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Serie Hermanos Blaecleah

El Vaquero Tranquilo 1

El Vaquero Guardian 2

A la Manera de los Cowboy 3

El Coraje del Cowboy 4

Comportarse como un Cawboy 5

1
Sinopsis
Seamus Blaecleah disfrutó de un beso explosivo con el Sheriff John
Riley y luego el hombre se negó a hablar con él. Devastado, Seamus
decide dejar el rancho de la familia y encontrar algún lugar dónde los
recuerdos del hombre que ama no lo acechen en cada momento despierto.
Yancy Butler está encantado cuando el hermano Blaecleah más sexy
aparece en su puerta, buscando una nueva vida. Había renunciado a la
esperanza de tener algo con el hombre cuando descubrió que Seamus
amaba a otro. Ahora, Yancy está determinado a ser el hombre en el corazón
de Seamus.
El Sheriff John Riley haría cualquier cosa para proteger al hombre
que ama, incluso dejar que Seamus crea que no quiere tener nada que ver
con él. Pero si puede descubrir quién está amenazándolo a él y a aquellos
importantes para él, podrá traer a Seamus a casa.
Cuando la traición viene de la mano de alguien cercano a ellos,
Yancy, Seamus, y John tienen que aprender a dejar sus diferencias a un
lado y trabajar juntos si quieren permanecer vivos. Pero al hacerlo,
¿aprenderán a aceptarse entre ellos o su relación sólo será una de
conveniencia?

2
Capítulo 1
El corazón de Seamus Blaecleah latió un poco más rápido cuando vio
la camioneta del Sheriff John Riley parar en la entrada. No sabía por qué el
sheriff estaba allí, pero Seamus estaba bastante seguro de que no era para
verlo a él.
El Sheriff Riley había estado evitando a Seamus durante las últimas
semanas, desde que se habían besado. El hombre casi se salía de su camino
para permanecer lejos de Seamus. Algo sobre eso hacía que el corazón de
Seamus doliera un poco. Otra parte de él decía que era lo mejor. Desear al
hermoso sheriff sólo le traería dolor.
Seamus se secó las manos en el trapo de cocina, tirando el trapo en la
encimera, y luego caminó a la puerta principal. El sheriff estaba saliendo
de su vehículo policial cuando Seamus abrió la puerta y salió al porche.
–Buenas tardes, Sheriff.
–Seamus. –El sheriff miró alrededor–. ¿Están tus padres?
–Lo siento, Sheriff, fueron al pueblo hace un par de horas. No les
espero en casa hasta más tarde esta noche. ¿Hay algo con lo que pueda
ayudarte?
–¿Y Rourke y Billy? ¿Están por aquí?
–No. –Seamus frunció el ceño–. ¿De qué va todo esto, Sheriff?
–Tengo algunas noticias para ellos sobre Ira Thornton.
Seamus se encogió ante la mera mención del nombre de Ira
Thornton. El hombre eran malas noticias y lo habían sido durante años. Ira
actualmente estaba en una celda de prisión después de ser encontrado
culpable de dos condenas por intentos de asesinato, una condena por
asalto, y una condena más por secuestro. Seamus pensaba que deberían 3
haber acusado de más cargos al hombre que todos habían pensado que era
el padre de Billy, pero esas eran todas las evidencias que el Sheriff había
sido capaz de conseguir contra el hombre.
–¿Qué noticias, Sheriff?
–Ira Thornton y otro preso escaparon de la custodia mientras eran
transferidos a otra instalación. Dejaron inconsciente al guardia y se
llevaron su coche. No se les ha visto por la zona, pero aun así pensé que lo
mejor sería venir aquí y advertiros a todos.
Seamus sintió la sangre drenándose de su rostro, su corazón latiendo
tan fuerte en su pecho que podía escucharlo en sus orejas. –¿Cómo coño
pasó eso?
–Ira se reportó enfermo en la enfermería. Lo que sea que estaba mal
con él fue suficiente para que el doctor de la prisión enviara a Ira al
hospital, junto a otro preso enfermo. Escaparon de camino.
Esto no era bueno, nada bueno, para nada. Seamus no tenía dudas de
que Ira volvería a Cade Creek e intentaría cumplir las amenazas que había
hecho contra toda la familia Blaecleah. El tipo había dicho que la familia
Blaecleah pagaría. Seamus temía que el tipo cumpliese su promesa.
–Aprecio que vinieras a advertirnos, Sheriff. Me aseguraré de que
Ma, Pa y todos los demás lo sepan.
El sheriff agarró el borde de su sombrero y le dio a Seamus un
asentimiento cortés. –Hazlo.
Seamus casi gimió cuando el sheriff se giró y empezó a volver a su
camioneta. No quería que el hombre se fuera, especialmente sabiendo que
esta podría ser la última vez que vería a John en un largo tiempo.
–¿Puedo ofrecerte una taza de café, Sheriff?
–Gracias de todas formas, Seamus. –El corto y rizado cabello rubio
rozó las barbudas mejillas del sheriff mientras sacudía la cabeza–. Necesito
volver a la oficina. No puedo decir lo que pasaría si estoy fuera demasiado
tiempo. 4
No había nada que Seamus pudiera decir a eso. Si el sheriff no quería
quedarse, Seamus no podía obligarlo. Seamus le dio al sheriff una sonrisa
que realmente no sentía y observó al hombre volver a subir a su vehículo.
Con la rapidez con la que el sheriff giró su camioneta y salió de la
entrada, Seamus habría pensado que el tipo estaba intentando escapar de
una epidemia o algo.
Seamus observó hasta que el vehículo del sheriff desapareció, luego
volvió a entrar dentro de la casa. Realmente se estaba cansando de sentirse
como si tuviera algún tipo de enfermedad cuando estaba alrededor del
sheriff.
Fue un beso, uno simple, apasionado, un beso sensacional,
parcialmente estimulado por el miedo y la adrenalina después de que el
coche del sheriff hubiera explotado y parcialmente debido a la increíble
atracción que Seamus tenía por el hermoso Sheriff.
Había estado anhelando al hombre desde que el sheriff había tomado
el trabajo después del anterior sheriff. Seamus nunca había hecho nada al
respecto hasta el día en que John vino para ayudarlos cuando la madre de
Ruben intentó matarlos a todos.
Había querido la custodia de la hija de Ruben, Alani, para conseguir
la herencia de la niña. Cuando sus amenazas e intimidación no
funcionaron, intentó matarlos a todos. Elijah, el amante de Ruben, recibió
un disparo, el coche del sheriff explotó, y el resto de ellos temía por sus
vidas.
Seamus había descubierto que besar al sheriff era tan bueno como
mirarlo. El hombre había dado la vuelta al mundo de Seamus, luego lo
destrozó cuando dijo que necesitaban hablar, se alejó y nunca volvió.
Seamus le habría dejado solo y lo habría achacado a demasiada
adrenalina si el sheriff no hubiera empezado a evitarlo inmediatamente
después. Así que el sheriff realmente no estaba interesado. ¿Y qué? Había
sido un verdadero error. Eso no significaba que el sheriff tuviera que tratar
a Seamus como si tuviera una enfermedad contagiosa.
5
Seamus suspiró y frustrado se pasó la mano por el pelo. Suponía que
de todas formas no importaba. Se iría pronto, y sólo vería al sheriff cuando
volviera a casa durante las vacaciones.
Había pensado mucho sobre su decisión de abandonar el rancho de la
familia. Era una decisión difícil. Había nacido aquí, justo arriba en el
dormitorio de Ma y Pa. Lachlan había nacido en Irlanda antes de que Ma y
Pa cruzaran el mar.
Este era el hogar de Seamus, su familia.
Incluso después de que sus hermanos encontraran a sus parejas y se
casaran, todos se quedaron, viviendo en sus propias casas en el rancho.
Todos se quedaban excepto Seamus. Necesitaba algo más en su vida, algo
que no podía encontrar aquí en el rancho ni en el pueblo de Cade Creek, lo
cual era realmente malo. Había considerado seriamente abandonar su
sueño si el sheriff hubiera estado interesado. No lo estaba, y Seamus se
iba.
Sólo tenía que decírselo a su familia.

–Ma, Pa, ¿me preguntaba si podría hablar con vosotros un momento?


–Seamus estaba nervioso. Se sentía como si fuera a decirles a sus padres
que había suspendido cada clase en el instituto. Había programado su
petición para después de cenar cuando sus padres estarían relajándose en el
porche principal, sus hermanos fuera haciendo sus cosas.
–Claro, hijo –dijo Pa mientras señalaba la silla junto a él–, siéntate y
dinos que pasa por tu mente.
Seamus se sentó rápidamente. Apoyó sus brazos en sus rodillas y
recogió sus manos juntas. –He estado pensando en algo por un tiempo y he
tomado una decisión. Me voy del rancho. 6
Tan pronto como Seamus lo dijo, aguantó su respiración y esperó la
discusión. Cuando Ma sólo siguió tejiendo y Pa sólo mecía su silla,
Seamus empezó a preguntarse si le habían escuchado.
–Ma, Pa, me voy del rancho, me mudo.
–Te hemos escuchado, hijo –dijo Pa.
–¿No tenéis nada que decir?
–Dijiste que habías tomado una decisión, Seamus –dijo Ma, alzando
la mirada brevemente de su tejido–. Eres un hombre adulto. Si escoges irte
del rancho, es decisión tuya. Mantendremos tu habitación para ti, por
supuesto.
–No sé cuándo volveré.
Ma sonrió. –Mantendremos tu habitación, Seamus.
–¿Ni siquiera queréis saber por qué me voy?
–Si quieres decírnoslo, te escucharemos, hijo –dijo Pa.
Seamus desearía haber mantenido su boca cerrada. Sus razones para
irse sonaron correctas cuando las pensó en su mente. Intentar ponerlas en
orden para explicárselas a sus padres era otra historia distinta.
–Quiero una familia, Ma. –Por desgracia, el hombre que deseaba que
fuera su familia no lo quería a él. Era una pastilla amarga que tragar, pero
no todas las cosas acababan felices al final. Seamus tenía la fuerte
sospecha de que John Riley era su leyenda. Sólo que no veía un final feliz
para ellos como el que había encontrado el resto de su familia.
–Por supuesto que sí, hijo.
–No voy a encontrar eso aquí.
–Nunca sabes lo que podrías encontrar a menos que lo busques,
Seamus.
–No, Pa. –Seamus sacudió su cabeza, resignado a tener que buscar 7
fuera de Cade Creek lo que deseaba–. Estoy bastante seguro de que no lo
encontraré aquí.
Seamus estaba casi seguro de ello. Había estado buscando durante
años. No había forma de que encontrara lo que buscaba aquí. Los
hermanos Blaecleah tenían demasiada reputación en Cade Creek. Todos
sabían quiénes eran.
Y todos sabían que Seamus era gay. No le dejaba mucho espacio para
encontrar a alguien que no hubiera salido, flirteado, o al menos besado a
uno de sus hermanos. No había tantos hombres gay en Cade Creek.
–¿Sabes a dónde vas a ir, hijo? –preguntó Ma.
Seamus se encogió. Realmente no había pensado tanto en ello. Su
mente había estado demasiado consumida con irse. –Todavía no lo sé.
Todavía estoy pensando en esa parte.
Pero sabía a quién podía llamar.
–Yancy dijo que podía quedarme en su sofá un tiempo si lo
necesitaba. –Bueno, Yancy realmente había ofrecido a Seamus un lugar en
su cama, pero eso no era lo que Seamus estaba buscando, no todavía.
Quería descubrir que iba a hacer con su vida antes de involucrarse con
alguien nuevo. Su corazón todavía estaba herido por la reacción del buen
sheriff.
–¿Es esa una decisión sabia, hijo? – preguntó Pa.
–Me gusta Yancy –sonrió Seamus–. Me hace reír. –Yancy era un buen
tipo. Ciertamente había tomado la iniciativa cuando el clan Blaecleah
había sido atacado por Janice McCallister, la madre de Ruben. Había
ayudado a rastrear al tirador y fue fundamental para mantenerlos a todos
vivos.
–La risa está bien –dijo Ma. Sonrió y palmeó el muslo de Pa–. Tu
padre siempre me hace reír.
–¿Pero es eso suficiente? –preguntó Pa–. En la vida hay más que
risas, hijo. 8
Seamus parpadeó a su padre, sólo mirándolo. –Sólo me voy a quedar
en su sofá, Pa, no mudándome.
–Uh-huh.
Seamus estaba bastante seguro de que sus padres estaban locos.
Tenían a casi todos sus hijos o emparejados con alguien o casados. Seamus
era el único solo. No es que quisiera estar solo, sino más bien que no había
nadie que lo quisiera.
Había pensado un tiempo que el sheriff sería el definitivo, pero eso
estaba obviamente mal. Yancy se había ofrecido a ocupar el lugar del
sheriff, pero Seamus no pensaba que el hombre hablara en serio. La oferta
de Yancy era sobretodo de naturaleza sexual, y aunque Seamus encontraba
al hombre muy atractivo, quería más que un rápido rollo entre las sábanas.
–Necesito ir a hacer las maletas –dijo Seamus mientras se levantaba.
Realmente no quería tener esta conversación con sus padres, especialmente
cuando incluía en quién podría estar interesado, y parecía que era justo
hacía allí a donde se dirigía la conversación.
–¿Cuándo planeas irte, hijo? –preguntó Ma.
–Pensé en ir a casa de Yancy mañana. Es fin de semana, y dijo que
me mostraría un poco los alrededores–. Volveré el domingo.
–Asegúrate de llegar a casa a tiempo para la cena del domingo,
Seamus –dijo Ma–. Y trae a Yancy si quieres. Si te vas a quedar con el
hombre, creo que debería conocerlo mejor. No tuvimos suficiente tiempo
realmente para conocerlo cuando estuvo aquí antes.
Seamus sonrió, contento de que parecía que sus padres se estaban
tomando su decisión de mudarse tan bien. –Le preguntaré a Yancy. –Estaba
bastante seguro de que Yancy estaría de acuerdo en venir a cenar. El
hombre había alabado con entusiasmo la cocina de Ma durante días
después de quedarse a cenar tras el ataque de Janice McCallister.
–Haré pollo frito, puré de patatas, y salsa –dijo Ma.
Seamus sacudió su cabeza divertido mientras entraba en la casa. Se 9
preguntó si había algo que agitara a sus padres. Siempre parecían tan
calmados con todo, incluso con uno de su sangre yéndose. La única vez
que Seamus había visto a alguno de sus padres indignados era cuando uno
de sus hijos estaba en problemas.
Y entonces el infierno estallaba.
Seamus sintió sus pies pesados mientras subía las escaleras al
dormitorio en el que había vivido toda su vida. Empujó la puerta
abriéndola y miró alrededor de la habitación. Considerando que había
vivido en la pequeña habitación más de treinta años, estaba limpia y bien
organizada.
Quizás tenía TOC1 o algo. Odiaba que las cosas estuvieran fuera de
lugar. El desorden lo volvía loco. Le gustaba todo en su sitio, organizado,
limpio. Incluso sus libros y vídeos estaban colocados en el estante en
orden alfabético.
Sí, tenía problemas.
Seamus caminó y se sentó en el lado de la cama y alcanzó su móvil.
Sus manos temblaron mientras marcaba el número de teléfono de Yancy.
Sabía que el hombre lo había invitado a que se quedara cuando quisiera,
pero realmente hacer la llamada telefónica era abrumador.
–Hey, Yancy –dijo Seamus cuando escuchó a alguien contestar al
otro lado de la línea–. Soy Seamus Blaecleah. ¿Esa invitación a usar tu
sofá todavía sigue en pie?
La profunda y sexy risa de Yancy se deslizó por la línea telefónica. –
¿Estás seguro de que no preferirías mi dormitorio?
Seamus rio. –Por el momento no, Yancy.
–No sabes lo que te estás perdiendo, cariño. –Había una nota ronca
en la voz de Yancy que cualquier otro día le habría hecho deleitarse. Sólo
que hoy no–. Puedo prometerte que mi cama es mucho más cómoda que el
sofá.
–Sí, bueno, probablemente no soy un buen juez sobre lo que es 10
1
Trastorno Obsesivo-Compulsivo.
cómodo ahora mismo.
–Bueno. –Yancy suspiró profundamente como si estuviera seriamente
decepcionado por el rechazo de Seamus a su oferta. Por suerte, Seamus
sabía que todo eran fanfarronadas. Bueno, esperaba que fueran
fanfarronadas–. Si prefieres el sofá, entonces supongo que tendré que
aceptarlo.
–Gracias, Yancy.
–No es problema, cariño. Tengo que trabajar esta noche, un caso feo
de divorcio, pero estaré en casa la mayor parte de mañana. ¿Cuándo
vendrás?
–Por ahora voy a hacer una bolsa. Conseguiré el resto de mis cosas
cuando vuelva el domingo para cenar, lo que me recuerda, Ma quiere que
vengas el domingo a cenar. Dice que ya que voy a quedarme contigo,
quiere conocerte mejor.
–¿Cena el domingo? –La voz de Yancy salió en un delgado chirrido
como si alguien le acabara de decir que iban a meterle bambú bajo sus
uñas.
–Ma va a hacer pollo frito, puré de patatas y salsa.
–¿Pollo frito? –La voz de Yancy fue mucho más fuerte cuando
contestó esta vez–. Oh, voy sin duda.
Seamus sonrió. Yancy era de estómago grande. –Pensé que podrías
decir eso.
–Entonces, ¿cuándo puedo esperarte, hombre?
Seamus agarró fuerte su teléfono en su mano cuando se dio cuenta de
que realmente estaba planeando dejar atrás la única casa que había
conocido. –Debería estar allí alrededor del mediodía de mañana.
–Vale, Seamus, te veo entonces. Si no contesto la puerta
directamente, sólo llama más fuerte. El curro de esta noche podría llevar
algunas horas, por lo que podría estar dormido mañana. 11
–Vale, te veré entonces. –Seamus colgó el teléfono y lo dejó caer en
la cama junto a él. Su corazón se hundió mientras miraba alrededor de su
habitación. ¿Cuánto tiempo podría llevarle empaquetar toda una vida de
posesiones?

John hizo una mueca mientras escuchaba la voz en su contestador


haciendo una larga serie de amenazas. Si sólo la mitad de lo que su
acosador decía que iba a hacerle fuera posible, John estaría más
preocupado de lo que ya estaba.
Aún así, no podía desestimar las amenazas. Se estaban volviendo
más gráficas con cada día que pasaba, y ahora venían casi cada día. Al
principio, John había desestimado la primera amenaza como una llamada
de broma. Con cada nuevo mensaje, el miedo de que estos pudieran no ser
amenazas vacías había empezado a inundar a John.
Había sido amenazado antes. Probablemente cada oficial de la ley lo
había sido. Normalmente, eran sólo palabras. Estos estaban empezando a ir
más allá que sólo palabras. Había encontrado un gato muerto delante de su
porche delantero hacía un par de semanas, justo como había dicho la
amenaza.
La Sra. Cleary había amado a ese maldito gato.
John realmente había esperado que fuera sólo algún adolescente que
había arrestado por beber o alguien que hacía las amenazas para conseguir
que John retirara los cargos. Esto era mucho peor. Estas eran verdaderas
amenazas contra su vida y la vida de aquellos que le importaban.
Le gustaba ese gato, por lo cual, sospechaba, la maldita cosa ahora
estaba muerta. Pero también le decía que alguien lo estaba vigilando.
Nadie excepto la Sra. Cleary sabía que secretamente alimentaba al gato 12
cada noche cuando volvía a casa del trabajo.
Si alguien lo estaba vigilando, entonces con quien hubiera entrado en
contacto fuera de su trabajo podría estar en peligro. La mente de John
instantáneamente fue al único hombre que tenía el poder de destruirlo si
algo le pasaba.
Seamus Blaecleah.
El hombre hacía que a John le dolieran los dientes sólo por mirarlo.
Seamus le quitó el aliento la primera vez que lo había visto, John casi se
había tragado su lengua. No había sido mucho mejor después de eso.
Seamus todavía tenía la habilidad de quitarle el aire de los pulmones sólo
con una simple mirada.
Besar a Seamus había sido mejor que cualquier orgasmo que John
había experimentado nunca. Quería hacerlo una y otra vez hasta que
ambos se desmayaran por la falta de oxígeno. El hecho de que Seamus
parecía desear sus besos sólo hacía las cosas mejores.
Sólo necesitaba tratar con esta pequeña situación, y luego podría
reclamar a Seamus como su corazón le pedía. El dolor de corazón que tuvo
cuando vio el rostro de Seamus hoy cuando no se quedó para el café casi
destroza a John.
No podía pensar en nada que deseara más que en pasar tiempo con
Seamus, pero ponerlo en peligro por unos pocos momentos robados no
valía la pena. Hasta que John descubriera quién lo estaba amenazando a él
y a aquellos que le importaban, específicamente Seamus, estar con el
hombre podría hacer que Seamus acabara herido o peor.
Y nada valía eso.
Sólo esperaba que Seamus esperara por él.
Frustrado más allá de lo que podía creer por la dirección en que iba
su vida, John se pasó la mano por su pelo y luego agarró el archivo del
caso en el que había estado trabajando las últimas semanas. La mayoría de
su búsqueda e investigación la había hecho en sus horas libres porque no 13
quería que nadie supiera lo que estaba haciendo. Si una palabra salía, su
investigación podría desbaratarse, y lo sabía.
El Sheriff Miller estaba sucio.
Todo el mundo lo sabía.
John iba a demostrarlo.
Pasó la mayor parte de la siguiente hora repasando una colección de
archivos que había traído a casa desde el trabajo. Sabía que la respuesta
estaba en los viejos casos en alguna parte. Sólo necesitaba encontrarla.
Se topó con un archivo en particular que llamó su interés. Era un
caso de un desguace, uno que supuestamente el Sheriff Miller había
resuelto, llevando a los tipos malos ante la justicia y cerrando el desguace.
El único problema que John veía en el archivo era que conocía esa
tienda de reparaciones de coches. Había estado en funcionamiento durante
años. El Taller de Reparaciones Murphy todavía estaba en funcionamiento.
Si había sido cerrado por robar vehículos y venderlos por partes, ¿por qué
sus puertas estaban todavía abiertas?
John agarró su teléfono ausentemente cuando sonó. Apenas notó que
eran más de las diez de la noche cuando se llevó el teléfono a su oreja.
¿Quién coño llamaría tan tarde por la noche?
–Hey, Sheriff –dijo la voz al otro lado–. Siento mucho molestar tan
tarde, y en casa.
John gruñó sabiendo que esa noche iba a ser más larga. –Está bien,
Webber. ¿Qué pasa?
–El jefe de bomberos me pidió que te llamara. Está en la escena de
un fuego sospechoso y quiere que te dirijas allí.
–Vale. –John cerró el archivo y se levantó, alcanzando su chaqueta–.
¿A dónde voy?
–Taller de Reparaciones Murphy.
14
Capítulo 2
Yancy gruñó y enterró su cabeza más profundamente en la almohada.
Se sentía como si se acabara de meter en la cama. Lo único que le decía
que había dormido más de cinco minutos era la increíble luz brillando a
través de la ventana de su dormitorio.
Sabía que debería haber puesto persianas.
Espera.
Las cejas de Yancy se juntaron mientras sacaba su cabeza de debajo
de la almohada, la levantaba y la ladeaba ligeramente para poder escuchar
mejor. Yancy gruñó y bajó su cabeza a la almohada, de cara.
Maldición.
Alguien estaba llamando a la puerta principal.
¿La gente no entendía el concepto de dormir? ¿Quién coño estaría
llamando a su puerta a esta jodida hora del día y por qué? Seriamente
estaban poniendo sus vidas en sus manos. Cuando los golpes no pararon
mágicamente, Yancy apartó las mantas y rodó al lado de la cama. Se
restregó sus ojos soñolientos mientras se levantaba y bajaba por el pasillo
hacia la puerta.
Iba a matar a alguien, lenta y dolorosamente. El viaje de vigilancia en
el que había estado anoche había durado una eternidad. No fue hasta altas
horas de la madrugada que había conseguido las fotos incriminatorias que
su cliente quería. Se había arrastrado a la cama justo cuando el sol estaba
empezando a salir, y quería volver a la cama hasta que la maldita cosa
desapareciera de la vista.
–¿Qué? –gruñó Yancy mientras abría la puerta.
–Uh... ¿Yancy? 15
Yancy frunció el ceño confuso. –¿Seamus? –Por un momento, Yancy
pensó que su falta de sueño había conjurado al hombre de sus sueños y lo
había puesto al otro lado de su entrada. Ante la mirada vacilante de
Seamus, Yancy se pasó la mano por la cara e intentó recordar que Seamus
había rechazado su invitación a unirse a él en la cama, lo que significaba
que Seamus estaba aquí por otra razón.
Doble maldición.
–Dijiste que siguiera llamando a la puerta hasta que contestaras –dijo
Seamus vacilante.
La comprensión golpeó a Yancy como un tren de carga. –Joder,
Seamus, lo siento. Estuve despierto hasta el amanecer esta mañana en un
encargo. Se me olvidó totalmente que venías.
–¿Quieres que me vaya y vuelva después de que hayas dormido
algo?
–No, hombre. –Yancy rio y se echó atrás–. Vamos entra.
–¿Estás seguro?
–Sí, estoy seguro. –Yancy estaba seguro que quería que Seamus
entrara. Preferiría que Seamus entrara y siguiera directo por el pasillo a su
dormitorio, pero el hombre había dejado más que claro que no estaba
buscando nada más que un amigo.
Por lo tanto, Yancy sería su amigo hasta que Seamus se sacara al
Sheriff John Riley de su sistema... y entonces actuaría para llenar el
espacio vacío que el sheriff había dejado en la vida de Seamus.
Idiota.
Realmente no había otra forma de describir al sheriff. El hombre
tenía que ser un completo imbécil. Cualquiera que conociera a Seamus
Blaecleah podía ver que era un buen partido. Además del hecho de que el
hombre quitaba el aliento con su cabello marrón chocolate oscuro y ojos
esmeralda profundo, era listo y divertido tan caliente como podía ser.
El sheriff había tenido la oportunidad de cazar a Seamus, y la había 16
jodido. Yancy no iba a ser tan estúpido. No había estado buscando una
relación cuando contestó la llamada de ayuda de Elijah James. En el
minuto en que conoció a Seamus, todo eso cambió. El hombre encajaba
con cada una de las fantasías nocturnas de Yancy y más.
–¿Dónde debería poner mi bolsa? –preguntó Seamus mientras se
giraba para mirar a Yancy.
Yancy casi frunce el ceño cuando notó la pequeña bolsa. Había
esperado algo más grande, algo que pudiera indicar que Seamus se
quedaría más tiempo. Una pequeña bolsa significaba que Seamus volvería
a casa más pronto que tarde.
–Sólo déjala en el suelo al lado del sofá. Vaciaré un armario para ti
antes de que volvamos para la cena del domingo. –Y con suerte
convencería al hombre de que empacara el resto de sus pertenencias y las
trajera de vuelta.
–Guay.
Yancy presionó sus labios juntos para evitar gemir cuando Seamus se
giró y caminó por la sala. ¿Los vaqueros del hombre podían ser más
apretados? Yancy tenía que preguntarse si Seamus estaba consiguiendo
oxígeno en su cerebro. Sus vaqueros prácticamente estaban pintados.
–Hey, ¿estás bien?
Yancy sintió su rostro sonrojarse cuando Seamus lo pilló mirándolo
embobado. –Sí, estoy bien, hombre. Sólo un poco cansado –dijo
rápidamente, esperando que Seamus no notara su metedura de pata. Se
suponía que era el amigo del hombre, no su acosador–. Tuve que esperar
horas a que el tipo se fuera para ver a su amante anoche.
–¿El caso de divorcio?
Yancy asintió. –Sí, asuntos sucios.
–¿Conseguiste lo que necesitabas?
Yancy rio. –Oh, sí. Conseguí lo que necesitaba y más. Si esto no le
consigue a la esposa lo que quiere en el divorcio, me comeré mi licencia 17
de detective.
Seamus hizo una mueca. –¿Tan malo?
Yancy se encogió. –Se casó con un hombre veinte años más joven y
luego puso el nombre de él en todas las cuentas de ella. Ha estado usando
el dinero de ella para patrocinar las fiestas de sus pequeñas chicas. Ya he
localizado a tres amantes y a una chica a la que ve regularmente. Estará
frito cuando los abogados de la esposa vean mis fotos.
–Caramba, ¿cómo haces esto día sí y día también? –Seamus se dejó
caer en el sofá–. Creo que me estaría tirando del pelo en una semana. ¿No
te pone los pelos de punta?
–No todos mis casos son tan malos, no realmente. La mayoría son
casos de divorcio, claro, pero algunos son un poco mejor que esto. Todavía
hago algún trabajo lateral para el departamento cuando necesitan
investigar algo que ellos no pueden.
–No puedo imaginarme pasar de trabajo policial a tomar fotos de
parejas casadas siendo infieles. –Seamus se pasó la mano por su estómago.
Sus labios bajaron por sus esquinas como si tuviera un sabor asqueroso en
su boca–. Me da un poco de nauseas, ¿sabes?
–No todos son tan felices como tus padres o hermanos, Seamus. Se
necesita a alguien especial para ver lo bueno que es un matrimonio.
Oh, mírame siendo todo filosófico y mierdas.
–¿Realmente ves el matrimonio así? –preguntó Seamus mientras
miraba a Yancy, la curiosidad escrita en sus cejas levantadas.
–Sí, supongo que sí. He visto muchas cosas malas en mi línea de
trabajo, tanto en la policía como fuera. Pero también he visto mucho bien.
Tu familia es un ejemplo perfecto. Nunca he conocido a una familia tan
cercana en mi vida. Sin importar lo que pase, todos os unís sin preguntas.
Lo que realmente hacía que Yancy se preguntara por qué se había
ido. Profundamente, sabía la respuesta. Seamus se había ido por sus 18
sentimientos por John Riley. Pero Yancy todavía no podía entender por qué
alguien dejaría a una familia como los Blaecleah. Si ellos le pertenecieran,
nunca pondría un pie fuera del rancho.
–Hey, mira. –Yancy se restregó la nuca y miró a todas partes menos a
Seamus. No quería que el hombre viera cuanto lo deseaba. No sería un
buen amigo deseando al tipo–. Necesito dormir un par de horas más.
¿Crees que puedes entretenerte sólo por un rato?
–¿Tienes tele por cable?
Yancy rio. –Demonios, sí.
–Entonces estoy bien.
Malditamente cierto, lo estaba. Estaba buenísimo. Yancy casi gime
de nuevo.
–Guay. La nevera está llena, por lo que si tienes hambre, adelante y
saquea la maldita cosa. El baño está en el pasillo, primera puerta a la
derecha. Las toallas están en el armario al final del pasillo. Si necesitas
algo, sólo llama a mi puerta.
–Estaré bien, Yancy. –Seamus sonrió con suficiencia–. Vuelve a la
cama.
–Cama. –Yancy inhaló profundamente ante la idea de Seamus en su
cama–. Cierto. Vale, me voy.
Yancy retrocedió hasta que chocó con la pared, casi tropieza mientras
se giraba y caminaba por el pasillo. La risa profunda y rica de Seamus lo
siguió todo el camino. Yancy cerró la puerta de su dormitorio y se apoyó
contra la fría madera.
No tenía ni idea cuando hizo la oferta a Seamus de quedarse en su
sofá que el hombre realmente la aceptaría. ¿Ahora qué iba a hacer?
Realmente no sabía cuánto tiempo podría tener a Seamus alrededor antes
de que empezara a avanzar con el tipo.
Demonios, en ese punto estaba listo para declarar que deseaba a
Seamus en su cama. ¿Y no haría eso que pareciera un completo idiota? 19
Seamus probablemente gritaría todo el camino de vuelta al rancho de su
familia, y justo a los brazos del Sheriff John Riley.
Disgustado con su falta de control, Yancy se apartó de la puerta.
Atravesó la habitación y se lanzó a la cama, enterrando su cabeza bajo la
almohada.
Estaba increíblemente jodido.

Yancy frunció el ceño mientras lentamente se despertaba. Algo olía


realmente bien, lo cual era extraño ya que Yancy no era mucho de
cocinar... y todavía estaba en la cama. Levantó la cabeza y olió el aire. Olía
a bacón, huevos, y ¿rollos de canela?
Yancy salió de la cama de nuevo, sintiendo una sensación de déjà vu.
Hizo un rápido viaje al baño para mear, se limpió los dientes, y se pasó un
peine por el pelo. Agarró sus vaqueros del final de la cama y se los subió
por las piernas, sólo recordando que había saludado a Seamus en boxers
mientras se subía la cremallera.
Oh bueno.
Si Seamus iba a quedarse aquí, sería mejor que se acostumbrara a
ello. Realmente había tenido suerte. Yancy normalmente dormía desnudo.
Sólo había estado demasiado cansado la noche anterior para quitarse los
boxers. ¿Y no habría sido eso interesante, si hubiera abierto la puerta con
su polla balanceándose libre?
–Algo huele bien –dijo Yancy mientras salía de su dormitorio. Rodeó
la esquina que llevaba a su cocina justo cuando Seamus se agachaba y
sacaba algo del horno.
Yancy gimió y se palmeó la cara. Eso nunca iba a funcionar si
Seamus seguí inclinándose. El hombre tenía un culo fantástico, y se
20
mostraba en sus apretados vaqueros cada vez que se movía. Yancy
necesitaba invertir en algo de ropa holgada para Seamus, o en unas
anteojeras2 para sí mismo.
–Espero que te gusten los rollos de canela –dijo Seamus mientras
dejaba el molde para hornear encima de los fogones.
–Me encantan. –Demonios, le encantaba cualquier cosa que no
tuviera que cocinar para sí mismo–. Huele fantástico.
–Siéntate –dijo Seamus, apuntando a la mesa con la espátula en su
mano–. Todo está casi listo.
Yancy miró la mesa. Sus cejas se alzaron cuando vio la mesa
colocada bonita. Dos platos uno delante del otro. Había una cafetera y
zumo de naranja, un plato de tostadas, algunos huevos y bacón. Seamus
también había incluido mantequilla, mermelada y algún tipo de glaseado
blanco.
Seamus no se había olvidado de nada.
–Maldición, Seamus, uno de estos días vas hacer muy feliz a una
esposa.
–Gracioso. –Seamus golpeó el hombro de Yancy con el suyo
mientras se acercaba con el plato de rollos de canela y los colocaba en la
mesa. Se sentó en una de las sillas y señaló la otra–. Bueno, vamos. Se va a
enfriar.
Yancy escuchó su estómago gruñir mientras se sentaba dónde
Seamus le había indicado. Seamus rio, y el rostro de Yancy se calentó. –
Normalmente no como así.
–¿Ah sí?
–Realmente, aparte de no tener el tiempo, seguramente me
envenenaría si intentara cocinar algo que no salga de una caja. –Yancy
movió sus cejas y sonrió a Seamus–. El microondas es mi amigo.
21
2
Las piezas que tapan lateralmente los ojos de una caballería para que no vea por los lados, sino de frente.
Seamus arrugó su nariz en disgusto. –Amigo, esa mierda te matará.
–Igual que mi cocina.
Yancy cargó su plato, asegurándose de dejar suficiente para que
Seamus comiera. No quería parecer un completo cerdo, aunque pudiera
comerse todo lo que estaba a la vista en un parpadeo. Era un chico grande
con un estómago grande.
Yancy tomó el primer mordisco de los rollos de canela recién hechos
y gimió. –Oh dios mío, Seamus. Si no te casas conmigo, me voy a suicidar.
Nunca he probado nada tan bueno en mi vida.
–Deja de jurar en vano. –Seamus golpeó a Yancy en la cabeza con
una manopla–. Ma tendría tu culo en cabestrillo si te hubiera escuchado
hablar así.
Yancy parpadeó mientras miraba a Seamus sorprendido.
¿Cuándo había sido que alguien le había regañado por maldecir?
Demonios, ¿cuándo fue la última vez que alguien fue lo bastante valiente
para regañarle por algo? Midiendo 1,97 m. de altura, no mucha gente tenía
las pelotas tan grandes.
Por supuesto, Yancy no se perdió el hecho de que Seamus había
ignorado su proposición de matrimonio. Ambos sabían que estaba
bromeando, mayormente. Ninguno de ellos estaba listo para una relación
seria, mucho menos el matrimonio. Yancy primero quería conocer mejor al
tipo.
Después hablarían de matrimonio.
–¿Tu Ma te enseñó a hacer los rollos de canela? –preguntó Yancy,
sólo para que la conversación siguiera.
–No, realmente fue mi Pa. Ma puede cocinar muy bien, pero los
rollos de canela son la especialidad de Pa. Solía hacerlos la mañana de
navidad antes de que nos levantáramos. Los esperábamos durante todo el
año. –Seamus de repente sonrió–. Todavía pienso en la navidad cuando 22
huelo canela. Las dos cosas de alguna forma van juntas.
–Recordaré eso. –Y lo haría. Yancy no pensaba que nunca pudiera
olvidar algo sobre Seamus. Estaba fascinado con el hombre.
–¿Qué haces tú para navidad?
Yancy se encogió. –Ver fútbol, sobretodo.
–¿Fútbol?
–Mi padre murió cuando yo era joven, ataque al corazón, y mamá no
era mucho de celebraciones. Trabajaba dos turnos, uno en el hospital y otro
en la oficina de un doctor. Era enfermera. Normalmente hacía los turnos de
las festividades porque le pagaban más.
Seamus frunció el ceño, parando con el tenedor a medio camino de
su boca. –¿No celebrabas la navidad?
–No diría eso. Sólo que era un poco diferente a lo que estás
acostumbrado. Mamá siempre se aseguraba de que tuviéramos una cena
especial cuando volvía a casa, pero no era la gran celebración a la que
vosotros estáis acostumbrados.
–Lo siento –dijo Seamus mientras bajaba sus ojos.
–No lo hagas. –Yancy ondeó su mano desechándolo y alcanzó otro
rollo de canela–. Mamá trabajaba muchas horas, pero estaba en casa cada
noche para meterme en la cama y asegurarse de que hacía mis deberes.
–¿Cuándo la perdiste?
Yancy parpadeó. –Oh, no está muerta.
–Pero... –Seamus frunció el ceño de nuevo–. Por la forma en que
hablas de ella...
Maldición, a veces podía ser un completo idiota. –Oh no, ahora está
retirada. Conoció a mi padrastro hace unos diez años. Era un paciente de la
oficina del doctor dónde trabajaba. La vio y se enamoró de ella locamente,
Enamoró locamente a mamá. Están en un crucero a Grecia ahora mismo,
viviendo a lo grande. 23
–Oh, bueno, me alegro de que no la perdieras. Parece que es una
señora muy especial.
–Lo es –sonrió Yancy–. Mi padrastro no está tan mal tampoco. No es
mi padre, pero lo intenta y ama a mamá, por lo que supongo que eso es lo
importante. Cuida bien de ella y la hace feliz.
–Eso es bueno.
–Sí.
Yancy se metió un gran trozo de rollo de canela en su boca para
evitar tener que decir algo más. Estaba empezando a sonar como un idiota
de nuevo. Sólo tenía que mantener su boca cerrada antes de que dijera algo
totalmente insensato de lo que no pudiera retractarse, como ofrecerle a
Seamus un lugar en su cama de nuevo.
Había estado en la armada durante seis años. Estaba acostumbrado a
ser un detective de homicidios. Había luchado contra los tipos malos,
rastreado asesinos, y una vez le habían disparado. Aun así, cada vez que
estaba alrededor de Seamus, se quedaba sin saber qué decir.
Nunca se iba a ganar a Seamus de esta forma. Tendría suerte de que
Seamus se quedara el resto del día. Con la forma en que el cerebro de
Yancy parecía derretirse cada vez que veía al tipo, Seamus seguro que
pensaría que estaba loco para la puesta de sol.
–Entonces, ¿qué haces por aquí para divertirte?
Oh hombre. Yancy puso los ojos en blanco y rápidamente se metió
otro trozo de un rollo de canela en su boca. Estoy tan jodido.

