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Pablo Cobreros

CYL 5: Vaguedad pcobreros@unav.es

1 El problema de la vaguedad

De acuerdo con la semántica clásica, el significado de un predicado es su extensión


(recuerda, I(P) ⊆ D). Pero un conjunto es una “entidad precisa” en el sentido de que
para cualquier objeto a, o bien a ∈ I(P) o bien a < I(P). Esta situación equivale, a nivel
proposicional, al Principio de bivalencia. Este principio, sin embargo, parece incompatible
con la vaguedad del lenguaje natural, debido a los casos fronterizos y a la paradoja de sorites.

1.1 Casos fronterizos

Los predicados vagos tienen, típicamente, casos fronterizos de aplicación. Éstos se intro-
ducen de manera natural a través de ejemplos. Imaginemos que Timothy es un señor que
mide 1,75 y pesa alrededor de los 70 kilogramos. No es claramente delgado, pero tampoco
claramente deja de serlo. Imaginemos ahora a Julia que tiene 12 años y pico, pero que es
bastante madura para su edad etc. ¿es Julia una adolescente? Es difícil decirlo, por una
parte sigue siendo una niña, por otra parte se comporta como una adolescente.
Los casos anteriores son ejemplos de casos fronterizos de los predicados “delgado” y “ado-
lescente” respectivamente. Una parte importante de la fenomenología de los casos fron-
terizos es que hablantes competentes del lenguaje no responderán de manera categórica
a la pregunta de si el predicado en cuestión se aplica, incluso aunque, aparentemente,
tengan todo el conocimiento relevante acerca del asunto.
Imaginemos que Isabel es amiga de Timothy y preguntamos a Isabel si Tim es delgado.
Dado que Tim es un caso fronterizo, Isabel no responderá simplemente “sí” o “no” (incluso
aunque tenga todos los detalles acerca de la altura, peso, medidas, etc acerca de Tim).
Previsiblemente, Isabel responderá cosas como “es más o menos delgado” o “en cierto
modo, sí”, “depende con quién lo compares” etc.
La misma situación se reproduce con Julia. Preguntamos a Marta, la madre de Julia, si
considera a Julia una adolescente. Marta no responde con un “sí” o un “no” tajante, sin
más bien “desde luego, en ocasiones está adolescente perdida, pero sigue siendo una
niña cuando juega con su hermana” etc. A pesar de que Marta tiene, aparentemente,
todo el conocimiento relevante para la aplicación del predicado, el modo de responder
de Marta (“hesitant”), muestra que Marta no tiene una disposición estable a responder en
una dirección concreta.
Se da por hecho, en la Filosofía del lenguaje, que el significado de las expresiones está
determinado por el uso de los hablantes – si a lo que es verde lo llamáramos de manera
consistente y sistemática “rojo”, éste término dejaría de significar lo que actualmente
significa. En relación con los casos fronterizos, los hablantes competentes del lenguaje
muestran una cierta simetría en sus disposiciones: no responden simplemente “sí” o
“no”. La pregunta es: si existe este tipo de simetría a nivel del uso ¿cómo es posible que
exista una simetría a nivel semántico? El principio de bivalencia queda cuestionado de
esta manera.
Pablo Cobreros
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1.2 La paradoja de sorites

Una paradoja es una argumento aparentemente válido con premisas aparentemente ver-
daderas y conclusión aparentemente falsa. Naturalmente, alguna de estas apariencias
debe ser engañosa.
La paradoja de “sorties” es conocida desde la antigüedad, atribuida a Eubulides de Mileto
(https://es.wikipedia.org/wiki/Eubulides). El nombre de la paradoja viene del término
griego “sóros” (= “montón”). Un grano de arena no hace un montón y, en general, si n
granos no hacen un montón, añadir un grano más no transforma ese conjunto de granos
en un montón. El resultado, asumiendo que la lógica clásica es correcta, es que la totalidad
de granos de arena de todas las playas del mundo no hacen un montón.

