazamiento de un grupo importante de personas”
(citado por Martínez Casadiegos, 2016, p. 44). Por su parte, Delgado (2007) entiende la migración
como “todas las maneras con que los ciudadanos de cualquier nación satisfacen la siempre
existente necesidad de cambiar de lugar de residencia” (p. 197). En tanto, para Bauböck la
migración es entendible como la “relocalización de individuos entre Estados-nación” (citado por
Rivas, 2004, p. 194) los cuales entrelazan un rol significativo, no únicamente al conformar los
esquemas migratorios, sino cuando intervienen en los tipos, magnitudes y densidades de los
tejidos sociales de los migrantes.
A partir de las definiciones anteriores, podríamos decir que la migración como prodigio
multifacético se exhibe como una peculiaridad significativa en las disímiles etapas históricas de la
humanidad, tanto en el aspecto demográfico como en el económico, no dejando de lado sus
indiscutibles efectos sobre la configuración social y cultural de un país. Dentro de las causas que
pueden llegar a impulsar su configuración se encuentran las físicas y las humanas. Entre las
primeras se hallan las catástrofes naturales: terremotos, erupciones volcánicas, ciclones, sequías y
malas cosechas. Entre las segundas se encuentran principalmente las políticas, religiosas y
económicas. Sin dejar de lado las motivaciones en razón de la guerra y los conflictos sociales. En
todo caso –en la contemporaneidad–, la causa más importante por lo que las personas migran
está relacionada con el factor económico. Existe un tercer componente dentro de las causas de
migrar, que se produce cuando individuos emigrados regresan pasado un tiempo a su lugar de
origen, denominándoseles “retornados” (Echeverry, 2012).
En la segunda mitad del siglo XX tres grandes patrones migratorios marcaron el mapa regional de
América Latina; la inmigración de ultramar muestra la acostumbrada afinidad ejercida por la
región sobre la población de otras superficies del mundo, consolidando el primero de estos
patrones. El segundo, cuya permanencia está hondamente anclada en la historia, resulta del
intercambio recíproco de población entre los propios países de la región. El tercero, es el de la
emigración hacia el exterior de América Latina y el Caribe, cuya progresiva intensidad parece
mostrar señales de expulsión (Villa y Martínez, 2001).
En la actualidad vivimos en una época que algunos analistas han calificado como la nueva era de la
migración, debido al impacto de la innegable primacía del factor económico como causa de la
salida de muchas personas de sus países de origen, además de los factores tanto sociales como
políticos (Sandell, Sorroza y Olivié, 2007). La búsqueda de un oficio que se suponga digno bajo las
medidas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es una de las primordiales razones que
incitan hoy día a muchos trabajadores a emigrar gracias al alto índice de inactividad y a la
precariedad laboral a la que se ven sometidos fruto de realizar tareas en las que en muchas
ocasiones son subpagados y explotados.
Es una situación indiscutible que millones de sujetos en el mundo se desplazan cada año de sus
países de origen en busca de trabajo, pues su anhelo es el de “ingresar a un trabajo que provea las
condiciones para el desarrollo personal, profesional y el sustento necesario para un mínimo de
bienestar” (Lucena, 2007, p. 8).
La migración laboral, entendida como la movilización de trabajadores de un país a otro en busca
tanto de mejores condiciones de trabajo como de mayores ingresos económicos, se ha convertido
en factor determinante y de gran impacto en la economía mundial debido a las grandes cantidades
de remesas que cada año envían a sus países de origen los trabajadores migrantes, contribuyendo
tanto al crecimiento económico de estos, así como al sostenimiento de sus propias familias
(Delgado y Abellana, 2009; Oso Casas y Villares Varela, 2005).
En la dinámica de la demografía internacional, se plantea que los procesos migratorios se
presentan a partir de dos tipos de surgimientos: aquel que nace de factores de expulsión y el que
brota de factores de atracción. Tanto en los unos como en los otros aparecen fenómenos sociales,
políticos, de violencia o económicos. Respecto a estos últimos puede afirmarse que, con la
globalización, los países –sobre todo los latinoamericanos– han perdido el grado de autonomía al
diseñar su política económica, pues no pueden actuar libremente sobre importantes variables
como los tipos de cambio o sobre los tipos de interés (Martínez Casadiegos, 2016). Es por ello que
las oleadas migratorias se originan desde los países con niveles de vida, salarios, oportunidades
laborales y grados de tranquilidad social y estabilidad política (de Flores, 2009) comparativamente
más desfavorables, hacia otros, con posibilidades más favorables.
Podríamos afirmar que la intención migratoria de colombianos y venezolanos además en lo que
tiene que ver con cualquier ciudadano migrante se basa principalmente por razones de tipo
políticas, económicas y culturales. En referencia de las primeras razones podríamos afirmar que no
precisamente nos estamos refiriendo a persecuciones propiamente del Estado de origen y en
contra del migrante sino simplemente a las pocas garantías y condiciones ofrecidas por el país de
origen del ciudadano que decide salir de su país y asentarse en un nuevo Estado, las cuestiones
económicas desde nuestra óptica pueden considerarse con las razones de mayor escala en la
intención del ciudadano migrante en la medida en que consideran que el país de origen no ofrece
las garantías laborales con las cuales se pueda desarrollar bajo el concepto de una vida digna, en
este sentido es importante considerar que si el país emisor atraviesa circunstancias de crisis, los
ciudadanos menos protegidos por este, dentro de sus posibilidades probablemente decidirán
migrar a otro país receptor. (Martínez Casadiegos, 2016, p. 32).