24
Capítulo 3
Seamus sonrió mientras observaba a Yancy comer. Se sentía bien ver
a alguien disfrutar tanto de su comida. No pasaba a menudo. La cocina era
el dominio de Ma, y nadie era lo suficiente estúpido para luchar por ella.
Eso no le daba a Seamus muchas oportunidades de mostrar sus talentos
culinarios, los cuales había aprendido de sus padres.
–No contestaste mi pregunta, Yancy. ¿Qué haces para divertirte por
aquí? –Seamus tragó cuando los enormes hombros de Yancy se movieron
cuando el hombre se encogió. ¿Qué había comido el tipo para ser tan
grande? ¿Piedras?
–Paso mucho tiempo trabajando, Seamus –dijo finalmente Yancy–.
En mi tiempo libre, me gusta mucho holgazanear.
–¿Holgazanear? –Seamus sabía lo que significaba la palabra, pero no
estaba seguro de recordar haberlo hecho. Ser vago en un rancho no estaba
permitido. Siempre había algo que hacer, limpiar los establos, acumular
leña, limpiar los arreos, algo–. Define holgazanear.
La mandíbula de Yancy cayó mientras miraba boquiabierto a
Seamus. –¿Nunca has holgazaneado antes?
–Realmente no.
–Oh, cariño, no sabes lo que te estás perdiendo.
Seamus sintió la esquina de su boca alzarse mientras sonreía. –
Entonces, muéstrame.
No entendió exactamente la repentina mirada inquieta en el rostro de
Yancy, pero se fue antes de que pudiera definirla bien. –Vale, qué tal si te
muestro los alrededores del barrio ya que te vas a quedar aquí.
–¿Eso es holgazanear? 25
Yancy se encogió de hombros, sólo que esta vez todos los músculos
se mostraban ya que el hombre no tenía su camisa puesta. Seamus miró
mientras intentaba que su cerebro recordara de qué coño estaban hablando
y por qué importaba.
Maldición.
–¿Seamus?
Seamus alzó la mirada, su rostro sonrojándose cuando se dio cuenta
de que Yancy había estado hablándole y él se había distraído, ¿quién no lo
haría cuando se enfrentaba a todos esos deliciosos músculos?
–¿Estás bien, hombre?
–Sí. –Seamus sonrió brillantemente mientras agarraba los platos
vacíos de la mesa, se levantaba y empezaba a llevarlos al fregadero–. Sólo
estaba pensando en esta cosa misteriosa de holgazanear de la que estabas
hablando. No estoy seguro de haber escuchado sobre ello antes.
Yancy rio, lo cual se veía increíblemente bien en el hombre. Hacía
que sus ojos gris humo parecieran más brillantes como si bailaran con
vida. –Te encantará, créeme.
–Bueno. –Seamus ondeó su mano hacia el pasillo–. Por qué no vas a
la ducha y te vistes mientras me ocupo de los platos sucios. Luego,
podemos salir y puedes mostrarme esta cosa tuya de holgazanear.
–Oh, puedo ayudar –dijo Yancy mientras se metía otro trozo de rollo
de canela en su boca y agarraba su plato.
–Yancy, ve. Ya me encargo.
–Pero...
Seamus alzó una ceja mientras se giraba, apoyándose contra la
encimera y alzando la espátula en su mano de forma amenazante. –Yancy
Butler, ¿tengo que repetirlo?
La mirada sorprendida, con la mandíbula floja en el rostro del
hombre valió la pena por la sensación de Seamus de que de alguna forma 26
estaba imitando a su Ma. Seamus apuntó con la espátula hacia el pasillo. –
Ve.
–Sí, señor.
Seamus apretó sus labios juntos para evitar reír cuando Yancy se
inclinó hacia delante tanto como pudo y colocó con cuidado su plato en la
encimera antes de salir corriendo de la cocina como si los sabuesos del
infierno le estuvieran mordiendo los tobillos.
Esperó hasta que escuchó la ducha abrirse antes de girarse hacia el
fregadero para acabar de enjuagar y ponerlos en el lavaplatos. Acababa de
quitar el último trozo de comida y limpiado la mesa cuando Yancy salió
del baño vestido con el par de vaqueros y camisa más apretados que
Seamus había visto nunca. Moldeaban el cuerpo de Yancy de una forma
que debería haber sido ilegal.
Seamus tragó fuerte para evitar atragantarse con su lengua.
–Estaba pensando que podríamos ir a la rambla y mirar los nuevos
puestos que hay allí. Después de eso, debería ser la hora de comer, y hay
una pequeña cafetería a la que quiero llevarte.
Bueno, obviamente el oxígeno llegaba al cerebro de Yancy a pesar de
su apretada ropa. Seamus parpadeó para quitarse de los ojos la sexy visión,
y asintió.
–Suena como un plan. –Seamus se giró hacia el fregadero y procedió
a limpiarse las manos para hacer algo más que comerse con los ojos a
Yancy, porque joder si no valía la pena comerse al hombre con los ojos. Se
suponía que estaba aquí para empezar una nueva vida, no para zorrear con
un tipo lo bastante amable para darle un lugar en el qué dormir unas
noches.
–¿Todo está bien, Seamus?
–¿Qué? –Seamus miró por encima de su hombro para ver a Yancy
mirándolo, un brillo crítico de preocupación en sus ojos–. Sí, estoy bien.
¿Por qué?
27
–No lo sé. Pareces un poco distraído. –Yancy apartó la mirada, sus
ojos bajando al suelo–. ¿Pensando en el sheriff de nuevo?
Cierto, el sheriff.
Seamus se había olvidado de que no sólo le había hablado a Yancy de
su enamoramiento por el sheriff de Cade Creek sino que el hombre había
presenciado el beso del siglo. –No. –Seamus sacudió la cabeza porque el
sheriff había sido la cosa más lejana de su mente–. Sólo estaba pensando
en todas las cosas que necesito empaquetar para traerlas aquí.
Y lo jodidamente sexy que te ves con esa ropa.
–Oh, bien entonces.
–¿Necesitaré una chaqueta? –preguntó Seamus para cambiar de tema.
–No –dijo Yancy casualmente, su voz sonando más normal–. El
tiempo ha sido bastante bueno estos últimos días, y no estaremos fuera
todo el día. Además, no vamos tan lejos. Si necesitamos nuestros abrigos,
sólo tendremos que volver a por ellos.
–Vale. –Seamus cerró el agua y rápidamente se secó las manos.
Cuando no pudo pensar en qué más hacer, volvió a mirar a Yancy–.
Entonces, ¿a dónde vamos, y cómo me vas a enseñar a holgazanear?
Los ojos grises de Yancy brillaron de diversión mientras reía. –
Vamos, chico de campo. Déjame mostrarte cómo lo hacemos en la ciudad.
Guau, eso era una declaración importante, una que Seamus decidió
ignorar. Siguió a Yancy a la puerta principal, esperando mientras el hombre
cerraba, luego los dos se dirigieron a la acera, hacia la rambla. Seamus
mantuvo sus manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros para evitar
agarrar a Yancy.
No era fácil.
–¿Has vivido aquí mucho tiempo? –preguntó sólo para tener algo
más en que concentrarse a parte de sus intensas hormonas.
–¿Quieres decir en este apartamento? 28
Seamus asintió.
–Un par de años, supongo. Solía tener un sitio muy bonito al otro
lado del pueblo, pero lo dejé cuando los gastos se hicieron más grandes
que mi sueldo.
–Puedo ayudar con los gastos mientras esté aquí. –Seamus no era un
gorrón.
–No te preocupes por eso. Estoy bien.
–En serio, Yancy, si me voy a quedar en tu casa, entonces debería
ayudar con los gastos. Pa me despellejaría si me aprovechara de ti.
Yancy ondeó la mano hacia Seamus, diciéndole que no iba a ganar
esta ronda. –Seamus, no podrías aprovecharte ni aunque lo intentaras. No
estoy preocupado por ello.
Dios, el hombre era un cabezota. –Yancy...
–Si sientes que tienes que ayudar, hazme más de esos deliciosos
rollos de canela. Eran la bomba.
Seamus parpadeó. –¿Acabas de usar la palabra bomba?
Los blancos dientes de Yancy brillaron con la luz del sol cuando
ladeó su cabeza y sonrió. –Sí.
Seamus puso los ojos en blanco. –Chico de ciudad.
–Ratón de campo.
Seamus sonrió. Le gustaba ese lado de Yancy. Sólo que no lo había
esperado. Yancy solía ser un detective de la gran ciudad, y ahora
investigaba malas relaciones de la gente que no podía mantener sus pollas
en sus pantalones. Lo último que Seamus había esperado es que Yancy
fuera un niño en el interior.
–Me gusta venir aquí los fines de semana –dijo Yancy mientras
rodeaba la esquina y la rambla se abrió delante de ellos.
29
La gente se movía a través de sus negocios, algunos caminando y
hablando, otros visitando cada uno de ellos, e incluso más gente paraban
en los puestos que se alineaban en la rambla, comprando cosas hechas a
mano de todo tipo.
–Guau.
–Esto no es nada. Los fines de semana, hay el doble de puestos.
Tienen un mercado de productores cada sábado y domingo. Hay música,
tocan en la calle, y suficiente comida para alimentar a un pequeño país.
–Esto es tan guay –dijo Seamus mientras miraba alrededor. Los
olores solos eran intensos. La esencia de la carne a la barbacoa llenaba el
aire mientras pasaban por un puesto. Pasteles recién horneados venían de
otra. Seamus estaba seguro de que incluso podía oler chocolate negro en el
aire.
–Necesitan algo como esto en Cade Creek.
Seamus podía pensar en varias personas que podrían abrir puestos en
un mercado de fin de semana. Ma y Billy podían vender sus tomates. Mark
Bozeman podría vender juguetes tallados a mano. Pa incluso podría ser
capaz de vender rollos de canela. Seamus sabía que él los compraría.
A parte de toda la comida, podrían tener a gente que viniera y tocara
música. Sería fantástico para la comunidad. Además de las comidas de la
iglesia dónde la gente llevaba cosas, no había demasiados sitios para
reunirse en Cade Creek. Un mercado de fin de semana sería perfecto.
–Tengo que comentarles esto a Ma y Pa este domingo. Creo que algo
como esto sería fantástico para Cade Creek.
–Sé que me encantaría. Siempre hay algo que hacer o incluso que ver
cuando es fin de semana.
Seamus siguió a Yancy por la rambla, parando aquí y allá para
comprar regalos que pensó que podrían gustar a alguien de su familia. Se
sorprendió por la amplia variedad de cosas que podía encontrar,
especialmente si estos eran sólo la mitad de los puestos. No podía esperar a
ver como se vería el fin de semana. 30
–¿Sediento? –preguntó Yancy después de un par de horas.
–Podría beber algo.
–Podemos comprar algo más abajo.
Curioso sobre la misteriosa sonrisa en el rostro de Yancy, Seamus lo
siguió hacia un puesto de colores brillantes a varios metros de distancia.
Seamus se sorprendió un poco por el pequeño tipo detrás del mostrador,
con sus múltiples piercings, pelo verde de punta y el grueso delineador de
ojos negro alrededor de sus ojos, pero atractivo.
–Hey, Yancy, ¿qué será hoy?
Yancy sonrió. –Hey, Chester, este es mi amigo Seamus. Es de Cade
Creek. Le estoy introduciendo a la vida de la gran ciudad.
¿Chester?
¿En serio?
El nombre de este tipo bajito era Chester. No parecía un Chester.
Parecía un Zippy o un Zane, o algo opuesto a Chester.
–Hey, hombre –dijo Chester mientras extendía su mano–, es bueno
conocer a un amigo de Yancy. No los trae muy a menudo.
Es bueno saberlo.
–Seamus Blaecleah. –Alcanzó y estrechó la mano de Chester–.
Encantado de conocerte.
–Oh, uno educado. –La lírica risa de Chester llenó el aire–. Quizás
puedas enseñarle a nuestro Yancy una cosa o dos sobre modales.
–Oh, no sé. –Una esquina de la boca de Seamus se curvó hacia arriba
mientras miraba el alto y musculoso cuerpo de Yancy de arriba a abajo–.
De alguna forma me gusta como es.
–Es bastante delicioso, ¿no?
31
La cabeza de Seamus giró. Su boca se abrió, lista para morder a
Chester hasta que vio al alto y delgado hombre que se acercaba a ellos por
detrás. Envolvió su brazo alrededor de Chester y le plantó un beso en la
mejilla antes de sonreír a Seamus. Fue sólo cuando ambos se inclinaron
sobre el mostrador que Seamus vio las bandas de oro a juego en sus dedos
anulares.
–Oh, este es mi marido, Oscar –dijo Chester mientras se giraba para
mirar al hombre más alto detrás de él con completa adoración en su rostro.
Seamus envió al hombre una sonrisa. –Hola.
–Este es un amigo de Yancy del campo, bebé –dijo Chester–. Le está
mostrando la gran ciudad.
–Guay.
Seamus tuvo la impresión de que Chester era el hablador en la
relación.
–Nos llevaremos dos smoothies3 de guayaba –dijo Yancy como si le
estuviera haciendo a Seamus el mejor obsequio de su vida.
¿Huh? ¿Un guayaba qué?
Yancy debió haber visto la confusión en el rostro de Seamus porque
empezó a reír. –Te va a encantar, Seamus, Confía en mí. Chester y Oscar
sólo usan fruta fresca y todos los ingredientes naturales en sus smoothies,
nada de esa mierda que usan en los sitios de comida rápida.
–¿Lo quieres con suero de leche esta vez, Yancy?
–No, sólo dámelo normal.
¿Qué demonios era suero de leche? Seamus temía preguntarlo.
–Dos de guayaba en camino.
Seamus observó cómo Chester añadía hielo, guayaba, frambuesas,
fresas, zumo de naranja, algún tipo de mezcla energética, y polvo a una
batidora luego lo mezcló todo. Derramó la sustancia en dos copas luego se
32
3
Como un batido de frutas.
las pasó a Seamus y Yancy.
Yancy bebió rápido, chupando por la pajita hasta que sus pestañas
empezaron a moverse y el hombre gimió, presionando sus dedos contra sus
ojos. –Oh, cerebro congelado.
Seamus rio mientras lentamente chupaba un sorbo de su bebida. Se
sorprendió de la explosión de sabor en su lengua. Aparentemente, todos los
ingredientes naturales y fruta fresca sabían malditamente bueno batidos
junto.
Seamus siguió bebiendo su smoothie mientras caminaba junto a
Yancy por la rambla. No podía recordar la última vez que se lo había
pasado tan bien. Cosas como esta no pasaban en Cade Creek, y
ciertamente no le pasaban a él.
Quizás venir a la ciudad no había sido tan mala idea. Tenía un bonito
lugar en el que quedarse, algunos nuevos amigos, y parecía que también un
viejo amigo. Y si las miradas que Yancy seguía dándole eran alguna
indicación, Yancy quería ser más que un amigo. Lo había notado antes,
pero Seamus lo había ignorado debido a la naturaleza ligona de Yancy.
Podría estar equivocado.
–¿Estás viendo a alguien? –preguntó Seamus tan casualmente como
pudo, considerando que sus nervios estaban saltando por todo el lugar.
Yancy escupió, ahogándose con su smoothie. –Uh, no, realmente no.
–¿Realmente no? –Eso no contestaba la pregunta de Seamus.
–Yo... uh... he tenido algunas citas aquí y allá, pero el trabajo de
detective privado no me deja mucho tiempo para una vida social.
–Oh. –Bueno, mierda, ahí iba la idea.
–Por supuesto. –Una amplia sonrisa empezó a cruzar los labios de
Yancy–. Si tuviera una razón lo bastante buena, siempre podría considerar
reorganizar mi horario. Trabajo para mí mismo, sabes.
33
La respiración de Yancy se atrapó en su garganta mientras miraba el
sensual brillo volviendo a la vida los ojos grises de Yancy. –¿Oh sí? ¿Y qué
considerarías una razón lo bastante buena?
Yancy sólo le guiñó un ojo, luego siguió caminando.
Seamus empezó a seguirlo, intentando descifrar la mirada que había
visto en los ojos de Yancy y lo que podría significar para él, luego fue tras
el hombre cuando se dio cuenta de que Yancy estaba casi al final de la
manzana.
Llegó hasta Yancy justo antes de que girara la esquina. Yancy no dijo
nada, sólo siguió caminando, pero Seamus podía sentir los ojos del hombre
observándolo. Sólo que estaba demasiado nervioso para alzar la mirada y
encontrarse con la de Yancy.
Caminaron así un poco más, Yancy llevando a Seamus aquí y allá,
presentándole a gente nueva. Después de un rato, Seamus se olvidó de
estar nervioso y volvió a disfrutar.
Para cuando el sol empezó a ponerse, la multitud de la tarde se había
movido a la zona. La gente que había trabajado todo el día salía para
pasárselo bien. Justo cuando Yancy paró y se giró hacia él, el estómago de
Seamus gruñó.
–Bueno –rio Yancy–. Supongo que eso responde esa pregunta.
–¿Qué pregunta?
–Si estabas listo para cenar o no.
–Sí. –Seamus sintió su rostro sonrojarse mientras se restregaba el
estómago–. Supongo que sí.
Yancy sonrió. –Vamos, el Crab Shack4 está por aquí.
El Crab Shack no era lo que Seamus esperaba. Su nombre era lo
bastante simple, quizás incluso demasiado simple. Le dio una pista de que
tendrían marisco. El interior de la pintoresca entrada del bar y asador era
cualquier cosa menos simple.
34
4
La chabola del cangrejo.
Reservados de madera por una pared, pequeñas mesas cubriendo
cualquier otro espacio vacío del lugar. Una larga barra bajaba por el centro
de la sala en forma de U, grandes vasos de margarita colgando de unas
agarraderas de cobre en el centro de la zona del bar. Un escenario a un lado
del bar y grandes puertas unas al lado de otras.
Era guay de alguna forma.
Seamus siguió a Yancy a un reservado cerca de la parte de atrás,
observando como el hombre saludaba a varias personas, la mayoría del
personal, y luego se deslizó en el reservado. Seamus se deslizó en el lado
opuesto.
–Este lugar es inusual.
–¿Verdad? El Crab Shack ha sido un local favorito durante veinte
años.
–¿Por qué dices local favorito? –Seamus se echó atrás y sonrió a la
camarera que colocó dos cestas de patatas fritas y algo de salsa en la mesa
entre él y Yancy–. Gracias.
Yancy asintió a la mujer mientras agarraba una patata. –El Crab
Shack tiene una regla, no hablar de él.
–Um... ¿no es de alguna forma contraproducente? ¿No querrías que
la gente hablara del lugar?
–No. –Yancy se metió una patata en la boca. Después de masticar, se
echó atrás en el reservado–. Piensa en ello. ¿Cuál es la forma más rápida
de conseguir que la gente hable de algo?
Seamus sonrió mientras la respuesta lo golpeaba. –Diles que no lo
hagan.
–Sí. –Yancy agarró otra patata, mojándola en la salsa esta vez–. El
Crab Shack no gasta un penique en publicidad. Sin anuncios, sin folletos,
sin cupones de descuento. Todo es boca a boca.
Seamus rio, sacudiendo la cabeza. –Eso es realmente ingenioso. 35
–Y funciona lo bastante bien para que tengas que reservar los fines de
semana o puedes pasarte cuarenta y cinco minutos de pie fuera esperando
una mesa.
–¿En serio? –Seamus miró alrededor del restaurante. No inspiraba
visiones de un lugar que necesitara reservas. Parecía un bar y asador al
lado del mar. Estaba bastante limpio, y la clientela parecía mayormente
trabajadores locales. Nada sobre el lugar gritaba restaurante de cinco
estrellas para él.
–¿Qué os puedo traer chicos? –preguntó la camarera mientras se
acercaba.
–¿Un menú? –preguntó Seamus.
La mujer rio. –Cariño, Jack sólo sirve tres cosas… hamburguesas,
patatas fritas y aros de cebolla, y margaritas. Ahora, puedes tener tu
hamburguesa con o sin queso, con o sin cebolla y con o sin pepinillo, pero
aparte de eso, es a la manera de Jack. Puedes escoger entre patatas fritas o
aros de cebolla para acompañar tu hamburguesa, y puedes escoger el tipo
de margarita que quieres, pero si quieres un menú, tendrás que ir a otro
lado.
Seamus parpadeó. –Uh... ¿quién es Jack?
–El chef.
–Correcto. Tomaré una hamburguesa con queso con todo, aros de
cebolla y una margarita Cadillac.
–Buena elección. –La mujer sonrió mientras se giraba hacia Yancy–.
¿Qué tomarás, Yancy? ¿Lo de siempre?
–Sí, gracias, Rita.
La camarera le guiñó un ojo mientras se alejaba.
–¿Supongo que vienes mucho aquí?
–No, Rita fue una clienta hace unos años. La ayudé a deshacerse del 36
capullo de su ex marido. Se estaba tirando a su secretaria. Hice fotos que le
consiguieron suficiente del acuerdo de divorcio para comprar este lugar.
–¿Rita es la propietaria de Crab Shack?
–Sí.
–Uh... supongo que no es lo que sabes sino a quién conoces.
–¿No es así en Cade Creek?
– Sí, supongo. Sólo que nunca había pensado encontrarme algo así en
la ciudad.
–Todo lo que es una ciudad es un montón de pueblos pequeños
puestos juntos.
–Cierto –estuvo de acuerdo Seamus–. Entonces, contéstame a esto.
¿Por qué este lugar se llama Crab Shack si todo lo que hacen son
hamburguesas y margaritas?
Yancy sonrió. –Rita odia el cangrejo.

37
Capítulo 4
Yancy se arrastraba y lo sabía. Estaba tan cansado que le dolían los
ojos. Por supuesto, eso podría haber sido causado por mirar por la lente de
una cámara durante varias horas. Realmente odiaba las vigilancias largas.
Esta le había llevado casi doce horas antes de que consiguiera las
fotos ganadoras, el marido de su cliente en una posición comprometedora
con el abogado de su propia mujer.
Yancy no tenía problemas con dos hombres enrollándose,
especialmente considerando quién era él. Pero cuando una mujer estaba
intentando divorciarse de la basura de su marido y era jodida por dicho
marido y su propio abogado, hacía que su piel se pusiera de gallina.
Estaba contento de haber acabado este encargo. Con las fotos que
había tomado, no sólo su cliente conseguiría el trato de divorcio que
quería, sino que el abogado de ella probablemente iba a perder su licencia.
El hombre claramente estaba violando el código ético de la Asociación del
Colegio de Abogados.
Yancy deslizó su llave en la cerradura y abrió la puerta, al instante
fue asaltado por la esencia aromática de los rollos de canela. Colgaba en el
aire tan espeso que casi podía saborearlo sacando su lengua.
Miró su reloj. Maldición, eran las seis de la mañana. ¿Qué demonios
estaba haciendo Seamus despierto tan temprano? El hombre debería estar
en la cama durmiendo. Bueno, al menos en el sofá durmiendo. Yancy
todavía no había descubierto como conseguir meter al hombre en su cama.
Pero pensaba que podría estar acercándose.
En los últimos días, habían caído en una cómoda rutina. Yancy no
estaba seguro de qué hacía Seamus mientras el salía, pero la casa siempre
estaba limpia, igual que la ropa y una olla de algo en la cocina para cuando 38
volvía a casa del trabajo que estuviera haciendo.
Pasaban todo el tiempo libre de Yancy juntos. Yancy incluso llamaba
a Seamus para hablar mientras estaba de vigilancia. A veces, hablaban por
horas. Y a Yancy estaba empezando a gustarle el chico más y más con cada
día que pasaba.
No sabía qué decía de él el que estuviera agradecido de tener a
alguien cuando volvía a casa, alguien que sabía que estaría esperándolo en
lugar de trabajando o haciendo sus propias cosas. Se catalogaría como un
cerdo machista, excepto que Seamus era un hombre.
A Yancy le gustaba la idea de que Seamus estuviera en su casa,
esperándolo. Y hasta ahora, el hombre no parecía tener ninguna prisa por
irse. Seamus no había ni siquiera hablado sobre encontrar su propia casa,
no desde el día en que llegó.
Yancy sólo esperaba que siguiera siendo así.
Sentía que estaba haciendo progresos con el chico. Seamus no había
mencionado al sheriff desde hacía una eternidad. Yancy estaba
malditamente feliz por ello. No le gustaba la idea de estar yendo a por un
chico que podría desear a otro, pero quizás Seamus estaba empezando a
ver que tenía otras opciones, como Yancy.
–Hola, cariño –llamó Yancy mientras cerraba y pasaba el pestillo de
la puerta principal–. Estoy en casa.
Se quitó la chaqueta y la colgó en el armario, luego se quitó los
zapatos y los colocó al lado de la puerta. A Seamus no le gustaba que
llevara zapatos en la casa, algo sobre que traían suciedad dentro y que las
alfombras se pusieran sucias.
–Hey, ¿cómo fue? –preguntó Seamus mientras aparecía en la entrada
de la cocina, secándose las manos con un paño–. ¿Conseguiste las fotos
que necesitabas?
–Oh, sí. –Yancy sonrió mientras dejaba su bolsa del equipo en el
suelo al lado de la puerta de su oficina–. La clienta va a estar muy feliz. Su
pronto ex marido y su abogado, no tanto. 39
Las cejas de Seamus se alzaron. –¿El abogado de la esposa?
–Sí –asintió–. Pillé al marido en una posición comprometedora con el
abogado de ella en un sórdido hotel del centro, lo cual explica por qué el
abogado le estaba dando consejos legales tan terribles.
–Maldición.
–Bastante.
–Elijah es un gran abogado. No puedo imaginarlo haciendo algo así.
–Aunque sólo sea porque Ruben le haría tragarse sus propias pelotas.
El rostro de Seamus se iluminó mientras reía. –¿Verdad?
Yancy olió el aire. –¿Eso que huelo son rollos de canela recién
hechos?
–Lo son y puedes comer algunos tan pronto como te limpies ese
sudor y mugre. –La nariz de Seamus se arrugó mientras ondeaba su mano
de un lado al otro delante de su nariz–. Apestas.
Yancy dio un paso más cerca de Seamus, invadiendo su espacio
personal, pero sin tocarlo. –Pensé que te gustaba la forma en que huelo –
dijo en un tono bajo áspero con humor.
–Sí. –Seamus echó su cabeza atrás y miró a Yancy, un brillo de
diversión en sus ojos verdes–. Pero este no es tu olor. Eso es mugre de
vigilancia. Tú hueles mucho mejor.
La mandíbula de Yancy se desencajó cuando se acercó más, hasta
que sus pechos se presionaron juntos. Los dedos de Seamus rozaron
ligeramente la piel sobre el cuello de Yancy, sus ojos sin encontrarse con
los de Yancy.
–Si eres rápido, podría entrar y lavarte la espalda.
Antes de que Yancy pudiera conseguir que su boca empezara a
trabajar de nuevo, el temporizador del horno sonó. Seamus se inclinó y
presionó un pequeño beso en la esquina de la mandíbula de Yancy, luego 40
se giró y entró en la cocina.
Yancy se quedó allí, aguantándose al marco de la puerta mientras
intentaba controlar sus intensas hormonas. Su cuerpo estaba tan duro que
sus músculos lo tenían quieto en el lugar.
No tenía ni idea de qué acababa de pasar. Cierto, había estado
trabajando para acercarse más a Seamus desde hacía mucho, pero el
hombre siempre lo rechazaba, aunque fuera de forma amable. De repente,
se sintió como si Seamus hubiera dejado caer cada trozo de resistencia,
rindiéndose al deseo que había estado creciendo entre ellos desde el día en
que se conocieron.
–Apresúrate, Yancy –dijo Seamus–. El desayuno se enfría.
¿Apresúrate? ¿Cómo demonios se suponía que iba a apresurarse
cuando no podía moverse por miedo a que todo su cuerpo se rompiera con
necesidad?
Yancy cogió una profunda y controlada respiración, luego apartó sus
dedos del marco de la puerta. Podía escuchar a Seamus tarareando en la
cocina mientras obligaba a su cuerpo a moverse y caminar por el pasillo a
su habitación.
Su mente daba vueltas mientras se quitaba la ropa y la dejaba en el
cesto de la ropa sucia que Seamus le había hecho comprar después de
descubrir lo guarro que era Yancy. Parecía que no podía centrarse en un
solo pensamiento. En su lugar, su mente saltaba de posibilidad en
posibilidad.
¿Seamus finalmente estaba empezado a dejarse convencer o el
hombre sólo bromeaba? Seamus tenía un gran sentido del humor. Yancy
había descubierto eso en los últimos días. Pero estaba bastante seguro de
que Seamus no bromearía con algo así.
¿Pero había dicho en serio lo que había dicho? Y si era así, ¿qué
significaba exactamente?
Yancy gimió y se restregó las manos por su rostro. Realmente no 41
sabía que pensar. Deseaba a Seamus con una necesidad que hacía que le
doliera hasta el alma. Sabía que involucrarse con un hombre que sentía
algo por alguien más era el movimiento más estúpido que podría hacer.
Sólo que parecía que no podía rendirse.
Quizás era un vicioso del castigo.
La idea de nunca tener a Seamus lo carcomía. El hombre era
hermoso por dentro y por fuera, pero también era demasiado inocente para
la ciudad. Seamus definitivamente era un chico de pueblo pequeño. Veía lo
bueno en la gente, no lo malo. No estaba hecho para el lado más sórdido
de la vida simplemente porque no pensaba así.
Era una de las cualidades más adorables de Seamus.
Si Seamus fuera suyo, y Yancy sabía seguro que el hombre sería
suyo, Yancy incluso consideraría mudarse a Cade Creek con él sólo por
mantener la inocencia infantil viva en los ojos de Seamus. No podía pensar
en nada que no estuviera dispuesto a hacer si Seamus fuera suyo.
Sólo no estaba seguro de que Seamus fuera suyo o si tenía alguna
posibilidad de hacer suyo a Seamus. No estaba consiguiendo exactamente
el tratamiento frío y caliente de Seamus. El hombre nunca tentaba
intencionadamente a Yancy, incluso si eso pasaba cada vez que Seamus
entraba en la sala.
O respiraba.
Yancy entró al baño y abrió la ducha. Tan pronto como el agua
estuvo lo suficiente caliente, se puso bajo el agua. Quizás una ducha no era
tan mala idea. El agua caliente se sentía fantástica en sus músculos
doloridos. Sentarse en un coche durante horas sin fin, luego meterse en
algunos sitios realmente interesantes para tomar fotos de gente haciendo
cosas malas no era fácil para su cuerpo.
Sin saber si Seamus había dicho sus palabras en serio o no, Yancy
decidió que sería mejor que se apresurara y se limpiara, especialmente si
quería algunos rollos de canela de Seamus. Se mojó el cabello, luego
agarró el champú y empezó a lavarlo. 42
Yancy intentó apartar todos los pensamientos de Seamus de su mente
mientras se duchaba, pero no era fácil. Desde que el hombre había llegado
para quedarse en su sofá, Yancy no había pensado en mucho más. El
hombre intrigaba mucho a Yancy.
Todavía pensaba que el Sheriff John Riley era un completo idiota.
Seamus básicamente había estado maduro para recogerlo. Había estado
sentado ahí, esperando a que John reconociera la atracción entre ellos dos,
y el hombre prácticamente había huido en la otra dirección.
Yancy no era tan estúpido. Si Seamus decía sí, Yancy iba a agarrar al
tipo y no soltarlo nunca. Su mamá no había criado a un idiota. Seamus era
un premio que alcanzar, y Yancy lo sabía, y eso sin ni siquiera considerar
las habilidades culinarias del hombre.
Yancy se enjuagó el pelo y alcanzó el gel, sólo para encontrar el
estante vacío. Frunció el ceño y miró alrededor, preguntándose si lo había
dejado en otro lado. Cuando sintió una mano bajando por su espalda,
Yancy aulló y se giró.
Cuando se golpeó contra la pared de la ducha, tiró el champú de la
estantería. Cayó al suelo, aterrizando justo encima de la punta del pie de
Yancy. Yancy gruñó cuando el dolor empezó a pulsar a través de su pie.
Agarró su pie, saltando alrededor con el otro.
Seamus sólo se quedó ahí, riendo. –Bueno, esa no era la reacción que
estaba esperando.
–Dulce Jesús, Seamus. Ni siquiera te escuché entrar.
El rostro de Seamus de repente parecía precavido e inseguro. –
¿Quieres que me vaya?
–¡Demonios, no! –Yancy se dio cuenta de que prácticamente había
gritado las palabras cuando los ojos de Seamus se agrandaron. Volvió a
dejar su pie en el suelo de la ducha luego sonrió disculpándose a Seamus–.
Lo siento. No, no quiero que te vayas.
Nunca.
43
Pero Yancy no sabía si estaba preparado para decirlo todavía. Todavía
no estaba seguro de que sentía Seamus, si es que sentía algo.
Cuando conoció por primera vez a Seamus, Yancy había estado
preparado para un simple lío. Eso ya no era verdad. Después de pasar
varios días conociendo al hombre, Yancy deseaba más. Quería todo el
sueño, o al menos con el que había fantaseado.
Seamus empezó a sonreír de nuevo. –Gírate y déjame lavarte la
espalda.
Yancy se giró y apoyó su frente en la pared de la ducha. Se mordió el
labio para evitar gemir cuando sintió las manos de Seamus empezar a
moverse por su espalda. La vacilación en las caricias de Seamus era tan
sensual como el hombre.
Cuando Seamus lo giró y empezó a lavarle el pecho, apenas podía
evitar arrodillarse y suplicar más al hombre. El labio exuberante de
Seamus quedó atrapado entre sus dientes como si el hombre estuviera
nervioso, pero decidido en lo que estaba haciendo.
Joder, lo que daría por tener esos labios alrededor de su polla.
–Todo lo que tenías que hacer era pedirlo. –Seamus rio mientras caía
de rodillas.
¡Santa mierda!
¿Había dicho eso en voz alta?
Yancy intentó mantener su respiración estable mientras lidiaba con
las implicaciones de las palabras de Seamus. Su corazón se volvió loco, y
la sangre corría caliente a través de sus venas cuando sintió la húmeda
lengua de Seamus lamer su pelvis. Un gemido se elevó por la garganta de
Yancy mientras su excitación lo atrapaba en un feroz agarre y lo sacudía
fuerte.
–Seamus, por favor –suplicó Yancy mientras movía sus caderas hacia
Seamus, un gemido ansioso saliendo de sus labios. Apretó sus dientes
cuando Seamus sólo se rio de él. 44
Un momento después el grito de necesidad de Yancy hizo eco a
través del cubículo de la ducha cuando los labios del hombre se
envolvieron alrededor de su dura polla. Nunca había sentido nada tan
fantástico en su vida. Podía sentir cada movimiento, cada lamida, cada
dulce caricia. Yancy casi podía sentir incluso el aire a su alrededor
moviéndose por su sensible piel.
Se sentía sonrojado, caliente, y necesitado. El fuego corría por su
cuerpo, derritiéndolo de dentro a fuera. No sabía qué haría Seamus
después, y eso lo volvía loco. Su corazón pulsaba en sus orejas mientras
esperaba el siguiente movimiento de Seamus. Sólo deseaba que el hombre
se apresurara.
Yancy iba a volver loca su bendita mente.
Gimió y empezó a jadear cuando algo rozó sus bolas. Separó sus
piernas, dándole a Seamus más acceso. Le encantaba que jugaran con sus
bolas, que las chuparan, tiraran de ellas, lo que fuera.
Su cuerpo se sacudió. Caliente necesidad corría por su cuerpo como
un tsunami y golpeó fuerte contra su polla cuando Seamus de repente se lo
metió hasta la garganta. Yancy gimió cuando sintió la punta de su polla
golpear la garganta del hombre. Usando su mano apartó su pelo, Yancy
quería ver a Seamus mientras el hombre movía su cabeza arriba y abajo de
su polla.
Era una vista seductora, una que esperaba ver una y otra vez, durante
el resto de su vida.
–Joder, Seamus –gritó Yancy–, no pares.
El cuerpo de Yancy se tensó cuando la boca de Seamus se hundió
más abajo de su polla. Seamus tragó hasta que Yancy sintió la nariz del
hombre rozar sus cortos pelos rizados antes de que Seamus empezara a
mover su boca por la dura longitud de Yancy.
–Oh, joder. –Yancy gimoteó cuando el ligero murmullo del hombre
envió pequeñas vibraciones a través de su polla. Enredó sus manos en el
pelo de Seamus, sosteniéndolo quieto mientras follaba la boca más 45
perfecta del mundo.
Podía sentir sus bolas alzándose cerca de su cuerpo. Sabía que estaba
al límite de un orgasmo intenso. Yancy no podía creer el calor que sentía,
el exquisito placer. Sólo seguía subiendo y subiendo.
–Oh, Seamus, voy a... –Yancy gritó cuando la pesada presión se
construyó en sus bolas. Se movió a la base de su polla, luego explotó por
la punta mientras Yancy encontraba su liberación. Yancy gritó mientras se
corría, inundando la boca de Seamus y su garganta con el líquido caliente
y salado. Seamus se tragó hasta la última gota hasta que Yancy se derritió
en el cubículo de la ducha.
Cuando Seamus alzó su cabeza, Yancy miró hacia él, un poco
mareado, inseguro de qué pensar e incluso de como pensar. Los dedos de
Yancy temblaron mientras bajaba la mano y los pasaba por el rostro de
Seamus.
–Gracias.
El rostro de Seamus se sonrojó rojo brillante. –De nada.
–¿Puedo devolver el favor? –Yancy estaba confuso por la repentina
vergüenza que podía ver en los ojos verdes de Seamus justo antes de que el
hombre los bajara para mirar el suelo–. ¿Seamus?
–De alguna forma... um... bueno, cuando tú... yo...
Yancy de repente leyó a través de las temblorosas palabras de
Seamus, y se sintió con ganas de gritar por los tejados. Podía sentir
pequeños jadeos en la respiración de Seamus haciendo cosquillas en su
abdomen. La respiración del hombre salía desordenada, suave y nerviosa.
Levantó a Seamus, luego tiró de su nuca hasta que sus bocas
estuvieron sólo unos centímetros separadas, y luego reclamó sus labios en
un beso magnífico lleno de pasión y deseo y una necesidad tan grande que
ardía en el interior de Yancy.
Yancy gimió. Su cuerpo se apretó involuntariamente, cada hueso y
músculo en él queriendo más del dulce sabor de Seamus, el calor saliendo
de sus caderas. Empujó entre los labios de Seamus con su lengua, 46
deseando entrar.
El profundo gemido de necesidad de Seamus cuando el hombre se
derritió en sus brazos era todo lo que Yancy necesitaba para que este
momento fuera perfecto. Seamus estiró las manos con indecisión y agarró
los brazos de Yancy, apretándolos mientras le devolvía el beso con una
pasión que hizo que Yancy lo ansiara de nuevo.
Cuando Yancy finalmente levantó su cabeza, su corazón paró y luego
empezó a golpear erráticamente cuando vio a Seamus mirándolo
intensamente, sus pupilas piscinas negras, fascinadas y sin fin.
–¿Estás bien?
El rostro de Seamus se sonrojó de nuevo, pero asintió. –Estoy bien.
–¿La invitación para el desayuno todavía sigue en pie?
–Sí.
Yancy ahuecó la barbilla de Seamus en su mano, ladeando su cabeza
para que sus ojos se encontraran. –¿Alguna vez te he dicho lo sexy que
eres?
–Una o dos veces.
–Entonces déjame decirlo de nuevo. Tú, Seamus Blaecleah, eres uno
de los hombres más sexys que he visto nunca.
–¿Sí?
–Oh, sí.
Yancy no pensó que el rostro de Seamus pudiera ponerse más rojo.
Estaba equivocado, y eso le hizo preguntarse si Seamus realmente sabía lo
sensual que era. Cómo era posible que un hombre tan hermoso no supiera
que era sexo andante, iba más allá de Yancy.
–Voy a quitarme esta ropa mojada y luego me aseguraré de recalentar
el desayuno.
47
Yancy quería seguir abrazando a Seamus, preferiblemente desnudos
en su cama, pero algo en los ojos del hombre decía que Seamus necesitaba
un momento para recomponerse. Yancy vacilantemente soltó a Seamus,
pero tenía toda la intención de tener al hombre en sus brazos tan pronto
como fuera posible.
Seamus podría haber hecho el primer movimiento. Pero Yancy
tendría que hacer el siguiente. Seamus necesitaba saber que esto era algo
que deseaba más que nada.
–Saldré en unos minutos.
Seamus le lanzó una sonrisa insegura luego salió del cubículo de la
ducha. Yancy se quedó bajo el agua hasta que empezó a enfriarse,
intentando darle a Seamus el tiempo que necesitaba. Cuando finalmente
salió, rio ante el montón de toallas que vio en la encimera.
Incluso nervioso, Seamus todavía pensaba en él.
Eso era algo del hombre que atraía a Yancy. Seamus era tan dulce,
tan generoso. Cualquiera que no pudiera ver eso era un maldito idiota, y
Yancy no era un idiota.
Después de secarse rápidamente, se puso un par de pantalones. No
tenía mucho sentido vestirse por completo de nuevo si iba a ir a la cama
pronto. Todavía necesitaba dormir algo.
Seamus estaba colocando la comida en la mesa cuando Yancy entró.
Como siempre, Yancy agarró los platos, los cubiertos, y los vasos. Podía
no ser bueno cocinando, pero podía poner la mesa muy bien.
Yancy observó a Seamus mientras se sentaba y empezaba a servirse,
Seamus parecía estar haciendo todo lo que podía para evitar la mirada de
Yancy. Poco a poco, la burbuja eufórica en la que Yancy había estado
flotando desde que se duchó empezó a desinflarse.
–Seamus, ¿te arrepientes de lo que hicimos?
Seamus se lamió los labios mientras dejaba su tenedor al lado de su
plato. –No. 48
–¿Entonces por qué no me miras?
Los ojos de Seamus lentamente se alzaron y se encontraron con los
suyos, y Yancy casi hace una mueca por la incertidumbre que pudo ver en
sus profundidades verdes. Yancy suspiró y juntó sus manos, apoyando sus
codos en la mesa.
–Disfruté mucho lo que pasó en la ducha, Seamus, y me gustaría
explorar la atracción que crece entre nosotros. Pero no lo haré si no es lo
que quieres. Tanto como te deseo, seguiré siendo sólo tu amigo si eso es lo
que deseas.
–Pero me deseas, ¿verdad?
Las fosas nasales de Yancy se inflaron cuando la ira lo atravesó. De
repente entendió la incertidumbre de Seamus y deseó que el buen sheriff
estuviera delante de él en ese momento para poder darle un puñetazo en la
cara.
Yancy salió de su asiento y se movió alrededor para arrodillarse a los
pies de Seamus. Incluso de rodillas era casi tan alto como Seamus sentado.
Yancy agarró el rostro de Seamus entre sus manos y tiró de él hacia delante
hasta que estuvieron nariz con nariz.
–Ahora, escúchame, Seamus Blaecleah. No soy el Sheriff John Riley.
No voy a besarte y luego desaparecer. Si me das luz verde, voy a
agarrarme a ti y no soltarte nunca.
Por un momento, Seamus se mordió el labio inferior con sus dientes,
mirando a Yancy a través de sus largas pestañas. –Nunca sé si sólo estás
flirteando conmigo o si realmente quieres decir las cosas que dices.
–Seamus, he dicho de verdad cada palabra que te he dicho. Te deseé
desde el primer momento en que te vi, pero me contuve porque tenías tu
mira en John. Pero esa es la única razón. No pienses que me contuve
porque no te deseaba.
Todo el cuerpo de Seamus pareció temblar mientras inhalaba. –¿Pero
por cuánto tiempo? –susurró. Sus palabras estaban tan llenas de angustia 49
que Yancy decidió aquí y ahora rastrear al sheriff la próxima vez que
estuviera en Cade Creek y seguiría su deseo de darle un puñetazo al
hombre.
–Tanto tiempo como me permitas tenerte.
Lo cual, con suerte, sería para siempre.

