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para la medicina
Gonzalo Herranz, Grupo de Trabajo de Bioética, Universidad de Navarra
Conferencia pronunciada en el Corso d’Aggiornamento Regionale Ticinese
Lugano, 26 de Marzo de 1987
Índice
II. La ética profesional, cauce necesario para el creciente poder del médico
Sean mis primeras palabras para agradecer a la Orden de los Médicos del Cantón
de Ticino la gentil invitación para participar en este Curso breve de Ética médica.
Mi agradecimiento es muy sincero.
Segundo, porque me ha ofrecido un tema muy general, y sospecho que muy poco
polémico, para tratar ante ustedes. ¿Qué podré decir yo sobre la necesidad de la
Ética profesional del médico que no sea ya sabido? Poder tratar un tema así es un
privilegio del que se goza en pocas ocasiones.
Si alguien sospechara que exagero no tiene más que hacer una sencilla
experiencia: ir a los índices analíticos de las revistas o al Index Medicus y buscar
las entradas correspondientes a los conceptos Ética médica y derivados.
¿Es todo esto algo exclusivo de los directivos de las Órdenes, que de alguna
manera han de demostrar que hacen algo, o de ratas de biblioteca, que dedican su
atención a materias marginales y tienen su gozo en escudriñar editoriales, cartas
al Editor y otros géneros menores de la bibliografía médica? No son muchos los
estudios de campo diseñados para medir la importancia que la Ética médica tiene
en la vida ordinaria de los médicos prácticos. Pero me parece bastante
representativa, y muy poco sospechosa de manipulación, la investigación llevada
a cabo en el Departamento de Gastroenterología del Hospital Universitario de
Herlev, en Dinamarca. Durante tres meses, los médicos de esa unidad hicieron
una nota cada vez que se encontraban con lo que se denominó un problema ético
significativo, esto es, un problema que implicara un juicio de valor no-técnico y
que o bien hiciera dudar al clínico acerca de la decisión que debería tomar o bien
creía que otros médicos podrían haber evaluado el problema de modo diferente.
De los 426 pacientes admitidos en la unidad hospitalaria, se encontraron
problemas éticos significativos en 106 (25%). Los problemas surgían en
conexión con el diagnóstico, el tratamiento, la información que había de darse a
los pacientes, en torno a conflictos de derechos del paciente y restricciones del
sistema de salud, o a conflictos entre el paciente y sus familiares, a la
participación en programas de investigación clínica, etc. No es, pues, un hallazgo
ocasional o exótico el problema ético significativo en la práctica médica.
II. La ética profesional, cauce necesario para el creciente poder del médico
Pero sabemos bien que el resultado de este examen no sería demasiado brillante
en el conjunto de la profesión. En un sector considerable de los médicos está
difundida una actitud ante la Ética que podríamos caracterizar como de
ignorancia benigna y optimista. Piensan que es suficiente tener buena conciencia,
buen carácter o buenas intenciones para ser una persona honrada y resolver con
acierto intuitivo los dilemas éticos de la práctica profesional. Otro sector, cada
día más numeroso, está formado por los que se muestran escépticos sobre el valor
práctico de la Deontología. Unos llegan a esta conclusión pesimista por nostalgia
de los buenos tiempos pasados: la Medicina ya no es lo que era. Otros no creen
en la Deontología al ver cuán poco caso se hace de ella: el Código deontológico
es una bella literatura escrita en papel mojado. Otros médicos, en fin, condenan la
Deontología por razones políticas, pues dificulta la utilización de la profesión
médica como instrumento de revolución social.
Las ideas de los médicos acerca de cuándo están indicados los psicofármacos son
tan diferentes como las cantidades que de ellos recetan. No quiero referirme
ahora a la conducta delictiva de recetar estupefacientes a drogadictos a cambio de
dinero: todos estamos de acuerdo en que eso no es Medicina, sino un negocio
sucio. Pero, añado entre paréntesis, no podemos ignorar que en los Estados
Unidos, por ejemplo, el consumo de psicofármacos (estupefacientes, estimulantes
anfetamínicos y barbitúricos) fraudulentamente recetados por médicos supera al
de los introducidos por el tráfico ilegal; y que, recientemente, la introducción de
un sencillo sistema de colaboración entre policía y las Organizaciones médicas
de algunos Estados ha conseguido reducir a un tercio la cantidad de
psicofármacos dispensados con receta médica. Vuelvo atrás. Los médicos son
muy diferentes en cuanto al papel de los psicofármacos en la vida de la gente.
Unos opinan que la gente tiene derecho a apoyarse en la química para superar los
conflictos y las molestias de la vida y para regalarse un poco de felicidad
artificial merced al hedonismo psicofarmacológico. Otros creen que los
psicofármacos han de dispensarse con mucha parsimonia, pues algo de ansiedad
es un ingrediente normal de la vida humana. El hombre, piensan, es un ser
inquieto; apagar su ansiedad por medio de la farmacología no es sólo un modo de
dilapidar dinero, sino de marchitar la vitalidad de los individuos y de la sociedad.
Nos dicen que, si Dostoievski, Wagner o Tchaikovski hubieran sido tratados por
cierto tipo de médicos, no nos hubieran dejado su arte. Pero, de hecho, la
manipulación psicofarmacológica que está al alcance de cualquier médico puede
apagar ansiedades y emociones, y también el coraje de vivir, la capacidad de
arrepentimiento de los ciudadanos de a pie. De hecho, los psicofármacos están
ocupando en la vida de un número creciente de personas el lugar de las virtudes.
La química está sustituyendo a la ascética.
Estos ejemplos, y otros mucho más dramáticos que podríamos añadir nos
muestran cuán grande es hoy el poder discrecional del médico. Cuando se emplea
al servicio de sus enfermos está en realidad sirviendo a una idea del hombre.
Puede escoger entre ser protector de su humanidad amenazada o volverse sordo a
los valores más nobles que hay en el hombre. La libertad profesional del médico
le obliga a asumir responsabilidades éticas de enorme envergadura. Por ello, la
Ética médica es tan consustancial a su trabajo con los enfermos como lo es el
conocimiento científico.
III. La ética profesional y la necesidad de moderar el poder del enfermo
Pero, sobre todo, el poder del paciente se ha hecho muy grande en virtud de su
ascenso a posiciones de decisión. Desde los años 60 se extiende por todas partes
el movimiento que reivindica los llamados derechos del paciente. Hay entre esos
derechos, como todos sabemos, algunas justas reclamaciones derivadas de la
dignidad humana del paciente, que antes no eran debidamente reconocidas. Pero
hay también algunas disparatadas y altaneras exigencias introducidas por el ala
libertaria del movimiento consumista.
No es, por tanto, de extrañar que el movimiento en favor de los derechos del
paciente haya producido, al lado de ciertos efectos beneficiosos, algunos frutos
amargos. Ha avivado, por una parte, la conciencia ética del paciente, pues, al
afirmar vigorosamente su autonomía y su derecho a ser informado para decidir en
conciencia, coloca al enfermo en una posición más libre y responsable y, por
tanto, más rica de valores morales. Pero cuando el paciente, demasiado celoso de
sus derechos, asume una actitud agresivamente reivindicativa, corre el peligro de
dar a la relación médico-enfermo un sesgo ruinoso. Tiende entonces a abusar de
sus derechos y a tornarse arrogante. Trata de imponer sus decisiones y exige al
médico que se pliegue a sus demandas. Surgen así los inhumanos e inmorales
envites del aborto por demanda, de la cooperación al suicidio, de la esterilización
voluntaria.