Las dificultades económicas que han originado el transcurso migratorio, que mucho tienen que ver
con la frágil justicia social, el desempleo, la desigualdad de oportunidades, la libertad de expresión
o no, la vigencia de una verdadera democracia y la primacía del bien común, son al parecer
muestra de que los diferentes escenarios de hambre, miseria y la evidente falta de oportunidades
en varios países obliga a una importante cantidad de sus oriundos a convertirse en emigrantes, en
muchos casos irregulares (Di Brienza, 1997), que arriesgan sus vidas, con tal de salir de las
precarias condiciones que ofrece el país de origen.
https://equilibriumcende.com/nueva-realidad-emigracion-venezolana/
A finales de 2019, más de 4,5 millones de venezolanos habían abandonado su país y viajado
principalmente hacia América Latina y el Caribe. Se trata del mayor éxodo en la historia reciente
de la región y una de las mayores crisis globales de desplazamiento, solo por detrás de la de Siria.
Más de 900.000 venezolanos han solicitado asilo en los últimos tres años, 48% de ellos solo en
2019.
Se pueden distinguir tres oleadas migratorias que se definen por las características de la población
migrante venezolana: (1) empresarios y grandes capitales; (2) profesionales y académicos y (3)
migrantes masivos. La primera entre la llegada de Hugo Chávez a la presidencia y el 2005, luego de
los despidos masivos en el sector petrolero, así como las nuevas políticas económicas que
generaron pánico entre los empresarios venezolanos. La segunda entre 2010 y 2015 fruto del
temor a las expropiaciones, la inflación y el deterioro económico. Otro factor fueron las protestas
de 2014 que habían causado “violencia, inflación y escasez crónica de bienes básicos” y la
expulsión de miles de colombianos. La segunda ola migratoria sumó también a la clase media,
estudiantes y profesionales altamente cualificados.
La tercera oleada comenzó en 2017 fruto de una Venezuela cada vez más empobrecida y
sumergida en una crisis humanitaria, política, social y económica. De acuerdo a los resultados de la
Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2019-2020, solo en los últimos tres años han
abandonado el país 2,3 millones de personas. Cada vez es más frecuente escuchar el fenómeno de
los caminantes venezolanos, de menores no acompañados que llegan a los países receptores en
situación de desnutrición y de mujeres embarazadas que requieren de atención médica debido a
la creciente precarización del sistema de salud. Esta última oleada migratoria tiene un perfil más
“democratizado”, que abarca a toda la estructura social venezolana y pasa de ser una migración
planificada a ser un flujo que adquiere las características de un éxodo masivo.
Ante este panorama vale la pena plantear cuatro interrogantes sobre la emigración reciente
venezolana tomando como referencia el periodo 2017-2020 y los resultados de la última ENCOVI:
quiénes son, hacia dónde se dirigen, por qué salen del país y qué impacto tiene su salida sobre la
población y la estructura social venezolana.
La mayoría inician solos el proceso migratorio: 2 de cada 3 emigrantes recientes salen del país sin
la compañía de ningún miembro familiar, mientras que los que van acompañados lo hacen de la
pareja o cónyuge (30%), hermano/a (21%), padre o madre (19%) y los hijos/as (18%).
Principalmente han emigrado las y los hijos de los jefes o jefas del hogar (61%).
Motivación al logro. ¿Cuáles son las necesidades básicas y motivaciones sociales de los
venezolanos según el investigador Charles Mcleland?
Estudio sobre el perfil Motivacional del Venezolano
La metodología de la entrevista de eventos conductuales, basada en la descripción de
incidentes críticos que se van presentando a lo largo de la vida de la empresa, fue
desarrollada por primera vez en 1967 por David McClelland. Esta metodología ha servido
de base para el diseño de diversos instrumentos utilizados en la medición de
competencias de los emprendedores.
Uno de tales estudios fue realizado en Venezuela, a comienzo de la década de los 70' e
incluye en retrospectiva, los años 1930 y 1950, Este estudio fue coordinado por la
profesora María Eugenia Curiel (1974). Las conclusiones del profesor McClelland sobre las
motivaciones en La conducta del pueblo venezolana muestran cosas como las siguientes:
"Al realizar una confrontación entre nación y nación, se observó además que entre 45
países examinados, sólo tres acusaron un nivel más alto que Venezuela en temas de poder
y dos codificaron más bajo que Venezuela en lo que respecta a afiliación y logro".
Las investigaciones de McCIelland señalan además que "un fuerte aumento del
crecimiento económico nacional se encuentra muy relacionado con el aporte de millares
de empresarios individuales altamente motivados al logro".
Si bien Venezuela muestra una alta tasa de crecimiento económico hacia los años 50, a
pesar de ser una sociedad con baja motivación al logro, e! resultado se debe al
descubrimiento y la explotación de los yacimientos de petróleo y hierro y no, al desarrollo
de un sector empresarial nacional pujante. Esto también podría explicar en parte la gran
cantidad de emprendedores extranjeros, especialmente italianos y españoles, que se
observa en la formación de empresas venezolanas y que supieron aprovechar las
oportunidades que ofrecía !a expansión petrolera. Aún cuando no disponemos de
estudios acerca de la proporción de emprendedores extranjeros en relación con
emprendedores venezolanos, en la muestra de casos documentados por Venezuela
Competitiva, llama la atención el alto número de emprendedores extranjeros.