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El Bautismo Cristiano nace con Pentecostés, o con el descenso del Espíritu Santo sobre los
Apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesús. Como el Bautismo de Jesús
en las aguas del Jordán representó el comienzo de su ministerio entre los hombres, el
Pentecostés, el Bautismo de fuego del Espíritu Santo, representa el comienzo de la misión de
los Apóstoles y, en todos los aspectos, el comienzo de la Iglesia cristiana. Según lo ordenado
por Jesús, a partir de este momento Pedro y los otros discípulos comienzan a predicar la
necesidad de arrepentirse de sus pecados y recibir el Bautismo para obtener el perdón y el don
del Espíritu Santo.
El bautismo, como todos los Sacramentos, implica el uso de elementos materiales, palabras y
canciones, gestos simbólicos y signos no verbales que todos juntos dan a luz a esta
celebración preciosa e imprescindible en la vida de un cristiano.
La vela que se entrega a los padres o el padrino del bautizando simboliza a Cristo, la luz del
mundo, con la esperanza de que Él ilumine al niño y permita que aquellos que lo aman y lo
apoyan, lo acompañen en la fe.
La vestidura blanca se entrega durante el Bautismo como símbolo de una nueva vida, la
nueva dignidad que cubre el bautizado. La vestidura blanca expresa la pureza del alma sin
mancha después del Bautismo, el cambio profundo y la renovación interna que el sacramento
ha traído a quien lo recibió.