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Según Domínguez y García (2003), el conflicto tiene una presencia constante en cualquier
contexto en el que hay diferentes unidades; estas pueden ser personas, grupos, departamentos,
etc., lo cual hace que todos tengamos una noción intuitiva de lo que es un conflicto, a la vez que
dificulta el establecimiento de una definición unitaria para todos los tipos de conflicto.
Históricamente se constata la consideración inicial del conflicto como algo negativo: como algo
que había que desterrar. Se asoció conflicto con violencia, destrucción, irracionalidad ‒estudiado
desde la perspectiva de la psicopatología, de los desórdenes sociales, de la guerra, etc.‒. En
los años 30 y 40 se realizaron estudios clásicos de psicología social encaminados a eliminar el
conflicto (Sheriff, Lewin), que coinciden en el tiempo con trabajos en psicología organizacional
(Taylor, Fayol, Escuela de las Relaciones Humanas) que, a pesar de sus diferencias, coinciden
en la consideración del carácter negativo del conflicto y la necesidad de su eliminación
(alteración de la rutina mecánica de Taylor); distorsión de la estructuración funcional (Fayol);
conflicto por mala comunicación, falta de confianza y escasa sensibilidad de los directivos para
con los trabajadores (experimentos de Hawthorne), etc.
Posteriormente, se trató de explicar el porqué del surgimiento de los conflictos y se buscó la
relación causal entre determinados rasgos individuales y los conflictos. Desde esta postura hay
un acercamiento del contexto del conflicto y una focalización en los individuos, llegándose a
desarrollar un test para identificar a las personas conflictivas. Por todo ello, hay una inercia que
sostiene lo que se podría denominar el ideal conflictivo, sostenido por las principales
instituciones sociales, de acuerdo con lo que plantean Domínguez y García (2003):
• Evita los estancamientos, estimula el interés y la curiosidad, es la raíz del cambio personal
y social, y ayuda a establecer las identidades tanto personales como grupales.
• Ayuda al aprendizaje de nuevos y mejores modos de responder a los problemas, a
construir mejores relaciones y más duraderas, a conocernos mejor a nosotros mismos y
a los demás.
Los intentos por definir el conflicto de un modo riguroso han sido múltiples y desde diferentes
perspectivas. Se puede partir de la identificación de dos grandes posturas para acercarnos
posteriormente a definiciones adecuadas al contexto organizacional desde la perspectiva de la
psicología social.
• Aquellos que proponen una categoría general en la que no es necesario distinguir entre
conflicto y otras categorías afines como competencia. El ejemplo más destacado es
Dahrendorf que parte de la concepción clásica de Marx de considerar al conflicto como el
motor principal del cambio social. Esta consideración del conflicto como mecanismo
básico de la sociedad hace que subsuma categorías relacionadas como competencia,
disputa, combate, lucha, etc. al considerarlas como manifestaciones del conflicto en las
que hay diferencias de grado, intensidad o normatividad del contexto. Es una postura
propia de perspectivas de tipo sociológico.
• Los que proponen una concepción de alcance más limitado. A su vez aquí se puede
establecer una diferencia básica inicial entre conflicto intraindividual y conflicto entre
unidades sociales –sean estas las que sean‒ (Thomas, 1992):
• Hubert Touzard (1977): el conflicto parece definir una situación en la cual unas
entidades sociales apuntan a metas opuestas, afirman valores antagónicos o tienen
intereses divergentes.
• Raymond Aron (1964) cataloga el conflicto como una oposición entre grupos e
individuos por la posesión de bienes escasos o la realización de valores mutuamente
incompatibles.
• Lewis A. Coser (1956) define el conflicto como una lucha por los valores, por los
bienes escasos, la potencia y el estatus, lucha en la que el objetivo de los antagonistas
es neutralizar, perjudicar o eliminar al otro.
