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Un Aporte al Concepto Marxista de la Ideología: el recorrido

histórico de Jorge Larraín y una reflexión al respecto

A Contribution to the Concept Marxist of Ideology: historical


overview of Jorge Larraín and a reflection about

Resumen

Este artículo tiene la finalidad de poder, en primer lugar, entregar un aporte a la


comprensión del concepto de ideología desde la perspectiva marxista. Para
aquello, se expone sintetizadamente el recorrido histórico y teórico del concepto
de ideología que ofrece Jorge Larraín, de tal forma, contribuir a la entrega de
nociones generales y básicas para los análisis ideológicos en la actualidad, las
cuales se visualizan como esenciales para la problematización de la sociedad
actual. Por otro lado, se expondrá planteamientos de autores contemporáneos
sobre el concepto, continuando con una breve reflexión sobre las relaciones de
ideología y verdad, para luego concluir, con una discusión sobre la temática
centralizada en la definición propia del concepto de ideología de este autor.

Palabras Claves: ideología; hegemonía; Marx; ideas; prácticas.

Abstract

First of all, the purpose of this article is to be a contribution to understand the


concept of ideology from a Marxist perspective. So the historical and theoretical
overview of the concept of ideology offered by Jorge Larraín is briefly explained, in
such a way, to contribute to the delivery of general and basic ideas for present
ideological analyses that are seen as essential for the formulation of questions in
the current society. On the other hand, proposals of contemporary authors will be
explained about this concept, following with a brief reflection over the relation
between ideology and truth, and finally, with a debate about the topic focused on
the definition typical of this author’s concept of ideology.

Keywords: ideology; hegemonic; Marx; ideas; practices.

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Introducción

El concepto de ideología es utilizado como constructo propio de investigaciones


científicas y filosóficas, pero también, es ocupado en la cotidianidad social y
popular como una palabra común con variabilidad en el significado, por ende, se
expresa como un concepto polisémico.

Una de las relevancias de este concepto radica precisamente en su pluralidad en


el uso, aspecto relacionado a su semántica y el contexto histórico en el cual es
usado, pero sobre todo por su injerencia político-social en la cultura y en todas las
acciones que envuelven la sociedad.

La Real Academia Española la define como: “un conjunto de ideas fundamentales


que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un
movimiento cultural, religioso o político, etc.” (2001). Pero, a pesar de ello, es
habitual que se considere como un sinónimo de sesgo subjetivo, poca rigurosidad
u objetividad en un análisis, sobre todo si tiene un carácter científico o político. Sin
embargo, siguiéndose por el mismo significado de la RAE: una creencia, aunque
sea de carácter científico, establecida como una verdad, se debería considerar de
igual forma como una ideología, puesto que no se deja de creer en la misma.

No obstante, aquello es objeto de debate y considerando la falta de consenso


sobre la definición de este concepto en particular, esta investigación ha fijado su
interés en la aproximación a este concepto, para poder exponer brevemente las
teorizaciones del mismo, particularmente en las corrientes marxistas, lo que
permitirá ofrecer nociones básicas para los análisis ideológicos de la actualidad.
Por lo tanto, se hará uso del trabajo de Jorge Larraín, el cual ha sistematizado los
diversos planteamientos conceptuales de la ideología, y de tal forma, poder
proponer una síntesis de la misma, como a la vez, exponer reflexiones con base
en ella.

¿Por qué es importante estudiar a la ideología? La ideología está presente en


cada humano, el cual pueda reproducir ideas constituidas desde y en la práctica
social, manifestándose en el mundo material no abstracto, y viceversa, creando
por ende, una dialéctica entre ambas dimensiones. La ideología se constituye
como tal, cuando un conjunto de prácticas se hacen simbólicas y constantes en
una subjetividad en particular y que se ligan a una colectividad social,
conformando parte clave de la construcción de la personalidad de un sujeto y de
las relaciones sociales en que pueda éste verse inmerso.

Por consiguiente, el estudio de la ideología es elemental para la comprensión de


múltiples realidades, puesto que los procesos sociales en general son
transversalmente construidos desde las prácticas humanas y sus adyacentes
ideas, ideales, moralidades, normas, símbolos, reglas, valores y sistemas de
creencias.

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A pesar de ello, para no caer en reduccionismos, es importante recalcar que la
ideología no necesariamente es la génesis de la humanidad, mucho menos su
piedra angular, pero si es una presencia constante que puede explicar y
desembocar en variados fenómenos y conceptos atrayentes, puesto que el
análisis de la ideología permite descubrir y comprender prácticas y creencias
arraigadas en la sociedad, las cuales son los objetos de análisis constante y
permanente de las ciencias sociales y las humanidades en general.

Dicho lo anterior, el presente artículo expondrá, de forma sintetizada, el recorrido


histórico y teórico del concepto propuesto por Jorge Larraín, enfocándose
particularmente en los mayores exponentes de la ideología en la escuela marxista,
con el objetivo de aportar a la comprensión del concepto de manera introductoria,
contribuyendo a los estudios sobre las ideologías contemporáneas, y de tal
manera, dar contexto y recursos teóricos a los mismos. Por otro lado, se
continuará con una revisión y análisis de otros exponentes de la ideología y sus
elementos teórico-conceptuales, sucedido por una reflexión sobre aspectos
relevantes de la ideología en su relación con la verdad, con el fin de considerar y
analizar su vertiente epistemológica.

Finalmente, se planteará una propia definición del concepto de ideología,


sumando a la discusión sobre la temática, nuevas consideraciones y dimensiones
de análisis sobre la cuestión ideológica de las problemáticas complejas que hoy,
habitan en las ideologías dominantes y de resistencia.

El Recorrido Histórico del Concepto de Ideología en Jorge Larraín

Marx

Marx en sus escritos tempranos se refiere a la ideología como "una inversión del
pensamiento que oculta la naturaleza real de las cosas" (Larraín, J. 2007, 40) o
también como expresa Lichtman, “la ideología no es sino conciencia enajenada
(...) es necesariamente una distorsión de la realidad; pero aún más, es la realidad
puesta de cabeza. Porque la ideología no es simplemente ignorancia o falta de
conocimiento del mundo. Es, más bien, un disfraz en el que la realidad es
presentada por su negación —su "inversión" (1976, 1-2).

