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EL CONCEPTO DE DELITO
En todo delito, sea de la clase que sea, deben concurrir necesariamente una serie
de elementos comunes para poder afirmar la existencia de una infracción penal (por
ejemplo, siempre debe haber un autor y siempre debe haberse afectado a un bien jurídico).
De forma paralela, esos elementos comunes sirven para determinar otros factores, tales
como la gravedad del hecho (por ejemplo, delito consumado y tentativa) o la respuesta
penal que debe recibir el sujeto que lo realizó (por ejemplo, concurrencia de dolo o
imprudencia, concurrencia o no de culpabilidad, grado de ejecución del delito, etc.). Al
estudio de todos esos elementos comunes que son necesarios para afirmar la concurrencia
de cualquier infracción penal se dedica la “Teoría general del delito”
Podría decirse que la teoría del delito constituye una “herramienta” de la que se
sirve el penalista para resolver, a partir de ese sistema, los problemas específicos que
plantea la aplicación de los concretos delitos. Así por ejemplo, a la hora de determinar si
se ha cometido un homicidio, conforme a lo dispuesto en el art. 138 CP (“El que matare
a otro será castigado, como reo de homicidio, con la pena de...”) no nos basta con
constatar que “A mató a B”, pues aún será preciso comprobar cómo fue el
comportamiento de A (acción y omisión), cómo se produjo la muerte (relación de
causalidad e imputación objetiva), con qué intención actuó A (dolo e imprudencia), si el
hecho es antijurídico (causas de justificación), si A es culpable (imputabilidad,
conocimiento de la antijuridicidad del hecho), etc.
Por tanto, repito, la teoría del delito se ocupa pues de la exposición sistemática de
los presupuestos que deben concurrir de modo genérico para la imposición de una sanción
penal y de las consecuencias sistemáticas que resultan de la presencia o ausencia de cada
uno de ellos. El carácter secuencial de la teoría jurídica del delito se corresponde con
distintos niveles de valoración al respecto de por qué una conducta no es castigada, lo
cual permite a la sociedad y al propio individuo valorar más exactamente las causas de la
impunidad. Se ha hablado en este sentido de la utilidad práctica de un sistema
configurado con base en escalones valorativos, que, de acuerdo con la estructura tripartita
tradicional del delito son la tipicidad, la antijuridicidad, y la culpabilidad.
Desde su origen a finales del s. XIX en Alemania, la teoría del delito pasa por
diversas fases, que tienen también relevancia en la doctrina penal en lengua española.
Cada fase es producto de un modo de entender la persona, la libertad, la responsabilidad,
e incluso la función del Derecho, que han de influir sin duda en los contenidos de las
categorías.
• El sistema causalista surge a finales del siglo XIX, y sobre el elaboraron autores como
VON LISZT el esquema clásico del delito, concibe la acción humana como un fenómeno
causal que produce un resultado, (p.ej. si el movimiento corporal va dirigido a matar a
una persona, o a espantar una abeja; lo único trascendente es si ha causado o no una
modificación del mundo exterior). Si esa acción están descritos en un tipo penal (p.ej.,
homicidio –art. 138 CP) y no concurre ninguna causa de justificación prevista en la ley
(p.ej., legítima defensa –art. 20.4 CP), podrá afirmarse que dicha conducta es TÍPICA y
ANTIJURÍDICA (el resultado –muerte supone una afectación del bien jurídico protegido
en el homicidio –vida humana independiente- prohibida por el ordenamiento). La
valoración del comportamiento del sujeto no se realiza hasta llegar al elemento
CULPABILIDAD, en el que se analiza si quería y sabía lo que hacía (dolo-imprudencia),
si se encontraba en una situación psíquica normal (imputabilidad), si era consciente de
que su comportamiento es ilícito (conocimiento de la antijuridicidad del hecho) y si el
ordenamiento le podía exigir que se comportara de un modo lícito (exigibilidad).
• El sistema finalista surge a mediados del siglo XX elaborada por Welzel: la conducta
humana no es un mero fenómeno causante de un resultado, pues los humanos actuamos
siempre con una determinada finalidad, y esa finalidad debe ser objeto de valoración ya
cuando se analiza la acción del sujeto, esto es, en la TIPICIDAD (p.ej., a la hora de
determinar si el sujeto realizó una conducta típica de homicidio, debe averiguarse si actuó
con dolo –tipo de homicidio doloso, art. 138 CP- o al menos con imprudencia –tipo de
homicidio imprudente, art. 142 CP-; si su comportamiento no fue ni doloso ni imprudente,
deberá afirmarse que no fue típico, y por tanto ya no será necesario plantearse si es
antijurídico y culpable). Por otro lado, la diferente finalidad que guía al sujeto que actúa
dolosamente (sabe lo que hace y decide hacerlo) frente al que actúa imprudentemente (no
quiere producir el resultado e incluso puede no saber lo que hace) merece una diferente
valoración de su hecho; de ahí que los componentes de la ANTIJURICIDAD sean
también distintos en el tipo doloso y en el tipo imprudente (en ambos casos hay un mismo
desvalor de resultado –la muerte-, pero el dolo conlleva un mayor desvalor de acción que
la imprudencia). En este esquema, el elemento CULPABILIDAD se centra en determinar
si el comportamiento típico y antijurídico es atribuible y reprochable al sujeto, porque en
el momento de actuar era plenamente capaz de entender la ilicitud de dicho
comportamiento, por tanto en el sistema finalista ya se examinar en el tipo el contenido
de la voluntad.
También cabe plantear en este contexto qué sucede cuando tenemos una situación de
falta de acción que ha sido provocada dolosa o imprudentemente por una conducta
anterior del propio sujeto, lo cual alude a la figura jurídica de la actio libera in causa.
Actio libera in causa: Hay conducta humana a efectos penales si el sujeto provoca
la situación de ausencia de acción mediante una acción voluntaria precedente. Esa
acción precedente podrá ser dolosa (p. ej., el controlador aéreo decide no evitar la
colisión de dos aviones, y se toma varios sedantes para estar inconsciente en el
instante en que vayan a aterrizar) o imprudente (p. ej., el controlador aéreo se toma
varias bebidas alcohólicas a pesar de que sabe que afectan a su capacidad para
regular el tráfico aéreo, provocándose con ello una embriaguez letárgica y la
posterior colisión de los aviones).
a) delitos graves, definidos como las infracciones que la Ley castiga con pena grave en el
artículo 13.1 CP con relación al artículo 33.2 CP,
b) delitos menos graves, definidos como aquellas infracciones para las que la Ley prevé
pena menos grave en el artículo 13.2 CP con relación al artículo 33.3 CP, y
c) delitos leves, definidos como aquellas infracciones que la Ley castiga con pena leve en
el artículo 13.3 CP con relación al artículo 33.4 CP.
Por otro lado, a tenor del artículo 12 CP: «las acciones u omisiones imprudentes
sólo se castigarán cuando expresamente lo disponga la Ley».
TEMA 2. LA ANTIJURIDICIDAD
«El tipo» es la materia de prohibición de las disposiciones penales, por ejemplo, tipo
(penal) del homicidio (art. 138 CP) o del hurto (art. 234 CP).
El tipo penal delimita el ámbito del injusto penalmente relevante. No todos los hechos
que el ordenamiento jurídico considera injustos interesan al derecho penal, solamente
aquellos que se hayan expresamente tipificados. Los tipos penales expresan la
desvalorización objetiva que el ordenamiento penal atribuye a ciertos hechos, pero la
antijuridicidad no es una relación establecida entre el tipo y el ordenamiento jurídico si
no entre una determinada realización del tipo y el derecho.
Que una conducta verifique un tipo penal, significa que realiza la clase de desvalor que
la ley penal asigna al tipo correspondiente, pero esta lesión o puesta en peligro de bienes
jurídicos no implica que la conducta deba ser considerada como antijurídica.
Ej. El tipo de homicidio (art. 138 CP) no estaría constituido solo por sus elementos
positivos: una acción de matar, un resultado de muerte de otra persona, una
relación de causalidad entre ambos y los criterios de imputación objetiva, sino
además, como elementos negativos, por la ausencia de: agresión ilegitima,
necesidad de la defensa, necesidad racional del medio empleado… ( y así todos y
cada uno de los elementos objetivos de la legítima defensa, del estado de
necesidad justificante, del cumplimento de un deber… etc).
LA DOCTRINA FINALISTA
Según esta teoría, las causas de justificación son elementos de contenido negativo
que deberían estar incluidos dentro del bloque de la tipicidad, puesto que cumplen la
misma función- únicamente con signo negativo y por tanto de manera opuesta- a los
elementos positivos, aquellos considerados tradicionalmente como elementos del tipo.
Como vemos, en los ejemplos de las dos teorías, la pena a la que se llega con una u otra
solución es distinta: la del homicidio doloso atenuada en el primer caso, la del homicidio
imprudente en el segundo.
- Desvalor de acción
- Desvalor de resultado
Desvalor de acción
Por tanto, supone un juicio negativo sobre el comportamiento y que viene constituido por
la exigencia típica de dolo (p. ej., en el tipo de injusto del homicidio doloso –art. 138 CP)
o imprudencia (p. ej., en el tipo de injusto del homicidio imprudente –art. 142 CP). En
algunos casos, además, el desvalor de acción es más intenso por la concurrencia de algún
elemento adicional en el comportamiento del autor (así por ejemplo, en el asesinato por
precio, recompensa o promesa). Y comprobar si hay causalidad.
Desvalor de resultado
b.- material:
El concepto final de acción fue obra de Welzel. Para la teoría final, la acción humana
consiste en el ejercicio de una actividad finalista.
Al igual que el concepto causal, el concepto final de acción tampoco puede cumplir la
tarea de un concepto general capaz de cobijar a todas las formas de comportamiento
jurídico-penalmente relevantes.
Finalmente, el concepto social de acción que, al igual que los anteriores, trata de obtener
un concepto general, prejurídico, de acción.
Si el delito es acción, hay que entender que no habrá delito cuando no concurran los
elementos que la integran, es decir, si el comportamiento humano es el primer
presupuesto dogmático del delito que tiene que concurrir para seguir preguntándonos
por el resto de las categorías de tipicidad, antijuricidad, culpabilidad y punibilidad, su
falta exime de la necesidad de preguntar por las mismas.
Para poder estar frente a una acción es necesario que el comportamiento humano sea
voluntario, por tanto, si falta la voluntad del sujeto no habrá acción penalmente
relevante. En esa obviedad descansa la opción legislativa seguida por nuestro Código
penal cuando ha prescindido de la mención de los supuestos de ausencia de acción.
AUSENCIA DE ACCIÓN:
ESTADOS DE INCONSCIENCIA
En estos supuestos hay ausencia de dominio voluntario sobre el propio cuerpo, pues el
sujeto se haya inconsciente. Pueden darse los siguientes casos: sueño, narcolepsia,
sonambulismo, desvanecimientos, embriaguez letárgica o narcosis extrema, ataque
epiléptico con pérdida de conciencia, hipnosis (siempre que el hipnotizado esté
completamente bajo el control del hipnotizador, que sería en este caso autor mediato).
Por tanto, los actos que se realizan no dependen de la voluntad y por consiguiente no
pueden considerarse acciones penalmente relevantes.
En el caso expuesto hay que distinguir dos fases: en una primera, A, pese a sufrir
desvanecimientos, continúa conduciendo su vehículo, y una segunda fase, donde
A sufre uno de esos desmayos mientras conduce y pierde el control del vehículo.
La pregunta que surge es: ¿cabe hacer responsable a A de los resultados lesivos
por la «acción inmediatamente lesiva»? Si la respuesta es negativa, cabe
entonces preguntarse si A ha de responder de dichos resultados por sus acciones
anteriores a la que directamente produce el accidente. Para el Tribunal Supremo,
la respuesta es afirmativa al infringir A la norma de cuidado legalmente
establecida.
MOVIMIENTOS REFLEJOS
Tienen lugar sin que la voluntad humana participe de ningún modo, porque la “orden”
de realizar el movimiento muscular se transmite directamente por la vía subcortical, esto
es, sin que intervenga en ningún momento la consciencia y por lo tanto sin que puedan
controlarse por la voluntad.
Los movimientos reflejos deben diferenciarse de otros supuestos, en los que la voluntad
controla la acción del sujeto, siquiera fugazmente:
- Actos en cortocircuito, tales como por ejemplo las maniobras que pueden
realizarse en la conducción en determinadas circunstancias (p. ej., un
volantazo para impedir una colisión), ya que dichos actos son controlables
por la voluntad y por tanto no excluyen la acción.
Por tanto, en todo delito de acción hay un movimiento corporal que ha de ser voluntario,
pero el movimiento reflejo no es voluntario, esto es, es un movimiento muscular como
reacción inmediata e involuntaria a un estímulo externo o interno, sin intervención de la
conciencia.
FUERZA IRRESISTIBLE
Supuestos en los que quien actúa lo hace materialmente violentado por una fuerza a la
que le es físicamente imposible resistirse, porque se ejerce sobre él una vis absoluta
(distintos serían los casos de vis compulsiva, que pueden dar lugar a miedo insuperable
y excluir o atenuar la culpabilidad). Sólo en los supuestos de vis física absoluta se
excluye la acción por ausencia de voluntad. El origen de la fuerza irresistible puede ser
natural o humano (en este último caso podrá haber autoría mediata de quien aplicó la
fuerza).
Ahora bien para excluir el comportamiento del sujeto es necesaria una determinada
cantidad de fuerza del tercero. Por ello, la jurisprudencia requiere que la fuerza del
tercero suprima o anule la voluntad, u obligue al sujeto a delinquir.
La fuerza irresistible es una causa de ausencia de acción constituida por toda violencia
física o material ejercida por un tercero sobre el agente venciendo su voluntad y
anulando su libertad realizativa hasta el extremo de forzarle a la ejecución de un acto,
respecto del que aquél aparece como mero instrumento de ajenas y antijurídicas
intenciones (STS de 21 de febrero de 1989).
Para la apreciación de la fuerza irresistible es, por tanto, necesario que la misma:
2) Provenga de un tercero.
3) Que actuando con positiva influencia sobre aquél le obligue a realizar un acto
contrario a sus deseos o a su voluntad.
La fuerza irresistible es distinta de la intimidación moral que incide sobre la mente del
sujeto, pero no sobre su cuerpo, por lo que no excluye la conducta, que es voluntaria,
sino la libertad de decidir. En estos casos puede entrar en juego la idea de inexigibilidad
de otra conducta, esto es, la eximente de miedo insuperable o de estado de necesidad.
CASO FORTUITO:
Función garantista:
El tipo de injusto sería expresión de lasexigencias dimanantes del principio de legalidad.
Es decir, lo que ellegislador no tipifica como delito, nunca puede serlo (no es delito,por
ejemplo, el adulterio) como tampoco aquellas acciones que noson subsumibles en los
tipos penales respectivos (tomar una cosamueble sin ánimo de lucro no es delito). Una
conducta por muyreprochable que nos parezca, si no encaja en un tipo es un
hechoatípico.
Función de motivación.
Esta función permite que los ciudadanos, destinatarios de la normapenal, podamos
conocer qué es lo que el legislador sanciona con unapena, cuáles son las conductas
prohibidas que no debemos realizar.
Función indiciaria.
Según esta función la circunstancia de que una acción sea típicarepresenta un indicio de
que pueda ser, en definitiva, antijurídica. Elque un acto sea típico, como por ejemplo
matar, no debe presuponer que es antijurídico. Matar a otro en defensa propia, aunque es
unaconducta típica no es antijurídica porque está justificada.
La parte subjetiva del tipo se constituye siempre por la voluntad oaspecto interno de la
conducta. Comprende, pues, aquellos elementosque dotan de significación personal a la
realización del hecho. A laparte subjetiva pertenecen el dolo y la imprudencia, los
elementossubjetivos del injusto, etc.
Elementos de la parte objetiva del tipo: la acción, los sujetos, objeto material y jurídico del
delito, tiempo y lugar
LA ACCIÓN
Entendida como comportamiento humano en sentido amplio y, por tanto, comprensivos
de comportamientos activos y omisivos. Se trata de examinar si la acción o conducta
típica reúne todos los requisitos de un determinado tipo penal: la parte objetiva y la parte
subjetiva.
LOS SUJETOS
Sujeto activo del delito es la persona que realiza la conducta típica, quien conjuga el verbo
que constituye el núcleo del tipo. Es sujeto activo del homicidio el que mata. Sujeto
activo del delito solo puede serlo el hombre y no los animales o cosas inanimadas.
