Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Semiótica General
CAPÍTULO I
Clemente Gastaldello
María Eugenia De Zan
Betina Kesler
Docentes de la asignatura y autores del material
PÁG.
CAPÍTULO I 2
Charles Peirce y los conceptos fundacionales de signo y semiosis
1. CONSIDERACIONES PREVIAS
3. DISCUSIONES PRELIMINARES
“Es un poco difícil entender cómo el hombre puede ser un signo. Quizá
podemos visualizarlo en términos de la relación entre un remolino y el
río en que se encuentra. El remolino no es una sustancia, no es una
cosa que puedes sacar y aislarlo del río. Es una configuración del río
mismo. El río aquí es el mundo y el remolino la consciencia humana.
¿Ves que no hay ningún dualismo aquí, sino más bien un continuo?
De la misma manera, el hombre como signo es simplemente un nodo
en la red semiótica cuya operación, como la forma del remolino, se ha
vuelto bastante habitual y consistente.” (McNabb, 2014: 2)
Este cambio de paradigma no fue difundido hasta mediados del siglo XX,
cuando se lograron publicar los primeros números de la obra completa de
Peirce. Incluso cuando se dio a conocer, circuló de manera fragmentaria y
dispersa en el campo de la filosofía y la epistemología. Fue recién a partir de PÁG.
la difusión de la semiótica en los años 60 y 70, y sus aportes a diferentes 4
disciplinas científicas, cuando esta discusión comenzó a tener peso. Este
principio innovador que propuso Peirce nos da las bases para profundizar en
sus dos conceptos claves de su teoría: signo y semiosis, que abordaremos
en los apartados siguientes.
(a) “…todo pensamiento debe ser interpretado en otro”: esto indica que
nada es significativo si no desencadena otras ideas. La forma más común
que tenemos a mano para detonar una semiosis es el debate. De modo tal
que los estudiantes (por ejemplo en grupos) podrían elegir un fragmento
de una película o un audiovisual cualquiera (desde películas de culto hasta
videos hogareños que circulan libremente por las redes sociales), plantear
un problema de su interés (de cualquier orden: social, político, educativo,
demográfico, generacional…), y a partir de ese planteo darnos la tarea a los
docentes de volver a la clase siguiente o en una clase futura con ese mismo
problema, abordado desde nuestro programa de estudios.
PÁG.
5
4. EL SIGNO
Ferdinand De Saussure dio una definición del signo cuando propuso su teo-
ría de la lengua. En esa definición indicó que el signo es una entidad psíqui-
ca compuesta por dos elementos: significado y significante. Para Peirce, en
cambio, el signo es un proceso, y sus componentes son tres: representa -
men, objeto e interpretante. Cerca de 1897 Peirce escribió el artículo “Fun -
damento, objeto e interpretante”, donde propuso esta definición:
Para Peirce el signo no es una entidad, sino una acción, por lo que la pre -
gunta obligada, entonces, no es qué es un signo (pregunta ontológica), sino
qué hace (pregunta fenomenológica). Existen muchos modelos gráficos para
representar esta definición de signo. Elegimos la siguiente por las potencia-
lidades que presenta para evidenciar la relación triádica (y no dual, como
suele darse cuando se representa con un triángulo).
Representamen
Objeto Interpretante
“…una única cosa existente que se cree que haya existido, o que se
espera que exista, o una relación de tales cosas, o una cualidad o re-
lación o hecho conocidos, (…) o algo de naturaleza general, deseado,
requerido, o invariablemente encontrado bajo ciertas circunstancias
generales (…) cualquier cosa perceptible, imaginable e, incluso, ini -
maginable en algún sentido.” (Peirce, 1910: CP 2.232).
Lo que le da entidad de Objeto no es su existencia material, sino el ser
convocado por un Representamen. No debemos olvidar que todo Objeto, por
definición, no es necesariamente algo físico, sino que puede ser una idea,
un hecho, etc. Peirce los clasifica en Objeto inmediato y Objeto dinámico.
El inmediato es parcial, interno a la semiosis, una idea específica que no
abarca a la totalidad y complejidad del Objeto. El dinámico es el real, en su
complejidad, que no podrá ser conocido nunca en su totalidad por las limita- PÁG.
ciones de la mente humana. Peirce dijo que a medida que el conocimiento 6
científico avance en el tiempo de manera colaborativa, nuestro saber parcial
sobre las cosas del mundo se acercaría a la verdad de tales cosas, pero
siempre habría un resto que quedaría sin conocer. El Objeto inmediato tien-
de al Objeto dinámico pero nunca lo alcanza, por lo que tendremos siempre
varias versiones incompletas de la verdad del mundo.