50
Capítulo 5
Seamus quería creer a Yancy más que nada, pero su experiencia
previa le había enseñado que los hombres podían quererlo por un tiempo
corto, pero nadie quería quedarse con él a largo plazo.
Seamus quería a largo plazo. Quería un para siempre. Quería lo que
sus padres y hermanos tenían. Podía ser un sueño improbable, pero no
podía evitar lo que deseaba su corazón. Quería el sueño.
–¿Qué tal la luz amarilla? –preguntó Seamus–. ¿Todavía estarías
interesado si te diera luz amarilla?
–¿Luz amarilla?
La sonrisa de Seamus se tambaleó. –Es como la luz verde, sólo que
más lenta.
Los ojos de Yancy empezaron a arder. –El amarillo es mi nuevo color
favorito.
Seamus estalló en risas. Esa era una de las cosas que adoraba de
Yancy. El hombre le hacía reír. –Quiero ver a dónde va esto, Yancy. Sólo
necesito ir despacio. Necesito estar seguro.
–¿Seguro de mí? –preguntó Yancy lentamente.
–No, necesito estar seguro de mí. –Seamus quería decir más, pero no
quería herir los sentimientos de Yancy. Fácilmente podría verse con un
hombre como Yancy. Pero estaba aterrorizado de no ser capaz de darle
todo su corazón a Yancy cuando todavía sentía algo por John.
Y eso no era justo para ninguno de ellos.
Los ojos grises de Yancy se oscurecieron por un momento, la
emoción en ellos irreconocible, pero luego sonrió, y aunque esa sonrisa no
alcanzó sus ojos, estaba ahí. –Vale, Seamus. Nos tomaremos esto tan lento 51
como necesites. Si empiezo a moverme demasiado rápido, sólo dímelo y
retrocederé.
Seamus se sintió solo cuando Yancy se levantó y volvió a su silla.
Observó al hombre cuando empezó a comer, su corazón hundiéndose
cuando Yancy evitó mirarlo. El estómago de Seamus empezó a doler con
aprensión.
Quizás esto era una mala idea.
Seamus de repente perdió el apetito. Empujó la comida por su plato,
dando pequeños mordiscos de vez en cuando mientras intentaba aparentar
que estaba comiendo cuando apenas podía tragar. Sabía que no debería
haber dicho nada.
Seamus parpadeó rápidamente para evitar que salieran sus lágrimas
de frustración. A pesar del montón de comida todavía en su plato, Seamus
lo recogió y lo llevó a la cocina. Tiró la comida a la basura, enjuagó su
plato y lo puso en el lavavajillas.
Necesitaba algo de aire.
–Tengo que hacer algunos recados esta mañana mientras duermes –
dijo mientras se giraba para mirar a Yancy, intentando mantener un tono
neutro cuando se sentía como si su corazón fuera a desmoronarse en su
pecho–. ¿Hay algo que necesites que te traiga mientras estoy fuera?
–No, estoy bien.
Sí, por supuesto que lo estaba. Yancy siempre estaba bien. El hombre
estaba más seguro de sí mismo que nadie a quién Seamus hubiera
conocido en su vida. No parecía necesitar nada. Seamus incluso había
empezado a preguntarse si Yancy alguna vez lo necesitaría.
Claro, al hombre parecía gustarle cuando Seamus tenía comida
esperándolo cuando llegaba a casa del trabajo. Y le gustaba tener su colada
y la casa limpias por él. ¿Pero realmente necesitaba a Seamus?
¿O sólo era por conveniencia?
–Entonces voy a salir. –Seamus alzó su mano y la colocó en el 52
hombro de Yancy mientras empezaba a pasarlo. Quería tocar a Yancy,
quizás recibir un beso antes de irse, pero estaba demasiado asustado de
pedirlo.
En su lugar, Seamus apretó su mano y siguió caminando.
Su corazón se hundió cuando alcanzó la puerta principal sin una
palabra del otro hombre. Sacó su chaqueta del armario y se la puso. Abrió
la puerta, parando de nuevo para ver si había alguna señal de Yancy de que
quisiera que se quedara.
Después de unos momentos sin absolutamente nada, los hombros de
Seamus se derrumbaron, y salió por la puerta, cerrándola silenciosamente
detrás de él. Se metió las manos en sus bolsillos y empezó a caminar por la
acera, sin preocuparse realmente de a dónde iba.
Tenía mucho en lo que pensar y mucho que considerar. Incluso con
sus sentimientos desarrollándose por Yancy, Seamus sabía que John
todavía le importaba. Sus sentimientos por el sheriff podían considerarse
casi un enamoramiento. Excepto por esas miradas calientes y ese beso
fantástico, nunca había habido nada más entre ellos que pudiera decir que
dos personas tenían un futuro en común.
Yancy parecía desear a Seamus, de alguna forma. Al menos había
expresado un interés en conocer mejor a Seamus y quizás la atracción que
crecía entre los dos. Eso era mejor de lo que había tenido con John.
Seamus no sabía exactamente qué tenía con John, o si había tenido
algo alguna vez. Sabía que no le gustaba ser ignorado, y eso parecía ser
todo lo que John había estado haciendo desde el beso, a pesar de las
palabras del hombre de que tenían que hablar después de que todo acabara.
No habían hablado, y ahora Seamus sólo podía preguntarse si John
había querido hablar con él para decirle que el beso no había significado
nada para él, que Seamus no debería pensar nada de eso. Que sólo había
sido un beso causado por el momento.
Podía decir lo mismo del incidente de la ducha excepto que Yancy
había dicho que quería más que una amistad con Seamus, a menos que 53
Seamus dijera que no, en cuyo caso, Yancy seguiría siendo su amigo.
Pero había dejado claro su deseo por más.
Eso tenía que significar algo.
Seamus todavía lo sentía un poco como algo de conveniencia. No
podía evitar preguntarse si Yancy habría sido tan entusiasta sobre qué
exploraran las cosas entre ellos si no estuvieran viviendo juntos en el
mismo apartamento. La cercanía a veces cambiaba como la gente veía las
cosas.
Seamus paró en el Crab Shack y pidió una Coca-Cola para llevar.
Preferiría una margarita, pero probablemente era un poco temprano para
empezar a beber. Lo que era algo bueno o estaría desmadrado ahora
mismo.
Estaba tan confuso que no sabía si dar cuerda a sus bolas y rascar su
reloj o dar cuerda a su reloj y rascarse las bolas. Seamus se sentó en un
banco en la rambla y bajó su cabeza a sus manos.
No parecía haber ninguna respuesta.
Seamus sabía que sentía algo por John. Sabía que sentía algo por
Yancy. John dijo que hablarían después del beso, y luego no lo hicieron.
Ahora, el hombre parecía hacer todo lo que podía para evitar a Seamus
tanto como era posible. Yancy, quién parecía estar interesado, estaba ahí y
deseaba más.
Quizás la respuesta era así de simple.
Seamus podía seguir sus sentimientos por el hombre que no lo
deseaba o ir tras el otro hombre que tenía sentimientos y deseaba más.
Seamus no estaba seguro de si alguna vez superaría sus sentimientos
por John, pero tampoco estaba seguro exactamente de qué sentimientos
eran. Sabía que le gustaba el tipo, mucho. Fácilmente podía verse
enamorándose de John con el incentivo apropiado.
Pero lo mismo podía decirse de Yancy.
Seamus soltó una profunda respiración y se recostó contra la dura 54
madera del respaldo del banco. Miró, sin ver realmente nada, sólo
pensando. Su cabeza empezaba a doler por la forma en que daba vueltas.
Sacó el móvil de su bolsillo y miró el teclado. Quizás necesitaba una
segunda opinión, aunque no estaba seguro de con cuál de sus hermanos
debería hablar. Sabía que no quería discutir su vida amorosa con sus
padres.
Seamus marcó el número de Elijah. Podría no ser un hermano de
sangre, pero había sido adoptado por todo el clan Blaecleah cuando se casó
con Ruben. Eso era lo bastante cercano. Además, Elijah conocía a Yancy
mejor que Seamus, también conocía a John, aunque probablemente no tan
bien.
–Elijah James, abogado –dijo una voz femenina–. ¿Cómo puedo
ayudarlo?
–Hey, Sra. Bozeman, soy Seamus Blaecleah. ¿Está Elijah en la
oficina ya?
–Son casi las nueve de la mañana, Sr. Blaecleah. Por supuesto que
está. –La risa ligera de Sandy Bozeman se filtró por el teléfono–. Alguien
tiene que trabajar para pagar las facturas por aquí.
Seamus rio. –¿Pensé que esa eras tú?
–Lo soy, pero la cafetera está en la oficina del Sr. James, y tiene las
llaves, por lo que tiene que estar aquí.
Seamus empezó a reír. Todavía estaba riendo cuando Elijah se puso
en la línea, y considerando lo que tenía que hablar con el abogado, eso no
era algo malo.
–Hey, Seamus, ¿cómo va?
Al menos alguien parecía feliz de saber de él.
–Hey, Elijah, ¿tienes unos minutos?
–Claro. ¿Qué pasa?
Seamus se pasó la mano por la cara luego bajó la mirada al suelo. – 55
Háblame de Yancy.
–¿Yancy? –Elijah sonó casi sorprendido, casi–. ¿Qué quieres saber?
–Bueno, lo primero que puedes decirme es por qué estabas esperando
mi llamada.
Elijah rio. –Porque he visto la forma en que Yancy te miraba cuando
estaba en el rancho. Claro, cuando vio tu interés por el sheriff, retrocedió,
pero supuse que ya que te fuiste de Cade Creek, ya no estabas interesado.
Sospecho que Yancy está pensando lo mismo y ha hecho algún
movimiento hacia ti. –Hubo una pausa por un momento, un pesado
silencio que puso nervioso a Seamus–. ¿Estaba equivocado?
–No exactamente.
–Dime qué pasa, Seamus.
Seamus suspiró y se echó atrás, mirando la verde hierba delante de
él. –Ese día cuando Janice atacó, John me besó. Me dijo que hablaríamos
más tarde. Pensé que quería hablar después de que todo el caos acabara,
pero desde entonces me ha evitado. Me cansé de ser evitado como una
plaga, por lo que me fui.
–Y fuiste a quedarte con Yancy, ¿verdad?
–Sí. Me he estado quedando con Yancy durante una semana ya.
–¿Hay algún problema?
–Yancy ha estado flirteando conmigo desde el día en que le conocí.
Él...
Elijah se rio. –A Yancy le gusta flirtear.
Seamus frunció el ceño, sin estar seguro de que eso fuera una
recomendación. No quería involucrarse con un hombre del que tuviera que
preocuparse. –¿Siempre flirtea? –preguntó Seamus, aguantando la
respiración. Toda la conversación podría ser irrelevante dependiendo de lo
que dijera Elijah–. ¿Es algo de lo que debiera preocuparme? 56
–Sólo es como es, Seamus. Yancy no es el tipo de tío que se enrolla
con alguien si está saliendo con alguien.
Seamus soltó la respiración que había estado aguantando. –Vale.
–¿Vale bueno o vale malo?
–Sabes, Elijah. –Seamus rio rudamente–. Si supiera eso, no te
llamaría.
–Es justo –contestó Elijah–. Entonces, ¿qué puedo decirte de Yancy?
–¿Es una buena apuesta?
–¿Es una buena apuesta? –la sorpresa llenó la voz de Elijah mientras
repetía las palabras de Seamus.
–Sí, quiero decir que si le doy luz verde, ¿estaría cometiendo el
mayor error de mi vida o qué?
–Como amigo, es fantástico. Pero nunca he tenido un interés
amoroso por él, Seamus. No puedo darte información respecto a eso. Eso
depende totalmente de ti. Aunque como te he dicho, Yancy no te engañará.
Seamus quería gruñirle a Elijah. El hombre no había ayudado ni un
poquito. No de la forma que Seamus buscaba. ¿Quizás estaba buscando
respuestas que sólo Yancy podía darle? ¿Debería darle a Yancy una
oportunidad o dejar las cosas al nivel de amistad?
Obviamente tenía que tomar una seria decisión.
–Gracias, Elijah.
–¿Seamus?
–¿Sí?
–Sigue tu corazón.
Seamus gruñó mientras cerraba su teléfono y se lo volvía a meter en
su bolsillo. Eso no había ayudado. Si siguiera su corazón, Seamus todavía
57
estaría en Cade Creek excepto que tendría a Yancy a su lado igual que a
John.
¿Qué hacer, qué hacer?
Sabía que tenía que tomar una decisión porque no podía seducir a
Yancy. El hombre era demasiado dulce, demasiado amable para que
Seamus jugara con el hombre. Seamus no intentaba jugar. Y no era lo
suficiente tonto como para negar la creciente atracción que sentía por
Yancy. Pero parte de él todavía estaba en casa con el sheriff.
Seamus estaba tan confuso como lo había estado cuando llamó a
Elijah.
Sabía que no podía evitarlo más. Necesitaba volver y hablar con
Yancy. Si examinaba los pros y los contras de su situación, Yancy era su
mejor apuesta. No sólo el hombre estaba aquí, dejaba claro que deseaba a
Seamus.
John no hacía nada de eso. Demonios, el hombre apenas le hablaba.
Ninguna relación podría durar si era sólo de un lado. Tampoco había
garantías de que su relación con Yancy durara, pero al menos tenía un
mejor comienzo.
Con determinación en su mente, y un dolor en su corazón por la idea
de rendirse con John, Seamus volvió al apartamento.
Y a Yancy.

John miró su móvil. Había estado mirándolo durante los últimos diez
minutos, intentando decidir si debía llamar a Seamus o no. Quería hacerlo.
Anhelaba escuchar la voz del otro hombre, aunque sólo fuera su buzón de
voz.
58
Seamus se había ido del pueblo hacía una semana y aunque John
básicamente estaba intentando ignorar la atracción entre los dos, todavía
deseaba escuchar la voz del hombre o verlo pasar por el pueblo. No ser
capaz de sólo ver al hombre estaba cerca de destruirlo.
Saber que Seamus se había ido del pueblo por él era incluso peor.
Nadie le había dicho nada directamente, pero había visto las miradas
de la familia de Seamus cuando se los encontraba por el pueblo. Sabía lo
que estaban pensando porqué estaba pensando lo mismo.
Seamus se había ido porqué él era el idiota más grande del pueblo.
Sólo el miedo a lo que podría pasarle a Seamus si se rendía a su necesidad
e iba a por el hombre, trayéndolo de vuelta a Cade Creek, pateando y
gritando si era necesario, evitaba que John hiciera lo que quería hacer más
que nada en su vida.
Hasta que descubriera quién estaba amenazándolo, la vida de Seamus
estaría en peligro.
–Hey, Sheriff.
John cerró su móvil y su mano alrededor mientras alzaba su mirada.
–Webber. –No estaba exactamente seguro de por qué el hombre estaba en
su reservado. John había venido a comer, no por compañía–. ¿Pasa algo?
–Acabamos de recibir el informe del incendio en Murphy. El jefe dijo
que definitivamente había un acelerador.
–Ya veo. –John se guardó el móvil en su bolsillo y agarró el archivo
que Webber le ofrecía–. ¿El jefe dijo qué tipo de acelerador?
–Gasolina.
John abrió el archivo y empezó a leer el informe del jefe de
bomberos. Parecía bastante claro. Alguien había empapado el lugar con
gasolina y la usó para incendiarlo. Todo el edificio había ardido hasta los
cimientos. El taller de reparaciones estaba completamente destrozado.
John inmediatamente sospechó de los propietarios excepto que
estaban fuera del pueblo la noche del incendio. Tenían una coartada de 59
acero. Sin embargo, eso no significaba que no pudieran haber pagado a
alguien para quemar el lugar.
John sospechaba mucho del fuego que quemó el negocio justo
cuando estaba investigando las operaciones del lugar. No le había dicho a
nadie lo que estaba haciendo o a quién estaba investigando, pero estaba
consiguiendo la impresión de que alguien lo sabía de todas formas.
Sólo que no pensaba que fuera Murphy.
Se estaba perdiendo algo, y lo sabía. Había una conexión en alguna
parte. Tenía que haberla. No había algo como un crimen perfecto. Siempre
había una evidencia en alguna parte. John sólo necesitaba encontrarla.
Cerró el archivo y agarró su chaqueta. –Vamos –le dijo a Webber
mientras salía del reservado–. Será mejor que volvamos a la comisaría.
Quiero que traigan al Sr. Murphy para interrogarlo.
–¿Crees que incendió el lugar? –preguntó Webber mientras salía del
reservado y se unía a John.
–No, su coartada es irrefutable. Pero podría saber quién lo hizo.
–¿Fraude al seguro?
John se encogió de hombros. Solía guardarse las cosas. No le gustaba
dar información antes de tiempo, y ciertamente no quería que nadie supiera
que estaba investigando el Taller de Reparaciones de Murphy si no lo
sabían ya.
–Quizás, pero no lo creo. Murphy siempre ha parecido honesto y
respetable. Sólo quiero descubrir si alguien ha estado amenazándolo o si
hizo algún mal negocio últimamente. Un cliente cabreado puede hacer
mucho daño.
–El Taller de Reparaciones de Murphy ha estado por aquí más tiempo
que yo. ¿Realmente piensas que alguien podría haber incendiado su
negocio porque estaba enfadado con él?
–Podría haber sido un adolescente con algo contra el viejo, un fraude
de seguro, alguien contratado, o cualquier otra cosa. No lo sabremos hasta 60
que tengamos todos los hechos, y para conseguir esos hechos, necesitamos
interrogar al Sr. Murphy.
Webber era joven, pero era listo y ansioso por aprender. Era la única
razón por la que John no ponía los ojos en blanco por la forma en que su
ayudante saltaba a conclusiones.
–Oh, lo siento –dijo John cuando chocó con alguien–. Oh, Rourke. –
John tragó fuerte, de repente deseando que Webber no estuviera ahí de pie
observándolo intensamente–. ¿Cómo estás?
–No tan mal, Sheriff –dijo Rourke mientras estrechaba la mano de
John–. ¿Cómo va la vida del luchador del crimen del pueblo?
John rio, de repente sintiéndose más tranquilo en la presencia del
hombre grande. Rourke no iba a decir nada sobre la cosa que pasaba entre
él y Seamus, fuera lo que fuera esa cosa. –No tan mal. ¿Cómo va la vida
del ranchero?
John desesperadamente quería preguntar por Seamus, pero no delante
de Webber. Confiaba en que el ayudante cuidara su espalda y le diera
refuerzos cuando lo necesitara, pero no confiaba en nadie con la vida de
Seamus.
–Malditamente bien. –Rourke sonrió ampliamente, mostrando los
profundos hoyuelos en sus mejillas–. Ahora, si pudiera conseguir que Billy
parara de hacer que fuera a sus reuniones del club de bordado, sería
perfecto.
John rio. –¿Coser no es lo tuyo?
–Oh, demonios no.
–A él le encanta, y lo sabes. Por eso vas. –A pesar de la conducta
ruda de Rourke, era masilla en las manos de Billy. John no creía que
hubiera mucho que el hombre más grande no estuviera dispuesto a hacer
por su marido, ni siquiera ir al club de bordado.
–Sí, le encanta. –La sonrisa de Rourke creció más grande como si
hablar de Billy fuera lo mejor del día–. Deberías pasarte por el rancho uno 61
de estos domingos y cenar con nosotros. Sé que te encanta la comida de
Ma.
–Eso no es decir mucho, Rourke. Todo el mundo en Cade Creek ama
la cocina de vuestra Ma.
Rourke le guiñó un ojo a John. –Seamus estará ahí.
John tragó, lanzando una mirada a Webber, esperando que el
ayudante no supiera cuando quería aceptar la invitación. –Sí, quizás lo
haga si puedo cerrar este caso en el que estoy trabajando. –John ondeó el
archivo hacia Rourke–. De hecho, realmente necesito seguir.
–Oh, sí, claro. –Los ojos verdes de Rourke fueron entre John y
Webber–. Sólo llámanos. Todos vamos a casa a cenar los domingos. Eres
bienvenido cuando quieras.
–Gracias, Rourke. –John colocó una sonrisa en su rostro que
definitivamente no estaba sintiendo–. Podría hacer eso. Sería bueno volver
a ver a tus padres.
–Sí. –Rourke sonrió, pero John podía ver la confusión en los ojos del
hombre. El hombre obviamente sabía que algo pasaba, pero aparentemente
pilló la vacilación de John para traer a Seamus a la conversación–. A Ma y
Pa les encantaría verte también.
John se despidió de Rourke con la mano mientras el hombre
empezaba a volver a caminar por la acera, giró y continuó hacia la
comisaria. Webber instantáneamente lo siguió a su lado.
–¿Conoces bien a los Blaecleah, Sheriff?
–Bastante bien, supongo. –John intentó dejarlo, fingiendo que estaba
calmado–. Me han llamado varias veces al rancho cuando tuvieron
problemas. La Sra. Blaecleah es lo bastante amable para cocinarme la cena
para agradecérmelo, y no mentía cuando dije que la mujer cocinaba bien.
–Realmente nunca he pasado tiempo con los Blaecleah a parte de en
la iglesia. Todos los hermanos son mayores que yo, por lo que no los
conocí en la escuela. Pero parecen bastante amables. 62
–Sí, son todos muy amables. Te los presentaré en la siguiente comida
en la iglesia.
–Eso sería fantástico, Sheriff. –Webber sonrió, lo cual era raro en el
rostro del hombre joven. John no podía decir si Webber quería gritar
aleluya o empezar a saltar de alegría.
John de repente se preguntó si Webber tenía motivos ocultos para que
le presentaran a los Blaecleah. Sólo quedaba un hermano Blaecleah
soltero, y John tenía la vista en él. No iba a traer a otro hombre a la
mezcla.
–Sabes que los Blaecleah están todos bastante pillados, ¿verdad?
–Seamus no.
–Cierto –escupió John a través de sus dientes apretados con celos–.
Pero se mudó del pueblo.
–Ah, volverá –contestó Webber–. Siempre vuelven.
John ciertamente lo esperaba. Realmente no quería ir a la ciudad y
traer a Seamus a rastras. Pero lo haría si tenía que hacerlo. Cuando esta
mierda con las amenazas acabara, Seamus Blaecleah iba a volver a casa,
de una forma u otra.
–Ve a buscar a Murphy y tráelo para interrogarlo –dijo John mientras
se dirigía a la comisaría–. No le digas por qué queremos hablar con él o
que tenemos el informe del jefe de bomberos. Sólo dile que tenemos
algunas preguntas y que esperábamos que pudiera ayudarnos con nuestra
investigación.
–Lo haré, Sheriff.
John rio mientras Webber se iba. El tipo era joven, pero tenía mucho
entusiasmo por el trabajo. Si seguía a este ritmo, John sospechaba que
Webber le quitaría el trabajo uno de estos días.
John entró en la comisaría, parando brevemente en el escritorio
delantero para coger sus mensajes antes de dirigirse a su oficina. Tiró los
mensajes y el informe del jefe de bomberos en su escritorio luego fue a 63
comprobar al operador.
–¿Alguna llamada, Marc? –preguntó John mientras apoyaba su
cadera en el lado del escritorio del operador.
–No señor –contestó el ayudante. Marc Walker todavía no era un
ayudante del sheriff, pero lo sería en un par de meses cuando acabara su
entrenamiento. Mientras tanto, hacía de operador cuando Webber estaba
fuera de la oficina. Era un buen entrenamiento para el futuro ayudante del
sheriff.
–Llámame si entra algo. Estaré en mi oficina esperando a que
Webber vuelva con el Sr. Murphy.
Marc sonrió. –Diez-cuatro5, Sheriff.
John rio mientras se apartaba del escritorio y volvía a su oficina. Se
sentó detrás de su escritorio y abrió el archivo del incendio de Murphy de
nuevo, leyendo el informe una vez más. Quería todos los hechos claros
antes de empezar a interrogar al Sr. Murphy.
John no sabía cuánto tiempo había estado sentado ahí cuando sonó su
teléfono. Lo agarró. –Sheriff Riley.
–Hey, Sheriff, soy Webber. Estoy fuera de la casa de Murphy, no hay
nadie aquí. El lugar parece desierto.
–Maldición. –John se pasó la mano por la cara, suspirando
profundamente–. Vale, vuelve a la estación. Voy a poner una orden de
búsqueda y captura contra Murphy.
–Vale, te veo pronto, Sheriff.
–Sí. –John colgó el teléfono y se levantó, caminando hacia la puerta
de su oficina–. Marc, quiero una orden de búsqueda y captura contra Ezra
Murphy. Quiero que lo traigan para interrogarlo en conexión con el
incendio de su taller de coches.
–Lo haré, Sheriff.
64
5
Código para “O.K”.
John asintió y volvió a su oficina.
Había días en los que su trabajo realmente apestaba.

65
Capítulo 6
Yancy podía sentir a alguien observándolo antes incluso de que
abriera sus ojos. Sus años siendo un detective de la policía lo tenían
olfateando el aire un segundo antes de que la esencia masculina de Seamus
lo alcanzara.
Una sonrisa de bienvenida empezó a cruzar sus labios mientras abría
los ojos. Yancy sería el primero en admitir que estaba un poco sorprendido
de encontrar a Seamus estirado en la cama a su lado. Excepto por esa
mamada espectacular en la ducha, el hombre difícilmente había hecho el
primer movimiento hacia él.
Yancy no estaba sorprendido de ver el remolino de confusión en los
ojos esmeralda profundo de Seamus. Parecía estar siempre ahí. Sólo en
pocas ocasiones había visto Yancy los ojos de Seamus brillando con
deleite.
–Hey –susurró suavemente para no romper la burbuja de euforia en
la que estaba flotando.
–Hey –susurró Seamus en respuesta.
–¿Estás bien, cariño?
Los ojos de Seamus se apartaron por un momento, el hombre
lamiéndose los labios como si de repente se le hubieran secado. Estaba
nervioso. Yancy podía verlo, y su corazón empezó a caer. ¿Seamus estaba
aquí para decirle adiós?
Yancy no estaba seguro de poder manejar eso.
–¿Todavía me deseas?
La sorpresa mantuvo a Yancy inmóvil por un momento. ¿Cómo podía
Seamus dudar de eso? –Sí –dijo simplemente en lugar de gritar como 66
quería. Deseaba a Seamus más de lo que deseaba ver salir el sol la mañana
siguiente.
–Entonces soy tuyo.
La euforia se disparó por Yancy como una tormenta. Empezó a
alcanzar a Seamus cuando la realidad lo golpeó en la cara con un
contundente, pero silencioso golpe seco. Antes, Seamus no parecía saber
qué quería, ¿Y ahora sí? ¿Por qué este repentino cambio?
–¿Qué pasa con John? –Odiaba ese nombre.
Seamus alzó sus ojos hasta que se encontraron con los de Yancy. –No
voy a mentirte, Yancy. Todavía tengo sentimientos por John. Pero también
tengo sentimientos por ti. –Seamus cogió una profunda respiración como
si no hubiera suficiente aire en sus pulmones–. Y estoy empezando a
pensar que mis sentimientos por John eran sólo unilaterales, que quizás vi
lo que quería ver.
–¿Y eso qué significa? –Yancy quería todas las cartas sobre la mesa.
Estaba bien con que Seamus quisiera tomarse las cosas lentamente, pero si
el tipo le estaba dando luz verde, quería saber que Seamus realmente lo
quería antes de permitir que el hombre tuviera su corazón.
–Eso significa que si todavía me deseas, estoy dispuesto a dejar a
John en mi pasado y darlo todo en esta relación contigo.
Yancy esta vez se permitió alcanzar a Seamus, atrayendo al hombre
más cerca, sintiendo la necesidad creciendo en su interior más fuerte. –
Prométeme que no me romperás el corazón, Seamus. Prométeme que
siempre serás mío.
–Lo prometo –dijo Seamus en un gemido susurrado mientras
presionaba su caliente cuerpo contra Yancy.
Sabía en su corazón que Seamus había dicho en serio lo que había
dicho, pero Yancy también sabía que sólo tenía la mitad del hombre, el
sheriff tenía la otra mitad. Todo lo que podía hacer era intentar que Seamus
se olvidara del sheriff y esperaba que con el tiempo pudiera tener todo el
amor de Seamus. 67
Yancy pasó su áspera mano por el costado del cuerpo del hombre,
ahuecando el culo de Seamus y acercándolo más. Amaba el hecho de que
Seamus estuviera totalmente desnudo. Hacía que conseguir el dulce cuerpo
del hombre fuera mucho más fácil.
–¿Sabes cuánto tiempo he deseado tocarte?
Seamus le dio una sonrisa traviesa. –¿Desde la primera vez que me
viste?
Yancy golpeó ligeramente el culo de Seamus. –No hay necesidad de
ser tan engreído.
Espectros brillantes de luz bailaron en los ojos de Seamus. –No estoy
siendo engreído.
Tirando de su amante, Yancy lo atrajo hasta que tuvo a Seamus sobre
su cuerpo. Su polla estaba dura y caliente mientras Seamus estaba sentado
sobre él. El hombre parecía un ángel caído mientras sonreía a Yancy.
Podía verse amando a este hombre hasta el final de los tiempos.
Seamus era tan malditamente hermoso, por dentro y por fuera. Sus labios
se separaron en un gemido cuando Seamus bajó su cabeza y empezó a
chupar el pezón de Yancy. Sus manos pasaron por el cabello de su amante,
tirando de las hebras, siseando y gimiendo mientras Seamus gentilmente
mordía la sensible carne.
Yancy arqueó su espalda, sus manos pasando por la suave piel del
hombre, sonriendo cuando el hombre empezó a estremecerse bajo sus
caricias. Sus uñas arañaron la tierna carne de Seamus. –Eso es, cariño,
saboréame.
Apretó sus dientes contra las sensaciones mientras preparaba su
cuerpo, Seamus restregaba su polla contra el estómago de Yancy. Si el tipo
sólo supiera cuanto control le robaba a Yancy. Luchó por respirar mientras
observaba a Seamus lamer un camino por el pecho de Yancy, mordiendo,
chupando y gimiendo su placer.
Yancy luchó por no tirar a Seamus debajo de él y tomarlo. Seamus no 68
era un rollo de una noche, ni una aventura casual. Era para Yancy. Sabía en
su corazón que no había otro.
–Tan grande –dijo Seamus contra el pecho de Yancy mientras usaba
sus dientes para darle un pequeño mordisco–. Tan fuerte.
El hambre que sentía por este hombre lo llevaba al borde de la locura
y más allá. Yancy no estaba seguro de cuanto más podría sólo estar ahí
estirado dejando que Seamus hiciera lo que quisiera. –Quiero tomarte
lentamente. –Apenas podía empujar las palabras fuera de sus labios por el
puro placer que lo envolvía.
El cuerpo de Yancy se sentía como fuego líquido, apretado y duro.
Rechinaron sus dientes cuando Seamus empezó a besarlo más abajo y más
abajo, su lengua trazando el ombligo de Yancy. Cuando Seamus alzó la
mirada hacia él por debajo de sus pestañas, Yancy casi fue destruido.
Se había enamorado de Seamus.
Sus dedos se enredaron en el cabello de su amante mientras Seamus
mordía su pelvis justo antes de lamer un largo camino hacia la polla de
Yancy y luego chupó la hinchada cabeza dentro de su boca.
–¡Joder! –gritó Yancy mientras sus caderas se retorcían. Yancy
intentó controlarse, intentó no moverse mientras Seamus lo chupaba, pero
su cuerpo no escuchaba. Sus caderas empujaron hacia delante mientras su
agarre en el pelo de Seamus se apretaba.
A pesar de que estaba disfrutando la boca del hombre, Yancy no
quería correrse así. Quería estar enterrado profundamente en el cuerpo de
Seamus cuando su orgasmo lo golpeara.
–Seamus, suficiente. –Yancy tiró de las hebras marrón chocolate de
Seamus–. No así.
Casi se corre cuando Seamus se apartó, lamiendo sus hinchados
labios mientras sonreía a Yancy. La sonrisa era traviesa, insinuante, y
tentadora. Seamus iba a ser su ruina. Podía sentirlo en sus huesos.
Yancy empezó a jadear cuando Seamus se arrastró por su cuerpo y 69
colocó un beso gentil en su garganta. –¿Entonces cómo quieres correrte?
–De-dentro de ti. –Agarró las caderas de Seamus, restregando su
dolorosa erección contra el culo del hombre–. Móntame, cariño.
Yancy agarró el lubricante de debajo de la almohada. Empezó a
derramar un poco en sus dedos, pero Seamus apartó el tubo. –¿Quieres ver
cómo me estiro el culo?
Yancy casi se traga la lengua. Lo único que pudo hacer fue asentir. Ya
no era capaz de hablar cuando Seamus se giró, presentando a Yancy su
apretado culo. Oh, señor. No sabía cómo no atacó al hombre.
–Sólo mira –susurró Seamus mientras estiraba el brazo detrás de sí
mismo y rodeaba su agujero, haciéndolo brillar con lubricante–. Mira
como me doy placer.
Yancy soltó un sonido estrangulado mientras apretaba sus dedos en el
colchón, evitando tocarlo. –Adelante.
Como nunca le había hecho el amor a Seamus, no estaba seguro de si
los gemidos eran reales o un espectáculo, pero en cualquier caso, los
sonidos eran tan malditamente eróticos que Yancy tuvo que morderse el
labio inferior. El culo de Seamus se movía más arriba en el aire mientras
sus mojados dedos se deslizaban dentro de su cuerpo, su pequeño agujero
estirándose.
Yancy tragó fuerte, sabiendo que no iba a ser capaz de aguantar
mucho más. Mientras Seamus movía su culo y separaba sus dedos dentro
de sí mismo, Yancy estiró el brazo y pasó su mano por los globos gemelos
de Seamus. –Tan bonitos.
–Ayúdame –dijo Seamus con un tono tenso. Yancy estaba más que
feliz de ayudar al hombre. Deslizó un dedo junto a los de Seamus y luego
gruñó fuerte cuando el hombre se tragó la polla de Yancy.
Sacó el dedo y lo volvió a meter, follando a Seamus con sus dedos
durante unos cuantos empujes. Yancy casi suplica cuando Seamus dejó
caer su polla de entre sus labios. Pero su protesta calló silenciosa en sus
labios cuando Seamus se giró, posicionándose sobre el eje duro como el 70
acero de Yancy.
–¿Estás preparado? –Seamus casi ronroneó las palabras.
Yancy estaba total y completamente fascinado con el hombre más
pequeño. Había estado bromeando cuando le dijo a Seamus que haría feliz
a una esposa. Ahora Yancy estaba empezando a preguntarse si su
subconsciente no estaba hablando por él.
La punta del hinchado eje se presionó contra el cuerpo de Seamus,
pre semen casi disparándose cuando su amante empezó a bajar lentamente
sobre la polla de Yancy.
–Seamus –gimió, sus dedos enterrándose en las caderas de Seamus–.
Oh, infiernos, Seamus.
Seamus se inclinó hacia delante, sus uñas enterrándose en el pecho
de Yancy mientras soltó un largo siseo.
–Tómate tu tiempo, cariño. Tómate todo el tiempo que necesites. –
Yancy dijo las palabras, sintiéndolas, aunque quería empujar dentro del
culo de Seamus más de lo que quería respirar. Su amante le sonrió antes de
morder su garganta.
–Dios, te sientes tan malditamente bien enterrado en mi culo. –
Seamus giró sus caderas, bajando sobre la polla de Yancy una y otra vez.
Yancy se estaba volviendo loco mientras Seamus tomaba lo que deseaba,
lo que necesitaba. Cuando su cuerpo se elevó hasta una pendiente febril,
Yancy mantuvo un fuerte agarre en Seamus mientras los giraba colocando
a su amante bajo él.
–¿Qué pasa conmigo montándote? –bromeó Seamus en un tono
áspero y profundo. Estaba sin aliento, sus ojos verdes brillando mientras
pasaba sus dedos por la espalda desnuda de Yancy. El hombre envolvió sus
piernas alrededor de la cintura de Yancy, llevando la polla Yancy más
profundo dentro de su cuerpo.
Yancy se inclinó hacia delante, presionando sus labios en la suave
oreja de Seamus. –Voy a follarte hasta dejarte sin sentido.
–¡Sí! 71
Retrocediendo, Yancy empujó las piernas de Seamus fuera del
camino mientras empezaba a golpear en el apretado agujero de Seamus.
Pequeñas explosiones estallaron dentro de él cuando sus pelotas se
apretaron contra su cuerpo, señalando que su liberación estaba cerca.
Seamus se retorció, gritando el nombre de Yancy.
–Otra vez. Grita para mí otra vez, cariño. –Yancy acompañó sus
palabras con fuertes embestidas. No importaba lo profundo que se
enterrara, Yancy parecía que no podía estar lo suficientemente cerca. Sintió
que la locura lo tomaba, agarrándolo, amenazándolo.
–¡Yancy! –gritó Seamus mientras envolvía sus dedos alrededor de su
polla y empezaba a acariciarse febrilmente–. Haz que me corra.
–Lo que desees, cariño. –Yancy redobló sus esfuerzos, agarrando los
tobillos de Seamus y separando las piernas del hombre mientras empujaba
dentro de la suave carne de Seamus.
Seamus arqueó su espalda, gritando cuando chorros blancos salieron
de la punta de su polla, pintando su pecho y barbilla con su liberación.
Yancy apretó sus dientes, el apretado agujero de Seamus ordeñando su
polla sin piedad.
–¡Maldición! –gritó mientras una cascada de electricidad estalló
dentro de él, quemándolo vivo con una pasión febril mientras su orgasmo
lo golpeaba, haciendo que fuera difícil respirar para Yancy. Los brazos de
Seamus cayeron a su lado mientras respiraba irregularmente.
Los empujes de Yancy disminuyeron mientras montaba el persistente
orgasmo. Estaba sudando, sin aliento, y quería una maldita siesta. Saliendo
del cuerpo de su amante, Yancy se estiró al lado de Seamus, acercando al
hombre a su pecho.
–Luz verde –bromeó Seamus mientras sus ojos se cerraban.
Yancy rio mientras pasaba su mano por el sudoroso cuerpo de
Seamus. –Eso espero.
72
Seamus era todo lo que Yancy había esperado y más, pero no podía
disipar la molestia en su mente de que el sheriff iba a robarle a Yancy su
felicidad de alguna forma, que el hombre iba a alejar a Seamus de él.

