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Moderación
Team Zafiro

Traducción 3
Emile Eyre Jamais Amber

EstherC Ms. Lolitha

Ione Tolola

Corrección y Revisión Final


Tolola

Diseño
Tolola
Sinopsis............................... 4 7...........................................51

1 ............................................ 7 8 ........................................ 60

2 ..........................................12 9 .........................................70

3 ..........................................21 10 ........................................78

4 ........................................ 29 11 ........................................ 83

5......................................... 36 12 ....................................... 90

6 ........................................ 43 Sobre la autora ...............95 4


El amor no le llega fácilmente a nadie. A veces nunca
aparece, y a otros se lo roban.

Michelle Harper dejó de intentar encontrar el amor tras una serie de citas
fallidas. Claro, su vida no terminó como esperaba, pero estaba harta de intentar 5
encajar un cuadrado en un molde redondo. Estaba perfectamente contenta
llenando su vida con su amor por la cocina.
Semanas antes de Navidad, un encuentro por suerte trae a Jake Smith a
su vida. El encanto de la temporada se mueve a su alrededor, y rápidamente se
encuentra bajo el muérdago con un guapo extraño. Cuando Michelle no puede
sacar a Jake de su mente, se da cuenta de que ha ido demasiado lejos.

Con su corazón en peligro, solo puede esperar y ver si la


magia de la temporada le traerá el mejor regalo de todos...
amor.
Angie, gracias por soportar mi locura. No hay palabras
para expresar cuánto disfruto de nuestra amistad.

6
L
a nieve caía sobre la ciudad natal de Michelle, y era un espectáculo
mágico, incluso romántico.
Romántico... ya no estaba segura qué era eso. Tenía una casa
vacía a la que ir, sin marido ni hijos, ni siquiera una mascota que la esperara.
No esperaba esto de su vida a los treinta y tres. Como muchas jóvenes, soñaba
con el hombre perfecto, niños y un perro jugando en el patio.
—¿Chelle? —llamó su compañera de trabajo y mejor amiga desde la
puerta, irrumpiendo en sus pensamientos.
Michelle salió del país de las maravillas a tiempo para ver a Janey frotando
su redonda barriga. Estaba a días de estallar y se negaba a descansar.
—¿Cuándo vas a pedir tu permiso de maternidad? —preguntó Michelle, 7
reclinándose más en su silla.
—Cállate —advirtió Janey con una mirada—. Sabes que no voy a arriesgar
a Bobby. Estará aquí muy pronto.
—Bueno, sabes que yo no tengo ningún tipo de vida social que arriesgar
haciendo trabajo en silencio. Vete a casa antes de que Eric me llame buscándote.
Janey abrió la boca para discutir pero de repente se agarró su costado y
jadeó.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Michelle, con las manos húmedas por
el miedo. Se obligó a permanecer sentada. Cada vez que Janey experimentaba
una contracción de Braxton Hicks y cualquiera en la oficina saltaba para
ayudarla, les arrancaba la cabeza.
—Sí-ip —dijo Janey. Después de un momento, sus rasgos se relajaron—.
Bien, me voy a casa antes de que Eric te haga explotar el teléfono. Por favor, no
te quedes aquí hasta muy tarde.
Michelle sonrió.
—¡Sí, mamá!
Después de dedicarle un corte de mangas, Janey se giró y se detuvo antes
de mirar por encima del hombro.
—Deberías venir a cenar mañana. Mi hermano estará en la ciudad y...
—No. Tú, Janet McCleod, tienes que parar ahí mismo.
—Chelle...
—Janey.
—Mmm... —gimoteó Janey—. Esto no ha... terminado. Estúpidas Brax…
ton... Hicks. Adiós.
Michelle observó a Janey respirar mientras se quejaba antes de que la
mirara mal y saliera tambaleándose. Sacudió la cabeza ante la retirada de su
amiga y volvió a su computadora. Esperaba poder hacer algunas de las tareas
administrativas que solo se habían acumulado durante el día.
Dos horas más tarde, apagó su computadora y agarró su abrigo de lana y
su bolso. Ahora estaba oscuro afuera y, por lo que había visto, la nieve había
dejado de cubrir las calles.
Después de un rápido saludo a seguridad, salió por las puertas. Queriendo
enviarle un mensaje a Janey, Michelle buscó su teléfono en su bolsillo, pero no
estaba allí. Se detuvo en la acera salada y rebuscó en el interior de su bolso.
8
Antes de que pudiera encontrarlo, perdió el equilibrio.
Tiró sus brazos hacia adelante para atrapar su caída, pero eso solo
empeoró las cosas.
—¡Ay! —gritó Michelle, y rodó hacia su lado. Se colocó la muñeca contra el
pecho y respiró hondo. Le dolían las rodillas por el impacto con el frío hormigón,
y las lágrimas le picaban la parte posterior de los ojos por el dolor en la muñeca.
—¡Lo siento mucho! ¿Estás bien? —preguntó una voz aterciopelada desde
encima de ella.
Michelle abrió los ojos y miró fijamente al hombre.
—Qué prisa tienes, ¿no? —No importaba que no pudiera verlo con la luz
de la calle encendida alrededor de su cabeza. Era cualquier cosa menos un ángel
por intentar pasar a través de ella.
—¡No miraba por dónde iba! Lo siento mucho. Aquí, déjame ver...
Alejó su muñeca del desconocido, y el movimiento la hizo sentir como si
un tren la hubiera atropellado.
—¿Eres médico?
—No...
—Entonces n…
—No seas terca. Dije que lo sentía. He tenido suficientes lesiones de hockey
como para reconocer una ruptura.
Se arrodilló a su lado y le agarró el codo con una suavidad que no
esperaba. Michelle aprovechó ese momento para estudiarle la cara. Su voz era
sexy, pero su rostro estaba esculpido por dioses griegos.
Dejando de lado el pensamiento, vio cómo se quitaba el guante y
comenzaba a examinar su muñeca. El dolor estaba disminuyendo, pero una
sensación que no pertenecía a ninguna articulación normal se hizo evidente.
Sus ojos se encontraron con los de ella.
—¿Cómo te llamas?
—Michelle. —No estaba muy segura de lo que estaba pasando, pero las
palabras no eran suyas. Eran jadeantes y necesitadas, a diferencia de su voz
habitual, segura y firme. Este extraño la estaba afectando como ningún otro en
el pasado.
—Michelle, soy Jake, el imbécil que te derribó porque no estaba mirando
por dónde iba. —Movió su muñeca y sonrió—. Bien. Mi opinión no experta es
9
que te lo torciste. ¿Te duele mucho?
—No tanto como cuando aterricé sobre ella.
—Eso es realmente bueno. ¿No hay entumecimiento ni náuseas? —Pasó
su pulgar a lo largo de su piel y se le puso la piel de gallina en los brazos.
Michelle tragó con fuerza.
—Um... ¿no? Solo la siento sensible, y duele.
—De acuerdo, bien. Si se pone peor, lo mandaría a rayos X. Por supuesto,
ese es solo mi consejo, ya que no soy médico. —Jake le guiñó un ojo y sus ojos
brillaron de alegría.
No podía entender el color de sus ojos. En esta acera oscura, parecían ser
una mezcla entre azul y verde. Su mano le dio un golpecito a su brazo no herido,
y su corazón se aceleró.
—Aquí, déjame ayudarte a levantarte. No quiero que te congeles por estar
sentada en este suelo frío y duro.
Jake la levantó y la acercó a sí sin esfuerzo. Los únicos lugares en que sus
cuerpos se tocaban eran sus manos en el codo y la cintura de ella. Sus
respiraciones cálidas se expandían en el aire frío y ninguno de los dos habló.
Le escudriñó la cara y sus ojos se posaron en sus labios.
—¿Puedo invitarte a un café para decir que lo siento?
—Ya has dicho que lo sientes —susurró Michelle.
Sus ojos se encontraron con los de ella otra vez.
—Lo hice... ¿Qué tal un café solo porque sí?
—Me gustaría eso —le dijo Michelle sin pensarlo.
La sonrisa de Jake iluminó su rostro, y le mostró dientes blancos y rectos.
Se preguntó por un momento qué llevaba bajo su propia chaqueta de lana.
—¿Te gustaría ir a Sara’s Mugs and Stuff o prefieres otro lugar? —El
estómago de Michelle tardó un momento en retumbar con fuerza. Su mano no
herida fue a su estómago mientras sentía su cara calentarse.
—Lo siento.
—Tienes hambre. Mejor aún. —Jake le guiñó un ojo y la instó a bajar a la
acera—. Resulta que yo también me muero de hambre. Tenía tanta prisa por
llenar el vacío que atropellé a una hermosa mujer en el proceso. Iba de camino 10
a por un bocadillo en Lukas's, y sé que sirve buen café... —Jake miró a su
alrededor con recelo y le susurró—: No le digas a Sara que te lo he dicho.
—¿Y arriesgarme a que deje de hacer sus brownies? ¡No, gracias! —dijo
Michelle con los ojos muy abiertos. Sara era una mujer de setenta años, y hacía
los mejores pasteles de la ciudad. La gente venía de todas partes para comer sus
galardonados brownies.
—Oh, hombre... ¡esos brownies! ¿Qué crees que les pone? —preguntó
Jake.
A Michelle se le hizo agua la boca con solo pensar en los brownies.
—Polvo de hadas y magia.
Jake se rio y la ayudó a pasar sobre un montón de nieve. Entrelazó el brazo
de ella con el suyo.
—Cuidado, no queremos que te caigas.
Michelle se detuvo y le miró fijamente.
—Oh, ¿en serio?
—De verdad. Podrías torcerte la muñeca si aterrizas mal. —Jake le dio una
palmadita en la mano.
—Qué encantador eres —dijo ella, sintiéndose completamente afectada por
este extraño.
Estas cosas no le pasaban a Michelle. Su vida era simple y rutinaria. Jake
la golpeó y fue todo lo contrario. Por otra parte, era diferente a todos los hombres
que habían entrado y salido de su vida.
—¿Funciona? —le preguntó, y le lanzó una tímida mirada lateral. Parecía
que Michelle no era la única afectada por el hechizo que estaba tejiendo este giro
de los acontecimientos.
Michelle miró al cielo mientras fingía reflexionar sobre ello.
—No lo sé. Prometo que derribarme por segunda vez no volverá a
funcionar.
—Maldición, ese era el plan B.
Se detuvo y se encontró riéndose por la sonrisa infantil que acompañaba
sus palabras.
—Eres bien raro.
Le alejó el mechón dela cara.
11
—Sabes, mi madre dice eso mucho. Empiezo a pensar que no es algo
bueno.
C
aminaron por la calle, con los brazos entrelazados, mientras
señalaban diferentes decoraciones navideñas en las fachadas de
las tiendas. Era fácil hablar con Jake. Escuchaba y comentaba
apropiadamente mientras le hablaba de sus padres y su hermana en Florida.
Su genuino interés por su vida era refrescante y se sumaba a su radiante
buen aspecto. El hombre debería estar en la portada de una revista. Era el tipo
de hombre que le da sueños húmedos a las mujeres. Claro, la había atropellado,
pero en el corto paseo había mostrado su lado divertido y dulce.
—¿Vienes aquí a menudo? —preguntó Jake mientras le abría la puerta.
Michelle lo miró.
—No, prefiero cocinar en casa —susurró. 12
La cara de Jake se congeló.
—¿Qué? Bueno, mierda, ¿qué estamos haciendo aquí? —Fingió
exageradamente que la acompañaba de vuelta a la calle—. ¿No? Maldición, no
me puedes culparme por intentarlo —bromeó. Agarrándola de su mano no
herida, la llevó al mostrador y se detuvo—. ¿Tienes algo que pides cada vez que
vienes aquí?
Michelle se lo dijo y vio cómo él le pedía la comida a la cocinera. Aunque
le encantaba quedarse en casa y cocinar para uno, parecía que Jake frecuentaba
el restaurante.
—Vamos, vamos...
—¡Jake! ¿Cómo lo llevas? —preguntó Annie, la esposa de Lukas.
—¡Hola, Annie! Poco a poco.
Michelle observó el curioso intercambio y notó cómo Jake evitaba sus ojos.
Lo que no pudo evitar fue la tristeza de sus palabras.
Jake rodeó con su mano la de ella y dio un paso adelante cuando Annie
volvió a llamar. La sonrisa en la cara de la mujer hizo que el estómago de Michelle
se apretara con los nervios.
—¿Sí, cariño? —le preguntó Jake a Annie.
Ella les hizo una señal a ambos para que levantaran la mirada. Por
supuesto, encima de ellos, junto al mostrador, colgaba el muérdago. Uno fresco,
no uno de plástico falso. Michelle jadeó con sorpresa y miró a la mujer. La sonrisa
de Annie llenó su cara, y le quitó diez años de encima.
—Es una tradición —susurró Jake.
Michelle levantó la vista y levantó una ceja.
—¿Atropellar mujeres, torcerles la muñeca, traerlas aquí y besarlas bajo
el muérdago es la tradición?
Jake se rio entre dientes.
—No, nena. Besar bajo el muérdago. El resto fue una bendición disfrazada.
La última parte salió baja y seductora. Michelle se encontró sorprendida y
excitada por su confesión. Nunca habría llamado una bendición a ser tirada al
suelo. Demonios, todavía había tiempo para que esta noche se fuera a la mierda.
Enfrentémoslo, salió a cenar con un completo desconocido. Podría ser un asesino
en serie, por lo que ella sabía. 13
Mira lo que todos decían de Ted Bundy. Era un hombre encantador e
inteligente cuando no estaba matando mujeres. Michelle se mordió el labio
inferior por ese horrible pensamiento.
—A menos que te haya leído mal, ¿y que no estés soltera o solo estés siendo
educada? —preguntó Jake frunciendo el ceño.
—No —dijo ella con brusquedad.
—¿No, no estás comprometida, o no me besarás bajo el muérdago?
Michelle sonrió.
—Estoy soltera.
—Uf... —Jake exageró un largo aliento—. Sabes bien hacer que un hombre
se retuerza.
Se encontró riéndose de él.
—¿Haces esto a menudo?
Las cejas de Jake se arrugaron.
—¿Hacer qué mucho?
—¿Hacer esperar a una chica para besarla? —susurró Michelle.
Las atrevidas palabras se le escaparon de los labios antes de que pudiera
procesarlas. Sus nervios se estaban volviendo locos mientras se concentraba en
sus labios llenos.
El tiempo se ralentizó cuando Jake registró sus palabras. “All I want for
Christmas is you” de Mariah Carey y la charla tranquila de los pocos clientes
creaban la banda sonora del momento.
—¿Estás segura? —preguntó Jake mientras buscaba en sus ojos—.
Acabamos de conocernos. No espero nada de ti.
Cuando su día empezó, no había anticipado nada diferente de su rutina.
No pudo evitar preguntarse si este era el momento decisivo de su vida en el que
las cosas cambiarían.
—Sí —le dijo, y se pasó la lengua por los labios.
La mano de Jake se acercó a su cuello y le giró la cara. Los párpados de
Michelle se hicieron pesados mientras Jake la estudiaba. Cuando finalmente
bajó sus labios hacia los de ella, la sangre corrió por sus oídos. Sintió una
bocanada caer sobre sus labios. Michelle colocó la palma de su mano contra su
firme pecho para mantenerse recta. Sus labios se encontraron con los de ella, y 14
notó que eran más suaves de lo que había imaginado.
Se tomaron su tiempo con el dulce beso. Era inocente, pero ningún beso
la había hecho arder por dentro antes. El pulgar de Jake acarició su mejilla
mientras la besaba lentamente, manteniendo el calor al mínimo en el restaurante
público.
Demasiado pronto, y para su consternación, la besó por última vez antes
de romper su conexión. Los ojos de Michelle se abrieron de par en par y se llevó
las yemas de los dedos a la boca.
—Vaya... —susurró Jake.
Michelle le dio un pequeño guiño de comprensión. No podía hablar
mientras una miríada de emociones la recorrían. El beso duró solo unos
segundos para cualquiera que lo viera, pero su poder fue doble.
Jake entrelazó sus dedos y la llevó a una cabina en la esquina. Se hizo a
un lado para que ella pudiera sentarse sobre el banco cuando sonó su teléfono.
Miró el identificador de llamadas y Michelle vio cómo su cara se suavizaba.
—Lo siento, tengo que contestar.
Michelle agarró su propio teléfono y no pudo evitar escuchar la
conversación unilateral.
—Oye, ¿todo bien?... Bien, sí. Puedo hacerlo... ¿Lo necesitas ahora?... —
Jake se rio, y Michelle notó la diversión en sus ojos. A la luz de la cena, pudo ver
finalmente que eran de color avellana—. Oye, tú te casaste con ella. —Jake miró
a Michelle de reojo antes de añadir—: Me debes una grande.
—¿Está todo bien? —preguntó Michelle mientras él terminaba la llamada.
Jake suspiró.
—Sí. Mi mejor amigo —dijo mientras levantaba el teléfono—. Necesita que
recoja algunas cosas. Lo siento mucho, pero tengo que pedir mi bocadillo para
llevar.
—Ah... está bien. —La decepción la llenó mientras miraba sus manos
dobladas.
Jake se sentó a su lado y giró su cuerpo para mirarla.
—Realmente me gustaría retomar esto donde lo dejamos. ¿Crees que
podrías darme otra oportunidad?
Examinando su cara, Michelle encontró sinceridad en sus palabras. ¿Qué
era lo peor que podía pasar?
15
Me deja plantada, muere, está casado, me asesina...
Michelle detuvo esos pensamientos, recordándose que tenía que dejar de
ver programas de crímenes. Cerrando los ojos un segundo, reorganizó sus
pensamientos.
—¿Es eso un no? —preguntó Jake cuando ella se tomó un momento
demasiado largo para responder—. Estaría dispuesto a rogar si te gustan ese
tipo de cosas.
Sus ojos se abrieron de golpe cuando él movió su peso a su lado.
—¿Qué? No, no tienes que hacerlo. Sí, podemos intentarlo de nuevo.
—¡Oh, bien! Es un alivio. La última mujer que atropellé llamó a la policía...
—¿Qué? —chilló Michelle.
Jake se rio, echando la cabeza atrás.
—Oh, hombre, tu cara. Te estoy tomando el pelo, nena.
Su mano cubrió la de ella, y su cara se puso seria.
—Realmente me gustaría salir de nuevo. Preferiblemente a propósito y sin
interrupciones.
—A mí también me gustaría...
—Aquí tienen, niños —dijo Annie, poniendo sus platos sobre la mesa.
—En realidad, Annie, parece que tengo que irme antes de lo que quería.
¿Alguna forma de envolver eso para llevar y añadir uno de ensalada de pollo con
pepinillos extra a mi bolsa? —Jake le sonrió dulcemente a la mujer mayor.
Annie miró entre ellos, y sus cejas se arrugaron.
—Puede que no sea joven, pero conozco un beso prometedor. ¿Qué
demonios has hecho, Jacob?
—¡Eh! —lloriqueó Jake, con la mano contra su pecho en señal de
indignación.
—No hizo nada. Ha surgido algo. ¿Puedes envolver el mío también? —le
dijo Michelle.
Annie miró entre ellos una vez más antes de levantar los dos platos y
murmurar para sí misma.
—Los niños de hoy en día... hay que hacerles entrar en razón.
Michelle y Jake se rieron de la línea de retirada de Annie. Él se volvió hacia 16
ella, y el más dulce y triste suspiro que hubiera oído se le escapó de los labios.
Su corazón latía rápidamente por la mirada que le dirigió. Conoció a este hombre
hace apenas una hora, pero algo de todo esto la hacía sentir como si lo conociera
de toda la vida.
Realmente era la cosa más extraña.
—¿A dónde fuiste cuando te caíste?
—¿Me caí?
Jake se frotó la mejilla áspera.
—Bueno, me miraste y te caíste.
—Vaya, qué ego. —Michelle se rio.
Se quitó la pelusa inexistente de su pecho.
—No puedo evitar que las mujeres caigan a mis pies.
Michelle vio como la cabeza de Jake se movía hacia ella con el impacto de
la mano de Annie.
—¡Ay! ¿Por qué fue eso? —le preguntó Jake a Annie mientras dejaba caer
las bolsas y se alejaba.
Nunca obtuvo respuesta. La mujer sacudió la cabeza y le lanzó una mirada
de enfado mientras ocupaba su lugar detrás del mostrador una vez más.
—¿Haces migas con las mujeres en todos los lugares a los que vas? —se
burló Michelle.
—Debo estar perdiendo mi encanto. —Bajó la vista para ver la notificación
del mensaje que iluminaba su teléfono—. Será crío —murmuró en la pantalla
antes de que sus ojos se encontraran con los de ella—. ¿Puedo acompañarte a
tu auto? ¿O te vas a casa a pie?
Michelle señaló su teléfono.
—Suena como si te estuvieran llamando.
—Puede esperar el tiempo que me lleve acompañarte a algún sitio.
Su estómago se revolvió ante esas palabras. Tan simple y, sin embargo, la
dulzura de todo ello la hizo sentirse especial. Algo que un hombre no la había
hecho sentir durante mucho tiempo.
—Mi auto está a un par de cuadras en la dirección de la que acabamos de
venir.
Jake puso dinero sobre la mesa para cubrir la comida y le ofreció su mano.
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Ella la tomó, y él la ayudó a salir de la cabina. Se negó a dejar que llevara su
propia comida y la llevó más allá de los ojos curiosos del restaurante.
La nieve caía una vez más, y los copos de hielo caían sobre su cálida piel.
Después de soltarle la mano, ella se ajustó la bufanda y él se subió el cuello a
su abrigo. Con una tímida sonrisa, ella volvió a meter su mano desnuda en la de
él. Sabía que hacía demasiado frío para ir sin guantes, pero quería sentir su
cálida piel contra la de ella.
—Probablemente no estarás de acuerdo conmigo, y es una mierda decir
eso, pero...
—¿Pero? —preguntó Michelle.
Su sonrisa iluminó su cara mientras la miraba.
—Me alegro mucho de haberte atropellado.
Ella apoyó su cabeza contra su brazo y se rio.
—Sí, tienes razón. Es una mierda y, créeme, mi muñeca no está para nada
de acuerdo contigo, pero...
—¿Pero? —se burló.
Michelle suspiró y juguetonamente puso los ojos en blanco.
—Me alegro de que me hayas tirado al suelo yo también.
Jake se rio.
—Y eso que no fue un placaje.
Ella levantó la ceja con incredulidad.
—Cómo que no.
Jake solo se rio. Le soltó la mano y le rodeó los hombros con el brazo. Las
mariposas hicieron su hogar en el estómago de ella cuando él las tocó.
—¿Ese es tu auto? —le preguntó, mirando al único vehículo que quedaba
en el estacionamiento.
—Sí —susurró. Michelle no pudo evitar sentirse triste porque la noche
estuviera llegando a su fin. Estaba acostumbrada a la rutina de su vida, y esta
noche estaba lejos de la norma. Podría acostumbrarse a esta norma, y eso la
asustaba un poco.
Jake esperó pacientemente junto a su auto mientras ella buscaba sus
llaves.
—¿Me das tu teléfono? 18
Michelle se lo dio mientras buscaba más en su bolso. Esto era un problema
diario para ella. Necesitaba dejar de tirarlas o encontrar un bolso más pequeño.
Levantando la mirada después de que sus dedos sintieran el frío metal, encontró
a Jake introduciendo su número en su teléfono. Un momento después, el de él
empezó a sonar.
—Aquí tienes. Ahora nuestras muñecas están a salvo de las caídas. ¿Cuál
es tu apellido, Michelle con un esguince en la muñeca?
Sacudió la cabeza y sonrió.
—Harper, ¿cuál es el tuyo? ¿Ataque defensivo?
—Smith.
—Nope... ¡estás mintiendo! —Michelle le golpeó el brazo juguetonamente.
—Jurado por...
—¡No digas eso! ¡Es mala suerte! —gritó Michelle.
Le tocó a Jake mirarla como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Quién lo dice? Es solo una frase infantil.
—¡No lo hagas! —Michelle miró al suelo y suspiró. No pudo evitar sentirse
tonta por ser supersticiosa.
—Vale, nena, no lo haré. Mi apellido realmente es Smith. ¿Por qué no me
crees?
Se encogió de hombros.
—Lo siento... es que es muy genérico.
Jake puso su dedo debajo de su barbilla y la inclinó hacia él.
—Probablemente sea uno de los apellidos más lamentables, pero es el mío.
No estoy seguro de lo que algún imbécil anterior ha dicho o hecho para que
sientas que me lo estoy inventando, pero no es así como funciono yo. Realmente
me divertí esta noche, y realmente quiero verte de nuevo.
Se le quedaron copos de nieve en el cabello, y ella se encontró cayendo en
sus ojos ante su tranquilidad. Si esta noche ocurriera durante una cálida noche
de verano, no sería tan mágica como en ese momento.
—Salvo por lo obvio, yo también me divertí mucho.
Jake la presionó contra el frío auto. Sus manos se clavaron en el cabello
de su nuca y su boca se unió a la de ella. Este beso fue más fuerte que el anterior.
Sus labios eran más firmes y a la vez suaves. La sensación de su lengua a lo
19
largo de la costura de la boca de ella la hizo sentir muy bien. Michelle separó sus
labios, y Jake profundizó su beso. Acarició con su lengua la de ella. Exploró su
sabor, gimiendo de satisfacción. Le mordisqueó los labios.
Fue una avalancha de sentimientos y, de lejos, el mejor beso que Michelle
hubiera experimentado en su vida. El hombre sabía cómo besar, y no tenía miedo
de hacerse cargo. Se derritió por su contacto y se sentía agradecida por el auto
que la sostenía.
Cuanto más largo era el beso, más atrevida se volvía. Michelle deslizó su
lengua a lo largo de la de él y chupó el suave y dulce músculo. Cuando el gemido
de Jake llegó a sus oídos, sus pezones se arrugaron.
Sus manos no habían dejado su lugar en su cabeza, manteniéndola quieta
para su consumo, y estaba a segundos de rogarle que explorara su cuerpo.
La noche estaba tranquila, y solo se oía su laboriosa respiración. Era como
si el tiempo se hubiera congelado para este momento. El apasionado beso la
calentó hasta la médula y la dejó con ganas de saber si su química explosiva los
seguiría bajo las sábanas.
Zumbido.
El sonido estaba tan fuera de lugar que Michelle se congeló hasta que lo
escuchó de nuevo.
—¿Jake?
—Aj... tengo que irme.
Jake frotó con sus labios los de ella una vez más antes de retroceder y
abrirle la puerta. Esperó hasta que ella se instaló y le prometió que la llamaría o
enviaría un mensaje más tarde esa noche con planes de reunirse pronto.