Si hasta la reforma de 2010 solo las personas físicas podían cometer delitos, tras la
introducción de la responsabilidad penal de las personas jurídicas por la LO 5/2010, de
22 de junio, éstas también pueden ser sujeto activo del delito al ser posible la imputación
de responsabilidad penal a las mismas aun cuando la concreta personafísica responsable no
haya sido individualizada o no haya sido posible dirigir el procedimiento contra ella.
Sujeto pasivo del delito es la persona sobre la que recae materialmente la acción, es el
titular o portador del bien jurídico protegido por la norma concreta, esto es, el titular del
bien jurídico lesionado o puesto en peligro por el delito. Pueden ser sujetos pasivos tanto
las personas físicas —como sucede en los delitos contra la vida— como las personas
jurídicas —como sucede en los delitos contra la propiedad industrial— e incluso el
Estado o la propia sociedad —como sucede en los delitos relativos a la defensa nacional o
en los delitos relativos al mercado o consumidores—, que ostenten la condición de
titulares de derechos o intereses.
No siempre coincide el sujeto pasivo con la persona perjudicada ocon la persona sobre la
que recae la acción del delito (por ejemplo, no coinciden dichos conceptos en el tipo
básico del delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros del art. 318 bis 1 CP
pues el sujeto pasivo es el Estado -portador del bien jurídico interés del Estado en el
control de los flujos migratorios, bien jurídico que no se encarna en un objeto material
concreto-, mientras que el objeto de la conducta son los ciudadanos extranjeros
inmigrantes o potenciales inmigrantes en circunstancias irregulares -personas sobre las
que recae la conducta). Respecto a la persona perjudicada, este concepto es más amplio
que el propio del sujeto pasivo al abarcar no sólo al titular del interés lesionado por
eldelito, sino a todos los que soportan consecuencias perjudiciales más o menos directas.
De esta forma puede decirse que en el homicidio la víctima es el sujeto pasivo mientras
que sus familiares son los perjudicados.
El concepto de perjudicado posee importancia a efectosde la responsabilidad civil (arts.
109 y ss. CP). Y así como se distingue entre sujeto pasivo y perjudicado también debe
procederse a la distinciónentre sujeto pasivo y la persona sobre la que recae físicamente la
acción. En los delitos contra las personas ambos sujetos coinciden pero no existe esa
coincidencia en otros delitos como, por ejemplo, en el delito de estafa (art. 248) donde el
engaño típico puede recaersobre una persona distinta de la que sufre el perjuicio
patrimonial.
- El objeto material del delito es la persona o cosa sobre la que recae la conducta
típica por lo que también se denomina objeto de la acción. Puede ser objeto
material, la persona, individualo jurídica, los animales o las cosas. Aunque el
objeto material puedecoincidir con el sujeto pasivo, como sucede en el delito de
homicidiodonde el sujeto pasivo es la víctima y también la persona sobre la que
recae la acción de matar, no en todos los delitos coincide, por ejemplo en el
delito de hurto, el objeto material es la cosa hurtada y elsujeto pasivo la persona a
quien se hurta.
- Elobjeto jurídico o formal del delito es el bien jurídico, el bien que estáprotegido
por el Derecho, lo que la norma tiende a tutelar de posibles agresiones. En todos
los delitos hay un interés jurídicamente protegido.
El bien jurídico constituye el punto de partida y la idea que preside la formación
del tipo. Por bien jurídico se entiende el interés de la vida en comunidad al que
presta protección el Derecho penal. El bien jurídico constituye la base de la
estructura e interpretación de los tipos penales. En el hurto el bien jurídico
protegido es la propiedad de la cosa, en el homicidio el bien jurídico protegido es
lavida.
TIEMPO Y LUGAR DE LA ACCIÓN
La determinación del tiempo y del lugar de comisión de un delito no plantea
generalmente grandes dificultades.
Para determinar el tiempo y lugar de la acción se han formulado varias teorías:
- La teoría de la acción, conforme a la cual el delito se comete en el momento y
lugar en elque se realiza la acción u omisión.
- La teoría del resultado, según la cual el momento y lugar de comisión del delito
vienen determinados por la producción del resultado delictivo.
- La teoría de la ubicuidad, que entiende que el delito se comete tanto en el
momento o lugar en que se realizó la acción u omisión, como en el momento en
que se produjo el resultado.
En cuanto al tiempo de la acción, el momento de la comisión del delito es el que
determina la ley aplicable a su enjuiciamiento. No ofrecen problema alguno aquellas
infracciones en las que no transcurre un tiempo excesivamente dilatado entre la
realización de la acción y la producción del resultado, como sucede en el caso de los
delitos instantáneos, pero sí en cambio las caracterizadas por una realización prolongada
en el tiempo que plantean dificultades en cuanto a la aplicación de determinadas
instituciones penales como el cómputo de la prescripción o el ámbito temporal de la Ley.
Cuando la acción y el resultado se distancian en el tiempo es preciso determinar en qué
concreto momento se ha cometido el hecho.
El Código penal resuelve esta cuestión en su artículo 7 al indicar que: A los efectos de
determinar la Ley penal aplicable en el tiempo, los delitos se consideran cometidos en el
momento en que el sujeto ejecuta la acción u omite el acto que estaba obligado a
realizar.
Decantándose nuestro legislador en definitiva por la teoría de la acción, esto es, el delito
se entiende cometido en el momento en que la acción se realiza o, para el caso de los
delitos omisivos, debería haberse realizado.
Asimismo, el lugar de la acción es importante principalmente aefectos de competencia
procesal. Pero, si el Código penal da respuesta al tiempo de la acción, omite toda regla
respecto al lugar de comisión del delito. Ante este silencio se han barajado las tres teorías
antes mencionadas: la de la acción, la del resultado y la teoría mixta o de la ubicuidad,
siendo apoyada mayoritariamente por la doctrina la teoría de la ubicuidad que es el
criterio seguido por otros Códigos penales de nuestro entorno cultural como el
códigopenal italiano o el alemán.
CLASES de tipos:
La clasificación de los tipos suele hacerse a partir de las modalidades que adaptan sus
elementos.
SEGÚN LAS MODALIDADES DE LA ACCIÓN
1. DE LA PARTE OBJETIVA:
2. DE LA PARTE SUBJETIVA:
o delitos especiales propios aquellos en los que el tipo prevé solo como
posibles autores a personas especialmente caracterizadas y, por tanto,
no tiene figura correlativa en un delito común. Por ejemplo, es delito
especial propio el delito de prevaricación judicial (art. 446). Esto
significa que si la prevaricación la lleva a cabo cualquier persona no
será válida ya que solo puede cometer el delito de prevaricación
judicial un juez.
o delitos especiales impropios aquellos que pueden cometerse por
cualquiera, pero la autoría de personas cualificadas constituye una
causa de agravación de la pena. Los delitos especiales impropios sí
tienen correspondencia con un delito común. Así, en el delito de
malversación de caudales públicos (art. 432) cuyo sujeto activo solo
puede serlo un funcionario, en el supuesto de una persona no
funcionaria que sustrae dinero público cometerá un delito de
apropiación indebida.
La formulación de los tipos penales es el modo en que se lleva acabo la descripción de los
elementos constitutivos de las infracciones penales. Para formularlos el legislador se vale
de elementos descriptivos y de elementos normativos.
LOS ELEMENTOS DESCRIPTIVOS DEL TIPOson aquellos cuyo contenido viene
determinado por el sentido que el uso del lenguaje da a la expresión. Se trata de
realidades naturalísticas, perceptibles por los sentidos, a los que el lenguaje se refiere
con expresiones comunes. En el delito de asesinato (art. 139) pueden considerarse
elementos descriptivos la producción de la muerte (matar) y el sujeto pasivo (a otro).
LOS ELEMENTOS NORMATIVOS DEL TIPO implican siempre una valoración y por
tanto un cierto grado de subjetivismo por ejemplo, la alevosía que el tipo exige es un
concepto que depende de lo que el ordenamiento entienda por tal, y de la valoración que
el juez haga de los hechos presentados. Estos elementos, los normativos, derivan de
valoraciones jurídicas (la alevosía, por ejemplo), pero también sociales (lo que se
entienda por "grave", por ejemplo, cuando algunos tipos lo exigen).
Para cumplir su función de garantía, el tipo tiene que estar redactado de tal modo que de
su texto se pueda deducir con claridad la conducta prohibida. Se debe ser, en
consecuencia, parco en la utilización de elementos normativos.
TEMA 5. IMPUTACIÓN OBJETIVA DEL RESULTADO
Este tema trata sobre los problemas que suscita la atribución de un resultado a una
acción. La imputación del resultado a la acción de un sujeto se denomina imputación
objetiva el resultado.
Durante muchos años la vinculación requerida era una pura vinculación causal, si se
constataba la relación entre la acción del sujeto y la producción del resultado ya se
cumplía el tipo objetivo, por ejemplo, si en una caída por las escaleras, para evitar caer
al suelo, el sujeto «A» se sujeta en una persona «B», con tan mala fortuna que esa
personase cae y se rompe un brazo, el tipo objetivo del delito de lesiones del artículo
147 del Código Penal quedaría afirmado sólo con comprobar la relación de causalidad
entre el hecho de que «A» se sujeta en «B» y la rotura del brazo de éste último. La total
depuración de responsabilidad penal y la posible exclusión de ésta se aplaza a
momentos posteriores como la valoración del dolo/imprudencia o la culpabilidad.
En la actualidad, sin embargo, no es suficiente la pura constatación de esa relación de
causalidad para sostener la realización del tipo objetivo.
Según la teoría de la imputación objetiva, no basta constatar sólo la relación acción-
resultado o relación causa-efecto, sino que además se requiere introducir juicios
valorativos que permitan sostener que esa vinculación tiene relevancia jurídico-penal.
Los casos de las puestas en peligro de un tercero consentidas por éste. Donde
el resultado no debe imputarse a esas acciones arriesgadas, pues no parece que el
fin de protección de la norma sea extender su protección a quienes consciente y
voluntariamente se exponen a peligros. Se excluye así la imputación objetiva del
resultado cuando éste, aunque haya sido ocasionado por la acción peligrosa del
autor, no se encuentre entre aquellos que la norma pretende evitar según su
sentido.
Ejemplo: en una «ruleta rusa» un sujeto acepta ponerse frente al posible disparo
y efectivamente fallece, o acepta subir como copiloto en una competición en una
carretera y se produce un accidente en el que pierde la vida.
En las conductas dolosas el sujeto actúa con la finalidad y la voluntad, más o menos
intensas de causar esa lesión.
Artículo 5 del Código Penal: «No hay pena sin dolo o imprudencia».
Artículo 10 del Código Penal: «Son delitos las acciones y omisiones dolosas o
imprudentes penadas por la Ley»,
Por tanto, las conductas descritas en los tipos de la parte especial son o bien dolosas o
bien imprudentes, sin que quepa otra modalidad subjetiva de imputación típica. No son
conductas prohibidas aquellas en las que no medie dolo o imprudencia.
2. Concepto de dolo
Dolo se define como la conciencia o conocimiento y la voluntad por parte del sujeto
activo de la realización de los elementos del tipo objetivo.
Por ejemplo, diremos que la conducta de secuestro (art. 164 CP) es dolosa,
cuando el sujeto conoce que está encerrando a otra persona en contra de su
voluntad, privándola de libertad de movimiento y que está exigiendo un rescate a
cambio de su liberación, quiere hacerlo y efectivamente lo hace.
No habrá dolo cuando el sujeto desconozca alguno de esos elementos, si bien esta
situación puede generar lo que se denomina un error de tipo, que puede tener
consecuencias punitivas. Por ejemplo, el caso del cazador que cuando ve que un arbusto
se mueve, dispara convencido de que ahí está el jabalí, y a quien dispara es a un
compañero, que fallece.
La falta de conocimiento de alguno de los elementos del tipo determina la ausencia del
dolo y, en definitiva, la atipicidad de la conducta. Por ejemplo, el sujeto que introduce
en su cartera el ordenador portátil de su compañero de mesa, que es idéntico al suyo, y
no se percata en absoluto que está sustrayendo algo ajeno. Ahora bien, esta ignorancia o
errónea representación de la realidad en la que se encuentra puede tener en ocasiones
consecuencias jurídicas, pues es posible que al sujeto se le reproche la falta del cuidado
preciso para haber advertido el error en el que se encuentra y haber salido de esa
ignorancia. Volveremos sobre este asunto más adelante al abordar la cuestión del error
de tipo.
— Elemento volitivo. El sujeto actúa con voluntad cuando conociendo los elementos
del tipo objetivo, quiere actuar.
Por ejemplo, quien sabe que una cosa es ajena y se la lleva, actúa con la
voluntad requerida por el dolo.
El elemento volitivo se superpone al intelectivo, pues sólo se puede querer hacer aquello
que se conoce. La voluntad implica que el sujeto lleva a cabo la decisión de realizar la
conducta, aceptando las consecuencias de su acción. Voluntad es «aceptar», «decidirse
por» la realización de aquello que previamente se conoce.
Tres categorías que van de mayor a menor según exista pleno conocimiento y voluntad
o bien estos o uno de ellos concurran parcialmente:
n dolo directo de primer grado
n dolo directo de segundo grado
n dolo eventual
En los tres casos estamos ante conductas dolosas, sin que ello se traduzca en una pena
diferente, por ejemplo: decir que un homicidio se ha cometido en dolo directo o en dolo
eventual es irrelevante desde el punto de vista punitivo, pues en ambos casos estaremos
hablando de un delito de homicidio doloso previsto en el artículo 138 CP.
Se trata, por lo tanto, de una clasificación doctrinal, sin reflejo punitivo en el Código,
pero que sí tiene un punto de trascendencia práctica en su nivel inferior, el del dolo
eventual, pues éste está en la frontera con la imprudencia consciente.
Ejemplo: el sujeto quiere sustraerla cartera del bolsillo del pantalón de la víctima
sin que ésta se entere y efectivamente la extrae «limpiamente» y se la lleva.
Por ejemplo, el sujeto quiere incendiar una casa y efectivamente hace, y sabe
que dentro duerme una persona mayor e impedida para moverse por sí mismo
inmóvil que necesariamente va a morir en el incendio. La diferente actitud
psicológica respecto a los resultados entre el dolo directo de primer y segundo
grado no supone una diferente valoración penal: tan disvalioso es la conducta de
querer matar y hacerlo directamente, como la de aceptar la muerte inevitable del
que está dentro de la casa que es incendiada de propósito.
Si un terrorista quiere atentar contra un cargo político y decide poner una bomba
en un vehículo.El turismo lo conduce un empleado de ese cargo político contra
el que va a atentar. El terrorista sabe que como resultado de su acción —un
explosivo en el coche— dañará o matará también al empleado y lo acepta como
resultado necesario para lograr su finalidad. En este caso, además del asesinato
del político se le podrá imputar por la muerte de la otra persona.
DOLO EVENTUAL
El sujeto no busca la producción del resultado, por lo que habría que decir que, en
principio, no existe el elemento volitivo del dolo. Sin embargo, aquí lo decisivo es que
conoce que hay posibilidades de que el resultado se llegue a producir y contando con
esas posibilidades no se detiene, actúa y efectivamente el resultado no buscado se
produce. El elemento cognoscitivo y el volitivo están bastante más difuminados. Por un
lado, no existe plena certeza de producción del resultado, por lo tanto, no hay absoluto
conocimiento de la situación típica; por otro, el sujeto no busca ese resultado
directamente pero «actúa contando con su producción», o lo que es lo mismo,
«aceptando» la afección al bien jurídico que finalmente se causa, por lo que también la
voluntad es más difusa.
Retomemos ahora el supuesto del incendio en una casaen cuyo interior hay una
persona. Si en vez de saber con toda certezaque sí hay una persona dentro,
introducimos el matiz de que el sujetoactúa contando con la posibilidad de que
pudiera haber alguien, porquesabe que a veces, algunas noches muy frías, en ella
pernocta un mendigo y efectivamente esa noche en la que incendia la casa el
mendigo estaba allí y muere, tendremos un caso de dolo eventual.
Otro ejemplo, una persona que decide robar el bolso de una señora subido a una
moto. Sabe que al hacerlo es probable que la mujer pierda el equilibrio y se
caiga. No tiene por qué pasar, pero es posible. Aun así decide cometer el robo
con el tirón del bolso y, efectivamente, la señora se cae y se rompe una cadera.
Además del delito de robo, el ladrón estaría cometiendo un delito de lesiones ya
que se apreciara dolo eventual en su acción.