–¿Estás seguro de que quieres hacer esto? –preguntó Yancy por


centésima vez. Esperaba con ganas volver al rancho Blaecleah. Le
encantaba estar ahí y adoraba a la gente que vivía en el rancho.
Pero esta vez era diferente. Esta vez no sería un mero amigo que
pasaba para una cena de domingo. Volvía como el novio de Seamus,
amante, lo que fuera. Simplemente, Seamus había decidido que era el
momento de hablarle a la familia sobre ellos.
Y eso asustaba a Yancy a morir. No estaba avergonzado de ninguna
forma de Seamus. Demonios, gritaría por los tejados si tuviera la
oportunidad. Sólo temía que volver a la escena del crimen, destrozaría el
frágil principio de su relación.
Se habían perdido la cena de domingo obligatorio de la semana
pasada, y Ma no aceptaría un no por respuesta esta semana, pero al menos
les había dado tiempo extra para cimentar su relación un poco más antes
de presentarla al mundo.
La última semana había sido un sueño. Yancy iba a la cama cada
noche con Seamus en sus brazos y despertaba de la misma forma. Seamus
estaba esperándolo al final del largo día, pero en lugar de sólo decir hola,
el hombre venía y besaba a Yancy, como si fueran una verdadera pareja.
El sexo era fenomenal. Yancy estaba bastante seguro de que había
follado a Seamus en cada superficie plana de su apartamento, y algunas
que no eran tan planas. Parecía que no podía tener suficiente del hombre.
Por suerte para él, Seamus parecía sentir lo mismo. Contra más lo deseaba
Yancy, más parecía abrirse Seamus. 73
Sólo había habido unas pocas veces en que Yancy había pillado a
Seamus mirando al espacio, y sabía que Seamus estaba pensando en John.
Si pudiera borrar totalmente el recuerdo del hombre, lo haría. Pero no era
un mago. Tendría que esperar a que Seamus superara sus sentimientos por
el sheriff con el tiempo.
–¿Quieres parar? –Seamus puso los ojos en blanco mientras agarraba
la mano de Yancy, apretándola–. Me niego a esconderte de mi familia. –
Seamus rio mientras miraba a Yancy de arriba a abajo–. Para empezar, eso
sería muy difícil de hacer. Eres tan grande como una casa de ladrillo.
–No pareció importarte mi tamaño esta mañana cuando te inmovilicé
contra la pared. –Yancy sonrió con suficiencia cuando el rostro de Seamus
se sonrojó con un hermoso color rojo profundo–. Mi gran polla
empujándose dentro de tu culo, mis labios en tu cuello.
–Sí, bueno. –Seamus inhaló profundamente mientras se bajaba el
cuello de su camisa, mostrando intencionadamente las marcas rojo
profundo de los chupetones que Yancy le había dejado en la garganta–.
Nunca dije que tuviera un problema con lo grande que eres. Sólo que no
podría esconderte.
Yancy casi se sale de la carretera cuando Seamus estiró el brazo y se
ajustó su dura polla, la cual era increíblemente visible en sus apretados
vaqueros. Yancy gruñó por la gruesa tienda de campaña, deseando tener
tiempo para jugar con ella.
–¿Te he dicho cuanto me gustas en esos vaqueros?
Los ojos de Seamus se alzaron. –No.
Yancy apenas podía apartar sus ojos de la larga polla de Seamus el
tiempo suficiente para mirar por la ventana delantera para asegurarse de
que todavía estaban en la carretera, y luego miró a Seamus. –Te ves
hermoso en ellos, cariño.
Las cejas de Seamus se juntaron como si el hombre estuviera
perplejo por la afirmación de Yancy. ¿Nunca nadie le había hecho un 74
cumplido antes?
–Uh... ¿gracias?
Yancy se mordió el labio inferior por un momento mientras sus ojos
iban del rostro rosado de Seamus a la carretera y luego de vuelta. –Te
verías fantástico si te sacaras esa bonita polla y jugaras con ella para mí.
La mandíbula de Seamus cayó.
Yancy asintió hacia la tela apretada en la ingle de Seamus. –Eso se ve
doloroso. Podrías querer arreglarlo antes de que lleguemos a la casa de tus
padres. No me importa que sepan lo nuestro, pero no tienen que saber
tanto.
–Yancy...
–¿Por favor? –Yancy necesitaba ver a Seamus, y no le importaba
suplicar para conseguir lo que deseaba. Podría no estar en posición de
sentir su polla enterrándose en el sexy cuerpo del hombre, pero si no tenía
algún tipo de conexión con Seamus antes de que llegaran al rancho,
perdería al hombre.
Sólo lo sabía.
–¿Estás seguro? –preguntó Seamus con voz insegura aunque sus
manos fueron a la cremallera de sus vaqueros. El hombre se giró en el
asiento, apoyando su espalda contra la puerta del pasajero y levantó una
pierna en el asiento, separándolas.
–Oh demonios, sí, cariño.
–No dejes que Ma te escuche maldecir así.
–No hables de tu Ma cuando estás sosteniendo tu polla en tu mano.
–Mi polla todavía no está en mi mano.
–Maldición, te adoro, Seamus. –Yancy rio, sacudiendo un poco la
cabeza. A veces no podía creer lo bien que encajaban juntos–. Ahora sácate
la polla de los pantalones y acaríciate para mí antes de que pare la
camioneta y lo haga por ti. 75
Las cejas oscuras de Seamus se alzaron en su frente. –¿Eso es una
amenaza?
–¡Seamus!
La rica risa de Seamus llenó la cabina de la camioneta, rota sólo por
el sonido de la cremallera del hombre bajando y el gemido de Yancy
cuando la gruesa polla de Seamus se reveló ante sus hambrientos ojos.
Yancy intentó mantener sus ojos en lo que Seamus estaba haciendo y
ver por dónde conducía al mismo tiempo. No era fácil, pero apartar sus
ojos de la vista de los largos dedos de Seamus envueltos alrededor de su
polla mientras el hombre lentamente se acariciaba toda la longitud, habría
sido un jodido milagro.
Los ojos de Yancy iban de un lado al otro, de lo que hacía Seamus a
la carretera y de nuevo de vuelta rápidamente. Cuando la mano de Seamus
empezó a acelerar, también lo hizo la respiración de Yancy hasta que casi
estuvo hiperventilando con la necesidad de ver a su amante correrse.
–Maldición, cariño, eso se ve bien –murmuró Yancy, lamiéndose los
labios. Incluso la polla de Seamus era hermosa, toda gruesa y roja con una
cabeza ensanchada y muy venosa por los lados–. Apuesto a que es bueno y
duro, ¿no?
–Sí, sí –jadeó Seamus.
–¿Se siente bien?
El bajo gemido de Seamus fue su única respuesta.
–Restriega tu pulgar por la parte de arriba, cariño. –Yancy casi se
traga su lengua cuando Seamus hizo exactamente lo que le había dicho,
restregando el pulgar sobre la pequeña ranura de la cabeza de su polla.
Yancy lanzó una rápida mirada a la ventana delantera de nuevo luego
volvió a Seamus justo a tiempo para ver al hombre levantar su pulgar,
hacia Yancy.
El pequeño dedo brillaba. 76
Yancy se inclinó y lamió el pulgar de Seamus en su boca. El sabor
agridulce del pre semen explotó a través de la lengua de Yancy. Yancy
gimió, su polla pulsando en sus pantalones mientras giraba su lengua por
el pulgar de Seamus, lamiendo cada rastro.
–Gracias, cariño –dijo Yancy cuando Seamus sacó su pulgar.
–E-en cualquier momento –gimió Seamus.
Oh hombre, Yancy iba a ir al infierno por los pensamientos sucios
que pasaban por su cabeza, especialmente cuando tenía que tener su mente
en conducir. Sólo parecía que no podía evitarlo. Seamus era un sueño
erótico.
–¿Puedes... puedes alcanzar tu culo?
Seamus paró, sus cejas alzándose de nuevo. Yancy estaba empezando
a tener la impresión de que nadie había jugado con Seamus. El hombre no
era virgen, lo había admitido. Pero tampoco actuaba como si hubiera
explorado por completo su sexualidad.
Yancy iba a cambiar eso.
–Quiero que te metas el dedo mientras te masturbas.
Ahí estaba esa mirada sorprendida en el rostro de Seamus una vez
más. Yancy casi sacude la cabeza con incredulidad. Cómo podía este
hermoso hombre ser tan tímido, no lo entendía. Parecía casi triste.
El lado bueno era que Yancy tendría el deleite de enseñarle a Seamus
unas cuantas cosas, y quizás más que unas cuantas si se salía con la suya. –
Bájate los pantalones, Seamus, y métete el dedo para mí. Quiero verte.
El rostro de Seamus estaba rojo cuando se bajó los pantalones hasta
las rodillas. Después de un momento intentando removerse, se los bajó
hasta los tobillos, quitándose un zapato para poder sacárselos de una
pierna.
Cuando estuvo situado de nuevo, separó sus piernas. Yancy estiró la
mano y agarró el tobillo que todavía tenía los vaqueros envueltos a su 77
alrededor y lo levantó encima del salpicadero. Luego alcanzó la guantera y
sacó una botella de lubricante, extendiéndola hacia Seamus.
–Vas a necesitar esto –informó Yancy, sobretodo porque supo en el
momento que vio el apretado agujerito de Seamus asomado hacia él que no
sería capaz de evitar follar al hombre hasta el olvido.
Esto ya no era una simple sesión de masturbación en el coche. Se
había convertido en una sesión de preparación. Yancy iba a follar a Seamus
hasta casi matarlo.
Yancy apretó su mandíbula para mantener su control mientras
observaba a Seamus lubricar sus dedos, luego bajarlos y pasarlos por su
fruncida entrada. La seductora vista de los dedos de Seamus deslizándose
dentro de su propio culo era casi más de lo que Yancy podía soportar.
Yancy mantuvo una mano en el volante y presionó la otra contra su
propia polla dolorida. Estaba tan jodidamente duro que dolía.
Prácticamente podía sentir su polla hundiéndose dentro del culo de
Seamus.
Los ojos de Seamus se pusieron vidriosos en algún momento. Yancy
no estaba seguro de cuando, pero el placer brillando en sus oscuras
profundidades verdes le decía que el hombre estaba disfrutando. Esa había
sido la intención principal de Yancy cuando empezó esto. Ahora, era
simplemente conseguir a Seamus preparado para poder follarlo.
En el momento en que Seamus pudo hundir tres dedos fácilmente en
su culo, Yancy sacó la camioneta de la carretera. Aparcó y salió de la
cabina. Yancy rápidamente la rodeó hasta la puerta del pasajero, la cual,
agradecidamente, daba al bosque. Abrió la puerta y atrapó a Seamus antes
de que pudiera caer.
–Hey, qu...
El resto de las palabras de Seamus se perdieron cuando Yancy lo
agarró del pelo y tiró su cabeza atrás, cubriendo la boca del hombre con la
suya. La sorpresa momentánea de Seamus se fue tan rápido como sus
palabras. Abrió su boca y empezó a devolver el beso a Yancy, sus gentiles 78
gemidos creciendo hasta que le hombre prácticamente estaba vibrando de
necesidad.
–Te necesito, cariño. –El tono de Yancy no admitía resistencia–. Te
necesito ahora.
Estaba tan desesperado que sus manos temblaban mientras tiraba de
Seamus fuera de la camioneta y lo empujaba en el asiento con el culo
colgando por fuera. Se bajó la bragueta y sacó su polla, empujándola
contra el culo de Seamus.
Una profunda embestida y Yancy estaba dentro de Seamus hasta las
pelotas. El grito del hombre era como el nirvana. Yancy agarró las caderas
de Seamus y golpeó dentro del hombre, llevando su polla tan profunda
como podía sin hacer daño a Seamus.
Esto no era hacer el amor lento y gentil.
Esto era realmente rápido.
Yancy empujó dentro del acogedor agujero de Seamus, sus dedos
enterrándose en los lados del hombre mientras el placer lo inundaba Los
apretados músculos de Seamus lo sostuvieron como un guante hecho sólo
para él, cada embestida elevando el placer hasta que Yancy estuvo
preparado para gritar.
Yancy alcanzó bajo el cuerpo de Seamus y agarró su polla. La
acarició, apretó justo como el culo de Seamus estaba apretando su propia
dolorosa erección. Justo cuando el orgasmo empezó a crecer, Yancy se
inclinó y arañó con sus dientes la nuca de Seamus.
–Córrete para mí, cariño –ordenó, negándose a tomar su propio
placer antes que su amante–. Dame lo que quiero, Seamus.
–¡Yancy! –gritó Seamus mientras llenaba la mano de Yancy.
El sonido de su nombre gritado en lo más alto del placer de Seamus
era más de lo que Yancy podía soportar. Metió su polla tan profundamente
dentro del cuerpo de Seamus como sus cuerpos permitían y liberó el
éxtasis que lo llenaba. 79
–Seamus –susurró, la palabra más baja que el grito de Seamus, pero
igual de emotiva.
Su polla palpitaba, disparando carga tras carga de su liberación
dentro del hombre debajo de él. Yancy bajó su cabeza, apoyándola en la
parte media de la espalda sudada de Seamus mientras intentaba recuperar
algo del control de sus caóticas emociones.
Las palabras que había estado reteniendo durante tanto tiempo
reunidas en la punta de su lengua, empezando liberarse. Yancy estaba tan
asustado de decirlas. Seamus podía darle su corazón y alma, pero sabía que
todavía compartía a Seamus con otro hombre. Hasta que supiera que
Seamus era todo suyo, no podía darle al hombre la última parte de sí
mismo.
No importaba cuanto lo deseara.

80
Capítulo 7
Seamus hizo una mueca cuando pararon delante de la casa de sus
padres y vio a todo el clan salir del porche delantero. A pesar de las
palabras de Yancy de consuelo, todavía estaba avergonzado sobre lo que
habían hecho en la camioneta de camino aquí.
Cualquiera podría haberlos visto al lado de la carretera. Cade Creek
era conocido por sus ciudadanos amistosos. Si alguien hubiera visto una
camioneta al lado de la carretera, se habrían parado para ver si podían
ayudar.
Seamus sólo estaba agradecido de que eso no hubiera pasado. Estaba
incluso más agradecido de que el sheriff no hubiera pasado y los hubiera
pillado. No quería ni contemplar tener que intentar explicar eso.
Demonios, esperaba evitar a John mientras estaba aquí. Su relación
con Yancy era muy nueva, y Seamus no quería ponerla en peligro viendo a
John, un hombre por el que Seamus todavía sentía algo.
Sus sentimientos por Yancy estaban creciendo a saltos. El hombre era
tan hermoso que Seamus sólo podría sentarse y mirarlo durante horas. Pero
más allá de eso, Yancy simplemente era un buen tipo. Era divertido, se
preocupaba y era dulce. Podía parecer una monstruosa casa grande, pero
había un osito achuchable profundamente en su interior.
Yancy quería lo que todos querían, alguien a quién llamar suyo. Por
qué había querido que ese alguien fuera él, Seamus nunca lo sabría, pero
estaría agradecido para siempre de que hubiera pasado.
Excepto por ese único momento cuando John lo había besado,
Seamus nunca había sido tan feliz. Y planeaba hacer todo lo que pudiera
para asegurarse de que seguía siendo de esa forma, aunque eso significara
evitar al otro hombre que tenía un pedazo de él retenido.
81
–¿Es bueno estar en casa? –preguntó Yancy mientras aparcaba la
camioneta y apagaba el motor.
–Sí, he echado de menos el lugar.
Yancy miró hacia la casa, riendo. –Creo que el lugar te ha echado lo
mismo de menos si esa multitud en el porche delantero tiene algo que ver
con eso.
Era bueno estar en casa. Seamus disfrutaba de la ciudad, pero sólo
porque ahí era dónde estaba Yancy. Su pequeño barrio era bonito, y la
gente parecía incluso amable, pero realmente no había un lugar como Cade
Creek.
–¿Alguna vez considerarías mudarte aquí a Cade Creek?
El rostro de Yancy estaba estoico cuando se giró para mirar a
Seamus. –Por ti lo haría.
Seamus parpadeó. –¿En serio?
–No puedo pensar en algo que no estuviera dispuesto a hacer por ti,
Seamus. –Los dedos de Yancy bajaron ligeramente por su rostro antes de
girarse y abrir la puerta de la camioneta y bajar–. Especialmente si sé que
eres mío.
Seamus no tenía que preguntar de qué estaba hablando Yancy. El
tema no se había hablado entre ellos desde que decidieron darle una
oportunidad a su relación. Pero colgaba en el aire como un mal olor.
Seamus no podía evitar a quién amaba, y amaba a John y a Yancy.
Ahora lo sabía. La única diferencia era que Yancy parecía devolverle su
amor mientras que John no deseaba tener nada que ver con él.
Seamus esperaba que llegara un momento en que finalmente pudiera
dejar a John en su pasado y entregarse por completo a Yancy. También
esperaba que Yancy se quedara el tiempo suficiente para que eso pasara.
No sería capaz de culpar a Yancy si el hombre sólo se rendía y lo dejaba.
Seamus le estaba pidiendo mucho a Yancy, y lo sabía.
Seamus rápidamente bajó de la camioneta y rodeó la parte de delante 82
para unirse a Yancy. Agarró el brazo de Yancy y lo paró para que no se
dirigiera al porche, esperando hasta que Yancy lo miró a los ojos.
–Estoy contigo, Yancy. Tomé mi decisión, y no me voy a retractar.
–Lo sé, cariño. –Los ojos grises de Yancy estaban un poco tristes
mientras miraban a Seamus–. Pero no puedo evitar la forma en que me
siento de la misma forma que tú no puedes. Temo que John vaya a
aparecer y te aleje de mí, que lo desees a él más que a mí.
El corazón de Seamus cayó al suelo mientras observaba a Yancy
girarse y alejarse. El hombre apartó sus emociones y sonrió mientras
saludaba al clan Blaecleah porque todos estaban entusiasmados cuando lo
saludaron como si el hombre no acabara de hacer sentir a Seamus como si
hubiera saltado del acantilado más cercano.
Seamus de repente se preguntó si su indecisión estaba destruyendo al
hombre que era Yancy, el hombre del que se estaba enamorando
rápidamente. Yancy todavía bromeaba con él y todos los demás. Tenía una
sonrisa preparada para todos.
Y Seamus no había visto ninguna señal de que eso hubiera cambiado,
pero empezaba a preguntarse si quizás no lo había visto porque no quería
verlo. ¿Estaba ignorando lo que le estaba haciendo a Yancy porque no
quería tratar con ello?
–¿Estás bien, hijo?
Seamus apartó la mirada de la espalda de Yancy para encontrar a su
padre a su lado. –Sí, Pa. Estoy bien.
–Parece que tengas algo pesado en tu mente.
–Sólo algunas cosas en las que tengo que pensar. –Como el hecho de
que quizás necesitaba rendirse con Yancy antes de destruirlo–. Encontraré
la solución.
–Si necesitas hablar...
Seamus sonrió y se apoyó en la mano que aterrizó en su hombro. –Sé
a quién llamar, Pa. Creo que es sólo algo que necesito hacer por mí mismo. 83
–Bueno, bien entonces. Será mejor que subas al porche y saludes a tu
Ma antes de que rompa algo.
Seamus rio, dejando ir la tensión que lo rodeaba mientras subía
rápido los escalones y caía en los brazos que su madre le extendía. Inhaló
profundamente, hundiéndose en la dulce fragancia consoladora que era
única en Alani Blaecleah.
–Hey, Ma.
–Hola, hijo.
–Te he echado de menos.
Alani retrocedió y ahuecó el rostro de Seamus entre sus delicadas
manos, alzando la mirada hacia él con una mirada inquisitiva que sólo
tenía una madre. –También te he echado de menos, hijo. Creo que tienes
que venir a casa más a menudo.
Seamus rio nerviosamente, sabiendo que su madre podría ver las
cosas sólo mirándolo como nadie más podía. –Sólo he estado fuera dos
semanas, Ma.
Alani alzó una ceja.
–No discutas con tu Ma, chico.
Seamus sintió que sus labios se curvaban hacia arriba suavemente
por la regañina de su padre. –Sí, Pa.
Era bueno estar en casa.
–Vamos dentro, hijo –dijo Ma mientras soltaba el rostro de Seamus
para agarrar su mano–. La cena está casi lista.
–Fantástico. Estoy muerto de hambre. –Nadie cocinaba como su Ma.
–Es toda esa comida de ciudad –insistió Ma–. No puede ser buena
para ti.
Eso le recordó a Seamus algo que quería hablar con sus padres. –Hay 84
una rambla a unas manzanas del apartamento de Yancy. Durante la semana
tienen puestos por todo el lugar de comida y cosas hechas a mano. Se hace
incluso más grande los fines de semana con músicos y entretenimiento e
incluso más puestos.
–Eso suena divertido.
–Es la bomba –contestó Seamus mientras seguía a su madre dentro
de la cocina–. Estaba pensando que quizás podríamos hacer algo como eso
aquí en Cade Creek. Sería una buena forma de que la gente se juntara y
socializara así como para vender sus mercancías, como vuestros tomates.
–¿Le has hablado a tu Pa de esto?
Seamus sacudió su cabeza. –Todavía no. Esta es la primera vez que
tengo oportunidad de hablar con alguien a parte de Yancy.
Ma alzó la mirada de las patatas que estaba removiendo en el fuego.
–¿Cómo van las cosas entre Yancy y tú?
Seamus realmente había esperado tener algo más de tiempo antes de
que saliera este tema. –Estamos bien. Es un tío fantástico.
–¿Te trata bien?
El rostro de Seamus se coloreó mientras pensaba en lo que había
pasado en la camioneta y lo bien que Yancy lo había tratado. –Sí, Ma,
Yancy me está tratando muy bien. Como dije, es un tío fantástico.
–Bien. –Ma volvió a menear las patatas.
Seamus se mordió el labio inferior por un momento, siendo evasivo.
Sabía que tenía que ser claro por cómo su madre lo miraba. Ella sabía que
pasaba algo. Siempre lo sabía. Era el terror para cada uno de sus hijos.
–Sí, de hecho, hemos empezado a salir. –Seamus tragó cuando Ma
paró de remover y sólo lo miró–. ¿Ma?
–¿Estás saliendo con Yancy?
–Sí.
85
–¿Es serio?
–Sí.
–Oh dios. –Por primera vez en lo que pareció una eternidad, quizás
incluso toda su vida, la madre de Seamus parecía frustrada–. Entonces
podríamos tener un problema.
–¿Qué tipo de problema?
En lugar de contestarle, Ma ahuecó su mano alrededor de su boca y
gritó: –Donnell, ven aquí.
Seamus apenas tuvo tiempo de apartarse del camino antes de que Pa
entrara corriendo a la cocina, parando de golpe cuando los vio. –¿Qué va
mal?
–Seamus y Yancy han empezado a salir –dijo Ma–. Seamus dice que
es serio.
Los ojos verde niebla de Pa fueron hacia Seamus. –Oh dios.
Seamus empezó a ponerse incómodo cuando sus padres se quedaron
ahí quietos y mirándolo. ¿No les gustaba Yancy? Sabía que no era porque
se estuviera enamorando de otro hombre. Ese nunca había sido un
problema en su casa.
–¿Qué pasa?
Ma se pasó las manos por su delantal, sus ojos apartándose, lo cual
era muy raro en Ma. –Seamus, nosotros...
El rostro de Seamus se quedó sin color cuando escuchó la puerta
principal abrirse y luego la voz del Sheriff John Riley flotó por el aire. –
¿Qué habéis hecho? –susurró mientras su inminente destrucción lo
golpeaba en la cara.
–Hijo, no sabíamos sobre Yancy y tú o nunca habríamos invitado a
John a cenar –dijo Pa rápidamente–. Tienes que saberlo. Sólo queríamos
que fueras feliz, y estabas tan triste cuando te fuiste. Pensamos que si 86
invitábamos a John a cenar vosotros dos podríais hablar y quizás arreglar
las cosas entre vosotros.
–Pensasteis mal. –Seamus apretó su mandíbula mientras empujaba su
mano en el aire, girándose para mirar por la ventana al patio. Esto no iba a
acabar bien. Demonios, podría incluso acabar en un baño de sangre.
–Donnell, haz algo.
–Alani, esta familia nunca ha echado de casa a nadie, y no vamos a
empezar ahora porque las cosas puedan ser un poco tensas. Invitamos al
sheriff aquí para cenar. Seamus y Yancy sólo tendrán que comportarse
como hombres y tratar con ello.
Comportarse como hombres.
Correcto.
Claramente sus padres no entendían que podrían haber destruido
cualquier oportunidad que Seamus tuviera de ser feliz. Yancy se iba a
poner furioso cuando viera a John. Él... la respiración de Seamus se
congeló en su pecho cuando se dio cuenta de que Yancy y John podrían
estar en el salón justo ahora, juntos.
Giró y salió de la cocina corriendo, parando justo fuera de la entrada
del salón. Yancy sentado en una de las sillas al lado de la chimenea. Estaba
lanzando dagas con la mirada en dirección a la puerta principal, la cual
Seamus no podía ver desde su posición.
No quería mirar. John estaba en esa dirección.
–Yancy –dijo suavemente, intentando llamar la atención de Yancy y
no la de toda la habitación–. ¿Puedo hablar contigo un momento?
Los ojos de Yancy estaban entrecerrados con lo que Seamus sabía
que era ira cuando el hombre lo miró, mirándolo durante varios tensos
segundos. Sin decir una palabra a nadie, Yancy se levantó y cruzó la sala.
Tan pronto como estuvo a su alcance, Seamus agarró la mano del
hombre y tiró de él hacia las escaleras a su antiguo dormitorio, el cual
estaba como lo había dejado. Seamus empujó a Yancy dentro. Cerró la 87
puerta luego bajó su frente a la fría dura madera, cogiendo una profunda
respiración e intentando calmar su acelerado corazón.
–¿Lo sabías? –La pregunta de Yancy hizo eco a través de la
silenciosa habitación como una bala disparada desde una ametralladora.
–No, lo juro. –Seamus se tragó su inquietud y se giró para mirar a
Yancy, apoyando su espalda contra la puerta–. No lo supe hasta que mi
madre me dijo que había invitado a John hace sólo un momento. Lo juro,
Yancy, nunca habría hecho que viniéramos si lo hubiera sabido.
Yancy pareció aceptar sus palabras, pero todavía se veía enfadado.
–Les dije a mis padres que estábamos saliendo y que era serio.
Las cejas oscuras de Yancy se alzaron como si no hubiera esperado
que Seamus dijera nada por la llegada de John. –¿Qué dijeron tus padres?
–Fue entonces cuando me dijeron que habían invitado a John. –La
culpa se comía a Seamus mientras veía a Yancy caminar y mirar por la
ventana a través de las cortinas, los duros hombros del hombre decían que
estaba enfadado.
El hombre estaba agitado, y todo era culpa suya. Quizás Yancy
realmente estaría mejor si no estaban juntos. Podía enviar a Yancy a casa, y
quedarse aquí. Yancy podría enviarle sus cosas.
–¿Quieres irte, Yancy? –susurró Seamus, su corazón latiendo en su
garganta mientras esperaba la respuesta de Yancy, asustado.
–¿Harías eso? –preguntó Yancy mientras se giraba e inmovilizaba a
Seamus con sus ojos.
¿Cómo podía dolerle tanto el corazón y aun así latir?
–Como dijiste en la camioneta –susurró Seamus mientras parpadeaba
para alejar las lágrimas en sus ojos–. No puedo pensar en algo que no
estuviera dispuesto a hacer por ti.
Aunque eso significara dejar a Yancy.
–¿Qué pasa con John? 88
Seamus frunció el ceño, confuso. –Esto no tiene nada que ver con
John.
–Tiene todo que ver con John –gritó Yancy, usando un tono que
Seamus nunca le había escuchado al hombre antes. Sin importar lo que
Seamus dijera o hiciera, Yancy nunca le gritaba. Ahora que lo había hecho,
Seamus supo que no le gustaba y que nunca quería volver a escuchar ese
tono dirigido a él de nuevo.
Seamus se acercó y se sentó en la cama, sus hombros derrumbados
cuando la desesperación llenó cada célula de su cuerpo. Sabía desde el
principio que Yancy no se quedaría para siempre. Aunque era el que estaba
dejando ir a Yancy por el bien del hombre, todavía se sentía como si
estuviera siendo abandonado.
Había pensado que había estado preparado para cuando Yancy
finalmente lo dejara, pero ¿cómo se preparaba alguien para este nivel de
dolor? Sentía como si su corazón estuviera siendo arrancado literalmente
de su pecho.
–Si está bien contigo, enviaré a uno de mis hermanos a por mis cosas
–dijo Seamus, demasiado ahogado para hablar más fuerte que un susurro–.
O si lo prefieres, puedes enviármelas.
–¿Estás rompiendo conmigo?
–No, yo...
–Joder –soltó Yancy–. Debería haber sabido desde el momento en
que vi a John que volverías corriendo hacia él.
Quizás eso era verdad excepto que Seamus no había visto a John.
Había evitado a propósito mirar al hombre. Seamus no creía que ahora
fuera el momento de mencionarlo. Sólo cerró sus labios y miró sus manos.
Un suave sollozo salió del pecho de Seamus cuando escuchó la
puerta del dormitorio abrirse y cerrarse un momento después, los pesados
pasos de Yancy disipándose mientras caminaba por el pasillo y luego por
las escaleras. 89
Se sentó ahí en la cama, temeroso de moverse en caso de que se
desplomara por el suelo. Respirar era algo del pasado como lo era el latido
de su corazón. No podía ni pensar porque estaba dando vueltas en su
cabeza como una explosión.
John no lo quería y Yancy lo había dejado, los únicos dos hombres
que había amado alguna vez. No había nada que Seamus pudiera decir o
hacer para cambiar las cosas y lo sabía.
Todos sus hermanos habían encontrado a sus leyendas, por lo que
quizás desear un final feliz más era demasiado pedir. Las lágrimas que
había estado reteniendo bajaron por su rostro cuando se dio cuenta de que
estaba destinado a estar solo por el resto de su vida.
Nunca tendría la familia que tanto deseaba.

90
Capítulo 8
John Riley aguantó su ira tanto como pudo, las fuertes voces de
arriba acompañadas por las preocupadas miradas que Ma y Pa Blaecleah
enviaban en su dirección. Algo pasaba, y tenía que ver con Seamus.
Considerando que había sido invitado a cenar haciéndole saber que
Seamus estaría aquí, John encontraba el silencio de los hombres un poco
extraño. Si no lo supiera mejor, John habría pensado que los Blaecleah
querían que se fuera.
–¿Algo va mal, Alani?
–No, Sheriff, por supuesto que no. –Alani sonrió, pero la sonrisa no
alcanzó sus ojos, lo que le decía mucho a John.
Había sido un hombre de la ley mucho tiempo. Había aprendido a
leer a la gente, ver lo que decían aunque estuvieran en silencio. Ma
Blaecleah estaba gritando justo ahora, y quería saber por qué.
John había estado esperando un tiempo para volver a ver a Seamus
de nuevo. Casi se había vuelto loco cuando supo que Seamus se había ido
del pueblo. Había hecho todo lo que podía para no rastrear al hombre y
asegurarse de que Seamus estaba bien. Sólo la palabra de los Blaecleah
sobre su seguridad lo mantenía en Cade Creek.
Ser invitado a cenar al rancho Blaecleah había sido fantástico.
Descubrir que Seamus estaría allí también había sido un sueño hecho
realidad. John podría ver con sus propios ojos que Seamus estaba bien.
Podía hablar con Seamus sin que se supiera. Nadie sospecharía que tenía
sentimientos por Seamus si se encontraban en el rancho para cenar. Todos
iban a las cenas de los Blaecleah.
John estaba empezando a sospechar que pasaba algo más que una
simple invitación a cenar. –¿Seamus está en algún tipo de problema? 91
–No, no, Seamus está bien.
John lo hubiera creído si Alani no hubiera alzado la mirada al techo
con un pequeño ceño fruncido en su rostro. Donnell palmeando
gentilmente el hombro de su mujer sólo añadía más certeza a John de que
algo pasaba.
John casi salta de su silla cuando la puerta de arriba de repente se
cerró de golpe. Un momento después, Yancy salió disparado bajando las
escaleras. Lanzó a John una mirada que podría haber metido en la tumba a
cualquier hombre normal y luego corrió a la puerta principal.
Donnell fue tras él.
Cuando nadie más se movió, sólo continuaron mirando arriba al
techo, John se levantó y se dirigió a las escaleras. Necesitaba comprobar a
Seamus, ver que el hombre estaba bien con sus propios ojos.
–Oh, John, espera...
John ignoró a Alani y corrió arriba. Cuando alcanzó la puerta de
Seamus, paró. Podía escuchar sollozos dentro, y por un momento, la ira lo
atravesó mientras consideraba la posibilidad de que Yancy podría haber
herido a Seamus.
Sin llamar, John giró el pomo de la puerta y abrió la puerta. Sus ojos
instantáneamente aterrizaron en Seamus, o mejor dicho en su rostro lleno
de lágrimas. John giró y bajó las escaleras antes de que Seamus pudiera
decir algo.
¿Qué podría decir para explicar las lágrimas en su rostro?
John ignoró los gritos detrás de él mientras salía de la casa con
intención de encontrar a Yancy y darle una paliza. No era un sheriff en ese
momento. Era un hombre buscando vengar el dolor que había visto en el
rostro de Seamus.
Sabía que Yancy era el responsable.
El hombre iba a pagar, y John era el que iba a recoger el pago. 92
Nadie hería a Seamus, no mientras estuviera John. Había esperado
demasiado tiempo a que el hombre entrara en razón sobre su relación.
Justo cuando pensaba que podría ir a alguna parte, pasaban cosas que
evitaban que John reclamara lo que era suyo.
Había retrocedido por la seguridad de Seamus, pero eso no
significaba que se hubiera rendido con el chico. Y ciertamente no
significaba que fuera a permitir que nadie hiriera al hombre que amaba.
John notó a Donnell saliendo del establo. Ya que la camioneta de
Yancy todavía estaba en la entrada y Donnell había ido tras Yancy cuando
el hombre salió de la casa, John asumió que el tipo a por el que iba estaba
en el establo.
Se dirigió en esa dirección.
De nuevo, John ignoró los gritos detrás de él hasta que se atenuaron
mientras entraba en el establo. La luz era bastante buena para un establo de
ese tamaño. John fue capaz de notar inmediatamente a Yancy apoyado
contra una de las puertas a mitad de la línea de cubículos para los caballos.
Fue por el ancho pasillo. Yancy alzó la mirada justo cuando John
llevaba su puño contra el rostro del hombre. Yancy, tan grande como era,
cayó como una tonelada de ladrillos. Los caballos en sus cubículos
empezaron a resoplar como si pudieran sentir la violencia en el aire.
A pesar de la ira que lo golpeaba como un martillo, John sabía qué
pasaría si los caballos se enfadaran. Había sido criado en una granja y
había experimentado cuando los caballos estaban llenos de terror.
John agarró el cuello de la camisa de Yancy, levantado al hombre.
Yancy tropezó tras él cuando John lo llevó por el pasillo hacia las grandes
puertas dobles. Tan pronto como las alcanzó, John giró a Yancy delante de
él y le dio un puñetazo en la cara de nuevo.
Yancy salió volando, tambaleándose mientras intentaba evitar caer.
Cuando finalmente se equilibró, John esperaba que el tipo le pidiera una
explicación por el puñetazo. No esperaba que Yancy gruñera y fuera a la 93
carga a por él.
John gruñó cuando el hombro de Yancy lo golpeó en el estómago.
Sus botas se deslizaron por la suciedad mientras intentaba mantener el
equilibrio. Consiguió dar un buen puñetazo a los riñones de Yancy antes de
que el hombre le diera un puñetazo en la cara.
John podía decir por el montón de sangre cayendo de su boca que
Yancy le había roto el labio. No le importaba porque podía ver el mismo
labio hinchado en Yancy. La sangre cayendo por la barbilla de Yancy,
manchando su camisa.
–¡Tú estúpido hijo de puta! –gritó Yancy.
Las cejas de John se alzaron, la sorpresa dándole a Yancy la
oportunidad de darle otro puñetazo en el rostro. John contestó lanzando un
puñetazo en el estómago de Yancy. –¡Heriste a Seamus! –gritó–. Nadie le
hace daño a Seamus.
–¡Tú le has herido cada jodido día!
John parpadeó. –Qu... –Esta vez cuando Yancy lo golpeó, John
golpeó el suelo. Estaba demasiado sorprendido para hacer otra cosa–.
Nunca heriría a Seamus –contestó mientras se limpiaba la sangre de su
barbilla.
–¡Tonterías! –gruñó Yancy–. Te ama, y no le das ni la hora del día.
–¿De qué coño estás hablando?
Los ojos de Yancy se entrecerraron. –Oh, no te hagas el inocente
conmigo. Sé exactamente lo que has hecho. Seamus me lo dijo todo.
–¿Qué te dijo exactamente? –preguntó John mientras lentamente se
levantaba y daba un paso atrás, poniendo espacio entre él y el toro
enrabiado de pie ante él.
–Te amaba. Te habría dado todo. Y tú lo apartaste como la suciedad
bajo tus pies. –John dio otro rápido paso atrás cuando el labio de Yancy se
curvó–. Y por tu culpa, Seamus ha desechado lo que él y yo podríamos
tener juntos. 94
–¿Qué? –John empezó a conseguir un sentimiento profundo en sus
entrañas–. ¿Tú y Seamus...? –Casi cae de rodillas mientras la angustia lo
barría. Seamus no lo había esperado. Por eso el hombre se había ido. Tenía
a alguien más en su vida.
–Ya no hay más Seamus y yo –gritó Yancy–. Ya no. Te vio y me
pateó a la cuneta. Espero que seas feliz contigo mismo, Sheriff. Me has
arrebatado al único hombre que he amado nunca, y apuesto a que ni
siquiera lo reclamarás. ¿Lo harás?
Los ojos de Yancy se entrecerraron, su voz bajando, letal. –¿Alguna
vez ha significado algo para ti? ¿Alguna vez te has preocupado realmente
por él, o sólo era una broma enferma?
–Amo a Seamus –susurró John.
–Tienes una forma muy divertida de demostrarlo.
–No lo entiendes –empezó John–. Tenía que...
–No me importa, John. Casi destruyes a Seamus fingiendo que lo
deseabas y luego ignorándolo. Finalmente estaba empezando a salir de su
armazón, empezando a dejarte atrás cuando justo volviste y destruiste
cualquier paz que hubiera encontrado.
–No estaba fingiendo.
–¡No te creo! –gritó Yancy mientras su rosto se enfurecía de nuevo.
Cuando Yancy empezó a ir hacia él de nuevo con sus puños levantados en
el aire, John dio un paso atrás, levantando sus propios puños.
Justo cuando Yancy lo alcanzó y empezó a girar, John escuchó un
fuerte grito desde la casa. Se giró, sabiendo que era la voz de Seamus
como si fuera la suya propia, y sólo bajó sus defensas.
El enorme puño de Yancy golpeó el rostro de John. El dolor estalló
en su cabeza. Luces explotaron tras los ojos de John en un caleidoscopio
de color mientras caía al suelo, y luego todo se volvió negro.

95
Lo primero que John sintió fue el dolor que ardía por todo su cuerpo.
Se sentía como si un camión lo hubiera golpeado, varias veces. La segunda
cosa que sintió fueron suaves dedos acariciando su rostro.
John abrió un ojo e intentó abrir el otro, pero dolía demasiado.
Además, todo era borroso por ese ojo. Lo que podía ver con su ojo bueno,
sin embargo, le robó el aire de sus pulmones.
Seamus estaba inclinado encima de él. Las lágrimas en sus ojos no
caían por sus mejillas como la última vez que John le vio, pero estaban
cerca. Se reunían en las puntas de sus largas y gruesas pestañas como gotas
de lluvia.
–Seamus. –John parpadeó, sorprendido por lo ronca que sonaba su
voz incluso para él,
–Hey, ¿cómo te sientes?
John sonrió y rápidamente deseó no haberlo hecho cuando su labio
roto empezó a sangrar de nuevo. –Supongo que estoy en peor forma de lo
que pensaba.
–Eso es lo que pasa cuando te enfrentas a un camión.
Hablando de camiones... John levantó la cabeza y miró alrededor del
que había chocado con él. No estaba encantado de encontrar a Yancy de
pie a varios pies de distancia, rodeado de dos de los hermanos de Seamus.
Sus ojos estaban entrecerrados en diminutas rendijas mientras miraba a
John, obviamente deseando una muerte rápida para John.
Casi le saca la lengua al hombre.
John gimió y dejó caer su cabeza, agradecido de que Seamus hubiera 96
estado acurrucándola con sus muslos. Ya había golpeado el suelo
suficientes veces hoy. No quería hacerlo de nuevo.
–¿Puedes levantarte? –preguntó Seamus.
John asintió de mala gana. No quería levantarse. Esto era lo más
cercano que había estado de Seamus en semanas. Estaba perfectamente
feliz justo dónde estaba.
Fue a alcanzar a Seamus, sólo para que el hombre se apartara de él.
Los ojos de John inmediatamente fueron a Yancy, sabiendo que el tipo se
estaba riendo de él.
Sí, ahí estaba la firme sonrisa de suficiencia en el rostro de Yancy.
–Seamus –dijo mientras se giraba para mirar al hombre–, tenemos
que hablar.
Nunca en sus sueños más salvajes había esperado John un sonido
saliendo de la boca de Seamus como el que hizo cuando empezó a reír. Era
amargo y frío, y un poco escalofriante, especialmente saliendo de un
hombre tan dulce.
–He escuchado eso antes, John. –Seamus sacudió su cabeza–. No me
lo voy a creer una segunda vez.
–No, Seamus, hablo en serio. Necesitamos hablar. –Tenía tanto que
contarle a Seamus, tanto que explicarle. Sabía que cuando lo hiciera
Seamus entendería, y esperaba que lo perdonara.
–Que te follen, John. No tenemos nada de qué hablar.
John alzó la mirada cuando escuchó a Yancy reír. No era una risa
amarga y fría como la de Seamus. Era feliz. John apostaría a que el
hombre estaba encantado con las palabras de Seamus.
Pero Seamus no lo parecía. Se giró para mirar a Yancy. –Nosotros
tampoco tenemos nada de qué hablar. Tomaste tu decisión.
Antes de que alguien pudiera decir algo, Seamus se giró y fue a la
casa. John se estremeció cuando la puerta se cerró de golpe tras Seamus. 97
Jodido melocotón.
John se pasó la mano por la cara, haciendo una mueca cuando pasó
por su labio partido. Se limpió las nuevas gotas de sangre y plantó sus
manos en sus caderas mientras se giraba para mirar al hombre responsable
de toda esta mierda.
Quizás Yancy había sido quien le había amenazado al meterse entre
él y Seamus. Era una explicación tan plausible como la suya. John empezó
a sonreír. También le daba a John la excusa para poner al hombre unas
esposas por alejarlo de Seamus.
Siempre podía añadir asalto a un oficial si necesitaba más.
Sabiendo que sólo había venido a cenar, y por respeto a la Sra. y al
Sr. Blaecleah, John había dejado sus cosas de policía en la camioneta
policial, junto a su arma. Era el momento de sacarlas.
Ignorando al hombre de pie junto al establo mirándolo, John caminó
hacia la camioneta y la abrió. Sacó la pistola, comprobó para ver que
estaba llena, luego la deslizó en su pistolera. Se abrochó la pistolera
alrededor de su cintura y agarró el resto de cosas que necesitaría para
encerrar a Yancy Butler de por vida.
John no podía evitar la sonrisa que le vino a la cara mientras se
colocaba delante de Yancy, girando las esposas alrededor de su dedo. –
Yancy Butler, estás arrestado. Por favor date la vuelta y pon tus manos en
la espalda.
–En tus sueños, policía.
John arqueó una ceja. –¿Quieres que añada resistencia al arresto a los
cargos que ya hay contra ti?
–¿Qué cargos?
–Empezaremos con asalto a un oficial de policía y seguiremos desde
ahí.
–Tú lanzaste el primer puñetazo, Riley. 98
La sonrisa de John se ensanchó. –Demuéstralo.
–Ahora mira –empezó Rourke mientras se acercaba a él–. No puedes
hacer esto.
–Soy oficial de la ley. Y no tengo que darte explicaciones, pero por el
bien de tu hermano, lo haré. Este pequeño altercado que ocurrió entre
Yancy y yo no es lo único que pasa aquí. Me conoces desde hace mucho
tiempo, y siempre he sido directo con vosotros. Te pido que des un paso al
lado y me dejes hacer mi trabajo.
Ambos hermanos se veían confusos. Empezaron a mirar a Yancy y a
John. Yancy, por un lado, miraba directamente a John, taladrándole con la
mirada. John no podía decir que fuera a ser fácil tomar al hombre.
Quizás imposible.
–¿Vas a venir tranquilamente, o necesito pedir refuerzos?
Yancy se cruzó de brazos como si no tuviera intención de ir a
ninguna parte, ni permitir que lo esposaran. –Oh, necesitas pedir refuerzos.
Yancy habló con un tono de es un hecho que John sintió las esquinas
de sus labios retorcerse. Bajo circunstancias normales, John habría
encontrado a Yancy divertido. Por desgracia, estas no eran circunstancias
normales.
John sabía que no tenía otra opción. Sacó su móvil del bolsillo y
marcó el número de la comisaría. –Webber, soy el Sheriff Riley. Necesito
refuerzos en el rancho Blaecleah. Tengo un sospechoso resistiéndose al
arresto.
Rourke cubrió el micrófono con su mano. –No. Yancy irá
tranquilamente.
–¿Lo haré?
–Sí. Haremos que Elijah se encuentre contigo en la comisaría. Entre
sus conocimientos y nuestras declaraciones sobre lo que pasó aquí
realmente, Elijah debería sacarte en un par de horas. Resistirse al arresto 99
delante de un montón de oficiales no es la forma de hacerlo. Tú, de todas
las personas, deberías saberlo.
Yancy puso los ojos en blanco mientras extendía sus brazos. –Bien,
arréstame.
John no era estúpido. Esposó a Yancy tan rápidamente como pudo
antes de hablar por el móvil. –Cancela eso, Webber. El sospechoso ya está
arrestado. Estaré en la comisaría en unos treinta minutos. Prepárame una
sala de interrogatorios.
–¿Estás seguro. Sheriff? –preguntó Webber.
–Estoy seguro.
–Diez-cuatro, Sheriff.
John colgó el teléfono y se lo deslizó de nuevo en el bolsillo. Agarró
a Yancy del brazo y lo escoltó a la parte de atrás de su coche patrulla.
Cuando tuvo a Yancy atrás, miró hacia la casa.
John realmente deseaba tener tiempo para hablar con Seamus, pero
quizás conseguir que la amenaza que colgaba sobre su cabeza se fuera,
fuese suficiente para que conseguir estar con Seamus incluso más rápido.
No quería poner en el centro de atención a Seamus más de lo que ya
estaba.
John subió al coche y encendió el motor. Podía sentir los ojos de
Yancy en él mientras retrocedía y conducía por la entrada. El hombre
realmente lo odiaba, y para John, la sensación era completamente mutua.
–No vas a salir de esta, sabes –dijo Yancy desde el asiento trasero–.
Podrás arrestarme, pero no soy uno de tus paletos locales. Fui detective de
policía durante mucho tiempo, y sé que lo que estás haciendo va contra la
ley.
–Díselo a alguien a quien le importe.
–Perderás tu placa por esto, Riley.
–Si eso te aleja de Seamus, pueden tener mi placa. 100
–¿De eso trata todo esto? –Yancy empezó a reír–. Gracias a ti,
Seamus ya no quiere tener nada que ver conmigo.
–Ya dijiste eso.
La risa despareció instantáneamente de la voz de Yancy. Cuando
miró por el espejo retrovisor, la angustia que brillaba en los ojos de Yancy
le hizo parar. ¿Este hombre que sufría tanto por perder a Seamus
amenazaba su vida?
La respuesta era un resonante sí.
–¿Has estado llamando a mi casa, Yancy?
Yancy frunció el ceño. –¿Por qué demonios te llamaría?
John no podía decir si el hombre estaba diciendo la verdad o no. –
¿Para amenazarme?
–No. –Yancy rio de nuevo–. Pero desearía haber pensado en ello.
John abrió su boca para interrogar más a Yancy cuando escuchó el
ruido distintivo de un rifle disparándose y un segundo después un
neumático del coche patrulla explotó. Agarró el volante con ambas manos
cuando el vehículo empezó a virar, por toda la carretera.
John escuchó una ventana rompiéndose justo antes de perder el
control del coche patrulla, y giró, lanzándolo al aire una y otra vez.
Cuando el vehículo finalmente paró de dar vueltas por el aire, John estaba
mirando al suelo de su camioneta, tirado en el techo.
John se quedó ahí jadeando pesadamente, su cuerpo doliendo de
nuevo. Escuchó un gemido bajo desde la parte de atrás del vehículo
policial y se giró para ver a Yancy intentando levantar la cabeza. –Hey,
hombre, ¿estás bien?
–¿Estamos muertos?

