Está en la página 1de 66

ENCUENTRO

CON

EL DIQUE

Registro: Derechos de autor: En proceso

2020
ENCUENTRO

CON Dr Jairo Rojano Mercado


Santaluciero, Santauciense, criado en
las aguas del Dique al lado de
bocachicos, arencas y barbules.

EL DIQUE Profesionalmente es egresado en


Educación, Mención Biología y
Química. Área Biología. Universidad
del Zulia, con especialidad en
Metodología de la investigación
científica y Doctor en Ciencias de la
educación.

4
Introducción

Dentro de nuestra vida como ser, como algo


que forma parte de un algo social, un mundo
humano, la importancia de ese ser, no es solo el
haber eclosionado de un pedazo de suelo y luego
seguir un crecimiento cronológico que lo ubica en
el contexto social a través de etiquetas que facilitan
su identificación y luego su ubicación en el estrato
de diversos nombres y formas que se construyen.
Siempre hay una génesis, lo mismo que en el
origen del conocimiento, hecho que se globaliza en
el marco de lo epistemológico para indagar dando
a conocer el contexto de los hechos o fenómenos,
sin dejar a un lado el aspecto cognoscitivo que
ayuda a engrandecer el pensar reflexivo dentro
5
del marco humano de la unicidad racional para
llegar de ese modo a comprender el lado axiológico
de eventos tratados por las personas, en su afán de
ser tal como aparecen.
De esta manera y teniendo en consideración
lo antes expuesto, se hace alusión al Canal del
Dique, como célula matriz de nuestro nacimiento,
desarrollo corporal y mental trascendental que ha
permitido adquirir competencias socio-culturales
facilitadoras del desenvolvimiento dado en el vivir
de la vida cotidiana y sus elementos esenciales que
han vertido en experiencias significativas para el
bien de las comunidades con las cuales ha
correspondido relacionarnos.
Dentro de este ámbito, aludiendo al Canal del
Dique, voraz fuente acuática fluvial, ubicada al sur
del Departamento del Atlántico, impone límites

6
con el Departamento de Bolívar, contando con una
historia de vida, compartida con la historia social
de cualquier habitante de Santa Lucia, de ahí que
sea prudente asegurar que basta con conocer la
historia de alguien de ese pueblo, para conocer al
mismo tiempo la historia del Dique.
Ahora, pensar en el dique, es reflexionar con
profundidad sobre el cumulo de vivencias de
sujetos interrelacionados con el tiempo, en todo el
tiempo, lo cual ha permitido cierta ubicación en la
espacialidad y temporalidad apropiada a la vida
cotidiana encubierta por silente ingenuidad que ha
potencializado devoradora ansiedad hacia el
desarrollo socio, cultural y económico, para aportar
desde allí un granito de progreso en la actividad
nacional colombiana.

7
Orilla del dique frente a la Plaza Bolívar

8
Encuentro con el Dique

La experiencia de convivir con alguien que te


da algo de su microcosmo tiene un significado
axiológico de valor humano incalculable, por el
hecho de compartir permanentemente vivencias
para el mutuo convivir que lleva al crecimiento
personal y familiar dentro de una comunidad que
respira amor y cariño en su sapiente
interrelación ecosistemática, para generar
sabiduría en sus múltiples manifestaciones,
coadyuvando de esa manera al logro de
fortificaciones personales como ser humano
dotados de conciencia racional apegada a
preceptos teológicos que ayudan a moldear al ser
humano, para que sepa aceptar al otro como ser
social, como lo anuncio Moisés en la famosa tabla

9
del Sinai: Amar al prójimo como a ti mismo, siendo
para nosotros no un sentimiento personal, sino un
mandato dado en las leyes sagradas talladas en
rústica madera del Sinai, como lo registra con gran
naturalidad el Éxodo y las acciones del varón
Moises.
Dentro de ese contexto, se hace referencia
en sí, al Canal del Dique, hilo acuático, el nuestro,
caudaloso y voraz, como un hecho afianzado en
experiencia de larga y dinámica convivencia
intersubjetiva, por cuanto en sus corrientes hay
libre y real expresión o manifestaciones de vida,
entendido biológicamente como “crossin over
genético” en expresión de Watson y Crick,
originando espacios hermenéuticos de sintética
comprensión e interpretación del compartir de
vivencias acumuladas y evocadas en la

10
horinzontalidad del estar ahí, en ese fugaz ahora
que vive, que se evoca dándole vida y estado de
convivencia en el aquí en el ya con la presencia
histórica del santaluciero, como individuo biótico
con funciones fisiológicas y sociales enlazadas en
Web o redes, cuya extensa entramada conforma
una historia de vida que encierra la vida de cada
uno de los habitantes del dique en ese área
geográfica atlanticense.
Es de resaltar con firme acento, que el
Santaluciero conoce al Dique, el cual como toda
historia de vida comprende o forma parte de la
realidad socio cultural de un grupo humano
identificado con esa corriente fluvial. Ahora, el
Dique, como ente acuático, con vida dinámica
permanente es parte del devenir del sentir
santaluciero.

11
En este aspecto, es oportuno traer a
colación que el agua de esa familiar fuente
acuática, acudiendo al pensar de Tales de Mileto,
filósofo Jónico de Grecia, es el principio de todos
los seres, es fuente de vida, hecho que se ha
demostrado científicamente, encontrando que los
seres vivos en un noventa y algo mas por ciento
está constituido por agua, correspondiéndole a la
estructura muscular, calcárea y ósea, conformar
el otro diez por ciento. Esa es el agua que cae del
cielo formando parte del llamado ciclo hidrológico
encausado al final en el gran Magdalena para luego
encausarse en ese famoso canal. Además, se tiene
que el agua como sustancia química está
constituida por los elementos hidrógeno (H) y
oxígeno(O) en proporción dos, uno, siendo, dulce y

12
careciendo de sales disueltas en su masa, las cuales
son abundantes en el agua de mar.
Ahora, en las aguas del Dique el santaluciero
tuvo la bella oportunidad de compartir la vida,
sabiendo que el agua es vida, en ella saciaba la sed
con energía, para ir fortaleciendo su alma y
demostrar a campo abierto la vitalidad humana.
Quien no lo hizo en Santa Lucia? Pues, era orgullo
saber convivir en ese mundo acuático, que día a día
transportaba esperanza de tener un mañana mejor
para felicidad personal y de toda la familia.
Eso ha ayudó mucho, el saber convivir
armónicamente con la corriente acuosa y otros
elementos de la naturaleza, para lograr el alcance
de los actuales logros personales y de muchos
núcleos familiares en acto.