20
M
ichelle puso el plato limpio en el escurridor, agarró su copa de
vino pinot noir y salió de la cocina. Después de dejar la copa, se
puso cómoda en su lugar en el sofá. Con su cálida manta con
forma de copo de nieve sobre su regazo y el fuego encendiendo el salón, alcanzó
su libro.
Con el libro en una mano y el vino en la otra, se concentró en las palabras
que tenía delante. Una hazaña inútil. Habían pasado dos horas desde que se
alejó de Jake, y tenía un gran problema.
No podía dejar de sonreír.
No importaba que no hubiera llamado o enviado un mensaje todavía. No
estaba a punto de enloquecer, pero la sonrisa tenía que parar. Si no podía
controlarlo, Janey la interrogaría. No estaba preparada para compartir su noche
21
mágica con nadie.
Ni con Janey, ni con su mamá, ni siquiera con su hermana.
Sentía la necesidad de proteger y conservar esos recuerdos. Claro, al final
se los contaría. Michelle no sabía si esta noche se convertiría en algo más o si
era solo un momento mágico entre una serie de momentos normales.
Su estómago aún se revolvía cuando recordaba los besos que Jake y ella
compartieron. Fueron perfectos. Un equilibrio perfecto de labios, lengua y
mordiscos. Lo que no podía superar fue la sensación de volver a casa. Fue la
cosa más extraña que hubiera experimentado en la noche... en su vida, de hecho.
Levantó las páginas y leyó unas cuantas frases más antes de imaginarse
los ojos de Jake mirando los suyos.
—¡Maldita sea, Michelle! ¡Contrólate! —se regañó.
Necesitaba relajarse, bajar de toda la excitación. Después quitarse la
manta del regazo, recogió el libro y el vino y se dirigió a su baño. Después de
dejarlos, abrió el grifo de la bañera con agua caliente y se quitó la ropa.
Cada vez que llegaba a casa con el estrés del trabajo, se preparaba un
baño. No se lo admitiría a nadie, pero incluso llevó su cena a la bañera una o
dos veces. El agua caliente tenía una forma especial de calmarla y aliviar sus
problemas.
No esta noche...
Treinta minutos más tarde se sirvió otra copa de vino, esta vez hasta el
borde, y se acurrucó en su cómodo sillón. Tenía el vientre caliente por el alcohol
y su mente empezó a ir más despacio.
—Por fin. —Suspiró, y tomó otro trago.
Las palabras de la página se desenfocaron una vez más. No por su mente
errante, sino por su estado inducido por el vino. En pocos minutos, se encontró
en los brazos de Jake.
Su vello facial le hacía cosquillas en el cuello, haciéndola temblar de
necesidad. Michelle pasó sus dedos por su demasiado largo cabello mientras él
le daba besos suaves a lo largo de la columna de su cuello. Tenía el cuerpo en
llamas por este hombre. Quería sentir sus músculos bajo sus manos y explorar
su cuerpo con su boca. Necesitaba que sus manos se encontraran con su propia
piel.
El nivel de necesidad y deseo que sentía abrumaba sus sentidos. Un
zumbido de deseo envolviendo sus cuerpos. Sus toques compartidos eran dulces
22
y bastante inocentes, no como los zarcillos que intentan atrapar al otro.
Jake metió un brazo debajo de sus rodillas y la arrastró a sus brazos.
Capturó sus labios, los abrió con sorpresa y la sostuvo cerca de él. Envolviendolo
con sus brazos, ella inclinó su cabeza y profundizó su beso.
—Más... —suplicó entre los besos.
Justo cuando Jake la acompañó a la cama con la intención de darle lo que
quería, un zumbido los separó.
Michelle abrió sus secos ojos y miró las brasas brillantes de su fuego
moribundo. Una rápida mirada al reloj le dijo que era más de medianoche. Las
sirenas de los camiones de bomberos, que la despertaron de su sueño y le
impidieron llegar a las cosas buenas, apenas se podían oír ahora.
Exhausta, Michelle hizo la manta a un lado en un montón, agarró su
teléfono y se fue a la cama. Conectó su teléfono y vio los mensajes perdidos
cuando se encendió.
Jake Smith: ¡Hola, hermosa! Fue genial encontrarme hoy contigo. Me
gustaría que nos volviéramos a ver, esta vez sin causarte daños físicos.
Jake Smith: A menos que, por supuesto, cambiaras de opinión.
Jake Smith: ???
Los tres mensajes tenían unos treinta minutos de diferencia. Aturdida por
el sueño, ignoró la hora y fue a responder.
Michelle Harper: ¡Hola! Lo siento, me quedé dormida. ¿Qué sugieres que
no implique un viaje a urgencias?
Dejó el teléfono y se metió en la cama. Esta vez, el sueño llegó lentamente
mientras repetía su noche, memorizando detalles que no quería olvidar.
Cuando despertó unas horas después, suspiró al saber que nunca había
terminado su sueño. Levantando su mano, probó su muñeca y se sintió aliviada
al encontrarla solo un poco sensible. Michelle agarró su teléfono y dejó a un lado
la decepción de que Jake no le hubiera contestado. Después de ver la hora, se
dijo que seguiría dormido.

23

Tiró su teléfono en su bolso y salió. El suelo cubierto de nieve era hermoso


y perfecto para las compras de Navidad. Gracias a las máquinas quitanieve, pudo
conducir hasta la ciudad. Tenía un ahijado que vendría cualquier día al que tenía
que consentir.
A mitad de camino hacia la ciudad, el Bluetooth de su auto empezó a
sonar.
—¡Hola!
—Por favor, dime que todavía vas a ir de compras. —La voz desesperada
de Janey llenó el auto—. Necesito salir de aquí.
—Estoy ahora de camino. —Los dedos de Michelle apretaron el volante y,
cuando su muñeca le recordó que seguía un poco sensible, soltó el firme agarre—
. ¿Qué pasa, cariño?
—Imbéciles... todos son unos imbéciles —murmuró.
Michelle tragó su risa.
—¿Quienes?
—¡Todos!
—Cariño, pon a Eric al teléfono.
Por cómo sonaba, Janey había dirigido sus palabras a quienquiera que
estuviera en la habitación con ella. Las voces apagadas en el fondo se mezclaban
con otros ruidos.
—¿Chelle? —Llegó la voz de Eric.
—¿Qué está pasando, Eric? —preguntó Michelle.
—¿Puedo llevártela? —preguntó, sonando exhausto—. No quiero que
conduzca.
Michelle miró alrededor y encontró un lugar para estacionar.
—Por supuesto. Estaré en Le Boutique. Ella sabe dónde está.
—Está bien. Estaremos allí pronto —dijo Eric—. Oye, ¿Chelle?
24
Estaba a un segundo de apretar el botón para finalizar la llamada en su
volante y casi se perdió sus últimas palabras.
—¿Sí?
—¡Gracias! —susurró, y terminó la llamada.
Michelle no estaba muy segura de lo que pasaba, pero sabía que tenía que
darse prisa. Su primera parada era para comprar el regalo de Janey y ahora solo
tenía un poco de tiempo para hacerlo.
Agarró su bolso y se apresuró a cruzar la acera hacia la tienda. El timbre
de la puerta la anunció y saludó a la hija adolescente del dueño. Michelle
encontró los brazaletes y los examinó hasta que encontró el que buscaba.
—Hola, Colleen —le dijo a la adolescente.
—¡Hola, señora Harper!
Michelle se rio.
—Llámame Michelle. Me haces sentir vieja.
La chica se rio y agarró el brazalete.
—¡Oh! ¡Este es uno de mis favoritos!
—Es un regalo para Janey. ¿Puedes envolverlo rápidamente? Está en
camino y no quiero que lo vea. —Michelle miró por las ventanas del frente.
—¡Claro!
Michelle pagó el regalo y puso la cajita en su bolso, lejos de miradas
indiscretas. Se dirigió a una de las vitrinas cuando su bolso vibró. Pensando en
Eric y Janey, lo buscó en su bolso grande.
Jake Smith: ¡Buenos días, hermosa! ¿Cómo sientes hoy la muñeca?
Una sonrisa dividió su rostro y su estómago dio vueltas y cayó ante el
simple pero emocionante mensaje. Se mordisqueó eñ labio inferior mientras
daba golpecitos para responder.
Michelle Harper: ¡Buenos días! Está bien, solo un poco dolorida.
Jake Smith: Siento no haber recibido tus mensajes anoche. ¿Te gustaría
cenar esta noche, digamos sobre las seis?
Michelle Harper: Depende...
Jake Smith: ¿De qué?
Michelle Harper: ¿Implicará un viaje a la sala de emergencias? 25
Jake Smith: No lo sé. Tal vez sea tu turno de placarme a mí.
Estalló en un ataque de risa cuando su mente privada de sexo consideró
abordarlo de otras maneras.
Michelle Harper: No prometo nada, Jake Smith.
Jake Smith: No puedo dejar de pensar en ti, Michelle Harper.
La alegría la llenó ante su confesión. Saltó por dentro, lejos de miradas
indiscretas.
Michelle Harper: ¿Dónde debería encontrarme contigo?
Jake Smith: Puedo recogerte si quieres. ¿Cómo suena A Hoppy Place?
Tienen comida y es una cervecería local.
Michelle Harper: Oh, ¡hacen una hamburguesa muy buena! Si te parece
bien, te veré allí... esta vez.
Jake Smith: Oh, me gusta la forma en que suena eso. ¡Nos vemos a las
seis!
Michelle Harper: ¡Hasta luego!
Janey agitó su mano en dirección a Michelle.
—¡Tierra llamando a Chelle!
Michelle sintió su rostro sonrojarse al ser sorprendida con la guardia baja
mientras le enviaba un mensaje a Jake.
—¿Qué está pasando? —Janey entrecerró los ojos y se acercó unos metros
más—. ¿Conociste a alguien?
El teléfono en la mano de Michelle volvió a vibrar. Ignorando a su amiga,
bajó la mirada y anotó la vista previa del mensaje en su pantalla de bloqueo.
Jake Smith: ¿Ya son las seis?
—¡Oh, Dios mío! ¡Conociste a alguien! ¡Cuéntamelo todo sobre él! —gritó
Janey, causando que la pareja de clientes que entraron después de ella se
giraran y ñlas miraran fijamente.
—No. Primero tienes que decirme qué demonios está pasando. Pensé que
habías decidido quedarte en casa y terminar de armar la habitación del bebé —
preguntó Michelle, evadiendo el interrogatorio.
Janey entrecerró los ojos en su dirección.
—Me echaron de la habitación. Ahora dime quién es. 26
—¿Cómo que te echaron?
Janey frotó su barriga y suspiró.
—¿Recuerdas que te dije que mi hermano iba a venir a la ciudad? Bueno,
está aquí y un viejo amigo nuestro también ha estado pasando el rato con
nosotros. Los tres no paran de hacerme sentarme en el sofá. No paran de decir
que necesito descansar. Han pasado veinticuatro horas con ellos y he perdido la
cabeza. Finalmente, Eric concedió dejarme salir de la cárcel. Pensé que, si estaba
contigo, podría sacar a Bobby, conseguir mi tiempo de chicas y no escuchar más
de sus mierdas.
Michelle no podía dejar de sonreír.
—Cariño, necesitas descansar.
—¡Tú también no! —gimió—. De todas formas, ¡escúpelo!
Sonrió.
—No. Qué tal si te prometo que no te regañaré por descansar si no me
interrogas sobre este tipo.
Janey sonrió triunfalmente.
—¿Entonces hay un hombre?
Michelle suspiró y decidió decirle algo vago.
—Sí, lo hay. Te lo contaré todo sobre él más tarde. No estoy lista ahora. Ni
siquiera sé todavía si habrá un hombre para mañana.
Janey intentó cruzarse de brazos antes de darse cuenta de que era casi
imposible sobre su gran barriga y sus tetas de futuras madre.
—Eres lo peor.
—Sí, lo soy. Pero... ¡hoy puedes ir de compras conmigo y no te voy a
regañar por descansar! —Michelle se rió y entrelazó su brazo con el de ella—.
¡Vamos de compras!
—Bien. Ganaste esta ronda. —Janey hizo un puchero.
Se movieron de tienda en tienda al ritmo de Janey. Unas cuantas veces,
Michelle notó a su amiga con más dolor del que dejaba ver. Como prometió
dejarlo pasar, se guardó sus observaciones para sí. Eric le envió uno o dos
mensajes para ver qué tal estaba Janey y ella se lo hizo saber.
Alrededor del almuerzo, Janey trató de persuadirla de almorzar con los
hombres y ella, pero Michelle se las arregló para escaparse. Su amiga estaba
empeñada en enrrollarla con Scott, el hermano de Janie, pero Michelle no estaba
27
interesada. Especialmente ahora que había conocido a Jake.
Michelle dejó a Janey y condujo a casa para prepararse el almuerzo. No le
había mentido a Jake. Le gustaba mucho cocinar y lo prefería a salir. Claro que
había ciertas cosas que le gustaban de otros lugares, pero algunas sabían mejor
en sus manos que en las de otras.
La hamburguesa de Hoppy’s era una cosa que no le importaba comer
fuera. Podía hacer una hamburguesa sabrosa ella misma, pero servían una salsa
especial de cerveza que no podía recrear. Después de muchos intentos fallidos,
agitó su bandera blanca y aceptó la derrota.
Tic. Toc.
Tic. Toc.
Michelle estaba a punto de perder la cabeza. El tiempo pasaba lentamente.
No solo hizo su almuerzo y lo comió, sino que incluso limpió su baño y terminó
de lavar la ropa. Faltaban dos horas para que pudiera volver a salir con Jake.
—¡No me voy a convertir en esa mujer! —se regañó. Se negaba a ser la
mujer que estaba al lado del teléfono o la que llegaba temprano para una cita.
Con las manos en las caderas, expulsó todo el aire de sus pulmones y bajó la
cabeza.
Cuando abrió los ojos, notó el esmalte de uñas astillado en los dedos de
los pies y sonrió. No hacía tanto calor como para mostrar sus pies, pero le
encantaba ver una capa nueva brillando. Esto lo podía hacer por sí misma y
pasaría el tiempo.

