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Necesidad de una ética profesional

para la medicina
Gonzalo Herranz, Grupo de Trabajo de Bioética, Universidad de Navarra
Conferencia pronunciada en el Corso d’Aggiornamento Regionale Ticinese
Lugano, 26 de Marzo de 1987

Índice

I. La necesidad de la ética médica, una realidad empírica

II. La ética profesional, cauce necesario para el creciente poder del médico

III. La ética profesional y la necesidad de moderar el poder del enfermo

IV. La sociedad bioética y la crisis ética de la medicina

V. La necesidad de una ética en medicina

Sean mis primeras palabras para agradecer a la Orden de los Médicos del Cantón
de Ticino la gentil invitación para participar en este Curso breve de Ética médica.
Mi agradecimiento es muy sincero.

Primero, porque esta invitación me ha proporcionado la primera oportunidad de


tomar contacto con los cultivadores de la Ética médica de la Confederación
helvética. Conozco la labor de la Academia Suiza de Ciencias médicas, una
institución de muy alto prestigio internacional en el área de la Deontología
médica. Sus directrices son escuchadas con atención y respeto por todos los que
estamos interesados en Ética médica y le estamos también agradecidos por haber
patrocinado y publicado estudios muy interesantes de temática bioética. Esta
estima por la Ética médica suiza es causa de que acuda a este curso con una cierta
perplejidad. La que expresa un refrán español: es como vender miel al
colmenero.

Segundo, porque me ha ofrecido un tema muy general, y sospecho que muy poco
polémico, para tratar ante ustedes. ¿Qué podré decir yo sobre la necesidad de la
Ética profesional del médico que no sea ya sabido? Poder tratar un tema así es un
privilegio del que se goza en pocas ocasiones.

Presentaré mi materia en cinco pasos sucesivos. 1. Para empezar, describiré


brevemente la situación empírica. Cuando observamos lo que ocurre en la
empresa médica, llegamos inevitablemente a la conclusión de que la Ética
profesional no es un oligoelemento ornamental y dispensable, sino un ingrediente
esencial de la práctica profesional de la Medicina. 2. Analizaré cómo, para
encauzar el tremendo poder del médico contemporáneo, es necesario que el
médico someta su conducta a un análisis ético. Sólo en la Ética puede el médico
encontrar un control humano a su creciente poder. 3. La Ética se ha hecho
necesaria al médico porque el enfermo individual aparece ahora investido de un
poder muy grande de intervenir en las decisiones médicas y puede convertir al
médico en un obediente servidor. 4. La Ética médica es imprescindible para hacer
frente a una sociedad obsesionada por la salud. El Estado es el principal
empresario de la industria de la Medicina. Para dar respuesta a los abusos de la
política y a las demandas del público, el médico necesita aprender a argüir
éticamente. 5. La Ética médica es necesaria, finalmente, para que la Medicina,
como empresa, mantenga fielmente su compromiso de servicio al hombre, para
que el progreso médico y su aplicación a los enfermos se haga siempre conforme
al principio del respeto. En mi opinión, la Ética médica necesita reencontrar sus
raíces religiosas.

I. La necesidad de la ética médica, una realidad empírica


Cuando se observa lo que hacen, lo que leen, de lo que hablan los buenos
médicos, se echa de ver que la preocupación ética es omnipresente. En los dos
últimos decenios, la Ética se ha colocado en el centro de la Medicina práctica.
Consideremos algunos ejemplos, empezando por ver lo que ocurre a nivel de las
organizaciones profesionales de los médicos.

Estamos reunidos para reflexionar sobre cuestiones de Ética médica, en una


reunión patrocinada por la Orden de los Médicos del Cantón del Ticino. Esto
significa que aquí se tiene conciencia activa del papel que la Ética juega en la
vida institucional de la Medicina. A medida que pasa el tiempo crece la
convicción de que la función principal de las organizaciones profesionales de los
médicos es la tutela de la Deontología profesional. Es lógico: en respuesta a la
concesión de practicar la Medicina en exclusiva que la sociedad concede al
médico, éste se asocia con sus colegas con la finalidad prevalente de establecer
unas normas de conducta profesional que garanticen la calidad de los servicios
prestados y vigilar su cumplimiento. Si las organizaciones de médicos no fueran
fieles a esas normas, la sociedad les retiraría su confianza y sustituiría la Ética
profesional por una reglamentación legal. Esto sería una terrible catástrofe, que
convertiría la vocación médica en un empleo mercenario.

Las Órdenes Médicas nacionales son conscientes de que la vigilancia e


inspiración ética de la práctica médica es su función principal. Los médicos de
los países de la Comunidad Europea mantienen dos organizaciones: la
Conferencia Internacional de las Órdenes Médicas, con sede en París, y el
Comité Permanente de los Médicos de la CE. (A las reuniones de este último
acuden, en calidad de observadores, representantes de los médicos de otros países
europeos, entre los que se cuenta Suiza). En ambos organismos, los temas de
Ética médica ocupan un lugar preponderante en las discusiones. La Conferencia
Internacional ha publicado recientemente los “Principios de Ética Médica
Europea” para que sirva de término de referencia y de inspiración a las
regulaciones éticas de las Órdenes nacionales.
Si, dejando el nivel institucional y corporativo de la Medicina, pasamos a
examinar la práctica médica, comprobaremos igualmente que la preocupación
por la Ética aparece por todas partes. Yo suelo dedicar la mañana de los lunes, y
no pocas semanas también las tardes, a la búsqueda y examen de los artículos que
tratan, más o menos directamente, de cuestiones ético-médicas que aparecen en
las revistas recién llegadas a la Biblioteca de mi Facultad. Presto una atención
preferente a las revistas que, a mi modo de ver, crean la opinión pública en
Medicina. Son unas pocas y bien conocidas: Lancet, New England Journal of
Medicine, JAMA, British Medical Journal, Nature, Science, Annals of Internal
Medicine, Archives of Internal Medicine, New Scientist. Estas en primer
término. Después, otras muchas otras, entre las que se cuenta Schweizerisches
medizinisches Wochenschrift y Naturwissenschaften. Naturalmente que veo
también los índices de las revistas de Genética humana, de Ginecología, de
Pediatría, de Medicina de Familia, de Enfermería. Cada lunes regreso de la
Biblioteca con un montón de artículos xerocopiados para mi archivo de
documentación y la impresión de que la producción bibliográfica sobre Ética
médica es ya inabarcable. Y eso que no cuento las revistas especializadas, que ya
no son pocas y la masiva producción de monografías.

Si alguien sospechara que exagero no tiene más que hacer una sencilla
experiencia: ir a los índices analíticos de las revistas o al Index Medicus y buscar
las entradas correspondientes a los conceptos Ética médica y derivados.

¿Es todo esto algo exclusivo de los directivos de las Órdenes, que de alguna
manera han de demostrar que hacen algo, o de ratas de biblioteca, que dedican su
atención a materias marginales y tienen su gozo en escudriñar editoriales, cartas
al Editor y otros géneros menores de la bibliografía médica? No son muchos los
estudios de campo diseñados para medir la importancia que la Ética médica tiene
en la vida ordinaria de los médicos prácticos. Pero me parece bastante
representativa, y muy poco sospechosa de manipulación, la investigación llevada
a cabo en el Departamento de Gastroenterología del Hospital Universitario de
Herlev, en Dinamarca. Durante tres meses, los médicos de esa unidad hicieron
una nota cada vez que se encontraban con lo que se denominó un problema ético
significativo, esto es, un problema que implicara un juicio de valor no-técnico y
que o bien hiciera dudar al clínico acerca de la decisión que debería tomar o bien
creía que otros médicos podrían haber evaluado el problema de modo diferente.
De los 426 pacientes admitidos en la unidad hospitalaria, se encontraron
problemas éticos significativos en 106 (25%). Los problemas surgían en
conexión con el diagnóstico, el tratamiento, la información que había de darse a
los pacientes, en torno a conflictos de derechos del paciente y restricciones del
sistema de salud, o a conflictos entre el paciente y sus familiares, a la
participación en programas de investigación clínica, etc. No es, pues, un hallazgo
ocasional o exótico el problema ético significativo en la práctica médica.

Creo que este sencillo muestreo de la presencia de la Ética en la Medicina de hoy


permite concluir que la Ética médica forma parte del tejido de la Medicina.
También debería llevarnos a cada uno a preguntarse a sí mismo cómo anda de
sensibilidad ética: si, como ocurre a nuestros colegas daneses, descubre en uno de
cada cuatro pacientes que atiende algún problema ético significativo.

II. La ética profesional, cauce necesario para el creciente poder del médico

Pero sabemos bien que el resultado de este examen no sería demasiado brillante
en el conjunto de la profesión. En un sector considerable de los médicos está
difundida una actitud ante la Ética que podríamos caracterizar como de
ignorancia benigna y optimista. Piensan que es suficiente tener buena conciencia,
buen carácter o buenas intenciones para ser una persona honrada y resolver con
acierto intuitivo los dilemas éticos de la práctica profesional. Otro sector, cada
día más numeroso, está formado por los que se muestran escépticos sobre el valor
práctico de la Deontología. Unos llegan a esta conclusión pesimista por nostalgia
de los buenos tiempos pasados: la Medicina ya no es lo que era. Otros no creen
en la Deontología al ver cuán poco caso se hace de ella: el Código deontológico
es una bella literatura escrita en papel mojado. Otros médicos, en fin, condenan la
Deontología por razones políticas, pues dificulta la utilización de la profesión
médica como instrumento de revolución social.

Y curiosamente, estas actitudes de ingenua ignorancia, de escepticismo o de


rechazo político se dan en un momento en que la capacidad técnica del médico
echa encima de sus hombros una tremenda responsabilidad moral. Hoy, el
médico, un médico cualquiera, dispone de un poder fabuloso. El público tiene
una idea muy parcial y anecdótica de los recursos con que cuenta el médico para
cambiar el modo de vivir de sus pacientes y de intervenir en los estratos más
profundos de su personalidad. Nosotros lo sabemos bien. El poder de la Medicina
no consiste principalmente en los espectaculares logros de la tecnología
diagnóstica, de las encuestas epidemiológicas, de las revoluciones terapéuticas de
que nos hablan los medios de información. El poder de la Medicina se ha
capilarizado, está ya por todas partes. El consultorio de un médico cualquiera,
rural o urbano, es ya una agencia de gran fuerza transformadora de las personas
y, a la postre, de la sociedad. Un par de ejemplos ilustrarán lo que quiero decir.

Las ideas de los médicos acerca de cuándo están indicados los psicofármacos son
tan diferentes como las cantidades que de ellos recetan. No quiero referirme
ahora a la conducta delictiva de recetar estupefacientes a drogadictos a cambio de
dinero: todos estamos de acuerdo en que eso no es Medicina, sino un negocio
sucio. Pero, añado entre paréntesis, no podemos ignorar que en los Estados
Unidos, por ejemplo, el consumo de psicofármacos (estupefacientes, estimulantes
anfetamínicos y barbitúricos) fraudulentamente recetados por médicos supera al
de los introducidos por el tráfico ilegal; y que, recientemente, la introducción de
un sencillo sistema de colaboración entre policía y las Organizaciones médicas
de algunos Estados ha conseguido reducir a un tercio la cantidad de
psicofármacos dispensados con receta médica. Vuelvo atrás. Los médicos son
muy diferentes en cuanto al papel de los psicofármacos en la vida de la gente.
Unos opinan que la gente tiene derecho a apoyarse en la química para superar los
conflictos y las molestias de la vida y para regalarse un poco de felicidad
artificial merced al hedonismo psicofarmacológico. Otros creen que los
psicofármacos han de dispensarse con mucha parsimonia, pues algo de ansiedad
es un ingrediente normal de la vida humana. El hombre, piensan, es un ser
inquieto; apagar su ansiedad por medio de la farmacología no es sólo un modo de
dilapidar dinero, sino de marchitar la vitalidad de los individuos y de la sociedad.
Nos dicen que, si Dostoievski, Wagner o Tchaikovski hubieran sido tratados por
cierto tipo de médicos, no nos hubieran dejado su arte. Pero, de hecho, la
manipulación psicofarmacológica que está al alcance de cualquier médico puede
apagar ansiedades y emociones, y también el coraje de vivir, la capacidad de
arrepentimiento de los ciudadanos de a pie. De hecho, los psicofármacos están
ocupando en la vida de un número creciente de personas el lugar de las virtudes.
La química está sustituyendo a la ascética.

Otro ejemplo. En un consultorio de urgencias se presenta un sujeto que


representa magistralmente su papel: es un simulador. El turno de guardia es
atendido por varios médicos. El destino del paciente será muy diferente según
cuales sean las convicciones éticas del médico que le atienda. El Doctor A es de
la opinión de que su paciente es un parásito social, mucho más necesitado de una
fuerte reprimenda o de un castigo penal que de ningún tratamiento médico. El
Doctor B buscará el modo de reinsertar socialmente al seudo-enfermo y se
preocupará de que sus problemas personales sean debidamente atendidos. El
Doctor C, en fin, piensa que oponerse al engaño no lleva a ninguna parte, pues el
paciente reincidirá en su conducta: decide, en consecuencia, acceder a darle la
baja laboral y a condescender al deseo del paciente de pasar unos días en el
hospital.

Estos ejemplos, y otros mucho más dramáticos que podríamos añadir nos
muestran cuán grande es hoy el poder discrecional del médico. Cuando se emplea
al servicio de sus enfermos está en realidad sirviendo a una idea del hombre.
Puede escoger entre ser protector de su humanidad amenazada o volverse sordo a
los valores más nobles que hay en el hombre. La libertad profesional del médico
le obliga a asumir responsabilidades éticas de enorme envergadura. Por ello, la
Ética médica es tan consustancial a su trabajo con los enfermos como lo es el
conocimiento científico.
III. La ética profesional y la necesidad de moderar el poder del enfermo

Si exorbitante parece el poder del médico, no es menor ni menos decisivo el


poder del paciente. En efecto, hoy, a consecuencia del progreso técnico, es
posible acceder a soluciones que antes no existían o escoger entre diferentes
ofertas de tratamiento porque cada problema es susceptible de diferentes
soluciones optativas.

Pero, sobre todo, el poder del paciente se ha hecho muy grande en virtud de su
ascenso a posiciones de decisión. Desde los años 60 se extiende por todas partes
el movimiento que reivindica los llamados derechos del paciente. Hay entre esos
derechos, como todos sabemos, algunas justas reclamaciones derivadas de la
dignidad humana del paciente, que antes no eran debidamente reconocidas. Pero
hay también algunas disparatadas y altaneras exigencias introducidas por el ala
libertaria del movimiento consumista.

No es, por tanto, de extrañar que el movimiento en favor de los derechos del
paciente haya producido, al lado de ciertos efectos beneficiosos, algunos frutos
amargos. Ha avivado, por una parte, la conciencia ética del paciente, pues, al
afirmar vigorosamente su autonomía y su derecho a ser informado para decidir en
conciencia, coloca al enfermo en una posición más libre y responsable y, por
tanto, más rica de valores morales. Pero cuando el paciente, demasiado celoso de
sus derechos, asume una actitud agresivamente reivindicativa, corre el peligro de
dar a la relación médico-enfermo un sesgo ruinoso. Tiende entonces a abusar de
sus derechos y a tornarse arrogante. Trata de imponer sus decisiones y exige al
médico que se pliegue a sus demandas. Surgen así los inhumanos e inmorales
envites del aborto por demanda, de la cooperación al suicidio, de la esterilización
voluntaria.

No podemos, además, olvidar que, como consecuencia de la socialización de la


Medicina, el paciente no está solo. Detrás de él está la poderosísima burocracia,
mediante la que los Ministerios de Salud controlan el gigantesco complejo de la
industria de la salud. La figura del médico se empequeñece al tiempo que el
paciente, en su doble condición de consumidor de servicios y de ciudadano con
derecho a voto, se convierte en el árbitro de la situación. La relación médico-
enfermo va perdiendo así el carácter benigno, amistoso y paternalista de antaño,
y deviene algo contractual, frío y potencialmente contencioso.

Es una pena que lo que comenzó como un bienvenido movimiento para


robustecer la inmunidad ética de los enfermos se haya corrompido en parte, de tal
modo que en algunos sectores está tomando el carácter de una conspiración
contra la integridad moral del médico o en un salvoconducto para concesiones
permisivas a la autonomía libertaria de ciertos pacientes.

IV. La sociedad bioética y la crisis ética de la medicina

No podemos terminar este somero inventario de los problemas de la Ética médica


de hoy, pues es necesario prestar atención a un fenómeno sin precedentes: la
gente está descontenta de la Medicina, se interesa cada vez más por la Bioética y,
ante la incapacidad de los médicos de poner en orden su casa, desean intervenir
en las cosas de la Ética médica. Descontento e intervencionismo: esa es la
respuesta ante los progresos de la Medicina.

Para empezar, veamos qué dice la gente de los médicos. Cuando la gente sale de
la consulta del médico o vuelve del hospital de visitar a un familiar o a un amigo
no parece a veces demasiado feliz. Recuerdo que hace unos años visitaron la
Clínica Universitaria de Navarra algunos altos directivos de la American Medical
Association. Yo era entonces el Decano de la Facultad de Medicina y les invité a
hacer una visita a los Departamentos de la Clínica. Uno de los Vicepresidentes de
la AMA declinó gentilmente la invitación, diciéndome que, en su estructura
interna y en sus instalaciones técnicas, todos los hospitales eran aburridamente
semejantes. Que, si se lo permitía, él quería moverse libremente por el vestíbulo
de entrada de la Clínica Universitaria. Cuando, después de tres horas volvimos a
reunirnos me hizo este comentario: Este es un hospital excepcionalmente bueno:
la gente está más alegre cuando se va que cuando viene. No se ve este fenómeno
en muchos otros sitios.

Efectivamente. Según la opinión de muchos, expertos y gente de la calle sin


distinción, la Medicina se ha empobrecido últimamente en valores humanos. A
pesar de los avances espectaculares en conocimientos y tecnología, nunca ha
habido tantos enfermos descontentos de la atención que reciben en hospitales y
consultorios. Es paradójico que, a pesar del envidiable nivel de salud que han
alcanzado las sociedades avanzadas, se demande ahora a los médicos por errores
y negligencias más que en ningún otro tiempo. Nunca ha habido tantos litigios
por mala práctica. Algunos periodistas parecen estar poseídos de una morbosa
tendencia a denunciar situaciones espeluznantes. Llevados del complejo del
J’accuse, publican reportajes terroríficos que muestran a los hospitales como
fábricas de dolor, convertidos en un caos por las huelgas o por la indiferencia de
médicos y enfermeras. Por todas partes aparece erosionada la confianza que
cimentaba las viejas relaciones entre médicos y enfermos.

