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1 El problema de la vaguedad
Los predicados vagos tienen, típicamente, casos fronterizos de aplicación. Éstos se intro-
ducen de manera natural a través de ejemplos. Imaginemos que Timothy es un señor que
mide 1,75 y pesa alrededor de los 70 kilogramos. No es claramente delgado, pero tampoco
claramente deja de serlo. Imaginemos ahora a Julia que tiene 12 años y pico, pero que es
bastante madura para su edad etc. ¿es Julia una adolescente? Es difícil decirlo, por una
parte sigue siendo una niña, por otra parte se comporta como una adolescente.
Los casos anteriores son ejemplos de casos fronterizos de los predicados “delgado” y “ado-
lescente” respectivamente. Una parte importante de la fenomenología de los casos fron-
terizos es que hablantes competentes del lenguaje no responderán de manera categórica
a la pregunta de si el predicado en cuestión se aplica, incluso aunque, aparentemente,
tengan todo el conocimiento relevante acerca del asunto.
Imaginemos que Isabel es amiga de Timothy y preguntamos a Isabel si Tim es delgado.
Dado que Tim es un caso fronterizo, Isabel no responderá simplemente “sí” o “no” (incluso
aunque tenga todos los detalles acerca de la altura, peso, medidas, etc acerca de Tim).
Previsiblemente, Isabel responderá cosas como “es más o menos delgado” o “en cierto
modo, sí”, “depende con quién lo compares” etc.
La misma situación se reproduce con Julia. Preguntamos a Marta, la madre de Julia, si
considera a Julia una adolescente. Marta no responde con un “sí” o un “no” tajante, sin
más bien “desde luego, en ocasiones está adolescente perdida, pero sigue siendo una
niña cuando juega con su hermana” etc. A pesar de que Marta tiene, aparentemente,
todo el conocimiento relevante para la aplicación del predicado, el modo de responder
de Marta (“hesitant”), muestra que Marta no tiene una disposición estable a responder en
una dirección concreta.
Se da por hecho, en la Filosofía del lenguaje, que el significado de las expresiones está
determinado por el uso de los hablantes – si a lo que es verde lo llamáramos de manera
consistente y sistemática “rojo”, éste término dejaría de significar lo que actualmente
significa. En relación con los casos fronterizos, los hablantes competentes del lenguaje
muestran una cierta simetría en sus disposiciones: no responden simplemente “sí” o
“no”. La pregunta es: si existe este tipo de simetría a nivel del uso ¿cómo es posible que
exista una simetría a nivel semántico? El principio de bivalencia queda cuestionado de
esta manera.
Pablo Cobreros
CYL 5: Vaguedad pcobreros@unav.es
Una paradoja es una argumento aparentemente válido con premisas aparentemente ver-
daderas y conclusión aparentemente falsa. Naturalmente, alguna de estas apariencias
debe ser engañosa.
La paradoja de “sorties” es conocida desde la antigüedad, atribuida a Eubulides de Mileto
(https://es.wikipedia.org/wiki/Eubulides). El nombre de la paradoja viene del término
griego “sóros” (= “montón”). Un grano de arena no hace un montón y, en general, si n
granos no hacen un montón, añadir un grano más no transforma ese conjunto de granos
en un montón. El resultado, asumiendo que la lógica clásica es correcta, es que la totalidad
de granos de arena de todas las playas del mundo no hacen un montón.
P1 ¬M(1)
T ∀x(¬M(x) ⊃ ¬M(x + 1))
∴
C1 ¬M(3, 75 · 1021 )
P1 ¬M(1)
T2 ¬M(1) ⊃ ¬M(2)
T3 ¬M(2) ⊃ ¬M(3)
..
.
T3,75·1021 ¬M((3, 75 · 1021 ) − 1) ⊃ ¬M(3, 75 · 1021 )
∴
C1 ¬M(3, 75 · 1021 )
podemos avanzar un poco más; con ayuda del principio de bivalencia la última afirmación
es equivalente a la siguiente: si la conclusión es falsa, alguna premisa es falsa.
El argumento presentado anteriormente es válido en lógica clásica. Por tanto, si 1 grano
no hace un montón y 3, 75·1021 sí, se sigue que ¬∀x(¬M(x) ⊃ ¬M(x+1), esto es, ∃x(¬M(x)∧
M(x + 1)).
El punto puede presentarse mirando al argumento formulado con condicionales. Si 1
grano no hace un montón y 3, 75 · 1021 sí, entonces debe haber al menos un condicional
falso. Un condicional es falso únicamente cuando el antecedente es verdadero y el
consecuente falso, por lo tanto, tiene que haber un punto de la secuencia de sorites donde
tenemos algo que no es un montón seguido de algo que sí es un montón.
En efecto, la vaguedad combinada con la lógica clásica (particularmente con el principio
de bivalencia) da lugar a la teoría epistémicista: para cada caso fronterizo hay un hecho que
desconocemos, para cada secuencia de sorites hay un último ítem al que el predicado se
aplica (frontera precisa). Dentro de la teoría epistemicista la indeterminación relacionada
con la vaguedad es un cierto tipo de ignorancia (por ejemplo, que es indeterminado si Julia
es una adolescente significa que ignoramos – por razones conectadas con la vaguedad –
si Julia es una adolescente).
El único modo, aparentemente, de evitar el epistemicismo es rechazar el principio de
bivalencia. Si aceptamos que una proposición puede ser ni verdadera ni falsa (o, quizá
también, verdadera y falsa), por una parte parece que podemos respetar a nivel semántico
la aparente simetría a nivel del uso. Por otra parte, evitamos la ignorancia en casos
fronterizos: no sabemos si Julia es una adolescente pero no ignoramos si lo es, pues no
hay ningún hecho que ignorar.