• Morton Deutsch (1973): “Un conflicto existe cuando ocurren actividades
incompatibles. Una actividad incompatible impide o interfiere con la ocurrencia o
efectividad de una segunda actividad. Estas actividades pueden tener su origen en el
interior de una persona, grupo o sociedad, o bien entre individuos, grupos o sociedades”.
• Jeffrey Z. Rubin, Dean G. Pruitt y Sung Hee Kim (1994): platean el conflicto como la
“divergencia percibida de intereses, o una creencia de que las aspiraciones actuales de
las partes no pueden ser alcanzadas simultáneamente”.
Según su contenido
Moore (1994) ha distinguido los conflictos en función de sus fuentes principales:
I. Conflictos de relación entre las personas: emociones fuertes, falsas percepciones o
estereotipos, escasa o falsa comunicación, conductas negativas repetitivas. Llevan
frecuentemente a lo que se ha denominado conflictos irreales, innecesarios o falsos en
los que se puede incurrir, aun cuando no estén presentes las condiciones objetivas para
un conflicto.
Deutsch (1969) también distingue los conflictos en función de los asuntos sobre los que versan,
aunque enfatizando el origen temático de los mismos, por lo que señala las siguientes
categorías:
Según su naturaleza
Una de las clasificaciones más conocidas es la realizada por Deutsch (1973), quien diferencia
los conflictos según su naturaleza:
➢ Conflicto verídico. Existe objetivamente y es percibido con precisión.
➢ Conflicto contingente. Se basa en una determinada estructuración de los elementos o
circunstancias. La reorganización lo eliminaría, pero las partes lo desconocen.
➢ Conflicto desplazado. El objeto del conflicto sobre el que se discute no es el real.
➢ Conflicto mal atribuido. Error en la identificación del contendiente, debido a que
normalmente también se yerra en el objeto del conflicto.
➢ Conflicto latente. No ocurre porque está reprimido, desplazado, mal atribuido o no es
percibido.
➢ Conflicto falso. Sin base objetiva.
Teoría de juegos
La conclusión en situaciones similares a esta (que son comunes en la vida diaria) es que
la competencia egoísta puede conducir a estados que son inferiores (en términos de
beneficio personal y social) a los estados cooperativos, pero que estos últimos no podrían
implementarse a menos que existan reforzamientos externos (contratos firmados por ley,
con verificación, etc.) que obliguen a las partes a cumplir con el acuerdo de cooperación.
2. La segunda estructura fundamental para el estudio de la teoría de juegos, para desde allí
predecir resultados de la interacción, es la teoría de juegos cooperativos o coalicionares.
Aquí todavía tenemos los mismos agentes egoístas, pero ahora se asume que, si pueden
obtener algún beneficio de la cooperación, no dudarían en formar coaliciones que son
creíbles. Por supuesto, bajo una estructura como la de juegos no cooperativos, un
acuerdo de cooperación puede no ser la “solución”, de manera que los agentes deben
tener una estructura de información diferente si queremos un comportamiento acorde.
Según Cuentas y Méndez (2007), en los últimos años hemos visto cómo se da el nombre de
“diálogo” a casi cualquier evento en el que participan diversos actores dentro del marco de un
desacuerdo o conflicto. Muchos de estos eventos no han reunido las características mínimas
para ser diálogos genuinos, lo que ha generado cierto desprestigio del “diálogo” en diversos
actores y espacios. Algunos ejemplos de estas situaciones mal llamadas “diálogos” son las
sesiones de debate en las que nadie escucha a los otros, las asambleas en las que se toman
decisiones no incluyentes de forma no participativa, las negociaciones duras entre dos partes,
las conversaciones públicas utilizadas para ganar tiempo y aparentar un abordaje dialógico y
muchos otros más. Se han ido desarrollando percepciones y expectativas sobre estos supuestos
diálogos, como las que atribuyen una especie de capacidad mágica para encontrar soluciones,
otras que conciben el diálogo como un recurso de última instancia o aquellas que ven al diálogo
como un identificador de soluciones, pero sin vínculos hacia la acción. Por lo tanto, es importante
aclarar qué entendemos en esta guía por “diálogo”.