¿Cómo es posible que siendo la Medicina más eficaz que nunca esté recibiendo
más críticas que en cualquier tiempo pasado? El descontento de la gente tiene
orígenes diferentes. Se debe en parte a que se espera demasiado de la Medicina.
Cada día se concede más valor a la salud, que para muchos es el valor más
preciado. Es lógico que así ocurra, sobre todo en las sociedades dominadas por el
hedonismo. En ellas, el sobrevivir ha dejado de ser un problema, gracias a la
protección del Estado-providencia. El público aspira a gozar de buena salud, a
estar en forma. Muchas Constituciones modernas incluyen el derecho a la salud
entre los fundamentales del ciudadano. Resulta de ello, que todos tenemos
derecho a estar sanos y no de cualquier modo, pues, según la doctrina oficial, la
de la Organización Mundial de la Salud, debemos aspirar a un estado de perfecto
bienestar físico, psíquico y social y no simplemente a vernos libres de
enfermedad. No es, pues, extraño que algunos vayan al médico con una exigencia
casi jurídica de bienestar y esperan del doctor que ponga remedio no sólo a sus
achaques, sino también a todos sus problemas. Pero, evidentemente, el médico no
puede satisfacer unas aspiraciones tan descabelladas y ello produce desencanto.
Pienso, sin embargo, que la mayor parte del descontento no nace al comprobar la
incapacidad taumatúrgica del médico. Proviene de que los pacientes no se sienten
tratados como personas. Por eso, se ha hecho tópico decir que la Medicina se ha
deshumanizado. Cuando se interroga a los enfermos por qué no están satisfechos,
suelen decir que el médico les dedica poco tiempo, que no se interesa por los
problemas que realmente les preocupan, por sus temores o aprensiones. Añaden
que el médico tiende más a recetar que a escuchar, a ver los resultados de sus
análisis o sus radiografías, que cada vez les miran menos a la cara. Se sienten
despersonalizados.

Que se hable tanto de deshumanización de la Medicina no quiere decir que los


médicos se hayan vuelto negligentes y haraganes. Nunca ha habido más
eficiencia ni más febril actividad. Y, sin embargo, la gente no encuentra lo que
esperaba. Se queja de que hay un eclipse de humanidad en la relación médico-
enfermo. Y en la oscuridad de este eclipse, la Medicina, la más humana de las
ciencias, anda extraviada.

Pero no es eso todo. La preocupación de la gente se ve alimentada diariamente


por las columnas de Salud, Sociedad y Medicina de los periódicos. No pasa un
día sin que se reúnan algunos individuos y redacten unas declaraciones o un
manifiesto. Un día es el grupo local pro-Derecho a Morir Dignamente o una
comisión de juristas reformadores que exigen la despenalización de la eutanasia y
de la ayuda al suicidio voluntario; otro, son los activistas de Liberación animal
que piden la abolición de las corridas de toros; al día siguiente, es el turno del
escuálido grupo de presión para la liberación vegetal que exige la prohibición de
la ingeniería genética de bacterias, pues éstas tienen derecho a que no se viole su
constitución génica con la transfección de genes extraños.

Estos movimientos, con muchos otros del corte irracional tipo Ciencia para el
pueblo, crean una situación difusa de desconfianza hacia la Ciencia y la
Medicina, de rebelión contra la Expertocracia y crean un ruido de fondo que
impide oír con claridad las voces, mucho menos estridentes, de los médicos que
buscan con sinceridad rehabilitar la Ética médica.

La sociedad de nuestro tiempo es una sociedad encandilada por la Bioética. Ve


en la Biomedicina un hada madrina que le puede traer con la longevidad, una
ilimitada capacidad de placer y de poder y no quiere perder la oportunidad.
Quiere hacer de los médicos los servidores de sus aspiraciones de felicidad. Los
Gobiernos han empezado a tomar cartas en el asunto, porque saben que en las
elecciones generales y locales la oferta de salud y bienestar es uno de los puntos
decisivos de la oferta electoral. Recientemente, una de las regiones autonómicas
de mi país permaneció sin gobierno durante cien días por una disputa por el
control de la Consejería de Sanidad. Lógicamente, los Parlamentos quieren
legislar. Proliferan las Comisiones parlamentarias de diputados y expertos
multidisciplinares para preparar proyectos de ley. Los organismos
internacionales, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo, por ejemplo,
preparan recomendaciones sobre la tecnología de la reproducción humana, de
lucha contra el SIDA, de desarrollo legislativo del derecho a la salud.

Pero como consecuencia de las legislaciones, que siempre han de conceder pluses
y suplementos para asegurar la reelección, crecen los gastos de salud y bienestar,
hasta el punto de hacerse insostenibles. Entonces los políticos obligan a los
médicos a racionar los recursos limitados. Como es prácticamente imposible que
un médico pueda encontrar razones médicas para no tratar a determinados grupos
de pacientes, es necesario introducir no-médicos en los sistemas de toma de
decisiones a fin de atender a las urgentes exigencias de los funcionarios del
presupuesto. Se empieza por crear Comités de optimización de servicios y
auditorías para evaluar el rendimiento de la tecnología. Pronto se hace claro que
para doblegar la resistencia ética es preciso crear Comités de Bioética.

La fiebre comitológica en Bioética supera todas las previsiones hechas por


Parkinson. Hay Comités que agrupan a investigadores en ciencias básicas, a
médicos clínicos, a farmacólogos que trabajan en la industria, a médicos
retirados, a moralistas, a filósofos, a juristas, a representantes de las
corporaciones médicas, a psicólogos sociales y a representantes de las
asociaciones de consumidores o de pacientes de tal enfermedad. Es fascinante
este mundo de los Comités. Muchos de ellos tienen un destino trágico. Su trabajo
resulta ingrato. No se logra la mayoría deseada o predominan las abstenciones.
Los filósofos no acaban de entender las complejas situaciones a que se ve
enfrentado el médico. Los profanos tienen a veces prejuicios invencibles. Los
clérigos son escuchados cada vez con más reticencia en nuestra sociedad
pluralista y secularizada. Cuando, tras interminables negociaciones sobre los
significados de las palabras y la colocación de las comas y después de hacer
milagros de persuasión y paciencia, el Presidente del Comité consigue la
aprobación de unas recomendaciones provisionales y las da a conocer,
prácticamente siempre se produce el mismo fenómeno: después de un paso fugaz
por las páginas de los periódicos, entre críticas de unos y alabanzas de otros, las
recomendaciones son rápidamente olvidadas y sustituidas por otras nuevas. El
proceso se inicia de nuevo. Este ha sido en destino del más famoso Comité de
Bioética de nuestros días. El Informe del Comité Warnock, saludado como una
pieza magistral de prudencia y sabiduría, es ya historia. No sirve: el Parlamento
británico no lo ha utilizado para preparar sus leyes. Ha ordenado que se
constituya otro Comité.

Se extiende entonces el desánimo entre los miembros de los Comités y también


entre los médicos que esperan mucho de la ética de consenso. Contemplando la
situación de desamparo en que a veces se encuentra el médico ante ciertos
dilemas éticos, un editorialista del JAMA comentaba hace algunos años: “Los
dilemas éticos de la Medicina esquivan con frecuencia una solución racional.
Algunos de los conflictos éticos que se plantean al médico están hechos de la
misma pasta que una tragedia griega clásica, más necesitados de las percepciones
intuitivas de un Esquilo que del análisis lógico y moral de un Aristóteles. De
momento, sin la ayuda de uno y otro, el médico, enfrentado a tales dilemas,
deberá ser el dramaturgo y el filósofo de sí mismo”.
¿Puedo concluir de esta esquemática descripción de la crisis de la Bioética en
nuestra sociedad que el Médico necesita ser experto en Ética médica si quiere
sobrevivir como agente moral autónomo?

V. La necesidad de una ética en medicina

Este es el título que se me ofreció para esta conferencia. No se me pidió hablar de


la necesidad general de la Ética en Medicina, sino de UNA Ética específica.

El primer punto, la necesidad de la Ética en la práctica médica apenas necesita


demostración, después de lo dicho hasta ahora. La Ética médica empapa toda la
Medicina, es su nervio. Sabemos que la Medicina es en sí misma una actividad
moral. Nada de lo que hace el médico carece de significación moral, pues todos
sus esfuerzos se dirigen, en último término, a tomar decisiones, a realizar actos
que buscan hacer bien a otra persona que está necesitada de ayuda y curación. En
Medicina todo es éticamente significativo. Así lo han venido señalando todos los
Códigos y Declaraciones de Deontología que han inspirado la conducta del
médico de todos los tiempos.

El problema radica en decidir si es suficiente que cada uno sea su propio


dramaturgo y su propio filósofo o si, por el contrario, hemos de sentarnos a los
pies de un maestro y aprender de él. Para responder preguntas como ésta, me
parece que es esencial volver al principio.

Con Hipócrates, la Medicina se liberó de su primitivismo mágico y se convirtió


en una actividad científico-natural, en la que la observación, la experimentación y
la estadística son la base de la teoría y la práctica médicas. Pero fue también con
Hipócrates cuando el médico, consciente de su poder sobre el hombre, se sometió
a un código de elevadas exigencias morales. El médico hipocrático advierte que
cuando atiende a un enfermo, cuando toma decisiones de las que dependen la
vida o la muerte de sus semejantes, está investido de un poder formidable, del
cual no puede abusar. Por eso jura delante de los dioses del Olimpo que
mantendrá su vida en la pureza y santidad, como queriendo dar a entender que
toda su actividad se realizará bajo la mirada de la divinidad. Esta es la
fundamental razón por la que el Juramento hipocrático pudo ser incorporado a la
Medicina de tradición judeo-cristiana y musulmana.

Yo no creo que sea posible restituir a la fragmentada Ética de la sociedad


pluralista de hoy la unidad perdida sin recurrir de algún modo a sus raíces
religiosas. El respeto al hombre es el núcleo de la Ética médica. La razón del
triunfo y aceptación masiva de la Declaración de Ginebra de la Asociación
Médica Mundial, lo mismo que de muchas de sus Declaraciones posteriores, es
precisamente que al consagrar el máximo respeto al hombre enfermo como
manantial de la Ética del médico trasvasaba a la nueva fórmula laica de la
Declaración todos los valores religiosos contenidos en el antiguo Juramento.

No es posible una Ética médica válida para la Medicina que no se base


precisamente en la idea de que el hombre enfermo está revestido de una
particular dignidad. La dignidad del enfermo, paradójica y afortunadamente,
reclama del médico, y por encima de las exigencias de la dignidad general del
hombre, un suplemento de aprecio que es directamente proporcional a la
debilidad, la minusvalía o al peligro que le supone la enfermedad.

Pero algunas corrientes éticas que circulan por el mundo de la Medicina


contemporánea se han vuelto ciegas a los valores humanos del hombre enfermo.
La penetración del hedonismo en la mentalidad contemporánea, su rechazo de la
debilidad y del dolor; la tentación del hombre de hacerse dueño de su propio
destino y programador de la sociedad; el casi irresistible atractivo de penetrar en
las áreas más íntimas de la persona para instrumentalizarlas y hacer de la
sexualidad y de la mente del hombre un instrumento dócil a la manipulación,
todas estas cosas que hace unos años nos asustaban y que ahora se están abriendo
camino hacia las leyes permisivas, todo esto es resultado de la pérdida de respeto
al hombre. La Medicina que trata con el hombre en sus situaciones de mayor
debilidad es el campo ideal para instaurar el dominio del fuerte sobre el débil.
La Medicina no puede ser neutral éticamente. Ni en la aplicación de los
conocimientos adquiridos por la investigación, ni tampoco en la fascinante
empresa de la investigación biomédica. Hasta qué punto esto está olvidado lo
demuestra el rechazo por amplios sectores de la profesión de la vigorosa
incitación al respeto que es la Instrucción sobre el respeto de la vida humana
naciente que ha publicado hace unos días la Congregación para la Doctrina de la
Fe. Es penoso para quien está metido en el mundo de la Deontología médica el
comprobar el deterioro que la idea de respeto a la vida humana y a la integridad
de la persona ha experimentado en los últimos tiempos, una vez que la tolerancia
social al aborto anestesió la conciencia moral de la sociedad.

Hay que restituir a la Ética médica su compromiso de respeto a la vida y a la


integridad personal del enfermo. Nos conviene a cada uno de nosotros hacer de
vez en cuando una cura de humildad y, dejando a un lado los triunfalismos
cientifistas, ponernos de nuevo a servir al hombre con todos los recursos y todo
el respeto. Y según el modo específico del médico, que es servir a los débiles.
Los débiles son supremamente importantes en Medicina. La Ética médica no es
una Ética de poder, sino de servicio.

Yo no oculto en ninguna de mis intervenciones ante colegas que es necesario


cultivar el estudio de la Ética médica, no para hacerse muy hábiles en el manejo
del raciocinio ético, sino para crecer en sensibilidad y capacidad de respuesta
ante las exigencias del respeto. Einstein decía que la preocupación por el hombre
y por su destino debe ser siempre el interés principal de todo esfuerzo técnico y
científico. A veces, encuentro colegas que me reprochan esta insistencia en la
preocupación en respetar al hombre que me lleva a hacer referencia a los valores
trascendentes, que consideran una intolerable intromisión traer a colación
cualquier referencia a los valores religiosos en la discusión de los problemas
éticos de la Medicina. Les respondo que es ilusorio reivindicar la neutralidad
moral de la investigación científica y sus aplicaciones y les digo que toda
polémica acerca de la existencia de una ciencia libre de valores es vana. La
Ciencia, aunque concedo que pueda excluirse la Astronomía, está toda ella
fuertemente cargada de valores morales de implicaciones más o menos próximas
para el modo moral de vivir el hombre. Les recuerdo lo sucedido en Harvard
cuando gran parte del profesorado reaccionó con escandalizada sorpresa ante la
afirmación pública y solemne de un profesor en el sentido de que en toda
enseñanza universitaria debería haber una dimensión religiosa. Se temía que de
nuevo en aquel templo del saber científico pudiera el oscurantismo y el dogma
ocupar el lugar de la libre indagación y de la discusión libre. El profesor en
cuestión se vio obligado a explicar que por dimensión religiosa en la enseñanza
universitaria no quería dar a entender otra cosa que esto: que pensaba que todos
los profesores, cualquiera que pudiera ser la materia que enseñaran, estaban
obligados a dedicar una atención suficiente a los valores últimos.

No hace mucho tiempo, aquí, en Suiza, concretamente en Basilea, se reunieron


en una Conferencia algunas personalidades del Judaísmo para tratar de los
Valores éticos en Medicina. Mi amigo, el Prof. Shymon Glick, Decano de la
Facultad de Medicina de Ber-Sheva, terminó así su intervención: “Hay un
problema decisivo: el de saber si es posible que, sin restaurar entre nosotros la
categoría de lo sagrado, esa categoría que ha sido destruida a fondo por el
iluminismo cientifista, es posible tener una ética capaz de hacer frente al
formidable poder que tenemos hoy y que sigue creciendo sin cesar y que nos
sentimos empujados a usar. Personalmente, concluía Glick, yo creo que la
respuesta a esa pregunta es un NO inequívoco”.

Ese es también mi pensamiento. No solo es que la Ética, en general, sea necesaria


a la Medicina. Pienso que la Medicina necesita UNA Ética: la del respeto al
hombre.

Muchas gracias por su atención y por su infinita paciencia.

Mkkkkkk
Aspectos éticos en la atención médica

La bioética es la rama de la ética que provee los principios para la actuación


correcta en los aspectos relacionados con la vida. A grandes rasgos, la bioética
pretende distinguir entre lo que debe ser o debe hacerse y lo que no debe ser o no
debe hacerse, en los actos que afectan la vida (humana y no humana). La bioética
aplicada a los actos médicos se conoce también como ética médica.
La importancia de la ética médica radica en la necesidad de normar los actos
médicos en un mundo en el que los descubrimientos científicos y los avances
tecnológicos suceden rápidamente, abriendo nuevas posibilidades de acción. El
que puedan hacerse muchas cosas, no significa que todas ellas deban hacerse.
La ética médica juzga los actos médicos con base en cuatro principios
fundamentales: no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia. Los actos de
los médicos y otros profesionales de la salud deben guiarse por estos principios.
El principio de no maleficencia es considerado el más importante, y significa
que cualquier acto médico debe pretender en primer lugar no hacer daño alguno,
de manera directa o indirecta. Con frecuencia se hace referencia a este principio
con su versión en latín, primum non nocere, que significa literalmente primero no
dañar.
El principio de beneficencia está cercanamente relacionado, y se refiere a que los
actos médicos deben tener la intención de producir un beneficio para la persona
en quien se realiza el acto. Estos dos principios pueden ejemplificarse con
cualquier tratamiento médico, como un medicamento o una cirugía. Cuando un
médico prescribe un tratamiento debe tener dos intenciones en mente: en primer
lugar, no hacerle daño, y en segundo lugar, beneficiarlo. Esto puede parecer
obvio y repetitivo, pero la diferencia entre no dañar y mejorar es importante.
Todos los tratamientos médicos tienen efectos adversos o dañinos, incluso
pueden resultar fatales y la mayoría de las veces no puede saberse con seguridad
si el efecto adverso ocurrirá o no. De ahí que es necesario asegurar que la
intención de indicar un tratamiento no es producir un efecto adverso, sino por el
contrario, darle un beneficio al paciente. Cuando un médico considera los
potenciales beneficios y los potenciales efectos adversos de un tratamiento, está
haciendo un análisis de riesgo/beneficio, y en la decisión final de prescribir o no
un tratamiento se rige por los principios de no maleficencia y beneficencia
simultáneamente.
El principio de autonomía alude al derecho del paciente de decidir por sí mismo
sobre los actos que se practicarán en su propio cuerpo y que afectarán de manera
directa o indirecta su salud, su integridad y su vida. El ejemplo máximo del
respeto a la autonomía del paciente es el consentimiento informado, que significa
que es necesario que el paciente otorgue su permiso para que cualquier acto
médico sea practicado en su persona. La razón para esto es que todo acto médico
puede tener efectos indeseables e impredecibles, y el paciente debe entender que
al aceptar un acto médico está corriendo un riesgo razonable con la expectativa
de obtener un beneficio. No obstante, para que un paciente pueda autorizar un
acto médico, debe contar con la información suficiente y necesaria, en términos
que le sean claramente entendibles; por eso se llama consentimiento informado.
Otro ejemplo del respeto al principio de autonomía es la toma de decisiones
conjunta, y no significa que el paciente decida de manera absoluta, sino que la
decisión final es el resultado de un diálogo entre médico y paciente en el que el
primero actúa como orientador y facilitador, y el segundo aporta sus deseos,
valores y expectativas. Un ejemplo más en el que el principio de autonomía juega
un papel central es el secreto profesional. Toda la información que un paciente
comparte con su médico es estrictamente confidencial y el médico no debe
revelarla sin el permiso del paciente.
El principio de justicia obliga a tratar a cada paciente como le corresponde; esto
es, sin más ni menos atributos que los que su condición amerita. Este principio se
encuentra detrás del ideal de tener servicios de salud de óptima calidad accesibles
para toda la población de manera equitativa. También debe considerarse el
principio de justicia en los costos de la atención a la salud.
En ocasiones durante la atención a la salud surge un conflicto ético, es decir, una
situación en la que los valores de alguno de los actores involucrado no
corresponden con los valores de otro y dificultan la toma de decisiones. En estos
casos, la aplicación de los cuatro principios de la bioética es de utilidad para
llegar a una solución.
Jjjjjjjjjjjjjjj

RESUMEN

Introducción

Los nuevos criterios diagnósticos de la enfermedad de Alzheimer basados en


biomarcadores pueden anticipar la demencia en varios años. Esto enfrenta al médico a
nuevos dilemas en clínica e investigación.
Objetivo

Analizar el problema ético en la enfermedad de Alzheimer en etapas prodrómicas en


nuestro medio.

