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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria


Universidad Nacional Experimental “Rafael María Baralt”
Trujillo, Estado Trujillo

UNIDAD II
-DESARROLLO FÍSICO Y PSICOMOTOR-

Profesora: María Padrón


Cátedra: Psicología del desarrollo humano
Jesús Bencomo C.I 30437908
Mención Orientación 2do Semestre

Junio del 2023


Ensayo
Los primeros años de la infancia son los que marcan la pauta en la vida de
un niño. En su relación con el mundo el cerebro de los infantes se desarrolla de un
momento a otro; en los primeros años de vida se forman más de un millón de
conexiones neuronales por segundo, un ritmo que nunca más se vuelve a repetir.

El desarrollo infantil es un proceso continuo con una secuencia predecible


única a seguir para cada niño. Sin progresar al mismo ritmo, cada etapa es afectada
por sus formas de desarrollo en sus primeros años; debido a que estos cambios de
desarrollo pueden estar fuertemente influenciados por factores genéticos y eventos
durante su vida prenatal. En los primeros años de vida los niños necesitan nutrición,
protección y estimulación para que su cerebro se desarrolle correctamente.

El desarrollo psicomotor es un proceso de aprendizaje mediante el cual el


niño o niña adquiere habilidades básicas, tales como hablar, moverse o interactuar
con su entorno y con otras personas; este proceso se inicia en el momento que el
bebé nace y finaliza a los tres años. El desarrollo psicomotor infantil es un proceso
continuo desde la concepción a la madurez, siguiendo siempre una secuencia
determinada; esto significa que se inicia desde el mismo momento de la concepción,
por lo que el nacimiento es simplemente un hecho más en el curso del desarrollo
psicomotor infantil, aunque indudablemente marca el comienzo de la acción de
numerosos factores ambientales. Además el desarrollo psicomotor sigue siempre
una secuencia determinada, de forma que un niño no gateará hasta que
previamente no madure el tono muscular cervical, lumbar, etc.

En el desarrollo motor pueden establecerse dos grandes categorías: 1)


motricidad gruesa (locomoción y desarrollo postural), y 2) motricidad fina (prensión).
El desarrollo motor grueso se refiere al control sobre acciones musculares más
globales, como gatear, levantarse y andar. Las habilidades motoras finas implican
a los músculos más pequeños del cuerpo utilizados para alcanzar, asir, manipular,
hacer movimientos de tenazas, aplaudir, virar, abrir, torcer, garabatear; por lo que
las habilidades motoras finas incluyen un mayor grado de coordinación de músculos
pequeños y entre ojo y mano. Al ir desarrollando el control de los músculos
pequeños, los niños ganan en competencia e independencia porque pueden hacer
muchas cosas por sí mismos.

La motricidad fina es la coordinación de las partes y órganos del cuerpo


(músculos, huesos y nervios) necesarios para la realización de movimientos
precisos, coordinados y controlados con las zonas más distales del cuerpo, es decir
manos y dedos, realizando con ello movimientos voluntarios. Muchas de estas
actividades están presentes en el día a día de cualquier persona como cambiarse
de ropa, alimentarse, usar un lapicero, escribir en un ordenador, etc. Estas
competencias irán adquiriéndose a lo largo del desarrollo psicomotor del niño, pero
que muchas veces pueden tener dificultades tanto en su aprendizaje como en su
automatización.

Existe una serie de indicaciones que pueden utilizarse como referencia para
tener una idea de cuáles son las destrezas que adquieren los niños desde que
nacen. Según la Asociación Española de Pediatría, el desarrollo psicomotriz desde
el nacimiento hasta los seis años, avanza de la siguiente forma:

Desde su nacimiento hasta los seis meses: Desde que nace, el bebé suele
mantener la posición fetal que tenía en el interior de la madre. Con el paso de los
días, poco a poco, irá adoptando otras posturas e irá estirando su cuerpo.