En este sentido, Cuentas y Méndez (2007) afirman que “El diálogo es un proceso de genuina
interacción mediante el cual los seres humanos se escuchan unos a otros con tal profundidad y
respeto que cambian mediante lo que aprenden. Cada uno de los participantes en un diálogo se
esfuerza para incorporar las preocupaciones de los otros a su propia perspectiva, aun cuando
persista el desacuerdo. Ninguno de los participantes renuncia a su identidad, pero cada uno
reconoce la validez de las reivindicaciones humanas de los demás y en consecuencia actúa en
forma diferente hacia los otros”.
Las autoras afirman que el objetivo del diálogo democrático no es dialogar en el sentido de
intercambiar información, sino transformar a través del diálogo. En sociedades caracterizadas
por redes complejas de intereses en conflicto, el desafío no está en evitar el conflicto sino en
transformarlo, fortaleciendo las estructuras sociales legítimas y evitando la violencia. El diálogo
democrático nos permite abordar dicho desafío cuando se aplica como herramienta de cambio
y de formación de consensos básicos que hagan posible el equilibrio de poderes en la sociedad,
abriendo nuevos canales de acceso y de participación a la ciudadanía. Durante un proceso de
diálogo trabajamos para lograr un entendimiento sistémico de la problemática y fortalecer las
relaciones entre todos los actores involucrados; esto nos posibilita identificar acciones
transformadoras del sistema en cuestión.
Para que el diálogo nos ayude a promover el cambio y a transformar estructuras sociales,
económicas y políticas debemos trabajarlo pensándolo como un contenedor o un espacio de
contención en el cual los actores pueden interactuar en confianza y con respeto, llevando a la
mesa de diálogo sus ideas, intereses, preocupaciones, demandas y creencias, trabajando juntos
en forma pacífica y legítima para transformar relaciones, generar racionalidad y organizar
consensos. Un diálogo requiere, por lo tanto, una preparación cuidadosa de todos los aspectos
del proceso, no solo de los eventos en los cuales los actores van a dialogar.
Un proceso de diálogo puede tener distintos propósitos. Por ejemplo, podemos emplear el
diálogo como herramienta para el manejo de momentos críticos o de crisis; o como una discusión
estratégica para promover visiones conjuntas; o bien, como un espacio generativo y de reflexión.
El dialógico tiene que ver con un código de conducta para los actores y con una calidad de
interacción que pueda resultar efectiva a la hora de generar cambios positivos en múltiples
ocasiones.
• Los participantes demuestran respeto por los otros, empatía y apertura a los diferentes
puntos de vista.
• La interacción entre los actores es transparente, hablando de autenticidad y evitando los
secretos y las agendas ocultas.
• Los actores ponen en práctica el principio de aprendizaje, buscando indagar y hacer
preguntas, no solo para promover los objetivos propios sino también para comprender
mejor lo que los otros piensan.
• Los procesos son incluyentes y flexibles.
• Los espacios en los que se relacionan los actores son legítimos.
✓ Promotores y garantes.
✓ Convocantes.
✓ Donantes.
✓ Gestores.
✓ Facilitadores.
✓ Expertos de proceso.
✓ Dialogantes.
Etapa de exploración:
• Explorar las condiciones existentes para determinar si se puede continuar con las demás
etapas del proceso de diálogo, cancelar la iniciativa, o entrar en un período de preparación
de condiciones para el diálogo.
• Comprender lo mejor posible ‒y desde todos los ángulos y perspectivas que el tiempo
permita‒, tres aspectos fundamentales: la temática, el contexto y los actores clave.
• Una vez que se identifique que existen condiciones para seguir adelante con el proceso
de diálogo, esta etapa proporciona valiosa información sobre el contexto, los actores y los
principales temas; información que será útil en las siguientes etapas.