P1 ¬M(1)
T ∀x(¬M(x) ⊃ ¬M(x + 1))

C1 ¬M(3, 75 · 1021 )

Podemos traducir el argumento a lógica proposicional empleando multitud de condi-


cionales en lugar del Principio de tolerancia:

P1 ¬M(1)
T2 ¬M(1) ⊃ ¬M(2)
T3 ¬M(2) ⊃ ¬M(3)
..
.
T3,75·1021 ¬M((3, 75 · 1021 ) − 1) ⊃ ¬M(3, 75 · 1021 )

C1 ¬M(3, 75 · 1021 )

2 Vaguedad y lógica clásica (bivalencia)

La lógica clásica, particularmente el principio de bivalencia, parece incompatible con la


vaguedad del lenguaje natural. En relación con los casos fronterizos, el principio de
bivalencia parece incompatible con la simetría en el uso revelada en la fenomenología
de éstos: si hay hay simetría a nivel de uso, cómo es posible que haya asimetría a nivel
semántico (verdadero o falso y no ambos).
Más aún, el principio de bivalencia implica nuestra ignorancia en casos fronterizos. La
ausencia de disposición estable a afirmar en casos fronterizos revela que no hay creencia
ni, por tanto, conocimiento. Si la proposición en cuestión es verdadera o falsa entonces
somos ignorantes acerca del asunto.
En relación con la paradoja de sorites. Que un argumento es válido, significa que si
todas las premisas son verdaderas, su conclusión es verdadera. Equivalentemente, si la
conclusión no es verdadera entonces alguna premisa no es verdadera. En lógica clásica
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podemos avanzar un poco más; con ayuda del principio de bivalencia la última afirmación
es equivalente a la siguiente: si la conclusión es falsa, alguna premisa es falsa.
El argumento presentado anteriormente es válido en lógica clásica. Por tanto, si 1 grano
no hace un montón y 3, 75·1021 sí, se sigue que ¬∀x(¬M(x) ⊃ ¬M(x+1), esto es, ∃x(¬M(x)∧
M(x + 1)).
El punto puede presentarse mirando al argumento formulado con condicionales. Si 1
grano no hace un montón y 3, 75 · 1021 sí, entonces debe haber al menos un condicional
falso. Un condicional es falso únicamente cuando el antecedente es verdadero y el
consecuente falso, por lo tanto, tiene que haber un punto de la secuencia de sorites donde
tenemos algo que no es un montón seguido de algo que sí es un montón.
En efecto, la vaguedad combinada con la lógica clásica (particularmente con el principio
de bivalencia) da lugar a la teoría epistémicista: para cada caso fronterizo hay un hecho que
desconocemos, para cada secuencia de sorites hay un último ítem al que el predicado se
aplica (frontera precisa). Dentro de la teoría epistemicista la indeterminación relacionada
con la vaguedad es un cierto tipo de ignorancia (por ejemplo, que es indeterminado si Julia
es una adolescente significa que ignoramos – por razones conectadas con la vaguedad –
si Julia es una adolescente).
El único modo, aparentemente, de evitar el epistemicismo es rechazar el principio de
bivalencia. Si aceptamos que una proposición puede ser ni verdadera ni falsa (o, quizá
también, verdadera y falsa), por una parte parece que podemos respetar a nivel semántico
la aparente simetría a nivel del uso. Por otra parte, evitamos la ignorancia en casos
fronterizos: no sabemos si Julia es una adolescente pero no ignoramos si lo es, pues no
hay ningún hecho que ignorar.
En el caso de la paradoja de sorites, el hecho de que el argumento sea válido y la conclusión
falsa no implica que uno de los condicionales sea falso (solamente que alguno no es
verdadero). Desaparece la frontera precisa entre los casos de los que el predicado es
verdadero y los casos de los que es falso.