Para empezar, veamos qué dice la gente de los médicos. Cuando la gente sale de
la consulta del médico o vuelve del hospital de visitar a un familiar o a un amigo
no parece a veces demasiado feliz. Recuerdo que hace unos años visitaron la
Clínica Universitaria de Navarra algunos altos directivos de la American Medical
Association. Yo era entonces el Decano de la Facultad de Medicina y les invité a
hacer una visita a los Departamentos de la Clínica. Uno de los Vicepresidentes de
la AMA declinó gentilmente la invitación, diciéndome que, en su estructura
interna y en sus instalaciones técnicas, todos los hospitales eran aburridamente
semejantes. Que, si se lo permitía, él quería moverse libremente por el vestíbulo
de entrada de la Clínica Universitaria. Cuando, después de tres horas volvimos a
reunirnos me hizo este comentario: Este es un hospital excepcionalmente bueno:
la gente está más alegre cuando se va que cuando viene. No se ve este fenómeno
en muchos otros sitios.
¿Cómo es posible que siendo la Medicina más eficaz que nunca esté recibiendo
más críticas que en cualquier tiempo pasado? El descontento de la gente tiene
orígenes diferentes. Se debe en parte a que se espera demasiado de la Medicina.
Cada día se concede más valor a la salud, que para muchos es el valor más
preciado. Es lógico que así ocurra, sobre todo en las sociedades dominadas por el
hedonismo. En ellas, el sobrevivir ha dejado de ser un problema, gracias a la
protección del Estado-providencia. El público aspira a gozar de buena salud, a
estar en forma. Muchas Constituciones modernas incluyen el derecho a la salud
entre los fundamentales del ciudadano. Resulta de ello, que todos tenemos
derecho a estar sanos y no de cualquier modo, pues, según la doctrina oficial, la
de la Organización Mundial de la Salud, debemos aspirar a un estado de perfecto
bienestar físico, psíquico y social y no simplemente a vernos libres de
enfermedad. No es, pues, extraño que algunos vayan al médico con una exigencia
casi jurídica de bienestar y esperan del doctor que ponga remedio no sólo a sus
achaques, sino también a todos sus problemas. Pero, evidentemente, el médico no
puede satisfacer unas aspiraciones tan descabelladas y ello produce desencanto.
Pienso, sin embargo, que la mayor parte del descontento no nace al comprobar la
incapacidad taumatúrgica del médico. Proviene de que los pacientes no se sienten
tratados como personas. Por eso, se ha hecho tópico decir que la Medicina se ha
deshumanizado. Cuando se interroga a los enfermos por qué no están satisfechos,
suelen decir que el médico les dedica poco tiempo, que no se interesa por los
problemas que realmente les preocupan, por sus temores o aprensiones. Añaden
que el médico tiende más a recetar que a escuchar, a ver los resultados de sus
análisis o sus radiografías, que cada vez les miran menos a la cara. Se sienten
despersonalizados.
Estos movimientos, con muchos otros del corte irracional tipo Ciencia para el
pueblo, crean una situación difusa de desconfianza hacia la Ciencia y la
Medicina, de rebelión contra la Expertocracia y crean un ruido de fondo que
impide oír con claridad las voces, mucho menos estridentes, de los médicos que
buscan con sinceridad rehabilitar la Ética médica.
Pero como consecuencia de las legislaciones, que siempre han de conceder pluses
y suplementos para asegurar la reelección, crecen los gastos de salud y bienestar,
hasta el punto de hacerse insostenibles. Entonces los políticos obligan a los
médicos a racionar los recursos limitados. Como es prácticamente imposible que
un médico pueda encontrar razones médicas para no tratar a determinados grupos
de pacientes, es necesario introducir no-médicos en los sistemas de toma de
decisiones a fin de atender a las urgentes exigencias de los funcionarios del
presupuesto. Se empieza por crear Comités de optimización de servicios y
auditorías para evaluar el rendimiento de la tecnología. Pronto se hace claro que
para doblegar la resistencia ética es preciso crear Comités de Bioética.
Mkkkkkk
Aspectos éticos en la atención médica
RESUMEN
Introducción
Métodos
Se elaboró una encuesta dirigida a médicos, que fue enviada por correo electrónico por
sistema Doppler. Los datos (anónimos) fueron analizados utilizando el programa estadístico
del sistema.
Resultados
Se enviaron 319 encuestas y fueron respondidas 89 (22,8%). De ellas, el 59,6% (n: 53)
fueron hombres, con edad promedio de 45,98 (DE: 10,16; rango: 28-71); neurólogos
(57,3%; n: 51), psiquiatras (20,2%; n: 18) y de otras especialidades 22,5%. La gran mayoría
consideró al sujeto con enfermedad de Alzheimer prodrómica como vulnerable y con
adecuada capacidad para comprender. Refirieron conocer los principios éticos de
autonomía y no maleficencia cuando se comunican decisiones. Asimismo, la mayoría
respondió que informaba al paciente de su diagnóstico evitando decir alzhéimer o
demencia. También, que lo comunicaban a su familia, justificando beneficio por ello, y que
utilizaban biomarcadores en la asistencia con algunos resguardos. Pocos profesionales
consideran y solicitan apoyo del Comité de Ética institucional.
Conclusión
Palabras clave:
Alzheimer prodrómico
Ética
Demencia
Investigación
ABSTRACT
Introduction
The new diagnostic criteria for Alzheimer's disease based on biomarkers may predict the
onset of dementia several years earlier. With the advance of the medical science, physicians
face new dilemmas both in clinical practice and in research.
Aim
To analyze ethical concerns in the clinical practice and research on Alzheimer's disease.
Methods
A survey was e-mailed to physicians through the Doppler system. The data (anonymous)
were analyzed using the statistical software provided with the system.
Results
Out of 319 surveys sent, 89 physicians answered it (22.8%); 59.6% (n: 53) were male,
mean age 45.98 (SD: 10.16; range: 28-71); neurologists (57.3%; n: 51), psychiatrists
(20.2%; n: 18), and 22.5% other professionals. The vast majority of participants answered
that subjects with prodromal Alzheimer's disease are vulnerable but able to understand.
Respondents were aware of the ethical principles of autonomy and non-maleficence when
communicating therapeutic decisions. Physicians inform the patients of their diagnosis but
using other words, avoiding the terms «Alzheimer» or «dementia». Respondents further
reported to inform patient's families about the diagnosis due to the benefit derived from this
information, and using biomarkers in patient treatment with some reservations. Few
practitioners consider and request the support of the Ethics Committee of their center.
Conclusions
The new advances in neuroscience should be in line with a growth and dissemination of
research ethics.
Keywords:
Ethics
Dementia
Research
TEXTO COMPLETO
Introducción
la enfermedad varios años antes de que el paciente ingrese al estadio demencial (pérdida de
la funcionalidad) .2
El objetivo principal del presente estudio es conocer cuál es la actitud del médico en
nuestro medio, ante un enfermo con EA prodrómica.
Métodos
Estudio descriptivo cualitativo acerca de la actitud de los médicos ante el abordaje de los
pacientes con diagnóstico de EA en etapas tempranas sin demencia.
-
Preguntas 1 a 5: Capacidad del paciente.
-
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-
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Tabla 1.