Etapa de diseño:
• Construir un marco sólido de apoyo al proceso: el equipo de gestión y facilitación, los
recursos financieros y la estrategia de comunicación hacia fuera.
• Definir el contenido del proceso: sus objetivos, los tiempos y la agenda general.
Etapa de implementación:
• Convocar al diálogo.
• Preparar los eventos: la ruta metodológica, la logística y los aspectos administrativos y
financieros asociados.
• Poner en movimiento el diálogo, en un espacio seguro, aplicando ciertas pautas para su
desarrollo y definiendo la estrategia de comunicaciones hacia dentro.
Etapa de seguimiento:
Caja de herramientas
Las herramientas son algunos de los recursos orientados para implementar actividades y
generar dinámicas a lo largo de los diferentes momentos de un proceso de diálogo.
Las herramientas que hemos incluido en esta lección son frecuentemente utilizadas en diálogos
con diversos propósitos. El uso de cualquiera de ellas deberá ser siempre evaluado por el grupo
de personas a cargo del proceso (promotores, gestores, convocantes, facilitadores) para
determinar si son las más adecuadas y oportunas.
La negociación
La negociación apareció, probablemente, con el primer grupo humano sobre la tierra. Desde
hace milenios muchas sociedades tradicionales la han situado en el centro de sus
procedimientos de regulación. Hoy, el desarrollo de la interdependencia en las economías
nacionales hace de la negociación un elemento fundamental de la actividad mundial cuando
deben efectuarse transacciones y tomarse decisiones concertadas. Si una crisis importante
estalla en algún lugar de nuestro planeta, casi de manera instantánea, diversas negociaciones
comienzan a desarrollarse en el mundo. La evolución de los valores, el fortalecimiento de la
integración internacional, así como el cuestionamiento a los modelos tradicionales de autoridad
confieren a la negociación un lugar fundamental en nuestra sociedad.
La negociación es una estrategia útil para la gestión de conflictos, en la cual las partes reconocen
que el acuerdo es más beneficioso que la ruptura de las relaciones y están dispuestas a “ceder
algo a cambio de algo” (Lourdes Munduate 1994).
Una negociación eficaz se caracteriza, por tanto, por la cesión de esos elementos por ambas
partes para conservar de forma sustancial los intereses particulares. Así, el deseo de las partes
de llegar a un acuerdo es una condición imprescindible para el desarrollo del proceso de
negociación.
De este modo, la negociación se inicia cuando hay diferencias en las posiciones que mantienen
las partes. Si estas posiciones fueran coincidentes no haría falta negociar.
Como hemos mencionado, la negociación puede definirse como un proceso mediante el cual
dos o más personas interactúan con el fin de lograr una posición aceptable respecto a sus
divergencias. La misma supone un proceso complejo que pone en juego numerosas variables.
Algunas atañen al contexto de interacción, como la personalidad del negociador, las
características culturales, los objetivos a los que se aspira, las motivaciones para llega a obtener
un resultado y/o las relaciones de poder existentes. Otras variables aparecen en el marco de la
misma interacción: información disponible, plazos temporales, carácter público o privado de las
negociaciones, mandatarios.
La negociación puede ser objeto de estudio sistemático a partir de un marco conceptual que
pueda señalar sus manifestaciones empíricas. Se deben tener en cuenta cinco elementos
fundamentales:
Importancia y principios de la negociación
Por tanto, para poder negociar primero debemos conocer cuáles son las motivaciones y
necesidades, tanto nuestras como de las demás partes insertas en la negociación. Esto será de
gran ayuda cuando participes en la mesa de negociación.
Las reglas o los principios que pueden ayudarte a mejorar el resultado de un proceso de
negociación de tipo colaborativo son las siguientes:
El papel de las emociones en las negociaciones es una variable que tener en cuenta, puesto
que puede tener una relevancia clave. Roger Fisher y William Ury reflexionan sobre el hecho de
que quienes negocian primero son personas; lo cual tiene varias implicaciones, por un lado, la
de cuidar la relación y las emociones entre las personas negociadoras; y por otro, tener presente
las diferencias culturales o sociales que puedan influir.