28
J
ake Smith: Nos conseguí una cabina cerca del bar. ¡No puedo
esperar a verte!
Michelle sonrió ante el mensaje cuando se acercaba a
Hoppy’s. El calor de la gran chimenea del frente la golpeó
inmediatamente. Pasó por delante del concurrido puesto de la anfitriona y se
dirigió hacia el área más cercana al bar. Escaneando a la multitud, lo encontró
fácilmente. Tenía su teléfono sobre la mesa, pero sus ojos estaban sobre ella en
el momento en que se vio.
Ese rostro de revista que no podía olvidar le envió una sonrisa de oreja a
oreja mientras se levantaba de su asiento. Llevaba una sencilla camiseta de
manga larga de color gris y oscuros vaqueros desteñidos. Nada especial y, sin
embargo, estaba sexy con ellos. 29
—Michelle —dijo, y la tomó en sus brazos.
No hubo beso, solo un cálido abrazo antes de que la ayudara a quitarse el
abrigo. Sus ojos escanearon su suéter negro y vaqueros ajustados antes de
retroceder y dejarla sentarse.
—¡Vaya, está increíble!
—Tú tampoco estás nada mal —le respondió, echando otro vistazo.
—Me siento un poco mal vestido —dijo con un guiño.
Michelle se rio.
—¿Por qué? Vamos a juego, más o menos. Vaqueros y suéteres.
Jake miró su propia ropa antes de comparar. Se rio antes de ponerle los
ojos seriamente en ella.
—¿Eres una mirona? Quizás sí debería haber cerrado las ventanas
mientras me vestía.
Le dio un golpe en el brazo mientras se reía.
—¡Cállate! No lo hice. ¿Tal vez fueras tú el que se asomó a mi ventana?
El camarero se detuvo en la mesa con agua, terminando así sus fáciles
bromas. Los ojos del hombre se posaron sobre sus pechos y ella luchó contra el
impulso de ajustarse su suéter. Miró a Jake y vio un rápido destello de molestia.
—¿Sabes lo que quieres tomar? —le preguntó.
Michelle miró de Jake al camarero.
—Glenfiddich de dieciocho años, limpio y un vaso pequeño con hielo.
—Y yo tomaré Eclipse Total.
El camarero le echó un último vistazo a sus pechos antes de irse. Jake giró
su cuerpo hacia ella y ella notó el ligero ceño fruncido en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó.
Sus ojos se alejaron antes de fijarse en los de ella.
—Siento que yo debería preguntarte eso.
Entrecerró los ojos, frunciendo el ceño.
—¿Por qué?
Sacudió la cabeza y se frotó con una mano su rostro, claramente molesto.
—No importa... No esperaba que fueras una bebedora de malta. 30
Se encogió de hombros.
—Depende de mi humor. Anoche disfruté de una copa de vino. ¿Qué es
Eclipse Total?
—Bueno, es cuando la luna cubre el sol y nos quedamos en la oscuridad.
—Su tono era tan serio que no pudo evitar reírse.
—Pues claro, sabelotodo. Aunque estaba preguntando por la bebida.
Captó una vez un vistazo de su encantadora sonrisa.
—¡Oh, eso! Es una deliciosa bebida de mantequilla de cacahuete y
chocolate negro que hacen aquí.
Michelle sintió que se relajaba en su presencia, incluso cuando había una
pausa en la conversación. Estaban hablando de sus bebidas favoritas cuando el
camarero puso sus vasos delante de ellos. Jake le pidió más tiempo al camarero
mientras se acercaba con el whisky y el hielo.
Movió dos cubitos del vaso de hielo y los puso en el vaso con su whisky de
malta. Los ojos de Jake estaban centrados en sus manos, pero todo lo que podía
ver era la agitación de su rostro.
—¿Qué he hecho? —preguntó.
—¿Eh? ¿Qué?
Michelle se enderezó en su asiento y lo miró.
—No lo sé. Pareces disgustado y no lo estabas hace poco. ¿He...?
—¡No! —Jake puso su brazo detrás de ella, colocó su pierna en el banco y
se enfrentó a ella—. Lo siento. No quiero parecer un imbécil posesivo. Quiero
decir, esta es solo nuestra primera cita.
—Entonces, ¿qué está pasando?
—Ese camarero... —Jake sacudió la cabeza.
—¿Qué pasa con él? —preguntó, tratando de recordar si conocía al hombre
de otro lugar.
—No deja de mirarte el pecho y me está molestando.
—Ah, te entiendo. —El alivio llegó a ella. Lógicamente, sabía que no había
hecho nada malo pero, sin conocer a Jake, no estaba del todo segura de ello—.
Sí, yo también me di cuenta de eso. Solo lo estoy ignorando. 31
—¿Solo lo ignoras? —Levantó la ceja con incredulidad.
—¡Sí! —Sonrió.
—Muy bien, entonces lo ignoraremos. —Jake tomó un sorbo de su cerveza
y sonrió.
—¿Así de buena? —preguntó, señalando con la cabeza la cerveza.
—Deliciosa, ¿quieres probar? —le ofreció.
Sacudió la cabeza mientras se llevaba su propio vaso a los labios. El líquido
cubrió su garganta y la calentó desde el interior.
—Para que conste.
—¿Sí? —preguntó.
—Los hombres no pueden ignorar a una mujer como tú. —Jake levantó su
menú, y ella no pudo evitar mirarlo fijamente.
Después de un minuto, se dio cuenta de que él no iba a decir nada más
sobre el tema. Michelle tampoco sabía cómo responder, así que siguió su
ejemplo. Sus ojos estaban desenfocados al principio mientras miraba la selección
de hamburguesas. Su conversación fluyó hacia lo que cada persona comió en
visitas anteriores antes de que ella lo sintiera tensarse a su lado.
—No vale la pena —le dijo mientras el camarero se alejaba con sus
pedidos—. Aprecio tu necesidad de defenderme.
Jake se encogió de hombros después de echarle un vistazo.
—¿Qué tal si me explicas cómo es que sigues soltera?
Michelle se rio.
—Lo dices como si yo eligiera ir a una casa vacía, día tras día.
—No...
—Supongo que no he conocido a la persona adecuada. Mi mejor amiga
siempre está tratando de jugar a ser casamentera. —Su mente vagó por la
cadena de hombres con los que Janey le había organizado citas. Ninguno había
encajado conella.
Jake sonrió y una parte de ella suspiró.
—Veo que no hay suerte.
—No.
—¿Y tú? ¿Por qué estás soltero? —preguntó, y tomó un sorbo de su whisky. 32
—Porque nunca puedo pasar de esa pregunta.
Una dureza rodeaba las palabras de Jake. Dolor. Enojo. Tristeza. Nada de
lo que Michelle esperaba.
—¿Qué quieres decir? —preguntó después de darle tiempo, esperando que
se explicara.
Jake respiró profundamente y lo dejó salir lentamente.
—Hace dos años, perdí a mi esposa y a mi hija.
Su cuerpo se congeló cuando escuchó sus palabras como un bucle en su
cabeza. Ninguno de los dos habló mientras él la dejaba procesar la información.
¿Perdido? Si hubieran huido, ya lo habría aclarado. La sangre de Michelle se
enfrió. Parte de ella quería abrazarlo y decirle cuánto lamentaba escuchar eso.
La otra parte de ella, la que sabía muy poco sobre este hombre, gritó que
mantuviera su trasero en su sitio.
Michelle asintió cuando Jake la miró, diciéndole sin palabras que lo había
escuchado. Jake bebió profundamente de su cerveza y comenzó a apagarse
emocionalmente. Odiaba que hubiera perdido su mundo.
Apoyó la cabeza en su hombro y sintió que se aflojaba una fracción la
rigidez de sus músculos.
—A uno de los chicos con los que me organizó una cita lo vi varias veces.
Nos llevamos bien la primera vez, así que acepté otra. Un par de cosas sonaron
mal en la segunda cita, pero me dije que era porque era demasiado quisquillosa.
No pude volver a verlo después de la tercera cita. Mi alarma interna estaba
sonando.
—¿Qué pasó? —preguntó Jake, y le besó la coronilla.
—Era un profesor asociado en la universidad. Resultó que también estaba
atacando sexualmente a algunas de las mujeres.
—Vaya... —Jake se alejó. Sus ojos buscaron los de ella—. ¿Alguna vez...?
—¡No! Gracias a Dios, no lo hizo.
Jake rodeó con sus hombros su brazo y la acercó.
—Me alegro de que escucharas tu instinto.
—A mí también. —Lo miró. Sus labios la invitaban a acercarse y ella los
siguió. Usó sus labios y su lengua para decirle cuánto sentía su pérdida. Cada
33
paso de su lengua por la de él era para calmar el dolor. Él acunó su rostro y
ralentizó su beso.
Michelle puso su cabeza en su hombro.
—Lo siento.
—Yo también. ¿La parte más difícil?
Michelle entrelazó sus dedos con los de él.
—¿Sí?
—Aprender a vivir sin ellas.
Su comida llegó en ese momento. Jake le apretó la mano y la soltó para
que pudiera sentarse. Compartieron una dulce sonrisa antes de ir a por su
comida. La conversación pasó a temas más ligeros. Dónde fueron a la
universidad, los favoritos y los relatos divertidos de la infancia.
Michelle se confiaba bien en los hombres después del profesor. Las señales
de que las cosas no eran como parecían destellaban por su mente, pero solo
podía recordarse que, en retrospectiva, tenía veinte años. Desde entonces,
escuchaba cada chispa que se encendía en sus entrañas. Especialmente cuando
salía con un completo desconocido.
Jake era diferente. Sin el impacto inicial de su encuentro, era como un
hogar para ella. La asustaba muchísimo. ¿Le estaba su mente jugando una mala
pasada? Obviamente seguía llorando a su mujer y a su hija. Y no es que pudiera
culparlo.
Michelle solo podía imaginar lo que era perder a alguien tan especial. La
vida sería la peor forma de castigo. No sabía cómo perdió a su esposa, pero se
preguntaba si se sentía culpable por su propia participación en su muerte.
Michelle dejó todo esto a un lado, recordándose que le diría más cuando
estuviera listo. No era exactamente información de primera cita.
—¿Michelle? —preguntó Jake, entrando en sus pensamientos. Tenía la
mano sobre su muslo, cerca de su rodilla, y el calor de su carne se filtraba a
través de sus pantalones.
Ella lo miró desde su plato vacío.
—¿Sí? Lo siento, yo...
—Te has ido de viaje. ¿Estás bien?
—Estoy genial —dijo, pero las palabras sonaban forzadas y todo menos 34
genial.
Jake se volvió hacia ella otra vez. La miró por un momento, y sus cejas se
juntaron.
—No, no lo estás. ¿Demasiada información en la primera cita?
Ella le sostuvo la cara ante sus calladas palabras.
—No. No demasiada. —Michelle suspiró antes de morderse el labio
inferior—. Como puedes imaginar, soy cuidadosa con las citas. Me contengo.
—Sí, pero esta mierda es dura. En tu caso incluso da miedo.
Michelle se rio.
—Sí, puede ser. Aunque mi miedo esta vez es completamente diferente. —
La confesión salió mientras ella se concentraba en el pecho de él.
Jake le levantó la barbilla con un dedo, obligándola a mirarlo a los ojos.
—¿Te importaría explicarte?
—¿No? —Sonrió.
Una sombra cruzó su cara.
—Está bien.
Cuando Jake rompió su conexión, ella se arrepintió de haber evitado su
pregunta. Levantando su mano a su mejilla, le tocó a ella abrirse un poco.
—Me gustas, Jake.
—Estoy sintiendo un pero ahí.
Ella tembló.
—Pero me da un miedo de muerte.
Él frotó sus labios contra los de ella. Este beso suave y susurrante fue de
naturaleza dulce, a diferencia de los anteriores, tan apasionados.
—Yo también tengo miedo. Eres la primera mujer que me ha derribado de
mi silla de la pena.
Se rio.
—Estoy bastante segura de que eres la que ha hecho el derribo.
—Cierto. Solo digo que, antes de que te tocara en la acera, estaba
perfectamente contento con sentarme y llorar a mis chicas. He llevado este dolor
durante tanto tiempo que la idea de seguir adelante duele. Yo también tengo
miedo. 35
—¿T
odavía hay un hombre? —preguntó Janey.
Michelle se quitó el teléfono de la oreja y se
quedó mirando la pantalla.
—¿En serio?
—Sí, en serio. ¿Sigue habiendo un hombre hoy? Si es así, ¡cuéntame todo
sobre él! ¿Qué aspecto tiene? ¿Se han besado? ¿Es un buen besador? ¿Es su
salchica gruesa? ¿Larga? ¿Pequeña? ¡Oh, Dios! Espero que no sea pequeña. ¿Es
pequeña?
Michelle se cubrió los ojos con el brazo y gimió. Eran las seis y media de
la mañana, y Janey estaba pidiendo un resumen de Jake. En domingo.
Respirando profundamente para no gritarle a su amiga embarazada, se 36
calmó.
—Janet McCleod, te quiero. Agradece que lo haga, porque cualquier otra
persona que me llame a esta hora impía en un fin de semana sin una emergencia
real no volverá a saber de mí. En este momento estoy no pensando en él para
torturarte tanto como tú me estás torturando a mí en este momento. Bien. Adiós.
Michelle presionó el botón de colgar de la pantalla, puso su teléfono en
silencio y se dio la vuelta. Esperaba poder volver a caer en el sueño del que se
había despertado. Ella y Jake se encontraban empapados en una gran bañera
mientras sus manos exploraban su cuerpo. Ese incesante timbre la había sacado
de su sueño justo cuando los inteligentes dedos de él llegaban a los pliegues
resbaladizos entre sus piernas.
Su piel brillaba con el sudor, y sus pezones se arrugaban por la necesidad.
Michelle apretó sus piernas mientras recordaba el sueño. Maldijo a su amiga por
su afán de aprender más sobre Jake.
Jake.
Se preguntaba si sus músculos eran tan suaves y tensos como los que
sintió contra su espalda desnuda en su sueño. ¿Había algún tatuaje que explorar
a lo largo de su piel? ¿Estiraría su polla su polvoriento e infrautilizado núcleo?
Al pensarlo, sus dedos rozaron su estómago expuesto. Con los ojos
cerrados, se imaginó las ásperas almohadillas de los dedos de Jake bajando
hacia sus bragas. Primero rozaron sus labios y luego su apertura antes de
trabajar en su placer con uno y luego dos de sus gruesos dedos.
Ping.
Su tableta sonó desde el otro lado de la habitación, sacándola de sus sexis
pensamientos. Se quitó las manos y se bajó la bata bruscamente. Su clítoris
palpitaba dolorosamente mientras suplicaba por el alivio que esperaba recibir de
Jake.
Hasta ahora solo se habían besado. Ya que acababa de conocerlo, esta era
su norma. Lástima que Jake no lo fuera. Era diferente, alguien que la destrozaba
dentro y fuera de la cama. En la cama, lo esperaba con ansias. Era la parte de
fuera de la cama la que hacía que se le tensara el pecho.
Jake era un rompecorazones. No es que se propusiera serlo, pero aún así
lo haría. No podía sacarse al hombre de la cabeza. La forma en que envolvía su
corazón era aterradora. No tenía solo apariencia o un cuerpo para rivalizar con
todos los hombres del pueblo. No, era inteligente, divertido y amable. Su 37
ingenioso sarcasmo la mantenía alerta y la dejaba con puntos de sutura en el
costado.
Jake Smith definitivamente destrozaría su corazón.
El problema era que era adicta. Quería, no, necesitaba más tiempo con él.
Afortunadamente, él parecía necesitar lo mismo. Antes de su abrasador beso
contra su auto, acordaron reunirse hoy para ir al río. Michelle también se había
ofrecido a hacer el almuerzo antes de que Jake los llevara.
Por eso Michelle necesitaba dormir. El tiempo solo pasaría lentamente
hasta entonces. Si pudiera relajarse...
Su mente regresó al sueño y la sensación de sus labios en su cuello. Las
imágenes de lo que quería sentir con Jake flotaban alrededor de su cabeza... Sus
labios arrastrando besos por su pecho hasta que lamió y chupó un pezón rosado
y luego el otro... Las manos tirando de sus caderas hacia las de él para que ella
pudiera sentir su longitud sólida contra su centro... Jake arrastrando su boca
antes de moverla hasta que la tenía a horcajadas sobre su cara y montaba ola
tras ola de éxtasis a su orden.
Todas las imágenes y fantasías la afectaban fuertemente. Sus dedos se
deslizaron por la parte delantera de sus bragas, a través de su palpitante clítoris
y hacia la humedad de su abertura. Haciendo el material a un lado, Michelle
pasó las puntas de sus dedos por su vagina. Presionó sus talones contra el
colchón y dejó que sus rodillas se abrieran.
Necesitando encontrar su liberación, sus dedos rozaron el brote de nervios.
Trabajó hasta que vio estrellas en los ojos y se arrancó un grito de la garganta.
Su pecho se elevó y cayó en rápida sucesión. A pesar de lo bien que la hacía
sentirse venirse, Michelle se encontró tan herida como antes.
Tumbándose sobre su estómago, soltó un estrangulado:
—¡Joder!
Había estado sola durante mucho tiempo, con solo sus dedos, vibrador e
imaginación para pasar las noches solitarias. Nunca había tenido un orgasmo
que no se le hubiera quitado la necesidad. Parecía que Jake la rompió.
Una vez que su respiración se hizo más lenta, Michelle se puso de pie a la
fuerza. Se dio una ducha caliente con la esperanza de que aflojara los nudos de
su espalda. Cuando eso no funcionó, sus desnudos pies caminaron hacia la
cocina, esperando que cocinar funcionara.
Michelle puso su cara en sus manos.
38
—¿Qué me ha hecho?