Métodos

Se elaboró una encuesta dirigida a médicos, que fue enviada por correo electrónico por
sistema Doppler. Los datos (anónimos) fueron analizados utilizando el programa estadístico
del sistema.

Resultados

Se enviaron 319 encuestas y fueron respondidas 89 (22,8%). De ellas, el 59,6% (n: 53)
fueron hombres, con edad promedio de 45,98 (DE: 10,16; rango: 28-71); neurólogos
(57,3%; n: 51), psiquiatras (20,2%; n: 18) y de otras especialidades 22,5%. La gran mayoría
consideró al sujeto con enfermedad de Alzheimer prodrómica como vulnerable y con
adecuada capacidad para comprender. Refirieron conocer los principios éticos de
autonomía y no maleficencia cuando se comunican decisiones. Asimismo, la mayoría
respondió que informaba al paciente de su diagnóstico evitando decir alzhéimer o
demencia. También, que lo comunicaban a su familia, justificando beneficio por ello, y que
utilizaban biomarcadores en la asistencia con algunos resguardos. Pocos profesionales
consideran y solicitan apoyo del Comité de Ética institucional.

Conclusión

Los nuevos avances de la neurociencia debieran ir en paralelo al crecimiento y a la difusión


de la ética de la investigación.

Palabras clave:

Alzheimer prodrómico
Ética

Demencia

Investigación
ABSTRACT

Introduction

The new diagnostic criteria for Alzheimer's disease based on biomarkers may predict the
onset of dementia several years earlier. With the advance of the medical science, physicians
face new dilemmas both in clinical practice and in research.

Aim

To analyze ethical concerns in the clinical practice and research on Alzheimer's disease.

Methods

A survey was e-mailed to physicians through the Doppler system. The data (anonymous)
were analyzed using the statistical software provided with the system.

Results

Out of 319 surveys sent, 89 physicians answered it (22.8%); 59.6% (n: 53) were male,
mean age 45.98 (SD: 10.16; range: 28-71); neurologists (57.3%; n: 51), psychiatrists
(20.2%; n: 18), and 22.5% other professionals. The vast majority of participants answered
that subjects with prodromal Alzheimer's disease are vulnerable but able to understand.
Respondents were aware of the ethical principles of autonomy and non-maleficence when
communicating therapeutic decisions. Physicians inform the patients of their diagnosis but
using other words, avoiding the terms «Alzheimer» or «dementia». Respondents further
reported to inform patient's families about the diagnosis due to the benefit derived from this
information, and using biomarkers in patient treatment with some reservations. Few
practitioners consider and request the support of the Ethics Committee of their center.

Conclusions

The new advances in neuroscience should be in line with a growth and dissemination of
research ethics.

Keywords:

Prodromal Alzheimer's disease

Ethics

Dementia

Research
TEXTO COMPLETO

Introducción

En los últimos 50 años, se incrementó el envejecimiento poblacional y aumentó


drásticamente el número de casos de deterioro cognitivo y demencia. La enfermedad de
Alzheimer (EA) afecta a 5.300.000 estadounidenses, de los cuales 200.000 tienen menos de
65 años . Los nuevos criterios de EA, con la ayuda de biomarcadores, pueden diagnosticar
1

la enfermedad varios años antes de que el paciente ingrese al estadio demencial (pérdida de
la funcionalidad) .2

La ciencia ha tenido un notable avance en el conocimiento de la enfermedad y en el


diagnóstico temprano, pero no en su curación. Los tratamientos actuales de la EA son
sintomáticos y con una eficacia pobre. Pocos estudios en la literatura avalan que el
tratamiento preventivo (control de factores de riesgo vascular, actividad física aeróbica,
dieta, etc.) retrase el deterioro . Por otro lado, los nuevos fármacos antipatogénicos
3

(antiamiloide) en la EA (estadio moderado) han mostrado resultados desalentadores . 4,5


Los nuevos criterios de la EA ponen al sujeto vulnerable en la condición de «paciente en
espera» de la enfermedad, sin un tratamiento eficaz hasta el momento. Pero, por otro lado,
la fase prodrómica de esta enfermedad abre un enorme abanico de posibilidades de
investigación .
6

Por ende, los médicos debemos enfrentar dilemas en la asistencia diaria y en la


investigación como: 1) comunicar el diagnóstico temprano de una enfermedad incurable, 2)
exponer al paciente tempranamente a una situación de vulnerabilidad; 3) utilizar nuevas
técnicas complementarias como los biomarcadores aprobados para investigación, pero de
valor incierto en asistencia; 4) seleccionar pacientes para inclusión en protocolos de
investigación con fármacos antipatogénicos; 5) valorar la capacidad de comprensión de los
pacientes y, en caso contrario, proponer la subrogación en un familiar o allegado.

El objetivo principal del presente estudio es conocer cuál es la actitud del médico en
nuestro medio, ante un enfermo con EA prodrómica.

Métodos

Estudio descriptivo cualitativo acerca de la actitud de los médicos ante el abordaje de los
pacientes con diagnóstico de EA en etapas tempranas sin demencia.

Población a estudiar: Médicos generalistas y especialistas (neurólogos, psiquiatras,


gerontólogos y médicos de familia) de instituciones públicas y privadas y de diferentes
sectores del país. La muestra se obtuvo de la base de datos de la Sociedad Neurológica
Argentina, Asociación Argentina de Psiquiatras, Servicio de Geriatría del Hospital Italiano
de la Ciudad de Buenos Aires y de profesionales integrantes de Comités de Ética públicos y
privados.

Desarrollo de la encuesta: La encuesta se diseñó con un modelo simple de 32 preguntas con


opciones de respuesta. Fue dividida en varios ítems:

 -
Preguntas 1 a 5: Capacidad del paciente.

 -

Preguntas 6 y 7: Principios éticos involucrados en la toma de decisiones.

 -

Preguntas 8 a 14: Comunicación diagnóstica.

 -

Preguntas 15 y 16: Empatía profesional.

 -

Preguntas 17 a 27: Uso de biomarcadores en asistencia.

 -

Pregunta 28: Vulnerabilidad.

 -

Preguntas 29 a 32: Comunicación con el comité de ética institucional.

La invitación a participar fue enviada a través de un sistema electrónico de mercadeo


(Doppler ®) a direcciones electrónicas. La encuesta tomó menos de 10 min. Se envió un
total de 319 invitaciones y las respuestas fueron recolectadas entre enero del 2013 y julio
del 2014. Los profesionales encuestados no tuvieron acceso a los mails de otros
profesionales y las respuestas fueron anónimas. El estudio fue aprobado por el Comité de
Ética en Investigación del Ministerio de Salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(tabla 1).

Tabla 1.

Encuesta sobre ética y alzhéimer


Encuesta sobre ética y alzhéimer % (n)
Capacidad
1. ¿Usted considera que un paciente con alzhéimer prodrómico conserva 93,3
globalmente la capacidad para comprender y tomar decisiones? (83)
2. ¿Considera que el paciente es capaz de comprender que tiene un problema de 89,9
salud? (80)
3. ¿Considera que el paciente es capaz de comprender que debe recibir 87,6
tratamiento? (78)
4. ¿Considera que el paciente es capaz de comprender los riesgos y beneficios de 76,4
recibir un tratamiento en vez de otro? (68)
5. ¿Considera que el paciente es capaz de elegir o comunicar anticipadamente una 84,3
decisión con respecto a su vida? (75)
Principios éticos
84,3
6. ¿Usted conoce el principio ético de autonomía? (75)
84,3
7. ¿Usted conoce el principio ético de no maleficiencia? (75)
Comunicación diagnóstica
67,4
8. ¿Usted comunica el diagnóstico de alzhéimer a su paciente? (60)
67,4
9. ¿Usted comunica el diagnóstico de alzhéimer al familiar antes que al paciente? (60)
10. ¿Usted comunica el diagnóstico al paciente con otras palabras, evitando decir 66,3
demencia o alzhéimer? (59)
11. ¿Usted comunica el diagnóstico al familiar con otras palabras, evitando decir 18
demencia o alzhéimer? (16)
12. Si comunica el diagnóstico de alzhéimer al paciente, ¿lo hace en una sola
entrevista? Solo se consideraron los casos que respondieron afirmativamente a la 13,3
pregunta 8 (8)
79,8
13. ¿Ve algún beneficio en comunicar el diagnóstico al paciente? (71)
14. ¿Ve algún beneficio en comunicar el diagnóstico a la familia antes que al 66,3
paciente? (59)
Empatía profesional
91
15. Si Ud. tuviese alzhéimer en estadio prodrómico, ¿le gustaría saberlo? (81)
28,1
16. ¿Le gustaría que su familiar lo supiera antes que usted? (25)
Uso de biomarcadores
64
17. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer a sus pacientes? (57)
18. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin la autorización del paciente 11,4
(consentimiento informado)? (10)
19. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin previa entrevista clínica con
el paciente? 1,1 (1)
20. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin haber valorado su 10,2
«capacidad» para comprender que los biomarcadores podrían revelar que sus (9)
Encuesta sobre ética y alzhéimer % (n)
olvidos pueden ser parte de un alzhéimer en curso con más del 95% de certeza?
21. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin haber evaluado el real
alcance e impacto que podría tener esta noticia en él, en su medio laboral, familiar,
económico o en la planificación de su futuro? 8 (7)
22. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin haber valorado su estado 6,8 (6)
emocional o antecedentes psiquiátricos previos de relevancia?
23. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin haber interrogado si el
paciente vive solo o posee una adecuada red familiar para sobrellevar el impacto
de la noticia y la enfermedad a futuro? 8 (7)
24. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin brindarle opciones de 12,5
intervención/tratamiento disponibles o de investigación? (11)
25. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para alzhéimer sin que el paciente pueda 13,6
acceder, por diversos motivos, a un centro de atención para recibir asistencia (12)
posterior?
as 21,8
(19)
27. ¿Ud. considera que, a la entrevista de entrega de resultados del estudio, el 93,1
paciente debiera concurrir acompañado? (81)
Vulnerabilidad
28. ¿Ud. considera que el paciente con alzhéimer prodrómico es un sujeto 88,5
vulnerable? (77)
Relación con el comité de ética de la institución
29. ¿Ud. se comunica habitualmente con el comité de ética de su institución? 46
(40)
30. ¿Comunica al comité de ética dudas o inquietudes sobre el manejo de 23
pacientes con alzhéimer prodrómico? (20)
31. ¿Solicita autorización al comité de ética para realizar estudios epidemiológicos 63,2
en esta población? (55)
32. ¿Solicita autorización al comité de ética para presentar casos o videos de casos 46
de pacientes en congresos médicos? (40)

%: porcentaje de respuestas afirmativas; n: número de respuestas afirmativas.

Estadística

Se calcularon pruebas t de Student para verificar si la edad de los encuestados variaba


significativamente entre quienes habían respondido afirmativa o negativamente a cada una
de las preguntas realizadas. Se analizó que se cumpliera el supuesto de homocedasticidad y,
en caso negativo, se informó el valor de p para variancias desiguales. En el caso de que
alguno de los grupos tuviese un número inferior a 30 se corroboró si se cumplía el supuesto
de normalidad y, en caso negativo, se verificó adicionalmente si el resultado era el mismo
al calcularse la prueba U de Mann-Whitney. Se calcularon pruebas chi-cuadrado para
verificar si existía una asociación estadísticamente significativa entre la respuesta a las
preguntas y la especialidad de los encuestados. En muchas de las preguntas no se cumplía
el supuesto estadístico de al menos un 80% de las casillas con frecuencias esperadas
superiores a 5. En esos casos solo se informan los datos descriptivos de porcentaje y
frecuencia de respuestas afirmativas.

Resultados

Se analizaron los datos de 89 encuestas contestadas sobre el total de 319 enviadas (22,8%).
El 59,6% (n=53) fueron hombres. El promedio de edad fue de 45,98 (DE=10,16) (el
mínimo 28 y el máximo 71). La mayoría de los encuestados eran neurólogos (57,3%;
n=51), psiquiatras (20,2%; n=18) y el 22,5% tenían otras especialidades como especialista
en Infectología, en Medicina Interna, en Medicina Nuclear, en Endocrinología, en Fisiatría,
en Neurocirugía, en Cardiología, en Geriatría y en Clínica Médica e Investigación Clínica.

La edad de los encuestados

En cuanto al tipo de respuesta (afirmativa/negativa) según la edad de los encuestados se


hallaron diferencias estadísticamente significativas para las preguntas 1, 3, 5 y 18 (p<0,05).
En todos los casos, los profesionales que habían contestado afirmativamente eran
significativamente más jóvenes (tabla 2).

Tabla 2.

Pruebas t de Student de diferencias en la edad según las respuestas

M(DE) de edad según p de U de


Preguntas tipo de respuesta p de t de Mann-
Afirmativa Negativa Student Whitney
1. ¿Usted considera que un paciente con
alzhéimer prodrómico conserva globalmente
la capacidad para comprender y tomar 45,37 54,33
decisiones? (9,95) (10,23) 0,036 -
2. ¿Considera que el paciente es capaz de 45,29 52,11 0,056 -
M(DE) de edad según p de U de
Preguntas tipo de respuesta p de t de Mann-
Afirmativa Negativa Student Whitney
comprender que tiene un problema de salud? (10,07) (9,38)
3. ¿Considera que el paciente es capaz de 44,88 53,73
comprender que debe recibir tratamiento? (9,37) (12,52) 0,006 -
4. ¿Considera que el paciente es capaz de
comprender los riesgos y beneficios de 45,29 48,19
recibir un tratamiento en vez de otro? (9,42) (12,27) 0,256 -
5. ¿Considera que el paciente es capaz de
elegir o comunicar anticipadamente una 44,69 52,86
decisión con respecto a su vida? (9,47) (11,32) 0,005 -
6. ¿Usted conoce el principio ético de 45,51 48,50
autonomía? (10,60) (7,20) 0,202 -
7. ¿Usted conoce el principio ético de no 45,55 48,29
maleficiencia? (10,69) (6,47) 0,208 -
8. ¿Usted comunica el diagnóstico de 46,72 44,45
alzhéimer a su paciente? (9,65) (11,16) 0,327 -
9. ¿Usted comunica el diagnóstico de 47,30 43,24
alzhéimer al familiar antes que al paciente? (9,60) (10,91) 0,077 0,124
10. ¿Usted comunica el diagnóstico al
paciente con otras palabras, evitando decir 46,71 44,53
demencia o alzhéimer? (10,53) (9,40) 0,342 -
11. ¿Usted comunica el diagnóstico al
familiar con otras palabras, evitando decir 43,13 46,60
demencia o alzhéimer? (14,01) (9,12) 0,335 0,101
12. Si comunica el diagnóstico de alzhéimer
al paciente, ¿lo hace en una sola
entrevista? Solo se consideraron los casos
que respondieron afirmativamente a la 46,98
pregunta 8 45 (10,22) (9,64) 0,593 -
13. ¿Ve algún beneficio en comunicar el 45,08 49,50
diagnóstico al paciente? (9,12) (13,26) 0,100 -
14. ¿Ve algún beneficio en comunicar el 47,47 43,03
diagnóstico a la familia antes que al paciente? (10,25) (9,47) 0,051 -
15. Si Ud. tuviese alzhéimer en estadio 46,58 39,88
prodrómico, ¿le gustaría saberlo? (10,28) (6,53) 0,075 -
16. ¿Le gustaría que su familiar lo supiera 47,00 45,58
antes que usted? (10,87) (9,93) 0,556 -
17. ¿Ud. solicitaría biomarcadores para 46,39 45,25
alzhéimer a sus pacientes? (10,09) (10,42) 0,616 -
18. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin la autorización del paciente 51,80 45,45
(consentimiento informado)? (9,69) (9,93) 0,060 0,035
19. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin previa entrevista clínica con el
paciente? - - - -
M(DE) de edad según p de U de
Preguntas tipo de respuesta p de t de Mann-
Afirmativa Negativa Student Whitney
20. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin haber valorado su «capacidad»
para comprender que los biomarcadores
podrían revelar que sus olvidos pueden ser
parte de un alzhéimer en curso con más del 50,56 45,67
95% de certeza? (8,53) (10,16) 0,169 0,137
21. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin haber evaluado el real alcance e
impacto que podría tener esta noticia en él, en
su medio laboral, familiar, económico o en la 52,14 45,65
planificación de su futuro? (7,90) (10,09) 0,102 -
22. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin haber valorado su estado
emocional o antecedentes psiquiátricos 52,33 45,72
previos de relevancia? (9,77) (9,98) 0,121 -
23. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin haber interrogado si el paciente
vive solo o posee una adecuada red familiar
para sobrellevar el impacto de la noticia y la 46,29 46,16
enfermedad a futuro? (12,82) (9,88) 0,975 -
24. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin brindarle opciones de
intervención/tratamiento disponibles o de 46,00 46,19
investigación? (11,34) (9,94) 0,953 -
25. ¿Ud solicitaría biomarcadores para
alzhéimer sin que el paciente pueda acceder,
por diversos motivos, a un centro de atención 47,17 46,01
para recibir asistencia posterior? (10,88) (9,99) 0,714 -
26. ¿Ud dejaría que el informe del estudio lo 45,95 46,35
retirase el paciente directamente? (8,97) (10,42) 0,878 -
27. ¿Ud. considera que, a la entrevista de
entrega de resultados del estudio, el paciente 46,02 49,50
debiera concurrir acompañado? (10,12) (9,60) 0,418 0,339
28. ¿Ud. considera que el paciente con
alzhéimer prodrómico es un sujeto 46,66 43,20
vulnerable? (10,31) (7,82) 0,310 -
29. ¿Ud. se comunica habitualmente con el 48,30 44,53
comité de ética de su institución? (9,47) (10,35) 0,082 -
30. ¿Comunica al comité de ética dudas o
inquietudes sobre el manejo de pacientes con 48,85 45,49
alzhéimer prodrómico? (10,02) (10,04) 0,193 -
31. ¿Solicita autorización al comité de ética
para realizar estudios epidemiológicos en esta 46,95 45,09
población? (10,04) (10,18) 0,412 -
M(DE) de edad según p de U de
Preguntas tipo de respuesta p de t de Mann-
Afirmativa Negativa Student Whitney
32. ¿Solicita autorización al comité de ética
para presentar casos o videos de casos de 47,75 45,00
pacientes en congresos médicos? (10,56) (9,57) 0,207 -

DE: desvío estándar; M: media de edad de los encuestados.

En negrita se señala cuando el tipo de respuestas (afirmativas/ negativas) es


significativamente diferente según la edad de los encuestados.

La especialidad de los encuestados

Se observaron menos respuestas afirmativas de las esperadas en el grupo de los psiquiatras


(RTC=−2,8) y entre los profesionales de otras especialidades hubo más respuestas
afirmativas de las esperadas (RTC=2,5) (tabla 3).

Tabla 3.