Estadística
Resultados
Se analizaron los datos de 89 encuestas contestadas sobre el total de 319 enviadas (22,8%).
El 59,6% (n=53) fueron hombres. El promedio de edad fue de 45,98 (DE=10,16) (el
mínimo 28 y el máximo 71). La mayoría de los encuestados eran neurólogos (57,3%;
n=51), psiquiatras (20,2%; n=18) y el 22,5% tenían otras especialidades como especialista
en Infectología, en Medicina Interna, en Medicina Nuclear, en Endocrinología, en Fisiatría,
en Neurocirugía, en Cardiología, en Geriatría y en Clínica Médica e Investigación Clínica.
Tabla 2.
Tabla 3.
En negrita se señala cuando hubo una respuesta que mostraba diferencias significativas
según la especialidad.
DiscusiónVulnerabilidad
La gran mayoría de los profesionales encuestados (88,5%) considera que un paciente con
alzhéimer prodrómico es un sujeto vulnerable.
Capacidad
El 93,3% de los médicos considera que el paciente con alzhéimer prodrómico conserva
globalmente la capacidad para comprender y tomar decisiones, para comprender que tiene
un problema de salud (89,9%), que debe recibir tratamiento (87,6%), que comprende los
riesgos y beneficios de recibir un tratamiento en vez de otro (76,4%) y que es capaz de
elegir o comunicar anticipadamente una decisión con respecto a su vida (84,3%).
Sin embargo, no todos los pacientes en el mismo estadio evolutivo pueden comprender lo
anteriormente enunciado. Tener capacidad significa poseer una serie de aptitudes
psicológicas, cognitivas, volitivas y afectivas que le permitan conocer, valorar y gestionar
adecuadamente la información anterior, tomar una decisión y expresarla.
La capacidad es un atributo de las personas que tiene gran variabilidad. Una persona puede
ser capaz para una función, pero no para otra. Además, puede variar en un mismo individuo
a lo largo del tiempo. Esto implica que la capacidad es caso y tiempo específica. De la
misma manera que, en principio, ha de considerarse a toda persona autónoma, la capacidad
debe presumirse y la falta de capacidad deberá demostrarse. La evaluación de la capacidad
es una de las tareas más complejas a las que el médico se enfrenta cuando asiste a pacientes
con alzhéimer prodrómico.
Comunicación a la familia
Empatía
El médico que logra establecer empatía con el paciente suele ser capaz de tomar la decisión
adecuada en el momento oportuno según la situación, condición o estado del paciente. Y es
en este momento cuando la empatía juega un rol fundamental y puede hacer tomar las
mejores o las peores decisiones a la hora de comunicar o informar un diagnóstico.
Uso de biomarcadores en asistencia clínica
Un biomarcador (también llamado marcador biológico) es una sustancia que ayuda a medir
un proceso biológico normal, una enfermedad o la respuesta a un tratamiento . 14
La evidencia reciente indica que la EA está precedida por una larga fase preclínica con
cambios bioquímicos, estructurales y funcionales del cerebro, lo que indica que el proceso
fisiopatológico de la neurodegeneración comienza mucho antes de que aparezcan los
síntomas clínicos de demencia. Actualmente existen 2 biomarcadores para el diagnóstico
precoz de la EA en investigación: la acumulación de beta-amiloide en el cerebro o el bajo
contenido de Ab1-42 en el líquido cefalorraquídeo, y el aumento de la proteína Tau (t-tau)
y la tau fosforilada (P-tau) en el líquido cefalorraquídeo . La ausencia simultánea de estos 2
14
Solo el 7% de los encuestados solicitaría biomarcadores sin haber evaluado el real alcance e
impacto que podría tener esta noticia en el paciente, en su medio laboral, familiar,
económico o en la planificación del futuro; el 6,8% los solicitaría sin haber valorado el
estado emocional o los antecedentes psiquiátricos; el 8% los solicitaría sin haber
interrogado si el paciente vive solo o posee una adecuada red familiar para sobrellevar el
impacto de la noticia y la enfermedad a futuro; el 12,5% indicaría el biomarcador sin
brindarle opciones de intervención/tratamiento disponibles o de investigación y el 13,6% lo
haría sin que el paciente pudiese acceder, por diversos motivos, a un centro de atención
para recibir asistencia posterior.
decisiones que se toman en relación con las cuestiones de valor de la asistencia sanitaria
sean las mejores posibles. La mejor decisión será siempre una decisión prudente, razonable,
tomada después de haber disminuido, dentro de lo posible, la incertidumbre que siempre
acompaña a la resolución de conflictos de índole ética.
Con respecto a la edad de los médicos encuestados, en todos los casos los profesionales
que habían contestado afirmativamente: eran significativamente más jóvenes; consideraban
que un paciente con alzhéimer prodrómico conserva globalmente la capacidad para
comprender y tomar decisiones, y es capaz de elegir o comunicar anticipadamente una
decisión con respecto a su vida; y utilizarían biomarcadores sin previo consentimiento
informado del paciente, ya sea para la realización de PL o de un estudio de marcación
cerebral por PET.
Recientes revisiones bibliográficas repasaron los asuntos éticos en los pacientes con
deterioro cognitivo y demencia. Entre los principales puntos en discusión está comunicar el
diagnóstico de EA en personas asintomáticas o mínimamente sintomáticas con total
«insight»; el incierto diagnóstico basado en biomarcadores sin una amplia validación y el
estigma social de EA muy leve .17,18
En la literatura hay cada vez más consenso en cuanto a la transmisión del diagnóstico de
EA al paciente . Una encuesta a clínicos e investigadores que participaron en la «Iniciativa
19
Los profesionales, en general, coinciden en que hace falta más investigación acerca de
cómo transmitir los resultados de los biomarcadores a los pacientes y, además, acerca de
cuál es la repercusión psicológica de la noticia en el paciente .
20
Los autores declaran que para esta investigación no se han realizado experimentos en seres
humanos ni en animales.
Conflicto de intereses
Ujjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj
Resumen
En este ensayo se revisan los conceptos de ética, bioética y deontología que con mayor
frecuencia son aceptados. De igual forma se analiza la relación entre ética y medicina,
así como algunas situaciones que generan dilemas éticos además de influir en la
relación médico paciente, en el trabajo clínico del médico y en las decisiones que se
toman tanto en el nivel individual como en el de las instituciones de salud. Se discuten
también algunos factores que resultan de la relación entre la ética y la atención de la
salud, en particular la necesidad de preservar y acrecentar la dimensión humana del
trabajo médico. Se sostiene que para lograr lo anterior se deben superar tres retos
fundamentales: vencer el reduccionismo en el análisis de los asuntos éticos médicos;
saber manejar la incertidumbre en el trabajo médico; alcanzar niveles adecuados de
equidad en la prestación de los servicios de atención a la salud.
Summary
In this essay, the concepts of ethics, bioethics, and professional ethics are reviewed. In
addition, we analyzed the relationship between ethics and medicine, the conditions
that can be source of ethical dilemmas, andthe influence of ethics in the doctor–patient
relationship, in the clinical work of the physician, and in an individual and institutional
process of decision– making. Some factors that result from the interrelationship
between ethics and health care, in particular the need for preserving and increasing
the human dimension in medical practice, are discussed. Finally, the idea is supported
that to achieve the purpose previously mentioned, three challenges must to be
overcome: to defeat reductionism in analysis of medical matters, to accept the
uncertainty of medical work, and the attempt to reach adequate levels of equity in the
development of health services.