En el caso de la paradoja de sorites, el hecho de que el argumento sea válido y la conclusión
falsa no implica que uno de los condicionales sea falso (solamente que alguno no es
verdadero). Desaparece la frontera precisa entre los casos de los que el predicado es
verdadero y los casos de los que es falso.
3 Epistemicismo y superevaluacionismo
Dada una interpretación con márgenes de error, las fórmulas toman valor de verdad del
modo usual,
Examinemos ahora qué sucede en los casos fronterizos. Supongamos que la proposición
“Julia es adolescente” es verdadera, ¿Por qué no podemos, de acuerdo con Williamson,
saber que Julia es adolescente? Porque Julia está demasiado próxima a la frontera del
predicado y una pequeña variación en la extensión podría haber hecho que la proposición
fuera falsa. En términos de la semántica para márgenes de error, el mundo actual w es tal
que Iw (A) = 1, lo cual implica que hay un mundo a una distancia inferior a α (a saber: el
propio w) donde la proposición es verdadera, por lo que Iw (¬C¬A) = 1. Pero además hay
un mundo w0 situado a una distancia inferior a α tal que I(A) = 0, por lo que Iw (¬CA) = 1.
Esto es, no conocemos que A y no conocemos que no A, esto es, desconocemos si A.
De acuerdo con el superevaluacionismo un predicado vago se puede hacer preciso de
múltiples maneras, todas ellas admisibles. Por ejemplo, el predicado “es adolescente” se
puede precisar como el conjunto de aquellos humanos de, digamos, entre 13 y 17 años,
pero también como aquellos de entre 13 menos un día y 17 años. Un objeto puede estar
Pablo Cobreros
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dentro de todos los modos admisibles de hacer preciso el predicado, puede estar fuera
de todos ellos o puede estar dentro de algunos y fuera de otros. Martín, por ejemplo, que
tiene 16 años, es claramente adolescente, pues está dentro de todos los modos de hacer
preciso el predicado. Mariana, que tiene 3 años, es claramente no-adolescente, pues está
fuera de todos los modos de hacer preciso el predicado. Julia es un caso fronterizo, pues
está dentro de algunos modos de hacer preciso pero no de todos.
Podemos adaptar la idea de hacer preciso un predicado vago al lenguaje proposicional.
El superevaluacionismo mantiene que algunas proposiciones que involucran predicados
vagos son siempre verdaderas (como “Martín es adolescente”) y otras son siempre falsas
(como “Mariana es adolescente”) mientras que otras (como “Julia es adolescente”) son
verdaderas de acuerdo con algunos modos de hacer preciso y falsas de acuerdo con
otros. Se entiende que una precisificación es un modo admisible de hacer precisos todos los
predicados del lenguaje – un modo admisible, por tanto, de asignar valores de verdad a
todas las proposiciones.
De acuerdo con el superevaluacionismo una proposición A es verdadera propiamente (o
también “superverdadera”) cuando A es verdadera en toda precisificación. Consecuente-
mente (dado que “A es falso” = “¬A es verdadero”) una proposición A es propiamente
falsa (“superfalsa”) cuando es falsa en toda precisificación. Si A es verdadera de acuerdo
con algunas y falsa de acuerdo con otras, A no es ni verdadera ni falsa.
De esta manera, el superevaluacionismo postula la existencia de gaps de valores de verdad:
no todo proposición es verdadera o falsa (vs el principio de bivalencia). Sorprendente-
mente, sin embargo, las proposiciones válidas de la lógica clásica, son superverdaderas
de acuerdo con el superevaluacionismo, independientemente de que las proposiciones
que la compongan sean o no gappy.
Consideremos la proposición “Si Julia es adolescente entonces Julia es adolescente”. La
proposición es verdadera de acuerdo a cualquier extensión del predicado. Pues si una
extensión hace a la proposición “Julia es adolescente” verdadera, el consecuente del
condicional es verdadero y si una extensión hace a la proposición falsa, el antecedente es
falso. En cualquiera de las dos situaciones, el condicional es verdadero.
La misma situación se reproduce en el caso de instancias de la ley de tercio excuso.
Consideremos “O bien Julia es adolescente o bien Julia no es adolescente”. La disyunción
es verdadera en toda precisificación, pues en cada una alguno de los miembros de la
disyunción es verdadera (aunque puede variar cuál de precisificación en precisificación).
El superevaluacionismo es una semántica “no-veritativo-funcional” en el sentido de que
el valor de verdad de una proposición no está completamente determinado por el valor
de verdad de los miembros que la componen. Consideremos el siguiente caso. “Julia
es adolescente o Julia es adolescente” no es ni superverdadera ni superfalsa (pues es
lógicamente equivalente a “Julia es adolescente”); sin embargo “Julia es adolescente o Julia
no es adolescente” es superverdadera. Así pues, una disyunción A ∨ B con proposiciones
ni verdaderas ni falsas, en ocasiones será superverdadera y en ocasiones ni verdadera ni
falsa.
Podemos emplear la semántica modal para modelar las ideas centrales del superevalu-
acionismo. Esto nos permite, además, introducir una expresión “D” para significar la
noción de “determinadamente”. Una interpretación superevaluacionista es una estruc-
tura hW, Ii donde:
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• W , ∅ es un conjunto de precisificaciones y
• I es una función que asigna valores de verdad a las variables en precisificaciones.
Dada una interpretación superevaluacionista, las fórmulas toman valor de verdad del
modo usual,
References
Williamson, T. (1994). Vagueness. Routledge.