—Puedes colgar tu abrigo aquí —le dijo Michelle a Jake mientras abría el
armario cerca de la puerta principal. Lo vio agarrar una percha y colgar su
abrigo. Hoy llevaba una camiseta térmica blanca de manga larga y unos vaqueros
descoloridos. Sus vaqueros colgaban de su cintura, y ella no pudo evitar fijarse
en cómo envolvían un trasero bien formado.
—¿Cómo lo que ves? —preguntó Jake con una sonrisa maliciosa.
La cara de Michelle ardía de vergüenza. No podía creer que la hubiera
sorprendido mirando.
—Parece que tienes buen culo.
Jake se giró para mirarla. Dio tres cortos pasos y ella se encontró
presionada contra una pared en su vestíbulo. Sus manos agarraron el cabello a
los lados de su cabeza, y sus ojos se clavaron en los de ella.
—Me alegro de que pienses así. Yo tampoco he podido dejar de pensar en
tu bonito todo.
—¿Es así?
—Sí, incluso en contra de mi buen juicio. —Su confesión susurrada salió
áspera, llena de lo que Michelle supuso que era una mezcla de lujuria y dolor.
Sus ojos se centraron en sus labios, y ella le rogó mentalmente que la
besara. Cuando él no se movió, Michelle se uso de puntillas s y puso sus manos
a ambos lados de su cuello. Su beso fue desesperado, lleno de necesidad y deseo.
La necesidad de aliviar su dolor y el deseo de sentirlo la inundaron. Este
hombre le afectaba como ningún otro antes. La asustaba y la excitaba.
Sus dientes mordisquearon el labio inferior de ella antes de succionarlo
hacia su boca. Cintas de deseo envolvieron su columna vertebral hasta su
palpitante clítoris. Ella gimió y presionó sus pechos contra él, necesitando 39
acercar sus cuerpos.
Sus manos se deslizaron por los lados de ella y le tomaron el trasero, y
luego la levantó contra él. Michelle envolvió con sus piernas la cintura de Jake y
jadeó contra su boca al sentir su polla cubierta de tela vaquera contra ella.
Probablemente debería detener esta locura, pero no se atrevía a mentir.
Deseaba esto. Ansiaba a este hombre.
Michelle lo agarró del cabello, mojado por los copos de nieve derretidos, y
lo besó con más fuerza. Jake gimió contra su boca mientras su lengua se frotaba
contra la de ella. Su corazón latía salvajemente contra sus costillas. Cada toque
y beso de Jake la rompían y luego la recomponían.
La sensación era increíble.
Jake la sostuvo contra sí y se alejó de la pared. Michelle siguió con besos
a lo largo de la barba en su mandíbula y en su cuello, donde trazó su nuez. Abrió
los ojos brevemente cuando Jake bajó sus cuerpos.
Michelle se quitó la manta de la rodilla, tirándola a un lado antes de
ajustarse sobre su regazo. Le llevó sus manos a la cara y su mirada cayó sobre
sus ojos. Su respiración se aceleró, y su corazón latía con fuerza con solo su
beso y su toque.
—¿Qué me estás haciendo? —preguntó Jake, segundos antes de sellar con
su boca la de ella.
El cuerpo de Michelle estaba en llamas. Los dedos de Jake se clavaban en
la carne de sus caderas, pero no le dolía. Sus caderas rodaban por sí solas.
Encontrando su dureza debajo de ella, comenzó a moverse sobre él. Llevaban
demasiada ropa, pero no quería romper su beso.
Sus manos soltaron sus caderas y encontraron el botón de sus vaqueros.
El sonido de su cremallera resonó en su oído mientras la bajaba. Jake la levantó,
así que ella se apoyó en una rodilla, y la dejó en el sofá.
Gimió contra sus labios.
—¡Lo que me haces tú! —Su mano agarró y colocó la de ella, y ella sintió
su caliente erección tratando de liberarse. Fue una sensación poderosa. A
Michelle le encantaba poder volverlo loco.
—¿Michelle? —dijo Jake, forzándola a abrir los ojos. Sus manos agarraron
la tela vaquera de ambas caderas mientras pedía más en silencio.
40
Ella lo levantó del sofá y le ayudó a quitar el incómodo material. Le quitó
los calcetines y le besó un dedo del pie y luego los otros. Cada vez que sus labios
presionaban la piel desnuda de ella, su excitación aumentaba.
Jake se movió de la parte superior de sus muslos a su sección media
expuesta. Ella contuvo un gemido de frustración y sostuvo los sedosos mechones
de pelo de su cabeza. Continuó levantándole la camisa poco a poco y dejó besos
en la piel recién desnuda.
Ella vio cómo sus ojos se oscurecían de deseo mientras él la miraba
fijamente después de hacer su camisa a un lado. Uno de sus dedos se movió por
el cuello de ella. Su cuerpo tembló de placer mientras él apartaba una correa y
dejaba besos con la boca abierta a lo largo de su piel antes de pasar al otro lado.
Con un movimiento de sus dedos bajo su espalda, liberó sus pechos.
Nadie se había tomado su tiempo con su cuerpo antes. Era a la vez
estimulante y enloquecedor. Lo necesitaba dentro de ella tanto como necesitaba
su próximo aliento. Michelle desabrochó sus vaqueros, los dedos le picaban de
ganas de explorar su cuerpo, pero Jake impidió suavemente que sus manos
hicieran más.
—Esto es para ti, Elle —dijo él, y rozó con sus labios los de ella.
Nadie en su vida la llamaba Elle. Viniendo de este hombre sexy, le
encantaba. La hacía sentir especial y única.
Michelle arqueó su espalda, ofreciéndose a él.
Jake chupó, mordisqueó y provocó cada uno de sus pezones. Su mano
libre tiró de la carne sensible antes de sostener su calor. La sensación de su
pesada mano sobre ella hizo que sus caderas se levantaran, tratando de
encontrar la liberación que sabía que solo Jake podía darle.
—Qué mojada —dijo con voz rasposa alrededor de su pezón. Sus dedos
hicieron el material a un lado, y un gemido salió desgarrado desde lo más
profundo de su interior cuando un grueso dedo se deslizó a través de sus
pliegues—. Maldita sea... —gimió, empujándolo dentro de ella.
Sus caderas se alejaron del sofá cuando uno y luego dos dedos entraron
en su sexo. No era para nada como sus fantasías. Jake presionó el talón de su
mano contra el clítoris de ella y metió y sacó sus dedos de ella.
Ella se retorció bajo él, su cuerpo se doblaba con cada toque. Michelle
estaba segura de que iba a explotar en un tiempo récord. De repente, él alejó los
dedos y ella estaba vacía y al borde. Jake se levantó, y su cuerpo se quedó frío
mientras se llevaba su calor con él.
41
La ayudó a sentarse en el sofá, pero no pudo formar las palabras que
necesitaba para saber qué había pasado. Cuando él se rio, ella pensó en darle
una patada en las bolas.
—Eres realmente hermosa, incluso si estás planeando mi asesinato —dijo
él, antes de arrodillarse—. No puedes negarlo, Elle. Lo veo en tus ojos.
Puso sus manos en sus rodillas y frotó. Después de agarrar sus caderas,
la bajó, con su trasero casi cayendo del borde del cojín.
—No me mates todavía —dijo con un guiño.
Michelle bajó la mirad a su cabeza, y su suspiro se convirtió en un
profundo gemido cuando su boca cubrió su núcleo.
—Mmm... sabes dulce —dijo Jake contra sus labios. Las vibraciones de
sus palabras sobre la carne de ella eran increíbles.
Jake levantó sus piernas y las abrió del todo. Se echó hacia atrás, y ella se
retorció cuando miró fijamente a su sexo expuesto. Ella escuchó su gemido de
aprobación un momento antes de que se tomara su tiempo para comerla.
Si antes pensaba que besaba bien, se equivocaba. Jake era muy talentoso
con su lengua, sus labios y sus manos. En poco tiempo, el cuerpo de Michelle se
tensó.
Su orgasmo la dejó sin aliento mientras su cuerpo se arqueaba. Jake
trabajó hasta que cada convulsión posible la recorrió. Solo entonces disminuyó
la velocidad de sus lametazos antes de trabajar con su cuerpo hasta llevarla a
otra liberación.
Michelle trató de levantarse, esperando tener su tiempo para complacer al
hombre. Excepto que Jake puso la palma de su mano sobre su hombro y la
empujó suavemente hacia abajo.
Tres.
Tres orgasmos devastadores después, Jake pasó la lengua por encima de
su clítoris por última vez. La sonrisa con la que la agasajó le recordó al gato que
atrapó al ratón. O, tal vez en este caso, el perro que se llevó a la gatita. Su
petulancia solo la hizo reír. Era un charco de felicidad satisfecha.

42
—D
ios, me encanta hacerte venir —dijo Jake, y puso su
barbilla sobre su estómago—. Tengo que decir que
siento que valgo un millón de dólares viendo tu brillo
después del orgasmo.
Michelle se rio.
—¿Orgulloso de ti mismo?
—Diablos, sí —le dijo con una sonrisa engreída.
Ella se alejó del sofá y se sentó. Él estaba arrodillado en el suelo entre sus
piernas desnudas. Michelle capturó sus labios, probando su esencia mientras
buscaba su sabor.
Jake masajeó sus pechos mientras ella bajaba una mano para bajarñe los 43
vaqueros. Necesitaba liberarlo. Él gimió dentro de su boca cuando su mano
encontró su dura carne. Era una vara sedosa y gruesa. Cuando vibró en su
mano, su corazón se apretó con la necesidad.
Michelle rompió su beso y se movió a lo largo de su mandíbula hasta su
oreja. Después de burlarse de él un momento, le susurró:
—Tienes demasiada ropa puesta. Arregla eso.
Jake se rio de su exigencia. Antes de hacer lo que ella decía, le mordisqueó
el cuello. Su cabeza cayó a un lado, dándole acceso total a la columna de su
cuello.
Cuando su camisa se levantó y se alejó de su cuerpo, ella hizo una pausa.
Jake se levantó y empujó al suelo los vaqueros y los calzoncillos que llevaba y
los apartó a patadas. Su gran polla se elevaba orgullosamente delante de ella, y
el cuerpo al que estaba pegada ganaba por mucho a sus fantasías fuera del agua.
—¿Cómo lo que ves? —preguntó.
Michelle lo miró.
—Está bien —dijo y se mordió la mejilla para no reírse.
La piel entre sus ojos se arrugó.
—Oh, ¿sí?
—Bueno, no quiero que te pongas arrogante...
—Nena, ya me siento arrogante. —Jake se rio y pasó su mano sobre su
grosor.
Michelle puso los ojos en blanco y se rio.
—¡Oh, cielos!
—Oye, tú eres la que lo dijo.
Ella sacudió su cabeza con diversión. Michelle cayó en esa trampa.
Después de ponerse en pie, se dio cuenta de que, descalza, era unos quince
centímetros más baja que Jake. Mirando a su muy sexy cuerpo, se mordió el
labio.
Michelle levantó las manos y pasó los dedos por el pecho de Jake. Tocó los
músculos firmes y se quedó donde él estaba más definido. Su piel ardiente se
quemó de una manera tan increíble.
—Tu toque... —dijo con voz ahogada.
Fue a por su cuerpo y dejó que sus manos se movieran alrededor de su 44
cintura y en su espalda. Su polla presionaba contra su suave vientre. Jake la
agarró del cuello e inclinó su cara hacia la suya. Sus labios se estrellaron contra
los de ella, y se vio arrastrada por Jake.
Su tacto, su tacto, su olor y su sabor... Todo lo de Jake Smith.
Ella bajó su mano y agarró sude trasero. Los firmes músculos redondos
estaban más fríos que el resto de él. Continuó su exploración hasta que su mano
envolvió su erección. Michelle corrió su mano de base a punta, disfrutando de
los gemidos que escapaban de sus labios.
Jake la levantó antes de que pudiera siquiera parpadear. Sus piernas
envolvieron su estrecha cintura.
Carne contra carne.
—¿Cama? —susurró Jake a lo largo de su cuello mientras sus dedos se
clavaban en su trasero.
Michelle señaló y, mientras Jake daba un paso, una fuerte vibración lo
detuvo.
—Volveré a llamar —le dijo y le dio besos a lo largo del hombro.
El ruido terminó y comenzó inmediatamente.
—¿Estás seguro de que no es importante?
Jake la ajustó para poder deslizar su grosor entre los labios inferiores de
ella.
—Elle, esto parece muy importante.
Michelle gimió sentirlo. Su cuerpo le dolía.
La llevó a la cama y la acostó.
—¿Condón? —preguntó antes de que su mente se friera por completo en
la abrumadora necesidad de que este hombre la llenara.
—Billetera. Vuelvo enseguida —dijo Jake, y salió corriendo de la
habitación.
Ella se rio de su entusiasmo y disfrutó de verlo irse. Una vez que estuvo
fuera de su vista, se movió al medio de la cama y respiró profundamente. Hacía
tiempo que no tenía sexo, pero ¿sexo con Jake? Era diferente... más importante...
y mucho más aterrador.
Miró la puerta cuando oyó un crujido. Sus cejas se juntaron cuando Jake
entró en su cuarto y se puso su camiseta sobre su cabeza. 45
—Lo siento mucho, Elle —dijo, y cerró la cremallera de sus vaqueros.
Su brazo cubrió sus pechos.
—¿Hice algo mal?
Él se sentó en la cama junto a ella. Puso su mano al otro lado de su cuerpo
antes de inclinarse.
—No. ¿Mi teléfono?
—¿Sí?
—Era importante, y tengo que irme. —Jake apartó la mirada antes de
respirar profundamente.
—¿Qué? —preguntó.
—¿Puedes venir conmigo si quiere. Quiero decir, me encantaría que
vinieras conmigo.
Michelle lo miró fijamente y no pudo evitar la mirada confusa de su cara.
—Quieres que vaya contigo a un lugar tan importante que dejas de... —No
pudo terminar la frase, y su cara se sonrojó.
—Mis amigos me necesitan. Me encantaría presentárselos. Pero tendrías
que darte prisa. —Sus ojos se posaron sobre sus pechos. El deseo destelló antes
de que ella viera la esperanza de que se fuera con él reemplazarlo.
—Está bien. —Michelle sonrió y lo besó suavemente.
Saltó de la cama pero no lo suficientemente rápido. Jake le dio un azote
en el culo y se rio de la sucia mirada que le dirigió. Ella, por supuesto, no lo hizo
en serio y se encontró sonriendo de oreja a oreja. Michelle agarró su ropa
esparcida por el salón y se la puso lo más rápido posible. Jake se paró en la
puerta principal con su abrigo y el de ella en sus manos.
—Bolso —le recordó ella, y corrió a la mesa donde lo guardaba. Con una
rápida mirada, vio su teléfono y sus llaves.
A los cinco minutos de que Jake entrara en su dormitorio, ella salió al frío.
Se preguntó qué necesitaba su amigo que fuera lo suficientemente importante
como para que Jake detuviera sus actividades, pero lo suficientemente
importante como para incluirla a ella.

46

—Probablemente debería avisarte —dijo Jake mientras se detenía frente a


las puertas del hospital.
La mente de Michelle giraba con distintos escenarios de lo que estaba
detrás de las puertas. No lidiaba muy bien con el gore. Demonios, Janey le había
suplicado que estuviera a su lado para el nacimiento de Bobby y Michelle solo
había aceptado tras unas estipulaciones. Se negó a ver cómo su ahijado venía al
mundo.
Nope. No iba a pasar. Dar a luz era un milagro y maravilloso en su propia
manera, pero sabía que su estómago no podría soportar ver cómo pasaba. Sin
mencionar que no tenía ninguna intención de ver la vagina de su mejor amiga
abierta al máximo.
—¿Qué es? —preguntó a Jake, centrada en el hombre frente a ella.
Apartó la mirada y dejó salir un fuerte suspiro.
—Mis amigos estarán sorprendidos de verte aquí. Tienen razones para
sentir lo que sienten, pero te prometo que son buena gente. Son mi familia.
También te prometo que, si sigues conmigo estas próximas horas, te contaré el
resto.
Michelle le agarró la mano y la sostuvo entre las suyas.
—Jake, no es como si lleváramos juntos mucho tiempo.
Él le miró a los ojos con una intensidad que no se esperaba.
—No, es cierto, pero es como si te conociera de toda la vida.
Sonrió y se le revolvió el corazón en el pecho.
—Es verdad que lo parece. Lo que intento decir es que está bien. No
conozco tu historia, pero espero que lo compartas conmigo cuando estés
preparado. Yo también compartiré mi aburrida historia.
—Tú y aburrido no pega junto —susurró, y de acercó un paso más. Jake
levantó la mano con guante y le sostuvo la mejilla—. Te encuentro muy
fascinante.
Michelle se rio.
—Me alegra haberte engañado tan fácilmente. 47
Sus labios se juntan. No sabía qué pasaba con este hombre. Puede que
fuera la magia de la temporada de invierno, pero no podía negar que estaba
enamorándose de Jake. Bastante literalmente, si lo pensaba1.
Los cálidos labios de Jake le infundían esperanza y promesas de más.
Rompió el beso y buscó en los ojos de ella. Fríos copos de nieve le caían en las
pestañas, y parpadeó para quitárselos.
Jake se los apartó de la cara.
—Entremos antes de que te congeles y me atrapen.
Michelle le siguió a ciegas. Miró el mapa en el que ponía todos los
departamentos sin ver nada de verdad. Era bueno que Jake pareciera saber a
dónde tenían que ir. Le dio un tirón de la mano hacia el ascensor, pulsó el botón
de la cuarta planta y le acercó a su lado.