A partir de los dos o tres meses: el bebé tendrá una mayor coordinación e irá
tomando un mejor equilibrio en su desarrollo psicomotor. Por ejemplo, ya podrá
sentarse y sostenerse más o menos bien. Asimismo, sujetará la cabeza, sabrá
seguir con la mirada y balbucear. Durante esta etapa, los bebés van aprendiendo a
producir sonidos y a expresarse con gestos. Una vez cumplen ya los seis meses,
aproximadamente, comienzan a articular consonantes como la m, la b o la t.
Igualmente, comienzan a ser curiosos y va aumentado su interacción con el entorno.
En este periodo, el llanto y la risa serán las principales formas de expresión del
recién nacido; empezará a identificar las personas de su alrededor

Desde los seis hasta los 12 meses: El desarrollo psicomotor desde los seis meses
hasta el primer año de vida se caracteriza por varios aspectos. El bebé cada vez se
maneja mejor en el movimiento; empieza a gatear y es probable que intente
levantarse para empezar a caminar. Por otra parte, en esta edad, el lenguaje no
verbal cobra especial relevancia. Los bebés son más propensos a gesticular para
saludar o negar con la cabeza, por ejemplo. Además, en este periodo la
identificación de las personas va a más y sus expresiones van acorde. Es decir,
pueden reclamar a sus padres e, incluso, denotar que los extrañan en algún
momento. Y, en relación a los objetos, es capaz de sostenerlos y de empezar a
buscarlos y encontrarlos por sí mismo.

Desde los 12 hasta los 18 meses: Cuando el bebé tiene un año o año y medio ya
sabe caminar y, además, puede ser capaz de subir escaleras. La expresión de su
movimiento se manifiesta de distintas formas: puede empezar a correr o saltar con
los pies juntos, por ejemplo. En esta etapa, el niño también empieza a pintar y ya
es más autónomo al sostener los cubiertos para comer. Asimismo, en este periodo,
los niños comprenden mejor lo que se les dice, aunque aún no sean capaces de
pronunciar palabras concretas. En definitiva, en esta fase del desarrollo psicomotor,
el bebé comienza a ser más independiente. Especialmente en lo que se refiere al
movimiento e interacción con los demás. Igualmente, su curiosidad se incrementa
cada vez más.

Desde los 18 meses hasta los dos años: Entre los 18 y los 24 meses el equilibrio
del niño es mayoritariamente estable. Puede caminar sin ayuda y sujetar objetos
con mayor precisión. Igualmente, come y bebe correctamente y va colaborando en
los hábitos de aseo y vestimenta personal. También, a partir de esta etapa, los niños
ya son capaces de comprender y decir palabras reales. Incluso, pueden alcanzar
unas 100 y, además, comienzan a crear frases cortas y a decir su propio nombre.

Otro rasgo característico de este periodo del desarrollo de habilidades


psicomotrices, es que los niños son propensos a imitar las acciones de los padres
y personas que les rodean. Igualmente, pueden recrear estas situaciones jugando,
por ejemplo. A esta edad, les encanta interactuar con los demás y comienzan a
interesarse por juntarse con otros niños de su edad.

De los dos hasta los tres años: Plegados a este punto del desarrollo psicomotor, el
equilibrio del niño es totalmente estable. En este sentido, ya pueden hacer otros
ejercicios como saltar con un pie o montar en triciclo, entre otros. Asimismo, se
manejan cada vez mejor con las manos y, por tanto, pintan y dibujan estructuras
con mayor sentido. Es decir, las habilidades de psicomotricidad fina han ido
progresando adecuadamente.

Cuando el niño tiene de dos a tres años, su curiosidad se multiplica y cada


vez le gusta más jugar con otros niños y hacer muchas preguntas sobre todo y
todos. Además, en estas edades, en lenguaje se amplía mucho más, hasta el punto
de que llegan a conocer unas 500 palabras. Al expresarse, lo hacen con frases cada
vez más largas y saben adaptarlas a los tiempos verbales. En este caso, es
importante comprobar que lo hacen correctamente y, en caso de producirse errores
de pronuncia, corregirles para evitar que desarrollen ese hábito.

En este periodo y más allá de los seis años, también es importante trabajar
la psicomotricidad gruesa para fomentar el control del cuerpo. Hacerlo desde una
temprana edad hará que los niños fortalezcan más sus músculos y sea más ágiles.
Las carreras de obstáculos, el uso de la bicicleta, saltar o correr son actividades que
potencian la motricidad gruesa en la etapa infantil.
Desde los 6 a los 12 años. Se desarrolla el lenguaje y la memoria. Es el momento
en el que se crea la autoestima y el crecimiento físico comienza a ser más lento.
Los niños comienzan a pensar de forma lógica y disminuye el egocentrismo.

De los 12 a los 20 años. Es una etapa en la que se producen cambios físicos muy
rápidos y significativos. Se inicia la búsqueda de una identidad propia.