Marx, bajo ese concepto critica la ideología encarnada en la teoría idealista de


Hegel, puesto que lo propuesto por este último era comprender la actividad
humana y la realidad de la misma como fundada y argumentada en la idea
abstracta, “desde esta perspectiva, cualquiera realidad empírica asume el carácter
de ser la verdad real de la idea" (Larraín, J. 2007, 41). Es decir, sobrepone la idea
a lo material, generando una inversión del pensamiento que oculta la real
naturaleza de las cosas, tal como lo hizo en el análisis del Estado prusiano
justificando el actuar del mismo como una encarnación de la voluntad de Dios.

Marx, por tanto, comprende el surgimiento histórico-social, por la deficiencia de la


realidad que los oprime, generándose una respuesta de lucha a nivel de la
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conciencia para compensar aquel sufrimiento a través de una construcción
coherente, pero imaginaria, en función a una solución de las contradicciones del
mundo. Es allí donde la inversión ideológica de la religión se comprueba que
proviene de una inversión y una contradicción real, es decir, práctica política y
cultural, mismo escenario social donde debe procurar los intentos de cambio y
transformación, ergo, en el mundo material.

Lo que aporta Marx es que la ideología no es el problema o causante de los males


de la sociedad, sino más bien, es su consecuencia: "los problemas reales de la
humanidad no son las ideas falsas, sino las contradicciones sociales; las ideas
falsas (ideología) son una consecuencia, no la causa de las contradicciones"
(Larraín, J. 2007, 57). Tal como también manifestaban el mismo Marx y Engels en
La Ideología Alemana:

Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia


vida material (…) La producción de las ideas y representaciones, de la
conciencia, aparece al principio directamente entrelazadas con la actividad
material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje en la vida
real. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual (…) las leyes, de la
moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son
los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc. (…) Y si en toda
la ideología de los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en
una cámara oscura, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la
retina responde a su proceso de vida directamente físico (1974, 19-26).

En este extracto, Marx y Engels, dejan en claro su posición materialista en la


interpretación de la historia y la sociedad, como también sobre su concepción de
la ideología. No se parte desde lo que los hombres dicen y piensan que son, sino
del hombre que actúa. La ideología es una formación nebulosa en el humano,
condicionada por la vida material y que se condensan en la mente como
sublimación necesaria de su proceso material de vida. La moral, la religión,
cualquier ideología, pierde la apariencia de su propia sustantividad. El
pensamiento cambia al cambiar la realidad del individuo y la producción. No es la
consciencia la que determina la vida, sino la vida material y sus condiciones
producidas por los mismos humanos en sus praxis, las que determinan la
consciencia y la ideología.

Para Marx la ideología es el resultado de las prácticas sociales y sus


contradicciones que generan inversiones en la conciencia, reflejadas en las teorías
filosóficas, teológicas y en la religión misma. Para seguir comprendiendo aquello,
es necesario entender el concepto de praxis en Marx: para la concepción
materialista de la historia, la vida social es fundamentalmente práctica, por lo
tanto, la realidad social no está dada de una vez para siempre, sino que más bien
es, producto de la creación del trabajo humano colectivo y relacional, y que está
en constante transformación.

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Con todo, se puede concluir que la "praxis es la acción consciente y sensible de
los humanos mediante la cual producen su existencia material y las relaciones
sociales dentro de las cuales viven, transformando de este modo la naturaleza, la
sociedad y ellos mismos (...) el modo específico de ser del ser humano" (Larraín,
2007, J. 58-59). Todo lo considerado, parte realizado, accionado o producido por
el humano en su praxis relacional, por ende, no es la oposición a la teoría en el
pensamiento y tampoco es una determinación externa, es la totalidad del hombre
y la mujer.

Enfocándose más en concreto al concepto de ideología, Jorge Larraín aclara que


bajo la perspectiva de Marx, no es un conjunto de ideas acumuladas, ni que todas
las ideas son ideológicas. En primer lugar, expone que sobre la estructura
económica, en consecuencia, la propiedad privada las condiciones sociales de
existencia y la fuerza de trabajo, existe una superestructura formada por
sentimientos, ilusiones del pensamiento, maneras de concebir la vida y distintas
forma de conciencia, que no necesariamente son ideologías, puesto que las "ideas
son la expresión consciente -real o ilusoria- de sus relaciones y actividades reales
de su producción, de su interacción, de su conducta social y política" (Larraín, J.
2007, 66-67).

En cambio "la ideología tiene que ver con aquellas ideas que expresan la práctica
inadecuadamente" (Larraín, J. 2007, 66-67), siendo la misma práctica y no las
ideas en sí, las que producen determinadas contradicciones sociales y materiales
que construyen las ideas de la clase dominante, formadas por la división del
trabajo, ergo, la sociedad dividida en clases que pone en oposición los intereses
del individuo con los intereses de la comunidad, cristalizando entonces su poderío
social y cultural en base a la naturalización histórica -de generación en
generación-, de la misma.

Lenin

Posteriormente Lenin, prosigue con una visión neutral de la ideología y la


consolida, a diferencia de Marx que, como anteriormente se explicitó, consideraba
a la ideología en su vertiente negativa. Aquel desarrollo en Lenin, se puede
comprender por el contexto convulsionado que existía a comienzos del siglo XX,
escenario que necesitaba de una comprensión de la misma teoría crítica creada
en divergencia a las ideas dominantes, por consiguiente, desemboca en una forma
distinta de definir la ideología.

La acentuación de la lucha necesariamente lleva una confrontación intensa


en todos los frentes, pero especialmente en el campo de las ideas (...) Si
las ideas políticas de la clase dominante se identifican con una ideología y
la crítica de esta ideología se realiza desde una posición de clase distinta,
que supone un conjunto diferente ideas políticas, es comprensible decir -
por extensión- que la crítica es realizada desde un punto de vista ideológico
diferente. De este modo, la crítica de la ideología de la clase dominante

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aparece también como ideología: la ideología de las clases dominadas
(Larraín, J. 2008, 34-35).

Para Lenin, la ideología no necesariamente es una ciencia, pero la ciencia en


todos los casos es una ideología: ideología debiese ser, para constituirse como
ciencia, desligada de una posición burguesa o religiosa, puesto que de acuerdo a
este autor, una ideología se justifica como tal, cuando se posiciona en función a
los intereses de una clase en particular. En este caso, la ideología burguesa al
proteger intereses dominantes, oculta contradicciones y mantiene su hegemonía
en aquel ejercicio, pero a la vez, perdiendo su calidad de ciencia. En cambio, una
la ideología proletaria no siempre se expresa como ciencia, pero una ciencia
siempre está creada desde y como ideología de la clase dominada.

