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La definición de Lenin
Gnoseología y metafísica
«La materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad objetiva,
dada al hombre en sus sensaciones… y que existe independiente de ellas»2. «La única
propiedad de la materia que debe ineludiblemente aceptar el marxismo es la de ser una
realidad objetiva, la de existir fuera de nuestra conciencia».
De inmediato, el hombre de sentido común a quien con tanta complacencia citan
frecuentemente los marxistas en apoyo de sus tesis, se pregunta lo siguiente: si la materia es
lo que existe fuera de nosotros –la realidad objetiva que existe independientemente– pero
según la tesis básica marxista, lo único existente es la materia en la que se incluye al ser
humano, se llega a la conclusión de que la materia existe fuera de la materia.
Esto parece un juego de palabras. Si lo es o no, ello atañe a los marxistas. Nos
limitamos a repetir lo que Lenin afirmó y los filósofos marxistas repiten constantemente.
De manera que para un marxista el razonamiento sería el siguiente:
Por supuesto que ningún marxista se atreve a hacer pública semejante conclusión.
Pensamos si se atreverá a plantearse la objeción en su conciencia. Lo importante es
convencerse de que muchos absurdos o snobismos mueven al mundo, en esta hora difícil
que pasa.
Nuestro lector se dirá, aún después de haber verificado lo correcto de nuestras citas,
que sin duda debe existir una explicación que nosotros silenciamos. Comprendemos que le
sea difícil hacerse a la idea de que un absurdo tan grande tenga predicamento sobre parte de
la humanidad.
1
Este principio afirma que una cosa no puede ser y no ser lo mismo, a la vez y bajo el mismo respecto.
2
Materialismo y empiriocriticismo.
La verdad es que podemos decir algo al respecto, pero el planteamiento quedará
como ha sido hecho, sin salida para el marxista como no sea hacia el absurdo o, caso
contrario, hacia una posición lógica y comprensible, pero a la que el materialista dialéctico
no quiera llegar porque es su fin, en tanto que tal.
La única solución de este problema para un marxista, lo lleva a tierras que odia.
Llegaría al terreno común con filósofos a quienes desdeña y con quienes de ningún modo
hubiese querido compartir su verdad fundamental, de que las cosas existen fuera de
nosotros.
O sea que se le plantea –le llega el turno– esta disyuntiva:
Si adopta esta segunda actitud, está en lo cierto, es lógico y razonable, pero su alegría
se empaña y su orgullo se desvanece porque la definición de Lenin pierde su prestigio de
genial, por dos razones:
4
Porque el marxista dice repudiar la metafísica, pero: 1° La metafísica tradicional no es lo que él llama por
tal sino un sistema que intenta explicar la naturaleza del universo y los cambios que en él se producen. En
cuanto que tal, tiene en principio que aceptarla. 2° El marxista hace metafísica pues intenta explicar la
esencia del universo y nos dice que es material. De conformidad con lo expresado, Sartre en Materialismo y
revolución (p. 14) dice: «El materialismo es una metafísica disimulada bajo un positivismo»; en Situations, III,
dice: «El materialista reprocha a los idealistas cuando remiten la materia al espíritu. ¿Por qué estará
dispensado de hacerlo cuando remite el espíritu a la materia? De hecho, el materialismo es una metafísica
que se destruye a sí misma, pues negando por principio la metafísica, quita todo fundamento a sus propias
afirmaciones».
independientemente de la conciencia humana5, así como el hecho de que conocemos el
mundo pero al afirmar esto pasa por alto el hecho de que los idealistas objetivos conciben
la naturaleza como algo espiritual o creado por Dios. De ahí que Elstein llegue a la
conclusión de que es preciso dar una definición de la materia al margen de sus relaciones
con la conciencia. Opina Elstein que si definimos la materia como algo extenso, que se
desarrolla en el tiempo y está sujeto a leyes, etc., y demostramos basándonos en los datos
de la ciencia que las cosas y los procesos poseen estas propiedades, nuestros adversarios se
verán obligados a admitir que el mundo es material» 6. Arjiptsev, en este punto, afirma que
Elstein es un iluso, creyendo que de esa manera logrará probar la materialidad del universo,
y tiene razón cuando alega que «supongamos que los tomistas admitan todo esto,
igualmente podrán agregar que el mundo ha sido creado por Dios. Resultará entonces que
los problemas que Elstein trataba de eludir –relación entre la conciencia y la materia, si el
mundo ha sido creado por Dios, etc.–, serán insolubles. El ‘fisicismo’ de Elstein no tiene
nada que ver con la única filosofía científica, con el marxismo».