101
Capítulo 9
Yancy estaba bastante seguro de que estaba muerto. Por supuesto, el
dolor en cada centímetro de su cuerpo decía que estaba muy vivo. Pero
todavía se sentía muerto. Tenía que estar muerto. Nadie sobrevivía a ser
lanzado al aire así.
–No, no estamos muertos –contestó John–. Pero si no salimos de
aquí, podríamos desear estarlo. Quien sea que disparó al neumático podría
venir aquí a acabar el trabajo.
–¿Alguien disparó al neumático? –Yancy lentamente giró su cabeza
para mirar a John–. ¿A quién has cabreado?
John gruñó mientras se ponía a cuatro patas. –Pensé que eras tú, pero
estoy empezando a reconsiderar esa conclusión. –Buscó en su bolsillo y
sacó una llave, extendiéndola hacia Yancy–. Aquí, quítate las esposas.
Yancy agarró la llave y rápidamente se quitó las esposas de sus
muñecas. Empezó a dejarlas caer en el techo del coche policial, luego
decidió que mejor que no. Las sostuvo hasta que John las cogió,
guardándolas.
Yancy salió por la ventana trasera rota y se apoyó contra el lateral del
vehículo. Un momento más tarde, John salió, mirando por encima del
vehículo.
–¿Ves algo?
–No. Creo que quien sea que nos disparara se ha ido. No hay
movimiento por ninguna parte. –John se agachó en el suelo al lado de
Yancy–. ¿Asumo que sabes cómo usar una de estas?
Las cejas de Yancy se alzaron cuando John extendió una pistola hacia
él. –¿Me acabas de arrestar y ahora me das un arma?
102
El hombre tenía que estar loco.
John se encogió. –Si no me has matado antes, probablemente no lo
harás.
–El día todavía no ha acabado –contestó Yancy mientras cogía el
arma y comprobaba el cargador. Cuando se aseguró de que John no le
había dado un arma descargada, volvió a meter el cargador y miró al
hombre–. Entonces, ¿quieres informar al resto de la clase?
Los hombros de John se derrumbaron mientras se pasaba la mano por
la cara. Bajó la mano a su regazo y miró hacia los árboles como si su
cabeza estuviera flotando en algún otro sitio.
–Hace unas semanas empecé a recibir llamadas amenazantes. Las
amenazas son parte de mi trabajo, y sólo eran palabras, por lo que las
deseché. Luego empezaron a venir más a menudo y a ser más letales.
Cuando encontré al gato de mi vecina en la puerta, supe que quién sea que
lo estaba haciendo iba en serio.
–¿A quién demonios has cabreado? –preguntó Yancy de nuevo.
John sacudió la cabeza. –No lo sé. Lo que sé es que quién sea que
está haciendo esto lo hace en serio.
–¿Si te están amenazando, qué quieren?
–Esa es la cuestión, Yancy –dijo John mientras ondeaba su mano en
el aire enfáticamente–. No piden nada, no hablan sobre dejar un caso u
otro. Ni de quitar cargos. Nada. Quien llama sólo me dice una y otra vez lo
que planea hacerme a mí y aquellos que me importan.
Yancy cogió aire rápido, temblando. –Por eso te negabas a hablar con
Seamus. –Las palabras dolían, pero tenía que decirlas. Tenía que ver el
rostro de John cuando el hombre contestara. Sabía la verdad. Podía sentirlo
profundamente dentro de él. Sólo rezaba para que John le mintiera.
John asintió, la angustia en sus ojos azul grisáceo. –Eso no pasó hasta
que encontré al gato en mi puerta. No podía... –John se lamió los labios,
sus ojos cayendo a sus manos–. No podía poder a Seamus en peligro.
103
–¿Aunque significara que te dejara y fuera a mí?
Las manos de John se apretaron, tan fuertes que se volvieron blancas.
–Incluso así.
Yancy no quería tener esta conversación. Seamus se suponía que era
suyo. Le había dado a Seamus cada oportunidad de sólo una amistad entre
ellos, pero el hombre le había dado luz verde. Eso significaba que Seamus
era suyo.
Sólo que estaba empezando a sospechar que Seamus realmente no
era suyo.
–¿Lo amas?
–Sí, lo amo. Creo que he amado a Seamus desde el primer momento
en que lo vi. –Una risa fría y amarga salió de la boca de John–. No es que
eso ahora me vaya a hacer ningún bien. Está enamorado de ti.
Yancy apoyó la cabeza contra el lateral del coche policial de nuevo y
dejó que esas palabras flotaran sobre él. Quería creerlas más que nada,
quizás incluso más de lo que quería que el Sheriff John Riley estuviera
fuera de su vida.
Sólo que no podía.
–Seamus está enamorado de ti, John. –Yancy tragó fuerte mientras
admitía lo que había estado negando tanto tiempo–. Siempre lo ha hecho.
Los ojos de John se agrandaron cuando miró a Yancy, completa
sorpresa drenando el color de su rostro. –Si está enamorado de mí,
¿entonces por qué demonios está contigo?
Yancy se encogió, intentando parecer despreocupado aunque su alma
estaba devastada. –Era conveniente.
Y eso apestaba a muchos niveles.
–También estás enamorado de él.
–Sí. –Yancy hizo una mueca. No parecía que hubiera necesidad de
ampliar su respuesta. John entendería exactamente como se sentía Yancy. 104
–Oh, hombre. –John empezó a reír–. Vaya par estamos hechos, ¿no?
–¿Cierto? –Yancy volvió a apoyar su cabeza en el coche policial. Le
apetecía golpearse la cabeza con el duro metal. Podría hacerle sentir mejor
o al menos darle algo más en lo que concentrarse a parte del dolor en su
corazón.
–No me voy a rendir con él, Yancy.
Yancy apretó su mandíbula y se giró para mirar a John. –Tampoco
me voy a rendir con él. –Asumiendo que pudiera convencer a Seamus de
quedarse con él. Tendría que vivir sabiendo que parte de Seamus
pertenecía a John, pero la mitad de Seamus era mejor que nada.
–Entonces tenemos un problema.
–Dejaremos que Seamus decida.
–Sí. –John empezó a reír de nuevo–. No creo que Seamus quiera
tener nada que ver con nosotros ahora mismo. De alguna forma la jodimos
en el rancho.
Yancy sonrió mientras se restregaba su labio hinchado. –Lo hicimos.
–No estabas haciéndole daño, verdad. –Era una afirmación, no una
pregunta, pero Yancy se sintió obligado a contestar de todas formas.
–No. –Yancy sacudió la cabeza–. No de la forma que piensas. Nunca
le pondría una mano encima a Seamus.
–Entonces, sobre qué estabais discutiendo voso... oh. –John
parpadeó–. Estabais discutiendo sobre mí.
Yancy asintió. –Se suponía que íbamos a venir a cenar para decirle a
sus padres que estábamos saliendo y que íbamos en serio. No teníamos ni
idea de que te habían invitado.
–¿Cómo de serio? –gruñó John, sin rastro de diversión en su voz.
–Me casaría con él si dijera que sí.
105
–Maldición.
Yancy alzó una ceja mientras giraba su cabeza para mirar a John. –
¿Estás diciendo que no harías lo mismo?
–No, lo haría. Si Seamus me diera luz verde, lo ataría a mí de
cualquier maldita forma que pudiera. Sólo no creo que vaya a pasar. –El
rostro de John de repente se tensó, la expresión de su rostro recordándole a
Yancy a un cazador visualizando su presa–. Pero primero, tengo que
asegurarme de que nadie está esperando para hacerle daño.
–Te ayudaré. –Yancy se sorprendió tanto como John cuando las
palabras salieron de su boca, sabiendo que con lo que iba a hacer podría
perder a Seamus para siempre–. Porque no puedo soportar la idea de que
sienta dolor. Porque te ama a ti y quiero que sea feliz aunque signifique
que esté contigo en lugar de conmigo.
–¿Pero qué pasa si te quiere a ti?
–Puede tenerme –resopló Yancy–. Incluso me ataría un collar
alrededor del cuello y me pondría debajo del jodido árbol de navidad.
–No es navidad.
–No me importa. Si Seamus dice que me quiere, me tiene.
–Pensé que decías que me amaba a mí.
Yancy tenía muchas ganas de golpear a John. Sólo fue capaz de
pararse a sí mismo porque le costaría demasiada energía levantar su mano.
–Pavonéate, gilipollas.
–Sólo digo, si me ama a mí, ¿por qué estarías dispuesto a estar con
él?
–Porque, maldición. –Yancy se levantó para tener la posición más
alta sobre John–. Porque la mitad de Seamus es mejor que nada.
John lo miró tanto tiempo que Yancy empezó a ponerse nervioso.
Movió su peso de un pie al otro alternativamente. Finalmente, cuando John 106
permaneció en silencio, Yancy puso los ojos en blanco y soltó un gruñido
exasperado.
–¿Qué?
–¿Y si lo compartimos?
–Yo... tú... –Yancy frunció el ceño–. ¿Qué?
–Es una buena idea, Yancy. Piensa en ello. Seamus te ama y me ama
a mí. Yo lo amo. Tú lo amas. Pero ambos queremos que Seamus sea feliz,
y la única forma de que eso pase es que tenga a los dos hombres que ama.
–Pensé que dejaríamos escoger a Seamus.
John se encogió. –Me gusta más esta idea.
–¿Por qué? –Yancy tenía bastante idea. John tenía los mismos miedos
que él–. Porque temes que Seamus me escoja a mí por encima de ti.
John no se molestó en contestar. Sólo giró su cabeza. Pero Yancy
pudo ver la verdad en la profunda respiración que el hombre llevó a sus
pulmones. Yancy dio un paso adelante y se sentó junto a John.
Le llevó un momento reunir sus pensamientos y descubrir si estaba a
punto de cometer el mayor error de su vida. Si estaba de acuerdo con esto,
podría perder a Seamus. Si no estaba de acuerdo, podría perder a Seamus
de todas formas. De cualquier forma en que lo mirara, podía perder a
Seamus.
Esto era un asco.
–¿Cómo se supone que funcionaría?
–No lo sé. Sólo era una idea que me vino. –John sacudió la cabeza–.
Era estúpido. Olvídalo.
–Si podemos descubrir la dinámica de ello, realmente podrías tener
algo.
La mandíbula de John cayó cuando su cabeza giró. –¿Hablas en
serio? 107
–¿Estás dispuesto a rendirte con Seamus?
–No.
–Bueno, yo tampoco, por lo que o descubrimos una forma de trabajar
juntos para mantener a Seamus o ambos lo perderemos.
–¿Estás seguro realmente de que alguno de nosotros lo tenía?
Yancy echó la cabeza atrás mientras la risa lo abrumaba. –No, pero
seguro que nos tenía a nosotros, ¿no?
–Creo que todavía nos tiene. –John rio mientras ondeaba la mano
delante de ellos–. Hemos estado en una pelea, nos han disparado,
estampado mi coche policial, y ahora estamos sentados tranquilamente
aquí discutiendo como quedarnos con el hombre. Si eso no dice que
Seamus nos tiene a ambos pillados, no sé qué lo haría.
–Tienes razón. –Yancy asintió en acuerdo, sobretodo porque John
tenía toda la razón–. Pero tenemos que ocultar esta información de
Seamus. Nunca escucharemos el final si descubre lo lejos que estamos
dispuestos a ir por mantenerlo.
–Oh, no sé eso.
Yancy y John saltaron cuando escucharon una voz detrás de ellos.
Yancy agarró su pistola fuerte en su mano y se inclinó hacia arriba para
mirar por el vehículo volcado. Soltó una profunda respiración de alivio
mientras soltaba sus dedos, dejando caer la cabeza en su mano.
–Jesús, Rourke.
Rourke sonrió con suficiencia desde su posición dónde estaba
apoyado en el borde del coche policial. –Creo que mi hermanito estaría
muy interesado en el hecho de que ambos estáis pillados.
–¿Estás intentando que te maten? –contestó Yancy mientras
levantaba su cabeza y miraba al hombre.
Las cejas de Rourke se alzaron de golpe. –¿Vais a dispararme porque 108
os voy a delatar?
–No, el idiota que disparó a nuestro neumático va a dispararte.
La cabeza de Rourke giró mientras escaneaba los alrededores. –
¿Alguien disparó a vuestro neumático?
–Es un hecho, no conozco a John tan bien –aunque parecía que eso
iba a cambiar–, pero estoy bastante seguro de que conduce mejor que esto.
Rourke paró de escudriñar la zona a su alrededor e inmovilizó su
mirada en Yancy. –¿A quién has cabreado?
Los ojos de Yancy se entrecerraron por la acusación de Rourke. –
¿Por qué tengo que ser yo quien cabree a alguien? ¿No podría haber sido
John?
–Oh, no tengo dudas de que John ha cabreado a mucha gente, pero
no suelen dispararle. –La sonrisa sarcástica de Rourke estalló los nervios
de Yancy hasta el punto de querer golpear al tipo–. Solemos evitar eso en
el campo. Arruina nuestras camisas de franela.
–No estás llevando una camisa de franela, Rourke, y esto no es
Deliverance6.
–Podría serlo.
Yancy puso los ojos en blanco y se apartó de Rourke antes de que
subiera por el vehículo volcado y fuera a por la garganta del hombre.
Rourke estaba intentando cabrearlo a propósito.
Sólo que Yancy no sabía por qué.
Y realmente no tenía tiempo para descubrirlo ahora. John se había
puesto pálido y parecía estar lisiado de un lado. Considerando el accidente
por el que habían pasado, Yancy estaba preocupado de que el hombre
tuviera heridas internas.
Seamus lo mataría si algo le pasaba a John.
109
6
Película de 1972, en español Deliverance – Defensa.
–Rourke, creo que necesitamos una ambulancia –dijo mientras se
agachaba al lado de John y buscaba su pulso. El hombre estaba vivo.
Yancy ya sabía eso. Pero quería asegurarse de que estaba realmente vivo.
El pulso lento podía significar que estaba en shock–. John, ¿te duele algún
sitio?
–Sí, en todas partes. –John rio, lo cual podía ser o no una buena
señal.
–¿Algún lugar más de lo normal?
–No, sólo los dolores normales y habituales de ir en un vehículo que
ha dado varias vueltas en el aire.
–Te olvidas de la pelea de puñetazos.
–Demonios si lo hago. –John sonrió a Yancy–. Y volveremos a ese
tema cuando esté de pie de nuevo. Ahora mismo... –John jadeó un minuto,
una mueca cruzando sus pálidos rasgos–. Sólo voy a descansar un minuto.
–¡No! –Yancy se arrodilló y gentilmente golpeó el rostro de John
cuando los ojos del hombre se cerraron–. John, vamos, despierta. Abre tus
ojos.
Los ojos de John se movieron, pero parecía que realmente lo estaba
pasando mal para abrirlos del todo.
Yancy hizo lo único en lo que pudo pensar. –John, necesitas abrir tus
ojos. Seamus te está esperando.
–¿Seamus? –susurró John, sus ojos moviéndose de nuevo. Esta vez
se levantaron lentamente–. Dónde...
–Está de camino, John. –Yancy realmente rezaba para que fuera
verdad. Si John no sobrevivía, él y Seamus necesitaban hacer las paces
entre ellos–. Estará aquí pronto. Tienes que mantener tus ojos abiertos o te
lo perderás.
–Seamus.
110
–Sí, Seamus.
Yancy miró a Rourke cuando el hombre rodeó el vehículo. Rourke
asintió antes de agacharse al lado de John.
–Hey, John, acabo de hablar con Seamus, y está de camino.
–No, no. –John luchó por levantarse, pero sólo parecía dolerle más.
Yancy colocó una mano en el hombro de John y gentilmente lo volvió a
empujar abajo.
–John, tienes que quedarte aquí hasta que llegue la ambulancia.
–No Seamus, Yancy. No le dejes... no puede...
–Lo sé, John. –Yancy palmeó el hombro de John y luego alzó la
mirada hacia Rourke–. Vuelve a llamar a Seamus. Haz que se encuentre
con nosotros en el hospital, y dile a alguno de tus hermanos que vaya con
él. La vida de Seamus podría estar en peligro.
Yancy observó la mandíbula de Rourke apretarse, un tic pulsando en
la línea de su mandíbula antes de que el hombre sacara su móvil de nuevo
y marcara. Cuando Rourke empezó a hablar, Yancy apartó al hombre de su
mente y se concentró en John.
Realmente no le gustaba el color pálido del tipo. Había algunos
arañazos en el rostro de John, algunos moretones alrededor de un ojo y la
esquina de su barbilla. A parte de eso, Yancy no podía ver ni una herida, y
eso le preocupaba.
John estaba en shock, ¿pero por qué? Un hombre acostumbrado a las
persecuciones rápidas, a usar una pistola en su línea de trabajo, y
enfrentarse a borrachos idiotas no debería estar en shock por un accidente
de coche. Algo más iba mal.
–Quédate conmigo, John.
–Estoy... estoy aquí.
–Puedo escuchar las sirenas, John. La ambulancia estará aquí en unos 111
minutos, y luego te llevaremos al hospital.
–Seamus...
–Se encontrará con nosotros en el hospital.
–No. –La cabeza de John rodó de un lado al otro–. Dile... dile que...
lo que hablamos. Dile... dile que yo...
Los labios de Yancy se apretaron. Sabía lo que John quería que
Yancy le dijera a Seamus. Quería negarle la petición al hombre, pero sin
saber cómo de herido estaba John, no sabía si era la petición de un hombre
moribundo.
Y eso, no lo podía ignorar.
–Se lo diré, John.
La cabeza de John cayó hacia delante.
–¿John? –Yancy rápidamente buscó su pulso. Alivio que no había
esperado sentir lo llenó cuando sintió el lento, pero estable pulso bajo la
piel de John. Yancy se pasó la mano por la cara, sólo notando entonces que
estaba temblando.
–¿Cómo está? –preguntó Rourke mientras volvía y paraba al otro
lado de John.
–Se ha desmayado.
–¿Qué pasó, Yancy?
–Todavía estoy intentando descubrirlo, Rourke. Por lo que John me
dijo, alguien le ha estado dejando mensajes en el contestador amenazando
con herirlo a él y a quien le importe... como Seamus.
–¿Pero por qué? –preguntó Rourke–. ¿Qué quieren?
–Precisamente, Rourke. No han pedido nada. Sólo siguen
amenazándolo. Pensaba que era una broma hasta que el gato de su vecina
apareció en su porche delantero, y por la mirada en el rostro de John 112
cuando me lo dijo, no era bonito.
–Eso es realmente jodido, hombre.
Ese era el eufemismo del jodido siglo.

113
Capítulo 10
Seamus se apresuró a entrar en la sala de emergencias del hospital a
través de las puertas de cristal automáticas. Se apresuró al mostrador de
enfermeras, inmediatamente reconociendo al pequeño hombre rubio detrás
del mostrador.
–Sammy, Rourke llamó y dijo que el sheriff y un hombre llamado
Yancy Butler habían sido traídos por una ambulancia. –Seamus daba
toquecitos con sus dedos ansiosamente en el mostrador mientras miraba a
Sammy, un tío con el que había ido a la escuela, escribir algo en su
ordenador.
–Sí, el sheriff está en la sala de reconocimiento tres. El doctor lo está
mirando ahora.
Seamus tragó fuerte para aclararse la garganta antes de hacer la
pregunta que quería saber, la que necesitaba saber. –¿Está vivo?
–Oh, sí. –Sammy parecía ligeramente confuso cuando alzó sus ojos,
pero había un borde de diversión en sus ojos azul turquesa–. Estaba
gritando cuando la ambulancia lo trajo. El doctor tuvo que amenazar con
darle un tranquilizante si no se calmaba.
–Oh, gracias dios. –Seamus presionó su mano en su pecho, su
corazón acelerado disminuyendo un poco la velocidad–. ¿Y Yancy?
Sammy tecleó por un momento luego sacudió su cabeza. –No, no lo
tengo como paciente.
–¿Él está...? –Seamus no podía decirlo.
Sammy sonrió mientras alzaba la mirada. –¿El tipo alto de ensueño
con cabello negro?
–Sí, es ese. 114
–Vino con el sheriff, pero no necesitaba ver a un doctor. Lo vi yo
mismo. Tiene algunos arañazos, pero nada grave. La enfermera lo está
curando.
Esa era una preocupación menos en la mente de Seamus. –¿Puedo
ver al sheriff?
–Uh...
–¿Por favor, Sammy? –Sólo tenía que ver a John, aunque fuera a
distancia. Necesitaba asegurarse con sus propios ojos de que el hombre
estaba vivo.
–Realmente se supone que no puedo hacer esto –dijo Sammy
mientras miraba hacia las puertas dobles que llevaban a la salas de
reconocimiento de emergencias–. Espera aquí un momento mientras voy a
comprobar y veo si puedo meterte dentro.
–Gracias.
Seamus sintió una mano en su hombro mientras veía a Sammy
alejarse. Se giró para ver a Lachlan de pie junto a él. Su hermano le dio
una sonrisa de preocupación y apretó su hombro.
–Va a estar bien, Seamus –le aseguró Lachlan–. Rourke dijo que
estaba vivo, sólo en shock por el accidente de coche. No tenía heridas
graves que pudiera ver.
–Sí. –Seamus tragó de nuevo–. Que pudiera ver.
Desde el segundo en que Rourke lo llamó y le dijo que Yancy y John
habían tenido un accidente de coche, cada posible y horrible escenario
imaginable pasó por su cabeza. No sabía qué había causado el accidente, y
realmente no le importaba. Sólo necesitaba ver a John y Yancy con sus
propios ojos.
Aunque actualmente no se hablara con ninguno de ellos.
La ira que había sentido cuando descubrió que Yancy y John estaban
en una pelea de puñetazos en el patio, había sido abrumadora. Se sintió
como un hueso por el que luchaban dos perros, lo cual era raro 115
considerando que ambos básicamente le habían abandonado.
Descubrir que John y Yancy habían sido heridos en un accidente de
coche lo había cambiado todo. Seamus se juró a sí mismo durante todo el
camino al hospital que no importaba lo que deseaba o cómo se sentía.
Haría lo que ellos quisieran, incluso dejarlos ir, si ambos estaban
vivos. Si pudiera sólo ver a John y Yancy, y asegurarse de que ambos
estaban bien, no se rendiría a su abrumadora necesidad de suplicar.
Sólo se iría.
Incluso ahora, la promesa que se había hecho a sí mismo daba
vueltas en su cabeza, pesando en su mente. Luchaba con su necesidad de
ver a John y Yancy. Después de la pelea que había presenciado en el
rancho, dudaba que cualquiera de ellos quisiera verlo. Básicamente no les
había dado nada más que dolor.
Cuando Sammy volvió por las grandes puertas dobles, Seamus casi
se tropieza con sus pies para llegar al enfermero. Retorció sus manos
juntas mientras esperaba que Sammy le permitiera entrar o le negara el
acceso. Seamus no estaba seguro de que esperaba.
–Vale, puedo llevarte atrás, pero sólo a ti –dijo Sammy–. Y sólo por
unos minutos. El sheriff está descansando ahora mientras el doctor espera
los resultados de su TAC7 para volver.
–¿Un TAC? –chirrió Seamus–. ¿Por qué necesitaba un TAC?
–Mira –dijo Sammy mientras miraba alrededor y luego se inclinaba
hacia Seamus, bajando la voz a un mero susurro–. No se supone que hable
de esto contigo. La información del paciente es privada.
–Por favor, Sammy. No se lo diré a nadie. Sólo necesito saber si el
Sheriff está bien.
–No es nada grave. –Sammy miró alrededor de nuevo, viéndose
nervioso–. El doctor piensa que el sheriff tiene una contusión por ser tirado
por la cabina del coche policial durante el accidente. Probablemente es lo 116
7
Tomografía Axial Computerizada.
que lo dejó en shock. El doctor sólo quiere asegurarse de que no tiene nada
grave. A parte de eso, no hay otras heridas de las que preocuparse.
–¿Pero tiene otras heridas?
–Sólo algunos arañazos, lo cual es bastante normal durante un
accidente de coche. Pero no te preocupes, ninguna necesitó puntos, sólo
tiritas de mariposa.
–¿Entonces puedo verlo?
–Sí, pero tienes que ser silencioso. Si alguien sabe que te he metido
en la parte de atrás, podría perder mi trabajo.
–Estaré tan silencioso como un ratón en la iglesia. Lo prometo.
Sammy asintió, se giró y llevó a Seamus a través de las puertas
dobles. Cuando las atravesaron, paró, mirando hacia las zonas de
enfermeras. Igual de rápido, llevó a Seamus a través del amplio pasillo y
alrededor de la esquina a la sala número tres.
–Volveré en diez minutos. Si alguien entra, sólo diles que estás
consiguiendo las llaves del sheriff para conseguirle un cambio de ropa.
Todo el mundo sabe que el sheriff es amigo de tu familia. Se lo creerán.
Seamus asintió y observó a Sammy apresurarse para girar la esquina.
Cogió una respiración fortalecedora, abrió la puerta y entró en la sala. El
suave murmullo de las luces sobre su cabeza rompía el silencio que lo
rodeaba.
Había un olor metálico de acero inoxidable en el aire, sobrepasado
solo por la abrumadora esencia del antiséptico que hacía arder las fosas
nasales de Seamus. Un constante pitido atrajo los ojos de Seamus a la
máquina junto a la cabecera de la cama dónde John estaba estirado. Las
pequeñas luces LED8 rojas mostraban el ritmo constante del corazón de
John.
Seamus observó mientras se acercaba. Cuando alcanzó el lado de la
cama, sus ojos se movieron al hombre unido a la máquina. Había varias 117
8
Diodo Emisor de Luz.
abrasiones en el rostro de John, pero Seamus no sabía si eran del accidente
de coche o de la pelea que había tenido con Yancy. Estaba bastante seguro
de que los morados alrededor de su ojo y su mandíbula eran de Yancy.
Seamus ignoró las heridas de la pelea y observó a John dormir.
Mordiéndose el labio inferior, extendió la mano y tocó a John, sólo
para asegurarse de que el hombre estaba bien. El suave crujido de la puerta
abriéndose llamó su atención antes de que su mano pudiera tocar el brazo
de John.
El aire quedó atrapado en los pulmones de Seamus cuando se giró
para ver a Yancy entrando en la sala. –Yancy –susurró. Rápidamente
escaneó al hombre alto de la cabeza a los pies, buscando alguna señal de
herida grave.
Cuando no encontró ninguna, levantó sus ojos sólo para encontrar a
Yancy observándolo tan intensamente que Seamus sintió su pulso
acelerarse. No era una mala evaluación sino más como si Yancy estuviera
intentando descubrir algo. Cuando la mirada de Yancy cayó en John,
Seamus rápidamente se apartó del lado de la cama, moviendo su mano
detrás de él.
–Adelante, cariño –dijo Yancy en un tono suave y gentil–. Sé que lo
necesitas.
Seamus vaciló, sin creer lo que Yancy decía. Mantuvo sus ojos
inmóviles en Yancy mientras se movía de vuelta al lado de la cama y
lentamente levantaba su mano para colocarla en el brazo de John. En el
segundo en que su dedo tocó la carne templada, un suave sollozo salió de
los labios de Seamus y se giró para mirar a John.
Estaba vivo.
Estaba realmente vivo.
–Va a estar bien, cariño.
Seamus saltó, dándose cuenta de que Yancy estaba ahora justo detrás 118
de él. –¿Qué pasó? –susurró mientras pasaba sus dedos ligeramente sobre
la piel de John.
–Oh. –Los ojos de Seamus se cerraron cuando sintió los dedos de
Yancy deslizarse a través del aire–. Es una larga historia, Seamus. John y
yo te lo explicaremos todo cuando lo llevemos a casa.
–¿El doctor le va a dejar ir a casa?
–Eso creo –contestó Yancy–. Probablemente tendremos que mantener
un ojo en él las próximas veinticuatro horas o así, sólo para asegurarnos de
que no sufra un revés, pero creo que seremos capaces de llevarlo a casa
con nosotros.
Seamus tragó. –¿Nosotros?
–Tenemos mucho de qué hablar, Seamus.
¿Por qué Seamus no se sentía tranquilo con las palabras de Yancy?
Había algo que pasaba de lo que no era consciente. Estaba en las líneas
alrededor de la boca de Yancy, en la forma en que seguía mirando de
Seamus a John. El tipo ya no miraba al sheriff con los ojos llenos de odio.
Eran suaves, casi... tiernos.
¿Los había perdido a ambos, sólo para que Yancy y John se dieran
cuenta de que sentían algo el uno por el otro? Seamus no estaba seguro de
que pasaba, pero no podía soportar la idea de que no sólo perdiera a ambos
hombres, sino que los dos chicos a los que amaba se juntaran... sin él.
–Sólo dímelo, Yancy.
Yancy sacudió su cabeza, su mano todavía acariciando el pelo de
Seamus. –John debería estar despierto para esto.
¡Oh dios! Iban a decirle a Seamus que ahora eran una pareja, y
Seamus se iba a quedar solo, con las manos vacías. Su corazón no podría
soportar las inminentes noticias. ¿Qué demonios había pasado en el coche
policial?
–No –dijo Seamus, manteniendo su voz firme y fortaleciéndose para
lo que iba a venir–. Si vas a alejarte de mí, lo menos que puedes hacer es 119
decírmelo ahora en lugar de alargarlo.
Yancy pareció sorprendido mientras miraba a Seamus. –¿De qué
coño estás hablando?
–No es eso lo que...
–¿Queréis parar? –susurró John–. Mi cabeza se siente como si fuera a
explotar, y no estáis ayudando.
–John. –Seamus giró, sus ojos comiéndose los hermosos rasgos de
John–. ¿Cómo te sientes?
–Estoy bien, cielo. –Las pestañas de John se movieron y un momento
después, Seamus se encontró hundiéndose en el azul grisáceo–. Tengo
algunos dolores, pero sobreviviré.
¿Cielo? Seamus tragó. Si John lo dijera en serio.
La mano de Seamus tembló mientras la bajaba para acariciar el rostro
de John. Tenía que tocarlo. La piel de John se sentía tan suave, tan cálida.
Tranquilizaba a Seamus más que nada que el hombre estaba vivo, aunque
un poco golpeado.
–¿Necesitas algo? –preguntó Seamus suavemente–. Puedo traer al
doctor.
Seamus empezó a girarse cuando John agarró su muñeca, tirándolo
hacia atrás. Había una sonrisa fácil en su rostro, pero Seamus no sabía si
era por la medicación para el dolor que le dio el doctor o algo más.
John pasó la mano de Seamus por su pecho luego palmeó la parte de
arriba. –Tengo todo lo que necesito justo aquí.
–Yo... er... –Seamus miró por encima de su hombro para ver la
reacción de Yancy a la gentil caricia de John. La sorpresa lo golpeó cuando
Yancy sólo le sonrió en lugar de volverse loco como habría hecho
normalmente si Seamus mencionaba siquiera el nombre de John–. ¿Qué
está pasando aquí?
120
–Es muy simple, Seamus –dijo Yancy–. John y yo hablamos, y
hemos decidido que ninguno de nosotros está dispuesto a rendirse contigo,
por lo que no vamos a hacerlo.
–Yo... vosotros... –Seamus apartó su mano de John y retrocedió,
apartándose también de Yancy. Se sentía como si hubiera olido gas de la
risa. Nada de lo que Yancy o John decían tenía ningún sentido.
A menos que estuvieran jugando con él.
Ese pensamiento golpeó a Seamus tan fuerte y tan rápido que casi
cae de rodillas por la angustia. Presionó su mano contra su pecho cuando
no pudo conseguir suficiente aire en sus pulmones.
Su otra mano empezó a cubrir su boca, pero su estómago dando
vueltas lo envió corriendo al baño. Seamus cayó de rodillas y vació el
contenido de su estómago en el váter de porcelana blanca.
Cuando levantó su cabeza, Yancy estaba agachado a su lado, una
toalla limpia en sus manos. Seamus hizo una mueca, por el sabor
nauseabundo en su boca y el ceño sombrío en el rostro de Yancy.
Sólo quería irse. No sabía qué tipo de juego estaban jugando Yancy y
John tentándolo con su más anhelado sueño, pero era cruel, algo que nunca
había pensado que vería en ninguno de los hombres.
Quizás no los conocía tan bien como pensaba.
Cuando Yancy intentó limpiar su barbilla con la toalla, Seamus lo
apartó. Había tenido suficiente de esto. Si John y Yancy querían jugar a
jueguecitos, podían jugar sin él.
Lágrimas por el dolor en su corazón brotaron de sus ojos mientras se
levantaba y empujaba la enorme forma de Yancy para pasar. Vio a John
sentado en el lado de la cama mientras cruzaba la habitación corriendo.
Ignoró la mano que John extendió hacia él y se dirigió directo a la salida,
intentando escapar tan rápido como pudiera del infierno en que se
encontraba.
–Seamus, espera. 121
Seamus agarró el pomo de la puerta, su frustración nublándole la
visión cuando no pudo conseguir que la puerta se abriera sin importar lo
fuerte que tirara. Seamus de repente sintió una presencia, una calidez
gentil hundiéndose en su piel desde atrás. No sabía si era John o Yancy,
pero no importaba.
Bajó su cabeza contra la puerta y se mordió los labios, cerrando sus
ojos para evitar rendirse a la miseria y desolación abrumándolo. –Por
favor, déjame ir –susurró. Sabía que estaba suplicando, pero en ese punto,
era mejor que la alternativa, la cual sería rendirse a su necesidad de
suplicar a uno o a los dos hombres para que se quedaran con él.
–Lo siento, cariño, eso no va a pasar.
Entonces era Yancy el que estaba detrás de él. Seamus estaba
bastante seguro de que no tendría ni una oportunidad de escapar del
hombre. Yancy era demasiado grande.
–Nunca vamos a dejarte ir, Seamus.
La fuerza y la confianza en esa afirmación enviaron
estremecimientos de aprensión por la espalda de Seamus. Se giró para no
tener a Yancy en su espalda y deseó no haberlo hecho cuando vio la
determinación de acero en los ojos de Yancy. Lo único que evitaba que
Seamus huyera era el deseo que también ardía en sus profundidades grises.
Seamus cogió una respiración profunda. –¿Por qué me estáis
haciendo esto?
–Bebé –dijo John mientras se levantaba lentamente y caminaba hacia
él–, ¿qué crees que te estamos haciendo?
–No lo sé. –Seamus se rindió al ansia que corría a través de él para
pisar fuerte–. Pero para de llamarme bebé.
–No. De hecho, podría conseguir tatuarlo en tu culo. –John rio
mientras daba un paso al lado de Yancy–. Me pido la nalga derecha.
–Me pido la izquierda –contestó Yancy.
–¡Ahhh! –gritó Seamus mientras levantaba ambas manos, más 122
irritado de lo que podía recordar haber estado nunca, y eso era decir
mucho. Tenía muchos hermanos–. Nadie va a conseguir mi culo hasta que
me expliquéis qué coño está pasando aquí.
–Te lo dijimos, Seamus –contestó Yancy–. John y yo lo hemos
discutido, y ninguno de nosotros está dispuesto a rendirse contigo, por lo
que no lo vamos a hacer.
–Nos quedamos contigo –añadió John.
Las cejas de Seamus se dispararon arriba. –¿Ambos?
Yancy y John asintieron al mismo tiempo. Sus cejas incluso bajaron
sobre sus ojos de la misma manera oscura. Pero los brazos cruzados sobre
sus pechos exactamente en el mismo momento fue lo que mató a Seamus.
–¿Tengo algo que decir en esto? –No es que fuera a decir que no o
algo igual de ridículo. Sólo quería saber dónde estaba. Se preocuparía
sobre la dinámica de cómo funcionaría todo más tarde... después de que la
sorpresa desapareciera.
–¡No!

