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La expansión ultramarina, iniciada por Portugal y por España en el siglo XV para acceder
al espacio oriental y satisfacer sus necesidades de metales preciosos, de especias, de
aventura y de expandir la Fe cristiana, provocó conflictos entre esas potencias que
exigieron una resolución política y legal conforme a las ideas y principios sostenidos en la
época.
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pretendieron trazar claramente los límites territoriales y precisar derechos y deberes
mutuos, en forma consensuada y a fin de evitar los conflictos bélicos.
Los acuerdos diplomáticos y los tratados limítrofes adquirieron entonces, una
importante significación en la Relaciones Internacionales occidentales. Más allá de la
decisión pontificia, los monarcas definían por sí mismos el marco legal sobre el que se
desarrollaría la vida de los estados. Concepción ésta que, con la Reforma protestante y la
pérdida de autoridad temporal del Papado en cuestiones territoriales, terminó imponiéndose
para toda la Modernidad occidental.
La expansión portuguesa.
Portugal había comenzado en 1415 su expansión ultramarina recorriendo la costa
occidental de África. Su avance progresivo e ininterrumpido a lo largo de todo ese siglo
XV, permitió pensar que el hallazgo del paso hacia las Indias orientales estaba próximo y,
en consecuencia, era necesario asegurar esa ruta de navegación.
Por ese motivo, la corona lusitana pidió al Papa Nicolás V la donación de los
territorios que había descubierto sobre la costa africana. En 1454, a través de la bula
Romanus Pontifex, Portugal obtuvo derechos exclusivos sobre los territorios hallados al sur
del cabo Bojador.
Pero, la presencia del Reino de Castilla en las islas Canarias frente a la costa
africana, motivó la búsqueda de una solución diplomática definitiva que impidiera
cualquier pretensión sobre la ruta portuguesa. En 1480, portugueses y castellanos firman el
Tratado de Alcazobas – Toledo que disponía el reparto de áreas entre ambas monarquías.
Por él, Portugal se aseguraba la navegación al sur del cabo Bojador en forma exclusiva; y
Castilla, que mantenía su gobierno sobre el archipiélago canario, obtenía la posibilidad de
internarse por el Océano Atlántico hacia el oeste.
Con estos marcos jurídicos y políticos, la corona lusitana continuó recorriendo las
costas occidentales africanas hasta arribar en 1487 el cabo de Buena Esperanza en el
extremo sur del continente. Entre 1497 y 1498, la expedición de Vasco da Gama alcanzará
el Océano Índico y arribará a Calicut, en la India.
La expansión española.
El recién formado estado español, a partir de la unión de los reinos de Castilla y
Aragón, comenzó su expansión ultramarina en 1492, tras derrotar el último bastión árabe en
su territorio y según los planes de Cristóbal Colón.
La propuesta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón, de navegar hacia las Indias atravesando el Océano Atlántico en
dirección este – oeste, era acorde a lo establecido en el Tratado de Alcazobas – Toledo y
permitiría alcanzar los territorios orientales y sus riquezas.
El primer viaje colombino, entre 1492 y 1493, provocó nuevos conflictos entre las
dos potencias ultramarinas. El arribo a esas nuevas tierras, que eran declaradas por Colón
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como las Indias orientales, generó la rabia portuguesa por sus esfuerzos centenarios y por
su rechazo a la propuesta colombina en 1485. Por ello, el rey Juan II reclamó esos
territorios como propios, en virtud de la donación pontificia y se apresta a evitar
militarmente un segundo viaje castellano.
Pero, los Reyes Católicos, merced a los contactos aragoneses en la política italiana y
el favor papal con que cuentan tras la derrota árabe en Granada, solicitan la donación al
Papa Alejandro VI. En mayo de 1493 se dictan las bulas Inter Caetera y Eximiae
Devotionis. Por la primera se entregaba el territorio descubierto a la corona de Castilla, y
por la segunda, los mismos derechos soberanos que había recibido Portugal con
anterioridad.
Pero, la rapidez de su redacción genera la oposición y las protestas portuguesas y
también, la reserva española ante la amplitud legal que expresa la bula Inter Caetera. Es por
eso que, el Papa Alejandro VI redacta un nuevo documento que, si bien fue hecho varios
meses más tarde, tenía fecha de mayo de 1493.
La nueva bula Inter Caetera disponía el trazado de una línea demarcatoria entre los
espacios de ambas potencias. Trazado de polo a polo, el límite se encontraba a 100 leguas
al oeste de las islas Azores y de las de Cabo Verde, con su correspondiente antemeridiano.
Los territorios que se encontraban al este de esa línea le correspondían a la exclusiva
soberanía portuguesa, quien aseguraba así, su dominio sobre la costa africana; y en cambio,
aquellos espacios ubicados al oeste le pertenecían a la corona castellana.
A pesar de la nueva delimitación, y aún sin conocer claramente cuáles eran las
regiones recibidas, el rey Juan II de Portugal se sintió disconforme. Esto motiva la
realización de negociaciones directas entre ambas monarquías y finalmente, la firma de un
tratado de límites.