Esta reunión de la Academia de Ciencias de Polonia y la interesante disputa acaecida
entonces y que ha tenido difusión a través de este libro de Arjiptsev, da lugar a una serie de
conclusiones importantes para comprender el marxismo.
En primer lugar, esa especie de candidez incomprensible que presentan
continuamente los filósofos marxistas, aun cuando son eruditos, candidez que por supuesto
se dirige invariablemente al apoyo de sus dogmas fundamentales.
En este ejemplo concreto, Arjiptsev admite la justeza y veracidad de la afirmación de
Elstein, cuando éste afirma que los tomistas comparten con ellos el punto de vista de la
definición de Lenin. Pero se pregunta Arjiptsev, ¿cómo es posible que Elstein pase por alto
que los tomistas afirman que el mundo ha sido creado por Dios? Esto es lo mismo que
preguntarse ¿cómo es que no se da cuenta Elstein, que los tomistas afirman algo contrario a
un dogma esencial del marxismo o sea que la materia es lo único que existe?
El razonamiento de Arjiptsev es totalmente nulo porque el hecho de que un tomista
afirme por un razonamiento que puede o no ser equivocado que el mundo ha sido creado
por Dios no impide afirmar de manera alguna que adopta como punto inicial el hecho de la
existencia independiente de las cosas. Y eso es lo que ha hecho Elstein.
Muy buena, en cambio, resulta la crítica de Arjiptsev a Elstein cuando éste pide que
se defina a la materia por sus propiedades “físicas”. El concepto científico de materia se
limita a lo cuantitativo y experimentable. No es “explicativo” de qué cosa sea la materia o
el mundo en sí mismos. Puede aplicarse a Elstein la crítica al cientismo positivista que ya
hemos visto antes.
Todo esto ratifica plenamente nuestra tesis expuesta en páginas anteriores. El
marxista no encuentra salida a la objeción como no sea hacia el reconocimiento liso y llano
de que la definición de Lenin es sólo el pensamiento de Aristóteles de que el conocimiento
comienza por los sentidos. Es solamente un punto de partida. Todo ha vuelto al comienzo.
Lo que el marxista presenta habitualmente como el argumento por excelencia de su tesis de
5
Es la primera vez que un miembro de la Academia de Ciencias de la URSS admite esta circunstancia: la de
que una filosofía clerical y reaccionaria –como la llaman– parta de la misma tesis que el marxismo. Es de
notar que luego, en las obras de Konstantinov y Kuusinen, también se la admite. En cambio, Politzer es
terminante: los tomistas dicen que el pensamiento crea las cosas, con lo que deforma la verdad de manera
vergonzante.
6
Arjiptsev, F. T., La materia como categoría filosófica, Edición de la Academia de Ciencias de la URSS, 1962,
p. 138.
ser la materia lo único que existe, se ha desvanecido. Las puertas se abren nuevamente al
pensamiento.
Los marxistas en su fuero íntimo, pese a todas las declaraciones de Partido, aunque
no lo confiesen, buscan permanentemente disipar ese problema que no pueden resolver y
que Elstein planteara, por primera vez, abiertamente: ¿qué es la materia?
«El materialismo antiguo identificaba habitualmente a la materia con una de sus
formas, con la sustancia corpórea y la materialidad del mundo era reducida a su
sustancialidad o corporeidad. Prevalecía la concepción mecanicista del atomismo»7.