Con este autor se toma un camino distinto para la dicotomía que planteaba Marx
entre ciencia o materialismo histórico, con ideología o consciencia invertida que
está en beneficio al ocultamiento de una contradicción social. El concepto de
ideología comienza a tomar un sendero diferente, adquiriendo un carácter más allá
aún de lo neutral, hasta al punto de establecerse como un concepto con un
carácter epistemológico y ontológico positivo en el caso de la ideología de la clase
dominada, dándole mayor énfasis a la posición de los sujetos en la lucha de
clases en relación a su propia clase, puesto que, no siempre un enunciado,
pensamiento, conciencia o ideología de determinados individuos de una clase,
están posicionados en defensa de los intereses de ésta, pero sí consciente o
inconscientemente, se posicionan bajo el alero de los interés de una de ellas en el
contexto histórico de la división social de clases.

Lukács

Georg Lukács, otro intelectual marxista del primer cuarto del siglo XX, el cual en
su primera etapa como teórico desprende una crítica fuerte y audaz frente al
marxismo ortodoxo practicado por el concierto teórico-socialista y marxista de la
época, criticando la teoría del reflejo, afirmando que, seguir concibiendo la
conciencia por un lado, como algo interno, y por otro, la realidad como algo
externo, concluye en una reificación de este último, por lo tanto, es consciente del
descuido del marxismo ortodoxo del campo ideológico y subjetivo.

En ese sentido, este autor mediante la gran influencia que obtuvo de Lenin,
reafirma el aspecto neutral o positivo del concepto de ideología y le da un mayor
énfasis en su rol en la lucha de clases. En ese afán, de elevar la relevancia
práctica de la ideología fundamentalmente en las crisis del capitalismo, Lukács
considera la conciencia de clase como ideología y ciencia a la vez, sin hacer
diferencias entre ellas, diferenciándose de Lenin en aquel aspecto, ampliando aún
más el concepto.

Lo anterior queda claro cuándo Lukács señala que "el destino de la revolución (y
con él el destino de la humanidad) dependerá de la madurez ideológica del
proletariado" y que "la ideología para el proletariado no es una bandera para
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seguir en la batalla, ni es una pantalla de sus objetivos verdaderos: es el objetivo y
el arma misma"" (Lukács, G. citado en Larraín, J. 2008, 86).

Los dos elementos característicos de este autor quedan explícitos, es decir, la


amplitud y la relevancia de la ideología en un contexto de lucha de clases es
evidente. En tanto formas de la conciencia, fundamentalmente de clase, toman
formas en el pensamiento y en el actuar, haciéndose presente el rol histórico de
toda ideología: defender al ocultamiento de las contradicciones invertidas
alienantes (ideología burguesa) o encaminarse en relaciones y en una praxis
desalienante (ideología proletaria). En relación a esta última, queda más
directamente manifestado, cuando Lukács expresa en Historia y Conciencia de
Clase que el "marxismo no solo como una "doctrina de la revolución" sino también
como "la expresión ideológica del proletariado en su esfuerzo por liberarse"
(Larraín, J. 2008, 90-91).

Gramsci

Al igual que Lukács, Gramsci le entregó una gran importancia a los factores
subjetivos dentro de la estructura social. El estudio de la ideología por parte de
Gramsci estuvo acompañado por la concepción clave en su interpretación de la
sociedad europea: la hegemonía, la cual “se refiere a la subordinación ideológica
del proletariado europeo que le permite a la burguesía gobernar por medio de su
consentimiento" (Larraín, J. 2008, 104).

En consecuencia, otro aspecto no tan considerado en las teorías anteriores, era la


hegemonía cultural e ideológica de la clase dominante, manifestada y consolidada
en la sociedad civil más que en el Estado, siendo este último una herramienta
eficaz del trabajo político de la cultura burguesa, a diferencia de la Europa oriental
de la primera mitad del siglo XX, donde los poderes del Estado estaban más
desligados ideológicamente de las grandes masas sociales, por ende, la
revolución del proletariado pudo ser más efectiva que en occidente.

En ese sentido, Gramsci proponía dar énfasis primario a la ideología como factor
en la desalienación de la consciencia y de la práctica social, con una función
nueva dentro de esta concepción: la lucha contrahegemónica de clase, desde las
alianzas ideológicas en la sociedad civil y no meramente en las instituciones
políticas formales. Gramsci se hace cargo en esta ocasión de la ampliación del
término y su positividad emergente, es decir, la ideología se constituye en todas
las esferas de la cultura y las relaciones de producción, teniendo como
consecuencia teórica y práctica, una elaboración del concepto en los terrenos que
no son tradicionales de la superestructura, sobrepasando las instituciones del
Estado y abordando la sociedad civil y su ideología, a un nivel diferente y en
ocasiones históricas, como un opuesto del Estado.

El mismo Gramsci explicita a la ideología como:

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Un "sistema de ideas" específico a una "concepción del mundo que está
implícitamente presente en el arte en el derecho en la actividad económica
y en todas las manifestaciones de la vida colectiva e individual" (...) En
suma, para Gramsci la ideología es concebida como una unidad entre una
visión del mundo y su correspondiente normas de conducta" (Larraín, J.
2008, 108).

Gramsci, mediante la conjunción de ideología y hegemonía demuestra, al igual


como lo hacía Maquiavelo a mediados del siglo XX, que no es elemental solo el
uso de la coerción en la dominación de clase -el Estado y su aparato policial y
militar-, sino que también, saber engañar y obtener consentimiento, la posesión de
una ideología dominante enraizada en las masas como método de defensa
sistémico.

La sociedad para Gramsci se concreta en "el momento por medio del cual, la
necesidad económica es transformada en un programa político que es 'deber-ser',
ese momento por medio del cual la necesidad se hace conciencia de la necesidad
y por lo tanto libertad" (Piotte, citado en Larraín, J. 2008, 106).

Es decir, este autor eleva el momento histórico y colectivo de los sujetos de una
clase determinada, los cuales toman posición en la lucha de clases, produciendo y
reproduciendo ideologías conscientes de las mismas, o desprendidas de la
conciencia, es por aquello que se toma como un momento ético y político, por su
relevancia en la acción política en la sociedad civil y en la sociedad política, en la
búsqueda de la mantención de la estructura hegemónica o en su transformación.