Pruebas chi-cuadrado de asociación entre las respuestas y la especialidad de los


encuestados

%(n) respuestas afirmativas sobre el total


de neurólogos, psiquiatras y otras
Preguntas especialidades por separado
Otras
Neurólogos Psiquiatras especialidades p
1. ¿Usted considera que un paciente
con alzhéimer Prodrómico conserva
globalmente la capacidad para
comprender y tomar decisiones? 960,1 (46) 880,9 (16) 90 (18) -
2. ¿Considera que el paciente es
capaz de comprender que tiene un
problema de salud? 900,2 (46) 880,9 (16) 90 (18) -
3. ¿Considera que el paciente es
capaz de comprender que debe
recibir tratamiento? 860,3 (44) 770,8 (14) 100 (20) -
4. ¿Considera que el paciente es 800,4 (41) 660,7 (12) 75 (15) -
capaz de comprender los riesgos y
beneficios de recibir un tratamiento
%(n) respuestas afirmativas sobre el total
de neurólogos, psiquiatras y otras
Preguntas especialidades por separado
Otras
Neurólogos Psiquiatras especialidades p
en vez de otro?
5. ¿Considera que el paciente es
capaz de elegir o comunicar
anticipadamente una decisión con
respecto a su vida? 840,3 (43) 770,8 (14) 90 (18) -
6. ¿Usted conoce el principio ético
de autonomía? 780,4 (40) 880,9 (16) 95 (19) -
7. ¿Usted conoce el principio ético
de no maleficiencia? 780,4 (40) 940,4 (17) 90 (18) -
8. ¿Usted comunica el diagnóstico
de alzhéimer a su paciente? 660,7 (34) 720,2 (13) 65 (13) 0,880
9. ¿Usted comunica el diagnóstico
de alzhéimer al familiar antes que al
paciente? 740,5 (38) 610,1 (11) 55 (11) 0,235
10. ¿Usted comunica el diagnóstico
al paciente con otras palabras,
evitando decir demencia o
alzhéimer? 720,5 (37) 550,6 (10) 60 (12) 0,337
11. ¿Usted comunica el diagnóstico
al familiar con otras palabras,
evitando decir demencia o
alzhéimer? 190,6 (10) 220,2 (4) 10 (2) -
12. Si comunica el diagnóstico de
alzhéimer al paciente, ¿lo hace en
una sola entrevista? Solo se
consideraron los casos que
respondieron afirmativamente a la
pregunta 8 110,8 (4) 70,7 (1) 230,1 (3) -
13. ¿Ve algún beneficio en
comunicar el diagnóstico al
paciente? 800,4 (41) 660,7 (12) 90 (18) -
14. ¿Ve algún beneficio en
comunicar el diagnóstico a la
familia antes que al paciente? 660,7 (34) 720,2 (13) 60 (12) 0,726
15. Si Ud. tuviese alzhéimer en
estadio prodrómico, ¿le gustaría
saberlo? 960,1 (49) 720,2 (13) 95 (19) -
16. ¿Le gustaría que su familiar lo
supiera antes que usted? 290,4 (15) 380,9 (7) 15 (3) 0,249
17. ¿Ud. solicitaría biomarcadores
para alzhéimer a sus pacientes? 660,7 (34) 50 (9) 70 (14) 0,367
18. ¿Ud solicitaría biomarcadores 30,9 (2) 170,6 (3) 25 (5) -
%(n) respuestas afirmativas sobre el total
de neurólogos, psiquiatras y otras
Preguntas especialidades por separado
Otras
Neurólogos Psiquiatras especialidades p
para alzhéimer sin la autorización
del paciente (consentimiento
informado)?
19. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin previa entrevista
clínica con el paciente? 0 (0) 0 (0) 5 (1) -
20. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin haber valorado su
«capacidad» para comprender que
los biomarcadores podrían revelar
que sus olvidos pueden ser parte de
un alzhéimer en curso con más del
95% de certeza? 50,9 (3) 50,9 (1) 25 (5) -
21. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin haber evaluado el
real alcance e impacto que podría
tener esta noticia en él, en su medio
laboral, familiar, económico o en la
planificación de su futuro? 70,8 (4) 0 (0) 15 (3) -
22. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin haber valorado su
estado emocional o antecedentes
psiquiátricos previos de relevancia? 50,9 (3) 0 (0) 15 (3) -
23. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin haber interrogado
si el paciente vive solo o posee una
adecuada red familiar para
sobrellevar el impacto de la noticia
y la enfermedad a futuro? 30,9 (2) 50,9 (1) 20 (4) -
24. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin brindarle
opciones de
intervención/tratamiento disponibles
o de investigación? 130,7 (7) 110,8 (2) 10 (2) -
25. ¿Ud solicitaría biomarcadores
para alzhéimer sin que el paciente
pueda acceder, por diversos
motivos, a un centro de atención
para recibir asistencia posterior? 90,8 (5) 110,8 (2) 25 (5) -
26. ¿Ud dejaría que el informe del
estudio lo retirase el paciente
directamente? 210,6 (11) 120,5 (2) 30 (6) -
%(n) respuestas afirmativas sobre el total
de neurólogos, psiquiatras y otras
Preguntas especialidades por separado
Otras
Neurólogos Psiquiatras especialidades p
27. ¿Ud. considera que, a la
entrevista de entrega de resultados
del estudio, el paciente debiera
concurrir acompañado? 940,1 (48) 870,5 (14) 95 (19) -
28. ¿Ud. considera que el paciente
con alzhéimer prodrómico es un
sujeto vulnerable? 840,3 (43) 930,8 (15) 95 (19) -
29. ¿Ud. se comunica habitualmente
con el comité de ética de su
institución? 390,2 (20) 430,8 (7) 65 (13) 0,143
30. ¿Comunica al comité de ética
dudas o inquietudes sobre el manejo
de pacientes con alzhéimer
prodrómico? 130,7 (7) 430,8 (7) 30 (6) -
31. ¿Solicita autorización al comité
de ética para realizar estudios
epidemiológicos en esta población? 580,8 (30) 620,5 (10) 75 (15) 0,445
32. ¿Solicita autorización al comité
de ética para presentar casos o
videos de casos de pacientes en
congresos médicos? 330,3 (17) 560,3 (9) 70 (14) 0,014

%: porcentaje; n: número de casos; P: grado de significación: p<0,05: resultado


estadísticamente significativo.

En negrita se señala cuando hubo una respuesta que mostraba diferencias significativas
según la especialidad.

DiscusiónVulnerabilidad

La gran mayoría de los profesionales encuestados (88,5%) considera que un paciente con
alzhéimer prodrómico es un sujeto vulnerable.

Se entiende por población vulnerable al grupo de individuos con incapacidad


mental o legal para comprender las características de una intervención/investigación o
para expresar su voluntad o a aquellos que, por una condición social, cultural, educativa o
económica desfavorable, son susceptibles de ser influidos por la expectativa de recibir un
beneficio por participar en la investigación (incentivo indebido) o de ser víctimas de una
amenaza por parte de los investigadores o de otros en una situación de poder, si rehusaran a
participar (coerción) .
7

Sin embargo, en el estadio de deterioro cognitivo leve, generalmente la capacidad de


comprender y de expresar la voluntad se encuentran relativamente preservadas. Es recién,
en etapas más tardías, de demencia leve a moderada cuando esta comienza a alterarse.
Existen pocos estudios que evalúen esta capacidad en las etapas prodrómicas de los
pacientes con EA.

Existe un escenario especial en este aspecto, que el médico o investigador debieran


identificar. Son aquellas personas o grupos en situación de vulnerabilidad a fin de
implementar una protección especial para ellos. Los pacientes portadores de alzhéimer en
curso a la demencia, por la simple condición de saber que padecen una enfermedad de
curso crónico, progresivo e incurable, a pesar de no haber perdido la autonomía debieran
ser considerados población en situación de vulnerabilidad, y se debería requerir, para los
ensayos clínicos, la obtención del consentimiento informado en presencia de un testigo
independiente para garantizar la voluntad y la libertad de la decisión de participar . El
7

paciente en nuestro medio, además, puede presentar algunas otras situaciones de


vulnerabilidad que pueden ser relativamente no fáciles de identificar, tales como la
condición económica, social, cultural o educativa desfavorables, que resulta necesario
identificar a la hora de abordar este tipo de pacientes, también desde el punto de vista
asistencial, no solo de investigación.

Capacidad

El 93,3% de los médicos considera que el paciente con alzhéimer prodrómico conserva
globalmente la capacidad para comprender y tomar decisiones, para comprender que tiene
un problema de salud (89,9%), que debe recibir tratamiento (87,6%), que comprende los
riesgos y beneficios de recibir un tratamiento en vez de otro (76,4%) y que es capaz de
elegir o comunicar anticipadamente una decisión con respecto a su vida (84,3%).

Sin embargo, no todos los pacientes en el mismo estadio evolutivo pueden comprender lo
anteriormente enunciado. Tener capacidad significa poseer una serie de aptitudes
psicológicas, cognitivas, volitivas y afectivas que le permitan conocer, valorar y gestionar
adecuadamente la información anterior, tomar una decisión y expresarla.

La capacidad es un atributo de las personas que tiene gran variabilidad. Una persona puede
ser capaz para una función, pero no para otra. Además, puede variar en un mismo individuo
a lo largo del tiempo. Esto implica que la capacidad es caso y tiempo específica. De la
misma manera que, en principio, ha de considerarse a toda persona autónoma, la capacidad
debe presumirse y la falta de capacidad deberá demostrarse. La evaluación de la capacidad
es una de las tareas más complejas a las que el médico se enfrenta cuando asiste a pacientes
con alzhéimer prodrómico.

La valoración neurocognitiva es esencial. Se ha reportado que el instrumento Mini-Mental


State Examination (MMSE) tiene buena correlación con el juicio clínico de incapacidad y
que podría tener utilidad en identificar a los pacientes en rangos bajos y altos de
incapacidad. Se considera que puntajes menores a 19 se asocian altamente con incapacidad,
pero son escasas las asociaciones entre valores más altos de MMSE y capacidad, lo que
hace necesario estandarizar herramientas breves para valorarla . Evaluar la capacidad es
6

importante a la hora de comunicar el diagnóstico, de ofrecer diferentes alternativas de


tratamiento asistencial o experimental, de facilitar el reclutamiento de pacientes autónomos
o de subrogar la decisión en su representante.

Principios éticos involucrados en la toma de decisiones

En nuestra encuesta, el 84,3% refirió conocer los principios éticos de autonomía y de no


maleficencia, involucrados fuertemente en la toma de decisiones de sus pacientes.
El principio ético mayormente involucrado en comunicar o no el diagnóstico de EA a un
paciente es el de autonomía . El ejercicio de la autonomía de las personas exige que se
8,9

cumplan al menos 3 condiciones: a) actuar voluntariamente, es decir, libre de coerciones; b)


tener información suficiente sobre la decisión que se va a tomar y c) tener capacidad.

El principio ético de la no maleficencia debe tenerse en cuenta. Así, se establece la


obligación de no hacer el mal. Al informar el diagnóstico de EA al paciente, o solicitar un
biomarcador de alta especificidad diagnóstica, aunque esta sea la verdad, se puede hacer un
daño por el impacto que esta noticia puede tener sobre él. Esto se puede expresar en forma
de depresión y, en casos extremos, de ideación suicida .
10–12

Comunicación diagnósticaComunicación al paciente

El 67,4% de los encuestados en nuestro medio comunica el diagnóstico de EA a sus


pacientes, utiliza otras palabras para evitar decir demencia o alzhéimer (66,3%) y más de
una entrevista para comunicarle el diagnóstico (86,7%).

Comunicación a la familia

Una proporción significativa de médicos (67,4%) informan el diagnóstico a la familia antes


que al enfermo. El 18% utiliza la palabra demencia o alzhéimer al informar la situación de
salud de su familiar.

Con respecto a la comunicación diagnóstica, el médico tiene la obligación de brindar


información al paciente y el paciente el derecho de saber su diagnóstico, pero también de
no saberlo si así lo desea, el derecho de querer o no compartir el diagnóstico con su familia,
y de planificar su vida de la manera más apropiada según su enfoque. El paciente, para
poder tomar estas decisiones, debe tener relativamente preservada su capacidad intelectual . 8

Un individuo que preserva la conciencia de enfermedad o «insight» es capaz de verbalizar


la naturaleza, severidad y consecuencia de sus alteraciones cognitivas. Sin embargo, los
pacientes con conciencia de sus fallas cognitivas suelen angustiarse más, como sucede en
las personas que transitan la EA prodrómica. Los pacientes depresivos, en general, tienden
a hacer valoraciones menos optimistas que los sujetos normales en situaciones
problemáticas . El 79,8% de los encuestados encuentra beneficioso para el paciente
8

comunicarle el diagnóstico, así como también ve beneficioso informar a la familia antes


que al paciente.

Esto debe valorarse a la hora de comunicar un diagnóstico o de solicitar un estudio


complementario con alta sensibilidad y especificidad, como un biomarcador . 13

Empatía

La empatía es una forma de conocimiento y aproximación al otro, un intento de ponerse en


el lugar de la otra persona. En la relación médico-paciente es, además, un valor, una actitud
y una habilidad. La actitud empática del médico hacia el paciente hace posible el respeto y
la dignidad de la relación médico-paciente. En nuestra encuesta, cuando el profesional se
puso en lugar de enfermo, el 91% respondió preferir conocer su diagnóstico y la mayor
parte de los encuestados (71,9%) no consideró oportuno que su familia lo supiera antes que
él.

La empatía ayuda al médico a imaginar y a comprender lo que el paciente está sintiendo,


siendo la mejor forma de sentir lo que nos es común a los seres humanos. Una relación
digna y respetuosa se basa en la aceptación del paciente más allá de lo que este hace. El
paciente debe ser valorado por lo que es, no por lo que hace. El médico debe ser justo sin
ser juez, debe prevenir, informar y curar, no juzgar una actitud moral ni adoptar una actitud
paternalista.

El médico que logra establecer empatía con el paciente suele ser capaz de tomar la decisión
adecuada en el momento oportuno según la situación, condición o estado del paciente. Y es
en este momento cuando la empatía juega un rol fundamental y puede hacer tomar las
mejores o las peores decisiones a la hora de comunicar o informar un diagnóstico.
Uso de biomarcadores en asistencia clínica

Un biomarcador (también llamado marcador biológico) es una sustancia que ayuda a medir
un proceso biológico normal, una enfermedad o la respuesta a un tratamiento . 14

La identificación de nuevos biomarcadores para el diagnóstico precoz de la EA, antes de la


aparición de los síntomas clínicos, es crucial para avanzar en el conocimiento de esta
enfermedad y en el desarrollo de tratamientos terapéuticos.

La evidencia reciente indica que la EA está precedida por una larga fase preclínica con
cambios bioquímicos, estructurales y funcionales del cerebro, lo que indica que el proceso
fisiopatológico de la neurodegeneración comienza mucho antes de que aparezcan los
síntomas clínicos de demencia. Actualmente existen 2 biomarcadores para el diagnóstico
precoz de la EA en investigación: la acumulación de beta-amiloide en el cerebro o el bajo
contenido de Ab1-42 en el líquido cefalorraquídeo, y el aumento de la proteína Tau (t-tau)
y la tau fosforilada (P-tau) en el líquido cefalorraquídeo . La ausencia simultánea de estos 2
14

biomarcadores permite descartar el diagnóstico, pero su presencia no permite aún


diagnosticar esta enfermedad con certeza. Por eso, en la actualidad, el diagnóstico de la EA
es todavía probabilístico y requiere la presencia de síntomas clínicos y del uso de
biomarcadores con prudencia y bajo situaciones particulares . 15

El 64% de los profesionales encuestados solicitaría biomarcadores a sus pacientes en la


práctica diaria, el 99% con entrevista previa con el paciente y la mayoría (88,6%)
con autorización del paciente, previa firma de un consentimiento informado para dicha
intervención.

Solo el 7% de los encuestados solicitaría biomarcadores sin haber evaluado el real alcance e
impacto que podría tener esta noticia en el paciente, en su medio laboral, familiar,
económico o en la planificación del futuro; el 6,8% los solicitaría sin haber valorado el
estado emocional o los antecedentes psiquiátricos; el 8% los solicitaría sin haber
interrogado si el paciente vive solo o posee una adecuada red familiar para sobrellevar el
impacto de la noticia y la enfermedad a futuro; el 12,5% indicaría el biomarcador sin
brindarle opciones de intervención/tratamiento disponibles o de investigación y el 13,6% lo
haría sin que el paciente pudiese acceder, por diversos motivos, a un centro de atención
para recibir asistencia posterior.

Solo el 21,8% dejaría que el informe lo retirase directamente el paciente, considerando la


amplia mayoría (93,1%) que el paciente debería contar con una entrevista para la entrega de
resultados y a ella debería concurrir acompañado por un tercero.

En síntesis, un gran porcentaje de médicos encuestados tendría en cuenta al paciente en sí,


su condición de vulnerabilidad y la especial atención a situaciones especiales, como el
estado emocional y el entorno familiar y social, antes de indicar y utilizar biomarcadores en
asistencia clínica.

Comunicación con el comité de ética de la institución

Los comités de ética fueron creados con el fin de facilitar la toma de decisiones en casos de


conflictos éticos que puedan producirse en el medio sanitario. En muchos países, como en
la Argentina, los comités de ética (evalúan los aspectos metodológicos y éticos de las
investigaciones con seres humanos) actúan en forma independiente de los comités de
bioética (ley 3301/09) . Los integrantes de un comité de bioética suelen ayudar a que las
16

decisiones que se toman en relación con las cuestiones de valor de la asistencia sanitaria
sean las mejores posibles. La mejor decisión será siempre una decisión prudente, razonable,
tomada después de haber disminuido, dentro de lo posible, la incertidumbre que siempre
acompaña a la resolución de conflictos de índole ética.

El nuevo concepto de alzhéimer prodrómico genera grandes dilemas tanto en la clínica


como en la investigación; sin embargo, solo el 46% de los médicos encuestados se
comunica habitualmente con el comité de su institución; el 23% le informa dudas o
inquietudes con respecto al manejo de este tipo de pacientes; solo el 63,2% solicita
autorización para realizar estudios epidemiológicos en esta población y más del 50% utiliza
filmaciones de sus pacientes con fines de investigación y discusión de casos en congresos
médicos sin previa autorización del comité de su institución.

Con respecto a la edad de los médicos encuestados, en todos los casos los profesionales
que habían contestado afirmativamente: eran significativamente más jóvenes; consideraban
que un paciente con alzhéimer prodrómico conserva globalmente la capacidad para
comprender y tomar decisiones, y es capaz de elegir o comunicar anticipadamente una
decisión con respecto a su vida; y utilizarían biomarcadores sin previo consentimiento
informado del paciente, ya sea para la realización de PL o de un estudio de marcación
cerebral por PET.

Según la especialidad, los psiquiatras tuvieron menos respuestas positivas que los otros


especialistas en esta encuesta. La cautela a la hora de responder preguntas dilemáticas
probablemente sea por su especial formación con la enfermedad mental y por la mayor
aproximación al concepto de insania y discapacidad.