Contra esta concepción, se levantan los materialistas dialécticos, porque consideran
que es ingenuo e inútil, desde el punto de vista filosófico, decir la materia es esta mesa, esta
flor, esta montaña, etc. Tan pronto el hombre reflexiona sobre el porqué y el cómo de la
actividad sensorial, sobre el hecho y misterio de que nuestra inteligencia pueda conocer la
realidad, sobre las pasiones que el hombre experimenta, etc., se plantean numerosos
problemas que no pueden ser resueltos con aquella actitud filosóficamente pueril y absurda
que dice: la materia es cada una de las cosas que palpo, veo, etc.
Y esto ocurre porque es evidente que estas cosas no son iguales entre sí. Poseen
características específicas muy distintas e irreductibles.
Si todas las cosas fuesen hechas de una misma y única materia –nos dice nuestra
inteligencia– serían indistintas e indiferenciadas. ¡Todo sería una masa homogénea y sin
forma! Porque, ¿acaso pueden reconocerse partes en una masa de harina?
En cambio, vemos que hay diferenciación y ejemplo especial de ello, este sentimiento
indestructible de nuestra personalidad, intransferible por excelencia.
El marxista se apresura a reconocer esta realidad innegable y nos dice: la materia
engendra a sí misma la diferencia que surge. Pero le preguntamos: lo que no tiene una
propiedad, ¿cómo puede producirla?
Para el marxista lo único que existe es la materia, pero si le oponemos esta
“individualidad”, no puede negarla.
La materia como tal tiene unidad, es una, ¿cómo explicar a partir de ella solamente la
diversidad que encontramos en el universo?
Todo está interconectado, dirá el marxista. De acuerdo, pero no pueden negarse las
individualidades. Que estén en conexión con los otros seres nadie lo negará. Yo lo estoy
con el alimento que ingiero, en evidente conexión y hasta en cierto modo, puede decirse
que vivo gracias a él. Pero sería absurdo negar que soy distinto y diverso de dicho alimento.
El que lo negase iría al hospicio. El marxista no puede negar en forma alguna que el
alimento es distinto y diverso y separado de mí, porque si lo hace se convierte en idealista y
dirá que el alimento lo crea mi pensamiento.
Y aquí encontramos un absurdo que vive y alienta en la intimidad del materialismo
dialéctico pero que sus defensores simulan no ver. Afirman:
7
Arjiptsev, La materia como categoría filosófica, pp. 90 y 105.
1. Todo está interconectado, sólo la metafísica sostiene que las cosas son estables e
independientes entre sí8. Toda estabilidad es relativa. Todas las formas se
transforman recíprocamente.
2. Lenin: la materia es lo que existe fuera de nuestra conciencia.
8
Konstantinov, Los fundamentos de la filosofía marxista, México, Grijalbo, 1959, pp. 126-136.
Así llegan a afirmar tranquilamente9: «El movimiento no existe como algo uniforme
sino como un conjunto de formas cualitativamente distintas e irreductibles las unas a las
otras…». Y agrega: «… pese a su irreductibilidad se transforman recíprocamente y unas
provocan la aparición de las otras».
Con esta afirmación se cae en el puro juego de palabras pero que no resisten el menor
análisis.
En efecto, decir que una forma es irreductible a otra significa:
Marxismo y existencia
10
Konstantinov, p. 126.
11
Cita de Lenin en Arjiptsev, La materia como categoría filosófica, p. 203.
12
Arjiptsev, ob. cit., p. 132.
13
Mitin.
14
Politzer, Principios elementales de filosofía, Buenos Aires, Inca, 1961, p. 46.
15
Arjiptsev, ob. cit., p. 140.
16
Wetter, El materialismo dialéctico, p. 338.
En medio de esta serie de idas y venidas de los marxistas, a través de sus
afirmaciones contradictorias y de esta tendencia de la ciencia a rechazar cada vez más la
posibilidad de definir la materia como algo concreto, comienza a dibujarse en el espíritu
una pregunta: ¿será la materia al fin y al cabo un elemento constitutivo de la naturaleza,
pero no el único que la integra?