Gramsci claramente en su conceptualización específica de la ideología,


desarrollada en el terreno creado anteriormente por Lenin y Lukács -ergo, sobre
una ideología neutra o positiva-, reafirma la misma opción de éstos últimos y
clarifica aspectos no enunciados anteriormente, dándole mayor pausa y atención a
la definición del concepto. En primer lugar, hace hincapié que mediante el
marxismo reduccionista y economicista, se toma un carácter peyorativo de la
ideología, como un elemento reflejo de las producciones de la estructura
económica imperante, un epifenómeno que no puede hacer cambios en la
estructura, por tanto, inútil en la praxis.

En ese sentido, Gramsci especifica que se ha caído en un error al definir la


ideología de forma despectiva, hace negación de aquella noción y le da un
carácter diferente a la ideología, haciendo una distinción entre ideologías
orgánicas, las cuales son dependientes y necesarias para una estructura en
particular, y en ideologías arbitrarias, que corresponden a pensamientos
especulativos de orden individual que “no crean más que ‘movimientos’
individuales, polémicas, etc.” (Gramsci, A. 2005, 364).

Las ideologías orgánicas, las relevantes para Gramsci, “tienen una validez que es
validez psicológica: organizan a las masas humanas, forman el terreno en el cual
los hombres mueven, adquieren consciencia de su posición, luchan, etc.” (2005,
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364). De tal manera, marca su posición particular sobre el concepto y en la
relevancia de la ideología en su tesis marxista de la lucha de clases: la ideología
como movilizadora y generadora de conciencias y acciones.

Althusser

En relación al concepto de ideología, Althusser considera una visión distinta a la


planteada por Marx en la Ideología Alemana en dónde se consideraba a la
ideología –según Althusser- como una mera ilusión, es decir, una mala percepción
de la realidad como una conciencia invertida y falsa. La propuesta de Althusser
basándose en los escritos de El capital y en su interpretación sintomática de la
teoría, es considerar a la ideología no como una "falsa representación de la
realidad creada por el sujeto. La ideología tiene una existencia material en
aparatos, rituales y prácticas; no es ideal o espiritual, no es subjetiva, sino material
y externa (...) concibe a la ideología como un nivel objetivo de la realidad" (Larraín,
J. 2008, 125).

Para Althusser, toda formación social se plasma en los niveles de la política, la


economía y la ideología, siendo esta última independiente a la subjetividad de las
personas, moldeando a estos sujetos mediante un discurso de representaciones
(ideología) impuesto y que se hace inconsciente en los individuos, haciendo
explicita su posición anti-humanista y determinista.

Esta ideología de Althusser “no es solamente falsa consciencia o enajenación del


sujeto social, sino que la ideología es inherente al sujeto. Más aún, el sujeto,
cualquiera que este sea, no puede desarrollar una práctica concreta sin una
ideología. En este sentido, va a entender al hombre como un animal ideológico por
excelencia” (Estenssoro, F. 2006, 5-6). Para Althusser, la ideología se presenta
desde el nacimiento y median las relaciones sociales de todo tipo, nutriendo de
sentido la vida de los humanos, asegurando su cohesión y unidad para la
existencia, las cuales se constituyen a través de los roles sociales, siendo esta la
función principal de la ideología, consecuencia de una conciencia intervenida y
creada por este conjunto de representaciones objetivas y materializadas en
instituciones y prácticas determinadas y determinantes, que para Althusser son
esenciales para cualquier tipo de sociedad, sean estás ideologías erradas, o no.

Althusser posiciona a las ideologías en un escalón omnihistórico, es decir, siempre


han existido y han cumplido el rol de defender a una clase, dominada o dominante
(Estenssoro, F. 2006, 10), pero concreta, deviniendo en una ideología
omnipresente, es decir, que no tienen historia y que juega su papel por fuera de la
misma (Larraín, J. 2008, 126). Sin embargo, para este autor también existen
ideologías particulares, las cuales están insertas en un contexto histórico
determinado y que tienen "la función de asegurar la dominación de la clase
dominante haciendo que los explotados acepten su condición" (Larraín, J. 2008,
127). Althusser al igual que los otros autores también le entrega una gran
importancia a la ideología, claramente más de lo propuesto por Marx, pero al
descartar las características históricas y la relevancia de la práctica humana
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revolucionaria y transformadora, deriva en una teoría de la ideología un tanto
determinista en primera instancia y sobredimensionada en su poder y autonomía.

Laclau y Mouffe

Para concluir el recorrido histórico sobre el concepto de ideología, se hace


necesario revisar las teorías postmarxistas las cuales se encuentran ya en una
etapa contemporánea y hoy aún vigentes, sin querer decir con aquello que las
corrientes teóricas anteriormente descritas y analizadas, no se encuentren aún en
vigencia, producción y uso.

En ese contexto, cabe decir que el postmarxismo parte de la premisa de que es


imposible desprenderse del giro lingüístico que adquirió la ideología con el
postestructuralismo y el postmodernismo (Larraín, J. 2010, 142). Pero por otro
lado, no desestima, ni tampoco la considera un concepto de poca utilidad cómo lo
han hecho aquellas vertientes del pensamiento, por ende, lo sigue trabajando
teóricamente.

Laclau y Mouffe, grandes exponentes del postmarxismo, en su trabajo en conjunto


comienzan a desligarse del marxismo criticando a Althusser como si él fuera la voz
oficial de la teoría marxista, acusando a su teoría de esencialista, reduccionista,
economicista y determinista. Por consiguiente, debe superarse a sí misma e ir más
allá de la concepción de clase para poder hacer un análisis social de las
cosas. Estos autores basándose en la teoría de la hegemonía de Gramsci,
pretendieron superar a la misma, no solamente considerando la hegemonía desde
la clase, sino que desde las diversas aristas y elementos que tiene la sociedad, y
al igual que Foucault y Lacan, consideraron la supremacía del discurso en la
diferencia y la heterogeneidad que tiene la sociedad, es decir, el discurso está
presente en todos los objetos sociales incluyendo las relaciones sociales, como
también todo discurso tiene un objeto material (Larraín, J. 2010, 144-145).

Dicho lo anterior, Laclau concluye desde 1996 que la ideología es eterna, puesto
que paradójicamente el significado que le da sentido a la sociedad es la búsqueda
incesante de los humanos por encontrar un sentido extra-discursivo, que a pesar
que sea falso, ilusorio o ficticio, le da sentido y significado a la vida: el cierre extra-
discursivo que toda sociedad necesita (Larraín, J. 2010, 151).

