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PARADOJAS

En lógica sólo interesan aquellas proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas. En los
lenguajes naturales a veces hay proposiciones que parecen enunciados apofánticos ( es decir, de los
que se puede decir que son verdaderos o falsos) pero sin embargo aparentemente resulta imposible
comprobar si son verdaderos o falsos. Imaginemos una tarjeta. En una cara hay escrito:

LA ORACIÓN DEL OTRO LADO DE ESTA TARJETA ES


VERDADERA

Este enunciado tiene sentido propio, adopta una forma afirmativa y se puede determinar su
valor de verdad dándole la vuelta a la tarjeta. En la otra cara se puede leer:

LA ORACIÓN DEL OTRO LADO DE ESTA TARJETA


ES FALSA

¿Es verdadero el enunciado de la primera cara? ¿Y el de la segunda?

La unión de estos dos enunciados forma una paradoja, la llamada ‘paradoja de Jourdain’, una
variante moderna de la archiconocida ‘paradoja del mentiroso’, que desde dos siglos antes de Cristo
viene enmarañando las neuronas de quienes se adentran en ella. La paradoja del mentiroso se
expresa de la siguiente manera:
Todos los cretenses son mentirosos, dijo Epiménides el cretense.

Pueden ponerse otros ejemplos de paradojas :


1. Si 343 = 7³ entonces 7³ contiene tres cifras
2. El adjetivo heteroaplicable es heteroaplicable (Paradoja de Grellins. Llamamos heteroaplicables
a los adjetivos que no poseen la cualidad que denotan y por tanto no se describen a sí mismos. Los
que sí lo hacen son llamados autoaplicables. El adjetivo ‘english’ es un adjetivo autoaplicable,
porque entre otras cualidades posee la de ser ‘inglés’ en inglés. En cambio ‘barato’ es un adjetivo
heteroaplicable, porque él mismo no posee esa cualidad.)
3. El barbero de una localidad afeita sólo a quienes no se afeitan a sí mismos. ¿Se afeita a sí
mismo?
4. Prohibido prohibir (pintada realizada en París en mayo de 1968)
5. No hay que ser supersticioso porque trae mala suerte

Podemos entonces describir una paradoja como un enunciado o expresión en el que aparentemente
la condición de que sea verdadera es que sea falsa, y viceversa; pero que no es verdadera y falsa al
mismo tiempo. Hay diferentes tipos de paradojas: lógicas, semánticas, psicológicas, de la
percepción, etc.

Ha habido muchos intentos de solucionar las paradojas. Uno de los más importantes establece la
distinción entre niveles del lenguaje, llamando ‘lenguaje’ al nivel 1 y ‘metalenguaje’ al nivel 2. La
paradoja del mentiroso se eliminaría, según esta solución, al comprender que existen estos dos
niveles de lenguaje dentro del enunciado. Si lo expresamos así:
“Dijo Epiménides el cretense: todos los cretenses son mentirosos”
entonces la expresión se convierte en una expresión no paradójica: lo que está en cursiva es lo que
dijo Epiménides (nivel 1). Lo que no está en cursiva es un enunciado metalingüístico, de nivel 2. La
oración ahora es verdadera porque es verdad que Epiménides dijo exactamente eso, que los
cretenses eran unos mentirosos. Esta solución no sirve sin embargo para solucionar todas las
paradojas.

SOFISMAS O FALACIAS

Junto con las paradojas, en las que no hay propiamente falsedad, los lenguajes naturales
producen argumentaciones que sí son lógicamente falsas, porque son incorrectas, pero que tienen
apariencia de verdaderas. Son los sofismas, argumentos falaces, falacias o argumentos retóricos,
que de todas estas formas se les puede designar.
Las paradojas y los sofismas son propios de los lenguajes naturales. Los lenguajes formales
como son los de la matemática y la lógica obvian estos problemas gracias a su mayor
precisión.