1En inglés, enamorarse es to falla in love, literalmente “caer en el amor”. Se refiere a su primer
encuentro.
Le besó la cabeza y escuchó el temblor de su exhalación. El momento era
dulce y le recordó, por extraño que fuera, a una película de televisión cursi. Lo
que no era cursi era el sentimiento que la había llenado con ese beso. La había
besado de varias formas ya, pero ese beso.
Ese beso casto la había hecho caerse de culo.
Estaba agradecida de poder meter la cara contra su costado y simplemente
quedarse ahí. Sin palabras forzadas ni promesas. Dos personas aceptando la
comodidad y afecto que la otra pudiera dar. Viviendo el momento. Simple,
aunque era todo lo que necesitaba.
Michelle no podía evitar examinar el tornado de sentimientos que la
recorrían. Su cerebro lógico quería ponerle en su sitio en la tierra. Su corazón
dominaba su necesidad de auto preservación. Este sentimiento era lo que había
soñado. Durante muchos años, no entendió por qué no podía tener lo que tenían
sus amigos.
Antes de poder seguir considerando esas cosas, miró a su alrededor. En
algún momento en sus profundos pensamientos, habían salido del ascensor y
Jake estaba hablando con una enfermera tras el mostrador.
—¿Chelle?
Michelle se giró y frunció el ceño.
48
—¿Eric? —La densa niebla en su mente desapareció al escanear sus
alrededores.
—¡Gracias a Dios! Estaba empezando a preocuparme porque no recibías
nuestros mensajes —dijo Eric.
—¿Mensajes? —preguntó Michelle, y miró su teléfono. Llamadas perdidas,
mensajes en el buzón y, al menos, veinte mensajes.
—¡Oh, hola, Jake! —dijo Eric al mirar a su lado—. ¿Has recibido de Scott
el mensa…?
Michelle sintió que Jake se acercaba un paso más antes de salir a su vista
periférica.
—Sí, lo recibí hace poco y he venido en cuanto he podido —dijo Jake a
Eric.
Se le sonrojaron las mejillas y se le calentó la garganta, incómoda. Michelle
abrió los mensajes y los leyó, cada uno más alterado y serio. Levantó la cabeza
y, al fin, se centró en su alrededor.
—¿Han venido aquí juntos? —preguntó Eric, con sorpresa claramente en
su cara.
Jake y Michelle se miraron. Con una mirada, se le fueron todos los nervios.
—Sí —dijeron a la vez.
—Bueno, mierda… —dijo otra voz.
Michelle se giró hacia el recién llegado y sintió que el brazo de Jake le
rodeaba la cintura, acercándole a él. El hombre miró entre ellos, notando su
posición íntima. Sus ojos se movieron hacia Eric y miró cómo sonreía y metía las
manos en los bolsillos.
Eric se rio.
—Scott, parece que Jake aquí ha estado manteniendo secretos.
—Al parecer —dijo Scott—. ¿Dónde has encontrado…?
Eric le dio un golpe en la cabeza y Jake se tensó a su lado.
—¡Ay! —lloriqueó Scott, y se frotó la cabeza.
—Scott, esta es Chelle —le dijo Eric, sacudiendo la cabeza.
—Tú eres Chel…
Antes de que el mote saliera de la boca de Jake, escucharon chillar de
dolor a una mujer desde la habitación de la que habían salido los hombres. Eric
49
se giró sobre sus talones sin mediar palabra y fue trotando con Scott hacia ahí.
Empujando a un lado toda esta nueva información, Michelle se apresuró
tras ellos con Jake justo detrás de sí. Dentro de la habitación, encontró a Janey
enganchada a una variedad de cables.
—Oh, Dios mío, ¿están Bobby y tú bien? —preguntó Michelle cuando la
vio.
—¿Chelle? Llegas… —Janey se detuvo y jadeó por aire.
—¡Respira, cariño! —le dijo Eric a su lado.
Michelle le lanzó la mirada más mala del mundo a Eric. No pudo evitar la
sonrisa cuando escuchó la risa de Jake detrás de ella. Cuando entró una
enfermera para comprobar el estado de Janey, Jake sacó a Michelle del medio y
le puso frente a él. Tenía la espalda presionada contra su frente y sus manos en
la cadera apretándola contra sí. La posición era relajante en una situación muy
estresante.
Dio otro vistazo rápido a sus mensajes y se dio cuenta de que, en algún
momento, se había olvidado de quitar la opción de no molestar. Michelle tenía
mensajes sin leer tanto de Eric como de Janey, haciéndole saber que Janey había
roto aguas y que iban al hospital.
Janey McCleod: ¿Hay alguna forma de que des tú a luz a este niño?
Janey McCleod: No, en serio… creo que mi vagina se va a convertir en el
Gran Cañón.
Janey McCleod: ¡¡¡Me va a partir por la mitad!!!
Michelle se rio al leer los mensajes, pero se detuvo en el momento en el
que Janey dejó salir un grito de dolor. Los mensajes tenían mucho sentido al ver
cómo lidiaba su amiga con una particularmente larga contracción. Michelle se
sintió fatal por casi perderse este evento tan importante. Sabía que Janey la
quería aquí, y haría casi cualquier cosa por si amiga.
—Tenemos que explorarla. ¿Pueden salir todos? —les dijo la enfermera.
—¡Chelle, quédate! —gritó Janey, cansada por el agotamiento.
Jake le dio un beso en la frente de nuevo y salió con Scott un momento
después. Michelle se movió para quedarse cerca de la cabeza de Janey para evitar
ver cosas que no podían ser vistas.
—¿Jake es el tipo del que no me contabas? —preguntó Janey. 50
—Sí. No sabía que lo conocieran.
Janey y Eric intercambiaron una mirada antes de devolverle la atención.
—No sale mucho, deberías saber…
—¡Es la hora del bebé! —anunció la enfermera a los pies de la cama cuando
se quitó los guantes.
Antes de que Michelle pudiera preguntar qué pensaba Janey que debía
saber, la habitación se volvió un frenesí de actividad. Scott y Jake entraron
después de que Janey diera el visto bueno. No estaba segura de lo que no sabía
de Jake.
Lo que sí sabía Michelle era que estaba a punto de convertirse en
madrina…
—¡ Es mi turno! —se quejó Michelle.
Jake sonrió al bebé.
—Shh… Elle, ¡lo vas a despertar!
Ella se cruzó de brazos e hizo un puchero. Cuando se giró para alejarse
del imposible hombre roba bebés, se encontró con tres pares de ojos sobre Jake.
Parte tristeza y parte esperanza brillaban en su dirección. El hombre no se daba
cuenta de nada. Estaba completamente embelesado con su ahijado.
Michelle se había enterado de un pequeño detalle cuando se les permitió
entrar de nuevo en la habitación. También supo que las enfermeras son
increíblemente protectoras con las nuevas madres. Echaron al grupo de la
habitación poco después de limpiar a Bobby para poder enseñarle como dar 51
pecho a un recién nacido hambriento.
—Siento decirlo, pero las horas de visita se han pasado. Es hora de que
mamá y bebé tengan un descanso —informó una enfermera desde la puerta.
Michelle suspiró al darse cuenta de que su turno para acurrucar no
llegaría hasta las horas de visita del día siguiente.
—Robabebés —le farfulló a Jake.
Vio cómo se levantaba y llevaba a Bobby de vuelta con Janey. El momento
en el que presionó sus labios contra el tacto melocotón de la cabeza del bebé,
Michelle sintió que el corazón saltaba. El dulce beso le hizo cosas a su interior
que estaba demasiado asustada como para procesar.
—Gracias por venir hoy. Chicos, son nuestra familia y no podría haberlo
hecho sin ustedes —susurró Janey, y se acurrucó con su hijo en brazos. Michelle
podía oír el cansancio puro en la voz de su amiga.
Jake se agachó y le dio un beso a Janey en la mejilla. No pudo oír las
palabras que le susurró Janey. La expresión de Jake se volvió sombría y después
se iluminó. Una sonrisa le iluminó los ojos.
—Te quiero, Janey.
Michelle no tuvo mucho tiempo para estudiar el intercambio ya que la
atención de su amiga cambió de Jake a ella. Le dio un beso a su ahijado en la
cabeza y miró a su amiga, que tenía los ojos entrecerrados en su dirección.
Janey levantó una ceja.
—Vamos a tener una larga charla cuando mi vagina no esté en fuego por
haber sido abierta por la mitad.
—Lo has hecho genial, Janey. ¡Estoy muy orgullosa de ti! —dijo Michelle,
así evadiendo la amenaza de su amiga.
Michelle y Jake salieron de la habitación y fueron a los ascensores de la
mano.
—Qué guapo es —le dijo a Jake con un suspiro. Hoy sería un día guardado
como uno de los más especiales en el libro de recuerdos de Michelle. Entre su
tiempo con Jake y estar cuando Bobby nació, su medidor de gratitud estaba
lleno.
Cuando Jake solo se quedó en silencio, se volvió hacia él y notó que tenía
la mirada lejos. Su estado de ánimo era sombrío, no como hacía diez minutos.
—¡Chicos, esperen! —gritó Scott cuando las puertas se empezaron a
cerrar. 52
Sostuvieron las puertas abiertas y Scott se unió a ellos.
—¿Hay alguna posibilidad de que puedan llevarme a casa?
—Claro —le dijo Jake. Michelle notó, con solo esa única palabra, lo
emocionado que sonaba por la voz.
El viaje en el ascensor fue rápido. El trío se movió por los pasillos hasta la
calle. Anduvieron en silencio hasta el auto de Jake. Sostuvo su mano todo el
tiempo, pero podía sentir una pared entre ellos que no estaba ahí horas antes.
—No puedo creer que sea tío —dijo Scott después de un denso periodo de
silencio.
Michelle miró a Jake, que solo respondió a las palabras de su amigo con
una mirada en el retrovisor y un asentimiento.
—Jake… um… sé que esto…
—Scotty —advirtió Jake.
El resto del viaje fue en silencio. Dejaron a Scott en casa de Janey y,
después, volvieron a estar de camino. Michelle pensó en toda la información que
había adquirido de Jake en los últimos días. La pena que había visto una vez
que ahogaba al hombre que se encontraba ahora a su lado.
Llegaron a su casa y Jake estacionó. Ella miró por el cristal los copos de
nieve. Michelle no sabía qué hacer, si debería presionarle o dejarlo estar. Verlo
sufrir como lo hacía era horrible.
No había estado tan afectada por el misterio de alguien más, aparte de
Janey, en tanto tiempo que el sentimiento parecía extraño. Todo en lo que podía
pensar era en que Jake no debería estar solo.
—¿Vienes dentro? —preguntó Michelle, y se giró hacia él—. Podemos ver
una película o beber algo o solo…
—No soy la mejor compañía ahora mismo —murmuró.
Michelle se quitó los guantes y le sostuvo la cara.
—Ven dentro, cariño —pidió—. Hace calor. Puedes pasar el rato mientras
limpio. No tienes por qué hablar. Solo no te vayas, no cuando estás claramente
afectado.
Tomó un riesgo, apagó el auto y sacó las llaves. Jake no dijo nada, solo
miró sus movimientos. Michelle salió y cerró la puerta, esperando que la siguiera. 53
Forzó a sus pies a moverse y entró a casa cuando escuchó que se cerraba la
puerta del auto.
Después de cerrarlo, colgó las llaves junto a las de ella y se quitó el abrigo
y las botas. Cuando entró y él hizo lo mismo, sintió un rayo de esperanza.
Michelle encontró la botella de vino de Glenfiddich 18 en el armario y sirvió
en dos copas. Agarró una y su mano, mientras él se quedaba de pie, perdido en
su salón, y lo llevó al sofá. Después de darle la copa, se levantó para encender
un cálido fuego.
Por un lado, el silencio era ensordecedor. Aun así, se dio cuenta de que su
casa era agradable con él en ella, sin importar el estado de ánimo ni las
emociones que experimentara.
Le dio espacio y sacó la comida que no llegaron a comer. Una vez todo
estivo en su sitio, tomó la bebida y la botella y se movió al sofá. Él casi no había
bebido y su mente había viajado a un lugar desconocido. Tenía los codos
apoyados en las rodillas con el vaso entre dos dedos.
Michelle agarró su manta y se sentó en su sitio. Había veinte centímetros
entre ellos, pero no quería entrometerse en el viaje mental de él. Le dio un sorbo
a su bebida y se encontró sumida en sus propios pensamientos, mirando las
bonitas llamas.
No sabía cuánto tiempo pasó, pero las llamas habían muerto para cuando
Jake habló al fin.
—La carretera resbalaba por la lluvia. Emily estaba volviendo a casa
cuando debió llegar a una parte aceitosa. Perdió el control del auto y se fue al
carril contrario. El conductor de la camioneta ni siquiera pudo pisar el freno,
mucho menos apartarse, antes de que se estrellara contra ella. El impacto hizo
que se le separara la placenta. Ambas murieron antes de que los médicos
llegaran a Emily… Se desangró hasta morir. Nunca pude sostener a nuestra
hija…
Las últimas palabras sonaron ahogadas. Michelle se movió a su regazo y
lo rodeó con los brazos. Sus sollozos le llegaron a lo más profundo y le hicieron
grandes agujeros en el corazón. Le cayeron lágrimas calientes por el
descorazonador dolor de Jake.
Jake debía ser padre. Había visto la forma en la que sostenía a Bobby en
sus brazos. Escucharlo decir que no había podido sostener a su hija rompió a
Michelle. No pensaba que su dolor pudiera ser algo de lo que se pudiera
recuperar del todo. La necesidad de aliviarlo, de hacerle saber que no estaba solo
54
para lidiar con ello solo, sobrepasó a Michelle.
Lloró todo lo que podía y ella juró que no lo iba a soltar. Ahora entendía
por qué nadie se atrevió a quitarle a Bobby de los brazos. Intentó buscar en sus
recuerdos a Janey diciéndole algo del accidente, pero no podía encontrar nada.
Por muy cercano que parecía ser a sus amigos, no había oído nada de él. No
tenía ningún sentido para ella.
Cuando él no tenía más lágrimas, Michelle lo sostuvo y le dijo lo mucho
que lo sentía que esas vidas le hubieran sido arrebatadas.
Jake se aclaró la garganta.
—Lo siento. —Tenía la voz rota y las palabras eran forzadas.
—Shh… no tienes que disculparte conmigo por algo que se te robó —le
dijo, y le limpió la cara llena de lágrimas—. Deja que te traiga agua.
Jake desapareció en el baño cuando ella se levantó. Al volver, notó la
hinchazón de sus ojos y el cansancio por su montaña rusa emocional.
Tomó la coma y se unió a él.
—Quédate esta noche —dijo y entrelazó los dedos con los de él.
No luchó contra ella, sino que la siguió. No había nada sexual en su
invitación. Solo la necesidad de mantenerlo a salvo, y no quería que estuviera
solo.
Michelle se puso el pijama y, cuando se giró, Jake se había metido en la
cama. Se metió ella también y apoyó la cabeza sobre su desnudo hombro.
—Buenas noches, cariño.
—Buenas noches, dulce Elle. —Jake le dio un beso en la cabeza y se le
escapó un suspiro por el dulce gesto.
Los lentos círculos que le hacía con el pulgar en la cadera y el cansancio
le llegaron e hicieron que se durmiera en poco tiempo.

55
Estaba oscuro fuera y Michelle no sabía qué hora era. Lo que sí sabía era
que olía a Jake. Su pesado brazo le rodeaba la cintura y la mantenía contra él.
El cerebro de Michelle intentó recordar los eventos de las últimas veinticuatro
horas. Sintió la mente nublada por el cansancio un momento, y enseguida se le
llenaron los ojos de lágrimas.
Bobby. Emily. Jake.
Jake.
Michelle se mordió el labio para contener el dolor que sentía por este
hombre. Estaba dormido y lo necesitaba. Su mente y corazón necesitaban
descansar y se negaba a traerlo de vuelta a la normalidad.
Tomando respiraciones lentas, se recompuso de la emoción. Ahora, su
vejiga reclamaba atención. Con cuidado, se levantó de la mano después de
levantarle el brazo. Tan rápido como pudo, hizo sus cosas y volvió a la cama.
—¿Elle? —dijo la voz adormilada de Jake.
Michelle se metió bajo la manta.
—Aquí, cariño. Vuelve a dormir.
Jake acurrucó la cabeza contra su pecho y le pasó el brazo por la cintura.
De alguna forma, su constitución grande no la sofocaba. Trazó círculos en su
espalda, esperando ayudar a que se volviera a dormir.
—Creo… yo… amo… —Murmuró palabras incoherentes contra su cuerpo.
Se le congeló el cuerpo y le miró la coronilla.
—Yo creo que también me estoy enamorando de ti. —Sus palabras
susurradas casi ni las escuchó ella misma, una confesión en medio de la noche
después de un día duro y emocional.

56
Una semana había pasado de la montaña rusa emocional. Con la llegada
de Bobby al mundo, Janey estaba en casa y faltaba una persona en el trabajo.
Michelle y unos pocos más habían acordado un sistema para ayudar con las
tareas de Janey.
Esto significaba que Michelle seguía en la oficina todas las noches después
de que todos se fueran. Sabía que no tenía que hacerlo, pero era su forma de
funcionar. No podría centrarse en una cosa si había otras diez tareas que
requerían su atención.
Normalmente no le importaba la soledad de todo eso. Ahora… ahora
odiaba que la mantuviera lejos de ver más a Jake.
Hablaban por teléfono y se mandaban mensajes todos los días. Era la
última persona con la que hablaba antes de dormir. Solo la idea de él la hacía
sonreír.
Jake era… su mayor miedo.
Era romántico, incluso con su corazón roto. Era el caballero con el que
solía fantasear de niña cuando soñaba con un príncipe encantador. Era sexy
como el pecado y el hombre que la hacía reír por teléfono como nadie había
hecho.
Cada día se enamoraba un poco más de él. Lo que significaba que estaba
aterrada por si las cosas iban mal.
Los dedos de Michelle masajeaban su sien.
—¡Recomponte! Sé positiva —se recordó.
Como si lo hubiera invocado, el teléfono vibró en la mesa. Antes de poder
tomar una respiración para calmar su mente, sus dedos abrieron el cajón y tomó
el teléfono, desbloqueándolo.
Jake Smith: Por favor, cena conmigo esta noche. No puedo estar otro día
sin verte.
Se le puso una sonrisa en la cara y su estómago hizo un salto mortal.
Cuando la realidad de que no había terminado con el archivo se asentó, por no
hablar de lo de Janey, quiso llorar. Michelle lo echaba de menos y le preocupaba
la necesidad de él.
Michelle Harper: No puedo… Dios, sí que quiero…
Jake debió de haber tenido el teléfono en la mano porque respondió un
momento después de darle a enviar.
Jake Smith: Entonces cena conmigo, Elle. Estoy perdiendo la cabeza por
57
no verte…
Otro pedazo de corazón se le escapó y su estómago dio otra voltereta más.
Michelle Harper: ¡Yo también te echo de menos! Tengo mucho trabajo con
Janey fuera.
Jake Smith: Vas a hacer que haga pucheros.
Se le escapó una risa a Michelle. Una profunda carcajada desde el
estómago al imaginarse a Jake haciendo pucheros por verla. Volvió a vibrar el
teléfono y todavía tenía una risita mientras lo leía.
Jake Smith: Vale. Te daré esta noche, pero mañana es viernes y me niego
a pasar otro día sin ver tu bonita cara.
Michelle Harper: Hemos hecho videollamadas casi todas las noches,
llorica.
Se le sonrojó la piel al pensar en alguna de las llamadas. Puede que todavía
no hubieran tenido sexo, pero Jake era bastante creativo en decirle lo que le
quería hacer. Lo que planeaba hacerle.
Jake Smith: No es lo mismo y lo sabes. Echo de menos tu olor… tu sabor…
tu cálido cuerpo. Mañana a la noche a las seis. Sin excusas, nena.
Michelle se quedó mirando el mensaje. Tenía las tetas pesadas y las
piernas apretadas. Cuando sus ojos bajaron al último trozo, se encontró
sonriendo como una colegiala. No era la primera vez que la llamaba nena, pero
ahora lo sentía diferente, de alguna manera.
Estaba siendo ridícula y lo sabía. Michelle tenía que calmar las emociones
que recorrían su cabeza y su corazón.
Michelle Harper: No es lo mismo. A las seis, mañana. Llorica.
Abrió el cajón con la intención de meter el teléfono cuando volvió a vibrar
con otro mensaje. Preguntándose qué más tenía que decir después de estar de
acuerdo en verle, desbloqueó la pantalla.
Jake Smith: Soy *tu* llorica…
En ese momento se congeló mientras la emoción y los nervios recorrían su
piel. Esta fue la primera vez que hubo algún tipo de mención de pertenencia al
otro. Michelle no había tenido ningún tipo de deseo de salir con otros hombres
desde que Jake la placó. Eso no significaba que Jake no siguiera mirando a otras
mujeres.
No era una conversación que le gustara tener. Por un lado, podría 58
funcionar a su favor y él podía estar en la misma página que ella. Por otro lado…
podría saber que él estaba saliendo con un par de mujeres además de ella.
Siempre supo que era una posibilidad y planeaba tener sexo seguro cada
vez que volvieran a ello. Su corazón no habría podido lidiar con saber que su
atención estaba dividida. Este último mensaje la llevó a creer que no había otras.
El problema era que no sabía si él esperaba que ella no saliera, pero aun así
planeaba hacerlo él mismo.
—¡Michelle, déjalo! —se regañó mientras sus pensamientos volaban
directamente a la tierra de los psicópatas.
Inhaló profundamente y escribió un mensaje antes de borrarlo y repetirlo
antes de finalmente presionar enviar.
Michelle Harper: ¿Eso es un hecho?
Cuando el teléfono permaneció en silencio unos minutos, se obligó a
guardarlo y volver al trabajo. Solo que su mente era un caos puro, cuestionando
sus palabras y con sus emociones volando. Michelle saltó cuando el tono de
llamada que le había asignado a Jake llenó su oficina.
Se quedó mirando la foto de Jake un segundo antes de responder
finalmente.
—¿Hola?
—¿Estás bien? —preguntó.
—¿Sí? ¿Por qué? —preguntó Michelle, su piel hormigueando solo con el
sonido de su voz.
Escuchó un crujido antes de que él suspirara.
—Tu último mensaje...
—¿Qué pasa con eso? —preguntó después de que se apagara.
—Es un hecho, Elle. Pensé que lo sabías. —Cuando ella no habló,
continuó—: No voy a salir con nadie más. No he mirado a otra mujer desde la
noche que te conocí. Tampoco esperaba ni planeaba tener esta conversación por
teléfono. Ahora... aj... odio tener que preguntar esto por teléfono sin ver tu cara,
pero...
—¿Qué? —La palabra salió apenas audible.
—¿Estás saliendo con alguien más? ¿Es eso lo que...?
—¡No! —prácticamente gritó al teléfono—. No. Cariño, solo has sido tú. —
Sus palabras terminaron con un suspiro. 59
Escuchó una fuerte ráfaga de aire procedente de la respiración que debió
haber estado conteniendo.
—Oh, bien... Mierda, es bueno escuchar eso.
Michelle se rio de su alivio.
—Elle, no sabes cuántas veces he querido preguntarte eso. Luego, a
medida que pasaban los días y no nos habíamos visto...
Ella sonrió.
—Jake, me alegro de que hayas mencionado esto. Me he preguntado lo
mismo, pero era demasiado gallina para preguntar.
Su risa gutural la cubrió con una calma que no podía describir del todo.
—¿Elle?
—¿Sí?
—Soy tuyo... ¿eres mía? —Sus palabras fueron bajas, como si no estuviera
seguro de querer la respuesta a su pregunta. La vulnerabilidad en su voz era
clara para ella.
—Si…
—Bien, porque no comparto.
Antes de que Michelle pudiera responder, escuchó que terminaba la
llamada. Sus palabras resonaron en su cabeza hasta que se obligó a
concentrarse en su trabajo. Nunca llegaría a casa a tiempo para hablar con él si
pasaba el tiempo soñando despierta.
Al menos la conversación calmó sus temores anteriores. Jake no
compartía. Era bueno, porque ella tampoco.