Recientes revisiones bibliográficas repasaron los asuntos éticos en los pacientes con
deterioro cognitivo y demencia. Entre los principales puntos en discusión está comunicar el
diagnóstico de EA en personas asintomáticas o mínimamente sintomáticas con total
«insight»; el incierto diagnóstico basado en biomarcadores sin una amplia validación y el
estigma social de EA muy leve .17,18

En la literatura hay cada vez más consenso en cuanto a la transmisión del diagnóstico de
EA al paciente . Una encuesta a clínicos e investigadores que participaron en la «Iniciativa
19

de Neuroimagen en la enfermedad de Alzheimer» evidenció que el 73% de estos estaba de


acuerdo en la comunicación de los resultados de los biomarcadores a las personas con
deterioro cognitivo leve. Pero las opiniones eran más heterogéneas en cuanto a la
transmisión de los resultados a los pacientes asintomáticos, con solo un 58% a favor de la
comunicación . En oposición a esto, revisiones recientes señalan la existencia de una
20

variación en cuanto a la actitud de los médicos frente a la comunicación diagnóstica hacia


el paciente: la mayoría opta por no transmitir el diagnóstico de EA establecida a sus
pacientes . 21

Los profesionales, en general, coinciden en que hace falta más investigación acerca de
cómo transmitir los resultados de los biomarcadores a los pacientes y, además, acerca de
cuál es la repercusión psicológica de la noticia en el paciente .
20

Como conclusión, los nuevos avances de la ciencia debieran ir en paralelo al crecimiento de


la neuroética y los profesionales involucrados debieran definirse como médicos en el
sentido amplio de la palabra, con un interés especial por todo lo que rodea al enfermo
portador de una EA. Creemos firmemente en la medicina basada en la evidencia, pero
también en la medicina basada en la diferencia y en la experiencia de la relación médico-
paciente en estas instancias donde la identificación de un tratamiento curativo parece
lejana.

Responsabilidades éticasProtección de personas y animales

Los autores declaran que para esta investigación no se han realizado experimentos en seres
humanos ni en animales.

Confidencialidad de los datos

Los autores declaran que en este artículo no aparecen datos de pacientes.

Derecho a la privacidad y consentimiento informado

Los autores declaran que en este artículo no aparecen datos de pacientes.

Conflicto de intereses

Declaramos no presentar conflictos de interés.

Ujjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj
Resumen

En este ensayo se revisan los conceptos de ética, bioética y deontología que con mayor
frecuencia son aceptados. De igual forma se analiza la relación entre ética y medicina,
así como algunas situaciones que generan dilemas éticos además de influir en la
relación médico paciente, en el trabajo clínico del médico y en las decisiones que se
toman tanto en el nivel individual como en el de las instituciones de salud. Se discuten
también algunos factores que resultan de la relación entre la ética y la atención de la
salud, en particular la necesidad de preservar y acrecentar la dimensión humana del
trabajo médico. Se sostiene que para lograr lo anterior se deben superar tres retos
fundamentales: vencer el reduccionismo en el análisis de los asuntos éticos médicos;
saber manejar la incertidumbre en el trabajo médico; alcanzar niveles adecuados de
equidad en la prestación de los servicios de atención a la salud.

Palabras clave: Ética médica; bioética; ética y políticas de salud.

Summary

In this essay, the concepts of ethics, bioethics, and professional ethics are reviewed. In
addition, we analyzed the relationship between ethics and medicine, the conditions
that can be source of ethical dilemmas, andthe influence of ethics in the doctor–patient
relationship, in the clinical work of the physician, and in an individual and institutional
process of decision– making. Some factors that result from the interrelationship
between ethics and health care, in particular the need for preserving and increasing
the human dimension in medical practice, are discussed. Finally, the idea is supported
that to achieve the purpose previously mentioned, three challenges must to be
overcome: to defeat reductionism in analysis of medical matters, to accept the
uncertainty of medical work, and the attempt to reach adequate levels of equity in the
development of health services.

Key words: Medical ethics, bioethics, ethics, health policy.

Introducción

México es un país en proceso de cambio. A los conocidos conceptos de transición


demográfica y epidemiológica, con sus manifestaciones claves: el envejecimiento
poblacional y el recambio de las enfermedades infecciosas por las crónicas, se ha
agregado uno más referido a los factores de riesgo. Es por esto que día a día cobran
importancia creciente factores como el tabaquismo, la obesidad, la vida sedentaria o el
consumo de sustancias adictivas. Otro tipo de transición es la social y política que se
manifiesta en una mayor democratización, en una creciente participación ciudadana y
en la cada vez mayor exigencia en materia de rendición de cuentas.

No hay duda de que las condiciones de salud de la población mexicana han mejorado
durante las últimas décadas. Uno de los indicadores que más ha cambiado es la
esperanza de vida al nacimiento, que ha pasado de 42 años en 1940 a 75 en el 2000.
Sin embargo aún persisten importantes desigualdades en materia de salud y de
atención médica. Por su parte, el sistema de salud mexicano ha evolucionado hasta
convertirse en un conjunto de instituciones con problemas de articulación y sin
posibilidades de ofrecer una cobertura universal. También es claro que este sistema,
sin una importante reestructuración en el financiamiento de sus servicios, continuará
siendo incompleto, inequitativo e ineficiente.1

Es por todo esto que a pesar de los logros alcanzados, las lagunas y carencias en
materia de salud son todavía amplias, y resultan especialmente evidentes cuando se
realizan comparaciones entre grupos de población y áreas geográficas. En este
contexto general deben entenderse y analizarse los conceptos, argumentos y desafíos
que en torno a la ética y la salud se plantearán en las páginas siguientes.

Algunos conceptos

En la literatura referente al tema de la ética en salud, con frecuencia se encuentra la


utilización, casi como sinónimos, de ética médica, bioética y deontología médica. En
cambio en los escritos especializados se analizan los fundamentos para distinguircada
término. Sin embargo en la práctica como en esta presentación tomamos la licencia de
incorporar lo general de los tres conceptos como equivalentes, en la medida en la que
todos ellos ofrecen un marco para la búsqueda del bien de los pacientes, sean estos
individuos o comunidades. No obstante, se plantean las definiciones comúnmente
aceptadas.

Ética

La ética es la ciencia que estudia la moral del hombre en sociedad. Se trata de una
ciencia práctica o normativa pero también de una ciencia teórica. Está constituida por
una serie de reglas de conducta que señalan una obligación, un deberser. Esta
vertiente del pensamiento ético se denomina ética deontológica y se diferencia de la
mera deontología en que ésta última no establece una reflexión sobre las obligaciones
y deberes morales, sino solamente los presenta como códigos a cumplir

La ética es normativa porque estudia las normas morales cuya naturaleza es


eminentemente práctica, y además proporciona los elementos de reflexión que la
fundamentan. Sin embargo, no se ocupa de prescribir normas para distinguir los
hechos justos de los que no lo son, sino que se esfuerza en contestar preguntas más
generales y fundamentales como ¿qué es lo que califica a una acción como buena o
mala, como justa o injusta? Por otra parte, debe distinguirse entre el moralista que
prescribe, crea normas y recomienda un modo de vida que cree justo y bueno, del
ético, que tomando como base la moral históricamente determinada, se encarga de
analizarla y explicarla.2

Más allá se encuentra lo que pudiera denominarse una ética filosófica, en la que priva
la reflexión encaminada a identificar y definir aspectos de carácter general, universal
de ser posible, con los que se puede predicar su validez en lapsos prolongados y en
culturas diversas.3–7
La profesión médica por largo tiempo se ha afiliado a una serie de afirmaciones éticas,
desarrolladas para el beneficio de los pacientes. Esos principios adoptados por la
profesión médica en todos los países definen lo fundamental de la práctica médica
honorable. Al hablar de ética nos referimos a la reflexión filosófica sobre cuestiones
relacionadas con la moral, entendida, según los usos y costumbres de una colectividad
como lo bueno o lo malo, es decir, una serie de situaciones sancionadas de esa forma
en alguna sociedad y tiempo concretos.

Simultáneamente con el nacimiento de la filosofía moral o ética, debido a Sócrates, un


contemporáneo suyo, Hipócrates, iniciaba la reflexión de los médicos con respecto al
bien de los enfermos y establecía, en textos como el Juramento y la Ley, algunos de
los deberes que, desde entonces, la profesión médica ha hecho suyos. Dichos fines que
la medicina ha reconocido como propios son: aliviar y de ser posible, curar las
enfermedades y cuidar por el bienestar físico, mental y aun espiritual de los
enfermos.8"10

Para conseguir sus fines, la medicina ha seguido entre otros, mecanismos como los
siguientes: el estudio de la enfermedad, de las formas y recursos de que se dispone
para tratarla; el análisis de la dinámica psíquica del ser humano, en especial del
individuo enfermo; el respeto a la manera de ser de todos y cada uno de los enfermos,
incluidos los elementos que provienen de su cultura, de sus experiencias personales y
de su condición particular en el momento en que se le atiende, para, a partir de ellos,
precisar como se puede beneficiar.

Esto conlleva un inmenso respeto por la vida, la que constituye un valor inapreciable e
insustituible, pero también representa la necesidad de reconocer la dignidad para
vivirla y la práctica de valores morales alrededor de esta premisa. En el momento
actual, los grandes avances de la ciencia y la tecnología médicas nos obligan a
plantearsi el sólo aumento de la cantidad de años de vida es un beneficio per ser, en
contraste con la posibilidad de que no sea concebible esto sin una calidad mínima
razonable para seguir viviendo. Se vuelve con ello a los conceptos de dignidad y de
centralidad de lo humano, para definir los límites individuales de lo razonablemente
vivible.11–13

Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la
finalidad de la vida humana no estriba sólo en continuar viviendo. Si la vida fuese un
fin en sí mismo, si careciese de un "para qué", no tendría sentido. Así se comprende la
exhortación del poeta latino Juvenal: "Considera el mayor crimen preferir la
supervivencia al decoro y, por salvar la vida, perder aquello que le da sentido".

Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene
suficiente. Necesita vivir de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otra
forma, vivir es necesario pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta ¿para qué
vivir? (la cuestión del sentido) y, en función de ello, ¿cómo vivir?

Bioética

Aún está vigente el concepto de: "Estudio sistemático de la conducta humana en el


ámbito de las ciencias de la vida y de la salud, analizadas a la luz de los valores y
principios morales".14
A los dos grandes principios de la ética hipocrática, el de hacertodo por el bien del
enfermo (beneficencia) y el de no dañarlo (no maleficencia), expresado éste último en
el aforismo quedice priman non nocere(p rimero nodañar), se han sumado
recientemente otros. Estose debe, en parte a que los desarrollos en el pensamiento
médico y la filosofía, en particular después de 1970, han dado nacimiento a lo que
ahora se conoce como bioética. Esto es la ética aplicada a los problemas de la vida que
han sido suscitados por los grandes cambios científicos y tecnológicos. Entre los
filósofos estadounidenses de la medicina, en particular Beauchamp y Childers se
desarrolló a principio de la década del ochenta, una teoría de cuatro principios en la
que se sumaron la autonomía del individuo y la justicia, a los dos originados en el
pensamiento hipocrático que ya fueron referidos.

La bioética se diferencia de la ética médica en que ésta última se refiere


exclusivamente a la búsqueda del bien en los seres humanos enfermos y de aquellos
en quienes se intenta promover la salud, mientras la bioética abordatodos los
problemas inherentes a la vida, aunque debe reconocerse que la mayoría de los hasta
ahora planteados, son médicos o propios de la investigación biomédica.1516

Deontología

En su acepción más habitual, el término deontología suele usarse para designarla


"moral profesional", situándola así como una "moral especializada", aunque debe
subrayarse el hecho de que también frecuentemente se limita a la expresión y
exigencia de normas precisas de conducta. Es conveniente señalar que, ante todo, la
deontología es un capítulo de la ética general, concretamente el campo de los deberes.
Por su parte, los deberes profesionales son sólo un segmento de los deberes en
general.

Lo que en primer término destaca en toda profesión y lo que le confiere su peculiar


dignidad como trabajo ejercido por individuos, es el servicio a la persona, lo que
implica tanto al beneficiario de la prestación, como al trabajador mismo e incluso a la
sociedad. Se entiende que las profesiones, cada vez más especializadas, han de
garantizar la calidad en la prestación del servicio correspondiente. Para ejercer ese
control de calidad, se han establecido colegios de profesionales que elaboran códigos
de buena práctica profesional.

Para ponerlo en términos más claros y directos, conviene señalar que la deontología
profesional es, según nos recuerda el Dr. Ignacio Chávez, la ciencia de nuestros
deberes, la norma de nuestra conducta en tanto médicos. Al mismo tiempo nos señaló
que no es algo inamovible, permanente o que tenga vigencia por sí sólo y menos para
siempre.17

De la misma forma nos hizo notar que hay principios fundamentales que son, ellos si,
parte inseparable de la moral médica de toda la historia. No matar, no dañar al
enfermo, procurar la salud de las personas, respetar la confianza y el cuerpo de los
pacientes son, desde la antigüedad y hasta nuestros días, principios éticos
ampliamente aceptados. Sin embargo, también existen aspectos secundarios que han
variado con el tiempo y con las culturas. La aceptación de las disecciones, la
investigación en pacientes, el manejo de la información médica o el papel del paciente
y de sus familiares en la toma de decisiones, son sólo algunos ejemplos.
 

Etica y medicina

No se puede hablarde un sistema de atención a la salud sin que vengan a la mente


ideas relacionadas con su compromiso moral. En un muy amplio sentido, la atención a
la salud lleva implícita la búsqueda del bien para seres humanos, sean individuos sanos
o enfermos, sean grupos aquejados de algún problema o a los que se trata de evitarlo
al realizar acciones preventivas.18

Algunos consideran que los problemas de la genética y la genómica no son médicos. A


pesar de lo discutible del punto, se puede sostenerque en esencia sí lo son,
particularmente por los alcances de las posibles consecuencias de la aplicación de
estos conocimientos. La preocupación central de la medicina y, por supuesto la del
médico, es el bien de los pacientes y la responsabilidad moral que su búsqueda
implica. En este sentido, la mayor parte de la problemática moral y de la reflexión ética
que suscita, se dan alrededor de la relación médico–paciente.

La suma de la autonomía del paciente como concepto básico, permite modificarla


posición tradicional del médico, paternalista, para buscaruna corresponsabilidad en
latoma de decisiones, misma que lleva en sí la ventaja de que los puntos de vista del
paciente y su familia entran en juego. Las decisiones no pueden ser solamente
técnicas. Involucran múltiples factores que dependen de las características y
condiciones de todo ser humano, de cada caso médico en particular. Por ello, tomar en
cuenta opiniones, saberes e inquietudes del paciente y su familia, en el caso en que
esto sea factible, permitirá disponer de una mayor y mejor posibilidad de hacer las
cosas de forma conveniente.

Por otra parte, la dimensión actual de la salud pública trae consigo otros problemas
morales: se debe tener en cuenta la responsabilidad de la sociedad y del Estado en la
búsqueda de la salud de sus miembros. Junto a este compromiso poblacional, también
se debe considerar la necesidad de hacerlo con la intención de alcanzar condiciones de
justicia social, en lasque la distribución de los recursos para la salud sea accesible a
todos, además de equitativa. En este sentido, los asuntos económicos, de costo–
beneficio, de eficiencia y eficacia de las medidas terapéuticas y preventivas toman un
papel preponderante.19

También es necesario considerarque la actitud moral del médico y su capacidad de


reflexión ética, son principios básicos para que alguien sea considerado como un buen
médico. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, por supuesto eso no basta, se
requiere otro aspecto, el conocimiento adecuado, actualizado y pertinente para el
contexto en el que desarrolle su actividad profesional.20

La primera y fundamental obligación moral del médico tiene que ver con el
conocimiento, con la capacidad, con el manejo de los procesos diagnósticos y de los
esquemas terapéuticos más indicados, en una palabra, con su preparación. En ese
sentido, se debe entender que esta es una responsabilidad que requiere de la
actualización continua y sistemática del médico. No basta con haber sabido, con
haberse formado en la escuela o en la residencia con un nivel adecuado. Privar a un
paciente de una posibilidad terapéutica conveniente es algo inadmisible. Actuar por
omisión o por comisión es absolutamente rechazable.
Esto tiene que ver con todas las etapas del quehacer médico, con la prevención, con la
fase diagnóstica, con la etapa de la instalación del tratamiento, con el seguimiento de
los enfermos, con el manejo del dolor o de la fase terminal de la vida de un individuo,
con el consejoa los pacientes y sus familiares, con todo el quehacer médico y no sólo
con la terapéutica.

Se complica hoy más que nunca por la velocidad con que cambia el conocimiento, por
los increíbles intereses económicosque hacen que, con soltura y cinismo, se hable de la
industria de lasalud, del mercado médicoy de la salud. La sentencia de Chávez seguirá
vigente por mucho tiempo. "Nunca sabrá el médico lo bastante, ni menos estará en
posibilidad de dar siempre el mejor servicio". Su conciencia será su juez. Frente a sí
deberá estar, constantemente, la frase de Louis Portes, que le define su situación y le
sintetiza su deber: "una confianza frente a una conciencia".

Junto a los deberes individuales también se presentan los de orden familiar y cada vez
más los de orden social, colectivo o poblacional. Esto tiene numerosas implicaciones.
Por una parte, debemos reconocer que los asuntos de un paciente son muy
importantes pero no los únicos. También están presentes los asuntos de otros
enfermos, los asuntos de los otros, los de los demás. Al prolongar la agonía se deben
tener en cuenta los aspectos económicos de la familia, las implicaciones en
sufrimiento, en horas de angustia, la disrrupción familiar que necesariamente se
originan.

También debe considerarse algo sobre lo que se ha escrito y meditado poco: el hecho
de que hay una serie de deberes morales que tienen que ver con lo general, con lo
intangible, con lo anónimo, con lo potencial, como opuesto a lo individual o particular,
a lo concreto, lo personal, a lo real. En estas dimensiones se mueven, por una parte, el
tomador de decisiones, el planificador o administrador de los servicios, el responsable
de diseñar las políticas públicas y, por la otra, el médico clínico, el responsable de dar
una consulta, de decidir y practicar una intervención quirúrgica, el que se enfrenta en
la trinchera a los problemas que cotidianamente le plantean sus pacientes.

Aún más, hay por lo menos otras dos situaciones sobre las que se debe reflexionar: en
primer lugar la realidad originada por el hecho de que los problemas que enfrenta o las
facilidades de que dispone el clínico, con frecuencia derivan de las determinaciones y
acciones que toma el administrador. La segunda, la realidad de que muchos de los
asuntos que se ven en el nivel superior, son analizados por profesiones con ética y
formación diferentes a las del médico: la de los administradores, los economistas o los
abogados por sólo poner algunos ejemplos.

Retos fundamentales sobre ética y salud

Merced a su vinculación con lasalud, la ética ha transitado del terreno especulativo, al


campo de las decisiones en salud y ha adquirido un carácter fáctico indudable. Ante el
cambio vertiginoso nos preguntamos ¿cómo preservary acrecentar en el trabajo del
médico su sentido humano? El éxito en la tarea depende de superar tres retos
fundamentales.

 
El reto de la superación del reduccionismo

El primer reto es el desarrollo de un pensamiento complejo y la superación del


reduccionismo. Preguntas como la validez de la clonación con fines terapéuticos, o si la
ingeniería de tejidos a partir de células madre es correcta, o cuáles pueden ser las
repercusiones de la terapia génica sobre la sociedad del futuro deben contemplar,
indispensablemente, a la ética. No obstante, ésta por si misma no puede abordar
exitosamente estos problemas. Para establecer posibles respuestas es indispensable
abordar por lo menos cuatro ejes distintivos en el problema.