Esta cita indica, entonces, que un signo logra su ser en tanto pueda operar,
en sí mismo, como punto de partida para otros signos, y esta noción nos
remite a la construcción colectiva del conocimiento. Debido a su arquitectu-
ra y por su definición, el signo siempre es leído e interpretado en otro signo
que pueda ser desarrollado en algún aspecto para otro Interpretante. Esto
sitúa al signo en un espacio de desenvolvimiento y de expansión en nuevas
reinterpretaciones, que se traducen en el desarrollo del conocimiento cien -
tífico: las ciencias no descubren una verdad ni la revelan, sino que ésta de-
pende de una construcción social, determinada por coordenadas espaciales
y temporales, una productividad enteramente perfectible y atravesada por el
lenguaje. Es en ese sentido que Peirce dijo que:
5. SEMIOSIS
Lo mismo ocurre con los objetos del mundo. En la II Guerra Mundial, Alan
Turing pensó en una máquina que pudiera decodificar mensajes cifrados,
basándose en algoritmos complejos y en una extraña concepción de la inte-
ligencia. Sus descabelladas ideas fueron resistidas en su época, hasta que
progresivamente fueron estudiadas en diversos campos, generando un área
científica en sí misma y sentando las bases de lo que hoy llamamos “inteli -
gencia artificial”. Hace medio siglo la palabra “computadora” no significaba
nada, y hoy esa palabra es casi una extensión de nuestro organismo. En me -
nos de un siglo, un simple vocablo como éste se inscribió en una semiosis,
donde su uso reiterado diseñó hábitos de interpretación que, actualmente,
se sostienen por sí solos.
Tanto el ser humano como los objetos del mundo existen, precisamente,
porque están inscriptos en una semiosis que los configura y les aporta sen-
tidos. Y en esta semiosis es fundamental la intervención de los otros. Pese
a que nos percibimos como sujetos completos, distintos y diferentes del
resto, al igual que la palabra “computadora” debemos nuestro sentido a
una cadena histórica de Interpretantes. Y en esa misma trama de signos o
semiosis histórica en la que nos inscribimos, no sólo somos hoy, sino que
también nos transformamos en el tiempo: al ser signo, otros signos nos
interpretarán. Nos proyectamos hacia otros signos futuros, como un signo
igual o más desarrollado.
Finalmente, con este nuevo marco teórico de trasfondo, nos queda pregun-
tarnos por nuestra crónica del desencanto al intentar llevar una película a
la clase de Lengua y Literatura. Deberíamos poder identificar qué Interpre -
tantes nos forjaron a nosotros como educadores. Si estamos leyendo cine,
y estamos enseñando a leer y producir nuevas ideas en nuevos lenguajes, o
si miramos cine, y nuestra mirada es la misma que el espectador anómico
de películas y estamos enseñando a reproducir formas industriales de con-
sumo. Deberíamos preguntarnos si estamos innovando la clase junto a los
estudiantes o sólo entreteniendo al público. Deberíamos poder preguntarnos
si estamos escenificando el límite de nuestros intereses en la reproducción
de una forma repetida de dar clases, o si nuestra clase se presenta como
una oportunidad para pensar el lenguaje de una perspectiva más amplia.
Toda semiosis se inicia en un signo previo: para este caso en particular, la
semiótica del cine se ofrece como un Interpretante desarrollado por varios
especialistas hace algunos años. Se trata de un sistema de conocimientos
que están esperándonos para hacer de nuestras prácticas de enseñanza
una experiencia innovadora, no sólo para hacer, desarrollar clases intere -
santes, sino también para ofrecer hipótesis nuevas sobre las ciencias y las
artes inscriptos en otros lenguajes, precisamente con los que pensamos y
trabajamos a diario.
6. LECTURAS DERIVADAS
PÁG.
• Peirce, Ch. S. (1873): “Capítulo V. Que la significación del pensamiento 10
reside en su referencia al futuro” en MS 392. Trad. Juan Pablo Serra,
2007.
ISBN 978-987-692-065-0
1. Semiótica. 2. Educación. 3. Investigación. I. De Zan, María Eugenia II. Kesler, Betina III.
Título
CDD 401.41
Serie:
Material de Estudio del Centro Multimedial de Educación a Distancia
Universidad Nacional del Litoral
Versión: 2015
Impreso en Santa Fe, Argentina, Junio de 2015
Editor Responsable:
Universidad Nacional del Litoral
Bv. Pellegrini 2750 - 3000 Santa Fe
Tel.: 0342 - 4571110