3 Epistemicismo y superevaluacionismo

El epistemicismo sostiene que la indeterminación debida a la vaguedad no es una in-


determinación a nivel semántico (la extensión de un predicado vago está perfectamente
determinada) sino una indeterminación a nivel epistémico: ignoramos – por razones rela-
cionadas con la vaguedad – si un caso fronterizo cae dentro de la extensión del predicado
vago. La principal tarea del epistemicismo es explicar en qué consiste nuestra ignorancia
debida a la vaguedad.
De acuerdo con Williamson ((Williamson, 1994, c. 8)) nuestra ignorancia en los casos
fronterizos se deriva de el fenómeno más amplio del conocimiento inexacto. Imaginad
que entramos en un despacho y vemos que hay una estantería llena de libros. Con un
simple vistazo hemos adquirido cierto conocimiento acerca del número de libros en la
estantería. Podemos saber, por ejemplo, que hay más de cincuenta libros y que hay menos
de doscientos. Se trata de un conocimiento genuino pero inexacto. Esta inexactitud puede
caracterizarse del siguiente modo: somos incapaces de discriminar (juzgar la diferencia)
entre la situación actual y la situación en la que hay algunos libros más o algunos libros
menos.
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De esta manera, el conocimiento inexacto se caracteriza por la presencia de un margen de error:


Sabemos que A es verdadera, solamente si A es verdadera en situaciones suficientemente
similares. Por ejemplo, sabemos que hay más de 50 libros porque esta proposición es
verdadera en situaciones similares (cuando hay 138 o 136, por decir algo). Sin embargo,
no sabemos que hay más de 136 (pues esta afirmación es falsa en situaciones similares).
De acuerdo con Williamson, los predicados vagos tienen extensiones precisas pero alta-
mente inestables. Pequeñas variaciones en el uso por parte de una comunidad pueden
generar variaciones en la extensión del predicado. Como consecuencia, las proposiciones
que envuelven predicados vagos requieren dejar un cierto tipo de margen de error: sabe-
mos que Julia no es un bebé porque la afirmación “Julia no es un bebé” es verdadera en
situaciones en las que la extensión del predicado ha variado ligeramente; no sabemos si
Julia es adolescente porque bajo ciertas alteraciones de la extensión del predicado, Julia
es adolescente y bajo ciertas alteraciones no lo es.
El margen de error en el caso del conocimiento inexacto en general – como en el ejemplo de
los libros – hace referencia a situaciones contra-fácticas. La peculiaridad de los márgenes
de error en el caso de la vaguedad es que hacen referencia a situaciones contra-semánticas.
Para poder saber que x es calvo, x debe ser calvo en toda situación en la que la extensión
del predicado ha variado ligeramente.
Podemos caracterizar la semántica de márgenes de error con ayuda de la lógica modal.
Una interpretación con márgenes de error es una estructura hW, d, α, Ii donde:

• W , ∅ es un conjunto de mundos posibles,


• d es una métrica sobre W (una medida de la similaridad de los mundos en W),
• α es número real positivo (el “margen de error”) y
• I es una función que asigna valores de verdad a las variables en mundos posibles.

Dada una interpretación con márgenes de error, las fórmulas toman valor de verdad del
modo usual,

• Iw (A ∧ B) = 1 si y sólo si Iw (A) = 1 y Iw (B) = 1,


• Iw (¬A) = 1 si y sólo si Iw (A) = 0,
• Iw (CA) = 1 si y sólo si ∀w0 tal que d(w, w0 ) ≤ α, I0w (A) = 1.