En el dolo eventual, por tanto, la probabilidad de causar un daño con una acción es
menor que en el caso del dolo de segundo grado, pero igualmente el autor del delito
acepta que es un resultado que se puede producir y aun así continúa con su acción.
CRÍTICAS: el autor no se presenta nada como seguro, sino como probable y es en eso
precisamente en donde reside la esencia del dolo eventual. En segundo lugar, y
vinculado a ello, las dificultades probatorias derivadas de hacer descansar una solución
técnica de un elemento interno, como es la voluntad, pues evidentemente el acusado
buscará su mejor defensa y la rebaja punitiva alegando que de haber sabido que el
resultado era seguro en ningún caso hubiera seguido adelante con su acción.
Por ejemplo: según esta tesis, habría que calificar de dolosas las lesiones
producidas por un experimentado lanzador de cuchillos que nunca falla, pero
que en una ocasión a su ayudante de espectáculo le clavó el cuchillo en una
mano. Aunque conozca que hay posibilidades de fallar el lanzamiento, su
«profesionalidad» hace que actúe contando con que éste no se va a producir.
Similar sería el caso de los médicos que practican operaciones quirúrgicas de
alto riego, pues pese a conocer muy bien las posibilidades de no salvar al
paciente, actúan confiando en que pueden evitar su muerte.
4. El error de tipo y la ausencia de dolo
Si el dolo supone el conocimiento y la voluntad de realizar los elementos del tipo
objetivo, la falta de conocimiento o la ignorancia de alguno de esos elementos producirá
una ausencia de dolo.
Por ejemplo, los casos de quien desconoce que está llevándose un objeto ajeno,
porque lo confunde con uno propio que es exactamente igual; del que creyendo
que dispara sobre un espantapájaros, mata a una persona; del que conecta unos
cables sin saber que está activando un detonador para un explosivo; o de quien
cierra la biblioteca sin saber que está dejando dentro a dos estudiantes que
apuraban hasta el último minuto de estudio.
Otra cosa es el ERROR DE PROHIBICIÓN que en las que el conocimiento del sujeto
acerca de la situación típica es perfecto, pero yerra en el conocimiento de la oposición
de Derecho de la misma.
Por tanto, si el dolo supone un conocimiento de todos los elementos del tipo objetivo,
especialmente la acción y su resultado, la conexión causal entre ambas, sujetos, objeto,
elementos descriptivos y normativos de la conducta, modos de comisión, etc., el error
puede versar sobre cualquiera de estos extremos.
En los apartados 1 y 2 se contiene la regulación del error de tipo, del que nos ocupamos
aquí; en el 3, la del error de prohibición, que ya veremos en sede de culpabilidad.
Pero será vencible el error en el supuesto del cazador que dispara a una
persona pensando que es un animal, pues el cuidado medio exige no
disparar hasta no ver la pieza con claridad. Tampoco aquí se da el tipo
subjetivo de homicidio doloso, pero subsiste la aplicación del delito de
homicidio imprudente (art. 142P). El problema, como apuntábamos, se
plantea en esos casos en los que el tipo impudente no existe, por lo que se
abocan a la impunidad los casos de error de tipo vencible. Así, si el
sujeto desconoce que se está llevando un ordenador portátil de un
compañero, pues lo confunde con el suyo propio, que es idéntico, la
conducta será atípica subjetivamente, tanto dolosa, como
imprudentemente, pues la variante de la imprudencia no existe en el
delito de hurto.
El apartado 2 se refiere al error sobre un elemento accidental (aquellos que, siendo relevantes
no determinan la relevancia penal sino la gravedad del hecho bien porque la agravan o la atenúan) de
carácter agravatorio.
— Si el error versa sobre elementos accidentales que cualifiquen la infracción o
que constituyan una agravante, no será apreciable ese elemento agravatorio y subsistirá
el tipo doloso básico, es decir, se aplicará el delito en su modalidad básica, sin agravar o
cualificar.
Por ejemplo desconoce que está disparando a una persona, y cree que lo
hace sobre un animal; se desconoce que se está activando una bomba y se
cree que sólo se está conectando un dispositivo de seguridad. O puede ser
un error sobre elementos normativos, tan presentes en los tipos: como es
el error sobre el carácter ajeno de la cosa respecto a los delitos de hurto o
robo, o sobre el carácter clandestino de la explotación ganadera en el
caso de los delitos ambientales (art. 327 CP). En cualquiera de esos casos
el error impide apreciar el dolo, excluye la aplicación del delito doloso y
configura una situación de error de tipo.
Existen algunos supuestos específicos de error, que requieren alguna reflexión añadida
para su correcta solución jurídica.
Error sobre el sobre el sujeto o el objeto material sobre el que recae la acción. En
principio, tal error es irrelevante.
Ahora bien, puede que los objetos o los sujetos sobre los que versa el error tengan
alguna cualidad que los especialice, entonces el error sí tendrá relevancia.
Por ejemplo, un sujeto quiere matar al perro del vecino que tanto le molesta con
sus ladridos y cuando una noche cree que el perro está dormido, le dispara un
dardo venenoso, pero se equivoca pues resulta que a quien mata es a una
persona. En este caso, son dos los bienes jurídicos afectados: respecto al perro,
la propiedad ajena; respecto a la persona fallecida, la vida.
Por ejemplo, quien dispara a otro con intención de matarle y efectivamente éste
muere días después dada la gravedad de las heridas. Se mantendrá la calificación
de delito doloso consumado.
Sin embargo, en ocasiones la desviación del curso causal sí resulta relevante: cuando se
genera el resultado inicialmente buscado pero éste es debido a una nueva acción que se
une al proceso causal y que no es objetivamente imputable a la acción inicial del sujeto.
Un caso concreto de error sobre el curso causal lo constituye el dolus generalis. Se trata
de supuestos en los que se produce la interferencia de un factor causal que es el que
finalmente determina la producción del resultado, pero con la especialidad de que esa
interferencia causal es una acción posterior (acción de cobertura) que el propio autor
realiza sin saberlo.
No basta con un conocimiento y voluntad de realizar todos los elementos del tipo
objetivo, sino que junto a ello se exige que el sujeto persiga con su conducta unos fines,
motivos, propósitos o intenciones específicas: son los elementos subjetivos del injusto,
que se expresan mediante fórmulas como «ánimo de lucro», «fin de obtener un
beneficio para sí o para un tercero», «propósito de obtener una información»,…etc.
Mediante ellos, el legislador restringe el alcance de los tipos, puesto que si no se dieran
la conducta será impune.
Es más, no toda infracción del deber de cuidado que causa un resultado lesivo para los
bienes jurídicos está prohibida penalmente (por ejemplo, el encierro negligente de una
persona o la actuación ilegal de un funcionario por falta de la atención precisa al
resolver un asunto administrativo), sino sólo los casos expresamente seleccionados por
el legislador por haberse estimado especialmente graves, al afectar a bienes jurídicos de
especial importancia o trascendencia social (vida, salud, genotipo, salud pública,
justicia…). Nuestro Código penal no consagra la “tentativa imprudente”. Cuando el
legislador ha querido castigar conductas imprudentes que no llegan a causar la lesión
del bien jurídico, lo ha hecho expresamente a través de la configuración de específicos
tipos delictivos. Para ello suele utilizarse la técnica de los denominados “delitos de
peligro”.
Artículo 12 CP: «las acciones u omisiones imprudentes sólo se castigarán cuando
expresamente lo disponga la Ley».
Eso supone que los tipos, de modo general, serán dolosos y sólo serán imprudentes
cuando expresamente se haga constar esta cualidad.
— En ocasiones son las propias normas de la experiencia las que marcan cuáles son las
conductas peligrosas que se pueden hacer, cuáles no, o cómo.
Por ejemplo, no está escrito en ningún sitio, pero es una regla de cuidado,
marcada por la experiencia, que no se debe dejar abierta la puerta de la calle si
hay niños pequeños en casa, pues se pueden salir.
— O tras veces, son normas escritas, que marcan la técnica de desarrollo de actividades
que son peligrosas pero socialmente útiles y, por ello, aceptadas.
En todo caso, la infracción del deber de cuidado requiere como presupuesto que el
riesgo sea previsible objetivamente. Tomado como parámetro al hombre medio, con los
conocimientos y en la situación del autor, sino existe una previsibilidad objetiva de que
una conducta pueda ser peligrosa y materializarse en un resultado lesivo, no es posible
predicar la infracción del deber de cuidado. No se puede exigir al sujeto que actúe
conforme al cuidado en un caso en el que no era previsible que se produjera el
resultado.
La diferencia entre imprudencia consciente e inconsciente NO tiene nada que ver con la
gravedad o levedad de la imprudencia.
Por ejemplo: el excursionista que deja olvidada una botella de cristal en una
zona de pinar en pleno verano y, por lo tanto, expuesta a los rayos de sol,
provocándose un incendio.
Por ejemplo, el guía de montaña que sabe que en la cima hay previstas fuertes
tormentas de nieve no debe iniciar el ascenso y debe esperar a que la
meteorología sea más propicia para ello.
— Puede consistir en que la realización de la acción peligrosa vaya precedida de una
etapa de preparación e información previa.
Por ejemplo, no basta con que el piloto de aviación tenga la preparación previa
necesaria para pilotar aviones, sino que en cada uno de los vuelos ha extremar la
precaución y hacer un pilotaje diligente.
Ahora bien, hay casos en los que un sujeto presenta especiales cualidades o capacidades
personales respecto a la percepción del peligro o a la actuación dentro de los riesgos:
— Puede suceder que tenga una capacidad personal de comportarse con arreglo a la
diligencia objetiva inferior a la media.
— Puede darse el caso inverso: que el sujeto tenga aptitudes o cualidades superiores a la
media respecto a la percepción del peligro o a la actuación dentro de los riesgos, pero no
las emplea.
Por ejemplo: el médico especialmente formado que, actúa conforme a la praxis
médica media pero, conscientemente, no hace uso de la técnica especial que él
conoce y que habría evitado la muerte del paciente; o el dueño de una galería de
arte, que tiene conocimientos especiales para conocer la autenticidad de una
obra, pero no los aplica al examinar el cuadro que vende a un cliente por una
cifra astronómica y el cuadro es una imitación.
También es mayoritaria la opción de que esas especiales aptitudes no deben servir para
medir la infracción del deber objetivo de cuidado. Se trataría de actuaciones que no lo
infringen, al haber desarrollado los sujetos la diligencia exigible al hombre medio,
quedando excluida, por lo tanto, la responsabilidad por imprudencia. Como argumento a
favor, esta tesis presenta la ventaja de la objetividad, la seguridad y la igualdad, ya que
sitúa el nivel de la intervención penal ante actuaciones imprudentes en el mismo lugar
para todos, sin distinguir: si se tomaran en cuenta la especiales habilidades o
conocimientos del autor, el Derecho Penal sería más exigente con quienes las tienen, lo
cual podría desincentivarla adquisición de conocimientos superiores o preparaciones
específicas.
Pero frente a esta respuesta, cobra fuerza la de que en estos casos de especial formación
o capacidad, la rigurosa aplicación del criterio del hombre medio, colocado en la misma
situación y con los mismos conocimientos y capacidades personales del autor, da como
resultado la apreciación de una infracción del deber objetivo de cuidado, puesto que
cualquier persona especialmente formada, que tuviera esas aptitudes especiales las
habría empleado para evitar el resultado. Si éste se produce, habrá que sostener el tipo
imprudente, siempre que se den previamente los requisitos de la comisión por omisión y
su presupuesto de la posición de garante en el omitente.
Sin embargo, si sólo un día un conductor negligente hace lo mismo que el anterior, pero
atropella a un peatón y le causa la fractura de un brazo, su conducta sí integrará el tipo
penal de las lesiones imprudentes. El primer caso no interesa al Derecho penal, sólo al
Derecho administrativo; el segundo sí. Puede decirse que el resultado es, en cierta
medida, un elemento cuya causación depende del azar. Eso no significa que por sí
mismo marque la línea de la intervención penal, al modo de lo que hacen las
condiciones objetivas de punibilidad, sino que el resultado ha de ser una derivación de
la infracción del deber objetivo de cuidado, al que ha de estar vinculada
normativamente, de acuerdo con los criterios de la imputación objetiva.
Entre la acción que infringe el deber de cuidado y el resultado de lesión o peligro para el
bien jurídico no basta una mera yuxtaposición, sino que el tipo imprudente requiere que
la conexión entre ambos se haga conforme a los parámetros normativos de la
imputación objetiva. Es decir: a) que partiendo de una relación de causalidad, b) se
pueda afirmar que la acción contraria a la norma de cuidado ha creado o incrementado
el riesgo de realización del mismo y c) que el resultado producido es una
materialización de ese riesgo creado por la infracción del deber de diligencia, para lo
cual es preciso valorar el ámbito de protección al que se extiende la norma de cuidado
vulnerada.
— Que exista una relación de causalidad entre la acción que vulnera el deber objetivo
de cuidado y el resultado de lesión o puesta en peligro.
Según éste requisito, no será posible la imputación del resultado cuando éste nada tiene
que ver con la infracción del deber de cuidado, es decir, que no es de los que la norma
de diligencia pretende evitar, sino que se ha producido causalmente y de manera
sorpresiva o no previsible.
La imprudencia grave implica que se han vulnerado las más elementales exigencias del
deber objetivo de cuidado. Se suele valorar en función del grado de peligrosidad de la
conducta y de la importancia del bien jurídico amenazado.
La imprudencia menos grave supone una infracción del deber de cuidado de menor
entidad, o sea, que la acción de sujeto no fue tan peligrosa. Los resultados típicos
causados por imprudencia leve, de estar castigados, sólo son constitutivos de delito leve.
Al Derecho penal no interesa cualquier comportamiento omisivo, sino sólo aquellos que
son penalmente relevantes desde la perspectiva de la correspondiente norma preceptiva
por recaer sobre el sujeto en cuestión un deber jurídico de actuar, bien sea de carácter
genérico o de carácter específico.
Clases:
DELITOS PROPIOS DE OMISIÓN O DE «OMISIÓN PURA»
Suelen diferenciarse:
- Los delitos comunes de omisión pura, que pueden ser llevados a cabo por
cualquier ciudadano, cuyo injusto consiste en la infracción de un deber de
actuar, es decir, en la no realización de una acción exigida por la ley. Son delitos
de mera inactividad que se consuman con la no realización de la acción
esperada. por ejemplo, la omisión del deber de socorro del artículo art. 195.1 y 2
CP: «1. El que no socorriere a una persona que se halle desamparada y en
peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de
terceros, será castigado con la pena de multa de tres a doce meses. 2. En las
mismas penas incurrirá el que, impedido de prestar socorro, no demande con
urgencia auxilio ajeno». La misma estructura presenta, por ejemplo, el delito de
omisión de impedir determinados delitos del art. 450 CP.
- Los delitos especiales de omisión pura de garante, en los cuales se exige que en
el autor concurran determinadas características que generalmente fundamentan
una pena mayor, por ejemplo, el art. 195.3 CP, que recoge supuestos de omisión
de socorro por quien ha ocasionado accidentalmente la situación de riesgo: «3.
Si la víctima lo fuere por accidente ocasionado fortuitamente por el que omitió
el auxilio, la pena será de prisión de seis meses a dieciocho meses, y si el
accidente se debiere a imprudencia, la de prisión de seis meses a cuatro años».
También los arts. 407 y 408 CP, relativos al abandono de destino y la omisión de
perseguir delitos, y los arts. 410, 411 y 412 CP, de desobediencia y denegación
de auxilio, recogen delitos de omisión pura de garante. En todos estos casos, el
autor ha de ser autoridad o funcionario público. Los delitos de omisión pura de
garante permite crear tipos delictivos omisivos de gravedad intermedia, superior
a la de los de omisión pura comunes o de omisión propia, pero cuyo injusto no
es equiparable al de los delitos de omisión impropia y resultado —para los que
generalmente se prevén las mismas penas que para los delitos de causación
activa—, pues el sujeto activo en ningún caso es garante en el sentido del
artículo 11 CP y, por tanto, no da lugar a la imputación de resultados en el caso
de que éstos se produzcan, pero no puede ser cualquiera, sino solo aquel círculo
de personas expresamente acotado por el tipo penal. Pueden ser delitos tanto
dolosos como imprudentes, por ejemplo, el del artículo 196 CP: «El profesional
que estando obligado a ello, denegare asistencia sanitaria o abandonare los
servicios sanitarios, cuando de la denegación o abandono se derive riesgo grave
para la salud de las personas, será castigado…
a) situación típica, esto es, la situación que genera el deber de actuar, descrita en el tipo
con todas sus circunstancias. Ej. 12.6: Adolfo E. B. se encuentra aterido y sin protección
ninguna fuera del portal de un edificio a las cuatro de la madrugada de un día de
invierno. Su estado de embriaguez no le permite moverse. La temperatura es de diez
grados bajo cero. Se da pues la situación típica que sirve de base al delito de omisión de
socorro del art. 195 CP: «…una persona que se halle desamparada y en peligro
manifiesto y grave…».
b) capacidad de realizar esa acción: Elementos:
a) Capacidades personales para desarrollar la acción ordenada. Ej. Enrique G.