Primero, el sustento biomédico, esdecir la comprensión de los mecanismos y procesos


biológicos involucrados en el hecho real o potencial. Así, el apremio para discutirsobre
la clonación proviene de la existencia de la técnica biológica capaz de hacerla posible.
Segundo, el contexto social, esto es, se trata de un hecho biológico que reta a la
sociedad y que debe analizarse integralmente en el contexto económico, sociológico,
político y psicológico que prevalecen en la colectividad. Tercero, la ética propiamente
dicha, en este sentido se debe verificar lo correcto o incorrecto de las acciones, con la
intención de preservarla esencia humana. Por último, se deben considerar los derechos
humanos y los aspectos jurídicos involucrados en el problema.

Así por ejemplo, el aborto es un hecho real o potencial porque existen los recursos
quirúrgicos o farmacológicos para inducirlo. Es un hecho social que en buena parte
depende de condiciones económicas como la miseria, o la escolaridad y el acceso a los
servicios de salud reproductiva. Tener un hijo fuera de matrimonio puede ser
considerado un estigma y ello puede ejercer una presión considerable para que
algunas mujeres aborten. Las creencias religiosas pueden asimismo influir en la
decisión.

También podemos abordar el problema desde el punto de vista filosófico y


preguntarnos ¿cuándo se inicia la existencia de la persona humana y si ésta principia
con la concepción o posteriormente? De la misma forma, convendría establecersi el
embrión humano es una persona, si su eventual destrucción afecta a la especie
humana y nos aleja del bien. Por otra parte nos puede interesar saber si el embarazo
es resultado de una violación, o si el producto presenta malformaciones genéticas
graves. Finalmente, debemos evaluar si al impedir o favorecer el aborto violentamos
los derechos humanos de alguien y valorar la legalidad o ilegalidad jurídica del acto.21

En suma, la relación de la ética con la salud se construye sobre la base de un enfoque


multidisciplinario que posee al menos cuatro grandes ejes: el biomédico, el social, el
filosófico y el relacionado con el derecho. Quien obvia un análisis riguroso y es
incapazde mirarla complejidad de los problemas éticos, adoptando un enfoque
reduccionista, terminará por cometer graves errores.

El reto de la incertidumbre

Casi todos los libros de ética hablan de la necesidad de hacer el bien y evitar hacer el
mal. Nadie puede estar en desacuerdo con unas y otras afirmaciones. El problema
surge cuando comparamos nuestros propósitos con los resultados. La conexión entre lo
que queremos y lo que en verdad ocurre, se relaciona con nuestra capacidad para
predecir el resultado de nuestras acciones.
En septiembre del año 2002 dos investigadores franceses trabajando en el Hospital
Neckerde París, informaron que porsegunda ocasión un paciente sometido previamente
a terapia génica para resolver un caso de inmunodeficiencia severa ligada al
cromosoma X, desarrolló leucemia de células "I".22 Ello condujo a que en los Estados
Unidos de Norteamérica se suspendieran tres ensayos clínicos al respecto y se
dictaminaran requisitos adicionales antes de aprobar dicho estudios.

En este caso apreciamos que, pese al propósito de hacer el bien que animaba a los
investigadores, sus acciones desencadenaron un cuadro de leucemia y no fueron
capaces de anticipar el resultado de sus actos.22,23 En salud prácticamente no existe la
unicausalidad y en cambio tenemos una múltiple determinación de los fenómenos.
Además, los sistemas biológicos y de salud presentan verdaderos saltos cuánticos y
respuestas no lineales, que dificultan la capacidad de predecir el resultado de las
acciones e intervenciones que se ejecutan. Negarla incertidumbre y tratara los
sistemas biológicos y sociales como si fueran un mecanismode relojería totalmente
transparente y predecible, nos da una falsa certeza y lo que es más grave, puede
conducirá la acción irreflexiva.

El reto de la equidad

Con frecuencia se piensa que la aplicación de la ética a la salud se restringe a estudiar


temas considerados de frontera: la terapia génica, la clonación, la reproducción
asistida, el encarnizamiento terapéutico. No obstante, existe un reto general que se
encuentra por encima de todos ellos y que frecuentemente ignoramos. Imaginemosque
merced a la terapia génica se puede curar el asma,sinembargo, no basta con ello.
Queda un reto inmenso que consiste en haceraccesible este avance terapéutico a todos
los que lo requieren.

Es posible que existan el conocimiento y la tecnología para resolver un problema de


salud, es decirque la técnica esté disponible, pero que sólo sea accesible a una minoría
de la población. La falta de accesibilidad puede deberse a los altos costos, al hecho de
que los médicos tratantes desconozcan esta opción terapéutica, o bien, porque los
pacientesde baja escolaridad ignoran susderechosy cómo ejercerlos.

Aún más, la existencia de este tipo de problemas éticos no requiere de tecnología de


punta para presentarse. Así, la decisión de asignar un ventilador mecánico único, a
alguno de dos pacientes que lo requieren, constituye un dilema ético para aquel que ha
de tomar la decisión. Estas decisiones cotidianas, que implican dar una oportunidad a
unos por encima de otros, son más frecuentes en países con carencia de recursos.

Este punto cobra mayor relevancia en la era del libre mercado, porque se considera
que una mano invisible se encargará del bien común, al margen de las decisiones. En
sentido estricto, lo contrario es lo cierto, sólo mediante una intervención conciente y
deliberada se pueden abatir las asimetrías, porque la equidad se alcanza cuando se da
más a los que menos tienen, en un acto de elemental justicia.24,25 Desafortunadamente
hoy vemos lo contrario porque, por ejemplo, mediante el seguro popular se busca
cobrar los servicios de salud a los que menos tienen, para darles a cambio acceso a
aquello a lo que ya tenían derecho.

 
Conclusiones

A 25 años, la declaración de Alma Ata nos trae la frescura de la más firme resolución
para esforzarnos en la lucha por un sistema eficiente y efectivo de "Salud para Todos".
Recordemos parte de ese pronunciamiento: "La salud es un derecho humano
fundamental, y el logro del grado más alto posible de salud es un objetivo social
sumamente importante en todo el mundo, cuya realización exige la intervención de
muchos otros sectores sociales y económicos, además del de la salud. La grave
desigualdad existente en el estado de salud de la población es, política, social y
económicamente, inaceptable y, por tanto, motivo de preocupación común para todos
los países. El pueblo tiene el derecho y el deber de participar individual y
colectivamente en la planificación y aplicación de su atención de salud".26

En efecto, esta declaración buscó significar la denuncia de la grave desigualdad que se


ha registrado en la atención a la salud, sobre todo a partir del desarrollo científico y
tecnológico de las ciencias médicas durante el siglo pasado. Esto es tan evidente, y su
impacto en la calidad de vida de los pobres tan atroz, que tal descuido o negligencia
debe verse como un crimen de ética social.

Es razonable que ante esta situación de injusticia, se espere que las profesiones
médicas y sociales participen en la corrección de las políticas públicas que se deben
modernizar. Al mismo tiempo, para que los médicos, enfermeras, epidemiólogos,
administradores, economistas de la salud y demás profesionales vinculados al campo
sanitario puedan cumplir cabalmente con este compromiso, se ve la necesidad de
involucrara las universidades y centros de educación superior, en el fortalecimiento de
los programas de aprendizaje que capaciten a los estudiantes a identificar el
fenómeno, sus determinantes y a desarrollarlas destrezas para diseñar, promover e
implantar los cambios necesarios.

En abundancia a los principios de Alma Ata, en 1986 se hizo pública la declaración de


Ottawa para la promoción de la salud, en la que se define a ésta como el proceso de
capacitar a las personas para mejorar y aumentar el control sobre su salud.

Como parte de este enfoque, la salud es vista como un recurso para la vida diaria, no
el objetivo de vivir. La salud se interpreta así como un concepto positivo que enfatiza
los recursos sociales y personales, al igual que las capacidades físicas. Por ello, la
promoción de la salud no es únicamente responsabilidad del sector salud, sino que va
más allá de los estilos de vida saludables. Las condiciones y recursos fundamentales
para la salud, son entonces, entre otros, la paz, la educación, la alimentación, el
ingreso económico, la ecología estable, la vivienda, la justicia social y la equidad. La
buena salud es un recurso fundamental para el desarrollo personal y una dimensión
importante de la calidad de vida.

Finalmente, conviene señalarque para tener una visión equilibrada y capaz de impulsar
las transformaciones que el sistema de salud demanda, deberemos estimular el
desarrollo del pensamiento complejo, considerarla incertidumbre y favorecer la
equidad. Es imprescindible tomar en cuenta estas tres dimensiones, para construir un
saber capaz de impulsar el cambio que fortalezca nuestra esencia como profesionales
de la salud, al tiempo que nos permita recuperar la verdadera dimensión de lo
humano.

 
Hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Los médicos tenemos a Hipócrates como el padre de la medicina. Por otra parte,
frecuentemente nuestro símbolo en organizaciones profesionales, centros académicos,
etc., es el báculo del dios griego Asclepio: un báculo con una serpiente enrollada. ¿Es
que los valores de la medicina y de la profesión médica son eternos? Tales valores,
expresión de la profesión médica, parecen haber contribuido a lo largo de la historia a
preservar la integridad de los médicos y a orientar su práctica, incluso más allá de las
presiones sociales, políticas o económicas propias del mundo convulso que nos ha
tocado vivir en el momento actual.

Fines de la medicina

Se trata de cumplir de manera cabal con los fines de la medicina:

- La prevención de las enfermedades y la promoción y conservación de la salud.

- El alivio del dolor y del sufrimiento humano causado por la enfermedad.

- La atención a los pacientes para curar a aquellos que sean curables y para cuidar a
los incurables.

- La evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila.

Para satisfacer estos fines no vale todo. De hecho, el médico lleva a cabo su profesión
mediante un compromiso con la ciencia médica y con los enfermos, y esos
compromisos se establecen a través de un contrato con la sociedad. La base de este
contrato es el profesionalismo, cuyos principios han de ser respetados por el propio
médico y por la sociedad. En este sentido, el concepto clave es la colocación de los
intereses del paciente por encima de los del médico, mantener unos estándares de
competencia profesional y constituirse en el auténtico experto para la sociedad en el
terreno de la salud. Este principio básico es lo que otorga autoridad moral al médico,
de la que se ha de derivar la confianza del enfermo en particular y de la sociedad en
general al comprobar cómo el médico es íntegro en su pensamiento y quehacer, como
individuo y como profesional.

Pero cumplir con este compromiso no resulta fácil en un entorno cambiante, acosado
por problemas de distinta índole e incluso con diferencias de criterios que pueden
resultar evidentes entre los propios profesionales ante la enorme variabilidad en las
que se produce la práctica de la medicina.

Quizá por ese motivo es preciso identificar los principios, valores y responsabilidades
que son propios de la profesión médica y que representan el mínimo común
denominador en el desempeño profesional.

El American College of Physicians, en enero de 2012, publicó su manual de ética, en el


que se define a la profesión médica como caracterizada por un cuerpo de
conocimientos que sus miembros deben de expandir y enseñar, por un código ético,
por un servicio que coloca al paciente por encima de su propio interés y porque su
regulación es singular y socialmente admitida como específica y propia.

El juramento hipocrático, en su versión más antigua o más actualizada, no es otra cosa


que una carta en la que se establecen algunos principios de la profesión médica. Pero
la formulación actual de tales principios, aunque la carta del médico actual puede
encontrar sus raíces en ese testimonio, requiere una cierta expresividad distinta que
ayude a comprender estos principios fundamentales en el mundo complejo en el que
se desarrolla la labor del médico en los primeros lustros del siglo XXI.

También el American College of Physicians, conjuntamente con la European Federation


of Internal Medicine y con el American Board of Internal Medicine, tienen señalados los
tres principios fundamentales de 'nuestra carta actual', que no son otros que:

- Bienestar del paciente. Prima sobre otros valores. Nos obliga a servir exclusivamente
al interés del paciente. Por eso, el altruismo y la generosidad características del médico
contribuyen de manera decidida a que el enfermo reconozca este valor en el
profesional. Consiguientemente, no es un valor que debiera estar influido por
corrientes o presiones sociales, administrativas o de otro tipo (incluidas, naturalmente,
las económicas).

- Autonomía del paciente. Otro principio primordial es que el médico debe respetar la
decisión de sus pacientes, siempre que éstas no ataquen a la ética médica o conduzcan
a una práctica inadecuada. Y este es un principio que encierra, además, otro valor: la
honestidad del médico con el paciente para que éste sea conocedor de la realidad y
pueda tomar decisiones que posteriormente se han de respetar.

- Justicia social. El médico está encargado de impulsar la justicia dentro del sistema de
salud y también de denunciar las injusticias o las posibles discriminaciones en la
prestación de servicios sanitarios basada en razones injustificables (sexo, raza, nivel
socioeconómico, religión o cualquier otra). El médico ha de promover que todos los
que se encuentren en las mismas condiciones de salud tengan acceso a las mismas
alternativas. Lo contrario no es justo ni equitativo. Y esto tiene especial consideración
a la hora de una justa distribución de recursos. Como quiera que los recursos son
limitados, no es ética la discriminación en su aplicación, como tampoco lo es consumir
recursos sin justificación.

Compromisos del futuro médico

Para que el médico ejerza con profesionalidad su misión en la sociedad, y lo haga de la


mano de estos principios fundamentales, debe asumir una serie de responsabilidades y
compromisos.

Competencia profesional

Es un compromiso de por vida con el aprendizaje a fin de mantener los mejores


estándares de calidad en los servicios prestados a los pacientes. Es responsabilidad del
propio médico mantener un conocimiento médico actualizado y elevado, así como las
habilidades clínicas que le permitan ejercer su profesión con 'competencia'. Además, la
profesión en sí misma debe velar por que esto se cumpla, se puedan detectar las
carencias y se puedan corregir. Esto último otorga autoridad moral a nuestra profesión
de cara a la sociedad en la que prestamos servicios.

Honestidad con los pacientes

El médico ha de mantener informado, de manera completa y honesta, a sus pacientes,


con objeto de que éstos sean capaces de tomar decisiones en el ámbito de su
autonomía que pueden afectar a procedimientos diagnósticos y terapéuticos. Esto no
significa que el paciente se involucre en todas y cada una de las decisiones diarias,
sino en aquellas que son las relevantes o componen los aspectos clave del plan de
manejo de la enfermedad. Esta información a los pacientes debe alcanzar a los efectos
adversos que potencialmente se puedan producir o que hayan tenido lugar como
consecuencia de errores o incidentes. En consecuencia, un valor derivado de este
compromiso del médico es analizar las razones de los posibles errores, no ignorándolos
o despreciándolos. Errar es humano, y la medicina hace humildes a los médicos porque
nos enseña diariamente que nos podemos equivocar, y es preciso ser consciente de
ello para evitar tales errores.

Confidencialidad del paciente

Es clave para ganar la confianza del paciente y mantener una correcta relación médico-
enfermo. Este principio del profesionalismo se extiende a la información o debate con
personas ajenas al propio paciente (sean profesionales de la medicina, familiares del
enfermo, responsables legales, etc.). No es ética la utilización fraudulenta de la
información clínica o su tergiversación. En el momento actual, en el que los sistemas
informáticos permiten una gran difusión de datos y en el que algunos datos son
especialmente sensibles (por ejemplo, los genéticos), este principio es más necesario
que nunca. Una excepción podrá ser el interés público o el peligro consciente hacia
terceras personas.

Relaciones apropiadas con los pacientes

Se trata, sencillamente, de no mantener una relación de ventaja con los pacientes. La


situación de dependencia y vulnerabilidad con la que el paciente puede vivir su relación
con el médico puede propiciar situaciones de ganancia ilegales y carentes de ética, en
cualquier plano.

Mejora de la calidad de la atención

Debe ser un objetivo prioritario y permanente del médico. Nos obliga, al margen de
mantener una competencia profesional tal y como ya se ha comentado, a ser capaces
de trabajar en equipo para mejorar la eficiencia en la utilización de los recursos y los
resultados de nuestras actuaciones. Además, el médico ha de implicarse en el diseño
de los procesos de mejora continua de la asistencia sin considerar que 'son otros' los
responsables de que la asistencia se deteriore o mejore. Y, finalmente, este
compromiso implica aceptar que los resultados de nuestra actuación pueden ser
evaluados.

Mejora del acceso a la atención sanitaria

El médico se tiene que implicar en la definición y búsqueda de la atención sanitaria


óptima para las necesidades y recursos disponibles. Es decir, ha de ser equitativo.
Además, debe trabajar para eliminar las barreras y la posible discriminación en el
acceso a los servicios para que sean los ajustados al caso. Una forma particularmente
adecuada del compromiso con la equidad es la promoción de la salud y la prevención
de la enfermedad.

Justa distribución de recursos

Qué duda cabe que los recursos son limitados. Por tanto, los médicos estamos
obligados a emplear criterios de racionalización en el empleo de tales recursos. El
criterio de valorar los resultados en función de la inversión puede ser muy correcto
(criterio coste-efectividad). Eso implica compromiso y trabajo para la búsqueda de las
mayores y mejores evidencias científicas, la identificación de las intervenciones más
coste-efectivas, el empleo de tecnologías previamente evaluadas como adecuadas al
caso y, en definitiva, la búsqueda de la eficiencia (mejores resultados con menor
coste). No es ética la exposición de los pacientes a procesos diagnósticos o
terapéuticos no suficientemente contrastados, que no aporten información relevante (a
veces llegan a ser superfluos) o que expongan al paciente a riesgos innecesarios en
relación con el beneficio esperable. No es ético consumir recursos en un paciente que
no lo necesita, ya sea por desconocimiento o inseguridad del médico.

Conocimiento científico

El médico es un profesional comprometido con la ciencia médica y con los enfermos. La


sociedad ha depositado su confianza en el médico porque entiende que,
científicamente, se encuentra preparado para ejercer su profesión. En consecuencia, el
médico gestiona el conocimiento científico en todos los aspectos: lo debe aplicar
(haciendo asistencia), lo debe incrementar (haciendo investigación) y lo debe
transmitir (enseñando los saberes médicos a aquellos que están en período de
aprendizaje). Su compromiso alcanza a una formación científica de calidad que le
permita contribuir al avance de la ciencia médica y a aplicar las mejores medidas y
principios de la práctica clínica. También la profesión médica en su conjunto es
responsable de organizar un sistema que permita garantizar que los médicos son
poseedores del conocimiento científico adecuado.

Mantener la confianza en los conflictos de intereses

El médico debe evitar el conflicto entre el ejercicio de su profesión, el manifiesto de su


opinión o la difusión del avance científico con intereses ajenos a la propia profesión
médica. Es preciso que evite conflictos entre tales intereses, que pueden estar
encontrados; y, si surgieran, ha de revelarlos. Esto, que puede afectar especialmente a
los médicos líderes de una opinión en un campo concreto (publicaciones, conferencias,
etc.) y a los aspectos económicos (retribuciones por un trabajo realizado) de las
relaciones interpersonales o con organizaciones de distinto tipo, se ha de tratar de
manera pulcra y sin ocultarlo porque, en su caso, puede amenazar la independencia
que se atribuye y presupone al ejercicio del profesionalismo médico.