13
En ese sentido, haciendo un acercamiento a
nuestra cristiandad, evocando la manera como
Jesús fue y convivio con sus apóstoles en las aguas
del Rio Jordán, el santaluciero también ha
compartido la bendición de las aguas desprendidas
del vientre de la Laguna de la Magdalena,
adentrando en ellas para recibir la bendición del
Señor, aunque sin la presencia material Juan El
Bautista, contando siempre con el santificado
acompañamiento de nuestra patrona,
configurada en sus inicios en una sagrada tablita,
para permitirnos hoy lograr y mantener nítida
visión “Santa Lucia”.
El nadar ¡bellos momentos! era ir
diariamente a compartir la felicidad de vivir, era
disfrutar con otras personas del pueblo, con cada
elemento de la comunidad, y al mismo tiempo,

14
adquirir, emplear y demostrar destrezas en saber
moverse como los peces en el vientre del agua y su
corriente, preñada de remolinos, cantiles y bancos
de arena entre otros, teniendo siempre la
precaución de no abusar de ese recurso natural,
con el cual nos ha dotado la naturaleza, sin
embargo, el agua es vida, pero también la quita,
porque ella haciendo un pare en su cinético
accionar, se detuvo en ese área geográfica
colombiana, observó la bondadosa posición
estratégica dotándola con recurso humano
ejemplar en su permanente laboriosidad, para
extraer y disfrutar de ella misma la esencia del
progreso que cada día va alcanzando a costa de
estólidos esfuerzos e inteligencia de sus hombres y
mujeres emprendedoras.

15
Con base en esa reflexión, no hay que
olvidar, la diversidad de actividades propias del
Dique, de ahí que en ocasiones, sus orillas, sirvieron
como caminos o vías de comunicación con otros
pueblos, sirvió de punto o lugar de aseo personal,
dando lugar a los baños de hombres y mujeres,
experiencias en las cuales la ingenuidad y el
respeto fueron elementos de trascendencia
genética, características de los cooparticipantes o
actores originarios, ya sea en La Pajita o en el
borde de la orilla donde las mujeres disfrutaban
bañándose o lavando acompañadas con el uso
magistral de un instrumento como el Manduco,
el cual era de Trupillo, Aromo o Guayacán. El golpe
de ese magistral instrumento laboral se escuchaba
desde la infinitud de los caminos, como parte del
fondo armónico, en las interpretaciones que

16
ejecutaban en las faenas del cotidiano lavado de
la ropa.

Integrantes de la familia Rojano. 2018. Calle Las Flores. Visitando su


tierra.

Ese manduco fue considerado pieza de


alta calidad para golpear a la mugre y sacarla por la
fuerza, por los cabellos, de su arraigo en los tejidos
de la tela, de su escondijo en la ropa que se elegía
para el lavado. Esa suciedad la envolvía la corriente
17
y la arrastraba con mágica voracidad cada uno de
los remolinos demoliéndola para arrastrarlas
posteriormente a las ansiosas fauces del Caribe,
donde sin lugar a dudas, iba a dar para no tener
más regreso por esos lares, igual que la gota de
agua quien jamás vuelve a pasar por el mismo
punto, ahí, pernoctaban diariamente bellas
mujeres disfrutando con amor y frenesí de sus
labores acompañadas de hermosas melodías, que
a través de sus auténticos cantares, los cuales a
la vez eran disfrutados por los transeúntes
consuetudinarios que merodeaban esos lugares.
En la orilla del Dique, se acomodaba un
espacio para cobijar a los hombres, en La Pajita,
terreno de Vicentico Martínez, al lado del Pendal o
Tendal de Juan Brochero, para brindarle
oportunidad de lograr la limpieza de su cuerpo

18
siendo a la vez la desnudez concebida como
expresión ingenua del ser como ser
auténticamente natural, como vinieron al mundo,
su mundo de su vida en la vida genuina, después de
haber logrado su transformación organogénica,
como etapa posterior al proceso de fecundación
donde se cruzan los cromosomas y sus genes para
determinar la condición humana de cada quien,
con la respectiva caracterización genotípica y
fenotípica que hace identificar con facilidad cada
individualidad personal.
Ahí en ese y otros lugares de la orilla del
canal, entraban los hombres acompañados de sus
hijos, familiares o amigos de todas las edades,
desnudos, sin ropa, como ser natural que vino al
mundo lleno de ingenuidad pueblerina, haciendo
los niños lo mismo, debido a que era costumbre o

19
forma de vida de la gente del pueblo. He ahí, la
presencia de la ingenuidad social y cultural de ese
pueblo, disfrutando de los encantos que
proporciona el Creador a través de la diversidad
compartida en la naturaleza.
Al llegar a ese sitio, los hombres, se
deshacían de su indumentaria la cual colocaban en
la orilla, luego se sentaban en el suelo o se
quedaban de pie, intercambiaban ideas sobre
aspectos de interés entre ellos, referían historias,
chistes y experiencias que eran compartidas con la
mayor atención, mientras que los muchachos se
disponían a escuchar las vivencias dadas a conocer.
Ahí estaba el santaluciero o con el gentilicio
refinado que le quieran adjudicar, desnudo en su
ser y forma de expresarse, pensar y convivir a partir
de la intersubjetividad manifiesta en toda su

20
expresión, del expresarse, gesticular, forma de
pensar y ver las cosas dentro de su mundo como
cosa que se vivía a través de propias experiencias
trascendentales fáciles de asimilar dentro del
convivir pueblerino afianzado en la ingenuidad.
Además, los hombres desnudos, entraban y
se confundían con la desnudez de las aguas y del
Dique como sujetos con interacciones simbióticas
para complementarse como seres de diversas
manifestaciones que conformaban la vida del
pueblo. Igual situación ocurría con la gente del
barrio abajo, quienes se ubicaban en la orilla del
Dique, vía al Diquito, por el otro tendal. Allí
compartían sus momentos diariamente para
alimentarse de ese líquido sagrado de la vida, como
lo es el agua dulce.