P. observa como en un barranco de difícil acceso a pocos metros de donde se
encuentra, yace inconsciente Alfonso G. M. que ha sufrido una grave caída. Para
poder omitir la conducta de auxilio será preciso que Enrique G. P. cuente con las
capacidades necesarias para descender hasta el accidentado. Solo de este modo y
siempre que se den los demás requisitos podremos hablar de un delito de
omisión de socorro.
b) Circunstancias, medios e instrumentos que ha de tener el sujeto a su
disposición para llevar a cabo la conducta y se deben dar la circunstancias
apropiadas para ello. Ej. Si en el ejemplo anterior Enrique G. P. es un experto
escalador, pero necesita de una cuerda para poder socorrer a Alfonso G. M.,
tendrá la capacidad de acción y por tanto podrá omitir la acción de auxilio si
dispone de ella y además se dan las circunstancias materiales necesarias para
llegar hasta el accidentado; en ese caso se dará un elemento más del tipo de lo
injusto del delito de omisión de socorro del art. 195.1 CP.
c) ausencia de una acción determinada, es decir, no realización de una acción tendente a
cumplir el mandato estamos analizando formas delictivas dolosas y el dolo quedará
eliminado en el momento en que el sujeto intente, aun con una conducta inadecuada,
cumplir con el mandato. De este tipo de situaciones no se podrá derivar responsabilidad
por imprudencia, no porque no se den sus características estructurales, sino porque no
existe tal previsión en el Código penal vigente. Ej. Esteban, que vive en el portal donde
yace Adolfo, se topa con él cuando regresa a casa y pese a percatarse de la grave
situación en que se encuentra salta por encima y se dirige a su apartamento. En dicho
comportamiento concurrirá el segundo elemento del tipo del delito de omisión de
socorro: «… no socorriere…». El art. 195.1 CP exige además que el omitente pueda
prestar socorro «…sin riesgo propio ni de terceros…», se trata de una cláusula de
delimitación de lo injusto de la omisión típica. En este caso, es claro que dicha
circunstancia concurre en la omisión de Esteban. Sin embargo, si Esteban reanima a
Adolfo con una copa de coñac y lo cubre con una manta mientras espera a que lleguen
los servicios sociales a los que ha llamado, dejará de darse el tipo de lo injusto. Pero
obsérvese que tampoco se dará el tipo de lo injusto si Esteban Simplemente cubre a
Adolfo con la manta y lo deja donde estaba pensando que será suficiente, sin llegar a
evitar que a las pocas horas este muera de frío.
El tipo subjetivo admite la forma dolosa y la imprudente, aunque solo contamos con
tipos dolosos al no haberse tipificado de manera expresa en virtud del artículo 12 CP
ningún tipo imprudente de esta naturaleza.
a) situación típica, a la que hay que integrar la posición de garante que ostenta el sujeto
activo en virtud de un deber jurídico específico que le compete en ordena la evitación
del resultado;
b) ausencia de una acción determinada, a lo que hay que añadir la producción de un
resultado;
c) capacidad de acción, que debe comprender en este caso, la capacidad de evitar dicho
resultado.
El tipo subjetivo de los delitos en comisión por omisión coincide con el tipo subjetivo
del delito de acción, el dolo se extenderá ahora también a la situación que da lugar a la
posición de garante. Por su parte, la comisión por omisión imprudente es posible
siempre que el tipo comisivo correspondiente pueda realizarse imprudentemente.
Artículo 11 CP:
«Los delitos que consistan en la producción de un resultado sólo se entenderán
cometidos por omisión cuando la no evitación del mismo, al infringir un
especial deber jurídico del autor, equivalga, según el sentido del texto de la Ley,
a su causación.
A tal efecto se equiparará la omisión a la acción:
a) Cuando exista una específica obligación legal o contractual de
actuar;
b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien
jurídicamente protegido mediante una acción u omisión precedente».
EL ITER CRIMINIS
Hemos venido utilizando supuestos en los que de la conducta del sujeto derivaba un
resultado, pero el sujeto no siempre responde por el delito consumado.
Podemos representar las diversas fases del iter criminis a través del siguiente
ESQUEMA:
- Fase externa (fase en que el sujeto comienza a realizar actos externos encaminados a
la realización delictiva). Dentro de esta fase externa se pueden distinguir, a su vez, dos
grandes etapas o fases:
Fase preparatoria. Es una fase intermedia, que no tiene por qué producirse
necesariamente, entre la fase puramente interna (se ha traspasado la esfera de la
simple deliberación) y la fase de ejecución material del delito. Esta fase se inicia
cuando el sujeto realiza los llamados actos preparatorios. Por ej., comprar el
veneno, vigilar a la víctima, observar el lugar del crimen, prepararse una
coartada. El sujeto que compra un veneno está realizando un acto de preparación
de la muerte, pero no se puede decir que haya comenzado a ejecutar la acción de
matar; el que vigila para conocer los hábitos de la futura víctima de un secuestro
no está privando de libertad, etc. Por regla general, los actos preparatorios no se
castigan, con las excepciones que se precisarán en el tema siguiente, sobre todo
las figuras de la conspiración, provocación y proposición cuando su punición
está expresamente prevista.
Dado que los actos preparatorios por regla general son impunes y los actos ejecutivos
generalmente punibles, resulta sumamente importante señalar la frontera entre los
actos preparatorios y los ejecutivos, decidir en qué momento del iter criminis se pasa
de la fase preparatoria a la fase ejecutiva, es decir, señalar la frontera entre ambas fases,
cuándo comienza la tentativa.
Fundamento y técnica del castigo de la tentativa y de los actos preparatorios
Por regla general, los tipos delictivos que recoge el Código Penal y otras leyes penales
describen delitos consumados (ej. el que matare a otro -art. 138 CP) y la pena que
establecen lo es para los supuestos de consumación.
Dichos preceptos son, además, normas accesorias. Así, por ejemplo, no existe un delito
de tentativa sin más, existe una tentativa de homicidio, una tentativa de robo, etc.
Tampoco existe un delito de conspiración, sino, por ejemplo, una conspiración para el
robo, una conspiración para el homicidio, etc.
Artículo 17.
1. La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la
ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo.
Artículo 18.
1. La provocación existe cuando directamente se incita por medio de la
imprenta, la radiodifusión o cualquier otro medio de eficacia semejante, que
facilite la publicidad, o ante una concurrencia de personas, a la perpetración de
un delito.
Como regla general, puede afirmarse que para que un sujeto pueda ser castigado por los
actos preparatorios realizados, no tiene que haber dado comienzo la fase ejecutiva.
Del mismo modo que a quien mata a una persona no se la sanciona por tentativa de
homicidio y homicidio consumado a la vez (sería un bis in idem), tampoco a quien
realiza un acto preparatorio punible se le puede sancionar por el mismo si, además,
comenzó la ejecución del delito. Las fases ulteriores del iter criminis absorben a las
anteriores.
LA TENTATIVA:
Artículo 15.
1. Son punibles el delito consumado y la tentativa de delito.
Artículo 16.
1. Hay tentativa cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito
directamente por hechos exteriores, practicando todos o parte de los actos que
objetivamente deberían producir el resultado, y sin embargo éste no se produce
por causas independientes de la voluntad del autor.
Artículo 62.
A los autores de tentativa de delito se les impondrá la pena inferior en uno o dos
grados a la señalada por la Ley para el delito consumado, en la extensión que
se estime adecuada, atendiendo al peligro inherente al intento y al grado de
ejecución alcanzado.
3. Para poder hablar de tentativa, tienen que haber comenzado los actos ejecutivos, el
comienzo de la tentativa supone pues el comienzo de la fase ejecutiva.
- El sujeto da inicio a la ejecución, pero no practica todos los actos que debieran
producir el resultado, denominándose “TENTATIVA INACABADA”. Por ej.,
A se ha propuesto matar a B distribuyendo la dosis letal de veneno en cinco
tomas, a la tercera toma B se da cuenta de que está siendo envenenado y acude a
la policía. O A fuerza la puerta de la casa de B para sustraer los efectos de valor
que encuentre, sin embargo, es sorprendido por la policía antes de que pueda
apropiarse de dichos efectos y huir con ellos.
- El sujeto practica todos los actos que deberían haber producido el resultado,
pero éste no se produce por causas diferentes a su desistimiento, lo que se
conoce como “TENTATIVA ACABADA” (en el anterior CP se conocía como
frustración, terminología de la que ha prescindido el CP actual). Por ej., A
dispara a B, pero no da en el blanco, A consigue completar todas las dosis hasta
alcanzar la cantidad letal de veneno, pero B no muere debido a la rápida
intervención médica.
Si, conforme al CP, la regla es que se sanciona la tentativa y que los actos preparatorios
son impunes, es fundamental trazar la línea que separa la preparación de la ejecución
del delito. El CP en su art. 16 acoge para definir cuándo hay tentativa (fase de
ejecución) la fórmula del “comienzo de la ejecución”, de carácter eminentemente
objetivo, al exigir que el sujeto “dé principio a la ejecución del delito directamente por
hechos exteriores”.
Esta definición implica la necesidad de ver cómo el tipo penal describe la conducta
típica: matar, entrar en morada ajena, etc. Hay delitos cuya descripción incluye
determinados medios comisivos, por ejemplo, las agresiones sexuales, que consisten en
tener relaciones sexuales a través de la violencia o intimidación. En estos casos se
entiende mayoritariamente que la conducta típica no es sólo la relación sexual, sino que
comienza ya con la aplicación de violencia o intimidación para vencer la resistencia de
la víctima.
Ante estas dificultades, se buscan otras fórmulas que amplíen el ámbito de los actos
ejecutivos y permitan adelantar la intervención del Derecho penal. Y así surge la teoría
objetivo-material, también denominada de la inmediatez, de los actos intermedios,
según la cual estaremos ante una tentativa cuando el autor realiza los actos que preceden
inmediatamente a la conducta típica, sin lapso temporal.
Tenéis al respecto una sentencia interesante colgada en Moodle, que supuso la condena
del sujeto por homicidio en grado de tentativa (inidónea), que tiene que ver con el
ejemplo de: A dispara a B con una pistola descargada.
EL DESISTIMIENTO:
El art. 16 CP, al definir la tentativa, especifica que el resultado “no se produce por
causas independientes de la voluntad del autor”, esto es, si son dependientes del autor,
parece que no habría tentativa. Por otro lado, el art. 16.2 CP establece que “quedará
exento de responsabilidad penal por el delito intentado quien evite voluntariamente la
consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya iniciada, bien impidiendo la
producción del resultado”.
Por tanto, el CP consagra la relevancia del desistimiento, de tal manera que un sujeto
que ha iniciado los actos ejecutivos, que ha comenzado la tentativa, puede no ser
castigado por dicha tentativa si evita voluntariamente el resultado.
Sin embargo, no se entiende por qué va a poderse negar la voluntariedad sólo en los
casos de “imposibilidad absoluta” y no en los de “imposibilidad relativa”: si un sujeto
decide matar a una persona impunemente y en el momento de disparar aparece un
testigo inesperado, evidentemente, desde un punto de vista fáctico, la consumación es
todavía posible, pero no parece una vulneración del significado común de las palabras
afirmar que su desistimiento es involuntario en cuanto las circunstancias sobrevenidas
imposibilitan o dificultan relevantemente la realización del plan del autor, la obtención
de la finalidad perseguida. En estos casos puede negarse la voluntariedad del
desistimiento, y no sólo en los casos de imposibilidad absoluta o cuando la razón
desencadenante del desistimiento tuvo tal grado de influencia psíquica que excluyó la
libertad de decisión. Esta línea más amplia sería la defendida por las que podríamos
denominar teorías intermedias.
Las teorías normativas son aquellas que consideran que la decisión sobre la
voluntariedad del desistimiento constituye una cuestión eminentemente valorativa, de
tal manera que el desistimiento sólo debe ser calificado de voluntario cuando obedezca
a unos motivos que le hagan merecedor de la impunidad. Así, se afirma que será
voluntario el desistimiento que pueda ser interpretado como un retorno del sujeto a la
legalidad, como una reconciliación con el ordenamiento jurídico, que resulte poco
razonable desde la óptica del operar delictivo, que ponga de manifiesto la falta de
necesidad de la pena desde el punto de vista preventivo especial y general, etc., en
definitiva, que pueda ser valorado positivamente desde una óptica político criminal.
Puede ser irrelevante en cuanto a la producción del resultado, que uno de los partícipes
en el hecho desista o trate de evitar la producción del resultado si los demás continúan
en la acción, pero la ley penal valorará la conducta del que desiste. Por ello, el
16.3 Código Penal permite a los Tribunales apreciar desistimiento en aquellos partícipes
que desistan en la ejecución (aunque los demás continúen) o que impidan o intenten
impedir con todas sus fuerzas o capacidades la consumación del hecho. En tales
supuestos, se podrá conceder la excusa absolutoria (sin perjuicio de las
responsabilidades penales ya contraídas) aunque el resultado se haya producido de todos
modos por la conducta del resto de los partícipes. Esta figura no debe confundirse con
lo contemplado en 376, 579 Código Penal, por tratarse estas figuras de arrepentimiento
postdelictual.
Art. 16
3. Cuando en un hecho intervengan varios sujetos, quedarán exentos de
responsabilidad penal aquél o aquéllos que desistan de la ejecución ya iniciada,
e impidan o intenten impedir, seria, firme y decididamente, la consumación, sin
perjuicio de la responsabilidad en que pudieran haber incurrido por los actos
ejecutados, si éstos fueren ya constitutivos de otro delito.
TEMA 10. TIPOS DE AUTORÍA Y TIPOS DE PARTICIPACIÓN
(Autor, coautor, autor mediato, inductor, cooperador necesario, cómplice)
Artículo 27.
Son responsables criminalmente de los delitos y faltas los autores y los
cómplices.
Artículo 28.
Son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente o por medio
de otro del que se sirven como instrumento.
También serán considerados autores:
a. Los que inducen directamente a otro u otros a ejecutarlo.
b. Los que cooperan a su ejecución con un acto sin el cual no se habría
efectuado.
Artículo 29
Son cómplices los que, no hallándose comprendidos en el artículo anterior,
cooperan a la ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos.
Artículo 61.
Cuando la Ley establece una pena, se entiende que la impone a los autores de la
infracción consumada.
Artículo 63.
A los cómplices de un delito consumado o intentado se les impondrá la pena
inferior en grado a la fijada por la Ley para los autores del mismo delito.
Un delito puede ser cometido por una sola persona (Juan mata a Pedro) o por varias
personas (Juan, Carlos y Luis matan a Pedro). El segundo supuesto nos lleva a
diferenciar la distinta responsabilidad penal de cada uno de los intervinientes conforme
a las aportaciones que haya realizado (como autor o como partícipe).
Hay dos tipos de criterio para distinguir al autor del partícipe: Teoría objetivo-formal
versus teoría del dominio del hecho:
Si en el Código penal se diferencia entre autor en sentido estricto y otras formas de
intervenir en el delito, debemos establecer un criterio que nos permita distinguir las
formas de intervención en el delito que constituyen autoría de aquellas otras que son
simples formas de participación.
Al respecto se han ofrecido diversos criterios doctrinales:
a. Teoría objetivo-formal
Define como AUTOR a quien realiza el tipo, a quien ejecuta la conducta descrita en el
tipo penal de que se trate.
La realización del tipo se entiende como realizar por sí mismo todo o parte de la acción
descrita en el tipo.
Ejemplos:
- Sujeto que dispara con una pistola apuntando a una zona vital (matar: homicidio)
- Sujeto que en casa ajena pone la mano sobre un lujoso pisapapeles para
sustraerlo (apoderamiento: hurto)
- Sujeto que apunta con una pistola al cajero mientras otro desvalija la caja
(ejercicio de intimidación+apoderamiento: robo con violencia o intimidación).
