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Los Códigos Andinos

En las ruinas precolombinas están representados diversos elementos de la cosmovisión andina,

por lo tanto aprender sobre ella puede ser fundamental para comprender la finalidad de éstas

construcciones.

Nuestro proyecto tiene como fundamento el libre acceso al conocimiento y la información. El

conocimiento de nuestras raíces, aquellas que nos anclan a la tierra que habitamos, fueron en el

territorio andino borradas por las fuerzas de la naturaleza, el desarrollo de actividades de

explotación minera, la llegada de culturas ajenas y el paso inexorable del tiempo. Como

consecuencia, hemos extraviado en nuestra memoria un pedazo de identidad que narra la historia

de nuestra larga relación con el territorio, y mientras las ciencias de la arqueología y antropología

hacen grandes esfuerzos por comprenderla, vemos que el tiempo para rescatar nuestro

patrimonio se acorta.

La convivencia con ruinas precolombinas en nuestra cercanía poco a poco fue penetrando

nuestra consciencia y generando un profundo respeto y preocupación por su creciente

vulnerabilidad. Por esto decidimos comprometernos a apoyar los esfuerzos de conservación e

investigación de sitios arqueológicos.


Lugares intemporales, códigos ancestrales

Si bien el mundo andino de hoy no posee la grandeza y conocimientos que algunas de sus

culturas llegaron a ostentar, hay lugares donde aún se conserva en gran medida el mundo

espiritual, gracias a que a través de éste se codifican muchas de las prácticas básicas y

fundamentales que sustentan la vida a partir de la comprensión de la geografía, los ciclos y el

macro equilibrio en el que cada elemento juega un rol.

Los pueblos que siguen manteniendo esta armonía y a la vez han logrado asimilar el contacto con

el mundo occidental, nos regalan los principios que los han llevado a encontrar su lugar en la

tierra y que reciben el nombre de Códigos Andinos, ordenados en siete leyes fundamentales.

El paqo (sacerdote) Q’ero Nicolás Pauccar los describe de la siguiente manera:


Kawsay: Implica que yo debo reconocer que estoy vivo. Es la existencia, es reconocer mi

existencia, es decir: “Yo, como Nicolás, estoy vivo”. Cada uno debe reconocer su propia

existencia en el cosmos.

Anya: Es el proceso de acompañamiento, donde uno comparte su punto de vista y reconoce el

punto de vista de otro como verdad parcial, donde mi verdad es complemento de la verdad de los

demás para caminar en el camino de la sabiduría y abundancia Q’apaq Ñan.

Munay: Es el amor, deseo y poder de transformar tu vida como mejor elijas.

Experimentar munay es el primer poder que el hombre tiene que recuperar para emprender el

camino de la evolución como poder absoluto sobre todas las cosas.

LLank’ay: Es comprender todos los procesos de tiempo lineal en donde todo tiene su

consecuencia. Llank’ay  me permite ir al encuentro de lo que yo elijo siguiendo las secuencias del

tiempo lineal, es como sincronizarse con aquello que ubicas ().

Yachay: Es el saber. El por qué y el para qué de las cosas. A través de este código se da sentido

a todas las experiencias que estamos viviendo; también es la representación o simbolización de

lo comprendido en tiempo lineal. Con este dispositivo se puede quitar o transferir un complejo

proceso con una sola palabra.

Ayni: Es el compartir entre todas las cosas. Es la reciprocidad, es el dar y recibir. Es el equilibrio

entre todas las cosas. Entonces, cuando das, necesariamente hay una correspondencia que debes

recibir, aunque muchas veces, no recibes del mismo modo. Hay otras veces que uno se niega a

recibir, entonces desestabiliza su vida, al mundo, su tiempo. Por eso deberíamos practicar ayni,

dar y recibir.

Kawsay pacha: Es la existencia de la individualidad en la inmensidad, es decir; tu existencia

consciente en tiempo y espacio.


Estos códigos reflejan una profunda capacidad de observación, comprensión y al mismo tiempo

gratitud hacia la Pacha mama, donde el tiempo y el espacio se entremezclan generosamente

propiciando la vida.

A través de esta cosmovisión se le otorga un carácter sagrado a toda la creación, y el habitante

andino se hace parte de esta estructura divina al entender que en sus montañas, ríos, valles,

quebradas, sierras, altiplanos, lagos, islas, volcanes, salares y glaciares está todo lo que necesitan

para entenderla, sumirse en ella y habitarla. Hoy el testimonio de esta relación sagrada se

encuentra plasmado en diversas construcciones y ruinas de piedra cuyos propósitos originales

son en gran parte un misterio.


Confiamos en que para llegar a entender los reales motivos que llevaron a los amautas o

arquitectos andinos a diseñar sus enigmáticas y precisas construcciones, tenemos que comenzar

por aprender de su cosmovisión. Es clave notar la estrecha relación de su forma de vida con la

forma de la tierra y sus ciclos. Asimismo debemos observar al sol, la luna y la galaxia o Mayu, el

río de estrellas. Muchos siglos de estudio y entendimiento de la bóveda celeste y los ciclos que

gobiernan a la galaxia les dieron a las culturas andinas la pauta para adaptarse con tanto éxito al

territorio. Los lugares que perduran hoy pueden guardar en sus configuraciones los últimos

vestigios de información de una práctica ancestral de observación y medición astronómica y

territorial, que pudo ser transcrita a la escala humana a través de su arquitectura y su relación con

el cielo y el territorio.

Salvaguardar esta información y trabajar para llegar a comprenderla, es nuestro propósito.

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