En 1494, Castilla y Portugal acuerdan el Tratado de Tordesillas. A través de él se
establece una nueva línea demarcatoria que, de polo a polo, se hallaba a 370 leguas de las
islas de Cabo Verde, con su correspondiente antemeridiano. Los territorios al este de ese
límite le pertenecían a Portugal y aquellos dispuestos al oeste, a Castilla.
Tordesillas, que habría de funcionar hasta el siglo XVIII1, le otorgó a la corona
lusitana la costa de Brasil. Aunque sería recién en 1500 cuando la expedición de Pedro
Alvares Cabral alcance accidentalmente las costas americanas, debido a las tormentas que
le impedían llegar al cabo de Buena Esperanza y lo empujen hacia el oeste.
Si bien Tordesillas le puso fin a los conflictos generados por el descubrimiento, sus
imprecisiones dieron lugar a otros. La dificultad para establecer clara y definitivamente la
línea demarcatoria por la falta de medios técnicos y por establecer como hito un
archipiélago, posibilitó la expansión portuguesa más allá de ella y el recurrente pedido de
más territorios.
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Durante los reinados de Felipe II y Felipe III en España, el Tratado de Tordesillas no fue aplicado debido a
que en ese período ambos estados estaban unificados bajo la misma corona.
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Los nuevos límites.
Desde mediados del siglo XVII, cuando Portugal recuperó su independencia de
España ayudado por Inglaterra, la política exterior lusitana se asoció con su par inglés. Esto
determinó un recrudecimiento de los conflictos territoriales en América.
Procurando ingresar en el cerrado comercio hispanoamericano, Inglaterra impulsó
a través de Portugal la ocupación de ciertas áreas estratégicas en poder de España. En 1680,
la expedición de Manuel Lobo funda en el Río de la Plata, frente a Buenos Aires, como
centro de comercio ilegal. Esa instalación desconocía completamente la demarcación
dispuesta en Tordesillas y, en consecuencia, provocó una sucesión de reclamos
diplomáticos y de acciones militares que nunca lograron una solución definitiva.
Pero además, y merced al apoyo inglés, Portugal procuraba más abiertamente
ampliar sus territorios en América más allá del difuso límite de Tordesillas. Las
plantaciones azucareras del centro del Brasil, se veían incitadas a extenderse para aumentar
su producción y volcarla, con abundantes ganancias, en el mercado europeo. Las bandeiras
paulistas que se internaban por la región amazónica en busca de indios para esclavizar,
habían descubierto las enormes potencialidades minerales de esa región. El oro y las
piedras preciosas halladas en el extremo sur del Brasil determinado en Tordesillas,
requerían nuevas áreas productivas que sostuvieran a la población minera.
Esta conjunción de intereses determinó que, en el siglo XVIII, la cuestión de los
límites entre España y Portugal vuelva a ser discutida. El Tratado de Tordesillas había
quedado en la práctica virtualmente abolido, debido a la expansión lusitana.
Pero también, la corona española había cambiado su orientación política. Desde
1701 gobernaba la familia Borbón, originaria de Francia. Estos reyes, con una visión
netamente europeísta, pretendían recuperar el orden político y socio – económico de
España tras la decadencia y la crisis del siglo XVII. Fue por ello que reorganizaron la
relación para con el espacio americano, a fin de que la colonia provea de las condiciones
necesarias para mantener la paz y el bienestar de la metrópolis. Por esto, cuando a
mediados del siglo XVIII, el conflicto comercial entre España e Inglaterra y Portugal
reclamaba por una nueva demarcación limítrofe, presionaban sobre el gobierno de Madrid
se procuró una salida diplomática a costa de los espacios coloniales.
En 1750, España y Portugal firmaron el Tratado de Permuta. A través de él se anuló
Tordesillas y se dispuso el nuevo límite entre ambas potencias, poniéndole fin a todo
reclamo territorial. El nuevo tratado pretendía legalizar una situación de hecho y en
consecuencia, se trataría de un intercambio de espacios que ambas naciones habían
ocupado fuera de los límites aceptados.
En virtud de ese acuerdo, Portugal entregaría la Nova Colonia do Santisimo
Sacramento en el Río de la Plata y renunciaba a los territorios de las islas Filipinas y de las
Molucas en Asia, que habían sido ocupadas por España en el siglo XVI y que la corona de
Lisboa nunca había reclamado aunque se hallaban dentro de lo dispuesto en Tordesillas.
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España, por su parte, entregaba las misiones orientales sobre el río Uruguay y la región
amazónica.
A pesar de su definición, Permuta fue un intercambio de territorios bajo soberanía
real y legalmente española. Pero impuso un límite que, aunque luego fuera reconfirmado y
revisado en el Tratado de San Ildefonso de 1777, se mantuvo hasta que los estados
latinoamericanos nacieran y procuraran definir sus propias realidades geopolíticas
nacionales.
Bibliografía consultada
Bennassar, Bartolomé, La América española y la América portuguesa, Madrid, Sarpe,
1985.
Crouzet, Maurice (Dir.), Historia general de las civilizaciones, Barcelona, Destino, 1984.
Renouvin, Pierre (Dir.), Historia de las relaciones internacionales, Madrid, Aguilar, 1960.
Ullmann, Walter, Historia del pensamiento político en la Edad Media, Barcelona, Ariel,
1999.