A ésta, pronto se agregan otras: ¿Habrá en la naturaleza en forma inmanente un factor
integrante, pero que es a la vez trascendente a la misma? ¿Habrá grados de existir,
dependiendo entre sí, en jerarquía de seres?
Y aquí llegamos a un punto esencial: el marxista jamás analiza ni incluye en sus tesis
el concepto de existencia. Lenin habla de que las cosas existen fuera de nosotros, pero no
intenta explicar qué es el existir.
El marxista teme a este análisis, en parte debido a su carencia de una definición de
materia que satisfaga a la inteligencia, en parte a que Aristóteles lleva este concepto a sus
últimas consecuencias.
Cuando el marxista quiere justificar su actitud negativa ante el concepto “existencia”,
llega a decir cosas tan oscuras como las que achaca a los metafísicos. Así Lenin criticando
a Dietzgen dice: «… Este proponía incluir el pensamiento en el concepto de materia para
ampliar a este último. Pero ello despojaría al concepto materia de su contenido propio, de
su capacidad de expresar la esencia de la concepción materialista del mundo y
contraponerla a la concepción idealista»17. Agrega Lenin: «que la inclusión del pensamiento
en el concepto de materia, como propone Dietzgen crearía confusión, puesto que con tal
inclusión pierde sentido la antítesis gnoseológica entre la materia y el espíritu»18.
Con esta frase aislada de Lenin, en un instante, él mismo acaba de destruir su
pretensión de justificar la existencia de la materia como única realidad, pues señala
expresamente que la oposición idealismo y materialismo tiene valor en el campo de la
teoría del conocimiento.
Es exactamente la crítica que hemos hecho en este capítulo contra las pretensiones
metafísicas del marxismo.
Esta frase de Lenin es prácticamente ocultada por los marxistas; pero contra la
objeción de que silencian la existencia como problema filosófico, no tienen más remedio
que traerla a colación. Otra defensa no tienen.
El propio Arjiptsev, contra la acusación del jesuita Wetter de que la definición de
Lenin no tenía más valor que para la teoría del conocimiento, expresaba que era falso que
Lenin hubiese dado su definición para solucionar un problema epistemológico y no ya para
solucionar el problema metafísico de qué cosa es lo primario en el universo.
Sin embargo, Arjiptsev no puede sobrellevar la confusión que crea el propio Lenin y
la que él mismo reproduce y no encuentra otra salida que afirmar 19 que Elstein, cuando
sostiene que la definición leniniana sólo vale gnoseológicamente, y pide una definición
ontológica, olvida que el materialismo dialéctico hace tiempo que ha demostrado que la
metafísica, la gnoseología y la lógica son una misma ciencia filosófica.
Arjiptsev a la metafísica la llama ontología, pero al decir que ésta se ocupa del
“contenido del pensamiento”, y sus palabras pierden todo sentido. De esta manera, el
oscurantismo es total.
17
En Arjiptsev, ob. cit., p. 166.
18
Lenin, Materialismo y empiriocriticismo.
19
Arjiptsev, ob. cit., p. 139.
He aquí un problema que el materialismo dialéctico no puede resolver. Para ello,
utiliza términos usuales pero dotándolos de un significado nuevo que, por supuesto, no
explicita. Asimismo, equipara o identifica a la teoría del conocimiento con la lógica y
digamos, con la metafísica.
Qué es lo que quieren probar ya lo sabemos; que no prueban nada, ya lo vemos.
Porque decir que la lógica y la teoría del conocimiento son lo mismo, es utilizar un común
denominador para señalar las distintas partes del saber filosófico. Y como la utilizan para
resolver la objeción que Elstein ha puesto concretamente, tratan de afirmar la igualdad de
ambas en el sentido de borrar los límites entre una y otra disciplina. Sería como afirmar que
este perro y este gato son partes de la naturaleza (correcto), pero asegurar de inmediato que
son lo mismo (incorrecto).