60

—¡F
eliz Navidad! —gritaron sus compañeros de trabajo al
salir de la oficina.
Michelle buscó frenéticamente su calendario de
escritorio. No debería haberse sorprendido de que la
fiesta fuera el lunes. Era el viernes anterior y la empresa para la que trabajaba
era generosa en sus vacaciones.
—Llamó Janey. Me pidió que te recordara que hoy era medio día y que
tienes que y cito: “Sacar tu trasero de esa oficina antes de que envíe a Jake a
buscarte”.
—¡Felices fiestas! Te veré en una semana —le dijo otro compañero de
trabajo rápidamente antes de avanzar hacia la salida.
Miró el archivo abierto en su computadora y suspiró. Aún quedaba más
por hacer. Sonó otro golpe en la puerta y no pudo evitar poner los ojos en blanco.
—Déjame adivinar, ¿Janey te envió con alguna amenaza de que me
azotaría el trasero?
La persona se aclaró la garganta.
—No. Solo vine para desearte una Feliz Navidad —le dijo su jefe, Kerry—.
Sabes, sigues aquí todas las noches cuando me voy. ¿Cada informe que envías?
Es perfecto. Supongo que pasaron horas antes de que finalmente lo enviaras.
Aprecio tu arduo trabajo, pero parece que he descuidado a mi trabajadora.
Michelle... vete a casa. ¿Lo que sea haya aparecido en la pantalla? Puede esperar.
Su cara ardía, tenía la garganta seca y estaba bastante segura de que su
boca colgaba abierta. Cuando no habló porque no creía que pudiera formar una
palabra coherente, su jefe se sentó y la miró.
—Está bien… ¿qué tal esto? Vete a casa, Michelle. Es una orden. Si no lo
haces, tendré que quedarme aquí contigo. Si me quedo, mi esposa vendrá aquí
y nos azotará a las dos, como dijiste tan elocuentemente. —Kerry la miró con los
ojos entrecerrados—. Por favor, no la hagas venir aquí. Realmente me gustaría
que se quedara en la cocina donde me está preparando mi pastel favorito. Es lo
único que te pido. Su única petición es que llegue a casa a tiempo.
—Sí, señor. —Michelle se rio de sus ojos suplicantes. Cuando se cruzó de
brazos y la miró fijamente, ella centró su atención en la computadora. Guardó y
cerró sus archivos antes de apagar la computadora.
—Uf, estaba preocupado de perder mi pastel. ¡Feliz Navidad, Michelle! —
dijo Kerry, y habría jurado que vio un impulso en su paso que nunca había visto. 61
Michelle tomó su teléfono y tocó la pantalla.
Michelle Harper: Recibí el mensaje, guardiana. Voy a salir ahora.
Janey McCleod: Bien. Trabajas demasiado duro. Escuché que Jake irá esta
noche. Ve a toquetearlo.
Michelle se rio del mensaje de su amiga mientras cambiaba de ventana
para enviar un mensaje de texto a Jake.
Michelle Harper: Estoy deseando verte más tarde. Estoy de camino a casa.
Recogió sus cosas y, al salir, notó que una vez más era la última en irse.
Michelle era perfeccionista. Era algo bueno y malo a la vez. Escuchar a Kerry
decirle su opinión sobre su trabajo fue genial. También fue un recordatorio de
que necesitaba vivir un poco la vida. Su jefe no era duro y quería que ella también
viviera.
Claro, eso no era exactamente lo que había dicho, pero eso era lo que
escuchó Michelle. No le importaban las horas largas. Pero eso era antes.
Antes de Jake.
La necesidad de resolver esto con él, fuera lo que fuera, era una prioridad.
Era fácil excusar su comportamiento cuando no había nadie en su vida, pero
parecía que la marea finalmente había cambiado.
Ese solo pensamiento le trajo una sonrisa a la cara. Tal vez fuera la alegría
navideña en el aire o tal vez el hecho de que vería a Jake en unas pocas horas,
pero la nieve que cubría su ciudad brillaba con un brillo renovado.
—Feliz Navidad —dijo una persona cualquiera con júbilo, llevando a
Michelle de regreso al presente.
Ella respondió a su saludo y se detuvo en seco.
—Mierda. Navidad.
Una madre que pasaba jadeó y le tapó los oídos a su hijo mientras le
lanzaban a Michelle una mirada sucia.
—¡Ups, lo siento! —le dijo a la pareja.
Mirando alrededor de las tiendas, su mente se aceleró mientras
consideraba qué comprarle a Jake. Claro, no esperaba que él le diera nada, pero
no había forma de que ella no le diera algo. Sus ojos recorrieron la cervecería
local en la que se habían encontrado para su primera cita y su mente ideó un
plan.
Casi una hora después, encontró el auto de Jake estacionado frente a su 62
casa. Entró rápidamente en el garaje y recogió sus bolsas, pero dejó su regalo
escondido.
—Un hombre podría morir de frío esperando que su mujer regrese a casa
—le dijo Jake desde su lugar en el porche delantero.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Demasiado —dijo con un escalofrío.
Michelle abrió la puerta y los dejó entrar rápidamente. Se moría por
saborearlo, pero estaba claro que no esperaba que ella tomara un desvío de
camino a casa.
—Pensé que vendrías a las seis.
—Lo iba a hacer... eso fue hasta que esta hermosa mujer dijo que estaba
de camino a casa. —Jake puso los ojos en blanco y agregó—: Resultó ser una
gran mentira.
Michelle se apartó del armario y le dio un manotazo en el brazo.
—¿Cómo iba a saber que vendrías temprano?
Jake la agarró por los brazos y ella cayó contra su pecho. Tenía el cuerpo
frío por el tiempo que pasó esperándola, pero la mirada ardiente en sus ojos la
calentó.
—Tranquila, deberías extrañarme tanto como yo te extrañé a ti. Elle, no
podía esperar hasta las seis para verte.
Sus labios tomaron los de ella con un beso que le empapó las bragas. A
diferencia del resto de su cuerpo, su lengua estaba caliente al tacto mientras
recorría la de ella. Se convirtió en un duelo que arrancó gemidos de lo más
profundo de ellos.
Los brazos de Michelle recorrieron su pecho y rodearon su cuello. Ella lo
atrajo hacia su cuerpo, necesitando sentirlo en todas partes. Las manos de Jake
subieron y bajaron por sus costados hasta que las deslizó sobre su trasero,
apretando sus frías nalgas. Su erección le pinchaba el estómago, diciéndole sin
palabras cuánto la deseaba.
Jake los hizo girar y la apretó contra la pared. Sus manos soltaron su
trasero y la levantaron con sus brazos a una velocidad vertiginosa. Michelle
entrelazó sus tobillos detrás de su espalda y aguantó.
Inhalando profundamente, inhaló a Jake y la colonia que usaba. La mezcla
era embriagadora. Este hombre la volvía loca en muchos niveles.
—¿Mencioné lo mucho que te extrañé? —susurró Jake contra su cuello.
63
Michelle gimió y escalofríos de placer recorrieron su cuerpo.
—Nop.
Sintió la risa de Jake en su vientre, haciéndola girar. Sus suaves labios
regresaron a los de ella. El ritmo era más controlado, pero el efecto era tan erótico
como el último beso que habían compartido. Su espalda se presionó contra la
pared dura mientras las caderas de él la sostenían. Las manos de Jake
recorrieron sus costados y sus pulgares acariciaron los bordes de sus doloridos
senos.
Necesitaba su toque. Michelle necesitaba que él calmara el dolor, que la
destrozara y la volviera a armar.
Su mente se volvió a preocupar, recordándole una vez más que tenía el
poder para romperla.
—Oye. Vuelve a mí, Elle —susurró Jake, y sus manos se quedaron quietas.
Sus ojos se clavaron en los de ella y vio su propia guerra con sus
emociones. Apoyó la cabeza sobre su hombro y tomó todo lo que le dio. Levantó
la cabeza cuando de repente se movió con ella en sus brazos.
—Shh... —dijo, y presionó su cabeza contra su hombro.
Jake se sentó en el sofá con ella envuelta alrededor de él con fuerza. Su
núcleo caliente era muy consciente de su erección presionando a través de la
tela, tratando de llegar a su centro.
Sin embargo, no intentó nada. Su suspiro de satisfacción solo hizo que ella
se hundiera más. Después de un momento, sus labios presionaron contra la
cabeza de ella.
—¿Cómo estuvo tu día, hermosa?
—Bien —dijo ella, y le habló un poco del trabajo que había hecho.
La risa de Jake sonó por toda su casa y la hizo sonreír. Acababa de
terminar de contarle las últimas palabras de su jefe y se rio de que la echaran
de la oficina.
—Eres una adicta al trabajo.
—No lo soy —protestó sin ninguna verdadera queja.
—Sí lo eres. Aunque me gusta. Eres una gran trabajadora. No hay nada
de malo en eso. —Le pasó la mano por el cabello y la abrazó—. Solo recuerda
64
que la vida es demasiado corta. No hay razón para exagerar.
Michelle casi protestó por sus palabras si no fuera por el comentario de “la
vida es demasiado corta”.
—Debes extrañarla como loco. —Las palabras salieron antes de que las
considerara siquiera. Su cuerpo se congeló y el de ella se tensó en reacción—. Lo
s…
—Shh... no hay razón para disculparse o lo que sea que estuvieras a punto
de hacer. Sí, la extraño, pero ya no duele como antes. Creo que querría que
encontrara la felicidad.
Dejó otro beso sobre su cabeza. Parecía que, cada vez que lo hacía, se
enamoraba un poco más de él.
—Si fuera yo, sí, me gustaría que encontraras la felicidad...
Un escalofrío, que no tenía nada que ver con la pasión que sentía por Jake,
recorrió su cuerpo. Sus manos subieron y bajaron por sus brazos.
—Déjame encender el fuego. Hace frío aquí y lo último que quiero es que
te enfermes.
—¿No quieres jugar al doctor? —bromeó.
Sus ojos se oscurecieron y una sonrisa traviesa llenó su rostro.
—Cariño, jugaré al doctor, al maestro, al soldado ... cualquier cosa que se
le ocurra a tu sucia mente. Sigamos jugando. —Jake le guiñó un ojo y la sentó
en el sofá junto a él.
Lo vio moverse por su casa. Estaba cómodo aquí. Era su sitio, y esperaba
verlo aquí más a menudo.
Durante una de sus charlas nocturnas le había dicho que, después de
perder a Emily y al bebé, los recuerdos de sus sueños lo ahogaban con más pena
de la que podía soportar. Vendió la mayoría de sus pertenencias y se mudó a un
pequeño apartamento tipo estudio para escapar del constante recordatorio de lo
que había perdido.
Michelle solo podía imaginar lo difíciles que eran las fiestas para él.
—¿Jake?
—¿Sí, nena? —preguntó mientras avivaba el fuego.
Respiró hondo y esperó lo mejor.
65
—Mmm... ¿tienes planes?
—Mis planes eran pasar tiempo contigo —dijo, y sus ojos confusos se
encontraron con los de ella—. Lo siento, vine aquí asumiendo que no tenías
nada hasta que vine.
Lo vio ponerse de pie, y la tensión tiró su cuerpo.
—¡No! Es que... estoy feliz de que estés aquí.
El poder recorrió su cuerpo.
—Dime, Elle.
Michelle se colocó un mechón detrás de la oreja y se mordió el labio.
—Me refería al fin de semana de las fiestas.
—Mi familia ya no vive cerca de aquí, así que el único compromiso que
tengo fuera de pasar tiempo contigo es ir a casa de Eric para la cena de Navidad.
¿Por qué?
—Bueno. Janey me pidió que fuera yo también.
Jake se cruzó e brazos sobre el pecho.
—¿Qué está pasando por esa bonita cabeza tuya?
Michelle no sabía por qué le costaba preguntarle esto.
—Yo…
—Suéltalo —dijo después de que pasaron unos momentos.
—¡Lo estoy intentando! —murmuró—. ¿Cómo... cómo te sentirías si
regresaras a tu casa por una bolsa de viaje?
Sus ojos se suavizaron y algo de la tensión en su cuerpo se liberó
visiblemente.
—Bien.
—¿Bien? —repitió.
Jake le sonrió y asintió antes de controlar el fuego.
—Si quieres hacer eso ahora, ¿puedo empezar la cena temprano?
—Suena bien —dijo Jake, y caminó hacia ella. Sus brazos la enjaularon y
su corazón se desaceleró cuando sus labios bajaron a los de ella. Este beso
estaba lleno de promesas. También fue demasiado corto. Quería más y se
encontró lloriqueando cuando él se apartó.
Se sentó en el sofá mirando las llamas hasta que el sonido de la puerta de
66
entrada al cerrarse la sacó de allí. Michelle se trasladó a su cocina con una
enorme sonrisa plasmada en su rostro.
Sus planes originales incluían preparar la cena, pero ahora que Jake
pasaría la noche estaba nerviosa y emocionada. No habían podido hacer nada
desde su primer intento cuando Bobby decidió venir al mundo. Desde entonces,
se había afeitado todos los días, asegurándose de que su cuerpo estuviera listo.
Mientras sacaba las ollas y sartenes que necesitaba para lasaña, consideró
saltar a la ducha. Se sobresaltó cuando la puerta principal se abrió de nuevo.
Michelle se preguntó si Jake había olvidado algo. No podía estar segura, ya que
había estado en medio de una neblina mientras él se ponía los zapatos y el
abrigo.
—¿Hola? —preguntó mientras sus ojos se movían hacia sus cuchillos. Dio
un paso en su dirección cuando nadie respondió. Su corazón se aceleró mientras
los segundos pasaban lentamente—. ¿Hola? —preguntó un poco más fuerte pero
con voz temblorosa.
Cuando apareció una figura grande, gritó a todo pulmón.
—¿Elle? —gritó Jake mientras dejaba caer el cuchillo sobre el mostrador—
. ¿Cariño? Lo siento, no era mi intención asustarte. —Caminó unos pocos metros
hacia ella y la rodeó con sus brazos.
—¡Mierda, Jake! —gritó finalmente cuando pudo encontrar su voz.
Jake se echó hacia atrás y la miró, divertido.
—Vaya, Michelle Harper, no creo que te haya escuchado maldecir.
—¡Me asustaste muchísimo! ¡Debería cortarte! —amenazó, esto último
viniendo con una risita.
—Lo siento mucho, Elle. No quise asustarte —le dijo, y la atrajo hacia él.
Michelle empujó su pecho.
—Pensé que ibas a conseguir tus cosas. No esperaba que la puerta se
abriera tan pronto.
—Lo hice.
—¿Hiciste qué?
Su mano sostuvo su nuca mientras sus ojos se dirigían hacia la estufa y
volvían a mirarla.
—Fui a buscar mis cosas.
—Jake, me dijiste dónde vives. ¿Cómo agarraste tus cosas tan rápido? No
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eres Superman ni Flash.
Sus mejillas se sonrojaron y ella notó su vacilación al responder.
—Realmente espero que esto no me haga sonar como un idiota. Mmm...
mi bolso estaba en mi maletero.
No pudo evitar mirarlo.
—¿En tu maletero?
Jake se encogió de hombros y miró su barbilla.
—Realmente disfruto de pasar tiempo contigo, Elle. Con el fin de semana
aquí, hice una maleta por si acaso. No estaba planeando presionarte por nada
para lo que no estuvieras lista. Pensé que de esta manera podría pasar el mayor
tiempo humanamente posible contigo. Puedes enviarme a casa ahora si esto es
demasiado agresivo. Lo siento. —Jake dio un paso atrás y se pasó los dedos por
el cabello—. Estoy arruinando todo esto. Esto es demasiado, demasiado rápido...
Ella vio en estado de shock cómo todas las palabras salían de su boca y
daba otro paso para irse. Una burbuja de risitas se formó en su vientre antes de
que ella se partiera por completo.
—Guau… ahora te estás riendo de mí. Genial, tal vez deberías haberme
apuñalado con el cuchillo después de todo —dijo, señalando el objeto ofensivo.
—¡No, Jake! —se las arregló para decir antes de estallar en otro ataque de
risa.
La expresión de él claramente no era de diversión. Se volvió y empezó a
salir de la cocina. Michelle corrió hacia adelante y envolvió su cintura con sus
brazos. Cuando se detuvo, ella se movió hacia su frente y sostuvo su rostro.
—Lo siento, no era mi intención reírme de ti.
—Sí, lo era.
Respiró hondo para ayudar a calmar otro ataque de risa que amenazaba
con estallar. Si se reía de nuevo, no creía que volvería a ver a Jake y eso no le
parecía bien.
—Por favor, quédate —pidió, esperando que la simple declaración
funcionara.
—¿Para que te puedas reír un poco más?
Entrecerró los ojos.
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—No. Mira, no esperaba que pasara nada de esto. Me siento halagada de
que esperaras quedarte. Aparentemente, las grandes mentes piensan igual.
Simplemente no esperaba tus palabras nerviosas. Eran algo que podía
imaginarme diciendo yo misma, eso era todo. Nuestros roles se invirtieron.
Ahora, ¿te quedas conmigo?
—Solo si me das de comer —bromeó.
Michelle se rio y le dio un casto beso en los labios antes de regresar a la
estufa. Observó a Jake salir de la cocina antes de llevar una pequeña bolsa de
lona a su habitación.
Cuando regresó, se ofreció a ayudarla a cocinar. Trabajaron codo con codo
y ella se dio cuenta de que, si bien disfrutaba cocinar, hacerlo con Jake aún más.
69
—L
o siento, no pensé en traer cerveza de camino a casa —le
dijo Michelle mientras se dirigían al sofá.
Jake levantó su vaso de whisky.
—No te preocupes por eso. Esto está bien. De todos modos, me vendría
bien un poco más de vello en el pecho.
Ella levantó un brazo para cubrirse el pecho cuando lo notó mirándolo.
—¡Oye! ¿Por qué esa mirada? —preguntó con una sonrisa.
—Te gustan mucho estas cosas, así que me pregunto cuántos pelos tienes
en el pecho.
Michelle agarró la almohada más cercana y se la tiró a la cabeza.
70
—¡Ay! ¡Estaba bromeando! Quiero decir, estaba un poco distraído la última
vez que tuve una gran vista… —dijo con una sonrisa.
—¿Por qué te invité? —Michelle sonrió.
Jake se pasó una mano por el pecho.
—Porque crees que soy muy sexy...
Golpeándose la frente con la mano, gimió.
—Oh, Jesús...
Jake le quitó el vaso de la mano y lo puso sobre la mesa cercana. Con un
tirón de sus piernas, la colocó de lado. Michelle jadeó ante el repentino
movimiento y su corazón se disparó cuando él se colocó entre sus piernas.
Su sofá no era grande de ninguna manera pero, con el gran cuerpo de Jake
sobre el de ella, la hacía sentir muy pequeña.
Sus ojos se encontraron y ella se fijó en los oscuros charcos de deseo que
reflejaban lo que ella esperaba que hubiera en los suyos. Sus pechos subían y
bajaban con cada respiración profunda. Jake ni siquiera la había tocado y su
cuerpo ya quería salirse del control.
—Dios, eres tan malditamente hermosa. —Tenía la voz ronca.
Sus ojos se movieron a sus labios y su lengua salió para mojar la de ella.
No sabía qué haría a continuación, pero si no hacía algo pronto...
Los dientes de Jake capturaron el lóbulo de su oreja y lo succionaron. Sus
suaves respiraciones dispararon rayos de necesidad hacia la V donde se unían
sus piernas. Él presionó besos con la boca abierta detrás de su oreja y por su
cuello. Ella giró la cabeza, ofreciéndole más de su carne. Sus párpados se
volvieron pesados mientras él llenaba su cuerpo de sus besos drogados.
La espalda de Michelle se arqueó cuando sus cálidos dedos encontraron y
comenzaron a acariciar la piel de su estómago. Jake asaltó sus sentidos con
ligeros toques.
Necesitando tocarlo, agarró sus anchos hombros. Solo que quería carne,
la necesitaba, en realidad. Sus dedos buscaron hasta que encontraron el calor
escondido debajo de su camisa. Levantó el dobladillo y le dijo a Jake lo que quería
sin palabras.
Pasó del material sobre su cabeza y lo dejó caer al suelo junto a ellos.
Michelle memorizó la forma en que la luz del fuego iluminaba su pecho. Se
formaron sombras entre los músculos que solo había visto en modelos. La otra
71
vez que había tenido la oportunidad de verlo así no fue lo suficientemente larga.
Esta vez, Michelle planeaba lamer y saborear cada centímetro cuadrado
de piel que lo cubría. El mero pensamiento le hizo la boca agua.
—Sigue mirándome así y voy a correrme en pantalones sin ni siquiera
sentir tu cuerpo a mi alrededor.
Sus palabras hicieron que su sexo se tensara. Se mordió el labio y le pasó
las manos por el pecho. Su piel estaba firme y caliente al tacto. Levantando la
cabeza, sacó la lengua y probó su duro pezón.
Jake siseó ante el toque y la levantó del sofá. Después de agarrarla de la
mano, la guio hasta el espacio frente al fuego.
Ella tocó su pecho y arrastró sus dedos hasta sus vaqueros. Después de
acercarse un paso más a él, besó su piel ardiente. Michelle desabrochó el botón
de sus vaqueros y, justo cuando agarraba la cremallera, Jake la tomó de las
manos.
Las colocó detrás de su espalda, y ella observó cómo sus ojos se fijaban
en sus pechos prominentes.
—He estado pensando en esto durante demasiado tiempo —dijo, y posó su
dedo sobre su frenético pulso. Su dedo se movió desde su pulso por su pecho y
hasta entre sus senos—. Planeo hacer de esta la mejor noche de nuestras vidas
—prometió, y le soltó las manos.
Michelle envolvió con sus manos libres su cuello y lo atrajo hacia sí. Su
duro pecho empujó los suaves de ella. Necesitaba sentir más de ella contra él. Y,
como si a le arrancara el pensamiento directamente de la cabeza, le desabrochó
el sujetador.
Jake le bajó los brazos y le quitó cada tirante, dejando que su sostén
cayera a sus pies. La sensación de sus pezones sensibles contra su piel se sintió
increíble. Un gemido escapó de sus labios y Jake selló su boca con la de ella.
Ese beso apasionado fue único. Sus labios, lengua y dientes se movieron
su boca, haciéndola gemir de placer. Cada caricia estaba impregnada de
palabras no dichas. Un escalofrío de placer recorrió su espalda. Las grandes
manos de Jake frotaron la piel de su espalda antes de meterse en sus pantalones.
Se le puso la piel de gallina por todo el cuerpo y su respiración era superficial.
Jake apretó la carne fría en sus manos antes rápidamente bajar su tanga
de encaje. 72
A Michelle le encantaba a donde iba esto, pero estaba lista para
desnudarlo. Cada vez que sus dedos avanzaban hacia la cremallera que lo
contenía, él encontraba una nueva forma de ocuparlos.
Le besó las palmas una a una y le chupó los dedos. Con cada uno de sus
lamidos, su piel se encendía a nuevos niveles. El dorso de sus manos acariciaba
los lados y la parte inferior de sus pechos. Los sentía pesados y rogaban más de
su toque.
Michelle estaba a punto de volverse loca. Este hombre era un maestro en
el arte de provocar. Podía sentir su excitación humedeciendo el pequeño
triángulo que cubría sus partes femeninas, y él ni siquiera había probado un
pezón. Su control estaba fuera de este mundo. Empezaba a preguntarse si
planeaba torturarla.
—Realmente eres impresionante —susurró, con su aliento chocando con
la parte superior de uno de sus pechos.
Michelle lo agarró por el cabello y trató de acercarlo a donde necesitaba
sentir su boca.
—Jake —gimió.
Su risa la hizo imaginarse dándole una patada al hombre hasta que de
pronto se encontró en sus brazos.
—Qué mandona…
Ella entrecerró los ojos y lo miró.
—No estás siendo muy amable.
Jake la acostó con más cuidado de lo que esperaba. Su rodilla se estableció
entre sus piernas, empujándolas para abrirlas. Su cuerpo estaba más que
preparado para este hombre. Tanto que la tela áspera de sus vaqueros a lo largo
de su piel expuesta causó rayos hormigueantes por sus piernas.
Luego la besó con fuerza. Un beso destinado a marcarla.
Las manos de Michelle volaron a su alrededor, arañando su piel. Sus
caderas presionaron contra su erección cubierta, necesitando la fricción. Si
movía las caderas un poco más, podría encontrar algo de alivio de su tortura. Se
sentía contenida y no necesitaba mucho más para explotar bajo su toque.
Las manos de Jake se movieron a sus caderas y la bajaron. Él estaba tan
afectado como ella, pero ella no podía entender por qué los torturaba. Antes de
que pudiera quejarse, Jake pasó un dedo entre sus pechos hasta su tanga. Sus
dedos se metieron bajo el material y sus caderas se levantaron para ayudarlo a 73
quitársela.
Ella se retorció bajo su toque mientras él empujaba sus piernas hacia
atrás. Sus ojos se oscurecieron al ver su sexo.
—Qué jodidamente hermosa —dijo, pasando un dedo por el exterior de su
piel caliente.
Michelle jadeó ante el toque. Ella apretó los puños con necesidad y esperó
con todas sus fuerzas que él no siguiera provocándola hasta llevarla a la locura.
—He soñado todas las noches con tocarte, probarte, tomarte ... —Sus ojos
se encontraron con los de ella, y su dedo recorrió su centro—. Estás tan mojada
para mí.
La cabeza de Jake bajó, y su corazón latió erráticamente contra su pecho.
Ella le suplicó mentalmente que la probara. Lo que no esperaba era
desmoronarse cuando él chupó su clítoris. Un grito de éxtasis escapó de sus
labios y su espalda se arqueó sobre el suelo alfombrado. Mil estrellas estallaron
en su visión con su orgasmo.
Tomó aire, esperando calmar su cerebro confundido. Michelle bajó la
mirada y encontró sus ojos en los de ella. La lujuria y la determinación le
devolvieron el brillo. Jake, al parecer, no iba a darle ningún tipo de descanso.
Lamió y chupó su clítoris hasta que extrajo cada gota de placer de ella.
Cuando lo logró, metió un dedo en ella. El dedo curvado encontró ese manojo
oculto de nervios, y en segundos su cuerpo comenzó a doblarse.
Un dedo y luego dos. Lengua, dientes y una combinación de ambos.
Michelle se agarró a la alfombra con ambos brazos mientras Jake se
deleitaba con ella. El hombre era implacable. Nunca había sentido más placer
en su vida.
—Jake —gimió. Su cuerpo estaba allí, justo al borde, necesitando todo lo
que él estaba dispuesto a darle—. Justo ahí, por favor —suplicó.
Antes de que Michelle pudiera recuperar el aliento su cuerpo se rompió,
y se dejó llevar por las olas y olas de placer que venían de las manos y la boca
de Jake Smith.
Con perezosos lamidos y besos sobre su clítoris, la convenció para que
bajara de su clímax. Sus dedos calmaron su piel sensible. Michelle abrió los ojos
con fuerza y lo encontró mirándola. Alejó los dedos y depositó dulces besos en
su delicada piel. El hombre era sexy como el pecado al dar placer y, sin embargo,
había un nivel de adoración que era nuevo para ella.
74