A grandes rasgos ese dominio se presenta del siguiente modo en las distintas
modalidades de autoría en sentido estricto:
1. Autoría directa individual: siempre será autor quien realiza de propia mano los
elementos el tipo. Este sujeto tiene el dominio material del hecho.
2. Coautoría: será coautor quien ostente el dominio funcional del hecho. Ese dominio
funcional pasa por la aportación de una parte esencial del hecho, de la cual dependa la
consecución del proyecto delictivo global.
La teoría del dominio del hecho considera autor no sólo a quien ejecuta materialmente
el hecho típico (practicando de propia mano actos típicos), sino también a quienes, aun
no ejecutando actos estrictamente típicos, ostentan un papel preponderante en la
realización del delito, dependiendo de tal contribución la producción del resultado.
Conforme al art. 28, son autores quienes realizan el hecho por sí solos. Esta figura es la
del autor individual directo.
La autoría directa constituye la forma más simple de realización del hecho, en la medida
en que es una sola persona quien realiza el hecho típico. Ej. A, con la pistola que le ha
proporcionado C, dispara sobre B causándole la muerte.
En definitiva, el ejecutor material, el que conjuga como sujeto el verbo nuclear de la
acción, quien dispara sobre otro causándole la muerte, quien se apodera de cosa mueble
ajena, etc.
AUTORÍA MEDIATA
Conforme al art. 28 es autor quien realiza el hecho por medio de otro del que se sirve
como instrumento.
Se considera autor mediato a todo el que ejecuta un delito, instrumentalizando o
sirviéndose de otra persona que, desconociendo su intervención en el hecho punible,
ejecuta todos o alguno de los actos materiales que dan lugar al delito.
Un huésped de un hotel pide al botones que le introduzca en el maletero de su
coche una maleta, que no le pertenece, situada en el hall del hotel. El huésped no
toma la cosa mueble ajena, la maleta, como requiere el hurto lo que no impide
que realice instrumentalmente este delito y sea por tanto, el autor del mismo. El
autor mediato, el huésped del hotel, responde como si hubiera ejecutado por sí
mismo la acción que realiza el autor inmediato, el botones: tomar cosa mueble
ajena.
El autor mediato es la modalidad de autor conocida en la doctrina como «el hombre de
atrás» o «autor tras el autor».
Los casos de autoría mediata implican a dos sujetos, el autor mediato es quien tiene el
dominio del hecho porque es quien decide el sí y el cómo se realiza el delito, mientras
que normalmente el sujeto que realiza el delito no lleva a cabo una acción típica porque
no es una acción voluntaria, ya que actúa sin libertad o sin conocimiento de la situación,
de modo que su conducta es impune.
La teoría del dominio del hecho basa la autoría mediata en el dominio de la voluntad y
puede darse, esencialmente, porque el instrumento tenga un déficit de conocimiento,
esté en un error, o porque el instrumento no actúe con libertad. En ambos casos se
carece de una voluntad autónoma.
Ejemplo: Juan vierte veneno en la taza de café que Enrique, desconocedor de
ello, debe servir a Luis. Juan utiliza a Enrique como instrumento inconsciente; o
dos, porque la actuación del realizador material no pueda realizar el tipo penal
pero sí permitir que con ella la persona de atrás lesione el bien jurídico
protegido.
Si bien, en términos generales, cabe afirmar que la autoría mediata no es posible cuando
el instrumento actúa de forma plenamente responsable. En tales casos, el ejecutor
deberá responder de su acción y no podrá hablarse de autoría mediata dado que no nos
encontraremos ante un supuesto de dominio de la voluntad.
LA COAUTORÍA:
Los tipos penales pueden ser realizados por una sola persona, pero también pueden
llevarse a cabo por varias personas.
Conforme al art. 28 son también autores en sentido estricto quienes realizan el hecho
conjuntamente, lo que implica que cada uno de los concertados para ejecutar el delito
colabora con alguna aportación objetiva y causal, eficazmente dirigida a la consecución
del fin conjunto, es decir, al hecho delictivo.
No es, por ello, necesario que cada coautor ejecute, por sí mismo, los actos materiales
integradores del núcleo del tipo, pues a la realización del delito se llega conjuntamente
por la agregación de las diversas aportaciones de los coautores, integradas en el plan
común, siempre que se trate de aportaciones causales decisivas. Y es que la coautoría no
es una suma de autorías individuales, sino una forma de responsabilidad por la totalidad
del hecho. No puede, pues, ser autor sólo el que ejecuta la acción típica, esto es, el que
realiza la acción expresada por el hecho rector del tipo sino también todos los que la
dominan en forma conjunta, dominio funcional del hecho.
La realización conjunta no supone que todos y cada uno de los elementos del tipo sean
ejecutados por los coautores, lo que es necesario para que se hable de realización
conjunta de un hecho y para que el mismo sea atribuido, como a sus coautores, a
quienes intervienen en él, es que todos aporten durante la fase de ejecución un elemento
esencial para la realización del propósito común.
De esta forma todos los coautores, como consecuencia de su aportación, dominan
conjuntamente la totalidad del hecho delictivo, aunque no todos ejecuten la acción
contemplada en el verbo nuclear del tipo.
La consecuencia es que entre todos los coautores rige el principio de imputación
recíproca que permite considerar a todos ellos autores de la totalidad con independencia
de su concreta aportación al hecho.
Como elemento subjetivo, la coautoría exige el acuerdo ejecutivo común. Tanto la
doctrina como la jurisprudencia han estimado suficiente que el acuerdo surja durante la
ejecución cuando se trata de hechos en los que la ideación criminales prácticamente
simultánea a la acción o, en todo caso, muy brevemente anterior a ésta, lo que sería la
coautoría adhesiva o sucesiva (una vez que el autor haya dado comienzo a la ejecución,
posteriormente otro u otros ensamblen su actividad a la del primero para lograr la
consumación del delito cuya ejecución había sido iniciada por aquél). —, o coautoría
aditiva (casos de agresión en grupo donde varios sujetos con la voluntad compartida
realizan al mismo tiempo la acción, desconociéndose cuál de las aportaciones ha
producido el resultado), y que el mismo sea tácito y no producto explícito de una
deliberación en que se hayan distribuidos los papeles a desempeñar.
El acuerdo, en definitiva, se identifica con la mera coincidencia de voluntades de los
partícipes, esto es, con lo que se ha llamado el dolo compartido.
En la realización del hecho delictivo los sujetos intervinientes pueden ir más allá de lo
acordado. Son los supuestos de “excesos”.
En el caso de que alguno de los coautores realice algún acto no pactado que suponga un
aumento de la responsabilidad, tal EXCESO solo podrá ser imputado al sujeto que
incurra en el mismo.
Ejemplo: A, B, y C planean entrar a robar juntos a una casa, habiendo acordado
que maniatarán a las personas que viven en ella, pero que no les harán daño. Una
vez dentro, C, ante las dificultades para encontrar la caja fuerte, opta por golpear
a una de las personas para conseguir la información sobre la caja fuerte por parte
de los demás habitantes de la casa.
En principio, el mutuo acuerdo delimita el ámbito de la imputación recíproca, en el
sentido de que el exceso de un coautor respecto del plan conjunto no puede serle
imputado a los demás, sino únicamente atribuido a quien realiza la acción que va más
allá de lo asumido conjuntamente por los coautores. Ahora bien, como el mutuo acuerdo
puede ser coetáneo a la realización del hecho, si la acción que constituye un exceso
sobre el plan conjunto inicial es asumida por los demás coautores como parte del
proyecto delictivo, dicha acción dejará de constituir un exceso, pues habrá pasado a
formar parte del plan conjunto actualizado, y podrá, en consecuencia, ser imputado
recíprocamente a todos.
a. Elementos de la coautoría
1. El mutuo acuerdo (elemento subjetivo):
- El conocimiento y aceptación de la realización del delito en concreto.
- El conocimiento y aceptación de la propia contribución y de las de los demás.
Puede ser un mutuo acuerdo expreso y previo a la realización del hecho, o también
tácito y coetáneo, surgiendo durante la misma realización del hecho, lo que se conoce
como coautoría sucesiva, esto es, supuestos en los que a la realización inicial de un
delito por parte de un sujeto se le suma la contribución de un tercero.
2. La aportación esencial o necesaria (elemento objetivo): esto es, un reparto de
funciones conforme al principio de división del trabajo en el que cada uno realiza una
parte esencial del delito. Si la aportación que realiza el sujeto, aun siendo en fase de
ejecución, no es necesaria, su intervención será a título de partícipe (cómplice).
Para apreciar esa esencialidad se han propuesto diversos criterios:
- Si el sujeto puede interrumpir la realización retirándola.
- Si la falta de la aportación implica un desbaratamiento del plan total.
- Si el bien o servicio aportado es escaso.
FORMAS DE COAUTORÍA Y
PARTICIPACIÓN INTENTADAS
LA PROVOCACIÓN
PARTICIPACIÓN:
LA INDUCCIÓN:
La inducción se halla prevista en el art 28, párrafo segundo, a): “también serán
considerados autores” los que inducen directamente a otro u otros a ejecutar el delito.
Es una forma de participación que, por su especial importancia y gravedad, se equipara
a efectos de pena a la autoría.
Inducción es hacer nacer en otro la idea de delinquir.
El inductor, por tanto, es la persona que provoca que otra adopte una resolución de
voluntad para llevar a cabo una acción típica, antijurídica, que no tenía previsto realizar
si no es por la intervención del inductor, que a través de mecanismos psíquicos que
inciden sobre el proceso de convicción personal del inducido le determinan a obrar.
Ejemplo: un empresario contrata a dos profesionales por 3.000 euros para que le den
una paliza a un competidor
La inducción es punible tanto si el autor realiza el tipo de autoría de forma consumada
como si lo hace de forma intentada. En los casos en los que el inducido no ha dado
inicio a la ejecución del delito, la conducta de inducción debe ser castigada como
proposición para delinquir.
Requisitos:
a. Causación de la resolución criminal en otro:
La intervención del inductor ha de ser una condición sine qua non o condición necesaria
del nacimiento de la voluntad criminal en el autor.
b. Empleo de medios de carácter psíquico:
El inductor actúa a través de la persuasión, que puede consistir en aconsejar, solicitar,
ofrecer un precio, una recompensa, provocar o en conductas similares que inciten a la
ejecución.
LA COOPERACIÓN NECESARIA:
LA COMPLICIDAD:
El Código penal en su artículo 29 ofrece una definición de cómplice: Son cómplices los
que, no hallándose comprendidos en el artículo anterior, cooperan a la ejecución del
hecho con actos anteriores o simultáneos.
La complicidad o cooperación no necesaria es una participación de segundo grado, que
implica desde luego evidente realización de un acto de ejecución, pero accesorio,
periférico, secundario o de simple ayuda, distinto de la trascendente, fundamental y
esencial que va embebida en la autoría. Así, para que exista complicidad se precisa la
contribución a la realización por otro de un hecho delictivo, y quela misma se lleve a
cabo con conocimiento del delito de cuya ejecución se trata y del carácter coadyuvante
de la propia aportación no imprescindible.
Los actos que caracterizan la complicidad son actos no necesarios para que se efectúe el
delito. Es un auxilio cuya omisión no hubiera impedido que se cometiera el delito en los
mismos términos. Ejemplo, prestar un coche a otro para que cometa un robo. Por tanto,
el CÓMPLICE presta una ayuda que no tiene carácter necesario (no hallándose
comprendidos en el artículo anterior, cooperan), presta una ayuda contingente.
El cómplice es un auxiliar eficaz y consciente de los planes y actos del ejecutor
material, del inductor o del cooperador esencial que contribuye a la producción del
fenómeno punitivo mediante el empleo anterior o simultáneo de medios conducentes a
la realización del propósito que a aquéllos anima, y del que participa prestando su
colaboración voluntaria para el éxito de la empresa criminal en el que todos están
interesados. Se trata, no obstante, de una participación accidental y de carácter
secundario.
Para que exista complicidad han de concurrir dos elementos:
-Objetivo, consistente en la realización de unos actos relacionados con los
ejecutados por el autor del hecho delictivo, que reúnan los caracteres de mera
accesoriedad o periféricos; y
-Subjetivo, consistente en el necesario conocimiento del propósito criminal del
autor y en la voluntad de contribuir con sus hechos de un modo consciente y
eficaz a la realización de aquél. Por eso se puede afirmar que es cómplice de un
robo quien facilita su coche a otro para que cometa la sustracción.
El artículo 28 del Código Penal dice: “Son autores quienes realizan el hecho por sí solos,
conjuntamente o por medio de otro del que se sirven como instrumento.
Por lo tanto, queda claro que el cooperador necesario y el coautor recibirán la misma pena, así
como los inductores (aquellos que mediante su influencia psíquica en otro consiguen que éste
realice un acto delictivo concreto), los autores mediatos (El que se sirva de otra persona como
instrumento para cometer un delito) y los autores en solitario.
La cooperación necesaria sería por tanto una forma de participación en el hecho ajeno que se
diferencia, por lo tanto, de la autoría por una cuestión cualitativa.
Por tanto, habrá que saber cuál es el límite a partir del cual se le atribuye la globalidad del
hecho al colaborador necesario para considerarle coautor: para ello está la teoría del dominio
funcional, dominio necesario para traspasar la línea de la cooperación necesaria hacia la
coautoría.
Partiendo de que no puede aplicársele una pena a alguien por lo hecho por otra persona, debe
encontrarse el fundamento por el cual se le puede atribuir la globalidad de un hecho típico
ejecutado por varias personas a cada una de ellas, incluso en el caso de un homicidio donde
solo uno de los sujetos activos del delito ejecuta el acto típico de causar la muerte a la víctima o
sujeto pasivo del delito. Ese fundamento lo encontramos en la concurrencia de los diferentes
presupuestos que determinan la coautoría, y ésta, “supone la realización conjunta y mutuamente
aceptada de un hecho típico que se materializa a través de contribuciones esenciales
necesariamente aportadas en la fase ejecutiva.” Es decir, que cada uno de los que participan en
la realización del hecho típico, por ejemplo, causar lesiones a un tercero, contribuyen de forma
especialmente importante en la fase en la que esas lesiones se producen, esto es, en la fase
ejecutiva del iter criminis (camino del delito), después de la fase preparatoria.
Vayamos ahora a desglosar ahora esta definición de coautoría elemento por elemento, para
así extraer una conclusión final de su diferencia con la cooperación necesaria:
Solo aquel que actúa en fase ejecutiva puede determinar el sí y el cómo de la realización típica.
Es decir, quien planea llevar a cabo un asesinato puede planearlo a la perfección, pero si los que
deben disparar a la potencial víctima deciden no hacerlo, el perfeccionado plan se queda en
papel mojado.
El jurista alemán Claus Roxin aportó una reflexión muy gráfica diciendo que “quien contribuye
sólo durante la preparación tendrá que «soltar de la mano» en algún momento el hecho y fiarse a
partir de entonces por completo del otro”. Por lo tanto, hará falta un dominio positivo del hecho
para constituirse en coautor.
Serán coautores aquellos que lleven a cabo actos ejecutivos directamente vinculados a una
acción típica, como el que sujeta a la víctima para que el compañero le golpee; El que realice un
acto descrito en el tipo, como el que intimida a los que se hallan en su vivienda para cometer el
allanamiento de esta; El que proceda con un acto típicamente ejecutivo, como el que
amenazando con un arma a los empleados de un banco permite que los demás se lleven el
dinero de la caja; o el que realiza un acto ejecutivo directamente vinculado a una acción descrita
en el tipo, como el que alerta de un incendio cercano a un vecino para que este salga de su casa
y sus compañeros puedan entrar y robar en su vivienda. En cambio, no lo será aquel que haga
entrega de instrumentos, objetos o información para cometer el delito, por no encontrarse dicha
actuación vinculada en el mismo grado al hecho típico.
Otro ejemplo es el que nos aporta la Audiencia Provincial de Barcelona en su sentencia del
día 10 de diciembre de 2006, en la que se enjuicia la conducta de tres chicos que acorralando a
un tercero, le sustraen un anillo que éste llevaba. Únicamente uno de los 3 sacó un cuchillo, pero
el hecho de que la presencia de los otros intimidara aún más a la víctima y que ayudara a quien
amenazaba con el arma a actuar de dicho modo hizo que se les considerara coautores del delito.
