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Karl Marx

(1818-1883)

Ideología

Sistema de representaciones del mundo (filosofía, arte, religión, derecho,


moral…) que utiliza la clase dominante para legitimar su posición privilegiada
frente a las clases oprimidas.

En sociología se llama ideología a todo conjunto más o menos sistemático de creencias


que intentan explicar al hombre y el mundo, a la vez que orientar su conducta a partir
de ciertos valores aceptados como correctos. En este sentido general, toda teoría del
mundo es una ideología: lo es tanto el punto de vista reaccionario como el conservador,
tanto el progresista como el radical (incluido el propio marxismo). En todas las
sociedades encontramos teorías del mundo o ideologías puesto que, como señaló
Engels, «todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus
cabezas». Pero el marxismo añade a este concepto general las siguientes peculiaridades:

a) entiende la ideología de un modo tan amplio que acaba identificando ideología con
cultura; en la «Crítica de la economía política» nos dice Marx que la ideología abarca
el derecho, la política, la religión, el arte, la filosofía, y (sugiere) hasta la misma
ciencia;

b) las ideologías no describen al hombre y su situación en el mundo y la sociedad de un


modo correcto, sino de un modo deformado, falso

c) esa deformación en la descripción del hombre es consecuencia del interés de la


clase dominante por mantenerse en su situación de dominio; como nos dice Marx en
«La ideología alemana» «las ideas de la clase dominante, son, en todas las épocas, las
ideas dominantes». La clase dominante dispone de los medios de producción material,
pero también del control y producción de los bienes espirituales, de la producción de la
cultura, por lo que las ideas que en una sociedad triunfen serán las que la clase
dominante quiera que dominen;

d) las ideologías son un «producto social»: los pensamientos de los hombres son
consecuencia de la sociedad en que viven, particularmente del orden económico
vigente;

e) como resultado de la tesis anterior, las distintas formas de ideología (religión,


política, filosofía) no tienen historia ni desarrollo propio; esto quiere decir, por
ejemplo, que una historia de la filosofía que explique los distintos sistemas filosóficos a
partir de los problemas y las soluciones que los filósofos han presentado (una historia
«interna» de la filosofía) es una mala historia de la filosofía; la «buena» historia de la
filosofía debe mostrar la relación entre los sistemas filosóficos que aparecen a lo largo
de la historia y las circunstancias económicas de las que son un reflejo.

Dada esta interpretación de la ideología como una forma de alienación, una de las
tareas fundamentales de la filosofía será la de desenmascarar el supuesto carácter
objetivo de las descripciones ideológicas; la filosofía se concibe esencialmente como
filosofía crítica. Esto es lo que intenta hacer el marxismo, por ejemplo, con su crítica a
la religión y a la economía política clásica. Y es también lo que lleva al marxismo a
creer que una de las tareas más difíciles será lograr en el proletariado una conciencia de
clase pues, dado el control que tiene la clase explotadora de las distintas formas de
producción espiritual, lo más probable es que el propio proletariado defienda ideas que
no le convienen, ideas que son las que a la clase dominante le interese que piense. La
superación definitiva de las ideologías sólo podrá realizarse con la desaparición de la
explotación del hombre por el hombre.
En el siguiente texto, Karl Marx presenta el concepto de ideología como las representaciones que el
hombre se hace de la realidad ligadas a las condiciones materiales de existencia, las condiciones reales
en las que se desenvuelve la vida humana.

«Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres son
reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas
productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La
conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de
vida real. Y si en toda la ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara
oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al
proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida directamente físico. Totalmente al contrario
de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la
tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni
tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al
hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida
real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vía.
También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones
necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones
materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que
a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. no tienen su propia historia
ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio
material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.
No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Desde el
primer punto de vista, se parte de la conciencia como del individuo viviente; desde el segundo punto de
vista, que es el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera
la conciencia solamente como su conciencia.»

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