Introducción
No hay duda de que las condiciones de salud de la población mexicana han mejorado
durante las últimas décadas. Uno de los indicadores que más ha cambiado es la
esperanza de vida al nacimiento, que ha pasado de 42 años en 1940 a 75 en el 2000.
Sin embargo aún persisten importantes desigualdades en materia de salud y de
atención médica. Por su parte, el sistema de salud mexicano ha evolucionado hasta
convertirse en un conjunto de instituciones con problemas de articulación y sin
posibilidades de ofrecer una cobertura universal. También es claro que este sistema,
sin una importante reestructuración en el financiamiento de sus servicios, continuará
siendo incompleto, inequitativo e ineficiente.1
Es por todo esto que a pesar de los logros alcanzados, las lagunas y carencias en
materia de salud son todavía amplias, y resultan especialmente evidentes cuando se
realizan comparaciones entre grupos de población y áreas geográficas. En este
contexto general deben entenderse y analizarse los conceptos, argumentos y desafíos
que en torno a la ética y la salud se plantearán en las páginas siguientes.
Algunos conceptos
Ética
La ética es la ciencia que estudia la moral del hombre en sociedad. Se trata de una
ciencia práctica o normativa pero también de una ciencia teórica. Está constituida por
una serie de reglas de conducta que señalan una obligación, un deberser. Esta
vertiente del pensamiento ético se denomina ética deontológica y se diferencia de la
mera deontología en que ésta última no establece una reflexión sobre las obligaciones
y deberes morales, sino solamente los presenta como códigos a cumplir
Más allá se encuentra lo que pudiera denominarse una ética filosófica, en la que priva
la reflexión encaminada a identificar y definir aspectos de carácter general, universal
de ser posible, con los que se puede predicar su validez en lapsos prolongados y en
culturas diversas.3–7
La profesión médica por largo tiempo se ha afiliado a una serie de afirmaciones éticas,
desarrolladas para el beneficio de los pacientes. Esos principios adoptados por la
profesión médica en todos los países definen lo fundamental de la práctica médica
honorable. Al hablar de ética nos referimos a la reflexión filosófica sobre cuestiones
relacionadas con la moral, entendida, según los usos y costumbres de una colectividad
como lo bueno o lo malo, es decir, una serie de situaciones sancionadas de esa forma
en alguna sociedad y tiempo concretos.
Para conseguir sus fines, la medicina ha seguido entre otros, mecanismos como los
siguientes: el estudio de la enfermedad, de las formas y recursos de que se dispone
para tratarla; el análisis de la dinámica psíquica del ser humano, en especial del
individuo enfermo; el respeto a la manera de ser de todos y cada uno de los enfermos,
incluidos los elementos que provienen de su cultura, de sus experiencias personales y
de su condición particular en el momento en que se le atiende, para, a partir de ellos,
precisar como se puede beneficiar.
Esto conlleva un inmenso respeto por la vida, la que constituye un valor inapreciable e
insustituible, pero también representa la necesidad de reconocer la dignidad para
vivirla y la práctica de valores morales alrededor de esta premisa. En el momento
actual, los grandes avances de la ciencia y la tecnología médicas nos obligan a
plantearsi el sólo aumento de la cantidad de años de vida es un beneficio per ser, en
contraste con la posibilidad de que no sea concebible esto sin una calidad mínima
razonable para seguir viviendo. Se vuelve con ello a los conceptos de dignidad y de
centralidad de lo humano, para definir los límites individuales de lo razonablemente
vivible.11–13
Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la
finalidad de la vida humana no estriba sólo en continuar viviendo. Si la vida fuese un
fin en sí mismo, si careciese de un "para qué", no tendría sentido. Así se comprende la
exhortación del poeta latino Juvenal: "Considera el mayor crimen preferir la
supervivencia al decoro y, por salvar la vida, perder aquello que le da sentido".
Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene
suficiente. Necesita vivir de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otra
forma, vivir es necesario pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta ¿para qué
vivir? (la cuestión del sentido) y, en función de ello, ¿cómo vivir?
Bioética
Deontología
Para ponerlo en términos más claros y directos, conviene señalar que la deontología
profesional es, según nos recuerda el Dr. Ignacio Chávez, la ciencia de nuestros
deberes, la norma de nuestra conducta en tanto médicos. Al mismo tiempo nos señaló
que no es algo inamovible, permanente o que tenga vigencia por sí sólo y menos para
siempre.17
De la misma forma nos hizo notar que hay principios fundamentales que son, ellos si,
parte inseparable de la moral médica de toda la historia. No matar, no dañar al
enfermo, procurar la salud de las personas, respetar la confianza y el cuerpo de los
pacientes son, desde la antigüedad y hasta nuestros días, principios éticos
ampliamente aceptados. Sin embargo, también existen aspectos secundarios que han
variado con el tiempo y con las culturas. La aceptación de las disecciones, la
investigación en pacientes, el manejo de la información médica o el papel del paciente
y de sus familiares en la toma de decisiones, son sólo algunos ejemplos.
Etica y medicina
Por otra parte, la dimensión actual de la salud pública trae consigo otros problemas
morales: se debe tener en cuenta la responsabilidad de la sociedad y del Estado en la
búsqueda de la salud de sus miembros. Junto a este compromiso poblacional, también
se debe considerar la necesidad de hacerlo con la intención de alcanzar condiciones de
justicia social, en lasque la distribución de los recursos para la salud sea accesible a
todos, además de equitativa. En este sentido, los asuntos económicos, de costo–
beneficio, de eficiencia y eficacia de las medidas terapéuticas y preventivas toman un
papel preponderante.19
La primera y fundamental obligación moral del médico tiene que ver con el
conocimiento, con la capacidad, con el manejo de los procesos diagnósticos y de los
esquemas terapéuticos más indicados, en una palabra, con su preparación. En ese
sentido, se debe entender que esta es una responsabilidad que requiere de la
actualización continua y sistemática del médico. No basta con haber sabido, con
haberse formado en la escuela o en la residencia con un nivel adecuado. Privar a un
paciente de una posibilidad terapéutica conveniente es algo inadmisible. Actuar por
omisión o por comisión es absolutamente rechazable.
Esto tiene que ver con todas las etapas del quehacer médico, con la prevención, con la
fase diagnóstica, con la etapa de la instalación del tratamiento, con el seguimiento de
los enfermos, con el manejo del dolor o de la fase terminal de la vida de un individuo,
con el consejoa los pacientes y sus familiares, con todo el quehacer médico y no sólo
con la terapéutica.
Se complica hoy más que nunca por la velocidad con que cambia el conocimiento, por
los increíbles intereses económicosque hacen que, con soltura y cinismo, se hable de la
industria de lasalud, del mercado médicoy de la salud. La sentencia de Chávez seguirá
vigente por mucho tiempo. "Nunca sabrá el médico lo bastante, ni menos estará en
posibilidad de dar siempre el mejor servicio". Su conciencia será su juez. Frente a sí
deberá estar, constantemente, la frase de Louis Portes, que le define su situación y le
sintetiza su deber: "una confianza frente a una conciencia".
Junto a los deberes individuales también se presentan los de orden familiar y cada vez
más los de orden social, colectivo o poblacional. Esto tiene numerosas implicaciones.