En ocasiones las relaciones y las emociones tienden a entremezclarse con el problema. Por ello,
se deben separar a las personas del problema y abordar este último directamente. En este
sentido, se debe evitar reaccionar ante los ataques de la otra parte, en el caso de haberlos.
Además, será recomendable:
Hay que tener presente que la escucha activa es una de las habilidades a entrenar por la persona
negociadora para reconocer los objetivos, el punto de vista y las emociones de la otra parte, en
busca de la generación de valor en la negociación, así como también la utilización de la técnica
de las preguntas.
La posición representa las cosas concretas que desean las personas que negocian, o sea lo que
se quiere. Así, las posiciones limitan el número de alternativas que puede desarrollar cada parte.
Discutir las posiciones produce acuerdos poco fructíferos, ya que debatiendo posiciones cada
negociador se cierra más en sus posturas y las defiende profundamente.
Al discutir las posiciones se pone en peligro la relación entre las partes negociadoras. Los
intereses, en cambio, son las necesidades, las preocupaciones, los deseos y los temores que
subyacen en las posiciones encontradas. Los intereses son las motivaciones intangibles que
llevan a asumir las posiciones. Los intereses motivan a las personas, sustentan las posiciones.
La solución conjunta del problema se deberá centrar en los intereses, no en las posiciones.
Cuando quienes negocian intentan satisfacer los intereses de las dos partes suelen surgir
soluciones alternativas mutuamente beneficiosas.
En la negociación se deberá identificar los diferentes intereses, y para ello, ponerse en el lugar
de la otra parte, preguntándose qué hay detrás de sus posiciones. Para ello, es recomendable
realizar una lista de los intereses que podrán ser compartidos, compatibles
y enfrentados. Así, quienes negocian deben hablar sobre los intereses, recociéndolos como
parte del problema.
En primer lugar, definimos en este contexto una opción como un acuerdo o parte de un acuerdo.
La habilidad de inventar opciones es una de las habilidades más importantes que deberá poseer
o desarrollar la persona negociadora.
Las opciones creativas buscan satisfacer los intereses de las dos partes negociadoras, y así
crear valor para todas las personas implicadas.
Los principales obstáculos para concebir nuevas opciones son creer que hay una única
solución al problema y realizar juicios prematuros. Para ello es necesario:
Para finalizar esta lección, te invitamos a revisar la siguiente video clase, donde el académico,
Juan Diego Rabat, nos hablará sobre los principios de la negociación.
En todo proceso de negociación, una parte intenta persuadir a la otra con la idea de solventar
su conflicto de intereses.
Puede ser un intercambio social que implique una relación de fuerza, una lucha sutil por el
dominio. Esa fuerza se va desplazando de un lado a otro durante las diversas etapas, no es
conveniente en una negociación que una de las partes se beneficie de una relación de fuerza
desequilibrada que imponga sus condiciones a la otra parte.
Es mejor que exista un cierto equilibrio de fuerzas y que se intercambien las presiones,
finalmente, las partes llegarán a un acuerdo cuando las fuerzas estén igualadas. Además, si
conocemos una serie de datos sobre su postura que la otra parte no sabe que conocemos,
podemos poner también a prueba su franqueza.
Con el objetivo de mejorar nuestra actitud durante la negociación, deberemos eliminar algunos
comportamientos y hábitos muy usuales, tales como interrumpir a la persona interlocutora,
atacarla o acusarla personalmente, hablar en exceso, dominar a gritos, amenazar y mostrarnos
sarcásticos.
A fin de mejorar nuestro comportamiento durante la negociación, deberemos llevar a cabo las
siguientes conductas:
Es preciso descubrir con una buena utilización de preguntas cuáles son sus verdaderos
intereses, ir más allá de sus posiciones. Si logramos conocer sus intereses es posible que
descubramos una forma ventajosa de satisfacerlos con beneficio para ambas partes.