Como se puede apreciar, vuelve a Althusser en esta conceptualización de la


ideología y en su consideración como fuente funcional de ésta, para el sentido
social de carácter eterno e insuperable, pero a la vez, seguir sosteniendo su
separación ante el determinismo del mecanicismo ortodoxo del marxismo de
Althusser, en beneficio a la idea de que todo es variable y contingente, dado que
la realidad es solamente construida por el discurso.

En consecuencia, "no existen condiciones determinantes ni luchas o


contradicciones necesarias (...) solo pueden existir fijaciones parciales y
temporales de significado" (Larraín, J. 2010, 151), definiéndose en una especie de
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relativismo que no solamente se aleja del determinismo absoluto, sino que
también en aquel objetivo, abandona el postulado de darle sentido a la historia,
sometiéndose a la contingencia, la aleatoriedad y la heterogeneidad de grupos de
poder y de resistencia al poder: "el postmarxismo cae en la lógica relativista de la
contingencia y de la no correspondencia. Habiendo perdido su propia
determinación, el discurso ha sido inflado hasta el punto de saturar la totalidad del
espacio social" (Larraín, J. 2010, 156).

Zizek

Finalizando con el postmarxismo, otro autor relevante, atingente y contemporáneo


es Slavoj Zizek. Este autor influenciado por Marx y Lacan, concibe a la ideología
como la construcción humana ilusoria que pretende usar a la realidad,
entendiendo la realidad como “una construcción fantástica para ocultar un cierto
núcleo imposible real insoportable" (Zizek, S. 1989, citado en Larraín, J. 2010,
158), el cual es el trauma que constituye al sujeto, es decir, la escisión antagónica
existente en la realidad ocultándola, de esa forma, como que si fuera una sociedad
orgánica relacionada entre sus partes de manera complementaria, tal como nos
dice Jorge Larraín sobre Zizek:

Esta fantasía ideológica se constituye en un campo ordenado, se


estructura, mediante el procedimiento lacaniano llamado point de capiton,
punto de acolchamiento o punto nodal (...) el mundo ideológico para Zizek
está constituido por significantes flotantes, sin significado fijo, la identidad
abierta de lo social se constituye en discurso coherente con sujetos
coherentes sólo mediante el acolchamiento que detiene la libre flotación y
estructura ciertos significados (2010, 158).

Aquello que propone Larraín sobre el concepto de ideología de Zizek, hace


referencia a una ilusión que utiliza el campo de la fantasía ideológica para ocultar
el trauma de la escisión de la sociedad manifiesta en una coherencia orgánica en
la identidad social, pero que jamás tiene un éxito total en la superación de las
contradicciones y oposiciones de las luchas sociales, y que por lo demás, como
dice Zizek, se goza de esa imposibilidad. La ideología no es una falsa conciencia
para este autor, sino que más bien el sujeto está soportado por la falta de
conciencia que es la realidad en sí (fantasía de la integralidad), sin embargo, esto
no le quita el carácter distorsionado a la ideología.

Otros Autores de la Ideología

Rubén Zardoya, un marxista contemporáneo conocedor de todas las teorías


históricas descritas, pero desde el marxismo heterodoxo, por ende, bajo una visión
refrescada de aquella escuela teórica, expresa lo siguiente: “el marxismo es, en
buena medida, una crítica de las ideologías y constituye en sí mismo una
ideología. Es una crítica del modo de producción social (¡no simplemente
material!) antagónico y de las formas ideales que constituyen sus vehículos de
realización” (2009, 1).
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En ese sentido, este mismo autor marxista que concibe a la ideología en su
sentido neutral/positivo, establece diferencias entre los conceptos de ideología,
idealidad e ideales, para aportar en su conexión intrínseca y a la comprensión del
concepto y su vigencia en la sociedad contemporánea. Por consiguiente, Zardoya
propone la siguiente definición de lo ideal y la idealidad:

Lo ideal es la relación de representación por la cual un objeto,


permaneciendo sí mismo, es otro y, por esta vía, adquiere un nuevo orden
de existencia; es la forma que estampa en el objeto la actividad humana y,
a un tiempo, la forma en que funciona este objeto en el proceso de la
actividad. Con otras palabras, la idealidad es el conjunto de las formas
universales de la actividad que determina como finalidad y como ley la
voluntad del hombre, es el esquema objetivo y la determinación social de la
actividad (2009, 1).

El autor en esta ocasión hace énfasis en el carácter objetivo de la actividad


humana, haciendo referencia a la objetividad cultural y no de la naturaleza, la cual
es de distinto orden. Dicho lo anterior, para Zardoya, la idealidad es la dirección
que se estampa en cada objeto social realizado por el humano. Hay idealidad en
toda la cultura que hace referencia a la voluntad de la humanidad y que
claramente no es ideología en sí, pero sí la ideología es parte de una idealidad. Es
por ello que, “la ideología radica en su conexión con los ideales sociales”
(Zardoya, R. 2009, 2).

La ideología se funda en los ideales de los individuos en una sociedad que anhela
plasmar su visión de mundo, como lo planteaba Mannheim en la materialidad
social (Larraín, J. 2009). Hay frustraciones, lucha de clases, intereses y
necesidades en cada ideal social, la que constituyen en conjunto y en la movilidad
socio-histórica una ideología que permite identidad y producción de grupos
político-sociales. Zardoya manifiesta que “el secreto de toda ideología radica en la
producción y reproducción de un ideal social, de una imagen de una realidad en
cuyos marcos las contradicciones existentes se presentan como superadas y, por
consiguiente, de una finalidad capaz de unificar y organizar a aquellos grupos y
clases sociales en torno a la tarea común de realizarla” (2009, 2). La idealidad es
una realidad fijada como un producto estático y único, pero la ideología que se
forma por aquella idealidad, en el terreno de la cultura, la intersubjetividad, el
poder, la política, los valores, la moral, es decir, la superestructura, es un
movimiento, un proceso, una dinámica socio-histórica.