Por una parte, debemos reconocer que los asuntos de un paciente son muy
importantes pero no los únicos. También están presentes los asuntos de otros
enfermos, los asuntos de los otros, los de los demás. Al prolongar la agonía se deben
tener en cuenta los aspectos económicos de la familia, las implicaciones en
sufrimiento, en horas de angustia, la disrrupción familiar que necesariamente se
originan.
También debe considerarse algo sobre lo que se ha escrito y meditado poco: el hecho
de que hay una serie de deberes morales que tienen que ver con lo general, con lo
intangible, con lo anónimo, con lo potencial, como opuesto a lo individual o particular,
a lo concreto, lo personal, a lo real. En estas dimensiones se mueven, por una parte, el
tomador de decisiones, el planificador o administrador de los servicios, el responsable
de diseñar las políticas públicas y, por la otra, el médico clínico, el responsable de dar
una consulta, de decidir y practicar una intervención quirúrgica, el que se enfrenta en
la trinchera a los problemas que cotidianamente le plantean sus pacientes.
Aún más, hay por lo menos otras dos situaciones sobre las que se debe reflexionar: en
primer lugar la realidad originada por el hecho de que los problemas que enfrenta o las
facilidades de que dispone el clínico, con frecuencia derivan de las determinaciones y
acciones que toma el administrador. La segunda, la realidad de que muchos de los
asuntos que se ven en el nivel superior, son analizados por profesiones con ética y
formación diferentes a las del médico: la de los administradores, los economistas o los
abogados por sólo poner algunos ejemplos.
El reto de la superación del reduccionismo
Así por ejemplo, el aborto es un hecho real o potencial porque existen los recursos
quirúrgicos o farmacológicos para inducirlo. Es un hecho social que en buena parte
depende de condiciones económicas como la miseria, o la escolaridad y el acceso a los
servicios de salud reproductiva. Tener un hijo fuera de matrimonio puede ser
considerado un estigma y ello puede ejercer una presión considerable para que
algunas mujeres aborten. Las creencias religiosas pueden asimismo influir en la
decisión.
El reto de la incertidumbre
Casi todos los libros de ética hablan de la necesidad de hacer el bien y evitar hacer el
mal. Nadie puede estar en desacuerdo con unas y otras afirmaciones. El problema
surge cuando comparamos nuestros propósitos con los resultados. La conexión entre lo
que queremos y lo que en verdad ocurre, se relaciona con nuestra capacidad para
predecir el resultado de nuestras acciones.
En septiembre del año 2002 dos investigadores franceses trabajando en el Hospital
Neckerde París, informaron que porsegunda ocasión un paciente sometido previamente
a terapia génica para resolver un caso de inmunodeficiencia severa ligada al
cromosoma X, desarrolló leucemia de células "I".22 Ello condujo a que en los Estados
Unidos de Norteamérica se suspendieran tres ensayos clínicos al respecto y se
dictaminaran requisitos adicionales antes de aprobar dicho estudios.
En este caso apreciamos que, pese al propósito de hacer el bien que animaba a los
investigadores, sus acciones desencadenaron un cuadro de leucemia y no fueron
capaces de anticipar el resultado de sus actos.22,23 En salud prácticamente no existe la
unicausalidad y en cambio tenemos una múltiple determinación de los fenómenos.
Además, los sistemas biológicos y de salud presentan verdaderos saltos cuánticos y
respuestas no lineales, que dificultan la capacidad de predecir el resultado de las
acciones e intervenciones que se ejecutan. Negarla incertidumbre y tratara los
sistemas biológicos y sociales como si fueran un mecanismode relojería totalmente
transparente y predecible, nos da una falsa certeza y lo que es más grave, puede
conducirá la acción irreflexiva.
El reto de la equidad
Este punto cobra mayor relevancia en la era del libre mercado, porque se considera
que una mano invisible se encargará del bien común, al margen de las decisiones. En
sentido estricto, lo contrario es lo cierto, sólo mediante una intervención conciente y
deliberada se pueden abatir las asimetrías, porque la equidad se alcanza cuando se da
más a los que menos tienen, en un acto de elemental justicia.24,25 Desafortunadamente
hoy vemos lo contrario porque, por ejemplo, mediante el seguro popular se busca
cobrar los servicios de salud a los que menos tienen, para darles a cambio acceso a
aquello a lo que ya tenían derecho.
Conclusiones
A 25 años, la declaración de Alma Ata nos trae la frescura de la más firme resolución
para esforzarnos en la lucha por un sistema eficiente y efectivo de "Salud para Todos".
Recordemos parte de ese pronunciamiento: "La salud es un derecho humano
fundamental, y el logro del grado más alto posible de salud es un objetivo social
sumamente importante en todo el mundo, cuya realización exige la intervención de
muchos otros sectores sociales y económicos, además del de la salud. La grave
desigualdad existente en el estado de salud de la población es, política, social y
económicamente, inaceptable y, por tanto, motivo de preocupación común para todos
los países. El pueblo tiene el derecho y el deber de participar individual y
colectivamente en la planificación y aplicación de su atención de salud".26
Es razonable que ante esta situación de injusticia, se espere que las profesiones
médicas y sociales participen en la corrección de las políticas públicas que se deben
modernizar. Al mismo tiempo, para que los médicos, enfermeras, epidemiólogos,
administradores, economistas de la salud y demás profesionales vinculados al campo
sanitario puedan cumplir cabalmente con este compromiso, se ve la necesidad de
involucrara las universidades y centros de educación superior, en el fortalecimiento de
los programas de aprendizaje que capaciten a los estudiantes a identificar el
fenómeno, sus determinantes y a desarrollarlas destrezas para diseñar, promover e
implantar los cambios necesarios.
Como parte de este enfoque, la salud es vista como un recurso para la vida diaria, no
el objetivo de vivir. La salud se interpreta así como un concepto positivo que enfatiza
los recursos sociales y personales, al igual que las capacidades físicas. Por ello, la
promoción de la salud no es únicamente responsabilidad del sector salud, sino que va
más allá de los estilos de vida saludables. Las condiciones y recursos fundamentales
para la salud, son entonces, entre otros, la paz, la educación, la alimentación, el
ingreso económico, la ecología estable, la vivienda, la justicia social y la equidad. La
buena salud es un recurso fundamental para el desarrollo personal y una dimensión
importante de la calidad de vida.
Finalmente, conviene señalarque para tener una visión equilibrada y capaz de impulsar
las transformaciones que el sistema de salud demanda, deberemos estimular el
desarrollo del pensamiento complejo, considerarla incertidumbre y favorecer la
equidad. Es imprescindible tomar en cuenta estas tres dimensiones, para construir un
saber capaz de impulsar el cambio que fortalezca nuestra esencia como profesionales
de la salud, al tiempo que nos permita recuperar la verdadera dimensión de lo
humano.
Hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Los médicos tenemos a Hipócrates como el padre de la medicina. Por otra parte,
frecuentemente nuestro símbolo en organizaciones profesionales, centros académicos,
etc., es el báculo del dios griego Asclepio: un báculo con una serpiente enrollada. ¿Es
que los valores de la medicina y de la profesión médica son eternos? Tales valores,
expresión de la profesión médica, parecen haber contribuido a lo largo de la historia a
preservar la integridad de los médicos y a orientar su práctica, incluso más allá de las
presiones sociales, políticas o económicas propias del mundo convulso que nos ha
tocado vivir en el momento actual.
