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Francia tuvo una tradición operística propia con el ballet de cour (desde
1581), la comedie-ballet y la cortesana tragédie lyrique de LULLY en el siglo
XVII. El género citado en ultimo termino se orientaba según el teatro clásico
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Instituto Superior de Bellas Artes (ISBA)
Licenciatura en Música – Historia y Morfología
francés (por usar la lengua francesa y el esquema en 5 actos) y tenía recitati-
vos musicalmente libres, airs a la manera de canciones, muchos coros y dan-
zas y, como introducción, l a obertura francesa. En el siglo XVIII se produjo
la disputa en torno a la opera buffa italiana (representación de PERGOLESI,
Paris, 1752) y la fundación de la burguesa opera comique con diálogos habla-
dos. Pasando por la opera de l a Revolución o del Terror, se desarrolló la
gran Opera del siglo XIX (MASSENET, MEYERBEER), además de la opereta
parodística (OFFENBACH) y, en toda Europa, las óperas nacionalistas.
El movimiento operístico de bel canto floreció a principios del siglo XIX, sien-
do ejemplificado por las ópera de Rossini, Bellini, Donizetti, Pacini, Mercadan-
te y muchos otros. «Bel canto», en italiano, significa «canto bello», y la ópera
deriva de la escuela estilística italiana de canto del mismo nombre. Las líneas
belcantistas son típicamente floridas e intrincadas, requiriendo suprema agilidad
y control del tono.
Continuando con la era del bel canto, un estilo más directo y vigoroso fue rápi-
damente popularizado por Giuseppe Verdi, comenzando con su ópera bíbli-
ca Nabucco. Las óperas de Verdi resonaban con el crecimiento del espíritu del
nacionalismo italiano en la era posnapoleónica, y rápidamente se convirtió en
un ícono del movimiento patriótico (aun cuando sus propias políticas no fueron
quizás tan radicales). A principios de la década de 1850, Verdi produjo sus tres
óperas más populares: Rigoletto, Il trovatore y La traviata. Pero continuó desa-
rrollando su estilo, componiendo tal vez la mayor Grand Opéra francesa, Don
Carlo, y culminando su carrera con dos trabajos inspirados en obras de Shakes-
peare, Otello y Falstaff, las cuales revelan el gran crecimiento en sofisticación
de la ópera italiana desde principios del siglo XIX.
Luego de Verdi, el melodrama sentimental «realista» del «verismo» apareció en
Italia. Éste fue un estilo introducido por Pietro Mascagni con su Cavalleria Rus-
ticana y Ruggiero Leoncavallo con Pagliacci, estilo que llegó virtualmente a
dominar los escenarios de ópera mundiales con obras tan populares como La
Boheme, Tosca, y Madama Butterfly de Giacomo Puccini. Compositores italia-
nos posteriores, tales como Luciano Berio y Luigi Nono, experimentaron con
el modernismo.
En Alemania, la ópera romántica (WEBER, Der Freischutz,1821) muestra la
tendencia a disolver el esquema de la opera de números en cambiantes escenas
y arias. El posterior drama musical de R. WAGNER está compuesto en forma
consecuentemente desarrollada: la sucesión de las escenas y el texto consti-
tuyen el fundamento de una música continua con la «melodía infinita», el
cantohablado, la técnica del leitmotiv, una orquesta colorida y una armonía
expresiva y altamente romántica (fig. C). También con referencia a la mez-
cla de las artes, el drama musical de WAGNER alcanza un extremo (la obra de
arte total), al cual siguen, en el siglo XX, renovados trabajos con las formas
antiguas (BERG, STRAVINSKY), pero también una búsqueda de nuevas posibili-
dades del teatro musical (ZIMMERMANN, KAGEL).
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