21
Dentro de ese contexto, se encuentra
además que las mujeres también tuvieron
disfrutaban de su espacio ecológico en el Dique. Un
poco antes de llegar al baño de los hombres, en La
Pajita, saliendo de Rincón Guapo las mujeres se
bañaban, desnudas, semidesnudas o con pizas
sencillas, estando siempre prevenidas sobre el
paso de los hombres, quienes avisaban con
antelación su presencia por ese camino. Un ¡epa…!
saludo cordial, era lo que se lanzaba e
intercambiaba en esos momentos, siendo
correspondidos de igual forma, sin que el pasante
desviara su verticalidad en los pasos que
devoraban el camino a seguir.
Además, mujeres hombres y niños, por la
madrugada también acudían al Dique, en el
recorrido de su orilla, siendo la orilla por donde

22
Elisa Rico el sitio generalmente escogido, por la
llanura que presentaba la playa ”orilla”
caracterizada por la presencia de arenilla suave
que invitaba a chapucear en ella. En ese lugar
hombres y mujeres con sus niños iban a darse su
baño tempranero, de madrugada se decía, donde
la silueta personal permitía reconocer al otro, para
compartir el momento el intercambio de ideas. Era
el compartir momentos agradables con la
naturaleza, aspirar temprano aire fresco, recibir
caricias de la envolvente neblina, pisar con la planta
de los pies el suelo húmedo, sin pensar en la
patogenisidad ambiental y luego abrazar y tragar el
agua natural mientras se intercambiaban ideas con
sus amigos o los presentes en ese inolvidable
chapuzón. Eso no se olvida, esa vivencia se

23
internaliza toda la vida ya al dique por eso no lo
podemos olvidar.
Además, el Dique como fuente de vida,
permitía que cada mañana adornada por la
acariciante neblina, que sus orillas fueran parte de
alegre convivencia, feria comunitaria con el trajín
del echar agua, mula al hombro, en la cabeza o
con ayuda de animales, para llenar las tinajas y
tinas, que facilitaran desarrollar sin limitaciones los
quehaceres domésticos de cada hogar, esa
actividad fue en todo momento, gesto de sonrisa,
del querer hacerlo con amor y voluntad hacia la
familiar cotidianidad de los moradores de esa
población.
¡Cómo se gozaba en ese trajín humano! Cada
viaje de agua contaba entre otros con la
presencia de Isaac Pineda, Punto el de José Antonio

24
Villa, y Ulpiano entre los muchos cargadores,
siendo que Isaac, iba cantando, canciones variadas
(rancheras) mientras hacía alarde de alto dominio
del palo e mula sobre su hombro, saliendo
generalmente desde la orilla de donde Elisa Rico,
mientras que Ulpiano, lo hacía en la orilla de Rafael
Pacheco, la cual era más inclinada y por lo
tanto presentaba mayor dificultad para subir el
barranco con la mula al hombro. Los barrancos,
como parte del dique, eran promontorios de arena
o arcilla, que pincelaban formas irregulares de la
orilla originando salientes y morros que muchas
veces quitaban la vista a la horizontalidad que en
ciertos momentos buscabas para seguir el camino
del transcurrir del agua.
Ahora, los transeúntes cuando se topaban
con sus cargas, daban paso a las otras personas o

25
ayudaban a sanar o curar el tanque o la lata cuando
se rompía por el fondo. Ese fondo cuando se
oxidaba, era sellado con barro amarillo (arcilla fina
para el modelado) quedando taponeado no
permitiendo que el agua se saliera por ahí, esa
era la soldadura domestica que se utilizaba con
alta confiabilidad para sanar la rotura de los
recipientes para llevar el agua, además, el grado de
contaminación del agua era poco, ya que cuando se
traspasaba a las tinajas, el sieno se iba al fondo
”precipitaba” quedando el agua clara por encima.
Agua clara, para consumir sin problemas, sin
embargo, en algunos casos se usaba el alumbre o la
tuna soasada y machacada para buscar la claridad
de ese líquido. Cuando los trozos de tuna o cardón
se introducían en el agua y se agitaba el agua, al
poco tiempo se formaba una pelota o nube oscura

26
en el fondo de la tinaja o tina, debido a que allí en
esa nube, se concentraba el sucio del agua, lo cual
podía ser retirado con una totuma, quedando el
agua totalmente transparente. Lo que allí se usaba
de manera ingenua, hoy es dado a conocer a través
de diferentes medios de comunicación, sobre la
importancia medicinal de la tuna para proteger la
vía gástrica.
Aparte de los aspectos señalados, los
bangaños redondos o candonga y cántaros,
también hicieron acto de presencia en la toma de
agua. Esos bangaños, fruto de una mata -
cucurbitácea - semejante a la ahuyama a pesar de
su alta fragilidad prestaron un gran servicio a
quienes los usaban, por cuanto no recuerdo que
se haya roto alguno de ellos en esas funciones, lo
cual indica que los transportistas de agua eran

27
personas versátiles en el uso de los instrumentos
requeridos para la extracción y transporte de ese
preciado líquido, el cual posteriormente, en
recipientes más pequeños bangaños o calabazos
era llevada al monte para saciar la sed producida
en las faenas diarias. La ventaja de los calabazos y
bangaños, es que conservaban fría el agua.
Esos hechos, se deben asumir como parte de
la historia popular, de lo cual conoce mucho
Manuel Villa Polo como sociólogo que es, pues
como dice Moreno (1998) ninguna historia popular
tiene sentido aislado de otra historia dentro del
mundo de vida. De ese modo, es la vida de ese
mundo lo que se expone aquí, es el emerger en el
agua de la misma tierra, tener y compartir
experiencias que son las mismas, experiencias
compartidas, sintiendo el sentir del otro como