Lo que no quiere decir que no haya un extenso debate en muchas sentencias entre
coautoría u cooperación necesaria, por ejemplo, en el Auto número 983/1995 de 7 de junio,
el TS inadmite un recurso de casación. El caso fue el siguiente: Dos hombres se acercan a
un coche donde se encuentra una pareja para robarles. Les obligan a salir del mismo y
una vez salen, uno de los hombres obliga a la mujer a entrar dentro y la penetra bucal y
vaginalmente mientras el otro hombre mantiene fuera del coche a su pareja. Después del
intento del recurrente de que solo se castigara al segundo hombre por el robo, el TS
inadmite el recurso explicando que la conducta del mismo fue “imprescindible para la
ejecución por el otro acusado del ataque contra la libertad sexual de la mujer, impidiendo
por la fuerza la intervención de la persona que la acompañaba” declarándolo así,
cooperador necesario.
ACTOS PREPARATORIOS:
CONSPIRACIÓN
Conforme al artículo 17.1 del Código Penal la conspiración existe cuando dos o más personas
conciertan para ejecutar un delito y resuelven ejecutarlo. Es un acto preparatorio.
Nos hallamos, pues, ante la denominada «coautoría anticipada», en la que se prevé la
intervención de todos los conspiradores en la realización material del hecho delictivo, sea cual
fuere el cometido o la parte del plan acordado que les toque ejecutar en el futuro a cada uno de
los concertados (STS 149/2017, de 9 de marzo; STS 234/2017, de 4 de abril).
Los requisitos de este acto preparatorio de conspiración son:
1. Que concurran dos o más personas en las que se dan las condiciones necesarias para ser
las autoras del delito que han proyectado (STS 234/2017, de 4 de abril; STS 149/2017,
de 9 de marzo; STS 454/2015, de 10 de julio).
2. El concurso de las voluntades.
3. Que la resolución ejecutiva sea firme tras la formación de la voluntad común de lesionar
un bien jurídico.
4. Que la anterior resolución se refiera a la ejecución de un delito concreto de aquellos en
los que el legislador ha previsto el castigo y sanción de los actos de conspiración.
5. Que exista un período de tiempo relevante entre el acuerdo y la realización del hecho,
ya que no podrá calificarse como conspiración el mutuo acuerdo surgido de forma
espontánea.
6. Y por último, para que haya conspiración, no ha podido darse comienzo a la ejecución
delictiva.
PROPOSICIÓN
Dispone el art. 17.2 del Código Penal que la proposición existe cuando el que ha resuelto
cometer un delito invita a otro u otras personas a participar en él.
No es relevante por los (o el) destinatarios de la proposición, es más, en la eventual aceptación
de éstos de la proposición, implicaría la aparición de la figura de la conspiración, quedando así,
desplazada la figura de la proposición.
Que se exija la ejecución viene a significar que no puedan comprenderse en ella los actos
preparatorios o la complicidad, y, por consecuencia, la invitación tiene proyectarse a la
realización de actos ejecutivos típicos, es decir, a la autoría.
Hay que señalar, que no puede la invitación entenderse equivalente a la insinuación, sino a la
incitación y tendrá que reunir las notas de ser concreta, precisa, convincente y persuasiva.
Existen una serie de requisitos que se deben de cumplir para que exista una proposición:
1. Debe existir previsión legal expresa del delito objeto de la propuesta. Se trata de
supuestos en los que el Legislador adelanta la barrera de protección de determinados
bienes jurídicos, incriminando específicamente determinadas conductas preparatorias
que de otro modo resultarían impunes.
2. La conducta ha de consistir en una propuesta o invitación a tercera persona para que
realice dicho acto delictivo, siempre que ésta no hubiera decidido con anterioridad, por
sí sola, la ejecución del mismo ilícito.
3. La propuesta ha de referirse a la ejecución de algo posible, además de ser lo
suficientemente seria y mínimamente eficaz para que adquiera relevancia penal.
4. Es indiferente que el proponente vaya o no a participar.
5. Es intranscendente para la existencia de la proposición que la invitación sea aceptada
por el destinatario o destinatarios de la misma. A diferencia de la conspiración, en la
proposición no se exige la aceptación del destinatario, siempre que la propuesta sea
seria y concreta, y el destinatario idóneo para la ejecución del delito propuesto. En
realidad, la proposición es una inducción frustrada.
6. Determinante que el delito no inicie su ejecución, pues en tal caso se sancionará como
delito intentado o consumado, y al proponente como inductor o coautor, según proceda,
pero los actos de proposición no se sancionarán separadamente quedando absorbidos en
la ejecución (STS 308/2014, de 24 de marzo).
PROVOCACIÓN
Además del empleo de un medio público eficaz, la provocación requiere que se empleen
expresiones o acciones idóneas para convencer, inducir o persuadir y que estén dirigidas a la
perpetración de uno o más hechos previstos en la ley como delitos, por lo que no es suficiente
una actuación inspiradora o generalizada para delinquir, ni tampoco la incitación indirecta
mediante metáforas o divagaciones. Tampoco la implícita.
Al ser el destinatario un colectivo indeterminado, una vez que se ha hecho la incitación pública,
el riesgo al bien jurídico ya ha sido creado, con lo que el provocador ha perdido el control del
mensaje difundido masivamente. No se podrá desistir eficazmente, y en esta figura solo cabrá el
arrepentimiento, que será valorable si la contraorden es inmediata al lanzamiento del mensaje y
con rotundidad suficiente que haga recuperar el control.
El apartado 2 del 18 Código Penal establece que si a la provocación hubiere seguido la
perpetración del delito, se castigará como inducción.
Requisitos:
1. La iniciativa para la ejecución de uno o varios hechos delictivos, no bastando con una
estimulación vaga y generalizada.
2. Percepción por el destinatario de las palabras o medios excitantes.
3. Que la incitación tenga virtualidad suasoria y de convencimiento. Es necesaria, por lo
tanto, una mínima determinación del delito a cuya comisión se provoca.
4. Es preciso que la incitación sea directa y encaminada a la ejecución de hechos dotados
de una mínima concreción que permita su identificación y su calificación como delito.
5. Además, son precisos los elementos relativos a la publicidad (STS 259/2011, de 12 de
abril).
El artículo 18 del Código Penal define como apología la exposición, ante una concurrencia de
personas o por cualquier otro medio de difusión, de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o
enaltezcan a su autor. La apología, solo será delictiva como forma de provocación y si por su
naturaleza y circunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito.
El delito de apología puede entrar en conflicto grave con los derechos de libertad ideológica y
de opinión previsto en los artículos 16.1º y 20.1º a) de la Constitución. Es por esto que la labor
judicial consistirá en analizar caso por caso las circunstancias concurrentes, para determinar si
está dentro del ámbito del tipo penal (STS 354/2017, de 17 de mayo).
Un caso aislado de apología sería el previsto en el artículo 578 (enaltecimiento), caracterizado
por la falta de integración o provocación directa a la comisión de un delito.
ACTOS PREPARATORIOS:
TIPOS DE AUTORÍA:
AUTORÍA DIRECTA: art. 28 CP: “Son autores quienes realizan el hecho por sí solos,
conjuntamente o por medio de otro del que se sirven como instrumento”. Por tanto, el autor
inmediato o directo es quien realiza el hecho por sí solo, es decir, el autor ejecutor, que realiza
por sí mismo la acción descrita en el tipo penal.
COAUTORÍA art. 28 CP: “Son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente
o por medio de otro del que se sirven como instrumento”. Por tanto son coautores los que
realizan conjuntamente y de mutuo acuerdo los actos ejecutivos de los tipos penales (delitos).
AUTORÍA MEDIATA: existe cuando se lleva a cabo una conducta antijurídica, con dominio
de la acción a través de otro que se utiliza como instrumento: art. 28 CP: “Son autores quienes
realizan el hecho por sí solos, conjuntamente o por medio de otro del que se sirven como
instrumento”.
El autor mediato es un verdadero autor, toda vez que realiza el tipo penal, aunque no ejecute
físicamente la conducta, sino que mediante otra persona -el instrumento-, a la que utiliza para
dichos efectos.
Lo que caracteriza a la autoría mediata es que el papel fundamental, el que permite imputar el
hecho a alguien como autor, no lo tiene el realizador material de la acción descrita en el
respectivo tipo penal, sino que lo tiene el llamado “hombre de atrás”. En términos simples,
podemos decir que ésto ocurre cuando el ejecutor material carece de libertad o de conocimiento
de la situación, lo que puede haber sido provocado por el sujeto que actúa de atrás, mediante
coacción o engaño, o puede ser aprovechado por éste, valiéndose de la falta de libertad o de la
ignorancia de la situación por parte del instrumento.
Por ejemplo: A, que es chef de un restaurante, vierte veneno en la taza de café que B, camarero
del mismo restaurante, debe servir al cliente C; desconociendo B que A vertió veneno en dicha
taza de café. En estos casos, no se puede atribuir responsabilidad a título de autor a quien realiza
la acción que provoca la lesión del bien jurídico, sino a quien, desde atrás, utiliza a este sujeto
para tal realización.
TIPOS DE PARTICIPACIÓN:
INDUCCIÓN: art. 28 a) CP: También serán considerados autores: Los que inducen
directamente a otro u otros a ejecutarlo.
En el esquema de la teoría del delito (conducta típica, antijurídica y culpable) las causas
de justificación tienen la virtualidad de excluir la antijuridicidad de la conducta, su
carácter prohibido.
a. A pega a B en la cabeza con una bolsa llena de libros, que además contiene un
ordenador portátil. B sufre lesiones en la cara que requirieron para su curación
tratamiento médico quirúrgico.
b. A la salida del metro, B amenaza a A con una navaja si no le entrega su cartera.
A reacciona pegando a B con la bolsa que llevaba al hombro, cargada con su
ordenador portátil y con libros, causando a B lesiones en la cara que requirieron
para su curación tratamiento médico quirúrgico.
Como veis, aunque A lleva a cabo la misma conducta típica: lesionar, en el primer caso
no hay duda de que responde penalmente, mientras que en el segundo no parece que
pueda afirmarse su responsabilidad. La diferencia estriba en que en el segundo caso
concurre una causa de justificación, en concreto, la legítima defensa.
En este ejemplo, A realiza una conducta que colma el tipo objetivo y subjetivo del
delito de lesiones dolosas previsto en el art. 147 CP, pero la realización típica amparada
por la legítima defensa no está finalmente prohibida, no es antijurídica.
Frente a la regla general de que las conductas típicas son generalmente antijurídicas,
ilícitas, las causas de justificación desvirtúan esta relación permitiendo una conducta
inicialmente prohibida.
Para resolver ese conflicto, el ordenamiento jurídico permitiría que se pueda lesionar
uno de los bienes en conflicto siempre que, tras una ponderación de todos los intereses
en juego, se concluya que esa salvaguarda permite garantizar el interés preponderante.
Sin embargo, este pretendido fundamento es muy controvertido, pues la eximente quinta
del art. 20, que consagra el estado de necesidad, exime de pena a quien causa un mal de
igual entidad al que pretende evitar, habiendo autores que entienden que en estos casos
estamos ante una auténtica causa de justificación, aunque no exista un interés
preponderante.
Por ejemplo:
-A, policía nacional, se dirige al domicilio de B para detenerlo conforme ha dispuesto el
juez de instrucción. Cuando el policía informa a B del objeto de su visita, éste intenta
huir y A se ve obligado a tirarse sobre él y sujetarlo por la fuerza, causándole una
fractura en el brazo. El policía no responde por un delito de lesiones porque hay una
causa de justificación que es el cumplimiento de un deber.
-A está tomando el sol en la playa cuando se da cuenta de que un bañista se está
ahogando. Para poder llegar a tiempo de salvarlo, se apodera de una moto de agua que
está en la orilla, pero no respondería por un delito de hurto porque hay una causa de
justificación que es un estado de necesidad (que puede ser propio o ajeno, en este caso
ajeno)
-A aborda a B por la calle y la empuja hasta un portal por la fuerza al tiempo que tira de
su ropa diciéndole que se prepare para pasarlo bien. B consigue desasirse un momento
de A y sacar de su bolso un spray de pimienta con el que consigue acertar a A, que se
marcha entre alaridos, sin embargo, B no responderá por las lesiones causadas a A
porque hay una causa de justificación que es la legítima defensa.
Vamos a ver a continuación, con carácter general, qué requisitos son necesarios para
poder afirmar que concurre una causa de justificación y qué sucede si falta alguno de
esos requisitos.
Elemento subjetivo: para apreciar una causa de justificación no basta con que
concurran los presupuestos objetivos, sino que el sujeto tiene que conocer que
actúa en esa situación justificante.
Por ejemplo:
Además, existen otros elementos objetivos que también son precisos para apreciar la
causa de justificación. Por ejemplo, para apreciar legítima defensa, junto a la agresión
ilegítima es necesario que el sujeto no se exceda en su acción de defensa. Si no se dan
estos elementos no se exime de pena.
Ello no significa que la presencia parcial de los requisitos no pueda tener incidencia
sobre la responsabilidad del sujeto. Ello dependerá de si se trata de un elemento esencial
o no de la causa de justificación. Esa diferenciación no se encuentra en el Código penal,
sino que es fruto de la elaboración doctrinal y jurisprudencial.
Pero, si el presupuesto ausente es inesencial, podrá darse una gran eficacia atenuante a
la presencia parcial de la causa de justificación como eximente incompleta.
Las eximentes incompletas están contempladas en el art. 21.1º CP: “Son circunstancias
atenuantes: Las causas expresadas en el Capítulo anterior [art. 20: circunstancias
eximentes], cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de
responsabilidad en sus respectivos casos”.
A la misma solución penológica se llega por otra vía, la de entender que el elemento
subjetivo no es un elemento esencial y, por tanto, cabe apreciar una eximente
incompleta, que permite la rebaja en uno o dos grados de la pena (art. 68).
Distintos de esta situación son los casos en los que el sujeto yerra sobre la existencia o
límites de una causa de justificación. En ambos casos se trata de un error sobre la
prohibición, sobre el carácter ilícito de la conducta que realiza. Sus efectos son los
previstos en el art. 14.3 CP. Por ejemplo, hay un error de prohibición cuando A
considera que la legítima defensa ampara las acciones de venganza posteriores a la
agresión antijurídica. Sin embargo, hay un error sobre los presupuestos objetivos de una
causa de justificación cuando A cree que B continúa agrediéndole, a pesar de que se está
yendo.
LA LEGÍTIMA DEFENSA:
En relación con estas diferencias, hay quien pretende ver en la justificación por legítima
defensa un fundamento que trasciende la mera necesidad de salvaguarda del bien
jurídico o derecho de quien se defiende. En este sentido a veces se afirma que en los
supuestos de legítima defensa el Estado “delegaría” en el individuo una función de
defensa del ordenamiento jurídico. La acción de defensa, a la vez que salvaguarda el
bien jurídico concreto amenazado, supondría una reafirmación del derecho, coadyuvaría
a los fines de prevención general, etc., es decir, concurre un “plus” de valor que
explicaría que se pueda causar un mal mayor que el que se intenta evitar.
En contra de este pretendido fundamento supraindividual podría argumentarse que una
cosa es la persona que ataca lo haga antijurídicamente y ello permita causar un mal
mayor pero necesario para la defensa y otra cosa es que ese “mal” que se causa se
convierta en un “bien” porque suponga una reafirmación del ordenamiento jurídico
ejercitada por quien se defiende.
Pero no todo es tan sencillo, porque el estado de necesidad puede también tener su
origen en una agresión ilegítima.
a. Agresión ilegítima
Por agresión ilegítima se suele entender una conducta contraria al derecho, es decir,
antijurídica.
Los supuestos en los que el sujeto reacciona o sigue reaccionando una vez que la
agresión ilegítima ha cesado se conocen con el nombre de exceso extensivo en la
legítima defensa.
Es evidente que no hay que esperar a que la agresión se haya iniciado. No sólo se puede
reaccionar en legítima defensa frente a la agresión actual, sino también frente a la
agresión inminente, lo que se deduce de la expresión “para impedir o repeler”. De esta
manera, suele afirmare la posibilidad de actuar en legítima defensa cuando el aplazar la
reacción conlleve el riesgo de que la posterior defensa sea insegura o ineficaz.
Por necesidad racional suele entenderse la exigencia de que, entre todos los medios
eficaces de los que disponga el sujeto para impedir o repeler la agresión, utilice en
menos dañino. Esta necesidad racional se valora desde una perspectiva ex ante.
La necesidad racional del medio empleado se dice que es un requisito no esencial, pues
no afecta al presupuesto de la legítima defensa: la agresión ilegitima, que concurre. En
estos casos se suele hablar de exceso intensivo en la legítima defensa y conlleva la
aplicación de la eximente incompleta (art. 21.1 en relación con el art. 20.4 CP).