Al oponerse Lenin a la inclusión del pensamiento en el concepto de materia, cae en
otra contradicción sorprendente por su ingenuidad. «Calificar al pensamiento de material es
dar un paso en falso hacia la confusión entre el materialismo y el idealismo» 20. «La
conciencia es un producto de la evolución de la materia aunque de por sí no es material»21.
«Lo psíquico es una propiedad de la materia específicamente organizada… Pero es falso
suponer que el pensamiento, la conciencia, sea algo material como creen los materialistas
vulgares»22.
Estas afirmaciones marxistas pueden ser suscritas en parte por un tomista, siempre y
cuando se haga una distinción. En cuanto el marxista registra un hecho, pero no pretende
explicarlo, es aceptable. La especificidad del ser humano por sobre la materia es evidente.
No vemos que haya otra contestación a esta pregunta, que una de las siguientes:
La eternidad de la materia
23
Lo que un tomista afirma es lo siguiente: filosóficamente la materia puede ser considerada o no eterna. No
hay manera de saberlo. La existencia de Dios puede ser sostenida conjuntamente aunque se defienda la
eternidad de la materia, pues igualmente ésta sería contingente, o sea, no podría darse a sí misma la
existencia. Vemos que la materia cambia, esto significa que no era “necesaria” tal como estaba antes de
cambiar. Luego, no era necesaria en sí misma. Siempre se impone la necesidad inteligible de aceptar la
existencia de un Ser Necesario e Inmutable, dotado de plenitud de riqueza ontológica (Inmóvil no como
estático, sino en cuanto “pleno”, que en nada puede mejorado).
24
Konstantino, ob. cit., p. 133.
La primera, es que este ejemplo nos trae de inmediato al ámbito del positivismo y del
cartesianismo de tipo matematizante. Suponer que la energía es constante, que no aumenta
ni disminuye, que es indestructible, es situarse en pleno campo científico. Estamos en lo
más íntimo del razonamiento matemático que toma una cantidad X y la supone invariable
en su campo y opera con ella sin preocuparse de si en otros sectores de la realidad pueden
existir otras fuerzas. Es de notar que se hace silencio total sobre el origen de dicha energía,
cosa que el científico no le interesa para resolver sus problemas científicos.
Los marxistas atacan duramente a quienes como Bertrand Russell afirman que es
absurdo y constituye un falso problema, tratar de encontrar el origen del mundo. Pues bien,
haciendo suyo el pensamiento de Engels, los filósofos marxistas modernos de la URSS y
demás ortodoxos, se colocan exactamente en la posición de Russell 25. La tesis de la
conservación de la energía es de origen matemático y como tal no es ningún intento de
explicar el origen del universo. No se preocupa ni del ni de los fines a que tiende la
naturaleza, porque para ser eficaz no necesita preocuparse por ello. Le basta su enfoque
parcial y limitado de la realidad.
Y en su orden la matemática tiene razón de ser así. Pero los marxistas que dicen tener
la solución de los grandes problemas que inquietan al hombre, vengan a querer
convencernos con una tesis que precisamente rehúsa la consideración de esas cuestiones,
parece una actitud de mala fe.
Desde el punto de vista científico, desde que se enunció la llamada segunda ley de la
termodinámica, son muchos los hombres de ciencia que vacilan en aceptar que la energía se
mantenga constante en el mundo que habitamos. Esta segunda ley afirma que la energía
cinética se va convirtiendo en energía térmica, la que a su vez se distribuye entre todos los
cuerpos, pasando prácticamente siempre de los de más calor a los menos calientes. De este
modo, se llegaría irremediablemente a un estado final de equilibrio que significaría la
muerte térmica del universo por falta de movimiento.
El libro de Konstantinov, muestra a sus autores indignados contra esta segunda ley y
dicen que «Engels la estudió cuidadosamente y la refutó en forma absoluta»26. Vale la pena
leer el argumento de Engels: «Si el movimiento del universo ha de acabar por desaparecer,
¿de dónde surgió originariamente? En un principio hubo que dar cuerda al reloj universal;
después éste siguió avanzando hasta alcanzar un estado de equilibrio y a partir de ese
momento sólo un milagro puede hacer que salga de ese estado y se ponga de nuevo en
marcha. La energía gastada en dar cuerda al reloj se ha perdido, al menos cualitativamente,
y sólo un impulso exterior puede restituirla».