28
forma de pertenencia genética que conlleva a ser
un solo ser personal y comunitario.
Estando esa vida en la convivencia de cada
uno de los habitantes, en el compartir, en las
relaciones diarias, como fomento de la familiaridad
entramada en el pueblo donde todos se conocían
y se conocían las necesidades personales y
familiares en ese convivir, aspecto asumido por
como alteridad popular, donde se alterna la
perspectiva de un yo con el yo de otros ,o sea,
existió la convivencia comunitaria apoyada en la
solidaridad como valor intersubjetivo que
ayudaron a fortalecer las relaciones sociales de los
habitantes de Santa Lucia.
Además, el Dique como ser natural,a pesar de su
artificialidad requerida, además de haber
participado en el fomento de las relaciones

29
interpersonales, ha mostrado su alto grado de
benevolente con los animales, brindándoles
oportunidades para saciar la sed oportuna, de ahí,
que cada mañana o en la tarde, el santaluciero
acompañaba a su animal a beber en la orilla del
dique. En otros casos como el ganado, el dique les
permitía el paso de la orilla del Departamento del
Atlántico a la otra orilla del Departamento de
Bolívar o viceversa, en busca de mejores
condiciones de vida ante las adversidades
climáticas que algunas veces se dieron en esa parte
del Departamento del Atlántico y Bolívar, espacios
que fueron albergue de migraciones de campesinos
y ganaderos en tiempos de sequía o inundaciones
en tiempos pasados, como se registra en o relatos
sobre el origen de algunos pueblos, incluyendo a
Santa Lucia..

30
Calle Santana empezando por la orilla del Dique
Frente a Laureano Guete (Elisa Rico)

31
A ese respecto, se encuentra que las
actividades de ganadería se realizaban con guías,
hombres expertos en esas lides y ellos solos sabían
y podían hacerlo, acompañados de cantos en
versiones de tonadas que guiaban la dirección del
camino que tenía que seguir el viaje de ganado.
Protagonistas de esas acciones, lo fueron,
Merchorito, Condele y Julio Villa entre otros,
quienes, desde su silla, los pies fijados en el estribo
y un par de espuelas en el jarrete para estimular a
la bestia en el logro de brío para sus labores, más
su grito directivo y la vibración de su garganta,
daban la voz indicada para que el viaje de ganao
tomara y siguiera el camino indicado para llegar al
destino trazado de antemano, sin permitir
malograr o el extravío de algún animal.

32
Cabe señalar, que el cruce del dique por
parte del ganado, era una vivencia muy bella, ver
esas cabezas de reses sobre el agua, canoas
alrededor cuidando que no se fuera a ahogar algún
animal, el comportamiento de los caballos en el
agua, la sacudida del agua al salir a la orilla y luego
la reconducción de las vacas hacia el camino a
seguir. Cuando el viaje de ganao omaba las calles y
callejones, el ambiente retumbaba, el espacio de la
calle era ocupado, había bueyes que conducían el
camino a la manada - hacia El Diquito, Rio Frio,
Flecha, Guayacanal, los lados de Boquita o el
Bonguito y retumbaba el sonido de los cascos cual
marcha de un fortificado ejercito desplegado en su
afán de conquistar nuevos espacios para su
emperador en tiempos colonizadores, imperialistas
del pretérito, lo cual era adornado además, con el

33
bramido enloquecedor del ganado. Dentro del
pueblo, como prevención, las puertas de las casas,
puertas de tranca y los corrales eran cerradas para
evitar que las vacas se metieran en la casa. Al pasar
ese ganado, llevaba consigo, al igual que una
rémora pegada a los tiburones en su
desplazamiento, el consabido y penetrante olor a
moñinga, el cual para las personas que sufrían de
asma, decían algunas personas, que servía de
descongestionante alveolar de los pulmones.
Atendiendo a esas observaciones, con
hermenéutica actitud, es que esas vivencias eran
parte de las experiencias del convivir en el mundo
de vida del Dique y su gente como sujeto que
conforman su micro-mundo, ahí están el uno y el
otro, solo falta el llamado o la necesidad de
acercamiento inquietante para participar del

34
devenir cotidiano entre las torrenciales aguas
circulantes de nuestro canal y el accionar vivencial
del santaluciero.
Dentro de ese contexto, el dique siempre se
mostró, facilitador en gran medida el paso o
tránsito de variadas formas vehiculares entre El
Magdalena, quien solicita permiso a Calamar,
para desviarse hacia Santa Lucia, seguir hacia San
Cristóbal, Arenal o San Etanislao buscando su
rumbo unidireccional con la mayor y más
perfecta horizontalidad hacia el Mar Caribe.
En ese aspecto nunca reveló mezquindad,
de ahí que acomodaba su profundidad para
coadyuvar con el desplazamiento de canoas,
botes, lanchas, balzas y barcos de diferentes
calados en las faenas a cumplir por el
santaluciero en su accionar, lo cual eran

35
momentos de compartir con los habitantes de
nuestro pueblo, por cuanto al pasar los
remolcadores y buques con grandes turbinas o
potentes motores - según observación de mi
prima Emilse Molinares Brochero la del Duque y
Niñita - producían altos y fuertes oleajes haciendo
al unísono que las personas que disfrutaban de las
aguas del canal se dirigieran hacia la mitad del
dique , buscando el encuentro con esas olas, para
disfrutar de la altitud y amplitud de las crestas
con el sube y baja que se formaban dejándose
llevar al mismo tiempo nadando boca abajo o
boca arriba, solo o apoyado en una cepa de
plátano o un tronco balzo o flotante de Bonga por
la rapidez de la corriente del agua. ¡Que placer!
recuerdos inolvidables, alegría, maravillosa alegría
de los muchachos que participaban en esas