Entre los 20 y los 40 años. En esta etapa de la vida muchas personas se casan y
tienen hijos. Se desarrolla del todo la identidad propia y la capacidad intelectual se
convierte en algo más complejo.

Entre los 40 y los 60 años. Es el momento en el que muchas personas se replantean


el sentido de la vida y comienzan a sentir los primeros deterioros en la salud física.

65 años en adelante. La mayor parte de las personas siguen teniendo buena salud
física y mental, aunque poco a poco decaen. Se produce una aceptación del fin de
la vida.

Como es de notar el desarrollo mental, que se inicia al nacer y concluye en


la edad adulta, está estrechamente relacionado con el desarrollo orgánico y físico,
aunque el desarrollo físico no determina directamente el desarrollo psicologico, pero
si influye en la maduración mental.

La personalidad se forja desde los primeros años de desarrollo a partir de las


características individuales y sus experiencias con el entorno, estas pueden
mantenerse continuas durante el desarrollo del sujeto o variar y adaptarse a lo largo
de los diferentes momentos evolutivos. Según Piaget este desarrollo psicológico
está determinado por cuatro factores: 1) biológico (herencia, maduración); 2) medio
físico (experiencias con objetos); 3) medio social (transmisión social, educación); y
4) equilibraciòn. Este último factor es el más necesario para conciliar las
aportaciones de la maduración, de la experiencia de los objetos y de la experiencia
social.

Los factores biológicos del desarrollo están relacionados


concretamente con el genotipo y la maduración; es decir, interacciones del
genoma y del medio físico durante el curso del crecimiento y que se
manifiestan en particular por la maduración del sistema nervioso y de los
sistemas endocrinos. Es indudable la influencia del factor biológico madurativo
en el desarrollo mental; tal es el caso de la coordinación de la visión y la
prensión hacia los cuatro meses y medio: las condiciones orgánicas de la
percepción no se realizan penamente hasta la adolescencia, mientras que el
funcionamiento retiniano es muy precoz.

El medio físico es el que está constituido por los objetos que rodean al
individuo como sonajeros, pelotas, entre otros y así, un segundo factor es el
papel del ejercicio y de la experiencia adquirida en la acción efectuada sobre
esos objetos. Se trata de un factor complejo porque hay una experiencia física,
que consiste en actuar sobre los objetos para abstraer sus propiedades; por
su parte, la experiencia lógico - matemática, consiste en actuar sobre los
objetos pero con la finalidad de conocer el resultado de la coordinación de las
acciones.

En cuanto al medio social, alude a interacciones y transmisiones


sociales ya que este tercer factor, está constituido por personas. Los factores
sociales a los que alude Piaget se refieren no solamente a las interacciones
sociales generales, comunes a todas las sociedades, sino también a las
transmisiones y formaciones culturales y educativas propias de cada sociedad
o medio social en particular. A los primeros los llama factores sincrónicos, y a
los segundos, factores diacrónicos.
Estos tres factores son los factores clásicos del desarrollo, a los cuales
Piaget considera necesario agregar un cuarto factor: la equilibración, pues al
considerar esta interacción fundamental de los factores internos y externos,
resulta que toda conducta es una 'asimilación' de ahí que la teoría del
desarrollo recurra necesariamente a la noción de equilibrio.

Este factor de equilibrio no se añade aditivamente, ya que actúa a título


de coordinación necesaria entre factores elementales donde ninguno de los
cuales es aislable. Así como el cuerpo evoluciona hasta alcanzar un nivel
relativamente estable, caracterizado por el final del crecimiento o la madurez
de los órganos, así también la vida mental puede concebirse como la
evolución hacia una forma de equilibrio final representada por el espíritu
adulto. El desarrollo es, por tanto, en cierto modo una progresiva equilibración,
un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estado de equilibrio
superior. Desde el punto de vista de la inteligencia, es fácil, por ejemplo,
oponer la inestabilidad e incoherencia relativas de las ideas infantiles a la
sistematización de la razón adulta.

Bibliografia

Piaget J., "Seis estudios de psicología", Seix Barral, Barcelona, 1968, 2da.
edición.
Piaget J. e Inhelder B., "Psicología del niño", Morata, Madrid, 1978, 8va.
edición.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (1999). Desarrollo psicológico y Educación.
I, Psicología Evolutiva. Madrid: Alianza.
Papalia, D.E., Olds, S.W. y Feldman, R.S. (2001). Desarrollo humano. Bogotá:
McGraw Hill.

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