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Unidad de aprendizaje: Electiva VI (Historia de la Filosofía)

Nombre del Alumno: Calderón Valverde Rolando

Grupo:MM91

Fecha: abril 2023-junio 2023 Periodo: 23/1

Tema 6: El conocimiento de la naturaleza

Subtema: Avicena

Calificación:

Avicena

Abū ‘Ali al-Husayn ‘Abd Allah ibn ‘Ali ibn Sinā, conocido en la tradición latina como
Avicena, nació aproximadamente en el año 980, en Afshana, muy cerca de Bujārā,
un sitio ubicado en Turquestán. Murió en el año 1037, en Hamadán. Se cuenta
que desde muy pequeño se interesó en el estudio de la filosofía, la gramática, la
medicina, el derecho, la geometría, la música y la religión. Su padre trabajaba en
la administración pública y falleció cuando Avicena tenía aproximadamente
veintidós años. Entonces él fue el heredero de la familia.

A los dieciocho años era ya un experto en Medicina y ello le permitió convertirse


en el médico del sultán de Bujārā, quien le abrirá las puertas de su biblioteca.
Desde entonces, se convertiría en un gran estudioso. Sus habilidades médicas
fueron tales, que cerca del año 1002 compuso una obra dedicada a corregir los
errores de los tratamientos médicos.

La filosofía de Avicena no es comprensible al margen de las discusiones


generadas en sus tiempos entre chiítas y sunitas. Avicena conoció, desde muy
joven, cuáles eran las discrepancias entre estos dos grupos religiosos. Cada uno
de ellos había concebido versiones distintas del desarrollo histórico del islam. Los
sunitas consideraban que para elegir al sucesor del Profeta bastaba con encontrar
un califa adecuado para ser el líder espiritual y político. En cambio, los chiítas
alegaban que debía haber un parentesco sanguíneo entre el Profeta y el califa.
Por ello, estos últimos tomaron partido por el primo de Mahoma, Alí, el primer
imām. Los chiítas admitían solamente doce califas descendientes directos del
Profeta. El último había sido Muhammad, desaparecido en el año 874. A partir de
entonces, creían que el último imām se había ocultado, pero seguía guiando y
comunicándose con sus fieles a través de un representante, un mahdi o guiado.
Por ello, una discrepancia más entre estos dos grupos fue la noción de “imām”:
mientras que para los sunitas se trataba de un simple recitador del Corán, para los
chiítas el imām era un mahdi, un guiado, es decir, un guía político y religioso a
quien le correspondía la orientación y educación de la comunidad.

En sus orígenes los chiítas fueron muy conservadores. Sin embargo, en el siglo X
se difundió rápidamente la creencia en que las verdades reveladas debían
comprenderse y defenderse a través de la kalām o teología. Este saber echaba
mano de una rama de la ciencia lógica de los griegos, a saber, la dialéctica. El
padre de Avicena solía discutir con algunos amigos chiítas, específicamente de la
rama ismailí. Las temáticas que abordaban, serían también de sumo interés para
Avicena, especialmente las naturalezas del alma y del intelecto. Avicena será un
personaje indispensable para comprender las relaciones entre fe y razón en el
seno del chiísmo. También será un referente para comprender cómo fue que el
chiísmo asumió diversas teorías neoplatónicas.

Avicena redactó varias obras. Uno de los estudiosos más reconocidos de su


filosofía, Badawi, ha reunido cerca de doscientas setenta y cinco que podrían
atribuírsele. Entre éstas se incluyen trabajos relacionados con la ciencia médica,
con la religión, la filosofía y hasta con la angelología y la mística. Aquí solamente
se enunciarán algunas obras cuya autoría se conoce con toda seguridad. En
primer lugar, habría que mencionar su principal obra médica titulada Libro del
Canon de Medicina. Este trabajo se estudió detalladamente en la Edad Media. De
hecho, la traducción elaborada por Gerardo de Cremona sería el texto base en las
Escuelas de Medicina durante el siglo XIII. Junto al Canon, ocupa un lugar
igualmente relevante su monumental obra filosófica titulada Libro de la
curación (Kitāb al-Shifā), un verdadero compendio filosófico que abarca la ciencia
física, la metafísica y la lógica, y cuyas versiones latinas fueron muy
aprovechables gracias al interés de personajes como Domingo Gundisalvo, Miguel
Escoto y Juan Hispano.