Responsabilidades profesionales

Nuestra responsabilidad como médicos atañe no sólo a la mejora continua de la


asistencia que prestamos y a las cualidades de ésta (calidad, eficiencia, equidad, etc.),
sino también a procurar velar por los principios de la profesión médica. En
consecuencia, una correcta relación con los demás médicos es determinante, y la
participación en la autorregulación de la profesión que la sociedad encomienda a los
médicos es, asimismo, clave. Por tanto, hemos de participar en el establecimiento de
controles en el ejercicio de la profesión de acuerdo con unos valores y en la corrección
de las desviaciones en el caso de que se produjeran. En la práctica esto significa que el
médico tiene una responsabilidad individual con respecto al ejercicio de su profesión,
pero también colectiva.

Los médicos deben reafirmar su fidelidad a los principios y compromisos del


profesionalismo. Son los principios de la medicina. Permiten, manteniendo el espíritu
eterno de nuestros principios, poder ejercer con dignidad la profesión médica en el
momento actual, en cualquier sitio y circunstancia.

La formación en ética y valores en las facultades de


medicina

Training in ethics and values in medical schools


 

Emilio José Sanz

Catedrático de Farmacología Clínica. Decano de la Facultad de Medicina. Universidad


de La Laguna
E-mail: ejsanz@gmail.com

La labor de las facultades de medicina en la formación de los futuros profesionales no


puede referirse exclusivamente a la transmisión de conocimientos teóricos y
habilidades prácticas, sino que además debe ir dirigida a la formación integral de las
personas que luego ejercerán la medicina. Es necesario que tras la formación
universitaria un médico sepa medicina, sepa ejercer la medicina y que sea un
profesional médico (a lo largo del documento me referiré a los profesionales médicos
utilizando la forma neutra del sustantivo médico, por lo que me aludiré, en todos los
casos, indistintamente a los médicos y las médicas).

Esta orientación ha estado poco presente en el currículo objetivo de los planes de


estudios anteriores a la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES),
aunque constituyese, a través del buen y el mal ejemplo, una parte del currículo
oculto. En los nuevos planes de grado se han incorporado algunas materias (aunque en
formato y duración limitadas) que dedican créditos a la promoción de valores y a la
enseñanza de la ética profesional.

Sin embargo, antes de comprobar si estos nuevos desarrollos curriculares son


adecuados es necesario reflexionar sobre cuáles son esos valores y cómo debe ser el
médico del futuro. Para ello me referiré a la monografía El médico del futuro [1],
publicada por la Fundación Educación Médica. En esa monografía se identifican valores
esenciales que deben compartir todos los profesionales y que deberían ser objeto del
desarrollo de las competencias educativas de los estudiantes de medicina. Se pretende
formar a un médico:

- Que trate enfermos, no enfermedades.

- Con actitud crítica.

- Comunicador y empático.

- Responsable individual y socialmente.

- Que tome buenas decisiones para el paciente y para el sistema.

- Líder del equipo asistencial.

- Competente, efectivo y seguro.

- Honrado y confiable.

- Comprometido con el paciente y la organización.

- Que viva los valores del profesionalismo.

Es evidente que este tipo de competencias, morales, éticas y personales, no pueden


fácilmente enseñarse mediante clases magistrales o evaluarse mediante exámenes de
respuesta múltiple. Exigen un cambio de paradigma educativo, para el que estamos
pobremente preparados.

En este sentido, los propios estudiantes de medicina han tomado la delantera. En


la Guía de recomendaciones éticas para las prácticas clínicas, preparada por el Consejo
Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM, www.ceem.org.es), especifican con rigor,
claridad y sencillez las cualidades, las actitudes, el comportamiento y la relación con
los pacientes que debe mostrar todo estudiante. La lectura cuidadosa de la guía debe
orientar la acción dirigida a la educación en ética y valores en las facultades de
medicina. Al final de ese documento, los estudiantes acaban recordando: 'El alumno
deberá integrar la ética como parte activa y sobresaliente de su formación para
obtener una cultura de responsabilidad, respeto y honestidad', y concluyen diciendo:
'Nadie podrá llamarse buen médico sin antes haber demostrado que es un médico
bueno'.
Los párrafos anteriores nos orientan hacia el objetivo docente de esta tarea
irrenunciable de las facultades de medicina, pero la pregunta que surge es: ¿se pueden
enseñar valores en una enseñanza reglada o este tipo de formación sólo se puede
obtener por imitación viendo los modelos en las prácticas clínicas?

Realmente existen evidencias de que el modelo actual no asegura la formación en


valores y ética. Aunque el refrán sostiene que fray ejemplo es el mejor predicador,
asistimos a una presencia muy frecuente de comportamientos poco ejemplares:
medicina defensiva, reacciones burn-out, conflictos de intereses profesionales, etc. De
hecho, en varios estudios realizados en otros países se constata una pérdida de valores
en el estudiante conforme pasa más tiempo en la facultad y en la residencia de
posgrado. Por otra parte, hay evidencias publicadas desde hace años de que la
incorporación de sistemas de formación sobre ética médica en los currículos, tanto en
forma de clases magistrales como de discusión de casos, aumenta el nivel del
razonamiento moral de los estudiantes [2].

En la literatura anglosajona hay un cuerpo importante de doctrina que evalúa el


progreso moral de los estudiantes de medicina (y otras profesiones sanitarias), y
donde se ha comprobado la posible existencia de 'currículos ocultos' en la estructura
de la educación médica que inhibe, más que facilita, el desarrollo del progreso moral
de los estudiantes. Algunos de estos primeros estudios de campo sugirieron que existe
una tendencia negativa en el progreso ético durante la carrera de medicina, con una
decreciente sensibilidad moral y una involución de la capacidad para el razonamiento
moral [3]. Para ello se han utilizado escalas que miden los estadios de desarrollo moral
de Kohlberg (Moral Judgment Interview), distinguiendo entre la 'moralidad
preconvencional' (basada en las consecuencias fácticas de nuestras acciones), la
'moralidad convencional' (donde predomina el hecho de atenerse a las normas morales
y legales) y la 'moralidad posconvencional' (en la que las virtudes y principios éticos
universales o particulares son asumidos como propios). Estudios similares se han
venido publicado desde entonces en varios países. En 2011 Hren et al [4] mostraron
en una facultad de medicina croata cómo los estudiantes experimentaron un retroceso
desde un estadio posconvencional a uno convencional tras pasar a la parte clínica de
sus estudios, comparando además con un grupo control de la misma edad que no tenía
estudios universitarios. Y mantienen una relación causal entre este retroceso moral y
la docencia clínica, en la que pueden influir la organización jerárquica de los servicios
clínicos, la naturaleza de los dilemas morales a los que se enfrentan los alumnos y el
currículo oculto que subyace en las prácticas.

Otros estudios sugieren que muchos estudiantes de medicina, que deberían estar en
esa transición, muestran muy pocos cambios en su desarrollo moral. Posiblemente
esto está relacionado con la percepción de las presiones para adaptarse a la 'cultura
informal' de los servicios médicos. Muchos estudiantes perciben una 'disidencia' interna
considerable al intentar acomodar los valores personales relacionados con la empatía,
el cuidado y la compasión en sus prácticas clínicas [5].

La bibliografía es abundante. Self y Baldwin observan una disminución de la capacidad


para el razonamiento moral entre el primero y el último curso de Medicina [6] y
también una detención, durante la carrera, del desarrollo moral esperado para la edad
y el nivel educacional de los estudiantes [7].

Este tipo de hallazgos han sido refrendados por más autores, que también sugieren
una disminución de la conducta moral a lo largo de la carrera de medicina, de forma
que los estudiantes de los últimos años son más tolerantes con las faltas de ética que
los estudiantes menos avanzados [8], o la percepción de una 'erosión ética'; un 62%
de los estudiantes analizados por Feudtner et al [9] reconoce que sus principios
morales han resultado erosionados o perdidos durante la carrera.

Hicks et al [10] analizaron qué tipo de dilemas éticos se presentan a los estudiantes de
medicina. En su trabajo reconocen que hasta un 47% se sintió presionado para actuar
incorrectamente y un 62% observó a su instructor actuar incorrectamente. Por
ejemplo, en situaciones en las que se plantea un conflicto entre la enseñanza y la
atención al paciente (exámenes médicos sin consentimiento, prácticas invasivas con el
solo fin de enseñar/practicar, visitas innecesarias, falta de confidencialidad, etc.), la
asignación de responsabilidades que los estudiantes no podían llevar a cabo (control
prenatal sin supervisión, curaciones no supervisadas, etc.) o una atención médica
subestándar (falta de consentimiento, curaciones sin los medios apropiados, falta de
tratamiento del dolor, etc.). De hecho, los estudiantes reconocieron que muchas veces
los hechos observados contradecían el discurso explícito. Y es que, como reflexiona
Coles (de la Universidad de Harvard) [11], habitualmente proponemos el razonamiento
complejo, la reflexión independiente, pero luego les hacemos exámenes de respuesta
múltiple en donde se premia la retención de información en crudo, en donde los
detalles más abstrusos son los que más probabilidades tienen de ser preguntados.
Predicamos el trabajo en equipo, pero premiamos la competencia entre estudiantes.
Otras veces los estudiantes ven en su escuela y en sus profesores individualismo;
autoritarismo; competencia feroz por el dinero, el prestigio, las posiciones de poder;
mecanicismo; eficientismo; evitación del riesgo legal; complacencia o intercambios de
favores con la industria farmacéutica y electromédica.

Los anteriores trabajos sustentan la idea de que la mera transmisión por ósmosis o por
la experiencia clínica de los mentores no parece ser la forma más adecuada de
trasmitir esos valores que hemos identificado como sustanciales. De hecho, los
estudiantes (y los profesionales, de una forma más profunda, pero quizá menos
consciente) se encuentran ante expectativas y mensajes contradictorios a la
confrontación entre la moralidad 'expresada' y la moralidad 'presentada' (Tabla).

 
 

Tras este repaso a las evidencias publicadas, parece necesario proponer una forma
estructurada y bien organizada para trasladar un currículo explícito a los estudiantes
de medicina. Se puede afirmar que las facultades de medicina tienen una
responsabilidad en la formación en valores, ética y profesionalismo que no pueden
obviar. Es una responsabilidad cualificada si queremos formar médicos competentes y
buenos.

La Orden ECI/332/2008, de 13 de febrero, 'Por la que se establecen los requisitos para


la verificación de los títulos universitarios oficiales que habiliten para el ejercicio de la
profesión de médico', implanta un módulo II que debe contener aspectos de 'Medicina
social, habilidades de comunicación e iniciación a la investigación' y donde se
especifica que deben contemplarse contenidos para 'Conocer los fundamentos de la
ética médica. Bioética. Resolver conflictos éticos. Aplicar los valores profesionales de
excelencia, altruismo, sentido del deber, responsabilidad, integridad y honestidad al
ejercicio de la profesión. Reconocer la necesidad de mantener la competencia
profesional. Saber abordar la práctica profesional respetando la autonomía del
paciente, sus creencias y cultura'. Esta directriz se ha plasmado en una gran variedad
de nuevas asignaturas en los diferentes nuevos programas de grado, en las que, al
menos formalmente, se han integrado estos conocimientos. Sin embargo, este módulo
está generalmente minusvalorado y se presentan frecuentemente quejas sistemáticas
por los créditos dedicados a ética, comunicación, sociología/antropología,
profesionalismo, etc. Por otra parte, estos pocos créditos suelen estar confinados en
los primeros cursos de la carrera y alejados de las prácticas clínicas. Muchos
profesores de las facultades siguen insistiendo en que estas competencias 'no se deben
enseñar en una asignatura', muchas veces con la no tan secreta intención de utilizar
esos créditos para aumentar los dedicados a su propia materia.

Y de alguna manera la pregunta es pertinente: ¿se puede enseñar ética médica y


valores morales y profesionales en clase? ¿Se deben centrar estas materias en la
explicación de teorías éticas actualmente vigentes o se deben limitar a la enseñanza de
las leyes y normas (códigos, declaraciones, etc.) pertinentes? ¿Se trata, acaso, de
enseñar técnicas de resolución de conflictos?

Algunas personas podrían valorar que la enseñanza y la formación en valores pueden


estar más cerca del adoctrinamiento. ¿Cómo separar la formación en valores de la
formación en los aspectos legales de la medicina, el repaso del código deontológico o
la iniciación al corpus de la bioética?

Al final el objetivo no debe ser memorizar más datos y comprender las repercusiones
legales de la actuación médica (para lo que suelen mantenerse los contenidos clásicos
de la medicina legal). Se trata, en definitiva, de enseñar a pensar. Y eso no se puede
trasmitir (sólo) por 'lecciones magistrales', requiere la participación activa del
estudiante.

La bioética debe abordarse desde los fundamentos y las principales teorías éticas,
resaltando los procedimientos para la toma de decisiones, haciendo hincapié en los
valores clásicos de la medicina (muy bien recogidos, por cierto, en la Guía de
recomendaciones éticas para las prácticas clínicas del CEEM) y entrenando la asunción
personal de criterios morales, a ser posible en un estadio posconvencional de la
clasificación de Kohlberg. Y la evaluación debería realizarse respetando los criterios
personales de los alumnos, pero exigiendo la coherencia y la profundidad en el
análisis.

Es difícil implementar un programa de calidad adecuada en las facultades de medicina


por las dificultades ya mencionadas, pero las experiencias de éxito han supuesto
siempre una mayor implicación del alumno en el desarrollo de este tipo de docencia. La
dificultad de su localización en los primeros cursos de la carrera se puede ver
compensada por la mejor disposición de esos alumnos, y un idealismo todavía no
mediatizado por el medio en el que se van a desenvolver. La utilización de portafolios,
páginas wiki, trabajos de los alumnos, películas relacionadas con aspectos de la
bioética, etc., hacen que la predisposición de los alumnos sea mucho mejor, y el
aprovechamiento, excelente. Se requiere, en definitiva, asegurar una actitud activa del
estudiante de pregrado, una actitud reflexiva del propio alumno. Una dificultad añadida
es encontrar docentes adecuados para esta materia. Frecuentemente se han hecho
cargo de esta enseñanza profesores de medicina legal o historia de la medicina. Sin
embargo, ésta debería ser un área trasversal en la que cupieran todos los docentes de
la facultad, y en especial los que tienen una labor clínica. Afortunadamente, cada vez
es más frecuente contar con profesionales formados en este ámbito en alguno de los
múltiples programas de posgrado que existen sobre bioética y materias afines. Las
áreas de conocimiento asignadas a esta docencia no deberían ser restrictivas, sino
abiertas, y, en muchas ocasiones, adaptadas a personas con formación e interés para
ello. Son programas, además, en los que es posible y muy conveniente contar con
otros profesionales, no necesariamente profesores contratados por la universidad, pero
que pueden colaborar puntualmente en estas materias. Se trata de encontrar a las
personas idóneas.

Un programa longitudinal de ética debería procurar generar sensibilidad y habilidades


morales, expandir el horizonte intelectual de los estudiantes, inculcar conocimientos y
categorías éticas, enseñar procedimientos para la toma de decisiones morales, mostrar
la ética clínica en contexto y en tiempo real y promover una visión crítica de la
medicina actual.

Si bien la situación actual es confusa y nos encontramos en la fase inicial de la


implantación de estas enseñanzas, también se trata de un momento de oportunidades.
Tras un análisis de la situación real de la enseñanza de la bioética y los valores en las
facultades de medicina, se puede intentar coordinar programas y generar materiales
educativos comunes.

En cualquier caso, cualquier actividad docente en esta área será mejor que la dejación
mayoritaria que se ha venido observando hasta los (pen)últimos planes de estudio.

Otras posibles tablas, tomadas de la Guía de recomendaciones éticas para las prácticas
clínicas del CEEM, son las siguientes:

- De las cualidades que debe presentar un estudiante de medicina:

• Amor a la profesión.

• Respeto.

• Empatía.

• Humildad.

• Responsabilidad.

• Prudencia.

• Calidez.

• Profesionalidad.

• Capacidad comunicativa.

• Ser ejemplar.

- De las actitudes de los estudiantes en sus prácticas clínicas:


• Participación activa en todas las actividades relacionadas con el proceso de
formación, con exigencia y sentido de la responsabilidad.

• Desarrollo personal.

• Respetar a los profesores, médicos y a otros profesionales sanitarios que colaboran


en el proceso de entrenamiento clínico.

• Identificar situaciones que implican algún conflicto ético durante las prácticas
clínicas.

• Cultivar la sensibilidad ética personal, sin dejarse influir por un entorno desfavorable.

• Colaborar con los compañeros estudiantes de medicina, tanto en lo relativo a la


actualización de conocimientos como en lo relacionado con la ética personal.

• No discriminar a ningún paciente.

• Actitud si el estudiante padece una enfermedad transmisible.

- Del comportamiento del estudiante en las prácticas clínicas:

• Puntualidad.

• Identificación.

• Respeto de las normas generales y específicas de cada servicio.

• El estudiante debe asumir el comportamiento correcto que se espera del personal


sanitario en sus relaciones con los enfermos.

• El estudiante debe saber escuchar y ser respetuoso en su trato con el paciente, sus
familiares y los miembros del equipo asistencial.

• Debe tratar de manera respetuosa a todo el personal del hospital.

• Uso responsable de los recursos.

- De la relación (del estudiante) con el paciente en sus prácticas clínicas:

• Ha de quedar siempre claro que la participación de los pacientes en las actividades


docentes es voluntaria.

• Se debe obtener un consentimiento explícito verbal de los pacientes antes de


realizarles una historia clínica, una exploración física o un procedimiento terapéutico
sencillo.

• Hay que reflexionar y valorar si es oportuna o no una exploración, buscando siempre


el beneficio del paciente.
• El estudiante debe aprender a respetar el derecho de los pacientes a tomar
decisiones sobre su tratamiento.

• No hay que coaccionar ni presionar a ningún paciente con el fin de lograr algún
beneficio propio.

• Se ha de respetar la intimidad del paciente durante las actividades docentes.

• El derecho a la confidencialidad.

• El alumno no está autorizado a informar a los familiares o amigos de los pacientes


acerca de lo que sabe sobre éste.

• Sólo se puede acceder a la historia clínica de la institución sanitaria por razones


asistenciales, docentes o de investigación.

Bibliografía

1. Gual A, Pardell H, coords. El médico del futuro. Barcelona: Fundación Educación


Médica; 2009.

2. Self DJ, Wolinsky FD, Baldwin DC Jr. The effect of teaching medical ethics on
medical students' moral reasoning. Acad Med 1989; 64: 755-9.

3. Patenaude J, Niyonsenga T, Fafard D. Changes in students' moral development


during medical school: a cohort study. CMAJ 2003; 168: 840-4.

4. Hren D, Marusic M, Marusic A. Regression of moral reasoning during medical


education: combined design study to evaluate the effect of clinical study years. PLoS
One 2011; 6: e17406.

5. Branch WT Jr. Supporting the moral development of medical students. J Gen Intern
Med 2000; 15: 503-8.

6. Self DJ, Schrader DE, Baldwin DC Jr, Wolinsky FD. The moral development of
medical students: a pilot study of the possible influence of medical education. Med
Educ 1993; 27: 26-34.

7. Self DJ, Baldwin DC Jr. Does medical education inhibit the development of moral
reasoning in medical students? A cross-sectional study. Acad Med 1998; 73 (10
Suppl): S91-3.