123
Capítulo 11
John no estaba muy feliz con la perpleja mirada que podía ver en el
rostro de Seamus. Incluso estaba menos feliz con el hecho de que el doctor
hubiera entrado antes de que él y Yancy pudieran explicarle las cosas al
hombre.
Después de conseguir las instrucciones del doctor y ser dado de alta
bajo el cuidado de Yancy, John y Yancy salieron del hospital con Seamus.
Yancy mantuvo su brazo envuelto alrededor de Seamus para ayudar a
guiarlo hacia la camioneta de Rourke, o para evitar que huyera. John
todavía no estaba seguro de esa parte.
Rourke alzó una ceja cuando los vio, pero pareció bajarla cuando
John y Yancy sacudieron sus cabezas. Rodeaban a Seamus por ambos
lados, protegiéndolo de interferencias externas.
–Hablaremos mañana –ofreció John como explicación.
–Estaré esperando tu llamada. –Había un borde de acero en la voz de
Rourke que básicamente le decía a John que si Rourke no sabía nada de él,
podría encontrarse enfrentándose al resto del clan Blaecleah... no era una
perspectiva que quisiera contemplar.
–Por la mañana, Rourke. Lo juro. –John suspiró mientras miraba a
Seamus. El hombre se veía tan abatido que John se sentía con ganas de
llorar–. Sólo necesitamos la oportunidad de hablar con Seamus. Yancy y
yo tenemos algunas cosas que explicarle.
Eso era un eufemismo gigante. Lo que tenían que explicarle a
Seamus era más grande que una pequeña conversación. John no sabía si
Seamus había entendido completamente lo que Yancy y él querían de él.
Habían intentado dárselo a entender de alguna forma, pero aparentemente
tendrían que explicárselo completamente, parecía que Seamus no lo
entendía. 124
John no entendía por qué Seamus no estaba comprendiendo lo que
querían de él, pero si tenía que mostrárselo al hombre, Yancy y él
definitivamente iban a estar desnudos cuando lo explicaran con mímica.
Dios, esa imagen lo tenía duro.
Rourke asintió y subió a su camioneta. John subió en la parte de atrás
de un taxi, poniéndose al lado de Seamus, quién estaba hecho un sándwich
entre Yancy y él. A John realmente no le gustaba que Seamus todavía no
hablara. Sólo miraba adelante, sin mirarlos a ninguno de ellos, una
expresión inescrutable en su rostro.
Esa mirada protegida lo tenía preocupado... mucho.
Tanto como quería que este compromiso entre Yancy y él funcionara,
no lo quería al precio de la salud mental de Seamus. Si el hombre
verdaderamente no quería ser compartido por Yancy y él, John daría un
paso atrás. Prefería ver a Seamus feliz con Yancy, que loco con Yancy y
con él, o sólo con él.
Ese pensamiento lo desgarró. John había deseado a Seamus desde la
primera vez que puso sus ojos en él. Pero si tenía que dar un paso atrás
para que Seamus fuera feliz, eso sería lo que haría John... aunque le
rompiera el corazón.
John estaba empezando a dudar de que realmente supiera lo que
Seamus deseaba. No era como si hubieran tenido mucho tiempo para
establecer una relación como Seamus y Yancy habían hecho.
Técnicamente, realmente no se conocían tan bien. Un beso espectacular y
muchas largas miradas no hacían una relación.
–Yancy.
–Sólo espera a que lleguemos a tu casa, John –dijo Yancy sin apartar
la mirada de Seamus–. Todo se va a resolver. Sólo necesitamos explicarle
las cosas a Seamus.
La mandíbula de Seamus se apretó, y John no estaba seguro de qué
hacer. Explicar la dinámica de lo que ellos querían no era algo que John 125
quisiera hacer en la parte de atrás de un taxi.
Se relajó en su asiento, mirando por la ventana, y reflexionó sobre
cómo iban a hacer que esto funcionara. Yancy ni siquiera vivía en Cade
Creek. ¿Iba a querer que se mudaran a la ciudad dónde vivía?
John no podía hacer eso. Era el sheriff de un pequeño pueblo y tenía
obligaciones. Yancy y Seamus eran libres de vivir donde vivía Yancy. John
no tenía ese lujo. Tenía que quedarse en Cade Creek.
El viaje siguió en silencio, tenso, y los nervios de John estaban de
punta para cuando llegaron a su casa. Estaba preparado para atraer al
hombre más pequeño a sus brazos y olvidar la conversación que
necesitaban tener. Los brazos de John anhelaban sentir a Seamus en ellos,
acariciar al chico, besarle una vez más, y experimentar ese beso explosivo
una vez más.
Yancy pagó al taxista, y John los llevó por la parte de atrás. Tiró las
llaves a la mesa de la cocina y se sentó, su cabeza palpitando.
–¿Necesitas algo? –preguntó Yancy, la preocupación marcándose en
las líneas de su hermoso rostro. Mientras John estudiaba a Yancy,
realmente lo miró un largo rato. Yancy realmente era un hombre hermoso.
Empezar una relación con el tipo no sería difícil–. No, estoy bien.
Seamus se quedó cerca de la puerta, un brazo sobre el otro mientras
miraba el suelo. Se veía muy perdido. John y Yancy intercambiaron una
mirada antes de que John se aclarara la garganta. –¿Te importaría sentarte,
Seamus? –Apuntó a la silla delante de él.
Oh, ¿era mala disposición eso que veía en el rostro de Seamus? Sí,
seguro. El hombre parecía muy cabreado, pero se sentó... de mala gana.
John suspiró interiormente. Esto no iba a ser tan fácil como quería.
La guardia de Seamus estaba alzada, y el hombre estaba a la defensiva.
John podía afirmarlo. Estaba escrito por todo el rostro del hombre más
pequeño.
Tendría que zambullirse de pleno, nada de endulzar la explicación 126
para que pareciera más atractiva. –Yancy y yo queremos que seas nuestro
amante.
La cabeza de Seamus se alzó, y si las miradas matasen, John habría
estallado en llamas. –Mira, no vine aquí para que jugarais conmigo. No sé
qué juego enfermo Yancy y tú estáis...
–No es un juego –interrumpió Yancy–. ¿Por qué no puedes ver lo que
te estamos pidiendo?
–¿John te arresta y de repente quieres que le demos una oportunidad,
los tres juntos? –resopló–. No soy el que tiene una contusión.
–¡Seamus! –dijo John.
–¡No! –Seamus se levantó de la silla de un salto–. No aprecio que los
dos bromeéis con lo que siento por vosotros. Lo pillo. Estoy enamorado de
dos hombres. Es una forma de sentirse egoísta. Pero no me quedaré aquí y
dejaré que ninguno de los dos...
¡John tenía suficiente! Joder con el tacto y joder con intentar
explicarle las cosas al hombre. Sólo tenían que mostrarle a Seamus que
hablaban en serio. John se empujó lejos de la mesa, sus pasos incluso más
medidos mientras se acercaba al hombre más pequeño. Seamus retrocedió,
pero en lugar de apartarse, Seamus chocó con Yancy quién se había
movido detrás de él.
–Mira, obviamente no estás pillando lo que estamos intentando
decirte, por lo que sólo vamos a mostrártelo. –Una sonrisa traviesa cruzó
los labios de John mientras se encontraba con la mirada de Yancy por
encima del hombro de Seamus–. Aguántalo.
Yancy le devolvió la sonrisa, sus ojos grises creciendo en calor con
un sólo parpadeo de sus pestañas. –Encantado.
John ignoró el ligero sollozo que escuchó de Seamus cuando Yancy
agarró los brazos del hombre más pequeño. Su cuerpo estaba apretado con
necesidad mientras se arrodillaba y rápidamente bajó la cremallera de los
vaqueros de Seamus, desechando los contoneos del hombre. Sabía que
Seamus deseaba esto tanto como él. La polla del hombre estaba como una 127
cañería de acero cuando John la liberó.
–Oh, Seamus, esta es una polla muy bonita. –Gruesa y dura con la
anchura suficiente para hacer que un hombre sintiera la carne endurecida
mientras Seamus golpeara dentro de él. John quería ser ese hombre porque
la polla de Seamus era rotundamente material de Michelangelo.
John restregó su dedo por la bulbosa cabeza, reuniendo el pre semen
al mismo tiempo. La uña de su pulgar presionada en la diminuta ranura de
la cabeza, y escuchó un gemido bajo retumbar en el pecho de Seamus.
La excitación del hombre junto al líquido claro saliendo de su polla
llenó los pulmones de John, haciéndole la boca agua por sólo saborearlo
una vez. Con una sonrisa salvaje, John tragó la tensa erección de Seamus.
El sabor del pre semen explotó en su lengua, y supo que deseaba más.
John envolvió sus labios alrededor de la ensanchada cabeza de la
polla del hombre. Escuchó una rápida inhalación de aire y luego Seamus
se estremeció, sus caderas moviéndose ligeramente hacia delante.
Animado por la respuesta de Seamus, John empezó a succionar, su lengua
recorriendo las venas, sus mejillas hundidas mientras movía la gruesa
erección de Seamus más adentro de su boca, bombeando su cabeza arriba
y abajo.
Escuchó una rápida inhalación de aire, y luego Seamus se movió de
nuevo, sus caderas empujando una vez más. John sonrió para sí mismo
mientras empezaba a succionar, su lengua trazando la gruesa longitud, sus
mejillas hundidas mientras se metía la erección de Seamus más adentro de
su boca.
John usó cada talento que poseía para escuchar los suaves gemidos y
maullidos de Seamus. Los sonidos estaban destrozando su control mientras
se comía el pre semen del hombre tragándoselo.
¡Joder! John sabía que estar con el hombre iba a ser fantástico, pero
nunca imaginó que el sabor de Seamus y los sonidos que flotaban a las
orejas de John se convertirían en una droga para él.
128
Usando su lengua, John lamió la tierna depresión bajo la hinchada
cabeza y luego folló con su lengua la diminuta ranura con un entusiasmo
sensual que nunca había sabido que tenía. Lamer el sabor salado de los
deseos de Seamus era más que una acción. Se sentía casi como un
privilegio.
Otro gemido retumbó en Seamus, y luego, retumbó directa hacia la
palpitante y dolorida polla de John. Su agujero palpitaba y se estremecía
por la idea de tomar esa impresionante polla dentro de su culo, y eso sólo
animó a John a chupar la polla del hombre con un poco más de vigor.
Las caderas de Seamus se empujaron fuertes, conduciendo su polla
profundamente entre los labios de John. Sus caderas empujaron más
rápido, sus gemidos más altos a cada segundo. El pre semen se estaba
derramando de la cabeza de la polla del hombre más pequeño en
riachuelos, y John sabía que el que pronto iba a ser su amante estaba cerca.
Los gemidos de Seamus se volvían rotos y fragmentados, diciéndole a
John que Seamus estaba perdiendo el control mientras su cuerpo temblaba
con tirones apretados.
–John... por favor... ¡dios!
Escuchar los gritos desesperados y seductores que salían de la boca
de Seamus causó que John casi se corra en sus vaqueros. Separando más
sus labios, tragó, tomando la polla de Seamus tanto como pudo hasta que
su nariz estuvo enterrada en los ásperos rizos. Creó una succión más
fuerte, elevando el deseo de Seamus, y el suyo propio.
John reconoció las señales de un orgasmo acercándose y estaba más
que preparado para tragar la dulce crema de su liberación. Trabajó la dura
carne en su garganta sin piedad, usando todo en lo que podía pensar para
llevar al hermoso hombre al borde de un orgasmo sin piedad.
Mientras su garganta trabajaba en masajear la longitud de Seamus,
Seamus se corrió duro, gritando el nombre de John mientras su cuerpo se
doblaba y sus caderas empujaban frenéticamente. Su caliente semilla salió
a chorros a la garganta de John. John tragó con gula, saboreando el sabor
salado de la crema que llenaba su boca en grandes chorros. 129
–¡Maldición!
John alzó la mirada mientras lamía lo que quedaba de semen en la
polla de Seamus, dándole a la flácida carne una última lamida antes de
apartarse. Y sólo porque John estaba muy cachondo, les dio a los dos
hombres por encima de él un espectáculo lamiéndose los labios de forma
seductora, dejando que ambos, Yancy y Seamus, supieran cuanto había
disfrutado del sabor de Seamus en su boca.
–Eso fue jodidamente caliente, hombre. –Yancy estaba mirándolo
con algo parecido al asombro. Sus labios estaban ligeramente separados y
su hermoso rostro estaba sonrojado cuando John y Yancy se miraron a los
ojos.
Oh, sí. Este pequeño arreglo podría funcionar después de todo. John
sonrió, deleitándose en la alabanza de Yancy, todavía abrumado con la
repentina necesidad de ver si Yancy sabía igual de bien que Seamus. –
¿Quieres probarlo?
Los ojos grises de Yancy parecían arder con necesidad mientras
miraba a John, pero luego una sonrisa torcida apareció en sus labios. –
Tengo algo mejor en mente. –John rápidamente se movió atrás cuando
Yancy giró el dócil cuerpo de Seamus en sus brazos–. ¿Por dónde está el
dormitorio?
John se levantó tan rápido que la cabeza le dio vueltas. Se tomó unos
segundos para parpadear y deshacerse del mareo antes de sonreír al
hombre que era unos 8 centímetros más alto que él y que tenía el cuerpo de
un jodido dios. Si Yancy quería llevar esto al dormitorio, ¿quién era él para
discutir?
Pero tanto como deseaba conseguir que pasaran cosas entre ellos,
John se detuvo para no correr a su dormitorio. No quería parecer
desesperado, aunque se sintiera de esa forma. Dirigió el camino fuera de la
cocina y por el pasillo a su dormitorio con zancadas regulares y medidas.
¡Bien por él!
130
Mientras abría la puerta y entraba, John de repente deseó tener una
cama más grande. Antes de ahora, había sido sólo él quien dormía aquí.
Con suerte, eso iba a cambiar de forma permanente.
John dio un paso atrás cuando Yancy entró con Seamus, mirando con
mucho cuidado a los dos hombres que se iban a convertir en sus amantes.
–Esto servirá para esta noche, pero estoy pensando que necesito conseguir
una cama más grande.
Pasó a propósito sus ojos por la gran forma de Yancy ancha y alta,
asegurándose de que el hombre supiera exactamente qué deseaba. Yancy
podría tener una pista ya que estaban entrando en el dormitorio de John,
pero John quería asegurarse de que Yancy supiera que no sólo estaba
interesado en Seamus.
Para nada.
–Mi cama es tamaño King –contestó Yancy mientras movía sus cejas
juguetonamente antes de estirar a Seamus en la cama. Se enderezó y miró
la habitación–. Pero no creo que quepa aquí. Podríamos querer considerar
conseguir algo más grande.
John estaba a dos segundos de empujar su puño en el aire y gritar
aleluya. Sólo quería asegurarse de no estar escuchando lo que quería
escuchar antes de hacerlo. John había escogido sus palabras con cuidado
cuando le dijo a Yancy que necesitaba una cama más grande porque no
quería asumir nada, pero el tipo estaba hablando de los deseos de John. –
¿Estás dispuesto a mudarte aquí a Cade Creek?
Yancy giró rápidamente, su rostro parecía un poco comprimido y
pálido. –¿No quieres que lo haga?
–No, no –dijo John rápidamente, dándose cuenta de que había hecho
la pregunta a Yancy demasiado rápido, y el hombre había malentendido el
entusiasmo de John por vacilación–. Creo que eso es una gran idea. Me
preocupaba cómo íbamos a hacer que funcionaran los arreglos de vivienda
porque no puedo dejar Cade Creek como vosotros. No... –John tragó fuerte
y apartó la mirada de los intensos ojos grises de Yancy–. No quería vivir
aquí solo y sólo conseguir la oportunidad de veros a los dos cuando tenga 131
tiempo libre.
El rostro de Yancy se sonrojó cuando sonrió avergonzadamente. –
Estaba esperando de alguna forma que me dieras una buena
recomendación para el sheriff.
John parpadeó, rezando para no haber escuchado mal al hombre. –
¿El sheriff?
Yancy asintió. –Pensé en enviar una solicitud para la posición de
ayudante del sheriff aquí en Cade Creek.
–Estás contratado –dijo John sin vacilar.
–Oh, yo... yo estaba bromeando sobre lo de la recomendación, John.
Preferiría conseguir el trabajo con mis propios méritos.
–Estás consiguiendo el trabajo con tus propios méritos, Yancy.
Después de toda la mierda con Ira, Hice una comprobación de
antecedentes de ti. Sé exactamente lo que haces y lo bien que lo haces.
Serías un gran recurso no sólo para el sheriff –John le guiñó un ojo–, sino
para Cade Creek.
–¿Has comprobado mis antecedentes?
John no iba a disculparse por lo que había hecho. –¿Esperabas
honestamente que no lo hiciera después de la forma en que estabas
flirteando con Seamus?
Los ojos de Yancy se ampliaron, una pequeña risa saliendo de sus
labios. –Estabas intentando exponer mierdas sobre mí.
Ahora, ¡esa no era la verdad!
–Estaba intentando encontrar cualquier evidencia que pudiera para
meter tu culo entre rejas, o al menos hacer que te fueras del pueblo. –John
se encogió. Apostaría a que Yancy habría hecho lo mismo–. A parte de una
queja informal con tu antiguo capitán y una reprimenda por todo ese fiasco
con el anterior compañero de Elijah, estás limpio. Nunca has sido
investigado por asuntos internos ni se ha puesto ninguna queja formal 132
contra ti.
Yancy abrió su boca para decir algo más, John no tenía ni idea de
qué, cuando una camisa de repente le golpeó en la cara. Se giró para ver a
Seamus bajándose los pantalones desabrochados por sus piernas, y casi se
tragó la lengua por la vista delante de él.
John había soñado con ver a Seamus, fantaseado con ello en
numerosas sesiones de masturbación. Nada que hubiera imaginado alguna
vez se acercaba a la realidad del hombre estirado en la cama.
¡Maldición!
–¿Entonces, cómo hacemos esto? –preguntó John, sus ojos en el
hermoso cuerpo ante él. Había hecho muchas cosas en su vida, pero de
alguna forma se había perdido los tríos. Tampoco estaba seguro de que
estaba permitido y qué no. ¿Cómo preguntaba un tío algo como eso?
–Así –gruñó Yancy mientras bajaba su cabeza para colocarla en el
lateral del cuello de John. Yancy selló sus labios sobre la garganta de John,
chupando mientras lentamente bajaba a John a la cama.
Su interior formaba nudos, sus músculos quietos, deseando que el
hombre lo mordiera. Esta era la primera vez en los brazos de Yancy, y John
inhaló la masculina esencia del tipo directa a sus pulmones, preguntándose
cómo alguien podía oler tan malditamente comestible.
–Ohhh, ese es un buen comienzo –gimió John mientras empezaba a
ladear su cabeza a un lado para darle a Yancy mejor acceso. ¿Quién
hubiera sabido que alguien chupando su cuello podría hacer que su polla
doliera tanto? Yancy lamió eróticamente la tierna carne de la garganta de
John, sus dientes mordiendo ligeramente la carne de John. La sensación
sólo hacía que la polla de John se endureciera, palpitando más
pesadamente en sus pantalones.
Gentiles manos se deslizaron por los lados de John hasta que
alcanzaron el cierre de sus vaqueros. John aguantó la respiración mientras
Yancy lentamente empezaba a quitarle a John los vaqueros. 133
John no era virgen, para nada. Pero joder si no estaba temblando
ligeramente por la forma en que Yancy lo miraba.
Yancy se apartó del cuello de John y bajó los pantalones de John
hasta abajo. Paró momentáneamente para quitar los zapatos a John, y
luego John estaba desnudo de cintura para abajo. Ese problema se resolvió
un momento más tarde cuando su camisa fue sacada por su cabeza y salió
volando por el aire.
Maldición, estoy a punto de tener sexo con dos hombres. La idea lo
sobresaltó y excitó a partes iguales. Pero John no podía sólo estirarse ahí.
Tiró de la camisa de Yancy hasta que el hombre levantó sus brazos y
permitió a John deslizarla por la cabeza, tirándola a un lado.
No podía creer que realmente estuviera aquí con ambos. Había
estado fantaseando con esto desde la primera vez que había visto a Yancy
flirteando con Seamus, y ahora, realmente estaba ocurriendo. Sólo
esperaba que esta fuera la primera de muchas veces por delante.
John estaba tan inmerso en la sensación de tener a dos hombres con
él que saltó cuando Yancy de repente se movió, tirando el edredón al suelo.
Ligeramente confuso, observó a Yancy arrodillarse entre sus piernas. El
reconocimiento le llegó de repente cuando Yancy se inclinó y engulló su
anhelante polla.
–Oh, demonios –gruñó cuando Yancy empezó a chuparlo, su lengua
pasando por el borde de la cabeza.
–Es realmente bueno en eso.
John miró a Seamus que observaba los labios de Yancy moviéndose
sobre su polla. Sólo cuando vio la intensa hambre en los ojos de Seamus
recordó que Seamus probablemente había sentido los labios de Yancy en sí
mismo antes.
John tenía que preguntarse por qué eso no le llenaba de ira cuando sí
lo habría hecho hace unos días. Sólo se preguntaría por ello más tarde.
Ahora mismo, estaba ocupado consiguiendo que le chuparan el cerebro a
través de su polla. 134
–Sí –rio John nerviosamente–. Es malditamente bueno en ello.
Observó a Yancy alzar su cabeza, una sonrisa traviesa en sus labios.
Le guiñó un ojo a John antes de inclinarse para tomar la gruesa erección de
John en su boca de nuevo, su lengua moviéndose rápidamente por la ancha
cabeza.
–¡Joder! –gritó John, sus manos instantáneamente moviéndose para
apretar el pelo de Yancy, apartando al hombre de su polla–. Tienes que
parar, Yancy. –Palabras que John nunca quería volver a pronunciar en su
vida, pero sabía que tenía que hacerlo–. Estoy demasiado cerca.
Yancy sonrió mientras se movía para tragarse la polla de Seamus
hasta la base. John observó con mucha satisfacción como los ojos de
Seamus se cerraban, su mandíbula se apretaba mientras se dejaba caer
contra el colchón. John no lo culpaba. Las cosas que Yancy podía hacer
con su lengua eran mágicas.
John se giró, pero miró primero a Yancy, dándole una mirada que
decía que no había acabado con el hombre, para nada. Yancy bajó su
cabeza, señalando que entendía, y luego John se movió en la cama detrás
de Seamus. Levantó a Seamus más arriba de la cama, presionando su
pecho desnudo contra la espalda desnuda de Seamus.
La respiración de Seamus se convirtió en cortos jadeos.
–Tranquilo, bebé –dijo John mientras presionaba sus labios en la
oreja de Seamus–. Sólo quiero hacerte sentir bien.
Los labios de John se deslizaron sobre el hombro expuesto de
Seamus y la curva de su cuello, mordiendo la dulce carne. Separó sus
dedos y pasó su mano por el pecho ondeado de Seamus. Cuando su mano
alcanzó la parte baja del estómago del hombre, sintió la cabeza de la polla
de su amante presionándose contra el abdomen de Seamus.
Seamus estaba duro como una roca... otra vez.
Esta sería la primera vez que John había estado con dos hombres al
mismo tiempo, y la idea le excitaba. Yancy y Seamus no eran dos extraños 135
saciando una necesidad, sino, con suerte, sus amantes permanentes. Esa
idea sólo hacía que lo que estaban haciendo fuera más íntimo, con más
significado en su mente.
John presionó sus labios en la nuca de Seamus y deslizó su lengua
por la extensa y suave piel saboreando la salada piel mientras sus dedos se
curvaban alrededor del culo de Seamus. Sintió la cama hundirse cuando
Yancy se estiró al otro lado de Seamus.
–¿Vas a follarlo, John? –preguntó Yancy mientras pasaba sus dedos
por el brazo de Seamus bajando por su pecho. El rostro de Seamus se
sonrojó hasta el color de las cerezas, un pequeño gemido saliendo de sus
labios, mientras los dedos de Yancy se movían por los pezones del hombre
más pequeño.
John bajó la mirada al hombre estirado entre ellos. Tenía que ser
decisión de Seamus. John no iba a obligar al hombre. –¿Seamus?
Seamus asintió ligeramente.
John mentalmente levantó su brazo en el aire. Iba a golpear dentro de
ese apretado culito de formas que esperaba que dejara al chico con las
piernas arqueadas y caminando raro. Tenía que respirar lentamente,
consiguiendo algo de control antes de deslizar a Seamus sobre él y colocar
al hombre más pequeño entre él y Yancy.
Seamus sólo se quedó entre ellos, sus profundos ojos esmeraldas
ampliados mientras iban de John a Yancy como si estuviera inseguro sobre
su siguiente movimiento. –¿Qué se supone que haga?
–Sólo estírate ahí, bebé –dijo John gimiendo–. Nos ocuparemos de ti.
Seamus miró incrédulamente a John hasta que Yancy bajó por la
cama y se tragó la polla de Seamus hasta la base de nuevo.
–¡Joder! –gritó Seamus mientras sus manos se apretaban en las
sábanas de la cama.
John sólo observó con fascinación como Yancy trabajaba en la polla
de Seamus con la pericia de una estrella del porno. Estaba usando sus 136
labios, lengua, y dientes mientras Seamus se presionaba contra el pecho de
John, su respiración dificultosa.
Agarrando la barbilla de Seamus, John echó la cabeza del tipo atrás y
besó un camino bajando por su cuello, añadiendo placer al que Yancy ya le
estaba dando a Seamus. El hombre en sus brazos se retorcía, sus gemidos
haciendo eco a través de la habitación. John movió sus caderas mientras
chupaba el cuello de Seamus, dejando que su polla se deslizara arriba y
abajo de la grieta del culo de Seamus.
–¿Quieres sentir mi gran gruesa polla dentro de tu culo? –preguntó
John a Seamus, manteniendo su tono suave como la seda.
Los ojos de John bajaron, centrándose en los de Yancy mientras el
hombre seguía volviendo loco a Seamus con su traviesa boca. Había un
brillo en los ojos de Yancy. John sabía sin duda que este hombre estaba
disfrutando mucho.
–Voy a meter mi polla justo aquí. –Presionó la punta de su dedo en la
entrada en la que pronto esperaba tener su polla enterrada.
–Siiii –siseó Seamus mientras se empujaba hacia atrás en el dedo de
John, intentando empalarse a sí mismo.
John rio.
Yancy soltó la polla de Seamus y se movió arriba de su cama, sus
ojos seductores y oscuros. –Y entonces meteré mi polla en tu culo, John.
John olvidó como respirar. ¡Bueno, maldición! Esa era una invitación
a la que gratamente se rendiría. Había pasado demasiado tiempo desde que
sintió ásperas manos sosteniéndolo mientras era follado en el colchón.
–Demonios, sí –gimió John antes de rodar a Seamus sobre su
estómago. El hombre de cabello chocolate oscuro rodó con facilidad. Sacó
su culo en el aire como un gato caliente, mostrando a John francamente
exactamente lo que deseaba.
Y maldición si John no estaba preparado para darlo.
–Lubricante, necesitamos lubricante. –John estaba desesperado. 137
Sabía si duda, más de lo que había sabido nada en toda su vida, que si no
metía su polla en el culo de Seamus en los siguientes sesenta segundos, la
maldita cosa se rompería–. ¿Dónde puse el maldito lubricante?
–Esta es tu casa, cariño –dijo Yancy–. Normalmente mantengo el mío
en la mesilla de noche.
John gruñó mientras se levantaba y rápidamente iba a la mesilla de
noche para sacar la botella pequeña de lubricante y la tira de condones que
tenía almacenada ahí. No le gustaba pensar en por qué Yancy mantenía una
botella de lubricante a mano en su mesilla de noche. Entendía que para
todo lo de la masturbación. Incluso entendió que para follar a Seamus,
pero más allá de eso, el hombre no necesitaba lubricante.
Vale, se estaba distrayendo. Su mente iba de un pensamiento
aleatorio al siguiente, y John sabía que tenía que centrarse.
Arrastrándose de vuelta a la cama, se arrodilló detrás de Seamus.
Casi arranca la maldita tapa del lubricante y luego derramó una buena
cantidad en sus dedos antes de dejar la botella en la cama. Bajando la
mano entre las nalgas de Seamus, restregó el lubricante en Seamus,
prestando atención especial en el pequeño agujero fruncido que sus dedos
probaban.
–¿Te gusta esto, bebé?
John escuchó un grito estrangulado llenar la habitación cuando
empujó un dedo dentro del apretado ano de Seamus. Empujó dentro una y
otra vez, añadiendo un segundo dígito cuando pensó que Seamus podía
tomarlo.
Las bolas de John empezaron a doler cuando el temblor de excitación
empezó a sacudir a Seamus ligeramente. Su cuerpo estremeciéndose con la
necesidad de correrse, pero se negaba a ello sin el placer de Seamus
primero.
John folló a Seamus con sus dedos una y otra vez, y luego alternando
con un dedo y luego dos. Movió sus dedos dentro con un ritmo estable,
asegurándose de rozar la glándula de Seamus tan a menudo como podía. 138
Si John no estuviera tan malditamente tenso, le encantaría ver a
Seamus corriéndose sólo con sus dedos. Pero sabía que eso no iba a pasar
porqué había soñado con follar al hombre durante mucho tiempo.
No estando seguro de la total aceptación de Seamus, sacó sus dedos
del culo de Seamus y rápidamente abrió uno de los paquetes de condones,
poniéndose la protección en su dolorida longitud. Agarró su polla,
empujando la cabeza contra la entrada palpitante del hombre. Empujó sólo
un poco mirando a Seamus de arriba a abajo.
–¿Seamus? –susurró silenciosamente.
Un momento después estaba gimiendo suavemente mientras Seamus
rápidamente empujaba hacia atrás contra él. John observó cómo
lentamente se deslizaba dentro de Seamus, sorprendido por el calor sedoso
rodeándolo. Lentamente empujó dentro, estirando el apretado anillo de
músculos de Seamus alrededor de su grueso contorno, centímetro a
glorioso centímetro
Mientras se sentía presionando dentro del último golpe, sus manos se
apretaron en las caderas de Seamus. Temblores empezaron a sacudir su
cuerpo. Esta iba a ser la sesión de sexo más corta de la historia... como
mili-segundos.
–Maldición, bebé, te sientes tan jodidamente bien.
–Me alegro... –Un pequeño estremecimiento atravesó a Seamus–. Me
alegro que lo apruebes.
Demonios, sí, lo aprobaba. Había estado fantaseando con follar el
culito de Seamus desde el día en que conoció al hombre. Sus fantasías
nunca habían sido así de buenas. John empezó a moverse, tan lentamente
como su cuerpo se lo permitía, empujando sus caderas adelante y atrás
hasta que sólo la cabeza de su polla permanecía agarrada dentro del
apretado agujero de Seamus.
La sensación de estar dentro de Seamus era asombrosa. La
respiración siseaba a través de sus dientes mientras empezaba a empujar de
nuevo dentro. Poco a poco, el cuerpo de Seamus pareció empezar a 139
chuparlo dentro, John empezó a moverse más rápido. Se sentía como si
esto fuera de nuevo su primera vez. No pensó que durara.
Se sentía demasiado bien.
Se sacudió cuando sintió la mano de Yancy en su espalda,
presionándolo abajo sobre la espalda de Seamus. Se inclinó hacia delante,
apoyando su cuerpo sobre sus brazos. Podía sentir su respiración caer
sobre la nuca de Seamus mientras se movía.
John escuchó la tapa de la botella de lubricante abrirse, y luego sintió
las manos de Yancy en su culo, separando sus nalgas mientras empujaba
un dedo dentro de él, moviéndose alrededor varias veces antes de añadir
un segundo, luego un tercero, estirándolo rápidamente y a consciencia.
–Yancy –gritó mientras sus brazos temblaban.
–Sólo haz lo que sientas de forma natural, cariño. –Yancy rio
mientras el sonido de otro paquete de condón rompiéndose llenaba el aire.
Un momento después, Yancy remplazó sus dedos con su polla, empujando
dentro de John con una embestida rápida.
Ambos se congelaron por la placentera sensación. John amaba la
sensación de la rígida longitud de Yancy enterrada dentro de su sudado
cuerpo resbaladizo. Era tan bueno como la sensación de su propia polla
enterrada dentro de Seamus.
–Yancy. –John no estaba suplicando, no exactamente. Sólo estaba
sugiriendo que el maldito hombre se apresurara o el espectáculo acabaría
antes de que John fuera follado contra el colchón. Ya podía sentir un
pequeño hormigueo en la base de su polla, y sabía que no tenía mucho
tiempo antes de explotar.
Esperaba llevarse a sus amantes con él. Nunca antes había
experimentado esta sensación dual, y lo tenía balanceándose en el límite.
–Ahora, cariño – susurró Yancy en la oreja de John.
John jadeó y aguantó mientras su anillo de músculos apretaba sobre
la invasión. Casi no pudo respirar por el placer que lo atravesó cuando 140
Yancy lo estiró. Empujó atrás, restregándose en las embestidas de la polla
de Yancy más profundo, luego movió sus caderas adelante, hundiéndose en
Seamus.
Sintió sus brazos y piernas temblar cuando Yancy empezó a empujar,
moviéndose dentro y fuera de él. Cada embestida de las caderas de Yancy
lo empujaba más profundamente dentro de Seamus. Le llevó a John sólo
unos momentos pillar el ritmo mientras empezaba a embestir lentamente
dentro y fuera de Seamus.
Podía sentir el apretado canal de Seamus contrayéndose alrededor de
su polla con una intensidad casi brutal. La mano de John se movió debajo
de Seamus para rozar el estómago y pecho. Bajó, pasando sus dedos por el
duro eje de Seamus.
Los dedos de John agarraron la polla de Seamus. Gimió suavemente
por la erótica vista cuando Seamus echó su cabeza atrás y gimió. Con una
fuerte caricia, John sintió la caliente humedad deslizarse por sus dedos
cuando Seamus se corrió, su culo apretándose y ordeñando a John de la
forma más sensual que había encontrado jamás.
Embistió su polla más fuerte y más fuerte dentro de Seamus,
moviendo la cama con la fuerza de sus empujes. La larga y gruesa polla
que parecía llenarlo tan perfectamente rozó su próstata con cada empuje de
las caderas de Yancy. Gimió mientras el ángulo de Yancy cambiaba y su
lugar dulce era golpeado una y otra vez.
Sus empujes vacilaron cuando su orgasmo lo agarró por las pelotas y
le sacaba un fuerte grito. John echó su cabeza atrás, sus movimientos
frenéticos mientras su polla explotaba, llenando el condón con su semilla.
Enterró su rostro en el hombro de Seamus, oliendo la dulce esencia y
sintiendo la piel resbaladiza de Seamus contra su propio pecho. Sintió a
Yancy agarrar sus hombros por debajo y empezar a subirlo y bajarlo,
empalándolo mientras sus embestidas de repente crecieron en intensidad.
El profundo rugido gutural que retumbó en el pecho de Yancy fue la
única advertencia que tuvo John antes de que la polla del hombre golpeara
dentro de él y el grueso eje saliera a un ritmo constante en su culo, dándole 141
placer a John en una ola sensual que hizo que todo su cuerpo temblara.
John estiró el brazo y envolvió su mano alrededor de la cabeza de
Yancy dónde estaba apoyada contra su cuello. Bajó el otro brazo a Seamus
con su otra mano acarició suavemente el rostro del hombre, sonriendo.
¿Cómo se había perdido un trío antes? Era una forma perfecta de
tener sexo, la única manera... con él en medio del sándwich.

142
Capítulo 12
Yancy rio mientras observaba a Seamus y John luchar por una
posición delante del espejo del baño, ambos hombres reían mientras se
empujaban. No era como si Seamus necesitara afeitarse tanto. Apenas tenía
pelusilla en su rostro, o en cualquier otro lado.
John, por otro lado, no tenía más que pelo en su rostro. Su barba
estaba llena, pero bien recortada. De alguna forma hacía juego con el resto
del cuerpo peludo del hombre. Entre los dos hombres, Yancy tenía lo
mejor de los dos mundos.
Y lo sorprendía por completo.
Nunca, ni en sus más locas fantasías, Yancy habría considerado tener
una relación a largo plazo con dos hombres. Ciertamente había fantaseado
con un trío con dos hombres. ¿Qué hombre gay no lo había hecho? Pero
esas fantasías nunca habían ido más allá.
Y no entendía por qué no. Las cosas parecían mucho más simples
ahora que los tres habían reconocido su atracción mutua y hecho algo para
cimentar el creciente vínculo entre ellos.
Seamus iba a volver a ser la persona feliz, alegre que Yancy había
conocido. Sus ojos esmeraldas centelleaban con vida. El cariño que sentía
por ambos, Yancy y John, estaba claro en cada caricia.
Y había muchas caricias.
Seamus no parecía tener suficiente de ninguno de ellos. Estaba
tocando constantemente a Yancy o a John, besándolos, o sólo
acurrucándose con ellos, casi como si necesitara asegurarse de que ambos
estaban allí.
Yancy sabía que John veía la necesidad en Seamus tanto como él por
la forma en que el hombre parecía salir de su camino para estar dónde 143
Seamus pudiera tocarlo o apoyarse en él. Yancy estaba haciendo
básicamente lo mismo, sólo que no se limitaba sólo a Seamus. Tocaba y
acariciaba a John igual.
Yancy sabía que John estaba ansioso por estar con dos hombres, pero
no más que Yancy. Yancy amaba a Seamus, haría lo que fuera por él. Su
creciente cariño por John ponía al sheriff en la misma categoría, alguien
por quien Yancy haría lo que fuera.
Yancy puso los ojos en blanco cuando Seamus fue a por el agua
corriente del grifo. –Voy a hacer algo de comida. Vosotros dos limpiad el
baño.
Yancy salió del baño justo cuando un trapo mojado salió volando por
el aire golpeando la puerta del baño. Miró alrededor del marco de la
puerta, sacando la lengua a sus amantes mientras huía.
Por la forma en que John estaba mirando a Seamus, Yancy estaba
bastante seguro de que tenía mucho tiempo para preparar algo de comer
para todos ellos. Aparentemente, John estaba intentando recuperar el
tiempo perdido. El hombre prácticamente estaba andando con una
erección, no es que Yancy se quejara.
John no hacía discriminaciones entre él y Seamus. Iba a por ambos
con el mismo grado de deseo. Yancy había tenido más sexo en los últimos
días de lo que había tenido en semanas, quizás años. La idea de que John
tuviera que volver a trabajar mañana casi hacía que Yancy quisiera llorar.
Yancy escuchó un fuerte ruido sordo contra la pared mientras cogía
una de las sartenes colgada del estante encima de la isla central. Paró, la
mano en la sartén, y miró a la pared. No estaba exactamente seguro de qué
estaban haciendo John y Seamus, aunque si tenía una idea bastante clara,
pero las fotos de las paredes se sacudían.
–¡Oh, sí! –gritó Seamus.
¡Maldición!
Yancy parpadeó cuando las fotos se sacudieron todavía más antes de
que una de ellas cayera al suelo. Lo que fuera que John le estuviera 144
haciendo a Seamus definitivamente estaba sacudiendo las cosas. Yancy
sólo esperaba que Seamus fuera capaz de caminar después.
Yancy rio mientras ponía la sartén en el fuego. Fue a la nevera y sacó
las cosas que necesitaría para hacer creps. Después de años viviendo solo,
Yancy había descubierto la necesidad de ser capaz de cocinar algo sabroso.
Por suerte, su madre era una gran cocinera y estuvo encantada de enseñarle
todo lo que sabía. Aprendió un plato. Las creps de fresa eran su
especialidad.
Mientras la sartén se calentaba, Yancy agarró un cuenco y empezó a
mezclar la masa de creps. Cuando estuvo hecha, la colocó a un lado y
empezó a cortar las fresas. Una a una empezó a poner masa en la sartén.
Para cuando tuvo un buen plato de creps llenas de fresa, escuchó la ducha
encenderse.
Yancy estaba colocando la sartén en el fregadero cuando el teléfono
sonó. Sin pensar nada de ello, alcanzó el teléfono sin cable, apretó el botón
de contestar, y presionó el teléfono en su oreja.
–Residencia Riley –dijo ausentemente mientras abría el agua para
limpiar la sartén. Odiaba los platos sucios en el fregadero. Venía de años
estando al cargo de los platos sucios cuando su madre cocinaba.
–Vas a morir –contestó una profunda voz malévola–, y todos tus
amiguitos maricones van a morir contigo.
Yancy soltó el teléfono. Rápidamente agarró el aparato, atrapándolo
antes de que golpeara el suelo. Cuando lo volvió a poner en su oreja, su
mandíbula se apretó, tanta ira corriendo a través de él que Yancy estaba en
peligro de romperse los dientes.
–¿Quién coño es?
Tono de llamada.
¡Maldición!
–¡John! –gritó Yancy mientras cerraba el agua y luego iba por el
pasillo. John debió escuchar la intensidad en su voz porque el hombre salió 145
del baño con una toalla envuelta alrededor de sus caderas, gotas de agua
cayendo por su cuerpo casi desnudo.
–¿Qué? –preguntó John–. ¿Qué va mal?
Yancy levantó el teléfono. –Quiero escuchar esos mensajes que estás
recibiendo.
Los ojos de John se entrecerraron en el teléfono en la mano de Yancy,
un ceño oscureciendo sus rasgos. –¿Llamó de nuevo?
–Sí. Dijo que tú y todos tus amiguitos maricones iban a morir –
contestó Yancy. No le extrañaba que John hubiera intentado proteger a
Seamus. Yancy habría hecho lo mismo–. ¿Es lo que normalmente dice?
–Bueno, nunca ha mencionado a ningún amigo mío antes, sólo
alguien que me importara. –El ceño de John se profundizó, bajando sus
cejas rubias oscuras sobre sus ojos–. ¿Crees que sabe sobre ti y Seamus?
–¿Sabe qué? –preguntó Seamus mientras salía del baño,
restregándose una toalla por la cabeza.
Yancy bajó su cabeza. Habían pasado mucho tiempo hablando en los
últimos días, e incluso más entre las sábanas. Pero de alguna forma, en
todo eso, se habían olvidado de explicarle a Seamus por qué John lo había
alejado.
–Necesitamos hablar, cariño.
Seamus palideció, cada rastro de sangre dejó su rostro. –¿Me dejas?
–Oh dios. –Yancy corrió a cerrar el espacio entre ellos y atrajo a
Seamus a sus brazos. Envolvió sus brazos alrededor de Seamus, metiendo
la cabeza del hombre bajo su barbilla–. No, cariño, no te dejo. Nadie se va.
–¿Entonces de qué necesitáis hablarme? –La voz de Seamus era
temblorosa, sin respiración.
–Nunca te hablamos de por qué John te alejó, Seamus. Creo que
quizás sea el momento de que lo sepas.
–¡No! –Las pestañas de Seamus parpadearon mucho mientras se 146
empujaba fuera de los brazos de Yancy. Pasó las manos por sus brazos, sus
ojos en todos lados menos en John y Yancy–. Estoy seguro de que tenías
una buena razón. Está bien. No necesito saberlo. Las cosas están yendo
bien para nosotros ahora, y no... no necesito saberlo.
Yancy estaba desconcertado hasta que John habló de nuevo. No
podía entender por qué Seamus no quería saber por qué el sheriff lo había
apartado cuando parecía que terminarían juntos.
–Seamus, no quería alejarte, pero estaba asustado.
Los ojos de Seamus se encontraron brevemente con los de John,
luego se apartaron. –No teníamos que saltar a nada. Podríamos haber sido
amigos hasta que estuvieras más cómodo con nosotros estando juntos. Yo
habría...
¡Santa mierda!
Seamus pensaba que era algo que había hecho lo que alejó a John.
–Alguien está amenazando la vida de John y la vida de quien le
importa, incluyéndote a ti, Seamus. John te alejó porque no quería que
nadie supiera que le importas. No te quería herido.
La expresión facial de Seamus ondeó un momento, yendo de la
confusión a la tristeza hasta el enfado. Cuando alzó la mirada, había tanta
ira en sus ojos verde esmeralda que casi se volvían negros.
Yancy dio un rápido paso atrás. El Seamus que conocía era dulce,
listo y divertido. Este Seamus parecía que podría acabar con un pelotón
entero de marines armados sin sudar. Era caliente de alguna forma, pero
también daba mucho miedo.
–¿Seamus?
–Podrías habérmelo dicho –dijo Seamus con una voz muy, muy, baja
mientras miraba a John–. Podrías haberme dado la opción de quedarme a
tu lado o esconderme. Podré ser el hermano más joven de los Blaecleah,
pero eso no significa que sea débil. 147
–Seamus, nunca pensé que fueras débil –dijo John, su voz no tan baja
como la de Seamus, pero malditamente cerca. Aunque, Yancy estaba
bastante seguro de que John no estaba enfadado, quizás tenía el corazón
roto.
John se pasó la mano por la cara, dando unos pasos en la cocina,
parando para mirar por la ventana sobre el fregadero. –Podría haberte
puesto en peligro, Seamus. ¿No lo entiendes? Quién sea que me esté
haciendo esto es serio. Me deja llamadas amenazantes en mi contestador.
Mató al gato de mi vecina porque alimentaba a la maldita cosa cada
mañana. Estaba aterrorizado de qué haría al hombre que amaba si alguna
vez descubría que eras tú.
Yancy deseó que John no estuviera apartando la mirada de Seamus.
Se perdió por completo la maravilla que llegó al rostro de Seamus cuando
el hombre se dio cuenta de lo que dijo John.
–¿Me amas?
Los hombros de John se tensaron, y lentamente se giró. –Por
supuesto que te amo. Siempre te he amado. –Había pura agonía en su voz.
Se mostraba en sus ojos gris azulados–. ¿Qué piensas que es todo esto?
–Nunca dijiste nada –insistió Seamus con un pequeño encogimiento
de hombros–. Pensé que quizás te gustaba, pero...
–No, bebé. –John corrió al lado de Seamus, atrayendo al hombre más
pequeño contra su cuerpo. Ahuecó el rostro de Seamus entre sus manos,
alzando su cabeza. John era sólo unos centímetros más alto que Seamus,
pero así tan juntos, Yancy podía ver claramente su diferencia de altura–. Te
amo, Seamus. Te he amado durante mucho tiempo. Demonios –John rio
ligeramente–, no puedo recordar un momento en que no te amara.
–Yo también te amo –susurró Seamus.
Yancy sintió un grueso nudo de emoción en su garganta por la
adorable mirada que pasó entre John y Seamus. No envidiaba su momento
tierno, juntos. Sólo deseaba formar parte de él. Yancy no se sentía celoso,
sólo dejado fuera. 148
Yancy empezó a salir de la sala, dándoles un momento a solas,
cuando Seamus siguió hablando de nuevo y el nudo de su garganta se
convirtió en lágrimas en sus ojos.
–También te amo a ti, Yancy. Necesitas entender eso. Sé que no es
políticamente correcto para un hombre amar a otros dos hombres, pero lo
hago. Si no puedes vivir con eso, necesito saberlo ahora. Sé que hemos
estado de acuerdo en esta cosa del trío, pero necesito ser capaz de
compartirme con John de la misma forma en que me comparto contigo.
Yancy se giró para ver a los dos hombres justo a tiempo de ver a John
apartar el pelo del rostro de Seamus, poniendo un largo mechón tras su
oreja. –Lo entiendo, Seamus –dijo John–, y no lo querría de otra forma.
Seamus parpadeó rápidamente, como si intentara llevarse las
lágrimas que brillaban en sus ojos. –¿En serio?
John sonrió y asintió. –Nosotros vamos a ser un equipo imbatible.
Yancy tragó fuerte cuando John se giró para mirarlo. Los pelos de sus
brazos de punta, un temblor de algo deslizándose por su espalda.
–Yancy y yo sólo somos amigos en este punto, Seamus, amigos muy
íntimos, pero aun así amigos. Espero que con el tiempo lo que se está
desarrollando entre nosotros se convierta en algo más. Quiero que esto
entre los tres funcione.
John parecía estar preguntando algo sin palabras, algo que eludió a
Yancy hasta que miró a Seamus y vio la esperanza en sus ojos esmeralda.
Y entonces entendió lo que John quería.
–También quiero que esto funcione –contestó–. Pero tenéis que saber
que ya siento más que una simple amistad. No te amo como amo a
Seamus, todavía no. Eso sólo vendrá con el tiempo. Pero me importa lo
que te pase más de lo que haría si sólo fuéramos amigos, o incluso amigos
con beneficios.
–¡Oh, gracias a dios! –Los hombros de John se derrumbaron como si
un gran alivio se hubiera alzado de ellos–. Sabía que estabas aquí por
Seamus. No quería ponerte en una posición dónde te sintieras que tenías 149
que estar conmigo sólo para poder tener a Seamus.
–No eres algo por conveniencia, John, ni un medio para un fin. –Los
labios de Yancy se alzaron en las esquinas–. Estoy escogiendo estar aquí
contigo.
–Sabes que esto te va a poner en la línea de fuego, ¿verdad? –John se
giró hacia Seamus, una mirada de preocupación arrugando su frente
mientras fruncía el ceño–. Os va a poner a ambos en peligro por quién sea
que va a por mí.
–Quizás.
Seamus empezó a sonreír. Ahora, de forma normal, el hombre era tan
dulce como podía ser. Seamus era el tranquilo, el Blaecleah despreocupado
en la mente de Yancy. Pero la picardía en la sonrisa del hombre de repente
le hizo preguntarse si realmente conocía a Seamus. Había profundidades
escondidas en Seamus que ni siquiera había rozado.
–Ahora que somos un equipo, significa que toda mi familia nos
apoya. –Seamus frunció el ceño un momento–. Bueno, asumiendo que no
me entierren en el patio trasero debajo de las plantas de tomate por
involucrarme con vosotros dos.
Yancy rio. –Tu familia es una de las familias más comprensivas que
he conocido nunca, Seamus. Demonios, cada uno de tus hermanos está
casado con un hombre. Dudo que te hagan nada.
–Quizás –resopló Seamus–. Pero tampoco ninguno de mis hermanos
ha traído a casa a dos amantes antes.