36
travesuras o colectivas experiencias pueblerinas,
como parte del convivir en las aguas del dique.
De las evidencias manifiestas, hay que
reseñar el hecho de recordar que, en el dique,
pasaban muchos trozos de madera con diversas
dimensiones y formas, algunos eran sacados y se
soleaban para usar como leña, mientras que otros
se sacaban a la orilla para emplearlos como
instrumentos lúdicos, habiendo unos, tengo
entendido, que eran raíces de caña brava o guadua,
los cuales tenían forma de animales, eran llevados
para algunas casas usándolos como adornos o
bancos para sentarse cómodos en ellos.
Ahora, al momento de acercarse o tomar
uno de esos maderos, había que tener mucho
cuidado, los viejos recomendaban obrar con
precaución, debido a sobre de ellos, podía venir

37
algún animal ponzoñoso, sobre todo serpientes
venenosas las cuales podían morder y matar a
alguien, hecho que por fortuna no ocurrió.
Por otra parte, los grandes buques y remolcadores
con planchones o gabarras cargados de carros,
ganado, petróleo y otras mercancías a lo que iban
a hacer su entrada al pueblo, sonaban de manera
estrepitosa sus pitos o sirenas para dar a conocer
su presencia en esos predios del Dique ante lo cual
la gente se asomaba a la orilla para disfrutar del
paso de esos enormes vehículos acuáticos.
Con referencia a los tópicos señalados, se dice que
una tarde caliente como todas las tardes
santalucieras, intervenidas por los caniculares
rayos del Astro rey, en El Chimba, estaba un
pescador, concentrado remendando su tarraya,
tejiendo una a una las mayas de un hueco hecho

38
por una rama pegada en la arena del fondo del
dique. Concentrado este alegre trabajador en
terminar su tarea para la faena del día siguiente,
acompañado de esperanza de obtener buenos
ejemplares que compensasen económicamente el
tiempo no laborado para traer el sustento familiar.
En el transcurso del teje que teje, el accionar de la
agujeta de madera iban al compás de versos
improvisados, canciones que interpretaba de
manera fragmentada, de ahí que el amor-amor es
cosa que me divierte…..lo empezaba, continuando
con el gallo blanco, cortaba y seguía con Alicia
adorada, el Turco perro y otras melodías del folclor
de la costa; hecho que ayudaba a hacer fácil y
entretenida su labor re-estructuradora en el
instrumento de cacería acuática.

39
Dentro de ese marco, y dentro del estado de
concentración laboral que el pecador poseía,
cuando menos pensaba, noto la inesperada
presencia de alguien que por el olor que
desprendía no era propio de ese entorno, un
hombre, el pescador al sentir el calor humano
presente, hombre de carne y hueso, lo miró de
reojo, levantando la mirada notó la presencia de
un hombre alto, grueso, cabello rubio, liso y largo,
ojos un poco hundidos por los músculos oculares
sobresalientes, nariz larga y delgada, a quien
remiró volviendo su cuerpo hacia el trabajo que
estaba realizando, sintiendo a la vez, un saludo, del
forastero. ¡Oh señor!, es usted Juan Red ?
Si, a la orden para servirle, caramba, replica el
forastero, con un habla medio enredado, yo
requerir, alguien que conozca de agua, agua abajo,

40
para hacer un trabajo en el fondo del dique. Me
dijeron que usted,ser él,…el indicado porque nadar
bastante o sea, que es como un pez en el agua.
Bueno, respondió el pescador, yo me defendiendo
hundiendo en el agua del dique, son cosas propias
del trabajo que hago diariamente…nací en el dique,
me crie en el dique y sigo en el dique, ahí estoy
hasta que Dios quiera... Replico el forastero, yo
pagar su trabajar, usted decir costo, no tener
problema conmigo.
Pero en sí, dígame usted que es lo que quiere hacer
o que hagamos?.
Yo lo que busco, replico el señor. Es probar el grado
de resistencia que tienen los hombres de este
pueblo, para hundir, estar o permanecer debajo del
agua, pues yo soy investigador y requerir obtener
información sobre ese caso. Me interesa

41
determinar el grado de resistencia de los alveolos
pulmonares, cantidad de oxígeno que se almacena
en ellos y la capacidad total de los sacos
pulmonares, son detalles que después le iré dando
a conocer. Eso tiene que ver con la respiración, de
los seres vivos aeróbicos, en este caso, de los
hombres que viven a la orilla de fuentes acuáticas
como el dique.
Escuchando Red, los requerimientos del
investigador, lo miraba fijamente, balanceando el
rostro en signo de estar prestando atención y el
haber comprendido la explicación.
Al respecto, ellos intercambiaron ideas sobre el
sitio a seleccionar para tirarse al fondo del dique.
Son condiciones, costumbres de por aquí. Porque
somos hombre de palabras, argumento Red,
nuestra palabra es un documento, así nos

42
enseñaron nuestros padres y así se hace, no
podemos quedar mal a nuestra palabra y con gente
que uno nuca ha tratao, con más razón, tienen que
llevarse buena impresión de las personas de aquí,
así es como hablamos y hacemos las cosas por aquí,
no se preocupe, trato es trato y ese es nuestro
virtuoso y sagrado documento.
Ah!....como no, no tengo problema, ante su interés
con mucho gusto lo acompaño, manifestó Red,
dígame cuando y donde nos vemos para hacer lo
que tengamos que hacer ¡ pa luego es tarde!
Ante el accionar del pescador, el forastero
argumentó, nos podemos ver aquí en este sitio,
que ya me es conocido y es fácil de llegar, mañana
a las siete.
De acuerdo, con mucho gusto, a esa hora estaré
mañana, no tenga cuidado.