Con sus ojos en ella, se lamió los labios antes de hacer lo mismo con sus
dedos.
—Mmm —murmuró.
Michelle observó cómo el sexy chico malo se lamía los dedos para limpiar
su esencia. Era horroroso por un lado y, por el otro, la hacía querer ir por ese
camino de perversión con él.
Ángel y demonio.
Jake parecía ser ambos cuando se trataba de sexo.
Se apoyó en sus talones y se bajó la cremallera. Michelle no pudo evitar
mirar mientras su pene salía de sus confines. Era más grueso y largo de los que
había experimentado. Se le hizo la boca agua mientras pasaba su húmeda
lengua por sus labios, repentinamente secos.
Al oír su gemido, los ojos de él se movieron hacia su rostro.
—¿Seguro que quieres hacer esto? El hecho de que me quede a pasar la
noche no significa ...
—Cállate, Jake.
Sus ojos volvieron a bajar y lo vio acariciándose desde la base hasta la
punta. Su respiración se hizo superficial y se mordió el labio cuando una gota
húmeda se formó en la punta.
Había pasado un tiempo desde su último encuentro sexual. Estaba
bastante segura de que Jake la dejaría dolorida. Honestamente, estaba ansiosa
por experimentar ese nivel de ternura bajo sus manos.
Su mano apretó bastante fuerte su pene, y sus ojos se clavaron en él.
—Sigue mirándome así, y voy a correrme sobre todo tu estómago.
Michelle se aclaró la garganta.
—¿Cariño?
—¿Si? —gimió.
—Agarra el maldito condón.
Jake se rio entre dientes y se quitó los vaqueros. Encontró el paquete de
aluminio en tiempo récord. Lo abrió con los dientes, se lo puso y se arrodilló
entre sus piernas. Podía sentir la punta en la abertura y su cuerpo vibraba, listo 75
para Jake.
Él movió sus caderas, dándole tiempo para adaptarse a su intrusión. Dejó
besos sobre su cara y hasta su pezón. Él se retiró y presionó más, yendo y
viniendo mientras su cuerpo lo aceptaba. Cuando finalmente estuvo
completamente dentro de ella, no pudo evitar pensar en lo llena que se sentía.
No solo física, sino también emocionalmente.
Sus ojos se humedecieron ante el aluvión de emociones que nadaban
alrededor de su corazón. De alguna manera, le había dado a este hombre el poder
de quebrantarla. No importaba que él hubiera estado en su vida por un corto
período de tiempo. Se las había arreglado para presionar todos los botones
correctos en su corazón.
Jake la besó dulce y tiernamente. Su cabeza nadaba por sus besos.
Parecía llegar profundamente dentro de ella con cada movimiento de su lengua
y caricia de sus labios.
Se tocaron y exploraron con cada lento choque de sus caderas con las de
ella. Cada toque traía un gemido de placer. Su cuerpo ardía desde muy adentro.
Todas sus emociones mezcladas con las sensaciones que recorrían su cuerpo
eran increíbles, casi como si pudiera tocar el cielo. Una nube de felicidad los
envolvió cuando hicieron el amor por primera vez.
—Michelle —murmuró él contra sus labios.
Ella se obligó a abrir los ojos y se encontró con los de él. Lo que encontró
hizo que sus senos se levantaran mientras su espalda se arqueaba con el
orgasmo. Los dedos de sus pies se curvaron y sus talones se clavaron en su
trasero. Las estrellas brillaron y la cegaron mientras el placer explotaba por cada
célula de su cuerpo.
En la distancia, más allá del torrente de sangre en sus oídos, escuchó el
gemido de Jake cuando su cuerpo se puso rígido contra el de ella con un
empujón más. Se vinieron en una poderosa unión.
Subían y bajaban con cada respiración profunda que tomaban. Su regreso
del planeta Éxtasis fue un viaje lento mientras Jake alargaba su placer con cada
empuje siguiente.
Jake apoyó la cabeza sobre su corazón y ella lo abrazó. Michelle consideró
pasar los dedos por su cabello, pero su cuerpo pesaba una tonelada.
Estaba agotada.
Él suspiró después de unos minutos más de silencio. 76
—Guau.
—Mmm ... —murmuró ella—. Pensé que te habías quedado dormido.
—Casi —susurró y se acurrucó en su cuerpo.
Michelle le dio unos golpecitos en la espalda con la esperanza de
despertarlo.
—Jake ... condón.
—Maldita sea —se quejó, y apartó la parte superior de su cuerpo del de
ella. Michelle se mordió el labio ante la sensación de que su longitud semi flácida
se frotaba contra su sexo hipersensible. Por un lado estaba lista para dormir
durante un millón de años después de la intensidad de su amor y, por el otro,
su cuerpo rogaba más.
Jake se rio entre dientes.
—Eres insaciable —dijo, sacudiendo la cabeza.
Insaciable nunca fue una palabra que acompañara a su vida sexual. Sin
embargo, no se equivocaba. Así era exactamente como se sentía, a pesar de que
su cuerpo estaba relajado como un fideo. Michelle quería más de Jake.
Él tomó su calidez y la dejó para deshacerse del condón. Ella lo vio
alejarse, disfrutando plenamente de la vista de su musculoso trasero y su
espalda. Él tenía algo así como un trasero de burbuja y ella quería agarrar un
puñado.
—Estás mirando de nuevo —dijo antes de doblar la esquina.
Su rostro se enardeció. No sabía cómo logró atraparla en el acto. Apartó
su vista de la puerta y suspiró. Los recuerdos de esta noche pasaron por su
mente mientras los guardaba para mantenerlos a salvo. Nunca olvidaría esta
noche.
El toque de Jake le infundía confianza y esperanza. Sentía que podía hacer
cualquier cosa. Aunque, cuando sus párpados se volvieron pesados, sabía que
dormir sería lo primero en la lista.
Jake metió sus brazos debajo de ella y la abrazó. La llevó por la casa y la
metió en la cama antes de alejarse.
—¿Jake?
—Shh... Regresaré en un segundo. Voy a revisar las puertas y apagar el 77
fuego.
Michelle se obligó a permanecer despierta hasta que él regresó unos
minutos después. La cama detrás de ella se hundió y el brazo de Jake envolvió
su cintura. La empujó hacia su frente y su polla semidura se acurrucó contra
su trasero antes de que su mano sostuviera su pecho.
Jake le besó la coronilla y soltó un suave suspiro de satisfacción. Su
cuerpo se relajó en sus brazos, y su mente finalmente se apagó cuando cayó en
un sueño feliz.
M
ichelle estaba exhausta y dolorida, pero quería más de Jake
Smith.
Parecía que Michelle se había convertido en una adicta
al sexo de la noche a la mañana. ¿O quizás fuera Jake el
problema? Consideró ese pensamiento un momento antes de deshacerse de él.
No, su insaciable necesidad no era por el sexo sino por el hombre. Nadie
en su vida la había hecho sentir tan especial. Y tampoco eran su talentoso pene
o su apariencia lo que la hacían pensar eso. Sus palabras y su toque la llenaban
de belleza.
Después de su sexo alucinante, se habían quedado dormidos
profundamente. Cuando se despertó con su lengua corriendo perezosamente por
su centro, estuvo a punto de venirse en ese mismo momento. La niebla del sueño
78
se desvaneció cuando aceptó otro orgasmo de sus manos.
Se quedaron dormidos y se despertaron unas cuantas veces durante la
noche. Para ella fue una sorpresa no estarmuerta por todos los orgasmos que
había experimentado en las últimas doce horas.
Podía oír su respiración uniforme desde su lado. Por una fracción de
segundo pensó en despertarlo, pero se obligó a ir al baño para hacer sus
necesidades. Una vez que se lavó las manos, salió y miró fijamente al asombroso
hombre que se abrió paso en su vida.
Todo sucedía por una razón. Había sido una firme creyente de esto y por
eso le parecía bien estar soltera tanto tiempo. Por alguna razón, Jake fue
colocado en su vida. Y durante la mágica temporada navideña.
Con una última mirada a ese sexy hombre, especialmente a su firme culo
cubierto por la fina sábana, agarró su bata y se dirigió a la cocina.
Michelle encontró su álbumde Navidad de Mariah Carey en su teléfono y
lo configuró para que se reprodujera desde sus altavoces Bluetooth. Cantó las
canciones por millonésima vez pero ahora, con Jake en su vida, su corazón se
llenó de renovada esperanza.
—Es una diosa en la cama, cocina como un chef con estrella Michelin y
tiene la voz de un ángel —dijo Jake, sacándola de su lugar en la estufa unos
veinte minutos más tarde. Se acercó a ella y le envolvió la cintura con los
brazos—. Lo siento, no quise asustarte.
Le besó el cuello antes de que pudiera responder. Ella gimió cuando sus
labios causaron rayos de excitación sobresu piel. Sus pezones se fruncieron
contra su bata de satén y sus muslos se apretaron.
—Jodidamente insaciable —murmuró. ¿Te he dicho lo sexy que es ese
pequeño ruido que haces cuando estás excitada?
Michelle le dio un manotazo en el brazo.
—¡No lo hago!
Jake se rió entre dientes y la vibración recorrió su espalda.
—Mhmm —susurró contra la parte trasera de su oído—. Lo estás haciendo
ahora mismo.
—No... no... —Se forzó a decir las palabras y miró hacia la sartén—.
¡Mierda!
—Elle? —preguntó, con la preocupación llenando la voz.
79
—¡Los huevos se están quemando! Mantén tus manos quietas antes de
que arruine el desayuno. —Señaló la nevera—. Por favor, sírvenos un poco de
jugo de naranja.
Jake alzó las manos en el aire en señal de rendición.
—¡Sí, capitana!
El resto del desayuno transcurrió sin problemas. La ahuyentó para que se
duchara mientras él limpiaba el desorden.
El agua caliente corrió por su cuerpo, calmando el delicioso dolor en sus
músculos sobrecargados.
Michelle se envolvió con una gran toalla mullida y su cabello húmedo y
secado con solo una toalla colgaba suelto alrededor de su rostro. Cuando entró
en su habitación para tomar ropa cómoda para descansar, se detuvo en seco.
Su cama estaba hecha.
—Huh —murmuró para sí.
Miró la puerta abierta y no escuchó a Jake. Examinando la habitación,
vio su bolso en la esquina y notó que seguía cerrado.
Michelle se vistió rápidamente y lanzó una mirada más a la cama antes
de dirigirse a la sala de estar en sus zapatillas festivas.
—¿Jake? —gritó cuando no lo encontró en el sofá.
En la cocina, vio que no solo todo estaba lavado, sino que no había ni un
solo artículo en su rejilla para secar platos. Abrió el lavavajillas y lo encontró
vacío. Personalmente, nunca usaba la máquina a menos que Janey y Eric
vinieran. Echó un rápido vistazo a sus armarios y encontró las cosas más o
menos en su lugar.
El hombre podía limpiar la cocina, hacer las camas y hacer que ella se
corriera casi cuando se le ordenara. Seguramente era único en su clase.
Si tan solo pudiera encontrarlo. Su corazón se apretó brevemente cuando
consideró la posibilidad de que se hubeira ido sin decirle nada. Cuando recordó
su bolso en la habitación, se dirigió a las ventanas delanteras y se asomó. El
auto de Jake seguía en el camino de entrada con unos quince centímetros de
nieve encima.
Un ruido familiar llamó su atención. Metió los pies en las botas de nieve y
agarró una chaqueta. Se cerró la cremallera mientras salía y caminaba hacia los
sonidos.
80
Y ahí es donde lo encontró.
Jake estaba abrigado y paleando el camino de entrada a su garaje. La
acera de su auto ya estaba despejada.
—¿Qué estás haciendo? —gritó.
—Palear nieve —dijo, y ella vio cómo su cálido aliento soplaba en el aire
frío.
—Sí, lo veo —respondió ella poniendo los ojos en blanco.
Jake se rió entre dientes.
—Entonces no hagas preguntas tontas.
—¡No tienes que hacer eso!
Se encogió de hombros a modo de respuesta. Michelle agarró la escoba
que tenía en el porche y comenzó a barrer la nieve acumulada.
—Nena, lo tengo. Entra y mantente abrigada. Enciende un fuego y estaré
allí pronto.
Michelle continuó limpiando.
—Bueno.
Jake negó con la cabeza y ella continuó con su tarea. Una vez terminó,
entró y encendió la chimenea como él le había sugerido. Echando un vistazo
rápido al exterior, se aseguró de que él siguiera donde lo dejó y corrió hacia su
auto.
Michelle agarró las bolsas de regalos y se apresuró a entrar. Cerró la
puerta de su baño y envolvió sus regalos en un tiempo récord. Los colocó junto
a su árbol de Navidad en miniatura con los regalos de Janey, Eric, Bobby y otro
par de ellos.
Ella sonrió ante las luces parpadeantes, encantada con la forma en que
encajaban con el resto. Michelle se frotó los fríos brazos y miró el fuego. Puso
otro leño en la chimenea y se paró frente a él con las manos hacia las llamas,
dejando que el calor entrara de nuevo a su cuerpo.
Así es como Jake la encontró.
—¿Todavía tienes frío?
Ella lo vio sacudirse la nieve del cabello antes de quitarse la chaqueta.
—De repente hace más calor —bromeó.
Jake se rió entre dientes.
81
—¿Qué película quieres ver, adicta al sexo?
—¡Oye! No soy una adicta al sexo —dijo, y se cruzó de brazos sobre el
pecho.
—Mhmm —respondió él, y la tomó en sus brazos—. No me estoy quejando.
Me encanta cómo reacciona tu cuerpo a mi toque.
—Me sonó como a queja —bromeó.
Jake le hizo cosquillas en los costados y ella estalló en una carcajada.
—¡Para!
Se movió rápidamente, sujetándola de espaldas contra su frente mientras
su mano libre continuaba haciéndole cosquillas.
—¡Jake!
Cuando sus dedos pararon con las cosquillas un poco más tarde, ella se
concentró en respirar en lugar de tratar de no orinarse.
—Dios, me encanta tu risa —dijo él, y la besó.
Un beso lento y dulce. No tenía la intención de excitarla, pero logró hacerlo
de todos modos. Sus manos envolvieron su nuca y sus cuerpos se presionaron
contra el otro. Jake terminó el beso más rápido de lo que le habría gustado y
posó la mejilla sobre la cabeza de ella.
Michelle suspiró ante la dulzura de todo. Claro, sus partes femeninas
clamaban por la atención de Jake, pero su corazón latía con fuerza por las
acciones de él.
La soltó y agarró su mano, entrelazando sus dedos.
—Elijamos una película para ver.
—¿Jake? —preguntó Michelle mientras se acurrucaba contra su calidez.
—¿Si? —preguntó, ojeando las opciones.
—Gracias.
Jake bajó el control remoto y miró a Michelle. Su aliento se alojó en su
garganta con toda la fuerza de su atención.
—¿Por qué, hermosa?
—Todo... limpiar después del desayuno, hacer la cama, palear el camino
de entrada...
—¿Hacerte venir una y otra vez ?—Jake arqueó las cejas de manera 82
sugerente y gritó “¡Ay!” cuando ella le dio un codazo en las costillas.
—No tenías que hacer nada de eso. Así que graciasc—dijo, y se obligó a
mirar la pantalla.
Jake le besó la sien.
—Me encanta cuidarte —susurró antes de reanudar su búsqueda de la
película perfecta de tardes perezosas.
E
l día anterior habían visto algunas películas con un par de pausas.
Parecía que ninguno de los dos podía apartar las manos del otro.
Películas, sexo y comida. ¿Qué mejor manera de pasar un
día? Michelle realmente no podía recordar un instante en el que estuviera tan
relajada.
Jake la hacía sentir cómoda. Se ocupaba de sus necesidades dentro y fuera
de la cama. Era dulce, divertido y sarcástico. Parecían encajar de muchas
maneras.
Una molesta vocecita quiso decirle que no podía ser tan genial todo el
tiempo. Otra voz le dio un puñetazo en la garganta a esa voz y la estúpida
vocecita no había dicho ni pío en horas.
83
Michelle se rio de la idea mientras se secaba las piernas. Levantando la
mirada, se concentró en el trasero de Jake antes de que se volviera hacia ella.
—¿Qué?
—¿Eh? Nada —dijo. Arrugando sus cejas.
—No lo sé, creo que si me encontraras riéndome al mismo tiempo que te
miro el trasero probablemente me tirarías ese secador de cabello —dijo,
señalando con la cabeza el secador sobre el mostrador.
—Cierto. —Se rio.
Michelle no era una mujer que se riera tontamente. Jake parecía sacar un
lado suyo que no sabía que existía. La hacía reír constantemente y tenía que
admitir que ser una mujer risueña no era tan malo.
—Menos mal que la cena huele deliciosa desde aquí, o de lo contrario
tendría que darte azotes por ser tan mala.
Sus mejillas se calentaron ante la imagen que pintó. Tampoco era el tipo
de chica que pidiera que le tiraran del cabello o la azotaran. Jake parecía sacarle
una faceta completamente nueva.
—Voy a alejarme ahora antes de hacer algo que a los dos nos encante. —
Se echó la toalla por encima del hombro y se alejó desnudo.
Michelle no pudo evitar admirar su cuerpo mientras desaparecía por la
puerta. Una vez que no pudo verlo, se acercó al lavabo y se echó agua fría en la
cara. Captó su reflejo y notó un brillo que no había estado allí antes de que Jake
se adentrara en su vida.
A este punto habían pasado más de treinta y seis horas juntos y no parecía
ser suficiente. Claro, parte de ese tiempo lo pasaron haciendo venir al otro. El
resto abrazándose y conociéndose aún más. Cada minuto juntos llenaba su
corazón de alegría.
Unas horas más tarde, guardaron el jamón navideño y el puré de papas y
la cocina volvió a estar en orden, gracias a la participación activa de Jake en el
proceso. Incluso cortó un poco de jamón en trozos pequeños y los colocó en una
fuente junto a las lonchas de queso y aceitunas que ya estaban allí.
—Lleva esto a la mesa auxiliar y te serviré un poco de vino —dijo antes de
echarla de su propia cocina.
Michelle le dio una palmada en el trasero.
84
—¡Deja de ser tan mandón!
Se rio de ella mientras tomaba la botella de vino.
—Si quieres mi sorpresa, me escucharás hermosa.
Ella se congeló y lo miró fijamente.
—¿Sorpresa?
—Ajá.
A diferencia de algunas personas, encantaban las sorpresas. Michelle llevó
la fuente y tomó una aceituna de un lado. La emoción la llenó mientras se dejaba
caer en su sofá.
Jake le entregó un vaso y puso el suyo junto a la comida.
—He de recordar que realmente le gustan las sorpresas.
Michelle movió la cabeza de arriba abajo con una gran sonrisa.
—¡Sí!
Escuchó un susurro seguido de algunas maldiciones ahogadas que
provenían de su habitación. Michelle no tenía idea de lo que estaba haciendo,
pero comenzó a preguntarse si una visita a la sala de urgencias estaba en la
lista.
—¿Estás bien?
—¡Sí! —gritó, esta vez con su voz un poco más cerca.
Michelle tomó un trozo de jamón, queso y una aceituna y se los metió en
la boca, prestando toda su atención a los sabores. Solo que parecía que no tenía
tiempo.
Tomó un sorbo de vino para acompañar la comida después de que Jake
apareciera en la puerta.
—Feliz Navidad, hermosa.
Sus ojos se movieron de arriba a abajo. Llevaba un gorro de Papá Noel, iba
sin camisa y tenía unos bóxer rojos con adornos dorado. Colgado del hombro
había un saco de terciopelo rojo. Levantó una ceja ante su disfraz, y luego sus
labios se arquearon en una sonrisa.
—Holaaaaa, Santa —dijo antes de llamarlo como un gato.
Jake se rio entre dientes.
—Escuché que alguien fue una traviesa y buena chica este año.
85
—¡Fui yo! —dijo emocionada, y cruzó las piernas debajo de sí. No sabía a
dónde iba Jake con todo esto, pero estaba le parecía bien con todo esto.
—Me alegro, porque tengo un regalo para ti.
Los ojos de Michelle se posaron en sus bóxer rojos y le vino a la mente la
imagen de lo que había detrás de la tela. Se lamió los labios y observó cómo se
movía la tela.
—Sabes, hay más de mí que solo mi cuerpo —dijo Jake, cruzándose de
brazos sobre el pecho e hizo un puchero.
—Oh, soy bastante consciente de eso. Ahora, ¿cuál es esta sorpresa que
tienes? Para asegurarme de usar mis modales y darte las gracias correctamente.
Los ojos de Jake se oscurecieron con interés.
—Elle —gimió.
Cerró los ojos con fuerza un minuto. Asumió que estaba llamando a su
autocontrol. En lo que a ella respectaba, no necesitaba hacerlo. Porque ya estaba
considerando las muchas formas en que esperaba salirse con la suya.
Jake abrió el saco y buscó en el fondo. Cuando volvió a sacar su brazo,
sostenía una pequeña caja cuadrada. Estaba cuidadosamente envuelta con un
sencillo lazo dorado.
—Feliz Navidad —dijo, y le entregó la caja.
Le sonrió y chilló.
—¡Gracias! —se las arregló para decir antes de agitar la caja junto a su
oreja. Cuando ningún sonido le dio una pista, arrancó el papel y la abrió.
—¡Oh! —susurró. Dentro de la caja estaba el relicario grabado más
hermoso del mundo. En él habían escrito simplemente “Elle” con una letra
bonita. La delicada cadena hacía juego con el relicario en oro blanco—. Guau—
dijo, mirándolo.
—¿Te gusta? —preguntó el hombre, normalmente confiado. Se mordió su
labio inferior mientras sus ojos la miraban nerviosamente.
—¡Es bonito! —dijo y lo abrazó. Todas las burlas y el humor de antes se
habían ido—. ¿Me lo pones?
Los grandes dedos de Jake buscaron a tientas el pequeño broche antes de 86
que finalmente se lo pusiera. Michelle agarró el relicario y lo admiró. Abrió las
dos mitades y las encontró vacía.
—Puedes poner una foto ahí… —susurró Jake con voz temblorosa.
—¡Es hermoso, Jake! —Después de ponerse de puntillas, le besó los labios
brevemente—. Gracias.
—Cuando lo vi, pensé en ti. Me alegro de que te guste.
Su corazón dio un vuelco ante sus palabras mientras sus ojos volvían al
bonito medallón entre sus dedos.
—Me encanta. Quiero poner una foto de nosotros aquí —susurró, y levantó
la mirada con una sonrisa.
La sonrisa de Jake era brillante y le recordaba a un niño en la mañana de
Navidad. La ponía menos nerviosa al saber que no era la única que navegaba
por estas aguas inseguras.
Metió la mano en la bolsa una vez más y lo interrogó en silencio.
—Hay algo más…
—¡Oh, Jake, no tenías que hacerlo! ¡Esto es más que suficiente!
—Bueno, qué lástima, me gusta consentirte. —Le entregó otra pequeña
caja que le hizo preguntarse si habría más joyas. Realmente esperaba que no las
hubiera.
Las cosas reales la ponían nerviosa. Llevaba un bonito juego de aretes de
diamantes en un par de agujeros en sus orejas y cosas bonitas, pero más baratas
en otro agujero. Tal y como estaba, tenía muy mala suerte con los collares, pero
usaría los de Jake.
Desenvolvió la caja, la miró rápidamente y la abrió. Dentro había dos
cubos.
—Para cuando bebas tu Glenfiddich —dijo Jake mientras le entregaba una
botella nueva—. De esta manera no se diluye.
Rio.
—Vaya, esto es realmente reflexivo. Los he visto antes en internet, pero no
había podido encontrarlos. ¡Gracias, cariño!
Michelle dejó los regalos después de besarle los labios, este beso un poco
más largo que el anterior. Cortó de raíz su hiperactivo libido para concentrarse.
Se movió hacia el árbol y agarró los dos artículos que envolvió antes.
—Feliz Navidad —dijo, dándole el regalo más grande. 87
—Vaya, ¿qué hay aquí? —Después de colocarlo sobre la mesa, Jake rasgó
el papel. La caja solo mencionaba “The Hoppy Place Company”. Jake se apresuró
a agarrar algo para abrirlo—. ¿Qué es esto? —preguntó con una ceja levantada
antes de sacar un gran recipiente de vidrio.
—Un kit de cerveza casera —dijo, comenzando a preguntarse si había
elegido un mal regalo.
—¿Qué? —preguntó con una gran sonrisa. Metió la mano y agarró más
piezas dentro de la caja y las colocó junto al recipiente de vidrio.
—El chico de Hoppy dijo que era su equipo más pequeño y básico. Lo
sugirió en caso de que decidieras que simplemente preferías beber en lugar de
prepararla —dijo nerviosamente.
Jake dio un paso hacia ella y la abrazó.
—Es un regalo increíble. ¡Gracias!
—¿En serio?
Jake le apartó el cabello y le acunó la cara entre sus manos.
—¡Sí! He estado jugando con la idea de preparar cerveza, pero nunca me
decidí. Es como si me leyeras la mente.
—Dijo que había un local en la ciudad que vendía el lúpulo y la malta que
necesitabas. Supongo que es un lugar bastante popular. No me di cuenta de lo
común que era la elaboración casera hasta que compré el kit.
Jake dio un paso atrás y examinó las diferentes partes que sacaba.
—Sí. Conozco a algunos amigos que se han metido en eso.
Mientras lo miraba, su corazón burbujeó de felicidad. Verlo tan
emocionado la hizo preguntarse cómo sería una mañana de regalos con niños.
Niños.
¡Vaya!
Michelle sacudió la cabeza para deshacerse del pensamiento. Después de
todo, no quería fastidiarlo. Con el movimiento, agarró el otro regalo sin envolver
sobre la mesa.
—¡Oh, oye, lo olvidé! —le dijo mientras le entregaba la caja más pequeña—
. Cuidado, asegúrate de no dejarlo caer —agregó cuando tembló en sus manos.
Jake lo desenvolvió y sacó un largo vaso cervecero. Su pulgar se deslizó
por el grabado en el vaso que decía “Mi cerveza es mejor que la tuya”.
88
—Puedes usarlo para beber cualquier cerveza que hagas —dijo. Estaba
orgullosa de sí misma por pensar en este regalo. Originalmente, consideró algo
cursi como Jake y Michelle, creados en 2017. El único problema que tenía con
eso era la preocupación de estropearlo todo.
—Es genial. Gracias, Elle. Estas son los obsequios más importantes que
nadie me ha dado jamás. —Sus ojos brillaron por un momento antes de
oscurecerse por el deseo.
Michelle se aclaró la garganta.
—Todavía tienes un regalo más que darme.
Sus cejas se fruncieron con confusión.
—¿Sí?
Se sentó en el sofá y lo miró. La luz del fuego brillaba sobre su cuerpo.
—Dado que Santa llegó un poco antes, creo que debería quitarse el traje
antes de que alguien sepa la verdad.
La diversión brilló en sus ojos.
—Tienes razón. Solo que…
—¿Solo qué? —preguntó, escuchando la falta de aliento en su voz.
Jake puso el vaso en su caja seguido de las mangueras, construyendo la
anticipación entre ellos.
—No sé si estás en la lista buena o en la lista de los traviesos.
Sus ojos captaron el movimiento y vio cómo los bóxer sueltos de Santa se
elevaban.
—Supongo que deberías venir aquí y comprobarlo.