150
Capítulo 13
Seamus estaba tan nervioso que podía saborear la bilis subiendo por
su garganta. Estaban de camino al rancho de su familia para hablar con sus
padres y hermanos sobre la situación con John. También anunciarían a su
familia que estaba saliendo con ambos, John y Yancy.
Eso debería caer como una bomba
Donnell y Alani Blaecleah eran los padres más comprensivos que un
hijo podría tener, pero incluso con ellos había límites. Ni parpadearían si
llevaba a un hombre a casa, ¿pero dos? Eso necesitaría más comprensión
de la que podrían tener.
Seamus temía la confrontación que se avecinaba. Amaba a su familia,
pero también amaba a Yancy y John. Escoger entre ellos le rompería el
corazón de formas que dudaba que se pudiera arreglar.
Ni siquiera quería pensar en los efectos colaterales que vendrían
cuando su familia supiera que por amar a John, se había puesto en peligro.
Iban a ponerse furiosos, especialmente sus hermanos. Como el más joven
de los Blaecleah, sus hermanos solían ser sobreprotectores con él. Había
veces en que a Seamus le gustaba eso sobre sus hermanos.
Esta no era una de esas.
Lachlan iba a volverse loco. Probablemente empezaría a gritar. Quaid
estaría en silencio mientras planeaba la muerte de alguien. Rourke se
pondría en modo protector. Neason correría a Brody y le ordenaría al ex-
motero convertido en sacerdote que protegiera a Seamus.
Dios los amaba, pero eran un poco controladores en ocasiones.
Seamus tragó fuerte cuando Yancy giró el vehículo en la entrada del
rancho Blaecleah. Hizo una mueca cuando vio todos los vehículos de la
familia juntos en la parte de delante de la casa de sus padres. 151
Fantástico, todos estaban en casa.
Seamus había esperado de alguna forma decírselo uno a uno...
¿durante varios meses, quizás? De todas formas nunca había sido capaz de
esconderle nada a su familia, por lo que no sabía por qué debería
sorprenderse de tener que decírselo a todos a la vez. Hasta ahora, su suerte
en ese tema había sido pésima en el mejor de los casos.
–¿Hey, vas a estar bien?
Seamus colocó una sonrisa en su rostro que no sentía y se giró para
asentir a John. –Estoy bien.
–Deja de mentir, Seamus –dijo Yancy–. Sé que estás nervioso, pero
irá bien.
–No estoy mintiendo –insistió Seamus.
–Bueno, tampoco estás diciendo la verdad.
¡Maldición! Yancy lo conocía demasiado bien.
Seamus suspiró. –Vale, estoy nervioso. No tengo ni idea de lo que
mis padres van a decir cuando lleve a dos hombres a casa. Y luego están
mis hermanos.
–A tus hermanos les gusto –insistió John.
Seamus soltó un resoplido muy grosero. –Eso fue antes de que ellos
supieran que estabas copulando con su hermanito.
El coche viró por un momento, luego disminuyó la velocidad y paró
por completo al lado de los otros vehículos aparcados en la entrada. Yancy
apagó el motor y se giró para mirar a Seamus. –¿Acabas de usar la palabra
copulando?
La risa explotó entre los labios de Seamus. –Quizás.
–Nunca he copulado en mi vida –contestó John, pero había un
temblor de risa en su voz como si intentara con todas sus fuerzas no reír.
Cuando Seamus lo miró, la mandíbula del hombre se apretó como si 152
estuviera al límite de estallar y estuviera luchando con todo lo que tenía–.
Los sheriffs no copulamos.
–Oh sí, lo hacen –rio Seamus–. Igual que los rancheros, los ex-
moteros convertidos en sacerdotes, los abogados, los contables, y los
detectives privados. Y algunos de ellos lo hacen de formas muy
interesantes.
–¿Cuán interesantes? –preguntó Yancy.
Seamus sólo sonrió. No había forma de que fuera a soltar todos sus
secretos a la vez. Tenía que guardarse algo para el futuro. Además, si
delataba todo lo que sabía, sus hermanos lo despellejarían seguro.
–Hey –dijo de repente Yancy–, ahí está tu padre.
El estómago de Seamus empezó a apretarse cuando miró hacia la
casa en la que había vivido toda su vida y vio a su Pa de pie arriba de los
escalones. La postura del hombre no era desalentadora, pero tampoco
parecía de bienvenida.
–Parece enfadado –susurró Seamus ausentemente–. ¿Creéis que ya lo
sabe?
–No, creo que está preocupado de que su hijo esté en un vehículo con
dos hombres que fueron disparados y sacados de la carretera hace un par
de días. –John agarró la mano de Seamus, dándole un apretón
tranquilizador–. Si estuvieras en sus zapatos, ¿no lo estarías?
–Sí, supongo. –Saber eso todavía hacía no le hacía sentir mejor a
Seamus sobre hablar con sus padres, pero le recordó que alguien estaba
amenazando a John. Por supuesto, recordar que alguien iba tras uno de sus
amantes de alguna forma ponía las cosas en perspectiva.
Necesitaban ayuda si tenían alguna esperanza de descubrir quién iba
a por John. Esa ayuda con suerte vendría en la forma de todo el clan
Blaecleah. Eran conocidos como una familia dispuesta a meterse en líos
por aquellos que les importaban.
153
Seamus esperaba que eso siguiera siendo verdad mientras seguía a
John y Yancy fuera de la camioneta y empezaba a dirigirse a la casa.
Cuanto más se acercaban, más temor sentía. Pa realmente parecía serio.
Seamus paró en el escalón de abajo y miró a su Pa.
–¿Qué va mal? –preguntó cuándo notó la mirada precavida en los
ojos verdes de su Pa.
Pa miró a Seamus por un momento luego giró sus ojos hacia John. –
Sheriff, has recibido una llamada hace una hora.
John frunció el ceño mientras sacaba su móvil y lo comprobaba. –
Nunca recibí ningún mensaje en mi teléfono. –Sus cejas se juntaron en un
profundo ceño cuando alzó la mirada–. La comisaría me habría llamado a
mi móvil si necesitaran contactar conmigo.
–No creo que esta llamada venga de la comisaría, Sheriff.
John estaba lo bastante cerca de Seamus para sentir que se tensaba.
Sabía sin preguntar sobre qué había sido la llamada aunque no sabía
exactamente quién había llamado. No entendía por qué el responsable de
esas amenazas llamaba a la casa de sus padres.
–¿Qué decía el mensaje? –preguntó Seamus–. Entra –dijo Pa
mientras se giraba hacia la casa–. Puedes escucharlo tú mismo. Ma no tuvo
tiempo de llegar al teléfono antes de que saltara el contestador. Cuando
escuchó lo que decía, sólo dejó que el contestador lo grabara y fue a
buscarme.
Y eso explicaría por qué cada vehículo en el clan Blaecleah estaba
aparcado delante de la casa. Todos estaban reunidos alrededor de Alani
Blaecleah.
Esto no iba a acabar bien.
Seamus miró a John y Yancy y luego se apresuró a subir los
escalones, siguiendo a su Pa dentro de la casa. Podía escuchar a sus dos
hombres siguiéndole justo detrás. E incluso aunque no lo escuchara, los
sintió chocando contra él cuando paró justo dentro de la entrada. Cada uno
de sus hermanos y sus maridos estaban en el salón, rodeando a Ma. 154
Y se veían cabreados.
Seamus tragó cuando Lachlan dio un paso adelante. Lachlan era el
hermano mayor, y normalmente el portavoz cuando había un problema.
También era el más protector y el más cabezota de todos ellos. Junto a Ma
y Pa, Lachlan era el que estaba a cargo.
–Hey, Lachlan.
–Seamus.
No. Definitivamente esto no iba a ir bien.
Seamus no quería nada más que volver a salir por la puerta. Odiaba
ser enfrentado por su hermano. Aunque fuera inocente de hacer nada malo,
la mirada fiera de su hermano le hacía sentir culpable.
Lachlan era casi tan bueno como Ma.
Seamus miró por encima de su hombro a John, asintiendo hacia la
cocina. –El contestador está en la cocina. ¿Por qué no vais a escucharlo
mientras trato con esto?
John sacudió su cabeza. –No voy a dejar que te enfrentes a esto solo.
–¿Qué es esto, John? –preguntó Lachlan. Seamus hizo una mueca.
Podía escuchar la furia bajo el tono educado de su hermano–. ¿Por qué
alguien está amenazando a mi Ma?
–No es lo que piensas, Lachlan –insistió Seamus, negándose a dejar
que Lachlan echara las culpas a John–. Alguien ha estado amenazando a
John desde hace algún tiempo. No sé por qué de repente han llamado aquí
a menos que sepan que John iba a venir al rancho.
La respuesta de Lachlan fue como un escalpelo afilado. –¿Qué tipo
de amenazas?
–Alguien ha estado dejando mensajes en el contestador de John,
amenazándolo a él y a aquellos que le importan.
–Bueno. –Asa rio con cordialidad mientras se ponía al lado de su 155
marido. Había preocupación en su rostro, pero no la misma animosidad
que en el de Lachlan–. Eso explica mucho.
Seamus sólo arqueó una ceja porque realmente no tenía respuesta
para las palabras de Asa. No estaba seguro de saber exactamente lo que
Asa pensaba que sus palabras explicaban, y no estaba seguro de querer
saberlo.
Aunque por las miradas consideradas dirigidas en su dirección, tenía
bastante idea de lo que Asa quería decir. Seamus de repente tuvo la
sensación de que no había escondido una maldita cosa a ningún miembro
de su familia.
–Sí, bueno... –Seamus sintió un nudo del tamaño de un campo de
béisbol en su garganta. Se tensó por un momento cuando sintió una mano
cálida moverse por el centro de su espalda, y luego se relajó cuando se dio
cuenta de que era uno de sus amantes–. Supongo que se necesitan unas
pocas explicaciones más.
Seamus de repente sintió una gran presencia en su espalda,
rápidamente seguida de una segunda. Sabía sin mirar que John y Yancy se
habían acercado a él. Había un apoyo silencioso, y eso más que nada le dio
a Seamus el valor de enfrentarse a su familia con sus noticias.
– John y Yancy son mis leyendas.

156
Capítulo 14
John no entendía exactamente lo que Seamus quería decir con sus
palabras, pero estaba totalmente perplejo por la expresión pasmada en los
rostros de aquellos que lo miraban. Pasmado era una buena descripción.
–¿Qué es una leyenda? –susurró a Yancy, pero Asa debió escucharlo
porque el hombre empezó a reír como si acabara de escuchar la cosa más
divertida de su vida. Prácticamente se estaba cayendo mientras se agarraba
al hombro de Lachlan.
–¿Crees que es por algo que dijiste? –susurró Yancy por la esquina de
su boca, inclinándose más cerca de John.
John se encogió. No tenía ni idea.
Pero realmente no le gustaba la forma en que Lachlan estaba mirando
a Seamus. John sentía una ira gruñendo empezar a subir por su garganta
cuando la mirada pasmada en el rostro de Lachlan se convirtió en un
profundo ceño.
Esto era lo que Seamus había estado temiendo. Sólo lo sabía. Antes
de que Lachlan pudiera abrir su boca y decir algo mordaz a Seamus, John
rodeó a Seamus, colocándose entre la ira del hombre y su amante.
–No. –Una palabra, pero tenía suficiente ímpetu detrás que apartó la
atención de Lachlan de Seamus hacia John–. No decides cómo vive su
vida Seamus ni le harás sentir mal por las decisiones que toma.
–Me importa una mier... –Lachlan rápidamente miró hacia la cocina–
. No me importa con quién decida estar Seamus. Lo que quiero saber es
por qué alguien está dejando mensajes amenazantes en el teléfono de mis
padres.
Las cejas de John se alzaron. –¿Eso es lo que quieres saber?
157
Lachlan le dio a John una mirada de incredulidad. –¿Tú no querrías?
John cerró su boca de golpe. No podía culpar a Lachlan por estar
preocupado por su madre. John también estaría cabreado. –Lo siento –
dijo–. No tengo ni idea de quién está dejando esas llamadas amenazantes,
pero sé que quien quiera que sea, habla en serio.
–No podemos demostrarlo en este momento –añadió Yancy–, pero
sospechamos que quien sea que va a por John disparó a nuestro neumático,
lo cual causó el accidente de coche que tuvimos hace unos días.
–Mi ayudante ha remolcado mi coche policial, pero todavía tengo
que saber si han encontrado algo.
–¿Desde hace cuánto tiempo has estado recibiendo estas llamadas? –
preguntó Asa, pareciendo serio de nuevo.
–Al menos desde hace unas semanas.
–¿Desde qué Ira escapó?
–No. –John sacudió la cabeza–. Pensé en eso, pero Ira todavía estaba
encerrado cuando las llamadas empezaron.
–¿Entonces a quién más has cabreado?
John se había estado preguntando eso desde que encontró al gato de
la Sra. Cleary en su porche delantero. Podía pensar en algunas personas
que había cabreado, pero Ira habría sido su primera apuesta, excepto que
Ira había estado encerrado cuando la primera llamada se hizo.
El siguiente en la lista de posibles amenazas era el antiguo sheriff.
John pensaba que su investigación había sido silenciosa, pero quizás no. Si
alguien había descubierto que estaba investigando al Sheriff Miller, y el
hombre se enteraba, John no tenía duda de que el tipo tenía las pelotas lo
bastante grandes para dejar mensajes amenazantes en su teléfono.
Excepto que el hombre no sonaba como el sheriff. La voz en su
contestador era mucho más joven. John casi habría sospechado de Clem
Thornton dejando las amenazas, pero también estaba entre rejas.
A parte de algunas malas hierbas en el pueblo, John no podía pensar 158
en nadie más al que hubiera hecho suficiente daño como para amenazarlo a
él y a quien le importara, ciertamente nadie que hubiera disparado a su
coche policial o matado a un gato sólo para dejar clara su posición.
–No puedo pensar en nadie que realmente destaque –dijo John–. Ira
todavía estaba encerrado. Clem todavía está entre rejas, y la voz en mi
contestador es demasiado joven para ser el Sheriff Miller. A parte de ellos
y algunos borrachos disgustados, no hay nadie. Cade Creek es un pueblo
bastante tranquilo.
El rostro de Rourke se nubló mientras daba un paso adelante, sus
brazos envueltos alrededor de Billy. –¿Por qué el Sheriff Miller estaría
entre los posibles?
–Te lo dije cuando la madre de Billy fue herida y Ruben fue
secuestrado que no pararía de investigar los trapos sucios del sheriff hasta
que encontrara algo. No es una investigación oficial, pero he estado
mirando en los antiguos casos del sheriff, intentando descubrir algo, lo que
sea.
–¿Has encontrado algo? –preguntó Rourke.
John se encogió de hombros. –Ha habido algunas inconsistencias
aquí y allá, pero nada que pueda deberse a llevar mal un caso u olvidar
completar un informe. Por desgracia, no todos son tan meticulosos al
llenar los informes.
–Pero todavía lo estás investigando, ¿verdad? –preguntó Billy con la
voz tan temblorosa que Rourke apretó sus brazos alrededor del pequeño
hombre y se inclinó para susurrar algo en su oreja. Billy asintió después de
un momento, pero todavía se veía pálido.
–Sí, Billy, lo estoy –contestó John–. Sé que el sheriff Miller es
corrupto. Tu propia madre verificó eso. Sólo porque no haya encontrado
un informe oficial de nada hecho mal no significa que no lo haya hecho.
Creo que la información está ahí. Sólo tengo que encontrarla.
–Gracias.
John parpadeó sorprendido. De todas las cosas que Billy podría haber 159
dicho, eso no era lo que John esperaba. Billy podía no estar loco por el
sheriff retirado, pero el hombre seguía siendo su padre biológico.
–Lo siento, Billy. Desearía no tener que investigar a tu padre pero...
La mandíbula de John casi se cae cuando Billy levantó su cabeza,
una sonrisa en sus labios. Si alguna situación era lúgubre, esta lo era. –El
Sheriff Miller no es mi padre –dijo Billy–. Donó algo de esperma, pero eso
es todo. Pa es el único padre que tengo.
–Me alegra que te sientas de esa forma, Billy. No quería ponerte en
una posición en la que te sientas incómodo porque esté investigando a tu...
uh... donante de esperma. Pero después de lo que dijo tu madre cuando
Ruben fue secuestrado, no podía dejarlo.
–Han pasado unos tres años desde que Ruben fue secuestrado, John –
dijo Rourke–. ¿Has estado investigando al hombre desde entonces?
John asintió. –Oficialmente no tengo causa probable para
investigarlo, por lo que lo hago silenciosamente, sin levantar las sospechas
de nadie. El hombre tiene conexiones de treinta años, conexiones que van
todo el camino hasta el capitolio estatal. Si se sabe que lo estoy
investigando, podría significar muchos problemas para mí.
–El Sheriff Miller no es el único hombre por aquí con conexiones
que van arriba hasta el capitolio estatal –dijo Elijah mientras daba un paso
para colocarse al lado de Billy y Rourke–. He hecho algunos amigos aquí y
allá.
John alzó una ceja. –¿Amigos que podrían ayudarnos a investigar las
actividades del sheriff?
–Es posible.
John era escéptico de que alguien pudiera investigar las actividades
de Miller. El antiguo sheriff estaba limpísimo, casi demasiado limpio.
Todos los agentes de la ley que John había encontrado tenían algún tipo de
bronca.
Casos que llegan finalmente a un oficial de la ley. Podrían no salir y 160
convertirse en justicieros, pero algunas circunstancias iban más allá de su
control. Perseguían un caso demasiado duro o abatían a un sospechoso con
demasiada dureza.
Pasaba.
Pero nada de eso aparecía en los archivos de Miller, y después de
treinta años de carrera, debería haber algo. O alguien era muy bueno
cubriendo su rastro o el informe del sheriff había sido limpiado.
–Sé discreto, pero si pudieras preguntar por las actividades del
sheriff, lo apreciaría.
Elijah asintió. –Veré que puedo hacer.
–¿Estás seguro que no puede ser el Sheriff Miller? –preguntó
Rourke–. ¿Si el hombre es tan corrupto como sospechas, podría haber
conseguido que alguien haga las llamadas?
–Cualquier cosa es posible, supongo. La voz no sonaba familiar, pero
era la misma todo el tiempo.
–¿Todavía tienes esos mensajes?
–Oh sí. Lo que he aprendido como sheriff es a tener tantas evidencias
como sea posible cuando voy a por un sospechoso. Podré no saber quién
me está amenazando, pero seguro que planeo tener suficientes evidencias
para tirar su culo lejos cuando lo haga.
–Ese lenguaje, John –gritó Ma desde la cocina.
John gruñó, alzando su voz sobre las bajas risas de aquellos en la
sala. La mujer tenía orejas que podían escuchar un grano de arena moverse
en la luna. –Lo siento, Sra. Blaecleah.
–Si vas a formar parte de esta familia, John –dijo Ma mientras su voz
se hacía más alta. John se giró para ver a la mujer salir de la cocina con su
nieta en brazos–. Entonces será mejor que te acostumbres a llamarme Ma.
–Los ojos de Ma se movieron más allá de John–. Tú, también, Yancy. Mis
chicos no me llaman Sra. Blaecleah. Esa era mi suegra, y no soy ni de
cerca tan mayor. 161
John se giró y sonrió a Seamus.
La sonrisa de Yancy era igual de grande. –Sí, señora.
–Bien, me alegro que hayamos dejado eso claro. Ahora, venid a la
cocina y escuchad ese mensaje para que pueda tener mi cocina de vuelta.
La hora de la comida será pronto y tengo que cocinar si tengo alguna
esperanza de alimentaros a todos.
John extendió su mano, agarró la mano de Seamus y empezó a tirar
de él hacia la cocina. Sabía que Yancy estaría sosteniendo la otra mano.
Las palabras podrían no haberse dicho, pero ambos, John y Yancy, sabían
que querían presentar un frente unido delante de la familia de Seamus.
Además, todos los Blaecleah necesitaban acostumbrarse a verlos a
los tres juntos, tocándose, porque no iba a parar pronto. Mientras entraban
en la cocina, John se inclinó y susurró en la oreja de Seamus.
–Quizás más tarde puedas explicarme esa cosa de la leyenda.
–Pensaré en ello. –Las palabras de Seamus eran precavidas, pero
llenas de alegría, como si la aceptación de su madre fuera todo lo que
necesitara. Si John hubiera sabido eso, habría arrastrado a Seamus al
rancho de su familia hacía tiempo.
Ma estaba de pie delante del fuego, removiendo algo, cuando ellos
entraron en la cocina. El olor a sopa de pollo cocinándose llenó el aire.
Sólo era eclipsado por el maravilloso y hogareño aroma del pan recién
horneado.
John empezó a babear.
Pa estaba sentado en la mesa de la cocina, lanzando dagas al teléfono
colocado en la mesa justo delante de él. John tragó cuando Pa alzó la
mirada, el enfado en los ojos del hombre hacía que deseara darse la vuelta
e irse antes de que el hombre lo despedazara.
–Siento haber traído esto a tu puerta, Sr. Blaecleah –dijo John,
deseando estar en cualquier otro lugar, no donde estaba en el punto de 162
mira–. Intenté evitar eso.
–¿Es por lo que dejaste de hablar con mi chico?
John lanzó una rápida mirada a Seamus antes de asentir con su
cabeza. –Sí, señor. Quién sea que esté haciendo esto amenaza con herir a
cualquiera que me importe. Estaba intentando mantener a Seamus a salvo.
–¿No crees que deberías haber hablado con Seamus antes de
abandonarlo de la forma en que lo hiciste?
–Pa...
Donnell levantó su mano, silenciando efectivamente a Seamus. –John
es un chico grande, Seamus. Puede contestar por sí mismo.
Maldición.
–Sí, señor. Debería haberlo hecho –admitió John inmediatamente. Si
Donnell Blaecleah necesitaba una libra de carne para aceptar a John en la
vida de Seamus, John estaba dispuesto a dársela–, pero estaba asustado.
–No hay nada malo en estar asustado, hijo. –Donnell sacudió su dedo
hacia John–. Es cómo manejas ese miedo lo que te convierte o no en un
hombre.
–Sí, señor. –John no había manejado eso muy bien, y lo sabía. Sólo
había pensado que no tenía ninguna otra opción–. Recordaré eso.
–Hazlo. –Por un breve momento, los rasgos de Donnell se tensaron, y
John consiguió una buena mirada de cómo era el cabeza del clan Blaecleah
cuando estaba cabreado. Esperaba nunca enfrentarse de nuevo a esa
mirada, especialmente si iba dirigida en su dirección–. No quiero volver a
ver ese tipo de dolor en mi chico. ¿Entendido?
–Perfectamente, señor. –John atrajo a Seamus a sus brazos, sin
importarle nada que toda la familia Blaecleah estuviera allí mirándolos–.
Nunca quise traerle dolor a Seamus. Sólo quería mantenerlo a salvo.
–Bien, entonces será mejor que empieces a llamarme Pa,
La cabeza de Seamus se echó atrás, una amplia sonrisa en su rostro y 163
brillo en sus ojos esmeraldas. John le devolvió la sonrisa, acariciando con
su mano el rostro de Seamus. –Supongo que eso lo arregla todo, huh
¿bebé?
–Te dije que os adorarían a ambos –dijo Seamus, un poco de
incertidumbre mezclada con la alegría en sus ojos.
La mandíbula de John cayó. –Eso...
–Exactamente lo que dijiste y tenías toda la razón –dijo Yancy
rápidamente–. ¿Cierto, John?
–Sí. –John parpadeó rápidamente, confuso–. Cierto.
John no estaba exactamente seguro de qué acababa de pasar, pero
Yancy asintió su aprobación a la respuesta de John y la incertidumbre dejó
el rostro de Seamus. Y eso era lo bastante bueno para John. Les
preguntaría a ambos más tarde.
–¿Deberíamos llevar esto a otro lugar? –preguntó John mientras
miraba hacia los fogones–. Si Ma...
–Ya lo ha escuchado, hijo.
–Sí, pero...
En lugar de contestarle, Pa apretó el botón de reproducir. La
mandíbula de John se apretó cuando de nuevo escuchó la voz decir las
amenazas contra él y aquellos que le importaban. La única diferencia esta
vez era que mencionaba el nombre de Seamus.
John gruñó mientras golpeaba la mesa con sus manos en el momento
en que el mensaje acabó de reproducirse. –Maldición, ¿cómo demonios
sabe sobre Seamus? He tenido cuidado, mucho cuidado. No le he hablado
a nadie de él.
–Bueno, está claro que alguien sabe –dijo Rourke mientras se sentaba
delante de su padre, atrayendo a Billy a su regazo–. De nuevo, ¿a quién
has cabreado? ¿Hay algún caso en el que estés trabajando en el que alguien
no te quiera?
164
–¡No! –John se pasó la mano por la barbilla, estrujándose el cerebro
en busca de algo que pudiera darle una pista–. Pillé a un par de
adolescentes en el arroyo la semana pasada bebiendo cerveza. –John se
encogió de hombros–. Pasa. Toby Winston fue pillado robando una barra
de caramelo. De nuevo, pasa.
–¿Nada más sobresale?
–He estado investigando el incendio en el Taller de Reparaciones
Murphy. Quería traer al Sr. Murphy para interrogarlo, pero está
desaparecido. Creo que huyó. Puse una orden de búsqueda y captura sobre
él, pero hasta que lo atrapemos y lo traigamos, el caso no va a ninguna
parte. Realmente no tengo ninguna pista.
–¿Crees que el viejo Murphy incendió el lugar? –preguntó Rourke.
–No, en realidad no. Nada apunta a que sea el sospechoso principal.
Además del hecho de que el Sr. Murphy tiene una coartada de acero, no he
sido capaz de encontrar ninguna razón por la que incendiara un negocio
que le pertenece desde hace treinta años. Quiero decir, el Taller de
Reparaciones Murphy es un elemento básico en Cade Creek.
–¿Entonces por qué traerlo para interrogarlo? –preguntó Pa.
–Porque creo que sabe quién lo hizo. Durante mi investigación del
Sheriff Miller, me encontré con un informe de un desguace que el sheriff
dijo que cerraría, un desguace en el Taller de Reparaciones Murphy. Mi
confusión vino porque si encerró a un ladrón, entonces ¿por qué el taller
sigue abierto?
–Murphy puede ser un bastardo mezquino cuando se trata de
negocios –dijo Pa–, pero el hombre nunca se involucraría en nada ilegal.
El desguace del que hablas no puede haber estado en su negocio. Murphy
nunca lo permitiría.
–Eso es más o menos lo que pensé también, por lo que estaba
investigando. El negocio de Murphy ardió y él desapareció antes de que
pudiera investigar más.
–¿Crees que hay una conexión entre quién te está amenazando y la 165
desaparición de Murphy?
John sólo se encogió de hombros porque no tenía ni jodida idea.
Tenía un millón de teorías diferentes y ni una pizca de evidencia para
respaldarlas.
–¿Puedo escuchar la grabación de nuevo?
John miró por encima de su hombro a Seamus. –¿Por qué? –Podría
pasar el resto de su vida sin escuchar esas amenazas de nuevo.
–Creo que reconocí la voz.
John miró intensamente a Seamus por un momento luego estiró el
brazo y apretó el botón de reproducir del contestador. Intentó escuchar la
voz en lugar de las palabras. Las palabras sólo lo cabreaban.
–Te advertí, Sheriff, y ahora vas a pagar por tus malas artes. Tú y
todos los que te importan, incluyendo a Seamus Blaecleah, vais a pagar
por las cosas malvadas que has hecho. Vas a desear no haberte convertido
nunca en el sheriff de Cade Creek para cuando acabe con tu amiguito. Voy
a dejar que mires mientras juego con él. Vas a desear no haber venido
nunca a Cade Creek. Voy a matarte, Sheriff, lentamente, y voy a disfrutar
de cada maldito minuto de ello. Suplicarás piedad antes de morir
gritando.
Tan pronto como el mensaje acabó, John se giró hacia Seamus. –
¿Bien?
–Sea quién sea –interrumpió Rourke–, realmente te odia, John.
–Estoy empezando a pillarlo. –Y si realmente creía que quién sea que
estuviera amenazándolo podría ser capaz de llegar a él, estaba enfermo. Su
preocupación era más por Seamus, quién no estaba entrenado para buscar
peligro en cada esquina–. ¿Sabes quién es, Seamus?
–Hay algo en la voz, casi como si estuviera grabada o algo. –Seamus
frunció el ceño, sus ojos mirando al espacio–. O quizás la voz ha sido
cambiada de alguna forma. Sólo no suena como alguien que cogiera el 166
teléfono y llamara. Hay algo raro en ella.
–Tienes razón –dijo Neason–. La voz ha sido alterada digitalmente,
pero si escuchas con cuidado, puedes escuchar ciertos tonos. –Neason se
encogió cuando John sólo lo miró–. Aprendes a escuchar cosas con más
cuidado cuando no puedes ver.
Eso tenía sentido.
Neason había estado involucrado en un accidente de coche hacía un
par de años. Había chocado su camioneta contra un árbol y recibido una
herida en la cabeza que lo dejó ciego. Incluso después de la cirugía, sólo
había recuperado una visión parcial. Aunque parecía vivir una vida feliz y
plena con su marido, Brody, Neason no tenía permitido conducir.
–Entonces, ¿quién es? –preguntó John mientras miraba a Seamus.
–No me creerás.
–Pruébame.
–El ayudante del sheriff Webber.

167
Capítulo 15
Yancy estaba enfurecido. La mirada de traición que había aparecido
en el rostro de John por la revelación de Seamus era una que nunca quería
ver en el rostro de su amante de nuevo. Descubrir que el hombre en el que
has confiado para cuidarte las espaldas en una situación peligrosa era de
hecho un peligro en sí mismo tenía que ser devastador.
John no había dicho ni una palabra desde que Seamus nombró al
ayudante del sheriff Webber como el tipo dejando las amenazas, y eso
preocupaba a Yancy. El hombre simplemente se había levantado y salido
de la sala. Unos momentos más tarde, Yancy escuchó la puerta principal
abrirse y cerrarse. No dio un portazo. Si Yancy no la hubiera escuchado
chirriar, probablemente no habría sabido que John se había ido de la casa.
Eso fue hacía una hora, y John todavía no había vuelto. Yancy se
había sentado con el resto del clan Blaecleah mientras hablaban sobre lo
que sabían sobre el ayudante del sheriff Webber, un hombre nacido y
criado en Cade Creek.
Webber era joven, y hasta este momento, considerado bastante
inofensivo. Yancy apenas conocía al hombre, sólo lo había visto un par de
veces de pasada cuando la madre de Ruben y Matty había intentado
secuestrar a la hija de Ruben.
Todos los chicos Blaecleah se habían graduado unos años antes que
Webber, por lo que no se juntaron en la escuela. Ninguno tenía mucho en
común con el tipo. No era un ranchero, no iba a la iglesia regularmente, y
no salía por los mismos bares que los hermanos Blaecleah.
Ni siquiera sabían si era gay o hetero.
Entonces, ¿por qué odiaba tanto a John?
Esa parecía ser la pregunta del día, y nadie tenía una respuesta. 168
–Creo que necesitamos rastrear a Webber e interrogarlo –dijo Yancy–
. Quizás interrogar a sus padres.
–Madre –informó Pa–. Nadie sabe quién es su padre. Fue un gran
escándalo en su día. Marla Webber se quedó embarazada en el instituto. Ya
que salía con la mitad del equipo de fútbol en aquel momento, todos
asumieron que era uno de ellos, pero nadie dio un paso adelante y Marla se
negó a decir quién era. Dio a luz a Webber y lo crío sola.
–¿Dónde está ahora?
–Marla murió hace unos tres meses –dijo Ma–. Tenía cáncer.
Yancy podía no haber sido un oficial en activo desde hacía unos
años, pero no había olvidado nada de lo que aprendió. –Si Webber
recientemente perdió a su madre, podría haber sido eso lo que lo puso en el
límite.
–¿Pero por qué la fijación con John? –preguntó Seamus–. No tiene
nada que ver con su muerte.
–Él está en una posición de autoridad. Webber podría simplemente
golpear a la figura más prominente en su vida–. Yancy tamborileó sus
dedos sin parar en la mesa–. O podría haberse vuelto loco como una cabra.
–Ese lenguaje, Yancy –dijo Ma.
Yancy sonrió. –Lo siento, Ma.
–Sólo asegúrate de que no pase de nuevo.
–Sí, señora. –Yancy haría su mejor esfuerzo, pero después de una
vida maldiciendo cuando le apetecía, dudaba que esta fuera la última vez
que Ma le riñera. Yancy miró a Seamus, notando la triste mirada en el
rostro de su amante cada vez que miraba hacia la puerta delantera de la
casa–. Cariño, ¿por qué no vas a encontrar a John y ver cómo está? Me
quedaré aquí y compartiré ideas con tus padres.
–¿Sí? –Seamus parecía tener que obligarse a apartar la mirada de la
entrada–. ¿Estás seguro de que no te importa?
169
–Para nada. Estoy seguro de que a John ahora mismo le iría bien un
rostro amistoso.
Seamus prácticamente saltó y salió corriendo de la cocina. Yancy rio
cuando escuchó la puerta dar un portazo esta vez. Quería ir a ver cómo
estaba John tanto como Seamus, pero también quería descubrir quién iba a
por él con las mismas ganas.
Yancy dobló sus manos y miró a aquellos sentados alrededor de la
mesa. –Entonces, ¿cómo podemos demostrar que el hombre que está
amenazando a John es su ayudante?
–Excepto por el contenido, las grabaciones no ayudarán mucho
porque han sido alteradas. Sólo un experto en habla puede demostrar que
es Webber.
–Y a parte de las llamadas, no tenemos nada más.
–¿Qué tal la bala que disparó al neumático del coche policial de
John? –preguntó John–. Si fue recuperada, ¿podría eso llevarnos a
Webber?
–Si fue recuperada –dijo Yancy–. Y ese es un gran sí. El coche
policial fue remolcado a la comisaría. Si Webber fue el que se encargó de
la investigación del disparo, podría haber quitado cualquier evidencia que
hubiera dejado atrás.
–Realmente pienso que sólo deberíamos rastrear a Webber e
interrogarlo –dijo Rourke–. Con suficiente incentivo, cualquiera hablará.
–Esa no es la forma en que nosotros hacemos las cosas, hijo –dijo
Pa–. No haré que rompas la ley sólo porque no te gusta cómo van las
cosas.
–No quiero romper la ley, Pa –contestó Rourke–. Sólo quiero...
doblarla un poco.
–No.
Rourke frunció el ceño. –Sí, señor.
170
Yancy no había pasado mucho tiempo con los Blaecleah, pero
incluso él sabía que la palabra de Pa era definitiva. Discutir sólo
conseguiría que Rourke fuera golpeado en la cabeza con algo. Ma tenía un
buen golpe con una sartén.
Hablaron un rato más, sin llegar a ninguna gran conclusión que les
ayudara a inmovilizar el culo de Webber a la pared. Todo lo que tenían
eran sólo suposiciones. No tenían ninguna prueba de que el tipo estuviera
detrás de las amenazas a John.
Cuando Ma anunció que la comida estaría lista en unos minutos y les
ordenó que se lavaran, Yancy se levantó y se dirigió a la puerta principal. –
Iré a por John y Seamus. –Sólo esperaba tenerlos el tiempo suficiente a
solas para conseguir poner a John de mejor humor.
–Intenta en el establo –rio Lachlan–. El altillo es uno de los favoritos.
–Matty y yo preferimos el arroyo –dijo Quaid.
Rourke sonrió mientras miraba a su marido. –A Billy y a mí nos
gusta el gran árbol detrás de nuestra casa. –El rostro de Billy se sonrojó
mientras se empujaba en los brazos de Rourke.
Yancy miró a Neason y Brody, sólo esperando a que añadieran su
granito de arena.
–La cabaña familiar detrás de la casa –sonrió Neason.
Yancy rio, sacudiendo la cabeza. –A este ritmo, necesitaría
empaquetar la comida, o nunca comeré. –Todavía estaba riendo cuando
salió al porche delantero un momento más tarde. El establo era el lugar
más cerca que le habían indicado, por lo que Yancy se dirigió en esa
dirección.
Había un olor a polvo distintivo de heno mientras entraba al establo,
algún tipo de olor dulce. Aunque el establo estaba bastante limpio, todavía
había heno en el suelo en la esquina, suciedad reunida y trozos de granos.
Sorprendentemente, el lugar no olía a estiércol de caballo. Yancy tenía la
impresión de que todos los establos olían así. Aparentemente, el establo
Blaecleah no era el establo habitual. 171
–¿John? ¿Seamus? –llamó Yancy, sin tener ni idea de dónde podrían
estar sus dos amantes–. Ma tiene la comida preparada.
Hubo un ligero crujido de heno cuando el caballo en el cubículo más
cercano a él se movió, pero nada más. Yancy ladeó la cabeza, escuchando
más. La preocupación empezó a golpearlo cuando el pequeño relincho de
un caballo fue su única respuesta.
–¿John? –gritó más fuerte.
Después de esperar un momento, Yancy sacó su móvil y marcó el
número de John. Sabía por lo que los otros habían dicho que John y
Seamus seguramente habían salido a uno de los otros lugares
mencionados, pero llamarlos sería mucho más fácil que intentar
rastrearlos, y aliviaría la ansiedad que estaba empezando a recorrerlo.
Los ojos de Yancy fueron a la esquina del establo al lado de un
montón de heno cuando escuchó el sonido débil de un tono de llamada.
Tragó fuerte mientras miraba su propio móvil luego se acercó a patear el
heno en el suelo.
Cuando notó el móvil apoyado en el heno, una pura ira incontrolable
luchó con un dolor en el corazón tan fuerte que casi lo pone de rodillas.
Yancy apretó el botón de cancelar en su móvil, apenas notando que el
móvil en el heno dejó de sonar, y marcó el número de la casa Blaecleah.
–Estoy en el establo –dijo Yancy tan pronto como alguien contestó.
Realmente no le importaba quien era mientras trajera ayuda–. Encontré el
teléfono de John en el heno, pero no a John ni Seamus. –Yancy sintió el
nudo en su garganta crecer con miedo cuando notó las pequeñas gotas
rojas en el heno alrededor del teléfono–. Hay sangre.