43
¿Yo le puedo adelantar algo de dinero si requiere?
No gracias, no se preocupe, después me cancela lo
acordado.
Así que el forastero, se fue a su hospedaje.
El día siguiente, cuando llega el investigador, con
escafandra, naricera y sofisticado equipo de buceo,
el pescador lo recibe con amabilidad. El forastero al
ver unas ollas, leña, una colcha enrollada se
sorprende preguntándole al pescador, que para
que llevaba eso, a lo cual inmediatamente, le
responde Red, …eso es lo usamos aquí cuando
vamos a hundir en el dique, las ollas, la leña y los
platos, cucharas, son para la comida abajo y las
colchas para cubrirme del frio que pueda hacer en
las noches que vayamos a pasar en esos ajetreos.
Allá adonde? Pregunto el forastero.
¿Allá en el fondo del dique, pa allá es que vamos,
que pasa?
44
A lo que el forastero, sorprendido, le dijo: no, no,
tome el pago por lo acordado, pero yo no puedo
durar todo ese tiempo allá me ahogo, no, yo quiero
vivir, tome, tome el dinero acordado, eso os son sus
honorarios, su dinero y gracias, muchas gracias,
ustedes son muy hundidores en este pueblo, mis
pulmones no resistir eso, se me rompen los
bronquios, después nos veremos por acá…No, no.
Bay…Bay.. .Adiós amigo, echándose su
indumentaria al hombre, dio media vuelta y con
pasos largos y ligeros prácticamente se evaporo del
lugar.
Por otra parte, en la orilla del dique ocurrían
hechos increíbles, como el observar tortugas
caminando sobre el tallo de los árboles, si, aunque
lo lo crean, camino al Diquito, por la tarde, cuando
se tomada el camino hacia el pueblo, desfilaban los

45
agricultores, a pie con su mochila, calabazo para el
agua terciado al hombro y machete en el brazo o
en la cubierta, a medida que se avanzaba en el
camino, los perros que los acompañaban,
generalmente iban a poca distancia delante, con
paso firme, jugueteaban y pocas veces se
retrasaban, compartían sus pasos lanzándose al
agua para refrescarse. Mientras que el burro iba
apertrechado con su carga, mochila a ambos lados
que equilibraban su estabilidad en el paso de sus
cascos con un dueño piernas cruzadas,
enseñoreado en el sillón.
Entre ese accionar, las personas de ese transitar,
se deleitaban, observando como las tortugas,
pasaban del agua a las ramas de las plantas que
rosaban con el agua del dique, aprovechando las
varas gruesa, como sustrato que permitía

46
desplazarse por ellas con facilidad. Si alguien
trataba de atraparlas, se zambullían al instante al
agua y se perdían en la empalizada.
¿Por otra parte, que decir de Sola? ¡Ay Sola!
Una señora que estuvo siempre dispuesta a
contribuir con los quehaceres del transporte fluvial
con la gente de Santa Lucia y pueblos del
Departamento de Bolívar dando facilidad para
aligerar las diligencias de cada caso, ahí siempre
estuvo su canoa presta a colaborar con el
transporte requerido. Lastimosamente, no hubo
un sistemático registro del kilometraje surcado por
esa señora en el cumplimiento de sus funciones.
¡Sola…échame la canoa! era la voz que muchas
veces se escuchaba al frente del terreno propiedad
de Encarnación Arroyo o cuando un loro que tenía,
interrumpía la interpretación de sus canciones, le

47
avisaba y ella con su admirada destreza en el uso
del canalete y su canoa entraba al Dique, su aliado
acuático para compartir y competir con la corriente
para caer en el punto preciso donde la estaba
esperando el pasajero. Dentro de este contexto, el
Dique, sirvió como un medio de sustento familiar
proporcionando la obtención de recursos
económicos diarios para mantener y levantar a
muchas familias del pueblo.
Ahora, no solo esas fueron las vivencias en y con el
Dique, ya que centrarse en ellas es hacer y formar
parte de la historia de vida como forma de
experiencias de la vida, que la vida misma del
santaluciero ha hecho a costa de su natural
temperamento o idiosincrasia siempre alegre,
dicharachero y amable, hechos constatados cada
día en su compartir, por ejemplo, al viajar hacia

48
Calamar en el Jhonson de Pepe Carat, esa pequeña
nave, reducido lugar de relajamiento, en ella se
disfrutaba el paisaje viviente a ambos lados de
sus orillas adornadas con emotivas pinceladas, a
través de la tupida fronda del Buche o Lengua de
vaca, la sombra de la Bonga extendida para tratar
de abrazar y unir las orillas, más los estuches
anaranjados la Balsamina que rosaban con el agua,
dejando espacio para contemplar con vivaces
miradas de cada uno de los pasajeros de turno,
observándose que a medida que esa nave iba
devorando la corriente agua arriba o agua abajo, se
disfrutaba de salpicantes gotas de agua que con
intrusa velocidad trataban acariciar la piel de los
pasajeros y ellos trataban de jugar con esas perlas
cristalina de hidrogeno y oxígeno, unidas por
enlaces químicos considerados como covalentes.

49
Ahí estaba presente la intersubjetiva naturaleza -
hombre, ahí hubo esas experiencias de convivir con
seres bióticos surtidos o no de racionalidad, con
otro ser abiótico indispensable para la vida, sin la
menor intencionalidad de malsanos prejuicios.
El testimonio que en estas líneas se expresan,
tienen diferentes matices, relacionadas con el
accionar vivencial de cada santaluciero, en este
sentido, el Dique invitó siempre al sujeto a
compartir su alegre devenir, de ahí que se prestaba
como instrumento para luchar por la supervivencia.
Encontrándose además que en ese contexto, se
veía hombres apoyados en sus canoas, atarraya y
redes, con canaletero y un boga, internaban la
actividad de pesca, extrayendo grandes y bellos
ejemplares escamados o no que iban a engalanar la
mesa de cada hogar del pueblo, después de

50
haberse compenetrado con el agua a punta de
canalete como timón que guiaba la dirección de las
canoas y un boga empujador con fortaleza,
teniendo como palanca una vara de larga lata de
corozo o caña brava.
El dinámico empuje que ese boga le imprimía a la
canoa, con pecho abierto al aire libre, la hacía
saltar en su pujante reto a la bravía corriente que
buscaba acortar el paso, cuando se trataba de
agua arriba, hecho que con inspiración siempre
lograba deslizar como pez en el agua esa
plataforma por la superficie del manto acuático.
En ese marco se encuentra, además, que la
horizontalidad y espacialidad del Dique, han sido
puntos de encuentro para rendir honores a nuestra
patrona, como manera de agradecer la cotidiana
bendición que expande sobre nuestro terruño y sus