Fines de la medicina
- La atención a los pacientes para curar a aquellos que sean curables y para cuidar a
los incurables.
Para satisfacer estos fines no vale todo. De hecho, el médico lleva a cabo su profesión
mediante un compromiso con la ciencia médica y con los enfermos, y esos
compromisos se establecen a través de un contrato con la sociedad. La base de este
contrato es el profesionalismo, cuyos principios han de ser respetados por el propio
médico y por la sociedad. En este sentido, el concepto clave es la colocación de los
intereses del paciente por encima de los del médico, mantener unos estándares de
competencia profesional y constituirse en el auténtico experto para la sociedad en el
terreno de la salud. Este principio básico es lo que otorga autoridad moral al médico,
de la que se ha de derivar la confianza del enfermo en particular y de la sociedad en
general al comprobar cómo el médico es íntegro en su pensamiento y quehacer, como
individuo y como profesional.
Pero cumplir con este compromiso no resulta fácil en un entorno cambiante, acosado
por problemas de distinta índole e incluso con diferencias de criterios que pueden
resultar evidentes entre los propios profesionales ante la enorme variabilidad en las
que se produce la práctica de la medicina.
Quizá por ese motivo es preciso identificar los principios, valores y responsabilidades
que son propios de la profesión médica y que representan el mínimo común
denominador en el desempeño profesional.
- Bienestar del paciente. Prima sobre otros valores. Nos obliga a servir exclusivamente
al interés del paciente. Por eso, el altruismo y la generosidad características del médico
contribuyen de manera decidida a que el enfermo reconozca este valor en el
profesional. Consiguientemente, no es un valor que debiera estar influido por
corrientes o presiones sociales, administrativas o de otro tipo (incluidas, naturalmente,
las económicas).
- Autonomía del paciente. Otro principio primordial es que el médico debe respetar la
decisión de sus pacientes, siempre que éstas no ataquen a la ética médica o conduzcan
a una práctica inadecuada. Y este es un principio que encierra, además, otro valor: la
honestidad del médico con el paciente para que éste sea conocedor de la realidad y
pueda tomar decisiones que posteriormente se han de respetar.
- Justicia social. El médico está encargado de impulsar la justicia dentro del sistema de
salud y también de denunciar las injusticias o las posibles discriminaciones en la
prestación de servicios sanitarios basada en razones injustificables (sexo, raza, nivel
socioeconómico, religión o cualquier otra). El médico ha de promover que todos los
que se encuentren en las mismas condiciones de salud tengan acceso a las mismas
alternativas. Lo contrario no es justo ni equitativo. Y esto tiene especial consideración
a la hora de una justa distribución de recursos. Como quiera que los recursos son
limitados, no es ética la discriminación en su aplicación, como tampoco lo es consumir
recursos sin justificación.
Competencia profesional
Es clave para ganar la confianza del paciente y mantener una correcta relación médico-
enfermo. Este principio del profesionalismo se extiende a la información o debate con
personas ajenas al propio paciente (sean profesionales de la medicina, familiares del
enfermo, responsables legales, etc.). No es ética la utilización fraudulenta de la
información clínica o su tergiversación. En el momento actual, en el que los sistemas
informáticos permiten una gran difusión de datos y en el que algunos datos son
especialmente sensibles (por ejemplo, los genéticos), este principio es más necesario
que nunca. Una excepción podrá ser el interés público o el peligro consciente hacia
terceras personas.
Debe ser un objetivo prioritario y permanente del médico. Nos obliga, al margen de
mantener una competencia profesional tal y como ya se ha comentado, a ser capaces
de trabajar en equipo para mejorar la eficiencia en la utilización de los recursos y los
resultados de nuestras actuaciones. Además, el médico ha de implicarse en el diseño
de los procesos de mejora continua de la asistencia sin considerar que 'son otros' los
responsables de que la asistencia se deteriore o mejore. Y, finalmente, este
compromiso implica aceptar que los resultados de nuestra actuación pueden ser
evaluados.
Qué duda cabe que los recursos son limitados. Por tanto, los médicos estamos
obligados a emplear criterios de racionalización en el empleo de tales recursos. El
criterio de valorar los resultados en función de la inversión puede ser muy correcto
(criterio coste-efectividad). Eso implica compromiso y trabajo para la búsqueda de las
mayores y mejores evidencias científicas, la identificación de las intervenciones más
coste-efectivas, el empleo de tecnologías previamente evaluadas como adecuadas al
caso y, en definitiva, la búsqueda de la eficiencia (mejores resultados con menor
coste). No es ética la exposición de los pacientes a procesos diagnósticos o
terapéuticos no suficientemente contrastados, que no aporten información relevante (a
veces llegan a ser superfluos) o que expongan al paciente a riesgos innecesarios en
relación con el beneficio esperable. No es ético consumir recursos en un paciente que
no lo necesita, ya sea por desconocimiento o inseguridad del médico.
Conocimiento científico
Responsabilidades profesionales
- Comunicador y empático.
- Honrado y confiable.
Otros estudios sugieren que muchos estudiantes de medicina, que deberían estar en
esa transición, muestran muy pocos cambios en su desarrollo moral. Posiblemente
esto está relacionado con la percepción de las presiones para adaptarse a la 'cultura
informal' de los servicios médicos. Muchos estudiantes perciben una 'disidencia' interna
considerable al intentar acomodar los valores personales relacionados con la empatía,
el cuidado y la compasión en sus prácticas clínicas [5].
Este tipo de hallazgos han sido refrendados por más autores, que también sugieren
una disminución de la conducta moral a lo largo de la carrera de medicina, de forma
que los estudiantes de los últimos años son más tolerantes con las faltas de ética que
los estudiantes menos avanzados [8], o la percepción de una 'erosión ética'; un 62%
de los estudiantes analizados por Feudtner et al [9] reconoce que sus principios
morales han resultado erosionados o perdidos durante la carrera.
Hicks et al [10] analizaron qué tipo de dilemas éticos se presentan a los estudiantes de
medicina. En su trabajo reconocen que hasta un 47% se sintió presionado para actuar
incorrectamente y un 62% observó a su instructor actuar incorrectamente. Por
ejemplo, en situaciones en las que se plantea un conflicto entre la enseñanza y la
atención al paciente (exámenes médicos sin consentimiento, prácticas invasivas con el
solo fin de enseñar/practicar, visitas innecesarias, falta de confidencialidad, etc.), la
asignación de responsabilidades que los estudiantes no podían llevar a cabo (control
prenatal sin supervisión, curaciones no supervisadas, etc.) o una atención médica
subestándar (falta de consentimiento, curaciones sin los medios apropiados, falta de
tratamiento del dolor, etc.). De hecho, los estudiantes reconocieron que muchas veces
los hechos observados contradecían el discurso explícito. Y es que, como reflexiona
Coles (de la Universidad de Harvard) [11], habitualmente proponemos el razonamiento
complejo, la reflexión independiente, pero luego les hacemos exámenes de respuesta
múltiple en donde se premia la retención de información en crudo, en donde los
detalles más abstrusos son los que más probabilidades tienen de ser preguntados.
Predicamos el trabajo en equipo, pero premiamos la competencia entre estudiantes.
Otras veces los estudiantes ven en su escuela y en sus profesores individualismo;
autoritarismo; competencia feroz por el dinero, el prestigio, las posiciones de poder;
mecanicismo; eficientismo; evitación del riesgo legal; complacencia o intercambios de
favores con la industria farmacéutica y electromédica.