A estas alturas, el concepto de ideología no puede estar desconectado de la


defensa colectiva de una posición en la lucha de clases, o más bien, de la defensa
de una práctica social que permita transformar o mantener diversos aspectos de la
vida cultural de carácter universal, los cuales representan a un grupo o clase
social. La ideología permite aquella defensa, se constituye desde la idealidad y la
praxis humana en la realidad cultural y cumple aquella función práctica en la lucha
de ideales, de visiones y de praxis intersubjetiva entre individuos. Zardoya en
relación a ello, manifiesta que la ideología cumple la función de:
12
Sujetar a los individuos a un ideal social —realizado, realizable, irrealizable
o por realizar— y capacitarlos para la acción conducente a su afirmación
como un valor absoluto. Como un valor absoluto, reitero, porque el “ábrete
sésamo” de toda ideología es la pretensión de hacer pasar los valores de
clase, grupo o comunidad (de forma legítima o ilegítima) por valores
universales (2009, 3).

Por lo demás, bajo la misma senda de la funcionalidad y el rol que cumple la


ideología en la historia, Van Dijk expone que “las ideologías sirven positivamente
para habilitar a los grupos dominados, crear solidaridad, organizar la lucha y
sostener la oposición (…) las ideologías simplemente sirven a los grupos y a sus
miembros en la organización y manejo de sus objetivos, prácticas sociales y toda
su vida social cotidiana” (1998, citado en Estenssoro, F. 2006, 12). Cristalizando
en la teoría del concepto de la ideología, ya una visión que pasa de una mirada
meramente negativa, a una praxis teórica que busca describir la realidad y la
historia socio-cultural en base a las posiciones, construcciones, luchas,
identidades y corrientes del pensamiento y la práctica humana que han forjada las
subjetividades y su materialidad objetiva en la cultura histórica.

Volviendo a Zardoya, cabe decir que, postula a la ideología como presente en todo
ámbito de la vida social y la cultura, toda actividad va dirigida a la fundamentación
o descalificación de un ideal, cosmovisión o ideología, ejerciendo un poder, por
ende, “en virtud de esta omnipresencia, la ideología constituye un factor
determinante de todas las formas de la actividad humana, de todas las
instituciones sociales y todas las modalidades de la cultura, un medio poderoso
del proceso de producción social” (Zardoya, R. 2009, 4).

La ideología se constituye en la vida relacional con una definición, función, pero


fundamentalmente con un poderío claro en el establecimiento del poder
hegemónico y sus redes materiales ideológicas, cristalizadas en instituciones
políticas, económicas, comunicacionales, educacionales, religiosas, jurídicas y
valóricas a todo nivel. Zardoya, de manera brillante, lo expresa de la siguiente
forma:

La ideología es poder. Poder espiritual y material. Es el poder de configurar


el universo mental de los hombres y mujeres, modelar sus esquemas de
pensamiento, organizar su actividad psíquica con arreglo a determinados
fines, establecer los límites de la experiencia e, incluso, de la percepción,
conferir sentido a las nociones del bien y el mal, lo bello y lo feo, lo legal y lo
ilegal, lo sagrado y lo profano. Es el poder de unir o desunir voluntades,
desatar o inhibir la actividad social, legitimar o deslegitimar las formas
existentes de producción y distribución de la riqueza, la organización de la
propiedad y la dominación. Es el poder de consagrar la hegemonía de una
clase o grupo social sobre los restantes, de manera tal que la realidad de
esta hegemonía resulte incontestable, sea dada por sentada (repárese en
esto: sea dada por sentada) para la conciencia, se presente como
enraizada en el orden natural de los acontecimientos humanos; o bien el
13
poder de desestabilizar y herir de muerte aquella hegemonía, subvertir los
valores que se intenta dar por sentado y encauzar la acción
contrahegemónica (2009, 4).

Bajo esta misma línea Estenssoro, explica que Martín Seliger plantea una visión
contemporánea de la ideología que reúne lo aportado por las visiones marxistas
fundamentalmente, pero en el devenimiento de la ideología positiva, abarcando
toda la cultura, definiéndola como “conjunto de ideas por las que los hombres
proponen, explican y justifican fines y significados de una acción social organizada
y específicamente de una acción política, al margen de si tal acción se propone
preservar, enmendar, desplazar o construir un orden social dado” (Estenssoro, F.
2006, 13).

Además, este autor amplía el espectro y señala que James Donald y Stuart Hall,
afirman que la ideología entrega:

Conceptos, categorías, imágenes e ideas por medio de las cuales la gente


da sentido a su mundo social y político, concibe proyectos, llega a cierta
conciencia de su lugar en este mundo y actúa en él (…) el término ideología
se usa para indicar los sistemas de pensamiento usados en la sociedad
para explicar, resolver, descifrar y dar sentido mundo social y político”
(Estenssoro, F. 2006, 13).

Para concluir esta sección sobre la ideología y su dinamismo histórico en relación


a la conceptualización de la ideología, desde Marx hasta la contemporaneidad,
cabe destacar que hay una ampliación en el tiempo del concepto de ideología que
permite definirla como “cualquier tipo de intersección entre sistemas de creencias
y poder político. Y tal definición sería neutral acerca de la cuestión de si esta
interacción desafía o confirma un particular orden social” (Eagleton, T. 1997,
citado en Estenssoro, F. 2006, 14). Sin embargo, esta definición entregada por
Eagleton es insuficiente, dado que como se ha revisado anteriormente, no solo el
aspecto cognoscente está involucrado, sino que también la práctica colectiva y
social como elementos esenciales de la ideología lo están, y no solo delimitadas
por el ejercimiento del poder político, sino que también hay una transversalidad en
la cultura.

Lo anterior, queda finalmente confirmado, y a su vez, integrado en una distinción


clave: la acción humana para concertar un fin y “sostener determinadas creencias
respecto del funcionamiento político deseable de la sociedad (incluye todas las
variables posibles, como la económica, social, cultural, ambiental, etc.) por parte
de un grupo humano o colectivo determinado” (Estenssoro, F. 2006, 14).

Breve Reflexión sobre Ideología y Verdad

Zardoya expresa enfáticamente que la ideología no se reduce a un solo sector de


la vida cultural como la política (2009). La ideología no es la ideología política, no
es solo en nazismo, el fascismo, el liberalismo o el comunismo, sino que
14
igualmente existen ideologías en la vida cotidiana, en la religión, en la filosofía, en
el arte; en cada oficio, familia y grupo social existe una ideología, que une a
aquellos sectores colectivos y agrupados en la sociedad, que moldea la
subjetividad, el sentido de pertenencia, la organicidad social, buscando
aspiraciones y su idealidad.