51
habitantes, para sobrevivir con alegría, fe y
esperanza de una vida o un mañana mejor para las
generaciones venideras. Es la siembra de la
tradición de un pueblo arraigado en la santidad de
la virgen Santa Lucia, nuestra patrona, que
llevamos no solo el trece de diciembre en nuestro
corazón, sino que somos instrumento humano de
venerable devoción permanente.
Los profesionales de la pesquería, sobre todo la
gente del Chimba, en ciertas oportunidades se
organizaron para realizar procesiones acuáticas,
donde la luminosidad nocturna se expandía para
dar visos multicolores producidos por mechones de
diversas formas y lámparas carburadas o a
gasolina. Las actividades se iniciaban con jolgorio
en Punta Roma viniendo agua abajo recorrían la
orilla del pueblo y terminaban a la salida en el

52
Barrio Abajo. En esas procesiones, sobresalía la
alegría de los participantes, pescadores, el Padre
Agudelo como promotor, y las autoridades civiles,
realmente era un espectáculo maravilloso, que los
habitantes desde la orilla disfrutaban con aplausos
y vivas a la virgen y la gente se embriagadas de
alegría.
En la ciénaga Boquita y Rabón, también se
realizaban actividades semejantes, donde la gente
se trasladaba hasta allá, para participar y disfrutar
de la fiesta. Por lo menos buenos y sabrosos
Bocachicos se comían en esas sacras actividades en
honor a Santa Lucia.
Dentro del contexto de esa variada
intersubjetividad percibida y recogida
anteriormente, me correspondió observar con
suma preocupación como el tiempo objetivo ha

53
influido para cambiar aspectos de esa convivencia.
Ahora el Dique, lo vi como un gran coloso acuático,
raudo caudal, en el cual el agua sigue su eterno
camino hacia el Mar Caribe, silencioso, y como si no
despertara emoción entre los habitantes del
pueblo, debido posiblemente a la pérdida del
contacto tu y yo, el enlace molecular o social como
en este caso, que conlleva a la permanente
intercomunicación para comunicar y saber el
fondo de los secretos.
Es fácil observar, como las orillas antes alegres,
ahora se comparten poco, no sientes la pisada del
muchacho que tiro la mula para chapalear el agua.
Los barrancos mueren de tristeza, por no tener
quien los mire, quien los acaricie con el sube y baja
para valerse de ellos hacia las profundidades, no
hay quien los toque para hacerlos revivir, ya no se

54
comparte sacar el agua de la orilla, no se entra a su
cuerpo con confianza escrutando con la planta de
los pies la condición de planidad u honditud que
pueda presentar el espacio pisado.
Como complemento, el anochecer en la orilla del
dique se hace acompañar por el manto de la
soledad, sin dar oportunidad para que a través
de la mirada y la emocionante observación, se note
con alegría la manera como las arencas, pechugas
y otros peces cortan el agua, dando saltos en su
recorrido agua abajo, haciendo algunas veces
saltos imprevistos, para caer dentro del cuerpo de
las canoas donde se podía llegar y recoger a esos
animales sin limitaciones.
También se disfrutaba mucho, chispeando o
chapaleteando con los pies el agua de la orilla y
disfrutar intencionalmente, el sacado a la orilla, de

55
pechugas y camarones que circulaban en esos
espacios, sin dejar de recordar la presencia de
Mojarras, Agujetas, Coroncoro, Chango, Bolulo,
Cachillas, Matacaimán y Barbules fuesen lecheros o
no, muy abundante por cierto.
Ahora, el Dique viviendo su ahora,
manifiesta con voz melancólica, su
pesadumbre, inmensa nostalgia por el
alejamiento de su gente de la orilla, para desde
ella esperar caer la tarde y disfrutar el
fenómeno crepuscular aunado a la
inaguantable caída del sol en su acostumbrado
ocultamiento u ocaso crepusculares bello ese
espectáculo natural vespertino mostrando los
trazos de pincelada naturales que alegran el
fondo del trayecto de las aguas, que en su
horizontalidad tratan de apurar el paso para

56
aprovechar la noche y confundirse para
siempre con las aguas saladas del Mar Caribe.
¿Dónde está el momento de lanzar el anzuelo al
agua y esperar la picada para jalar con alegría la
pieza como trofeo del accionar intencional desea
actividad? Ya como que esa actividad pertenece al
pasado, ese ballet acuático presentado con alta
cronología en el corraleo, lanzamiento circular
sincrónico de atarrayas en la caza de peces. Ya
hasta el nombre de esa actividad va
desapareciendo en el lenguaje cotidiano de los
habitantes de Santa Lucia.
Como resultado de esas acciones, se vivencia que
los muchachos y muchachas ya no se deleitan
nadando, encontrándose que algunos ya no saben
hacerlo. Además, ya no vi las canoas atadas con su
cadena a la estaca de contención y seguridad para

57
evitar que alguna ola la desprenda y se la lleve la
corriente agua abajo, ¡increíble!, pero no vi una
canoa surcando las aguas del Dique o trasladando
personal hacia el otro lado. Esas experiencias han
sido parte de la vida del pueblo y su historia, como
historia de cada habitante de ese terruño.
Como he señalado antes, me encontré con el
Dique, estuve a su lado, como parte de mis
vivencias infantiles, aun mas, recuerdo que en
él estuve a punto de ahogar en dos
oportunidades, en los intentos de aprender a
nadar, siendo Julio Ramón De León - el de
Gonzala Orozco Polo- quien me salvo en ese
momento que estaba tragando agua y la
segunda vez, fue compitiendo con Álvaro
Torrenegra Molinares mi hermano de crianza,