En la práctica es frecuente que en estos supuestos se aplique otra eximente incompleta
en atención a la situación psíquica del sujeto actuante. En concreto, suele ser frecuente
la aplicación de la eximente de miedo insuperable.
Existe una gran discrepancia y confusión sobre el contenido de este requisito, cuya
ausencia determinaría la aplicación de la legítima defensa como eximente incompleta,
por no ser un requisito esencial de esta causa de justificación.
Por ej. Alberto camina de noche por una zona muy poco transitada, cuando escucha el
sonido de unos pasos que se acercan y atisba a ver una persona que se dirige a mucha
velocidad hacia donde él se encuentra. Alarmado porque durante los últimos meses se
había producido un aumento en el número de robos y atracos en la ciudad, en el
momento en el que se acerca el transeúnte, Alberto se gira bruscamente hacia él
golpeándole en la cara con el ordenador portátil que llevaba en una bolsa, causándole
lesiones para cuya curación se necesitó tratamiento médico-quirúrgico. En el momento
en el que la situación se calma y el sujeto está en el suelo inmovilizado, Alberto se da
cuenta de que quien él consideraba un delincuente era sólo otro viandante que quería
información sobre una dirección.
Son supuestos en los que el sujeto yerra sobre los presupuestos fácticos de una causa de
justificación. En el ejemplo, el error recae sobre el elemento “agresión ilegítima”. El
sujeto cree que concurre una agresión ilegítima (ataque del transeúnte) cuando no
concurre (sólo quería consultarle una dirección). Estos casos se conocen como
“legítima defensa putativa”. Cómo puedes apreciar, se trata de un supuesto de
ERROR.
EL ESTADO DE NECESIDAD:
Este punto de partida revela que en todo estado de necesidad se tiene que responder a
preguntas tan difíciles como las siguientes: ¿de parte de quién se pone el ordenamiento
jurídico-penal? ¿cuáles son los intereses que el ordenamiento penal decide proteger?
¿qué puede hacer un sujeto inmerso en esa situación de conflicto sin tener que responder
penalmente de su conducta?
Para que te hagas una idea rápida de su interés, observa los sugestivos problemas que
pueden plantearse desde la óptica del estado de necesidad:
Un avión es secuestrado en pleno vuelo por terroristas islámicos. Toman el control de
los mandos y sustituyendo al piloto y al copiloto lo dirigen contra un céntrico edificio
de más de cincuenta plantas con la intención de chocar contra él y provocar
innumerables víctimas. La única opción posible es interceptarlo en pleno vuelo y
hacerlo explotar. De esta manera se evitaría la muerte tanto de los pasajeros del avión
como la de las personas presentes en la torre, muriendo únicamente los primeros. Se
plantea aquí un conflicto “vida contra vida”. ¿Puede derribarse el avión y matarse a los
pasajeros inocentes para evitar las muertes de los sujetos que están en la torre?
¿Abandona entonces del Derecho penal a esos pasajeros y ya no protege su vida?
En el régimen del Tercer Reich, se elaboraron unas listas que contenían los nombres de
enfermos mentales que debían ser trasladados a otros centros para ser ejecutados.
Recibidas esas listas por la comisión médica de uno de los centros, dos de sus
integrantes, médicos psiquiatras, intentaron sacar de la lista a cuantos más pacientes
pudieron, aun cuando actuaban de forma contraria a las órdenes recibidas. Para evitar
que les sustituyeran por otros médicos que no cuestionaran las órdenes y, por tanto, no
tuvieran la posibilidad de salvar a ningún paciente, tuvieron que aprobar el traslado de
algunos enfermos a otros centros, aunque sospechaban que serían ejecutados. Se plantea
nuevamente un conflicto “vida contra vida”. ¿Es admisible el sacrificio de vidas
humanas para salvar otras vidas?
Una activista por los derechos humanos se instala en el aeropuerto de Las Palmas de
Gran Canaria, y comienza una huelga de hambre. Pasadas ya dos semanas en las que
únicamente había ingerido líquidos y su estado de salud se encontraba muy deteriorado,
se hace preciso trasladarla a un hospital y alimentarla por vía parenteral, acción a la que
repetidamente se niega la activista. Una vez que pierde la consciencia debido a su
estado tan precario, es trasladada al hospital donde comienzan a alimentarla en contra de
su voluntad. Se trata de un caso de posible justificación de una alimentación forzosa.
¿Puede imponerse frente a la libre voluntad de una persona una conducta dirigida a
salvarle la vida?
Con la expresión “correos de la cocaína” se hace alusión a aquellas personas que desde
hace ya bastante tiempo pueblan la jurisprudencia penal y también nuestras cárceles.
Son detenidos al intentar introducir en nuestro país en cantidades no muy elevadas de
droga. La forma de introducir la droga varía, pero resulta frecuente que estas personas
hayan ingerido la droga y la porten en su aparato digestivo. En este caso se les llama
“boleros”, por la preparación de la droga en bolas para su ingesta. Su función consiste
en transportar la droga, sin que tengan otra implicación en dicho negocio. Una vez
detenidos, son acusados de un delito contra la salud pública: un delito de tráfico de
drogas que causan grave daño a la salud, siendo la pena que durante muchos años les ha
venido correspondiendo la de nueve a trece años de prisión y multa. La inmensa
mayoría de estas personas esgrimen en su defensa que fue el intento de salir de la
situación de angustiosa penuria económica lo que les llevó a delinquir, con la esperanza
de que dicha circunstancia sirva para atenuar el castigo. El Magistrado del TS Perfecto
Andrés Ibáñez se refiere a ellos con las siguientes palabras: “muchas veces, son
víctimas de las más lamentables condiciones de vida, y, por eso, fácilmente de la falta
de escrúpulos de quienes se aprovechan, de forma sistemática y sin riesgo propio, de
tales situaciones. Imputados que, además, padecen, en último término, un plus de
gravamen, derivado de la frecuente precariedad de su posición en el proceso, que, con
frecuencia, les impide alegar pruebas atendibles de un estado de necesidad que, en otras
condiciones, sería relativamente fácil acreditar. Baste pensar que el inculpado estándar y
actual destinatario por antonomasia de la aplicación del art. 369.3º del C Penal, procede
de los estratos sociales más bajos de países en los que la salud y la subsistencia como
derechos son pura retórica constitucional. Y que, dentro de este estereotipo, el de quien
transporta la droga en el interior del propio aparato digestivo, expresa, sólo con esa
opción trágica (dicho sea con una categoría tomada de la filosofía moral
contemporánea), un drama personal que no debería ser indiferente para el derecho...”.
Estos casos son un ejemplo de una problemática más amplia, desde la que se plantea si
un sujeto puede vulnerar el derecho penal para evitar la pobreza y la exclusión social.
2. Regulación y estructura
a. Regulación legal
Art. 20.5 del Código Penal: El que, en estado de necesidad, para evitar un mal propio o
ajeno lesione un bien jurídico de otra persona o infrinja un deber, siempre que
concurran los siguientes requisitos:
• Primero. Que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar.
• Segundo. Que la situación de necesidad no haya sido provocada
intencionadamente por el sujeto.
• Tercero. Que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, obligación de
sacrificarse.
b. Estructura:
Parte objetiva:
Parte subjetiva
El tenor literal del Código alude a que en la situación de conflicto el sujeto “lesione un
bien jurídico de otra persona o infrinja un deber” y, por tanto, dibuja dos formas de
estado de necesidad, el conflicto de bienes, cuando se trata de lesionar un bien jurídico
ajeno para evitar un mal, y el conflicto de deberes, cuando esa evitación se persigue
mediante la infracción de un deber por parte del agente.
El precepto regulador del estado de necesidad (art. 20.5º CP) recoge diversos requisitos,
pero no contiene una definición expresa del estado de necesidad ni de su presupuesto, la
situación de necesidad, que son más bien fruto de una elaboración doctrinal y
jurisprudencial. Por ej. La STS núm. 470/2009, de 7 de mayo, dice que “La esencia de
la eximente de estado de necesidad, completa o incompleta, radica en la existencia de
un conflicto entre distintos bienes o intereses jurídicos, de modo que sea necesario
llevar a cabo la realización del mal que el delito supone -dañando el bien jurídico
protegido por esa figura delictiva- con la finalidad de librarse del mal que amenaza al
agente, siendo preciso, además, que no exista otro remedio razonable y asequible para
evitar este último, que ha de ser grave, real y actual".
b. Que el mal causado no sea mayor que el que se trata de evitar. Sobre el fundamento y
clases de estado de necesidad
Así, por ejemplo, no sólo es relevante el valor de los bienes en conflicto conforme al
ordenamiento jurídico, que puede inferirse de la pena que su lesión comporta (es más
grave un peligro para la vida que uno para la salud como es más grave el homicidio que
las lesiones), sino también el grado de peligro que amenaza a cada bien jurídico o las
posibilidades efectivas de salvaguarda.
La provocación debe ser intencional, por lo que no basta una provocación imprudente.
e. Parte subjetiva
Por supuesto, el estado de necesidad también tiene una parte subjetiva, consistente ante
todo en el conocimiento de los elementos de la eximente. Además, en esta sede se
plantean una serie de problemas no muy frecuentes, por lo que bastarán un par de
apuntes.
Como puedes ver, en el art. 20.7º CP se justifican las conductas que suponen cumplir un
deber o ejercer un derecho legítimamente sin más requisitos explícitos. Ello obedece a
la lógica de un ordenamiento jurídico unitario: no puede ser antijurídica –contraria a
Derecho– la conducta de quien cumple un deber que le impone el propio ordenamiento
jurídico o ejerce un derecho legítimamente, esto es, dentro de los límites legales.
Se dibuja así una eximente amplia y compleja, pues incluye todo tipo de deberes –
jurídicos en todo caso– y derechos.
Hay tantas causas de justificación como derechos y deberes puedan esgrimirse y cada
uno de tales supuestos tendrá unos requisitos concretos. Por ejemplo, la libertad de
expresión e información ampara el contenido de ciertas noticias que afectan al honor o
la intimidad. Ese derecho justificaría la conducta a priori subsumible en un tipo de
calumnias o injurias, pero siempre que se trate de asuntos de interés público, la
información sea veraz y su difusión necesaria. Esos son los límites del derecho que
condicionan la acción justificada en el caso concreto.
Tanto el deber que se cumple como el derecho que se ejerce han de ser de carácter
jurídico, excluyéndose los de carácter ético o moral. Su origen puede estar en todo el
ordenamiento jurídico, incluidas las fuentes no escritas como la costumbre o los usos
sociales. Singularmente, tal y como recoge el Código penal, pueden proceder de un
cargo, en cuyo caso reflejan el ejercicio de funciones públicas, o de un oficio, donde se
alude al ejercicio de profesiones privadas. Precisamente en el ámbito del ejercicio de
funciones privadas, las reglas no escritas sobre la profesión son relevantes para fijar el
ámbito de una posible justificación.
b. Legitimidad
c. Necesidad y proporcionalidad
d. Elemento subjetivo
Como en toda causa de justificación, es preciso que el sujeto actúe con conocimiento de
que se dan los anteriores presupuestos objetivos y de la conducta que realiza.
3. Supuestos
Los supuestos donde se recurre en una u otra medida a la eximente del art. 20.7º CP
para justificar intervenciones lesivas son variadas. Entre otras:
a. Especial consideración del uso de fuerza y armas de fuego por la autoridad y sus
agentes
Las pautas generales para resolver el conflicto entre el deber de actuación de los agentes
y las posibles lesiones a bienes jurídicos que puedan ocasionar se encuentran en la Ley
de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Esta regulación encaja con una doctrina asentada, tanto académica como
jurisprudencial, que exige como requisitos de la justificación:
a) que el sujeto activo sea una autoridad o funcionario público autorizado a hacer
uso de medios violentos en el ejercicio de los deberes de su cargo y ejerza la
violencia con ocasión del mismo;
En el Código penal anterior esa figura constituía una eximente autónoma, que algunos
autores consideraban una causa de justificación y otros una causa de exculpación.
La cuestión es, como siempre, determinar hasta dónde llega ese deber de obediencia y,
por tanto, hasta dónde llega la cobertura de la eximente respecto a las acciones lesivas
de bienes jurídicos realizadas por un sujeto en cumplimiento de las órdenes del superior.
Ese límite se sitúa en las órdenes de contenido antijurídico, pero cuya ilegalidad no es
manifiesta, clara y terminante. En estos términos se expresa el art. 410 CP al tipificar el
delito de desobediencia en casos de incumplimiento de la orden dada por un superior, en
el ámbito de su competencia y con las formalidades legales, que no sea manifiestamente
antijurídica.
1. De un lado, puede que el sujeto actúe ignorando que la orden era claramente
antijurídica. Se trata de un error, que podrá ser de tipo o de prohibición, en
función del elemento sobre el que recaiga.
2. De otro lado, puede que el subordinado actúe por miedo, por temor a los
efectos que el incumplimiento le puede acarrear. Habría que analizar entonces la
posible concurrencia de la eximente, completa o incompleta, de miedo
insuperable del art. 20.6º CP, que veremos en el tema de culpabilidad.
EL CONSENTIMIENTO
En función de la respuesta a este tipo de cuestiones respecto a cada uno de los bienes
jurídicos protegidos en las diversas figuras delictivas del Código, entre otros factores, el
consentimiento operará como causa de atipicidad, causa de justificación, elemento de
atenuación, etc., o como elemento irrelevante respecto a la responsabilidad penal.
Sabemos que no todos son: por ejemplo, no son disponibles los bienes jurídicos
colectivos. En ellos la posibilidad de emplear el consentimiento está vetada.
Por lo tanto, las posibilidades se ciñen a los supuestos de bienes jurídicos disponibles,
como puede ser el caso de la propiedad, la intimidad, la libertad sexual, la vida, la
salud… Respecto a ellos, se perfilan como casos de ausencia de tipicidad, pues no hay
menoscabo al bien jurídico, porque esa lesividad no ha existido ya que el
consentimiento del titular es parte indispensable de su contenido, así si alguien
voluntariamente mantiene relaciones sexuales, no se puede decir que haya una lesión al
bien jurídico libertad sexual que luego está justificada porque se ha prestado el
consentimiento; lo que sucede es que directamente no existe vulneración (lesión o
peligro) de la libertad sexual, por lo que falta el resultado exigido por el elemento
tipicidad, de acuerdo con el principio de lesividad.
Y lo mismo se puede decir del hurto: no es sostenible que quien toma algo que es ajeno
pero con el consentimiento del titular haya realizado un hurto, pero luego se diga que
éste se justifica por la presencia de ese consentimiento.
Incluso con la salud se podría seguir el mismo razonamiento: no tiene sentido decir que
un médico que realiza una intervención quirúrgica con una finalidad curativa y ha
recabado el
consentimiento del paciente lo que realiza es una conducta inicialmente lesiva de la
salud, pero justificada por ese consentimiento, sino que resulta más razonable negar
directamente toda lesividad a esa conducta, por no representar ataque alguno para el
bien jurídico salud (es más supone una conducta positiva para la salud).
Sin embargo, son especialmente discutidos los casos de bienes jurídicos relativamente
disponibles, como la vida o la salud. Se trata de bienes respecto a los cuales su titular
puede disponer, pero sólo de manera limitada. Respecto de ellos, en principio parece
que sólo cabe
apreciar plenamente el consentimiento como vía de exclusión de responsabilidad penal
en caso de que la conducta recaiga sobre uno mismo: el suicidio o las autolesiones son
atípicas. (No se castigan, sin embargo, si se castigan los actos de participación en el
suicidio de otro, como por ejemplo la inducción al suicidio, o el auxilio al suicidio).
Como hemos visto, cuando concurren el injusto penal y la antijuridicidad o ilícito penal,
el hecho está valorado negativamente por el Derecho penal. A partir de ahora
examinaremos los elementos que indican si ese hecho desvalorado y prohibido es
imputable a su autor de forma que deba responder penalmente de él.
El fundamento material de la culpabilidad sirve para definir las razones por las cuales
puede exigirse el cumplimiento del deber de evitar el injusto a una persona y, si no lo
hace, exigírsele responsabilidad. Para la visión de la culpabilidad como reprochabilidad,
la razón estriba en la capacidad del sujeto de actuar de otro modo: conforme a la norma.
Para los defensores de la culpabilidad como motivabilidad (normal), la razón se vincula
a la aptitud del sujeto para ser motivado por la norma.
