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La eutanasia, como concepto, proviene del griego eu (bueno) y thánatos (muerte), que se
resume en “Buena muerte”. Desde un punto de vista jurídico, la eutanasia se puede definir
como el ejercicio de procedimientos que lleven a una muerte sin sufrimiento físico,
teniendo en cuenta la voluntad del enfermo. En la práctica, consiste en el suministro de
sustancias letales (drogas, fármacos, etc.) o la omisión de los cuidados necesarios para
mantener con vida al paciente.
Campos, Sanchez, y Jaramillo (2001) establecen una taxonomía de la eutanasia,
clasificándola bajo TRES características particulares:
I. Respecto al modo: Se refiere al modus operandi de quien ejecuta, sea por acción
o por omisión. Puede ser de DOS tipos:
a. Activa: Se produce cuando se procuran acciones con la finalidad de
provocar la muerte, p.ej. cuando se aplica una inyección letal.
b. Pasiva: Se produce cuando se omiten las acciones terapéuticas con la
finalidad de provocar la muerte, p.ej. la abstención o suspensión terapéutica.
II. Respecto a la intención: Se refiere al objetivo deseado con el ejercicio del
procedimiento. Puede ser de DOS tipos:
a. Directa: Se produce cuando el objetivo principal es provocar la muerte del
paciente.
b. Indirecta: Se produce cuando el objetivo principal es el alivio del dolor, pero
resulta la muerte o abreviación de la vida como efecto secundario.
III. Respecto a la voluntad del paciente: Se refiere a la voluntad expresa del
afectado o, en algunos casos, de un apoderado.
a. Voluntaria: Se produce cuando el paciente expresa el deseo de provocar su
propia muerte.
b. No voluntaria: Se produce cuando el paciente no se encuentra en facultad de
dar su consentimiento, por lo cual un apoderado toma la decisión por este.
A esta taxonomía le podemos agregar la que menciona Trejo (2007), que vendría a ser:
IV. Respecto a su finalidad:
a. Eugenésica: Muerte a personas deformes o enfermas para no degenerar la
raza.
b. Criminal: Muerte indolora a individuos peligrosos para la sociedad.
c. Económica: Muerte a personas enfermas, adultos mayores, inválidos,
enfermos mentales, con la finalidad de aligerar la carga económica del país.
d. Piadosa: Muerte a personas en fases terminales o gravemente afectadas.
Alude a la compasión.
e. Solidaria: Muerte indolora a seres desahuciados con la finalidad de utilizar
sus órganos o tejidos para salvar a alguien más.
En base a esto, podemos definir la eutanasia como el proceso en el cual el objetivo es
provocar la muerte o la abreviación de la vida de un paciente bajo la premisa de, como
menciona Creagh (2012) en su artículo “Dilema ético de la eutanasia”, morir con dignidad.
Es en este apartado que surgen las principales fricciones entre la eutanasia y la ética.
Antes de hablar de los conflictos entre la eutanasia y la ética, es importante hacer una
diferenciación entre la eutanasia, la distanasia y la ortotanasia.
Mientras que la eutanasia es el proceso por el cual se administran fármacos u otras
sustancias que alivien el dolor, aunque con ello se acorte la vida o se provoque la muerte, la
distanasia viene a ser el opuesto directo de la eutanasia. Higuera, citado por Campos,
Sanchez y Jaramillo (2001), define la distanasia como “la práctica que tiende a alejar lo
más posible la muerte, prolongando la vida de un enfermo, de un anciano o de un
moribundo ya inútiles, desahuciados, sin esperanza humana de recuperación…se
caracteriza porque tiende a alejar por cualquier método, el momento de la muerte del
moribundo…”. En efecto, la distanasia, conocida también como encarnizamiento
terapéutico o insistencia terapéutica, se puede entender como el proceso por el cual se
extiende, tanto por medios ordinarios como extraordinarios o muy costosos, la vida del
enfermo o anciano. Existe también la adistanasia, que alude a dejar de proporcionar los
medios que retrasarían la muerte inminente del enfermo o anciano. Este procedimiento se
conoce también como eutanasia pasiva.
En medio de estos procesos podemos encontrar la ortotanasia, que la define Roskam de
Lieja en el Primer Congreso Internacional de Gerontología de 1950, como la “muerte
recta”. Básicamente, se refiere a la postura que tiende a conocer y respetar el proceso
natural de la muerte de cada ser, sin querer adelantarlo, como en la eutanasia, ni
prolongándolo artificialmente, como se da en la distanasia.
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