Esta visión de la ideología deja clara otra cuestionante de este estudio, la cual es
la relación de la ideología con la verdad, la ciencia, el error y la realidad.
Claramente como recientemente Zardoya expresa en su teoría, la ciencia también
es una ideología y como él mismo señala:

Tampoco existe motivo para temer al manoseado término de ideología


científica. Con él no se hace sino expresar el modo de construcción
ideológica que tiene por fundamento a la ciencia, habidas cuentas de que
ésta no sólo constituye el reino de la verdad, sino también, y en no menor
medida, el reino del error (2009, 6).

En ese contexto, para Néstor Kohan la verdad tiene seis definiciones teóricas
posibles de acuerdo al recorrido histórico que propone, que va desde Aristóteles
hasta Nietzsche (2014, 17-23).
La primera establece que la verdad se confiere como tal, cuando existe una
correspondencia entre el enunciado realizado y la realidad existente, ergo, una
objetividad marcada, es decir, empirista-positivista. La segunda verdad se inserta
dentro de las relaciones lógicas posibles, el cual proviene desde la teoría de
Hegel. La tercera, también hegeliana, constituye a la verdad como una realización,
como una totalidad, la unidad entre sujeto y objeto producida por el progreso; esta
perspectiva es cristalizada en la analogía de Marx de la evolución del mono al
hombre, para poder explicar la evolución del feudalismo al capitalismo, el cual este
último, se establece como una verdad, en donde esa verdad como un todo puede
explicar el estado anterior, al igual que el hombre explica al mono.
La cuarta propuesta teórica de verdad es manifiesto del método lógico-
matemático, es decir, verdad por consistencia, que expresa como requisito de
verdad, la coherencia en los sistemas axiomáticos, método en el cual muchos
científicos en el siglo XX se sumaron para remediar las crisis sobre la puerta a la
verdad. La quinta proviene de la filosofía de Wittgenstein que vislumbra múltiples
verdades en el horizonte y en el juego del lenguaje, las que claramente se asimila
a la visión posestructuralista. Y por último, se hace presente la concepción
Nietzscheana relativista, que inspira a los diversos posmodernos de la actualidad,
basándose en la idea de que no hay hechos o verdades, sino que
interpretaciones.
Orientados por estas definiciones es clara la posición que adopta la concepción
materialista de la historia marxista, el cual comúnmente es pasado por alto en las
cátedras de las escuelas de ciencias sociales, espacios que viven en la dicotomía
del positivismo academicista (cercanos a la primera definición de Aristóteles) y el

15
relativismo posmoderno nietzscheano. Intermediariamente las perspectivas
lógicos-matemáticas son utilizadas sobre todo en aspectos relacionados con el
lenguaje, por ejemplo, en el psicoanálisis de Jaques Lacan.
En ese contexto, el territorio medio y provechoso es la búsqueda de la verdad
mediante las relaciones dialécticas de la realidad, buscar la traducción material de
las vidas subjetivas de las personas condicionadas por las estructuras burguesas
de dominación y explotación, concibiendo por lo demás, una totalidad social. Y no
una totalidad para crear una sociedad uniforme y controlada, sino que para
liberarla, es lo que plantea esta visión marxista como ideología. Exactamente
como expone Ángelo Narváez respecto a la totalidad, la verdad según el marxismo
y su conexión de la realidad con la ideología (en su comprensión primaria
negativa), criticando a su vez, la forma ideológica del positivismo en su base de la
primera concepción de verdad para crear ciencia:
Parece necesario un nuevo concepto de totalidad. Este concepto de
totalidad debiese –hipotéticamente- romper con la duplicidad antinómica de
las lógicas metafísicas y positivistas, y debiese mostrarse como una lógica
de lo real en su amplitud: una lógica, digamos, ontológica. O, en otros
términos, una lógica que en la misma transformación de las unilateralidades
abstractas concretice sus limitaciones y proyecte una transformación de la
totalidad como una complejidad concreta (…) la tradición empirista y su
reanimación positivista en los siglos XIX y XX (…) tenía –y tiene- un nombre
bastante impreciso para referirse a esta inmediatez transparente: realidad.
Pero, esta realidad en todo difiere de la realidad concreta, de la
determinación histórica, de la complejidad del sentido. La hipótesis de una
realidad simple aparece a Marx (Hegel) como un muro de reflejos
ideológicos que mantienen su más alta expresión en un sentido común que
pretende aprehender la realidad tal cual ésta es. Para Marx (y Hegel) la
“realidad” (tal cual es) miente, oculta, vela y esconde, subsume y sublima
relaciones desprendidas de cualquier vinculación global (2014, 77-79).
Entonces, es necesario y elemental tratar de comprender el todo, a pesar de estar
sujetos a errores (puesto que por el hecho de estar sujetos a nuestras
capacidades cognitivas, afectivas, y contextuales para interpretar la realidad,
probablemente conlleven a potenciales equívocos, pero también aciertos), es
posible mediante este instrumento metodológico acercarse lo más posible a una
verdad establecida por las relaciones humanas que crean múltiples cadenas de
identidad, y esa identidad, debe ser defendida para que sea libre de toda
explotación.
Es en este aspecto el rol ideológico, el papel de la ideología en la implementación
teórica de la realidad. La posición marxista es en defensa de la clase trabajadora,
con un pensamiento crítico constante en la teorización y la praxis. Como dice en la
obra de Leopoldo Lavín: “Lo que caracteriza a los pensamientos críticos, según
Keucheyan (2010, p. 335), es compartir la idea-tesis de que el ‘el capitalismo no
es el horizonte insuperable de nuestra época’ y que conviene seguir planteándose
el objetivo de abrir paso a otros mundos posibles” (2014, 27).

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En ese contexto, se crea una lucha ideológica, donde las alternativas al modelo
hegemónico se encuentran en una subordinación que crea una necesidad de
sistematización y coordinación teórica y práctica para poder ofrecer una estructura
distinta, que renueve los valores y las formas de producción de cualquier índole en
la sociedad, con el fin último de brindar condiciones permanentes de justicia y de
igualdad. Como bien dicen Valdés y Pérez: “La lucha ideológica presupone la
conformación de una teoría revolucionaria bien fundamentada, capaz de criticar
con profundidad la sociedad capitalista actual y demostrar la necesidad y vialidad
de la construcción de una sociedad nueva” (2012, 15).
Discusión y Propuesta Conceptual de la Ideología
La ideología se comprende, en primera instancia, como un proceso socio-histórico,
es decir, construida desde las relaciones intersubjetivas entre hombres y mujeres
en sus contextos micro y macro sociales de producción material y abstracta de la
historia y la vida humana. Por lo tanto, la ideología son prácticas sociales que se
constituyen como parte del sujeto en su relación con los otros, es parte de un
movimiento de subjetividades en interacción, ergo, es miembro intrínseco de la
praxis social, por lo tanto, no es una mera construcción de ideas interrelacionadas
entre sí en el campo psíquico, individual y/o singular de los pensamientos de un
sujeto, sino que es propia de una dialéctica constante y fundamentalmente
histórica existente entre lo material y lo abstracto, entre lo tangible y lo intangible,
entre lo objetivo y lo subjetivo, entre las estructuras y las agencias.