8. Simpson DE, Yindra KJ, Towne JB, Rosenfeld PS. Medical students' perceptions of
cheating. Acad Med 1989; 64: 221-2.

9. Feudtner C, Christakis DA, Christakis NA. Do clinical clerks suffer ethical erosion?
Students' perceptions of their ethical environment and personal development. Acad
Med 1994; 69: 670-9.
10. Hicks LK, Lin Y, Robertson DW, Robinson DL, Woodrow SI. Understanding the
clinical dilemmas that shape medical students' ethical development: questionnaire
survey and focus group study. BMJ 2001; 322: 709-10.

11. Coles R. The moral education of medical students. Acad Med 1998; 73: 55-7.

ESTUDIO: VALORES DEL MÉDICO Y SU CARÁCTER

STUDY: PHYSICIAN VALUES AND CHARACTER

Valores del médico y su carácter: proyecto VADEMECA.


Evaluación de los valores del futuro médico

Physician values and character: VADEMECA project.


Assesment of the values of the future physician
 

José Luis Villanueva Marcos, Irene López Gómez, José María Requena, Víctor
Troyano, Carmelo Vázquez Valverde y Jesús Millán Núñez-Cortés

Dirección General de Atención al Paciente. Consejería de Sanidad. Comunidad de


Madrid (J.L. Villanueva Marcos). Psicóloga. Becaria del Programa de Formación del
Profesorado Universitario (FPU). Cátedra de Psicopatología. Facultad de Psicología.
Universidad Complutense de Madrid (I. López Gómez). Alumno de sexto curso de
Medicina. Unidad Docente Hospital Universitario Gregorio Marañón. Universidad
Complutense de Madrid (J.M. Requena, V. Troyano). Catedrático de Psicopatología.
Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid (C. Vázquez Valverde).
Catedrático de Medicina. Universidad Complutense de Madrid. Jefe del Servicio de
Medicina Interna y Jefe de Estudios del Hospital Universitario Gregorio Marañón.
Director de la Cátedra de Educación Médica Fundación Lilly-Universidad Complutense
de Madrid (J. Millán Núñez-Cortés).
E-mail: jesus.millan@salud.madrid.org

Introducción
Cada año las facultades de medicina reciben a unos alumnos con los mejores
expedientes durante el bachillerato y que han finalizado el examen de acceso a la
universidad con una nota elevada. No estudian medicina más que alumnos bien
seleccionados por su competencia en el estudio. Cualquier profesor que lleve unos
años impartiendo una asignatura puede también apreciar que cada alumno llega con el
bagaje de otras competencias personales que ha adquirido en la enseñanza primaria,
el bachillerato, en su familia y en el entorno social en el que ha vivido. Y no es difícil
observar déficits en la formación del carácter a los que debemos atender. Podemos
estar delante de alumnos con una carencia global de madurez, si comparamos, por
ejemplo, con los de hace unos años. Sin que podamos generalizar, a veces se
evidencian determinados patrones: una personalidad en la que los sentimientos
emergen por encima del razonamiento y que no hace caer en la cuenta de la necesidad
de estar pendiente de los demás, que quizá se encuentran en un problema; una
tendencia exagerada para hacer sólo lo que apetece; falta de sentido de
responsabilidad; apatía; etc. También se puede observar que en ocasiones los médicos
especialistas en formación tienen conductas que denotan esa falta de competencias del
carácter.

Es admitido por todos que el 'médico en cuanto médico' tiene que poseer una serie de
cualidades del carácter que son necesarias para el ejercicio de la medicina y que
intervienen directamente en la relación médico-paciente: la fidelidad a la confianza de
los pacientes, compasión (del compassion inglés, que expresa algo más amplio que la
conmiseración; 'hacerse cargo', podríamos decir), humildad, sabiduría práctica
(prudencia), integridad, autocrítica, justicia, fortaleza, templanza, etc. [1,2]. El
problema de este tipo de competencias en medicina es la ausencia de 'cultura' de la
evaluación. Deberíamos ser capaces de descubrir comportamientos que reflejen estas
'fortalezas de carácter' (traducimos así el término inglés character, al que hacen
referencia los autores en lengua inglesa. Una persona de carácter suele entenderse en
castellano como una persona de fuerte personalidad o decidida. En inglés, a person of
character denota a alguien con elevadas virtudes: una 'persona con principios').

Hasta ahora, más allá de algunas características que se recogen en lo que llamamos
'profesionalismo', no se han definido los estándares para la enseñanza de las fortalezas
de carácter y, desde luego, no se han evaluado las competencias de carácter de los
estudiantes de medicina [3]. Parece interesante, como punto de partida, conocer 'el
retrato robot' de estos estudiantes y compararlo con otros de su misma edad. Este
proyecto es el que hemos denominado VADEMECA (de valores del médico y su
carácter).

Evaluación de las fortalezas de carácter

Nos hemos basado en los estudios que Martin Seligman y Christopher Peterson
describen en su libro de 2004 [4]. Ellos, como instrumento de medida, crearon un
cuestionario de las fortalezas del carácter basándose en una clasificación de los
recursos positivos del individuo. Ese instrumento de medida, llamado Values in Action
Character Strengths, vio la luz después de una serie de años de trabajo serio con un
método que consistió, en primera instancia, en examinar las respuestas que se habían
dado sobre el buen vivir y el buen comportamiento en tradiciones filosóficas que
tuvieron un impacto claro y duradero en la civilización humana. Así, estudiaron el
cristianismo, islamismo, judaísmo, la filosofía ateniense, hinduismo, budismo, taoísmo
y confucionismo. Para ello, analizaron una serie de textos de referencia: la Biblia, el
Corán, Analectas (Confucio), Tao Te Ching (Lao Tzu), Brihadaranyaka
Upanishad y Bhagavad Gita (hinduismo), La república (Platón),
la Ética a Nicómaco (Aristóteles) y Suma teológica (Tomás de Aquino). Junto con ello,
obras de Al-Farabi, William Bennett, Benjamin Franklin y Carlomagno. Además, se
incluyeron en el análisis libros que pueden parecer 'poco serios' para un estudio
científico, pero que recogen elementos importantes de la cultura popular como alguna
literatura de ficción, libros de autoayuda y otros más anecdóticos, como, por ejemplo,
el manual de los Boy Scouts. Finalmente, revisaron obras de una serie de psicólogos
como Edward Thorndike, Erik Erikson, Abraham Maslow, Dennis Greenberger, Marie
Jahoda, Carol Ryff, Louis Leon Thurstone, Cawley y Gardner.

Como resultado, se encontraron que seis virtudes se hallaban reiteradamente en la


mayoría de estas tradiciones y textos revisados. Éstas eran: el coraje, la justicia, la
humanidad, la templanza, la sabiduría y la trascendencia. Al elegir sólo las cualidades
que eran compartidas, evitaban que se produjese un sesgo histórico en la clasificación
de las virtudes y fortalezas del carácter. Posteriormente, se convocó un panel de
expertos, que estableció las fortalezas de carácter de cada una de las seis virtudes
detectadas, de acuerdo con 10 criterios que cada fortaleza candidata debía cumplir
para que fuese incluida [2,4]. De este modo, se produjo una lista de 24 fortalezas que
se vincularon con las seis virtudes nucleares (Tabla).

 
 

El buen carácter está constituido por diferentes componentes, situados a diversos


niveles de abstracción. Las virtudes son los componentes más abstractos. El siguiente
nivel de abstracción corresponde a las fortalezas de carácter, que son los 'ingredientes'
(procesos o mecanismos) que definen las virtudes, el modo en que se muestra una u
otra virtud. Por ejemplo, la sabiduría como virtud se manifiesta a través de una serie
de fortalezas, como son la curiosidad, el interés por las cosas, el amor por el
conocimiento y el aprendizaje, el juicio, el pensamiento crítico, la mentalidad abierta,
el ingenio, la originalidad, la inteligencia práctica y la perspectiva. Mas abajo aún en el
nivel de abstracción se encuentran los hábitos específicos que llevan a una persona
concreta a manifestar una determinada fortaleza en una determinada situación.

Describimos a continuación los rasgos principales de las 6 virtudes y las 24 fortalezas


de carácter.
Sabiduría

No hace referencia a la inteligencia, no es lo mismo que el coeficiente intelectual. Es el


conocimiento adquirido a través de un esfuerzo y que se usa para bien. Incluye las
siguientes fortalezas de carácter:

- Curiosidad e interés por el mundo. Tener interés por lo que sucede alrededor,
encontrar temas atrayentes, buscar y descubrir nuevas cosas.

- Amor por el conocimiento y el aprendizaje. Llegar a dominar nuevas materias y


conocimientos, tendencia para nuevos aprendizajes.

- Apertura de mente, juicio y pensamiento crítico. Pensar sobre las cosas y ver todos
sus significados y matices. No sacar conclusiones al azar, sino tras evaluar cada
posibilidad. Estar dispuesto a cambiar las propias ideas de acuerdo con la evidencia.

- Creatividad, ingenio, originalidad e inteligencia práctica. Pensar en nuevos itinerarios


y formas de hacer las cosas. Incluye la creación artística, pero no se limita
exclusivamente a ella.

- Perspectiva. Ser capaz de dar consejos oportunos y adecuados a los demás,


encontrando vías no sólo para comprender el mundo, sino también para ayudar a
comprenderlo a los demás.

Coraje (valor)

La capacidad para superar el miedo físico, moral y psicológico. No se trata de un solo


acto extraordinario. Tiene componentes en la vida interior y exterior. Incluye las
siguientes fortalezas de carácter:

- Valor y valentía. No dejarse intimidar ante la amenaza, el cambio, la dificultad o el


dolor. Ser capaz de defender una postura que uno cree correcta aunque exista una
fuerte oposición por parte de los demás. Actuar según las propias convicciones aunque
eso suponga ser criticado. Incluye la fuerza física, pero no se limita a eso.

- Persistencia, perseverancia y diligencia. Acabar lo que uno comienza. Persistir en una


actividad aunque existan obstáculos. Obtener agrado por las tareas emprendidas y que
consiguen finalizarse con éxito.

- Autenticidad, integridad y honestidad. Ir siempre con la verdad por delante, no ser


presuntuoso y asumir la responsabilidad de los propios sentimientos y de las acciones
emprendidas.

- Vitalidad y pasión por las cosas. Afrontar la vida con afán y dinamismo. Hacer las
cosas con convicción y dando todo de uno mismo. Vivir la vida como una apasionante
aventura, sintiéndose participante de ella.

Humanidad

Mejorar el bienestar de otros a través de nuestras fortalezas, la conducta


desinteresada a favor de los demás. Estar dispuestos a hacer actos generosos,
bondadosos o benevolentes que mejoran a quienes los presencian. Incluye las
siguientes fortalezas de carácter:

- Amor y capacidad de amar y ser amado. Tener importantes y apreciadas relaciones


con otras personas, en particular con aquellas en las que el afecto y el cuidado son
mutuos. Sentirse cerca y apegado a otras personas.

- Bondad, simpatía, amabilidad y generosidad. Hacer favores y buenas acciones para


los demás, ayudar y cuidar a otras personas.

- Inteligencia emocional, personal y social. Ser consciente de las emociones y


sentimientos tanto de uno mismo como de los demás, saber cómo comportarse en
diferentes situaciones sociales, saber qué cosas son importantes para otras personas,
ser empáticos.

Justicia

Tiene que ver con la equidad; los premios deben de otorgarse de acuerdo con lo que
cada uno ha hecho. También se relaciona con los conceptos de necesidad y de
igualdad. Es una virtud interpersonal, implica imparcialidad. Incluye las siguientes
fortalezas de carácter:

- Trabajo en equipo, ciudadanía, civismo y lealtad. Trabajar bien dentro de un equipo o


grupo de personas, ser fiel al grupo de trabajo y sentirse parte de él.

- Sentido de la justicia y equidad. Tratar a todas las personas como iguales, con
objetividad y justicia. No dejar que los sentimientos personales influyan en decisiones
sobre los otros, de modo que se dé a todo el mundo las mismas oportunidades.

- Liderazgo. Animar al grupo del que uno forma parte para hacer cosas, así como
reforzar las relaciones entre las personas de dicho grupo. Organizar actividades
grupales y llevarlas a buen término.

Templanza

Viene a significar 'hacer todo con medida'. Quien posee esta virtud tiene control sobre
los excesos. Concede la habilidad para, sin ayuda externa, conocer y manejar las
emociones, motivaciones y conductas que podrían desembocar en problemas
interpersonales y sociales. Es una forma de 'renunciar' que termina por ser generosa
hacia uno mismo y los demás. Incluye las siguientes fortalezas de carácter:

- Capacidad de perdonar y misericordia. Capacidad de perdonar a aquellas personas


que no han actuado bien y darles una segunda oportunidad, sin ser vengativo ni
rencoroso.

- Modestia y humildad. Dejar que sean los demás los que hablen de uno mismo, no
buscar ser el centro de atención y no creerse más especial que los demás.

- Prudencia, discreción y cautela. A la hora de tomar decisiones, ser prudente sin


asumir riesgos innecesarios ni decir o hacer nada de lo que después uno se pueda
arrepentir.
- Autorregulación y autocontrol. Tener capacidad para regular los propios sentimientos
y acciones. Tener disciplina y control sobre los impulsos y emociones.

Trascendencia

La sensación de estar unidos a algo más grande que nosotros mismos en cuanto a
propósito y significado. Aquello que va más allá del conocimiento humano. Lo opuesto
del nihilismo (la propuesta de que la vida no tiene significado alguno). Esta virtud nos
recuerda que somos diminutos, pero nos alza por encima de la insignificancia. Incluye
las siguientes fortalezas de carácter:

- Aprecio de la belleza y la excelencia y capacidad de asombro ante lo ordinario. Saber


apreciar la belleza de las cosas, del día a día, o interesarse por aspectos de la vida
como la naturaleza, el arte o la ciencia.

- Gratitud. Ser consciente y agradecer las cosas buenas que a uno le pasan. Saber dar
las gracias.

- Esperanza, optimismo y proyección hacia el futuro. Esperar lo mejor del futuro y


trabajar para conseguirlo. Creer que está en nuestras manos conseguir un buen futuro.

- Sentido del humor. Apreciar reír y gastar bromas, sonreír con frecuencia. Ver el lado
positivo de la vida.

- Religiosidad, espiritualidad, fe y sentido religioso. Pensar que existe una finalidad o


un significado universal en las cosas que ocurren en el mundo y en la propia
existencia. Creer que existe algo superior que da forma y determina nuestra conducta
y nos protege.

Para la evaluación de las virtudes y fortalezas se diseñó un cuestionario de


autoinforme llamado Values in Action Inventory of Strengths (VIA-IS) que consiste en
240 ítems. Se puede completar libremente on line, y desde hace unos años cuenta con
una versión en castellano (se puede completar en castellano en
www.psicologiapositiva.org). Este cuestionario usa una escala de Likert de cinco
respuestas, para medir lo frecuente que es que uno se perciba a sí mismo realizando
conductas representativas de las fortalezas y virtudes del carácter. La escala de Likert
mide actitudes o predisposiciones individuales en contextos sociales particulares y se
obtiene mediante la sumatoria de las respuestas obtenidas en cada ítem. Se describe
una actitud concreta y se pregunta al entrevistado si esa conducta es muy parecida a
mí, algo parecida a mí, neutra, algo diferente a mí o muy diferente a mí. La escala del
VIA-IS tienen un α de Cronbach > 0,70 y correlaciones test-retest > 0,70. La
puntuación máxima en cada fortaleza de carácter es de 5.

Proyecto VADEMECA

Estudiamos las fortalezas de carácter de alumnos del grado en Medicina para describir
las que eran más prevalentes, comparándolas con una muestra de estudiantes del
mismo rango de edad que utilizamos como control.
Se analizaron los cuestionarios VIA contestados por 75 estudiantes de sexto curso de
Medicina en la Universidad Complutense de Madrid pertenecientes a la Unidad Docente
de Hospital Universitario Gregorio Marañón, todos con una edad entre 23 y 24 años, el
70,7% mujeres. Se compararon sus respuestas con las de 69 estudiantes
universitarios españoles de diversos estudios que completaron el cuestionario
VIA online [5], con edades entre 21 y 24 años, el 87% mujeres.

Se realizó un análisis estadístico descriptivo y la prueba t para muestras


independientes, utilizando el programa estadístico SPSS 15. El resumen de los
hallazgos se recoge en la figura. Las barras más oscuras corresponden a las fortalezas
de carácter en las que los estudiantes de medicina son superiores: persistencia,
prudencia, autorregulación, gratitud y religiosidad.

 
Hasta ahora no se conocía el perfil de las fortalezas del carácter de los estudiantes de
medicina, por lo que este estudio supone un primer avance. La persistencia, prudencia,
autorregulación, gratitud y religiosidad parecen deseables para la relación médico-
paciente en el ejercicio de la medicina. Sin embargo, existen varias limitaciones. En
primer lugar, en el grupo con el que se compara -estudiantes universitarios españoles
del mismo rango de edad que han completado el cuestionario VIA on line- no se
especifican los estudios universitarios de cada alumno y cabe la posibilidad de que
haya también incluidos algunos estudiantes de medicina. Estamos desarrollando un
estudio con alumnos de último curso de la Facultad de Ciencias Económicas. Esto es
interesante porque podría darse el caso de que las fortalezas de carácter no mostrasen
cambios estadísticamente significativos en los alumnos de los dos grados y ello
hablaría a favor de que características de las fortalezas de carácter se deban, por
ejemplo, al tiempo, la ciudad o el entorno social de los alumnos. Puede tratarse de un
efecto específico de cohorte. Por otra parte, los resultados de cualquier autoevaluación
o autodiagnóstico solamente son fiables si se responde a las preguntas con sinceridad.
Técnicamente, la evaluación externa complementa el autotest, recogiendo la
información del entorno. Un método de esta última es la evaluación Mirror: si se le
invita a una persona próxima al evaluado (puede no ser del entorno profesional, puede
ser un buen amigo, el cónyuge, etc.) para que responda un cuestionario idéntico al
rellenado por el evaluado en la autoevaluación, se conseguirá un resultado, que puede
compararse con el de la autoevaluación, y un efecto espejo que permitirá corregir y
matizar el sesgo de subjetividad que pudiera tener la autoevaluación. Al tratarse de
una persona cercana al autoevaluado, en la que éste tiene confianza, la posibilidad de
aceptar las posibles diferencias y el feedback son mayores. Además, existe la
posibilidad de comentar de modo conjunto cada una de las valoraciones o las que
provoquen mayor desacuerdo. De este modo, se enriquece el punto de vista del
autoevaluado y, además, resulta menos agresivo para él. En el entorno directivo, otro
modo de obtener información es el feedback 360o, con cuestionarios que responden los
superiores jerárquicos, los compañeros o iguales y los subordinados o colaboradores.
Este método cuenta con muchas variaciones, sobre todo en función de los diferentes
grupos implicados en el proceso. Así, cuando la evaluación la realiza sólo el jefe se
habla de feedback 90o. Cuando la realizan jefes y colaboradores se
denomina feedback 180o. Tanto en el caso de la evaluación 180o como 360o debe
mantenerse el anonimato y la confidencialidad.

Es necesario seguir profundizado en las competencias de carácter del futuro médico,


del médico especialista en formación y del médico especialista y, principalmente en los
dos primeros casos, incorporarlas en las tutorías.

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