Un argumento o razonamiento es la unión de varios enunciados llamados premisas y de


otro que se deriva o deduce de ellas, al que llamamos conclusión. Para que un argumento sea
correcto ha de seguir unas reglas lógicas determinadas, que ya hemos visto en el tema anterior.
Algunas de esas reglas las aplicamos de forma natural cuando reflexionamos o cuando discutimos
con otras personas; sin embargo otras muchas no suelen ser conocidas.
Los argumentos falaces son aquéllos en los que no es tanto la potencia razonadora o lógica
la que otorga convicción sino más bien los recursos estilísticos o extralógicos (retóricos) que se
usan para imponer una idea. Para que podamos hablar de argumentos falaces, falacias o sofismas es
necesario que no exista relación lógica entre las premisas y la conclusión. Son por tanto falsos
argumentos, pero suelen ser muy potentes dado que en muchos casos son muy convincentes.
Podemos diferenciar entre falacias formales o lógicas y falacias informales. Las primeras
incluyen un defecto en la argumentación. Algunas FALACIAS FORMALES son las siguientes:

1- Falacia de la afirmación del consecuente. Es una falacia en la que se olvidan varias alternativas
a la hora de suponer que si es verdadera una condición y también lo es el consecuente, ha de serlo
necesariamente el antecedente: “Si llueve entonces las calles se mojan. Las calles están mojadas.
Por tanto llueve” En este caso aunque sea cierta la condición (primera premisa) y el consecuente
(las calles están mojadas), no se deduce la necesidad de la conclusión (pueden haber sido regadas
las calles).
2- Falacia de la negación del antecedente. Si se afirma una condición y se niega el antecedente,
entonces ha de ser falso el consecuente: “Si llueve entonces las calles se mojan. No llueve. Por
consiguiente las calles no están mojadas”. Al igual que en el caso anterior se olvidan otras
alternativas, como que las calles hayan sido regadas.
3- Falacia de la generalización incorrecta. Se basa en una inducción incompleta y apresurada, que
toma el todo por la parte: “En el partido político X hay algunos casos de corrupción, en el partido
político Y hay también algunos casos de corrupción. Así que todos los políticos son corruptos”.
4- Falacia de la composición. Toma falsamente el todo por la parte: “El equipo X tiene magníficos
deportistas, por tanto debe ser un gran equipo”.Ser buen deportista no significa que se juegue bien
en equipo. “Si compras una casa ahora, la podrás vender más cara después; por tanto, si todos
compramos una casa ahora, la podremos vender más cara después” (cuando esto ocurre suele
originarse una burbuja económica que deviene en crisis)
5- Falso dilema o falacia del tercio excluso. Consiste en presentar al interlocutor sólo dos
alternativas como si éstas fuesen las únicas: “o estás con nosotros o estás contra nosotros”, “dado
que el universo no ha surgido por azar, ha tenido que ser creado por un ser inteligente”, “o vota
usted a este partido o le gusta que todo vaya mal”. En estos casos se excluyen otras alternativas
posibles.