Según la concepción actual dominante esas condiciones para hablar de una conducta
culpable son tres:
IMPUTABILIDAD:
a. Concepto y causas de inimputabilidad
- Pero puede ocurrir que esa capacidad no esté anulada, sino sólo fuertemente
aminorada, pudiéndose apreciar, una eximente incompleta (art. 21.1 en relación
con los art. 20.1, 20.2 y 20.3 CP). En estos casos se habla de semiimputabilidad.
- Por último, puede suceder que la imputabilidad del sujeto esté afectada de forma
menos relevante, y se habla entonces de imputabilidad disminuida de forma
leve.
Art. 20.1º:
Están exentos de responsabilidad criminal: 1. El que al tiempo de cometer la infracción
penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la
ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.
El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido provocado por
el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever su
comisión.
Se emplea en el Código penal una fórmula mixta en la que se atiende a dos elementos:
d. ALTERACIÓN DE LA PERCEPCIÓN
Artículo 20.3 CP
El que, por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia,
tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad”
Esta eximente contempla una causa de inimputabilidad basada en la deficiente relación
con el mundo exterior, que impide comprender adecuadamente el sentido de sus actos.
En principio, contempla situaciones de origen biológico (alteración en la percepción)
que provocan un efecto psicológico (alteración grave de la conciencia de la realidad). Su
ámbito de aplicación característico son situaciones de ceguera, sordomudez, ceguera y
sordomudez o autismo desde la infancia. En consonancia, el art. 103 prevé
expresamente como posible medida de seguridad el internamiento en centro educativo
especial.
Se alude aquí a la figura de la actio libera in causa, esto es, situaciones en las que en el
momento de actuar el sujeto era inimputable, pero en un momento previo (actio libera)
el sujeto se coloca en esa situación dolosa o imprudentemente previendo o buscando la
realización de la acción típica. Esta figura abarca tanto situaciones de provocación
dolosa de la situación de inimputabilidad como de provocación imprudente donde al
menos era previsible la realización de un delito.
Para determinar la vencibilidad del error se acude a los criterios señalados para el error
de tipo, pero adaptados a la peculiar naturaleza del conocimiento de la antijuridicidad,
ya que muchas veces supone unos conocimientos específicos que sólo se dan en
profesionales. De modo que será relevante la obligación especial de informarse sobre la
licitud del hacer y se satisfarán los requisitos de diligencia cuando, por ejemplo, se haya
acudido a un profesional acreditado. Así, por ej. en materia tributaria, el asesor fiscal
tiene unos conocimientos que le permiten determinar el carácter fraudulento o no de
determinadas operaciones, lo que no está al alcance del ciudadano medio. Si un
ciudadano se dirige a un experto fiscal para que le asesore, habrá actuado
diligentemente, de modo que podrá alegar un error de prohibición si finalmente
ignoraba el carácter fraudulento de sus operaciones.
La exculpación penal alude a supuestos en los que el sujeto no puede cumplir la norma a
pesar de ser imputable y conocer la prohibición debido a las circunstancias
excepcionales en que actúa. En este caso el no cumplimiento de la norma no se debe ni
a un defecto en las facultades mentales del sujeto ni a un defecto de conocimiento, sino
a la presión que ejercen las circunstancias. Por ejemplo, A, sujeto imputable y que
conoce la prohibición de matar, es amenazado por un grupo terrorista con matar a su
hijo de nueve años si no mata al presidente.
El concepto clásico de (in)exigibilidad como tercer elemento de la culpabilidad recoge
la idea de que el ordenamiento no puede exigir realizar acciones heroicas, que
cualquiera hubiera ejecutado en el lugar del autor, y, por ello, esas acciones a pesar de
ser acciones típicas y antijurídicas no son acciones culpables.
b. MIEDO INSUPERABLE
c) Que el miedo sea insuperable, esto es, invencible, en el sentido de que no sea
controlable o dominable por el común de las personas.
EXCUSAS ABSOLUTORIAS
Mientras que las condiciones objetivas de punibilidad deben estar presentes para poder
afirmar que el hecho es punible, las excusas absolutorias son circunstancias que han de
estar ausentes para que se pueda imponer una pena. El legislador estima que si concurre
una excusa absolutoria no es conveniente imponer una pena.
Dentro del marco del Derecho penal, a determinadas personas se las exime de
responsabilidad penal bien con carácter general, bien por los hechos cometidos en el
ejercicio de sus funciones. Se habla entonces de inviolabilidad y se trata de una causa
personal de exclusión de la responsabilidad penal.
Hay que distinguir esta figura de la inmunidad, que establece requisitos de carácter
procesal para proceder a la persecución del delito, afines, por tanto, a las condiciones
objetivas de procedibilidad o perseguibilidad.
1. INVIOLABILIDADES
La primera de las inviolabilidades que tenemos que estudiar es la que afecta al Jefe del
Estado. La figura del Rey se considera inviolable y como tal se encuentra recogida en el
art. 56.3 CE.
Aunque esta inviolabilidad se aplique a todos los actos del Rey, la inviolabilidad más
trascendente y con mayor aplicación práctica es la inviolabilidad de Diputados y
Senadores, que no es general, sino exclusivamente referida a las opiniones vertidas en el
ejercicio de sus funciones. Se encuentra recogida en el art. 71.1 de la Constitución.
Artículo 71.1 CE: Los Diputados y Senadores gozarán de inviolabilidad por las
opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones.
2. INMUNIDADES
La inmunidad parlamentaria supone que los miembros de las Cámaras sólo podrán ser
detenidos en caso de flagrante delito así como la imposibilidad de inculparlos y
procesarlos sin la previa autorización de aquéllas. Al igual que la inviolabilidad, se
encuentra regulada en la Constitución en el artículo 71.2, pero no excluye la
responsabilidad, sino que la condiciona.
En los casos en los que las Cámaras autoricen el procesamiento de uno de sus
miembros, se establece un requisito ulterior también procesal, el aforamiento, en virtud
del cual, sólo podrá llevarse a cabo el procedimiento por un determinado Tribunal (art.
71.3 CE).
En el caso del defensor del pueblo y sus adjuntos así como respecto a los diputados
autonómicos, la inmunidad se reduce a la imposibilidad de ser detenidos, salvo en caso
de flagrante delito. Inmunidad de la que también gozan los jueces y magistrados.
3. EXENCIONES
1. Consideraciones generales
a. Catálogo
ATENUANTES:
AGRAVANTES:
- Ejecutar el hecho con alevosía: 22.1ª
- Ejecutar el hecho mediante disfraz, abuso de superioridad o aprovechando
las circunstancias de lugar, tiempo o auxilio de otras personas: 22.2ª
- Precio, recompensa o promesa: 22.3ª
- Motivos discriminatorios: 22.4ª
- Ensañamiento: 22.5ª
- Abuso de confianza: 22.6ª
- Prevalimiento de la función pública: 22.7ª
- Reincidencia: 22.8ª
CIRCUNSTANCIA MIXTA DE PARENTESCO
b. Efectos
c. Naturaleza y comunicabilidad
Artículo 65 CP
1. Las circunstancias agravantes o atenuantes que consistan en cualquier causa
de naturaleza personal agravarán o atenuarán la responsabilidad sólo de
aquéllos en quienes concurran.
2. Las que consistan en la ejecución material del hecho o en los medios
empleados para realizarla, servirán únicamente para agravar o atenuar la
responsabilidad de los que hayan tenido conocimiento de ellas en el momento de
la acción o de su cooperación para el delito.
La expresión “ne bis in idem”, como ya sabes, alude al principio según el cual no debe
valorarse, ni en la calificación de los hechos ni en la determinación de la pena,
doblemente la misma circunstancia, siempre que ello suponga identidad de sujeto,
hecho y fundamento. La aplicación de las circunstancias modificativas es un ámbito en
el que debemos estar especialmente atentos para no vulnerar dicha regla. En este sentido
el art. 67 CP establece:
Ej. El delito de hurto está cualificado, es decir, se aplica el tipo agravado del art.
235 CP “cuando se sustraigan cosas de valor artístico, histórico, cultural o
científico”.
Ej. En las lesiones no se aplica el tipo básico de lesiones (art. 147 CP), sino el
tipo agravado del art. 148.2 CP, “si la víctima fuere o hubiere sido esposa, o
mujer que estuviere o hubiere estado ligada al autor por análoga relación de
afectividad, aun sin convivencia”. De esta manera, si tenemos que calificar unas
lesiones del art. 147 CP producidas a la esposa, no aplicaríamos el art. 147 CP
con la agravante de parentesco (art. 23 CP), sino que se aplicaría el tipo
agravado del art. 148.4º CP (en cuya pena ya se ha valorado tal circunstancia).
Pero la prohibición de bis in idem también se puede vulnerar cuando aplicamos dos
circunstancias agravantes que poseen el mismo fundamento agravatorio, por
ejemplo, la alevosía y el abuso de superioridad, pues la razón de ser en ambos casos
reside en el mayor riesgo para el bien jurídico. Son circunstancias incompatibles. En
qué casos las circunstancias modificativas son compatibles entre sí y cuándo no lo son
sólo es posible saberlo tras un estudio particularizado de cada una de ellas.
Nos limitaremos a señalar, a título ejemplificativo, alguno de los problemas que pueden
presentar cada una de las circunstancias.
Ha de distinguirse esta atenuante de la eximente contenida en el art. 20.2 CP, así como
de la eximente incompleta (art. 21.1ª CP) en relación con ese art. 20.2 CP, todas ellas
circunstancias que afectan a la imputabilidad del sujeto. Respecto a la atenuante, es
necesario que el sujeto haya obrado a causa de su grave adicción a las sustancias,
mientras que para aplicar la eximente (completa o incompleta) era necesario que hubiera
cometido el hecho en un estado de intoxicación (sea o no adicto) o durante el síndrome
de abstinencia.
La grave adicción debe ser la causa de la realización del delito, esto es, debe haber
condicionado la conducta del sujeto. Normalmente, si la causa por la que actúa el sujeto
es la grave adicción a determinadas sustancias, lo hará para conseguir liquidez
económica que le permita satisfacer sus necesidades inmediatas de ingestión o
directamente para procurarse la droga para un consumo a corto plazo. No obstante,
también se considera que la atenuante puede operar respecto a acciones delictivas más
indirectamente relacionadas con la adicción y la pulsión a consumir droga, pero que a la
postre se dirijan a garantizar ese consumo.
La obcecación es la pasión más duradera, más permanente pero también más suave
como simple obcecación.
Mas por encima de tales requisitos, es lógico, por racional, que exista igualmente una
razonable conexión temporal entre esa presencia de los estímulos y el surgimiento de
la emoción arrebatadora o de la pasión obcecada” (STS de 5 de junio de 1991).
El hecho de que, una vez realizado el delito, el autor se conduzca ante las autoridades y,
una vez allí, confiese el hecho cometido, recibe una valoración positiva por el
ordenamiento, puesto que esa confesión hace innecesaria la investigación policial, no
obliga a la aplicación de recursos económicos y humanos para el desentrañamiento de
las circunstancias y autores de la infracción y facilita la instrucción de la causa criminal.
Se trata, al igual que la confesión, de una atenuante postdelicitva, que opera tras la
comisión del delito y, en este caso, antes de la celebración del juicio oral. No obstante,
una reparación posterior puede ser tenida en cuenta mediante la aplicación de la
atenuante analógica. La razón de la atenuación no es indubitada, pero, en todo caso,
radica en el significado que la conducta del autor tiene de favorecer a la víctima.
La reparación puede ser total o parcial, pues también se incluyen las conductas de
disminución de los efectos del delito.
Respecto a esta atenuante destacaremos dos cuestiones:
- La reparación simbólica
La analogía supone una relación de semejanza entre cosas distintas; y, en el ámbito del
Derecho, es un método de integración de lagunas por el que una norma jurídica se
extiende, por identidad de razón, a casos no comprendidos en ella. No cabe la analogía
en contra de reo en Derecho penal. La analogía a favor de reo, por el contrario, es
admisible desde la perspectiva de las garantías del principio de legalidad, aunque en
nuestro ordenamiento penal parece necesario que se disponga expresamente en qué
supuestos se admite, dado el rigor del art. 4 CP.
Uno de los casos donde se prevé de forma expresa es en relación con las circunstancias
atenuantes, de modo que aquellos supuestos que no encajen en el tenor de las atenuantes
previstas en los art. 21.1ª a 21.6ª, pero presenten una semejanza con su estructura y
características, podrán ser considerados atenuantes analógicas de esas circunstancias
(cabe, por tanto, una atenuante analógica –art.21.7ª- de una eximente incompleta –art.
21.1ª- de alguna de las circunstancias eximentes del art. 20 CP).
Las atenuantes específicas son todas postdelictivas, esto es, aluden a conductas
posteriores a la comisión del delito, y se articulan a través de los representantes legales
de la persona jurídica.
Al igual que con las circunstancias atenuantes, no pretendemos abordar las múltiples
cuestiones que plantean cada una de las agravantes en un estudio a fondo de todas y
cada una de las circunstancias previstas en el art. 22 CP. Nos limitaremos a señalar, a
título ejemplificativo, algún aspecto de las mismas que nos parezca de especial
importancia o de particular interés. La visión general debes extraerla del manejo del
material bibliográfico pertinente que estés usando.
Establece el art. 22.1ª CP que “Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de
los delitos contra las personas empleando en la ejecución medios, modos o formas que
tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo que para su persona pudiera
proceder de la defensa por parte del ofendido”.
En cierto modo cabría pensar incluso que en estos casos, al menos en los supuestos
extremos de víctimas absolutamente incapaces de defensa (bebes, enfermos en coma,
etc.), no tiene sentido, desde el punto de vista del autor, el empleo de métodos alevosos,
pues no hay posibilidad de defensa de la víctima; e incluso podría sostenerse la
imposibilidad conceptual de un ataque alevoso, pues no hay el riesgo para el autor
procedente de la defensa del ofendido al que alude el precepto.
El art. 22.2ª CP recoge diversas circunstancias que tienen en común su aptitud para
asegurar la ejecución del hecho, bien porque se debilitan la posible defensa de la
víctima, bien porque faciliten la impunidad del autor. Esos elementos pueden ser el
empleo de disfraz, el abuso de superioridad o circunstancias de lugar, tiempo o auxilio
de terceros. Dado que su esencia radica en la tendencia a facilitar la ejecución, no es
extraño que se hable en estos casos de una alevosía menor o de segundo grado. O a la
inversa, de que la alevosía es una agravante que constituye una forma cualificada del
abuso de superioridad.
Respecto a esta circunstancia agravante, que pretende atender al problema de los delitos
de odio, se plantean numerosas cuestiones interesantes. Haremos mención a dos de
ellas, tras proponerte un ejemplo gráfico de aplicación de la agravante.
Uno de los casos conocidos por este Servicio fue grabado por las cámaras de
seguridad del metro de Barcelona y tuvo una gran repercusión mediática. En su
calificación jurídico penal se tuvo en cuenta la motivación racista. Puedes ver el
caso al que nos referimos en http://www.youtube.com/watch?v=M2Yta_9x664
- Por contra la STS 145/2006, 23-11, F.J. 6º, señala que “para la aplicación de
esta circunstancia será necesario probar no solo el hecho delictivo de que se
trate así como la participación del acusado, sino también la condición de la
víctima y además la intencionalidad”. En igual sentido: SAP Cádiz 12/01/07;
SAP Barcelona 17/02/2005; o SAP Madrid 14/10/09 (Caso Palomino).
El hecho de que un sujeto que mantiene un vínculo que genera confianza con otro se
aproveche de esa relación para realizar el delito, en la medida en que supone una
disminución de la defensa de la víctima que confía en él, y, de esta manera, poder
cometer el delito con más facilidad se encuentra comprendido dentro de esta agravante.
Es importante destacar que no basta con que exista la relación de confianza, cualquiera
que sea su origen, sino que es preciso que el sujeto se aproveche de la facilidad para
cometer el delito que le proporciona esa relación para ejecutarlo.
La razón por la que se agrava la pena cuando el autor se prevale de su carácter público,
esto es, de su condición de funcionario o autoridad, tal y como se definen en el art. 24
CP, estriba en su efecto de facilitación en la comisión del delito. No basta con que el
sujeto sea funcionario o autoridad, sino que tiene que aprovecharse de ese hecho para
realizar el delito.
Por otro lado, conviene recordar que el elemento de parentesco es inherente a algunos
delitos, como los de violencia de género o familiar, por lo que no cabrá aplicar
adicionalmente la circunstancia mixta, pues se incurriría en un bis in idem.