Los anteriores trabajos sustentan la idea de que la mera transmisión por ósmosis o por
la experiencia clínica de los mentores no parece ser la forma más adecuada de
trasmitir esos valores que hemos identificado como sustanciales. De hecho, los
estudiantes (y los profesionales, de una forma más profunda, pero quizá menos
consciente) se encuentran ante expectativas y mensajes contradictorios a la
confrontación entre la moralidad 'expresada' y la moralidad 'presentada' (Tabla).
Tras este repaso a las evidencias publicadas, parece necesario proponer una forma
estructurada y bien organizada para trasladar un currículo explícito a los estudiantes
de medicina. Se puede afirmar que las facultades de medicina tienen una
responsabilidad en la formación en valores, ética y profesionalismo que no pueden
obviar. Es una responsabilidad cualificada si queremos formar médicos competentes y
buenos.
Al final el objetivo no debe ser memorizar más datos y comprender las repercusiones
legales de la actuación médica (para lo que suelen mantenerse los contenidos clásicos
de la medicina legal). Se trata, en definitiva, de enseñar a pensar. Y eso no se puede
trasmitir (sólo) por 'lecciones magistrales', requiere la participación activa del
estudiante.
La bioética debe abordarse desde los fundamentos y las principales teorías éticas,
resaltando los procedimientos para la toma de decisiones, haciendo hincapié en los
valores clásicos de la medicina (muy bien recogidos, por cierto, en la Guía de
recomendaciones éticas para las prácticas clínicas del CEEM) y entrenando la asunción
personal de criterios morales, a ser posible en un estadio posconvencional de la
clasificación de Kohlberg. Y la evaluación debería realizarse respetando los criterios
personales de los alumnos, pero exigiendo la coherencia y la profundidad en el
análisis.
En cualquier caso, cualquier actividad docente en esta área será mejor que la dejación
mayoritaria que se ha venido observando hasta los (pen)últimos planes de estudio.
Otras posibles tablas, tomadas de la Guía de recomendaciones éticas para las prácticas
clínicas del CEEM, son las siguientes:
• Amor a la profesión.
• Respeto.
• Empatía.
• Humildad.
• Responsabilidad.
• Prudencia.
• Calidez.
• Profesionalidad.
• Capacidad comunicativa.
• Ser ejemplar.
• Desarrollo personal.
• Identificar situaciones que implican algún conflicto ético durante las prácticas
clínicas.
• Cultivar la sensibilidad ética personal, sin dejarse influir por un entorno desfavorable.
• Puntualidad.
• Identificación.
• El estudiante debe saber escuchar y ser respetuoso en su trato con el paciente, sus
familiares y los miembros del equipo asistencial.
• No hay que coaccionar ni presionar a ningún paciente con el fin de lograr algún
beneficio propio.
• El derecho a la confidencialidad.
Bibliografía
2. Self DJ, Wolinsky FD, Baldwin DC Jr. The effect of teaching medical ethics on
medical students' moral reasoning. Acad Med 1989; 64: 755-9.
5. Branch WT Jr. Supporting the moral development of medical students. J Gen Intern
Med 2000; 15: 503-8.
6. Self DJ, Schrader DE, Baldwin DC Jr, Wolinsky FD. The moral development of
medical students: a pilot study of the possible influence of medical education. Med
Educ 1993; 27: 26-34.
7. Self DJ, Baldwin DC Jr. Does medical education inhibit the development of moral
reasoning in medical students? A cross-sectional study. Acad Med 1998; 73 (10
Suppl): S91-3.
8. Simpson DE, Yindra KJ, Towne JB, Rosenfeld PS. Medical students' perceptions of
cheating. Acad Med 1989; 64: 221-2.
9. Feudtner C, Christakis DA, Christakis NA. Do clinical clerks suffer ethical erosion?
Students' perceptions of their ethical environment and personal development. Acad
Med 1994; 69: 670-9.
10. Hicks LK, Lin Y, Robertson DW, Robinson DL, Woodrow SI. Understanding the
clinical dilemmas that shape medical students' ethical development: questionnaire
survey and focus group study. BMJ 2001; 322: 709-10.
11. Coles R. The moral education of medical students. Acad Med 1998; 73: 55-7.
José Luis Villanueva Marcos, Irene López Gómez, José María Requena, Víctor
Troyano, Carmelo Vázquez Valverde y Jesús Millán Núñez-Cortés
Introducción
Cada año las facultades de medicina reciben a unos alumnos con los mejores
expedientes durante el bachillerato y que han finalizado el examen de acceso a la
universidad con una nota elevada. No estudian medicina más que alumnos bien
seleccionados por su competencia en el estudio. Cualquier profesor que lleve unos
años impartiendo una asignatura puede también apreciar que cada alumno llega con el
bagaje de otras competencias personales que ha adquirido en la enseñanza primaria,
el bachillerato, en su familia y en el entorno social en el que ha vivido. Y no es difícil
observar déficits en la formación del carácter a los que debemos atender. Podemos
estar delante de alumnos con una carencia global de madurez, si comparamos, por
ejemplo, con los de hace unos años. Sin que podamos generalizar, a veces se
evidencian determinados patrones: una personalidad en la que los sentimientos
emergen por encima del razonamiento y que no hace caer en la cuenta de la necesidad
de estar pendiente de los demás, que quizá se encuentran en un problema; una
tendencia exagerada para hacer sólo lo que apetece; falta de sentido de
responsabilidad; apatía; etc. También se puede observar que en ocasiones los médicos
especialistas en formación tienen conductas que denotan esa falta de competencias del
carácter.
Es admitido por todos que el 'médico en cuanto médico' tiene que poseer una serie de
cualidades del carácter que son necesarias para el ejercicio de la medicina y que
intervienen directamente en la relación médico-paciente: la fidelidad a la confianza de
los pacientes, compasión (del compassion inglés, que expresa algo más amplio que la
conmiseración; 'hacerse cargo', podríamos decir), humildad, sabiduría práctica
(prudencia), integridad, autocrítica, justicia, fortaleza, templanza, etc. [1,2]. El
problema de este tipo de competencias en medicina es la ausencia de 'cultura' de la
evaluación. Deberíamos ser capaces de descubrir comportamientos que reflejen estas
'fortalezas de carácter' (traducimos así el término inglés character, al que hacen
referencia los autores en lengua inglesa. Una persona de carácter suele entenderse en
castellano como una persona de fuerte personalidad o decidida. En inglés, a person of
character denota a alguien con elevadas virtudes: una 'persona con principios').
Hasta ahora, más allá de algunas características que se recogen en lo que llamamos
'profesionalismo', no se han definido los estándares para la enseñanza de las fortalezas
de carácter y, desde luego, no se han evaluado las competencias de carácter de los
estudiantes de medicina [3]. Parece interesante, como punto de partida, conocer 'el
retrato robot' de estos estudiantes y compararlo con otros de su misma edad. Este
proyecto es el que hemos denominado VADEMECA (de valores del médico y su
carácter).