• El inicio de la negociación
Al iniciar la negociación es recomendable enmarcarla como un esfuerzo conjunto, mostrando
respeto y preocupación por los intereses e inquietudes de la otra parte, y por lograr un acuerdo
favorable para ambos.
Asimismo, en esta etapa, no debemos pasar por alto la importancia de las conversaciones
informales. Estas nos ayudarán a que la otra parte se sienta menos a la defensiva, más
cooperativa y comunicativa. Sin embargo, si la otra parte se muestra formal, nosotros no
debemos hablar demasiado informalmente pues podría interpretarse como una falta de seriedad
de nuestra parte.
• El análisis de la contraparte
La siguiente etapa del proceso de la negociación consiste en analizar a la otra parte,ya sea a
través de preguntas formales o informales, o por medio de la interpretación de sus palabras,
acciones y lenguaje no verbal.
Toda información que nos haga comprender mejor a la otra parte nos situará en unamejor
posición para negociar. Debemos tratar de determinar y analizar sus verdaderas motivaciones,
necesidades e intereses, sus prioridades, su punto de reserva, su estilo de negociación, su
perspectiva, sus fortalezas y sus debilidades, entre otras. Obtener esta información puede ser
difícil si nos enfrentamos a un negociador o negociadora de estilo competitivo, que tratará de
ocultar sus verdaderos intereses.
La forma de mejorar la presentación de una propuesta está en separar esta de las explicaciones
y justificaciones que contiene. Para ello, exponga sólo el contenido de la propuesta, explique y
justifique ese contenido aparte, ya que no deben mezclarse ambas cosas; la explicación o
justificación pueden parecer una disculpa. Si lo parece, y la otra parte piensa que dudamos de
ella, tratará de obligarlo a hacer concesiones. Una vez presentada la propuesta se entra en una
posición dominante de la negociación.
La primera propuesta condicional, pero realista, es la que pone los cimientos del acuerdo final y
además quita iniciativa a la otra parte y fuerza el ritmo.
Es necesario, a la hora de montar propuestas globales que incluyan todas las variables
presentes en la negociación, considerar varios aspectos, entre ellos los siguientes:
Todo lo que la oposición nos pide en una negociación tiene algún valor para ella. De ahí que
debamos valorar nuestras concesiones desde la posición de la otra parte y no solo desde la
nuestra.
Cuanto más tiempo dura la negociación, más tiempo tenemos para sacar todas las concesiones
posibles a nuestro opositor, pero también este tiene más tiempo de hacer lo mismo con nosotros.
El cierre aumentará nuestra confianza y nos llevará al acuerdo con mayor rapidez y menor coste.
Para concluir una negociación no es necesario que ambas partes estén en sus respectivas
posiciones límite. La incertidumbre surge de que ninguna de las partes está segura de cuál es
realmente el límite de la otra. La finalidad del cierre debe ser creíble, por lo que nuestra propuesta
de cierre debe satisfacer a un número suficiente de las necesidades de la otra parte. Debemos
presentar esta alternativa de forma que quede clara nuestra determinación de no hacer más
concesiones y que lo que le interesa a la otra parte es cerrar un acuerdo en este momento.
Sin embargo, el acuerdo es un momento muy peligroso. Cuando estamos muy interesados en
llegar a un acuerdo y aliviados por haberlo conseguido, podemos descuidar los detalles menores
de lo convenido. Este descuido puede ser causa de interminables problemas posteriores, cuando
llega la ejecución del acuerdo y cada una de las partes tiene su propia versión del pacto
alcanzado, quizás hace bastante tiempo.
La mejor forma de evitar estos problemas es cerciorarse de que ambas partes tienen
perfectamente claros los puntos sobre los que están de acuerdo.
Las negociaciones más complejas son las que dejan margen a la confusión y falta
de certeza.
FELICIDADES, HAS FINALIZADO EL PRIMER MÓDULO DE NUESTRO CURSO.