172
Yancy apretó su mano en un puño para dejar de temblar. No podía
decidir si estaba enfadado o con el corazón roto o ambos. Probablemente
ambos. Todo el rancho Blaecleah había sido registrado, incluso la cabaña
en los bosques, y no había señal de John ni de Seamus más allá del móvil y
las gotas de sangre en el establo.
Yancy sabía que Webber los tenía. Su instinto podía sentirlo, y había
aprendido hacía mucho a confiar en su instinto. Justo ahora, gritaba que
necesitaba encontrar a sus amantes tan pronto como fuera posible o no
habría razón para encontrarlos.
Estarían muertos.
Todo el clan Blaecleah estaba fuera buscando a John y Seamus. Se
habían dividido en equipos, buscando en diferentes lugares a los dos
hombres. Yancy condujo su camioneta con Lachlan y Asa mientras se
dirigían a la casa de Webber. Los otros hermanos estaban buscando en
otras zonas del pueblo, incluyendo la comisaría del sheriff.
Ma y Pa se habían quedado en el rancho, esperando saber algo o el
regreso de sus seres queridos. Yancy había visto a Ma alcanzando el
teléfono mientras salía de la casa, y estaba bastante seguro de que casi todo
Cade Creek sabría que John y Seamus estaban desaparecidos para cuando
llegó al final de la entrada.
Cuando se detuvieron delante de la pequeña casa amarilla de una
planta, Yancy intentó imaginar al hombre que vivía en el lugar. La casa
parecía en decadencia y maltratada. La pintura amarilla descolorida estaba
desconchándose y rompiéndose en los lados de las tablas. Una ventana en
la parte de delante de la casa estaba rota en la esquina, y la puerta principal
parecía que se iba a caer de sus bisagras.
La casa ciertamente no encajaba con el hombre. Webber siempre
estaba impecablemente vestido, nunca un pelo fuera de lugar o una
mancha en su uniforme. Por todo lo que sabía, Webber era un buen
ayudante del sheriff. John no hablaba mucho del hombre, pero parecía
respetarlo, lo cual hacía que la traición de Webber fuera aún peor.
Yancy escaneó la zona y salió de la camioneta. Había sólo unas pocas 173
casas en la calle, todas ellas en el mismo mal estado que la que tenía
delante. Cada ciudad tenía una zona mala en el pueblo. Aparentemente,
esta era la de Cade Creek.
Yancy asintió a Asa y Lachlan mientras se dirigían a la parte de atrás
de la casa. Subió a la puerta principal, esperó unos momentos a que los
otros hombres se pusieran en posición, luego llamó a la puerta.
De alguna forma, no se sorprendió cuando no recibió respuesta.
Después de volver a llamar, Yancy comprobó el pomo de la puerta.
Cuando giró fácilmente en su mano, Yancy abrió la puerta y entró,
rápidamente mirando alrededor en busca de señales de alguien. Se
encontró con una escena que no había esperado.
El interior de la casa se veía como si un tornado hubiera pasado.
Todo había sido destruido, incluso las fotos hechas pedazos y los trozos de
espuma de los cojines del sofá que bañaban el suelo.
Una mirada alrededor del salón le dijo a Yancy no sólo que
probablemente no encontrarían a John y Seamus aquí, sino que quien
hubiera hecho esto estaba enfurecido. Yancy tenía la sensación de que
había sido Webber.
El hombre era psicótico, y probablemente lo había estado
escondiendo durante años. Algo le puso en el límite, y recientemente.
Podría haber empezado con la muerte de la madre de Webber, pero algo
más pasaba aquí, algo más drástico.
–¿Algo?
Yancy alzó la mirada de los escombros del suelo para ver a Asa y
Lachlan de pie en la entrada en arco que llevaba a la otra sala. Sacudió la
cabeza, estaba más frustrado de lo que pensara que fuera posible antes de
hoy.
–Veamos si podemos encontrar algo en este desastre que nos diga a
dónde fue –dijo Asa mientras alcanzaba algunos papeles esparcidos por el
suelo a sus pies–. Lany, por qué no vas a comprobar la parte de atrás de la
casa. Yancy y yo buscaremos aquí. 174
–Voy. –Lachlan se dirigió hacia la parte de atrás de la casa.
Yancy sacudió la cabeza mientras miraba alrededor del desastre
destruido en el suelo. –¿Cómo se supone que vamos a encontrar algo en
este lío?
–Cualquier cosa ayuda, Yancy.
–Cierto. –Yancy hizo una mueca mientras caminaba al aparador al
lado de la puerta principal. Los cajones habían sido sacados, pero estaban
en el suelo justo delante de la mesa de madera. Se agachó y empezó a
pasar los papeles y cosas de los cajones.
Trozos de joyería barata, algunos libritos de cerillas, facturas, avisos
recientes, lo normal que tendría una persona, aunque los avisos recientes
eran interesantes. Una rápida confirmación mostró que el ayudante del
sheriff Webber estaba endeudado, profundamente endeudado.
Eso podría explicar algo de por qué se había vuelto loco. Había
muchas facturas médicas sin pagar, así como, avisos de embargo de la
casa. Yancy sabía que ocuparse de un madre enferma costaba mucho
dinero, especialmente si la madre estaba terminal, y Webber había estado
intentando todo lo necesario para mantener viva a su madre.
–¿Algo? –preguntó Asa mientras se acercaba.
–Webber estaba de deudas hasta las orejas. –Yancy ondeó los papeles
en su mano–. Tengo la sensación de que estaba gastando dinero que no
tenía para intentar mantener a su madre viva un poco más.
–Podría haber pedido ayuda –dijo Asa–. Secuestrar a su jefe no era la
respuesta.
–En realidad –contestó Lachlan desde atrás–, en la mente de Webber,
podría haber sido la única respuesta.
–¿Huh? –Yancy se levantó, girándose para mirar a Lachlan–. ¿De qué
estás hablando?
Lachlan alzó un montón de cartas desteñidas. –Encontré estas en el 175
dormitorio. Sospecho que era el dormitorio de Marla. Está prístino, nada
fuera de lugar. Es casi espeluznante lo bien que se ve la habitación
comparado con el resto de la casa. Estaban metidas con cuidado en una
caja a los pies de la cama.
Yancy frunció el ceño. –¿Qué son?
–Creo que son viejas cartas de amor. –Lachlan bajó la mirada a las
cartas, un poco de sorpresa en su rostro–. Pero finalmente contestan a la
pregunta de quién es el padre de Webber.
Yancy no sabía que tenía que ver esa información con sus amantes
desaparecidos, pero no podía negar el hecho de que estaba curioso. –Vale,
¿quién es?
Los ojos verde hierba de Lachlan estaban ampliados cuando alzó la
mirada, como si no pudiera creer lo que estaba leyendo aunque estaba
justo delante de él. –El Sheriff Miller.

176
Capítulo 16
Yancy tamborileó sus dedos en la ventana cerrada de su camioneta,
estaba nervioso y asustado todo al mismo tiempo. Se dirigían a la casa del
Sheriff Miller para ver si el antiguo Sheriff sabía algo de los planes de
Webber o dónde podría estar el ayudante del sheriff.
Yancy estaba tan ansioso que su estómago tenía un continuo nudo.
¡Iba a vomitar!
–Nunca te contamos lo de nuestras leyendas, ¿verdad?
Yancy alzó la mirada para ver a Lachlan mirándolo por el espejo
retrovisor. –No, nunca lo hablamos –contestó, preguntándose por qué era
importante cuando los amores de su vida estaban desparecidos a manos de
un loco.
–La familia Blaecleah ha estado por ahí durante cientos de años,
Yancy, mucho antes de venir a América. Hay una antigua leyenda
Blaecleah que dice que cada Blaecleah tendrá un compañero, una persona
que está hecha sólo para ellos. Y amarán a esta persona, hombre o mujer,
por el resto de sus vidas. No habrá ningún otro para ellos.
Asa estaba sonriendo mientras miraba por encima de su hombro. –
Soy la leyenda de Lachlan. Pa me lo explicó el día en que compré nuestros
anillos y le propuse matrimonio a Lachlan.
Lachlan sonrió como si pensara que le hubiera traído una gran
alegría. –Supe en el segundo en que vi a Asa que era para mí. Nunca
amaría a otro, y nunca lo he hecho. Ni siquiera he mirado a otro hombre
desde que lo conocí. Imagino que es lo mismo para Seamus.
–No creo que sea la leyenda de Seamus. –Yancy hizo una mueca,
bajando la mirada a sus dedos mientras el dolor del corazón se lo tragaba–.
John quizás, pero yo no. 177
–¡Tonterías! –dijo Lachlan vehementemente–. He visto la forma en
que mi hermano te mira cuando no lo ves. John podrá ser la luna de
Seamus, pero tú eres las estrellas. Juntos, creo que los dos seréis la mayor
alegría de Seamus.
Yancy desearía poder creer eso. Estaba desesperado por creerlo.
Había sabido desde el principio que parte del corazón de Seamus
pertenecía a John. Sólo quería tener la otra mitad.
–Confía en mí, Yancy –continuó Lachlan–. Eres la leyenda de
Seamus igual que John. Garantizado, es un poco raro tener dos, pero ha
pasado antes.
La cabeza de Yancy se alzó. –¿Sí?
–Cuando Seamus os trajo a ambos a casa, estábamos un poco
sorprendidos. No por que estuviera con un hombre, sino que fuera con dos
hombres. Pa nos llevó a todos a un lado y nos explicó que nuestro tío
abuelo Syros tuvo dos leyendas, aunque los suyos eran un hombre y una
mujer. Los tres vivieron hasta los noventa y ocho, muriendo a sólo minutos
de diferencia entre ellos.
Yancy no estaba demasiado entusiasmado con todo lo de morir,
especialmente bajo las circunstancias actuales, pero era bueno escuchar
sobre otro Blaecleah que tuvo dos leyendas, igual que escuchar sobre un
trío que vivió unido, con suerte felizmente, hasta el día de su muerte.
–¿Fueron felices? –Tenía que saberlo.
–Pa dice que lo fueron. Era bastante joven cuando murieron, por lo
que no recuerda mucho, pero su Ma le dijo que murieron con sonrisas en
sus rostros, los tres de la mano mientras tomaban sus últimas
respiraciones.
–¿Y realmente piensas que ambos, John y yo, somos las leyendas de
Seamus?
–Sin duda –contestó Lachlan–. Mi hermano nunca ha mirado a nadie
de la misma forma en que os mira a vosotros. Sois más que sus leyendas, 178
Yancy. Tú y John sois todo su mundo.
Eso era lo bastante bueno para Yancy.
–Sabes que Seamus realmente reunió valor para traernos a casa –dijo
Yancy–. Estaba aterrorizado de que no aceptarais dos hombres en su vida.
–Dos hombres son diferentes a dos leyendas, Yancy –explicó
Lachlan–. Si vosotros sólo estuvierais saliendo, podríamos haber tenido un
problema con ello. Siendo ambos sus leyendas os pone en otra posición.
Las leyendas no se van.
–¿Qué quieres decir?
–Si cualquiera de vosotros, tú o John, dejarais a Seamus, él seguiría
amándoos hasta el día en que muera –dijo Asa–. No importa si estáis ahí o
no. Nunca amará a nadie excepto a ti y a John.
¡Maldición!
–Eso es mucha responsabilidad –dijo Yancy mientras se pasaba la
mano por el pelo, ondulando las puntas.
–Lo es –dijo Asa, y Yancy supuso que el hombre sabía de lo que
hablaba ya que era la leyenda de Lachlan–, pero básicamente, vale la pena.
Lachlan y yo muchas veces estamos en desacuerdo. Ambos somos muy
cabezotas, pero nunca he sido más feliz que desde el día en que decidí
quedarme.
–Quiero quedarme –insistió Yancy–. Quiero estar donde esté Seamus.
–¿Y John? –preguntó Asa–. ¿Qué pasa con él?
El corazón de Yancy se apretó por la mención del hermoso sheriff. –
Con él también.
–Sabes, tienes que amarlos a ambos.
Yancy inhaló temblorosamente. –Creo que ya lo hago.
–Hey, chicos, ya estamos aquí. 179
Yancy miró por la ventana mientras se detenían delante de una casa
tostada estilo rancho. La casa estaba en bastante buena condición, pero aun
así Yancy podía decir que era una casa vieja. –¿Aquí es dónde vive el
Sheriff Miller?
–Sí.
Eso sorprendió a Yancy. Habría pensado que un hombre que había
sido sheriff de Cade Creek durante unos treinta años viviría en algo un
poco más lujoso. –¿No tiene una pensión o algo?
–¿Cómo demonios lo sabría yo? –preguntó Lachlan–. No soy sheriff.
Yancy salió de la camioneta y se encontró con Asa y Lachlan junto a
la parte delantera. –¿Cómo quieres hacer esto?
–No creo que llamar a la puerta sea buena idea –dijo Lachlan–. El
Sheriff Miller no es un gran fan de los Blaecleah. Hemos estado en
desacuerdo más de una vez. Probablemente me dispararía antes que
hablarme.
–¿Entonces qué sugieres?
–Llamas a la puerta y lo interrogas –dijo Lachlan–. No te conoce.
–¿Y qué vais a hacer vosotros?
–Asa y yo vamos a comprobar el garaje y la parte de atrás. Si
encontramos algo, te lo haremos saber. Si no, nos encontraremos contigo
en la camioneta.
–Vale. –A Yancy no le gustaba la idea de que se separaran bajo estas
circunstancias. La última vez que se había separado de alguien, John y
Seamus habían desaparecido. Pero, sin más opciones, se dirigió a la puerta
delantera mientras Lachlan y Asa se dirigían al garaje.
Apenas había alcanzado la puerta principal y levantado su mano para
llamar cuando escuchó un fuerte grito de la parte de atrás de la casa.
Pensando que Asa y Lachlan podían estar en problemas, Yancy rodeó el
lateral del edificio, dirigiéndose a los dos hombres. 180
Asa estaba arrodillado al lado del garaje, vaciando el contenido de su
estómago en los arbustos. Cuando Yancy paró a su lado, Asa sólo apuntó al
garaje, Yancy sintió que se le paraba el corazón mientras lentamente
caminaba hacia la puerta del garaje, sin saber lo que encontraría dentro.
Lachlan estaba dentro del garaje, de pie sobre un congelador. Tenía
una mano sobre su boca mientras miraba dentro del congelador. Su rostro
estaba tan pálido que Yancy se preocupó de que el hombre se desmayara.
Se preocupó más sobre lo que Lachlan estaba mirando.
–Es... –No, no podía preguntar.
Lachlan sacudió la cabeza. –Es Ira Thornton.
Yancy vagamente recordó que mencionaron que Ira Thornton había
escapado de prisión durante una transferencia al hospital. No sabía mucho
del hombre a parte del hecho de que Billy había sido criado creyendo que
el hombre era su padre.
Yancy todavía no estaba seguro de si Billy estaba aliviado de saber
que el Sheriff Miller era su verdadero padre biológico en lugar de Ira o no.
Ninguno de los hombres ganaría nunca el premio al padre del año.
Yancy se acercó más al congelador, rápidamente cubriendo su boca
cuando un hedor nocivo lo alcanzó. Había una esencia que había aprendido
cuando había sido un detective que nunca había sido capaz de olvidar sin
importar cuantos años hacía que dejó el cuerpo policial, el olor de un
cuerpo en descomposición.
No había otra esencia como esa en el mundo.
Yancy intentó respirar a través de su boca mientras comprobaba el
cuerpo. Quien fuera que había matado a Ira había tirado su cuerpo en el
congelador, seguramente para enmascarar el olor. El hombre era un
témpano congelado.
–Lleva muerto un tiempo, Lachlan –dijo Yancy rápidamente–. Diría
que al menos dos semanas, quizás tres.
181
–Eso es poco después de que escapara.
–Sí, lo sé.
–¿Puedes decir cómo murió?
Yancy miró alrededor hasta que notó un par de guantes de jardinería.
Rápidamente los agarró y se los puso antes de inclinarse sobre el
congelador y comprobar el cuerpo muerto. No le llevó más de un momento
encontrar una herida de bala en el pecho de Ira. La sangre se había
congelado, pero la mancha era clara como el día.
–Le dispararon.
–Sí, pero ¿quién lo hizo? –preguntó Lachlan–. ¿Webber o el Sheriff
Miller?
–Creo que la mejor pregunta es, ¿dónde están ahora y quién tiene a
John y Seamus?
Antes de que Lachlan pudiera decir algo más, ambos escucharon un
fuerte golpe dentro de la casa. Yancy se congeló durante medio segundo
antes de correr hacia la puerta que llevaba a la casa. Podía escuchar a
Lachlan gritarle mientras corría, pero parar para hablarle al tipo no estaba
en su lista de actividades.
Encontrar a sus amantes sobrepasaba todo lo demás, incluso su
propia seguridad.

El estómago de Seamus daba vueltas, amenazando con rebelarse,


mientras alzaba la mirada hacia el cuerpo estirado en el suelo en la esquina
de la habitación. Había estado intentando no mirar desde que se había
despertado. No estaba funcionando. Tanto como no intentaba mirar, sus
ojos seguían yendo en esa dirección.
182
Después de todo por lo que había pasado su familia por culpa del
Sheriff Miller, ver el sangriento cadáver del hombre tirado en el suelo era
de alguna forma decepcionante. También era de alguna forma
escalofriante. Si Webber podía matar al antiguo sheriff y descartar su
cuerpo cruelmente como un trozo de basura, no quería saber lo que les
haría a John y a él.
Seamus todavía estaba sorprendido de que el ayudante del sheriff
Webber fuera quien los secuestró. Claro, sabía que el hombre no iba a
hacer ningún bien por las llamadas amenazantes que había dejado en el
contestador de John, pero nunca habría soñado que Webber fuera un
asesino.
Y juzgando por el montón de sangre en el cuerpo del Sheriff Miller,
claramente había sido asesinado. El cuchillo sangriento estaba a pocos
centímetros del cuerpo del antiguo sheriff sólo reafirmando su creencia.
Webber había matado a Miller.
El por qué era la gran pregunta. Aunque Seamus no entendía por qué
Webber los secuestraría a John y a él, tenía mucho más sentido que matar
al Sheriff Miller. John era el jefe de Webber, una persona con más
autoridad que un ayudante. Si Webber quería enfadarse con alguien, John
era el objetivo más posible.
Bueno, al menos Seamus pensó eso hasta que vio el cuerpo del
Sheriff Miller. Webber obviamente tenía algo contra el hombre tanto como
contra John. Después de ver lo que Webber le había hecho al antiguo
sheriff, Seamus estaba aterrorizado de lo que les haría a John y a él.
Estaba más preocupado por John que por sí mismo. Seamus estaba
seguro de que estaba en la categoría de lugar equivocado, momento
equivocado. Si no hubiera seguido a John al establo, probablemente estaría
en casa seguro ahora mismo, volviéndose loco preocupándose y
preguntándose dónde estaba John.
Todavía estaba volviéndose loco con preocupación, pero al menos
sabía dónde estaba John. El sheriff estaba sólo a treinta centímetros de él,
sus brazos y piernas atadas a una silla como Seamus. Su cabeza colgaba 183
sobre su pecho, sus hombros derrumbados.
John había estado así desde poco después que Seamus entró en el
establo. Había estado momentáneamente sorprendido de ver a John y
Webber luchando cuando entró, pero no más que John. El hombre le había
gritado en advertencia, dándole a Webber tiempo para golpearlo en la
cabeza con la culata de su pistola. John se había derrumbado en el suelo, y
no se había movido desde entonces.
Seamus temía que no lo volviera a hacer nunca. Un delgado rastro de
sangre goteaba de un corte en su pelo bajando por su rostro. Después de
sufrir una contusión hacía unos días, quedar inconsciente de nuevo por un
golpe no podía ser bueno. Seamus estaba preocupado de que la herida
fuera incluso peor.
Eso asumiendo que salieran de aquí vivos.
Seamus no tenía ni idea de qué había planeado Webber para ellos.
Desde que los trajo a John y a él a la habitación y los ató, Webber se había
ido y no había vuelto, mascullando para sí mismo mientras se iba.
Seamus no estaba seguro de dónde estaban ya que Webber le había
vendado los ojos hasta después de atarlo. Estaba bastante seguro de que la
única razón por la que le destapó los ojos fue para torturarlo mientras veía
a John sangrando lentamente hasta morir. Bueno, eso y ver el cadáver del
antiguo sheriff en la esquina.
Y estaba funcionando. El nivel de ansiedad de Seamus estaba por las
nubes. John no despertaba. No sabía dónde estaban. Y el cadáver
ensangrentado de Miller sólo le recordaba a Seamus lo que estaba por
venir.
Como técnica de tortura, funcionaba fantásticamente.
La sangre en las venas de Seamus se congeló cuando la puerta se
abrió y Webber entró. El cabello del hombre estaba despeinado como si se
hubiera estado pasando los dedos repetidamente. Su uniforme,
normalmente prístino, estaba arrugado y manchado con sangre. No se veía
como el hombre que Seamus conocía, al que John respetaba tanto.
184
Se veía como un monstruo psicótico, uno que había perdido la cabeza
hacía años y ya no vivía en el aquí y el ahora. Lo que fuera que pasara con
el ayudante del sheriff Webber había empezado hacía mucho tiempo y sólo
ahora se manifestaba en la forma del monstruo ante él.
–Webber, algo va mal con John. –Habló con cuidado, suavemente.
No quería asustar a Webber si podía evitarlo. Especialmente no quería que
Webber usara la pistola que tenía en su mano–. Déjame comprobarlo y
asegurarme de que está bien.
Los ojos de Webber estaban locos y desenfocados mientras iban a la
forma de John bocabajo. Titubearon como si Webber realmente no
estuviera seguro de por qué John estaba aquí. Seamus rezó para que eso
fuera algo bueno y no significara que el hombre perdiera los estribos con
ellos.
–John es tu amigo, ¿recuerdas? –le recordó Seamus al ayudante–. No
queremos que le pase nada malo.
–John es...
La respiración de Seamus quedó atrapada en su garganta mientras
observaba a Webber acercarse y levantar la cabeza de John. Saltó, un grito
saliendo de sus labios cuando los ojos de John de repente se abrieron y el
hombre gruñó mientras iba a por Webber, llevando la silla con él.
Webber retrocedió, soltando el arma, la sorpresa ampliando sus ojos
y su mandíbula cayendo momentáneamente antes de que su rostro se
oscureciera con ira. Sus ojos se entrecerraron, su boca se cerró y Seamus
supo que el ayudante atontado se había ido y el asesino psicótico había
vuelto.
Webber aulló con ira mientras cargaba contra John. En el último
segundo, justo antes de que Webber lo alcanzara, John se giró y usó la silla
para bloquear el ímpetu de Webber. Webber golpeó la silla con tanta fuerza
que rompió la madera a la que las piernas de John estaban atadas,
liberando las piernas de John.
Webber cayó al suelo, pero se levantó rápido. John estaba intentando 185
quitarse las cuerdas de las manos, pero antes de que pudiera, Webber lo
atacó de nuevo. El grito de Seamus sonó en el aire mientras Webber
golpeaba a John una y otra vez, obligándolo a caer al suelo.
Seamus empezó a luchar con sus propias ataduras, determinado a
liberarse y ayudar a su amante. Los sonidos de puños golpeando carne se
mezclaron con los gemidos de frustración saliendo de los labios de Seamus
cuando no pudo liberarse. John iba a morir ante sus ojos, y no había nada
que Seamus pudiera hacer para evitarlo.
Nunca se había sentido tan inútil en su vida.
Seamus gritó de dolor cuando John y Webber chocaron contra él, y
cayó atrás, golpeando su cabeza contra el implacable y duro suelo de
madera. Con sus brazos y piernas atados a la silla, no había forma de que
pudiera ponerse de pie o parar la caída hacia atrás.
Seamus se estiró ahí mareado, su visión nublada y su cabeza
palpitando en agonía. Podía escuchar los sonidos distintivos de la lucha
siguiendo a su alrededor, John y Webber moviéndose por la habitación
mientras luchaban el uno contra el otro.
Pero el sonido era casi débil como si viniera de una larga distancia.
Seamus sabía que seguramente tenía una contusión por el golpe en su
cabeza, un chichón al menos. Había golpeado el suelo con fuerza.
Otro golpe sonó a través de la habitación, lo bastante fuerte para
llamar la atención de Seamus, tan mareado como estaba. Giró su cabeza
justo a tiempo de ver un borrón de material y escuchar un rugido de ira de
alguien pasándolo.
Seamus parpadeó en confusión un momento después mientras la silla
a la que estaba atado se levantaba y era incorporado. Su confusión se
intensificó cuando se dio cuenta de que Asa y Lachlan estaban a su lado.
Lachlan estaba agachado, desatando a Seamus. Asa estaba comprobando la
herida en la parte de atrás de su cabeza.
–¿Cómo...?
–Te lo explicaremos más tarde –dijo Asa–, después de que los 186
paramédicos te examinen.
Seamus frunció el ceño, sabiendo que pasaban más cosas que su
posible herida en la cabeza y preguntándose por qué Asa y Lachlan estaban
tan preocupados por él cuando John estaba luchando por su vida.
–John...
–Estoy bien, bebé.
–¡Oh! –Lágrimas llenaron los ojos de Seamus cuando se giró para
encontrar a John de pie delante de él–. John, tú... –Los ojos de Seamus se
ampliaron–. Webber, él quería...
–Yancy lo tiene, amor.
Los ojos de Seamus rodearon la sala a la velocidad de la luz,
finalmente aterrizando en la esquina de la habitación dónde Yancy estaba
sobre Webber con una pistola apuntando hacia el ayudante del sheriff.
Webber estaba sentado en el suelo con sus manos atadas a su espalda,
viéndose confuso y desolado como si no entendiera por completo lo que
estaba pasando.
–Seamus, ¿sabes qué le pasó al Sheriff Miller? –preguntó Asa.
La cabeza de Seamus empezó a aclararse mientras levantaba su
cabeza hacia su cuñado. –Webber lo mató. Seguía mascullando algo sobre
que todo esto era culpa del Sheriff Miller y que si el hombre hubiera hecho
lo que prometió, nada de esto hubiera pasado.
–Nada de qué, ¿Seamus?
Seamus se encogió de hombros. –No lo sé.
–Creo que yo sí –dijo Lachlan–. En esas cartas que encontramos en
casa de Webber, el Sheriff Miller hablaba sobre entrenar a su hijo para que
tomara el relevo cuando él se retirara, que quería que su hijo fuera el
siguiente sheriff.
–Bueno, eso explica por qué Webber estaba tan cabreado con John – 187
dijo Asa–. John se convirtió en el sheriff en lugar de Webber. Si Webber
sabía lo que había en esas cartas, probablemente estaba bastante enfadado
por no conseguir el trabajo.
–O el reconocimiento de que era el hijo del Sheriff Miller.
–Pero eso no tiene sentido, Asa. He sido sheriff desde hace algunos
años –insistió John–. ¿Por qué volverse loco ahora?
–Marla murió hace sólo unos meses. Quizás nunca le mostró esas
cartas a Webber ni le dijo quién era su padre. Si sólo descubrió
recientemente que se suponía que sería el nuevo sheriff, entonces... –
Lachlan se encogió de hombros, dejando la afirmación colgando en el aire.
Seamus miró a Webber de nuevo. El tipo no tenía vida en sus ojos
mientras miraba al espacio. Era como si cualquier brote psicótico por el
que hubiera pasado estuviera completo y tenían que encerrarlo.
Seamus esperaba que dónde sea que fuera tuvieran barrotes
realmente fuertes.
–¿Podemos ir a casa ahora? –preguntó Seamus. La mirada vacía en
los ojos de Webber lo volvía loco. Quería irse, y quería irse ahora–.
Realmente me gustaría ir a casa ahora.
–Primero al hospital, amor –dijo John mientras ayudaba a Seamus a
levantarse, sosteniéndolo del brazo–. Luego Yancy y yo te llevaremos a
casa.
–¿Tu casa?
–Nuestra casa –dijo Yancy mientras se acercaba y cogía el otro brazo
de Seamus–, al menos hasta que pueda construirse un lugar para nosotros
en el rancho de tu familia.
Seamus se giró para mirar a Yancy hasta que el hombre rio.
–Tu hermano me explicó lo que es la leyenda Blaecleah, Seamus.
También me explicó que no eres el primer Blaecleah con dos leyendas.
Las cejas de Seamus se alzaron. –¿No lo soy? 188
–No. –La sonrisa de Yancy se hizo más amplia–. Parece que tu tío
abuelo de alguna forma u otra tuvo dos leyendas. Los tres vivieron juntos
hasta la edad de noventa y ocho años, muriendo unos momentos después
que los otros.
–Suena bien para mí –dijo John.
Seamus pensó en ello por un minuto después sacudió su cabeza. –No,
noventa y ocho años no es suficiente. Necesitamos al menos llegar a los
cien.
–Sólo si prometes amarme cuando sea viejo y gris –dijo Yancy.
–Lo prometo –dijo Seamus sin vacilar.
–También lo prometo –dijo John.
Los ojos de Yancy se nublaron cuando miró a John. –¿Sí?
–Sí. –El rostro de John se sonrojó mientras se encogía de hombros–.
Supongo que si os amo a ambos ahora, os amaré hasta el día en que muera
también. ¿No es cómo funciona esta cosa de la leyenda?
Seamus gimió. –¿Podemos por favor no hablar de morir?
John rio mientras envolvía sus brazos alrededor de ambos, Yancy y
Seamus. –Lo que tú digas, bebé.
Seamus sonrió mientras palmeaba el pecho de John. –Ahora, esa es
la forma de empezar una relación.

189
Capítulo 17
Yancy observó su reflejo en el espejo mientras se alisaba la corbata.
Odiaba el uniforme que necesitaba llevar, pero una regla era una regla.
Cada ayudante del sheriff de Cade Creek tenía que llevar uniforme. Como
el ayudante más reciente en el cuerpo, Yancy no podía hacer menos, sin
importar la relación que tuviera con su jefe.
Yancy sonrió mientras miraba el anillo de banda dorada adornando su
dedo. Esa era una cosa nueva que no tenía problema en llevar. Todavía no
podía creer que realmente se hubiera casado, y con dos hombres.
En el segundo en que Ma supo que querían casarse antes de que
empezara a trabajar como ayudante del sheriff en Cade Creek, ella había
organizado una boda. La mujer era una dinamo del tamaño de una pinta,
coordinando y planeando como si el destino del mundo dependiera de que
la boda ocurriera a tiempo.
Yancy no sabía a quién había llamado, pero menos de una semana
después había estado delante de Brody en la iglesia e intercambiando votos
con los dos hombres con los que planeaba pasar el resto de su vida.
Y en qué vida se estaba convirtiendo.
Las cosas todavía estaban un poco caóticas con las muertes de Ira
Thornton y el Sheriff Miller, y también Ezra Murphy, cuyo cuerpo había
sido encontrado enterrado en el patio trasero del Sheriff Miller. La
evidencia mostraba que Webber los había matado a todos. La teoría actual
era que Webber descubrió que el Sheriff Miller era su padre y perdió los
papeles, matando a Ira y Ezra porque los vio como una amenaza para su
relación con el sheriff. De alguna forma había descubierto lo de la
investigación de John sobre su padre y sintió la necesidad de sacarlo
también de la vista, primero amenazándolo y luego intentando matarlo. Su
amistad con John había sido lo único que lo mantuvo vivo.
190
Por suerte para todos los involucrados, no habría juicio para Webber,
lo cual significaba nada de volver a testificar. Webber estaba más loco que
una cabra. Estaría encerrado en una institución mental el resto de su vida,
demasiado loco para un juicio.
Yancy se estaba acomodando bien, habiendo empaquetado todas sus
pertenencias y mudándose a Cade Creek al primer momento posible. Se
quedaba con John y Seamus en el pequeño apartamento de John hasta que
su casa pudiera construirse en el rancho Blaecleah.
Seamus estaba a cargo de diseñar su nueva casa, una tarea para la
que el hombre era muy apto. Parecía saber lo que necesitarían para su
nueva casa, más allá de una sala de juegos y dormitorios extras para los
niños que habían discutido que adoptarían.
Seamus estaba determinado a tener la familia con la que siempre
había soñado, y John y Yancy no tenían corazón para negarle nada al
hombre, aunque pensaba que los niños los asustaban a ambos.
–¿Cómo va por aquí?
Yancy miró al espejo. Podía ver a Seamus entrando en la habitación a
través de la puerta tras él. La brillante sonrisa en el rostro de Seamus le
hacía sentir un poco menos nervioso, pero sólo un poco.
–Odio esta corbata.
–Oh, no sé –dijo Seamus mientras lo rodeaba para quedarse delante
de Yancy. Jugó con la corbata por un momento, alisándola por su pecho–.
Creo que te ves muy hermoso.
–Pensarías que me veo hermoso con un saco de patatas.
–Cierto –asintió Seamus–. Pero un hombre en uniforme es muy
caliente.
–¿Cierto? –rio Yancy mientras veía a John con su uniforme de
Sheriff. El hombre lo llenaba como si el traje estuviese hecho para su
cuerpo–. Tengo fantasías sobre John follándome con su uniforme.
El rostro de Seamus se sonrojó. –Yo también. 191
–¿Yo también, qué? –preguntó John mientras entraba en el
dormitorio–. Oh, hey, mírate. Sr. ayudante del Sheriff.
Yancy frunció el ceño mientras bajaba la mirada al uniforme que
llevaba. Dios, no estaba hecho para llevar uniforme. Como detective, se le
había permitido llevar ropa de calle. Sólo tenía que llevar uniforme en
actividades especiales.
Odiaba los uniformes.
–Te acostumbrarás a ello, bebé –le aseguró John. El hombre se
colocó detrás de Yancy y pasó su brazo sobre él, mirando alrededor de sus
amplios hombros–. Te ves hermoso. Imagino que tan pronto como todos en
Cade Creek sepan que tenemos un nuevo ayudante del sheriff sexy en el
cuerpo, las llamadas empezarán a sonar.
–Me veo ridículo.
–Te ves maravilloso.
–Dice el hombre que puede llevar vaqueros con su uniforme en lugar
de pantalones.
John rio. –Las ventajas de ser el jefe, bebé, las ventajas de ser el jefe.
–Creía que habría ventajas de copular con el jefe.
–Las hay –rio John mientras palmeaba a Yancy en el culo y se dirigía
a la puerta–. Puedes pasar el descanso de la comida en mi oficina, doblado
sobre mi escritorio.
Yancy gimió ante la visión sensual que eso le trajo. Hizo una mueca
mientras bajaba la mano para ajustar su polla repentinamente dura. –¿A
qué hora es la comida?
–Tienes que realmente empezar tu primer día en el trabajo antes de
que puedas disfrutar de la comida con el jefe, hombre grande. –Seamus se
inclinó y rozó sus labios con los de Yancy, dándole otra necesidad de
ajustarse, luego se dirigió a la puerta–. Vamos. Hice el desayuno, y se está
enfriando. 192
Yancy gimió mientras se alisaba la corbata una última vez, luego
siguió a sus amantes fuera del dormitorio. Estaba un poco sorprendido, y
encantado de ver el desayuno que Seamus había puesto en la mesa. Había
suficiente comida preparada para alimentar a todos los hermanos
Blaecleah.
–Empezad a comer –dijo Seamus mientras empezaba a servirse
algunos huevos en su plato.
–¿Cuáles son tus planes para hoy, cariño? –preguntó Yancy.
–Bueno, voy a ir al rancho después de que vosotros os vayáis a
trabajar. Pa y yo vamos a mirar los planes para la casa. Creo que he
encontrado el lugar perfecto justo al sur de la casa de Asa y Lachlan.
–¿Ese espacio abierto en la línea de árboles?
–Sí. Pa dice que nos dará la privacidad que necesitamos y estaremos
cerca de la casa principal.
–Suena perfecto.
Seamus sonrió. –Eso es lo que pensé.
–¿Tienes algún otro plan? –Yancy realmente esperaba ver a Seamus
en algún momento del día. Tanto como quería trabajar como ayudante del
sheriff, echaría de menos pasar tiempo con Seamus.
–Billy y Rourke van a ir al hospital del estado esta tarde para ver a
Webber. A pesar de lo que hizo el hombre, todavía es el medio hermano de
Billy, y Billy quiere hablar con él, hacerle saber que tiene alguna familia
ahí fuera.
El tenedor de Yancy paró a mitad de camino de su boca. –¿Es una
buena idea?
Seamus se encogió de hombros. –Creo que es más por Billy que por
Webber. Mientras Billy nos tiene a nosotros y a su madre, quiere algún tipo
de conexión con la familia. Con Ira muerto y Clem en prisión, eso no deja
a mucha gente. 193
–Billy se da cuenta de que Webber está loco, ¿verdad?
Seamus asintió. –Lo sabe.
–¿Entiende que Webber probablemente nunca volverá a ver el mundo
exterior de nuevo? –preguntó Yancy–. Probablemente pasará el resto de su
vida entre rejas.
–También lo sabe. Pero piensa que quizás si Webber hubiera sabido
que tiene otra familia aparte de Miller quizás no habría acabado así.
Yancy no estaba seguro de creer eso. El ayudante del sheriff había
matado a dos personas y secuestrado a John y Seamus. Para Yancy,
Webber podría pudrirse en el infierno por lo que había hecho.
–Sólo quería sentarme y hablar con Billy un poco antes de que se
vaya. Rourke venera el suelo que pisa Billy, pero puede ser un poco
intenso a veces. Pensé que si Billy tenía a alguien a parte de mi abrumador
hermano para hablar, podría ser capaz de manejar las cosas con más
facilidad.
–Eso es amable, cariño. –Yancy estaba constantemente asombrado
por lo generoso que era su amante. Mostraba cariño por aquellos a su
alrededor con palabras y hechos. Era una de las cualidades más adorables
de Seamus.
Seamus se encogió de hombros. –Me siento mal por Billy. La
mayoría de su familia biológica está loca, son asesinos y monstruos
endogámicos. Su madre es bastante amable, pero ni siquiera ella está bien
del todo. Está mejorando con el tiempo, pero Billy dice que a ella le
llevará toda la vida superar lo que Ira y el Sheriff Miller le hicieron.
Yancy entendía eso. Todavía estaba intentando superar el trauma por
tener a la gente que le importaba secuestrada y amenazada. La imagen de
John luchando por su vida mientras Seamus estaba atado a una silla
siempre estaría con él.
–Después de eso. –Seamus sonrió mientras meneaba sus cejas–. Ya
que mis dos maridos trabajan en el mismo, supuse que podría llevarles la 194
comida.
–Maldición –rio Yancy–. Ahora, eso sí que es conveniente.

Fin

Coordinacion de Proyectos 195


Pervy
Traductora
Drawde
Correctora
Mila
Portada
Clau
Diseño y Formato
Pervy

196

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