Nos hemos basado en los estudios que Martin Seligman y Christopher Peterson
describen en su libro de 2004 [4]. Ellos, como instrumento de medida, crearon un
cuestionario de las fortalezas del carácter basándose en una clasificación de los
recursos positivos del individuo. Ese instrumento de medida, llamado Values in Action
Character Strengths, vio la luz después de una serie de años de trabajo serio con un
método que consistió, en primera instancia, en examinar las respuestas que se habían
dado sobre el buen vivir y el buen comportamiento en tradiciones filosóficas que
tuvieron un impacto claro y duradero en la civilización humana. Así, estudiaron el
cristianismo, islamismo, judaísmo, la filosofía ateniense, hinduismo, budismo, taoísmo
y confucionismo. Para ello, analizaron una serie de textos de referencia: la Biblia, el
Corán, Analectas (Confucio), Tao Te Ching (Lao Tzu), Brihadaranyaka
Upanishad y Bhagavad Gita (hinduismo), La república (Platón),
la Ética a Nicómaco (Aristóteles) y Suma teológica (Tomás de Aquino). Junto con ello,
obras de Al-Farabi, William Bennett, Benjamin Franklin y Carlomagno. Además, se
incluyeron en el análisis libros que pueden parecer 'poco serios' para un estudio
científico, pero que recogen elementos importantes de la cultura popular como alguna
literatura de ficción, libros de autoayuda y otros más anecdóticos, como, por ejemplo,
el manual de los Boy Scouts. Finalmente, revisaron obras de una serie de psicólogos
como Edward Thorndike, Erik Erikson, Abraham Maslow, Dennis Greenberger, Marie
Jahoda, Carol Ryff, Louis Leon Thurstone, Cawley y Gardner.
- Curiosidad e interés por el mundo. Tener interés por lo que sucede alrededor,
encontrar temas atrayentes, buscar y descubrir nuevas cosas.
- Apertura de mente, juicio y pensamiento crítico. Pensar sobre las cosas y ver todos
sus significados y matices. No sacar conclusiones al azar, sino tras evaluar cada
posibilidad. Estar dispuesto a cambiar las propias ideas de acuerdo con la evidencia.
Coraje (valor)
- Vitalidad y pasión por las cosas. Afrontar la vida con afán y dinamismo. Hacer las
cosas con convicción y dando todo de uno mismo. Vivir la vida como una apasionante
aventura, sintiéndose participante de ella.
Humanidad
Justicia
Tiene que ver con la equidad; los premios deben de otorgarse de acuerdo con lo que
cada uno ha hecho. También se relaciona con los conceptos de necesidad y de
igualdad. Es una virtud interpersonal, implica imparcialidad. Incluye las siguientes
fortalezas de carácter:
- Sentido de la justicia y equidad. Tratar a todas las personas como iguales, con
objetividad y justicia. No dejar que los sentimientos personales influyan en decisiones
sobre los otros, de modo que se dé a todo el mundo las mismas oportunidades.
- Liderazgo. Animar al grupo del que uno forma parte para hacer cosas, así como
reforzar las relaciones entre las personas de dicho grupo. Organizar actividades
grupales y llevarlas a buen término.
Templanza
Viene a significar 'hacer todo con medida'. Quien posee esta virtud tiene control sobre
los excesos. Concede la habilidad para, sin ayuda externa, conocer y manejar las
emociones, motivaciones y conductas que podrían desembocar en problemas
interpersonales y sociales. Es una forma de 'renunciar' que termina por ser generosa
hacia uno mismo y los demás. Incluye las siguientes fortalezas de carácter:
- Modestia y humildad. Dejar que sean los demás los que hablen de uno mismo, no
buscar ser el centro de atención y no creerse más especial que los demás.
Trascendencia
La sensación de estar unidos a algo más grande que nosotros mismos en cuanto a
propósito y significado. Aquello que va más allá del conocimiento humano. Lo opuesto
del nihilismo (la propuesta de que la vida no tiene significado alguno). Esta virtud nos
recuerda que somos diminutos, pero nos alza por encima de la insignificancia. Incluye
las siguientes fortalezas de carácter:
- Gratitud. Ser consciente y agradecer las cosas buenas que a uno le pasan. Saber dar
las gracias.
- Sentido del humor. Apreciar reír y gastar bromas, sonreír con frecuencia. Ver el lado
positivo de la vida.
Proyecto VADEMECA
Estudiamos las fortalezas de carácter de alumnos del grado en Medicina para describir
las que eran más prevalentes, comparándolas con una muestra de estudiantes del
mismo rango de edad que utilizamos como control.
Se analizaron los cuestionarios VIA contestados por 75 estudiantes de sexto curso de
Medicina en la Universidad Complutense de Madrid pertenecientes a la Unidad Docente
de Hospital Universitario Gregorio Marañón, todos con una edad entre 23 y 24 años, el
70,7% mujeres. Se compararon sus respuestas con las de 69 estudiantes
universitarios españoles de diversos estudios que completaron el cuestionario
VIA online [5], con edades entre 21 y 24 años, el 87% mujeres.
Hasta ahora no se conocía el perfil de las fortalezas del carácter de los estudiantes de
medicina, por lo que este estudio supone un primer avance. La persistencia, prudencia,
autorregulación, gratitud y religiosidad parecen deseables para la relación médico-
paciente en el ejercicio de la medicina. Sin embargo, existen varias limitaciones. En
primer lugar, en el grupo con el que se compara -estudiantes universitarios españoles
del mismo rango de edad que han completado el cuestionario VIA on line- no se
especifican los estudios universitarios de cada alumno y cabe la posibilidad de que
haya también incluidos algunos estudiantes de medicina. Estamos desarrollando un
estudio con alumnos de último curso de la Facultad de Ciencias Económicas. Esto es
interesante porque podría darse el caso de que las fortalezas de carácter no mostrasen
cambios estadísticamente significativos en los alumnos de los dos grados y ello
hablaría a favor de que características de las fortalezas de carácter se deban, por
ejemplo, al tiempo, la ciudad o el entorno social de los alumnos. Puede tratarse de un
efecto específico de cohorte. Por otra parte, los resultados de cualquier autoevaluación
o autodiagnóstico solamente son fiables si se responde a las preguntas con sinceridad.
Técnicamente, la evaluación externa complementa el autotest, recogiendo la
información del entorno. Un método de esta última es la evaluación Mirror: si se le
invita a una persona próxima al evaluado (puede no ser del entorno profesional, puede
ser un buen amigo, el cónyuge, etc.) para que responda un cuestionario idéntico al
rellenado por el evaluado en la autoevaluación, se conseguirá un resultado, que puede
compararse con el de la autoevaluación, y un efecto espejo que permitirá corregir y
matizar el sesgo de subjetividad que pudiera tener la autoevaluación. Al tratarse de
una persona cercana al autoevaluado, en la que éste tiene confianza, la posibilidad de
aceptar las posibles diferencias y el feedback son mayores. Además, existe la
posibilidad de comentar de modo conjunto cada una de las valoraciones o las que
provoquen mayor desacuerdo. De este modo, se enriquece el punto de vista del
autoevaluado y, además, resulta menos agresivo para él. En el entorno directivo, otro
modo de obtener información es el feedback 360o, con cuestionarios que responden los
superiores jerárquicos, los compañeros o iguales y los subordinados o colaboradores.
Este método cuenta con muchas variaciones, sobre todo en función de los diferentes
grupos implicados en el proceso. Así, cuando la evaluación la realiza sólo el jefe se
habla de feedback 90o. Cuando la realizan jefes y colaboradores se
denomina feedback 180o. Tanto en el caso de la evaluación 180o como 360o debe
mantenerse el anonimato y la confidencialidad.