Esta es una de las pruebas más elocuentes del dogmatismo marxista. No se puede
entrar a discutir en el materialismo dialéctico ningún pensamiento filosófico o hipótesis
científica que pueda contradecir una de sus tesis básicas. Pese a ello, los marxistas se
atreven a proclamarse los defensores de la libertad de expresión, cuando es evidente que la
coartan completamente.
Tanto temor tienen de que algún elemento racional o científico puedan llevar al
ánimo de los hombres la idea de la existencia de Dios, que se curan en salud y atacan lo que
solamente es un fantasma creado por dicho temor.
25
Ver Arjiptsev, ob. cit.
26
Konstantinov, ob. cit., p. 134 in fine.
El argumento de Engels, al sostener que no puede ser verdadera la segunda ley de la
termodinámica porque llevaría a admitir la existencia de un comienzo de la materia,
constituye un error filosófico enorme, y ello por dos razones.
La primera, porque siendo provisoria toda hipótesis de la ciencia, nunca valdrá como
argumento definitivo para probar la existencia o inexistencia de Dios o la eternidad de la
materia.
La segunda, porque jamás los tomistas han pretendido demostrar la existencia de Dios
utilizando argumentos y teorías científicas, porque conocen bien su precariedad. Basta con
que Konstantinov lea la obra del tomista Jolivet, El Dios de los filósofos y de los sabios,
para encontrar en la página 57 que se dice textualmente: «El principio de la entropía
significa por una parte que todas las energías de la naturaleza tienden hacia un equilibrio
final, que hará imposible la vida orgánica. A partir de este dato, se razona de la siguiente
manera: la energía visible va constantemente decreciendo y estaría terminada desde hace
una eternidad si el mundo fuese eterno, por mucha energía que hubiese podido encerrar. El
hecho de que esta repartición uniforme de la energía no se haya acabado todavía, demuestra
que el mundo no es eterno. Y si el mundo comenzó, este comienzo no se comprende sino
por la acción creadora de la Causa Primera. Por lo tanto, Dios existe. No obstante su
seductora apariencia, este argumento carece de valor. Supone en efecto que el universo es
un sistema finito27 y cerrado pues sin esto la prueba no tendría sentido. Pero eso no es más
que una hipótesis y es sabido que ni de derecho ni de hecho es posible excluir la hipótesis
contraria de la infinitud del universo. Por consiguiente no es posible en nombre de la
ciencia señalar de manera cierta ni un fin, ni un comienzo del universo».
Una observación más: de acuerdo al momento actual del desarrollo de la ciencia, si
un marxista se empeña en extraer conclusiones filosóficas de hipótesis científicas (lo cual
queda aclarado es erróneo), la ciencia no le favorece.
En efecto, de acuerdo a la observación astronómica, las galaxias se están alejando de
un centro común, lo cual indicaría un comienzo. El marxista en vez de analizar
científicamente la cuestión de las galaxias, la rechaza a priori, porque le parece que puede
llevar a la existencia de un comienzo de la materia.
Algo parecido sucedió con la teoría de la relatividad de Einstein. Mientras no se
encontraron manera de amoldarla a la dialéctica la rechazaron como reaccionaria y
burguesa. Hoy que creen ver en ella algo de cambio dialéctico, ya la miran con mucha más
simpatía.
Les preguntamos: si sólo observamos un sector del universo, ¿cómo se atreven a
afirmar que en el resto la energía no se destruye? No tienen respuesta a esta pregunta. Por
lo tanto, ya no pueden demostrar la eternidad de la materia.
27
Que es lo que tienen que suponer Engels y los que le siguen, como los filósofos de la URSS, para justificar
su tesis de la eternidad de la materia.