La ideología, por un lado, es una conjunción de ideas compuestas sobre cómo es


el mundo –este mundo, en el sentido metafórico, ergo, puede ser la estructura
total, como una pequeña estructura inmediata al sujeto-, es decir, tiene una
vertiente analítica, que puede ser simple como compleja, acompañada siempre de
un carril moral y político, el cual define cómo se quiere que sea ese mundo, por
ende, siempre constituida a través de diversos tipos de ideales simbólicos. No
obstante -como ya se adelantaba recientemente-, la ideología no solo es una
construcción mental, sino que toda aquella visión de mundo, es determinada como
requisito, y previamente, por las prácticas sociales adyacentes, como también
construida en forma colectiva: los ideales, la moral, las ideas, las normas y las
conjeturas sobre este mundo, no son una creación completamente auténtica y
singular, sino que son parte de un proceso anterior, y que por supuesto, no
terminan en un ser particular, la ideología es una dinámica constante, un
movimiento vivo y permanente, en definitiva, la ideología es en sí, un movimiento
social, y cada movimiento social, es un ideología en su constitución.

Asimismo, la ideología tampoco es una mera esfera determinada por las


estructuras objetivas y el mundo material, sino que también logra su
materialización en los actos de la ideología corporizada. La ideología al ser una
esencia propia del sujeto social, es trasportada por estos sujetos en relación
constante en sus mismas prácticas sociales, por ende, toma forma y cuerpo en el
habla comunicativa, en el trabajo productivo, en la escolarización, en la política, en

17
la economía, en la cultura y en las diversas instituciones que sellan la marca de la
socialización histórica de la colectiva humana.

Por consiguiente, la ideología no es una idea, como tampoco, son simples ideas
articuladas sobre el mundo. Como se decía, la ideología es un estructura
compleja, donde converge diversas esferas de la historia social, haciéndose
presente con relatos, símbolos, ideales, moralidades, éticas, normas, teorías,
hipótesis, verdades, mentiras, enemigos y aliados, los cuales provienen de las
prácticas sociales anteriores, y devienen en las mismas, con la función de
conservarlas y/o potenciarlas, o para reformarlas y/o transformarlas.

Pero ¿qué no es ideología? La discusión y la crítica de la ideología se hace


engorrosa cuando se la define, cuesta por ende, identificar qué no es ideología,
puesto que al parecer la ideología está presente en todo, pero no es todo, es
precisamente aquello: “está presente en todo”, pero no es “el todo”, como tampoco
es cada una de las partes en una supuesta sumatoria de cosas que conforman un
ideología mayor.
Los símbolos, por ejemplo, no son en sí ideología, como tampoco lo es un relato,
una historia, una película, una idea, una creencia del mundo, una norma, una
regla, una canción, una teoría, un discurso, una comunicación grupal, una reunión,
una tortura, el consumo, un rito religioso, político, cultural o artístico, sino que cada
una de aquellas representaciones y/o acciones sociales, son parte de una praxis,
la cual articuladamente en la historia y la actividad social humana generan una red
estructural caracterizada con determinadas estéticas, definiciones, valores,
normas, despliegues, circulación, y elementalmente –lo que las hace
diferenciarse- objetivos, los cuales –como se ha revisado-, dependen de una
posición necesaria y obligada en la sociedad de clases, por tanto, situadas en una
defensa de la conservación de las cosas y su orden hegemónico, o en pos de una
transformación –paulatina o acelerada- de aquellas estructuras materiales e
ideológicas.
En suma, la ideología no es solo un reflejo o un espejo “en el mundo interior”
sobre la vida social, como tampoco es una construcción inmanente de los sujetos
que determinan “un mundo exterior”. La ideología tanto como práctica social, como
conjunción de ideas de diverso carácter (normativas, morales, políticas,
económicas, culturales), es parte de un todo en movimiento, que conserva o
transforma la realidad de forma colectiva y en relación con los otros.
Por otra parte, esta definición de ideología concluye que la tendencia
descalificativa de sectores academicistas de comprender la ideología como un
sinónimo de falsedad, mentira, subjetividad, o error, no es atingente al concepto.
Sin embargo, se comprende que aquel uso pueda tener sus raíces en las
definiciones de los autores positivistas, como también del mismo Marx.
No obstante, cabe destacar que la definición de este último respecto al estatuto
ideológico y su característica de falsa conciencia, no ha sido históricamente bien

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interpretado, puesto que la definición anteriormente revisada que comprende a la
ideología como falsa conciencia, en el sentido de que, esconde contradicciones
materiales del mundo social, produciendo entonces mentes invertidas, por ende,
alienadas y enajenadas, deviniendo en una falsa conciencia, hacía referencia a
una de las facetas funcionales de la ideología, faceta la cual, en la definición
recientemente propuesta, corresponde a la misión de conservar las prácticas
sociales existentes, como a las estructuras que la soportan.
Estructuras y prácticas que Marx, identificaba como invertidas, es decir, al interior
de un escenario histórico llamado lucha de clases; la característica elemental de la
historia de las civilizaciones humanas ha sido su ordenamiento de clases, lo que
ha llevado que existan relaciones de producción, invertidas y desiguales, como
conciencias invertidas y enajenadas.
En definitiva, la ideología se impregna siempre de un movimiento funcional hacia y
para la hegemonía de clase, o a su inversa, y es en esa lógica, donde las diversas
dimensiones de la sociedad, sea la economía, la política, la ciencia y la cultura en
general, son determinadas por estas contradicciones de clase, produciendo
cúpulas de autoridad y poder en cada uno de ellas. Cada estratificación sea de
raza, etnia, nacionalidad, rama de la ciencia, o tipo de arte, va bañado siempre a
algún carácter de contradicción de clases, como nutrido de algún tipo de poder y
autoridad social de clase, con la funcionalidad ideológica de conservar o
transformar.

Referencias Bibliográficas

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