Examinemos ahora qué sucede en los casos fronterizos. Supongamos que la proposición
“Julia es adolescente” es verdadera, ¿Por qué no podemos, de acuerdo con Williamson,
saber que Julia es adolescente? Porque Julia está demasiado próxima a la frontera del
predicado y una pequeña variación en la extensión podría haber hecho que la proposición
fuera falsa. En términos de la semántica para márgenes de error, el mundo actual w es tal
que Iw (A) = 1, lo cual implica que hay un mundo a una distancia inferior a α (a saber: el
propio w) donde la proposición es verdadera, por lo que Iw (¬C¬A) = 1. Pero además hay
un mundo w0 situado a una distancia inferior a α tal que I(A) = 0, por lo que Iw (¬CA) = 1.
Esto es, no conocemos que A y no conocemos que no A, esto es, desconocemos si A.
De acuerdo con el superevaluacionismo un predicado vago se puede hacer preciso de
múltiples maneras, todas ellas admisibles. Por ejemplo, el predicado “es adolescente” se
puede precisar como el conjunto de aquellos humanos de, digamos, entre 13 y 17 años,
pero también como aquellos de entre 13 menos un día y 17 años. Un objeto puede estar
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dentro de todos los modos admisibles de hacer preciso el predicado, puede estar fuera
de todos ellos o puede estar dentro de algunos y fuera de otros. Martín, por ejemplo, que
tiene 16 años, es claramente adolescente, pues está dentro de todos los modos de hacer
preciso el predicado. Mariana, que tiene 3 años, es claramente no-adolescente, pues está
fuera de todos los modos de hacer preciso el predicado. Julia es un caso fronterizo, pues
está dentro de algunos modos de hacer preciso pero no de todos.
Podemos adaptar la idea de hacer preciso un predicado vago al lenguaje proposicional.
El superevaluacionismo mantiene que algunas proposiciones que involucran predicados
vagos son siempre verdaderas (como “Martín es adolescente”) y otras son siempre falsas
(como “Mariana es adolescente”) mientras que otras (como “Julia es adolescente”) son
verdaderas de acuerdo con algunos modos de hacer preciso y falsas de acuerdo con
otros. Se entiende que una precisificación es un modo admisible de hacer precisos todos los
predicados del lenguaje – un modo admisible, por tanto, de asignar valores de verdad a
todas las proposiciones.
De acuerdo con el superevaluacionismo una proposición A es verdadera propiamente (o
también “superverdadera”) cuando A es verdadera en toda precisificación. Consecuente-
mente (dado que “A es falso” = “¬A es verdadero”) una proposición A es propiamente
falsa (“superfalsa”) cuando es falsa en toda precisificación. Si A es verdadera de acuerdo
con algunas y falsa de acuerdo con otras, A no es ni verdadera ni falsa.
De esta manera, el superevaluacionismo postula la existencia de gaps de valores de verdad:
no todo proposición es verdadera o falsa (vs el principio de bivalencia). Sorprendente-
mente, sin embargo, las proposiciones válidas de la lógica clásica, son superverdaderas
de acuerdo con el superevaluacionismo, independientemente de que las proposiciones
que la compongan sean o no gappy.
Consideremos la proposición “Si Julia es adolescente entonces Julia es adolescente”. La
proposición es verdadera de acuerdo a cualquier extensión del predicado. Pues si una
extensión hace a la proposición “Julia es adolescente” verdadera, el consecuente del
condicional es verdadero y si una extensión hace a la proposición falsa, el antecedente es
falso. En cualquiera de las dos situaciones, el condicional es verdadero.
La misma situación se reproduce en el caso de instancias de la ley de tercio excuso.
Consideremos “O bien Julia es adolescente o bien Julia no es adolescente”. La disyunción
es verdadera en toda precisificación, pues en cada una alguno de los miembros de la
disyunción es verdadera (aunque puede variar cuál de precisificación en precisificación).
El superevaluacionismo es una semántica “no-veritativo-funcional” en el sentido de que
el valor de verdad de una proposición no está completamente determinado por el valor
de verdad de los miembros que la componen. Consideremos el siguiente caso. “Julia
es adolescente o Julia es adolescente” no es ni superverdadera ni superfalsa (pues es
lógicamente equivalente a “Julia es adolescente”); sin embargo “Julia es adolescente o Julia
no es adolescente” es superverdadera. Así pues, una disyunción A ∨ B con proposiciones
ni verdaderas ni falsas, en ocasiones será superverdadera y en ocasiones ni verdadera ni
falsa.
Podemos emplear la semántica modal para modelar las ideas centrales del superevalu-
acionismo. Esto nos permite, además, introducir una expresión “D” para significar la
noción de “determinadamente”. Una interpretación superevaluacionista es una estruc-
tura hW, Ii donde:
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• W , ∅ es un conjunto de precisificaciones y
• I es una función que asigna valores de verdad a las variables en precisificaciones.

Dada una interpretación superevaluacionista, las fórmulas toman valor de verdad del
modo usual,

• Iw (A ∧ B) = 1 si y sólo si Iw (A) = 1 y Iw (B) = 1,


• Iw (¬A) = 1 si y sólo si Iw (A) = 0,
• Iw (DA) = 1 si y sólo si ∀w0 I0w (A) = 1.

References
Williamson, T. (1994). Vagueness. Routledge.

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