89
—¿S
iempre va a ser así? —preguntó Michelle abriendo
sus pantalones.
Jake se rio entre dientes debajo de ella.
—Espero que sí.
Después de haberla provocado quitándose lentamente su disfraz, le dio
tres orgasmos explosivos en la sala de estar. No se habían molestado en vestirse
y se fueron a la cama, aterrizando en una maraña de dichoso agotamiento.
En algún momento de la mañana, Jake la despertó con sus besos antes
de empujarla al límite una vez más. Parecía que todavía no podían tener
suficiente del otro.
Eran increíblemente compatibles dentro, debajo, encima y fuera de las 90
sábanas. Escuchaba y mostraba interés genuino en las cosas que tenía que
decir. Compartían intereses y creencias similares. Encajaban.
—¿Elle? —murmuró contra su piel.
—¿Sí?
—Buenos días.
Michelle río.
—Buen día para ti.
—¿A qué hora vamos a ir a casa de Eric y Janey? —preguntó.
Se levantó, haciendo eficazmente a Jack a un lado, y miró su reloj. Los
números rojos mostraban las diez y veintiocho de la mañana.
—¡Mierda!
Michelle volvió a arrojar las mantas sobre Jake pero, antes de que pudiera
levantarse, su brazo le rodeó la cintura. Su corta barba se posó en la curva de
su cuello.
—Dime —dijo con calma.
—Llegamos tarde. Al menos yo.
—Bueno. ¿Tarde para Janey o para algo más? —preguntó y la sentó en su
regazo.
Piel con piel sin nada entre ellos. Se concentró en ralentizar su corazón,
que ahora latía más rápido por una razón diferente.
—Le dije a Janey que iría temprano y ayudaría con la cena. Llego tarde,
mierda, ¿dónde está mi teléfono? —preguntó. Al mirar su mesita de noche, no lo
encontró conectado al cargador.
Jake la colocó en el suelo junto a la cama.
—Ve a la ducha. Buscaré tu teléfono y lo llevaré al baño. Le enviaré un
mensaje a Eric para hacerle saber que llegamos tarde. Estoy seguro de que lo
entenderán.
Los pies de Michelle se movieron para seguir sus órdenes antes de que su
cerebro pudiera ponerse al corriente. Nunca le iba bien bajo este tipo de presión.
Era una de las razones por las que se quedaba hasta tarde en el trabajo. Esa
presión adicional no existía y podía hacer las cosas un poco antes. Su cerebro
colapsaba fácilmente y parecía que Jake era la tranquila voz de la razón. Llegó a
la puerta y miró por encima del hombro mientras él se ponía los calzoncillos. 91
—Gracias, Jake.
Más rápido de lo que esperaba, se limpiaron y vistieron. Trabajaban como
uno solo. Uno limpió el camino de entrada mientras el otro llevaba los regalos al
auto.
Michelle Harper: ¡En camino! ¡Lo siento mucho!
Janey McCleod: Espero que haya sido sexo caliente y sudoroso.
Michelle Harper: ¡Eres horrible!
Janey McCleod: No, estoy cachonda y no puedo follar a Eric gracias a las
órdenes de los médicos.
Michelle Harper: ¡Qué gráfico! Basta, es asqueroso. Te veo en un rato.
Janey McCleod: ¿Chelle?
Michelle Harper: ¿Sí?
Janey McCleod: Es un gran partido. Estoy muy feliz por los dos.
Michelle miró a Jake, que conducía su auto. Su amiga tenía razón. Jake
era un hombre fantástico y realmente no sabía cómo había tenido suerte.
—¿Todo bien? —preguntó, asintiendo hacia el teléfono que tenía en la
mano.
—Sí, charla de chicas.
Él se rio y besó el dorso de su mano antes de ponerla en su muslo.
—Basta de charla.
Eric los dejó entrar cuando llegaron.
—¡Feliz Navidad!
—Feliz Navidad —repitieron. Michelle miró a Jake y no pudo evitar la
sonrisa plasmada en su rostro.
—¿Chelle? —la llamó Janey desde la cocina.
Trabajaron codo con codo, cada persona se encargó de ofrecer una buena
comida. Parecía que, cada vez que miraba a sus amigos, los encontraba
observándolos. Si no fuera por sus estúpidas sonrisas, se habría sentido
cohibida por todo eso. Ni siquiera Bobby mantuvo su atención durante mucho
tiempo. Conocía a Janey lo suficiente como para saber que la mujer estaba a
punto de estallar.
92
Ni siquiera cinco minutos después de la comida, su amiga señaló entre
ellos con su tenedor.
—¿Cómo se conocieron ustedes dos, de todos modos?
Michelle miró de su amigo a Eric, quien solo sonrió. No se libraría de esto.
—Bien.
—La tiré al suelo —dijo Jake, y comió otro bocado.
La mesa se quedó en silencio un momento mientras todos procesaban este
pequeño hecho. Michelle siguió el ejemplo de Jake y dio otro mordisco.
—¿La tiraste al suelo? —repitió Janey.
—Ajá —respondió Jake con un bocado de comida. Cuando no dio más
detalles, todos la miraron a ella.
Michelle les dio un breve resumen de cómo se conocieron, dejando de lado
lo espectacular que fue ese beso bajo el muérdago.
Eric rio.
—Por eso te tomó tanto tiempo traer el sándwich que Janey necesitaba.
Jake asintió y tomó un sorbo de su bebida. Luego explicó que la noche que
se conocieron fue Eric quien le envió un mensaje en el restaurante. Eric sabía
que Jake había salido a tomar aire y comer algo. Resultó que Janey tenía antojo
de un sándwich, así que Eric le rogó a Jake que le trajera uno.
—¿Aire? —le preguntó Michelle.
Los ojos de Jake se movieron rápidamente de los de ella a sus amigos y
viceversa.
—Estar cerca de mujeres embarazadas no ha sido fácil para mí desde lo
de Emily.
Michelle le puso la mano en el muslo y apretó.
—Entiendo.
—Ahora sabemos por qué estaban… diferentes —dijo Janey, mirando entre
ellos.
—Sí, Elle me dejó conmocionado.
—¿Elle? —preguntaron Eric y Janey con una sonrisa.
Jake envolvió su brazo alrededor de su hombro y besó su cabeza.
—Mi Elle. 93

El resto del tiempo con sus amigos lo pasaron cómodamente. Se turnaron


para abrazar a Bobby. Al menos, lo intentaron. Parecía que Jake tenía una
debilidad real por su ahijado.
Las mujeres se entusiasmaron con los regalos que recibió Bobby para
Navidad. Janey chilló cuando abrió el que le compró Michelle. Los hombres solo
se echaron atrás y se rieron de su alegría.
—Quiero hacer un brindis —gritó Eric—. Por nuestra dulce Michelle.
Gracias por el mejor regalo de Navidad… traer a nuestro amigo de regreso.
El simple brindis tuvo un gran impacto emocional. Los ojos de Eric y Janey
estaban empañados por las lágrimas no derramadas y Jake levantó la mano para
sostener su rostro.
—No quería vivir después de lo de Em. Estaba en un lugar muy oscuro,
era un caparazón del hombre que solía ser. Michelle Harper, lamento haberte
lastimado la muñeca, pero no lamento haberte placado. —Jake le limpió las
lágrimas que cayeron de sus ojos ante sus palabras—. Sé que no nos conocemos
desde hace mucho tiempo. También sé que no planeaba amar a nadie después
de Emily… pero parece que nada de eso importa. En algún momento de estas
últimas semanas todo cambió. Te amo, Elle.
—Yo también te amo —dijo Michelle, tragando del nudo de emoción en su
garganta.
Sellaron su declaración con un beso. Estaba lleno de promesas y
esperanzas. Su corazón latía contra sus costillas y la sangre corría por sus oídos.
Este hombre le debilitaba las rodillas de la mejor manera posible.
Jake acercó su frente a la de ella y la miró a los ojos.
—Feliz Navidad, nena.
—Feliz Navidad. Vamos a casa.

94

fin
A. J. Renee

A
. J. Renee le encanta escribir sexis
romances con un felices para siempre.
Cuando no está escribiendo ni
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interactuando con sus lectores, puedes encontrarla
pasando tiempo con su familia o leyendo.
Se graduó de la Universidad de Florida
Central con su máster de Justicia Criminal y una
licenciatura en Psicología.
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