Hay quienes han leído a Avicena como si fuese un autor religioso, un místico más
que un filósofo. La razón es que obras como el Libro de las orientaciones y
advertencias, la Epístola del pájaro o el Relato de Salāmān y Absāl, están escritas
con un estilo metafórico que fácilmente hace pensar en lecturas espirituales. Sin
embargo, una buena parte de los especialistas en su filosofía coinciden en que
Avicena está presentando su filosofía con un lenguaje distinto. En su obra
filosófica utiliza un lenguaje literal y, en otros escritos, se toma la libertad de
expresarse con un lenguaje simbólico o metafórico aunque en ambos casos está
hablando de lo mismo

Para Avicena el fin de la filosofía es informar acerca de las verdades de todas


las cosas en la medida de lo posible al hombre. Y continúa: «las cosas
existentes, o bien existen sin depender de nuestra voluntad ni de nuestra
actividad, o bien existen por nuestra voluntad y actividad. Al conocimiento de las
cosas que pertenecen a la primera división se le llama filosofía teórica; al
conocimiento de las cosas que pertenecen a la segunda división se le llama
filosofía práctica. El fin de la filosofía teórica es perfeccionar al alma por el mero
conocer; el fin de la filosofía práctica es perfeccionar al alma, no por el mero
conocer, sino conocer lo que hay que hacer y hacerlo. Por tanto, el fin de la teórica
es la adquisición de una opinión que no es práctica, mientras que el fin de la
práctica es conocer una opinión que es práctica

Avicena retoma la división aristotélica de las ciencias en teóricas y prácticas. Las


primeras son la Filosofía primera o Ciencia divina, las Matemáticas y la Física;
éstas se ocupan del conocimiento verdadero de la realidad. Las segundas son la
Ética, la Económica y la Política; éstas se ocupan de las acciones humanas y, en
concreto, de las acciones buenas y virtuosas. Además, junto a estas dos clases de
ciencias, le da importancia a la lógica como un saber instrumental de toda ciencia.
Como sus antecesores, al-Kindī y al-Fārābī, Avicena piensa que la Filosofía
primera es la ciencia más noble y elevada de todas, y ésta comprende la
Metafísica y la Teología, teniendo ambas como tema capital el ser.

La ciencia más noble se dedica, en efecto, al estudio del ser y, concretamente, del
Ser supremo que es Dios. En este sentido, la Teología tiene un papel definitivo
porque se encarga de estudio al Ser absolutamente necesario, trascendente y
causa de todos los demás seres. Existe en Avicena una distinción entre los seres
necesarios y los seres contingentes. En otras palabras, uno es el Ser que estudia
la Teología (el ser necesario), y otro el que estudia el resto de las ciencias (el ser
contingente o creado). Aún cuando se ve la relevancia que tiene la ciencia
teológica para Avicena, es pertinente distinguir entre Teología y Metafísica. Ambas
forman parte de la Filosofía Primera. Sin embargo, la Metafísica estudia
propiamente a la sustancia inmaterial, los primeros principios y el ser en tanto que
ser. En este último sentido, coincide completamente con el objeto propio de la
Teología que es Dios. Por esta razón, aunque hay cierta diferencia, ambas son
muy cercanas. A fin de cuentas, la metafísica y teología se implican y se
involucran entre sí porque ambas se ocupan del Ser necesario

La descripción de las otras dos ciencias especulativas, a saber, la Matemática y la


Física, fue bien conocida a lo largo del medioevo. Avicena se refirió a la
Matemática como una ciencia que se ocupa de los seres que existen en la materia
pero pueden ser abstraídos de ésta. La Física, en cambio, se ocupa de los seres
materiales y, como tal, se ocupa de los seres que no pueden existir sin materia.

Para Avicena las ciencias prácticas son igualmente relevantes. El filósofo persa
insiste en la necesidad de comprender la doble dimensión de la filosofía. Ésta no
puede ser exclusivamente teórica, sino también práctica. Por ciencias prácticas
entiende aquellas cuyo fin no se limita a la adquisición del conocimiento, sino que
buscan la obtención una opinión acertada con vistas a una acción.

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