58
quien noto que me iba a pique y me jaló y saco del
agua, eso jamás lo olvido.
Ahora, por es cumulo de experiencias y vivencias
compartidas en las aguas del dique tuve la ansiedad
compartir la sustancialidad intima forman parte
de su estructura molecular interna, pero no fue
posible, me deje guiar por la prudencia y el respeto
que siento por las aguas de ese canal en el cual se
dio mi personal existencia, por eso lo conozco
sabiendo por lo tanto de su fortaleza abstractiva al
no conocer o desconocer algún ente, asumido por
él como cuerpo extraño, diciéndolo así por
haberme alejado desde hace mucho tiempo
cronológico de su seno, conservándolo sin
embargo en mi red neural mental abstrayéndolo
con mucha facilidad al momento de desarrollar
mis actividades cotidianas. Eso no se puede

59
olvidar, porque son vivencias de la vida, es parte de
la historia de un pueblo.
Allí, en la calle Santana, por donde Elisa Rico tenía
la tienda, ahora vive Laureano Guette y Enriqueta
la de Compae Montero con su venta de sabroso
pescao. En esa orilla estuve. En ese lugar, pise la
orilla cubierta de los que algunos consideran
como maleza vegetal y piedras que hablan con
lenguaje simbólico para despertar la interpretación
y comprensión del sujeto visitante.
Como lo he señalado antes, la presencia de esos
elementos vegetales, refleja el poco transitar de
las personas por ese espacio para tratar de
consustanciarse con el cuerpo de agua tranquila
que siguen su curso con mirada inquisitiva
buscando de manera desesperada la presencia del
santaluciero, para compartir trazas energéticas de

60
manera reversible tratando de equilibrar la posible
ansiedad sujeto-sujeto contenida en ellos como
actores históricos de la convivencia en esos lares.
Sobre esos casos, he meditado, sobre ese dique, el
Dique nuestro, en el cual generamos y
desarrollamos nuestro ego personal y social,
nuestra forma de ver y vivir la vida, nuestra cultura.
Ahora, lo arropa el manto de la pasividad ya no
llegan las lanchas, ya no se espera con ansiedad, la
misma ansiedad que aparece en “El Coronel no
tiene quien le escriba”, ya no hay esperanza de
recibir cartas, la encomienda procedente de
Calamar, Barranquilla o Cartagena, debido a que
posiblemente el celular o móvil intercepta el
recado y lo transmite con alta celeridad
instantánea y otros medios hacen lo propio,
evitando que se vaya a la orilla del Dique a

61
esperar con ansiedad loca, el rugir de los motores
de la lancha que venía con pasajeros y carga para
distribuirla en el pueblo la información familiar.
Al mismo tiempo, las rocas que hacen presencia en
la orilla, dan razón de la necesidad imperante de
fortalecer el paso del flujo acuático hacia su destino
final. Esas rocas, al parecer, sirven de aviso para
que los visitantes sean prudentes en sus andanzas
y eviten acercarse sin tomar las previsiones
necesarias para acercarse demasiado o tratar de
entrar al agua. Es un aviso, un anuncio de la
naturaleza hacia la preservación que debe tener
todo individuo hacia la conservación de la vida y
evitar consecuencias negativas que afectan a las
personas que puedan cometer alguna
imprudencia, por desconocimiento de las
características del lugar donde se encuentra.

62
Dentro de ese marco, pude percibir además,
como la Taruya (Eichornia crassipes), planta
acuática, de cuerpo esponjoso en forma de globos
que le facilita flotar en el agua, conocida además
como Patico de agua, pasan danzando, diciendo
adiós a la orilla, a través de sus moradas flores
semejantes a las orquídeas y en su paso, acomoda
sus perfiles para que cada observador disfrute con
vehemencia el sintagma que ella va presentando
en sus movimientos provocados por la
orientación de la corriente en su horizontal
trajinar.
Sobre el contacto con esos pedazos que pasaban
acompañados de otras yerbas, siempre se hacia la
advertencia de tener sumo cuidado debido a que
en ellas podían estar alojada alguna serpiente
u otro animal ponzoñoso.

63
Aunado a esas advertencias previsivas, el Dique
también ha sido parte indubitable de la mitología
local centrada en los espantos y salimientos
de seres desconocidos que aparecían en sus
aguas, por ejemplo, la mano mocha o Pelua que
supuestamente veían a las doce del día o por la
noche, por lo que a esas horas la gente lo visitaba,
pero con cierta reserva de miedo y mirando hacia
todos lados, por si acaso, correr o gritar, si daba
tiempo.
Del mismo modo, se aseguraba que, por
temporadas, el Dique lloraba y cuando lo hacía,
había que tener mucho cuidado de entrar a sus
aguas, porque estaba pidiendo gente para
llevársela. Al respecto, mucha gente se ha ahogado
en él, posiblemente por accidente o descuido al

64
tener contacto con el agua y la gente por popular
sabiduría ha respetado esas creencias.
Dentro de este orden de ideas, asumo que, no hay
que estar de espaldas - como lo hacen las casas que
bordean su orilla - a las bondades que nos brinda
la naturaleza. La interacción con elementos
bióticos y abióticos dentro del ecosistema social,
forma los nódulos de interacción de experiencias
que ayudan a vivir la vida como una forma de
manifestarse dentro de la convivencia prudente
valorada por las acciones de cada uno de los
individuos o sujetos que forman parte de ellas.
En este sentido, es la belleza pincelada en cada
acción que el devenir incesante empuja gota a gota
para ir torneando con filigranas acariciantes el
torrente fluvial que llena de vida sana y alegría al
pueblo y su gente, y esa gente contagiada de esa

65
afable armonía tejen la fastuosidad de la familiar
convivencia humana. De ese modo, conociéndonos
como individuos, seremos sujetos de la sana
convivencia que con base en el conocimiento y no
en el olvido de nuestro origen genético, se
fomentará en cada quien, el accionar axiológico
que permitirá amar y convivir con plenitud con la
naturaleza y a nivel particular con el microcosmo
social al cual nosotros, como sujetos de la misma
tierra, a ella nos pertenecemos.

66
Las aguas del Dique siguen su rumbo
y Santa Lucia,
siempre ahí, ahí extasiada en el devenir.

2020

67

También podría gustarte