Las FALACIAS INFORMALES son aquéllas en las que no hay un error lógico sino que el poder
de convicción se basa en instancias ajenas al razonamiento:
1- Falacia de la causa falsa o “post hoc, ergo propter hoc”. Consiste en afirmar de dos sucesos
que ocurren de forma consecutiva o simultánea, que uno es causa del otro: “Si la alta mortandad de
una comarca es signo de pobreza, entonces la Costa del Sol es muy pobre” (la mortandad tiene otra
causa aquí, tiene que ver con el alto número de jubilados que residen en esta zona).
2- Circularidad o petición de principio (“petitio principii”). Cuando lo que ha de demostrarse se
incluye implícitamente en las premisas se cae en argumentación circular: “Dios es un ser que no
miente y la Biblia dice que Dios existe. Como la Biblia ha sido escrita indirectamente por Dios,
Dios tiene que existir”. El argumento asume como verdadero en las premisas lo que quiere probar.
3- Falacia de pregunta compleja. No tiene propiamente forma argumentativa, pero obliga al
interlocutor a asumir lo que se afirma de él: “¿Sigue pegándote tu novio (o novia)?”. Si se contesta
afirmativamente entonces se asume el carácter violento de la relación; si se niega entonces se afirma
que ya no hay violencia, pero que la hubo. Si la respuesta es el silencio, entonces se puede apelar a
otra falacia: al argumento “ad silencium”, que dice que quien no contesta es porque o ignora el
tema tratado o tiene motivos para no contestar; en este último caso se asume que la razón para tal
silencio es que asume la veracidad del hecho.
4- Argumento “ad hominem”. Está basado en el ataque a alguna cualidad de la persona que es
oponente en la discusión y no a sus argumentos: “Su afirmación acerca de la economía española es
falsa porque usted no es economista”. “Usted me ha suspendido sólo porque me tiene manía”.
5- Argumento “ad ignoratiam”. Consiste en pensar que una afirmación es verdadera porque no se
ha demostrado que sea falsa: “No hay pruebas importantes de que el señor X sea un corrupto, por
tanto el señor X no es un corrupto”, “No hay pruebas de que Dios exista, por tanto Dios no existe”
6- Argumento del bastón o “ad baculum”. Hace hincapié más en la razón de la fuerza que en la
fuerza de la razón y por tanto esconde en la argumentación una amenaza más o menos velada:
“Todos los niños han de comer legumbres para estar fuertes y no enfermar. Estoy seguro de que tú
no quieres ponerte malito ¿verdad, mi niño?, así que o te comes el potaje de lentejas o vas a saber lo
que es ponerse malo de golpe”
7- Argumento de autoridad o “ad auctoritatem”. Consiste en afirmar que algo es verdad sólo
porque así lo ha afirmado algún especialista en la materia. Veamos unos versos de El libro del buen
amor, del Arcipreste de Hita:

Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,


que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por sonseguir unión con hembra placentera.
Si lo dijera yo, se podría tachar,
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.

Juan Ruiz, el arcipreste, señala que es verdad lo que él afirma porque dice que lo afirmaba
Aristóteles. Aunque ni es verdad que ésas sean las únicas razones de trabajo del mundo ni tampoco
es cierto que Aristóteles dijese tal cosa, lo importante es incluir el nombre del filósofo griego, que
durante siglos fue considerado como máxima autoridad filosófica. A veces es llamada también
argumento “ad verecundiam”.
8- Argumento “ad populum”. Muy estimado por la clase política y los publicistas, esta falacia
consiste en apelar a las emociones de la multitud o afirmar que algo hay que hacer porque todos lo
hacen. “Bebe X, millones de personas no pueden equivocarse” o “El pueblo honrado no consiente
que usted lleve esta política cultural nefasta”. En el primer caso se apela al hecho de que muchas
personas degustan una bebida determinada; en el segundo caso se afirma que la totalidad de la
ciudadanía no defiende algo, aunque en realidad se está diciendo que los representantes de un
partido político determinado no están de acuerdo con una actuación determinada.
9- Argumento “ad misericordiam”. Intenta apelar a la piedad o el favor del interlocutor para
conseguir algo. “Tengo una beca que me permite seguir estudiando; para mantener esta beca he
aprobar todas las asignaturas y si no apruebo la suya a pesar de lo mucho que he estudiado me la
quitarán”. “Veo que por lo que dice usted lo está pasando muy mal, por eso cuando me pide que le
ayude debe estar diciendo la verdad”
10- Falacia de anfibología y de equívoco. Ocurre cuando en el mismo argumento se usa una
palabra, frase o expresión en más de un sentido: “Es cierto que ayer vi a la burra de Juanita”
(equívoco o ambigüedad), “Quienes provocan heridas son delincuentes, el cirujano provoca heridas,
por tanto el cirujano es un delincuente” (anfibología). Una ambigüedad continuada sería la
siguiente: “Mi primo Paco es muy bruto; Bruto apuñaló a César y tras caer, éste no se movió nada;
el que nada flota; la flota es una escuadra; una escuadra es un triángulo. Por consiguiente, mi primo
Paco es triangular.

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